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TEMAS

Publicación quincenal de espiritualidad y difusión de la doctrina pontificia

AÑO 1 - N.o 11 ENERO 7 DE 1973

LA PALABRA DEL PAPA

'LIBRANOS DEL MAL": LA REAL


ACCION DEL DEMONIO (ALGO QUE
NO DEBEMOS OLVIDAR)
EVANGELIO

EL BAUTISMO DE JESUS... Y EL
NUESTRO; LOS CAMINOS
DE LA AUTENTICA VOCACION
LITURGIA

NORMAS GENERALES SOBRE EL AÑO


Y EL CALENDARIO LITURGICO
DOCUMENTOS
DIRECTORIO CATEQUISTICO:
ELEMENTOS DE METODOLOGIA
TEMAS Publicación bi-mensual de
espiritualidad y difusión de
la doctrina pontificia.

MONTEVIDEO, 7 DE ENERO DE 1973 ANO 1 - No 11

Directores: Carlos A. Casares Sienra y Eduardo Nnvin Sienra


Publicación editada por IMPRESORA REX S. A. Calle Gaboto 1525,
Teléfonos: 4 88 02 - 49 00 40
Matricula No 1957 (Ministerio de Industria y Comercio • Dirección de Industrias)
Depósito legal No 30439/73
“ Precio de venta al público sujeto a modificación el«* acuerdo a la Ley No 13.720
de 16 de diciembre de 1968” (GOPRIN), $ 150.— el ejemplar.
LA PALABRA DEL PAPA (I) penetra hasta singulares profundi­
dades. A decir verdad, el cuadro
que somos invitados a contemplar
con realismo global es muy hermo­
“Líbranos so. Es el cuadro de la, creación, la
obra de Dios, que Dios mismo,
del mal”: como espejo exterior de su sabidu­
ría y su potencia, admiró en su
La acción belleza sustancial (cf. Gén 1,
10 etc.).
del demonio
LA V ISIO N C R ISTIA N A D EL
CO SM O S Y D E LA VID A ES
“Una de las mayores necesidades T R IU N FA LM E N T E
de la Iglesia es la defensa O P T IM IST A
de aquel mal que llamamos de­
monio”. Con estas palabras, ad­ Es también muy interesante el
virtiendo que no se tomen como
cuadro de la dramática historia de
simplistas, supersticiosas o irrea­
les, comienza el Santo Padre su la humanidad, de la que emerge la
alocución del pasado 15 de no­ historia de la redención, la historia
viembre, en la que se refiere de Cristo, de nuestra salvación, con
al Mal, a la existencia del de­ sus magníficos tesoros de revela­
monio y a la amplitud de su
acción diabólica. ción, de profecía, de santidad, de
vida elevada a nivel sobrenatural,
de promesas eternas (cf. Ef 1, 10).
Si se sabe contemplar bien este
¿Cuáles son hoy las mayores ne­ cuadro, es imposible no quedar
cesidades de la Iglesia? fascinados (cf. San Agustín, Soli­
No os asombre como simplista loquios) : todo tiene un sentido,
o, aún más, como supersticiosa e todo tiene un fin, todo tiene un
irreal nuestra respuesta: una de orden y todo deja entrever una
las mayores necesidades de la Igle­ Presencia-Trascendencia, un Pen­
sia es la defensa de aquel mal que samiento, una Vida y, finalmente,
llamamos demonio. un Amor, de tal modo que el
Antes de aclarar nuestro pensa­ universo, por lo que es y por lo
miento os invitamos a que abráis que no es, se nos presenta como
el vuestro a la luz de la fe sobre una preparación entusiasmante y
la visión de la vida humana, visión embriagadora de algo mucho más
que desde -tal punto de observa­ bello y mucho más perfecto (cf. 1
ción se extiende inmensamente y Cor 2, 9; 13, 12; Rom 8, 19-23).
L a visión cristiana del cosmos y continuo: la que querría el bien
de la vida es, pues, triunfalmente y la que está dirigida al mal, tor­
optimista; y esta visión justifica mento que San Pablo pone en hu­
nuestra alegría y nuestro recono­ millante evidencia para demostrar
cimiento de vivir; por eso, can­ la necesidad y la fortuna de una
tamos nuestra felicidad celebrando gracia salvadora, esto es, de la sal­
la gloria de Dios (cf. el “ Gloria” vación traída por Cristo (cf. Rom
de la misa). 7 ) ; ya el poeta pagano había de­
nunciado este conflicto interior en
LA REA LID A D D EL M AL el corazón mismo del hombre: vi­
deo meliora proboque, deteriora
Pero, ¿es completa esta visión? sequor (Ovidio, Met. 7, 19). H a­
¿Es exacta? ¿No nos importan llamos el pecado, perversión de la
nada las deficiencias que existen libertad humana, y causa profun­
en el mundo, los desajustes de las da de la muerte, porque es una
cosas con respecto a nuestra exis­ separación de Dios, fuente de la
tencia, el dolor, la muerte, la ma­ vida (Rom 5, 12), y después, a
licia, la crueldad, el pecado, en su vez, ocasión y efecto de una
una palabra, el mal? ¿No vemos intervención en nosotros y en nues­
cuánto mal hay en el mundo? Es­ tro mundo de un agente oscuro
pecialmente cuánto mal moral: y enemigo, el demonio. El mal no
un mal que es, al mismo tiempo, es ya sólo una deficiencia, sino
aunque de forma diversa, contra una eficiencia, un ser vivo, espiri­
el hombre y contra Dios. ¿No es tual, pervertido y pervertidor. T e­
quizás un triste espectáculo, un rrible realidad. Misteriosa y pavor
misterio inexplicable? ¿Y no somos rosa.
nosotros, nosotros precisamente, Quien rehúsa reconocer su exis­
los que damos culto al Verbo, los tencia, se sale del marco de la
cantores del Bien, nosotros, los enseñanza bíblica y eclesiástica;
creyentes, los más sensibles, los como se sale también quien hace
más turbados por la observación de ella un principio autónomo,
y por la experiencia del mal? Lo algo que no tiene su origen, como
encontramos en el reino de la na­ toda criatura, en Dios; o quien la
turaleza, donde tantas de sus ma­ explica como una seudo-realidad,
nifestaciones nos parecen denun­ una personificación conceptual y
ciar un desorden. Lo hallamos en fantástica de las causas descono­
el ámbito humano, donde encon­ cidas de nuestras desgracias.
tramos la debilidad, la fragilidad, El problema del mal, visto en
el dolor, la muerte, y algo todavía toda su complejidad y su carácter
peor: una doble ley en conflicto absurdo respecto a nuestra racio­
nalidad unilateral, se hace obsesio­ llama “ dios de este siglo” (II Cor.
nante. Constituye la más fuerte 4, 4 ), y nos pone sobre aviso con
dificultad para nuestra inteligen­ relación a la lucha en la oscuridad
cia religiosa del cosmos. Con ra­ que los cristianos debemos soste­
zón sufrió por ello durante años ner no sólo con un demonio, sino
San Agustín: Quaerebam unde con una terrible pluralidad suya:
malum, et non erat exilus, buscaba “ Vestios, dice el Apóstol, de toda
de dónde provenía el mal, y no la armadura de Dios para que po­
encontraba explicación ( Confes. dáis resistir a las insidias del dia­
V II, 5, 7, 11, etc.; PL 32, 736, blo, que no es nuestra lucha con­
739). tra la sangre y la carne (solamen­
te), sino contra los principados,
LA E X IST E N C IA D EL contra las potestades, contra los
D EM O N IO dominadores de este mundo tene­
broso, contra los espíritus malos
He aquí, pues, la importancia de los aires” (E f 6, 11-12). Y
que asume el tomar conciencia que no se trata de un solo demor
del mal para nuestra correcta coiv nio, sino de muchos, nos lo indi­
cepción cristiana del mundo, de can muchos pasajes evangélicos
la vida, de la salvación. Cristo (Le 11, 21; Me 5, 9 ) ; pero el
mismo nos ha hecho advertir esta principal es uno: Satanás, que
importancia. En primer lugar, en quiere decir el adversario, el ene­
el desarrollo de la historia evan­ migo; y con él muchos, todos cria­
gélica al principio de su vida pú­ turas de Dios, pero degradadas,
blica: ¿quién no recuerda la pá­ pues han sido rebeldes y condena­
gina densísima de significados de dos (cf. Denz Sch. 800-428); to­
la triple tentación de Cristo? Más do un mundo misterioso, trastor­
tarde, en los muchos episodios nado por un drama infeliz del
evangélicos en los que el demonio que conocemos bien poco.
se cruza en el camino del Señor Sabemos, sin embargo, muchas
y aparece en sus enseñanzas (p. e. cosas de este mundo diabólico,
Mt. 12, 4 3). Y, ¿cómo no recor­ que atañen a nuestra vida y a
dar que Cristo, refiriéndose tres toda la historia humana. El de­
veces al demonio como adversario monio está en el origen de la pri­
suyo, lo califica de “príncipe de mera desgracia de la humanidad;
este mundo” ? (Jn 12, 31; 14, 30; él fue el tentador falaz y fatal
16, 11). L a realidad invadente de del primer pecado, el pecado ori­
esta nefasta presencia, aparece se­ ginal (Gen 3; Sab 1, 24). Desde
ñalada en muchísimos pasajes del aquella caída de Adán el demonio
Nuevo Testamento. San Pablo lo adquirió un cierto dominio sobre
el hombre, del que sólo la reden­ A M PLIT U D DE LA
ción de Cristo nos puede liberar. ACCIO N D IABO LICA
Es historia que dura todavía: re­
cordemos los exorcismos del bau­ Este capítulo sobre el demonio
tismo y de las frecuentes referen­ y sobre el influjo que puede ejer-
cias de la Sagrada Escritura y de cer lo mismo en cada persona que
la Liturgia a la agresiva y opri- en comunidades y sociedades en­
mente “ potestad de las tinieblas” teras, o en los acontecimientos, se­
(cf. Le 22, 53; Col 1, 13). Es ría un capítulo muy importante
el enemigo número uno, el tenta­ de la doctrina católica que habría
dor por excelencia. Sabemos así que estudiar de nuevo, mientras
que este ser oscuro y turbador hoy se estudia poco. Algunos pien­
existe realmente, y que actúa to­ san que van a encontrar en los
davía con traicionera astucia; es estudios sicoanalíticos y siquiátri-
el enemigo oculto que siembra cos o en experiencias espiritísticas,
errores y desventuras en la historia hoy por desgracia tan difundidas
humana. Debemos recordar la re­ en algunos países, una compen­
veladora parábola evangélica del sación suficiente. Se teme caer en
trigo y la cizaña, síntesis y expli­ viejas teorías maniqueas, o en te­
cación del carácter ilógico que pa­
rribles divagaciones fantásticas o
rece presidir nuestras contrastan­
supersticiosas. Hoy se prefiere mos­
tes vicisitudes: inimicus homo hoc
trarse fuertes y sin prejuicios,
fecit (M t 13,28). Es el “ homici­
adoptar una actitud positivista,
da desde el principio.. . y padre
aunque después se den crédito a
de la mentira” , como lo define
tantas gratuitas ideas supersticio­
Cristo (cf. Jn 8, 44-45); es el que
insidia sofísticamente el equilibrio sas, mágicas o populares, o, aún
moral del hombre. Es él el encan­ peor, se abra la propia alma — ¡ la
tador pérfido y astuto, que sabe propia alma bautizada, visitada
insinuarse en nosotros por medio tantas veces por la presencia eu-
de los sentidos, de la fantasía, de carística y habitada por el Espí­
la concupiscencia, de la lógica ritu Santo!— a las experiencias
utópica, o de desordenados con­ licenciosas de los sentidos, a aque­
tactos sociales en el juego de nues­ llas deletéreas de los estupefacien­
tro obrar, para introducir en ello tes o también a las seducciones
desviaciones, tan nocivas como ideológicas de los errores de mo­
conformes en apariencia con nues­ da, fisuras éstas a través de las
tras estructuras físicas o síquicas, cuáles el maligno puede fácilmen­
o con nuestras aspiraciones instin­ te penetrar y alterar la mentali­
tivas y profundas. dad humana.
No es que todo pecado se deba de el nombre de Cristo se impug­
directamente a la acción diabóli­ na con odio consciente y rebelde
ca (cf. S. Th. 1, 104, 3 ) ; Pero (cf. I Cor 16, 22; 12, 3 ), allí
sin embargo, es cierto que quien donde el espíritu del Evangelio
no vigila sobre sí mismo con cierto es adulterado y desmentido, allí
rigor moral (cf. Mt 12, 45; Ef 6, donde la desesperación se afirma
11) se expone al influjo del mys- como última palabra, etc. Pero es
terium iniquitatis al que San Pa­ un diagnóstico demasiado amplio
blo se refiere (II Tes 2, 3-12) y y difícil, sobre el que no osamos
que hace problemática la posibi­ ahora profundizar y dar por au­
lidad de nuestra salvación. téntico, pero que sin embargo no
Nuestra doctrina se vuelve in­ carecg de dramático interés para
cierta, oscurecida como está por todas, y al que la literatura mo­
las mismas tinieblas que circun­ derna ha dedicado también pági­
dan al demonio. Pero nuestra cu­ nas famosas (cf. por ejemplo las
riosidad, excitada por la certeza de Bernanos, estudiadas por Ch.
de su múltiple existencia, se hace Moeller, Littér. du X X siècle. I,
legítima con dos preguntas: ¿Exis­ p. 397 ss. ; P. Macchi, II volto del
ten signos, y cuáles son, de la male in Bernanos; cf. además S a ­
presencia de la acción diabólica? tan, Etudes Carmélitaines, Descléé
¿Cuáles son los medios de defensa de Br. 1948). El problema del
contra tan insidioso peligro? mal sigue siendo uno de los más
grandes y permanentes para el
LA A C T IT U D D EL espíritu humano, incluso después
C R IST IA N O : de la victoriosa respuesta que le
V IG ILA R Y M A N TEN ER SE da Jesucristo. “ Nosotros sabemos,
FU ERTE escribe el evangelista San Juan,
que somos (hemos nacido) de
La respuesta a la primera pre­ Dios, mientras que el mundo todo
gunta impone mucha cautela, está bajo el maligno” (I Jn 5, 19)
aunque los signos del maligno pa­ A la segunda pregunta: ¿qué
recen a veces evidentes (cf. Ter­ defensa, qué remedio oponer a la
tuliano, Apol. 23). Podremos su­ acción del demonio?: la respuesta
poner su siniestra acción allí don­ es más fácil de formular, aunque
de la negación de Dios es radical, sea difícil de poner en práctica.
sutil y absurda, allí donde la men­ Podríamos decir: todo lo que nos
tira se afirma, hipócrita y potente, defiende del pecado nos separa,
contra la verdad evidente, allí por ello mismo, del enemigo invi­
donde el amor queda apagado por sible. La gracia es la defensa deci­
un egoísmo frío y cruel, allí don­ siva.. La inocencia asume un as­
pecto de fortaleza. Y todos recor­ 29). Y el Apóstol sugiere la línea
damos además en qué gran medida maestra a seguir: “ No te dejes
la pedagogía apostólica ha simbo­ vencer del mal, antes vence al
lizado en la armadura de un sol­ mal con el bien” ( Rom 12, 21;
dado las virtudes que pueden ha­ Mt 13, 29).
cer invulnerable al cristiano (cf. Con conciencia, pues, de las ad­
Rom 13. 12; Ef 6, 11, 14, 17; versidades presentes en las que se
I Tes 5, 8 ). El cristiano debe ser encuentran hoy las almas, la Igle­
militante; debe vigilar y ser fuerte sia, el mundo, nosotros intentare­
(I Pe 5, 8 ) ; y a veces debe recu­ mos dar sentido y eficacia a la
rrir a algún ejercicio ascético es­ acostumbrada invocación de nues­
pecial para alejar determinadas tra principal oración: “ ¡Padre
incursiones diabólicas; Jesús nos n uestro... líbranos del m al!” .
lo enseña indicando como remedio Que a ello ayude también nues­
“la oración y el ayuno” (M e 9, tra bendición apostólica.

Prevengámonos de un modo especial de la vanagloria y orgullo del


sufrimiento ¡Hasta de éste debemos desconfiar!

Toda vida es una responsabilidad y somos culpables, no tan sólo del


mal que hacemos, sino del bien que no hacemos.

“La tierra está desolada; ¿por qué? Porque no hay quien medite en
su corazón” (Jeremías, X II, 11).

“ Fácil es demoler una casa; es más difícil construirla” (Michel


Quoist).
LA PALABRA DEL PAPA (II)

El auténtico estilo cristiano


En la audiencia general del miércoles 22 de noviembre, Pablo
VI —cuyas palabras transcribimos seguidamente— se refiere
al auténtico estilo eclesial, a las exigencias de la renovación
conciliar y la importancia del sacrificio en la vida cristiana.

En el corazón de la Iglesia arde 15, 7-8), y hacerle recitar, como


siempre, como una lámpara que no el artista en el teatro, una parte fic­
se apaga nunca, un deseo, un deseo ticia que no lo define íntimamente;
común de la Iglesia como pueblo pero la intención estilística del há­
de Dios y como conciencia personal bito tiende no sólo a manifestar me­
de cada miembro de este Cuerpo mís­ diante el aspecto exterior quién es
tico de Cristo; un deseo que invade uno, sino también a conferirle una
la sicología entera de los discípulos conciencia interior de lo que debe
del Señor Jesús y que forma parte ser él mismo.
de todos los afanes y de todos los
programas de reforma y de renovación: EL ESTILO ECLESIAL
el deseo de revestirse de un autén­ PROMOVIDO POR EL CONCILIO
tico estilo cristiano.
Decir estilo es poco; porque la pa­ Por lo que a nosotros nos interesa
labra estilo se refiere al aspecto ex­ ahora, repetimos, la Iglesia y cada uno
terior de una cosa; mientras que en de los fieles debe tener un estilo
nuestro caso estilo significa el resul­ de vida conforme con su fe. Lo he­
tado de un espíritu interior, la au­ mos repetido tantas veces, con las
tenticidad visible de un orden mo­ palabras de San Pablo: el hombre
ral, la expresión de una mentalidad, justo, es decir, el cristiano auténtico,
de una concepción de la vida, de vive sacando de la fe la energía y
una coherencia y una fidelidad que el criterio de su autenticidad (cf.
se nutren desde sus raíces de la Rom. 1, 17).
personalidad profunda y vital de Esto comporta, además de una
quien se manifiesta en su propio “forma” nueva, interior y original,
estilo. sobrenatural, de vida, una cierta efu­
Una vez más nos encontramos con sión de esta interioridad, una cierta
el viejo proverbio: el hábito no hace visibilidad exterior. Y con mayor
al monje. Es verdad. Pero el hábito razón aún dado que precisamente el
de por sí debe distinguir individual Concilio, reavivando en el corazón
y socialmente a aquel que se profesa de la Iglesia y de los fieles que
monje; puede 'ciertamente camuflarlo la componen los dones divinos de
o revestirlo de hipocresía (cf. Mt la verdadera religión bajada del cié-
lo, ha intentado también infundir en LA ILUSIO N DE
la misma Iglesia un mayor grado UNA “ IGLESIA SIN ”
de evidencia, llamándola “sacramen­
to visible” de la unión con Dios Dos óptimos principios, explicados
(Lumen gentium, 1), de la unidad autorizadamente por el Concilio, el
salvífica (n. 9), más aún, de la del aggiornamento, es decir, de la
misma salvación (n. 48; Gaudium propia renovación, y el de la inser­
et spes, 45; Ad gentes, 5). Se quie­ ción en la afanosa y agitada vida del
re, como fruto del Concilio, que mundo contemporáneo, óptimos, deci­
la iglesia sea más reconocible, más mos, y todavía válidos, no siempre
luminosa, con un estilo más de acuer­ han sido bien interpretados y bien
do con sus propias características, aplicados. En algunos ambientes no
con una vida más en consonancia se ha reformado y renovado la fi­
con la conducta delineada y exigida gura ideal de la Iglesia, sino que, al
por su vocación evangélica. menos conceptualmente, se ha defor­
¿Ha tenido éxito este esfuerzo por mado. La fórmula más o menos ra­
hacer aparecer a la Iglesia más con­ dical de la “Iglesia sin” ha relampa­
forme con el estilo, con la conducta gueado para algunos espíritus inquie­
que exige su vocación? ¿Se ha trans­ tos y para muchos desprovistos de
formado, o mejor, se ha reformado suficiente cultura. Es una fórmula
la Iglesia según las exigencias re­ que tiene su historia: herejías y cis­
novadoras del Concilio? Sí; nos pa­ mas se han servido de ella a lo largo
rece que podemos responder afirma­ de los siglos.
tivamente por las numerosas cosas
buenas que precisamente en este in­ LA RENOVACION DE
tento de epifanía de autenticidad y LA IGLESIA Y SU
de credibilidad se han hecho en la INSERCION EN EL MUNDO
Iglesia y que, bien encaminadas ya,
se harán. Lo debemos decir para Se ha intentado, por ejemplo, te­
alabar y animar a aquellos hijos e ner una Iglesia sin dogmas difíciles,
instituciones suyas que con el pre­ eliminando así del tesoro de la fe los
ciso fin de dar a la Iglesia rasgos misterios del pensamiento divino, y
que correspondan mejor a su institu­ reduciendo la realidad de la religión
ción originaria, a su tradición cohe­ revelada a la dimensión de la razón
rente, a su presente misión, han ora­ humana; proceso reductor que, por
do, trabajado, sufrido, con gran espí­ desgracia, continúa aquí y allí va­
ritu en estos diez años transcurridos ciando la doctrina católica de su con­
desde el comienzo del Concilio. tenido y su certeza.
Pero no podemos callar que, al Junto a esta primera Iglesia “sin” ,
mismo tiempo, se han verificado otros ha surgido otra Iglesia sin autoridad
fenómenos, no siempre reducibles al de magisterio ni de gobierno, como
plan prefijado de dar, de restituir, si fuese una Iglesia liberada y hecha
de conservar a la Iglesia el estilo accesible a todos los que la quisieran
puro, espléndido y nupcial (cf. Ef. puramente espiritual e indiferente a
5, 27) del que ella debe revestirse, preceptos morales objetivos y socia­
especialmente en nuestro tiempo, para les. Se ha anhelado de este modo una
ser, como debe ser, esposa amorosa Iglesia fácil, sin configuraciones je­
de aquel Cristo que la ha amado rárquicas, ni jurídicas, una Iglesia sin
hasta dar su vida por ella. obediencia, sin normas litúrgicas; una
Iglesia sin sacrificio. Pero, ¿qué sería tales y civiles de la vida; pero, es­
una Iglesia sin la cruz? tando ya sin Dios, ¿qué vida puede
Sí, hay quien piensa que le puede sostenerse así?
bastar Cristo, pero sin la obligación Hijos y hermanos queridísimos:
de contemplar su cruz ni de admitir conservemos el deseo de una vida
su resurrección, y sin entrar, además, modelada según el estilo cristiano.
en la experiencia sacramental y mo­ El estilo cristiano no siempre es fá­
ral de nuestra participación en este cil; es un estilo exigente, incómodo
misterio pascual y central de muerte a veces y no siempre de moda, lo
y de vida sobrenatural. sabemos bien. Pero recordad que este
estilo no debe ser juzgado sólo por
LA CRUZ EN EL CENTRO lo que quita, sino que debe ser valo­
DE LA VIDA CRISTIANA rado por lo que da. Y si está escul­
pido en nosotros por la ley del sacri­
Hay también quien piensa en com­ ficio, es decir, de la cruz, recordad,
pensar el inmenso vacío que denun­ más aún, experimentad vosotros mis­
cia este residuo de espiritualidad sin mos, la paradoja propia del estilo
redención verdadera y existencial,
adoptando otro “sin”, es decir, eli­ cristiano que consiste en una fusión
singular de freno e impulso, de mo­
minando de la propia vida toda ba­
deración y vitalidad, de dolor y de
rrera, toda distinción con respecto
a la vida del mundo profano; sin fe, gozo al mismo tiempo. La vida pre­
sin esperanza, sin caridad, sin una sente halla en este estilo la expresión
conducta digna y fuerte: confian­ propia más alta y más plena: “Re­
do por el contrario, en las ideolo­ boso de gozo, decía San Pablo, en
gías de los otros y valiéndose todavía todas nuestras tribulaciones” (II Cor
en cierta medida del tesoro de sabi­ 7, 4).
duría humana del Evangelio para Quiera Dios ayudarnos a todos a
hacer del hombre, de sí mismo, de imprimir en nuestra vida moderna un
la propia personalidad y de la socie­ dulce y austero estilo nuevo, el es­
dad misma el ideal, más aún, el tilo cristiano.
ídolo orientador de los procesos men­ Con nuestra bendición apostólica.

“La ausencia del amor quita el color y entenebrece todo lo que


parece al mundo más rico y más alegre”

“Templa tu voluntad, viriliza tu voluntad; que sea, con la gracia


de Dios, como un espolón de acero”
EVANGELIO (Domingo 7 de enero)

“ En aquel tiempo proclamaba Juan: Detrás de mí viene el que


puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle
las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con
Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan
lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vió rasgarse el
cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz
del cielo: — Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.” San Marcos
( 1, 6- 11).

E L B A U T ISM O D E JE SU S
El bautismo de Jesús inaugura su vida pública y contiene en potencia todo
el itinerario que deberá recorrer, hasta alcanzar su plenitud en la Cruz.
Jesús es el primogénito del verdadero pueblo de Dios, la piedra angular de uñ
mundo nuevo.
El sacramento del bautismo coloca al hombre en las condiciones objetivas
de la auténtica comunión con Dios integrándole en la Famiila del Padre.
Por eso los padres piden el bautismo para su hijo, porque quieren para él
algo más que la vida humana, quieren hacerlo entrar en la comunidad de la
Iglesia. Convertirlo en “ cristiano” , unirlo vitalmente a Cristo, depositar en el
niño la misma fe de ellos para que esa fe, como un germen vivo vaya creciendo
poco a poco hasta que tenga edad de comprender y de creer y entonces él mismo
haga su adhesión personal y viviente a Cristo.
Muchos cristianos no tienen la convicción espontánea que el bautismo como
tal debería producir en la persona que lo recibe, movilizando todas sus energías
al servicio del Reino de Dios.
Incluso los que tienen una fe profunda no captan toda su significación y su
alcance concreto en la vida cristiana.
Tan es así que la mayor parte de los cristianos no sienten su entrada en la
Iglesia por la iniciación bautismal, como el momento decisivo de su vida, ese
momento que data verdaderamente el nuevo nacimiento de su integración al
Cuerpo de Cristo. Por otra parte, en nuestros días, y para gran número de gente,
la línea concreta de demarcación entre cristianos y no cristianos no es el bau­
tismo, sino la calidad de una vida vivida bajo el signo del Evangelio. Existe un
gran riesgo de menospreciar ciertas realidades fundamentales de la fe.
La liturgia de este día, puede dar a cada uno la posibilidad de medir el
valor decisivo de su iniciación bautismal.
El bautismo coloca al hombre en las condiciones objetivas de la auténtica
comunión con Dios integrándolo en la familia del Padre.
El efecto capital del bautismo es la unión a Cristo y a su sacrificio eterno,
realizado de una vez para siempre en el gran acontecimiento de la cruz. Es
el sacramento de la fe que imprime definitivamente en el alma del bautizado el
sello del Espíritu y la habilita para construir una vida de fe perfectamente
estructurada y lo obliga a una conversión de vida cada vez más profunda dentro
de la línea de la obediencia total de la que Jesús nos ha dado ejemplo.
No se hace uno miembro de la Iglesia para encontrar en ella solamente
el camino de la salvación propia. La iniciación bautismal implica una respon­
sabilidad misionera universal. Miembro del cuerpo de Cristo, el bautizado está
llamado a ser con Cristo, salvador de la humanidad y de la creación partici­
pando en la misión de la Iglesia.
El objetivo inmediato de la misión no es bautizar, sino conducir al bautismo,
acompañar a los hombres por el camino difícil que va de la no-creencia, a la
fe en Jesucristo.
Por diversas razones muchos hombres no entrarán en la Iglesia aquí abajo,
serán bautizados sin embargo en la muerte si son encontrados fieles a la luz del
Espíritu y a la voz de la conciencia. Pero que los cristianos se convenzan de que
la salvación de todos y de cada uno depende de su fidelidad a la tarea misionera
contraída en el momento de la iniciación bautismal.

Pensar es hermoso; rogar es mejor; amar es todo.

Dios bendice al hombre por haber buscado y no por haber encontrado.

No hay que irritarse contra las cosas, porque a ellas lo mismo les da.

El silencio es un acto de energía; la sonrisa también.


EVANGELIO (Domingo 14 de enero)

En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y fiján­


dose en Jesús que pasaba, dijo: Este es el Cordero de Dios. Los dos
discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió
y al ver que lo seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis? Ellos le contes­
taron: Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives? El les dijo:
Venid y lo veréis. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron
con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron
a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón
y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y lo
llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: Tú eres Simón,
el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro). San
Juan (1, 35-42).

EL CA M IN O D E L A V O CA CIO N

La lección de este relato es muy simple: unos amigos, probablemente Felipe y


Andrés que son también discípulos del Bautista, descubren al Mesías y le siguen.
Este es el origen de su vocación apostólica. E inmediatamente previenen a sus
hermanos o a sus conocidos y suscitan otras dos vocaciones apostólicas: Pedro
y Natanael.
Por consiguiente, tras este relato se encierra toda una teología de la vocación.
La red de relaciones humanas puede contribuir al nacimiento de una vocación:
amistad, conciudadanía, coparticipación de un mismo ideal en torno al Bautista,
fraternidad según la carne, son las circunstancias de la vocación de cuatro discí­
pulos. La vocación no es un llamamiento deshumanizado; adquiere consisten­
cia en las relaciones humanas más naturales y más ordinarias. Y, sin embargo,
la vocación es claramente llamamiento de Cristo: la autoridad con que Cristo
cambia el nombre de Simón, la mirada que Jesús fija en Pedro y que dice mu­
chas cosas, y, sobre todo, el misterioso atractivo que ejerce el Señor sobre los
dos discípulos de Juan Bautista ponen claramente de manifiesto que, por muy
arraigada que esté en lo humano, la vocación es iniciativa de Dios. Así, la
vocación, que es a la vez llamamiento divino y atractivo humano, prolonga en
la vida de cada “llamado” el misterio del Hombre-Dios.
Por encima de esta escena tan sencilla de la vocación de los primeros após­
toles, Juan invita a su lector a desarrollos doctrinales importantes y válidos para
todos los discípulos de Cristo. El relato gira en torno a unas palabras clave:
dos actitudes del discípulo: seguir y buscar, y una triple recompensa: encontrar,
ver y permanecer.
Para Juan, seguir a Cristo tiene una resonancia más escatológica que en los
demás evangelistas: supone poner los medios requeridos para llegar un día donde
“permanece” Cristo. Ahora bien, Cristo vive en una gloria adquirida por medio de
la cruz; es, pues, normal que el discípulo se abrace a su vez a esa cruz para seguir
a Cristo.
La vocación particular del apóstol o la vocación general del discípulo y
del cristiano siguen, al fin, el mismo camino y exigen las mismas disposiciones
de alma y la misma actitud de Dios. El llamamiento de Dios invita a compartir
su vida y su gloria, a permanecer con El; pero el camino que conduce al hombre
a esa gloria pasa necesariamente por la cruz y la muerte de su egoísmo latente.

“Vivir vida interior no significa vivir dentro de sí. Estar recogido no


es estar encerrado”

Hay que considerarse capaz de grandes cosas para tener el deseo


y el valor de realizarlas.

La senda de los preceptos es larga; la de los ejemplos es más corta


y más segura.

No permitáis que pase un solo día sin que, gracias a vosotros, un


rayo de felicidad brille sobre un corazón afligido.
Reflexionar y decidir...
para llegar a ser Hombre

C O R R E S en la vfda, pero la vida corre a tu alrededor y jamás os encon­


traréis cara a cara.
Como que la vida es más fuerte que tú, te arrastra y sigues, y sufres, sin
reaccionar.
Frecuentemente soportas a duras penas tu trabajo:
me han inscrito en este Colegio,
hay que ganarse la vida.
soportas a duras penas tus ocios:
hay que “distraerse” ;
soportas a duras penas tu ambiente:
es la costumbre, todo el mundo hace lo mismo;
soportas a duras penas a tu familia:
no la he escogido yo;
soportas a duras penas tu hogar, a tu mujer, a tu marido, a tus hijos:
les amo de verdad, pero con frecuencia les tolero a regañadientes, es
norm al..
soportas a duras penas tu moral:
hay que obrar así; lo otro “no se estila” ;
soportas a duras penas tu religión:
mis padres me dieron “buenos principios” , no hay motivo para desen­
tenderse de ellos;
te soportas a duras penas:
obras disparándote, tu sensibilidad te empuja, una “idea fija” . . . ;
obras por pasión; la sensualidad, el orgullo, los celos, ciegan. . .
Si la vida te domina sin que logres tú dominarla, no eres un hombre acabado.
-—Frecuentemente, cuando no soportas tu vida, intentas evadirte de ella:
no aceptas la realidad, sueñas con esquivarla, no aceptas tus propios
límites,
no aceptas los fracasos (que son los límites que te impone la vida),
no aceptas a los que te rodean.
Si no afrontas la realidad, si la escamoteas o la esquivas en vez de presen­
tarle cara y servirte de ella, no eres un hombre acabado.
— Con frecuencia te ves forzado a aceptar la vida que se te presenta, y en­
tonces no reconoces la responsabilidad de tus actos:
me veo obligado a ello,
no puedo obrar de otro modo,
no es culpa mía.
Si no eres capaz de asumir la responsabilidad de todos tus actos, serás un niño,
no un hombre acabado.
— Quedarás plenamente acabado cuando hayas decidido detenerte con regu­
laridad para mirar lealmente tu vida, juzgarla con los ojos de tu espíritu y
decidirte en seguida libremente a vivirla.
— El pintor se detiene al pintar y se echa atrás para contemplar su tela.
Detente al obrar y échate atrás para contemplar tu vida.
— No se resignes a vivir ni un solo instante, por corto que sea, sin saber
por qué lo vives, sin haber decidido cómo lo vivirás en adelante.
— Reflexionar sobre la propia vida es tomar posesión de la misma. Toda
tu vida debe llegar a ser auténticamente “tu” vida.
— Vivir la propia vida no es forzosamente obrar de un modo distinto
que el resto del mundo; con frecuencia es todo lo contrario: obrar como todo
el mundo pero porque se ha comprendido que convenía hacerlo y se ha deci­
dido hacerlo así.

— Aunque te veas constreñido a ejecutar tal acción: callar en el Colegio,


firmar a tu hora en la fábrica, obedecer a este superior... detente, refle­
xiona y toma a tu cargo esta obligación.
— Todo cuanto vives, cuando los hombres, los reglamentos, los aconte­
cimientos te lo imponen desde fuera, es aprendizaje; incluso esclavitud, tal vez.
Si decides tu acción o adoptas conscientemente la que se te propone o se te
impone, obras como hombre.
— Sólo los actos humanos te engrandecen, te desarrollan, te vuelven más
hombre.
— Pon reflexión y decisión personal allí donde sólo habría reacción ins­
tintiva, atracción del ambiente, resignación. . .
¡Es la moda!
¡Todo el mundo lo hace!
tal vez; pero juzga por ti mismo.
Te parece bien este film, porque los críticos lo dijeron.
Lees este libro porque obtuvo un premio literario.
Escuchas tal emisión porque es del gusto de todos.
Eres fiel al editorialista porque juzga los acontecimientos a gusto tuyo.
Lees los “ digest” porque te lo dan todo seleccionado;
detente, juzga y decide tú mismo.
— El alimento te aprovecha si lo masticas.
Cada vivencia te enriquecerá, si reflexionas por tu cuenta sobre cada
una de ellas.
— Cuanto más lentamente traspasa el agua el filtro de la cafetera, mejor
es el café.
Dedica un tiempo suficiente a hacer pasar tu vida por el filtro de tu
espíritu y de tu conciencia y tu vida será un éxito.
— Viviendo más personalmente serás cada vez menos un individuo y cada
vez más una persona.
— Si ayudas a otro a reflexionar sobre un film, un artículo, una persona.. .
Si le ayudas a “adquirir conciencia” de una situación concreta, de un
suceso que le atañ e...
Si le ayudas a estar más presente en tal circunstancia de su vida, la en­
grandeces, le desarrollas y le encaminas a Dios; puesto que cada esfuerzo del
hombre para llegar a ser más hombre, le acerca al Padre que le quiere plena­
mente consciente y libre.
— Si con la reflexión, la decisión y la acción consciente, procuras poco
a poco vivir, ya no como autómata, no ya instintivamente o sensiblemente,'
sino como hombre maduro, no te detengas en el camino, sigue hasta el final
tu desarrollo; el Padre te invita a vivir como hijo de Dios.
— Si quieres vivir como hijo de Dios, has de ver tu vida como la ve Dios,
juzgarla como Él la juzga y entregarte como Él desea que te entregues; pero
entonces para llegar a ello necesitas otra luz distinta de la luz natural de tu espí­
ritu; necesitas “ re-visar tu vida” a la luz de la Fe.”
(Michel Quoist)

“Debéis sorprender al mundo por vuestra caridad; es el arma del


cristiano.
Si no puedes dar lecciones, siempre puedes dar ejemplos.
Debemos examinar cuidadosamente nuestra manera de proceder para
con nuestros adversarios. Un adversario parece fácilmente más hostil
y peor de lo que es en realidad” .
LITURGIA (1)

La Liturgia no es la única actividad de la Iglesia


Seguidamente continuamos publicando un análisis de la Cons­
titución sobre la Sagrada Liturgia, del Concilio Vaticano Ií.
Art" 9 “La sagrada liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues
para que los hombres puedan llegar a la liturgia es necesario que antes sean
llamados a la fe y a la conversión: ¿Cómo invocarán a Aquel en quien
no han creído? O ¿cómo creerán en El sin haber oído de El? Y ¿cómo
oirán, si nadie les predica? Y ¿cómo predicarán, si no son enviados?
(Romanos 10, 14-15).
Por eso, a los no creyentes la Iglesia proclama el mensaje de salvación
para que todos los hombres conozcan al único Dios verdadero y a su en­
viado Jesucristo y se conviertan de sus caminos haciendo penitencia (cf.
Juan 17, 3; Lucas 24, 27; Hechos 2, 38). Y a los creyentes les debe pre­
dicar continuamente la fe y la penitencia, y debe prepararlos además para
los sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto mandó Cristo (cf. Mateo
28, 20) y estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y aposto­
lado, para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo,
son la luz del mundo y dan gloria al Padre delante de los hombres” .
Este artículo de la Constitución, tranquilizará sin duda, a los que temen
que de tal manera la liturgia pretenda absorber toda la actividad de la Iglesia, que
se corre el riesgo de lo que califican de “ panliturgismo” . Este número dice no,
“ la liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia” . Es sí su actividad privile­
giada pero también hay otras muchas cosas indispensables que hay que realizar,
entre otras la predicación y el apostolado.
Antes de la liturgia, y para que se pueda llegar a ella, es necesario llamar
a los hombres a la fe. Es la proclamación de la salvación. El preconio o kerigma,
para los no creyentes. “Antes de franquear las puertas del Santuario habrán de
recibir la conversión mediante el anuncio de la buena nueva” . El kerigma pre­
cede a la liturgia y a la catcquesis.
Pero esta proclamación no está reservada sólo a los no creyentes; también
a los creyentes hay que seguir predicándoles la fe y la penitencia y prepararlos
para los sacramentos. Es menester una catequesis doctrinal y espiritual que
aunque está encaminada a la liturgia es diferente de ella.
Primero el kerigma, la buena noticia que llama a todos los hombres, luego
la catequesis para los que acogieron el mensaje y se preparan a vivirlo y después
la vida misma, del misterio proclamado y acogido: “Id pues y haced discípulos
a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado” (Mateo 28, 19-20).
Es la triple actividad de la Iglesia en sus distintas fases que no se excluyen
ni se separan, sino al contrario, se coordinan y aúnan.
Y el artículo termina señalando “ toda clase de obras de caridad, piedad y
apostolado” que por sí mismas manifestarán al mundo la vida que anima a los
fieles y su Culto, en espíritu y en verdad.
Nota: Cfr. La Maison Dieu N? 77. Comentarios sobre la Constitución de la Sagrada Liturgia B.A.C. 238.
LITURGIA (II)

Normas generales sobre el Año


Litúrgico y el Calendario
Acerca de este tema que hoy continuamos desarrollando, su­
gerimos al lector tener presente lo ya publicado anteriormente
en los números 9 y 10 de “Temas”. Se podrá ir logrando así,
una visión de conjunto.

CICLO ANUAL
17. La Iglesia conmemora todo el Misterio de Cristo desde la Encarnación
hasta el día de Pentecostés y hasta la espera de la Venida del Señor, a lo largo
del año.

I. El triduo pascual

18. La obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios,


Cristo la realizó principalmente por el Misterio Pascual, mediante el cual con
su muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida
Por esta razón el santo triduo pascual de la Pasión y Resurrección del Señor es
el centro del año litúrgico. Así como el domingo constituye el núcleo de la
semana, también la festividad de Pascua constituye el núcleo del año litúrgico.
19. El triduo pascual de la Pasión y la Resurrección del Señor comienza
con la misa vespertina del Jueves santo, su centro es la Vigilia Pascual y concluye
con las vísperas del domingo de Pascua.

20. El Viernes santo y —según las posibilidades— también el Sábado santo


hasta la Vigilia Pascual, se guarda en todas partes el sagrado ayuno pascual.
En las primeras horas de la tarde del Viernes santo se celebra la Pasión del
Señor.
21. La Vigilia Pascual en la noche santa en que el Señor ha resucitado,
es considerada como “ la madre de todas las santas vigilias” . La Iglesia espera en
vela la Resurrección de Cristo durante esta vigilia y la celebra sacramentalmente
en los Misterios. Por consiguiente, la celebración de esta santa vigilia debe hacerse
totalmente de noche y terminar antes del alba del domingo.
II. El tiempo pascual
22. Los cincuenta días a partir del domingo de la Resurrección hasta el
de Pentecostés se celebran en la alegría y exultación, como si se tratase de un
solo día de fiesta, o mejor, de un “gran domingo”.
Son los días en que especialmente se canta el Aleluia.
23. Los domingos de este período se consideran como domingos de Pascua,
y después del domingo de Resurrección se los designa como: segundo, tercer,
cuarto, quinto, sexto, séptimo domingos de Pascua. El domingo de Pentecostés
cierra este período de cincuenta días.
24. Los ocho primeros días del tiempo pascual constituyen la octava de
Pascua y se celebran como solemnidades del Señor.
25. La Ascensión del Señor se celebra el "cuadragésimo día después de
Pascua, a no ser que se traslade al séptimo domingo de Pascua, en los lugares
donde no es de precepto (cf. n. 7).
26. Las ferias después de la Ascensión hasta el sábado antes de Pentecostés
inclusive son preparatorias a la venida del Espíritu Santo..

III. El tiempo de Cuaresma

27. El tiempo de Cuaresma se ordena a preparar la celebración de Pascua.


En efecto, la liturgia cuaresmal dispone a los catecúmenos, mediante los diversos
grados de la iniciación cristiana, y a los fieles, mediante la conmemoración del
bautismo y mediante la penitencia, a la celebración del Misterio Pascual.
28. El tiempo de cuaresma va desde el miércoles de cenizas hasta la misa
vespertina del Jueves santo inclusive.

Desde el comienzo de la Cuaresma hasta la Vigilia Pascual no se dice Aleluya


29. El miércoles que comienza la Cuaresma, que es en todas partes día de
ayuno, se imponen las cenizas.
30. Los domingos de este tiempo se llaman: primer, segundo, tercer, cuarto,
quinto domingo de Cuaresma. El sexto domingo, con el que comienza la Semana
santa, se llama “domingo de ramos de la Pasión del Señor” .
31. La Semana santa está destinada a conmemorar la Pasión de Cristo
desde su entrada mesiánica en Jesuralén.
Durante la mañana del Jueves santo, el obispo que concelebra la misa con
su presbiterio, bendice los óleos sagrados y confecciona el santo crisma.

IV. El tiempo de Navidad


32. En la Iglesia, la celebración más antigua después de la del Misterio
Pascual es la memoria del Nacimiento del Señor y sus primeras manifestaciones,
que se realiza en el tiempo de Navidad.
33. El tiempo de Navidad va desde las primeras vísperas de Navidad hasta
el domingo después de Epifanía, o después del 6 de enero, inclusive.
34. La misa de la vigilia de Navidad se celebra en la tarde del 24 de di­
ciembre, antes o después de las primeras vísperas. El día de Navidad, según la
antigua tradición romana, se pueden celebrar tres misas: la de medianoche, de
la aurora y del día.
35. La fiesta de Navidad tiene su octava propia dispuesta de la siguiente
manera:
a. domingo en la octava: fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José
b. el 26 de diciembre:fiestade San Esteban, el primer mártir
c. el 27 de diciembre:fiestade San Juan, apóstol y evangelista
d. el 28 de diciembre:fiestade los santos Inocentes
e. el 29, 30 y 31 de diciembre son días “dentro de la octava”
f. el 1 de enero, octava de Navidad: solemnidad de santa María Madre
de Dios, en que se conmemora también la imposición del santo Nombre
de Jesús.

36. El domingo entre el 2 y el 5 de enero se llama segundo después de


Navidad.
37. La Epifanía se celebra el 6 de enero, a no ser que se transfiera al
domingo situado entre el 2 y el 8 de enero, donde no es de precepto (cf. n. 7).
38. La fiesta del bautismo del Señor se celebra el domingo siguiente al 6
de enero.

V. El tiempo de Adviento

39. El tiempo de Adviento tiene dos características: es a la vez un tiempo


de preparación a las solemnidades de Navidad en que se conmemora la primera
Venida del Hijo de Dios entre los hombres, y un tiempo en el cual, mediante
esta celebración, la fe se dirige a esperar la segunda Venida de Cristo al fin de
los tiempos. El tiempo de Adviento se presenta entonces, por estos dos motivos,
como un tiempo de piadosa y alegre esperanza.

40. El tiempo de Adviento comienza en las primeras vísperas del domingo


que cae el 30 de noviembre, o más próximo a ese día, y se concluye antes de las
primeras vísperas de Navidad.
41. Los domingos de este tiempo se llaman: primer, segundo, tercer y cuarto
domingos de Adviento.
42. Las ferias del 17 al 24 de diciembre inclusive se ordenan más directa­
mente a la preparación de la Navidad.
VI. El tiempo común durante el año
43. Fuera de los tiempos que poseen su característica propia, quedan en el
ciclo anual, 33 o 34 semanas en que no se celebra ningún aspecto particular del
Misterio de Cristo. Con todo, también se celebran en ellas el mismo Misterio de
Cristo en su plenitud, especialmente el domingo. Este período se llama “tiempo
durante el año” .
44. El tiempo durante el año comienza el lunes siguiente al domingo que
cae después del 6 de enero y se continúa hasta el martes anterior a la Cuaresma
inclusive; comienza nuevamente el lunes después del domingo de Pentecostés
y se acaba antes de las primeras vísperas del primer domingo de Adviento.
Por esta causa, se usa una serie de formularios para los domingos y ferias
que se encontrarán en el breviario y en el misal.

VII. Las rogativas y témporas anuales


45. Durante las rogativas y las témporas anuales, la Iglesia acostumbra
orar al Señor por las diversas necesidades de los hombres, en particular por los
frutos de la tierra y el trabajo de los hombres, y dar gracias públicamente.

46. Para que las rogativas y las témporas anuales puedan adaptarse a las
diversas necesidades de lugares y personas, es preciso se ordenen en cuanto al
tiempo y modo de celebración por las Conferencias Episcopales.
Por consiguiente, tenidas en cuenta las necesidades locales, las autoridades
competentes establecerán normas sobre la amplitud de su celebración en uno o
varios días, o sobre su repetición a lo largo del año.
47. Para cada día de estas celebraciones elíjanse entre las misas votivas,
la más adecuada a la finalidad de las súplicas.

Saber callarse es, con frecuencia, discreción, prudencia y un acto


de virtud.

Repitiendo siempre “mañana”, se pierde toda la vida.


L A V IR G E N M A RIA
Y E L A N O LITU R G IC O (II)
Mirada de conjunto en las otras fiestas del Señor, y los
domingos, habla poco de María; pero
En una mirada de conjunto, pode­ aquí también ella está indirectamente
mos decir, que salvo algunos matices, presente. Es siempre la Madre que
según los diversos tiempos del año nos ha dado al Salvador; pensamos
litúrgico, la manera como la liturgia siempre expresamente en ella, en la
romana ve, en el curso de las celebra­ celebración eucarística; la invocamos
ciones, a la Sma. Virgen María, es directamente cada día en la antífona
idéntica. El lenguaje es más bien dis­ marial después de Completas. Y no
creto. La actitud fundamental de la debemos olvidar que durante el año
Iglesia orante está totalmente vuelta
celebramos las fiestas mariales, Anun­
hacia Dios, Padre de Nuestro Señor
ciación, Realeza, Visitación, Asunción,
Jesucristo. Se celebra el servicio divi­
Natividad, su Santo Nombre, los siete
no, en acción de gracias por los he­
chos grandiosos obrados por El, en Dolores, el Rosario, la Maternidad, la
su Hijo Jesucristo, Salvador y Reden­ Presentación, sin contar las celebracio­
tor nuestro, nacido de la Virgen Ma­ nes votivas de los sábados.
ría. Toda acción litúrgica ruega e El culto marial en la liturgia, tuvo
implora al Padre por medio de Je­ también su desenvolvimiento. Los pri­
sús. A veces se dirige inmediatamente meros siglos no conocían las fiestas
a Cristo. Pero es muy raramente que marianas. La misma solemnidad de
en la liturgia del año eclesiástico uno Navidad, no aparece sino hacia el
se dirija inmediatamente a la madre III-IV siglo. Sin embargo la Iglesia
de Dios. La veneramos, hacemos me­ admitió siempre que el Hijo de Dios
moria de ella, la exaltamos por las nacido de una mujer, nos trajo la
maravillas que Dios obró en Ella, salvación.
pero en la oración dirigida al Padre, Podemos distinguir aún en el cua­
para que El se digne concedernos dro global de la liturgia, las diversas
la gracia de la salvación por interce­ fases. Pascua es más discreta que
sión de María, como un día nos la Navidad. Durante todo el año, las re­
dió por el Redentor. laciones con María se presuponen na­
En el tiempo pascual, se utiliza la turalmente, aunque expresamente se
manera clásica despojada, mientras que habla poco de ella. Lo mismo en la
en el tiempo de Navidad, se desen­ celebración del sacrificio de la Misa.
vuelven las formas de veneración ma­ La oración del Breviario da más lugar
ñana, de suerte que este modo puede a la admiración y a la contemplación.
ser definido como la forma clásica de Aunque crece el número de fiestas
la veneración marial en la liturgia marianas propiamente dichas, y se
romana. desarrollan diversas formas privadas
Durante el año, la Iglesia, en la de devoción marial, las celebraciones
celebración del año litúrgico, es decir del año litúrgico, mantienen su reserva,
su simplicidad, y su imponente gran­ todos son llamados, cada uno a su
deza. Y como en esto hallamos la manera.
esencia verdadera de la liturgia, po­ De este modo, en todas las celebra­
demos, muy justamente ver también ciones del año litúrgico, María está
en esto la norma de toda devoción presente en su hijo quien ha tomado
marial. carne de ella; en el recuerdo de la
Lo central es dirigirse al Padre y Iglesia que la conmemora y la celebra
también la mediación del Hijo de para confesar la verdad de la encar­
Dios, tan central, que los grandes mis­ nación del Hijo de Dios; presente
terios de la salvación, obrados por el también en la omnipotencia de Dios;
Padre en Cristo, están totalmente en está como abogada, siempre evidente­
primer plano, y ocupan toda la aten­ mente sometida e insertada en la rea­
ción en el texto, en las lecturas, en lidad de la historia salvífica de la
la oración, en el canto. Pero es pre­ redención de Cristo su Hijo, quien
cisamente ahí, que se define la posi­ nacido de ella, nos rescató en su
ción de María: Jesús es el Hijo de cuerpo a fin de que su Iglesia, recor­
María; ella dio a luz a nuestro Re­ dando su obra de salvación, conduz­
dentor, el vencedor del pecado y de ca a todos los fieles a la participación
la muerte. Ella es la humilde esclava de esta obra para que, semejantes
del Señor, que da su consentimiento, a María, figura de la Iglesia en mar­
que cumple la voluntad del Padre, cha, obedezcan en la fe a la voluntad
que guarda la Palabra de Dios; perse­ del Padre, escuchen y conserven la
vera con paciencia al pie de la cruz; Palabra, perseveren pacientemente
con el alma traspasada por la espada junto a Cristo uniéndose a El en su
del dolor, María es con su Hijo, signo sacrificio, permaneciendo unidos a
de contradicción. En esta posición de María y a los apóstoles en la oración,
servicio, humildemente obediente, la para obtener el don siempre renovado
Virgen Santísima se convierte en fi­ del Espíritu Santo, para que todos
gura de la Iglesia, el ideal y ejemplar aquellos que llenos de esperanza, mue­
de todo verdadero cristiano, símbolo ren en la paz del Señor, puedan un
de las obras maravillosas de Dios día, definitivamente, participar en la
misericordioso que manifestó en ella resurrección de Cristo, donde sabemos
lo que puede la salvación a la que que María, ya desde ahora, triunfa.
De Burkhard Neunheuser O. S. B.
Extractado del capítulo María en
el Año Litúrgico, del libro “ La
Virgen en la oración de la Iglesia” .

No hacer nada, es, a veces, el mayor de los sacrificios y la más fecunda


de las acciones.
L A V ID A D E L A FE
Oh Dios, Creador y Padre de toda vida, Tú nos han regalado la
vida temporal para que en ella crezcamos y nos perfeccionemos. Nos la
has puesto en las manos para que la llevemos rectamente, y un día nos
exigirás cuentas de qué hemos hecho con ella.
Pero, además, nos has regalado otra vida. Esa vida despierta en
el momento que dispone tu gracia, ante el testimonio de tu revelación.
Viene de la eternidad y quien la crea en nosotros es el Espíritu Santo,
el deparador de vida. También esta vida la has puesto en nuestras ma­
nos: la podemos conservar honrosamente, pero igualmente disiparla;
podemos preocuparnos de que crezca y madure, pero también descuidarla
y dejarla arruinarse. Y un día Tú nos exigirás cuentas de qué hemos
hecho con ella.
Hazme conocer siempre, oh Señor, que esta santa vida está en mí.
Haz que permanezca en la convicción de que esta vida es más real que
la que transcurre en el tiempo. Hazme sentir su sabor divino, en que
radica el último sentido de nuestra existencia.
Dame gran empeño en todo lo que toca a la fe. Enséñame a cono­
cer qué necesita para subsistir y poder dar fruto. Acostúmbrame a su
fuerza, pero también a su debilidad. Y cuando con el paso de los años
se transforme mi sensibilidad, y con ella, no el contenido sagrado,
pero sí la forma humana de mi fe, entonces enséñame a comprender esa
transformación y a mantenerme firme en las pruebas que traiga, para
que mi fe crezca de forma en forma y madure como lo has querido Tú,
Ordenador de toda vida. Amén.
Del libro Oraciones Teológicas,
de Romano Guardini.

En Cristo y por Cristo, el misterio de la ALEGRIA es el misterio


de la resurrección.
CATEQUESIS

ELEM EN TO S
D E M ETO D O LO G IA
Esta es la cuarta parte del “DIRECTORIO CATEQUISTICO
GENERAL” elaborado por la Sagrada Congregación del Clero,
de la Santa Sede. Su texto' fue aprobado por Pablo VI
quien el 18 de marzo de 1971 ordenó su publicación. El texto
que venimos dando a publicidad corresponde a la traducción
del documento original en latín, realizada para la edición del
Episcopado Argentino, por el P. José María Del Col, S. D. B.

70. En nuestro siglo los catequistas investigaron a fondo los problemas metodo­
lógicos suscitados por las ciencias psicológicas, didácticas y pedagógicas. Se empren­
dieron, en efecto, estudios sobre el método a emplear en la clase de catecismo;
se indicaron los papeles que corresponden a los métodos activos de la enseñanza
catequística; se investigó en todas sus partes el acto de la catequesis según las
leyes que regulan el arte del aprendizaje (experiencia, imaginación, memoria,
inteligencia); por último se elaboró una metodología diferencial, es decir que
se diferencia conforme a la edad, condiciones sociales y grado de madurez psíquica
de los catequizandos.
Aquí no se consideran todos estos problemas, sino que se exponen tan sólo
algunos puntos, a los que hoy se atribuye gran importancia. Encarar estos pro­
blemas de un modo conveniente y específico en las distintas naciones, será obra
de los varios Directorios y de los demás instrumentos de trabajo.

LA TAREA DEL CATEQUISTA

71. Ningún método, aunque muy garantizado por la práctica, exime al


catequista del trabajo personal de asimilación e igualmente del examen de las
circunstancias concretas y de cierta acomodación a las mismas. En efecto, óptimas
cualidades humanas y cristianas de los catequistas son más aptas para producir
éxitos que unos métodos selectos.
Se ha de asignar mayor importancia a la obra del catequista que a la
selección de textos y de otros instrumentos (cf. AG, 17).
Pero la* excelencia y grandeza de la obra que los catequistas tienen que
prestar, no impide que se deban establecer límites para circunscribir los papeles
de los mismos. Les corresponde a los catequistas el cuidado de elegir y crear
las condiciones oportunas, que son necesarias para que se busque, se reciba y
se investigue más profundamente el mensaje cristiano. Hasta ahí llega la acción
de los catequistas, y ahí se detiene. Pues la adhesión de los catequizandos, que
es fruto de la gracia y de la libertad, no depende en última instancia del cate­
quista; y, por lo tanto, es preciso que la oración acompañe la acción catequística.
Esta advertencia se impone por sí sola, pero es útil, no obstante, recordarla en
las condiciones actuales, porque hoy mucho se requiere del ingenio y del genuino
espíritu cristiano del catequista, y al mismo tiempo se lo urge a guardar el
mayor respeto posible hacia la libertad y “creatividad” de los catequizandos.

METODO INDUCTIVO Y DEDUCTIVO

72. El método inductivo ofrece grandes ventajas.


Su tarea consiste en la presentación, consideración y examen de hechos
(tales como los sucesos bíblicos, los actos litúrgicos, la vida de la Iglesia y la
vida diaria), a fin de que en ellos se reconozca el significado que tienen en el
misterio cristiano. Este método concuerda con la economía de la revelación y,
entre otros, con ese proceso fundamental del espíritu humano, que a partir de
las cosas visibles llega a las inteligibles; concuerda, además, con la nota propia del
conocimiento de la fe, que es el conocimiento a través de signos.
El método inductivo no excluye, al contrario, postula también el método
deductivo, al que corresponde explicar y describir los hechos partiendo de sus
causas. Pero la síntesis deductiva muestra su pleno vigor sólo si antes se ha
realizado el proceso inductivo.

LAS FORMULAS

73. Las ventajas del método inductivo, que son principalmente el ejercicio
activo de las facultades espirituales y una constante relación a las cosas concretas
en la explicación de los conceptos intelectuales, de ninguna manera deben con­
ducir al olvido de la necesidad y utilidad de las fórmulas.
Las fórmulas permiten expresar con exactitud los pensamientos, son aptas
para una recta exposición de la fe y, aprendidas de memoria, favorecen una es­
table posesión de la verdad. Finalmente, hacen que entre los fieles cristianos
pueda emplearse un modo común de hablar.
Por lo general, las fórmulas se proponen y explican una vez que la lección
o investigación ha llegado a una síntesis.
Entre todas, se han de elegir esas fórmulas que, expresando fielmente la
verdad de la fe, se acomodan al alcance de los oyentes. No hay que olvidar que
las fórmulas dogmáticas son una verdadera profesión de la doctrina católica y
que por consiguiente, en cuanto tales, los fieles tienen que aceptarlas en el sentido
con que las entendió y entiende la Iglesia (cf. Conc. Vat. I, Const. dogm.
Dei Filius, Dz. - Sch., n. 3020, 3043). Se deben enseñar con esmero las fórmulas
tradicionalmente empleadas para profesar la fe y orar, como el Símbolo de los
Apóstoles, la oración del Señor, la salutación angélica y otras semejantes.
LA EXPERIENCIA
74. a) La experiencia origina preocupaciones y problemas, esperanzas y
ansiedades, reflexiones y juicios, que convergen en cierta voluntad de regular
el comportamiento humano.
Por ello, la catcquesis tiene que cuidar de que los hombres presten atención
a sus experiencias de mayor importancia, tanto personales como sociales; e igual­
mente es cometido suyo poner bajo la luz del Evangelio las cuestiones que derivan
de las mismas, de suerte que se suscite en ellos el recto deseo de transformar
su conducta.
Por esta razón, la experiencia también logra que el hombre se porte activa­
mente hacia el dón de Dios.
b) La experiencia puede favorecer la inteligibilidad del mensaje cristiano.
El mismo Cristo predicó el Reino de Dios ilustrando su naturaleza con
parábolas sacadas de la experiencia de la vida humana. Evocó ciertas situaciones
humanas (del mercader que efectúa un buen negocio, de los siervos que hacen
fructificar en mayor o menor grado los talentos que les fueran dados, etc.) para
explicar las realidades escatológicas y trascendentes, y enseñar, en consecuencia,
la forma de vivir que esas realidades nos piden.
Así ocurre que la experiencia sirve para explorar y asimilar las verdades
contenidas en el depósito de la revelación.

c) La experiencia, en sí misma considerada, tiene que ser iluminada por


la luz de la revelación. La catcquesis debe ayudar a los hombres a investigar,
interpretar y juzgar sus experiencias, y asimismo a conferir un sentido cristiano
a la propia existencia, trayendo a su mente la acción de Dios que obra nuestra
salvación.
Desde este punto de vista, la experiencia viene a ser como el objeto que
el catequista ha de interpretar e iluminar. No es lícito dejar a un lado este
cometido, por más que no carezca de dificultades.

ESTIM ULO DE LA ACTIVIDAD


O CREATIVIDAD DE LOS CATEQUIZANDOS
75. Cualquier enseñanza humana y cualquier comunicación verdadera re­
quieren, antes que nada, que se vuelva posible y se excite una acción interior
en aquel a quien se dirigen. En la catequesis, por lo tanto, se ha de suscitar la
actividad de la fe (también de la esperanza y de la caridad), pues la rectitud
y el vigor del juicio que se deben excitar por una enseñanza activa, sirven aquí
para aceptar la palabra de Dios. La confianza que alienta a la educación activa,
nunca debe inducir a olvidar que el acto de fe implica necesariamente la conversión
del sujeto.
Hechas estas observaciones, es obvio que el procedimiento activo de la cate­
quesis armoniza plenamente con la economía de la revelación y salvación. Una
pedagogía tpie favorezca la respuesta activa de los catequizandos, se ajusta al
estado general de la vida cristiana, en la que los fieles cristianos responden de
una manera activa al dón de Dios rezando, participando en los sacramentos y
la sagrada Liturgia, asumiendo funciones en la Iglesia y en la vida social, prac­
ticando la caridad.
Los catequizandos, especialmente si son adultos, pueden contribuir en forma
activa al progreso de la catcquesis. Por eso, es menester preguntarles cómo en­
tienden el mensaje cristiano y cómo saben explicarlo con sus propias palabras.
Hágase después un cotejo entre el resultado de esta averiguación y lo que enseña
el Magisterio eclesiástico; y acéptese tan sólo aquello que concuerda con la fe.
De esta manera se podrán encontrar válidos recursos para transmitir con una
exposición eficaz el mensaje cristiano.

EL GRUPO

76. Se afirma más y más la importancia del grupo en la catcquesis.


En la catequesis de los niños, el grupo desempeña el papel de favorecer su
educación a la vida social, ya sea que se trate del conjunto de niños que fre­
cuentan al mismo tiempo las clases de catecismo, ya sea que se trate de pequeños
equipos que se aplican a algunas actividades.
Para los adolescentes y los jóvenes, el grupo tiene que ser considerado como
una necesidad vital. En el grupo, el adolescente y el joven se conocen, se sos­
tienen y se estimulan recíprocamente.
Si se trata de adultos, el grupo puede considerarse hoy como condición pos­
tulada por una catequesis que se proponga fomentar el sentido de la responsa­
bilidad cristiana.
Cuando se trata de un grupo formado por adolescentes o adultos, entonces
la catequesis asume la índole propia de una investigación común.
Tal investigación común tiende a explorar las mutuas relaciones y vínculos
que existen entre el contenido del mensaje cristiano, que es siempre norma de
creencia y de conducta, y las experiencias del grupo.
El catequista ha de participar en la investigación común, de tal manera,
sin embargo, que él ocupe un lugar especial en el grupo. En nombre de la Iglesia,
en efecto, se comporta como un testigo del mensaje cristiano que sirve a los
otros, hace partícipes a los otros de los frutos de su fe madura y ordena sapiente-
mente la búsqueda común hacia el fin que debe lograrse.
Este papel de testigo del mensaje no requiere necesariamente que el cate­
quista sea puesto al frente del grupo como Jefe.
El grupo que en el cumplimiento de su función llegare a un alto grado de
perfección podrá ofrecer a sus miembros no sólo la oportunidad de una instruc­
ción religiosa, sino también una excelente experiencia de vida eclesial.
La catequesis llevada a cabo de este modo, podrá mostrar a los jóvenes que
la Iglesia no es absolutamente algo ajeno a su existencia, sino más bien una gran
realidad acerca de la cual todos, de acuerdo a su propia vocación y oficio, tienen
alguna responsabilidad.
.

A
CO R R E O S D EL U R U G U A Y
IM PRESO S DE IN TER ES GENERAL.
DECRETO DEL P. E. DE ENERO 1951

PERM ISO N.o 417

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