intro a T Resumen de Donum Veritatis
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INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA
DONUM VERITATIS
Sobre la vocación eclesial del Teólogo
H. Sebastián Rodríguez, LC
I. Introducción:
1. En efecto, el hombre no puede ser verdaderamente libre si no recibe una luz sobre las cuestiones centrales
de su existencia y en particular sobre aquella de saber de dónde viene y a dónde va.
En todas las épocas la teología es importante para que la Iglesia pueda responder al designio de Dios que
quiere que: « todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad » (1 Tm 2, 4). En los
momentos de grandes cambios espirituales y culturales es todavía más importante, pero está también
expuesta a riesgos, porque debe esforzarse en « permanecer » en la verdad (cf. Jn 8, 31) y tener en cuenta,
al mismo tiempo, los nuevos problemas que se presentan al espíritu humano.
La presente instrucción que se propone iluminar la misión de la teología en la Iglesia. Después de
considerar la verdad como don de Dios a su pueblo (I), describirá la función de los teólogos (II), se
detendrá en la misión particular de los pastores (III), y, finalmente, propondrá algunas indicaciones acerca
de la justa relación entre unos y otros (IV).
2. Movido por un amor sin medida, Dios ha querido acercarse al hombre que busca su propia identidad y
caminar con él (cf. Lc 24, 15).
3. La verdad une: libera al hombre del aislamiento y oposiciones, por otro lado, abre el camino hacia Dios.
4. « vida de fe » el Concilio Vaticano II precisa que « la totalidad de los fieles, que han recibido la unción del
Espíritu Santo (cf. 1 Jn 2, 20. 27), no puede equivocarse cuando cree.
5. Para ser profetas el pueblo de Dios debe reavivar su vida de fe.
6. El teólogo tiene la función especial de lograr, en comunión con el Magisterio, una comprensión cada
vez más profunda de la Palabra de Dios contenida en la Escritura inspirada y transmitida por la
tradición viva de la Iglesia.
7. Por esta razón el Señor ha enviado a sus apóstoles para que conviertan en « discípulos » todos los
pueblos y les prediquen (cf. Mt 28, 19 s.). La teología que indaga la « razón de la fe » y la ofrece como
respuesta a quienes la buscan, constituye parte integral de la obediencia a este mandato, porque los
hombres no pueden llegar a ser discípulos si no se les presenta la verdad contenida en la palabra de la fe
(cf. Rm 10, 14 s.).
La teología contribuye, pues, a que la fe sea comunicable y a que la inteligencia de los que no
conocen todavía a Cristo la pueda buscar y encontrar. La teología nace del amor.
8. Objeto de la teología es la Verdad, el Dios vivo y su designio de salvación revelado en Jesucristo.
El teólogo está llamado a intensificar su vida de fe y a unir siempre la investigación científica y la oración.
9. Por consiguiente es necesario que el teólogo esté atento a las exigencias epistemológicas de su disciplina,
a los requisitos de rigor crítico y, por lo tanto, al control racional de cada una de las etapas de su
investigación.
El teólogo debe discernir en sí mismo el origen y las motivaciones de su actitud crítica y dejar que su
mirada se purifique por la fe.
10. La verdad revelada aunque trasciende la razón humana, está en profunda armonía con ella. Esto supone
que la razón esté por su misma naturaleza ordenada a la verdad de modo que, iluminada por la fe, pueda
penetrar el significado de la revelación.
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Conocimientos filosóficos que proporcionen «un sólido y armónico conocimiento del hombre, del mundo
y de Dios ».
Ciencias históricas igualmente son necesarias para los estudios del teólogo, debido sobre todo al carácter
histórico de la revelación, que nos ha sido comunicada en una « historia de salvación ».
«Ciencias humanas», para comprender mejor la verdad revelada sobre el hombre y sobre las normas
morales de su obrar, poniendo en relación con ella los resultados válidos de estas ciencias.
11. La libertad propia de la investigación teológica se ejerce dentro de la fe de la Iglesia. Por tanto, la audacia
que se impone a menudo a la conciencia del teólogo no puede dar frutos y « edificar » si no está
acompañada por la paciencia de la maduración.
12. La libertad de investigación, significa disponibilidad a acoger la verdad tal como se presenta al final de la
investigación.
En teología esta libertad de investigación se inscribe dentro de un saber racional cuyo objeto ha sido
dado por la revelación, transmitida e interpretada en la Iglesia bajo la autoridad del Magisterio y acogida
por la fe.
13. Gracias al sentido sobrenatural de la fe, el cristiano tiene a la Iglesia como voz de Dios.
14. Los pastores de la Iglesia (sucesores de los apóstoles), deben transmitir la Palabra de Dios. El Magisterio
afirma al pueblo de Dios en su fe.
15. Los pastores son asistidos por el Espíritu Santo.
16. El carácter definitivo de lo que afirma el Magisterio deriva de la misma Revelación. En materia de moral,
puede ser el Magisterio el que de este carácter definitivo (inspirados por el Evangelio).
17. Se da también la asistencia divina al sucesor de los apóstoles, especialmente al Papa, cuando comenta algo
que no lo asume como afirmación. Hay que tener en cuenta el carácter propio de cada una de las
intervenciones del Magisterio y la medida en que se encuentra implicada la autoridad.
18. El Papa se ayuda de los organismos de la Curia Romana, en particular de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, para las doctrinas que promulga sobre la fe y la moral.
19. En las Iglesias particulares corresponde al obispo custodiar e interpretar la Palabra de Dios y juzgar con
autoridad lo que es conforme o no. Siempre en comunión con el Papa.
20. La tarea del Magisterio es muy importante y de gran responsabilidad. El teólogo debe tener en cuenta la
misión del Magisterio y colaborar con él.
V. Magisterio y Teología
Relaciones de colaboración
21. El Magisterio vivo de la Iglesia y la teología, aun con funciones diversas, tienen en definitiva el mismo
fin: conservar al pueblo de Dios en la verdad que hace libres y hacer de él la « luz de las naciones ».
Este servicio a la comunidad eclesial pone en relación recíproca al teólogo con el Magisterio. Este último
enseña auténticamente la doctrina de los Apóstoles y sacando provecho del trabajo teológico rechaza las
objeciones y las deformaciones de la fe, proponiendo además con la autoridad recibida de Jesucristo
nuevas profundizaciones, explicaciones y aplicaciones de la doctrina revelada. La teología, en cambio,
adquiere, de modo reflejo, una comprensión siempre mas profunda de la Palabra de Dios, contenida en la
Escritura y transmitida fielmente por la tradición viva de la Iglesia bajo la guía del Magisterio, se esfuerza
por aclarar esta enseñanza de 1a Revelación frente a las instancias de la razón y, en fin, le da una forma
orgánica y sistemática[20].
22. La colaboración entre el teólogo y el Magisterio se realiza especialmente cuando aquel recibe la misión
canónica o el mandato de enseñar.
23. Cuando el Magisterio decreta algo como infalible, se pide el uso de la fe para aceptar lo que la Iglesia
propone como verdad de fe.
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24. El Magisterio puede intervenir ante discusiones teológicas. El teólogo puede preguntarse sobre la forma
de actuar del Magisterio, pero siempre respetando la decisión última de la autoridad. Sin embargo ha
habido casos que ese cuestionamiento ayuda para aclarar temas:
“En realidad el teólogo, que no puede ejercer bien su tarea sin una cierta competencia histórica, es
consciente de la decantación que se realiza con el tiempo. Esto no debe entenderse en el sentido de una
relativización de los enunciados de la fe. El sabe que algunos juicios del Magisterio podían ser
justificados en el momento en el que fueron pronunciados, porque las afirmaciones hechas contenían
aserciones verdaderas profundamente enlazadas con otras que no eran seguras. Solamente el tiempo ha
permitido hacer un discernimiento y, después de serios estudios, lograr un verdadero progreso
doctrinal.”
25. Aun cuando la colaboración se desarrolle en las mejores condiciones, no se excluye que entre el teólogo y
el Magisterio surjan algunas tensiones.
26. En el diálogo debe prevalecer una doble regla: cuando se pone en tela de juicio la comunión de la fe
vale el principio de la « unitas veritatis »; cuando persisten divergencias que no la ponen en tela de
juicio, debe salvaguardarse la « unitas caritatis »
27. Aunque la doctrina de la fe no esté en tela de juicio, el teólogo no debe presentar sus opiniones o sus
hipótesis divergentes como si se tratara de conclusiones indiscutibles.
28. Lo anterior tiene una aplicación particular en el caso del teólogo que encontrara serias dificultades, por
razones que le parecen fundadas, a acoger una enseñanza magisterial no irreformable.
29. En todo caso no podrá faltar una actitud fundamental de disponibilidad a acoger lealmente la enseñanza
del Magisterio, que se impone a todo creyente en nombre de la obediencia de fe. El teólogo deberá
esforzarse por consiguiente a comprender esta enseñanza en su contenido, en sus razones y en sus
motivos.
30. Si las dificultades persisten no obstante un esfuerzo leal, constituye un deber del teólogo hacer conocer a
las autoridades magisteriales los problemas que suscitan la enseñanza en sí misma, las
justificaciones que se proponen sobre ella o también el modo como ha sido presentada. Lo hará con
espíritu evangélico, con el profundo deseo de resolver las dificultades.
31. Frente a una afirmación sobre la cual siente que no puede dar su adhesión intelectual, su deber consiste
en permanecer dispuesto a examinar más profundamente el problema. Para un espíritu leal y animado
por el amor a la Iglesia, dicha situación ciertamente representa una prueba difícil. Puede ser una invitación
a sufrir en el silencio y la oración, con la certeza de que si la verdad está verdaderamente en peligro,
terminará necesariamente imponiéndose.
32. …aquella actitud pública de oposición al Magisterio de la Iglesia, llamada también « disenso », que es
necesario distinguir de la situación de dificultad personal.
…hay que tener en cuenta la ideología del liberalismo filosófico que impregna la mentalidad de nuestra
época. De allí proviene la tendencia a considerar que un juicio es mucho más auténtico si procede del
individuo que se apoya en sus propias fuerzas.
En virtud de esta exigencia la Iglesia ha sostenido siempre que « nadie puede ser forzado a abrazar la
fe en contra de su voluntad ».
También ejercen su influjo el peso de una opinión pública artificialmente orientada y sus
conformismos. El Magisterio, por ejemplo, podría intervenir en los asuntos económicos y sociales, pero
debería dejar al juicio individual aquellos que se refieren a la moral conyugal y familiar.
En este contexto se requiere un discernimiento crítico bien ponderado y un verdadero dominio de los
problemas por parte del teólogo, si quiere cumplir su misión eclesial.
33. El disenso puede tener diversos aspectos. En su forma más radical pretende el cambio de la Iglesia
según un modelo de protesta inspirado en lo que se hace en la sociedad política. El teólogo, por lo tanto,
tendría libertad para poner en duda o para rechazar la enseñanza no infalible del Magisterio,
especialmente en lo que se refiere a las normas particulares.
34. …diversos argumentos. El primero es de orden hermenéutico: los documentos del Magisterio no serian
sino el reflejo de una teología opinable. El segundo recurre al pluralismo teológico, llevado a veces hasta
un relativismo que pone en peligro la integridad de la fe: las intervenciones magisteriales tendrían su
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origen en una teología entre muchas otras, mientras que ninguna teología particular puede pretender
imponerse universalmente. Surge así una especie de « magisterio paralelo » de los teólogos, en oposición
y rivalidad con el magisterio auténtico
35. El disenso apela a veces a una argumentación sociológica, según la cual la opinión de un gran número
de cristianos constituiría una expresión directa y adecuada del «sentido sobrenatural de la fe». Por su
misma naturaleza, el «sensus fidei» implica, por lo tanto, el acuerdo profundo del espíritu y del corazón
con la Iglesia, el «sentire cum Ecclesia».
36. La libertad del acto de fe no justifica el derecho al disenso. Ella, en realidad, de ningún modo significa
libertad en relación con la verdad, sino la libre autodeterminación de la persona en conformidad con su
obligación moral de acoger la verdad. El acto de fe es un acto voluntario, ya que el hombre, redimido
por Cristo salvador y llamado por El mismo a la adopción filial (cf. Rm 8, 15; Ga 4, 5; Ef l, 5; Jn 1, 12),
no puede adherirse a Dios, a menos que, atraído por el Padre (Jn 6, 44), rinda a Dios el homenaje racional
de su fe (Rm 12, 1).
37. el Magisterio tiene como misión proponer la enseñanza del Evangelio, vigilar su integridad y
proteger así la fe del pueblo de Dios. A veces es obligada a tomar medidas: ej. Expulsar a un teólogo de
un determinado trabajo. El Magisterio no culpa al individuo, pero sí a su doctrina errada.
38. Por último, el recurso al argumento del deber de seguir la propia conciencia no puede legitimar el disenso.
El teólogo está llamado a formar su conciencia. La recta conciencia del teólogo católico supone
consecuentemente la fe en la Palabra de Dios cuyas riquezas debe penetrar, pero también el amor a la
Iglesia de la que ha recibido su misión y el respeto al Magisterio asistido por Dios.
39. A imagen de los miembros de la primera comunidad, todos los bautizados, con los carismas que les son
propios, deben tender con sincero corazón hacia una armoniosa unidad de doctrina, de vida y de culto (cf.
Hch 2, 42).
40. La Iglesia es « como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de
todo el género humano »[40]. Por consiguiente, buscar la concordia y la comunión significa aumentar la
fuerza de su testimonio y credibilidad.
41. Unos y otros siempre deben tener presente que Cristo es la Palabra definitiva del Padre (cf. Hb 1, 2) en
quien, como observa san Juan de la Cruz, « Dios nos ha dicho todo junto y de una sola vez »[43] y que,
como tal, es la Verdad que hace libres (cf. Jn 8, 36; 14, 6). Los actos de adhesión y de asentimiento a la
Palabra confiada a la Iglesia bajo la guía del Magisterio se refieren en definitiva a El e introducen en el
campo de la verdadera libertad.
VI. Conclusión
42. La Virgen María... Ella se ha convertido así en modelo y apoyo para todo el pueblo de Dios confiado a su
cuidado maternal.
Al concluir esta instrucción, la Congregación para la doctrina de la fe invita encarecidamente a los obispos
a mantener y desarrollar relaciones de confianza con los teólogos, compartiendo un espíritu de acogida y
de servicio a la Palabra y en comunión de caridad, en cuyo contexto se podrán superar más fácilmente
algunos obstáculos inherentes a la condición humana en la tierra. De este modo todos podrán estar cada
vez más al servicio de la Palabra y al servicio del pueblo de Dios, para que este último, perseverando en la
doctrina de la verdad y de la libertad escuchada desde el principio, permanezca también en el Hijo y en el
Padre y obtenga la vida eterna, realización de la Promesa (cf. 1 Jn 2, 24-25).
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19900524_theologian-
vocation_sp.html