Bajo La Aurora
Bajo La Aurora
Bajo La Aurora
Aurora.
Cuando cumplí siete años mis padres me
enviaron a mí y a mi hermano mayor a
Nuuk, una pequeña ciudad costera de
Groenlandia donde solía vivir nuestro
abuelo. Recuerdo el frío desde mis mejillas
hasta la punta de mis dedos, solo era hasta
entrar a su pequeña cabaña color rojo
brillante, recuerdo sentirme
inmediatamente acogida por la chimenea y
el delicioso olor que provenía de la cocina,
rolls de canela, mis favoritos.
―Espero que estés lista pequeña Aura, hoy
conocerás al fin las Auroras Boreales
―mencionó mi abuelo guardando un termo
de café en su mochila.
Se acercó a mí y me puso un gorro de lana
que aplastaba mi cabello rubio. Estábamos
a punto de emprender una corta caminata
hacia un lago desértico de ciudadanos, solo
nosotros dos.
Sin esperar más, comencé a seguirlo.
Cubierta de abrigos y ropa caliente, el frío
era casi descomunal, pero estaba lista para
pedirle a las luces del cielo mi deseo de
cumpleaños.
Llevábamos algunas cuadras recorridas
hasta que comencé a divisar el brillo en el
cielo, reflejándose en el lago con colores
violeta, azul y verde. No podía creer que
estaba frente a ellas, luego de todas las
historias que mi abuelito me había contado.
―Acércate Aurora ―él tomó mi mano y nos
quedamos debajo de las luces―. Admira
sus colores y movimientos, recuerda el
poder que tienen y confía en la magia que
poseen. Cierra los ojos y desea con el
corazón para ser escuchada.
Cerré mis ojos y respiré con tranquilidad.
Por favor, a quien sea que me esté oyendo,
sean o no las Auroras, quiero confiar en
que algo o alguien pueda ayudarme. Hagan
que mis padres nos quieran, que devuelvan
nuestras llamadas. Mi hermano y yo los
amamos y prometo portarme bien. Deseo
que vuelvan por nosotros.
Mi hermano Carson intenta ocultarlo, pero
se lo dolido que esta por todo esto, sé que
intenta no demostrarlo por mí, pero lo
conozco. Queremos a nuestros padres. Por
favor lo deseo con todo mi corazón.
Lleve mi mano al corazón para demostrar
mi deseo. Yo amaba a mi abuelo, pero me
había esforzado cada día por ser una niña
buena, con buenas calificaciones, había
intentado ser perfecta y ellos se habían
olvidado de mi existencia. En los dos años
que nos dejaron aquí con mi abuelo,
dejamos de importarles. Nos habían
abandonado.
Sin embargo, 22 años después de luchar y
trabajar tan duro que mis manos
sangraban, acababa de ser reemplazada
luego de esperar mi ascenso a la gerencia
de diseño de moda. Había sido tan fácil
relevarme de mi puesto por querer a
alguien más joven en su famosa marca de
diseñador.
―Estas diciendo que he trabajado para ti
por diez años y vas a ascender a alguien de
20 años que lleva con nosotros tan solo 6
meses ―quería confirmar que lo que Darla,
mi jefa, decía era correcto.
―Escucha Aurora, tienes un talento
enorme, pero te faltan algunas cosas para
este importante puesto querida ―ella ni
siquiera me miraba a la cara, estaba
ocupada firmando papeles.
―Si es la última decisión, quiero
presentarte mi renuncia formal Darla. Te di
los mejores años de mi vida. Este trabajo
me privo de miles de cosas, le di hasta lo
último que tenía. Si no me dan el
reconocimiento por haber llevado esta
marca al mundo, me iré ahora mismo y lo
lamentaras en solo semanas ―titubee
mientras mis manos temblaban, realmente
esperaba que no me dejara ir así, pero si lo
hacían, mi corazón sabía que era lo
correcto para mí.
―Aurora, nadie aquí es importante, apenas
yo recibo reconocimiento. Pero te deseo
mucha suerte en este complicado mundo
―ni despidiéndome logré que se fijara en
mí, empezaba a creer que tal vez jamás
conoció mi rostro.
Abandoné su oficina para ir a la mía, saque
algunos de mis libros y fotografías, nadie
se quedaría con mis malditos diseños
gratis. No volvería jamás, esta fue la gota
que rebalso el vaso, ya no soportaría
destratos o tener que desgastar mi mente
por este lugar, le había regalado mis
mejores años y jamás me habían pagado
como lo merecía. Soporté que roben mis
ideas y jamás recibí un crédito por nada,
ese fue mi último día en Ophelias, por
suerte las ventas estaban cayendo en
picada, un día ya nadie conocerá este
lugar.
Salí por las grandes puertas de vidrio
seguida por Verónica, mi asistente.
―Deja claro mi mensaje Ver, que se
pudran en el infierno, no obtendrán más
nada de Aurora Clemonte. Nos vemos
querida, lárgate cuanto antes de este
lugar, créeme ―la abracé, pero ella aún
seguía anonadada.
Salí del estacionamiento en mi auto
mientras comenzaba a derrumbarme, no
conocía otros lugares, ese era como mi
hogar disfuncional. Ese era mi maldito
puesto.
Era una mujer pisando los 30 años y no
tenía trabajo. Aún peor, deje el trabajo que
no me permitió tener a alguien que me
consolara al llegar a mi departamento,
había descuidado todas mis relaciones
porque Darla me necesitaba y ahora estaba
sola y perdida, pero ya no era una niña, ya
no tenía toda la vida por delante y
necesitaba hacer algo ahora.
Al llegar a casa lance mis cosas sobre la
mesa del comedor y me arroje a mi cama a
llorar, tal vez no era una niña, pero llorar
aún era necesario para la mujer adulta
desempleada y decepcionada.
Mi móvil sonaba y sonaba, al cabo de una
hora tal vez las llamadas perdidas habían
llegado a ser veinte, pero no me interesaba
en lo más mínimo, hasta que oí el
contestador automático.
―Hola señorita Clemonte, soy el doctor
David. Llamo porque sus resultados ya
están listos ―corrí al contestador para
tomar la llamada.
―Hola doctor, habla Aurora.
―Señorita Clemonte, quisiera agendar una
cita con usted, es sobre sus resultados y los
pasos a seguir ―lo notaba con un tono
amargo al hablar.
―Claro, cuanto antes doctor.
―¿Le parece mañana a primera hora?
―Por supuesto, ahí estaré.
Me despedí y pensativa me senté en mi
cama, había olvidado mis exámenes. A dos
semanas de creer que me ascenderían y
tendría más tiempo libre, me realice
exámenes porque al fin estaba segura y es
que quería ser madre de la forma que sea.
La clínica de fertilidad había realizado
varias evaluaciones y me dirían lo que
debía hacer, pero su tono de voz me
desconcertó, me mantuvo preocupada toda
la noche. Mi día había ido de mal a tal vez
peor, no pude probar bocado de mi
ensalada, solo me acosté en la cama
esperando que sea la hora de visitar la
clínica.
Pensando en todo, de lo único que estaba
absolutamente arrepentida era de no haber
respirado más y darme el tiempo de
cumplir mi verdadero deseo de
convertirme en madre, el deseo que
apareció hace 6 años sin previo aviso, pero
no me había dado tiempo jamás de revisar
mis opciones, ahora tal vez ya no tenía
opciones.
El reloj sonó temprano y me paré con
rapidez, cepille mis dientes y me maquille
un poco, el deterioro era notorio. Me vestí
y me puse en marcha, tenía fe porque era
una de las mejores clínicas y sabía que
fuera lo que fuera podríamos resolverlo.
―Aurora Clemonte, tengo cita a las ocho
con el doctor David ―mencioné a la
recepcionista.
―Segunda puerta a la derecha, señorita.
Camminé siguiendo sus indicaciones y
toqué su puerta.
―Buenos días ―él me saludo dando paso a
su oficina.
―Buenos días, doctor. En la llamada
sonaba un poco preocupado, ¿está todo
bien? ―me senté frente a él en su
escritorio, lo vi colocarse sus lentes y
revisar los papeles sobre su escritorio.
―Lamentablemente no. Debo informarle
que tiene una alteración en sus trompas de
Falopio, están obstruidas, lo que significa
que sus óvulos no pueden ser fecundados
ni podrían implantarse en el útero. Cuanto
lo lamento, estuve estudiando su caso con
otros colegas, pero es complicado y un
tratamiento sería bastante agresivo para el
bajo porcentaje que existe de que pudiera
quedar embarazada ―se quitó los lentes y
me miró lastimosamente.
Vi la vida que jamás iba a tener pasar por
delante y estrellarse en el piso del
consultorio. Jamás me había puesto a
pensar en el poco tiempo que tarda en
destruirse tu vida, tus sueños, tus logros,
todo se podía ir a la basura en cuestión de
nada. No tenía trabajo, pero aún peor era
saber que me habían arrebatado la
posibilidad de embarazarme, amar y criar
como lo había soñado tanto.
―Bueno, gracias por su tiempo doctor
―me paré lentamente y me acompañó
hasta la salida.
Me despedí y caminé al auto abrumada, las
lágrimas ya comenzaban a rodar por mis
mejillas. Estaba frustrada porque no creía
haber sido tan mala persona en toda mi
vida como para que la vida me de esto. No
merecía esto.
Abrí la puerta de mi departamento y deje
mi bolso sobre la mesa, camine a mi cuarto
y me arrodille en el suelo para sacar una
caja de debajo de mi cama. Mi caja blanca
había estado sellada por al menos un año,
al sacar la tapa allí estaba lo que buscaba,
los pequeños recuerdos de mi vida y lo que
esperaba de ella, no tenía nada de lo que
quería y eso me estaba agitando el
corazón. Estaba perdida. Tome el gorro
que mi abuelo usaba aquellos días de
invierno, sé que hoy sabría que decirme,
pero la realidad es que ya no está aquí.
Aunque, si me había dejado algo, tal vez
era hora de unas vacaciones invernales en
el lugar más frío del mundo.
Capítulo 2: Aura
Aurora.
Mis maletas estabas listas, guarde las
cosas más importantes y bastantes abrigos.
Estaba decidida a visitar Nuuk, la pequeña
ciudad donde viví toda mi infancia con mi
abuelo y Carson. Probablemente su casa
estaba muy descuidada, pero la podía
poner en condiciones con los ahorros que
me quedaban.
En su momento no supe reaccionar cuando
él me dejo en su herencia esa casa, su
hogar, pero creo que comenzaba a
entender por qué necesitaba ir allí, era el
único lugar al que llamé mi hogar.
Necesitaba sanar mis heridas, necesitaba
volver a conectar con algo.
Bajé hasta la entrada de mi edificio y pedí
un taxi que me llevaría directo al
aeropuerto, mi vuelo salía en una hora y
comenzaba a sentirme ansiosa.
Tuve que sobornar al taxista con algunos
dólares más por acelerar, pero al fin estaba
allí esperando mi vuelo impulsivo.
Ni siquiera sabía que hacer al llegar, no
sabía en qué condiciones estaba aquella
vieja casa o si tal vez ya no existía, pero lo
descubriría en un par de horas.
Llamaron para abordar mi vuelo así que me
acerque a la puerta y luego de darle mi
pasaje a la asistente, abordé esperando a
llegar y saber que sería de mi vida, hoy
probablemente comenzaba algo nuevo y
debía admitir que me daba miedo afrontar
cualquier problema que se me interpusiera,
simplemente porque no resistiría nada
más. Pero ahora entiendo que jamás tuve el
control, de nada en mi vida, y menos ahora.
Por suerte para mí, logré quedarme
dormida o mis pensamientos me
desbordarían por completo.
Desperté asustada por el aterrizaje
turbulento, ya había llegado y solo me
quedaba incorporarme para buscar mis
maletas y encontrar un taxi aquí. Apenas
puse un pie fuera del avión el frío me
entumeció por completo, estaba muy bien
abrigada pero igualmente el lugar era puro
hielo, no lo recordaba así.
Tome mis maletas y camine a la entrada
del aeropuerto, un hombre muy amable
cargo mi equipaje en su taxi y le di la
dirección que tenía en el sobre que dejo mi
abuelo para mi junto con la llave y una
carta. Realmente Nuuk estaba muy
distinto, se había poblado muchísimo, era
más grande de lo que recordaba, pero lo
que no cambio es mi cosa favorita sobre el
lugar, las casas coloridas sobre la
descolorida nieve, pintaba el lugar como un
sitio más alegre.
―Ya llegamos ―dijo el hombre mayor que
me trajo, viéndome extrañado por el espejo
retrovisor.
―Oh lo siento ―me avergoncé y le di el
dinero, bajamos las cosas y él se fue.
Me dejo frente a la despintada y
descuidada casita roja, en mis recuerdos
aun veía el humo saliendo de la chimenea o
el banco de mi abuelo frente a su ventana.
Estaba sorprendida de que el camino de
piedra no estaba cubierto de nieve como
muchas otras casas.
Decidí sacar mi llave y comenzar a meter
las cosas dentro, los pisos estaban
polvorosos, la pintura rasgada y el olor era
un poco asfixiante así que abrí las ventanas
para orear el sitio. Además del deterioro,
por dentro, la casa era como la recordaba
con su hermosa chimenea.
Comencé por quitar las telas blancas que
recubrían los muebles del polvo, debajo
estaba el hermoso sillón verde ingles de mi
abuela, parecía haberse detenido el tiempo
aquí. Destapé la mesa ratona vidriada,
junto a la chimenea los estantes con libros,
mi abuelo había leído cada uno de ellos y
aquí había como cientos.
Las plantas dentro de la casa estaban lo
siguiente a muertas, pero me hubiera
preocupado más si seguirían vivas, la
cocina aun contenía algunos utensilios y
todo estaba bastante limpio, realmente
esperaba encontrarme con cucarachas o
ratas. La mesa del comedor con sus 6 sillas
de madera estaba igual de intactas.
Subí las escaleras hasta la planta alta,
donde estaban las tres habitaciones y el
baño, la primera puerta la recordaba, la
habitación de mi abuelo, giré la perilla y
también descubrí las cosas, su cama vieja
junto a las mesas de noche y la cómoda
frente a esta, allí también había
portarretratos nuestros, como la foto de la
primera vez que se me cayó un diente, hizo
que riera por primera vez. También vi la
foto de Carson ganando su primer trofeo
en un partido futbol, parecía tan pequeño.
Salí de allí antes de que me alcanzara la
melancolía, pasé por alto la siguiente
habitación y el baño, solo entre a la que fue
mi habitación hasta la adolescencia, muy
similar a la primera, pero con menos carga
sentimental, así que dormiría aquí. Subí
mis cosas para acomodarlas en los cajones
y ganchos, para sentir que el lugar tomaba
forma, necesitaba sabanas nuevas y tal vez
varias cosas.
Barrí el lugar de arriba a abajo, traté de
quitar el mayor polvo posible de los
muebles y superficies. Y ahora si cerré las
ventanas y puertas, además de estar
muriendo de frío el olor ya era distinto.
Decidí tomar mi bolso y salir por las cosas
esenciales que necesitaba, no muy lejos de
la casita había un gran bazar donde tomé
una cesta y comencé a cargar unas
sabanas, cobijas y medias súper calientes.
Unas ollas, cubiertos, objetos de limpieza y
más. Necesitaba mi champú y dentífrico, al
pagar camine un poco más con las bolsas
hasta el mercado, necesitaba comer algo
urgente. Compre algunas frutas y verduras,
carne y el indispensable café. Ya teniendo
todo estaba regresando a la casita, para
ordenar y poner en funcionamiento el
vejestorio que había por heladera.
Acomodé todo en su lugar y ordené la
habitación, comenzaba a sentirse acogedor
ahora que tenía vida.
Me senté en el sofá con mis nuevas medias,
mis pies ya no eran témpanos de hielo.
Solo faltaba encender la chimenea, pero
comenzaba a oscurecer y me daba un poco
de miedo. Por hoy solo calentaría una sopa
de paquete y me iría a dormir, mañana
quería comprar pintura y tal vez conseguir
algún pequeño trabajo, el dinero no crecía
de mis árboles, no tenía demasiados
ahorros.
Me dispuse a dormir, un poco más
tranquila que ayer sabiendo que mañana
sería un mejor día porque tenía cosas de
las que ocuparme sin adentrarme tanto en
mis pensamientos.
Al despertar decidí ponerme ropa
deportiva y salir a trotar para ver la ciudad
un poco más, me coloqué mis auriculares y
salí. Iba fijándome en cada cosa que creía
conocer y hoy había cambiado, aunque
había olvidado casi por completo este sitio.
Lo único que seguía igual era el frío.
Estaba llegando al consultorio odontológico
que pertenecía a mi abuelo, era un
destacado odontólogo hace muchos años,
el mejor. Recuerdo cuando venía después
de la escuela, me gustaba darle de comer a
los peces y esperar a mi abuelo para volver
a casa. Hoy probablemente estaba
abandonado.
Sin embargo, llegando disminuí la
velocidad y me pare casi en seco a ver que
el lugar estaba intacto y como lo
recordaba.
Mi corazón se aceleró como nunca en mi
vida, el letrero de ¨Aura¨ estaba colgado
sobre la puerta, era como me decía mi
abuelo y como le dije que algún día
ocuparía su lugar, lo había nombrado por
mí.
No podía creer que mi abuelo vendió su
consultorio con el nombre incluido y nadie
lo había cambiado. Por el vidrio vi a un
hombre de bata blanca de espaldas
discutiendo con una señora. No entendía
que pasaba, así que, con la respiración
cortada, retrocedí en silencio como si me
pudieran oír y volví sobre mis pasos casi
corriendo esta vez.
Quería volver a casa antes de que me
alcance una crisis, en estos años siempre
había tratado de evitar pensar en esos años
que estuve aquí simplemente porque me
rompía el corazón. Al llegar me encerré en
el cuarto y me tapé con las colchas a llorar,
necesitaba a mi abuelo como cada día
desde aquel día.
Capítulo 3: Ojos Verdes
Aurora.
Desperté al oír el sonido de la puerta de
entrada cerrándose de golpe. Me paré del
susto y tomé la lampara que estaba sobre
la mesa de luz, silenciosamente camine
hasta abajo para ver que ocurría, con las
manos sudorosas apreté aún más la
lampara en mis manos, no tendría miedo
de atacar a quien haya entrado. Bajé las
escaleras en punta de pie y allí comencé a
escuchar a un hombre hablando por
teléfono.
―Si por favor, deja los paquetes en la
recepción, pasaré en una hora para
buscarlos. Gracias Carl ― hasta que lo vi
parado de espaldas a mí, un hombre
atlético de hombros anchos, bastante más
alto que yo y de cabello castaño. No se
había percatado de que yo estaba detrás.
―¿Quién mierda eres? Date la vuelta
lentamente ―advertí y el hombre casi salta
de un susto.
Giró lentamente como le dije con las manos
arriba. Su cara de nerviosismo cambio
rotundamente luego de verme a los ojos,
entonces sus ojos se abrieron
sorpresivamente, su boca se despegaba
tratando de decir algo con nerviosismo,
parecía estupefacto.
―Aurora ―sabia mi nombre e hizo que yo
titubeara al no saber quién era él, aunque
su cara me resultaba familiar.
―Pregunté quien eras ―apunte la lampara
hacia él. Bajó sus brazos lentamente con
despreocupación. El era más alto, más
fuerte y estaba claro que hasta desarmado
podría conmigo.
―Si que ha pasado mucho tiempo ―apoyó
el teléfono sobre la isla de la cocina―. Creo
que ya son doce años desde que te fuiste,
pero no creo haber cambiado ni un poco,
has un esfuerzo Aura ―sus ojos
comenzaban a delatar indiferencia hacia
mí. Y pude verlo de verdad, bajé la lampara
con lentitud y tragué en seco.
―Archer ―balbucee perpleja por tenerlo
frente a mí. Archer Bradbury vivía aquí al
lado, él fue como otro hijo para mi abuelo.
Fuimos mejores amigos hasta el día que me
fui―. ¿Qué haces aquí?
―No sabía que estabas de vuelta. Le
prometí a George cuidar de la casa antes
de morir ―levanto su vista viendo las
paredes despintadas―. El trabajo se me ha
ido de las manos, pero aun así, hice lo que
pude.
―No lo sabía, lo siento ―me disculpe y
dejé la lampara sobre una mesa,
avergonzada.
―Claro que no lo sabias, no estuviste aquí.
Sin embargo, estoy sorprendido Aurora, el
viejo tenía razón. Él sabía que volverías un
día, realmente no le creí, pero mírate aquí
―me miraba desaprobando todo lo que
veía de mí. Notaba cada vez más frialdad
de su parte. Cruzó sus brazos y se apoyó en
la isla de la cocina esperando algo de mí.
―Mi abuelo me conocía ―si estaba
tratando de molestarme, podía jugar igual.
―No me cabe duda de eso, pero es una
lástima que tu no nos conocías a ni uno de
los dos ―fingió una sonrisa con recelo. Allí
lo reconocí completamente, es a quien vi
ayer en la ciudad.
―Tú le compraste el consultorio a mi
abuelo ―le solté viendo que tenía una
chaqueta blanca.
―No, nuevamente equivocada. Fue su
herencia para mí, con la condición de
conservar el ridículo nombre ―una parte
de mi corazón crujió de enfado, realmente
me había guardado tanto rencor estos
años―. Me encantaría quedarme a hablar
contigo de nuestras fructíferas vidas,
Aurora, pero tengo cosas que hacer. Y ya
que estas aquí supongo que te harás cargo
de la casa ―hablaba sarcásticamente
mientras sacaba una llave del bolsillo de su
pantalón―. Toma, solo tengo esta ―me
entrego la llave y tomó su bolso que estaba
en el piso.
―Si, yo me haré cargo. Gracias ―debía
agradecer por todo lo que hizo aquí,
aunque me quemara la lengua.
―No fue por ti, solo para que quede claro
―caminó hasta la entrada y se fue
dejándome con algunas palabras en la
boca, se había comportado como un gran
hijo de puta, pero sabía por qué.
Él había cambiado, hasta sus ojos verdes
eran más oscuros, ese no era el Archer que
mi abuelo crío.
Me senté en la banca de la cocina aun
asimilándolo todo. Él si había seguido sus
pasos, se convirtió en odontólogo. No
puedo ni pensar en el dolor que le causó la
muerte de mi abuelo George, pero a mí
también y él no tenía derecho a decir las
cosas que dijo.
Volví a ir a mi habitación para dejar la
lampara en su lugar y abrigarme bien para
ir a buscar leña, quería encender la
chimenea porque estaba muriendo de frío y
luego solo restaba hacerme una ensalada.
Mi estadía aquí no estaba cumpliendo con
mis expectativas, no pensé que el pasado
me iba a golpear tan fuerte la cara, debí
haberlo esperado.
Mientras buscaba los ingredientes en la
heladera y los ponía sobre la mesada, un
celular comenzó a sonar y el mío estaba
apagado. Sobre la isla lo vi, el celular de
Archer. Maldecí en mi mente, ese idiota lo
había olvidado, pero tal vez vendría a
buscarlo, eso esperaba.
Comí en silencio observando el móvil, con 4
llamadas perdidas en él, me acerqué a
curiosear que 2 llamas venían de su oficina
y otras 2 de ¨casa¨. Pero yo no podía
devolver las llamas con el teléfono
bloqueado, así que debía hacer lo correcto
y volver a abrigarme bien para ir hasta el
consultorio. Nuevamente con mis
auriculares camine hasta allí, ahora él
debía agradecerme.
Al entrar había una secretaria detrás del
mostrador y en la sala de espera solo había
una niña esperando sola.
―Hola, busco a Archer Bradbury.
―¿Tiene cita? ―pregunto la señora un
poco mayor, sin paciencia.
―No, solo debo verlo un segundo.
―Nombre.
―Aurora Clemonte.
―Espere en la sala de espera ―camine y
me senté a esperar, veía como la niña
frente a mi estaba intentando hacerse un
moño en el pelo, sin éxito.
―Hola pequeña, ¿cómo te llamas? ―le
pregunte acercándome solo un poco,
parecía tener unos 8 años, era muy tierna.
―Hola, soy Birdie ―me saludo sonriendo
casi de oreja a oreja, tenía un bonito labial
rosa en la boca además de un poco en los
dientes. Se notaba el gusto por el
maquillaje y me hizo reír.
―Bien Birdie, soy Aurora y quería saber si
necesitas ayuda con eso ―señale el
pequeño cepillo y las gomas de pelo.
―Eso sería de mucha ayuda, mi padre no
tiene ni idea y yo apenas estoy aprendiendo
―me dio los instrumentos y me pare detrás
de ella para comenzar a hacerle una trenza
alta.
―No hay problema, me encanta peinar y tu
cabello es precioso ―alague su cabello
rubio miel y súper lacio.
―Siento que vi tu rostro en alguna parte
―ella estaba pensativa, intentando
encontrar algo dentro de su mente.
―No lo creo, me acabo de mudar hoy
mismo ―sonreí, aunque no me viera por
estar detrás de ella.
―Birdie es hora de ir...―apenas salió de su
oficina y me vio, su voz se tornó tan fría
como sus ojos. ―¿Qué haces aquí?
―preguntó casi con brusquedad, tomó el
cepillo de mi mano y lo puso en la pequeña
mochila rosa a su lado.
―Aurora estaba trenzando mi cabello papá,
ya casi termina ―insistió la pequeña niña
mientras su padre tensaba la mandíbula.
Mi cuerpo se tensó completamente y quede
aturdida mientras unía los puntos, Birdie
era la hija de Archer.
Le coloqué con rapidez la goma al final de
la trenza y me alejé de la niña, su padre me
veía amenazante.
―Lo siento, tu dejaste tu celular en mi casa
y solo estaba ayudando a Birdie porque no
podía sola con su cabello, no sabía
que...―le entregue el teléfono y solo me
calle.
―Birdie sube al auto ―ordenó y antes de
salir la niña me saludo simpáticamente y se
lo devolví tratando de ocultar el
nerviosismo.
―Te juro que no sabía que era tu hija, yo
solo venía a eso ―me colgué el bolso al
hombro y comencé a caminar velozmente a
la salida.
Él no me detuvo, tampoco debía esperar a
que lo haga, solo había visto cómo se
dilataban sus fosas nasales, parecía
enfadado y nervioso, no le di más
importancia porque no planeaba volver allí
o intentar cruzármelo.
Querido Archer,
Ya lo sé, todo esto parece una locura, pero
no puedo seguir aquí. Después de perder a
Carson, todo cambió. Ya no somos los
mismos, y cada rincón de este lugar me
recuerda lo que ya no está. No puedo ver
un futuro para mí en Nuuk, no mientras
cada parte de esta ciudad me lo traiga de
vuelta.
Por eso, estoy tomando una decisión difícil.
Me voy. Pero quiero que sepas que no
espero nada de ti. Será tu elección si
decides acompañarme o quedarte aquí.
Cualquiera que sea tu respuesta, lo
entenderé.
Pero piensa en todo lo que soñamos juntos.
Tú, con tu futuro brillante como dentista, y
yo, trabajando sin descanso para
convertirme en diseñadora de modas. Lo
hablamos tantas veces: trabajaríamos duro,
viviríamos juntos, y tal vez, solo tal vez,
volveríamos a Nuuk cuando todo doliera un
poco menos. George seguro comenzará su
vida adulta como la soñó, cuando le
quitemos la carga de cuidarnos, se que
viajará por el mundo como lo deseó, los
tres estaremos bien, nos volveremos a ver.
No puedo decirte cómo será el futuro, pero
sé que, de alguna manera, tú siempre
estarás en mi vida. Puede que terminemos
viviendo una vida como todo el mundo
insiste: nosotros construyendo un hogar
juntos, compartiendo hijos, riendo de los
viejos tiempos. O tal vez solo seremos esos
amigos que lo comparten todo, que están
ahí para siempre, sin importar la distancia
o el tiempo.
De cualquier modo, quiero que sepas que
siempre te llevaré conmigo, sin importar
dónde esté.
Pero ven conmigo a Nueva York, Archer. Te
prometo que algún día todo esto dejará de
doler, y quizás, cuando miremos atrás, lo
hagamos con una sonrisa. Y quizá, solo
quizá, encontremos esa felicidad que todos
siempre supieron que estaba destinada
para nosotros, juntos.
Aurora.
Mi pequeña Aura.