Palacios, M. (2011) - Pp. 99-138.

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CAPÍTULO IV

LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES


DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO

LA DOBLE CRISIS DE \930

De un modo más bien impmbable, alrededor de 1930 se juntaron dos crisis


de distinto origen: una económica y olra política que debilitaron los dogmas
del librecambismo, el patrón oro y el Estado mínimo, y pusieron a tambalear
la hacienda cafetera, una de sus cristalizaciones emblemáticas. La mejor
pmeba de esto es que, en el plano de la economía política, se planteó la vía
campesina como una alternativa de desarrollo económico nacional. Diversas
corrientes historiográficas han sostenido que esa crisis del liberalismo eco-
·nómico dio pie a que nuevos grupos de poder movieran el Estado colombia-
no hacia la industrialización e incluso a convertirse en empresario indus-
trial. No parece que ese fuera el caso. Es más probable que la sustitución de
impm1aciones, notoria por la época de la Primera Guerra Mundial, se pro·
fundizara como resultado del crecimiento del PIS con base en el café que
cultivaban miles de familias campesinas en una geografia muy amplia Tam·
bién es probable que, letminada la Segunda GuetTa Mundial, el Estado dele~
gara en la Fedemción Nacional de Cafett•ros de Colombia, FNC, la negociación
de transferencias del ingreso cafetero a las grandes empresas industriales que
se coaligaron gremialmente en la Asociación Nacional de Industriales, ANDI.
En el plano de la política de partidos en 1930, y después de haber experi~
mentado medio siglo de dift•rentcs lirn:-. dr gohiemn, lo~ Conservadores per-
dieron la presidencia ante una coalición centrista em;abezada por un candida-
to Liberal. Simultáneamente, y después de unas dos décadas de crecimiento
acelerado, la gran clisis económica mundial frenó el ritmo y provocó cierta
agitación social localizada. En el punto que nos concieme, la clisis lanzó al
desempleo a miles de jornaleros de las obras públicas que regresaron a los
campos quizás a engrosar las agitaciones. En estas condiciones, y a pesar de
que al comenzar la década de los treinta eran pocos los Liberales interesados
en la cuestión agraria, jóvenes políticos y activistas encontraron la oportuni~
dad de convertirse en intermediarios de los agravios campesinos y en heral~
dos del progreso nacional. Su objetivo inmediato era encontrar una nueva
base electoral. La cuestión campesina no estaba entre las prioridades del
99
100 LA CUE~í!ÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO

Pan ido Liberal que se concentmba en mantener un mínimo de unidad inter-


na para permanecer en el Gobierno·, minimizar los efectos de la violC'ncia
política en Boyacá y Santander; adelantar una reforma política con base en
la cédula electoral, y reformar la Constitución y las leyes para instaurar la
República laica, mediante el registro civiL Incluía este programa el desmTo-
llo de obras públicas para reactivar el empleo y la aprobación de una le~· pe-
trolera que diera seguridad a las empresas nm1eamericanas, asunto de algún
modo ligado al régimen de propiedad agraria y de los baldíos. Pero no fue
alrededor de estos puntos donde el régimen encontró la platafonna de "uni-
dad nacional". Fue en el con nieto con el Perú que, asimismo, sirvió de ~.:atali­
zador inicial de las reformas, aunque las luchas agrarias, eminentemente lo-
caJistas, no mermaron en intensidad 1•
Los Liberales comprendieron que el discurso antilatili.mdisw. de la iz-
quierda revolucionaria podía deslegitimar los fundamentos del orden social
y se dedicaron a encontmr una salida institucional. Con este pmpósito ma-
nejaron dos registros ideológicos: uno, igualitario democrático, mamado so-
bre el paradigma del pequeño propieta1io independiente, y otro de estirpe
liberal que ponía d énfasis en el aseguramiento de los derechos de pmpie-
dad de la tietTa con base en la explotación económica. De este modo. gana-
ron la iniciativa política e hicieron sombra al discurso de la izquierda revolu-
cionaria.
Subrayemos cuatro aspectos de la doble crisis d~ 1930:
l. Un peculiar dinamismo capitalista. Contrario a las teorias estructura-
listas y dependen listas en boga en los años sesenta y setenta (la relación cen-
tro-perifelia, en la que el desan·ollo de la primera exige el subdesarrollo de la
segunda), en El café e11 Colombia (Palados. 1979b) se considera y se sostiene
que la economía cafetera fue el motor del <.:recimíento y cont1ibuyó sustan-
cialmente a la formación de una economía política na1.:ional. La Federación
Nacional de Cafeteros de Colombia, FNC, monopolizó la representación polí-
tica y social de "la industria del <.:afé", se vinculó sólidamente al Estado y se
transfm·mó en agencia de producción de doctrinas, medidas legales y desa-
n·ollo de instituciones dedicadas a garantizm·la protección cafetera. Ésta re-
forzó la protección externa originada en las manipulaciones polílicas del
mercado internacional del café en razón de los sucesivos esquemas de "valo-
rización" brasilera desarrollados después de 1906. En la literatura sobre los
países de desarrollo económico tal-dío se establece el nexo de la protección
industrial y la economía polftica nacional. Estos términos del tópico "indus-
tria y protección", deben cambiarse en Colombia por los de "café-:-· protec-

1 Esto se despr~nde de: la c:antidad y orden de: importanda de In~ d<X:umentns qur folTllOJn
el archivo del presidente Olava lh•1wra. E.l archivo. de la Academia Colomhian¡¡ de Hbtnlia.
tiene 94 cajas nrg¡¡nizada$ en carpe-tas y contiene miles de rolio.~. Ahon1 puede consuhan;t• t•n ._.¡
Archivo General de la Nación.
LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO 101

ción", motor de la integración limitada del merl·ado interno y base de legiti-


mación de una política económica que bendiciar-ía .v limitaría la posterior
industrialización 2 ,
La elaboración y publicación del Censo Cafetero de 1932 fue un hecho
decisivo en la formación de una ideología que hizo de "la industria del café"
la fuerza centrípeta de la economía política nacional y que, en la crisis mun-
dial, legitimó la vía campesina de la caficuhura. Esta fue una concepción
dominante hasta mediados de la década de 1950, ft:nómeno notable. pues la
crisis bajó de 20 a 30 puntos porcentuales los ingresos de las exportaciones
de café en el comercio internacional del país que, en buena medida, se recu-
peró en la década de 1930 por las exportaciones de petróleo, oro y banano.

El censo que presentamos· seiialaron los directh·os de la FNC- permite conocer la


división de la propiedad, que es un factor de gran trascendencia social y que es
de elemental importancia para conocer las modalidades de la industria y las ne-
cesidades de ella en cada municipio. Según los datos obtenidos en el censo( ... ) el
98.08% constiluyen lo que se llama la pequeiia propiedad. Sólo hay en el país
321 empresas cafeteras de más de 100 mil árboles, lo cual constituye apenas el
0.21°;ó del número total de propiedades cafeteras. Todos estos datos interesantes
y verdaderamente sorprendentes demuestran cómo la industria cafetera no sólo
es el factor fundame11tal v decisivo en nuestra economía nacional, sino que cons·
tituye a la ve;t; un elemento admilnble de equilibrio social, que por la indole mis·
ma de su ~wganización y por las circunstancia excepcionalmente favorable de
proporcionar trabajo adcl·uado y casi permanente a las mujeres y a los niños, Ya
realizando por si sola, en l"orma autumálica, sin necesidad de leyes ni de expro·
piaciom.~s. el fenúm<:no •k la división de la propietbd (Fcdemción Nacional de
Cafeteros, Boletín de Estadística 1933, l. (5) pp. ! !2·113).

En otras palabras, en un país con instituciones estatales débiles era claro


que si el pmducto de expot1adón ofrecía una base campesina, las salidas a
la depresión internacional set·ían menos traumáticas para el orden social,
puesto que el campesino asumiría, moftl proprio, los costos de la caída de
precios, t-educiendo máo;; aün el consumo familiat:
2. El segundo aspect() de esa Colombia de los ailos treinta se refiere a que
el Estado alcanzó un nuevo nivel de estructuración en cuanto se vio abocado
a resolver el problema de crcm· y poner a funcionar instituciones de control.

'Baste menciona¡· que e.xiste una amplia \'conocida bibliograffa sohre la economfa cafete·
ra mundial y colombiana. Ha\" que tt""ner p1·t""~t'nte que en !o~ año~ treinta el cultivo de café no
tenía e<:onomfas de escala y era intensivo en mano de obra altamente estacional; que habla tie·
na y trabajo para ampliar la pmducdón 11acional; que est¡¡ban bajando los costos internos de
transporte y que lns mercados lllundialt~s el café presentaban bajas elasticidades de oferta .Y de·
manda. El ciclo climático del Brasil dctclminaba el ciclo de precios mundiales y las politicas
cafeterns de dicho pai.s . .v prokgian la econom!a cafetenl colombiana.
102 LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESfADO LlBERAL OLIGÁRQUICO

La evidente nacionalización de afiejos electorados, siempre localistas y pro·


vincianos, tutelados ahora por una clase política nacional, puso sobre la
mesa las cartas del registro civil y la cédula electoral. Para esto era indispen·
sable: a) desmontar el monopolio de la Iglesia en el registro civil (partidas de
bautismo, defunción, matrimonio) y en el manejo de la educación pública y
los cementerios; b) negociar el asunto de la cédula electoral que los Conser-
vadores veían como una trampa, haciendo de ella un caballito de batalla,
una peligrosa inflexión a la violencia, y e) expandir la burocracia administra-
tiva y mejorar sus herramientas. No se partía de la nada, gracias a los recur-
sos derivados del crecimiento cafetero y de la indemnización de Panamá.
Sobre estas bases aumentaron los ingresos fiscales y pudieron avanzar la red
ferroviaria, de carreteras, y de correos y telégrafos; apareció una elcctdfica-
ción incipiente; se elevó el número de escuelas y maestros, de jueces y juzga-
dos, de notarios, registradores y notarías; la moneda nacional penetró en las
más recónditas veredas campesinas. Al mismo tiempo, el país tenía su lugar
en el mundo civiHzado, adhiriéndose a las ¡·eglas de la Sociedad de las Nado·
nes, de la que era miembro fundador.
Paradójicamente, el fortalecimiento de una visión de desarrollo nacional
y la nacionalización de los electorados, ensancharon los hiatos y fisuras que,
desde la Conquista española, separaban los niveles tenitoriaJes del Estado.
Nación, departamentos y municipios, para no mencionar intendencias y co-
misarías, no funcionaban conforme a los principios de la relojería constitu-
cional. La cuerda era, a fin de cuentas, un viejo mecanismo localista, con·
tractualista y clientelar que dejaba que cada cual regateara las n01mas y
disposiciones. Este vetusto mecanismo se había legitimado en la tradición
política de la monarquía espafiola que, se ha dicho, concebía la justicia des·
de el bien común y el consenso comunitalio antes que desde la conciencia
individual (EIIiot, 2006, pp. 131·133). En estas condiciones los sistemas nor-
mativos y las prácticas sociales relacionadas con los derechos de propiedad
quedaron marcados con el sello originario.
Si los enfoques socio.económicos y geográficos tienden a fonnar macro-
regiones, como en el clásico estudio de Ospina Vásquez (las regiones coste-
ña, antioquei'la, caucana y la "faja oriental"), la polftica es partera de frag.
mentaciones: los departamentos dentro de las macra-.regiones; las provincias
en los departamentos, los municipios en las provincias, las veredas o vecin-
darios rurales en los municipios. Si concebimos los municipios (con sus ve·
redas) como células de un organismo, entonces es menester reconocer que
sus ritmos obedecen a tradiciones e idiosincrasias irrepetibles y al persona-
lismo que hila los entramados de clientela, parentesco y honor.
Esto quiere decir que en la base institucional de la política municipal se
mantenía, finne, la cultura política del caciquismo. El gamonal era el persa·
naje·bisagra que encarnaba simultáneamente la versatilidad de los poderes
fácticos locales y la adhesión incondicionaJ, visceral, a la banderla nacional
LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO 103

rojiazul. En contravía de las mejores expectativas democráticas, el gamonalis-


mo era la fuente de las prácticas 1-epub\icanas y el portador de sus símbolos.
Asf había sido desde los orígenes de la "comunidad imaginada" que habria
de llamarse Colombia y que, según la fórmula de Malcolm Deas, precedió la
consolidación del Estado-nación (Deas, 1983, pp. 149-73).
El relato nacionalista colombiano se armó tempranamente a partir de
imágenes binarias, sin t:onas de transición, entre polos enemigos: patriotas-
realistas, patriotas-godos, moderados-exaltados, Liberales-Conservadores,
rojos-azules, chulavitas-cachiponDs que daban sentido emocional a la politi-
zación en todos y cada uno de los vecindarios del país. Cada vereda y cada
casco tenían su tótem, Liberal o Conservador, que ponía orden en las identi-
dades y adscripciones, y las entretejía a la memoria de linajes y terrufios. Por
eso, a la hora de las movilizaciones de los años treinta, los campesinos no
pudieron evadir las divisorias de siempre, renovadas por jóvenes y enérgicos
intermediarios. En esta cultura política, los Comunistas, con su noción me-
dular de lucha de clases, entraron perdiendo.
Teniendo presente este conservadurismo, recordemos que las clases pro-
pietarias, la clase política, la aristocracia intelectual y el clero salieron más
reaccionarios de la Guen·a de los Mil Días ( 1899-1902) y en la nueva "paz" se
tonificó el Estado oligárquico. Sin embargo, los cambios geográficos, cultu-
rales, demográficos y sociales producidos por el desarrollo de la economía
cafetera abrieron, unos 20 años después, las vías de salida hacia la democra-
cia liberal y pusieron en tensión las viejas prácticas políticas de la república
oligárquica. Las clases altas provinciales conocieron entonces los aprietos de
superar su fragmentación de tipo colonial y de formar una clase dirigente
nacional. Las fricciones se pusieron al orden del día puesto que, por ejem-
plo, en Barranquilla, Cúr:uta, Medellín y Bogotá, sectores de orientación em-
presalial adoptaron nonnas y estilos de vida cada vez más estadounidenses.
La elección directa de presidente de la república a partir de 1914 y la
irrupción en la política Je los nuevos grupos sociales congestionaron las lí-
neas de conducción del poder república-municipio-república que parecieron
limitadas pam tmmitar 11n llnjo progresivo de información y decisiones: los
electorados se habían ampliado e integrmlo. y em menester dar un tono pa-
cffico e institucional al lTCt.:iente con nieto social. Con todo. el caciquismo se
mostró elástico~ versátil~· aprendió a encubrirse en prácticas ''modernas".
En este sentido no era indi~pensable que instntmentos como la Ley 200 de
1936 tuvieran algún nexo deliberado con la universalización del sufragio
masculino·'.
De su lado, el radicalismo popular, reafinnado en los Mil Días, esperaba
el momento. Grupos de trabajadores rurales ~· urbanos, y de campesinos e
indígenas discernieron el significado de "la ley para lodos" y no sólo "para

'En este sentido so.v escéptico con respc•·to a la ~ugercnl'ia de Lapp (2004).
104 LA CUEsnÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGARQUICO

los de ruana" (Jimenez y Chemick, 1993, pp. 61- 82). Denunciaron agravios y
reclamaron derechos. ln11mpieron por su cuenta en actividades políticas y,
en el camino, se estrellaron con poderes sodales y estatales reacios al cam-
bio. De este modo muchos conflictos de tierra y trabajo se saldaron con san-
gre. Este fue el caso de grupos campesinos de Fusagasugá y Viotá, localiza-
dos entre polos que contenían liderazgos ~ fuerzas radicales (Bogotá y el
puerto de Girardot) que saltaron a la arena pública en un país que parecía
entrar en la atormentada y tonuosa transición de la "repiiblica oligárquica"
a la "democracia de masas". Si hubo este tipo de democracia quedó incon-
clusa, porque en 1948, con el asesinato de Gaitán y en el contexto de la Gue-
rra Fria, Colombia pasó abruptamente de un tiempo de esperanza democrá-
tica, representada por el caudillo populista asesinado, a una hegemonía
plutocrática que disolvió el proyecto de inclusión sociaL
3. El tercer aspecto de la transfom1ación colombiana tiene que ver con la
fonna como afectó a la clase política. Los protagonistas del teatro político
popular de los años treinta pertenecían a una generación de reformadores
que, bajo la tutela de sus padres pmativos, los Centenaristas, y con clara vo-
luntad de poder y decisión de formar una nueva élite política, propusieron
visiones y concepciones de transfmmación social, aunque no consiguieron
escapar, si es que lo intentaron seriamente, del campo histórico del Estado
oligárquico. Demostraron, eso sí, capacidad para transformar las inconfor-
midades y agravios de colonos y arrendatarios en demandas congruentes al
Estado, y de inducirlo a elaborar doctrinas agrarias contra el latifundismo y
adecuar las instituciones legales para el cambio social. En este proceso f011a-
lecieron el Estado de derecho, pero sin reformar el derecho, ni la práctica
judicial. Puesto que pa11ían de la premisa liberal de que la ley se cambia con
la ley (y, por tanto, que esa era la vía de redefinir los derechos de propiedad,
pública, privada, de los resguardos) a medida que incorporaban nuevos elec-
torados tuvieron que dramatizar la centenaria discordia bipartidista.
La pacificación del contrato social laboral, es decir, la institucionaliza-
ción de las luchas ob1·eras con sus sindicatos y sus huelgas; la salida consen-
suada y gradual a los problcm;:¡s (.Tecien!(•s de pobreza urbana, y las solucio-
nes legales y judiciales a las demandas de tie1Ta de los campesinos y colonos
habían ganado un lugar en el discurso público. Más aun, se cuestionó "la
ametralladora oficial" como medio de confrontar la inconformidad de las
clases populares. Paradójicamente, el propósito se desnaturalizó al anudarse
a la mecánica de la lucha rojiazul. Por todo esto quedó notando la idea que
el cambio de la llamada República Liberal o Revolución Liberal no había
encontrado el cauce democ1"ático, extraviada en un laberinto de ilusiones y
artimañas legalistas.
4. Los políticos reformistas entendieron que la acción colectiva de distin-
tos campesinados ponía en evidencia las "imperfecciones" del sistema legal
de titularidad de la propiedad, de modo que un Estado moderno debía abolir
LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO 105

"los vestigios de feudalismo". En consecuencia, el Estado nacional debía de-


finir las notas de la propiedad pdvada modema y sofocar un posible giro
político revolucionario. En cualquier caso, en este propósito los Libera1es se
vieron favorecidos por la plasticidad del tipo gamonal, la debilidad y des-
orientación de los grupos comunistas, la capacidad de cooptación polHica de
sus alas izquierdistas y populistas, y la solvencia profesional de los juristas y
abogados que los acompañaron en este proyecto.
Las agitaciones de aiTendatartos y colonos ..,e entreveraron en la crisis fi-
nanciera y empresarial de las haciendas cafeteras más antiguas (la primera
había ocurrido durante la depresión mundial de los precios del café, c. 1896-
1910), en particular en Fusagasugá y Viotá, v volvió a politizarse una cues-
tión pendiente del Liberalismo de mediados del siglo XIX: la relación de la
propiedad de la tierra y las "clases productivas".
Desde ahora conviene poner los puntos 3 y 4 en el contexto de la distri-
bución de la propiedad subrayado por la FNC en el citado Censo Cafetero. En
el Catastro del Departamento de Cundinaman.a (1936) había 125.367 fincas
rurales que, en un 77%, tenían menos de 10 fanegadas o 6.4 hectáreas (Con-
traloría Departamental de Cundinamarca, 1937). En las comarcas donde fue
más intensa la agitación agrada también predominaba la pequeña propie-
dad campesina. Así, las 160 haciendas de café del Tequendama y el Sumapaz
cundinamarqués eran, literalmente, islas en un mar de unas 6.500 fincas ca-
feteras en sus municipios; de éstas el 87% tenía plantados menos de 5.000
cafetos.
Arrendatarios y submTendatarios de las haciendas de café y colonos de-
bieron mirarse en el espe_jo de esos miles y miles de pequeños cultivadores
independientes. Por lo dem<is, la politización y modernización cultural de
las décadas de los veinte a los dnr.:uenta ap1·emiaban a que los estratos rura-
les más "bajos" subieran la escala social. En este sentido es muy revelador el
estudio de Renán Silva sobre la Encuesta Folk/órica Nacional de 1942 que
por una parte muestra la limitación lor.:alista de lus mundos rurales colom-
bianos y la pobre7_a generalizada que los abatía, y por otra subraya el tras-
fondo de e!-iperanza popular, gracias a la conciencia de ''los de1·echos socia-
les", r.:ada vez más difundida por todo el país (Silva. 2006)•.

• Especialmente los casos de la parte 11.


106 LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO

DESLEGITfMACIÓN A MEDIAS DEL LATIFUNDTSMO


Y HACIENDAS DE CAFÉ

La crisis mundial y el descrédito del liberalismo económico trajeron a Co-


lombia el desprestigio del latifundismo. Primero, en el frente laboral se cues-
tionó el carácter de los contratos de trabajo en las haciendas cafeteras, asi-
milados a contratos civiles privados en los que nadie podía inmiscuirse,
salvo las partes contratantes. Segundo, pareció inaceptable el acaparamien-
to de baldíos y la formación de enormes latifundios improductivos que ce-
rraban, inclusive mediante la coacción, el libre acceso de miles de colonos.
Los Liberales de vanguardia elaboraron un discurso con base en argumentos
de defensa de la propiedad campesina como los ya señalados de John Stuat1
Mili y, así, redujeron los espacios de los Comunistas.
Ahora bien, considerado el tamaño promedio de superficie, población
vinculada y vaJor de producción, las haciendas de café de Colombia eran
modestas, comparadas con las del Brasil, ya esclavistas, :va de colonato, (for-
mas de anendamiento campesino o de aparcería) o con la hacienda porfl-
riana de México. Tercero, los regímenes laborales eran complejos, mutaban,
y utilizaban la tierra y la mano de obra con métodos muy variados. Los tra-
bajadores estaban claramente estratificados: los residentes o arrendatarios
pagaban renta en trabajo y en dinero, percibían salarios monetarios y en al-
gunos casos podían subarrendar sus estancias; los trabajadores estacionales
o cosecheros, llamados "voluntarios", eran asalaliados y algunos trabajaban
directamente para los arrendatalios. Cuarto, puesto que las haciendas esta-
ban orientadas al mercado mundial, dependían de un ciclo de precios parti-
cularmente volátil. Quinto, los propietarios, ausentistas por la natumleza del
negocio, hacían parte de grupos urbanos emergentes en la sociedad móvil de
mediados del siglo XIX colombiano, y no parecieron alcanzar el alto grado de
legitimación social y acceso al poder político de sus equivalentes brasileros,
guatemaltecos, salvadoreños o mexicanos (hasta la Revolución), con excep-
ciones como Chiapas donde la hacienda podlriana se mantuvo en pie.
Las haciendas de café, resultado del encuentro de comerciantes de clase
alta urbana y poblaciones rurales pobres y geográficamente móviles, fueron
frágiles tanto en lo relativo a su gestión empresarial, como al régimen de te-
nencia de la tierra. fu siru, las decisiones quedaban en manos de adminisua-
dores, mayordomos y capataces. Con alguna frecuencia los hacendados pon-
deraban las ventajas económicas y desventajas de pagar salarios en usufructo
de parcelas. En otro lugar establecimos el ciclo de negocios de las haciendas
cafeteras de Cundinamarca: altas lasas de ganancia durante la bonanza
1880-96 y depresión, 1896-1910, con una situación de crisis severa (letal en
Santander) durante la Guerra de los Mil Días ( !899-1902). Hubo una recupe-
ración, con altibajos despUés de 1910 hasta 1929, gracias a los esquemas
LA CUESTIÓN CAMPESINA Y I.OS AVATARES DEL ESTADO UBERAL OUGÁROUICO 107

GRÁFICO IV. l. Contratos de anticresis y compras de mejoras


en haciendas en El Colegio, Viotá, La Mesa y Anapoima, 1903-1934
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FUENTE: Palados, !981, Cuadro 10. p. 42.

brasileros de valorización que, al recuperar los precios inlemacionales, aus-


piciaron un formidable crecimiento de la producción colombiana. Pero las
haciendas se iban marginando y en la década de los veinte en muchos luga-
res de Cundinamarca acusaron agudos problemas financieros y de legitima-
ción social desde abajo.
Las 160 haciendas de las provincias del Tequendama y el Sumapaz tra-
bajaban con unas 6,000 familias de arrendatarios. En algunas semanas de la
cosecha principal podían ocupar unos 10 mil "brazos" adicionales. Aunque
dichas haciendas tenían alrededor del 5°/(; o 6% del inventario nacional de
cafetos, su participación en la cosecha nacional fue mucho menor y debió
oscilar alrededor del 2.5% al 3.0% en razón de que sus cafetales eran viejos.
excepto en los municipio" del Sumapaz Tolimense·\ Esto quiere decir que
la participación de la hacienda cafetera <.·undinamanluesa era crecientemen-
te marginal.
Esas haciendas dependían de la libre movilidad del campesinado. Ni im-
plantaron la servidumbre crediticia. ni tuvieron el monopolio de la tierra pero
sí compitieron entre sí, con un voluminoso campesinado independiente en el

~En efecto, pueden cstah!cco;-rsc e5tm; porcentajes de !a "tasa de replante" rcafetos pl'oduc-
tivosl~-aft:kl!> "nuevos")( 100]: C.'lldas 13%, Cundinamarca S"k, Tolima 13.8%, Promedio Nacio-
nal 13.1%. Y en los municipio~ que nos conckmcn: El Cok•gio 3.3%, Fusagasugá 6.9o/c, La Mesa
2.9%, Nilo 2.3%, Pandi !1.9%, Quipilc 4.!1%, San Antonio 2.5%, San Bemardo 6.8%, Tibacuy
7.7%, Viotá l.Qo/.,, Cunda.v15.8"k, lconon:w 7.5%. Melgar 7,9o/.,. Federación Nacional de Cafete-
ros (1933, pp. 117-150).
108 LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OUGÁRQUTCO

mercado de trabajo y en la producción de café. Mantenían deudas con los


arrendatarios, como se aprecia en las compras de "mejoras" que periódica-
mente debían hacer, en la legislación específica que debió emilirse al respecto
y en las organizaciones de "dueños de mejoras".
Aun si nos atenemos a la tipología binaria propuesta por Cristóbal Kay,
Gnmdherrschaft (hacienda de arrendamiento) y Gutsn-'irscltafi (hacienda de
producción directa), confirmamos lo sabido: que las haciendas cafeteras de
Cundinamarca eran de pmdut.:dón (.Kay, 1974, pp. 69-98; 1980, pp. 5-20). El
Chocho, la de mayor extensión del país cafetero, con poco más de 1S mil
hectáreas en tres pisos ecológicos, el páramo y el frío (bosques maderables y
cultivos de papa) y el templado (cultivos de café, caña y pastizales). brinda,
sin embargo. un buen ejemplo del pragmatismo de los propietarios6 • Al com-
parar tres "reglamentos para los arrendatarios" (1896, 1916 y 1930), se apre-
cia que el primero guardaba silencio en relación con los cuhivos que podían
sembrar los arrendatarios en sus estancias7 . El de 1916 estableció en el art.
6° que "Los arrendatarios podrán establecer en sus estancias los cultivos que
tenga a bien, inclusive los de café, caña de azúcar y algodón", pero en el arl.
21 les prohibió "vender a olros que a los dueños de la hacienda ni el café ni
el algodón que cosechen en sus estancias." El de 1930 señaló en su art. 6°
que "Los arrendatarios podrán establecer en sus estancias los cultivos que
tengan a bien, a excepción del de café, para el cual deben obtener penniso
previo del dueño de la hacienda o de su representante." Tan importante
como esta nom1a era la del art. 8°: "Los an-endatarios pagarán el precio del
arrendamiento de las estancias únicamente en dinero". Estas citas eviden-
cian la variedad de sistemas en el cultivo del café, aunque aparentemente
prevaJecfan el del pago de la estancia en dinero y trabajo y la prohibición de
plantar cafetos en las estancias. En el cultivo de cai\a predominaban la.'>
aparcerías. En 1934 se estimaba que El Chocho tenía unas 950 familias de
arrendatarios y unas 3.000 de suba1rendatarios {llamados "terrajeros"), pero
estos números estaban politizados, inmersos en el pleito legal (Londoño,
2009a, pp.309 y 324).
El intercambio de "tenencia" por "servicio" no fue a perpetuidad y por
generaciones como en el "feudalismo". Se dio, aclaremos, en el contexto juri-
dico de contratos civiles renovables, por lo general anuales, y dependió de
esas reglas sociales y económicas implícitas que Rafael Baraona denominó
"asedio interno" y "asedio externo" (Baraona, 1965, pp. 688-96) y que, en

6 Esta enorme propiedad llevaba el nombre de un hermoso árbol (Eryhtrilla edu!is) que da

sombrlo al cafeto~ crece hasta 14 metros; produce una~ llores de color rojo cannesi. de semillus
comestibles; su madera se usa para cercar. En las zonas cafeteras de Cundinamarca se le llama
chocho, balú, chachafmro.
1 Estoy muy agradecido con la profesora Rodo Londoi'\o Botero por habenne facilitado copias

de los reglamentos de El Chocho. Hay que subrayar la rare1.a de este tipo de documentos. Ver.
Reglamento para los arre11datarios { 1896); Reglam~nlo de la Hacienda de El Chocho ( 1916; 1930).
LA CUESTIÓN CAMPESI~A. Y LOS AVATARES DEL ESTA[)O LIBERAL OLIGAROUICO 109

este caso, muestran la" cmnp!emcntariedades . .- conflictos en una hacienda


de café: la lógica empresa1ial de expansión de las plantaciones de café y sus
anexidades, y la lógica de los an-cndataiios que aspiraban a cultivar café y
querían ampliar la supcdicit• de sus estancias Je pan coger (Schejtman,
1970). Al cuadro de conllkio en ciernes puede añadirse la eventual invasión
de colonos en !as periferia~ de lus haciendas. Así, pues, estamos ante una for-
ma de arrendamiento pt--cu!iarque tiene orígenes en el terraje del siglo xvm,
pero transfonnado 5 • Veamos.
Simplificadamentc, dentro las haciendas funcionaban cuatro tipos de
empresas:
a. la plantación central de café del hacendado junto con elementos an-
cilares como la planta de beneficio, potreros y cañaduzales para las
bestias de carga~·. eventualmente, ganado.
b. las estancias o pa¡·celas de diferente tamaño, calidad de suelos y
condiciones de explotación y acceso, sujetos a variadas formas de
pago en trabajo, especie, dinero o sus combinaciones, que las ha-
ciendas daban en arriendo para asegurar la mano de obra. En algu-
nas haciendas los aJTendatarios podían SlJbarrendar.
c. Las eventuales parcelas clandestinas de los colonos en los bordes
montañosos~.
d. También era posible que la hacienda diera tien-as en aparecerla para
cultivos de caña o en la explotación de bosques maderables.
La localización de una hacienda en una zona de "frontera abiet1a" (Su-
mapaz) o en una de "latifundio de frontera" (el Tcquendama y Fusagasugá)
determinaba el peso rdativo de las esLancias de los arrendatarios, o de las
parcelas clandestinas de lus r.:olonos. A esto debe agregarse que la hacienda
cafetera del Sumapaz tolimense l'ue tardía en reladón con el patrón cundi-
namarqués y, puesto que era más que todo una empt·csa coloni7..adora, de-
pendió menos del arrendatmio y más del jornalero o voluntario que utilizó
pan. hostigar y asediar a los colonos. El caso, estudiado por Rocío Londoño,
da pie a una interesante let·tura desde un punto de vista de la política agraria
del PCC en el miente dd Tnlim<l: su apoyo a los _jomalt'l'm;, el proleLariado ru-
ral. que tomó partido pnr sus patronos "moderno:-." y hostilizó a los colonos
"Sobre csle sistema. ver Tm·ar ( !<1tl2. pp. 17-33).
~Entendemos por ecmmrnb~ campesinas "aqud S.Cl"lor J.: la acli\"idad agropecuaria nacio-
nal donde el proceso producl ¡,., ~·~ Je..-arrollado ¡JIU" unídadt.·~ d..- tipu familiar con el obJeto de
asegurar, ciclo 3 ciclo, la rcpmdtrú;itln de sus l·undicíones de 1·r.l¡r v de trabajo o, si se prefiere, la
reproducción de lm; prodm;ton:~ ~ 1.1!: la pwpia unidad de pnxlUI:d<'m. {... ]La lógica( ... ) que
gobierna las dcciciones del qué, J~\ cOmo v del mán1o producir. \"del qué dc.'Stino darle 3] pro·
dueto obtenido, se enman;3 der1lrfl de lo.~ objetivo~ descritn~. J;rndn a la economla campesina
unu r.:r.cionalidad propia v di~linta d<' la que caracterü.a a la agricultura empresarial {que) res-
ponde a las inten-ogantcs d<'<icril"s en funci6n de maximitar las tasas de gananda y acumula-
dón". (Schejtman. 1980, p. 123). la !<'()ría básica proviene de Vasielevich (1981); Alexander
Schcjtman aplicó panr México ~11s hipót<•sis sobre Chile.
110 U. CUE~ilÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO

"primitivos": "venfan a )as labranzas a quemar ranchos", recuerda Juan de la


Cruz Varela (Londoño, 2009a, p.225). En este juego violento, los colonos to-
maron conciencia de su bajo estatus en relación con las condiciones de alo-
jamiento, alimentación e ingreso monetario de los jornaleros.
Una representación de la situación inicial del descontento campesino, en
una escala de O a 3, pudo haber sido:

Fron1era "cerrada"
Causas del descontento Frontera "abierta"
El Tequ.endama y
campesino Su mapa;.
Fusagasugá
Propiedad de la tierra 3
Régimen labora] 3
Sistema mulli-empresarial 3

Ahora bien, la posición social del an--endatario era ambigua: decidía so-
bre los cultivos en su estancia (excepto sembrar café), pero no en los grandes
cafetales de las haciendas. De ahí la complejidad social de su ingreso mixto:
el de la estancia y el del jornal en la plantación, al que debe sustraerse el ca-
non en dinero por la parcela o estancia.
Poco se sabe, en cambio, del grupo de peones asalariados al que el PCC
asignó el papel de clase de vanguardia, aliado fundamental de los campesi-
nos en la "lucha antifeudal". Este grupo se abordará aqui en la medida en
que aparezcan en las fuentes.
Hasta mediados de la década de los veinte la hacienda de café había fun-
cionado mediante la combinación pragmática de diversos sistemas de arren-
damiento precapitalista y una organización laboral centralizada en cuanto a
disciplina del trabajo, metas y formas de producción de café (Palacios,
1979b, pp. 111-173). Es decir, mediante un equiliblio precalio que dejaba
latente el conflicto. Por eso en las haciendas de Viotá y Fusagasugá hubo es-
tallidos campesinos en el proceso de comercialización de los productos de
las estancias. En principio, la producción de éstas se repartió confonne al
patrón común de las economías campesinas: a) autoconsumo familiar: b)
fondos de reposición y ampliación, como semillas; e) excedente de intercam-
bio. En algunas haciendas el arrendatario no se obligó a pagar en trabajo
sino en alimentos producidos en la estancia, pero en la mayoría de casos el
excedente salió a los mercados locales aunque con restricciones: el arrenda-
tario pagaba peajes y "aduanillas" por utilizar los caminos de la hacienda;
debía estar al día en sus obligaciones y, finalmente, sólo podía sacar sus pro-
ductos un día a la semana, a pesar de que los pueblos tenían dos días de
mercado.
LA CUESTIÚN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO 111

MARGINACIÓN Y CONFLICTOS DE LAS H.ACIENDAS

Si. aparte de estos problemas internos, las haciendas habían sído desplaza-
das por las fincas medias y campesinas en el volumen de producción nacio-
nal, entonces, ¿en qué situadón quedaron los hacendados cafeteros de la re-
gión bogotana frente a los diligentes del Estado y a la clase alta como
conjunto?, ¿modificaba e~ta relación las trasformaciones inducidas por el
desan·ollo económico .Y los cambios en las configuraciones de poder regio-
nal, político y social?, ¿cómo fraccionaba el desarrollo económico los intere-
ses de la clase aha? En el estado actual de la investigación estas preguntas
sólo pueden ser absueltas parcialmente.
A lomo de la crisis mundial se debilitaba el prestigio social que los ha-
cendados de Cundinamarca ~·el Tolima habían consolidado en el último ter-
cio del siglo XIX. Los negociantes antioqueños del eje Medellín-Manizales ha-
bían tomado la delantera en la comercialización del café aunque, por otra
parte, dependían cada vez más de las estrategias de las casas tostadoras esta-
dounidenses que empezaban a buscar el control comercial a escala mundial.
En consecuencia, se reorganizó el poder gremial como se aprecia en los
cambios internos de estructura organizacional y estilo de liderazgo de la FNC,
a raíz de la gerencia de Ma1·iano Ospina Pérez, y se adoptó una odentación
campesinista, respaldada en el Censo Cafetero de 1932. Los pequeños cafi-
cultores eran los héroes de la nueva Colombia: con sus cultivos de pan coger
parecían imbatibles frente a la drástica caída del precio internacional del
grano (Ospina, 1934). De este modo. la política económica del Estado y la
estrategia de la FNC se orientaron a incrementar la productividad en la co·
men:ialización y a ampliar la base campesina de la caficultura, antes que a
resolver los pmblemas financieros y de manejo de las haciendas.
Entre tanto, las haciendas más extensas fueron más propensas al connic-
to. En búsqueda de explicadont's puede pensarse, en primer lugar, que tales
unidades tenían una masa crilica de UITcndatarios que, a su tumo, podían
moviliza!· a sus familian~s v dependientes como los subarrendatarios. Segun·
do, estas haciendas no p{)dínn comrolar grandes extensiones de reserva mon-
tañosa y enfrentaban invasiones clandestinas. Visto el fenómeno más de cerca,
y con informaciones fragmentarias, puede decirse que la mayoría de conflictos
se presentó en unidades en las cuales fue baja la relación entre la superficie
explotada (superficie de las estancias + supedicie de la plantación de café +
superficie de potrems y cañaduzales) y la superficie predial. En Calandaima
y Buenavista de Viotá, sólo el 10°1,., de la Sliperllcie total estaba explotada en
los ténninos descritos. De los pocos informes sobre parcelación de hacien-
das puede deduciJ-se que en El Chocho, Ceilán, Florencia y Liberia el porcen-
taje de tierra explotada oscilaban entre el 12% y el 21% de la cabida predial
(Palados, 1979b, pp. 135-136) Por el contrario, haciendas que pudiemn evitar
112 lA CUESTIÓN CAMPESlNA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LlBERAL OLIGÁRQUICO

el conflicto o mermar su intensidad, como Costa Rica, Argentina, California,


o Pekín, mantuvieron una relación del 43 %al 600/o de plantaciones de café
en la cabida total y, puesto que ésta era relativamente baja, no albergaron
una masa crítica de trabajadores residentes; en otros ténninos, en esas uni-
dades fue más dificil para los arrendatarios pasar el "umbral" de la acción
colectiva y manifestar la inconfmmidad abiertamente 10 .
En períodos de agitación social el "desperdicio" de tierra legitimaba la
invasión noctuma dt: bosques, que tendia a unificar las reivindicaciones de
los arrendatarios (la "libertad de siembras" y "libre venta de café") con la
petición básica de los colonos: la posesión de tierras baldías. En muchos ca-
sos este último escenario se oiiginaba en la imprecisión de los linderos. Por
ejemplo, e1 propietario de Ceilán -una de las grandes haciendas de Viotá,
desmembrada de Calandaima en 1870- debió renegociar linderos en 1883;
sin embargo, la vaguedad de estos en el lado montañoso (del filo de la Cordi-
llera del Subia) traería problemas en 1948, de modo que un perito del Conse-
jo Agrario Departamental constató que:

El caudal de los rfos y quebradas de Ceilán se disminuye en el verano pero que se


agota del todo gradas a que se ha logrado conservar el bosque no obstante los
intentos de invasión por parte de los colonos a quienes se ha conseguido tener a
raya con la intervención de un retén permanente de la Guardia. de Ctmdinamar-
ca, costeado por la hacienda (Archivo de la Caja de Crédito ( 1948).

En 1933 y 1934, probablemente como efecto de las agitaciones y de las


negociaciones abiertas entre el departamento de Cundinamarca y los hacen-
dados sobre una eventual parcelación de El Chocho, los arrendatarios deja-
ron de pagar las "obligaciones onerosas". Es más, en El Chocho,

los tt"abajadores resolvieron entrar a la montaña a talm· ( ... )los arrendatarios, a


cambio de obtener para su campaña el apoyo de los trabajadores voluntario.~.
permitieron a estos la concesión de las estancias calificándolas como baldíos. En
tales condiciones resolvieron organizar la invasión y la tala de montañas (Lleras,
1934).

La invasión de tierras y la tala clandestina se convirtió en "mal crónico"


para los hacendados y la policía, fonnando un repertorio de acción colectiva
(lilly, 1977; 1984, pp. 89-108) que buscaba presionar y "cansar" al propieta-
rio renuente a negociar. Los telegramas que dirigió el alcalde de Viotá al go-
bernador de Cundinamarca, entre 1935 y 1937, contienen infonnaciones so-
bre evicción o desahucio de arrendatarios y tala de bosques en las montañas

1"Sobrc el concepto de "umbral", ve!" Granovo;-tter ( 1978, pp. 420-43).


LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO 113

de las haciendas. El 17 de febrero de 1937, el alcalde cablegrafiaba al gober-


nador.

Noticia aparecida Espectador a~er poniendo sobre a\·iso todo vecindario hará in-
fluctuosa comisión pensaba organizar semana con fin constatar quienes son res-
ponsables tala de bosques. Respetuosamente permítame opinar debe rectificarse
noticia en sentido decir alcalde no saber por el momento si individuos destruyen
bosques son en realidad miembros-liga campesina o trátese bandoleros mero-
dean esta región (Archiw Mtmictjwl de Vt"otá, Correspondencia, 1937).

Para colmo de males, los hacendados fueron un caso típico de deudor


insolvente cuando los precios cayeron en 1928. En resumen: el cambio de
jurisprudencia y de retóiica en el poder nacional, la politización, el endeuda-
miento, la depresión de los precios internacionales del café, y la debilidad
apenas velada de los hacendados de Viotá y Fusagasugá en la FNC, los con-
vencieron de transigir con los campesinos movilizados y, en algunos casos,
pactar con los gobiernos mejores condiciones de retiro del negocio de las
haciendas.

FRACCIONAMIENTOS

Había llegado, qui7.áS, la hora de rendirse ante el asedio campesino. Simultá-


neamente a la acción legislativa, el Banco Agrícola Hipotecario, BAH, laGo-
bernación de Cundinamarca y el mismo Gobiemo Nacional pusieron en
marcha un programa de parcelación de haciendas. En 1936, esas tres entida-
des habían parcelado 62 haciendas en el país con una extensión de 58,000
hectáreas, de las cuales 28 eran cafeteras, con un área aproximada de 17 mil
hectáreas. En 1937, el proceso se aceleró principalmente por intermedio del
Banco Agrícola Hipotecario (Anuario de Estadistica 1936, 1937, p. 139;
p.l23) 11 •
A'ii, pues, cuando enfrt'"ntarnn Jos t>fectos combinados de hipotecas one·
rosas y presión campesina, algunos hacendados decidieron fraccionar: Re-
servaron para sí porciones más o menos considerables v la casa de la haden·
da, y parcelaron el resto. La Hacienda Trujillo, d~ El Colegio, dividió
tempranamente, entre 1916 y 1920. En casi todas las instancias, lugares y
periodos, la parcelación fue negociada y de ahí que el precio de las parcelas
no se desviara demasiado del precio comercial, es decir, del precio que hu-
biera prevalecido de no mediar el asedio campesino que devaluaba las ha-

11 Banoo Agricola Hipolecario, Ju{nmll!s .v Balances, Bogotá. 1926--1941. Varios ministros de

los gabinetes de la primera administración lópez salieron de las gerencias seccionales del B.A H,
d más eminente de lo.~ cuales flre Darin Echandfa, ex gerente en Arml"'nia.
1 14 LA CUESTIÓN CAMPESINA Y WS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OLIGÁRQUICO

ciendas sacándolas prácticamente del mercado. Esto fue evidente en las ope+
raciones del BAH o de la Gobernación de Cundinamarca.
Las haciendas Java, Ceilán y Buenavista, en Viotá, negociaron la venta
de parcelas a comienzos de 1930. En El Colegio le entraron al juego Entre-
rrios, Santa Helena, San José y Golconda. Bajo la dictadura derechista de
Laureano Gómez y Alberto Urdaneta Arbeláez, así como en la de Rojas Pini-
lla, se aceleraron las parcelaciones voluntarias en El Colegio y Viotá. Al co-
menzare! Frente Nacional quedaba muy poco deJas viejas haciendas: Misio-
nes en El Colegio y Java y Atala en Viotá. La Violencia había hecho retroceder
el país, pues, como en los años veinte, una invasión de trabajadores y arTen-
datarios a la hacienda Florencia de Viotá se consideró caso de "orden públi-
co". Según el respectivo boletín interno de las Fuer7..as Armadas la invasión
había comenzado con SO personas pero "ahora llegan a diario SO, 80 y 100";
se aseveró que muchos eran ex guerrilleros de Villanica, que habían instala-
do un cuartel sobre el que ondeaba el pabellón nacional. que habían fijado
un puesto de observación y que la ciudadanía del casco estaba alannada 12 .
Con todo, la época habfa cambiado; aunque sobrevivirian grandes hacien-
das, como Aguadita y Usatama en Fusagasugá y muchas en Viotá, su preemi-
nencia social era cosa del pasado, como lo puso de presente la "incori7.ación"
en el oriente del Tolima en la década de los sesenta.
El proceso de parcelación puede considerarse un laboratorio de actitu-
des y pautas sociales en el repa110 limitado, controlado y selectivo de la tie-
rra que contribuyó a contener el movimiento de protesta, tal como se infiere
en el Cuadro IV. t.
El número de municipios afectados, muchos de tierra frfa, que aparente·
mente no conocieron expresiones de descontento rural organizado, rebasa
considerablemente el número de municipios cafeteros afectados por éstas,
como se aprecia en el Cuadro IV.2. Aquí se muestra el aJto grado de relación
entre haciendas con algún tipo de conflicto, y parcelaciones privadas o gu+
bemamentales.
En resumen, ahora el Estado oligárquico tenía que lidiar con una c1üis
de las fonnas de servidumbre en las haciendas cafeteras de Cundinamarca
que, no eran feudales. Más adecuado es comprenderlas con el concepto seu-
do sen-'idwnbre andina, que acuñó Juan Martfnez Alier, consideradas las con-
diciones de movilidad de la mano de obra (Martinez-Alier, 1977). Esas ha-
ciendas combinaban la plantación cafetera del hacendado y las estancias o
parcelas de subsistencia de los campesinos residentes. Los colonos, de su
lado, quisieron transfonnar la posesión parcelaria en plena propiedad y en-
frentaron otro tipo de hacendados y de intermediarios. Frecuentemente las

ll Archivo General de la Nación, Ministerio de Gobiemo, Caja 4, Caipeta 30. Despacho del Mi-
nistro. Boletfn Infonnali\1() de las Fue1?.as A1111adas n". 227, 19 de noviembre de 1958 y n• 229, 21
de no\~embre de 1958.
LA CUESTIÓN CAMPESINA Y LOS AVATARES DEL ESTADO LIBERAL OUGÁRQUICO 115

situaciones de unos y otros se describieron de "feudales." Del vocablo usaron


y abusaron los políticos y en los dos capítulos siguientes veremos con deteni-
miento cuáles fueron sus implicaciones.

CUADRO IV. l. Parcelaciones de haciendas* 1936-1940

1936 1937 1940


Municipios afectados 38 51 97
Depanamentos afectados 6 6 10
Propiedades afectadas 61 102 240
Número de parcelas vendidas 3206 S 608 11315
Superficie afectada (hectáreas) 42 439 62 607 223132
Razón parcelasfpmpiedades 51.71 54.98 47.\5
Municipios afectados en zona ~·afet!'ra 11 19 23
Valor de las ventas (miles de$) 1217 2413 5577
Superficie pmmedio de las parn·las 13.24 11.16 19.91
Valor promedio de 1 hectárea{$) 28.67 38.55 24.91

Disrribución pol"cemuul de la.\ parcelas se~!Ín tama,io:

/936 1937 /940


< 2 fanegadas• PUl 19.4 16.78
2-4,<J9 fanegadas .~4.93 32.17 32.28
5-9,99 fanegadas 24.24 24.27 24.22
10-]9,99 fanegadas 13.66 14.55 14.77
20-50 fanegadas 5.96 6.85 8.19
>.~O fanegadas 3.66

1 fanegada"' 0,64 hectáreas


' 2.76

FUENTE: Elaboradón propia crm bu.'e en


Anuario Ge11era/ de Estadlstil·a, 19.16. p. 139; /9J7. p. /13; /9./{), PI'· !74-176.
*No incluye las pan.""elacione~ del Ahtl Sumapaz
CUADRO IV.2. Muestra de cm1(lictos registrados en la OGTy parcelaciones o-

!""'
Parcelaciones hasta el Parcelaciones :>
Conflicto pendiente al (')
Municipios Haciendas Conflicto resuelto 31 de diciembre de voluntarias a cargo de e
30 de octubre de 1930 t:r1
1937 los propietarios (f)
::l
Viotá l. Argentina X X o
z
(')
2. Arabia X X :>
S:
3. Calandaima X X ~

4.Ceilán X X ~
z
:>
S. Escocia X X -<
!""'
6. Florencia XX X o
(f)

7.Java X X ~
=:¡
El Colegio 8. Antioquia
~
X X X

9. La Flecha y Las Granjas X X (JI


o
1O. Entrerríos X X X t:r1
!""'
11. La Junca X t:r1
(JI

12. Lucerna X X ~
o
o
13. Misiones X

14. Subía X X X
~
t:r1

1S. Santa Marta X X ~


o
16. San José X X
e:Cl
17. Trinidad X X >
::0
San Antonio 18. Chicaque X
oe
;=;
19. Santibar o
20 Zaragoza X X
CUADRO rv.2. Muestra de conflictos registrados e11 la ocr y parcelaciones (continuación)

r
)>
Parcelacio11es hasta el Parcelaciones
Cm1{licto pendiente al (")
Municipios Haciendas Co11{/icto resuelto 31 de diciembre de voluntarias a cargo de e
30 de ocwbre de 1930 tT1
1937 los propierarim V>
:l
o
Fusagasugá 21 . El Chocho X X z
(")
22. Aguadita '1 Usatama X X X )>
S:
23. Nomcga X X "tl
tT1
V>
24. Piamonte NO z
;J>
Quipile 25. Florc~ta X X -<:
26. lió X X
e:

27. La Greda X N.O. N.O. N.O. ~
~
;J>
28. El Empalit.ado X X
~
m
29. Peñas Blancas X X V>
o
Alto Sumapaz 30. Doa X Expmpiada m
r
tT1
31. Sumapat. X Expropiada V>

Anolaima 32. La Coyunda X


;;
X o
o
33. Tocarema X ~.D. N.O r
Eii
L.a Mesa 34. Casa de Tej:J: X tT1

Cunda y 35. Guatimbol X


~
r
o
Anapoima 36. Sevilla X X e
C"')
Soacha 37. El Soche X X >
::0
o
\bagué 38. El Tolima X X e
ñ
o
FLiENTE: a) De los conflictos ( 1926-1930) véase G. Sánchez, 1977, pp. 44 y ss. b) De las parcelaciones voluntarias, La Mesa, Oficina de Regis-
tro. e) De las demás parcelaciones: Banco Agrícola Hipotecario, lA parcelación de tierras en Colombia, anexos, Bogotá, 1937 '1 Anuario Ce-
neral de Estadística, 1940, cuadro 197, pp. 174-176. ....,
CAPÍTULO V
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA

LA PROPIEDAD NO ES PARA GENTE "siN SENTIDO DEL ORDEN"

En 1937, el gerente del BAH, Alf1·edo García Cadena, explicó que las parcela~
dones de haciendas tenían el "objetivo supremo (. .. ) de evitar conmociones
violentas" como en México. En la parcelación, "el Banco actúa en perfecta
inteligencia con grandes o medianos propietarios en tierras cercanas a los
centros de consumo". En cuanto al futuro beneficiario, el Banco consideraba
que "todo trabajador campesino en cuya mentalidad y costumbres se haya
fonnado la cultura elemental, para llegar a ser propietario, puede adquirir
una parcela por medio del BAH". Este individuo era, según García Cadena,
aquel que "se sustrae de la tabema y del agitador profesional". El Banco,
sentenció, no es para el

asalariado trashumante, cliente intemperante de la chicheria oficial, hombre sin


hogar normalmente constituido, sin sentido de orden, sin ambición leghima, vi-
ciado y analfabeto (Banco Agrícola Hipotecario, 1936, pp. 9-24).

La función de la parcelación era ''facilitar a los clientes del BAH el atTeglo


de sus créditos y la liquidadón de dificultades con arrendatarios y colonos".
El Banco cobraba un 5'Yc de comisión por su gestión de ventas y parcelación.
Entregaba al dueño la mitad del valor de la flnca y mientras más del 50% de
las parcelas estuviera sin vender, administraba la parcelación por delega-
ción; cuando se superaba este tope, el Banco pagaba al cliente la totalidad
del valor del predio con cédulas hipotecadas al 6% de interés que se recibían
en pago de cartero. o para abonos extraordinarios. en el Banco Hipotecario
de Colombia y el Banco de Bogotá. El parcelero recibía la tiena abonando
un 25% de cuota inicial, 17.4'J!c- en los primeros tres años y medio, y el resto,
o sea 57.6%, en los siguientes once años y medio. Debla pagar intereses del
7% y el JO% de mora (p. 30; 1926-1941 ). Para los criticas, las parcelaciones
del BAH no eran más que un "ing-enioso sistema de confiscarles las mejoras a
los arrendatarios y luego vendérselas a los dueños; les resuelven su conflicto y
además le enciman plata ( ... ) es una política de escándalo, deiToche y enga-
ño, bajo la férula de los bancos" (Claridad, no 128, 15 de marzo de 1934, p. 1).
119
120 EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA

La Gobernación de Cundinamarca también buscó que los beneficiados


de las pa1-celaciones revelaran madurez de carácter, de suerte que las parce-
las correspondiesen a la capacidad económica de los adjudicatal"ios poten-
ciales. Veamos ahora la parcelación de El Chocho.
El 27 de febrero de 1934, el gobernador del departamento en desanollo
de la ordenanza 35 de 1933 y una vez "cerradas las negociaciones" con las
haciendas El Chocho 'Y El Sache, en Soacha, ordenó una emisión de $600.000
en bonos de deuda pública a cargo del depanamento de Cundlnamarca; el
presidente Olaya expidió la resolución ejecutiva número 29 del mismo año,
aprobando dicha emisión (Gobernación de Cundinamarca, Gaceta de Cu11di-
namarca, 13 de abril de 1934; mayo 28 de 1934 y 2 de noviembre de 1934). El
21 de mano se suscribió en la Notaria 3" de Bogotá la escritura de compra-
venta de El Chocho. La SAC conceptuó que la transacción "era conveniente
para los intereses sociales agrícolas y. en general, económicos del Departa-
mento" (7 de diciembre de 1939, pp. 541-545).
El infonne de dos peritos comisionados para efectuar el estudio agroló-
gico del predio •·eveló, con algún detalle, el estado de la hacienda: "las tierras
no son de primera clase, sino de segunda, de acuerdo al análisis químico".
Después de un segundo análisis "más detallado", concluyeron que los terre-
nos no eran "de segunda" sino "más malos que buenos". El tamafio de las
estancias de los arrendatarios variaba considerablemente, de cuatro asesen-
ta fanegadas, aunque la mayoría esta ha entre seis y siete. Los cultivos de café
eran irregulares, muy densos y "mal hechos"; el método de podas era primi-
tivo, de suerte que la productividad física era muy baja. En promedio cada
estancia producía 288 kilos de pergamino, o sea cuatro sacos, y no los 23
que calculó Lleras Restrepo en un informe citado abajo. Había cultivos de
pan coger y pequeños potreros, pero Jos arTendatarios obtenían ca:.i todo el
ingreso monetario del café. Poseían algunos animales de calidad inferior,
mal alimentados, con carencias de calcio y fósforo, y no había selección. Los
peritos recomendaban la diversificadón de cultivos y la ''c.Teación de peque-
ñas industrias", porque al cabo de 20 años los suelos iban a agotarse. Las
plantaciones de café envejecían y

l·onvendría aconsejarle.~ (a los campesinos) que las flJer:an reemplai'.ando de ma-


nera paulatina. A pesar dt· que el dima .v el tcn·cno se prestan para el cultivo de
gran variedad de h1.1tas, los aJTenda1arios no las conocen y en cuanto a herr.I-
mienws sólo usan azadón _v machete (pp. 545-547).

La Gobernación de Cundinamarca compró a un precio ligeramente por


debajo del comercial. y cargó a los aiTendatarios los costos financieros y ad-
ministrativos de la parcelación. El 2 de agosto de 1934los parceleros denun-
ciaron la "arbitradedad" de los administradores de la parcelación a la que
atribuyen altos precios y división del personal entre "compradores" y "acapa-
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA 121

radares de par.:elas", pues a Jus más pudientes se les admitieron hasta cinco
propuestas; no se reconocieron los derechos sobre las mejoras, o sea que "se
pagaban de nuevo". Reconocieron que la parcelación era buena pero no los
métodos: despotismo, "mbtedos", usurería y amenazas 1• El 6 de septiem~
bre los parceleros calificaron la operación como "sin plan cooperativo y de
previsión alguna. El que no compra sobre las bases que se le dan ... se va a la
cárcel" y sostuvieron que el "c¡iterio es de negocio". En 1935 era claro que el
asunto se habfa polilizo.úu completamente y que la parcelación se cmzaba
con el juego electoraP. En agosto de 1936 Claridad, periódico campesinista
de Erasmo Valencia, denunciaba que en El Choc-ho no había parcelación
sino un "comité electorero" en provecho de Carlos Lleras Restrepo (Uniris~
1110, no 151,24 de agosto de \936).
Dos años atrás, ell5 de mano de 1934,1os a1-rendatarios se habían diri~
gido al Gobernador, solicitándole fijar en $5 el precio de la fanegada. Cla1i~
dad sei'lalaba que el precio sería de $30 fanegada. Pero el "campesino (... )
afila la guadaña y siega la cabeza del patrón" (Claridad, n.n 134, 15 de diciem~
brede 1934, pp. 1~3).
SegUn los arrendatados se trataba de "rocas, laderas y esterilidad prove~
nientes del largo laboreo". Señalaron que varios cultivadores, "los más nece-
sitados", fueron "excluidos del favor social de la Gobernación porque los sec~
lores donde quedan sus parcelas ... no entran en la fabulosa negociación" y
denunciaban que los Caballero, dueflos de El Chocho, no vendieron cinco
potreros, cuya extensión no estaba delimitada en el documento, reservándo~
se el derecho "de captar el agua del Río Subia para establecer dos acequias a
tomas de agua que conducirá a los potreros"-'.
En los memoriales de [o¡., an-endatarios ha.v avalúos de la tien-a y las me~
joras. De estas liCITas, las más valiosas eran los pequeños cafetales; por ejem-
plo, de w1 avalúo por $1,519, $1 .489 con-espondían al cafetal y $30 alJ-ancho
(Unirismo, no 132, 19 dt> no\'iemb1-e de- 1934, p. 1).
Las condiciones de la parcelación de la hacienda Cdl:in de Viotá en 1948,
fueron similares: la propiedad eswba "detetiorada" 'Y aumentaba la presión
campesina. Los dueños, una empresa denominada cOFEX, estaban aún más
acosados por deudas hipotecarias .v el proyecto fue, en realidad, del acree~
dor, el Banco Francés. La parcdación voluntaria de Ceilán comprendía 111
propiedades que serían su utilidad neta en la nper.¡ción. Contrataron a los
prestigiosos abogados bogotanos Francisco Um.rtia Holguin y Camilo Silva
de Bl'igard, con el ob.ietn de obtener de la Gobemación de Cundinamarca un
1Ver Vnir"ismo, n" 4. "i de juli" de !9l4: n" ó. 1Y de julio J,· 1Y.<4: n" l!. 2 d~· agoslo de" 1934: nQ 9,
3 de" ago..to dt> 1934 v n" 13. !í dC" ~<'pllemb•~ dl· 1Y.~4.
1 Ver por t"jcmplo los ddx1h."~ d,· la Asamblea d(.· Cundinaman;;•. lran~eritos en 1::1 1"irmpo
dcl4 al 11 de julio de t935.
1
Ver Unirismo, no 128. 15 J,• rn;;r1o d<' 19.,4. p. 1; n" 131. 9 de julio de t935, p. 1 y n" 141. 12
dca¡!os!nde t935,p.l.
122 EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA

CUADRO v. l. Precios de parcelas en El Chocho

Precios de las parcelas Por cielito

Demenosde$100 12.7%
Entre$ 100 y$ 200 13.4%
Entre$ 201 y$ 300 11.8%
Entre $ 300 y $ 400 36.7%
Más de$ 400 25.4%
Total de 952 parcelas 100.0%

FUENTE: Ao.:hivo Caja deCréditoAgrnrto, lndustrial y Minero, 1\.C.i\., Parcelaciones dd Banco


Agrícola Hipotecario y otras, 1926-61 (Ca1"tera).

buen precio para empezar a parcelar. La parcelación se hizo entre febrero y


junio de 1948 y se fonnalizó en la Sesión del Consejo Departamental Agrario
del 31 de julio de 1948, a la que asistió el líder Comunista Víctor Julio Mer-
chán4. El Departamento compró 638 fanegadas de Ceilán y pagó a COFEX
$320 mil. Los peritajes pusieron en evidencia la degradación de las tierras
negociadas (A.C.A., "Parcelaciones, Ceilán"). Subrayemos que en estas fechas
decisivas de la parcelación transcurrieron los acontecimientos del 9 de abril,
a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
El criterio de la capacidad económica para adjudicar la tierra demostró
la existencia de gradaciones económicas, a veces fuertes, entre los antiguos
arrendatarios, como puede apreciarse en el Cuadro v.J.
Conjuntamente con los anendatarios más pudientes, en la compra de lo-
tes participaron tenderos de cascos municipales y caserios, ante quienes los
campesinos solían tener deudas. Años después, en noviembre de 1972, por
ejemplo, salió a la luz el problema del señor Manuel Torres quien había com-
prado seis parcelas, pero "las escdtur.ts originales de las parcelas no se en-
cuentran por ninguna parte" (Archivos Caja Agnuia, A.C.A., "El Chocho"). Nun-
ca faltaban los pleitos. En un memorial sin fecha, que finnaron 16 vecinos de
Silvania y dirigieron al gerente de la Caja Agraria, denunciaban al señor Pedro
Panadero Parra por gestionar la compra de una parcela en la vereda de Yayatá
(E 1 Chocho), y a los señores Manuel Torres (probablemente el mismo que ha
comprado recientemente seis parcelas) José P. González porque

• Agradezco al sociólogo Teófilo Vá~quez la copia que me suministró de su "Ebbo7.0 biogni·


fico de Víctor J. Merchán: la aniculación entre social y lo polftico". pn'senrado en un seminario
reglamentario del Depanamenro de Sociologfa de la Universidad Nacional, Bogotá, Julio de
2008. Este trabajo me ha pennilido tener una idea más clara de este importante dirig<'nte Co·
munista de Viotá v de las trayectorias dellider.. zgo Comunista colombiano.
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA 12]

fueron a esa entidad con razones fuera de la verdad a gestionar para que no se
vendiera esa parcela. que los fines de esos sellares son cogerse como ya lo han
hecho las parcelas sin vender sin que hasta el momento hayan llegado a esa enti-
dad a gestionar ninguna negociación X así violando todos los principios de la ley
(A.c.A., "El Chocho").

En otras ocasiones el adjudicatario inicial adquirió varias parcelas, como


el señor Aurelio Mém.lt:L a quien se le otorgaron siete en el contrato original
de 1935 por valor de $2.729.30.
Retomemos la perspectiva histórica. Las parcelaciones, entendidas como
soluciones reformistas, conciliadoras y como triunfo de grupos campesinos
incidieron en la desmovilización, aunque el conflicto de arrendatarios y ha-
cendados derivó en un sinnúmero de micro conflictos entre los campesinos,
mediados por las facciones políticas.
En el Tequendama, donde Ligas y sindicatos habrían de tener continui-
dad, los Comunistas se orientaron hacia objetivos más modestos que la ex-
propiación de los latifundistas. Las políticas de "Frente Popular" y "antifas-
cistas" diluían la lucha de clases en un juego electoral y sindicalista. Un
ejemplo ilustrativo de esta inercia es el punto noveno del Convenio de 'fiaba-
jo entre los sindicatos de 11 haciendas de Viotá y los propietados, firmado
en marzo de 1946: "Suministro de tierra a los trabajadores que carezcan de
ella y aspiren a establecer una parcela. Realización de las parcelaciones de
acuerdo con la ordenanza 30 de 1944" (Archivo del Ministerio de Trabajo,
"Convención Colectiva", 29 de marzo de 1946). A esta petición se convino lo
siguiente:

Las haciendas que resuelven parcelar sus lierras, preferirán siempre, en la venta
de parcelas, a sus trabajadores-arr:endatalios, en igualdad de condiciones esta·
blecidas en ellas. En circunstancias análogas se procederá cuando las parcelas
vayan a darse en an-endamicnto. Además. declaran los patronos y los trabajado-
res que el gobierno es el llamado a hacer las parcelaciones en ejercicio de la ley
lOO de 1944, procedimiento de solución que de antemano aceptan las partes en
toda su amplitud, como el único efectivo .Y viable para obtener la parcelación de
las dichas haciendas en beneficio de los trabajadores actuales ("Convención Co-
lectiva", 29 de marzo de 1946).
124 El. ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA

LOS CONFLICTOS LABORALES Y LOS ESTÁNDARES


DE LA ÜRGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, OIT

Las diferencias de criterio y de manejo de las agitaciones agrarias fueron


más pronunciadas entre el Gobierno Nacional y los gobiernos locales que
entre los dos partidos políticos tradicionales. En el nivel nacional, gobiernos
rojos o azules intentaron aplicar las directivas de la Organización lnlCma-
cional del Trabajo. OIT, dependencia de la Sociedad de las Naciones (y poste-
riormente de la ONU), que tuvo un papel importante en asegurar que los Esta-
dos miembros (Colombia fue miembro fundador de la Sociedad) adoptaran
"los derechos laboraJes básicos de carácter universal".
El ex ministro Chaux resaltó la continuidad Conservadora-Liberal en los
debates de 1936, continuidad que setia suprimida poste1iormente en la his-
tmiografía Liberal:

Anhelo que el parlamento liberal expida esta ley (la 200 de \936, MP) en cuvo estu-
dio intervinieron, desde 1933, juristas conservadores tan distinguidos como los
doctores Esteban Jarnmillo, Rafael Escallón, Enrique Casas, Guillermo Ama~·a
Ramfrez; que responde a postulados nacionales de justicia, que comenzaron a in-
teresar el gobierno desde la Administración dd Presidente Abadía Méndez, quien
supo considerarlos con levantado criterio social. que vo recuerde por su Ministro
de Industrias, doctor José Antonio Montalvo, cuyo pensamiento quedó fijado en
la notable resolución sobre el latifundio de Burila, v por su Ministro de Gobierno,
doctor Alejandro Cabal Pombo, quien dictó, para favorecer a los colonos y campe-
sinos, el justiciero decreto 992 de 1930 ( ... ) ( Martinez, 1939. pp.\26-7).

Inspirada en la doctrina moderada de la cm, la legislación laboral tuvo


un desan·ollo modesto pero sostenido en la década de 1920. En la ma.voria
de ferrocaniles, por ejemplo, la propiedad de éslOs era depat1amental o na-
cional, d!! suerte qut' los polfticos se convirtiemn en interlocutores e inter-
mediados de los trabajadores .v en el pmceso hubo importantes desa1Tollos
institucionales de las relaciones laborales. Las principales leyes, que exten-
derían y ampliatian los Liberales, incluían despenali7..ación del abandono de
las obligaciones por pa11e del trabajador, siempre que fuese pacffica; el
reconodmiento tácito al derecho de huelga, aunque los patronos podfan
contratar esquiroles ( 1919); el derecho de huelga a excepción de los servicios
públicos y previa conciliaci(Jn ( 1921 ); el st•guro colectivo obligatorio para los
empleados y obrcrns ( 1921 ): una ley laboral especial para empleados públi-
cos ( 1923); el establecimiento de reglamentos de trabajo e higiene en los ta-
lleres, fábricas y empresas, y de un sistema de inspectores para asegurar su
cumplimiento ( 1925); la asistencia social en los luga•·es de trabajo ( 1924 y
1925); el descanso dominical ( 1926), y la coberturas de accidentes de trabajo
E.L ESTAflO UBERAl.INTERVENCIO~ISTA 125

( 1927). En esa década se dieron los primeros pasos para establecer institu-
ciones encargadas de atender los conflictos laborales y, desde su fundación
en 1923, la OGT intervino en los frentes urbano :v mml {Ministerio de Indus-
trias, 1928).
Aunque en 1929 el régimen pagaba caro la feroz represión militar al mo-
vimiento huelguístico de la zona bananera de Santa Marta de diciembre del
año anterior, no había consenso en las clases dirigentes sobre cómo estable-
cer una línea que demarcara "la cuestión soda]" y el '"orden público".
En agosto de 1929 apareció el Boletff1 de la ()fici11a General del Trabajo
que, en el siguiente número. cambió la voz '"geneml'" por "nacional". La Ofi-
cina conservó el nombre y de ese año en adelame se la cita como OGT. El bo-
letín representaba una corriente modernizadora que subrayaba la necesidad
de que el Estado colombiano se pusiera en línea con los mandatos y reco-
mendaciones intemacional~s; es una fuente indispensable para seguir el
contlicto agrario de Cundinamarca y el Tolima. En el primer párrafo procla-
mó la superiotidad de la ciencia para entender la "organización del trabajo"
y en una sala frase soltó las expresiones "trabajos de sociología", "investiga-
ciones científicas" y "la e.c;tadística". Declaró que seguía el modelo de comu-
nicación "de la OIT con su revista, su boletín mensual, el informe anual, nu-
merosos documentos y estudios de los más connotados sociólogos del
mundo" (Boletín. de la O{icilza Ce11eral de Trabajo, n"' L agosto de 1929, p. 1).
Ni por un instante imaginamn los editores que, del primer número de 1929
al 81 de 1942, fijarían el sentido institucionalista del discurso oficial en el
campo de las relaciones de trabajo. Tampoco les debió pasar por la cabeza
que aquel agosto empezaba el último año de casi medio siglo de regímenes
Conservadores.

LA HIPÚTESIS DE lOS "DOS CONFLICTOS"

Desde los inicios de la oGT sus abogados clasificaron los conflictos agrarios
en dos categorías: primera. ru;mdo Jos traha_jadort's no reconocían ningún
vínculo económico-laboral e, civil con un terrateniente y alegaban condición
de cultivadores de buena fe en tierras pú.blicas. "Las masas trabajadoras a
quienes cobija esta situación son de un enorme volumen y las extensiones
por ellas ocupadas se cuentan por centenares de miles de hectáreas" (Bolet{n
de la Oficina General del Tmba;o. n" 6, junio de 1930, p. 414). Un informe ante
la Cámara de Representantes ( 1932) cakuló en 10.000 el número de

hombres que hace mucho tiempo que vincularon todo cuanto son a aquellas tie-
rras, (del Sumapaz) y después de mucho tiempo de hallarse al frente de sus pro-
pios cultivos.(. .. ) les vinieron las persecuciones, primeramente po1· parte de los
propietarios, persecuciones que no solamente lrn; han molestado en sus bienes
126 EL ESTADO UBERAL INTERVENCIONISTA

sino en sus personas, hasta el punto de llevarlos al encarcelamiento y aún a la


muerte (Anales de la Cámara de Representames, 11 de noviembre de 1932, p. 766).

Este era el caso de la Provincia del Sumapaz (excepto Fusagasugá), en


donde se presentaban con más frecuencia querellas de titulación de baldíos:

las justas peticiones de los colonos, son tachadas de comunismo, cuando en rea-
lidad, los campesinos no entienden del coco del comunismo, sino por el contra-
rio, son gentes buenas y trabajadoras, amantes de la Patria, como pudimos ob-
servarlo por la gira por esas regiones. Con gran entusiasmo los colonos
contribuyeron para las bazares que en bien de la Patria se efectuaron en distin-
tos municipios. El verdadero comunismo lo está fomentando es el señor Gober-
nador de Cundinamarca, con la persecución de ordena contra los colonos, verda,
deros productores de riquet.a (Anales de la Cdmara de Represenlarttes, 11 de
noviembre de 1932, p. 767).

Hay que mencionar de pasada que estos bazares patrióticos hacían parte
de la formidable movilización de Olaya en "la guerra con el Perú", a la que se
opusieron, y hubieron de pagar caro por ello, los Comunistas colombianos y
peruanos.
El interés del régimen Conservador no se limitaba a la legislación de bal-
díos. La nación sería católica en la medida en que se conservase campesina.
De allí el interés en resolver el problema agrario que amenazaba con romper
equilibrios antiguos y la prestei'..a en buscar soluciones tradicionales, borbó-
nicas si se quiere, particularmente en las colonizaciones dirigidas.
La segunda categotía de conflictos de la OGT se presentaba en "haciendas
sin problema de titulación jurldica", y se debía al "doble carácter de la rela-
ción contractual", El trabajador era simuháneamente arrendatario de predio
rústico (confonne a la legislación civil estaba expuesto a la evicción) y man-
tenía una obligación laboral de hecho, puesto que los hacendados no se inte-
resaban en "obtener renta en dinero por arriendo de parcelas, sino disponer
de brazos necesarios para beneficio de la hacienda" (Boletfn, junio de 1930,
p. 414). Esta "doble relación contractual", junto con la disciplina laboral en
la plantación, fue impugnada con más frecuencia en las haciendas cafeteras
del Tequendama.
Como el boletín de la OGT daba buena cuenta de la preeminencia de la
economía agraria y cafetera y del atraso industrial del pafs, el tema central
de los primeros números li.ie la búsqueda de "una solución adecuada a las
diferencias surgidas entre trabajadores y patronos en las haciendas de Con-
dinamarca" (Bolet(n, junio de 1930, p. 2). En ese quehacer se plantea un nue-
vo discurso estatal frente a la cuestión campesina bajo estas líneas: a) alcan-
zar la igualdad civil en un doble ámbito: las relaciones de los campesinos
con las haciendas y con el Estado, y muy especialmenle con las autoridades
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA 127

municipales; b) los derechos de propiedad privada tendrían por límite "la


función social", de suerte que el propietario egoísta podía caer fácilmente en
la situación de "abuso del derecho", y e) el rechazo a la agitación comunista.
Veamos.

MENSAJE A LOS HACENDADOS CAFETEROS:


"NADIE VIAJA LEJOS EN EL CARRO DEL ABUELO"

El primer número del boletín reprodujo una circular de tono deferente, algo
quejumbroso, enviada en enero de 1929 por la OGT "a los principales cultiva-
dores de café en Cundinamarca" en relación con "el problema del trabajo
entre los cafeteros". Observaba la circular que las ''reclamaciones de los la-
briegos", atendidas por la OGT desde que había empezado a operar, hablan
sido recibidas "con indiferencia" por parte de los patrones que juzgaron "el
movimiento" como un mero resultado de '1a labor de propaganda que mu-
chos individuos, a título de socialismo y reivindicación de los derechos del
trabajador, llevaba a cabo con miras nada desinteresadas" (pp. 3-4). Ahora,
el editor se congratulaba puesto que la indiferencia patronal cedía y los gran-
des propietarios empezaban a estudiar seriamente el asunto. En este punto
la OGT puso sobre el tapete sus puntos de vista y estableció que el fondo "del
problema social" era el sistema de anendatarios o estancieros de las hacien-
das:

El sistema generalmente establecido en Cundinamarca es el de aprovechar los


brazos de los arrendatarios. El dueño de la fin.:a arrienda una parcela de mayor o
menor extensión a un trabajador _V éste paga el arrendamiento en trabajo; la dife-
rencia de precio que resulta a favor del patrón se paga en dinero; la que resuha a
favor del obrero, en alimentación o en dinero. Los arrendatarios constituyen el
núcleo de los trabajadores, pero alrededor de ellos también hay un número apre-
ciable de peones voluntario¡; que .:ontratan sus servicios en dinero.

Añadía la mencionada circular que este problt•ma de base había empeo-


rado por

la emigración del pueblo mral hacin las ciudades en husca de trabajo (constmc-
ciones, fábricas, etc.), o h;-Kia las obras públicas, ha hecho disminuir sensible~
mente el número de arrendatarios y de voluntmios dedicados a las faenas agrico-
\as, al paso que ésta se ensanchan {pp. 4-5).

Luego de mencionar, de pasada, las horribles condiciones laborales y de


alimentación, vivienda e higiene en las haciendas, el comunicado entra en
materia política y alude a la causa económica de fondo:
El. ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA
'"
Los movimientos comunistas de Europa han inspirado a varios individuos de
este país la invención de un socialismosui ge•wris, que ha venido a convertirse en
un franco sistema de explotación de los incautos obreros en beneficio de elemen-
tos que han comprendido el negocio. Este es el origen de la famosa propaganda
bokheviqui (sic) y comunista que la ingenuidad del pueblo ha convertido en un
problema de verdadera gravedad: porque las doctrinas de los Jefes han ido infil-
trándose poco a poco hasta convencer al pueblo de algunas de las ideas disolven-
tes que pn:dica el socialismo. Dada la escasez de brazos, las estancias ~relativa­
mente grandes- de los anendatarios han venido a hacer una verdadera
compelencia a las haciendas. Tal competencia llega al extremo de que en casos
de quedar la estancia gravada con exiguo arrendamiento y a veces prácticamente
sin ninguno, el arrendatario se resiste a ir a trabajar a la hacienda al precio co-
mún de la región" (p. 5).

La OGT puntualizó la circular; "al estudiar los negocios particulares que


dentro de este movimiento ya generalizado se le presentan, ha hablado con
absoluta sinceridad". En pocas palabras, toma la iniciativa y propone solu-
ciones. El primer paso seria "acabar definitivamente con ese sistema de con-
tratos que, por una parte, son de arrendamiento de predio rústico y, por otro,
de arrendamiento de servicio..<;". Propuso que las haciendas se organizaran
en una de estas fonnas: a) aparcería; b) trabajo asalariado; e) arrendamiento
de predio, o d) ventas de las fincas entre los obreros.
Aunque reconoció la urgencia de alejar el "peligro de revuelta", subrayó
que la solución no era policiva y sugirió resolver el problema de la demanda
laboral en las obras públicas contratando "brazos extranjeros" y aumentan-
do el pie de fuerza del ejército, en lugar de sacar trabajadores de los campos
(p. 8-11 ). Los hacendados hicieron caso omiso y los conflictos no remitieron.
De 1925 a 1933 se registraron en la OGT 49 peticiones de siembras de café
en las estancias de las haciendas. De estas, 21 correspondían a los munici-
pios limítrofes de San Antonio, El Colegio y Viotá (Boletín, n<> 33-35, sep-
tiembre 1933, pp. 1318-9). El pico de las movilizaciones llegó en los años
1932 y 1933. Con base en la información oficial sobre todo tipo de conflictos
agrarios, se sabe que estos estuvieron confinados en 12 municipios del país y
afectaron 59 haciendas, de las cuales 36 estaban localizadas en el Tequenda-
ma y El Sumapaz. La OGT medió en 53 conflictos y, qui7.ás lo más importan-
te, 41 de las 59 haciendas afectadas se parcelaron amigablemente (Palacios,
1981, pp. 64-5; Sánchez, 1977, pp. 41·50).
De estos datos se colige que hubo 9 conflictos en promedio anual y que
las agitaciones estuvieron fuertemente concentradas en 36 de las 160 hacien-
das cundinamarquesas. Puede suponerse, por supuesto, que muchas peticio-
nes no se registraron porque las ligas campesinas preferían la negociación
directa al arbitraje gubernamental. Pero en este caso debe señalarse que los
conflictos "no registrados" se presentaron generalmente en aquellas haden-
EL ESTADO UBFRAL INTERVENCIONISTA 129

das que en algún momento registraron peticiones: t'ste Fue el caso de las más
conflictivas de Viotá, especialmente de 1930 a 1933.
Sin embargo, dada la naturaleza de las fuentes, es posible que la intensi-
dad de la agitación se haya subestimado, aunque no al grado de aceptar el
testimonio del dirigente Comunista Víctor Julio Mcrchán ( 1975) quien afir-
mó que se liquidaron 70 latifundios o haciendas grandes y regulares, con
una cabida de unas 300.000 fanegas y unas 70.000 familias campesinas
(Merchán, 1975, pp.llS-6). Los datos dbponiblcs nos hmian dividir por dos
el númem de haciendas afectadas .Y por 30 el de familias beneficiadas. Pare-
ce, pues, que se ha exagerado la magnitud y cobertura geográfica de las agi-
taciones de arrendatarios'. Aunque no hay cifras confiables, la agitación en
las zonas de baldíos fue más continua v, por su dispersión, más soterrada
que la de las zonas de hacienda cafetera.
En 1930, bajo el nuevo gobierno de la Concentración Nacional, la OGT
dio cuenta de sus arbitrajes en ocho conflictos de grandes haciendas de café,
cuatro de Viotá. dos de Fusagasugá v dos de El Colegio. El nuevo Ministro de
Industrias, Francisco José Chaux, quien duralia el cuatrienio y habria de con-
vertirse en personaje central de la transformación legal, cliticó las normas
que facilitaban la evicción de arrendatados (Boletín Nacional del Trabajo, no
7,_juniode 1930, pp. 419-33).
Volvió a la carga en una "circular a los Gobernadores, lnLendentes, Co-
misarios, Alcaldes, Agrónomos y Veterinarios". El campesino. subrayó, se
hallaba en medio de dos fuerzas, las autoridades que

lo requieren con energía inmbel"icorde y con ~andonl"s muL:has \'eces arbitrarias


( ... )en ]os municipios hasta se llega a .::reer que d rundonario pierde en su digni-
dad o en su importancia si st· mamiene en a~·titud s.encilla o y si es accesible al
trato común;.- corriente .::on las gentes humilde~." y, "los agentes de la propagan-
da polftica .V social ( ... )que desvían l'l ¡::!"itct·io d<.' !a.-. gcnt!.'s sencillas L:on la t."nse-
ñanza de derechos demo¡,;rátiC()¡, l:on prcsdndl"w.:la ab,.,oluta de la enseñanza de
los deberes sociales corn:latil"<>l> (8ulclil1, n" .B-35, julio a septiembre 1933, pp.
1277-9).

Si en 1929 el problema habb sido dL· "csca'>el de bt·azos" en la zona cafe-


tera, al parecer la ct;sis del capitalismo mundial generó desempleo masivo
en las obras públicas y cambiO el signo. Algunos testimonios~· alguna litera-
tura insisten en que los desl'mplcados de las ciudades n·gresaron a los cam-
pos. Los campesinos que, en el auge de los ai':tos vdnte, habían emigrado en
búsqueda de trabajo bien n::mum·t<H.lo, vol\"ían desilusionados pero quiz.ás

' La~ hacienda!> Fbl-c•Kiil, Buc·n;~\·i.~t:!. C;~land;dn,;•. Uheria. J;na v Cdlán en Violá v El
Chndm t'"n Fusaga~ugá. Desde ,•~t¡¡~ la~ ;,git<Kionc·~ podían irradiar d" Viotá a El Cnlcgio o La
Mt>~ v de Fusagasugá a Tihacuv c· indusil·,· :JI Somap.u ll!limcnsc·.
130 El ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA

con nuevas actitudes políticas. Esta forma de politización, plausible, aún está
por investigarse. Lo cierto es que para la OGT se había desplazado el eje del
conflicto de las haciendas cafeteras de Cundinama1·ca, convirtiéndose en un
movimiento por el libre cultivo de café en las estancias de los arrendatmios.

"EL INDIO NO SE RESIGNA YA A LA FELICIDAD


DEL ANIMAL DOMÉSTICO"

El Boletín de la Oficina General del Trabaia no 33-35 (tercerLrimestre de 1933)


recogió el antagonismo de los grandes propietarios y el Gobierno Nacional,
que pareció encontrar una solución en la pan:elación de El Chocho. Publicó
un cruce de cartas del Ministro de Industrias, el Sindicato Central de Propie-
tarios y Empresarios Agricolas y el Comité de Cafeteros de Cundinamarca .v
añadió una selección de "comentarios favorables o adversos de la prensa de
esta capital". La polémica, civil pero áspera, giró en torno a las ¡x>testades
del Estado, representante del bien común, frente a los derechos individuales
de propiedad de la tien-a.
De entrada, el Ministro Chaux criticó "la prohibición, severamente man-
tenida pm· los dueños, de que en las estancias an·endadas se siembre café
que pertenezca a los aJTendatarios" (p. 1281). Pidió a los propietarios despo-
jarse de prejuidos y conceptos tradicionales "hoy insostenibles" ~que consi-
derasen, fríamente, que la siembra de café de los arrendatarios no desquicia-
ba el dominio sobre la tierra sino que, por el contrario, aumentaba la riqueza
nacional; que el pequeño propietatio de algo tangible y pennanente, como
un cafetal. era "un individuo que entiende mucho mejor los de1·echos de los
demás propietarios, un hombre más fácilmente educable para inculcarle las
nociones p1·ecisas de sus deberes sociales" (p. 1283). Al respecto citó "la soli-
daridad que existe entre los grandes ~ pequeilos cultivadores" de Caldas,
donde "la propiedad está muy dividida y esparcida entre campesinos". En
suma, Chaux dijo 4ue debía propagarse la "solidaridad industrial" en Cundi-
namarca, puesto que entre más obstáculos se pongan al atTendatario menos
se adelantará en los sistemas de cultivo intensivo y además las tierras, en
pat1icular las de más de cien hectáreas. perderán valor (pp. 1284·1285).
La prensa citada en el boletín terció moderadamente. En general se
aceptaba la idea de distribuir la propiedad, mejorar las relaciones labm·alcs e
impedir el avance del "odio de clases". Una nota de la revista Cromos no
dudó en asumir la defensa de los len·atenientes y puso en ridículo las carica-
turas que solían hacerse de estos:

Según idea muy difundida, los cafeteros de Cundinamarca fonnan casla de seño-
res privilegiados, dueños de enormes fortunas. de costumbres bárbaras, señores
feudales que atemorizan a los vasallos con el látigo y a la¡, autoridades con su
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA 131

desprecio, algo así como eStls nobles ingleses del siglo pasado cuyos dfas pasa-
ban en la caz.a del zorro y las noches en festines que avergonzarían a Rabelais.
Los señores cafeteros en sus nueve décimas partes son hombres pobres, que tie-
nen necesidad de vivir en los cafl"tales en pésimas condiciones y después de ha·
ber trabajado por espacio de muchos años no lograron hacer una fortuna. Des-
piertos desde la hora que canta el gallo hasta la noche, sobre una mula muy de
mañana suben, bajan, luchan contra la sequía, contra el rastrojo que al menor
d1:scuido invade la plantación, escasos siempre de dinero. venden pnr adelantado
la cosecha y apegados a la tien·a pasan sus dias sobre ella. Hay necesidad de dar
mayor ilustración a los campesinos, de CO!Tegir ciertas deficiencias, de pagar a
buen precio el traba¡o del jomalero, de civiliza¡; pero esta obra de largos años no
podrá hacerse bajo el signo de Rusia como aspiran muchos individuos (p. 1290).

Si el Comité Nacional de Cafeteros consideró la propuestas del Ministro


"desastrosas para la economía general como para la solución del problema
social", El Espectador- acusó "la actitud agria y señera del Comité Nacional
de Cafeteros al lanzarse lanza en ristre contra las razonables sugestiones del
señor Ministro" y añadió que semejante actitud no tenía piso, pues el funcio-
nario sólo proponía difundir la propiedad sin que eso implicara expropiado·
nes sin indemnización o desmembración arbitraria de lalirundios (pp. 1291-
1292).
El Comité de Cafeteros de Cundinamarca dio una respuesta más precisa
a la carta del Ministro aunque esgrimió un dato erróneo, desvil1uado por el
Censo Cafetero de 1932 que, los firmantes no podían ignorar:

En Cundinamarca y el Tolima, en donde la maym·íil Ud \'oiumen de la industria


proviene de haciendas grandes, existe el sistema de arrt>ndalarios para asegurar
brazos suficientes a las nece~idades de ella lo mismo a que la producción de víve-
res indispensables a los numcro~o~ trabajadores que requiere. ( ... ) No existe ne-
gocio de arrendar parcelas de las propiedad<:'> sino que los dueños de las haden-
das destinan parle de ellas a familias de trabajadores, para que estos la.'> exploten
en su propio beneficio, a cambio de conta1· con ese personal ti_io para atender a
las labores de la hacienda (p. 1295).

Cuando permitían la libre siembra, añadiemn, los propietarios se encon·


l1<tban en un callejón sin salida: los arrendntados o no vendían las mejoras o
no compraban las estancias. Al mismo tiempo, muchos arrendatarios no pa-
gaban el canon, "habiendo lleg:ndo el caso de impedi1·las labores de trabaja~
dores voluntarios venidos de fuem" (pp. 1295·1296). Señalaron que, para
colmo de males, la oGT había sido mal árbitro en los recientes conflictos de
Viotá, amén de que no convenía a los hacendados llamar a los jueces para
adelantar lanzamientos, "pt"t".'io avalúo y pago de mejoras", porque podía
desencadenarse la violencia, instigada por "organizaciones subversivas que
132 EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA

son las que (los campesinos) acatan y las que ordenan que no se respeten las
disposiciones de las autmidades legítimamente constituidas".
El Comité Cafetero concluyó que una vez el arrendatario "siembnl su
estancia de café, se convierte, por arte de los profesionales azuzadores, en
enemigo y elemento absolutamente perjudicial para la pacífica posesión, do-
minio y explotación" de las haciendas (pp. 1295-1296). Sostuvo que el peque-
ño propietario adolecía de graves deficiencias en el beneficio del café en pul-
pa, por lo que habría que construir "centrales de beneficio". Por lo dcmá:., :ü
el estanciero cultivaba café no estarta disponible para la cosecha del cafetal
de la hacienda; por el contrario, si sembraba otros productos su parcela det·i-
varía "abundante subsistencia", En suma, la caficultura de Cundinamarca y
el Tolima requería prescindir de fórmulas impracticables y "acabar con el
medio de azuzadores profesionales, que viven de los problemas que ellos
mismos crean entre los dueños de las haciendas y sus trabajadores" (pp.
1298-1999).
El Sindicato de Propietarios abundó en los mismos argumentos, aiia-
diendo que los pequeños cultivadores no estaban en condicíones de sosrener
la calidad, indispensable para mantener el buen nombre internacional del
café colombiano y apuntó al aspecto político:

No ignora S. S. que la Liga campc~ina del Tequcndama, afiliada al Comité Nacio-


nal del Partido Comunista, ha on.hmado recientemente, como medida de ludl<l \'
agresión contra los patrones y el derecho de propiedad que sus afiliados, que lo
son la ma:voria de los trabajadorc~ de los cafetales, procedan a sembrar caft' en
sus parcelas, con violación del contrato celehmdo con el dueño. lo cual hahni. de
producir nuevos y numerosos conflictos; y en momentos en que esto sm:cde se da
a la publicidad el importante concepto de S. S., el que imperfectamente com-
prendido por los trabajadores y hábilmente explotado por sus awzadores. trae-
rá, como es evidente, serias complicaciones que habJÍan podido evitar~e si lo~
aspectos que tnna S. S. en la atenta nota que conte!>tamos, se hubieran resen·u.do
para ser discutidos con amplio y cuidado~u espíritu c:n la Comisión dt• asuuto:.
sodales redentementc creada por el gobiemo nacional. de la cual hace: pa11e S.
S. Sucede que hasta la<; simples nota~ del ministerio en que se acus:1 ret·iho a los
trabajadores de '>us memoriales, han sido explotadas en diversas oc;.~simws. por
los legule.vos ;o.· comunistas para hacer crl'er a los trahajadon·s que d gohiemo les
otorgará la propiedad de lrts haciendas y que obligará a los propietarios;; retirar-
se de Mis flncas. ( ... )El panido comuni.~ta. que ha ,;sto que las restanlt"!. nHJ!-.as
de conflictos van desapareciendo porque los trabajadores mismos se conn·n<:en
de su sinrazón, .v porque lns propietarios acceden a lo que tknt• un principio si-
quiera de justicia. ha optado por ordenar a sus afiliados la siembra de <.'afé <.'n ]ao;
parcela:-; (J la presentación de quejas por falta de licencia para esas siembms,
para crear nuevos ;o.· fuertes conllictos que servirán los fines que Sl' partido p<.'T'l>i·
gue (pp. 1301-1303).
EL ESTADO LIBERAL INTER\'ENCIONISTA 133

El 16 de junio de 1933 Chaux envió una larga replica al Sindicato y al


Comité de Cafeteros que, en muchos sentidos, ilustra la posición de un abo+
gado progresista, bien entrenado y con olfato político. Con un dejo de ironfa
explicó por qué no era posible debatir a pue11a cerTada asuntos sociales de
interés público: no se podía hacer el avestruz, entre otras cosas porque "nada
intranquiliza más a las diversas clases sociales que la ignorancia de sus dere·
chos y deberes o la duda sobre la manera como la autoridad los califica y es·
tima". Fue a fondo y anticipó los argumentos sobre la función social de la
propiedad de la reforma constitucional de 1936 y la Ley 200 del mismo año:

la propiedad es una ficción legal para amparar la posesión efectiva, es decir, el


trabajo humano, para dar seguridad en la labor que se realiza; pero ese derecho
sería insostenible en teoría, .ven los tiempos actuales lo es en la práctica, como
medio pam excluir del aprovechamiento social dt·terminada porción de la tierra
utilizable. ( ... ) Lo que beneficia a la sociedad no es el dominio como derecho
sino el trabajo como hecho. {... ) El reconocimiento del derecho de propiedad no
impide de ninguna manera la reglamentación social del uso de la propiedad, o
sea, del ejercicio del dominio; la propiedad la gar,mtiza la ley para el. trabajo, no
para el desperdicio, ni para el despilfarro, ni para el <tbandono. ( ... )La prohibi·
ción de la siembra de café entre las cláusulas dd arrendamiento de la parcela,
participa del desaprovechamit!nto de la tietTa y del desaprovechamiento de la
capacidad humana (del atwndatario) para el trabajo y ocasiona una disminu.
ción innecesaria de la tiqucl.a nacional. Este doble d~saprovechamiento según
ustedes es necesario para el mejor aprovechamiemo de la tiqueza de los grandes
cafetales; según el olido 953, es innec~rio para ello, y aunque fomentara e~a
riqueza sería insostenible por cuanto implica la capitis deminwio económica de
los unos (los indios) a favor de los otros. (... 1 Ustl'des definen el bienestar de esos
indios en una forma que ellos antes aceptaban v con la cual se scnHan felices:
una felicidad de anima! doméstico sin hambre, sin nociones de higiene, sin nece.
sidades sociales que satisfacer( ... ) Pero el indio de hoy no es ya el sujeto de en.
tonces. Con móviles generosos o en busca de rebailo humano que explotar, voce.
ros bien intencionados o l'oceru~ bellacos Je las Jodrinas igualitaristas
recorrieron los campos y cn.~ciiaron las nociones ell•mentall'S de la democracia.
El hecho cumplido es que el indio no se rc~igna va u la fdkidad del animal do-
méstico y plantea ante la sodcdad y ante el gobiemo los factores de su propio
problema económico, proteslando dt.• ~t'r considerado nada más que como fac-
tor. él mismo, del problema l'Con6micn ajeno, es decir, el dueño del cafetal (pp.
1322·1328).

El Ministro puso de cabeza el argumento de los propietarios, según el


cual las agitaciones~ los agitadores eran la causa del problema. Los agitado.
res, replicó, "son moscas que revolotean en tomo de los tumores sociales.
Nuestro error consiste en espantar las moscas sin curar el tumor". Les recor-
134 EL ESTADO LIBERAL lNTERVENCJONISTA

dó que "nadie viaja lejos en el carro del abuelo": la época actual no está para
el crudo individualismo de los laboriosos antepasados porque si se defienden
los intereses propios con ese criterio,

en otro sitio está agrupado al mismo tiempo otro gremio, el de los trabajadores,
que, a su vez, pretenden, siguiendo naturalmente el error de que nosotros les da-
mos ejemplo, que los intereses de la industria son Jos suyos solamente (pp. 1328-
1329).

SOBRE "LAS CAUSAS DEL CONFLICTO"

La línea institudonalista de Chaux fue avalada en infonnes oficia1es como


los del abogado Liberal Carlos Lleras Restrepo en su condición de secretario
de gobierno de Cundinamarca. Lleras tuvo la iniciativa de la Ordenanza 33
de 1933 sobre parcelación de haciendas y regulación de los pactos labores de
éstas (Gaceta de Cundinamarca, GC., !933, pp. 1093·4), y estuvo entre los que
insistían en considerar las agitaciones campesinas primero que todo como
un "problema social" originado en las "condiciones en extremo penosas" de
los trabajadores rurales de las zonas cafeteras, antes que un asunto de ''or-
den público". Añadió que también dichas agitaciones "han surgido última-
mente en las regiones frias" (Lleras, 1934, p. 28).
En municipios como Viotá, apuntó Lleras, los trabajadores viven en "es-
tado permanente de beligerancia''; en las grandes haciendas no pagan el ca-
non de arrendamiento, incumplen las obligaciones y están afiliándose al PCC
(Lleras, 1934, p. 14). Como la mayoria de observadores contemporáneos, el
joven funcionario no percibió que los pactos celebrados en tiempos de infla-
ción eran explosivos en tiempos deflacionarios. A este respecto, la respuesta
del PCC fue más rápida que la de otros grupos: plantear la "huelga de obliga-
ción" y la "huelga de pago de arrendamiento", de modo que al fin consiguió
atraer a los arrendatarios, el grupo socia] estratégico de las haciendas de
Viotá. A fin de cuentas, en medio de la pobreza rural, estos grupos intemle-
dios podían darse el lujo de reivindicar derechos polfticos y constitucionales.
Los "tumores sociales" fueron claramente detectados en el citado diag-
nóstico de Lleras Restrepo, quien propuso cinco causas de los conflictos:
a. Las "crecidas sumas" que los an-endatarios adeudan por concepto de
cánones atrnsndos: "seria imposible pagarlos y arreglar pacíficamente".
b. Mora de los propietarios en el pago de mejoras.
c. Modalidades injustas del arrendamiento.
d. Abusos de las haciendas en aspectos tales como bajos salarios por
tarea; grandes distancias del cafetal a la planta de beneficio; "comisa-
riatos" de víveres; reglas inadecuadas para el acceso a leña y madera
(tala) y para el cercamiento de estancias campesinas.
EL ESTADO LIBERAL INTERVENCIONISTA 135

e. El libre cultivo de café en las estancias, que era "el problema más di-
fícil de arreglar" (pp. 8-12).
Por su parte Claridad había denunciado dos años atrás el sistema de
multas y penas económicas que imponía El Chocho a los cultivadores. En
una especie de consolidado el periódico denunció que se habían impuesto
multas a 78 arrendatarios por $142,60; que no se habían pagado 59 jornales
y que se habfan decomisado un caballo y 403 cargas de carbón. Por otra par-
te, se había ordenado destruir tres mil matas de café (Clarldo.d, n"' 109, 20
agosto de 1932, p. 3).
Enunciadas las causas, pasó Lleras a descdbir la situación de los estra-
tos campesinos de El Chocho: de 950 arrendalatins, 100 estaban ubicados en
la tierra fría de Subia y Noruega, y 850 en liena templada que ocupaban
unas 5.500 hectáreas en "mejoras de café y potreros y producían anualmente
20.000 sacos de café. panela de excelente calidad y otros productos". De
acuerdo con sus datos, el tamaño promedio de las estancias en la zona cafe-
tera de El Chocho era de unas 6.5 hectáreas y la producción promedio de
cada estancia de unos 23 sacos de café pergamino. Conforme a las condicio-
nes de los cafetales de la zona, puede calcularse que esta producción reque-
ría unos 6.000 cafetos productivos por estancia que, en época de cosecha,
exigía el empleo de fuerza de trabajo extra familiat: Al respecto, el informe
señaló que "los arrendatarios de la región baja" e.mpleaban jornaleros volun-
tados cuyo número llegaba a dos mil.
Por entonces, la Federación de Arrendatarios de El Chocho denunciaba
la invalidez de los títulos de propiedad que exhibían los Caballero. La Fede-
ración, que planteó su lucha en tém1inos de un crudo legalismo, aceptó, sin
embargo, un sesudo concepto jurídico del .iefe del Departamento de Baldíos,
Guillermo Amaya Ramírez, del 29 de septiembre de 1933, publicado en el
boletín de la OGT (Ministerio de Industrias, Boletí11, n" 36~38, octubre-diciem-
bre de 1933, pp. 1549-1631 ). Pero no cesaron las presiones de revisión de tf.
tulos. y los periódicos de Jorge Eliécer Gaitán y Erasmo Valencia agitaban
consignas como "dos tercio~ de las tie1ns de El Chocho son bienes baldfos"<>.
El problema venía de atrás. En 192~ (farid(ld informó sobre el anibo a Fusa-
gasugá de una marcha de 200 cultivadores que se dirigían a Bogotá "en re-
presentación de todos los cultivadores" del "feudo El Chocho" contra el des-
pojo. las ev:lcciones, la prohibición de vender café y los cepos; marcha que,
según el periódico, recibió apo_vo de las autoridades localcs 7 • Seis años des-
pués, en un esfuerzo por ilustrar a sus lectores con "un vivo retratq de feuda-
lismo en Colombia", el primer número del periódico de UNIR transcribió un
~ver Unirismo, n' 8, 2 de agoMo de 19:14. p. 11: n" !J. t> d,. septiembre 1934. p. 1; Clan"do.d,
n" tl4, 12dejuniode l933,pp.l v~.
7
Claridad. n' 51, 24 de abril d~ 1928, "La tragedia d(' El Cll()cho contra Carlos y José M. Ca·
hall<' ro" p. 1; n' 52, 4 de mayo tk: !928; "Nu~·~us ,;argos de ln~ aiTcndatarios de la hacienda El
Chocho conlra Carlos~· José Manuel Caballem". p. 1.
ll6 EL ESTADO LIBERAL INTERVENCJONJSfA

contrato de arrendamiento "a título personal" entre el sefior Campo Elias


[nfante y la hacienda La Aguad ita y Usatama de Fusagasugá, perteneciente a
la encumbrada fami1ia Conservadora de los Uribe Holguín (Unirismo, n~ l.
14 de junio de 1934, p. l).
En una línea similar a la de Lleras, en un extenso infonne oficial de 1937
Abelardo Forero Benavides analizó las razones y describió los mecanismos
de los conflictos. Afirmó que a partir de 1927 los campesinos habían empeza-
do a rebdarse abierta y masivamente contra las "condiciones feudales" im-
perantes en las haciendas:

El labriego -apuntó Forero- vivió sin ningún contacto con la civilización. En cali-
dad de arrendatario entró a las haciendas establecidas" y recibió un jornal, una
estancia que paga en trabajo, un área transitoria de limpia de monte o de potre-
ros. Estas son sus condiciones de productor. Su relación con el Estado también
era de opresión. El gobierno representaba para un arrendatario: (a) el alcalde
que lo mete a la cárcel por violar una disposición que ignoraba; (bJ la autoridad
que lo lleva a la cárcel por fabricar aguardiente, o por beber aguardiente de con-
trabando; (e) el que cobra peajes y pontazgos y (d) "la autoridad que se apresura
a lanzarlo de su estancia tan pronto como se lo pide el terrateniente (Forero.
1937. pp. 58).

Sería interesante investigar el conlraste de concepciones de estos funcio-


narios del gobierno de Cundinamarca, y los de la OGT, con los del Tolima.
Mientras los primeros aspiraban a trasformar la situación social de los cam-
pesinos en conformidad con "los principios del derecho social moderno" y
encuadrarlos políticamente, los tolimenses confiaron más en la represión
tradicional. Todavía en 1946, una publicación oficial denunciaba que el pro-
greso de los poblados de El Umón, en el municipio de Chaparral, "ha estado
detenido por las semillas de disolución que allf sembró la propaganda comu-
nista" (Lozano, 1946, p. 339).
La represión, insisto, estaba bien instalada en los municipios de Cundi-
namarca. Un informe oficial de un inspector de la OGT (J 935), quien luego se
destacaría en las filas de la izquierda Liberal, destacó la participación de la
policía coludida y enfilada contra los colonos en Fusagasugá. Pasea y San
Bernardo.

Si en Pasea la situación era delicada, en San Bernardo el equilibrio social estaba


y está prácticamente roto. (. .. )Transcribo alguna'> quejas: (. .. ) De Zenaida Cruz:
'A mi esposo Miguel Santos, la Guardia lo tiene huyendo desde hace cuatro me-
ses, y ha prometido darle muerte en donde lo encuentre y entregarle su cabe7.a a
don Antonio Torres Otero. Cuando la Guardia ha ido acompañada de peones de
Torres Otero, me ha ofendido en forma inmisericorde en mi propia casa, han
entrado de dfa y de noche a mi casa y me han sacado de alH dos peinillas (mache·
EL ESTADO UBERAL INTERVENCIONISTA 137

tes) y dos cuchillos. Se llevaron también un anteojo de larga vista. En una época
que estuve enferma entrababan a mi casa sin permiso, abrían los baúles, los es-
culcaban, levantaban la paja de la casa {lnflm>te m1dido l"'r Ramón Wumo Garcts,
1935, pp. 1044-45).

De septiembre de 1935 a diciembre de 1937, los alcaldes de Viotá repor-


taron 32 incidentes de "comisiones de policía" y evicción de arrendatarios de
grandes haciendas, con los consiguientes disturbios del orden público. Apar'-
te de los lanzamientos, en los que con frecuencia se presentan acciones de
solidaridad de otros arrendatarios, el archivo da cuenta del enfrentamiento y
el encarcelamiento de campesinos, la persecución a la tala de bosques, a las
reuniones de las ligas en las haciendas y al tránsito clandestino por los cami-
nos privados de las mismas8 .
En las localidades y en estas situaciones parecen estar los límites reales
del "sentido del orden" del Estado liberal en su variedad intervencionista.

~Canas y Telegramas del alcalde de Vio!á al gobernador dt• Cundinamarca, 1919-1929 y


1934-1937 (en posesión del Sr. Benigno Galindo). AMV.

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