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PRÓLOGO
«El horror de serjamesz'ana es descubrir que hay muchas bestias en la jungla, pero
que de alguna forma has errado todos los tiros que les has disparado. Siempre he
tenido miedo de dejar que mi "vida" pase inadvertida y despertarme una "buena
mañana" llorando en el viento junto a mi tumba». 3 Las visiones modernistas de la
parálisis humana la aterrorizaban. La tierra baldía, de T. S. Eliot y Los muertos, de
James J oyce se convirtieron en advertencias personales. «LA NEUTRALIDADY EL
ABURRIMIENTO son peores pecados que el asesinato, peores que las relaciones amo-
rosas ilícitas», les dijo a sus alumnas de Smith College en 1958. «ACERTADo EQ_UI-
VOCAOS,pero no seáis neutrales, no seáis NADA».4 No solo el apetito de Plath era
legendario (una vez vació el frigorífico de su anfitrión antes de una fiesta), también
estaba hambrienta de experiencias. Decidida a vivir con la mayor plenitud posible:
escribir, viajar, cocinar, dibujar, amar tanto y tan a menudo como fuera posible.
Era, en palabras de una amiga cercana, «operística» en sus deseos, una «mujer del
Renacimiento» moldeada tanto por la sublimidad romántica como por el estoicis-
mo de Nueva Inglaterra. 5 Leía tanto a Nietzsche como a Emerson, adoraba la pom-
posidad y los giros de Yeats tanto como los silencios y la nieve de Frost.
Sylvia Plath se tomaba muy en serio a sí misma en un mundo que a menudo
no estaba dispuesto a hacerlo. Publicó su primer poema a los ocho años y más tarde
prometería convertirse en «La poeta de América». 6 En los siguientes años, Plath
persiguió su ambición literaria con una determinación feroz e infatigable. Quería
ser escritora, esposa y madre, pero se había criado en una cultura que ridiculizaba
sin tapujos la vocación artística femenina. Esa ridiculización quedó clara en el dis-
curso que pronunció el candidato demócrata a la presidencia, Adlai Stevenson, en
la ceremonia de graduación de Plath en Smith en 1955, titulado «Una meta para
la mujer moderna». La mejor forma de que estas brillantes alumnas contribuyeran
en algo a su nación, dijo Stevenson, era abrazando «el humilde rol de amas de casa,
lo cual es, estadísticamente, lo que vais a ser, tanto si os gusta la idea como si no,
¡aunque ya os gustará!». Stevenson, el liberal más popular del momento, continua-
ba diciendo:
Estas labores, como esposas y madres, tienen muchas ventajas. En primer lugar, se
realizan en casa, y podéis hacerlas en el salón con un bebé en el regazo, o en la cocina
con un abridor de latas en la mano. Si sois listas, quizás incluso podréis practicar esas
artes mientras vuestro hombre está viendo la televisión.
Stevenson reconocía que aquellas mujeres tal vez sentirían una «sensación de
encierro y de horizontes perdidos» en sus nuevos roles domésticos. «Antes escribían
poesía -señaló-. «Ahora una larga lista de tareas [...] Pensaban que iban a des-
empeñar algún rol en la crisis de esta era, pero lo único que hacen es lavar pañales».
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PRÓLOGO
~ ~:::-aoa que esta visión no fuera «demasiado deprimente», pero concluyó dicien-
.:.._ _w «las mujeres "nunca lo han tenido tan fácil" como vosotras». 7
ath estaba dispuesta a desempeñar ese rol, pero, como sugería el discurso de
~==--= -on, tenía al destino en contra. Vivió en una época vergonzosamente discri-
-=::-_¿:oriaen la que era imposible que una mujer obtuviera una hipoteca, un prés-
~ o una tarjeta de crédito; una época en la que los periódicos separaban las
=~z e empleo para hombres y para mujeres ( «¡Solo guapas, por favor!»); en la
:::_--:_::~2 palabra «embarazada» estaba prohibida en la televisión; y las revistas acon-
=~=·~a las esposas que se quedaran calladas, porque, como expresó una colum-
-:,..2 ..:, us temas de conversación son más importantes que los tuyos». 8 El Gobier-
::_.::._as nanzas, el derecho, los medios de comunicación, las instituciones
¿:¿.:_f:nicas,la medicina, la tecnología y la ciencia; casi todos los ámbitos profesio-
- = - =-- esraban dominados por hombres. Algunas mujeres lograban colarse a veces,
:~ e~coste era alto. Como escribió una de las contemporáneas de Plath en Cam-
==.:::e, en los años cincuenta las mujeres llevaban «toda la vida interiorizando que
__s ~'-'.:;-osvitales y la autonomía simplemente eran incompatibles con el amor y la
~-:':a.>>, que «independencia equivalía a soledad». 9 Aun así, Plath creyó que era
: -:::__:eun destino diferente al que Stevenson había presagiado para ella. Al igual
~ s·..:. '. éroe joyciano, Stephen Dedalus, estaba llena de «lujuria icariana»: saldría
¿ ~ • 3queda de su destino en otro lugar, coleccionaría experiencias para su arte y
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l'll1'iL1h.t 1
l'lllII t ll .t_l
lo ck siempre: o no se estudia a una escritora, o estudiarla se considera un acto de ,111~·,l.1 •,11 c:1d:,vcrt:n el ¡_;scenario, s:1crlficadopor su propi:1rn.111ia»/•'> Suw.:ri1·t¡lll' rl
fanatismo religioso». 16 · 1ii,11ll11 de Plath fue una cspcck dc 11ú111cro íinal solo pcrpcuh el 111110 di.:Plnd1
Desde su suicidio en 1963, SylviaPlath se ha convertido en un símbolo paradó- , ¡i 1, ,t111 'I 1lilicanuestra percepción de su obra y su vida. Much:1s biügl':1Fí,1s se h:111
jico de poder e impotencia femeninos, y ha sido fagocitada por su propia vida después ,_,1,11,1d11 t•n l:t trayectoria del suicidio de Plath, como si cad:t uno de sus :1<.:1os,
ele..:morir. Atrapada en un limbo entre icono y cliché, se la ha mitificado y patologiza- , 1,,,,11l,1l11l:incia, hubiera sido determinante para acercarla cada ve.;,., n 1:isa un d<:s
lo en películas, series y biografías como una gran sacerdotisa de la poesía obsesiona- 1l1111 1¡111· ,'it' mcrecía por volar demasiado alto. Este libro se sumergirá en el d<.:1-arn\"
ch con la muerte. Estas distorsiones ganaron fuerza cuando se publicó Ariel en los 11,,lliu ,11111 (' intelectual de Plath más que en su caída.
:1''\ossesenta. La mayor parte de los críticos no sabían qué hacer con las metáforas I•' ►,¡ ,11•1-,l:1primera biografía completa de Sylvia Plath que incluye codas l:ts
abrasadoras y vibrantes de poemas como «Lady Lázaro» o con el escalofriante ima- L111i11
1 11¡t 11• 1:t· h:,n conservado de ella (incluyendo catorce cartas recién descubicn:1s
ginarlo de «Límite». La revista Time dijo que el libro era «el chorro de fuego de un , ¡11,·i'11vl1'111 su psiquiatra entre 1960 y 1963, y otras tantas importantes carc:1sin•
d1·:1gó11 literario que en los últimos meses de su vida exhaló un gran río de fuego en el ¡1,111 1•)\', p11· t\·curre a diarios, agendas y obra literaria inéditos de Plath, aden1n.sel,,
1>:1, 17
H )r:tn 1aliterario». El vVáshington Post llamó a Plath «la se!piente misteriosa>> en 11,d111¡111hllcad:t. Gracias a que los herederos de Plath y Hughes me permitkro11
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u11:u·dculo titulado «El culto a Plath». Robert Lowell, en su prólogo aAriel, des- il11i11 di, 111.111l0 lns documentos publicados como los inéditos de Plath y Hugh1..:s
Tibió a Plath como una Medea, precipitada sin remedio hacia su propia destrucción. ., 1,1 l,itl\' 1111·1••i1t• proyecto, he podido citar de las fuentes originales, en lugar di.:n.:•
1nduso rn lector más cercano: su marido, Ted Hughes, a menudo la describía como , 11í1 i1 o1 11111
1, ,1 de :1rchivoescritas a mano de cualquier manera. Esta también es h
un j:irrón vacío a través del cual hablaba una peligrosa musa. I" 1111~'1,1 l il,1¡1,1.\l'í:1
de Plath que indaga en profundidad en la historia de su familia,
Los estudios recientes han profundizado en nuestra imagen de Plath como una 111,l11y111tl11 l:1l11vestigaciónde su padre por el FBI o el internamiento de su abud:t
1nat:strade la interpretación y la ironía. 19 Sin embargo, la crítica literaria vertida , 111111,1 l11111lt11ción mental;queadjuntaunfragmentodelanovelaperdidadePl:uh,
sobre Plath no ha alterado lo suficiente ese cliché tan popular que la retrata como / ¡/,,,,1 i;m/, (1'1edescubrí traspapelada entre otras cosas; que utiliza documentos
l::tMarilyn Monroe de la literatura. Todavía hay muchos perfiles de Plath que la I" di, l.tl1",,hospitalarios y legales nunca examinados; que ofrece nuevas intcrprnta·
presentan como una desequilibrada sacerdotisa de la poesía. Un biógrafo la descri- , 11111111 1 l' ldl.'asde la vida de Plath basadas en los testimonios y archivos person::iks
hló como «una hechicera que tenía el poder de atraer a los hombres con el destello , li·11111·11 k cincuenta de sus contemporáneos; que recaba nuevos datos que podrfan
k su intensa mirada, un alma torturada cuyo único destino era quitarse la vida». u111il 11.11' l:1percepción que teníamos de Plath hasta ahora; y que utiliza la totalichd
bcribió que «aspiraba a transformarse en una divinidad psicótica». 20 Estas carica- il1•lli,, ;11·chivosde Ted Hughes de la Universidad de Emory y la British Library,
Lu ras se han calcificado a lo largo del tiempo en la popular imagen reduccionista de 1hlllde sc conservan muchos poemas inéditos y extractos de diarios de Hughcssobrc
Sylvia Plath que tenemos hoy: la de la escritora suicida que escribió La campana de l 1!.1111. Poi' óltimo, esta es la primera biografía de Plath que incorpora material dd
l'rt'.fttd cuyas fervientes lectoras son chicas vestidas de negro ( «Sylvia Plath: la musa 11•rhlvode 1-farrietRosenstein de la Universidad de Emory, inaugurado en 2020.
k la angustia adolescente», se titula un artículo de 2003 de Psychology Today). 21 l~\\~t;nsrcinentrevistó a multitud de contemporáneos de Plath a principios de los
Pl:1thse consideraba un tipo de «hechicera» diferente: «Soy una excelente sacer- •,t•tc111:1 mientras trabajaba en una biografía de Plath que nunc::i.llegó a ten:ninnr.
dotis:1ele lo intelectual», escribió a su an1igo Md Woody en julio de 1954.22 l•'.iH:tS voct:s espectrales del pasado arrojan una IL11/,nueva sobre las relaciones d··
Muchos amigos de Piad, ha11pcrdidP l:1paciencia con estas versiones distor- I1lntl1,su trac,1micnto médico y so c:;cricura.
slon:tdas de ella. Uno de sus inejol'l'.~:1mlgos, Phi! McCurdy, no reconoce a esa l•'.stulihrn 110pr¡_;r¡_;nck st:r <.:n:1bsnh1tnla biogrnfía dcíinitiva di.:Sylvin Pbth.
,psict'>pata Iiccr:iría» de l:L<.J\IC1111hl:111 l,1sliiow:1ffns que no saben captar su esencia ( :011d I ic1n¡Hi,saldrá :t la lt1'.I, 1H1t..:V()
111:11:<.:ri:il
y surgid11 11u~·v:1s 1
pl'c¡,11nt:ts.Prrn
ln1t'kr1u:1Iy unl11sins1:1. lo, os, p<.:rnlocos, por Kafka», dijo/ 1 lllli··
"1,:st.lh.11111111 csprro que s~·:1 11111·v11·n10
11111rlio 111:\srlco y pr<.:riHn,y n1l'1luS¡i:1HMlgit'o, dl' l:1vld:1
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Kll:111,:1111lgaÍllt1111,1
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<.kque siempre se·•''"11h•11su dv Svlvl:t Pl.1tl1 qw t•IqtH: rxl.~tc• c·11 In :u·111:ilidnd. ( :0,11:,seln 111'111de ¡,11r11111·,,11:1
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1.ocura y la represión. Plath ambientó La campana du c!'/,11,i/ 1•11l 1)', \,perola 1111111w11tr predlcG los /'1'1tlitk.1 di' t!'l1•vl•ll1'111 ). Y mknt fa:- l'l:11h 11dr:1h:1 :1 ~:Nnl101·:14
escribió en 1961, cuando se movía en los círculos de izquicrd:1.~dr l ,1H1dresy se u 1111u Virgl n l:1Woüll'~M :1rl:t1111t· M 1)i)t t', l·'.ll~.:1li1:1h Bishl)p, Sarn •1~:isdak, 1•'.d 11:1SI.
empezó a interesar por el movimiento antipsiquiátrico de R. D. L:il11g./.,a cam- \ll11u·11t·Millay, Fdith SiLw1.:ll y /\1111vSex!rnl cn11io1nodclos, su 1.:du...::1cl{,n 1.:st:1h:1
pana de cristal, al igual que Aullido de Allen Ginsberg, mostraba unos Estados 1l111vntada1.:nel 01odernis111001:1sc1111110. 1.os textos psicológicos y :111tropulógln,s
Unidos llenos de represión, que eran capaces de volver locas incluso a las «mejo- il1·( '.:1rlJung, Robert Graves y JalllGS1:r:1zi.:r, ,1s{corno la poesía y ht pros:t de W. H.
res mentes» de una generación. ¿Estás realmente enferma?, pregunta Plath, ¿o es V1•:11s, l)ylan 'fh.001as, Wallace Stevens, JanH.:sJoyce, T. S. :Eliot, W. 11. /\u<.kn,
que la sociedad te ha hecho así? Nunca idealizó la depresión ni la muerte; nunca lt11\icrcLowcll y el propio Ted Hughes, fueron los cimientos sobre los qu1.:levan•
se dejó emh,elesar por la oscuridad. En cambio, logró trazar la atmósfera fría y 11'1 ~11andamiaje. El enfoque psicoanalítico que prima en las anteriores biografbs
vacía de 1~depresión, sin miedo alguno. La habilidad de Plath para resurgir después 1h- Pl:1ch ignora esta tradición literaria «impersonal» que la impregnaba y ru1;m
de sus episodios depresivos le dieron el valor para explorar, como dijo Ted Hughes: 111·l:1cual crecía su obra. Jane Baltzell Kopp, quien conoció a Plath y I-h1.ghese11
«la profundidad psicológica con gran lucidez y reflexión».31 Los temas de rena- :.1illbridge, habló de la «vieja y alta cultura»· que penneaba en la existencia d1.:su
cimiento y r.enovación son centrales en sus poemas sobre la depresión, la rabia y ,il11mna:«Esa tradición estaba muy relacionada con la manera en la qnc nos vda•
la destrucción. 111t1s :1nosotros mismos y nuestras vidas en aquella época>>. Cualquiera que escl•
·«¿Qué le sucede a un sueño postergado?», preguntaba Langston Hughes en 11•,d111ente interesado en entender la poesía de Sylvia Plath, sugirió Kopp, apreo•
su poema «Harlem». ¿Se convertía en «una costra de azúcar/ como un dulce al- 1lt•d niás estudiando su examen de Tripos de la Universidad de Cambridge que b
mibarado'>>?32'.Le aterrorizaba la etiqueta condescendiente·de «poetisa» y no tenía 1t•l.1dón con su padre muerto. «La cantid,ld (y el rango) de lecturas que implicaban
intención de quedarse soltera y sin hijos como Marianne Moore o Elizabeth Bishop. 31
1"11 :1s¡n1.:guntas lo dice todo ».
Quería ser esposa, madre y poeta, «una triple amenaza», como le dijo a una amiga. 33 Plath era una maestra en este campo, desde Chaucer hasta Eliot. Puede que s11
En la era sexista en la que estaba atrapada, estas esferas casi nunca se solapaban, pero d11111lnio de la literatura no sea tan evidente en un poema como «Papi», compucs-
durante un tiempo logró ser las tres. 111 de versos tartamudeados y una cadencia de nana. Pero el poema es fruto de un
Entonces, en otoño de 1962, su matrimonio se acabó. Se derrumbó el edificio, l.11gu aprendizaje; es Picasso al borde del cubismo. Plath tuvo que dominar la tr:1-
pero la poesía llegó deprisa y con fuerza. Sola, con sus dos hijos, en una casa con el 1lldón para poder crear algo nuevo. Sus poemas deAriel exploran el traumafamili:tr,
tejado de paja en la Inglaterra rural, comenzó a escribir los poemas que, como pre- \11H problemas maritales y los celos sexuales, sí, pero también plantean preguntas
sagió, le darían la fama. Mientras que sus poemas más tempranos, formalmente más 1111 irc la historia, la guerra, el totalitarismo y una tradición literaria masculina qu··
1
complejos, cosecharon éxito moderado, estos poemas deArt"el (llenos de velocidad, l 1.111f:t
dejado fuera alas mujeres. Es fácil perderse las alusiones en «Papi» a La ticrn
osadía y arrojo, y también de rabia contra las opresiones individuales e históricas) /1,tldla de T. S. Eliot en mitad de todas las controversias que hay en el poema. Dd
marcaron un estilo en la poesía de posguerra. Plath murió solo ocho días después 11lls1110 modo, «Límite» es una reacción a W. B. Yeats, Robert Graves y Shakespca-
de que Betty Friedan publicara La mística de lafemt"nidad, pero su obra había roto 1·1·.!,a campana de crista/, utiliza como plantilla Retrato del artista adolescente, el··
un techo de cristal literario. Poemas como «Lady Lázaro» o «Papi» cargan contra J11111Gs]oyce, mientras queAriel dialoga con «El pensamiento-zorro» de 'lcd I-h1gh1.:s
las normas sexistas de la sociedad de Plath, mientras que «Límite» admite con una ,¡pbn.:las fuentes de la inspiración creativa. Plath redefinió la elegía en <<Elcoloso
ironía fría y espantosa que solo una mujer muerta «se ha perfeccionado». Era como P:tpi», dando espacio a la rabia, así com.o al amor y al pathos. Fue pionem en l:t
si hubiera trasladado el movimiento emergente de liberación femenina a la poesía. 1H1Gsíade la mat1.:nüdad y desaíió h noción romintic::t m:tsc111inade qu1.:el plra11H1
Más de cincuenta años después, los poemas de Plath parecen encerrados en k allá afucrn cr:11lh1S s11blinieque el dormitorio de su bebé. l•'.sUll:1de las prin1c..:r:1s
u11contexto fijo: «confesional», «feminista». Pero estos poemas se escr.ibieron poc1:1sen lc11guaingks:1 en escribir sobrc el :,bono 11:1.Lur:d y cs¡wndnell y la dcp1\·
1
:tntes de que estos términos entraran en el imaginario cultural. A11nquc :tprcndió 1M11, p11sparrn.Sus poen 1:1sStlhl'Glus esrra¡,,osLk 1:1dcprt·si< 111
(,.:1·,1llp:111t·s1.•,
«0111101·,
111uchode Robert Lowell y Anne Sexton, a quienes conoció :1linnl<'sdt· los años y d tL·jw·, ,<Ovt.:j:1st·11Innkhhi», «l ,f111l1c'·):,1>11
.,1,1111111:1 .il¡,,111H1N
de los 11wjon:s
·l11c11enta,su impulso estético era más surrealista que conrcslu11.il. 1),· l1t•thu, tr:i- lt1¡1 ks:1. l·'.llns,y h propl.1 l'l.11'1,11w1t·1
pm•111asuwl'lllls l'll k11¡,,11.1 l:111111.11111t·v.1
kt.
1
1,o 111is1110 ocurrc con su 111atrimonlo con ·r~d1,1uglH.:s.1.., 11,11111·:d1•1,1•11•11s:tclo- ú llt:t <.k:1962 y 196'.\.'11A t 111,p;/, t·Iv1•111•11t l':I él, tih ti, cr:t ,. "Li11
1lo drscn11ccrc:dJ:1. l 1:1
11:distadc su pl'itnt:l'<.;ilCU.cnlro(esfa111os:1laan6cdotadequcl'l:itl111101dl1 1
1.1l lughes " .. , t'.S dcci1·,disdpuh de la filos111'í:1
t\·nciana", no "li.bcrad11nid1· L, 11111)1•1 l'l'L':1tiv.1
11
t·n l:1rncjill:t cu anclo él la besó en una fiesta desenfrenada) ha osc11rcdd(1d contex- dc.:libcraci6n sexual dc 1). 11.l ..,w11·1111·,no :1ccivistapor los dcrechos d<.:b 11111)1.:r: •
to liccrario qm: los unió. Su relación, desde aquellos primeros momentos can tea- 1 1ughes pensaba que le habd:1 111ulcs1 :1<.fo la c.:tiquetade feminista, al igual q u<.::1st 1
tr:dcs, estaba soldada con la obra de Lawrence, Yeats y Thomas. 35 La noche que se :u11igaDoris Lessing, ya que Plath había expresado varias veces su rechazo a las
·01Hxicron en 1956, los dos buscaban crear un nuevo dialecto, deseosos de macha- •<niujeresde carrera» que despreciaban la vida del hogar y la crianza de los hijos. 1,:1
·ar a los falsos ídolos poéticos. A pesar de todas sus aparentes diferencias, eran, como psiquiatra de Plath, la doctora Ruth Beuscher, también tenía la impresión de quc
st 1girió un periodista de la BBC, «tal para cual». 36 Su mejor poesía era cautivadora ,,Sylvia no era feminista ». 45 Hughes nunca reconoció que las novelas de D. 1 l.
• inq ut:bran table; original y al mismo tiempo arraigada en la tradición; compuesta 1.:twrence le habían mostrado a Plath un ejemplo de igualdad y autonomía antes
r:1n to para la vista como para el oído. Durante los años felices de su matrimonio, de la l.legadade la segunda ola del feminismo. Hughes se jubiló y dejó que su her-
Pl:irby Hughes se dedicaron a escribir un nuevo tipo de poesía, algo «aliterario», 111:tnaOlwyn se encargara de la gestión del legado de Plath. Pero las dos m'ujeres,
1·01110 lo llamó Plath, algo que rompería con los «Elegantes Académicos».
37
«Era que solo se vieron seis veces en su vida, eran enemigas acérrimas; una vez Olwyn
46
l11('1\:íl ilc hacer que las palabras tuvieran algo físico: parecía que las propias palabras ·:,lificó a Sylvia de «zorra absoluta» en una entrevista. Olwyn describió a Plath
/im,m l:ts cosas», dijo el artista Barrie Cooke de los poemas de Hughes en 1962. 38 ·01110 egoísta y volátil en Bitter Fame, la polémica biografía que escribió junto con
1,o 111ismopuede decirse deAriel. An ne Stevenson, y a lo largo de los años negó a muchas feministas el permiso par;l
l 1l:1thy Hughes no solo eran marido y mujer, también eran colaboradores es- l'itar la obra de Plath. Como dijo Edward Lucie-Smith, Olwyn «no hizo ningún
47
16 leos: «Si SP y yo fuimos capaces de salir adelante, fue porque durante varios años ·:-fuerzo por ocultar su odio a Sylvia».
'1'uclaks nos defendimos el uno al otro, éramos un mundo suficiente para el otro: El final del matrimonio de Plath y Hughes fue, en efecto, terrible y destructivo.
n t 1<,;strapoética folie adeux nos salvó de ser aislados, acorralados o borrados», dijo 11ubo violencia en la relación; Hughes admitió haberle dado alguna bofetada a
1 1ugbcs. 39 «Ahora me doy cuenta de que cuando nos conocimos, mi escritura, al 1>l:uhen arrebatos de furia, mientras que Plath hablaba en su diario de arañazos con
ignal que la suya, abandonó su antigua tendencia y empezó a dar vueltas y a buscar .~:ingre,esguinces en los pulgares y vajilla rota. Después de separarse, Plath le dijo :t
0
• ~ Aunque el matrimonio no duró, su legado aún reverbera en las cadencias de la l:1doctora Beuscher que Hughes la había pegado en febrero de 1961, cuando volvió
licción y la poesía de posguerra: El coloso,La campana de cristal, Ariel, El halcón .t casa de una reunión y la encontró rompiendo sus manuscritos. Plath le dijo a l:i
·n la Lluvia y Lupercal, cinco de las obras más importantes del periodo de posgue- doctora Beuscher que aquello fue una «aberración» y hay pruebas de que Hughcs
rt·~,, fueron escritas durante el matrimonio de Plath y Hughes. La confianza de sc arrepintió de esto durante el resto de su vida. 48 La violencia misma fue parte d:'
Plath en su futuro fue profética. Como escribió a Hughes en octubre de 1956: l:t mitología compartida de Plath y Hughes, algo que exploraron en la cama y en las
,~Qt1crido, sé riguroso y ponle fecha a tus cartas. Cuando estemos viejos y acabados, p~ginas. Sentían que la poesía británica estaba de capa caída, llena de una elegancia
vcndrin a pedirnos nuestras cartas; y las tendremos fechadas». 41 d<.:structiva, y estaban decididos a romper todos sus esquemas. Escribir con c.:s:t
1 I ughes ha sido villanizado por su comportamiento hacia Plath, a la que dejó contundencia sobre los horrores de la humanidad y la naturaleza se convirtió en
1>1,rl\ssia Wevill en 1962. En la cúspide de la ola feminista, sus homenajes en Esta- p:1rte de su proyecto conjunto: aquel que tanta felicidad les había dado antes, com<)
19
dos Unidos fueron boicoteados; y aún hoy los fans de Plath vandalizan el nombre ·scribió Plath en su temprano poema: «la obra se volvió trágica».
k (< 1 fughes» en la lápida de Plath en Yorkshire. La poeta estadounidense Robin A pesar de su amargo final, el matrimonio experimental y creativo de Plath y
M,irg:Lnacusó a Hughes en un poema de asesinar a Plath. «Fue perseguido y ator- Llughes foe bastante progresista para su época. A mediados de los cincucnt:t, b
111entad.oen nombre del feminismo>>, recordaba la poeta <.:st:1dn1líddcnseRuth 111::iyor parte de las mujeres abandonaban sus aspiracioncs profcsionalcs al contr:11.:r
hdnlighc, cercana a Plath y Hughes a principios de los scs<.:nl'!l.'1., l ,:1 n1:dagestión m:ttrimonio. Pcro Hughcs incitaba a Plathi a veces hasta la extenuación, a scr m(;jor
q11chiw Hu.ghes de los papeles de Plath y la reestrucwr:H'l/111d1· •.11111:1nuscrito poc.:tn.Crcaba ejerci.cios para clb, h:1cíacb.boradas tablas, l:1hipn0l'.i,.:1b:1,h <.:1d1or
ol'lgin:1Idc Arid no ayudó para que los lectores de Plath lo 1,lll 1111111, ¡101'tlll :tlhn,cc.:a t:il,:,:t c11nccnu·:Hse;todl) p:tra acccdcr a las prülündid;1tks internas dl' l:1cp11scle11
respo11s:1blt';dijo que h:tbfa dcstTtlido su último di:,rin dr 1·11,1\'1111t·,h.1jo:;u ~u- L·l:1d1l1Hkcrd:1 qut· cst:tli:t L't11c1·r;Hlo
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·llt1haya:1lgode verdad. Nunca me creerían. Pero decir que le robé algo[...] seríauna -11:t c.spoeta»Y La h:1.bíadesafiado a escoger la vida artística que realrnentc clh
1·ellglt'mdc verificacióninstantánea,y mis miserablesy continuos csfocr:wsrevelarían lt:s<.::1.h:1 en lug:1.rtk la córno<.hvida burgu<.:s:tque su.1nadrt: h:tb(a plane:tdo CL1ida-
un 11ucvoevangelioimpuesto.53 dnst1111cntt:. P[:11·h, sicmpr<.::i.nsiosapor mostr:11" que tenía «:igalhs», :1-c<.:ptó d riesgo.
l,:ll:1 cr(;y<1qui.: juntos volarían alrn:,<Nadade discr<,;los círculos litc1·:uios:i.:scriblrnus,
kt·111os,k1l>l:111Hls sin rn¡rnjos y crcnmns di.:sdelo rn:,s prn!'u11d1i dv 11111.:st1\1s rnl':1•
Sugt:rlr qm: Pl:tth tomaba prestado de Hughes o que l lt1¡,.lw~ 10111:lll,1prcst:i.do
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El deseo de Plath de reinventarse era estadounidense, pero su tr:111sl·1,rrnación 1•¡·ha\,aun piropo a sí 1nisma, t•1·:1 Nad:t m:ís lkT,ª":i l.1
1·1/1ll'II 11.1•,1.11111·x1cnu:icii'l1t.
no podía suceder en los Estados Unidos. A finales de 1959, se mudó a Inglaterra 1 l,na dd «Annapurn::t», co1t10 ll:1111:1h.1 .1~11.~ohj<.:livoslit\;r:11fos,y:1c111¡,L·:r.:1li: :i
con Hughes, para no volver jamás. Su viaje representaba la búsqueda de respeto. ¡il:1nea.runa nueva expedición. Pero <.:S<.: dí:1111).J•:satarde, baj(>la lu,, crept1:,c11hrdd
Por aquel entonces Hughes estaba camino de convertirse en el poeta joven más 1,ivicrno, lo celebró. Ied Hu.gbes llevó cli:1111p,\ny fa Poesía cornpLc1ttde D. 11.
famoso de Inglaterra. En Londres podían vivir de escribir encargos para la BBC, y l ,:1wrencepara brindar por aquel moniento.
los edito:ies :británicos parecían más impresionados con el humor negro de Plath Sylvia Plath no disfrutó de un enorme éxito literario en vida. FL coloso:1p<.:11:
que sus propios compatriotas. Se convirtió en la hija pródiga, renunciando sin pu- 111voimpacto en los círculos poéticos angloamericanos. Pero después de :tfios pn
dor a una cómoda vida como la esposa de un médico por ser una peripatética poe- 1Jlg11iendosu vocación en una profesión hostil para las mujeres, logró abrir 1111:
ta en paro. Incluso Hughes se preguntó si tal vez había dejado que Plath se perdie- .11•11dijade la puerta; y no solo para sí misma, sino para la enorme cantidad dt: mu-
ra, tan lejos de las luminosas playas de Cabo Cod, sumida de pronto en un mundo j1•c(.:spoetas que vinieron después. La segunda antología de Plath, ArieLJfue 1111
gris y neblinoso. U na vez dijo que Plath era una «pionera / en la dirección erró- 1\xicode ventas, al igual que su novela de 1963 La campana de cristal, que llegó :1
60
nea». Pero Inglaterra le ofrecía una vida intelectual más libre; como expatriada, V<.:11der más de cuatro millones de ejemplares. Ganó un Premio Pulitzer póstu1110
podía marcar sus propias reglas. Ruth Fainlight sentía que al mudarse a Inglaterra, 1•111982 por sus Poemas escogidosy hoy se la considera una de las poetas más in1H1
Plath «estaba defendiendo su identidad poética». Fainlight creía que la distancia v.1doras,exitosas e influyentes del siglo xx. Seguramente no se imaginaba lo fo,1110
de su hogar fue tan liberadora para Plath como para ella. «Ser extranjero es una 1,.1tiue iba a hacerse mientras bebía champán con Ted Hughes en 1960, pero s:ibín
gran ventaja. [...] Nadie espera que sepas a qué atenerte ». 61 En Inglaterra, con su qt1<.:estaba alzando el vuelo.
acento americano, Plath logró escapar del esnobismo de clase que había vivido en Su vida estaba a punto de volverse más complicada: dos bebés, un aborto, cll<'
Massachusetts. Sus amigos ingleses simplemente asumieron que era una americana 11list:1des,infidelidades. Las certezas empezarían a derrumbarse como la 1n:t111po.~
rica. A Plath le encantaba la excentricidad inglesa; en Estados Unidos, decía a sus 1nfa de Thoor Ballylee. Ella misma se encerraría dentro y echaría la llave. Peri i l.1
amigos, la peculiaridad levantaba sospechas. En Inglaterra escribiría sus mejores l"Writura,incluso entonces, fue su salvación; no su ruina. Refugiada en la c1s:1de lo
obras: La campana de cristal y Ariel, lejos de los sermones de su madre y de la re- 1d~tnciade Yeats al final de su vida, la hija del apicultor debió de haber en tendldq
vista Ladt'es' Homejournal. Aunque la autonomía tenía un precio. Al separarse de 111célebre súplica de Yeats de reconstruir en los salones de la ruina:
su marido y cortar relaciones con su familia y sus amigos cercanos, fue invadida por
una soledad brutal. En los meses previos a su suicidio, el 11 de febrero de 1963, le Las abejas construyen en las grietas
preguntó a su psiquiatra estadounidense si debería volver a casa. La doctora Beuscher de la mampostería suelta, y allí
le dijo que se quedara. las madres pájaro llevan larvas y moscas.
Mis muros se derrumban; abejas de la miel,
venid a construir en la casa vacía del estornino. 63
Pero prefiero situar a Sylvia Plath un día de febrero menos trascendente, ya que he Y, en efecto, ella había construido. Allí en su escritorio, cuando mllrió, csml>a
llegado a conocerla a lo largo de los ocho años que llevo escribiendo este libro. El "1:sn», el c:1.librado contrapeso de su destrucción: su nuevo libro de pocrn:ts, el
10 de febrero de 1960 (tres años antes del día de su muerte) firmó su primer con- 11rnnuscríto cuidadosam<.:nte encuadernado, esperando ser revelado.
trato editorial, para publicar El coloso,en un pub de Londres. Llevaba un vestido
premamá de lana negra, un abrigo de cachemir y unos eleganres girantes de piel.
Estaba embarazada de siete meses de su primer hijo, recién i11st:tl:1d,1 v11l:isoleada
Chalcot Square con su amado esposo, y libre, por fin, de la nlir:ul.1i111•1 ck los
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Plath «estab; defendiendo su identidad poética». FainÜght creía que la distancia v.1doras,exitosas e influyentes del siglo xx. Seguramente no se imaginaba lo hu1.ll)-
de su hogar fue tan liberadora para Plath como para ella. «Ser extranjero es una 'ü1qnc iba a hacerse mientras bebía champán con Ted Hughes en 1960, pero s:1bf:1
gran ventaja. [...] Nadie espera que sepas a qué atenerte ». 61 En Inglaterra, con su qtH.: estaba alzando el vuelo.
acento americano, Plath logró escapar del esnobismo de clase que había vivido en Su vida estaba a punto de volverse más complicada: dos bebés, un abo reo, l'flt'
Massachusetts. Sus amigos ingleses simplemente asumieron que era una americana 11,wades, infidelidades. Las certezas empezarían a derrumbarse como la m:rni¡H1s
rica. A Plath le encantaba la excentricidad inglesa; en Estados Unidos, decía a sus ll'd:i de Thoor Ballylee. Ella misma se encerraría dentro y echaría la llave. 1\·rn l.1
amigos, la peculiaridad levantaba sospechas. En Inglaterra escribiría sus mejores 1",1ricura, incluso entonces, fue su salvación; no su ruina. Refugiada en la cas:1dr l.1
obras: La campana de cristal y Ariel, lejos de los sermones de su madre y de la re- 1d:111cia de Yeats al final de su vida, la hija del apicultor debió de haber ent<.:11didn
vista Ladies 'Home journal. Aunque la autonomía tenía un precio. Al separarse de lit1·~lcbresúplica de Yeats de reconstruir en los salones de la ruina:
su marido y cortar relaciones con su familia y sus amigos cercanos, fue invadida por
una soledad brutal. En los meses previos a su suicidio, el 11 de febrero de 1963, le Las abejas construyen en las grietas
preguntó a su psiquiatra estadounidense si debería volver a casa. La doctora Beuscher de la mampostería suelta, y allí
le dijo que se quedara. las madres pájaro llevan larvas y moscas.
Mis muros se derrumban; abejas de la miel,
venid a construir en la casa vacía del estornino. 63
Pero prefiero situar a Sylvia Plath un día de febrero menos trascendente, ya que he Y,en efecto, ella había construido. Allí en su cscrit0rio, cuando murió, est:.tl>:1
llegado a conocerla a lo largo de los ocho años que llevo escribiendo este libro. El • 1'N1l>>,el calibrado contrapeso de su destrucción: su nuevo libro de pocrn:1s, el
10 de febrero de 1960 (tres años antes del día de su muerte) firmó su primer con- 111.111u!icríw cuidadu.s:unentc encuadernado, esperando ser rcvcb.do.
trato editorial, para publicar El coloso,en un pub de Londres. Llevaba un vestido
premamá de lana negra, un abrigo de cachemir y unos eleganr<.:s¡;u:111ces de piel.
Estaba embarazada de siete meses de su primer hijo, recién i11s1:1l:idn v,, h solc:ida
Chalcot Square con su amado esposo, y libre, por fin, de l:iniln1d,1i111•1·l,:111tc de lns
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