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SÓLO SE ME OCURREN DOS COSAS

Pedro: He escuchado tu mensaje. (Pensativo) ¿Sabes? Sólo se me


ocurren dos cosas: O te has convertido en la mejor violinista de
todos los tiempos o has abandonado. (Suspira) Llevo rato pensando,
Elena, pensando bien lo que voy a decirte, no quiero equivocarme.
Vamos a ver: La última vez que me llamaste fue hace tres años, un
catorce de febrero exactamente -no es que me apunte las fechas, es
que era… un catorce de febrero-. Quedamos y me dijiste aquello. Lo
que más recuerdo es el tono en que me lo dijiste. Un tono, no sabría
decir, un tono… neutro. Dijiste: “Tengo que decirte algo”. Y pam. Me
lo soltaste: Querías llegar a ser la mejor violinista de todos los
tiempos y resulta que yo era un problema porque te quitaba tiempo.
Así de crudo. Pero sin ningún dramatismo, como si tal cosa. ¡Sí! ¡Ése
es el tono! El tono “como si tal cosa”. “Sin más”. Como quien dice:
“Se me ha roto el paraguas, no me sirve, lo tiro” Sin más. Tardé
unos segundos en darme cuenta de que el paraguas era yo.
(Recuerda) Pensé que me llamarías esa misma noche, arrepentida:
“¡Pedro, qué tontería te he dicho, perdona!” (Recuerda con tristeza)
Pero, no. No llamaste aquella noche. Ni al día siguiente. Ni a la
semana siguiente. Por qué ibas a llamarme. Te habías librado de la
molestia que te quitaba tiempo para el violín, que es lo único que te
llenaba en la vida. Y hoy vas y me llamas para quedar. (Suspira) Solo
se me ocurren dos cosas: o eres la mejor violinista de la historia o
has abandonado. Me encantaría pensar que triunfaste con el violín,
que al menos sirvió para algo pero… después de tres años sin
noticias de ti, la verdad…
Indicaciones:

Pedro esperó durante semanas la llamada de Elena. En las primeras semanas después de la ruptura, sintió enfado, decepción.
Ahora ha pasado mucho tiempo. Esos sentimientos desaparecieron y no fueron sustituidas por nada porque Pedro fue olvidando
a Elena y rehaciendo su vida. Hoy, la llamada de ella le ha removido. Lo que siente ahora, principalmente, es tristeza: tristeza
porque inevitablemente ha imaginado lo maravillosa que podría haber sido la relación si hubiese continuado, y tristeza porque
ahora ve -o intuye- que la ruptura, además, no sirvió para nada, puesto que ella tampoco ha triunfado con el violín. Este ejercicio
de pensamiento, puede que resucite en Pedro, poco a poco, el enfado y decepción que sintió los primeros días, convertidos
ahora en una especie de rencor mezclado con nostalgia.

El actor tendrá que expresar este rencor sin que el discurso parezca simplemente un reproche. Conviene que se note también la
tristeza que le embarga.
ANILLO DE COMPROMISO
Carlos y Eva están en una cafetería. Llevan años saliendo juntos. Carlos saca una cajita pequeña y la abre para que
Eva contemple con sorpresa el anillo que hay en su interior. Visto desde fuera, parece una petición de matrimonio.

CARLOS: (sosteniendo la cajita abierta) Qué pasa. No me preguntes


cuánto me he gastado en este anillo porque te diré que nada. Lo
importante es lo que significa. ¿Te acuerdas cuando empezamos,
Eva? Me dicen que acabaría haciendo esto y no me lo creo. ¿Qué han
sido, cuatro años? Qué rápido, verdad. Me han pasado volando, ¿a ti
no? Dicen que, cuando uno está bien, el tiempo pasa rápido. Me
acuerdo cuando nos devorábamos a besos en el asiento de atrás del
coche. Joder, eso no era amor. Eso era… eso. Quién iba a pensar que
eso acabaría convirtiéndose en amor. Y el amor en esto. Qué pasa,
¿no te gusta? Es lo que se lleva ahora; vamos, eso creo, no soy
experto en anillos. Qué pasa. Ya lo sé. Está muy visto. Tiene pocos
kilates. Es la crisis, cariño. Los tiempos están jodidos -merecías un
anillo único, de muchos kilates-, pero más jodidos estábamos cuando
empezábamos, que sólo teníamos el Seat Ibiza y nos creíamos los
reyes del mundo. Soy optimista. Encontraré un trabajo, ya lo verás.
Qué es eso que veo, ¿una lágrima? No, hombre, no, a ti te va bien.
Mario está encantado contigo. Es un buen jefe, Mario. Es un buen
jefe, ¿verdad? Siempre lo dices. Te brillan los ojos cuando hablas de
él. Y él tiene que estar contento contigo. No todas las secretarias se
quedan hasta tan tarde tantas veces. Anda, cógelo. Y te seré sincero
-quedamos en que siempre nos diríamos la verdad, ¿te acuerdas-,
bueno, pues te lo confieso: no lo he comprado. Me lo he encontrado.
Sí. El anillo. La cajita, no. La cajita la compré hace una semana,
justamente, porque quería regalarte un… bueno, da igual. Quiero
que lo sepas, que el anillo no lo he comprado, lo encontré ayer, en el
coche, cuando pasaba el aspirador. Anda, quédatelo. (Ella no
reacciona) O no te lo quedes. Dáselo al dueño, si sabes sabes quién.
Igual está teniendo un problemón en su casa ahora mismo por
haberlo perdido. ¿Estás llorando? Tranquila, yo no lloro. ¿Qué
importancia tiene un anillo? Siempre te dije que lo de menos eran el
anillo, y boda, y todo eso…
PSICÓPATA
Norma parece sentir dolor. No obstante, su expresión denota también que está experimentando cierta clase
satisfacción. Tiene las manos inmóviles en la espalda.

Norma: Basta. (No hay respuesta) Basta. (No hay respuesta) Ya


basta. (No hay respuesta) Por favor, ya basta. (No hay respuesta)
Basta (Norma se está enfadando) He dicho que basta (No hay
respuesta) ¡Basta! ¿No me oyes? ¡He dicho que basta! (No hay
respuesta; Norma toma aire, y habla alto y claro) Ya está bien, se
acabó, para. (No hay respuesta) Te digo que pares, ¡se acabó! (No
hay respuesta) No recuerdo la palabra clave pero no importa, para.
Te digo que pares. Mira, la semana pasada era “calabaza”, la
semana anterior era “escoba”, la otra “astronauta”, la de hoy se me
ha olvidado pero te digo que pares… (No hay respuesta)
¡¡¡Paraaaa!!! (el dolor es muy molesto) Mira, en cuanto salga de aquí
voy a ir a una comisaría de policía y te denunciaré por maltrato, sí,
si, no te rías, les diré que me ataste y me torturaste y es la verdad:
me estás torturando y me tienes atada ¡¡¡me quieres desataaaaar,
malnacida!!! (No hay ninguna respuesta) ¡¡¡Bastaaaaaaa!!! (De
repente) “Simposio”, ¿era “simposio”? (No hay respuesta) “Síncope”,
¿es “síncope”? (el dolor empieza a ser difícil de soportar)
“Simpático” ¡¡es “simpático”!! ¡¡¡“Psicólogo”!!! ¡¡¡A la mierda la
palabra, te digo que pares!!! ¡¡¡Para!!! ¡¡¡Para!!! ¡¡¡Para!!! ¡¡¡Para de
una puta vez maldita psicópataaaaaaaaa!!!! (distensión; las manos
de Norma se liberan; silencio)

(Norma respira; mira hacia delante y, en cuanto recupera el aliento,


pregunta casi sin voz) ¿Era “Psicópata”?
EXPLICACIÓN: Norma ha tomado parte en un «juego» consentido. Durante todo el monólogo, Norma siente dolor (dolor físico,
auténtico). Al principio, no obstante, el dolor es satisfactorio. Lo que ocurre es que no puede detener el «juego» cuando ella
quiere y la situación se vuelve incómoda, molesta y estresante. Cada vez más.

INDICACIONES: Este monólogo permite a la actriz superponer sensaciones aparentemente opuestas o contradictorias, como son
el dolor y el placer (en el comienzo del monólogo). Luego le permite hacer una transición, y evolucionar de la normalidad (la
naturalidad) hacia enfado, hasta llegar casi a la histeria.

¿CÓMICO O SERIO?Probablemente, lo que determine si el monólogo es cómico o serio va a ser la forma en que la actriz
pronuncie la última frase: «¿Era «psicópata»?» Y lo que haga a continuación. La actriz está invitada a explorar diferentes
maneras de terminar el monólogo y comprobar si se modifica la percepción del monólogo entero.

Monólogo indicado para actrices que quieran mostrar un registro físico, enérgico, contundente, no exento sin embargo de
matices y sutilezas.
ME CASÉ

Eva ha vuelto de unas vacaciones con su novio. Han hecho un viaje por Estado Unidos. Va a ver a su madre, María.
María siempre soñó con darle a su hija una preciosa boda con cientos de invitados. Unos rumores llevan días
inquietándola.

EVA: Sí, mami, esos rumores son ciertos: me casé. No te


avisé porque ni siquiera yo sabía que me iba a casar. Ni
Pedro tampoco. Simplemente, surgió. Salimos del casino,
fuimos a dar una vuelta en limusina y… sí, mami, en
limusina, es que ganamos en el casino. Gané yo. Pedro jugó
a cartas, a dados, a la ruleta, a todo… como una hora o dos,
y al final le dije: “Ey, la última ficha para mí”, la metí en la
máquina tragaperras, le di a la palanca –como en las
películas, zas, zas- y, joder, se encendió una luz roja, sonó
una alarma, como si fuera una sirena de la policía y empezó
a caer dinero -no he dicho joder, mami, he dicho jolín…-.
“Ostras”. Pensé: “Ostras, me la he cargado”. Pero no. Era el
premio gordo de la noche. No habíamos recogido todo el
dinero que ya teníamos a tres o cuatro tíos ofreciéndonos
toda clase lujos: espectáculos, suites, limusinas, cenas de
lujo, de todo. Nos cogimos una limusina y nos fuimos a dar
una vuelta. Champán, caviar. Y en estas que vimos una
capilla, en una calle perdida, con luces de neón y eso, y
dijimos “¿…Qué, vamos?” Y fuimos. Entramos. Nos casamos.
Y salimos. Nos casó Elvis Presley, mami. El testigo fue una
señora gorda que pasaba por la calle. La invitamos a caviar.
Y luego nos fuimos a dormir. A una suite.
ALGO REAL
Hoy es un mal día para María. Luis trata de animarla haciéndole un pequeño regalo.

MARÍA: (con un iPod en la mano) Toma, no lo quiero, gracias.


¿Dices que caben más de diez mil canciones? Seguro que sí,
pero no lo quiero, no te lo tomes a mal, valoro el detalle, has
querido alegrarme, pero no lo quiero. Y no insistas, déjalo ya, no
voy a tener teléfono móvil, ni internet. He vivido toda la vida sin
móvil, podré seguir haciéndolo. Si quieres hablar conmigo me
llamas al fijo, como se ha hecho siempre; y si no te corre prisa,
me envías una carta –porque aún existe correos, ¿lo sabes?- ¿lo
has hecho algún vez? ¿sabes lo que es enviar una carta, una
carta de papel? es una experiencia emocionante, pruébalo. Es
algo… físico, algo que pueden notar tus sentidos. ¿Sabes lo que
se siente cuando vas a un sitio y te pierdes y llegas tarde? El
gp… ¿cómo se llama eso? el gp…s, no te deja sentirlo. Sientes
temor, palpitaciones, te sientes vivo. ¿Sabes cuánto valoras una
película si para verla te has tenido que vestir, salir a la calle, con
el frío, ir hasta al videoclub, alquilar la película, volver a casa
tiritando y acurrucarte en el sofá entre temblores?, eso con la
incógnita siempre de que puede que vayas al videoclub y la
película ya esté alquilada. Eso te lo estás perdiendo. Y es real,
es físico, lo sientes en el cuerpo. Como siente en el cuerpo el
peso de los diez libros que has metido en la mochila cuando no
sabes cuál de ellos vas a querer leer en la cafetería. Nadie te
obliga, lo haces porque quieres. ¡Y quién quiere una espalda
perfecta! La culpa es de… la vida, no es de nadie. Tú tienes mal
la vista y no culpas a esas pantallas.
Mi abuelo montó la librería. Mi padre siguió con ella. Yo jugaba
de pequeña entre esas montañas libros. Soñé con ser como
ellos. Y juré que un día pasaría la librería a mis hijos, a mis
nietos. Hoy he tenido que cerrarla, y aún no sé por qué. Vengo
de firmar los papeles. No puedes imaginar lo que he sentido. He
sentido algo real, algo físico, doloroso. ¿Te gustan estos
chismes? Estupendo, disfrútalos.
NOSOTRAS NO ÉRAMOS ASÍ

JULIA: Me dice: “Soy la única a la que no dejan ir”. Y yo


le dije: “Me da igual. No tienes edad para salir”. Yo
alucino con las otras madres. O sea, que las niñas se les
van de discotecas y les da igual. Y no es que salgan por
la tarde, el viernes, no, es que salen por la tarde… y
siguen por la noche, oye, y vuelven vete a saber a qué
hora. Y ya están empezando a salir los sábados, ¿tú
crees? Tía, no tiene ni doce años. Yo alucino. Ya la tengo
cabreada desde lo del piercing. Tía, ¡un piercing! Que las
demás se han puesto uno. ¡Y a mí qué! Que no se ve,
que no se ve, que es en el ombligo. Que todas llevan
uno. ¡Y a mí qué! ¿Y si las demás se tiran por la ventana,
tú te tiras? Y me dijo que sí. ¿Cómo voy a dejarla salir? Y
las peleas que tengo con la ropa. Entre semana aún, que
me lleva uniforme, pero los fines de semana no te
cuento… Bueno, lo que descubrí del uniforme –no te lo
he dicho-…: las vi el otro día, todas allí juntitas, y ¿sabes
lo que hacen? Se suben la falda del uniforme hasta aquí –
cuando salen de clase-. Se la arremangan, le dan vueltas
aquí en la cintura y la dejan cortita como una mini falda.
Parecen las niñas esas de los mangas japoneses… Que
no, que no, ya me puede venir con el cuento de que los
padres de las otras son más enrollados. Pero, qué es
esto. ¿Hemos perdido el norte? Nosotras no éramos
igual… ¿Qué haces moviendo así la cabeza? (La amiga no
habla, le basta mover la cabeza para hacerse entender)
No jodas…
LOCA POR ESCRIBIR
Carol: La culpa la tiene el sistema educativo. De joven –de más
joven-, cuando hacía alguna trastada en el colegio, las
profesoras me castigaban mandándome copiar, -creo que esto
ya no se hace, antes se hacía- copiar 50 veces “No maltrataré
los lápices y los cuadernos de la escuela”. Después eran 100.
200 veces. Cumpliendo esos castigos descubrí el valor de la
caligrafía porque tienes mucho tiempo para observar las letras.
Luego fui descubriendo el valor de la composición, porque las
frases no mantienen una columna recta, ¿saben?, sino que se
contonean, y empecé a jugar con eso. Empecé a amar aquellos
ejercicios –castigos, perdón-. Empecé a sentirme artista.
(disfrutando de recordar) 500 veces “No maltrataré el mobiliario
de la escuela”. 1000 veces. “No maltrataré a los compañeros de
escuela”. 2000 veces. “Ni a los profesores”. 5000. Empecé a
sentirme feliz solamente cuando copiaba. Y cuando se me
terminaba el castigo, corría locamente a dañar algo, a alguien,
lo que fuera. Y mientras hacia el daño empecé a sentir placer
porque sentía que anticipaban lo que me esperaba. Y así acabe
disfrutando el propio hecho de dañar (Suspira). Si en lugar de
mandarme copiar, mis profesoras me hubiesen castigado con
suspensos -por ejemplo-, hoy no estaría aquí. La culpa la tienen
mis profesoras. Es todo. Mi abogado me dijo que no empleara
este último alegato para decir tonterías. Ya no es mi abogado. Y
no ha sido nada. Dicen que se recuperará. Los médicos. Dicen.
Gracias.
Indicaciones:

Cuando Carol empieza a hablar, el espectador no sabe que Carol está loca, ni tampoco sabe que está siendo juzgada por un
tribunal. Así que, de entrada, a falta de más información, el espectador tomará en serio lo que ella diga (“La culpa la tiene el
sistema educativo”). También tomará en serio los primeros episodios de su relato (“copiar 50”), porque son perfectamente
razonables. Poco a poco, no obstante, el discurso de Carol va dejando de ser razonable, y se vuelve cada vez más raro,
inquietante, hasta que llega a un punto máximo de irracionalidad. Propongo que la actriz siga un recorrido paralelo en lo que se
refiere a la comicidad que aplique a su actuación. Es decir, propongo que empiece con una actuación serena, natural, creíble, y
que, poco a poco, a medida que el discurso va degenerando, su comicidad vaya aumentando, en consonancia con el relato,
hasta llegar a ese clímax en que da a entender que ha agredido a su propio abogado. Después de eso, propongo una bajada
súbita del nivel de comicidad y regresar a la seriedad del inicio con un “Dicen”, “Gracias” sereno, natural, creíble, que complete
el retrato de Carol como lo que es: una persona perfectamente desequilibrada.
EL ALCOHOL ES MUY MALO
Teresa: (Interrumpiendo) Un momento, un momento, un momento… Cuando te
digo «¿Qué tal el fin de semana?» No te estoy diciendo «¿Qué tal el fin de
semana?», ni «¿Lo pasaste bien este fin de semana?» y aún menos «¿Qué
hiciste este fin de semana?» No te equivoques. Lo que te estoy diciendo es: “Te
voy a contar mi fin de semana con todo lujo de detalles y tú me vas a escuchar
tanto si te apetece como si no”, así que, por favor, contesta rápido y sencillo a
mi pregunta retórica de cortesía porque tengo muchas cosas que explicar y nos
quedan sólo diecinueve minutos de desayuno. ¿Has entendido?-Sí-Has
entendido. Ah, no, come, come, no hace falta que hables. Mira, ya hablo yo. Te
cuento. El fin de semana, genial: Despedimos a Samantha. Fuimos a cenar un
grupito del trabajo. Le hicimos una especie de fiesta sorpresa. Luego te señalo
quienes fuimos porque si te digo los nombres te vas a quedar igual. Samantha
es la chica que estaba antes con nosotros. Se ha pedido una baja por
maternidad, pero sin maternidad. Una especie de baja temporal por depresión,
pero no-temporal, sino permanente: Vamos, que se ha ido. Por lo visto se
colapsó. Eso dijo. (Confidente, en voz baja) Discurso típico para que no te
quiten el finiquito. Es que si te vas voluntariamente, no ves ni un céntimo; pero
si es por una cuestión médica… La tía hasta presentó papeles, se lo curró muy
bien…

Bueno, a lo que iba. Que nos presentamos en su casa. Ella no sabía nada. Ni su
marido. Tenías que haber visto que cara puso… Fue en plan despedida de
soltera. La sacamos por la fuerza y nos la llevamos de fiesta. La
emborrachamos. Qué divertido fue. Ya sabes qué hace una cuarentona cuando
la emborrachas: que dice unas tonteríaaaaas… Dijo que a ella el trabajo le
gustaba mucho y estaba deprimida por haber tenido que irse.

El alcohol es muy malo, niña. El trabajo es una mierda, ya lo irás viendo. Uh…,
aún me da vueltas la cabeza. Es que bebimos mucho. Mario terminó con un
sombrero de cowboy en la cabeza. Irene acabó descalza y con una carrera en
las medias. Chema y Jose, subiéndose a una farola. Sandra, Bea y yo, cantando
“Over the rainbow” a todo trapo –vaya panorama-, y Samantha diciendo que yo
era una harpía y no me soportaba ni me había soportado nunca…

Estuvo muuuuy bien. Aquí hay muy buen rollo, ya lo verás.

Indicaciones:

Samantha dejó el trabajo porque acabó harta de Teresa. La sustituta de Samantha va a descubrir ahora en qué clase sitio se ha
metido.

Teresa realmente es una harpía, pero aún no lo sabe. El interés de este monólogo está ahí: en mostrar una Teresa
disparatadamente tóxica pero, al mismo tiempo, tan ingenua como para no darse cuenta de que la gente no la soporta.
EL COMPÁS 35
CAROLINA: Fallé en el 35. Sí. Es verdad. Fallé en el 35. ¿Eso es todo
lo que tienes que decirme en este momento? Sé que significa poco
para ti pero… ¿has visto qué ha pasado después de la actuación?
¿Te has fijado en esa gente que se ha acercado a hablarme?
(Bajando la voz, como si revelara un secreto) Me estaban felicitando.
¿Qué es eso? ¿Felicitar? (Ella misma responde) Es algo muy raro.
Unos dicen: “Qué bien lo has hecho”, otros: “Me ha encantado”, hay
quien te confiesa que se ha emocionado escuchándote, y algunos
incluso llegan a reconocer que te envidian por tocar así el piano. No
les cuentes que la partitura está dividida en compases, que la pieza
entera está sujeta a una tonalidad, a un tempo, y que tiene que
interpretarse con total exactitud, siguiendo escrupulosamente unas
reglas. Simplemente, les ha gustado… porque no ha sonado mal, no
ha sonado nada mal, ha sonado bien, ha sonado muy bien… Y si, en
ese momento, cuando me están felicitando, se me ocurre decirles
que he fallado en el compás 35… me responden que no, que he
tocado perfecto. Y con el tiempo aprendes a no discutirlo… Porque
discutirlo es como poner en duda su sensibilidad, es como decirles
que no entienden sus propios sentimientos, sabes. Y todos tenemos
sentimientos. “Fallaste en el 35”. ¿Eso es todo lo que tienes que
decirme? Muy bien. Mañana, en clase, lo trabajaremos. Tocaré mil
veces para ti esa partitura intentando acercarme a la perfección.
Hoy, para ellos, he tocado perfecto. Esta noche, par mí, era
perfecta… hasta que he hablado contigo.
Indicaciones:

Carolina es una estudiante de piano. Trabaja duramente para progresar. Esta noche ha tocado en público, en un local. Al
terminar la actuación, todo el mundo la ha felicitado. Su profesor de piano, no. Su profesor le ha hecho saber que ha cometido
un error en el compás número 35. Y esto ha dolido a Carolina. Ella sabe perfectamente cuáles son los standares de calidad de su
profesor, y es perfectamente consciente de que ha cometido un pequeño error en el compás 35. Carolina se exige mucho a sí
misma. Pero en ese momento esperaba un trato más cálido, más humano. Esa noche era importante para ella. Han ido a verla
amigos, familiares… Quizá pensaba que su profesor era también un amigo más. Y, con este comentario, el profesor ha marcado
distancias. De ahí, la decepción.

Carolina pronuncia el discurso con tristeza. En cierta manera, ha perdido un amigo.

Variación:

Si se opta por construir una Carolina fuerte, entonces el monólogo adquiere cierta dosis de resentimiento explícito.
SEÑORITA
Gloria lleva media hora encerrada en un ascensor y, no obstante, se la ve extraordinariamente tranquila, feliz. Habla por
teléfono con dulzura, sin borrársele la sonrisa de los labios, como si estuviera contándole intimidades a una amiga. Mientras
habla, se abrocha lentamente los últimos botones de la blusa.

GLORIA: Señorita, soy yo otra vez. La llamé hace media hora


porque, verá, estoy en un ascensor del número 215 de la calle
Juan XXIII, que se ha quedado detenido entre dos plantas. Si, la
llamé hace media hora, ¿recuerda? No, no, tranquila, era sólo
para comentarle que aún no ha venido nadie y me preguntaba si
tardarían mucho esos operarios de emergencias que usted dijo.
Sí, antes dijo que, en quince minutos, estarían aquí. No se
preocupe, tranquila, lo único que ocurre es que este sitio,
realmente, es bastante pequeño y empieza a resultar un poco
claustrofóbico. Luego, además, tengo una reunión importante en
el último piso y, a esta hora, han empezado sin mí. He
intentando llevar la reunión desde aquí, pero es imposible.
Tengo toda la documentación arriba, los informes, las
presentaciones, todo, ¿sabe? No, no tranquila, no pasa nada, me
lo figuro, estas cosas tienen su tiempo, sólo quería saber… el
caballero que se ha quedado encerrado aquí conmigo y yo sólo
queríamos saber si está la cosa en camino ¿No nos han
olvidado, verdad? Se acuerda de nosotros, nos tiene presentes…
Bien… ¿Sí?… ¿En todo momento?… ¿Cámara? ¿Qué cámara? (Se
abrocha el último botón de la blusa. Busca con la mirada, por un
momento, una cámara en algún lugar del techo, de las paredes.
Luego mira al hombre que tiene a su lado)
(Al teléfono, de nuevo) Mire, señorita, como no venga nadie a
rescatarnos en menos de cinco minutos, le monto un pollo que
se va a enterar. ¡Quiere darse prisa!… ¡Ha dicho cámara!

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