Reseña 1

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Reseña. Olson, M. (1992), La Lógica de la Acción Colectiva, México D.F.

: Limusa
Por: Luis Eduardo Lamus Parra

Abordar la obra “La Lógica de la Acción Colectiva – Bienes Públicos y Teoría de


Grupos” de Mancur Olson, publicada por primera vez en 1965, siendo el producto
central de su formación doctoral en economía en la Universidad de Harvard
(1963), luego de tramitar varios rechazos de su director de tesis Thomas Shelling, 1
es entrar en el escenario organizativo empresarial, corporativo y sindical de la
Segunda Posguerra en los Estados Unidos.
Tal exploración es realizada a través de sencillas, pero audaces y pragmáticas
formulaciones teóricas, que discurren a través del funcionamiento de grupos de
interés y de presión, en una economía caracterizada por la fortaleza de grupos
empresariales y laborales quienes coadyuvaron a moldear la dinámica de la
principal economía capitalista de la segunda mitad del siglo XX y que, en los
albores del nuevo siglo, aún conserva primacía.
El texto a reseñar está conformado por seis capítulos de mediana extensión, una
obra que en la edición Limusa (1992) no sobrepasa las 200 páginas. Al recorrer la
obra, emergen básicamente dos momentos del escrito, el primero, que podríamos
denominar propositivo, concierne a los capítulos I, II y VI, este último, busca
validar a través del estudio empírico de varios tipos de grupos de presión (de
trabajadores, profesionales, empresariales, agrícolas, no económicos y el de los
“olvidados”) las propuestas teórico-causales postuladas en los dos capítulos de
apertura.
El segundo momento, que ha de caracterizarse como negativo, en el sentido de
evidenciar limites e insuficiencias lógicas e históricas de la teoría tradicional de
grupos y su desfavorable aplicación en cuatro ámbitos que Olson considera
relevantes, a saber: en el análisis de (i) sindicatos, (ii) la lucha de clases, (iii) el
Estado y (iv) la ciencia política desde una perspectiva pluralista. Este segmento
critico agrupa los capítulos III, IV y V, en ellos se funden, aproximaciones y
lecturas teórico-prácticas de los ámbitos en mención, con interpelaciones hechas
por nuestro autor desde su particular propuesta teórica para el análisis de los
grupos y organizaciones, principalmente económicas.
En este sentido, es importante señalar que el enfoque desde el cual Olson formula
tanto su crítica, como su propuesta teórica, se adscribe al funcional-
interpretativismo (Galafassi, 2018), lo que de entrada nos remite a una vertiente
derivada de la macrosociológica funcional-estructuralista, que ante las
movilizaciones sociales de inicios de los sesenta en los Estados Unidos, pone en
cuestión, tanto interpretaciones patológicas (comportamientos desviados) como

1
Distinguido economista estadounidense caracterizado como de línea heterodoxa frente a la corriente
principal de las escuelas económicas. Trabajo en la formulación y aplicación del Plan Marshall para Europa.
(Bottino et. al, 2009)
los desajustes estructurales o de “privación relativa” en su capacidad de explicar
las causas de las protestas y acciones colectivas.
De esta forma, se da apertura a reconocer a los individuos que participan en
organizaciones y grupos, como actores fundamentalmente racionales, que utilizan
estrategias racionalmente calculadas para alcanzar sus objetivos. Por tanto, Olson
rebate ciertos planteamientos que desde teorías tradicionales procuran explicar el
hecho asociativo, por un lado, desde las posturas denominadas informales, que
desde el instinto de agrupación dan cuenta de la propensión a organizarse, por
otro, las formales, que arguyen la funcionalidad de los grupos para solventar las
necesidades cada vez mas crecientes, en el tránsito de sociedades primitivas a las
modernas.
A su vez, cuestiona la idea de que grupos grandes y pequeños funcionen de
acuerdo a principios diferentes, al señalar que todo grupo u organización trabaja
por algún beneficio colectivo, sin embargo, agrega, que sin bien existe un interés
común en obtener ese beneficio colectivo, los individuos no tienen un interés
común en pagar el coste de obtención de ese bien colectivo. De esta forma,
interpela la idea tradicional del accionar colectivo a partir de la agregación de
intereses racionales y voluntarios, a pesar de que ellos conlleven a la obtención de
un bien común.
Lo anterior responde, precisamente, al carácter del bien a obtener por las
organizaciones, un bien cualquiera tal que, si una persona X1, que forma parte de
un grupo X1...X2…Xn, lo consume, no puede ser negado a los otros miembros de
ese grupo. Tal consideración deriva en la aparición, en las organizaciones
grandes, del polizón, gorrón o free raider, situación que no se replica en las
organizaciones pequeñas, dado el impacto evidente de las acciones de sus
integrantes, mientras que, en las grandes, el hacer o no hacer de un miembro, no
modificara en prácticamente nada, el que hacer de la organización.
La emergencia lógica del gorrón, hace que sean necesarios otros incentivos de
carácter “selectivo” o “privados” para que las organizaciones grandes se
mantengan y posiblemente se amplíen. Entre ellos, el principal es la membresía,
que puede acompañarse con servicios o beneficios adicionales, que motiven la
adscripción, continuidad y expansión de los miembros en tal tipo de organización.
Por consiguiente, los grupos de presión de los grandes grupos económicos son
productos secundarios, de organizaciones con posibilidad de movilizar “grupos
latentes” al disponer de “incentivos selectivos” que deriven, bien sea de su
autoridad y capacidad coercitiva o de su posibilidad efectiva para ofrecer
“estímulos positivos”.
Para Olson algunas de las organizaciones que han denotado tal posibilidad y que
efectivamente la han materializado, han sido los grandes sindicatos
estadounidenses, como la AFL-CIO, gremios profesionales y un número
considerable de cooperativas agrícolas, estructuradas la mayor de las veces en
estructuras federativas. En sentido contrario, se evidencia la falta de incentivos
organizativos que agrupe a los llamados “olvidados”, que son grupos latentes que
tienden a no actuar voluntariamente para favorecer sus intereses, y ello a pesar de
tener apremiantes necesidades, entre ellos, Olson enlista trabajadores agrícolas
migratorios, empleados de oficina, contribuyentes, consumidores y a las multitudes
por la paz.
Por su parte, están los grupos partidistas, que, si bien buscan bienes comunes,
como organizaciones políticas de carácter ideológico, no tienen “incentivos
selectivos” que racionalmente conlleve a los individuos al activismo. Cuestión
distinta son las “maquinarias políticas” que no buscan bienes colectivos, dado que
los beneficios de pertenecer a ellas recaen en personas particulares.
Dado el carácter del accionar individual planteado por Olson, escenarios o ámbitos
organizativos como los formulados en torno a la lucha de clases, la organización
estatal o sindical, no pueden estar basados en una pretendida racionalidad
asentada en la búsqueda del interés común, ya que dada la inexistencia de
“beneficios privados y selectivos” no son mas que organizaciones latentes que no
tendrían incentivos para movilizarse.
A partir de lo descrito, se hace evidente el descentramiento que causo el armazón
teórico postulado por Olson, frente a las explicaciones del tipo tradicional del
hecho organizativo y de las motivaciones que alientan a los grupos para la acción
colectiva. Su formulación es clara y de un realismo factico difícil de cuestionar,
ante el innegable hecho de una racionalidad interesada, como uno de los factores
que en parte explican, las acciones u omisiones de los individuos que componen
las sociedades capitalistas contemporáneas.
Y es precisamente tal formulación la que hace estrecho el cuerpo teórico de
Olson, al reducir al individuo a un agente eminentemente racional e interesado,
desconociendo móviles organizativos ligados a pertenencias e identidades
colectivas, o los resultantes de procesos de resistencia frente a intervenciones
sobre comunidades o territorios. A su vez, al considerar al individuo como único e
indivisible desconoce el rol que podrían tener las emociones, valores culturales e
imaginarios y hasta el inconsciente y la ideología en las motivaciones que
impulsan la organización y la movilización.
A pesar de ello, es innegable el valor interpretativo y analítico de los postulados de
Olson y la capacidad que tienen para la comprensión del porque en la toma de
decisiones individuales frente a la posibilidad de activar dinámicas de organización
y de acción colectiva. Tales referentes individualistas denotan vigencia en la teoría
de movilización de recursos, al desenvolver movimientos que buscan objetivos al
interior de aspiraciones consumistas propias de las economías de mercado.
Referencias
Bottino, M. et al. (2009), Mancur Olson: Un científico Social, En: Actualidad
Económica - Año XIX - N.º 69 - septiembre - diciembre
Galafassi, G. (2009), El individualismo metodológico, En: Revista Herramienta,
Disponible en: https://www.herramienta.com.ar/?id=699
Olson, M. (1992), La Lógica de la Acción Colectiva, México D.F.: Limusa

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