3 Herida de rechazo
3 Herida de rechazo
3 Herida de rechazo
3
Rechazo
Desde que un ser está en el vientre materno recibe información del medio,
de las emociones y de los sentimientos que su madre le transmite y de lo que
pasa fuera del vientre de la madre. Desde ese momento construimos nuestra
relación con la vida, y en los niveles físico y emocional se forma nuestra
personalidad.
Cuando la situación de la mamá es compleja, sea por enfermedad o porque
no sabe de su embarazo y será complicado el nacimiento, cuando hay alguna
crisis familiar, una muerte, etcétera, la información que llega al bebé resulta
hostil, no le da tranquilidad. El bebé no entiende a nivel racional, pero siente
la hostilidad del entorno, por lo que no se siente en paz ni armonioso. Ese
sentimiento de hostilidad repercute en rechazo del entorno y empieza a
configurar una forma de defensa contra eso.
El nivel de percepción del bebé es muy alto. Cuando sentimos que algo nos
molesta y hace sentir incómodos, la reacción inmediata es rechazarlo; por
ejemplo, cuando tienes una piedra en el zapato, rechazas el objeto y lo eliminas.
Ésa es la reacción del niño que percibe un entorno no amoroso y confortable.
Sentirá repudio por eso y lo manifestará a nivel instintivo, ya sea enfermándose,
llorando o por medio de sus órganos de contacto, como la piel. Nada pasa a
nivel racional, en esa etapa todo se expresa a nivel biológico. Esa reacción de
rechazo se configura en él, y si continúa mucho tiempo, determinará la forma
en que el niño se relacionará con su entorno, conformado por padres,
familia, espacio, etcétera.
Cuando nacemos a este mundo, somos tan vulnerables y receptivos que es
imposible no sentir cierta hostilidad en todo lo nuevo del entorno, desde la
respiración hasta cómo nos adaptamos a la nueva vida fuera del vientre de
mamá. Este cambio es un proceso de crisis, pero el vínculo y el afecto de la
madre nos hace sentir que todo está bien en esa nueva realidad. La madre nos
introduce al mundo y, con su presencia y protección, nos dice “no hay nada que
temer, yo estoy contigo”.
Ese primer rechazo del mundo va desapareciendo, te relacionas con él
encontrando poco a poco tu lugar. Muchos niños que vivieron procesos difíciles
en el vientre de mamá –no ser deseados, muertes de personas significativas para
la madre, enfermedades de ella, conflictos en el entorno, etcétera–, reciben todo
eso como falta de aceptación, y cuando nacen presentan enfermedades,
problemas respiratorios —asma— problemas en la piel —alergias—, lloran
mucho porque no se adaptan. Todas son formas de manifestar el rechazo a la
vida que se empieza a desarrollar.
Las personas que viven esta experiencia desarrollan fobia por el entorno o
a los contactos, sobre todo cuando sus padres no cambian su percepción del
mundo. Todos podemos sentir rechazo por una realidad y después cambiarla
hasta reconciliarnos con ella. El problema es cuando los guías primordiales,
que son los padres, no ayudan a reconciliarse con el entorno. Esto se
convierte en una personalidad que expresa rechazo a todo.
Los padres que tienen la herida del rechazo sostienen una relación semejante
con el mundo, con la intimidad, consigo mismos. Por eso no transmiten un afán
de reconciliación del que carecen. Cuando un padre se rechaza y tiene un hijo,
puede transmitir ese rechazo sin ser muy consciente de ello. No podemos
negar lo que somos, y menos con nuestros hijos, que se alimentan de lo que
somos física, emocional y mentalmente. Heredamos la manera en que nuestros
formadores ven el mundo y se ven ellos.
El rechazo se percibe del progenitor del mismo sexo. El padre del mismo
sexo nos enseña cómo ser hombre o mujer. A partir de su ejemplo y de su modo
de vivir entendemos cómo es el género que nos tocó. Cuando un padre o una
madre tienen la herida de rechazo, suelen ser padres instalados en su propio
mundo, ausentes o aislados, expresan un rechazo en su forma de verse como
hombre o mujer, tienen poca capacidad para manifestarse con poder en lo que
hacen. Ese rechazo de ellos como capaces y poderosos, hace que el hijo, de
manera inconsciente, se alíe con ellos o los rechace completamente y, con esto,
reproduce una forma de rechazo a lo que soy o a lo que ellos son.
Cuando nacemos en una familia donde ambos padres, o alguno de ellos, o
todo el sistema es de rechazo, hay dos características: 1) son padres ausentes,
ensimismados en su propio mundo, o 2) sobreprotectores, otra de las maneras
de transmitir rechazo al entorno.
Un padre sobreprotector desarrolla y enseña a su hijo una forma de miedo,
ya que será incapaz de desarrollar sus propias fuerzas para salir al mundo. Esas
fuerzas no se desarrollan porque el padre o la madre las crea para ellos.
Es otra forma de enseñar rechazo por el entorno, al cual temerá pues se siente
sin recursos.
Una madre o un padre sobreprotector encubre algo. He observado que,
posiblemente, es un sentimiento de rechazo al hijo, por eso lo compensa
sobreprotegiéndolo. Todo lo disminuido o aumentado tiene un trasfondo,
damos de más por alguna razón compensatoria.
El verdadero amor nunca es excesivo. Una madre ama a su hijo cuando confía en su
fuerza. Lo acompaña pero le permite volar. Cuando damos de más, cubrimos algo. Lo
que el niño percibe es el mensaje de fondo.
Características físicas
Cuerpo delgado, piel pegada al hueso, hombros y cadera angosta, partes
del cuerpo sin desarrollar: mentón pequeño, pene chico o senos disminuidos.
Lo llamo un cuerpo aire, no enraizado, ausente, con poca masa muscular
y más tendencias a pasar inadvertido. Tiene proclividad a
las enfermedades de contacto con el exterior, como son vías respiratorias,
piel o sistema digestivo, como rechazo a la comida.
Emocionales
Suelen experimentar miedo al mundo, a ser rechazados. Se sienten incapaces
de enfrentar la vida. Ese sentimiento se convierte en odio a su persona y al
entorno, por lo que eligen rechazar antes de ser rechazados; suelen transmitir
energía en su modo de vestir, de mirar y de relacionarse, por lo que a veces
alejan a las personas. Este rechazo a los demás y el miedo al contacto
puede verse en personalidades solitarias, que adquieren valor por medio de
lo que hacen, son perfeccionistas en sus asuntos y les cuesta trabajo
aterrizarlos. El miedo al contacto y la hostilidad que sintieron desde
chiquitos conforma una personalidad ausente de muchas maneras, hundidas
en el mundo intelectual, la música, las drogas, el alcohol, la creatividad,
el arte, o el trabajo.
La elección de este niño fue evadirse para encubrir la falta de contacto
primordial con sus padres y el entorno. Ese miedo se convertirá también en
odio, que le da más fuerza. Es un modo de encubrir su miedo. Otras veces,
en vez de miedo, prevalece la tristeza. Son personas con tendencia a
deprimirse y a querer huir de este mundo por medio del suicidio.
Su mundo emocional está invadido por el cáncer del rechazo. Esa herida
es de los dolores más difíciles de curar, porque está muy arraigada en la
persona que lo siente, y el odio es un cáncer que mina su relación con él, con
las personas y el mundo.
Mentales
Creen firmemente que no tienen derecho a existir, que no pueden enfrentarse
al mundo con sus propios recursos porque carecen de valor. Tienen un
mundo interno muy grande, suelen pasar mucho tiempo en sus propios
diálogos mentales. Si es constructivo, puede ser una persona con una vida
interna rica; pero si es destructivo, se acosará por lo que no puede o no es, o
por miedo de enfrentar la vida.
Es inteligente, profundo, racional. Podría ser un gran científico, músico,
escritor o dedicarse a cualquier actividad que requiera un mundo interno rico,
un trabajo en soledad, de introspección y de ir profundamente al fondo
de sí.
La anulación de su persona, la sensación de no ser querido, el miedo al
contacto, la autopersecución y la propia descalificación, son sus principales
venenos a nivel mental.
La persona que vive rechazo desarrolla esta personalidad como una manera
de sobrevivencia, de adaptación a la realidad. Sin embargo, hay tareas de
desarrollo que no se completaron y esa personalidad no se permite
completarlas, ya que, en realidad, lo aleja de la oportunidad de contacto.
La personalidad que se adapta a la realidad ya no cambia, siempre será
parte de nosotros, por lo que una persona que desarrolló una personalidad a
partir del rechazo, tendrá ciertos hábitos que le impedirán a veces completar las
tareas pendientes.
Lo más importante es conocer en qué momento está activo el recurso del
rechazo y no dejarse llevar por esa manera de ver la realidad. Para facilitarlo es
importante completar las tareas de desarrollo pendientes y así disminuir la
rigidez de la personalidad.
Tareas de desarrollo en el
rechazo
Alicia es una mujer gay muy trabajadora; tuvo una madre depresiva y
ausente, siempre se sintió rechazada por ella. Su anhelo más profundo era ser
aceptada y amada por su mamá. Su tarea de desarrollo inconclusa era ser
alimentada, acariciada y aceptada por una madre. Hoy en día, a sus 42 años,
todas las parejas que ha tenido comparten un perfil parecido: protectoras,
mayores que ella, muy controladoras, muy mamás.
La relación empieza muy bien, a ellas les encanta la espontaneidad de
Alicia y su modo de ver la vida ligero y divertido. Después, cuando la
relación avanza y se requiere mayor adultez de Alicia, no sabe cómo actuar,
ofrece muy poco en general, ella es una niña buscando mamá. No les da
seguridad ni confianza, algo que toda relación madura necesita. Al final, sus
parejas se cansan de su posición miserable hacia ellas, rechazan su forma de
ser y abandonan la relación.
Cuando permites que la personalidad herida maneje tu vida, lo único que generas es
la confirmación del dolor original con nuevos actores, que casi siempre son la pareja, los
hijos, personas significativas para ti.
Eres importante para su formación, tu presencia puede darles mucho. Será muy
sanador acercarte y aprender que no hay nada que temer cuando das afecto. No
serás rechazado, tienes mucho que dar, confía en tu fuerza y date importancia.
Si eres hijo de un padre en rechazo, valida su presencia, respeta su
autoridad y dale un espacio, sobre todo interior, como tu padre o madre. Su
ausencia, su incapacidad de hacerse presente y huir puede dolerte mucho;
aprende a reconocer que es un recurso que le fue útil para no sentirse rechazado.
Algo en su historia que quizá no conoces lo hizo anularse y huir, o simplemente
es parte de una cadena de rechazo generacional no sanado en tu familia.
Observa si todos presentan la característica física del rechazo: cuerpos
delgados, piel pegada al cuerpo, hombros y caderas angostas y pecho hundido.
Estas son las características de una cadena de rechazo generacional.
Entiende que conforme tú dejes de rechazarlo o de verlo con poco respeto
esa cadena sanará. Difícilmente tu padre modificará su manera de estar en la
vida. Quizá haya encontrado una manera segura y cómoda de estar mediante
la disociación que vive entre la realidad y su propio mundo. Honra a tu padre
o madre, honra tu femineidad o masculinidad, respeta y perdona sus
elecciones y toma tus propias decisiones para sanar esa herida y dejar de
reproducirla creando un vínculo de aceptación y confianza en tu fuerza y
manifestándola en lo que haces.