Jose Sanguinetti Ciencia Aristotélica

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Los pecados capitales: noción y división: soberbia, avaricia, lujuria, envi-


dia, gula, ira y pereza.
La conversión permanente y el camino del amor cristiano. La conversión,
la lucha ascética y los sacramentos. Necesidad de amar la lucha ascética. El
amor insustituible de la Cruz. El imprescindible recurso a la oración y a los
sacramentos.
Nos hemos limitado a exponer con minuciosidad el rico contenido de este
libro de teología moral. Su valor no está solo en la riqueza de la doctrina
sino en el orden con que están expuestos los múltiples temas.
El lector podrá encontrar el tema que le interese a través de esta exposi-
ción, así como la solución debida a todos los problemas morales planteados.
No hay originalidad en los temas tratados, que son los tradicionales en
la teología moral. Pero hay una gran riqueza en la exposición, una actuali-
zada y muy bien documentada ilustración de los mismos, seguidos con siste-
mático orden y minuciosidad. Este es el mérito fundamental de la obra.

O. N. D.

JUAN JOSE SANGUINETI, Ciencia aristotélica y ciencia moderna. Edito-


rial de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, 1991, 216 pp.

En el capítulo introductorio de este libro ("La ciencia como empresa


humana", pp. 9-26) , el autor parte de la distinción de los bienes humanos,
entre los cuales se cuenta el saber científico, y el bien en que estriba la mo-
ralidad, "porque ningún aumento de bienes humanos . .1 asegura la perfección
humana en esta vida" (p. 20). En este sentido, Sanguineti se ha propuesto
subrayar la significación de una de las faces más encomiadas de la ciencia en
nuestro tiempo: su carácter de actividad y aun de "trabajo", lo que le ha
llevado a considerar el obrar científico con una marcada inclinación a intro-
ducir una suerte de practicidad intrínseca al conocimiento epistémico en cuanto
tal. De allí la afirmación de que "La actividad científica del hombre, que por
sus fines puede ser contemplativa, ética o técnico-artística, debe objetivarse en
la forma de una obra artística, por la índole racional humana y por las exi-
gencias de su dimensión comunicativa" (p. 19). Afirmación al extremo discu-
tible, pues deriva no tanto de un examen de la entidad formalmente espiritual
o intencional de la ciencia en sí misma, sino más bien del uso o de las apli-
caciones que el hombre puede hacer de su saber científico. De hecho, no se
ve qué necesidad tiene la estructura óntica de la ciencia de plasmarse objeti-
vamente como una obra artística, que en todo caso supone una construcción
extrínseca al conocimiento intelectivo en acto en que consiste la esencia de
tal saber. La ciencia se consuma esencialmente como conocimiento; no como
el resultado de la aplicación del conocimiento al obrar factivo del hombre,
que es un campo operativo reservado al arte o técnica.

El capítulo segundo (pp. 27-72) está dedicado al estudio de la ciencia na-


tural en el contexto de la producción literaria de Aristóteles. En esta parte,
Sanguineti atiende particularmente las secciones del saber natural que per-
tenecen a la competencia de las ciencias positivas y no a la "auscultación
física" de la "filosofía segunda". La comparación del aristotelismo con las
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teorías matemáticas y cosmológicas de sus predecesores y las diversas respuestas


que el Estagirita ha suministrado para la explicación de los fenómenos del
mundo material ha inducido al autor a insistir acerca de la precariedad de las
teorías legadas por el Filósofo en torno de este peculiar ámbito del saber.
Creemos que, con tal insistencia, Sanguineti ha incurrido en una exageración
bastante común entre los estudiosos de nuestros días, esto es, la evaluación
del aporte aristotélico al conocimiento positivo pasando por alto las intencio-
nes preponderantemente filosóficas que inspiraban al jefe del Liceo, toda vez
que el tenor filosófico de estas intenciones se percibe incluso en aquellas cir-
cunstancias en que Aristóteles ha debido lidiar con asuntos tratados parale-
lamente por los peritos en ciencias positivas o fisicomatemáticas. Quizás sea
por eso que el autor haya desmerecido en varias ocasiones la constante invo-
cación de Aristóteles a la experiencia para fundar sus propias teorías físicas,
como cuando, en pos de J.-M. Le Blond (cfr. Logique et rnéthode chez Aristote,
Paris, 1939, pp. 249-250), asegura que el Estagirita "no llega a distinguir entre
la experiencia 'vivida' y la experiencia analítica del laboratorio" (p. 51, nota
65) . Esta salida nos mueve a preguntarnos si en la época de Aristóteles se
hallaba disponible algún "laboratorio" de experimentaciones que difiriera de
la "experiencia vivida".

A pesar de los esfuerzos de Sanguineti para hacernos comprender qué tipo


de limitaciones históricas habrían conducido a Aristóteles a sugerir opiniones
superadas por las investigaciones fisicomatemáticas posteriores, su revisión de
la ciencia natural del Estagirita nos deja la sensación de que el Filósofo habría
sido víctima de una ingenuidad que reduciría su valorización de la experien-
cia a un virtual eufemismo. De hecho, suena a una verdadera imputación el
decir que Aristóteles y los científicos de la antigüedad "no eran en la práctica
conscientes de la gran complejidad de la experiencia. Ni conocieron, en sus
generalizaciones empíricas de los fenómenos terrestres, la importancia de la
precisión cuantitativa. Su ciencia empírica es con frecuencia vaga y gratuita,
porque se basa en estimaciones 'a vuelo de pájaro', dando así la impresión de
que afrontaban la tarea investigadora con demasiada ligereza" (p. 67).

La afirmación de que la física de Aristóteles "no consiguió explicar la


causa del movimiento de los seres inanimados, a pesar de haberse centrado en
el estudio del motus localis" (p. 69), también debe ser objetada con no menos
firmeza. Ante todo, porque la investigación del movimiento local no sólo no
ha sido excluyente en el enfoque aristotélico de las cosas carentes de vida, sino
porque consta de sobra que la profunda compenetración del Estagirita de la
necesidad científica de explicar la entidad de los entes naturales per causas
le ha convencido de la necesidad concomitante de no restringir sus análisis
físicos al movimiento local. Nos toca, pues, discrepar nuevamente con San-
guinetti: Aristóteles ha puesto el mayor empeño en destacar que tal explica-
ción no se logra reduciendo la visión epistémica al movimiento de translación
de los cuerpos, sino principalmente en la inspección del movimiento de la
generación y de la corrupción, dado que es la inteligencia de esta especie de
devenir la que nos permite captar la relación del ente movible con sus causas
extrínsecas —el agente y el fin— que determinan su propia constitución en
la línea de su composición hilemórfica. Gracias a esta indagación genética
de las cosas de la naturaleza, la razón filosofante puede ulteriormente aden-
trarse con la solvencia suficiente en una teorización metafísica de la institu-
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ción del ente movible; no ya en la mera línea del movimiento, para lo cual
bastan las conclusiones de la filosofía natural, sino en la misma linea entis,
que no puede ser abordada por el hábito científico del "fisiólogo" en cuanto tal.

Interesante el capítulo consagrado al tema "Cosmovisiones teológicas y


ciencia" (pp. 73-90). Sanguineti muestra que la denominada postrnodernidad
ha asestado un duro golpe contra la pretensión positivista de desear recluir
en una esfera mítica todo aquello que caiga fuera del ámbito de incumbencia
de las ciencias fisicomatemáticas. Al mismo tiempo, aquí el autor pone de
relieve los equívocos vigentes en nuestra cultura por lo que atañe a las re-
laciones entre las ciencias positivas y la teología sagrada.

Retornando a Aristóteles, Sanguineti se aboca a describir el concepto ri-


guroso de ciencia en la filosofía del Estagirita (pp. 91-123), cuya clave, cier-
tamente, se halla en los Segundos analíticos. Tres inferencias descuellan en
la exposición de Sanguineti: 1?) "Los defectos de la ciencia natural aristoté-
lica no se deben a la silogística, sino a la gratuidad de muchos de los principios
físicos de Aristóteles [.. 1, o bien a la reducción de la ciencia real al puro
esquema silogístico"; 2a) "La teoría epistemológica de los Analíticos Posterio-
res, aunque en su detalle está evidentemente ligada a la ciencia del pasado,
tiene hoy para nosotros el valor de una presentación de la racionalidad más
elemental del pensamiento científico, en un contexto filosófico realista"; y
31) "Con relación a los contenidos y no sólo a la forma racional, la teoría de
la ciencia de los Analíticos Posteriores es más congruente con una investigación
filosófica que con la ciencia positiva de tipo experimental o con la matemática"
(p. 123). Pero esta posición no nos suena concordante con el testamento del
Aristóteles histórico. 19) En primer lugar, porque en ella no se disciernen los
principios genuinamente físicos, o, mejor, los principios de cuya objetividad
se nutre la investigación de la filosofía aristotélica de la naturaleza, y los
principios en que reposa la consideración extrafilosófica o fisicomatemática de
las cosas materiales conocidas a través, de la experiencia que el jefe del Liceo
ha podido cosechar en el siglo iv a.C. Así, por ejemplo, la materia, la forma
y la privación son auténticos principios de la naturaleza especulados por el
filósofo del ente sensible; mas estos principios escapan a toda observación
positiva, de modo que los "defectos" de la "ciencia natural" de Aristóteles no
pueden ser mencionados sin la pertinente distinción de los principios recién
apuntados. 29) ¿Es lícito rebajar la imponente envergadura lógica de los Se-
gundos analíticos al nivel de "una presentación de la racionalidad más ele-
mental del pensamiento científico"? Aparte de ello, el arte judicativa con-
tenida en esta pieza capital del Organon aristotélico no es el instrumento
incualificado de un "pensamiento científico" aludido in genere, sino más
concisamente la técnica propia de las ciencias estrictamente filosóficas, que son
aquéllas de las cuales, según el sentir de Aristóteles, se predica de una manera
primordial la noción de ciencia. Y 39) De acuerdo a lo consignado en el punto
anterior, no cabe decir que la teoría epistemológica encerrada en los Analíticos
posteriores "es más congruente con una investigación filosófica que con la
ciencia positiva de tipo experimental o con la matemática", sino que, en los
dos libros de este tratado de lógica se enuclea el esquema kat'exochén de la
técnica resolutoria de la que se sirve el filósofo en el proceso raciocinante de
sus argumentaciones conclusivas.
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Los dos capítulos postreros ("Ciencia moderna y kantismo", pp. 125-178,


y "El post-kantismo", pp. 179-193) ofrecen una interpretación de la crisis epis-
temológica de los dos últimos siglos. En ellos Sanguineti declara la urgencia
de someter a una crítica exhaustiva las redundancias de la pérdida histórica de
las reglas fundamentales del saber científico y, por consiguiente, lo imperioso
de un reacomodamiento de la problemática actual bajo la mirada directriz de
la filosofía.

MARIO ENRIQUE SACCHI

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