Entrevista A Detransición Chile
Entrevista A Detransición Chile
Entrevista A Detransición Chile
24 agosto, 2020
Julio, 2020.
https://autonomiafeminista.cl/entrevista-a-detransicionchile/
Ariel tiene 28 años, hija única de una familia muy conservadora, con padre y madre
cumpliendo los roles de género. Su madre fallece cuando ella tenía 18 años.
Actualmente, vive con su padre y con Han, su pareja. Es profesora de inglés, lesbiana y
feminista. Trabaja de forma no remunerada como voluntaria en proyectos de educación
con niñas/os en riesgo social, en instituciones colaboradoras del SENAME.
“Me encanta ser voluntaria, me desempeño como profesora chasquilla, porque hago
historia, matemáticas, a veces inglés, ciencias… y trabajo por decisión propia,
justamente, porque no llegan profesores”.
Han tiene 21 años, creció en una familia de mujeres (mamá y hermanas). Actualmente
estudia Técnico en Enfermería, está en primer año y se define como una mujer lesbiana
y feminista; aunque le falta mucho por aprender sobre feminismo, reconoce que gracias
al acceso a la información que el feminismo le entregó pudo tomar la decisión de no
seguir con la transición y “aceptarse tal cual es”.
“siempre me he considerado lesbiana, antes no, pero siempre lo he sido, desde que
tengo memoria, siempre me han gustado las mujeres… también me considero feminista,
y eso me ha ayudado a liberarme de muchos pesos y muchas mochilas que andaba
cargando desde que inicié la transición”.
Actualmente viven juntas, con el padre de Ariel. Se conocieron en el año 2016, cuando
se estrenó en Chile el documental sobre la infancia trans, “Niños rosados, niñas azules”.
En ese documental Han cuenta su experiencia como Daniel. Al año siguiente del
documental volvieron a comunicarse; hablaron algunos meses por whatsapp antes de
juntarse para ir al cine. van a cumplir 4 años juntas. Actualmente trabajan en el proyecto
DetransiciónChile.
Ariel -Yo comencé con el proyecto, y le pedí a Han que me ayudara porque es
importante que las niñas puedan vivir mejor. Nosotras sufrimos y otras niñas también al
ser estereotipadas. A pesar del acoso de la comunidad trans, seguimos con nuestras
entrevistas para dar a conocer que detransicionar es ser una mujer libre, libre de
estereotipos, libre de roles, ser libre. Desromantizar la infancia trans también, por eso
quisimos hacerlo público. Queremos un mundo mejor para las niñas y para las mujeres
que también somos nosotras, mujeres.
Han -Para mí es ayudar a hacer un mundo mejor para las mujeres. Por lo mismo.
Tenemos que luchar para que las futuras generaciones de mujeres tengan un lugar, el
que se merecen y poder estar bien. Que ya no se vea que ser mujer es malo.
Ariel -El feminismo nunca nos va a decir lo que tenemos que hacer. El feminismo llama
a cuestionar y nuestra organización también. Cuestionarnos qué lugar en el mundo le
estamos dando a las niñas. Nosotras ya estamos grandes, pero a las niñas hay que darles
referentes, hay que hacerlas sentir que no son “carne, o un objeto”, que ser mujer
también es bonito, es ser profesora, es ser médica.
No es pedir un privilegio, tampoco es ser igual a un hombre. Es ser libre. Que todas
podamos estar juntas y querernos y que no tengan que recurrir a quitarse sus senos,
quitarse su útero u odiarse. Al contrario, amarse, cuidarse. Ese es el motivo por el cual
lo hicimos público.
Han -Desde muy pequeña pasaba mucho tiempo sola, mis hermanas estudiaban y mi
mamá trabajaba mucho, mucho. Casi no estaba en la casa debido a que, si no trabajaba,
no había qué comer. Era mamá soltera, muy joven, con 4 hijas. Ahora, más adulta,
entiendo que mi madre hizo lo que pudo. Cuando entré al colegio sufrí mucho bullying;
entonces no tenía ese afán de ir al colegio como a lo mejor lo pueden tener otros niños.
Ariel -Yo tuve una infancia muy bonita, con buena situación económica gracias a mis
dos papás, aunque también mi familia era de las que les gustaba mucho aparentar. Mi
papá siempre fue alcohólico y mi mamá justificaba muchas de sus actitudes. Aunque, él
nunca fue violento conmigo, al contrario, muy cariñoso, muy amoroso, si lo era con mi
mamá. Yo creo que de ahí parte esa rabia hacia mi mamá. Me costó mucho disculparla.
Ella lo defendía, entonces ella era mala porque me dejaba ver esto, ella lo permitía.
Han -En la infancia tuve un intento de suicidio porque era considerada marimacho,
lesbiana y todo lo que se puedan imaginar que le dicen a una niña lesbiana
“masculina”. Había algunos profes que eran más empáticos, otros no. Eso influyó
mucho para que yo quisiera transicionar y no sufrir palabras hirientes, sumamente
violentas (1).
La palabra lesbiana la descubrí muy chica, era cómo me hacían sentir, como una mujer
que fuera casi como un hombre. Me lo dijeron como un insulto y de ahí que generé un
rechazo hacia el lesbianismo, la lesbofobia, la misoginia.
Ariel -A los 12 o 13 años comencé a darme cuenta de que era lesbiana y comienzo a
esconderlo. Mi mamá tenía amigos homosexuales a los que quería mucho; pero no
quería a las lesbianas, y decía: “ay, estas mariconas, que asco”, “estas marimachas”, “las
camionas”. Entonces aprendí que ser lesbiana era feo. También a los 12 o 13 conocí a
las lesbianas sexualizadas, la lesbiana para los hombres, con la pornografía entendí que
era una lesbiana. Cuando falleció mi mamá comienza mi liberación, lamentablemente
comienza con la transición.
A los 15 años comencé una relación con un hombre. Duró 7 años, hasta los 20 y tantos
cuando entré a la Universidad. Me da mucha pena porque sufrí humillaciones,
hipersexualización, abuso sexual. Fue una violencia terrible.
Han -Me lo tomé horrible, muy mal. Cuando empezaba mi pubertad, se marcó mucho
mi cintura, me empezaron a crecer los pechos; tenía cuerpo de una mujer, de una
jovencita y cuando empezó a suceder eso vino el rechazo real. Te vas dando cuenta todo
lo que conlleva ese proceso, que te miren, que te acosen o te griten cosas en la calle. Lo
había visto con mis hermanas y sabía que esto también me podía pasar. Yo creo que
eso fue lo que detonó que a los 12 o 13 años, dijera: “mamá, ¡quiero ser hombre!”.
Ariel -Mi familia me hacía ver que era bueno que los hombres se fijaran en mí,
entonces, para mí la pubertad, con 12 o 13 años en vez de ser mala era buena, porque
me estaban aprobando. Yo fui del estereotipo de “niña bonita” y como era muy
pechugona, tuve una hipersexualización… y empecé a competir, tengo que tener el pelo
largo, tengo que depilarme, maquillarme, tengo que estar más delgada y me llevó a un
problema alimenticio.
Han -Busqué en internet “no me siento mujer, me siento hombre, pero soy mujer”. Fue
muy fácil, la información estaba ahí. Y fue, “okey, esto es lo que soy”. Me apareció un
montón de información sobre las operaciones, las hormonas… fue como una puerta que
se abrió totalmente como “por aquí, este es mi camino y por aquí voy a seguir”, así de
simple.
Ariel -Yo busqué “lesbianas, gays, bisexuales, trans”. “¡Ah!, trans se parece más a lo
que yo soy”, algo así. Yo decía, “no puedo ser gay, porque no soy hombre”, “no quiero
ser bi porque no me siento bi”, “lesbiana menos, que asco”. Ese era mi pensamiento,
entonces dije “trans”.
Han -En ese entonces no tenía una buena relación con mis hermanas, no tenía a quien
contarle, porque amigas tampoco tenía, amigos menos. La única que yo veía como un
soporte, que realmente me daba la confianza para comentárselo, era mi mamá. Ella me
dio siempre mucho cariño, mucho amor, mucha atención. Tenía mucho miedo, entonces
le escribí una carta, le dije que no me sentía niña, que me sentía hombre. Mi mamá
pensaba que se iba a pasar, que era un tema de la edad. Me seguí informando e hice que
ella leyera cosas, traté de meterle información a la fuerza (risas), -“ah ya, otra vez con
esto”-, decía. Igual leía, me prestaba atención, me escuchaba. Llegó un momento en que
dijo: “parece que esto no es nada de la edad y voy a tener que hacer algo. Jodí, me salió
trans el cabro chico”, como decía ella, “es lo que hay que hacer, hay que ayudarla no
más”.
Ariel -Yo transicioné mayor, a los 23 años, más o menos, cuando conocí a personas
homosexuales en la universidad. Ahí comenzó una liberación, pero no como lesbiana.
Le tenía fobia a esa palabra, nunca me declaré lesbiana. Era cualquier cosa, menos
lesbiana. Había salido de una relación heterosexual tóxica, luego empecé una relación
con un chico gay. Fue una relación de apoyo, porque él me acompañaba, me aceptaba
como era y yo lo aceptaba a él tal cual. Ese cariño hacia él me hizo cuestionarme, dudar,
“¿quizás soy hombre?”. “Si me gusta un gay ¿quizás soy hombre?”. “Estoy saliendo del
estereotipo femenino, ¿quizás soy hombre?” Y como tenía hirsutismo, justifiqué mi
transexualidad en el hirsutismo, muy ignorante de mi parte. Además, mi papá era mi
ejemplo. Usaba sus perfumes, me gustaban las cosas de hombre, veía a mi papá como
un modelo. Yo no quería a mi mamá, quería a mi papá y por eso quería ser como él.
Justifiqué también la admiración por mi papá como parte de la transexualidad.
Han -En mi caso, el bullying y los problemas que tuve en el colegio con las personas
adultas, los docentes, la directora. Una psicóloga jovencita fue la que más me ayudó. No
iba al colegio por el bullying que me hacían porque era lesbiana y después me iban a
molestar por ser trans. Eso me llevó a no querer ir más al colegio, a aislarme totalmente,
a no prestarle atención a los estudios. Por esa razón estaba con riesgo de perder el año
escolar, y denunciaron a mi mamá porque supuestamente estaba vulnerando el derecho
a estudiar. Vinieron los problemas judiciales, incluso dijeron que me estaban metiendo
cosas en la cabeza con “ser trans”. Se analizó mi caso y me enviaron al Movhil, y del
Movhil me fueron derivando a distintas instituciones. Por último, llegué a la OTD y ahí
seguí mi camino como trans.
¿Qué es OTD?
Han -Conocí personas que ya habían hecho su transición, un activista muy conocido en
Chile. Me dije, “¡wuau, es genial, él lo pudo hacer, lo logró!”. Fue como una inspiración
total y, justamente, fue uno de los que me ayudó en el proceso judicial que tuve que
pasar por el colegio, que yo tratara de continuar mis estudios. Él también había
estudiado para ser abogado, entonces tenía todo un ejemplo para hacerlo.
Ariel -Yo hice todo por privado. Fui a una psicóloga para obtener el pase para tener
hormonas. Le dije simplemente, “¡soy trans y necesito las hormonas!”. Ella no sabía
nada al respecto. Me dio terapia como 2 veces a la semana y después me dijo, “¿Sabes
qué? Me voy a ahorrar esto, porque es pura burocracia”, me lo dijo literalmente, “así es
que te voy a dar el papel para que vayas a la endocrinóloga”. Al mismo tiempo le pedí
la interconsulta al psiquiatra, que también debe darte un pase para las hormonas.
Entonces ya tenía los dos pases. Con la endocrinóloga hice lo mismo, “soy trans y
necesito las hormonas”, hasta sabía que se llamaba nebido. Me dijo, “ya perfecto, ¿tenís
los pases? Le dije, “sí, ahí están”. Me pesó, me dio la receta y me empecé a hormonar.
Así de fácil.
¿Cuánto dinero invierte un chico o una chica trans para iniciar su transición?
Ariel -Si uno va a la OTD, derivan a sus propios psicólogos y psiquiatras. Si uno va al
sistema privado, tiene como el arma de doble filo, si esa persona va a aceptar que tú eres
trans o no. De todas formas, tienes que ver un psicólogo y un psiquiatra. Ahí ya van 2
especialistas que hay que pagar. Estos 2 especialistas dan el pase médico que indica que
eres una persona apta, que tú estás consciente de tu transexualidad. Luego, el
endocrinólogo te envía hacer exámenes de sangre, niveles de estrógenos, la
glucosa. Entonces, hay que costear el remedio, que son 100 mil pesos cada 3 meses y
seguir yendo al psicólogo, al psiquiatra y al endocrinólogo, para que te vaya viendo los
niveles. Porque un chico trans no puede tener sobrepeso e inyectarse el nebido. El
nebido te causa problemas al hígado porque, obviamente, es testosterona en un cuerpo
que no produce testosterona. Por esto nos funaron la página, por decir la verdad. Si una
consume este remedio, el nebido, te produce daño a los ovarios; si lo consumes entre 3 a
5 años, tienes que hacerte la histerectomía, que es sacarse el útero y los ovarios, porque
eso te produce quistes.
Han -No, la receta que da el endocrinólogo es por un año. No sé cómo será ahora, pero
al menos cuando yo estaba en tratamiento tenía que ser actualizada al año, y firmada por
el endocrinólogo.
A medida que este “sueño” comienza a hacerse más real y una vez que iniciaron la
transición, ¿qué cambios experimentaron a nivel emocional y físico?
Ariel -Por ejemplo, cuando yo iba a carretear, a tomar cerveza con mis amigas en el
barrio universitario, “El Bella”, siempre estaba perseguida: que este tipo me mira, que
me van a seguir… Pero cuando comencé con la hormona podía carretear tranquila; me
emborrachaba y no me importaba porque era un hombre. Entonces yo tenía privilegios
que como mujer no tenía. Es el cielo. Es caminar en la calle tranquila, o bajar de la
micro a las 4 de la mañana y caminar a mi casa. Porque ¿qué pasa cuando uno es
mujer?, te asaltan y te tocan, te violan. Entonces yo ya no tenía ese miedo. Pasas a ser
un hombre con todos sus privilegios, te ves como un hombre. Todo es más bonito.
Han -Los primeros cambios… fue más vellos en el cuerpo, mi clítoris creció mucho,
considerablemente (risas), el cambio de voz vino mucho después. Yo demoré unos 3
meses en cambiar la voz un poco, solo un poco. Ya a los 6 meses se me notaba la voz
un poco más ronca, un poco más baja, más grave de lo que ya la tenía antes. Y la libido
subía mucho, el deseo sexual, porque claro, inyectarse testosterona cada 3 meses es
bastante.
Ariel – Cambia el flujo vaginal. Por ejemplo, el olor vaginal era muy asqueroso, por el
medicamento. Era un olor como a paracetamol; y el olor de la orina… y el olor corporal.
Han -También, se notaba que era como un olor, no de sudor normal como el que tengo
ahora, sino como químico, extraño.
Ariel -Es muy chistoso esto, porque van saliendo caprichos cuando uno va cambiando,
y es mi crítica a la comunidad trans. No todos, pero la gran mayoría compite, “tengo las
hormonas, luego “la mase”, que es la masectomía. Todo se convierte en un gasto. Tú
también vas compitiendo, porque va aumentando la ansiedad al ver que tu amigo tiene
la operación y tú no, y más te acomplejas. Entonces, a la larga se vuelve un gasto
porque cambias tu ropa interior, un chico trans va a querer cambiar su ropa. No es me
hago la hormona y eso no más, después hay que comprar para afeitarse, los bóxer…todo
se vuelve un gasto tremendo. Y cuando no tienes el dinero, sufres más.
Han -Yo empecé a escuchar de feminismo radical. Gracias a eso yo me pude dar cuenta
de muchas cosas, por ejemplo, del tema de los roles de género, los estereotipos de
género, cómo la mujer había sido oprimida a lo largo de los tiempos. Comencé a
cuestionar cada cosa, el tema del machismo, todo eso. Entonces llega un punto en que tú
dices, “esto tiene mucho sentido y no lo puedo rebatir, no tiene nada que lo pueda
destruir porque es cierto, todo es verdad”. Te das cuenta del origen del por qué uno
quiso transicionar y ahí el quiebre de decir, “creo que hice mal” o “me equivoqué”.
Claro, porque si a mí me hubieran dicho que no era malo ser mujer, que se podía ser
mujer como yo soy ahora, que no teníamos que depilarnos, que no teníamos que
encajar.
Han – Claro, que ser lesbiana no era malo. Que ser lesbiana “masculina”, como le
llaman, tampoco tiene nada de malo, quizás no hubiese transicionado. Quizás hubiese
tenido cambios, pero no como los que tengo hoy en día. Entonces, hubiese tomado
caminos más saludables para mí.
Darte cuenta de que a la edad que yo empecé uno no le toma el peso al cáncer, o a los
problemas que pueda tener las hormonas o las operaciones. No le toma el peso de lo que
puede ser a futuro; que a lo mejor en ese momento no quería tener hijos, pero ahora sí.
Si yo me hubiese sacado el útero, probablemente hubiese sufrido mucho ahora, porque
ahora sí me gustaría tenerlos. Entonces, son muchas cosas que, a la edad de 12, 13, 15,
16, incluso 18 años, uno no tiene el razonamiento suficiente para decir: “quiero esto y
no me voy a arrepentir”.
Ariel –A Han los médicos le omitieron información, también partió ahí. Yo, por
ejemplo, duré un año con las hormonas, o sea 4 inyecciones, porque ya logré mis
cambios, no me inyecto más. También asumo que empecé a decirle a Han…
Ariel – Dije, “mira cariño eso está malo… si tú te sigues inyectando. Si yo lo amo, si la
quiero, si de verdad es mi pareja, ¿realmente le voy a estar dando algo que lo está
destruyendo? ¿Ese es realmente el amor trans que quiero tener por ella?
Han -Incluso antes de conocer el feminismo, ella me estaba diciendo, “oye, está mal
esto…”
Ariel -Porque también nuestra sexualidad era muy limitada. Éramos dos hombres, dos
gays; y él era muy abusivo conmigo, porque tomaba ese rol como de hombre. Entonces,
como entre hombres se puede como abusar, él empezó a abusarme. Y yo dije, “se está
repitiendo la misma porquería que me pasó con un hombre hétero”, era lo mismo. Y
como yo en el fondo sabía que él era mujer, porque es mujer, le dije, “sabes que no, yo
tengo que ayudarte; estás cometiendo un error”.
No quise decirle ¡Ándate!, no. Lo ayudé e insistí, “mira Han, lo que estás haciendo es
porque piensas que eres hombre y me estás lastimando”. Y ahí Han empezó a darse
cuenta de la violencia. Porque para nosotros era una violencia normalizada, porque
éramos dos hombres. Yo lo empujaba y él me empujaba de vuelta, eso no puede estar
bien…
Éramos dos hombres gay, entre comillas. Yo tomaba el rol pasivo, por decirlo así,
como la que recibía; él hacía violencia conmigo, porque él era el activo. Tal cual en una
pareja hétero. Adoptamos roles de homosexuales. Porque tenía que ser así, porque
éramos “hombres”, y los hombres son así. Nuestra dinámica de pareja, por ejemplo, no
era una sexualidad plena, Han no se dejaba tocar el pecho, tenía sexo con ropa; no era
una comodidad para mí, ni para él tener sexo con su pecho apretado o no mostrar sus
senos. Se puede sentir pudor, pero no dolor, no con una faja.
Ahí comienza el cuestionamiento que me daban las radicales. Voy a aclarar: ninguna
radical nos obligó a detransicionar; ninguna radical nos dijo que lo que estábamos
haciendo era malo, ni que éramos tontas. Lo único que ellas me dijeron fue:
“cuestiónate lo que estás haciendo”; “pregúntate, ¿está bien esto para mí?, ¿realmente
está bien?, ¿me gusta esto? Nada más. Ninguna me obligó a ser lo que soy ahora. Me
dijeron, “pregúntate”, y fue lo que hice. Fue lo que comenzamos a hacer con Han:
“¿Está bien consumir un medicamento que te va a dar cáncer y tener que sacar tu
útero?”. Yo creo que ahí fue nuestro punto de quiebre, decir: ya, basta. ¡Basta de
violencia, no más violencia!
Han -Gracias al cuestionamiento de todas esas cosas logramos decir: ¡ya, no vamos a
continuar! Nos estamos haciendo daño entre nosotras y a cada una. Empezamos a
aceptarnos más, y a la larga nos sacamos una mochila muy grande. Ahora vivimos
mucho mejor, mucho más plenas que lo que vivíamos antes, siendo transexuales.
Han -Nos compartimos las tareas, que sea equivalente para ambas, justa. Ahora
encuentro que es sumamente sana, más amorosa, de compañerismo. Obviamente, como
en todas las relaciones hay discusiones.
Han -Ahora se conversa. Ella me sienta y dice, “¿Sabes?, me siento mal, vamos a
conversar. Sin grito por medio, hay una conversación.
Ariel -Han está muy libre. Asumo que igual insisto mucho por su salud, antes él usaba
las bander que eran esos petitos que le apretaban los pechos, entonces ahora le digo que
busque petos deportivos, por ejemplo. Y ahora él usa su peto. Está más libre, se acuesta
sin polera. Entonces, ya tiene una forma de dormir distinta, un dolor menos…
Hablando de amor entre mujeres, ¿se relacionan con otras mujeres o mujeres
lesbianas?
Han -Bueno, como pareja estamos todavía en construcción, de conocer a más chicas de
parejas lesbianas. Yo sí tenía una amiga que también tenía su pareja lesbiana, que era
muy amiga mía; por el tema de la pandemia no nos hemos podido ver, ni juntar, pero
fue la única que por mi parte he tenido.
Ariel -Nuestras amigas pertenecen al círculo del BDSM. Porque antes nosotras también
practicábamos BDSM. Cosa que ya no hacemos…
¿Qué es el BDSM?
Ariel -Hemos conocido tanta gente, ha sido súper bonito. Quizás amigas, amigas, no
tenemos, pero conocemos otras realidades, más chicas radicales; conocemos más
feministas; conocemos mujeres de nuevo. Es como empezar de cero, como reconciliarte.
Antes, por ejemplo, veías, Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Ahora ves a Gabriela
Mistral. Y la ves bonita. Nos emocionamos cuando en las vacaciones fuimos juntas al
Museo. Las mujeres son geniales, ya no hay, “no, es que es tonta”, “que es superficial”,
“que se maquilla”. No, ahora ves todo distinto, entonces aprecias cada mujer que llega a
tu vida. Sea una amiga o no, es mujer igual y la aprecias, es súper bonito.
Han -Hace poco le conté bien el tema de la detransición, porque ella creía que yo era
todavía un chico trans. Ahora que vivo con Ariel y estoy estudiando tengo muy poco
tiempo. Hace poco la llamé y le expliqué todo. Al principio le costó un mundo
entenderme, no se lo tomó a mal, al contrario, me dijo –“bueno, es lo que tú quieres,
está bien así, yo lo sabía “. Para todo me dice, “yo lo sabía”. Igual ella está tranquila
porque sabe que estoy bien. Independiente de lo que yo decida, mientras yo esté bien,
para ella va a estar bien también.
Encuentro que estamos más unidas por lo mismo, por un tema de que soy consciente de
lo que ella hizo por mí, de lo que ha hecho por mis hermanas, hasta el día de hoy me
sigue apoyando, me quiere mucho, lo mismo de mi parte hacia ella. La relación es muy
bonita y ahora se ha vuelto mucho más linda por lo mismo, porque la comprendo, la
entiendo y no la juzgo como quizás lo hice antes. Entonces, es distinto, es una relación
más cercana, más amorosa.
Porque uno dice, ¡Chucha!, mi mamá, o sea, no yo no lo hubiese podido hacer como lo
hizo ella. ¡Es increíble! Entonces uno la aprecia, la quiere más. Aprecia todo el esfuerzo
que ella hizo a como antes quizás se veía, que era como una maldición, poco menos.
Pero ahora no, al contrario. Es como para entregarle un altar a ella, como decirle “se
pasó, hizo todo lo posible dentro de lo que podía”.
El feminismo me ayudó a reconciliarme con mi mamá. Porque siento que lo que hizo, lo
hizo porque era mujer. Le tocó tan feo, que ella hizo lo que pudo, ¡¡si era mujer!! Oye,
qué más vas a hacer con un esposo alcohólico. Más encima tienes una hija a la que no
quieres que le pase lo mismo. No quiero decir que la perdoné, porque siento que no hay
que perdonar. Creo que solamente estamos bien. A eso, me ayudó el feminismo.