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Prevención del delito

La prevención del delito, desde una perspectiva criminológica-


victimológica, comprende las diversas medidas para evitar o
atenuar el delito.
La prevención del delito surge débilmente en la escuela clásica del
derecho penal, [en] relación [con] su vinculación con la pena, al
considerarse que la pena representa en sí misma una importante
función de intimidación en la población y, por consiguiente, de
evitación del delito. Pero, para algunos criminólogos, como José
María Rico, la prevención tiene su origen en la escuela positivista
unida al concepto de tratamiento del delincuente. (Marchiori, 2014,
p. 1).

En esta lectura, abordaremos la prevención del delito y sus modelos, a fin de que


puedas familiarizarte con el campo jurídico como ámbito de aplicación de la
psicología, a partir de temas tan importantes como la violencia y la prevención, pero
también interpretaremos el rol del perito psicólogo y reconoceremos las
consecuencias del delito.

Prevención del delito


Modelos de prevención

Referencias

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LECCIÓN 1 de 4

Prevención del delito

Para abordar lo referente a la prevención del delito y sus modelos, es


necesario responder una pregunta inicial: ¿qué importancia tiene la
psicología forense en la prevención del delito?

El desarrollo de la psicología forense en los últimos tiempos


ha generado nuevos espacios en los que los profesionales
psicólogos puedan incorporarse desde una perspectiva de
su disciplina que no tiene que ver únicamente con lo
pericial-tribunalicio. Estos nuevos espacios, entre otros,
tienen que ver con las políticas públicas, la gestión
gubernamental, etc.…

Desde esta óptica, la psicología forense ha dejado de ser


meramente del Poder Judicial y ha comenzado a intervenir
también desde las órbitas de los Poderes Ejecutivo y
Legislativo.

Esto principalmente tiene que ver con lo dinámica que es la


realidad actual, lo efímero de la estática. La realidad hoy en
día, siguiendo a Edgar Morin, es compleja. Y como tal es su
carácter, necesita de múltiples aportes de múltiples
disciplinas científicas para poder aprehenderla. La
psicología, desde su rama forense, no es ajena a estas
cuestiones.

Por lo tanto, en el ámbito de la prevención del delito (más


allá de la pena, es decir, las estrategias de prevención del
delito que son de carácter ejecutivo y que no tienen que ver
con la prevención “moderna iluminista” de la ley penal), es
importante que se tengan en cuenta los aportes de la
psicología forense a los fines de colaborar en la
implementación de estrategias que apunten a la reducción
del delito. (Schulman, 2011, p. 1).

Entendiendo de manera amplia la importancia que tiene la psicología forense


en la prevención del delito, intentaremos tomar los conocimientos previos y
actuales que permiten acercarnos a los modelos de prevención del delito
para poder sistematizarlos, encausarlos, relacionarlos y aplicarlos en el
análisis de situaciones concretas.

Para ello, en la presente lectura nos centraremos en el siguiente artículo


publicado en el periódico La Jornada, de México, el domingo 24 de
septiembre de 2017:
El feminicidio cambia la vida de los familiares cercanos a la
víctima, pero son pocos los que reciben atención integral de
las autoridades. “Cuando sucede esto, quedas devastada;
al perseguir la justicia, uno queda en la ruina”, dijo María
Antonieta Márquez, madre de Nadia Alejandra Muciño
Márquez, asesinada por su pareja sentimental hace 13
años en el Estado de México.

Ni ella ni sus tres nietos, quienes presenciaron el asesinato,


recibieron algún tipo de ayuda psicológica hasta varios
años después.

Los primeros días, dijo, “fue espantoso, yo estaba ausente,


no sé cómo explicar… No sentía nada, incluso en el entierro
de mi hija no lloré. Estaba en shock”. A su esposo le
afectó “demasiado porque empezó a olvidar las cosas. Era
un estrés muy elevado”, agregó.

Por este suceso y la búsqueda de justicia para su hija —


pues en un primer dictamen la muerte de Nadia fue
calificada como suicidio—, María Antonieta perdió su
empleo. La despidieron, por lo que tuvo que trabajar por su
cuenta.
Viviana, hermana de Nadia, “tuvo que dejar de estudiar y
trabajar, tuvo que apoyarme a cuidar a los sobrinos. Casi
trabajábamos en la noche. Así pudimos sacarlos adelante”.

Su esposo, que tenía un taller mecánico, perdió “casi la


totalidad de sus clientes”, pues, aunque es un buen
mecánico, “no estaba concentrado en el trabajo que hacía y
se lo regresaban”.

Sus nietos, Carlos, Uriel y Fernanda, que en aquel momento


eran niños de cinco, cuatro y dos años, respectivamente,
fueron testigos de la muerte de su madre a manos de su
pareja.

“Lo grave era el niño de en medio, Uriel, porque él se subía


a la azotea y se ponía a correr y a gritar a su madre que
viniera: ‘Ven Nadia’. Y en las noches eran pesadillas
constantes”.

María Antonieta dijo en entrevista que primero por su


cuenta brindó a sus nietos ayuda psicológica y psiquiátrica.
Después dijo que la Fiscalía Especial para los Delitos de
Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas les brindó
terapia a los menores. Actualmente ya no la
reciben: “Gracias a Dios creo que está superado”.
Ella hace un mes inició con terapias
psicológicas. “Últimamente busqué el apoyo porque tengo
mucho estrés”. Sobre su situación económica,
aclaró: “Apenas empiezo a salir adelante, aunque estamos
sumamente endeudados”.

Mónica Borrego, madre de Yang Kyung Jun Borrego,


asesinada por su novio en 2014, señaló que le ofrecieron
ayuda psicológica para lidiar con la frustración, el miedo y la
culpa, pero desistió porque el psicólogo, dijo, “nada más se
quería enterar de todo y no me gustó”.

Por tal razón decidió buscar por su cuenta otras medidas,


como clases de yoga. Fue dos años después que aceptó de
nueva cuenta el apoyo sicológico.

“Después de la muerte de mi hija, pues estás en shock, no


sabes. En mi caso, mi cuerpo era como si estuviera
adormecido”. A lo anterior se sumó la impotencia, pues el
homicidio de su hija fue calificado como suicidio y
actualmente se encuentran impulsando que sea
considerado feminicidio.

Las dos hermanas de Yang y su padre también han sido


afectados, cada uno a su manera, refugiándose en el
trabajo o en otras actividades.
Michel Salas, directora del grupo de acción por los
derechos humanos y la justicia social —organización que
trabaja en casos de litigio de víctimas de violencia sexual y
feminicidio—, dijo que en la mayor parte de los casos la
autoridad “es omisa, no se les nombra ni a un asesor
jurídico y mucho menos se les nombra a un psicólogo que
les pueda dar contención en ese proceso tan difícil por el
que están pasando”. (Xantomila, 2017,
https://www.jornada.com.mx/2017/12/24/politica/004n1p
ol).

Habiendo leído el artículo precedente, corresponde adentrarnos, junto a él, a


gestionar los conocimientos acerca de la prevención del delito y sus
modelos, para poder sistematizarlos, encausarlos, relacionarlos y aplicarlos
en el análisis de situaciones concretas.

Se cree que la manera más efectiva de combatir el crimen es castigándolo,


purgando penas en cárceles, pero, si lo vemos desde la perspectiva de la
medicina, castigar a una persona por enfermar no hace que se cure, hay que
atender el malestar primero y prevenir futuras recaídas o contagios. Lo
mismo ocurre con el delito, hay que identificar cuáles son los focos de
infección, atenderlos y evitar el brote de nuevos. (Moreno, en Universidad del
Valle de México, 2016, https://blog.uvm.mx/psicologia-y-criminologia-para-
entender-y-prevenir-el-delito).
Prevención del delito
Desde hace aproximadamente 40 años, se han venido
desarrollando, con diversos matices y múltiples resultados,
toda una serie de estrategias de prevención de delito que
han dado en llamarse “más allá de la pena”.

Estas técnicas tienen la particularidad de que son


corrientes dentro de la criminología que se encuentran
separadas del derecho penal y buscan intervenir aún antes
de la comisión de un delito.

Como sabemos, el derecho penal moderno plantea o


postula a la pena como un instrumento legal no solo de
sanción, sino también preventivo, orientado a los
potenciales ofensores que pueden atentar contra el
derecho, ya que [esta] sería disuasoria de la decisión de
cometer un delito.

Según Sozzo una estrategia de prevención del delito se


define como una forma de pensar y practicar la prevención
del delito más allá de la pena, que posee efectos sociales y
culturales característicos. En [cuanto] forma de pensar,
cada estrategia involucra una serie de presupuestos
teóricos y políticos que no solo articulan una visión acerca
de la cuestión más estrecha de cómo prevenir el delito, sino
que involucran una serie de perspectivas acerca de un
conjunto de problemas más o menos conexos con aquel.
(Ferro Veiga, s. f., p. 250).

En las últimas décadas, la prevención ha sido un tema central en la


criminología y la victimología.

Entre las principales razones del estudio y aplicación de las


medidas preventivas, se pueden mencionar, a nuestro
modesto criterio, los siguientes aspectos:

1) El incremento de una delincuencia agravada en sus


modalidades delictivas y la aparición de nuevas formas de
criminalidad… Estamos hablando de un sistema colapsado.

2) Los gravísimos daños ocasionados en las víctimas y en


la sociedad. Mayor número de víctimas, no solo en
aspectos cuantitativos, sino cualitativos, esto es, elección
del delincuente de víctimas vulnerables que no pueden
percibir el peligro, no pueden defenderse, ni solicitar ayuda.
[Por ende], sufren las más graves consecuencias que
provoca el delito.
3) La impunidad en el accionar de los delincuentes,
especialmente de la criminalidad organizada. Se observa
que solo un escaso número de ciudadanos víctimas
obtiene justicia por el daño sufrido…

4) La alta vulnerabilidad de las víctimas… Se observa en los


últimos años un agravamiento en los modos de la
criminalidad, en las armas utilizadas, en la crueldad hacia la
víctima. Una víctima que precisamente es elegida por su
vulnerabilidad.

5) Los altos costos económicos, sociales, culturales y


éticos que provoca la delincuencia. Este aspecto,
fundamental de política criminal y preventiva, aún no está
suficientemente comprendido por el Estado.

6) El colapso institucional policial y de la administración de


justicia. El agravamiento y [la] extensión de la criminalidad
han conducido a un colapso de las instituciones policiales y
de administración de justicia donde se advierte que
muchas de las metodologías institucionales se perciben y
resultan obsoletas.

7) La reincidencia delictiva… implica múltiples fracasos: el


penal, el [del] sistema penitenciario, el fracaso del propio
individuo y el de su familia para ayudarlo en la
recuperación… Constituye uno de los problemas más serios
a nivel institucional y social. La reincidencia es un
agravamiento del delito, un deterioro en la personalidad del
delincuente y un revés de los medios empleados para
asistirlo.

8) Fracaso del sistema penitenciario en la recuperación


individual y social del delincuente. [Ocasiona] alta
reincidencia…, en numerosas situaciones provocada por
sobrepoblación de las cárceles, la carencia de personal
especializado, las infraestructuras inadecuadas, la
cambiante política penitenciaria que implica una crisis en el
sistema penitenciario, donde se han olvidado de que en ella
ingresa el individuo: una persona. Esta actual frustración se
debe principalmente a que no se realiza una labor de
individualización, de respeto y de ayuda para [la]
recuperación social del individuo que ha dañado a su
comunidad.

9) La carencia de asistencia y ayuda a las víctimas de


delitos. Son precarios aun los programas de asistencia a
los ciudadanos que han sido víctimas de delitos. Aquí se
observa que se carece de personal especializado. Si bien
es cierto que en los últimos años se ha avanzado, [este]
está delimitado a las zonas urbanas —grandes ciudades— o
determinadas regiones. Por otro lado, es importante
preparar personal victimológico para ayudar, asistir [y]
acompañar a las víctimas a obtener su reparación y su
sobrevivencia por el daño sufrido.

10) El descalabro de las penas tradicionales, vinculadas a la


reincidencia delictiva… Se ha agravado el índice de la
reincidencia —persistencia en el delito— por la carencia de
programas que realicen una tarea de redes institucionales
sociales, económicas, de vivienda, de asistencia familiar [y]
de tratamiento penitenciario para evitar la continuidad en el
delito.

11) Débiles respuestas institucionales y estatales frente al


crimen organizado. Hace mucho tiempo que se está
llegando “demasiado tarde” en los aspectos de detección,
tratamiento y prevención de los grupos delictivos y de las
organizaciones criminales. Se observa una alta impunidad,
que conduce a una situación social anómica y destrucción
de los niveles de redes sociales y culturales.

12) La carencia de investigaciones sobre la criminalidad


que conduzca al conocimiento de las formas de
delincuencia por regiones y la implementación de medidas
preventivas. Esto implica un compromiso de las
universidades de los países latinoamericanos para conocer
la criminalidad de cada región teniendo en consideración
los estudios e investigaciones criminológicos y
victimológicos. México es uno de los principales países de
Latinoamérica donde se advierte una real preocupación de
sus universidades por el problema de la criminalidad. En
Argentina, el CEPREDE se ofrece como la única alternativa
científica que ilumina dicha imprescindible tarea.

13) Carencia de personal especializado en los proyectos y


aplicación de medidas de prevención asociadas a políticas
sociales. En todos los campos y áreas de la criminología, se
observa esta carencia de personal especializado en
criminología, victimología, ciencias penales,
penitenciarismo, adolescentes en conflicto con la ley penal,
en adicciones, mediación comunitaria, trabajadores
sociales, expertos en evaluación de programas,
coordinadores barriales, encuestas de victimización, todo
ello en relación [con] las verdaderas necesidades de la
región.

14) Se advierte un marcado atraso en las respuestas


institucionales frente al delito, a la criminalidad, al
delincuente y hacia la víctima. (Marchiori, 2014, pp. 1-3).
Atendiendo a lo expuesto, ¿qué podemos decir respecto del artículo
presentado? Como punto inicial, vemos que se coloca en evidencia un grave
problema de escala mundial, tal es el delito de feminicidio que tuvo como
víctimas a Nadia Alejandra Muciño Márquez y Yang Kyung Jun Borrego,
acerca de lo cual abundan investigaciones que afirman que toda política
pública debe generarse e implementarse con perspectiva de género,
teniendo en cuenta la situación de vulnerabilidad de las mujeres y el entorno
discriminatorio, así como el hecho de que no pueden generalizarse, es decir,
que no pueden realizarse de la misma forma para todos los países, pues
deben ser acordes a cada contexto local.

Acerca de este tema, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)


ha destacado el enfoque de género como una estrategia que permite que
hombres y mujeres interactúen en la realización y promoción de programas y
regulaciones legales en todas las esferas políticas, económicas y sociales,
generando iguales beneficios. El Consejo Económico y Social de las Naciones
Unidas argumenta que “la perspectiva de género es el proceso de valorar las
implicaciones que tiene para los hombres y para las mujeres cualquier acción
que se planifique” (en Organización Internacional del Trabajo [OIT], s. f.,
https://www.ilo.org/public/spanish/bureau/gender/newsite2002/about/defin
.htm), analizando los diferentes intereses entre hombres y mujeres, así como
sus respectivas realidades económicas, sociales y culturales, también
tomando en cuenta la diversidad y las diferencias entre los sexos,
características que deben integrarse a la legislación, políticas y programas.
De allí que las políticas públicas para prevenir los femicidios/feminicidios,
como los casos de Nadia Alejandra Muciño Márquez y Yang Kyung Jun
Borrego, reflejados en el artículo presentado, deben estar dirigidas a la
sensibilización de toda la población, a la capacitación de los administradores
de justicia, al efectivo decreto de medidas de protección cuando se realiza la
denuncia (lo que no ocurrió en el caso de estas dos víctimas), la imputación
de un delito en el que incurre quien incumpla dichas medidas de protección,
la generación de un Observatorio de la Violencia contra las Mujeres que vigile
efectivamente la situación de la violencia, la garantía de servicios de
atención y de ayuda a las víctimas, incluyendo asesoría legal, y el
fortalecimiento de la denuncia de educación sexista y discriminatoria, al igual
que los mecanismos de protección dirigidos a las mujeres.

C O NT I NU A R
LECCIÓN 2 de 4

Modelos de prevención

La criminología presenta múltiples enfoques relacionados


[con] la prevención del delito. Cabe señalar los valiosos y
fundamentales aportes de Irvin Waller Luigi Daga, José
María Rico, Emilio Viano, Jane Jacob, Luis Rodríguez
Manzanera, Claudio Stampalija, Irvin Waller, M. Marcus,
Oscar Newman, este último en especial, considerando,
desde la arquitectura, el diseño y [la transformación] de los
lugares y edificios inseguros y propicios al crimen [en]
espacios seguros y agradables a la vida comunitaria… En
estos investigadores se advierte la consideración de la
prevención como un requisito esencial para mejorar [la]
calidad de vida de un barrio o comunidad, para la educación
y los derechos humanos, tratando de utilizar, en cada
ámbito, sus propios engranajes culturales, costumbres y
vida comunitaria. (Marchiori, 2014, p. 4).

Ahora bien, las estrategias de prevención del delito, más allá de la pena, se
enmarcan en tres grandes grupos, bien diferenciados entre sí:
La estrategia de prevención situacional-ambiental tiene
que ver con medidas dirigidas a formas altamente
específicas de delito que involucran el management,
diseño o manipulación del ambiente inmediato en que
estos delitos suceden, en un modo tan sistemático y
permanente como sea posible, de forma tal de reducir las
oportunidades de estos delitos, tal como son percibidos por
un amplio conjunto de potenciales ofensores.

El objetivo central de esta estrategia de prevención del


delito puede ser sintetizado como la reducción de las
oportunidades para la realización de los delitos. De allí la
centralidad que tiene para esta estrategia la idea de
“oportunidad”. Esta reducción de oportunidades puede
declinarse en tres direcciones:

1) Aumentar los esfuerzos involucrados en la realización de


los delitos.

2) Aumentar los riesgos —ya sean reales o percibidos como


tales— de detección y detención del potencial delincuente.

3) Reducir las recompensas de los delitos.


Hasta aquí parecería que el blanco preferido de esta
estrategia preventiva es el potencial ofensor [(las parejas
de Nadia Alejandra Muciño Márquez y Yang Kyung Jun
Borrego en el caso presentado)], al intentar incidir en [ellos],
afectando su proceso de toma de decisión de cometer un
acto delictivo, de diversos modos. Pero también puede
intentar incidir en [las potenciales víctimas (Nadia
Alejandra Muciño Márquez y Yang Kyung Jun Borrego en el
caso presentado)], para producir en [ellas] conductas que
estén vinculadas a hacer menos posible que existan
oportunidades para que se transformen [en tales],
generando comportamientos de autoprotección y
evitamiento (hacer algo que antes no se hacía o dejar de
hacerlo para no ser víctima de un delito en particular). En
este sentido, esta estrategia de prevención del delito es
claramente “bidimensional”, pues se refiere no solo a los
potenciales agresores, sino también a [las potenciales
víctimas].

La estrategia situacional-ambiental se funda en una serie


de presupuestos teóricos que definen una determinada
manera de pensar el delito y el control del delito, sobre todo
en su dimensión preventiva, que amalgaman elementos de
diversas construcciones teóricas generadas en el campo
de la criminología.
No entraremos en detalle en los presupuestos teóricos de
esta estrategia de prevención, pero mencionaremos que
básicamente están enrolados en la corriente británica y
norteamericana de criminología, que tiene que ver con la
“tolerancia cero”, el “vigilantismo” y la reducción de
oportunidades de comisión de delito.

Por otro lado, la estrategia de prevención social está


constituida por un conjunto complejo de intervenciones que
buscan afectar los procesos sociales y culturales que se
conciben como forjadores de condiciones de posibilidad
para que un individuo se comprometa en la realización de
actividades delictivas. De este modo, se intenta evitar
dicho compromiso, removiendo lo que comúnmente es
visualizado como sus “causas”. Ahora bien, dado que han
existido diferentes maneras de imaginar cuáles son dichas
“causas”, se estructura una pluralidad de técnicas de
intervención que no solo son diferentes entre sí, sino que
muchas veces resultan antagónicas en cuanto a los modos
de actuar que suponen. Es, por ende, muy difícil precisar,
más allá de este nivel general, la definición de esta
estrategia de prevención social, que está fuertemente
marcada por la heterogeneidad.

Encontramos, entre los presupuestos teóricos de esta


estrategia de prevención, corrientes criminológicas como la
“subcultura criminal”, las ideas de anomia en Merton o los
aportes de Sutherland en lo que hace a los “contactos
diferenciales”.

Esta estrategia es más ardua que la anterior, ya que apunta


a trabajar específicamente sobre las causas de la
criminalidad. Sus logros se pueden observar a largo plazo
únicamente, y el trabajo debe ser continuo, llevado
adelante por profesionales especializados en la materia.

Por otro lado, presupone a la sociedad como un objeto de


estudio e intervención, el cual debería ser receptivo a las
políticas que se llevan a cabo en [él]. Esto ha aparejado un
inconveniente: la estigmatización de la población sobre la
cual se interviene, [por ejemplo, las mujeres del caso
presentado].

Ha tenido muy escaso desarrollo en comparación [con] la


estrategia anterior, no por su costo económico (que es
reducido en comparación), pero sí por el tiempo que lleva
conseguir resultados.

Por último, tenemos la estrategia de prevención


comunitaria, que, según algunos autores, ha intentado ser
una estrategia en sí misma, pero terminó siendo un híbrido
de las anteriores mencionadas.
Estas intervenciones tienen en común realizar una
apelación fuerte a la “comunidad”, antes que nada, como el
espacio local de interacción social en que los problemas de
seguridad frente al delito se producen y, por ende, donde
deben ser enfrentados. En este sentido, “comunidad”
desplaza y reemplaza a “sociedad” (propio de las
estrategias anteriores), y, evidentemente, uno de los
rasgos de estas intervenciones, por oposición a aquellas
englobadas en la prevención social, es ser “local”. De este
modo, se inscriben en territorios urbanos acotados y
estrechos y evitan desplegarse en un plano macroscópico
(salvo excepcionalmente).

Pero también estas intervenciones apelan a la “comunidad”


como un “actor” que debe activarse, movilizarse junto con
los actores estatales en esta tarea. La “comunidad”
aparece en este conjunto de intervenciones con esa doble
valencia de “objeto” y “sujeto”. Esto no impide que dicha
“comunidad” sea, a su vez, pensada de manera muy
diferente en diversas técnicas de intervención: como un
conjunto de individuos que es preciso constituir
“contractualmente” o como un conjunto de individuos que
comparten una identidad y un sentido de pertenencia.

Esta estrategia, si bien tiene presupuestos teóricos que


oscilan entre los de las dos estrategias anteriores…, rescata
un nuevo actor, que es “la comunidad”, [pero], siempre que
se ha llevado adelante, ha sido con modos de intervención
propios de las estrategias anteriores. Es por esto que
principalmente se la considera un híbrido. (Schulman, 2011,
pp. 5-8).

Por su parte, la vertiente criminológica-victimológica expuesta por Marchiori


(2014) incluye varios modelos. Veamos en qué consisten estos modelos,
observando su potencial aplicación en el caso presentado:

“El modelo clásico o punitivo, que resulta de la aplicación de la pena


y tiene como objetivo preventivo apartar al delincuente del delito”
(Marchiori, 2014, p. 3). En el caso de Nadia Alejandra Muciño
Márquez y Yang Kyung Jun Borrego, este modelo resultaría
aplicable si las denuncias presentadas por estas víctimas por las
agresiones recibidas hubieran sido procesadas en aras a la
persecución, el juzgamiento y la aplicación de la pena
correspondiente a sus victimarios. Lamentablemente, esto no
ocurrió, y adicionalmente ambos feminicidios fueron categorizados
como “suicidios”.

“El modelo médico-psicológico-terapéutico, que realiza la


prevención del delito por medio del diagnóstico y tratamiento
individualizado del delincuente para su readaptación y evitar la
persistencia-reincidencia en el delito” (Marchiori, 2014, p. 3). En el
caso de Nadia Alejandra Muciño Márquez y Yang Kyung Jun
Borrego, este modelo resultaría aplicable si se hubiera realizado la
prevención de los delitos de feminicidio por medio del diagnóstico y
tratamiento individualizado de sus parejas al realizarse las
denuncias por las agresiones recibidas, para su readaptación, y así
evitar la persistencia-reincidencia en estas conductas delictivas.

El modelo social, que parte del concepto [de] que


la delincuencia surge en un medio social y cultural
propicio por las fallas en las estructuras y en la
organización sociales. Para la prevención del
delito, es necesario, según este modelo,
programas de viviendas, capacitación, empleo,
con especial atención a los jóvenes. (Marchiori,
2014, p. 3).

Para determinar la aplicabilidad de este modelo en el caso presentado,


tendríamos que conocer el medio social y cultural donde se desarrollaba la
vida de ambas parejas.

Modelo preventivo comunitario, que consiste en la


participación activa de los vecinos para la
transformación de su propio barrio o zona que
habita. El centro vecinal es el núcleo de la
participación de los vecinos y sus respuestas
para la seguridad. (Marchiori, 2014, p. 3).
Al igual que en el modelo anterior, para determinar la aplicabilidad de este en
el caso presentado, tendríamos que conocer el entorno vecinal donde se
desarrollaba la vida de ambas parejas, sus mecanismos de participación y
las respuestas para la seguridad que se generaban en él.

“Modelo de prevención mecánico o físico, dirigido al manejo del


espacio inseguro y propicio a la victimización. La prevención
significa la modificación de los espacios a través, también, de la
participación vecinal” (Marchiori, 2014, p. 3). Al igual que en los
modelos precedentes, para determinar la aplicabilidad de este en el
caso presentado, tendríamos que conocer si los espacios donde se
desarrollaba la vida de ambas parejas eran inseguros y propicios a
la victimización, y si su modificación a través de la participación
vecinal hubiera resultado eficaz para prevenir las agresiones y los
delitos de feminicidio cometidos por los victimarios.

“Modelo de diseño ambiental, consiste en la transformación de los


espacios inseguros por espacios seguros” (Marchiori, 2014, p. 3).
En este modelo se muestran aplicables las consideraciones
anteriores.

Modelo de seguridad urbana, que implica una


respuesta a la problemática del crecimiento
descontrolado de las ciudades, que genera
exclusión, marginalidad, delincuencia. Este
modelo consiste en promover redes para una
mejor cohesión en los programas de prevención
con la intervención de instituciones
gubernamentales y no gubernamentales y la
participación activa de los ciudadanos. (Marchiori,
2014, p. 3).

Para determinar la aplicabilidad de este modelo en el caso presentado,


tendríamos que conocer si estas parejas vivían en ciudades con problemas
de crecimiento descontrolado y si se encontraban inmersas en situaciones
de exclusión, marginalidad o delincuencia que hicieran factible la promoción
de redes para una mejor cohesión en los programas de prevención con la
intervención de instituciones gubernamentales y no gubernamentales y la
participación activa de los ciudadanos.

Modelo preventivo victimológico, cuyo objetivo es fortalecer las


redes de prevención de victimización. [Este] modelo preventivo
está vinculado y derivado del diagnóstico de la criminalidad, es
decir, qué se desea prevenir, qué tipo de delitos, a qué víctimas
afecta y los daños provocados a la comunidad, serán las bases
para la puntualización del programa. (Marchiori, 2014, pp. 3-4).

En el caso presentado, ¿es aplicable este modelo? Consideramos que para la


prevención de los delitos de feminicidio, como los ocurridos en Nadia
Alejandra Muciño Márquez y Yang Kyung Jun Borrego, es necesario
fortalecer las redes de prevención de victimización, teniendo claro que lo que
se desea prevenir es el feminicidio y los daños provocados a la comunidad,
para que sean las bases donde repose la puntualización del programa.

En lo que respecta a la prevención victimológica, se


considera que las líneas fundamentales de este modelo
están referidas a la asistencia y [el] tratamiento
victimológico, es decir, la aplicación de las medidas
tendientes al conocimiento, [la] comprensión y [la] ayuda a
la víctima para atenuar y superar las consecuencias
producidas por el delito. Esquemáticamente corresponde
un trabajo a nivel asistencial-terapéutico y un nivel de
orientación e información sobre la situación jurídica,
familiar y social sobre sus derechos. Implica principalmente
la comprensión del sufrimiento de la víctima y del grupo
familiar provocado por el hecho traumatizante que
representa el hecho delictivo.

Paralelamente, [es importante] la capacitación y


actualización referente a los procesos de victimización; el
estudio e investigación de la geografía de la victimización —
dónde se cometen los delitos y quiénes son las víctimas—;
modalidades de la victimización; estudio de la cifra
conocida —la que ingresa el sistema penal— y la cifra negra
de la criminalidad a través de la aplicación de la encuesta
de victimización.
En los programas preventivos victimológicos, es necesario
partir de la protección y ayuda a las personas más
vulnerables —los niños, mujeres, personas con
capacidades especiales, ancianos, las víctimas de grupos
delictivos [y] del crimen organizado—, [pues] su
vulnerabilidad implica, como ya se ha manifestado: no
poder percibir el peligro, no poder defenderse, no poder
solicitar ayuda; por ello sufren las consecuencias más
graves de la victimización, como por ejemplo, maltrato
infantil, delitos contra la integridad sexual, trata de
personas, lavado de dinero, vaciamiento económico,
secuestro, [entre otros].

[De igual forma, se debe] reforzar, como indican los


documentos de Naciones Unidas, en especial Los
Principios para las Víctimas del delito y Abuso del Poder
(1985), sus derechos a la información, asistencia,
acompañamiento, derecho a la reparación del daño sufrido,
derecho a la recuperación, derecho a ser tratado con
respeto y dignidad.

La aparición en el escenario nacional e internacional del


Boletín del CEPREDE ha sido un estímulo, especialmente
para nuestro país y la región latinoamericana, [para]
indagar y profundizar sobre las mejores estrategias para
prevenir el delito y la violencia y, en fin, [para] que nuestros
países avancen hacia la construcción de políticas públicas
superadoras, en aras de lograr la mejor seguridad para la
ciudadanía. (Marchiori, 2014, p. 6).

De acuerdo con todo lo expuesto, podemos apreciar en el caso presentado


que, aun cuando el feminicidio de Nadia Alejandra Muciño Márquez cambió
la vida de sus familiares, ni su madre “ni sus tres nietos, [hijos de Nadia],
quienes presenciaron su asesinato, recibieron algún tipo de ayuda
psicológica hasta varios años después” (Xantomila, 2017,
https://www.jornada.com.mx/2017/12/24/politica/004n1pol). También se
verifican todas las consecuencias psicológicas que sufrieron: la pérdida del
empleo de la madre de Nadia debido a la búsqueda de justicia para su hija; el
hecho de que Viviana (hermana de Nadia) tuviera que dejar de estudiar y
trabajar para apoyar a su madre a cuidar a los sobrinos; todo el estrés
psicológico del padre de Nadia, que ocasionó la pérdida casi total de los
clientes de su taller mecánico por su falta de concentración; que a causa de
que los niños de Nadia, de cinco, cuatro y dos años, fueron testigos de su
muerte a manos de su pareja, el niño de cuatro años (Uriel) gritaba buscando
a su madre y tenía pesadillas constantes en las noches.

Ante esto, nos preguntamos: ¿dónde estaban las instituciones


gubernamentales y no gubernamentales?, ¿por qué no se les brindó
asistencia y tratamiento victimológico?
Podemos observar que la madre de Nadia relata en la entrevista que
primero, por su cuenta, brindó a sus nietos ayuda psicológica y psiquiátrica,
pero que fue después de un tiempo que la Fiscalía Especial para los Delitos
de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas les brindó terapia a los
menores. De igual forma, narra el año de la entrevista realizada —2017, es
decir, trece años después del femicidio de Nadia— que hacía un mes que
había iniciado con terapias psicológicas, que buscó apoyo porque tenía
mucho estrés y que apenas comenzaba a salir adelante económicamente.

Por su parte, Mónica Borrego, madre de Yang Kyung Jun Borrego, asesinada
por su novio en 2014, señaló que le ofrecieron ayuda psicológica para lidiar
con la frustración, el miedo y la culpa, pero desistió porque el psicólogo
(según declaró en la entrevista) solo se quería enterar de todo y no le gustó; y
por tal razón decidió buscar por su cuenta otras medidas, como clases de
yoga, hasta que dos años después aceptó de nueva cuenta el apoyo
psicológico. También relató el estado de shock en que se encontraba
después de la muerte de su hija, a lo que se sumó la impotencia, pues el
homicidio de su hija fue calificado como suicidio, que para la fecha de la
entrevista (2017) se encontraban impulsando que fuera considerado
feminicidio; y que las dos hermanas de Yang y su padre también fueron
afectados, cada uno a su manera, de modo que se refugiaron en el trabajo o
en otras actividades.

Ante todo este triste y decepcionante panorama, la directora del Grupo de


Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social, como organización
que trabaja en casos de litigio de víctimas de violencia sexual y feminicidio en
México, dijo que en la mayor parte de los casos la autoridad es omisa, que no
se les nombra ni a un asesor jurídico y mucho menos se nombra a un
psicólogo que les pueda dar contención en ese proceso tan difícil por el que
están pasando. Queda claro, entonces, que las instituciones
gubernamentales no se hicieron presentes para brindar asistencia y
tratamiento victimológico aplicando medidas tendientes al conocimiento, la
comprensión y la ayuda a estas familias en su condición de víctimas, para
atenuar y superar las consecuencias producidas por el femicidio de Nadia
Alejandra Muciño Márquez y Yang Kyung Jun Borrego, ni se realizó un trabajo
a nivel asistencial-terapéutico, ni de orientación e información sobre la
situación jurídica, familiar y social que implicara principalmente la
comprensión del sufrimiento del grupo familiar provocado por los hechos
traumatizantes que representaron estos hechos delictivos.

Conscientes ahora de la existencia de estos modelos de prevención del


delito, pensemos: ¿es factible que la psicología forense intervenga en alguno
de ellos? Consideramos factible la intervención de peritos psicólogos en el
modelo preventivo victimológico para la asistencia y tratamiento, en
conjunción con la psicopatología, con el fin de aplicar medidas tendientes al
conocimiento, la comprensión y la ayuda a las víctimas para atenuar y
superar las consecuencias producidas por el delito, a nivel asistencial-
terapéutico, realizando entrevistas iniciales con estas para elaborar el
diagnóstico de la situación victimológica y comenzar el tratamiento
adecuado a su problemática específica. Eso vendría a ser completado por la
orientación a la familia (visitas al núcleo familiar, a los efectos del diagnóstico
familiar), el conocimiento de los miembros de la familia y sus actitudes ante
la problemática delictiva, el tratamiento individual a la víctima y psicoterapia
de familia.

De igual forma, podemos estimar:

[Es] importante la intervención de la psicología forense en


el ámbito de la estrategia de prevención social, ya que se
apunta en este tipo de actividad a las causas de la
criminalidad, y sus postulados teórico-prácticos son afines
a la disciplina que nos compete. (Schulman, 2011, p. 8).

Aunque se debería aspirar a una reformulación de la intervención con el


elemento activo poblacional de la estrategia de prevención comunitaria.

Vale decir, finalmente:

El psicólogo forense puede aportar datos sobre cómo


elaborar un plan de intervención, sobre el diagnóstico de la
población sobre la cual intervenir, sobre el tipo de
tratamiento y actividades que se deben llevar a cabo sobre
esa población, o aportar herramientas para el seguimiento
de la población sobre la cual ya se intervino, es decir que
son varias las maneras de intervenir en el marco de
estrategia de prevención social. (Schulman, 2011, p. 8).

No obstante, podemos considerar también:


Tal vez, en el curso de una intervención, se pueda lograr la generación de espacios
que promuevan este cambio en la población y se reformule su rol en el marco de la
prevención social, siempre bajo la premisa de que la psicología forense está
capacitada para aportar herramientas en intervenciones comunitarias. (Schulman,
2011, pp. 10-11).

Figura 1: Prevención del delito (feminicidio)

Fuente: Organización de las Naciones Unidas (ONU), 2020,


https://nacionesunidas.org.co/noticias/actualidad-colombia/exposicion-de-feminicidio-ni-una-
menos/

Te invitamos a repasar lo anteriormente expuesto:

Actividad de repaso y refuerzo


En el caso planteado, los peritos psicólogos pueden intervenir en conjunción
con la psicopatología a nivel asistencial-terapéutico para atenuar y superar
las consecuencias producidas por los delitos de feminicidio en los familiares
de las víctimas.

Es verdadero, porque los peritos psicólogos pueden


intervenir en conjunción con la psicopatología a nivel
asistencial-terapéutico para atenuar y superar las
consecuencias producidas por los delitos de
feminicidio en los familiares de las víctimas.

Es falso, porque los peritos psicólogos pueden


intervenir en conjunción con la psiquiatría a nivel
asistencial-terapéutico para atenuar y superar las
consecuencias producidas por los delitos de
feminicidio en los familiares de las víctimas.

SUBMIT

Para concluir, te invitamos a profundizar en lo anteriormente expuesto


leyendo el siguiente paper:

Indicaciones sobre la lectura: Este artículo científico nos permite profundizar


acerca de los aportes de la psicología forense en la prevención del delito. Se
recomienda su lectura completa.

M4 - L3 - Psicología forense y prevención del delito.pdf


283.9 KB

Fuente: Schulman, D. (2011). Psicología forense y prevención del delito. Derecho y Cambio Social, (26), 1-11.

Recuperado de https://www.derechoycambiosocial.com/revista026/psicologia_forense.pdf

C O NT I NU A R
LECCIÓN 3 de 4

Referencias

Ferro Veiga, J. M. (2014). El ejército de la bata blanca. España: Jose Manuel


Fe.

Marchiori, H. (2014). Prevención: consideraciones criminológicas y


victimológicas. Recuperado de
http://repositorio.ub.edu.ar/bitstream/handle/123456789/2803/cepredejulio-
marchiori.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Organización de las Naciones Unidas (ONU). (2020). Desnaturalizar la


violencia feminicida es responsabilidad de todos y todas [Imagen].
Recuperado de https://nacionesunidas.org.co/noticias/actualidad-
colombia/exposicion-de-feminicidio-ni-una-menos/

Organización Internacional del Trabajo (OIT). (s. f.). Definición de la


transversalización de la perspectiva de género. Recuperado de
https://www.ilo.org/public/spanish/bureau/gender/newsite2002/about/defin
.htm

Schulman, D. (2011). Psicología forense y prevención del delito. Derecho y


Cambio Social, (26), 1-11. Recuperado de
https://www.derechoycambiosocial.com/revista026/psicologia_forense.pdf

Universidad del Valle de México. (2016). Psicología y criminología para


entender y prevenir el delito [Entrada en un blog]. Recuperado de
https://blog.uvm.mx/psicologia-y-criminologia-para-entender-y-prevenir-el-
delito

Xantomila, J. (2017). En la ruina y devastada queda familia de víctima de


feminicidio. La Jornada. Recuperado de
https://www.jornada.com.mx/2017/12/24/politica/004n1pol

C O NT I NU A R
LECCIÓN 4 de 4

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