Federico Garcia Lorca - Poeta en Nueva York
Federico Garcia Lorca - Poeta en Nueva York
Federico Garcia Lorca - Poeta en Nueva York
textos.info
Biblioteca digital abierta
1
Texto núm. 2596
Edita textos.info
Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España
2
A BEBE Y CARLOS MORA
Los poemas de este libro están escritos en la ciudad de Nueva york el año
1929-1930, en el que el poeta vivió como estudiante en Columbia
University.
F.G.L.
3
I. POEMAS DE LA SOLEDAD EN COLUMBIA
UNIVERSITY
Furia color de amor,
amor color de olvido
LUIS CERNUDA
4
VUELTA DE PASEO
Asesinado por el cielo.
Entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.
5
1910 (INTERMEDIO)
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la
madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un
caballito de mar.
6
New York, agosto 1929.
7
FABULA Y RUEDA DE LOS TRES AMIGOS
Enrique,
Emilio,
Lorenzo.
Lorenzo,
Emilio,
Enrique.
Lorenzo,
Emilio,
Enrique,
estaban los tres enterrados:
Lorenzo en un seno de Flora;
Emilio en la yerta ginebra que se olvida en el vaso;
Enrique en la hormiga, en el mar y en los ojos vacíos de los pájaros.
Lorenzo,
Emilio,
Enrique,
fueron los tres en mis manos
tres montañas chinas,
8
tres sombras de caballo,
tres paisajes de nieve y una cabaña de azucenas
por los palomares donde la luna se pone plana bajo el
gallo.
Uno
y uno
y uno,
estaban los tres momificados,
con las moscas del invierno,
con los tinteros que orina el perro y desprecia el
vilano,
con la brisa que hiela el corazón de todas las madres,
por los blancos derribos de Júpiter donde
meriendan muerte los borrachos.
Tres
y dos
y uno,
los vi perderse llorando y cantando
por un huevo de gallina,
por la noche que enseñaba su esqueleto de
tabaco,
por mi dolor lleno de rostros y punzantes
esquirlas de luna,
por mi alegría de ruedas dentadas y látigos,
por mi pecho turbado por las palomas,
por mi muerte desierta con un solo paseante
equivocado.
Diana es dura.
pero a veces tiene los pechos nublados.
9
Puede la piedra blanca latir con la sangre del ciervo
y el ciervo puede soñar por los ojos de un
caballo.
10
TU INFANCIA EN MENTON
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes
JORGE GUILLÉN
11
que quitó luna de la sien del muerto.
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
Alma extraña de mi hueco de venas,
te he de buscar pequeña y sin raíces.
¡Amor de siempre, amor, amor de nunca!
¡Oh, sí! Yo quiero. ¡Amor, amor! Dejadme.
No me tapen la boca los que buscan
espigas de Saturno por la nieve
o castran animales por un cielo,
clínica y selva de la anatomía.
Amor, amor, amor. Niñez del mar.
Tu alma tibia sin ti que no te entiende.
Amor, amor, un vuelo de la corza
por el pecho sin fin de la blancura.
Y tu niñez, amor, y tu niñez.
El tren y la mujer que llena el cielo.
Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas.
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
12
II. LOS NEGROS
PARA ÁNGEL DEL RÍO
13
NORMA Y PARAISO DE LOS NEGROS
Odian la sombra del pájaro
sobre el pleamar de la blanca mejilla
y el conflicto de luz y viento
en el salón de la nieve fría.
14
la hierba.
Allí los corales empapan la desesperación de la tinta,
los durmientes borran sus perfiles bajo la madeja de los
caracoles
y queda el hueco de la danza sobre las últimas
cenizas.
15
EL REY DE HARLEM
Con una cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
16
y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las
cacerolas de las cocinas.
***
Ellos son.
Ellos son los que beben el ''whisky'' de plata junto a los
volcanes
y tragan pedacitos de corazón, por las heladas
montañas del oso.
17
La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca
arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de
las pieles,
viva en la espina del puñal y en el pecho de los
paisajes,
bajo las pinzas y las retamas de la celeste luna
de cáncer.
***
18
Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.
***
19
Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey
a que cicutas y cardos y ortigas tumben postreras
azoteas.
20
IGLESIA ABANDONADA
(BALADA DE LA GRAN GUERRA)
21
con sus fuertes brazos,
para espantar los sapos nocturnos que rondan los
helados paisajes del cáliz.
Yo tenía un hijo que era un gigante,
pero los muertos son más fuertes y saben
devorar pedazos de cielo.
Si mi niño hubiera sido un oso,
yo no temería el sigilo de los caimanes,
ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles
para ser fornicado y herido por el tropel de los
regimientos.
¡Si mi niño hubiera sido un oso!
Me envolveré sobre esta lona dura para no sentir el frío
de los musgos.
Sé muy bien que me darán una manga o la
corbata;
pero en el centro de la misa yo romperé el timón y
entonces
vendrá a la piedra la locura de pingüinos y
gaviotas
que harán decir a los que duermen y a los que cantan por las esquinas:
él tenía un hijo.
¡Un hijo! ¡Un hijo! ¡Un hijo
que no era más que suyo, porque era su hijo!
¡Su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo!
22
III. CALLES Y SUEÑOS
A RAFAEL R. RAPÚN
23
DANZA DE LA MUERTE
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo viene del África a New York!
***
24
invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejos.
***
25
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo
de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
26
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
Diciembre 1929
27
PAISAJE DE LA JUVENTUD QUE VOMITA
(ANOCHECER EN CONEY ISLAND)
28
las puertas de pedernal donde se pudren nublos y
postres.
29
PAISAJE DE LA MULTITUD QUE ORINA
(NOCTURNO DE BATTERY PLACE)
Se quedaron solos:
aguardaban la velocidad de las últimas
bicicletas.
Se quedaron solas:
esperaban la muerte de un niño en el velero
japonés.
Se quedaron solos y solas,
soñando con los picos abiertos de los pájaros
agonizantes,
con el agudo quitasol que pincha
al sapo recién aplastado,
bajo un silencio con mil orejas
y diminutas bocas de agua
en los desfiladeros que resisten
el ataque violento de la luna.
Lloraba el niño del velero y se quebraban los
corazones
angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas
y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel.
No importa que el niño calle cuando le clavan
el último alfiler,
no importa la derrota de la brisa en la corola del
algodón,
porque hay un mundo de la muerte con
marineros definitivos
que se asomarán a los arcos y os helarán por
detrás de los árboles.
Es inútil buscar el recodo
donde la noche olvida su viaje
y acechar un silencio que no tenga
trajes rotos y cáscaras y llanto,
30
porque tan sólo el diminuto banquete de la araña
basta para romper el equilibrio de todo el cielo.
31
ASESINATO
¿Cómo fue?
—Una grieta en la mejilla.
¡Eso es todo!
Una uña que aprieta el tallo.
Un alfiler que bucea
hasta encontrar las raicillas del grito.
Y el mar deja de moverse.
—¿Cómo, cómo fue?
—Así
—¡Déjame! ¿De esa manera?
—Sí.
El corazón salió solo.
—¡Ay, ay de mí!
32
NAVIDAD EN EL HUDSON
¡Esa esponja gris!
Ese marinero recién degollado.
Ese río grande.
Esa brisa de límites oscuros.
Ese filo, amor, ese filo.
Estaban los cuatro marineros luchando con el mundo,
con el mundo de aristas que ven todos los ojos,
con el mundo que no se puede recorrer sin
caballos.
33
ayudando a los marineros a recoger las velas
desgarradas.
Y estoy con las manos vacías en el rumor de
la desembocadura.
No importa que cada minuto
un niño nuevo agite sus ramitos de venas,
ni que el parto de la víbora, desatado bajo las ramas,
calme la sed de sangre de los que miran el
desnudo.
Lo que importa es esto: hueco. Mundo solo.
Desembocadura.
Alba no. Fábula inerte.
Sólo esto: desembocadura.
¡Oh esponja mía gris!
¡Oh cuello mío recién degollado!
¡Oh río grande mío!
¡Oh brisa mía de límites que no son míos!
¡Oh filo de mi amor, oh hiriente filo!
34
CIUDAD SIN SUEÑO
(NOCTURNO DE BROOKLYN BRIDGE)
Un día
los caballos vivirán en las tabernas
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y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día
veremos la resurrección de las mariposas
disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises
y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de
nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa
y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la
invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la
cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y
sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento
escalofrío azul.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
36
PANORAMA CIEGO DE NUEVA YORK
Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad
inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.
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No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre
de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima
cada madrugada.
Es una cápsula de aire donde nos duele todo
el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y
rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el
desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene
despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre
las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos;
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas
ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.
38
NACIMIENTO DE CRISTO
Un pastor pide teta por la nieve que ondula
blancos perros tendidos entre linternas sordas.
El Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota.
39
LA AURORA
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
40
IV. POEMAS DEL LAGO EDEN MILLS
A EDUARDO UGARTE
41
POEMA DOBLE DEL LAGO EDEN
Nuestro ganado pace, el viento espira
GARCILASO
42
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!
43
CIELO VIVO
Yo no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.
Cerca de las piedras sin jugo y los insectos vacíos
no veré el duelo del sol con las criaturas en carne viva.
Yo no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba;
pero me iré al primer paisaje de humedades
y latidos
para entender que lo que busco tendrá su blanco
44
de alegría
cuando yo vuele mezclado con el amor y las arenas.
45
V. EN LA CABAÑA DEL FARMER
(Campo de Newburg)
A CONCHA MÉNDEZ Y
MANUEL ALTOLAGUIRRE
46
EL NIÑO STANTON
Do you like me?
—Yes, and you?
—Yes, yes.
47
con tu madre fracturada por los herreros de
las aldeas,
con un hermano bajo los arcos,
otro comido por los hormigueros,
y el cáncer sin alambradas latiendo por las
habitaciones!
Hay nodrizas que dan a los niños
ríos de musgo y amargura de pie
y algunas negras suben a los pisos para repartir filtro de rata.
Porque es verdad que la gente
quiere echar las palomas a las alcantarillas
y yo sé lo que esperan los que por la calle
nos oprimen de pronto las yemas de los dedos.
48
Cuando empiece el tumulto de la guerra
dejaré un pedazo de queso para tu perro en la oficina.
Tus diez años serán las hojas
que vuelan en los trajes de los muertos,
diez rosas de azufre débil
en el hombro de mi madrugada.
Y yo, Stanton, yo solo, en olvido,
con tus caras marchitas sobre mi boca,
iré penetrando a voces las verdes estatuas de
la Malaria.
49
VACA
A LUIS LACASA
Su hocico de abejas
bajo el bigote lento de la baba.
Un alarido blanco puso en pie la mañana.
Arriba palidecen
luces y yugulares.
Cuatro pezuñas tiemblan en el aire.
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NIÑA AHOGADA EN EL POZO
(GRANADA Y NEWBURG)
Las estatuas sufren por los ojos con la oscuridad de los ataúdes,
pero sufren mucho más por el agua que no
desemboca.
Que no desemboca.
El pueblo corría por las almenas rompiendo las cañas de los pescadores.
¡Pronto! ¡Los bordes! ¡Deprisa! Y croaban las
estrellas tiernas.
… que no desemboca.
51
No, que no desemboca. Agua fija en un punto,
respirando con todos sus violines sin cuerdas
en la escala de las heridas y los edificios
deshabitados.
52
VI. INTRODUCCIÓN A LA MUERTE
Poemas de la soledad en Vermont
53
MUERTE
A LUIS DE LA SERNA
¡Qué esfuerzo!
¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro!
¡Qué esfuerzo del perro por ser golondrina!
¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser abeja!
¡Qué esfuerzo de la abeja por ser caballo!
Y el caballo,
¡qué flecha aguda exprime de la rosa!,
¡qué rosa gris levanta de su belfo!
Y la rosa,
¡qué rebaño de luces y alaridos
ata en el vivo azúcar de su tronco!
Y el azúcar,
¡qué puñalitos sueña en su vigilia!
y los puñales,
¡qué luna sin establos, qué desnudos!,
piel eterna y rubor, andan buscando
Y yo, por los aleros,
¡qué serafín de llamas busco y soy!
Pero el arco de yeso,
¡qué grande, qué invisible, qué diminuto!,
sin esfuerzo.
54
NOCTURNO DEL HUECO
I
55
sangrante.
Basta tocar el pulso de nuestro amor presente
para que broten flores sobre los otros niños.
II
Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo,
56
crines de ceniza. Plaza pura y doblada.
Yo.
Mi hueco traspasado con las axilas rotas.
Piel seca de uva neutra y amianto de madrugada.
Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo.
Rodeado de espectadores que tienen hormigas en
las palabras.
Yo.
Mi hueco sin ti, ciudad, sin tus muertos que comen.
Ecuestre por mi vida definitivamente anclada.
Yo.
No hay siglo nuevo ni luz reciente.
Sólo un caballo azul y una madrugada.
57
PAISAJE CON DOS TUMBAS Y UN PERRO ASIRIO
Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando,
hijo mío.
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en un cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios
antiguos.
Amigo,
despierta, que los montes todavía no respiran
y las hierbas de mí corazón están en otro sitio.
No importa que estés lleno de agua de mar.
Yo amé mucho tiempo a un niño
que tenía una plumilla en la lengua
y vivimos cien años dentro de un cuchillo.
Despierta. Calla. Escucha. Incorpórate un poco.
El aullido
es una larga lengua morada que deja
hormigas de espanto y licor de lirios.
Ya vienen hacia la roca. ¡No alargues tus raíces!
Se acerca. Gime. No solloces en sueños, amigo.
¡Amigo!
Levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
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59
RUINA
A REGINO SAINZ DE LA MAZA
Sin encontrarse,
viajero por su propio torso blanco.
Así iba el aire.
Detrás de la ventana,
con látigos y luces, se sentía
la lucha de la arena con el agua.
Tú solo y yo quedamos.
60
Prepara tu esqueleto para el aire.
Yo solo y tú quedamos.
Prepara tu esqueleto.
Hay que buscar de prisa, amor, de prisa,
nuestro perfil sin sueño.
61
LUNA Y PANORAMA DE LOS INSECTOS
(POEMA DE AMOR)
ESPRONCEDA
62
No nos salvan las solitarias en los vidrios,
ni los herbolarios donde el metafísico
encuentra las otras vertientes del cielo.
Son mentira las formas. Sólo existe
el círculo de bocas del oxígeno.
Y la luna.
Pero no la luna.
Los insectos,
los muertos diminutos por las riberas,
dolor en longitud,
yodo en un punto,
las muchedumbres en el alfiler,
el desnudo que amasa la sangre de todos,
y mi amor que no es un caballo ni una
quemadura,
criatura de pecho devorado.
¡Mi amor!
63
hacen nocturnos y desfiles entrecruzando
sus propias venas.
64
VII. VUELTA A LA CIUDAD
PARA ANTONIO HERNÁNDEZ SORIANO
65
NEW YORK
OFICINA Y DENUNCIA
A FERNANDO VELA
66
los interminables trenes de leche,
los interminables trenes de sangre
y los trenes de rosas maniatadas
por los comerciantes de perfumes.
Los patos y las palomas,
y los cerdos y los corderos
ponen sus gotas de sangre
debajo de las multiplicaciones,
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas
llenan de dolor el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite.
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, cantando, volando en su pureza,
como los niños de las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle,
No es la muerte, es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados y distancias
inasibles
en la patita de ese gato
quebrada por el automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
Oxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas por los números de
la oficina.
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¿Qué voy a hacer, Ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera
y bocanadas de sangre?
San Ignacio de Loyola
asesinó un pequeño conejo
y todavía sus labios gimen
por las torres de las iglesias.
No, no; yo denuncio.
Yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido por las vacas
estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite
68
CEMENTERIO JUDÍO
Las alegres fiebres huyeron a las maromas de
los barcos
y el judío empujó la verja con el pudor helado del
interior
de la lechuga.
69
el rocío
y las blancas entradas de mármol que conducen al
aire duro
mostraban su silencio roto por las huellas
dormidas de los zapatos.
70
Ya los niños de Cristo se dormían
cuando el judío, apretando los ojos,
se cortó las manos en silencio
al escuchar los primeros gemidos.
71
VIII. DOS ODAS
A MI EDITOR ARMANDO GUIBERT
72
GRITO HACIA ROMA
(DESDE LA TORRE DEL CRYSLER BUILDING)
73
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del
faisán.
74
los muchachos que tiemblan bajo el terror
pálido de los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de
la Tierra
que da sus frutos para todos.
75
ODA A WALT WHITMAN
Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las
rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.
76
manchadas?
77
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.
78
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en
silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Adelaidas de Portugal.
79
os cierren las puertas de la bacanal.
80
IX. HUIDA DE NUEVA YORK
(Dos valses hacia la civilización)
81
PEQUEÑO VALS VIENÉS
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
82
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".
83
VALS EN LAS RAMAS
Cayó una hoja
y dos
y tres.
Por la luna nadaba un pez.
El agua duerme una hora
y el mar blanco duerme cien.
La dama
estaba muerta en la rama.
La monja
cantaba dentro de la toronja.
La niña
iba por el pino a la piña.
Y el pino
buscaba la plumilla del trino.
Pero el ruiseñor
lloraba sus heridas alrededor.
Y yo también
porque cayó una hoja
y dos
y tres.
Y una cabeza de cristal
y un violín de papel
y la nieve podría con el mundo
una a una
dos a dos
y tres a tres.
!Oh duro marfil de carnes invisibles!
¡Oh golfo sin hormigas del amanecer!
Con el muu de las ramas,
con el ay de las damas,
con el croo de las ranas
84
y el gloo amarillo de la miel.
Llegará un torso de sombra
coronado de laurel.
Será el cielo para el viento
duro como una pared
y las ramas desgajadas
se irán bailando con él.
Una a una
alrededor de la luna,
dos a dos
alrededor del sol,
y tres a tres
para que los marfiles se duerman bien.
85
X. EL POETA LLEGA A LA HABANA
A DON FERNANDO ORTIZ
86
SON DE NEGROS EN CUBA
Cuando llegue la luna llena
iré a Santiago de Cuba.
Iré a Santiago.
En un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigüeña.
Iré a Santiago.
Y cuando quiere ser medusa el plátano.
Iré a Santiago
Con la rubia cabeza de Fonseca.
Iré a Santiago.
Y con el rosa de Romeo y Julieta.
Iré a Santiago.
Mar de papel y plata de monedas.
Iré a Santiago.
¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Iré a Santiago.
¡Arpa de troncos vivos, caimán, flor de tabaco!
Iré a Santiago.
Siempre dije que yo iría a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Brisa y alcohol en las ruedas,
iré a Santiago.
Mi coral en la tiniebla.
Iré a Santiago.
El mar ahogado en la arena.
87
Iré a Santiago.
Calor blanco, fruta muerta.
Iré a Santiago.
¡Oh bovino frescor de cañavera!
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Iré a Santiago.
88
ADDENDA A POETA EN NUEVA YORK
89
CRUCIFIXIÓN
La luna pudo detenerse al fin por la curva
blanquísima de los caballos.
Un rayo de luz violenta que se escapaba de la herida
proyectó en el cielo el instante de la
circuncisión de un niño muerto.
90
el corazón
mientras la tarde se puso turbia de latidos y
leñadores
y la oscura ciudad agonizaba bajo el martillo
de los carpinteros.
Fue entonces
y la tierra despertó arrojando temblorosos ríos
de polilla.
91
PEQUEÑO POEMA INFINITO
PARA LUIS CARDOZA Y ARAGÓN
Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante veinte siglos las hierbas de
los cementerios.
Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
y luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
92
pero el número dos adormece a las mujeres
y como la mujer teme la luz
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de
los cementerios
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Federico García Lorca
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de iniciada esta.
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