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PRÓLOGO

EN DICIEMBRE de 1962, Sylvia Plath se mudó a la antigua casa de William But-


ler Yeats. Yeats era uno de los ídolos literarios de Plath, y le entusiasmó descubrir
que aquella casa de London's Primose Hill estaba en venta después de que suma-
trimonio se derrumbara. Iba a empezar de cero, y sentía que la mudanza a la casa
de Yeats llegaba en el momento ideal. «Esto me traerá suerte», escribió a su madre. 1
Pagó un año entero de alquiler para asegurarse aquella casa de dos plantas, gastando
así casi todos sus ahorros. Tres meses antes había viajado con su marido, Ted H ughes,
desde su casa en Devon hasta la costa oeste de Irlanda, donde recogieron algunas
manzanas del jardín de Yeats en Thoor Ballylee y subieron por la célebre y sinuosa
escalera que llevaba a lo alto de la torre. Plath lanzó unas monedas al arroyo cercano
para atraer la suerte. La pareja tenía la esperanza de que el viaje a Irlanda y el pere-
grinaje a la torre sagrada de Yeats solucionaran sus problemas matrimoniales. Pero
Plath regresó a Devon sola. Allí, y en la casa de Yeats, escribiría algunos de los me-
jores poemas del siglo XX.
Uno de los relatos preferidos de Sylvia Plath era «La bestia en la jungla», de
Henry James. El relato trata de un hombre,John Marcher, que se pasa la vida espe-
rando una experiencia extrema (llamada «eso»), a la que compara con una fiera
agazapada en la jungla. Será, según dice, algo «natural» e «inconfundible». Y tal
vez también «violento» o «catastrófico». Ya es tarde cuando Marcher se da cuenta
de que ha vivido una vida anodina a la espera de «eso». Y que además se ha conver-
tido en el hombre a quien no le ocurrió «nada en absoluto en la vida». La historia
termina cuando se arroja a la tumba de la mujer a la que debería haber amado.
«Cuando las propias posibilidades ya se habían corroído, cuando el secreto de los
dioses ya había empezado a desvanecerse, tal vez incluso se había evaporado por
completo, aquello y solo aquello era el fracaso», escribió James. «El fracaso no era
la ruina económica, o la deshonra, o la humillación pública o la horca; el fracaso era
no ser nada en absoluto». 2
Sylvia Plath siempre tuvo miedo de ese fracaso. En 1955, antes de mudarse a
Inglaterra y a la Universidad de Cambridge, le escribió a su novio, Gordon Lameyer:

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PRÓLOGO

«El horror de serjamesz'ana es descubrir que hay muchas bestias en la jungla, pero
que de alguna forma has errado todos los tiros que les has disparado. Siempre he
tenido miedo de dejar que mi "vida" pase inadvertida y despertarme una "buena
mañana" llorando en el viento junto a mi tumba». 3 Las visiones modernistas de la
parálisis humana la aterrorizaban. La tierra baldía, de T. S. Eliot y Los muertos, de
James J oyce se convirtieron en advertencias personales. «LA NEUTRALIDADY EL
ABURRIMIENTO son peores pecados que el asesinato, peores que las relaciones amo-
rosas ilícitas», les dijo a sus alumnas de Smith College en 1958. «ACERTADo EQ_UI-
VOCAOS,pero no seáis neutrales, no seáis NADA».4 No solo el apetito de Plath era
legendario (una vez vació el frigorífico de su anfitrión antes de una fiesta), también
estaba hambrienta de experiencias. Decidida a vivir con la mayor plenitud posible:
escribir, viajar, cocinar, dibujar, amar tanto y tan a menudo como fuera posible.
Era, en palabras de una amiga cercana, «operística» en sus deseos, una «mujer del
Renacimiento» moldeada tanto por la sublimidad romántica como por el estoicis-
mo de Nueva Inglaterra. 5 Leía tanto a Nietzsche como a Emerson, adoraba la pom-
posidad y los giros de Yeats tanto como los silencios y la nieve de Frost.
Sylvia Plath se tomaba muy en serio a sí misma en un mundo que a menudo
no estaba dispuesto a hacerlo. Publicó su primer poema a los ocho años y más tarde
prometería convertirse en «La poeta de América». 6 En los siguientes años, Plath
persiguió su ambición literaria con una determinación feroz e infatigable. Quería
ser escritora, esposa y madre, pero se había criado en una cultura que ridiculizaba
sin tapujos la vocación artística femenina. Esa ridiculización quedó clara en el dis-
curso que pronunció el candidato demócrata a la presidencia, Adlai Stevenson, en
la ceremonia de graduación de Plath en Smith en 1955, titulado «Una meta para
la mujer moderna». La mejor forma de que estas brillantes alumnas contribuyeran
en algo a su nación, dijo Stevenson, era abrazando «el humilde rol de amas de casa,
lo cual es, estadísticamente, lo que vais a ser, tanto si os gusta la idea como si no,
¡aunque ya os gustará!». Stevenson, el liberal más popular del momento, continua-
ba diciendo:

Estas labores, como esposas y madres, tienen muchas ventajas. En primer lugar, se
realizan en casa, y podéis hacerlas en el salón con un bebé en el regazo, o en la cocina
con un abridor de latas en la mano. Si sois listas, quizás incluso podréis practicar esas
artes mientras vuestro hombre está viendo la televisión.

Stevenson reconocía que aquellas mujeres tal vez sentirían una «sensación de
encierro y de horizontes perdidos» en sus nuevos roles domésticos. «Antes escribían
poesía -señaló-. «Ahora una larga lista de tareas [...] Pensaban que iban a des-
empeñar algún rol en la crisis de esta era, pero lo único que hacen es lavar pañales».

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PRÓLOGO

~ ~:::-aoa que esta visión no fuera «demasiado deprimente», pero concluyó dicien-
.:.._ _w «las mujeres "nunca lo han tenido tan fácil" como vosotras». 7
ath estaba dispuesta a desempeñar ese rol, pero, como sugería el discurso de
~==--= -on, tenía al destino en contra. Vivió en una época vergonzosamente discri-
-=::-_¿:oriaen la que era imposible que una mujer obtuviera una hipoteca, un prés-
~ o una tarjeta de crédito; una época en la que los periódicos separaban las
=~z e empleo para hombres y para mujeres ( «¡Solo guapas, por favor!»); en la
:::_--:_::~2 palabra «embarazada» estaba prohibida en la televisión; y las revistas acon-

=~=·~a las esposas que se quedaran calladas, porque, como expresó una colum-
-:,..2 ..:, us temas de conversación son más importantes que los tuyos». 8 El Gobier-
::_.::._as nanzas, el derecho, los medios de comunicación, las instituciones
¿:¿.:_f:nicas,la medicina, la tecnología y la ciencia; casi todos los ámbitos profesio-
- = - =-- esraban dominados por hombres. Algunas mujeres lograban colarse a veces,
:~ e~coste era alto. Como escribió una de las contemporáneas de Plath en Cam-
==.:::e, en los años cincuenta las mujeres llevaban «toda la vida interiorizando que
__s ~'-'.:;-osvitales y la autonomía simplemente eran incompatibles con el amor y la
~-:':a.>>, que «independencia equivalía a soledad». 9 Aun así, Plath creyó que era
: -:::__:eun destino diferente al que Stevenson había presagiado para ella. Al igual
~ s·..:. '. éroe joyciano, Stephen Dedalus, estaba llena de «lujuria icariana»: saldría
¿ ~ • 3queda de su destino en otro lugar, coleccionaría experiencias para su arte y

:= ~ tendría en constante acción. 10 Cualquier cosa para evadir la vida no vivida,


=-: ema no escrito, el amor no alcanzado. Plath extendió las alas una y otra vez en
-=-.:a. i-_oca en la que las mujeres tenían prohibido volar.
=---<C. catedrática de Oxford Hermione Lee, biógrafa de Virginia Woolf, escribió:
~ ~-critoras en cuyas vidas hubo abuso, enfermedades mentales, autolesiones o
:-.:.:::ciio,a menudo han sido tratadas biográficamente más como víctimas o casos
=---=: s que como escritoras profesionalesY Eso es lo que ocurre con Sylvia Plath,
=_--...:.:e se ha convertido en un ejemplo cultural de histeria femenina. Cuando en una
:-=·•:::- • a wmos a un personaje leyendo La campana de cristal, sabemos que algo
~ a a sucederle. Como nos recuerda la crítica Maggie Nelson, «que te llamen
-: .:.: :: .ia Plath de cualquier cosa no es bueno». 12 Nelson también nos recuerda que
·.::..::_¿_ jer que reflexiona sobre la depresión en su arte no se percibe como «una
~ :-:ora ora chamanista del lado oscuro, sino como "la loca del ático", un espectá-
a ~-ecto».13 Tal vez por eso Woody Allen se burlaba de Diane Keaton por leer
:::-..:..:.
i: e arioAriel enAnnie Hall. En los años ochenta, un destacado crítico señaló
~:::e:.:n artículo negativo sobre Plath había suscitado algunos chistes macabros en
=~s_ eriódicos universitarios. «¿Por qué Sylvia Plath cruzó la carretera? Para que la
14
¿= _ ellara un coche». Los hombres escritores rara vez son objeto de un humor
:.2_ B!TOnunca se hacen chistes sobre David Foster Wallace en la sobremesa. En

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l'll1'iL1h.t 1
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..Ol '/ sv 1\1,.,o vil':il11n:1rdcult, l:ll d c..1u<.:


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1.1q11c·PlaLhS'' ht1ll11111l\ 111nl¡;:1 co11l.1.. 111.h¡iil11:1dr l:11111w1·tc>, y dl' q11vsr tr:11¡•1a1•11il1ldlt>d1·111111
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..' 1•;1 l1rd,n dt.! qm· hoy st· ldc1itiliqtl\' .1 Pl:1d11·1111 111:,
h:tbía co11vi..:rtido un d « 1nonstruo 1-crnenino» dcfin.itivo poi 111tl w1,~t•::1ilcld:tdo y
li:tbi..:ralx111donado;1,s<.1s hijos. 15Como dijo la crítica Carolyn I ldll,urn: ,<Siadmi- 1,111 11,1.,q11v1:111 id1nk:i111c111c; ;111:dl,,;:d):1
cn s111lbr:ics p:u·1cdl.! s11 i r:1¡,,nll:1.
ras a Auden, tienes buen gusto. Si admiras a Sylvia Plath, eres una fo.nJtic:1.l...] Es 1•'11·1,.d >l'l li 11nrd wick cscrihi11>ac¡_;n:::1 dc Sylvi:t Pla.th <1uc:« /\ 1c:11.:rl'I 1d<'111Huio

lo ck siempre: o no se estudia a una escritora, o estudiarla se considera un acto de ,111~·,l.1 •,11 c:1d:,vcrt:n el ¡_;scenario, s:1crlficadopor su propi:1rn.111ia»/•'> Suw.:ri1·t¡lll' rl
fanatismo religioso». 16 · 1ii,11ll11 de Plath fue una cspcck dc 11ú111cro íinal solo pcrpcuh el 111110 di.:Plnd1
Desde su suicidio en 1963, SylviaPlath se ha convertido en un símbolo paradó- , ¡i 1, ,t111 'I 1lilicanuestra percepción de su obra y su vida. Much:1s biügl':1Fí,1s se h:111
jico de poder e impotencia femeninos, y ha sido fagocitada por su propia vida después ,_,1,11,1d11 t•n l:t trayectoria del suicidio de Plath, como si cad:t uno de sus :1<.:1os,
ele..:morir. Atrapada en un limbo entre icono y cliché, se la ha mitificado y patologiza- , 1,,,,11l,1l11l:incia, hubiera sido determinante para acercarla cada ve.;,., n 1:isa un d<:s
lo en películas, series y biografías como una gran sacerdotisa de la poesía obsesiona- 1l1111 1¡111· ,'it' mcrecía por volar demasiado alto. Este libro se sumergirá en el d<.:1-arn\"

ch con la muerte. Estas distorsiones ganaron fuerza cuando se publicó Ariel en los 11,,lliu ,11111 (' intelectual de Plath más que en su caída.
:1''\ossesenta. La mayor parte de los críticos no sabían qué hacer con las metáforas I•' ►,¡ ,11•1-,l:1primera biografía completa de Sylvia Plath que incluye codas l:ts
abrasadoras y vibrantes de poemas como «Lady Lázaro» o con el escalofriante ima- L111i11
1 11¡t 11• 1:t· h:,n conservado de ella (incluyendo catorce cartas recién descubicn:1s

ginarlo de «Límite». La revista Time dijo que el libro era «el chorro de fuego de un , ¡11,·i'11vl1'111 su psiquiatra entre 1960 y 1963, y otras tantas importantes carc:1sin•
d1·:1gó11 literario que en los últimos meses de su vida exhaló un gran río de fuego en el ¡1,111 1•)\', p11· t\·curre a diarios, agendas y obra literaria inéditos de Plath, aden1n.sel,,
1>:1, 17
H )r:tn 1aliterario». El vVáshington Post llamó a Plath «la se!piente misteriosa>> en 11,d111¡111hllcad:t. Gracias a que los herederos de Plath y Hughes me permitkro11
18
u11:u·dculo titulado «El culto a Plath». Robert Lowell, en su prólogo aAriel, des- il11i11 di, 111.111l0 lns documentos publicados como los inéditos de Plath y Hugh1..:s
Tibió a Plath como una Medea, precipitada sin remedio hacia su propia destrucción. ., 1,1 l,itl\' 1111·1••i1t• proyecto, he podido citar de las fuentes originales, en lugar di.:n.:•
1nduso rn lector más cercano: su marido, Ted Hughes, a menudo la describía como , 11í1 i1 o1 11111
1, ,1 de :1rchivoescritas a mano de cualquier manera. Esta también es h
un j:irrón vacío a través del cual hablaba una peligrosa musa. I" 1111~'1,1 l il,1¡1,1.\l'í:1
de Plath que indaga en profundidad en la historia de su familia,
Los estudios recientes han profundizado en nuestra imagen de Plath como una 111,l11y111tl11 l:1l11vestigaciónde su padre por el FBI o el internamiento de su abud:t
1nat:strade la interpretación y la ironía. 19 Sin embargo, la crítica literaria vertida , 111111,1 l11111lt11ción mental;queadjuntaunfragmentodelanovelaperdidadePl:uh,
sobre Plath no ha alterado lo suficiente ese cliché tan popular que la retrata como / ¡/,,,,1 i;m/, (1'1edescubrí traspapelada entre otras cosas; que utiliza documentos
l::tMarilyn Monroe de la literatura. Todavía hay muchos perfiles de Plath que la I" di, l.tl1",,hospitalarios y legales nunca examinados; que ofrece nuevas intcrprnta·
presentan como una desequilibrada sacerdotisa de la poesía. Un biógrafo la descri- , 11111111 1 l' ldl.'asde la vida de Plath basadas en los testimonios y archivos person::iks

hló como «una hechicera que tenía el poder de atraer a los hombres con el destello , li·11111·11 k cincuenta de sus contemporáneos; que recaba nuevos datos que podrfan
k su intensa mirada, un alma torturada cuyo único destino era quitarse la vida». u111il 11.11' l:1percepción que teníamos de Plath hasta ahora; y que utiliza la totalichd
bcribió que «aspiraba a transformarse en una divinidad psicótica». 20 Estas carica- il1•lli,, ;11·chivosde Ted Hughes de la Universidad de Emory y la British Library,
Lu ras se han calcificado a lo largo del tiempo en la popular imagen reduccionista de 1hlllde sc conservan muchos poemas inéditos y extractos de diarios de Hughcssobrc
Sylvia Plath que tenemos hoy: la de la escritora suicida que escribió La campana de l 1!.1111. Poi' óltimo, esta es la primera biografía de Plath que incorpora material dd
l'rt'.fttd cuyas fervientes lectoras son chicas vestidas de negro ( «Sylvia Plath: la musa 11•rhlvode 1-farrietRosenstein de la Universidad de Emory, inaugurado en 2020.
k la angustia adolescente», se titula un artículo de 2003 de Psychology Today). 21 l~\\~t;nsrcinentrevistó a multitud de contemporáneos de Plath a principios de los
Pl:1thse consideraba un tipo de «hechicera» diferente: «Soy una excelente sacer- •,t•tc111:1 mientras trabajaba en una biografía de Plath que nunc::i.llegó a ten:ninnr.
dotis:1ele lo intelectual», escribió a su an1igo Md Woody en julio de 1954.22 l•'.iH:tS voct:s espectrales del pasado arrojan una IL11/,nueva sobre las relaciones d··
Muchos amigos de Piad, ha11pcrdidP l:1paciencia con estas versiones distor- I1lntl1,su trac,1micnto médico y so c:;cricura.
slon:tdas de ella. Uno de sus inejol'l'.~:1mlgos, Phi! McCurdy, no reconoce a esa l•'.stulihrn 110pr¡_;r¡_;nck st:r <.:n:1bsnh1tnla biogrnfía dcíinitiva di.:Sylvin Pbth.
,psict'>pata Iiccr:iría» de l:L<.J\IC1111hl:111 l,1sliiow:1ffns que no saben captar su esencia ( :011d I ic1n¡Hi,saldrá :t la lt1'.I, 1H1t..:V()
111:11:<.:ri:il
y surgid11 11u~·v:1s 1
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ln1t'kr1u:1Iy unl11sins1:1. lo, os, p<.:rnlocos, por Kafka», dijo/ 1 lllli··
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:n:is de amigo.s, rnucho.s grabados por primera vez) he tratado de 1·ecu1H.:l':lr lo que severa, no vio csc:1p:nnrl:1.1(11l ')"1.11111 q>lsmllo dcprcsivo b lkvó aso1111.:ll'l'Sl' :1,111.1
Plath nos dio, en lugar de solo a lo que renunció. Me gustaría despojar a Plath del ksastrosa terapia de ckctroshrn.:ks c11 u11 1111portantehospital psiqul:hrko. Pl:,tl,
bagaje cultural de los últimos cincuenta años y reposicionarla como una de las es- le dijo a su amiga Ellie 1:ri<.:dmn.ri qut: h habían llevado a una saJ:.t y la habf:111«dtT
critoras estadounidenses más importantes del siglo xx. La mejor poesía de Plath es trocutado». «Me dijo que era com.o ser asesinada, fue lo más terrnrHico quc k
tan estética, revolucionaria y fiel reflejo de su época como la poesía de sus ídolos: habían hecho nunca. Dijo: "Como me vuelvan a hacer algo así, me suicichré ",,.
W. B. Yeats y T. S. Eliot. Merece ser recordada por la trascendencia y la innovación l 'iath intentó suicidarse para evitar tener que pasar por más torturas.
de sus poemas, en lugar de por abrir la llave del gas de la cocina. En 1963, los desencadenantes del estrés fueron distintos. Un inminente dlvor
Por supuesto, para muchos lectores, lo más cautivador de la vida de Sylvia ·io, ser madre soltera, la soledad, la enfermedad y un invierno brutalmente frío h
Plath es su tragedia. Su vida, su fama y su arte siempre estarán unidos a su suicidio, arrastraron a la depresión final que acabó con su vida. Plath había sido víctima ck
y no hay manera de cambiar eso. Pero la poeta más famosa del siglo xx no era una l:i negligencia psiquiátrica a los veinte años, y la aterraban los <<tratamientos» dc l:i
niña frágil e ingenua ni tampoco unafemme fatale. No era Medea, ni Eurídice, ni depresión, como escribió en la última carta a su psiquiatra: electroshocks, inyt:ccio•
28
l•:lcctra. En lugar de eso, era una artesana realmente disciplinada cuya voz singular ncs de insulina, internamiento, «hospitales psiquiátricos, lobotomías». No <.:s
:1yudó a transformar la literatura estadounidense y británica, y cuya obra innova- ,·asu.alidad que Plath decidiera quitarse la vida el día que tendría que haber ingr,·•
dnr:l dio un nuevo impulso a la literatura floreciente y a las r~voluciones culturales s:1.doen un centro psiquiátrico británico.
de su tiempo. Por tanto, mi objetivo es rescatar a Sylvia Plath de su propio cliché y Sylvia Plath no se consideraba a sí misma depresiva. Se consideraba fot;rLe,
:tsl t lfrecer una narrativa alternativa al mito de Plath, derribar la retórica sensacional p:tsional, inteligente, decidida y valiente, como un personaje de una novela de 1).
y 1nclodramática que la rodea y, finalmente, examinar su vida a través de su com- 11.Lawrence. Era tenaz y llenó su diario de exhortaciones al esfuerzo (prueba, comq
promiso, no con la muerte, sino con el arte. lrnn dicho algunos, de su perfeccionismo patológico y neurótico). Otra interprt:l:t
·ión es que simplemente era (como muchos escritores varones) ambiciosa y est:,ba
:rnsiosa por dejar su huella en el mundo. Sabía que la depresión era su mayor t;ltl'
111iga, lo único que podía lastrarla. Desconfiaba de la psiquiatría (especialmen re de
Sylvla Plath fue una de las mujeres más doctas de su generación, una alumna bri- los hombres psiquiatras) e intentaba entender su propia depresión intelectual mcn-
llan te y una eterna ganadora de premios. Incluso después de un intento de suicidio te a través del trabajo de Fiódor Dostoyevski, Sigmund Freud, CarlJung, Vl,rginl;i
v:uios meses en el hospital McLean, logró graduarse cum laude en el Smith Co- Woolf, Thomas Mann, Erich Fromm y muchos otros. La automedicación, p:ir:,
1kge. Fue aceptada en programas de posgrado de Literatura Inglesa de Columbia, Plath, significaba el análisis de la idea de un yo esquizoide en su tesis de honor sol>r·•
() x Fórd y R.adcliffe y recibió una beca Fullbright en Cambridge, donde se graduó /,oshermanosKaramázov.
·on honores. Era tan brillante que Smith le pidió que regresara como profesora del as malas experiencias la enseñaron a acostumbrarse a la depresión, e inclu-
1kpartamento de Literatura Inglesa sin tener el doctorado. Su dominio del pasado so :t explotarla en su arte. «Hay un mercado cada vez más grande relacionado con
y el presente de la literatura inglesa intimidaba a sus alumnos e incluso a sus com- l()Shospitales psiquiátricos. Sería de tontos no escribir sobre ello», escribió en su
p:1/'\erospoetas. En el seminario de escritura creativa de Robert Lowell de 1959, los d l:1rio. 2~ Aunque esca observación parezca trivial, lo que escribió sobre la dt!prcsión
l'lllcgas de Plath recordaban la facilidad con la que captaba las referencias literarias í'uc realmente profundo. L:1.experiencia de su propia familia en d hospital Mcl .t::1n
nds t;Scondidas. «"Me recuerda a Empson", decía Sylvia. [...] "Me recuerda a Her- l:t :1dcntró en las vidas de los ¡xirias. La clccl::ir:tclónde Elizabeth I lardwick solH··
lll'n ". ''¿Quizás a la obra temprana de Marianne Moore?"». 26 M:1.starde, Plath qu<.:Piad, <<1H) tenfa nad:t de revolucion:1ri:t soci:11»no es vcrdaJ_:ioPl:tch lb 1<isu:-
L'o11vers('ialguna vez con T. S. Eliot y Stephen Spender en fiesc:1sck l ,011dr(.;s,donde 1ilt ln 1:,sob,·as, a vci;<.:s
1 coinrovt·rt"ld:1/;,dc 111:1rgi 11:1dos:11111j('l\_•s, cn /'¡;rmos mcn rales,
·,·:,un ejemplo de ingenio y decoro. 1·rl\1¡i,l:1dos, diskkntt'S polít ko:-., judíos 1 prcsos, dlvorcl:1d:1s,111:1d1't'/i. ( :un b 1il:1
Muy pocos amigos se percataron de que sufría depresh 1l11,l.1111.d.',ol,,s~;111os• ilu,·t·,,, s~·pt'111H1so r:1d:1 Vl''I. m:I.~l,:d,l:ir ¡·11 :-:u11t111tlit·t·, 1,:,1f,il /'i/111/11111,1rl<' i'!'/.i/11/,

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1.ocura y la represión. Plath ambientó La campana du c!'/,11,i/ 1•11l 1)', \,perola 1111111w11tr predlcG los /'1'1tlitk.1 di' t!'l1•vl•ll1'111 ). Y mknt fa:- l'l:11h 11dr:1h:1 :1 ~:Nnl101·:14
escribió en 1961, cuando se movía en los círculos de izquicrd:1.~dr l ,1H1dresy se u 1111u Virgl n l:1Woüll'~M :1rl:t1111t· M 1)i)t t', l·'.ll~.:1li1:1h Bishl)p, Sarn •1~:isdak, 1•'.d 11:1SI.
empezó a interesar por el movimiento antipsiquiátrico de R. D. L:il11g./.,a cam- \ll11u·11t·Millay, Fdith SiLw1.:ll y /\1111vSex!rnl cn11io1nodclos, su 1.:du...::1cl{,n 1.:st:1h:1
pana de cristal, al igual que Aullido de Allen Ginsberg, mostraba unos Estados 1l111vntada1.:nel 01odernis111001:1sc1111110. 1.os textos psicológicos y :111tropulógln,s
Unidos llenos de represión, que eran capaces de volver locas incluso a las «mejo- il1·( '.:1rlJung, Robert Graves y JalllGS1:r:1zi.:r, ,1s{corno la poesía y ht pros:t de W. H.
res mentes» de una generación. ¿Estás realmente enferma?, pregunta Plath, ¿o es V1•:11s, l)ylan 'fh.001as, Wallace Stevens, JanH.:sJoyce, T. S. :Eliot, W. 11. /\u<.kn,
que la sociedad te ha hecho así? Nunca idealizó la depresión ni la muerte; nunca lt11\icrcLowcll y el propio Ted Hughes, fueron los cimientos sobre los qu1.:levan•
se dejó emh,elesar por la oscuridad. En cambio, logró trazar la atmósfera fría y 11'1 ~11andamiaje. El enfoque psicoanalítico que prima en las anteriores biografbs
vacía de 1~depresión, sin miedo alguno. La habilidad de Plath para resurgir después 1h- Pl:1ch ignora esta tradición literaria «impersonal» que la impregnaba y ru1;m
de sus episodios depresivos le dieron el valor para explorar, como dijo Ted Hughes: 111·l:1cual crecía su obra. Jane Baltzell Kopp, quien conoció a Plath y I-h1.ghese11
«la profundidad psicológica con gran lucidez y reflexión».31 Los temas de rena- :.1illbridge, habló de la «vieja y alta cultura»· que penneaba en la existencia d1.:su
cimiento y r.enovación son centrales en sus poemas sobre la depresión, la rabia y ,il11mna:«Esa tradición estaba muy relacionada con la manera en la qnc nos vda•
la destrucción. 111t1s :1nosotros mismos y nuestras vidas en aquella época>>. Cualquiera que escl•
·«¿Qué le sucede a un sueño postergado?», preguntaba Langston Hughes en 11•,d111ente interesado en entender la poesía de Sylvia Plath, sugirió Kopp, apreo•
su poema «Harlem». ¿Se convertía en «una costra de azúcar/ como un dulce al- 1lt•d niás estudiando su examen de Tripos de la Universidad de Cambridge que b
mibarado'>>?32'.Le aterrorizaba la etiqueta condescendiente·de «poetisa» y no tenía 1t•l.1dón con su padre muerto. «La cantid,ld (y el rango) de lecturas que implicaban
intención de quedarse soltera y sin hijos como Marianne Moore o Elizabeth Bishop. 31
1"11 :1s¡n1.:guntas lo dice todo ».
Quería ser esposa, madre y poeta, «una triple amenaza», como le dijo a una amiga. 33 Plath era una maestra en este campo, desde Chaucer hasta Eliot. Puede que s11
En la era sexista en la que estaba atrapada, estas esferas casi nunca se solapaban, pero d11111lnio de la literatura no sea tan evidente en un poema como «Papi», compucs-
durante un tiempo logró ser las tres. 111 de versos tartamudeados y una cadencia de nana. Pero el poema es fruto de un
Entonces, en otoño de 1962, su matrimonio se acabó. Se derrumbó el edificio, l.11gu aprendizaje; es Picasso al borde del cubismo. Plath tuvo que dominar la tr:1-
pero la poesía llegó deprisa y con fuerza. Sola, con sus dos hijos, en una casa con el 1lldón para poder crear algo nuevo. Sus poemas deAriel exploran el traumafamili:tr,
tejado de paja en la Inglaterra rural, comenzó a escribir los poemas que, como pre- \11H problemas maritales y los celos sexuales, sí, pero también plantean preguntas
sagió, le darían la fama. Mientras que sus poemas más tempranos, formalmente más 1111 irc la historia, la guerra, el totalitarismo y una tradición literaria masculina qu··
1
complejos, cosecharon éxito moderado, estos poemas deArt"el (llenos de velocidad, l 1.111f:t
dejado fuera alas mujeres. Es fácil perderse las alusiones en «Papi» a La ticrn
osadía y arrojo, y también de rabia contra las opresiones individuales e históricas) /1,tldla de T. S. Eliot en mitad de todas las controversias que hay en el poema. Dd
marcaron un estilo en la poesía de posguerra. Plath murió solo ocho días después 11lls1110 modo, «Límite» es una reacción a W. B. Yeats, Robert Graves y Shakespca-
de que Betty Friedan publicara La mística de lafemt"nidad, pero su obra había roto 1·1·.!,a campana de crista/, utiliza como plantilla Retrato del artista adolescente, el··
un techo de cristal literario. Poemas como «Lady Lázaro» o «Papi» cargan contra J11111Gs]oyce, mientras queAriel dialoga con «El pensamiento-zorro» de 'lcd I-h1gh1.:s
las normas sexistas de la sociedad de Plath, mientras que «Límite» admite con una ,¡pbn.:las fuentes de la inspiración creativa. Plath redefinió la elegía en <<Elcoloso
ironía fría y espantosa que solo una mujer muerta «se ha perfeccionado». Era como P:tpi», dando espacio a la rabia, así com.o al amor y al pathos. Fue pionem en l:t
si hubiera trasladado el movimiento emergente de liberación femenina a la poesía. 1H1Gsíade la mat1.:nüdad y desaíió h noción romintic::t m:tsc111inade qu1.:el plra11H1
Más de cincuenta años después, los poemas de Plath parecen encerrados en k allá afucrn cr:11lh1S s11blinieque el dormitorio de su bebé. l•'.sUll:1de las prin1c..:r:1s
u11contexto fijo: «confesional», «feminista». Pero estos poemas se escr.ibieron poc1:1sen lc11guaingks:1 en escribir sobrc el :,bono 11:1.Lur:d y cs¡wndnell y la dcp1\·
1
:tntes de que estos términos entraran en el imaginario cultural. A11nquc :tprcndió 1M11, p11sparrn.Sus poen 1:1sStlhl'Glus esrra¡,,osLk 1:1dcprt·si< 111
(,.:1·,1llp:111t·s1.•,
«0111101·,
111uchode Robert Lowell y Anne Sexton, a quienes conoció :1linnl<'sdt· los años y d tL·jw·, ,<Ovt.:j:1st·11Innkhhi», «l ,f111l1c'·):,1>11
.,1,1111111:1 .il¡,,111H1N
de los 11wjon:s
·l11c11enta,su impulso estético era más surrealista que conrcslu11.il. 1),· l1t•thu, tr:i- lt1¡1 ks:1. l·'.llns,y h propl.1 l'l.11'1,11w1t·1
pm•111asuwl'lllls l'll k11¡,,11.1 l:111111.11111t·v.1
kt.
1

1,1h:1con lrou(:t el impulso «confes.ional» en poemas co,110 •• l ,11dv1.,11111 ll••, tlon-


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11
t·n l:1rncjill:t cu anclo él la besó en una fiesta desenfrenada) ha osc11rcdd(1d contex- dc.:libcraci6n sexual dc 1). 11.l ..,w11·1111·,no :1ccivistapor los dcrechos d<.:b 11111)1.:r: •
to liccrario qm: los unió. Su relación, desde aquellos primeros momentos can tea- 1 1ughes pensaba que le habd:1 111ulcs1 :1<.fo la c.:tiquetade feminista, al igual q u<.::1st 1
tr:dcs, estaba soldada con la obra de Lawrence, Yeats y Thomas. 35 La noche que se :u11igaDoris Lessing, ya que Plath había expresado varias veces su rechazo a las
·01Hxicron en 1956, los dos buscaban crear un nuevo dialecto, deseosos de macha- •<niujeresde carrera» que despreciaban la vida del hogar y la crianza de los hijos. 1,:1
·ar a los falsos ídolos poéticos. A pesar de todas sus aparentes diferencias, eran, como psiquiatra de Plath, la doctora Ruth Beuscher, también tenía la impresión de quc
st 1girió un periodista de la BBC, «tal para cual». 36 Su mejor poesía era cautivadora ,,Sylvia no era feminista ». 45 Hughes nunca reconoció que las novelas de D. 1 l.
• inq ut:bran table; original y al mismo tiempo arraigada en la tradición; compuesta 1.:twrence le habían mostrado a Plath un ejemplo de igualdad y autonomía antes
r:1n to para la vista como para el oído. Durante los años felices de su matrimonio, de la l.legadade la segunda ola del feminismo. Hughes se jubiló y dejó que su her-
Pl:irby Hughes se dedicaron a escribir un nuevo tipo de poesía, algo «aliterario», 111:tnaOlwyn se encargara de la gestión del legado de Plath. Pero las dos m'ujeres,
1·01110 lo llamó Plath, algo que rompería con los «Elegantes Académicos».
37
«Era que solo se vieron seis veces en su vida, eran enemigas acérrimas; una vez Olwyn
46
l11('1\:íl ilc hacer que las palabras tuvieran algo físico: parecía que las propias palabras ·:,lificó a Sylvia de «zorra absoluta» en una entrevista. Olwyn describió a Plath
/im,m l:ts cosas», dijo el artista Barrie Cooke de los poemas de Hughes en 1962. 38 ·01110 egoísta y volátil en Bitter Fame, la polémica biografía que escribió junto con

1,o 111ismopuede decirse deAriel. An ne Stevenson, y a lo largo de los años negó a muchas feministas el permiso par;l
l 1l:1thy Hughes no solo eran marido y mujer, también eran colaboradores es- l'itar la obra de Plath. Como dijo Edward Lucie-Smith, Olwyn «no hizo ningún
47
16 leos: «Si SP y yo fuimos capaces de salir adelante, fue porque durante varios años ·:-fuerzo por ocultar su odio a Sylvia».
'1'uclaks nos defendimos el uno al otro, éramos un mundo suficiente para el otro: El final del matrimonio de Plath y Hughes fue, en efecto, terrible y destructivo.
n t 1<,;strapoética folie adeux nos salvó de ser aislados, acorralados o borrados», dijo 11ubo violencia en la relación; Hughes admitió haberle dado alguna bofetada a
1 1ugbcs. 39 «Ahora me doy cuenta de que cuando nos conocimos, mi escritura, al 1>l:uhen arrebatos de furia, mientras que Plath hablaba en su diario de arañazos con
ignal que la suya, abandonó su antigua tendencia y empezó a dar vueltas y a buscar .~:ingre,esguinces en los pulgares y vajilla rota. Después de separarse, Plath le dijo :t
0
• ~ Aunque el matrimonio no duró, su legado aún reverbera en las cadencias de la l:1doctora Beuscher que Hughes la había pegado en febrero de 1961, cuando volvió
licción y la poesía de posguerra: El coloso,La campana de cristal, Ariel, El halcón .t casa de una reunión y la encontró rompiendo sus manuscritos. Plath le dijo a l:i

·n la Lluvia y Lupercal, cinco de las obras más importantes del periodo de posgue- doctora Beuscher que aquello fue una «aberración» y hay pruebas de que Hughcs
rt·~,, fueron escritas durante el matrimonio de Plath y Hughes. La confianza de sc arrepintió de esto durante el resto de su vida. 48 La violencia misma fue parte d:'
Plath en su futuro fue profética. Como escribió a Hughes en octubre de 1956: l:t mitología compartida de Plath y Hughes, algo que exploraron en la cama y en las
,~Qt1crido, sé riguroso y ponle fecha a tus cartas. Cuando estemos viejos y acabados, p~ginas. Sentían que la poesía británica estaba de capa caída, llena de una elegancia
vcndrin a pedirnos nuestras cartas; y las tendremos fechadas». 41 d<.:structiva, y estaban decididos a romper todos sus esquemas. Escribir con c.:s:t
1 I ughes ha sido villanizado por su comportamiento hacia Plath, a la que dejó contundencia sobre los horrores de la humanidad y la naturaleza se convirtió en
1>1,rl\ssia Wevill en 1962. En la cúspide de la ola feminista, sus homenajes en Esta- p:1rte de su proyecto conjunto: aquel que tanta felicidad les había dado antes, com<)
19
dos Unidos fueron boicoteados; y aún hoy los fans de Plath vandalizan el nombre ·scribió Plath en su temprano poema: «la obra se volvió trágica».
k (< 1 fughes» en la lápida de Plath en Yorkshire. La poeta estadounidense Robin A pesar de su amargo final, el matrimonio experimental y creativo de Plath y
M,irg:Lnacusó a Hughes en un poema de asesinar a Plath. «Fue perseguido y ator- Llughes foe bastante progresista para su época. A mediados de los cincucnt:t, b
111entad.oen nombre del feminismo>>, recordaba la poeta <.:st:1dn1líddcnseRuth 111::iyor parte de las mujeres abandonaban sus aspiracioncs profcsionalcs al contr:11.:r
hdnlighc, cercana a Plath y Hughes a principios de los scs<.:nl'!l.'1., l ,:1 n1:dagestión m:ttrimonio. Pcro Hughcs incitaba a Plathi a veces hasta la extenuación, a scr m(;jor
q11chiw Hu.ghes de los papeles de Plath y la reestrucwr:H'l/111d1· •.11111:1nuscrito poc.:tn.Crcaba ejerci.cios para clb, h:1cíacb.boradas tablas, l:1hipn0l'.i,.:1b:1,h <.:1d1or
ol'lgin:1Idc Arid no ayudó para que los lectores de Plath lo 1,lll 1111111, ¡101'tlll :tlhn,cc.:a t:il,:,:t c11nccnu·:Hse;todl) p:tra acccdcr a las prülündid;1tks internas dl' l:1cp11scle11
respo11s:1blt';dijo que h:tbfa dcstTtlido su último di:,rin dr 1·11,1\'1111t·,h.1jo:;u ~u- L·l:1d1l1Hkcrd:1 qut· cst:tli:t L't11c1·r;Hlo
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u11nni lgo d<.:b part•j:1,¡•stl'llil1'>:
:111t.Juvtl a l:1lkl'lva, tuvü l'nd,ajos <,;xcraliusy apenas pod{:111111 1dd,•1.11~l' 1111 poeta
111enor.Plath c:11nbióeso. i\ccuó como su agente, enviando su.~111:111u~c1·lws e ins-
ribiéndose a concursos en su nombre. Al año de conocers<.;,y:i cs1:d,:tcamino de No ¡;r:1.
cu<,;stll'>nJe sus dlli.:n·ncl11~,
·,1110
dt· Husln:1.gu:111t:thlcs
s!rnllltudcs.Ci1:111do
dos poi.:cas:i. ti¡;o1pocom.pkw, g1•1n1l1111111r11teorigin~ks y :unhldosl,s se 1111e11 t·11
onvcrtirse en el poeta joven más famoso de Inglaterra. Más adelante n.:conocióque
k debla a ella su carrera literaria. Ella habría seguido escribiendo y publicando aun- n1atrin,onlo,y ar11bosson pmducLivns,todos los poi.:111:1s (]lll: escribe u1wsl.!d11pc•1·•
c.¡l1C nunca se hubieran conocido; pero él probablemente no. Sin el impulso de la
·ibidos por el otro corno sacadosde sf 1nismo,de su propia c:tbezn..Lkg;,dos :t cierro
ambición de Plath, como escribió en un poema tardío, «hubiera estado al oeste de punto de i nccnsidadcreativadebe de ser rldS i nsoportabk: que la rnusa ces..:ain fid
Australia/ pescando en una roca». 50 con tu compañero que si él, o ella, te traiciona con un ejércitode amantes."~
Durante los primeros años de su matrimonio, Plath y Hughes ansiaban apoyar
la obr:i.y las ambiciones el uno del otro, pero ambos se acabaron arrepintiendo del Esta es la primera biografía de Sylvia Plath que analiza esas «inaguancabks
1k:111 po que se habían dedicado mutuamente. A Plath le enfurecía la cantidad de •11rnilitudes»en profundidad, y que se toma en serio el diálogo y la rivalidad liccr:1•
linr:1spreciosasque había perdido impulsando la carrera de Hughes: pasando a limpio 1los de Platb y Hughcs.
•111s 111n11uscritos, enviando sus poemas, controlando sus rechazos y sus respuestas Los consejos de Hughes llegarían a hartar a Plath; en 1959, tres años despucs
posl1lv:1s,pegando sus reseñas en cuadernos y gestionando sus finanzas. Hughes se de conocerse, juró que dejaría de enseñarle sus textos. Pero él no podía evitarlo,
1JIit'):11,;1de haber:pasadodemasiado tiempo ocupándose de lo qµe llamaba los estados ¡>orque no había dudad.o nunca del enorme potencial de ella. Cuando la presciglo-
dr ,d ncapacidad» y de «inminentes tempestades>>de Plath. 51 En 1987 escribió a su ~:1revista Poetryaceptó seis poemas de Plath en 1956, Hughes le escribió: «Alcgrh,
1mcn :irnigo LuJceMyers: «¡Pobre Sylvia!Ojalá no le hubiera seguido la corriente, ni
,tlegrfa,como gritó la hiena. Ya estás ahí. Jamás he leído seis poemas de la n:üsma
,·ukladocomo a una enferma, ni consentido como a una niña pequeña[ ...] Ojalá ¡icrsona en Poetry.Es marnvílloso. Hechizará a todos los editores de Estados Un idos.
liubh.:ratenido el valor de seguir tal y como yo era, en lugar de meter mi vida en un P11edeser una batería infinita en la que cargar todo lo que escribas de aquí en :tdc
nr111 :trio mientras la cuidaba. Quizás de esa forma le habría ido mejor. Y a mí también Linte, porque ahora estás en posición de vender casi cualquier cosa que eser.ibas.
. z ] >eroaun así sentía que su matrimonio había sido productivo, a pesar de lo que ¡...¡Alegría, alegría». 55 Dividieron sus jornadas: él cuidaba a los niños cinco hnras
la opinión pública quería escuchar. Cuando Myers le envió un borrador de sus pri- ti Jfa mientras Plath escribía; ella se ocupaba de ellos por las tardes. Este no cr:i.un
n1crnsaños en Cambridge en los que comentaba el diálogo poético de la pareja, Hu- 1cucrdo muy habitual a pdncipios de los sesenta. Aunque Plath se llevó la peor
¡i,hcsk pidió que eliminara todo el fragmento: p:11·tede la carga doméstica en general, la amiga de Plath en Londres, Suzette M:t.·
'l·du estaba «impresionada con su voluntad [ la de Hughes] de ayudar con la coci-
No hay duda de que Sylviay yo nos desvalijamosel uno al otro alegremente,pero si 11:1 y otras tareas domésticas, y que incluso cambie pañales.[ ...] Es extraordinario»Y'
lt) dlccs tú, con esas palabras ... Dios, ¡cuántas nuevas tesis de acusación, cuántas
T-T ughes se tomó el talento de Plath con tanta seriedad como ella, y la animó a
Lkscarg:tsde ira! Si lo dices, nuestros generososlectoreslo multiplicarán por diez. Y Ir ¡nás allá de los versos forzados, repletos de sinónimos de sus años de aprendizaj<,;;
Inl]U¡;Jejas caer,que se aprovechabaun poco de mí, seráreducido a la décima parte. ·lla, en cambio, le introdlljO en la poesía norteamericana contemporánea que d<.:s•
Sl' :1ctlv:1.d
la primera ley biológicade la maliciahumana. No me convienedecir que p11ésdejada hLtdl:ten su propia ohra. En 1962, cuando un vecino de Devon foca
ldtn::tr d té y pr<.:guntó:«¿Sylvia también escribe poesía?» Hughes respondió: «Nl),
los prototipos y que ella los ponía en producción germánica, aunque en
10 dl.~cli:ib:1.

·llt1haya:1lgode verdad. Nunca me creerían. Pero decir que le robé algo[...] seríauna -11:t c.spoeta»Y La h:1.bíadesafiado a escoger la vida artística que realrnentc clh
1·ellglt'mdc verificacióninstantánea,y mis miserablesy continuos csfocr:wsrevelarían lt:s<.::1.h:1 en lug:1.rtk la córno<.hvida burgu<.:s:tque su.1nadrt: h:tb(a plane:tdo CL1ida-
un 11ucvoevangelioimpuesto.53 dnst1111cntt:. P[:11·h, sicmpr<.::i.nsiosapor mostr:11" que tenía «:igalhs», :1-c<.:ptó d riesgo.
l,:ll:1 cr(;y<1qui.: juntos volarían alrn:,<Nadade discr<,;los círculos litc1·:uios:i.:scriblrnus,
kt·111os,k1l>l:111Hls sin rn¡rnjos y crcnmns di.:sdelo rn:,s prn!'u11d1i dv 11111.:st1\1s rnl':1•
Sugt:rlr qm: Pl:tth tomaba prestado de Hughes o que l lt1¡,.lw~ 10111:lll,1prcst:i.do
w11c:. y l11H'WS .,.~ 11S:dlí.1q11v vstnh:11'()111pk11do 111uldt·s t•fl .~11pn1pl11111:ul'in101llo
de•Pl:11
l) no subcstirnab:i sus logl'OSindividu:dcs; al con1T:1
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l l't'.,t I lVil, :11
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tipo de watri.1.nonio; tendré que 11rnn:adassobre la 111arcli:1 y ,1,•,fl1i l1.111i... ','1 J>ero d1· 1). 11. l ,:1wrc1H'c,li:ih/11IIC'g.1d11
,1111111,!•1 .d1u d<' N111':11'1'c•r:1.
1:Nt:d,:11·xtilt.11111·
1
d1·
esas reglas serían más difíciles de marcar de lo que ella crefa. 11·1l1nl<>;c11t1n:t cart:1 :t su 111:1drc·
dl)1, q111•1",t.d,.1.. rt·spln11dcdc11te>,.;,;l!_:1r:1 Vl''I, .~1·
El deseo de Plath de reinventarse era estadounidense, pero su tr:111sl·1,rrnación 1•¡·ha\,aun piropo a sí 1nisma, t•1·:1 Nad:t m:ís lkT,ª":i l.1
1·1/1ll'II 11.1•,1.11111·x1cnu:icii'l1t.
no podía suceder en los Estados Unidos. A finales de 1959, se mudó a Inglaterra 1 l,na dd «Annapurn::t», co1t10 ll:1111:1h.1 .1~11.~ohj<.:livoslit\;r:11fos,y:1c111¡,L·:r.:1li: :i
con Hughes, para no volver jamás. Su viaje representaba la búsqueda de respeto. ¡il:1nea.runa nueva expedición. Pero <.:S<.: dí:1111).J•:satarde, baj(>la lu,, crept1:,c11hrdd
Por aquel entonces Hughes estaba camino de convertirse en el poeta joven más 1,ivicrno, lo celebró. Ied Hu.gbes llevó cli:1111p,\ny fa Poesía cornpLc1ttde D. 11.
famoso de Inglaterra. En Londres podían vivir de escribir encargos para la BBC, y l ,:1wrencepara brindar por aquel moniento.
los edito:ies :británicos parecían más impresionados con el humor negro de Plath Sylvia Plath no disfrutó de un enorme éxito literario en vida. FL coloso:1p<.:11:
que sus propios compatriotas. Se convirtió en la hija pródiga, renunciando sin pu- 111voimpacto en los círculos poéticos angloamericanos. Pero después de :tfios pn
dor a una cómoda vida como la esposa de un médico por ser una peripatética poe- 1Jlg11iendosu vocación en una profesión hostil para las mujeres, logró abrir 1111:
ta en paro. Incluso Hughes se preguntó si tal vez había dejado que Plath se perdie- .11•11dijade la puerta; y no solo para sí misma, sino para la enorme cantidad dt: mu-
ra, tan lejos de las luminosas playas de Cabo Cod, sumida de pronto en un mundo j1•c(.:spoetas que vinieron después. La segunda antología de Plath, ArieLJfue 1111
gris y neblinoso. U na vez dijo que Plath era una «pionera / en la dirección erró- 1\xicode ventas, al igual que su novela de 1963 La campana de cristal, que llegó :1
60
nea». Pero Inglaterra le ofrecía una vida intelectual más libre; como expatriada, V<.:11der más de cuatro millones de ejemplares. Ganó un Premio Pulitzer póstu1110
podía marcar sus propias reglas. Ruth Fainlight sentía que al mudarse a Inglaterra, 1•111982 por sus Poemas escogidosy hoy se la considera una de las poetas más in1H1
Plath «estaba defendiendo su identidad poética». Fainlight creía que la distancia v.1doras,exitosas e influyentes del siglo xx. Seguramente no se imaginaba lo fo,1110
de su hogar fue tan liberadora para Plath como para ella. «Ser extranjero es una 1,.1tiue iba a hacerse mientras bebía champán con Ted Hughes en 1960, pero s:ibín
gran ventaja. [...] Nadie espera que sepas a qué atenerte ». 61 En Inglaterra, con su qt1<.:estaba alzando el vuelo.
acento americano, Plath logró escapar del esnobismo de clase que había vivido en Su vida estaba a punto de volverse más complicada: dos bebés, un aborto, cll<'
Massachusetts. Sus amigos ingleses simplemente asumieron que era una americana 11list:1des,infidelidades. Las certezas empezarían a derrumbarse como la 1n:t111po.~
rica. A Plath le encantaba la excentricidad inglesa; en Estados Unidos, decía a sus 1nfa de Thoor Ballylee. Ella misma se encerraría dentro y echaría la llave. Peri i l.1
amigos, la peculiaridad levantaba sospechas. En Inglaterra escribiría sus mejores l"Writura,incluso entonces, fue su salvación; no su ruina. Refugiada en la c1s:1de lo
obras: La campana de cristal y Ariel, lejos de los sermones de su madre y de la re- 1d~tnciade Yeats al final de su vida, la hija del apicultor debió de haber en tendldq
vista Ladt'es' Homejournal. Aunque la autonomía tenía un precio. Al separarse de 111célebre súplica de Yeats de reconstruir en los salones de la ruina:
su marido y cortar relaciones con su familia y sus amigos cercanos, fue invadida por
una soledad brutal. En los meses previos a su suicidio, el 11 de febrero de 1963, le Las abejas construyen en las grietas
preguntó a su psiquiatra estadounidense si debería volver a casa. La doctora Beuscher de la mampostería suelta, y allí
le dijo que se quedara. las madres pájaro llevan larvas y moscas.
Mis muros se derrumban; abejas de la miel,
venid a construir en la casa vacía del estornino. 63

Pero prefiero situar a Sylvia Plath un día de febrero menos trascendente, ya que he Y, en efecto, ella había construido. Allí en su escritorio, cuando mllrió, csml>a
llegado a conocerla a lo largo de los ocho años que llevo escribiendo este libro. El "1:sn», el c:1.librado contrapeso de su destrucción: su nuevo libro de pocrn:ts, el
10 de febrero de 1960 (tres años antes del día de su muerte) firmó su primer con- 11rnnuscríto cuidadosam<.:nte encuadernado, esperando ser revelado.
trato editorial, para publicar El coloso,en un pub de Londres. Llevaba un vestido
premamá de lana negra, un abrigo de cachemir y unos eleganres girantes de piel.
Estaba embarazada de siete meses de su primer hijo, recién i11st:tl:1d,1 v11l:isoleada
Chalcot Square con su amado esposo, y libre, por fin, de la nlir:ul.1i111•1 ck los
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El deseo de Plath de reinventarse era estadounidense, pero .su I r:11,sfonnación 1:cliahaun piropo :t s{ 11lislll:1, er:1lf(11(:1li.1•,1.1 l:it·x1cn11:1cló11.N:,da m:'ts lk¡•,.11·:1l:1
no podía suceder en los Estados Unidos. A finales de 1959, se mudó a Inglaterra 1·f11i:1del «./\1111apur.11:·t», co,110 ll:t111:ili:1 .1füH ohj<.:l'ivosliter:1rios1 y:t c11q)l·,..:d>:t:1
con Hughes, para no volver jamás. Su viaje representaba la búsqueda de respeto. pl:1111.:aruna uucv:1cxpcdicióH. Perl1<.:Su dl:i 110.1·\a carde, bajo la lw. cr<.:pusi.:111:ir
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Por aquel entonces Hughes estaba camino de convertirse en el poeta joven más 11vlcrno,lo cdcbró. Ted I-h1gbes lk:vó ch:11np,ín y .laPoesía l'Omplct.a de D. 11.
famoso de Inglaterra. En Londres podían vivir de escribir encargos para la BBC, y 1.:,wrcnce para brindar por aquel momento.
los editoies·:británicos parecían más impresionados con el humor negro de Plath Sylvia Plath no disfrutó de un enorme éxito literario en vida. El coloso:1pe11:1
que sus propios compatriotas. Se convirtió en la hija pródiga, renunciando sin pu- 111voimpacto en los círculos poéticos angloamericanos. Pero después de :tfíos pt:r-
dor a una cómoda vida como la esposa de un médico por ser una peripatética poe- d¡,,uicndo su vocación en una profesión hostil para las mujeres, logró abrir 1111:
ta en paro. Incluso Hughes se preguntó si tal vez había dejado que Plath se perdie- 11·111.Jijade la puerta; y no solo para sí misma, sino para la enorme cantidad de lllll•
ra, tan lejos de las luminosas playas de Cabo Cod, sumida de pronto en un mundo j1•1\•spoetas que vinieron después. La segunda antología de Plath, Ariel, füc u11
gris y neblinoso. Una vez dijo que Plath era una «pionera/ en la dirección erró- ,1xll\>de ventas, al igual que su novela de 1963 La campana de cristal, que llegó :1
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nea». Pero Inglaterra le ofrecía una vida intelectual más libre; como expatriada, v1•i1(_lcr más de cuatro millones de ejemplares. Ganó un Premio Pulitzer póscun10
podía marcar sus propias reglas. Ruth Fainlight sentía que al mudarse a Inglaterra, 111l 982 por sus Poemas escogidosy hoy se la considera una de las poetas m:is inn<1
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Plath «estab; defendiendo su identidad poética». FainÜght creía que la distancia v.1doras,exitosas e influyentes del siglo xx. Seguramente no se imaginaba lo hu1.ll)-
de su hogar fue tan liberadora para Plath como para ella. «Ser extranjero es una 'ü1qnc iba a hacerse mientras bebía champán con Ted Hughes en 1960, pero s:1bf:1
gran ventaja. [...] Nadie espera que sepas a qué atenerte ». 61 En Inglaterra, con su qtH.: estaba alzando el vuelo.
acento americano, Plath logró escapar del esnobismo de clase que había vivido en Su vida estaba a punto de volverse más complicada: dos bebés, un abo reo, l'flt'
Massachusetts. Sus amigos ingleses simplemente asumieron que era una americana 11,wades, infidelidades. Las certezas empezarían a derrumbarse como la m:rni¡H1s
rica. A Plath le encantaba la excentricidad inglesa; en Estados Unidos, decía a sus ll'd:i de Thoor Ballylee. Ella misma se encerraría dentro y echaría la llave. 1\·rn l.1
amigos, la peculiaridad levantaba sospechas. En Inglaterra escribiría sus mejores 1",1ricura, incluso entonces, fue su salvación; no su ruina. Refugiada en la cas:1dr l.1
obras: La campana de cristal y Ariel, lejos de los sermones de su madre y de la re- 1d:111cia de Yeats al final de su vida, la hija del apicultor debió de haber ent<.:11didn
vista Ladies 'Home journal. Aunque la autonomía tenía un precio. Al separarse de lit1·~lcbresúplica de Yeats de reconstruir en los salones de la ruina:
su marido y cortar relaciones con su familia y sus amigos cercanos, fue invadida por
una soledad brutal. En los meses previos a su suicidio, el 11 de febrero de 1963, le Las abejas construyen en las grietas
preguntó a su psiquiatra estadounidense si debería volver a casa. La doctora Beuscher de la mampostería suelta, y allí
le dijo que se quedara. las madres pájaro llevan larvas y moscas.
Mis muros se derrumban; abejas de la miel,
venid a construir en la casa vacía del estornino. 63

Pero prefiero situar a Sylvia Plath un día de febrero menos trascendente, ya que he Y,en efecto, ella había construido. Allí en su cscrit0rio, cuando murió, est:.tl>:1
llegado a conocerla a lo largo de los ocho años que llevo escribiendo este libro. El • 1'N1l>>,el calibrado contrapeso de su destrucción: su nuevo libro de pocrn:1s, el
10 de febrero de 1960 (tres años antes del día de su muerte) firmó su primer con- 111.111u!icríw cuidadu.s:unentc encuadernado, esperando ser rcvcb.do.
trato editorial, para publicar El coloso,en un pub de Londres. Llevaba un vestido
premamá de lana negra, un abrigo de cachemir y unos eleganr<.:s¡;u:111ces de piel.
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