La Fidelidad de Dios
La Fidelidad de Dios
La Fidelidad de Dios
La palabra “fiel” proviene de la palabra hebrea aman y la palabra griega pistós. Las dos palabras comunican
la idea de certeza o estabilidad. Una buena ilustración sería una columna fuerte que sostiene el gran peso de
un edificio o los brazos fuertes de un padre que protege y sostiene a su indefenso niño. Cuando la palabra fiel
se emplea con respecto a Dios, significa que Él es digno de absoluta confianza y que Su pueblo puede depen-
der de Él sin duda o reserva. Es importante entender que Dios es fiel, no porque Él cumple todo deseo de Su
pueblo, sino porque cumple todo lo que Él ha prometido.
“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman
y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones;” (Deuteronomio 7:9).
“De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el
bien.” (1 Pedro 4:19).
Es importante entender que la fidelidad de Dios no solamente depende de Su carácter, sino que también de-
pende de Su poder e inmutabilidad (i.e. Él no cambia). Un Dios de poder limitado sería restringido en Su
poder para cumplir Sus promesas, y un Dios mutable podría cambiar de opinión con respecto a lo que ha
prometido.
“Porque yo sé que Jehová es grande, y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses.
Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.” (Salmos
135:5-6).
“Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” (Malaquías 3:6).
En las Escrituras, se encuentran cuatro muy importantes pruebas de la fidelidad de Dios hacia Su pueblo y Su
creación. Estas pruebas son:
a. Los Pactos de Dios. La palabra “pacto” proviene del verbo latino convenire [com = junto + venire =
venir]. En las Escrituras, la palabra pacto proviene de la palabra hebrea berit en el Antiguo Testa-
mento y diathéke en el Nuevo Testamento. Cuando la Biblia habla de los pactos entre Dios y Su
pueblo, se refiere a las promesas que Dios ha hecho a Su pueblo. Compromisos que Él se ha obliga-
do a sí mismo a cumplir sin falla.
“dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que
guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón;
que has cumplido a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu
mano lo has cumplido, como sucede en este día.
Ahora, pues, Jehová Dios de Israel, cumple a tu siervo David mi padre lo que le prometiste, dicien-
do: No te faltará varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guar -
den mi camino y anden delante de mí como tú has andado delante de mí.” (1 Reyes 8:23-25).
b. La Palabra de Dios. La Palabra de Dios es otra prueba de Su fidelidad. Ni una de todas las palabras
que el Señor ha hablado ha fallado. Dios es fiel para cumplir cada promesa y llevar a cabo cada de -
creto.
“Y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo
vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas pala-
bras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado nin-
guna de ellas.” (Josué 23:14).
“Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de
la ley, hasta que todo se haya cumplido.” (Mateo 5:18).
c. Las Obras de Dios. Con frecuencia se dice que las obras de uno anulan o verifican la fidelidad de sus
palabras. Cuando aplicamos este proverbio a Dios, encontramos que Su fidelidad es absolutamente
perfecta.
“Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de
la ley, hasta que todo se haya cumplido.” (Salmos 33:4).
“estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta
el día de Jesucristo;” (Filipenses 1:6).
d. La Venida del Hijo de Dios. La demostración o prueba más grande de la fidelidad de Dios se ve en la
venida de Su Hijo unigénito. Desde los primeros capítulos de las Escrituras, encontramos promesas
de Su venida y la salvación que Él traería. Después de miles de años, todas estas promesas se cum -
plieron en la persona y obra de Jesucristo.
“Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso
Salvador en la casa de David su siervo,
Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; salvación de nuestros
enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; para hacer misericordia con nuestros
padres,
Y acordarse de su santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de
conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos En santidad y en justicia
delante de él, todos nuestros días.” (Lucas 1:68-75).
“Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí,
Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él;
porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria
de Dios.” (2 Corintios 1:19-20).
¿Cuáles son las implicaciones de la fidelidad de Dios?
“En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo
tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. (Salmos 62:7-8).
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus
caminos, y él enderezará tus veredas.” (Proverbios 3:5-6).
“Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a
Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;”
(Romanos 4:20-21).
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6).
“No encubrí tu justicia dentro de mi corazón; he publicado tu fidelidad y tu salvación; no oculté tu mise -
ricordia y tu verdad en grande asamblea.” (Salmos 40:10).
“Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se
aparta de Jehová.
Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el
desierto, en tierra despoblada y deshabitada.
Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá
cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar
fruto.” (Jeremías 17:5-8).