Resumen Del Texto Del Concepcion Del Cuerpo Foucault

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El cuerpo humano es, como sabemos, una fuerza de producción, pero el cuerpo no existe

tal cual, como un artículo biológico o como un material. El cuerpo humano existe en y a
través de un sistema político. El poder político proporciona cierto espacio al individuo: un
espacio donde comportarse, donde adoptar una postura particular, sentarse de una
determinada forma o trabajar continuamente. Marx pensaba –así lo escribió- que el
trabajo constituye la esencia concreta del hombre. Creo que esa es una idea típicamente
hegeliana. El trabajo no es la esencia concreta del hombre. Si el hombre trabaja, si el
cuerpo humano es una fuerza productiva, es porque está obligado a trabajar. Y está
obligado porque se halla rodeado por fuerzas políticas, atrapado por los mecanismos del
poder (Foucault, 1999).
La microfísica del poder permite determinar cómo el poder disciplinario atraviesa los
cuerpos y graba la norma en las conciencias. A partir de los siglos XVI y XVII, en el ejército,
en las escuelas, los hospitales, los talleres y otros espacios se desplegaron (sic) toda una
serie de técnicas de vigilancia y control, de mecanismos de identificación de los individuos,
de cuadriculación de sus gestos y de su actividad que fueron conformando determinados
tipos de productores (Foucault, 1992: 25, 26).
Todas estas representaciones de regulación que se establecen con la irrupción de las
sociedades disciplinares, licencian reconocer la tesis enunciada sobre como las formas
políticas se encarnan en el cuerpo a través de juegos estratégicos de biopoder que son
sustentados y dirigidos por dispositivos de intervención y objetivación de la motricidad,
que se hacen eficaces en las organizaciones productivas. Lo cual revela que el cuerpo se
regula a través del conjunto normativo de las instituciones, en el caso de la organización
productiva, sus intereses rentables le dan aún mayor fuerza a ese objetivo.
El cuerpo dócil es la consecuencia de una operación de anatomía política, concebida como
las marcas que la aplicación de las disciplinas produce en los cuerpos (Foucault, 1990); es
la posibilidad de estas técnicas para formar una anatomía conveniente con determinados
fines (de sujeción y de producción). Según Sergio Albano: “la anatomía política cincela y
modela los cuerpos con arreglo a la tarea que debe llevarse a cabo, según ciertos criterios
de eficacia predeterminados” (Albano, 2004: 90).
De la misma manera, la confesión y el examen son técnicas similares que operan dentro
de un mecanismo de poder disciplinario sobre distintos objetos: el cuerpo sexuado y los
discursos sobre la sexualidad y el cuerpo dócil. La escucha y la observación por parte de un
saber que los hace surgir como objetos de estudio, los concentra a las redes de un poder
que tiene las características consideradas anteriormente.
Foucault describe la anatomía de este nuevo cuerpo de la siguiente manera: […] a través
de las técnicas de sujeción, se está formando un nuevo objeto; lentamente, va ocupando
el puesto de cuerpo mecánico, del cuerpo compuesto de sólidos y sometido a
movimiento, cuya imagen había obsesionado durante tanto tiempo a los que soñaban con
la perfección disciplinaria. […] es el cuerpo natural, portador de fuerza y sede de una
duración; es el cuerpo susceptible de operaciones específicas, que tienen su orden, su
tiempo, sus condiciones internas, sus elementos constitutivos […] cuerpo del ejercicio […]
cuerpo del encauzamiento útil” (1997: 247).
se asigna sobre pequeñas acciones que constituyen una extensa gama de desviaciones de
la norma. Obtiene así, una funcionalidad correctiva, encauzadora. La forma del castigo es
semejante a la acción que pretende lograr: a esto se refiere cuando juzga de isomorfa a la
obligación misma: “castigar es ejercitar” (Ibidem.: 185). Pero, a su vez, efectúa la doble
función de sanción-recompensa, que vuelve operante el efecto encauzador a través de
una diferenciación “que no es la de los actos sino la de los individuos mismos, de su
índole, de sus virtualidades, de su nivel, de su valor” (Ibidem.: 186). Esto enclava a los
individuos en un campo de comparación en relación a una medida valorizante que
produce el doble efecto de homogeneizarlos e individualizarlos.
Estos mecanismos de observación se confirman en diferentes formas. La confesión incita
al sujeto a hablar de sí mismo, para lo cual debe prestarse atención constantemente.
Puede pensarse como una vigilancia interna a los fines de brindar un discurso a las
autoridades que lo interpretan, lo signifiquen, lo enuncien y lo instauren. En el examen
disciplinario el cuerpo es observado a través del juego de las miradas calificadoras y
normalizadoras.
Foucault sostiene que mediante un ajuste de las prácticas de confesión cristianas, el
cuerpo comienza a ser el baluarte de los pecados, razón por la cual debe ser interrogado y
puesto en palabras por cada individuo. El sexo enclaustra una verdad que debe ser
descubierta a través de técnicas que lo objetivan. Pero lo seductor es que la clave de esta
extracción se encuentra en la interpretación por parte de aquel que escucha; capacitado y
autorizado para descifrar el código encriptado de la verdad sexual. Así, el cuerpo se
inserta en unas relaciones de poder al confesarse el sujeto ante aquellos que ostentan las
claves interpretativas: los sacerdotes, los médicos, los psiquiatras y los científicos sociales.
Se provoca así lo que Foucault menciona una “explosión discursiva en torno al sexo” cuya
cualidad fundamental es “la multiplicación de los discursos sobre el sexo en el campo de
ejercicio del poder mismo: incitación institucional a hablar sobre el sexo [...]” (2003: 26).
Este atractivo se manifiesta para Foucault, en una racionalidad “que toma la forma de
análisis, contabilidad, clasificación y especificación, en forma de investigaciones
cuantitativas o causales” (Ibidem.: 33). Recoge para su análisis el problema de la población
durante el siglo XVIII, la cual debe ser controlada en función de los fines del desarrollo
social y coloca a la conducta sexual como blanco de examen e intervención. También
abona a esta lógica lo que denomina la medicalización (siglo XIX), como condición de
ejercer un poder que le otorga a los cuerpos una realidad analítica, comprendida como
una “mirada que roza el cuerpo [...] e introduce las rarezas del sexo como el carácter
profundo de los individuos, a través de las tecnologías de la salud y la patología” (Ibidem.:
58).
Foucault nos ofrece una mirada compleja y desafiante sobre el cuerpo. Al entender cómo
el poder moldea nuestros cuerpos, podemos comprender mejor nuestra propia
experiencia y trabajar para construir una sociedad más justa y equitativa, Entonces, sí se
concibe al poder como producción, la función del poder disciplinario es la de encauzar,
dirigir, gobernar y orientar las conductas de estos cuerpos que crea, a través de
procedimientos de análisis y diferenciación. Crea individuos que serán objetos e
instrumentos de un saber en el ejercicio de este poder, a partir de: la vigilancia jerárquica
y la sanción normalizadora, que se fusionan en la aplicación de la técnica del examen.
Michel Foucault, aunque niega que el trabajo sea la esencia de los sujetos, continúa la
labor de denuncia marxista al establecer los mecanismos, dispositivos y tecnologías de la
modernidad sobre los cuerpos. Los dispositivos y tecnologías de la sociedad disciplinaria
definen también al cuerpo como un producto social, insertado en relaciones de poder y
dominación a través de mecanismos estratégicos, prácticas discursivas, disciplinas y
espacios para docilizar al cuerpo a través de la fábrica, la escuela, los hospitales, entre
otros.
El cuerpo como campo de batalla del poder
Para Foucault, el cuerpo no es simplemente una entidad biológica, sino un campo de
batalla donde se ejerce el poder. Este poder no es algo que se posee, sino una relación de
fuerza que se establece en diversos ámbitos de la sociedad, como las instituciones, las
disciplinas y las normas sociales.
Principales ideas:
 El cuerpo como texto: Foucault considera al cuerpo como un texto donde se
escriben las relaciones de poder. Las marcas en nuestro cuerpo, desde tatuajes
hasta cicatrices, son como letras que cuentan historias sobre nuestras experiencias
y el poder que ha actuado sobre nosotros.
 Disciplinamiento: El poder se ejerce a través de técnicas disciplinarias que
moldean nuestros cuerpos y conductas. La escuela, el hospital, la cárcel son
instituciones que buscan normalizar y controlar los cuerpos.
 Biopoder: El poder se interesa cada vez más en la vida y en la gestión de los
cuerpos. A través de la medicina, la demografía y otras disciplinas, se busca
controlar la población y optimizar el rendimiento de los cuerpos.
 Resistencia: Aunque el cuerpo es objeto de poder, también es un lugar de
resistencia. Los cuerpos pueden rebelarse, resistir y transformar las normas que se
les imponen.
Consecuencias de esta concepción:
 Desnaturalización del cuerpo: Foucault nos invita a cuestionar las ideas
preconcebidas sobre el cuerpo y a reconocer que nuestra corporalidad es histórica
y socialmente construida.
 Crítica al poder: Al analizar cómo el poder se ejerce sobre los cuerpos, Foucault
nos proporciona herramientas para cuestionar las estructuras de poder y buscar
formas de liberarnos de ellas.
 Empoderamiento del cuerpo: Al reconocer la capacidad de resistencia del cuerpo,
Foucault nos invita a tomar el control de nuestras propias vidas y a redefinir lo que
significa ser un sujeto.
La concepción del cuerpo en la obra de Michel Foucault representa una ruptura
radical con las visiones tradicionales. En vez de entenderlo como una entidad
biológica fija y predeterminada, Foucault lo sitúa como un campo de batalla donde
se entrecruzan el poder, el conocimiento y las prácticas sociales.
Puntos clave a destacar en esta conclusión:
 El cuerpo como construcción social: Foucault demuestra que el cuerpo no es algo
natural, sino una construcción histórica y social. Las normas, las disciplinas y las
instituciones moldean nuestros cuerpos, imponiendo modelos de comportamiento
y formas de ser.
 El poder como productor de cuerpos: El poder no solo reprime, sino que también
produce cuerpos. A través de técnicas disciplinarias y biopolíticas, el poder modela
nuestros cuerpos para adaptarlos a las necesidades sociales y económicas.
 El cuerpo como lugar de resistencia: A pesar de ser objeto de poder, el cuerpo
también es un lugar de resistencia. Los individuos pueden resistir las normas
impuestas y transformar sus cuerpos en herramientas de liberación.
 La sexualidad como eje central: La sexualidad es un aspecto fundamental en la
concepción foucaultiana del cuerpo. El poder no solo regula la sexualidad, sino que
la utiliza para controlar y clasificar a los individuos.
 El cuerpo como conocimiento: El cuerpo es un lugar de producción de
conocimiento. A través de las prácticas médicas, científicas y psicológicas, se
construyen saberes sobre el cuerpo que, a su vez, lo transforman.
Foucault nos invita a pensar el cuerpo como una experiencia histórica y social,
marcada por las relaciones de poder. Al hacerlo, nos proporciona herramientas
para cuestionar las normas sociales y las instituciones que buscan controlar
nuestros cuerpos. La concepción foucaultiana del cuerpo nos desafía a construir
una sociedad más libre y equitativa, donde cada individuo pueda expresar su
singularidad corporal sin ser sometido a las imposiciones del poder
la concepción del cuerpo en Foucault es una herramienta fundamental para
comprender las dinámicas de poder en nuestra sociedad y para construir un futuro
más humano y justo.

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