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ESPACIO CURRICULAR:

Las ciencias. Sociales y su didáctica I


CLASE N°1 LAS CIENCIAS SOCIALES
¿Qué son las ciencias sociales?
Una primera aproximación a la pregunta “¿qué son las ciencias sociales?” podría
ser: el conocimiento que tiene por objeto lo social. Pero, ¿qué es lo social?
Podríamos decir que comprende todos los aspectos de la realidad que involucran la
acción de hombres y mujeres del pasado y del presente. Esto incluye una enorme y
compleja cantidad de hechos y procesos de muy diverso tipo. Por eso, lo social es
un objeto que se estudia y explica gracias a la contribución de diversas ciencias,
como la historia, la geografía, la economía, la sociología y la antropología. Es decir,
lo que llamamos ciencias sociales no son una única ciencia sino un conjunto de
ciencias que comparten un mismo objeto pero lo estudian desde diferentes
perspectivas, enfoques y métodos.

En el prefacio a la edición española de su libro El Mediterráneo y el mundo


mediterráneo en la época de Felipe II, el historiador francés Fernand Braudel
(1902-1985), define al “hombre en sociedad” como objeto de las ciencias sociales,
y sostiene que “….la realidad de la vida humana, tanto en el presente como en el
pasado, [debe] captarse en talleres diferentes, por ciencias particulares, y
abordarse en suma, simultáneamente por varios lados…” (1989).

El surgimiento del pensamiento científico


Desde la Antigüedad y a lo largo de la Edad Media, las personas que realizaban
actividades vinculadas al pensamiento, a la reflexión sobre la naturaleza o la
sociedad eran consideradas pensadores o filósofos, sin importar el tema que
estudiaran ni el modo en que lo hacían. Estos pensadores y filósofos se ocupaban
de una gran diversidad de temas y no utilizaban lo que actualmente denominamos
método científico. Las transformaciones desarrolladas a partir de fines de la Edad
Media en la sociedad feudal y más fuertemente con la expansión del capitalismo a
partir del siglo XVI impulsaron el interés por el estudio, conocimiento y control de la
naturaleza. Era necesario dar respuesta a nuevas necesidades y problemas
concretos que se presentaban. La revolución científica de los siglos XVI y XVII
introdujo una diferencia fundamental respecto de la reflexión tradicional sobre la
naturaleza: el propósito de estudiarla a partir del método experimental.
Pensadores como Bacon, Descartes, Hume o Kant reflexionaron y escribieron sobre
las características del conocimiento científico y de su método de trabajo. Se trataba
fundamentalmente de analizar el mundo tomando como punto de partida la
observación y evitando especular a través del pensamiento. De ser posible las
observaciones debían ser realizadas y controladas por el científico. Esta nueva
forma de llegar al conocimiento a través de la experimentación no tuvo aceptación
inmediata; por el contrario, se fue imponiendo lentamente a lo largo de los siglos
XVIII y XIX.

¿Cuándo surgen las ciencias sociales?


La reflexión sobre la sociedad, el pasado, la cultura o el medio es antigua; en
muchos casos podría remontarse a la antigüedad clásica, de Aristóteles a Heródoto,
o de Tucídices a Tito Livio. Sin embargo, la conformación de las distintas ciencias
sociales como disciplinas científicas es un proceso relativamente reciente: las
ciencias sociales son mucho más jóvenes que las ciencias físico naturales. Es a lo
largo del siglo XIX y principios del siglo XX que la historia, la geografía, la
economía, la sociología y la antropología se consolidaron como disciplinas
científicas, se empezaron a estudiar como carreras en las universidades y
empezaron a graduarse allí personas que vivían del desempeño de esas
actividades, por ejemplo, dando clase en universidades, institutos y escuelas;
investigando, escribiendo libros, o asesorando a los poderes públicos.
Al calor del crecimiento de este mundo académico y profesional también se
multiplicaron las revistas científicas dedicadas a las ciencias sociales, como la
Revue Historique, creada en 1876 en Francia y dirigida por Gabriel Monod y
Gustave Fagniez; la alemana Historische Zeitschrift, publicada a partir de 1859 por
Heinrich von Sybel o la English Historical Review, editada por Oxford University
Press bajo la dirección de Lord Acton. También proliferaron los centros de
investigación, las bibliotecas y los archivos, la publicación de libros, y en muchos
casos, el interés del Estado por la producción de conocimientos sobre la sociedad
que pudieran contribuir a su legitimidad o al desarrollo de determinadas políticas
públicas.

Para transformar la reflexión sobre lo social en un objeto de estudio científico fue


necesario la elaboración de un conocimiento sobre el mundo social que no se basara
en el sentido común sino en un conocimiento que fuera resultado de procedimientos
de investigación metódicos y racionales. El gran aporte del pensamiento ilustrado del
siglo XVIII fue la insistencia en el uso de la razón como instrumento para
conocer el mundo y la crítica de todo tipo de explicación basada en la religión y el
saber cotidiano.

El camino hacia esa institucionalización de las ciencias sociales fue un largo


proceso cuyo origen se remonta a las transformaciones que se registraron en las
sociedades europeas a partir del siglo XVIII. La expansión del capitalismo, el
surgimiento de nuevas formas de producción basadas en la industria, los cambios
políticos y sociales producidos al calor de la Revolución Francesa y el surgimiento
de los Estados Nacionales y de nuevas clases sociales como la burguesía y el
proletariado generaron rápidos y grandes cambios en los más diversos aspectos de
las sociedades. Esto estimuló el interés por conocer las características de ese nuevo
orden, en algunos casos para dar con las claves que permitieran mantenerlo y
consolidarlo, otros pensadores en cambio, consideraron que las transformaciones
contemporáneas –especialmente la expansión del capitalismo- mejoraba la vida
solo de algunos pocos y acentuaba la explotación de la mayoría, por eso se
dedicaron a estudiar cómo modificarlo o terminar con él.

El punto de ruptura, que conducirá en los siglos siguientes a la constitución del


campo de estudio de las hoy llamadas ciencias sociales puede ubicarse entre fines
del siglo XVII y el siglo XVIII. En ese momento la centralización operada por las
monarquías europeas puso en el centro del debate los problemas de la organización
política y el poder. La sociedad y la política comienzan a ser pensadas como el
resultado de una construcción colectiva realizada por los hombres: son estos los
que crean y organizan la sociedad en el marco de las relaciones que establecen con
otros hombres. Nace así la idea de “contrato social”, de soberanía popular y la
discusión sobre las formas concretas que debía adoptar esa soberanía. Asociados a
los nombres de Hobbes, Locke, Montesquieu o Rousseau esos conceptos
recorrerán el pensamiento político y serán centrales en la construcción del campo
de estudios de la actual Ciencia Política.

Del mismo modo, la generalización de las relaciones mercantiles y la rápida


expansión del modo de producción capitalista generaron un conjunto de nuevos
problemas vinculados a la circulación, el comercio y la producción de bienes que
estimularon una reflexión sostenida sobre la economía y sus vínculos con la política
y la sociedad. Adam Smith, David Ricardo y más tarde Karl Marx, entre otros,
escribirán la mayor parte de sus obras motivados por estas cuestiones, dando los
primeros pasos en la construcción del campo de la economía.
Tanto la ciencia política como la economía surgen al calor de la generalización
de la organización social capitalista impulsada por la burguesía liberal, y su
confianza ciega en el progreso que acompañaría la expansión de ese sistema. El
ámbito científico rápidamente fue contagiado de ese fervor transformador, en el
que la ciencia y la técnica ocupaban un lugar central. En un texto titulado El
porvenir de la ciencia, Ernest Renan, un escritor francés del siglo XIX, imaginaba
un mundo dominado por el desarrollo científico al que considera un instrumento
que sirve tanto para dominar a la naturaleza como para resolver los problemas
sociales.
La sociología en cambio, surge como resultado de la aparición de conflictos al
interior de esta nueva sociedad. Sus reflexiones se van a concentrar especialmente
en las consecuencias no deseadas de la modernización, como la creciente
conflictividad social, la pérdida de las antiguas formas de vida y sus valores, o el
problema de las multitudes. Las transformaciones económicas, sociales y políticas
ponen en primer plano a un nuevo actor social, el proletariado urbano, y un nuevo
tipo de conflictividad social. Emerge desde la perspectiva de los grupos
dirigentes el problema de las multitudes, de las masas y del riesgo que
representaban para el mantenimiento del orden social. Las explicaciones que los
distintos pensadores ensayaron cubren un amplio espectro de propósitos e ideas,
van desde la preocupación por el mantenimiento del orden social vigente (es el
caso de intelectuales como Emile Durkheim y en general toda la sociología clásica)
a la reflexión sobre la explotación y alienación del hombre a la que conducía el Tanto
la economía, como la sociología, la ciencia política o la historia se ocupaban
de estudiar a las sociedades europeas, donde se habían producido los cambios
sociales, económicos y políticos mencionados. Pero estos cambios, estimularon a su
vez la expansión de los países europeos hacia nuevos territorios en ultramar, que
podían convertirse en nuevos mercados para sus productos o para comprar
materias primas, o simplemente en espacios sobre los cuales imponer su dominio.
Esta expansión imperialista en la que se embarcaron la mayoría de las potencias
europeas las enfrentó con sociedades de otros continentes. Esos pueblos, distintos
étnica, cultural y socialmente, pasaron a ser el objeto de estudio de otra novel
ciencia social: la antropología.

El modelo de sociedad burguesa que se consolidó a lo largo del siglo XIX se apoyó
en la afirmación de la universalidad progresiva de la experiencia histórica europea.
La historia de Europa, su cultura, tradiciones y sus rasgos étnicos son considerados
como el punto de llegada, la superación tanto de sociedades del pasado como de
otros pueblos contemporáneos a los que se conquista y se intenta incorporar a ese
modelo, en algunos casos, puesto que la otra opción era el exterminio al que se
legitimaba por la supuesta inferioridad.

Aunque este proceso no ocurre sin resistencias, su generalización impacta


fuertemente en el mundo intelectual de la época. Las ciencias sociales se verán
influidas por esa visión universal y progresiva de la historia en la que todos los
pueblos y sociedades están organizados según una escala jerárquica. La historia de
la civilización es una sola y tiene varias etapas. La cúspide de este proceso estaba
reservada a las sociedades capitalistas de Europa occidental, consideradas como
punto de llegada del progreso social.
En todos los casos, hay coincidencia en señalar un elemento al que hicimos
referencia más arriba: el vínculo estrecho que une el surgimiento de las ciencias
sociales con el desarrollo del pensamiento moderno. Al calor de los grandes
cambios sociales, políticos, económicos y culturales producidos desde el siglo XVI
se desarrolló una verdadera revolución intelectual. Todas las grandes ramas del
conocimiento experimentaron transformaciones profundas y a lo largo de los siglos
siguientes se fueron conformando las distintas ciencias sociales como campos
especializados del saber.

El surgimiento de la geografía y la historia como disciplinas


científicas
A continuación nos dedicaremos a analizar el proceso de surgimiento de las dos
disciplinas que tienen mayor presencia en la tradición escolar: la historia y la
geografía. Esto no es casual, por el contrario, su centralidad en los sistemas
educativos es consecuencia de las virtudes que las elites dirigentes encontraron en
ellas para la formación de ciudadanos y patriotas.

El caso de la geografía
La geografía como área del saber que se ocupaba de la descripción y la
representación de la tierra tuvo gran importancia en la revolución científica europea
de los siglos XVI y XVII. Junto con la astronomía y la óptica contribuyeron a
mejorar las condiciones de viaje de los navegantes que cruzaban los océanos hacia
otros continentes. A lo largo del siglo XVIII la especialización de distintas áreas que
antes estaban dentro de la geografía, como la geología o la botánica y el desarrollo
cartográfico recortó los contenidos de la geografía a la descripción de regiones o
naciones. Esto hizo que empezara a ser considerada por muchos como una simple
disciplina auxiliar de la historia. Durante buena parte del siglo XIX en muchas
universidades europeas se estudiaba junto a la historia, como el marco espacial,
como una especie de escenario que permitía situar y estudiar los acontecimientos
históricos.

Será la introducción de la geografía, tanto como la historia, como materia destacada


en la enseñanza elemental y secundaria en las últimas décadas del siglo XIX uno de
los principales motores de la revalorización de esta disciplina. Tanto la geografía
como la historia pasaron a tener una función política y social relacionada con la
consolidación de una identidad nacional, por eso cumplieron un rol central en el
proceso de consolidación de los estados nacionales modernos. En el caso de la
primera, la construcción de representaciones sobre el territorio nacional como ámbito
de la soberanía política de los noveles estados, pero también como el referente
natural y el límite de la pertenencia comunitaria, fue fundamental para formar a los
docentes de las futuras generaciones de alumnos -en un contexto de generalización
de la educación elemental-. Para ello es que empezaron a crearse cátedras y carreras
de geografía en las universidades en las últimas décadas del siglo XIX.
Un ejemplo de la importancia que empezó a tener para los Estados Nacionales la
delimitación precisa de los contornos del territorio sobre el que se ejerce soberanía
política fue la organización en la Argentina de la Oficina Topográfica Nacional.
Creada en 1879 por el entonces ministro de Guerra y Marina J. A. Roca, su tarea
principal era el reconocimiento y mapeo del territorio nacional en momentos en que
la llamada “Campaña al desierto” había permitido poner bajo control del Estado
Nacional una gran cantidad de tierras de la zona de pampa y Patagonia. A principio
de siglo XX esa oficina se convirtió en el Instituto Geográfico Militar y quedó bajo el
control del ejército hasta el 2009 en que cambió su denominación por la de
Instituto Geográfico Nacional, pasó a la órbita civil y se integró como dependencia
del Ministerio de Defensa.

El caso de la historia
Desde los tiempos más remotos hubo personas que dedicaron parte de su tiempo a
contar o escribir sobre el pasado, algunos trascendieron su época y aún hoy son
reconocidos como autores representativos de la historiografía clásica o medieval,
como Heródoto, Tucídides, Polibio, Plutarco, Tito Livio, Tácito, Froissart o de Fiore.
Sin embargo la moderna historiografía, es decir la forma actual de concebir la
historia y el trabajo del historiador surge recién a fines del siglo XVIII. En ese
momento se va a producir la confluencia de dos procesos: la construcción de un
método de trabajo y de interpretaciones generales sobre el curso de la
historia. Por un la lado, la construcción de un método erudito para trabajar con los
documentos históricos y utilizarlos como fuentes, para reconocer lo verdadero de lo
falso y poder así extraer la verdad que poseen. Estos criterios para convertir a los
restos del pasado en fuentes confiables para la investigación histórica es lo que
más tarde, a lo largo del siglo XIX, se convertirá en el núcleo erudito de la
profesión, aquello a lo que apelarán los historiadores para defender la cientificidad
de su trabajo y distinguirse de otras personas que también intentaban construir
interpretaciones sobre el pasado o sobre la sociedad pero sin haberse formado en
esa disciplina.

Por otro lado, y también en el siglo XVIII, la filosofía de la Ilustración y la


Revolución Francesa produjeron cambios en las relaciones de los hombres con
el tiempo. Si hasta ese momento la importancia del estudio del pasado tenía que
ver con las enseñanzas que podía brindar para la vida, el ser un modelo a imitar
(la historia como “maestra de vida”), a partir de entonces, la historia se convierte
en una guía para la acción futura, la historia se hace en nombre del porvenir. El
tiempo se orienta hacia el futuro, y esta predominancia se plasma en el concepto
de progreso. Comienzan a construirse esquemas para explicar la relación con el
pasado que supone una filosofía que da sentido a la narración histórica a lo largo
del tiempo, que intenta explicar hacia donde se dirige la humanidad. En esto el
aporte de la filosofía de la ilustración fue central. El historiador alemán, Reinhart
Koselleck (2010), sostiene que es esta combinación de técnicas de trabajo eruditas
y de esquemas interpretativos generales del devenir de la humanidad lo que
constituye el surgimiento de la historiografía moderna.

Es sobre estas bases que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, la historia se
institucionaliza, se convierte en una disciplina profesional a partir de un conjunto de
reglas y protocolos de trabajo que se enseñan y se aprenden en instituciones
especializadas como las universidades. De ahí en adelante se formarán allí los
historiadores profesionales. Como en el caso de las otras ciencias sociales, la
profesionalización implicó también que los estudios dejaran de ser un pasatiempo o
una actividad complementaria, para convertirse en una profesión de la que trabajar
para vivir. Este hecho, no impidió sin embargo que otras personas siguieran
construyendo interpretaciones sobre el pasado y el presente (escritores,
periodistas, testigos, etcétera).

A este proceso contribuyó también –al igual que con la geografía- la demanda de
los nacientes estados nacionales por configurar una identidad colectiva que
aglutinara a los ciudadanos. En la organización curricular de los noveles sistemas
educativos nacionales, la historia ocupó un lugar central porque se consideraba
imprescindible conocer la forma en que una nación se había convertido en tal para
profundizar el patriotismo y el sentimiento de pertenencia a esa nación. También se
consideraba imprescindible conservar “los restos” del pasado de las naciones, para
lo que se promovió la creación de archivos, bibliotecas, academias e instituciones
dedicadas a la protección del patrimonio.

El tipo de historia que se generaliza en las últimas décadas del siglo XIX,
ciertamente contribuía a este propósito, era sobre todo un relato de “grandes
hombres”, militares, políticos, diplomáticos; patriotas cuyas cualidades y acciones
podían explicar la propia historia de las naciones. Era una historia de los grandes
acontecimientos políticos, organizada según un desarrollo cronológico y un formato
de historia nacional.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, las universidades –especialmente las de
Europa occidental- se convirtieron en verdaderos centros de investigación científica,
sedes de la producción de conocimiento. Como señalamos, en general, en el seno de
las facultades de filosofía –en algunos casos de las de derecho- se fueron
creando áreas y carreras dedicadas a las distintas ciencias sociales. Estas a su vez,
tuvieron que esforzarse por demostrar el carácter específico que las distinguía y
definir los límites que las separaban entre sí para encontrar un espacio académico
propio. Esto dio lugar a encendidos debates, por ejemplo los que enfrentaron a
historiadores como Charles Seignobos con sociólogos como Francois Simiand o
Emile Durkheim, o a este último con geógrafos como Paul Vidal de la Blache en
Francia, o a economistas como Carl Menguer con historiadores como Gustav
Schmoller en Alemania.

A modo de cierre…
A lo largo de esta primera clase reflexionamos sobre las ciencias sociales y el
contexto en el que surgieron y se consolidaron como campos del saber desde fines
del siglo XVIII. Su objeto de estudio, “lo social” incluye una enorme y compleja
cantidad de hechos y procesos pasados y presentes. Para poder abordar esta
diversidad, las distintas ciencias sociales se especializaron en algunos aspectos de
este gran campo construyendo distintas herramientas, perspectivas y métodos para
su estudio.

El clima cientificista imperante en la segunda mitad del siglo XIX, la expansión de


una manera científica de conocer el mundo construida sobre el modelo de las
ciencias físico-naturales y, asociado a esto, la influencia que cobrará el positivismo
como corriente de pensamiento, impondrán grandes desafíos a las ciencias sociales.

Actividades
Los invitamos a presentarse en el foro de presentación y elaborar el primer trabajo
práctico a través de la lectura del marco teórico de la clase con las siguientes
consignas:

1. Redactar un concepto general de las ciencias sociales.


2. Identificar algunos hechos o procesos históricos que colaboraron en la
consolidación de las ciencias sociales, estableciendo su roles.
3. Elaborar un recorrido temporal del surgimiento de la historia y la geografía,
estableciendo etapas y características de cada una de ellas.(utilizando
distintos formatos texto, cuadros o gráficos, etc.)
4. Seleccionar y nombrar diez conceptos importantes que surgen a través de la
lectura y que atraviesan las ciencias sociales.
5. Establecer el sentido de la historia y de la geografía en las instituciones
escolares a fines del SXIX y principios del S. XX. Fundamentar su función a
partir de los hechos históricos que relata el texto.

IMPORTANTE:

 El trabajo práctico debe enviarse de forma individual al correo de ambas


profesoras en formato WORD (ARCHIVO) con la siguiente identificación:
TPN1_EIB_APELLIDO (Ejemplo: TPN1_EIB_SOLIS)

 El plazo de presentación es el día jueves 29 de abril.

Marco teórico:
Rodríguez, Martha. (2016). Clase Nro1: Las ciencias sociales y su objeto de
estudio. Sus orígenes y características. El conocimiento social en las disciplinas y
en la escuela.

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