UNIDAD 1
UNIDAD 1
UNIDAD 1
Unidad 1.
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Una idea del tiempo que lo concibe como una dimensión única y homogénea, que se despliega de forma
lineal en un solo sentido (lo cual trae como problema la idea limitada del progreso, que es acumulativo
con el trascurrir temporal: todo hoy es mejor que ayer y todo mañana será mejor que hoy; pero basta
observar que la historia no tiene nada de lineal, sino que más bien es una especie de complejo “árbol de
hace también del tiempo una construcción propia (histórico y perceptible). El tiempo es
una variable o dimensión esencial que configura lo histórico integrada en las realidades
sociales (integradas porque no hay realidades sociales sin tiempo).
La realidad del tiempo no es, y no puede ser, objetivamente más que una. Otra
cosa es la percepción sensorial del tiempo por el hombre.
No podemos hablar de qué es lo histórico sin hablar de lo social y temporal, que
a partir de ser un hecho socio-temporal se vuelve un hecho socio-histórico. Los autores
asimilan el tiempo histórico, de forma errónea, a la cuestión de la cronología o hacia las
formas de captación del tiempo presente en diversas culturas que muestran la manera de
interpretar el “curso” de los acontecimientos… El verdadero tiempo de la historia es,
pues, aquel que se mide en cambio frente a duración. El tiempo es medible por diversos
procedimientos: por ej., los tiempos que conceptualizó Braudel miden tipos-velocidades
de cambio (corta, media y larga duración). Pero el fundamental hallazgo de Braudel
reside en haber mostrado todo el absurdo que se esconde bajo la idea de una realidad
que se compone de hechos, es decir de cambios, sin otra articulación entre ellos (como,
por ej., las estructuras), al establecer que es posible concebir una historia inmóvil.
La historia, de esta manera, no coincide en modo alguno con el cambio sino con
la articulación dialéctica entre permanencia y cambio. Decir que la historia es producto
del tiempo no significa nada; lo que tiene sentido es decir que el tiempo es un producto
de la historia. El “tiempo interno” de las cosas es el que tiene verdadero sentido en la
historia.
Acerca de la naturaleza de la historia, existen tres aspectos de lo histórico sobre
los que debe llamarse la atención: la percepción de lo histórico que el hombre corriente
tiene es la de que ocurren acontecimientos (se producen situaciones nuevas, desaparecen
mil ramas”, que a veces abandona una línea evolutiva para recomenzar de nuevo desde otro punto de
partida, teniendo avances, retrocesos y estancamientos, combinado con rupturas y continuidades, dadas
muchas veces de forma paralela… la humanidad debe ser consciente de que tiene la responsabilidad de
construir la historia y de elegir los rumbos de su futuro desarrollo), y que está compuesta por unidades y
subunidades perfectamente divididas (s’, m’, h’, días, semanas, meses, años, décadas, siglos, milenios):
una idea que asume que el tiempo de los relojes y de los calendarios, es también el tiempo de la historia y
de los historiadores. Pero, el tiempo de los físicos, medidos por calendarios y relojes, no es nunca el
verdadero tiempo histórico de las sociedades que es más bien un tiempo social e histórico, que no es
único sino múltiple, y que además es heterogéneo y variable, haciéndose más denso o más laxo, más corto
o más amplio (“espacios de inteligibilidad” y “percepción del tiempo”), según los acontecimientos, las
coyunturas o las estructuras históricas a las que se refiera.
otras), de que la historia existe por cuanto existe cambio y, antes que ello, por cuanto
existe movimiento (es decir que es objetiva, algo que sucede). Pero la historia, además
de ser una atribución objetiva que tiene lo social, es también algo que conocemos, al
menos en parte, algo que podemos reflejar en un texto, podemos enjuiciar, investigar. Y,
en definitiva, algo de lo que podemos decir que es un discurso, es un elemento de la
cultura, un conocimiento. Por último, la historia es, también, algo más que todo eso.
Todos sabemos que tenemos un tiempo, sabemos que lo que somos y hacemos se debe
en parte a lo que ha sido y se ha hecho antes que nosotros y que lo que hagamos influirá
también sobre la posteridad. Esa consciencia de estar en el tiempo, y de estar ligados al
pasado y al futuro, es lo que llamamos consciencia histórica.
En el sentido en que la historia es una consecuencia del cambio social global,
tiene un carácter de totalidad. También lo tiene porque nada hay fuera de la historia,
todo está sujeto a ella y por eso podemos caracterizarla como totalidad. Pero una cosa es
reconocerla como totalidad, y otra poder construir un discurso de la “totalidad de la
historia”… El objeto de estudio de la historiografía es el tiempo; pero no sólo el tiempo.
El campo de la historiografía es el fenómeno humano, el hombre (campo que es
común al de otras ciencias); pero su objeto es la complejidad de las relaciones humanas.
El historiador pretende establecer cómo se comportan en el tiempo las realidades del
hombre, sin excluir ninguna. El objeto, por ende, de la historiografía es una sola de las
dimensiones de lo humano –el transcurso, el devenir, del tiempo; la historia res gestae–,
pero que afecta a todas las demás… El problema de la historiografía es que no puede
limitar su campo a un solo nivel, o sector de la actividad humana, sino que como cada
uno de esos niveles o sectores tiene un tiempo, la historiografía –no cada historiador–
tiene que analizarlos todos. Dijimos ya que la historia no era una dimensión material del
hombre, sino una atribución, un condicionamiento y, al mismo tiempo, el producto de
su propia actividad. El objeto de la historiografía es distinto del de cualquier otra ciencia
social y, de hecho, mucho más problemático que el de todas y cada una de ellas. Pero no
se debe dejar de señalar, y esto es esencial también para nuestro análisis, que el hombre,
y, por tanto, el historiador, asimila lo histórico como materialidad a la existencia de
huellas, de restos, o si se quiere más directo, a la presencia en la experiencia del hombre
de realidades “a las que se les pueden atribuir tiempos diversos”, o sea un pasado. Se
trata de la existencia de realidades que pueden ser caracterizadas de reliquias y que
pueden pasar a integrarse en la realidad cultural de los relatos. (AROSTEGUI).
Espacio temporal y geográfico son las coordenadas en la que sucede cualquier
acontecimiento histórico…
Naturalmente, los historiadores individuales, están limitados por el tiempo y el
espacio, pero en cambio no lo está la historia como disciplina. Justamente a causa de su
distanciamiento respecto del paisaje del pasado y su elevación sobre el mismo, los
historiadores son capaces de manipular el tiempo y el espacio como nunca habrían
podido hacerlo. Pueden comprar estas dimensiones, expandirlas, compararlas, medirlas
e incluso trascenderlas. (GADDIS)…
Una vez realizadas estas aclaraciones, la cronología (es el método para ordenar
el tiempo y situar los eventos en la secuencia que ocurren: encasillar) 2 y la geografía son
dos instrumentos técnicos de los que dispone el historiador, y son dos presupuestos que
están en toda reconstrucción historiográfica: el tiempo y el espacio. Ningún hecho
podría ser reconstruido y entendido si se hiciera abstracción del momento cronológico
en el que este ha ocurrido, y del lugar geográfico en el que se ha manifestado.
En cuanto a la cronología existen tres problemas, resumidos en la complejidad
de datar elementos antiguos que no gozan de fechas (se utilizan apreciaciones a partir de
las particularidades de la pieza, o el carbono 14 en el caso de elementos orgánicos), la
diferencia de fechas expresadas debido a la diversidad de calendarios que ha habido en
la historia y que hay en la actualidad (dependiendo de la cultura que se estudia), la
dificultad de datar ciertos acontecimientos y procesos (ciclos decenales en economía,
cuándo acabaron las creencias en las brujas, etc.). Por su parte, la geografía tiene su
importancia en la geografía humana, es decir en cómo se condiciona el hombre y el
ambiente recíprocamente, y cómo ambos se construyen entre sí. (SAITTA)…
Un problema adicional es el de que el “tiempo interno” –el tiempo se inserta,
pues, en la realidad social en la medida en que se ha dicho que son los sucesos los que
crean esa realidad, mediante el cambio: en este preciso sentido puede decirse que la
historia es una acumulación de sucesos– no parece tampoco tener un comportamiento
homogéneo entre los diversos subsistemas del sistema que consideramos: no tiene la
misma velocidad en todos los ámbitos sociales. La existencia de procesos históricos con
diferentes ritmos temporales es evidente –existen tiempos diferenciales–, y es clave para
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La historia no es ni debe limitarse a meras sucesiones cronológicas, aunque sustituyamos los hechos
políticos por hechos económicos, culturales o institucionales. No queremos decir con ello que la historia
deba prescindir absolutamente de la cronología. La cronología representa un auxiliar indispensable que
sirve para enmarcar en el tiempo todos los fenómenos históricos.
la concepción del tiempo histórico. Pero como anclamos estos tiempos diferenciales:
creemos, mediante la idea del “espacio de inteligibilidad”. La delimitación de espacios
temporales en función de una cierta homogeneidad histórica –es decir la periodización 3–
es siempre un problema de fondo para la descripción de la historia… La periodización
va, en efecto, acompañada siempre de un problema de definición de un ámbito histórico.
Pero aquel lapso de tiempo en el que una combinación determinada y bien caracterizada
de factores ambientales, ecológicos, económicos, culturales y políticos, y todos los
demás pertinentes, permanece conformando un sistema de algún tiempo, cuyo modelo
puede ser establecido, es lo que podemos llamar un espacio de inteligibilidad histórica.
Podría emplearse igualmente las expresiones lapso o momento de inteligibilidad, pero la
expresión espacio permite también que la empleemos en su sentido literal, con lo que el
espacio de inteligibilidad se entendería relacionado igualmente con el espacio o ámbito,
físico y social, en el que la situación histórica que hemos definido se desarrolla.
Un espacio de inteligibilidad tiene un punto de partida que, como en el caso de
una sociedad, queda marcado por algún tipo de ruptura; el problema del investigador
estriba en la delimitación de aquellos factores esenciales que forman el sistema y que
han de marcar la inteligibilidad del periodo, aunque otros factores secundarios –quiere
decirse secundarios para el caso que consideramos– puedan tener un desarrollo temporal
distinto. (AROSTEGUI).