F. Ocariz - El Horizonte Metafisico de La Teologia
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F. Ocariz - El Horizonte Metafisico de La Teologia
1. JUA N PABLO II, Enc. Fides et ratio, n. 83; cfr. también n. 97.
2. CONC. VATICANO II, De c r. Unitatis redintegratio, n. 4; cfr. n. 17.
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3. JUA N PA B LO II, Enc. Veritatis splendor, n. 29. Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE
LA FE, In s t r. Donum veritatis, n. 6.
4. Cfr., por ejemplo, Decl. Optatam totius, n. 16.
5. Además de la misma Declaración, cfr. A. DUCAY, Un solo mediatore? Pensare la salvezza alla
luce della «Dominus Iesus», Roma 2003.
6. Cfr. Const. Gaudium et spes, n. 62; De c r. Presbyterorum ordinis, n. 19; Decl. Optatam totius,
nn. 13-21; De c r. Apostolicam actuositatem, n. 29; De c r. Unitatis redintegratio, nn. 10-11 y 17;
De c r. Ad gentes, nn. 16, 22 y 25.
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2. TEOLOGÍA Y METAFÍSICA
«La teología se organiza como ciencia de la fe a la luz de un doble prin-
cipio metodológico: el auditus fidei y el intellectus fidei. Con el primero, asu-
me los contenidos de la Re velación tal y como han sido explicitados pro g re s i-
vamente en la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de
la Iglesia. Con el segundo, la teología quiere responder a las exigencias propias
del pensamiento mediante la reflexión especulativa»8.
La reflexión especulativa comporta necesariamente el pensamiento filo-
sófico; de hecho, «la teología ha tenido siempre y continúa teniendo necesidad
de la aportación filosófica. Siendo obra de la razón crítica a la luz de la fe, el
trabajo teológico presupone y exige en toda su investigación una razón educa-
da y formada conceptual y argumentativamente. Además, la teología necesita
de la filosofía como interlocutora para verificar la inteligibilidad y la ve rd a d
u n i versal de sus aserciones»9.
La aportación filosófica ha tenido a lo largo de la historia una decisiva in-
fluencia, no sólo en el intellectus fidei en cuanto ciencia teológica, sino también
en la misma professio fidei, mediante la progresiva precisión en el uso de con-
ceptos y términos de origen filosófico, ya desde el Magisterio de los primero s
Concilios ecuménicos. Baste mencionar, por ejemplo, la inclusión del término
homousios en el Símbolo de Nicea y la historia posterior de la crisis arrian a10.
Sin embargo —no está de más re c o rdarlo en este contexto—, ese encuentro
de la fe cristiana con la filosofía griega no supuso aquella helenización del cris -
tianismo hipotizada por Harnack y repetida monótonamente de vez en cuan-
do, también en nuestros días. En realidad, los Padres y los Concilios realizaron
una profunda corrección del pensamiento griego, para mantenerse plenamen-
te fieles a la Re velación y profundizar en su conocimiento11.
7. So b re estos temas, cfr. J.L. ILLANES, Teología y Facultades de Teología, Pamplona 1991, es-
pecialmente 17-55. Cfr. también, J.L. ILLANES, Sobre el saber teológico, Madrid 1978.
8. JUAN PA B LO II, Enc. Fides et ratio, n. 65. So b re la unidad entre Escritura, Tradición y Ma-
gisterio —criterio de primaria importancia, tanto para el auditus fidei como para el intellectus
f i d e i—,la encíclica remite al célebre texto de la Dei Verbum, n. 10.
9. JUA N PABLO II, Enc. Fides et ratio, n. 77.
10. Cfr. L.F. MATEO-SECO, Dios Uno y Trino, Pamplona 1998, 211-222.
11. Cfr., por ejemplo, COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Cuestiones selectas de Cristolo -
g í a, en Documentos 1970-1979, Madrid 1983, 229.
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12. Cfr. A. RODRÍGUEZ LUÑO, Pensiero filosofico e fede cristiana, en «Acta Philosophica» 9
(2000) 33-57.
13. Cfr. C. CARDONA, Metafísica de la opción intelectual, Madrid 21973, 261-283.
14. JUA N PABLO II, Enc. Fides et ratio, n. 66. Y algo más adelante: «Una filosofía radicalmente
fenoménica o relativista sería inadecuada para ayudar a profundizar en la riqueza de la palabra de
Dios. En efecto, la Sagrada Escritura presupone siempre que el hombre, aunque culpable de do-
b l ez y de engaño, es capaz de conocer y de comprender la ve rdad límpida y pura. En los Libros sa-
grados, concretamente en el Nu e vo Testamento, hay textos y afirmaciones de alcance pro p i a m e n-
te ontológico. En efecto, los autores inspirados han querido formular verdaderas afirmaciones que
expresan la realidad objetiva. No se puede decir que la tradición católica haya cometido un erro r
al interpretar algunos textos de san Juan y de san Pablo como afirmaciones sobre el ser de Cr i s t o.
La teología, cuando se dedica a comprender y explicar estas afirmaciones, necesita la aportación de
una filosofía que no renuncie a la posibilidad de un conocimiento objetivamente ve rd a d e ro, aun-
que siempre perfectible. Lo dicho es válido también para los juicios de la conciencia moral, que la
Sagrada Escritura supone que pueden ser objetivamente ve rdaderos» (ibidem, n. 82).
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15. I b i d e m, n. 83.
16. Cfr. J n 1, 18.
17. Cfr. A. BLANCO y A. CI R I L LO, Cultura e teologia. La teologia come mediazione specifica tra
fede e cultura, Milano 2001.
18. C. CARDONA, Metafísica de la opción intelectual, c i t ., 271-272.
19. Cfr., sobre todo, los nn. 43-45 y 57-58.
20. JUA N PABLO II, Enc. Fides et ratio, n. 44.
21. I b i d e m, n. 78.
22. Cfr. F. OCÁRIZ, Josemaría Escrivá de Balaguer y la teología, en «Scripta Theologica» 26
(1994) 984.
23. Cfr. C. FABRO, Santo Tomás frente al desafío del pensamiento moderno, en AA.VV., Tomás
de Aquino, también hoy, Pamplona 1990, 15-47.
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24. Se pueden recordar, en este sentido, los estudios dirigidos a asumir dentro de una perspec-
t i va metafísica tomista aportaciones válidas de la fenomenología: cfr. especialmente K. WOJTYLA,
Persona e atto, Lib. Ed. Vaticana 1982 (original polaco, 1969).
25. C. FABRO, La nozione metafisica di partecipazione, Torino 21950, 336ss.
26. ID., Partecipazione e causalità, Torino 1960, 66.
27. I b i d e m, 40.
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33. Cfr. STO. TOMÁS DE AQU I N O, Summa Theologiae , III, q. 17, a. 3. Sin embargo, en otro s
textos, Santo Tomás no es del todo claro y, como consecuencia, incluso entre los tomistas se dan
opiniones diversas sobre este punto. Concretamente, no parece exponer lo mismo en dos escritos
que son casi de la misma época: la Summa Theologiae y la Quaestio disputata de unione Verbi incar -
nati. So b re estas cuestiones, cfr. F. OCÁRIZ, L.F. MATEO-SECO, J.A. RIESTRA, El misterio de Jesucris -
t o, Pamplona 21993, 171-190 y 198-206.
34. Cfr. STO. TOMÁS DE AQU I N O, In III Sent., d. 5, q. 1, a. 3 ad 1.
35. S. JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, n. 109.
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* * *
En el intento de profundización en los misterios del cristianismo, la
apertura hacia el horizonte metafísico ha sido y será siempre fecunda. A la vez,
será siempre necesario tener en cuenta que son imprescindibles otras perspec-
tivas (bíblica, histórica, etc.).
Y, sobre todo, en la aproximación al horizonte metafísico —que, por ser
horizonte, nunca se alcanza del todo— es necesario mantener una viva con-
ciencia del misterio, que impulse a la contemplación adorante: «La fe y la ra-
zón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la
contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo
de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndo-
lo y amándolo, pueda alcanzar también la plena ve rdad sobre sí mismo (cfr.
Ex 33, 18; S a l 27 [26], 8-9; 63 [62], 2-3; J n 14, 8; 1 Jn 3, 2)»40.
37. Cfr. A. KREMPEL, La doctrine de la relation chez Saint Thomas, Paris 1952.
38. Cfr. STO. TOMÁS DE AQU I N O, In III Sent., d. 11, q. 1, a. 1 ad 7.
39. Para un desarrollo más detallado de estas reflexiones, cfr. F. OCÁRIZ, Naturaleza, gracia y
g l o r i a, Pamplona 22001, 69-106.
40. JUA N PABLO II, Enc. Fides et ratio, n. 1.
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