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Poeta en Nueva York es un

libro que construye la imagen


poética de un sujeto en crisis.
UN
Crisis personal, social e
incluso literaria. POETA
EN

en Nueva
Un poeta
La naturaleza no solo se
enfrenta a la civilización, a

NUEVA

York
la sociedad mecanicista, a la
ciudad inhumana, a las
condiciones precarias de la
existencia.
YORK
El sujeto poético se enfrenta
al vacío sobre el que tiene que
construir su identidad.
Federico García Lorca
FEDERICO GARCÍA LORCA
Federico García Lorca fue uno de los poetas y
dramaturgos más influyentes de la literatura española
del siglo XX. Nació en 1898 en Fuente Vaqueros, un
pueblo andaluz en la provincia de Granada. Lorca
estudió Filosofía y Letras, así como Derecho, en la
Universidad de Granada.

Durante un viaje por España con sus compañeros


universitarios, descubrió su vocación por la escritura, y
en 1918 publicó su primer libro, Impresiones y paisajes.
Unos años después, en 1921, estrenó su primera obra
teatral, “El maleficio de la mariposa”, y publicó un libro
de poemas. En 1929, buscando un cambio en su vida,
Lorca decidió viajar a Nueva York a bordo del Olympic.
Durante su estancia en la ciudad, escribió una de sus
obras más relevantes, “Poeta en Nueva York”, en donde
relató sus experiencias y reflexiones de la sociedad de
la Gran Manzana.

Entre sus obras más emblemáticas se encuentran


también “Bodas de sangre”, “La casa de Bernarda Alba”
y “Romancero gitano”.

Tragicamente, el estallido de la Guerra Civil Española


acabó con su vida el 19 de agosto de 1936, cuando fue
asesinado por el bando sublevado.

2
3
Derechos exclusivos de esta edición en lengua española
© Reino de Cordelia, S.L.
Edita: Reino de Cordelia

Alberto Alcocer, 46- 3º B


28016 Madrid

www.reinodecordelia.es

© Fernando Vicente, 2017


www.fernandovicente.es
Prólogo: © Luis Alberto de Cuenca, 2017
Edición: © María Robledano& Jesús Egido, 2017
IBIC: DCF
ISBN: 978-84-16968-15-2
Depósito legal: M-7641-2017
Diseño y maquetación: Jesús Egido
Corrección de pruebas: Pepa Rebollo
Impresión: Técnica Digital Press

Encuadernación: Felipe Méndez

Cualquier forma de reproducción, distribución,


comunicación pública o transformación de esta obra
sólo puede ser realizada con la autorización de sus
titulares, salvo excepción prevista por la ley.

6
ÍNDICE

I- Poemas de la soledad en Columbia University 21

II- Los negros 37

III- Calles y sueños 67

IV- Poemas del lago Eden Mills 75

V- En la cabaña del Farmers 85

VI- Introducción a la muerte 103

VII- Vuelta a la ciudad 113

VIII- Dos odas 131

IX- Huida de Nueva York 137

X- El poeta llega a La Habana 147

7
8
I
POEMAS DE LA SOLEDAD EN
COLUMBIA UNIVERSITY

9
Asesinado por el cielo.
Entre las formas que van hacia la
sierpe y las formas que buscan el
VUELTA DE PASEO

cristal,dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta


y el niño con el blanco rostro de huevo.

Con los animalitos de cabeza rota


y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene cansancio


sordomudo y mariposa ahogada en el
tintero.

Tropezando con mi rostro distinto de


cada día.
¡Asesinado por el cielo!

10
Aquellos ojos míos de mil novecientos
diez no vieron enterrar a los muertos,
1910 (INTERMEDIO)

ni la feria de ceniza del que llora por la


madrugada,

ni el corazón que tiembla arrinconado


como un caballito de mar.

Aquellos ojos míos de mil novecientos


diez vieron la blanca pared donde
orinaban las niñas, el hocico del toro, la
seta venenosa y una luna
incomprensible que iluminaba por los
rincones los pedazos de limón seco bajo
el negro duro de las botellas.

Aquellos ojos míos en el cuello de la


jaca,en el seno traspasado de Santa
Rosa dormida, en los tejados del amor,
con gemidos y frescas manos,en un
jardín donde los gatos se comían a las
ranas.

11
Desván donde el polvo viejo congrega
estatuas y musgos, cajas que guardan
silencio de cangrejosdevorados en el
1910 (INTERMEDIO)

sitio donde el sueño tropezaba con su


realidad.

Allí mis pequeños ojos.


No preguntarme nada.

He visto que las cosas cuando buscan


su curso encuentran su vacío.

Hay un dolor de huecos por el aire sin


gente y en mis ojos criaturas vestidas
¡sin desnudo!

12
Enrique,
Emilio,
Lorenzo.
FABULA Y RUEDA DE
LOS TRES AMIGOS

Estaban los tres helados:


Enrique por el mundo de las camas;
Emilio por el mundo de los ojos y las
heridas de las manos,

Lorenzo por el mundo de las


universidades sin tejados.

Lorenzo,
Emilio,
Enrique.

Estaban los tres quemados:


Lorenzo por el mundo de las hojas y las
bolas de billar;

Emilio por el mundo de la sangre y los


alfileres blancos;
Enrique por el mundo de los muertos y
los periódicos abandonados.

13
Lorenzo,
Emilio,
Enrique,
FABULA Y RUEDA DE

estaban los tres enterrados:


LOS TRES AMIGOS

Lorenzo en un seno de Flora;


Emilio en la yerta ginebra que se olvida
en el vaso;

Enrique en la hormiga, en el mar y en


los ojos vacíos de los pájaros.

Lorenzo,
Emilio,
Enrique,
fueron los tres en mis manos

tres montañas chinas,


tres sombras de caballo,
tres paisajes de nieve y una cabaña de
azucenas por los palomares donde la
luna se pone plana bajo el gallo.

14
Uno
y uno
y uno,
FABULA Y RUEDA DE
LOS TRES AMIGOS

estaban los tres momificados,


con las moscas del invierno,
con los tinteros que orina el perro y
desprecia el vilano,con la brisa que
hiela el corazón de todas las madres,
por los blancos derribos de Júpiter
donde meriendan muerte los borrachos.

Tres
y dos
y uno,

los vi perderse llorando y cantando


por un huevo de gallina,
por la noche que enseñaba su esqueleto
de tabaco,

por mi dolor lleno de rostros y


punzantes esquirlas de luna,
por mi alegría de ruedas dentadas y
látigos,

15
por mi pecho turbado por las palomas,
por mi muerte desierta con un solo
paseante equivocado.
FABULA Y RUEDA DE
LOS TRES AMIGOS

Yo había matado la quinta luna


y bebían agua por las fuentes los
abanicos y los aplausos.
Tibia leche encerrada de las recién
paridas agitaba las rosas con un largo
dolor blanco.

Enrique,
Emilio,
Lorenzo.

Diana es dura.
pero a veces tiene los pechos nublados.
Puede la piedra blanca latir con la
sangre del ciervo y el ciervo puede
soñar por los ojos de un caballo.

Cuando se hundieron las formas puras


bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.

16
Recorrieron los cafés y los cementerios
y las iglesias,abrieron los toneles y los
armarios, destrozaron tres esqueletos
FABULA Y RUEDA DE

para arrancar sus dientes de oro.


LOS TRES AMIGOS

Ya no me encontraron.

¿No me encontraron?
No. No me encontraron.

Pero se supo que la sexta luna huyó


torrente arriba, y que el mar recordó

¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.

17
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes

JORGE GUILLÉN
TU INFANCIA EN

Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.


El tren y la mujer que llena el cielo.
Tu soledad esquiva en los hoteles
MENTON

y tu máscara pura de otro signo.


Es la niñez del mar y tu silencio
donde los sabios vidrios se quebraban.
Es tu yerta ignorancia donde estuvo
mi torso limitado por el fuego.

Norma de amor te di, hombre de Apolo,


llanto con ruiseñor enajenado, pero,
pasto de ruina, te afilabas para los
breves sueños indecisos.

Pensamiento de enfrente, luz de ayer,


índices y señales del acaso.

Tu cintura de arena sin sosiego


atiende sólo rastros que no escalan.

18
Pero yo he de buscar por los rincones
tu alma tibia sin ti que no te entiende,
con el dolor de Apolo detenido
con que he roto la máscara que llevas.
TU INFANCIA EN

Allí, león, allí furia del cielo,


te dejaré pacer en mis mejillas;
allí, caballo azul de mi locura,
MENTON

pulso de nebulosa y minutero,


he de buscar las piedras de alacranes
y los vestidos de tu madre niña,
llanto de media noche y paño roto
que quitó luna de la sien del muerto.

Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.


Alma extraña de mi hueco de venas,
te he de buscar pequeña y sin raíces.

¡Amor de siempre, amor, amor de


nunca!

¡Oh, sí! Yo quiero. ¡Amor, amor!


Dejadme.

19
No me tapen la boca los que buscan
espigas de Saturno por la nieve
o castran animales por un cielo,
clínica y selva de la anatomía.
TU INFANCIA EN

Amor, amor, amor. Niñez del mar.


MENTON

Tu alma tibia sin ti que no te entiende.


Amor, amor, un vuelo de la corza
por el pecho sin fin de la blancura.

Y tu niñez, amor, y tu niñez.


El tren y la mujer que llena el cielo.
Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas.
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.

20
21
22
II
LOS NEGROS

23
Odian la sombra del pájaro sobre el
pleamar de la blanca mejilla
NORMA Y PARAISO DE

y el conflicto de luz y viento en el salón


de la nieve fría.
LOS NEGROS

Odian la flecha sin cuerpo,el pañuelo


exacto de la despedida, la aguja que
mantiene presión y rosa en el gramíneo
rubor de la sonrisa.

Aman el azul desierto,


las vacilantes expresiones bovinas,
la mentirosa luna de los polos,
la danza curva del agua en la orilla.

Con la ciencia del tronco y el rastro


llenan de nervios luminosos la arcilla
y patinan lúbricos por aguas y arenas
gustando la amarga frescura de su
milenaria saliva.

Es por el azul crujiente,


azul sin un gusano ni una huella
dormida, donde los huevos de avestruz
quedan eternos y deambulan intactas
las lluvias bailarinas.

24
Es por el azul sin historia,
azul de una noche sin temor de día,
NORMA Y PARAISO DE

azul donde el desnudo del viento va


quebrando los camellos sonámbulos de
las nubes vacías.
LOS NEGROS

Es allí donde sueñan los torsos bajo la


gula de 14 la hierba.

Allí los corales empapan la


desesperación de la tinta, los
durmientes borran sus perfiles bajo
la madeja de los caracoles y queda el
hueco de la danza sobre las últimas
cenizas.

25
Con una cuchara arrancaba los ojos a
los cocodrilos y golpeaba el trasero de
los monos.
EL REY DE HARLEM

Con una cuchara.


Fuego de siempre dormía en los
pedernales y los escarabajos borrachos
de anís olvidaban el musgo de las
aldeas.

Aquel viejo cubierto de setas


iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del rey
y llegaban los tanques de agua podrida.

Las rosas huían por los filos de las


últimas curvas del aire, y en los
montones de azafrán los niños
machacaban pequeñas ardillas con un
rubor de frenesí manchado.

Es preciso cruzar los puentes y llegar


al rubor negro para que el perfume de
pulmón nos golpee las sienes con su
vestido de caliente piña.

26
Es preciso matar al rubio vendedor de
aguardiente, a todos los amigos de la
manzana y de la arena, y es necesario
EL REY DE HARLEM

dar con los puños cerrados a las


pequeñas judías que tiemblan llenas
de burbujas, para que el rey de Harlem
cante con su muchedumbre, para que
los cocodrilos duerman en largas filas
bajo el amianto de la luna, y para que
nadie dude de la infinita belleza de los
plumeros, los ralladores, los cobres y
las cacerolas de las cocinas.

¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!

¡No hay angustia comparable a tus


rojos oprimidos, a tu sangre
estremecida dentro del eclipse oscuro, a
tu violencia granate sordomuda en la
penumbra,a tu gran rey prisionero con
un traje de conserje!

Tenía la noche una hendidura y quietas


salamandras de marfil.

27
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre,
y los muchachos se desmayaban en la
EL REY DE HARLEM

cruz del desperezo.

Ellos son.

Ellos son los que beben el ‘’whisky’’ de


plata junto a los volcanes y tragan
pedacitos de corazón, por las heladas
montañas del oso.

Aquella noche el rey de Harlem,


con una durísima cuchara arrancaba
los ojos a los cocodrilos y golpeaba el
trasero de los monos.

Con una cuchara.

Los negros lloraban confundidos


entre paraguas y soles de oro,
los mulatos estiraban gomas, ansiosos
de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.

28
Negros, Negros, Negros, Negros.

La sangre no tiene puertas en vuestra


EL REY DE HARLEM

noche boca arriba.

No hay rubor. Sangre furiosa por debajo


de las pieles,
viva en la espina del puñal y en el
pecho de los paisajes, bajo las pinzas y
las retamas de la celeste luna de cáncer.

Sangre que busca por mil caminos


muertes enharinadas y ceniza de
nardos, cielos yertos, en declive,
donde las colonias de planetas rueden
por las playas con los objetos
abandonados.

Sangre que mira lenta con el rabo del


ojo, hecha de espartos exprimidos,
néctares de subterráneos.

Sangre que oxida el alisio descuidado


en una huella y disuelve a las
mariposas en los cristales de la
ventana.

29
Es la sangre que viene, que vendrá
por los tejados y azoteas, por todas
partes, para quemar la clorofila de las
EL REY DE HARLEM

mujeres rubias, para gemir al pie de las


camas ante el insomnio de los lavabos
y estrellarse en una aurora de tabaco y
bajo amarillo.

Hay que huir,


huir por las esquinas y encerrarse en
los últimos pisos, porque el tuétano del
bosque penetrará por las rendijas
para dejar en vuestra carne una leve
huella de eclipse y una falsa tristeza de
guante desteñido y rosa química.

Es por el silencio sapientísimo


cuando los camareros y los cocineros
y los que limpian con la lengua las
heridas de los millonarios buscan al rey
por las calles o en los á gulos del salitre.

Un viento sur de madera, oblicuo en el


negro fango, escupe a las barcas rotas y
se clava puntillas en los hombros;

30
un viento sur que lleva
colmillos, girasoles, alfabetos
y una pila de Volta con avispas
EL REY DE HARLEM

ahogadas.

El olvido estaba expresado por tres


gotas de tinta sobre el monóculo,
el amor por un solo rostro invisible a
flor de piedra.

Médulas y corolas componían sobre las


nubes un desierto de tallos sin una sola
rosa.

A la izquierda, a la derecha, por el Sur


y por el Norte, se levanta el muro
imposible para el topo, la aguja del
agua.

No busquéis, negros, su grieta


para hallar la máscara infinita.

Buscad el gran sol del centro


hechos una piña zumbadora.

31
El sol que se desliza por los bosques
seguro de no encontrar una ninfa,
el sol que destruye números y no ha
EL REY DE HARLEM

cruzado nunca un sueño,


el tatuado sol que baja por el río
y muge seguido de caimanes.

Negros, Negros, Negros, Negros.

Jamás sierpe, ni cebra, ni mula


palidecieron al morir.
El leñador no sabe cuándo expiran
los clamorosos árboles que corta.

Aguardad bajo la sombra vegetal de


vuestro rey a que cicutas y cardos y
ortigas tumben postreras azoteas.

Entonces, negros, entonces,


entonces, podréis besar con frenesí las
ruedas de las bicicletas,
poner parejas de microscopios en las
cuevas de las ardillas y danzar al fin,
sin duda, mientras las flores erizadas
asesinan a nuestro Moisés casi en los
juncos del cielo.

32
¡Ay, Harlem, disfrazada!

¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío


EL REY DE HARLEM

de trajes sin cabeza!

Me llega tu rumor,
me llega tu rumor
atravesando troncos y ascensores,
a través de láminas grises,
donde flotan sus automóviles
cubierto de dientes, a través
de los caballos muertos
y los crímenes diminutos,
a través de tu gran rey desesperado
cuyas barbas llegan al mar.

33
(BALADA DE LA GRAN GUERRA)

Yo tenía un hijo que se llamaba Juan.


Yo tenía un hijo.
ABANDONADA

Se perdió por los arcos un viernes de


todos los muertos.
IGLESIA

Le vi jugar en las últimas escaleras de


la misa y echaba un cubito de hojalata
en el corazón del sacerdote.

He golpeado los ataúdes.


¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!

Saqué una pata de gallina por detrás


de la luna y luego, comprendí que mi
niña era un pez por donde se alejan
las carretas.

Yo tenía una niña.


Yo tenía un pez muerto bajo la ceniza
de los incensarios.

Yo tenía un mar. ¿De qué?


¡Dios mío! ¡Un mar!

34
Subí a tocar las campanas, pero las
frutas tenían gusanos, y las cerillas
apagadas se comían los trigos de la
primavera.
ABANDONADA

Yo vi la transparente cigüeña de alcohol


mondar las negras cabezas de los
IGLESIA

soldados agonizantes y vi las cabañas


de goma donde giraban las copas llenas
de lágrimas.

En las anémonas del ofertorio te


encontraré,
¡corazón mío!,
cuando el sacerdote levanta la mula y el
buey con sus fuertes brazos,
para espantar los sapos nocturnos que
rondan los helados paisajes del cáliz.

Yo tenía un hijo que era un gigante,


pero los muertos son más fuertes y
saben devorar pedazos de cielo.

Si mi niño hubiera sido un oso,


yo no temería el sigilo de los caimanes,
ni hubiese visto el mar amarrado a los

35
árboles
para ser fornicado y herido por el tropel
de los regimientos.
ABANDONADA

¡Si mi niño hubiera sido un oso!


Me envolveré sobre esta lona dura para
no sentir el frío de los musgos.
IGLESIA

Sé muy bien que me darán una manga


o la corbata;
pero en el centro de la misa yo romperé
el timón y entonces vendrá a la piedra
la locura de pingüinos y gaviotas
que harán decir a los que duermen y a
los que cantan por las esquinas:
él tenía un hijo.

¡Un hijo! ¡Un hijo! ¡Un hijo


que no era más que suyo, porque era su
hijo!
¡Su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo!

36
37
38
III
CALLE Y SUEÑOS

39
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo viene del África a New York!
DANZA DE LA MUERTE

Se fueron los árboles de la pimienta,


los pequeños botones de fósforo.
Se fueron los camellos de carne
desgarraday los valles de luz que el
cisne levantaba con el pico.

Era el momento de las cosas secas,


de la espiga en el ojo y el gato
laminado, del óxido de hierro de los
grandes puentes y el definitivo silencio
del corcho.

Era la gran reunión de los animales


muertos, traspasados por las espadas
de la luz; la alegría eterna del
hipopótamo con las pezuñas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en
la garganta.

En la marchita soledad sin honda


el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.

40
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva
DANZA DE LA MUERTE

York!

Desfiladeros de cal aprisionaban un


cielo vacío donde sonaban las voces de
los que mueren bajo el guano.

Un cielo mondado y puro, idéntico a sí


mismo, con el bozo y lirio agudo de sus
montañas invisibles, acabó con los más
leves tallitos del canto y se fue al
diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos
desfiles, levantando con el rabo pedazos
de espejos.

Cuando el chino lloraba en el tejado


sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observando el
manómetro que mide el cruel silencio
de la moneda, el mascarón llegaba a
Wall Street.

41
No es extraño para la danza este
columbario que pone los ojos amarillos.
DANZA DE LA MUERTE

De la esfinge a la caja de caudales hay


un hilo tenso que atraviesa el corazón
de todos los niños pobres.

El ímpetu primitivo baila con el ímpetu


mecánico, ignorantes en su frenesí de la
luz original.

Porque si la rueda olvida su fórmula,


ya puede cantar desnuda con las
manadas de caballos: y si una llama
quema los helados proyectos, el cielo
tendrá que huir ante el tumulto de las
ventanas.

No es extraño este sitio para la danza,


yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de
sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de
obreros parados que aullarán, noche
oscura, por tu tiempo sin luces,

42
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica!
¡oh salvaje, tendida en la frontera de la
DANZA DE LA MUERTE

nieve!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!


¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre
Nueva York!

Yo estaba en la terraza luchando con la


luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un
muslo de la noche.

En mis ojos bebían las dulces vacas de


los cielos. Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de
Broadway.

La gota de sangre buscaba la luz de la


yema del astro para fingir una muerta
semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los
pastores, temblaba con un miedo de
molusco sin concha.

43
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro. Los muertos están
DANZA DE LA MUERTE

embebidos, devorando sus propias


manos.

Son los otros los que bailan con el


mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de
plata, los hombres fríos, los que crecen
en el cruce de los muslos y llamas
duras, los que buscan la lombriz
en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco
lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas
diminutas pirámides del alba.

¡Que no baile el Papa!


¡No, que no baile el Papa!

Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni constructores, ni esmeraldas, ni
locos, ni sodomitas.

44
Sólo este mascarón, este mascarón de
vieja escarlatina,
DANZA DE LA MUERTE

¡sólo este mascarón!

Que ya las cobras silbarán por los


últimos pisos, que ya las ortigas
estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide
de musgo, que ya vendrán lianas
después de los fusiles y muy pronto,
muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!


¡Cómo escupe veneno de bosque por la
angustia imperfecta de Nueva York!

45
La mujer gorda venía delante
arrancando las raíces y mojando el
PAISAJE DE LA JUVENTUD

pergamino de los tambores; la mujer


gorda que vuelve del revés los pulpos
agonizantes.
QUE VOMITA

La mujer gorda, enemiga de la luna,


corría por las calles y los pisos
deshabitados, y dejaba por los rincones
pequeñas calaveras de paloma
y levantaba las furias de los banquetes
de los siglos últimos
y llamaba al demonio del pan por las
colinas del cielo barrido
y filtraba un ansia de luz en las
circulaciones subterráneas.

Son los cementerios, lo sé, son los


cementerios y el dolor de las cocinas
enterradas bajo la arena,
son los muertos, los faisanes y
las manzanas de otra hora
los que nos empujan en la garganta.

Llegaban los rumores de la selva del


vómito con las mujeres vacías, con

46
niños de cera caliente, con árboles
fermentados y camareros incansables
PAISAJE DE LA JUVENTUD

que sirven platos de sal bajo las arpas


de la saliva.

Sin remedio, hijo mío, ¡vomita! No hay


QUE VOMITA

remedio.

No es el vómito de los húsares sobre los


pechos de la prostituta,
ni el vómito del gato que se tragó
una rana por descuido.

Son los muertos que arañan con sus


manos de tierra las puertas de pedernal
donde se pudren nublos y postres.

La mujer gorda venía delante


con las gentes de los barcos, de las
tabernas y de los jardines.

El vómito agitaba delicadamente sus


tambores entre algunas niñas de
sangre que pedían protección a la luna.
¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mi!

47
Esta mirada mía fue mía, pero ya
no es mía, esta mirada que tiembla
PAISAJE DE LA JUVENTUD

desnuda por el alcohol y despide


barcos increíbles por las anémonas
de los muelles.
QUE VOMITA

Me defiendo con esta mirada


que mana de las ondas por donde
el alba no se atreve,
yo, poeta sin brazos, perdido
entre la multitud que vomita,
sin caballo efusivo que corte
los espesos musgos de mis sienes.

Pero la mujer gorda seguía delante


y la gente buscaba las farmacias
donde el amargo trópico se fija.

Sólo cuando izaron la bandera y


llegaron los primeros canes la
ciudad entera se agolpó en las
barandillas del embarcadero.

48
Se quedaron solos:
aguardaban la
velocidad de las últimas bicicletas.
MULTITUD QUE ORINA

Se quedaron solas:
esperaban la muerte de un niño en el
velero japonés.
PAISAJE DE LA

Se quedaron solos y solas,


soñando con los picos abiertos de los
pájaros agonizantes,
con el agudo quitasol que pincha
al sapo recién aplastado,
bajo un silencio con mil orejas y
diminutas bocas de agua
en los desfiladeros que resisten
el ataque violento de la luna.

Lloraba el niño del velero y se


quebraban los corazones
angustiados por el testigo y
la vigilia de todas las cosas
y porque todavía en el suelo
celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros,
salivas y radios de níquel.

49
No importa que el niño calle cuando le
clavan el último alfiler,
MULTITUD QUE ORINA

no importa la derrota de la brisa en la


corola del algodón,
porque hay un mundo de la muerte con
PAISAJE DE LA

marineros definitivos que se asomarán


a los arcos y os helarán por detrás de
los árboles.

Es inútil buscar el recodo donde la


noche olvida su viaje
y acechar un silencio que
no tenga trajes rotos y cáscaras
y llanto, porque tan sólo el diminuto
banquete de la araña basta para
romper el equilibrio de todo el cielo.

No hay remedio para el gemido


del velero japonés,
ni para estas gentes ocultas que
tropiezan con las esquinas.

El campo se muerde la cola para unir


las raíces en un punto
y el ovillo busca por la grama su ansia
de longitud insatisfecha.

50
¡La luna! Los policías. ¡Las sirenas de
los transatlánticos!
MULTITUD QUE ORINA

Fachadas de crin, de humo, anémonas;


guantes de goma.
PAISAJE DE LA

Todo está roto por la noche,


abierta de piernas sobre las terrazas.
Todo está roto por los tibios caños
de una terrible fuente silenciosa.
¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas!
¡Oh soldados!

Será preciso viajar por los ojos de los


idiotas, campos libres donde silban las
mansas cobras deslumbradas, paisajes
llenos de sepulcros que producen
fresquísimas manzanas, para que
venga la luz desmedida que temen los
ricos detrás de sus lupas, el olor de un
solo cuerpo con la doble vertiente de lis
y rata y para que se quemen estas
gentes que pueden orinar alrededor de
un gemido o en los cristales donde se
comprenden las olas nunca repetidas.

51
¿Cómo fue?
—Una grieta en la mejilla.
¡Eso es todo!
Una uña que aprieta el tallo.
Un alfiler que bucea
hasta encontrar las raicillas del grito.
Y el mar deja de moverse.
ASESINATO

—¿Cómo, cómo fue?


—Así
—¡Déjame! ¿De esa manera?
—Sí.
El corazón salió solo.
—¡Ay, ay de mí!

52
¡Esa esponja gris!
Ese marinero recién degollado.
Ese río grande.
Esa brisa de límites oscuros.
Ese filo, amor, ese filo.
NAVIDAD EN EL

Estaban los cuatro marineros luchando


con el mundo, con el mundo de aristas
HUDSON

que ven todos los ojos, con el mundo que


no se puede recorrer sin caballos.

Estaban uno, cien, mil marineros


luchando con el mundo de las agudas
velocidades, sin enterarse de que el
mundo estaba solo por el cielo.

El mundo solo por el cielo solo.


Son las colinas de martillos y el triunfo
de la hierba espesa.
Son los vivísimos hormigueros y las
monedas en el fango.

El mundo solo por el cielo solo


y el aire a la salida de todas las aldeas.

53
Cantaba la lombriz el terror de la rueda
y el marinero degollado cantaba al oso
de agua que lo había de estrechar;
y todos cantaban aleluya, aleluya.
NAVIDAD EN EL

Cielo desierto.

Es lo mismo, ¡lo mismo!, aleluya.


HUDSON

He pasado toda la noche en los


andamios de los arrabales dejándome la
sangre por la escayola de los proyectos,
ayudando a los marineros a recoger las
velas desgarradas.

Y estoy con las manos vacías en el


rumor de la desembocadura.
No importa que cada minuto
un niño nuevo agite sus ramitos de
venas, ni que el parto de la víbora,
desatado bajo las ramas, calme la sed
de sangre de los que miran el
desnudo. Lo que importa es esto: hueco.
Mundo solo. Desembocadura.
Alba no. Fábula inerte.
Sólo esto: desembocadura.
¡Oh esponja mía gris!
¡Oh cuello mío recién degollado!

54
¡Oh río grande mío!
¡Oh brisa mía de límites que no son
míos!
¡Oh filo de mi amor, oh hiriente filo!
NAVIDAD EN EL
HUDSON

55
No duerme nadie por el cielo.
Nadie, nadie.
No duerme nadie.
CIUDAD SIN SUEÑO

Las criaturas de la luna huelen y


rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder
a los hombres que no sueñan y el que
huye con el corazón roto encontrará por
las esquinas al increíble cocodrilo
quieto bajo la tierna protesta de los
astros.

No duerme nadie por el mundo.


Nadie, nadie.
No duerme nadie.

Hay un muerto en el cementerio más


lejano que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la
rodilla; y el niño que enterraron
esta mañana lloraba tanto que hubo
necesidad de llamar a los perros para
que callase.
No es sueño la vida.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!

56
Nos caemos por las escaleras para
comer la tierra húmeda o subimos al
filo de la nieve con el coro de las dalias
CIUDAD SIN SUEÑO

muertas. Pero no hay olvido, ni sueño:


carne viva.

Los besos atan las bocas


en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin
descanso y al que teme la muerte la
llevará sobre sus hombros.

Un día los caballos vivirán en las


tabernas y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se
refugian en los ojos de las vacas.

Otro día veremos la resurrección de las


mariposas disecadas y aún andando por
un paisaje de esponjas grises y barcos
mudos veremos brillar nuestro anillo y
manar rosas de nuestra lengua.

¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!

57
A los que guardan todavía huellas de
zarpa y aguacero, a aquel muchacho
que llora porque no sabe la invención
CIUDAD SIN SUEÑO

del puente o a aquel muerto que ya no


tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde
iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del
niño y la piel del camello se eriza con
un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo.


Nadie, nadie.
No duerme nadie.

Pero si alguien cierra los ojos,


¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.

No duerme nadie por el mundo.


Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.

58
Pero si alguien tiene por la noche
exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo
CIUDAD SIN SUEÑO

la luna las copas falsas, el veneno y la


calavera de los teatros.

59
Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
PANORAMA CIEGO DE

si no son los gemidos que


golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
NUEVA YORK

que manan la sangre nueva por la


oscuridad inextinguible.

Pero no, no son los pájaros,


porque los pájaros están a punto de ser
bueyes; pueden ser rocas blancas con la
ayuda de la luna y son siempre
muchachos heridos antes de que los
jueces levanten la tela.

Todos comprenden el dolor que se


relaciona con la muerte, pero el
verdadero dolor no está presente
en el espíritu.

No está en el aire ni en nuestra vida,


ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene
despiertas las cosas es una pequeña
quemadura infinita en los ojos
inocentes de los otros sistemas.

60
Un traje abandonado pesa tanto en los
hombros que muchas veces el cielo los
PANORAMA CIEGO DE

agrupa en ásperas manadas.

Y las que mueren de parto saben


NUEVA YORK

en la última hora que todo rumor


será piedra y toda huella latido.

Nosotros ignoramos que el


pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado
por los chinos y las orugas.

Y algunos niños idiotas han encontrado


por las cocinas pequeñas golondrinas
con muletas que sabían pronunciar la
palabra amor.

No, no son los pájaros.


No es un pájaro el que
expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos
oprime cada momento,
ni el metálico rumor de
suicidio que nos anima
cada madrugada.

61
Es una cápsula de aire donde nos duele
todo el mundo, es un pequeño espacio
PANORAMA CIEGO DE

vivo al loco unisón de la luz,


es una escala indefinible donde las
nubes y rosas olvidan el griterío chino
NUEVA YORK

que bulle por el desembarcadero de la


sangre.

Yo muchas veces me he perdido


para buscar la quemadura que
mantiene despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros
echados sobre las barandillas y
pequeñas criaturas del cielo
enterradas bajo la nieve.

Pero el verdadero dolor estaba en otras


plazas donde los peces cristalizados
agonizaban dentro de los troncos;
plazas del cielo extraño para las
antiguas estatuas ilesas y para la
tierna intimidad de los volcanes.

No hay dolor en la voz.


Sólo existen los dientes,

62
pero dientes que callarán
aislados por el raso negro.
PANORAMA CIEGO DE

No hay dolor en la voz.


Aquí sólo existe la Tierra.
NUEVA YORK

La Tierra con sus puertas de siempre


que llevan al rubor de los frutos.

63
Un pastor pide teta por la nieve que
ondula blancos perros tendidos entre
linternas sordas.
NACIMIENTO DE

El Cristito de barro se ha partido


los dedos en los tilos eternos
de la madera rota.
CRISTO

¡Ya vienen las hormigas y


los pies ateridos!

Dos hilillos de sangre quiebran


el cielo duro.
Los vientres del demonio resuenan
por los valles golpes y resonancias de
carne de molusco.

Lobos y sapos cantan en las


hogueras verdes coronadas por
vivos hormigueros del alba.

La luna tiene un sueño de grandes


abanicos y el toro sueña un toro de
agujeros y de agua.

64
El niño llora y mira con un tres
en la frente, San José ve en el
heno tres espinas de bronce.
NACIMIENTO DE

Los pañales exhalan un


rumor de desierto con cítaras
sin cuerdas y degolladas voces.
CRISTO

La nieve de Manhattan empuja


los anuncios y lleva gracia
pura por las falsas ojivas.

Sacerdotes idiotas y querubes


de pluma van detrás de
Lutero por las altas esquinas.

65
La aurora de Nueva York tiene cuatro
columnas de cieno y un huracán de
negras palomas que chapotean las
aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime por las


LA AURORA

inmensas escaleras buscando entre las


aristas nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe


en su boca porque allí no hay
mañana ni esperanza posible.

A veces las monedas en enjambres


furiosos taladran y devoran
abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden


con sus huesos que no habrá paraíso ni
amores deshojados; saben que van al
cieno de números y leyes, a los juegos
sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas


y ruidos en impúdico reto de
ciencia sin raíces.

66
Por los barrios hay gentes que vacilan
insomnes como recién salidas de un
naufragio de sangre.
LA AURORA

67
68
IV
POEMAS DEL LAGO
EDEN MILLS

69
GARCILASO

Era mi voz antigua


POEMA DOBLE DEL

ignorante de los densos jugos amargos.


La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.
LAGO EDEN

¡Ay voz antigua de mi amor,


ay voz de mi verdad, ay voz de mi
abierto costado, cuando todas las rosas
manaban de mi lengua y el césped no
conocía la impasible dentadura
del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,


bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran
en el viento con el aluminio y las
voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta


donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.

70
Déjame pasar, hombrecillo de los
cuernos, al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.
POEMA DOBLE DEL

Yo sé el uso más secreto


que tiene un viejo alfiler oxidado
LAGO EDEN

y sé del horror de unos ojos despiertos


sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz


divina, quiero mi libertad, mi amor
humano en el rincón más oscuro de la
brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen


y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana


como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un
poeta, ni una hoja, pero sí un pulso
herido que sonda las cosas del otro lado.

71
Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este
lago, para decir mi verdad de hombre
POEMA DOBLE DEL

de sangre matando en mí la burla y la


sugestión del vocablo.
LAGO EDEN

No, no, yo no pregunto,


yo deseo,
voz mía libertada que
me lames las manos.

En el laberinto de biombos es mi
desnudo el que recibe la luna
de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.


Así hablaba yo cuando Saturno detuvo
los trenes y la bruma y el Sueño y la
Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen
patitas de paje y allí donde flota mi
cuerpo, entre los equilibrios
contrarios.

72
Yo no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.
Cerca de las piedras sin jugo y los
insectos vacíos no veré el duelo del sol
con las criaturas en carne viva.
CIELO VIVO

Pero me iré al primer paisaje


de choques, líquidos y rumores
que trasmina a niño recién nacido
y donde toda superficie es evitada,
para entender que lo que busco tendrá
su blanco de alegría cuando yo vuele
mezclado con el amor y las arenas.

Allí no llega la escarcha de los ojos


apagados ni el mugido del árbol
asesinado por la oruga.
Allí todas las formas
guardan entrelazadasuna sola
expresión frenética de avance.

No puedes avanzar por los enjambres


de corolas porque el aire disuelve tus
dientes de azúcar, ni puedes acariciar
la fugaz hoja del helecho sin sentir el
asombro definitivo del marfil.

73
Allí bajo las raíces y en la médula del
aire, se comprende la verdad de las
cosas equivocadas.
El nadador de níquel que acecha la
onda más fina y el rebaño de vacas
nocturnas con rojas patitas de mujer.
CIELO VIVO

Yo no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba;
pero me iré al primer paisaje de
humedades y latidos para entender
que lo que busco tendrá su blanco
de alegría cuando yo vuele mezclado
con el amor y las arenas.

Vuelo fresco de siempre sobre


lechos vacíos, sobre grupos de
brisas y barcos encallados.
Tropiezo vacilante por la dura
eternidad fija y amor al fin sin alba.
Amor, ¡Amor visible!

74
75
76
V
EN LA CABAÑA DEL FARMER

77
Do you like me?
—Yes, and you?
—Yes, yes.
EL NIÑO STANTON

Cuando me quedo solo me quedan


todavía tus diez años,
los tres caballos ciegos,
tus quince rostros con el rostro de la
pedrada y las fiebres pequeñas heladas
sobre las hojas del maíz.

Stanton, hijo mío, Stanton.


A las doce de la noche el cáncer
salía por los pasillos y hablaba con
los caracoles vacíos de los documentos,
el vivísimo cáncer lleno de nubes
y termómetros con su casto afán
de manzana para que lo piquen
los ruiseñores.

En la casa donde hay un cáncer


se quiebran las blancas paredes en
el delirio de la astronomía y por los
establos más pequeños y en las cruces
de los bosques brilla por muchos
años el fulgor de la quemadura.

78
Mi dolor sangraba por las tardes
cuando tus ojos eran dos muros,
cuando tus manos eran dos países
EL NIÑO STANTON

y mi cuerpo rumor de hierba.

Mi agonía buscaba su traje,


polvorienta. mordida por los perros,
y tú la acompañaste sin temblar
hasta la puerta del agua oscura.

¡Oh mi Stanton, idiota y bello entre


los pequeños animalitos, con tu
madre fracturada por los herreros
de las aldeas, con un hermano bajo los
arcos, otro comido por los hormigueros,
y el cáncer sin alambradas latiendo
por las habitaciones!

Hay nodrizas que dan a los niños


ríos de musgo y amargura de pie
y algunas negras suben a los pisos para
repartir filtro de rata.

79
Porque es verdad que la gente
quiere echar las palomas a las
alcantarillas y yo sé lo que esperan los
EL NIÑO STANTON

que por la calle nos oprimen de pronto


las yemas de los dedos.
Tu ignorancia es un monte de leones,
Stanton.

El día que el cáncer te dio una paliza


y te escupió en el dormitorio donde
murieron los huéspedes en la
epidemia y abrió su quebrada rosa
de vidrios secos y manos blandas
para salpicar de lodo las pupilas
de los que navegan,
tú buscaste en la hierba mi agonía,
mi agonía con flores de terror,
mientras que el agrio cáncer mudo que
quiere acostarse contigo pulverizaba
rojos paisajes por las sábanas de
amargura, y ponía sobre los ataúdes
helados arbolitos de ácido bórico.

80
Stanton, vete al bosque con tus arpas
judías, vete para aprender celestiales
palabras que duermen
EL NIÑO STANTON

en los troncos, en nubes, en tortugas,


en los perros dormidos,
en el plomo, en el viento,
en lirios que no duermen,
en aguas que no copian,
para que aprendas, hijo,
lo que tu pueblo olvida.

Cuando empiece el tumulto de la


guerra dejaré un pedazo de queso
para tu perro en la oficina.

Tus diez años serán las hojas que


vuelan en los trajes de los muertos,
diez rosas de azufre débil en el
hombro de mi madrugada.

Y yo, Stanton, yo solo, en olvido,


con tus caras marchitas sobre mi boca,
iré penetrando a voces las verdes
estatuas de la Malaria.

81
Se tendió la vaca herida; árboles y
arroyos trepaban por sus cuernos.
Su hocico sangraba en el cielo.

Su hocico de abejas bajo el


bigote lento de la baba.
Un alarido blanco puso en
pie la mañana.
VACA

Las vacas muertas y las vivas,


rubor de luz o miel de establo,
balaban con los ojos entornados.

Que se enteren las raíces


y aquel niño que afila su
navaja de que ya se pueden
comer la vaca.

Arriba palidecen luces y yugulares.


Cuatro pezuñas tiemblan en el aire.

Que se entere la luna y esa noche de


rocas amarillas: que ya se fue la vaca
de ceniza. Que ya se fue balando
por el derribo de los cielos yertos
donde meriendan muerte los borrachos.

82
Las estatuas sufren por los ojos con la
oscuridad de los ataúdes, pero sufren
mucho más por el agua que no
NIÑA AHOGADA EN

desemboca.
Que no desemboca.

El pueblo corría por las almenas


EL POZO

rompiendo las cañas de los pescadores.


¡Pronto! ¡Los bordes! ¡Deprisa!
Y croaban las estrellas tiernas.
… que no desemboca.

Tranquila en mi recuerdo, astro,


círculo, meta, lloras por las orillas de
un ojo de caballo.
… que no desemboca.

Pero nadie en lo oscuro podrá darte


distancias, sin afilado límite, porvenir
de diamante.
… que no desemboca.

Mientras la gente busca silencios de


almohada tú lates para siempre
definida en tu anillo.
… que no desemboca.

83
Eterna en los finales de unas ondas que
aceptan combate de raíces y soledad
prevista.
NIÑA AHOGADA EN

… que no desemboca.

¡Ya vienen por las rampas! ¡Levántate


del agua! ¡Cada punto de luz te dará
EL POZO

una cadena!
… que no desemboca.

Pero el pozo te alarga manecitas de


musgo. insospechada ondina de su
casta ignorancia.
… que no desemboca.

No, que no desemboca. Agua fija en un


punto, respirando con todos sus violines
sin cuerdas en la escala de las heridas y
los edificios deshabitados.

¡Agua que no desemboca!

84
85
86
VI
INTRODUCCIÓN A LA
MUERTE

87
¡Qué esfuerzo!
¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro!
¡Qué esfuerzo del perro por ser
golondrina!
¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser
abeja!
¡Qué esfuerzo de la abeja por ser
MUERTE

caballo!

Y el caballo,
¡qué flecha aguda exprime de la rosa!,
¡qué rosa gris levanta de su belfo!

Y la rosa,
¡qué rebaño de luces y alaridos
ata en el vivo azúcar de su tronco!

Y el azúcar,
¡qué puñalitos sueña en su vigilia!
y los puñales,
¡qué luna sin establos, qué desnudos!,
piel eterna y rubor, andan buscando

Y yo, por los aleros,


¡qué serafín de llamas busco y soy!

88
I

Pero el arco de yeso,


¡qué grande, qué invisible, qué
NOCTURNO DEL

diminuto!,
sin esfuerzo.
HUECO

Para ver que todo se ha ido,


para ver los huecos y los vestidos,
¡dame tu guante de luna,
tu otro guante perdido en la hierba,
amor mío!

Puede el aire arrancar los caracoles


muertos sobre el pulmón del elefante
y soplar los gusanos ateridos
de las yemas de luz o las manzanas.

Los rostros bogan impasibles


bajo el diminuto griterío de las yerbas
y en el rincón está el pechito de la rana,
turbio de corazón y mandolina.

En la gran plaza desierta


mugía la bovina cabeza recién cortada
y eran duro cristal definitivo

89
las formas que buscaban el
giro de la sierpe.
Para ver que todo se ha ido
dame tu mudo hueco, ¡amor mío!
NOCTURNO DEL

Nostalgia de academia y cielo triste.


¡Para ver que todo se ha ido!
HUECO

Dentro de ti, amor mío, por tu carne,


¡qué silencio de trenes boca arriba!
¡cuánto brazo de momia florecido!
¡qué cielo sin salida, amor, qué cielo!

Es la piedra en el agua y es la voz en la


brisa bordes de amor que escapan de su
tronco sangrante.

Basta tocar el pulso de nuestro amor


presente para que broten flores sobre
los otros niños.

Para ver que todo se ha ido.


Para ver los huecos de nubes y ríos.
Dame tus manos de laurel, amor.
¡Para ver que todo se ha ido!

90
Ruedan los huecos puros, por mí, por ti,
en el alba conservando las huellas de
las ramas de sangre y algún perfil de
yeso tranquilo que dibuja instantáneo
NOCTURNO DEL

dolor de luna apuntillada.

Mira formas concretas que buscan su


HUECO

vacío. Perros equivocados y manzanas


mordidas.
Mira el ansia, la angustia de un triste
mundo fósil que no encuentra el acento
de su primer sollozo.

Cuando busco en la cama los rumores


del hilo has venido, amor mío, a cubrir
mi tejado.

El hueco de una hormiga puede llenar


el aire, pero tú vas gimiendo sin norte
por mis ojos.

No, por mis ojos no, que ahora me


enseñas cuatro ríos ceñidos en tu brazo,
en la dura barraca donde la luna
prisionera devora a un marinero
delante de los niños.

91
Para ver que todo se ha ido
¡amor inexpugnable, amor huido!
No, no me des tu hueco,
¡que ya va por el aire el mío!
NOCTURNO DEL

¡Ay de ti, ay de mí, de la brisa!


Para ver que todo se ha ido.
HUECO

II

Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo,
crines de ceniza. Plaza pura y doblada.
Yo.
Mi hueco traspasado con las axilas
rotas.
Piel seca de uva neutra y amianto de
madrugada.
Toda la luz del mundo cabe dentro de
un ojo.
Canta el gallo y su canto dura más que
sus alas.
Yo.

92
Con el hueco blanquísimo de un caballo.
Rodeado de espectadores que tienen
hormigas en las palabras.
NOCTURNO DEL

En el circo del frío sin perfil mutilado.


Por los capiteles rotos de las mejillas
desangradas.
HUECO

Yo.
Mi hueco sin ti, ciudad, sin tus muertos
que comen.
Ecuestre por mi vida definitivamente
anclada.
Yo.
No hay siglo nuevo ni luz reciente.
Sólo un caballo azul y una madrugada.

93
Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
PAISAJE CON DOS TUMBAS Y

Las tres ninfas del cáncer han estado


bailando,
UN PERRO ASIRIO

hijo mío.

Trajeron unas montañas de lacre


rojo y unas sábanas duras donde
estaba el cáncer dormido.

El caballo tenía un ojo en el


cuello y la luna estaba en un cielo
tan frío que tuvo que
desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza
los cementerios antiguos.

Amigo,
despierta, que los montes todavía no
respiran y las hierbas de mí corazón
están en otro sitio.

94
No importa que estés lleno
de agua de mar.
Yo amé mucho tiempo a un niño
PAISAJE CON DOS TUMBAS Y

que tenía una plumilla en la


lengua y vivimos cien años dentro
de un cuchillo.
UN PERRO ASIRIO

Despierta. Calla. Escucha. Incorpórate


un poco.

El aullido es una larga lengua


morada que deja hormigas de
espanto y licor de lirios.
Ya vienen hacia la roca.
¡No alargues tus raíces!
Se acerca. Gime. No solloces en
sueños, amigo.

¡Amigo!
Levántate para que oigas
aullar al perro asirio.

95
Sin encontrarse,
viajero por su propio torso blanco.
Así iba el aire.

Pronto se vio que la luna


era una calavera de caballo
y el aire una manzana oscura.
RUINA

Detrás de la ventana,
con látigos y luces, se sentía
la lucha de la arena con el agua.

Yo vi llegar las hierbas


y les eché un cordero que balaba
bajo sus dientecillos y lancetas.

Volaba dentro de una gota


la cáscara de pluma y celuloide
de la primer paloma.

Las nubes en manada


se quedaron dormidas contemplando
el duelo de las rocas con el alba.
Vienen las hierbas, hijo.

96
Ya suenan sus espadas de saliva
por el cielo vacío.

Mi mano, amor. ¡Las hierbas!


Por los cristales rotos de la casa
la sangre desató sus cabelleras.
Tú solo y yo quedamos.
RUINA

Prepara tu esqueleto para el aire.


Yo solo y tú quedamos.
Prepara tu esqueleto.
Hay que buscar de prisa, amor,
de prisa, nuestro perfil sin sueño.

97
(POEMA DE AMOR)

La luna en el mar riela,


LUNA Y PANORAMA

en la lona gime el viento


DE LOS INSECTOS

y alza en blando movimiento


olas de plata y azul

ESPRONCEDA

Mi corazón tendría la forma de un


zapato si cada aldea tuviera una sirena.

Pero la noche es interminable


cuando se apoya en los enfermos
y hay barcos que buscan ser mirados
para poder hundirse tranquilos.

Si el aire sopla blandamente


mi corazón tiene la forma de una niña.
Si el aire se niega a salir de los
cañaverales mi corazón tiene la forma
de una milenaria boñiga de toro.

98
Bogar, bogar, bogar, bogar,
hacia el batallón de puntas
desiguales, hacia un paisaje de acechos
LUNA Y PANORAMA

pulverizados.
DE LOS INSECTOS

Noche igual de la nieve, de los


sistemas suspendidos.
Y la luna.
¡La luna!
Pero no la luna.

La raposa de las tabernas,


el gallo japonés que se comió
los ojos, las hierbas masticadas.
No nos salvan las solitarias en los
vidrios, ni los herbolarios donde
el metafísico encuentra las
otras vertientes del cielo.

Son mentira las formas.


Sólo existe el círculo de bocas
del oxígeno.
Y la luna.
Pero no la luna.

99
Los insectos,
los muertos diminutos por las riberas,
dolor en longitud,
LUNA Y PANORAMA

yodo en un punto,
DE LOS INSECTOS

las muchedumbres en el alfiler,


el desnudo que amasa la sangre de
todos, y mi amor que no es un
caballo ni unaquemadura,
criatura de pecho devorado.
¡Mi amor!

Ya cantan, gritan, gimen:


Rostro. ¡Tu rostro! Rostro.

Las manzanas son unas,


las dalias son idénticas,
la luz tiene un sabor de metal
acabado y el campo de todo un
lustro cabrá en la mejilla de la moneda.
Pero tu rostro cubre los cielos
del banquete.

¡Ya cantan!, ¡gritan!, ¡gimen!,


¡cubren!, ¡trepan!, ¡espantan!

100
Es necesario caminar, ¡de prisa!, por
las ondas, por las ramas, por las
calles deshabitadas de la edad
LUNA Y PANORAMA

media que bajan al río, por las


DE LOS INSECTOS

tiendas de las pieles donde suena


un cuerno de vaca herida,
por las escalas,
¡sin miedo!
por las escalas.

Hay un hombre descolorido que se está


bañando en el mar; es tan tierno que
los reflectores le comieron jugando el
corazón.

Y en el Perú viven mil mujeres,


¡oh insectos!, que noche y día
hacen nocturnos y desfiles
entrecruzando sus propias venas.

Un diminuto guante
corrosivo me detiene.
¡Basta!
En mi pañuelo he sentido el tris
de la primera vena que se rompe.

101
Cuida tus pies, amor mío,
¡tus manos!,
ya que yo tengo que entregar
LUNA Y PANORAMA

mi rostro,
DE LOS INSECTOS

mi rostro,
¡mi rostro!, ¡ay, mi comido rostro!

Este fuego casto para mi deseo,


esta confusión por anhelo de
equilibrio, este inocente dolor de
pólvora en mis ojos, aliviará
la angustia de otro corazón
devorado por las nebulosas.

No nos salva la gente de las zapaterías,


ni los paisajes que se hacen música al
encontrar las llaves oxidadas.

Son mentira los aires.


Sólo existe una cunita en el desván
que recuerda todas las cosas.

Y la luna.
Pero no la luna.

102
Los insectos,
los insectos solos, crepitantes,
mordientes, estremecidos, agrupados,
LUNA Y PANORAMA

y la luna con un guante de humo


DE LOS INSECTOS

sentada en la puerta de
sus derribos.

¡¡La luna!!

103
104
VII
VUELTA A LA CIUDAD

105
OFICINA Y DENUNCIA
A FERNANDO VELA

Debajo de las multiplicaciones


hay una gota de sangre de pato.
NUEVA YORK

Debajo de las divisiones hay una gota


de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un río de
sangre tierna, un río que viene
cantando por los dormitorios de los
arrabales, y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.

Existen las montañas, lo sé.


Y los anteojos para la sabiduría.

Lo sé.
Pero yo no he venido a ver el cielo.

He venido para ver la turbia sangre,


la sangre que lleva las máquinas
a las cataratas y el espíritu a
la lengua de la cobra.

106
Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos, dos
mil palomas para el gusto de los
agonizantes,
NUEVA YORK

un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos,
que dejan los cielos hechos añicos.

Más vale sollozar afilando la


navaja o asesinar a los perros
en las alucinantes cacerías
que resistir en la madrugada
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.

Los patos y las palomas,


y los cerdos y los corderos ponen sus
gotas de sangre debajo de las
multiplicaciones, y los terribles
alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle donde
el Hudson se emborracha con aceite.

107
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible que levanta sus
montes de cemento donde laten los
corazones de los animalitos que se
NUEVA YORK

olvidan y donde caeremos todos


en la última fiesta de los taladros.

Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, cantando,
volando en su pureza,
como los niños de las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.

No es el infierno, es la calle,
No es la muerte, es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados y
distancias inasibles en la patita de ese
gato quebrada por el automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.

108
Oxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas por los
números de la oficina.

¿Qué voy a hacer, Ordenar los paisajes?


NUEVA YORK

¿Ordenar los amores que luego son


fotografías, que luego son pedazos de
madera y bocanadas de sangre?

San Ignacio de Loyola asesinó un


pequeño conejo y todavía sus labios
gimen por las torres de las iglesias.

No, no; yo denuncio.


Yo denuncio la conjura de estas
desiertas oficinas que no radian las
agonías, que borran los programas de
la selva, y me ofrezco a ser comido por
las vacas estrujadas cuando sus gritos
llenan el valle donde el Hudson se em-
borracha con aceite.

109
Las alegres fiebres huyeron a las
maromas de los barcos y el judío
empujó la verja con el pudor
CEMENTERIO JUDÍO

helado del interior de la lechuga.

Los niños de Cristo dormían,


y el agua era una paloma,
y la madera era una garza,
y el plomo era un colibrí,
y aun las vivas prisiones de
fuego estaban consoladas por el
salto de la langosta.

Los niños de Cristo bogaban y los


judíos llenaban los muros
con un solo corazón de paloma
por el que todos querían escapar.

Las niñas de Cristo cantaban y


las judías miraban la muerte
con un solo ojo de faisán,
vidriado por la angustia de
un millón de paisajes.

110
Los médicos ponen en el níquel
sus tijeras y guantes de goma
cuando los cadáveres sienten
CEMENTERIO JUDÍO

en los pies la terrible claridad


de otra luna enterrada.

Pequeños dolores ilesos se acercan a los


hospitales y los muertos se van
quitando un traje de sangre cada día.

Las arquitecturas de escarcha,


las liras y gemidos que se
escapan de las hojas diminutas
en otoño, mojando las últimas
vertientes, se apagaban en el
negro de los sombreros de copa.

La hierba celeste y sola de la que huye


con miedo el rocío y las blancas
entradas de mármol que conducen al
aire duro mostraban su silencio roto por
las huellas dormidas de los zapatos.

El judío empujó la verja;


pero el judío no era un puerto.
y las barcas de nieve se agolparon

111
por las escalerillas de su corazón:
las barcas de nieve que acechan
un hombre de agua que las
CEMENTERIO JUDÍO

ahogue, las barcas de los


cementerios que a veces dejan
ciegos a los visitantes.

Los niños de Cristo dormían y


el judío ocupó su litera.
Tres mil judíos lloraban en el espanto
de las galerías porque reunían entre
todos con esfuerzo media
paloma, porque uno tenía la rueda
de un reloj y otro un botín con orugas
parlantes y otro una lluvia nocturna
cargada de cadenas y otro la uña
de un ruiseñor que estaba vivo;
y porque la media paloma gemía
derramando una sangre
que no era la suya.

Las alegres fiebres bailaban


por las cúpulas humedecidas
y la luna copiaba en su mármol
nombres viejos y cintas ajadas.

112
Llegó la gente que come por detrás
de las yertas columnas y los asnos
de blancos dientes con los
CEMENTERIO JUDÍO

especialistas de las articulaciones.

Verdes girasoles temblaban


por los páramos del crepúsculo
y todo el cementerio era una queja
de bocas de cartón y trapo seco.

Ya los niños de Cristo se dormían


cuando el judío, apretando los ojos,
se cortó las manos en silencio
al escuchar los primeros gemidos.

113
114
VIII
DOS ODAS

115
(DESDE LA TORRE DEL CRYSLER
BUILDING)
GRITO HACIA ROMA

Manzanas levemente heridas


por los finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de
coral que lleva en el dorso una
almendra de fuego, peces de arsénico
como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para
cegar una multitud, rosas que hieren
y agujas instaladas en los caños de la
sangre, mundos enemigos y amores
cubiertos de gusanos caerán sobre ti.

Caerán sobre la gran cúpula


que untan de aceite las lenguas
militares donde un hombre se
orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.

Porque ya no hay quien reparta


el pan ni el vino, ni quien cultive
hierbas en la boca del muerto,

116
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las
heridas de los elefantes.
GRITO HACIA ROMA

No hay más que un millón de


herreros forjando cadenas para
los niños que han de venir.

No hay más que un millón


de carpinteros que hacen
ataúdes sin cruz.

No hay más que un gentío


de lamentos que se abren
las ropas en espera de la bala.

El hombre que desprecia


la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo
entre las columnas,
y ponerse una inyección para
adquirir la lepra y llorar un llanto
tan terrible que disolviera sus
anillos y sus teléfonos de diamante.

117
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
GRITO HACIA ROMA

ignora que Cristo puede dar agua


todavía, ignora que la moneda quema
el beso de prodigio y da la sangre del
cordero al pico idiota del faisán.

Los maestros enseñan a los niños


una luz maravillosa que viene
del monte; pero lo que llega es una
reunión de cloacas donde gritan las
oscuras ninfas del cólera.

Los maestros señalan con devoción las


enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no
hay amor, no hay amor bajo los
ojos de cristal definitivo.

El amor está en las carnes


desgarradas por la sed,
en la choza diminuta
que lucha con la inundación;

118
el amor está en los fosos
donde luchan las
sierpes del hambre,
GRITO HACIA ROMA

en el triste mar que mece


los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante
debajo de las almohadas.

Pero el viejo de las manos traslúcidas


dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de
dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los
labios.

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!,


mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan
bajo el terror pálido de los
directores, las mujeres ahogadas

119
en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo,
de violín o de nube,
GRITO HACIA ROMA

ha de gritar aunque le estrellen los


sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de
excremento,
ha de gritar como todas las noches
juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como
niñas y rompan las prisiones del aceite
y la música,
porque queremos el pan nuestro de
cada día,
flor de aliso y perenne ternura
desgranada,
porque queremos que se cumpla la
voluntad de la Tierra que da sus frutos
para todos.

120
121
Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando
sus cinturas, con la rueda, el aceite, el
cuero y el martillo.
ODA A WALT

Noventa mil mineros sacaban


WHITMAN

la plata de las rocas y los niños


dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,


ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.
Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la
industria, y los judíos vendían
al fauno del río la rosa de la
circuncisión y el cielo desembocaba
por los puentes y los tejados
manadas de bisontes
empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,


ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

122
Cuando la luna salga las poleas
rodarán para tumbar el cielo;
un límite de agujas cercará la
memoria y los ataúdes se
llevarán a los que no trabajan.
ODA A WALT
WHITMAN

Nueva York de cieno,


Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las
verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus
anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo


hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba
llena de mariposas,
ni tus hombros de pana
gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,

123
enemigo de la vid y amante de los
cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y
ferrocarriles, soñabas ser un río y
ODA A WALT

dormir como un río con aquel camarada


WHITMAN

que pondría en tu pecho un pequeño


dolor de ignorante leopardo.

Ni un solo momento, Adán de sangre,


macho, hombre solo
en el mar, viejo hermoso
Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los
chauffeurs o girando en las plataformas
del ajenjo, los maricas, Walt Whitman,
te señalan.

¡También ése! ¡También!


Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,

124
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman,
los maricas turbios de lágrimas,
carne para fusta, bota o mordisco
de los domadores.
ODA A WALT

¡También ése! ¡También! Dedos


WHITMAN

teñidos apuntan a la orilla de tu


sueño cuando el amigo come tu
manzana con un leve sabor de
gasolina y el sol canta por los
ombligos de los muchachos que juegan
bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,


ni el pantano oscurísimo donde
sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza
de sapo que llevan los maricas en
coches y terrazas mientras la luna los
azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera


como un río, toro y sueño que junte la
rueda con el alga, padre de tu agonía,
camelia de tu muerte,

125
y gimiera en las llamas de
tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre


no busque su deleite
ODA A WALT

en la selva de sangre de la
WHITMAN

mañana próxima.

El cielo tiene playas donde evitar la


vida y hay cuerpos que no deben
repetirse en la aurora.

Agonía, agonía, sueño,


fermento y sueño.

Éste es el mundo, amigo,


agonía, agonía.

Los muertos se descomponen bajo el


reloj de las ciudades, la guerra pasa
llorando con un millón de
ratas grises, los ricos dan a sus
queridas pequeños moribundos
iluminados, y la vida no es noble, ni
buena, ni sagrada.

126
Puede el hombre, si quiere,
conducir su deseo por vena de
coral o celeste desnudo.

Mañana los amores serán rocas y el


ODA A WALT

Tiempo una brisa que viene


WHITMAN

dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz,


viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se
viste de novia en la oscuridad
del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la
prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus
labios en silencio.

127
Pero sí contra vosotros, maricas de
las ciudades, de carne tumefacta y
pensamiento inmundo, madres de lodo,
arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas
ODA A WALT

de alegría.
WHITMAN

Contra vosotros siempre, que dais


a los muchachos gotas de sucia
muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Apios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de
palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus
tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de
abanico o emboscados en yertos
paisajes de cicuta.

128
¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en
la orilla del cieno.
ODA A WALT

¡No haya cuartel! ¡Alerta!


WHITMAN

Que los confundidos, los puros,


los clásicos, los señalados,
los suplicantes os cierren las
puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman,


duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y
las manos abiertas.

Arcilla blanda o nieve, tu lengua


está llamando camaradas que
velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.

Una danza de muros agita


las praderas y América se anega
de máquinas y llanto.

129
Quiero que el aire fuerte de la noche
más honda quite flores y letras del arco
donde duermes y un niño negro anuncie
a los blancos del oro la llegada del reino
de la espiga.
ODA A WALT
WHITMAN

130
131
132
IX
HUIDA DE NUEVA YORK

133
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
PEQUEÑO VALS

Hay un fragmento de la mañana


en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
VIENÉS

¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals con la boca cerrada.


Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac que moja su
cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,


con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals de quebrada cintura.


En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.

134
Hay una muerte para piano que pinta
de azul a los muchachos.

Hay mendigos por los tejados,


PEQUEÑO VALS

hay frescas guirnaldas de llanto.


¡Ay, ay, ay, ay!
VIENÉS

Toma este vals que se muere en mis


brazos. Porque te quiero, te quiero,
amor mío, en el desván donde juegan
los niños, soñando viejas luces de
Hungría por los rumores de la tarde
tibia, viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!

Toma este vals, este vals del “Te quiero


siempre”. En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

135
Cayó una hoja
y dos
y tres.
VALS EN LAS RAMAS

Por la luna nadaba un pez.


El agua duerme una hora
y el mar blanco duerme cien.
La dama
estaba muerta en la rama.
La monja
cantaba dentro de la toronja.
La niña
iba por el pino a la piña.
Y el pino
buscaba la plumilla del trino.
Pero el ruiseñor
lloraba sus heridas alrededor.
Y yo también
porque cayó una hoja
y dos
y tres.
Y una cabeza de cristal
y un violín de papel
y la nieve podría con el mundo
una a una
dos a dos
y tres a tres.

136
!Oh duro marfil de carnes invisibles!
¡Oh golfo sin hormigas del amanecer!
Con el muu de las ramas,
VALS EN LAS RAMAS

con el ay de las damas,


con el croo de las ranas
y el gloo amarillo de la miel.
Llegará un torso de sombra
coronado de laurel.
Será el cielo para el viento
duro como una pared
y las ramas desgajadas
se irán bailando con él.
Una a una
alrededor de la luna,
dos a dos
alrededor del sol,
y tres a tres
para que los marfiles se duerman bien.

137
138
X
EL POETA LLEGA A
LA HABANA

139
Cuando llegue la luna llena
iré a Santiago de Cuba.
Iré a Santiago.
SON DE NEGROS EN

En un coche de agua negra.


Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña.
CUBA

Iré a Santiago.
Y cuando quiere ser medusa el plátano.
Iré a Santiago
Con la rubia cabeza de Fonseca.
Iré a Santiago.
Y con el rosa de Romeo y Julieta.
Iré a Santiago.
Mar de papel y plata de monedas.
Iré a Santiago.
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Iré a Santiago.
¡Arpa de troncos vivos, caimán, flor de
tabaco!
Iré a Santiago.
Siempre dije que yo iría a Santiago
en un coche de agua negra.

140
Iré a Santiago.
Brisa y alcohol en las ruedas,
iré a Santiago.
SON DE NEGROS EN

Mi coral en la tiniebla.
Iré a Santiago.
El mar ahogado en la arena.
Iré a Santiago.
Calor blanco, fruta muerta.
CUBA

Iré a Santiago.
¡Oh bovino frescor de cañavera!
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Iré a Santiago.

141
La luna pudo detenerse al fin por la
curva blanquísima de los caballos.

Un rayo de luz violenta que se


escapaba de la herida proyectó en el
CRUCIFIXIÓN

cielo el instante de la circuncisión de un


niño muerto.

La sangre bajaba por el monte y los


ángeles la buscaban,
pero los cálices eran de viento y al fin
llenaba los zapatos.

Cojos perros fumaban sus pipas y un


olor de cuero caliente
ponía grises los labios
redondos de los que
vomitaban en las esquinas.

Y llegaban largos alaridos


por el Sur de la noche seca.
Era que la luna quemaba con sus bujías
el falo de los caballos.

142
Un sastre especialista en púrpura
había encerrado a tres santas mujeres
y les enseñaba una calavera por los
vidrios de la ventana.
CRUCIFIXIÓN

Las tres en el arrabal rodeaban a un


camello blanco,
que lloraba porque al alba
tenía que pasar sin remedio
por el ojo de una aguja.

¡Oh cruz! ¡Oh clavos! ¡Oh espina!


¡Oh espina clavada en el hueso hasta
que se oxiden los planetas!

Como nadie volvía la cabeza,


el cielo pudo desnudarse.

Entonces se oyó la gran voz y


los fariseos dijeron:
Esa maldita vaca tiene las tetas llenas
de leche.

143
La muchedumbre cerraba las puertas
y la lluvia bajaba por las calles decidida
a mojar el corazón mientras la tarde se
puso turbia de latidos y leñadores y la
oscura ciudad agonizaba bajo el
CRUCIFIXIÓN

martillo de los carpinteros.

Esa maldita vaca


tiene las tetas llenas de perdigones,
dijeron los fariseos.
Pero la sangre mojó sus pies y los
espíritus inmundos
estrellaban ampollas de laguna sobre
las paredes del templo.
Se supo el momento preciso de la
salvación de nuestra vida.

Porque la luna lavó con agua


las quemaduras de los caballos
y no la niña viva que
callaron en la arena.

Entonces salieron los fríos cantando


sus canciones y las ranas
encendieron sus lumbres
en la doble orilla del río.

144
Esa maldita vaca, maldita, maldita,
maldita no nos dejará dormir, dijeron
los fariseos,
y se alejaron a sus casas por el tumulto
de la calle dando empujones a los
CRUCIFIXIÓN

borrachos y escupiendo sal de los


sacrificios mientras la sangre los seguía
con un balido de cordero.

Fue entonces y la tierra despertó


arrojando temblorosos ríos de polilla.

145
PARA LUIS CARDOZA Y ARAGÓN

Equivocar el camino
es llegar a la nieve
PEQUEÑO POEMA

y llegar a la nieve
es pacer durante veinte
siglos las hierbas de
INFINITO

los cementerios.
Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme la luz,
la mujer que mata dos gallos
en un segundo,
y luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre
la nieve.

Pero si la nieve se equivoca de corazón


puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de
los gemidos tendremos que pacer
otra vez las hierbas de los cementerios.

146
Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos que empujaban
llorando las pupilas de un asesino.
PEQUEÑO POEMA

Pero el dos no ha sido nunca un número


porque es una angustia y su sombra,
INFINITO

porque es la guitarra donde el amor se


desespera,
porque es la demostración de otro
infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva
resurrección sin finales.

Los muertos odian el número dos,


pero el número dos adormece a las
mujeres y como la mujer teme la luz
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre
la nieve tendremos que pacer sin
descanso las hierbas de los cementerios.

147

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