Fideicomiso de fomento minero

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ANALYSIS | ISSN: 2386-3994 | Vol. 26, No. 6 (Sept. 2020), pp.

1–14 OPEN ACCESS

Alejandro Cruz Bermea

El fideicomiso de Fomento Minero (FIFOMI)


como modelo experto. Cultura, estructura y
procesos organizacionales
RE SUM EN: Este artículo refiere los antecedentes históricos y los factores socioculturales y
jurídicos que han permitido la conformación y transformación del fideicomiso de Fomento
Minero (FIFOMI), institución de la administración pública federal, enfocada en el
financiamiento de la minería y su cadena productiva en México. A partir de la integración de
conceptos provenientes de la economía institucional y la teoría de las organizaciones, se
propone un estudio cualitativo de tipo etnográfico sobre la cultura, estructura y procesos de
este sistema experto.

PA L A B R A S C L AV E : Sistema experto; Institución; Organización.

The fideicomiso de Fomento Minero (FIFOMI) as expert


system. Culture, structure and organizational process
ABST RACT: This article shows the historical background and the socio-cultural and legal
factors that have enabled the establishment and the strengthening of the fideicomiso de
Fomento Minero (FIFOMI), institution of federal public administration, focused on
financing mining and its producing chain in Mexico. Based on concepts of institutional
economics and organizational theory, a qualitative and ethnographic study on the culture,
structure and processes of this expert system is proposed.

KE YWO RDS: Expert System; Institution; Organization.

Retrospectiva histórica de la minería y sus instituciones en México. la


minería como actividad económica
Antes del siglo XVI, en México, la extracción de oro, plata, cobre y piedras
semipreciosas se realizó a pequeña escala, aunque hay evidencia de explotaciones

► Alejandro Cruz Bermea, Universidad de Salamanca, España. Autor de correspondencia: (✉)


doc.uanl.doc@gmail.com — i D http://orcid.org/0000-0002-3104-9590

ARTÍCULO [SP]: Recibido: 20–enero–2020 | Aceptado: 28–agosto–2020 | © The author(s) 2020, published by Studia Humanitatis.
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mineras formales en las que se implementó el método de torrefacción1 (Coll,


Salazar y Morales 2002), del que se tiene escasa información de su origen y
desarrollo institucional. Desde de la colonización y hasta la segunda década del
siglo XIX la monarquía española como titular del dominio delegó mediante
encargos de confianza la gestión y administración de la extracción minera a
instituciones jurídico-públicas: Cuerpo de Minería de Nueva España, el Real
Tribunal de Minería2 y el Real Seminario de Minería; todas ellas instituciones
enfocadas al fomento y desarrollo tecnológico y a la regulación de las relaciones
mixtas entre mineros y financieros (Muñoz 1982; Coll et al. 2002).
Las empresas mineras coloniales tuvieron una estructura financiera simple,
una tecnología tradicional y como correlato una administración rudimentaria,
pero en cambio sobresalieron aquellas sociedades respaldadas por el poder
económico y financiero de la Iglesia, como la minera Valenciana (Brading 2015;
Marichal 2007). Entre 1810 y 1814, sin las ganancias de antaño, transcurrió el
peor momento de la minería novohispana (Sánchez 2002; Marichal 2007).

Figura 1. Cronología de las instituciones mineras en México (1776-2019). Elaboración propia.

La guerra de la independencia acentuó el declive de la actividad minera por la


convergencia de una serie de causas: la destrucción de instalaciones, el
contrabando como práctica económica de subterfugio económico, la

1
Utilizado en todo el mundo hasta el uso de la pólvora a mediados del siglo XVI.
2
Autor de las Ordenanzas de Minería publicadas en 1783.
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desarticulación de las redes de transporte y comercio, pero sobre todo por la


ruptura del sistema financiero de inversión y de créditos afectados a esta
actividad económica e industrial. Finalizado el conflicto, el nuevo gobierno
adquirió el dominio y la titularidad jurídica sobre la riqueza mineral, en 1826, de
tal manera que el Real Tribunal fue desprovisto de sus atribuciones gubernativas,
económicas y directivas (Muñoz 1986).
Para potenciar la producción de oro y plata, el gobierno liberalizó el sector
productor atrayendo inversión extranjera de capitales británicos, franceses,
alemanes y norteamericanos (Coll et al. 2002), al tiempo que declaró la
perpetuidad de la propiedad minera y liberó del pago de impuestos el tránsito y
circulación de minerales dentro del territorio (Núñez 2016). Este modelo y
acción política sufrió un giro espectacular hacia la segunda década del siglo XX.
Hablamos de la irrupción del conflicto revolucionario que vino a distorsionar la
recuperación de la producción por daños a las vías de transporte y por la
multiplicación de huelgas mineras (Coll et al. 2002). Tal desatino tuvo en los
constituyentes la necesidad de reflexionar en el orden nacional y acoger medidas
constitucionales de proteger la riqueza nacional. En efecto, en el año de 1917 la
nueva Constitución Política incluyó en los artículos 27 y 123 modificaciones a la
situación legal de la minería, estableciendo las riquezas del subsuelo como
patrimonio de la nación (Muñoz 1986). No se resolvieron los monopolios
existentes, pero en la década de 1920 cuando aún dominaban las empresas
Peñoles y American Smelting and Refining Company, se incentivó el desarrollo
una industria minero nacional (Coll et al. 2002) y se introdujo la técnica
extractiva de flotación química (Muñoz 1986).
En el periodo postrevolucionario se estimuló a las pequeñas empresas, pero
en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, hubo una drástica caída
internacional en los precios de los minerales. En este lapso de tiempo la
producción minera decayó ante el impulso de la industria manufacturera, no
obstante, se promulgaron leyes que fomentaron la nacionalización minera y
permitieron al Estado junto a las empresas tomar parte en sus planes de
desarrollo. Con este panorama, asistimos en la década de 1960 a un proceso de
mexicanización de la minería nacionalizando empresas y sociedades al tiempo
que se instituía la Comisión de Fomento Minero responsable de prestar ayuda
financiera y técnica a las pequeñas y medianas empresas mineras e intervenir en
la promoción de nuevas compañías (Coll et al. 2002). Entre las décadas de 1980-
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1990, la minería se expandió como resultado de una demanda global creciente de


minerales en respuesta las políticas neoliberales que posibilitaron la privatización
de la industria minera paraestatal. Fue en esta coyuntura económica cuando se
promulgue la Ley Minera3 desarrollando el artículo 27 constitucional, vigente
hasta hoy (Núñez 2016)4. Estos factores jurídicos formalizaron el control del
capital extranjero extendido en México durante siglos. Siguiendo esta evolución
histórica, durante el sexenio 1994-2000 la Secretaría de Energía, Minas e
Industria Paraestatal, conformada en 1984, se transformó en la Secretaría de
Energía. La producción minera pasó a ser responsabilidad de la Secretaria de
Comercio y Fomento Industrial, que más tarde se remodeló en la Secretaría de
Economía, encargada de expedir títulos de concesión y asignación minera
(Núñez 2016). Actualmente las instituciones gubernamentales vinculadas a las
políticas de regulación y fomento del sector minero operan bajo la coordinación
de esta secretaría y son representadas por la Coordinación General de Minería,
la Dirección de Regulación Minera, la Dirección General de Desarrollo Minero,
el Servicio Geológico Mexicano y el Fideicomiso de Fomento Minero (FIFOMI)
(INEGI, 2016).

El fideicomiso de Fomento Minero (FIFOMI)


Desde el año 1992 y durante la primera década del siglo XXI el FIFOMI se
consolidó como institución de financiamiento a la minería y su cadena
productiva. Su antecedente se encuentra en 1934 con la creación de la ya
mencionada Comisión de Fomento Minero (COFOMI). El organismo público
FIFOMI funciona como fideicomiso público del gobierno federal, mientras la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público funge como fideicomitente, y como su
fiduciaria Nacional Financiera y Sociedad Nacional de Crédito. El FIFOMI
destaca como uno de los más importantes fideicomisos de las instituciones de
fomento que integran la banca de desarrollo en México (Huidobro 2012), con el

3
Modificó la participación extractiva del Estado y cedió el control de las reservas mineras y de
minerales considerados estratégicos, excepto radioactivos. Al año siguiente se promulgó como
complemento de la Ley de Inversión Extranjera que permitió la participación de capital extranjero
hasta en un 100%.
4
Desde entonces, los sucesivos sexenios gubernamentales han mantenido estas disposiciones que
privilegian la inversión extranjera y promueven el incremento de concesiones.
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particular objetivo de «fomentar y promover el desarrollo de la minería nacional


a través del otorgamiento de créditos, capacitación y asistencia técnica
especializada para crear, fortalecer y consolidar proyectos y operaciones
mineras» (FIFOMI 2018, p. 2). La banca de desarrollo refiere al conjunto de
instituciones gubernamentales e internacionales que canalizan recursos para
fomentar el desarrollo social y económico en sectores prioritarios vía el
financiamiento (Huidobro 2012; Naciones Unidas 2005). Por su parte, la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP, 2019) define a las instituciones
de la banca de desarrollo como las entidades de la administración pública federal
con personalidad jurídica y patrimonio propio, constituidas con el carácter de
sociedades nacionales de crédito para facilitar el acceso a la ayuda financiera de
personas físicas y jurídicas.
Igualmente, a este auxilio económico de provisión de préstamos podemos
elencar otras instituciones de fomento o bancos de desarrollo en México:
BANCOMEXT, BANJERCITO, BANOBRAS, BANSEFI y NAFIN, y de los
fideicomisos FONATUR, FONACOT, FONHAPO, FIRA y FIFOMI. La historia
de estas instituciones de crédito y apoyo societario alcanza casi cinco siglos en
los que han sufrido la necesaria y oportuna transformación a los múltiples
factores sociales, culturales y económicos acaecidos dentro y fuera del país tales
como los avances tecnológicos, crisis, guerras, cambios políticos5, teorías y
prácticas económicas6 (Huidobro, 2012), así como por los problemas mundiales
y los múltiples significados de desarrollo (Ibáñez 2012). Pese a los cambios de
modelo y negocio de la banca y la proliferación de instituciones creadas con el
fin explícito de apoyar las necesidades financieras de las empresas no han
determinado un objetivo de éxito, ya que al día de hoy los análisis retrospectivos
señalan que las acciones de estas instituciones bancarias desviaron de manera
equivocada sus nobles objetivos. En esta línea Ortiz, Cabello y Jesús (2009)
pusieron el acento en la asfixia de la burocracia y en la corrupción como causas
de un limitado desempeño para la consolidación y expansión de una banca de

5
La transición del dominio monárquico y eclesiástico al nacionalismo liberal o del gobierno
dictatorial al gobierno posrevolucionario.
6
Nos referimos al keynesianismo, el liberalismo y el neoliberalismo, implementadas todas ellas
desde el gobierno.
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desarrollo eficiente que alentara el espíritu del emprendedor, el desarrollo y la


equidad social (De la Vega, Santoyo, Muñoz y Altamirano 2014). Otros
fenómenos adversos detectados fueron la economía informal que participa con
un 22.7% del Producto Interno Bruto (Instituto Nacional de Geografía y
Estadística 2018), así como la falta de programas reformistas y políticas públicas
que promuevan la participación de todos los mexicanos en el sistema financiero
(Comisión Nacional Bancaria y de Valores 2018) en un contexto de alta
desigualdad económica y de baja movilidad social (El Colegio de México 2018).

Perspectiva teórica del objeto de estudio. institución y organización


como sistema experto
Douglas North (1991; 1993) define a las instituciones como las reglas de juego
que guían la vida diaria y estructuran política y económicamente la interacción
social a fin de crear orden y reducir incertidumbre. El cambio permanente en el
que se desenvuelven las instituciones, aún y cuando sean estables, depende de los
seres humanos que establecen acuerdos, códigos de conducta, normas, leyes y
contratos; todas estas acciones comprendidas como limitaciones a la interacción
humana. Las instituciones pueden ser formales (constituciones, leyes, derechos
de propiedad) o informales (tabúes, costumbres, tradiciones, códigos de
conducta), también pueden basarse en normas escritas o no escritas que cuando
no son respetadas y con frecuencia vulneradas pueden originar sanciones.
La economía institucional reconoce que la evolución de las instituciones
afecta al desempeño diferencial de la economía (North 1993). A este fin, las
instituciones son entendidas como elementos constitutivos del mercado cuyo
funcionamiento se determina por reglas de competencia, normas sociales y
prácticas de aprendizaje que fomentan o frenan los procesos de creación de
riqueza y bienestar (Gandlgluber 2003). Dicho esto, la economía interactúa de
manera continua y dinámica con un sistema político y cultural determinado, en
consecuencia, tanto en el estudio de las instituciones como de los sistemas
económicos es crucial el análisis de los fenómenos económicos, sociales y
culturales implicados en su producción y evolución (Urbano, Díaz y Hernández
2007). Geoffrey Hodgson (2006) define a las instituciones como estructuras
constituyentes del tejido social o como sistemas de reglas sociales establecidas y
extendidas que estructuran interacciones sociales, limitan y al mismo tiempo
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permiten el comportamiento individual. Sean organizaciones7 o entidades


sociales integradas y sistemáticas, las instituciones implican interacción entre
agentes, concepciones y expectativas compartidas, cualidades relativamente
duraderas y persistentes, valores y procesos normativos de evaluación, además
refuerzan su propia legitimación moral. Desde esta perspectiva todas las
instituciones son organizaciones, pues las organizaciones son un tipo especial de
corporación caracterizada por cadenas de mando que delegan responsabilidades
entre sus miembros. Además, las organizaciones implican criterios para
establecer límites y discriminar miembros de no miembros, así como principios
de soberanía para determinar quién la dirige (Hodgson 2011). Velasco, Díaz,
Cruces, Fernández, Díaz y Sánchez (2010) delimitan a la institución como toda
agencia formalmente constituida para la persecución de fines a partir de un
núcleo de saber experto, y reconocen como equivalentes los términos de
institución, organización y sistema profesional.
Si tomamos en consideración la posición de Richard Hall (1982), las
organizaciones son una colectividad con límites relativamente identificables con
orden normativo, escala de autoridad y sistemas coordinadores de aislamiento.
Sus actividades tienden a una meta o un conjunto de fines, determinan la
estructura social y pueden actuar como agentes de cambio. Las condiciones
tecnológicas, legales, políticas, económicas, demográficas, ecológicas y culturales
externas a la organización contribuyen a lo que sucede dentro de ésta. En otro
estudio Giddens y Sutton, (2015, p. 106) concretan el instituto social de la
organización como «un grupo social o entidad colectivamente estructurada
internamente para satisfacer una necesidad social o para perseguir objetivos
concretos» mediante normas escritas, reglamentos y procedimientos que en la
práctica de la vida organizacional pueden ser omitidos. Se quiere concluir este
repertorio conceptual acudiendo al parecer de Maximiliano Eggers (2012)
cuando apuesta por el significado de las organizaciones como aquellas
agrupaciones humanas constituidas y dirigidas conscientemente para alcanzar
determinados fines generales y específicos. Por último, Gibson, Ivancevich,
Donnelly y Konopaske (2011) coinciden al conceptuarlas como unidades
coordenadas compuestas por personas que trabajan por una meta común,
además proponen el estudio del comportamiento organizacional como un

7
Por ejemplo, las corporaciones y universidades.
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campo multidisciplinar que busca conocer acerca de las percepciones, valores,


capacidades de aprendizaje y acciones de los individuos en la organización. ¿Pero
qué son los sistemas expertos? y ¿por qué resultan equiparables a organización e
institución? A estas preguntas responde Anthony Giddens (1993) cuando se
atreve a concretar que los sistemas de logros técnicos o de experiencia profesional
organizan grandes áreas del entorno material y social en el que vivimos e
implican fiabilidad por parte de actores profanos. Constituyen parte de la
naturaleza de las instituciones modernas al objeto de mantener un equilibrio
entre la fiabilidad y el riesgo, aunque reconoce que todo sistema abstracto, aún
el mejor diseñado, puede fallar en su funcionamiento. Rente a esta posición
Velasco, Díaz, Cruces, Fernández, Jiménez y Sánchez (2010) reducen los sistemas
expertos a sistemas especializados de conocimiento abstracto, racionalizados y
vinculados a una división tecnocientífica del trabajo.

Cultura y cultura organizacional


En antropología, el concepto de cultura tiene una larga tradición y ha sido motivo
de profundos debates. Entre las múltiples definiciones de cultura, Ángel Espina
Barrio (1996) la entiende como los modos de vivir y concebir la existencia. Por
su parte Marvin Harris (2001) encierra el campo nocional al conjunto aprendido
de tradiciones y estilos de vida de los miembros de una sociedad. Desde una
perspectiva más generalista Pedro Suardiaz (2001) avanza la antropología a todo
aquello que la especie humana conoce, ha aprendido y sabe hacer, además de su
comportamiento, su pensamiento y su lenguaje. Resultado de la incursión de la
antropología cultural en el análisis de las organizaciones como unidades sociales,
la cultura organizacional se ha vuelto objeto de interés empírico en las ciencias
sociales. Se muestran algunas posiciones doctrínales. Álvaro Carrillo (2016) la
define como el horizonte orientador de conductas y prácticas, de creencias y
valores a los que deben adaptarse los empleados de una organización; mientras
Hall (1982) la circunscribe a las condiciones externas que contribuyen a lo que
sucede dentro de la organización y a su forma de operación. Eggers (2012)
destaca que la cultura organizacional implica un conjunto de normas,
costumbres, actitudes, ritos, valores y creencias compartidas por sus miembros,
por eso la identifica como la personalidad de la organización, además de
distinguir entre una perspectiva formal (lo visible) y otra informal (lo invisible).
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Desde otra configuración la cultura organizacional se refiere a lo que los


empleados perciben y les permite crear un patrón de creencias, valores y
expectativas para tratar con la organización y su ambiente; se considera positiva
si ayuda a mejorar la productividad y negativa si obstaculiza el comportamiento
o interrumpe la eficacia del grupo u obstruye una organización bien diseñada
(Gibson, Ivancevich, Donnelly y Konopaske 2011). Aguillón, Berrún, Peña y
Treviño (2015), sintetizan la cultura organizacional como el conjunto de
creencias, valores y normas de comportamiento compartidas por los individuos.

Estructura y procesos organizacionales


En 2011 Jairo Cuenú determina la estructura organizacional como las relaciones
entre las personas, para lograr un determinado fin. Pero va más allá al concretar
que hablamos de la interacción entre seres humanos que, a partir de sus
experiencias, racionalidades y expectativas, expresan la forma cómo deben
lograrse los propósitos. Desde la teoría organizacional se hace una distinción
entre la estructura formal e informal, la primera se refiere a «elementos visibles,
susceptibles de ser representados, modelados con el uso de diversas técnicas
como organigramas, manuales de procedimientos, documentación» (Cuenú
2011, p. 173), y la segunda a lo no escrito o no representado en lo formal.
En este debate teórico también intervinieron con otra publicación en el
citado año de 2011 Gibson, Ivancevich, Donnelly y Konopaske subrayando que
la estructura de una entidad responde a la agrupación de personas y puestos de
una organización, creada y mantenida por decisiones administrativas.
Posteriormente, Eggers (2012) vino a confrontar las diversas formas en que se
definen las funciones de cada integrante de la organización, incluida su
responsabilidad, autoridad e interrelaciones para obtener los objetivos
organizacionales, de tal suerte que toda estructura esté fundada en una misión.
De todos estos posicionamientos doctrínales debemos deducir que toda
organización debe estar orientada a objetivos específicos, cuyo cumplimiento
depende del funcionamiento de la propia estructura. Los procesos
organizacionales deben advertirse como actividades que inyectan vida a la
estructura, la toma de decisiones y la comunicación (Gibson, Ivancevich,
Donnelly y Konopaske 2011). A todos estos fines, Smith (2016) incluye la
motivación y las relaciones intergrupales, y añade que la correcta determinación
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de los procesos permite la formulación de estrategias que sitúan el ejercicio a la


búsqueda de la eficacia8 y la eficiencia9. Sin embargo, no solamente los procesos
son causa de efectividad organizacional, también la estructura, el ambiente y la
tecnología (Gibson, Ivancevich, Donnelly y Konopaske 2011), desde esta
perspectiva la eficiencia organizacional requiere de la eficacia individual y grupal.

Consideraciones metodológicas. etnografía y antropología aplicada


En el estudio empírico de las instituciones como sistemas expertos, el trabajo de
las ciencias sociales ha sido crucial, destacan contribuciones de la sociología10, la
psicología, la política y la antropología cultural o social11. Esta última disciplina
tiene el mérito de haber implementado la etnografía en los estudios
institucionales, a través de algunas de sus ramas especializadas como la
antropología económica, jurídica, política y para el desarrollo (Espina 2008;
Harris 2001; Colson 1979; Godelier 1967; Motta 2008; Molina 2004). En
consideración de lo anterior, para la presente investigación se retoman
aportaciones teóricas y metodológicas de ciencias sociales como la sociología y
la antropología cultural, sobre todo en lo que respecta a la etnografía y sus
técnicas de estudio de campo, pues a través de la observación de interacciones
cotidianas permite discernir los patrones recurrentes, ciclos de vida, sucesos y
temas culturales (Álvarez-Gayou 2004). También no podemos obviar el recurso
metodológico de la práctica participante, en la cual se estudia y analiza las
opiniones, declaraciones, valoraciones e incluso reivindicaciones para establecer
un cuadro de evaluación valorativo de lo que los otros piensan, del contenido
social de sus creencias, modelos sociales, símbolos, valores y significados
comunitarios para poder obtener una interpretación científica cultural (Forsey
2010). En el presente estudio la observación participante se sitúa en algunas de
las oficinas regionales de FIFOMI, a fin de obtener procesos burocráticos e

8
La cantidad de recursos empleados para producir una unidad de resultados.
9
El grado en que una organización realiza sus metas.
10
Algunas de sus aportaciones al comportamiento organizacional tratan sobre cultura
organizacional, sistemas de comunicación, poder y conflicto.
11
Disciplina, encargada de estudiar la cultura y el comportamiento del ser humano en sociedad
(Suardiaz 2001). En el comportamiento organizacional ha contribuido en investigaciones sobre la
diversidad cultural dentro de las empresas y estilo de creencias.
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interacciones entre usuarios y funcionarios, así como el funcionamiento de su


estructura y cultura organizacional formal e informal.
Otra técnica etnográfica que se implementará es la entrevista abierta
estructurada, pues es una vía imprescindible para lograr datos útiles a los
objetivos de la investigación, reconociendo el mérito que la entrevista cualitativa
tiene como una vía de acceso a la subjetividad humana (Vela 2004). Las
entrevistas estarán dirigidas a expertos en el tema sobre una muestra variada de
un colectivo formado por funcionarios y exfuncionarios del FIFOMI, con la
finalidad de indagar sobre la cultura (valores y fines), estructura (jerarquías y
modelo organizativo) y procesos (toma de decisiones, trámites y recuperación de
garantías, deficiencias y actos fallidos), hasta alcanzar una comprensión general
del modelo desde la subjetividad de los actores implicados en su funcionamiento,
que integre el análisis de los factores sociales, económicos, jurídicos, culturales y
políticos, tanto internos como externos implicados en su evolución, que incluyen
condiciones de tipo legal, político, económico y cultural. El número de
entrevistas previsto es de 25 o hasta alcanzar una cifra superior. Para lograr un
óptimo análisis institucional, los datos obtenidos serán recabados en un diario
de campo y contrastados con los resultados de las entrevistas aplicadas.
Como resultado del trabajo empírico, se desarrollará una propuesta de
antropología aplicada, pues el análisis de la cultura, procesos y estructura
organizacional tiene el propósito de detectar problemas e insuficiencias en el
comportamiento de la organización con implicaciones en su compromiso ético-
cívico y en orden su eficacia; en concreto, en lo relacionado a los valores, fines,
jerarquías, procedimiento, toma de decisiones y recuperación de garantías y
derechos. Así también porque se pretende proponer soluciones y alternativas a
partir de los datos obtenidos y las problemáticas detectadas. Ya que la
antropología aplicada se encarga de estudiar temáticas que tienen incidencia en
la realidad de la vida cotidiana a fin de hallar explicaciones, directrices y
soluciones para esas realidades sociales, por esto incide en la dirección de
políticas públicas, el mejoramiento de condiciones de vida o en la solución de
conflictos (Espina 2008). En este interés se distingue por hacer proposiciones
para corregir y enmendar problemas prácticos y evaluar resultados (Harris
2001), ya que interviene directamente y dirige recomendaciones a las políticas de
cambio como un recurso para solucionar problemas (Lagunas 2008). A partir del
trabajo de campo y el análisis de datos obtenidos mediante la observación
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participante, la entrevista y la investigación documental, se elaborará una


propuesta de mejora de la estructura, procesos y cultura de FIFOMI, que sirva de
referente a ésta y a otras instituciones de la banca de desarrollo.

Conclusión
La integración conceptual de aportaciones provenientes de la economía
institucional y la teoría organizacional, aunado a la práctica metodológica de la
etnografía y sus técnicas de recogida de datos, permitirán un estudio sistemático
de la cultura, procesos y estructura organizacional del FIFOMI como institución
especializada, además de la elaboración de una propuesta de antropología
aplicada que aporte soluciones a las problemas y complicaciones que dificultan
la consolidación de una banca de desarrollo ética y eficiente.

Conflicto de intereses: El autor declara que no tienen ningún posible conflicto de intereses. Aprobación
del comité de ética y consentimiento informado: No es aplicable a este estudio. Contribución de cada
autor: J.C. desarrolló las ideas, realizó la investigación bibliográfica y escribió el artículo. Para consultas
sobre este artículo debe dirigirse a: (✉) doc.uanl.doc@gmail.com.

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Información sobre los autores


► Alejandro Cruz Bermea es doctorando del programa de Doctorado en Formación en la Sociedad del
Conocimiento, de la Universidad de Salamanca, España. — (✉): doc.uanl.doc@gmail.com — iD
https://orcid.org/0000-0002-3104-9590

Como citar este artículo


Cruz-Bermea, Alejandro (2020). «El fideicomiso de Fomento Minero (FIFOMI) como modelo experto. Cultura,
estructura y procesos organizacionales». Analysis 26, no. 6: pp. 1–14.

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