ALIMENTOS FUNCIONALES
ALIMENTOS FUNCIONALES
ALIMENTOS FUNCIONALES
En este tema se tratará qué se entiende como alimento funcional, de qué ingredientes
está constituido estos alimentos y se realizará una aproximación a la normativo de este
tipo de alimentos.
Es sabido que la dieta (junto con unos hábitos de vida saludables, la práctica regular de
ejercicio y el abandono de hábitos tóxicos, etc.) desempeña un papel importante en
todas las etapas de la vida y que es un factor implicado en el normal desarrollo de las
diferentes funciones del organismo e incluso en la reducción del riesgo de ciertas
enfermedades. En el año 2001, un experto relevante en el ámbito de los alimentos
funcionales, afirmó que: ”un alimento funcional no es ni será jamás, sin ninguna duda,
una entidad definida o caracterizada puesto que una gran cantidad de productos
alimenticios son y serán, en el futuro, catalogados como tales. No hay ni habrá,
probablemente, una definición simple y universal de alimento funcional ya que, ante
todo, se trata de un concepto” (Roberfroid, 2001).
Por lo que respecta a su origen, los expertos consideran que un alimento funcional
puede ser bien:
En todo caso, el alimento funcional debe ser reconocido como tal sobre una base
científica sólida. En este sentido, la Comisión propuso basar el reconocimiento de los
alimentos funcionales en estudios epidemiológicos y experimentales que serían
evaluados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Dichos estudios
se deben basar en:
La fibra alimentaria se define como los polímeros de hidratos de carbono con tres o
más unidades monoméricas, que no son digeridos ni absorbidos en el intestino delgado
humano y que pertenecen a las categorías siguientes:
a) polímeros de hidratos de carbono comestibles presentes de modo natural en los
alimentos tal como se consumen;
Los polioles son edulcorantes tales como el sorbitol, manitol, xilitol, etc., que se
emplean como sustitutos del azúcar común o sacarosa. Entre las ventajas de sustituir el
azúcar común por estos polialcoholes, destacan el que son menos calóricos, no afectan a
los niveles de azúcar en sangre y son menos cariogénicos, es decir, que no provocan
caries. No obstante, hay que tener presente que ingeridos a una determinada dosis
pueden causar diarrea. Por ello, además de la obligación de advertirlo en el etiquetado,
es preciso limitar su ingesta diaria y su uso está desaconsejado en niños, ya que en ellos
el efecto laxante se manifiesta más fácilmente debido a su menor peso corporal. La
mayoría se fabrican mediante la transformación de azúcares en laboratorio. Se emplean
como aditivos en productos bajos en calorías y productos para diabéticos. Los de mayor
empleo son E-420 Sorbitol y jarabe de sorbitol, E 421 Manitol, E-953 Isomaltitol, E-
965 Maltitol y jarabe de maltitol y el E-976 Xilitol.
Las vitaminas y los minerales son nutrientes esenciales que no aportan energía,
fundamentales para el buen funcionamiento del organismo y para un adecuado
crecimiento y desarrollo. Un aporte dietético insuficiente da lugar a carencias, y en
situaciones extremas a enfermedades. De ahí la importancia de asegurar una ingesta
adecuada cada día mediante una alimentación equilibrada. Por ejemplo, ciertas
vitaminas (B1, B2, ácido fólico, B12, niacina, A y D) y minerales (hierro, calcio,
fósforo, yodo…), son esenciales para favorecer un adecuado crecimiento y desarrollo,
en especial, en situaciones en las que las necesidades son más elevadas que en otras
etapas de la vida: embarazo y desarrollo del feto, lactancia. Tanto las vitaminas como
los minerales se encuentran distribuidos en la naturaleza en distintos alimentos, si bien
también es muy frecuente su adición a diferentes productos como los cereales de
desayuno (hierro y folatos), lácteos y margarina enriquecida (vitaminas A y D, calcio),
derivados de la soja (calcio, vitaminas A y D), fórmulas y productos de alimentación
infantil. También se encuentran a nuestro alcance en forma de complementos
alimenticios específicos. En todo caso, hay que tener en cuenta que cantidades excesivas
de estos nutrientes pueden tener un efecto tóxico o perjudicial.
Existen otros componentes de los alimentos que ayudan a evitar lo que se denomina
daño oxidativo. Situaciones como el estrés o las infecciones y hábitos tan comunes
como la práctica de ejercicio físico intenso, el tabaquismo, el consumo de dietas muy
energéticas y ricas en grasas, entre otras, aumentan el estrés oxidativo. Esto puede dar
lugar, por ejemplo, a que se oxiden los lípidos que circulan en sangre, lo que implica un
mayor riesgo de que éstos se depositen en las paredes de los vasos sanguíneos,
aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Entre estas sustancias se
encuentran la vitamina E (presente en el aceite vegetal virgen de primera presión en
frío, frutos secos, germen de trigo, cereales de grano entero), la vitamina C (presente en
cítricos, kiwi, pimiento, tomate, coles…) y también los carotenoides como el licopeno
(pigmento del tomate) y el betacaroteno (pigmento presente en zanahorias, calabazas,
mango, etc), así como minerales tales como el zinc (carnes, pescados, huevos) y el
selenio (carnes, pescados, huevos y marisco…).
Finalmente, en el año 2001, Japón fue asimismo el primero que reguló las declaraciones
en los alimentos.
Por otra parte, se encuentra Canadá que fue un país pionero en el ámbito occidental al
definir los alimentos funcionales en el año 1996 y al regular las declaraciones en los
alimentos, en el año 1998.
Por lo que se refiere a los Estados Unidos, no cuentan con una definición legal, aunque
diversos organismos han publicado sus respectivas definiciones, y han venido regulando
las declaraciones desde la década de los noventa.