Filosofia
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CAPÍTULO PRIMERO
DERECHO Y ARGUMENTACIÓN
I. INTRODUCCIÓN
Nadie duda de que la práctica del derecho consiste, de manera muy fun damental, en argumentar,
y todos solemos convenir en que la cualidad que mejor define lo que se entiende por un buen
jurista tal vez sea la ca pacidad para idear y manejar argumentos con habilidad. Sin embargo,
muy pocos juristas han leído alguna vez un libro sobre la materia y segu ramente muchos ignoran
por completo que exista algo así como una teoría de la argumentación jurídica. Este libro
pretende ofrecer una respuesta —por lo demás incompleta— a las cuestiones de qué significa
argumen tar jurídicamente y cómo se ha procurado contestar a esta última cuestión. Desde luego,
alguien puede contar con una buena —incluso excelente— capacidad argumentativa, aunque
tanga muy poco que decir sobre las dos anteriores cuestiones. Pero esa circunstancia —sin duda,
feliz— parece ser compatible con la pretensión de que un libro de teoría del derecho como este
pueda suscitar, al menos en principio, algún interés entre los juristas en general. En este primer
capítulo presentaré los que pueden considerarse conceptos básicos de la teoría de la
argumentación jurídica y trataré de aclarar, particularmente, la noción de argumento deductivo.
1
2 MANUEL ATIENZA
fase prelegislativa y las que se producen en la fase propiamente legislativa. Las primeras se
efectúan como consecuencia de la aparición de un pro blema social cuya solución —total o
parcial— se piensa que puede ser la adopción de una medida legislativa. Ejemplo de ello son las
discusiones sobre la despenalización o no (y en qué casos sí o no) del aborto, de la eutanasia o
del tráfico de drogas, o sobre la regulación del llamado tráfico de influencias. Otro tipo de
argumentaciones surgen cuando un problema pasa a consideración del parlamento o de algún
órgano de la Administra ción, lo haya o no discutido previamente la opinión pública. Mientras
que en la fase prelegislativa puede considerarse que los argumentos tienen, en general, un
carácter más político y moral que jurídico, en la fase legislati va los papeles se invierten, de
manera que son las cuestiones de tipo téc nico-jurídico las que pasan a un primer plano. En todo
caso, las teorías de la argumentación jurídica de que disponemos no se ocupan prácticamente de
ninguno de estos dos contextos de argumentación.
Un segundo campo en que se efectúan argumentos jurídicos es el de la aplicación de normas
jurídicas a la resolución de casos, bien sea esta una actividad que llevan a cabo jueces en sentido
estricto, órganos administra tivos en el más amplio sentido de la expresión o simples particulares.
Aquí, a su vez, cabría distinguir entre argumentaciones en relación con problemas concernientes
a los hechos, o bien al derecho (estos últimos, en sentido amplio, podrían llamarse problemas de
interpretación). Puede decirse que la teoría de la argumentación jurídica dominante se centra en
las cuestiones —los casos difíciles— relativas a la interpretación del de recho y que se plantean
en los órganos superiores de la administración de justicia. Ahora bien, la mayor parte de los
problemas sobre los que tienen que conocer y decidir tanto los tribunales como los órganos no
jurisdic cionales de la Administración son más bien problemas concernientes a los hechos, de
manera que los argumentos que tienen lugar con ocasión de los mismos caen fuera del campo de
estudio de las teorías usuales de la argumentación jurídica.
Finalmente, el tercer ámbito en que tienen lugar argumentos jurídicos es el de la dogmática
jurídica. La dogmática es, desde luego, una activi dad compleja en la que cabe distinguir
esencialmente estas tres funciones: 1) suministrar criterios para la producción del derecho en las
diversas ins tancias en que ello tiene lugar; 2) suministrar criterios para la aplicación del derecho;
3) ordenar y sistematizar un sector del ordenamiento jurídi co. Las teorías usuales de la
argumentación jurídica se ocupan también de
LAS RAZONES DEL DERECHO 3
1 A finales de 1989, varios presos de los Grupos Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO) se declararon en huelga de hambre
como medida para conseguir determinadas mejoras en su situación carcelaria. Básicamente, con ello trataban de presionar a favor de
la reunificación de los miembros del grupo en un mismo centro penitenciario, lo que significaba modificar la política de dispersión
de los presos por delito de terrorismo del Gobierno. En los meses sucesivos, diversos jueces de vigilan cia penitenciaria y varias
Audiencias provinciales tuvieron que pronunciarse acerca de si cabía o no autorizar la alimentación por la fuerza de dichos reclusos
cuando su salud estuviera amenazada, pre cisamente como consecuencia de la prolongación de la huelga de hambre. La solución que
dieron algunos órganos judiciales fue autorizar la alimentación cuando los presos se encontraran en estado de plena consciencia y
manifestaran su negativa. Otros, por el contrario, entendieron que la Adminis tración sólo estaba autorizada a tomar este tipo de
medidas cuando el preso hubiera perdido la cons ciencia. Un análisis de las diversas argumentaciones llevadas a cabo a propósito de
este caso puede verse en Atienza (1990a).
4 MANUEL ATIENZA
jurisprudencia, lo que significa que la regla en que basan su decisión —y que viene expresada en
la ratio decidendi del fallo— tiene un carácter general y abstracto y vale, en consecuencia, para
los casos futuros.
tivas no sirven para entender por qué se realizó una acción o eventualmente para predecir la ejecución de una acción, sino para
valorarla, para determinar si fue buena o mala desde distintos puntos de vista” (Nino, 1985, p. 126).
6 MANUEL ATIENZA
tas que no consideran como fuente de legitimidad o de consenso cosas tales como la tradición o
la autoridad), sino también a que el derecho pue da cumplir su función de guía de la conducta
humana (Golding, 1984, p. 9). Por otro lado, justificar una decisión en un caso difícil significa
algo más que efectuar una operación deductiva consistente en extraer una con clusión a partir de
premisas normativas y fácticas. Y otro tanto ocurre con la segunda postura, esto es, con la opinión
de que los jueces —o los jura dos— no justifican (ni podrían justificar propiamente) sus
decisiones, sino que las toman de forma irracional —o arracional—, y posteriormente las
someten a un proceso de racionalización. Así, algunos representantes del realismo americano
(especialmente Frank, 1970)3 han mantenido, en efecto, que las sentencias judiciales “son
desarrolladas retrospectivamente desde conclusiones tentativamente formuladas” (p. 109); que
no se puede aceptar la tesis que representa al juez “ aplicando leyes y principios a los hechos,
esto es, tomando alguna regla o principio... como su premisa ma yor, empleando los hechos del
caso como premisa menor y llegando en tonces a su resolución mediante procesos de puro
razonamiento” (p. 111); y que, en definitiva, las “ decisiones están basadas en los impulsos del
juez” , el cual extrae esos impulsos no de las leyes y de los principios ge nerales del derecho
fundamentalmente, sino sobre todo de factores indivi duales que son todavía “más importantes
que cualquier cosa que pudiera ser descrita como prejuicios políticos, económicos o morales” (p.
114).
Más adelante volveré a tratar acerca del silogismo judicial, pero la dis tinción que se acaba de
introducir permite mostrar con claridad el error en que incurren estos últimos autores y que no
es otro que el de confundir el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. Es
imposible que, de hecho, las decisiones se tomen, al menos en parte, como ellos su gieren, es
decir, que el proceso mental del juez vaya de la conclusión a las premisas e incluso que la
decisión sea, sobre todo, fruto de prejuicios; pero ello no anula la necesidad de justificar la
decisión, ni convierte tam poco esta tarea en algo imposible. En otro caso, habría que negar
también que se pueda dar el paso de las intuiciones a las teorías científicas o que, por ejemplo,
científicos que ocultan ciertos datos que no encajaban bien con sus teorías estén, por ello mismo,
privándolas de justificación.
3 La crítica de Frank se encuentra en uno de los apartados, The Judging Process and the Jud ge’s Personality, de la que
probablemente sea su obra más conocida Law and the Modern Mind, cuya primera edición es de 1930.
8 MANUEL ATIENZA
Antes he dicho que la lógica formal o deductiva se ocupa de los argu mentos desde el punto
de vista de la corrección formal de estos. Pero ¿qué significa esto con más precisión? Para
aclararlo partiré de algo que es obvio, a saber, que no sólo se argumenta en contextos jurídicos,
sino también en el ámbito de los diversos conocimientos especializados y en el de la vida
cotidiana. También en la literatura nos encontramos con cierta frecuencia con argumentaciones
aunque, desde luego, la función principal de las obras literarias no es la de registrar argumentos,
sino más bien la de expresar sentimientos, narrar historias, fabular, etc. Sin embargo, hay un
género literario especialmente denso en argumentaciones; se trata del gé nero policiaco —o
policial—, cuyo inventor —en palabras de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges (1972)—
habría sido Edgard Allan Poe. Uno de sus cuentos más célebres lleva por título La carta robada,
y en el mismo se narra una historia que aproximadamente es la siguiente:
Auguste Dupin (el precursor de Shelock Holmes, el padre Brown, Hér cules Poirot, etc.) recibe
un día la visita del prefecto de la policía de París, que le consulta sobre el siguiente problema.
Un documento de la mayor importancia ha sido robado de las habitaciones reales. Se sabe que el
au tor del robo es el ministro D., quien usa la carta como instrumento de chantaje contra la dama
que la redacta. El ministro debe tener la carta oculta en algún lugar de su casa, pero el prefecto,
a pesar de haber efec tuado un minucioso y sistemático registro, no logra dar con ella. Dupin
consigue hacerlo merced a un proceso de razonamiento, que, grosso modo, es el siguiente: si la
carta hubiese estado al alcance de la búsqueda, los agentes la habrían descubierto, y, como la
carta tiene que encontrarse en el domicilio del ministro, ello quiere decir que la policía ha
buscado mal. Dupin sabe que el ministro es una persona audaz e inteligente y que, además, posee
no solamente una inteligencia matemática, sino también —si se puede llamar así— una
inteligencia poética. El ministro pudo pre ver, por tanto, que su casa iba a ser registrada por la
policía y que los hombres del prefecto buscarían en todos aquellos sitios en donde se supo ne
que uno puede dejar un objeto que desea ocultar. De ahí infiere Dupin que el ministro tuvo que
dejar la carta en un lugar muy visible pero, pre cisamente por ello, inesperado. Y, en efecto,
Dupin encuentra la carta en una tarjeta de cartón que colgaba de una cinta azul sobre la chimenea,
arrugada y manchada (como si se tratara de algo sin importancia) que exhi
LAS RAZONES DEL DERECHO 9
bía un tipo de letra en la dirección y un sello de características opuestas a las de la carta robada
(pues la misma había sido dada la vuelta como un guante). Dupin explica así el fracaso del
prefecto: “La causa remota de su fracaso es la suposición de que el ministro es un imbécil porque
ha logra do fama de poeta. Todos los imbéciles son poetas; así lo siente el prefecto e incurre en
una non distributio medii al inferir que todos los poetas son imbéciles” (p. 33).
Así, de acuerdo con el relato, el prefecto ha cometido un error de tipo lógico, una falacia, pues
de la afirmación: Todos los imbéciles son poetas, no se infiere lógicamente: Todos los poetas
son imbéciles. A partir de esta afirmación —podríamos nosotros añadir—, el prefecto ha
efectuado un argumento lógicamente válido, pero con una premisa falsa:
En la lógica proposicional, la inferencia podría representarse aproximada mente (cfr. infra, cap.
V, apartado 3.1.2), así:
p→q
p
q
I
P
.m
Si ahora quisiéramos representar también la información de la conclu sión, nos daríamos cuenta
de que no necesitamos añadir nada: la informa ción de la conclusión estaba ya incluida en la de
las premisas, lo que ex plica que hayamos podido decir que el paso de unas a otra fuera necesario;
o sea, no es posible que las premisas sean verdaderas y la con clusión no lo sea.
Mientras que a) es un ejemplo de argumento válido lógicamente, pero con una premisa falsa,
el siguiente argumento, b), representa casi el caso opuesto, es decir, aquel en que las premisas
son verdaderas (verdaderas, naturalmente, en relación con el cuento de Poe), pero el argumento
es ló gicamente inválido. En concreto, se trata de la falacia denominada de afirmación del
consecuente:
Y en notación lógica:
^
x Px → Qx
Qa
Pa
Para comprobar que, efectivamente, es un argumento lógicamente inco rrecto o inválido,
podemos someterlo a la misma prueba de antes. Ahora bien, una representación que está de
acuerdo con la información conteni da en las premisas podría ser esta:
IP
.m
LAS RAZONES DEL DERECHO 11
Y, sin embargo, esta resulta incompatible con la información que trans mite la conclusión. Por
lo tanto, en este caso sí es posible que las premi sas sean verdaderas, pero la conclusión falsa.
Antes se ha dicho que a) y b) eran casos casi opuestos. Si no son del todo opuestos es porque,
en ambos, la conclusión, que es la misma, es falsa. En el siguiente ejemplo, c), tanto las premisas
como la conclusión son verdaderas; sin embargo, no se trata de un argumento lógicamente
válido.
^
x Px → Qx
c) Todos los imbéciles son poetas. Qa El ministro es un poeta. —Pa Por tanto, el ministro no
es un imbécil.
Para probar su invalidez lógica, bastará con efectuar de nuevo una repre sentación posible de la
información contenida en las premisas
I
P
.m
^ ^
x Px Qx → Rx
M
P
.m
X→Y
X
Y
(El uso de las letras X y Y se debe a que las reglas se expresan en un metalenguaje en relación
con el de las fórmulas de la lógica para el que empleamos las letras p, q, P, Q, etc.) Por el
contrario, los razonamientos b) y c) y los esquemas correspondientes son inválidos lógicamente,
por que no hay ninguna regla de inferencia lógica que autorice efectuar el paso que en ellos se
da.
LAS RAZONES DEL DERECHO 13
4 En general, un argumento puede ser correcto desde el punto de vista lógico aunque lo que se diga en las premisas no resulte
relevante o pertinente en relación con lo establecido en la conclusión. Esto se debe al carácter puramente sintáctico que tiene la
noción de inferencia de la lógica deductiva. Para evitar esto, se han desarrollado las llamadas lógicas relevantes en las que se fortalece
esta no ción de inferencia, lo cual hace que la relación de consecuencia lógica sea también una relación entre los significados de los
enunciados (cfr. Sánchez Pozos, 1990).
14 MANUEL ATIENZA
malmente —deductivamente— pero que no lo son,5 sino también falacias no formales. Estas
últimas, a su vez, pueden subclasificarse en otras dos categorías, lo cual da lugar a las falacias
de atinencia y de ambigüedad. En las primeras, “las premisas carecen de atinencia lógica con
respecto a sus conclusiones y, por ende, son incapaces de establecer su verdad” (Copi, 1986, p.
83). Así ocurre, por ejemplo, con el argumento ad ignorantiam, con el argumento ad hominem o
con la petitio principii. Las segundas, por el contrario, “aparecen en razonamientos cuya
formulación contiene pala bras o frases ambiguas, cuyos significados oscilan y cambian de
manera más o menos sutil en el curso del razonamiento” (Copi, 1986, p. 104). Na turalmente, la
lógica formal deductiva sólo nos provee instrumentos plena mente adecuados para hacer frente
a las falacias formales.
Otro de los posibles motivos de insatisfacción proviene de que la defi nición de argumento
válido deductivamente (la definición de argumento que puede encontrarse en los libros de lógica)
se refiere a proposiciones —premisas y conclusiones— que pueden ser verdaderas o falsas.
Ahora bien, en el derecho, en la moral, etc., los argumentos que se efectúan par ten muchas veces
de normas y llegan a ellas; esto es, tratan con un tipo de enunciados respecto de los cuales no
parece que tenga sentido predicar verdad o falsedad. En consecuencia, surge el problema de si la
lógica se aplica o no a las normas. Por ejemplo, Kelsen, sobre todo en su obra pós tuma, La teoría
general de las normas (1979), sostuvo enfáticamente que la inferencia silogística no funciona en
relación con las normas. Las re glas de la lógica se aplican al silogismo teórico, que se basa en
un acto de pensamiento, pero no al silogismo práctico o normativo (el silogismo en el que al
menos una de las premisas y la conclusión son normas), que se basa en un acto de voluntad en
una norma. En la tradición iusfilosófica, el problema suele remontarse a Jorgensen (1937), quien
planteó un proble ma al que llamó rompecabezas; y Ross (1941 y 1971), dilema de Jorgen sen.
De acuerdo con Ross, una inferencia práctica como:
Debes mantener tus promesas.
Esta es una de tus promesas.
Por tanto, debes mantener esta promesa,
5 Por ejemplo, el argumento señalado antes como b) que, como se dijo, es un caso de falacia de la afirmación del consecuente.
Sobre el concepto de la falacia, cfr. Pereda (1986).
LAS RAZONES DEL DERECHO 15
carece de validez lógica. No es lógicamente necesario que un sujeto que establece una regla deba
también establecer la aplicación particular de tal regla. Que esto último se verifique o no depende
de hechos psicológicos. No es raro —añade Ross— que un sujeto formule una regla general pero
evite su aplicación cuando él mismo se ve afectado.
Sin embargo, si bien se mira, esta idea resulta decididamente extraña. Si A acepta como
moralmente obligatoria la regla: Se deben mantener las promesas (todas las promesas y en
cualquier circunstancia)6 y acepta como verdadero el hecho de que ha prometido a B acompañarle
al cine la tarde del miércoles, y, sin embargo, sostiene también que a pesar de ello no considera
que deba acompañar a B al cine ese día, su comportamiento resulta ser tan irracional como el de
quien considera como enunciados verdaderos: Los ministros que son poetas no son imbéciles y
‘X’ es un ministro que es poeta, y, sin embargo, no está dispuesto a aceptar que: ‘X’ no es imbécil.
Naturalmente, es posible que estas dos situaciones —también la segunda— se den de hecho, pero
ello no parece tener que ver con la lógica, que —como la gramática— es una disciplina prescripti
va: no dice cómo los hombres piensan o razonan de hecho, sino cómo deberían hacerlo.
Para probar que el argumento anterior es un argumento correcto, pode mos recurrir de nuevo
a las figuras utilizadas antes. Siendo P la clase de las promesas, D la de las promesas que deben
mantenerse (de acuerdo con la primera premisa, ambas clases tienen la misma extensión ) y p la
promesa concreta realizada por A a B, las premisas del razonamiento po drían representarse
mediante la siguiente figura.
PD
P
6 Otra cosa es que uno piense que la primera premisa enuncia en realidad una obligación prima facie. En ese caso, pudiera ser
que, en efecto, se tuviera en principio la obligación de mantener las promesas, pero no la de mantener una determinada promesa
(porque aquí opera otra obligación de signo contrario que cancela la anterior). Pero eso, naturalmente, no quiere decir que en tal
situación dejen de operar las leyes de la lógica, sino que la primera premisa enuncia una norma no categórica o, quizás mejor, un
principio. Sobre la naturaleza de la premisa mayor en los silogismos se tratará más adelante a propósito de la concepción de Toulmin
(capítulo cuarto). Y sobre lo que haya que entender por principios (y el papel que estos juegan en el razonamiento jurídico) se hablará
con cierta exten sión en los capítulos dedicados a MacCormick y a Alexy (sexto y séptimo, respectivamente).
16 MANUEL ATIENZA
Y resulta patente que dicha información contiene también la de la conclu sión: p se encuentra
necesariamente dentro de D, esto es, dentro de la cla se de las promesas que deben mantenerse.
Desde luego, con lo anterior no queda resuelto un problema que tiene un alcance teórico
indudable.7 Pero me parece que puede servir como prueba de que en la vida ordinaria atribuimos
a las inferencias prácticas la misma validez que a las teóricas. Por lo demás, me parece que
Gianfor maggio (1987; cfr. también Ruiz Manero, 1990, p. 71) tiene razón al con siderar que los
autores que sostienen la tesis de que la lógica no se aplica a las normas están, en realidad,
confundiendo los términos del problema, en cuanto no parecen haber reparado en el carácter
diferente que tienen estas dos preguntas.8 Por un lado está la cuestión de si la relación que guardan
entre sí las normas válidas (en el sentido de que pertenecen a un sistema) son relaciones de tipo
lógico. La respuesta a esta pregunta es ob viamente negativa, puesto que es posible que a un
mismo sistema perte nezcan normas contradictorias. Por ejemplo, a un mismo sistema moral
podría pertenecer tanto la norma: Se deben cumplir todas las promesas, como la norma: No tengo
por qué cumplir la promesa que efectué a ‘B’. El sistema en cuestión resultaría escasamente
atractivo precisamente de bido a que es inconsistente desde el punto de vista lógico, pero eso no
tiene que ver con lo anterior. Y por otro lado está la cuestión de si se puede inferir válidamente
una norma de otra. La respuesta a esta última pregunta es perfectamente independiente de la
anterior, y no se ve por qué no haya de ser afirmativa. En realidad, el problema con el que nos
tropezamos aquí consiste en que en la definición de argumento deductiva antes aceptada, se
contemplaban únicamente enunciados susceptibles de ser calificados como verdaderos o falsos,
y esta característica —según opinión generalizada aunque no unánime— no la poseen las
normas. Pero ello, lo que comporta es la necesidad de corregir aquella definición que podría
ahora formularse así: Tenemos una implicación o una inferencia lógica o una argumentación
válida (deductivamente), cuando la conclu sión necesariamente es verdadera (o bien, correcta,
justa, válida, etc.) si las premisas son verdaderas (o bien, correctas, justas, válidas, etc.). Ello
plantea algunos problemas lógicos de tipo técnico, de los que, sin embar go, podemos prescindir
aquí (cfr. infra., capítulo quinto, apartado III, 1).
7 Más adelante, en el capítulo dedicado a la teoría de la argumentación jurídica de MacCor mick, volverá a aparecer este
problema.
8 Gianformaggio plantea otra cuestión de la que aquí prescindo.
LAS RAZONES DEL DERECHO 17
Pero aun así, esta nueva definición no resuelve todos los problemas. En el apartado V hemos
visto que uno de los límites de la lógica derivaba de su carácter formal. Ahora debemos fijarnos
en otro límite que se vin cula a su carácter deductivo, es decir, al carácter de necesariedad que,
acuerdo con la definición, tiene el paso de las premisas a la conclusión.
Si volvemos de nuevo a La carta robada y al señor Dupin, podríamos sintetizar —y
simplificar— como sigue la argumentación que le había permitido descubrir el misterio:
Ahora bien, este último no es, obviamente, un argumento deductivo, ya que el paso de las
premisas a la conclusión no es necesario, sino simple mente probable o plausible. Hubiese podido
ocurrir, por ejemplo, que el ministro hubiese dejado su carta a un amigo íntimo, o bien que la
hubiese ocultado tan bien que la policía no había sido capaz de dar con ella, etcé tera. A este tipo
de argumentos en los que el paso de las premisas a la conclusión no se produce necesariamente
se les llama a veces argumentos inductivos o no deductivos. Debe tenerse en cuenta, sin embargo,
que por inducción no se entiende aquí el paso de lo particular a lo general; en el caso anterior,
por ejemplo, lo que tiene lugar es un tránsito de lo particu lar a lo particular. Por lo demás, los
argumentos de este tipo son —o pueden ser— buenos argumentos, pues hay muchas ocasiones
en que nos encontramos con la necesidad de argumentar y en las que, sin em bargo, no es posible
utilizar argumentos deductivos.9 Esto ocurre, por su
9 Este tipo de argumentos podría denominarse también, siguiendo a Peirce, abducción. Para Peirce (cfr. Sebeok y Umiker-
Sebeok, 1987), la abducción —que a veces llama también hipótesis o retroducción— es un tipo de argumentación diferente tanto de
la deducción como de la inducción, pues se trata de un “ argumento original” , en el sentido de que con él surge una idea nueva: “En
realidad, ‘su única justificación es que si alguna vez queremos entender totalmente las cosas, debe ser a partir de él’”. De igual
manera, “ la deducción y la inducción nunca pueden aportar la más mínima
18 MANUEL ATIENZA
puesto, no sólo en las novelas policiacas, sino también en la vida ordina ria y en el derecho.
Veamos el siguiente ejemplo extraído de una sentencia reciente de la Audiencia Provincial de
Alicante (n. 477/89). A y B son acusados del de lito de tráfico de drogas tipificado en el artículo
344 del Código penal, con la concurrencia de la circunstancia agravante del artículo 344 bis a)
3o., pues la cantidad de heroína que se les aprehendió (más de 122 gra mos de heroína pura) debe
considerarse —de acuerdo con la jurispruden cia del Tribunal Supremo— de notoria
importancia. La droga había sido encontrada por la policía en una bolsa oculta en la almohada
de una cama de matrimonio situada en la habitación de un piso en el que —cuando la policía
entró para efectuar el registro— se encontraban A y B (un hombre y una mujer respectivamente).
En la vista oral, el abogado defensor y los acusados, A y B, sostienen que aunque los dos últimos
vivieran juntos en el mismo piso, no tenían entre sí más que una relación de amistad, utiliza ban
habitaciones distintas y, concretamente, B no tenía conocimiento al guno de la existencia de la
droga. Como consecuencia de ello, el abogado defensor, en sus conclusiones definitivas, solicitó
la libre absolución para B. La sentencia, sin embargo, en uno de sus antecedentes de hecho, consi
deró como hecho probado que A y B compartían la habitación referida y que, en consecuencia,
B tenía conocimiento y había participado en la acti vidad de tráfico de drogas que se les imputaba
a ambos. La justificación que aparece es esta: “Los acusados (A y B) compartían la habitación
refe rida, como lo prueba, a pesar de las declaraciones en contra de los acusa dos en el juicio
oral, que manifestaron no ser más que simples amigos, el testimonio de los dos policías que
efectuaron el registro y que manifesta ron que esa era la única cama que estaba deshecha (el
registro se efectuó
información a los datos de la percepción; y [...] las meras percepciones no constituyen ningún conoci miento aplicable a ningún uso
práctico o teórico. Lo que hace que el conocimiento se presente por la vía de la abducción (p. 351)” . Veamos —siguiendo siempre
la exposición de Sebeok y Umiker-Se beok— un ejemplo que pone el propio Peirce de abducción: “En cierta ocasión desembarqué
en un puerto de una provincia de Turquía y subí, paseando, a una casa que iba a visitar. Encontré a un hombre encima de un caballo,
rodeado de cuatro jinetes que sostenían un dosel sobre su cabeza. El gobernador de la provincia era el único personaje que puede
tener tan gran honor, por tanto inferí que aquel hombre era él. Esto era una hipótesis” (p. 73). Como el lector probablemente haya
adivinado —esto es, abducido— ya, de esta forma de razonar se pueden encontrar abundantes ejemplos en las novelas policiacas.
Las famosas deducciones de Sherlock Holmes no serían, pues, otra cosa que ab duciones en el sentido en que Peirce emplea esta
expresión. Para una panorámica general de la obra de Peirce puede verse Proni (1990).
LAS RAZONES DEL DERECHO 19
hacia las 6 de la mañana) y en cuya habitación estaban todos los efectos personales de los
acusados, y el hecho de que en escrito al juez de ins trucción (dirigido mientras A estaba
cumpliendo prisión provisional) [...] el acusado (A) se refiere a (B) como a ‘mi mujer’” .
Esquemáticamente, el argumento sería el siguiente:
Al igual que en el ejemplo anterior, el argumento no tiene carácter de ductivo, pues el paso de
las premisas a la conclusión no es necesario, aun que sí altamente probable. Si se acepta la verdad
de las premisas, enton ces hay una razón sólida para aceptar también la conclusión aunque, desde
luego, no puede haber una certeza absoluta: teóricamente, es posi ble que B acabase de llegar a
casa a las 6 de la mañana, que sus efectos personales estuviesen en la habitación de A porque
pensaba limpiar a fon do sus armarios, y que tras la detención de ambos su amistad se hubiese
convertido en una relación más íntima.
Ciertamente, el argumento guarda una gran semejanza con el anterior —el de Dupin—, pero
quizás no sean del todo iguales, si se atiende al extre mo siguiente. Es cierto que tanto Dupin
como el autor —o autores— de la sentencia se guían en su argumentación por lo que podríamos
llamar re glas de experiencia, que vienen a jugar aquí un papel parecido al de las reglas de
inferencia en los argumentos deductivos. Sin embargo, los ma gistrados no pueden servirse para
estos casos únicamente de las reglas de experiencia, pues también están involucrados (a
diferencia del detective Dupin) por las “ reglas procesales de valoración de la prueba” . Por ejem
plo, un juez puede estar personalmente convencido de que también B co nocía la existencia de
la droga (al igual que Dupin lo estaba de dónde tenía que encontrarse la carta) y, sin embargo,
no considerar esto como un hecho probado, pues el principio de presunción de inocencia (tal y
como él lo interpreta) requiere que la certeza sobre los hechos sea no sólo altamente probable,
sino —podríamos decir— absoluta. Y aunque existan
20 MANUEL ATIENZA
razones para no interpretar así el principio de presunción de inocencia (pues en otro caso serían
realmente muy pocos los actos delictivos que pudiesen considerarse probados), lo que aquí
interesa es mostrar una pe culiaridad del razonamiento jurídico: su carácter fuertemente institucio
nalizado.
Quienes realizaren actos de tráfico de drogas en una cantidad que sea de notoria importancia,
deberán ser castigados de acuerdo con el artículo 344 y 344 bis a) 3o. del Código penal con la pena
de prisión mayor. A y B han efectuado este tipo de acción.
Por lo tanto, A y B deben ser castigados con la pena de prisión mayor. Y, en notación
lógica:
^
x Px Qx → ORx
^
Pa Qa P b Qb
^^^
ORa ORb
Este tipo de esquema lógico que, más simplificadamente, podríamos escribir así:
^
x Px → OQx
Pa
OQa
se denomina usualmente silogismo judicial o silogismo jurídico y sirve al mismo tiempo como
esquema para el silogismo práctico o normativo del que tratamos en el apartado VI. La primera
premisa enuncia una norma general y abstracta en la que un supuesto de hecho (x es una variable
de individuo y P una letra predicativa) aparece como condición para una consecuencia jurídica;
el símbolo O indica que la consecuencia (R) debe, en general (puede tratarse de una obligación,
de una prohibición o de un
LAS RAZONES DEL DERECHO 21
permiso), seguirse cuando se realiza el supuesto de hecho, aunque sea im posible que en la
realidad no ocurra así. La segunda premisa representa la situación en que se ha producido un
hecho (a es un individuo concreto del que se predica la propiedad P) que cae bajo el supuesto de
hecho de la norma. Y la conclusión establece que a a se le debe anudar la consecuen cia jurídica
prevista por la norma.
El esquema en cuestión plantea, sin embargo, algunos inconvenientes. El primero de ellos es
que hay supuestos (como el del ejemplo menciona do) en que la conclusión del silogismo no
representa todavía la conclu sión o el fallo de la sentencia, sino, por así decirlo, un paso previo a
la misma. En la sentencia que hemos tomado como ejemplo, la parte dispo sitiva no establece
simplemente que A y B deben ser condenados a prisión mayor, sino a la pena, en concreto, de
ocho años y un día de prisión ma yor.10 El argumento anterior podría, por tanto, completarse con
este otro:
La escasa gravedad del hecho y la personalidad no especialmente peli grosa del delincuente
hacen que se deba imponer el mínimo de la pena per mitido por la ley.
Esta última premisa no enuncia ya una norma del derecho vigente ni supone la constatación
de que se ha producido un hecho, sino que el fun damento de la misma está constituido, más bien
por juicios de valor, pues gravedad del hecho y personalidad del delincuente no son términos
que se refieran a hechos objetivos o verificables de alguna manera; en el esta blecimiento de esta
premisa podríamos decir que el arbitrio judicial juega un papel fundamental. Pero ello quiere
decir que el silogismo judicial no permite reconstruir satisfactoriamente el proceso de
argumentación jurí dica, porque las premisas de que se parte —como ocurre en este caso—
pueden necesitar, a su vez, justificación, y porque la argumentación jurí dica es normalmente
entimemática. Un argumento entimemático puede expresarse siempre en forma deductiva, pero
ello supone añadir premisas a las explícitamente formuladas, lo que significa reconstruir, no
reprodu cir, un proceso argumentativo.11
Otro posible inconveniente consiste en que el silogismo judicial con cluye con un anunciado
normativo que establece que ‘A’ y ‘B’ deben ser condenados, mientras que en el fallo de la
sentencia no sólo se dice esto, sino que también se condena a A y B. Esta distinción entre el
enunciado normativo y el enunciado performativo (el acto lingüístico de la condena) en que
consiste propiamente la decisión, implica que en la misma se está efectuando un paso del plano
del discurso al de la acción, esto es, un paso que cae ya fuera de la competencia de la lógica. Es
interesante poner de manifiesto que en la redacción de la parte dispositiva de las sentencias —al
menos en nuestro país— se emplea una cláusula de estilo que recoge precisamente esta
distinción: “Fallamos que debemos condenar y conde namos...”, o “ ... debemos absolver y
absolvemos...”. Aquí es interesante
11 La circunstancia de que el razonamiento jurídico —y el razonamiento que se efectúa en la vida ordinaria— no obedezca del
todo a la noción de inferencia lógica —de inferencia deductiva— ha llevado a crear lógicas en las que la relación de inferencia resulta
debilitada. A estos sistemas de lógica se les denomina lógicas no monotónicas, pues la monotonicidad es una propiedad de la infe
rencia deductiva que no parece darse en las inferencias que se efectúan en el razonamiento ordinario. Con ello quiere decirse lo
siguiente: la lógica deductiva es monotónica, porque si de las premisas p—q y p se infiere q, entonces esta misma conclusión se sigue
infiriendo por mucho que añadamos nuevas premisas (por ejemplo, aunque tuviéramos también r, -p, etc.). Sin embargo, en el razona
miento ordinario (que, como se ha dicho, es normalmente entimemático, es decir, en él no aparecen explicitadas todas las premisas
utilizadas), la conclusión puede cambiar cuando se añaden informa ciones adicionales; no se da, por lo tanto, la propiedad de
monotonicidad. Por ejemplo, en el caso anterior, se llegaría a otra conclusión si en lugar de presuponer la última premisa indicada,
presupu siéramos otra que estableciera que la gravedad del hecho y la personalidad peligrosa del delincuente aconsejan fijar una
pena superior al mínimo establecido por la ley (cfr. Bibel, 1985).
LAS RAZONES DEL DERECHO 23
tener en cuenta que una expresión como: Fallamos que debemos conde nar pero no condenamos,
la consideraríamos sin duda incorrecta, pero no porque se trata de una contradicción de tipo
lógico, sino más bien de una contradicción pragmática o performativa (cfr. capítulo sexto,
apartado III.2.A).
En un apartado anterior hemos visto que el establecimiento de la pre misa menor del silogismo
judicial, la premisa fáctica, podría ser el resul tado de un razonamiento de tipo no deductivo.
Otro tanto puede ocurrir en relación con el establecimiento de la premisa mayor, de la premisa
normativa. Un buen ejemplo de esto es la utilización del razonamiento por analogía que, para
muchos autores, viene a ser prototipo de argumen to jurídico. Veamos, con supuesto práctico,
como opera la analogía en el derecho (cfr. Atienza, 1986 y 1988).
En una sentencia de 17 de octubre de 1985 (137/1985), el Tribunal constitucional entendió
que el principio constitucional de inviolabilidad del domicilio se extiende también a la sede social
de las empresas. El do micilio de una persona mercantil es inviolable al igual que si se tratara de
la vivienda de una persona física. En consecuencia, la autorización para que un inspector o
recaudador se persone en el domicilio social de una empresa debe establecerla un juzgado de
instrucción, al igual que en el caso de una vivienda particular. El argumento en cuestión
podríamos es quematizarlo así:
En símbolos:
^^
^
x Px → OQx
x Rx → P′x
x Rx → OQx
24 MANUEL ATIENZA
12 Más adelante, al tratar de la teoría de Perelman, veremos que este considera la reducción al absurdo un argumento cuasilógico
(cfr. infra., capítulo 3, apartado II, B). En Ezquiaga (1987) pueden encontrarse abundantes ejemplos de este y otro tipo de argumentos.
LAS RAZONES DEL DERECHO 25
justificó así: “Si bien el derecho de objeción de conciencia puede ser y de hecho es una causa de
exención del servicio militar, no es sólo eso, por que si así fuera sería una desmesura calificarlo
de fundamental”. Aña diendo algunas premisas que cabe entender implícitas, el argumento po
dría escribirse así:
1. Supongamos que el derecho de objeción de conciencia es sólo una causa de exención del
servicio militar.
2. Pero si es sólo eso, entonces sería una desmesura calificarlo de fun damental (o sea, no
puede calificarse como fundamental).
3. Ahora bien, el derecho de objeción de conciencia es un derecho fun damental, de acuerdo
con lo establecido por la Constitución.
4. De la premisa 1 y 2 se desprende que el derecho de objeción de con ciencia no puede
calificarse como fundamental.
5. Las premisas 3 y 4 enuncian una contradicción.
6. Por tanto, no cabe suponer que el derecho de objeción de conciencia sea sólo una causa de
exención del servicio militar.
En símbolos lógicos:
1. Pa
2. Pa → -Qa
3. Qa
4. -Qa
5. Qa -Qa
6. -Pa
^
jurídico que se trata de resolver se aplica un número muy elevado de nor mas y que, por ejemplo
en derecho penal, hay que dar el paso de la solu ción parcialmente indeterminada contenida en el
Código —prisión ma yor— a la solución plenamente determinada —ocho años y un día—
contenida en la sentencia). Pero, naturalmente, además de casos simples hay también casos
difíciles (de los que se ocupa especialmente la teoría de la argumentación jurídica), esto es,
supuestos en que la tarea de esta blecer la premisa fáctica y/o la premisa normativa exige nuevas
argumen taciones que pueden o no ser deductivas. Wróblewski (cuya terminología resulta hoy
ampliamente aceptada) ha llamado al primer tipo de justifica ción, la que se refiere a la validez
de una inferencia a partir de premisas dadas, justificación interna. Y al segundo tipo de
justificación, la que so mete a prueba el carácter más o menos fundamentado de sus premisas,
justificación externa (Wróblewski, 1971 y 1974). La justificación interna es tan sólo cuestión de
lógica deductiva, pero en la justificación externa hay que ir más allá de la lógica en sentido
estricto. Las teorías de la argumen tación jurídica que vamos a estudiar en los sucesivos capítulos
de este libro se ocupan fundamentalmente de este segundo tipo de justificación.
Antes de pasar a considerar esas teorías, conviene aclarar un último punto: cómo se relaciona
la argumentación jurídica (o la teoría de la argu mentación jurídica) con la lógica jurídica.
Por un lado, puede decirse que la argumentación jurídica va más allá de la lógica jurídica,
pues como se ha visto con anterioridad, los argu mentos jurídicos se pueden estudiar también
desde una perspectiva psico lógica o sociológica, o bien desde una perspectiva no formal, que a
veces se denomina lógica material o lógica informal, y otras veces tópica, retó rica, dialéctica,
etcétera.
Por otro lado, la lógica jurídica va más allá de la argumentación jurídi ca, en el sentido de que
tiene un objeto de estudio más amplio. Para acla rar esto se puede seguir utilizando una conocida
distinción efectuada por Bobbio (1965) dentro de la lógica jurídica. En su opinión, la lógica jurídi
ca estaría constituida por la lógica del derecho, que se centra en el análi sis de la estructura lógica
de las normas y del ordenamiento jurídico, y por la lógica de los juristas, que se ocupa del estudio
de los diversos ra
LAS RAZONES DEL DERECHO 27
zonamientos o argumentaciones de los juristas teóricos o prácticos. Natu ralmente, estos dos
campos de estudio no pueden separarse de manera ta jante: por ejemplo, la construcción del
silogismo jurídico no puede hacer se de espaldas al análisis lógico de las normas jurídicas, puesto
que —como hemos visto— una de las premisas y la conclusión del mismo son normas; y cuando
discutimos la cuestión de si la lógica se aplica o no a las normas, surgió el problema de las
contradicciones entre normas, lo que es un problema típico de la lógica del derecho o —como
hoy se suele ser más bien denominar— de la lógica deóntica o de las normas.
El análisis lógico de los razonamientos jurídicos —la lógica de los ju ristas— es un campo de
estudio tradicional de la teoría del derecho. Sin embargo, la autorización de la lógica formal
moderna, esto es, de la lógi ca matemática o lógica simbólica para estos propósitos es algo que
ha te nido lugar básicamente a partir de la segunda guerra mundial. La obra que suele
considerarse como pionera es la Juristische Logik de Ulrich Klug, cuya primera edición data de
1951, si bien —como el autor explica en el prólogo— su concepción de la lógica jurídica estaba
ya elaborada desde 1939.13 Klug parte de una concepción de lógica general como “teo ría de la
consecuencia lógica” (p. 2), lo que le permite distinguir entre argumentos válidos y no válidos
desde el punto de vista lógico-formal. La lógica jurídica sería una parte especial de esa lógica
general, o sea, “la teoría de las reglas lógico-formales que llegan a emplearse en la aplica ción
del Derecho” (p. 8). Y aquí, a su vez, distingue entre la forma bási ca del razonamiento jurídico
—lo que hemos llamado el silogismo judi cial o jurídico—, que, en su opinión, sería una
aplicación al campo del derecho del silogismo tradicional modus barbara; y los argumentos espe
ciales de la lógica jurídica. En esta última categoría incluye el razona miento por analogía (o a
simili), el razonamiento e contrario, los argu mentos a fortiori (a maiore ad minus y a minori ad
maius), el argumentum ad absurdum y los argumentos interpretativos. Estos últimos son los que
sirven para establecer las premisas de los razonamientos de ductivos —serían los medios para lo
que hemos llamado justificación ex terna— y no forman parte propiamente de la lógica jurídica:
son “princi pios para la interpretación, no problemas lógico-jurídicos” (p. 197).
13 En esa fecha, Klug había presentado su trabajo como habilitación en la Universidad de Berlín, pero esta institución no lo
aceptó entonces por razones políticas (cfr. Klug, 1990, prólogo a la 4a. edición).
28 MANUEL ATIENZA
En un análisis de los razonamientos jurídicos, Klug no tiene en cuenta, sin embargo, la lógica
deóntica o lógica de las normas. Esta última disci plina se desarrolla también a partir de 1951
(año en que aparece el ensayo de George H. Von Wright, Deontic Logic) y lleva a concebir la
lógica jurídica —bien en cuanto lógica del derecho, o bien en cuanto lógica de los juristas— no
como una aplicación de la lógica formal general al cam po del derecho, sino como una lógica
especial, elaborada a partir de las modalidades deónticas de obligación, prohibición y permisión.
Estos ope radores deónticos pueden, pues, utilizarse —como lo hemos hecho ante riormente-
para dar cuenta de los razonamientos jurídicos o de algunos de ellos. Veamos, brevemente, cómo
se plantea esta tarea un autor como Ka linowski, que ha sido también uno de los fundadores de
la lógica deóntica.
Kalinowski (1973) considera como razonamientos jurídicos aquellos que vienen exigidos por la
vida jurídica, y presenta de ellos una doble clasificación. Por un lado, distingue entre
razonamientos de coacción in telectual (lógicos), de persuasión (retóricos) y propiamente
jurídicos (los que se basan en presunciones, prescripciones, ficciones, etc., establecidas por la
ley). Por otro lado, separa los razonamientos normativos (cuando al menos una de las premisas
y la conclusión son normas) de los no norma tivos (que sólo serían jurídicos por accidente). Los
razonamientos norma tivos, por su lado, pueden tener lugar en el plano de la elaboración, de la
interpretación o de la aplicación del derecho. en concreto, en el plano de la interpretación del
derecho se utilizan tanto argumentos extralógicos, que se basan en medios puramente jurídicos
(por ejemplo, el argumento a rubrica, pro subjecta materia, etc.), como argumentos
paralógicos, que se basan en técnicas retóricas (por ejemplo, el argumento ab auctoritate, a
generali sensu, ratione legis estricta, etc.) y argumentos lógicos, que se basan en la lógica
formal propiamente dicha (por ejemplo, argumentos a fortiori, a maiori, a pari y a contrario).
Los argumentos estrictamente ló gicos están regidos, sin embargo, tanto por reglas lógicas en
sentido es tricto (las de la lógica deóntica forman parte de la lógica formal deductiva) como por
reglas extralógicas, esto es, por reglas jurídicas de interpreta ción del derecho. Además,
Kalinowski considera que el primer tipo de reglas están subordinadas a las segundas, lo que
podría entenderse en el sentido de que la justificación interna depende de la justificación externa
o es un momento lógicamente posterior al de esta.
Nota conceptual
DÍA MUNDIAL DE LA
LIBERTAD DE PRENSA 2021
LA INFORMACIÓN
COMO UN BIEN COMÚN
A 30 AÑOS DE LA DECLARACIÓN DE WINDHOEK
Resumen ejecutivo
1
Nota conceptual
Participantes en el seminario de la
Antecedentes
UNESCO “Promoción de medios de
comunicación africanos independientes
y pluralistas”, celebrado en Windhoek
(Namibia) en 1991.
Crédito de la foto: The Namibian
y cambios
El 3 de mayo de 1991, los signatarios de la histórica Declaración de
Windhoek para el desarrollo de una prensa libre, independiente y
pluralista declararon en el Artículo V:
2
Nota conceptual
En segundo término, es evidente que los grandes avances tecnológicos han aumen-
tado las oportunidades de comunicación y acceso a la información de las personas.
Al mismo tiempo, siguen existiendo importantes brechas digitales entre los géneros,
así como entre —y dentro de— las regiones y los países. Un puñado de empresas
de Internet proporciona servicios de comunicación a miles de millones de usuarios
en todo el mundo, pero también se les critica por dar lugar al odio y la desinfor-
mación en vez de al periodismo, así como por la escasa transparencia y responsab-
ilidad sobre cómo utilizan su poder de control.
Un tercer cambio que tuvo lugar desde 1991 ha sido el mayor reconocimiento jurídi-
co del derecho de acceso a la información. Mientras que en 1991 solo 12 países
contaban con leyes que garantizaban a los ciudadanos los derechos de acceso a
información del gobierno1 , esta cifra aumentó a 40 en 2009 y llegó a 126 países
en 20192. Más allá de la disponibilidad de información oficial, el periodismo libre
e independiente es un factor importante para producir información al servicio de la
humanidad.
3
Nota conceptual
La información como
un bien común
En este contexto, es oportuno reconocer y promover la idea de la
información como un bien común, como algo que ayuda a fomentar
las aspiraciones colectivas y que constituye la pieza clave del
conocimiento.
3 https://promarket.org/2017/06/30/information-public-good/
4
Nota conceptual
y datos fiables a disposición del público ha creado un vacío para los contenidos
potencialmente dañinos (incluido el discurso de odio) y las teorías conspirativas
engañosas, en su mayoría difundidas en línea a través de modelos de negocios de
Internet y actores que se aprovechan de estos.
La crisis de salud pública del COVID-19 ha puesto de manifiesto el papel vital que
juegan los medios de comunicación libres e independientes en todo el mundo4.
La producción de los medios de comunicación (ya sea en la prensa escrita, la
televisión o la radio, analógica o suministrada a través de plataformas digitales)
sigue siendo una poderosa fuente de información a la que la gente accede, incluso
cuando lo hace a través de las redes sociales. De este modo, los trabajadores de
los medios de comunicación de todo el mundo han contribuido significativamente a
nuestra comprensión de la pandemia al volver más accesibles flujos de información
que resultan abrumadores y muy complejos, al hacer que los hechos científicos
sean comprensibles para el público en general, al proporcionar datos actualizados
periódicamente y al participar en la comprobación de hechos. En muchos países,
los periodistas y las personas que se dedican a verificar hechos han hecho un
seguimiento crítico de la contratación y las subvenciones que responden a la
pandemia, y como resultado de sus actividades se han enfrentado a la presión de
las autoridades. En otros casos, han visto obstaculizada su labor por las medidas
puestas en marcha para contener el virus, así como por los desafíos planteados
tanto por la policía como por el público general durante las numerosas protestas
públicas que han caracterizado este período.
Retos actuales
• Las empresas de Internet (como las de redes sociales, mensajería y búsqueda) siguen
siendo criticadas por sacar rédito de flujos de contenidos que transmiten asombrosos
volúmenes de desinformación (y otros contenidos potencialmente perjudiciales para
los derechos humanos), incluso en el contexto de la pandemia7. La disponibilidad del
periodismo está cada vez más mediada por estas empresas, pero sin que den prioridad
a su carácter distintivo y su importancia dentro del conjunto de contenidos más amplio.
El funcionamiento de estas entidades empresariales continúa siendo opaco, lo que
impide a las partes interesadas diseñar respuestas de política informadas.
4 UNESCO. Periodismo, libertad de prensa y COVID-19. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de expresión y
desarrollo de los medios de comunicación. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373573_spa.
5 UNESCO. 2020. Nota conceptual sobre el Día Mundial de la Libertad de Prensa 2020. Véase [en línea (en inglés)] https://en.unes-
co.org/sites/default/files/concept_note_wpfd2020_final.pdf.
6 UNESCO. 2020. Reporting Facts: Free From Fear or Favour. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de
expresión y desarrollo de los medios de comunicación. Véase [en línea (en inglés)] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/
pf0000375061.
7 UNESCO. 2020. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de expresión y desarrollo de los medios de comuni-
cación - Periodismo, libertad de prensa y COVID-19. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373573_spa.
5
Nota conceptual
Resumen
#DiaDeLaLibertaddePrensa
#LibertadDePrensa
es.unesco.org/commemorations/worldpressfreedomday
6
Anexo : Ideas sobre la información como bien común
Anexo
Ideas sobre la información como bien común
En palabras del ganador del Premio Nobel Joseph E. Stiglitz, el vínculo entre
información y bien público es una de las ideas más importantes de la economía
moderna y, en tanto bien público, necesita apoyo público . Stiglitz sostiene que la
buena información es necesaria para el funcionamiento de un Estado democrático
fuerte y que en las democracias sabemos lo que hay que hacer y tenemos la
capacidad de hacerlo: necesitamos fortalecer los medios de comunicación libres y
diversos con apoyo público.
8 24 November 2020: message for the 40th Anniversary of the UNESCO’s International Programe for the Development of Communi-
cation (IPDC). https://www.youtube.com/watch?v=gzA0EVKrduE
7
Anexo : Ideas sobre la información como bien común
9 https://www.weforum.org/agenda/2021/01/video-streaming-was-a-hit-during-covid-19-but-what-does-that-mean-for-media/
10 UNESCO – Programa Internacional para el Desarrollo de la Comunicación - Indicadores de Viabilidad de los Medios de Co-
municación. Véase [en línea (en inglés)] http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/HQ/CI/CI/pdf/IPDC/ipdc59_Me-
dia_viability_indicators.pdf.
11 UNESCO. 2020. Reportando los hechos: libres de temores o favores: Resumen Ejecutivo parte de la serie In Focus del reporte
sobre las Tendencias Mundiales en Libertad de Expresión y Desarrollo de los Medios. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/
ark:/48223/pf0000373572_spa.
8
Anexo : Ideas sobre la información como bien común
En algunos de los peores casos, las plataformas digitales se usaron para transmitir el
discurso de odio, a veces con consecuencias siniestras. Una misión de investigación
sobre el terreno de las Naciones Unidas en Myanmar descubrió que las redes
sociales habían jugado un importante papel en la propagación del discurso de odio
contra la comunidad rohingya y otros musulmanes . BSR llegó a una conclusión similar
tras realizar una evaluación del impacto de la presencia de Facebook en los derechos
humanos en Myanmar, y afirmó que una minoría de usuarios trata de aprovechar
Facebook como plataforma para debilitar la democracia e incitar a la violencia fuera
de línea, lo que incluye graves delitos en virtud del derecho internacional19.
12 UNESCO. 2020. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de expresión y desarrollo de los medios de comuni-
cación - Periodismo, libertad de prensa y COVID-19. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373573_spa.
13 Por ejemplo, Shoshana Zuboff, The coup we are not talking about. Véase [en línea (en inglés)] https://www.nytimes.
com/2021/01/29/opinion/sunday/facebook-surveillance-society-technology.html.
14 Véase [en línea (en inglés)] https://www.nytimes.com/2018/10/19/technology/whatsapp-brazil-presidential-election.html.
15 Véase [en línea (en inglés)] https://ico.org.uk/media/action-weve-taken/2618383/20201002_ico-o-ed-l-rtl-0181_to-julian-knight-
mp.pdf.
16 Véase [en línea (en inglés)] https://newsroom.tiktok.com/en-us/combating-misinformation-and-election-interference-on-tiktok.
17 Véase [en línea (en inglés)] https://www.forbes.com/sites/isabeltogoh/2020/10/19/tiktok-is-banning-accounts-that-spread-qa-
non-theories-and-disinformation/?sh=413d446b2262.
18 Véase [en línea] https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/G18/274/57/PDF/G1827457.pdf?OpenElement.
19 Véase [en línea (en inglés)] https://about.fb.com/wp-content/uploads/2018/11/bsr-facebook-myanmar-hria_final.pdf.
9
Anexo : Ideas sobre la información como bien común
Varias empresas de Internet han tomado medidas para dejar de dar prioridad
o contrarrestar de otro modo la desinformación y los contenidos potencialmente
nocivos como, por ejemplo, perfeccionar las normas de la comunidad, reforzar
la moderación de los contenidos (mediante la eliminación, el etiquetado o la
desampliación de los contenidos engañosos), cambiar las políticas de publicidad,
suprimir de la lista a determinados productores de contenidos acusados de
actividades coordinadas y auténticas, rediseñar lo que se promueve como
“recomendado”, dirigir a los usuarios hacia contenidos verificados, o asociarse y
apoyar las iniciativas de comprobación de hechos. Sin embargo, ante la falta de
datos, información y estadísticas completas de estas empresas que operan en línea,
resulta imposible evaluar la proporción de desinformación y discurso de odio en
relación con los volúmenes totales de contenido, así como sus orígenes y alcance, y
la eficacia de las medidas para contrarrestar dicho contenido.
20 UNESCO. 2020. Nota temática de la serie Tendencias mundiales en libertad de expresión y desarrollo de los medios de comuni-
cación - Periodismo, libertad de prensa y COVID-19. Véase [en línea] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373573_spa.
10
Anexo : Ideas sobre la información como bien común
21 Comisión sobre la Banda Ancha para el Desarrollo Sostenible. 2020. Balancing Act: Countering Digital Disinformation While
Respecting Freedom of Expression. Véase [en línea (en inglés)] https://broadbandcommission.org/Documents/working-groups/
FoE_Disinfo_Report.pdf.
22 Los indicadores de la universalidad de Internet de la UNESCO son un conjunto de 303 indicadores con los que se busca evaluar el
estado de desarrollo de Internet a nivel nacional de acuerdo con los principios DAAM de derechos humanos, apertura, accesibilidad
y participación de múltiples partes interesadas. Véase [en línea (en inglés)] https://en.unesco.org/internet-universality-indicators/
roamx-indicators.
23 UNESCO. 2013. Media and Information Literacy: Policy and Strategy Guidelines. Véase [en línea (en inglés)] https://unesdoc.
unesco.org/ark:/48223/pf0000225606.
24 UNESCO. 2019. Media and Information Literacy in Journalism: A Handbook for Journalists and Journalism Educators. Véase [en
línea (en inglés)] https://en.unesco.org/sites/default/files/mil_eng.pdf.
11
Anexo : Ideas sobre la información como bien común
25 UNESCO. 2015. MILID Yearbook. Media and information literacy for the Sustainable Development Goals. Véase [en línea
(en inglés)] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000234657.locale=en 26 UNESCO. 2016. MILID Yearbook. Media and
information literacy: reinforcing human rights, countering radicalization and extremism https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/
pf0000246371.locale=en
26 UNESCO. 2016. MILID Yearbook. Media and information literacy: reinforcing human rights, countering radicalization and
extremism. Véase [en línea (en inglés)] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000246371.locale=en.
12
Anexo : Ideas sobre la información como bien común
Conclusión
El tema del Día Mundial de la Libertad de Prensa 2021 es de urgente
importancia para todos los países del mundo. Reconoce el cambiante sistema
de comunicaciones que incide en nuestra salud, los derechos humanos, las
democracias y el desarrollo sostenible. Para resaltar la importancia de la
información en este nuevo ecosistema es importante abordar los temas de la
viabilidad de los medios de comunicación, la transparencia de las plataformas y la
alfabetización y capacidad de los usuarios.
13
DOSIER
Derecho,
bien común,
seguridad
y justicia
Law,
common,
good, security
and justice
Virgilio Ruiz Rodríguez*
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, México
virgilio.ruiz@ibero.mx
Dosier · Derecho, bien común, seguridad y justicia
Resumen
Después de tantos siglos en que el derecho ha acompañado al hombre en su
vida, parecería ocioso preguntarse por su finalidad. Sin embargo, como veremos
en el desarrollo de este artículo, hoy día, entre importantes autores, se continúa
discutiendo sobre el mismo tema. Por esta razón me di a la tarea de escribir
algo al respecto, esperando contribuir —desde mi convicción y formación— al
esclarecimiento del problema, ya que son varios los aspectos de la vida social a
los que, según diversos especialistas, debería enfocarse el derecho: bien común,
seguridad, paz, orden, tranquilidad, libertad, justicia, etcétera.
Abstract
After so many centuries accompanying man’s life, it would seem pointless to ask
about the end of law. However, as we will see in the development of this article,
this topic still arises discussion among great authors now. For this reason, I
gave myself the task of writing something about it, hoping to contribute–from
my conviction and training–to the clarification of the problem, since there are
several aspects of social life on which, according to various authors, law should
focus: common good, security, peace, order, tranquility, freedom, justice, etc.
Introducción
Todo lo que existe, lo que es, lo que se produce tiene un motivo, una
causa, una razón de ser. Es decir, todo tiene un fin por o para el cual
existe. De esta verdad no se escapa el derecho: ¿cuál es su fin? No hay
un consenso entre los autores para señalarlo: por qué o para qué el ser
humano creó el derecho. Esto pone de manifiesto la dificultad para abor-
dar el tema; al mismo tiempo se constituye en motivo de discusión y
desacuerdo entre los autores: para unos, será el bien común; para otros,
la seguridad y la justicia. Finalmente, para otros será solamente la justi-
cia, como conditio sine qua non para disfrutar de la seguridad, la paz, la
tranquilidad, el bien común y otros valores sociales que no tenemos pero
deseamos con fervor.
Cuando el ser humano atraviesa ciertas crisis de convivencia, la pre-
gunta que aflora inmediatamente es: ¿Qué no existe el derecho? O,
¿para qué está el derecho? Estas interrogantes se traducen en el siguiente
cuestionamiento: tiene o no alguna razón de ser el derecho; tiene uno o
varios fines. Este trabajo se encamina a tratar de contestar estas pregun-
tas. En principio habrá que decir, con Manuel Atienza, que el derecho
es un fenómeno omnipresente en nuestras sociedades. Prácticamente no
hay ninguna relación social que no esté, o pueda llegar a no estar regula-
da jurídicamente.1 No obstante su omnipresencia, el derecho no convier-
te en jurídico, sin más, todo aquello por lo cual se interesa. Lo jurídico es
sólo un aspecto de lo social; pero es algo de lo que no podemos prescindir
si queremos entender el mundo en que vivimos.
La importancia del derecho se corrobora a través de lo que acontece
en nuestra vida diaria: si pedimos agua, energía eléctrica, allí está el de-
recho; de igual manera en las relaciones laborales, en que unas personas
1
Manuel Atienza, El sentido del Derecho (Barcelona: Ariel Derecho, 2004), 15.
1. El derecho
2
Nicolás López Calera, Filosofía del derecho (I) (Granada: Comares, 1997), 52.
3
López Calera, Filosofía del derecho, 52.
4
Ver Jürgen Habermas, La inclusión del otro. Estudios de teoría política, Juan C. Velasco, trad. (Barce-
lona: Paidós Básica, 2013), 249.
5
Ver Habermas, La inclusión del otro, 250.
6
Gregorio Peces-Barba, Introducción a la filosofía del derecho (Madrid: Debate, 1995), 296.
7
Joseph Thomas Delos, Los fines del derecho (Ciudad de México: unam, 1975), 31.
8
Luis Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho (Ciudad de México: Porrúa, 1974), 5.
9
Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho, 10.
10
Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho, 76.
11
Norbert Brieskorn, Filosofía del derecho, Claudio Gancho, trad. (Barcelona: Herder, 1993), 35.
12
Ver Otfried Höffe, Estudios sobre teoría del derecho y la justicia, Jorge M. Seña, trad. (Barcelona: Alfa,
1988), 106.
13
Ronald Dworkin, Justicia para erizos, Horacio Pons, trad. (Ciudad de México: f.c.e, 2014), 20.
2. El bien común
Para Louis Le Fur el fin del derecho consiste en garantizar que por la
justicia, el orden y la seguridad se creen las condiciones que permitan a
los miembros del grupo realizar su bien, el de todos, el bien común. Esta
realización implica el sostenimiento de una justa medida entre la tradi-
ción y el progreso y, en consecuencia, el simultáneo rechazo a la rutina
y las variaciones demasiado bruscas.15 De esta manera, el bien común
se aprecia en función del hombre —no del individuo—, de la persona
espiritual y libre. J. T. Delos lo define como “el conjunto organizado
de las condiciones sociales, políticas, económicas, religiosas, gracias a
las cuales la persona puede cumplir su destino natural y espiritual”.16
González Uribe apuntaría que el bien común se manifiesta, sobre todo,
14
Höffe, Estudios sobre teoría del derecho, 107.
15
Luis Le Fur, “El fin del Derecho: bien común, justicia, seguridad”, en AA.VV., Los fines del derecho,
Daniel Kuri Breña, trad. (Ciudad de México: unam, 1975), 16.
16
Joseph Thomas Delos, “Los fines del Derecho: bien común, seguridad, justicia”, en AA.VV, Los fines
del derecho, 45.
en los bienes y valores que la sociedad, con los elementos que dispone,
asegura en beneficio de la persona humana: el orden, la paz, la justicia, la
seguridad y el bienestar. Por esta razón se constituye como la causa final
de la sociedad.17
Según Luciano Parejo Alfonso, la libertad y seguridad, en tanto bienes
estrechamente imbricados, se inscriben en el orden jurídico cuya efecti-
vidad es misión del Estado; esto hace referencia a la tradicional relación
entre libertad y utilidad común, la κοινόν griega, que pasó a Roma como
bonum commune.18
Por otra parte, en todo el mundo, la tendencia actual —observa Rad-
bruch— es la de orientar el orden de la sociedad únicamente en el sen-
tido de lo que se tiene por el bien común y negar los principios autóno-
mos de justicia y seguridad. De esta manera, se destruye la idea misma
del derecho.19 Junto al bien común debemos reconocer la justicia como
otro de los fines del derecho; pero no la justicia entendida en sentido
amplio, sino en su noción particular, que es la que esperamos realice el
derecho. Esta noción de justicia fue determinada de manera definitiva
—señala el mismo autor— por Aristóteles: justicia significa igualdad;
no tratamiento igual de todos los hombres y todos los hechos, sino apli-
cación de una medida igual. El tratamiento mismo será diferente en la
medida en que difieren los hombres y los hechos. Habrá pues, no una
igualdad de tratamiento absoluto, sino proporcional. He ahí la justicia
distributiva de Aristóteles.20
Por encima de estos fines, para López Calera —quien prefiere hablar
de funciones del derecho y no de fines— se encuentra la justicia:
17
Ver U. H. González, Teoría política (Ciudad de México: Porrúa, 1987), 554-555.
18
Luciano Parejo, “Libertad y seguridad en la Constitución”, en AA.VV., Libertad, seguridad y derecho
(Madrid: Fundación Modernización de España, 2003), 29.
19
Gustav Radbruch, “El fin del Derecho”, en AA.VV., Los fines del derecho, 58.
20
Radbruch, “El fin del Derecho”, 59.
Para Delos, la seguridad y la justicia forman parte del bien común; pero
también, nadie negará que, siendo diferentes, son fines del derecho posi-
tivo. En su sentido más general, Delos la define como “la garantía dada al
individuo de que su persona, sus bienes y sus derechos no serán objeto de
ataques violentos o que, si éstos llegan a producirse, le serán asegurados
por la sociedad, protección y reparación”.22 Líneas más adelante puntua-
liza que la seguridad es un estado subjetivo, consistente en la convicción
que tiene el sujeto de que la situación de la cual goza no será modificada
por la violencia, por una acción contraria a las reglas y a los principios
que rigen la vida social.23
Entre los conceptos que integran el título de este escrito existe una es-
trecha relación; pero ¿en virtud de qué objetivo se comentan o se estu-
dian? Parecería un eufemismo, pero la respuesta puede ser otra pregunta:
¿alguno de ellos tiene prioridad? Cabe indicar que no existe un acuerdo
21
Nicolás López, Calera, “Funciones del derecho”, en Derecho y Justicia, V. E. Garzón y J. F. Laporta,
comps. (Madrid: Trotta, 2000), 458-459.
22
Delos, “Los fines del Derecho”, 47.
23
Delos, “Los fines del Derecho”, 48.
entre los pensadores para definir cuál de ellos es el medio, y cuál o cuáles,
los fines. Así, para Louis Le Fur, la función del factor jurídico, es decir, el
fin del derecho, consiste en garantizar que, mediante la justicia, el orden
y la seguridad, se creen las condiciones que permitan a los miembros del
grupo realizar el bien común.24
El derecho, en cuanto sistema normativo, se manifiesta, entre otras
posibilidades, como sistema de seguridad, es decir, como control social
para la implantación y realización de un determinado modelo de or-
ganización social. Podemos decir —con Elías Díaz— que legalidad y
seguridad son términos coincidentes en amplia medida. En este sentido,
el reino de la arbitrariedad es el dominio de la total inseguridad; la lucha
en su contra es, entre otras cosas, la lucha por la seguridad jurídica. La
legalidad es siempre un progreso con respecto de la arbitrariedad.25
La seguridad es algo que aprecia tanto el ser humano que, desde el
supuesto origen de la sociedad a través del contrato, los hombres se dan
cuenta —según Paulette Dieterlen—que en el estado natural, un esta-
do de igualdad, no tienen seguridad ni posibilidad de obtener ventajas
colectivas, como la industria, el cultivo de tierras, la navegación, etcétera.
Motivados por el miedo de vivir en ese estado, los individuos intercam-
bian sus derechos, como el de propiedad y el de libertad de expresión,
por la seguridad. Con ello, el soberano obtiene la obediencia de los súb-
ditos, siempre y cuando les proporcione seguridad.26
Es verdad que la seguridad como valor social es uno de los más exi-
gidos por el ser humano. De tal manera que, para un buen número de
pensadores en el ámbito jurídico, la seguridad se constituye como fin del
derecho por excelencia. La seguridad y la justicia —para Radbruch—
24
Le Fur, “El fin del derecho”.
25
Elías Díaz, Sociología y filosofía del derecho (Madrid: Taurus Humanidades, Santillana, 1992), 42.
26
Paulette Dieterlen, “Ética y poder público”, en Cuestiones morales, Osvaldo Guariglia, ed. (Madrid:
Trotta, 1996), 133.
27
Gustav Radbruch, Filosofía del derecho, José Medina, trad. (Madrid: Reus, 2007), 184-185.
28
Jürgen Habermas, Ensayos políticos, Ramón García, trad. (Barcelona: Península, 2002), 111.
29
Habermas, Ensayos políticos, 110.
30
Ver Díaz, Sociología y filosofía del derecho, 40-41.
31
Luis Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho (Ciudad México: Porrúa, 1978), 137.
32
Herman Heller, Teoría del Estado, Luis Tobio, traductor (México: fce, 1987), 242-243,
33
Díaz, Sociología y filosofía del derecho, 48-49.
reglas y a los principios que rigen la vida social. Esta seguridad en la vida
social, ¿quién la garantiza? El individuo responderá que su seguridad es
la presencia de una policía, de una fuerza armada, de un aparato de jus-
ticia represivo. En este sentido objetivo, la seguridad se confunde con la
existencia de un estado de organización social. Así el individuo vive en
“seguridad”, como vive en “sociedad”.34
Sostiene el mismo autor que la justicia y la seguridad son fines del
derecho, pero son diferentes: la justicia es una noción moral correlativa
al derecho, mientras la seguridad es una cuestión de hecho, un estado de
hecho. ¿Será una seguridad subjetiva? Dice Delos: es un hecho psicológi-
co, la certeza efectiva de que la violencia no vendrá a perturbarme en la
posesión de mis bienes.35 Hay algo relevante en esto, pues si bien la segu-
ridad y la justicia se consideran fines del derecho, el mismo Delos señala
la importancia de que la investigación sobre la seguridad se sitúe sobre el
plan de la justicia y el derecho, y que toda acción en favor de la seguridad
social está encuadrada y limitada por la justicia y el derecho.36
“Es verdad —escribe R. Dworkin— que una comunidad quiere el más
alto nivel de seguridad, el mejor sistema educativo, la red más eficiente
de transporte y la mejor atención médica disponible. Pero su presupues-
to es ajustado”. [. . .] “Tal vez comprobemos que una concepción más
adecuada de la libertad muestra, después de todo, que las medidas que
mejoran la seguridad no la comprometen. A veces la profundización del
estudio refuerza el conflicto: no cabe duda que el honor de una nación
se sacrifica cuando se tortura a presuntos terroristas. En tales casos no
hay conflicto moral, porque la moral exige que renunciemos a cualquier
seguridad que alcancemos al precio del deshonor”.37
34
Delos, “Los fines del derecho”, 48.
35
Delos, “Los fines del derecho”, 49.
36
Delos, “Los fines del derecho”, 53.
37
Dworkin, Justicia para erizos, 151-152.
38
Delos, “Los fines del derecho”, 47.
39
Delos, “Los fines del derecho”, 46-47.
40
Recaséns Siches, Introducción al estudio del derecho, 136.
41
Ernesto Garzón, “Derecho y moral”, en El derecho y la justicia, Garzón y Laporta, 402.
42
Tarcisio Navarrete et al., Los derechos humanos al alcance de todos (Ciudad México: Diana, 1994),
204.
43
Rigoberto Gerardo Ortiz, La seguridad jurídica. Los derechos humanos en la jurisprudencia mexicana
(Ciudad de México: cndh, 2004), 126.
44
Ver Gregorio Peces-Barba, Curso de derechos fundamentales. Teoría general (Madrid: Universidad
Carlos III de Madrid, Boletín oficial del Estado, 1999), 250-251.
45
Díaz, Sociología y filosofía del derecho, 42-43.
46
Peces-Barba, Curso de derechos fundamentales, 252.
47
Peces-Barba, Curso de derechos fundamentales, 252-253.
48
Víctor Moreno, “Las garantías del Poder Judicial en el Estado democrático”, en AA.VV. Libertad,
seguridad y derecho, 45.
49
Díaz, Sociología y filosofía del derecho, 42.
50
Gustav Radbruch, Introducción a la filosofía del derecho, Wenceslao Roces, trad. (Ciudad de México:
f.c.e. 1985), 40.
51
Radbruch, Introducción a la filosofía del derecho, 41.
52
Antonio Enrique Pérez Luño, La seguridad jurídica (Barcelona: Ariel, 1991), 20.
señalar que no se admite como tal desde los partidarios del Estado mí-
nimo.53 Pese a este semirechazo, la seguridad es un bien tan valioso que,
gracias a ella, podemos prever el futuro y tomar nuestras disposiciones
para él; es la base sobre la cual descansan todos los planes, todo trabajo,
todo ahorro; hace que la vida no sea simplemente una sucesión de ins-
tantes, sino una continuidad, y que la vida del individuo entre como un
eslabón en la cadena de las generaciones. Es la característica distintiva
de la civilización, lo que separa al hombre culto del salvaje, la paz de la
guerra, al hombre de la bestia.
4. La justicia
53
Gregorio Peces-Barba, “Libertad y seguridad desde la filosofía del derecho”, AA.VV., Libertad, segu-
ridad y derecho, 19.
54
Pol. L. I, c. 2, 1253ª
55
Platón, República, I, 338c.
el juez, lo que resulta risible. Una cosa es ser justo y otra pasar por tal y
representar a la justicia.56
Algo más —comenta el mismo Leibniz— respecto a lo dicho por
Trasímaco: aun cuando en el universo, o en el gobierno de todo lo que
existe, las cosas se encontrasen tan felizmente dispuestas que el más
poderoso fuese justo, y nada hiciese que mereciera censura, su poder
no sería en realidad el fundamento formal de su justicia. Si la fuerza
constituyera el verdadero fundamento de la justicia, todos los fuertes
serían justos en proporción a la extensión de su poder, cosa que la ex-
periencia desmiente.57 De algún modo la justicia sí se puede vincular
con la fuerza, lo que la hace diferente de otras virtudes. Así lo expresa
A. Smith: al tratar de comparar la justicia con otras virtudes resulta
que nos sentimos ante una mayor obligación de obrar de acuerdo a la
justicia que en armonía, con la amistad, la caridad o la generosidad;
de alguna manera la práctica de estas tres últimas virtudes parece ser
dejada a nuestro libre albedrío pero, de una u otra forma, nos sentimos
vinculados, obligados y forzados de un modo especial a observar la
justicia. Es decir, pensamos que el empleo de la fuerza es totalmente
correcto y cuenta con la aprobación de todas las personas, para cumplir
con las reglas de la justicia, pero no para seguir los preceptos de las otras
virtudes.58
Por ello, afirma López Calera: “El derecho no trata de hacer buenos a
los hombres, sino que actúen justamente. Ni persigue tampoco una con-
vivencia social basada en la amistad o en el amor, sino en la justicia”.59
56
Gottfried W. Leibniz, Tres ensayos: El derecho y la equidad. La justicia. La sabiduría, E. García Máy-
nez, trad. (Ciudad de México: unam, 2009), 10.
57
Leibniz, Tres ensayos, 11.
58
Ver Adam Smith, La teoría de los sentimientos morales, Carlos Rodríguez Braun, trad. (Madrid:
Alianza Editorial, 2009), 173.
59
López Calera, Filosofía del derecho, 67.
Hemos nacido para la justicia —ya lo decía Cicerón— y la ley (el dere-
cho) no se funda en la opinión sino en la naturaleza misma del hombre.60
Sobre la justicia en particular, Radbruch escribe:
“es una categoría vacía que puede llenarse con los más diversos contenidos.
De esta manera, la furia de una justicia desenfrenada en el vacío puede re-
vestir aun lo más monstruoso con un ropaje ideal. La justicia es un valor de
polaridad que necesita de la resistencia para realizarse según su esencia. La
justicia que no está suavizada continuamente por el amor lleva a la injustica
de igual modo que el perdón significaría debilidad insostenible si no fuera
combatido continuamente por la justicia. La justicia sin amor se convierte en
endurecida autojusticia, de la que tarde o temprano se vengan terriblemente
las fuerzas vitales oprimidas”.61
60
Marco Tulio Cicerón, La República y las Leyes, I, 28, Juan Ma. Núñez, ed. (Madrid: Akal/Clásica,
1989), 203-204.
61
Filosofía del derecho, José Medina, trad. (Madrid: Editorial Revista de derecho privado, 1993), 186.
62
Ver Immanuel Kant, Lecciones de ética, Roberto Rodríguez Aramayo, trad.(Barcelona: Austral,
2015), 258.
63
Adam Smith, La teoría de los sentimientos morales, Carlos Rodríguez Braun, trad. (Madrid: Alianza
Editorial, 2009), 173.
64
Dworkin, Justicia para erizos, 392-393.
65
Dworkin, Justicia para erizos, 511.
66
Dworkin, Justicia para erizos, 311.
67
Radbruch, “El fin del derecho”, 59.
68
Radbruch, “El fin del derecho”, 63.
69
Leibniz, Tres ensayos, 11.
70
López Calera, Filosofía del derecho, 124-125.
71
López Calera, Filosofía del derecho, 124-125.
72
Tomás de Aquino, S. Th. I-II, q. 95 2.
Kant escribió: “La más grande y repetida forma de miseria a que están
expuestos los seres humanos consiste en la injusticia, más bien que en
la desgracia”.73 En los tiempos actuales, Amartya Sen hace la siguiente
observación:
“Lo que tiende a inflamar las mentes de la humanidad sufriente no puede ser
sino de interés inmediato para la formulación de políticas y para el diagnós-
tico de la injusticia. Hay que examinar el sentimiento de injusticia incluso
si resulta estar equivocado, y hay que atenderlo de manera concienzuda si
está bien fundado. No podemos estar seguros de si está equivocado o bien
fundado sin la debida investigación. Sin embargo, puesto que las injusticias
se refieren con suficiente frecuencia a fuertes fracturas sociales, vinculadas
a divisiones de clase, género, rango, posición, religión, comunidad y otras
barreras establecidas, resulta difícil remontar esas barreras para realizar un
análisis objetivo del contraste entre lo que sucede y lo que podría suceder,
que es esencial para el avance de la justicia. Tenemos que atravesar dudas,
preguntas, argumentos, escrutinios para alcanzar conclusiones sobre si la
justicia puede avanzar y cómo ha de llevarse a cabo”.74
Conclusión
73
Kant, Lecciones de ética, 237.
74
Amartya Sen, La idea de la justicia, Hernando Valencia, trad. (Ciudad de México: Taurus, 2010),
422.
75
Aristóteles, Pol. L, 1, c. 2, 1253ª.
relación entre los tres conceptos expuestos como fines del derecho, según
las diversas opiniones. Como se apreció en este corto trabajo, no existe
un acuerdo o consenso entre los autores sobre cuál es la razón de ser del
derecho o, lo que es igual, ¿cuál es el fin esencial del mismo? Aquí acon-
tece algo parecido a cuando se habla de política: las opiniones se dividen;
si es uno o son varios los fines de la misma.
Desde mi experiencia y formación académica sostengo que el fin pri-
mordial del derecho es la justicia: ius suum cuique tribuendi (dar a cada
quien su derecho). Los otros valores mencionados: seguridad, bien co-
mún, incluso tranquilidad, paz y orden, si bien podemos darles la cate-
goría de fines secundarios, todos ellos dependerán de si se hace justicia
o no. El derecho es el medio, el instrumento; la justicia es el fin; por lo
tanto, si se aplica la ley habrá justicia. De lo contrario, se seguirá favore-
ciendo la impunidad, obstáculo real a la vida que deseamos tener.
Esto, aplicado a México, es una forma de corroborar lo dicho: algo en
boca de muchos es que reina la impunidad en todos los niveles de la vida
sociopolítica. ¿Qué se deriva de este vicio-defecto existente en la Repú-
blica mexicana? En cuántos casos delictivos sabemos que no se aplica la
ley como debe ser; por lo mismo, es evidente que la justicia no existe si
no se hace lo anterior. No se le da a cada quien su derecho, que es lo que
pide la justicia, sobre todo, al hacer simulaciones de juicio, o persiguien-
do a quien cometió un delito, esperando no encontrarlo. Lo que falla es
la responsabilidad, a tal grado, que el debido proceso ha resultado lesio-
nado, como si se tratara de principiantes en el ámbito judicial. Por este
motivo, entre muchos otros, los indiciados se van a la calle dispuestos a
delinquir de nuevo; y las historias se repiten.
La labor y responsabilidad de lo que acontece en la vida social es de
todos los integrantes de la sociedad: autoridades, instituciones y gente de
a pie, los ciudadanos comunes y corrientes. Pero, también, es necesario
no confundir competencias con los responsables directos de las mismas.
Así, por ejemplo, el Estado es responsable de lograr el bien común en
Referencias
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jurisprudencia mexicana. Ciudad de México: cndh, 2004.
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Platón, República. En Obras completas. Madrid: Aguilar, 1979.
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México: Porrúa, 1978.
Sen, Amartya. La idea de la justicia. Hernando Valencia, trad. Ciudad de
México: Taurus, 2010.
Smith, Adam. La teoría de los sentimientos morales. Carlos Rodríguez
Braun, trad. Madrid: Alianza Editorial, 2009.
Datos Generales
Nombre de la Asignatura: Filosofía del Derecho Código: FDE-1010
Unidades valorativas: 3 Duración del Módulo: 10 días
Objetivos Específicos:
1. Analizar los límites de la Discrecionalidad Judicial.
Desarrollo de Contenido
Introducción
Ya hemos visto los problemas que se plantean sobre la verdad y que ésta esta
relacionada con la realidad, con la existencia de unos hechos. Pero también se debate
en la filosofía del derecho, la potestad de los jueces respecto a la verdad y en este
proceso los jueces, así como los abogados, deben saber argumentar. Este es el tema
que analizaremos, en forma general, en el presente módulo.
1. La discrecionalidad judicial
necesariamente formular las reglas jurídicas. Para que el derecho pueda cumplir con
su función básica de regular la conducta de los sujetos mediante reglas, éstas deben
ser formuladas en el lenguaje natural utilizado en la comunidad. Para Hart, el
significado de las palabras-concepto en las que deben ser formuladas las reglas,
depende del uso que se haga de los mismos en dicha comunidad. Existen casos en los
que la aplicación del término no resulta problemática, estos constituyen el núcleo del
significado de la expresión. Pero existen otros casos en los que existen desacuerdos
sobre si el término se aplica o no. En esos casos se debe apelar a consideraciones
extralingüísticas para fundar la decisión de aplicar o no el término en cuestión. Estos
casos constituyen la zona de penumbra del significado de toda palabra-concepto
perteneciente a un lenguaje natural.
Las reglas jurídicas, en consecuencia, permiten resolver sin inconvenientes los casos
que caen dentro del núcleo de significado de las palabras-concepto con que se
formulan. Esto son los denominados casos fáciles. Pero existen casos que caen dentro
del área de penumbra, los denominados casos difíciles. En estos casos, la regla no
determina por sí sola la solución, y el juez debe elegir entre distintas alternativas
apelando a consideraciones extrajurídicas. La existencia inevitable de estos "casos
difíciles" en la práctica de aplicación judicial del derecho, constituye el fundamento de
la llamada “tesis de la discrecionalidad judicial”.
La distinción entre casos fáciles y difíciles resulta crucial para las posiciones positivistas.
Es lo que permite afirmar que la interpretación, en tanto que actividad parcialmente
creativa, constituye una actividad excepcional en la tarea de aplicar judicialmente el
derecho. La distinción entre el derecho que es y el derecho que debe ser requiere
diferenciar las actividades de aplicar el derecho (casos fáciles) y de crearlo (casos
difíciles) (cf. Marmor 2001).
Manuel Atienza (1993) se vale de la distinción entre "caso fácil" y "caso difícil" para
analizar una serie de fallos tomados de la práctica judicial española, en un libro reciente
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
derecho. Consejo Superior de la Judicatura, Sala Administrativa, Esuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.
Si se desea realizar citas, se debe consultar directamente el libro señalado.
UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE HONDURAS
FILOSOFIA DEL DERECHO
Para entender esta caracterización debemos aclarar la forma en la que el autor analiza
la noción de “racionalidad formal” en otros trabajos. Atienza (1987, 1990b) define la
"racionalidad formal" en por la presencia de las siguientes notas:
Por último, Atienza afirma que existe un tercer tipo de casos, a los que llama “casos
trágicos”, que surgen "... cuando en relación con el mismo no cabe tomar una decisión
que no vulnere algún principio o valor fundamental del sistema" (Atienza 1993: 177).
1
Un "caso individual" es una circunstancia espacio-temporalmente situada, mientras que un "caso
genérico" consiste en un conjunto de propiedades afirmadas conjuntamente. “Homicidio”, entendido
como “acto intencional de matar a un ser humano”, sería un ejemplo de caso genérico definido por
las propiedades “ser un acto intencional” y “que consista en matar a un ser humano”. El
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
derecho. Consejo Superior de la Judicatura, Sala Administrativa, Esuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.
Si se desea realizar citas, se debe consultar directamente el libro señalado.
UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE HONDURAS
FILOSOFIA DEL DERECHO
que nos encontramos lejos de lograr un consenso en relación con el uso de estas
expresiones (Cerutti 1995: 64).
Para Dworkin (1967) decir que alguien “tiene discrecionalidad” en el lenguaje ordinario
tiene sentido solo en contextos en el que alguien tiene la carga de tomar decisiones
en materias reguladas por pautas establecidas por una determinada autoridad. Según
este autor se pueden distinguir tres sentidos del termino “discreción”:
(1) discrecionalidad en sentido débil1: se emplea cuando por alguna razón las
pautas que el funcionario debe aplicar no pueden ser aplicadas mecánicamente, sino
que requieren el uso de opiniones [judgment]. Por ejemplo, si un teniente ordena a
un sargento: “Escoja sus cinco hombres mas experimentados y sígame”.
apuñalamiento de César por parte de Bruto ocurrido en el 44 a.c. a la mañana constituye un ejemplo
de “caso individual” de homicidio (ver Alchourrón y Bulygin 1975).
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
derecho. Consejo Superior de la Judicatura, Sala Administrativa, Esuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.
Si se desea realizar citas, se debe consultar directamente el libro señalado.
UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE HONDURAS
FILOSOFIA DEL DERECHO
dos boxeadores fue más agresivo no tiene discrecionalidad en sentido fuerte, pues
dicha pauta constituye una regulación de su decisión. Pero no se debe confundir el
sentido fuerte de discrecionalidad con la absoluta libertad o la imposibilidad de criticar
la decisión tomada. La discrecionalidad en sentido fuerte de un funcionario no significa
que el mismo sea libre de decidir sin recurrir a pautas de racionalidad, sentido,
efectividad o equidad. Sólo se afirma que su decisión no se encuentra regulada por
una pauta elaborada por la autoridad que se tiene en mente al plantear la cuestión en
términos de discrecionalidad. Su decisión puede ser criticada pero nunca por
desobediencia.
La pregunta "¿crean derecho los jueces?" ha motivado una gran cantidad de debates.
Muchos de ellos, como señala acertadamente Carrió (1990), son seudodisputas
verbales, esto es discusiones en las que los participantes no están en un desacuerdo
genuino, porque no afirman dos tesis incompatibles sobre la misma cuestión. El
desacuerdo es aparente pues quienes discuten usan las mismas expresiones
lingüísticas. Sin embargo, cuando se analizan con detalle los presupuestos de sus
argumentaciones, se descubre que utilizan las expresiones con distinto significado. Eso
los lleva a hablar de cosas diferentes, y a menudo a sostener tesis compatibles sobre
el problema. No puede existir un desacuerdo genuino sin que exista un mínimo acuerdo
entre los que discuten. Antes de comenzar a discutir en torno a la pregunta "¿crean
derecho los jueces?" debemos precisar que entenderemos por "crear" y que sentido le
daremos a la expresión "crear derecho" (cf. Bulyign 1966). La respuesta afirmativa o
negativa a la pregunta estará determinada, en gran parte, por los significados que le
demos a las expresiones claves antes mencionadas.
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
derecho. Consejo Superior de la Judicatura, Sala Administrativa, Esuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.
Si se desea realizar citas, se debe consultar directamente el libro señalado.
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Desde esta perspectiva, una resolución o decisión judicial debería ser considerada
justificada o fundada, si la conclusión del argumento en el que se expresa el contenido
de dicha decisión, se deduce lógicamente de sus premisas. Esto es, de la norma jurídica
general, los enunciados fácticos que describen los hechos o circunstancias del caso y
de las definiciones adoptadas para interpretar las formulaciones normativas. Por ende,
los enunciados que podemos hallar como premisas en estos razonamientos son de tres
tipos: normas, definiciones y enunciados fácticos.
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Para poder dar cuenta de esta peculiaridad, el razonamiento judicial debería ser
concebido como un conjunto de argumentos, distribuidos según diferentes niveles de
justificación. La propuesta de Bulygin debería ser complementada con un análisis de
los distintos argumentos con los que se justifica la adopción de cada una de las
premisas que se utilizan en el razonamiento normativo que él reconstruye. Esta
limitación de su propuesta es reconocida por el propio Bulygin en el artículo que
estamos analizando. En una nota a pie de página, cuando considera el papel que
representa la analogía en la actividad de justificar las normas generales que crean los
jueces, sostiene: “Esto muestra que nuestro esquema de fundamentación es
excesivamente simplista. Un análisis más elaborado tendría que tomar en cuenta los
distintos niveles de justificación.” (Bulygin 1966: 362, nota 15). Presentaremos a
continuación algunas explicaciones del razonamiento judicial en la que se puede dar
cuenta de los otros niveles de justificación a los que alude Bulygin.
2
No empleamos la expresión "silogismo", común en cierta literatura sobre el tema, pues los silogismos son sólo
una clase de los argumentos lógicamente correctos (válidos). No todos los argumentos contenidos en una
sentencia pueden ser reconstruidos como silogismos, y no existe ninguna razón para reducir los argumentos
válidos a la clase de los silogismos válidos (cf. Copi y Cohen 1995, Peña 2Ayazo 1997).
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(1 ) Un perro estaba encerrado en los establos, y, sin embargo, aunque alguien había
estado allí y había sacado un caballo, no había ladrado. Es obvio que el visitante era
alguien a quien el perro conocía bien.
© El gaucho se levanta a la mañana, y mira al horizonte otra vez. Lleva sin dormir
una semana, perdió una china de rojo libanés. ¿Qué está pasando? ¿Algo esta
cambiando? Siempre era el que apagaba la luz. “¿Qué está pasando?” dice el viejo
Armando, mientras hace trampas en el mus.
En el caso (1) lo que se quiere demostrar es la afirmación “el visitante era alguien a
quien el perro conocía bien” (conclusión), y se dan como razón o apoyo los enunciados
“había un perro en el establo”, “alguien entro al establo y robo un caballo y el perro
no ladró” (premisas). Todavía no nos importa determinar si el argumento es bueno o
malo, si debemos aceptarlo como una buena razón o no, pues para poder determinar
esto tenemos previamente que haber identificado con la mayor precisión posible todos
los elementos que deberemos considerar en dicha tarea.
Los casos (2) y (3) encontramos ilustrado lo dicho cuando afirmamos que la
presentación lingüística del argumento no es relevante para determinar sus
componentes y estructura. En ambos casos se quiere probar que “el ajedrez es un
juego de pura destreza” (conclusión), y las razones son “que si en el ajedrez no hay
factores aleatorios entonces el ajedrez es un juego de pura destreza” y que “en el
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En algunos argumentos pueden darse por sentados ciertos enunciados. Esto significa
que quien lo construyo dejo algunas de las afirmaciones necesarias para fundamentar
la conclusión (o la conclusión misma) sin formular. La tarea de identificación requiere
determinar también los enunciados tácitos o presupuestos en un argumento, pues los
mismos pueden resultar claves a la hora de evaluar su fuerza. A veces se dejan
presupuestos enunciados que se consideran evidentes, por una razón de economía
estilística, pero en otras ocasiones se encubren de esta manera los aspectos más
débiles de un argumento.
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Si observamos el resultado veremos que el argumento resulta ahora mucho mejor que
en su anterior presentación. Pero lo que nos motiva para detectar este tipo de premisas
no es un afán estético. Lo hacemos porque un argumento, para ser considerado un
buen fundamento para afirmar la conclusión que se pretende defender con él, necesita
partir de premisas verdaderas. Y lo más importante es que todas sus premisas deben
ser verdaderas, incluso sus premisas presupuestas.
1.2.2.1 Argumentación
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Tomemos el siguiente ejemplo, que aunque dista de tener toda la complejidad que
poseen normalmente las argumentaciones en lenguaje natural, presenta mayores
inconvenientes que los ejemplos simples presentados anteriormente.
“La pena capital se justifica moralmente algunas veces como un medio de prevenir la
reiteración del delito por parte del criminal. Por sus actos pasados el criminal se ha
mostrado vicioso y peligroso. Es muy probable que cualquier persona lo
suficientemente depravada como para matar o violar actúe de nuevo de una forma
socialmente perjudicial. La única manera segura de prevenir que tal persona asesine,
rapte o viole de nuevo en el futuro es ejecutarla. La prisión esta lejos de ser el medio
más efectivo para proteger a la sociedad, y más bien es un medio muy poco eficaz
para protegerla de los criminales peligrosos. La mayor parte de los presos son liberados
después de un cierto tiempo -a menudo más peligrosos que cuando ingresaron-
simplemente bajo palabra, por amnistía o por expiración de su condena. Además, la
fuga siempre es posible, en cualquier caso. E incluso dentro de los límites de la prisión,
un criminal condenado puede matar o secuestrar a un guardián, a un compañero o a
un visitante. Ejecutar a un criminal condenado es la única manera segura de impedir
que cometa otros actos criminales. Dado que es correcto proteger a los miembros
inocentes de la sociedad de los crímenes y delitos, también será correcta en algunas
ocasiones la pena capital.” (Wellman, Carl, Morales y Eticas, Madrid, Tecnos, 1982).
Debemos ahora identificar las razones con las que se pretende apoyar esa conclusión.
No hay reglas inflexibles y unívocas para interpretar y reconstruir las argumentaciones,
pero tenemos que tratar de elegir la alternativa interpretativa que
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(a) respete en la medida de lo conocido la intención del autor; (b) nos permita dar
cuenta de la mayor cantidad de enunciados que componen la argumentación; (c) que
presente la versión más poderosa o fuerte de la posición del autor.
5. Una pena esta moralmente justificada si es el medio más seguro para prevenir
la reiteración del delito por parte del criminal.
Las premisas implícitas no son objeto de una defensa abierta en el fragmento por lo
que nunca podremos detectar subargumentos en su apoyo. En cambio, cada una de
las premisas explícitas debería estar apoyada por otras razones, a menos que se las
considere indiscutibles. Sin embargo no siempre se dan así las cosas, en nuestro
ejemplo podemos ver como todo el esfuerzo argumentativo esta puesto en la
construcción de subargumentos en apoyo de la premisa 3., dejando a la premisa 1.
sin ningún tipo de apoyo racional. Pero encontramos, en cambio, un conjunto de
argumentos tendientes a apoyar algunas de las premisas de los subargumentos
detectados. Deberíamos llamarlos sub-subargumentos, pero nos referiremos a ellos
con la denominación genérica de subargumento, especificando en cada caso el
enunciado al que brindan apoyo. Frente a cada subargumento corresponde realizar el
mismo análisis, incluso la detección de subpremisas implícitas [SPI].
(1) Subargumento en apoyo de la premisa 3: (a) Es muy probable que una persona
capaz de cometer delitos graves actúe de nuevo de una forma socialmente perjudicial.
(b) La función de las penas es proteger a la sociedad evitando que los delincuentes
puedan actuar de nuevo de una forma socialmente perjudicial.[SPI] (c ) La prisión es
un medio muy poco eficaz para proteger a la sociedad de los criminales peligrosos. (d)
Sólo se puede proteger a la sociedad de los criminales peligrosos enviándolos a prisión
o ejecutándolos.[SPI].
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Por lo tanto, la única manera segura de prevenir que tal persona delinca de la misma
manera en el futuro es ejecutarla.
Este análisis nos permite trazar hipotéticamente las siguientes líneas de crítica, alguna
de las cuales deberemos desarrollar si es que no queremos aceptar la terrible
conclusión del argumento analizado:
Ambas líneas son interesantes y llevan a derrotar el argumento por falta de justificación
suficiente. No obstante creo que la tarea crítica debería centrarse en la primera de las
mencionadas, pues su caída hace innecesaria toda crítica ulterior. La posibilidad de
realizar estas afirmaciones esta dada por el análisis realizado previamente, lo que
demuestra su importancia a la hora de evaluar las razones que se dan en apoyo de
cualquier tipo de afirmación.
Resumiendo lo dicho, podemos decir que para evaluar una argumentación se deben
seguir los siguientes pasos:
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(3) Una vez identificados los argumentos debemos preguntarnos sin son correctos
o incorrectos, si son buenos argumentos. Esta pregunta nos lleva a evaluarlos de una
manera distinta a la mera discusión de la verdad o plausibilidad de sus premisas.
(4) Un argumento se llama sólido cuando posee dos características: (1) es lógicamente
correcto, y (2) está formado por premisas verdaderas. La verdad de las premisas es
una cuestión que depende de aquello sobre lo que se esté argumentando, no es algo
sobre lo que la lógica tenga nada que decir.
Los argumentos deductivos son aquellos cuya validez se puede demostrar empleando
las técnicas de la llamada lógica formal. Un argumento deductivo o válido es aquel que
permite afirmar que, en caso de que sus premisas sean verdaderas, su conclusión es
necesariamente verdadera. No es posible concebir un argumento deductivo o válido
que teniendo premisas verdaderas tenga una conclusión falsa.
Los argumentos inductivos son todos aquellos que no pueden ser considerados
argumentos deductivos, esto es, son aquellos argumentos cuya forma lógica no
garantiza necesariamente que partiendo de premisas verdaderas obtengamos siempre
una conclusión también verdadera. Los argumentos inductivos son por definición
argumentos inválidos (no deductivos), pues el apoyo que brindan a su conclusión
depende en parte de la verdad de sus premisas. Sin embargo no todos los argumentos
inductivos son iguales, hay buenos argumentos inductivos y también los hay malos.
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Puede ser útil para guiar la tarea de reconstrucción de una sentencia, tener en cuenta
las cuestiones que habitualmente se pueden plantear en ellas. La pregunta que permite
reconstruir el argumento principal suele ser: "¿cómo debe ser resuelto el caso x?" 3
Atienza (1991) sostiene que en las argumentaciones judiciales (como en casi todas),
los problemas surgen por falta o exceso de información, por lo que argumentar en
esos casos concretos significará agregar o eliminar información a los efectos de
finalizar el proceso de la argumentación con un apoyo mayor a la conclusión que
cuando se inició.
3
En cada caso habrá que ajustar los términos en los que se formule la pregunta principal. Por ejemplo, en el
caso del nieto-asesino, la pregunta central no sería "¿cómo se debe resolver el caso del nieto-asesino?" sino el
interrogante más preciso "¿tiene derecho a recibir la herencia que en casi todas), los problemas surgen por falta
o exceso de información, por lo que argumentar en esos casos concretos significará agregar o eliminar
información a los efectos de finalizar el proceso de la argumentación con un apoyo mayor a la conclusión que
cuando se inició.
Este texto ha sido extraído íntegramente de: Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del
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ACTIVIDAD: En el foro del grupo, analice los argumentos y sub argumentos de una sentencia
judicial.
Bibliografía
Bonorino, P. R., & Ayazo, J. I. P. (2008). Filosofía del derecho. Consejo Superior de la Judicatura, Sala
Administrativa, Esuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.
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