Historia de Una Palabra - Queer
Historia de Una Palabra - Queer
Historia de Una Palabra - Queer
Para aquellos que crecimos siendo niñas tortilleras en los años inmediatamente posteriores
al franquismo es difícil acostumbrarse al éxito del artefacto ““queer”” y a su transformación
en “chic cultural”. Quizás convenga recordar que detrás de cada palabra hay una historia,
como detrás de cada historia hay una batalla por fijar o hacer mudar las palabras. A todo
aquel que afirme una identidad sexual Mia le cantará al oído: parole, parole, parole…1
Hubo un tiempo en el que la palabra “queer” sólo era un insulto. En lengua inglesa, desde
su aparición en el siglo XVIII, “queer” servía para nombrar a aquel o aquello que por su
condición de inútil, mal hecho, falso o excéntrico ponía en cuestión el buen funcionamiento
del juego social. Eran “queer” el tramposo, el ladrón, el borracho, la oveja negra y la
manzana podrida pero también todo aquel que por su peculiaridad o por su extrañeza no
pudiera ser inmediatamente reconocido como hombre o mujer. La palabra “queer” no
parecía tanto definir una cualidad del objeto al que se refería, como indicar la incapacidad
del sujeto que habla de encontrar una categoría en el ámbito de la representación que se
ajuste a la complejidad de lo que pretende definir. Por tanto, desde el principio, “queer” es
más bien la huella de un fallo en la representación lingüística que un simple adjetivo. Ni
esto, ni aquello, ni chicha ni limoná...”queer”. Lo que de algún modo equivale a decir:
aquello que llamo “queer” supone un problema para mi sistema de representación, resulta
una perturbación, una vibración extraña en mi campo de visibilidad que debe ser marcada
con la injuria.
Era necesario desconfiar del “queer” como se desconfía de un cuerpo que por su mera
presencia desdibuja las fronteras entre las categorías previamente divididas por la
racionalidad y el decoro. En la sociedad victoriana2 que defendía el valor de la
heterosexualidad como eje de la familia burguesa y base de la reproducción de la nación y
1
"Parole parole" es una composición musical, del género música ligera, de Gianni Ferrio, Leo
Chiosso y Giancarlo Del Re. Originalmente la cantaron a dúo Mina Mazzini y Alberto Lupo. Dalida y
Alain Delon grabaron la canción en francés como "Paroles, paroles", que se convirtió en un éxito
internacional y un estándar en Francia. El lanzamiento de Dalida provocó numerosas versiones y se
le atribuye el mérito de hacer de la canción un éxito internacional. Se trata de un diálogo de Mina
cantado con Alberto Lupo. La letra muestra las lamentaciones del final del amor de la cantante y las
mentiras que ha tenido que escuchar, mientras que el hombre simplemente habla. Ella reacciona a
los cumplidos que le da, y simplemente responde «parole», con lo que da a entender que no cree en
las palabras que le dice el hombre. (Fuente: Wikipedia)
2
Momento histórico en el cual Inglaterra se consolida como potencia mundial a la vez que se
desarrolla el modelo de la Revolución Industrial.
de la especie, “queer” servía para nombrar también a aquellos cuerpos que escapaban a la
institución heterosexual y a sus normas. La amenaza venía en este caso de aquellos
cuerpos que por sus formas de relación y producción de placer ponían en cuestión las
diferencias entre lo masculino y lo femenino, pero también entre lo orgánico y lo inorgánico,
lo animal y lo humano. Eran “queer” los invertidos, el maricón y la lesbiana, el travesti, el
fetichista, el sadomasoquista y el zoófilo. El insulto “queer” no tenía un contenido específico:
pretendía reunir todas las señas de lo abyecto. Pero la palabra servía en realidad para
trazar un límite al horizonte democrático: aquel que llamaba a otro “queer” se situaba a sí
mismo sentado confortablemente en un sofá imaginario de la esfera pública en tranquilo
intercambio comunicativo con sus iguales heterosexuales mientras expulsaba al “queer”
más allá de los confines de lo humano. Desplazado por la injuria fuera del espacio social, el
“queer” estaba condenado al secreto y a la vergüenza.
Pero la historia política de una injuria es también la historia cambiante de sus usos, de sus
usuarios y de los contextos de habla. Si atendemos a ese tráfico lingüístico podemos decir
que al lenguaje dominante le ha salido el tiro por la culata: en algo menos de dos siglos la
palabra “queer” ha cambiado radicalmente de uso, de usuario y de contexto. Hubo que
esperar hasta mediados de los años ochenta del pasado siglo para que, empujados por la
crisis del Sida, un conjunto de microgrupos decidieran reapropiarse de la injuria “queer” para
hacer de ella un lugar de acción política y de resistencia a la normalización. Los activistas
de grupos como Act Up3 (de lucha contra el SIDA), Radical Furies o Lesbian Avangers
decidieron retorcerle el cuello a la injuria “queer” y transformarla en un programa de crítica
social y de intervención cultural. Lo que había cambiado era el sujeto de la enunciación: ya
no era el señorito hetero el que llamaba al otro “maricón”; ahora el marica, la bollera y el
trans se autodenominaban “queer” anunciando una ruptura intencional con la norma. La
intuición estaba presente desde las revueltas homosexuales de los 70. Guy Hocquenghem,
por ejemplo, había desenmascarado ya el carácter histórico y construido de la
homosexualidad: “La sociedad capitalista fabrica al homosexual como produce lo proletario,
suscitando en cada momento su propio límite. La homosexualidad es una fabricación del
mundo normal”. Ya no se trataba de pedir tolerancia y hacer perfil bajo para poder acceder a
las instituciones heterosexuales del matrimonio y la familia, sino de afirmar el carácter
político (por no decir policial) de las nociones de homosexualidad y heterosexualidad
poniendo en cuestión su validez para delimitar el campo de lo social. En esta segunda
vuelta, la palabra “queer” ha dejado de ser una injuria para pasar a ser un signo de
resistencia a la normalización, ha dejado de ser un instrumento de represión social para
convertirse en un índice revolucionario.
3
ACT UP (en español: Pórtate mal / Hacé de las tuyas / Fallá) es el acrónimo de la AIDS Coalition to
Unleash Power (Coalición del sida para desatar el poder), un grupo de acción directa fundado en
1987 que “forzó a las compañías farmacéuticas y al gobierno a cambiar el modo en que se hacía
investigación sobre medicamentos, hizo posible que las personas con sida tuvieran seguro de salud,
llevó a cabo programas de viviendas. Todas victorias concretas conseguidas por personas
básicamente ilegales”. (Sarah Schulman, Let The Record Show)
El movimiento “queer” es post-homosexual y post-gay. Ya no se define con respecto a la
noción médica de homosexualidad, pero tampoco se conforma con la reducción de la
identidad gay a un estilo de vida asequible dentro de la sociedad de consumo neoliberal. Se
trata por tanto de un movimiento post-identitario: “queer” no es una identidad más en el
folklore multicultural, sino una posición de crítica atenta a los procesos de exclusión y de
marginalización que genera toda ficción identitaria. El movimiento “queer” no es un
movimiento de homosexuales ni de gays, sino de disidentes de género y sexuales que
resisten frente a las normas que impone la sociedad heterosexual dominante, atento
también a los procesos de normalización y de exclusión internos a la cultura gay:
marginalización de las bolleras, de los cuerpos transexuales y transgénero, de los
inmigrantes, de los trabajadores y trabajadoras sexuales…
Porque para retorcer el cuello a la injuria es necesario algo más que haber sido objeto de
ella. El blabla de un marica conservador no es más “queer” que el blabla de un hetero
conservador. Sorry. Ser marica no basta para ser “queer”: es necesario someter su propia
identidad a crítica. Cuando se habla de teoría “queer” para referirse a los textos de Judith
Butler, Teresa de Lauretis, Eve K. Sedgwick o Michael Warner se habla de un proyecto
crítico heredero de la tradición feminista y anticolonial que tiene por objetivo el análisis y la
deconstrucción de los procesos históricos y culturales que nos han conducido a la invención
del cuerpo blanco heterosexual como ficción dominante en Occidente y a la exclusión de las
diferencias fuera del ámbito de la representación política.
*Paul Preciado es filósofo y activista queer. Cursó sus estudios en diferentes universidades
de EEUU. Actualmente enseña teoría del género en diversas universidades del Estado
Español y del extranjero así como participa en el Programa de Estudios Independientes del
MACBA. Es autora de los libros: “Manifiesto Contrasexual”, "Testo yonki" y “Pornotopia” y de
numerosos artículos publicados en Multitudes, Eseté o Artecontexto…
Fuente: https://paroledequeer.blogspot.com/