Lección 18

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Elsa Martínez García

Prehistoria

Lección 18.-
La Edad del Bronce

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Elsa Martínez García

Con el paso del tercer milenio al segundo, aproximadamente, en Europa se inician algunas
transformaciones que han llevado a los prehistoriadores a distinguir una nueva etapa, la Edad
del Bronce, sin que, en cualquier caso, deban nuevamente buscarse elementos de fractura para
distinguirla de la fase anterior, el Calcolítico. Entre las características que definirían esta etapa
nosotros desearíamos destacar:
- La implantación definitiva de la metalurgia de las aleaciones. Ya en el Calcolítico se ha
demostrado que se realizaban aleaciones (mezcla en fundido de dos metales), como por
ejemplo el cobre arsenicado –que mejora algunas propiedades del cobre. Pero en la
Edad del Bronce, como su propio nombre indica, aparece la aleación de cobre y estaño,
que mejora muchas de las propiedades del cobre. Esta mezcla no supone la participación
por igual de ambos metales, ya que el segundo suele estar presente entre un 5 y un 10%,
nunca superando el 15%. Esto se debe a que el estaño, con un punto de fusión bajísimo
(232ºC) es un metal muy escaso en la superficie terrestre, a diferencia del cobre. Por
otra parte, hablar cronológicamente de la “Edad del Bronce” no supone, ni mucho
menos, que en todas las comunidades se generalice ahora la metalurgia de las
aleaciones.
- La implantación de la aleación del bronce, y el establecimiento definitivo de unas
sociedades estatales muy complejas en el Próximo Oriente (ya estamos en fases
históricas en Mesopotamia y Egipto y ahora aparecen las primeras sociedades
protohistóricas en el sudeste europeo), general una demanda de estaño por parte de
dichas civilizaciones. Esta presión comercial se dirige hacia los puntos de mayor
abundancia de este metal, entre los que se encuentra la costa atlántica europea. Por
ello, las redes de intercambio serán ahora más complejas; se cree en la existencia de
“rutas” de materia prima que cruzan Europa de este a oeste y de norte a sur. Además
del estaño atlántico, a partir de la Edad del Bronce se distribuye por esta misma zona el
ámbar de la costa báltica y la sal de las minas centroeuropeas.
- Seguramente relacionado con la demanda de determinados productos y con las
influencias externas, hay ahora, en gran parte de Europa, una implantación de unas
comunidades con estructuras muy jerarquizadas. Este hecho emergente puede
constatarse a través de los asentamientos y de las necrópolis. Durante el calcolítico sólo
lo encontramos en puntos muy determinados.
- Debido al aumento de las desigualdades sociales y al control territorial de
determinadas riquezas, durante la Edad del Bronce europea empieza a detectarse en el
registro arqueológico elementos de uso exclusivamente guerrero: armas. Hemos
comentado que la violencia puede considerarse una característica inherente a nuestra
especie y que la institucionalización de la guerra se remontaría al neolítico. Pero es ahora
cuando, de manera clara, se generaliza el uso de un instrumental especializado para la
guerra (y no multifuncional como puedan ser los arcos y flechas o las hachas): nos
referimos a escudos, espadas, etc.
- Finalmente, debemos citar la progresiva desaparición de algunos elementos que
habían sido característicos del calcolítico, como el uso del vaso campaniforme o el
megalitismo y de los comportamientos funerarios que éste representa.
Como ya viene siendo habitual, nuestra aproximación al mundo de la Edad del Bronce no
pretenderá ser exhaustiva y nos centraremos solamente en algunos elementos que, dentro del
discurso que venimos planteando, nos parecen más ilustrativos para explicar grandes procesos
históricos.

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1.- Las primera culturas protohistóricas del Mediterráneo


europeo
Durante el segundo milenio a.C. surgen en el sudeste de Europa, en la Grecia continental
y el Egeo, las primeras culturas con evidencia clara de escritura. El hecho de que las
incluyamos en una asignatura de Prehistoria obedece fundamentalmente a las
siguientes razones:
- En primer lugar, por la contemporaneidad de dichas culturas con un entorno
fundamentalmente prehistórico en el resto de Europa y por la influencia, directa
o indirecta, que el sudeste europeo pueda haber tenido en los cambios que se
detectan.
- En segundo lugar, porque en el caso minoico, a pesar de las evidencias de
escritura, esta no ha podido ser descifrada; debido a ello la aproximación
histórica a dicha civilización, a pesar de su complejidad en todos los ámbitos,
debe hacerse de forma exclusiva a través del método arqueológico.
- En tercer término, en el caso de mundo micénico, nos encontramos con que
los textos sí que han podido ser descifrados. Esta cultura retornará, al cabo de
unos pocos años, a una etapa prehistórica, la llamada “Edad Oscura”; Grecia no
volverá a la “historia” hasta el advenimiento de la cultura arcaica, hacia el siglo
VIII a.C., que evolucionará hacia la Grecia clásica, ya bien entrado en el primer
milenio a.C

En la evolución cultural de Creta y de la Grecia continental vemos un cierto desfase


cronológico respecto de las clasificaciones de la Edad del Bronce del resto de Europa.
Recordemos que esta zona helénica, junto a los Balcanes, entraba en época calcolítica
casi 1.000 años antes que las otras áreas del continente; en consecuencia, también hay
un adelanto en lo que respecta a la Edad del Bronce. Para la clasificación de esta etapa
suele hablarse, para Creta, de Minoico Antiguo, Medio y Reciente; y para Grecia
continental, de Heládico Antiguo, Medio y Reciente. Las fases del Minoico y Heládico
antiguos se desarrollan en el Tercer Milenio y, por lo tanto, serían sincrónicas de las
culturas calcolíticas del resto de Europa.

2.- Otras sociedades complejas de la Edad del Bronce


europea
A pesar de los descrito más arriba podemos seguir diciendo que, durante el segundo
milenio, Europa se mantiene en una fase plenamente prehistórica, sin que ello quiera
decir que nos encontramos ante sociedades poco desarrolladas económica, social o
tecnológicamente hablando. La multiplicidad de culturas que ahora se individualizan en
Europa occidental es muy grande y muchas de ellas demuestran ese aumento de
complejidad que tan sólo se intuía en la etapa anterior.
En Europa central, por poner un ejemplo, se desarrolla en este momento la cultura de
Únetice, nombre de una localidad de Chequia; le sigue, con una cierta continuidad, la
posterior Cultura de los Túmulos. En estas dos unidades cronoculturales, es destacable

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la importancia de las necrópolis, en las que se han recuperado ajuares muy ostentosos,
y de los poblados fortificados. Su complejidad social puede pasar algo desapercibida por
el uso que debió hacerse de la madera como material constructivo, cosa que ha
supuesto la recuperación de unos vestigios menos “monumentales” que las
construcciones en piedra del Mediterráneo. El desarrollo de estas culturas debió estar
muy relacionado con las transacciones comerciales, este-oeste y norte-sur, de
materiales como el ámbar, oro, cobre, estaño y sal.
La Península Ibérica parece quedar al margen de estas principales rutas comerciales
europeas durante la Edad del Bronce. No por ello dejan de desarrollarse interesantes
cronoculturas como la llamada de El Argar, así conocida por el yacimiento epónimo
situado en la localidad de Antas, en Almería. Dicha cultura se caracteriza por la presencia
de poblados bien fortificados y situados en zonas escarpadas, que posiblemente estarían
protegiendo enclaves mineros (cobre). Las casas son de planta cuadrad, levantadas en
un primer tramo con piedras y posteriormente de adobe. Muy interesante en esta
cultura es la diversidad en los comportamientos funerarios de diferente tipo y riqueza,
que se explican, en algunos casos, por evoluciones cronológicas y en otros por
desigualdades sociales y de sexo; dichas tumbas siempre suelen ser individuales o
dobles y se sitúan debajo del pavimento de los espacios habitacionales, algo poco
frecuente en el registro arqueológico de la Península Ibérica.
Destacable en este momento es también el aumento progresivo de complejidad en las
ocupaciones de las Islas Baleares. Éstas, a diferencia de otras islas del Mediterráneo,
fueron ocupadas por comunidades humanas en épocas mucho más recientes,
posiblemente no antes del final del Neolítico. Durante el Calcolítico y los inicios de la
Edad del Bronce, las similitudes en la cultura material y en el tipo de asentamientos nos
hacen pensar en una población aún poco diferenciada de la del arco mediterráneo
occidental del continente. A lo largo del segundo milenio empezamos a vislumbrar las
primeras manifestaciones de una cultura que se irá diferenciando paulatinamente de la
del continente, con modelos habitacionales, construcciones y cultura material propia, lo
que dificulta hacer paralelismos culturales con otras zonas de Europa. Lo mismo ocurre
en otras islas del Mediterráneo occidental como Córcega y Cerdeña. En Mallorca y
Menorca se desarrolla la Cultura Pretalayótica desde mediados del segundo milenio; su
evolución posteriores la Cultura Talayótica, a finales de este milenio y a lo largo del
siguiente, hasta que se entra en un periodo histórico con la conquista romana en el siglo
II a.C.

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