Sandalio Arte Final 2 Dic Web

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1.

a edición Editorial Hormiguero


© Sandalio Ernesto Coronel González
© Yehudah Daniel Shukrun Levy

UNIVERSIDAD MILITAR BOLIVARIANA DE VENEZUELA


Editorial Hormiguero
Un sueño, una estrategia, un libro

MG Omar Enrique Pérez La Rosa


Rector de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela

Cnel. Sara Otero Santiso


Coordinadora General de la Editorial Hormiguero

Dra. Marialsira González Rivas


Edición y corrección de estilo

Mónica Piscitelli
Diseño de portada y diagramación

Eliezer Caleb Coronel Cardozo


Imagen de portada

Página web: www.hormiguero.com.ve


Twitter: @hormiguero_umbv
Instagram: @hormiguero_umbv
Fanpage: https://www.facebook.com/hormigueroumbv

Depósito legal: DC2024002195


ISBN: 978-980-435-034-4
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Caracas, diciembre de 2024

Compilación de nobles hermanos de la Fundación de Investigación


Histórica del Acervo Cultural del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio
Joseph Francisco de Sucre y Alcalá.
COMPILADORES
DOCTOR SANDALIO ERNESTO CORONEL GONZÁLEZ
ORCID ID: 0009-0004-6388-2589

INGENIERO YEHUDAH DANIEL SHUKRUN LEVY


ORCID ID: 0009-0000-3573-1020
DE DIC AT OR I A

A mis hijos Eliezer Caleb y Daniel Josué, quienes me dan el valor que
me ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia,
descubriendo junto a ellos el día a día, lo positivo que tiene
las circunstancias de la vida.

A mi esposa, Yohanna Elizabeth, por su dedicación, tiempo,


asesoría, apoyo y compañia durante 19 años para alcanzar con éxitos
las metas y objetivos asumidos; así como por acompañarme
en esta aventura de aprender cada el arte de ser padre.

A mi madre, María Verónica y mi valiente y noble padre Luis Miguel,


por haberme enseñado el sentido de la filosofía de la vida,
gracias por su amor, consejos, apoyo incondicional,
por ustedes soy quien soy y lo que no soy.

A mi amigo y hermano Yehudah Daniel, quien en largas horas


de charlas filosóficas, de estoicismo, de aventuras haciendo el bien
por el bien mismo nos embarcamos en esta aventura por la ilustración
y las odiseas de ayudar a los necesitados mediante el acervo
y el espíritu en Sucre.

Sandalio Ernesto Coronel González

El país necesita más Sucres y menos Santanderes

5
En memoria de mi Señor padre Meir Shukrun
y mi Señora madre Amalia Alo Levy, pilares de mi vida.
Por el acompañamiento y dedicación
para alcanzar con éxitos mis retos.

A mi querida y amada esposa Gaelle Abecassis.

A mis hijos Najshon, Betzabel, Simja y Rajel.

A mi amigo y hermano, este si sigue igual.

Yehudad Daniel Shukrun Levy


“Persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que
lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consagrado un cuida-
do especial a la educación pública. En medio de las
escaseces y de las cargas de que me he visto rodeado, se han
llevado al cabo casi totalmente las intenciones del El Libertador
en los establecimientos de enseñanza. La generación boliviana
que ha de suceder a la que ha luchado por la independencia,
será el mejor apoyo de la libertad de vuestra patria.”

Gran Mariscal de Ayacucho


Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá
Mayo de 1826.
Í NDICE

Dedicatoria 5
Índice 8
Presentación 10
Prólogo 14

CAPÍTULO I
Orígenes Del Gran Mariscal De Ayacucho Antonio Joseph
Francisco De Sucre Y Alcalá 18
Acta de nacimiento 18
Antecedentes geográficos de la familia Sucre 19
Raíces de la familia Sucre en Bélgica 20
Raíces de la familia Sucre en España 21
Raíces de la familia Sucre en Venezuela 22
La heráldica de la familia Sucre 23
Reencontrando las raíces de la familia Sucre 24
Biografía de Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá 25

CAPÍTULO II
Sobre la vida del hombre y del héroe 39
Formación del hombre y del héroe 40

CAPÍTULO III
Intuición estratégica para la toma de decisiones, destello de lucidez
en Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá 50
Intuición estratégica 51

8
CAPÍTULO IV
Estudios iniciales de Antonio Joseph Francisco de Sucre
y Alcalá y su formación como estratego 66

CAPÍTULO V
Perfil sucinto de Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá 71

CAPÍTULO VI
La Campaña del Sur… La destreza del estratego 76

CAPÍTULO VII
Muerte en Berruecos 86

CAPÍTULO VIII
Su alma escrita en el papel, 314 fragmentos 97
A manera de colofón 153
Referencias 157
Colaboraciones 158
Ayacucho: la batalla que selló el destino de América
por Dr. Orlando Rafael Rincones Montes 158
La espada del Cumanés
por Coronel Carlos Román Sánchez Hernández 164

9
PR E S E N TAC IÓ N

Diversos autores de obras literarias e historiadores, han teni-


do la oportunidad de investigar las distintas facetas de nuestro
Gran Mariscal de Ayacucho, mostrando amplio seguimiento que
abarca múltiples aspectos de su vida, desde su niñez hasta su tris-
te y dolorosa muerte en las montañas de Berruecos.
Es entonces pertinente hablar de esta obra y su aporte único y
distintivo, en ella se deja ver el alma y esencia de nuestro prócer, de
aquí se deriva su peculiaridad, siendo la única que hace un abor-
daje ontológico de nuestro Gran Mariscal Sucre. Se manifiestan
sus sentimientos, valores cardinales, motivaciones y emotividad,
momento histórico donde la difusión de nuestras raíces marcan-
do una importancia suprema, propia del argumento que este tex-
to cobra sentido supra estratégico que se enmarca en las líneas
sociales y el desarrollo humano integral, de ahí su gran aporte
político, diplomático, militar y cultural, que fue puesto de ma-
nifiesto durante sus diversas ocupaciones tales como; Presidente
de Bolivia, General en Jefe del Ejército de la Gran Colombia,
Comandante del Ejército del Sur y Gobernador de Perú, méritos
obtenidos como estratega que le dio la Independencia al Ecuador
en Pichincha y al Perú en Ayacucho, Comandando tropas venezo-
lanas, argentinas, peruanas, ecuatorianas, bolivianas y chilenas.
A medida que nos sumergimos en estos 314 pensamientos de
Sucre, descubrirán la belleza de esta obra y la riqueza de las vir-
tudes que en ella se acunan, entenderán como un ser puede pasar
de lo más riguroso a lo magnánimo, su temple, lealtad, modestia,
educación y lucha por la justicia entre muchas de sus virtudes, el

10
hombre en búsqueda de su transcendencia, el hijo, militar, espo-
so, padre, estratega, amigo, precursor de los Derechos Humanos,
trabajador incansable que inspiró a la América del Sur a seguir
y perseverar en los más altos ideales históricos, nacionalistas,
derivando como aporte para la educación y lo social. El Gran
Mariscal Antonio José de Sucre se destacó por su apoyo a la edu-
cación y la cultura en Bolivia, en este país, se empeñó en pro-
mover la libertad de los esclavos, repartir tierras a los indígenas,
benefició la educación y la cultura, siempre tuvo un afán per-
manente por la implementación de una educación adecuada y
pertinente a los ideales de la libertad.
A lo largo de estas líneas se encuentra la humanización del
prócer, a mi entender los autores buscan inducirnos a pensar en
un hombre, en un ser imperfecto que sentía y sufría, que tenía as-
piraciones, que luchó contra la frustración y que su norte era dar
lo mejor de él, es a través de los distintos estudios y virtudes que
se sobrepuso a los avatares de la vida, es por ello que ese lado hu-
mano, lo plasmó en un Armisticio de Trujillo firmado en Santa
Ana, siendo precursor de los Derechos Humanos, dejando su le-
gado hasta la fecha y admirado por nuestro Libertador Simón
Bolívar quien manifestó lo siguiente: “este tratado es digno del
alma de Sucre”. Desde el punto de vista pedagógico y motivacio-
nal, es un aporte a todos quienes estudien su vida invitándolos a
adoptar todas aquellas cualidades que poseía tales como: lealtad,
de prestigio moral y ético, humanista, gran estratega y patriota,
que finalmente lo llevaron a la transcendencia y a la inmortali-
dad. Durante las guerras latinoamericanas por la independen-
cia de España, el Gran Mariscal Antonio José de Sucre, fue El
Libertador de Ecuador. En su corta vida de 35 años, se convir-
tió en uno de los líderes militares y políticos más respetados de

11
América del Sur. Además, él fue uno de los hombres clave en el
desarrollo del gran proyecto de Bolívar. La creación del Estado
de la Gran Colombia.
Para lograr desplegar toda su alma y esencia fue necesario la
investigación, no solamente de su biografía y referentes, se estu-
diaron más de 1.500 documentos como: el Tratado de Armisticio
y Regularización de la Guerra, emanado de la mano y letra del
Gran Mariscal Sucre, siendo nuestro prócer un amante de la
escritura que todo lo registraba, aun en su agotamiento, nun-
ca abandonaba la escritura. En otro sentido, a pesar de su corta
edad, participó en 37 encuentros de guerra, 12 batallas, 18 com-
bates y 7 sitios, 22 en Venezuela, 6 en Ecuador, 5 en Colombia
y 4 en Perú, dejando como legado el arrojo, el compromiso, la
lealtad, la valentía y el patriotismo.

Mi General, si Ud. cree que puedo serle útil en el ejército escoge-


ré llevar, aunque con rubor, cualquier destino, antes que come-
ter la infamia de abusar de su situación y hacerme necesario. Yo
he querido siempre ser ligado a Ud. por los deberes de amistad;
y con mi país por los del honor y patriotismo.

Gran Mariscal de Ayacucho


Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá

El día viernes 04 de junio de 1830, el Gran Mariscal Antonio


José de Sucre tomó el lamentable camino de su cita final en las
montañas de Berruecos, donde una voz grita: “¡General Sucre!”,
acto seguido el joven General voltea y en el acto suenan los dispa-
ros. Sólo pudo oírsele decir: “¡Ay balazo!” y cayó muerto el prócer

12
cumanés, víctima de las intrigas y las ambiciones de las más ran-
cias oligarquías del continente.

Es de resaltar que El Libertador Simón Bolívar, describió la


grandeza de Sucre como:

El General Sucre es el Padre de Ayacucho: es el redentor de


los hijos del Sol; es el que ha roto las cadenas con que envolvió
Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a
Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando
en sus manos la cuna de Manco-Cápac y contemplando las ca-
denas del Perú rotas por su espada.

MG Rafael David Prieto Martínez


Inspector General de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana
Oficial de la Promoción Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre

13
PRÓLOG O

Triangular de manera prospectiva las expectaciones lógicas


y racionales de Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá en
los ámbitos combinados de la historia, la filosofía y el humanis-
mo ha constituido y así lo concluyó un plausible y revelador reto
para el Coronel Sandalio Coronel y el Ingeniero Yehudah Daniel
Shukrun Levy. El egregio doctor y el amigo, sinceramente mis
amigos nos llevan a encontrarnos a través de su conglomerado
contenido y apalancado en el contexto profundo de la filantropía
y el altruismo en una habilitación de lo que pudiéramos denomi-
nar la “Buena Nueva” como esperanza de vida donde las perso-
nas de buen corazón, con filantropía e inmersos en la convicción
del proceder oportuno, responsable, ilustrado y ético hagan del
mundo un espacio de lujuria o fogosidad moralista e inmersa en
la consciencia colectiva de desarrollo del bien por el bien y arro-
pado en las nociones gerenciales del progreso periódico como
el ganar – ganar, donde se satisfagan las necesidades del hom-
bre por el hombre conllevando a lo que llamo en lo personal la
“Felicidad Compuesta”. Por ello Sucre representó y representa
actualmente un patrón a seguir como paradigma moral.
En tal sentido y bajo este ambiente inmerso en un simple pero
tajante estado visionario donde la ardua meditación y los sueños
lúcidos de Sandalio y Yehudah, dado el conocimiento adquirido
a partir de la pasión e ilustración continua (arqueo bibliográfico)
y persistente, consiguieron entrelazar un sin número de párrafos
de la vida del Gran Mariscal de Ayacucho como líder revolucio-
nario, político, diplomático y estratega militar como algunas de

14
las tantas competencias (la conciencia, la confianza, la empatía, la
asertividad, la resolución de conflictos, la cordialidad, la afectivi-
dad, la creatividad, el liderazgo, entre otros), además de las virtu-
des (la templanza, la humildad, la sencillez, el desprendimiento, la
prudencia, la justicia, la sabiduría, la valentía, la dureza, la rigidez,
la severidad (terrible e inexorable), entre otras), valores (patriotis-
mo suramericano, el honor, la gratitud, la lealtad, entre otros.) y
principios que en él resaltaron durante la ejecución de proyectos
ideales orientados al bien, la verdad y la justicia, lo cual lo conlle-
varon a actuar, ser y sobre todo pensar de forma intuitivamente
estratégica para la acertada y confiable toma de decisiones ante
situaciones inéditas (destellos de lucidez o chispas creativas - in-
novadoras a velocidades impresionantes) como amigo y colabo-
rador leal de El Libertador Simón Bolívar en aras de alcanzar la
independencia de países como Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela,
coadyuvando a la libertad de una América Latina unida y libre del
imperio español. Añadiendo a la vez su cosmovisión como hom-
bre de Estado y de armas.
Aunado a lo descrito precedentemente destacaron en Sucre
su audacia mesurada, temperada por la reflexión y encaminada
siempre en lograr bellos y nobles objetivos, sumado a la habi-
tual disciplina, autoridad y rectitud en su proceder mostrándose
activo, previsor e incansable. Fueron infinitas las circunstancias
donde El Libertador calibró el temple moral y la capacidad in-
telectual de Sucre, habiéndole confiado misiones que sólo él po-
día dar garantías de su cumplimiento, es decir, su compañero
de armas e ideales. Por ejemplo, jefes republicanos intentaron y
nunca lo lograron desviarlo del camino de la unidad, la lealtad y
legalidad de la causa independentista.
Es así como Bolívar dijo una vez lo siguiente:

15
“… Es uno de los mejores oficiales del Ejército, reúne los co-
nocimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter
de Briceño, el talento de Santander y la actividad de Salón…”
Cuando asumió el rol de gobernar, lo hizo con prudencia, pa-
triotismo, magnanimidad y desprendimiento ejemplar, demos-
trando sus dotes de administrador y militar.
Haciendo hincapié de forma asertiva y concisa en los aspec-
tos detallados de las escrituras confeccionadas por Sandalio y
Yehudah, Sucre en resumen se destacó en la historia por su rol
participativo y preponderante en la independencia de América del
Sur, en función a su pericia estratégica e inquebrantable lealtad
a El Libertador. En lo filosófico como defensor de las ideas ilus-
tradas, la libertad individual y colectiva. Además como protector
de la educación y el conocimiento como medios inigualables para
lograr el progreso y la libertad; siendo Francisco de Miranda el
responsable de enseñarle las primeras nociones del arte de la gue-
rra y la estrategia, aprendiendo y quedando leído para la historia
contemporánea que del lado de la espada siempre debe haber un
libro, pero también al lado del balón donde la Fundación Sucre
y el Club Escuela Polideportivo TexYehs han incorporado el de-
porte como medio de inclusión y desarrollo físico e intelectual
(para ellos la educación siempre fue un camino a la liberación y
la virtud) y desde el punto de vista humanista, el Gran Mariscal
de Ayacucho se dedicó a la búsqueda del bienestar de los pueblos,
a la igualdad de los derechos denotando su compromiso por la
justicia social progresista y la creación de un sistema político jus-
to, promoviendo la educación como medio de empoderamiento
y desarrollo nacional, incluyendo los esfuerzos realizados por la
abolición de la esclavitud. Asimismo, abogó estrictamente por los
derechos humanos.

16
Con la muerte de Sucre, hecho lamentable ocurrido un 4 de
junio de 1830 al momento que cruzaba el sendero estrecho de
Cabuyal de las montañas de Berruecos (sur de Colombia), se in-
mortaliza o hace perpetuo lo inmaterial de su accionar en las
generaciones sucesoras como conducto de enseñanza de las in-
doblegables actitudes libertarias.
A tales efectos, los autores recomiendan que el estratega es-
tudie de forma decidida lo siguiente: los hechos históricos desde
el punto de vista militar y político, los clásicos de la guerra, los
clásicos literarios, la matemática y lógica, la geografía general, la
filosofía, la psicología, la ciencia de la política, la cultura general
de los pueblos, la antropología y la geopolítica.
Preconcluyéndose, Sucre podría haber tomado como divisa:
la americanidad y la cultura confiando ampliamente en la uni-
dad Latinoamérica y la educación como binomio y máximo ar-
quetipo del Nuevo Mundo.
En tal sentido, hoy en día su legado deja una huella indeleble y
exige más que nunca del discernimiento y expansión de su conduc-
ta para la reeducación y proceder de los venezolanos y las venezola-
nas, pudiendo auxiliar al moldeo de la sociedad y la historia actual
de la América Latina. Finalmente hagamos de los 314 fragmentos
identificados y extraídos de los documentos del Gran Mariscal de
Ayacucho, esfuerzo realizado por Sandalio y Yehudah, un hábito
diario de lectura, conocimiento, valoración y análisis en aras de
hacer honor a quien honor merece, Sucre una metódica al aprendi-
zaje de su legado e intuición estratégica, su alma escrita en el papel.

MSc. Raúl Rivera Moncada


Vicealmirante de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana
Humildemente un soldado

17
CAPÍTULO I

Orígenes Del Gran Mariscal De Ayacucho


Antonio Joseph Francisco De Sucre Y Alcalá

El carácter de cada hombre es el árbitro de su fortuna.


Publio Siro, 85 ac.

Acta de Nacimiento

(Cita Textual)

En veinte días del mes de febrero de mil setecientos noventa y


cinco años, yo el Beneficiado Cura Cástrense, don Francisco
Joseph del Águila, certifico que con mi licencia y asistencia, el
Presbítero Doctor don Joseph Cándido Martínez, Secretario de
Visita, bautizó solemnemente, puso óleo y crismas á Antonio
Joseph Francisco, hijo legítimo de don Vicente Sucre, Teniente
de Infantería y de doña María Manuela Alcalá, el cual niño tenía
diez y siete días de nacimiento; fueron padrinos el Beneficiado
don Antonio Patricio de Alcalá y doña Juana Gerónima
Sánchez, a quienes advertí su obligación y espiritual parentesco;
y para que conste lo firmó, y de ello doy fe.- Francisco Joseph
del Águila”1

1 Tomado del Libro “Documentos en Honor al Gran Mariscal de Ayacucho


Antonio José de Sucre” – p. 62.

18
Antecedentes geográficos de la familia Sucre

La “Casa de Sucre”, es una casa nobiliaria de origen fran-


cés que se asentó primero en la región de Flandes o Flamenca
de Bélgica alrededor del año 1613 y 1637 A.D.; Dicha región de
Flandes es una de las tres regiones que componen dicho país eu-
ropeo, junto con las regiones de Valona y la de Bruselas-Capital.
Flandes limita al suroeste con Francia, al noroeste con el Mar del
Norte, al norte y este con los Países Bajos, y al sur con Valonia.

Ilustración 1. Escudo de Flandes

Durante la Guerra de las Galias, el emperador romano Julio


César, incorporó este territorio a la República Romana. La cual
se vio afectada por las continuas invasiones germánicas del siglo
V. Los germanos que eran un grupo étnico del norte de Europa se
asentaron allí, específicamente los de la rama llamada “Francos
Ripuarios” o “Francos Renanos” que fueron una derivación de
los francos que vivían a lo largo del curso medio del río Rin du-
rante la época romana. Posteriormente esta región se vio some-
tida al poder merovingio, que dividió el territorio en condados.
El conde Reinando Balduino II (desde 879 A.D. hasta 918
A.D.), creó el Condado de Flandes, en el año 892 A.D.; Sin

19
embargo, quedó dividido cuando los distritos pasaron a dominio
francés en el siglo XII. Las restantes partes de Flandes cayeron
en poder del vecino condado de Henao, en 1191 A.D. Durante
la Baja Edad Media, las ciudades comerciantes (especialmente
Gante, Brujas e Ypres) hicieron de Flandes una de las regiones
más urbanizadas de Europa, tejiendo lana de las tierras vecinas,
fabricando tejidos tanto para uso doméstico como para la expor-
tación. Toda la zona pasó a los duques de Borgoña en 1384, en
1477 a la dinastía de los Habsburgo y, con Carlos I, se incluyó en
el Imperio español. En 1512 formaron una circunscripción pro-
pia, la Circunscripción de Borgoña. El Condado de Flandes si-
guió siendo un feudo francés en sus territorios occidentales, y un
señorío del Sacro Imperio Romano en la parte oriental. En 1526,
Francisco I de Francia cedió el condado de Flandes a Carlos I por
el tratado de Madrid. Esto se confirmó en la Paz de las Damas
de Cambrai de 1529. La soberanía se transmitió desde el reino de
Francia al Sacro Imperio Romano Germánico.

Raíces de la Familia Sucre en Bélgica

Las raíces primogénitas familiares se remontan a la unión en-


tre Jaime D’Ives y Jacqueline D’Argenteau quienes dieron a luz a
su hija Adrianne D’Ives y Argentau en 1613 A.D., la cual contrajo
matrimonio con Antoine de Sucre y Martigny Marqués de Preux
quien fallece en 1647. En Francia aproximadamente en 1641 esta
unión da a luz a su hijo varón Charles Adrianne de Sucre y D’Ives
quien continua con el linaje de su padre, se mantuvieron asenta-
dos en la región de Odeigne provincia de Luxemburgo.

20
Ilustración 2. Reinaldo Balduino II

Luego la familia Sucre se asentó en la región de Calais, actual


Francia, fueron señores en las regiones de Bellaing, Viliers-Burel
y La Mothe (Francia). Entre sus éxitos familiares una rama se
trasladó a España a mediados del siglo XVII y de ella se derivan
la línea establecida en Cataluña y la ubicada en América del Sur.
Es así como pasan a España, gracias a Charles Adriann de Sucre
y D’Ives.

Raíces de la Familia Sucre en España

Fue Charles Adrianne de Sucre y D’Ives, (nacido en Cambray


Francia en 1641 y fallecido en Madrid el 1712), señor y Barón
de Preux (Población al Norte de Francia), quien en 1680 A.D.,
obtuvo del Rey Carlos II de España la autorización para timbrar
su escudo de armas con la corona de marqués y desde entonces
empezó a titularse Marqués de Preux.

21
Ilustración 3. Escudo de la Soberana Ilustración 4. Cruz de Alcántara,
Orden Militar y Hospitalaria de San emblema de la Orden de Alcántara
Juan de Jerusalén.

Fue teniente General de los Reales Ejércitos y General de la


Artillería de Cataluña, Gobernador de Cartagena de Indias y ca-
ballero de la Orden de Alcántara. Se casó por primera vez con
María Buenaventura Carolina Isabel Garrido de Sánchez y Pardo
de Figueroa, después con Josefa Feliciana de Avilés y Salamanca
y luego con Rosa de Santa Cruz.

Raíces de la familia Sucre en Venezuela

Del primer matrimonio Charles Adrianne de Sucre y D’Ives


tuvo dos hijos varones: Carlos Francisco Sucre y Pardo, fallecido
en Caracas en 1746. Caballero de la Orden de San Juan, gober-
nador de nueva Andalucía y de Santiago de Cuba, tronco de la
línea establecida en Cuba y Venezuela y antecesor del fundador
de Bolivia, Antonio José de Sucre y de Alcalá, gran mariscal de
Ayacucho.
El segundo Carlos de Sucre Garrido y Pardo, fallecido en
1736. Titulado Marqués de Preux, teniente de Rey de la ciudad de
Barcelona y Gobernador de Cuba, fue padre de Miguel Carlos de

22
Sucre, Titulado Marqués de Preux y Barón de Nohiel. Teniente
coronel de Dragones y regidor perpetuo de Barcelona.
Carlos de Sucre Garrido y Pardo sirvió como soldado en
Cataluña en 1698, llegando ser administrador colonial español
como gobernador de Cartagena de Indias y Capitán General de
Cuba. El 22 de diciembre de 1779, los Sucre arriban a Venezuela.
Siendo Sucre Garrido y Pardo designado Gobernador de la Nueva
Andalucía, antigua provincia venezolana donde nace el núcleo
de la historia de los Sucre en Venezuela. Así mismo fueron sus
dos hijas: Bárbara de Sucre y Pardo, como Ana de Sucre y Pardo.

La heráldica de la familia Sucre

Ilustración 5. Cruz de Alcántara, emblema de la Orden de Alcántara

El estudio del escudo heráldico familiar nos “habla” de quie-


nes formaron el origen de la familia Sucre, pues esa era su fun-
ción, la de manifestar a los demás sus elementos diferenciales,
pues la inclusión del elemento faja quiere decir que pertenecieron
a órdenes militares de caballería.

23
A finales del siglo XIX fueron muchos los hombres y mujeres
que portando el apellido Sucre con origen en Flandes (Francia),
cruzaron el Atlántico, huyendo de la crisis, de final de siglo
(Revolución Francesa), que acometía a Europa al igual que du-
rante el transcurso de la 2da Guerra Mundial.
En el escudo familiar los esmaltes del arma de los Sucre, pre-
gonan los siguientes valores:
La plata: corresponde al símbolo de la luna; pureza, sinceri-
dad, templanza, clemencia y amabilidad son las características
espirituales de la familia, a las que hay que añadir otras como el
afán de victoria, éxito y elocuencia.
El esmalte: color oro, es símbolo del sol, origen de la vida; sus
características espirituales corresponden a la fe, clemencia, ca-
ridad y justicia, por otra parte, dicho esmalte señala a la familia
con la felicidad, amor, nobleza y esplendor.
La corona de sable: (negro), hace evidente, cierta relación en-
tre los miembros del linaje Sucre con la realeza. Todas estas cua-
lidades caracterizaron a los miembros del linaje Sucre.

Rencontrando las raíces de la familia Sucre

Como es evidente los Sucre fueron una familia de hidalguía


conocida, afianzaron su gloria en del Sur de Francia; de una rama
familiar que había retoñado en Flandes – Bélgica, pasando poste-
riormente uno de ellos a tierras americanas a comienzos del siglo
XVIII, y quien llegaría a ser Gobernador de la Nueva Andalucía
(Cumaná) don Carlos de Sucre Garrido y Pardo, siendo este hijo
de Charles Adrianne de Sucre y D’Ives, llamado el Marqués de
Preux, por su origen en Flandes y Buenaventura Carolina Isabel
Garrido y Pardo, originaria de España.

24
Biografía de Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá

Nacido en Cumaná, capital de la Provincia de la Nueva


Andalucía en Tierra Firme (Venezuela – actual Edo. Sucre), el 03
de febrero de 1795, bautizado con el nombre de Antonio Joseph
Francisco de Sucre y Alcalá, quien a futuro sería conocido como
Gran Mariscal de Ayacucho. Fueron sus padres el entonces te-
niente de los Ejércitos Reales don Vicente de Sucre y Urbaneja,
quien más tarde sería ascendido al grado militar de coronel de
República y prócer de la Independencia; y su madre doña María
Manuela de Alcalá y Sánchez, cumaneses ambos, pertenecientes
a distintas familias arraigadas en el oriente venezolano desde va-
rias generaciones.
Eran una familia militar por tradición y dedicados al estudio
de la honrosa carrera de las armas, por lo cual demostró inclina-
ción desde muy niño. También lo demostraban los varones de la
familia Alcalá – oriunda de Aragón en España – los cuales tenían
vocación castrense, en tanto que las damas de la estirpe descolla-
ban por su piedad y su belleza.
La madre de Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá falle-
ció cuando apenas contaba éste con 7 años de edad. Don Vicente
su padre, contrajo en 1803 nuevas nupcias con doña Narcisa
Márquez, de quien atendió a los 9 hijos (6 varones y 3 niñas) ha-
bidos por aquél, don Vicente, de su primer matrimonio y a otros
tantos que procreó del segundo.
De los hermanos Sucre-Alcalá, seis perecieron trágicamente
durante las guerras de independencia. Antonio Joseph – a quien
solían llamar Antoñito los suyos – se caracterizaba por ser un
niño reflexivo y afectuoso, manifestando siempre un gran amor
por sus hermanos, tanto los del primero como los del segundo

25
matrimonio del coronel Sucre, lo mismo que hacían sus tíos y
demás parientes.
El sentimiento familiar tan arraigado en él, demuestra el fino
temple de su alma, y da testimonio de la excelente educación que
recibió de sus padres en sus primeros años de vida. Demostró
ser un niño en verdad precoz, avanzado a su tiempo y circuns-
tancias. Antonio Joseph, bien hubiera podido hacer suya la di-
visa del primitivo escudo de los Sucre originarios de Francia,”
Audaces Fortuna Juvat”: La Fortuna Favorece a los Valientes.
Ciertamente, la fortuna favoreció en él a la audacia, pero era una
audacia mesurada, temperada, por la reflexión, y encaminada a
lograr nobles objetivos.
En Cumaná, su pueblo natal, aprendió las primeras letras y
amplió sus conocimientos como solo él sabría hacerlo, en aquella
época, siendo un niño destinado a la carrera militar. Las mate-
máticas, el dibujo de mapas, la física principalmente formó su
mente, a la vez que la equitación, la esgrima y la práctica de los
deberes militares como cadete de la Compañía de Húsares de
Cumaná, que comandaba su padre, fortalecieron su cuerpo y le
habituaron a una severa disciplina. Muy pronto habría de lan-
zarse el adolescente a la acción; y haciendo, como muchos seres
superiores que le antecedieron, iba a aprender. En Julio de 1810,
la Junta de Cumaná asciende al cadete de 15 años, al grado de
Subteniente de Infantería; Poco después en agosto de ese mismo
año, es incorporado mediante despacho expedido en caracas,
al Cuerpo de Ingenieros Militares. Rápidos son sus progresos,
pues en mayo de 1811 se desempeña como comandante de esa
Arma en la isla de Margarita y a mediados de ese año es ascen-
dido a teniente, contaba Sucre con apenas 16 años de vida. En
1812 desempeñó en Barcelona, actualmente estado Anzoátegui,

26
la Comandancia de Artillería. A pesar de su juventud, era un
oficial de los llamados facultativos, capaces de pelear con valor
y de organizar también un cuerpo de tropa para conducirlo al
combate triunfando a su cabeza.
La caída de la primera república abrió un paréntesis en su ca-
rrera militar. Para esa época en diciembre de 1812, recibió del
caballeroso Gobernador Emeterio Ureña, quien fuese nombra-
do en el cargo por el jefe realista Domingo de Monteverde, un
pasaporte para dirigirse a la isla Trinidad, entonces en posesión
del imperio británico. De su uso se desconocen evidencias, y per-
manece en el tiempo como un acto cortesía entre caballeros. En
todo caso, cuando el General Santiago Mariño y un puñado de
valientes que desde el islote de Chacachacare, vecino a aquella
isla, habían emprendido en enero de 1813 la lucha por la liber-
tad del Oriente de Venezuela, llegando con éxito a la región de
Cumaná. Sucre al tener noticia, abandona su refugio en las mon-
tañas cercanas y se reincorpora a la lucha.
Durante los años siguientes, al lado de Mariño, sobre todo,
Sucre será un eficaz auxiliar, un oficial tan activo y valeroso en
el campo de batalla, como reflexivo y consumado estratega en
las mesas del Estado Mayor. Así en 1813 comanda un batallón de
zapadores en el asedio a Cumaná, hasta la liberación de la plaza;
en febrero de 1814 será el primer edecán del General Mariño,
jefe Supremo del Oriente; en septiembre del mismo año, luego de
haberse batido en reñidas acciones, entre ellas la rota de Aragua
de Barcelona, ejerce las funciones de jefe de Estado Mayor de la
división del General Bermúdez.
Se halla en los campos de Maturín y Úrica, y al triunfar los
realistas en esta última batalla, que sella por el momento el des-
tino de Venezuela en aquel entonces, busca asilo en las Antillas

27
neutrales, de donde logra pasar a Cartagena de Indias. En esta
plaza, durante el largo sitio a que le somete el General Morillo en
1815, Sucre participa como ingeniero Militar en la organización
y fortalecimiento de las defensas, al lado del también ingeniero
Lino de Pombo, quien deja evidencia de una de las más tempra-
nas descripciones de Sucre que se conozcan, cito:

… un joven venezolano de nariz bien perfilada, tez blanca y


cabellos negros, ojo observador, talla mediana y pocas carnes,
modales finos y modestos…

Así era el hombre que, en diciembre de 1815, cerca ya de los


21 años, logró salir con las fuerzas que evacuaron a Cartagena
cuando ya no había medios humanos con que defenderla; pasó
a las Antillas –se presume pudo haber estado en Haití, sin em-
bargo, no se conoce con certeza de tal visita– regresando pos-
teriormente a la región oriental de Venezuela para proseguir la
lucha junto al General Mariño. Como anécdota, la carrera del
joven cumanés estuvo a punto de quedar trágicamente truncada
por aquel entonces, pues mientras navegaba en una débil barca
desde la isla de Trinidad –su última etapa en las Antillas– hasta
las costas de Paria, actual estado Sucre, una tempestad le hizo
naufragar; sin embargo, la vida le sonrió al ser rescatado por dos
pescadores humildes y sencillos que acudieron en su ayuda.
En septiembre de 1816 el entonces teniente coronel Sucre co-
mandaba junto al General Mariño el Batallón Colombia, para
diciembre de ese mismo año ya ostentaba el grado de coronel,
que le fuere refrendado el 6 de agosto de 1817 por El Libertador.
Durante los meses finales de 1816 y primeros del próximo, Sucre
tomó parte activa en el asedio a Cumaná, provincia de la cual

28
llegó a desempeñar la Comandancia General por designación de
Mariño.
Pero cuando El Libertador se dirigió a Guayana, e hizo de
esta región su principal teatro de operaciones, Sucre, lo mismo
que Urdaneta, Bermúdez, Valdéz y muchos otros valientes, de-
cidieron seguirle y participar en la liberación de Angostura, hoy
Ciudad Bolívar, quien El Libertador llamase en sus escritos la
Capital de Venezuela, y de Guayana la antigua. El 4 de septiembre
de 1817, El Libertador le confiere a Sucre, el mando del Batallón
Orinoco de nueva creación, y el 19 de ese mismo mes le nombró
Gobernador de Guayana la antigua y comandante General del
Departamento del Bajo Orinoco, de nueva creación. Con él com-
partieron responsabilidades su hermano José Jerónimo de Sucre
y Alcalá, quien llegase a ser coronel y que para ese entonces era
Mayor, así como su padre el coronel Vicente de Sucre.
El Libertador, que había calibrado ya el temple moral y la
capacidad intelectual de Antonio Joseph Francisco de Sucre y
Alcalá, le confió muy pronto, en octubre de 1817, una delicada
misión:

… la de cooperar con el General Bermúdez para cortar las di-


sensiones en que se había visto envuelto el General Mariño a
raíz del Congreso de Cariaco…

Tanta era la confianza que Bolívar depositaba en aquel enton-


ces sobre los hombros de Sucre, su compañero de armas e idea-
les, que en las instrucciones que le dio, expresaba la siguiente:

… Si Ud. no cree que sea útil a la República su comisión, está Ud.


autorizado para suspenderla y no dar curso a la referida orden…

29
Es decir, dejaba El Libertador, a criterio de Sucre el cumplir o
no una orden que él, Bolívar, le daba a Sucre, por su puesto éste la
cumplió como todo un caballero de manera admirable. Se entre-
vistó con el General Mariño, y la difícil situación quedó zanjada
de un modo satisfactorio para la causa republicana.

Ilustración 6. Antonio José de Sucre. Arturo Michelena 1895.

Desde octubre de 1817, hasta fines de 1819, Sucre guerreó en


el Oriente de Venezuela bajo las órdenes del General Bermúdez,
como jefe de Estado Mayor de su Ejército. Fueron años de intensa
experiencia sin resultados decisivos en la contienda. Para 1819,
el vicepresidente de la entonces constituida Gran Colombia,
Francisco Antonia Zea, le asciende –en ausencia de Bolívar–
al grado de General de Brigada, el mismo que El Libertador le

30
refrendara tiempo después en su entrevista en pleno Orinoco, a
fines de ese año. En 1820, Bolívar le confía la importante misión
de trasladarse a las Antillas neutrales, bien provisto de recur-
sos para la adquisición de armamento para el Ejército, zarpando
desde el Orinoco el 8 de mayo, y regresando el 15 de abril de
ese mismo año, con 4000 fusiles, además de municiones y otros
elementos de guerra, que resultaron valiosos instrumentos para
el triunfo de Carabobo. “Sucre cumplió con actividad y eficien-
cia…”, le decía por entonces Bolívar a Santander, lo que segura-
mente despertó aún más las intrigas en su contra.
Tales actividades y demostrada eficiencia le valieron para
ser nombrado ministro de Guerra y Marina interino, el 27 de
septiembre de 1820 a causa de una enfermedad que aquejaba a
Briceño Méndez, funciones que desempeñó con éxito hasta fi-
nales de ese año, junto a los de jefe del Estado Mayor General
Libertador, que le fueran encomendadas por Bolívar a mediados
de noviembre. Su capacidad de trabajo y la amplitud de sus co-
nocimientos castrenses le eran extraordinarias, para aquel joven
oficial. Fue entonces cuando Bolívar dijo de él:

… Es uno de los mejores oficiales del Ejército; reúne los cono-


cimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de
Briceño, el talento de Santander y la actividad de Salom; por
extraño que parezca, no se le conoce ni se sospechan sus apti-
tudes. Estoy resuelto a sacarle a la luz, persuadido de que algún
día me rivalizará…

Es un hermoso y justiciero elogio de Sucre, que revierte a la


vez sobre quien lo pronunció. Bolívar veía ya desde entonces, en
el joven cumanés, un verdadero hijo espiritual, el vástago que

31
le había negado la carne. Sentimiento bien correspondido por
Sucre. En noviembre de 1820, éste hubo de dar pruebas una vez
más de su habilidad diplomática al negociar, en compañía de
Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez, con los comisiona-
dos realistas un tratado de Armisticio y otro de Regulación de la
Guerra – propuesto este último por El Libertador – que culmina-
ron con el histórico, aunque efímero abrazo de Santa Ana entre
los Generales Bolívar y Morillo. Por aquellos días, el pueblo de
la provincia de Cumaná había elegido a Sucre como Diputado al
Congreso de Cúcuta; pero él no tuvo oportunidad de asistir al
mismo; su destino lo llamaba hacia el sur.
En enero de 1821, El Libertador y Sucre se hallaban en Bogotá.
El segundo recibió el mando del Ejército de Popayán, para so-
meter a Pasto y liberar a Quito, o pasar por mar a Guayaquil.
El 17 de enero Sucre estaba en Neiva, y el 24 de ese mismo mes
en Popayán, de donde pasó a Mercaderes y al Trapiche, para re-
gresar luego a Popayán. A comienzos de abril, se embarcó con
300 hombres a bordo de la nave llamada Ana en la bahía de
Buenaventura y en un mes después estaba en Guayaquil. Allí, de
acuerdo con la junta que presidía José Joaquín de Olmedo, pre-
paró la ofensiva, y avanzó sobre Quito. Triunfador en Yaguachi
el 15 de agosto, resultó vencido en los campos de Huachi, cerca
de Ambato, el 12 de septiembre y hubo de retroceder. Esta fue
en verdad, la única derrota que como General en jefe del Ejército
sufrió Sucre, quien recibió fuertes contusiones en la acción.
A comienzos de 1822, luego de haber reorganizado el Ejército
y de haberlo aumentado con refuerzos llegados de la Gran
Colombia y del Perú, éstos últimos al mando del coronel y luego
General Andrés de Santa Cruz, Sucre retoma la ofensiva, mien-
tras Bolívar acometía a Pasto desde el norte. Las fuerzas unidas,

32
al mando de Sucre, pasaron por Cuenca y Alausí, rechazando
el 21 de abril a la caballería realista, y avanzando por Ambato,
Latacunga y Chillogallo hasta situarse al norte de Quito, donde
se dio el 24 de mayo de 1822, la batalla de Pichincha, con la cual
Sucre decidió la libertad del Ecuador. Ascendido por Bolívar a
General de División el 18 de junio de ese mismo año, Sucre ejer-
cerá durante varios meses, en Quito, la Comandancia General
e Intendencia del Departamento del Ecuador, incorporado a
Colombia la Grande. Su progresista labor en la promoción de
instituciones benéficas, de la justicia, la educación, el periodis-
mo, le granjeaban en afecto general. Sucre, dice Bolívar:

… Se ha llenado de gloria y se ha hecho adorar por estos pue-


blos…

Es entonces cuando conoce a su futura esposa, Mariana


Carcelén, Marquesa de Solanda. En noviembre de 1822 ha de
ponerse en campaña de nuevo, esta vez contra los revelados pas-
tusos, a quienes vence, tras una difícil campaña, hasta entrar en
Pasto a fines de ese año. De allí regresó a Quito en enero de 1823,
y pocos meses después a Guayaquil con El Libertador.
La guerra no había concluido en América del Sur. Un podero-
so Ejército español, regido por aguerridos Generales, amenazaba
la independencia que los patriotas peruanos habían proclamado
el 28 de julio de 1821 bajo la égida del General José de San Martin.
En tierras del Perú habría de decidirse el destino de la emancipa-
ción hispanoamericana, y hacia el Callao zarpó el General Sucre
el 14 de abril de 1823.
Bolívar lo había investido con el mando de las fuerzas auxi-
liares gran colombianas que ya se hallaban en el Perú, y tenía

33
también el carácter de Comisionado ante el Gobierno de Lima.
Era, a la vez, un militar y un diplomático. Llegó en mayo y pron-
tamente se vio en grave situación por el avance de las posiciones
realistas hacia Lima, que fue ocupada por algún tiempo, por los
desacuerdos políticos en el campo republicano y por el desa-
fortunado resultado de la expedición a intermedios, donde las
fuerzas de Sucre y las de Santa Cruz no lograron coordinar sus
operaciones. Durante esos meses difíciles, los mejores espíritus
andaban desorientados. Ni siquiera la llegada de El Libertador
en septiembre logró al principio conjurar la crisis. Todo parecía
tambalearse. Las divergencias se agudizaron.
Lima y el Callao cayeron en manos de los realistas a comien-
zos de 1824. Entonces, lamentablemente al principio, y luego
con mayor impulso, se inició desde Trujillo la recuperación. Al
frente de un núcleo de patriotas civiles y militares, nativos unos
del Perú-Unánue, Sánchez Gorrión, Gamarra, y otros venidos de
todos los ángulos de Sur América: Lara, Córdova, Heres, Silva,
Necochea, Sander, Miller y Bolívar, entre muchos otros; preparó
la campaña decisiva. A su lado, el primero, Antonio Joseph de
Sucre, a quien El Libertador le hubiere escrito:

… Ruego a Ud. Mi querido General, que me ayude con toda su


alma a formar y a llevar a cabo nuestros planes…

Así fue. Aquel General de 29 años se mostró como el brazo


derecho de El Libertador, activo, previsor, incansable. Por tres
veces atravesó la tremenda barrera de los Andes, sin que le ame-
drentasen ni la dureza del clima ni lo áspero de los caminos. Así
pudo llegar al Ejército Unido a Cerro de Pasco a comienzos de
agosto de 1824, y los jinetes republicanos vencieron el día 6, en

34
Junín, a la caballería del General Canterac. Aún cuando Sucre no
participó directamente en la acción, pues se hallaba con la infan-
tería, bien puede decirse que esa victoria era fruto, tanto de los
valientes que allí combatieron, como de los jefes que habían sa-
bido crear aquella estupenda máquina de guerra: Bolívar y Sucre
en primerísimo lugar. Después de Junín, el Liberador le ordenó
al más conspicuo de sus tenientes que reorganizase las comu-
nicaciones, a fin de preparar al Ejército Unido para el empuje
definitivo. Sucre cumplió la misión con quien era: “el General del
Soldado”, y solo después de cumplida se permitió presentarle a
El Libertador un digno y cometido reclamo. Pronto quedó des-
vanecido el pasajero malentendido, cuyo único resultado fue el
de revelar mejor, ante la posteridad, los altos quilates anímicos
de uno y otro.
Cuando a comienzos de octubre de 1824, El Libertador deci-
dió concentrar su esfuerzo sobre la región costera, Sucre quedó
en la sierra como General en Jefe del Ejército Unido, facultado en
forma amplia para actuar como creyera conveniente, ofensiva o
defensivamente, según las circunstancias. El General cumanés
deseaba pasar al ataque; los jefes realistas por su parte, decidie-
ron salir también a su encuentro.
Después de varias semanas de una guerra de movimientos
llevada a cabo de forma muy metódica y serena por Sucre, a pe-
sar que alguna vez los españoles lograron interponerse entre él
y la costa, se produjo el 3 de diciembre la acción de Matará o
Colpahuaico un combate de retaguardia, donde llevaron ventaja
los realistas. Pocos días después, el 9 de diciembre de 1824, se dio
la batalla decisiva en Ayacucho, no sólo por la independencia de
Perú, sino de toda América del Sur.

35
El triunfo de Sucre y el de todos sus compañeros de armas,
puso fin a todo el dominio continental de España. La guerra
había concluido, de hecho, en Hispanoamérica. En buena lid se
había ganado Sucre, a los 30 años, el título de Gran Mariscal de
Ayacucho, con que lo conoce la posteridad. Lo que siguió fue una
marcha triunfal. A fines de diciembre, Sucre entraba en Cuzco.
En febrero de 1825 llegaba a la Paz, donde dictó el día 9 el decreto
convocando una Asamblea Constituyente.
Pasó luego a Oruro, a Potosí, a Chuquisaca, en todas partes
era recibido como un héroe. Creada la República de Bolivia, fue
elegido su primer presidente el 26 de mayo de 1826: gobernó
con prudencia, patriotismo, magnanimidad y desprendimien-
to ejemplares, demostró poseer tantas dotes de administrador
como de militar. Fue, como siempre, humano, noble, generoso,
no solo con sus amigos, sino también con quienes le adversaban.
Se había propuesto gobernar hasta 1828. La crisis política de
abril de ese año, y las inicuas heridas recibidas al sofocar el motín
cuartelario de Chuquisaca, no hicieron sino confirmarle en su de-
cisión. El 2 de agosto presenta su mensaje al Congreso de Bolivia,
y emprende el regreso a Quito, a donde llega a fines de septiembre.
Allí se reúne con su esposa, la Marquesa de Solanda, con quien
había contraído matrimonio por poder, desde Bolivia, unos me-
ses atrás. Poco dura ese paréntesis de sosegada vida familiar. Su
deber le llama de nuevo al sur del Ecuador a comienzos de 1829,
pues la locura parece haberse adueñado de América y por todas
partes ondean los negros crespones de las luchas fratricidas, de
entre las cuales sabe Sucre salir inmaculado para brindarnos a
todos una lección: “La victoria nos da derechos, entre hermanos”.
Restablecida la paz, Sucre, que en julio de ese mismo año
había sentido la alegría de tener en sus brazos a su única hija,

36
Teresa, de infortunado destino sale hacia Bogotá, pues ha sido
elegido Diputado al Congreso Constituyente que abre sus sesio-
nes en enero de 1830. Allí se esfuerza por mantener la unidad
de Colombia la Grande, herida de muerte. Acepta partir en mi-
sión hacia Venezuela donde soplan vientos de fronda separatis-
ta; pero las entrevistas que sostiene en Cúcuta con su antiguo
jefe, Santiago Mariño, en abril, no conducen a ningún acuerdo.
Sucre, desilusionado, regresa a Bogotá, y el 13 de mayo emprende
la marcha hacia Quito. En una de sus últimas cartas recomienda
moderación y prudencia, para que los americanos: “…se entien-
dan con calma y sin ruidos de guerras…”. Mientras él pensaba y
actuaba así, otros afilaban los puñales en la sombra.
El 4 de junio de 1830, acompañado de unos pocos criados,
Sucre cruzaba las densas selvas de la montaña de Berruecos, en
el Sur de la actual Colombia. Pensaba, talvez, en su esposa y su
hija, mientras el caballo seguía a paso vivo por el sendero, o re-
flexionaba acaso en los problemas de la República de Colombia,
en vías entonces de disolución. Nunca podremos saberlo. De re-
pente algo brillo en los arbustos, al borde del camino, y varios es-
tampidos estallaron. El jinete se levantó sobre los estribos y cayo
pesadamente al suelo, mientras el caballo, asustado, huía, y otro
tanto hacían los servidores. Antonio Joseph Francisco de Sucre y
Alcalá, había sido vilmente asesinado, cuando contaba 35 años.
La noticia del crimen se extendió como reguero de pólvora,
y llego hasta Bolívar, quien se hallaba entonces en Cartagena.
Entre las amarguras que el destino le tenía reservada en sus pos-
treros meses de vida, ninguna más cruel y dolorosa que el trágico
fin de Sucre:

¡Gran Dios, han matado al Abel de Colombia!

37
Había muerto, en efecto, el único hombre capaz de adelan-
tar en bien de la América, la tarea de estabilización política que
había emprendido El Libertador, después de haberse concluido
las campañas de guerras. La carrera militar de Antonio Joseph
Francisco de Sucre y Alcalá, es una de las más brillantes y más
meritorias que pueden encontrarse en todas las épocas y en todos
los países. Como paradigma moral, su figura hallará difícilmente
parangón.

38
CAPÍTULO II

Sobre la vida del hombre y del héroe

El carácter casi puede ser llamado el medio más efectivo de persuasión.


(Aristóteles, 384 ac.)

Hoja de servicio del Mariscal Sucre: Grados militares que ob-


tuvo.

Nombre de los Grados Quién se lo acordó Dónde se los acordaron


Oficial de Milicias regladas La Junta Suprema de En Cumaná 12 de julio
Cumaná de 1810
Comandante de ingenieros La Junta Suprema de Caracas En Caracas 1810
Teniente Coronel El General Mariño En Güiria enero de 1813
Coronel El Libertador En Guayana 1817
General de Brigada El Dr. Zea, Vice presidente de En Angostura 1819
Colombia
General de División El Libertador En Quito 18 de junio de
1822
Gran Mariscal El Congreso Peruano el 12 de En Lima 26 de diciembre
febrero de 1825, lo hizo Gran de 1824
Mariscal de Ayacucho
General en Jefe de la R. de El Congreso de Colombia En Bogotá 14 de febrero
Colombia de 1825

Empleos militares que ejerció.

Nombre de los empleos Quién se lo acordó Dónde se los acordaron


Comandante de ingenieros en La Junta Suprema de En Caracas – 1810
Barcelona Venezuela
Ayudante del Generalísimo F. El Generalísimo Valencia – 1811
Miranda Francisco Miranda

39
Jefe de un batallón de infan- General Santiago Mariño Güiria enero – 1813
tería
zapadores General Santiago Mariño Cumaná, agosto – 1813
Ayudante del General S. General Santiago Mariño Oriente, febrero – 1814
Mariño
Jefe de E. M. del Ejército de Libertador El Centro, abril – 1814
Oriente
Jefe de un Batallón en Oriente General Santiago Mariño Oriente – 1816
Jefe militar del Bajo Orinoco Libertador Guayana – 1817
Jefe de E. M. del Ejército de Libertador Octubre – 1817
Oriente
Jefe al servicio en Oriente y Libertador 1819
Guayana
Jefe de E. M. G. del Ejército Libertador Sabanalarga (Trujillo) –
Libertador 1820
Jefe del Ejército del Sur de Libertador En Bogotá, 11 enero – 1821
Colombia
Comandante Gral. del Dpto. Libertador Quito, 18 junio – 1822
de Quito
Jefe del Ejército unido de Gobierno del Perú Lima, 30 mayo – 1823
Colombia y Perú
Libertador del Perú Libertador Lima – 1825

Jefe militar de los Dptos. del Libertador 1825


Perú
Jefe del Ejército Colombiano Libertador Bogotá - 1828
(cuando Tarquí)

Formación del hombre y del héroe

El joven Antonio Joseph Francisco siempre demostrando


gran aplicación, disciplina e inteligencia en el aprendizaje. En el
año de 1802 fue enviado por su padre a la ciudad de caracas don-
de ingresó en la Escuela de Ingenieros del coronel español Tomás
Mires. Como militar se formó en los valores de orden, disciplina
y autoridad, al tiempo que realizaba estudios de matemáticas,
agrimensura, fortificación y artillería.

40
A los quince años se alista en el ejército patriota como alférez
de ingenieros y participa en la campaña de Francisco de Miranda
(1812), como su ayudante contra los realistas, durante la cual fue
ascendido a teniente. Miranda le enseña las primeras nociones
del arte de la guerra y la estrategia militar, de él aprendió que del
lado de la espada siempre debe haber un libro.
Tras la derrota de este primer intento emancipador, se refugió
en la isla caribeña de Trinidad, donde entabló contacto con el
prócer Santiago Mariño, a quien siguió en 1813 en la expedición
a Cumaná e intervino en la organización del ejército de Oriente
siendo nombrado teniente coronel debido a los éxitos logrados.
En 1814, como Edecán del General Mariño, asistió a la unión
de las fuerzas del Oriente con las de Occidente en los valles de
Aragua, pero su Ejército es derrotado en Aragua y Úrica, y tuvo
que buscar refugio en las Antillas.
En ese año, sus hermanos Pedro, Vicente y su hermana
Magdalena murieron a manos del Ejército realista. No menos de
14 parientes cercanos cayeron durante el transcurso de la guerra
de Independencia.
En 1815, regresó a Venezuela y participa en la liberación de
Cartagena de Indias, desde donde pasa a combatir en Guayana y
el Orinoco. Un años después es nombrado por Mariño como jefe
de su Estado Mayor con el rango de coronel y comandante de la
Provincia de Cumaná.
Su patriotismo, sometido a prueba permaneció intacto ante
las pretensiones de algunos jefes republicanos de desviar el
camino de la unidad, lealtad y legalidad necesaria de la causa
independentista, por ello, su decisión luego del Congresillo de
Cariaco fue seguir a Bolívar, en quien identifico el liderazgo y
ejemplo moral del ejército.

41
El 17 de septiembre de 1817, Antonio Joseph Francisco
de Sucre y Alcalá fue designado por Simón Bolívar como
Gobernador de la Antigua Guayana y comandante General
del Bajo Orinoco. Un mes después es nombrado jefe de Estado
Mayor de la División de la Provincia de Cumaná, bajo las órde-
nes del General José Francisco Bermúdez. En 1818, El Libertador
instaló en Angostura su cuartel general, desde donde comenzó a
formar una gran federación.

Ilustración 7. J. Carbou, Cariaco, en: El Cojo Ilustrado, s/f.


Colección Audiovisual de la Biblioteca Nacional.

En el Congreso de Angostura de 1819 se materializó el naci-


miento de la República de Colombia, constituida por las actuales
repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela.
A partir de 1819 se convirtió en uno de los principales colabo-
radores de Simón Bolívar, sobresaliendo por su pericia estratégi-
ca y su inquebrantable lealtad a El Libertador.
En Angostura, Antonio Joseph de Sucre y Alcalá se convir-
tió en uno de los mejores lugartenientes de Bolívar. Se ganó su
amistad, respeto y destacó siempre por sus dotes militares y su
elevado sentido de la moralidad. Desde ese momento, la lealtad

42
hacia Bolívar y su compromiso con la República de Colombia
sería inquebrantable.
En noviembre de 1820 es nombrado delegado de la República
de Colombia para concertar los Tratados de Trujillo sobre armis-
ticio y regularización de la guerra, frente al ejército realista, con
el cual finalizó el terrible periodo de la Guerra a Muerte.
El 11 de enero de 1821 fue nombrado en Bogotá como
Comandante del Ejército del Sur y por órdenes de Simón Bolívar
inicia las campañas de liberación del Sur. Dichas campañas te-
nían como objetivo liberar los territorios correspondientes a la
Real Audiencia de Quito y promover su adhesión a la República
de Colombia.
La misión de Sucre era compleja por la diversidad de intereses
implicados. Las provincias de Quito y Guayaquil se habían alza-
do en armas en contra del gobierno español; pero, si bien todos
estaban de acuerdo con la independencia, no todos estaban a fa-
vor de la integración en la República de Colombia; algunos apo-
yaban la unión con Perú, en vista de las relaciones comerciales, y
otros preferían la independencia absoluta.
Guayaquil era una de las principales adversarias a la adhe-
sión al proyecto de Bolívar, pero necesitaba el apoyo del Ejército
Libertador. Sucre llegó con tropas en su ayuda, y la tregua firma-
da con los españoles le permitió formar un Ejército acorde a la
contienda; simultáneamente, pactó con los guayaquileños acerca
de cómo debía ser llevada a cabo la conformación y manutención
del Ejército del Sur.
Sucre fue exitoso desde las primeras operaciones militares;
obtuvo un gran triunfo en Yaguachi en mayo de 1821 y, tras
sufrir un único revés en Huachi, la campaña del Sur conclu-
yó con la batalla de Pichincha el 24 de mayo de 1822, en la que

43
cayó abatido el Ejército realista. Ese día, Melchor de Aymerich,
Presidente de la Real Audiencia de Quito, firmó la capitulación.

Ilustración 8. Distribución de las Tropas del Ejército Unido Libertador y Realista en el


Campo de Pichincha.

Con esta victoria de Sucre consolidó la independencia de la


República de Colombia, se consumó la de Ecuador - que se in-
corporó a la República de Colombia - y quedó el camino expedito
para la liberación de Perú, tras la renuncia de José de San Martín.
Para El Libertador Simón Bolívar, el poder español asenta-
do en Perú era el principal obstáculo para la emancipación de
América del Sur. En 1823 envió a Sucre a Lima, para iniciar los
preparativos de la campaña de Perú.
Sucre acompañó a Bolívar en la victoriosa batalla de Junín,
del 6 de agosto de 1824 y, al frente del Ejército patriota en au-
sencia de Bolívar, venció al virrey José de La Serna en la Batalla
de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, en la que brilló por sus

44
extraordinarios dotes de estratega. Considerada la más impor-
tante de la guerra de emancipación de Suramérica, la Batalla de
Ayacucho significó la definitiva liberación de Perú y el fin del
dominio español en el continente. Por su arrojo, valentía y sa-
biduría militar, el Parlamento peruano nombró a Sucre General
en Jefe de los ejércitos y le otorgó el título de Gran Mariscal de
Ayacucho y Libertador del Perú como reconocimiento a su labor
independentista.

Ilustración 9. Distribución de las Tropas del Ejército Unido Libertador y Realista en el


Campo de Junín.

Disposición perfecta, ejecución divina y maniobras hábiles y


prontas fue la caracterización que hizo el Libertador al conocer
el diseño y los resultados de la batalla de Ayacucho, desarrollada
por el General Sucre.
En los primeros meses de 1825, al frente del Ejército del Sur,
Sucre liberó el Alto Perú (actual Bolivia) y convocó una Asamblea
Constituyente para que sus habitantes decidieran los destinos de
dicho territorio.

45
Ilustración 10. Distribución de las Tropas del Ejército Unido Libertador y Realista en el
Campo de Ayacucho.

Se presentaron tres tendencias: una a favor de la anexión al


Río de La Plata, entidad territorial que estableció la Corona es-
pañola en América como parte integrante del Imperio español.
Otros estaban a favor de la anexión a Perú, y la tercera a favor de
la independencia. Triunfó la propuesta de independencia y el 6
de agosto de 1825 se promulgó y se nombró a Sucre Presidente
de Bolivia.
Siempre leal a El Libertador, Sucre pidió a Bolívar que re-
dactase una Constitución para la nueva nación: la República de
Bolivia.
Su hija Teresita, que vivirá sólo 2 años, nació el 10 de julio de
1829. En La Paz le había nacido un hijo, José María, fruto de una
relación con Rosalía Cortés, el 13 de enero de 1826.

46
A principios de 1830, la República de Colombia - que se en-
contraba bajo proceso de desintegración - convocó en Bogotá el
que sería su último congreso. Sucre participó como representan-
te de la provincia de Cumaná y nombrado presidente del evento.
El Gran Mariscal de Ayacucho apeló al diálogo, la concer-
tación con los departamentos que conformaban la República.
Como parte de la estrategia, Sucre encabezaba la comisión que
iría a Venezuela - que para la fecha había entregado el poder a
José Antonio Páez y desconocía la autoridad de Bolívar - para
negociar la reversión de esa decisión.
Cinco años después de haber recibido el título del Gran
Mariscal de Ayacucho, el 4 de junio de 1830, cuando regresa-
ba a encontrarse con su familia en Quito, el Gran Mariscal de
Ayacucho y Libertador del Perú Antonio Joseph Francisco de
Sucre y Alcalá fue asesinado de un balazo que le causó la muerte
de manera inmediata al momento que cruzaba el sendero estre-
cho de Cabuyal de las montañas de Berruecos (sur de Colombia).
La conjura para el asesinato fue ordenada por José María Obando,
jefe militar de la provincia de Pasto con la oligarquía colombiana
liderada por Santander.
Como autores materiales fueron señalados José Erazo y
Apolinar Morillo, quien diez años más tarde fue apresado y fu-
silado por esta causa.
Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá, el Gran Mariscal
de Ayacucho y y líder de la liberación de Perú y Ecuador, además
de participar en el nacimiento de Bolivia, fue un hombre de in-
doblegable actitud libertaria y vigilante de la probidad. Castigaba
sin vacilar los crímenes, vicios y corruptelas, pero fue magná-
nimo con enemigos y adversarios vencidos. Siempre resaltó de

47
Sucre los valores del patriotismo suramericano, el honor, de la
gratitud y la lealtad.

Ilustración 11. Muerte en Berrueco por Arturo Michelena

Sus restos descansan en la Catedral Metropolitana de Quito,


capital de Ecuador.

Ilustración 12. Tumba del Mariscal Antonio José de Sucre en la Catedral Metropolitana
de Quito-Ecuador

48
En una de las últimas cartas de Sucre en el año de 1830 le ex-
presa a El Libertador lo siguiente:

No son palabras las que pueden fácilmente explicar los senti-


mientos de mi alma respecto usted, Libertador. Usted me cono-
ce hace mucho tiempo y sabe que no es su poder sino su amistad
que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Una
muestra de la nobleza y el sentido real de la amistad.

Dijo El Libertador Simón Bolívar que “Sucre siempre se dis-


tinguía por su infatigable actividad, por su inteligencia y por su
valor”, y esas indiscutibles cualidades puestas al servicio del en-
grandecimiento de la Patria, son las que nos permiten aseverar
que Sucre es y siempre será el hombre y el héroe de una Patria
que siempre ha deseado ser libre e independiente.
El sol de Carabobo vuelve a iluminar los horizontes de la
Patria, hagamos votos porque nuevos Sucres vengan a ilustrar las
gloriosas páginas de nuestra historia Patria.

49
CAPÍTULO III

Intuición estratégica para la toma de decisiones,


destello de lucidez en Antonio Joseph
Francisco de Sucre y Alcalá

El carácter de un hombre es su fe.


Heráclito, 540 ac.

El general Sucre escribió con sus manos resmas de papel para impugnar
a los enemigos del Perú y de la libertad; para sostener a los buenos, para
confortar a los que empezaban a desfallecer por los prestigios del error
triunfante.
El General Sucre, escribía a sus amigos…
Simón Bolívar,
Resumen sucinto de la vida del General Sucre, Lima 1825.

El ser humano por naturaleza está en una interacción cons-


tante con el medio ambiente donde se desarrolla, esto es desde la
niñez hasta su etapa adulta, en todo el trascurrir de ese tiempo se
encontrará en situaciones donde debe tomar decisiones tanto en
lo personal como lo profesional; esa interacción de vida forjó el
carácter y el temple del Mariscal Sucre, desde su niñez en las pla-
yas de Cumaná en 1805 hasta sus últimos días en las montañas
de Berruecos en 1830.
Estamos sometidos a un proceso educativo tanto en el ho-
gar como en el sistema escolar, donde somos instruidos desde el

50
prescolar, primaria, secundaria, diversificado, nivel en universi-
dades y educación de 4to y 5to nivel; durante todo ese proceso
educativo se nos instruye con diferentes conocimientos que se-
rán de utilidad en lo personal y para el crecimiento profesional,
se estructura la conducta social de acuerdo a lo establecido en la
sociedad donde se desarrolla. En Sucre, observamos la educa-
ción recibida de sus padres y posteriormente, desde muy joven
cuando fue traslado a Caracas con el fin de estudiar ingeniería
militar y otras ciencias aplicadas, esto forjó su pensamiento crí-
tico y analítico.
En Sucre observamos en sus diferentes momentos paradig-
mas de situaciones en la toma de decisión, así como eventos en el
sitio de Cartagena, al lado de Francisco de Miranda en la caída
de la Segunda República, en los llanos orientales como coman-
dante de unidades operativas, en Pichicha, Junín, Ayacucho y
Tarqui, así como en diferentes momentos de su vida militar don-
de muchas decisiones fueron tomadas con un destello de lucidez
y velocidad impresionante.
Este capítulo reviste singular importancia por cuanto, como
producto del proceso investigativo, una vez analizado, permitirá
entender cómo se puede desarrollar la intuición estratégica para
la toma de decisión en todos los niveles, tomando como ejemplo
la vida y obra del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio Joseph
Francisco de Sucre y Alcalá en su formación militar y ciudadana.

Intuición estratégica

Es importante partir del reconocimiento que existen varios ti-


pos de intuición, entre ellas se encuentran: la intuición ordinaria,

51
la experta y la estratégica; sin embargo, es relevante inclinar el
estudio de este capítulo a la intuición estratégica.
Se entiende que la intuición estratégica es ese breve momento
en el que nuestro cerebro es capaz de recopilar una información
para la solución de un problema en una determinada situación
que no tiene una respuesta lógica. William Duggan2, profesor de
Gerencia de la Universidad de Columbia y pionero de la investi-
gación de la intuición estratégica; la define en su libro: Intuición
estratégica, la chispa creativa en la realización humana como “un
flash de entendimiento gracias al cual podemos pensar con cla-
ridad la solución a un problema y ver el camino para ponerla en
marcha.”
Ese flash de entendimiento se puede apreciar en tres mo-
mentos importantes en la vida militar del Mariscal Sucre: En la
Batalla de Pichincha, en la Batalla de Ayacucho y en la Batalla de
Tarqui; donde su genio le permitió desarrollar de forma clara y
precisas estrategias y tácticas que le permitieron obtener la victo-
ria en situación desventajosa.
Un estratega desarrolla habilidades basadas en el conocimien-
to y la experiencia adquirida con el pasar del tiempo y la intui-
ción es una de ellas, por ello es significativa la facultad de tener
un conocimiento anterior a los hechos y acertar en la proyección

2 William Duggan enseña estrategia y liderazgo en Columbia Business


School. Cuenta con 20 años de experiencia como asesor estratégico y
consultor. Es autor de varios libros, los dos más recientes sobre intuición
estratégica: La mirada de Napoleón: El secreto de la estrategia, y el arte
de lo que funciona: Cómo es el éxito realmente. El Dr. Duggan es un pro-
fesor invitado frecuente en el US Army War College. Recibió una licen-
ciatura, una maestría y un doctorado. Licenciatura de la Universidad de
Colombia.

52
de los resultados previstos, dicho proceso puede ser racional o
no. La intuición estratégica funciona de manera disímil, ya que
para cada situación hay una estrategia diferente. Pero, sobre
todo, sirve para saber qué hacer ante una nueva situación.
Esto proviene básicamente de ese momento de lucidez inte-
rior que frente a una situación no prevista nos permite tomar
decisiones creativas e innovadoras que generan ventajas, pro-
cesos, e incluso objetivos y segmentos que podrían cambiar o
verse de manera diferente para alcanzar las metas de cada indivi-
duo. William Duggan en un artículo publicado por la Columbia
Business School indica lo siguiente:

... hasta ahora la ciencia ha reconocido tres tipos de intuición la


ordinaria, la experta y la estratégica.

La intuición ordinaria es aquella que se da por instinto, co-


razonada o presentimiento. Podría decirse que no es más que
una forma de emoción que suele darse de momento pero que
nos conlleva a hacerlo sin tener una razón explicita de la acción,
o hacer algo sin saber exactamente por qué lo estamos hacien-
do de esta manera. Por otra parte, la intuición experta funciona
rápidamente en situaciones conocidas; la forma en la que se de-
termina resolver una situación previa a estas eventualidades que
ocurrió en el pasado, o se ha tenido una experiencia igual o simi-
lar tomando en cuenta los elementos almacenados en la mente,
y de esta manera hacer conexiones entre ellos para aprovechar
una oportunidad determinada y obtener una idea clara sobre
cómo proceder. La intuición experta ha sido siempre la base de
los modelos de dirección, y es reconocida dentro de las organiza-
ciones, empresas o equipos de trabajo. Sin embargo, todos esos

53
elementos que dan un gran valor añadido en ciertos momentos
de la gestión nos crean sin darnos cuenta unos modelos mentales
que nos lleva a la constante repetición de hacer lo que ha salido
bien en el pasado como manera de buscar seguridad ante la in-
certidumbre en constante al cambio.
Entre la intuición experta y la intuición estratégica la diferen-
cia es crucial, porque la intuición experta puede ser confundida
con la intuición estratégica. A medida que el individuo mejora en
su trabajo, empieza a reconocer esquemas que le permite resolver
problemas parecidos cada vez más rápido. Así funciona la intui-
ción experta. En situaciones nuevas, la mente toma más tiempo
en hacer nuevas conexiones para encontrar una buena solución.
Un destello de lucidez ocurre en un sólo instante, pero pueden
necesitarse semanas para que ese momento llegue, no puede
apresurarse. Por el contrario, la intuición experta puede ver algo
conocido y producir demasiado pronto un juicio instantáneo.
La disciplina de la intuición estratégica exige que se reconozca
cuando una situación es nueva y “apague” la intuición experta.
Debe “desconectarse” los viejos puntos para permitir que unos
nuevos se conecten a su manera.
Independientemente de que la intuición sea o no un proce-
so racional, es la capacidad de tener total certeza sobre algo que
todavía no ha sucedido. Cuando el individuo almacena informa-
ción en su mente y esta es adquirida por medio de la investiga-
ción o la experiencia, tiene la facultad de identificar la acción a
seguir.
En el pensamiento estratégico el estratega debe desarrollar
cualidades que le permitan actuar de manera correcta y que lo
lleven a la consecución de un logro, para ello la búsqueda de in-
formación es constante.

54
La intuición estratégica es uno de esos elementos esenciales.
Esta se da mediante destellos de lucidez que indican cuál es el
camino a seguir, y en un alto porcentaje garantiza el acierto y
el éxito de los resultados que se estiman alcanzar. La intuición
estratégica no debe entenderse como un presentimiento o algo
netamente emotivo, por el contrario, debe ser un proceso en el
que el uso de la razón juega un papel sumamente importante, y
aunque se dé en momentos precisos e instantáneos siempre va a
ser producto de un análisis lento, que al final mediante nuevas
conexiones que realiza el cerebro clarifican las ideas y da el pa-
trón para proceder acertadamente. Muchos de los más grandes
logros de la historia son producto de destellos de lucidez (intui-
ción estratégica), y para que esto ocurra en la mente de una per-
sona es necesario tener conocimientos e información, aparte de
la voluntad para hacer las cosas, no detenerse ante los obstácu-
los, una forma de pensar flexible, sin limitaciones, y aprovechar
las oportunidades que se ofrezcan en el entorno para actuar con
convicción y alcanzar el éxito.
Dada la naturaleza del asunto, la estrategia abarca muchos
campos de estudio, pero por sí misma es un campo híbrido,
dando por hecho grandes investigaciones donde han arrojado
resultados sobre el funcionamiento de la estrategia intuitiva en
el comportamiento humano. No obstante, se han encontrado re-
ferencias en otros campos de estudio que señalan a la estrategia
intuitiva como la fuente de las ideas que han desarrollado o crea-
do los más grandes descubrimientos y novedosos avances cien-
tíficos. Ciertamente la estrategia intuitiva en el campo científico
desempeña un punto clave, ya que los trabajos investigativos de
algunos científicos son basados en hipótesis que dan lugar a ex-
perimentos que van dando forma y arrojamiento de resultados

55
según su curso de acción. En el ámbito psicológico Gary Klein3
investigador, psicológico y pionero del estudio de la intuición
experta; uso como ejemplo a los expertos en acción: Soldados,
bomberos y enfermeras. A través de ellos explicó cómo funciona
la intuición en varias situaciones, llegando a la conclusión de que
la intuición experta funciona rápidamente en situaciones en las
que le son familiares o reconocidas por cada sujeto, mientras que
la estratégica funciona más despacio.
La estrategia no era, en absoluto, una idea nueva. Existen es-
tudios en la materia y su progreso en los asuntos humanos ha
surgido de oportunidades que se han aprovechado y las han con-
vertido en realidad en una amplia gama de campos a lo largo de
los siglos y en todo el mundo. La estrategia intuitiva es el elemen-
to central que se ha dado en muchos de los grandes logros de la
historia de la humanidad. Para explicar la noción de la intuición
estratégica es preciso tomar de ejemplo a personajes que históri-
camente alcanzaron el éxito de sus objetivos y que dieron lugar
al estudio de este tema, ya que basados en sus experiencias se
puede establecer la conexión relacionada con la estrategia militar
o hechos sociales que marcaron el rumbo de la historia.
Es en el año de 1810 donde se denota un antes y un después en
lo que al término estrategia se refiere. Ya que es en ese año donde

3 Gary Klein (nacido el 5 de febrero de 1944 en la ciudad de Nueva York,


Nueva York , EE. UU.) Es un psicólogo investigador famoso por ser pione-
ro en el campo de la toma de decisiones naturalistas. Al estudiar a exper-
tos como los bomberos en su entorno natural, descubrió que los modelos
de laboratorio para la toma de decisiones no podían describirlo bajo in-
certidumbre. Su modelo de decisión preparada para el reconocimiento
(RPD) ha influido en los cambios en las formas en que los marines y el
ejército capacitan a sus oficiales para tomar decisiones.

56
se marca la cúspide del éxito militar de Napoleón Bonaparte4,
quien, para ese entonces, era considerado el general más exitoso
de toda la historia. Ganaba batalla tras batalla, enfrentándose a
ejércitos superiores en armas y soldados. Sus victorias le llevaron
de ser un humilde originario de Córcega (Italia) a convertirse en
el emperador y conquistador de toda Europa en menos de una
década. Sus enemigos empezaron a estudiarle para ver por qué
siempre terminaba imponiéndose en el campo de batalla, de tal
forma que pudieran derrotarle. Fue de esta forma como empezó
el estudio académico de la estrategia. Napoleón era conocido por
sus destellos de astucia, esa cualidad para entender las cosas con
claridad y rapidez. En campo abierto, solía mover a su ejército de
lado a lado, buscando un punto decisivo para ganar una batalla.
Si un sujeto ha visto o hecho una cosa muchas veces, el cere-
bro puede revivir rápidamente los recuerdos pertinentes. Eso es
intuición experta que funciona. En la intuición estratégica, el ce-
rebro también se vale de elementos que provienen de más allá de
su propia experiencia, la intuición experta funciona rápidamente
en situaciones conocidas. La intuición estratégica funciona más
despacio en situaciones nuevas mientras que la experta es más

4 Napoleón I Bonaparte (Ajaccio, Isla de Córcega, Francia; 15 de agos-


to de 1769-Santa Elena, Gran Bretaña; 5 de mayo de 1821) fue un mili-
tar y gobernante francés, general republicano durante la Revolución el
Directorio, artífice del golpe de Estado del 18 de brumario que lo convir-
tió en primer cónsul (Premier Cónsul) de la República el 11 de noviembre
de 1799; cónsul vitalicio desde el 2 de agosto de 1802 hasta su proclama-
ción como emperador de los franceses (Empereur des Français) el 18 de
mayo de 1804, y fue coronado el 2 de diciembre; proclamado rey de Italia
el 18 de marzo de 1805 y coronado el 26 de mayo. Ostentó ambos títulos
hasta el 11 de abril de 1814 y, desde el 20 de marzo hasta el 22 de junio de
1815.

57
fácil de estudiar porque cada individuo sabe cuándo probable-
mente la usará el experto.
En la intuición estratégica los destellos de lucidez ocurren en
cualquier momento, cualquier día. En la intuición experta ocu-
rren cada vez que el individuo entra en acción.
En concreto, la intuición estratégica, ese destello de lucidez,
es la síntesis de la aplicación de los principales factores que hacen
parte de la intuición estratégica, su combinación, es la firmeza
de una estrategia que permite actuar en búsqueda de un punto
clave, de una decisión que permita mayor eficiencia y eficacia en
una estructura. De modo, que puede decirse entonces que con
tener únicamente la información coordinada no es posible ge-
nerar las estrategias, o que con tener conocimientos ya se puede
plantear estrategias, o que simplemente la experiencia valida al
asumir una decisión no basta. Lo esencial está en la combinación
de cada uno de estos factores, para que se tenga con certeza la
confiabilidad de las decisiones tomadas.
En 1983, Howard Gardner5, psicólogo e investigador de la
Universidad de Harvard, formulo la teoría de las inteligencias
múltiples, identificando para el momento doce clases de inteli-
gencia:
1. Lingüístico-verbal.
2. Lógico-matemática.
3. Visual-espacial.
4. Musical.

5 Howard Gardner (Scranton, Estados Unidos, 11 de julio 1943) es un psi-


cólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard, conocido
en el ámbito científico por sus investigaciones en el análisis de las capaci-
dades cognitivas y por haber formulado la teoría de las inteligencias múl-
tiples.

58
5. Corporal-kinestésica.
6. Intrapersonal.
7. Interpersonal.
8. Naturalista.
9. Emocional.
10. Existencial.
11. Creativa.
12. Colaborativa.

Desde el punto de vista militar, la primera obra que habla so-


bre intuición estratégica es el libro “De la Guerra”, escrito por
Carl Von Clausewitz6, en el mismo, el autor habla del golpe de ojo
o Coup d´oeil7. De igual forma indica la forma para desarrollar la
intuición estratégica en cuatro pasos:
1. Estudio de la historia.
2. La presencia de ánimo.
3. El golpe de percepción.
4. Resolución.

6 Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz (Burg, ducado de Magdeburgo, 1


de junio de 1780-Breslau, Silesia, 16 de noviembre de 1831) fue un militar
prusiano, uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la ciencia
militar moderna. Es conocido principalmente por su tratado De la guerra,
en el que aborda a lo largo de ocho volúmenes un análisis sobre los con-
flictos armados, desde su planteamiento y motivaciones hasta su ejecu-
ción, abarcando comentarios sobre táctica, estrategia e incluso filosofía.
7 Cuando todo está dicho y hecho, es el coup d’œil del comandante, su ca-
pacidad de ver las cosas, simplemente, para identificar todo el negocio de
la guerra por completo de sí mismo, que es la esencia de una buena direc-
ción. Sólo si la mente funciona de esta manera integral puede alcanzar la
libertad que necesita para dominar los acontecimientos y no ser domina-
dos por ellos.

59
Las combinaciones de esos cuatro pasos permiten el desarro-
llo de la intuición estratégica.
Ahora bien, es necesario indicar que la neurociencia, divide la
intuición en tres tipos:
1. La ordinaria.
2. La experta.
3. La estratégica.

La intuición estratégica no puede ser estandarizada, porque


ella depende de cada individuo, de sus capacidades, su conoci-
miento y la pasión en el área de su conocimiento, incluyendo que
es afectada por el entorno donde se presenta la situación o el pro-
blema a solucionar.
El Magister Miguel Prepo, en 2017, en su trabajo titulado:
Intuición Estratégica Durante el Desarrollo de la Guerra Popular
Prolongada en el Marco del Concepto Estratégico Militar para la
Defensa Integral de la Nación, afirma lo siguiente:
La intuición estratégica describe cómo se forman las ideas es-
tratégicas en la mente de los buenos estrategas. El autor William
Duggan, en 2009, explica cómo una idea simple puede conver-
tirse en una estrategia para alcanzar el éxito, y muchas de esas
estrategias han cambiado la historia del mundo. La efectiva com-
binación de mantener memorias del pasado y la disposición del
individuo en lograr su progreso, hacen de la Intuición Estratégica
una herramienta factible para la evolución humana.
La intuición estratégica, es un proceso que tiene lugar en la
mente del individuo en un instante determinado, cuando se unen
diferentes piezas de formas inusuales, para formar nuevas ideas
claras y precisas que guían hacia el éxito; sin embargo, aunque

60
esto ocurre en cuestión de segundos, siempre es producto de una
disertación de largo tiempo.
El autor, indica que todo ello obedece a un proceso mental,
que es el resultado de la combinación de conocimiento y expe-
riencia sumado al entorno, que se mezclan entre sí en un instante
determinado a consecuencia de un problema a solucionar, dando
como resultado el destello de lucidez para la solución de ese pro-
blema.
Indicando además que la intuición estratégica, sólo ocurre
como respuesta a sucesos totalmente nuevos. Duggan (2008),
afirma que la chispa creativa en la realización humana manifiesta
que: “la intuición estratégica es lo contrario de la intuición ordi-
naria y la intuición experta: es pensar, no sentir”, “la intuición
estratégica es siempre lenta y funciona en situaciones inéditas”.
Duggan (2009) considera que el establecimiento de la intui-
ción estratégica es un proceso que tiene lugar en la mente del
individuo en un instante determinado, cuando se unen diferen-
tes piezas de formas inusuales, para formar nuevas ideas claras y
precisas que guían hacia el éxito; sin embargo, aunque esto ocu-
rre en cuestión de segundos, siempre es producto de una diserta-
ción de largo tiempo.
Este tipo de razonamiento obedece a procesos mentales, pro-
ducto de la mezcla entre diferentes conceptos (conocimiento y
experiencia) más las representaciones sociales que se unen de
manera única en un momento preciso, como resultado de un
análisis lento y detallado sobre temas o situaciones en particular.
Su desarrollo lleva tiempo; sin embargo, la persona puede tener
“destello de lucidez en un instante, en el cual se aclaran las ideas
y la forma de ver las cosas es diferente.

61
El desarrollo de la intuición estratégica se pone de manifiesto
en lo que denominaba Carl Von Clausewitz, el golpe de ojo o
Coup d´oeil.

Estudio de La presencia El golpe de


Resolución
la historia de ánimo percepción

Ilustración 13. Elementos de la intuición estratégica.

Es importante recordar que la intuición se puede clasificar en


tres tipos: la intuición ordinaria, la intuición experta y la intui-
ción estratégica, la tercera de estas, la intuición estratégica, de
acuerdo al proceso de investigación, puede ser desarrollada para
su empleo en la toma de decisiones militares.

Intuición Intuición Intuición


ordinaria experta estratégica

Ilustración 14. Tipos de intuición.

Después de un largo proceso de investigación, de recolección


de datos, de análisis, de consultas a diferentes especialistas de
variadas áreas del conocimiento como la psicológica, la educa-
tiva, la histórica, la militar, la social, la antropológica, la polí-
tica entre otras, así como la de un arqueo bibliográfico sobre la
naturaleza humana para la toma de decisiones, se aprecia que

62
las disposiciones en la toma de decisiones vienen jalonada por
el conocimiento previo que tiene quien toma la decisión de he-
chos pasados, de ánimo y actitud para enfrentar las diferentes
situaciones, la capacidad de apreciar las situaciones presentes y la
resolución para la toma de decisión sin titubeo confiando en lo
que el conocimiento le indica que es lo correcto.
En el proceso de investigación, se definió la conceptualiza-
ción de la intuición estratégica de William Duggan, se analiza-
ron diferentes estudios de la intuición estratégica para la toma de
decisiones.
La intuición estratégica puede ser desarrollada si se estudia
y comprende la necesidad del saber y se aprende el análisis del
conocimiento adquirido de forma lógica y racional, siendo alma-
cenado en nuestra memoria de forma consciente, ese cumulo de
conocimiento se entrelazará entre sí y en cualquier situación que
se presente dará ese destello de lucidez para la toma de decisiones
antes un problema presente.
Es por ello que se recomienda que el estratega debe estudiar
de forma constante lo siguiente:
Los hechos históricos, desde el punto de vista militar y político.
1. Los clásicos de la guerra.
2. Los clásicos literarios.
3. Matemática y lógica.
4. Geografía general.
5. Filosofía.
6. Psicología.
7. La ciencia de la política.
8. Sobre la cultura general de los pueblos.
9. Antropología.
10. Geopolítica.

63
Con el estudio de estas áreas del conocimiento, el estratego
tendrá un almacén de datos en su memoria que antes cualquier
situación le brindará la capacidad de resolución de situación.
La intuición estratégica del Mariscal Antonio Joseph
Francisco de Sucre y Alcalá era una de sus cualidades y forta-
leza, con grades dotes de equilibrio, ecuanimidad y objetividad;
demostraba una gran sencillez, un gran desprendimiento, pero
también una dureza, rigidez y severidad, terribles e inexorables.
En los archivos de O’Leary podemos apreciar en sus cartas las
siguientes afirmaciones de su carácter para mantener el orden:
“Soy Exacto en castigar crímenes”. “Al llegar a Potosí pienso ave-
riguar los culpables o autores de este motín y fusilarlos, y si el co-
mandante los oculta, a él le aplico la pena”. “Cualquiera que sea
el dolor de una fuerte ejecución, es preferible al terrible mal de
una dislocación en el ejército que destruiría la moral y el orden.
Así, la salud del ejército será la primera consideración de V.S.”.
En Sucre podemos apreciar las virtudes del hombre y también
la severidad del estratega.

64
Ilustración 15. Antonio José de Sucre, óleo sobre lienzo (anónimo, siglo XIX). Museo Casa
de Sucre. Quito.

65
CAPÍTULO IV

Estudios iniciales de Antonio Joseph Francisco


de Sucre y Alcalá y su formación como estratega

Imagínese para sí mismo un carácter, una personalidad modelo, cuyo


ejemplo esté determinado a seguir, tanto en privado como en público.
Epicúreo, 341 ac.

Entendemos como malla curricular el conjunto de asignatu-


ras que un estudiante debe cursar para obtener su título acadé-
mico. Este documento es la columna base de cualquier profesión
universitaria y define lo que el estudiante debe aprender durante
su formación académica y su aplicación en la sociedad.
Podríamos llamar a la malla curricular los estudios bases rea-
lizado por Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá que lo
llevaron a desarrollar su intuición estratégica y su cosmovisión
como hombre de Estado y de armas.
Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá, recibió la mejor
educación para la época, en su Cumaná natal, bajo la tutela de
su tío José Manuel, recibió clase de filosofía, teología y derecho
civil. Luego es enviado a Caracas bajo el cuidado de su padrino
de bautismo, el canónigo don Antonio Patricio Alcalá y Centeno;
iniciando estudios en la escuela de Ingenieros Militares, bajo la
dirección del Coronel español Tomás Mires; allí recibió clases de:
geometría, álgebra, trigonometría, agrimensura, fortificaciones,
artillería y topografía.

66
Basado en lo anterior, para entender la formación academia
de Sucre es importante considerar la interconexión entre estas
disciplinas y cómo se pueden integrar en un plan de estudios
coherente.
Este plan de estudio debe incluir las asignaturas de: Filosofía,
Teología, Derecho, Geometría, Álgebra, Trigonometría, Agrimen-
sura, Fortificaciones, Artillería y Topografía, que pudiese estruc-
turarse de la siguiente forma:

Introducción a las Ciencias Humanísticas:


• Filosofía: Exploración de las principales corrientes filosóficas
y su impacto en la sociedad.
• Teología: Estudio de las creencias religiosas y su influencia en
la cultura.

Matemáticas y Ciencias Exactas:


• Álgebra: Fundamentos algebraicos y aplicaciones en la reso-
lución de problemas.
• Geometría: Conceptos geométricos, teoremas y aplicaciones
prácticas.
• Trigonometría: Funciones trigonométricas y su uso en cálcu-
los.
• Agrimensura: Medición y representación de terrenos y pro-
piedades.
• Topografía: Técnicas de levantamiento topográfico y carto-
grafía.

Derecho y Defensa:
• Derecho: Estudio de las leyes, normas y sistemas legales.

67
Fortificaciones y Artillería:
• Diseño y construcción de estructuras defensivas.

Aplicaciones Prácticas:
• Proyectos Interdisciplinarios: Integración de los conocimien-
tos adquiridos en proyectos prácticos, como la planificación
urbana, la gestión de recursos naturales y la seguridad terri-
torial.

En el Mariscal Sucre apreciamos que atiende y cultiva de


manera total dos proyecciones que lo ligan e identifican con los
máximos arquetipos del Nuevo Mundo: la unidad latinoameri-
cana y la educación. El otro rasgo capital de la personalidad de
Sucre, que lo iguala con los máximos venezolanos, es la confian-
za absoluta en la educación como meta y vía para la realización
latinoamericana unitaria. El binomio de los espíritus sin cues-
tión superiores es precisamente el que Sucre podría haber toma-
do como divisa: Americanidad y Cultura. Explícito testimonio
de su celo en esta materia de la educación es la reprimenda a los
miembros del cabildo de Otavalo el 21 de septiembre de 1822;
pide con exactitud “que se me digan materialmente cuántas es-
cuelas hay, en dónde están, quiénes son los maestros, qué ense-
ñan, qué es lo que ganan, de dónde se les paga, qué método de
enseñanza se observa”, así como este fragmento de sus palabras
a lo largo de sus cartas apreciamos las siguiente relacionado a la
educación:

Persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que


lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consa-
grado un cuidado especial a la educación pública. En medio de

68
las escaseces y de las cargas de que me he visto rodeado, se han
llevado al cabo casi totalmente las intenciones de El Libertador
en los establecimientos de enseñanza. La generación boliviana
que ha de suceder a la que ha luchado por la independencia, será
el mejor apoyo de la libertad de vuestra patria.
Que uno de los objetos más importantes en que el gobierno
quiere emplear su atención es la educación pública lastimosa-
mente atrasada en el departamento: que el medio más seguro
de promoverla y dar impulso a los talentos que notoriamente
distinguen a sus habitantes, es el exacto cumplimiento de las
sabias leyes y benéficos decretos con que el soberano congreso
y el supremo poder ejecutivo han provisto en toda la República
útiles establecimientos: como colegios, escuelas, casas de edu-
cación para atender a la ilustración de la juventud, progresos y
adelantamientos de la ciencia; y bien convencido de que no es
dable llevar a efecto en toda su extensión tan filantrópicas dis-
posiciones y sin la activa cooperación de aquellos ciudadanos
que por sus luces, patriotismo y conocimientos del país puedan
coadyuvar eficazmente a este fin.
No me es deshonroso, señores, confesar que, formado en medio
de la revolución y de la guerra, mi educación es la de un soldado,
y que apenas conozco estos negocios.
... te suplicaré que cuides mucho de la educación e instrucción
de Juan y de las dos chiquitas; la buena educación es un caudal
mucho mejor que los bienes de fortuna.
Persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que
lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consagra-
do un cuidado especial a la educación pública.

69
Su Excelencia el presidente presta y ha prestado siempre una
atención privilegiada a la educación de la juventud, y a los que
la promueven con celo, el aprecio más distinguido.
En el Departamento del Interior la Educación Pública es lo que
ha hecho más progresos. Los colegios quedan establecidos y
marchan bien en todas las capitales de los departamentos, don-
de también se han abierto escuelas de enseñanza mutua que
adelantan rápidamente, y en tres de ellas las hay para ambos
sexos.
Me degradaría si tratase de desmentir esta calumnia, que, sin
embargo, es muy digna del alma vil que con ella ha pretendido
no sé qué; tal vez indisponerme con Ud. Mi conducta es clara
como la luz, y mi alma está formada por mis principios; y estos
por mi educación.

Sucre, además de sus estudios, aprendió, de la mano del


Generalísimo Francisco de Miranda, que al lado de la espada
siempre debía haber un libro; para él la educación siempre fue un
camino a la liberación y a la virtud.

70
CAPÍTULO V

Perfil sucinto de Antonio Joseph Francisco de


Sucre y Alcalá

No puedo enseñar nada a nadie. Solo puedo hacerles pensar.


Sócrates, 469 ac.

Conocido como el Gran Mariscal de Ayacucho, fue un des-


tacado líder militar y político en la Guerra de Independencia de
América del Sur. Su legado está marcado por una serie de cuali-
dades excepcionales:
• Caballero en todo: Sucre era un hombre de honor y respeto,
siempre actuando con cortesía y dignidad.
• El mejor organizado: Su habilidad para planificar y ejecutar
estrategias militares lo convirtió en un líder excepcional.
• Metódico: Sucre seguía un enfoque disciplinado y ordenado
en todas sus acciones.
• Capaz de las más altas concepciones: Su visión y habilidades
estratégicas lo llevaron a lograr victorias significativas en la
lucha por la independencia.
• El mejor General de la República: Sucre se destacó como uno
de los líderes militares más talentosos de su tiempo.
• Primer hombre de estado: Además de su papel militar, tam-
bién desempeñó un papel crucial en la política y la formación
de las nuevas naciones.

71
• Principios excelentes: Sucre se guiaba por principios éticos
sólidos y valores morales.
• Moralidad ejemplar: Su conducta personal y profesional era
un modelo a seguir para otros.
• Alma grande y fuerte: Su pasión por la libertad y la justicia era
inquebrantable.
• Sabía conducir a los hombres: Su liderazgo inspiraba a las tro-
pas y les daba confianza.
• Méritos y virtudes: Sucre demostró valentía, lealtad y dedica-
ción en todo momento.
• Valiente entre los valientes: En el campo de batalla, nunca re-
trocedió ante el peligro.
• Leal de los leales: Su compromiso con la causa de la indepen-
dencia era inquebrantable.
• Amigo de las leyes: Abogó por la justicia y el respeto a las
instituciones legales.
• Partidario del orden: Buscó establecer estructuras estables y
funcionales en las nuevas naciones.
• Modesto, noble y magnánimo: A pesar de sus logros, Sucre
nunca perdió su humildad y generosidad.

En resumen, Antonio José de Sucre fue un líder excepcional


que dejó una huella indeleble en la historia de América Latina,
el único oficial de la gesta libertadora a quien Simón Bolívar le
elaboró una biografía, donde detallas sus cualidades y virtudes.
En 1828, Bolívar emitió una opinión entre amigos sobre Sucre,
recogida por Luis Perú de Lacroix en su Diario de Bucaramanga:
Vuelto a su casa, Su Excelencia habló de nuevo del General
Sucre y nos hizo el retrato siguiente del Presidente de Bolivia:
Sucre, continuó Su Exelencia, es caballero en todo: es la cabeza

72
mejor organizada de Colombia. Es metódico y capaz de las más
altas concepciones. Es el mejor General de la República y su pri-
mer hombre de Estado. Sus principios son excelentes y fijos; su
moralidad es ejemplar y tiene el alma grande y fuerte. Sabe per-
suadir y conducir a los hombres; los sabe juzgar, y si en política
no es un defecto el juzgarlos peores de lo que son en realidad, el
General Sucre tiene el de manifestar demasiado el juicio desfavo-
rable que hace de ellos.
Otro defecto del General Sucre es el de querer mostrarse de-
masiado sencillo, demasiado popular y no saber ocultar bien que
realmente no lo es. Pero ¡cuán ligeras sombras sobre tantos méri-
tos y virtudes! Casi no aparecen y para percibirlas se requiere un
ojo bien observador. A todo esto, añadiré que el Gran Mariscal
de Ayacucho es el valiente de los valientes, el leal de los leales, el
amigo de las leyes y no del despotismo, el partidario del orden, el
enemigo de la anarquía y finalmente, un verdadero liberal”.
Don Carlos R. Tobar8 quien conoció íntimamente a Sucre lo
describe de la siguiente manera:

Érase el General de mediana estatura, aunque más alto que pe-


queño; delgado sin ser enjuto de carnes; la cabeza simétrica y sin
pronunciamientos; la frente vasta, en especial hacia los lados,
por donde formaba grandes entradas en los cabellos negros, re-
cios y ensortijados: la piel morena menos en las partes habitual-
mente cubiertas por el sombrero, de la cual se desprende que la
empretecieron los rigores de la intemperie; las cejas delgadas y
perfectas, los ojos castaños expresivos y dulces, excepto en el

8 Alfredo Boulton: Miranda, Bolívar y Sucre. Tres estudios iconográficos.


p. 73.

73
fervor de la batalla en que se encendían y relampagueaban: la
nariz larga, combada, no fea; la boca regular; a que se sometía
también la redonda barba y las tersas mejillas, sombreadas ape-
nas por una estrecha y corta patilla. Y el entrecejo ligeramente
marcado, rara vez se acentuada para mostrar el rostro ceñudo.
Sonreía con alguna frecuencia, pues era hombre vivo e insi-
nuante, y descubría los dientes blancos e iguales. No reía sino
difícil y momentáneamente: nunca fue propenso a las ruidosas
demostraciones de alegría, del pesar o de la colera. Mesurado,
amable, reflexivo, la discusión con los compañeros, las conver-
saciones con los amigos, las ordenes de los subalternos, salían
de sus labios suaves sonidos como tranquilidad expresión de
una inteligencia cultivada, de un criterio recto, de un corazón
benévola, en una palabra, de un alma superior.

En la obra: Historia de Bolivia. La fundación de la República


el escritor Alcides Arguedas9 lo describe de la siguiente manera:

Al cumplir treinta años (1825) era un mozo de constitución casi


endeble, de regular estatura, moreno de cutis y ojos oscuros y
expresivos, cabello negro y naturalmente encrespado, finas ma-
nos, pie breve. Pero si físicamente no había nada que atraiga y
fascine, por su descripción, carácter y modales era el tipo con-
sumado del hombre fino y gran señor, moderado en sus gestos,
de consejo avisado y procedente, delicado con las damas, en ex-
tremo fino con las mozas. Sobrio en los placeres de sensualidad,
esmeroso en afectación en el atavío personal, altivo y discreto a
la vez, según las circunstancias, jamás trasponía los límites del

9 Alcides Arguedas: Historia de Bolivia. La fundación de la República.

74
buen tono, y era afable con sus subordinados, bueno con sus
amigos, prodigo con sus dineros y dadivoso con los necesita-
dos…

Acá se aprecia, de primera mano algunas características físi-


cas del noble Sucre y de su carácter, lo que nos permite conocer
en los tiempos modernos su personalidad y su visión de vida. Su
legado, su vida y su obra.

Ilustración 16. Antonio José de Sucre.


Diseño de: Eliezer Caleb Coronel Cardozo

75
CAPÍTULO VI

La Campaña del Sur… La destreza del estratega

No es lo que te ocurre, sino cómo reaccionas lo que importa.


Epíteto, 55 dc.

El 6 de mayo de 1821, Sucre llega a Guayaquil junto a unos


setecientos soldados colombianos, a bordo de una corbeta, dos
bergantines y varias embarcaciones. Encuentra tres facciones:
los que pretendían la incorporación al Perú bajo la tutela del
general José de San Martín; los que deseaban que la provincia
de Guayaquil formará parte de Colombia, bajo el mando de El
Libertador Simón Bolívar, con el argumento que esta provincia
había sido parte del virreinato de la Nueva Granada; y los que
deseaban ser una nación independiente. Lo que unía a todas las
facciones era su voluntad inquebrantable de independizarse de la
corona española.
Se prepararon para defender Guayaquil contra la arreme-
tida de los simpatizantes de la corona. El ejército dirigido por
Antonio José de Sucre logra vencer en la batalla de Yaguachi, el
19 de agosto de 1821. Contó con el apoyo de las tropas guayaqui-
leñas de la División Protectora de Quito, con lo que aseguró la
independencia definitiva de la provincia Libre de Guayaquil.
Una vez consumada la victoria, se le solicitó a El Libertador
Simón Bolívar que procediera a la liberación de la provin-
cia o Real Audiencia de Quito del dominio español. El ejército

76
colombiano, unido a los ejércitos de Chile, Perú y de la provincia
de Buenos Aires, se lanza sobre Quito.

Ilustración 17. Mapa de la República de Colombia. El Mariscal Sucre compartía la visión


política de Bolívar y la unidad de la Patria Grande.

El 24 de mayo de 1822 se lleva a cabo la Batalla de Pichincha,


allí Antonio José de Sucre, contando con el coronel Andrés de
Santa Cruz, José María Córdova, Antonio Morales y Diego
Ibarra, logró la independencia de la Real Audiencia de Quito,
al vencer al ejército español bajo el mando del General Melchor
Aymerich. Se había logrado la independencia de Guayaquil y
Quito. Meses después ambas se unieron a Colombia, el 29 de
mayo de 1822 la municipalidad de Quito lo proclamó, y el 31 de
julio de 1822 la provincia Libre de Guayaquil hizo lo mismo.

77
Ilustración 18. La capitulación de la batalla de Pichincha. Óleo sobre lienzo de Antonio
Salas.

Con la batalla de Pichincha culminan los combates por la in-


dependencia de Colombia, la grande, la que unía a Venezuela, la
Nueva Granada, Quito y Guayaquil. El 8 de junio de 1822 desde
el cuartel general en Pasto, el Libertador señaló:

Ya toda nuestra hermosa Patria es libre. Las victorias de


Bomboná y Pichincha han completado la obra de nuestro he-
roísmo. Desde las riberas del Orinoco hasta los Andes del Perú,
el Ejército Libertador, marchando en triunfo, ha cubierto con
sus armas protectoras toda extensión en Colombia”.

El 18 de junio de 1822 arriba El Libertador a Quito, es recibi-


do por una multitud entusiasta. Los libertadores recibieron una
gran cantidad de honores militares, religiosos y civiles. Antonio
José de Sucre fue ascendido al rango de General de División, la
Municipalidad de esa ciudad lo condecora con la Medalla de
Quito y ordena la creación del Batallón Pichincha. Ese mismo

78
día Sucre asume el cargo como Intendente de Quito, la alta fun-
ción gubernativa en los ramos de Hacienda, Justicia, Policía y
Guerra. Apenas duró nueve meses en el cargo ya que debió partir
a cumplir otra responsabilidad.
El Libertador escribió:

La campaña que terminó la guerra del sur de Colombia, fue diri-


gida y mandada en persona por el General Sucre; en ella mostró
sus talentos y virtudes militares; superó dificultades que pare-
cían invencibles; la naturaleza le ponía obstáculos, privaciones
y penas durísimas. Más a todo sabía remediar su genio fecundo.
La batalla de Pichincha consumó la obra de su celo, de su saga-
cidad y de su valor. Entonces fue nombrado en premio de sus
servicios, General de División e Intendente del Departamento
de Quito. Aquellos pueblos veían en él su libertador, su amigo:
se mostraban más satisfechos del jefe que les era destinado que
de la libertad misma que recibían de sus manos. El bien dura
poco; bien pronto lo perdieron.

Las fuerzas realistas, dirigidas por el virrey José La Serna, y los


generales José de Canterac, Gerónimo Valdés y Pedro Antonio
Olañeta, eran un ejército disciplinado, bien armado y que do-
blaba en efectivos al ejército patriota. Por su parte el Ejército
Unido, bajo la dirección de Sucre, contaba con los generales José
María Córdova, José de la Mar, Jacinto Lara, Mariano Negochea,
Guillermo Millar, el coronel Lucas Carvajal y Andrés de Santa
Cruz, bajo la máxima dirección de El Libertador.
Simón Bolívar y Antonio José de Sucre deciden llevar a cabo
una ofensiva que les permita ganar territorio y diezmar las po-
sibilidades de actuación del ejército español. En junio de 1824,

79
las fuerzas patriotas enfilan su ejército hacia la sierra central
del Perú para de esa manera aislar a las fuerzas realistas. El 6
de agosto de 1824 se lleva a cabo la batalla de Junín, el Ejército
Unido Libertador logra vencer, lo que representó un duro golpe
a la moral de las fuerzas españolas, además perdió una gran can-
tidad de hombres, fusiles, municiones y ganado, por lo que sus
recursos disminuyeron considerablemente. Con la derrota los
realistas perdieron el control de las provincias de Tarma, Lima,
Huancavelica y Huamanga, así como una porción del Cusco. El
Ejército patriota dio un paso trascendental hacia la victoria final.
Ante la derrota de la batalla de Junín, el ejército realista se
divide, la tropa de las provincias del Alto Perú se sublevó, lide-
rado por el caudillo Pedro Antonio Olañeta, quien alega que el
nombramiento del virrey del Perú, José de la Serna, había sido
realizada por ilegales autoridades francesas cuando ocuparon
España en 1808. Esta disputa le otorgaba mayores facilidades a
las fuerzas patriotas.
El 24 de octubre de 1824, el Congreso de Colombia le notifica
al Libertador que quedaba suspendida las prerrogativas concedi-
das por ley del 9 de octubre de 1821, por lo que no podía dirigir el
ejército de Colombia fuera de su territorio. Bolívar acepta la deci-
sión, se separa del ejército y sale a Lima. Sucre asume el mando.
El 8 de diciembre de 1824 los ejércitos patriotas y realistas se
encuentran en Ayacucho, bajo un frío intenso, a unos tres mil
seiscientos metros sobre el nivel del mar. El ejército de Sucre es-
taba compuesto por ocho mil setecientos combatientes (el jefe del
estado mayor era Agustín Gamarra, el jefe de la división del Perú
era José de la Mar, las divisiones de Colombia estaban dirigidas
por Jacinto Lara y José María Córdova, la división de Caballería
por William Miller).

80
El ejército realista estaba compuesto por once mil soldados.
El 9 de diciembre se llevó a cabo la intensa batalla que cul-
minó la independencia americana. Cayeron prisioneros el virrey
José La Serna, el general José de Canterac, así como el resto de
los generales, mariscales, coroneles, tenientes coroneles y solda-
dos del bando realista. Los realistas Firman la capitulación depo-
niendo las armas antes el General Sucre.
El Libertador escribió:

La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la


obra del General Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y
su ejecución divina. Maniobras hábiles y prontas desbarataron
en una hora a los vencedores de catorce años, y a un enemigo
perfectamente constituido, y hábilmente mandado. Ayacucho
es la desesperación de nuestros enemigos. Ayacucho semejan-
te a Waterloo, que decidió el destino de la Europa, ha fijado la
suerte de las naciones americanas. Las generaciones venideras
esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla, y contemplarla
sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el
ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza.

El 14 de febrero de 1825, el Congreso del Perú le otorga a


Antonio José de Sucre el título de Gran Mariscal de Ayacucho, y
le concede doscientos mil pesos, que más adelante fue canjeado
por la hacienda Huaca, ubicada en el valle de Chancay. La vic-
toria corrió por todos los rincones del mundo. Había concluido
una etapa de la historia de América. El proceso de independencia
del continente comenzó el 19 de abril de 1775, cuando se inició la
rebelión de los colonos en el poblado de Lexington, ubicado hoy
en el estado estadounidense de Massachusetts, y que a la postre

81
le dio la independencia a las trece colonias británicas de América
del Norte contra el Reino de la Gran Bretaña, y finalizó el 9 de di-
ciembre de 1824, en la batalla de Ayacucho, casi 50 años después.

Ilustración 19. Capitulación de Ayacucho, óleo de Daniel Hernández

El 25 de septiembre de 1828, El Libertador Simón Bolívar


sufrió un atentado, cinco meses después del atentado contra el
Gran Mariscal de Ayacucho en Chuquisaca. Tres docenas de ata-
cantes forzaron el ingreso a medianoche al palacio de Gobierno,
comandados por el comandante Pedro Carujo. Manuela Sáenz,
compañera sentimental de Bolívar, logró que El Libertador es-
capara por una ventana. El autor intelectual del atentado fue el
general Francisco de Paula Santander, quien había sido vicepre-
sidente de la República. Bolívar le perdona la vida a cambio de
su destierro.
El gobierno peruano arremete contra Colombia, una división
a cargo del general José Domingo de la Mar, presidente cons-
titucional del Perú, invadió territorio colombiano a mediados
de 1828. Intentan anexarse la provincia de Guayaquil. Daniel

82
Florencio O’Leary, edecán del Libertador, es enviado a intentar
solucionar el conflicto por la vía diplomática, fracasando en el
intento. Solo cuatro meses al lado de Mariana había tenido el
mariscal, cuando recibió el llamado de El Libertador para que
pusiera orden ante las pretensiones de los peruanos. Sucre le es-
cribió a Bolívar: “Preferimos en este caso la sangre, la muerte
y todos los males, antes que sufrir este ultraje a la tierra de los
libertadores”. Bolívar no podía apersonarse en Guayaquil, ni en
Cuenca, debido a que debía resolver una rebelión, dirigida por
los generales José María Obando y José Hilario López, en Nueva
Granada.
Sucre llega a Cuenca el 28 de enero de 1829. Prepara a su
ejército para enfrentar al general Agustín Gamarra, coman-
dante general del ejército peruano y a José Domingo de La Mar,
presidente de la República. El 26 de febrero, se encuentran las
fuerzas de Colombia, compuestas por tres mil seiscientos hom-
bres, con las fuerzas peruanas, compuestas por ocho mil, en el
Portete de Tarqui, ubicado a unos treinta kilómetros de la ciudad
de Cuenca. El mariscal Antonio José de Sucre consiguió ubicar
a su ejército, compuesto por tres batallones y un escuadrón, en
posición muy ventajosa.
La batalla se llevó a cabo el 27 de febrero; el resultado fue una
victoria aplastante para las fuerzas colombianas, quienes tuvie-
ron unas trescientas cincuenta bajas, por más de mil quinientos
peruanos. Ese mismo día se firmó el Convenio de Girón, donde
queda estipulado:

El ejército peruano, dentro de veinte días contados desde la


fecha, evacuará completamente el territorio de Colombia y se
devolverá a las respectivas autoridades la ciudad de Guayaquil.

83
El 17 de marzo de 1829, se encuentran Bolívar y Sucre en
Quito. La Mar se negaba a entregar a Guayaquil, por lo que
Bolívar acudió personalmente a poner orden.

Ilustración 20. Placa en el Potete de Tarquí.

Llega a Guayaquil el 21 de julio, y firma luego un armisti-


cio en Piura. Sucre regresa a su hogar en Quito. El 10 de julio
de 1829 nace María Teresa Sucre y Carcelén, hija de Mariana y
Antonio José. Para finales de 1829, con la unidad de Colombia
desvaneciéndose, Bolívar hace un esfuerzo por salvarla, convo-
ca para enero de 1830 a un congreso extraordinario en Bogotá,
llamado “Congreso Admirable”. Antonio José de Sucre es elegi-
do diputado en representación de Cumaná. El Gran Mariscal se
traslada a Bogotá. El Congreso se instaló el 20 de enero de 1830
con cuarenta y siete diputados, nombrándose a Sucre como su
presidente. Los miembros del Congreso deciden enviar al Gran
Mariscal al departamento de Venezuela con la intención de con-
ferenciar con José Antonio Páez, jefe civil y militar del gobierno

84
provisional de Venezuela, para intentar mantener la unidad co-
lombiana. El 5 de febrero de 1830 sale Sucre, junto con el vicepre-
sidente del Congreso, obispo de Santa Marta José María Esteves,
a cumplir la misión. El 13 de marzo, Sucre y el obispo llegan a la
población de Táriba, pero un comandante y un juez los obliga a
salir del departamento de Venezuela. Páez no acepta reunirse.
Los generales Santiago Mariño y José Francisco Bermúdez, an-
tiguos compañeros de Sucre, apoyan al general Páez, y preparan
un ejército dispuesto a mantener a la fuerza la decisión tomada.
Las partes decidieron realizar la reunión, pero en suelo neogra-
nadino, durante los días 18 al 21 de abril, en la que acudieron en
representación de Venezuela Santiago Mariño, Martín Tovar y
Andrés Narvarte.
Todo fue en vano. Los intereses particulares prevalecieron,
pero quedan registrados en la historia y en la conciencia del ma-
riscal Sucre el de haber hecho todo lo que estaba a su alcance
para lograr la unidad de Colombia. Antonio José de Sucre regre-
sa a Bogotá. El 27 de abril de 1830 el Libertador Simón Bolívar
renuncia a la presidencia de Colombia. El 30 de abril el Gran
Mariscal de Ayacucho renuncia a la presidencia del Congreso
Admirable. El 11 de mayo se clausura el Congreso Admirable. El
13 mayo Sucre parte desesperadamente hacia Quito, lo espera-
ban su esposa, Mariana, y su hija, Teresa.

85
CAPÍTULO VII

Muerte en Berruecos

Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro.


Diógenes el Cínico, 412 ac.

Entre las brumas de una mañana muy fría, el 15 de mayo de


1830, salió el pequeño cortejo de una Bogotá adormilada. Una
recua de mulas iba a la retaguardia portando el equipaje defi-
nitivo de quien aspiraba a quedarse para siempre en su lejano
destino, entregado a las delicias del hogar, los recuerdos, algunos
gloriosos, otros de frustrantes desengaños.
A la cabeza montaba, de civil, con sombrero, el brazo y la mano
derecha inválidos, un hombre aun joven, alto, delgado, de perfil
romano, con majestad en los movimientos acompasados, blanca
tez y sin ostentación alguna. Era el Gran Mariscal de Ayacucho
Antonio José de Sucre, que así emprendía el viaje de regreso a
Quito donde, se había casado con doña Mariana Carcelén Larrea
y con la cual tenía una hija muy pequeña, Teresita.
Salió de Bogotá casi sin testigos. Había una red de comunica-
ciones tupida y eficaz que mantenía al día en las informaciones a
todos los que habían estado comprometidos en el atentado de la
noche septembrina contra Bolívar y seguían con la misma vesa-
nia alimentando su furia contra Bolívar y sus allegados.
Acompañaban a Sucre un hacendado ecuatoriano que ha-
bía estado con él en el Congreso Admirable, de nombre José
Andrés García Tréllez. Dos muleros encargados de la recua y dos

86
sargentos llamados Lorenzo Caicedo y Francisco Colmenares.
Poca custodia para el hombre que había esculpido su nombre en
Ayacucho, que había sido Presidente por cuatro años de la nueva
República de Bolivia, y el que hacía pocos meses había impuesto
su genio por encima de la superioridad numérica de los perua-
nos, agresores en Tarqui.
Pero en realidad Sucre había declinado una escolta mayor, se-
guramente porque carecía de recursos para financiar una mar-
cha de mayores dimensiones. Y, no obstante, las advertencias y el
crujir de dientes que oía a sus espaldas, marchó con el alma des-
bordante porque cada hora que pasara en adelante lo acercaba a
sus seres queridos. Él que ya no tenía más familia que su esposa y
su hija, porque todos los demás miembros se los había engullido
la ferocidad de la guerra
Algunos historiadores cuentan cómo en Bogotá, al igual que
antes, cuando la conspiración contra El Libertador de 25 de sep-
tiembre, se formó la Sociedad Filológica, ahora se había instalado
un “club”, en plena plaza de Bolívar –plaza de Bolívar de hoy-,
en casa de un señor rico, de ascendencia antioqueña, llamado
Francisco Montoya, quien la había alquilado a un amigo suyo. Y
en ese club se acordó la muerte de Sucre. Le habían hecho “in-
teligencia”, le colocaron espías y las noticias volaron por todos
los cuatro costados de una Patria adolorida por tantos horrores.
Eran conspiradores en nombre de la libertad. Y en nombre de
ella creían que el crimen les estaba permitido.
Cuentan en la tradición de los pueblos:

El bogotano don Genaro Santamaría fue de los asistentes al fa-


moso “Club” instalado en la casa de don Pancho Montoya, y
concurrió a la sesión donde se decretó el asesinato de Sucre y

87
refería que, adoptada esa medida, se comunicó a Obando para
suprimirlo si iba por Pasto; al General Murgueitio, si iba por
Buenaventura y al General Tomás Herrera, si iba por Panamá
(...) El mismo señor Santamaría agregaba, que él fue el primero
que salió de la casa, y al llegar a la puerta, vio al General Sucre
paseándose en el atrio de la catedral con los brazos cruzados;
que eso lo había impresionado mucho, pues le parecía que era
un espectro que le aparecía, habiéndose, momentos antes, de-
cretado su muerte...

Había en Bogotá dos periódicos que servían de voceros a


quienes se llamaban los liberales, pero en realidad no eran pe-
riódicos sino panfletos incendiarios. El Patriota y El Demócrata.
Azuzaban y envenenaban más el ambiente. En uno de ellos –El
Demócrata– se escribió el 1º de junio, cuando el Gran Mariscal
había partido de Bogotá, una nota que claramente revela la sima
infernal de la conspiración:

Acabamos de ver con asombro, por cartas que hemos recibido


en el correo del Sur, que el General A. José de Sucre, ha salido
de Bogotá ejecutando fielmente las órdenes de su amo, cuan-
do no para elevarlo otra vez, a lo menos para su propia exal-
tación sobre las ruinas de nuestro gobierno. Antes de salir del
Departamento de Cundinamarca empieza a marchar su huella
con ese humor pestífero, corrompido y ponzoñoso de la diso-
ciación. Cual otro Leocadio lleva el proditorio intento de minar
la autoridad del Gobierno en su cuna, ridiculizándolo aun de
su misma generosidad. Bien conocíamos su desenfrenada am-
bición después de haberlo visto gobernando a Bolivia con poder
inviolable; y bien previmos el objeto de su marcha acelerada,

88
cuando dijimos en nuestro número anterior, hablando de las
últimas perfidias de Bolívar, que éste había movido todos los
resortes, para revolucionar el Sur de la República…

Va haciendo alarde de su profundo saber, fundado en que no


se le permitió entrar a Venezuela, temiendo el influjo de sus ta-
lentos. Se lisonjea de observar una política doble y deslumbra-
dora. Afirma que los liberales y el pueblo de Bogotá es lo más
risible, lo más ridículo que ha visto, que son entusiastas de boca,
y nada más... En fin, osa decir, denunciando sus aleves intentos,
que, si todos los pueblos son así, está seguro de cantar victoria en
todos ellos...
Y terminaba la nota con estas terribles frases:

... Pueda ser que Obando, haga con Sucre, lo que no hicimos
con Bolívar, y por lo cual el gobierno está tildado de débil, y
nosotros todos y el gobierno mismo, carecemos de seguridad...

Con estas dos pruebas que los abogados penalistas denomi-


namos indicios graves, se puede colegir que el crimen posterior
era el resultado de la conjura que había trascendido los espacios
misteriosos de la sombra.
La pequeña caravana llega a Neiva. Allí se hospeda Sucre en
casa del gobernador José Hilario López, a la sazón con el grado
de Coronel y miembro muy importante del grupo de los ene-
migos del Libertador. Y veamos lo que sobre ese breve episodio
escribe el historiador Luís Martínez Delgado:
Es bien sabido que el 15 de mayo de 1830 salió el Mariscal Sucre
de Bogotá para Quito. Pudo haber viajado bien por Panamá o bien
por Buenaventura, pero prefirió la vía Popayán-Pasto, pasando

89
por Neiva. En esta ciudad se encontró con el entonces coronel
José Hilario López, en cuya casa se hospedó. No tiene excusa la
conducta de López, pues se mostró cínico, como dice Tamayo.
En efecto, con fecha 19 de mayo le escribió al General Caicedo,
Vicepresidente de la República en ejercicio, una carta denigrante
contra su ilustre huésped. “Diré a usted –escribió López- que el
General Sucre es un tunante completo. Para mí, Sucre no es más
sino un fantasma, que desaparecerá con solo echarlo al más alto
desprecio; él ha sido mirado con telescopio, y yo que he tenido
ocasión y noticias de discernirlo, lo veo con una óptica exacta.
Tiene la necedad de hacerse creer el más solemne caballero, no
siendo, en mi juicio sino el más brigando superchero.”
Uno tiene que preguntarse por qué esta carta tan llena de vis-
cosidad, que lejos de lastimar la memoria del Gran Mariscal la
exalta y enaltece, es dirigida por López a quien está ejerciendo
la Presidencia de la República. Precisamente al General Caicedo
que había dado el consejo a Sucre de que no viajara por Popayán,
conocedor como dijo ser, de rumores peligrosos, que en verdad
como se ve, no eran un secreto. Las dificultades propias de esa
penosa marcha no impidieron que llegara a Popayán. Y allí sin-
tió con ansiedad la proximidad del Sur. Se sabe que Julio César
frente al adivino que le había previsto la muerte para los Idus de
Marzo, hacia el medio día y con cierta jactancia, le espetó a éste:
“Mira que llegaron los Idus de Marzo y nada me ha pasado”, a
lo que el adivino respondió: “Llegaron sí, pero no han termina-
do”. Y así podía pensar Sucre cuando había sorteado indemne los
territorios donde tenía mando José Hilario López.
Era, por supuesto, valiente e intrépido. En Popayán Sucre
se aloja en casa de la familia Mosquera. Es amigo de Tomás
Cipriano y de don Joaquín, a quien encuentra en el camino en

90
marcha hacia Bogotá para asumir la presidencia de la República
para la que acaba de ser nombrado por el Congreso Admirable.
En casa de tan distinguida familia, según lo cuenta Pérez y
Soto:

El padre Manuel José Mosquera recibe una carta de José Hilario


López para que le sea entregada por éste al general José María
Obando, cosa que hace puntualmente”. Unos días después de
que Sucre continuara su viaje hacia Pasto, el presbítero Mosquera
recibía contestación de Obando en estos términos exactos: “He
recibido tu carta, te la aprecio. Sucre no pasará de aquí.

Vale la pena anotar que, hacia el año cuarenta y tres de ese


siglo XIX, este presbítero había llegado a ser el arzobispo prima-
do de la Nueva Granada, y fue famosa su frase: “En Bogotá an-
dan sueltos los asesinos de Sucre”. Pero nunca dijo públicamente
quiénes eran.
En el calor sofocante del Patía, Sucre avanza. Llega a
Mercaderes, donde hoy termina el Cauca. Cambia el paisaje, se
elevan los caminos, hace frío. Y el 2 de junio de ese terrible año
treinta llega con sus acompañantes al punto denominado el Salto
de Mayo. Allí vive un forajido, amigo de Obando, de nombre
José Erazo con su mujer, tan taimada e inescrupulosa como su
consorte. Tienen una fonda. Es un paso obligado para los via-
jeros. Y todos se hospedan, comen y atienden necesidades allí.
El Mariscal y sus acompañantes se recogen temprano. La fati-
ga los doblega. Se acuesta y se levanta temprano y reemprenden
la penosa marcha. Y ocurre entonces algo prodigioso, premo-
nitorio sobre el peligro que acecha con torva mirada. Cuando
al día siguiente, después de la larga jornada, Sucre arriba a

91
Ventaquemada, no sale de su asombro: allí está instalado y fres-
co el indio Erazo, acompañado del temible Juan Gregorio Sarria,
amigo muy cercano de Obando.

Usted debe ser un brujo –le espeta–, pues habiéndole dejado en


su casa, y no habiéndome pasado en el camino, le encuentro
ahora delante de mí.

Erazo evade la respuesta con una sonrisa maliciosa.


Sucre, por primera vez, recuerda las advertencias que le ha-
bían hecho y da instrucciones a sus escoltas de tener listas las
armas, pues sin duda la presencia de tales sujetos allí movía sus
sospechas grandemente. Naturalmente no podía dar muestras
de temor, y como es conocido, no era su talante asustadizo. Y
entonces, lejos de mostrarse medroso, con gentileza los invitó a
cenar y a pasar la noche allí, con él. Los sujetos sólo aceptaron un
poco de aguardiente, y expresaron, no obstante, lo avanzado de
la hora, la premura que los asistía para no pernoctar en el lugar.
Sarria adujo que era emisario de una delicada y urgente misión y
debía llegar a Popayán. Erazo estaba afanado por volver a su casa
del Salto de Mayo.
El sol es esquivo y el camino largo y tortuoso. El Mariscal
decide salir lo antes posible del mortificante sitio. Y así, rompe
del amanecer, se dispone la marcha. Es el 4 de junio. Parten en
medio de las ráfagas heladas de la montaña. Avanzan en la os-
curidad. Hacia las ocho de la mañana los viajeros alcanzan un
paraje conocido como El Cabuyal, en el conjunto siniestro y es-
cabroso del temible paso de Berruecos. La trocha es abrupta y
estrechísima, en medio de la jungla húmeda de nieblas. Los mus-
gos y los helechos sobresalen de la floración virgen de frondosos

92
árboles. Sucre va en el medio. Adelante cabalgan el diputado
García Tréllez y el Sargento Colmenares, y un poco rezagados
lo hacen, a alguna distancia del héroe, el sargento Caicedo y los
demás de la escolta. O sea que, dadas estas condiciones que el
camino impuso, Sucre, con las manos en el arnés de la montura,
ofrece un blanco absolutamente perfecto para los asesinos, pues-
tos allí por los arteros organizadores del complot. Por lo menos
ya es de día, y los temores se espantan momentáneamente con los
cantos de los pájaros, en la entonación armoniosa del amanecer.
Y entonces, entre los trinos sedativos se mezcla un silbo humano.
Es la señal convenida. Y a continuación, de la tupida maraña sale
una voz que grita:

“¡General Sucre...!”. Entonces el Mariscal ya sabe lo que va a


acontecer. Trata de frenar su caballería y mira hacia el lugar ce-
rrado desde donde han salido el silbo y la voz. Nada alcanza a
ver en ese instante. Los asesinos están camuflados y confundi-
dos con el follaje.

Y en ese preciso momento se oyen los disparos de fusil. Sucre


cae herido mortalmente en el corazón y en la cabeza.
La mula que cabalga resulta también herida en el cuello y sale
despavorida, a todo trote, por la montaña. García Tréllez no era
un compañero de verdad. O por lo menos no era un compañero
valiente. Cuando oye los disparos en el eco de la montaña, espo-
lea su bestia hacia delante en una fuga cobarde, sin importarle
el amigo, su compañero del Congreso Admirable. Sólo voltea a
mirar hacia atrás, lo que le permite ver la mula herida del Gran
Mariscal en tropel sin jinete, regando sangre por el sendero. Ha
de saber entonces que Sucre ha sido vilmente sacrificado.

93
Ilustración 21. Sombrero que llevaba el General Sucre cuando fue asesinado en la selva
de Berruecos. En el mismo pueden apreciarse los orificios producidos por algunos de los
cortados de plomo que hirieron superficialmente la cabeza del héroe.

El Sargento Colmenares se había adelantado. García Tréllez


lo alcanza y le cuenta lo que ha pasado. Y agrega que cuando se
produjeron los estampidos, alcanzó a oír a Sucre al desplomarse
que decía; “¡Ay, balazo...!” Ambos eran cobardes. Ninguno se de-
volvió. El sargento Colmenares se conformó con darles órdenes a
sus dos arrieros de volver al sitio del crimen para verificar lo que
había ocurrido. Y pocos minutos después regresaron llevando
una prueba irrefutable: el sombrero del Mariscal atravesado por
las balas y con sangre. Por su parte el sargento Lorenzo Caicedo,
a la zaga de Sucre, más valiente que los anteriores, cuando oyó
los disparos aceleró la marcha y al llegar al Cabuyal halló en un
charco de sangre, sobre la húmeda tierra negra y los pedruscos,
el cuerpo inerte del prócer. Cova completa el relato:

Después de titubear un rato frente al cadáver, Caicedo regresa


a La Venta donde apenas encuentra un solo hombre, al que le
ofrece media onza de oro para que le preste ayuda. De nuevo
frente al cadáver, Caicedo y su acompañante limpian el rostro

94
del Gran Mariscal, le cruzan las manos sobre el pecho y al pie de
un árbol le dan cristiana sepultura. Con una tosca cruz de ma-
dera, amarrada con bejucos en el propio corazón de la montaña
y cubierta de húmedos helechos, queda signada la tumba del
Gran Mariscal de Ayacucho. A través de la espesura de la selva,
tímidamente, comienza a filtrarse el sol.

Crudo relato del que sobresale la perfidia de los criminales.


Fríos, sanguinarios, sin corazón, segaban en esta forma villana la
vida de uno de los hombres más valientes y virtuosos de la lucha
por la independencia. Nada importaban los valores éticos ni el
respeto a un héroe desprevenido y justo que iba de retiro de la
vida pública pensando en las ocultas, hasta ahora, dulzuras del
hogar. Pocas páginas en la historia pueden parangonarse a esta
ignominia. La parte dinámica, es decir, la acción del nefando cri-
men en la fase conocida, quedaba agotada en el sepulcro elemen-
tal del Gran Mariscal en la entraña viva de la tierra.

Ilustración 22. Miembros de la Facultad de Medicina de la Universidad Central del


Ecuador que examinó los restos del Gran Mariscal de Ayacucho en 1900.

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Ilustración 23. Muerte en Berruecos. 1895 por Arturo Michelena

En la montaña oscura, entre los bejucos y el barro del piso


negro, cubierto todo por árboles milenarios de la jungla virgen,
quedaba cárdeno, cubierto de fango, el nuevo Abel, como lo ca-
lificó Bolívar. Solo que eran varios los Caínes y no tenían remor-
dimientos.

96
CAPÍTULO VIII

Su alma escrita en el papel, 314 fragmentos

Oh, qué afortunado el joven Aquiles, que encontró en Homero


el heraldo de su gloria.
Alejandro III de Macedonia, 356 ac.

El carácter define el destino de los hombres decía Heráclito de


Efesio; ese carácter en Sucre viene de sus orígenes familiares, su
linaje militar, su educación en el hogar y formación intelectual,
en su niñez en la Cumaná de 1800 y en la Caracas de 1805 en la
Academia de Ingeniería Militar. Aprendió el amor por la lectura
como una constante en la búsqueda de la información y en es-
cribir de su propia mano. Es el único oficial del ejército a quien
El Libertador le elabora una biografía titulada “Resumen Sucinto
de la Vida del General Sucre por Simón Bolívar Lima 1825”, allí
El Libertador dice de Sucre: ”El General Sucre escribió con sus
manos un sin fin de documentos para impugnar a los enemigos
del Perú y de la libertad; para sostener a los buenos, para confor-
tar a los que empezaban a desfallecer por los prestigios del error
triunfante.
El General Sucre, escribía a sus amigos...”; otra prueba de la pa-
sión de Sucre por la escritura la apreciamos en el Libro Recuerdos
donde el General Francisco Burdet O’Connor manifiesta: “Sucre
era un trabajador infatigable, pasaba las noches escribiendo sin
descanso, él mismo, de su propio puño, a las autoridades loca-
les, curas, etc., y su actividad y laboriosidad nos tenían a todos

97
admirados.”; el mismo Sucre le escribe en una carta al Coronel
José Gabriel Pérez lo siguiente: “Estoy cansado de escribir hoy: no
sé qué haga para buscar quien me ayude. Sin jefe de Estado Mayor,
sin secretario, tengo yo que hacerlo todo; el tiempo no me alcanza
y el ejército se priva de mi trabajo activo. Estoy, además, enfermo
del pecho y no puedo escribir sin acostarme muerto de cansancio
y de dolor. Otras veces escribía día y noche.” En sus miles de cartas
están reflejados sus pensamientos, sus ideas, sus sueños, su alma
escrita en el papel, a continuación, veremos 314 fragmentos de
algunas de sus cartas, oficios, decretos, arengas hasta el año 1825,
un periodo de gran importancia en la vida de Mariscal Sucre y la
Independencia de América, donde venció con su genio al último
Virrey del Perú José de la Serna y Martínez Hinojosa Conde de
los Andes, quien contaba con un ejército superior en número y
equipamiento en la Gloriosa Batalla de Ayacucho, El Libertador
Simón Bolívar escribió sobre la batalla lo siguiente:

La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la


obra del General Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta,
y su ejecución divina… Las generaciones venideras esperan la
victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en
el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de
sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza…Usted. está
llamado a los más altos destinos, y yo preveo que Usted. es el
rival de mi gloria.

En los 314 fragmentos de sus documentos, apreciaremos el


carácter, el temple, la modestia, la magnanimidad, la severidad,
el amor, la fe, la bondad, su lealtad, sus virtudes, en fin, observa-
remos su legado y su alma escrita en el papel.

98
1. Persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad
que lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he
consagrado un cuidado especial a la educación pública.
2. No me es deshonroso, señores, confesar que, formado en
medio de la Revolución y de la guerra, mi educación es la de
un soldado, y que apenas conozco estos negocios.
3. Las cosas van marchando aquí muy regularmente; los esta-
blecimientos de educación los he empezado a arreglar por
Cochabamba.
4. Para esta fecha habrá recibido Jerónimo un poco de dinero
de mi cuenta y del cual he dispuesto que se dé a cada uno
de mis hermanos dos mil pesos, porque así es como mejor
se emplean.
5. Me ha escrito José María que papá mejoró en el tercio des-
pués que estuviesen mayores mis pequeños hermanos, a
cuya educación debía en tanto aplicarse su producto: va la
renuncia que hago de esta gracia a favor de todos mis her-
manos, pues no necesito de ella, y me es más que demasia-
da la memoria de papá, para mí con esto me basta por ser
agradecido. tú sabrás que la fortuna me ha protegido bien y
que tengo con que pasar la vida: si alguna vez caigo en des-
gracia, no dudo que mis hermanos me protegerán.
6. Te suplicaré que cuides mucho de la educación e instrucción
de Juan y de las dos chiquitas; la buena educación es un cau-
dal mucho mejor que los bienes de fortuna.
7. Toda la fuerza del Gobierno para arrebatarlos de la injusti-
cia y del crimen no ha bastado para volver a esta clase in-
fortunada de su condición y abatimiento. Su abyección en
tres siglos de esclavitud los ha sumergido en males de que
sólo podrá sacarlos la protección del cuerpo legislativo, y

99
la ejecución de las medidas y decretos del Gobierno en su
favor y en el de su educación.
8. El estímulo a los hombres aplicados y laboriosos y el fomen-
to de cuanto tenga por objeto la enseñanza y la ilustración,
son consideraciones que jamás debe perder de vista un go-
bierno que quiera los bienes sólidos y duraderos de los pue-
blos que administra.
9. Los establecimientos de beneficencia se han aumentado, y
casi están completos los decretados. Necesitan, sin embar-
go, perfeccionarse en su régimen, para que los acogidos a
ellos sean más útiles. Sus rentas, como las de la educación
pública, son más que las que hubo esperanzas de adquirir;
pero los colegios necesitan aumento para dotar suficiente-
mente a sus profesores, si es que ha de haberlos buenos y
hábiles.
10. Me degradaría si tratase de desmentir esta calumnia, que,
sin embargo, es muy digna del alma vil que con ella ha pre-
tendido no sé qué; tal vez indisponerme con Ud. Mi con-
ducta es clara como la luz, y mi alma está formada por mis
principios; y estos por mi educación.
11. Al entrar en este recinto augusto de donde la justicia va
a extender su mano benéfica hacia las provincias que la
República ha encargado a mi dirección, yo siento en mi
alma el santo respeto que inspiran el honor y las leyes a los
ciudadanos a quienes la suerte ha puesto en sus manos la
espada que defienda la inocencia y la patria.
12. Yo he querido siempre ser ligado a Ud. por los deberes de
amistad; y con mi país por los del honor y patriotismo.
13. Cuando yo estaba herido y corriendo mil riesgos de la
vida, por sostener con los deberes de mi puesto el honor

100
de Colombia, la reputación de sus armas y las glorias del
Libertador. Ningún colombiano se ha hallado tan en el caso
de probar su patriotismo como yo lo he hecho y como lo he
probado.
14. Desde la Paz dije a Ud. que traía aquí títulos y honores, en
cambio de un pan para comer.
15. El ejército, señor, se ha confesado siempre deudor a V.E. de
los inmensos bienes que posee... existencia, patria, repu-
tación, él desea que V.E. quiera aceptar el homenaje de los
títulos de honor y gloria que tan generosamente le ha dis-
pensado.
16. Nuestras tropas están siempre en el más brillante pie; su es-
píritu nacional toca al delirio; la organización de los cuer-
pos, su disciplina eximia, etc., va llegando a la exactitud; en
fin, Ud. se encantaría de gustos si pudiéramos presentarle
este ejército, porque es un bello cuerpo de tropas que hace
honor a Colombia.
17. Me es satisfactorio informar a V.S. que hasta hoy no ha teni-
do S.E. una sola queja contra mi administración, sin embar-
go, de que se ha procurado promover por todos los medios
la libertad a los ciudadanos para hacerlo.
18. Aunque la amistad es bastante, porque siempre conservaré
recuerdos muy agradables de Ud., manifestaré que no es mi
objeto rehusar un regalo y que en lugar de la alhaja en cues-
tión aceptaría la espada que ha servido a Ud. con tanto ho-
nor en nuestros campos de batalla, y que merece el respeto
de todos los americanos; siempre la contemplaría como per-
teneciente a un hombre generoso que, cubierto de cicatrices
en la lucha de la independencia, vuelve a su patria dejando
en el Nuevo Mundo amigos y admiradores.

101
19. Te agradezco la felicitación que me haces por el término de
la campaña; ciertamente ella ha sido gloriosa, y me place
más por el honor de Colombia que por el mío mismo. tú
conoces que soy ingenuo, y verás que te hablo con verdad.
20. El general Santa cruz me presentó la medalla de honor que
me decretó el congreso del alto Perú el 11 de julio; pero
no puedo usarla sin consentimiento de nuestro Gobierno.
aprecio esta medalla por ser única y la señal de un pueblo
reconocido, porque realmente el alto Perú me ha mostrado
amistad; también esta medalla por su trabajo es buena, les
ha costado a estos señores unos seis mil pesos. te doy estas
noticias, porque siendo mi amigo te alegrarás de cuanto sea
en honor mío.
21. Si la voluntad del pueblo y su reconocimiento a los servicios
del libertador lo condujeron a encargarle la suprema ma-
gistratura, que otro extranjero no merezca tal honor y tal
confianza: el libertador puede ser digno de ella, porque sus
principios liberales, su moderación, su desprendimiento,
están justificados por su conducta en una serie de años, que
le han dado el derecho a ser considerado el genio superior
de nuestro siglo.
22. Representantes del pueblo: dejo en vuestras manos la suerte
de vuestra patria: me ausentaré de vosotros, y en el seno
de la mía, mis votos serán siempre por la prosperidad de
Bolivia. Legisladores: os habéis proclamado el congreso
constituyente de la República: que la sabiduría descienda
sobre vosotros y presida vuestros destinos.
23. Sabéis, señor, que amo a Bolivia como el suelo mismo en
que vi la luz; sus multiplicados derechos a mi estimación,
colmándome de honores y de favor, se aumentan con los

102
muy especiales que le da su nombre; este nombre que exci-
ta el entusiasmo y la veneración de todos los americanos, a
quienes bolívar sacó de la abyección y del oprobio para la
libertad.
24. Descendiendo de la presidencia de Bolivia para mezclarme
entre mis conciudadanos de Colombia, mis aspiraciones
quedan satisfechas y compensadas del incesante tormento
que rodea en el ejercicio del poder. Si estando en el reposo
de la vida privada, Bolivia tuviese algún riesgo y juzgase útil
mis servicios, volaré desde el seno de mi familia a tomar
parte en sus peligros, como un soldado. “Éste es el juramen-
to que os hago” el día mismo de vuestro nombre, y en que
un año a que la munificencia del pueblo boliviano me ligó
a sus destinos. Acoged, señor, benignamente esta contesta-
ción sincera a vuestro despacho de 6 de abril que acaba de
llegarme, y dignaos recibir mis consideraciones respetuo-
sas, y mis votos fervientes por vuestra ventura perdurable.
25. Debo decir en honor de Chuquisaca que ninguna persona
de respetabilidad se ha mezclado en este alboroto; y que, en
medio de los malvados, mi casa estaba día y noche llena de
las personas decentes. las señoras sobre todo y el clero me
han mostrado una amistad y un afecto más allá de cuanto
yo pude desear.
26. Mi herida impide que ejerza el Gobierno y lo delegué el mis-
mo día 18 en el consejo de ministros conforme a la cons-
titución. No desempeñaré otro acto de la Presidencia que
instalar el congreso y leerle mi mensaje. Pienso abreviar la
reunión del congreso. Adiós, mi querido General; por sep-
tiembre estaré en Quito, pero nadie me hará emplear en ser-
vicio público.

103
27. Llevo la señal de la ingratitud de los hombres en un brazo
roto, cuando hasta en la Guerra de la Independencia pude
salir sano. Como no podré firmar en dos o tres meses, lo
hará por mí el comandante Andrade. Siempre soy su amigo
y servidor.
28. La única sangre derramada en esta campaña pertenece a
Colombia, cuyos hijos, llenando sus deberes por la libertad
e independencia de esta República, prefirieron los combates
a la vergüenza de sus aliados; y en los pocos sucesos han
justificado que la
29. Si las bayonetas enemigas, continuando el uso del derecho
bárbaro de la fuerza, os obligan a traspasar vuestros debe-
res, apelo en nombre de la nación a los estados de améri-
ca por la venganza, porque está en los intereses de todos
destruir este derecho de intervención que se ha arrogado
el Perú, y que envolvería nuestro continente en eternas
guerras y calamidades espantosas; apelo especialmente al
libertador, aclamado por la República padre y protector de
Bolivia, para que defendiéndola de sus enemigos, la deje en
libertad de reformar sus instituciones, si lo cree necesario,
cuando no haya absolutamente dentro del territorio nin-
guna fuerza extranjera que coarte su voluntad. Es por todo
esto, señores, que, ni en medio de los peligros, me degrada-
ré yo a quebrantar nuestras instituciones y a manchar mi
administración por un solo acto, cuando en toda ella no he
traspasado jamás una ley.
30. Del Perú se ha dicho que los bolivianos están descontentos
de la constitución; y esta voz, repetida por los agentes de allí
entre nosotros, y apoyada por un muy pequeño número de
individuos, ha hecho que algunos tímidos se plieguen a las

104
pretensiones de fuera por deshacerlos, los colegios electo-
rales me elevaron a la presidencia constitucional, más mi
ansia por la vida privada me hizo rehusarla y la renuncié
segunda vez.
31. No debo ocultar, señores, a la nación que hay fundados mo-
tivos para creer que se asecha la buena fe de los bolivianos
con la lisonjera idea de agregar a la República los departa-
mentos del Cuzco, Arequipa y Puna, y halagándola con este
engrandecimiento, por el mayor territorio y población, por
la mejora de sus puertos, prepararle el golpe de su fusión en
la República peruana. en cualquiera negociación, en cual-
quier convenio, echad la vista sobre la misión diplomática
que nos vino de aquel país el año de 1826, y allí encontraréis
las verdaderas pretensiones.
32. Sus directores hubiesen preferido el honor de defender la
patria a una existencia mancha.
33. Para colmo de las maldades, entre tan sorprendentes acon-
tecimientos, el ejército boliviano, que se formaba sobre las
más sólidas bases de la moral y disciplina, ha sido contami-
nado por un fatal ejemplo. Se ha premiado a los caudillos
de una defección con que clavaron un puñal a su patria, y
éste es un terrible obstáculo para que la fuerza armada de
la República vuelva al mismo brillo con que empezó su ca-
rrera.
34. Me despido, señores, de vosotros y de Bolivia; y no dudo que
sea para siempre, porque cuento que al instante reuniréis el
congreso constitucional, ante quien de hecho está sometida
mi renuncia, y por quien de hecho me considero, desde el
momento de su instalación, exonerado eternamente de la
presidencia. Juzgo que aprovecharéis el tiempo de vuestras

105
sesiones, y que la dignidad, la firmeza y el patriotismo las
guíen con tanta sabiduría, moderación y amor al bien pú-
blico, como en 1826.
35. Siguiendo los principios de un hombre recto, he observado
el de que en política no hay ni amistad ni odio, ni otros de-
beres que llenar, sino la dicha del pueblo que se gobierna, la
conservación de sus leyes, su independencia y su libertad.
36. Mis enemistades o mis efectos han sido, en mi adminis-
tración, los enemigos o amigos de Bolivia. Aun el presente
documento, que es mi último acto público, va marcado por
este proceder.
37. No concluiré mi mensaje sin pedir a la representación na-
cional un premio por mis servicios que, pequeños o gran-
des, han dado existencia a Bolivia, y que lo merecerán, por
tanto. La constitución me hace inviolable; ninguna respon-
sabilidad me cabe por los actos de mi gobierno. Ruego, pues,
que se me destituya de esta prerrogativa, y que se examine
escrupulosamente toda mi conducta. Si hasta el 18 de abril
se me justifica una sola infracción de ley; si las cámaras
constitucionales juzgan que hay lugar a formación de causas
constitucionales juzgan que hay lugar a formación de causa
al Ministerio, volveré de Colombia a someterme al fallo de
las leyes. exijo este premio con tanta más razón, cuanto que
declaro solemnemente que, en mi administración, yo he go-
bernado: el bien o el mal, yo lo he hecho; pues, por fortuna
la naturaleza me ha excluido de entre esos miserables seres
que la casualidad eleva a la magistratura, y que, entregados
a sus ministros, renuncian hasta la obligación de pensar en
los pueblos que dirigen.

106
38. De resto, señores, es suficiente remuneración de mis servi-
cios, regresar a la tierra patria después de seis años de au-
sencia, sirviendo con gloria a los amigos de Colombia; y
aunque por resultado de instigaciones extrañas lleve roto
este brazo, que en Ayacucho terminó la Guerra de la inde-
pendencia americana; que destrozó las cadenas del Perú y
dio ser a Bolivia, me conformo cuando en medio de difíciles
circunstancias tengo mi conciencia libre de todo crimen.
39. Cuando yo estaba herido y corriendo mil riesgos de la
vida, por sostener con los deberes de mi puesto el honor
de Colombia, la reputación de sus armas y las glorias del
Libertador. Ningún colombiano se ha hallado tan en el caso
de probar su patriotismo como yo lo he hecho y como lo he
probado.
40. Siento que se me quiera hacer abogado, así como el decir
que nadie es responsable de que se haya querido alcanzar
el cielo con las manos. en fin, concluiré estos desagrada-
bles párrafos, protestando que si se me guardan las debidas
consideraciones nadie es más cumplido que yo para llenar
las que tocan a lo demás; y que nadie siente más que yo las
faltas de delicadeza, por lo mismo que soy tan delicado, cir-
cunspecto y franco con los otros.
41. Por tanto, espero que esta carta destruya la indisposición
que le causó mi nota al intendente; y que por último ofrezco
también retirarla, si Ud. lo cree útil, para que no exista ni
este motivo de diferencia. estoy pronto a todo cuanto sea
conservar nuestra amistad, ya por nosotros mismos, ya por
la causa pública. esta protesta es sincera, es franca, es la de
militar, caballero y amigo.

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42. Yo he querido siempre ser ligado a Ud. por los deberes de
amistad; y con mi país por los del honor y patriotismo.
43. Yo siento en mi alma el santo respeto que inspiran el honor
y las leyes a los ciudadanos a quienes la suerte ha puesto en
sus manos la espada que defienda la inocencia y la patria.
44. Yo celebro altamente que esta ocasión me permita la honra
de presentar a V.E. mi humilde respeto al genio inmortal
de américa, cuya espada libertadora recibe las bendiciones
del Nuevo Mundo, y la estimación del género humano. Me
atrevo a esperar que V.E. acepte los transportes de mi satis-
facción al saludar a V.E., como un débil testimonio de mi
admiración a sus virtudes, y mis deseos por el triunfo de
V.E. sobre los opresores del Perú, como el homenaje debido
a los sacrificios de V.E.
45. Vuestra sangre derramada sobre la tierra de Colombia es un
monumento que señalará siempre en la República, vuestra
bravura heroica y vuestras virtudes militares.
46. Vuestros sacrificios excitan cada vez nuestra gratitud: ellos
van a enjugar el llanto de una parte de la familia colombia-
na, que ha fiado su existencia a vuestro valor y a vuestra
generosidad.
47. Vosotros sois los escogidos por la fortuna para terminar la
libertad de la patria y completar a la República los bienes de
la libertad y de la independencia. Ningún esfuerzo bastará a
llenar esta elección, con que el cielo os ha favorecido.
48. La victoria os espera sobre el ecuador: allí vais a escribir vues-
tros nombres gloriosos, para recordar con orgullo de las más
remotas generaciones. Soldados, vuestras privaciones van a
concluirse. los trabajos de la campaña serán recompensados
debidamente por el reconocimiento de la República.

108
49. Esta es la ocasión más oportuna para que Ud. en virtud de
la notoria decisión por la causa de la independencia con que
se ha distinguido en esa capital, repita sus esfuerzos y ponga
en uso el poderoso influjo de los atractivos de su sexo, a fin
de evitar que las armas sean las que decidan la suerte de esta
hermosa parte del territorio de Colombia: porque me sería
muy sensible que, en el estado actual de las cosas, se sacrifi-
case la vida de un solo americano.
50. De todos modos, yo confío, y cuento con la cooperación de
Ud. a nuestros esfuerzos para la libertad del departamento,
este servicio aumentara la consideración, y aprecio que ya
tiene por Ud. su muy atento amigo y afmo. Servidor…
51. Las virtudes militares de un guerrero, siempre son estima-
bles y no están en contradicción con las relaciones privadas
entre sociedades que sólo se diferencian por sus opiniones
divergentes.
52. El ejército, ¡este cuerpo que justamente se ha llamado la vir-
tud armada! ha preferido sufrir miserias, que exigir gravá-
menes a sus hermanos; así ninguna contribución ha pesado
hasta hoy sobre un ciudadano.
53. Absoluto convencimiento de la identidad de causa en los
americanos que poseídos únicamente del amor patrio de-
ben pensar sólo en combatir los enemigos y en llevar ade-
lante la marcha de la independencia.
54. Repito mi absoluto convencimiento de la identidad de causa
en los americanos que poseídos únicamente del amor patrio
deben pensar sólo en combatir los enemigos y en llevar ade-
lante la marcha de la independencia.
55. Mi objeto esencial es dirigir las operaciones de nuestra
división que siendo tan fuerte como es, y siendo la única

109
esperanza de nuestro sur, quiere el presidente que se con-
duzca de la manera más prudente y segura.
56. La comisión que llevo tiene espinas, y yo tengo la experien-
cia de lo que es lidiar con Gobierno extraño, más es preciso
servir, y nuestra posición en el sur puede volverse difícil si
no la atendemos mucho.
57. Yo trabajaré cuanto esté a mi alcance y si no llegase a satis-
facer los deseos del libertador y los intereses de la República
no será por falta de mis diligencias.
58. De Lima escribiré a Ud. largamente; le diré cuanto observe,
y mis opiniones respecto de todo. en tanto ruego a Ud. me
dé todas las noticias y me diga las cosas de Venezuela como
están.
59. En Quito dejé al coronel Aguirre un retrato mío para que
lo mandase a Ud., otro que envío a Soublette, para que en
retribución me mande el suyo y de los otros generales que se
pueda para ponerlos en el palacio de Quito, y otro de cuerpo
entero para que Ud. tenga la bondad de remitirlo con segu-
ridad a mi padre.
60. Los celos causados por la conducta de los auxiliares que ha
habido en el Perú, han fijado sobre los hijos del país una des-
confianza de que aún no pueden desprenderse y de la cual
creo que participamos todos nosotros, porque todavía no
están penetrados de nuestras miras francas de sólo alejar la
guerra de Colombia, por fruto de nuestros trabajos en el Perú.
61. Ellos no saben qué hacer respecto de Ud. porque el voto de
los pueblos y del ejército está pronunciado por su venida
como el único medio de salvar el estado; todos se persua-
den de esta necesidad urgente; pero pienso que el partido

110
ministerial es opuesto a la venida de Ud. porque temen un
desfalco a su influjo y a su autoridad.
62. Yo he dicho al presidente que Ud. no vendrá sino con la
dignidad y el carácter correspondiente al libertador de
Colombia y con las facultades necesarias para dirigir la
guerra con entera amplitud en las provincias de asamblea.
Siempre se me ha contestado con palabras agradables pero
inciertas, lo cual y el no haber podido lograr ver los térmi-
nos en que le llamó por los dos comisionados, me hace creer
que hay falta de sinceridad.
63. Entre tanto no saben qué hacerse: los partidos en el ejército
son inconciliables y no hay otro centro ni otra esperanza de
mediación que la colocación de Ud. a la cabeza del ejército
aliado.
64. Ningún jefe se conviene con otro de diferente estado, menos
nosotros que decimos que obedecemos al que se ponga.
65. Ni Valdés ni yo tenemos una base de autoridad suficiente,
ni la reputación que se exige para sofocar este choque de
partidos; además Valdés o yo no tendríamos el mando del
ejército sino en nombre, y estaríamos reducidos a obrar por
el influjo e intereses particulares careciendo de la amplitud
inseparable del que mande en la posición actual del Perú
66. Forzosamente, pues, han de recurrir a Ud. y es el único me-
dio de salvarse de la tempestad; acaso lo harán un poco tar-
de, pero tendrán que hacerlo.
67. Francamente hablando, las bases sobre que se ha calcu-
lado esta expedición son buenas y su fuerza física de más
de 5.000 hombres, son suficientes para los objetos de que
va encargada; más no sé si sus medios morales bastan a

111
desempeñarlos, y esto es lo que yo no puedo, ni debo nunca
decir en nuestra actual posición.
68. En la conferencia él se fijó más que en nada en que yo tomase
el mando del ejército y dispusiera lo que creyera mejor, pero
el modo y las circunstancias en que estamos, me aseguran
que nunca el jefe que mande el ejército, siendo otro que Ud.,
podrá hacer más que ceder a las mismas circunstancias, y
ser un cero; así que yo le dije que nosotros veníamos a obe-
decer y nunca a mandar.
69. Nosotros marcharíamos por cualquiera punto teniendo
estos auxilios, siempre que la fuerza enemiga sobre quien
nos dirigiésemos tuviera un tercio menos que nosotros, lo
cual resultaría por los movimientos de Santa cruz; y que en
fin nosotros serviríamos leal y generosamente al Perú, si
el Gobierno conservaba nuestra división en su número de
fuerza, y mostraba por una conducta franca su interés por
nuestra conservación y nuestra gloria.
70. El presidente volvió luego la conferencia preguntándome
qué instrucciones tenemos nosotros respecto al orden in-
terior del Perú, y contesté: que no mezclarnos en ningún
asunto ni en ningún partido, puesto que los peruanos de-
bían arreglarse entre sí, y los auxiliares batirse con los es-
pañoles.
71. Me habló entonces más francamente y me dijo que había
algunos descontentos y un partido contrario en el congreso;
que había aquí una carta del general San Martín en que de-
cía que no podía permanecer en una vida privada, inducien-
do por tanto a sus amigos a ser llamado: respondí que pues
me hablaba con tal franqueza le retribuiría diciéndole que
nada sería más desagradable para nosotros que el general

112
San Martín fuere nunca el jefe del gobierno del Perú, puesto
que este señor, sin saber Colombia cómo ni por qué, nos
declaró una vez la guerra, y que por tanto su administración
siempre sería opuesta a los intereses de nuestra República.
72. Yo siempre les manifestaré que no hay otra esperanza que es
Ud., pero que para llamarlo vean de hacerlo con la dignidad
debida y con la amplitud de facultades de que necesita para
hacer una campaña activa y de provecho.
73. Entretanto le diré a Ud. que yo pienso que una mano capaz
y una cabeza buena podrían terminar la campaña del Perú.
74. En Moquegua sucedió que un batallón de chile se perdió
porque un escuadrón de caballería de buenos aires no quiso
auxiliarlo en tiempo. esta noticia hará que el jefe de la divi-
sión de Colombia no cuente sino con caballería que propia-
mente le corresponda. Ud.
75. Me dice el ministro de chile aquí que viniendo Ud. facilitar
á el dinero que tenga del empréstito de Londres, prestará
nuevamente su escuadra, enviará los fusiles que tenga, y
activará la expedición que ha ofrecido, mientras que nada
mandará en el estado presente del Perú, ni aun la expedición
que se preparaba, porque la creería perdida, no habiendo
a la cabeza del ejército unido un jefe capaz de terminar la
guerra, ni existiendo en el Perú un hombre que reúna las
opiniones.
76. Tuve mi nueva conferencia antenoche con el presidente y
según parece, está absolutamente convencido de que es im-
posible ni que el ejército tenga dirección, ni que esto se salve
si no viene Ud. con un carácter digno de su representación
y con facultades para dirigir la guerra como guste, sin que
se le ponga traba ni embarazo alguno.

113
77. Toca a él practicar cuantas diligencias y medidas sean ne-
cesarias para salvar el país, entre las cuales entra la venida
de Ud. las razones que en pro y en contra de las atribucio-
nes respectivas de estos cuerpos se han alegado podrá Ud.
calcularlas; lo cierto es que nadie, nadie dice que no deba
llamársele, todos están de acuerdo que es un paso indispen-
sable y urgente.
78. Anoche estuvo un congresista en casa, que fue enemigo
nuestro antes y es ahora decidido por la venida de Ud. como
único recurso para salvar el país. Él me impuso de todo.
79. No dudo que la Mar ha sido o es poco amigo de Ud.; pero
tampoco dudo que está ahora persuadido del peligro de
nuestra situación. De todo deducirá Ud. mi general, que las
opiniones se han unido en estos últimos días por la venida
de Ud. y aunque creo que el Gobierno lo hace por la necesi-
dad y no por gusto, lo creo ya persuadido de que es absoluta
necesidad y absoluta y absoluta.
80. He dicho, pues, a Ud. todos los casos para que Ud. resuelva
si viene o no según crea conveniente y según la situación del
norte de Colombia, que acá ignoramos.
81. Pero en tanto añadiré, para que entre en sus meditaciones,
que Ud. aquí va a tener que entrar conciliando partidos en
el pueblo, en el ejército y aun en el comercio, pues una com-
pañía (como la de la india) lo hace aquí todo, y el resto del
comercio está quejoso, particularmente el de chile.
82. Porque un país en el estado de éste, está sujeto a las altera-
ciones frecuentes de la Revolución; que la conducta de Ud.
aquí será un poco forzada a su genio teniendo que conciliar
mil partidos y siendo tal vez difícil unirlos todos; que no sé

114
si esta dificultad hará que se vuelva contra Ud. alguno de los
partidos que están ahora por su venida.
83. Debe Ud. contar con que va a lidiar con un enemigo muy
experto, que posee todos los recursos para la guerra, que es
dueño de lo mejor del país y que está sostenido por 14.000
hombres de los cuales puede poner en campaña 8 o 10.000.
84. Ud. pues, pensará, entre los bienes y males que se presen-
tan, qué sea lo que deba hacer, y en mi opinión debe Ud.
pensar mucho en su crédito ya fijado, y en no comprometer
a Colombia tan íntimamente en la causa del Perú que nos
arrastrase en su suerte, lo cual era una consecuencia infali-
ble de que Ud. tomase sobre sí el resultado de esta campaña.
85. Repito que la campaña tiene inmensas dificultades, pero se-
ría pronto terminable obrando todos de acuerdo. tal vez, o
mejor dicho, es probable que la presencia de Ud. disolvería
muchos de los obstáculos, porque pronunciado por Ud. el
voto del ejército y de los pueblos, tendría en su mano hacer
lo mejor.
86. ¿Qué le parece a Ud. de una contradicción tan singular y de
una tal política? todos los celos entiendo que tienen origen
de los debates en el congreso sobre la venida de Ud.
87. Al mismo tiempo que he presentado los males y los bienes
de la venida de Ud. añadiré: que si Ud. no viene, esto no
lo compone nadie, y en la disolución, que es probable, será
envuelta la división colombiana, que después de cien com-
bates y de cien victorias, perecería bajo intrigas y partidos, y
nuestro pobre sur sería la presa de los enemigos
88. Anoche recibí una nota del ministro de Guerra sobre mis
opiniones respecto a la campaña, y verá Ud. la contestación

115
que doy, que es vaga, porque conocí que sólo se trata de sa-
car mi opinión y comprometernos.
89. En cualquier plan es menester consultar intereses particu-
lares, conciliación de partidos diversos, ventajas a la com-
pañía dicha de comercio; y con elementos tan encontrados
¿qué cree Ud. que pueda hacerse útil?
90. Yo suplico mi general, que tome Ud. en consideración tales
circunstancias para decirme, lo más breve, qué tenemos que
hacer nosotros, porque en cuarenta días que debemos per-
manecer en lima tengo tiempo para recibir sus resoluciones.
91. Ningún mensaje más agradable para un americano, que
aquel cuyo objeto sea estrechar las relaciones de pueblos
hermanos que, iguales en las desgracias y en la esclavitud,
son llamados por naturaleza a identificar su causa, su inde-
pendencia y su gloria.
92. Colombia, señor, habiendo sacudido sus hierros y su igno-
minia, y constituidos bajo la égida de la libertad y de la vic-
toria, quiere unir su suerte a la de sus más caros vecinos, y
pretende garantizar sus vehementes deseos por la felicidad
del pueblo peruano, derramando la sangre de sus hijos so-
bre la tierra de los incas.
93. V.E. reitera sus protestas sinceras y su ardiente anhelo de
animar los dos estados amigos de un solo sentimiento de
interés, de libertad y de amor patrio. Colombia espera que
los generosos peruanos liguen esta unión con sus laureles, y
quede ella sellada hasta las más remotas generaciones.
94. Va el coronel Heres perfectamente instruido de todo, todo
cuanto ha ocurrido hasta ahora para que Ud. pesando nues-
tras circunstancias y la situación de este país delibere si debe
o no venir.

116
95. Yo no sé qué decir a Ud.: si no viene esto es perdido porque
todo, todo presagia una disolución.
96. El ejército no tiene jefes, el país está tan dividido en parti-
dos como están las tropas de los diferentes estados que las
forman: el congreso y el ejecutivo están discordes y esto no
puede traer buen resultado: no hay subsistencias para las
tropas y las pocas que se adquieren se mal invierten.
97. Ud. puede formar un buen ejército; pero tiene que entrar en
conciliar partidos y en remediar otros tantos o más entuer-
tos que en Colombia durante la Revolución.
98. Es cierto que La reputación y el nombre de Ud. es mucho
adelantado para que con su presencia corte muchos males,
pero siempre serán algunos los disgustos y trabajos.
99. También es verdad que en el estado de las cosas (si no varían
como sucede aquí de uno a otro momento) Ud. si quiere,
puede obtener todos los votos del congreso para que se le
dé el poder ejecutivo; pero yo opino que nunca conven-
dría esto, sino que un hijo del país lo ejerciera y Ud. sólo se
encargase de dirigir la guerra.
100. Pese Ud. pues, mi general, los bienes y los males de su ve-
nida.
101. Si Ud. no viene aquí es preciso que nos diga por un expreso
que vuele qué es lo que debemos hacer nosotros.
102. Nada, nada me hará entrar en el mando de un ejército que,
compuesto de materiales tan encontrados, necesita otra
mano que la mía para conducirlo con provecho.
103. En la semana próxima voy a abrir mis comunicaciones con
los españoles: antes no lo he hecho porque el Gobierno ha
pensado, con mucha razón, que es preciso, si se hace una
tregua, tener más terreno dónde mantenernos.

117
104. Yo dudo mucho conseguir nada de los españoles, pero al
fin se dará este paso que siempre nos honrará en el mundo,
porque buscar la paz teniendo los medios para la guerra, es
en cualquiera tiempo plausible.
105. Un decreto del cuerpo legislativo solicitando la venida de
Ud. para que en todo tiempo aparezca en el mundo que la
colocación de Ud. a la cabeza del ejército ha sido por el voto
de los representantes del pueblo, del ejecutivo, del mismo
ejército y de las provincias libres o bien de la parte sana de
los ciudadanos; y nunca, nunca se diga que porque existía
aquí una división colombiana.
106. El coronel Heres dirá a Ud. cuántas diligencias hemos he-
cho para adquirir los estados de fuerza de las divisiones del
Perú, chile y buenos aires y satisfacer los informes que Ud.
deseaba; muy poco hemos conseguido porque nada puede
averiguarse aquí de buena fe.
107. Aunque me sea doloroso decir mi opinión, mi simple opi-
nión respecto a la moral del ejército, debo exponerla a Ud.
yo creo que, a muy pocas excepciones, la ambición de la glo-
ria militar y espíritu de honor nacional están muy cambia-
dos por miras particulares, y que la guerra del Perú tiene el
aspecto de unos negociadores con tropas a su mando para
llevar al cabo sus empresas de fortuna.
108. Será uno de los trabajos de Ud. destruir este sentimiento
fatal a la disciplina, e inspirar la buena moral que debe ca-
racterizar a un ejército que se llama libertador, y que, si no
observa una conducta correspondiente a su título, converti-
rá los pueblos patriotas en enemigos de los independientes.
109. No puedo dar a Ud. una idea de la moral de la división de
Santa cruz; pero en general sus jefes y oficiales no se pueden

118
contar a pocas excepciones, entre los más aguerridos y ve-
teranos.
110. Poseyendo como bases suyas el mar y teniendo un ojo en
sus buques y otro en las provincias interiores y los dos sobre
el enemigo, hará algo.
111. Respecto a lo que haremos nosotros no puedo decir nada.
esto depende de lo que los españoles hagan en consecuencia
de la expedición al sur.
112. También hablo de oficio sobre reemplazos. Dudo que nos
los den y que entraremos en un gran choque por esto; yo
pienso que se puede sólo pedirlos y disimular sus excusas
mientras, poniéndonos en campaña, estemos en capacidad
de llenar los cuerpos sin tener que hacer con nadie.
113. Necesito que Ud. me diga qué hacer y si quiere que en úl-
timo caso resista salir sin que se nos den las bajas. Éste es
un punto muy esencial, porque sin reemplazos, a la vuelta
de poco, nuestra división será nula y quedaremos hecho el
juguete de los partidos como están los otros auxiliares.
114. Aunque mucho hablo al presidente sobre espionaje, creo
que lo tienen muy mal establecido y que se sabe poco o nada
del enemigo.
115. Por todo lo dicho verá Ud. mi general, que en el Perú hay
para Ud. un nuevo campo de gloria; pero también un nuevo
campo de trabajos inmensos. es algo difícil la elección.
116. Es ocioso decir a Ud. que por todo lo que pueda ocurrir,
debe ponerse en el sur un par de mil infantes buenos, o más
si es dable; y poner todo en estado de sostenerse para cual-
quiera desgracia.
117. El coronel Heres tiene genio organizador, firmeza bastante
y trabajaría con provecho. Si es permitido dar mi opinión,

119
diré que en caso de venir Ud. es bueno que traiga al general
Salom en el estado Mayor General. Su genio activo será su-
mamente pero sumamente utilísimo en la campaña.
118. Si Ud. no viene al Perú piense mucho en lo que será la suerte
de la división de Colombia en la tempestad sobre que se ha-
lla. No olvide Ud. de mandarle caballería, para que en caso
de perecer sea con gloria.
119. Nada fue más grato para mí que el imponerme el deber de
presentar al soberano congreso del Perú los sentimientos de
admiración y de respeto con que la República de Colombia
contempla al cuerpo representativo de la gran familia pe-
ruana.
120. He encontrado a la vez el más solemne testimonio de grati-
tud de parte del soberano congreso, la más grande confian-
za en las virtudes militares del libertador de Colombia, y el
más alto concepto del influjo que se dispensa al general bo-
lívar considerándolo capaz de dar una impulsión extraordi-
naria a la próxima campaña. el soberano congreso del Perú
ha añadido a mis ordinarios deberes un nuevo y más noble
motivo de reconocimiento.
121. Un solo ejército español es el que mancha hoy con sus plan-
tas el suelo peruano; y la américa del mediodía no reconoce
otro enemigo contra quién dirigir sus comunes esfuerzos.
122. Colombia cumplirá en las guerras del Perú los deberes que
le corresponden en una lucha nacional.
123. He creído hacer el mejor presente a la soberanía del congre-
so asegurándole que la división auxiliar colombiana ofrece
sus armas a la representación nacional por garantía de su
libertad; y que se honrará de servirla tan celosa y fielmente
como soldados peruanos.

120
124. Acomodada a las circunstancias que naturalmente ligan a
los españoles con los americanos, compatible con el espíritu
del siglo y con el grado de civilización a que han llegado los
hijos de ambos mundos: nada me resta sino acreditar a Ud.
cuán plausible me sea el que por incidencias de una gue-
rra ya terminada en mi país y próxima a finalizar en toda
la américa del mediodía, me vea en un contacto inmediato
con Ud. a quien personalmente me honro de profesar una
consideración muy distinguida.
125. Las virtudes militares de un guerrero, siempre son estima-
bles y no están en contradicción con las relaciones privadas
entre sociedades que sólo se diferencian por sus opiniones
divergentes.
126. Tal ha sido mi conducta hasta el día: tal será la misma en
adelante y bajo de ella me es muy agradable ofrecerme a Ud.
como obsecuente amigo y muy humilde servidor.
127. La república de Colombia después de haber completado glo-
riosamente su libertad e independencia, ha enviado a sus
hermanos del Perú una fuerte división que termine los ma-
les que aflige a esta parte de la américa.
128. El gobierno de Colombia, al tiempo que no excusa sus ar-
mas a los enemigos de la causa del Nuevo Mundo, solicita la
paz por todos los medios que están a su alcance; y la actual
situación de Europa le ofrece un campo que gustosamente
aprovecha para negociarla con el ejército español en el Perú.
129. Colombia al remitir sus tropas al Perú desea sólo obtener
la paz, y S.E. el libertador presidente de aquella República
al confiarme la misión de que estoy encargado en este país,
me ha instruido y autorizado en forma para solicitar vehe-
mentemente de V.E. una explicación de los objetos que se

121
propone el ejército español en el Perú en vista del estado
de la península; e iniciar una transacción que termine los
males de la guerra, para concluirlo él mismo a su llegada.
130. Autorizado por el gobierno del Perú para entrar en relacio-
nes con V.E. de acuerdo con el representante de chile; y co-
misionado expresamente por S.e. el libertador de Colombia
para proponer un acomodamiento honroso a V.E. y su ejér-
cito que concluya la lucha del Nuevo Mundo por su inde-
pendencia y sea útil a los intereses de la España liberal, es
que tengo la satisfacción de dirigirme a V.E. con la lisonjera
esperanza de que la razón no será desatendida.
131. Mas si atropellando la moderación y la justicia de nues-
tros reclamos se prefiere la guerra y la destrucción de los
pueblos; si no se ofrece de parte de V.E. otro partido a los
americanos que la esclavitud o la muerte: continuaremos el
camino que elegimos desde el año 10; y llegando al Potosí
entre desgracias y victorias mostraremos a la faz del mundo
que jamás en los sucesos prósperos o adversos evitamos un
paso que economizara la sangre y ahorrara los crímenes de
una guerra fratricida.
132. ¡Desairar yo al gobierno del Perú! No señor ministro: ¡de-
cirlo es una falta! intentarlo sería una abominación.
133. Entretanto, si el enemigo invade la capital, cumpliré la ofer-
ta que hice a S.e. que para mí es sagrada. Mi sentimiento es
superior a cuánto puede considerarse, por la incapacidad en
que estoy de ofrecerme absolutamente a las indicaciones de
S.e. respecto del destino que me confiere.
134. He dicho a S.e. y he protestado que serviré al Perú con todo
el interés y celo de un hijo del país; pero es demasiado exigir

122
lo que no puedo hacer sin que los resultados me presenten
malamente al Gobierno y la patria.
135. He ofrecido cuanto está a mi arbitrio, que es forzar mis sen-
timientos para encargarme del mando del ejército, cuando
haya de moverse si para este caso no hay quien, poseyendo
absolutamente la confianza pública, pueda prometer los su-
cesos más útiles y gloriosos al Perú.
136. Al fin hemos perdido ayer a lima, aunque hemos salvado el
ejército. Se ha cumplido el pronóstico que hice a Ud. desde
que observé la posicionen que estaban colocados los nego-
cios del Perú, y probablemente van a terminarse nuestras
esperanzas de remediar inmensos males que amenazan la
suerte de estos países.
137. Haré a Ud. una exposición de lo que ha sucedido, de lo que
pienso y de lo que preveo para que Ud. juzgue y resuelva.
138. Después de todas mis negativas a aceptar el mando del ejér-
cito que residía en lima, tuve que recibirlo el mismo día que
se determinó evacuar la ciudad en caso de ataque, porque
observé que sin esta dolorosa resolución iba no sólo a per-
derse la capital, sino con ella el ejército.
139. Yo tuve que ceder al torrente de males para ser la víctima de
un sacrificio, con tal que él produjese algún bien a la améri-
ca, más a Colombia, y que pudiese llenar los planes trazados
por Ud.
140. Yo he hecho a Ud. el servicio que quizás no hubiera hecho
a la patria; he comprometido mi reputación y perdido lima
estando en mis manos el ejército; dejo pendiente para los
resultados mi opinión y mi crédito.
141. Crea que he maldecido el momento en que yo vine a Lima.
¡cuánto ha sido lo que Ud. ha exigido de mí!

123
142. Mi General, el 12 supimos con evidencia que el enemigo
atacaba la capital y este día fatal de mi santo me encargué
del ejército, sacándolo por la tarde de lima para acamparlo
donde pudiese saber con qué fuerza contaba.
143. Permanecí con el ejército cubriendo a lima para proteger
la extracción de los intereses de los particulares, y lo que es
más, de algunos artículos militares que debían pasarse aquí.
144. Nuestra permanencia en el campo con un aire de esperar al
enemigo produjo la detención de éste en varios puntos has-
ta observarnos; pero informado sin duda ayer de nuestras
fuerzas, etc., marchó sobre lima resueltamente.
145. El callao es actualmente una confusión. Manda el presiden-
te como jefe del país; manda el marqués de torre Tagle como
gobernador de la plaza, aunque está enfermo en cama, y
mando yo las tropas. con desorden tal, es fácil concebir cuál
resultado tenga.
146. Pienso que Ud. no desaprobará mi conducta; porque de lo
contrario ¿qué hacer?
147. Diré, pues, a Ud. lo que yo pienso si se me deja libertad para
hacer las cosas.
148. Por supuesto que un trastorno tan absoluto como el que ha
ocurrido, exige una variación total de las instrucciones que
trajo O’Leary, y que por tanto no es dable otro partido que
arreglarnos a nuestra situación y partir de ella.
149. Yo voy a tratar con el enviado de chile para que la expedición
de allí venga a mis órdenes, y creo que el señor Campino
hará todas diligencias para que así se le mande.
150. No sé si Valdés querrá mandar nuestra expedición, o pre-
ferirá defender la plaza. o yo voy y él se queda, o viceversa.

124
151. Todo mi fin será impedir que nos metan en cuestiones sobre
mandos y jaranas en que estos señores no se entienden.
152. Yo repito a Ud. lo que tantas veces he dicho, que este país sin
un centro de autoridad que le dé marcha, sin un concierto
en sus negocios, y sin un jefe que reúna los partidos, difícil-
mente se salvará.
153. Juzgue Ud. pues, si metido entre los enemigos y esta clase de
gente tendré yo mi cabeza menos que sin juicio.
154. Bien pueden ser ellos malos, pero observo una atención a
las pasiones que era menester fuesen renunciadas en tales
momentos.
155. El señor Riva-agüero prefiere, y ha mandado formar nue-
vos cuerpos de reclutas (en que hasta los oficiales necesi-
tan instrucción) con tal de no dar a los cuerpos auxiliares
ningún reemplazo. este sistema lo observarán mañana con
nosotros, y yo estoy resuelto a declararle que nosotros no
serviremos contra nuestros intereses.
156. Es muy probable que mañana tendremos un disgusto a ver
si con tal costo se da un corte a males que proveo.
157. Hay tal miserable prevención, que hoy he notado muy poco
gusto en el presidente a nuestra marcha a intermedios por-
que cree que nosotros debilitemos el influjo de Santa cruz
allí. Voy a acostarme porque son las dos de la mañana y
estoy cansado del trabajo continuo de hoy y de esta carta.
158. No puede Ud. pensar cuál es mi sentimiento de esta inac-
ción; pero creo que Ud. aprobará que en cumplimiento de
sus instrucciones no haya comprometido nuestras fuerzas
contra una superioridad en número y en moral de los ene-
migos.

125
159. Ud. calculará cuánto tengo que sufrir cada día con tanta
clase de gente, tan diversa en intereses y mucha de ella tan
poco dispuesta a combatir.
160. Las instrucciones de Ud. me ponen en grandes embarazos
para resolverme. Ud. verá ahora cuán mal es atar a uno en
tan grande distancia.
161. Ud. me dirá si quiere que yo siga con otra fuerza al sur, y en
fin hábleme Ud. en el concepto de las circunstancias y por si
aún yo estuviere aquí.
162. Repito a Ud. mi General, que considere el conflicto en que
me ha puesto, y que crea que es el más alto testimonio de
deferencia con que puede justificar que es muy cordial y sin-
cero amigo de Ud.
163. Si O’Leary no le hace falta a Ud. vuélvamelo lo más luego.
164. Cuando yo tuve la honra de presentarme al soberano con-
greso el 21 del corriente, hice preceder al juramento que se
me exigió, una declaración absoluta de no admitir el mando
supremo militar que se me confiaba, sino para ejecutarlo
en las provincias que sirviesen de teatro a las operaciones
activas del ejército.
165. El ejército, o al menos la división colombiana, no se mez-
clará en las turbaciones que se han originado en tiempos en
que todos los hombres debían consagrarse exclusivamente
al exterminio de los enemigos de la causa general.
166. Si estas disensiones continúan con el aspecto que les obser-
vo, mi único partido será restituir a su patria los soldados
colombianos, para evitarles la deshonra de empeñar sus ar-
mas en guerras civiles.

126
167. El mayor aseo en el buque como en las personas de cada
individuo será observado con toda escrupulosidad. al ama-
necer cada soldado se lavará las manos, la cara y las piernas.
168. Se nombrará un oficial inteligente para recibir los víveres y
agua para la tropa debiendo éste dar un recibo diario con
el visto bueno del comandante para las cantidades que se
gasten.
169. De ninguna manera V.S. tendrá la menor dificultad con el
general Santa cruz. Si éste creyere innecesaria esta división
en el sur y se asomare la menor disensión, antes de entrar en
ella, preferirá V.S. reembarcarse y volverse al callao.
170. Después que, agotados los medios de suavidad para exci-
tar el patriotismo de este vecindario a socorrer las tropas
libertadoras, apenas se ha producido un miserable donativo
que a nada alcanza, me veo colocado en el terrible conflicto
de ocurrir a otras medidas, o de dejar perecer y destruir el
ejército.
171. Admira que un pueblo patriota que, sofocado por las exac-
ciones y vejaciones del gobierno español, ofrecía sus auxilios
a sus conciudadanos [armados] venidos para expulsar a los
opresores, se haya mostrado en los momentos más precisos
un frío espectador de la contienda en que está interesada su
suerte y su tranquilidad.
172. Ninguna mira interesada puede guiar a nuestra tropa, hom-
bres que han sacrificado su reposo, sus familias y hasta su
patria por venir a libertar a sus hermanos, que exponen su
vida por la independencia del Perú y que generosa y sufri-
damente soportan fatigas, infinitas privaciones y penas por
quebrantar los hierros con que son humillados los america-
nos, deben ser considerados como amigos francos que sólo

127
exigen por sus trabajos [una] su subsistencia y los arbitrios
para terminar esta guerra de horror.
173. El ejército ha traído la vida de sus soldados, sus armas y mu-
chos elementos [de guerra] pero carece de los de movilidad,
carece de fondos y debe fijar la base de sus reemplazos sobre
el territorio que ocupa. Arequipa [que] ha provisto de tan
inmensos y toda clase de recursos al ejército español, que lo
ha oprimido, parece que debe prodigarlos a los que vienen
a libertarla.
174. El muy ilustre cabildo puede pensar cuál es mi sentimien-
to al usar un lenguaje que es tan desagradable a mis senti-
mientos y a los objetos del ejército, como exigente el deber
de llenarlo si me viere forzado a ello.
175. Cuando los males de una revolución tocan la fe y la cristian-
dad, ha llegado un país al término de las desgracias.
176. Un soldado del escuadrón de V.S. acaba de quitar una mula
al hijo del conductor de correos de Chuquibamba. Disponga
V.S. que inmediatamente se le devuelva la mula, y que al
soldado que se la quitó se le den 500 palos, aunque quede
muerto en el acto. en la inteligencia de que V.S. será res-
ponsable del cumplimiento de esta orden bajo la pena de
suspensión de su empleo.
177. El ejército unido pisó vuestro territorio entre el júbilo de los
patriotas ilustres y de los corazones amantes del Perú.
178. El ejército de mi mando no es suficiente a oponerse en es-
tas provincias a un enemigo doblemente fuerte y victorioso,
debe pues unirse al resto de sus camaradas para defender
al Perú: él estará pronto entre nosotros porque su corazón
está unido a vuestro patriotismo y porque cuenta con la

128
cooperación de todos los americanos para hacer estos pue-
blos independientes y peruanos.
179. Mientras el ejército permaneció entre vosotros os exigí su
subsistencia, pero jamás quise comprometeros con el me-
nor acto público que autorizase la crueldad española en los
resultados que preveía a la campaña.
180. Vosotros estáis a cubierto por la conducta del ejército del
azote sangriento con que los españoles aniquilaron a otros
pueblos.
181. Españoles: ningún decreto de confiscación afligió a vuestra
familia: ninguno de vosotros fue perseguido por sus opinio-
nes. Si mientras el ejército libertador vuelve nuevamente so-
bre estas provincias observáis una conducta menos franca,
acordaos que nuestra causa es la causa de los pueblos contra
sus tiranos y que jamás los déspotas subyugaron a los hom-
bres que resolvieron ser libres. temed la venganza.
182. ¡Soldados! el hijo de la victoria ha pisado al Perú. el ilustre
Bolívar llegó a las playas de lima, y a su sombra desaparecen
los peligros de la patria.
183. ¡Soldados! entregando el mando del ejército unido al liber-
tador de Colombia, mi corazón siente el placer inmenso
de consideraros triunfantes bajo el genio, destinado por la
américa para humillar el orgullo español.
184. Peruanos: vuestra independencia está asegurada: los votos
de los incas quedarán, cumplidos, y la tierra del sol será li-
bre.
185. Chilenos: vosotros fuisteis los primeros en tremolar los es-
tandartes americanos sobre las costas del Perú: llevadlos
con nuevos laureles hasta el trono de Atahualpa.

129
186. Argentinos: desde las márgenes de la Plata hasta el ecuador,
vuestras armas vencedoras se emplearon siempre en favor
de vuestros hermanos: completad los servicios que os exige
un pueblo amigo, para que el Nuevo Mundo os agradezca
los bienes de la paz.
187. Colombianos: Bolívar os dio patria y os condujo siempre a
la gloria; él os invita a nuevos combates por la libertad; se-
guid sus pasos: un día de Boyacá os volverá a Colombia.
188. El general Lara me habla todos los días que no quiere man-
dar la brigada, después del disgusto que ha tenido con los
jefes.
189. Hoy me ha dicho que se va a dar de baja; me ha pasado ofi-
cio ya para que nombre otro jefe, y no sé qué hacer. yo le
digo que vamos a unirnos con Ud. y que Ud. determinará.
190. Repito, mi general, lo que he dicho: esta brigada se pierde
fuera de la división de Colombia: no hay un día en que yo
no tenga disgustos con el tal ejército unido.
191. Estoy cansado de sufrir y todo el mundo me quiere amolar.
Cada uno tira por su lado; nadie me ayuda al objeto esen-
cial.
192. En fin, daré las gracias cuando no tenga más que hacer con
tropas aliadas: si no salgo pronto de ellas, no extrañe que
haga disparates hasta en las operaciones militares.
193. No cuento que hay moral, ni entusiasmo para nada, y va-
mos a peor cada día.
194. Insisto en que las tropas de Colombia estén siempre unidas
para que tengan estímulo y opinión.
195. En una época en que se han estrechado los vínculos que
naturalmente unían los intereses e identificaban la causa de
ambas Repúblicas y aun de todo el continente americano, es

130
el mayor bien por el que debemos felicitarnos mutuamente
el que un genio (cualquiera que fuese) como el general bolí-
var cuya opinión y autoridad le da un ascendiente superior
a los mismos sucesos, haya aparecido en la capital y encar-
gándose de la dirección de guerra.
196. No es éste el único bien que el Perú reportará de su venida.
la calma de todas las pasiones tumultuarias y la cesación de
los progresos de una guerra civil, la sofocación del espíritu
de partido tan funesto en estas crisis y la extinción total de
la tea de la discordia serán el más grande beneficio que el
libertador irrogará al Perú.
197. Ud. como jefe de este estado debe interesarse no menos en la
prosperidad de él que en la terminación de la guerra, y con-
cluirá Ud. por la anarquía el horror que causa generalmente
a todos los hombres de bien. Ésta parece haber dejado ya al
Perú, y el orden y método han sucedido prodigiosamente.
198. Pongo en manos de Ud. el negocio más importante que pue-
de ocurrirme.
199. Asegurada mi reputación de tal manera en esta campaña y
con la buena suerte de gozar siempre la estimación y amis-
tad del libertador, quiero excusarme el caso de aceptar nin-
gún destino que pretenda darme, y por tanto autorizado de
motivos suficientes, presento al supremo Gobierno mi reso-
lución de obtener la licencia final, y mi declaración termi-
nante de que sólo por compromisos de honor se me obligará
a recibir instantáneamente algún mando.
200. En mi graduación quizás podría valuarse mi solicitud por
la deliberación de un momento; pero para afirmarla del
modo más positivo tomaré la libertad de decir a V.S. que
el Gobierno me hará un bien en concederla, porque yo no

131
debo prestarle en adelante otros servicios que los de un fiel
soldado cuando la patria esté amenazada, y cuando no, los
de un simple y honrado ciudadano.
201. Que motivos imprescindibles en la delicadeza de un militar,
me hacen el deber de poner término a la carrera en que des-
de joven dediqué mis servicios a la República.
202. Un soldado cultivando la tierra después de trece años de
combates y cuando su patria no lo necesita, pasará por un
espectáculo de honradez en una república naciente.
203. En el retiro de una vida privada, y trabajando por ser útil a
mi familia y a mi patria, yo recordaré con gratitud las gra-
cias que obtuve en la carrera de las armas, para estar siem-
pre dispuesto a ser un soldado en los peligros de Colombia.
204. El coronel Ibarra ha venido a decirme que Ud. quería que
me encargase hoy del mando de la división de Colombia, y
antes de recibir ninguna orden oficial, me tomo la libertad
de suplicarle me preste un momento de atención sin moles-
tarse.
205. Forzado entretanto en la dura alternativa de seguir los con-
sejos de mi honor, o de acompañarlo a Ud. bajo cualquier
concepto, he sido arrastrado maquinalmente sin resolver
nada por mi razón, prefiriendo el triste papel de la nulidad
en que estoy, a tomar ninguna representación conservándo-
la manchada.
206. A no ser por Ud. personalmente, yo hubiera pensado arros-
trar todo lo que se quisiera disponer de mí, más bien que
ponerme al frente de los colombianos como un militar in-
sultado tranquilamente.
207. Pero es preciso hacer justicia, y me prometo recibirla de
Ud. Si yo tomara un servicio activo dirigiendo soldados que

132
siempre han merecido la victoria, y llevando a la vez el bo-
chorno que tengo, mis compatriotas y Ud. mismo me con-
siderarían como un general dispuesto a sufrirlo todo por
conservar su uniforme y su empleo; y yo confieso que no
mandaría con confianza estas tropas que habiendo notado
mi vergüenza deben esperar mi vindicación.
208. Yo ruego que Ud. contemple un instante mi posición, par-
ticularmente después de tantas ocurrencias en la campaña
del Perú.
209. Mi corazón lucha ahora mismo entre mi obediencia, entre
mi gratitud a las distinciones con que Ud. me ha honrado,
y entre el justo amor a la estimación de mis paisanos: en
tal conflicto, mi General, me aventuro a implorar de Ud.
que me permita continuar acompañándolo en mi estado
pasivo y batiéndome como un soldado en cualquiera oca-
sión en que se comprometan nuestras armas, mientras Ud.
me concede la oportunidad de presentarme al gobierno de
Colombia para justificarme.
210. Puedo ser culpable de una desgracia que sufrí en el sur, que
merezca castigo, y que confunda los demás sucesos. yo es-
toy resuelto a sufrirlo y a manifestar los hechos para no lle-
var vanamente distinciones que en tal caso deshonran. Vale
más renunciarlas, y procurar en una vida privada ser útil
ciudadano.
211. La carta de Ud. ha colmado el dolor de mi alma. ¿Por qué
quiere Ud. humillarme con una satisfacción en la ofensa
en que no he creído a Ud. parte? yo no la pretendo ni del
Gobierno que me ha agraviado, y me ha reducido a la triste
condición de satisfacer a todos, y de vindicar los ultrajes que
he recibido.

133
212. Mi General, si Ud. cree que puedo serle útil en el ejército
escogeré llevar, aunque con rubor, cualquier destino, antes
que cometer la infamia de abusar de su situación y hacerme
necesario.
213. Haga Ud. lo que guste: yo he amado a Ud. con la ternura
que, a un padre, y me someteré a su voluntad; pero si con-
siente que le pida algo, será que mi continuación sea sólo
por el tiempo en que pueda prestar algún servicio a su amis-
tad, y no más.
214. Por mostrar mi gratitud a Ud. haré siempre cualquiera sa-
crificio; pero estoy determinado a poner término a mi ca-
rrera, para no sufrir jamás otro bochorno.
215. Yo no he pensado abandonar esta campaña e ir a Colombia
con mi empleo; al pisar mi país debo borrar mi nombre de
la lista del ejército, porque como he dicho, no pretendo lle-
var honores que ha ultrajado un Gobierno a quien serví tan
celosa y fielmente.
216. Los sucesos del sur en que tanto mal hicieron a la patria las
pasiones y la ambición de esos dos señores, unidos a otras
causas, me han desagradado en términos que he rehusado
tomar ningún destino en el ejército.
217. Por mí, le confieso a Ud. que de mejor voluntad me iría a
sembrar papas, tanto por salir de la carrera pública que en
mi actual situación me ofrece más disgustos que gloria,
cuanto por sacar el cuerpo de este laberinto complicado de
negocios que hay en el Perú.
218. Yo sé que en cualquier parte he de vivir bien porque creo
saber trabajar y no tengo ambición.
219. Es probable que haré esta campaña porque hoy mismo
insiste el libertador en que tome a mi mando las fuerzas

134
colombianas y no sé si mis excusas logren algún partido que
concilie mis deseos y su amistad.
220. Temo sobre todo con horror a las disensiones de este Perú
y desde que veo a un hombre insignificante como Riva-
Agüero disputar el mando del país y tener séquito para sus
pretensiones, veo que se descubrirán pronto las aspiraciones
de treinta otros Riva-Agüeros que llevan sofocada su ambi-
ción para desplegarla en la mejor oportunidad que encuen-
tren.
221. Un hombre de conducta franca como yo, tiene violencia en
tal estado. creo haber justificado que nada quiero en el Perú:
he tenido en mis manos ser jefe supremo de este país y lo he
visto con la indiferencia que todo el que posea buena razón
y juicio.
222. Mi carácter es opuesto a la ambición: sólo pienso y sólo as-
piro a ser un buen colombiano.
223. Las cosas de la Prueba no están buenas porque no tenemos
que echarle de gallo. Ud. ve estas cosas tan desagradables. Si
con el libertador juegan esos caballeros así ¿qué le parece a
Ud. que harían conmigo?
224. Aunque el libertador me hizo justicia en mi conducta en el
sur, verá ahora cuánta y cuánta tengo cuando va conocien-
do la gentecita con quien lidiamos. el general Santa cruz le
hizo mil protestas de obediencia al libertador, y véalo Ud.
que hace la guerra contra todos. en fin, ya se irá viendo qué
trozos son los tales hombres
225. En días pasados supliqué a S.E. el Libertador que hiciese ve-
nir de Quito al teniente coronel Eusebio borrero, que fue mi
secretario en la campaña del Sur. Vuelvo a instarlo nueva-
mente, porque el trabajo de secretaría se ha aumentado al

135
triplicado con tantas comunicaciones con las guerrillas, con
los comisionados, con los comandantes de partidas y con
los comandantes de cuerpos del Perú.
226. Ni el ejército unido ni el de Colombia tienen estado Mayor.
Yo tengo que ser jefe del estado Mayor, jefe del ejército, se-
cretario y todo. Yo serviría todo si fuera dable hacerlo; pero
el trabajo de oficina me quita tres partes del tiempo que de-
bía ocupar en el trabajo activo del ejército.
227. Lo peor de todo es que no teniendo tiempo para todo, todo
queda mal hecho, y el ejército sufre en su servicio lo que no
debiera sufrir si yo pudiera dedicarme sólo, como debía, al
trabajo activo en él.
228. Escriba a todos sus amigos, y a todos los comandantes de
partidas, que desprecien los pérfidos consejos de Tagle y
otros malvados americanos que han vendido vilmente los
intereses de su patria y la confianza que el Perú depositó en
ellos.
229. Es probable que pronto tengamos una batalla, pero conser-
vamos la más lisonjera esperanza de ganarla. Nuestro ejér-
cito es tan fuerte ahora como el del enemigo, y acabamos
de recibir nuevas tropas con el general córdoba, que está
llegando a Trujillo con 2.000 hombres.
230. Tropas suficientes y muy buenas no nos faltan para un com-
bate. lo que necesitamos es conservar la fidelidad de todos
los servidores del Perú y que los paisanos, los pueblos y las
guerrillas se porten bien.
231. Mucho me alegra la reducción que Ud. hace de los cua-
dros del Perú a cuerpos, que merezcan serlo y que puedan
servirnos. Me esperanzo que el general la Mar pondrá esa

136
división en orden y tono; creo que tiene alguna buena gente,
y no debe estar mal de disciplina porque no son tan nuevos.
232. Los batallones estos están en una constante disciplina, y Ud.
notará que no cuentan deserción sino muy poca. ahora poco
se fueron unos reclutas de Voltígeros, gente de Yungay; pero
será bien reemplazada.
233. La tropa y oficiales conservan su moral y su espíritu nacio-
nal, tienen orgullo, y espero que se batirán bien.
234. ¡Qué buen sargento, y qué orgullo debe inspirar esta buena
acción a nuestra tropa!
235. Aunque yo tengo una grande estimación por espinar, y que
es mi amigo, no me parece (y esto como simple parecer)
que él baste para estar a la cabeza del estado Mayor General
libertador: tú sabes que nunca ha servido en el cuerpo, y él
también lo sabe para no ofenderse.
236. Esta carta es para ti solo: la recibirás como observaciones, y
no como quejas, y te servirá para lo que pueda ser útil, sin
que hagas uso de ella sino para hablar al libertador lo que te
parezca que es en el orden, porque no soy tan aferrado a mis
pareceres que los crea sin errores.
237. Es a la verdad un escándalo la deserción que ha sufrido el
comandante Aldao, y mucho más abominable la conducta
de los que han robado los caballos del escuadrón.
238. Cualquiera que sea el dolor de una fuerte ejecución, es pre-
ferible al terrible mal de una dislocación en el ejército que
destruiría la moral y el orden. así, la salud del ejército será la
primera consideración de V.S.
239. El Perú estuvo en febrero, marzo y abril, como un hombre
con una enfermedad peligrosa de muerte. los jefes mismos

137
de esta República, es decir, su gobierno, por la traición más
infame, la han puesto casi en poder del enemigo.
240. Lo peor de todo fue que el marqués de Torre Tagle presi-
dente de la República, y su primer ministro el conde de San
Donás, abusando de la confianza del Perú, vendieron los
intereses de su patria en un mensaje que fue dirigido por
el ministro donde los enemigos, y cometieron el más atroz
crimen, que ha ocurrido en la Revolución, pasándose ellos
mismos a los españoles.
241. Libertar nosotros el Perú, será la obra de resucitar un muer-
to: si como nos lisonjeamos, se consigue la empresa, será
un acontecimiento que no sólo llevará nuestra reputación
militar más allá de lo que puede afirmar la independencia,
sino que por mucho tiempo Colombia tendrá una influencia
poderosa en la política de américa.
242. Nosotros llevamos una inmensa ventaja a los enemigos: si
ellos pierden una batalla, han perdido todo, todo. Darán
quizás otra de poca importancia. Si nosotros la perdiéra-
mos (que no es posible), perderemos la parte libre del Perú,
pero ellos aún tendrán mucho que trabajar para ir al sur
de Colombia. este país es patriota: después de una victoria,
se sublevará todo contra los españoles y en medio del ago-
tamiento de sus recursos, nos dará con qué continuar una
marcha rápida sobre los restos enemigos.
243. Creo mi General, que Ud. convendrá en que un hombre que
carezca de la delicadeza necesaria para servir su destino, no
debe obtenerlo y menos vivir en la sociedad que guían el
honor y la gloria.
244. Yo he sido separado del mando del ejército para ejecutar
una comisión que en cualquiera parte se confía cuando más

138
a un ayudante general, y enviado a retaguardia al tiempo
en que se marchaba sobre el enemigo; por consiguiente, se
me ha dado públicamente el testimonio de un concepto de
incapaz en las operaciones activas, y se ha autorizado a mis
compañeros para reputarme como un imbécil, o como un
inútil.
245. Pienso señor, que al usar este lenguaje no se me acusará de
orgulloso ni aspirador. habiendo rehusado de todo mi cora-
zón el primer rango del Perú que obtuve una vez por la re-
presentación nacional, parece que poseo un derecho a exigir
de mis compatriotas que me crean con sólo el deseo de un
poco de estimación pública; pero este desprendimiento de
los destinos, ni me aleja de los miramientos que debo a mi
actual empleo, ni me autoriza para prostituirle su dignidad.
246. Es cierto que he consentido en la aceptación de un título
vano, y que me he dejado llamar general en jefe del ejército
unido con un ejercicio vago e informal; pero ni he pasado
sin conocerlo, ni de saber la crítica de los jefes a mi insulsa
representación: la continué no obstante por complacer a Ud.
y por servir al ejército sin someterme nunca a la presunción
del título.
247. Sucede de algunas distracciones que de un mal se va a otro,
y yo he visto con dolor que sufriendo varios pequeños gol-
pes (y tal vez algunos no pequeños) se me ha dado el más
fuerte que jamás preví, de reducirme ante el ejército unido
al ridículo papel de conducir enfermos de retaguardia.
248. No sé si al desgradárseme con semejante comisión se ha tra-
tado de abatirme; pero mi conducta me persuade que no
lo he merecido; no sé tampoco si porque se me ha juzgado
inepto; pero en tal caso me consuela decir que he servido a

139
Ud. y al ejército con un celo especial, y que en la campaña
he tenido una absoluta consagración a todos los trabajos.
249. Sea lo que sea, mi General, esta comisión ha servido de bur-
las y sátiras a los que no son mis amigos, y de sorpresa a los
que me estiman.
250. Yo he sufrido la humillación de que algún jefe me dijera
que haberla aceptado era una indebida autorización para
que casi pudieran ser tratados los demás como criados (dis-
pense Ud. que use la misma palabra) y si esto se ha dicho
a mi frente, es fácil juzgar lo que se hable a mi espalda, e
inferir qué respetabilidad y qué concepto he de merecer a
mis compañeros.
251. Es incontestable que se ha declarado de hecho a la faz del
ejército que no se me necesita para nada (que es demasiado
probable), y lo que es más mortificante, Ud. ha dicho a algu-
no de mis menos amigos que se me mandaba a retaguardia
en busca de las altas de hospitales y de las guerrillas.
252. ¿No es esto dar a mis desafectos los medios de desacreditar-
me? Sin embargo, yo creo de buena fe que sirvo para mucho
más que tales comisiones.
253. De todo esto deducirá Ud. que mi situación es un conflic-
to: estoy separado del ejército por la distancia del honor al
vilipendio; y mi corazón está unido a Ud., al ejército y a la
gloria de Colombia en la libertad de este país.
254. He meditado doce días mi posición y el partido que me deje,
y después de un choque constante entre mis deseos y mis
deberes, estos me aconsejan de no presentarme otra vez en
donde mis compañeros me han visto salir con desaire. Ud.
querrá permitir que abrace la resolución que me dictan mi
conciencia militar y mi justificación.

140
255. Ud. sabe mi General que nadie ha sido más empeñado
que yo en esta campaña, y que aun cuando el año pasado
quise por razones poderosas irme de este país, luego tomé
una muy positiva determinación de quedar hasta el fin de
la guerra, corroborándola sinceramente en los conflictos
de febrero y marzo, y mucho más después del consejo de
Huamachuco.
256. He llenado con entera contracción mis obligaciones, hasta
que nuestro ejército tomando en todos sentidos una supe-
rioridad absolutamente decidida sobre los enemigos, nos
presagia o asegura una conclusión feliz y pronta y hasta que
el suceso más inesperado y bochornoso me ha despedido
del ejército.
257. Ningún acaecimiento de otra especie que no ofendiera tan
directamente mi reputación, pudiera inducirme al parti-
do que más me cuesta; y no a la verdad por esperanzas de
premios militares ni otras recompensas al fin de la campa-
ña, sino porque mis sentidos todos estaban tan ligados a la
suerte de nuestros cuerpos en el resultado final de la empre-
sa, como se halla Ud. a su gloria.
258. Estaba con el ejército colombiano como un hombre deliran-
temente enamorado, y juzgue Ud. por tanto cuán dolorosa
me es esta resolución que, aunque se mire desesperada, es
preciso abrazarla.
259. Los amigos a quienes he consultado mi posición me han
reprochado de que no representara antes contra el ultraje
de la comisión; pero si yo conviniera que fuese una falta,
seré suficientemente disculpado con mi prudente y ejem-
plar obediencia a los mandatos de Ud.; y porque además era

141
una triste indiscreción reclamar otras consideraciones que
aquellas que buenamente se me dispensaran.
260. Después de esta franca exposición, creo señor que Ud. no
me negará mi marcha para cualquiera parte. Ni Ud. querrá
que un soldado honrándose conforme con la vergüenza y el
desprecio, ni es digno de Ud. que se me humille más de lo
que he sido.
261. Con esta confianza permaneceré unos días de Huancayo a
Huánuco, y para no estar ocioso hasta el último instante
continuaré ocupándome en despachar lo que venga al ejér-
cito, mientras Ud. tiene la bondad de mandarme sus órde-
nes, que en mi desagradable posición creo justo, regular y
debido sean para fuera de este país.
262. No hablaré de destino ni aun en Colombia porque estoy es-
carmentado de los vejámenes que injustamente he sufrido
en muchos de ellos: iré a Bogotá si Ud. gusta, y ya que ha
cesado en nuestra patria el ruido militar, me dedicaré de
ciudadano a estudiar cuanto pueda para servir a los pueblos
siquiera en algún modo, mi comisión en el senado.
263. Entretanto mi General sea Ud. feliz: lleve nuestras armas li-
bertadoras y triunfantes donde haya enemigos de Colombia:
mi corazón y mis votos seguirán constantemente a Ud. y
serán siempre por su gloria y prosperidad.
264. Ojalá que en todas partes la sombra de Ud. sean la fortuna
o la victoria.
265. Adiós mi General: no sé cómo acabar esta carta: el dolor
sofoca cualquiera expresión de mi alma; mis sentidos están
atormentados por la desesperación. Pediré no obstante dos
cosas: que no se me coloque en una situación más aflictiva,
y que Ud. no quite los restos de estimación que pueda tener,

142
por su desgraciado y siempre fiel amigo, obediente y humil-
de servidor.
266. ¡Batallón No 2! ¡Me acompañasteis en Quito; vencisteis en
Pichincha, y disteis libertad a Colombia: hoy me acompa-
ñáis en Ayacucho; también venceréis y daréis libertad al
Perú asegurando para siempre la independencia de américa!
267. ¡Legión peruana! ¡Si fuisteis desgraciada en Torata y
Moquegua, salisteis con gloria y probasteis al enemigo
vuestro valor y disciplina; hoy triunfaréis y habréis dado li-
bertad a vuestra patria y a la américa!
268. ¡Compatriotas llaneros! ¡estoy viendo las lanzas del
Diamante de apure, las de Mucuritas, Queseras del Medio
y calabozo, las del Pantano de Vargas y Boyacá, las de
Carabobo, las de Ibarra y Junín! ¿Qué podré temer? ¿Quién
supo nunca resistirles? Desde Junín ya sabéis que allí (en el
cerro en frente, donde estaban los españoles) no hay jinetes,
que allí no hay hombres para vosotros, sino unos mil o dos
mil soberbios caballos con que pronto remudaréis los vues-
tros. Sonó la hora de ir a tomarlos. obedientes a vuestros
jefes caed sobre esas columnas y deshacedlas como centellas
del cielo. ¡lanza al que ose afrentaros! ¡corazón de amigos
y hermanos para los rendidos! ¡Viva el llanero invencible!
¡Viva la libertad!
269. ¡Heroico “Bogotá”! Vuestro nombre tiene que llevaros siem-
pre a la cabeza de la redentora Colombia; el Perú no ignora
que Nariño y Ricaurte son soldados vuestros; y hoy no sólo
el Perú, sino toda la américa os contempla y espera mila-
gros de vosotros. esas son las bayonetas de los irresistibles
Cazadores de Vanguardia de la epopeya clásica de Boyacá.
esa es la bandera de Bomboná, la que el español recogió de

143
entre centenares de cadáveres para devolvérosla asombrado
de vuestro heroísmo. la tiranía (señalando el campo espa-
ñol) no tiene derecho a estar más alta que vosotros. Pronto
ocuparéis su puesto al grito de ¡Viva Bogotá! ¡Viva la amé-
rica redimida!
270. ¡“Caracas”! Guirnalda de reliquias beneméritas (de otros
cuerpos que forman ese) que recordáis tantas victorias
cuantas cicatrices adornan el pecho de vuestros veteranos.
ayer asombrasteis al remoto atlántico en Maracaibo y coro;
hoy los andes del Perú se humillarán a vuestra intrepidez.
Vuestro nombre os manda a todos ser héroes. es el de la pa-
tria del libertador, el de la ciudad sagrada que marcha con
él al frente de la américa. ¡Viva el libertador! ¡Viva la cuna
de la libertad!
271. ¡“Rifles”! Nadie más afortunado que vosotros donde voso-
tros estáis, ya está presente la victoria. acudisteis a Boyacá,
y quedó libre la Nueva Granada; concurristeis a Carabobo
y Venezuela quedó libre también; firmes en Corpahuaico,
fuisteis vosotros solos el escudo de diamante de todo el ejér-
cito libertador; y todavía no satisfecha vuestra ambición de
gloria, estáis en Ayacucho, y pronto me ayudaréis a gritar:
¡Viva el Perú libre! ¡Viva la américa independiente!
272. Al Voltígeros ¡Voltígeros!... harto sabe el Perú que nadie
aborrece tanto como vosotros al despotismo, y que nadie
tiene tanto qué cobrarle. No contento con hacernos escla-
vos a todos, quiso hacer de vosotros nuestros verdugos, los
verdugos de la patria y de la libertad. Pero él mismo honró
vuestro valor con el nombre de Numancia, el más heroico
que España ha conocido, porque quizás no encontró penin-
sulares que pudieran honrarlo más que vosotros. He aquí

144
el día de vuestra noble venganza... cinco años de sonrojo,
cinco años de ira, estallarán hoy contra ellos en vuestros co-
razones y en vuestros fusiles. Sucumba el despotismo. ¡Viva
la libertad!
273. Al Pichincha ilustre Pichincha... esta tarde podréis llamaros
Ayacucho... Quito os debe su libertad y vuestro general su
gloria. los tiranos del Perú no creen nada de cuanto hici-
mos, y están riéndose de nosotros. Pronto los haremos creer,
echándoles encima el peso del Pichincha, del Chimborazo y
del Cotopaxi, de toda esa cordillera, testigo de vuestro valor
y ardiente enemigo de la tiranía, que hoy por última vez
(señalando al campo español) osa profanar con sus plantas.
¡Viva la américa libre!
274. Al Vargas Bravos del Vargas. Vuestro nombre significa dis-
ciplina y heroísmo y del cauca a Corpahuaico harto habéis
probado que lo merecéis. No tuve la dicha de admiraros en
Bomboná, pero, aquí está el Perú y la américa entera a aplau-
diros en el mayor de los triunfos. Acordaos de Colombia...
del libertador... Dadme una nueva palma que ofrecerles a
ambos en la punta de vuestras bayonetas. ¡Viva Colombia!...
¡Viva el libertador!
275. Al Vencedores Desde las orillas de apure hasta las del
Apurímac habéis marchado siempre en triunfo. el brillo de
vuestras bayonetas ha conducido la libertad a todas partes y
el ángel de la victoria está tejiendo en este instante las coro-
nas de laurel con que serán ceñidas vuestras sienes en este
instante de gloria para la patria… ¡Viva la libertad!...
276. El gran Simón bolívar me ha prestado hoy su rayo invencible,
y la santa libertad me asegura desde el cielo que los que he-
mos destrozado solos al común enemigo, acompañados de

145
vosotros es imposible que nos dejemos arrancar un laurel, el
número de sus hombres nada importa; somos infinitamente
más que ellos porque cada uno de vosotros representa aquí
a Dios omnipotente con su justicia y a la américa entera con
la fuerza de su derecho y de su indignación. aquí los hemos
traído peruanos y colombianos a sepultarlos juntos para
siempre. este campo es su sepulcro y sobre él nos abraza-
remos hoy mismo anunciándolo al universo. Viva el Perú
libre... ¡Viva toda la américa redimida!
277. ¡Soldados! De los esfuerzos de hoy, pende la suerte de la
américa del Sur... otro día de gloria va a coronar vuestra
admirable constancia.
278. El campo de batalla ha decidido por fin que el Perú corres-
ponde a los hijos de la gloria.
279. Seis mil bravos del ejército libertador han destruido en
Ayacucho los nueve y mil soldados realistas que oprimían
esta República: los últimos restos del poder español en amé-
rica, han expirado el 9 de diciembre en este campo afortu-
nado. tres horas de un obstinado combate han asegurado
para siempre los sagrados intereses que V.E. se dignó con-
fiar al ejército unido.
280. Por este momento el ejército libertador ofrece a V.E. como
sus trofeos en Ayacucho, catorce piezas de artillería, dos
mil quinientos fusiles, más de mil prisioneros, entre ellos el
virrey la Serna y sesenta jefes y oficiales, mil cuatrocientos
cadáveres y heridos enemigos y multitud de otros elementos
militares.
281. Entretanto debo instruir a V.E. que he tomado la libertad
de conceder a nombre de V.E., de Colombia, del congreso
y del Gobierno varios premios después de la victoria, a los

146
generales, jefes y oficiales que más han brillado en la célebre
jornada, que ha afirmado eternamente la independencia del
Perú y la paz de américa.
282. ¡Colombianos! Del Orinoco al Desaguadero habéis marcha-
do en triunfo; dos naciones os deben su existencia; vuestras
armas las ha destinado la victoria para garantir la libertad
del Nuevo Mundo.
283. Mientras se extienden los tratados, anticipo a V.E. la noti-
cia fausta del término de la guerra, a la vez que presento a
V.E. las congratulaciones del ejército, que se reconoce a V.E.
deudor de sus triunfos como al genio que lo ha enseñado
a vencer, como al guerrero que lo ha puesto siempre en la
senda de la victoria.
284. El tratado que tengo la honra de elevar a manos de V.E. fir-
mado sobre el campo de batalla, en que la sangre del ejército
libertador aseguró la independencia del Perú, es la garantía
de la paz de esta República, y el más brillante resultado de la
victoria de Ayacucho.
285. Una circunstancia notable he olvidado en mi parte a V.E.
Según los estados tomados al enemigo, contaba éste dispo-
nible en el campo de batalla nueve mil trescientos diez hom-
bres, mientras el ejército libertador formaba sólo cinco mil
setecientos ochenta.
286. Estoy más contento por haber llenado la comisión de Ud.
que por nada.
287. La campaña del Perú está terminada: su independencia
y la paz de América se han firmado en este campo de ba-
talla. El Ejército Unido cree, que sus trofeos en la victoria
de Ayacucho sean una oferta digna de la aceptación del
Libertador de Colombia.

147
288. Había excusado contestara Ud. porque no me gusta tener
con mis amigos palabras que no sean complacientes; parece
que Ud. ha querido dudar alguna vez que yo sea su amigo,
pero éste ha sido un simple querer, o permitirá Ud. que diga,
un mal capricho. circunstancias de un momento pueden
causar un disgusto, pero jamás alterar sentimientos que la
inclinación y el tiempo han grabado.
289. Estoy muy contento y muy contento de la conducta de los
cuerpos: Colombia debe tener orgullo de poseer este ejérci-
to, y ninguna diligencia es demás para conservarle su brillo
y esplendor.
290. Después que he cumplido mi comisión, y que he satisfecho
mis compromisos, es mi mayor anhelo el retirarme: ni mis
deseos, ni mi situación convienen en que yo continúe el
mando de ningún ejército.
291. He pedido al libertador que se me releve, pero sé que va
a contestar que estando desprendido él del ejército de
Colombia, me entienda con Ud. en esta jerga en que él me
dice me entienda con Ud., y Ud. que me entienda con él,
sentiré que se me estreche a una posición forzada.
292. Reclamo, pues, de Ud. que se me releve, y que se me dé mi
licencia; he calculado que no debo servir más sin hacer un
sacrificio de tal clase que nadie puede exigirme; si Ud. es mi
amigo, mi licencia será un favor que le deberé y será tam-
bién el premio de la más brillante y de la más completa vic-
toria de américa.
293. Cuando el libertador y todos pensaban que eran necesarios
inmensos refuerzos para terminar esta campaña felizmente,
la fortuna me ha presentado la ocasión de concluirla más
allá de lo que podían ser los deseos de todos, y con casi una

148
mitad de las fuerzas enemigas; parece que puedo pedir al-
gún favor, y yo solicito el más fácil de conceder, el que cuesta
menos y el que más me contentará.
294. Adiós mi querido General, ojalá que esta carta la reciba Ud.
después que haya firmado la paz de Colombia que según se
nos dice iba a ser reconocida; si no, de nuestro campo de
batalla habremos extendido los preliminares, porque ya no
queda la menor esperanza a la España. Sus mejores genera-
les y su más fuerte ejército se han humillado a los colombia-
nos. Siempre su buen amigo, afectísimo compañero.
295. La conducta de algunos curas de la diócesis que no sólo han
demostrado por opiniones su aversión al Gobierno de la
República, sino que puestos a la cabeza de guerrillas han ase-
sinado nuestros soldados enfermos, han robado los equipajes
del ejército y han cometido toda especie de horrores y de ma-
les, exige medidas que nos preserven de su influjo pernicioso.
296. Un mundo entero ha fijado su suerte por esta jornada.
297. Nuestro ejército ha llenado las esperanzas de todos los ame-
ricanos, de todos los amantes de la libertad, más allá de lo
que la imaginación y el deseo alcanzaban.
298. Tengo la honra de enviar a S.E. el vicepresidente, en nombre
del ejército, cinco banderas de los más veteranos regimien-
tos españoles que esclavizaron al Perú por catorce años de
triunfos: ellas son las señales de obediencia y estimación
que el ejército le ofrece y que ruego se digne aceptar.
299. El estandarte con que Pizarro entró trescientos años pasa-
dos a esta ilustre capital de los incas, lo remito a S.e. el liber-
tador como trofeo que corresponde al guerrero que marcó
al ejército colombiano el camino de la gloria y el de la liber-
tad del Perú.

149
300. Le hago a Ud. el presente de la bandera que trajo Pizarro
al cuzco trescientos años pasados: son una porción de ti-
ras deshechas, pero tiene el mérito de ser la conquistadora
del Perú. creo que será un trofeo apreciable para Ud. No
la mando ahora porque no se extravíe; la llevará el primer
oficial de confianza que vaya.
301. La mano de la providencia ha prodigado al Perú los bienes
de la paz y de la libertad. el 9 de diciembre en los campos de
Ayacucho terminaron la opresión y los males de este país.
302. Me he visto humillado por la excesiva generosidad de S.E. El
libertador en prodigarme honores, que son debidos al genio
de la América, que me dio un ejército de héroes, formado
por él mismo, para defender las libertades patrias y los de-
rechos del Perú; y a la vez, he visto con orgullo las recom-
pensas a estos héroes que fijaron en un día los destinos del
Nuevo Mundo.
303. El libertador ha mandado levantar monumentos que recuer-
den a las futuras generaciones los servicios de los vencedores
de Ayacucho; pero en el corazón de estos vencedores, está
consagrado el monumento que ellos han formado al hijo de
la gloria, al guerrero generoso que nos dio una patria, y que
de la condición de esclavos nos convirtió en soldados de la
libertad y de la victoria.
304. Sobre todos estos corazones, y en cada uno existe la estatua
de bolívar, y de allí la dejaremos a los hijos de nuestros hijos,
para que su memoria tenga la duración del Sol.
305. El ejército libertador cumple el más agradable de sus debe-
res, felicitando al cuerpo soberano del Perú, que rompiendo
mil puertas de bronce entra hoy al templo de la libertad y de
la ley. los soberbios enemigos de la República no existen ya:

150
el germen desorganizador de la anarquía ha desaparecido:
los partidarios del crimen y de la traición huyen de la tierra
del sol.
306. La justicia, la paz, el orden han levantado en triunfo sus es-
tandartes. El Perú ha, por fin, formado su patria.
307. Haga V.S. responsable a todos los alcaldes y gobernadores
de la libre elección de los pueblos, y que el cohecho, seduc-
ción o soborno será severamente castigado.
308. Si V.S. creía que este impuesto era gravoso y perjudicial,
pudo consultármelo y no traspasar sus facultades atacan-
do las atribuciones del poder legislativo y cometiendo por
consiguiente un crimen. yo mismo no me atrevo a hacer la
menor alteración en las rentas públicas y dejo estos negocios
a las determinaciones de la asamblea general.
309. Cuando la américa ha derramado su sangre por afianzar la
libertad, entendió también que lo hacía por la justicia, com-
pañera inseparable. Sin el goce absoluto de ambas habría
sido inútil su emancipación.
310. El general Echeverría estará breve en ésa a disposición de
V.S. Él es un pérfido, un ingrato y un infame que despre-
ciando la generosidad con que se le trató por la capitulación
de Ayacucho, y habiendo desde Puno pedido pasaporte para
la península por buenos aires, tomó las armas con Olañeta y
fue mandado a traer fusiles, gente y todo útil para hacernos
la guerra. Por mil títulos debe morir. V.S. le mandará por
consiguiente fusilar sin la menor demora y bajo toda res-
ponsabilidad, puesto que renunció a todo derecho. Repito
que sea fusilado brevemente.
311. El brigadier Echeverría se reunió a V.S. en la Paz, tomó
servicio activo, y habiendo faltado vilmente a su palabra y

151
juramentos ha incurrido en la pena de muerte: he mandado,
pues, que siguiéndole su causa y justificada su culpa sea fu-
silado. en este mismo caso están una porción de capitulados
de Ayacucho que han tomado servicio en las tropas de V.S.
el derecho de gentes condena a estos hombres a no vivir en-
tre los hombres.
312. Dudando entre la verdad de eclés, que resultará en la causa, y
la perfidia que ha caracterizado a nuestros enemigos, he pen-
sado de mi deber poner en conocimiento de V.S. que he pasa-
do una orden estricta y terminante para que en cualesquiera
partes en que sea asesinado o envenenado un oficial del ejérci-
to libertador, se aprehendan y sean fusilados irremisiblemen-
te cuantos españoles europeos existan en todo el país, que no
tengan pruebas incontestables de su decisión por la indepen-
dencia. Después de haber dado testimonios de una clemen-
cia sin límite hacia los enemigos, hacia los bárbaros que han
devastado nuestro país, es una obligación que nos impone la
justicia misma mostrar y ejercer con los ingratos tanta severi-
dad cuantas han sido nuestras bondades hacia ellos.
313. Difícilmente tiene Colombia cuerpos mejores que estos: mon-
tados ya bajo un pie de disciplina, obediencia, orden, meca-
nismo, no tienen ya qué desear. Son realmente magníficos.
314. He hecho mis renuncias a El libertador, a Ud. y lo haré ante
todos, porque ni mi posición desautorizada consiente este
mando, ni yo debo quedar más tiempo por acá tan lejos de
mi familia…la muerte de mi padre me llama por unos días
a Cumaná, y yo creo que mis servicios merezcan alguna
consideración del Gobierno para permitirme una licencia.
yo sería culpable si estando ya en paz no destinare unos días
a mi familia.

152
A manera de colofón

Antonio Joseph Francisco de Sucre y Alcalá, cuya vida se entre-


teje con los grandes relatos de libertad y justicia, es una figura que
resplandece en la historia de América Latina. Su ascendencia, que
se remonta a Flandes y atraviesa Cuba hasta llegar a la Capitanía
General de Venezuela en la provincia de Cumaná, es un reflejo
de una nobleza que va más allá de los títulos y se manifiesta en
acciones y principios. Nacido el 3 de febrero de 1795, en la capital
de la provincia de la Nueva Andalucía en Tierra Firme, Sucre se
convirtió en un símbolo de integridad y compromiso con la causa
de la emancipación liderada por Simón Bolívar El Libertador.
La educación del noble Sucre fue una amalgama de diferentes
disciplinas que formaron la base de su formación que dieron pie
a su visión, su cosmología y su liderazgo. No solo fue instruido
en matemáticas, ingeniería, filosofía, agrimensura, artillería y
la ciencia militar, sino que también fue imbuido del espíritu del
humanismo, que guía su trato con sus semejantes y su compren-
sión del mundo. Su carrera militar, desde cadete del batallón de
milicia en su Cumaná natal fue marcada por el éxito y el triunfo
hasta llegar al grado de general de división y el nombramiento
de Gran Mariscal de Ayacucho, titulo obtenido en el campo de
batalla; participo en cientos de batallas en Venezuela y en la cam-
paña del Sur, y el gran estratega en las victorias de Pichincha,
Ayacucho y Tarqui, que aseguraron la independencia de gran
parte de Sudamérica; en Ayacucho venció al último Virrey en la
América y Conde de los Andes sellando el destino de la libertad
y la salida del imperio español en la América del Sur.

153
Su intuición estratégica en el arte de la guerra fue solo una
faceta de su genio, Sucre también era un erudito, conocedor de
la historia y la literatura, con una capacidad para la toma de de-
cisiones que dejaba una impresión duradera en aquellos que lo
conocían. Su conocimiento de la matemática y la lógica, su vasto
entendimiento de la geografía, su dominio de la filosofía y la psi-
cología humana, le permitieron navegar por los complejos paisa-
jes de la guerra y la política con una habilidad sin igual.
A pesar de su desdén por la política, Sucre se vio obligado a
asumir responsabilidades en este ámbito, siendo presidente de la
reciente República de Bolívar hoy Bolivia, donde demostró ser un
líder caballeroso, metódico y organizado, capaz de las más altas
concepciones y dotado de una moralidad ejemplar. Su alma gran-
de y fuerte lo convirtió en un conductor de hombres, valiente entre
los valientes, leal entre los leales, y su modestia, nobleza y magna-
nimidad lo distinguieron como un verdadero hombre de estado.
La Fundación Sucre, dedicada a preservar y promover su le-
gado, busca inspirar a las futuras generaciones a aprender de la
vida y obra de Sucre. La visión de la fundación es que, al emular
las cualidades de Sucre, nuevos líderes puedan llevar a nuestras
naciones hacia la gloria, el honor y el humanismo. Su memoria
se difunde con la esperanza de que su ejemplo sirva como guía
para aquellos que buscan construir un mundo y futuro donde la
grandeza de la humanidad se mida por la acción y el bien que se
hace por el bien mismo.
El legado de Sucre es una invitación a reflexionar sobre los
valores que definen a una sociedad y a un individuo. Su vida nos
enseña que, incluso en medio de las luchas y los conflictos, es
posible mantener la dignidad y trabajar incansablemente por
el progreso de la humanidad. Sucre no solo fue un héroe de la

154
independencia; fue un visionario que soñó con una América
Latina unida y próspera, y su sueño sigue vivo en aquellos que
continúan luchando por la verdad, la justicia y la libertad.
En cada rincón de América Latina, su nombre evoca un sen-
tido de unidad y fraternidad. Sucre, el hombre, el mariscal, el
visionario, sigue siendo una fuente de inspiración para todos
aquellos que creen en un mundo mejor. La Fundación Sucre, a
través de su trabajo incansable, se asegura de que su historia no
sea olvidada y que su espíritu continúe iluminando el camino
hacia un futuro más brillante y esperanzador para todos.
El aprendizaje de su obra debe ser constante, es por ello que
creemos con convicción que, estudiando su vida y su obra, estu-
diando las metódicas de su formación y la trayectoria de su vida
podemos crear una malla de aprendizaje para que nuevos Sucre
iluminen el porvenir de la patria de los libertadores.
Para tal fin, se recomienda la estructuración de su estudio con la
siguiente malla curricular que permitirá de una forma metódica de-
sarrollar parámetros de análisis intuitivo para la toma de decisiones.

Desarrollo de la intuición estratégica por modelación


Primer Ciclo Horas Créditos Segundo Ciclo Horas Créditos
Academicas Academicas
Lectura 30 hrs. 5 Geometría 30 hrs. 5
Escritura 30 hrs. 5 Algebra 30 hrs. 5
Idiomas 30 hrs. 5 Trigonometrías 30 hrs. 5
Filosofía 30 hrs. 10 Agrimensura 30 hrs. 5
Teología 30 hrs. 5 Fortificación 30 hrs. 3
Derecho 30 hrs. 5 Artillería 30 hrs.
Gramática 30 hrs. 5 Topografía 30 hrs. 5
210 hrs. 40 U.C. 210 hrs. 31 U.C.

155
Desarrollo de la intuición estratégica por modelación
Tercer Ciclo Horas Créditos Cuarto Ciclo Horas Créditos
Academicas Academicas
Hist. Militar 60 hrs. 5 Conferencias 30 hrs. 5
Geografía 30 hrs. 5 Talleres 30 hrs. 5
Analisis 100 hrs. 10 Ensayos 30 hrs. 5
Biografico de
Sucre
Analisis 100 hrs. 10 Trabajos de campo 100 hrs. 15
Biográfico de
Bolívar
290 hrs. 30 U.C. 190 hrs. 30 U.C.

156
R EFER ENCIAS

Archivo de Sucre. (1975-1995). Caracas, Banco de Venezuela.


Boulton, A. (1959). Miranda, Bolívar y Sucre. Tres estudios icono-
gráficos. Caracas: Italgráfica.
Bolívar, S. (1825). Resumen sucinto de la vida del general Sucre.
Lima. Perú.
Duggan, E. (2009). Intuición estratégica. La chispa creativa en la
realización humana. Barcelona: Granica.
Grisanti, A. (1969). Vida ejemplar del Gran Mariscal de Ayacucho.
2da. Ed. Caracas: Comandancia General de la Marina.
Graterol Tellería, Á. (1985). Sucre, de teniente de ingenieros a
Gran Mariscal de Ayacucho. Caracas: Fundación Promoción
Cultural de Venezuela.
O’Leary, D. F. (1981). Memorias. Caracas: Ministerio de Defensa.
Perú de Lacroix, L. (1924). Diario de Bucaramanga. Vida Pública
y Privada de El Libertador Simón Bolívar. Madrid: América.
Salame Ruiz, G. R. (2009). Sucre. Algo más que un guerrero.
Caracas: Fundación Editorial el Perro y la Rana.
Salcedo Bastardo, J. L. (2009). (Comp.). Antonio José de Sucre. De
mi propia mano. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
Romero Mendoza, Serapio. (1991). Sucre Gran Mariscal de
Ayacucho. Caracas: Ministerio de la Defensa.
Rumanzo González, A. (2008). Antonio José de Sucre. Gran
Mariscal de Ayacucho. Caracas: Ediciones de la Presidente de
la República.
Vicuña Mackenna, B. (1893). El Washington del sur. Antonio José
de Sucre. Santiago de Chile.

157
C OL A B OR AC IO N E S

Ayacucho: la batalla que selló el destino de América


por Orlando Rafael Rincones Montes

El 9 de diciembre de 1824, Antonio José de Sucre y su Ejército


Unido Libertador escriben una de las páginas más gloriosas de la
epopeya independentista americana: sobre la inmortal Pampa de
Ayacucho, en la Sierra sur del Perú, derrotan en desigual refriega
al poderoso y bien dirigido Ejército Real del Perú, sellando con
ello la independencia del Perú y de todo el continente americano.
Ciertamente los triunfos previos en Maypú (Chile, 1818),
Boyacá (Nueva Granada,1819), Carabobo (Venezuela, 1821),
Pichincha (Ecuador, 1822) y Junín (Perú,1824) habían allanado el
camino para la absoluta liberación de nuestra América, sin em-
bargo, este rumbo tenía que ser ratificado y concluido con una
contundente victoria sobre el último y más competente ejército
de todos cuanto pudo reunir España en nuestro continente. El
objetivo se logró, no sin antes sortear un sinfín de obstáculos
y dificultades que pusieron en riesgo el desenlace exitoso de la
última gran campaña de la gesta emancipadora suramericana.
Pese a haber proclamado su independencia en 1821, dos
años después el panorama político del Perú no era el más ha-
lagador. En medio de una fuerte convulsión política y social el
“Protector”, José de San Martín, decidió salir del Perú luego de
su entrevista con Bolívar en Guayaquil (1822), en tales circuns-
tancias el destino de la nación de los incas quedaba en mano de
los propios peruanos.

158
Rápidamente, los peruanos comprometieron su frágil li-
bertad. Un peligroso enfrentamiento entre el Presidente Riva
Agüero y el Poder Legislativo ponía al país al borde de una gue-
rra civil. El Virrey La Serna, lejos de enfrentar a San Martin, se
refugió en el Cusco y desde allí consolidó un poderoso ejército
de casi 20.000 hombres con los que dominaba todo el Perú, con
la excepción de Lima y Trujillo.
Ante este delicado panorama, tanto el Ejecutivo como el
Legislativo peruano solicitan -cada uno por su parte- el auxilio
de Colombia y la participación directa de El Libertador Simón
Bolívar para comandar el ejército. El apoyo de Colombia se con-
creta con el envío de una división auxiliar al Perú (3.000 hombres)
y el arribo, en mayo de 1823, del General Sucre. Bolívar llegará a
Lima un poco después, El primero de septiembre, una vez recibi-
da la respectiva autorización del Congreso de Colombia.
Convencido ya de que no contaría con el apoyo de los au-
xiliares colombianos en su particular enfrentamiento con el
Legislativo, Riva Agüero disuelve el Congreso y éste a su vez lo
destituye como presidente. El controvertido ex mandatario se
marcha en pie de guerra a Trujillo, en tanto Lima es ocupada
por los realistas. Desde las entrañas de la fortaleza Real Felipe
del Callao, en medio de la más completa anarquía, Sucre, enves-
tido ya con poderes extraordinarios para dirigir la guerra, se da
formas para proteger a la población civil y preparar la ofensiva.
Es un momento crítico que sólo es superado gracias al acertado
juicio de Sucre y a la poca visión estratégica de los soberbios es-
pañoles, envalentonados a partir de sus más recientes triunfos en
Ica y en los Puertos Intermedios.
Con el arribo del año 1824, no parece mejorar el panora-
ma para la causa independentista. Apenas iniciando el año, en

159
febrero, la fortaleza Real Felipe del Callao es entregada por sus
custodios a los realistas, al tiempo que 400 oficiales patriotas se
pasan al bando enemigo. Por si esto fuera poco, Riva Agüero
conspira a favor de los españoles, al igual que lo hace su suce-
sor Torre Tagle. En este contexto todo parece estar en contra de
Bolívar, su ejército se debilita y no hay recursos para cubrir ni si-
quiera las necesidades más elementales de la tropa (comida y ves-
timenta). Desde Colombia, como parte de un complot en contra
de El Libertador, Santander le niega el apoyo que solicita reite-
radamente. Sin embargo, las adversidades no merman el ánimo
de Bolívar y éste mantiene su firme resolución de ¡TRIUNFAR!
Superados todos los contratiempos que la política, la econo-
mía y la misma naturaleza interpusieron en su camino, Bolívar
y Sucre levantan, casi de la nada, un aguerrido ejército que bajo
las banderas de Colombia y el Perú albergará un abanico de na-
cionalidades, representativas de todos los rincones de América
y de algunos confines de Europa. En Junín (6 de agosto 1824)
este ejército muestra su verdadero valor y devela bruscamente las
falencias de un adversario acostumbrado a vencer. La hasta ese
entonces invicta caballería de Canterac sucumbe ante los bravos
Húsares del Perú, los Granaderos de los Andes y la prestigiosa
Caballería colombiana.
El 9 de diciembre de 1824 llega, finalmente, la hora decisi-
va de América. Después del triunfo en Junín el Ejército Unido
Libertador ha sorteado meses de duras marchas a través de la
agreste geografía andina y ha sobrevivido, no sin dolorosas per-
didas, a una terrible emboscada tendida por los realistas en el
estrecho desfiladero de Collpahuayco cerca de Matará. Por si
esto no fuera poco, los patriotas también han perdido a su máxi-
mo líder y referente, Simón Bolívar, llamado con urgencia desde

160
Colombia por una treta más de Santander. Pese a ello, Sucre,
envestido por Bolívar como nuevo General Jefe de los patriotas,
está resuelto a presentar batalla y decidir, de una vez, el destino
del continente.
Nunca antes una batalla había sido tan desigual y adversa
para la causa patriota. Los realistas presentaron sobre el campo
15 batallones de infantería, 1.600 jinetes y 14 piezas de artillería,
para un total de 9.310 hombres. Al frente se oponían tan solo
5.780 patriotas, 700 de ellos pertenecientes a la caballería, y una
única pieza de artillería. Sucre no se intimidó por la abismal dife-
rencia de fuerzas y al compás de una espléndida arenga condujo
a sus hombres al combate:

El gran Simón Bolívar me ha prestado hoy su rayo invencible…


acompañados de vosotros es imposible que nos dejemos arrancar
un laurel, el número de sus hombres nada importa; somos infi-
nitamente más que ellos porque cada uno de vosotros representa
aquí a Dios Omnipresente con su justicia y a la América entera
con la fuerza de su derecho y de su indignación…De los esfuer-
zos de hoy pende la suerte de la América del Sur…Otro día de
gloria va a coronar vuestra admirable constancia

El efecto de las palabras de Sucre fue mágico, la División


Peruana de La Mar resiste heroicamente las primeras embestidas
de la División de Vanguardia española, al mando del bizarro ma-
riscal Gerónimo Valdés. Sucre refuerza la División Peruana con
el concurso de los batallones colombianos Vargas y Vencedor, así
como con todas las guerrillas y montoneras patriotas al mando
de Marcelino Carreño.

161
Sobre la izquierda republicana la artillería realista hace estra-
gos en la División Peruana, sin embargo, en la derecha del cam-
po, los ibéricos no tienen igual suerte. Los fusileros colombianos
frustran todo intento de emplazar la batería que debía hostigar
a su división. Desesperado el coronel Rubín de Celis, plaza de
la Segunda División realista, se lanza al campo con dos batallo-
nes de infantería para chocar contra las unidades colombianas.
Pese a su arrojo y osadía Rubín de Celis y sus batallones son ani-
quilados. Para mayor desventura de los españoles la batería que
golpeaba a la División Peruana fue reducida gracias al oportu-
no y valeroso sacrificio de un puñado de hombres del Batallón
Caracas.
El Virrey decide echar mano de lo mejor que tiene, la Primera
División del Ejército Real, al mando del Mariscal Monet quien, al
igual que Valdés, Celis, La Serna y Canterac, fue héroe de España
en la guerra contra la Francia de Napoleón. Monet tiene a su
mando los célebres batallones Burgos, Guías, Infante y Victoria,
los más selecto de la infantería española.

La Primera División española desciende apresuradamente


desde las laderas del cerro Condorcunca hasta el campo de bata-
lla, en su camino se interpone una quebrada que impide su rápido
despliegue sobre la Pampa de Ayacucho. El general Sucre, leyen-
do perfectamente lo que sucedía en el campo de batalla, ordena
al general Córdova que embista con toda la División Colombiana
el centro realista. El valeroso general antioqueño de 25 años aca-
ta la instrucción y lanza una célebre orden que estremece a todo
el continente: “Soldados, armas a discreción, de frente, paso de
vencedores”. Haciendo gala de una disciplina espartana los ba-
tallones Pichincha, Caracas, Bogotá y Voltígeros embisten a una

162
División Monet dispuesta a vender cara su derrota. En esta par-
ticular acción el aporte del Batallón Pichincha fue fundamen-
tal, el teniente Prieto (de Guayaquil) y el oficial Ramonet rinden
heroicamente sus vidas junto a 20 efectivos de tropa, entretanto
otros 6 oficiales y 55 soldados resultan heridos en su esfuerzo por
contener el empuje realista.
Con el refuerzo de la caballería de Miller, y con algunos ele-
mentos de la División Lara, tras una hora de encarnizado comba-
te el triunfo de la División Córdova sobre Monet es irreversible.
El campo de batalla había decidido ya, la victoria era de los pa-
triotas.
El Virrey La Serna, el Teniente General Canterac, 4 marisca-
les de campo, 10 generales de brigada, 16 coroneles, 68 tenien-
tes coroneles, 484 mayores, capitanes, tenientes y sargentos, así
como 6.000 elementos tropas quedan en poder de los vencedores.
Después del triunfo nunca se mostró Sucre tan generoso
como en Ayacucho. A los realistas vencidos, lejos de humillarlos
o de imponerles severas condiciones, les concede una honrosa y
digna capitulación, acuerdo que se eleva -junto a los Tratados de
Trujillo- como uno de los mayores referentes universales de la
piedad aplicada en la guerra.
Los efectos de la victoria de Ayacucho no se hacen esperar
en el Alto Perú. Conociendo el triunfo de Sucre y de su inmi-
nente marcha sobre el Desaguadero, de febrero a marzo de 1825
las guarniciones realistas de Cochabamba, Oruro, Valle Grande,
Santa Cruz, los Cintis y Chuquisaca se acogen a los términos de la
Capitulación de Ayacucho y abrazan, sin duda, la causa republi-
cana. Con ello, y con la muerte del General Olañeta en Tumusla,
el camino de la independencia del Alto Perú queda expedito.

163
El 6 de agosto de 1825 Bolivia nace como una nación libre, so-
berana e independiente, “coronada con los laureles de Ayacucho”
y como el más hermoso tributo al indiscutido campeón de la in-
dependencia latinoamericana.

La espada del Cumanés


por Coronel Carlos Román Sánchez Hernández

Nuestra justicia era la misma antes y después de la batalla.


Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.

Mucho sabemos por la historiografía de nuestra historia, la de


este lado del continente y la del Proyecto Gran Colombiano del
Libertador, muchos son los nombres de los valientes hombres de
armas que vio nacer nuestra bella dama Venezuela10. Es este el
escenario de la majestuosidad historica, donde destaca el certero
Cumanés, un hijo de los tiempos de independencia que sin duda
tenía en sus manos la pluma firme del acero de la victoria, la
que hizo de esos destellantes plumazos con su espada en batalla,
páginas aún inexploradas de la auténtica realidad del estudio de
esos tiempos, donde mucho queda por reconstruir y contar, en
los legajos documentales.
Sin duda, nos colocamos de forma inmediata en la lente para
la aproximación al estudio de nuestro hombre clave en el proce-
so independentista americano, Oficial del Ejército de Venezuela,

10 Libertadores por sus intrépidas hazañas, el valiente desempeño en batalla,


su arrojada y acuciosa interpretación del arte de la guerra que sin saber
estaban modelando, e incluso de sus temidas leyendas y mitos obtenidos
por sus victorias y desempeño en el campo y combate militar como la de
los lanceros de aquel “¡Vuelvan Carajo!”

164
Colombia y Ecuador a quien llamaremos con orgullo patrio el
“Cumanés Insigne”, el General en Jefe Antonio José de Sucre11. El
estratega y articulador comandante de la victoria indiscutible en
tierras peruanas, la misma que lo exaltó con el otorgamiento del
título de Gran Mariscal de Ayacucho. De ese campo donde con
la sangre de nuestros patriotas a su mando firmaron la indepen-
dencia definitiva de nuestra América y el Perú.
Afirman sobre el General en Jefe Antonio José de Sucre los
historiadores en sus investigaciones que es reconocido con base
como el militar de la independencia más recto, minucioso, acu-
cioso, estratega y planificador después de nuestro Libertador. Es
así como seis años antes a su asesinato en suelo colombiano, en
aquel glorioso 9 de diciembre del año 1824, sobre una Sierra del
Sur Peruano su “Pampa” como ayer, hoy y siempre será identifi-
cada y definida, se sella la batalla que dio la inmortalidad de mu-
chos hombres de armas, entre ellos los mejores combatientes de
nuestro General Sucre, donde hoy a sus 200 años, aún y por siem-
pre se escucharán de ellos los gritos sólidos y aguerridos de liber-
tad de sus almas, dando cumplimiento a las instrucciones giradas
y ordenes de desplazamiento, ataque y resistencia, de nuestro
Cumanés, esto frente a un escenario de batalla desproporciona-
do numérica y operacionalmente hablando, que describiremos en
líneas posteriores, desde el punto de vista militar, mucha histo-
ria tenemos escrita y comprobable de la fuente de primera mano

11 De familia militar por generaciones, oriundo del hoy Estado Bolivariano


de Sucre lo que da su gentilicio de Cumanés Ilustre el mismo donde el
genocidio y robo español inició con el desembarco de Colón, hombre de
incontables batallas con apenas una corta vida con no más de 35 años. El
Cumanés, nacido un 3 de febrero de 1795 y que muere a manos de una
conspiración en Colombia en la selva de Berruecos el 4 de junio de1830.

165
(documentos originales) con los estudios de las misivas del parte
militar entre Sucre y nuestro Libertador, demostrando las desven-
tajas reales a las que debió el Cumanés hábilmente hacer frente y
sacar de ellas fuerzas, liderazgo y ventaja12.
Ante un enemigo con mayor apresto operacional, formación
y reconocimiento en el arte militar, ese ejército Español de una
Corona diezmada oficialmente desde la segunda década del siglo
XIX, pero aun sólida en número de tropas en el continente y ar-
mas que superaba las 20.000 plazas hombre, compactas y apode-
radas de gran parte de territorio peruano, aunado a una crisis de
las más delicadas a nivel político para la región y los desmanes de
los ideales independentistas, un gobierno dividido, traiciones in-
ternas y saltos de talanquera13, son el día a día de la realidad en el
Perú. Tanto en lo político como en lo militar propiamente dicho.

12 Las fuentes originarias demuestran que los españoles acostumbraron fal-


sear las cifras del parte de guerra a su favor cuando el combate era per-
dido, esto para justificar dicha derrota y no ser sometidos al escaneo de
comparación en su deficiencia de combate ante oponentes claramente en
desventaja, en el caso de Ayacucho se habla de cifras reales por encima de
los 15.000 hombres en campo aun cuando el parte definitivo y manejado
a conveniencia por la torcida historiografía no pone ante un combate 1 a
1. Esta hipótesis es plenamente comprobable ante un estudio minucioso
de la fuente real y lo dispuesto en algunos textos que hacen referencia al
hecho histórico propiamente dicho.
13 La expresión “saltar la talanquera” es un venezolanismo que significa
cambiar de opinión o bando. Tiene lógica que sea una expresión muy
nuestra, porque si hay una institución venezolana por excelencia es la
del “salto de talanquera” instaurada el tiempo colonial, con raigambre y
tradición histórica. Se hacen actores de ella aquellos que no querían la
separación de España, fueron los primeros en saltarla y a partir de allí, los
brincos históricos de bando son notorios a la conveniencia de aquellos sin
moral.

166
Por ello se hace inminente y necesaria a favor de sostener y afian-
zar la causa de Independencia regional y local, la intervención
del ejército de la mano de nuestro Libertador, iniciando previo a
las autorizaciones necesarias los desplazamientos de tropas en su
apoyo, para sostener así libertad del continente y del propio Perú.

Las 72 horas previas y la estrategia genial del Cumanés, digna


de estudio de las academias militares

Si bien la batalla se libró el día nueve nuestro General y estra-


tega dispuso a su perfecto estudio del campo de batalla, la pericia
y posicionamiento de los distintos combatientes, tropas y apresto
de combate, de una forma que puede compararse con una aplica-
ción perfecta de la planeación militar que hizo justo valor a su re-
conocida trayectoria en campo por su arrojada estrategia, donde
prevaleció el perfecto posicionamiento de las tropas en campo.
Inician así los movimientos de ocupación estratégica la madru-
gada de la mañana del 6 de diciembre con la bandera de nuestro
Ejército Libertador plantada en el suelo y campo, por los lados de
la ensenada de Quinua de aquella Pampa del Ayacucho inmortal.
Sucre con el análisis previo de la geografía y el estudio de sus
bondades puestas a favor14, dispone el despliegue de columnas de

14 La Pampa de Quinua del Ayacucho se tiñe del rojo de más de 3.000 cuer-
pos en su suelo La batalla se desarrolló a una altitud de 3.400 metros sobre
el nivel del mar, en condiciones climáticas desfavorables y a 37 kilómetros
de la ciudad de Ayacucho, desgastante escenario por su condición natural.
Perú es ahora libre por esta hazaña militar donde en campo la relación
hombre / hombre es a favor de los realistas nos superaron en 2 a 1 con
un parte de realistas sobre el campo 15 batallones de infantería, 1.600
jinetes y 14 piezas de artillería, para un total aproximado de 9.310 hom-
bres, mientras nuestro Sucre tuvo en campo a unos 5.780 patriotas, 700 de

167
tropas, contando con una disposición inicial para la fecha capaz
de dar cobertura en su distribución estratégica de cuatro frentes,
a este despliegue y toma de posición se conoce por el estudio mi-
nucioso de los documentos existentes en los distintos archivos de
fuente documental de Guerra y Marina, quedando así la siguien-
te disposición en campo, la división Córdoba (4 batallones) en el
ala derecha, la división La Mar (4 batallones) en la izquierda, la
división Miller (2 regimientos de caballería) en el centro; como
reserva, la división Lara (3 batallones), detrás del centro, asegu-
rando flancos estratégicos de posición.
El adelanto en la llegada de las tropas al campo de batalla dio
a Sucre y su ejército en comando la posibilidad de tener 48 ho-
ras previas de un ligero descanso físico, así como el repaso de
estrategias con sus segundos al mando y responsables de cada
unidad, vemos en este instante a un Sucre militar con su acos-
tumbrada dureza y la visión de no fallar con su objetivo, con una
estructura sólida, su oficialidad destacada por la participación de
más de cuatro venezolanos insignes combatientes por su trayec-
toria comprobada y un número que supera los cinco extranjeros
de otras naciones ajenas al continente pero no a la causa, entre
otros15.

ellos pertenecientes a la caballería y solo una pieza artillada, por ello y en


consideración a lo aguerrido de su desempeño en batalla, el Congreso del
Perú le dio el grado de Gran Mariscal de Ayacucho, titulo homologo con
el de General en Jefe y con el que conocemos tradicionalmente a nuestro
prócer en nuestra historia universal.
15 La oficialidad en campo: Antonio José de Sucre venezolano Comandante
General, Agustín Gamarra peruano, jefe de Estado Mayor Francis Burdett
O’Connor anglo-irlandés, primer ayudante de campo República del Perú
División del Perú (Izquierda), jefe de división José de La Mar peruano,
Batallón de la Legión Peruana, jefe José María Plaza español, Batallón de

168
Para el día 8 de diciembre hace presencia el Ejército Realista
Español dispuesto y tomando las siguientes posiciones, coman-
da el General José de La Serna quien era temido por su furia en
combate y forma de comandar en batalla quien se estableció en las
medias faldas del cerro Condorcunca, frente a la línea formada por
Sucre, su ejército con la siguiente distribución de tropas, develan-
do una posición en altura16, la división Valdés (4 batallones) en la
derecha; la división Monet (5 batallones) en el centro; la división
Villalobos (5 batallones) en el ala izquierda; la división Ferraz (ca-
ballería) entre las divisiones Monet y Villalobos; las 14 piezas de
artillería una clara ventaja ante los valientes libertadores.

Línea número 1, jefe Francisco de Paula Otero argentino, Batallón de Línea


número 2 (Trujillo), jefe Ramón Gonzales S/D, Batallón de Línea número 3
(Callao), jefe Miguel Benavides S/D, Gran Colombia División 1º de Colombia
(Reserva), jefe de división Jacinto Lara venezolano, Batallón Vencedor en
Boyacá, jefe Ignacio Luque venezolano, Batallón Pantano de Vargas, jefe
José Trinidad Moran venezolano, Batallón Rifles, jefe Arthur Sandes irlan-
dés, Gran Colombia División 2º de Colombia (Derecha), jefe de división José
María Córdova colombiano, Batallón Bogotá, jefe León Galindo español,
Batallón Voltígeros, jefe Pedro Guash Guayana (sin confirmación), Batallón
Pichincha, jefe Manuel León venezolano, Batallón Caracas, jefe José Leal ve-
nezolano Cumanés, División de Caballería, jefe de división William Miller
británico, 2 escuadrones de Húsares de Junín, jefe Isodoro Suárez argentino,
1 escuadrón de Granaderos a Caballo de los Andes, jefe Alejo Bruix francés,
2 escuadrones de Granaderos de Colombia, jefe Lucas Carvajal venezolano,
2 escuadrones de Húsares de Colombia, jefe José Laurencio Silva venezolano
y una pieza en una sola batería no confirmado.
16 Es una típica estrategia de las tropas españolas para lograr la intimidación
psicoemocional, que diezma en teoría la fortaleza y convicción de comba-
te en campo por ver así la supremacía ante una visual desventaja.

169
Las cartas dispuestas y echadas en la mesa, la batalla es inmi-
nente y no hay paso a retroceder y replantear, esa idea nunca pasa
por el pensar de nuestro General Sucre, quien habla liderando en
su arenga valientemente en interacción con sus tropas citamos:
“El gran Simón Bolívar me ha prestado hoy su rayo invencible…
acompañados de vosotros es imposible que nos dejemos arrancar
un laurel, el número de sus hombres nada importa; somos infi-
nitamente más que ellos porque cada uno de vosotros representa
aquí a Dios Omnipresente con su justicia y a la América entera
con la fuerza de su derecho y de su indignación… De los esfuer-
zos de hoy pende la suerte de la América del Sur… Otro día de
gloria va a coronar vuestra admirable constancia”, palabras que
se reafirma en la importancia y el momento histórico que están
por librar, una independencia plena del Perú y la consolidación
de la Americana.
Amanece el sol del Perú dorado como el oro que se robó
España en su mal llamada colonización, está por hacerse justicia
y con el espíritu de nuestros ancestros se siente en el viento el
alma de Túpac Amaru, gritando libertad, se hace del acero de
las espadas y lanzas del Ejército Libertador la energía de nuestro
Guaicaipuro. Quien podría vencernos con estas energías ances-
trales.
Los realistas inician el ataque aproximadamente a las
0800Hrs, parece que creen en el dicho de quien golpea primero
golpea mejor, Valdés avanzó con la intensión de desbordar el ala
izquierda republicana, en paralelo y sincronizado las divisiones
de los generales Antonio Monet y Alejandro González Villalobos
se adelantaban para lanzar su ataque contra el centro y dere-
cha dispuesta en campo por Sucre, en acción y desplazamiento
paralelo al de Valdés quien cumpliese su cometido. Todas sus

170
maniobras realistas aun en ventaja notoria, están signadas por el
fracaso, pues Sucre plantó de manera excelente a su reserva para
el contra ataque en el flanco de la izquierda. La acción siguiente
de Sucre fue la orden para que Córdoba contraatacase los cuer-
pos de Monet y Villalobos, los cuales aún no habían entrado al
ataque. La división del General José María Córdoba cargó con-
tra las unidades realistas, en proceso de despliegue en batalla,
logrando destruir su formación para así crear un caos y miedo
en combate, no luchaban con una montonera, luchaban contra
menos tropas en número pero más fuertes de convicción, los de
Carabobo, los de Bolívar y el Negro Primero hoy al mando de un
General llamado Sucre, el campo ya era nuestro, Túpac Amaru
y Guaicaipuro se hacían sentir en los españoles, huesos fríos y
temerosos los acompañan, la corona suelta su caballería quienes
hacen mella en nuestras filas, pero ésta no logra capitalizar por
completo.
Nuevamente la Reserva del Cumanés hace excelentemente su
trabajo, en batalla es totalmente neutralizada esta digna caballe-
ría del ejército español, ya tenemos a unos patriotas y un Sucre
triunfador, dura nuestra Reserva que afianzaron y asumieron
el control de la batalla de la mano y en reemplazo de las filas
Córdoba, hasta que los realistas, imposibilitados para sostener el
combate y dar repunte, tras algo más de 180 minutos de continuo
combate imparable en batalla hacen del campo un control de las
filas patriotas por parte del Ejército Unido Libertador, coman-
dado por Antonio José de Sucre, quien indiscutiblemente derro-
tó al ejército realista. El comando de nuestro Cumanés exclama
¡es nuestra la victoria! un triunfo que no duda en compartir con
sus comandantes de distintas naciones en pleno campo, es así
como por más tiempo no podían alargar los realista la batalla,

171
intentando dar giro a su resultado, tenían la derrota infiltrada
en sus cuerpos y clara en sus rostros, las bajas eran inminentes,
los realistas ante este panorama y con el frio constante del acero
libertador y el zumbido de la voz de nuestros ancestros, no ven
más salida que pedir a Sucre la firma de una capitulación, que
estuvo signada por su esencia pura por ser convenios por vir-
tud de los cuales una de las partes contratantes cesa la ejecución
de actos de hostilidad y rinde sus armas a otra mediante ciertas
condiciones, acto avalado por las leyes de la guerra y de fiel cum-
plimiento entre las partes.
Sobre Ayacucho y el triunfo del Cumanés, Simón Bolívar dijo
y escribió citamos: “...La batalla de Ayacucho es la cumbre de
la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición
de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina [...] Las generacio-
nes venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla
y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los
americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de
la naturaleza...”. “...El general Sucre es el padre de Ayacucho: es el
redentor de los hijos del Sol: es el que ha roto las cadenas con que
envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad repre-
sentará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí,
llevando en sus manos la cuna de Manco-Capac y contemplando
las cadenas del Perú, rotas por su espada...”. Elocuentes palabras
de exaltación provenientes del más grande de los americanos
para su hijo predilecto.
Para concluir afirmamos que, con el acto de la firma del Acta
de Capitulación de Ayacucho, firmada el mismo día 9 de diciem-
bre de 1824 en situ, se instala un hito en la historia de nuestra
América del Sur, de la mano de la libertad se selló el fin de una

172
era de guerra continuada17, por lo que se marcó el fin de la domi-
nación española en la región. Dicho documento hablando de la
capitulación, la suscriben José de Canterac, del bando realista, y
nuestro Sucre inmortal, en representación de los patriotas, cons-
ta de 18 puntos pautados, siendo así como en ella se hacen de
relevancia citamos: “1ª el territorio que guarnece las tropas espa-
ñolas en Perú, será entregado a las Armas del Ejercito libertador
hasta el Desaguadero, con los parques, maestranzas y todos los
almacenes militares existentes” “1ª Concedido, y también serán
entregados los restos del ejército español, los bagajes y los caba-
llos de tropas, las guarniciones que se hallen en todo el territorio
y demás fuerzas y objetos pertenecientes al gobierno español”18
acá vemos como Sucre, nuestro hoy inmortal Gran Mariscal de
Ayacucho, se hace de manera estratégica con la suscripción del
documento, la constancia escrita de la toma de todos los enseres
y pertrecho militar español en el territorio por acuerdo de sesión,
vigorizando así al ejército triunfante y garantizando su expan-
sión estratégica y fortalecimiento de sus filas, con la visión futura
de consolidar un ejército de Paz pero con apresto para la defensa,
lo que dio al Perú solidez progresiva desde el plano político y
militar. Un hito sin dudar de nuestra historiografía regional, la
del sueño de Bolívar y dictada con la rúbrica de nuestro ahora y
para siempre Gran Mariscal de Ayacucho, el Cumanés de recias
batallas.

17 Algunos focos aislados sin importancia relevante se continuaron, pero


con ausencia normal de focos negados la realidad de una nueva américa.
18 Propone el firmante de los realistas y concede el representante de Ejército
Libertador.

173
Este libro tiene una finalidad didáctica y pedagógica, para dar
a conocer la vida del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José
de Sucre. En aras, de hacer la lectura más dinámica y compren-
sible, se ha prescindido de una rigidez metodológica y de estilo
formal que lejos de atraer al lector lo distancia.

174
E S TA E D I C I Ó N S E T E R M I N Ó D E I M P R I M I R
EN EL MES DE DICIEMBRE DE 2024

CARACAS - VENEZUEL A

175

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