Los ciclos escriturarios. La escritura romana
Los ciclos escriturarios. La escritura romana
Los ciclos escriturarios. La escritura romana
La escritura romana
2.1. INTRODUCCIÓN
La terminología paleográfica es una materia muy problemática que está todavía por
solventar. Desde el punto de vista de la nomenclatura, las escrituras mejor estudiadas
corresponden a la época romana, gracias especialmente a la labor de J. Mallon en su
valiosa y reconocida obra Paléographie Romaine (1952). Para épocas posteriores son
muy válidos los trabajos de Bischoff, Battelli y Lieftinck en el campo de la escritura
libraria, así como su aplicación en España por parte de los profesores Millares Carlo y
Canellas. Con respecto a la escritura documental, apenas existen estudios sobre
nomenclatura, siendo el de Bartoloni uno de los mejores ensayos de carácter general (La
nomenclatura delle scritture…).
Para dividir en períodos el ámbito de la escritura latina los tratadistas han seguido
diversos criterios: cronológicos, culturales, morfológicos, geográficos, etc… Cualquiera
de ellos, por sí solo, no tiene una validez plena, sólo una combinación acertada de los
mismos puede dar una clasificación eficaz y operativa. Por ejemplo, autores como
Steffens (1929), Cencetti (1956) o Bischoff (1985), basándose en criterios gráficos,
distribuyen la escritura en seis períodos o ciclos paleográficos:
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Este es el criterio que vamos a seguir para nuestro estudio.
Durante la etapa histórica señalada se pueden señalar tres épocas para la escritura: ciclo
arcaico de la escritura romana (ss. VII-III a. C.), ciclo clásico (ss. II a. C. -III d. C.) ciclo
nuevo (ss. III-VII d.C.).
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el Alfabeto de Lanuvium (ss. VI-V a.C.), un pie de copa, que fue sacado a la luz en 2004.
Contiene un alfabeto latino evolucionado, en el que se aprecian las letras L, M, N, O, P,
Q, R, S, T, V, X.
Hay un vacío de testimonios gráficos desde el s. VI hasta el s. III a.C., quizá relacionado
con la desaparición del mundo etrusco. A partir de finales del siglo III a. C. empieza a
escribirse más en Roma y, por lo tanto, también a leerse más.
Hasta la primera mitad del s. III a.C. la escritura todavía mantuvo un aspecto muy arcaico:
alineación vacilante de los signos, que son de módulo desigual y de irregular trazado. A
partir de la segunda mitad entra en un proceso cambiante que irá tendiendo a la
normalización y canonización. Las inmensas conquistas hacían necesaria una
administración bastante perfeccionada, y la explotación económica de las provincias
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inevitablemente dio lugar a una nueva clase de comerciantes y empresarios que
necesitaban la escritura para el desempeño de su profesión. Es el momento del ciclo
clásico de la escritura romana. Recibe este nombre por haber servido esta escritura de
principal vehículo y medio transmisor de la cultura clásica. Su trazado admite, en un
primer grupo, dos modelos principales, escritura cuadrada y escritura rústica. Estos
modelos se emplean más en inscripciones que en códices.
Procede de la capital clásica, pero con formas más caligráficas, a imitación de la escritura
monumental epigráfica. Su módulo es geométricamente perfecto, con letras en ángulos
rectos y arcos cercanos a la circunferencia. Los Virgilios Augusteus y Sangallensis serían
los códices prototipo de esta escritura.
A partir del s. I a.C. hay una absoluta uniformidad del módulo y una geometrización
perfecta en ángulos rectos, produciendo una sensación de armonía y elegancia. El campo
propio está formado por inscripciones, más o menos solemnes y monumentales
(honoríficas, dedicatorias, conmemorativas, fúnebres). Las fuentes en que puede
estudiarse son muy diversas, por contenido y soporte: mármol, bronce, paredes, papiro
(Herculano, Oxyrinchus), pergamino.
No debemos pensar en una connotación negativa o despectiva por el uso del adjetivo
«rústica». Las grafías en este tipo de escritura son más estrechas y alargadas; en definitiva,
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más altas que anchas. No presentan un canon gráfico caracterizado por una
geometrización perfecta, con ángulos rectos. Se trata, por ende, de una versión menos
armoniosa de la capital clásica.
Un segundo grupo de este período clásico de la escritura romana estaría constituido por
la escritura cursiva, también llamada común, por ser la empleada en los asuntos
ordinarios y corrientes: correspondencia epistolar, escritos de contabilidad, copias de
obras literarias, etc… Se empieza a usar desde el siglo I y llega al IV de nuestra era. Se
encuentra trazada sobre papiros, tablillas enceradas, grafitos, etc…. De ella deriva un
subgrupo denominado Litterae coelestes o imperial (siglos IV-V), ya que su empleo
estaba restringido a la cancillería imperial.
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• Escritura capital clásica común o cursiva
Se empleó con carácter habitual para recoger textos de uso cotidiano y privado:
correspondencia epistolar, en documentos administrativos, en escritos de
contabilidad, de aprendizaje, sin que falten casos de su empleo en copias de obras
literarias.
• Escritura imperial
Recibe este nombre de imperial o Litterae coelestes porque su uso estaba limitado a la
cancillería imperial: se prohíbe su uso en las cancillerías provinciales por una disposición
de los emperadores Valentiniano y Valente al procónsul de África en el año 367. Algunos
rasgos que destacar son su inclinación a la derecha, el alargamiento de los caracteres y la
abundancia de ligaduras. Destacan los papiros de Paris y Leiden.
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❖ ESCRITURA NUEVA ROMANA (III - VII/IX d.C.)
En el siglo III se produce uno de los mayores cambios del mundo romano: se crea el doble
sistema de mayúsculas y minúsculas. Se cree que la evolución hacia las minúsculas se
dio en el ámbito de la escritura usual. Cuatrilineal, distinto de la capital ángulo,
orientación y trazos finos y gruesos → la morfología es tan diferente que es difícil notar
a simple vista cómo pudo pasarse de un sistema al otro.
Los primeros ejemplos de escritura minúscula libraria denotan una gran influencia
griega, lo que hace suponer que su nacimiento se produjo en Oriente. En Occidente tan
solo tenemos formas minúsculas individuales en alfabetos mixtos (De bellis macedonicis,
Epitome Livii, norte de África). Al igual que sucedió con el códice frente al rollo, es
posible que el cristianismo influyera en la adopción de estos nuevos signos, buscando una
diferenciación gráfica de la tradicional cultura romana pagana transmitida en escritura
capital.
El trazado era más económico (que la cuadrada o la rústica) y su lectura más clara (que
la común).
Cambios técnicos:
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Petrucci, Armando, Lezioni di storia della scrittura latina. Corso Istituzionale di Paleografia, Roma:
Università di Roma, 1985, p. 31.
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• Escritura nueva romana uncial
La escritura nueva romana uncial es una libraria por excelencia. Por su larga duración (ss.
IV-IX) fue en buena medida el vehículo transmisor de la cultura clásica a la Edad Media
latina.
Es una escritura libraria más desenvuelta, fluida, pequeña y fácil de trazar, pero
caligráfica y fácil de leer. Aunque se formó en el período romano, los códices
semiunciales más antiguos, que son los de más perfecta ejecución, pertenecen a una época
frontera con la Edad Media. Encontramos textos de estudio y de lectura de las
comunidades y escuelas eclesiásticas: escritos patrísticos, disposiciones canónicas, reglas
monásticas, también obras literarias de índole varia.
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El alfabeto semiuncial es mixto: mezcla de mayúsculas y minúsculas. La proporción
de las letras de diversa especie y su forma no son siempre iguales, de modo que hay
tipos más cercanos a la minúscula y otros a la uncial.
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- El uso de un cálamo con punta aguda que no permitía la ejecución de claroscuros
como en la libraria, trazada con punta cuadrada u oblicua.
- Rapidez del trazado, con la consiguiente incidencia en el ductus y en el rasgueo
de las letras.
- El hecho de que en el trazo de la cursiva no se levantaba el cálamo de modo regular
ni uniforme a comienzo de cada signo.
- Será clave en el ulterior desarrollo de la escritura latina.
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