El Castillón 1

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El Castillón

Un centro de poder
en la Meseta del Duero posromana

José Carlos Sastre Blanco, Patricia Fuentes Melgar,


Raúl Catalán Ramos e Iñaki Martín Viso
(eds.)

Con textos de Alfonso Vigil-Escalera Guirado, Carlos Tejerizo García, Idoia Grau Sologestoa, Begoña Her-
nández Beloqui, Francesc Burjachs, Francisco Javier Sanz García,
Gregorio José Marcos Contreras, María José Iriarte Chiapusso, Miguel Ángel Martín Carbajo, Jesús Carlos
Misiego Tejeda

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CIP. Biblioteca Universitaria
El Castillón : un centro de poder en la Meseta del Duero posromana / José Carlos Sastre Blanco… [et al.](eds.). – [Leioa] :
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, Argitalpen Zerbitzua = Servicio Editorial, D.L. 2024. – 274 p. : il. ; 30
cm. – (Documentos de Arqueología Medieval ; 20)
Incluye referencias bibliográficas.
D.L.: BI 00181-2024. — ISBN: 978-84-9082-291-3.
1. El Castillón (España: Emplazamiento arqueológico). 2. Excavaciones (Arqueología) – Zamora. 3. España – Antigüedades.
I. Sastre Blanco, J. C., coed.
904(460.184)

Documentos de Arqueología Medieval


Esta colección de monografías tiene como fin editar estu- The aim of this collection is to edit monographs, procee-
dios, actas de encuentros, tesis o memorias de excavación en dings, dissertations and archaeological reports from Postclas-
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La colección Documentos de Arqueología Medieval del Servicio Editorial de la UPV/EHU ha sido distinguida con el
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Este volumen se ha realizado en el marco del proyecto I+D+i La formación de la sociedad andalusí (siglos viii-x). Los datos docu-
mentales y las evidencias materiales. Estudio de caso: Jaén (referencia: HAR2017-87060-P), financiado por el Ministerio de Ciencia,
Innovación y Universidades (Plan Nacional I+D de Excelencia) y la Unión Europea (Fondo Europeo de Desarrollo Regional).
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Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco

ISBN: 978-84-9082-291-3
Lege gordailua / Depósito legal: LG BI 00181-2024
Motivo de la portada: Visión aérea de El Castillón.
Castillón. Autor: Jaime Valiente Blasco.

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ÍNDICE

Resumen, Abstract . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Índice de figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Índice de tablas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Índice de gráficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

1. Introducción. Una mirada sobre los asentamientos rurales fortificados en la Meseta del Duero
posromana
Iñaki Martín Viso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

2. El yacimiento de El Castillón (Santa Eulalia de Tábara, Zamora): historia de las investigaciones


Patricia Fuentes Melgar, José Carlos Sastre Blanco, Óscar Rodríguez Monterrubio, Raúl Catalán
Ramos, Manuel Vázquez Fadón, Raquel Portilla Casado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

3. Las fases de ocupación a través de las campañas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65


3.1. Testigos Prehistóricos en el Abrigo de El Castillón (Santa Eulalia de Tábara, Zamora)
Patricia de Inés Sutil, Manuel Vázquez Fadón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
3.2. La ocupación durante la II Edad del Hierro en el yacimiento de El Castillón y su entorno
Óscar Rodríguez Monterrubio, Raquel Portilla Casado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
3.3. Evolución de la ocupación posromana (siglos v-vi) hasta la Edad Media en El Castillón
José Carlos Sastre Blanco, Patricia Fuentes Melgar, Raúl Catalán Ramos, Noelia Hernández
Gutiérrez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

4. Análisis de las evidencias materiales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101


4.1. Prospección magnética y contrastación de resultados, en el poblado de El Castillón
Miguel Ángel Brezmes Escribano, Iván García Vázquez, David Hernández González, Chris-
tian Marina-Fernández Peña, Raúl Martín Vela, José Carlos Sastre Blanco, Patricia Fuen-
tes Melgar, Manuel Vázquez Fadón, Alicia Tejeiro Pizarro, Laura Cabanillas Rovira . . . . . . . 103
4.2. Arqueozoología del área metalúrgica de El Castillón
Óscar González-Cabezas; Rodrigo Portero Hernández; Miriam Andrés Chaín, Jesús Tapia
Sagarna; Mikelo Elorza Espolosin, Esteban Álvarez-Fernández. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
4.3. Estudio arqueomagnético de estructuras de combustión: nuevos datos direccionales y de
intensidad, datación arqueomagnética
Alberto Molina-Cardín, Alicia Palencia-Ortas, María Luisa Osete . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151

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8 ÍNDICE

4.4. El trabajo metalúrgico posromano a orillas del Esla


Desirée Fernández Amado, Rebeca García de la Cruz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
4.5. Análisis antropológico de las tumbas infantiles de la Estancia 2 del edificio medieval de
El Castillón
María Haber Uriarte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
4.6. Material numismático de la iglesia altomedieval de El Castillón (Santa Eulalia de Tábara,
Zamora)
Alberto Martin Esquivel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
4.7. Las producciones cerámicas de los siglos v y vi: contextualización de un repertorio cerá-
mico de transición
Raúl Catalán Ramos, Patricia Fuentes Melgar, José Carlos Sastre Blanco. . . . . . . . . . . . . . . . . . 201

5. Una interpretación global de El Castillón en época posromana


José Carlos Sastre Blanco, Raúl Catalán Ramos, Patricia Fuentes Melgar, Iñaki Martín Viso, Ra-
quel Portilla Casado, Óscar Rodríguez Monterrubio, Manuel Vázquez Fadón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219

Criterios de evaluación y normas de publicación de la serie «Documentos de Arqueología Medieval» . . . . 275

Títulos publicados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279

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1
Introducción.
Una mirada sobre los asentamientos rurales fortificados en
la Meseta del Duero posromana1
Iñaki Martín Viso

RESUMEN1 lighting the plurality of situations that fall under this


label. Subsequently, some regional Iberian cases are
Este trabajo sirve como introducción al estudio del
summarized, pointing out the ubiquitous and diversity
yacimiento de El Castillón, como un caso de asenta-
of this type of occupation and its diversity. The focus of
miento rural fortificado del periodo posromano. En
this work is the Duero Plateau, where the site of El Cas-
primer lugar, se presentan brevemente algunos ejem-
tillón is located. An overview of the data currently
plos procedentes del Mediterráneo Occidental, que
available shows these occupations as part of processes
ponen de manifiesto la pluralidad de situaciones que
of consolidation of local aristocratic powers in the
se engloban bajo esta etiqueta. Posteriormente, se ana-
area, some of them with a close relationship with the
lizan algunos casos regionales ibéricos resaltando la
Swabian and Visigothic kingdoms, while many others
presencia ubicua de este tipo de ocupaciones y su di-
cannot be associated with State dynamics. Once again,
versidad. El eje de este trabajo es la Meseta del Duero,
regional diversity is a fact to be taken into account, al-
donde se emplaza el yacimiento de El Castillón. Se
though always within the framework of the existence of
realiza una visión general de los datos con los que ac-
an elite initiative that controlled places that dominated
tualmente se dispone, para señalar la relación de estas
regional spaces and functioned as genuine settlements
ocupaciones con los procesos de afirmación de pode-
rather than mere garrisons. In this context, El Castillón
res aristocráticos locales en la zona, algunos de ellos
offers a quality archaeological record that will provide
con una estrecha relación con los reinos suevo y visi-
an example for study, but not a model.
godo, mientras que otros muchos no se pueden aso-
ciar a dinámicas estatales. De nuevo la heterogeneidad
KEYWORDS: fortified rural site, local elite, Duero’s
regional es un dato a tener en cuenta, aunque siempre
Plateau, postimperial period.
dentro del marco de la existencia de una iniciativa eli-
tista que controlaba unos lugares que dominaban es-
pacios comarcales y que funcionaban como auténticos
asentamientos y no como meras guarniciones. En ese
cuadro, El Castillón ofrece un registro arqueológico de 1. LA OCUPACIÓN DE ASENTAMIENTOS
calidad que permitirá disponer de un ejemplo para el RURALES FORTIFICADOS EN
estudio, pero no de un modelo. EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL
POSROMANO
PALABRAS CLAVE: asentamiento rural fortificado, éli-
tes locales, Meseta del Duero, siglos postimperiales.
En el periodo que se abre tras el final del hori-
zonte imperial romano, surgieron en el Mediterrá-
neo Occidental una serie de fenómenos que deben
ABSTRACT
entenderse en el marco de la eclosión de nuevas
realidades sociales. El análisis del poblamiento, de
This paper introduces the study of the site of sus componentes y ordenación, deja patente ese
El Castillón, as a case of a fortified rural site from the proceso, que implicó una compleja y variada trama
post-Roman period. First, some examples from the
de continuidades, transformaciones y rupturas. Uno
Western Mediterranean are briefly presented, high-
de los fenómenos más notorios por su visibilidad es
la formación de asentamientos fortificados, un pro-
1
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto
ceso que ha sido identificado como emperchement
PID2020-112506GB-C42 financiado por la Agencia Estatal de o riconquista delle sommitá. Las evidencias mate-
Investigación. riales son conocidas desde hace tiempo (HODGES,

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24 IÑAKI MARTÍN VISO

BARKER y WADE, 1980), pero también han dejado estos sitios invita a pensar en su relación con el es-
su huella en algunos relatos, como sucede con las tado o algún tipo de aristocracia que habría orga-
Historias de Gregorio de Tours, al referirse a algu- nizado y gestionado esta ocupación (BROGIOLO
nos lugares de la antigua Auvernia. Es una situación y CHAVARRÍA ARNAU, 2005).
que afectó a un amplio conjunto de regiones du- Una zona donde se han detectado varios de es-
rante los primeros siglos de la Alta Edad Media. tos asentamientos es el Languedoc. Aunque la cro-
Esta diversidad no puede ser soslayada, ya que, nología es muy homogénea (siglos v-vi), la varie-
detrás de una etiqueta homogeneizadora, se es- dad tipológica es también manifiesta. Así se han
conde una extensa gama de situaciones que no son podido identificar fortalezas militares que podrían
equivalentes entre sí. En realidad, este fenómeno relacionarse con el control de fronteras y rutas;
se basa en la constatación de la presencia de luga- otras fortificaciones de dimensiones intermedias,
res dotados de murallas en ámbitos rurales, unos a veces —pero no siempre— asociadas a un asen-
rasgos muy vagos que permiten la inclusión de ya- tamiento y que podrían ser graneros fortificados;
cimientos muy distintos. Por otro lado, las inter- también se reconocen asentamientos rurales con
pretaciones han estado profundamente influidas defensas no muy elaboradas; y finalmente gran-
por las tradiciones de las que bebían los distintos des espacios fortificados, que incluyen asenta-
investigadores. En cualquier caso, la cultura ma- mientos e incluso iglesias en su interior (SCHNEI-
terial exhumada, la propia elaboración y manteni- DER, 2004). Uno de estos últimos lugares es Roc
miento de las murallas e incluso la localización de de Pampelune (fig. 1.1), un lugar que dispone de

Figura 1.1. El asentamiento fortificado de Roc de Pampelune, a partir de SCHNEIDER, 2015

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 25

un plano regular, incluyendo un espacio central lugares pudieron haber pasado a un control di-
destinado quizá al ganado, y una iglesia bautismal, recto a manos de aristócratas en el siglo vi, que
así como una fuerte actividad artesanal que habla pudieron construir edificios monumentales, como
de una economía muy diversificada (SCHNEIDER, el de Monte Barro; pero esa aristocracia irá per-
2005: 294). Otro ejemplo sería Saint-Blaise, empla- diendo interés en tales fortificaciones, debido a
zado en una zona lacustre junto al mar, entre Ar- que su riqueza y poder se basaba cada vez más
les y Marsella, con una ocupación particularmente en los bienes fundiarios (BROGIOLO, 2006: 261-
intensa en el siglo vi. Aquí se ha podido detec- 263).
tar una importante actividad artesanal, a lo que se
añade la presencia de cerámicas importadas y de
calidad y de numerosa moneda de plata, hallazgos
que vinculan a los habitantes de este sitio, o al me-
nos a parte de ellos, con redes de intercambio de
escala suprarregional. Al igual que Roc de Pampe-
lune, se ha podido identificar la presencia de una
iglesia, una evidencia de la canalización de fun-
ciones religiosas en este lugar calidad (DÉMIANS
D’ARCHIMBAUD, 1994). Estos lugares represen-
tan sin duda la existencia de iniciativas aristocráti-
cas en el marco de la reorganización del paisaje ru-
ral tras el periodo imperial. Pero no debe obviarse
que coexistían con otros patrones que conjugaban
la presencia de espacios habitados y una fortifica-
ción técnicamente sencilla. Es el caso de Camp de
Armes, donde el recinto fortificado englobaba una
serie de edificios que pueden asimilarse con uni-
dades domésticas, cuya economía presentaba una
menor complejidad que en los casos anteriores
(SCHNEIDER, 2005: 297).
El panorama en el norte de Italia es algo dis-
tinto. En las áreas apenínicas de la región de Emi-
lia, aparecen citados en los textos escritos algunas
fortificaciones. Su surgimiento se ha relacionado
con los cambios en la configuración de las jerar-
quías sociopolíticas en zonas donde el poder ur-
bano llegaba claramente debilitado (SANTOS
SALAZAR, 2006). Pero en otras zonas los sitios
fortificados parecen responder al control político
sobre el territorio, centros administrativos y mili-
tares que podrían haber sido construidos en ma- Figura 1.2. Edificio monumental de Monte Barro (BROGIOLO
dera (BROGIOLO y GELICHI, 1996). Cuando se y CHAVARRÍA ARNAU, 2005)
erigieron en piedra, se observa el uso de técnicas
estandarizadas y de cierta calidad, formando sis-
temas de defensa complejos. La recuperación de En la Península Ibérica también se han de-
cerámicas de importación y la existencia de alma- tectado ocupaciones de este tipo en diversas re-
cenes de grano u horrea los relacionarían con la giones (MARTÍN VISO, 2012: 42-45). Pero de
recaudación fiscal y con la afirmación territorial nuevo debe hacerse hincapié en la diversidad.
del estado (BROGIOLO, 2011: 94-97). El ejemplo En el extremo noroeste peninsular, se observa
representativo sería Sant’Antonino di Perti, en Li- la presencia de estos lugares fortificados que se
guria (fig. 1.2), que debe identificarse con un «lu- han relacionado con la mención del cronista Hi-
gar central» creado por el poder bizantino (MA- dacio a los castella tutiora en los que se refugia-
NONNI y MURIALDO, 2001). Algunos de estos ron los habitantes ante la llegada de los bárbaros

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(Hyd. 81). Por consiguiente, se ha defendido una tura castreña galaica, acompañada de una intere-
ocupación coyuntural y de poca intensidad, aso- sante lectura tanto de la estratigrafía como de las
ciada a un momento puntual (RODRÍGUEZ LO- fechas radiocarbónicas existentes, parece reforzar
VELLE y LÓPEZ QUIROGA, 1999; LÓPEZ QUI- esa línea de ocupaciones de antiguos poblados
ROGA, 2004: 218-219; RODRÍGUEZ RESINO, protohistóricos (TEJERIZO GARCÍA, RODRÍ-
2005: 164-170). Algunos estudios, sin negar esa GUEZ GONZÁLEZ y FERNÁNDEZ PEREIRO,
interpretación, prestan atención a la pluralidad 2019). En A Cidadela (La Coruña), un completo
del fenómeno en esta región; se ha señalado la estudio ha revelado una ocupación posromana
existencia de algunos lugares fortificados asocia- dentro de una compleja secuencia que lleva desde
dos al control de rutas, pero sobre todo han re- el periodo romano a la Plena Edad Media (SÁN-
saltado el papel de algunos grandes recintos, en CHEZ PARDO et al., 2020). Sin embargo, sigue
ocasiones asociados a antiguos castros de la Edad existiendo una cierta indefinición con respecto
del Hierro, como Santa Tegra (A Guarda) o San al papel que pudieron haber desempeñado este
Cibrán de Las (San Amaro). Sus funciones pu- tipo de ocupaciones, una parte de las cuales di-
dieron haber combinado el asentamiento con la fícilmente se relaciona con un episodio de vio-
jerarquización territorial, como una suerte de lencia: la existencia de monedas tardorroma-
«lugares centrales» (SÁNCHEZ PARDO, 2012: nas —cuyo uso fue frecuente en los siglos v y vi
32-38). Una revisión reciente de las ocupaciones (MAROT, 2000-2001)—, así como de un con-
del castro de Viladonga (Castro de Rei) (fig. 1.3), junto importante de cerámicas son acordes con
uno de los yacimientos paradigmáticos de la cul- una presencia humana continuada. En cualquier

Figura 1.3. Topografía de Viladonga (TEJERIZO GARCÍA et al., 2019)

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 27

caso, parece que la ocupación de varios de estos que parece identificarse con un importante núcleo
asentamientos pudo haberse iniciado en la se- de poder en el ámbito local durante el siglo ix: la
gunda mitad del siglo iv, un fenómeno que obe- ciuitas Roda (OLLICH et al., 2017). Frente al caso
decería a una serie de cambios sociales que pre- gallego, los ejemplos del extremo Nordeste penin-
cisan ser analizados (TEJERIZO GARCÍA, 2020: sular nos sitúan en una cronología más avanzada,
178). La reciente publicación de los resultados de con ocupaciones a partir del siglo vii que pudie-
las intervenciones en O Castelo (Valencia do Sil) ron tener, no sin profundas transformaciones, al-
parece ir en esa misma línea, aportando además guna continuidad posterior. Estos lugares se han
la idea de una ocupación durante varias genera- relacionado con la actividad política del reino de
ciones que descartaría la interpretación como Toledo, en concreto con las clausurae menciona-
refugios temporales asociados a la llegada de los das en la Historia Wambae en los años 70 del si-
suevos, los famosos castella tutiora mencionados glo vii como puntos defensivos del reino frente a
por Hidacio (TEJERIZO GARCÍA et al., 2021). los francos (HW, 11; CONSTANT, 2007). Ahora
Un caso bien diferente es el del extremo Nor- bien, un estudio detallado de los materiales pone
deste de la Península Ibérica. Aquí se han po- de relieve la existencia de una ocupación domés-
dido reconocer algunos de estos sitios, como Puig tica que coexistió con elementos de carácter eli-
Rom (PALOL, 2004), Sant Juliá de Ramis (BURCH tista, como ocurre en Puig Rom (fig. 1.4) (SUBIAS
et al., 2006) o Roc d’Enclar (BOSCH, 1997). En PASCUAL et al., 2016; DIARTE BLASCO, 2018:
los dos últimos yacimientos, se ha comprobado 73). Por tanto, no eran un mero elemento defen-
la construcción de sendas iglesias, que serían una sivo, sino que agrupaban a una población inscrita
muestra de la presencia de elites capaces de eri- en ese punto, cuya forma de vida era agrogana-
gir estos monumentos, un fenómeno bien cono- dera, no militar. Una realidad que no obsta para
cido en la Hispania posromana (CHAVARRÍA aceptar que tuvieran también una función defen-
ARNAU, 2018). Por otro lado, en Puig Rom (Ro- siva asignada por el poder visigodo, pero resulta
ses) se han encontrado monedas de oro del rey difícil establecer que esa fuera la principal causa
Agila II, es decir de comienzos del siglo viii (PA- de su creación.
LOL, 2004: 43). De hecho, Roc d’Enclar (Andorra) Otros análisis regionales ponen de nuevo de
tiene una larga secuencia ocupacional que alcanza manifiesto esa diversidad. Así, en el valle medio del
hasta la Plena Edad Media. Otro ejemplo sería Tajo se observa la ausencia de sitios rurales forti-
L’Esquerda (Roda de Ter, Osona), un lugar fortifi- ficados, en una zona donde, en cambio, surgieron
cado, del que se ha excavado una pequeña necró- ciudades como Recópolis o Toletum. Más al norte,
polis que indicaría una ocupación en el siglo vii y en la vertiente meridional del Sistema Central,

Figura 1.4. Espacios domésticos junto a la muralla de Puig Rom (PALOL, 2004: 43)

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28 IÑAKI MARTÍN VISO

pueden encontrarse algunos centros de este tipo ha advertido, la gran mayoría de estos lugares eran
como El Cancho del Confesionario (Manzanares el asentamientos de carácter doméstico. La presen-
Real) (CABALLERO ZOREDA y MEGÍAS PÉREZ, cia de materiales tardorromanos en muchos casos
1977) o Dehesa de la Oliva (Patones) (VIGIL-ES- implicaría además su surgimiento en los primeros
CALERA GUIRADO, 2012). Olmo Enciso (2015) compases del siglo v, es decir en un momento an-
considera que se trataba del resultado de respues- terior a la implantación del poder visigodo.
tas diferentes por parte de elites rurales a la nueva
organización social y política. De hecho, ciudades
y asentamientos rurales fortificados parecen ser 2. EL CASO DE LA MESETA DEL DUERO:
dos sistemas que se eluden entre sí: los sitios for- UN PANORAMA GENERAL
tificados no comparecen en aquellas zonas donde
las urbes mantenían un cierto nivel de jerarquiza- Una consecuencia de todo lo que se ha señalado
ción efectiva en términos económicos y políticos. anteriormente es que el análisis de los asentamien-
Estos dos tipos de «lugares centrales» coexistían en tos rurales fortificados debe tomar en considera-
la Hispania posromana como parte de un puzle de ción la extremada diversidad regional y tipológica
situaciones muy heterogéneas (MARTÍNEZ JIMÉ- (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 2014). En ese sentido,
NEZ y TEJERIZO GARCÍA, 2015). la Meseta del Duero es un caso de interés, por dos
Los acercamientos de los últimos años han re- motivos: la existencia de numerosos asentamien-
saltado cómo estos lugares deben asociarse con la tos rurales fortificados (fig. 1.5) y por englobar en
presencia de un poder sobre el territorio que cons- su espacio una variedad comarcal que permite ju-
truyó y mantuvo esas murallas. En algunos casos, gar con la heterogeneidad2. En esta extensa zona
parece que hubo algún tipo de intervención esta- de cerca de 90.000 kms2, se conocen desde tiempo
tal, como sucede en Tedeja (Mijangos), donde la atrás algunos importantes yacimientos de este tipo,
condición geoestratégica del lugar, la calidad de las como es el caso de Monte Cildá (GARCÍA GUI-
técnicas poliorcéticas y la posible —aunque no se- NEA, GONZÁLEZ ECHEGARAY y SAN MIGUEL
gura— relación con una iglesia en las inmediacio- RUIZ, 1966; GARCÍA GUINEA, IGLESIAS GIL y
nes que habría sido consagrada por el obispo de CALOCA, 1973) o Peña Amaya (QUINTANA LÓ-
Auca, serían posibles indicios (LECANDA, 2000). PEZ, 2017). No obstante, cualquier visión de con-
También el caso de El Castillo de los Monjes, en el junto sobre los asentamientos rurales fortificados
alto valle del Iregua (La Rioja) se ha vinculado con en la Meseta del Duero se enfrenta a los proble-
el control de las rutas que comunicaban la Meseta mas de una información muy desigual y en mu-
del Duero con el valle del Ebro, extendiendo esa chos casos procedente de intervenciones de hace
posibilidad a otros sitios (TEJADO SEBASTIÁN, ya décadas o con un alcance muy limitado, ceñido
2012 y 2014). Ahora bien, no siempre se puede sobre todo al estudio de las murallas. Como con-
constatar esa identificación con una iniciativa es- secuencia, se pueden ofrecer testimonios sobre as-
tatal en términos materiales, incluso allí donde tra- pectos concretos, pero no sobre el conjunto. Por
dicionalmente se ha defendido esa hipótesis, como otro lado, subsiste una excesiva dependencia con
las clausurae pirenaicas (CONSTANT, 2008). De respecto a determinados paradigmas interpretati-
hecho, algunos trabajos sobre el área asturiana vos actualmente en decadencia: la centralidad en
consideran que los espacios fortificados deben in- el análisis de las ocupaciones protohistóricas y ro-
terpretarse como una muestra de unas eferves- manas, que a veces oscurecen las fases posroma-
centes elites locales que ejercían el dominio sobre nas, o el recurso a la manida inseguridad política
el territorio (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 2010). Es de este periodo (aunque hablar de una inseguridad
posible que ambas explicaciones no sean exclu- que duró más de un siglo plantea problemas sobre
yentes, debido a que la presencia de estos «luga- cómo definir un término tan ambiguo) son dos de
res centrales» pudo haber sido aprovechada por las más recurrentes.
los reyes visigodos para articular su dominio sobre
la base de la negociación con los poderes que esta-
2
ban allí establecidos (CASTELLANOS y MARTÍN Se usará el término Meseta del Duero, aunque se in-
cluyen zonas como la Castilla del Alto Ebro y el Bierzo que,
VISO, 2005). En cambio, parece menos evidente en puridad, corresponden a otras áreas geográficas. Sin em-
que hubiese un diseño desde la autoridad regia bargo, la estrecha relación con el espacio duriense permite
para crear un sistema defensivo, ya que, como se introducirlas en el estudio.

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 29

Figura 1.5. Principales asentamientos rurales fortificados en la Meseta del Duero: 1) Amaya; 2) Bernardos (Virgen del Castillo);
3) Carpio-Bernardo; 4) Castro de Yecla (Santo Domingo de Silos); 5) Castro Ventosa/Bergido; 6) Cerro de la Virgen de Tormejón;
7) Coyanza; 8) El Castillón; 9) El Cortinal de San Juan; 10) El Cristo de San Esteban; 11) La Cabeza de Navasangil; 12) La Morterona;
13) Las Merchanas; 14) Lerilla; 15) Monte Cildá; 16) Poza de la Sal; 17) Tedeja; 18) Tintinolho; 19) Suellacabras; 20) Yecla de Yeltes

En estas condiciones, el objetivo no es presen- y DOMÍNGUEZ BOLAÑOS, 2014). Hay sitios en


tar un análisis exhaustivo del caso de la Meseta, los que esto no sucede, como ocurre en Tedeja,
sino ofrecer algunas pautas que permitan com- donde se documenta la presencia de cubos semi-
prender mejor el yacimiento de El Castillón. El circulares, una técnica de cierta complejidad (PA-
rasgo definitorio de estos lugares es la presencia LOMINO LÁZARO, NEGREDO GARCÍA y BO-
de fortificaciones, pero no suelen usarse técnicas HIGAS ROLDÁN, 2012: 268-270)3. En Virgen del
poliorcéticas elaboradas (GUTIÉRREZ GONZÁ- Cerro del Castillo (Bernardos, Segovia), también
LEZ, 2002: 24). Es habitual el uso de materiales se detectan ese tipo de cubos al mismo tiempo
locales, en ocasiones reutilizando elementos ro- que en ciertas zonas de la muralla se construyeron
manos, como ciertas estelas funerarias (GARCÍA con técnicas edilicias muy simples (fig. 1.6) (GON-
GUINEA, GONZÁLEZ ECHEGARAY y SAN MI- ZALO GONZÁLEZ, 2006: 26-27).
GUEL RUIZ, 1966; MARTÍN VALLS, 1992: 196),
y la construcción de muros masivos. Uno de los
casos donde se evidencia con claridad esta situa- 3
En ese trabajo además se replantea la cronología a par-
ción es El Cristo de San Esteban (Muelas del Pan, tir de una relectura de las dataciones radiocarbónicas, seña-
Zamora) (NUÑO GONZÁLEZ y DOMÍNGUEZ lando una fortificación inicial de los siglos v-vii y una repa-
BOLAÑOS, 2002: 108-109; NUÑO GONZÁLEZ ración posterior en el viii.

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30 IÑAKI MARTÍN VISO

Figura 1.6. Muralla de Virgen del Castillo (Bernardos, Segovia)

Figura 1.7. Cerámica estampillada. Vasija de cerámica estampillada, tipo dolium, de El Cortinal de San Juan (Salvatierra
de Tormes, Salamanca)

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 31

La atención prestada a los amurallamientos


ha impedido en ocasiones enfatizar la presen-
cia de auténticos poblados. En el interior de algu-
nos de los recintos se ha podido observar la exis-
tencia de ocupaciones domésticas (GONZALO
GONZÁLEZ, 2006: 32-37; CABALLERO ARRI-
BAS y PEÑAS PEDRERO, 2012: 222-226; DO-
MÍNGUEZ BOLAÑOS y NUÑO GONZÁLEZ,
2014), que avalan que estamos ante auténticos
asentamientos. En algunos de estos lugares, en es-
pecial en las áreas al Sur de la Meseta del Duero,
se han localizado las mayores concentraciones de
cerámicas estampilladas (fig. 1.7) (LARRÉN IZ-
QUIERDO, 1989; LARRÉN IZQUIERDO et al.,
2003; GOZALO VIEJO, GONZALO GONZÁLEZ
y BLANCO GARCÍA, 2013; CERRILLO, 1977;
ARIÑO, 2011a). Se trata de cerámicas hechas a
torno, con cocción reductora y con una caracte-
rística decoración realizada con estampillas, que
destacan por una mayor diversidad de formas res-
pecto del conjunto de producciones, con talleres
posiblemente especializados y una red de distribu-
ción, que las convierte en el tipo cerámico de ma-
yor calidad en este periodo (TEJERIZO GARCÍA,
2018). No obstante, la mayor parte de la cerámica
era de producción local y de uso doméstico, como
sucede en Castro del Viso (Madridanos, Zamora)
(DIARTE BLASCO, ARIÑO GIL y PÉREZ POLO,
2020: 290), pero también en los casos citados an-
teriormente, por lo que conviene no exagerar el Figura 1.8. Fragmento de pizarra numeral con representación
peso de ese tipo de cerámicas. Otro aspecto sobre de un animal en la parte superior, procedente de Lerilla (Za-
el que convendría fijarse, probablemente por la marra, Salamanca). Museo Catedralicio de Ciudad Rodrigo,
n.º 329
ausencia de datos, es si hay algún tipo de actividad
artesanal en estos centros. La presencia de objetos
de metal parece evidenciar su uso para una pro-
ducción agroganadera (CABALLERO ARRIBAS y cripciones numerales son relativamente frecuen-
PEÑAS PEDRERO, 2012: 231), pero, como se po- tes en todo tipo de sitios con ocupaciones posro-
drá observar en el caso de El Castillón, puede exis- manas de esta área, las concentraciones solo se
tir importantes producciones metalúrgicas que documentan en estos sitios, por lo podría tra-
mostrarían una centralidad económica de carácter tarse de la huella de oficinas contables situa-
comarcal de algunos de estos lugares (TEJERIZO das en los asentamientos fortificados (MARTÍN
GARCÍA, 2017. 103). VISO, 2013). Este indicio de carácter elitista se
Resulta igualmente relevante la presencia de complementa con el hallazgo de monedas de oro
importantes concentraciones de pizarras nume- en algunos de estos lugares, como Peña Amaya
rales, en especial en el suroeste de la Meseta del (QUINTANA LÓPEZ, 2017. 62-63) o Tintinolho
Duero (fig. 1.8) (CABALLERO ARRIBAS y PEÑAS (TENTE y MARTÍN VISO, 2012: 65), aunque los
PEDRERO, 2012; DÍAZ y MARTÍN VISO, 2011; contextos son poco claros. Se trataría de elemen-
MARTÍN VISO, 2018)4. Aunque este tipo de ins- tos asociados a la circulación de un objeto de ele-
vado valor, con una función primariamente fiscal,
4 pero que también implicaba una alta carga sim-
En algunos casos, el número de pizarras numerales es
muy exiguo, como ocurre en Virgen del Castillo; URBINA bólica, al expresar el reconocimiento de la auto-
ÁLVAREZ, 2002. ridad del poder emisor (MARTÍN VISO, 2011;

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32 IÑAKI MARTÍN VISO

Figura 1.9. Vaina de cuchillo «Simancas» procedente de Yecla la Vieja (MARTÍN VALLS, 1982: 192)

KURT, 2020)5. Una última huella relacionada con tares, esa no es la única posible explicación: la ex-
la existencia de algunos habitantes con un estilo presión material y simbólica de las diferencias in-
de vida elitista es la detección de armas en algu- ternas podría ser una explicación más factible. El
nos de estos sitios (GARCÍA GUINEA, GONZÁ- análisis de los espacios funerarios así podría indi-
LEZ ECHEGARAY y SAN MIGUEL RUIZ, 1966: carlo.
25-27; NUÑO GONZÁLEZ y DOMÍNGUEZ BO- Aunque se han llevado a cabo análisis sobre
LAÑOS, 2002: 109-115; CABALLERO ARRIBAS las necrópolis asociadas a estos asentamientos,
y PEÑAS PEDRERO, 2012: 226-231; QUINTANA carecemos de intervenciones exhaustivas y sis-
LÓPEZ, 2017: 214-215). A pesar de que se han temáticas. No obstante, pueden destacarse algu-
entendido como evidencias de guarniciones mili- nos rasgos: las áreas de inhumación se situaban
extramuros y en ningún caso se conectaban con
edificios eclesiásticos. Los estudios han puesto de
5
Este tipo de hallazgos también se documentan en al- manifiesto la existencia de algunas tumbas con
gunos lugares fuera de la Meseta del Duero y citados pre- ajuares llamativos, en especial la presencia de bro-
viamente, como Puig Rom o San Cibrián de Las. También
aparece en Gauzón (MUÑIZ LÓPEZ y GARCÍA ÁLVAREZ- ches de cinturón y de cuchillos y vainas de cu-
BUSTO, 2014). chillos tipo Simancas (fig. 1.9) (VIGIL-ESCALERA,

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 33

2010: 627-629). El nombre procede de la localidad lado, estas necrópolis, antiguamente llamadas
vallisoletana donde se excavó a comienzos del si- «del Duero» y ahora más apropiadamente desig-
glo xx una necrópolis en la que se documentaron nadas como postimperiales, no son exclusivas de
estos objetivos. Un par de casos ejemplifican esta los asentamientos fortificados. Un estudio más
situación. En Las Merchanas (Lumbrales, Sala- preciso pone de relieve cómo los rituales y espa-
manca), se intervino parcialmente en los años ’60 cios funerarios buscaban formular y representar
del siglo pasado en una necrópolis que se encon- simbólicamente determinadas relaciones sociales,
traba fuera del recinto amurallado, en su parte pero que no eran una expresión directa de las mis-
norte, donde se excavaron 36 sepulturas. Aunque mas, lo que no obsta para que también fuesen ele-
los análisis son incompletos, las referencias hablan mentos indicadores de una estratificación interna
de una población de todo tipo de edades (desde (VIGIL-ESCALERA, 2009 y 2015)7.
individuos infantiles hasta adultos). Los enterra- Volviendo a los casos de estudio, parece des-
mientos, realizados mayoritariamente en fosas, de- prenderse claramente que en las necrópolis esta-
bieron incluir la presencia de ataúdes, a tenor de la ríamos viendo a las comunidades allí asentadas
conservación de clavos. La mayoría de las sepultu- (ARIÑO, 2011: 214). La presencia de ajuares no se
ras no ofrecen ajuares, aunque aparecen algunos relaciona de manera automática con una desigual-
platos de TSHT y vasijas. No obstante, en la sepul- dad social, pero es evidente que el uso de determi-
tura 12, en la que estaba enterrado un individuo nados materiales de origen externo implica que al-
adulto, se recuperaron un cuchillo de tipo Siman- gunos individuos y familias tenían acceso a redes
cas, junto con un escoplo de hierro y un bronce de distribución extralocales, en un mundo que se
de Claudio II (269-270) (MALUQUER DE MO- definía cada vez más como local y fragmentado. Si
TES, 1968). En El Alto de la Morterona (Saldaña, los platos y jarritos cerámicos deben relacionarse
Palencia) se intervino sobre una necrópolis con al con rituales funerarios, los enterramientos con cu-
menos 30 tumbas. Los datos sobre los individuos chillos pueden estar reflejando la necesidad de una
inhumados señalan una población que abarca to- representación social diferenciada. ¿Quiénes se re-
das las edades y que incluye tanto a mujeres como presentaban así? El caso de La Morterona parece
a hombres. Los enterramientos se realizaron con interesante, puesto que estamos ante un adulto jo-
técnicas sencillas, aunque hay evidencias del uso ven, es decir un rango de edad y género que puede
de ataúdes. Al menos nueve de los enterramien- asociarse con valores guerreros. Su asociación con
tos registraban ajuares, entre los que destacan va- una punta de lanza y con un hacha podría ir en la
rios vidrios, hebillas, así como sortijas y pulseras. línea de una representación militar, aunque tam-
Pero el ajuar más llamativo procede de un indivi- bién podría ser cinegética. En cualquier caso, esta-
duo adulto joven enterrado con un cuenco cónico ría marcando un estatus simbólico vinculado a de-
de vidrio, un recipiente de vidrio, un cuenco y un terminadas actividades marciales o de caza. Pero
plato de TSHT, un anillo de bronce, una hebilla, ese rasgo es lo que precisamente diferencia a este
un cuchillo de tipo Simancas, una punta de lanza y individuo del resto de los miembros de la comu-
un hacha de hierro. Este ajuar es muy significativo, nidad que allí enterraba a sus difuntos. Por tanto,
pero también único (ABÁSOLO et al., 1984)6. al menos tenemos una muestra de una desigual-
Las interpretaciones sobre este tipo de inhu- dad social (a través de la representación), aunque
maciones han variado. Estos cuchillos se interpre- no sabemos si necesariamente lo era también en
taron como armas, de manera que sus portadores un sentido económico. El análisis de Las Mercha-
se identificaron con legionarios encargados de la nas refuerza esa imagen, ya que la presencia de
defensa del territorio. En la actualidad, se consi- ajuares con cuchillos es mínima, frente a la pre-
dera un arma relacionada con la caza y se ha ad- sencia más común de cerámicas e incluso de en-
vertido que el número de tumbas con este objeto terramientos sin ajuares (aunque no hay que des-
es minoritario con respecto al total de inhuma- cartar su pérdida como consecuencia de procesos
ciones (FUENTES DOMÍNGUEZ, 1989). Por otro posdeposicionales). Por tanto, estas necrópolis
muestran a unas comunidades con claras distan-
6
También puede verse el caso de Yecla la Vieja (Yecla
7
de Yeltes, Salamanca), aunque aquí no se cuenta con un aná- Este autor destaca el carácter militar de los ajuares,
lisis que cubra al menos una parte sustancial del espacio fu- planteando interrogantes acerca de la identificación de los
nerario posromano. MARTÍN VALLS, 1982. cuchillos como simples armas venatorias.

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34 IÑAKI MARTÍN VISO

cias sociales, cuando menos en un plano simbó- de un modo de ocupación que lleve desde los mo-
lico, a favor de ciertos individuos masculinos, a los mentos prehistóricos a los posromanos. Por ejem-
que se representa con valores marciales o cinegéti- plo, cuando se observa una fase romana, suele
cos. La localización de las necrópolis, fuera de las coincidir con los primeros momentos de la roma-
murallas, pero junto a ellas, debía reforzar los vín- nización, pero no se aprecia una continuidad que
culos identitarios: se respetaba la separación entre ligue esas fases con otras bajoimperiales. Frecuen-
el mundo de los vivos y el de los muertos, pero al temente se detecta un hiato claro entre las ocupa-
mismo tiempo se vinculaban ambos a través de la ciones altoimperiales y las fases finales de la tar-
conexión espacial entre asentamiento, muralla y dorromanidad. Tal es el caso de Yecla la Vieja
necrópolis, que componían un conjunto íntima- (Yecla de Yeltes, Salamanca), donde a una fuerte
mente unido. De todos modos, este modelo de en- ocupación de la II Edad del Hierro, le siguió una
terramientos no se detecta en todos los casos. fase altoimperial, reconocida a través de una ex-
Un último aspecto se refiere a la cronología tensa epigrafía funeraria. Sin embargo, no hay una
de la ocupación de estos lugares. La presencia de evidencia suficiente para plantear una ocupación
THST, un tipo de cerámica con una amplia difu- doméstica continuada y es a partir de comienzos
sión en el siglo iv, ha distorsionado la datación. En del siglo v —si atendemos al replanteamiento que
realidad, este tipo de cerámica es estadísticamente se ha señalado sobre determinados materiales de
muy poco representativa frente a otras produccio- origen tardorromano— cuando se observa una
nes, y además las formas halladas se corresponden nueva fase de ocupación (MARTÍN VALLS, 1982
sobre todo con las últimas conocidas, que se pue- y 1983; MARTÍN BENITO, 2018; VIGIL-ESCA-
den conectar con talleres riojanos e incluso du- LERA GUIRADO, 2018a: 40). Es probable que, du-
rienses, en funcionamiento durante los primeros rante buena parte del periodo romano, el lugar se
decenios de la quinta centuria (VIGIL-ESCALERA mantuviese como un espacio funerario, tal vez fa-
GUIRADO, 2013). La mayoría de las cerámicas vorecido por la construcción de una memoria que
que se han podido recuperar se vinculan a produc- indicaba su prestigio pasado. Una evolución muy
ciones del siglo v y de comienzos del vi, con una semejante a la del cercano lugar de Las Mercha-
especial relevancia de las cerámicas estampilla- nas (Lumbrales, Salamanca), que recientemente se
das de imitación de sigillata (TEJERIZO GARCÍA, ha reevaluado desde estos parámetros (VIGIL-ES-
2018). A pesar de su interés como evidencia de CALERA GUIRADO, 2018b), aunque ya se había
una producción de cierto nivel, el número total de planteado anteriormente que los materiales tar-
estas piezas es minoritario en comparación con la dorromanos podrían ser en realidad el reflejo de
abrumadora presencia de cerámicas de menor ni- una ocupación posromana (ARIÑO, 2011b: 210).
vel tecnológico, destacando las relacionadas con la Por consiguiente, debe descartarse la idea de unos
cocina, en especial las ollas. Por consiguiente, pa- asentamientos castreños prerromanos que perdu-
rece razonable pensar que los primeros compases rarían hasta los inicios de la Edad Media. En cam-
de estas ocupaciones se produjeron en la Meseta bio, su ocupación comenzaría en el siglo v, coinci-
del Duero —y en aparente contraste con lo que diendo con el final del horizonte imperial romano
se ha señalado para Galicia— posiblemente en los en la Meseta (TEJERIZO, 2016: 387-388).
decenios iniciales del siglo v y no antes (VIGIL- En cuanto al final de su ocupación, sigue siendo
ESCALERA GUIRADO, 2015; TEJERIZO GAR- enigmático. Un estudio detallado de Castro Ven-
CÍA, 2017). tosa-Bergidum (Cacabelos, León) y La Cabeza de
Algunos de estos lugares ofrecen huellas de Navasangil (Solosancho, Ávila) ha permitido ob-
una ocupación previa en la Edad del Hierro o en servar que los materiales cerámicos recuperados
época altoimperial (GARCÍA GUINEA, GONZÁ- no superan la segunda mitad del siglo vi (TEJE-
LEZ ECHEGARAY y SAN MIGUEL RUIZ, 1966; RIZO GARCÍA y VIGIL-ESCALERA GUIRADO,
GOZALO VIEJO, GONZALO GONZÁLEZ y 2017). Parece que otras ocupaciones podrían ha-
BLANCO GARCÍA, 2013; MALUQUER DE MO- ber finalizado en este periodo, como se puede
TES, 1956: 84-86; MARTÍN VALLS, 1982 y 1983; plantear por la datación de 14C del grano encon-
NUÑO GONZÁLEZ y DOMÍNGUEZ BOLAÑOS, trado en El Cristo de San Esteban (DOMÍNGUEZ
2002; QUINTANA LÓPEZ, 2017; TENTE y MAR- BOLAÑOS y NUÑO GONZÁLEZ, 2014; 281). Se
TÍN VISO, 2012). No obstante, no puede hablarse podría plantear la hipótesis de que la construcción
de una continuidad que implique la perduración del poder visigodo supuso el arrasamiento de la

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 35

Figura 1.10. El castro de Tintinolho (Guarda, Portugal). Fotografía de Catarina Tente

estructura surgida a partir del final del horizonte RADO, 2015: 271) no muestran evidencias de un
imperial en la Meseta del Duero (TEJERIZO, 2017: asalto militar— descarta en principio que fueran la
215). Sin embargo, disponemos de una informa- consecuencia de la implantación por la fuerza de
ción muy parcial, con excavaciones antiguas o un nuevo poder.
muy limitadas. Las cerámicas comunes del si- De hecho, hay algunos indicios que parecen
glo vii continúan siendo poco conocidas y, sin expresar la continuidad de algunos de estos luga-
buenas estratigrafías apoyadas en dataciones ab- res. En el castro de Tintinolho (Guarda, Portugal)
solutas, resulta todavía arriesgado desechar la po- (fig. 1.10), la escasa presencia de cerámicas estam-
sibilidad de que haya ocupaciones en ese periodo. pilladas podría ser un indicio de una ocupación
Por otro lado, es factible pensar que estemos ante posterior, cuya huella sería el hallazgo de mone-
un proceso que englobó situaciones muy diversas, das de oro visigodas, tremises, con una acuñación
por lo que no parece operativo plantear un final del primer tercio del siglo vii (TENTE y MARTÍN
unívoco, para el que tampoco disponemos de una VISO, 2012 y 2018). Otro ejemplo sería precisa-
información fehaciente. Resulta evidente que algu- mente Castro Ventosa-Bergidum, ya que los escri-
nos de los asentamientos dejaron de ocuparse en tos autobiográficos de Valerio del Bierzo señalan
la segunda mitad del siglo vi, aunque la duda es si que el sitio permanecía ocupado a finales del si-
esta situación se produjo de manera más o menos glo vii, una información que coincide con la pre-
sincrónica en toda la Meseta. La ausencia de estra- sencia de Bergio como ceca (Ord. Quer. 19; Repl.
tos de destrucción violentos —los incendios de al- Serm. 8; PLIEGO VÁZQUEZ, 2009: 140). Estos
gunos de estos lugares (VIGIL-ESCALERA GUI- datos difieren con respecto al análisis de los ma-

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teriales cerámicos, que hablan de un abandono en pleasen técnicas poliorcéticas complejas, precisaba
la primera mitad del siglo vi. Esta aparente para- de una organización. Es un indicio de iniciativas
doja podría ser producto de la escasa entidad de elitistas. Ahora bien, no hay que pensar que los re-
las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo. sidentes eran solo élites: el lugar estaba habitado
Finalmente, los datos procedentes de Tedeja po- fundamentalmente por una población dedicada a
drían indicar una ocupación continuada, aunque las actividades agroganaderas y artesanales, junto
es verdad que las dataciones de los siglos viii-ix a la cual parecen haber existido algunos individuos
corresponden a una labor de reparación (PALO- de mayor nivel económico y social. Si ejercían la
MINO LÁZARO, NEGREDO GARCÍA y BOHI- autoridad directa sobre este lugar, una suerte de
GAS ROLDÁN, 2012: 270). jefes locales, o si lo hacían de manera delegada de
otro poder, resulta de momento imposible de dis-
cernir. En cualquier caso, no se han hallado de
3. LAS FUNCIONES DE UN PATRÓN momento evidencias claras de estructuras habi-
DIVERSO tacionales que mostrasen una especial concentra-
ción de elementos elitistas, por lo que las diferen-
Los asentamientos rurales fortificados no cu- cias internas no debían ser excesivamente agudas
brieron la totalidad del territorio y parece que hubo al menos en el plano edilicio, frente a lo que se
sectores en los que ese fenómeno no emergió. Así, observa en otras zonas (BROGIOLO, 2011: 98).
determinadas áreas, como el Suroeste de la Me- Iniciativa elitista y población dedicada a activida-
seta, muestran una acusada presencia de este tipo des agroganaderas o artesanales no son elementos
de asentamientos (MARTÍN VISO, 2014), mientras contrapuestos, a pesar de algunas interpretaciones
que otros sectores, como por ejemplo los territorios (DOMÍNGUEZ BOLAÑOS y NUÑO GONZÁ-
de las cuencas del Esla o el Porma, apenas ofrecen LEZ, 2014: 293-295).
testimonios inequívocos de ese tipo de ocupacio- Más allá de estos rasgos, es necesario de nuevo
nes. Puede que sea una distorsión provocada por la ser conscientes de la heterogeneidad del fenómeno
ausencia de investigación o puede que se trate de (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 2002; CHAVARRÍA
una situación real. Un aspecto importante es que, ARNAU, 2004-2005: 190-191). Hace unos pocos
tras el final del dominio romano, se abrió un aba- años, Juan Antonio Quirós (2013) propuso llevar
nico de posibles soluciones poblacionales y jerár- a cabo una diferenciación basada en la superficie
quicas, frente a la mayor rigidez que definiría al de estos sitios. En un nivel superior se hallarían
momento imperial (LA ROCCA, 1998; SCHNEI- los grandes recintos, de más de 10 has, que asu-
DER, 2007). Por tanto, el fenómeno de los asenta- mirían funciones cuasi urbanas en determinados
mientos rurales fortificados debe entenderse como ámbitos. Tal es el caso de Peña Amaya (fig. 1.11)
una de las respuestas a determinados cambios. —que figura como capital de los cantabri (Bicl.,
Un aspecto común en todas estas ocupaciones VIII, 2)— o Castro Ventosa, que debe identificarse
es la evidencia de elementos de carácter elitista, con Bergidum. En un nivel inferior, se encontra-
a los que ya se ha hecho referencia: cerámicas de rían aquellos lugares que poseían unas dimensio-
mayor calidad, enterramientos con ajuares que im- nes más modestas y que se localizaban preferen-
plicaban relaciones comerciales, armas, presencia temente en zonas excéntricas con respecto a los
de pizarras numerales y de monedas de oro, etc. antiguos territorios urbanos; en este caso, podrían
Pero, al mismo tiempo, y como se pone de relieve ser nuevos «lugares centrales» que coexistían con
en el caso de las necrópolis y de las ocupaciones las ciuitates, que no habían perdido completa-
de carácter doméstico nos hallamos ante comuni- mente su función rectora, tal y como se observa
dades humanas integradas mayoritariamente por en el suroeste de la cuenca del Duero. Otra cate-
una población en la que no se aprecian esos signos goría recogida por este investigador y configurada
elitistas. Se trataba de auténticos asentamientos en por pequeños recintos defensivos apenas se do-
los que se concentraba una población en la que se cumenta en la Meseta. Esta división permite dis-
aprecian diferencias sociales, plasmadas en un ac- tinguir las diferentes situaciones encubiertas por
ceso restringido a determinados objetos que esta- el manto de uniformidad que supone hablar de
ban en circulación y en aspectos simbólicos, como un proceso de ocupación de sitios fortificados, al
el ritual funerario. Por otro lado, la construcción y tiempo que subraya su papel como nuevos «luga-
mantenimiento de las murallas, aunque no se em- res del poder» en el momento postimperial.

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 37

Figura 1.11. Ortofoto Peña Amaya (Sotresgudo, Burgos) [Juan Antonio Quirós Castillo, reproducida con autorización del autor]

Sin embargo, no es la única tipología. Reciente- de dominio muy diferenciados, pero se asociarían
mente, un estudio de Carlos Tejerizo y Jorge Ca- siempre a iniciativas de carácter elitista.
nosa (2018) ha analizado la cultura material y el Es posible plantearse que un lugar como Cas-
emplazamiento y visibilidad de estos asentamien- tro Ventosa-Bergidum pudiera relacionarse con la
tos a través de la aplicación de los SIG. Su análisis formación de un núcleo de poder regional, lo que
ha permitido identificar al menos tres categorías: explicaría sus potentes murallas (fig. 1.12), una
lugares de gran tamaño, aislados de otros asenta- cultura material de notable calidad y su amplia vi-
mientos fortificados, muy visibles desde amplios sibilidad, todo lo cual lo acerca a algunas ciudades
territorios, con una cultura material que incluía como Ávila, Astorga o Lugo (TEJERIZO GARCÍA
producciones muy elaboradas y emplazados le- y CANOSA BETÉS, 2018: 306-308). Habría fun-
jos de las tierras de cultivo, como Castro Ventosa- cionado como el punto de definición de un terri-
Bergidum; asentamientos de menor tamaño, con torio (territorium Bergidense), una identificación
una cultura material elitista, pero de menor nivel que se proyectó hasta los siglos ix y x, aunque es
que en caso anterior, emplazados en lugares desde muy dudoso que el lugar estuviese por entonces
los que veían territorios circundantes, pero que no ocupado (RODRÍGUEZ GONZÁLEZ y DURANY
eran fácilmente visibles y que se hallaban lejos de CASTRILLO, 1998). Se trataba del centro de un
las áreas de cultivo como Cabeza de Navasangil y nuevo espacio sociopolítico que incluso pudo ha-
La Morterona; y redes de asentamientos fortifica- ber formado parte del entramado del reino suevo
dos muy cercanos unos con otros y próximos a su (ARIÑO y DÍAZ, 2014: 189), aunque no necesaria-
vez con los campos de cultivo, que muestran una mente como una emanación directa de este (TEJE-
cultura material poco destacada y que visibilizan RIZO, 2016: 389; TEJERIZO GARCÍA y CANOSA
solo el territorio más inmediato como Virgen del BETÉS, 2018: 308). Pero en otras ocasiones, la evi-
Castillo en Bernardos. Estos modelos —que son dencia arqueológica contrasta con la imagen ge-
solo una muestra de otros muchos más que pudie- neral de lugares muy potentes, como es el caso
ron haberse desarrollado— respondían a patrones de Peña Amaya. Aquí las intervenciones efectua-

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Figura 1.12. Murallas de Castro Ventosa-Bergidum (Cacabelos, León), © José Antonio Gil Martínez, Wikimedia Commons

das han recogido muy pocos elementos que se re- liminales respecto de los antiguos territorios ur-
lacionen con este periodo y ninguna estructura banos, como si hubieran surgido, si no en contra-
que se pueda vincular a una ocupación posromana posición, al menos de forma paralela al manteni-
(QUINTANA LÓPEZ, 2017). Habría que pre- miento de estos. En esta zona, parece que hubo
guntarse si la Amaya de los cantabri era un lugar una efervescencia de estos asentamientos, que po-
efectivamente ocupado o si, en cambio, funcio- drían vincularse con el control de resortes eco-
naba como un punto de referencia con un alto va- nómicos a través del pago de peajes o impuestos,
lor simbólico; e incluso cabría preguntarse si Peña debido a la presencia de oficinas contables, cuya
Amaya era la Amaya de las fuentes del siglo vi o si huella más notoria serían las pizarras numerales
se hallaba en algún otro lugar (CASTELLANOS, (MARTÍN VISO, 2014). Por ejemplo, en La Ca-
1994). Resulta claro que, incluso realizando tipo- beza de Navasangil (Solosancho, Ávila), se encon-
logías, las historias de cada asentamiento variaron tró una estructura adosada al exterior de la mu-
fuertemente y dependieron de factores locales. ralla, en la que se pudo recuperar una tinaja de
Por el contrario, los asentamientos rurales for- almacenaje con cereal carbonizado, varias armas
tificados del Suroeste de la Meseta del Duero y una pizarra numérica; un pequeño habitáculo
muestran unas ocupaciones de menor tamaño, que compartía medianera con el anterior conser-
aunque siempre asociadas a la presencia de evi- vaba una importante cantidad de cereal carboni-
dencias materiales elitistas. En este sector llama zado (fig. 1.13). Una explicación factible es que
la atención cómo los lugares se localizan en áreas fueran la evidencia de pagos que se estaban perci-

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 39

Figura 1.13. Planimetría de La Cabeza de Navasangil, con indicación de la estructura 2 (CA-


BALLERO ARRIBAS y PEÑAS PEDRERO, 2012: 223)

biendo en este lugar en forma de peajes o censos, de nuevos «lugares centrales». En cambio, en el
controlados por individuos dotados de armas, en valle del río Eresma (TEJERIZO GARCÍA et al.,
un emplazamiento externo al recinto amurallado, 2015), aparecen varios núcleos muy cercanos en-
de suerte que se hacían los pagos allí y no en el in- tre sí y quizás sea el efecto de que, junto a la frag-
terior del asentamiento (CABALLERO ARRIBAS mentación territorial —plasmada en las cartas de
y PEÑAS PEDRERO, 2012: 225-226). La imagen Montano en torno al año 530 (MARTÍNEZ DÍEZ
resultante, frente a lo que sucedía en el Bierzo, es y RODRÍGUEZ, 1984: 356-366)— se produjo una
la de un incremento de la fragmentación territo- concentración poblacional en este tipo lugares en
rial gracias a la eclosión de un amplio conjunto esa área.

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Esta pluralidad no puede obviarse, pero tam- visto. E incluso en determinadas áreas ni siquiera
poco impide ver que estamos fundamentalmente se recurrió a estos mecanismos. Quizás dos claves
ante la configuración de un nuevo entramado te- importantes fuesen la ausencia de otros «lugares
rritorial, que rompió con los modelos de origen ro- centrales» capaces de ejercer una notable influen-
mano y que dio lugar a un patrón heterárquico. En cia y la existencia de elites que ya en época ba-
un principio, se consideró su relación con la ame- joimperial desempeñaban una importante función
naza creciente de los pueblos del Norte refractarios de gestión local, por lo que asumieron sin apenas
al dominio romano. Habrían formado un limes es- solución de continuidad el papel de principales re-
tratégico que defendió a los habitantes de la Me- ferentes sociopolíticos (FERNÁNDEZ, 2017: 146).
seta (BALIL, 1970). Sin embargo, la idea del limes Las murallas no fueron el fruto de una necesidad
ha sido superada y la relectura de la evidencia ma- defensiva provocada por una inseguridad política,
terial no apoya esa hipótesis. Otra posibilidad es sino la manifestación en el paisaje de estos pode-
que surgieran en el marco de la formación de fron- res (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, 2002: 21)8.
teras entre suevos y visigodos (ARIÑO y DÍAZ, Es interesante advertir cómo se eligieron en
2014). Esta hipótesis es muy sugerente y quizás en muchas ocasiones antiguos castros prerromanos.
algún caso pudiera ser efectiva. Ahora bien, la cro- Sin duda su óptima localización para el control
nología de las ocupaciones es anterior a la afirma- comarcal debió ser una razón. Pero tal vez hubo
ción de ambos reinos en el valle del Duero, a lo que también una intención más política. Eran luga-
se añade su presencia en zonas muy alejadas de la res que, a pesar de carecer de ocupaciones do-
frontera. La ausencia de un planteamiento geoes- mésticas, mantuvieron otras funciones en época
tratégico superior y de una estandarización y cali- romana, como las funerarias, y quizás eran ele-
dad de las construcciones podrían ser indicios que mentos referenciales dentro de un paisaje que se
desmienten una intervención generalizada de un asociaba con una memoria prestigiosa sobre el
poder central. Debe añadirse que la cronología de pasado. La apropiación de esa memoria pudo ha-
estas ocupaciones coincide con un momento de ber permitido que las elites que dominaban el lu-
ausencia de control político de la región por parte gar —residieran o no allí— se pudieran reclamar
de estructuras políticas estatales. como herederos de unos antepasados prestigiosos,
Una interpretación diferente, aceptando la di- revistiendo de continuidad lo que suponía en rea-
versidad de estas ocupaciones, es que se tratase lidad una ruptura y legitimando su poder, toda vez
de la expresión material de elites con un dominio que la autoridad imperial se había difuminado. Un
de alcance local/regional (CHAVARRÍA ARNAU, modelo de comportamiento que también se ad-
2004-2005; MARTÍN VISO, 2008 y 2014; QUI- vierte en el recurso al reaprovechamiento de tú-
RÓS CASTILLO, 2013; VIGIL-ESCALERA GUI- mulos prehistóricos por parte de los reyes del pe-
RADO, 2015; TEJERIZO GARCÍA, 2017). Esta riodo anglo-sajón temprano (SEMPLE, 2013). En
idea concuerda con los datos de los que dispone- otros casos, como en La Morterona, la cercanía
mos: una autoridad capaz de movilizar mano de a una uilla pudo ser un fenómeno de desplaza-
obra para erigir y mantener una fortificación, una miento del «lugar central».
cultura material que muestra evidencias de cierta Esta situación debió mantenerse al menos hasta
capacidad económica, la localización en puntos el siglo vi. Es probable que en esa fecha se produ-
referenciales en áreas comarcales y la existencia jese una nueva transformación que coincidiría con
de posibles oficinas contables. Los asentamien- la afirmación del reino visigodo en la Meseta del
tos rurales fortificados serían la manifestación fí- Duero. Se ha propuesto que ese modelo heterár-
sica de unas elites locales que, ante la desapari- quico diera paso a un mayor peso de las ciudades
ción del horizonte imperial, crearon sus propios como auténticos ejes de la autoridad políticas (TE-
escenarios de poder (CASTELLANOS y MARTÍN JERIZO GARCÍA, 2017: 215), lo que cuadra con
VISO, 2005). La cronología avala esa posibilidad y la representación que el reino de Toledo hacía de
es probable que debamos pensar en términos de esas urbes como núcleos básicos de su autoridad.
soluciones locales, sustentadas por la capacidad de Sin embargo, el tejido urbano de la Meseta nunca
las elites para organizar este tipo de asentamien-
tos en cada territorio. Como consecuencia, la di- 8
Una visión muy distinta, que recurre nuevamente al
versidad sería la norma, con resultados que varia- viejo cliché de la supuesta inseguridad, en NUÑO GONZÁ-
ron de zona en zona, con los términos que hemos LEZ y DOMÍNGUEZ BOLAÑOS, 2014.

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INTRODUCCIÓN. UNA MIRADA SOBRE LOS ASENTAMIENTOS RURALES FORTIFICADOS EN LA MESETA DEL DUERO POSROMANA 41

fue muy denso y no parece que ninguna de las ciu- y una gran capacidad de trabajo. El apoyo institu-
dades tuviera un especial dinamismo político en el cional ha sido, por desgracia, escaso, quizás por
siglo vii (DIARTE BLASCO, 2018: 52-53). El he- encontrarnos en mitad de esa España vacía o va-
cho de que una parte de los asentamientos rurales ciada, en la que cualquier proyecto se enfrenta
fortificados dejaran de estar ocupados pudo haber siempre a un sinfín de carencias. A pesar de ello, y
generado dinámicas que, en vez de crear una ma- como las páginas de este volumen pondrán de ma-
yor jerarquización, hubiesen favorecido el incre- nifiesto, los resultados son impactantes en térmi-
mento de la fragmentación y la heterarquía. Parece nos científicos, lo que habla muy bien de quienes a
que es precisamente en esos momentos cuando se lo largo de estos años han estado involucrados en
desarrolló en amplias zonas un patrón de nuevos primera línea con el proyecto. Este libro debe ser-
asentamientos rurales abiertos, aldeas en las que vir para situar a El Castillón en el centro de la in-
las unidades domésticas parecen disponer de una vestigación de los asentamientos rurales posroma-
sólida agencia social (TEJERIZO GARCÍA, 2017: nos, no sólo en la región castellano y leonesa, sino
127-177). Al mismo tiempo, y como ya se ha seña- en el conjunto de la Península Ibérica y del Sur de
lado, algunos de los asentamientos fortificados pa- Europa.
recen haber continuado ocupados, una situación Esta afirmación puede resultar un tanto diti-
que pudo afectar sobre todo a aquellos lugares rámbica. Pero no lo es. El Castillón es el único caso
cuyas elites, debido a su control sobre importan- de un asentamiento rural fortificado de la Meseta
tes ejes políticos, pudieron negociar la integración del Duero sobre el que se ha efectuado una serie
en el reino, como ocurriría en Bergidum. No obs- de campañas sistemáticas. Sin ninguna duda, es el
tante, Tintinolho no parece responder a ese mo- yacimiento de este tipo sobre el que más y mejor
delo y las evidencias plantean una ocupación de información poseemos. Si una de las quejas repe-
los siglos vi-vii. Quizás de nuevo hay que pensar tidas es la ausencia de intervenciones que tomen
en una situación muy diversa y dinámica en la que en consideración las ocupaciones posromanas de
las respuestas fueron muy distintas. estos lugares, El Castillón nos ofrece un registro
amplio y variado; la poliorcética, la cerámica, los
objetos de metal, la fauna… son objeto de análisis.
4. EL CASO DE EL CASTILLÓN La riqueza del registro obliga a tomar el caso de
SANTA EULALIA DE TÁBARA, El Castillón como un hito ineludible en cualquier
ZAMORA investigación que pretenda arrojar luz sobre las
sociedades posromanas en la cuenca del Duero.
Las páginas anteriores constituyen, con todas El Castillón se convierte así en un ejemplo so-
sus limitaciones, un esfuerzo de síntesis e interpre- bre el que hacernos preguntas acerca de este tipo
tación cuyo objetivo es comprender mejor el caso de yacimientos. Algunas ya han sido planteadas en
de El Castillón (Santa Eulalia de Tábara, Zamora), los epígrafes anteriores. ¿Cuál es la cronología de
que se presenta en los siguientes capítulos. Sobre ocupación de este lugar? ¿Estamos ante una ini-
este yacimiento existen algunos trabajos parciales. ciativa elitista? ¿Sus pobladores eran una pobla-
Sin embargo, el objetivo de este libro es aportar ción campesina? ¿Cuál era su conexión con el pa-
una imagen completa de ese asentamiento rural sado prehistórico? ¿Debe entenderse su ocupación
fortificado, con análisis de los diversos materiales en términos de un dominio político superior —re-
y una interpretación. Es un trabajo que pretende gio— o como parte de una estrategia de dominio
dar una información más exhaustiva y de carácter local a partir de la presencia de determinadas eli-
científico y no meramente divulgativo. En tal sen- tes? ¿Qué tipo de producción económica se daba?
tido, suple las carencias de un abordaje excesiva- ¿Qué dominio se pudo haber ejercido desde este
mente compartimentado, además de proporcionar lugar? ¿Qué relaciones existían entre la población
nuevos datos. de El Castillón y otras poblaciones? Muchas de es-
El Castillón ha sido objeto de varias campañas tas cuestiones pueden articular un discurso sobre
de intervención gracias al ímpetu de un conjunto el yacimiento dentro de su contexto. Un ejemplo,
de jóvenes —ya no tanto— investigadores agrupa- sí, pero no un modelo. Como se ha advertido en
dos en la Asociación Zamora Protohistórica. Un repetidas ocasiones en las páginas previas, la di-
esfuerzo desarrollado en unas condiciones siem- versidad era la norma. No se trata de crear una ex-
pre precarias, suplidas con un enorme entusiasmo plicación omnicomprensiva a través de este caso,

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42 IÑAKI MARTÍN VISO

sino de trazar una explicación específica del lugar historia entre dos mundos, Alcalá de Henares, II,
que pueda ser comparada con otras experiencias. pp. 205-222.
Resulta evidente que El Castillón no era lo mismo ARIÑO GIL, E. y DÍAZ, P. C., 2014, La frontera sue-
que Castro Ventosa o que La Cabeza de Navasan- vo-visigoda: ensayo de lectura de un territorio
gil, aunque todos estos sitios formen parte de una en disputa, R. Catalán, P. Fuentes y J. C. Sastre
misma categoría analítica, válida siempre y cuando (eds.), Las fortificaciones en la tardoantigüedad.
nos sirva para comprender procesos y fenóme- Élites y articulación del territorio (siglos v-viii
nos del pasado. Pero también un ejemplo que debe d.C.), Madrid, 2014, pp. 179-190.
ayudarnos a formular nuevos interrogantes que BALIL, A., 1970, La defensa de Hispania en el Bajo
enriquezcan la investigación sobre unos siglos de Imperio: amenaza exterior e inquietud interna,
cambio, tan poco conocidos y tan apasionantes. Legio VII Gemina, León, pp. 601-620.
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