fallo (25)
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había traspuesto más de la mitad del cruce, fue brusca y violentamente
embestido por el Sr. Carlos Alberto Miguel Rodríguez al mando en la
emergencia del vehículo Volkswagen Golf, dominio PNE-727, quien
circulaba a excesiva velocidad por la mencionada arteria. Indicó diversas
lesiones padecidas y daños a su vehículo (ver demanda).
Se presentó, mediante apoderado, Seguros Bernardino
Rivadavia Cooperativa Limitada y contestó según citación que se le cursó.
Reconoció la existencia de póliza vigente al momento del siniestro que se
denuncia, bajo N° 54/199447, indicó límite de cobertura en la suma de
$10.000.000. Realizó una negativa pormenorizada de los hechos expuestos
y documentación acompañada. Reconoció la existencia del hecho no así su
mecánica. Relató su propia versión en los siguientes términos en lo
pertinente. Que el rodado asegurado circulaba a moderada, escasa y
reducida velocidad por la calle 25 de Mayo, de la localidad de Lanús,
provincia de Buenos Aires, observando su conductor, todas y cada una de
las reglamentaciones de tránsito vigentes y cuando se encontraba cruzando
la intersección con la calle Enrique Fernández, resultó embestido en su
lateral delantero derecho frontal del rodado que conducía el actor, quien
circulaba por la calle Enrique Fernández a excesiva velocidad, en forma
imprudente, negligente y temeraria y sin tener el más mínimo control sobre
el vehículo a su cargo. Endilgó culpa a la víctima y por ello solicitó el
rechazo de demanda.
Se presentó, mediante gestor procesal, el demandado Carlos
Alberto Miguel Rodríguez y contestó según citación que se le ha cursado al
respecto. Realizó una pormenorizada negativa de los hechos invocados en
la demanda al igual que su documentación. Reconoció la ocurrencia del
siniestro no así su mecánica. Brindó una versión idéntica a la relatada por
la aseguradora, a la cual remito.
Con fecha 10 de mayo de 2021 el demandado ratificó gestión
y acompaño el respectivo poder.
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el dueño o guardián aumentaba, multiplicaba o potenciaba la dañosidad de
las cosas, las que debían intervenir activamente en la producción del daño
(conf. Lorenzetti, Ricardo Luis: “o. cit.”, t. VIII, p. 578).
Mayoritariamente, se trazaba el distingo, que se conserva
ahora, entre el riesgo y el vicio de la cosa, que mientras el primero
presupone la eventualidad posible de que una cosa llegue a causar daño, el
otro supuesto indica “un defecto de fabricación o funcionamiento que la
hace impropia para su destino normal”. Y se suma en la actualidad, el
riesgo de las actividades que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza,
por los medios empleados o por las circunstancias de su realización.
En la materia, los extremos que el ordenamiento jurídico pone
en cabeza del accionante para acceder a la indemnización, están
constituidos por la legitimación activa y pasiva, el daño, que abarca la
prueba del hecho, y su relación de causalidad. En tanto que la demandada,
para eximirse de responsabilidad debe acreditar, como se adelantó, la
existencia del caso fortuito o fuerza mayor, el hecho de la víctima o el de
un tercero por quien no deba responder.
No ha perdido vigencia la doctrina del fallo plenario “Valdez,
Estanislao Francisco c/ El Puente S.A.T. y otro s/ daños y perjuicios”
(del 10-11-94, public. en L.L. 1995-A-136; E.D. 161-402 y J. A. 1995-I-
280). En tal precedente, esta Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil,
ha establecido, como doctrina legal obligatoria que “La responsabilidad del
dueño o guardián emergente de accidentes de tránsito producidos como
consecuencia de una colisión plural de automotores en movimiento, no
debe encuadrarse en la órbita del art. 1109 del Código Civil” (conf.
C.N.Civil., en pleno, noviembre 10-1994, in re “Valdez, Estanislao
Francisco c/ El Puente S.A.T y otro”, publicado en El Derecho, tomo 161,
página 402; La Ley, tomo 1995-A, página 136; Jurisprudencia Argentina,
tomo 1995-I, página 280).
Una vez acreditados los extremos fácticos que el ordenamiento
pone en cabeza del damnificado, cobra virtualidad la presunción de
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de Instrucción N° 7 (ex 3) Descentralizada de Lanús, del Departamento
Judicial de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires.
Hizo referencia al acta de procedimiento: “(…) En la
localidad de Villa Caraza, Partido de Lanús, Provincia de Buenos Aires, a
los l días del mes de Agosto del año 2019, siendo las 17:50 horas (…) en
momentos en que nos hallábamos realizando un amplio recorrido por el
ámbito jurisdiccional de la Seccional Séptima Lanús, más precisamente en
la zonas 26 (…) nos comisiona a la calle 25 de Mayo y Enrique Fernández
de este medio, dando cuenta que en el lugar habría un accidente de
tránsito, motivo por el cual nos desplazamos lugar. Llegados al mismo
observamos una colisión entre dos vehículos, los cuales habían sido
removidos del lugar original de la colisión, los que obstruían las
intersecciones, ante esta situación solicitamos la presencia de testigos. No
lograda colaboración de ciudadano alguno por no verse involucrados en
temas judiciales (…) datos de los vehículos intervinientes: marca
Chevrolet, modelo Corsa, color gris, dominio ESI-024, el cual era
conducido por quien mencionó ser y llamarse Ferrachi Damián Ignacio
(…) quien se encontraba asistido por personal de S.A.M.E. (…) quien
luego de evaluar al herido dispuso su traslado al Hospital Evita de Lanús,
en tanto el otro vehículo involucrado se trata de marca Volkswagen,
modelo Golf color negro, dominio PNE-727, el cual era conducido por
quien solo pudimos identificar como ser y llamarse: Rodríguez Carlos
Alberto Miguel (…) quien refirió que se desplazaba por sus propios medios
(…). Ante esta situación, como los vehículos se encontraban inutilizados
para ser trasladados, quedan a resguardo de familiares, procedemos a
conducirnos a la seccional de policía con todos los datos obtenidos, una
vez la misma por cuestión de comodidad y medios de trabajo para labrar
la presente, para legal constancia de lo sucedido(…)”.
Del acta in visu surge: “(…) se hace presente, uno de los
involucrados en los autos que se instruyen con fotos del rodado que
conducía, dado que el mismo se encuentra inutilizado para ser trasladado,
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Se llevo a cabo en autos pericia mecánica, la cual estuvo a
cargo del ingeniero José Sebastián Barrera, desinsaculado de oficio por el
Tribunal, quien, además, confeccionó un croquis. Señaló en su experticia:
“…me constituí en el lugar del accidente a los fines de realizar la
inspección ocular de la intersección, el relevamiento de datos, señales de
tránsito y demás características de utilidad para la confección del croquis
y contestación de los puntos de pericia. (…) Ambos vehículos fueron
convocados (…) ninguno de ellos concurrió. Se desconocen los motivos de
su ausencia (…) considero que el vehículo del actor sufrió los daños que
se observan en las fotografías, en particular en la zona del guardabarros
delantero izquierdo y puerta delantera izquierda. Sí, la ubicación de los
daños observados en las fotografías se corresponde con el relato
presentado en la demanda. A continuación, presento un croquis del lugar
del accidente. La posición de los vehículos previa a la colisión y al
momento de la colisión es ilustrativa en función de las descripciones
(demanda y contestación) y de la observación de los daños en las
fotografías del vehículo Chevrolet Corsa (parte actora). El estado de
conservación de las calles es bueno. La intersección no cuenta con
semáforo. No existen señales de tránsito en las cercanías de la
intersección. Al momento de la pericia, la intensidad del tránsito era muy
baja para la calle Enrique Fernández, e intermedia, en promedio de 5 a 10
vehículos por minuto, para la avenida 25 de mayo. Es probable que, al
momento del accidente, la intensidad del tránsito fuera similar o un poco
mayor (…) No resulta posible realizar un cálculo para determinar la
velocidad del vehículo demandado. Aun así, en función de la información
disponible, con la sola observación de los daños fotografiados, la
velocidad del impacto debió se mayor a 20 km/h y menor a 50 km/h (…) Sí,
resulta fácticamente posible. Vale aclarar que al indicar en la demanda
que el Chevrolet Corsa había “transpuesto más de la mitad del cruce”
cuando fue embestido, ello implicaría que el vehículo Golf circulaba por la
avenida en contramano, lo cual es poco probable y no está mencionado en
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las descripciones de los hechos. Por lo tanto, considero más probable que
el Chevrolet Corsa no habría transpuesto más de la mitad del cruce (…)”.
El informe fue impugnado, sin firma de consultor técnico
alguno, por la citada en garantía (art. 477 del CPCCN). El profesional
contestó en tiempo y forma, abundó en fundamentos y ratificó su dictamen
liminar. No existiendo razón alguna para aparatarse el magistrado
consideró el informe en todos sus términos.
El magistrado señaló que el accidente se produjo en una
intersección entre la calle Enrique Fernández, por la que circulaba el
rodado del actor y la avenida 25 de mayo, arteria por la que lo hacía el
rodado al mando del demandado.
Indicó que tal como surge del croquis efectuado por el perito
designado, la encrucijada señalada estaba conformada por una calle y por
una avenida, por lo que el actor, que transitaba por la calle de menor
jerarquía, debió aumentar su deber cuidado antes de emprender el cruce.
Asimismo, el contacto se produjo apenas ingresó en el cruce, ya que la
ubicación de los daños en la zona frontolateral izquierda del rodado del
actor impide llegar a conclusión diferente. Esto significa que, al momento
del contacto, no se encontraba culminando el cruce, sino que el cruce fue
simultáneo.
Consideró que el accidente se produjo en una intersección en
la que opera la prioridad de paso, que si bien no es absoluta, únicamente
tiene vigencia cuando la aparición de los rodados se produce en forma
simultánea o casi simultánea, pero no cuando el vehículo que circula por la
izquierda ya ha traspuesto gran parte de la calzada. Ello es así toda vez que
la norma que establece la prioridad de paso del automóvil que se presenta
por la derecha en una bocacalle es de carácter organizativo y se encuentra
basada en el principio de seguridad en el tránsito. Al efecto, dispone que
entre dos vehículos que no se encuentran en ninguna de las situaciones de
excepción previstas por sus propias disposiciones y cuyas direcciones de
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marcha se encuentran en un cruce, el que circulaba por la izquierda debe
ceder el paso, pero ello no se trata de una regla absoluta.
Agregó que el artículo 64 de la ley 24.449 expresamente
dispone que se presume responsable de un accidente de tránsito a quien
carecía de prioridad de paso o cometió una infracción relacionada con la
causa del siniestro, por lo que el incumplimiento de la norma contenida en
el citado artículo 41 de la ley 24.449, en que incurrió el actor, sin duda
resulta relevante a los fines de dirimir la responsabilidad que en autos se
ventila.
Añadió que para que la prioridad de paso que ampara al
conductor que ingresa a la bocacalle desde la derecha rija en forma
absoluta, debe existir simultaneidad en el arribo a la encrucijada.
En efecto, de los daños indicados por el perito y que se
reflejan en el croquis, solo puede colegirse que la mentada simultaneidad
en el arribo se ha verificado, puesto que el contacto se produjo entre el
frente del rodado del actor con el vértice delantero derecho del vehículo del
demandado.
El actor se queja del análisis efectuado por el magistrado.
Esgrime sus agravios en torno a la responsabilidad atribuida e indica que el
colega realizó una incorrecta interpretación respeto de la prioridad de paso
con la que asistía al actor. Indica que los daños de los rodados llevan a la
certeza de que ingresó el automóvil del actor en primer término a la
encrucijada y que este tenía un mayor grado de avance. Añade que en caso
de ser un arribo simultáneo debería aplicarse plenamente la prioridad de
paso del rodado que ingresa por la derecha, en este caso el del accionante.
Insiste en que el actor ingresó a la bocacalle en primer término y por la
derecha, que la Ley Nacional de Transito no exime de dicha prioridad a
quienes transitan por una arteria de mayor importancia, que ello es un error
de la sentencia de grado. Considera que el fallo contiene graves
contradicciones en su análisis, que el Sr. Juez señala que las partes
arribaron de manera simultánea al cruce y luego indica que el vehículo que
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las cuestas estrechas debe retroceder el que desciende, salvo que éste lleve
acoplado y el que asciende no”.
Ahora bien, la normativa citada no dispone en ninguno de sus
artículos que quien conduce por una Avenida posee propiedad de paso
frente al que circula por una calle. Este punto, que ha sido marcado en la
sentencia de grado no se encuentra respaldado por la normativa que debe
aplicarse al caso que nos convoca. Dicho lo cual, no hay jerarquía de calles
que deban ser analizadas en el caso que nos convoca, como factor
dirimente de la responsabilidad, ya que la ley de tránsito, que es la
normativa particular que regula el caso, no lo regula.
Asimismo, en la sentencia de grado el magistrado indicó que
con relación a la prioridad de paso, en virtud del principio general
establecido por el art. 41 de la normativa de tránsito (ley 24.449), todo
conductor debe ceder siempre el paso en las encrucijadas al que cruza
desde la derecha. Tal preferencia de cruce, que detentaba el actor, rige
siempre que los rodados arriben simultáneamente a la encrucijada.
La violación de la prioridad de paso en una encrucijada trae
aparejada la presunción de responsabilidad del vehículo que cometió la
infracción debiendo el conductor que se presenta por la izquierda extremar
los cuidados para evitar un posible accidente antes de iniciar el cruce.
Explicado ello, tratándose de un choque en una esquina,
resulta oportuno en primer término señalar en orden a las circunstancias de
lugar que las bocacalles o encrucijadas, constituyen los puntos neurálgicos
del tránsito, ya que es en esos sectores donde se presenta generalmente el
grave problema del encuentro de vehículos que circulan en distintas
direcciones o entre rodados y peatones que cruzan la calzada o camino, lo
que obliga a los conductores a conducir con particular cuidado y atención
en esos espacios, por los lógicos peligros que entrañan (conf Brevia,
Problemática de los automotores¨. P.178).
Sin perjuicio de ello, en punto al valor que corresponde
atribuir a la mencionada prioridad del que accede por la derecha, se
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del actor sufrió los daños que surgen de las fotografías y demás
constancias obrantes en la causa penal agregadas en autos; Sí, considero
que el vehículo del actor sufrió los daños que se observan en las
fotografías, en particular en la zona del guardabarros delantero izquierdo
y puerta delantera izquierda… 8.5 Si por la ubicación de los daños del
vehículo del actor, resulta razonable que los mismos hayan sido
producidos por el hecho narrado en la demanda; Sí, la ubicación de los
daños observados en las fotografías se corresponde con el relato
presentado en la demanda… 8.10 Indique si resulta fácticamente posible
mecánica del accidente descripta en esta demanda; Sí, resulta
fácticamente posible. Vale aclarar que al indicar en la demanda que el
Chevrolet Corsa había “transpuesto más de la mitad del cruce” cuando
fue embestido, ello implicaría que el vehículo VW Golf circulaba por la
avenida en contramano, lo cual es poco probable y no está mencionado en
las descripciones de los hechos. Por lo tanto, considero más probable que
el Chevrolet Corsa no habría transpuesto más de la mitad del cruce” (la
negrita me corresponde). Asimismo, el profesional realizó un croquis del
posible siniestro y adjuntó fotografías correspondientes al automóvil del
actor.
Arribado a este punto, vale resaltar que los jueces no están
obligados a aceptar y consagrar los dictámenes periciales. Empero,
tampoco pueden ser dejados de lado por éste en forma discrecional. Ello
porque si bien es cierto que las normas procesales no acuerdan al dictamen
el carácter de prueba legal, no lo es menos que cuando el mismo comporta
la necesidad de una apreciación específica del campo del saber del perito,
para desvirtuarlo, es imprescindible traer elementos de juicio que permitan
concluir fehacientemente en el error, o el inadecuado o insuficiente uso que
el técnico hubiera hecho de los conocimientos científicos de los que por su
profesión o título habilitante necesariamente ha de suponérselo dotado, o
sea, que el apartamiento de las conclusiones establecidas en aquél debe
encontrar apoyo en razones serias, es decir, en fundamentos objetivamente
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Dicho esto, la cuestión ahora estaría dada en si actor y
demandado arribaron simultáneamente a la encrucijada y de ser así el actor
tendría a su favor la circunstancia de que se encontraba conduciendo por la
derecha concediéndole ello la prioridad de paso.
Según surge de la causa penal el Volkswagen Golf, conducido
por el aquí demandado, tenía deformaciones en el paragolpes delantero,
capot, guardabarros lado derecho, ambas puertas lado derecho, óptica
delantera derecha, parrilla delantera, parabrisas delantero lado derecho. O
sea, parte delantera, principalmente con su sector delantero derecho tal
como puede visualizarse de las fotografías obrantes a fs. 44/45 de la causa
penal.
En virtud de la ubicación de los daños considero que las partes
arribaron de manera simultánea a la encrucijada de la calle Enrique
Fernández y Avenida 25 de mayo, del Partido de Lanús, provincia de
Buenos Aires, rigiendo en consecuencia la prioridad de paso de quien
conduce por la derecha, en este caso del actor.
Por todo lo expuesto, no habiéndose acreditado la eximente de
responsabilidad alegada por el demandado y la aseguradora, corresponde
hacer lugar a los agravios expresados por el accionante y, en consecuencia,
revocar la sentencia de grado en este medular aspecto del litigio. Por ello,
propongo condenar al demandado Carlos Alberto Miguel Rodríguez,
haciéndose extensiva a la citada en garantía Seguros Bernardino Rivadavia
Cooperativa Limitada, en los términos dispuestos “infra”. Esto, habida
cuenta que el demandado violó la prioridad de paso que asistía al
demandante, sin que en el caso existan pruebas que acrediten algún exceso
de velocidad, desatenciones o negligencias atribuibles al accionante con
relevancia causal.
IV.- A continuación, se proceden a tratar los rubros requeridos
en su oportunidad.
a) Incapacidad sobreviniente
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partida indemnizatoria que abarque ambos aspectos ya que, en rigor, si bien
conformarían dos índoles diversas de lesiones, se traducen en el mismo
daño, que consiste, en definitiva, en la merma patrimonial que sufre la
víctima por la disminución de sus aptitudes y para el desempeño de
cualquier trabajo o actividad productora de beneficios materiales (conf.
CNCiv, Sala A, autos “G., J. M. c/ L. P., N. y otros s/ Daños y perjuicios”,
Expte. n° 37.586/2008; ídem, 22/10/2013, “C., C. M. c/ Sanatorio del Valle
y otros s/ Daños y perjuicios”, L. n° 589.623; ídem, 12/3/2013, “H.,
Ricardo Alejandro c/ Empresa Ciudad de San Fernando y otros s/ Daños y
Perjuicios”, L. n° 610.399; ídem, 19/6/2012, “G., Josefina c/ Transporte
Escalada S.A.T. y otro s/ daños y perjuicios”, L. n° 598.408; ídem,
23/02/2012, “G., Victoria Yasmin c/ M., Pablo y otros s/daños y
perjuicios”, LL 18/06/2012, 9).
Sentado ello, la incapacidad sobreviniente puede ser
aprehendida en un doble aspecto, en tanto lesión a la persona, la
incapacidad se percibe ante todo desde una perspectiva intrínseca: como
menoscabo a la integridad psicofísica del sujeto, que con mayor o menor
alcance lo invalida en realizaciones existenciales o productivas. En este
último sentido desde un punto de vista genérico, puede ser definida como
inhabilidad o impedimento, o bien dificultad apreciable en algún grado
para el ejercicio de funciones vitales. (Zabala de González Matilde:
“Tratado de Daños a las Personas – Disminuciones Psicofísicas”, t. II, p.
1). Se toman en cuenta de modo predominante las condiciones personales
de la víctima y para que exista es necesario que se verifique luego de
concluida la etapa inmediata de curación y convalecencias, y cuando no se
ha logrado su total restablecimiento.
Más específicamente, se entiende por lesión toda alteración de
la contextura física o corporal, como una contusión, escoriación, herida,
mutilación, fractura, entre otros ejemplos, y todo detrimento del organismo,
sea por un empeoramiento del desempeño de la función o un desempeño
más gravoso, y cualquier perjuicio en el aspecto físico de la salud, aunque
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Lo expuesto exige además precisar que, aunque importante, el
aspecto laboral es solo una parcela de la indemnización de la incapacidad
sobreviniente. El menú está integrado por otros ingredientes que pueden
incidir en el caso en concreto, lo que nos conduce a la figura de la
“incapacidad vital”, que exige analizar la proyección que la mengua tiene
en la personalidad integral de la víctima. Esto, porque las secuelas que deja
un accidente suelen repercutir en la vida de relación del damnificado y
gravitar negativamente más allá de la esfera individual, hasta alcanzar los
más variados aspectos, como el social, doméstico, deportivo y cultural, que
si bien no se traducen en la generación de recursos económicos, o de
ganancias directas o inmediatas, al margen de la trascendencia que su
afectación pueda acarrear en el área extrapatrimonial, son
patrimonialmente mensurables, porque pueden de rebote aparejar
consecuencias de esa índole. Este costado, de estar presente, de acuerdo
con lo que sea dable inferir de las pruebas colectadas en la causa, no puede
ser ignorado a la hora de fijar la cifra del resarcimiento por el concepto en
análisis.
Se encuentra digitalizada en autos la contestación de oficio
proveniente del Hospital Interzonal de Agudos “Evita”, Lanús, provincia
de Buenos Aires, de la cual surge la atención medica brindada al aquí actor
en día del siniestro denunciado, en sector Guardia, con diagnóstico de
politraumatismo.
Se encuentra agregado en autos informes médicos realizados
por perito médico y psiquiatra.
El perito médico designado de oficio, Dr. Fernando Ladoux,
señaló en su informe: “CONCLUSIONES MEDICO-LEGALES: De
acuerdo al examen médico pericial realizado al Sr. FERRACHI DAMIAN
IGNACIOO se puede concluir que el mismo presenta una Incapacidad
Parcial y Permanente del % de la Total Obrera según el Método de
Balthazard para patologías asociadas o cálculo de la Capacidad Restante
Residual (CRR) que por cálculo corresponde: A- OMALGIA IZQUIERDA.
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conocimientos científicos de los que por su profesión o título habilitante
necesariamente ha de suponérselo dotado, o sea, que el apartamiento de las
conclusiones establecidas en aquél debe encontrar apoyo en razones serias,
es decir, en fundamentos objetivamente demostrativos de que la opinión
del experto se halla reñida con principios lógicos o máximas de
experiencia, evidenciando la existencia de errores de entidad, o que existen
en el proceso elementos probatorios de mayor eficacia para provocar la
convicción acerca de los hechos controvertidos (conf. Morello-Sosa-
Berizonce: “Códigos Procesales en lo Civil y Comercial de la Prov. de Bs.
As. y de la Nación, Comentados y Anotados”, t. V-B, pags. 453/).
Entonces cuando el peritaje se halla fundado en principios
técnicos inobjetables y no existe otra prueba que lo desvirtúe, la sana
crítica aconseja, frente a la imposibilidad de oponer argumentos científicos
de mayor valor, aceptar las conclusiones de aquél (conf. Palacio, Lino E.
“Derecho Procesal Civil”, tomo IV, pág. 719).
En este caso, las peritaciones en cuestión, analizadas con
sujeción a lo que dispone el art. 477 del Código Procesal, son claras en sus
contenidos y dejan definitivamente esclarecido cuáles son las secuelas que
pueden atribuirse en relación de causalidad adecuada con el evento dañoso.
Todo lo cual justifica la aprobación de lo concluido como ya fuera
anticipado.
En consecuencia, se tendrá en cuenta la incapacidad atribuida,
en el caso en concreto y solo los porcentajes señalados por el perito
médico, toda vez que la profesional psiquiatra no constató secuela alguna.
Dicho lo cual, en lo que hace a la cuantía, hace ya largo
tiempo, y con su anterior composición, esta Sala acude como pauta
orientativa a criterios matemáticos para su determinación, si bien tomando
los valores que arrojan esos cálculos finales como indicativos, sin resignar
las facultades que asisten al órgano judicial para adecuarlos a las
circunstancias y condiciones personales del damnificado, de modo de
arribar a una solución que concilie lo mejor posible los intereses en juego.
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cuenta los principios y valores jurídicos y de modo coherente con todo el
ordenamiento jurídico. También, por defecto o por exceso, de afectar el
principio de la reparación plena que impacta a nivel constitucional y se
enmarca en el proceso de constitucionalización del derecho civil
patrimonial y de los derechos humanos fundamentales (arts. 1740 del
Código Civil y Comercial de la Nación, arts. 16, 17, 19 y 33 de la
Constitución Nacional; mis votos en las causas: “BENGOCHEA LUISA
SANDRA c/ GONZÁLEZ PABLO Y OTROS s/ DAÑOS Y PERJUICIOS”
N° 91613/2009 y “MISIAK HORACIO ROBERTO c/ GONZÁLEZ
PABLO Y OTROS s/ DAÑOS Y PERJUICIOS” N° 68239/2010), del 24 de
julio de dos mil veinte, “DIAZ CABRERA, CARMEN c/ UNION
TRANSPORTISTAS DE EMPRESAS S.A. LINEA 46 Y OTROS
s/DAÑOS Y PERJUICIOS - EXPTE. N° 58058/2015”, de junio de dos mil
veintiuno, entre muchas otras).
La realidad vital asume en diversos supuestos características y
peculiaridades, difíciles de subsumir en un cálculo o fórmula matemática,
en los términos absolutos con que lo propone algún sector de la doctrina -al
menos con las variables y constantes con que han sido alimentadas hasta
ahora las más difundidas-, y que por ello muchas veces demanda de una
suerte de análisis artesanal del caso, con sujeción al material probatorio
reunido en el expediente. En tales supuestos, el apartamiento de la fórmula
o la corrección del resultado que ella arroje, resulta plenamente justificado,
para dotar a la indemnización de una más justa y realista definición en el
caso sometido a revisión o juzgamiento (ver mis votos en EXPTE. n°
71.097/2010, caratulado “SAN MILLAN, JONATHAN NICOLÁS Y
OTRO C/ PANDOLFI, JORGE ABRAHAM Y OTROS S/ DAÑOS Y
PERJUICIOS”, del 20 de diciembre de dos mil dieciocho; EXPTE. Nº
72.118/2013, caratulado “ARNIJAS, CLAUDIO NICOLAS C/
ALVARADO OTEGUI FERNANDO Y OTRO S/ DAÑOS Y
PERJUICIOS”, de septiembre de dos mil diecinueve; EXPTE. Nº
62139/2016, caratulado “BALDO, CRISTINA DE LOS ANGELES c/
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Con estas precisiones, que no resultan incompatibles con la
solución que viene aplicando este Tribunal en el tema, entiendo que, en el
caso en concreto, la aplicación de la fórmula otorga un monto equitativo.
En ese orden de ideas, estimo adecuado valorar, respecto del
coactor: 1) que el accidente acaeció cuando el actor tenía 35 años, 2) que
de las entrevistas mantenidas con los profesionales de la salud y de la
declaración jurada brindada por el accionante en el beneficio de litigar sin
gastos se desprende que vive con su mujer y su hijo menor de edad. En
relación con su ocupación laboral indicó que ingresó a Cencosud, Easy,
que es cajero y recibe un sueldo aproximado de $30.000 mensuales.
Acompañó recibos (noviembre 2019). Lo antedicho se toma como pauta
orientativa junto con el salario mínimo vital y móvil a valores vigentes al
emitirse el pronunciamiento de grado para continuar con el lineamiento allí
desplegado, 3) una tasa de descuento del 5% anual que en la actual
coyuntura económica entiendo adecuada y que representaría el adelanto
por las sumas futuras, equivalente a la que se podría obtener de una
inversión a largo plazo, 4) el periodo a computar que estaría dado hasta la
edad productiva de la víctima que esta sala estima en 75 años, y 5) la
incapacidad determinada por los expertos la que se tendrá en cuenta con los
parámetros ya reseñados (20% físico).
Pues bien, aceptado lo concluido en los informes periciales,
las circunstancias particulares de la víctima en base a las reflexiones
precedentes y pautas objetivas descritas, el grado de incapacidad señalada,
de acuerdo con el cálculo propuesto y demás circunstancias apuntadas,
propongo al Acuerdo otorgar la suma de $18.000.000 a favor del actor.
Aclarado ello, si bien el monto supera lo pretendido por los
demandantes en su momento, toda vez que se fija a valores actuales en la
oportunidad de emitirse el decisorio apelado y a que su reclamo ha
quedado supeditado a la fórmula “lo que en más o en menos resulte de la
prueba a producirse”, no considero que exista violación alguna al
principio de congruencia.
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b) Daño moral
El art. 1741 del Código Civil, en base al distingo entre daño-
lesión y daño – consecuencia, se refiere al daño no patrimonial que debe
entenderse como equivalente al usualmente denominado daño
extrapatrimonial o moral, por oposición al patrimonial (conf Lorenzetti,
Ricardo Luis: “Código Civil y Comercial de la Nación, Comentado”, t.
VIII, p. 500).
La norma regula el tema de la legitimación para reclamarlo y
otras vicisitudes, pero no menciona el concepto, lo cual da cabida a la labor
doctrinaria y jurisprudencial desarrollada sobre el tema al amparo del
Código de Vélez, que mantiene actualidad.
En esta línea, se lo ha caracterizado como el configurado por
la lesión en los sentimientos que determina dolor o sufrimiento, inquietud
espiritual o agravio a las afecciones legítimas y, en general, toda clase de
padecimientos comprendiendo también las molestias en la seguridad
personal de la víctima o en el goce de sus bienes.
Mediante la indemnización peticionada se procura reparar la
lesión ocasionada a la persona en alguno de aquellos bienes que tienen un
valor principal en su vida, y que son la paz, la integridad física, la
tranquilidad de espíritu, el honor, y los demás sagrados afectos que se
resumen en los conceptos de seguridad personal y afección legítima; y
cuya violación determina la modificación disvaliosa del espíritu en su
capacidad de entender, querer o sentir, que resulta anímicamente
perjudicial.
La referencia del art. 1738 del Código Civil y Comercial de la
Nación a las afecciones espirituales legítimas le confiere al daño moral un
contenido amplio, abarcativo de todas las consecuencias no patrimoniales.
Se señala en este sentido que se ha descendido notoriamente el piso o
umbral a partir del cual las angustias, molestias inquietudes, zozobras,
dolor, padecimientos, etcétera, determinan el nacimiento del daño moral,
acentuándose la protección de la persona humana. En esta línea, se llega
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también a sostener la existencia de “daños morales mínimos”, en base a la
constitucionalización de la tutela de la persona humana (conf Lorenzetti,
Ricardo Luis: “ Ob. cit”, t. VIII, p. 485).
Vale destacar que, con buen criterio, el Código consagra
expresamente el principio de reparación plena (art. 1740), que ya había
sido concebido como derecho constitucional por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación (a partir de "Santa Coloma c. Ferrocarriles
Argentinos", 05/08/1986 y "Ruiz c. Estado Nacional, 24/05/1993) en base a
los arts. 14, 17, 19, 33, 42, 75 inc. 22 de la Constitución Nacional.
Dicho principio, además, se manifiesta concretamente a través
de las pautas indicadas en orden a la valoración y cuantificación de la
indemnización, que comprenderá todas las resultas o repercusiones
patrimoniales y extrapatrimoniales del ilícito, como "la pérdida o
disminución del patrimonio de la víctima, el cesante en el beneficio
económico esperado de acuerdo a la probabilidad objetiva de su obtención
y la pérdida de chances", incluyendo especialmente "las consecuencias de
la violación de los derechos personalísimos de la víctima, de su integridad
personal, su salud psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas y las
que resultan de la interferencia en su proyecto de vida" (art. 1738),
"ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden
procurar las sumas reconocidas" ( ver art. 1741 y Meza-Boragina: “el daño
extrapatrimonial en el Código Civil y Comercial, publicado en la
Laleyonline).
Queda superado ahora el criterio que sostenía que en el daño
moral se indemnizaba el “precio al dolor” para aceptarse que lo resarcible
es el “precio del consuelo”, que procura “la mitigación del dolor de la
víctima a través de bienes deleitables que conjugan la tristeza, la desazón o
las penurias. Se trata de proporcionarle a la víctima recursos aptos para
menguar el detrimento causado y por esa vía facilitarles el acceso a
gratificaciones viables, confrontando el padecimiento con bienes idóneos
para consolarlo, o sea, proporcionarle alegría, gozo, alivio, descanso de la
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la intensidad del sufrimiento susceptible de ser provocado por la situación
descripta. Dicho monto le permitirá al actor contratar actividades
recreativas o adquirir bienes materiales, cuyos precios son públicos,
razonablemente suficientes para sustituir los padecimientos inferidos.
En un supuesto con las peculiaridades del presente, el monto
propiciado, lejos de evidenciar desproporción, resulta una manera
razonable de expurgar la desvalorización desde el momento en que la cifra
fue estimada, al interponerse la demanda. En una hipótesis como la de
autos, que involucra una deuda de valor, en aras de un formal y poco
realista respeto del principio de congruencia, conceder la cifra solicitada a
valores nominales conjugada con la tasa que se ordene aplicar, se
manifiesta como insuficiente para resguardar la real significación o el
verdadero valor que el monto pedido tenía o representaba, cuando la
demanda fue deducida.
c) Gastos médicos, farmacia, traslados
El actor requirió una suma por los gastos que tuvo que
afrontar.
El resarcimiento de los gastos médicos, de medicamentos y
traslado debe ser admitido aun cuando no se encuentren documentalmente
acreditadas las sumas irrogadas, cuando -como en el caso-, por la
naturaleza de las lesiones padecidas, es presumible que tales desembolsos
se hubieran producido. En efecto, no es necesaria la prueba acabada de su
existencia mediante la presentación de recibos o facturas, en atención a su
razonabilidad. Basta la acreditación de la adecuada relación con la
patología sufrida para su reembolso, el que quedará librado al prudente
arbitrio judicial.
Los gastos de traslado, solicitado por la víctima lesionada, a
raíz de un accidente, son procedentes en tanto, indudablemente, quien
sufrió tal clase de evento dañoso necesita un medio de transporte adecuado
para concurrir al nosocomio donde lo asisten.
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Los gastos médicos y terapéuticos futuros son resarcibles
siempre que, de acuerdo con la índole de la lesión padecida, resulta
previsible la necesidad o conveniencia de realizar o proseguir algún
tratamiento para subsanar o aliviar aminoraciones o debilidades
psicofísicas derivadas del suceso.
Tratándose de un daño futuro, no se precisa seguridad de que
sobrevendrá, sino un suficiente grado de probabilidad. Para la procedencia
de la indemnización debe bastar que la asistencia o intervenciones
terapéuticas aconsejadas, aunque no indispensables, resulten
razonablemente idóneas para revertir o reducir las secuelas desfavorables
del hecho (Zavala de González, Matilde. “Tratado de daños a la persona”,
Disminuciones psicofísicas, t.1 p. 348/349).
En base a lo dicho, y lo demás analizado hasta aquí, es que,
entiendo que corresponde hacer lugar a este rubro respecto del tratamiento
médico indicado y por ello propongo al Acuerdo otorgar la suma de
$300.000 en concepto de tratamiento kinésico, lo que guarda razonable
relación con los antecedentes ponderados y también en base a los datos de
conocimiento general.
e) Daño Material
El accionante requirió una suma a fin de hacer frente al
presente ítem.
La reparación plena implica la razonable equivalencia jurídica
entre el perjuicio y el daño, con las limitaciones razonables que impone el
ordenamiento jurídico. Se trata, en suma, del restablecimiento de la
situación preexistente al hecho lesivo, sea mediante el pago de una suma de
dinero o de obligaciones de hacer o de dar para recomponer en especie el
estado anterior, con las limitaciones cualitativas y cuantitativas que
sustentadas en el principio de razonabilidad establece el ordenamiento
jurídico. Y en este sentido, una primera limitación que encuentra el daño
jurídico es la relación de causalidad adecuada que constituye una valla al
alcance o extensión de las consecuencias resarcibles (conf. Lorenzetti,
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f) Privación de uso y gastos por remolque
El actor requirió una suma de dinero por este ítem.
Ahora bien, el perjuicio derivado de la privación de uso del
rodado, se presume con la sola acreditación de su indisponibilidad durante
un determinado lapso, ya que, como se ha sostenido con reiteración, quien
tiene un automóvil seguramente lo utiliza para su trabajo o esparcimiento,
de manera que su privación constituye un daño representado por el costo de
sustitución del vehículo (conf. CNCiv, Sala A, in re “Baiardi, Pedro D. y
otro c. Gómez Quiroga, Juan M. y otros., Voto el Dr. Molteni, del
02/08/1999, public en Laleyonline, con cita de Libres 168.428 del 5/9/95,
169.153 del 16/8/95 y 209.331 del 19/3/97, entre muchos otros).
Es, en suma, un daño cuya existencia no requiere prueba y que
se configura cuando el damnificado se ve privado de utilizar el automotor y
por esa sola circunstancia (conf. Sala, M, expte. n° 104.514/1998, del
30/09/05, "Carnero, Claudio A. c/ González, José E. s/ daños y perjuicios").
En cuanto a la determinación del monto, debe ser fijado
equitativamente por el Juez, atendiendo al tiempo que demandaron las
reparaciones y la mayor o menor necesidad de su utilización. Tal directiva
no se modifica aun cuando el automotor no se destine a actividades
productivas o laborativas puesto que no se excluyen las propias de
esparcimiento que aquel reporta derivadas de su temporaria
indisponibilidad (MEILIJ, Gustavo, "Efectos jurídicos de los accidentes de
tránsito", p. 194; RAMÍREZ, Jorge, "Indemnización de daños y
perjuicios", t. II, p. 115).
A su vez, por una elemental aplicación de principios de
razonabilidad y buena fe, a los efectos de definir la cuantía de la
indemnización por gastos de movilidad durante el período de
indisponibilidad de la unidad, debe computarse el costo de medios de
transporte similares.
Y como proyección del principio de la compensatio lucri cum
damno, deben descontarse del monto indemnizatorio aquellos gastos
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Es decir, para que proceda la indemnización en estudio, tiene
que haber resultado dañada una parte vital de la estructura del automotor y
que, no obstante su arreglo, no se lo pueda restituir a sus condiciones
originales (cfr. CNCom, Sala "E", La Ley, 1993-B, 329, DJ, 1993-1-969,
etc.).
El perito ingeniero mecánico, al ser preguntado con relación a
esto, indicó: “…monto aproximado de la desvalorización producida en el
vehículo del actor en el mercado del coche usado estimada en porcentual
con relación al valor total del vehículo y en dinero; No se puede
determinar la desvalorización dado que no he podido verificar el
vehículo”.
En consecuencia, propongo al Acuerdo, ante la orfandad
probatoria al respecto, rechazar el presente rubro.
V.- Límite de cobertura
La citada en garantía al momento de contestar demanda
reconoció la existencia de póliza vigente al momento del siniestro.
Asimismo, indicó como límite de cobertura, según póliza N° 54/199447 ,
está constituido por la suma de $10.000.000, al año 2019.
Ahora bien, corresponde señalar que analizado en función de
las circunstancias que rodean el caso en concreto, el límite indicado, hoy,
no es lógico ni razonable.
En dicho escenario, la pretensión de la aseguradora de asirse
en términos nominales al límite de cobertura emergente de la póliza, en
este caso en concreto, sin contemplar la circunstancia apuntada
precedentemente, así como el brusco cambio de las circunstancias aperadas
al momento de celebrarse el contrato de seguro, que han depreciado aquél
monto máximo de una manera drástica, constituye un supuesto de abuso
del derecho, de acuerdo a las pautas del instituto delineadas por el art. 10
del Código Civil y Comercial de la Nación.
En tal hipótesis, ello no puede ser interpretado en forma
aislada, sino que debe conectarse con la finalidad tenida en cuenta por el
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actual de la distinción” en la obra de Alegría-Mosset Iturraspe (Dir.),
Revista de Derecho Privado y Comunitario. Obligaciones Dinerarias.
Intereses, T. 2001-2, Rubinzal Culzoni, p. 42).
En el mismo voto se dice que “la Ley Nacional de Tránsito
impone la necesidad de contratar un seguro obligatorio de responsabilidad
civil frente a terceros -transportados o no- por los eventuales daños que
pudiera ocasionar el dueño o guardián del vehículo (art. 68, ley 24.449) y
dispone también que su contratación debe realizarse de acuerdo con las
condiciones que fije la Superintendencia de Seguros de la Nación,
autoridad en materia aseguradora. Por su parte, los arts. 109 y 118 de la ley
de Seguros 17.418 establecen que el asegurador se obliga a mantener
indemne el patrimonio del asegurado o del conductor por él autorizado por
cuanto deban a un tercero como consecuencia de los daños causados por el
vehículo objeto del seguro, por cada acontecimiento ocurrido durante la
vigencia del contrato. También lo es que el acceso a una reparación plena
de los daños sufridos por las víctimas de accidentes de tránsito constituye
un principio constitucional que debe ser tutelado y que la Corte Suprema
ha reforzado toda interpretación conducente a su plena satisfacción.”
En la misma línea, aunque refiriéndose a los montos mínimos
establecidos por el organismo de superintendencia en materia del seguro
obligatorio previsto por el art. 68 de la ley 24.449 y no al máximo que
voluntariamente puede acordar el asegurado, como aquí sucede, tuvo
oportunidad de expedirse la Suprema Corte de Justicia de la provincia de
Buenos Aires. En ese caso, con voto del Dr. Pettigiani aquél tribunal
sostuvo: “pues bien, a la luz de las circunstancias narradas considero que la
cláusula de delimitación cuantitativa del riesgo contenida en la póliza de
seguro, convenida en concordancia con la normativa vigente al momento
del hecho (cobertura básica obligatoria), no puede ser oponible al
asegurado y a la víctima cuando la magnitud de los daños padecidos por
esta última fue estimada en un tiempo actual, en el que también debe ser
ejecutada la garantía, pues ante los disímiles contextos habidos en tales
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Llambías, Obligaciones, T. I, p. 162, nro. 132; Wayar, Ernesto C., Tratado
de la mora, p. 588). En función de lo expuesto recaen sobre la aseguradora
morosa consecuencias que, en cuanto aquí interesa, se configuraron al
modificarse el régimen en el que se enmarcó el contrato de seguro
oportunamente, al punto de transformar el límite en irrazonable.
Es desde esta perspectiva que, en un supuesto como el
sometido a revisión, la efectiva oponibilidad del límite del seguro debe
ajustarse a las normas vigentes al momento de la sentencia de grado
(Resolución N° 505/2023) , que es cuando se cristalizan los valores,
solución que permite atender cierta limitación pactada en la
responsabilidad de la misma y, al mismo tiempo, satisfacer la necesaria
fuente jurídica a la que alude la Corte Suprema de Justicia en sus fallos
sobre el tema para justificar la medida de su obligación (conf. Fallos
340:765, cons. 12o).
Cabe la aclaración, que tal límite, sólo puede referirse al
capital de condena, y no a los intereses, ya que mal podría beneficiarse la
aseguradora por la mora en que incurrió respecto del cumplimiento de una
obligación que le es propia (conf. C.N.Civ., sala G CIV/71636/2014/CA1,
del 2/11/17; sala A, R. 612.537, “Chivilo, Ricardo Francisco c/ Expreso
Paraná S.A.”, del 29/11/12; ídem sala B, R. 597.991, “Cupido, Jennifer y
otros c/ Turismo Río de la Plata y otros s/ daños y perjuicios”, del
26/04/12; íd., sala F, R. 617.339, “Perez, Ariel Enrique C/ Garazurreta,
Osvaldo Martín y otro s/ daños y perjuicios”, 10/6/2013; íd., sala H, R.
53.201/2010, “Jaszczakowicz, Gustavo Ángel c/ Huallpa Quispe,
Cristobal”, del 16/12/16; íd. sala L. R. 56345/2005, “López, Elisa Isabel c/
Piscetta, Alejandro Martín”, del 3/6/16; asimismo, Stiglitz, Rubén y
Compiani, Fabiana, “Las costas y los intereses en el contrato de seguro
contra la responsabilidad civil y un excelente pronunciamiento de la Corte
de la Nación”, en RCyS 2016-VII, 177).
Por todo lo expuesto y toda vez que mediante el art. 8 de la
señalada Resolución, la Superintendencia de Seguros de la Nación elevó a
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En ese mismo sentido tiene dicho la doctrina que en el caso de
las obligaciones de valor es correcto aplicar dos tasas de interés diferentes:
una desde que la obligación se hizo exigible y hasta que se determinó el
valor de la prestación, y otra desde este último momento hasta su pago. La
primera debe ser pura, lo que equivale a decir que no debe contener
componentes inflacionarios, ya que el monto de la obligación se determina
conforme al valor que ella reviste en el momento de la cuantificación en la
sentencia. La restante se aplica cuando la deuda queda finalmente
consolidada en dinero, supuesto en el cual cabe aplicar una tasa como la
activa que computa la depreciación de la moneda. En definitiva, la tesis
contraria reconoce dos veces la desvalorización monetaria operada entre el
hecho generador de los perjuicios y la sentencia que cuantifica esos daños a
valores actuales, con el consiguiente enriquecimiento sin causa del
acreedor (conf. Ossola, Federico Alejandro en Lorenzetti, Ricardo Luis
[director], Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, Santa Fe,
Rubinzal Culzoni, 2015, t. V, págs. 158/159).
Así las cosas, si bien durante el último período este colegiado
había variado ese criterio con fundamento en el aumento generalizado de
los precios de bienes y servicios, como también en la necesidad de ofrecer
uniformidad con el resto de las salas que componen esta Cámara de
Apelaciones, lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
la causa “Barrientos” (CIV 28577/2008/1/RH1, sentencia del 15 de octubre
de 2024) resulta decisivo para retomar el camino trazado con anterioridad.
Sobre este punto, cabe recordar que es un principio asentado
desde el caso “Cerámica San Lorenzo” de 1985 (Fallos: 307:1094) que los
tribunales inferiores deben conformar sus decisiones a las sentencias de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación. La propia Corte recordó en
“Schiffrin” (Fallos: 340:257, sentencia del 28 de marzo de 2017) –con su
integración actual– el deber moral que tienen los magistrados de conformar
sus decisiones a las adoptadas por el máximo tribunal cuando no se aportan
razones de suficiente entidad argumentativa para modificarlos. Señaló
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Buenos Aires, 27 de diciembre de 2024.
Por lo que resulta de la votación que instruye el acuerdo que
antecede, el tribunal RESUELVE: 1) Hacer lugar a los agravios del actor y
revocar la sentencia de grado respecto de lo decidido en materia de
responsabilidad, en cuanto rechaza la demanda impetrada, la que se admite.
En consecuencia, se condena al demandado Rodríguez Carlos Alberto
Miguel, junto con la aseguradora “Seguros Bernardino Rivadavia
Cooperativa de Limitada”, a abonar al actor la suma de VEINTISES
MILLONES CIENTO SESENTA MIL PESOS ($ 26.160.000), con los
alcances establecidos en los considerandos. Todo ello dentro del plazo de
diez días. 2) Hacer extensiva la condena a la aseguradora en los términos
del art. 118 y concordantes de la ley 17.418 según lo dispuesto en el
considerando V. 3) Liquidar los intereses en la forma dispuesta en el
Considerando VI. 4) Imponer las costas de ambas instancias al demandado
y la aseguradora, dada la condición de vencidos que invisten.
La vocalía número 27 no interviene por encontrarse vacante.
Regístrese, notifíquese y devuélvase.
Se hace constar que la publicación de la presente sentencia se
encuentra sometida a lo dispuesto por el artículo 164, 2° párrafo del
Código Procesal y artículo 64 del Reglamento para la Justicia Nacional, sin
perjuicio de lo cual será remitida al Centro de Información Judicial a los
fines previstos por las acordadas 15/13 y 24/13 de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación.
PAOLA MARIANA GUISADO – JUAN PABLO RODRÍGUEZ
JUECES DE CÁMARA
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