ElOtroJulio_Análisis
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narran la historia del viejo hombre que sale de casa, entra en la noche y
persigue un sueño.
Julio Cortázar
anticipación del vértigo que anhela plasmar. La constante que permea este espacio es la
esperanza de que el silencio que sigue al clímax no sirva sólo de catarsis sino que
coincida con la página en blanco, con el gran libro que es este mundo. Cortázar se
polisemia que hay en la suspensión del tiempo y del espacio, mas sin negar nunca su
propia historicidad.
Leer a Cortázar, en cualquiera de las páginas que elija el azar, es encontrarse ante
borde, en la fisura, que aparece cuando la fuerza de la conciencia rompe con el hastío de
En el intersticio el lector deja de ser puente entre dos orillas. Renuncia a ser el
cómplice del salto mortal, del compromiso que implica jugar con el absurdo –cincel que
destruye lo aceptado por ser real. Sólo así se topa con las dos puertas de la liberación: el
En principio todo lector cortazariano debe creer con el escritor que “toda esfera es
un cubo” vacio y blando. Habrá que salir de casa –pues ha sido tomada por los fantasmas
que habitan el país cotidiano- y meterse en él para tratar de ponerse en pie en su interior.
Como sucede que en ocasiones el espacio se reduce, entonces el lector, en sus múltiples
esfuerzos por alargarlo, lo convertirá en una suerte de féretro –boca abajo o boca arriba- y
sentirá que es cómplice sobrio y trágico. Mas luego, logra fecundar un texto donde el
desbordamiento, impulsado por la necesidad del juego, va dibujando notas, takes que
incitan a perseguir las mariposas abandonadas en el jardín, por solas, porque nadie las ve
ya.
las habitaciones se llenan de cordeles y es imposible transitar por ellas. Entonces aparece
él para ayudar al pobre lector que ha quedado atrapado entre tanto juego y tanta lógica,
ahogado en la maravilla, arrobado siempre entre los piolines enredados a lo largo y ancho
de sus cuentos. Pero Cortázar lo sabe. Se llama a sí mismo, a Fantomas que siempre está
ahí para recordarle al lector los caminos por los que hay que andar en estos juegos
caleidoscópicos.
177
Julio Cortázar
Deshoras 1982
Aunque sepa, el escritor ignora lo que escribe, lleva en andas su percepción del mundo,
que se expresa –suele decirse- en el género que practique o transgreda. El oficio, de por
se ubique en los renglones que vienen preñados. Una especie de fantasma gris, oscuro y
transparente recorre los trazos que él compone, creyéndose impune. Al estilo de una tinta
de agua, su identidad se irá escribiendo con y sobre las letras visibles, pues en todo caso
obra, cuanto más él podría decir: “eso en mí que está escribiendo”. Suele producirse una
coincidencia detectable entre ambas escrituras, un hilo de luz se introduce desde lo que
parecía un titubeo.
romanticismo, pero el romanticismo mismo era todavía un producto del siglo XVIII”.
voz de los sentimientos y de la individualidad del artista no había sido tan fuerte. Este
sentimiento adquirió innumerables formas: “La fuga hacia la utopía y los cuentos, hacia
naturaleza, hacia el sueño y la locura [...] Sufren [los románticos] por su extrañamiento
del mundo, pero aceptan y quieren este extrañamiento” (189-190). Formas que se
expresan a través de la “ilusión inconsciente” (191), arma usada para la muerte de las
ideas clasicistas.
expresivamente como en la figura de “el otro yo”, que está siempre presente en el
lo oculto a la razón, la fuente de sus sueños [...] Descubre que “en su pecho
habitan dos almas” que en su interior algo que no es él mismo siente y piensa [...]
en suma, descubre los hechos básicos del psicoanálisis. Lo irracional tiene para él
la ventaja [...] de no estar sujeto a dominio consciente, y por eso ensalza los
(196-7).
179
Con el paso del tiempo, de los siglos, de los cambios y los movimientos artísticos, llega
Mundial. Las nuevas ideas son llamadas posimpresionistas (Hauser las llama “la vieja
tierra romántica”) (487), ísmos, vanguardias, nuevas cosmovisiones que son producto del
grito de dolor que expresa la realidad al ser violada, vejada, deformada. “...nos hayamos
frente a un segundo mundo, un supermundo que, por muchos rasgos de la realidad común
que pueda exhibir, representa una forma de existencia que sobrepasa esta realidad y no es
movimiento -según Lauro Zapata- expresa, sin duda alguna, “una urgencia por
transformar la vida cotidiana por medio de la alteración del sentido del tiempo o por
convenciones sociales y estéticas” (Humor, ironía y lectura 116). Mas Hauser separa, por
así decirlo, dos movimientos especialmente ricos por su retorno a la tradición: “el
dadadísmo, como el surrealismo [...] son una lucha por lograr un expresión directa, es
arte 490).
movimientos porque “el surrealismo no es un nuevo movimiento que sigue a tantos otros
[...] Surrealismo es ante todo concepción del universo y no sistema verbal [...] Una
hombre para quien cierta realidad existe, y su misión está en encontrarla.” (Obra crítica
1: 107)
180
En su texto “Un cadaver vivente” advierte con respecto a un surrealismo que por
conviene acordarse de que del primer juego surrealista con papelitos nació este
verso: El cadáver exquisito beberá el vino nuevo. Cuidado con este vivísimo
muerto que viste hoy el más peligroso de los trajes, el de la falsa ausencia, y que
presente como nunca allí donde no se lo sospecha, apoya sus manos enormes en el
tiempo para no dejarlo irse sin él, que le da sentido. Cuidado, señores, al
inclinaros sobre la fosa para decirle hipócritamente adiós; él está detrás vuestro y
veras esta tierra que odiáis a fuerza de ser finos, a fuerza de estar muertos en un
lado está una realidad visible, concreta, razonable, vigilante y consciente; conocida y re-
conocida; regida por la vida cotidiana, por la inteligencia y los sentidos. Los hábitos, la
por inconsciente. Realidad negada por inexplicable, invisible e invencible. Cara alógica,
sospechoso: se cuela en la vida cotidiana de la señora del orden y del señor trabajador,
para estorbar, trastocar, perturbar pues se burla del hábito para jugar a las escondidas con
el arte el vaso comunicante entre ambas, fusionador de una dicotomía que maldice al ser
desde su principio? ¿Será la escritura, como imagen, metáfora y analogía, el medio para
re-crear un mundo suprarreal donde se anuden la luz y la oscuridad? ¿Es el texto literario
irreconocibles?
relación50. En este sentido en una de las numerosas entrevistas que cita Alberto Cousté,
declara: “Tenemos que obligar a la realidad a que responda a nuestros sueños, hay que
seguir soñando hasta abolir la falsa frontera entre lo ilusorio y lo tangible, hasta
realizarnos y descubrir que el paraíso perdido estaba ahí, a la vuelta de todas las
esquinas” (El lector de... Julio Cortázar 80)51. Y posiblemente lo que aparece ante la
mirada que dobla para seguir otro camino son dos mundos en uno, continuados,
doble.
49
En su ensayo crítico “Muerte de Antonin Artaud”, Cortázar intuye que la locura del surrealista francés
“es un testimonio de la lucha entre el homo sapiens milenario [...] y ese otro que balbucea más adentro, se
agarra con uñas nocturnas desde abajo, trepa y se debate, buscando con derecho coexistir y colindar hasta la
fusión total.” (Obra crítica 2: 155)
50
A pesar de que son inumerables los ensayos que parten de la hipótesis de que Julio Cortázar es un
escritor surrealista y de que él mismo (en su época temprana de ensayísta) explora el tema, en ningún
momento el presente análisis interpretativo-reflexivo pretende aproximarse a tal planteamiento. Aclaración
que encuentra sustento en un supuesto de Carlos Oliva Mendoza: “...si bien él [Cortázar] tiene afinidades
con las vanguardias, nunca abandona un tono crítico hacia éstas [...] utiliza las vanguardias para remontarse
más atrás [y por delante] de las mismas” (Deseo y mirada del laberinto. Julio Cortázar y la poética de
Rayuela 36).
51
Alberto Cousté toma la cita de un texto titulado “Entrevista” en el cual la revista Alcor núm. 29,
correspondiente al año de 1964, publicada en Asunción, Paraguay, le plantea a Cortázar una serie de
preguntas que él responde por correo. La publicación no posee numeración de página.
182
Narrar dos mundos a la vez: esta especie de matriz narrativa de los relatos de
Cortázar remite ineludiblemente a otro registro dual –en fusión- fundamental: por una
parte la literatura fantástica como género con todos sus nombres intrauterinos; por la otra,
producción y su circulación.
ésta puede definirse igualmente por las marcas de ese relato en duplicación: la tradición
narrativa latinoamericana también se apoya en una formulación de ese tipo, según la cual
hay dos mundos que son contados a la vez. Ya en las crónicas y en los diarios de los
conquistadores hispánicos se inscriben estas características: América sólo puede ser leída
desde otro mundo. Basta pensar, por poner tan sólo un ejemplo, en Los pasos perdidos52
de Alejo Carpentier: la historia cultural de América Latina cabe en el relato de esa doble
del continente.
52
En Los pasos perdidos un músico, cuya vida se desliza entre las adulteraciones y los falsos valores de la
civilización, emprende un viaje al interior de la selva sudamericana en busca de unos primitivos
instrumentos musicales de los aborígenes. En contacto con la naturaleza virgen y con seres que viven una
existencia bastante elemental, se ve retrotraído al pasado y al mismo tiempo cree renacer, y siente renovada
su capacidad para emplear más plenamente sus facultades, como la de amar, por ejemplo. Olvidándose de
su teatral esposa y deshaciéndose de una amante decadente y pervertida, acepta el amor íntegro y simple
que le ofrece Rosario, una morena que se designa a sí misma, expresando su entrega, “tu mujer”. Pero no se
cortan así de simplemente las cadenas que los atan al mundo “civilizado”.
183
boxísticos hasta los comics, para culminar en una búsqueda rebelde y utópica al desear
Latina. Muchos es el otro Julio, entonces. Y en sus cuentos se aprecia ya la salida hacia el
establecido, limpio, impenetrable ha sido tomado, por tanto otro espera. En lugar de
perderse en la vida cotidiana, se arriesga a dar un salto insólito, provocar la realidad para
que revele el Absoluto. Dejar el mundo conocido significa abandonar el tejido, cerrar con
situación muy concreta: es la historia de dos hermanos de distinto sexo –él e Irene55- que
habitan la casa familiar y que son despojados de ella por alguna cosa misteriosa que
53
En su texto “Así se empieza” Cortázar hace alusión al cangrejo en analogía con la cotidianidad: “no se
puede abandonar un cangrejo cotidiano de cincuenta años” (La vuelta al día en ochenta mundos 1: 7).
54
“Casa tomada” es el primer cuento que Costázar publica y lo hace en una revista dirigida por Jorge Luis
Borges, “Los anales de Buenos Aires”, no. 11, en diciembre de 1946. El cuento fue ilustrado por Norah
Borges, hermana del escritor argentino. Posteriormente, Cortázar integra el texto a su primer libro de
cuentos publicado, Bestiario, que aparece en Buenos Aires bajo el sello de la Editorial Sudamericana en
1951.
55
Irene, que “significa paz, es una de las tres Horas hijas de Zeus y Temis que simbolizan las horas del día.
En la época temprana de la mitología griega Irene era llamada Talo que simboliza tallo o retoño y que se
relaciona con la fertilidad de la tierra. Las Horas cumplen diversas funciones relacionadas tanto con la ley
establecida por los dioses como con la fecundidad. Criaron a Hera, recibieron a la diosa Afrodita en el
momento de su nacimiento, forman parte del séquito de Dioniso, son compañeras de Perséfone, seguidores
del dios Pan, custodian las puertas del cielo y enganchan y desenganchan los caballos del carro del Sol.”
Según Robert Graves, “es famosa la imagen de Irene con el niño Pluto en brazos (en griego, riqueza),
debida al escultor Cefisodoto”. (Diccionario de Mitología Clásica 340)
184
emite ruidos. Sin que ellos sientan el menor temor, la fuerza desconocida los hace huír de
los espacios habitados hasta que finalmente abandonan la casa, la cierran y tiran la llave
Para Davi Arrigucci, “Casa tomada” no es mas que el inicio, el principio de toda
la trayectoria literaria de Julio Cortázar. Para él toda la historia literaria del escritor tiene
su punto de parte “cuando una extraña e invisible presencia invade, poco a poco, la
comodidad de una casa en Buenos Aires”. Nace también cuando Cortázar entrega, allá
por la década de los cuarenta, el texto para ver si era posible que fuese publicado. “Al
irónico secretario de la revista [...] le causó una fuerte impresión la altura insólita del
muchacho que traía la historia manuscrita [...] le gustó el cuento y lo publicó con dos
ilustraciones de su herman Norah” (El alacrán atrapado 13). Ahí, en una tarde
bonaerense cualquiera, Borges y Cortázar se unían por primera vez en torno a “Casa
tomada”. Este el cuento que, bautizado por Borges, inaugura el ficcional universo de lo
neofantástico cortazariano.
Ya otras obras había escrito Cortázar. Sin embargo, en su primera serie de cuentos
publicados se detecta que ya todo está ahí: su rebelión, incitada por la irrupción abrupta
“un universo poroso y abierto [...] una búsqueda intelectual [...] una búsqueda erótica,
metáfisica, [...] política, pues en los intersticios de la realidad degradada que acaba por
denunciar, entreveía pasajes para una realidad digna del nombre”. (14)
Bestiario es el texto matriz que alberga no sólo “Casa tomada. En entrevista con
Ernesto González Bermejo, Cortázar comenta que en el libro se reúnen una serie de
185
relatos en los cuales, “la complejidad es casi siempre de orden patológico. Son
imaginación como cuentista” (31), en el centro del inconsciente colectivo, donde habitan
los arquetipos o temas recurrentes, como el incesto, que “se notan sobre todo en la
primera parte de mis cuentos [en los cuales] he sido totalmente inconsciente de lo que
escribía. Después, cuando alguien hizo la reseña, la comparación de una serie de cuentos,
Citado por Víctor Antonio Bravo, Noé Jitrik, en su ensayo “Notas sobre la zona
fuego de la especie, ha señalado las formas del mal, como ese otro ámbito que acecha o
límite 91).
Ricardo Piglia considera que “Casa tomada” representa la mejor época de Julio Cortázar:
“el esteta vanguardista y refinado” (Crítica y ficción 45) es el prototipo del escritor
186
aceptado en la Argentina de las décadas 40 y 50. Mas, la trama básica de las obras
manera de llamar a la rebelión, queda aceptada, pues no puede ser comprensible que en
estos tiempos que soplan aún quede, entre los argentinos, el resquemor que por muchos
años persiguió a Cortázar. No obstante es relevante registrar opiniones como ésta puesto
que no deja de ser cierta la importancia que tuvo para la literatura universal la aparición
de Bestiario.
cuentos56, entre los que se encuentra “Casa Tomada”, lo ubican dentro de una generación
literaria argentina definida por la influencia europea, Borges y Arlt, dicho de otra forma:
se sitúan en una línea muy muy intelectual [...] Era bastante lógico imaginar que
de los escritores más refinados, más cultivados y también en alguna medida más
extranjerizantes, es decir, muy vueltos hacia las literaturas europeas, sobre todo
anglosajona o francesa [...] la influencia que tuve de Borges [...] fue una
influencia moral [...] me enseñó la severidad, ser implacable con uno mismo [...]
Roberto Arlt [...] es una enorme fuerza creadora [...] Borges fue un impacto
56
Cortázar le señala a González Bermejo que esos primeros cuentos no son sus primeros escritos. “Había
publicado Los reyes de manera un poco clandestina, y sólo tres años después apareció Bestiario. Debo
haber pecado de vanidad porque me había fijado una especie de techo, de nivel muy alto para empezar a
publicar [...] El día que consideré que había tocado ese plafond que yo mismo me había marcado, entregué
los cuentos de Bestiario. Antes [...] podría haber publicado dos libros de cuentos que se quedaron por ahí,
aquella novela inmensa, dos novelitas cortas, algunos ensayos, un montón de textos [...] y todo eso me
negué a publicarlo” (Conversaciones con Cortázar 28).
187
descubierto a los de Boedo [...] todo el lado porteño de la ciudad que hay en los
cuentos de Bestiario [...] eso se lo debo a Roberto Arlt (Cortázar por Cortázar
11-12).
Dos mundos, dos polos, dos hilos que Cortázar teje, une, pega para hacer de Florida y
Boedo dos percepciones del mundo distintas, dos formas de escribir, de pensar, de vivir,
una sola expresión. A Cortázar le “tocó estar un poco en los dos polos de manera
totalmente inconsciente porque [...] en los cuentos de Bestiario lo fantástico nace de una
situación muy realista, de un episodio de todos los días, cotidiano, con gente vulgar [...]
mí mismo; son ustedes los críticos los que me muestran las cosas...” (13-14). Más no sólo
la crítica es la que da cuenta del escritor. En su obra está inscrito todo lo que él es, por lo
menos así lo afirma Cortázar: “algunos de mis cuentos, sobre todo los primeros [...]
pueden dar una idea sobre mi persona profunda [...] Yo nunca me he ocultado demasiado.
Tampoco soy muy confesional, tampoco soy muy autobiográfico” (44). Aún y cuando,
“mis personajes [...] un poco son lo que soy yo. Van un poco más allá [...] consiguen
quizá un poco más que yo en algún camino, pero en definitiva no hay una diferencia
ritmo especial a estos cuentos, muchos de ellos escritos en primera persona...” (Julio
Cortázar y el hombre nuevo 44); mecánica que le brinda una objetividad al relato. Sin
embargo, esta frialdad no es más que la máscara falsa que encubre un clima de angustia y
188
horror, que en ocasiones refleja el gran teatro que es la vida. “Casa tomada” es ejemplo
de esa falsa objetividad adoptada por una voz que cronologiza el relato, de la cual se
cuento que guarda la historia de dos hermanos que ven restringido su sitio en la casa a
medida que avanzan los ruidos del fondo. Ambos terminarán abandonándola a sus
una introducción que finaliza, como la mayoría de las partes subsecuentes, con una
especie de epifonema58 a modo de conclusión de lo dicho y que es, sobre todo, una forma
cotidiana. Parece como si el narrador intradiegético ubicara al lector para que éste lleve a
57
Muchas han sido las interpretaciones que se han hecho sobre “Casa tomada”. Para Mario Goloboff tal
proliferación se debe a dos situaciones: por un lado “su creciente y merecido éxito”; por otro la
“combinación de pistas y de ocultamientos que crean una suerte de vacío significativo, un no dicho, un no
expresado, y que por eso mismo da lugar a múltiples interpretaciones”. En seguida, el autor de Julio
Cortázar: la biografía señala como esta multiplicidad de perspectivas, finalmente, recorre un camino corto:
“Desde aquellas que ven en el cuento la readaptación, una vez más, del mito del laberinto [...], hasta las que
repetidamente ven en él la imagen del peronismo como invasión de la casa paterna, tranquila, burguesa”.
Más adelante, Goloboff da su propia interpretación al proponer como el tema “fundamental”, el de “la
invasión por parte de fuerzas extrañas y muy poderosas al recinto de la comodidad” no es más que el
“reflejo de uno de los temores más acuciantes” del medio en el que vivía Cortázar. (76). Sin embargo, es la
psicocrítica la que ha difundido por mayor vehemencia una buena cantidad de interpretaciones las cuales,
en su mayoría, toman una sola direccionalidad: la del incesto. En su texto crítico Paciencia Ontañón de
Lope estima “que es en dos artículos donde se ha dado la clave: el de Jean L. Andreu, “Pour une lecture de
“Casa tomada” de Julio Cortázar”, en Cahiers du Monde Hispanique et Luso Brésilien (Caravelle),
Université de Toulouse-le-Mirail, núm. 10, 1968; y el de Eduardo G. González, “Hacia Cortázar, a partir de
Borges”, en Revista Iberoamericana, vol XXXIX, jul-dic., 1973, núms. 84-85”. En éste último “el incesto
está impuesto por la casa, por la familia”. En el otro, “el origen del incesto es [...] consecuencia de la
cohabitación [...] pero plantea una solución: la relación incestuosa se resuelve en el momento en que la
pareja abandona la casa (90) [...] puesto que se trata de dos hermanos que viven [...] en abierto incesto,
merecen un castigo, el cual está implícito al final de la narración”. Finalmente, para Ontañón de Lope,
“Casa tomada” es “una historia de culpa y castigo, lo cual supone la existencia de buenos y malos, donde
éstos deben de recibir la punición correspondiente” (En torno a Julio Cortázar 123).
58
Según el Diccionario de retórica y poética de Helena Berintáin epifonema es una “figura lógica [...]
[que] se presenta [...] dentro de un contexto que lo amplía y explica [...] o bien [...] como una exclamación
conclusiva [...] Lausberg lo define como sentencia...” (192)
189
vivir regida por un tiempo cronológico que marca cada una de las actividades a realizar,
todas ellas vinculadas a la casa y a la única salida (sabatina) que realiza el hermano.
Desde un primer momento el escritor hace vacilar al lector quien posiblemente vea en el
narrador al protagonista del relato. El cronista no es más que testigo –narrador del
recuerdo- e incluso, en algunos pasajes parece que Irene es la protagonista del relato
actante fundamental para el relato. Hay una analepsis inicial que da cuenta del gusto de
los hermanos de habitar la casa. En seguida, el narrador, hace una breve referencia al
presente (“hoy que las casas sucumben a la más ventajosa liquidación”) (13), sin embargo
la analepsis se restablece de inmediato. Hay otras instantáneas del presente a lo largo del
cuento: “es de la casa que me interesa hablar y de Irene porque yo no tengo importancia”
(14) y al mencionar que la parte delantera de la casa era tan pequeña que “daba la
impresión de un departamento de los que se edifican ahora” (16). Aún así el tono del
recuerdo, es tan fuerte que ensordece: la escritura de la memoria que “guardaba los
recuerdos” (13). Esta primera secuencia narrativa finaliza con un “era hermoso” (15)
Tras la parte inicial aparece un espacio en blanco usado como soporte simbólico
externo para así introducir la pausa descriptiva que antecede a la primera toma de la casa,
por parte de los ruidos misteriosos. Esta primera suspensión de la trama es fundamental
mirada del lector reduce así su margen de encuadre al pasearse por habitaciones y
pasillos. El lector entra “a la casa por un zaguán con mayólica” abre “la cancel” y pasa
190
“al living”; a los lados están las dos puertas de los dos dormitorios, “el baño y la cocina”;
al frente está el pasillo que conduce “a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se
franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía
girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que
llevaba a la cocina y el baño”. La parte de atrás, la que “mira hacia Rodríguez Peña”, no
era habitada, sólo albergaba la presencia de los hermanos “para hacer la limpieza, pues es
increíble cómo se junta tierra en los muebles”59. Polvo que proviene del exterior, que a
pesar de ser Buenos Aires una ciudad limpia (“eso se lo debe a sus habitantes y no a otra
cosa”) el viento deposita la tierra entre los muebles; “da trabajo sacarlo bien con plumero,
y los pianos” (15-16). Un exterior que sólo es polvo, que al entrar por la puerta cancel,
en los viejos y antiguos objetos les vuelve necesaria su rápida expulsión. Nada fácil es
sacudirse el afuera invasor aunque sean buenos los aires que parece que todo lo que
llevan es tierra.
En seguida aparece otro espacio en blanco que da pié a una analepsis: “Lo
recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles.” (16). Lo
que rememora el narrador es la primera toma que se da enmarcado por el tiempo objetivo
de la narración que marca la cotidianidad de las acciones: “eran las ocho de la noche [...]
Irene estaba tejiendo [...] y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate”
59
En el Diccionario de alquimia, cábala y simbología casa “como todo aquello que pueda contener algo, se
encuentra asociada a la femenino. En un sentido místico simboliza el continente de la sabiduría, es decir la
propia tradición. Hablando arquitectónicamente, cada elemento tiene su propia razón de ser. La fachada es
el lado masculino de este conjunto; los pisos, la verticalidad del espacio; el techo es la cabeza, el
pensamiento; mientras que el suelo corresponde a lo inconsciente, a los instintos”. (Fernández-Checa 111)
60
Esta ausencia de ventanas sugiere el carácter tétrico de la casa, por ende, la atmósfera de angustia que
puede generar y que caracteriza a todo espacio opresivo.
191
(16). (Esta acción es de suma importancia pues el hermano responde a un deseo corporal,
cocina (el lector lo sigue con la mirada), ahí es “cuando escuché algo en el comedor o en
la biblioteca” (16). El sonido era impreciso. Entonces aparece un segundo ruido “al
clausurar la parte del fondo con la llave que “felizmente [...] estaba puesta de nuestro
momento, se sorprende, más sin embargo, parece que fuera algo esperado pues los
personajes retoman sus acciones: él ceba el mate y ella, quien “tardó un rato en reanudar
su labor”, retoma el tejido. El diálogo entre los hermanos es muy breve, casi telegráfico, e
iniciado por el narrador: “Han tomado la parte del fondo [...] ¿Estás seguro?”, pregunta
Irene. (Él asiente). “Entonces tendremos que vivir de este lado”, responde Irene. La frase
“Han tomado la parte del fondo” genera dos respuestas, propias del absurdo, respecto a la
irrupción: lo innominado de los invasores (y la ausencia de interés por saber quiénes son)
y el tratar de adaptarse a la nueva situación, sin plantearse la causalidad del hecho. Tras
esta primera toma el narrador concluye como si de hecho ésta fuera la única conclusión o
recuerdo que le queda: la referencia a la prenda gris que en ese momento tejía su
había reducido tanto que “aun levantándose tardísimo, a las nueve y media, por ejemplo,
no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados”; así que “Irene estaba contenta
porque le quedaba más tiempo para tejer”, mientras él se puso a “revisar la colección de
192
estampillas [de su padre] para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus
cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene” (18). Ahí cenaban las “fuentes de
comida fiambre” que dejaba preparadas Irene, mientras él hacía el almuerzo pues
“siempre resulta molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a
cocinar”. Por eso ella se aconstumbró a estar con él en la cocina, hecho singular para
ambos. Sin embargo, “los primeros días nos pareció penoso”(17) pues muchas cosas
roble: los “libros de literatura francesa” concentrados en una biblioteca situada en la parte
posterior; “un par de pantuflas”, la “pipa de enebro y creo que Irene pensó en una botella
de Hesperidina61 de muchos años [...] “Nos mirábamos con tristeza [...] (pero esto
solamente sucedió los primeros días)” (16-7-8). Irene inventaba nuevos puntos para el
tejido, “un dibujo de trébol”, mientras él compartía con ella “el mérito de algún sello de
Eupen y Malmédy”. En este sentido, lo que el texto parece insinuar es que ella está
esperanza de que en algún momento ese “silencioso matrimonio de hermanos” (14) pueda
ser realidad. Sin embargo, también parece ilustrar, por medio del tejido trebolado, una
tercera presencia, a la cual, él, por su parte, parece convocar al padre a través de las
61
La Hesperidina proviene de “un fruto carnoso de corteza gruesa, dividido en varias celdas por telillas
membranosas; como la naranja y el limón” (Enciclopedia Cultural 8: 209), por lo cual se infiere que es un
medicamento que contiene vitaminas que previenen la gripe.
62
Según el Diccionario de símbolos y mitos el trébol “se consideró de buen augurio [...] En la mañana de
San Juan, las muchachas francesas suelen consultar el trébol para saber si harán un buen casamiento.”
(Pérez-Rioja 405). En cambio en el Diccionario de alquimia, cábala y simbología “cualquier forma
trebolada, simboliza el conocimiento de la naturaleza divina como resultado del esfuerzo y el sacrificio [es]
emblema de la Trinidad.” (Fernández-Checa 354)
193
cuarta secuencia aparece otro epifonema con valor de sentencia, que no puede ser más
siempre vivida y parece que nunca pensada. Enseguida Cortázar encierra entre paréntesis
las descripciones nocturnas que el narrador hace de la casa y de ellos mismos. Es como si
el relato se suspendiera para acotar la noche y sus criaturas: el sueño “en alta voz”, voz
“de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta” de Irene y “que
sacudones” como “Irene decía”; lo que oían, incluso sus respiraciones, sus ademanes;
todo sabían del anochecer, del dormir, del soñar del otro a pesar de que “nuestros
dormitorios tenían el living de por medio [...] Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el
ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes inmomnios”. La casa,
sus ruidos diurnos (“el roce metálico de las agujas de tejer”, el “pasar de las hojas del
álbum filatélico”) eran apenas percibidos. Sólo cuando los hermanos hacían uso de “la
cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz
más alta o Irene cantaba canciones de cuna”, quizá para romper el silencio, quizá como
una forma de esperanza, o sólo como medio para auyentar o someter a lo ominoso. De
noche evitaban el mínimo ruido. El silencio nocturno era casi siniestro. “Yo creo que era
por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en voz alta, me desvelaba en
seguida” (19).
194
La última parte del relato esta antecedida también por un espacio en blanco, como
en la que en cada una de ellas se aprecia una acción específica, casi a la manera de un
story board. Por segunda ocasión es él, el hermano, quien al sentir sed (o ganas de tomar
mate, como en la primera toma, y que bien puede simbolizar el deseo sexual), escucha,
“desde la puerta del dormitorio (ella tejía)”, el ruído “en la cocina; tal vez en la cocina o
tal vez en el baño [...] o en pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro”.
Han tomado “este lado de la puerta de roble”. ¿Se puede habitar una casa sin acceso a
estas dos habitaciones clave –el baño y la cocina- para satisfacer las necesidades más
humanas posibles? ¿Qué relación existe entre las dos tomas y el que él haya sentido
necesidad de ingerir líquido (mate, agua) e Irene tejiera? ¿Tiene, el deseo de tomar
abolir toda una historia? ¿Para reabsorber su genealogía e iniciar una nueva era preñando
simbólicamente a Irene?63 Y ella ¿teje mientras espera una señal? ¿La de él? ¿La de la
hora de partir y huir? Ahora sí los personajes se inquietan, se mueven: Irene ha dejado de
tejer y ha ido a posarse a su lado para entre ambos cerciorarse de la existencia y cercanía
de los ruidos. Ambos guardan silencio para escuchar mejor. “Apreté el brazo de Irene y la
63
Todos estos cuestionamientos parten de la amplia simbología contenida en el elemento agua, consultada
en el Diccionario de símbolos y mitos de José Antonio Pérez-Rioja, en el Diccionario de alquimia, cábala y
simbología de Felipe Alonso Fernández-Checa y en el texto de James George Frazer titulado La rama
dorada. Según este último, beber agua caliente mantiene vivo en ánimo en oposición a tomar agua fría.
(50). En este sentido, cabe hacer notar que el hermano sí ingiere el mate (bebida caliente) pero no llega a
tomar el agua (fría o al tiempo, según el sentido común) que le quitará la sed, misma que puede bien ser
símbolo de una infertilidad deseosa de humedad que le proporcione el cambio de vida, que por lo menos en
su interior parece desear.
195
hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían
más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras” (20). Dejaron todo atrás: el dinero y
los libros de él; el tejido y las prendas de ella. El hermano ha suplatado los hilos de lana
por su brazo que rodea la cintura de su hermana. “Eran las once de la noche” (20) cuando
salieron presurosos e indefensos “(yo creo que ella estaba llorando)” para alejarse de “la
casa tomada” (21). Él ha cerrado con llave “No fuese que a algún pobre diablo se le
ocurriera robar y se metiera a la casa, a esa hora y con la casa tomada”. A González
Bermejo le aclara:
todos los relatos, el que los define, donde en general está la sorpresa final de lo
fantástico, el descenlace (ya sea brutal o patético), está armado sobre un esquema
un adjetivo, un tiempo de verbo, la caída de una frase hacia el punto final, se dan
Paulatinamente la irrupción del mal se da desde un afuera, inombrable, algo que toma el
ámbito de los personajes en forma progresiva: primero la parte de la casa donde quedan
tejido. Esta irrupción de un ámbito en otro se expresa de una manera compleja, puesto
que el invasor destruye el autoaniquilamiento que los hermanos han hecho con sus
orden onírico. Ante Omar Prego, Cortázar reconoce sus propios sueños como material
básico para su creación: “Muchos de mis cuentos nacen de sueños [...] al despertar
196
arrastro conmigo jirones de sueños pidiendo escritura [...] muchos cuentos míos nacen de
imágenes oníricas, son una tentativa de poner en escritura visiones o entrevisiones del
sueño”. Para Julio el sueño frente a su especificidad, no es evasión de lo real, sino la parte
literario, “es un aporte que viene, no de mi plano racional [...] y eso tiene tal fuerza,
obliga en mi caso a escribir un cuento dejándome llevar por el azar” (La fascinación de
las palabras 36-152-153); el sueño en la vida es masa moldeable según los deseos que
brotan del libre juego de la imaginación. Porque la realidad que se presenta a diario no
vale mucho si no se crea un mundo propio. Quizá es por eso que Cortázar cita una
inscripción realizada en el exterior del Teatro Odeón de París que dice: “Desabotónese el
donde Cortázar explica claramente la importancia del sueño, misma que versifica en un
humano, donde probablemente se entrelaza todo. Sueño y juego serán entonces dos
juego. Al respecto, Cortázar reconoce ante Omar Prego que desde ambas particularidades
este sentido “sigo siendo ese cronopio que [...] escribe para su propio regocijo o su
sufrimiento personal, sin la menos concesión” (La fascinación de las palabras 19).
puerta prohibida, “puesto que toda prohibición es un claro consejo”. Esta apertura – “que
está bajo tus párpados”- es la que abre el mundo del sueño y “para verla propongo soñar
exclusivamente humana, una saturación del presente, un trozo de ámbar gris flotando en
presente...” (Último round I: 170-1). Cuando sugiere soñar, no propone el escape hacia
... aprender a despertar dentro del sueño, imponer la voluntad a esa realidad
puerta y accedido a un plano que será por fin un novum organum [...] aprender a
sólo eso: llegar a despertar dentro del segundo sueño y abrir así otra puerta, y
volver a soñar y despertarse dentro del tercer sueño y volver a soñar y a despertar,
de ida y vuelta constante hasta que las fronteras entre ambas realidades se desvanezcan en
con una sola flor entre los dedos, tendido el puente de la conciliación entre la noche y el
día, rota la torpe máquina binaria que separaba a Hipnos de Eros” (172).
Para ello hay que acceder a la realidad diurna con el sueño a cuestas. Traerlo al
lado de acá. Mas “hay que soñar, pero a condición de creer seriamente en nuestro sueño,
de examinar con atención la vida real, de confrontar nuestras observaciones con nuestro
¿Será que del sueño emana la autenticidad enfrentada a la falsa vigilia? ¿Debajo
del sueño está el verdadero otro yo? El sueño es deseable -y vaya que lo es- porque en él
se pierde el miedo a las normas sociales que tienden a destruir lo maravilloso para
despertar en los recintos más escondidos del ser humano, sus sentimientos reprimidos por
los tabués sociales. Quizá por eso dé miedo soñar. Quizá, y sobre todo, cuando los sueños
se tornan pesadillas en las cuales –casi siempre- aparecen imágenes de ciertas figuras
través de la vivencia onírica, misma que Cortázar tranforma en materia literaria. Se hace
En una entrevista con Luis Harss, Cortázar reflexiona acerca de la obsesión en sus
64
Cortázar ilustra las portadas de los dos tomos de Último round con diversas citas; entre ellas se encuentra
ésta de Lenin.
199
aterraban o me fascinaban, y que tenía que tratar de agotar mediante la escritura del
Garfield:
Cuando yo escribí “Casa Tomada” era una mañana de mucho calor en pleno
acuerdo muy bien, me acababa de levantar de la cama a las siete de la mañana con
cuento. Yo estaba solo en una casa muy extraña con pasillos y codos y todo era
muy normal [...] En un momento dado desde el fondo de uno de los codos se oía
amenaza del otro lado. Y entonces durante un minuto me sentí tranquilo y parecía
definitivamente expulsado del sueño mismo. Entonces me acuerdo muy bien que
tal como estaba en pijama y sin lavarme los dientes ni peinarme me fui a la
máquina y en una hora –es muy corto el cuento-, una hora y media estuvo escrito.
Por razones técnicas nacieron los dos hermanos y se organizó todo el contenido
Soñé el cuento –con la diferencia de que no había allí esa pareja de hermanos; yo
estaba solo- la típica pesadilla donde [se] empieza a tener miedo de algo
innombrable, que nunca [se] llega a saber lo que es porque el terror es tan grande
curioso cómo lo recuerdo: era pleno verano en mi casa de Villa del Parque, en
Buenos Aires; me desperté bañado en sudor, desesperado ya, frente a esa cosa
139-140).
Las pesadillas son sin duda el tipo de sueños que proporcionan al escritor un rico material
para su narración, puesto que la atmósfera angustiosa se transmite al relato. Para Freud
[...] y surge de la líbido por el proceso de represión” (Psicoanálisis del arte 163), con tal
fuerza que el horror de apodera del soñante aún ya en estado de vigilia. “...ese horror
peculiar puede expresarse mediante cualquier fábula”, afirma Borges en su ensayo sobre
la pesadilla. (Siete noches, 53). Para Cortázar, “la zona innominable de las peores
pesadillas [es] la realidad doméstica” (La vuelta al día en ochenta mundos 1: 68)
misteriosa e innombrada los arroja de la casa? Y es que, en algunas ocasiones, hay tal
fronteras del tiempo y el espacio-, que parece que la pesadilla del sueño abre el camino a
algo que realmente puede ocurrir y que está ahí a manera de analogía o de símbolo
recurrente.
femenino y, cierto tipo de casa, la madre. En este caso ambas figuras son importantes
puesto que por un lado está el cuerpo de Irene y por otro, el cuerpo de la madre
a una entrevista realizada por Picón Garfield que “allí no había nada incestuoso”
(Cortázar por Cortázar, 89). Ahora bien, el escritor, debido a elementos represivos,
necesita racionalizarlo, y al hacerlo afirma, ante Omar Prego, que introdujo un elemento
incestuoso “para vestir un poco el cuento” (La fascinación de las palabras, 58).
Es la casa también un espacio, que remite, sin duda, a la interioridad del sujeto. Es
un territorio cerrado, circunscrito, que guarda una historia y una tradición y que como tal,
externo vinculado a la dominación cultural. Allí, cada cosa, cada objeto, funciona como
un espejo que proyecta la imagen de esa historia y esa tradición, y el sujeto se contempla
“Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua [...] profunda y silenciosa
202
guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda
la infancia”. Casa-caja, estructura que guarda, que domina. Así se habituaron a “persistir
solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin
estorbarse” (13).
adjetivos que quizá muestren una relación con la mente humana65. En primer lugar su
antigüedad remite al ámbito del recuerdo de “toda la infancia” (13); imágenes que
fundamentales del aparato psíquico propuesto por Freud. Cortázar, a través del narrador,
describe una casa con dos partes diferenciadas, una de las cuales es precisamente la que
está en el fondo de esa “casa profunda” (13), la que sus habitantes no utilizan, “la parte
más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña”. Entre ambas se encuentra “una maciza
puerta de roble [que] aislaba esa parte del ala delantera” (15). Entonces, bien puede
sugerirse que la parte más retirada es la imagen del inconsciente, la parte delantera el
preconsciente, y así entre ambas, representada por la maciza puerta de roble, se ubicaría
65
Estas reflexiones están apoyadas en el texto de Freud titulado Esquema del psicoanálisis. Acto que puede
ser legítimo pues el interés de Cortázar por Freud es más que conocido. En entrevista con Picón Garfield
afirma: “Yo verifico en mí mismo la verdad de muchas afirmaciones de Freud.” (Cortázar por Cortázar
69).
203
lo que Freud llamó censura, que es precisamente lo que aisla al inconsciente del
preconsciente. Además el narrador indica que “cuando la puerta estaba abierta advertía
uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que
se edifican ahora” (16); es decir, muy pequeño, y precisamente en esa reducida parte es
las descripciones que realiza en el relato de “Casa tomada”. En su ensayo “Noches en los
ministerios de Europa” describe ampliamente sus travesías nocturnas por los grandes
edificios en los que él solía prestar sus servicios de traductor free lance. Lugares que
albergan “pasillos donde cualquier cosa podría ocurrir y a veces ocurre” (La vuelta al día
en ochenta mundos 1: 113). Espacios que de noche “cuando pierden la sílaba que los
enmascara [...] se vuelven lo que quizá realmente son, bocas de sombra [...] borde de una
abominable revelación” (114). Cortázar va de aquí para allá, casi en expedición, para
descubrir que “allí los pasos resonaban distintamente, marcando cada vez más la soledad,
la distancia que me iba separando de lo conocido”. Incluso realiza una reflexión que
forma parte de la configuración de toda su obra: “Nunca me han gustado las puertas
cerradas, los corredores donde una doble hilera de marcos prolonga un sordo juego de
habitación vacía”; cada puerta cerrada le hacía situarse en el medio del pasillo de su
marcha. Parece, entonces, que “Casa tomada” es el principio, la génesis de lo que después
a sí mismo cuando se “echaba a andar por el ministerio y así los fui conociendo a todos y
a lo largo de quince años agregué habitaciones a mis pesadillas, les sumé galerías y
204
ascensores y escalinatas con estatuas negras, las decoré con banderas y salones de aparato
y curiosos encuentros” (115), como los que se realizan a lo largo de toda su producción
literaria. Al final de su ministerial viaje narrativo aparece, como en muchos otros de sus
Antes de dormirme recuerdo a veces todos los ministerios de Europa que conocí.
citaba por las noches y me hacía vagar medroso por escaleras y pasillos [...] acaso
no he llegado todavía a la cita [...] buscando vagamente algo que ignoro y que no
a enfrentar -¿a combatir?- aquello que por desconocido es siniestro y que los citaba en la
parte inhabitable, lejana, de la casa. Al ser tomada la casa, el lector curioso intenta llenar
escapar? Citado por Picón Garfield, para García Canclini, lo bestial en las obras de
Cortázar “es al mismo tiempo algo que el hombre custodia y contra lo cual combate y
también algo que lo constituye y lo explica” (¿Es Julio Cortázar un surrealista? 55)66.
Lo siniestro, das unheimliche, dentro del hombre puede tener varias caras para
Cortázar. Por un lado puede provocar repulsión, terror ante la acción destructora de lo
establecido; por otro, el poder de la revelación que fascina, por tanto, la aceptación de su
66
Picón Garfield toma la cita del texto de Néstor García Canclini titulado Cortázar, una antropología
poética publicado en Buenos Aires por Editorial Nova en 1968.
205
innombrada –por inombrable- que provoca los ruidos es ese monstruo poliforme,
oculto, se encuentra en la simulación. Los hermanos que simulan llevar una vida normal,
encubierta por la normalidad. Porque finalmente lo siniestro muestra el camino hacia otra
del deseo oculto, hacia al ámbito inconsciente donde habita el velado otro que se enlaza
con la realidad consciente. En esto consiste la mutación del hombre y, por ende, la
mutabilidad de su mundo.
con lo angustiante en general” (Obras Completas 3: 2483). Para él “lo siniestro sería
aquella suerte de espantoso que afecta las cosas conocidas y familiares desde tiempo
secreto y familiar, hogareño, doméstico”. Sin embargo, esto no quiere decir que todo
aquello que resulta novedoso sea siniestro. E. Jentsh, citado por Freud como el único
(2484), en la incertidumbre de “que un objeto privado de vida adopte una apariencia muy
siniestro” (2493), estimulados a manifestarse por una “vieja concepción del mundo”, el
a objetos” (2497). Es decir, lo que se consideraba una percepción fantástica aparece ante
206
el sujeto como algo real. No obstante, para que lo siniestro se manifieste es necesario que
el sujeto crea en ello. “Quien, por el contrario, haya abandonado [...] tales convicciones
animistas, no será capaz de experimentar [...] lo siniestro”. Es claro que la psique del
incrédulo jamás percibirá como real “los ruidos más sospechosos” (2502).
Después de dirigirse a otras lenguas para designar las distintos matices que en lo
particular tiene el término unheimlich, Freud concluye que “heimlich es una voz cuya
acepción evoluciona hacia la ambivalencia, hasta que termina por coincidir con la de su
antítesis, unheimlich. Unheimlich es [...] una especie de heimlich” (2488). De modo que
primitivas” no superadas y que son reanimadas “por una impresión exterior” (2503).
En la ficción, lo siniestro tiene una manifestación mucho más poliforme que las
dan en las condiciones del vivenciar” ((2503). En el mundo innagotable de la ficción los
medios y los efectos de lo siniestro “no existen en la vida real”. Sin embargo, la habilidad
del creador literario es tal, que logra que aquello que no puede pertenecer al mundo de la
realidad coincida con lo conocido, lo familiar vivencial. Cuando así sucede “nos libra
prometernos la realidad vulgar, para salirse luego de ella”. La reacción del lector,
recurso más: el “dejarnos en suspenso, durante largo tiempo, respecto a cuáles son las
convenciones que rigen en el mundo por él adoptado; o bien en [...] una explicación [...]
al respecto” (2504).
207
humana, también lo hace recurriendo al animismo que hace que la casa posiblemente, en
su interior, guarde un maleficio no identificado, o que sea un actante por demás siniestro.
Tampoco el hermano, quien narra la historia, tiene nombre. Frente a Picón Garfield,
Cortázar aclara que si “él es el que habla, entonces no tiene necesidad de nombrarse. Y en
los pocos diálogos que hay, ella nunca lo llama por su nombre” (Cortázar por Cortázar,
que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales)” (13),
recurre a la analepsis para contar en tiempo objetivo y líneal cómo es que la casa, como
espacio externo y concreto, muta en constructo subjetivo al cobrar vida puesto que es
“ella la que no nos dejó casarnos” (14). Parece, entonces, que el narrador al ceder su
protagonismo -que muta, por tanto, en la casa-, se convierte sólo en testigo de las
acciones que ejecuta el espacio-vivo y que ellos reciben como meros pacientes-
victimizados quienes, como tal, dan cuenta de su fluír psíquico marcado por el tempo de
la ocupación y el cerrar de los cerrojos y puertas. La vía de paso está explícita en el texto
por la voz narrativa: “es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque
yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin su tejido” (14). Para
Freud, en “Lo siniestro”, esto justificaría “la vieja representación del doble” en el relato
al tratar al “yo como si fuera un objeto” para potenciar así la “posibilidad [...] de
Escribiendo el cuento había por un lado mi pesadilla, pero encima de esa pesadilla
sino que eran dos e incluso el hombre no se parecía nada a mí, salvo en el hecho
de ser un poco introspectivo como yo era en esa época. De manera que yo pienso
que el hecho de hacer tejer a la mujer era una forma bastante eficaz por otro lado
que viven como autosecuestrados. Ellos mismos están separados del mundo y
anormal, mujeres que tejen mucho [...] una manera de escapar de su propia
inquietud y tejen y tejen y tengo un poema que se llama las tejedoras (Cortázar
Poema en el que retoma uno de los hitos que atraviesan toda su obra poética: la mitología
griega.
tejen, de día y de noche tejen la ropa interna, tejen la bolsa donde se ahoga el
corazón,
nos cubre, arropa el alma con punto de cruz punto cadena Santa Clara,
“Esa lenta manera de vida”, escribe Cortázar, ese tiempo que encarcela al hombre, ese
espacio que aniquila lentamente. En “Casa tomada”, así es este matrimonio de hermanos:
atrapados por el oxímoron del absurdo por ser complemento: ¿felíz por silencioso?
¿silencioso por felíz?; atados por el tiempo, enredados en las ramas del árbol
genealógico, sin escape alguno, sin rostro para presentarse ante el exterior como fruto
de... trascendencia de familia. Por eso se niegan al contacto con el exterior, con ese afuera
que es la ciudad, con ese infierno que siempre serán los de fuera; porque sin nombre, sin
marido, sin rostro, sin fruto, sin un trabajo útil para recompensar la aceptación de los
demás, sin todo esto, y más, no hay identidad. Ni siquiera “... necesitábamos ganarnos la
vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba”(15). Ella no
sale nunca; él sólo alguna vez. “Los sábados iba yo al centro a comprarle lana [...]
aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si
había novedades en literatura francesa”. Irene, al igual que las mujeres verdes del poema
“Las tejedoras”, se ocupa de enlazar y anudar hilos “en un silencio insoportable [...] se
pasaba el resto del día tejiendo [...] No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres
tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no
era así, tejía cosas siempre necesarias [...] tejía [...] y [...] destejía” (14). Al desmontar lo
hecho, el hermano sentencia: “Uno puede releer un libro, pero cuando un pulover está
entretenía el tejido” (14-5). Por eso el hermano encontraba prendas que invadían los
espacios: “tricotas para el invierno, medias [...], mañanitas y chalecos [...] pañoletas
blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería”. Quizá así es
que Irene sublima la situación latente de un incesto sugerido, mientras que él deja escapar
su vida, su tiempo, “viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo
y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos” (15).
Irene teje como la representación arquetípica de una Penélope. No sólo parece que
evita tomar marido, puesto que “rechazó dos pretendientes sin mayor motivo” (13), sino
que además aparenta esperar la llegada del auténtico, o la salida del único, desplegando
una acción casi obsesiva en relación al tejido. También está presente el mito de Ariadna y
Teseo, pues en cierta medida la casa –del relato- es un laberinto. Mito que fue
Ariadna y al Minotauro les une un deseo incestuoso67. ¿Será, entonces, que Irene-
Penélope teje con el ovillo que Ariadna entrega a Teseo para que, según el cálculo de la
mítica cretense, al ser asesinado por el Minotauro se consume ese amor incestuoso?
Mientras tanto, mientras el tejido se forma y se deforma, mientras el ruido de las agujas
que su sublimación es menor, es que él mismo sabe, en cada salida, que no va a encontrar
67
“Sólo yo sé. ¡Espanto, aleja esas alas pertinaces! ¡Cede lugar a mi secreto amor, no calcines sus plumas
con tanta horrible duda! ¡Cede lugar a mi secreto amor! ¡Ven, hermano, ven, amante al fin! ¡Surge de la
profundidad que nunca osé salvar, asoma desde la hondura que mi amor ha derribado! ¡Brota asido al hilo
que te lleva el insensato! ¡Desnudo y rojo, vestido de sangre, emerge y ven a mí, oh hijo de Pasifae, ven a
hija de la reina, sedienta de tus belfos rumorosos” (25). Cortázar, convierte al hilo en un instrumento de
liberación no para Teseo sino para el propio Minotauro y en una forma también de lazo de unión entre
Ariadna y el Minotauro.
212
ningún libro interesante pues “desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina”. Él
sabe desde lo oculto que sus paseos tenían como fin último proporcionar lana a Irene que
“tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas”
(14); acto que sugiere falta de voluntad, por parte de ella, o al menos sometimiento a la
voluntad del hermano y por otro lado, la sublimación de los deseos de ambos.
que vendría a contaminar la paz y la tranquilidad del hogar, de una vida en familia, hacen
a un lado también la casi obligada continuidad que los enlazaría con padres, abuelos y
círculo familiar abandonado. Se mantienen célibes, entonces: ella por rechazo y él por
mutuamente la posibilidad, que cada uno supo brindarle al otro, de haberse mantenido al
margen de todo contacto con el exterior, ese afuera que son los otros y que habría actuado
sobre sus cuerpos imponiéndoles una marca en la que –luego- no habrían sabido
pierden y se confunden. Ahí los despojan de lo que es suyo, lo que la familia les ha dado
como tradición y como historia. Ahí se confunden en el tráfico con los otros; los mezcla
con esa otra historia que nunca será la suya, que siempre les será extraña y a la que
construida por la familia, entonces “vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la
echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos” (14). ¿Y qué harían sin
sus obsesivos hábitos? ¿Sin “la limpieza por la mañana” y el grato almuerzo? “Pensando
en la casa profunda y silenciosa” (13) [...] nos moriríamos allí algún día [...] o mejor,
inexplicable de los ruidos extraños los lanza hacia fuera desprotegidos de todo, hasta de
sí mismos para construirse desde esos otros. Sólo así podrán integrar su yo perdido.
bisabuelos en nuestra casa” (14), la destrucción de un linaje decadente. Sólo así el deseo
de ser y hacer, atrapado y encarcelado por largo tiempo, podrá exteriorizarse y así
concebirse a sí mismos más allá de un matrimonio de hermanos, frase, que como incesto
sugerido, es una “imagen –que según Cortázar en entrevista con González Bermejo- tiene
bastante que ver con la relación en que viven”. No obstante “me sorprendió al releerla
pero que dejé porque me pareció perfectamente lógica dentro de la estructura del
Su lógica quizá este cimentada en una clave antropológica68: Se trata del viejo
incesto era la norma. Pequeños grupos humanos cerrados sobre sí mismos se perpetuaban
prohibido eran las relaciones con miembros de otros grupos. Esto permite comprender
incestuosa y al contrario también, por latente que ésta pueda ser en un principio y que
conduce, como símbolo que es, a la autoaniquilación en la que viven los hermanos.
presente. Parece como si relato estuviera contado desde un hoy vacio. El lector mantendrá
la intriga de lo qué habrá pasado con los dos hermanos, de cómo vivirán más allá de la
puerta de la casa: ¿En el incesto? ¿O sólo cómo seres libres de esa genealogía, de esa
que Julio Cortázar hace a través de entrevistas en relación al cuento se percibe que el
incesto sugerido, justificado, sólo en apariencia, por la relación que mantienen los dos
hermanos, únicamente funciona dentro del relato, ¿y más allá del tiempo del relato
68
Para el desarrollo de esta reflexión se tomó como referencia el Diccionario de alquimia, cábala y
simbología de Fernández-Checa (218), el cual define incesto como la “tendencia a la unión de los
semejantes, a la exaltación de la propia esencia y a preservar el yo más profundo.” Así mismo se extrajo
una cita del texto Antropología estructural de Lévi Strauss, usada por Víctor Antonio Bravo, en el cual el
autor da por conocida “la función que la prohibición del incesto cumple en las sociedades primitivas. Al
proyectar –si cabe decirlo así- las hermanas y las hijas fuera del grupo consanguíneo y asignarles esposos
provenientes de otros grupos, anuda, entre estos grupos naturales, vínculos de alianza que son los primeros
que pueden calificarse de sociales. La prohibición del incesto funda de esta manera la sociedad humana y
es, en un sentido, la sociedad” (La irrupción y el límite 67).
215
[...] No es un incesto consumado ni mucho menos pero existe una relación ambigüa entre
los dos hermanos; eso es evidente.” (36) No obstante es la narración la que lo lleva a
darse cuenta de cuánto hay de prefiguración en el relato69. En sus entrevistas con Picón
de mis sueños yo tengo un problema incestuoso con una hermana mía [...] Lo que
37)
¿No será, entonces, que los dos hermanos de “Casa tomada” viven esa relación ambigüa a
fuerza de no tener otra, con los otros? ¿Su manera de exorcizarla será a través de la
69
Según María Celia Quintero Marín, autora de La cuentística de Julio Cortázar, cuando los Cortázar
vuelven de Buenos Aires en 1918, desde Europa, donde el padre era funcionario, “se instalan precisamente
en la calle de Rodríguez Peña, del suburbio de Banfield” (12), por tanto en esta casa pasa Julio parte de su
infancia. Sin embargo en el texto El lector de... Julio Cortázar, Alberto Cousté afirma que “los Cortázar se
instalaron en la [...] calle de Leandro N. Alemán. En la automencionada como página “oficial” de Internet,
con sede en Argentina, aparece una entrevista, realizada por la revista “Humor”, a Emilio Fernández
Ciccio, autor del texto El secreto de Cortázar, publicado en la Argentina por Editorial Belgrano en 1999. El
autor, que viaja a Chivilcoy, afirma que la “casa tomada es en la actualidad una Iglesia Evangelista.
Aunque tiraron algunas paredes, la fachada está igual [...] Dos detalles coinciden con el cuento: la entrada
de mayólica y el ingreso directo al living. Lo que yo sospecho es que pudo haber sido esa la casa, pero la
del cuento es imposible. Pudo haberla tomado del sueño en el que aparecía la casa.” (www
juliocortázar.com.ar/)
216
presencia del exterior, del vínculo por hacer con el mundo, la que los expulsa
mueve en el interior de la casa sin rebasar nunca sus límites. Sus fronteras forman un
triángulo, una figura en la que se concentran la casa, como núcleo del relato, y sus dos
habitantes. Su escritura, en cambio, es circular –como la del mito-, que gira alrededor de
ciertos motivos únicos. Cada una de las referencias inscritas en el relato, no hace sino
señalar el espacio de una familia: sus prácticas, sus hábitos por la limpieza y sus
costumbres dominadas por el tiempo biológico de los alimentos: Cada día, uno tras otro,
“hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete [...] a las once” Irene
“Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales” (13), después ya nada había por hacer.
territorio enemigo. Así son las historias de familia. Relatos depositados en los objetos que
conforman la casa que habitan: “una sala con gobelinos (16) [...] los mármoles de las
consolas [...] las carpetas de macramé [...] los pianos (17) [...] la mesa en el dormitorio
(18), la llave del velador” (19); muebles aparentemente viejos pero siempre limpios,
condición para que los recuerdos sobrevivan al polvo del paso del tiempo. “Casa tomada”
quizá sea el relato del límite, de la lucha de la modernidad que empuja y desaloja a los
petrificación.
217
hermanos del exterior, quiza por eso es que se rehúsa a ser albergue de sus deseos. Ellos,
como habitantes de ella se resignan: “Entramos en los cuarenta años con la inexpresada
clausura de la genealogía asentada [...] en nuestra casa” (13-4). Si la escritura calla algún
nombre es justamente porque el silencio se hace necesario para afinar el oído de lo que
vendrá después: la conciencia que los ruidos despiertan en estos seres autosecuestrados
que deciden, un día, perderse en el mundo para en él encontrar su propia identidad, para
olvidarse, quizá, del “roce metálico de las agujas de tejer” (18), del inocente efecto que
forma de algunas horas” (14) y del “crujido al pasar las hojas del álbum filatélico” (18).
destrucción. Ahora, fuera, los ruidos serían otros y más intensos y por sobre ellos se
ocupado por otros cuerpos; ocupado por la tradición y por la historia de una familia en la
que esos cuerpos anidan como fantasmas; presencias que devienen en deseo irreprimible
en el cuerpo de los hermanos. “Se lleva alguien adentro hasta determinado momento sin
saberlo –ha escrito Noé Jitrik, en el texto de Bravo- pero a partir de un instante se lo sabe,
una gravidez connotada por la extrañeza” (La irrupción y el límite 91). Y el momento de
esa conciencia llega, precisamente, cuando desaparecen los juegos dilatorios que la
imposibilitan: en él, las novedades de literatura francesa que de pronto han quedado
218
un poco más tarde será confiscado también por los desconocidos ocupantes. Es en ese
que lleva a la pareja a vivir la casa que habitan como una casa tomada.
Y es que en realidad esa casa siempre ha estado tomada por el mismo deseo que
ahora recorre el cuerpo de los hermanos. Un cuerpo no entregado al otro. Deseo sin
deseo que no ha nacido de sus cuerpos, que les llega de fuera, es imposible renunciar a él.
hasta ahora: la casa de sus ancestros. Al hacer consciente, es decir, al aceptar, al hacer
suyo el deseo que los recorre, ya no necesitan de la protección que les brinda el ámbito
familiar para vivirlo. Él e Irene han descubierto una visión distinta de la realidad. En
entrevista con Margarita García Flores Cortázar aclara que lo asombroso es que “la
trascendente, ni teológica, sino que profundamente humana pero que [...] ha quedado
enmascarada detrás de una realidad prefabricada, con muchos años de cultura, una cultura
culpa, sin remordimientos- con la fuerza de un deseo liberador que es el suyo: “Rodeé
con mi brazo la cintura de Irene [...] y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve
lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla” (18). Se deshace de
ella porque ya no la necesita. Al cerrar la puerta han abierto otro mundo. Han decidido ir
219
al encuentro con el mundo, desnudos como Adán y Eva, los hermanos expulsados de la
casa-madre-paraíso; y como ellos se van: sin libros, sin dinero, sin tejido, sólo con la
incitado el brinco. Han llegado al límite. Le han perdido el miedo al exterior, ahora
menos terrorífico que su interior. Han salido, pues, a entender su realidad, a modificarla,
a jugar (se) la vida entera; ahora, han tranformado su actitud. Ahora salen a conocer el
mundo, otro mundo, el que está más alla de las propuestas literarias, más allá del trébol
tejido por Irene. Van en busca del nuevo orden perdido, disuelto en la genealogía
me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche”. Buena hora para registrar
lo que fue la cárcel del tiempo. Tiempo para entrar en destiempo. Para “negar”, según
Cortázar, “todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria” (Historias de
cronopios y de famas 11-12). Magia la del azar que hizo aparecer el algo, figura causal de
la suma del tedio, de tejidos atiborrados en los cajones, de la falta de lectura novedosa,
del mismo horario de siempre. A lleva a B, a C, a D, a E... la figura se forma para ser
Ese algo que toma la casa, que emite ruidos, les ha dicho, en secreto, que lo
se acepta la esclavitud muda del hoy igual al ayer, entonces ellos morirán, sucumbirán
Absurdo parece, entonces, que esta transformación, este exilio sea provocado por
algo que emite ruidos. Absurdo que rompe con el absurdo infinito. Imaginación liberada,
paranoia evidente, viva, que emite sonidos sólo escuchados -¿provocados?- por el
hermano, que busca reconciliarse con la vida a través del amor. Amor-pasaporte hacia el
Proust, Gide y Cocteau le han hablado de la cruel pasividad femenina. Sin embargo, él
cree ver en Irene la llave-acceso a otro mundo, por eso es que sus libros se han quedado
del otro lado. Abandonado el intelecto aparece la razón del amor y ella es la razón
perfecta de la sin razón. La mujer que teje mundos-trébol para cambiar su suerte. Para
que llegue el día en que el amor rutinario y velado sea ahora, en el exterior, acción
erótica70, carnal y violenta, nunca repulsiva ni mancillada. En su ensayo “/ que sepa abrir
la puerta para ir a jugar” Cortázar afirma que el amor “abre las puertas para ir a jugar a
round 2: 60).
cortazarianos. Pero Julio Cortázar no es un autor surrealista, aunque con él tenga más de
un nexo71. Las prácticas de los ismos, de las vanguardias, posiblemente nunca lograron
penetrar su escurridiza escritura. Sin embargo, su obra patentiza cierta afinidad con la
70
Según Cortázar para conseguir la expresión liberada del erotismo es necesario el “ejercicio natural de una
libertad y una soltura que responden culturalmente a la eliminación de todo tabú en el plano de la escritura”
(Último round 2: 62).
71
Tesis desarrollada por Evelyn Picón Garfield en su texto ¿Es Julio Cortázar un surrealista? y aplicada a
la lectura de Rayuela por Gerald J. Lanowski, en El surrealismo en la ficción hispanoamericana, Madrid,
Gredos, 1982 (Estudios y Ensayos, 320), 132-152.
221
obsesiones, exorcizadas por los relatos. Rehúsa lo cotidiano cuando no está violado por lo
maravilloso. Para él, el azar y la aventura son una suerte de provocación para despreciar
la realidad. Intuye que hay ciertas fuerzas o figuras magnéticas que remplazan las leyes
el humor y el juego, pero también en los estados límites de la locura y el terror. Realza la
porosidad del hombre-niño para sobajar la visión adulta del hombre maduro. Al buscar la
fusión con el otro, Cortázar hace que el sujeto ingrese al objeto. Rechaza lo anquilosado
porque ama la subversión. Y sin embargo a Julio Cortázar no le gusta sentirse encasillado
como escritor surrealista porque no lo es; porque excede cualquier etiqueta. En su ensayo
la razón del surrealismo excede toda literatura, todo arte, todo método localizado
cartón piedra y por siempre ámbar; una reconquista de lo mal conquistado (lo
conquistado a medias: con la parcelación de una ciencia, una razón razonante, una
aceptar el riesgo de decirlo todo, incluso –y sobre todo- sin saberlo [...] hay que decirlo
todo (no en el sentido de no callar nada, sino de darle al todo su libertad mientras se
casa sea tomada por lo siniestro, por lo incomprensible, por la magia devoradora de sus
suele convertir a quienes la procuran. Cumplirá con “la tarea –demandada por Cortázar-
de ablandar el ladrillo [...] de abrirse paso en la masa pegajosa” para despojarse de “la
satisfacción perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos
zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentrífica, la misma tristeza de las casas”
(Historias de cronopios y de famas 11). Y al tomar conciencia, este lector podrá “apretar
una cucharita entre los dedos y sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa.
Cómo duele negar una cucharita, negar una puerta, negar todo [...] hábito” (12), negar el
relato como tal y concebirlo como un cincel, un hacha que “ablanda” el “ladrillo de
cristal” de manera que más que espectadores logremos ser voyeurs y más que voyeurs,
videntes, partícipes de lo otro. Sólo así, como dispuestos cómplices, “saber que abajo
empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las casas ya sabidas [...]: la calle, la viva
floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mí como una magnolia, donde las caras
van a nacer cuando las mire, cuando avance un poco más, cuando con los codos y
pestañas y las uñas me rompa minuciosamente contra la pasta del ladrillo de cristal, y
juegue mi vida mientras avanzo paso a paso para ir a comprar el diario de la esquina”
223
lectura que propone un salto mortal y total. “Pero tenga cuidado –me advierte Cortázar-
es fácil tropezar y caerse; hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y
otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto;
después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y
diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que
también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás”. (Último round 2:
224).
Un día, a Cortázar le preguntó González Bermejo por qué entre todos sus cuentos
“Casa tomada” inquietaba mucho más que otros: porque “el cuento tiene que ver, no
solamente con el placer literario, sino con algo que toca experiencias profundas [...] la
escritura exacta de una pesadilla que tuve” (Conversaciones con Cortázar, 139-40). Un
sueño, un relato que narra la vinculación entre un mundo cotidiano invadido por un
4.2. “La noche boca arriba”: De la orilla del intersticio al país del extrañamiento
Julio Cortázar
Rayuela (1963)
Julio Cortázar
La escritura de Julio Cortázar se revela ante todo como texto intersticial. Trama-orificio-
red-espacio de nudos-agujeros por donde los ojos, conjuntos, de escritor y lector van y
Sus cuentos, sobre todo los reunidos en Bestiario y Final del juego, responden a
un elemento que descoloca lo real y que actúa de forma provocadora; y una resolución
inesperada o ambigua. Fácil sería, bajo este esquema, asignarles el rótulo de literatura
manera inocente, seducido por el elemento fantástico como filo que rasga la apariencia
unívoca de lo real73, para otorgarle “un [otro] orden secreto y menos comunicable”... en
percibe otra realidad, otro orden de cosas”. Es a Omar Prego a quien le comenta, además,
que desde su niñez “había un mundo paralelo, permeable, mezclado con el mundo de
todos los días...Y yo me movía fluctuando entre uno y otro” (La fascinación por las
72
Por situación de lateralidad entiéndase lo que Cortázar, en su ensayo “Del sentimiento de no estar del
todo”, interpreta como “coexistencia pocas veces pacífica de por lo menos dos aperturas al mundo”.
Vivencia bélica la que brinda la visión del punto vélico. “Vivo y escribo amenazado por esa lateralidad, por
ese paralaje verdadero, por ese estar siempre un poco más a la izquierda o más al fondo del lugar donde se
debería estar para que todo cuajara...” En “Del sentimiento de lo fantástico”, Cortázar explica cómo es que
esta situación de paralaje provoca la visión de un punto vélico. Cita a Victor Hugo para explicarlo: “Nadie
ignora lo que es el punto vélico de un navío; lugar de convergencia, punto de intersección misterioso hasta
para el constructor del barco, en el que se suman las fuerzas dispersas en todo el velamen desplegado”. Para
Cortázar la fuerza de lo fantástico se concentra en un punto vélico en el cual convergen heterogeneidades
insospechadas que sacan de quicio, que sorprenden; escandalizan porque han roto el orden (La vuelta al día
en ochenta mundos 1: 32-5-74).
73
Por ello la definición de Todorov sobre el texto fantástico, según la cual el lector debe vacilar entre una
explicación natural y una sobrenatural (Introducción a la literatura fantástica 24), resulta pobre para
interpretarlo. Ante González Bermejo, Cortázar declara que “ese esfuerzo tan grande que hizo Todorov en
su libro L´introduction au fantastique a mí me parece muy insatisfactorio [...] después de terminado el
libro, mi sentimiento de lo fantástico no ha sido explicado” (Conversaciones con Cortázar 41) Entonces,
parece ser más apropiada la cita usada por Adolfo Prieto en la que Ana María Barrenechea, en Ensayo
sobre una tipología de la literatura fantástica (87), define al género: “literatura fantástica es la que presenta
en forma de problema hechos a-normales, a-naturales o irreales (“Desarrollo de la narrativa: la generación
intermedia” 1011).
226
apariencia que muestra la percepción inmediata. Otra manera de ver el mundo. Único
que, de algún modo, todo se comunica con todo, y donde alguna remota perturbación,
fantástico no contempla una modificación espectacular de las cosas. Es, en sí, “la
multiplican, anulan a los anversos, son modalidad natural del que vive para esperar lo
inesperado” (71); pero aclara que lo fantástico “por su fuerza excepcional [da] la
impresión [de] fatalidad” (72), de muerte, de desgracia, de vacío, de “palabras [que] están
trágica, potenciadores del efecto que la narración fantástica realiza sobre el lector y que
lector, entonces, que se genera el efecto de lo fantástico. Este efecto, por tanto, sólo se
lo que una percepción limitada y racional es incapaz de mostrar; hace ver lo que en el
227
hombre y en el mundo se relaciona con lo etéreo: aprehende los intersticios, los rincones
más discretos, más abismados en el ser, las trampas más evidentes, las esperanzas menos
conocidas y más palpables de la realidad. Sin embargo, en su cuento “Las babas del
diablo”, el escritor, a la hora de hacer ficción, establece que “... todo mirar rezuma
falsedad, porque es lo que nos arroja más afuera de nosotros mismos, sin la menor
vuelve posible; basta quizá elegir bien entre el mirar y lo mirado, desnudar a las cosas de
tanta ropa ajena. Y, claro, todo esto es más bien difícil” (Las armas secretas 72). Y
artística: elegir el objeto, la forma de mirarlo, y tomar toda la serie de decisiones que eso
mundo objetual “de tanta ropa ajena” para enfocar de acuerdo a la distancia, la que a su
vez es elegida a partir de la precisión del encuadre que limita el campo visual.
Luis Harss: “Los pasajes y las galerías han sido mi patria secreta desde siempre” (“Julio
paralelas donde lo fantástico deja de invadir, de explotar, porque el absurdo está instalado
en el seno mismo de lo real acentuado por una pavorosa desolación. Esa condición de
realista) sirve, ciertamente, de elevador- hace que lo fantástico aparezca como una
cuyas leyes hasta entonces eran rigurosas e inmutables: es lo imposible que sobreviene de
228
[del] hic et nunc de la tradición realista [...] [al] déjá vu del psicoanálisis [...] [que]
Cortázar presiente que hay ciertas ondas magnéticas que atraen, con-funden y
coagulan a los elementos reunidos en los puntos vélicos ubicados en los intersticios de la
realidad y que forman ciertas figuras. En su entrevista con Luis Harss explica:
... la noción de lo que yo llamo figuras [...] Es como el sentimiento –que muchos
tenemos, sin duda, pero que yo sufro de una manera muy intensa- de que aparte
Pienso que todos nosotros componemos figuras. Por ejemplo, en este momento
doscientos metros de aquí, donde a lo mejor hay otras tantas personas que no nos
74
La teoría de la figura utilizada en Cortázar se ancla a un gran dibujo captado por un sólo golpe de vista..
En el cuento “La noche boca arriba” se tejen planos témporo-espaciales que evocan una figura dinámica en
la cual se precibe cómo la noche gira para dar paso a la luz; en “El perseguidor” la distención y retención
del tiempo convierten a la vida en una figura donde se disuelve el tiempo verbal; en Los premios Persio
dibuja la figura de una constelación con los pasajeros del Malcolm; en Rayuela se puede apreciar que la
figura está armada con imágenes que se comunican sin continuidad. Morelli lo explica, primero, desde el
vocabulario: “Acostumbrarse a emplear la expresión figura en vez de imagen, para evitar confusiones”
(cap. 116) porque “la vida de los otros, tal como nos llega en la llamada realidad, no es cine sino fotografía,
es decir que no podemos aprehender la acción sino tan sólo sus fragmentos eleáticamente recortados (cap.
109).
229
metafísica” 690).
Hay, entre muchas de las historias concebidas por Cortázar, una que constituye un
fantástica. Se trata del cuento “La noche boca arriba” incluido en su libro Final del juego.
confusa y dolorosa vigilia, sueña ser un moteca perseguido por aztecas que quieren
arriba sobre el piso de piedra de la mazmorra azteca donde ha sido encarcelado; allí el
sudor frío que provoca el miedo a la muerte, lo hace soñar con una ciudad del futuro,
grande, limpia, hermosa, llena de colores, por la que pasea montado en un extraño insecto
sin ver.
los actos de los personajes como si fuera alguien completamente ajeno, sin involucrar sus
sentimientos pero capaz de describirlos. Este distanciamiento, por un lado impide que los
que, a la vez, es selectiva. Una óptica fiel, casi cinematográfica, donde abundan los
detalles reales.
230
Así configurada, la voz narrativa sitúa a un personaje anónimo rodeado por una
circunstancia aséptica, naturalmente realista. Una ciudad donde todo está detenido y
donde lo único que parece suceder es lo que moviliza al personaje “él –porque para sí
mismo, para ir pensando, no tenía nombre-”, que “pensó que debía ser tarde”, poniéndolo
en un primer plano con respecto a la visión del lector. Se trata de un motociclista, “quizá
algo distraído”, que se deja llevar por la velocidad en una mañana de aire terso donde
aguardan los objetos siempre iguales a sí mismos: el “largo zaguán del hotel”, “la calle”,
“el portero”, “el sol”, “los altos edificios del centro”, “la joyería de la esquina”; donde el
itinerario entre “los ministerios (el rosa, el blanco)”, entre “la serie de comercios con
(“la moto ronroneaba entre sus piernas” –como felino-, “y un viento fresco le chicoteaba
los pantalones”) y las claras imágenes visuales, ofrecen al lector un paisaje urbano,
incita a adentrarse cada vez más en la historia con la –aún- ingenua mirada de quien
Como hito tejido en la trama, la idea del viaje impregna en gran medida la obra
cortazariana. Si bien el comienzo del viaje del protagonista de “La noche boca arriba”, se
la ciudad75 hacia la periferia. “Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el
75
Cortázar trabaja el tema de la ciudad en su novela 62: modelo para armar. En la entrevista que le
concede a Evelyn Picón Garfield, y en relación al poema incluído en la novela titulado La ciudad, Cortázar
cuenta que desde hace muchos años sueña con la ciudad: “... desde los veinte años yo sueño con la ciudad.
Es lo que se llama sueños recurrentes [...] con las calles, con galerías, con arcadas, con el canal en el norte y
ese extraño hotel un poco tropical [...] un hotel donde siempre está esperando la pesadilla porque allí
siempre hay algo que me hace despertar a mí. Yo tengo una cita en ese hotel, pero no sé con quién ni con
qué y para llegar [...] hay esos extraños ascensores con los que yo sueño que suben y después se desplazan
231
verdadero paseo”: las calles pasan a ser arboladas, “con poco tráfico y amplias villas que
dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos” (159).
Elementos visuales que lo empujan a dejarse “llevar por la tersura, por la leve crispación
desprendimiento de la mirada: “él” va dejando atrás el hotel, los edificios, los árboles, las
vitrinas, el poco tráfico y la calle misma, pero no es capaz de visualizar otra presencia.
De pronto, al evitar atropellar a una mujer que cruza imprudentemente una esquina, se
cae de la moto y pierde el conocimiento (¿otra vez el pecado original, mismo que impide
la permanencia?). Una vacilación, un mínimo “quizá” entre tanto pretérito: “pensó”, “se
apuró”, “vio”, “dejó pasar” (“corriendo sobre la derecha, como correspondía”). Infima
distracción del adverbio en apenas tres frases y de nuevo: “vio”, “frenó”, “perdió”, “oyó
–última bocanada de aire- como deferencia al lector que todavía se cree a salvo) que es
horizontalmente y vuelven a subir o a bajar y te dejan en otra habitación que es como aquella de la que
habías salido[...] Yo busco no sé a quién ni a qué, yo busco y empieza todo el itinerario en la ciudad. A
veces es agradable, por ejemplo [...] cuando veo el norte de la ciudad [donde] hay un gran canal de aguas
plateadas y hay también unos extraños edificios a los que [...] yo quiero llegar y no he llagado nunca [...] Es
un poco un infierno ¿no?, un infierno visto como una ciudad extraña. (Cortázar por Cortázar 38-9).
76
Cortázar, lúdico siempre, juega con el lenguaje para darle una nueva dimensión a las palabras. Parece que
“moteca” (palabra-bisagra) es la composición silábica de mo(derno), mot(o) –hombre moderno en moto- y
teca sufijo que (no sólo) designa a los pueblos prehispánicos de Mesoamérica: Tol-tecas, zapo-tecas,
tlaxcal-tecas... “Moteca” será, entonces, el habitante de un pueblo no mexica que por razones de
supremacía y predominio de los éstos, está expuesto a ser presa de la “guerra florida”, el sacrificio ritual
232
rito de la guerra florida: “Como sueño era curioso” (161). El lector siente que la
aceptación del sueño algo se rebelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces
Hasta que la conciencia se rinde y entonces “él” pasa a ser el moteca que huye por
internado-soñante en una sala de hospital en la cual sólo la voz del enfermo de al lado
cama [...] no brinque tanto (162) [...] Es la fiebre [...] tome agua y va a ver que duerme
bien” (164).
Distinguía ahora las formas posibles de la sala, las treinta camas, los armarios con
vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía
ofrecido por los sacerdotes tenochcas para que el dios-Sol (Huitzilopochtli) no se extinga. En este sentido,
quizá, lo que sugiere Cortázar es que “moteca” es la coagulación, la figura, de un híbrido fantástico –casi
como el Minotauro-: mot(o) (hombre moderno)-(t)eca (hombre primitivo).
77
Cortázar pre-ve que el lector pueda aceptar que el motociclista conociera lo suficiente de los aztecas
como para soñarlos de ese modo, o en su caso, que el moteca fuese un visionario del futuro –casi al estilo
de Julio Verne. La verosimilitud –enclavada en la ambiguedad- es brindada por la estrategia narrativa: la
tercera persona del singular en la voz narrativa (que le da ecuanimidad) y un “él” alternado entre el
motociclista y el moteca (que le da indeterminación). Sin embargo la tercera persona, que es la voz del
punto de vista del protagonista, logra la proximidad de la primera, sin perder la objetividad de la tercera
persona. En el tránsito de la primera a la tercera persona, el otro se diluye en sí mismo y el sí mismo en el
otro, reflejando la disociación del yo que intermedia entre un pasado (la guerra soñada), un presente (la
noche del sueño) y un futuro (el sueño del moteca).
233
apenas, como un recuerdo [...] Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio
hacia abajo [...] Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas [...]
libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la
Precisión de las sensaciones que se despliegan con notoria economía verbal. Se trata de
uno de los más destacables valores literarios (estilísticos) de “La noche boca arriba”,
junto con la muy convincente alternancia entre una cierta banalidad del bien-estar
moderno (“unas semanas quieto y nada más” (160)) y la aterradora oscuridad de la noche
del moteca, que iba “abriéndose como una boca de sombra” (168).
movilidad interior que des-centra la mirada del lector para dirigirla hacia un mar de
el ritmo interno de la prosa marcado por el manejo poético de las imágenes y el fluctuante
entramado de las estructuras narrativas –el accidente, el hospital, la fiebre, los sueños, los
vida anónima. Desplazamientos que bien podrían corresponder a la salida del cronotopo
Simetría del movimiento entre una y otra realidad78, hasta su coagulación: para el
motociclista accidentado “Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las
en plena oscuridad (163), [...] [de pronto] salió de un brinco a la noche del hospital...”
(167). Pero la conciencia ya estaba del lado del moteca que “cuando abrió los ojos vio la
figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la
mano [...] ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño
uno se convierte siempre en la pesadilla de otro? Este es el final del cuento. Un desenlace
donde confluyen todos los elementos del relato. Es precisamente el punto final del cuento
automáticamente a la primera página del relato, a partir de la cual intentará construir una
identidad del motociclista a la del moteca se explica afirmando que “como sueño era
curioso” (161), aunque se precise de inmediato que “todo era natural, tenía que huir de
los aztecas que andaban a la caza del hombre” (161). Por lo tanto “tener miedo no era
extraño”, ya que en “sus sueños abundaba el miedo” (162). Huyendo en el sueño casi se
78
Un uso notable de los elementos de comparación –implícita, invisible como la magia del buen
prestidigitador- impide al relato caer en lo absurdo o en la inverosimilitud. Por el contrario, el lector
“siente” que a él podría ocurrirle lo mismo que al protagonista.
79
¿Sueño maravilloso porque está formado de metamorfosis constantes donde los pasadizos del Teocalli
son grandes avenidas, donde un enorme insecto tenía el cuerpo de metal o porque indica la perplejidad que
despierta el extraño sueño futurista?
235
cae de la cama del hospital, como un retorno brusco a “la última visión de la pesadilla”
(162) que lo devuelve a la realidad inicial de un herido al que acaban de operar y que se
Aletargado por el dolor, ingresó al “tiempo sagrado de los cazadores” (164) en el que el
moteca es capturado por los aztecas. Su tránsito es percibido por los demás enfermos de
la sala como efecto de la fiebre que padece, cuyo simple remedio sería beber agua. Los
vecinos adquieren realidad cuando él los mira. Sus ojos guían al lector en su recorrido de
cuando él abre los ojos o les tiende una palabra que sirve de puente para aferrarse al
mundo, aparentemente, real. Los otros sólo pueden ver –como involuntarios partícipes
de una ceremonia que ocurre del otro lado del tiempo- sus gestuales manifestaciones del
éxtasis, pero no saben que, desde la inmovilidad de su cama, ha saltado a otra dimensión.
Cuando vuelve de la pesadilla, sus ojos, carentes de vida, siguen mirando a los demás
malherido, pero ese cuerpo ya no le pertenece. Lo que las enfermeras inyectan, limpian y
manipulan son los restos de un cuerpo aprehendido en la guerra florida. Él sigue estando
en sus sobresaltos, los compañeros de la sala lo ven volver de un largo viaje, más alla del
tiempo, del sueño que no sana...sueño insano que lo hunde en un hueco, en un hoyo, en el
intersticio, pasaje a otra realidad, a otra identidad. Sueño que lo tira despacio “de
236
espaldas” (165), para llevarlo “boca arriba” (167) hacia la piedra del sacrificio donde
Para escapar del tunel que lo lleva a la muerte, el motociclista que gime “por
despertar” intenta huir del espacio del sueño. Descubre en esta última fractura, que no
puede despertarse, porque en realidad “estaba despierto” y es que “el sueño maravilloso
fuerza de una realidad que no es otra más que la del sueño. Va de la realidad –aparente
siempre- a un futuro visionario, donde la moto es “un enorme insecto de metal” que
zumba bajo las piernas del moteca, la ciudad algo asombroso, los semáforos “luces
verdes y rojas que ardían sin llama ni humo”. Lo que se creía real no es más que “la
Cuadros móviles en los que los personajes se definen por el no-ser, no como
síntomas de vacío, sino de oquedad, de intersticio para el hallazgo. Hay una falta de
anticipada en el título. La posición boca arriba, dispuesta en paralelo, desde donde surgirá
el grito, el clamor de estar vivo: “Oyó gritar [...] Otro grito [...] Era él que gritaba en las
tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba
el hospital. Este suspenso –que exige, sin duda alguna, la complicidad- es el que
consumador: ¿Tendrá sepultura? Quizá no, a causa del extraño propósito del autor de
dejar al personaje suspendido, flotando en un espacio sin tiempo, muriendo sin muerte en
sueño. Lo que como texto desborda el relato es su cualidad de historia verdadera, que
aparece contada por la imprecisa voz de nadie, con el ritmo del allegro seguido por el de
que inicia la lectura, “A mitad del largo zaguán”, donde desde siempre es “tarde para la
soluciones fáciles”. Porque ya en la brisa tenue del viento, en la “leve crispación” del día
recién iniciado, algo se resiste tanto a la “tersura” (159) de la mañana como del relato;
algo escapa al minucioso engaño, algo denuncia a lo cotidiano, algo abre la grieta que
apenas se insinúa. Pero el relato es en sí grieta. Y sólo desde allí puede leerse.
En la obra de Cortázar el personaje que no existe como carácter, que no actúa, que
tampoco está encerrado en un rol, porque excede al individuo, está atrapado en una red de
80
Quizá esté de más comentar que esta tipología de lectores está planteada por Cortázar desde Los Premios,
hasta Rayuela. En Los Premios cuestiona al lector cómodo que ve en la literatura un soporífero cotidiano, al
que sólo le interesa el final de la obra (176-177). En Rayuela formula al lector hembra. Varias veces ha
pedido disculpas, aunque de una forma más contundente en la entrevista que realiza Evelyn Picón Garfield
y que titula Cortázar por Cortázar: “... me di cuenta de que había hecho una tontería. Yo debí poner lector
pasivo y no lector hembra, porque la hembra no tiene por qué ser pasiva continuamente; lo es en ciertas
circunstancias, pero no en otras, lo mismo que un macho” (Rayuela. Edición Critica, 788). En el capítulo
99, de Rayuela, será más explícito: “¿Para qué sirve un escritor sino para destruir la literatura? Y nosotros,
que no queremos ser lectores-hembra, ¿para qué servimos sino para ayudar en lo posible a esa
destrucción?”. El lector que reclama entonces Cortázar (“lector macho”) es aquel compañero de viaje,
cómplice de la acción narrativa que sea capaz de destejer lo tejido, de abrir lo cerrado de comprometerse
con las reglas del juego que lo llevarán, sin duda alguna, a ser otro.
238
jóvenes”, “la mujer”, “policía”, “alguien de blanco”, “los acólitos de los acerdotes”, “el
enfermo de al lado”. Son sólo cuerpos para el lenguaje. Un intento de poner límites al sin-
las máscaras posibles. En la cara y contracara del hilo narrativo de “La noche boca
arriba”, “las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la
moderno pasa por el “largo zaguán”, penetra en una “calle larga” (159), en el hospital lo
llevan hasta el “pabellón del fondo” (160) y finalmente atraviesa –en la vida real
pesadilla del otro-, por un “pasadizo que no acababa nunca”. Desde ahí, el pesonaje sale
“de un brinco a la noche del hospital” (167), trata de alcanzar un vaso de agua (tiene sed;
la carrera ha sido agotadora) con un gesto lento, interminable, que deja la mano colgando
en el vacio, como un astronauta frente a la noche espacial. ¿Cómo volver del sueño
entonces?
Nada puede impedir que el motociclista deje atrás su cuerpo y salte a la guerra
florida. De esta forma, el accidente alcanza una proyección insospechada. La mujer sin
rostro fue sólo un medio para frenar el irreversible viaje del personaje. La mujer salió
caza de los hombres. La mujer y la luna constituyen dos fuerzas de una misma entidad
el equilibrio entre estas dos fuerzas en oposición. Sin embargo, la Tierra se encuentra
ubicada más cerca del Inframundo puesto que su techo es el suelo (158). Así que caer al
Cortázar. De ahí que su noche sea un abismo invertido, boca arriba. Por lo tanto, parece
ser, que los camilleros bien podrían representar los acólitos que lo guían a la muerte
ritual.
puesto que el efecto provocador del cuento no aparecerá si, como dice Cortázar en
81
Según el Diccionario de Mitología y religión de Mesoamérica de Yolotl González Torres, la Luna es la
diosa del nacimiento, para los mayas, y dios (masculino) de los cazadores para la cultura totonaca. La
referencia indica, en la interpretación, que el personaje necesariamente debe morir para nacer en un moteca
que es llevado al sacrificio por los cazadores cuyo patrono es la Luna. En otra línea, esta interpretación
podría acercarse al concepto hindú de transmigración del alma. Una transmigración selectiva, a la mitad de
la vida, puesto que el texto no sugiere siquiera la muerte del protagonista –ya que es soñado por el moteca-,
sino la transposición de planos reales-irreales, soñado-despierto, ser-no ser.
240
cesa de ser tranquilizador [...] Poco o nada reflexiono al escribir un relato; como
ocurre con los poemas, tengo la impresión que se hubieran escrito a sí mismos.
En “La noche boca arriba” el ingreso en el sueño del motociclista (“Fue como dormirse
de golpe” (160)) y su despertar en la otra realidad –la del indio perseguido y acosado por
ritual, esta fuerza que le obliga a irse y volver, y además le es imposible conocer el límite
entre el irse y el quedarse. A través del trance se gana y se pierde a sí mismo; se niega, se
no estar del todo en cualquiera de las estructuras, de las telas que arma la vida y en la que
somos a la vez araña y mosca” (La vuelta al día en ochenta mundos 1: 32). Inmersos en
estos tramados viven los personajes de “La noche boca arriba” como un punto cero
existencial, fuera de toda rutina, sin la ilusión de estar insertos en su medio y cortados de
todo vínculo con la realidad inmediata. Dualidad de sí mismo en dos tiempos (el
González Bermejo: “hay en mí una especie de obsesión del doble [...] no creo que se trate
de una influencia literaria [...]; no [...] [es] una contaminación literaria. [...] Era una
241
vivencia [que] de alguna manera está [...] en “La noche boca arriba”...” (Conversaciones
con Cortázar 32-3). Declaración que en su propio texto “Del sentimiento de no estar del
cosmogonías, en las mitologías del mundo, el doble, los personajes dobles [...] son
una de las constantes del espíritu humano como proyección del inconsciente
podría estar proyectado en otra entidad que él conoce o no conoce pero existe (La
mismo. Sencillamente pasa del estado de vigilia al del sueño82, conservando en todo
momento su yo, su subjetividad: “Entonces sintió una bocanada horrible del olor que más
temía, y saltó desesperado hacia delante” (162). Por otro lado, el personaje sólo anhela
despertar no aparece por sentirse otro yo, sino precisamente por saberse él mismo: “Con
una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar” (168). Tampoco el
ser tampoco él mismo. Porque el doble es ante todo una vivencia, una vivencia de sí
82
En el cuento de Cortázar “Retorno de la noche” (1941), se precisa desde el principio que “Uno se
duerme; eso es todo. Nadie dirá jamás el instante en que las puertas se abren a los sueños”. (Cuentos
Completos 1: 59)
242
responde:
Un día de sol como el de hoy –lo fantástico sucede en condiciones muy comunes
supe –sin animarme a mirar- que yo mismo estaba caminando a mi lado; algo de
mi ojo debía ver alguna cosa porque yo, con una sensación de horror espantoso,
sentía mi desdoblamiento físico [...] me metí en un bar, pedí un café doble amargo
podía mirar, que yo ya no estaba a mi lado [...] hay una correspondencia temporal
muy próxima [...] no tiene mucha gracia imaginar que su doble haya sido un
es el punto de partida de la transgresión que crea un universo regido por leyes propias.
Un mundo en el que los espacios se reconcilian en la unidad textual del relato, donde el
quien escribe el cuento; y donde los protagonistas (el de aquí y el de allá) se reconocen
por los claros signos textuales que indican el pasaje de una realidad a otra. Es, también,
uno de los cuentos en que se exhibe con mayor eficacia el sueño que vacila, en un vaivén
constante, con la vigilia para luego acabar con ella, usurparla y aniquilarla. O como diría
Cortázar, siempre de un manera más bella, en su texto “Del cuento breve y sus
243
alrededores”: “Los límites del sueño y la vigilia, ya se sabe: basta preguntarle al filósofo
Bajo esta sentencia el lector intérprete –si recorre “La noche boca arriba” de
nuevo- se encuentra con que el relato es reversible: lo que está dando vuelta es la
oscuridad que gira hacia la luz del conocimiento –de sí mismo-, de la degeneración a la
regeneración del tiempo y el espacio, de la trama a las sinestesias, del bisturí al cuchillo,
de la agonía a lo francamente tanático. Todo de ida y vuelta porque lo que está boca
arriba es la noche, como bien lo señala el título del cuento, que gira para ponerse boca
abajo, como antítesis del cuento. En una “noche sin estrellas” (162), en la oscuridad, la
luna “la Muy Alta” ha dejado de ser “la dispensadora de los bienes motecas” (164):
turno.
Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un
quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su
cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en
sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los
83
Cortázar se refiere, por supuesto, al famoso cuento de Chuang-Tzu (300 a.C), integrado al texto
Antología de la literatura fantástica, dirigida por Jorge Luis Borges: “Hace muchas noches fui una
mariposa que revoloteaba contenta de su suerte. Después me desperté, y era Chuang-Tzu que recuerda
haber soñado que fue mariposa o soy una mariposa que sueña ahora que es el filósofo Chuang-Tzu?”. (159)
244
retorciéndose, [luchando] por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne” (166),
comienza el relato de su traslado “alzado, siempre boca arriba” (167). Al salir a la noche
“una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla [...] Lo subían por
la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo” (168); mientras, en el hospital, el
cabeza abajo” (168). La reiteración que Cortázar hace de la postura de ambas víctimas
parece sugerir una tergiversación84 que revierte el tiempo de la escritura. De esta manera,
a cada instante, todo recomienza, para demostrar que todo es reversible: la existencia es
estética de la novela en “el hiperbolismo fantástico del tiempo [...] aparece la influencia
sueños, de las perspectivas temporales [...] igual a la de las visiones [...] análogas a los
sueños” (306). Si esto significa que se instaura una cronología – y por tanto una
84
Según el texto Etimologías grecolatinas del español de Agustín Mateos, “Tergiversar” es girar sobre las
espaldas (222).
85
Mircea Elíade establece que este espacio cronologizado o tiempo espacializado permite delimitar la
figura de una circunferencia, dentro de la cual los protagonistas inician una búsqueda a través de un camino
en el cual hay elementos que impiden el acceso a su objeto de deseo: el Centro. El Centro es la zona
sagrada, el punto en el cual se fusionan los tres sectores cósmicos: cielo, tierra e infierno. El Centro es el
origen, el medio el espacio donde las disposiciones opuestas se neutralizan y alcanzan el equilibrio, la
armonía y la justicia. Transitar el camino que conduce hacia el Centro es penoso; hay redes que entretejen
un laberinto que producen al buscador extravíos y dificultades porque “...equivale a una consagración, a
una iniciación; a una existencia, ayer profana e ilusoria, le sucede ahora una nueva experiencia real,
duradera y eficaz.” Lo cual equivale a una “necesidad de regenerarse periódicamente aboliendo el tiempo
pasado y reactualizando la cosmogonía” (El mito del eterno retorno 23-4) En “La noche boca arriba” la
trayectoria, el paso hacia la piedra del sacrificio, simboliza un retorno al tiempo sagrado, así como el hueco
245
con el entorno: era un moteca que tuvo una visión, mímesis de la descripción agónica
entera orquesta de las sensaciones, los sentimientos y las pasiones –con su cima
o pasaje por el cual el joven-moto accede a otro nivel de realidad: “Y al mismo tiempo tenía la sensación de
que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco
él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas” (165).
86
“Tezcatlipoca”, según Yolotl González Torres, “es uno de los dioses más importantes de los mexicas [...]
como deidad creadora y como la contraparte de Quetzalcóatl [...] [ambos son] los principales autores de la
creación [...] [donde] uno destruye el mundo que construyó el otro” (Diccionario de Mitología y religión de
Mesoamérica).
87
González Torres precisa que la palabra Teocalli hace referencia a “Templo Mayor [...] o Cerro de la
Serpiente, en memoria del cerro donde nació Huitzilopochtli. Era el principal y más grande templo de
Tenochtitlán, del que dice Sahagún: “La principal torre [...]estaba en el medio y era más alta que todas [...]
estaba dividida en lo alto, de manera que parecía ser dos y así tenía dos [...] altares en lo alto [...] [en uno]
estaba la estatua de Huitzilopochtli [...] en la otra [...] la imagen del dios Tláloc, delante de cada una de
éstas estaba una piedra redonda [...] que llamaban téchcatl, donde mataban a los que sacrificaban a honra de
aquel dios” (Diccionario de mitología y religión de Mesoamérica).
246
La configuración del relato de “La noche boca arriba” contiene, además, lo que Iser llama
el repertorio del texto88, que se establece desde la prefiguración. Por un lado se encuentra
un texto referencial que, al ser interpretado por el autor, se va tejiendo a lo largo del
texto. El mismo Cortázar así lo señala en la entrevista con Evelyn Picón Garfield,
realizada en 1974: “El cuento nació de la conjunción entre una caída de mi Vespa, en
una callejuela de París, allá por el 53, y una lectura de la Historia de Tlaxcala, que me
de un pasaje de ese libro cuyo autor es Diego Muñoz Camargo89: “Y salían ciertas épocas
de guerra a cazar enemigos, y entonces prendían y cautivaban los que podían, y éste era
su principal despojo y victoria, prender a muchos para sacrificar a sus ídolos, y tenían por
mayor hazaña prender que matar, la llamaban xochiyaoyotl, guerra florida” (151). Los
88
Wolfgang Iser establece que el texto literario es, ante todo, un acto de comunicación. “Por su medio
tienen lugar intervenciones en el mundo, en las estructuras sociales dominantes y en la literatura anterior.
Tales intervenciones se manifiestan como reorganización de aquellos sistemas de referencia que el texto
designa mediante su repertorio [...] En el repertorio se presentan convenciones en cuanto que el texto
encapsula unos conocimientos previos [...] textos precedentes [...], normas sociales e históricas [...] [es
decir, toda una] realidad extraestética. El repertorio representa aquella parte constitutiva del texto en la que
se supera la inmanencia del texto [...] estos repertorios-elementos siempre aparecen en estado de reducción
[...] [por] ser un polo de interpretación”. (El acto de leer 11-117)
89
El libro de Diego Muñoz Camargo en realidad lleva por título original Descripción de la ciudad y
provincia de Tlaxcala de las Indias y del Mar Océano para el buen gobierno y ennoblecimiento dellas,
editado por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM en 1987. Este texto está citado en el
Diccionario de mitología y religión de Mesoamérica de González Torres página 151. Al ser editado por el
Centro de Investigaciones Lingüístico Literarias de la Universidad Veracruzana el título impuesto fue
Historia de la República y de la ciudad de Tlaxcala fechado, en su primera edición, en 1975. Por la
ambiguedad de las fechas de edición no es posible establecer cuál libro fue el que le prestó Fuentes a
Cortázar ya que el cuento fue escrito en el año 56. Debe suponerse, entonces, que existen ediciones
anteriores.
247
motecas, pueblo inexistente de las culturas precolombinas90, son “una broma apenas
perceptible, de esas que al autor lo hacían sonreír cubriéndose la boca tímidamente con la
mano”, según cuenta Abelardo Castillo en un ensayo periodístico titulado “Las armas
las sensaciones cinestésicas91 del moribundo, que padece inocentemente su agonía como
un estado transitorio, evocan La muerte de Ivan Ilich de Tolstoi, uno de los cuentos
acontecimiento que sugiere ser la parte medular de la génesis del cuento. Tanto el
atropellar a una vieja que atravesaba la calle sin respetar un semáforo. El resultado fue
90
A través de la referencialidad textual integrada en el repertorio se intuye que se trata de los tlaxcaltecas.
91
Según Katya Mandoki la cinética es una modalidad de la dramática definida ésta como el ethe (o rasgos
de carácter) del emisor y del pathe (pasiones, sentimientos y afectos) entendido como el efecto que produce
el discurso del emisor. “La cinética se refiere a los giros, la dinámica y puesta en movimiento de los
significantes en cada registro [...] está relacionada con el movimiento [...] la cinética es la producción de
sentidos de estaticidad o dinamismo” (Prosaica. Introducción a la estética de lo cotidiano 158)
92
Mario Goloboff ubica el hecho dentro de la primera estancia del escritor en París. Cortázar se alojó en la
Casa Argentina, en la Ciudad Universitaria. Trabajó con un distribuidor de libros judío, al que conoció por
un anuncio de periódico. Su labor consistió en empaquetar y trasportar los pedidos de libros de lugar en
lugar, motivo por el cual el judío le ayudó a comprar una moto Vespa. (Julio Cortázar: la Biografía 96-7).
93
Entre 1948 y finales de los sesenta se sitúa la intensidad del cruce de comunicación epistolar entre Fredi
y Julio. Ya en las primeras cartas que intercambian, cuando todavía se tratan de usted, ambos hacen
referencia a una cita: “no me buscarías si no me hubieras ya encontrado” (Cartas 1937-1963, 1: 233) que
248
... me puse la Vespa de sombrero, para no matar a una vieja idiota que se me
cruzó en una esquina cuando yo cruzaba con todo derecho y luces verdes;
hizo volar la Vespa por el aire, y los sesenta kilos de fierro me cayeron encima,
y una doble fractura de la pierna izquierda. Esto pasó hace un mes, el 14 de abril.
La policia me llevó al Cochin, y durante 18 días mortales aguanté una sala común,
con todo lo que eso supone [...] Lo pasé muy mal, con fiebres de cuarenta grados,
porque tenía un derrame tan brutal que la pierna estaba tres veces más grande que
En su texto “-Yo podría bailar ese sillón- dijo Isadora” Cortázar agrega algo más, una
percepción que bien podría ser la metáfora del enfrentamiento entre el perseguido moteca
... lo que me pasó con la pierna rota en el hospital Cochin y que consistió en saber
(no ya en sentir o imaginar: la certidumbre era del orden de las que hacen el
alude a una intuición de trascendencia en la relación entre los dos, en la que Fredi será el gurú y Julio el
discípulo escéptico y a la defensiva, pero que finalmente se dejará llevar hacia una experiencia iniciática: el
compartir –el estado, la evidencia, la sensibilidad- la estancia, de Fredi, en la India. El centro mandálico de
ese intercambio puede (¿?) ubicarse en la noche en vela de conversación que comparten en París, el 2 de
marzo de 1952, tras la cual pasan al tuteo y Cortázar le escribe: “A cada cosa que tú decías o me leías, yo
notaba fríamente en mí la resistencia casi demoniaca de un orden ya cerrado, construido, que teme perder
su comodidad y su rutina, y se subleva ante la palabra nueva, ante la Noticia [...] no sé lo que pasará,
porque la batalla es dura y yo me he conformado hasta hoy con lo que tenía y alcanzaba [...] Quisiera que
me creas digno de seguir escuchándote” (267). Las enseñanzas de Fredi Guthmann se centran en la vida de
Nagarjuna (siglo II de nuestra era), el reformador de Mahayana y creador del llamado “camino del medio”,
que propone la reunión de los opuestos, desde el conocimiento entendido como desesperanza indolora.
Cortázar intuyó que no otra cosa podía esperarse del Satori: la revelación de una certeza que consiste
meramente en la búsqueda, en la estupefacta confirmación de la ignorancia.
249
encuentro cuerpo a cuerpo y cada pulsación de la fiebre una carga a rienda suelta
mundos 1: 80-1)
Saúl Yurkievich en su ensayo “La imaginación soberana”, aporta aún más datos:
señora que inadvertidamente cruza la calle. Choca contra un árbol, sufre una
estado febril, y durante la larga noche de sopor tiene la visión de dos ejércitos que
libran en su cuerpo una batalla a muerte que él presume perdida. [...] Me contó
Julio que, mientras estaba aletargado, apareció una mujer enorme con aspecto de
larguísima aguja. Ella le inyecta una sustancia que lo adormece, que lo deja
sumido, sin fuerza, o mejor dicho librado a las otras fuerzas, las oscuras, las
extrañas, las de abajo, que van a infundirle el sueño aniquilador (Suma crítica
373).94
En la textualidad de “La noche boca arriba” se plantea un sueño hacia delante, soñar lo
futuro. Idea que tiene la dificultad de que si se consideran los fragmentos que narran al
motociclista como partes del sueño del moteca, la exacta y minuciosa representación del
94
En el cuento hay una intervención quirúrgica y el bisturí del cirujano por transposición onírica se
transmuta en el cuchillo de obsidiana del sacrificador azteca. En la realidad cortazariana no hubo tal
operación, no hubo quirófano, sólo una inyección la que parece ser impactó en la duermevela de Cortázar
quien se encontraba en ese estado mórbido o crepuscular, intermedio entre el mundo experiencial de la
vigilia y las imágenes propias del mundo del soñante.
250
futuro volvería poco riguroso el cuento: ¿Soñaría el moteca un brazo enyesado, el dolor
de la rodilla, a “una enfermera rubia” (162), “el tubo que subía hasta un frasco lleno de
líquido opalino” (163), los ventanales, la mesa de noche, la lámpara violeta y una
operación “del duodeno” (164) del enfermo de la cama de al lado?. Imposible saberlo.
Los agujeros no dejan ver la tan ansiada verdad. Lo único que asoma es la incertidumbre,
la sospecha de que lo que parece indicar el texto es que esos fragmentos también son
capaces de narrar otra cosa: narran, por decirlo de algún modo, a la realidad tal como la
ve Cortázar.
Al igual que en la realidad cortazariana hay en el cuento “La noche boca arriba”,
ésta se pierde en el momento del accidente al no ser capaz de percibir a la mujer que
“parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes [...] Tal vez su
involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente [...] Frenó con el pie y la mano
conciencia después del golpe, reacciona su sentido del gusto: un sabor “... a sal y
espacios, instaura una poética de las sensaciones en la que se advierte una insistencia en
lo olfativo. En los dos relatos –en el del motociclista y en el del moteca- esto actúa como
marca del ser visionario. Antes “... olor a hospital...”. Después, cuando el tiempo empieza
a derretirse, el sueño, con un mezcla de olores, se vuelve cada vez más intenso, en un
251
pesadilla del acoso boca abajo del tiempo yuxtapuesto. El sueño “... lleno de olores y él
nunca soñaba olores”. Primero “... un olor a pantano...”, luego, “... el olor cesó...”para dar
paso a una “... fragancia compuesta y oscura como la noche...”. De nuevo... “Lo que más
le torturaba era el olor...” (161): “... el olor de la guerra...” multiplicado en “... el miedo
seguía allí como el olor” (162), el “... olor que más temía...”: el “olor a humedad, a piedra
rezumante de filtraciones”, el “... olor a antorchas...” (166). Él, que “... olía la muerte”
(168). Reiteración del olor, del sentido del olfato, el menos desarrollado orgánicamente,
es el que Cortázar utiliza para describir el pasaje de una realidad a otra: pasaje ritual de la
vida hacia la muerte. De esta manera, “La noche boca arriba” se vuelve un relato para ser
ratos se impone a la manera de una montaje cinematográfico. Alegoría que suma los
deliciosa [...] Todo era grato y seguro, sin ese acoso, sin... Pero no quería seguir pensando
textualidad narrativa producto de un hecho vivido con intensidad también por el propio
Al décimo día [de estar internado] la cosa iba mal, me hicieron una punción. No
[puedo] explicar todo lo que salió de esa rodilla [...] cinco días después me
matarme. De modo que les dejo los scooters a otros que tengan mejores reflejos
252
que yo, o que tengan la suerte de que viejas idiotas no se les tiren bajo las ruedas
bien puede aplicarse al caso. En primer lugar la angustia sólo espera el despertar de la
conciencia para invadir a ésta: ¿Acaso el lector no percibe la angustia que aparece tanto
del accidente –como recuerdo penoso- expuesto en entrevistas y charlas, las cuales, como
constructos narrativos, finalmente serían la refiguración del cuento por parte del propio
La presencia del sueño (para el moteca) y de la pesadilla para él “... –porque [...]
situaciones oníricas). Mímesis que se trasluce en mito: dos realidades que no son más que
proyecciones del “... sueño maravilloso...” de la mímesis (168) de uno y de “las malditas
pesadillas” (165) generadas por las imágenes del mito, “... del tiempo sagrado, del otro
...” (164). Ambos viven sus respectivas realidades infernales: El motociclista oficinista95
pesadilla, vivida en la sala común de un hospital, alimentada por la fiebre. Cierra los
párpados y está ahí: el moteca que va rumbo a la muerte. Los abre y es él y su realidad.
95
El hombre moderno recuerda “El choque, el golpe brutal contra el pavimento [...] con el dolor del brazo
roto, la sangre de la ceja partida, la contusión de la rodilla; con todo eso un alivio al volver el día [...] Y era
raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina”. (165)
253
Llega el momento en que “sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el
sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños” (168).
El motociclista es perseguido por las pesadillas mismas que son las vivencias
reales del moteca que es perseguido por los cazadores y que en el paso de la vida a la
muerte tiene el sueño placentero que brindan las imágenes del futuro. Sus visiones
que el motociclista sale del centro a la periferia, “... cuando entraba en la parte más
agradable del trayecto, el verdadero paseo: una larga calle bordeada de árboles” (159), y
mímesis, el sueño del moteca responde a la huída del Centro cósmico (Templo Mayor) a
la selva donde la moto “zumbaba” como los insectos de las tierras húmedas, mientras que
en el caso del motociclista sería el regreso al hotel del centro de la ciudad símbolo de la
recuperar el reino perdido; utopía del moteca por soñar con un futuro plácido. Nostalgia y
utopía, dos rasgos que subyacen en la configuración del modo de ser. La primera ata el
moteca ha soñado “que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa,
con luces verdes y rojas” (168) es porque la pesadilla es la realidad; la otra era sólo el
los relojes se han detenido en “las nueve menos diez” que marcan las múltiples
tiempo, el de la alteridad. La grieta del infierno se abre para dar paso a la realidad que es
como las figuras de teatro se presentan ante los espectadores y, puesto que las figuras
como tales carecen de un sentido de simbolización unívoco, son leídas por los receptores
como recreación polivalente del yo: “Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando
blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro,
eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una película
aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.” (163). El contenido
del sueño es, por lo tanto, cercano al sentido de la teatralidad, el de la pesadilla sería el
reescritura de la escritura.
Dentro de las acciones soñadas varios aspectos corroboran esta proximidad con lo
muerte, evasión de la experiencia; el destino: fin del tunel. Movimiento que abre y cierra
párpados e intenta huír de la realidad infernal que nada tiene de florida y sí de siniestra.
tensiones. Ritual de muerte que purifica, libera. Tema-símbolo que define la sutil frontera
entre la realidad y el sueño, entre el mundo regido por el azar o el absurdo y el territorio
de lo fantástico.
255
“después” de la acción, hito del pasaje de la vida a formas desconocidas del sueño. Pero
sobre todo, evidencia la dualidad por medio de personajes que pueden ser uno solo
muerte es una forma de vivencia del pasado en el presente o del futuro en el pasado. Esta
una verdadera reflexión acerca de los rituales que desencadenan el pasaje de la vida a la
muerte.
El joven moteca del plano onírico del accidentado, apresado durante las guerras97
floridas, es llevado por largos corredores, boca arriba, hacia la piedra del sacrificio.
... se movía huyendo de los aztecas [...] que andaban a caza de hombre, y su única
apartarse de [...] la calzada que sólo ellos, los motecas, conocían [...] “Me salí de
la calzada” [...] sabiéndose acorralado [...] La mano [...] subió [...] hasta su cuello,
donde colgaba el amuleto protector [...] musitó la plegaria del maíz que trae las
lunas felices [...] cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en
96
“Dado el tipo de cuentos [...] que yo he escrito me parece que serían impensables sin la presencia,
latencia [...] de la muerte”, comenta Cortázar frente a Picón Garfield. “... precisamente porque en el fondo
soy alguien muy optimista y muy vital [...] la noción de la muerte es también muy fuerte en mí. Yo no
tengo ningún sentimiento religioso [...] y entonces la noción de la muerte [...] no es buscarle un consuelo
con la idea de una resurrección [...] Para mí la muerte es un escándalo [...] y por eso [hay] que comprender
que la muerte es un elemento muy muy importante y muy presente en cualquiera de las cosas que yo he
escrito. (Cortázar por Cortázar 28-9)
97
Según el Diccionario de Mitología y Religión de Mesoamérica, de Yolotl González Torres, “los dioses
crearon a los hombres para que hicieran la guerra y dieran de comer al Sol y a la Tierra [...] Los que morían
en la guerra o en la piedra de los sacrificios, después de haber sido hechos cautivos, íban al paraíso del Sol
[...] A los guerreros en la tierra les esperaban todo tipo de privilegios [...] de acuerdo al número de cautivos
que hubieran ofrendado a los dioses ”. Entonces, ¿era ésta la función y el destino que Quetzalcóatl –matriz
de la edad de oro indígena- le asignó a los hombres?
256
hundirle la hoja de piedra en pleno pecho [...] y entonces una soga lo atrapó desde
atrás [...] dormía [...] lo habían traído al teocalli [...] Vió abrirse la doble puerta
[...] lo aferraron manos [...] duras como bronce; se sintió alzado, siempre boca
arriba [...] lo llevaban por el pasadizo [...] corredor de paredes mojadas y techo tan
bajo [...] lo llevaban, era el final [...] de golpe vio la piedra roja, brillante de
sangre [...] apretó los párpados [...] cuando abrió los ojos vio [...] [al] sacrificador
Mesoamérica, las guerras floridas tenían como fin último ofrendar a las víctimas al dios
sacrificios se realizaba una vez por año, el quinto día del mes de Tóxcatl99. La víctima,
vestida con elegantes ropas y joyas, ascendía por la escalinata a la pirámide, mientras era
reverenciada por la multitud. Cuatro sacerdotes lo acostaban sobre la piedra del sacrificio
sujetándole brazos y piernas. Por último, el quinto día le abrían el pecho con un cuchillo
por el “liquido divino [...] que se arrojaba hacia el Sol o se hacía gotear en el fuego; se
creía que con esto se vivificaba al fuego y al Sol” (154) . El cuerpo, entonces, se vuelve
ofrenda que será inmolada. Se pierde el cuerpo, pero en realidad no se pierde, porque
recobra su esencia divina. Ser lanzado desde la escalinata de los jerogrlíficos o ser
98
Divinidad de la guerra, manifestación del Sol y amo del mundo.
99
Registrado como el quinto mes del calendario nahua correspondiente a mayo-junio según el Diccionario
de Mitología y Religión de Mesoamérica de Yolotl González Torres.
257
precipitado al fondo divino del cenote es el privilegio ganado por aquél que ha perdido la
partida. Se han disuelto las fronteras entre ganar y perder. El guerrero que ha caído preso
después de la batalla gana –en una aparente cruel paradoja- el honor de ser sacrificado.
saberse sacrificados. “La guerra florida había empezado con la luna y ya llevaba tres días
“... inmóvil, temblando [...] no quería, pero cómo impedirlo [...] Hubiera querido
echar a correr (162) [...] Nada podía ayudarlo [...] Pensó en los muchos
sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso.
Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado
de los cazadores [...] oyó los gritos [...] Oyó gritar [...] grito ronco [...] Otro
Mas, para la presa “todo era tan natural” (161). También lo era para el soñante, el
motociclista que padecía con estas imágenes infernales: “Tener miedo no era extraño, en
sus sueños abundaba el miedo.” (162) Ambos se resisten a su destino mas no al rito, al
onírico, al bélico.
James George Frazer explica que el dios Sol, creían los aztecas, da cotidiana
muerte a la Noche disparando sobre ella sus cuatrocientos (infinitos) rayos. En ese cielo,
el del amanecer y el del crepúsculo, los guerreros del Sol, los guerreros-águila, derrotan a
los de la Luna, los guerreros-tigre. De esa contienda nacerá el día nuevo. Dado que en su
mito cosmológico el Sol sobrevivió gracias a haber vencido a las estrellas, con las cuales
la guerra con el objeto de que el Sol no se apagara (La rama dorada, magia y religión
109).
esas ocasiones anuales en que de acuerdo a su calendario el Sol corría mayor peligro.
estremecimiento que duraba cuatro días. Para el dios victorioso el corazón del hombre
será su trofeo, la más preciosa de las flores. Flor del nopal, árbol –divino- del Águila.
la unidad original (Las antiguas culturas mexicanas 158). La guerra florida, entonces, no
es otra cosa que la puesta en escena terrestre de esa lucha de dioses. Una contienda
De alguna forma, la guerra florida de “La noche boca arriba” puede ser tomada, si
el lector así lo elige, como una metáfora de la peripecia del vivir de cada uno: una guerra
humana.
Es curioso el problema moral que esto plantea. En el hospital tuve largas noches
de fiebre e insomnio para pensar que si en ese momento yo hubiera elegido por mí
es imposible responder a esto con certeza. Te aseguro que en esas noches del
Cochin tuve también tiempo para reflexionar en tus enseñanzas y tratar de reducir
línea, mi cuerpo fue el tirano y el señor durante esas semanas, y nunca pude
sin embargo, y leí un libro tras otro, pero ésas, como siempre, eran maniobras de
En el cuento “La noche boca arriba” la presencia de la mano es relevante. Una mano que
se mueve por intuición, y que no logra realizar su función, otras, que cumplen
la ambulancia “le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte” (160); durante
radiografía “algo [...] le brillaba en la mano derecha” y con la otra “palmeó [...] [su]
mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás” (161); “una enfermera rubia le frotó con
alcohol” (163); “con la mano sana” –es la izquierda porque la derecha es la del brazo
enyesado- “esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se
cerraron en un vacío otra vez negro” (167). El moteca toca “instintivamente el puñal”
(161); “La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como el escorpión
de los pantanos hasta su cuello” (164); “puñal en mano” (164); las “manos calientes,
duras como bronce” (166) de los acólitos; “el cuchillo de piedra en la mano del
260
sacrificador” (168); al final del cuento todo se coagula: “En la mentira infinita de ese
sueño [...] también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano.” (168).
metafísicos”. Parece que esta reflexión –que forma parte de su prefiguración- está
configurada en “La noche boca arriba” con un soporte simbólico interno: el amuleto del
moteca. De su cuello “... colgaba el amuleto protector” receptor de “la plegaria del maíz”
y de “la súplica a la Muy Alta” (164) Luna Metztli que es incapaz de escuchar al
suplicante. Al ser apresado “Con el mentón buscó torpemente el contacto con el amuleto,
y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo
del final.” (166) “... le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el
centro de la vida” (167). Ahora el moteca se encontraba solo, más solo que nunca, sin
dioses, sin nada, sin mitos a los cuales recurrir. Huérfano de defensas mágicas, expuesto,
sin compañeros, asustado como un animal. La ofrenda ya estaba dada; sólo se tenía a sí
y al cabo aún parece existir la solidaridad, la amistad de hombres anónimos, aquellos que
aferrado a la concepción cronológica del tiempo. Para Donald M. Lowe, “los habitantes
percepción burguesa 81). Esta última cosmovisión que empieza a tener arraigo a partir
del siglo XVII, siendo reafirmada más tarde por la Ilustración y por el positivismo a
finales del siglo XIX, se afirma en la convicción del hombre como hacedor de historia.
“Con la expansión del panorama histórico, el tiempo poseyó ahora una profundidad y una
significado y una justificación transhistórica. En “La noche boca arriba” el deseo provoca
circular reversible que devuelve al comienzo, al eterno presente, que reintegra los ciclos
para deshistorificarse: “Trataba de fijar el momento del accidente y le dio rabia advertir
que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar [...] Y al mismo
tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad” (165).
del hombre.
la que él ya no sería. Corría en el insecto volador “... que zumbaba bajo sus piernas”
(168) queriendo huír de sí mismo, alejarse, perder el cuerpo que “también [...] habían
alzado del suelo [...] a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre
las hogueras.”(168)
262
Sin embargo, para el personaje, estar del otro lado se vuelve una trampa porque
los buenos oficios tratan de hacerlo volver: lo levantan, lo colocan en la camilla, lo llevan
cama con sondas, lo anestesian para impedir su viaje. No obstante, él emplea otro recurso
para emprender la partida: el trance, salida interior que lo obliga a fabricar alas frente al
altísimo abismo.
ellas se da vía consumación corporal; la segunda, muerte ritual, ofrenda sagrada dada
El paso, el pasaje de una realidad a otra aparece desde el principio del cuento. El
motociclista percibe que el tiempo sobra para llegar a dónde el lector no sabe. Extraño
resulta que un oficinista no posea un reloj pulsera y no dé cuenta de su destino. ¿Será que
Un personaje que, sin nombre, va por la “... calle larga bordeada de árboles” (159) ¿O “...
moteca también “ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los
frenó “... desviándose a la izquierda” (162) entonces el moteca “... pensó [:] “me salí de la
calzada”” (163). El accidentado “... perdió la visión” (169), el perseguido a “... la espera
en la oscuridad...” (164). Una espesa negrura que empuja al moteca a usar su sentido
auditivo, casi como un animal acechado: “Un sonido inesperado lo hizo agacharse [...] el
263
sonido no se repitió [...] no se oía nada (162) [...] se agachó para escuchar (163) [...] oyó
los gritos” y entonces otros sentidos se activan: “vio antorchas moviéndose entre las
ramas. El olor a guerra era insoportable” (164). Es capturado. “Su brazo derecho, el más
fuerte, tiraba [de la soga] hasta que el dolor se hizo intolerable y tuvo que ceder” (166)
(mientras el accidentado “no podía soportar la presión del brazo derecho” (160)) ; a partir
de este momento todo su cuerpo será un grito. Ambos personajes están perdidos,
asustados y entonces todo se entremezcla con prisa sin que el ojo-lector pueda detenerse
Unido al moteca está el sin nombre que es sacado de debajo de la moto por
(¿acólitos?) “Cuatro o cinco hombres jóvenes”. Como a Cortázar, “le dolía una rodilla y
cuando lo alzaron gritó”. Escuchó “voces” bromistas “que no parecían pertenecer a las
caras suspendidas sobre él [...] tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta”
al preguntar por el estado de la mujer “que no tenía más que rasguños en las piernas”
(160); mientras al cautivo moteca el olor “le cerró la garganta” (166). Después del
accidente lo llevan “boca arriba a una farmacia” mientras el moteca “se sintió alzado,
siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos” (167). Sin embargo, el
motociclista recibe ayuda y hasta consuelo cuando alguien le da “a beber un trago que lo
barrio” (160). El cuerpo del motociclista empieza a desvancerse, a desdibujarse “bajo los
efectos de un shock terrible” (160): “El brazo ya no le dolía; de una cortadura de la ceja
goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla” y así
vuelta hacia la luz, es “llevado en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo,
pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o
cloroformado [...] Las enfermeras bromeaban todo el tiempo [...] veinte minutos después
húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra” y la anestesia puesta durante la
operación del brazo no lo dejaron volver a sentir. Al abrir los ojos “se despegó casi
aztecas [...] Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros” (162) (¿Acaso no
era así?). Entonces vino la fiebre y la atención médica y “una taza de maravilloso caldo
de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocito de pan...” comió y entonces “suspiró
moteca es atrapado. Quiso dejar de pensar en ella puesto que “había tantas cosas en qué
entretenerse”, de “una botella de agua mineral [...] bebió [...] golosamente” (165) como el
dios que bebe –golosamente también- la sangre de los prisioneros. ¿Querrá Cortázar que
el lector reflexione acerca de la modernidad ansiosa de sangre de los demás para que el
corredor hacia la pirámide. Galería que permite que el lector, personaje central, transite
hacia el encuentro de los posibles sentidos, cumpliendo de esta manera con el designio de
Morelli (al que un día atropella un coche y va a parar al hospital): “El verdadero y único
Sin embargo, otra grieta se abre, otro intersticio proyectado hacia la lectura
inagotable del texto literario. La voz del autor aparece casi sin percibirlo en la
configuración del cuento “La noche boca arriba”. Ya no se trata de datos autobiográficos:
aparece en el momento en que, con cariñosa hipocresía, irrumpe para aclarar la ausencia
de nombre del personaje. Una crueldad tácita, ludica, muy cortazariana aparece: un sujeto
sin nombre, que vive en la orfandad, en un hotel, donde nadie a su alrededor tiene a su
vez nombre. Entonces desmorona como sujetos a los personajes para configurarse como
autor-sacrificador azteca. Es así como la figura del relato se percibe como un triángulo,
una triada multiplicada por la yuxtaposición del plano témporo-espacial, una imagen
mandálica en movimiento constante. Del agujero del extrañamiento del autor ha sido
abierto el relato. O lo que es lo mismo: Keats se introduce en “La casilla del Camaleón”,
gorrión se posa junto a mi ventana, tomo parte de su existencia y picoteo en el suelo” (La
común. Por esta razón, el lector cortazariano es inducido a mirar sin perder de vista su
propia conciencia de mirador, aún cuando el personaje ha perdido toda conciencia. Mirar
–inevitablemente- a dar el salto con el personaje y vivir su doble pesadilla. De ahí que la
representación simbólica del ritual es el acto de leer: acto de saltar: acto de ser otro: acto
el lector, como una espiral que lo ha penetrado, como un puñal narrativo que, lentamente,
va sacando a la luz la esencia verdadera. Ahí está Axolotl tras el hombre de quien escribe
observando, parece que con piedad, al lector incrédulo y obsesivo que navega en el
acuario narrativo con el rostro pegado al falso cristal de la página. A través del ritual de la
lectura, el Axolotl100 –el doble, el otro; “el paredro”, “el que te dije”, dice Cortázar-
En “La noche boca arriba” hay una experiencia vital auténtica de Cortázar,
publicada por el diario Primera Plana, bajo el título “La Argentina que despierta lejos”.
internado en una triste sala común del Hospital Cochin, imaginé la trama del
enorme sala pletórica del quejosos lamentos de otros accidentados y el temor que
tenía desde la infancia de ser enterrado vivo. Supe entonces que sólo escribiendo
100
“Axolotl”, cuento integrado, al igual que “La noche boca arriba”, al libro de cuentos Final del juego,
propone un espectador que termina estando “del otro lado” del vidrio de un acuario, con un alma
“trasmutada” y prisionera en el cuerpo de un pez condenado a moverse lúcidamente entre criaturas
insensibles y, por tanto, a la incomunicación más atroz.
267
respuesta a la pregunta que él mismo hizo a sus lectores en “Ahí pero dónde, cómo”: “A
vos que me leés, ¿no te habrá pasado eso que empieza en un sueño y vuelve en muchos
sueños pero no es eso, no es solamente un sueño? Algo que está ahí pero dónde, cómo;
algo que pasa soñando, claro, puro sueño pero después también ahí...” (Octaedro 91)
Todo esto –y siempre más- revela el objeto artístico como algo no concluído, sino
expuesto para ser re-construido. Esta obra no tolera ser dividida para estudiarla: se da
como totalidad, muestra siempre la misma cara (como las infinitas caras de una esfera), o
deja de ser ella misma en la medida en que se le fragmenta. Bajo el escrutinio de la crítica
que algunas veces usa el bisturí o el cuchillo siempre imperará la sospecha de que
desentrañar “La noche boca arriba” hasta dejarlo totalmente expuesto, indefenso, es un
pareció haber penetrado en el lenguaje y cuando intenté describirlo, encontré los mismos
que, como el propio Cortázar, nos muestra su perfección. Pero el último secreto, aquello
268
que lo hace único e irrepetible permanece intacto, tan inapresable como la “fugitiva
libertad creadora, no podemos dejar de conmovernos ante una obra que nos incita a la
invención, para la cual, siempre habrá una llave. “La noche boca arriba”, tal vez, sea
acceder a una muerte desde la cual volvamos a nacer con los ojos encendidos de estrellas
y luminosos de esperanza.
269
El lector de los cuentos de Julio Cortázar a menudo espera encontrar una realidad
escritor se gana su confianza al hacer que se sienta cómodo con sus relatos y, a
medida que inocente prosigue la lectura, de pronto se encuentra atrapado por una
descrita en los textos. “Casa tomada” y “La noche boca arriba” parecen ser
muestra de ello.
De Bestiario y Final del juego a Las armas secretas hay un giro, un desdoblar de
la mirada hasta entonces centrada. Los relatos de sus dos primeros libros de
letra, por así decirlo, con la teoría del cuento esbozada por el propio autor. Se
identifica siempre con el tema. Se percibe, por tanto, una literatura escrita desde la
literatura. Cuentos donde la pasión cae de rodillas frente a la calidad del estilo, de
una geometría implacable que nada tiene que ver con las uñas y los dientes, con el
En Las armas secretas todos los viejos mitos –tal vez clisés- de la literatura
Bestiario y trabajado en Final del juego, adquiere otro matiz: esas realidades,
también en Bestiario y en Final del juego) aparece como estímulo necesario para
marcados por una especie de necesidad, por signos de búsqueda, por manías
zona del otro lado. Son los personajes de Cortázar, que no hacen más que aporrear
palabras para nombrar todo aquello que se les escapa: el hermoso final o el pasaje
deshecho. Mientras tanto el lector, cierto tipo de lector, se realiza como buscador
choque que lo haga retroceder desde su lectura hasta una ineludible posición de
Obra que despunta, Las armas secretas desteje los años de formación, de
infierno y la literatura una forma rebelde de salvación. Por tanto deja de ser
teleológica” (118) llevan al hombre a asumirse como soledad al huír de falsas infinitudes.
Y al asumirla, la trasciende:
272
luciferinamente porque sabe que le ha sido dado ser más, ser él y también otro,
ser-en otro, escapar del solipsismo [...] nuestro existencialista se angustia porque
literatura satisfecha, a los productos vicarios –lo estético en sí, lo religioso, político,
erótico, aislados del plexo humano.” (119). Respecto al concepto de acción, dentro de la
obra literaria, Cortázar prefiere alejarse de toda discusión referente a si el paso a la acción
cuanto parta de una experiencia metafísica intuida sentimentalmente (el cuidado, que se
siente en el plexo) y que vale para ahíncar la prueba del hombre, su embate (no
irreflexivo pero sí motivado por una tensión sentimental) contra, sobre, bajo, o por la
acción. Por tanto, si el existencialismo es una actitud que potencia a la acción, entonces,
realizarán enconadas introspecciones para poder analizar y descubrir las más profundas
sentimientos. Estos mecanismos vertidos en los textos brotan, según Cortázar, del escritor
que ha hecho pedazos “su Weltannschauung ingenua”, para entonces inclinase “sobre sí
mismo”. Al hacerlo
comprende que está sólo con su riqueza interior, que no posee nada fuera de él
Años más tarde, cuando Cortázar ya ha dejado Argentina, todo este pensamiento se
Tres años en París, entre 1951 y 1953 son años catalizadores, años en que se da
ese momento había quedado dispersa o se había escrito hasta entonces. El resto
Necesario es, para Cortázar, padecer la angustia existencial pues solo y sólo de frente a
esperanza “en la superación que será libertad y encuentro con los semejantes”, con la
Este descubrimiento, este encuentro del hombre con el hombre también forma
González Bermejo:
Fueron esos, tiempos de sufrimiento y soledad. Cortázar había llegado solo a Europa
persiguiendo la intensidad que la vida puede brindar cuando se la quiere vivir y que hasta
ese momento su patria no le había concedido. Había pasado al otro lado. A girar en
... nunca se ha estado más solo que cuando se acepta la actitud existencialista, y la
referencia, ahora que las formas Dios, Ecclesia, “razón”, “inteligencia”, dogma,
Crítica 1: 135).
Joseph Campbell ha dicho que “la primera misión del héroe es retirarse de la escena del
mundo [...] a aquellas zonas causales de la psique que es donde residen las verdaderas
aventura desde el mundo de todos los días hacia una región de prodigios [...], se enfrenta
con fuerzas [...] y gana una victoria [...]; el héroe regresa de su misteriosa aventura con la
fuerza de otorgar dones a sus hermanos” (El héroe de las mil caras 24, 35). Esto sería la
unidad básica del relato del monomito. En el caso del héroe existencial la unidad se
reconocimiento de las infinitas posibilidades que existen en el vivir. Este acto es heróico,
pues hay una pérdida necesaria para la trascendencia –buscada y perseguida por sí
mismo.
humano, sitúa al escritor frente al relato. Es decir, los personajes cortazarianos no sólo
son mostrados sino que además están integrados al relato en total equilibrio. En los
cuentos anteriores, reunidos en Bestiario y Final del juego, e incluso en algunos de los
relatos de Las armas secretas, el peso de la anécdota es tal que el personaje sólo es una
víctima de las circunstancias del relato. Posteriormente frente a Evelyn Picón Garfield
276
afirma: “Hay un cuento en Las armas secretas que es el que está ya en contacto con Los
premios y es “El perseguidor”. Los otros cuentos están todavía del lado de Bestiario.
Están del lado de lo fantástico más puro.” (Cortázar por Cortázar 20).
crear este relato, que bien parece ser el parteaguas que posibilita una nueva relación entre
vida-literatura:
fantástica sino que viven una vida independiente y cuando hay un elemento
meses una historia, un cuento largo, en donde por primera vez yo me enfrentaba con un
semejante.” (12).
ser condenada. Porque lo que antes brindaba satisfacción se ha convertido en vía de paso,
todos los cuentos de Bestiario y Final del juego, el hecho de crear, de imaginar
satisfactorio para mí, que siempre he sido muy exigente en ese terreno, me
277
literatura. Sus relatos son estructuras cerradas, y los cuentos de Final del juego
pertenecen todavía al mismo ciclo. Pero cuando escribí “El perseguidor” había
llegado el momento en que debía ocuparme de algo que estaba mucho más cerca
existencial, de tipo humano [...] El tema fantástico, por lo fantástico mismo, dejó
era mirar al hombre, mirar también a mi prójimo. Yo había mirado muy poco al
género humano hasta que escribí “El perseguidor.” (“Julio Cortázar o <la
forma, está catalizada desde Europa. Tanto a Picón Garfield como a González Bermejo
perseguidor” yo tenía unos cuantos años [...] de una vida muy vivida aquí en
donde viví siempre muy solitario metido en una especie de carrera docente por un
lado, y lecturas en bibliotecas, por otro. París fue un poco mi camino de Damasco,
278
la gran sacudida existencial [...] Eso puede explicar por qué, de golpe, me intereso
por razones de defensa propia, de protección de una soledad que cultivaba con
fines culturales, para tener más tiempo para leer, para mis proyectos de escritor.
Aquí todo eso queda barrido por una especie de presencia física del hombre como
prójimo. (12-13) Ese proceso que, en un plano más privado se había iniciado aquí
humillada, ofendida, alienada, ese abrirme de pronto a una serie de cosas que para
apertura a otras nuevas direcciones. En una carta dirigida a Ana María Barrenechea,
citada por Mario Goloboff, sostiene: “¿Cómo es posible no darse cuenta de que después
mordido por ningún bicho dialéctico-materialista. Nada de eso. Simplemente estoy más
viejo, y descubro cosas que pasan en torno a mí y que cuentan más que las invenciones
puras.” (Julio Cortázar: la biografía 110). Sobre el mismo tema, en otro momento señala
En “El perseguidor” de Las armas secretas [...] hay una especie de final de etapa
prójimo, el descubrimiento de mis semejantes. Hasta ese momento era muy vago
mundo que él no acepta. Johnny por sus motivos y Oliveira por motivos más
Johnny y Oliveira son dos individuos que cuestionan, que ponen en crisis, que
niegan lo que la mayoría acepta por una especie de fatalidad histórica y social.
Entran en el juego, viven su vida, nacen, viven y mueren. Ellos dos no están de
acuerdo y los dos tienen un destino trágico porque están en contra. Se oponen por
vida personal en que eso traduce una nueva visión del mundo. Y luego eso explica
por qué yo entré en una dimensión que podríamos llamar política [...] empecé a
interesarme por problemas históricos que hasta ese momento me habían dejado
Sus críticos condenan el que su búsqueda deje de ser estética para convertirse en una de
Es muy fácil advertir que cada vez escribo menos bien y esa es precisamente mi
una cuestión de decencia. Es tan fácil escribir bien. ¿No deberíamos [...]
retroceder primero, bajar primero, tocar lo más amargo, lo más repugnante, lo más
horrible, lo más obsceno [...] y así, después de haber tocado fondo, ganarnos el
derecho a remontar hacia nosotros mismos, a ser de verdad lo que tenemos que
Argentina; sé que hubiera seguido escribiendo porque no sirvo para otra cosa;
país, me inclino a suponer que habría seguido la concurrida vía del escapismo
las cosas por las que me alegro de haber salido de mi país [...] creo que la
principal sería el haber seguido desde Europa, con una visión desnacionalizada, la
Es en esta carta, por otra parte, y como una clara síntesis de su resolución, revolución,
crisis que conlleva acción, giro, finalmente, en el camino de lo literario, donde se incluye
la frase que luego se vuelve tan célebre: “De la Argentina se alejó un escritor para quien
281
un Julio Cortázar que ha dejado atrás su perspectiva estética, su país y su interés por lo
fantástico puro (visto sólo como artificio literario, geometría, teorema), está, de algún
herramientas de su oficio. En este sentido “El perseguidor”, ocupa un lugar muy especial
pues “despeinó bruscamente a mis lectores”, ha dicho en entrevista con la revista Life
(“El hombre en el escritor” 49). Texto en el cual los problemas fundamentales que
significativo que gira en torno al debate dramático entre la creación y la crítica. Tema
mismo tema vital101. Narración que parece atraer por sus diferentes perspectivas de
el jazz es la sola música entre todas las músicas –con la de la India- que
101
Cortázar define la “Diferencia entre <ensayo> y take. El ensayo va llevando paulatinamente a la
perfección, no cuenta como producto, es presente en función del futuro. En el take la creación incluye su
propia crítica y por eso se interrumpe muchas veces para recomenzar; la insuficiencia o el fracaso de un
take vale como un ensayo para el siguiente, pero el siguiente no es nunca el anterior en mejor, sino que es
siempre otra cosa si es realmente bueno” (La vuelta al día en ochenta mundos 1: 201.
282
preestablecido sino que nace de las profundidades y eso, creo, permite ese
siempre fue natural para mí esa relación [...] en el jazz, sobre un bosquejo, un
tema o algunos acordes fundamentales, cada músico crea su obra, es decir, que no
Los acordes de la historia escrita por Cortázar se fugan ante múltiples direcciones
reflexiona acerca del tiempo, de otro tiempo, de la posibilidad de una atemporalidad que
biográfico de un jazzman que sufre, que está solo, que padece predeciblemente lo peor
que puede brindar la vida: una neumonía provoca la muerte de su hija, la visión de su
propia muerte y, ante ella, desear que la música sea salvación. Si el tiempo se mete en la
música, la posibilidad de modificar la realidad real estará ahí: en el acto creativo. El arte,
en consecuencia, no es más que un medio para la fundación de una nueva realidad donde
ese otro tiempo encuentre no explicación sino simple existencia, donde el hombre
creador, por el hecho de crear, pueda introducir elementos nuevos al cuestionar los
caducos. Es un cuento que narra la búsqueda de un salto hacia alguna parte donde el saxo,
el sexo y la droga no son un fin en sí mismo sino un posible medio de acceso a lo que no
283
establecidas por una sociedad de consumo. O probablemente no sea mas que un juego
narrativo, un homenaje del autor, una bella ocurrencia que parte de la afición a la música,
necrológica del jazzman que bien sirve como pre-texto para crear un cuento memorable,
mientras que Johnny habla de alucinaciones que jamás serán registradas en el relato de su
vida como músico. Voces que dibujan acciones; acciones que no son mostradas porque la
música o bien delira o bien dice cosas extrañas; entonces él no puede ser un
narrador válido. Alguien tiene que contar las cosas por él y enfrentarlo. Entonces
me pareció que era bastante lógico que fuese alguien que está completamente en
el polo opuesto de Johnny, un individuo mucho más culto, pero al mismo tiempo
muy inferior a Johnny porque no tiene esa chispa divina que tiene Johnny, esa
En “El perseguidor” el inicio del cuento está marcado por un lenguaje escatológico que,
empleado por Bruno con sabia moderación, describe una atmósfera inconfundiblemente
existencial donde el tiempo cronológico da vuelta: “La ventana da a un patio casi negro, y
284
a la una de la tarde hay que tener la luz encendida si se quiere leer el diario o verse la
cara”; Johnny está “envuelto en una frazada, encajado en su roñoso sillón que larga por
todos lados pedazos de estopa amarillenta. Dédée está envejecida y el vestido rojo le
queda muy mal; es un vestido para el trabajo, para las luces de la escena; en esa pieza del
habitación es una “lamparilla con su ojo arrancado colgando del hilo sucio de moscas”
de Dédée, la irrisión de una gloria anterior, contemplado por un ojo arrancado que parece
ser su conciencia. Y fuera, del otro lado de la ventana, el negro pozo de un traspatio, la
nada. Cuando “Dédée [...] ha apagado la luz. En lo que quedaba, una mezcla de gris y
negro, nos hemos reconocido mejor” (86). En este escenario, en apariencia nada heróico,
se inicia el viaje interior del héroe existencial narrado y descrito con el fin de mostrar
fragmentos de una historia de vida que nada tiene que ver con las conveniencias del
literaria: romper con las comparaciones nobles, con la belleza del cisne latinoamericano.
[...] Desde muy joven yo sentí que había que acercar más algunos elementos
cotidianos de la vida, que pueden estar llenos de belleza [...] Entonces por qué no
eso es que casi desde el comienzo hay en mis libros muchas referencias a ese tipo
cosas por todo lo alto, porque también tiene que ser por todo lo bajo. Porque bajo
y alto son referencias en una escala de valores de Occidente pero que en este
momento está cambiando y que puede ya haber cambiado para mucha gente
Johnny es un personaje que vive por y para la música, y que el resto de su vida lo usa
para huír de toda ley moral. Reivindica, desde el estereotipo romántico, los derechos del
artista, una visión del mundo que escapa a la atadura de la sociedad al renunciar a sus
hasta el extremo de hacer trastabillar, siempre por poco tiempo, es cierto, a su amigo,
interlocutor, biógrafo y crítico de jazz Bruno, que es quien tiene a su cargo la narración y
que por muy mediocre que parezca permite al lector cierto acceso al taller del
perseguidor102: “Cada vez resulta más difícil [...] traerlo a la realidad. (A la realidad;
apenas lo escribo me da asco. Johnny tiene razón, la realidad, la realidad no puede ser
esto, no es posible que ser crítico de jazz sea la realidad, porque entonces hay alguien que
nos está tomando el pelo. Pero al mismo tiempo a Johnny no se le puede seguir así la
corriente porque vamos a acabar todos locos)”103 (120-1). No puede traerlo a la realidad,
distinta. Por tanto, lo que fue realidad no es más que una coagulación que eterniza el
102
Ante Omar Prego, autor del texto La fascinación de las palabras, Cortázar afirma: “Soy un perseguido,
que alguna vez escribió un cuento sobre un perseguidor” (180). Frase, que al ser ingenuamente
interpretada, vincula al autor con un Johnny que sólo en apariencia es perseguido por Bruno. En realidad,
Cortázar (y quien lo conozca lo sabe) es ambos. Por lo menos el texto así lo sugiere.
103
Aparentemente el uso de paréntesis en el texto confirma que la reflexión de Bruno es sólo una mínima
suspensión temporal de la racionalidad, del sentido común que rige su pensamiento.
286
tiempo. Este quiebre temporal es un tema que Cortázar probablemente ha incluido en “El
perseguidor” para dar cuenta, a través del relato, de sus propias vivencias y cómo las
que si quisiera enumerar todo lo que ha pensado durante esos minutos, necesitaría
por lo menos un cuarto de hora, y, sin embargo, todo ocurrió entre dos estaciones
situadas tan sólo a dos minutos de distancia. El tren ha servido como un reloj
exterior para mostrarle que durante esos dos minutos a él se le concedieron quince
Las dos caras, la de Johnny a quien el tiempo le resulta “complicado” pues lo “agarra por
todos lados” (93) y la de Bruno quien no hace “más que contar el tiempo [...] El primero,
el dos, el tres”, y a todo ponerle “un número” (86). Un artista que piensa que “la música
ayuda siempre a comprender”, que saca “del tiempo” y que ante el mínimo acorde “haría
bajar de vuelta los cuatro pisos con el culo en cada escalón” (89, 90-1). Un crítico que a
sí mismo se define como “ese hombre que sólo puede vivir de prestado, de las novedades
287
y las decisiones ajenas” (130), enfrentado a un saxofonista que afirma: “yo no pienso
nunca; estoy como parado en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo
que veo.” (96). Dos rostros se encuentran reunidos en “El perseguidor” en una verdadera
A mí me gustaría ser una especie de síntesis de las cosas aunque fuera un día; sólo
un día de mi vida me gustaría ser a la vez creador y crítico. Porque creo que en
soy un creador [...] No hay ninguna valoración, ninguna escala de valores que
ponga al creador por encima del crítico. (Cortázar por Cortázar 19).
Sin embargo, y pese a la ausencia de esa escala de valores, el autor coloca a Bruno en un
combate permanente, en ese juego de satélite que lo hace ser confidente y admirador del
músico, a quien ve alto y bajo, sublime y obsceno, egoísta e incomprendido desde una
perspectiva distante y cínica respecto del genio creador. Para Cortázar “el problema de la
intención del crítico y su inteligencia y su genio, a veces hay una especie de corte con la
vida, con los impulsos vitales.” (16). Y esto es lo que Bruno ha hecho en la biografía que
Este juego entre el crítico y el creador se puede interpretar –siempre desde y con
el texto- desde la perspectiva del doble. Bruno describe cómo Johnny, al estar en
Johnny y que además le provee droga), se olvidaba de sus compromisos artísticos pues
“Johnny no ha tenido jamás la idea de [...] que alguien pueda estar esperándolo”. Desde
Roma, Lan (representante artístico del saxofonista) recibe de Johnny, “después de cuatro
288
meses de ausencia, [una] postal [que] representaba a Rómulo y Remo104, que siempre le
han hecho mucha gracia a Johnny (una de sus grabaciones se llama así)...” (103). Figura
arquetípica que desde el punto de vista del “maldito psicoanálisis” –como lo llama
Johnny- (118), aparentemente podría situar a Bruno como super-yo del músico, mientras
que el saxofonista sería el ello del crítico. Dos vertientes: la imagen de la figura cuasi
borde siempre de la locura; el artista que debe ser ayudado por el padre ante el poder
destructor que en él ejercen sus impulsos creadores. Bruno y Johnny no son sino las dos
“Envidio todo menos su dolor [...] pero aun en su dolor tiene que haber atisbos de algo
experimenta, al mismo tiempo, rabia, asco, odio por el músico: “Envidio a Johnny, al
mismo tiempo que me da rabia (106) [...] y la piel de los muslos con unas raras manchas
me han dado un asco infinito” (100). “¿Por qué no podré hacer como él, por qué no podré
tirarme de cabeza contra la pared?” (110). Sin embargo, parece que ambos forman un
104
Según el Diccionario de Símbolos y Mitos, Rómulo y Remo simbolizan “los lares de la ciudad, los
genios protectores del estado romano.” (373). En el Diccionario de la Mitología clásica aparece la versión
de que las variantes de la leyenda de Rómulo y Remo hagan suponer que “la fábula de los gemelos sea una
ficción inventada en la época subsiguiente a la sustitución de la monarquía por la república, con el fin de
dar prestigio al régimen biconsular. Rómulo habría sido el único fundador de Roma, y Remoria –nombre
relacionado con la palabra remor, que se aplicaba a las aves de mal agüero-, situada como estaba en una
colina que quedó fuera del primitivo recinto de una ciudad, habría dado lugar a toda la leyenda relativa a
Remo” (552). En La rama dorada, Frazer asegura que “Roma fue fundada por los colonos de Alba Longa,
ciudad situada en la falda de las colinas Albanas [...] La dinastía albana llevaba el nombre de Silvii o
bosque [...] Los anales romanos recuerdan que uno de los reyes de Alba, Rómulo, Rémulo (Remo) o
Amulius Silvius de nombre, se consideró a sí mismo dios igual o superior a Júpiter” (186). Sin embargo, el
relato mítico, al ser interpretado, al ser considerado como arquetipo, da cuenta de que Rómulo es una
entidad desdoblada en su sombra Remo, su hermano gemelo al cual ha dado muerte por pisar un territorio
consagrado. Fábula que se aproxima a la explicación psicoanálitica del poder del ello (siempre a la sombra)
que suele pisar, sacar un pie y violar el terreno del super-yo, quien lo aniquila y lo devuelve al mundo de
las sombras, esa sombra que siempre acecha.
289
desorden moral”, mismo en el que habita Johnny, confrontada a la del músico que ha
estado internado “tres meses en el hospital psiquiátrico de Bellevue” (100), y que es,
además, un alucinado, que vive en la atemporalidad, que confunde sus sueños con la
realidad, que se sitúa “en un plano aparentemente desasido, donde la música queda en
aparente libertad” (111); “un avión que desde hace cinco años vuela a ciegas”, desde que
“la realidad se le escapa y le deja en cambio una especie de parodia que él convierte en
una esperanza.” (98). Un Bruno puro que desde su posición aparente de superioridad
intenta indicar al hijo el camino debido; un padre que desea someter al hijo; un hijo que
hace su voluntad. Y esta lucha no termina más que con la muerte. Porque si Johnny
peor” (106) pues sería el fin del arte. Ambos lo saben. Sin embargo, el aprecio que siente
por Bruno lo lleva a aceptarlo con burla irónica mientras continúa con su propio camino,
Limitado a nivel del argumento, pronto llama la atención del lector de “El
real del jazz y de la biografía de una de sus máximas figuras: Charlie Parker (1920-1955),
el Bird105, uno de los creadores del estilo bebop, en la década de los cuarenta, y el
105 Si bien hay casi unanimidad para atribuir la fuente inspiradora del modelo del protagonista del cuento
al trompetista Charlie Parker (el relato está dedicado, “In memoriam Ch. P.”) (85), es extraño que para uno
de los biógrafos de Cortázar, Mario Goloboff, la inspiración pudo haberla suscitado una figura
desconocida. “En una oportunidad, hace tiempo, comentó Aurora Bernárdez que uno de los compañeros de
trabajo de la UNESCO había impresionado especialmente a Cortázar por su tamaño y su abulia. Y que él le
había dicho a ella que estaba naciendo el personaje de un cuento que, a la postre, resultó ser “El
perseguidor” (Julio Cortázar. La biografía 112).
290
imagen del genio incomprendido como parte de la visión romántica del artista. Su breve
obligó a tocar todas las noches desde los quince años por poco más de un dólar; su
nocturnos, sin destino, en el metro; las numerosas ocasiones en que se vio privado de
instrumento para tocar, por pérdida, por pobreza; su estancia en la cárcel por
incumplimiento de contratos, por la droga, por destruir los lugares donde tocaba o
mismo en esa búsqueda constante por renovar e improvisar por y para lo nuevo con el fin
106
Los datos y anécdotas de la vida de Charlie Parker son paráfrasis del texto El jazz, de Nueva Orleans a
los años ochenta de Joachim E. Berendt. Los capítulos consultados son los referentes a la vida de Charlie
Parker, su estilo y los grupos que lo acompañaron a lo largo de su corta carrera artística.
291
personaje asimilable al hombre de la calle, un hombre medio pero que tuviera esa sed de
dejé la Argentina y vine a París, en 1951, sabía poco o nada sobre él. Un día leyendo un
encontré con un hombre angustiado a lo largo de toda su vida, no solamente por los
problemas materiales –como el de la droga- sino por lo que yo, de alguna manera, había
sentido en su música: un deseo de romper las barreras como si buscara otra cosa, pasar al
nombre pero una buena parte de las anécdotas que vive Johnny Carter le ocurrieron
delante de la mesa; el hecho de que incendie el hotel donde vivía, aunque haya ocurrido
en New York y no en París. Tomé, por tanto, los datos biográficos y los ubiqué en París
porque la conocía mejor que a New York y conseguí poner a andar mi relato.
Sin embargo, la existencia actual del cuento se debe al azar. Ante Picón Garfield,
Cortázar narra cómo el texto fue salvado del olvido, rescatado de una montaña de papel.
“El perseguidor” es un cuento que ha sido escrito casi por un milagro, porque lo
más lógico hubiera sido que se perdiera para siempre [...] cuento realmente la
107
En “El perseguidor” Bruno escribe para ella: “Como es natural mañana escribiré para Jazz Hot una
crónica del concierto de esta noche [...] con esta taquigrafía garabateada sobre una rodilla en los
intervalos.” (110).
292
que allí estaba ese personaje que yo estaba buscando vagamente [...] yo quería que
limitada [...] incluso mediocre, pero en el fondo no mediocre, porque él tiene una
pero con una especie de genio para algo, en este caso para la música. Lo que yo
inventé fue que además él tiene una especie de genio de búsqueda metafísica [...]
noche cuando Bruno va al hotel y hay todo ese largo diálogo y luego finalmente
Bruno se va. Llegué hasta allí y me quedé totalmente bloqueado. No sabía qué
entre los papeles que llevé iban esos pero yo no sabía, estaban mezclados [...] solo
golpe encontré eso. Y dije “pero caray esto ¿qué es?”. Entonces releí las quince o
esas páginas podía yo haberlas perdido. Lo más probable fuera que las hubiera
“In memoriam Ch. P.” (85) parece revelar la vinculación con esa manera biográfica,
aunque para hacer, con frecuencia, un aprovechamiento libre de los datos. En este
293
conocer por completo luego de una larga escena inicial, que ocupa más de veinte páginas,
como si se tratara de alguien que no necesita presentación, pero que parece ser necesaria
lugar, parece fundir el nombre de Johnny Hodges con el apellido de Benny Carter, ambos
músicos de jazz, famosos por su ejecución del sax alto, instrumento que dio fama a
Parker109. Pero poco después, la atención se detiene en la reiteración del uso del
apellido. Además se suma el hecho de que las iniciales son las del propio autor:
“alguien que se trepara a un altar y tironeara de Cristo para sacarlo de la cruz” (133).
revolución musical de Carter es, explícitamente, la del bebop: “fue como una explosión
de la música, pero una explosión fría, silenciosa, una explosión en la que cada cosa quedó
millones de pedazos” (102). Así mismo hace referencia directa al Birdland (143), célebre
club de jazz de Nueva York, donde Parker/Carter tocó; a músicos que de hecho formaron
parte de su grupo, como Miles Davis (144); a críticos como Leonard Feather (137), que
108
Poco antes de que Johhny muriera y Bruno fuese informado, éste, a través de la transcripción de una
entrevista que le hacen a Johnny en Chicago, da a conocer lo que en apariencia es la inicial de su apellido:
“¿Has leído lo que ha escrito Bruno V... sobre ti en París?” (148). El uso de puntos suspensivos obligan a
que la fonía de la consonante se relacione con el vocablo ve o u-ve, de ahí que, probablemente, puede
interpretarse como Bruno el que ve, el observador, el satélite, el crítico de la vida de Johhny.
109
Datos tomados del texto de Joachim E. Berendt El jazz, de Nueva Orleans a los años ochenta (386,
407).
294
escribiron sobre él; a grabaciones que el Bird volvió famosas, como la de Out of
Johnny, narrados por Bruno, con los datos biográficos de Parker, compilados por
Berendt, salta a la vista la fidelidad del retrato literario como un signo icónico de la
realidad.
convergen la fidelidad y la libertad inventiva y expresiva y que están ahí para producir
una trama de sugestiones. Para muestra de ello basta seleccionar tres elementos de la
configuración. Por un lado está Loverman, pieza grabada por Parker en 1949, que
provocó en el artista un colapso nervioso que lo lleva a incendiar el cuarto del hotel que
que parece arrastrar a Carter a incendiar su cuarto de hotel en el que residía en París; la
noticia es narrada por Art, amigo de Carter, leída por Bruno en el Figaro, quien además
presenta a la pieza musical como el logro más extraordinario del artista. De la misma
110
Pieza musical citada también en otro texto de Cortázar: “Morelliana siempre”, en el cual describe “...
ese momento en que Charlie Parker echa a volar Out of nowhere [...] informa el momento total de un poeta,
que lo vuelve ala de sí mismo, remo de su barca, veleta de su viento, y que revalida el mundo al precio del
descenso a los infiernos de la noche y del alma.” (La vuelta al día en ochenta mundos 2: 182)
295
televisión, parece que retrata lo que también ocurrió con Parker. Por último, y como
transfigurado el nombre del poeta preferido del artista. Johnny elige a Dylan Thomas, a
quien pertenece el fragmento del verso “O make me a mask” (85) que además de ser
usado como epígrafe, habría sido la última frase del jazzman: Baby Lennox, quien fue la
última mujer que vivió con Carter narra, a través de una carta dirigida a Bruno, la muerte
de éste ocurrida en Nueva York. En ella, asegura que “Tica le dijo a Bob Carey que las
últimas palabras de Johnny habían sido algo así como: ´Oh, hazme una máscara´” (150).
el mismo año que él –1914- y murió en 1953), representa una analogía fundamental entre
En el poema que Cortázar toma para establecer el epígrafe y que pone en boca de
[enemigos
vuelve mi boca flagrante y que sea una trompeta de mentiras soplada dulcemente,
296
Para Cortázar el lenguaje poético, la referencia poética y todo aquello que tenga
relación con el canto de la palabra es de vital importancia, sobre todo la poesía inglesa.
Desde joven me incliné hacia la poesía en inglés y ahora sigo prefiriendo la poesía
en inglés a cualquier otra poesía [...] tengo la impresión de que el inglés para mí
por los románticos ingleses. Luego descubrí la poesía medieval inglesa y empecé
entre los límites del lenguaje y la necesidad de expresar una experiencia irracional, que
realidad, está latente en toda su obra; su vida caótica a raíz de los excesos, lo acerca al
prototipo del escritor romántico111. Parece, entonces, que Cortázar usa al poeta galés para,
por un lado, denunciar el mundo puritano de Bruno que se asoma –siempre- por detrás de
sus palabras: Johnny “lee [...] su famoso (y roñoso) librito de bolsillo con poemas de
Dylan Thomas” (123); por otro lado, impregna de connotaciones a Johnny: toda una serie
111
Apreciaciones tomadas para su paráfrasis de Historia de la literatura inglesa de William J. Entwistle
(281-2)
297
escribir. Para mí las frases tienen un “swing” como lo tienen los finales de mis
Ese contacto que hay entre los elementos musicales y la literatura como escritura,
proviene de antiguas vivencias y de ciertas nostalgias del escritor. Por un lado esta la
música:
pero en cambio puede comunicar cosas que ningún lenguaje, ninguna escritura
no haber sido músico; hubiera sido más felíz que siendo escritor [...] Lo que pasa
es que no estoy dotado (101) [...] Mejor escuchar a los que lo hacen bien y seguir
Por otro lado (sólo en apariencia, porque en Cortázar todo se coagula) está la literatura:
298
Casi desde niño me acuerdo que cuando leía los novelones de capa y espada o las
frases que tenían un gran ritmo que, voluntaria o involuntariamente, eran casi
y, por consiguiente, un elemento musical puesto que el ritmo es una de las bases,
una constelación, cumplen una función más que reveladora en el escritor y en sus
procesos creativos:
frecuentemente escuchando los discos de jazz (101) [...], detengo el pick-up para
Aunque lo que escribo no tiene nada que ver con la música como tema, he sido
personaje-hidra, a “quien le gusta pasarse del otro lado” (32) para romper con las
coordenadas lógicas del tiempo y del espacio, bien puede representar la posibilidad de
que ese pasaje está también en el acto de la lectura. “Johnny lee todo el tiempo” a Dylan
112
Un tal Lucas es una serie de relatos y textos sin otra unidad que la personalidad irónica del narrador,
capaz de diversificar su atención a diversas y siempre sugestivas formas de realidad. Entre la realidad –
verdad aparente- y la escritura –verdad poética- Cortázar sitúa varios planos deformantes: el del misterio, el
del humor, el de la poesía.
299
Thomas, incluso ha integrado sus versos a su propio lenguaje. En una postal escribe:
Thomas.” (103).
“O make me a mask” (85), frase usada como segundo epígrafe, y “´Oh, hazme una
máscara´” (150), últimas palabras de jazzman, parecen insinuar que el texto biográfico
escrito por Bruno acerca de Johnny es una máscara a perpetuidad, un rostro falso
punto de partida es la decepción, pues no sólo son falsas las imágenes deseadas por el
público, sino que accede a ellas subordinadamente. Sin embargo y a pesar de ello, el
mismo Johnny lo acepta todo el tiempo (“Está muy bien tu libro”, le ha dicho a Bruno)
(136), tal vez anticipándose a la petición final, en la que le ruega reemplazar lo escrito
Parece que Cortázar intuye, pre-siente, que el lenguaje –explicativo- usado en casi
amorfo que el escritor re-toma para reconstruirlo, revelarlo, para –sencillamente- inventar
a partir de ello “una literatura que nos enriquece en la medida [...] en que cultiva una
narrativa en Hispanoamérica” 109). De esta forma los datos biográficos del Bird alzaron
el vuelo y se enredaron en una trama distinta, novedosa, la del texto literario, una obra
que escudriña el latir de una vida dramática. Sin embargo, no pocas críticas recibió el
escritor por construir al personaje del relato con las vivencias del saxofonista. Estos
literatura, entendiendo que ésta nace del hombre como un gesto de conformismo y
Lo cual me lleva analógicamente una vez más al problema del “compromiso” del
escritor en lo que se refiere a los temas que trata, porque los locatarios de las
ser un valor absoluto y permanente [que es] creer en que los libros y el arte deben
hacerse para que duren [...] la superstición del objeto duradero es en el fondo una
para lo único que sirve la literatura es para ser un bien común [...] y eso no lo
de verdad es aquel que tiende el arco a fondo mientras escribe y después lo cuelga
en un clavo y se va a tomar vino con los amigos. (“El hombre en el escritor” 52-3)
¿Cómo es que el mito se hace mythos, enredo literario, revelando la profunda e intocable
permitida por la acción de los símbolos, manteniendo, al mismo tiempo, vínculos con la
crítico se ve a Bruno escribir. El acto no se relaciona con la búsqueda, sino con la forma
Para Bruno
los críticos son mucho más necesarios de lo que yo mismo estoy dispuesto a
reconocer (en privado, en esto que escribo) porque los creadores, desde el
inventor de la música hasta Johnny pasando por toda la condenada serie, son
figura del narrador –pese a que está narrada en primera persona. Va más allá. Cortázar
siempre ve más allá. Concentrar el interés en la complejidad de las relaciones del plano
de secuencias narrativas que giran alrededor de una sola acción: el encuentro. Encuentro
del narrador con el biografiado; encuentro del narrador consigo mismo, en los
monólogos; encuentro del narrador con los personajes secundarios ligados al artista
(Dédée, la marquesa, los músicos del grupo de Johnny, Baby Lennox), que funcionan
el cual los elementos narrativos sólo funcionan como telón de fondo, como punto de
través de fuentes de información como el periódico, las revistas sobre jazz, los telegramas
y una carta. Bruno es, además de ser el interlocutor constante de Johnny (“fiel como el
mal aliento”) (85), el mediador (como narrador, como biógrafo, como crítico y como
y de las descripciones espaciales, hay en el texto monólogos que lo llevan a asumir una
imagen protagónica al expresar sus opiniones sobre estética musical y sobre la manera de
ser de Johnny que lo remite a una introspección de su propio modo de ser, puesto en el
centro, a partir de su relación con el artista. Motivo por el cual, de cierta forma, Bruno se
duplica en Johnny dando movimiento al punto de vista de la voz narrativa que va y viene
el relato logra que quien hace el testimonio –Bruno- da cuenta también sobre sí mismo, y
que quien sería sólo objeto del testimonio –Johnny- se vuelve a su vez sujeto de él. Un
113
En el último diálogo que sostiene con Johnny, Bruno guía al lector –implicito, en primer término- con
alusiones directas –con uso de paréntesis- para que éste centre su atención en las opiniones que tiene el
artista acerca de la biografía: “Y además el cool no es ni por casualidad lo que has escrito –está diciendo
Johnny. Atención.)” (137). Más adelante, Bruno insiste en que Johnny hable acerca del libro: “-Oye, hace
rato dijiste que en el libro faltaban cosas. (Atención, ahora.)” A lo que Johnny responde: “Pero, Bruno- y
levanta un dedo que no tiembla- de lo que te has olvidado es de mí” (141). Además, el narrador-escritor usa
las cursivas para poder intercalar sus pensamientos con las palabras de Johnny, así como usa el paréntesis
para poder recurrir a un evidente uso de la polifonía: composición de voces dirigidas por Bruno: la de él
como narrador de sí mismo y de Johnny, y como interlocutor.
303
edición. Johnny sin enfurecerse le reclama a Bruno acerca de lo que ha escrito, sobre todo
la falsedad que hay en mezclarlo con la idea de Dios: “No quiero tu Dios [...] ¿Por qué
Dios, no necesito de tus inventos [...] y ahora mismo vas a sacar esa parte de tu libro”.
Bruno responde y dice sólo por decir algo: “Si insistes [...] En la segunda edición. (142).
Pero antes de aparecer en el mercado a Bruno sólo le dio “tiempo de incorporar una nota
necrológica redactada a toda máquina, y una fotografía del entierro [de Johnny] donde se
sería tonto negarlo a esta altura de las cosas) justificaba dejar tal cual la segunda edición.”
(147). Y así, a lo largo del relato, se pone en evidencia el carácter de testimonio privado,
en el que Bruno llega a confesar sobre sí mismo y a revelar aspectos sobre el biografiado
que lo forzan “como un condenado a ser por lo menos un poco decente” (122) consigo
hubiera sido necesario mostrar bajo otra luz la personalidad de mi biografiado” (147). Sin
embargo, Bruno decide “seguir presentando a Johnny como lo que era en el fondo: un
pobre diablo de inteligencia apenas mediocre, dotado como tanto músico, tanto
ajedrecista y tanto poeta con el don de crear cosas estupendas sin tener la menor
114
Al igual que hace Cortázar quien basa su relato en una biografía publicada como obituario. En este
sentido, “El perseguidor” puede interpretarse como el intento de una revelación (ficcional) de la imagen no
pública de Charlie Parker.
304
su obra” (148). Persiste en Bruno la falsa conciencia, ambigüedad que es también una
forma de revelación: Johnny “este ángel que es como mi hermano [...] este hermano que
es como mi ángel” (99); este “chimpancé que quiere aprender a leer, un pobre tipo que se
da con la cara contra las paredes, y no se convence, y vuelve a empezar” (127); este
“mono salvaje” (136) que en apariencia no es más que el objeto de un libro de lucro, y
El artista es creador del crítico... sin Johnny nada: “Soy un crítico de jazz [...]
final. Él es la boca y yo la oreja, por no decir que él es la boca y yo... Todo crítico, ay, es
el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar” (92).
golpe la frazada con que estaba envuelto, y lo he visto sentado en el sillón completamente
desnudo [...] temblando pero riéndose, desnudo de arriba abajo en el sillón mugriento”
(99); desnudez que vuelve a mencionarse en la secuencia de incendio del hotel y que se
hace pública al aparecer en el Figaro: Johnny “ha incendiado la pieza del hotel y ha
salido corriendo desnudo por los pasillos” (115). Un desnudo que agravia, porque
juicio de Bruno, el crítico que está atrás y tras el creador. Para Cortázar
crítico crea partiendo de una cosa que ya está hecha [...] es también una creación
porque el crítico tiene armas, tiene potencias mentales e intuitivas que nosotros
los creadores no tenemos. Hay una especie de división de trabajo. El crítico pasa
toda su vida lamentando no ser un creador. Es decir, Bruno lamenta no ser Johnny
pero si yo hablara ahora por Johnny, Johnny también podría lamentar no ser
Cortázar pone en juego, entonces, la revelación, símbolo de la libertad del habla del
paréntesis) como la retención del habla de Bruno y la confesión en los diálogos que
desnudez para que el biógrafo lo use como instrumento de revelación contra el egoísmo
de todos los que rodean al músico: Dédée por tenerlo a su lado, Tica por saberse
alentadora de su talento, los de la banda por ganar unas monedas y Bruno por el éxito de
su libro. Todos
estatua que hemos erigido entre todos y defenderla cueste lo que cueste [...] Todo
esto no tiene nada que hacer con el otro Johnny, y de repente me he dado cuenta
de que quizá Johnny quería decirme eso cuando se arrancó la frazada y se mostró
desnudo como un gusano, Johnny sin saxo, Johnny sin dinero y sin ropa, Johnny
obsesionado... (109).
306
El contraste entre lo que ha escrito Bruno en su biografía y el ser real del artista expresa
de qué forma el crítico puede caer en las trampas de un lenguaje que sólo busca
escribir un libro dirigido a un público “que quiere mucho de jazz pero nada de análisis
las manos que marcan el ritmo, las caras que se aflojan beatíficamente, la música que se
cortazariano, se ubica entre los que “fracasan habitualmente en la búsqueda de sus sueños
y de sus ideales aunque nunca pierden la esperanza” (Cortázar por Cortázar 119). Su
veces logra alcanzar. Pues “yo mismo no he sabido tocar como debía, tocar lo que soy de
frente a sus creaciones, un desgarrado que se desgarra en busca de ese absoluto que suele
escapar siempre.
toda mi vida he buscado en mi música que esa puerta se abriera al fin. Una nada,
una rajita... Me acuerdo en Nueva York, una noche... [...] Miles tocó algo tan
hermoso [...] que volaba... Me oía como si desde un sitio lejanísimo pero dentro
seguridad, el encuentro, como en algunos sueños [...] cuando todo está resuelto
307
[...] Y lo que había a mi lado era como yo mismo pero sin ocupar ningún sitio [...]
sobre todo sin tiempo [...] sin que hubiera después... Por un rato no hubo más que
siempre... Y yo no sabía que era mentira, que eso ocurría porque estaba perdido
en la música, y que apenas acabara de tocar [...] en ese mismo instante me caería
Las antiguas preocupaciones de Cortázar: el salto fuera del tiempo, la persecución de una
de gravedad.
su prójimo, en una nueva escala, lo que podríamos llamar el hombre nuevo, visto
con otra óptica [...] un hombre que por una serie de operaciones de tipo espiritual,
de satoris, como dirían los maestros del Zen, haya roto una serie de limitaciones
hasta la muerte lo que hay más allá de ella, un sentido ya definido desde el epígrafe
tomado del Apocalipsis: “Sé fiel hasta la muerte” (85). Un buscar derrocar el tiempo que
lleva a la muerte. Que no exista el tiempo hasta la muerte. Que no separe posibles
115
En su ensayo crítico “El estado actual de la narrativa en hispanoamérica”, Julio Cortázar realiza un
recorrido por la literatura vinculada al tema del tiempo: “En su historia “El milagro secreto”, Borges juega
con la idea de que en ciertas circunstancias un hombre puede penetrar en otra dimensión del tiempo y vivir
un año o un siglo durante lo que para otros hombres no es más que un segundo o una hora. Existe ya una
historia basada en esta idea en un texto medieval español, El conde Lucanor [y] el Corán que refleja
también el mismo concepto [...] aparece también tratado en la psicología de la vida onírica, que muestra
que ciertos sueños abarcan episodios múltiples que exigirían un tiempo considerable para ser realizados
308
produce una “nostalgia de no ser capaz de abrir por completo las puertas que en tantas
ocasiones he visto abiertas de par en par durante unos pocos segundos” (“El estado actual
igual que Dios no cierre la puerta de una otra forma: la de “vivir mil veces más de lo que
estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado
mañana...” (98). Tiempo inventado con principio y fin, inaceptable, incorrecto, maldito
para Johnny que busca por detrás, al término del tiempo. Este “Impulso –para Cortázar-
parece proceder de oscuras regiones de la psique, de esas zonas en las que la realidad y la
una apertura apasionante, porque si eso nos sucede de una manera involuntaria,
entender pero que flota lentamente en su música, acaricia su piel, lo prepara quizá para un
salto imprevisible que nosotros no entenderemos nunca” (109). Quizá este sea el motivo
consecutivamente y que, no obstante, la compleja trama de tales sueños puede finalizar [...] abruptamente
[...] hecho que obliga a admitir que el cumplimiento del sueño ha sido casi instantáneo, mientras que el
hecho de soñarlo parecía producirse a lo largo de un prolongado periodo de tiempo [...] Este tema, que
también encontramos en el cuento de Ambroce Bierce “Incidente en Owl Creek”, no es, como el relato de
Borges pudiera pretender, un simple artificio literario. (Obra crítica 3: 104-5-6).
309
Sé muy bien que el libro no dice la verdad sobre Johnny (tampoco miente), sino
importa su vida? Lo único que me inquieta es que se deje llevar por esa conducta
que no soy capaz de seguir (digamos que no quiero seguir) y acabe desmintiendo
las conclusiones de mi libro. Que deje caer por ahí que mis afirmaciones son
de la imagen de Johnny: el interés por vender la imagen que todos quieren de él, aquella
que es fácil de aceptar y de comprar, la del fácil consumo. En todo momento el texto
un lucro cada vez mayor. Es el éxito del mito del artista capaz de crear sólo bajo el
sufrimiento que ocasionan los “reveses de la vida”.116 Un “libro que tantos miles de fans
están leyendo en dos idiomas (muy pronto en tres, y ya se habla de la edición española,
116
Es exactamente en este sentido que Joachim E. Berendt se refiere a Parker: “La leyenda de Charlie
Parker es la historia de una batalla contra lo inevitable y constituye una expresión musical que tal vez
nunca se iguale. Parker no habría hecho nunca su valiosísima contribución al jazz si hubiera sido protegido
de los reveses de la vida.” (El jazz. De Nueva Orleans a los años ochenta 203)
310
invirtiendo el sentido de la existencia del artista. Por eso es que el crítico teme, hasta la
muerte del jazzman, que la realidad o que el propio Johnny sea capaz de desenmascarar la
sino por la crítica en general. Bruno mismo confiesa: “El fracaso de Johnny sería malo
probablemente de cosas así está hecha una parte de mi cuidado por Johnny” (109). Este
el doble juego, los cronopios y los famas [...] Johnny es el cronopio y Bruno es el
fama, es un fama con mucha conciencia de ser un fama [...] porque cuando él
puede, hace cosas por Johnny. Pero cuando Johnny se muere no se disimula al
final que en realidad le viene muy bien porque Johnny estaba destruyendo la
percibe la falsedad del sistema al cual se adhiere pero teme arriesgarse a soltar aquello
que le brinda la seguridad de una falsa cordura. El episodio del Café de Flore muestra
cómo desde la posición del crítico se denuncian las acciones del artista. Bruno se siente
al caer de rodillas llorando delante de Bruno, en una reacción retardada por la muerte de
su hija Bee, ocurrida varios días antes y cuya expresión de dolor se asocia, en la mente
del crítico, a la imagen de Cristo en la cruz. Sin embargo el que acaba haciendo el papel
ridículo es el propio Bruno al intentar “mover a otro que está muy bien como está, que se
pasado, gira en torno a dos imágenes tomadas del Apocalipsis (Bee es como una
contra aquellos que grabaron Amorous. La narración que sigue, la del Café de Flore, está,
forma la siempre esperada narración en pasado, con la expectativa del futuro, como en
hacia mí, porque Baby no cuenta- y al llegar a la mesa se doblará un poco con
toda naturalidad, como quien va a tomar una papa frita del plato, y lo veremos
los ojos, y yo veré que está llorando, y sabré sin palabras que Johnny está llorando
amigo arrodillado, lo que revela su propio convencionalismo: “Mi reacción es tan natural,
“conveniente actitud del amigo sentado” (133). Paraje en el cual la silla adquiere el
sentido simbólico de “el perfecto instrumento del orden y la honradez de los hombres en
su ciudad” (134).
Dentro de los moldes sociales diseñados por una burda burguesía sentada, está
acomodada la falsa biografía del jazzman denunciada todo el tiempo narrativo por las
establishment en el que se asienta el crítico: “Nos denuncia a todos con el choque de sus
Sé muy bien que para mí Johnny ha dejado de ser un jazzman y que su genio
musical es como una fachada, algo que todo el mundo puede llegar a comprender
y admirar pero que encubre otra cosa, y esa cosa es lo único que debería
Percibe entonces, durante el concierto del jazzman en la sala Pleyel, expresado durante un
monólogo anterior al escrito crítico que le demanda su trabajo en la revista Jazz Hot, que
la música de Johnny no es una fuga, nunca una evasión: “no huye de nada, no se droga
para huir como la mayoría de los viciosos, no toca el saxo para agazaparse detrás de un
foso de música, no se pasa semanas encerrado en las clínicas psiquiátricas para sentirse al
abrigo de las presiones que es capaz de soportar” (111). Bruno entiende en realidad lo
música, sé muy bien que no está escapando de nada. Ir a un encuentro no puede ser nunca
escapar, aunque releguemos cada vez el lugar de la cita” (112). Un acto comprensivo, una
intuición que jamás será expresada por él en su libro. Nunca se atreverá Bruno a
punto de que mis cuentos son para mí literalmente realistas, es obvio que también
lo físico tiene que parecerme metafísico, siempre que entre la visión y lo visto,
entre el sujeto y el objeto, haya ese puente privilegiado que en su traslación verbal
llamamos, según los casos, poesía o locura o metafísica. La verdad es que estos
términos son sospechosos; cada día lo metafísico me parece más cercano a cosas
como el gesto de acariciar un seno, jugar con un niño, luchar por un ideal; pero
cuando cito estas tres instancias lo hago dando por supuesta una máxima
puede haber una distancia vertiginosa e incluso una oposición total. Siempre me
ha parecido [...] que lo metafísico está al alcance de toda mano capaz de entrar en
A Johnny “el deseo le exige avanzar, buscar, negando por adelantado los encuentros
fáciles del jazz tradicional [...] porque ese lenguaje violentamente erótico era demasiado
dueño de una música que no facilita los orgasmos ni las nostalgias, de una música
que me gustaría poder llamar metafísica, Johnny parece contar con ella para
explorarse, para morder en la realidad que se le escapa todos los días. Veo ahí la
Pero Bruno sólo llegará a formular explícitamente (sólo en este texto confesional, pero
sino el de un perseguidor (marcado por la sed de ser, que hace de su música una infinita
texto:
como la coca-cola). Ahora sé que no es así, que Johnny persigue en vez de ser
perseguido, que todo lo que le está ocurriendo en la vida son azares del cazador y
no del animal acosado. Nadie puede saber qué es lo que persigue Johnny, pero es
así, está ahí, en Amorous, en la marihuana, en sus absurdos discursos sobre tanta
cosa, en las recaídas, en el librito de Dylan Thomas, en todo lo pobre diablo que
315
sin brazos y sin piernas, en una liebre que corre tras un tigre que duerme (124).
Cortázar coloca al lector ante un fragmento decisivo, que deja ver claramente la
de Johnny utiliza la imagen del artista desafortunado, que sólo es genio porque sufre, en
dosis mayores, los golpes de la vida que tantos otros padecen. El artista se transforma,
existencial como el elemento necesario para su arte; su condición, como la de tantos otros
“adictos”117 (105) (“en el fondo son todos iguales”), es la de un “enfermo” genial (“ángel
enfermo”, según Bruno) (106), lo que permite vender mejor su imagen, gracias a la
deformación mitificadora.
A cierta altura del texto, el crítico dice sentir rabia por la autodestrucción de
Johnny (“me da rabia que se esté destruyendo por el mal empleo de sus dones”), pero
afirma, al mismo tiempo, que su presión de vida requiere una “estúpida acumulación de
insensatez”. Esta aparente necesidad del mal que afecta la vida del artista diluye sus
“presión de vida” (106), según las palabras de Bruno, las duras condiciones de la
117
Adjetivo que Bruno utiliza “desde [su] mundo puritano –no necesito confesarlo, cualquiera que me
conozca sabe de mi horror al desorden moral” (106). Ellos –los adictos- son Tica (sobrenombre de la
marquesa) y Marcel: “No se ha hecho la menor referencia a la droga, aunque yo estoy tan aprensivo que me
ha parecido olerla en el aire del estudio de Tica, aparte de que Tica se ríe de una manera que también noto a
veces en Johnny y en Art, y que delata a los adictos” (105).
316
inserto. Desde este punto de vista los “ángeles enfermos” son, desde la cosmovisión del
precio los “cuidados” que requieren, “con cosas como los discos de Johnny” (106).
las conveniencias del mercado. Al contrario, es una pieza improductiva pues encarna la
siempre insatisfecho, que no puede satisfacer con una fácil y corriente improvisación,
entre las dos grabaciones, al señalar las diferencias formales de cada una. Mientras
improvisación hecha “con soltura corriente, lo que el público entiende por perfección”,
sin revelar ningún empeño por parte del saxofonista porque “es más bien distracción,
dejar correr la música, estar en otro lado” (124), en Amorous se percibe que “es
terriblemente hermoso la ansiedad que busca salida en esa improvisación llena de huidas
descubrí la música en Buenos Aires a la edad de diez años, más o menos, en 1924.
En esa época asistí al nacimiento de la radio pero no tenía discos. Primero porque
no había discos de jazz en aquel entonces y luego porque no teníamos dinero para
conocían, vinieron de mundos opuestos. Así que el jazz era un misterio para mí
porque en el radio se solía escuchar tangos, ópera, música clásica y popular, tal
vez una rumba o un vals vienés. Luego un día, un niño de diez años escuchó por
primera vez algo que se llama un “fox trot” con un ritmo, una melodía y palabras.
Yo no podía entender las palabras pero alguien cantaba en inglés y era algo
mágico para mí. Tendría catorce años cuando oí a Jelly Roll Morton y luego a
Red Nichols. Pero al oír a Louis Armstrong, noté la diferencia. Armstrong, Jelly
Roll Morton y Duke Ellington llegaron a ser mis predilectos [...] A eso del ´46,
los primeros discos de “bebop” llegaron a Buenos Aires. Compré uno de Charlie
Parker con “Lover Man” y “Ornithology”, creo. No sabía nada de Parker. Compré
pero volvía a escucharlo muchas veces y de repente “chuc”; fue el salto y mucho
de lo que escuchaba antes con interés volvió a ser insignificante para mí. Luego
Johnny crea la música del deseo, la que persigue sin encontrar. Amorous es un lenguaje
arriesga. Para Cortázar “el jazz es la única música surrealista, es decir que la
perseguidor” para Johnny es un fracaso, algo que lo hará “ponerse frenético de rabia cada
vez que oiga ese remedo de su deseo, de todo lo que quiso decir mientras luchaba,
tambaleándose, escapándosele la saliva de la boca junto con la música, más que nunca
solo frente a lo que persigue, a lo que se le huye mientras más lo persigue” (124). Como
certifica Bruno:
318
acompaña algunos finales de frase, y sobre todo la salvaje caída final, esa nota
en el pan (123).
riesgo informe, caótico, a la caza de ese otro lado donde habita ese otro tiempo, que
desde el principio del relato confronta la visión del artista con el reloj del bien portado
crítico.
nombre, es más que eso: es un saxo que está contra el tiempo, ese tema obsesivo para el
metafísica. (Si no lo fuera es porque está “completamente deformado por el lado del
alma”) (87). Gracias a él, en los breves momentos de música extra-ordinaria, Johnny
queda fuera, desprendiéndose del mundo de Bruno, rumbo al real out of nowhere. Lugar
en el tiempo donde es posible y comprensible una frase desconcertante para los cautivos
del orden: “Esto lo estoy tocando mañana” (89). La contradicción entre los tiempos
verbales muestra que Johnny vive una experiencia en donde la propia contradicción
ocasiones (como en el último diálogo con Bruno), intenta describir con un lenguaje
pasajera de un tiempo que es una negación del tiempo y que después, caído en sí mismo,
El jazz, sobre todo por su esencia improvisadora, ha sido una analogía usada por
Sucede además que por el jazz salgo siempre a lo abierto, me libro del cangrejo de
pronto como nos negamos a aceptar lo fijado (La vuelta al día en ochenta mundos
1: 7).
En “El perseguidor”, el personaje de Johnny tiene eso que los psicólogos llaman
paravisiones [...] ese sentimiento de fractura del tiempo [:] “Esto lo estoy tocando
cuenta que ha estado pensando en dos minutos una serie de cosas que si luego las
eso es lo que le preocupa [...] Lo que le pasa a Johnny me pasa a mí con mucha
frecuencia [...] son los casos en que [uno] queda sometido a una especie de
se desplaza, por ejemplo, y me pongo a pensar, como me ocurrió el otro día entre
las estaciones Ségur y Duroc, en el año ´42, una vez que me fui a la selva de
con Paraguay [...] y el fenómeno que se presenta es que (y aquí soy absolutamente
formal) de golpe hay algo, un click, que me dice que estoy llegando a mi estación.
Pasaron dos estaciones. Reloj en mano se puede comprobar que el viaje duró dos
desarrollara en este tiempo todo lo que he estado pensando –es lo que le pasa a
Johnny- se necesitaría por lo menos media hora ¿Cómo puedo revivir todo eso en
algo más de dos minutos?; ¿cómo funcionan esos tiempos? (Conversaciones con
Cortázar 55-6)
En ese diálogo final entre Bruno y Johnny, como casi siempre en Cortázar, la puerta
Sí, a veces la puerta ha empezado a abrirse [...] Bruno, toda mi vida he buscado en
mi música que esa puerta se abriera al fin. Una nada, una rajita (144). Yo tenía mi
saxo... y mi sexo, como dice el libro. Todo lo que hacía falta. Trampas, querido...
porque no puede ser que estemos tan cerca, tan del otro lado de la puerta... (145).
Sobre todo no acepto a tu Dios [...] Y si realmente está del otro lado de la puerta,
maldito si me importa. No tiene ningún mérito pasar al otro lado porque él te abra
puerta. Aquella vez en Nueva York yo creo que abrí la puerta con mi música,
hasta que tuve que parar y entonces el maldito me la cerró en la cara nada más
porque no le he rezado nunca, porque no quiero saber nada con ese portero de
en terrenos muy diferentes de los tradicionales”. Sin las lecturas de autores fantásticos, en
especial de Poe, “no me hubiera sentido con esta predisposición hacia lo fantástico que
este acto como la única forma posible de cruzar ciertos límites, de instalarme en el
un instante dejo de ser el que habitualmente soy para convertirme en una especie
sistema de receptáculos hace que la realidad se torne porosa como una esponja:
durante un momento, por desgracia breve o precario, lo que me rodea deja de ser
lo que era o yo dejo de ser quien soy o creo que soy, y en ese terreno en que las
palabras sólo pueden llegar tarde e imperfectas para intentar expresar lo que no
eliminado el falso orden de causalidad objetiva del antes y después como explicación
para la manera de ser o de producirse las cosas (personaje, historia, trama). Esta
la música, es para él una salida, un vuelo, un irse fuera del espacio y del tiempo, el
encuentro con lo otro que es él mismo, la plenitud momentánea del ser desenmascarado,
territorio, en la zona alterna: “Bruno, yo me voy a morir sin haber encontrado..., sin... [...]
Sin haber encontrado –repite-. Sin haber encontrado... [...] Me parece que he querido
nadar sin agua. [...] Me pareció... pero hay que ser idiota... me pareció que un día iba a
Para Cortázar este fracaso se debe a la incapacidad del ser humano de aprehender
la experiencia de que “las cosas o los hechos o los seres cambian por un instante su signo,
otra.
Recibir una carta con un sello rojo en el preciso momento en que suena el
triángulo que no tiene nada que ver con la carta, la llamada o el café. Al contrario,
nunca estoy a la altura del mensaje, del signo que esas constelaciones intentan
La imposibilidad del salto decisivo, conduce a Johnny a tal desesperación que destruye
instrumentos, que los pierde. Una vez perdió su saxo en el metro. Pero después se
entiende por qué: en el metro el jazzman vive también la experiencia del otro tiempo118,
que Amorous, fue capaz de darle por un instante. En el metro no necesita el instrumento.
Como el propio Johnny dice, “es como estar metido en el reloj” (98), de la misma manera
que el elevador le parece también “un ascensor de tiempo” (93): en ambos tiene la misma
118
En el texto Conversaciones con Cortázar de Ernesto González Bermejo, al hacer referencia a Octaedro
libro publicado en 1974, Cortázar afirma: “el metro, ese “árbol de Mondrian” [...] me fascina enormemente.
La infinidad de combinaciones posibles. Debe estar también el hecho de que es subterráneo y se conecta
con arquetipos jungianos: son los infiernos. El metro es un infierno que visitamos en vida” (46).
324
para protegerse de la denuncia que contienen contra su visión del mundo y su manera de
que trasciende los límites estéticos en los que Bruno, hábilmente, la encasilló en su texto.
Amorous, donde todo converge, revela el sentido de toda una existencia que se define por
la búsqueda desesperada de un sentido más allá de la rutina y del acomodo del orden, y
que en visiones fugaces deja ver lo otro, para más tarde caer y una vez más intentar un
Ligada a la grabación de Amorous se presenta una extraña visión –la del campo de
urnas- e igualmente extraño el incidente en el hotel. Uno antes y otro después. De los
otros momentos extra-ordinarios del artista, sólo aparacen datos indirectos: primero, la
grabación con Miles Davis en Cincinnati, recordada por Bruno, de pasada, en la primera
325
la segunda escena de la narración, la grabación de Willow tree, narrada por Art Boucaya
música ejecutada en la sala Pleyel, a través del monólogo de Bruno, y sólo entonces se
pasa directamente al momento de Amorous. Bruno trascribe las palabras de Art, que
había presenciado todo: Johnny hablando reiteradamente de un campo de urnas que había
encontrado; la dificultad de hacerlo tocar, hasta que, de repente, “Johnny abre las piernas,
se planta como en un bote que cabecea, y se larga a tocar de una manera que te juro no
había oído jamás” (114). Después vendría el incendio en el hotel provocado por Johnny,
hospital. Ahí Johnny le cuenta a Bruno su visión de las urnas, el que una de ellas podría
ser la suya. “Entonces... entonces fue cuando empezamos a grabar Amorous, me parece”
(117). La grabación, por lo anterior, parece ser parte esencial, centro-mandala, de una
secuencia que inicia con la visión de las urnas y termina cuando Johnny prende fuego al
arman secuencias terribles o idiotas en la vida de un hombre, sin que sepa qué ley fuera
de las leyes clasificadas decide...” (128). Así introduce Bruno al lector para dar cuenta
119
La sugerencias del suicidio que hace Cortázar tanto en “El perseguidor” como en Rayuela hacen
necesario explicitar el tema comentado por él en una entrevista concedida a Evelyn Picón Garfield. “Siendo
muy joven nunca estuve directamente tentado a suicidarme, pero frente a situaciones de desdicha personal,
frente a problemas, a los que no les veía mucha salida, siempre me parecía que la hipótesis del suicidio era
excelente porque era un perfecto recurso para salir del paso en una situación de emergencia. Y no
solamente no le tenía ningún miedo sino que la idea del suicidio me era perfectamente natural [...] Yo
pienso que la noción de suicidio en la primera parte de mi obra está un poco condicionada por mi propio
sentimiento, mi aceptación del suicidio [...] me reía mucho de esa especie de espanto al suicidio [...] [que] a
mí me parecía totalmente natural (Cortázar por Cortázar 91).
326
las urnas y del engaño que sufre Johnny al pensar que una de esas urnas es la de él
metafísica, llevada hasta el final, logra el encuentro ansiado. Pero quien muere es su hija
y él con ella. Espiritualmente, es el principio –real- del fin del genio. Bruno comenta el
suceso: “Como en los equipos de fútbol y en las comisiones directivas, parecería que el
destino nombrara siempre algunos suplentes por si le fallaran los titulares” (128). Desde
artista, al enterarse de la muerte de su hija Bee. Por un lado, Johnny se lamentará a través
de imágenes obtenidas del libro del Apocalipsis: “Bruno, ella era como una piedrecita
blanca en mi mano. Y yo no soy nada más que un pobre caballo amarillo, y nadie, nadie,
limpiará las lágrimas de mis ojos”. A Bruno le “repugnan las frases baratas”, pues le
“parece haberlo leído en algún sitio”, así que para él, las palabras de Johnny han “sonado
como una máscara”: “así de hueco, así de inútil”. Aunque finalmente Bruno reconoce que
como bichos en un cartón nada más que con la increíble obscenidad de sus palabras”.
Hechos que demuestran como, para él, la visión apocalíptica del campo de urnas se
Más tarde, en el diálogo que sostiene con Bruno, a lo largo de las calles de París,
se referirá a una nueva visión que había tenido en el campo de urnas y que expresa su
327
búsqueda solitaria, que parece ser premonición de lo que sería su muerte en soledad: “Es
terrible andar entre las urnas y saber que no hay nadie más, que soy el único que anda
visión, ahora con la presencia de seres fantásticos y amenazadores: “se veían gigantes con
cascos como en el cine, y en las manos unos garrotes enormes” (141); relacionados,
posiblemente, con lo que “está diciendo Johnny, y de golpe oigo su otra voz, la voz de
cuando está... ¿cómo decir esto, cómo describir a Johnny cuando está de su lado, ya solo
otra vez, ya salido? [:] El nombre de la estrella es Ajenjo –dice Johnny, hablando para sus
dos manos-. Y sus cuerpos serán echados en las plazas de la grande ciudad” (138).
“El perseguidor” es evidente pues permea todo el texto. En cuanto el lector toma el
primer epígrafe obtenido del libro de Juan el evangelista: “Sé fiel hasta la muerte” (85).
La sentencia, en el último libro del Nuevo Testamento, es parte de una mayor idea: Juan
Jesucristo a través del ángel mediador: “Sé que sufres y eres pobre, y sin embargo, eres
rico. Sé cómo te calumnian los que pretenden ser judíos y no lo son, pues su sinagoga es
la de Satanás. No tengas miedo por lo que vas a padecer. El diablo meterá a algunos de
ustedes en la cárcel para ponerlos a prueba. Serán diez dias de prueba. Permanece fiel
120
Según Bernardo Hurault, traductor, presentador y comentarista de La Biblia Latinoamerica, “La Iglesia
de Esmirna reúne a hombres pobres en una ciudad riquísima En realidad es rica ante Dios, que la va a
probar para que dé más frutos.” (495).
328
hasta la muerte121 y te daré la corona de la vida [...] El vencedor no tiene nada que temer
el atardecer de una estrella y que termina con la muerte de ésta. A lo largo del cuento
aparecen analogías que Bruno hace al comparar a Johnny con un ángel, y en uno de los
episodios más importantes de la narración, el del Café Flore, el músico y su silla son
evangelista.
a Bee, en el Apocalipsis aparece como una recompensa: “Al vencedor le daré un maná
misterioso. Le daré también una piedra blanca con un nombre nuevo grabado en ella que
sólo conoce el que lo recibe” (2: 17)123. Mientras que “caballo amarillo”, imagen usada
por Johnny para simbolizarse a sí mismo frente a su hija, en el texto profético aparece
contextuada en la narración de apertura de “Los siete sellos”: al ser abierto el cuarto sello
y detrás de él iba otro: el Mundo del Abismo. Se le dio poder para exterminar a la cuarta
parte de los habitantes de la tierra por medio de la espada, el hambre, la peste y las
121
El uso de cursivas es personal con el propósito de destacar la frase usada como epígrafe. Este mismo
soporte se usa en las demás frases del cuento vinculadas a el Apocalipsis.
122
Según el comentarista la “cifra diez es propia del tiempo en que dominan los malos. Así se anuncia una
prueba de corta duración. La segunda muerte es la condenación eterna.” (495)
123
Según Hurault: “La piedra blanca es un presagio de felicidad. El nombre nuevo significa la renovación
[...] Un maná misterioso: para el que le es fiel, Cristo se hace fuerza y fuente de vida.” (495).
124
Al color verde, por combinación, se le relaciona con el amarillo. Según el comentario bíblico, los tres
caballos, que aparecen después del que monta el vencedor, “representan la guerra, el hambre y las
329
En ese último diálogo entre Bruno y Johnny (que poco a poco se va saliendo de la
más, y después de maldecir al biográfo por un juego de palabras usado en el libro (“–Y a
propósito: muy ingenioso lo que has escrito sobre el saxo y el sexo, muy bonito el juego
de palabras. Six months ago. Six, sax, sex. Positivamente precioso, Bruno. Maldito seas,
La estrella, como imagen apocalíptica, es usada por Juan para anunciar los
mensajes que Cristo desea enviar a la humanidad (1:16). Mientras que los versículos
referentes a los “cadáveres [...] tendidos en la plaza de la Gran Ciudad” (11: 8), se refiere
a la muerte de “los dos apóstoles más célebres, Pedro y Pablo, ambos muertos en la
ciudad grande, Roma, en los años 64 y 67”, según el comentario bíblico (504).
Un poco más adelante se sabrá la noticia de la muerte de Johnny. Y nada cambió.
biografía ha quedado intacta; las mujeres de Johnny buscaron nuevos hombres; los
sigue su vida: “Ya hablan de una nueva traducción, creo que al sueco o al noruego. Mi
mujer está encantada con la noticia.” (150). La esperanza del encuentro, no es más que
una estrella estrellada en la penuria de quien ha sido fiel hasta la muerte en su búsqueda.
Y se ha ido, montado en el caballo cabalgado por el señor del abismo. La piedra blanca se
del mito. Sin embargo, es el propio testimonio –íntimo- de Bruno el que proporciona la
Johnny, que de cierto modo se lee también al leer el texto. Estas dos lecturas marcan dos
epidemias, las grandes plagas que aquejan a la humanidad pecadora, y que hacen sentir a los hombres que
necesitan salvación.” (500).
330
través de sus valores; por otro revela la impostura, la deformación que la forma mítica
Aún así, por su aspecto de revelación, el relato se vincula al mito, aspecto que
“El perseguidor” se funda en las relaciones particulares entre el narrador y lo narrado: los
dos mundos, el del crítico y el del artísta; los dos relatos, la biografía y su revelación; los
que marca el rumbo de la búsqueda existencial. A ello se suma el que Bruno parece
desear, al mismo tiempo, la eliminación del otro (“quizá en el fondo quisiera que Johnny
acabara de una vez, como una estrella que se rompe en mil pedazos y deja idiotas a los
astrónomos durante una semana, y después uno se va a dormir y mañana es otro día”) y la
identificación con él (“envidio a Johnny, a ese Johnny del otro lado”); Johnny es, para él,
el “ángel enfermo”, pero también el “hermano” (106). Por momentos parece ser el
intérprete más fiel del Johnny, “fiel como el mal aliento” (86): se identifica con él, habla
por él, reproduce, como escribano, la verdadera voz del artista. De esta forma es que
perseguido y es que no le queda más que hacerlo de esta forma. La desnudez de Johnny al
principio del relato así lo exige y lo vuelve a exigir cuando incendia la pieza del hotel y
Su voz parece ser la de Juan el evangelista que no sólo compara a Johnny con Cristo en la
331
cruz (y la silla con la cruz, como instrumentos análogos del orden), sino que incluso llega
Me da rabia que Art Boucaya, Tica o Dédée no se den cuanta de que cada vez que
por los pasillos de un hotel, está pagando algo por ellos, está muriéndose por
ellos. Sin saberlo, y no como los que pronuncian grandes discursos en el patíbulo
o escriben libros para denunciar los males de la humanidad o tocan el piano con el
aire de quien está lavando los pecados del mundo. Sin saberlo, pobre saxofonista,
con todo lo que esta palabra tiene de ridículo, de poca cosa, de uno más entre los
Bruno revela tener clara conciencia del desfase entre dos planos: el mundo de lo sagrado
contrario, porque la vuelta, el giro cortazariano siempre esta ahí: “quizá lo que pasa es
que Johnny es un hombre entre los ángeles, una realidad entre las irrealidades que somos
todos nosotros” (122). De este modo la existencia del artista parece afirmar lo humano en
verdadera cara del artista, parece basarse en un relato mítico. Al recurrir a la analogía
Bruno parece ser la voz del Teseo de Los reyes, el mediocre defensor del establishment
que penetra en el laberinto para matar al Minotauro. Así, Bruno mata al verdadero Johnny
en la biografía. Sin embargo, parece no darse cuenta de que la música del jazzman basta
para perpetuar un mito natural. La música desenmascara y Amorous es la pieza clave que
más sobre mí mismo que sobre Johnny [...] y no me hace ninguna gracia.” (126).
Pero Bruno también ha fracasado, su ángel, su esperanza, se ha ido. Ambos han quedado
en un hueco.
Siempre significará más. Siempre implicará a alguien más. Y lo cierto es que aquí
viajes textuales para convertir la lectura una vez más en la confrontación ritual en la que