Historia Del Ejercito de Chile Tomo 01 Compressed

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HISTORIA

DEL
EJERCITO DE CHILE

Capitán General Alonso de Ribera

TOMO 1
EL EJERCITO DEL REINO DE CHILE
1603 - 1810
(Edición corregida 1980 %3)-
ESTADO MAYOR GENERAL DEL EJERCITO
HISTORIA DEL EJERCITO DE CHILE

COMANDO EN JEFE DEL EJERCITO


Elaborada por disposición de S.E.el Presidente de la República
y Comandante en Jefe del Ejército, General de Ejército don
Augusto Pinochet Ugarte

PLANIFICACION DE LA OBRA

General de División Washington Carrasco Femández


Iefe del Estado Mayor General del Ejército y Presidente de la
Academia de Historia Militar.

VERIFICACION HISTORICA Y CONSULTOR


Profesor Julio Heise ~ o n z á l e z
Abogado y Profesor de Historia y Geografía,
Miembro de la Academia de Ciencias Sociales y Políticas del Instituto de Chile
Y de la Sociedad Chilena de Historia y Geografia,
Ex-Decanode la Facultad de Filosofía J. Educación de la Universidad de Chile y
Miembro Honorario de la Academia de Historia Militar

COORDINADOR GENERAL
Coronel Virgilio Espinoza Palma
Oficial de Estado Mayor, Profesor Militar, Jefe de
Relaciones Internas del Ejército y 20 Vicepresidente de La
Academia de Historia Miütar.
PARTICIPARON EN ESTE TOMO

Coronel Manuel Reyno Gutiérrez


Oficial de Estado Mayor, Profesor de Academia,
Miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía Y
de la Academia de Historia Militar

Tte. Coronel Edmundo González Salinas


hofesar de Historia y Geografía, Jefe de la Sección Historia
de Relaciones Interna- del Ejército, Miembro de la Sociedad Chilena
de Historia y Geografía y de la Academia de Historia Militar

Mayor ( R ) Guillermo Krumni S:i:ivetlra


\'ice-lJrr.\idente d . Id So:ieda.l <:hilr.~iid.. Hi.ioria y t i e . > g r ~ i i a .
Director del Instituto de Conmemoración Histórica y de la
Sociedad Antrapológica de Chile,
Miembro de la Academia de Historia Militar

Ximena Rojas Valdés


Profesara de Historia de la Universidad Católica de Chile,
Jefe del Archivo de la Sección Historia de Relaciones Internas del Ejército

COLECCION BIBLIOTECA DEL OFICIAL


Coronel Miguel Caviedes Llanillos
Oficial de Estada Mayor, Profesor de Academia, Director
de Revistas Militares de Relaciones Internas del Ejército y
Miembro de la Academia de Historia Militar
PROLOGO
CAPITULO 1. ORGANIZACION MILITAR DURANTE EL
PERIODO DE LA CONQUISTA
A.- Formación del pueblo chileno
B.- El pueblo araucano
C.- Organización del Ejército araucano
D.. Organización militar de los Conquistadores
E: El legado de Lautaro
F.- Primer Ejército espailol organizado
CAPITULO 11 EL GOBERNADOR ALONSO DE RIBERA
A,- Orígenes de la gran sublevación de 1599
B.. Creación del Ejército permanente. 1603
CAPITULO 111 EL GOBERNADOR ALONSO GARCIA
RAMON.
A.- Situación militar al asumir el nuevo Gobernador
B.. El Padre Luis de Valdivia y su misión en Chile
C.- Resultados de la Guerra Defensiva
D.- ~ i ~ r i mreglaniento
er del Ejercito de Chile
E.. Segundo reglamento del Ejército de Chile
CAPITULO IV UNIFORMES, ARMAMENTO Y FORMA
DE COMBATIR
CAPITULO V EL EJERCITO DE CHILE Y SUS
PRIMERAS ACTUACIONES
CAPITULO VI SITUACION DEL PAIS AL TERMINAR
EL SIGLO XVIl
CAPITULO VI1 EL EJERCITO DE CHILE EN EL SIGLO
XVIU
CAPiTULO VI11
<
LA REFORMA DEL VIRREY JOSE
ANTONIO MANSO DE VELASCO
CAPIWU) IX LA ORDENANZA GENERAL DEL
EJERCITO ESPAROL DE 1768
CAPITULO X REFORMA DE LAS MILICIAS DE
SANTIAGO
C A P I W M XI EJERCITO Y MILICIAS DESPUES DE
LAS REFORMAS DE MANSO Y DE
AMAT
CAPITUU) XII ULTIMO REGLAMENTO DEL EJERCITO
DE CHILE. REFORMA DE
JAUREGUI
A: Reforma de Jáuregui
B.- Distribución de las Fuerzas de Linea en la
Frontera
C.- El uniforme
D.- El armamento
E: Abastecimiento
F.- El fuero militar
G: La instrucción. La táctica
CAPITULO XIII LAS MILICIAS DEL REINO DE CHILE
A,- Instrucción
B.- Clasificación de las milicias
C.- Reclutamiento del personal
D - Calificación del personal
CAPITULO XIV LAS MILICIAS AL COMENZAR EL
SICLO XIX 187
A - Ubicación de las unidades d través del país 187
B.- El armamento 200
C.. Grados de la oficialidad 250
D.- Grados de tropas 202
E.- Otras designaciones 202
CAPITULO XV PAPEL DEL EJERCITO Y DE LAS MILICIAS
EN LA DEFENSA DEL REINO 207
CONCLUSION 211
ANEXO ALGUNOS DE U)S PRINCIPALES
FUERTES ESPAROLES EN EL
PERIODO COLONIAL 21 3
INDICE DE ILUSTRACIONES
ORIENTACION BIBLIOGRAFICA
PROLOGO

"La Historia del Ejército" nació de una resolución de S.E.


el Presidente de la República, Capitán General D. Augusto Pinochet
Ugarte quien, en su calidad de Comandante en Jefe delEjército,
ordenó la elaboración de esta obra. No existía una Historia del
Ejército de Chile que abarcara el período colonial y e1 republicano.
El Jefe del Estado Mayor General del Ejército, en cumpli-
miento de la resolución presidencial, encomendó esta tarea a un
equipo de historiadores militares y catedráticos del Departamento
de Historia de la Universidad de Chile, a través de un Convenio
que, para este objeto, se firmó con esa Casa de Estudios.
Este gmpo de investigadores estimó que la Historia del
Ejército está íntima y estrechamente ligada a todos los aspectos de
nuestro desenvolvimiento nacional. Es indudable que existe un
estilo peculiar de vida del pueblo chileno que lo vemos reflejado en
la estructura política, econbmica, social y cultural del país. Por
otra parte, todos los aspectos del convivir humano se influyen y
determinan' recíprocamente. Es "la determinación recíproca de los
hechos" a que se refiere la ciencia histórica.'
Fue necesario, pues, examinar las bases de la nacionalidad
para extraer de ahi las características de los hechos y de las institu-
ciones.
La lucha que por espacio de casi tres centurias sostuvo Espa-
ña con nuestros indígenas, plasmó una raza nueva con las carac-
terísticas de ambos pueblos. La Guerra de Arauco imprimió a
Chile un sello particular que se evidenció a través de su vida como
Nación independiente en las contiendas externas que ha debido
afrontar. Las exigencias, por duras que hayan sido, se han enfren-
tado con estoicismo hasta los límites del sublime holocausto,
como ocurrió en la epopeya de Iquique y en la Campaña de la
Sierra. Las guerras de Arauco produjeron notables diferencias con
respecto a los pueblos hermanos de la América hispana. Ello debió
ser considerado al estudiar la Historia del Ejército, por cuanto la
masa que constituye el pueblo de Chile, con sus virtudes y defec-
tos, está presente en nuestras Fuerzas Armadas.

Tras un acabado estudio de la génesis del Ejército de Chile,


este trabajo presenta el desarrollo y capacitación teórica y práctica
de sus cuadros y los cambios de organización y adiestramiento.
Interesa también dejar constancia del avance en la técnica, tanto
en lo referente al armamento y material en uso, como en su fabri-
cación, obtención y mantenimiento.

El trabajo, emprendido bajo la Dirección del Estado Mayor


General del Ejército, no es, en suma, una historia militarque evalúa
técnicamente el comportamiento profesional del Ejército en las
campañas militares, sino la presentación cronológica de su desarro-
llo como Institución, a la luz de los antecedentes fidedignos que
arrojan los archivos históricos, jurídicos e institucionales.

No obstante, no se ha podido prescindir en la hilación del


desarrollo de las acciones bélicas en que ha participado el Ejército,
pero sin entrar al análisis militar de las campañas, que ha sido
materia de excelentes trabajos ya publicados. Tratándose de las
campañas militares nos referiremos más bien a los detalles de orga-
nización del mando, de los cuadros combatientes, comportamiento
logistico en apoyo a las tropas y las consecuencias y repercusiones
institucionales que cada acción trajo aparejada.
El Ejército de Chile es una Institución tradicionalmente sujeta
a un severo código ético profesional, expresado en preceptos cons-
titucionales, doctrina y reglamentación que conforman una moral
militar que es la clave y alma de su eficiencia y disciplina.

Desde los albores de la vida republicana, la Constitución de


1833 dispuso que la Fuerza Armada era esencialmente obediente y
no podía deliberar. En las contadas crisis políticas que registra la
Historia de Chile, vemos a los cuerpos armados defendiendo invaria-
blemente los principios democráticos y las instituciones funda-
mentales de la República.
Por espacio de más de un siglo y medio, la organización del
Ejército ha pasado por diferentes etapas, sin sufrir cambios bruscos
en el mando ni en sus unidades. De acuerdo a las nuevas denomina-
ciones adoptadas por los ejércitos modernos, éstas se han agrupado
en distintas formaciones mayores, manteniendo en términos
generales la fiiosofia y estmctura que han sido base del mando
desde el año 1830.
Sólo las modalidades de combate y los métodos de instruc-
ción son los que periódicamente han variado conforme a los ade-
lantos que la ciencia militar va desenvolviendo a medida que avan-
za la técnica y desarrollo de las armas.
La subordinación del mando al poder civil que se observa en
la vida del Ejército estuvo acorde con la Ordenanza General del
Ejército y Armada, promulgada en 1839, que estableció esta
modalidad al otorgar a los Intendentes y Gobernadores la calidad
de Comandantes de Armas. Esta legislación no creó un Comando
en Jefe del Ejército que se preocupara de su instrucción, organiza-
ción, mando y conducción. El deseo de Portales de impedir a cual-
quier costo la proliferación de motines militares, frecuentes en la
América de aquellos tiempos, lo 1leYó a ello. Esta situación termi-
nó con la promulgación del Código de Justicia Militar, en 1925.

Esta historia institucional trata el desarrollo del Ejército des-


de su creación en 1603 por Alonso de Ribera, hasta nuestros días.
En ella encontraremos un estudio completo que permite a los p r o
fesionales seguir, pasoa paso, su desenvolvimiento y a los profa-
nos, penetrar en su existencia y crecimiento, aquilatando sus valo-
res, virtudes y defectos, como los tiene toda obra humana. Se
podrán valorar tanto el sacrificio y el heroísmo en los campos de
batalla, como el esfuerzo abnegado y silencioso por el progreso de
Chile y el bienestar de sus conciudadanos en las horas de la paz.
Los reclutas movilizados que combatieron en 1879 se sintie-
ron desde el primer día soldados, después de dejar la casaca civil
para ceñir el sable o tomar un fusil. José Francisco Vergara
sentía orgullo en destacar el titulo de coronel de caballería que
alcanzó durante la guerra. Con ello quería manifestar que se sentía
incorporado a las filas como cualquier militar de profesión. Si
hubo algunos civiles que se entrometieron más de la cuenta, se
debió al sistema que implantó la Ordenanza, más que al deseo de
interferir en el mando militar. No sólo el entusiasmo basta para
obviar los conocimientos y aptitudes del profesional de las armas.
Así quedó probado cuando -a partir de la ocupación de Antofa-
gasta- se comenzó a instruir a los reclutas bajo la dirección del
General Justo Arteaga y su Jefe de Estado Mayor José Antonio
Villagrán y se creó ese Ejército que más tarde vencería en la
guerra.
"La Historia del Ejército" deja en claro el desarrollo de la
Institución, tanto en el periodo hispánico, como en el indepen-
diente. Considera su actuación durante la Colonia, en la eterna
Guerra de Arauco donde el criollo aprendió a ser soldado, eviden-
ciando ya las excelentes cualidades de la nueva raza.
Esos mismos criollos lucharán por más de dos lustros en las
campañas de la Independencia de Chile y del Perú. En 1837 vuel-
ven a empuiíar las armas para destruir el poder del Mariscal Santa
Cruz que amenazaba la Independencia de Chile y finalmente obtie-
nen brillante triunfo en la Guerra del Pacífico (1879-1884).
Es necesario dejar constancia de la excelente labor desarrolla-
da por el equipo de historiadores militares y civiles para entregar a
los profesionales y al país, los fundamentos emque se asienta nues-
tro Ejército, su desarrollo y funciones a lo largo de casi cuatro
siglos.
Los servicios prestados han sido considerables. En dos opor-
tunidades -1837 y 1879- salvaron al país en guerra exterior,
cuando, sin desearlo, Chile debió enfrentar la lucha porque su esta-
bilidad como Nación soberana se hallaba amenazada. Nuestro país
jamds ha buscado la guerra, pero ha debido encararla cuando ésta
ha llegado a nuestras fronteras. Si ha vencido en eiias, es porque su
pueblo respondió al llamado sin escatimar el sacrificio de la vida en
su defensa.
Chile fue, es y seguirá siendo un pueblo pacífico que no
desea la guerra y si se ha visto obligado a declararla, habría que
recordar que "la culpa de la guerra no es siempre de quien la
declara, sino del pueblo que hace imposible la paz".
CAPITULO 1

ORGANIZACION MILITAR DURANTE EL PERIODO


DE LA CONQUISTA

A. FORMACION DEL PUEBLO CHILENO

El Ejército de Chile, como la mayoría de las instituciones


iiacioiiales, enraíza en sus similares de la kpoca colonial y ha recibi-
do la herencia de las fuerzas que España mantuvo en el Reino, para
luchar contra los araucanos y pacificar, sostener y organizar el
territorio ya conquistado.

El orgullo naclonal ha derivado del ancestro indígena de la


raza, todas las virtudes del soldado chileno y, conociendo las del
conquistador espafiol, se amalgamaron para conformar un espíritu
de raza. La obra de Alonso de Ercilla, La Araucana, ha sido fun-
damental en este aspecto y sus estrofas han servido de oración
patria para levantar el espíritu chileno en los momentos difíciles.
El Ejército de Chile debe reconocer como su antepasado al
orgariizado por Aloiiso de Ribera, con la influencia que sobre él
ejerció la organización guerrera araucana. Bajo ese modelo comen-
zó su vida como institución nacional. Sus reglamentos, ordenanzas
y disposiciones, como muchos defectos de los que aquél adolecía,
le fueron comunes y seria una injusticia desconocerlo. Por ello, es
preciso estudiar la constitución, las actuaciones, virtudes e imper-
fecciones del Ejército colonial, como también el heroísmo con que
mantuvo la obra de conquista frente a un adversario que se superó
durante el transcurso de la lucha, sacando enorme partido de la
naturaleza de su territorio.
La capacidad bélica del pueblo araucano tuvo especial impor-
tancia sobre la organización de las fuerzas militares españolas,
tanto por la trascendencia del mestizaje como por su forma espe-
cial de guerrear, lo que obligó a los conquistadores a adaptar su
disposición europea a las condiciones topográficas del país y a las
características de su enconado antagonista.

Las guerras de Arauco determinaron una considerable afluen-


cia de españoles. Cada avance de los mapuches obligaba a reforzar
el Ejército. En el primer medio siglo de la Conquista la población
europea llegó a 3.620 almas. Esta cifra, considerable para la época,
representa más del 20% de toda la población española del Nuevo
Mundo que los historiadores estiman, para el siglo XVI, en más o
menos 15.000 habitantes. En el Perú éstos no llegaban a 6.000.

Pedro de Valdivia inició la Conquista con 150 hombres. Des-


pues de la destrucción de Santiago por Michimalonco (1541) el
propio Valdivia trajo refuerzos hasta completar 500 españoles.
Hurtado de Mendoza vino en 1557 con 450 soldados, Rodrigo de
Quiroga, como Gobernador interino, recibió un refuerzo de 250
soldados y como Gobernador en propiedad ( 1575-1580) recibió
334 más. Finalmente, Alonso de Sotomayor, casi al finalizar el
siglo XVI (1583-1 592), aumentó estas fuerzas con un contingente
de 1.O00 hombres.

Es necesario referirnos a las principales características de la


empresa de la conquista y del conquistador, para entender el
periodo en su real dimensión.

En primer lugar, debemos destacar que las empresas de Indias


se realizaron solamente entre los años 1493 y 1560. Este hecho
nos lleva a comprender inmediatamente sus principales caracteris-
ticas, enraizadas profundamente en el espíritu europeo del hombre
del Renacimiento de los siglos XV y XVI que, en su modalidad
espafíola, se expresó mejor en una tendencia espontánea a la con-
quista y colonización. El individualismo renacentista, dominado
por el Estado en el continente europeo, en Indias pudo manifestar-
Lautaro
Ejercito de Chile. EMGL.
se libremente. En el nuevo continente nadie inquiría sobre el ori-
gen o el pasado de las personas. No existían otros méritos que las
propias obras y ellas eran los blasones que los conquistadores nece-
sitaban para ser hidalgos y obtener un escudo de armas que perpe-
tuara su memoria. Si no tenemos presente esta característica de
individualismo, no podemos comprender tanto riesgo, tanto
heroísmo, tanto sacrifico económico del conquistador.

Entre las características de la empresa de conquista, la más


importante fue su índole feudal. Los territorios de las Indias, por
las Bulas de demarcación y el Tratado de Tordesillas ( l ) , eran de
propiedad y dominio político del Estado español. Pero las limita-
ciones materiales impedían al Estado realizar por sí solo la con-
quista y se vio obligado a emplear el régimen de enfeudación para
hacer efectivo el dominio que tenía por títulos, entregando el
Gobierno en manos de los conquistadores. La relación entre el
Estado propietario y el individuo empresario se efectuaba median-
te la capitulación; ésta era un documento público de naturaleza
contractual en la que, por una parte, el Estado autorizaba la
empresa y estipulaba su participación de beneficios o Quinto Real
y, por otra, el empresario se comprometía a realizar a su costo la
empresa, aceptando la repartición de beneficios establecida por el
Estado. Las Capitulaciones decretaban también la jefatura de la
empresa que recaia en el Capitán de Conquista; de esta manera, la
Corona creaba una autoridad política en la que el Estada español
delegaba soberania y funciones de Gobierno, todo ello en calidad
de reconocimiento de servicios. Esta jefatura era de carácter ina-

(1) Enterados los Reyes Católicos de las tierras descubiertas par Cristóbal Colón,
pidieron al Papa Alejandro VI que demarcara los territorias que les pertenecian,
Para precaverse de posibles problemas con la Corona portuguesa. en el futuro. Por
las Bulas Infer Cnetero de 3 y 4 de mayo de 1493, el Papa hizo donación a los
Reyes Católicos Y a sus sucesores en la Corona de Castiiia y de León de las tierras
descubiertas y por descubrir al occidente de una línea tlazada de polo a polo a
100 leguas de las islas del Cabo Verde, con cargo de proveer a la evangelización de
sus naturales. Los portugueses reclamaon a la Corona de Castilla por esta demar-
cación, firmándose finalmente el Tratado de Tordesillas el 7 de junio de 1494.
Por él se modificó la línea papal, disponiéndose que ella pasara a 310 leguas al
oeste de las islas del Cabo Verde. Posteriormente, este Tratado fue ratificada por
el Papa.
movible e indiscutible y su desconocimiento implicaba un acto de
rebelión. En esta forma el Rey podía mantener bajo su jurisdicción
todos los territorios en los que actuara el español.
En cuanto al aspecto militar, la autoridad también era centrali-
zada y jerárquica, basada en una disciplina rígida y su jefe ostenta-
ba el titulo de Capitán General.
Si en el aspecto del mando político y militar había unidad,
ésta no existía en cuanto al financiamiento de la empresa. Su cons-
titución económica era un proceso posterior a la creación de la
jefatura y comenzaba con el pregón de las capitulaciones o provi-
siones en las calles y plazas de ciudades españolas o indianas, para
reclutar gente. El jefe de la empresa era sólo un participante eco-
nómico más de ella; por lo general se hacía cargo de aportar los
elementos vitales, como víveres, cañones, municiones, etc. ' h s sol-
dados que se incorporaban, podían hacerlo a su propia costa o con
armas suministradas por el jefe, las cuales pagaban con la parte
correspondiente de su botín. La participación económica era de
diferentes tipos. Había desde el simple peón que se incorporaba,
con sus armas; el que llevaba armas y caballos; el que se incor-
poraba con soldados armados a sus expensas (como fue el caso de
Francisco de Aguirre en la empresa de Pedro de Valdivia a la Nue-
va Toledo); el que aportaba partes vitales a la empresa, tales como
víveres e instrumentos; o el que venía con una embarcación de su
propiedad. Finalmente, los beneficios de la empresa se repartían
de acuerdo con el grado de participación de cada uno. Podemos
decir que la empresa de Indias, en su aspecto económico, era "una
sociedad contractual entre un gran número de miembros a quienes
se repartía beneficios proporcionalmente a su grado de participa-
ción" (2).
Mucho se ha dicho que el motivo principal que tuvo el con-
quistador para venir a estas tierras fue la búsqueda y dominio de
territorios, muchas veces mitológicos, pletóricos de oro; recorde-

(2) Meza Villalobos, Néstoi. Estudios sobre la Conquista de América. Santiago, Edl
torial Univeisitaria, 1971, pág. 36.
mos la leyenda de El Dorado. Pero esta apreciación cae fácilmente
cuando constatamos que estos mitos y leyendas persistieron hasta
el siglo XVIII y que el impulso de conquista terminó al promediar
el siglo XVI. Podemos afirmar que el motivo vital que movió a los
jefes de empresas fue el deseo de dominio y ascenso social y que la
riqueza era sólo el medio para lograrlo.
"La riqueza del capitán de conquista está destinada a satisfacer
fines extraeco~iómicos,ajenos a la creación de nuevos valores eco-
nómicos: es un medio para alcanzar un fin político y social, poder
y honra -que sólo es posible mediante la conquista de un terri-
torio. La riqueza es el medio para alcanzarlo y sostenerlo... El capi-
tán de conquista busca la riqueza para alcanzar poder y posición
social y no poder para incrementar la riqueza" (3).
Esto queda claramente establecido por las palabras de Pedro de
Valdivia en una d e sus cartas al Emperador Carlos V:

"... y haré lo mesmo en lo de adelante, que no deseo sino des-


cobrir y poblar tierras a V.M. y no otro interese, junto con la
honra y mercedes que será servido de me hacer por ello, para dexar
memoria y fama de mí, y que la gané por la guerra como un pobre
soldado, sirviendo a un tan esclarecido monarca, que poniendo su
sacratisima persona cada hora en batallas contra el común enemigo
de la cristiandad y sus aliados, ha sustentado con su invictísimo
brazo y sustenta la honra della y de nuestro Dios, quebrantándoles
siempre las soberbias que tienen contra los que honran el nombre
de Jesús" (4).
Ciertamente existía una diferencia entre el jefe de la empresa y
el soldado: Este último satisfacía en estas empresas su ambición de
oro, de tierras y de indios. para vivir "conforme a su calidad y con-
dición". Pero en incontables casos este mismo soldado, una vez
obtenida la fortuna, emprendía nuevas empresas a su propia costa,
transformándose así en un Capitán de Conquista. De esta manera
se produjo una continuidad entre el soldado y el Capitán de Con-

(3) Meza Villaiobos, Néstor. Obra citada, pág. 85.


(4) Carta de Pedro de Vaidivia al Emperador Carlos V. La Serena, 4 de septiembre de
1545. Valdivia, Pedro de. Cartas. Introducción por Jaime Eyzaguirre. Santiago,
Editorialdel Pacífico, S.A., 1955, pág. 33.
quista, pues el que en el pasado había sido un simple soldado de
una empresa, podía ser después un Capitán de Conquista.
"El Capitán de Conquista es aquel hombre que siente las ambi-
ciones de dominio y de ascenso social, cuya satisfacción concibe
como posible, mediante la conquista de territorios desconocidos
en cuya empresa arriesga su fortuna, pone su osadía, tenacidad, su
capacidad de mando y sus condiciones militares" (5).
En cuanto a la jerarquía militar, ésta era correspondiente al
grado de participación económica. Pero es necesario destacar que
poseía una caracterfstica espiritual inherente y difícil de lograr. El
origen estatal de la jefatura jugaba muy poco en la creación de la
autoridad. Los verdaderos fundamentos de ella eran más bien de
naturaleza interior y se basaban en la simpatía y en la admiración
que el soldado sentía por el capitán, por su valor, generosidad, elo-
cuencia, persuasion y decisión.
Finalmente, debemos dejar claramente establecido que la
empresa de conquista no tuvo un carácter propiamente militar y
que, si aparentemente era así, se debió a la realidad en la que debió
desenvolverse. No puede afirmarse que fueron ejércitos expedicio-
narios de conquista, pues estos gmpos no tenían ni la organiza-
ción, ni el vestuario, ni el objetivo propio de un ejército.
"No hubo ejércitos dependientes del poder estatal, sino parti-
das armadas organizadas por un particular, el iinico a quien reco-
nocían el mando. Estos grupos de hombres armados carecían de
permanencia, requisito fundamental de un ejército, lo que se expli-
ca por su carácter privado y por ser organizados para una empresa
determinada, luego de la cual se producía su dispersión. La jerar-
quía era totalmente ocasional y no respondía a ninguna base de
estabilidad. El mando que se reconocía al empresario tenía su
origen en un contrato social y en el ascendiente que éste tenía por
sus conocimientos, experiencia, valor y condiciones personales. La
escasez de hombres de guerra hizo recurrir, la mayor parte de las
veces, a individuos ajenos a las armas, a los que no se daba una ins-
trucción previa. Aunque aparentemente dubo una clasificación de

( 5 ) Meza Yillalobos, Néstor. Obra citada, pág. 81


soldados por arma, ello no se hizo desde el punto de vista del
empleo de cada arma, sino que fue consecuencia de la mayor 0
menor capacidad económica del soldado, que le permitía o no
llevar caballos" (6).

En todo caso no podemos desconocer la importancia funda-


mental que estos grupos tuvieron en la creación de nuestro Ejérci-
to permanente en 1603.

Al comenzar el siglo XVII se creó el Ejército permanente para


lo cual Ribera trajo desde el Perú 570 soldados y desde España
llegaron alrededor de 800. De ahí en adelante los gobernadores dis-
pusieron de 1.000 a 1.200 soldados en la línea del Bio-Bío y
otros 1.500 diseminados en los fuertes. Los fuertes de Valdivia
tuvieron una dotación de 900 hombres. A mediados del siglo XVII
la población de espafioles y criollos oscilaba entre 10.000 y 11.O00
almas, cifra extraordinariamente elevada si la comparamos con las
demás colonias españolas. En esta misma época las provincias del
Plata sólo contaban con tres mil blancos y el Virreinato del Perú
tenía muy poco más que Chile.

Paralelamente, se produjo una rápida disminución de la pobla-


ción indígena provocada por la guerra, el hambre, las epidemias, el
trabajo forzado y el surgimiento del mestizo que arrebataba las
mujeres jóvenes a los indios. Por otro lado, los soldados españoles
y los encomenderos mezclaron generosamente su sangre con la
indigena. Cada soldado mantenía a su servicio media docena de
muchachas mapuches y entre los encomenderos este número
sobrepasaba la veintena. En el siglo XVII entre el Aconcagua y el
Maule casi no existían habitantes de pura raza indígena. Todos
eran mestizos. El soldado español y el encomendero criollo empe-
zaron a mezclar su sangre con jóvenes mestizas, lo que produjo un
tipo de mestizo blanquecino, con sangre blanca europea.
Este proceso contribuyó a la unidad racial del pueblo chileno.

(6) Oñat, Roberto y Carlos Roa, Régimen legal del Ejército en el Reina de Chile San-
tiago, Editorial del Pacifico, S.A., 1953.
Quedaron, por un lado, los criollos de raza blanca y los mestizos
con europea. Estos mestizos formaron la gran mayoría del pueblo
chileno. Ellos heredaron las notables vutudes militares del arauca-
no y del soldado español; virtudes que demostraron en las intermi-
nables campañas de Arauco, peleando codo a codo con sus proge-
nitores los españoles; luchando, más adelante, en las campañas de
la Independencia, en la Expedición Libertadora del Perú, en el
conflicto contra la Confederación Peni-boliviana y en la Guerra del
Pacifico.
Este proceso de mestizaje no se dio en los demás países de
América española. En México, Colombia, Perú y Bolivia, después
de una corta campana militar, las grandes masas de indígenas se
sometieron dócilmente, lo que permitió conservar hasta nuestros
días la numerosa población indígena.
Enorme importancia adquiere en la formación del mestizaje el
admapy que era "el conjunto de creencias, supersticiones, cos-
tumbres, tradiciones y. especialmente, las normas que reglaban la
conducta".
Obedeciendo a él, la mapuche casada prefería darse muerte
antes de entregarse; pero las solteras, que no estaban inhibidas por
esas prescripciones, rechazaban la posesión sólo por odio al inva-
sor; mas, cuando eran fecundadas, daban a luz dentro de sus pro-
pias tribus unos hijos mestizos que se fundían psicológicamente
con la raza de su madre, a pesar de que mostraban claramente los
rasgos antropológicos del padre español.
Sin embargo, el cruzamiento de las sangres araucana y española
no sólo siguió esa vía. El guerrero mapuche buscaba a la hembra
blanca con la misma avidez que la india chincha-chilena al varón
peninsular. En cada incursión y en cada ataque a fuertes o ciuda-
des, el botín predilecto de los combatientes araucanos eran las
mujeres españolas o las mestizas rubias, a quienes ocultaban en
lugares remotos fuera del alcance de los conquistadores. Otra for-
ma de aporte a esta fusión de razas fue la deserción. Son numero-
sos los casos de soldados espafíoles, mestizos, e incluso mujeres
blancas que, apremiados por el hambre en los interminables sitios
a los fuertcs, prefirieron pasarse al campo indio, en procura de
comida y constituyeron allí sus familias.
Como es natural, a medida que la colonización avanzaba, el
elemento.nativo, producto del cruce de europeos e indígenas, fue
en aumento hasta formar nuestro pueblo, que tuvo desde sus
comienzos, características distintas a otros del mismo origenen
Hispmoaniérica. Esto se debió a que tal amalgaiiia se realizó en el
crisol de la guerra, con especial intervención de la mujer aborigen.
Ella imprimió un sello particular a este pueblo y la raza que resul-
tó creció a la sombra de una cruz hecha con la iiiadera del canelo,
el árbol sagrado del mapuche.
El espaíiol, que vivia constantemente ocupado eii los asuntos
de la guerra, no estuvo en condiciones de dirigir la formación de
sus hijos. Fue la madre indígena quien tuvo a cargo esta tarea, de
acuerdo a los preceptos del admapu, a pesar dc que el conquista-
dor entregó su instrucción cristiana a la Iglesia. la que trat6 de
borrar de su alma las supersticiones y creencias en que hasta ese
entonces había vivido.

En todas las conquistas, ha sido la mujer nativa quien ha mar-


cado el rumbo del nuevo pueblo. Para Chile fue altamente benefi-
ciosa la participacióri del elemento indígena. La influencia de la
mujer en la educación del hijo, proporcionó una constitución men-
tal diferente a la de otros pueblos; el aislamiento que el medio geo-
gráfico imprimió, hizo lo demás.

B. EL PUEBLO ARAUCANO

Los mapuches eran diferentes de los picunches de la zona cen-


tral, de los pehuenches y puelches de la cordillera y de los huilli-
ches del sur. Eran una cuila enclavada en el centro de Chile que fue
empujando a la antigua cultura chincha-chilena hacia el norte, el
este y el sur, para hacerse lugar y establecer sus tribus cada vez más
numerosas, hasta abarcar todo el territorio comprendido entre los
ríos Bío-Bío y Toltén.

Es poco frecuente encontrar un pueblo de tan atrasada civiliza-


ción cuya gente sea, no sólo de desarrollada inteligencia, sino tam-
bién de raras y particulares condiciones. Extrañan sobremanera los
profundos conocimientos esotéricos que poseían los mapuches y el
perfecto dominio que tenían sobre sus cuerpos, al grado de repri-
mir totalmente el dolor y el cansancio (7).
Era un pueblo guerrero por naturaleza; sin embargo, el acen-
drado amor que sentían por su tierra les evitó la tentación de con-
quistar otras comarcas para ensanchar sus dominios. Se desenvol-
vía entre la autoridad psicológica del padre y el orgullo ancestral
de sus antepasados, transmitido a través de la madre. Se preocu-
paba de la formación militar de los jóvenes, entrenándoles en priic-
ticas atléticas y, al mismo tiempo, enseñándoles oratoria y técnicas
de memorizaci6n. Donde cada habitante era salvajemente libre y a
la vez férreamente disciplinado en las acciones guerreras.

La actividad de los hombres estaba destinada desde muy tem-


prana edad al adiestramiento militar, dejando a las mujeres y ancia-
nos el trabajo agrícola que les aseguraba el sustento. Hasta los
catorce años los jóvenes araucanos recibían la enseñanza del
admapu y eran iniciados en los ritos esotéricos y en la historia de
sus antepasados y costumbres. Luego comenzaba su preparación
para la guerra, dedicando un largo período al entrenamiento físico,
mediante antiguas prácticas atléticas y juegos deportivos que facili-
tarían más tarde el uso de las armas. Simultáneamente, los viejos
de la tribu les introducían en los secretos de la oratoria, en el arte
de desarrollar la memoria, el espíritu de observación, el fortaieci-
miento del carácter y el aumento de su voluntad, haciéndoles pasar
por toda clase de privaciones y dificultades en que tuviesen que
emplear la imaginación para superarlas.

(7) González de Nájera, Alonso. Desengaño y Reparo de la Guerra del Reino de Chile
Santiago, lmprentaErcüLi, 1889. Rel. 111, págs. 48 Y 49.

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Pedro de Valdiia
CAMPAÑA DE PEDRO DE VALDWIA
20.11.155W

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Ejercito de Chile. EMGE.
Una vez que los padres les estimaban aptos para la instrucción
militar, comenzaba su aprendizaje en el manejo de las armas, pn-
mero en forma particular y luego en equipos, donde eran objeto de
la más rígida disciplina. Así se iniciaban en el uso de la honda y del
arco, cuyo dominio debía permitirles cazar un ave en pleno vuelo.
Después venía el empleo de la lanza, tanto en la lucha cuerpo a
cuerpo como en el lanzamiento a distancia. Finalmente, a medida
que el incremento muscular lo permitía, se adiestraban en la prác-
tica de la macana y de la maza.
Cuando el mozo rendía satisfactoriamente las pruebas de resis-
tencia, destreza, valor y demás cualidades que se le exigían, era
admitido en el grupo militar de los "conas".

De este pueblo tan particular nació Lautaro (8), joven estrate-


ga de raro genio militar, que se adelantó en siglos a muchos gran-
des generales del mundo, al aplicar en forma intuitiva los princi-
pios de la ciencia militar y de la conducción de operaciones. Ese
muchacho indio encendería la antorcha de la libertad para su pue-
blo jamás vencido y lo conduciría a la victoria contra el mejor
ejército europeo de aquella época que había paseado su bandera
triunfante por el Viejo Continente y luego por America, que debió
finalmente abatirla ante los araucanos en Tucapel, Marigüefiu y
Concepción.

Ese muchacho "salvaje" y analfabeto de apenas dieciocho


anos estuvo largo tiempo cautivo de los espaiioles hasta que, no
pudiendo dominar más el llamado de su sangre y de su tierra,
corrió a combatir junto a los suyos sintiendo sobre sí el hklito de
los elegidos y esa corriente de energía que obliga a los hombres pre-

( 8 ) Lautaro. Mocetón araucano, sirviente del Gobernador Pedro de Valdivia que con
el nombre de Alonso, desempeñó el puesto de caballerizo. Huyó del campo espa-
601 y se incorporó a los mapuches, a quienes enseñó la forma de resistir a la caba-
llería hispana. Creó nuevas tácticas para combatir a sus adversarios, atacando en
sucesivos pelotones y guardando una reserva para el fmal del combate. Venció a
Valdivia en Tucapel y le dio muerte; a Francisco de Villapa en Maripüeiíu, siendo
vencido y muerto, a suvee, en d Combate dePeteroa.
destinados a cumplir una misión de histórica trascetidencia para
con su pueblo.

C. ORGANIZACION DEL EJERCITO ARAUCANO

Hasta el advenimiento de Lautaro como Toqui General, los


araucanos componían una turba informe que lanzaba el ataque
desordenadamente, haciendo pesar sólo su valor indomable para
conseguir la victoria. El joven jefe comprendió que el heroísmo
serviría únicamente para aumentar el número de muertos entre los
suyos. Para vencer al invasor era necesario, más que músculos y
coraje, la inteligencia y la organización.
Contaba con fuerzas cercanas a los cuarenta mil guerreros, que
agrupó en batallones al mando de los toquis más destacados, clasi-
ficándolos de acuerdo a sus habilidades. Así nacieron compañías
de piqueros, flecheros, maceros, de caballería y de infantes con
macanas.
No le fue difícil al caudillo organizarlos por especialidades.
Antes de su mando también existían agrupaciones militares, que
más bien obedecían a vínculos familiares de gente de una misma
tribu. En la mayoría de los casos, los rehues mostraban preferencia
por el manejo de un arma determinada. Sin embargo, con la nueva
organización, se inició la instrucción militar masiva bajo la más
rígida obediencia y los guerreros se dedicaron de lleno a lograr el
máximo de destreza en el arma a que fueron asignados.
Reunido con toquis y caciques, Lautaro les enseñó a combinar
la acción de los diferentes grupos en el campo de batalla a fin de
alcanzar la mayor eficiencia. Para conseguirlo, estableció el mando
piramidal e ideó numerosos sistemas para dar 6rdenes durante los
combates.
En caballos tomados a los propios españoles, enseñó a sus ber-
manos el arte de la equitación que había aprendido en sus años de
cautiverio y, especialmente, el empleo de la lanza y del garrote,
como jinetes. Finalmente, organizó todo un sistema de espionaje,
tanto para conocer anticipadamente los movimientos del enemigo,
como para hacerles llegar falsas noticias que crearan alarma y p r o
vocaran operaciones inútiles.

D. ORGANIZACION MILITAR DE LOS CONQUISTADORES

Cuando Pedro de Valdivia (9) inició los preparativos de su


expedición a Chile, comenzaron también las dificultades. "No
había hombre que quisiese venir a esta tierra, y los que más huían
de ella eran los que trujo el Adelantado don Diego de Almagro,
que como la desamparó, quedó tan mal infamada, que como de la
pestilencia huían della", informa Valdivia a Carlos V en carta del
4 de septiembre de 1545.
Sin embargo, su enorme prestigio personal, sumado a los
desengaños y fmstradas empresas que sufrieron muchos de los
mismos almagristas, lo decidió a intentar la conquista de Chile,
conformando un grupo que desde ningún punto de vista podía
denominarse ejército. Eran sólo partidas de aventureros que se
fueron sumando por el camino. La mayor parte iba por su cuenta
y riesgo a la conquista de un reino con la seguridad de encontrar
en él "qué comer", expresión consagrada en América para designar
los repartimientos de tierras e indios, con que esos hombres se
veían compensados por sus increíbles sacrificios y sus no despre-
ciables gastos.
Tales partidas acostumbraban hacer "a su costa y minción"
(como se decía entonces), buena parte del camino, hasta reunirse
en el punto acordado con el jefe de la expedición. El jefe de cada
grupo llevaba una serie de "criados", que era el nombre dado

(9) Pedro de Vaidivia (1500-1554). Nació en Extremadura. A los 19 años entrá a ser-
vir en el Ejército español. Peleó en Flandes, Italia y prticipó en la batalla de
Pavia, bajo el manda del Maques de Pescara. Sirvió en Venezuela y en el Perú a
la3 Órdenes de Francisco Pizarro. En 1540 marchó a conquistar Chile y fundó la
ciudad de Santiago (12-11-1541)y otras ciudades. Fue el primer Gobernador de
(nile y combatió contra los mapuches capitaneados por Lautaro. Logró vencer en
algunos.combates y fuialmente fue vencida y muerto en Tucapel en 1554.
a los compañeros y amigos de cuya mantención se hacia cargo,
indios e indias de servicio, esclavos, armas, caballos para si y los
suyos, provisiones de boca y algiin ganado lanar para su manuten-
ción. Eran especies de pequefios señores feudales que sentaban a
su mesa a no pocos soldados.
Cuando las distintas partidas se ponían a las órdenes del capi-
tán de la expedición, se comprometían a guardar las reglas de la
disciplina, aunque mantenían bastante independencia, convirtién-
dose más en camaradas de sus jefes que en subordinados. Tal orga-
nízación daba mucha importancia a cada soldado y hacía posible
llevar a cabo algunas incursiones, toda vez que el Ejército, al igual
que las partidas, se procuraba la vida saqueando el país y despo-
jando a sus desgraciados habitantes.
Debieron haber acompafiado a Valdivia, además de los ciento
cincuenta españoles, unos mil y anaconas sacados del Perú. Aquellos
infelices eran bestias de carga que recibían menos cuidados que los
caballos y mulas. Don Crescente Errázuizuriz calculaba que murieron
en el camino no menos de doscientos de estos indios amigos, ade-
más de cuatrocientos que se fugaron a la altura de Coquimbo.
Sin embargo, la llegada de Valdivia y sus huestes al valle del
Mapocho debió haber sido pintoresca. Además de los soldados,
siete frailes mercedanos y una mujer blanca, Inés Suárez. Más
atrás, una turba de indios polvorientos, sus mujeres y los niños,
todos a pie, más gallinas, cerdos y caballos, que proporcionaban a
la cohmna un aspecto de éxodo bíblico.
Pero esos escasos guerreros montados constituían una enorme
fuerza militar, de gran rendimiento en la matanza contra las hordas
indisciplinadas y desarmadas de los indios. La agilidad con que se
movía el jinete era de vital importancia, ya que, empleando la lan-
za o la espada, podía herir o matar a varios enemigos en un minuto.
En cambio, el empleo del arcabuz era lentísimo, pues debido a
su gran peso había que afirmar el cafión en una horquilla y luego
encender la mecha. La faena de carga, entre tiro y tiro, tomaba
varios minutos; además, se corría el riesgo de que si llovía se moja-
ra la cuerda, inutilizando el arma. No obstante, a corta distancia
era mortífero y producía gran pavor entre los indios por la violen-
cia del estampido y el fogonazo.

Además de estas armas ofensivas, contaban con la ventaja de


las defensivas. Arniaduras de acero protegían tanto al jinete
como al caballo, haciendo inútiles las flechas y lanzas de los indios.
Más adelante, los españolcs comprendieron que debian alivianar en
parte sus defensas, para proporcionar mayor agilidad a sus bestias,
especialmente en los terrenos escarpados en que debian combatir.
Comenzaron a llevar solamente el peto, la celada, una cota de
mallas en el resto del cuerpo y el escudo o adarga.

Es indudable que en matenade organización y táctica debieron


haberse apartado de las normas establecidas, sin alterar los princi-
pios fundamentales, pues los procedimientos que se usaban en
Europa no podían trasladarse, en forma rígida, al teatro de opera-
ciones de Chile. donde no había que resistir cargas de caballería, ni
descargas de arcabuces, ni el fuego de la artillería enemiga.

En aquellos años las jerarquías, en comparación con la nomen-


clatura actual, eran las siguientes (10):

Capitán General Comandante en Jefe.


Teniente General Jefe Administrativo del Ejér-
cito.
Maestre de Campo Jefe de Estado Mayor.
Sargento Mayor Comandante de batallón.

Capitanes, tenientes y
alféreces Oficiales.
Sargentos y cabos Suboficiales
Trompetas y soldados Idem.

(10) Toro Dáuila, Agustín. Sinlesir Histórico Militar ,de Chile. S a n t i a ~ a Editorial
, Un<
versitsria, 1976.
Como servicios anexos existían los de Justicia Militar, Religie
so y Administrativo.
A poco de fundar la capital del Reino, Santiago del Nuevo
Extremo, Valdivia creó otras ciudades que, en un comienzo,
fueron meros fuertes, guarnecidos por algunos soldados colonos,
cuya misión era desarrollar la vida en la zona ocupada y mantener-
la protegida de los indios. Estos hombres, que acompailaban a
Valdivia, eran a la vez soldados y encomenderos. Manejaban las
armas por necesidad y empufiaban la esteva del arado o dirigían el
trabajo de los indios de su encomienda, cuando no había combate.
No puede hablarse, por ello, de fuerzas organizadas en la expe-
dición de Valdivia. Eran sólo aventureros que conformaban una
empresa de conquista. No obstante, con esta gente incursionó por
el territorio de los araucanos y logró algunos éxitos que le ani-
maron a continuar. Pero no advirtió a tiempo que había disemina-
do sus escasas fuerzas en un gran territorio y que esos indios, mas
allá del Bfo-Bío, eran diferentes a los que había conocido; ni
tampoco supo que en la maraña de la cordillera de Nahuelbuta
había surgido un nuevo caudillo, Lautaro, cuya organización y
estrategia pondrían fin a sus ambiciones y a sus días.

E. EL LEGADO DE LAUTARO

La posterior repercusión que la obra de Lautaro habría de


tener en la guerra de Arauco y la trascendencia que significó para
el pueblo araucano, obligan a detenerse por unos instantes en su
análisis, aunque sea en forma sinóptica.
Percatándose de la importancia que representaban las arma-
duras de los espafioles, protegió el cuerpo de sus guerreros con
corseletes de cuero de lobo marino wdurecido y cascos del mismo
material. Asimismo, les iiistruyó en el uso de escudos y parapetos
móviles, para defenderse de los arcabuces.

Inventó una serie de armas, cuyo efecto disminuyó la superiori-


dad de las que poseían los españoles. Entre otras, el garrote arro-
jadizo que fue decisivo en la batalla de Concepción en 1555 y el
lazo, colocado en la punta de una vara de cuatro metros de largo,
con el que desmontaban a los jinetes mientras se hallaban ocupa-
dos en combatir. Una de las primeras víctimas de este mortífero
instrumento fue el propio Francisco de Villagra (1 l), quien estuvo
a punto de sucumbir en la batalla de Marigüeñu.
Creó la caballería araucana y el transporte de infantería mon-
tada que iba sobre el anca de las bestias. Esto le permitió dejar.
caer, en pleno campo de combate, a guerreros de refresco, al tiem-
po que retiraba a los que se hallaban agotados.
Para defenderse de las cargas de caballería española ideó los
pozos tapados con ramas, que se ubicaban en lugares de paso Eor-
zoso. En su fondo, aguzadas estacas esperaban a los infelices que
caían en ellos. También ideó los "pozos de lobo", hoyos más
pequeños destinados a quebrar las patas de los caballos.
Estableció el uso de fortificaciones, tanto frente al enemigo
como en su propia retaguardia, "procedimiento que sólo en la
penúltima guerra europea ha venido a consagrarse como bueno"
(12). Asi consiguió proteger las retiradas y garantizar el abasteci-
miento y las comunicaciones.

Instruyó a sus guerreros en el sentido de que la acción no ter-


minaba cuando el enemigo abandonaba el campo, sino que era
menester completarla con la persecución y el aniquilamiento total.
Para ello, dispuso tropas especiales que obligaran a los españoles a
retirarse por los lugares donde él tenía preparada las trampas.

(11) Francisco de Villagra (1512-1563). Natural del Reino de León. En su juventud fue
paje del conde de Bavavente y de la marquesa de Astorga. Sirvió en el Ejército
español e hizo la campana de Túnez. En 1537 se embarcó para el Perú donde com-
batió contra los indios rnojos con Pedro Candia y contra los chriguanas can Diego
de Rojas. Llegó a Chile con Valdivia y lo reemplazó en la Gobernación a su muer-
te. El rey le nombró Gobernador de Chile en 1558. Fue el vencedor de Lautaro en
Peteroa.
(12) Téllez, lndalicio. Una Raza Militar. Santiago, Imprenta La Sud América, 1944,
pág. 45.
A la superioridad de las armas españolas, opuso la ventaja
numérica de su gente y les hizo combatir por escuadrones sucesi-
vos, que llegaban al campo con renovados bríos, hasta conseguir el
agotamiento total de soldados y caballos enemigos. Creó la aten-
ción de los heridos que se retiraban de la acción hacia lugares pre-
vistos, donde eran curados por sus mujeres.
Ideó el sistema de formación de piqueros en tres líneas, con
cien o doscientos hombres de frente que constituían una muralla
infranqueable, erizada de púas clavadas en tierra, capaz de destruir
cualquiera carga de caballería. Este tipo de formación fue usado
por Alejandro Magno con sus falanges macedónicas el año 334
A.C., contra los persas.
Combirii, la formación de piqueros en línea con el ataque de
los honderos por los flancos. Los honderos, como cuerpo militar,
fueron usados por Anibal contra los romanos el año 21 1 A.C.
¿Cómo pudo conocer Lautaro estas tácticas?
Imaginó y enseñó a sus soldados el arte del mimetismo y de
avanzar en sigilo, confundiéndose con la naturaleza, sin descubrir
su presencia. En muchas ocasiones, cuidadosamente ocultos,
dejaron pasar a los españoles para atacar sorpresivamente su reta-
guardia.
Convenció a sus naturales de que la propia retirada no era
cobardía, sino que podía usarse como un ardid, cuidando siempre
de retroceder por lugares estudiados de antemano.
Estableció el procedimiento de explorar los terrenos antes del
combate y siempre él escogió el campo de batalla, lo que le permi-
tió realizar los planes que había ideado, aprovechando el lugar con
maestría.

El primer esfuerzo serio por organizar un ejército que pudiese


acabar, de una vez por todas, con la obstinada resistencia araucana,
CIUDADES Y FUERTES FUNDADOS POR PEDRO DE VALDIVIA
Ejercito de Chile. EMGE.
BATALLA DE TUCAPEL
1O.I.1554

. .
- , . REFERENCIAS
, MAPUCHES 5.000
' ' ESPAROLES 50
Elército de Chile EMGE
fue intentado por el Virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza,
Marqués de Cañete, al enviar a su hijo don García, al mando de
una fuerte expedición.
"A fines de 1556, había reunido en Lima más de 500 caballos
y no menos de 450 soldados" ( 13). Además, por cuenta del tesoro
real, se acumularon grandes cantidades de armas, municiones y
todo género de elementos bélicos.
Antes de iniciar el cruce del Bio-Bío y tras haber sufrido el
ataque al fuerte de San Luis, García Hurtado de Mendoza (14)
logró reunir alrededor de quinientos soldados españoles, cuatro mil
indios amigos y mil caballos (lS), que organizó de la siguiente
manera:

Coronel Luis de Toledo


Maestre de Campo Juan Rembn
Alférez,General o Mayor Pedro de Portugal
Sargento Mayor de Caballería Pedro Aguayo
Sargento Mayor de Infantería Pedro de Obregón
Capitanes de Caballería Rodrigo de Quiroga
Alonso de Reinoso
Francisco de Ulloa
Capitanes de Infantería Felipe de Mendoza
Alonso Pacheco
Vasco Suárez de Avila

(13) Encina, Francisco Antonio. Historia de Chüe, desde la prehistoria hasta 1891.
Santiago,Editorial Nascimento, 1947. Tomo i,pág. 487.
(14) Garcia Hurtado de Mendoza (1535-1609). Natural de Cuenca. Segundo hijo del
Marqués de Cañete. Gobernador de Chile, designado por su padre el Virrey del
Perh Andrés Hurtado de Mendoza Combati.6 contra los araucuio3. a l a que vtn-
ció en Lagunalas, Millaiapue y Quiapo. Fundó algunas c ~ d a d e en
s Chile y fue
relwado por ei Rey en 1560. Fue más tarde Viney del P ~ N Bajo
. su Gobierno,
Ladrüiero exploró y tomó posesión para Chile del. Estredto de Magaüaneg Su ad-
ministración se caracterizó por au actividad.
(15) ErrázuriE, Crescente. Don García Hurtado de Mmdozs. Santhgo, Imprenta Uni-
versitaria, 1914, págs. 135 y 136.
Alférez a cargo de los
arcabuceros a caballo Pedro del Castillo
Capitán de Artilleria Francisco Alvarez de Berrío
Reemplazante del alférez
General (por su edad) Juan Jufré

La expedición de Hurtado de Mendoza traía todos los elemen-


tos necesarios para vengar las derrotas sufrldas por Valdivia en
Tucapel y por Francisco de Villagra en Marigueñu, a la vez que
detener el avance aplastante de los araucanos que había iniciado
iautaro. Las hazañas del joven caudillo habían llegado a oídos del
Virrey del Perú y el clamor de los habitantes de Chile, que culpa-
ban a Villagra de ineptitud, le movieron a nombrar a su hijo
Gobernador de Chile. El Virrey tenía una elevada opinión de este
mozo de veintiún años que había dado grandes pruebas de valor en
Córcega, Toscana y Renty. Mas, si bien es cierto que los medios de
que disponía el nuevo Gobernador eran aplastantes, don Garcia no
estaba en antecedentes de los cambios que se habían operado en el
Ejército araucano, bajo la hábil conducción de Lautaro. El genial
estratega indio era para el sólo un rebelde y más culpaba a los
soldados españoles avecindados en Chile, a quienes calificaba de
aventureros sin preparación militar, que a la nueva organización de
las fuerzas mapuches.
Tan ignorante se hallaba Hurtado de Mendoza de lo que
ocurría en este Reino, que venía dispuesto a acabar con el caudillo,
sin saber que ya había rendido su vida en Peteroa. Pero la obra de
Lautaro no había terminado con su aliento. Su mayor labor fue la
de haber creado una nueva escuela, de la que sus guerreros fueron
fieles seguidores.

Aunque los combates de Lagunillas y Millarapue mermaron sus


fuerzas, los araucanos sacaron enorme experiencia de ellos y
endurecieron sus enfrentamientos. Más aún, desengañados del
combate a campo abierto, construyeron un fuerte, de acuerdo a las
enseñanzas de Lautaro.
"Comenzando por hacer que su fortaleza cumpliera con la pri-
mera de las exigencias que la táctica impone, la de obligar al ene-
migo a atacarla, eligieron para su asiento un punto situado entre
Cañete y Concepción, paso obligado de las tropas que marcharan
de una a otra ciudad" (16). Este lugar fue Quiüpo y el fuerte, de
resistentes murallas, apoyaba un flanco en un pantano que hacia
muy dificil el avance a pie o a caballo. Otro de los costados daba a
una quebrada, que aseguraba la retirada sin persecución y sus alre-
dedores estaban llenos de excavacioiles y hoyos para que cayeran
en ellos los soldados y las bestias enemigas. Su disposicióii era tal,
que uno de los testigos señala: "el fuerte era de calidad que en
Italia no se podia hacer mejor" (17). Aprovechando las armas
tomadas a los españoles, lo habían dotado de arcabuces y caiiones.
Es admirable la habilidad de este pueblo para la guerra, cuali-
dad que más tarde va a ser hereiicia del soldado chileiio, cuando la
Colonia termine para dar paso a la Indepeiidencia. Esta admiración
se justifica más al compararla con otras grandes razas americanas
(incas y aztecas) que, pese a poseer un alto grado de cultura, n o
asimilaron el menor provecho bélico en sil brega coiitr:~los espaiio-
les. Lucharon con las mismas armas y procediinientos desde el
comienzo hasta el final de su conquista. En cambio, los araucanos
se adaptaron al arte militar español, creando armas y cambiando
sus tácticas en cada nueva etapa d e la guerra.

Impedida de atacar frontalmente el fuerte, don García intentó


romper la resistencia con el fuego de sus cañones; mas "los indios
cuando se disparaba la artillería se echaban en tierra y después d e
pasadas las pelotas, tomaban las armas guardando su puesto" (18).
Viendo que el combate se prolongaba demasiado, envió una parti-
da de afcabucems para que, avanzando a través del pantano, prac-

(16) Téuez, Indalicio. Historia Militar de Chile. Santiago, Imprenta del Ministerio de
Guerra, 1931, pág. 112.
(17) Declaración do Martin de Guzmán en la cobranza de servicios de don García de
Mendoza y Manrique. (XXVII, 114).
(18) Góngora Marrnolejo, Alonso de. Historia de Chile desde su Descubrimiento hasta
1575. Madrid, Imprenta de la Real Academia de Historia, 1852.
ticaran una abertura y lograran atacar a los indios por la retaguar-
dia que habían descuidado. Quiapo fue la última acción de impor-
tancia que ocurrió durante el Gobierno de García Hurtado de Men-
doza, quien se retiró de Chile convencido de haber pacificado to-
talmente la Araucanía.
Sin embargo, en la segunda rebelión del pueblo mapuche en
1561, los espafioles sufrieron una desastrosa derrota en Lincoya y
los indios mantuvieron su enconada resistencia durante el transcur-
so de los &os sin que la Corona se decidiera a crear una organiza-
ción militar estable.
F: ARAUCO

REFERENCIAS
MAPUCBES 5.OW
ESPAROLES 180 h. y 6 cañones
Ejército de Chile. EMGE.
Francisco de Villagra
Museo Histórico Nacional
CAPITULO 11

EL GOBERNADOR ALONSO DE RIBERA

A. ORIGENES DE LA GRAN SUBLEVACION DE 1599


Al extinguirse el siglo XVI, la Guerra de Arauco habia experi-
mentado cambios fundamentales. El soldado extraordinario llega-
do con Pedro de Valdivia o en los años subsiguientes, con ansias de
levantar solares y crear linajes, se habia ido transformando lenta-
mente en propietario. Víctima permanente del ataque de los
indios, perdió reiteradamente sus cosechas y hubo tiempos en que
tuvo que vestirse con harapos. Superando las variadas y difíciles
condiciones climáticas y viviendo permanentemente con las armas
en la mano, logró conquistar el suelo y hacerle rendir sus frutos.
Mas, la carga fue agobiante. El encomendero debía presentarse
a las filas cada vez que la autoridad lo llamaba, aportando hom-
bres, armas y dinero, pues los gobernadores exigían continuas
derramas sobre él para financiar el costo de la guerra. Estas fuerzas
armadas, compuestas por colonos-soldados, carecían de organiza-
ci6n militar y su aporte no era capaz de compensar el enorme ade-
lanto que, simultáneamente, iban ganando los araucanos.
El Gobernador Alonso de Sotomayor (19) fue el primero que

(19) Alonso de Sotomayor. Soldado profesional que se habia batido en Plandes,


haciéndose notar por su valor. Designado Gobernador de Chiie en 1581 por Feli-
pe 11. Encontró el país en ruinoso estado Y puso orden en la administración.
demostrando personalidad y capacidad superiores. Debió hacer frente a los alza-
mientos anucanos de 1585 y a las correrias de los piraras ingleses Cavendish y
Merrick. !2l Rey le relevD de su Gobernación en 1591 y le nombró por segunda vez
en 1604; Sotomayor rechazó el cargo. Murió siendo miembro del Consejo de
Indias, en 1610.
vislumbró la necesidad de mantener en el Reino un ejército perma-
nente y profesional que se encargara de la guerra y permitiera al
encomendero dedicarse a la producción agrícola, pues los frutos
eran tan importantes para las acciones bélicas como las propias
municiones.
Los constantes pedidos de refuerzos que los gobernadores
hacian a la Corona, no tenían eco. Los hombres que se podían
reunir en España no eran la flor y nata de sus ejércitos, sino los
sobrantes de la guerra que se mantenía en Europa. Los pocos que
se lograban reclutar en el Perú eran el desecho de los vagabundos
y, las más de las veces, mestizos de bajo valor combativo que, en
presencia de los férreos araucanos, abandonaban el campo con
terror. Famosa se hizo la frase: "prefiero que me echen a las
galeras, antes de ir a Chile", frente a las levas que iniciaban conti-
nuamente las autoridades pemanas para allegar recursos.
Los gobernadores insistían en que se enviaran hombres de Cas-
tilla, mas la Corona, con sus arcas casi vacías, no prestaba oído a
las peticiones de un reino cuyos escasos beneficios costaban tantos
esfuerzos.
El sistema de guerra habia evolucionado fundamentalmente.
Las grandes batallas entre el Ejército español y el indígena fueron
cediendo lugar a otra modalidad más ágil y remunerativa: las malo-
cm y malones (20), incursiones en campos enemigos en las que se
buscaba preferencialmente la obtención de un buen botín. Para los
mapuches significaban armas, pertrechos y cautivas; para los espa-
ñoles, la caza de "presas" (indios) que más tarde serían destinados
al servicio personal o al comercio de esclavos que, gracias a la esca-
sez de obra de mano imperante en Chile y en el Perú, había llegado
a constituir un excelente negocio para los integrantes de las tropas
peninsulares.
Mientras la organización militar de los españoles se habia ido
deteriorando, los araucanos fueron mejorando sus ejkrcitos y sus

(20) Maloias = incursiones que hacian los españoles contra los araucanos
Malones = las que hacían los araucanos contra los españoles.

52
armas, cambiando. las batallas campales por la guerrilla de monto-
neras en las que eran hábiles artífices de argucias y estratagemas.
Cada ataque sorpresivo les aportaba una nueva cantidad de elemen-
tos bélicos, especialmente caballos, hasta llegar a poseer una caba-
llería más numerosa y mejor que la castellana.
González de Nájera informa al Rey que los indios "acostum-
bran en campaña no menos de dos y tres mil caballos y haciendo
algún esfuerzo, aún los llegan a los cuatro mil; y que a su respecto
es muy inferior el número de los que tienen los nuestros, pues
ordinariamente, campeando los veranos, no juntan más de cuatro-
cientos; y en caso que se reforzasen (para lo cual será necesario
sacar los pocos de la guardia y guarniciones que tienen en algunos
fuertes) no pasarían de seiscientos, porque se han ido disminuyen-
d o en los nuesttos, al paso que en los indios se han ido aumentan-
do" (21 ).
Las cabalgaduras españolas servían no sólo para la guerra, sino
también para el transporte y la carga. Las tropas que partían de'la
capital debían recorrer más de cien leguas de trabajoso camino y
cruzar nueve ríos para llegar hasta el teatro de operaciones, donde
se enfrentaban a enemigos montados en caballos frescos y bien
alimentados.
El nombramiento de Martín García Oñez de Loyola como
Gobernador, no fue el más atinado para los momentos que Chile
vivía en esos Últimos años del siglo XVI. Siendo un militar valeroso,
de gran corrección y dignidad, carecía de la astucia y perspicacia
para luchar contra los araucanos.
Lleno de ingenuidad y candidez, inició una campafia de paci-
ficación, tratando de atraer a los indios con halagos y presentes.
Cuando hacia prisioneros, los devolvia a sus tierras cargados de
herramientas para el trabajo agrícola, cuchillos, hachas, comida y
vestidos. En esta forma, durante cuatro a cinco años, fue aportan-
do todo l o necesario para la gran sublevación que los mapuches

(21) Gonzáiez de Nájera, Alonso. Obra citada. Pág. 107


venían preparando desde que había surgido un nuevo caudillo,
Pelantaru, que los llevaría a la destrucción total de las siete ciuda-
des que los hispanos habían logrado establecer al sur del Bío-Bío.
Al decir de Encina, Oñez de Loyola no sólo contribuyó a la
caída de esas plazas, sino que colocó también en manos de los
indios el cuchillo con que habrían de degollarlo.
A fines de 1598, don Martín Oñez de Loyola se dirigia desde La
Impkrial a Angol, al frente de una columna de 50 españoles y 300
indios auxiliares, dispuesto a poner término a la insurrección indí-
gena que había prendido en la región. Se pasó al reposo en un
lugar llamado Curalaba, a orillas del río Lumaco. Al amanecer del
día 23 de diciembre cayó, por sorpresa, sobre el destacamento,
una verdadera avalancha de mapuches, conducida por el cacique
Pelantaru. No qued6 español ni indio auxiliar vivo...
El doloroso suceso fue la señal de partida del alzamiento en
1599 de la totalidad de las tribus del sur del Bío-Bío. Los conquis-
tadores, dispersos en el temtorio e inhibidos de mantener la comu-
nicaci6n entre ellos en medio de una zona boscosa y hostil, fueron
atacados en todas partes y se vieron forzados, en más de una oca-
sión, a abandonar posiciones indefendibles. "Los años de 1599 y
1600 marcan la hora cumbre de la angustia y del heroísmo -anota
el historiador Jaime Eyzaguirre. Concluye así el siglo XVI con la
ruina de gran parte ae la obra espafiola en Chile" (22).
Por su parte, Francisco Antonio Encina agrega que lo que con-
virtió la sorpresa de Curalaba "en un desastre de consecuencias
trascendentales fue el momento en que se produjo. Por un lado, la
voluntad guerrera de los españoles atravesaba por una crisis y, por
otro, los preparativos militares que los mapuches venían haciendo
en secreto, desde que se dieron cuenta de la candidez de Oñez de
Loyola, casi tocaba a su término" (23). Continiia diciendo más
adelante el autor:

(22) Eyzagui~re, Jaime. Historia de Chile. Santiago, Empresa Editora Zigzag, S.A.,
1973. Tomo1, pág. 96.
(23) Encina, Francisco Antonio. Obra citada. Tomo 11, pág. 155.
García Hurtado de Mendoza
Museo Histódco Nadond
CAMPARA DE GARCIA HURTADO DE MENDOZA - 1557

REFERENCIAS
MAPUCHES 3.000
ESPAROLES 600
Cjercito de Chüc. EMGE.
"Curalaba sorprendió a los españoles agotados material y
moralmente y a los mapuches, en el máximum de eficiencia militar
que hasta ese momento habían alcanzado..." (24).
Estos graves sucesos movieron a la Corona a confiar el Gobier-
no del Reino de Chile a un jefe militar de especial capacidad para
el mando y la conducción, capaz de llevar a cabo la pacificación
del Arauco indómito. Pidió, pues, al Consejo de Indias que le pro-
pusiera el profesional más indicado para el caso. El Consejo con-
sultó al más connotado general de los tercios españoles, el Duque
de Fuentes y éste recomendó a uno de sus mejores oficiales: el
Sargento Mayor Alonso de Ribera (25). En 1599, cuando Felipe 111
le confió el honroso cargo, contaba este con unos 40 años de edad
y 24 años de relevantes servicios en las guerras de Flandes y de
Francia. Su nombre aparecía ligado a los hechos más heroicos en
Chatelet, Dourlens, Cambrai, Calais, Huls, Maestrich, Amberes,
Corbeil y Chapelle. Era, además, de una cultura sobresaliente para
su época y que., n o satisfecho con su preparación profesional,
había profundizado en el conocimiento de las matemáticas.
"Jamás el Rey había enviado a" sus lejanas posesiones de
América un soldado que poseyera antecedentes militares más dis-
tinguidos y mejor comprobados" ( 2 6 ) .
Ribera partió de Sevilla en 1600 y a su paso por Panamá se
detuvo a conversar con el ex Gobernador de Chile Alonso de
(24) Encina, Francisco ~ n t o n i o Obra
. citada. Tomo 11, pág. 156.
(25) Alonso de Ribera y Zambrano (1560-1617). Nació en Ubeda, Andalucía. Militar
desde muy joven, sirvió en numerosas campañas a las Órdenes de los mejores cap<
tanes de España, en Flandes, la Armada Invencible, y en Francia en 1590, 1594 y
1595, bajo el mando de Alejandro Farnesio, distinguiéndose en numerosas batallas -
y sitios de fortalezas.
En 1599 Felipe 111 lo designa Gobernador de Chile, donde arriba en 1600. Se le
considera el creador del Ejército de Chile, por haber sido quien concibió y consi-
guió del Monarca la fomacián de una f u e a a permanente, para guarnecer los fuer-
tes de la Frontera del Bío-Bío. Reemplazado en su cargo en 1605, volvió a ser
Gobernador desde 1610 a 1617. Hizo numerosas campañas contra los mapuches y
le tocó poner en práctica el plan del padre Luis de Valdivia, en la llamada Guerra
Defensiva. Falleció el 19 de marzo de 1617, habiendo sido uno de los mejores
Gobernadores de Chile.
(26) Barros Arana, Diego. Historia General de Chile. Santiago, Editorial Nascirnento,
1931. Tomo 111, pág. 367.
Sotomayor. Este se adelantó a informarlo ampliamente sobre la
situación de la Guerra de Arauco y las razones que la hacían inter-
minable.
El nltevo Gobernador y Capitán General desembarcó en
Concepción el 9 de febrero de 1601, con 260 hombres regular-
mente equipados. Empezó pronto a poner en práctica el plan de
operaciones que había concebido en el trayecto entre Panamá y
Chile y que resultó ser completamente distinto al de sus antece-
sores en el mando. Lejos de dtspersar sus fuerzas .en ciudades y
fortalezas en pleno campo enemigo (que las dejaba a merced de la
agresión permanente de la indiada) y en la imposibilidad de recibir
refuerzos, se propuso establecer una línea defensiva en la entrada
de la zona adversaria, a fin de ir penetrando gradualmente en el
corazón de la misma. A la par, con cada avance iríanse instalando
los fuertes destinados a afianzar las conquistas, de modo que
quedara siempre a la espalda la zona definitivamente pacificada.
Comprendió, en otras palabras, que el mayor error cometido
por sus antecesores había sido el dispersar sus fuerzas en tan vasto
y accidentado territorio. Y es así como, en vez de obedecer la
orden del Virrey de desembarcar en Valdivia a fin de socorrer a
Osorno, La Imperiai y Villarrica, prefirió hacerlo en Concepción.
Su aguda inteligencia le había hecho comprender que era indispen-
sable establecer una línea defensiva en el rio Bio-Bio, con miras a
evitar que los mapuches lo cruzaran, con el propbsito de caer sobre
Concepción o sobre Chillán. En la región al norte de éstas, los
habitantes podrían dedicarse, tranquilamente, a producir los ali-
mentos que el país tanto necesitaba. Paralelamente, la presencia
del fuerte de Arauco era una verdadera cuña enclavada en terri-
torio indígena y destinada a calmar las rebeldías de las tribus
aborígenes.

B. CREACION DEL EJERCITO PERMANENTE


Desde el momento mismo en que el benemérito Sargento
Mayor de los tercios peninsulares pis6 tierra chilena, advirtió, ade-
más, que seria imposible adelantar un paso en la difícil empresa de
conquista con soldados improvisados y carentes de todo vestigio
de disciplina.
La situación militar del país era, naturalmente, desastrosa. Sin
contar las tropas que guarnecían las ciudades australes y de las cuales
iio se tenía la menor noticia desde hacía más de un aiio, el Ejército
fluctuaba entre los 1,100 y 1.400 hombres, incluidos los 260 trai-
dos desde Europa. De este total, sólo 500 tenían valer militar. La
prolongada y cruenta lucha con el elemento aborigen, la ausencia
de oficiales y soldados formados en un Ejército regular y la incor-
poración en las filas de elementos indeseables, tenían que hacerse
fuego, necesariamente, con la disciplina y el orden. "Estaba esta
gente tan mal disciplinada y simple en las cosas de la milicia
-escribía Ribera al soberano- que nunca tal pudiera imaginar ni
me sería posible darlo a entender" (27). Algún tiempo más tarde
insistía:
"Certifico a V.M. que es esto en tanta manera que (los solda-
dos) son más bárbaros que los propios indios, que ha sido milagro
de Dios, conforme a su proceder en la guerra y en la paz, que no
los hayan echado de la tierra y degollado muchos años ha" (28).
Durante las marchas, infantes y jinetes avanzaban revueltos
con los bagajes, porque -a pesar de que, al partir, se señalaba a
cada unidad el lugar que le correspondía- todo orden se esfumaba
desde el momento en que cada cual se ocupaba especialmente de
cuidar su equipo particular, los indios de servicio y las indias con-
cubinas que le acompafiaban. No andaban mejor las cosas en cuan-
to al régimen de cuartel. Los soldados no se alojaban en los locales
de sus respectivas compañías, sino en el lugar donde les parecia
más apropiado. Aun en las ciudades iban a dormir en las casas de
sus parientes y amigos y de allí que, cuando era preciso disponer
una salida, debía darse la orden correspondiente con un día de
anticipación, por lo menos.

(27) Encina, Francisco Antonio. Obra citada. Tomo 11, pág. 338.
(28) Encina, Francisco Antonio. Obra cttada. Tomo 11, pág. 342.
Mientras en campaña, la tropa reposaba, los centinelas olvida-
ban su obligación de estar alertas y se entregaban al sueño w m o en
el mejor de los mundos. No es difícil, pues, explicarse la sangrienta
sorpresa de Curalaba, en diciembre de 1598.
Tampoco se guardaba la disciplina en el combate. "Cuando
(los castellanos) se ven con el enemigo, van tanteando -escribía
Ribera- y si el enemigo huye, lo siguen sin ningún orden ni con-
cierto, sin aguardarse capitán ni oficial, ni hacerse tropa para su
resguardo, ni otra ninguna prevención de soldados y no saber qué
es obediencia".
Panorama tan poco edificante movió al Gobernador a propo-
ner al Rey la creación de un Ejército permanente, numeroso y dis-
ciplinado. Escribió vanas cartas al Monarca; ellas y las constantes
súplicas de los particulares inclinaron a aquél a satisfacer tan apre-
miante necesidad. Efectivamente, por Real Cédula de enero de
1603 el Rey Felipe 111 disponía la creación de un Ejército de
1.500 hombres y hacia saber que pronto enviaría un socorro de
1.O00 soldados. En realidad, sólo fueron enviados 953, a las órde-
nes del Sargento Mayor Luis de Mosquera, debido a las dificulta-
des con que se tropezara en el reclutamiento. De éstos llegaron a
Santiago solamente 400, vía Buenos Aires, a las órdenes de los
Capitanes Pedro de Salinas, Gregorio de Puebla y Alonso Conzh-
lez de Nájera.
La Real Cédula de enero de 1603 autorizaba, asimismo, al
Virrey del Perú a fijar los sueldos que habría de percibir el perso-
nal militar. Para tal efecto el Monarca elevaba a 120 mil ducados
la subvención anual o Real Situado, que debía suministrar el
tesoro real del Virreinato a las fuerzas de Chile.
Con fecha 22 de enero de 1604 el Mandatario dispuso se
diera a conocer por bando tan feliz nueva. "Se hace saber lo
susodicho a los soldados y oficiales -se expresaba en su texto-
para que todos los que quisieran venir a sentar sus plazas debajo
de las dichas reales banderas en la orden que queda dicha, se les
darán los dichos sueldos, conforme a la plaza que cada uno sir-
BATALLA DE PETEROA
29.iV.1557
Ejército d e Chile. EMGE.
viere". Por otra parte y, a través de una Real Céddla posterior
(septiembre de 1604), el Monarca espaiiol tenia a bien fijar los
sueldos de la oficialidad y tropa del flamante Ejército del Reino.
El maestre de campo debía ganar 100 ducados al mes; el sargento
mayor 50; el capitán 50; el teniente y el alférez 20; el sargento 12;
el soldado 10; el cirujano mayor 250 al año; el vicario y capellán
300 al año, etc.
Enorme actividad hubo de desplegar el Goberiiador para orga-
nizar sus tropas. Hizo confeccionar en Santiago una buena canti-
dad de uniformes para los recién llegados, que venían casi desnu-
dos y sin armas. Recogió a todos los soldados que andaban disper-
sos en los alrededores de la capital y consiguió mayores auxilios
del Virrey del Perú.
Ribera tuvo que aplicar mano dura para restaurar la disciplina
y establecer las normas militares, tanto en los cuarteles como en
las campañas. Entre otras cosas, prohibió terminantemente la
entrada de naturales a los cuarteles y, cuando se presentasen en
embajadas a parlamentar, debían ser introducidos a los fuertes con
los ojos vendados, lo que fue un nido golpe para el servicio de
información de los indios. Igualmente, expulsó del Ejército a las
"rabonas o camaradas", que tantos desórdenes causaban.
A fin de no depender de los socorros que el Virrey buenamen-
te le quisiese o pudiese enviar, creó en Chile los medios que se
necesitaban para dar movilidad a las tropas. Estableció las primeras
industrias militares del país. Dispuso que funcionara en Melipilla
un taller para la confección de frazadas, telas burdas y cordellate
(cuero de cabra). En Santiago empleó a todos los artesanos exper-
tos en fabricación y reparación de armas, además de hilanderos,
zapateros, sastres y otros, que se dedicaron a la producción de
uniformes para sus soldados. Montó, también, una curtiduría y los
talleres necesarios para elaborar arreos, arneses, monturas y pren-
das de cuero. En Concepción organizó una fábrica de carretas, para
transportar las provisiones durante las campañas. Todo lo que se
confeccionaba era pagado, haciendo que las industrias desplegaran
inusitada actividad. Así evitaba las derramas, las cuales eran apor-
taciones en especie hechas más o menos en forma voluntaria, por
los pobladores.
Para abastecer a su Ejército, creó haciendas que proporcio-
naran pan, trigo, carne, caballos y otros alimentos. "Dedicó la isla
Santa María y tres estancias, la de Loyola, entre Chillán y Concep-
ción; la de Catentoa, entre el Maule y Chillán; y la de Quillota, a
este fin" (29). "En 1604, cosechó 7.410 fanegas de trigo, 500 de
cebada y 200 de papas. La estancia de Loyola tenia 6.000 ovejas y
la de Longaví 6.000 vacas. Cosechó también cáfiamo, para hacer
cuerda y mechas para los arcabuces. En 1607, la estancia de Loyo-
la dejó de utilidad $ 53.192,80 y la de Catentoa $75.180" (30).
Como vemos, la diligencia del Gobernador no sólo le permitió
abastecer su Ejército, sino además consiguió aumentar los recursos
económicos para la Guerra de Arauco. En esta forma dejó libres a
los particulares para continuar exportando sus productos al Perú,
con lo que se normalizó el comercio exterior de Chile. La aventa-
jada mente de Ribera le había hecho comprender que no se podía
crear un país y al mismo tiempo hacer la guerra. Por ello, era tam-
bién importante preocuparse del problema politico. Sus medidas
hicieron que todo el territorio al norte del Bio-Bío desarrollara en
paz sus actividades comerciales, agricolas y mineras, alcanzando el
máximo de producción. La prosperidad comenz6 a llegar, por fin, a
esta tierra tan vapuleada.
Junto a estas medidas, consigui6 que los sueldos se pagaran
oportunamente a los soldados y logró incrementar su niimero con
nuevos refuerzos que le llegaron. El establecimiento de las formas
militares, el cumplimiento riguroso de las disposiciones y la severa
disciplina, consiguieron transformar a las desorganizadas huestes
que recibió, en un ejercito permanente y profesional.
Obtuvo, tambikn, que el Monarca fijara una escala de remunera-
ciones y ofreció repartimientos de indios a los soldados que se dis-

(29) Encina, Francisco Antonio. Obra citada. Pág. 384.


(30) Encina, Francisco Antonio. übxa &da. Pág. 384.
tinguiesen en la guerra. Su idea era que, tras algunos años de semi-
cio, los soldados se convirtieran en nuevos colonos que aumen-
taran la población civil española.
En cuanto a la organización militar, introdujo importantes
reformas. Hasta su llegada, se consideraba a la Caballería como el
Arma principal, quedando la Infantería y la Artillería relegadas a
un papel secundario. Formado como soldado en una España que se
hallaba en el Renacimiento, opinaba que Chile, más que ningún
otro país, se prestaba para sacar gran partido de la Infantería, gra-
cias a su particular topografía. "Hay pasos (comenta) donde cin-
cuenta infantes se pueden defender de mil caballos y caminos tan
estrechos y con tanta maleza donde mil caballos no van seguros de
cincuenta infantes".
Aplicando este criterio, transformó a la Infantería en un Arma
importantísima. No obstante, determinó que en cada división de
quinientos hombres hubiera por lo menos doscientos montados. A
estos escuadrones les correspondía la misión de repeler los súbitos
ataques indígenas, de luchar en campo llano, realizar la persecu-
ción y conseguir el aniquilamiento del enemigo.
Sin embargo, mientras más grandes son los hombres, más
expuestos están a las críticas. Hasta la Corte de Madrid sólo llega-
ban los contornos de la Guerra de Arauco, empobrecidos, incluso,
por la maledicencia de los pobladores afectados y de los aspirantes
a la Gobernación. Los enormes adelantos introducidos por Alonso
de Ribera se opacaban ante la pérdida de las ciudades del sur, que
achacaban a su falta de experiencia para guerrear contra los arauca-
nos. Las torpes mentalidades de esos consejeros no alcanzaban a
vislumbrar la prosperidad de la zona central y norte del país, ni el
completo cambio en la organización del Ejército.
Fue asf como en España se volvieron los ojos a Alonso de Soto-
mayor, a la sazón presidente de la Audiencia de Panamá, cargo
delicado que había desempeííado con raro éxito y fortuna. Como
de costumbre, buscaban mis que un sistema, al hombre milagroso
que los salvara del desastre. Pero Sotomayor, que demasiado bien
conocía como se daban las cosas en Madrid y que jamds contaría
con los medios ni la autoridad necesaria para lograr la pacificación,
declinó el cargo, aduciendo su estado de salud. Comprendiendo
que era inútil insistir, el Rey nombrc) Gobernador de Chile a Alon-
so García Ramón, quien, además de su brillante hoja de servicios
en Espaíía, agregaba una larga experiencia en la Guerra de Arauco.

Mas, como en la Corte no osaban dudar de la capacidad militar


de Ribera, sino le imputaban sólo su falta de experiencia con los
mapuches, se acordó trasladarle a Tucumán en el cargo de Gober-
nador.
Es interesante recordar que, Iiasta las postrimerías del siglo
XVIII, Chile será la iinica Colonia que tuvo un Ejército Permanen-
te. En los demás dominios hispánicos se logrb organizar un cuerpo
militar estable, pocos decenios antes de iniciarse la Independencia
bajo el reinado de Carlos 111. Hasta esa época se mantuvieron las
milicias de voluntarios que se levantaban cuando había algún peli-
gro y se disolvían cuando este pasaba.
La creación de un ejército regular y el establecimiento del Real
Situado para pagarlo y aprovisionarlo, produjeron notables conse-
cuencias sobre el desarrollo de la Capitanía General de Chile. Vea-
mos algunas de ellas:
l . Se pacificó definitivamente el territorio nacional entre
Copiapó y el río Maule.
2. Se modificó en los centros urbanos ubicados en esta zona
su fisonomía exclusivamente militar al dar a sus vecinos la segun-
dad de haber desaparecido el peligro de los indios comarcanos.
3. Se permitió una significativa expansión de las explotacio-
nes agropecuarias, que se expresó en el precio de los productos y
en el aumento del número de personas que se dedicaban a estas
actividades. En el siglo XVI encontramos en Concepción 39 estan-
cias; en el siglo XVll este número llega a 106. Chillán registra en
la primera de estas centurias 18 haciendas, que aumentan a 27 en el
Alonso de Sotomayor
Museo Histórico Nacional
Ejército de Chile. EMGE.
siglo XVII.
4. Los ingresos fiscales se elevaron considerablemente. Los
diezmos se arrendaban en el siglo XVI en $ 8 0 0 en Concepción y
en $ 300 en Chillán. En el siglo XVII se pagaron por este arriendo
$ 4.000 en Concepción y $ 1.300 en Chillán (31).
5. El aumento de las actividades agropecuarias que trajo con-
sigo el establecimiento de un ejército permanente, permitió iniciar
las primeras exportaciones de trigo, charqui, sebo, cordobanes y
suelas al Perú, Guayaquil y Panamá.
6. En los siglos XVI y XVII y hasta promediar el siglo XVIII
no será Santiago, sino Concepción el centro urbano de mayor vita-
lidad, por susproximidada importantes guarniciones militares.
Santiago no fue desde un comienzo la capital de la futura Capi-
tanía General. Primero lo fue Concepción. Allí estuvo radicado
desde 1567 hasta 1574 el más alto tribunal de justicia colonial: la
Real Audiencia. Sólo a comienzos del siglo XVII fue Santiago real-
mente la capital del Reino. No obstante, se mantuvo la antigua
importancia de Concepción, que se manifestó en la obligación
impuesta por Felipe 11 a los Gobernadores de residir seis meses en
Santiago y otros seis en Concepción. Esta ciudad, a lo largo de
toda la Colonia, tuvo la categoría de Capital Militar de Chile con
residencias de los principales cuerpos del Ejército permanente.
Demográficamente se manifestó también esta preeminencia. A
mediados del siglo XVII, Santiago tenía una población que bordea-
ba escasamente las 3.500 almas; Concepción, en cambio, sobrepa-
saba las 4.000.
7. El Real Situado permitió a los colonos salir de la extrema
miseria en que los mantenían las contribuciones de guerra o derra-
mas; creó, al mismo tiempo,,un poder comprador de cierta impor-
tancia. Aunque éste no fue equivalente al monto total del Situado,

(31) Archivo Nacional. Papeles del sigla XVI. Legajo 472. "D. Antonio ParKi, Procura-
dor del Reyno de Chile, contesta un Memorial presentado por el padre Luis de
Valdivia al Rey en el año 1670".
que en un comienzo se enviaba parte en mercaderías y parte en
dinero, en el siglo XVII representó un aumento del poder compra-
dor de los militares que se calcula en unos $ 100.000 a $ 120.000
al año.
Las guarniciones militares constituyeron un evidente estimulo
para el desarrollo económico de la Colonia. En el siglo XVIII la
sola plaza militar de Valdivia consumía 1.450 raciones diarias, lo
que mensualmente representaba una demanda de 326 quintales
de charqui y 420 fanegas de harina. En carta de Juan Clarke al
Gobernador Joaquín del Pino se informa que Vicente Agüero,
Manuel Básquez, Javier Carrasco y José Arriagada, agicultores y
vecinos de Valdivia, se han comprometido vender a la guarnición
de la plaza 1.400 fanegas de harina (cada fanega de seis arrobas) y
3.950 quintales de charqui.
CAPlTULO 111

EL GOBERNADOR ALONSO GARCIA RAMON

A. SITUACION MILITAR AL ASUMIR EL NUEVO GOBERNADOR

En el recién construido fuerte de Paicaví, Ribera entregb el


mando a Aloiiso Carcia Ramón el 9 de abril de 1605. El nuevo
Goberiiador traía un contingente de doscientos hombres, más
armas y municiones, que le acababa de entregar el Virrey del Perú
Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Marqués de Monterrey.

Corto tiempo después arribaron doscientos cincuenta soldados


provenientes de Méjico y , finalmente, el 5 de noviembre llegaron
desde España, por la vía de Buenos Aires, otros 953, al mando de
Antonio de Mosquera. Este último grupo correspondía al refuerzo
de 1.000 hombres que Ribera había solicitado al Rey.

García Ramón recibía la situación militar más sólida que se


había tenido en Chile desde los tiempos de la Conquista. Ribera le
entregó un Ejército de Línea aguerrido, bien disciplinado y mejor
abastecido, de 1.154 soldados que, más 60 que trajo el Capitán
Francisco Rodríguez del Manzano y Ovalle, 150 que vinieron con
el Capitán Pedro Martinez de Zavala, además de las otras partidas,
aumentaron las fuerzas esparlolas a cerca de 3.000 hombres. El Rey
había elevado el Real Situado a 140.000 ducados que saldrían del
tesoro peruano, de acuerdo,a la Real Cedula dada en Gumiel el 4
de septiembre de 1604. Este dinero, que liberaba a la naciente eco-
nomía chilena de una cargk excesiva para sus fuerzas, aumentaba la
esperanza de los pobladore; que laboraban al norte del Bío-Bío. La
seguridad había reemplazado a la zozobra que les agobiaba antes
de Aloriso de Ribera y se hallaban dedicados a crear el progreso del
pais.
Todo se debía a la capacidad cerebral del excelente Goberna-
dor, que había tenido la visión político militar necesaria para idear
la única forma de pacificación: enclaustrar la guerra al sur del Bío-
Bio y, mediante constantes incursiones, ir dominando la rebeldía
araucana.
Ribeia no se cansó de instruir a su sucesor respecto a que no se
poblaran las ciudades sureñas sin antes haber dominado y coloni-
zado Purkn, que debería actuar como cabeza de puente desde
donde se pudiera visitar continuamente a los otros fuertes, dándo-
les el socorro oportuno en caso necesario. Igualmente, repitió con
majadería que el hecho dedisponer de trescientos hombres vetera-
nos y aguerridos, que pudiesen acudir a todas partes y mantuvieran
las comunicaciones expeditas, disminuía notablemente la combati-
vidad mímica del araucano. En cambio, el hecho de no tenerlos,
reactivaría de inmediato las hostilidades que tanto había costado
disminuir.

Pero la ceguera del Rey, de sus consejeros y demás autorida-


des, impuso a Garcia Ramón la tarea de concluir la Guerra de
Arauco en tres años y la obligación de actuar de acuerdo con el
padre Luis de Valdivia.

B. EL PADRE LUIS DE VALDIVIA Y SU MISION EN CHILE

El nuevo Virrey del Perú, Gaspar de Acevedo y Ziifiiga, venia


de gobernar el Virreinato de Nueva España, donde había conocido
a indios, más o menos civilizados, que formaban parte del antiguo
imperio mejicano y habían aceptado la paz mucho más fitcilmente
que 10s belicosos araucanos.
Los eclesiásticos de Lima ponían en duda la legitimidad de una
guerra que buscaba la sumisión de los habitantes aborígenes. El
-rrey, por su parte, sentía que se acercaba su fin terrenal y vivía
Ejercito de Chile EMGE.
Alenso de Ribera
Museo Histórico Nacional
preocupado de realizar sólo buenas obras que le asegurasen la salva-
ción; por ello convocó en Lima a una junta consultiva de letrados
y teólogos, para estudiar la manera de poner remedio a la situa-
ción.
Esa junta, en la que participó el padre Luis de Valdivia, esta-
bleció que el servicio personal era atentatorio contra la libertad.
No contento con esto, el anciano Virrey consultó al protector de
indígenas en Chile Luis de la Torre, que era amigo íntimo del
padre Valdivia y, lógicamente, opinó igual que la junta, agregando
que la principal razón de la resistencia de los araucanos era el
lamentable trato que se daba a los indios sometidos, quienes no
sólo sufrían la pérdida de sus bienes, sino también la deshonra de
sus mujeres e hijas. Cuando los indios en guerra vieran que aquéllos
les daban la paz y les permitían gozar de tranquilidad y libertad,
preferirían las dulzuras del hogar a las durezas y peligros de la
encarnizada luclia que mantenían.

En los momentos en que España había perdido todos los terri-


torios al sur del Bio-Bío y los araucanos campeaban libremente
por sus dominios, se pretendia suplicar a los vencedores que volun-
tariamente dejaran las armas, abandonaran su religión y costum-
bres ancestrales, para convertirse voluntariamente en vasallos del
Rey.

Así pues, el padre Valdivia partió de Lima acompañando al


nuevo Gobernador García Ramón. Llevaba en sus valijas innu-
merables cartas y credenciales que le había otorgado el Virrey para
pactar la paz con los jefes mapuches, cuyo contenido resume el
mismo padre así:

"Lo primero, un perdón gcneral de todas las culpas pasadas.


lo segundo, que su majestad no pretendia el servicio personal,
antes lo mandaba quitar y que así ya no se les tomarían sus mu-
jeres e hijos para el servicio de las casas de los españoles; y lo ter-
cero, que pagarían su tributo de lo que cogen en sus tierras y no
sacarían oro; y lo cuarto, que a los que viniesen de mita, se les
pagarían sus jornales".
García Ramón. si bien no tenía la capacidad militar de Alonso
de Ribera, era inteligente y bastante astuto. No queriendo perder
por ningún motivo el nombramiento, aceptó gustoso las exigencias
del Virrey: pero, cazurramente, preparó un enorme ejército para
irrumpir a sangre y fuego en el centro de la sublevación, una vez
que fracasaran los intentos pacificadores del jesuita.
No podía comprender el Virrey, que había conocido a otro
tipo de indios, que los chilenos no formaban una Nación, sino que
eran un conglomerado de tribus, mandadas por sus caciques, que
se reunían para hacer la guerra y se separaban a su término, regre-
sando a sus tierras para gozar de la libertad más amplia en el seno
de sus familias.
El Rey, el Consejo de Indias y la Junta de Guerra, adolecían de
tal ceguera política y religiosa, que creían posible reducir a la
obediencia a estos seres, cuyo pensamiento distaba mucho del
suyo y cuyas costumbres estaban en pugna con la moral cristiana.
Ofrecer a esos hombres una paz basada en la sumisión, hablándoles
de civilización, era cosa temeraria.
En estas condiciones, los araucanos no aceptaban la acción de
los misioneros y los combatían con dureza. Al mismo tiempo que
perdonaban la vida a algiin español cuyo valor les hubiera impre-
sionado, como ocurrió con Pineda y Bascuñán, se encarnizaban
con los religiosos que caían en sus manos.
La presencia del jesuita Luis de Valdivia en Chile entronizó la
llamada Guerra Defensiva, que fijó la línea del Bío-Bío como fron-
tera entre las posesiones españolas y mapuches. Este pueblo, a cin-
cuenta años de la muerte de Pedro de Valdivia, conseguía quebrar
la mano al consquistador y le ponía de rodillas para pedir la paz.
De acuerdo a las disposiciones del Virrey, el padre Valdivia
desembarcó en Concepción y dio inmediato comienzo a su labor.
A través de los capitanes de guerra y de los corregidores, citó a
una especie de parlamento a los caciques e indios de más renombre
de los seis rehues de Penco. Hablándoles en su lengua por medio de
un intérprete mestizo, llamado Alonso Sánchez, les hizo saber que
el Rey les declaraba libres del trabajo persoiial a que estaban obli-
gados, substituytndolo por un impuesto eii dinero o en especies.
Una vez enterados del mensaje rral, los indios encargaron a uno de
los caciques, Ainavillo, que agradeciera la merced recibida: pero
insistieron en el Único punto que les interesaba: la cantidad de
mujeres que podían tener. El jesuita les respondió que el Rey no se
entrometia en esos asuntos; mas, si se hacían católicos, debía11
limitarse a una. Sin embargo, el monarca no les exigía la conver-
sión inmediata, por lo que el problema quedaba librado a sus pro-
pias conciencias.

Altamente satisfecho del resultado de sus primeros trabajos, el


padre Valdivia se instaló en la Frontera pará continuar su plan de
pacificación. Con entusiasmo candoroso recibía las promesas que
le hacían los indios y comenzó a aventurarse por aquellas peligro-
sas tierras, en compañía de su ayudante el joven Ortiz de Atenas.
En una ocasión en que el muchacho viajaba solo, fue cogido de
improviso por los indios de guerra que le sometieron a crueles tor-
mentos antes de darle muerte.

C. RESULTADOS DE LA GUERRA DEFENSIVA

Como ya hemos dicho, García Ramón no cifró grandes esperan-


zas en la misión encomendada al padre Valdivia y se encargó de
reunir un excelente Ejército; pero, como no quería continuar con
el plan de Ribera por amor propio y para justificar su designación
ante la Corona, hizo caso omiso de los consejos de su antecesor y,
en vez de concentrar sus fuerzas para hacer una "guerra continua-
da y no salteada", como había diagnosticado Ribera, dividió sus
tropas en dos columnas: una que avanzaría por la zona compren-
dida entre el mar y la cordillera de Nahuelbuta y otra que recorrería
el valle central. Ambas llevaban la ihisión de destruir cuanto
encontraran en su camino, pasando la región por un cedazo para
lograr la absoluta pacificación. Luego, deberían reunirse en Purkn.
El resultado de la operación fue el que había predicho Ribera.
Todo el enorme dispendio de fuerzas y recursos fue inútil. De
sobra sabían los indios que no les convenían las batallas campales
ni el enfrentamiento con ejércitos poderosos. Por eso, en cuanto se
impusieron de la enorme cantidad de fuerzas que venian a incur-
sionar en sus tierras, les cedieron el paso. Su forma de vida y orga-
nización les permitía trasladarse con celeridad a los más recónditos
parajes y estaban prestos para caer sobre el enemigo en cuanto
advertían que podfan vencerle.
La guerra no tardó en comenzar. El cacique Ainavilú aniquiló
a ciento cincuenta españoles cerca de La Imperial y puso sitio a
Arauco. E1 Gobernador concurrió en auxilio de esta plaza y hubo
de sostener dos sangrientos encuentros con los mapuches en la
cuesta de Villagra y en Curaquilla. La Guerra Defensiva no había
hecho más que dar alas al araucano, quien, tras desaparecer el
Único que había conseguido aplacarlo, Alonso de Ribera, visualizó
su gran oportunidad para expulsar a los invasores.
Garcia Ramón cometió otro desacierto. Impelido por doña
Marcela Lezcano, intentó una incursión para rescatar a las cautivas
castellanas que los indios mantenían en lugares escondidos, cuyo
número se calculaba en cuatrocientas. Tras una infructuosa campa-
fia sblo logró canjear treinta mujeres por caciques prisioneros. Sin
embargo, para estar más cerca de los secretos reductos indígenas,
decidió levantar una fortaleza en la confluencia de los ríos Boroa y
Cautín, con miras a que sirviese de asiento a la nueva ciudad de
La Imperial.
Este fuerte sufrió el asedio de los araucanos, salvándose por
milagro; mas, el 29 de septiembre de 1606, hallindose de Coman-
dante el Capitán Juan Rodulfo Lisperguer, fue víctima de la más
completa derrota, perdiéndose ciento cincuenta españoles.

Esta desgracia, sumada al desastre que experimentó una expe-


dición enviada a repoblar Angol, en que sólo sesenta araucanos
dieron cuenta de una columna formada por soldados venidos de
PLAN DE ALONSO DE RIBERA 1601

REFERENCIA
MAPUCHES
ESPAROLES -
Eiercito de Chile. EMGE
-
Arcabucero espafiol del siglo XVII
Ejérc~tode Chile. EMCC.
Méjico, llevándose los caballos y todo el bagaje, decidió al Gober-
nador a despoblar el fuerte de Boroa y a mantenerse en la linea
defensiva del Bio-Bío.
Tarde comprendía García Ramón el valor de la estrategia tra-
zada por Alonso de Ribera. El resto de su Gobierno, salvo débiles
incursiones, significó la vuelta a la guerra gradual planteada por 61.
El padre Valdivia, al ver la inutilidad de sus esfuerzos, se había
replegado a la retaguardia del Ejército del Gobernador y, a media-
dos de 1606, regresaba a Lima.

D. EL PRIMER REGLAMENTO DEL EJERCITO DE CHILE

Así tltula Vicente Carvallo Goyeneche la organización dada al


Ejército en 1608, de acuerdo a la Real Cédula dictada por Felipe 111
al conocer la despoblación de las ciudades espafiolas al sur del Bío-
Bio. Sin conocer la realidad chilena, el Monarca ordenaba mante-
nerlas; pero hemos visto cómo los acontecimientos obligaron al
Gobernador a permanecer en la linea defensiva.

El Rey dispuso que las arcas reales del Perú libraran 20.000
pesos a los vecinos de Monterrey, Cañete y Arauco, para que se
surtiesen de "simiente, ganados, bueyes y otros útiles necesarios
para su sustento" y se les otorgaran cómodos plazos para cancelar-
los. Asimismo, ordenó que se enviaran a Chile quinientos hombres
tan pronto se recibieran sus órdenes y otros quinientos un año más
tarde. Estableció, además, que se enviaran 10.000 pesos por la vía
de Bdenos Aires, "en ropa, para que vendida, se comprasen y remi-
tiesen a Chile 1.500 caballos y últimamente para que no faltase
tropa en aquel reino y por eso se frustrase la sujeción de los indios
y su conversión a la fe católica, dispuso su real piedad, que el
Gobernador de Chile, consultando antes al Virrey del Perú, arregla-
se el número de ella y los sueldos que debían gozar, poniéndola en
el pie de dos mil hombres y para la subsistencia consignó 212 mil
ducados. Se dio cumplimiento a esta real resolución a fines del año
1608, en virtud de real provisión despachada en Linia a 24 de
marzo de dicho año" (32).

De acuerdo a las disposiciones del Monarca, Garcia Ramón


fonnó dos cuerpos de tropas: uno de Infantería, con quince com-
pañías de cien soldados cada una y otro de Caballeria, con siete
escuadrones de setenta hombres. Además, creó otra compafiia,
constituida por cuarenta oficiales reformados, cuya misión era
servir de guardia al Gobernador.

De estas fuerzas, destinó 1.000 infantes a guarnecer los fuertes


que custodiaban la línea de la Frontera. Con e1 resto formó dos
"campos volantes", es decir, tropas móviles que podían concurrir
a cualquier punto amagado de esa divisoria. Dejó el primero bajo
sus órdenes con asiento frente a Santa Juana y el segundo, al
mando del Maestre de Campo Diego de Saravia, con la misión de
apoyar los fuertes de Arauco, Tucapel y Purén.
"Y al menos desde este tiempo debe contarse la antigüedad de
los cuerpos de tropa veterana que sirven en Chile", afirma Carvallo
Goyeneche en la obra citada.
Los sueldos que se asignaron a los miembros de estas fuerzas
fueron los siguientes (33).

Maestre de Campo 137 pesos, 4 reales al mes


Sargento Mayor
Auditor de Guerra
Veedor General
68 pesos, 6 reales
33 pesos, 5 reales
165 pesos, 1 real
,7

37
.
9*

Ayudante 27 pesos, ., ,,
Capellán
Cirujano Mayor
Cirujanos ?O"
34 pesos. 5 reales ,.
28 pesos, 5 reales
20 pesos, 5 reales
33

*>
.
,7

(32) Carvallo Goyeneche, Vicente. Relacian Histórica Geográfica del Reino de Cliile.
Santiago. Editorial ,Andrés Bella. 1889. Colección de Historiadores de Chile.
Can. XCIV.
(33) Carvallo Goyeneche. Vicente. Obra citada
Intérpretes 17 pesos, 5 reales al mes
Capitanes reformados 17 pesos, 7 reales 3,
,>
Capitanes de Infantería 68 pesos, 6 reales
.,
77
3>

Alférez de Infantería 27 pesos, 4 reales


Sargentos 16 pesos, 4 reales ,.
Tambor 11 pesos, 4 reales >. ,,
Cabo de escuadra 11 pesos, 4 reales ,, ,,
Mosquetero 11 pesos, 4 reales 91

Soldado 8 pesos, 6 reales 31 l3

Capitán de Caballería
Alférez de Caballería
Cabo de Escuadra
80 pesos, 4 reales
27 pesos, 4 reales . *>
7,

13 pesos, 6 reales >, ,.


Trompeta 13 pesos, 6 reales ,> >,
Soldado 11 pesos, 4 reales > > **

Muy pronto los sueldos resultaron exiguos, pues el vestuario y


demás prendas que los soldados debían adquirir, se les hicieron
prohibitivos por el abuso de los comerciantes que deseaban enri-
quecerse a costa de la guerra. El Rey había ordenado entregar ele-
mentos a precio de costo; sin embargo, las disposiciones "se acata-
ban pero no se cumplían" y luego se transformaban en letra muer-
ta. Los vendedores y, peor aún, los propios funcionarios de
Gobierno, velaban por su beneficio personal, dando al traste con
las buenas intenciones del Monarca.
Con el Ejérclto español inmovilizado al norte del Bío-Bío, los
araucanos se.sintieron libres para iniciar una serie de incursiones a
poblados, fuertes y estancias, donde consiguieron una buena canti-
dad de armas. ganado y prisioneros.

E. SEGUNDO REGLAMENTO DEL EJERCITO DE CHILE

En abril de 1610, Garcia Ramón consiguió una victoria que


quebrantó momentáneamente el poder ofensivo de los indios. Pero
los Últimos cuatro afios de guerra, en que los inapuches habían
llevado la iniciativa, vinieron a significar la pérdida de casi dos mil
soldados, mermando fuertemente la capacidad militar de los espa-
ñoles. En estas difíciles circunstancias para el reino, falleció
Alonso García Ramón el 5 de agosto de 16 10.
Entretanto, como hemos señalado, el padre Valdivia había
logrado convencer ai Rey de las bondades de su sistema y la orden
de implantar la Guerra Defensiva, solución que junto al oidor
Viilela, del Perú, había ideado como infalible, contra la opinión de
Alonso de Ribera.
En adelante, las fuerzas españolas se limitarían a guardar la
Frontera. Si los indios atacaban, se les rechazaría sin perseguirlos,
hasta que la inutilidad de sus esfuerzos les convenciera de que si
querían ser respetados, deberían mantenerse en sus dominios.
La Corona había tenido en cuenta, al aceptar el plan del padre
Valdivia, que la Guerra de Arauco le costaba no sólo las rentas de
Chile sino, además, 212.000 ducados anuales, que salían de las
arcas reales del Perú. En aquellos atios Chile consumía, en armas y
soldados, más que todo el resto de América. El desaliento en la
Corte era grande, pues luego de cincuenta años de lucha no se
había logrado la pacificación y, en cambio, se tuvo que retroceder
a la línea del Bío-Bío.
Chile no representaba para España sino gastos, preocupaciones
Y perjuicios. Muy bien podía haberse abandonado esta colonia tan
poco productiva. Mas, ante la amenaza constante de los corsarios
ingleses y holandeses, que venían a disputar el doniinio del Pacífi-
co a traves del Estrecho de Magallanes o bordeando el Cabo de
Hornos, Chiie era estratégicamente indispensable para mantener al
Perú, tierra plena de riqueza cuyo aporte era inmenso para la
Corona.

Si bien es cierto que la Guerra de Arauco retrasó el desarrollo


económico e intelectual de la Colonia, no es menos cierto que
contribuyó notablemente a formar las condiciones militares del
pueblo chileno que estaba naciendo en esa época, a la vez que
obligó a los habitantes de Chile a mantener la unión, la solidaridad,
Arcabuz espaflol del siglo XVI

Mortero español con su cuadrante de puntería del siglo XVI

Caflbn de campaña espaflol del siglo XVI


"Le costume et les armes des soldats de tous les temps ', Liliane et Fred Funcken
*.- '..F9
=<A- 4

h a s ' " L
la disciplina y el orden, evitando así que cayeran en la molicie.

Las fuerzas guerreras de Chile, por inuy desorganizadas que


estuvieran, eran el mejor baluarte para impedirque el Virreinato
cayera en manos de los corsarios y, por ende, España perdiera el
dominio del Océano Pacífico. Los rebeldes indios, por su parte,
representaban el serio peligro de aliarse con los tradicionales ene-
migos del Rey; pero sólo en la medida que fuera necesario para
expulsar a los peninsulares de sus territorios. Por ello, si no se les
molestaba y se respetaba el dominio de sus ancestros, dicho peli-
gro seria menos inminente y hasta podrían actuar favorablemente,
por el odio que experimentaban hacia todo extranjero que preten-
diese poner el pie en sus tierras. Tal posibilidad no tardó en d e m o s
trarse 'cuando Simón de Cordes quiso desembarcar en Arauco y,
más tarde, al intentar la expedición de Brower, establecer una
colonia holandesa en Valdivia.

Así pues, este pobre y desprestigiado país, que sólo significaba


gastos a la Corona, debía mantenerse en estado de defensa porque
la capacidad de sus gentes era la mejor garantía para España.

La confianza que el Rey había puesto en el plan del padre


Valdivia era tal, que estimó excesiva la cantidad de dos mil hom-
bres para la mantención de la Frontera y dispuso, por Real Cédula
del 8 de diciembre de 1610, que "se pusiera sobre un pie de 1.600
plazas".

Esta nueva organización consistió en suprimir cinco compañías


de Infantería, con lo que el Ejército quedó compuesto como sigue:

10 compañías de 100 hombres c/u 1.O00 hs.


7 escuadrones de Caballería de 70
hombres c/u 490 hs.
1 compañía de oficiales reformados 4 0 hs.

Total de soldados 1.530 hs.


A la muerte de García Ramón, el Capitán Juan Jara Q~icniada
fue designado Gobernador interino mientras se proveía el cargo. El
nuevo mandatario carecía de eiiergía y don de mando. por lo que
n o fue capaz de reanudar el plan de Ribera ni de mantener la mcn-
guada situación que le legaba Garcia Ramón.
Jara Quemada inició una campaiia en 161 1 que se transformó,
al igual que las anteriores, en un paseo inútil. Logró una efímera
victoria al sur de Angol, contra el cacique Ainavilú, que sólo sirvió
para soliviantar más la rebeldía araucana a nivel semejante al que
incentivó Pelantaru tras la derrota de Curalaba. Se sublevaron los
indios de Arauco y Catiray; las comunicaciones con el sur que-
daron cortadas y los mapuches comenzaron a correr la flecha por
el norte hasta las riberas del Maule.
Sin embargo, la energía guerrera de los araucanos se toparía
con la disminución de sus contingentes, a causa de la epidemia de
viruela que se desató en 1610. Al arribo de Alonso de Ribera,
designado nuevamente Gobernador de Chile, se gozaba de un leve
respiro en esta cansadora lucha.
CAPITULO 1V

UNIFORMES, ARMAMENTO Y FORMA DE COMBATIR

Durante el medio siglo que transcurrió desde la llegada de


Pedro de Valdivia hasta la época de Alonso de Ribera y quizá hasta
la iiiitad del siglo XVII, las fuerzas españolas carecieron de un ves-
tuario que las ui~iforniasey cada cual usaba las prendas que mejor
le acomodaban.
Por lo general las plumas del sombrero, de la celada o del
morrión, distinguían a los soldados de las diferentes compaiiias.
Pero, cuando aquéllas comeiizaron a escasear, porque los indios se
las arrebataban o se destruían en los combates, empezaron a usar
plunias de aves nacionales o cintas de colores determinados.
Inicialmente los soldados llevaban petos y cascos de hierro;
mas, estos elementos defensivos también faltaron y hubo de reem-
plazárseles por otros de cuero, en algunos casos de lobo marino
endurecido, fabricados al igual que los que confeccionaban los
indios o simplemente de vacuno sin curtir.
Las vestimentas eran de tela burda, confeccionada en el país.
Sólo los más pudientes llevaban algunas prendas o distintivos pro-
cedentes de la Península. Los cuadros de esa época nos muestran
gallardos soldados españoles combatiendo contra indios desnudos
en Curalaba. Ello no pasa de ser producto de la imaginación de los
autores, pues ni los indios andaban desnudos, ni los españoles usa-
ban vistosos uniformes.
Obreros especializados fabricaban el calzado, cuyo precio fija-
ba el Cabildo. Igual cosa ocurría con los correajes de Infantería o
Caballería, sillas de montar, arneses y arreos de las mulas en que se
conducía la impedimenta.
El armamento consistía en la pica, la espada, el arcabuz y el
mosquete, además del cuchillo que todos llevaban para múltiples
usos, desde la comida hasta el degüello de hombres y animales.
Con Diego de Almagro llegaron las primeras armas de fuego que se
dispararon en Chile y su estruendo causó enorme impresión a los
indígenas en la primera batalla que sostuvieron con los españoles
en Reinogüelén.
Durante las campañas de Valdivia se continuó usando el arca-
buz, traído por los conquistadores a America. Pese a ser un arma de
mucho peso y escaso rendimiento de fuego, dio gran ventaja a la
Infantería española, tanto por las numerosas bajas que producía en
la masa de indios que atacaba desordenadamente, como por el
temor que provocaba. Sin embargo, como su reposición era difícil,
fue perdiendo efecto, a medida que las derrotas sufridas dejaban el
armamento en manos del adversario. Poco a poco el arcabuz fue
sustituido por el mosquete, de mayor peso pero mis moderno.
Ambas armas debían apoyar el cañón en una horquilla para ser
disparadas y La segunda debió ser relegada a los fuertes, debido a
que necesitaba tres hombres para su funcionamiento.
Arcabuz y mosquete precisaban de sesenta y tres movimientos
para su carga y disparo, el que se podía hacer con una frecuencia
aproximada de siete minutos, por lo que era de gran lentitud de
tiro. Disparaban balas de plomo, pero se cargaban tambien con
trozos metálicos, clavos y piedras, que resultaban muy eficaces en
descargas a corta distancia contra indios mal protegidos. No exis-
tían compafiías formales de arcabuceros, sino más bien éstos se
entremezclaban con los infantes.
La pica, junto a la espada, eran las armas encargadas de soste-
ner Ia lucha cuerpo a cuerpo que debian enfrentar los madros de
Infanteria. La primera Ueg5 a Chile con los conquistadores; pero
también fue cayendo en manos de los mapuches y escaseó tanto,
Hqueros espaííoles del siglo XVII
Pistolas espaRolas del siglo XVII
que debieron recurrir a las quilas, el mismo material que emplea-
ban los indios. Alonso de Ribera se hizo cargo del Ejército; se
encoi~trócon la falta absoluta de picas de que adolecía su Infan-
teria y, como le eran imprescindibles para rechazar las cargas de
~dbaiieriaindiana, se vio obligado a recurrir al Perú y a España
para obtenerlas.
Desde un comienzo el espaílol levantó fortificaciones para
defenderse de los ataques indios. Estas construcciones fueron bas-
tante rudimentarias y parecidas a las que se usaron posteriormente
en América del Norte. Se cercaban con una empalizada, de altura
variable, clavada en el terreno y amarrada entre s í con tiras de
cuero. Por el costado interior circulaba una pasarela alta que per-
mitía el recorrido de los centinelas y la ubicación de arcabuceros y
mosqueteros. En el exterior eran rodeadas por un terraplen de bas-
tante declive y, en la mayoría de los casos, por un ancho foso que
dificultaba el ataque.
Dentro del recinto estacado se situaban las habitaciones de los
pobladores y de los soldados; al centro, un cuartel mas resistente
que era el último baluarte de defensa. Comúnmente, uno de los
costados se apoyaba en la ladera escarpada de alguna comente de
agua y se preferfa establecerlas sobre montículos de regular tama-
ño, para aumentar la defensa y poseer dominio visual sobre el
campo circuridante. Desgraciadamente, el constante error estraté-
gico de dispersar las escasas fuerzas, en que cayeron los primeros
gobernadores, hizo casi imposible el auxilio oportuno de los fuer-
tes entre sí, ocasionando numerosos desastres y pérdidas.
Pronto el araucano se percató de la importancia de las fortifi-
caciones y se hizo experto en su construcción, como lo demuestra
el fuerte de Quiapo, levantado para defenderse de García Hurtado
de Mendoza y que provocó elogiosos comentarios de los mismos -
españoles.

Todas las dificultades que encontraban los conquistadores para


construir sus fortificaciones, se transformaban en facilidades para
los araucanos, especialmente por la abundancia de obra de mano
que les permitía levantar un pucará en sólo tres días.

Pocas fueron las ocasiones en que los mapuches ocuparon sus


fuertes para actuar a la defensiva; las más de las veces se valieron
de ellos para atraer a los españoles a una trampa y, durante el
ataque, rodearles por fuerzas numerosas hasta aniquilarlos. Cabe
recordar la inteligente estratagema usada por los araucanos en el
fuerte de Lincoya, donde construyeron una doble empalizada en
tomo al pucará. La primera, de poca altura y situada frente a un
terreno llano que invitaba a una acción de la caballería espafiola.
Cuando se produjo el ataque, muchos caballeros, engañados, sal-
taron sobre ella con sus cabalgaduras para caer en un foso profun-
do, con agudas estacas clavadas en su fondo, donde quedaron
ensartados jinetes y bestias.
La Guerra de Arauco tuvo una característica especial en cuan-
to a táctica y a estrategia se refiere. Fue caso único en la historia
de las guerras coloniales donde los conquistadores, poseyendo ma-
yor civilización y medios, se vieron superados por sus adversarios
que copiaban sus métodos, inventaban otros y sacaban del terreno
un aprovechamiento inesperado de susmentes primitivas. Lograron
primero equilibrar las acciones y superar luego a los europeos,
cuyos adelantos y conocimientos pareclan incontrarrestables. Lla-
ma la atención, tambien, la facilidad de agruparse con férrea disci-
plina en tomo a un mando único para una acción determinada,
considerando que no eran fuerzas regulares ni organizaciones esta-
bles, sino tribus que se juntaban para hacer la guerra.
La Artillería fue usada por primera vez en Chile en la batalla de
Marigüeñu por Francisco de Villagra. Se trataba de una batería de
seis cañones pequeños que la Real Audiencia de Lima habia envia-
do a Pedro de Valdivia; desgraciadamente llegaron después que
éste habia muerto en Tucapel. De estas seis piezas, la primera que
se disparó bajo cielo chileno recibió el nombre de "el tronador" y
causó gran estrago y espanto entre las fuerzas de Lautaro.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo sin que los araucanos se
apoderaran de algunos cañones. Ya en el sitio de Arauco, en que el
toqui Antuhuenu puso sitio a Pedro de Villagra en 1563, los indios
perforaron una de las murallas y se apoderaron de varios arcabuces
y de una de las bocas de fuego que los españoles habían instalado
en el torreón. Más tarde, en el comentado fuerte de Quiapo, los
mapuches esperaban con artillería a los soldados de Hurtado de
Mendoza.
La Caballerfa, que en un comienzo fue el Arma principal de los
conquistadores, perdió el efecto psicológico y la potencialidad
guerrera que daba una relación entre español e indio de 1 a 100,
hasta rebajarla en cortos años a igualdad de condiciones y, más
tarde, cuando sobrevino la gran rebelión de Pelantaru, los peninsu-
lares debieron enfrentar una caballería seis veces superior a la suya,
en número.
Hasta 1601, año en que Ribera dio comienzo a la organización
del Ejercito permanente, los españoles combatieron sin tácticas
definidas, en forma casi individual y confiando en el uso de sus
armas y caballos.
Las entradas o incursiones al territorio indígena, para provocar
escarmiento y talar sus sementeras, sólo se hacían en verano, pues
las condiciones climáticas y del terreno impedían operar durante
la época de lluvias que, en cambio, favorecían enormemente a los
mapuches habituados a esas contingencias. La línea de fuertes esta-
blecidos a orillas del Bío-Bío fueron el recorrido frecuente de las
patrullas exploradoras; pero, cuando los indígenas los destruyeron,
las campañas tomaron un aspecto diferente y se palpó con más
crudeza la adaptación de los araucanos a la guerra y los conoci-
mientos adquiridos en ella.
Las marchas de los españoles, sus alojamientos, descansos y
demás actividades bélicas, llevaban la marca de la desorganización
y del espíritu individualista tan acendrado en el hispano. Así lo
describía al Rey el Gobernador Juan Jara Quemada, en carta del
l o de mayo de 16 1 1 . al coiiiparar el campo español con las activi-
dades de los indios,
"Para ir nosotros a las suyas (sus tierras), es menester que el
soldado de a caballo lleve tres criados, uno para que le traiga yerba
y otro que le lleve la comida y cama, y quien le haga de comer, y
esto es lo de menos, porque hay muchos que meten a quince o
veinte caballos y seis yanaconas, y el infante su piedra de moler,
que todos los más las llevan; con que todas las veces que se aloja y
levanta el campo, parece que se funda o se muda una ciudad, y en
esto se gasta lo mis del tiempo, mientras que los indios son muy
ligeros; y además es tanta la flojedad y tibieza, que he visto arcabu-
ces que parecen mis bien pistoletes".

Desde la época de Alonso de Ribera y Garcia Ramón, el


Ejército de Chile comenzó a construir un todo organizado para la
guerra, en un tiempo defensiva de acuerdo a las ideas introducidas
por el padre Valdivia y luego ofensiva cuando la soñada paz con el
pueblo mapuche resultó una utopía. En efecto, convencido del fra-
caso que significaba el plan del jesuita, Felipe IV resolvió ponerle
término.
CAPITULO V

EL HERCITO DE CHILE Y SUS PRIMERAS


ACTUACIONES

Terminada la Guerra Defensiva, apareció otro peligro n o


menos grave para los españoles: las expediciones marítimas de los
holandeses que intentaban apoderarse del Sur de Chile, con miras
a extender sus dominios hasta el Perii. Sus primeras intenciones
fueron abrir una nueva ruta hacia el continente asiático donde
tenían factorías y, de paso, asestar nidos golpes a la Corona de
España que los tenia bajo su bota. Luego, siempre bajo intereses
comerciales, realizaron una serie de viajes de exploración y descu-
brimientos en los mares australes. Finalmente, decidko a disputar-
le el Pacífico a los españoles, el príncipe Mauricio de Nassau resol-
vió fundar una colonia holandesa en Valdivia y envió la expedición
de Enrique Brower, cuyo resultado le fue adverso, a causa de los
propios indios.

No cesaron los esfuerzos holandeses y fueron varias sus incur-


siones al Pacifico. Pero una de las mis grandes, cuya Escuadra se
componía de once naves artilladas con doscientos noventa y
cuatro cañones, mil treinta y nueve tripulantes y seiscientos
soldados de desembarco, fue la que vino al mando de Jacobo
L'Hermite. Después de aparecer en Juan Fernández el 4 de abril
de 1623, se dirigi6 a El Callao para intentar un ataque; mas fue
rechazado por las defensas españolas y no se atrevió a regresar a
Chile, donde debía enfrentarse a un Ejercito de dos mil hombres
que representaba un serio obstáculo para sus ya mermados contin-
gentes.
Entretanto, el nuevo Gobernador de Chile Luis Fernández de
Córdoba, se recibía del mando en Concepción, en mayo de 1625
y luego juraba fidelidad al cargo en Santiago, en diciembre del mis-
mo afio. Este brillante militar, perteneciente a la nobleza andaluza,
era sobrino del Virrey y se había distinguido en la defensa de
El Callao contra L'Hermite.
En enero de 1626, llegó a manos de Fernández de Córdoba la
real cédula.de Felipe IV que ordenaba la reanudación de la guerra
contra los araucanos, de acuerdo a lo prescrito en la anterior cédu-
la de Felipe 111 en 1608. El nuevo Gobernador encontró gran indii
ciplina en las tropas espafiolas que guarnecían los fuertes de la
Frontera, a la que no era ajena la Real Audiencia, por su intromi-
sión en los asuntos de Gobierno, aprovechando los varios interina-
tos que se habían producido desde la muerte de Alonso de Ribera
hasta e1Gobiemo de Osores de Ulloa, su antecesor. Pero Feriiández
de Córdoba era hombre de fuerte carácter e hizo entrar en vereda
al tribunal; luego procedió a restablecer el orden en el Ejército.
Realizando personalmente la distribución del Situado, pudo
darse cuenta de las irregularidades y, para escarmiento, confinó a
Chiloé al Oficial Mayor del Veedor General, Pedro de Unzueta, que
había cohechado, falsificado listas, adulterado precios y realizado
una serie de otros delitos. Para que el castigo hiciera a los demás
poner las barbas en remojo, ordenó le cortaran dos dedos de la
mano con que había hecho los negociados. Tan severas medidas,
unidas a otras que aplicó a algunos oficiales inescrupulosos, resta-
blecieron la disciplina y le ganaron la confianza de las tropas que,
hasta la fecha, habían sido víctimas de los expoliadores.
Reforzado con un contingente de ciento ochenta y cuatro
hombres que le llegaron del Perú, inició una incursión al territorio
araucano; pero ésta no fue diferente de las campeadas que habían
realizado sus antecesores, sirviendo sólo para hacer algunos prisio-
neros.
Como era de suponer, la reacción de los mapuches no se hizo
esperar. Un indio llamado Lientur, que hasta entonces había pelea-
do como amigo en el campo español, se fugó hacia La Imperial
donde sublevó a todos los comarcanos. A fines de 1627 fue elegido
toqui e inició de inmediato las operaciones. Sus espías le avisaron
que una columna de trescientos españoles y cuatrocientos indios
amigos avanzaba hacia el antiguo asiento de La Imperial, al man-
do del Sargento Mayor Juan Femández Rebolledo. Durante la
noche los araucanos atacaron con furia, mataron veintiocho espa-
Aoles y recuperaron a los prisioneros. Juan Fernández tuvo que
retroceder y su derrota sirvió para encender la mecha de la rebel-
día entre las demás tribus mapuches.
El siguiente paso en el plan de operaciones de Lientur, era la
conquista de los fuertes que guarnecían la frontera del Bío-Bío.
Mientras unas partidas atacaban Chilliin, el caudillo se dejó caer
con el gnieso de. sus tropas sobre la fortaleza de Nacimiento, incen-
diando palizadas y reductos. Tras sseis horas de rudo combate, en
que la dotación de cuarenta soldados se defendió con desespera-
ción, la plaza se encontraba a punto de sucumbir. El Gobernador,
que pasaba casualmente por las cercanías, concurrió al lugar con
las fuerzas de Caballería que le acompañaban. Tomados entre dos
fuegos, los indios se vieron obligados a huir; pero dejaron más de
doscientos enemigos muertos y se llevaron dos caiiones de bronce,
toda la ropa y las armas que se guardaban en el fuerte.
El ataque a Nacimiento provocó otras rebeliones que deci-
dieron a Fernández de Córdoba a emprender una serie de acciones
en su contra; pero le obligaron, también, a concentrar sus fuerzas
en las márgenes del Bío-Bío. Aprovechando esta circunstancia,
Lientur se deslizó por los faldeos cordilleranos hacia Chillán, con
un fuerte contingente de guerreros montados, que llevaban a la
grupa hombres de Infantería. Luego de atacar a la ciudad, le pren-
dió fuego mientras sus huestes se dedicaban al saqueo. El Corregi-
dor, Capitán Gregorio Sánchez Osorio, logró reunir algunas fuerzas
y partió en su persecución. Lientur le dejó galopar hasta que le
tuvo en terreno favorable; luego, bruscamente, se volvió y le pre-
sentó combate, derrotándole por completo. Tendidos en el campo
quedaron el Corregidor, su hijo, un yerno y siete soldados.
Luis Femández quiso cortarle la retirada y partió con ciento
cincuenta hombres desde Yumbel. Mas, el toqui le mantuvo a su
siga durante un mes a fin de reunir más combatientes. Finalmente,
con ochocientos lanceros a caballo, tomó posición defensiva en
unas alturas junto a las riberas del estero Yumbel, en el lugar
llamado Las Cangrejeras.
Ambos Ejércitos se avistaran el 15 de mayo de 1629, bajo una
fuerte lluvia. Lientur comprendió que el agua impediría encender
las mechas de los arcabuces y, antes de que el enemigo se desple-
gara, se lanzó sobre 61. El caudillo presentaba un dispositivo con
sus fuerzas de Infantería al centro y escuadrones de Caballería en
las alas. Las tropas de Juan Femández presionaron el nlicleo arau-
cano para traspasarlo y los indios les dejaron avanzar, mientras sus
pelotones de Caballería envolvían totalmente a los csstellanos.
Luego de hora y media de lucha cuerpo a cuerpo con arma
blanca, la Caballeria espafíola emprendió la fuga y la Infantería fue
totalmente destruida. Setenta muertos y treinta y seis prisioneros
fue el saldo del combate.
La derrota cerró el período de Gobernación de Fernández de
Córdoba. Al poco tiempo asumía el nuevo mandatario nombrado
por el Rey, Francisco Laso de la Vega. Al igual que Sotomayor y
Ribera, éste era un oficial formado en las guerras de Flandes, bajo
las órdenes de Ambrosio Spínola, donde había dejado testimonio
de un valor a toda prueba. Sin embargo, nada pronosticaba que
tuviera condiciones para el mando superior, tan necesarias para la
visión estrat6gico-política que debían desplegar los gobernantes en
Chile. Al igual que sus antecesores, traía el encargo del Rey de ter-
minar con esta odiosa guerra en el plazo de dos o tres aíios.
Las alarmantes noticias de la derrota de Las Cangrejeras y una
supuesta alianza de los indios con los holandeses, le impidieron
sacar de España un solo hombre que quisiera acompañarle. Viajó
hasta Lima con el nuevo Virrey, Conde de Chinchbn y tuvo que
esperar que éste se recibiera del mando, para organizar una tropa
que le escoltara a Chile. Finalmente, tras diez meses de pemanen-
Tipos indígenas
Atlas de Gay - "Colección Iconográfica" -Donación Armando Braua ~ e n é n d e z 1
Biblioteca Central de la Universidad de Chile
Batalla de Las Cangrejeras 1 S.V.1629
"Cautiverio Feliz", Francisco Núñez de Pineda y Basctüián
cia en el Perú, consiguió zarpar de El Callao con quinientos hom-
bres, a fines de 1629.
Después de tomar una serie de medidas tendientes a poner
orden en las filas del Ejército y a asegurar su abastecimiento, se
aplicó a recoger cuanta información pudo sobre las condiciones de
la guerra con los araucanos. No obstante, sus primeras acciones se
enfrentaron con un gran fracaso militar.
El toqui Butapichón, amigo y discípulo de Lientur, inició una
campaña a mediados de enero de 1630. Con una fuerza de cuatro
mil guerreros se dirigió a la conquista del fuerte de Arauco. Para
engañar a los defensores, el astuto jefe indio realizó la aproxima-
ción con el mínimo de sus tropas y dejó una gran reserva en el
valle de Pilcohué. El Comandante de la fortaleza, Maestre de Cam-
po don Alonso de Córdoba y Figueroa, despachó una partida de
exploración en cuanto tuvo noticias de su cercanía. Butapichón la
dejó pasar por senderos extraviados hasta que se perdió entre la
maraña. Su prolongada ausencia llenó de alarma a Córdoba y le
decidió a salir al campo con cincuenta jinetes y doscientos infan-
tes. En cuanto Butapichón les divisó, dejó ver parte de la vanguar-
dia con que se había acercado al fuerte y comenzó a simular un
combate, en el que le fue cediendo hábilmente el terreno, para Ile-
var a las fuerzas castellanas, sin que se percataran, hasta donde
tenía escondido el grueso de sus huestes.
La elección del campo de la Batalla de Pilcohué demostró la
enorme habilidad guerrera del toqui. Con inteligentes movimientos
de sus pelotones, fue situando a los españoles de espaldas a la que-
brada de don García, estrecha garganta que dificultaría la retirada
y el despliegue de los refuerzos. Cuando les tuvo en el lugar escogi-
do, atacó encarnizadamente por los flancos. Después de algunas
horas de cruenta lucha, Alonso de Córdoba logró retirarse hacia el
fuerte de Arawco, dejando en el campo más de cien muertos.
Como de costumbre el éxito encendió la rebelión y numerosas
tribus se plegaron al nuevo caudillo. Butapichón realizó una serie
de correrías entre los ríos Itata y Bío-Bío, en pleno territorio cas-
tellano, atacando haciendas y poblados en los que recogió un exce-
lente botín de armas y ganado vacuno y caballar. Hábilmente
esquivaba las tropas regulares, marchando por entre la selva; pero
sus partidas de exploración le mantenían al tanto de todos los
movimientos españoles. Así fue como, al partir el Gobernador
desde Yumbel, con cuatrocientos hombresen su persecución, le fue
siguiendo a través de la floresta, sin dejarse ver. El 14 de mayo de
1630, las fuerzas hispanas hicieron alto en un lugar llamado Los
Robles. Laso de la Vega iba abrasado por la fiebre. Los soldados,
rendidos por dos días de marchas forzadas, se dieron al descanso
sin mayores precauciones. Butapichón se dejó caer sopresivamente
por tres puntos distintos, provocando tal confusión, que los pro-
pios tropeles de caballos españoles arrollaron a la Infantería.
Arcabuces y mosquetes de nada servían en la lucha cuerpo a
cuerpo: sólo podía usarse el arma blanca. Los hispanos tuvieron
que pelear en el mis completo desorden. Sin reconocerse capitanes
con soldados. La noche vino a poner fin a este combate que, de
haber continuado, se habría transformado en una carnicería.
Veinte muertos, cuarenta heridos y gran número de prisioneros,
fue el saldo de esta sorpresa.
Laso de la Vega permaneció en Concepción reuniendo sus fuer-
zas, pues comprendió que debía dar una gran batalla para calmar
los ímpetus de los rebeldes araucanos. En enero de 1631 ya dispo-
nía de ochocientos españoles y setecientos indios amigos. Algunos
de éstos le informaron que los mapuches fraguaban una gran
acción en contra del fuerte de Arauco, por lo que envió allí al
nuevo Maestre de Campo Fernando de Cea. Días después tomó
personalmente el mando de la plaza, resuelto a batirse en campo
abierto, aún en contra del parecer de algunos capitanes que estima-
ban debía resistirse el asalto dentro del castillo.
Las noticias eran efectivas. Lientur había comprendido que
antes de iniciar una campaña al norte del Bio-Bío, era necesario
destruir las fuerzas enemigas que se encontraban en territorio
araucano. Con este fin, citó a reunión a los toquis Butapichón y
Quempuante, con quienes planeó la operación. Entre los tres jun-
taban unos siete mil guerreros.
De sus deliberaciones resultó el siguiente plan: destrucci.Ón del
fuerte de Arauco y luego el ataque a Yumbel y Chillán. Sabiendo
que los españoles habían concentrado gran cantidad de soldados,
Lientur sostuvo que estas acciones debían contar, necesariamente,
con el factor sorpresa. Sin embargo, al aproximarse a la fortaleza
de Arauco, algunos indígenas, envanecidos con los triunfos
anteriores, incendiaron las viviendas ubicadas en las inmediaciones.
El fuego advirtió a los defensores y Lientur comprendió que se
había perdido la condición más importante para lograr el éxito: la
sorpresa. El hecho provocó una seria desavenencia entre los toquis,
que terminó con el retiro de Lientur y sus tropas, cercanas a los
dos mil hombres.
Butapichón y Quempuante decidieron continuar pese a las
advertencias de Lientur y, en su envanecimiento, descuidaron la
elecció~idel terreno situado a retagyardia. El Gobernador inició la
ofensiva con una primera línea de doscientos cincuenta soldados
de Caballería y una segunda de infantes, apoyada con artilleria en
sus alas. Este dispositivo se ensayaba por primera vez y dio exce-
lente resultado a los españoles. Los indios resistieron valerosamen-
te la primera embestida; pero las co~itinuascargas de caballería les
hicieron retroceder, atollándose en la ciénega que tenían a sus
espaldas y la batalla se transformó en fácil degollina. El triunfo de
las hispanos fue completo. Murieron más de ochocientos indios y
otros quinientos cayeron prisioneros.
La victoria de La Albarrada restableció totalmente la decaída
moral de las fuerzas españolas y menguó mucho la de los arauca-
nos, que se retiraron por un largo tiempo a sus escondidos reduc-
tos. Toda America vibró con el resultado de la batalla y en la
Corte, tan preocupada por las acciones de los piratas, se llegó a
creer que la Guerra de Arauco había terminado.
La verdad es que los mapuches se hallaban bastante debilita-
dos, además, por las pestes que habían vuelto a aparecer. No esta-
ban en condiciones de continuar la lucha por el momento y al
igual que en numerosas ocasiones anteriores, supieron replegarse,
en espera de que las condiciones cambiaran.
Por aquellos años llegó a Chile el nuevo Gobernador Francisco
López de Ziiñiga, Marques de Baides, Conde de Pedrosa y Caba-
llero del hábito de Santiago. Sabía muy bien que no le sería posi-
ble conseguir refuerzos de España, que luchaba en Francia e Italia;
Cataluña se había aliado con los franceses y Portugal acababa de
iniciar la guerra de la independencia. Por otra parte, sus ambicio-
nes personales eran amasar tranquilamente una gran fortuna antes
de regresar a la Península. Por ello, comenzó una serie de diligen-
cias entre los pobladores de Chile y ante la Corona, p a n justificar
la celebración de un tratado con los araucanos, a quienes colmó de
regalos. Nada más querfan los astutos mapuches que, aun sin obse-
quios, habrían hecho la paz, porque no podían continuar la guerra.

El 6 de enero de 1641, se reunieron con gran aparato espafloles


y araucanos en los llanos de Quillín. Con ceremonias de ambas
partes y ampulosos discursos, en que tanto el Gobernador como
los dlrnenes (34) hicieron gala de su oratoria, se procedió al
entierro simbólico de las armas y al intercambio de agasajos. Las
cláusulas principales del tratado fueron:
a) Los espafloles reconocían la independencia de los indios y se
comprometían a no entrar en su territorio en son de guerra.
b) Ningún araucano podía ser reducido a la esclavitud ni obli-
gado a servir.
c) Los mapuches se comprometían a devolver los cautivos que
mantenían en su poder.
d)Los españoles podían establecer misiones religiosas en la
Araucania.
e) Los mapuches respetarían el fuerte de Arauco y los españo-
les despoblarían el de Angol.
(34) Ulmen: jefe del aiil~~rehue,
organización suprema correspondiente. probablemente
a una tribu, en tiempos de paz.
f) Se establecía una alianza entre espaíioles y araucanos contra
los extranjeros, fueran ingleses u holandeses.
g) Se retrocedía la Frontera a la antigua línea del Bío-Bío.
En aquellos días los holandeses se habían apoderado de Chiloé
y de Valdivia, como hemos visto, con miras a instaurar una colonia
en este último punto. Pero sus esfuerzos fracasaron y Chile se vio
libre de ellos en 1643. Sin embargo, e1 Marqués de Mancera, que
gobernaba en Lima desde 1639, resolvió fortificar, a todo trance,
la antigua plaza de Valdivia y envió a su propio hijo, Antonio
Sebastián de Toledo y Leiva, con doce galeones armados en guerra,
mil ochocientos hombres y ciento ochenta y ocho piezas de arti-
llería, más una abundante cantidad de artesanos de distintos ofi-
cios, para levantar fortalezas en la isla de Constantino y en ambas
orillas del río.
La paz pactada con los araucanos sirvió para que se aflojara la
disciplina en el Ejército y comenzara nuevamente el atraso en los
pagos de los sueldos.
Poco duraron los acuerdos del Tratado de Quiilín. Los espaflo-
les no dieron estricto cumplimiento a lo establecido y los indios,
incapacitados para organizar una gran operación, se contentaron
con acciones aisladas, sin mayor repercusión. En 1654 el Goberna-
dor Acufia y Cabrera celebró un nuevo tratado, llamado Parlamen-
t o de Boroa, en el cual los araucanos se obligaron a renunciar al
empleo de las armas, trabajar en las fortificaciones espafiolas y
permitir el paso de tropas por su temtorio.
/
Dos meses después de ese pacto dieron muestras de insurrec-
ción. El navío San Jorge, que llevaba el Situado a Valdivia, encalló
en las costas frente a Osorno y los indios cuncos degollaron a los
sobrevivientes, para apoderarse del botín. El Gobernador ordenó al
Comandante de la guarnición de Chiloé, Capitán Ignacio Carrera
Iturgoyen, que organizara una expedición de represalia. Carresa
capturó a los tres caciques que habían participado en el asalto y les
aplicó la pena capital del garrote.
Pero las cosas en la Gobernación de Chile se estaban dando en
forma muy particular. Acufía y Cabrera era un débil de carácter,
que se dejaba dirigir con gran facilidad y cambiaba de opinión
constantemente. A comienzos de 1652 se trasladó a Concepción,
para alejarse de la Real Audiencia, que en Santiago le manejaba a
su antojo. Pero su joven esposa, Juana de Salazar, que sí tenía bas-
tante energía, comenzó a transformarse en la verdadera Goberna-
dora, preocupándose más de los intereses de sus hermanos y fami-
liares que del pais. Por ello, José de Salazar fue designado Coman-
dante de la plaza de Boroa y más tarde ascendido a Sargento
Mayor, al tiempo que Juan de Salazar fue nominado Maestre de
Campo General.
Ambos hermanos tenían la firme intención de hacerse ricos,
mientras su cuñado se mantuviese en el cargo de Gobernador y la
forma más expedita era hacer prisioneros para venderlos como
esclavos en Santiago o en Lima. Por ello, convencieron a Acuña
y Cabrera de que el castigo aplicado a los indios cuncos no había
sido suficiente para lograr el escarmiento e iniciaron una expedi-
ci6n a Rlo Bueno, al mando de novecientos espaiioles y mil
quinientos indios amigos.
Al llegar al cauce, Juan de Salazar orden6 la constnicci6n de
un puente de balsas para cruzarlo. Los indios, advertidos de su
presencia, esperaron cautelosamente que la columna comenzara a
pasar y, cuando doscientos hombres se encontraban en la otra
orilla, les cayeron encima aniquilando más de cien soldados y
cerca de doscientos auxiliares aborígenes.
Salazar regresó rápidamente a Concepción, donde se le instru-
yó un sumario, del cual se libró gracias a la influencia de la Gober-
nadora. Posteriormente, a fin de vengar la afrenta recibida, inició
una segunda incursión. Pero, cuando llegó al valle de La Mariquina,
fue informado de un levantamiento general de los araucanos en el
Bio-Bio y huyó hacia Valdivia, desde cuyo puerto se embarcó a
Concepción.
Un par de años después llegó a Chile otro Gobernador, el
Almirante Pedro Pórter Casanate, nombrado interinamente en
reemplazo de Acuña y Cabrera, a quien la Real Audiencia destitu-
yó a instancias de los pobladores de Concepción. Pese a poseer una
brillante hoja de servicios, Pórter iba a ser víctima de un nuevo
caudillo araucano conocido por el nombre de "el mestizo Alejo", a
quien correspondía mandar en un periodo de extrema postración
militar de su pueblo. No disponiendo de grandes fuerzas que
comandar a causa de las epidemias y los sostenidos encuentros,
concibió la idea de destruir las columnas que marchaban aisladas.
A comienzos de 1657, acometió a un destacamento de dos-
cientos soldados que viajaban desde Concepción a reforzar el fuer-
te de Conuco. El combate, en que el mestizo Alejo hizo gala de su
capacidad militar, significó la muerte' de casi todo el contingente
español.
Días después, destrozó otra columna de doscientos cincuenta
hombres que mandaba Bartolomé Pérez de Villagrán. Finalmente,
queriendo emular a su antecesor Lautaro, decidió coronar sus
campañas atacando Concepción, a pesar de que las fuerzas arauca-
nas ya habían tocado fondo. El nuevo jefe recorría la misma
trayectoria que el genial estratega indio. Con gran esfuerzo logró
reunir trescientos guerreros armados de lanzas y cruzando el
Bío-Bío por Hualqui para no ser visto, fue a situarse en la parte
alta del río Andalién. Pero los indios amigos de los españoles
dieron aviso al jefe del fuerte de Chepe Capitán Juan Zúñiga,
quien salió con doscientos soldados para cortarle el paso hacia la
capital penquista.
El mestizo Alejo ubicó sus fuerzas en una loma, comprendien-
do que una batalla en campo abierto estaría decidida de antemano.
Sólo le bastaba esperar que el enemigo cometiera un error para
aprovecharlo en su favor ... y éste ocurrió; el Capitán Zúñiga cargó
repechando cuesta arriba. Cuando los soldados iban resollando en
la subida, el toqui lanzó contra ellos el alud de sus lanzas que deci-
dieron el combate a su favor. Los adversarios huyeron a la desban-
dada, menos el Capitán Zúñiga y sesenta de sus hombres que
rindieron la vida. Los indios se apoderaron de gran cantidad de
armas, vestuario y bagajes.
Pero la vida del mestizo, al igual que la de Lautaro, había de
ser corta. Dos de sus mujeres, despechadas por e1 interés deinostra-
d o a otras recién capturadas, se pusieron de acuerdo para matarle
mientras dormía después de una borrachera.
En el tercer cuarto de siglo, los Gobiernos de Juan Henriquez
y José de Carro consiguieron las reformas solicitadas al Rey, para
realizar la entrega del Situado en dinero, en lugar de mercaderías,
evitando así los abusos que cometían los encargados de su distribu-
ción. Con el oportuno pago de los salarios y el reparto de vestuario,
equipo, víveres y municiones, se restableció la disciplina y se logró
desterrar el vicio de otorgar licencia a los soldados, que abandona-
ban los fuertes durante los meses de invierno, para dedicarse en
Santiago a tareas particulares.
Durante ese período, el Ejército mantuvo entre mil quinientos
y dos mil quinientos hombres permanentes. La administración
honesta de ambos Gobernantes dio confianza a las tropas de la
Frontera e impuso respeto a los mapuches, que permanecieron en
calma durante largo tiempo.
Atlas de Gay - "Colaccián Iconográfica" -Donación Armando Bmun Menéndez Biblioteca Central de 1s Univorsiaao de Chile
La Chueca
"Relación del Viaje por el Mar del Sur d a s costas de Chile y el Perú durante
los asos de 1712-1713 y 1714", Amede Frkzier.
CAPITULO VI

SITUACION DEL PAIS AL TERMINAR EL SIGLO XVII

La crisis que azotaba a España al terminar el siglo XVII, con la


pésima administración de Carlos 11 "El Hechizado", repercutió en
las colonias americanas. España llegaba así al máximo de su deca-
dencia, con el Último monarca de la casa de Austria en el trono de
los Reyes Católicos.
Bajo los gobiernos de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón,
España habia logrado su unidad. Castilla había sido llamada a des-
cubrir el Nuevo Mundo con Cristóbal Colón en 1492 y sus ban-
deras se habían extendido hasta los confines del globo.
Con Carlos 1 (15 17-1556), nieto de los Reyes Católicos, quien
cifió, además, la Corona imperial de Alemania como Carlos V y su
hijo Felipe 11, el "Rey Prudente", España se habia transformado
en una monarquía universal y habia alcanzado la cumbre de su
hegemonía.
Sin embargo, a la muerte de Felipe 11 en 1598, el poderío espa-
fiol, aunque inmenso, habia empezado su declinar.
Las guerras sostenidas en Europa, el desapego de las clases altas
por el trabajo y la expulsión de los moriscos y judíos, que privó al
Reino de medio millón de agricultores laboriosos, empujaron al
Imperio al borde de la ruina económica. Durante el transcurso de
este siglo, mientras España caía lentamente en la decadencia, Fran-
cia, Inglaterra y Holanda se convirtieron en verdaderas potencias y
las dos Últimas rompieron la clausura del Mare Nostrum, con sus
expediciones corsarias.
Fácil es coniprcnder que el erariu peruano, exigido por la
Metrópoli, para contribuir a los gastos de la Corotia, adeudaba en
1695 cinco Situados al Ejército de Chile, suma que se elevaba al
millón sesenta mil ducados. El Gobernador de esos años, Teniente
General de Caballería Tomás Marin de Poveda, había podido man-
tener La organización castrense gracias a la bonanza económica que
reinó en Chile durante los Gobiernos de Henriquez y Garro y a sus
propias medidas administrativas. Pero la situación se tornaba cada
día más difícil, tanto por las alarmantes noticias que llegaban de la
~ r o n t e i a ,anunciando uri alzamiento general de los indios, como
por la presencia constante de nuevos piratas del Caribe que asola-
ban las costas sudamericanas del Pacifico.

Las medidas adoptadas por Alonso de Ribera en orden a la ali-


mentación y vestuario de las tropas, con el estableciniiento de
'haciendas reales para la crianza de ganado y produccióii agrícola y
la creación de industrias para el equipamiento de los soldados, no
dieron resultados favorables. El robo constante de animales que
hacían los indios en sus malones y el mal manejo de las fábricas
por descuido de los gobernantes, hicieron que si terminase com-
prando a mercaderes los alimentos y prendas destinadas a las tro-
pas, posibilitando así los grandes peculados en desmedro de la
seguridad del país.
Los Virreyes del Perú, exigidos por España y Chile al mismo
tiempo, se veían obligados a poner oídos sordos al clamor de los
gobernantes chilenos. Las consecuencias que provocó la suspensión
del Real Situado no se hicieron esperar. Los comerciantes, impagos
desde hacia mucho tiempo, dejaron de entregar. Los soldados,
hambrientos y mal vestidos, comenzaron a procurarse por sí mis-
mos el sustento. Valiéndose de la violencia, obligaban a los cose-
cheros a entregar un tercio de la harina y trigo que les encontra-
ban, a título de préstamo mientras llegara el Situado.
CAPITULO VI1

EL EJERCITO DE CHILE EN EL SIGLO XVIII

Al comenzar el siglo XVIII, Espafia se encontraba sumida eii la


Guerra de ~ u c e s i ó nque el 'testamento de Carlos 11 habia provoca-
do en Europa. El trono cambiaba de dinastía y la Casa de Austria
daba paso a la francesa de Borbón.
Felipe V, nieto de Luis XIV, era el nuevo soberano. El adveiii-
miento de un francés a la Corona de España alarmó a las potencias
europeas. ikrglaterra, Holanda y Alemania formaron una poderosa
coalición para impedirlo, dando comienzo a la Guerra de Sucesión
(1701-1714), que vino a tenriinar con los tratados d c Utrecht y d c
Rastadt, en los cuales se estable& que Felipe V quedaría corno
Rey de España y América; que España cedía Gibraltar a Inglaterra
y entregaba los Paises Bajos españoles y casi todos los doriiiiiios
italianos al Emperador Carlos VI.
Casi junto con el comienzo del conflicto, tomaba el mando en
Chile el Sargento General de Batalla Francisco Ibáñez de Peralta.
Los clamores de la Colonia habian llegado hasta el nuevo Rey
quien, en medio de los aprietos provocados por la guerra, sc dio
tiempo para preocuparse de esta alejada tierra. El 20 de febrero de
1701, ordenó al Virrey del Perú que reanudara la entrega del Situa-
do y dispuso que seis meses después se enviara una remesa de
armas por la vía de Buenos Aires.
A esa fecha se debían siete años y medio de sueldos atrasados,
además de otros gastos, cuyo total alcanzaba a dos millones cien
mil pesos. El Situado sólo ascendía a doscientos noventa y dos mil
pesos, de manera que equivalía a una gota de agua en el desierto.
Cualquier Goberilador lionesto habría hecho una distribución justa
de los escasos fondos. Mas Ibiñez, demasiado codicioso, comenzó
por pagarse sus sueldos completos y postergó cl pago a los provee-
dores y a las tropas, provocarido un enorme malestar que terminó
con el levantaiiiiento de las fuerzas que guarnecían Yuinbel. El
motíii tomó cuerpo y se siiiiiaron los soldados del sur de Bío-Bío.
La sit~iaciórilago ser dominada gracias a la mala fe del Goberna-
dor quien, después de otorgar garantía a los revoltosos, les tomó a
traición y les hizo ejecutar.
Sabiendo que su Ejército estaba sin armas ni municiones, con
los soldados desnudos, hambrientos y merodeando por los campos,
Ibáñez se cuidó mucho de provocar a los indios, ocultándoles,
hasta donde era posible. la debilidad de sus fuerzas.
El 26 de abril de 1703, el Rey dictó la Real Cédula denominada
Real Placarte de 1703, en la que fijaba la composición del Ejército
de Línea de Chile en la siguiente foniia:
Infantería: 8 compañías, con 100 clases y soldados.
1 teniente y 1 alférez cada una.
Caballería: 5 compañías, con 100 clases y soldados.
1 capitán, 1 teniente y 1 alférez cada una.
Artillería: 1 escuadrón o piquete, con 1 capitán, 8 artilleros
para el servicio de las piezas, 6 soldados y
S artesanos militares.
Estas fuerzas sumaban aproximadamente 1.400 hombres, pues
el Rey estimaba que la Guerra de Arauco iba en descenso y podía
aliviarse el Situado. Pero, desgraciadamente, la remesa era sólo
ilusión y la rapacidad de los encargados de distribuirla, cuando
llegaba, causaba malestar entre los soldados.
La conducta de Ibáñez llegó a oídos del Monarca, quien proce-
dió a reemplazarlo por don Juan Andrés de Ustáriz, resultando
peor el remedio que la enfermedad. Efectivamente, Ustáriz era un
comerciante vasco que había hecho su fortuna en SeviUa y, medio
arminado por las vicisitudes de la Guerra de Sucesión, decidió
rehacer su fortuna cn América, donde podría desarrollar tiiás fácii-
mente su giro comercial, para lo cual se trasladó a Chilc con cl
personal de su antigua casa dc comcrcio.
Ustáriz representó la llegada al poder de la influencia vasca, que
iba a entronizarse en Chile por inás de dos siglos. Muclios conier-
ciantes vascos, que ya predominaban en el país, le alle,~ ~ a r osu ii
adhesión junto a la gente del Cabildo. Más, si bien el nuevo Gober-
nador era sensato y prudente, su innioralidad admiiiistrativa le
impidió realizar un mandato ideal. Los terratenientes, que había11
vivido con la espada en la mano y el Ejército, que iio veia con bur-
nos ojos a este representante del Rey que no era militar, le iiiiraron
con desprecio y antipatía.
Poco importó a don Andrés el desaire. Había venido a Iiaccr
negocios bajo un gobierno tranquilo y lo conseguiría. Si» preocu-
parse de las apariencias, puso desde el primer momento un allila-
cén en Santiago a cargo de Miguel de Vicuña, uno de los dcpen-
dientes que habia traído desde España. Distribuyó al resto de sus
empleados en cargos públicos desde el Norte Chico hasta la zona
de los canales, tejiendo así una red que le permitía mantener el
contacto directo con cada empleado donde pudiera llegarle una
parte del dinero que se movía.
El nuevo Monarca habia otorgado facilidades a las naves fran-
cesas para que recalaran en el Pacifico, permiso que dio enorme
vuelo al desarrollo del contrabando. La escasez de mercaderias
europeas, originada en la suspensión de las flotas españolas dema-
siado atareadas en la guerra, creaba una profunda necesidad que
los marinos franceses supieron aprovechar.

Pronto comprendieron los capitanes que podian traer sus naves


cargadas de aquellas mercaderias que tanto hacían falta en estas
latitiides, llevando de regreso sus bodegas cargadas con el oro de
los colonos y los productos del continente que revenderían en
Francia.

La gran habilidad comercial del Gobernador Ustáriz, le permi-


tió aplacar los síntomas de levantamientos indígenas a través de
negociaciones que culminaron en el Parlamento de Tapihue, donde
obsequió generosamente a los caciques con fondos provenientes de
las arcas reales, además de prometerles que no se les reduciría el
número de sus mujeres ni se les prohibirían las borracheras.

Pero las cosas, así llevadas, no podían durar largo tiempo. Los
mismos capitanes franceses con quienes había comerciado y algu-'
nos de sus antiguos socios que se hallaban descontentos, hicieron
llegar al Consejo de Indias un memorial con las acusaciones de sus
andanzas mercantiles y, tras un largo proceso, fue separado del
cargo en 1716.

El Teniente General Gabriel Cano y Aponte, que le sucedió en


el cargo, era un distinguido militar que había gastado veinte afios
de su vida en Francia, Flandes e Italia, donde mostró gran valor y
decisión. El prolongado contacto con la nobleza gala le transformó
e n u n gentilhombre francés, con mezcla de cortesano frívolo y
fuertes rasgos de hidalguía castellana. Fue, sin duda, uno de los
Gobernadores de personalidad más atrayente de la Colonia.

El mantenimiento de la línea fronteriza en el Bío-Blo, la sus-


pensión de las hostilidades y de la esclavitud de los indios, crearon
una larga paz entre españoles y araucanos que permitió el comer-
cio entre ambos pueblos y derivó en un prolifero mestizaje. No
obstante, la codicia de algunas autoridades en el contacto mercan-
til con los indios, provocó varias reacciones cruentas que termi-
naron en un conato de levantamiento general. Pero Cano y Aponte
supo manejarse para negociar un nuevo Parlamento, esta vez en los
llanos de Negrete, que celebró el 13 de febrero de 1726.
El nuevo tratado n o significaba en absoluto la pacificación de
Arauco; pero, al menos, dilataba la paz el tiempo suficiente para
permitir la llegada de dos mil soldados que el Gobernador solicitó
al Rey para cubrir los fuertes de la Frontera.
Es interesante anotar que, a fines del siglo XVIII, Concepción
apenas lograba organizar una compar'iia o un escuadrón de Milicias,
a l paso que en la primera iiiiíad del siglo XVIII mantenid uno o
dos regimientos reglados, fuera de algunas compafiias sobrantes.
Todo esto como coiiseciieiicia de la iriayor prosperidad econótnica
que produjeron las reformas mercantiles del Despotismo Ilustrado.
Un claro índice de esta mayor-prosperidad lo brinda también
la historia del Real Situado. Por la Ley 1 1, titulo 30. libro VI11 de
Indias, Lima y Potosi -desde comienzos del siglo XVII- debían
proveer el Situado de 212.000 ducados para los gastos de la guerra,
defensa y fortificación de Arauco. En el siglo XVIII, Chile hizo
cuanto pudo para ser menos gravoso a Lima. El Situado se fue re-
duciendo progresivamente. En 1753 alcanzaba a sólo $ 79.430,
suma que desde 1759 dejó de mandar el Perú. Desde ese aiio será'
el Gobierno de Chile, a través del estanco del tabaco, el que fitian-l
ciará el pago de las tropas y demás gastos relacioiiados con las
guerras de Arauco. En 1784 el valor líquido de la real venta de
tabacos llegó a $ 186.785. El gasto militar del Reino en sueldos y
vestuario de los soldados y oficiales, fortificación de la Frontera,
Valparaiso, Valdivia y Juan Fernández, alcanzó a la suma de
$ 219.144 (35).

(35) "Oficio del Regente Visitador de a ü e , al Visitador General de i.ima.de 17 de sep.


tiembre de 1785, remitiéndole el estado de La Hacienda chilena". Archivo de
indias. Audie* de Chile. IRgajo 419.

137
Guardia de la Casa Real espanola del siglo XVII
"Le costume et les armes des soldats de toas l a tempJ ', Liliane et Fred Funcken
Jos6 Antonio Manso de Velasco
Museo del Carmen de MaipÚ
CAPITULO VI11

LA REFORMA DEL VIRREY JOSE ANTONIO


MANSO DE VELASCO

Durante su administración, el Gobernador José Antonio Man-


so de Velasco (36), nombrado por Real Cédula del 28 de octubre
de 1736, propuso al Rey una reducción del Ejército y un aumento
de .los sueldos de los oficiales y soldados que lo componían. Hom-
bre de armas que se había encontrado en diferentes campos de
batalla y conocido la organización de los Ejércitos europeos, pensó
que una fuerza menos numerosa, pero de mayor calidad y discipli-
na, impondría respeto a los araucanos y mantendría en calma la
Frontera.
Tras un seno estudio de la organización castrense que poseía el
Reino, elevó a la consideración del Monarca un proyecto de
mejoramiento de sueldos, dotaciones, vestuario y abastecimiento,
que llamó la atención de Fernando VI y le llevó a ordenar al
mismo Manso de Velasco, por Real Cédula del 22 de mayo de
1748, la redacción de los reglamentos que estimara convenientes
para convertir en realidad el plan propuesto. A esas alturas el
Gobernador ya había sido promovido al Virreinato del Perú, don-

(36) José Antonio Mansa de Velasco (1684-1763). Natural de San Joíéde Logroño sir-
vió desde muy joven en el ejército en Aragón, Cerdefis, Catalma, Ceuta e Italia.
Sobresalió en su vida mili^ nor su buen iuicio v dotes de administrador. Nombra-
~~~~

do Gobernador de Chile en i73.5, realiza un próspera gobierno, fundando ciuda-


des como San Felipe, Los Angeles, Cauquenes, Talca, San Fernando, Melipilla,
Rancagua, Curicó y CopiapÓ- Su período se vio turbado por la Guerra de Aiauco,
terremotos Y piiatas, pero logró salir adelante eir su labor de progreso. Fue enjui-
ciado y condenado a cien años de suspensión de sus empleos militares y destierro,
más costas a la Corona. Murió en 1763, amaigado por la enorme injusticia ejercida
contra él por el Conde de Aianda.
de fue agraciado por su probidad y diligencia, coa el titulo de
Condede Superunda.
Manso de V,lasco cumplió la orden real en Lima, publicando
dos reglamentos para la organización del Ejército de Chile. El pri-
mero estaba destinado a las tropas de Concepción, Valparaíso,
Chiloé y Juan Fernández; el segundo se refería a las dotaciones de
Valdivia.
Fernando VI aprobó estas disposiciones por Real Cédula del 17
de abril de 1752, sancionando con ello el pensamiento español res-
pecto a desistir de la conquista de Arauco y mantener solamente lo
alcanzado, lo que significaba dejar en paz a los mapuches, mientras
no promovieran nuevos alzamientos ni traspasaran la frontera del
Bío-Bio.
Conforme a la reciente reglamentación, el nuevo Gobernador
Teniente General Domingo Ortiz de Rozas, procedió a reducir el
Ejército de la Frontera a 750 plazas, distribuidas en 10 compaiiids
de Infantería y 6 de Caballería. Los fuertes fueron provistos de
Artillería y se asignó la suma de $ 90.764 anuales para el pago
de sueldos. A Valdivia se asignó una dotación de 363 infantes
cuyos salarios alcanzaban a la suma de 50.692 pesos. Las Cajas
Reales de Santiago quedaron encargadas de proporcionar los
dineros necesarios para la alimentación y avituallaniiento de las
tropas.
En esta forma, las fuerzas de la linea del Bío-Bío quedaron
compuestas de la siguiente manera:
Infantería : 10 cornpafiías, con 1 capitán, 1 teniente, 1 alférez
y 50 hombres por unidad.
Caballería : 6 coinpañias, con 1 capitán, 1 teniente, 1 alférez
y cuarenta soldados cada una, menos la sexta,
cuya dotación alcanzaba a 50 hombres.
Artillería : 1 compafiia, con 1 capitán, 1 condestable y 19
soldados artílleros.
Esas nuevas disposiciones fijaron, además, los uniformes que
usarían los diferentes cuerpos de la península y de América; estos
últimos fueron modificados por las restricciones que imponían los
recursos económicos en la confecci6n del vestuario y en la fabrica-
ción de elementos de cuero, tales como sillas de montar, atalajes,
calzado y otros. Los Virreyes del Peni adoptaron la moda europea
en sus unidades y en Chile se confeccionaron uniformes para las
tropas de línea y para las Milicias, que permitieron distinguir a los
soldados en servicio.

Por aquellos años llegaron a las colonias espaílolas los primeros


fusiles, arma que debía reemplazar al mosquete. Su menor peso y
rapidez de fuego eran un notable adelanto para la época. El fusil
requería sólo de trece movimientos para su carga y, con soldados
bien instruidos, era posible realizar tres disparos cada cinco minu-
tos. En esta forma, la Infantería iba a ganar en densidad de fuego
y en alcance de tiro, pues la nueva arma alcanzaba casi hasta los
150 metros.
Junto a las fuerzas de Línea, guarnecían los fuertes de la Fron-
tera también las milicias que, según datos existentes, alcanzaban en
1790 a unos 15.000 hombres, distribuidos en las distintas provin-
cias del reino desde Copiapó hasta el Bío-Bio.

Las milicias constituían un auxiliar del Ejército, al que el


Gobernador podía recumr cuando la situación lo hacía menester.
Además, cumplían servicio de guarnición en los puntos donde esta-
ban organizadas en forma de regimiento o compañías. Llevaban
nombres españoles o simplemente el de la provincia o localidad
donde se encontraban.

El Presidente Manuel de Amat y Junient (37), empefiado en


reprimir con mano de hierro los desmanes existentes, creyó nece-

(37) Manuel de Amat Y Junient. Nació en Cataluña en el castillo familiar, siendo su


padre el Marqués de Castelbell. A los once años inició su carrera militar en el com-
sano crear, en 1758, una unidad de tropa encargada de refrenar
los abusos que cometían los criminales en la capital. Organizó
la Compafiia de Dragones de la Reina con cincuenta hombres esco-
gidos por su intachable conducta, a quienes asignó un sueldo de
veinticinco pesos. Su cuartel estuvo ubicado en una casa a la espal-
da del Palacio de Gobierno, en la esquina de las actuales calles
Puente y Santo Domingo y les dio por Comandante al Coronel
Ignacio del Alcázar, Conde de la Marquina. Entre sus obligaciones
estaban las de constituirla guaruia dc palacio, cuidar de las oficinas
piiblicas, hacer respetar a las autoridades y las órdenes administra-
tivas y velar por la seguridad de la ciudad.

bate de Martorell y llegó al grado de Mariscal de Campo. Intcligcnte y estudioso,


fue un gran Gobernadur de Chile. Reformó la Universidad de San Felipe y el Ejér-
cito, implantó la disciplina administrativa y social, luchando contra el bdndoleris-
mo. pdra lo cual creó la cornpfiia de Dragones de la Reina. Combatió contra los
indios y posteriormente fue elevado al Virreinato del Perú. Bajo su adminintniión
se realizó la expulsión de los jesuitas.
LA ORDENANZA GENERAL DEL EJERCITO
ESPAÑOL DE 1768

Después de la Ordenanza de 1728, que reglamentó el régimen


interno de los reales Ejércitos de España y, con algunas adaptacio-
nes, los de las colonias americanas, la modificación más importante
fue la dictada por Carlos 111en 1768, con el titulo de "Ordenanza
de S.M.,para el régimen y disciplina y seMcio de sus Ejércitos"
(38) que, posteriormerite, por haberse dado a conocer a las colo-
nias desde Cuba, recibió el nombre de Reglamento de Cuba.
Este Monarca, que hizo un reinado bastante afortunado en
EspaRa y se preocupó de realizar muchas reformas administrativas,
urbanísticas e industriales, tuvo especial interés en dar a los Ejérci-
tos espaíloles una organización de acuerdo con los modernos ade-
lantos europeos. Gran aficionado a la caza y a las armas, se empe-
ñó en interesar a los fabricantes españoles para que introdujeran
reformas tendientes a mejorar el fusil y la carabina usados por la
Infantería y Caballería reales. En esa época, dos artífices, Daniel
Algora y Francisco Lbpez, idearon cargar las armas por la recá-
mara; pero aplicaron este invento sólo a escopetas de caza que
regalaron al Rey. El adelanto concitó el deseo del Monarca de
extenderlo a las armas de guerra; mas, la iniciativa no se concretó.
La reforma de 1768 fue, en cierta manera, "afrancesada" y su

(38) Oñat, Roberto Y Carlos Roa. Régimen Legal del Ejército en el Reino de Chüe.
Santiago, Editorial del Pacifico S.A., 1953. Pág. 113.
influencia se nota en los uniformes de la época. Nada hay de raro
si se considera que los Reyes de la Casa de Borbón eran de origen
galo. Así, también, se comenzaron a organizar regimientos con sol-
dados extranjeros como el de Saboya, al estilo de los suizos del
Monarca francés.
El reglamento alcanzó a las colonias y fue el último y más
importante de cuantos rigieron al Ejército del Reino, no sólo por
lo que significó en cuanto a organización y a la meta de una evolu-
ción de siglos de nuestro derecho militar, sino porque su efectiva
aplicación colocó a nuestras Fuerzas Armadas en el mismo plano
administrativo que las más perfectas de las grandes potencias de la
epoca.
Este reglamento, que se empleó en Chile hasta el advenimiento
de la vida independiente, está dividido en ocho tratados, que regu-
lan tanto las obligaciones de los superiores, como las funciones que
deben cumplir los subalternos, los procedimientos administrativos,
la instrucción, el servicio de guarnición, los honores fúnebres, los
ejercicios doctrinales y de guerra, el derecho, etc.
Los tratados se pueden resumir de la siguiente manera:
Primer Tratado. Composición y fuerza de las unidades mayores,
como los regimientos de Infantería, que se organizaban en dos o
tres batallones de nueve compañías cada uno, más una compañia
de granaderos; los regimientos de Caballería, compuestos por cua-
tro escuadrones de tres compañías cada uno; y los Dragones, de
igual organización que los últimos. El reclutamiento del personal
era voluntario; pero se fijaban condiciones de edades mínima y
máxima y físicas.
Segundo Tratado: Obligaciones de los grados, desde el de coro-
nel, comandante, sargento mayor, capitanes y oficiales, hasta sub-
alternos y soldados. Se especificaban los ascensos y la forma de
llenar las vacantes.
Tercer ~ m t a d o :Honores militares, guarnición, campafía y
honras fúnebres. Bendición de estandartes y banderas. Funciones
de los inspeclores generales en las unidades y confección de las Lis-
tas de Revista Comisario.

Cuarto Tratado; Formaciones de la Infantería, evoluciones en


el terreno, iiiaiiejo del fusil y su empleo. Formaciones que debían
adoptarsc en las paradas y en reuniones en distintos lugares y oca-
siones. Se fijaban los inandos en los ejercicios y la manera de diri-
gir la instrucción.

Quifzto Tratado: Similar al anterior, pero respecto a las forma-


ciones. evolucioiies, instrucción y manejo de las armas de Caba-
llería y Dragones.

Sexto Tratado. Servicio de guarnición, especificando la autori-


dad de los capitanes generales, tenientes del Rey, sargentos
iiiayores y otras autoridades. Trata también de las salvas de arti-
Ileria, cuerpos privilegiados de Artillería, Ingenieros y conducta
respecto a las milicias. Se prescriben normas sobre aprehensión de
desertores.
Séptimo Tratado: Servicio de campaíía. Funciones correspuii-
dientes a los mandos, reemplazos y formaciones especiales de las
unidades. Marchas, campamentos, etc.

Octavo Tratado; Disposiciones vanas relativas a derecho penal


militar, sueldos, etc.
Se asignaba, además, la siguiente escala de sueldos:
Capitán $ 80 mensuales
Teniente "50 "
Subteniente " 40 "

Cabo de escuadra " 27 "

Tambor " 2 5 "

Soldado "25 "


A todos se les retenía la suma de $ 1 0 mensuales para ves-
tuario, caballo y montura, a fin de que su presentación fuera uni-
forme y de gran corrección.
La intención que tuvo el Gobernador Amat al fijar tan altas
remuneraciones, fue que el bienestar económico de los miembros
del Ejército les alejara de la tentación de recibir donaciones o de
entrar en tratos con delincuentes Pero, al dar cuenta al Virrey, en
su oficio del 26 de septiembre de 1758, tuvo la sorpresa de recibir
por respuesta una amarga censura. En vista de esto, recurrió al Rey
Carlos 111, quien, más consecuente que su representante en el Perú,
aprobó lo obrado por Amat con fecha 12 de octubre de 1760. Des-
graciadamente, la falta de medios para pagar los sueldos hizo que
sus sucesores rebajaran las remuneraciones, perdiéndose el objetivo
y la eficiencia del personal.
Museo Histórico Nacional
CAPITULO X

REFORMA DE LAS MILICIAS DE SANTIAGO

Junto con crear el Cuerpo de Dragones de la Reina, el Mariscal


de Campo Manuel de Amat y Junient emprendió la tarea de
activar las milicias existentes en Santiago. Estas organizaciones
aparecían, teóricamente, como poderosas auxiliares del Ejército;
pero en la realidad se hacía casi imposible reunirlas, pues oficiales
y soldados desatendian sus obligaciones y no concurrían al llama-
do. Esta perjudicial situación' unida a las constantes alarmas
producidas por los anuncios que masas indígenas amenazaban
desde la cordillera, movieron al Gobernador a acometer su refom~a.
En la capital existían una compañia de soldados reformados de
Caballería; un Cuerpo de Milicias d e Comercio, organizado en
16 15 para la guarda de almacenes y tiendas que, con el incremento
logrado por el gremio d e comerciantes, contaba ahora con cerca
de trescientos hombres; dos cuerpos d e milicianos, uno de Infante-
ría y otro de Caballería, desprovistos ambos d e toda instrucción
militar, d e vestuario y casi completamente de armas (39).

Lo primero que hizo fue citar a todos los cuerpos a una revis-
ta general y la impresión que se llevó no pudo ser peor. Las iini-
dades se presentaron muy disminuidas por la ausencia de ofi-
ciales y soldados. El vestuario. si tal podía Ilamarse, no se com-
padecía con el uniforme que los distinguía como soldados. El
armamento era escaso y se encontraba en pésimas condiciones.

( 3 9 ) Barros Arana, Diego. Historia General de Chile. Santiago, Editorial Nascimento,


1932. Tomo VI. Pág. 222.
Esta revisión le llevó a dictar una ordenanza, el 5 de noviembre
de 1759, para organizar las milicias y hacerlas verdaderamente úti-
les a los propósitos que debían cumplir.
Transformó a la milicia de comercio en un batallón de tres
compañías con cien soldados cada una. El Cuerpo de Milicias
urbanas de Infanteria, compuesto por tres compañías, que daban
un total de novecientos noventa hombres, lo convirtib en un
batallón de ocho compaiiias, al mando del Cuartel Maestre de
Campo General Pedro del Portillo. De la Compañía de Castas,
constituida por gente de la más rancia aristocracia colonial, formó
tres: una de Granaderos, otra de Húsares de Borbón y la tercera,
de Artillería. Estas se uniformaron a su costa y el Rey les concedió
fuero militar. Su Comandante fue Gregorio Arenas, a quien el
monarca distinguió con una medalla que llevaba su imagen graba-
da. Las milicias de Caballería, compuestas por ochocientos cin-
cuenta hombres, las distribuyó en ocho compañías. Finalmente, el
Batallón de Pardos, formado por doscientos negros y mulatos, en
su mayor parte esclavos y de algunos artesanos, lo repartió en dos
compañías y ordenó que recibieran especial instrucción en ejer-
cicios de Infanteria y servicio de la Artillería.
Las milicias fueron adiestradas en el lanzamiento de la granada
y en el manejo de la artillería. actividad la primera que había esta-
do reservada a unidades europeas por considerarse muy especiali-
zada. Llamó la atención al Gobernador la facilidad con que los
milicianos criollos aprendieron el uso de la granada y del catlón.
Así, "con esta práctica dejó modelo a sus sucesores para que,
aumentada la población de aquel reino, den a los cuerpos de mili-
cias toda la perfección de que son susceptibles" (40).
Las tropas de milicias fueron uniformadas de manera similar a
las de línea: casaca y pantalón color corteza, con medias y zapatos;
solapas y botamangas encarnadas, botones dorados y correaje. Su
armamento fue el fiisjl, que había llegado desde España vía Buenos

(40) Carvallo Goyeneche, Vicente. Obracitada. Tomo 11. Pág. 299.


Aires; pronto se comenzó a usar la bayoneta, que reemplazó a las
picas de la Infantería.
Desde el momento en que Amat reformó las milicias y las
colocó en un pie semejante al Ejército, al cual debían colaborar
en sus misiones ofensivas contra los araucanos y defensivas del
territorio nacional, haciendo frente a las armadas corsarias que se
presentaban de improviso, nació en los criollos el deseo de perte-
necer a sus fdas y ostentar los grados que se otorgaban con fuero
militar y que les hacía distinguirse entre sus compatriotas.
Sus hojás de servicios forman parte del archivo militar de la
Colonia. Copias de ellas se encuentran en el Archivo de Simancas
(Valladolid, Espafía). Muchos de los hombres que más tarde
tendrían gloriosa actuación en la guerra de la Independencia se
encuentran allí. A título de ejemplo, transcribimos algunas que se
encuentran en el apéndice de la obra de Jorge de Allendesalazar
Arrau, páginas 268-28 1, "Ejército y Milicias en el Reino de Chile",
consignadas "como aparecen en sus respectivos asientos":
Pedro Andrés de Alcázar. Capitán Dragones de la Frontera,
1800,7267, N ,124.
Ignacio de la Carrera. Coronel Milicias Cab. del Príncipe
1797, 7267, XII, 495.
José Miguel Carrera y Verdugo. Alfbrez Milicias Cab. del
~ríncipe,l797,6267,XII, 519.
Juan José Carrera y Verdugo, Teniente Milicias Cab. del Prín-
cipe, 1796, 7267, XX, 768.
Conde d e l a Conquista. Coronel Milicias Cab. de la Princesa,
1797,7267, XVII, 641 (Don Mateo de Toro y Zambrano).
JoseMaría Benavente. Cadete Dragones- de-la-Frontera, 1800,
7267,VI, 146.
Juan de Dios Ribera. CadQe Dragones de la Frontera, 1800,
7267, N ,148.
Manuel Rodríguez. Teniente Dragones de la Frontera, 1797,
7267, XIV, 583.
Juan Francisco Sánchez, Capitán Batallón Inf. d e Chile,
1800, 7267,I, 5. ("El gallego", que combatió contra Carrera).
Juan de Dios Vial. Ayudante Mayor Asamblea Cab. 1800,
7267, V, 153.
Los ctiollos con grados en las milicias del reino, hacían valer
su fuero ante los tribunales en juicios civiles y apelaban al Gober-
nador para que, en caso d e ordenarse una detención, ésta se
cumpliera en los recintos militares y no en la cárcel publica como
los reos comunes. Esos casos fueron corrientes, entre ellos la
historia nos recuerda que José Miguel Carrera, en su juicio contra
ladrones' de ganado en El Monte, en que participó el juez de dis-
trito, cacique Estanislao Placencia, sindicado como autor y encu-
bridor de los abigeatos; éste resultó herido por Carrera al defen-
derse de la agresión de los cuatrems. El asunto fue a los tribuna-
les y se ordenó su detención; mas, José Miguel hizo valer su grado
de Teniente del Regimiento de Caballería del Príncipe y logró su
salida de Chile y envio al Perú (41).
Más tarde, invocando lo mismo, su tío José María Verdugo,
con quien vivía, consiguió hacerlo detener, "por sus calaveradas",
a bordo de un bergantín surto en El Callao.

(41) Reyno Cutiérrez, Manuel. José Miguel Carrera. Su vida, sus vicisitudes, su época.
Santiago, Editorial QuimantÚ Ltda., 1973. Págs. 27 Y 28.

156
CAPITULO XI

EJERCITO Y MILICIAS DESPUES DE LAS REFORMAS


DE MANSO Y DE AMAT

Como se dijo anteriormente, la guerra en la Frontera entró en


un periodo de relativa calma durante el gobierno del Presidente
don Gabriel Cano y Aponte. El Rey Felipe V habia reiterado, por
cédula del 30 de diciembre de 1724, el restablecimiento del Ejér-
cito a su antigua planta de 2.000 soldados, la remisión del Situa-
do, la recluta de cuatrocientos a quinientos hombres en el Perú
y el envío desde España de dos a tres mil carabinas y dos mil
fusiles, para renovar el anticuado y deficiente armamento de que
disponía esta lejana Colonia. La fortificación de la línea del
Bio-Bío mantenía en calma la Frontera. lo cual dio el necesario
alivio a los colonos que se dedicaron a incrementar la producción
agrícola. Este descanso sólo se vio interrumpido por los terremo-
tos d e 1730 y 175 1 y las correrías del corsario inglés Jorge Anson.
En 1759, algunas escaramuzas de los indígenas mantuvieron
al sur en alarma. Diez años más tarde, los mapuches iniciaron un
fuerte alzamiento en la región dc Antuco, en el que tuvo sus y&
meras actuaciones Ainbrosio O'Higins, a quien dio el mando del
fuerte de Antuco el Gobernador interino, licenciado don Juan Bal-
maceda.
Entretando, llegaba a Chile el nuevo Gobernador Francisco
Javier de Morales y Castejón, que se había embarcado en Carta-
gena con seiscientos soldados de Infantería española de línea, una
compañía d e artilleros y treinta veteranos de Caballería. Esta
fuerza, que enviaba el Conde de Aranda para reforzar el Ejército de
Chile, al que suponía amenazado por los ingleses, venía al mando
del Coronel Baltasar de Setmanat en tres barcos que, tras una fra-
casada tentativa de doblar el Cabo de Hornos, debieron recalar en
Montevideo y dirigirse por tierra a Santiago.
Los nuevos socorros hicieron pensar a Morales que podía abrir
una inmediata campaña contra los mapuches; pero, a los dos meses
de llegar, el batallón se amotinó y exigió el pago inmediato de sus
sueldos. La situación puso en verdadero conflicto al Gobernador y
a la Audiencia, que trataron de emplear medios dilatonos en espera
de la llegada del Situado. Mas, como éste demorara, hubo de
recumrse a erogaciones y otros medios para cumplir con los solda-
dos. Era la segunda vez que se producían hechos como éste; la pn-
mera había sido bajo el gobierno de Francisco IbáAez de Peralta.
No obstante, el incidente acarreó un enorme beneficio para los
chilenos. El Virrey dispuso que se comenzara a licenciar a los sol-
dados del bataUón, dándoseles empleos y tierras en Chile, en tanto
sus vacantes eran llenadas por criollos que, conocedores de su país
y de la forma de combatir en esta guerra, cumplían sacrificada-
mente sus obligaciones en los fuertes de la Frontera con más
eficiencia que los soldados peninsulares. Estos, ávidos de un enri-
quecimiento rápido, fueron responsables de las injusticias, atro-
pellos y matanzas que se cometieron, para hacer prisioneros a los
indígenas y convertirlos en esclavos.
Naturalmente que la medida de emplear criollos, a quienes
se les pagaba sueldo, cayó mal entre los espafioles, especiaimente
a los señores de la Real Audiencia, que trataron de torcer la volun-
tad del Gobernador. Pero Morales se mantuvo firme en su decisión
y lentamente efectuó los reemplazos.
Ya Laso de la Vega, cien ados antes, había tratado de integrar
a los nativos en la defensa del temtorio naciona1;pero nada consi-
guió.

"La prudente conducta del Gobernador no hacía el efecto que


se prometió y esperaba. Los oidores se desentendian y el Ayunta-
miento se manifestaba remiso en el mismo negocio y los vecinos
rehusaban empeñarse en una guerra que nada más les prometía que
penalidades, consumo y atrasos en su hacienda. No distaban de
este peligroso empeño por falta de valor y destreza, que entonces,
después y ahora lo que le sobra a la nobleza de Chile es animosidad
y gallardía. Bien conocía y conocen ahora la estrecha obligación
de defender el patrio suelo, pero hacían memoria y también ahora
lo recuerdan, que la tierra toda de su país está regada con la sangre
de sus mayores y que el fruto de este rojo y horrible riego van
otros de afuera a cogerlo, sin que las piadosas reales intenciones de
los soberanos hayan sido bastante para remediar este abuso. Ven
que ellos llevan todo el peso del real servicio y de la guerra y que
por informe de los gobernadores cogen los extraños el empleo que
supo merecer el hijo de la patria" (42).

La remuneración y el goce de fuero llevaron a los criollos a las


filas activas del Ejército de Chile. El resultado fue el mejoramiento
inmediato de la disciplina y eficiencia de las tropas que guarnecían
los fuertes de la Frontera.
En los primeros años de la Conquista, los hijos de Chile tuvie-
ron escasa participación. Así fue como, al recibirse del mando
Alonso de Ribera en 1601, ni el SO/ode los soldados eran chilenos.
Todos los cargos de oficiales, sargentos y cabos eran desempefiados
en un 70°/o por espafioles. El resto se componía de peruanos, me-
jicanos, ecuatorianos y otros. Tomemos como ejemplo dos compa-
ñías de la época de Ribera:

( 4 2 ) Carvallo Goyeneche, Vicente. Obra citada. Pág. 19.

159
Composición Compafiía de caba- Compañía de
Ueria de Gines Alonso d e Cáceres
de Lillo 1 I
Peninsulares
Americanos
Chilenos
Europeos
Islas Canarias

1 Totales 1 44 1 66 1
La compañía de oficiales reformados de esos años se componía
de 47 hombres, todos españoles (43). Oficiales rcfonnados eran
aquéllos que habian cuinplido un periodo de servicio y, sin pasar al
retiro absoluto, se mantenían en la reserva activa instruyendo a las
tropas; en especial, a las milicias. Conservaban su grado y rango,
gozaban de fuero y constituían la escolta del Gobernador.
El elemento humano de origen chileno que participó junto a
los castellanos en la Guerra de Arauco fue, desde el coiiiiei~zo.de
enorme superioridad sobre otros criollos americanos. El propio
Rey de España, a pedido d e los Gobernadores de Chile, aconsejó al
Virrey del Perú reclutar soldados entre los peninsulares que había
en Lima, evitando la leva de mestizos, mulatos o pardos, por ser de
mala calidad, fáciles de desmoralizar y que huían cuando se en-
frentaban con los araucanos.

(43) Oñat, Roberto y Carlos Roa. Obra citada. Págs. 138 y 139.

160
Museo Eiistónca Nacional
Atlas de Gay - "CalecciÓn Iconográfica" -Donación Armando Braun Menindez Biblioteca Central de la Universidad de Chile.
CAPITULO XI1

ULTIMO REGLAMENTO DEL EJERCITO DE CHILE


REFORMA DE JAUREGUI

A. REFORMA DE JAUREGUI

Numerosas cédulas reales habían dispuesto reformas en la


organización de las tropas que guarnecían la Capitanía General de
Cliile. Por sugerencia de O'Higgins, el nuevo Gobernador Mariscal
de Campo Agustin de Jáuregui (44) procedió a llevar adelante,
mejorándola mucho, la reorganización que Amat había iniciado en
las milicias y en el Ejército. Propuso al Virrey del Perú un nuevo
reglamento que comenzó a regir el l o de noviembre de 1778.
Se cambiaba en él la dotación y distribuci'ón d e las compañías
y se aumentaba el sueldo a los soldados.
Fuerza total y efectiva: 1.250 plazas
26 coinpaíiias, de 50 hombres cada una, incluidos los sargen-
tos, cabos, pifaiios y tambores, que se distribuían en:

(44) Agustín de Jáurcgui y Aldecoa (1711-17841. De larga carrera militar, fue en su


juvintud caballerizo de campo de Felipe V. Eii 1736 ingresó a una compañía
del Regimiento de Dragones de Almansa. Se distinguió por su cordura, rectitud
y laboriosidad, que le valieron su nombramiento como Gobernador de Chile en
1772. Fue un gobernante prudente y discreto queadministróla Colonia con éxito.
Reformó el Ejército de Chile, por sugerencia del más tarde Gobernador Anibro-
sio O'Higgins. Celebró un parlamento con los indígenas, para asegurar la paz.
Creó el Colegio Carolina, la Academia de práctica fureiisi, realizó el primer censa e
hizo frente a numerosas calamidades públicas como terremotos e inundaciones. Fue
promovido al Virreinato del Perú, donde murió.
1 Batallón de Infantería con: 8 compañías de Infantería.
1 compañia de Granaderos.
1 Cuerpo de Dragones 8 compañías
1 Batallón de Infantería 7 compañías (Valdivia)
1 Cuerpo de Artillería 2 compafiías

En esta fuerza no están contemplados los oficiales. Para la


Frontera se fijó una Plana Mayor, compuesta por:

1 Maestre de Campo General Comandante


1 Veedor General Funciones de Cuartel
Maestre
1 Ayudante Mayor Ayudante M.C.G.
1 Tambor mayor
13 Capellanes Se desempeñaban en los fuer-
tes de Concepción, Tucapel,
Santa Bárbara, Purén, Los
Angeles, Nacimiento, Santa
Juana, Talcamávida, Yumbel,
San Pedro, Colcura, Arauco y
Talcahuano.

El grueso de las tropas estaba radicado en la línea de fuertes


que guarnecfan el Bío-Bio, al mando del Gobernador-Intendente
de la provincia que, por lo general, era el mismo Maestre de Campo
General. Cuando el Gobernador del Reino se encontraba en la
Frontera, era él quien tenia el mando del Ejército. Este caso fue el
más normal, pues los mandatarios de Chile pasaban la mayor parte
de su tiempo en el sur, mientras la Audiencia atendía la ciudad de
Santiago.

En Santiago se localizaron las siguientes fuerzas:

1 Compaíiía de Infantería (perteneciente al Batallón de Infan-


tería de la Frontera).
1 Compaíiía de Dragones de la Reina.
La Plana Mayor de Santiago se componía de:
El Gobernador, Presidente y Capitán General.
Secretario letrado de la Presidencia.
Primer oficial.
Segundo. oficial.
Ayudante Mayor del Capitán General.
Ingeniero.
Capitán Preboste (administrativo)

Las fuerzas dependían del Gobernador, quien designaba co-


mandante general a un oficial superior de su confianza.

Guarnición en la ciudad de Valparaíso:


1 Gobernador político milita1
1 Compañia de Artillería
1 Compañía de Dragones

Guarnición en la isla de Juan Fernández:


1 Gobernador político militar
1 Compaiiia de Infantería

Los sueldos que se asignaron a los grados fueron los siguientes:

Maestre de Campo (en la Frontera) 125 pesos al mes


Veedor General (en la Frontera) 125 " " "
Ayudante Mayor 3,
45 " " "
Tambor Mayor 9,
1 4 " " "
Capellán ,
, 18 " " "
Capitán de Infantería " 50 " " "
Teniente 9,
35 " " "
Alférez 7,
25 " " "
Sargento l o " 14 " " "
Sargento 2O " 1 2 " " "
>>
Cabo l o 10 " " "
Cabo 2O de Infantería 9 pesos al mes
Tambor ,3
9 " " "
Pifano ,, 9 " " "
Soldado 3,
8 " " "
Capitán de Dragones 60 " " "
Teniente de Dragones 40 " " "
Alférez de Dragones 32 " " "
Sargento de Dragones 15 " " "
Cabo de Dragones 12 " " "
Tambor montado de Dragones 12 " " "
Soldado de Dragones 10 " " "
Capitán de Artillería 65 " " "
Teniente de " 40 " " "
Alférez de " 32 " " "
Sargento de " 21 " " "
Cabo 10 14 " " "
3,

13 " " "


>,
Cabo 2O
Soldado 31 12 " " "

Además de estos sueldos se fijaron los siguientes:

Plana Mayor de Santiago:

Ayudante del Capitán General 25 pesos al mes


Preboste General 25 " " "
Capellán 2 5 " " "
Armero 30 " " "

19 Capitanes de Amigos:

Cuatro de ellos con 12 " " "


Quince de ellos 6 " " "
Balseros 6 pesos, 4 reales
Intérpretes (lenguaraces) 12 pesos, 4 reales; que fue
más tarde aumentado a 18
pesos.
I'ersonal de la isla Juan Femández:
Gobernador Político y Militar 100 pesos al mes
Capitán de Infantería 5 0 " " "
Teniente >, 32 " ,, 3,

,,
AlfErez 25 " " "
Sargento 10 " 1 4 " " "
Sargento 20 " 12 " " "
,, " "
Cabo l o 10 "
,, " "
Cabo 2O 9 "
Tambor ,, 9 " " "
Pífano ,>
9 " " "
Soldado ,>
8 " " " .
, ,
Capellán 25 " " "

B. DISTRIBUCION DE LAS FUERZAS DE LlNEA EN LA FRONTERA


Concepción:
En esta ciudad tenia asiento la Plana Mayor de la Frontera,
a cuya cabeza se encontraba el Maestre de Campo, quien era
responsable de la disciplina, abastecimiento y equipamiento d e
las tropas a su cargo, como asimismo del buen comportamiento e n
los puntos que guarnecían. La ciudad contaba con 3 compañías d e
Infaiitería, 2 de Dragoites y 1 de Artillería.
De estas fuerzas se destacaban 15 hombres, al mando de un
oficial, para el fuerte de San Pedro e igual número para el de Tal-
cahuano.
La compañia de Artillería debía destinar dos soldados de reco-
nocida habilidad, para que sirvieran de instructores en los diferen-
tes fuertes de la Frontera.
Plaza de Arauco:
1 Compañía de Infantería 12 hombres, destacados en
el fuerte de Colcura, a cargo
de 1 oficial.
1 Compañía de Dragones
Fuerte de Santa Juana:
1 Compañia de Dragones 12 hombres y 1 oficial, des-
tacados en el fuerte de Tal-
carnávida.

Plaza de Nacimiento:
1 Compañia de Dragones

Plaza de los Angeles:


4 Compafiías de Dragones 2 destacamentos, de 10
hombres c/u, asignados a los
corregimientos de Chillán y
Talca, para la vigilancia y
defensa de los pasos cordi-
Ileranos.

Plaza de Puren:
1 Compañía de Dragones

Plaza de Santa Bárbara:


1 Compañia de Dragones

Plaza de Tucapel:
1 Compañia de Dragones

Plaza de Yumbel:
1 Compañia de Infantería

C . EL UNIFORME

Ya en la época de Manso de Velasco se había establecido el


uniforme que debían usar las tropas del Ejército de Chile; pero,
debido al atraso constante del Situado y a la escasez de telas, nun-
ca se logró una correcta presentación, d10 cierta apariencia de
uniformidad. Unicamente los oficiales, cuyos sueldos les permi-
tían adquirir prendas conforme a su rango, se presentaban con un
vestuario acorde a sus funciones.
Con miras a corregir esta anormalidad, el reglamento de
Jhuregui dictó disposiciones bien precisas respecto al uniforme de
los soldados, a quienes debía proveerse de dos tenidas por año.
Pero la estrechez del erario era tal que, normalmente, se les veía
con sus prendas gastadas y remendadas.
El uniforme era de propiedad del soldado y se acostumbraba a
retenerle una parte del sueldo para su adquisición, quedando bajo
la responsabilidad de los oficiales la buena presentación de sus
hombres.
Se fijó un solo uniforme general para todas las tropas, sin dis-
tinción de cuerpos, que era el siguiente:
Casaca azul de paño de Quito, con vuelta pequeña y collarín
(cuello) encarnado, chupa (chaleco) y calzón del mismo paño,
botones blancos y forros de tocuyo, redingot (capote) de paño
azul de Quito con forro de sarga o bayeta colorada, dos camisas,
dos corbatines, un par de medias, un par de zapatos, sombrem tri-
cornio con galón de seda, algodón o lana. En los Dragones se
diferenciaba la casaca por tener solapa amarilla, al igual que el cor-
dbn del sombrero y los botones. En general, los diferentes cuerpos
se distinguían por el uso de insignias o colores.
El correaje era de color blanco y doble terciado: uno para la
cartuchera y el otro parael sable corto o labayoneta de los infan-
tes. Los de Caballería usaban bandolera, de la cual pendían la car-
tuchera y la carabina; el sable colgaba del cinturón.

D. EL ARMAMENTO
En esa epoca la Infantería usaba fusil con bayoneta y un sable
corto para la lucha cuerpo a cuerpo. La Caballería llevaba carabi-
na, sable y lanza.
La Artillería usaba cañones de bronce, similares a los que se
empleaban en Europa. Las piezas ligeras se empleaban en campa-
ña y las pesadas se encontraban emplazadas en los fuertes.
E. ABASTECIMIENTO

Durante el siglo XVII el abastecimiento d e las tropas fue muy


irregular. Alonso de Ribera quiso hacerlo más efectivo, establecien-
do el uso de carretas que acarrearan la impedimenta; pero el espín-
tu individualista del español fue reacio a los elementos comunes de
transporte y continuó llevando a campaña su sesvidumbre y sus
acémilas con el bagaje personal, lo que dificultaba enormemente
las marchas.

Soldados y oficiales llevaban en las jornadas a sirvientes y


concubinas, que caminaban detrás de la columna o entremezclados
con ella, lo que daba más la apariencia de una tribu de gitanos en
marcha que un ejército regular. Al momento d e establecer campa-
mento, se ubicaba un lugar que permitiera evitar las sorpresas y
cada cual buscaba el sitio que más le acomodaba, donde era asisti-
do por sus sirvientes que le preparaban la comida, levantaban sus
carpas, si las poseian, o preparaban una ramada para pasar la noche
en compañía de sus "rabonas", que era el nombre vulgar con que
se las conocía.

En el siglo XVIII mejoró el sistema de carretas y caballos de


carga; pero la enorme cantidad de mujeres estorbaba los movimien-
tos de la tropa y constituían el más codiciado botín para los indios
que atacaban por sorpresa.

Los cuarteles maestres eran los encargados del abastecimiento


de las tropas; pero su labor fue siempre muy irregular. A pesar de
que ellos eran los encargados d e las adquisiciones, transportes y
arreos de animales, el rancho confeccionado en coniún era desco-
nocido y cada cual se arreglaba como podía. El ganado para la ali-
mentación se llevaba en piños, cuidados por piquetes de soldados.
Cuando era insuficiente o se perdía en algún encuentro, se echaba
mano al d e los colonos d e la comarca, dándoles a cambio un recibo
a pagar cuando llegara el Situado, cosa que sucedía mal y tarde,
provocando el constante reclamo de los propietarios,
Ejército de Chüe. EMGE,
F. EL FUERO MILITAR
Esta palabra, deriva de la expresión latina "forurn", que sig
nifica "tribunal".
El fuero que en la época española favorecía al Ejército, se
denominaba Fuero de Guefra. Así se designaba "el conjunto d e
excepciones y privilegios que disfrutaban los individuos del Ejér-
cito, así como las leyes porque se rigen y los tribunales encargados
de aplicarlas".
Desde muy antiguo existió en España el fuero de los militares,
en orden a tener jueces separados para el conocimiento de sus
causas. Este derecho f u e m u y respetado e n la época medieval, en
que los caballeros de las distintas órdenes o castas militares sólo
podían ser juzgados por sus iguales. Posteriormente, se hizo exten-
sivo a las Fuerzas Armadas en todos los paises y los militares goza-
ron d e él en tiempos d e paz o de guerra.
En América el fuero fue más restringido que en España. Pero
los militares que servían en las colonias se manifestaron celosos en
esta materia y no cedieron ante las exigencias de los tribunales
civiles, creándose, en innumerables ocasiones. serios choques de
competencia. La Audiencia quiso meter mano, muchas veces, en
asuntos militares; mas, como la Real Cédula del 9 de mayo de 1587
entregaba el conocimiento de las causas militares al capitán gene-
ral, los soldados se apoyaron en esta disposición cada vez que les
fue necesario.
La base de la legislaci6n dictada para las Indias, en este siglo
(XVII), la constituye la disposición de Felipe 111, de 30 de marzo
d e 1635, que ordenó: "los soldados prevenidos para alguna acción
militar (en América) deben gozar d e las preeminencias ... excepto
en los casos y causas que se hubieren comenzado antes, así civiles
como criminales" (45).
Nuevas cédulas reales, (5 d e noviembre de 1626 y 27 de
noviembre de 1649), extendieron Ia jurisdicción de los tribunales

(45) Ofiat, Roberto Y Carlos Roa. Obra citada. Pág. 194.


castrenses y ordenaron: "que el fuero militar se guarde en todo
género de causas, así civiles como criminales, excepto en los casos
de demandas de bienes raíces, mayorazgos y particiones de heren-
cias". Pero, al mismo tiempo que aseguraban a los militares el goce
del fuero, eran restrictivas en otros aspectos, como en casos de
testificar, en que no podían hacer uso de este privilegio.
La Ordenanza de 1768 estableció disposiciones claras sobre
quienes gozaban de fuero, delitos que debían ser perseguidos sin
que éste se pudiera alegar, tribunales, conocimiento de causas, etc.
En esta forma, puede decirse que las cedulas reales traducen el
pensamiento de los monarcas en materia de fuero para los miem-
bros de las Fuerzas Armadas que servían en sus alejadas colonias.

G . LA INSTRUCCION. LA TACTICA
La instmcción del Ejército estaba a cargo del sargento mayor,
asesorado por los capitanes. El era responsable ante el maestre de
campo de la disciplina, preparacidn militar, alistamiento y todo lo
concerniente al buen desempeño de las unidades cuando eran
requeridas. Como la casi totalidad de estas fuerzas se hallaba en la
Frontera, resultaba indispensable mantenerla en tales condiciones
de eficiencia, que garantizara la buena defensa de la línea del Bío-
Bío en caso de que los araucanos iniciaran !a guerra.
A fin de asegurar la buena instrucción de las tropas, las dispo-
siciones reales habían previsto la necesidad de campos para el tiro
de la Artillería y las evoluciones de la Infantería y de la Caballería.
Allí los soldados debían ejercitarse en el manejo de las armas y
practicar las formaciones de combate en uso.

La táctica empleada en el teatro de operaciones era, en gene-


ral, la que se practicaba en Europa. Los capitanes generales venidos
desde España la pusieron en práctica; pero debieron adaptarla al
terreno y las situaciones creadas por los araucanos. La guerra sos-
tenida en los territorios boscosos y cenagosos del sur del país, hizo
que las fuerzas españolas desplegaran una táctica especial para
poder batirse en buenas condiciones contra los indígenas, quienes
habían aprendido a usar el terreno como auxiliar poderoso para
contrarrestar la inferioridad de sus armas.

Es interesante hacer notar lo que sobre el particular han escrito


Carvallo Goyeneche en su "Descripción Histórico Geográfica del
Reino de Chile" y González d e Nijera en "Desengaño y Reparo de
la Guerra de Chile". Ambos coinciden, al describir la evolución que
los araucanos introdujeron en su modalidad de combate. Entre los
ejemplos, citan la Batalla d e Pilcohué, en que Butapichón atrajo a
los españoles a u n terreno favorable, logrando separar la Infantería
de la Caballería, para después atacar a la primera con una gran
carga d e jinetes que produjo su aniquilamiento. En esta ocasión, el
caudillo indígena desmotró que sabia utilizar el movimiento de sus
fuerzas en el campo de batalla, usando la reserva en el momento
oportuno. Poco después, en El Roble utilizaron los indios el factor
sorpresa con verdadera maestría, atacando d e improviso a la Caba-
llería española. En la Batalla d e La Albarrada, la Infantería indíge-
na presentb una línea continua de lanzas, apoyada en sus flancos
por fuertes escuadrones de Caballeria, que resistió en muy buena
forma a los castellanos y les rechazó en desorden por dos veces conse-
cutivas. La derrota de Butapichón se debió a no haber perseguido
de inmediato al adversario, permitiéndole que se rehiciera con el
apoyo de su Caballeria. Esta batalla no difiere, en su plan general,
de cualquiera que se haya dado en el Viejo Mundo, en las que se
desplegaba una línea de Infantería con apoyo d e la Caballería en
sus alas.

Las modificaciones que los araucanos introdujeron en su forma


de luchar, obligaron a los españoles a hacer lo mismo, dando a la
Guerra de Arauco una modalidad especial, distinta a las otras que
se libraron en la América hispana, lo que influyó también en todos
los órdenes de la ejecucibn militar d e una campaña.
El Ejército d e la Frontera fue muchas veces incapaz d e hacer
frente a la marejada mapuche que amenazaba desde el sur. Se hizo
preciso recurrir, entonces, a las reservas de pobladores que se
hallaban ocupados en hacer producir sus haciendas. De esta
necesidad nacieron las milicias, que fueron creciendo con el tiempo
y formaron el refuerzo de las tropas de línea y que, organizadas
como veremos luego, guarnecieron los puntos poblados del país y
lo defendieron con valor y esfuerzo.
CAPITULO XUI

LAS MILICIAS DEL REINO DE CHILE

A. INSTRUCCION
Desde los primeros tiempos de la Conquista, las milicias se
formaron con todos los ciudadanos en estado de cargar armas, por
lo que no es amesgado asegurar que su' existencia es anterior al
Ejército de Línea. Ya en 1556 el Cabildo de Santiago se preocupa-
ba de que los vecinos concurrieran a detener a los mapuches que,
con Lautaro a la cabeza, marchaban victoriosos hacia el norte y
nombró a Diego García Altamirano como "caudillo" de las fuerzas
que se reunieran para tal efecto.
Hasta la llegada de Alonso de Ribera, fueron voluntarios los
que formaron en las filas españolas; sólo cuando se obtuvo del Rey
la creación de un Ejército regular y pagado, ésos cedieron paso a
los soldados. Pero las dificultades para mantener el terreno ya
conquistado continuaron haciendo necesaria la ayuda de los
colonos. Debe recordarse que el Gobernador Laso de la Vega hubo
de recurrir a los pobladores de Santiago, para detener la contra-
ofensiva que desencaden6 Lientur despues de las campeadas de
Fernández de Córdoba y de la gran victoria araucana en Las
Cangrejeras.
La principal particularidad de las milicias fue su carácter tem-
poral, ya que duraban sólo el tiempo de la campaña. No obstante,
estaban constituidas en batallones, regimientos y compaiiías. Así
eran convocadas por los Gobernadores en ocasiones de guerra y asi
concurrían a los ejercicios doctrinales y a la instmcción de cam-
PaHa que les impartía la "Asamblea de Caballería", formada por
grupos de oficiales encargados de su enseiianza y adoctrinamiento.
A principios del siglo XIX, la Asamblea de Caballería tenia la
siguiente oficialidad instructora:

Tambikn pertenecieron a este cuerpo los Tenientes Raimundo


Sesé de Berdebel y Beltrán, quien fue Ayudante del General José
Miguel Carrera en 1814; Francisco de Gaona; Domingo de Reyes
y los Sargentos distinguidos José María Shee, Domingo Venegas y
José. María Bilbao, todos chilenos, a excepción de Sesé que era
madrileño. Estos oficiales y sargentos formaban parte de los seis
tenientes y doce sargentos instructores que tenia la Asamblea de
Caballería de Santiago. La oficialidad de esta Asamblea obtuvo
d'ersas destinaciones y se renovó constantemente en los primeros
años del siglo XIX. Sus nombres se encuentran en la tió~niiiade
distintas unidades de tropas, tanto regulares como de Milicias.

B. CLASIFICACION DE LAS MILICIAS


Las milicias se clasificaban de la siguiente manera:
A. Milicias Disciplinadas: Estaban sometidas a la reglamenta-
ción militar y, aun cuando sus exigencias eran menores que en las
tropas regulares, representaban el primer refuerzo para el Ejército
de Línea en caso de emergencia. Normalmente sus comandantes
eran oficiales profesionales nombrados por el Rey a proposición
del Capitán General. Debían solicitar permiso al Monarca para con-
traer matrimonio, vestían uriifornie y gozaban de fuero.
B . Milicias Regladas: Tenían obligaciones parecidas a las ante-
riores, pero se diferenciaban de ellas en que no contaban con pla-
nas mayores veteranas, ni asambleas instructoras ni otros servicios.
C. Milicim Provinciales: Estaban compuestas. como su iioriibre
lo indica, por las milicias urbanas y fronterizas de las provincias.
Su gente era reclutada en las distintas zonas del país. Pertenecían a
los Partidos (distribución política y administrativa colonjal) y
dependían de las autoridades civiles o militares que las reclutaban.
De allí que constantemente se encuentran en los escritos militares
de la época, órdenes expedidas para la reunión d e las iriilicias de
los partidos de Melipilla, Casablanca, Chillán o Yutiihel. que
debían ser cumplidas por los delegados o subdelegados. Los
intendentes provinciales eran los encargados de poner en pie de
guerra tanto a las fuerzas de línea, como a las milicias disciplinadas
o regladas con que contaba el territorio de su juiisdicción, Ilaman-
do a quienes, de acuerdo con las disposiciones vigentes, debían
concurrir a ellas, pues se consideraba que todo ciudadano estaba
obligado a defender el territorio en caso de amenaza externa y con
algunas restricciones si era interna.

C. RECLUTAMIENTO DEL PERSONAL

De acuerdo con el artículo 31 del Reglamento de Milicias de


Cuba, todo individuo, entre los quince y cuarenta y cinco años de
edad tenía la obligación de enrolarse en las milicias de su región.
Estas edades se consideraban sólo para el tiempo de paz, por
cuanto en caso de guerra el límite era determinado por la aptitud
o inutilidad del sujeto.
Para ingresar a las milicias se exigía una estatura mínima de
"cinco pies de Rey'' (1,39 metros); pero estaba obligado a alistarse
todo aquel que, faltándole la estatura "hasta en una pulgada y lí-
nea", por su robustez y capacidad física fuera apto para el servicio.
Quedaban exentos de enrolarse en las milicias algunas profesio-
nales necesarios para la comunidad: cirujanos, boticarios, médicos,
procuradores del número, administradores de rentas, síndicos de
San Francisco, sacristanes y otros.
También estaban exentos,
- Los impresores, fundidores de letras y abridores de punzo-
nes y matrices de Espafia que se encontraran en Chile, comercian-
tes de registro, mercaderes de lonja o de tienda y los dependientes
que éstos necesitaran; y
- Oficiales que habían pertenecido a los cuerpos de milicias y
se encontraran desempeñando cargos políticos en forma temporal.
El reclutamiento más arriba descrito concernía al personal de
tropas, siendo diferente para la provisión de cargos de oficiales.
Desde alférez a capithn, eran designados por los capitanes genera-
les; los grados superiores, en particular los comandantes, debían su
nombramiento al Rey y por lo general recaia en oficiales penin-
sulares. Rara vez un criollo obtuvo el mando de alguna unidad de
importancia; por ello resulta una excepción ver en 1783 al mando
del Regimiento de Caballería de la Princesa, al Teniente Coronel
Mateo de Toro y Zambrano, Conde de la Conquista.
Las reales cedulas dispusieron todo lo relativo a vacantes,
ascensos y promociones de los empleos de oficiales; los reglamentos
y ordenanzas dictadas para la instrucción y régimen de las milicias,
los completaron. Es del caso indicar, a título de ejemplo, que para
el ascenso a cadete, primer peldafío en el escalafón de oficiales,
debía haberse pasado por los grados de cabo y sargento, "salvo que
se pudiera omitir algún grado en caso de guerra, en virtud de algu-
na acción muy distinguida y notoria", según rezaba el Reglamento
de Milicias de Cuba.
Sin embargo, algunos grados fueron dispensados a ciertos
jóvenes patncios todavía niños, como ocurrió con don José Miguel
Carrera Verdugo, al que encontramos figurando en la lista de
oficiales del Regimiento d e Caballería del Príncipe, cuando sólo
contaba con oncc años de edad, en 1797; a Rafael de la Mata
Linares, de doce y José María Benavente, de trece, en los Dragones
de la Frontera; a Andrés de Alcázar y Díez de Navarrete, con once
años, en los Dragones de la Reina Luisa.

Al revisar las listas de oficiales de los cuerpos de Milicias de


Chile, salta a la vista cómo los jóvenes criollos van ocupando los
grados subalternos, al mismo tiempo que muchos españoles bas-
tante maduros. Así. no es raro observar que el promedio de edad
en el grado de teniente es de 20 años para los criollos y 45 para
los peninsulares. Esto parece indicar que se conservaba a los espa-
ñoles en estos grados de las uiiidades principales. como contrapeso
a los nacidos en Chile, ya que desde épocas muy antiguas se impi-
dió a los chilenos el paso a los puestos d e responsabilidad, a pesar
de las reiteradas órdenes de los monarcas de tratarlos con igualdad.

No es el caso de los mestizos, a quienes se excluía por temor a


que hicieran causa común con los indígenas, volcándose en contra
d e los conquistadores, como muchas veces ocurrió. Pero, por regla
general, los mestizos seguían el camino del padre y los hijos de
españoles colaboraron en la pacificación de Arauco. Sin embar-
go, La mayoría d e las veces resultaran excluidos por los que llega-
ban de España; de ahí lo acertado de un autor que afirma: "resul-
taba más meritorio un ganapán venido en cualquier galebn des-
vencijado, que el hijo de la tierra por meritorio que fuese".

El temor a la existencia de mestizos en las Milicias de América


estuvo latente en los gobernantes coloniales y en el Monarca. Ya el
23 de julio de 1645, Felipe IV ordenaba que n o se admitiera a
sentar plaza en la milicia a mulatos, morenos o mestizos. Más
tarde, en la Instrucción Reservada de José Moflino, Conde d e Flori-
dablanca, para la Junta de Estado, se lee:
"En aquellas regiones, las milicias y cuerpos fijos, aunque úti-
les y aun necesarios para defender el país de invasiones enemigas,
no lo son tanto para mantener el buen orden interno; pues como
naturales nacidos y educados con máximas de oposición y envidia
a los europeos, pueden tener alianzas y relaciones con los paisanos
y castas que inquieten y perturben la tranquilidad; lo que debe
tenerse muy a la visth, y mucho más cuando los jefes de aquellos
cuerpos sean tambien naturales, y aún de las castas de indios, mes-
tizos y demás de que se compone aquella población".
"Esta prudente desconfianza debe servir para que jamás se
deje de tener tropa veterana española en los puntos principales y
que sean de cuidado en las Indias, con el fin de que contenga y
apoye los cuerpos fijos y milicias en los casos ocurrentes; debe
inclinar y preferir para jefes y oficiales mayores y menores de
aquellos cuerpos todos los europeos que se puedan hallar; y debe
también obligar a que se mude y renueve la misma tropa española
de tiempo en tiempo, n o sólo con la que vaya a relevarla a Europa,
como se hace, sino pasándola con la frecuencia posible de unos
temtorios a otros, de una raza de indios a otras, para cortar las
relaciones, amistades y otras conexiones que destruyen la disci-
plina y favorecen la deserción allí más que en España" (46).

D. CALIFICACION DEL PERSONAL

En las milicias existía la siguiente calificación, de acuerdo con


el nacimiento y calidad de sus miembros:
Noble
Noble distinguido
Hidalgo
Hijodalgo
Hijodalgo notorio
Caballero
Calidad distinguida
Persona de calidad
Calidad notoria

(46j Amunátegui, Miguel Luis. Los Precursores de la Independencia de Chile. Santiago,


Imprenia de la República, 1872. Tomo 111. Págs. 18y 19.
Esclarecida nobleza
Calificada nobleza
Hombre noble
Kjo de vecino noble
Hijo o descendiente de quien haya sido calificado de noble
Infanzón
Distinguida ascendencia
Distinguido nacimiento
Distinguida familia
Ilustre nacimiento
Hijo de coronel, capitán, etc., en los Regimientos Provinciales
de Milicias de España.
Caballero de la Orden Militar ... y otros que usaban los oficiales
Labrador
Buena calidad
Calidad honrada
Calidad regular
Calidad ignorada
De sangre limpia
Decente eri el país ... y otras que usaban para la tropa.
Estas calidades se estampaban en la "Hoja de Servicio Militar"
y por ella se acreditaba el lustre del individuo. Ejemplo:

Regimiento de Caballería de Valparaíso


Don Raimundo Sesé de Berdebel y Beltrán
Natural de Madrid
Edad: 38 años
Casado
Infanzón de naturaleza de Aragón
Grado: teniente veterano agregado
Don Silvestre de Urízar
Natural de Valparaíso
Edad: 34 años
Casado
Noble
Capitán agregado
Para las designaciones en el Ejército de Línea, se tenían pre-
sentes estos requisitos de cuna, que si~bsistieronen los primeros
años de la revolucibn de la Independencia. Las exigencias de no-
bleza terminaron cuando el Director Supremo don Bernardo
O'Higgins abolió los títulos en la naciente República.
CAPITULO XIV

LAS MILICIAS AL COMENZAR EL SIGLO XIX

A. UBICACION DE LAS UNIDADES A TRAVES DEL PAIS


En atención a que las milicias fueron un auxiliar del Ejército al
comenzar la revolución de la Independencia y muchas veces se
confundieron con él, conviene analizar la ubicación d e las unidades
en las distintas guarniciones en que servían:
1.- Corregimiento de Copiapó
Copiapó
1 Regimiento de Infantería de Milicias Regladas, compuesto
por:
9 Compañías.de 50 hombres cada una, incluso una de Grana-
deros.
1 Escuadrón de Caballería, con 4 Compañías de 50 hombres
cada una.
Uniforme: La Infantería usaba casaca y calzón azul oscuro,
chupa. vuelta y collarín encarnado, botones dora-
dos. La Caballería llevaba casaca y calzón encarna-
do, chupa azul con galón de plata al canto, vuelta y
solapa azul, botones blancos.
Todas las Armas. sombrero tricornio conescarapela.
Huasco
2 Compañías de Milicias urbanas de "Pardos":
1 en Copiapó
1 en Huasco Alto
2 Compañías de Milicias urbanas d e Mancebos
1 Escuadrón de Caballería, con 4 Compañías:
1 en Villa de Vallenar
1 en Santa Rosa de Huasco
2 en Huasco Alto
2.- Corregimiento de Coquimbo
Coquimbo:
1 Batallón de Infantería con 9 Compañías (una de ellas de
Granaderos),
1 Compañía de Artillería de 53 plazas
Uniforme: (ambas). Casaca y calzón azul, chupa, vuelta y
collarín encarnado, botones dorados y tricornio.
Lg Serena:
1Regimiento de Milicias Disciplinadas, con 4 Escuadrones de
50 plazas cada uno, con la siguiente repartición:
Primer escuadrón: 1a. Compañía La Serena
5a. Compañía Diaguitas
9a. Compañia Tambo
Segundo escuadrón: 2a. Compañía Higuerillas
6a. Compañía Limari
' loa. Compañia Barraza
Tercer escuadrón: 3a. Compañía Mialqui
7a. Compañia Sotaquí
1 la. Compañia Palqui
Cuarto escuadrón: ' 4a. Compañía Combarbalá
8a. Compañia Cogoti
12a. Compañía Huatulame Arriba
Uniforme: Casaca y calzón encarnado, chupa, vuelta y colla-
rín azul, botones dorados y tricornio.
Existía también en el corregimiento de Coquimbo, una com-
pañía de Caballería, compuesta por oficiales nobles refomados,
capitanes o superiores, denominada "de Guzmanes", una compa-
ñía de Artillería Reglada y un batallón de Milicias urbanas de
Comercio.
3 .- Colregimiento de Aconcagua
San Felipe:
1 Regimiento de Caballería con 4 escuadrones de 3 compa-
ñías, con 50 hombres cada una. Este Regimiento era de Mili-
cias disciplinadas y se denominaba de "San Felipe el Real".
1 Regimiento de Caballería de Milicias urbanas regladas de
"Famesio", repartido en los siguientes lugares:
Aconcagua abajo, fundo Plaza Vieja, San Miguel, Cunmón,
Rinconada de Curimón, Curimón abajo, Putaendo, Rinco-
nada de Putaendo, Santa Rosa y Santa Rosa abajo.
Los Andes:
1 Compañía de Milicias urbanas "Los Andes".

ViUa de Putaendo:
1 Compañía de Milicias rurales, con pequefias unidades en:
Capilla de San Antonio, estancia de los Herrera, Rinconada
de Silva, San Andrés del Tártaro, Piguchén, Las Salinas y
Rinconada de los Capadores.
Estas unidades estaban al mando de tenientes de campaña.
Uniforme: Los dos Regimientos de Cabalieria llevaban casaca
y calzón encarnado, chupa, vuelta, solapa y colla-
rín blancos, botones dorados y tricornio.
4.- Corregimiento de Quiiíota
1 Regimiento de Caballería de Milicias disciplinadas "San Mar-
tin", formado por 4 escuadrones de 3 compañías, con 50
hombres cada una.
Uniforme: Casaca, chupa y calzón encarnados; vuelta, solapa y
collarín negro, botones dorados y tricornio.
1 Regimiento de Cabaltería de Milicias disciplinadas de "San-
tiago", formado por 4 escuadr~nesde 3 compaiíías, con 50
hombres cada uno.
Uniforme: Casaca y calzón azul, chupa anteada; vuelta, solapa
y collarín encarnados; botones blancos y triconii0.
1 Batallón de Infantería de Milicias provinciales urbanas, con
6 compañías, de 70 plazas cada una.
Uniforme: Casaca y calzón oscuros, chupa y vuelta encarna-
das, botones blancos y tricornio.
5.- Gobernación de Valparaíso
Valparaíso:
1 Batallón de Infanterja española (Milicia disciplinada y regla-
da), del "Infante de Asturias", con 4 compañías, de 77 pla-
zas cada una.
Uniforme: Casaca y calzón encarnados, chupa y vuelta azul
con ojal, botones de plata y tricornio con escara-
pela.
1 Compañia de Artillería de tropas regladas.
1 Escuadrón de caballeria de Milicias disciplinadas con 3 com-
pañías, de 50 hombres cada una.
Uniforme: Casaca y calzón azul de Quito; vuelta, solapa y
collarín encarnados; ojal de plata; botones blancos
y tricornio.
1 Compañía de Milicias urbanas de comercio.
6.- Corregimiento de Santiago
Santiago:
Asamblea veterana de Caballeria del Reino, organizada sobre
la base del cuadro traído desde España en 1768 por el Coronel
Baltazar de Senmatnat, cuya misión era instruir a las milicias.
Por ello, sus miembros se encontraban en permanente gira por
las unidades de provincias. Estos instructores eran oficiales
españoles nombrados por el Rey. A pesar de que la Asamblea
pertenecía a las unidades permanentes, se les consigna por su
misión de instructores del personal de las milicias.
1 Regimiento de Caballería de Milicias disciplinadas del Prin-
cipe, formado por 4 escuadrones de 3 compañías de 50 pla-
zas cada una.
Uniforme: Casaca y calzón azul; chupa, solapa, vuelta y colla-
rín encarnados, galón de plata y botones blancos,
tricornio con escarapela.
Plano de Santiago
"Relación del Vtqe por el Mar del Sur a las costas de Chtle y el Perú durante. los años de 1712-1713 y 1714", Amedé Frkier
Ejército de Chile. EMGE.
Fecha de creación: 1777
1 Regimiento de Caballería de Milicias disciplinadas de la
Princesa, con 4 escuadrones de 3 compaiifas, de 50 hombres
cada una.
Uniforme: Casaca y calzón encarnados; chupa, solapa y vuelta
azul, ojales y botón de plata.
Fecha de creación: 1777
1 Regimiento de Infantería de Milicias disciplinadas del Rey
compuesto por 12 compañías de fusileros, 1 compañía de
granaderos, 1 compañia de cazadores, de 60 plazas cada una.
Uniforme: Casaca y calzón azul de Quito; chupa, vuelta y
collarín encarnados, ojales a ambos lados bordados
sobrepuestos en oro, botones dorados y tricornio
con escarapela.
Fecha decreación: 1777
1 Batallón de Infantería de Milicias Urbanas del Comercio,
con 4 compañías. Esta unidad fue reorganizada en 1777, so-
bre la base de las primeras unidades creadas en 1609.
Uniforme: Casaca y calzón azules; chupa, collarín y vuelta
encarnada; galón y botones dorados.
4 Compañías Urbanas de "Pardos", con 50 hombres cada una.
Uniforme: Casaca y calzón encarnados; solapa, chupin (espe-
' cie de chaleco o pequeña chupa de faldones cortos)
y vuelta verde; ojal y botones de plata.
Fecha de.creación:
.. 1749, reformadas en 1777.

MelipiUa
2 Escuadrones de Caballería de Milicias urbanas "de Borbón",
con 3 compañías, de 50 plazas cada una.
Uniforme Casaca y calzón azules; chupa, vuelta, solapa y co-
llarín encarnados; botones blancos y tricornio.
Fecha de creacion: 9 de junio de 1790
1 Compañía de Milicias urbanas de Melipilla.
7.- Corregimiento de Rancagua
Rancagua:
1 Reginiento de Caballería de Milicias disciplinadas "Drago-
nes de Sagunto", formado por 4 escuadrones de 3 coiiipa-
fiias, con 50 hombres cada una.
Uniforme' Casaca amarilla, vuelta, chupa y calzón verde con
pestaña negra; doble abotonadura blanca y tricor-
nio.
Fecha de creacibn: 1779
2 Compafiías de Infantería de Milicias Urbanas de "Santa
Cruz de Triana".
8.- Corregimiento de Colchagua
1 Regimiento de Caballeria de Milicias disciplinadas "Brigada
de Carabineros", con 4 escuadrones de 3 coi~ipaiiiascon 50
plazas.
Uniforme: Casaca y calzón azules; chupa, vuelta y collarín
encarnados y guarnecido de plata; botones blancos
y tricornio.
Fecha de creación: 1779 (Disuelto el 12-XI-1810; sus elemen-
tos integraron el San Fernando).
1 Regimiento de Caballería de Milicias disciplinadas "San Fer-
nando", con 4 escuadrones de 3 compañías con 50 plazas
cada una.
Uniforme: Casaca y calzón encarnados; chupa, solapa. vuelta y
collarín azules, con galón de plata; botones blancos
y tricornio.
Fecha de creación: 1779
5 Compañías de Infantería, de 50 hombres cada una.
Uniforme: Casaca y calzón azules; chupa y vuelta encarnadas;
galón d e oro y botones dorados.
Fecha de creación: 1779
9.- Corregirniento de Maule
Cauquenes:
1 Regimiento de Caballeria de Milicias discivlinadas "del In-
fante", con 4 escuadrones de 3 compañias con 50 plazas
cada una.
Uniforme: Casaca y calzón azules; chupa, vuelta, solapa y
collarín encarnados; ojal de oro y botones dorados.
Fecha de creación: 1779
Curicó:
1 Escuadrón de Caballería de Milicias disciplinadas "San José
de Buenavista", con 3 compañias, de 50 plazas cada una.
Uniforme: Casaca y calzón azules; chupa, vuelta, solapa y
collarín anteados; galón de plata y botones blancos.
Fecha d e creación: 1779
1 Compañía de Infantería de Milicias urbanas de la villa del
Curicó.
Talca:
1 Regimiento de Caballeria de Milicias urbanas de Talca.
1 Compañia de Milicias urbanas de Talca.
Itata:
1 Regimiento de Caballeria provincial de Milicias disciplina-
das "de la Infanta", con 4 escuadrones de 3 compañias de
50 plazas cada una.
Uniforme: Casaca y calzóii azules; chupa, vuelta, solapa y
collarín anteados; galón de oro, botones dorados y
tricornio.
Fecha de creación: 1780
10.- Corregimiento de Chiiián
Chillán:
1 Regimiento de Caballeria de Milicias disciplinadas "Húsares
de Borbón", con 4 escuadrones de 3 compañias, de 50 pla-
zas cada una.
Uniforme: Casaca, calzón y chupa azules; vuelta, solapa y
collarín anteados; botones y galón de plata. al can-
to del collarín; tricornto.
Fecha de creación. 1780
1 Reginiiento de Caballería de Milicias disciplinadas "de Los
Andes", igual al anterior.
Uniforme: Casaca, calzón y chupa encarnados; vuelta, solapa y
collarín anteados; botones y galón dorado, al borde
del collarín tricornio.
Fecha de creación: 1780
Compañías de Milicias de Infantería, en número indctcrmina-
d o y existentes desde 1767.

hchacay:
1 Regimiento de Caballería de Milicias urbanas "de la Florida",
con 4 Escuadrones de 3 Compañías de 50 plazas cada una.
Uniforme: Casaca y calzón encarnados, chupa, vuelta, solapa y
collarín blancos con galón de oro y botones dora-
dos; tricornio.

Fecha de creación: 1780

Rere :
1 Regimiento de Milicias urbanas "de la Frontera", con 4
escuadrones de 3 compañías, de 50 plazas cada una.
Uniforme: Casaca y calzón azules; chupa, vuelta, solapa y
collarin blancos con botones dorados; tricornio.

Fecha de creación: 1780

11.- Corregimiento de Concepción


Concepción:
1 Batallón de Infantería de Milicias disciplinadas, con 9 com
pañías de 50 plazas cada una.
Unlforme Casaca y calzón azules; chupa, vuelta, solapa y co-
llarín blancos, botones dorados, tricornio con esca-
rapela.
Fecha <lecreación: 1780
1 Escuadrón de Caballeria de Milicias regladas. con tres com-
pañías. de 50 plazas cada una.
Uniforme: Casaca, chupa y calzón encarnados; vuelta. solapa y
collarín azules; botones blancos; tricornio.
Fecha de creación: 1780
Talcahuano:
Compañia de Infantería de Milicias urbanas, a cargo de un sar-
gento.
Compañía de Caballeria de Milicias
Compaiiía de Milicianos pescadores
Los Angeles:
Compañia de Infantería de Milicias regladas.
3 Compañías de Caballeria de Milicias urbanas.
Existian además, unidades formadas por una Compañia de
Milicias urbanas en las plazas y fuertes de:
Arauco, Yumbel, Talcamivida, Santa Juana. San Pedro Santa
Bárbara, Mesamávida, Nacimiento y Colcura.
12.- Corregimiento de Valdivia
Valdina:
1 Compañía de Caballeria de Milicias urbanas.
1 Compañia de Infantería de Milicias urbanas de Pardos.
1 Destacamento de Infantería "Guardia de Honor". con dos
compañías de Milicias urbanas.
Uniforme: Casaca, chupa y calzón azules; solapa, vuelta y co-
llarín encarnados; tricornio.
En 1792 se cambió el uniforme de las milicias, estableciéndose
uno de color azul con chupa, solapa y collarín encarnados; panta-
Ión blanco; polainas de brin blanco, abotonadas al costado, que
subían hasta más amba de las rodillas; tricornio. Las insignias de
las Armas de Infantería, Caballería, Artillería e Ingenieros, estaban
en el collarín, el galón y los botones dorados o de plata.

B. EL ARMAMENTO
El armamento que usaron las milicias era del Gobierno o de
propiedad particular y dejaba bastante que desear en las unidades
alejadas de Santiago. El 10 de noviembre de 1678, el Gobernador
Henríquez fundó en la capital la Sala de Armas, a semejanza de la
que existía en Concepción, reuniendo 278 arcabuces y mosquetes,
85 carabinas y 38 pares de pistolas, además de un número inde-
terminado de lanzas. En Santiago se encontraban inscritos 739
hombres en estado de cargar armas.
En 1671 había, tanto en los almacenes como en poder de los
particulares, 120 arcabuces, 3 mosquetes, 124 escopetas, 29 pares
de pistolas y 173 lanzas de hierro de Castilla.
En general se puede concluir que las milicias, como refuerzo
del Ejército de Línea, simieron para múltiples empleos, cuidando
fronteras y ciudades y manteniendo la vigilancia hacia los puntos
amagados por los indígenas. Su armamento no fue siempre todo lo
bueno que podía esperarse; pero ello no fue obstáculo para que
cumplieran las misiones que se les encargó.

C. GRADOS DE LA OFICIALIDAD
A continuación detallaremos someramente los grados del Ejér-
cito y de las Milicias en la época colonial:
Maestre de Campo General: Corresponde a nuestro actual con-
cepto de Comandante en Jefe del
Ejército.
Sargento Mayor del Reino
y Real Ejército: Inspector General de Instrucción
de las tropas.
Brigadier: Comandante de Brigada. Jefe de las
Unidades Veteranas y Tecnicas.
Coronel: a) de Ejército: Comaiidante de regiiniento o bata-
llón de Línea.
b) de Milicias: Comandante de re$iiiiiento o bata-
llón de Milicias.
Teniente Coronel: Idem al anterior, pero en el cargo de
20 Comalidante. o en propiedad,
cuando no se nombraba a u11 Co-
ronel.
Sargento Mayor: Jefe de Instrucción en los cuerpos
dc tropas de línea o de milicias.
Capitán Comandante: A cargo de un escuadrón de 3 com-
paiiias.
Capitán de Ejército: Coiiiandante de conipaíiia de cual-
quiera de las tres Armas.
Capitán de Milicias: Ideiii al anterior, pero en unidades
de Milicias.
Capitán de Amigos: Coinandante de una iiiiidad de in-
dios 3niifos. Este grado se enciten..
tra especialiiiente en los siglos XVI
y XVII.
Ayudante: De unidades niayores o iiieiiores.
con grado de capitán. teniente o
subteniente. Los había en el Ejerci-
to y en las Milicias.
En acciones de combate. su misión
era llevar órdenes a las unidades
empeñadas. Sii número era conside-
rable en los Estados Mayores que
asesoraban al Comandante. En niu-
chos casos se confunden con los
oficiales de órdenes.
Teniente o subtenieiites: De Ejército y Milicias en Infantería.
Alféreces: Especialniente en Caballería y Arti-
llería.
Porta estandarte o abande- Encargados de conducir las bande-
rados y porta insignias: ras o insignias de combate. Los lid-
bía en todas las Armas.
Cadetes: Figuran en todas las ordenanzas;
pero hubo pocos en Chile antes del
siglo XVIII.
Todos los oficiales fueron efectivos o graduados. Los últimos
usaban los distintivos de su graduación, pero recibían el sueldo de
su rango inferior. Los hubo tanto eii las fuerzas de línea como en
las milicias.

D. GRADOS DE TROPAS
Los grados de tropas fueron, más o menos, los mismos que
conocemos hoy.

Sargento 10: Con funciones administrativas o de


mando, según las circunstancias.
Sargento: Corresponde a lo que Iioy conoce-
mos como sargento 2O y tenían el
mando de pequeñas unidades.
Cabos l o y 2O: Funciones similares al anterior.

E. OTRAS DESIGNACIONES
Además de lo consignado, hubo otras designaciones o cargos,
que fueron ejercidos tanto por oficiales como por personal de
tropa:
Prebostes, lenguaraces, intérpretes, veedores, armeros, tambo-
res mayores, múslcos, etc.
Uniforme deInfwte de Asturias, de fines del siglo XVIII
Ejercito de Cñile. EMGE.
Ejército de Chile. EMGE.
PAPEL DEL EJERCiTO Y DE LAS MILICIAS EN LA
DEFENSA DEL REINO

"Parece extraiio que los conquistadores de la América que Ile-


varoii sus armas vencedoras por todas las cuatro partes del mundo,
encontrasen en este rincón de él tan obstinada resistencia; pero
debe tenerse presente que estos indios no opusieron contra los
españoles una multitud indisciplinada, cuyo número a veces por
una ignorante confianza se amontona y embaraza.
Las naciones araucanas, viliches, juncos, etc. y pehuenches
escogieron para la guerra los más robustos y esos opusieron a sus
enemigos, conservando aun su disciplina militar, a que debieron
espíritu de arrojo más que a su número que a veces fue igual, y
algunas inferior.
Forman el cuadro y algunas otras funciones; se arman d e
grandes lanzas con que al modo de la falange macedonia oponen
una muralla d e picas a la caballería en alas a semejanza de otras
naciones antiguas y modernas, para que sostenga la infantería,
puede rodear al enemigo, o bien cubrir la retirada de los suyos".
(47).
Este adversario que enfrentó a España por casi tres siglos, co-
menzó la lucha de la misma manera en que lo hicieron otros pue-
blos de América; pero, dotados de una inteligencia guerrera supe-
rior. fueron descubriendo la mejor forma de luchar contra un
adversario dotado de armas que lo hacían poderoso, adoptaron
una táctica que se amoldó perfectamente al terreno y usaron
formaciones similares a las empleadas por otros ejércitos. Todo
(47) Haenke, Thaddaeus Peregrinus. Descripción del Reino de Chile. Santiago, Editorial
Nascúnento. 1942. Págs. 135 y 136.
ello debido a su espíritu de observación. capacidad militar y
voluntad de lucha.
De este pueblo "salvaje". como lo calificaron los españoles.
salieron un Lautaro, un Lientur. un Pelantaru. un Butapichón
y un Quempuante, todos de raza pura, o unos mestizos, como lo
fueron Díaz y Alejo, cuyas victorias mantuvieron en jaque a los
Gobernadores y en continuo sobresalto a los pobladores de la
Colonia. Su inquebrantable resolución guerrera fue sostenida por
el género de lucha extremadamente dura del conquistador. Estos
Iiombres aprendieron a devolver golpe por golpe, al tormento
opusieron el tormento y a la esclavitud, la esclavitud. Caso único
en la conquista d e América, los araucanos lograron deshacer la
voluntad guerrera del invasor y fueron los únicos a quienes España.
trató de igual a igual, consiguiendo estabilizar una frontera en las
márgenes del caudaloso Bío-Bío, que significaba el reconocimiento
al dominio de sus territorios.
. .
Esta guerra, que hizo exclamar a Felipe 11; "¡En Chile me
están matando a lo mejor de mis Guzmanes!", costó la vida a un
gran número de españoles. Refuerzos traídos desde el lejano Méji-
co, Ecuador y Peni, entraron en la lucha; mas, al hacerse cargo de
la situación Alonso de Ribera, nombrado por el Rey especialmente
para dar término a la conquista, hubo de reconocer que para
luchar contra estos indígenas debía existir en Chile una fuerza
militar permanente y profesional. Asi fue como, para lograr la
derrota de los soberbios araucanos nació en 1603 el Ejército de
Chile. Pero estas tropas, formadas por españoles en un comienzo,
encontraron seria resistencia. A medida que el hombre nacido en
suelo chileno fue haciéndose militar y reemplazando al elemento
peninsular, trajo savia nueva a esas filas y nació el soldado criollo,
que más tarde intervendría en las luchas de la Independencia y en
las guerras externas de Chile.

El Ejército regular tuvo por principal misión guarnecer los


fuertes de la Frontera del Bio-Bio y luchar contra el adversario en
las entradas que se hacían al corazón de la Araucanía; pero la fé-
rrea decisión de lucha del pueblo mapuche le fue consumiendo y
debió ser renovado innumerables veces. Esta constante sangría
tiizo necesaria la traída permanente de soldados que llenaran las
bajas producidas; de allí nació la organización de las milicias
cuya priniera manifestación se encuentra, como ya se ha escrito en
el acta del Cabildo de Santiago del 5 de noviembre de 1556.
En sus comienzos, las milicias no formaron un todo organico.
Los vecinos eran convocados por los Gobernadores para que,
sumándose a las escasas fuerzas existentes, concurrieran a detener
a los araucanos. Mas tarde, los continuos asaltos de los piratas
ingleses y holandeses, que pretendían disputar el dominio del
Pacífico a los españoles, hicieron necesario que los pobladores de
la costa se armaran y unieran a las autoridades para rechazarlos.
Esos colonos, principalmente encomenderos y hacendados, apor-
taban la gente de sus predios y la dirigían en la campaña, conver-
tidos en oficiales. Estas fuerzas eran sólo un abigarrado conjunto
armado, de carácter momentáneo, que no poseía instrucción
militar ni organización. Por ello los Gobernadores comprendie-
ron la necesidad de constituirlas en forma estable y darles adiestra-
miento para que sirvieran de auxiliares del Ejército, llegando, a
fines del siglo XVIl, a conformar uii numero de 3.900 hombres en
estado de cargar armas.
Posteriormente, ya reglamentadas, las milicias compusieron
regimientos, batallones y compañías, con instructores permanentes.
CONCLUSION

Hemos creído conveniente analizar: desde sus orígenes, al


EjQcito colonial, porque éste fue el existente al momento de la
formación de la primera Junta dc Gobierno. Esta creó nuevas
unidades, pero muchas de las antiguas continuarori subsistiendo y,
tras una serie de modificaciones, dieron origen al que pasó a
llamarse con propiedad, Ejército de Chile.
Es importante destacar la notable influencia que tuvo la orga-
nización militar de los araucanos sobre la espanola y de ésta sobre
aquélla, pues unos y otros debieron ir cambiando sus esquemas,
para adaptarlos a la forma de guerrear de sus adversarios. La es-
tructura resultante, sumada al permanente estado bélico en que
debían vivir las Fuerzas Armadas que les permitió no caer en la
molicie, fue la de un Ejército superior al resto de los de las colo-
nias americaiias.
Durante ese largo periodo, casi trisecular, n o sólo se fundieron
las razas, sino que fue naciendo, también, el soldado chileno, here-
dero de la enorme capacidad militar del araucano y del selecto gue-
rrero español que arribó a nuestra tierra. Por ello n o es aventurado
afirmar que el Ejército de Chile no nació en la Independencia, sino
que tuvo sus orígenes desde los tiempos mismos de la Conquista.
El espíritu militar no es una virtud exclusiva de los miembros
de las Fuerzas Armadas; lo lleva cada chileno en forma potente y
pujante, como herencia de nuestros antepasados.
ALGWOS DE LOS PRINCIPALES FUERTES ESPAROLES EN EL
PERIODO COLONIAL

1.- LA CONCEPCION (PENCO)

Pedro de Valdivia eligió los terrenos para fundar este fuerte


durante el viaje que hizo en 1546; pero inició la constmcción el
23 de febrero de 1550, en su segunda expedición. Los indios
atacaron el 23 de marzo. Valdivia los rechazó, causándoles 2.000
muertos y tomando 300 prisioneros, a los que liberó después de
mutilarlos. El 30 de ese mismo mes llegó Juan Bautista Pastene
con dos barcos. Los espafioles despoblaron el lugar cuando tuvie-
ron noticias de que iban a ser atacados por Lautaro, quien acababa
de derrotar y dar muerte a Valdivia. Garcia Hurtado de Mendoza
desembarcó en esta localidad en 1557 y ordenó a Jerónimo de
Villegas que construyera una fortificación en el lugar llamado
Alto de Pinto. Las defensas hechas en 1550 se mejoraron con un
muro de adobes, de una vara y media de espesor, fosos y palizadas.
Durante el asedio que los indios dirigidos por Loble y Millalelmo
hicieron en 1563, levantaron cuatro castillos cercanos a la ciudad.
En 1564, Pedro de Villagra mejoró los fuertes espafioles, prolon-
gándolos hasta elmar y dotándolos de torres artilladas, con 6 cáno-
nes. También se edificaron otros dos, uno para los españoles y el
segundo para los indios de servicio. En, 1643, Alba de Noruega, al
tener noticias de la llegada de los holandeses, constmyó dos plata-
formas con cinco cañones. En el borde de la playa, frente a la
actual estacidn de los FF.CC., se conservan los cimientos de un
fuerte construido durante el Gobierno de Marcos José de Carro
(1683-1687). En 1718 los vecinos costearon algunas obras de
fortificación, aportando el 5% del producto de sus cosechas de
trigo. Después de fuertes terremotos (1 730 y 175 1 ), la ciudad
cambió de ubicación al lugar actual, a orillas del Bío-Bio
En 1796 Ambrosio O'Higgins instaló una batería de 16 caño-
nes. El fuerte se llamó "Planchada de Penco" y fue construido
durante el Gobierno de Carlos 11, según la lápida que habia
en él. Era de cal y canto y se mantenía en buenas condiciones;
su guarnición estaba formada por 4 0 dragones, dos artilleros
veteranos y milicianos, mandados por dos oficiales; t e n i a 6 caño-
nes de fierro de a 8, todos los útiles necesarios para su uso, cuartel
y vivienda para oficiales. Tenia un escudo de piedra, con las fcchas
1680-1687.

2.- LA IMPERIAL

Fuerte y ciudad, fundados por Pedro de Valdivia a fines de


155 1. Fue la cuarta plaza establecida por él. Se dice que se le dio
, el nombre de La Imperial por haber notado los españoles q u e en
las chozas de los indígenas habia adornos de águilas.de dos cabezas
(emblema de Austria). Barros Arana y Thayer Ojeda niegan esa
aseveración. Mariño de Lobera tampoco menciona esta circunstan-
cia, por lo que parece ser fantasía de algunos cronistas. Tanto en
1554 como en 1558, la guarnición fue asaltada y la auxilió Villagra
desde' Osorno. En 1558 fue nuevamente atacada y durante el
combate resultó herido el corregidor Galleguillos. Aprovechando
la confusión, los indios entraron a la ciudad y la saquearon. El
Gobernador Oñez de Loyola salió de La Imperial el 21 de diciem-
bre de 1598 en auxilio de Boroa y fue emboscado y muerto en
Curalaba. Después d e ésto se produjo la gran sublevación de
1599 y la ciudad, tras resistir hasta el 3 1 de marzo de 1600, fue
abandonada y sus pobladores pasaron a Concepción, por Angol. El
Gobernador Martín d e Mujica dispuso la reconstrucción d e este
fuerte el 8 de febrero de 1648, pero el Maestre de Campo Fernán-
Zonas de fuertes espaíioles en "La Frontera"
Ejército de Chile. EMGE.
dez de Rebolledo, en vez de hacerlo, reconstruyó Boroa. En 1632
se habia hecho un esfuerzo por repoblar la región, pero fracasó.
En época contemporánea se han encontrado subterráneos que,
según la opinión de algunos vecinos, tienen cinco cuadras y parten
del costado de un pozo, que existe donde habría estado el antiguo
obispado. En la margen izquierda del río hay restos de un tejar
y de una viña.

En el paraje de este nombre, situado al oeste de Carahue, jus-


tamente donde el río hace una vuelta (oñoi: dar vuelta y co:
agua), cerca de "El Alma" y en el interior de una quebrada, hay
restos de un fuerte, que posiblemente fue dependencia del com-
plejo de La Imperial.

4.- VILLARRICA

Fundado por Jerónimo de Alderete en abril de 1552. Llamado


también Ciudad Rica, porque los indios de la región dijeron que
en ella habia abundancia de minas de oro. La muerte de Valdivia
produjo la despoblación del fuerte y de la incipiente ciudad, 40
a 50 personas, que en 1554 pasaron a La Imperial o a Santiago. Fue
repoblado por orden del Virrey del Perú, con fecha 22 de octubre
de 1555. García Hurtado de Mendoza visitó la región en 1558,
cuando aún se estaba haciendo la reconstmcción. El tememoto
del 16 de diciembre de 1575, destruyó casi totalmente lo edifica-
do. 'Ese mismo año los indígenas, que se habían reunido en gran
número a orillas del lago Riñihue, amenazaron la ciudad. En
1559, los indios de Anganamón realizaron una gran matanza entre
los pobladores de La Imperial y Boroa y los sobrevivientes se refu-
giaron en Villarrica. La gran sublevación de 1599 obligó a la ciu-
dad a soportar el asedio más largo que recuerda la hjstoria america-
na, pues duró hasta el 7 de febrero de 1602. Los defensores que
caían en manos de los indígenas eran martirizados y sacrificados;
los otros, pasaron incontables penurias. El último jefe de la guarni-
cibn, Capitán Rodrigo de Bastidas, al caer en manos de los indios
fue despedazado y su corazón repartido entre los vencedores. Uno
de los cautivos, el Capitán Marcos Chavarri Almonacid, estuvo
preso de los indios más de 25 años.
Despues de esta destrucción, Villarnca fue reedificada sólo en
el siglo pasado.

5.- TUCAPEL

En el año 1724 Rafael de Eslava, Gobernador de Valdivia y Ca-


ballero de la Orden de Alcántara, trasladó por orden del Goberna-
dor Cano y Aponte, la guarnición del fuerte de San Diego de Tuca-
peJ al sitio en que actuaimente se encuentra la "Villa de Tucapel
de Laja". Esa guarnición fue asentada a tres kilómetros al este del
actual pueblo, sobre una ligera eminencia de la orilla norte del
río Laja, fa cual tuvo un fuerte en 1765 y una escasa población.
El Gobernador Guill y Gonzaga reedificó la fortaleza que recibió
también algunas mejoras en tiempo de Ambrosio O'Higgins. En
1821 fue quemada por el montonero Benavides.

6 . - LOTA

En las alturas del actual pueblo de Lota, Pedro de Valdivia


colocó en 1552 una ligera guarnición, que sirvió de base para la
erección del fuerte que levantó el Gobernador Porter de Casanate
en 1661, en correspondencia con el de Colcura, con el nombre de
Santa María de Guadalupe de Lota. Al amparo de estas dos forta-
lezas, el Gobernador Angel de Peredo fundó la ciudad de Lota, que
no subsistió. El Gobernador Meneses llevó la guarnición de este
fuerte a Arauco, cuando lo repobló en 1665.

"Sta. María de Guadalupe no la he puesto en el mismo sitio en


que antiguamente estaba sino tres leguas de distancia, nunca fue
acertado en el sitio antiguo por los defectos que padece" ... "puer-
to de mar seguro y arrimado a la misma muralla de la población
para socorrerla por mar en todo acontecimiento y con suma
brevedad", (septiembre de 1662).
7.- ARAUCO (VIEJO)

Arauco Viejo fue trasladado a su actual ubicación desde San


Felipe de Arauco por Alonso de Sototiiayor, en 1590. Primero
estuvo ubicado a orillasdel mar, en terrenos cedidos por el cacique
Colo-Colo (hijo). Seis años más tarde fue cambiado por Oñez de
Loyola a su actual ubicación. El primer emplazamiento llevó el
nombre de San lldefonso de Arauco. El segundo, un fuerte situa-
do en la falda del cerro, se denominó San Felipe de Arauco. Der-
pués de la muerte de Oñez de Loyola (23 de diciembre de 1598)
fue destruido. Alonso de Ribera lo reconstmyó en 1603: pero los
indios, al mando de Clentaru lo arrasaron nuevamente en 1655.
Angel d e Pereda volvió a repoblarlo en 1662 y bajo el Gobierno
de Henríquez, en 1673, se construyó en forma definitiva. Fue du-
ramente atacado en los levantamientos de 1723 y 1766.

8.- PUREN (VIEJO)

Fuerte fundado por Valdivia en la primavera de 1553. Del


primer asalto a Tucapel escaparon 6 castellanos que se refugiaron
en él. De La Imperial llegó el Capitán Juan Gómez de Almagro, con
20 soldados, para auxiliar Tucapel. Fue nombrado jefe de Purén.
De La Imperial vino P. Avendaño con 14 hombres, aumentando
la dotación a 34. Quedó Avendaño de jefe y Gómez de Alma-
gro partió con 13 hombres a Tucapel, a los que por su heroismo
se les llamó "Los 14 de la Fama". El padre de Pedro de Oña mu-
rió en 156 1, cerca de Purén, en una sublevación provocada por las
crueldades de Avendafio, quien también sucumbió. En 1571 fue
derrotado el General Miguel de Velasco y Avendaño, hermano del
anterior, que trajo 156 soldados del P ~ N .El Gobernador Fran-
cisco d e Meneses reconstruyo el fuerte en 1665 y le dio 200 solda-
dos de guarnición. En 1723 hubo otra sublevación, dirigida por Vi-
lumilla, cacique de Maquehua, que fue dominada con el refuerzo
de 500 soldados, al mando del Gobernador Manuel de Salamanca.
Cano y Aponte ordenó su despoblamiento en 1723 y su gente pasó
a San Carlos d e Purén.
9.- ANGOL (LOS CONFINES)

Fue la séptima y última población fundada por Pedro de Valdi-


via, a principios de 1553. Estuvo asentada en un lugar relativamen-
te llano de la comarca de Encol, junto a la confluencia de los ríos
Huequén y Malleco, hacia el este de la actual ciudad de Angol.
Allí hay un caserío llamado "Los Confines", nombre que se le dio
por estar situado en los límites de las jurisdicciones de Concepción
y La Imperiai. Esta fundación fue arrasada al año de su estableci-
miento, en la sublevación de los indios de Catiquichay, a la muerte
de Valdivia.
10.- LONCOTORO

El fuerte de este nombre, citado por vanos autores, estuvo


situado un poco al oeste de las cercanías de Angol, en los contra-
fuertes de la cordillera de Nahuelbuta. No se sabe la fecha de su
construcción. El 16 de enero de 1599 se abandonótemporalmente.
En 16 12, durante la sublevación dirigida por Pelantaru, la guarni-
ción fue degollada y sus edificios destruidos. Tal vez sea el actual
lugar llamado "Lomas del Toro".
11.- QUILACOYA

En la parte superior del río de este nombre se encontraban los


lavaderos de oro y las minas que tenía Pedro de Valdivia (Milla-
hue). En sus inmediaciones se construyó, en octubre de 1553, un
fuerte que se abandonó después de la muerte del Conquistador. Su
jefe Diego Díaz, huyó con la guarnición a Tucapel. En la época
de Garcia Hurtado hubo algunos encuentros en la región.
12. - CAÑETE

Garcia Hurtado de Mendoza ordenó fundar esta Villa, que


primitivamente era un fuerte, en el mes de noviembre de 1557.
Estuvo ubicada frente a un cerrillo llamado Peleco, en la vertien-
te occidental de la cordillera de Nahuelbuta, a orillas del estero
Togol-Togol, en el valle de Catiquichay. Alonso d e Reinoso
quedó a cargo del aspecto militar de la plaza y Felipe de Mendoza,
hermano bastardo de don Garcia, d e la parte civil. El nombre
de Cañete se le dio por el titulo de Marqués d e Cañete, que tenía
el padre de Hurtado de Mendoza, en ese entonces Virrey del Perú.
En 1562, el mestizo Baltazar o Andresillo, que servía a los espa-
ñoles, traicionó a los indios, induciéndoles a asaltar el fuerte un
día determinado, a la hora de la siesta. Los españoles, prevenidos
por el mestizo, hicieron una gran matanza d e mapuches. Durante
la persecución siguiente a este asalto, Caupolicán fue apresado por
el mestizo cuzqueño Villaaastin. Alonso de Reinoso lo condenó
a morir empalado en la plaza de la ciudad. En 1563 Francisco de
Villagra ordenó la despoblación de Cañete, que fue quemado por
los indios. En 1566 Rodrigo de Quiroga, después de una enérgica
campaña, ordenó la reconstrucción de la ciudad, cambiándola a
un lugar junto al mar. Ese mismo año los indios la atacaron sin
resultados. La defensa estuvo a cargo del Capitán Agustín de
Ahumada y Cepeda, hermano de Santa Teresa de Jesús. El 10 de
enero de 1567. llegó un refuerzo a cargo d e Martin Ruíz de
Gamboa, quien tuvo algunas diferencias con Avendaño que estaba
a cargo de la plaza. Este último se marchó a Concepción, llevándose
los víveres, por lo que Ruiz de Gamboa reunió a la oficialidad y
le manifestó que ante la imposibilidad d e recibir más ayuda, había
que abandonar la plaza. Se embarcaron en la boca del río Lebu y
se dirigieron por mar a Concepción, donde naufragaron a su
Ilegada, sin pérdida de vidas. En 1575 la plaza de Cañete fue nueva-
mente reconstmida, pero los indios, capitaneados por el mestizo
Alonso Diaz Peineñarco, obligaron a su abandono en 1602.

13.- HUALQUE O HUALQUI (SAN JUAN BAUTISTA)

En 1557 García Hurtado de Mendoza dispuso la construcción


de un fuerte en este punto. En 1724 Cano y Aponte ordenó el
traslado del fuerte de Arauco a este lugar, lo que se efectuó en
1756, aprobado por Real Cédula del 24 de octubre de 1757,
durante la Gobernación de Manuel de Amat. La primitiva pobla-
ción de H~ialqiiiestuvo forniada solainentc por los soldados del
fuerte y sus faniiliarcs.
14.- LEBU (STA. MARGARITA DE LEBU)

Garcia Hurtado de Mendoza fundó en 1557 el fuerte de Sta.


Margarita de Lebu. que Alonso de Ribera reedificó en 1603,
sobre la orilla norte del río Lebu, hacia la mitad de su curso.
En el año 1603 existía una fortaleza, cerca de la cual estuvo la
segunda ciudad de Cañete. Su guarnición se retiró a Arauco el
año 1610, después de un ataque. En 1647, Juan Femandez de
Rebolledo fue comisionado para explorar Lebu y dejó un fuerte en
la desembocadura del río. El actual pueblo de Lebu ocupó el
einplazamiento del antiguo castillo español, que estaba a 300 mts.
del construido por Leoncio Señoret, que se denominó "Antonio
Varas", (1862).

En los alrededores de esta localidad, especialmente en Quilaco-


ya, existían ricas minas de oro en las que Pedro de Valdivia hizo
trabajar a los indios de la zona. En 1560 García Hurtado de Men-
doza ordenó construir un fortín sobre la barranca del río, al sur
del pueblo. Fue destruido en la sublevación de 1655. Posterior-
mente Porter y Casanate lo hizo reconstruir.
16.- ITATA

En el lugar donde desemboca el estero Ninhue en el río Ñuble,


se encuentra la hacienda de Cucha-Cucha. Allí residió en 1616 el
Padre Luis de Valdivia, cuando dicha propiedad pertenecía a los
jesuitas. El Gobernador Tomás Marín de Poveda hizo establecer
ahí un fuerte que no tuvo guarnición y que duró desde 1692 a
1700.
17.- QUIAPO

Paraje llamado también Quipeo o Cayupil, situado al sur de


la ciudad de Arauco, en la mitad del camino a Lebu. En este lugar
García Hurtado de Mendoza esperó a Caupolicán, para cerrarle el
camino al sur. El combate se trabó el 13 de enero de 1558 y es
citado por Ercilla. En ese lugar, los indios construyeron una esplén-
dida fortaleza y la dotaron con cañones de los españoles. García
Hurtado hubo de emplear la artillería para batirlos. En 1565 ó
1566, Rodrigo de Quiroga construyó un fuerte, que fue vanas
veces arrasado por los indios y se volvía a reconstruir. No se sabe la
fecha de su abandono definitivo.
18.- ESPIRITU SANTO

Plaza fuerte que contó con una fortaleza y algunos habitases


civiles. Se estableció por el Gobernador Alonso de Sotomayor, en
1585, para resguardo de la comarca de Catiray. Estuvo en la mar-
gen sur del Bío-Bio, en la confluencia de este río con el Tabolevu.
Fue destruido en 1591, junto al de Trinidad que estaba en la otra
margen del Bío-Bío. Según Córdoba, a estos fuertes se los llamaba
d e "Los Amantes", ya que en ellos se repetía, a la manera de
Leandro, el paso del río a nado. El fuerte fue construido en 1603
por Alonso de Ribera, pero después se despobló.

19.- MILLAPOA (SAN JERONIMO O LAUTARO)

Plaza fuerte ordenada construir en 1585 por el Gobernador


Alonso de Sotomayor. Se ubicaba en las vertientes occidentales
de los cerros que están al oeste de la actual Santa Juana, en la
parte superior del estero Culenco. Estuvo a 25 kms. de Santa Jua-
na y a 15 kms. de Monterrey. Se abandonó después del alzamiento
de 1599 y fue repoblada en 1603, por Alonso García Ramón, pero
no subsistió mucho tiempo.
20.- SANTO ARBOL DE LA CRUZ

Fuerte establecido en 1585, bajo el Gobierno de Alonso de


Sotomayor, vecino a una misión jesuita llamada Postahue, en la
desembocadura del río Huaque con el Bío-Bío.
21 .- ANTEPEPE

Vanos autores citan este fuerte, que habría estado al "sur del
Lago Villarrica". No se sabe la fecha de su fundación, pero sí que
se encontraba dentro de la encomienda de Hemando Aranda Vila.
Es posible que se trate del lugar llamado Antelupu o Antuleufe
(río del sol), ya que el vocablo Antepepe no existe en araucano.
Debe ser un río o estero afluente del Llancahue, que pasa af pie del
Cerro de Llancahue (39" 33' S. y 71" 55' W.). Hay citas de MariRo
de Lobera al respecto. La encomienda perteneció a Cristóbal
Aranda Valdivia, nacido en Sevilla en 1556, hijo de Pedro Aranda
de Valdivia y Catalina Saravia. Fue Capitán, Regidor perpetuo
de Santiago (Real Cédula de 9 de enero de 1579), cargo del que
se recibió en su nombre su hermano Martín Alonso, en mayo de
1581. Fue Alférez Real en 1586. Cuando en 1587 se hallaba a car-
go del fuerte de "Antepepe", fue muerto por los indios, al mando
de la cacique Janequeo. (Antepepe, a 7 leguas de Villarrica y 2
de Llivén).

Monte situado en la bahía de Arauco. en la cual se interna a


manera de promontorio. Por el norte, sus faldas caen en el valle de
Colcura y por el sur, en Chivilingo; entre ambos valles hay un espa-
cio de 4 a S kms., a través del cual pasa el camino que va de Lota
y Colcura a Arauco, al lado norte. En marzo de 1554, Lautaro
derrotó a Villagra , y en el mismo punto, el año 1563, los indios
mataron a Pedro de Villagra , hijo del anterior. Por esas acciones
se le dio el nombre de Cuesta de Villagra. En la cima de este
monte, el Gobernador Alonso de Sotomayor hizo construir un
fuerte el año 1589, el que no resistió largo tiempo los ataques de
los indios que finalmente lo destmyeron.
23.- GUADABA

Pequefío valle del extremo occidental de la comarca de Purén o


Lumaco. Por él corre el estero del mismo nombre, afluente del río
Castillo "San Sebastián de la Cruz" en Corra1 (1645)
"Fortificaciones españolas de la provincia de Valdivia".
Comisión Rorincid de Monumentos Históricos, VddiviaChile.
Castillo de Niebla "De la pura y limpia concepción de Monfort de Lemus" (1645)
"Portiíicacioncs ospañolas dc la provincia de Valdivia".
Comisión Provincirl de Monumentos Históricos, ValdiviaChile.
Curariilahue o estero de Puchantrín. Allí, los indios sorprendieron
en 1578 al Gobernador García Ramón, causándole considerables
bajas. El mismo año los mapuches dieron muerte en ese lugar al
sobrino del Gobernador Rodrigo de Quiroga, de igual nombre.
Alonso de Sotomayor fundóen Guadaba en 1589 un fuerte, que se
destmyó a la muerte de Oñez de Loyola en 1598. Curalava, donde
fue muerto el Gobernador Oñez, está a corta distancia de Guadaba
en los cerros de la margen izquierda del estero. El fuerte estuvo
enfrente a las casas de Ramón Concha S., donde actualmente hay
una cancha de fútbol. Se notan aún los fosos.

24.- JESUS

Nombre de un fuerte que ordenó construir Oñez d e Loyola, un


poco más abajo de la confluencia del Laja con el Bío-Bío, frente a
la fortaleza de Chivilcura. A la plaza de Jesús pasaron los poblado-
res del Santa Cruz de Coya, después del despoblamiento d e ese
lugar. En 16 12 el padre Luis de Valdivia liberó a los indios que
habían allí, de acuerdo con su plan de guerra pacifica. En 1757,
este fuerte se reemplazó por el de Hiienuraque, l o que hace supo-
ner que en ese año se abandonó Jesús.
25.- SAN SALVADOR DE COYA

Fuerte en la comarca de Purén, levantado en 1594 por Oñez de


Loyola. No debe confundirsele con Santa Cruz de Coya, que fue
fundado en 1597.

26.- LUMACO

Valle denominado también de Purén, en el centro del cual las


aguas formaban una laguna, de la que salía una corriente de agua
en dirección sur que tenía el nombre de Butanlevo (río grande),
base del río Cholchol, afluente del Cautín. En las inmediaciones de
la laguna o pantanos de Lumaco, existió el fuerte de ese nombre,
del cual no hay más datos. En las ciénagas de Lumaco hubo en
1597 un combate entre espafioles, mandados por el Capitán Andrés
Valiente y los indios de la comarca. En 1610, el Gobernador Luis
Merlo de la Fuente y el Capitán Núñez de Pineda entraron a Lu-
maco con un Ejército numeroso y arrasaron cuanto encontraron.
En una de las islas de la ciénaga mataron al cacique Paillamacu y
recuperaron un cañón.
27.- MALVEN

Algunos autores, al referirse a la sublevación de 1599, dicen


que los indios destruyeron, entre otros, el fuerte de Malvén. Debe
haber estado en los alrededores del estero de ese nombre, que
afluye a la banda sur del río Bureo, entre las actuales estaciones
ferroviarias de Negrete y Lapito. Allí existió una misión.
Río Malvén: Afluente del Bureo en la parte occidental de Mul-
chén. Nace en las cercanías del cerro Dihuén, al sur del Mulchén
y afluye al Bureo unos 10 kms. antes que este caiga al Bio-Bio.
Por sus lados corren el Chumulco, afluente del Bureo y el Mecau-
quén, que lo es del Bureo. Bañaban la comarca de Maivén en la que
hubo una misión y los pueblos de los Infantes y Colhue.
28.- COLCURA (SAN MIGUEL ARCANGEL)

Este fuerte fue fundado el 29 de septiembre de 1602. En


1655 sus habitantes debieron huir a Concepción. Estuvo ubicado
en una altura, a l borde de la ensenada de Pirauco. Dominaba por el
S.E. la bajada de Marihueñu o cuesta de Villagra y por el N.W.
los contornos del valle de Lota. El afio 1662 se estableció como
villa, con el nombre de San Miguel Arcángel de Colcura, por dis-
posición del Gobernador Angel de Pereda. Cano y Gponte la hizo
despoblar en 1724, pero en 1728 visitó el lugar el Obispo José
Marán, a la ida y vuelta de su viaje, lo que indica que habna sido
restablecida.
29.- NACIMIENTO (O NATIVIDAD)

Fuerte situado en la confluencia de los ríos Bío-Bío y Vergara,


fundado el 24 de diciembre de 1603. El toqui Lientur lo atacó a
las 3 de la mañana del 6 de febrero de 1628. Su Capitán, Pedro
Junco, al frente de 40 hombres, se defendió valerosamente hasta la
llegada de refuenos al mando del Gobernador Luis Femández de
Córdoba. En este asalto tomó parte un español de apellido Martin,
que llevaba 18 ailos viviendo entre los aborígenes. Los indios se
retiraron llevándose dos cationes y algunos arcabuces; Martin
murió durante el ataque. En 1665 se reconstruyó, con el nombre
de Resurrección, que no duró. El Gobernador Cano y Aponte
trasladó este fuerte y otros más, a la orilla norte del Bío-Bío, en
1724; pero volvió a su sitio original el 24 de enero de 1752.
En 1655, fue despoblado después de duros ataques de los
indios. Uno de los Salazar, comandante de la plaza, ordenó que
la guarnición y los vecinos se embarcaran en balsas y descendieran
por el río; mas, como algunas comenzaran a hacer agua, ordenó el
desembarco de las mujeres y niños en San Rosendo, donde fueron
muertos por los indios. Frente a Santa Juana -Tanahuillín- los
mapuches lancearon a más de 100 soldados. En Nacimiento fue
canjeado, en 1629, Núñez de Pineda, autor del "Cautiverio Feliz".
En 1739 fue destruido y reparado el mismo año. En 1662 el Go-
bernador Meneses lo reconstruyó, aumentando su dotación y per-
trechos.

30.- RERE ( O BUENA ESPERANZA)

Fundado por Alonso de Ribera en 1603, en la llamada "Estan-


cia del Rey" o Huilquilemu, que comprendía los llanos de Misque
y la sección inferior del río Claro, de Yumbel. Estaba destinado a la
crianza de caballos y a la producción de cereales para las tropas. El
fuerte recibió algunas mejoras en 1631, fue arrasado en 1655 y
rehabilitado en 1693. Al año siguiente, nuevamente arruinado y
reconstruido. A su amparo se fundó en 1752 el pueblo de Buena
Esperanza de Rozas; pero en 1765 pasó a llamarse San Luis de
Gonzaga de Rere. Actualmente el pueblo se denomina Rere; en su
iglesia hay una campana notable por su sonoridad, que lleva la
inscripción "Nuestra Señora de la Buena Esperanza" -1720- y
existe una palmera de esa misma época. Restablecida por el Veedor
Villalobos, sucesor de Acuña y Cabrera (abril de 1655 a l o febre-
ro de 1656).
31 .- MONTERREY (NUESTRA SRA. DE LA HALLE)

Cerca de la confluencia de los ríos Laja y Bío-Bio hubo un


fuerte, levantado en 1603 por Alonso de Ribera con el nombre de
Nuestra Señora de la Halle. En 1612 se construyó una misión
jesuita, destmida poco después de 16 17. Se supone que el fuerte
fue arrasado en esa ocasión.
32.- PAICAVI

No se sabe la fecha de su fundación, pero ya existía en 1605,


ya que en ese lugar entregó el mando Alonso de Ribera a su
sucesor Garcia Ramón. La guarnición se trasladó a Lebu en 1612,
o tal vez un poco después, pues hay noticias de que el 26 de
noviembre de ese año se reunieron alli Alonso de Ribera -nueva-
mente Gobernador- y el padre Luis de Valdivia, para discutir el
abandono de los fuertes, de acuerdo con instrucciones del Virrey
del Perú. La oficialidad del fuerte se resistió a esta medida; el 7
de diciembre hubo una reunión con el cacique comarcano Utafla-
me, quien manifestó que haría la paz, siempre que el fuerte fuera
demolido. Como ya había órdenes en ese sentido de las autonda-
des españolas, se efectuó el despueble el 8 de diciembre. Al día
siguiente se retiraron los indios de guerra. En mayo de 1614, el
Coronel Pedro Cortés pidió su reconstrucción, la que sólo vino a
efectuarse en 1669, por orden del Marqués de Navamorquende.
33.- MESAMAVIDA (SAN AGUSTIN)

Colina notable, que se encuentra en la ribera norte del río


Duqueco, en el punto en que éste recibe a su afluente Paillihue. a
dos o tres kms. de la confluencia del Bío-Bio con el Duqueco. Es
una meseta de unos 80 mts. de altura, cuya cima es plana, de lo
cual viene su nombre de Mesamávida; vocablo híbrido, de mesa
(palabra castellana) y mávida: monte. El fuerte de Negrete (San
Francisco de Borja), se encontraba al pie de Duqueco. En 1613 se
trasladó a la cumbre del cerro y en 1622 regresó a su sitio anterior.
El fuerte, que postenormente construyó O'Higgins en 1777 por
orden de Agustín de Jáuregui en la cumbre, se llamó San Agustín
d e Mesaniávida.
34.- NEGRETE

Villa situada al pie del cerro Niñe, en la orilla sur del Bío-Bío,
casi frente a la confluencia del Duqueco. Primeramente fue un
fuerte, levantado con el nombre de San Francisco de Borja, en la
orilla sur del Duqueco; de este lugar lo llevó Alonso de Ribera en
1603 a la cumbre del cerro. Cuando en 1622 se empezó a poblar
la villa, el fuerte se reconstruyó en el sitio primitivo, donde se
mantuvo hasta 1659, año en que lo destruyeron los indios. Se
reconstruyó en 1662. El Gobernador Amat le dio el título de Villa,
a Negrete.
35 .- SANTA FE

El paraje de Santa Fe se encuentra en la confluencia de los ríos


Bío-Bío y Vergara. Como a 3 kms. de la margen norte del Bío-Bio,
hubo un fuerte del cual no se sabe la fecha de su erección, la que
debe haber sido a principios del siglo XVII, ya que hay noticias
de que en 1621 Andrés Jiménez Lorca se llevo la guarnición a San
Cristóbal. Este fuerte correspondía con el de Nacimiento. En
febrero de 1665, Meneses lo reconstruyó, dejándole nutrida guar-
nición, víveres y municiones. Se abandonó en la sublevación d e
1723. En ese lugar se levantó la misión de San Juan Nepomuceno,
d e Santa Fe. También se rehabilitó el fuerte en 1727. En este
sitio, en 1769, se dio una batalla en que los indios lograron una
victoria sobre los españoles, matando a 30 soldados y a 47 indios
que los acompañaban, sin otra pérdida que 11 de los suyos.
"Las tropas españolas estaban formadas por 12 dragones, 200
hombres de arma blanca de caballería y 120 indios bien armados
de la parcialidad de Santa Fe, todos al mando de Bueno de Gaete".
36.- SAN CRISTOBAL

Plaza fuerte que existió a 10 kms. al S.W. de Yumbel y en la


parte N. de la confluencia del río Claro con el Laja. Debe su
fundación al Gobernador Cristóbal de la Cerda, en 1621, que dio su
nombre. En 1646, seestableció allí una misión. En febrero de 1655
fue asolada por los indios y rehabilitada en 1663 por Pereda.
Después del alzamiento de 1766 se despobló definitivamente.
37.- SANTA JUANA DE GUADALCAZAR

Villa situada a la orilla del Bío-Bío, a más o menos 50 kms. de


Concepción, frente a Talcamávida, separadas por el río. Está en las
faldas del cordón de cerros de Catiray. Tiene su origen en un
fuerte levantado por Luis Fernández de Córdoba y Arce en 1626,
con el nombre de Santa Juana de Guadalcázar. Mujica lo mejoró
en 1648. En 1737, Manso de Velasco le dio el carácter de Plaza
Fuerte, e hizo abrir un canal desde el río a una laguna que estaba
a sus espaldas, convirtiéndola en una isla. Quemada por el guerri-
llero Juan Manuel de Pico en 1821 y arrasada la villa por el teme-
moto del 20 de febrero de 1835, se trasladó en 1841 a su ubica-
ción actual, mas al este de la primitiva.
38.- SAN MARTIN (TOLTEN)

Fuerte que existió en el curso superior de la margen sur del


río Toltén. Fue fundado por Martín de Mujica en 1648 y destnii-
d o en el alzamiento de 1655 que provocaron los cuñados del
Gobernador Acuña y Cabrera. No hay noticias de que haya sido
reconstruido.
39.- SAN ROSENDO

En la ribera norte del rjo Laja, a 3 ó 4 kms. antes de su con-


fluencia con el Bío-Bío, sobre unas colinas, a 300 mts. al oeste del
actual pueblo de San Rosendo, existió un fuerte del cual no se sa-
be la fecha de erección. Fue arrasado en la sublevación de 1655
Y restablecido poco después; no resistió a la rebelión de 1723.
40.- LAJA (FUERTE DEL SALTO)

Poco antes del salto inferior, "el río se ensancha y ofrece un


vado seguro, aunque incómodo por su huello escabroso y amelga-
do". Para defender de los indios este paso, existió un fuerte, levan-
tado en la orilla norte por orden del Gobernador Pereda, entre
1662-1664.
4 1 .- TARPELLANCA

En los alrededores de esta localidad, García Hurtado de


Mendoza hizo construir, en 1560, un fortín sobre la barranca del
río, al sur del pueblo. Destruido en la sublevación de 1655, Porter
y Casanate lo hizo reconstruir (1656-1662). Debe haber sido
nuevamente asolado, ya que hay mención de su reconstmcción
por orden de Manuel de Amat (1755), de lo que se informó al
Rey el 19 de abril de 1756, dándosele entonces el nombre de San
Rafael de Talcamávida. En 182 1 fue quemado por el guerrillero
Pico.

42.- ENCARNACION O REPOCURA

En la comarca de Repocura, río afluente del Chol-Chol, baña-


da además por los ríos Quillín y Renaico, al sur de Purén y de
Quechereguas, el Gobernador Meneses fundó un fuerte en abril de
1667, donde dejó 60 hombres al mando del Capitán Pedro Pare-
des. El 20 de mayo de ese mismo aAo los indios lo asaltaron, dego-
llando a toda la guarnición. El Maestre de Campo Martin de Erízar
recorrió los campos, asolando y matando, para vengar las muertes.
En este punto se refugiaron algunos fugitivos de Tucapel. En di-
ciembre de 1694, se asentó allí una misión, la que junto con el
fuerte se destruyeron en 1723; se volvieron a levantar en 1764,
para ser nuevamente destruidos en 1766. No hay reconstrucciones
posteriores,
43.- MADINTUCO O COYANCO

En el lugar en que actualmente se encuentra el caserío de ese


nombre, en la banda sur del río Laja, estuvo el fuerte de Madintu-
co o Coyanco, fundado por Diego de Avila y Pacheco, Marqués dc
Navamorquende, en el año 1669. Colocó allí una reducción de 100
indios de guerra con sus familias.
44.- TOLPAN O RENAlCO

Fuerte fundado por Alonso de Córdoba y Figueroa. El nombre


de Tolpán era el que se daba antiguamente al río Kenaico. Esta
fortaleza fue durante dos años el centro de las operaciones que ha-
cía Córdoba contra los indios. En ese punto tuvo una victoria so-
bre Aillacuriche y rescató 18 prisioneros españoles que radicó en
Guambalí (Chillan), probablemente en 1698. Si consideramos
como efectiva esta fecha, el fuerte habría sido fundado alrededor
de 1694 ó 1695. No hay noticias posteriores de él.
45.- SAN CARLOS DEPUREN

Villa de Laja a orilla del Bío-Bio, 15 kms al sur de Los Ange-


les. Algunos kms. al E. se encuentra, en el río Bio-Bío, el paraje
llamado Los Cuartos o Piuluntué y a S ó 6 kms. al oeste, se hallaba
el fuerte de Munilque o Guapi. En 1723 el Gobernador Cano y
Aponte ordenó la erección de un fuerte. En 1776 Jáuregui lo cons-
tituyó en villa, a la que dio el nombre de San Carlos, en honor al
Rey de España, fundación que fue aprobada por real orden del 3
de noviembre de 1778. El historiador Vicente Carvallo y Goyene-
che afirma que el Gobernador Guill y Gonzaga "dispuso el traslado
de la plaza de Purén a la parte meridtonal del Bio-Bio, sobre su
ribera". Guill y Gonzaga la reedificó en 1765 y también recibió
mejoras en el Gobierno de O'Higgins, pero terminó siendo destrui-
do por el guerrillero Picó en 1820. El pueblo actual se fundó en
1855.
46.- ANTUCO

La población de Antuco se estableció en 1754, durante el


Gobierno de Manuel de Amat, con el producto de la venta de
algunos títulos de nobleza, Quinta-Alegre, Conquista, Pica y
otros. El fuerte fue construido en 1756

47.- SANTA BARBARA

Fuerte fundado en 1756 por el Gobernador Manuel Amat y


Junient, quien le dio este nombre en honor a Bárbara de Bragan-
za, esposa de Fernando VI. Hay también una tradición que da
como origen del nombre, el hallazgo de una imagen de esa Santa,
de manufactura indígena, que está en la iglesia. El 5 de diciembre
de 1769 el fuerte fue asaltado e incendiado por el cacique comar-
cano Lebián, quien volvió a atacar los días 25 y 28 del mismo mes.
Después recibió importantes mejoras en la época de Ambrosio
O'Higgins y llegó a ser una de las principales plazas de Chile. Hay
una descripción de 1886 que dice: "en el costado norte está la
iglesia y entre las barrancas del río y el ángulo sudoeste de la plaza
está el antiguo fuerte, hoy reparado". Allí se encuentra ahora la
Municipalidad.

48.- HUEQUECURA

Nombre de un estero de pequeño caudal, que desemboca en la


margen E. del curso superior de Futa. En la ribera izquierda de
este riachuelo, el Gobernador de Valdivia José Antonio Garretón
construyó en 1757 un fuerte, por orden del Gobernador Manuel de
Amat. Garretón quedó esperando refuerzos que llegaron tarde y
fue atacado por los indios el 27 y 28 de enero de 1757. El ataque
se rechazó, pero quedaron 17 españoles heridos. Carretón debió
regresar a Valdivia y la fortaleza fue asaltada nuevamente el 21 de
febrero, siendo degollados todos sus defensores, Los indios de la
región habían dicho a Garretón que más al oeste había una ciudad
encantada, lo que tal vez dio origen a la leyenda de la ciudad de los
Césares.
4 9 . HUEQUEN

En este lugar fue derrotado el Capitán Burboa que había ido,


por orden del Gobernador Guill y Gonzaga, a construir una nueva
ciudad. El ataque se realizó el 25 de diciembre de 1757 y los in-
dios destruyeron las fortificaciones que se habían alcanzado a
construir.
50.- HUENURAQUE

Por deformación, este lugar se llama actualmente Buenuraqui,


y se encuentra en la ribera N. del curso inferior del Bío-Bio, a
5 kms. de San Rosendo. Allí se edificó, por orden del Gobernador
Manuel de Amat, en 1757 el fuerte de ese nombre, que vino a
reemplazar el de Jesús.
5 1 .- R10 BUENO

Sobre la barranca del río Bueno, en el punto en que actual-


mente se levanta el pueblo hay un fuerte, fundado en 1775 por
Ambrosio O'Higgins; según otros autores por los expedicionarios a
la ciudad de los Césares, en 1777. Inmediato a este castillo se
notaba, hasta el siglo pasado, los restos de un foso que correspon-
día a un fortín, construido por orden del Gobernador Jáuregui
(1773-1780). En 1779 se estableció alli una misión. El 23 de sep-
tiembre de 1792, soportó un intenso ataque dirigido por el cacique
Tangol. La guarnición pasó a San José de Alcudia, en 1794.
52.- LOLCO

En la región cordillerana de Lolco existió el fuerte, fundado


por Agustín de Jáuregui en 1776. También hubo alli una misión
franciscana llamada San Francisco de Lolco. El fuerte y la misión
fueron abandonados el mismo afio de su fundación. Se reconstru-
y6 la fortaleza en 1881 y dio origen al caserío de ese nombre o de
"Casas de Lolco".
53.- VILLUCURA

Este fuerte fue construido en 1788 por Ambrosio O'Higgins, a


su costa, con el nombre de "Príncipe Carlos". Estuvo en la margen
sur del río Duqueco, hacia la base de la cordillera de los Andes.
"Se apoya en la barranca riscosa del río ... por el sur estrechan el
valle en que está asentado, arranques fragosos de las mismas sierras
y de ellos procede el pequeño arroyuelo que da el nombre al fuerte
Villacura, (Culebra de Piedra)".
54.- VALLENAR

El Gobernador Ambrosio O'Higgins ordenó erigir, a su costa,


este fuerte, al Gobernador de Los Angeles Pedro Nolasco del Río,
en agosto de 1788. Fue asentado en la ribera sur del río Laja, al E.
de la desembocadura del Polcura, en una meseta que se encuen-
tra a 825 mts. de altura, a mitad del camino entre el pueblo de
Antuco y el volcán de ese mismo nombre.
"Ocupa un valle pequeño de terrenos de aluvión, flanqueado al
sur por alturas graníticas escarpadas, así como por otras tan fraga-
sas de la banda norte del río dominando el paso del boquete que
los Andes tienen al interior de ese punto y que daba entrada a los
indios pehuenches". Estuvo a 15 kms. al oriente del actual pueblo
de Antuco.
55.- MAIPUE

Lugar situado en el camino primitivo entre Osomo y Maullin,


en la ribera norte del río Rahue, cerca de su confluencia con el río
Bueno; allí existió un fuerte llamado Maipué, fundado en 1795
por Ambrosio O'Higgins (Río Negro del Rahue).
56.- VALPARAISO, PLAZA DE GUERRA

En 1594, con motivo del ataque de Hawkins, el Gobernador


Aionso de Sotomayor inició la fortificación de Valparaíso, hacien-
do levantar el Castillo de San Antonio. Con ocasión de las activida-
des de L'Hermite, el Gobernador Francisco de Olabe aumentó e+
tas fortificaciones. Se encargó al Oidor Hemando Machado montar
unas baterías a espalda del Castillo de San Antonio, que dominaba
la planicie de Playa Ancha.
Después de las correrías e incursiones del pirata Sharpe, el Go-
bernador Juan Henriquez ordenó -en la segunda mitad del siglo
XVII- la construcción de un castillo en el cerro de la Concepción;
castillo que contó con ocho cañones de bronce, enviados por el
Virrey del Peni Conde de Lemos. El mismo Gobernador Henrí-
quez consiguió que la Corte -por resolución del año 1678- orde-
nara la aplicación de los almojarifazgos al ramo de fortificaciones
de Valparaíso. Con estos recursos fue posible racionalizar las de-
fensas del puerto. Se levantó un plano de los castillos, reductos,
baterías y murallas. En 1682, el Gobernador declaró a Valparaiso
"plaza de guerra", designando como primer Gobernador Militar de
elia a Francisco de la Carrera y separando a Valparaíso del Corregi-
mientc de Quiilota, al que había pertenecido hasta entonces.
Todas estas medidas produjeron consecuencias de gran impor-
tancia. En primer lugar, la guarnición de la plaza militar elevó su
dotación a 300 soldados y a un centenar de trabajadores, encarga-
dos de levantar las murallas y fortines. Estos soldados y estos tra-
bajadores llegaron a constituir un núcleo de población con cierto
poder comprador y significación para la vida y el crecimiento del
centro urbano.
En segundo lugar, la bahía seria recalada por un mayor numero
de embarcaciones, que encontrarían en el puerto militar la seguri-
dadde que hasta entonces carecían.
Valparaíso empezó lentamente a transformarse de simple
embarcadero, de modesta caleta de pescadores que había sido en el
primer siglo de dominación hispánica, en una aldea poderosamente
fortificada, que contó con algunos comerciantes y artesanos. Los
comerciantes no venfan -como ocurría en el siglo anterior- des-
de Santiago a recibir o despachar mercaderías. A la población de
pescadores e indios changos se agregó ahora un número no despre-
ciable de mercaderes, soldados y vecinos blancos. Todo esto permi-
tió a Valparaíso, desde fines del siglo XVII, a compartir el movi-
miento marítimo con Ancud, Valdivia y Concepción. En la segun-
da mitad del siglo XVII contaba con una iglesia parroquial.

Se transformó en una auténtica fortaleza. Lo más característi-


co d e ella fue la sólida muralla de piedra que levantó su Goberna-
dor Diego González Montero. Esta muralla, que le imprimió su
sello característico a la ciudad, contaba con un bastión, cuatro ba-
luartes o torreones (San Ignacio, San Francisco, San Pedro y San
Miguel) y diez piezas de artillería. Dentro de las murallas se ence-
rraba toda la población. Esta circunstancia la hizo estrecharse
considerablemente.
El Ejército acantonado en Valdivia estaba formado, en 1645;
por 800 hombres. En el siglo XVIIl era la tercera ciudad del Rei-
no: Concepción tenia 4.000 habitantes; Santiago 3.500; Valdivia
2.000. A fines del siglo XVII el Gobernador Francisco Delso hizo
''
construir el fuerte de Amargos con una cortina de 3 2 pies de largo
y pica y media de alto, con 12 cañones y una dotación de 200
hombres. En esta misma época el Virrey Castellar hizo remitir a
Valdivia cinco piezas de artillería, 150 mosquetes, 200 arcabuces,
1.000 fanegas de cal y mil hombres, recogidos en las cárceles de
Lima. Con estos recursos se construyó una capilla en Niebla y con-
vento d e franciscanos en Mancera.
En 1681, Valdivia tenia montados en sus diversas baterías 4 2
cañones y una guarnición, entre tropas y empleados, de 700 plazas
con un Situado en dinero y víveres de $ 137.000 anuales. Esta
artillería se hallaba distribuida de la siguiente manera: en Corral,
14 caiiones; en Mancera, 10; en Niebla, 8; en Chorocamayo, 2; en
la propia ciudad, 8; y en el fortín de San Luis de Cruces, en la
ribera norte del Calle-Calle, 5.
Valdivia y Valparaíso se vigonzaron considerablemente,
como consecuencia de la concentración de tropas. En el segundo
siglo de dominación española lograron una notable prosperidad,
gracias a las actividades bélicas contra los indígenas y corsarios.
En 1643, Valdivia fue ocupada por el holandés Hendrick
Brower, al mando de 470 hombres. Como consecuencia de este
hecho el Virrey Toledo ordenó construir el complejo de fortifica-
ciones en la desembocadura del río. Para esto envió una Armada
de diez naves, con 1.200 soldados destinados a los fuertes, a repo-
blar Valdivia y comenzar las fortificaciones, con una caja de
700.000 ducados. En el segundo siglo de dominación hispánica,
Valdivia pasó a ser la primera plaza fuerte del Reino; así como lo
fue Concepción y Talcahuano en el primer siglo y Valparaíso en
el tercero.
58.- FUERTES DE CHILOE

La isla de Chiloé, poblada por españoles que se dedicaban a


la explotación de maderas y la pesca, había sido dejada en tal
abandono por las autoridades centrales de Chile, que ya bajo el
Gobierno de José de Gamo en 1673, los habitantes solicitaron
su traslado al continente. Gamo informó la solicitud negativamen-
te, en enero de 1674. La medida era inconveniente para Chile,
ya que se iba a terminar la naciente industria naviera que comen-
zaba a tomar auge en la isla. Lo más práctico era defender esta
posesión y socorrer a sus habitantes, amenazados a menudo por los
corsarios que entraban en el Pacífico a través del Estrecho de Ma-
gallanes. Se pensó que el archipiélago podía ser ocupado por los
ingleses o los holandeses. Esto llevó a los Borbones, en el siglo
XVIII, a transformar a Chiloé en un complejo de fortificaciones
tan importante como el de Valdivia o el de Concepción y Talcahua-
no. políticamente la provincia de Chiloé dependía directamente
del Virrey del Perú; a fines del siglo XVIII llegó a ser uno de los
centros más importantes desde el punto de vista cultural y militar.
Los jesuitas y los franciscanos mantuvieron seminarios, colegios y
bibliotecas de gran renombre. La ida liegó a contar con más de
15.000 españoles y mestizos y cerca de 12.000 indios.
Los más importantes fuertes que defendían la isla se agruparon
sobre la bahía de San Carlos, defendiendo el canal de Chacao y
fueron:
Castillo de Agüir levantado sobre la puntilla de la península al
sur d e Puerto Inglés.
Batería de Balcncura: frente a San Carlos de Ancud.
Batería d e Puquillihue: al sur de San Carlos de Ancud.
B a t e ~ i adel Campo Santo: en San Carlos de Ancud
Bateria d e San Antonio: al norte de San Carlos de Ancud
Todas estas instalaciones defensivas estaban apuntadas hacia
el mar de manera que se presentaban vulnerables desde tierra Y a
ello se debió su caída en 1826, cuando el General Freire ocupó
Chiloé.
INDICE DE ILUSTRACIONES

Lautaro
Pedro de Valdivia
Campaña de Pedro de Valdivia. 20.11.1550
Ciudades y Fuertes fundados por Pedro de Valdivia
BataUa de Tucapel. l o .I. 1554
Bataila de Marigüefiu. 23.11.1 554
Fraiicisco de Viilagra
García Hurtado de Mendoza
Campaña de García Hurtado de Mendoza. 1557
Batalla de Peteroa. 29.1V.1557
Armas españolas del siglo XVI
Alonso de Sotomayor
Tambor español del siglo XVI
Soldado español ddglo XVI
Alonso de Ribera
Plan de Alonso de Ribera, 1601
Arcabucero español del siglo XVII
Arcabuz espaAol del siglo XVI
Mortero español con su cuadrante de puntería del
siglo XVI
Cañón de campaña español del siglo XVI
Armas indígenas
Piqueros espaRoles del siglo XVII
Pistolas españolas del siglo XVII
Tipos indígenas
Batalla de las Cangrejeras. 15.V. 1629
Parlamento de Quillín. 6.1.1641
La Chueca
Guardia de la Casa Real española del siglo XVII
José Antonio Manso de Velasco
Manuel de Amat y Junient
Ambrosio O'Higgins
El Mal6n
Uniforme de Soldado del Regimiento de Dragones de la
Frontera, de fines del siglo XVIlI
Plano de Santiago
Uniforme de Oficial del Cuerpo de Ingenieros de fines
del siglo XVIII
Uniforme de Infante de Astunas de fines del siglo XVIII
Uniforme de Soldado delRegimientode Infantería Fijo
de Concepción de fines del siglo XVIII
Zonas de fuertes espafíoles en la Frontera
Castillo de "San Sebastián de la Cruz" (1645)
Castillo de Niebla "De la pura y limpia concepción de
Monfort de Lemus" (1645)
ORIENTACION BIBLIOGRAFICA

A.- FUENTES PRIMARIAS

1.- ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO. Colección de Historia-


dores de Chile.
2.- ARCHIVONACIONAL. Papeles del Siglo XVI. Legajo 472.
"D. Antonio Parisi, Procurador del Reyno de Chjle,
contesta un Memorial presentado por el padre Luis de
Valdivia al Rey en el año 1630".
3.- COLECCION DE HISTORIADORES DE CHILE y documentos rela-
lativos a la Historia Nacional. 46 volúmenes.
4.- MEDINA, JOSE TORIBIO. Colección de Documentos Inéditos
para la Historia de Chile. Santiago, Imprenta Elzeviria-
na, 1906. 30 volúmenes.

B.- FUENTES SECUNDARIAS


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Santiago, Empresa Editora "Atenas", 1928.
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Chile. Santiago, Imprenta Chilena, 1862.
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co de la República de Chile. Nueva York, D. Appleton y
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Ed. Rafael Jover, 1885; Editorial Nascimento, 1932.
7.- BOLETINES DE LA ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA.
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Prehistoria hasta 1891. Santiago, Editorial Nascimento,
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47.- THAYER OJEDA, TOMAS. Los Conquistadores de Chile. San-
tiago, Imprenta Cervantes, 1908.
48.- TORO DAVILA, AGUSTIN. Sintesis Histórico Militar de Chile.
Santiago, Editorial Universitaria, 1976.
49.- VALDERRAMA, JUAN A. Diccionario Histórico-Geográfico de
la Araucania. Santiago, Imprenta Lagunas, 1927.
50.- VALDIVIA, PEDRO DE. Cartas al Emperador Carlos V. Santia-
go, Editorial del Pacífico, S.A., 1955.
51 .- VALENZUELA SOLIS DE OVANDO, CARLOS. El paso de los
Guerreros. Santiago, Empresa Editora Zig-Zag, 1974.
52.- VALENZUELA SOLIS DE OVANDO, CARLOS. Tradiciones Colo-
niales. Santiago, Editorial Nascimento, 1975.
53.- VICURA MACKENNA, BENJAMiN. Historia de Santiago, Santia-
go, Editofial Nascimento, 1924.
ESTE LIBRO SE TERMINO DE
IMPRIMIR EN LOS TALLERES DE
IMPRESOS VICURA EN ABRIL
DE 1983
SANTIAGO DE CHILE

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