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Poder Judicial de la Nación

CAMARA CIVIL - SALA J

Expte. Nº 53.944/2014 “Ponce, Carlos María c/ Bravo, Guillermo


y otros s/ daños y perjuicios”

En la Ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina, a


los 2 días del mes de septiembre del año dos mil veinte,
reunidos en acuerdo las señoras juezas de la Sala “J” de la Excma.
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, para conocer en los
recursos de apelación interpuestos en los autos caratulados: “Ponce,
Carlos María c/ Bravo, Guillermo y otros s/ daños y perjuicios ”,
respecto de la sentencia de fecha 19 de junio de 2020, el tribunal
estableció la siguiente cuestión a resolver:
¿ES JUSTA LA SENTENCIA APELADA?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía realizarse en
el siguiente orden: señores juezas de cámara doctoras: Beatriz A.
Verón- Gabriela M. Scolarici.
A la cuestión propuesta, la Dra. Beatriz A. Verón dijo:
I.- La sentencia recurrida hace lugar a la demanda incoada y, en
consecuencia, condena al demandado Guillermo Bravo y La Cabaña
S.A. a pagar al actor la suma de $4.620.400. Hace extensiva la
condena a la aseguradora declarando inoponible al actor la franquicia
denunciada.

Con fecha 24 de agosto de 2020 se dictó el llamamiento de


autos, providencia que se encuentra firme, quedando de esta manera
los presentes en estado de dictar sentencia.

II.- Breve reseña de los hechos

Relata el actor que el día 21 de enero de 2014, siendo


aproximadamente las 14:30 hs., se encontraba cruzando por la senda
peatonal existente en la Av. Rivadavia a la altura del 13.700, en la
localidad de Ramos Mejía, Provincia de Buenos Aires.

Fecha de firma: 02/09/2020


Firmado por: GRACIELA MONICA MORGAN, SECRETARIO DE CAMARA
Firmado por: BEATRIZ ALICIA VERON, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: GABRIELA MARIEL SCOLARICI, JUEZ DE CAMARA

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Explica que en el lugar no había semáforo y que al llegar
a trasponer la mitad de la avenida, deja pasar un auto, y cuando estaba
próximo a llegar a la vereda, resultó impactado por un colectivo de la
Línea 172, dominio HRN-613, conducido por el demandado
Guillermo Bravo, quien circulaba a alta velocidad, embistiéndolo con
el lado derecho frontal del colectivo.
Detalla que ya había pasado por todo el frente del
colectivo antes de ser alcanzado con su costado derecho y que el
chofer del autobús no efectúo maniobra alguna para evitar el contacto
con la humanidad del accionante.
Como consecuencia del accidente que narra hubo
intervención policial y fue trasladado por una ambulancia del SAME
al Hospital San Juan de Dios.
Detalla las menguas sufridas.

A fs. 47/51 se presenta la aseguradora Protección Mutual


de Seguros del Transporte Público de Pasajeros, contesta demanda, y
brinda su versión de los hechos alegando la culpa de la propia víctima.
Alega la existencia de una franquicia por responsabilidad civil de
$40.000.

Por su parte, la demandada La Cabaña brinda su versión


del incidente y asimismo, al igual que la citada en garantía, invoca la
culpa de la víctima (cfr. fs. 121/133).

A fs. 157 se presenta el codemandado Bravo, y adhiere a


la contestación de la demanda realizada por La Cabaña S.A.

III.- Agravios
Se queja la parte demandada y la citada en garantía por la
responsabilidad imputada, ya que consideran determinante el aporte
causal del peatón, por las sumas concedidas en las partidas por

Fecha de firma: 02/09/2020


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incapacidad sobreviniente, moral y gastos como así también por la


tasa de interés dispuesta y la inoponibilidad de la franquicia.

IV.- Responsabilidad
A).- Por razones de orden metodológico corresponde dar
tratamiento en primer término a los agravios relativos a la
responsabilidad atribuida en el hecho sometido a juzgamiento.
La parte actora persigue la reparación de daños y perjuicios en
virtud del accidente que sufriera el 21 de enero de 2014, en ocasión de
ser embestido por el colectivo de la línea 172 patente HRN-613, en la
Avenida Rivadavia al 13.700, Ramos Mejía, Pcia. de Buenos Aires.
Tratándose de un accidente entre un peatón y un rodado, nos
encontramos ante un supuesto de atribución objetiva de la
responsabilidad y que nace con total independencia del elemento
subjetivo de la culpa. Tratándose de responsabilidad objetiva, bien se
puede decir que al damnificado para encuadrar el caso en el anterior
ap. 2º del párr. 2º del art. 1113 del Código Civil (actual art. 1757 del
CCyCN), le basta con acreditar el perjuicio sufrido y la intervención
de la cosa que lo produjera, o el contacto con la misma y nada más
(CNCiv. Sala “D”, 10/8/99, “Torres Graciela B. C/ Merlino Carlos a.
s/daños y perjuicios”).
Es decir, que en el caso es de aplicación la presunción emanada
del antiguo art. 1113 parr. 2º del C.Civil., receptada en la actual
normativa en los arts. 1722, 1757, 1758, 1769 del CCCN (ley 26.994),
que, si bien es iuris tantum, debe ser destruida por prueba categórica
aportada por aquél sobre quien recae, y que acredite acabadamente
alguna de las causales de exoneración que ella contempla, toda vez
que incluso un estado de duda es insuficiente a los fines indicados
(CNCiv. Sala E, 20/10/99, “Juárez Marta O. y otro c/17 de Agosto
S.A.y otro s/daños y perjuicios”).

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En el sub examine, al encontrarse involucrado un ómnibus
sometido al régimen de transporte público de pasajeros, tanto el riesgo
como el vicio y hasta la actividad riesgosa confieren fundamento a la
pretensión intentada contra las accionadas.
En este escenario, al damnificado le basta demostrar el contacto
con la cosa riesgosa productora de los daños que tuvieren adecuada
relación de causalidad y es el imputado, por el contrario, quien debe
invocar y acreditar la situación eximente que interrumpa el nexo
causal, en virtud de la carga probatoria impuesta por el art. 377 del
Cód. Procesal (cfr. art. 1757, 1758 y 1769 del Código Civil y
Comercial).
En el terreno de la apreciación de la prueba, el juzgador puede
inclinarse por lo que le merece mayor fe en concordancia con los
demás elementos de mérito que puedan obrar en el expediente, siendo
ello, en definitiva, una facultad privativa del magistrado (Conf. C. N.
Civ., esta Sala, Expte. 114.707/2004, 11/03/2010, “Valdez, José
Marcelino c/ Miño, Luis Alberto daños y perjuicios”, entre muchos
otros).
En relación a ello, es dable destacar que la convicción del
juzgador debe formarse tendiendo a un grado sumo de probabilidad
acerca del modo de producirse el evento, aunque no se tenga certeza
absoluta, porque admitida la existencia del siniestro y ante versiones
contrapuestas, debe realizarse un proceso de selección que
forzosamente conduzca a tener como realmente sucedidas algunas
circunstancias en que se apoyan dichas manifestaciones (Conf.
CNCiv, esta Sala, 17/2/2010 expte. Nº 48.931/07, “Vargas, Patricio
Daniel c/ Domínguez, Marcelo Nicanor y otros s/ daños y perjuicios”
idem, id; 23/6/2010, expte. 26720/2002 “Pages Mariano José c/
Laudanno Andrés Fabián y otros s/ daños y perjuicios”).

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Existe una importante regla de conducta que impone a los


conductores mantener en todo momento el dominio de sus rodados de
forma que pueda detenerlo cuando lo requieran las dificultades
propias del tránsito (arts. 39 y 50 de la Ley 24.449), lo que el
demandado no hizo en la especie, materializando de esta manera su
aporte a nivel autoría.

En efecto, no puede calificarse a la conducta del peatón como


completamente imprevisible e inevitable, cabe recordar que el peatón
imprudente es una contingencia del tránsito, que si no puede ser
calificada como normal, sí como habitual, y el conductor debe
preverla para poder detener el vehículo (Vázquez, Adolfo, Legislación
sobre tránsito. Ley federal 24.449, La Llave, 4° ed., pág. 68 y ccds;
conf. La Ley, tomo 138, página 373; tomo 149, página 568; C.N.Civ.,
Sala "B", mayo 2- 1975, J.A. 28-1975-151; ídem, íd., junio 11-1975,
J.A. 29-1975-61; ídem, Sala "C", febrero 28-1974, J.A.21-1974-29;
esta Sala in re “Zarate, Limpia c/ González, Jorge s/ Ds. y Ps.”, Expte.
N° 96.971/2.007, del 20/9/2016, esta sala “Crechet Andrea Carina c/
Transporte La Fe de Lujan S.R.L. y otros s/ daños y perjuicios” del
26-12-19).

Tal como surge de tradicional doctrina jurisprudencial de la


C.S.J.N., para que se interrumpa totalmente el nexo causal existente
entre el riesgo de la cosa y los daños consecuentes, la conducta del
peatón debe aparecer como la única causa y presentar las
características de imprevisibilidad e inevitabilidad propias del caso
fortuito o fuerza mayor (cfr. Fallos 310:2103; 316:912; 317:728 y
1006; 320:536, entre muchos otros).

En el caso en análisis, no se encuentra controvertido la


ocurrencia del hecho ni que el damnificado cruzaba por la senda
peatonal.

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De la causa penal se desprende que personal policial fue
desplazado el día 21/1/2014 a las 14 hs. a la intersección de la
Avenida Rivadavia y la calle Pueyrredón, detallando que “...sobre la
Av. Rivadavia se encuentra un colectivo de la línea 172 interno 40 de
la empresa “La Cabaña” patente HRN-613, con su parte frontal en
sentido hacia ...Capital Federal, y sobre la senda peatonal se halla
tendido una persona del sexo masculino...”.

Se identificó como testigo al Sr. Molina, quien resultó ser


compañero de trabajo del actor y declaró a fs. 15 que se acercó al
lugar del accidente al ser avisado que su compañero había sido
accidentado a unos 10 metros del trabajo.
Asimismo, a fs. 40 se dispuso el archivo de las actuaciones.
En las actuaciones civiles, declararon dos testigos cuyos
testimonios obran filmados en la causa, que apoyan la versión
brindada por la parte accionante al referir que el actor paró para mirar
si venían vehículos y al constatar que podía cruzar, inició el cruce por
la senda peatonal y cuando estaba trasponiendo la arteria, un colectivo
que venía muy rápido y no alcanzó a frenar, golpeó al actor y lo arroja
a un metro (Artaza).
Por su parte el testigo Murray quien refirió que vio al actor
cruzar la avenida y observó un colectivo que lo llevó por delante y
arrojó a un metro. Agregó, que el día estaba soleado y que el colectivo
iba de Morón a Liniers.
Por otro lado, a fs. 274 fue declarada la caducidad de los
testigos ofrecidos por la parte demandada.
Por su parte, el perito mecánico refiere que las arterias
involucradas en el accidente de marras atraviesan una zona urbana
céntrica, que presenta transito intenso durante el día y que no se
observan obstáculos naturales que impidan la visión, como así
tampoco, huellas de frenada.

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Asimismo, el ingeniero agrega lo ya sabido y sostenido


reiteradamente por esta Alzada, al decir que el peatón que avanza por
la senda peatonal tiene prioridad de paso en una encrucijada sin señal
lumínica. (cfr. fs. 363/366).
Siendo que no existe semáforo en la intersección, que el actor
estaba casi concluyendo el cruce debidamente por la senda peatonal y
que el ómnibus circulaba a una velocidad excesiva –todo ello se
encuentra corroborado con los aportes probatorios de la causa penal y
testimonios ya citados- se impone razonar que al no haber demostrado
las demandadas alguna de las eximentes de responsabilidad, en el
caso, la culpa de la víctima, la empresa de transportes y el conductor
de la unidad deben responder por los daños ocasionados al
damnificado en su carácter de dueño y guardián del autobús.
No obsta a tal conclusión, la circunstancia que el actor
padeciera problemas en su visión del ojo derecho, ya que, de los
elementos de prueba analizados, emerge claramente que el accionante
atravesó la avenida por la senda peatonal, estaba casi finalizando el
cruce, y había sido visualizado previamente por el chofer del colectivo
tal como lo describe a fs. 48vta., lo cual destaca la prioridad de paso
que le competía a la víctima, que no fue respetada por el conductor
del ómnibus.
Por todo lo dicho, se impone el rechazo de los agravios vertidos
por las demandadas apelantes, en cuanto a la responsabilidad se
refiere.

Resuelto ello, corresponde entender en los parciales


indemnizatorios cuestionados.

IV.- Partidas indemnizatorias

1).- Incapacidad sobreviniente

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La sentencia recurrida concedió por este ítem la suma de $
3.058.000.

La Corte Suprema ha señalado que tanto el derecho a una


reparación integral -cuyo reconocimiento busca obtener la actora-
como el derecho a la integridad de la persona en su aspecto físico,
psíquico y moral y el derecho a la vida que enlaza a los dos primeros,
se encuentran reconocidos por el plexo convencional incorporado al
art. 75, inc. 22, de la Constitución Nacional (conf. arts. I de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; 3° de
la Declaración Universal de Derechos Humanos; 4°, 5° Y 21 del Pacto
de San José de Costa Rica y 6° del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos; Fallos: 335: 2333) (CSJN del 10/08/2017 en
Recurso de hecho deducido por la actora en la causa Ontiveros, Stella
Maris c/ Prevención ART S .A. y otros s/ accidente - inc. y cas.").

Se ha expedido esta Cámara Civil en el sentido que “la


incapacidad sobreviniente comprende, salvo el daño moral y el lucro
cesante, todos los supuestos susceptibles de reparación patrimonial,
incluso los daños a la salud, a la integridad física y psíquica de la
víctima, como así también a su aspecto estético, es decir, la reparación
deberá abarcar no sólo el aspecto laborativo, sino también todas las
consecuencias que afecten su personalidad íntegramente considerada”
(conf. CCiv, sala “M” • 13/09/2010 • Estévez, María Cristina c/
Amarilla, Jorge Roberto y otros, La Ley Online;
AR/JUR/61637/2010).

La reparación del daño físico y psíquico causado debe ser


integral, es decir, debe comprender todos los aspectos de la vida de un
individuo, dicho de otro modo, debe resarcir las disminuciones que se
sufran a consecuencia del evento y que le impidan desarrollar

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normalmente todas las actividades que el sujeto realizaba, así como


también compensar de algún modo las expectativas frustradas.

En consecuencia, por incapacidad sobreviniente debe


entenderse una disminución en la salud, que afecta a la víctima en sus
posibilidades tanto laborativas como de relación y que son
consecuencia inmediata de la producción del accidente, prologando
sus efectos por cierto tiempo o en forma permanente.

Asimismo, habré de destacar que con respecto al daño


psicológico o psíquico, a mi entender, no queda subsumido en el daño
moral, pues ambos poseen distinta naturaleza.

En efecto el daño psíquico corresponde resarcirlo en la medida


que significa una disminución en las aptitudes psíquicas, que
representan una alteración y afectación del cuerpo en lo anímico y
psíquico, con el consiguiente quebranto espiritual, toda vez que éste
importa un menoscabo a la salud considerada en un concepto integral.

Veamos las pruebas:

A fs. 317/319 obra la pericia médica, de la cual emerge que el


damnificado sufrió a consecuencia del impacto un traumatismo
encéfalo craneano con pérdida de conocimiento y convulsiones.

Con motivo del accidente debió ser hospitalizado en el Hospital


San Juan de Dios y luego derivado al Sanatorio Los Arcos donde
permaneció internado por el lapso de 10 días.

Detalla el galeno que actualmente el peritado sigue bajo control


y medicado. Agrega como antecedentes del paciente que en el 2004
sufrió otro TEC que no le han dejado secuelas y glaucoma.

Estima la incapacidad del actor en un 60%.

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El dictamen recibió impugnaciones de las partes, las que han
sido contestadas a fs. 331 donde el experto aclara que la incapacidad
otorgada es por el daño neurológico y fractura vertebral, no por el
problema ocular preexistente.

Refiere que del primer TEC en el año 2004 no habían quedado


secuelas y que las convulsiones comenzaron a partir del segundo
accidente.

A fs. 273/285 luce la pericia psicológica de la que surge que el


actor presenta un cuadro de reacción vivencial anormal neurótica
depresiva grado III, con una incapacidad del 20%.

Recomienda la realización de un tratamiento farmacológico y


psicológico durante el lapso de un año.

La peritación recibió las impugnaciones que fueron respondidas


a fs. 293/294 y 296/298vta.

Debe decirse que el valor probatorio de un peritaje se mide por


su apoyo gnoseológico y científico, es decir, por la seriedad,
prolijidad y exhaustividad del camino seguido por el experto para
arribar a sus conclusiones. Dado que el juez es entonces un sujeto
cognoscente de segundo grado -conoce a través del perito y con el
auxilio técnico que éste le brinda-, la estimación de la fuerza de
convicción del dictamen se subordina a un análisis crítico de las
razones y fundamentos que han conducido al experto a la formulación
de sus juicios.

Asimismo, de la H.C. del Sanatorio Los Arcos se desprende que


el actor ingresó el mismo día del accidente, derivado del Hospital San
Juan de Dios de Ramos Mejía, con un traumatismo de cráneo leve
potencialmente grave con pérdida de conciencia secundario al ser
embestido por un colectivo. (cfr. fs. 219 y sgtes.).
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Se dispuso el alta sanatorial el día 31 de enero de 2014, con


controles externos (ver fs. 235).

Ahora bien, en cuanto al monto, teniendo en cuenta las


condiciones personales de la víctima, 50 años actualmente, casado,
con dos hijos, secundario completo, de ocupación empleado bancario
en la actualidad jubilado por discapacidad por el glaucoma, atento la
magnitud de las secuelas sufridas, las preexistencias de un
traumatismo de cráneo en el año 2004, que se encuentra jubilado por
discapacidad indicada desde el año 2016, y demás circunstancias del
caso ya explicitadas, deviene prudente y razonado proponer al
Acuerdo la suma de pesos dos millones quinientos mil ($2.500.000)
para enjugar la presenta partida (art. 165 CPCCN).

2).- Consecuencias no patrimoniales

El distinguido magistrado “a quo” otorgó por esta partida la


suma de $1.500.000.

En primer lugar, cabe señalar respecto al “daño moral”,


actualmente denominado consecuencias no patrimoniales
-contempladas en el art. 1741 del Código Civil y Comercial- que se
produce cuando existe una consecuencia lesiva de naturaleza
espiritual.

El Derecho -desde una concepción sistémica en donde la


Constitución constituye el vértice o núcleo- tutela intereses
trascendentes de la persona, además de los estrictamente
patrimoniales (Tobías, José W, “Hacia un replanteo del concepto (o el
contenido) del daño moral” L. L. 1993-E, 1227 - Responsabilidad
Civil Doctrinas Esenciales Tomo III, 33; C. N. Civ., esta Sala,
25/02/2010, Expte. Nº 87.802/2000 “Valdez Sandra Noelia c/ Urbano
Alberto Daniel y otro s/ daños y perjuicios”; Idem., Id. 15/04/2010,

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Expte. 114.354/2003 “Rendon, Juan Carlos c/Mazzoconi, Laura Edith
daños y perjuicios”, entre otros).

Conceptualmente, debe entenderse por daño moral toda


modificación disvaliosa del espíritu en el desenvolvimiento de la
capacidad de entender, querer o sentir y que se traduce en un modo de
estar de la persona diferente de aquel al que se hallaba antes del
hecho, como consecuencia de este y anímicamente perjudicial.
(Pizarro, Ramón Daniel, “Reflexiones en torno al daño moral y su
reparación”, JA semanario del 17-9-1985, C. N. Civ., esta Sala,
19/11/2009, Expte. Nº 115.969/2003 “Rodríguez Ayoroa, Hilda
Mabel c/ Deconti S.A. y otros s/ daños y perjuicios”; Idem.,id.,
11/05/2010, Expte. Nº 7.184/2006 “Cauda de Devoto, Elisabeth
Jacqueline y otros c/ Marani, Claudio Daniel y otros s/ daños y
perjuicios”, entre otros).

Este instituto se aplica, cuando se lesionan los sentimientos o


afecciones legítimas de una persona que se traducen en un concreto
perjuicio ocasionado por un evento dañoso. O dicho, en otros
términos, cuando se perturba de una manera u otra la tranquilidad y el
ritmo normal de vida del damnificado, sea en el ámbito privado, o en
el desempeño de sus actividades comerciales. Con atinado criterio, se
ha expresado que el daño patrimonial afecta lo que el sujeto tiene, en
cambio el daño moral lesiona lo que el sujeto “es” (Matilde Zavala de
González, Resarcimiento de Daños, Presupuestos y Funciones del
Derecho de Daños, t. 4, págs. 103, 1143 y “El concepto de daño
moral”, JA del 6-2-85; C. N. Civ., esta Sala, 23/6/2010, Expte.
26720/2002 “Pages Mariano José c/ Laudanno Andrés Fabián y otros
s/ daños y perjuicios”; Idem., id., 15/04/2010, Expte. 114.354/2003
“Rendon, Juan Carlos c/Mazzoconi, Laura Edith daños y perjuicios”;
Id., id., 24/06/2010, Expte. Nº 34.099/2001 “Ruiz Díaz, Secundino y
otro c/ Guanco, Víctor Manuel y otros s/ daños y perjuicios”, Id., id.,

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21/09/2010, Expte. Nº 23679/2006 “Orellana, Pablo Eduardo Alfredo


y otro c/ Vargas Galarraga, Jorge Eduardo y otros s/ daños y
perjuicios”, entre otros).

Para que surja el daño moral, es menester que, además de un


eventual desmedro económico, concurra una “repercusión en los
intereses existenciales” del sujeto y no se reputa que suceda sólo ante
molestias o inconvenientes de relativa entidad (conf. Orgaz, El daño
resarcible, pág. 259). Lo que se repara es el resultado dañoso, el
perjuicio susceptible de apreciación desde la óptica del entendimiento,
de la sensibilidad o de la voluntad de la persona, no la actividad del
responsable, hecho ilícito o incumplimiento contractual, etcétera, que
ha sido sólo la causa eficiente de aquél (Zannoni, E. El daño en la
responsabilidad civil, Astrea, 1982, pág. 1982, pág. 231, C. N. Civ.,
esta Sala, 11/02/2010, “Solimo, Héctor Marcelo c/ Trenes de Buenos
Aires y otro s/ daños y perjuicios”, Idem., id., 22/04/2010, Expte. Nº
100.782/2006, “Musumano, María Elena c/ Scheurman, Raúl Ernesto
y otros”, Id. Id., 23/06/2010, Expte 26720/2002 “Pages Mariano José
c/ Laudanno Andrés Fabián y otros s/ daños y perjuicios”; Id. Id.,
10/08/2010, “Gutiérrez, Luis Alfredo y otro c/ Luciani, Daniela
Cyntia y otros s/ daños y perjuicios”, entre otros).

Reiteradamente ha sostenido nuestro Máximo Tribunal que, en


lo concerniente a la fijación del daño moral debe tenerse en cuenta el
carácter resarcitorio de este rubro, la índole del hecho generador de
responsabilidad y la entidad de los sufrimientos espirituales causados
y por otra parte, que el reconocimiento de dicha reparación no tiene
necesariamente que guardar relación con el daño material, pues no se
trata de un daño accesorio a éste (conf. C. S. J. N., 06/10/2009,
“Arisnabarreta, Rubén J. c/ E. N. (Min. de Educación y Justicia de la
Nación) s/ juicios de conocimiento”; Idem., 07/11/2006, “Bianchi,
Isabel del Carmen Pereyra de c/ Buenos Aires, Provincia de y Camino

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del Atlántico S.A. y/o quien pueda resultar dueño y/o guardián de los
animales causantes del accidente s/ daños y perjuicios”, Fallos
329:4944; Id., 24/08/2006, “Ferrari de Grand, Teresa Hortensia
Mercedes y otros c/ Entre Ríos, Provincia de y otros s/ daños y
perjuicios”, Fallos 329: 3403; Id., 06/03/2007, ORI, “Mosca, Hugo
Arnaldo c/ Buenos Aires, Provincia de (Policía Bonaerense) y otros s/
daños y perjuicios”, Fallos 330: 563, entre muchos otros).

Sentado ello, atento los padecimientos sufridos, teniendo en


cuenta las condiciones personales de la víctima, las que ya han sido
merituadas en el apartado precedente, el periodo de internación tanto
en terapia intensiva como en sala común, deviene prudente y razonado
proponer se reduzca a pesos un millón trescientos mil ($1.300.000)
la suma otorgada para compensar la presente partida por daño
extrapatrimonial (art. 165 CPCCN).

3).- Gastos por tratamiento futuro.

Como ya se ha establecido precedentemente, el perito psicólogo


evaluó al actor y recomendó la realización de un tratamiento
farmacológico y de terapia psicológica durante el lapso de un año a
razón de una sesión semanal de terapia a un costo estimado de $700
cada entrevista, y una sesión psiquiátrica cada 15 días a razón de
$1.200 cada consulta.

Por ello, no encontrando elemento para apartarme de la


conclusión arribada por el distinguido magistrado “a quo”, sólo cabe
el rechazo de los agravios vertidos y confirmar la sentencia a su
respecto.

V).- Franquicia

Ahora bien, con relación al tema sometido a juzgamiento, cabe


señalar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha establecido
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que “la obligación del asegurador de reparar el daño tiene naturaleza


meramente "contractual", y si su finalidad es indemnizar al asegurado
de los perjuicios sufridos por la producción del riesgo asegurado, su
origen no es el daño sino el contrato de seguro. De tal manera la
pretensión de que la aseguradora se haga cargo del pago de la
indemnización “más allá de las limitaciones cuantitativas establecidas
en el contrato” carece de fuente jurídica que la justifique y, por tanto,
no puede ser el objeto de una obligación civil” (CSJN, 6/6/2017,
Fallos 340:765, in re “Flores, Lorena Romina e/ Giménez, Marcelino
Osvaldo y otros”, con cita de "Buffoni", Fallos 337:329).
En ese mismo pronunciamiento, el Máximo Tribunal indicó
que, sin perjuicio de señalar que el acceso a una reparación integral de
los daños padecidos por las víctimas constituye un principio
constitucional que debe ser tutelado, y que ha reforzado toda
interpretación conducente a su plena satisfacción, ello no implica
desconocer que el contrato de seguro rige la relación jurídica entre los
otorgantes (artículos 957, 959 y 1021 del Código Civil y Comercial de
la Nación), pues los damnificados revisten la condición de terceros
frente a aquellos que no participaron de su realización, por lo que si
pretenden invocarlo deben circunscribirse a sus términos (artículo
1022 del Código Civil y Comercial de la Nación) (v. cons. 9°).
No obstante ello, la propia Superintendencia de Seguros de la
Nación ya había considerado que la experiencia de los últimos años en
materia de resarcimientos abonados como consecuencia de esta
cobertura hacía aconsejable establecer con carácter general y
obligatorio para todo el mercado asegurador límites razonables a la
responsabilidad asumida por las entidades aseguradoras, de modo tal
que no provoque la desprotección del asegurado ni de la víctima del
siniestro (conf. Resolución SSN N° 22.187/93, del 3/5/1993), por lo
que en distintas resoluciones fue ajustando los límites de cobertura
vigentes para los contratos de seguro (ver en este aspecto las

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Resoluciones SSN Números 22.058, del 22/1/1993; 34.225/2009;
35.863/11, del 10/6/2011; 38.065/2013, del 27/12/2013 y 39.927/16,
del 18/7/2016).
De ello se sigue que la actual normativa vigente, emanada de la
propia Superintendencia de Seguros de la Nación, ha reconocido
expresamente la necesidad de actualizar los montos. Y este es un
punto de partida válido, por cuanto no existen índices oficiales que
permitan calcular dicha actualización monetaria desde los tiempos
pretéritos en que fueron fijados los límites de cobertura (años 1993 y
2009) (esta Sala, en autos “Risser Patricia Elizabeth c/Maldonado
Raúl Américo y Otros s/ daños y perjuicios”, expte. 39.821/2011, del
04/5/2018).
En esas condiciones, esta Sala comparte el criterio adoptado
por la Sala “M” del fuero, respecto a que la oponibilidad del límite del
seguro contratada deberá ajustarse a las normas vigentes al momento
del efectivo pago por parte de la citada en garantía (conf. CNCiv. Sala
M, “Sione, Claudia Susana y otro c/ Santana, Matías Oscar Jesús y
otros s/ daños y perjuicios”, expte. 72.806/089, del 7/12/2018).
Entre los efectos principales derivados de la mora en el
cumplimiento de las obligaciones se encuentra la traslación de los
riesgos que se fijan definitivamente en la cuenta del incumplidor (cf.
Llambías, J. J., “Obligaciones”, T° I, p. 162, n° 132; Wayar, Ernesto
C., “Tratado de la mora”, p. 588; CNCiv. Sala G, in re “Cinto, N. c/
Chaparro Martínez, B.” del 19 de septiembre de 2002).
Así, los efectos de la mora se proyectan al patrimonio del
acreedor, quien a partir de que ella ocurre, tiene incorporado a su
patrimonio el derecho a exigir el cumplimiento específico o las
indemnizaciones correspondientes -según el caso-, prerrogativas que
obviamente se encuentran amparadas por la garantía constitucional de
la propiedad, en el marco del concepto amplio que, desde antiguo, la
Corte Suprema de Justicia de la Nación confirió a ese precepto, es

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decir, comprensivo de todos los derechos patrimoniales de la persona


fuera de su vida y su libertad (Fallos 145:397).
En función de lo expuesto, recaen sobre la aseguradora morosa,
que optó por llevar adelante este proceso para la determinación de una
conducta que se le reclamó, las ulteriores consecuencias que de ella
derivaron, consecuencias que, en cuanto aquí interesa, se configuraron
al modificarse el régimen al que se obligó la propia aseguradora
oportunamente (conf. CNCiv. Sala M, “Sione, Claudia Susana y otro
c/ Santana, Matías Oscar Jesús y otros s/ daños y perjuicios”, expte.
72.806/089, del 7/12/2018).
Repárese que las prohibiciones del art. 10° de la ley 23.928 no
eximen al Tribunal de consultar elementos objetivos de ponderación
de la realidad que den lugar a un resultado razonable y sostenible (cf.
CSJN, Ac. 28/2014) y, en tal sentido, ha sido la propia autoridad de
aplicación la que, a través de distintas normas estableció
sucesivamente los límites y pautas a los que debe ajustar su actuar una
empresa como la citada en garantía, en función de los términos en que
se obligó y el régimen legal al que se encuentra alcanzada.
El Estado, a través del órgano de control, realiza la vigilancia en
consideración a la protección que requiere la mutualidad de
asegurados que, de lo contrario, se hallaría desprotegida. Y también de
los terceros, beneficiarios en ciertas ocasiones de la prestación de
seguros o cuando, por su condición de damnificados, adquieren
privilegio sobre la suma asegurada y sus accesorios. Para ello, la
Superintendencia de Seguros de la Nación tiene asignadas funciones
que deben serle reconocidas con amplitud para apreciar los complejos
factores de datos técnicos que entran en juego en la materia, a fin de
salvaguardar los fines que le son propios y el bien común (cf. Stiglitz,
Rubén S., “Derecho de Seguros”, Ed. La Ley, T° I, p. 43).
Desde esa perspectiva, la efectiva oponibilidad del límite del
seguro deberá ajustarse a las normas vigentes al momento del efectivo

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pago por parte de la citada en garantía, pues, de ese modo se atiende a
una cierta limitación en la responsabilidad de la aseguradora, tal como
se pactó oportunamente y, al mismo tiempo, se satisface la necesaria
“fuente jurídica” a la que alude la Corte Suprema de Justicia en el
precedente supra citado para justificar la medida de su obligación (cf.
cons. 12°, Fallos 340:765).
En efecto, como es sabido, no se trata de un mero contrato
entre particulares, sino que para su celebración, cumplimiento e
interpretación deben insoslayablemente considerarse las normas de
orden público que regulan la materia.
Por eso, otra solución equivaldría apremiar el accionar de una
parte que impone a la otra la necesidad de llevar adelante un proceso
judicial por largo tiempo, partiendo de la certeza de que su obligación
habrá de encontrarse circunscripta sine die a una determinada suma de
dinero inalterable en el tiempo.
Esta conducta resulta reñida con el principio de buena fe y, en
tanto se encuentra alcanzada por las prescripciones del art. 10 del
Código Civil y Comercial de la Nación, es un deber oficioso de los
jueces evitar las consecuencias de tal proceder. Se trata de pautas que
gobiernan no solo la concertación de los contratos, sino su ejecución y
su interpretación. Y, naturalmente, el contrato de seguro no puede
permanecer al margen de esa directiva legal (cf. Barbato, Nicolás,
“Derecho de Seguros”, Ed. Hammurabi, p. 80 y ss.; SCJBA, in re
"Martínez, Emir contra Boito, Alfredo Alberto. Daños y perjuicios"
del 21 de febrero de 2018).

En palabras de Del Río, ambos institutos, franquicia e


inoponibilidad, pueden coexistir de manera pacífica, toda vez que ello
de ninguna manera interfiere en la relación jurídica primigenia,
entablada entre aseguradora y asegurador; sino que, por el contrario,
supone mantener los efectos del acto jurídico “entre las partes”, sin

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perjuicio de su ineficacia frente al tercero (damnificado-víctima del


accidente de tránsito) sujeto protegido por el sistema, en el caso
concreto, permitiendo, posteriormente, acción de repetición de lo
pagado a la aseguradora contra el asegurado. Esta ha sido la solución
establecida en los sistemas jurídicos más avanzados (Ej.: Unión
Europea). (Del Río, Jeremías, “La franquicia en el transporte
automotor. “Obarrio vs. Cuello” y la reforma de la Ley N° 26.361 a la
Ley de Defensa del Consumidor ¿Evolución de la responsabilidad
civil?”, Revista Colegio de Abogados de La Plata - Número 75,
Fecha: 02-04-2012 Cita: IJ-LXIV-519).

Por las razones expuestas, propongo al acuerdo que se deje


establecido que la limitación de cobertura pactada deberá ajustarse a
las normas vigentes al momento del efectivo pago.

VI).- Tasa de interés

La sentencia recurrida establece que los intereses serán


calculados desde la fecha del hecho, y hasta el momento del efectivo
pago a la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual
vencida a 30 días del Banco de la Nación Argentina.

Sobre este punto, recuerdo en primer lugar que la


indemnización resulta un equivalente de los daños sufridos, y que más
allá de la fijación de “valores actuales” los réditos son los que
compensan la demora en el pago de la debida reparación por no haber
cumplido inmediatamente el responsable con su obligación de resarcir
(art. 767 CCyCom.), debiendo ponderarse todo el tiempo transcurrido
sin que el acreedor haya visto satisfecho su crédito indemnizatorio (el
evento dañoso data del 21 de enero de 2014), así como la coyuntura
económica actual.

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La tasa activa cumplimenta la finalidad emergente del principio
cardinal del art. 1083 CC y art. 1740 CCyCom, y su aplicación no
importa alteración del citado “significado económico” del capital de
condena ni por tanto configura un “enriquecimiento indebido” (esta
Sala in re “Garitonandia, Alberto c/ Flores, Miguel A. s/ Ds. y Ps.”,
Expte. N° 34.978/2.011, del 12/02/2019; ídem, “Cansino, Diego c/
Ostrovsky Villar, Tomás s/ Ds. y Ps.”, Expte. N° 36.880/2014, del
06/12/2018; ídem, “Carabajal, Claudio c/ Transporte Larrazabal s/ Ds.
y Ps.”, Expte. N° 56.117/2.015m, del 03/10/2018; ídem, “Zorrilla,
Alejandro c/ Moschettu, Néstor s/ Ds. y Ps.”, Expte. N° 39.558/2.013,
del 24/9/2018; ídem, “Vallejos Maldonado, José c/ Fontanet, Marcelo
s/ Ds. y Ps.”, Expte. N° 105.804/2.009, del 20/3/2.018; ídem, “Ruiz,
Fernando c/ Bellotto, Luciano s/ Ds. y Ps.”, Expte. N° 22.052/2.014,
del 24/112.016; ídem, “Vallejo, Dalio Simón y otro c/ Tecnipisos S.A.
s/ Ds. y Ps.”, Expte. N° 36.555/2.012, del 05/11/2.015; ídem,
“Vallejo, Dalio Simón c/ Tecnipisos S.A. s/ Ds. y Ps.”, Expte. N°
36.555/2.012, del 05/11/2.015; idem, “Gutiérrez, Luis c/ Luciani,
Daniela C. s/ Ds. y Ps.”, Expte. Nº 69.941/2005, del 10/8/2010, entre
muchos otros).

En consecuencia, será la tasa activa la que se compute desde la


producción de cada perjuicio objeto de reparación y se devengará
hasta el efectivo pago, por lo que corresponde confirmar lo dispuesto
por el juez de grado.

En merito a lo expuesto, se propone al Acuerdo:

I).- Modificar parcialmente la sentencia recurrida: a) fijar la


suma de pesos dos millones quinientos mil ($2.500.000) para
compensar la incapacidad sobreviniente; b) Establecer el monto de un
millón trescientos mil ($1.300.000) para enjugar el daño
extrapatrimonial; c) Imponer la cobertura del seguro conforme a los

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términos del acápite V). Rechazar los restantes agravios vertidos por
las apelantes.

II).- Costas de Alzada a la demandada y citada en garantía


vencidas (art. 68 CPCCN).

III).- Diferir la regulación de honorarios para su oportunidad.

Así mi voto.-

La Dra. Gabriela M. Scolarici adhiere al voto precedente.

Se deja constancia que la vocalía n°30 se encuentra vacante.

Con lo que terminó el acto, firmando las Señoras Vocales en los


términos de las Acordadas 12/20, 31/20, de lo que doy fe.

Buenos Aires, 2 septiembre de 2020.

Y VISTOS:

Lo deliberado y conclusiones establecidas en el Acuerdo


precedentemente transcripto el Tribunal RESUELVE:

I).- Modificar parcialmente la sentencia recurrida: a) Fijar la


suma de pesos dos millones quinientos mil ($2.500.000) para
compensar la partida por incapacidad sobreviniente, y b) Establecer el
monto de pesos un millón trescientos mil ($1.300.000) para enjugar
el daño extrapatrimonial, c) Imponer la cobertura del seguro conforme

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a los términos del acápite V). Rechazar los restantes agravios vertidos
por las apelantes.

II).- Imponer las costas de Alzada a la demandada y citada en


garantía vencidas (art. 68 CPCCN).

III).- Diferir la regulación de honorarios para su oportunidad.

Se deja constancia que la vocalía N° 30 se encuentra vacante.

Regístrese, notifíquese y comuníquese a la Dirección de


Comunicación Pública de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
(Acordada N° 15/13 art. 4°) y oportunamente devuélvase.

Fdo. Dra. Beatriz A. Verón- Dra. Gabriela M. Scolarici.-

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