Exp Espirit Luis Fajardo
Exp Espirit Luis Fajardo
Exp Espirit Luis Fajardo
II Parte – La Santidad
La Gracia en la Biblia
En el Nuevo Testamento significa favor divino, benevolencia
Jaris Gratia
gratuita y misericordiosa de Dios hacia los hombres, que se nos ha
(griega) (latin)
manifestado y comunicado en Jesucristo.
Recibida de Dios como don: el Nos libra del pecado y nos da la Energía divina (ilumina y mueve
Padre nos ha hecho «gratos en filiación divina. – hombre). Por ella podemos
su Amado» (Ef 1,5-6). (Rm 5,1-2). negar el pecado del mundo y
vivir santamente. (Tit 2,11-13).
Por ella Cristo nos asiste, En la gracia, nuestra debilidad Es también una energía estable
comunicándonos se hace fuerza que potencia para ciertas
sobreabundantemente su (2 Cor 12,9-10). misiones y ministerios (Rm 1,5).
Espíritu (Rm 5,20).
Escuela Diaconal Toribio Maya Sarmiento 02
La Gracia Santificante
La gracia es una cualidad sobrenatural inherente a nuestra alma que, en Cristo y por la
comunicación del Espíritu Santo, nos da una participación física y formal, aunque análoga y
accidental, de la misma naturaleza de Dios.
La gracia increada es Dios mismo en cuanto que se nos autocomunica por amor, y habita
en nosotros como en un templo.
La gracia creada: es un don creado, físico, permanente, que Dios nos concede, y que
sobrenaturaliza nuestra naturaleza humana.
La Gracia Santificante
La gracia es vida en Cristo
Tenemos acceso a la vida de la gracia si nos unimos a Cristo y permanecemos en él.
(1 Cor 12,12s) “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que
Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del
Espíritu, expresando realidades espirituales”.
«Toda la humanidad de Cristo, tanto su alma como su cuerpo, influye en los hombres, en sus
almas y en sus cuerpos: principalmente en sus almas y secundariamente en sus cuerpos»
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La Gracia Santificante
La gracia es un don creado, por el que Dios sana y eleva al hombre a una vida sobrenatural
Es gracia sanante, que cura al hombre del pecado, y elevante, que implica un cambio
cualitativo y ascendente, un paso de la vida meramente natural a la sobrenatural. Implica,
un cambio no sólo en el obrar, sino antes y también en el ser.
(2 Cor 5,17) “Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo”.
(Col 3,10) “y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su
Creador”.
(1 Cor 15,47) “El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del cielo”.
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La Gracia Santificante
La gracia nos hace hijos de Dios
«Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios, y lo seamos»
(1 Jn 3,1). El Padre, por Cristo, nos comunica el Espíritu Santo, que nos hace hijos en el Hijo. De
este modo nos es dado realmente volver a nacer, nacer de Dios, participar de la naturaleza
divina.
(Rm 8,17) “Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él
glorificados.”.
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Virtudes
Las virtudes sobrenaturales son hábitos operativos infundidos por la gracia de Dios en las
potencias del alma
Las dispone a obrar según la razón iluminada por la fe y según la voluntad fortalecida por la
caridad.
Son como músculos espirituales, que Dios pone en el hombre, para que éste pueda realizar
los actos propios de la vida sobrenatural al «modo humano».
Las virtudes sobrenaturales, infusas, se distinguen por su esencia de las virtudes naturales.
Pueden ser adquiridas por ejercicios meramente naturales, las sobrenaturales son infundidas
por Dios.
La regla de las virtudes naturales es la razón natural, la conformidad con el fin natural, las
sobrenaturales se rigen por la fe, y su norma es la conformidad con el fin sobrenatural.
Las virtudes naturales no dan la potencia para obrar, sino la facilidad; las sobrenaturales dan
la potencia para obrar, y normalmente la facilidad.
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Virtudes Teologales
Las virtudes teologales –fe, esperanza y caridad– son potencias operativas por las que el
hombre se ordena inmediatamente a Dios como a su fin último sobrenatural.
La Fe
La fe cree, y creer es «acto del entendimiento, que asiente a las verdades divinas bajo el
impulso de la voluntad, movida por la gracia de Dios» .
Santo Tomas
El acto de la fe no es posible sin la gracia, y sin que la voluntad impere sobre el entendimiento
para que crea.
(Rm 10,10) “Con el Corazón se cree para alcanzar la justicia”.
El cristiano es ante todo un creyente: «El justo vive de la fe» (Gál 3,11).
La vida cristiana tiene su principio en la fe. «Sin fe es imposible agradar a Dios» (Heb 11,5-6).
La fe es «columna y fundamento de la verdad» (1 Tim 3,15).
La fe da fuerza para vencer al mundo. Ella es roca firmísima sobre la que el hombre ha de
edificar su casa, y no tiembla con ninguna duda.
«Los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa
justa para cambiar o poner en duda esa misma fe» (Dz 3014).
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La Esperanza
Infundida por Dios en la voluntad, por la que confiamos con plena certeza alcanzar la vida
eterna y los medios necesarios para llegar a ella, apoyados en el auxilio omnipotente de Dios.
Pone en el hombre un deseo confiado, incesante, ardoroso, estimulado por la misma caridad;
no un deseo amargo, temeroso, desesperado, sino confiado en las promesas de Cristo, en el
amor misericordioso del Padre, en la omnipotencia benéfica del Espíritu Santo
La esperanza nos libra de la fascinación de las criaturas visibles, y nos levanta el corazón a
los bienes invisibles, que no son transitorios, sino eternos.
Sin la esperanza la vida cristiana pierde todo vigor, más aún, se hace absurda.
Un vida cristiana comprensible a los ojos de la naturaleza es sospechosa, es falsa, traiciona la
esperanza teologal.
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La Esperanza
Los cristianos estamos en este mundo como «forasteros y peregrinos».
(1 Pe 2,11) “Queridos, os exhorto a que, como extranjeros y forasteros, os abstengáis de las apetencias carnales que combaten
contra el alma”.
Nuestra vida debe ser tal que sólo halle explicación en la esperanza de la vida eterna.
La esperanza cristiana es audaz, se atreve a todo, transciende ampliamente los bienes de
este mundo y se lanza hacia el otro; es cierta, inalterable, sabe «esperar contra toda
esperanza»; es paciente, y todo lo supera; es gozosa, alegra la vida.
La Caridad
Infundida por Dios en la voluntad, por la cual amamos a Dios con todo el corazón y al prójimo
como a nosotros mismos.
(Mt 22,37-39) “El le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el
primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
(Rm 5,5) “Y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha
sido dado”.
(1 Cor 13,13) “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad”.
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Virtudes Morales
Las virtudes morales sobrenaturales son hábitos operativos infundidos por Dios en las potencias
del hombre para que todos los actos cuyo objeto no es Dios mismo, se vean iluminados por la
fe y movidos por la caridad, de modo que se ordenen siempre a Dios.
Estas virtudes, no tienen por objeto inmediato al mismo Dios (fin), sino al bien honesto (medio),
que conduce a Dios y de él procede, pero que es distinto de Dios.
La tradición judía y cristiana, como la filosofía natural de ciertos autores paganos, ha señalado
como principales cuatro virtudes cardinales.
Virtudes Morales
Cuatro potencias hay en el hombre que al revestirse del hábito bueno de estas cuatro virtudes,
quedan libres de las cuatro enfermedades que a causa del pecado sufren:
La Prudencia
Virtud que Dios infunde en el entendimiento práctico para que, a la luz de la fe, discierna y
mande en cada caso concreto qué debe hacerse u omitirse en orden al fin último sobrenatural.
Cristo nos quiere «prudentes como serpientes y sencillos como palomas». (Mt 10,16)
San Pablo: «Esto pido en mi oración, que vuestra caridad crezca en conocimiento y en toda
discreción, para que sepáis discernir lo mejor». (Flp 1,9-10)
Los espirituales antiguos apreciaban mucho la diácrisis, que permite al asceta guiarse a sí
mismo y aconsejar bien a otros.
“El prudente, por el contrario, es el hombre que por ser humilde anda en la verdad: estudia o consulta lo que ignora, aprende con la
experiencia, actúa con oportunidad y circunspección. Tiene sabiduría”.
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La Justicia
Virtud sobrenatural por la que Dios infunde a la voluntad, la inclinación constante y firme de dar
a cada uno lo que en derecho es suyo.
Santo Tomas
El cristiano por la justicia hace el bien (debido a Dios y al prójimo) y evita el mal (que ofende
a Dios o perjudica al hermano).
“Regula los derechos y deberes “Reparte bienes y cargas, “Inclina al individuo a contribuir
de los ciudadanos entre sí, derechos y deberes entre los al bien común de la sociedad
dando o exigiendo a cada uno lo individuos”. como es debido”.
suyo”.
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La Fortaleza
Virtud infundida por Dios en el apetito irascible, vigorizándole para que no desista de procurar
el bien arduo, ni siquiera por los mayores peligros.
Ataca y resiste, cohíbe los temores atacando y modera las audacias resistiendo.
Asiste al apetito irascible en cuanto está sujeto a la voluntad, y asiste también a ésta por
redundancia.
El acto máximo es el martirio, por el cual el cristiano confiesa a Cristo con cruz y con muerte.
La Templanza
Virtud sobrenatural infundida por Dios en el apetito concupiscible para moderar su inclinación
a los placeres.
Su desarrollo es imprescindible, ya que el hombre no puede ejercitar sus virtudes más altas
en tanto sufre el lastre de una sensualidad desordenada.
La purificación moderada del sentido es fase previa y necesaria para el vuelo del espíritu.
La Templanza
Otras virtudes derivadas:
Abstinencia y
Sobriedad
“Regulan en la fe el consumo de
comida y bebida”.
Clemencia Castidad
Mansedumbre Humildad
Son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma
Para que la persona pueda recibir así con prontitud y facilidad las iluminaciones y mociones
del Espíritu Santo. Dice el Catecismo, «hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud
a las inspiraciones divinas» .
Sabiduría
Es la gracia de poder ver cada cosa
Nos mantiene en el debido respeto frente con los ojos de Dios. Nos ilumina para aceptar las verdades
a Dios y en la sumisión a su voluntad. reveladas por Dios
Nos vuelve valientes para enfrentar las Nos ayuda a discernir los caminos y las
dificultades de la vida cristiana. Dones del opciones en nuestra vida.
Espíritu
Fortaleza Consejo
Santo
El don de fortaleza brilla, sobre todo, en la #1831 Nos conduce a dirigir nuestra mirada interior
vida de los mártires. hacia Jesús, como modelo de actuar
Piedad Ciencia
Vínculo que da sentido a nuestra vida y Nos enseña a ver la belleza de la
nos mantiene firmes, en comunión con Él. creación de Dios.
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Diferencia entre
Dones Virtudes
Gracias Actuales
Son cualidades fluidas y transeúntes causadas por Dios en las potencias para que obren o
reciban algo en orden a la vida eterna.
La gracia suficiente nos mueve a obrar, y sin ella no podríamos nada, pero podemos
resistirla; en cambio la gracia eficaz mueve de tal modo a la acción nuestras facultades que
infaliblemente se produce el acto querido por Dios.
Hay gracias internas, por las que Dios actúa en el alma o en la actividad de sus potencias, y
gracias externas, como libros, predicaciones, ejemplos, a través de las cuales influye Dios en
el hombre.
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Crecimiento y Penitencia
Quitar el pecado es lo primero para crecer en la gracia de Dios.
Para crecer en la gracia, lo primero es quitar el pecado, en el hay culpa, pena eterna y pena
temporal. Logrado el perdón se quita la culpa, la pena eterna, pero queda la pena temporal;
las consecuencias de pecado, debilitamientos morales, malas inclinaciones, dolores, tristezas.
Para crecer en gracia es preciso librarse no sólo de las culpas, sino también de las
consecuencias del pecado que dificultan, a veces ese crecimiento deseado.
Las obras hechas con más amor son las más libres y meritorias
Lo que hacemos por amor lo hacemos con la máxima voluntariedad.
«Uno que tiene un hábito encuentra dificultad en el obrar y, por consiguiente, no siente
deleite ni complacencia en ejercitarlo, a causa de algún impedimento de origen accidental
–el que posee un hábito de ciencia y padece dificultad en entender, por somnolencia o
alguna enfermedad–. (Santo Tomas).
Identificar sin más grado de virtud y grado de ejercicio en obras trae perturbaciones en la
vida espiritual, (discernimientos erróneos, exhortaciones vanas, correcciones inoportunas).
Ej. un hombre con gran espíritu de oración (virtud como hábito), que por lo que sea tiene
muy poca capacidad para ejercitarla en actos concretos (ratos largos de oración), puede,
«atormentar el alma a lo que no puede» (Santa Teresa).
«Hay muchas almas que piensan no tienen oración y tienen muy mucha, y otras que tienen
mucha y es poco más que nada» (San Juan de la Cruz).
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Por lo demás, esta doctrina va siendo tan comúnmente recibida, que la Iglesia la integra hoy
en su Catecismo. En él enseña, en efecto, que los dones del Espíritu Santo «completan y
llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben» (n.1831).
Crecimiento y Sacramentos
La fe de la Iglesia nos enseña que los sacramentos «contienen la gracia que significan» con sus
ritos sensibles, y «confieren la misma gracia a los que no ponen óbice».
La Iglesia, quiere que los fieles «en la recepción de los sacramentos, crezcan en la gracia».
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Las gracias externas más ciertas y eficaces son los sacramentos, la predicación de la palabra
de Dios, y en general todas las cosas dispuestas en la vida de la Iglesia con una ordenación
más inmediata a la santificación, (catequesis, dirección espiritual, grupos de formación, etc.).
La santidad en la Biblia
Sólo Dios es santo La sagrada Escritura afirma reiteradas veces que la santidad, esa condición
espiritual, majestuosa y eterna, es exclusiva de Dios, tiene los rasgos ontológicos propios de la
naturaleza divina. Dios es santo, sólo él es santo. (Lev 11,44; Is 6,3; 40,25; Sal 98)
(Jn 17,19) “Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad”.
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Elevación ontológica
La santificación instaurada por la fe en Cristo consiste primariamente en una elevación
ontológica los cristianos somos realmente «hombres nuevos», «nuevas criaturas», «hombres
celestiales», «nacidos de Dios», «nacidos de lo alto», «nacidos del Espíritu».
Deificación
Jesucristo santifica al hombre deificándole verdaderamente por la comunicación del Espíritu
Santo y de su gracia. «Lo que nace de la carne es carne, pero lo que nace del Espíritu es
espíritu» (Jn 3,6).
Nosotros somos hijos de Dios porque en Cristo hemos renacido verdaderamente «del agua y
del Espíritu».
«Es necesario que sólo Dios deifique, comunicando el consorcio en la naturaleza divina por
cierta participación de semejanza» (Santo Tomas).
Cristo «se hizo Hijo del hombre por nosotros, y nosotros somos hijos de Dios por él»
Espiritualización
La santificación del hombre implica un dominio del alma sobre el cuerpo pero principalmente
consiste en el dominio del Espíritu Santo sobre el hombre, en alma y cuerpo. .
Alma y Cuerpo
La razón y la fe conocen que hay en el hombre una dualidad entre alma y cuerpo (soma y
psykhé). El hombre es la unión substancial de dos coprincipios, uno espiritual y otro material.;
para designar este elemento (espiritual) la Iglesia emplea la palabra alma, consagrada por
el uso de la Sagrada Escritura y de la tradición.
Espíritu y Carne
La más importante la dualidad que hay en el cristiano entre carne y espíritu (sarx y pneuma).
El cuerpo debe ser conducido por el alma. Pero la vocación cristiana lleva a una altura
mayor: a que el hombre entero, en alma y cuerpo, sea conducido por el Espíritu Santo.
El cristiano perfecto es hombre espiritual, ya que «el que se une al Señor se hace un solo
espíritu con él» (1 Cor 6,17).
Dios santifica al hombre para que supere sus límites de pecador, su condición de criatura. El
conflicto principal en la vida ascética, la docilidad del hombre al Espíritu divino. El hombre
carnal se niega a ser hombre espiritual. El hombre-humano se resiste a ser hombre-divino.
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Santidad Ontológica
El cristiano es santo porque ha nacido de Dios, que es Santo.
El Padre, por la generación, comunica al hijo su propia vida, que es santa.
Los hijos de Dios son santos, caritativos, fuertes, porque Dios es santo, es caridad, es fuerte. Si
luego el cristiano vive «según el Espíritu, y no según la carne» vive según su ser; pero si vive
según la carne, es decir, «a lo humano» (1 Cor 3,3), se degrada y corrompe.
Dios, fuente de vida, comunica en la creación (por naturaleza) diversos niveles de vida,
Vegetativa, animal, humana. La vida humana integra las otras, y lo hace en una síntesis
cualitativamente superior, caracterizada por la razón y el querer libre de la voluntad. Lo
humano perfecciona lo animal y vegetativo, no lo destruye.
La santificación ontológica del cristiano ha de producir en él una progresiva santificación psicológica y moral. Esto es
crecer en la gracia, crecer en Cristo.
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Menosprecio de la santidad
Hay numerosos errores sobre la naturaleza verdadera de la santidad cristiana, y un
menosprecio generalizado hacia la misma. Cualquier cosa interesa más a los hombres.
El pecado es la forma principal de despreciar la santidad. ¿En qué tiene la gracia de Dios el cristiano que peca?... Así dice
San León Magno: «¡Reconoce, cristiano, tu dignidad! y, hecho participante de la naturaleza divina, no quieras degradarte
con una conducta indigna y volver a la antigua vileza. ¡Recuerda quién es tu cabeza y de qué cuerpo eres miembro!» .
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Amor a la Santidad
Daríamos por plenamente realizada la vida de un científico que, tras muchos años de
trabajo, lograra hacer de un mono, de uno solo, un hombre.
Toda la vida de un sacerdote merece la pena con que un hombre se haga cristiano.
la vida de gracia de cualquier cristiano, aunque no diera fruto alguno en otros –cosa
imposible–, es una existencia indeciblemente valiosa, le vaya en este mundo como le vaya.
Santo Tomás enseña que «la obra de la justificación de un pecador, puesto que produce el bien eterno de la
participación divina, es mayor que la creación del cielo y de la tierra, que son bienes de naturaleza,
mudables.
El bien de gracia de uno solo es mayor que el bien de naturaleza de todo el universo».
Escuela Diaconal Toribio Maya Sarmiento
MUCHAS GRACIAS