Filosofia

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CAPÍTULO PRIMERO

DERECHO Y ARGUMENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 I. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . .


. . . . . . . . 1 II. El ámbito de la argumentación jurídica . . . . . . . . . . . . 1
III. Contexto de descubrimiento y contexto de justificación: ex plicar y justificar . . . . . . . . . . . .
............4
IV. El concepto de validez deductiva . . . . . . . . . . . . . . . 8 V. Corrección formal y corrección
material de los argumentos . 13 VI. Silogismo teórico y silogismo práctico . . . . . . . . . . . . 14
VII. Argumentos deductivos y no deductivos . . . . . . . . . . . 17 VIII. El silogismo judicial y sus
límites . . . . . . . . . . . . . . 20 IX. Aspectos normativos y fácticos de la argumentación jurídica 23
X. Justificación interna y justificación externa . . . . . . . . . 25 XI. Lógica jurídica y
argumentación jurídica . . . . . . . . . . . 26

CAPÍTULO PRIMERO
DERECHO Y ARGUMENTACIÓN

I. INTRODUCCIÓN

Nadie duda de que la práctica del derecho consiste, de manera muy fun damental, en argumentar,
y todos solemos convenir en que la cualidad que mejor define lo que se entiende por un buen
jurista tal vez sea la ca pacidad para idear y manejar argumentos con habilidad. Sin embargo,
muy pocos juristas han leído alguna vez un libro sobre la materia y segu ramente muchos ignoran
por completo que exista algo así como una teoría de la argumentación jurídica. Este libro
pretende ofrecer una respuesta —por lo demás incompleta— a las cuestiones de qué significa
argumen tar jurídicamente y cómo se ha procurado contestar a esta última cuestión. Desde luego,
alguien puede contar con una buena —incluso excelente— capacidad argumentativa, aunque
tanga muy poco que decir sobre las dos anteriores cuestiones. Pero esa circunstancia —sin duda,
feliz— parece ser compatible con la pretensión de que un libro de teoría del derecho como este
pueda suscitar, al menos en principio, algún interés entre los juristas en general. En este primer
capítulo presentaré los que pueden considerarse conceptos básicos de la teoría de la
argumentación jurídica y trataré de aclarar, particularmente, la noción de argumento deductivo.

II. EL ÁMBITO DE LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA

La teoría o las teorías de la argumentación jurídica tiene como objeto de reflexión,


obviamente, las argumentaciones que tienen lugar en con textos jurídicos. En principio, pueden
distinguirse tres distintos campos de lo jurídico en que se efectúan argumentaciones. El primero
de ellos es el de la producción o establecimiento de normas jurídicas. Aquí, a su vez, podría
diferenciarse entre las argumentaciones que se presentan en una

1
2 MANUEL ATIENZA

fase prelegislativa y las que se producen en la fase propiamente legislativa. Las primeras se
efectúan como consecuencia de la aparición de un pro blema social cuya solución —total o
parcial— se piensa que puede ser la adopción de una medida legislativa. Ejemplo de ello son las
discusiones sobre la despenalización o no (y en qué casos sí o no) del aborto, de la eutanasia o
del tráfico de drogas, o sobre la regulación del llamado tráfico de influencias. Otro tipo de
argumentaciones surgen cuando un problema pasa a consideración del parlamento o de algún
órgano de la Administra ción, lo haya o no discutido previamente la opinión pública. Mientras
que en la fase prelegislativa puede considerarse que los argumentos tienen, en general, un
carácter más político y moral que jurídico, en la fase legislati va los papeles se invierten, de
manera que son las cuestiones de tipo téc nico-jurídico las que pasan a un primer plano. En todo
caso, las teorías de la argumentación jurídica de que disponemos no se ocupan prácticamente de
ninguno de estos dos contextos de argumentación.
Un segundo campo en que se efectúan argumentos jurídicos es el de la aplicación de normas
jurídicas a la resolución de casos, bien sea esta una actividad que llevan a cabo jueces en sentido
estricto, órganos administra tivos en el más amplio sentido de la expresión o simples particulares.
Aquí, a su vez, cabría distinguir entre argumentaciones en relación con problemas concernientes
a los hechos, o bien al derecho (estos últimos, en sentido amplio, podrían llamarse problemas de
interpretación). Puede decirse que la teoría de la argumentación jurídica dominante se centra en
las cuestiones —los casos difíciles— relativas a la interpretación del de recho y que se plantean
en los órganos superiores de la administración de justicia. Ahora bien, la mayor parte de los
problemas sobre los que tienen que conocer y decidir tanto los tribunales como los órganos no
jurisdic cionales de la Administración son más bien problemas concernientes a los hechos, de
manera que los argumentos que tienen lugar con ocasión de los mismos caen fuera del campo de
estudio de las teorías usuales de la argumentación jurídica.
Finalmente, el tercer ámbito en que tienen lugar argumentos jurídicos es el de la dogmática
jurídica. La dogmática es, desde luego, una activi dad compleja en la que cabe distinguir
esencialmente estas tres funciones: 1) suministrar criterios para la producción del derecho en las
diversas ins tancias en que ello tiene lugar; 2) suministrar criterios para la aplicación del derecho;
3) ordenar y sistematizar un sector del ordenamiento jurídi co. Las teorías usuales de la
argumentación jurídica se ocupan también de
LAS RAZONES DEL DERECHO 3

las argumentaciones que desarrolla la dogmática en cumplimiento de la segunda de estas


funciones. Dichos procesos de argumentación no son muy distintos de los que efectúan los
órganos aplicadores, puesto que de lo que se trata es de suministrar a esos órganos criterios —
argumentos— dirigidos a facilitarles —en sentido amplio— la toma de una decisión ju rídica
consistente en aplicar una norma a un caso. La diferencia que, no obstante, existe entre ambos
procesos de argumentación podría sintetizar se así: mientras que los órganos aplicadores tienen
que resolver casos concretos (por ejemplo, si se les debe o no alimentar por la fuerza a los presos
en huelga de hambre para obtener determinados cambios en su si tuación penitenciaria),1 el
dogmático del derecho se ocupa de casos abs tractos (por ejemplo, el de determinar cuáles son
los límites entre el dere cho y la vida y el derecho a la libertad personal, y cuál de los derechos
debe prevalecer en caso de que entren en conflicto). Con todo, parece cla ro que la distinción no
puede efectuarse siempre —o, quizás, casi nun ca— en forma muy tajante. Por un lado, porque
el práctico necesita recu rrir a criterios suministrados por la dogmática, al menos cuando se
enfrenta con casos difíciles (por ejemplo, para adoptar una decisión fun damentada sobre la
primera cuestión antes planteada, habría que contestar a la segunda con carácter previo), al
tiempo que la dogmática se apoya también en casos concretos. Por otro lado, porque en ocasiones
los tribu nales —o cierto tipo de tribunales— tienen que resolver casos abstractos, esto es, sus
decisiones pueden no consistir simplemente en cordenar a X a pagar una cierta cantidad de dinero
o en absolver a Y de determinado delito, sino también en declarar que determinada ley es
inconstitucional, que un reglamento es ilegal, o que cierta norma debe interpretarse en cierto
senti do. Por lo demás, algunos tribunales, al decidir un caso concreto, crean

1 A finales de 1989, varios presos de los Grupos Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO) se declararon en huelga de hambre
como medida para conseguir determinadas mejoras en su situación carcelaria. Básicamente, con ello trataban de presionar a favor de
la reunificación de los miembros del grupo en un mismo centro penitenciario, lo que significaba modificar la política de dispersión
de los presos por delito de terrorismo del Gobierno. En los meses sucesivos, diversos jueces de vigilan cia penitenciaria y varias
Audiencias provinciales tuvieron que pronunciarse acerca de si cabía o no autorizar la alimentación por la fuerza de dichos reclusos
cuando su salud estuviera amenazada, pre cisamente como consecuencia de la prolongación de la huelga de hambre. La solución que
dieron algunos órganos judiciales fue autorizar la alimentación cuando los presos se encontraran en estado de plena consciencia y
manifestaran su negativa. Otros, por el contrario, entendieron que la Adminis tración sólo estaba autorizada a tomar este tipo de
medidas cuando el preso hubiera perdido la cons ciencia. Un análisis de las diversas argumentaciones llevadas a cabo a propósito de
este caso puede verse en Atienza (1990a).
4 MANUEL ATIENZA
jurisprudencia, lo que significa que la regla en que basan su decisión —y que viene expresada en
la ratio decidendi del fallo— tiene un carácter general y abstracto y vale, en consecuencia, para
los casos futuros.

III. CONTEXTO DE DESCUBRIMIENTO Y CONTEXTO


DE JUSTIFICACIÓN: EXPLICAR Y JUSTIFICAR

En la filosofía de la ciencia se suele distinguir (cfr. Reichenbach, 1951) entre el contexto de


descubrimiento y el contexto de justificación de las teorías científicas. Así, por un lado está la
actividad consistente en descubrir o enunciar una teoría que, según opinión generalizada, no es
susceptible de un análisis de tipo lógico; lo único que cabe aquí es mos trar cómo se genera y
desarrolla el conocimiento científico, lo que consti tuye una tarea que compete al sociólogo y al
historiador de la ciencia. Pero, por otro lado, está el procedimiento consistente en justificar o vali
dar la teoría, esto es, en confrontarla con los hechos a fin de mostrar su validez; esta última tarea
requiere un análisis de tipo lógico (aunque no sólo lógico) y se rige por las reglas del método
científico (que, por tanto, no se aplican en el contexto de descubrimiento). La distinción se puede
trasladar también al campo de la argumentación en general, y al de la ar gumentación jurídica en
particular (cfr. Wasserstrom, 1961, y Golding, 1984, pp. 23-23). Así, una cosa es el
procedimiento mediante el cual se llega a establecer una premisa o conclusión, y otra cosa el
procedimiento que consiste en justificar dicha premisa o conclusión. Si pensamos en el
argumento que concluye afirmando: A los presos del Grapo se les debe alimentar por la fuerza,
podemos trazar la distinción entre los móviles psicológicos, el contexto social, las circunstancias
ideológicas, etc., que movieron a un determinado juez a dictar esa resolución y las razones que
el órgano en cuestión ha dado para mostrar que su decisión es correcta o aceptable (que está
justificada). Decir que el juez tomó esa decisión debi do a sus firmes creencias religiosas significa
enunciar una razón explica tiva; decir que la decisión del juez se basó en determinada
interpretación del artículo 15 de la Constitución significa enunciar una razón justificato ria. Los
órganos jurisdiccionales o administrativos no tienen, por lo gene ral, que explicar sus decisiones,
sino justificarlas.2
2 “Las razones explicatorias se identifican con los motivos. Ellas están constituidas por estados mentales que son antecedentes
causales de ciertas acciones. El caso central de razón explicatoria o motivo está dado por una combinación de creencias y deseos
[...]. Las razones justificatorias u obje-
LAS RAZONES DEL DERECHO 5

La distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justifica ción no coincide con la


distinción entre discurso descriptivo y prescripti vo, sino que tanto en relación con uno como con
otro contexto, se puede adoptar una actitud descriptiva o prescriptiva. Por ejemplo, se puede des
cribir cuáles son los móviles que llevaron al juez a dictar una resolución en el sentido indicado
(lo que significaría explicar su conducta); pero también se puede prescribir o recomendar
determinados cambios procesa les para evitar que las ideologías de los jueces —o de los
jurados— ten gan un peso excesivo en las decisiones a tomar (por ejemplo, haciendo que tengan
más relevancia otros elementos que forman parte de la deci sión, o proponiendo ampliar las
causas de recusación de jueces o jura dos). Y, por otro lado, se puede describir cómo, de hecho,
el juez en cues tión fundamentó su decisión (se basó en el argumento de que, de acuerdo con la
Constitución, el valor vida humana debe prevalecer sobre el valor libertad personal); o bien, se
puede prescribir o sugerir —lo que exige a su vez una justificación— cómo debiera haber
fundamentado el juez su decisión (su fundamentación tenía que haberse basado en otra interpreta
ción de la Constitución, que subordina el valor de la vida humana al valor libertad personal).
En todo caso, la distinción entre contexto de descubrimiento y contex to de justificación nos
permite, a su vez, distinguir dos perspectivas de análisis de las argumentaciones. Por un lado está
la perspectiva de deter minadas ciencias sociales, como la psicología social, que han diseñado
diversos modelos para explicar el proceso de toma de decisiones al que se llega, en parte, por
medio de argumentos. En el campo del derecho, uno de esos modelos es el de la información
integrada, elaborado por Martín F. Kaplan (cfr. Kaplan, 1983). Según él, el proceso de toma de
decisión de un juez o un jurado es el resultado de la combinación de los valores de información
y de impresión inicial. El proceso de decisión comienza con la acumulación de unidades de
prueba o información; a ello le sigue el proceso de evaluación en el que a cada ítem informativo
se le asigna un valor en una escala específica para el juicio que se está desarrollando; el tercer
paso consiste en atribuir un peso a cada información; luego se inte gra la información evaluada
y sopesada en un juicio singular como, por

tivas no sirven para entender por qué se realizó una acción o eventualmente para predecir la ejecución de una acción, sino para
valorarla, para determinar si fue buena o mala desde distintos puntos de vista” (Nino, 1985, p. 126).
6 MANUEL ATIENZA

ejemplo, probabilidad de culpabilidad; y, finalmente, se toma en cuenta la impresión inicial,


esto es, los prejuicios del juez o del jurado que pue den provenir tanto de condiciones
situacionales (por ejemplo, su estado de humor en el momento del juicio), como de condiciones
asociadas con su personalidad (por ejemplo, prejuicios raciales o religiosos). El modelo no sólo
pretende explicar cómo se decide —y se argumenta— de hecho, sino que sugiere también qué
se podría hacer para reducir el peso de los prejuicios (dar un mayor peso a los otros elementos),
o bien bajo qué con diciones los juicios con jurado (lo que implica también las argumentacio nes
de los jurados que conducen a una determinada conclusión) podrían ser tan fiables como los
juicios con jueces profesionales.
Por otro lado, está la perspectiva de otras disciplinas que estudian bajo qué condiciones un
argumento puede considerarse justificado. Aquí, a su vez, cabría hablar de una justificación
formal de los argumentos (cuándo un argumento es formalmente correcto) y de una justificación
material (cuándo puede considerarse que un argumento, en un campo determina do, resulta
aceptable). Ello permitiría distinguir entre la lógica formal o deductiva, por un lado, y lo que a
veces se llama lógica material o infor mal (en donde se incluirían cosas tales como la tópica o la
retórica), por el otro.
La teoría estándar de la argumentación jurídica se sitúa precisamente en esta segunda
perspectiva, esto es, en el contexto de justificación de los argumentos y, en general, suele tener
pretensiones tanto descriptivas como prescriptivas. Se trata, por tanto, de teorías (como las de
Alexy o MacCormick, de las que se tratará en capítulos sucesivos) que pretenden mostrar no
únicamente cómo se justifican de hecho las decisiones jurídi cas, sino también (y al mismo
tiempo, según ellos, ambos planos coinci den en general) cómo se deberían justificar. Parten del
hecho de que las decisiones jurídicas deben ser y pueden ser justificadas y, en ese sentido, se
oponen tanto al determinismo metodológico (las decisiones jurídicas no necesitan justificación
porque proceden de una autoridad legítima y/o son el resultado de simples aplicaciones de
normas generales), como al decisionismo metodológico (las decisiones jurídicas no se pueden
justifi car porque son puros actos de voluntad) (cfr. Neumann, 1986, pp. 2 y 3).
La primera de estas dos posturas parece insostenible, especialmente en el contexto del derecho
moderno, en el que la obligación que se establece de motivar —justificar— las decisiones, no
sólo contribuye a hacerlas aceptables (y esto resulta especialmente relevante en sociedades
pluralis
LAS RAZONES DEL DERECHO 7

tas que no consideran como fuente de legitimidad o de consenso cosas tales como la tradición o
la autoridad), sino también a que el derecho pue da cumplir su función de guía de la conducta
humana (Golding, 1984, p. 9). Por otro lado, justificar una decisión en un caso difícil significa
algo más que efectuar una operación deductiva consistente en extraer una con clusión a partir de
premisas normativas y fácticas. Y otro tanto ocurre con la segunda postura, esto es, con la opinión
de que los jueces —o los jura dos— no justifican (ni podrían justificar propiamente) sus
decisiones, sino que las toman de forma irracional —o arracional—, y posteriormente las
someten a un proceso de racionalización. Así, algunos representantes del realismo americano
(especialmente Frank, 1970)3 han mantenido, en efecto, que las sentencias judiciales “son
desarrolladas retrospectivamente desde conclusiones tentativamente formuladas” (p. 109); que
no se puede aceptar la tesis que representa al juez “ aplicando leyes y principios a los hechos,
esto es, tomando alguna regla o principio... como su premisa ma yor, empleando los hechos del
caso como premisa menor y llegando en tonces a su resolución mediante procesos de puro
razonamiento” (p. 111); y que, en definitiva, las “ decisiones están basadas en los impulsos del
juez” , el cual extrae esos impulsos no de las leyes y de los principios ge nerales del derecho
fundamentalmente, sino sobre todo de factores indivi duales que son todavía “más importantes
que cualquier cosa que pudiera ser descrita como prejuicios políticos, económicos o morales” (p.
114).
Más adelante volveré a tratar acerca del silogismo judicial, pero la dis tinción que se acaba de
introducir permite mostrar con claridad el error en que incurren estos últimos autores y que no
es otro que el de confundir el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. Es
imposible que, de hecho, las decisiones se tomen, al menos en parte, como ellos su gieren, es
decir, que el proceso mental del juez vaya de la conclusión a las premisas e incluso que la
decisión sea, sobre todo, fruto de prejuicios; pero ello no anula la necesidad de justificar la
decisión, ni convierte tam poco esta tarea en algo imposible. En otro caso, habría que negar
también que se pueda dar el paso de las intuiciones a las teorías científicas o que, por ejemplo,
científicos que ocultan ciertos datos que no encajaban bien con sus teorías estén, por ello mismo,
privándolas de justificación.

3 La crítica de Frank se encuentra en uno de los apartados, The Judging Process and the Jud ge’s Personality, de la que
probablemente sea su obra más conocida Law and the Modern Mind, cuya primera edición es de 1930.
8 MANUEL ATIENZA

IV. EL CONCEPTO DE VALIDEZ DEDUCTIVA

Antes he dicho que la lógica formal o deductiva se ocupa de los argu mentos desde el punto
de vista de la corrección formal de estos. Pero ¿qué significa esto con más precisión? Para
aclararlo partiré de algo que es obvio, a saber, que no sólo se argumenta en contextos jurídicos,
sino también en el ámbito de los diversos conocimientos especializados y en el de la vida
cotidiana. También en la literatura nos encontramos con cierta frecuencia con argumentaciones
aunque, desde luego, la función principal de las obras literarias no es la de registrar argumentos,
sino más bien la de expresar sentimientos, narrar historias, fabular, etc. Sin embargo, hay un
género literario especialmente denso en argumentaciones; se trata del gé nero policiaco —o
policial—, cuyo inventor —en palabras de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges (1972)—
habría sido Edgard Allan Poe. Uno de sus cuentos más célebres lleva por título La carta robada,
y en el mismo se narra una historia que aproximadamente es la siguiente:
Auguste Dupin (el precursor de Shelock Holmes, el padre Brown, Hér cules Poirot, etc.) recibe
un día la visita del prefecto de la policía de París, que le consulta sobre el siguiente problema.
Un documento de la mayor importancia ha sido robado de las habitaciones reales. Se sabe que el
au tor del robo es el ministro D., quien usa la carta como instrumento de chantaje contra la dama
que la redacta. El ministro debe tener la carta oculta en algún lugar de su casa, pero el prefecto,
a pesar de haber efec tuado un minucioso y sistemático registro, no logra dar con ella. Dupin
consigue hacerlo merced a un proceso de razonamiento, que, grosso modo, es el siguiente: si la
carta hubiese estado al alcance de la búsqueda, los agentes la habrían descubierto, y, como la
carta tiene que encontrarse en el domicilio del ministro, ello quiere decir que la policía ha
buscado mal. Dupin sabe que el ministro es una persona audaz e inteligente y que, además, posee
no solamente una inteligencia matemática, sino también —si se puede llamar así— una
inteligencia poética. El ministro pudo pre ver, por tanto, que su casa iba a ser registrada por la
policía y que los hombres del prefecto buscarían en todos aquellos sitios en donde se supo ne
que uno puede dejar un objeto que desea ocultar. De ahí infiere Dupin que el ministro tuvo que
dejar la carta en un lugar muy visible pero, pre cisamente por ello, inesperado. Y, en efecto,
Dupin encuentra la carta en una tarjeta de cartón que colgaba de una cinta azul sobre la chimenea,
arrugada y manchada (como si se tratara de algo sin importancia) que exhi
LAS RAZONES DEL DERECHO 9
bía un tipo de letra en la dirección y un sello de características opuestas a las de la carta robada
(pues la misma había sido dada la vuelta como un guante). Dupin explica así el fracaso del
prefecto: “La causa remota de su fracaso es la suposición de que el ministro es un imbécil porque
ha logra do fama de poeta. Todos los imbéciles son poetas; así lo siente el prefecto e incurre en
una non distributio medii al inferir que todos los poetas son imbéciles” (p. 33).
Así, de acuerdo con el relato, el prefecto ha cometido un error de tipo lógico, una falacia, pues
de la afirmación: Todos los imbéciles son poetas, no se infiere lógicamente: Todos los poetas
son imbéciles. A partir de esta afirmación —podríamos nosotros añadir—, el prefecto ha
efectuado un argumento lógicamente válido, pero con una premisa falsa:

a) Todos los poetas son imbéciles.


El ministro es un poeta.
Por tanto, el ministro es un imbécil.

En la lógica proposicional, la inferencia podría representarse aproximada mente (cfr. infra, cap.
V, apartado 3.1.2), así:

p→q
p
q

Y, con más precisión, en la lógica de predicados de primer orden: ^


x Px → Qx
Pa
Qa

El argumento en cuestión es lógicamente válido porque la conclusión se infiere


necesariamente de las premisas. Esto es fácil de ver gráfica mente. Si simbolizamos con P la
clase de los poetas, con I la de los imbé ciles y con m al ministro (m, señalado en el gráfico con
un punto, designa a un individuo, mientras que P e I designan clases o conjuntos de indivi duos),
la información que se contiene en las dos premisas del argumento la podemos representar así:
10 MANUEL ATIENZA

I
P
.m

Si ahora quisiéramos representar también la información de la conclu sión, nos daríamos cuenta
de que no necesitamos añadir nada: la informa ción de la conclusión estaba ya incluida en la de
las premisas, lo que ex plica que hayamos podido decir que el paso de unas a otra fuera necesario;
o sea, no es posible que las premisas sean verdaderas y la con clusión no lo sea.
Mientras que a) es un ejemplo de argumento válido lógicamente, pero con una premisa falsa,
el siguiente argumento, b), representa casi el caso opuesto, es decir, aquel en que las premisas
son verdaderas (verdaderas, naturalmente, en relación con el cuento de Poe), pero el argumento
es ló gicamente inválido. En concreto, se trata de la falacia denominada de afirmación del
consecuente:

b) Todos los imbéciles son poetas.


El ministro es un poeta.
Por tanto, el ministro es un imbécil.

Y en notación lógica:

^
x Px → Qx
Qa
Pa
Para comprobar que, efectivamente, es un argumento lógicamente inco rrecto o inválido,
podemos someterlo a la misma prueba de antes. Ahora bien, una representación que está de
acuerdo con la información conteni da en las premisas podría ser esta:

IP

.m
LAS RAZONES DEL DERECHO 11

Y, sin embargo, esta resulta incompatible con la información que trans mite la conclusión. Por
lo tanto, en este caso sí es posible que las premi sas sean verdaderas, pero la conclusión falsa.
Antes se ha dicho que a) y b) eran casos casi opuestos. Si no son del todo opuestos es porque,
en ambos, la conclusión, que es la misma, es falsa. En el siguiente ejemplo, c), tanto las premisas
como la conclusión son verdaderas; sin embargo, no se trata de un argumento lógicamente

válido.

^
x Px → Qx

c) Todos los imbéciles son poetas. Qa El ministro es un poeta. —Pa Por tanto, el ministro no
es un imbécil.

Para probar su invalidez lógica, bastará con efectuar de nuevo una repre sentación posible de la
información contenida en las premisas

I
P
.m

que, sin embargo, contradice la información de la conclusión. Finalmente, un ejemplo de


argumento válido lógicamente y cuyas pre misas son verdaderas (y, por tanto, también su
conclusión) sería este:

^ ^

x Px Qx → Rx

d) Los ministros que son poetas no son imbéciles. Pa Qa


^
El ministro es un poeta. —Ra Por lo tanto, el ministro no es un imbécil.
En este caso, cualquier posible representación de las premisas contendría también la conclusión.
Así, una manera de representar la información contenida en las premisas sería esta:
12 MANUEL ATIENZA

M
P
.m

en la que, obviamente, se contiene también la información de la conclu sión.


Ahora estamos, sin duda, en condiciones de entender mejor la noción de argumento lógico
que puede definirse de la siguiente manera: “Tene mos una implicación o una inferencia lógica
o una argumentación válida (deductivamente), cuando la conclusión necesariamente es
verdadera si las premisas son verdaderas” (Quesada, 1985, p. 9). La lógica, la lógica deductiva,
puede presentarse en forma axiomática o como un sistema de reglas de inferencia, pero esta
segunda forma de presentación es la que mejor se ajusta a la manera natural de razonar. Ello es
así porque mien tras que en el modo axiomático de deducir se parte de enunciados formal mente
verdaderos (tautologías) y se llega, al cabo de la deducción, a enunciados también formalmente
verdaderos, en el modo natural de hacer inferencias deductivas se puede partir —y eso es lo más
frecuente— de enunciados con valor de verdad indeterminado o incluso declaradamente falsos,
y se llega a enunciados que pueden ser verdaderos o falsos (cfr. Deaño, p. 146). Lo único que
determina una regla de inferencia es que si las premisas son verdaderas, entonces también tienen
que serlo necesaria mente la conclusión. Los razonamientos indicados con a) y d) y los es quemas
lógicos correspondientes son válidos en virtud de la regla llama da modus ponens, que se puede
escribir así:

X→Y
X
Y

(El uso de las letras X y Y se debe a que las reglas se expresan en un metalenguaje en relación
con el de las fórmulas de la lógica para el que empleamos las letras p, q, P, Q, etc.) Por el
contrario, los razonamientos b) y c) y los esquemas correspondientes son inválidos lógicamente,
por que no hay ninguna regla de inferencia lógica que autorice efectuar el paso que en ellos se
da.
LAS RAZONES DEL DERECHO 13

V. CORRECCIÓN FORMAL Y CORRECCIÓN


MATERIAL DE LOS ARGUMENTOS

La caracterización de un argumento deductivo presenta, sin embargo, diversos motivos de


insatisfacción si se traslada al campo de los argu mentos que se realizan normalmente en el
campo del derecho o en el de la vida ordinaria. Un primer motivo de insatisfacción —por lo
demás ob vio— deriva precisamente de que la lógica deductiva sólo nos suministra criterios de
corrección formales, pero se desentiende respecto de las cues tiones materiales o de contenido
que, naturalmente, son relevantes cuando se argumenta en contextos que no sean los de las
ciencias formales (lógi ca y matemática). Así, por un lado —y como hemos visto—, a partir de
premisas falsas se puede argumentar correctamente desde el punto de vis ta lógico; y, por otro
lado, es posible que un argumentos sea incorrecto desde el punto de vista lógico, aunque la
conclusión y las premisas sean verdaderas o, por lo menos, altamente plausibles.4 En unos casos,
la lógi ca aparece como un instrumento necesario pero insuficiente para el con trol de los
argumentos (un buen argumento debe serlo tanto desde el pun to de vista formal como material).
En otros casos, es posible que la lógica —la lógica deductiva— no permita ni siquiera establecer
requisitos nece sarios en relación con lo que debe ser un buen argumento; como luego veremos,
un argumento no lógico —en el sentido de no deductivo— puede ser, sin embargo, un buen
argumento.
Dicho de otra manera, plantearse la cuestión de la corrección de los argu mentos significa
plantearse el problema de cómo distinguir los argumentos correctos de los incorrectos, los
válidos de los inválidos. Aquí es posible to davía distinguir entre argumentos manifiestamente
inválidos y argumentos que parecen válidos pero que no lo son, y a los que se denomina falacias.
El problema, claro está, se plantea a propósito de la distinción entre los argu mentos válidos y
las falacias (los argumentos manifiestamente inválidos no son problemáticos, puesto que no
pueden llevar a confusión), lo que la lógica deductiva sólo consigue hacer a medias. La razón de
ello es que no sólo existen falacias formales, esto es, argumentos que parecen correctos for

4 En general, un argumento puede ser correcto desde el punto de vista lógico aunque lo que se diga en las premisas no resulte
relevante o pertinente en relación con lo establecido en la conclusión. Esto se debe al carácter puramente sintáctico que tiene la
noción de inferencia de la lógica deductiva. Para evitar esto, se han desarrollado las llamadas lógicas relevantes en las que se fortalece
esta no ción de inferencia, lo cual hace que la relación de consecuencia lógica sea también una relación entre los significados de los
enunciados (cfr. Sánchez Pozos, 1990).
14 MANUEL ATIENZA

malmente —deductivamente— pero que no lo son,5 sino también falacias no formales. Estas
últimas, a su vez, pueden subclasificarse en otras dos categorías, lo cual da lugar a las falacias
de atinencia y de ambigüedad. En las primeras, “las premisas carecen de atinencia lógica con
respecto a sus conclusiones y, por ende, son incapaces de establecer su verdad” (Copi, 1986, p.
83). Así ocurre, por ejemplo, con el argumento ad ignorantiam, con el argumento ad hominem o
con la petitio principii. Las segundas, por el contrario, “aparecen en razonamientos cuya
formulación contiene pala bras o frases ambiguas, cuyos significados oscilan y cambian de
manera más o menos sutil en el curso del razonamiento” (Copi, 1986, p. 104). Na turalmente, la
lógica formal deductiva sólo nos provee instrumentos plena mente adecuados para hacer frente
a las falacias formales.

VI. SILOGISMO TEÓRICO Y SILOGISMO PRÁCTICO

Otro de los posibles motivos de insatisfacción proviene de que la defi nición de argumento
válido deductivamente (la definición de argumento que puede encontrarse en los libros de lógica)
se refiere a proposiciones —premisas y conclusiones— que pueden ser verdaderas o falsas.
Ahora bien, en el derecho, en la moral, etc., los argumentos que se efectúan par ten muchas veces
de normas y llegan a ellas; esto es, tratan con un tipo de enunciados respecto de los cuales no
parece que tenga sentido predicar verdad o falsedad. En consecuencia, surge el problema de si la
lógica se aplica o no a las normas. Por ejemplo, Kelsen, sobre todo en su obra pós tuma, La teoría
general de las normas (1979), sostuvo enfáticamente que la inferencia silogística no funciona en
relación con las normas. Las re glas de la lógica se aplican al silogismo teórico, que se basa en
un acto de pensamiento, pero no al silogismo práctico o normativo (el silogismo en el que al
menos una de las premisas y la conclusión son normas), que se basa en un acto de voluntad en
una norma. En la tradición iusfilosófica, el problema suele remontarse a Jorgensen (1937), quien
planteó un proble ma al que llamó rompecabezas; y Ross (1941 y 1971), dilema de Jorgen sen.
De acuerdo con Ross, una inferencia práctica como:
Debes mantener tus promesas.
Esta es una de tus promesas.
Por tanto, debes mantener esta promesa,

5 Por ejemplo, el argumento señalado antes como b) que, como se dijo, es un caso de falacia de la afirmación del consecuente.
Sobre el concepto de la falacia, cfr. Pereda (1986).
LAS RAZONES DEL DERECHO 15
carece de validez lógica. No es lógicamente necesario que un sujeto que establece una regla deba
también establecer la aplicación particular de tal regla. Que esto último se verifique o no depende
de hechos psicológicos. No es raro —añade Ross— que un sujeto formule una regla general pero
evite su aplicación cuando él mismo se ve afectado.
Sin embargo, si bien se mira, esta idea resulta decididamente extraña. Si A acepta como
moralmente obligatoria la regla: Se deben mantener las promesas (todas las promesas y en
cualquier circunstancia)6 y acepta como verdadero el hecho de que ha prometido a B acompañarle
al cine la tarde del miércoles, y, sin embargo, sostiene también que a pesar de ello no considera
que deba acompañar a B al cine ese día, su comportamiento resulta ser tan irracional como el de
quien considera como enunciados verdaderos: Los ministros que son poetas no son imbéciles y
‘X’ es un ministro que es poeta, y, sin embargo, no está dispuesto a aceptar que: ‘X’ no es imbécil.
Naturalmente, es posible que estas dos situaciones —también la segunda— se den de hecho, pero
ello no parece tener que ver con la lógica, que —como la gramática— es una disciplina prescripti
va: no dice cómo los hombres piensan o razonan de hecho, sino cómo deberían hacerlo.
Para probar que el argumento anterior es un argumento correcto, pode mos recurrir de nuevo
a las figuras utilizadas antes. Siendo P la clase de las promesas, D la de las promesas que deben
mantenerse (de acuerdo con la primera premisa, ambas clases tienen la misma extensión ) y p la
promesa concreta realizada por A a B, las premisas del razonamiento po drían representarse
mediante la siguiente figura.

PD
P

6 Otra cosa es que uno piense que la primera premisa enuncia en realidad una obligación prima facie. En ese caso, pudiera ser
que, en efecto, se tuviera en principio la obligación de mantener las promesas, pero no la de mantener una determinada promesa
(porque aquí opera otra obligación de signo contrario que cancela la anterior). Pero eso, naturalmente, no quiere decir que en tal
situación dejen de operar las leyes de la lógica, sino que la primera premisa enuncia una norma no categórica o, quizás mejor, un
principio. Sobre la naturaleza de la premisa mayor en los silogismos se tratará más adelante a propósito de la concepción de Toulmin
(capítulo cuarto). Y sobre lo que haya que entender por principios (y el papel que estos juegan en el razonamiento jurídico) se hablará
con cierta exten sión en los capítulos dedicados a MacCormick y a Alexy (sexto y séptimo, respectivamente).
16 MANUEL ATIENZA

Y resulta patente que dicha información contiene también la de la conclu sión: p se encuentra
necesariamente dentro de D, esto es, dentro de la cla se de las promesas que deben mantenerse.
Desde luego, con lo anterior no queda resuelto un problema que tiene un alcance teórico
indudable.7 Pero me parece que puede servir como prueba de que en la vida ordinaria atribuimos
a las inferencias prácticas la misma validez que a las teóricas. Por lo demás, me parece que
Gianfor maggio (1987; cfr. también Ruiz Manero, 1990, p. 71) tiene razón al con siderar que los
autores que sostienen la tesis de que la lógica no se aplica a las normas están, en realidad,
confundiendo los términos del problema, en cuanto no parecen haber reparado en el carácter
diferente que tienen estas dos preguntas.8 Por un lado está la cuestión de si la relación que guardan
entre sí las normas válidas (en el sentido de que pertenecen a un sistema) son relaciones de tipo
lógico. La respuesta a esta pregunta es ob viamente negativa, puesto que es posible que a un
mismo sistema perte nezcan normas contradictorias. Por ejemplo, a un mismo sistema moral
podría pertenecer tanto la norma: Se deben cumplir todas las promesas, como la norma: No tengo
por qué cumplir la promesa que efectué a ‘B’. El sistema en cuestión resultaría escasamente
atractivo precisamente de bido a que es inconsistente desde el punto de vista lógico, pero eso no
tiene que ver con lo anterior. Y por otro lado está la cuestión de si se puede inferir válidamente
una norma de otra. La respuesta a esta última pregunta es perfectamente independiente de la
anterior, y no se ve por qué no haya de ser afirmativa. En realidad, el problema con el que nos
tropezamos aquí consiste en que en la definición de argumento deductiva antes aceptada, se
contemplaban únicamente enunciados susceptibles de ser calificados como verdaderos o falsos,
y esta característica —según opinión generalizada aunque no unánime— no la poseen las
normas. Pero ello, lo que comporta es la necesidad de corregir aquella definición que podría
ahora formularse así: Tenemos una implicación o una inferencia lógica o una argumentación
válida (deductivamente), cuando la conclu sión necesariamente es verdadera (o bien, correcta,
justa, válida, etc.) si las premisas son verdaderas (o bien, correctas, justas, válidas, etc.). Ello
plantea algunos problemas lógicos de tipo técnico, de los que, sin embar go, podemos prescindir
aquí (cfr. infra., capítulo quinto, apartado III, 1).

7 Más adelante, en el capítulo dedicado a la teoría de la argumentación jurídica de MacCor mick, volverá a aparecer este
problema.
8 Gianformaggio plantea otra cuestión de la que aquí prescindo.
LAS RAZONES DEL DERECHO 17

VII. ARGUMENTOS DEDUCTIVOS Y NO DEDUCTIVOS

Pero aun así, esta nueva definición no resuelve todos los problemas. En el apartado V hemos
visto que uno de los límites de la lógica derivaba de su carácter formal. Ahora debemos fijarnos
en otro límite que se vin cula a su carácter deductivo, es decir, al carácter de necesariedad que,
acuerdo con la definición, tiene el paso de las premisas a la conclusión.
Si volvemos de nuevo a La carta robada y al señor Dupin, podríamos sintetizar —y
simplificar— como sigue la argumentación que le había permitido descubrir el misterio:

El ministro es un hombre audaz e inteligente.


El ministro sabía que su casa iba a ser registrada.
El ministro sabía que la policía buscaría en todos los lugares en que pudiera ocultarse una
carta.
Por tanto, el ministro tienen que haber dejado la carta en un lugar tan visible que precisamente
por esto ha pasado inadvertida a los hombres del prefecto.

Ahora bien, este último no es, obviamente, un argumento deductivo, ya que el paso de las
premisas a la conclusión no es necesario, sino simple mente probable o plausible. Hubiese podido
ocurrir, por ejemplo, que el ministro hubiese dejado su carta a un amigo íntimo, o bien que la
hubiese ocultado tan bien que la policía no había sido capaz de dar con ella, etcé tera. A este tipo
de argumentos en los que el paso de las premisas a la conclusión no se produce necesariamente
se les llama a veces argumentos inductivos o no deductivos. Debe tenerse en cuenta, sin embargo,
que por inducción no se entiende aquí el paso de lo particular a lo general; en el caso anterior,
por ejemplo, lo que tiene lugar es un tránsito de lo particu lar a lo particular. Por lo demás, los
argumentos de este tipo son —o pueden ser— buenos argumentos, pues hay muchas ocasiones
en que nos encontramos con la necesidad de argumentar y en las que, sin em bargo, no es posible
utilizar argumentos deductivos.9 Esto ocurre, por su

9 Este tipo de argumentos podría denominarse también, siguiendo a Peirce, abducción. Para Peirce (cfr. Sebeok y Umiker-
Sebeok, 1987), la abducción —que a veces llama también hipótesis o retroducción— es un tipo de argumentación diferente tanto de
la deducción como de la inducción, pues se trata de un “ argumento original” , en el sentido de que con él surge una idea nueva: “En
realidad, ‘su única justificación es que si alguna vez queremos entender totalmente las cosas, debe ser a partir de él’”. De igual
manera, “ la deducción y la inducción nunca pueden aportar la más mínima
18 MANUEL ATIENZA

puesto, no sólo en las novelas policiacas, sino también en la vida ordina ria y en el derecho.
Veamos el siguiente ejemplo extraído de una sentencia reciente de la Audiencia Provincial de
Alicante (n. 477/89). A y B son acusados del de lito de tráfico de drogas tipificado en el artículo
344 del Código penal, con la concurrencia de la circunstancia agravante del artículo 344 bis a)
3o., pues la cantidad de heroína que se les aprehendió (más de 122 gra mos de heroína pura) debe
considerarse —de acuerdo con la jurispruden cia del Tribunal Supremo— de notoria
importancia. La droga había sido encontrada por la policía en una bolsa oculta en la almohada
de una cama de matrimonio situada en la habitación de un piso en el que —cuando la policía
entró para efectuar el registro— se encontraban A y B (un hombre y una mujer respectivamente).
En la vista oral, el abogado defensor y los acusados, A y B, sostienen que aunque los dos últimos
vivieran juntos en el mismo piso, no tenían entre sí más que una relación de amistad, utiliza ban
habitaciones distintas y, concretamente, B no tenía conocimiento al guno de la existencia de la
droga. Como consecuencia de ello, el abogado defensor, en sus conclusiones definitivas, solicitó
la libre absolución para B. La sentencia, sin embargo, en uno de sus antecedentes de hecho, consi
deró como hecho probado que A y B compartían la habitación referida y que, en consecuencia,
B tenía conocimiento y había participado en la acti vidad de tráfico de drogas que se les imputaba
a ambos. La justificación que aparece es esta: “Los acusados (A y B) compartían la habitación
refe rida, como lo prueba, a pesar de las declaraciones en contra de los acusa dos en el juicio
oral, que manifestaron no ser más que simples amigos, el testimonio de los dos policías que
efectuaron el registro y que manifesta ron que esa era la única cama que estaba deshecha (el
registro se efectuó

información a los datos de la percepción; y [...] las meras percepciones no constituyen ningún conoci miento aplicable a ningún uso
práctico o teórico. Lo que hace que el conocimiento se presente por la vía de la abducción (p. 351)” . Veamos —siguiendo siempre
la exposición de Sebeok y Umiker-Se beok— un ejemplo que pone el propio Peirce de abducción: “En cierta ocasión desembarqué
en un puerto de una provincia de Turquía y subí, paseando, a una casa que iba a visitar. Encontré a un hombre encima de un caballo,
rodeado de cuatro jinetes que sostenían un dosel sobre su cabeza. El gobernador de la provincia era el único personaje que puede
tener tan gran honor, por tanto inferí que aquel hombre era él. Esto era una hipótesis” (p. 73). Como el lector probablemente haya
adivinado —esto es, abducido— ya, de esta forma de razonar se pueden encontrar abundantes ejemplos en las novelas policiacas.
Las famosas deducciones de Sherlock Holmes no serían, pues, otra cosa que ab duciones en el sentido en que Peirce emplea esta
expresión. Para una panorámica general de la obra de Peirce puede verse Proni (1990).
LAS RAZONES DEL DERECHO 19

hacia las 6 de la mañana) y en cuya habitación estaban todos los efectos personales de los
acusados, y el hecho de que en escrito al juez de ins trucción (dirigido mientras A estaba
cumpliendo prisión provisional) [...] el acusado (A) se refiere a (B) como a ‘mi mujer’” .
Esquemáticamente, el argumento sería el siguiente:

Sólo había una cama deshecha en la casa.


Eran las 6 de la mañana cuando ocurrió el registro.
Toda la ropa y efectos personales de A y B estaban en la misma habita ción en que se
encontraba la cama.
Meses después A se refiere a B como mi mujer.
Por tanto, en la época en que se efectuó el registro, A y B mantenían relaciones íntimas (y, en
consecuencia, B conocía la existencia de la droga).

Al igual que en el ejemplo anterior, el argumento no tiene carácter de ductivo, pues el paso de
las premisas a la conclusión no es necesario, aun que sí altamente probable. Si se acepta la verdad
de las premisas, enton ces hay una razón sólida para aceptar también la conclusión aunque, desde
luego, no puede haber una certeza absoluta: teóricamente, es posi ble que B acabase de llegar a
casa a las 6 de la mañana, que sus efectos personales estuviesen en la habitación de A porque
pensaba limpiar a fon do sus armarios, y que tras la detención de ambos su amistad se hubiese
convertido en una relación más íntima.
Ciertamente, el argumento guarda una gran semejanza con el anterior —el de Dupin—, pero
quizás no sean del todo iguales, si se atiende al extre mo siguiente. Es cierto que tanto Dupin
como el autor —o autores— de la sentencia se guían en su argumentación por lo que podríamos
llamar re glas de experiencia, que vienen a jugar aquí un papel parecido al de las reglas de
inferencia en los argumentos deductivos. Sin embargo, los ma gistrados no pueden servirse para
estos casos únicamente de las reglas de experiencia, pues también están involucrados (a
diferencia del detective Dupin) por las “ reglas procesales de valoración de la prueba” . Por ejem
plo, un juez puede estar personalmente convencido de que también B co nocía la existencia de
la droga (al igual que Dupin lo estaba de dónde tenía que encontrarse la carta) y, sin embargo,
no considerar esto como un hecho probado, pues el principio de presunción de inocencia (tal y
como él lo interpreta) requiere que la certeza sobre los hechos sea no sólo altamente probable,
sino —podríamos decir— absoluta. Y aunque existan
20 MANUEL ATIENZA
razones para no interpretar así el principio de presunción de inocencia (pues en otro caso serían
realmente muy pocos los actos delictivos que pudiesen considerarse probados), lo que aquí
interesa es mostrar una pe culiaridad del razonamiento jurídico: su carácter fuertemente institucio
nalizado.

VIII. EL SILOGISMO JUDICIAL Y SUS LÍMITES


Si ahora quisiéramos escribir esquemáticamente el tipo de razonamien to químico que se
utiliza en la sentencia anterior, podríamos proponer la siguiente formulación:

Quienes realizaren actos de tráfico de drogas en una cantidad que sea de notoria importancia,
deberán ser castigados de acuerdo con el artículo 344 y 344 bis a) 3o. del Código penal con la pena
de prisión mayor. A y B han efectuado este tipo de acción.
Por lo tanto, A y B deben ser castigados con la pena de prisión mayor. Y, en notación

lógica:

^
x Px Qx → ORx
^
Pa Qa P b Qb
^^^
ORa ORb

Este tipo de esquema lógico que, más simplificadamente, podríamos escribir así:

^
x Px → OQx
Pa
OQa

se denomina usualmente silogismo judicial o silogismo jurídico y sirve al mismo tiempo como
esquema para el silogismo práctico o normativo del que tratamos en el apartado VI. La primera
premisa enuncia una norma general y abstracta en la que un supuesto de hecho (x es una variable
de individuo y P una letra predicativa) aparece como condición para una consecuencia jurídica;
el símbolo O indica que la consecuencia (R) debe, en general (puede tratarse de una obligación,
de una prohibición o de un
LAS RAZONES DEL DERECHO 21

permiso), seguirse cuando se realiza el supuesto de hecho, aunque sea im posible que en la
realidad no ocurra así. La segunda premisa representa la situación en que se ha producido un
hecho (a es un individuo concreto del que se predica la propiedad P) que cae bajo el supuesto de
hecho de la norma. Y la conclusión establece que a a se le debe anudar la consecuen cia jurídica
prevista por la norma.
El esquema en cuestión plantea, sin embargo, algunos inconvenientes. El primero de ellos es
que hay supuestos (como el del ejemplo menciona do) en que la conclusión del silogismo no
representa todavía la conclu sión o el fallo de la sentencia, sino, por así decirlo, un paso previo a
la misma. En la sentencia que hemos tomado como ejemplo, la parte dispo sitiva no establece
simplemente que A y B deben ser condenados a prisión mayor, sino a la pena, en concreto, de
ocho años y un día de prisión ma yor.10 El argumento anterior podría, por tanto, completarse con
este otro:

A y B deben ser condenados a la pena de prisión mayor.


En la ejecución del expresado delito no concurrieron circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal.
Cuando no concurren circunstancias modificativas de la responsabili dad criminal, los tribunales
impondrán la pena en grado mínimo o medio atendiendo a la gravedad del hecho y a la personalidad
del delincuente (ar tículo 61.4o. del Código penal).
Por tanto, A y B deben ser condenados a la pena de ocho años y un día de prisión mayor (este
es el mínimo de pena permitido por la ley).

Este tipo de razonamiento es todavía un razonamiento no deductivo, pues el paso de las


premisas a la conclusión no tiene carácter necesario (el tribunal podía haber llegado a imponer
una pena de hasta doce años sin infringir la ley, esto es, sin contradecir las premisas). Podría
conside rarse, sin embargo, como deductivo (todo argumento inductivo puede convertirse en
deductivo si se añaden las premisas adecuadas) si se en tiende incorporada —implícitamente—
en la anterior argumentación una premisa del tenor siguiente:

La escasa gravedad del hecho y la personalidad no especialmente peli grosa del delincuente
hacen que se deba imponer el mínimo de la pena per mitido por la ley.

10 También a una pena de multa de la que aquí se prescinde.


22 MANUEL ATIENZA

Esta última premisa no enuncia ya una norma del derecho vigente ni supone la constatación
de que se ha producido un hecho, sino que el fun damento de la misma está constituido, más bien
por juicios de valor, pues gravedad del hecho y personalidad del delincuente no son términos
que se refieran a hechos objetivos o verificables de alguna manera; en el esta blecimiento de esta
premisa podríamos decir que el arbitrio judicial juega un papel fundamental. Pero ello quiere
decir que el silogismo judicial no permite reconstruir satisfactoriamente el proceso de
argumentación jurí dica, porque las premisas de que se parte —como ocurre en este caso—
pueden necesitar, a su vez, justificación, y porque la argumentación jurí dica es normalmente
entimemática. Un argumento entimemático puede expresarse siempre en forma deductiva, pero
ello supone añadir premisas a las explícitamente formuladas, lo que significa reconstruir, no
reprodu cir, un proceso argumentativo.11
Otro posible inconveniente consiste en que el silogismo judicial con cluye con un anunciado
normativo que establece que ‘A’ y ‘B’ deben ser condenados, mientras que en el fallo de la
sentencia no sólo se dice esto, sino que también se condena a A y B. Esta distinción entre el
enunciado normativo y el enunciado performativo (el acto lingüístico de la condena) en que
consiste propiamente la decisión, implica que en la misma se está efectuando un paso del plano
del discurso al de la acción, esto es, un paso que cae ya fuera de la competencia de la lógica. Es
interesante poner de manifiesto que en la redacción de la parte dispositiva de las sentencias —al
menos en nuestro país— se emplea una cláusula de estilo que recoge precisamente esta
distinción: “Fallamos que debemos condenar y conde namos...”, o “ ... debemos absolver y
absolvemos...”. Aquí es interesante

11 La circunstancia de que el razonamiento jurídico —y el razonamiento que se efectúa en la vida ordinaria— no obedezca del
todo a la noción de inferencia lógica —de inferencia deductiva— ha llevado a crear lógicas en las que la relación de inferencia resulta
debilitada. A estos sistemas de lógica se les denomina lógicas no monotónicas, pues la monotonicidad es una propiedad de la infe
rencia deductiva que no parece darse en las inferencias que se efectúan en el razonamiento ordinario. Con ello quiere decirse lo
siguiente: la lógica deductiva es monotónica, porque si de las premisas p—q y p se infiere q, entonces esta misma conclusión se sigue
infiriendo por mucho que añadamos nuevas premisas (por ejemplo, aunque tuviéramos también r, -p, etc.). Sin embargo, en el razona
miento ordinario (que, como se ha dicho, es normalmente entimemático, es decir, en él no aparecen explicitadas todas las premisas
utilizadas), la conclusión puede cambiar cuando se añaden informa ciones adicionales; no se da, por lo tanto, la propiedad de
monotonicidad. Por ejemplo, en el caso anterior, se llegaría a otra conclusión si en lugar de presuponer la última premisa indicada,
presupu siéramos otra que estableciera que la gravedad del hecho y la personalidad peligrosa del delincuente aconsejan fijar una
pena superior al mínimo establecido por la ley (cfr. Bibel, 1985).
LAS RAZONES DEL DERECHO 23

tener en cuenta que una expresión como: Fallamos que debemos conde nar pero no condenamos,
la consideraríamos sin duda incorrecta, pero no porque se trata de una contradicción de tipo
lógico, sino más bien de una contradicción pragmática o performativa (cfr. capítulo sexto,
apartado III.2.A).

IX. ASPECTOS NORMATIVOS Y FÁCTICOS


DE LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA

En un apartado anterior hemos visto que el establecimiento de la pre misa menor del silogismo
judicial, la premisa fáctica, podría ser el resul tado de un razonamiento de tipo no deductivo.
Otro tanto puede ocurrir en relación con el establecimiento de la premisa mayor, de la premisa
normativa. Un buen ejemplo de esto es la utilización del razonamiento por analogía que, para
muchos autores, viene a ser prototipo de argumen to jurídico. Veamos, con supuesto práctico,
como opera la analogía en el derecho (cfr. Atienza, 1986 y 1988).
En una sentencia de 17 de octubre de 1985 (137/1985), el Tribunal constitucional entendió
que el principio constitucional de inviolabilidad del domicilio se extiende también a la sede social
de las empresas. El do micilio de una persona mercantil es inviolable al igual que si se tratara de
la vivienda de una persona física. En consecuencia, la autorización para que un inspector o
recaudador se persone en el domicilio social de una empresa debe establecerla un juzgado de
instrucción, al igual que en el caso de una vivienda particular. El argumento en cuestión
podríamos es quematizarlo así:

La vivienda de una persona individual es inviolable.


El domicilio social de una empresa es semejante al de una persona indi vidual.
Por tanto, el domicilio social de una empresa es inviolable.

En símbolos:

^^
^
x Px → OQx
x Rx → P′x
x Rx → OQx
24 MANUEL ATIENZA

La conclusión, obviamente, no se sigue deductivamente de las premisas (P’= semejante a P),


pero el argumento —como siempre ocurre— puede hacerse deductivo si se añade una nueva
premisa que establezca que tanto la vivienda de una persona individual como lo que es semejante
a ello es inviolable (en símbolos: x Px v P’x—OQx); esto es, si se da un paso en el sentido de
generalizar o de extender a casos no expresamente previstos la norma establecida legalmente.
Otro de los argumentos que se utiliza con cierta frecuencia para esta blecer la premisa
normativa cuando no puede partirse simplemente de las normas fijadas legalmente es la
reducción al absurdo. Este argumento tie ne, en principio, una forma deductiva pero, tal y como
lo utilizan los ju ristas, la reducción al absurdo suele ir más allá de una simple deducción, por
dos razones: en primer lugar, porque con frecuencia hay que entender que determinadas premisas
están simplemente implícitas (y sin ellas no tendríamos la forma deductiva del argumento); y, en
segundo lugar, por que la noción de absurdo que manejan los juristas no coincide exacta mente
con la de contradicción lógica, sino más bien con la de consecuen cia inaceptable.12 En definitiva,
desde el punto de vista de su carácter deductivo o no deductivo, este tipo de argumento no difiere
en mucho del anterior. El argumento por analogía también puede considerarse —como acabamos
de ver— que tiene una forma deductiva una vez que se ha re formulado la norma establecida
legalmente para incluir el nuevo caso. Veamos ahora un ejemplo de argumento por reducción
del absurdo.
La sentencia del Tribunal constitucional 160/1987, del 27 de octubre, recoge la decisión del
tribunal declarando la constitucionalidad de la ley de objeción de conciencia. A esa decisión, sin
embargo, llegó el tribunal sólo por mayoría; varios magistrados discreparon en relación con
distin tos aspectos del fallo. Uno de los elementos importantes de la fundamen tación se refería
a cómo concebían los magistrados el derecho de objeción de conciencia (como un derecho
fundamental o como un derecho autóno mo no fundamental). En el curso de la argumentación
(para sostener que se trataba de un derecho fundamental), uno de los magistrados discrepan tes
sostuvo que el derecho de objeción de conciencia no podía considerar se simplemente como una
exención del servicio militar (por tanto, sim plemente como un derecho autónomo, pero no
fundamental), y lo

12 Más adelante, al tratar de la teoría de Perelman, veremos que este considera la reducción al absurdo un argumento cuasilógico
(cfr. infra., capítulo 3, apartado II, B). En Ezquiaga (1987) pueden encontrarse abundantes ejemplos de este y otro tipo de argumentos.
LAS RAZONES DEL DERECHO 25

justificó así: “Si bien el derecho de objeción de conciencia puede ser y de hecho es una causa de
exención del servicio militar, no es sólo eso, por que si así fuera sería una desmesura calificarlo
de fundamental”. Aña diendo algunas premisas que cabe entender implícitas, el argumento po
dría escribirse así:

1. Supongamos que el derecho de objeción de conciencia es sólo una causa de exención del
servicio militar.
2. Pero si es sólo eso, entonces sería una desmesura calificarlo de fun damental (o sea, no
puede calificarse como fundamental).
3. Ahora bien, el derecho de objeción de conciencia es un derecho fun damental, de acuerdo
con lo establecido por la Constitución.
4. De la premisa 1 y 2 se desprende que el derecho de objeción de con ciencia no puede
calificarse como fundamental.
5. Las premisas 3 y 4 enuncian una contradicción.
6. Por tanto, no cabe suponer que el derecho de objeción de conciencia sea sólo una causa de
exención del servicio militar.

En símbolos lógicos:

1. Pa
2. Pa → -Qa
3. Qa
4. -Qa
5. Qa -Qa

6. -Pa
^

X. JUSTIFICACIÓN INTERNA Y JUSTIFICACIÓN EXTERNA


Volvamos de nuevo a la distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de
justificación, y centrémonos ahora en la noción de justifica ción. Tanto en el apartado VII como
en el VIII y en el IX se han dieron ejemplos de razonamientos jurídicas que exhibían esquemas
de justifica ción. En VIII —y anteriormente en VI— vimos cómo se podía justificar
deductivamente el paso una premisa normativa y una premisa fáctica a una conclusión normativa.
En los casos jurídicos simples o rutinarios puede considerarse que la labor argumentativa del
juez se reduce a efec tuar una inferencia de este tipo (que de todas formas, y sin necesidad de
salirse de los casos simples, suele ofrecer más complicaciones de las que el esquema sugiere;
basta con pensar que, en realidad, en cualquier caso
26 MANUEL ATIENZA

jurídico que se trata de resolver se aplica un número muy elevado de nor mas y que, por ejemplo
en derecho penal, hay que dar el paso de la solu ción parcialmente indeterminada contenida en el
Código —prisión ma yor— a la solución plenamente determinada —ocho años y un día—
contenida en la sentencia). Pero, naturalmente, además de casos simples hay también casos
difíciles (de los que se ocupa especialmente la teoría de la argumentación jurídica), esto es,
supuestos en que la tarea de esta blecer la premisa fáctica y/o la premisa normativa exige nuevas
argumen taciones que pueden o no ser deductivas. Wróblewski (cuya terminología resulta hoy
ampliamente aceptada) ha llamado al primer tipo de justifica ción, la que se refiere a la validez
de una inferencia a partir de premisas dadas, justificación interna. Y al segundo tipo de
justificación, la que so mete a prueba el carácter más o menos fundamentado de sus premisas,
justificación externa (Wróblewski, 1971 y 1974). La justificación interna es tan sólo cuestión de
lógica deductiva, pero en la justificación externa hay que ir más allá de la lógica en sentido
estricto. Las teorías de la argumen tación jurídica que vamos a estudiar en los sucesivos capítulos
de este libro se ocupan fundamentalmente de este segundo tipo de justificación.

XI. LÓGICA JURÍDICA Y ARGUMENTACIÓN JURÍDICA

Antes de pasar a considerar esas teorías, conviene aclarar un último punto: cómo se relaciona
la argumentación jurídica (o la teoría de la argu mentación jurídica) con la lógica jurídica.
Por un lado, puede decirse que la argumentación jurídica va más allá de la lógica jurídica,
pues como se ha visto con anterioridad, los argu mentos jurídicos se pueden estudiar también
desde una perspectiva psico lógica o sociológica, o bien desde una perspectiva no formal, que a
veces se denomina lógica material o lógica informal, y otras veces tópica, retó rica, dialéctica,
etcétera.
Por otro lado, la lógica jurídica va más allá de la argumentación jurídi ca, en el sentido de que
tiene un objeto de estudio más amplio. Para acla rar esto se puede seguir utilizando una conocida
distinción efectuada por Bobbio (1965) dentro de la lógica jurídica. En su opinión, la lógica jurídi
ca estaría constituida por la lógica del derecho, que se centra en el análi sis de la estructura lógica
de las normas y del ordenamiento jurídico, y por la lógica de los juristas, que se ocupa del estudio
de los diversos ra
LAS RAZONES DEL DERECHO 27

zonamientos o argumentaciones de los juristas teóricos o prácticos. Natu ralmente, estos dos
campos de estudio no pueden separarse de manera ta jante: por ejemplo, la construcción del
silogismo jurídico no puede hacer se de espaldas al análisis lógico de las normas jurídicas, puesto
que —como hemos visto— una de las premisas y la conclusión del mismo son normas; y cuando
discutimos la cuestión de si la lógica se aplica o no a las normas, surgió el problema de las
contradicciones entre normas, lo que es un problema típico de la lógica del derecho o —como
hoy se suele ser más bien denominar— de la lógica deóntica o de las normas.
El análisis lógico de los razonamientos jurídicos —la lógica de los ju ristas— es un campo de
estudio tradicional de la teoría del derecho. Sin embargo, la autorización de la lógica formal
moderna, esto es, de la lógi ca matemática o lógica simbólica para estos propósitos es algo que
ha te nido lugar básicamente a partir de la segunda guerra mundial. La obra que suele
considerarse como pionera es la Juristische Logik de Ulrich Klug, cuya primera edición data de
1951, si bien —como el autor explica en el prólogo— su concepción de la lógica jurídica estaba
ya elaborada desde 1939.13 Klug parte de una concepción de lógica general como “teo ría de la
consecuencia lógica” (p. 2), lo que le permite distinguir entre argumentos válidos y no válidos
desde el punto de vista lógico-formal. La lógica jurídica sería una parte especial de esa lógica
general, o sea, “la teoría de las reglas lógico-formales que llegan a emplearse en la aplica ción
del Derecho” (p. 8). Y aquí, a su vez, distingue entre la forma bási ca del razonamiento jurídico
—lo que hemos llamado el silogismo judi cial o jurídico—, que, en su opinión, sería una
aplicación al campo del derecho del silogismo tradicional modus barbara; y los argumentos espe
ciales de la lógica jurídica. En esta última categoría incluye el razona miento por analogía (o a
simili), el razonamiento e contrario, los argu mentos a fortiori (a maiore ad minus y a minori ad
maius), el argumentum ad absurdum y los argumentos interpretativos. Estos últimos son los que
sirven para establecer las premisas de los razonamientos de ductivos —serían los medios para lo
que hemos llamado justificación ex terna— y no forman parte propiamente de la lógica jurídica:
son “princi pios para la interpretación, no problemas lógico-jurídicos” (p. 197).

13 En esa fecha, Klug había presentado su trabajo como habilitación en la Universidad de Berlín, pero esta institución no lo
aceptó entonces por razones políticas (cfr. Klug, 1990, prólogo a la 4a. edición).
28 MANUEL ATIENZA

En un análisis de los razonamientos jurídicos, Klug no tiene en cuenta, sin embargo, la lógica
deóntica o lógica de las normas. Esta última disci plina se desarrolla también a partir de 1951
(año en que aparece el ensayo de George H. Von Wright, Deontic Logic) y lleva a concebir la
lógica jurídica —bien en cuanto lógica del derecho, o bien en cuanto lógica de los juristas— no
como una aplicación de la lógica formal general al cam po del derecho, sino como una lógica
especial, elaborada a partir de las modalidades deónticas de obligación, prohibición y permisión.
Estos ope radores deónticos pueden, pues, utilizarse —como lo hemos hecho ante riormente-
para dar cuenta de los razonamientos jurídicos o de algunos de ellos. Veamos, brevemente, cómo
se plantea esta tarea un autor como Ka linowski, que ha sido también uno de los fundadores de
la lógica deóntica.
Kalinowski (1973) considera como razonamientos jurídicos aquellos que vienen exigidos por la
vida jurídica, y presenta de ellos una doble clasificación. Por un lado, distingue entre
razonamientos de coacción in telectual (lógicos), de persuasión (retóricos) y propiamente
jurídicos (los que se basan en presunciones, prescripciones, ficciones, etc., establecidas por la
ley). Por otro lado, separa los razonamientos normativos (cuando al menos una de las premisas
y la conclusión son normas) de los no norma tivos (que sólo serían jurídicos por accidente). Los
razonamientos norma tivos, por su lado, pueden tener lugar en el plano de la elaboración, de la
interpretación o de la aplicación del derecho. en concreto, en el plano de la interpretación del
derecho se utilizan tanto argumentos extralógicos, que se basan en medios puramente jurídicos
(por ejemplo, el argumento a rubrica, pro subjecta materia, etc.), como argumentos
paralógicos, que se basan en técnicas retóricas (por ejemplo, el argumento ab auctoritate, a
generali sensu, ratione legis estricta, etc.) y argumentos lógicos, que se basan en la lógica
formal propiamente dicha (por ejemplo, argumentos a fortiori, a maiori, a pari y a contrario).
Los argumentos estrictamente ló gicos están regidos, sin embargo, tanto por reglas lógicas en
sentido es tricto (las de la lógica deóntica forman parte de la lógica formal deductiva) como por
reglas extralógicas, esto es, por reglas jurídicas de interpreta ción del derecho. Además,
Kalinowski considera que el primer tipo de reglas están subordinadas a las segundas, lo que
podría entenderse en el sentido de que la justificación interna depende de la justificación externa
o es un momento lógicamente posterior al de esta.
Nota conceptual

DÍA MUNDIAL DE LA
LIBERTAD DE PRENSA 2021

LA INFORMACIÓN
COMO UN BIEN COMÚN
A 30 AÑOS DE LA DECLARACIÓN DE WINDHOEK

“La información es un bien público y,


en tanto bien público, necesita apoyo público.”
Joseph E. Stiglitz
Mensaje en ocasión del 40º aniversario del Programa Internacional para el Desarrollo
de la Comunicación de la UNESCO, 24 de noviembre de 2020

Resumen ejecutivo

El Día Mundial de la Libertad de Prensa tiene su origen en la conferencia organi-


zada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (UNESCO) en Windhoek (Namibia) en 1991. En el evento mundial de
2021, el Día Mundial de la Libertad de Prensa vuelve a sus raíces y se centra en los
problemas contemporáneos de la libertad de expresión, el acceso a la información
y el rol de servicio público del periodismo en un ecosistema de las comunicaciones
que ha cambiado.

Al promover la idea de “la información como un bien común”, el Día Mundial de


la Libertad de Prensa 2021 pone énfasis en la importante diferencia entre la infor-
mación y otros tipos de contenidos de comunicación, como la desinformación, el
discurso de odio, el entretenimiento y los datos. El objetivo es llamar la atención so-
bre el papel especial del periodismo en la producción de noticias como información
verificada en el interés público, y sobre cómo esto depende de un ecosistema más
amplio que habilita la información como bien común.

En particular, el Día Mundial de la Libertad de Prensa 2021 pondrá énfasis en tres


imperativos para este ecosistema:

•Medidas para garantizar la viabilidad económica de los medios de comu-


nicación;
•Mecanismos para garantizar la transparencia de las empresas de Internet, y
•Mejora de las capacidades de alfabetización mediática e informacional
que permitan a la gente reconocer y valorar, así como defender y exigir, al
periodismo como parte fundamental de la información como bien común.

1
Nota conceptual

Participantes en el seminario de la

Antecedentes
UNESCO “Promoción de medios de
comunicación africanos independientes
y pluralistas”, celebrado en Windhoek
(Namibia) en 1991.
Crédito de la foto: The Namibian

y cambios
El 3 de mayo de 1991, los signatarios de la histórica Declaración de
Windhoek para el desarrollo de una prensa libre, independiente y
pluralista declararon en el Artículo V:

“La tendencia mundial hacia la democracia y la


libertad de información y de expresión es una
contribución fundamental a la realización de las
aspiraciones de la humanidad.”
El punto subraya los roles interrelacionados de estas libertades fundamentales para
el avance del bien común de la humanidad.

2
Nota conceptual

Mientras que la conferencia de Windhoek de 1991 se centró en la prensa escrita,


en el décimo aniversario en 2001 se puso énfasis en las comunicaciones a través
de las ondas de radio, lo que dio lugar a la Carta Africana sobre Radiodifusión.
En 2011, para el 20º aniversario, la UNESCO dio su apoyo a una conferencia que
puso el foco en el derecho de las personas a buscar y recibir información. Esto cul-
minó cuando en 2019 las Naciones Unidas proclamaron el 28 de septiembre como
el Día Internacional del Acceso Universal a la Información.

El contexto que se vive en 2021 exige un cuestionamiento del entorno informativo


para identificar las condiciones necesarias para que las comunicaciones favorezcan
la aspiración de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas para promover “el
acceso público a la información y las libertades fundamentales”.

En primer lugar, en la mayoría de los países del mundo se ha producido un aumen-


to de los entornos mediáticos pluralistas, gracias a la liberalización nacional y a la
expansión de los medios transnacionales vía satélite o por suscripción. No obstante,
muchos medios de comunicación se enfrentan hoy a importantes retos económicos.

En segundo término, es evidente que los grandes avances tecnológicos han aumen-
tado las oportunidades de comunicación y acceso a la información de las personas.
Al mismo tiempo, siguen existiendo importantes brechas digitales entre los géneros,
así como entre —y dentro de— las regiones y los países. Un puñado de empresas
de Internet proporciona servicios de comunicación a miles de millones de usuarios
en todo el mundo, pero también se les critica por dar lugar al odio y la desinfor-
mación en vez de al periodismo, así como por la escasa transparencia y responsab-
ilidad sobre cómo utilizan su poder de control.

Un tercer cambio que tuvo lugar desde 1991 ha sido el mayor reconocimiento jurídi-
co del derecho de acceso a la información. Mientras que en 1991 solo 12 países
contaban con leyes que garantizaban a los ciudadanos los derechos de acceso a
información del gobierno1 , esta cifra aumentó a 40 en 2009 y llegó a 126 países
en 20192. Más allá de la disponibilidad de información oficial, el periodismo libre
e independiente es un factor importante para producir información al servicio de la
humanidad.

Al juntar estos tres elementos, el resultado es una proliferación de información que


coexiste con muchos otros tipos de contenido en un ámbito de comunicaciones cada
vez más digital, incluidos los retos que plantean la desinformación y el discurso de
odio. La producción de información local, como las noticias locales, está sometida
a gran tensión. Al mismo tiempo, la humanidad se enfrenta a una confusa abundan-
cia de contenidos que ahoga incluso los hechos que se producen y circulan tanto a
nivel mundial como local.

1 Véase [en línea (en inglés)] http://www.freedominfo.org/?p=18223.


2 UNESCO. 2019. Acceso a la información: una nueva promesa para el desarrollo sostenible. Serie In Focus | Tendencias Mundiales
en Libertad de Expresión y Desarrollo de los Medios. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000374541.

3
Nota conceptual

Photo credit: Shutterstock

La información como
un bien común
En este contexto, es oportuno reconocer y promover la idea de la
información como un bien común, como algo que ayuda a fomentar
las aspiraciones colectivas y que constituye la pieza clave del
conocimiento.

Especialmente en el formato digital, un hecho “consumido” por una persona no


impide que otras también lo “consuman”. Si bien la información es intrínsecamente
no exclusiva, muchos factores (como las barreras de pago, los derechos de autor, el
secreto oficial y empresarial, y la censura directa) crean restricciones artificiales. La
información también tiene externalidades positivas, o efectos indirectos positivos3.
Como bien común con potencial de alcance universal, la información nos permite
conocer nuestros derechos y prerrogativas, además de contribuir al interés general,
al servicio del desarrollo sostenible.

La importancia de acceder libremente a una información fiable, sobre todo a


través del periodismo, ha quedado demostrada con la pandemia de COVID-19:
en momentos de crisis como este, la información puede ser una cuestión de vida o
muerte. Esto ha sido especialmente cierto frente a la “desinfodemia” del COVID-19,
una mezcla de información errónea y desinformación que se ha extendido por
todo el mundo sembrando confusión, discordia y división. La falta de información

3 https://promarket.org/2017/06/30/information-public-good/

4
Nota conceptual

y datos fiables a disposición del público ha creado un vacío para los contenidos
potencialmente dañinos (incluido el discurso de odio) y las teorías conspirativas
engañosas, en su mayoría difundidas en línea a través de modelos de negocios de
Internet y actores que se aprovechan de estos.

La crisis de salud pública del COVID-19 ha puesto de manifiesto el papel vital que
juegan los medios de comunicación libres e independientes en todo el mundo4.
La producción de los medios de comunicación (ya sea en la prensa escrita, la
televisión o la radio, analógica o suministrada a través de plataformas digitales)
sigue siendo una poderosa fuente de información a la que la gente accede, incluso
cuando lo hace a través de las redes sociales. De este modo, los trabajadores de
los medios de comunicación de todo el mundo han contribuido significativamente a
nuestra comprensión de la pandemia al volver más accesibles flujos de información
que resultan abrumadores y muy complejos, al hacer que los hechos científicos
sean comprensibles para el público en general, al proporcionar datos actualizados
periódicamente y al participar en la comprobación de hechos. En muchos países,
los periodistas y las personas que se dedican a verificar hechos han hecho un
seguimiento crítico de la contratación y las subvenciones que responden a la
pandemia, y como resultado de sus actividades se han enfrentado a la presión de
las autoridades. En otros casos, han visto obstaculizada su labor por las medidas
puestas en marcha para contener el virus, así como por los desafíos planteados
tanto por la policía como por el público general durante las numerosas protestas
públicas que han caracterizado este período.

Retos actuales

En medio de esta situación, es necesario identificar tres tendencias subyacentes:

• Los desafíos preexistentes a la viabilidad de los medios de comunicación


se han agravado considerablemente. Los modelos económicos de los medios
de comunicación, que ya habían sido golpeados por la competencia de las
empresas de Internet, se han visto aún más afectados por las enormes pérdidas de
ingresos publicitarios debido al impacto económico de la crisis sanitaria. Cuando la
independencia económica de los medios de comunicación está en riesgo, también
está en riesgo su independencia editorial: en tiempos de incertidumbre económica, los
medios son más vulnerables a la compra por parte de los gobiernos, a los barones de
los medios de comunicación y a las interferencias de los anunciantes , lo que supone
una amenaza a la integridad editorial y el papel de los medios independientes como
servicio público6.

• Las empresas de Internet (como las de redes sociales, mensajería y búsqueda) siguen
siendo criticadas por sacar rédito de flujos de contenidos que transmiten asombrosos
volúmenes de desinformación (y otros contenidos potencialmente perjudiciales para
los derechos humanos), incluso en el contexto de la pandemia7. La disponibilidad del
periodismo está cada vez más mediada por estas empresas, pero sin que den prioridad
a su carácter distintivo y su importancia dentro del conjunto de contenidos más amplio.
El funcionamiento de estas entidades empresariales continúa siendo opaco, lo que
impide a las partes interesadas diseñar respuestas de política informadas.

4 UNESCO. Periodismo, libertad de prensa y COVID-19. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de expresión y
desarrollo de los medios de comunicación. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373573_spa.
5 UNESCO. 2020. Nota conceptual sobre el Día Mundial de la Libertad de Prensa 2020. Véase [en línea (en inglés)] https://en.unes-
co.org/sites/default/files/concept_note_wpfd2020_final.pdf.
6 UNESCO. 2020. Reporting Facts: Free From Fear or Favour. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de
expresión y desarrollo de los medios de comunicación. Véase [en línea (en inglés)] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/
pf0000375061.
7 UNESCO. 2020. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de expresión y desarrollo de los medios de comuni-
cación - Periodismo, libertad de prensa y COVID-19. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373573_spa.

5
Nota conceptual

• En estos tiempos de flujos de información y desinformación sin precedentes, que se


suman a flujos de entretenimiento, datos y otros tipos de contenido, las personas
corren el riesgo de ser confundidas o manipuladas, sobre todo por la segmentación
algorítmica personalizada. Es fundamental que los ciudadanos de todo el mundo
desarrollen y refuercen sus competencias en materia de alfabetización mediática e
informacional para que puedan emitir juicios y tomar decisiones con conocimiento
de causa, y participar de forma crítica en el desarrollo sostenible, para lo que es
indispensable la información como bien común. Igualmente importante es que
los ciudadanos conozcan sus propios derechos a la libertad de expresión y la
importancia del papel de los periodistas para la producción de información fiable. La
alfabetización mediática e informacional debe incluir la valoración de la seguridad
de los periodistas (en especial de las mujeres periodistas) y la concienciación sobre
la necesidad de defender y exigir un periodismo en el interés común. Al reconocer
estos aspectos relacionados con el público, el Día Mundial de la Libertad de Prensa
2021 servirá de insumo para la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e
Informacional, que se celebrará en octubre de 2021, a fin de seguir desarrollando esta
dimensión.

Resumen

En el 30º aniversario de la Declaración de Windhoek, la histórica conexión


entre la libertad de buscar, difundir y recibir información y el bien común sigue
siendo tan importante como al momento de su firma. El tema de Windhoek
2021, “La información como bien común”, sirve de llamamiento para renovar
el compromiso mundial con la libertad de expresión, la libertad de prensa y la
libertad de información, al tiempo que reconoce los nuevos retos económicos a
los que se enfrenta el sector de los medios de comunicación, el papel de guardián
de las empresas de Internet y su necesidad de mayor transparencia, así como
la gran necesidad de fortalecer las capacidades de alfabetización mediática e
informacional en todo el mundo.

Promover la información como bien común es necesario para “reconstruir mejor”


en el mundo post-COVID. Se trata de un valor que se apoya firmemente en la
aspiración de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas respecto de avanzar
en “el acceso público a la información y [...] las libertades fundamentales”
(ODS 16.10). Además, constituye el nuevo contexto normativo para destacar al
periodismo libre, pluralista e independiente como trampolín para el progreso.

#DiaDeLaLibertaddePrensa
#LibertadDePrensa
es.unesco.org/commemorations/worldpressfreedomday

6
Anexo : Ideas sobre la información como bien común

Anexo
Ideas sobre la información como bien común

En palabras del ganador del Premio Nobel Joseph E. Stiglitz, el vínculo entre
información y bien público es una de las ideas más importantes de la economía
moderna y, en tanto bien público, necesita apoyo público . Stiglitz sostiene que la
buena información es necesaria para el funcionamiento de un Estado democrático
fuerte y que en las democracias sabemos lo que hay que hacer y tenemos la
capacidad de hacerlo: necesitamos fortalecer los medios de comunicación libres y
diversos con apoyo público.

Estas observaciones ayudan a explicar cómo la información, en tanto bien común,


es vital para garantizar “la participación de los ciudadanos y el espacio cívico”,
que se identifica como un ámbito de acción prioritaria en el Llamamiento a la
Acción en Favor de los Derechos Humanos iniciado por el Secretario General de las
Naciones Unidas con motivo del 75º aniversario de las Naciones Unidas. También
colaboran para proporcionar el contexto de lo que se necesita para profundizar el
papel del periodismo en la lucha contra la pandemia, el fomento de la inclusión,
la sensibilización sobre el cambio climático y la agenda más amplia de desarrollo
sostenible.

A fin de promover un ecosistema en el que el periodismo pueda crecer como parte


de la información en tanto bien común, el Día Mundial de la Libertad de Prensa
2021 identifica tres condiciones clave que es necesario poner en marcha: viabilidad
de los medios de comunicación, transparencia de las plataformas en línea y
alfabetización mediática e informacional.

1. Desarrollar la viabilidad de los medios de


comunicación y reforzar su papel en la producción y el
intercambio de información
En un entorno que se presenta como cada vez más competitivo y que se ve
afectado simultáneamente por los gigantes de Internet, la crisis de salud pública
del COVID-19 y las recesiones económicas que la acompañan, la viabilidad
de los medios de comunicación sigue siendo un reto importante para que la
información sirva como bien común, tanto desde el punto de vista económico
como en términos más amplios. En los últimos años, los ingresos por publicidad se
han desplazado de los medios de comunicación tradicionales a las plataformas
en línea, la radiodifusión de servicio público ha sido objeto de crecientes recortes
presupuestarios y la disposición de los consumidores a pagar por contenidos de
calidad en los medios de comunicación ha disminuido (con pocas excepciones)
debido a la pobreza causada por la pandemia, así como a la suposición incorrecta
de que se puede acceder a un periodismo de calidad en forma gratuita (una
situación, sin embargo, que a menudo no se aplica a la hora de evaluar si las
ofertas gratuitas constituyen un periodismo realmente independiente y que tampoco
suele aplicarse a la disponibilidad de noticias locales en lenguas locales). Los

8 24 November 2020: message for the 40th Anniversary of the UNESCO’s International Programe for the Development of Communi-
cation (IPDC). https://www.youtube.com/watch?v=gzA0EVKrduE

7
Anexo : Ideas sobre la información como bien común

ingresos mundiales por entretenimiento y medios de comunicación cayeron un 6%


en 2020 ante el impacto de la pandemia de COVID-19, mientras que el consumo
digital creció, reforzando el cambio hacia los medios online9.

Aunque los periodistas y los trabajadores de los medios de comunicación


desempeñan un papel crucial en la producción y el intercambio de información
fiable y de calidad, lo que contribuye a la libre circulación de información e ideas,
cada vez trabajan más en condiciones precarias, sobre todo los que trabajan por
cuenta propia. Este contexto aumenta el riesgo de que los medios sean captados
por distintos poderes: político, económico, religioso, ideológico.

No obstante, la crisis del COVID-19 volvió a poner a los periodistas y al


periodismo de calidad, así como a los medios de interés público, en el centro del
discurso mundial. Informar sobre la crisis, a través de iniciativas como la difusión
masiva de hechos científicos, la recopilación y actualización frecuente de datos,
la comprobación de hechos o el control del gasto, ha resultado vital, aunque
exigente para las empresas de medios de comunicación de todo el mundo, en un
momento en que muchas se enfrentan a la incertidumbre económica y a su posible
desaparición por ataques a sus modelos de negocios y pérdidas drásticas de
ingresos.

Como se define en los Indicadores de Viabilidad de los Medios de Comunicación


de la UNESCO, esta viabilidad “depende de la existencia de condiciones
generales a nivel económico y empresarial que favorezcan la independencia de
las operaciones de los medios, como ser: estabilidad económica, apoyo de la
capacidad del público para el consumo de medios de comunicación y existencia
de recursos necesarios para asegurar la viabilidad”10. Cuando estas condiciones
no se cumplen, así como cuando faltan condiciones previas fundamentales como
la seguridad de los periodistas, las organizaciones de medios de comunicación
corren el riesgo de ser captadas y manipuladas por los intereses mezquinos de
distintos actores públicos y privados, lo que haría que la información que producen
y comparten perdiera su naturaleza y valor como bien común11.

Reforzar la viabilidad de los medios de comunicación para garantizar su supervi-


vencia es, por tanto, fundamental para contrarrestar este riesgo de apropiación y
manipulación de la información, si no la extinción de los medios de interés público.
La independencia de los medios de comunicación y la preservación de su aporte a
la información como bien común también tiene consecuencias para el buen funcio-
namiento de las sociedades democráticas. Es especialmente importante en épocas
de elecciones, crisis de salud pública, conflictos y catástrofes naturales, así como
para luchar contra el discurso de odio (y otros tipos de contenidos potencialmente
dañinos) y los intentos por desacreditar la desinformación. Para hacer frente a las
deficiencias del mercado para ofrecer un periodismo sostenible se necesita poner
en práctica diversas medidas de política e innovar en los medios de comunicación.
Cuando esto implica el uso de recursos públicos de diversa índole, es necesario
contar con fuertes salvaguardias para garantizar que el apoyo externo no pueda
utilizarse como herramienta para premiar a algunos medios de comunicación y pe-
nalizar a otros a expensas de una distribución justa y pluralista de los medios.

9 https://www.weforum.org/agenda/2021/01/video-streaming-was-a-hit-during-covid-19-but-what-does-that-mean-for-media/
10 UNESCO – Programa Internacional para el Desarrollo de la Comunicación - Indicadores de Viabilidad de los Medios de Co-
municación. Véase [en línea (en inglés)] http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/HQ/CI/CI/pdf/IPDC/ipdc59_Me-
dia_viability_indicators.pdf.
11 UNESCO. 2020. Reportando los hechos: libres de temores o favores: Resumen Ejecutivo parte de la serie In Focus del reporte
sobre las Tendencias Mundiales en Libertad de Expresión y Desarrollo de los Medios. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/
ark:/48223/pf0000373572_spa.

8
Anexo : Ideas sobre la información como bien común

2. Reforzar la transparencia de las plataformas en


línea, pilar esencial para que la información siga siendo
un bien común
A medida que la transformación digital sigue generando profundos cambios
en nuestros hábitos de comunicación, las redes sociales y otras plataformas en
línea, como los servicios de mensajería y motores de búsqueda, van ganando
cada vez más lugar en las comunicaciones diarias. No obstante, debido a su
opacidad general, aún desconocemos gran parte de su operación interna, del
funcionamiento de sus algoritmos y de los datos anonimizados que podrían brindar
información concreta sobre el flujo de contenido problemático, como pueden ser la
desinformación o el discurso de odio.

Además, muchas de estas plataformas en línea han alimentado la desinformación


y el discurso de odio para que se propaguen a una escala y una velocidad sin
precedentes. Sus modelos de negocios, que han sido diseñados para captar y
retener la atención de los usuarios con el fin de recopilar datos para publicidad
dirigida, han hecho que estas empresas sean susceptibles de amplificar la
desinformación por defecto, incluso mediante la habilitación de anuncios
microdirigidos12 . Por esto es que se critica que las empresas están ganando dinero
con contenido que puede causar daño a los derechos humanos .

En los últimos años, las empresas de Internet se han convertido en un vector de


desinformación electoral. Por ejemplo, varios investigadores independientes han
encontrado pruebas de que WhatsApp, la aplicación de mensajería propiedad
de Facebook, ha sido utilizada para la difusión masiva de desinformación, con
frecuencia a favor de un candidato sobre otros o de determinada opción en un
referéndum . En los últimos años, ante el temor de que sus plataformas sufran una
manipulación similar, varias empresas de medios sociales han anunciado nuevas
medidas para combatir la información errónea, la desinformación, la interferencia
electoral y la difusión de teorías conspirativas, pero las noticias continuamente
muestran deficiencias en su aplicación14,15. Hace poco tiempo, estas medidas
llevaron a la restricción/prohibición sin precedentes de la cuenta de un Presidente
en ejercicio, lo que generó cuestionamientos entre expertos y primeros ministros del
G7.

En algunos de los peores casos, las plataformas digitales se usaron para transmitir el
discurso de odio, a veces con consecuencias siniestras. Una misión de investigación
sobre el terreno de las Naciones Unidas en Myanmar descubrió que las redes
sociales habían jugado un importante papel en la propagación del discurso de odio
contra la comunidad rohingya y otros musulmanes . BSR llegó a una conclusión similar
tras realizar una evaluación del impacto de la presencia de Facebook en los derechos
humanos en Myanmar, y afirmó que una minoría de usuarios trata de aprovechar
Facebook como plataforma para debilitar la democracia e incitar a la violencia fuera
de línea, lo que incluye graves delitos en virtud del derecho internacional19.
12 UNESCO. 2020. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de expresión y desarrollo de los medios de comuni-
cación - Periodismo, libertad de prensa y COVID-19. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373573_spa.
13 Por ejemplo, Shoshana Zuboff, The coup we are not talking about. Véase [en línea (en inglés)] https://www.nytimes.
com/2021/01/29/opinion/sunday/facebook-surveillance-society-technology.html.
14 Véase [en línea (en inglés)] https://www.nytimes.com/2018/10/19/technology/whatsapp-brazil-presidential-election.html.
15 Véase [en línea (en inglés)] https://ico.org.uk/media/action-weve-taken/2618383/20201002_ico-o-ed-l-rtl-0181_to-julian-knight-
mp.pdf.
16 Véase [en línea (en inglés)] https://newsroom.tiktok.com/en-us/combating-misinformation-and-election-interference-on-tiktok.
17 Véase [en línea (en inglés)] https://www.forbes.com/sites/isabeltogoh/2020/10/19/tiktok-is-banning-accounts-that-spread-qa-
non-theories-and-disinformation/?sh=413d446b2262.
18 Véase [en línea] https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/G18/274/57/PDF/G1827457.pdf?OpenElement.
19 Véase [en línea (en inglés)] https://about.fb.com/wp-content/uploads/2018/11/bsr-facebook-myanmar-hria_final.pdf.

9
Anexo : Ideas sobre la información como bien común

Varias empresas de Internet han tomado medidas para dejar de dar prioridad
o contrarrestar de otro modo la desinformación y los contenidos potencialmente
nocivos como, por ejemplo, perfeccionar las normas de la comunidad, reforzar
la moderación de los contenidos (mediante la eliminación, el etiquetado o la
desampliación de los contenidos engañosos), cambiar las políticas de publicidad,
suprimir de la lista a determinados productores de contenidos acusados de
actividades coordinadas y auténticas, rediseñar lo que se promueve como
“recomendado”, dirigir a los usuarios hacia contenidos verificados, o asociarse y
apoyar las iniciativas de comprobación de hechos. Sin embargo, ante la falta de
datos, información y estadísticas completas de estas empresas que operan en línea,
resulta imposible evaluar la proporción de desinformación y discurso de odio en
relación con los volúmenes totales de contenido, así como sus orígenes y alcance, y
la eficacia de las medidas para contrarrestar dicho contenido.

Además, estas plataformas no hacen público el alcance de la difusión de


información falsa antes de ser identificada ni el papel de los “superdifusores”20 .
Los contenidos producidos y compartidos por los medios de comunicación por lo
general se tratan como cualquier otro contenido, lo que significa que el periodismo
no se pone por encima como fuente de información exclusiva en la mezcla de la
que se valen las empresas de Internet.

“Transparencia” se ha vuelto una palabra de moda en el ámbito de la tecnología


digital. Una mayor transparencia en varias facetas de las empresas de Internet
permitiría que las partes interesadas externas pudieran conocer el funcionamiento
de dichas empresas (y su posible impacto), en oposición a la opacidad que hoy
impera en sus operaciones. Dado el estatus de estas megainstituciones, con sus
modelos de negocios particulares y su importancia para la vida pública, se puede
plantear una sólida defensa desde el punto de vista de las partes interesadas
externas para promover una mayor transparencia.

En la actualidad, las empresas tienen obligaciones legales, voluntarias y éticas que


resultan relevantes para la transparencia, por ejemplo en el marco de los Principios
Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos de las Naciones Unidas
(Principios Ruggie) y el Pacto Mundial de las Naciones Unidas. Por supuesto que
existen derechos y equilibrios entrelazados que se ven afectados, por ejemplo, con
la protección de la privacidad, o el derecho a la propiedad intelectual (en este
caso, los secretos comerciales). Sin embargo, como en el caso de otras empresas,
este equilibrio merece ser analizado con miras a posibles cambios.

La falta de implementación de normas internacionales de derechos humanos en


el espacio digital y la propia naturaleza de estas plataformas como empresas
transnacionales dificulta aún más la rendición de cuentas por los daños causados al
ecosistema de las comunicaciones. En relación con esto, la transparencia también
es fundamental respecto de las decisiones de las empresas de Internet a la hora
de tomar medidas sobre los contenidos y suspender cuentas, así como de sus
procedimientos para tramitar los recursos presentados por los usuarios que no están
satisfechos con sus decisiones. Ante el aumento de la desinformación y el discurso
de odio en línea, la promoción de la transparencia y el fomento del diálogo son
esenciales para la gobernanza de múltiples partes interesadas en el entorno de
Internet.

20 UNESCO. 2020. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de expresión y desarrollo de los medios de comuni-
cación - Periodismo, libertad de prensa y COVID-19. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373573_spa.

10
Anexo : Ideas sobre la información como bien común

La transparencia de estas plataformas en línea constituiría en sí misma un


intercambio de información como bien común, al poner a disposición datos que
aún no son de dominio público, tanto de forma proactiva como a demanda. Los
esfuerzos por aumentar la transparencia no deben comprometer los principios
de privacidad y protección de datos personales. Una medida de este tipo no
necesariamente frenaría el software propietario, pero podría promover alternativas
de código abierto e interoperables, además de ir de la mano con la defensa de un
uso ético de la inteligencia artificial (IA), que se ajuste a las normas de derechos
humanos. Esto último constituye una preocupación para los Estados miembros de la
UNESCO en el desarrollo de una Recomendación sobre la ética de la IA.

Además, la desinformación y el discurso de odio son fenómenos demasiado


complejos y desafiantes para ser tratados por las empresas o los Estados por
sí solos, y exigen una estrecha colaboración entre diversas partes interesadas
(como el mundo académico, la sociedad civil, las iniciativas de comprobación de
hechos y la industria de los medios de comunicación)21 . La idea de transparencia
es inherente al concepto de universalidad de Internet y el marco DAAM (derechos
humanos, apertura, accesibilidad y gobernanza de múltiples partes interesadas) de
la UNESCO22. Si no hay transparencia respecto de cómo se están respetando los
Derechos humanos en línea mediante trabajos de edición y moderación, es posible
que ocurran abusos y violaciones, sin que ello se sepa ni se repare. Una ecología
digital que no esté Abierta a todos los participantes puede hacer que haya un
dominio oculto y flujos y usos de datos imprevistos, además de ocultar resultados
algorítmicos que pueden ser negativos para los derechos humanos. Para garantizar
la Accesibilidad se necesita la transparencia como factor para las condiciones
de servicio y las políticas de fijación de precios, y para que el público cuente
con conocimientos sobre el entorno digital, como cuando se habla de “servicios
gratuitos”, agentes de desinformación, contramedidas, etc. Los temas vinculados
a la Gobernanza de múltiples partes interesadas, que van desde decisiones sobre
valores hasta regulaciones, dependen del grado de transparencia del proceso y los
participantes, así como de los mecanismos de rendición de cuentas.

3. Fortalecer las capacidades de alfabetización


mediática e informacional en tiempos de desinformación
y discurso de odio
Para valorar, proteger y promover la información como bien común, el lado de
la demanda de los medios de comunicación y las comunicaciones digitales tiene
un lugar crucial en la ecuación. Esto supone capacitar a los ciudadanos mediante
políticas y estrategias sostenibles de alfabetización mediática e informacional.
El desarrollo de la alfabetización mediática e informacional también ofrece una
respuesta de política sistémica y de largo plazo a la desinformación y el discurso de
odio. Es necesario contar con políticas públicas a nivel23 nacional e institucional24
para responder a la reflexión de la UNESCO sobre los “Futuros de la educación”.

21 Comisión sobre la Banda Ancha para el Desarrollo Sostenible. 2020. Balancing Act: Countering Digital Disinformation While
Respecting Freedom of Expression. Véase [en línea (en inglés)] https://broadbandcommission.org/Documents/working-groups/
FoE_Disinfo_Report.pdf.
22 Los indicadores de la universalidad de Internet de la UNESCO son un conjunto de 303 indicadores con los que se busca evaluar el
estado de desarrollo de Internet a nivel nacional de acuerdo con los principios DAAM de derechos humanos, apertura, accesibilidad
y participación de múltiples partes interesadas. Véase [en línea (en inglés)] https://en.unesco.org/internet-universality-indicators/
roamx-indicators.
23 UNESCO. 2013. Media and Information Literacy: Policy and Strategy Guidelines. Véase [en línea (en inglés)] https://unesdoc.
unesco.org/ark:/48223/pf0000225606.
24 UNESCO. 2019. Media and Information Literacy in Journalism: A Handbook for Journalists and Journalism Educators. Véase [en
línea (en inglés)] https://en.unesco.org/sites/default/files/mil_eng.pdf.

11
Anexo : Ideas sobre la información como bien común

La alfabetización mediática e informacional proporciona una dimensión de cómo


podría repensarse la educación en un mundo complejo. Forma parte de nuevas
visiones y estrategias para la libertad de expresión, el acceso a la información y las
políticas y prácticas educativas.

El contenido con el que nos relacionamos e interactuamos puede influir en lo


que nos parece importante, e incluso en nuestras creencias y actitudes, e incide
en nuestras decisiones diarias, desde las más comunes hasta las más críticas.
Sin embargo, las inexorables olas de información, desinformación, discurso de
odio y narrativas polarizadas aportan confusión a la hora de ver en qué confiar.
En este sentido, identificar las fuentes, desentrañar los mensajes con los que nos
relacionamos y distinguir la información de calidad y los hechos fiables de las
falsedades y la manipulación se ha convertido en una ardua tarea.

Lo que compartimos, nos gusta o recomendamos a otros suele ser el resultado


de nuestros sentimientos y no de una inquietud o un pensamiento consciente y
crítico sobre las posibles implicancias para los derechos humanos y el desarrollo.
Frente a esto, la alfabetización mediática e informacional se presenta como una
herramienta esencial, que atraviesa contextos educativos, culturales y sociales. Este
creciente conjunto de conocimientos, valores y habilidades se plasma en una serie
de competencias. Por ejemplo, la alfabetización mediática e informacional abarca
capacidades que van desde encontrar y evaluar la credibilidad de la información
disponible en línea hasta saber cómo reaccionar a los intentos de moldear
la identidad de los jóvenes a través de las redes sociales y la publicidad . La
alfabetización mediática e informacional implica conocer lo que significa el derecho
a la privacidad en la era digital, así como interacciones con la radio hablada, la
etiqueta en línea y el respeto intercultural. Además, capacita a las personas para
que sean curiosas, entiendan sus necesidades de información, busquen, evalúen
críticamente, utilicen y aporten información y contenidos mediáticos de forma
inteligente. La alfabetización mediática e informacional exige competencia para
que las personas conozcan sus derechos en línea, para luchar contra el ciberacoso
y el discurso de odio en línea, y para entender las cuestiones éticas en torno al
acceso y el uso de la información26.

Si la información debe desempeñar su papel en tanto bien común, las competencias


de alfabetización mediática e informacional —como parte del aprendizaje
continuo— pueden ayudar a las personas a transitar los tiempos que corren y
darles sentido. La mejor manera de fortalecer estas competencias es que todas las
partes interesadas (gobiernos, educadores, medios de comunicación y empresas
de Internet, entre otros) se movilicen para trabajar en sus respectivos campos de
actuación a fin de desarrollar y aplicar políticas y estrategias de alfabetización
mediática e informacional adecuadas para ayudar a los ciudadanos a desarrollar
una actitud crítica hacia la interacción con la información, contribuyendo así a
la idea de la información como bien común. Una ciudadanía alfabetizada en
materia de medios e información se convierte entonces en un nodo necesario en el
modelo de negocios de los medios y las empresas de comunicación digital viables y
transparentes, lo que contribuye a los objetivos de desarrollo sostenible.

25 UNESCO. 2015. MILID Yearbook. Media and information literacy for the Sustainable Development Goals. Véase [en línea
(en inglés)] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000234657.locale=en 26 UNESCO. 2016. MILID Yearbook. Media and
information literacy: reinforcing human rights, countering radicalization and extremism https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/
pf0000246371.locale=en
26 UNESCO. 2016. MILID Yearbook. Media and information literacy: reinforcing human rights, countering radicalization and
extremism. Véase [en línea (en inglés)] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000246371.locale=en.

12
Anexo : Ideas sobre la información como bien común

En particular, la alfabetización mediática e informacional cumple un papel clave


en la generación de competencias sobre cuestiones vinculadas a la libertad de
prensa y la seguridad periodística. Si el público que consume noticias es incapaz de
reconocer el periodismo, o desestima su valor, la lógica de concebir la información
como un bien común se ve socavada. Por el contrario, cuando los ciudadanos
pueden exigir una actuación profesional a los periodistas de noticias, y sumarse
a la defensa de estos trabajadores frente a los ataques, la resiliencia informativa
aumenta. La alfabetización mediática e informacional también tiene otra función
igualmente importante: promover la comprensión de las dimensiones de género del
acoso a periodistas.

Conclusión
El tema del Día Mundial de la Libertad de Prensa 2021 es de urgente
importancia para todos los países del mundo. Reconoce el cambiante sistema
de comunicaciones que incide en nuestra salud, los derechos humanos, las
democracias y el desarrollo sostenible. Para resaltar la importancia de la
información en este nuevo ecosistema es importante abordar los temas de la
viabilidad de los medios de comunicación, la transparencia de las plataformas y la
alfabetización y capacidad de los usuarios.

La toma de conciencia respecto de la interdependencia de estos factores dentro de


un panorama más amplio es un paso hacia una mejor ecología de la información.
Esa toma de conciencia es un preludio de posibles cambios en la política, la
reglamentación, la autorregulación, la gobernanza de múltiples partes interesadas,
la educación y la participación pública informada. La información es un derecho
de cada persona, pero su disponibilidad, prominencia y reconocimiento es una
preocupación común. Por ello, el 3 de mayo de 2021 es una oportunidad para
afirmar la importancia de valorar la información como bien común y para explorar
lo que se puede hacer en la producción, distribución y recepción de contenidos
para fortalecer el periodismo y avanzar en la transparencia y el empoderamiento
sin dejar a nadie atrás.

13
DOSIER

Derecho,
bien común,
seguridad
y justicia
Law,
common,
good, security
and justice
Virgilio Ruiz Rodríguez*
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, México
virgilio.ruiz@ibero.mx
Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia

Resumen
Después de tantos siglos en que el derecho ha acompañado al hombre en su
vida, parecería ocioso preguntarse por su finalidad. Sin embargo, como veremos
en el desarrollo de este artículo, hoy día, entre importantes autores, se continúa
discutiendo sobre el mismo tema. Por esta razón me di a la tarea de escribir
algo al respecto, esperando contribuir —desde mi convicción y formación— al
esclarecimiento del problema, ya que son varios los aspectos de la vida social a
los que, según diversos especialistas, debería enfocarse el derecho: bien común,
seguridad, paz, orden, tranquilidad, libertad, justicia, etcétera.

Palabras clave: Estado, derecho, justicia, seguridad, bien común.

Abstract
After so many centuries accompanying man’s life, it would seem pointless to ask
about the end of law. However, as we will see in the development of this article,
this topic still arises discussion among great authors now. For this reason, I
gave myself the task of writing something about it, hoping to contribute–from
my conviction and training–to the clarification of the problem, since there are
several aspects of social life on which, according to various authors, law should
focus: common good, security, peace, order, tranquility, freedom, justice, etc.

Keywords: State, law, justice, security, common good.

Recepción 16-11-19 / Aceptación 10-03-20

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 • p 12-45


* Licenciado, maestro y doctor en filosofía por la Universidad Iberoamericana y licenciado
y maestro en derecho por esta misma universidad. Doctor en Derecho por la UNED,
Madrid. Miembro del SNI I. Ha escrito y publicado más de treinta artículos en revistas
nacionales e internacionales. Sus libros destacados son Ética y mundo actual, El aborto.
Aspectos jurídicos, antropológicos y éticos, Teoría de la ley penal, Filosofía del derecho.
Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia

Introducción

Todo lo que existe, lo que es, lo que se produce tiene un motivo, una
causa, una razón de ser. Es decir, todo tiene un fin por o para el cual
existe. De esta verdad no se escapa el derecho: ¿cuál es su fin? No hay
un consenso entre los autores para señalarlo: por qué o para qué el ser
humano creó el derecho. Esto pone de manifiesto la dificultad para abor-
dar el tema; al mismo tiempo se constituye en motivo de discusión y
desacuerdo entre los autores: para unos, será el bien común; para otros,
la seguridad y la justicia. Finalmente, para otros será solamente la justi-
cia, como conditio sine qua non para disfrutar de la seguridad, la paz, la
tranquilidad, el bien común y otros valores sociales que no tenemos pero
deseamos con fervor.
Cuando el ser humano atraviesa ciertas crisis de convivencia, la pre-
gunta que aflora inmediatamente es: ¿Qué no existe el derecho? O,
¿para qué está el derecho? Estas interrogantes se traducen en el siguiente
cuestionamiento: tiene o no alguna razón de ser el derecho; tiene uno o
varios fines. Este trabajo se encamina a tratar de contestar estas pregun-
tas. En principio habrá que decir, con Manuel Atienza, que el derecho
es un fenómeno omnipresente en nuestras sociedades. Prácticamente no
hay ninguna relación social que no esté, o pueda llegar a no estar regula-
da jurídicamente.1 No obstante su omnipresencia, el derecho no convier-
te en jurídico, sin más, todo aquello por lo cual se interesa. Lo jurídico es
sólo un aspecto de lo social; pero es algo de lo que no podemos prescindir
si queremos entender el mundo en que vivimos.
La importancia del derecho se corrobora a través de lo que acontece
en nuestra vida diaria: si pedimos agua, energía eléctrica, allí está el de-
recho; de igual manera en las relaciones laborales, en que unas personas

1
Manuel Atienza, El sentido del Derecho (Barcelona: Ariel Derecho, 2004), 15.

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 15


Virgilio Ruiz Rodríguez

sean mejor tratadas y mejor retribuidas que otras. En el acontecer diario


somos testigos de robos, asaltos, homicidios, secuestros, hechos todos
que piden la presencia del derecho. La existencia de estos fenómenos en
la vida del hombre refuerza la idea y la afirmación de que el derecho tiene
que existir; y, al mismo tiempo, favorece que algunos autores piensen
como fines del derecho el bien común, la seguridad y la justicia.
Este planteamiento nos invita, sin más preámbulos, a discenir acer-
ca de cuál o cuáles son los fines del derecho, debido a que un buen
número de especialistas no se pone de acuerdo en este punto. Primero,
trataremos de llegar a una noción de lo que es el derecho.

1. El derecho

Un pueblo progresa cuando las instituciones jurídicas que lo rigen ga-


rantizan las libertades humanas, las actividades legítimas y reglamentan
debidamente las formas de convivencia sociales, naturales y, por lo mis-
mo, necesarias al hombre; habida cuenta de que dichas instituciones
se inspiran en los principios racionales que rigen la conducta social del
hombre.
En la vida y existencia con los otros en sociedad, el ser humano se ve a
sí mismo como un sujeto de acción; a través de esta última se crean y esta-
blecen relaciones de distinta índole: sociales, de amistad, de negocios, de
esparcimiento, de distribución de funciones, de trabajo, de comercio, et-
cétera; por desgracia, no siempre todas son bienvenidas y aceptadas, puede
darse injusticia en ellas mismas. Esto hace que el derecho se manifieste a
través de proposiciones normativas, estableciendo relaciones contingen-
tes, con cierto grado de necesidad, con miras a un deber ser.
En esta situación, la ciudadanía de nuestro tiempo sigue prefiriendo
las incertidumbres del derecho a las arriesgadas ventajas de una sociedad
liberal, radicalmente entregada a un juego incontrolado de libertades

16 / Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020


Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia

económicas y laborales. De ahí que el derecho puede ser hoy —afirma


López Calera— un importante instrumento de igualación y liberación
social.2
Debido a la situación, los ciudadanos, en cierto modo, huyen de
los cauces establecidos para administrar justicia e intentan resolver sus
conflictos en el ámbito privado, personal, antes que acudir a los tribuna-
les. Por ejemplo, las empresas multinacionales, que saben mucho de efi-
cacia, suelen disponer en sus contratos cláusulas de arbitraje para resolver
sus diferencias antes de acudir a los tribunales. No obstante —refiere el
autor citado— a pesar de las ineficacias o ineptitudes del derecho hay
que exigir no menos derecho, sino un derecho mejor.3
La importancia que tiene el derecho en la sociedad no es una garantía
absoluta de nada; incluso, puede estar al servicio de los peores intereses.
Lo que parece todavía más claro es que una sociedad dejada en manos de
la libertad natural de sus individuos y grupos puede llevar a resultados
todavía más negativos. Esto manifiesta, de forma evidente, la necesidad
de un ente regulador de la vida social: ese es el derecho.
Algo entendido y aceptado por un gran número de juristas es que el
derecho es dinámico, en el sentido de que se ha ido adecuando y adap-
tando, durante la historia de la humanidad, a las necesidades, exigencias
y situaciones surgidas por el mismo proceder del hombre. Habermas
señala que las normas jurídicas deben establecerse de modo que, desde
diversos aspectos, puedan considerarse a la vez como leyes coactivas y
como leyes de libertad. Esta doble dimensión —indica— pertenece a
la comprensión del derecho moderno. Si hablamos de la validez de una
norma jurídica, entendemos que el Estado garantiza, al mismo tiempo,
la aplicación fáctica del derecho y la creación legítima del derecho. Esto
es, el Estado garantiza, por un lado, la legalidad de la conducta, en el

2
Nicolás López Calera, Filosofía del derecho (I) (Granada: Comares, 1997), 52.
3
López Calera, Filosofía del derecho, 52.

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Virgilio Ruiz Rodríguez

sentido de un cumplimiento generalizado de las normas; y por otro, la le-


gitimidad de la regla misma que tiene que posibilitar, en todo momento,
el seguimiento de las normas por respeto a la ley.4 Lo que hay en el fondo
de este planteamiento es que el derecho moderno, en virtud de sus cua-
lidades formales, se sustrae al influjo directo de la moral postradicional.
No obstante que esto último es una realidad en el mundo actual, Ha-
bermas sostiene —y estoy de acuerdo— que entre el derecho y la moral
se da una relación de complementariedad y no de subordinación: las
materias que precisan regulación legal son simultáneamente más limita-
das y amplias que los asuntos de relevancia moral. Más limitadas porque
a la regulación jurídica sólo le es accesible la conducta exterior, esto es,
la que puede ser sometida a coacción; más amplias porque el derecho,
como medio de organización de la dominación política, no sólo refiere a
la regulación de los conflictos de acción interpersonales, sino también
a la consecución de objetivos y programas políticos.5
El planteamiento anterior ¿a dónde nos lleva?, ¿para qué necesitamos
la regulación de conflictos y la consecución de objetivos y programas
políticos? Pienso que todo está encaminado a responder el siguiente cues-
tionamiento: ¿cuál es la razón de ser del derecho en relación con el hom-
bre? Hay que advertir que el derecho es una obra humana, un producto
humano, forma parte del mundo de los hechos humanos, de las cien-
cias del hombre, de la cultura en definitiva, dice Gregorio Peces-Barba.6
El derecho —escribe Delos— es la expresión de una voluntad soberana,
la del Estado, igualmente soberano y creador de la ley a la cual se somete
imponiéndola a los súbditos.7

4
Ver Jürgen Habermas, La inclusión del otro. Estudios de teoría política, Juan C. Velasco, trad. (Barce-
lona: Paidós Básica, 2013), 249.
5
Ver Habermas, La inclusión del otro, 250.
6
Gregorio Peces-Barba, Introducción a la filosofía del derecho (Madrid: Debate, 1995), 296.
7
Joseph Thomas Delos, Los fines del derecho (Ciudad de México: unam, 1975), 31.

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Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia

Como vemos, el hombre hace el derecho, lo produce siempre por


algo, es decir, en virtud de un motivo. Asevera Recaséns Siches: “lo hará
para otro algo, con un propósito, con una finalidad que desea realizar”.8
[...] “El derecho alberga siempre en sí un propósito humano, una fina-
lidad humana, a saber, lo que los hombres intentan lograr mediante la
regulación jurídica”.9 Así pues, el derecho tiene una intención: satisfacer
determinadas necesidades, cumpliendo con ciertos fines y al servicio de
algunos valores, para lo cual se sirve de una normatividad específica,
de un cierto deber ser.
El mismo autor señala que el derecho se orienta (en plural) hacia de-
terminados fines. El derecho surgió porque los hombres sienten urgen-
cias específicas: la de certeza y seguridad en las relaciones sociales que
más lo afectan; la necesidad de que las normas ciertas y seguras (garan-
tizadas) que rijan estas relaciones estén inspiradas en la justicia; el afán
de que en las relaciones sociales permanezca salvaguardada la libertad
individual y, a la vez, cumplida la cooperación colectiva indispensable,
que conduzca a un bienestar social.10
Hay que decir que la libertad necesita del derecho y el derecho nece-
sita de la libertad. Como es evidente, la necesidad es recíproca. Hemos
aseverado que el derecho es un producto humano. Sin negar esto, habrá
que afirmar que el derecho no tiene comienzo ni consistencia alguna si
los hombres no lo intuyen libremente, si no viven en libertad con y de-
bajo de él, y están de acuerdo con él. El ordenamiento jurídico —apun-
ta Brieskorn— no está dado de antemano como una relación natural,
de manera que sólo requiriera la elaboración y configuración artificial.
El derecho necesita una reelaboración constante; puede anquilosarse y

8
Luis Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho (Ciudad de México: Porrúa, 1974), 5.
9
Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho, 10.
10
Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho, 76.

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Virgilio Ruiz Rodríguez

convertirse en un antiderecho cuando impide la mediación de los espa-


cios de libertad.11 No hay que olvidar nunca que precisamente somos
libres en virtud de la existencia y observancia del derecho.
Aunque parezca inverosímil, surge esta pregunta inevitable: para que
el derecho realmente sea derecho, ¿debe poseer índole o carácter moral?
No se puede evadir hablar del pensamiento iusnaturalista, el cual, se-
gún Otfried Hoffe, si no se quiere vincular a una determinada tradición
filosófica, puede definirse argumentando que se basa en un impulso crí-
tico-normativo. Parte del hecho de que existen principios jurídicos su-
prapositivos que, por encima de todo orden jurídico vigente, constituyen
una pauta universalmente válida y absolutamente obligatoria. Esta pauta
es, en general, llamada derecho natural. Se puede hablar también de de-
recho (éticamente) correcto o de la idea de justicia (político-social).12
Para Dworkin el derecho no sólo está relacionado con la moral, sino
que lo concibe como una rama de ésta. Para lograr que sea posible, es
necesario poner el acento en lo que podríamos llamar justicia procedi-
mental: la moral tanto de la gobernanza equitativa como del resultado
justo. Igualmente es necesario entender que la moral tiene una estructura
de árbol: el derecho es una rama de la moral política, que a su vez es
una rama de una moral personal más general, y ésta, una rama de una
teoría todavía más general de lo que es vivir bien.13
Una nota importante del derecho natural —según Höffe— es que es
objeto de una comprensión múltiple: en primer lugar, la naturaleza en
cuanto fuente de conocimiento, en el sentido de la razón natural que
nos ayuda al conocimiento de la pauta jurídica suprema. Además, es la

11
Norbert Brieskorn, Filosofía del derecho, Claudio Gancho, trad. (Barcelona: Herder, 1993), 35.
12
Ver Otfried Höffe, Estudios sobre teoría del derecho y la justicia, Jorge M. Seña, trad. (Barcelona: Alfa,
1988), 106.
13
Ronald Dworkin, Justicia para erizos, Horacio Pons, trad. (Ciudad de México: f.c.e, 2014), 20.

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Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia

naturaleza del derecho, junto con su pretensión de corrección ética, a la


que le corresponde, desde la perspectiva de la justicia, la última autoridad
normativa. Finalmente, el derecho natural depende de la naturaleza en
tanto esencia del hombre y de los estados de cosas que hay que reglar.14
El derecho, como la moral y la política, habrá que decirlo, es una cien-
cia normativa, da reglas, indica lo que debe ser y lo que necesariamente
es; esto se expresa cuando se dice que el derecho habla en imperativo y
no en indicativo, como la ciencia de la naturaleza física.
Una vez planteado lo anterior, pasamos a dilucidar si es uno o son
varios los fines del derecho.

2. El bien común

Para Louis Le Fur el fin del derecho consiste en garantizar que por la
justicia, el orden y la seguridad se creen las condiciones que permitan a
los miembros del grupo realizar su bien, el de todos, el bien común. Esta
realización implica el sostenimiento de una justa medida entre la tradi-
ción y el progreso y, en consecuencia, el simultáneo rechazo a la rutina
y las variaciones demasiado bruscas.15 De esta manera, el bien común
se aprecia en función del hombre —no del individuo—, de la persona
espiritual y libre. J. T. Delos lo define como “el conjunto organizado
de las condiciones sociales, políticas, económicas, religiosas, gracias a
las cuales la persona puede cumplir su destino natural y espiritual”.16
González Uribe apuntaría que el bien común se manifiesta, sobre todo,

14
Höffe, Estudios sobre teoría del derecho, 107.
15
Luis Le Fur, “El fin del Derecho: bien común, justicia, seguridad”, en AA.VV., Los fines del derecho,
Daniel Kuri Breña, trad. (Ciudad de México: unam, 1975), 16.
16
Joseph Thomas Delos, “Los fines del Derecho: bien común, seguridad, justicia”, en AA.VV, Los fines
del derecho, 45.

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 21


Virgilio Ruiz Rodríguez

en los bienes y valores que la sociedad, con los elementos que dispone,
asegura en beneficio de la persona humana: el orden, la paz, la justicia, la
seguridad y el bienestar. Por esta razón se constituye como la causa final
de la sociedad.17
Según Luciano Parejo Alfonso, la libertad y seguridad, en tanto bienes
estrechamente imbricados, se inscriben en el orden jurídico cuya efecti-
vidad es misión del Estado; esto hace referencia a la tradicional relación
entre libertad y utilidad común, la κοινόν griega, que pasó a Roma como
bonum commune.18
Por otra parte, en todo el mundo, la tendencia actual —observa Rad-
bruch— es la de orientar el orden de la sociedad únicamente en el sen-
tido de lo que se tiene por el bien común y negar los principios autóno-
mos de justicia y seguridad. De esta manera, se destruye la idea misma
del derecho.19 Junto al bien común debemos reconocer la justicia como
otro de los fines del derecho; pero no la justicia entendida en sentido
amplio, sino en su noción particular, que es la que esperamos realice el
derecho. Esta noción de justicia fue determinada de manera definitiva
—señala el mismo autor— por Aristóteles: justicia significa igualdad;
no tratamiento igual de todos los hombres y todos los hechos, sino apli-
cación de una medida igual. El tratamiento mismo será diferente en la
medida en que difieren los hombres y los hechos. Habrá pues, no una
igualdad de tratamiento absoluto, sino proporcional. He ahí la justicia
distributiva de Aristóteles.20
Por encima de estos fines, para López Calera —quien prefiere hablar
de funciones del derecho y no de fines— se encuentra la justicia:

17
Ver U. H. González, Teoría política (Ciudad de México: Porrúa, 1987), 554-555.
18
Luciano Parejo, “Libertad y seguridad en la Constitución”, en AA.VV., Libertad, seguridad y derecho
(Madrid: Fundación Modernización de España, 2003), 29.
19
Gustav Radbruch, “El fin del Derecho”, en AA.VV., Los fines del derecho, 58.
20
Radbruch, “El fin del Derecho”, 59.

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Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia

…desde una perspectiva filosófico-jurídica, no es ninguna aberración afir-


mar que hay una función genérica, propia o específica del derecho que histó-
ricamente se reconoce con bastante constancia e insistencia, aunque no de
manera unívoca ni exclusiva, que es la justicia. En otras palabras, es razonable
afirmar que la “gran función” del derecho es realizar la justicia en una deter-
minada sociedad.21

Para Delos, la seguridad y la justicia forman parte del bien común; pero
también, nadie negará que, siendo diferentes, son fines del derecho posi-
tivo. En su sentido más general, Delos la define como “la garantía dada al
individuo de que su persona, sus bienes y sus derechos no serán objeto de
ataques violentos o que, si éstos llegan a producirse, le serán asegurados
por la sociedad, protección y reparación”.22 Líneas más adelante puntua-
liza que la seguridad es un estado subjetivo, consistente en la convicción
que tiene el sujeto de que la situación de la cual goza no será modificada
por la violencia, por una acción contraria a las reglas y a los principios
que rigen la vida social.23

3. La seguridad por el derecho

Entre los conceptos que integran el título de este escrito existe una es-
trecha relación; pero ¿en virtud de qué objetivo se comentan o se estu-
dian? Parecería un eufemismo, pero la respuesta puede ser otra pregunta:
¿alguno de ellos tiene prioridad? Cabe indicar que no existe un acuerdo

21
Nicolás López, Calera, “Funciones del derecho”, en Derecho y Justicia, V. E. Garzón y J. F. Laporta,
comps. (Madrid: Trotta, 2000), 458-459.
22
Delos, “Los fines del Derecho”, 47.
23
Delos, “Los fines del Derecho”, 48.

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 23


Virgilio Ruiz Rodríguez

entre los pensadores para definir cuál de ellos es el medio, y cuál o cuáles,
los fines. Así, para Louis Le Fur, la función del factor jurídico, es decir, el
fin del derecho, consiste en garantizar que, mediante la justicia, el orden
y la seguridad, se creen las condiciones que permitan a los miembros del
grupo realizar el bien común.24
El derecho, en cuanto sistema normativo, se manifiesta, entre otras
posibilidades, como sistema de seguridad, es decir, como control social
para la implantación y realización de un determinado modelo de or-
ganización social. Podemos decir —con Elías Díaz— que legalidad y
seguridad son términos coincidentes en amplia medida. En este sentido,
el reino de la arbitrariedad es el dominio de la total inseguridad; la lucha
en su contra es, entre otras cosas, la lucha por la seguridad jurídica. La
legalidad es siempre un progreso con respecto de la arbitrariedad.25
La seguridad es algo que aprecia tanto el ser humano que, desde el
supuesto origen de la sociedad a través del contrato, los hombres se dan
cuenta —según Paulette Dieterlen—que en el estado natural, un esta-
do de igualdad, no tienen seguridad ni posibilidad de obtener ventajas
colectivas, como la industria, el cultivo de tierras, la navegación, etcétera.
Motivados por el miedo de vivir en ese estado, los individuos intercam-
bian sus derechos, como el de propiedad y el de libertad de expresión,
por la seguridad. Con ello, el soberano obtiene la obediencia de los súb-
ditos, siempre y cuando les proporcione seguridad.26
Es verdad que la seguridad como valor social es uno de los más exi-
gidos por el ser humano. De tal manera que, para un buen número de
pensadores en el ámbito jurídico, la seguridad se constituye como fin del
derecho por excelencia. La seguridad y la justicia —para Radbruch—

24
Le Fur, “El fin del derecho”.
25
Elías Díaz, Sociología y filosofía del derecho (Madrid: Taurus Humanidades, Santillana, 1992), 42.
26
Paulette Dieterlen, “Ética y poder público”, en Cuestiones morales, Osvaldo Guariglia, ed. (Madrid:
Trotta, 1996), 133.

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marcan al hombre de modo diferente y diverso: la justicia tiene la


cualidad de dar base a una conducta idealista y progresiva respecto al
derecho; la seguridad, en cambio, determina una conducta positiva y
conservadora. Frente al sentido de la justicia surge el sentido del derecho
como expresión de orden. El hombre de derecho, lego o profano, se
orienta siempre más a la justicia; el hombre de derecho jurista, en cam-
bio, hacia la seguridad.27
En un primer momento podemos hablar de seguridad jurídica y de
seguridad social. La primera, en su forma más primaria e inmediata,
dotada de cierto contenido, puede concebirse como un valor que, por lo
mismo, aparece no como algo que el derecho debe hacer, sino como algo
que irremediablemente hace en su funcionamiento normal. En este caso,
hablamos del que hace justicia, es decir, del juez, quien interpreta la ley,
por el grado de discrecionalidad del cual goza, pero que también debe
obedecer la ley establecida por la autoridad competente; garantizando
con ello la seguridad jurídica. Con ello puede montar un cierto orden,
crear y hacer funcionar un determinado tipo de organización en una
sociedad, institucionalizar un concreto sistema de seguridad, del cual
la sociedad puede disponer; razón por la que podemos hablar de segu-
ridad social, fruto y resultado de que el juez cumpla con su función:
impartir justicia.
No es tan sencillo hablar de seguridad jurídica, ya que —según Ha-
bermas— puede darse una relación tensa entre la garantía de seguridad
jurídica de un Estado que ejerce el monopolio de la violencia y la aspi-
ración legitimadora del ordenamiento del Estado democrático de de-
recho.28 Dicho monopolio estatal de la violencia puede ser puesto en

27
Gustav Radbruch, Filosofía del derecho, José Medina, trad. (Madrid: Reus, 2007), 184-185.
28
Jürgen Habermas, Ensayos políticos, Ramón García, trad. (Barcelona: Península, 2002), 111.

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 25


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cuestión por los actos incriminados supuestamente o de hecho, como


en el caso del terrorismo.29
Dentro del campo del derecho, norma e institución jurídica son los
componentes del sistema jurídico total —opina Elías Díaz—. En cuanto
sistema de seguridad, todo sistema jurídico se muestra, primaria y míni-
mamente, como sistema de información. El derecho intenta una cierta
organización de la sociedad, instaura un determinado orden, atribuyen-
do a los individuos una posición concreta dentro de él, así como una
zona de actuación en la que cada uno puede conocer con relativa certeza
las expectativas y posibilidades de los comportamientos recíprocos que
serán garantizados y protegidos. El derecho cumple, en este sentido, una
función primaria de información; con él sabemos, más o menos, a qué
atenernos: qué se puede y qué no se puede hacer legal e impunemente.30
El derecho proporciona la seguridad mínima de saber con certeza lo que
está prohibido y lo que está permitido. Esto será siempre mejor que la
total arbitrariedad o la absoluta inseguridad del no-derecho.
Es un hecho —pienso que nadie lo puede refutar al hablar de nuestro
México— que durante los últimos años la seguridad ha sido objeto de
numerosas investigaciones, debido, entre otros factores, al aumento
de los hechos que la ponen cada vez más en entredicho. El ciudadano co-
mún y corriente vive un estado permanente de indefensión, de zozobra,
de miedo y angustia; porque no se aplica la ley, por lo mismo, no se hace
justicia, y se vive alimentando una constante impunidad, cuyo resultado
es la inseguridad.
Recaséns Siches es consciente del conflicto que se puede generar entre
seguridad y justicia. Ante ello, señala con toda firmeza que el fin supre-

29
Habermas, Ensayos políticos, 110.
30
Ver Díaz, Sociología y filosofía del derecho, 40-41.

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mo del derecho es la realización de la justicia y del séquito de valores im-


plicados por ella. Hace una puntualización muy pertinente: sólo cuando
un derecho cumple relativamente este fin parece justificado ante nuestra
conciencia y resulta obligatorio. Adviértase que ningún orden jurídico
positivo —en tanto obra humana— puede resultar absolutamente justo.
Si se partiese del supuesto de que sólo un orden jurídico perfectamente
justo está justificado, y sólo él obliga en conciencia, entonces habríamos
eliminado la posibilidad de todo orden jurídico humano, de todo dere-
cho positivo. Porque un orden jurídico positivo perfectamente justo en
todas partes y en todos sus efectos nunca ha existido, en ningún lugar del
mundo, ni podrá existir en el futuro.31
Como resultado de lo apuntado por Recaséns, debemos aceptar que
el orden jurídico positivo, incluso el mejor de ellos, habrá de contener
algunas injusticias o, por lo menos, algunas realizaciones defectuosas de
las exigencias de justicia. Frente a esto, ya que la persona es quien debe
realizar la justicia por medio del derecho, ella procurará siempre dar a
cada uno su derecho, lo que es de cada quien, lo que le pertenece, que es
lo que exige y en lo cual consiste la justicia. Por ello la seguridad supone
la creación de un ámbito de certeza, de saber a qué atenerse; cuando el
derecho tiene en la mira a la justicia, evitando la impunidad, con lo cual
se elimina el miedo, se favorece la creación de un clima de confianza en
las relaciones sociales entre los seres humanos que intervienen y posibili-
tan esas relaciones. En torno a esto podríamos preguntar, ¿qué otra cosa
es la seguridad? Tranquilidad, ausencia de temor provocado por personas
que no tienen en cuenta la ley ni al otro, porque solamente son ellos;
también es certeza frente al abuso del poder, porque acepta como límite

31
Luis Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho (Ciudad México: Porrúa, 1978), 137.

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 27


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el derecho; confianza en el propio sistema jurídico y lucha frente a la


desesperanza.
La seguridad, señala Hermann Heller

“no es sólo la exigencia de una certidumbre de ejecución, asegurada por la


coacción organizada estatalmente, sino además y antes de ella, tanto histórica
como conceptualmente, la certidumbre de sentido del derecho reclama la or-
ganización del Estado por vías de derecho. [...] En el Estado moderno es don-
de el estatus social del derecho alcanza el más alto grado de seguridad, porque
la organización jerárquica de aquel dispone de un cuerpo extraordinariamen-
te diferenciado desde el punto de vista técnico, integrado por órganos dedi-
cados al establecimiento, la aplicación y ejecución del derecho positivo”.32

En relación con lo anterior, Elías Díaz rechaza la idea de orden como


valor o finalidad exclusiva del derecho, por endeble e insuficiente. El de-
recho ha intentado en todo momento legitimarse y justificarse desde una
perspectiva superior al mero orden, es decir, desde la perspectiva que se
puede denominar realización de la justicia. Al derecho no le es indiferente
implantar uno u otro modelo de orden: no cualquier tipo de organización,
sino la que se presenta como la más justa posible, la considerada como tal
en cada momento histórico. Esto es así porque la referencia a la justicia
aparece como algo inevitable al hablar de derecho. La justicia como pre-
tensión aparece así como valor necesario para el derecho.33
Se dice que uno de los fines del derecho es la seguridad, la cual, según
Delos, es un estado subjetivo: la convicción que tengo de que mi situa-
ción no será modificada por la violencia, por una acción contraria a las

32
Herman Heller, Teoría del Estado, Luis Tobio, traductor (México: fce, 1987), 242-243,
33
Díaz, Sociología y filosofía del derecho, 48-49.

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reglas y a los principios que rigen la vida social. Esta seguridad en la vida
social, ¿quién la garantiza? El individuo responderá que su seguridad es
la presencia de una policía, de una fuerza armada, de un aparato de jus-
ticia represivo. En este sentido objetivo, la seguridad se confunde con la
existencia de un estado de organización social. Así el individuo vive en
“seguridad”, como vive en “sociedad”.34
Sostiene el mismo autor que la justicia y la seguridad son fines del
derecho, pero son diferentes: la justicia es una noción moral correlativa
al derecho, mientras la seguridad es una cuestión de hecho, un estado de
hecho. ¿Será una seguridad subjetiva? Dice Delos: es un hecho psicológi-
co, la certeza efectiva de que la violencia no vendrá a perturbarme en la
posesión de mis bienes.35 Hay algo relevante en esto, pues si bien la segu-
ridad y la justicia se consideran fines del derecho, el mismo Delos señala
la importancia de que la investigación sobre la seguridad se sitúe sobre el
plan de la justicia y el derecho, y que toda acción en favor de la seguridad
social está encuadrada y limitada por la justicia y el derecho.36
“Es verdad —escribe R. Dworkin— que una comunidad quiere el más
alto nivel de seguridad, el mejor sistema educativo, la red más eficiente
de transporte y la mejor atención médica disponible. Pero su presupues-
to es ajustado”. [. . .] “Tal vez comprobemos que una concepción más
adecuada de la libertad muestra, después de todo, que las medidas que
mejoran la seguridad no la comprometen. A veces la profundización del
estudio refuerza el conflicto: no cabe duda que el honor de una nación
se sacrifica cuando se tortura a presuntos terroristas. En tales casos no
hay conflicto moral, porque la moral exige que renunciemos a cualquier
seguridad que alcancemos al precio del deshonor”.37

34
Delos, “Los fines del derecho”, 48.
35
Delos, “Los fines del derecho”, 49.
36
Delos, “Los fines del derecho”, 53.
37
Dworkin, Justicia para erizos, 151-152.

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 29


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A todo esto, ¿qué entendemos por seguridad? Responder conlleva


cierto grado de dificultad pues varían las concepciones que se tienen
de ella. Para Delos es relevante notar que la definición hacia la cual el
derecho internacional se ha encaminado concuerda con la que el dere-
cho interno ha elaborado desde hace mucho tiempo. En su sentido más
general, la seguridad es “la garantía dada al individuo de que su persona,
sus bienes y sus derechos no serán objeto de ataques violentos o que, si
éstos llegan a producirse, le serán asegurados por la sociedad, protección
y reparación”.38
Si se precisara la noción de seguridad —continúa el autor— conclui-
ríamos que es esencialmente una noción societaria, en el sentido de que
la seguridad está ligada a un hecho de organización social: está seguro
aquel que tiene la garantía de que su situación no será modificada sino
por procedimientos societarios y consecuencias regulares, conformes a la
regula, legítimos conformes a la lex.39
La seguridad es —según Recaséns— un valor inferior respecto a la
justicia, pero su realización condiciona la posibilidad de cumplimiento
de ciertos valores superiores, como el respeto a la dignidad de la persona
y a su autonomía individual para que pueda cumplir con su auténtico
destino propio. Entonces, la seguridad, que por sí sola se presenta como
puro orden formal, cobra plenitud de sentido y de justificación, se llena
del más alto contenido valioso.40
Dice Garzón Valdés: “cualquiera que sea la concepción moral que se
sustente, hay un valor que todo sistema jurídico positivo tiene que res-
petar: el de la seguridad jurídica, entendida como convivencia pacífica y
previsibilidad de las decisiones jurídicas”.41 Navarrete, Abascal y Laborie

38
Delos, “Los fines del derecho”, 47.
39
Delos, “Los fines del derecho”, 46-47.
40
Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho, 136.
41
Ernesto Garzón, “Derecho y moral”, en El derecho y la justicia, Garzón y Laporta, 402.

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la comprenden como: “la garantía de la aplicación objetiva de la ley”.42


De esto se desprende —según Rigoberto Ortiz— que la seguridad jurídi-
ca excluye los actos de poder de carácter arbitrario, distantes del derecho
positivo, como conjunto de normas jurídicas claras y estables.43

3.1. Seguridad en el ejercicio del poder

Frente al modelo de gobierno de los hombres, donde sólo se responde a


la pregunta: ¿quién manda?, y no tiene sentido otra: ¿cómo se manda?,
está el modelo de gobierno de las leyes, donde las dos preguntas y las dos
respuestas correspondientes tienen sentido y son complementarias. La
seguridad —escribe Gregorio Peces-Barba— no deriva sólo de identificar
al órgano con poder para crear normas, también de los cauces o reglas
de procedimiento necesarios para que esas normas sean válidas. Una ga-
rantía central de la seguridad jurídica es el imperio de la ley, el Estado de
derecho, donde se regula y se racionaliza el uso de la fuerza por el poder.44
A contrario sensu Elías Díaz observa que, cuando el Estado desconoce y
desprecia su propio derecho, surge la arbitrariedad y se instaura la total
inseguridad para individuos y sociedad. Por esta razón, la existencia de
un ordenamiento jurídico coherente, tarea principal del poder legislati-
vo, y su realización mediante los órganos ejecutivos y judiciales compe-
tentes, constituye el presupuesto de base para la seguridad jurídica.45

42
Tarcisio Navarrete et al., Los derechos humanos al alcance de todos (Ciudad México: Diana, 1994),
204.
43
Rigoberto Gerardo Ortiz, La seguridad jurídica. Los derechos humanos en la jurisprudencia mexicana
(Ciudad de México: cndh, 2004), 126.
44
Ver Gregorio Peces-Barba, Curso de derechos fundamentales. Teoría general (Madrid: Universidad
Carlos III de Madrid, Boletín oficial del Estado, 1999), 250-251.
45
Díaz, Sociología y filosofía del derecho, 42-43.

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Junto al derecho a la seguridad de todo ciudadano, también se con-


templan el derecho a la igualdad procesal y a la igualdad ante la ley,
otros ejemplos generales de esta dimensión, en el ejercicio del poder, de
la influencia de la seguridad jurídica como fundamento de los derechos.
Como se ve, la seguridad jurídica la produce el derecho, al regular con
sus normas la realidad del poder; es una seguridad a través del derecho.
Pero también, argumenta Gregorio Peces-Barba, tiene sentido y se pue-
de hablar de seguridad en el derecho, en el sistema jurídico, considerado
en sí mismo, desde el punto de vista interno.46
La seguridad a través del derecho pretende protegernos de los malefi-
cios del poder limitando el poder del Estado. La seguridad en el derecho
se da a través de los mecanismos jurídicos que pretenden vacunarnos
frente a los maleficios del propio derecho. Esto se conocerá como segu-
ridad jurídica. En este sentido, buscamos una seguridad ante la propia
existencia del fenómeno jurídico y de un ordenamiento que regula los
comportamientos humanos en la sociedad.47 Esto se refuerza señalando,
con Víctor Moreno, que la realización del Estado democrático de dere-
cho exige que los poderes públicos, que disponen del uso legítimo de la
fuerza, deban mantenerse dentro de los límites de la ley, de modo que
cuando su actuación entra en conflicto con el ciudadano, se articule un
mecanismo de protección de sus derechos frente a los excesos del poder,
a través de un órgano independiente para componer la continua relación
conflictiva entre el ciudadano —que quiere defender su libertad— y la
autoridad cuando pretenda menoscabarla.48
La mera existencia de un derecho produce seguridad —dice Elías Díaz
y estoy de acuerdo con él—; puede decirse desde esta perspectiva que

46
Peces-Barba, Curso de derechos fundamentales, 252.
47
Peces-Barba, Curso de derechos fundamentales, 252-253.
48
Víctor Moreno, “Las garantías del Poder Judicial en el Estado democrático”, en AA.VV. Libertad,
seguridad y derecho, 45.

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el valor seguridad, aunque sólo sea en ese momento incipiente, es algo


que aparece irremediablemente cuando comienza a hablarse de lo que
es el derecho y lo que hace en la sociedad.49 Dicho de nuevo, lo
que se constata es que el derecho, en cuanto sistema de legalidad, pro-
duce seguridad. Sobre esto escribe Radbruch: “la exigencia de seguri-
dad jurídica sólo puede cumplirse mediante la positividad del derecho.
Por tal seguridad entiende la seguridad del derecho mismo”.50 Esto
quiere decir que la seguridad jurídica reclama la vigencia del derecho
positivo. Pero la necesidad a que responde la seguridad jurídica, dice
Radbruch, puede hacer también que los Estados se conviertan en estados
jurídicos. Por ejemplo, las prácticas contrarias a la ley se convierten en
derecho al elevarse a costumbre, pudiendo dejar fuera de combate a las
leyes que se interpongan en su camino.51
Frente a la afirmación tan segura (valga la tautología) de Elías Díaz,
Pérez Luño señala que la seguridad jurídica es un concepto inseguro por
su ambigüedad: puede consistir en la seguridad de los ciudadanos, ase-
gurada por el derecho; en la garantía de exigibilidad del derecho mismo;
en la función de legalidad presente en todo sistema jurídico; en cierto
contenido ético atribuido a la ley o, para resumir, en “una exigencia ob-
jetiva de regularidad estructural y funcional del sistema jurídico” o en su
“faceta subjetiva”: la certeza del derecho que depende del conocimiento
de éste por sus destinatarios.52
Como efecto de las seguridades anteriores, podemos hablar de la segu-
ridad social como una dimensión más de la seguridad jurídica, pero no
plenamente aceptada como las dos anteriores, sino que —como señala
Peces-Barba— tiene contestación y no se considera como tal. Es preciso

49
Díaz, Sociología y filosofía del derecho, 42.
50
Gustav Radbruch, Introducción a la filosofía del derecho, Wenceslao Roces, trad. (Ciudad de México:
f.c.e. 1985), 40.
51
Radbruch, Introducción a la filosofía del derecho, 41.
52
Antonio Enrique Pérez Luño, La seguridad jurídica (Barcelona: Ariel, 1991), 20.

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señalar que no se admite como tal desde los partidarios del Estado mí-
nimo.53 Pese a este semirechazo, la seguridad es un bien tan valioso que,
gracias a ella, podemos prever el futuro y tomar nuestras disposiciones
para él; es la base sobre la cual descansan todos los planes, todo trabajo,
todo ahorro; hace que la vida no sea simplemente una sucesión de ins-
tantes, sino una continuidad, y que la vida del individuo entre como un
eslabón en la cadena de las generaciones. Es la característica distintiva
de la civilización, lo que separa al hombre culto del salvaje, la paz de la
guerra, al hombre de la bestia.

4. La justicia

Sin virtud, el hombre es el más impío y salvaje de los animales, el más


lascivo y glotón. La justicia, en cambio —dice Aristóteles— es cosa de la
ciudad, ya que es el orden de la comunidad civil y consiste en el discer-
nimiento de lo que es justo.54
Al adentrarnos en el tema, como en cualquier campo del saber re-
lacionado con la propia existencia humana, encontramos diferentes
puntos de vista. Así Trasímaco, personaje central del diálogo platónico
de la República, dice que lo justo para él es lo que conviene o place al
más fuerte.55 Sobre esto, Leibniz indica que si así fuera, las sentencias
de un tribunal supremo o del juez de última instancia nunca serían in-
justas, como nunca sería vituperable la conducta del hombre malo pero
fuerte. Es más: una misma acción podría pasar por justa o injusta según

53
Gregorio Peces-Barba, “Libertad y seguridad desde la filosofía del derecho”, AA.VV., Libertad, segu-
ridad y derecho, 19.
54
Pol. L. I, c. 2, 1253ª
55
Platón, República, I, 338c.

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el juez, lo que resulta risible. Una cosa es ser justo y otra pasar por tal y
representar a la justicia.56
Algo más —comenta el mismo Leibniz— respecto a lo dicho por
Trasímaco: aun cuando en el universo, o en el gobierno de todo lo que
existe, las cosas se encontrasen tan felizmente dispuestas que el más
poderoso fuese justo, y nada hiciese que mereciera censura, su poder
no sería en realidad el fundamento formal de su justicia. Si la fuerza
constituyera el verdadero fundamento de la justicia, todos los fuertes
serían justos en proporción a la extensión de su poder, cosa que la ex-
periencia desmiente.57 De algún modo la justicia sí se puede vincular
con la fuerza, lo que la hace diferente de otras virtudes. Así lo expresa
A. Smith: al tratar de comparar la justicia con otras virtudes resulta
que nos sentimos ante una mayor obligación de obrar de acuerdo a la
justicia que en armonía, con la amistad, la caridad o la generosidad;
de alguna manera la práctica de estas tres últimas virtudes parece ser
dejada a nuestro libre albedrío pero, de una u otra forma, nos sentimos
vinculados, obligados y forzados de un modo especial a observar la
justicia. Es decir, pensamos que el empleo de la fuerza es totalmente
correcto y cuenta con la aprobación de todas las personas, para cumplir
con las reglas de la justicia, pero no para seguir los preceptos de las otras
virtudes.58
Por ello, afirma López Calera: “El derecho no trata de hacer buenos a
los hombres, sino que actúen justamente. Ni persigue tampoco una con-
vivencia social basada en la amistad o en el amor, sino en la justicia”.59

56
Gottfried W. Leibniz, Tres ensayos: El derecho y la equidad. La justicia. La sabiduría, E. García Máy-
nez, trad. (Ciudad de México: unam, 2009), 10.
57
Leibniz, Tres ensayos, 11.
58
Ver Adam Smith, La teoría de los sentimientos morales, Carlos Rodríguez Braun, trad. (Madrid:
Alianza Editorial, 2009), 173.
59
López Calera, Filosofía del derecho, 67.

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Hemos nacido para la justicia —ya lo decía Cicerón— y la ley (el dere-
cho) no se funda en la opinión sino en la naturaleza misma del hombre.60
Sobre la justicia en particular, Radbruch escribe:

“es una categoría vacía que puede llenarse con los más diversos contenidos.
De esta manera, la furia de una justicia desenfrenada en el vacío puede re-
vestir aun lo más monstruoso con un ropaje ideal. La justicia es un valor de
polaridad que necesita de la resistencia para realizarse según su esencia. La
justicia que no está suavizada continuamente por el amor lleva a la injustica
de igual modo que el perdón significaría debilidad insostenible si no fuera
combatido continuamente por la justicia. La justicia sin amor se convierte en
endurecida autojusticia, de la que tarde o temprano se vengan terriblemente
las fuerzas vitales oprimidas”.61

Todos los hombres —afirma Kant— poseen un deseo de justicia, un


afán por proteger sus derechos, de forma que reclaman autoridad para
dar satisfacción al derecho de otros cuando éste haya sido infringido. Al
enterarnos que se ha cometido una injusticia contra una persona, nos
indignamos y estamos ansiosos por hacer experimentar al infractor lo
que significa violar el derecho de otro. Cuando el deseo de justicia va más
allá de lo que es necesario para defender nuestros derechos, se convierte
entonces en una venganza, lo cual hay que evitar.62
Respecto a este punto, Smith apunta que la virtud cuya observancia no
es abandonada a la libertad de nuestras voluntades, sino que puede exi-
girse por la fuerza, y cuya violación expone al rencor y, por consiguiente,

60
Marco Tulio Cicerón, La República y las Leyes, I, 28, Juan Ma. Núñez, ed. (Madrid: Akal/Clásica,
1989), 203-204.
61
Filosofía del derecho, José Medina, trad. (Madrid: Editorial Revista de derecho privado, 1993), 186.
62
Ver Immanuel Kant, Lecciones de ética, Roberto Rodríguez Aramayo, trad.(Barcelona: Austral,
2015), 258.

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al castigo; esa virtud es la justicia. La violación de la justicia es un mal,


causa un ultraje real y efectivo a personas concretas, por motivos que son
naturalmente reprobados. Resulta, por tanto, el objeto propio del enfado
y la sanción, consecuencia natural del resentimiento.63
La justicia pide igualdad, por ello, los gobiernos tienen la responsabi-
lidad soberana de tratar a todos sus gobernados con igual consideración
y respeto. Alcanzan la justicia en la medida en que lo logran. La justicia
es (en relación con el Estado) —sostiene R. Dworkin— una cuestión de
grado. Ningún Estado es del todo justo, pero varios cumplen razonable-
mente bien la mayoría de las condiciones exigidas para ser tal.64
La justicia que imagina Dworkin comienza en lo que parecía una pro-
posición incuestionable: que el gobierno debe tratar a quienes están bajo
su autoridad con igual consideración y respeto. Esa justicia no amenaza
nuestra libertad, la expande. No trueca la libertad por la igualdad o a la
inversa. No malogra la empresa en beneficio de la trampa. No está a favor
de un gobierno grande ni de uno pequeño: sólo de un gobierno justo.
Surge de la dignidad y aspira a ésta. Hace más fácil y probable, para cada
uno de nosotros, vivir una vida buena. Sin dignidad nuestra vida no es
más que parpadeos de duración. Pero si nos las ingeniamos para llevar
bien una vida buena, creamos algo más. Ponemos un subíndice a nues-
tra mortalidad. Hacemos de nuestras vidas diamantes diminutos en las
arenas cósmicas.65
Los autores de injusticias despojan a sus víctimas de oportunidades
o recursos que probablemente las habrían conducido a decisiones dife-
rentes. En vista de la injusticia, deberíamos reducir la responsabilidad de

63
Adam Smith, La teoría de los sentimientos morales, Carlos Rodríguez Braun, trad. (Madrid: Alianza
Editorial, 2009), 173.
64
Dworkin, Justicia para erizos, 392-393.
65
Dworkin, Justicia para erizos, 511.

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sus víctimas. La pobreza que podría considerarse acaso reductora de la


responsabilidad de juicio es sólo pobreza injusta. Por eso, quienes niegan
la injusticia también niegan la reducción.66
Si justicia significa igualdad, la justicia conmutativa no es sino la jus-
ticia distributiva aplicada a hombres que se consideran como iguales. A
pesar de su carácter proporcional —anota Radbruch— la justicia exige
que los hombres y los hechos agrupados según categorías más o menos
vastas sean tratados sobre un pie de igualdad o, lo que quiere decir la
misma cosa, que las normas que regulan este tratamiento sean más o
menos generales.67
Sostenemos, con este autor, que la justicia no sólo es un fin del dere-
cho, sino que es el fin del derecho, de ninguna manera se ha de confundir
con el bien común: la justicia presupone la existencia de un conflicto,
mientras que la idea de bien común lo niega. La justicia exige que la idea
del bien común soporte ser puesta en la balanza con los intereses justifi-
cados del individuo; contrario al bien común, ella tiene un carácter indi-
vidualista. La justicia está caracterizada por los principios de la igualdad
y la generalidad, ajenos a la idea del bien común.68
Leibniz ya había considerado este asunto gradual de la justicia sólo
que en otro sentido: hay una gran diferencia entre el modo en que los
hombres son justos y en que lo es la divinidad; tal diferencia es sólo de
grado. Dios es perfecto y justo en todos los aspectos, mientras que la
justicia de los hombres se halla mezclada, a causa de la imperfección de
la naturaleza humana: con injusticias, defectos y faltas. Las perfecciones
divinas son infinitas, las nuestras limitadas.69

66
Dworkin, Justicia para erizos, 311.
67
Radbruch, “El fin del derecho”, 59.
68
Radbruch, “El fin del derecho”, 63.
69
Leibniz, Tres ensayos, 11.

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López Calera distingue dos sentidos de la justicia: como justificación


del derecho y como fin del derecho. El primer sentido se refiere a la
justicia como fundamento del derecho. Derecho justo sería el justificado;
su justificación es su racionalización. El derecho necesita ser justificado
o racionalizado en relación a quien lo crea y cómo se crea, de estas dos
claves depende lo que se crea, lo que se manda o lo que se prohíbe. La
racionalización de la creación jurídica (del derecho) es una de las claves
para hablar de un derecho justo, como debe ser.70
Tal vez, el sentido más propio y tradicional de la justicia es como fin
del derecho. Aquí el deber ser del derecho, el derecho justo, se entiende
como aquel que persigue y consigue la realización del valor de la justi-
cia. Si el derecho se puede considerar como un instrumento razonable
para la convivencia social es porque vale la pena para algo. Parece una
convicción común que el derecho se acepta como instrumento coactivo
para organizar la convivencia social, en cuanto que sirve a la justicia. La
justicia es el fin, el instrumento para obtenerla es el derecho.
A pesar de la diversidad de opiniones, parece que hay un consenso
formal sobre el segundo sentido: la justicia como fin, cuando se entiende
como virtud o valor social que consiste en dar a cada uno lo suyo, en dar
lo justo, ni más ni menos. Dicho consenso puede servir para alcanzar una
fundamentación más profunda: la justicia como fin del derecho.71
Lo anterior refuerza nuestra convicción para afirmar, con Santo To-
más, que el derecho tiene que ir unido a la justicia, de lo contrario no
hay derecho: derecho injusto no es ni la sombra de derecho. Equivalencia
negativa: ley injusta-ley corrupta: lex iniusta no est lex sed corruptio legis.72

70
López Calera, Filosofía del derecho, 124-125.
71
López Calera, Filosofía del derecho, 124-125.
72
Tomás de Aquino, S. Th. I-II, q. 95 2.

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 39


Virgilio Ruiz Rodríguez

Kant escribió: “La más grande y repetida forma de miseria a que están
expuestos los seres humanos consiste en la injusticia, más bien que en
la desgracia”.73 En los tiempos actuales, Amartya Sen hace la siguiente
observación:

“Lo que tiende a inflamar las mentes de la humanidad sufriente no puede ser
sino de interés inmediato para la formulación de políticas y para el diagnós-
tico de la injusticia. Hay que examinar el sentimiento de injusticia incluso
si resulta estar equivocado, y hay que atenderlo de manera concienzuda si
está bien fundado. No podemos estar seguros de si está equivocado o bien
fundado sin la debida investigación. Sin embargo, puesto que las injusticias
se refieren con suficiente frecuencia a fuertes fracturas sociales, vinculadas
a divisiones de clase, género, rango, posición, religión, comunidad y otras
barreras establecidas, resulta difícil remontar esas barreras para realizar un
análisis objetivo del contraste entre lo que sucede y lo que podría suceder,
que es esencial para el avance de la justicia. Tenemos que atravesar dudas,
preguntas, argumentos, escrutinios para alcanzar conclusiones sobre si la
justicia puede avanzar y cómo ha de llevarse a cabo”.74

Conclusión

Al término de este artículo podemos afirmar que el hombre es sociable


por naturaleza, es decir, un animal político, ζῶον πολιτιϰόν, según la
expresión aristotélica75 (pues solamente se hará hombre entre los hom-
bres, ya que al desierto sólo va un dios o una bestia). Es evidente la

73
Kant, Lecciones de ética, 237.
74
Amartya Sen, La idea de la justicia, Hernando Valencia, trad. (Ciudad de México: Taurus, 2010),
422.
75
Aristóteles, Pol. L, 1, c. 2, 1253ª.

40 / Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020


Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia

relación entre los tres conceptos expuestos como fines del derecho, según
las diversas opiniones. Como se apreció en este corto trabajo, no existe
un acuerdo o consenso entre los autores sobre cuál es la razón de ser del
derecho o, lo que es igual, ¿cuál es el fin esencial del mismo? Aquí acon-
tece algo parecido a cuando se habla de política: las opiniones se dividen;
si es uno o son varios los fines de la misma.
Desde mi experiencia y formación académica sostengo que el fin pri-
mordial del derecho es la justicia: ius suum cuique tribuendi (dar a cada
quien su derecho). Los otros valores mencionados: seguridad, bien co-
mún, incluso tranquilidad, paz y orden, si bien podemos darles la cate-
goría de fines secundarios, todos ellos dependerán de si se hace justicia
o no. El derecho es el medio, el instrumento; la justicia es el fin; por lo
tanto, si se aplica la ley habrá justicia. De lo contrario, se seguirá favore-
ciendo la impunidad, obstáculo real a la vida que deseamos tener.
Esto, aplicado a México, es una forma de corroborar lo dicho: algo en
boca de muchos es que reina la impunidad en todos los niveles de la vida
sociopolítica. ¿Qué se deriva de este vicio-defecto existente en la Repú-
blica mexicana? En cuántos casos delictivos sabemos que no se aplica la
ley como debe ser; por lo mismo, es evidente que la justicia no existe si
no se hace lo anterior. No se le da a cada quien su derecho, que es lo que
pide la justicia, sobre todo, al hacer simulaciones de juicio, o persiguien-
do a quien cometió un delito, esperando no encontrarlo. Lo que falla es
la responsabilidad, a tal grado, que el debido proceso ha resultado lesio-
nado, como si se tratara de principiantes en el ámbito judicial. Por este
motivo, entre muchos otros, los indiciados se van a la calle dispuestos a
delinquir de nuevo; y las historias se repiten.
La labor y responsabilidad de lo que acontece en la vida social es de
todos los integrantes de la sociedad: autoridades, instituciones y gente de
a pie, los ciudadanos comunes y corrientes. Pero, también, es necesario
no confundir competencias con los responsables directos de las mismas.
Así, por ejemplo, el Estado es responsable de lograr el bien común en

Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 41


Virgilio Ruiz Rodríguez

una sociedad; incluso es el fin que justifica su existencia. Se podría decir


lo mismo de la seguridad, del orden, de la paz y la tranquilidad sociales.
Debemos hacer hincapié en que, detrás de todo lo anterior, está la per-
sona individual con su libertad, que debe ser limitada por el derecho; de
lo contrario se dará la impunidad y se presentará un círculo vicioso. Pue-
de suceder que con el ejercicio de ese regalo (la libertad) se contribuya al
progreso y desarrollo de la sociedad, o al estancamiento y retroceso de la
misma; si no es controlada y limitada por el derecho. Sabemos que todas
las acciones del ser humano, incluso las más íntimas, tendrán siempre
trascendencia en el entorno social del cual forma parte el sujeto humano.
Por lo tanto, primero debe brillar la justicia como el lucero de la ma-
ñana y la estrella vespertina, a decir de Aristóteles, y todo lo demás: segu-
ridad, bien común, tranquilidad, el orden, la paz, etcétera, vendrán por
añadidura. Serán el fruto de la primera, porque es la conditio sine qua non
de todo lo anterior.
En consecuencia, habrá que tener la suficiente fe para entender que el
derecho es el mejor instrumento para garantizar la paz entre los hombres
y entre los Estados, como resultado del cumplimiento de la ley en aras
de la justicia. Los resultados serán lo que tanto deseamos los ciudadanos:
seguridad, paz, orden, tranquilidad, bien común, libertad; hasta ahora,
por lo menos en México, no sabemos cuándo podremos disfrutar de ellos
realmente.
Tras conocer las opiniones que distintos autores han vertido sobre el
tema de estudio, puedo expresar el título de este trabajo de la siguiente
manera: una disciplina para conocer (el derecho), un deseo de vivirlo
y aplicarlo en forma permanente (el bien común y la seguridad) y una
virtud-valor para adquirirla, practicarla y poder disfrutar lo anterior (la
justicia).

42 / Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020


Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia

Referencias
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Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020 / 43


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44 / Revista de Filosofía · año 52 · núm. 149 · julio-diciembre 2020


UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE HONDURAS
FILOSOFIA DEL DERECHO

Modulo # 8: Discrecionalidad Judicial, Argumentos y Sub Argumentos.

Datos Generales
Nombre de la Asignatura: Filosofía del Derecho Código: FDE-1010
Unidades valorativas: 3 Duración del Módulo: 10 días

Objetivos Específicos:
1. Analizar los límites de la Discrecionalidad Judicial.

2. Distinguir los argumentos y los sub argumentos en una resolución judicial.

Competencias por alcanzar:


1. Analiza los argumentos y sub argumentos que se encuentran en una resolución.

Descripción Breve del Foro:


En el foro se debatirá sobre la discrecionalidad judicial y los argumentos.

Descripción Breve de Actividades:


1. Participación en foro.
2. Tarea Grupal

Descripción Breve de Tareas:


Como tarea se les solicitará que presente analice una sentencia emitida por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, y extraiga los argumentos y sub argumentos
de la misma.

Desarrollo de Contenido

Introducción

Ya hemos visto los problemas que se plantean sobre la verdad y que ésta esta
relacionada con la realidad, con la existencia de unos hechos. Pero también se debate
en la filosofía del derecho, la potestad de los jueces respecto a la verdad y en este
proceso los jueces, así como los abogados, deben saber argumentar. Este es el tema
que analizaremos, en forma general, en el presente módulo.

1. La discrecionalidad judicial

La teoría de la decisión judicial contenida en El concepto de derecho (Hart 1963: cap.


7), parte del análisis del significado de los términos con los que se deben
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
derecho. Consejo Superior de la Judicatura, Sala Administrativa, Esuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.
Si se desea realizar citas, se debe consultar directamente el libro señalado.
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FILOSOFIA DEL DERECHO

necesariamente formular las reglas jurídicas. Para que el derecho pueda cumplir con
su función básica de regular la conducta de los sujetos mediante reglas, éstas deben
ser formuladas en el lenguaje natural utilizado en la comunidad. Para Hart, el
significado de las palabras-concepto en las que deben ser formuladas las reglas,
depende del uso que se haga de los mismos en dicha comunidad. Existen casos en los
que la aplicación del término no resulta problemática, estos constituyen el núcleo del
significado de la expresión. Pero existen otros casos en los que existen desacuerdos
sobre si el término se aplica o no. En esos casos se debe apelar a consideraciones
extralingüísticas para fundar la decisión de aplicar o no el término en cuestión. Estos
casos constituyen la zona de penumbra del significado de toda palabra-concepto
perteneciente a un lenguaje natural.

Por ejemplo, la palabra-concepto “vehículo” posee un núcleo de significado claro que


permite aplicarla sin inconvenientes a automóviles, trenes, aviones, botes, bicicletas,
tractores, motocicletas, etc. Sin embargo, ante una patineta podrían surgir
discrepancias si alguien pretendiera llamarla “vehículo”. Ninguna consideración de tipo
lingüístico podría ayudar a resolver, o a evitar, este tipo de cuestiones, pues estamos
ante un caso que cae en la zona de penumbra del significado del término “vehículo”.
Todas las palabras-concepto del lenguaje natural poseen un grado ineliminable de
indeterminación.

Las reglas jurídicas, en consecuencia, permiten resolver sin inconvenientes los casos
que caen dentro del núcleo de significado de las palabras-concepto con que se
formulan. Esto son los denominados casos fáciles. Pero existen casos que caen dentro
del área de penumbra, los denominados casos difíciles. En estos casos, la regla no
determina por sí sola la solución, y el juez debe elegir entre distintas alternativas
apelando a consideraciones extrajurídicas. La existencia inevitable de estos "casos
difíciles" en la práctica de aplicación judicial del derecho, constituye el fundamento de
la llamada “tesis de la discrecionalidad judicial”.

1.1.1 Casos difíciles

La distinción entre casos fáciles y difíciles resulta crucial para las posiciones positivistas.
Es lo que permite afirmar que la interpretación, en tanto que actividad parcialmente
creativa, constituye una actividad excepcional en la tarea de aplicar judicialmente el
derecho. La distinción entre el derecho que es y el derecho que debe ser requiere
diferenciar las actividades de aplicar el derecho (casos fáciles) y de crearlo (casos
difíciles) (cf. Marmor 2001).

Manuel Atienza (1993) se vale de la distinción entre "caso fácil" y "caso difícil" para
analizar una serie de fallos tomados de la práctica judicial española, en un libro reciente
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
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destinado a servir de apoyo en las instituciones educacionales intermedias. A lo largo


de la exposición va delimitando el alcance de cada una de las expresiones y refinando
la clasificación inicial. En el inicio de su trabajo aclara que "... los casos jurídicos suelen
clasificarse habitualmente en casos fáciles o rutinarios y en casos difíciles. La distinción
es, por supuesto, útil, pero no siempre es fácil de trazar..." (Atienza 1993: 32). Más
adelante en su exposición propone trazar la distinción de la siguiente manera: "Un
caso es fácil cuando, aplicando los criterios de lo que he llamado "racionalidad formal",
el resultado es una decisión no controvertida. Un caso, por el contrario, es difícil
cuando, al menos en principio, puede recibir más de una respuesta correcta: el caso
plantea la necesidad de armonizar entre sí valores o principios que están en conflicto,
y se presentan diversas soluciones capaces de lograr un equilibrio, en cuanto que no
sacrifican ninguna exigencia que forme parte del contenido esencial de los principios
o valores últimos del ordenamiento." (Atienza 1993: 177).

Para entender esta caracterización debemos aclarar la forma en la que el autor analiza
la noción de “racionalidad formal” en otros trabajos. Atienza (1987, 1990b) define la
"racionalidad formal" en por la presencia de las siguientes notas:

(1) respeto a principios de consistencia lógica, universalidad y coherencia; (2)


utilización como premisas alguna de las llamadas “fuentes de derecho vinculantes”;
(3) reconocimiento de los hechos probados en forma debida; y por último (4) "no
utiliza[ción] como elementos decisivos de la fundamentación criterios éticos, políticos,
etc. no previstos específicamente (...)" (Atienza, 1993:174).

Por último, Atienza afirma que existe un tercer tipo de casos, a los que llama “casos
trágicos”, que surgen "... cuando en relación con el mismo no cabe tomar una decisión
que no vulnere algún principio o valor fundamental del sistema" (Atienza 1993: 177).

La caracterización que propone Atienza no es compartida por todos aquellos


preocupados por la cuestión, como lo muestra la existencia de un interesante debate
en torno a la forma de caracterizar la noción de “caso difícil”. Cerutti (1995) trata de
poner claridad en esta disputa comparando la posición al respecto de Genaro Carrió,
Riccardo Guastini y Ronald Dworkin. Utiliza como punto de partida la distinción entre
“caso individual” y “caso genérico”11. La forma en que concluye su trabajo muestra

1
Un "caso individual" es una circunstancia espacio-temporalmente situada, mientras que un "caso
genérico" consiste en un conjunto de propiedades afirmadas conjuntamente. “Homicidio”, entendido
como “acto intencional de matar a un ser humano”, sería un ejemplo de caso genérico definido por
las propiedades “ser un acto intencional” y “que consista en matar a un ser humano”. El
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que nos encontramos lejos de lograr un consenso en relación con el uso de estas
expresiones (Cerutti 1995: 64).

1.1.2 Discrecionalidad en sentido fuerte y débil

Para Dworkin (1967) decir que alguien “tiene discrecionalidad” en el lenguaje ordinario
tiene sentido solo en contextos en el que alguien tiene la carga de tomar decisiones
en materias reguladas por pautas establecidas por una determinada autoridad. Según
este autor se pueden distinguir tres sentidos del termino “discreción”:

(1) discrecionalidad en sentido débil1: se emplea cuando por alguna razón las
pautas que el funcionario debe aplicar no pueden ser aplicadas mecánicamente, sino
que requieren el uso de opiniones [judgment]. Por ejemplo, si un teniente ordena a
un sargento: “Escoja sus cinco hombres mas experimentados y sígame”.

El enunciado “La orden del teniente le abre un gran espacio de discrecionalidad al


sargento” utiliza este sentido débil1 del término discrecionalidad pues significa que es
difícil determinar por el contexto cuales son los mas experimentados. Esta vaguedad
significa que el sargento deberá utilizar para tomar su decisión (o para justificarla si
se le requiriera que lo hiciera), además de la regla mencionada, su opinión respecto
de lo que el teniente quiso decir con la expresión “más experimentados”.

(2) discrecionalidad en sentido debil2: alude a la situación en la que algún


funcionario tiene la autoridad final para tomar una decisión y la misma no puede ser
revisada ni revertida por ningún otro funcionario. Esto presupone una estructura
jerárquica en la que alguien sea la máxima autoridad pero en la que los patrones de
autoridad sean diferentes para las diferentes clases de decisiones. Por ejemplo, en el
fútbol algunas decisiones son tomadas por el comisario deportivo y el referí no puede
alterarlas ni revisarlas ni aunque este en desacuerdo con sus opiniones. En esos casos
puede decirse que “el comisario deportivo goza de cierta discrecionalidad al respecto”.

(3) discrecionalidad en sentido fuerte: se emplea para decir que en algunas


cuestiones el funcionario no se encuentra obligado o vinculado por las pautas
establecidas por la autoridad a la que se encuentra sometido. El término
“discrecionalidad” en este sentido no alude a cierta vaguedad o dificultad de las pautas,
ni a quien tiene la ultima palabra al aplicarlas, sino a su alcance y a las decisiones que
pretenden controlar. En este sentido el referí de box que debe determinar cual de los

apuñalamiento de César por parte de Bruto ocurrido en el 44 a.c. a la mañana constituye un ejemplo
de “caso individual” de homicidio (ver Alchourrón y Bulygin 1975).

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dos boxeadores fue más agresivo no tiene discrecionalidad en sentido fuerte, pues
dicha pauta constituye una regulación de su decisión. Pero no se debe confundir el
sentido fuerte de discrecionalidad con la absoluta libertad o la imposibilidad de criticar
la decisión tomada. La discrecionalidad en sentido fuerte de un funcionario no significa
que el mismo sea libre de decidir sin recurrir a pautas de racionalidad, sentido,
efectividad o equidad. Sólo se afirma que su decisión no se encuentra regulada por
una pauta elaborada por la autoridad que se tiene en mente al plantear la cuestión en
términos de discrecionalidad. Su decisión puede ser criticada pero nunca por
desobediencia.

Según Dworkin la doctrina de la discrecionalidad judicial que defienden los positivistas


(ver supra) es o bien trivial, si se entiende la expresión “discreción” en sentido débil,
o bien, entendida en un sentido fuerte, resulta infundada. Esto es así pues para poderla
defender los positivistas deberían adoptar el enfoque de los principios jurídicos que
niega que los principios obliguen de la misma forma que las reglas, y que considera
que existen más allá (o sobre) el derecho. Dworkin considera que ninguno de los
argumentos que han dado los positivistas para demostrar esto resulta satisfactorio (ver
supra).

1.1.3 ¿En qué sentido los jueces crean derecho?

La pregunta "¿crean derecho los jueces?" ha motivado una gran cantidad de debates.
Muchos de ellos, como señala acertadamente Carrió (1990), son seudodisputas
verbales, esto es discusiones en las que los participantes no están en un desacuerdo
genuino, porque no afirman dos tesis incompatibles sobre la misma cuestión. El
desacuerdo es aparente pues quienes discuten usan las mismas expresiones
lingüísticas. Sin embargo, cuando se analizan con detalle los presupuestos de sus
argumentaciones, se descubre que utilizan las expresiones con distinto significado. Eso
los lleva a hablar de cosas diferentes, y a menudo a sostener tesis compatibles sobre
el problema. No puede existir un desacuerdo genuino sin que exista un mínimo acuerdo
entre los que discuten. Antes de comenzar a discutir en torno a la pregunta "¿crean
derecho los jueces?" debemos precisar que entenderemos por "crear" y que sentido le
daremos a la expresión "crear derecho" (cf. Bulyign 1966). La respuesta afirmativa o
negativa a la pregunta estará determinada, en gran parte, por los significados que le
demos a las expresiones claves antes mencionadas.

La discusión en torno al llamado problema de la discrecionalidad judicial tiene


importantes consecuencias para la cuestión que nos ocupa. Si las normas jurídicas
dejan inevitablemente un espacio de indeterminación que los juez deben cubrir
apelando a razones extra jurídicas, cuando los jueces resuelven un caso que cae en

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esa zona de indeterminación lo que hacen es "crear el derecho" para el caso en


cuestión. Pero si la indeterminación no existe, si los materiales jurídicos permiten
resolver todos los casos que se presenten y los jueces para hacerlo no poseen ningún
grado de discrecionalidad (en sentido fuerte), entonces no se puede afirmar que los
jueces "crean derecho".

1.2 Razonamiento judicial

Bulygin en el artículo "Sentencia judicial y creación de derecho" (1966) afirma, entre


otras cosas, que las sentencias judiciales son entidades complejas que contienen tanto
normas individuales como generales. Debe entenderse que la sentencia está formada
no sólo por la parte resolutiva (norma individual), sino también por los considerandos
(segmento en el que el juez da las razones que justifican la adopción de dicha
resolución).

Según Bulygin, la sentencia puede ser reconstruida como un argumento o


razonamiento, en el que la resolución ocuparía el lugar de la conclusión y cuyas
premisas se encontrarían en los considerandos (aunque no todos los enunciados que
allí figuren puedan ser considerados premisas necesarias para inferir la conclusión).

La forma de entender la naturaleza del argumento judicial es lo que diferencia las


distintas propuestas que se han formulado en filosofía del derecho para explicar el
razonamiento jurídico. No es nuestro objetivo entrar en esa discusión, sino presentar
algunos elementos básicos subyacentes a toda propuesta que adopte como punto de
partida la sugerencia de Bulygin.

1.2.1 Razonamiento jurídico y deducción

Desde esta perspectiva, una resolución o decisión judicial debería ser considerada
justificada o fundada, si la conclusión del argumento en el que se expresa el contenido
de dicha decisión, se deduce lógicamente de sus premisas. Esto es, de la norma jurídica
general, los enunciados fácticos que describen los hechos o circunstancias del caso y
de las definiciones adoptadas para interpretar las formulaciones normativas. Por ende,
los enunciados que podemos hallar como premisas en estos razonamientos son de tres
tipos: normas, definiciones y enunciados fácticos.

Para Bulygin una “sentencia justificada” o “decisión judicial justificada” es aquella en


la que el argumento formado por la norma jurídica general, la premisa fáctica y
eventualmente las definiciones contenidas en sus considerandos, como premisas, y la
norma individual que expresa el contenido de la decisión, como conclusión, resulta

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lógicamente válido (ver Bulygin 1966: 356-57) 2. Un argumento es considerado un


argumento deductivo válido cuando podemos afirmar que, si sus premisas fueran
verdaderas, su conclusión sería necesariamente verdadera (ver el Módulo de
Argumentación Judicial para ampliar esta breve definición).

Consideramos que esta reconstrucción no permite dar cuenta de una parte


fundamental del significado de la expresión "sentencia justificada". Tanto las normas
procesales, como los juristas cuando hablan de la justificación de una decisión, no sólo
aluden a la relación lógica entre un enunciado normativo, un enunciado fáctico y ciertas
definiciones, sino que exigen que también se expliciten las razones que llevan a
adoptar cada una de esas premisas. Estos argumentos, por lo general no
demostrativos, también deben ser correctos para que la decisión se considere
justificada.

Para poder dar cuenta de esta peculiaridad, el razonamiento judicial debería ser
concebido como un conjunto de argumentos, distribuidos según diferentes niveles de
justificación. La propuesta de Bulygin debería ser complementada con un análisis de
los distintos argumentos con los que se justifica la adopción de cada una de las
premisas que se utilizan en el razonamiento normativo que él reconstruye. Esta
limitación de su propuesta es reconocida por el propio Bulygin en el artículo que
estamos analizando. En una nota a pie de página, cuando considera el papel que
representa la analogía en la actividad de justificar las normas generales que crean los
jueces, sostiene: “Esto muestra que nuestro esquema de fundamentación es
excesivamente simplista. Un análisis más elaborado tendría que tomar en cuenta los
distintos niveles de justificación.” (Bulygin 1966: 362, nota 15). Presentaremos a
continuación algunas explicaciones del razonamiento judicial en la que se puede dar
cuenta de los otros niveles de justificación a los que alude Bulygin.

1.2.2 La sentencia judicial como una argumentación

Un argumento es un conjunto de enunciados en el que un subconjunto de dichos


enunciados constituye las razones para aceptar otro de los enunciados que lo
componen. A los enunciados que constituyen las razones se los denomina “premisas”,
y al enunciado que se pretende apoyar con estas se lo llama “conclusión”. Los
“enunciados” son expresiones lingüísticas de las que se puede decir que son
verdaderas o falsas porque se proponen informar acerca de algo.El orden en el que
aparecen los enunciados en seno de un argumento resulta totalmente irrelevante para

2
No empleamos la expresión "silogismo", común en cierta literatura sobre el tema, pues los silogismos son sólo
una clase de los argumentos lógicamente correctos (válidos). No todos los argumentos contenidos en una
sentencia pueden ser reconstruidos como silogismos, y no existe ninguna razón para reducir los argumentos
válidos a la clase de los silogismos válidos (cf. Copi y Cohen 1995, Peña 2Ayazo 1997).
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
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su estructura. No existen pautas estrictas para determinar la presencia de un


argumento en un fragmento de discurso ni tampoco para identificar sus premisas o su
conclusión. Sin embargo esta es la principal tarea que debemos realizar si queremos
determinar el grado de apoyo que recibe cualquier afirmación.

Para ilustrar lo dicho tomemos los siguientes ejemplos:

(1 ) Un perro estaba encerrado en los establos, y, sin embargo, aunque alguien había
estado allí y había sacado un caballo, no había ladrado. Es obvio que el visitante era
alguien a quien el perro conocía bien.

(2) Si en el ajedrez no hay factores aleatorios, entonces el ajedrez es un juego de pura


destreza. En el ajedrez no hay factores aleatorios. Por lo tanto, el ajedrez es un juego
de pura destreza.

© El ajedrez es un juego de pura destreza, porque en el ajedrez no hay factores


aleatorios y si en el ajedrez no hay factores aleatorios, entonces el ajedrez es un juego
de pura destreza.

© El gaucho se levanta a la mañana, y mira al horizonte otra vez. Lleva sin dormir
una semana, perdió una china de rojo libanés. ¿Qué está pasando? ¿Algo esta
cambiando? Siempre era el que apagaba la luz. “¿Qué está pasando?” dice el viejo
Armando, mientras hace trampas en el mus.

¿En cuáles de estos fragmentos podemos identificar la presencia de argumentos? La


respuesta es que en (1), (2) y (3) se expresan argumentos, pues en ambos detectamos
un intento para que aceptemos la verdad de ciertos enunciados tomando como
fundamento otros enunciados.

En el caso (1) lo que se quiere demostrar es la afirmación “el visitante era alguien a
quien el perro conocía bien” (conclusión), y se dan como razón o apoyo los enunciados
“había un perro en el establo”, “alguien entro al establo y robo un caballo y el perro
no ladró” (premisas). Todavía no nos importa determinar si el argumento es bueno o
malo, si debemos aceptarlo como una buena razón o no, pues para poder determinar
esto tenemos previamente que haber identificado con la mayor precisión posible todos
los elementos que deberemos considerar en dicha tarea.

Los casos (2) y (3) encontramos ilustrado lo dicho cuando afirmamos que la
presentación lingüística del argumento no es relevante para determinar sus
componentes y estructura. En ambos casos se quiere probar que “el ajedrez es un
juego de pura destreza” (conclusión), y las razones son “que si en el ajedrez no hay
factores aleatorios entonces el ajedrez es un juego de pura destreza” y que “en el
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
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Si se desea realizar citas, se debe consultar directamente el libro señalado.
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ajedrez no hay factores aleatorios” (premisas). Por ende el argumento es el mismo en


ambos casos independientemente de las grandes diferencias que podemos detectar a
nivel lingüístico entre ambos fragmentos.

El ejemplo (4), por último, es un claro ejemplo de fragmento lingüístico, compuesto


en gran parte por enunciados y también por expresiones que, de acuerdo a nuestra
definición, no pueden considerarse enunciados porque no son susceptibles de verdad
o falsedad, como son las preguntas. Una pregunta exige cierta respuesta, pero en si
misma no puede ser considerada ni verdadera ni falsa.

En algunos argumentos pueden darse por sentados ciertos enunciados. Esto significa
que quien lo construyo dejo algunas de las afirmaciones necesarias para fundamentar
la conclusión (o la conclusión misma) sin formular. La tarea de identificación requiere
determinar también los enunciados tácitos o presupuestos en un argumento, pues los
mismos pueden resultar claves a la hora de evaluar su fuerza. A veces se dejan
presupuestos enunciados que se consideran evidentes, por una razón de economía
estilística, pero en otras ocasiones se encubren de esta manera los aspectos más
débiles de un argumento.

Tomemos el ejemplo (1) dado anteriormente:

Premisa 1. “Había un perro en el establo”.

Premisa 2. “Alguien entro al establo y robo un caballo y el perro no ladró”.

Conclusión. “El visitante era alguien a quien el perro conocía bien”.

En este caso podemos detectar la presencia de una premisa tácita, encubierta o


presupuesta, pues la misma resulta necesaria para que del conjunto de enunciados
explícitamente dado pueda derivar la conclusión propuesta. ¿Cuál es esa información
oculta? Sencillamente lo que no se formula es el enunciado “Los perros no suelen
ladrarle a aquellas personas a las que conocen bien”, la que puede considerarse de
esta manera una premisa tácita del argumento. El argumento, si intentáramos evaluar
su fuerza, debería presentarse en realidad de la siguiente manera:

Premisa 1. “Había un perro en el establo”.

Premisa 2. “Alguien entro al establo y robo un caballo y el perro no ladró”.

Premisa 3 (presupuesta o tácita). “Los perros no suelen ladrarle a aquellas personas a


las que conocen bien”.

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Conclusión. “El visitante era alguien a quien el perro conocía bien”.

Si observamos el resultado veremos que el argumento resulta ahora mucho mejor que
en su anterior presentación. Pero lo que nos motiva para detectar este tipo de premisas
no es un afán estético. Lo hacemos porque un argumento, para ser considerado un
buen fundamento para afirmar la conclusión que se pretende defender con él, necesita
partir de premisas verdaderas. Y lo más importante es que todas sus premisas deben
ser verdaderas, incluso sus premisas presupuestas.

Antes de evaluar argumentos, se debe previamente (1) reconocer los razonamientos


cuando aparecen; (2) identificar sus premisas y sus conclusiones, (3) reconstruirlo
explicitando los enunciados tácitos o presupuestos. Existen dos criterios para la
identificación de premisas tácitas (a) semántico: se debe presuponer aquella premisa
que aluda a los contenidos de la conclusión que no estén presentes en ninguna de las
premisas formuladas, (b) lógico: se debe presuponer aquella premisa que permita
reconstruir el argumento como un razonamiento válido.

La solidez de un argumento depende de dos aspectos: su forma lógica y la verdad de


sus premisas. Para mostrar la aceptabilidad de las premisas de las que se parte no
queda otro remedio que construir otros argumentos para hacerlo, los que suelen
denominarse subargumentos. Cualquier conclusión que se intente demostrar mediante
un argumento puede ser aceptada o rechazada no por su contenido específico sino
por la solidez de los argumentos y subargumentos en los que se apoya, bastaría con
mostrar que alguna de las premisas o subpremisas no puede ser aceptada para
rechazar la afirmación que se pretendía extraer de ellas.

1.2.2.1 Argumentación

Una "argumentación" es un texto argumentativo en el que encontramos una gran


cantidad de argumentos y subargumentos enlazados, de manera tal que algunos de
ellos resultan el fundamento para la adopción de las premisas de otros de los
argumentos que la componen. La solidez de una argumentación depende de la solidez
de cada uno de los argumentos que la componen. Si alguno de los argumentos y
subargumentos no es sólido, esta falta de solidez se puede predicar de la
argumentación como un todo. Por ello la unidad mínima de análisis es el argumento,
tal como fuera definido en el inicio de esta sección.

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Tomemos el siguiente ejemplo, que aunque dista de tener toda la complejidad que
poseen normalmente las argumentaciones en lenguaje natural, presenta mayores
inconvenientes que los ejemplos simples presentados anteriormente.

“La pena capital se justifica moralmente algunas veces como un medio de prevenir la
reiteración del delito por parte del criminal. Por sus actos pasados el criminal se ha
mostrado vicioso y peligroso. Es muy probable que cualquier persona lo
suficientemente depravada como para matar o violar actúe de nuevo de una forma
socialmente perjudicial. La única manera segura de prevenir que tal persona asesine,
rapte o viole de nuevo en el futuro es ejecutarla. La prisión esta lejos de ser el medio
más efectivo para proteger a la sociedad, y más bien es un medio muy poco eficaz
para protegerla de los criminales peligrosos. La mayor parte de los presos son liberados
después de un cierto tiempo -a menudo más peligrosos que cuando ingresaron-
simplemente bajo palabra, por amnistía o por expiración de su condena. Además, la
fuga siempre es posible, en cualquier caso. E incluso dentro de los límites de la prisión,
un criminal condenado puede matar o secuestrar a un guardián, a un compañero o a
un visitante. Ejecutar a un criminal condenado es la única manera segura de impedir
que cometa otros actos criminales. Dado que es correcto proteger a los miembros
inocentes de la sociedad de los crímenes y delitos, también será correcta en algunas
ocasiones la pena capital.” (Wellman, Carl, Morales y Eticas, Madrid, Tecnos, 1982).

Una forma de iniciar la tarea de análisis es tratar de determinar cuál es la pregunta a


la que la conclusión del argumento intenta dar una respuesta, o lo que es lo mismo,
cuál es el problema que se intenta resolver mediante la argumentación. En el ejemplo
podemos definir el problema que se plantea el autor de la siguiente manera: ¿Está la
pena capital moralmente justificada en alguna ocasión? Este primer paso es crucial,
pues de el dependerá la reconstrucción que hagamos del argumento, así como la
evaluación respecto a la pertinencia o relevancia de las premisas aportadas como
razones. Si en vez de definir el problema como lo hemos hecho, creemos que en
realidad el autor intenta responder a la pregunta: ¿Sirve la cárcel para evitar la
reiteración delictiva?, tendremos una visión totalmente diferente de la argumentación,
y muchos enunciados que son premisas en el punto de vista adoptado en un principio,
pasan a ser enunciados superfluos en la nueva reconstrucción. En nuestro ejemplo, la
respuesta del autor es clara: la pena de muerte está moralmente justificada en algunas
ocasiones.

Debemos ahora identificar las razones con las que se pretende apoyar esa conclusión.
No hay reglas inflexibles y unívocas para interpretar y reconstruir las argumentaciones,
pero tenemos que tratar de elegir la alternativa interpretativa que

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(a) respete en la medida de lo conocido la intención del autor; (b) nos permita dar
cuenta de la mayor cantidad de enunciados que componen la argumentación; (c) que
presente la versión más poderosa o fuerte de la posición del autor.

¿Cuál es el argumento principal? Es aquel que tiene como conclusión la respuesta al


problema planteado por el autor del fragmento. En este caso podemos reconstruirlo
como sigue, detectando de paso las premisas implícitas [PI] en el mismo:

2. Es correcto proteger a los miembros inocentes de la sociedad de los crímenes y


delitos.

3. Se protege a los miembros inocentes de la sociedad de los crímenes y delitos


evitando que aquellos que ya delinquieron puedan volver a hacerlo. [PI]

4. La única manera segura de prevenir que un delincuente que se ha mostrado


vicioso y peligroso vuelva a delinquir es ejecutarlo.

5. Una pena esta moralmente justificada si es el medio más seguro para prevenir
la reiteración del delito por parte del criminal.

6. Por lo tanto, la pena capital esta justificada moralmente en algunas ocasiones.

Las premisas implícitas no son objeto de una defensa abierta en el fragmento por lo
que nunca podremos detectar subargumentos en su apoyo. En cambio, cada una de
las premisas explícitas debería estar apoyada por otras razones, a menos que se las
considere indiscutibles. Sin embargo no siempre se dan así las cosas, en nuestro
ejemplo podemos ver como todo el esfuerzo argumentativo esta puesto en la
construcción de subargumentos en apoyo de la premisa 3., dejando a la premisa 1.
sin ningún tipo de apoyo racional. Pero encontramos, en cambio, un conjunto de
argumentos tendientes a apoyar algunas de las premisas de los subargumentos
detectados. Deberíamos llamarlos sub-subargumentos, pero nos referiremos a ellos
con la denominación genérica de subargumento, especificando en cada caso el
enunciado al que brindan apoyo. Frente a cada subargumento corresponde realizar el
mismo análisis, incluso la detección de subpremisas implícitas [SPI].

(1) Subargumento en apoyo de la premisa 3: (a) Es muy probable que una persona
capaz de cometer delitos graves actúe de nuevo de una forma socialmente perjudicial.
(b) La función de las penas es proteger a la sociedad evitando que los delincuentes
puedan actuar de nuevo de una forma socialmente perjudicial.[SPI] (c ) La prisión es
un medio muy poco eficaz para proteger a la sociedad de los criminales peligrosos. (d)
Sólo se puede proteger a la sociedad de los criminales peligrosos enviándolos a prisión
o ejecutándolos.[SPI].
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Por lo tanto, la única manera segura de prevenir que tal persona delinca de la misma
manera en el futuro es ejecutarla.

(2) Subargumento en apoyo de la subpremisa (c): La mayor parte de los presos


son liberados después de un cierto tiempo, a menudo más peligrosos que cuando
ingresaron. La fuga de una prisión es siempre posible. Dentro de los límites de la
prisión un condenado puede volver a delinquir. Si una persona cometió un delito es
muy probable que vuelva a delinquir .[SPI]. Se protege a la sociedad evitando que los
delincuentes puedan cometer nuevos delitos.[SPI]. Por lo tanto, la prisión es un medio
muy poco eficaz para proteger a la sociedad de los criminales peligrosos.

Este análisis nos permite trazar hipotéticamente las siguientes líneas de crítica, alguna
de las cuales deberemos desarrollar si es que no queremos aceptar la terrible
conclusión del argumento analizado:

2 Una primera línea de crítica puede establecerse a partir de la constatación de


que la base del argumento es la teoría de la justificación de la pena que aparece
subyacente en la premisa implícita 4., y que corresponde a las denominadas teorías
de la prevención especial, ampliamente discutidas en filosofía del derecho penal.

3 Pero aún si se aceptara tal teoría justificadora de la pena o no se quisiera


ingresar en dichas cuestiones, deberían darse razones adicionales para aceptar las
premisas (a) y (d) con las que se intenta demostrar la premisa 3., y también para
aceptar la premisa implícita con que se refuerza la premisa (c), a saber el enunciado
“sólo se puede proteger a la sociedad de los criminales peligrosos enviándolos a prisión
o ejecutándolos”, cuya aceptación es altamente discutible.

Ambas líneas son interesantes y llevan a derrotar el argumento por falta de justificación
suficiente. No obstante creo que la tarea crítica debería centrarse en la primera de las
mencionadas, pues su caída hace innecesaria toda crítica ulterior. La posibilidad de
realizar estas afirmaciones esta dada por el análisis realizado previamente, lo que
demuestra su importancia a la hora de evaluar las razones que se dan en apoyo de
cualquier tipo de afirmación.

1.2.2.2 Evaluación de argumentaciones

Resumiendo lo dicho, podemos decir que para evaluar una argumentación se deben
seguir los siguientes pasos:

(1) Determinar la cuestión sobre la se pretende tomar partido en el texto


argumentativo, e identificar la posición que en él se defiende respecto de ella.

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(2) Descomponer la argumentación en los distintos argumentos y subargumentos


que la componen, teniendo en cuenta el rol que juegan en la estrategia argumentativa
del texto a analizar.

(3) Una vez identificados los argumentos debemos preguntarnos sin son correctos
o incorrectos, si son buenos argumentos. Esta pregunta nos lleva a evaluarlos de una
manera distinta a la mera discusión de la verdad o plausibilidad de sus premisas.

(4) Un argumento se llama sólido cuando posee dos características: (1) es lógicamente
correcto, y (2) está formado por premisas verdaderas. La verdad de las premisas es
una cuestión que depende de aquello sobre lo que se esté argumentando, no es algo
sobre lo que la lógica tenga nada que decir.

La lógica es la disciplina que se encarga de estudiar y sistematizar las reglas que


permiten determinar la corrección o incorrección de un argumento, cualquiera sea el
tema sobre el que traten sus premisas y su conclusión. Existen distintos tipos de
argumentos, pero la distinción más importante que cabe realizar es entre argumentos
deductivos y argumentos inductivos.

Los argumentos deductivos son aquellos cuya validez se puede demostrar empleando
las técnicas de la llamada lógica formal. Un argumento deductivo o válido es aquel que
permite afirmar que, en caso de que sus premisas sean verdaderas, su conclusión es
necesariamente verdadera. No es posible concebir un argumento deductivo o válido
que teniendo premisas verdaderas tenga una conclusión falsa.

Los argumentos inductivos son todos aquellos que no pueden ser considerados
argumentos deductivos, esto es, son aquellos argumentos cuya forma lógica no
garantiza necesariamente que partiendo de premisas verdaderas obtengamos siempre
una conclusión también verdadera. Los argumentos inductivos son por definición
argumentos inválidos (no deductivos), pues el apoyo que brindan a su conclusión
depende en parte de la verdad de sus premisas. Sin embargo no todos los argumentos
inductivos son iguales, hay buenos argumentos inductivos y también los hay malos.

La lógica informal se encarga de catalogar y explicar aquellos argumentos que son


malos argumentos inductivos (falacias) a pesar de que a simple vista puedan llegar a
pasar por buenos argumentos.

La lógica inductiva aspira a reconstruir una noción adecuada de “argumento inductivo


correcto” que sea independiente de la verdad de sus premisas, o al menos de aislar
los criterios de corrección de algunas formas muy usuales de argumentos inductivos,
como por ejemplo las analogías.

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Las teorías de la argumentación jurídica y la lógica jurídica, se ocupan de determinar


la corrección de ciertos argumentos típicamente jurídicos (como los argumentos a
fortiori y a pari, por ejemplo), haciendo hincapié en sus aspectos materiales y formales
respectivamente.

1.2.2.3 La argumentación judicial

Todo lo dicho anteriormente en relación con las "argumentaciones" en general, es


aplicable al análisis de la fundamentación de las decisiones judiciales. Para ello
debemos considerar que las sentencias judiciales pueden reconstruirse como
argumentaciones, cuyo argumento central tiene como conclusión el contenido del acto
de decisión y como premisas el enunciado normativo general y la descripción de los
hechos relevantes, y los subargumentos expresan las razones para apoyar la verdad
de estas premisas.

No resulta importante para este enfoque determinar a priori la naturaleza de los


argumentos que pueden formularse en la fundamentación de una decisión judicial.
Luego de reconstruir el argumento principal y los distintos subargumentos se debe
precisar el tipo de argumentos de los que se trata, para aplicar en la tarea de
evaluación la herramienta teórica que resulte más apropiada (ver supra).

Puede ser útil para guiar la tarea de reconstrucción de una sentencia, tener en cuenta
las cuestiones que habitualmente se pueden plantear en ellas. La pregunta que permite
reconstruir el argumento principal suele ser: "¿cómo debe ser resuelto el caso x?" 3
Atienza (1991) sostiene que en las argumentaciones judiciales (como en casi todas),
los problemas surgen por falta o exceso de información, por lo que argumentar en
esos casos concretos significará agregar o eliminar información a los efectos de
finalizar el proceso de la argumentación con un apoyo mayor a la conclusión que
cuando se inició.

Así se pueden detectar cuatro tipos de problemas en el marco de una argumentación


jurídica (no todos se deben presentar en la misma sentencia):

3
En cada caso habrá que ajustar los términos en los que se formule la pregunta principal. Por ejemplo, en el
caso del nieto-asesino, la pregunta central no sería "¿cómo se debe resolver el caso del nieto-asesino?" sino el
interrogante más preciso "¿tiene derecho a recibir la herencia que en casi todas), los problemas surgen por falta
o exceso de información, por lo que argumentar en esos casos concretos significará agregar o eliminar
información a los efectos de finalizar el proceso de la argumentación con un apoyo mayor a la conclusión que
cuando se inició.
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
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2 problemas de relevancia, ¿qué enunciados jurídicos se deben utilizar para


resolver el caso x?;

3 problemas de interpretación, ¿cómo se deben entender los términos de dichos


enunciados? o ¿cómo se deben interpretarse esos enunciados?

4 problemas de prueba, ¿el caso individual x ha tenido lugar? o ¿están probados


los hechos relevantes que permiten determinar la existencia del caso individual x?;

5 problemas de calificación, ¿es el caso individual x una instancia de aplicación


del caso genérico X descrito en el enunciado jurídico general con el que se pretende
fundar la decisión?

ACTIVIDAD: En el foro del grupo, analice los argumentos y sub argumentos de una sentencia
judicial.

Bibliografía
Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del derecho. Consejo Superior de la Judicatura, Sala
Administrativa, Esuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.

Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
derecho. Consejo Superior de la Judicatura, Sala Administrativa, Esuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.
Si se desea realizar citas, se debe consultar directamente el libro señalado.

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