Tema I Adviento, Preparar El Camino Del Señor
Tema I Adviento, Preparar El Camino Del Señor
Tema I Adviento, Preparar El Camino Del Señor
Objetivo
Promover en el joven un entendimiento del verdadero significado del adviento y conocer las
guías de acción a seguir para preparar el camino hacia el encuentro con el Verbo Encarnado.
I. Oración
Te entrego Señor mi vida: hazla fecunda.
Te entrego mi voluntad, hazla semejante a la tuya,
Toma mis manos, hazlas acogedoras,
Toma mi corazón, hazlo ardiente,
Toma mis pies, hazlos caminantes,
Toma mis ojos, hazlos transparentes,
Toma mis cansancios, hazlos tuyos,
Toma mis muertes, hazlas vida,
Toma mi pobreza, hazla tu riqueza,
Toma mi nada, haz lo que quieras.
Toma mis pecados,
mis faltas de amor, mis eternas desilusiones,
mis horas de amargura.
Dame el don de descubrir tu presencia,
el don de amarte como pueda,
el don de servir a los demás,
el don de poder esperar y
celebrar tu venida.
Amén.
II. Mural
Los animadores deben hacer junto a los jóvenes una tormenta de ideas (“brainstorming”) sobre lo
qué es adviento. (Poner la palabra dentro de una nube y desde la misma ir escribiendo las ideas
que tienen los jóvenes sobre qué es adviento). Una vez terminado el torbellino, los animadores
abundarán sobre lo qué es adviento de la forma que escojan. Sin olvidar presentarle la realidad
de cómo se vive el adviento de una manera errónea. Luego de terminar la explicación los
jóvenes crearán un mural sobre qué es adviento. Para el mismo, necesitarán papel estraza o un
pedazo de tela blanco, pinturas, marcadores u otro material para que puedan escribir, revistas,
periódicos, etcétera. Se sugiere que dicho mural se exponga en el templo o en el salón parroquial
que los jóvenes utilizan.
Para este momento hay una pequeña historia que se puede utilizar, la misma presenta la realidad
de cómo en muchas ocasiones erróneamente se vive el tiempo del adviento. Práctica, que como
jóvenes cristianos no debemos adoptar.
Aporte para el animador
III. Adviento
Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa
«espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que
significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad
se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y
que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia
comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios
en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar,
que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que está en proceso de
crecimiento y maduración.
El Adviento, con sus cuatro velas, nos habla de un estado de vigilancia, de espera activa y
gestante. Juan el Bautista, es una de las voces que nos acompaña cada Adviento invitándonos a la
conversión, preparando y allanando el camino al Señor.
“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos” (Mt 3, 1-13).
Jean Claude Lavigne en un libro recientemente publicado, nos presenta la vida consagrada como
un arte de vivir, que requiere un cierto distanciamiento fecundo –no abandono– de este mundo al
que Dios tanto ama que le ha enviado a su propio Hijo (Jn 3, 16-18)1. Vivimos el Adviento de la
venida del Señor de un modo distinto a como lo vive nuestra sociedad. Para nosotros el Adviento
es un tiempo de gran profundidad religiosa, porque está impregnado de esperanza y de
expectativas espirituales.
Dos son las imágenes que nos pueden acercar a la espiritualidad del Adviento: el desierto y la
clausura. Aunque son imágenes propias de la vida monástica, nos ofrecen un itinerario espiritual
para preparar y allanar el camino al Señor.
El desierto
El Adviento nos ofrece la experiencia del desierto espiritual: un distanciamiento que busca
soledad y silencio y desde ahí el encuentro con nuestra verdad y nuestra liberación; nos pide
entrar en nuestros arenales y dunas existenciales; en ellas se nos da conectar con nuestra
humanidad auténtica y superar la mera apariencia2. El desierto nos da una nueva perspectiva
respecto a nuestro modo de vivir y el modo de vivir de nuestro entorno social.
El desierto nos invita a ir más allá. Es también un camino hacia lo que nos será concedido y no
hacia lo que nosotros conseguiremos. El Adviento nos habla de la Promesa que Dios nos hace;
para conseguirla hemos de avanzar, caminar día a día. Cuanto más creamos en ella más ardiente
será nuestro deseo de que se realice en no-sotros, en nuestro mundo. Un Adviento sin espera
ardiente no es Adviento. La experiencia del desierto enciende nuestros deseos.
– Somos centinelas de nosotros mismos y del mundo, e iniciamos una espera, semejante a la de
los amigos o los amantes.
La “clausura”
Esta palabra evoca encierro, prisión, rejas. Evoca también ciertas prohibiciones, y suele estar al
margen de la mentalidad moderna.
Pero la clausura no es cuestión sólo de los contemplativos. La Instrucción Verbi Sponsa, ofrece
una imagen de la clausura, muy apropiada para vivir el tiempo de Adviento, poniéndola en
relación con “la espera vigilante de la venida del Señor” y la presenta como “una respuesta al
amor absoluto de Dios por su criatura y el cumplimiento de su eterno deseo de acogerla en el
misterio de intimidad con el Verbo”3. «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo
amará; iremos a él y habitaremos en él» (Jn 14, 23).
La clausura favorece la intimidad con Dios y orienta el corazón hacia su contemplación. Es una
pedagogía:
– Propone un camino eucarístico: a la vez sacrificio y acción de gracias por el amor que viene del
Hijo.
Esta imagen del huerto cerrado (hortus conclusus) del que habla el Cantar de los cantares,
también hace referencia a esta experiencia de clausura, como el lugar donde al amado le gusta
reposar y gozar. Con esta idea lo que se pone de relieve es la acogida del Señor, el gozo de
recibirle y la atención, que se hace extrema, a sus pasos, a sus venidas como también a sus
partidas. Intensifica todos los dinamismos de nuestro ser para responder a su presencia amorosa.
Esta experiencia:
– Nos hace valorar lo que nace dentro de la clausura, no sólo para ella, sino para toda la Iglesia.
– Desde la liturgia y el acompañamiento espiritual, nos regala una luminosidad ardiente a todos
los creyentes.
Otras referencias
Los animadores deben explicar qué es la corona de adviento, qué simbolismo tiene dentro de
nuestra Iglesia. Para esto utilizarán el material adjunto en los anejos. Una vez hallan explicado
qué es la corona de adviento cada grupo preparará su propia corona de adviento. En cada
reunión pondrán la vela correspondiente a la semana antes, de comenzar el tema de la noche o la
actividad pautada. Es importante que se escojan ese mismo día los jóvenes que encenderán las
velas de las tres coronas. Se le debe poner música adecuada al tiempo de adviento, mientras
trabajan la corona.
(Esto es ajustable a la realidad de cada comunidad juvenil, en el caso que no sea necesaria hacer
tres coronas. La idea se plantea, para que más jóvenes puedan participar y de esta manera lo
sientan parte de su vivencia en el Adviento.)
Origen
Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de Jesús: Juan 8,12: «Yo soy la luz del
mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.».
La luz que prendemos en la oscuridad del invierno nos recuerda a Cristo que vence la
oscuridad. Nosotros, unidos a Jesús, también somos luz: Mateo 5,14 «Vosotros sois la
luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte."
En el siglo XVI católicos y protestantes alemanes utilizaban este símbolo para celebrar el
adviento: Aquellas costumbres primitivas contenían una semilla de verdad que ahora
podía expresar la verdad suprema: Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y
que vendrá con gloria. Las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.
La corona de adviento se hace con follaje verde sobre el que se insertan cuatro velas.
Tres velas son violeta, una es rosa. El primer domingo de adviento encendemos la
primera vela y cada domingo de adviento encendemos una vela más hasta llegar a la
Navidad. La vela rosa corresponde al tercer domingo y representa el gozo. Mientras se
encienden las velas se hace una oración, utilizando algún pasaje de la Biblia y se entonan
cantícos. Esto lo hacemos en las misas de adviento y también es recomendable hacerlo
en casa, por ejemplo antes o después de la cena. Si no hay velas de esos colores aún se
puede hacer la corona ya que lo más importante es el significado: la luz que aumenta con
la proximidad del nacimiento de Jesús quien es la Luz del Mundo. La corona se puede
llevar a la iglesia para ser bendecida por el sacerdote.
La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es
eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca
debe de terminar.
Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida. Dios quiere que esperemos su
gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo
más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios,
nuestro Padre