El Puente
El Puente
El Puente
“El puente”
Por Tufa
-No saltes.
A pesar de estar haciendo mi mayor esfuerzo por ignorar los abrumadores ruidos de la ciudad,
aquellas palabras sonaron tan claras como si me las hubieran dicho al oído. No sé cuánto tiempo
había pasado abstraído en mis pensamientos, como de costumbre, tratando de evitar la realidad.
De hecho, no fue hasta que volvió a hablarme que fui capaz de formular una respuesta.
- ¿Cómo? - le respondí.
Me resultaba muy difícil creer que alguien se hubiera interesado en mí. Y todavía más me costaba
entender que hubiera bajado hasta lo más recóndito de aquel puente para salvarme. No recuerdo
bien si en ese momento ya estaba decidido a dar el salto, llevaba un rato con las piernas
tambaleando a metros del agua, viendo pasar los barcos de carga. De lo que estoy seguro es de que
esa idea estuvo dando vueltas en mi cabeza durante meses y esa noche estaba dispuesto a
miraba por sobre mi hombro para identificar quién era la persona que me estaba hablando. Debo
admitir que, si antes se había ganado mi corazón por su gesto de interés, al verla me lo robó
completamente.
No podría encontrar nunca las palabras para explicar su belleza en un texto, ni tampoco las pinturas
para poder retratarla sobre un lienzo. Quizás una fotografía sería la traducción más perfecta, aún
Me sentía tan hipócrita; de una realidad que odiaba, algo me resultaba perfecto. Lo peor de todo
es que era una perfección meramente superficial. Yo, que me había prometido no caer en las
-Gracias.
-Me preocupaba verte acá abajo solo, por eso bajé, para asegurarme de que estuvieras bien.
Me incomodaba admitir que me había salvado y que estaba sentado rendido a sus pies. Mientras
decía esta última frase agaché la cabeza matando el contacto visual. Sin embargo, ella, lejos de
levantarme.
Acepté sus buenas intenciones y le tomé la mano. Me sujetó apaciblemente firme mientras me
levantaba del piso. Por un segundo tuve que resistir mis impulsos de abrazarla sin intermediar ni
una sola palabra más. Pero no hizo falta seguir negando mis intenciones, ella tomó la iniciativa y
-No quería que saltes, hay tantas cosas que no viviste todavía.
Éramos tan solo dos desconocidos, pero ella me hablaba como si supiera todo de mí y yo no era
-No crees que es un poco pronto para pedirme que me quede si hace minutos vos eras el que se
quería ir.
Su respuesta me dejó mudo. Si no fuera por ella el silencio hubiera sido eterno.
-Primero empecemos por salir de este puente y tomar algo – mientras hablaba agarró mi mano y
comenzó a caminar.
Fuimos a un café del barrio que estaba a tan solo unas cuadras, siempre había querido ir, pero
nunca había tenido la oportunidad. Me pareció el momento ideal así que la invité a entrar. Nos
sentamos en una mesita del fondo que originalmente era para una persona, pero le pedí al mozo
Hablamos durante una eternidad o un instante. La charla fue ajena al tiempo de cualquier reloj,
ajena al resto de la cafetería, ajena a todo. Bien podría haber terminado el mundo y no nos hubiera
interrumpido. Éramos nosotros, tan solo dos almas que se habían encontrado hacía apenas un rato
Cuando ya el único rastro de la merienda eran unas migas sobre la mesa y las tazas vacías
decidimos salir a caminar. Recorrimos los lugares por los que pasaba a diario, fue una mezcla de
sentimientos encontrados muy fuerte. La melancolía habitual que me transmitían luchaba por no
Luego de haber paseado por el barrio, sentí como si el sofocante cielo grisáceo por fin se hubiera
despejado, dando lugar al cálido sol. Le propuse ir a ver el atardecer al puente, el lugar de nuestro
encuentro.
Ver el sol desaparecer sobre la línea que se forma entre el río y el cielo era una de las pocas cosas
que todavía podía disfrutar y quería compartirlo con ella. Me parecía muy egoísta de mi parte que
después de que ella me hubiera enseñado a ver más allá de la pena y la amargura, yo no le adornara
Bajamos por las escaleras ignorando las señales de prohibición y nos sentamos donde habíamos
estado antes. Esta vez no me daba miedo estar al borde, mis piernas ya no tambaleaban dudando
-¿Qué es lo que te resulta tan raro?- respondió mientras apoyaba su cabeza en mi hombro.
-Todo. Estuve tan cerca de saltar porque no quería vivir más y ahora me arrepiento de haber vivido
tan poco. ¿Cómo hiciste para quebrar mis prejuicios y abrir mis ojos?
- ¿Yo? No seas iluso, yo no hice nada. Solamente te acompañe.
-Si pretendés que no te dé el crédito, la ilusa sos vos. Cuántas noches soñé con una aventura como
esta, con ir a ese café, recorrer la ciudad, mirar el atardecer, simplemente aprender a disfrutar las
cosas. La ilusión de que alguien vendría era lo único que me mantenía vivo. Justo cuando todas
-Cualquier idea, por más fascinante que sea, es inútil hasta que decidimos llevarla a cabo. Yo
solamente te armé del valor que necesitabas. A fin de cuentas, ¿qué es lo peor que te puede pasar?
¿Fracasar? No, del fallo vas a aprender a triunfar. Del dolor aprenderás a gozar. Del desamor
aprenderás a amar. De eso se trata la vida. Definitivamente lo peor que te puede pasar es nada.
De nuevo me remití al silencio. Tenía razón en todo lo que decía y parecía conocerme incluso
mejor que yo mismo. Por fin me decidí a hacer la pregunta que llevaba en mi cabeza desde que la
vi.
- ¿Quién sos?
- ¿Qué más sabías? ¿Qué no sabés? Me diste toda la tarde respuestas sobre mí, pero ni una sobre
vos.
Esta vez ella no supo qué decir, o quizás sí, pero nunca lo hizo.
Mientras esperaba una respuesta me di cuenta de que no sentía más el peso de su cabeza en mi
Sin saber qué hacer saqué mi celular del bolsillo pensando en llamarla, aún sabiendo que no tenía
su número, no sabía ni su nombre. Ahí fue cuando vi la hora, habían pasado tan solo quince
minutos desde que había bajado al puente solo la primera vez. Cómo era posible si yo estaba seguro
Miré al horizonte, vi cómo se alejaba lentamente el mismo barco que había pasado por debajo de