Bajo La Aurora

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Capítulo 1: Confía en la magia

Aurora.
Cuando cumplí siete años mis padres me
enviaron a mí y a mi hermano mayor a
Nuuk, una pequeña ciudad costera de
Groenlandia donde solía vivir nuestro
abuelo. Recuerdo el frío desde mis mejillas
hasta la punta de mis dedos, solo era hasta
entrar a su pequeña cabaña color rojo
brillante, recuerdo sentirme
inmediatamente acogida por la chimenea y
el delicioso olor que provenía de la cocina,
rolls de canela, mis favoritos.
―Espero que estés lista pequeña Aura, hoy
conocerás al fin las Auroras Boreales
―mencionó mi abuelo guardando un termo
de café en su mochila.
Se acercó a mí y me puso un gorro de lana
que aplastaba mi cabello rubio. Estábamos
a punto de emprender una corta caminata
hacia un lago desértico de ciudadanos, solo
nosotros dos.
Sin esperar más, comencé a seguirlo.
Cubierta de abrigos y ropa caliente, el frío
era casi descomunal, pero estaba lista para
pedirle a las luces del cielo mi deseo de
cumpleaños.
Llevábamos algunas cuadras recorridas
hasta que comencé a divisar el brillo en el
cielo, reflejándose en el lago con colores
violeta, azul y verde. No podía creer que
estaba frente a ellas, luego de todas las
historias que mi abuelito me había contado.
―Acércate Aurora ―él tomó mi mano y nos
quedamos debajo de las luces―. Admira
sus colores y movimientos, recuerda el
poder que tienen y confía en la magia que
poseen. Cierra los ojos y desea con el
corazón para ser escuchada.
Cerré mis ojos y respiré con tranquilidad.
Por favor, a quien sea que me esté oyendo,
sean o no las Auroras, quiero confiar en
que algo o alguien pueda ayudarme. Hagan
que mis padres nos quieran, que devuelvan
nuestras llamadas. Mi hermano y yo los
amamos y prometo portarme bien. Deseo
que vuelvan por nosotros.
Mi hermano Carson intenta ocultarlo, pero
se lo dolido que esta por todo esto, sé que
intenta no demostrarlo por mí, pero lo
conozco. Queremos a nuestros padres. Por
favor lo deseo con todo mi corazón.
Lleve mi mano al corazón para demostrar
mi deseo. Yo amaba a mi abuelo, pero me
había esforzado cada día por ser una niña
buena, con buenas calificaciones, había
intentado ser perfecta y ellos se habían
olvidado de mi existencia. En los dos años
que nos dejaron aquí con mi abuelo,
dejamos de importarles. Nos habían
abandonado.
Sin embargo, 22 años después de luchar y
trabajar tan duro que mis manos
sangraban, acababa de ser reemplazada
luego de esperar mi ascenso a la gerencia
de diseño de moda. Había sido tan fácil
relevarme de mi puesto por querer a
alguien más joven en su famosa marca de
diseñador.
―Estas diciendo que he trabajado para ti
por diez años y vas a ascender a alguien de
20 años que lleva con nosotros tan solo 6
meses ―quería confirmar que lo que Darla,
mi jefa, decía era correcto.
―Escucha Aurora, tienes un talento
enorme, pero te faltan algunas cosas para
este importante puesto querida ―ella ni
siquiera me miraba a la cara, estaba
ocupada firmando papeles.
―Si es la última decisión, quiero
presentarte mi renuncia formal Darla. Te di
los mejores años de mi vida. Este trabajo
me privo de miles de cosas, le di hasta lo
último que tenía. Si no me dan el
reconocimiento por haber llevado esta
marca al mundo, me iré ahora mismo y lo
lamentaras en solo semanas ―titubee
mientras mis manos temblaban, realmente
esperaba que no me dejara ir así, pero si lo
hacían, mi corazón sabía que era lo
correcto para mí.
―Aurora, nadie aquí es importante, apenas
yo recibo reconocimiento. Pero te deseo
mucha suerte en este complicado mundo
―ni despidiéndome logré que se fijara en
mí, empezaba a creer que tal vez jamás
conoció mi rostro.
Abandoné su oficina para ir a la mía, saque
algunos de mis libros y fotografías, nadie
se quedaría con mis malditos diseños
gratis. No volvería jamás, esta fue la gota
que rebalso el vaso, ya no soportaría
destratos o tener que desgastar mi mente
por este lugar, le había regalado mis
mejores años y jamás me habían pagado
como lo merecía. Soporté que roben mis
ideas y jamás recibí un crédito por nada,
ese fue mi último día en Ophelias, por
suerte las ventas estaban cayendo en
picada, un día ya nadie conocerá este
lugar.
Salí por las grandes puertas de vidrio
seguida por Verónica, mi asistente.
―Deja claro mi mensaje Ver, que se
pudran en el infierno, no obtendrán más
nada de Aurora Clemonte. Nos vemos
querida, lárgate cuanto antes de este
lugar, créeme ―la abracé, pero ella aún
seguía anonadada.
Salí del estacionamiento en mi auto
mientras comenzaba a derrumbarme, no
conocía otros lugares, ese era como mi
hogar disfuncional. Ese era mi maldito
puesto.
Era una mujer pisando los 30 años y no
tenía trabajo. Aún peor, deje el trabajo que
no me permitió tener a alguien que me
consolara al llegar a mi departamento,
había descuidado todas mis relaciones
porque Darla me necesitaba y ahora estaba
sola y perdida, pero ya no era una niña, ya
no tenía toda la vida por delante y
necesitaba hacer algo ahora.
Al llegar a casa lance mis cosas sobre la
mesa del comedor y me arroje a mi cama a
llorar, tal vez no era una niña, pero llorar
aún era necesario para la mujer adulta
desempleada y decepcionada.
Mi móvil sonaba y sonaba, al cabo de una
hora tal vez las llamadas perdidas habían
llegado a ser veinte, pero no me interesaba
en lo más mínimo, hasta que oí el
contestador automático.
―Hola señorita Clemonte, soy el doctor
David. Llamo porque sus resultados ya
están listos ―corrí al contestador para
tomar la llamada.
―Hola doctor, habla Aurora.
―Señorita Clemonte, quisiera agendar una
cita con usted, es sobre sus resultados y los
pasos a seguir ―lo notaba con un tono
amargo al hablar.
―Claro, cuanto antes doctor.
―¿Le parece mañana a primera hora?
―Por supuesto, ahí estaré.
Me despedí y pensativa me senté en mi
cama, había olvidado mis exámenes. A dos
semanas de creer que me ascenderían y
tendría más tiempo libre, me realice
exámenes porque al fin estaba segura y es
que quería ser madre de la forma que sea.
La clínica de fertilidad había realizado
varias evaluaciones y me dirían lo que
debía hacer, pero su tono de voz me
desconcertó, me mantuvo preocupada toda
la noche. Mi día había ido de mal a tal vez
peor, no pude probar bocado de mi
ensalada, solo me acosté en la cama
esperando que sea la hora de visitar la
clínica.
Pensando en todo, de lo único que estaba
absolutamente arrepentida era de no haber
respirado más y darme el tiempo de
cumplir mi verdadero deseo de
convertirme en madre, el deseo que
apareció hace 6 años sin previo aviso, pero
no me había dado tiempo jamás de revisar
mis opciones, ahora tal vez ya no tenía
opciones.
El reloj sonó temprano y me paré con
rapidez, cepille mis dientes y me maquille
un poco, el deterioro era notorio. Me vestí
y me puse en marcha, tenía fe porque era
una de las mejores clínicas y sabía que
fuera lo que fuera podríamos resolverlo.
―Aurora Clemonte, tengo cita a las ocho
con el doctor David ―mencioné a la
recepcionista.
―Segunda puerta a la derecha, señorita.
Camminé siguiendo sus indicaciones y
toqué su puerta.
―Buenos días ―él me saludo dando paso a
su oficina.
―Buenos días, doctor. En la llamada
sonaba un poco preocupado, ¿está todo
bien? ―me senté frente a él en su
escritorio, lo vi colocarse sus lentes y
revisar los papeles sobre su escritorio.
―Lamentablemente no. Debo informarle
que tiene una alteración en sus trompas de
Falopio, están obstruidas, lo que significa
que sus óvulos no pueden ser fecundados
ni podrían implantarse en el útero. Cuanto
lo lamento, estuve estudiando su caso con
otros colegas, pero es complicado y un
tratamiento sería bastante agresivo para el
bajo porcentaje que existe de que pudiera
quedar embarazada ―se quitó los lentes y
me miró lastimosamente.
Vi la vida que jamás iba a tener pasar por
delante y estrellarse en el piso del
consultorio. Jamás me había puesto a
pensar en el poco tiempo que tarda en
destruirse tu vida, tus sueños, tus logros,
todo se podía ir a la basura en cuestión de
nada. No tenía trabajo, pero aún peor era
saber que me habían arrebatado la
posibilidad de embarazarme, amar y criar
como lo había soñado tanto.
―Bueno, gracias por su tiempo doctor
―me paré lentamente y me acompañó
hasta la salida.
Me despedí y caminé al auto abrumada, las
lágrimas ya comenzaban a rodar por mis
mejillas. Estaba frustrada porque no creía
haber sido tan mala persona en toda mi
vida como para que la vida me de esto. No
merecía esto.
Abrí la puerta de mi departamento y deje
mi bolso sobre la mesa, camine a mi cuarto
y me arrodille en el suelo para sacar una
caja de debajo de mi cama. Mi caja blanca
había estado sellada por al menos un año,
al sacar la tapa allí estaba lo que buscaba,
los pequeños recuerdos de mi vida y lo que
esperaba de ella, no tenía nada de lo que
quería y eso me estaba agitando el
corazón. Estaba perdida. Tome el gorro
que mi abuelo usaba aquellos días de
invierno, sé que hoy sabría que decirme,
pero la realidad es que ya no está aquí.
Aunque, si me había dejado algo, tal vez
era hora de unas vacaciones invernales en
el lugar más frío del mundo.
Capítulo 2: Aura
Aurora.
Mis maletas estabas listas, guarde las
cosas más importantes y bastantes abrigos.
Estaba decidida a visitar Nuuk, la pequeña
ciudad donde viví toda mi infancia con mi
abuelo y Carson. Probablemente su casa
estaba muy descuidada, pero la podía
poner en condiciones con los ahorros que
me quedaban.
En su momento no supe reaccionar cuando
él me dejo en su herencia esa casa, su
hogar, pero creo que comenzaba a
entender por qué necesitaba ir allí, era el
único lugar al que llamé mi hogar.
Necesitaba sanar mis heridas, necesitaba
volver a conectar con algo.
Bajé hasta la entrada de mi edificio y pedí
un taxi que me llevaría directo al
aeropuerto, mi vuelo salía en una hora y
comenzaba a sentirme ansiosa.
Tuve que sobornar al taxista con algunos
dólares más por acelerar, pero al fin estaba
allí esperando mi vuelo impulsivo.
Ni siquiera sabía que hacer al llegar, no
sabía en qué condiciones estaba aquella
vieja casa o si tal vez ya no existía, pero lo
descubriría en un par de horas.
Llamaron para abordar mi vuelo así que me
acerque a la puerta y luego de darle mi
pasaje a la asistente, abordé esperando a
llegar y saber que sería de mi vida, hoy
probablemente comenzaba algo nuevo y
debía admitir que me daba miedo afrontar
cualquier problema que se me interpusiera,
simplemente porque no resistiría nada
más. Pero ahora entiendo que jamás tuve el
control, de nada en mi vida, y menos ahora.
Por suerte para mí, logré quedarme
dormida o mis pensamientos me
desbordarían por completo.
Desperté asustada por el aterrizaje
turbulento, ya había llegado y solo me
quedaba incorporarme para buscar mis
maletas y encontrar un taxi aquí. Apenas
puse un pie fuera del avión el frío me
entumeció por completo, estaba muy bien
abrigada pero igualmente el lugar era puro
hielo, no lo recordaba así.
Tome mis maletas y camine a la entrada
del aeropuerto, un hombre muy amable
cargo mi equipaje en su taxi y le di la
dirección que tenía en el sobre que dejo mi
abuelo para mi junto con la llave y una
carta. Realmente Nuuk estaba muy
distinto, se había poblado muchísimo, era
más grande de lo que recordaba, pero lo
que no cambio es mi cosa favorita sobre el
lugar, las casas coloridas sobre la
descolorida nieve, pintaba el lugar como un
sitio más alegre.
―Ya llegamos ―dijo el hombre mayor que
me trajo, viéndome extrañado por el espejo
retrovisor.
―Oh lo siento ―me avergoncé y le di el
dinero, bajamos las cosas y él se fue.
Me dejo frente a la despintada y
descuidada casita roja, en mis recuerdos
aun veía el humo saliendo de la chimenea o
el banco de mi abuelo frente a su ventana.
Estaba sorprendida de que el camino de
piedra no estaba cubierto de nieve como
muchas otras casas.
Decidí sacar mi llave y comenzar a meter
las cosas dentro, los pisos estaban
polvorosos, la pintura rasgada y el olor era
un poco asfixiante así que abrí las ventanas
para orear el sitio. Además del deterioro,
por dentro, la casa era como la recordaba
con su hermosa chimenea.
Comencé por quitar las telas blancas que
recubrían los muebles del polvo, debajo
estaba el hermoso sillón verde ingles de mi
abuela, parecía haberse detenido el tiempo
aquí. Destapé la mesa ratona vidriada,
junto a la chimenea los estantes con libros,
mi abuelo había leído cada uno de ellos y
aquí había como cientos.
Las plantas dentro de la casa estaban lo
siguiente a muertas, pero me hubiera
preocupado más si seguirían vivas, la
cocina aun contenía algunos utensilios y
todo estaba bastante limpio, realmente
esperaba encontrarme con cucarachas o
ratas. La mesa del comedor con sus 6 sillas
de madera estaba igual de intactas.
Subí las escaleras hasta la planta alta,
donde estaban las tres habitaciones y el
baño, la primera puerta la recordaba, la
habitación de mi abuelo, giré la perilla y
también descubrí las cosas, su cama vieja
junto a las mesas de noche y la cómoda
frente a esta, allí también había
portarretratos nuestros, como la foto de la
primera vez que se me cayó un diente, hizo
que riera por primera vez. También vi la
foto de Carson ganando su primer trofeo
en un partido futbol, parecía tan pequeño.
Salí de allí antes de que me alcanzara la
melancolía, pasé por alto la siguiente
habitación y el baño, solo entre a la que fue
mi habitación hasta la adolescencia, muy
similar a la primera, pero con menos carga
sentimental, así que dormiría aquí. Subí
mis cosas para acomodarlas en los cajones
y ganchos, para sentir que el lugar tomaba
forma, necesitaba sabanas nuevas y tal vez
varias cosas.
Barrí el lugar de arriba a abajo, traté de
quitar el mayor polvo posible de los
muebles y superficies. Y ahora si cerré las
ventanas y puertas, además de estar
muriendo de frío el olor ya era distinto.
Decidí tomar mi bolso y salir por las cosas
esenciales que necesitaba, no muy lejos de
la casita había un gran bazar donde tomé
una cesta y comencé a cargar unas
sabanas, cobijas y medias súper calientes.
Unas ollas, cubiertos, objetos de limpieza y
más. Necesitaba mi champú y dentífrico, al
pagar camine un poco más con las bolsas
hasta el mercado, necesitaba comer algo
urgente. Compre algunas frutas y verduras,
carne y el indispensable café. Ya teniendo
todo estaba regresando a la casita, para
ordenar y poner en funcionamiento el
vejestorio que había por heladera.
Acomodé todo en su lugar y ordené la
habitación, comenzaba a sentirse acogedor
ahora que tenía vida.
Me senté en el sofá con mis nuevas medias,
mis pies ya no eran témpanos de hielo.
Solo faltaba encender la chimenea, pero
comenzaba a oscurecer y me daba un poco
de miedo. Por hoy solo calentaría una sopa
de paquete y me iría a dormir, mañana
quería comprar pintura y tal vez conseguir
algún pequeño trabajo, el dinero no crecía
de mis árboles, no tenía demasiados
ahorros.
Me dispuse a dormir, un poco más
tranquila que ayer sabiendo que mañana
sería un mejor día porque tenía cosas de
las que ocuparme sin adentrarme tanto en
mis pensamientos.
Al despertar decidí ponerme ropa
deportiva y salir a trotar para ver la ciudad
un poco más, me coloqué mis auriculares y
salí. Iba fijándome en cada cosa que creía
conocer y hoy había cambiado, aunque
había olvidado casi por completo este sitio.
Lo único que seguía igual era el frío.
Estaba llegando al consultorio odontológico
que pertenecía a mi abuelo, era un
destacado odontólogo hace muchos años,
el mejor. Recuerdo cuando venía después
de la escuela, me gustaba darle de comer a
los peces y esperar a mi abuelo para volver
a casa. Hoy probablemente estaba
abandonado.
Sin embargo, llegando disminuí la
velocidad y me pare casi en seco a ver que
el lugar estaba intacto y como lo
recordaba.
Mi corazón se aceleró como nunca en mi
vida, el letrero de ¨Aura¨ estaba colgado
sobre la puerta, era como me decía mi
abuelo y como le dije que algún día
ocuparía su lugar, lo había nombrado por
mí.
No podía creer que mi abuelo vendió su
consultorio con el nombre incluido y nadie
lo había cambiado. Por el vidrio vi a un
hombre de bata blanca de espaldas
discutiendo con una señora. No entendía
que pasaba, así que, con la respiración
cortada, retrocedí en silencio como si me
pudieran oír y volví sobre mis pasos casi
corriendo esta vez.
Quería volver a casa antes de que me
alcance una crisis, en estos años siempre
había tratado de evitar pensar en esos años
que estuve aquí simplemente porque me
rompía el corazón. Al llegar me encerré en
el cuarto y me tapé con las colchas a llorar,
necesitaba a mi abuelo como cada día
desde aquel día.
Capítulo 3: Ojos Verdes
Aurora.
Desperté al oír el sonido de la puerta de
entrada cerrándose de golpe. Me paré del
susto y tomé la lampara que estaba sobre
la mesa de luz, silenciosamente camine
hasta abajo para ver que ocurría, con las
manos sudorosas apreté aún más la
lampara en mis manos, no tendría miedo
de atacar a quien haya entrado. Bajé las
escaleras en punta de pie y allí comencé a
escuchar a un hombre hablando por
teléfono.
―Si por favor, deja los paquetes en la
recepción, pasaré en una hora para
buscarlos. Gracias Carl ― hasta que lo vi
parado de espaldas a mí, un hombre
atlético de hombros anchos, bastante más
alto que yo y de cabello castaño. No se
había percatado de que yo estaba detrás.
―¿Quién mierda eres? Date la vuelta
lentamente ―advertí y el hombre casi salta
de un susto.
Giró lentamente como le dije con las manos
arriba. Su cara de nerviosismo cambio
rotundamente luego de verme a los ojos,
entonces sus ojos se abrieron
sorpresivamente, su boca se despegaba
tratando de decir algo con nerviosismo,
parecía estupefacto.
―Aurora ―sabia mi nombre e hizo que yo
titubeara al no saber quién era él, aunque
su cara me resultaba familiar.
―Pregunté quien eras ―apunte la lampara
hacia él. Bajó sus brazos lentamente con
despreocupación. El era más alto, más
fuerte y estaba claro que hasta desarmado
podría conmigo.
―Si que ha pasado mucho tiempo ―apoyó
el teléfono sobre la isla de la cocina―. Creo
que ya son doce años desde que te fuiste,
pero no creo haber cambiado ni un poco,
has un esfuerzo Aura ―sus ojos
comenzaban a delatar indiferencia hacia
mí. Y pude verlo de verdad, bajé la lampara
con lentitud y tragué en seco.
―Archer ―balbucee perpleja por tenerlo
frente a mí. Archer Bradbury vivía aquí al
lado, él fue como otro hijo para mi abuelo.
Fuimos mejores amigos hasta el día que me
fui―. ¿Qué haces aquí?
―No sabía que estabas de vuelta. Le
prometí a George cuidar de la casa antes
de morir ―levanto su vista viendo las
paredes despintadas―. El trabajo se me ha
ido de las manos, pero aun así, hice lo que
pude.
―No lo sabía, lo siento ―me disculpe y
dejé la lampara sobre una mesa,
avergonzada.
―Claro que no lo sabias, no estuviste aquí.
Sin embargo, estoy sorprendido Aurora, el
viejo tenía razón. Él sabía que volverías un
día, realmente no le creí, pero mírate aquí
―me miraba desaprobando todo lo que
veía de mí. Notaba cada vez más frialdad
de su parte. Cruzó sus brazos y se apoyó en
la isla de la cocina esperando algo de mí.
―Mi abuelo me conocía ―si estaba
tratando de molestarme, podía jugar igual.
―No me cabe duda de eso, pero es una
lástima que tu no nos conocías a ni uno de
los dos ―fingió una sonrisa con recelo. Allí
lo reconocí completamente, es a quien vi
ayer en la ciudad.
―Tú le compraste el consultorio a mi
abuelo ―le solté viendo que tenía una
chaqueta blanca.
―No, nuevamente equivocada. Fue su
herencia para mí, con la condición de
conservar el ridículo nombre ―una parte
de mi corazón crujió de enfado, realmente
me había guardado tanto rencor estos
años―. Me encantaría quedarme a hablar
contigo de nuestras fructíferas vidas,
Aurora, pero tengo cosas que hacer. Y ya
que estas aquí supongo que te harás cargo
de la casa ―hablaba sarcásticamente
mientras sacaba una llave del bolsillo de su
pantalón―. Toma, solo tengo esta ―me
entrego la llave y tomó su bolso que estaba
en el piso.
―Si, yo me haré cargo. Gracias ―debía
agradecer por todo lo que hizo aquí,
aunque me quemara la lengua.
―No fue por ti, solo para que quede claro
―caminó hasta la entrada y se fue
dejándome con algunas palabras en la
boca, se había comportado como un gran
hijo de puta, pero sabía por qué.
Él había cambiado, hasta sus ojos verdes
eran más oscuros, ese no era el Archer que
mi abuelo crío.
Me senté en la banca de la cocina aun
asimilándolo todo. Él si había seguido sus
pasos, se convirtió en odontólogo. No
puedo ni pensar en el dolor que le causó la
muerte de mi abuelo George, pero a mí
también y él no tenía derecho a decir las
cosas que dijo.
Volví a ir a mi habitación para dejar la
lampara en su lugar y abrigarme bien para
ir a buscar leña, quería encender la
chimenea porque estaba muriendo de frío y
luego solo restaba hacerme una ensalada.
Mi estadía aquí no estaba cumpliendo con
mis expectativas, no pensé que el pasado
me iba a golpear tan fuerte la cara, debí
haberlo esperado.
Mientras buscaba los ingredientes en la
heladera y los ponía sobre la mesada, un
celular comenzó a sonar y el mío estaba
apagado. Sobre la isla lo vi, el celular de
Archer. Maldecí en mi mente, ese idiota lo
había olvidado, pero tal vez vendría a
buscarlo, eso esperaba.
Comí en silencio observando el móvil, con 4
llamadas perdidas en él, me acerqué a
curiosear que 2 llamas venían de su oficina
y otras 2 de ¨casa¨. Pero yo no podía
devolver las llamas con el teléfono
bloqueado, así que debía hacer lo correcto
y volver a abrigarme bien para ir hasta el
consultorio. Nuevamente con mis
auriculares camine hasta allí, ahora él
debía agradecerme.
Al entrar había una secretaria detrás del
mostrador y en la sala de espera solo había
una niña esperando sola.
―Hola, busco a Archer Bradbury.
―¿Tiene cita? ―pregunto la señora un
poco mayor, sin paciencia.
―No, solo debo verlo un segundo.
―Nombre.
―Aurora Clemonte.
―Espere en la sala de espera ―camine y
me senté a esperar, veía como la niña
frente a mi estaba intentando hacerse un
moño en el pelo, sin éxito.
―Hola pequeña, ¿cómo te llamas? ―le
pregunte acercándome solo un poco,
parecía tener unos 8 años, era muy tierna.
―Hola, soy Birdie ―me saludo sonriendo
casi de oreja a oreja, tenía un bonito labial
rosa en la boca además de un poco en los
dientes. Se notaba el gusto por el
maquillaje y me hizo reír.
―Bien Birdie, soy Aurora y quería saber si
necesitas ayuda con eso ―señale el
pequeño cepillo y las gomas de pelo.
―Eso sería de mucha ayuda, mi padre no
tiene ni idea y yo apenas estoy aprendiendo
―me dio los instrumentos y me pare detrás
de ella para comenzar a hacerle una trenza
alta.
―No hay problema, me encanta peinar y tu
cabello es precioso ―alague su cabello
rubio miel y súper lacio.
―Siento que vi tu rostro en alguna parte
―ella estaba pensativa, intentando
encontrar algo dentro de su mente.
―No lo creo, me acabo de mudar hoy
mismo ―sonreí, aunque no me viera por
estar detrás de ella.
―Birdie es hora de ir...―apenas salió de su
oficina y me vio, su voz se tornó tan fría
como sus ojos. ―¿Qué haces aquí?
―preguntó casi con brusquedad, tomó el
cepillo de mi mano y lo puso en la pequeña
mochila rosa a su lado.
―Aurora estaba trenzando mi cabello papá,
ya casi termina ―insistió la pequeña niña
mientras su padre tensaba la mandíbula.
Mi cuerpo se tensó completamente y quede
aturdida mientras unía los puntos, Birdie
era la hija de Archer.
Le coloqué con rapidez la goma al final de
la trenza y me alejé de la niña, su padre me
veía amenazante.
―Lo siento, tu dejaste tu celular en mi casa
y solo estaba ayudando a Birdie porque no
podía sola con su cabello, no sabía
que...―le entregue el teléfono y solo me
calle.
―Birdie sube al auto ―ordenó y antes de
salir la niña me saludo simpáticamente y se
lo devolví tratando de ocultar el
nerviosismo.
―Te juro que no sabía que era tu hija, yo
solo venía a eso ―me colgué el bolso al
hombro y comencé a caminar velozmente a
la salida.
Él no me detuvo, tampoco debía esperar a
que lo haga, solo había visto cómo se
dilataban sus fosas nasales, parecía
enfadado y nervioso, no le di más
importancia porque no planeaba volver allí
o intentar cruzármelo.

Capítulo 4: Ojos Grises


Archer.
Aurora. Aurora Inez Clemonte. Mejores
amigos desde los siete años, la única chica
de la que estuve enamorado desde los siete
y medio, hasta hoy, cuando luego de doce
años sin verla, mi estómago sintió todo
aquello que solo ella lograba causarme.
Había querido creer que yo estaba bien,
pero desde hoy supe que no era así, solo
quería confiar en ello. Verla parada frente a
mí me había devuelto el aliento, había
vuelto a ver el color de las cosas, había
descubierto que me devolvió la vida que
ella misma me quitó. Sus ojos grises
acusándome como cuando éramos niños,
solo que ahora eran tristes.
Ella había vuelto, estaba aquí, a metros de
mi casa otra vez, distinta, perdida, pero
siempre prolija para despistar. Aun parecía
la pequeña niña rubia intentando
obligarnos a jugar sus juegos con muñecas,
pero siempre ganábamos los niños, Carson
y yo la devolvíamos a casa sucia desde la
punta de sus dedos hasta las raíces de su
cabello dorado, aunque no lo admitiera
jamás, a ella le gustaba jugar futbol con
nosotros.
¿Qué hacía aquí? Habría jurado que no la
volvería a ver; este parecía un lugar muy
doloroso para ella. También lo era para mí.
Sin George, sin Carson y luego sin ella.
—Señor Bradbury, debo recordarle que
este es mi último día aquí —habló Cecile,
mi asistente.
—Cecile, no creí que hablaras en serio.
—Ya no puedo trabajar con usted. El estrés
me está quitando mi juventud —tenía casi
setenta años. No creo que fuera solo el
estrés lo que le quitaba la juventud.
Cecile no trabajó aquí ni dos meses, pero
podía entender a cada una de mis
asistentes; no era fácil trabajar conmigo.
—Bien, como desees, Cecile —me encerré
en mi oficina y comencé a ver unos papeles
mientras esperaba a que fuera la hora de
irme.
Era imposible mantener mi concentración,
no con ella aun revoloteando en mi mente.
No había podido agradecerle por traer mi
teléfono, aunque me quemara pronunciar
la palabra gracias.
Estaba tan enamorado de Aurora como lo
había estado básicamente toda mi vida,
pero también la odiaba. Todo de mí me
decía que no merecía nada de mí, no
merecía que sintiera esto por ella.
Ella era mi familia y me dejó, no volvió a
mirar atrás.
Me puse de pie intentando apartarla de mi
cabeza. Era hora de irme. Birdie estaba en
la sala de espera como de costumbre
coloreando. Al verme comenzó a guardar
velozmente las cosas en su mochila rosa y
me siguió a la salida. Cecile ya se había
ido, buena vida a ella. Cerré el consultorio
y ambos subimos al auto de vuelta a casa.
—Qué bonita es Aurora, tiene el nombre de
la amiga de la que me hablaste cuando
eran niños —Birdie amaba las historias y
siempre la interioricé en nuestra historia
familiar. Aurora era parte, lo quisiera o no.
—Es cierto —no quería decirle que son la
misma persona, no aún.
Al llegar, ambos bajamos y tiramos
nuestras cosas al sofá de la entrada. En la
cocina descongelé algo de lasaña y la metí
al horno. Birdie apareció en la cocina con
su libro de colorear y se sentó en la mesa.
—Papá, ¿puedes contarme más sobre
Aurora? —preguntó, mirándome con esos
grandes ojos curiosos.
Suspiré, sabiendo que no podría esquivar
la conversación por mucho tiempo. Había
despertado su curiosidad, supongo que ya
comenzaba a atar hilos y pronto sabría que
Aurora está aquí.
—Aurora era fuerte, nada la asustaba, pero
también era tranquila como la brisa de
verano, calmada y serena. Evitaba las
peleas y los problemas. Le gustaban los
rolls de canela como a nada en el mundo —
me reí al recordar la desesperación con la
que podía comer uno tras otro—. Solía
gustarle leer con el abuelo George. Ella
confeccionaba su propia ropa, le gustaba la
moda —estaba concentrado sacando la
lasaña del horno mientras solo hablaba de
las cosas que mi mente había guardado por
tanto tiempo—. Amaba todo lo que tuviera
olor a vainilla. Fue una gran amiga cuando
éramos niños. Siempre nos metíamos en
problemas juntos, pero también nos
cuidábamos mutuamente.
—¿Y por qué se fue? —preguntó, inocente y
curiosa.
—Hablaremos de eso otro día, pequeña. Ya
es hora de cenar —estaba feliz por dejar de
hablar de ella o contestar preguntas que
aún dolían.
Serví la lasaña y nos sentamos a cenar.
Mientras comíamos, observé a Birdie y no
pude evitar pensar en cuánto tiempo había
pasado. ¿Cómo explicar a mi hija lo que
significaba Aurora para mí? ¿Cómo
contarle la historia de un amor que había
comenzado en la infancia y que, a pesar de
todo, aún latía en mi corazón? Quizás algún
día encontraría las palabras, pero por
ahora, solo quería disfrutar de la cena con
mi hija y tratar de mantener a Aurora, al
menos por un rato, fuera de mis
pensamientos.
Terminamos de cenar y Birdie, como
siempre, insistió en ayudar a limpiar la
mesa. Era una pequeña costumbre que
habíamos adoptado, una manera de
compartir pequeños momentos en nuestra
rutina diaria. La miraba mientras
trabajaba, tan concentrada y dedicada, y
no podía evitar sentir un orgullo inmenso.
Ella era mi mundo, mi razón de ser, y hacía
todo lo posible para que tuviera una vida
feliz y plena, a pesar de la ausencia de su
madre.
Una vez que terminamos con las tareas de
la cena, llevé a Birdie a su habitación para
su rutina nocturna. Mientras ella se lavaba
los dientes, aproveché para revisar su
mochila y asegurarme de que tuviera todo
listo para el día siguiente. Siempre me
asombraba lo organizada que era para su
edad, una cualidad que definitivamente
había heredado de mí.
—Papá, ¿me lees una historia esta noche?
—pidió Birdie, con su libro de cuentos
favorito en mano.
—Claro, pequeña —respondí, tomando
asiento en el borde de su cama.
Mientras leía, mi mente seguía vagando,
inevitablemente volviendo a Aurora.
Recordaba las noches en que solíamos
quedarnos despiertos hasta tarde,
hablando de todo y de nada, soñando con el
futuro. Habíamos compartido tanto y, sin
embargo, parecía que había tantas cosas
que no sabía de ella, tantos años perdidos
que ahora eran un vacío entre nosotros.
Cuando Birdie finalmente se quedó
dormida, me levanté con cuidado para no
despertarla y salí de su habitación,
cerrando la puerta suavemente detrás de
mí. Bajé las escaleras y me dirigí a la sala
de estar, sintiendo una mezcla de
agotamiento y ansiedad. Sabía que
eventualmente tendría que enfrentar a
Aurora, hablar con ella.
Me senté en el sofá, tomando un profundo
respiro. El reloj en la pared marcaba las
horas, y el silencio de la casa me permitía
escuchar mis propios pensamientos, más
claros y a la vez más confusos.
Cerré los ojos por un momento, intentando
encontrar un poco de paz en medio del
torbellino de emociones que sentía. La
imagen de Aurora seguía apareciendo,
persistente y vívida.
Jamás intenté nada con ella, sabía que
simplemente hacerlo haría que nuestra
relación se rompiera, había estado años
tratando de adormecer esos sentimientos
sobre ella, ella me calmaba y a la vez
armaba un huracán dentro de mí, todo era
confuso como siempre lo fue, pero sabía
que ella no sentía lo mismo por mí. Lo supe
cada día desde niños, me veía como su
mejor amigo y yo la espere años, hasta que
supe que inevitablemente nada sucedería
entre nosotros.
Decidí que lo mejor era intentar dormir. Me
dirigí a mi habitación, apagando las luces a
mi paso y dejando la casa en silencio. Me
recosté en la cama, cerrando los ojos y
esperando que el sueño me trajera algo de
la paz que tanto necesitaba.
Capítulo 5: No será Fácil
Aurora.
Recostada en mi cama no dejaba de pensar
en que Archer estaba casado y tenía una
pequeña hija. El realmente había avanzado
tanto, tenía todo lo que alguna vez yo pude
desear y aunque al verme daba la
impresión de ser la persona más odiosa del
universo, parecía feliz fuera de eso.
Archer y yo crecimos juntos, éramos él,
Carson y yo. Mi abuelo lo acogió en su casa
cuando un día estaba en el jardín trasero
llorando porque su padre lo había
golpeado, era un suceso que ocurría
frecuentemente, su padre era violento con
él y su madre, entonces mi abuelo dejo su
puerta abierta para que siempre pudiera
entrar, y así fue, no hubo día sin Archer en
nuestras vidas.
Vivimos campamentos, salidas, tareas y
nuestras vidas se habían unido, éramos
familia. Carson y él me defendieron de
cada idiota en el instituto y me ayudó a
pasar química, me acompaño a cada lugar
que le propuse, hasta a fiestas que odiaba.
Me puse mi chaqueta inflable y mis
auriculares, hoy compraría pintura para la
casa y verificaría si alguien tiene alguna
vacante de trabajo.
La pinturería tenía exactamente el rojo
brillante de la casa, así que me lleve dos
latas de regreso a la casa, el único sitio que
al pasar tenía una vacante de secretaria
era exactamente donde jamás me
contratarían, Archer no lo permitiría ni en
cien años. Me quede viendo el letrero unos
segundos, pensando que tan orgullosa era
para entrar y pedir el puesto.
―Se nota que no eres de por aquí. Trabajar
con Bradbury es una pesadilla. Tendrá
suerte si encuentra a alguien luego de que
cinco de sus asistentes renunciaran en solo
un mes ―la mujer que se paró a mi lado
llevaba unas bolsas de supermercado en
las manos. Parecía tener cierto rencor
hacia ese hombre―. Por cierto, soy Sussy
― se presentó extendiendo su mano, la
cual tomé.
―Un gusto, soy Aurora. Gracias por el
aviso, pero conozco a Archer, podría
contratarme si no le queda de otra
―comencé a pensarlo seriamente, yo
necesitaba un trabajo y el a alguien
urgente―. Discúlpame.
Entre al consultorio y Archer estaba de
espaldas gritándole a alguien por teléfono.
Hasta que se dio vuelta para verme y rodar
los ojos con desagrado.
―¿Qué haces aquí? ―guardo su teléfono y
se puso detrás del mostrador.
―Vengo por el puesto de trabajo, pero no
parece haber mucha gente para lo mismo
―mire a mi alrededor.
―No eres opción, no podemos trabajar
juntos ―ni siquiera lo pensó, estaba
desordenando los papeles sobre la mesa, al
parecer buscando algo.
―No creo que consigas a alguien más con
tu mal temperamento ―me enfade por ser
tan cabeza dura.
―Aurora, estoy seguro de que no tienes
idea de cómo hacer este simple trabajo
―todavía no había levantado la vista para
al menos verme y eso me había lastimado
completamente el orgullo.
―Correcto, al parecer todos aquí somos
unos idiotas excepto tú, Archer. No tengo
idea de por qué eres tan arrogante con
todos a tu alrededor o porque me odias
tanto, pero no te da derecho ni en un
millón de años a ser tan despreciable ―
estaba dispuesta a dejarlo allí e irme por
donde entre, resentida―. Y para tu
información, soy una diseñadora de modas
muy reconocida. He trabajado de lo que
amo, pero antes de llegar allí, trabajé muy
duro y pude con lo que sea ―no le di ni un
segundo para que lograra responderme,
camine a casa en soledad y conforme por
haberlo puesto en su sitio. No soportaría el
desprecio de Archer otra vez.
Al llegar deje las latas de pintura en la
entrada y busque zanahorias de la
heladera, comencé a cortarlas en trozos
para calmar mi ira, lo había descubierto
con el tiempo, no era fácil para mi lidiar
con el enfado o el estrés, pero siempre
tenía zanahorias trozadas en la nevera, mi
mente se calmaba mientras la mantenía
ocupada.
Me espanté cuando la puerta se volvió a
abrir dejando ver al idiota de Archer, me
había seguido.
―Me han pasado toda clase de mierdas, y
tu no podrías jamás darme una lección
sobre algo. Fuiste la peor de todas las
personas con las que me he cruzado, no
mereces nada de mi parte, todo lo que hice
siempre fue solo por George. A ti no te
debo absolutamente nada. Me
abandonaste, yo estaba tan destrozado
como tú. Dejaste a tu abuelo enfermo y
huiste, ¿para qué Aurora? Éramos una
familia, tenías a George, me tenías a mi
―me apuntaba con su dedo, estaba aún
herido, triste. Parecía tenerlo muy
presente―. ¿O es que te fuiste para buscar
aprobación en los padres a los que jamás le
importaste? No tienes derecho a volver y
esperar algo de mi parte. No merecías
nada de George ―estaba furioso, pero aun
así no se acercaba tanto a mí. Sin tanta
importancia, corté zanahorias intentando
no oírlo más, ni siquiera quería verlo a la
cara. No quería que viera lo roja que
comenzaba a ponerme, no me gustaba
hablar del pasado, él lo sabía.
―Para empezar, no puedes entrar así. Tal
vez creas que no merecía nada, pero aun
así lo tengo, esta es mi casa. Y si, me fui
cuando era joven y tonta, estaba
desesperada y triste. Fui tras lo que había
querido toda mi vida, necesitaba a mis
padres y no lo pensé dos veces. No me
hubiera ido de saber que George tenía
cáncer, jamás me lo dijo ―mi respiración
era cortada, estaba enojada con Archer por
venir y decirme esas cosas como si
estuviera en su derecho―. Y, por cierto,
nunca creí verte para convertirte en tu
propio padre. ¡Mierda! ―chillé al cortarme
con el filoso cuchillo, me había sacado una
gran parte de la yema del dedo y estaba
sangrando mucho, la sangre me debilitaba
el cuerpo.
Archer me saco el cuchillo de la mano y me
agarro del brazo llevándome escaleras
arriba hasta el baño, abrió las puertas
debajo del lavabo y desinfecto mi herida,
no tenía ni idea que en el la casa habría un
botiquín. Enrolló mi dedo en una venda y
me ayudo a bajar nuevamente hasta el
sillón con mi brazo sobre su hombro, sabía
que la sangre hacía que me ponga blanca
como un papel, no iba a desmayarme, pero
podía estar cerca. Ni uno de los dos
hablaba, yo estaba recuperando fuerzas
con el vaso de agua que me dio y él se
quedó a mi lado cruzado de brazos como
un niño aprendido por hacer algo malo.
―Me he vuelto así por una razón. Cada
golpe que recibí vino de quienes más
amaba, tu ida sin aviso fue el último golpe
que permití ―soltó calmado, pero con el
ceño fruncido sin intenciones de ceder más
que eso.
―Lo siento, pero ya sabias que me iba. Te
deje una carta y te invite a ir conmigo,
tenías tu boleto y te espere en el
aeropuerto, pero no llegaste jamás ―tenía
la cabeza apoyada en él apoya brazos y
hablaba descansando mi vista.
―¿De qué mierda hablas?
―Le deje el sobre a Lyn, le dije que te lo
entregara con urgencia ―me incorpore y lo
mire extrañada.
―¿A Lyn? ―parecía haber despertado algo
dentro de él luego de nombrar a su novia
desde los 16 años.
―Si, solo conocemos una Lyn ―obvié.
―Eso es imposible, no recibí ninguna carta
―comenzaba a enfadarse de nuevo.
―Jamás te mentiría, Archer.
―Si claro ―se paró de un golpe y se puso
su chaqueta―. Solo diré esto una vez, el
puesto es tuyo si aún lo quieres, pero no
será fácil ―me dijo con su mano en el
picaporte antes de irse.
―Eso siempre lo supe
Capítulo 6: Repetir Patrones
Aurora.
Estaba organizando los pacientes de
Archer en la computadora alfabéticamente
para encontrarlos más fácilmente. Luego
cree una página de citas online para que la
gente no deba venir hasta aquí y mantener
el orden, este lugar debía actualizarse un
poco más.
―Señorita Peterson, el doctor la atenderá
enseguida ―era la última paciente en al
menos una hora, así que tenía tiempo de ir
por un café a una cuadra y no beber la
basura que ofrece Archer.
Tomé mi bolso y en el mostrador puse un
letrero avisando que volvía enseguida.
Caminé observando cómo se comenzaba a
sentir la temporada navideña, las tiendas
tenían todo lo necesario para decorar lo
que sea en rojo y verde. Era triste
encontrarme sola en una celebración que
me gustaba tanto, sin embargo, siempre
había estado sola.
―Hola, voy a querer un vainilla latte y un
roll de canela, por favor ―le pedí a la
simpática chica del otro lado.
Esperé cerca a que me dieran el pedido
mientras observaba un libro solo sobre la
mesa de la cafetería, no había visto ese
libro en mucho tiempo, no sabía que aún se
podía conseguir. Sin pensarlo, lo tomé en
mis manos: "Entre amar y odiar" de Liam
Clemonte, precisamente el padre ausente
que me tocó. Solo había visto el libro a los
trece años cuando llegó por
correspondencia como obsequio a la casa
de mi abuelo, me escondí mientras veía
cómo le tiraba ron encima y se incineraba
cada página en la chimenea. Mi abuelo no
había querido hablar con su hijo dos años
después de abandonarnos en su casa, lo
desterró de todas las formas posibles por
ser el peor padre del mundo.
―Disculpa, ¿necesitabas algo? ―frente a
mí apareció un hombre totalmente
impoluto, de pantalones rectos y formales,
camisa blanca impecable bajo un chaleco
negro a combinar con los pantalones. Con
lentes perfectamente alineados y un
perfume que me embriagó. Me sonrió de
lado, avergonzado al ver que solo me
quedaba allí.
―Lo siento mucho, solo reconocí el libro.
Lo lamento ―lo dejé nuevamente en su
lugar con torpeza y fui por mi café y roll
que debieron estar listos hace minutos.
Ruborizada, encaré mi camino de vuelta sin
ver al hombre, caminé con un poco de
velocidad hasta entrar al consultorio y
sentarme al otro lado del recibidor con mi
compra sobre este. Me concentré en
ordenar la página web de este desastroso
lugar.
―Hola, discúlpame. No quise seguirte,
pero no tuve tiempo de presentarme. Soy
Demian y creo que olvidaste tu bolso en mi
mesa ―el hombre de la cafetería me había
hecho sobresaltar, apareciendo frente a mí
con un bolso negro que definitivamente no
era mío, pero que alzaba frente a mi cara
como un gran trofeo.
―Hola, Demian. Soy Aurora y aprecio que
hayas corrido hasta aquí con el bolso, pero
no es mío ―mordí mi labio inferior con
nerviosismo, él abrió los ojos enormemente
y bajó su trofeo.
―Entonces fue un gusto conocerte y, si me
permites, ya regreso ―del color de los
tomates, salió del consultorio casi
corriendo. Aún sorprendida por lo que
acababa de pasar, me quedé estática en mi
asiento.
Ese hombre había creído encontrar mi
bolso y agitado llegó hasta aquí con, al
parecer, la excusa de devolverlo.
―Bien Miriam, vuelve en un mes para tu
control, ¿sí? ―Archer acompañaba a la
paciente a la salida.
―Sí, doctor ―tragué en seco y me puse
nuevamente a trabajar. La paciente salió y
Archer se paró a mi lado para ver si
efectivamente estaba cumpliendo con mis
deberes.
―En tal vez media hora llegará Birdie, solo
dile que espere aquí a que salga ―me dijo
mirando su reloj.
―Claro, yo me encargo ―aún sentía las
mejillas rojas, así que no quería mirarlo.
―¿Todo está bien? ―preguntó extrañado
por mi comportamiento―. Sé que tuvimos
charlas demasiado intensas, pero estoy
haciendo un esfuerzo en tratar de controlar
mis emociones con, bueno, absolutamente
todo ―se explicó mientras miraba unos
papeles que me faltaban acomodar.
―Lo entiendo, buen trabajo. Tranquilo ―le
sonreí nerviosa, esperando que Demian no
volviera hasta que Archer se fuera o tal vez
sería un problema.
―Bien ―extrañado, se dio media vuelta
para ir a su oficina y cerrar la puerta.
―Hola de nuevo ―Demian volvió agotado,
descansando con sus manos en las rodillas.
―Hola ―me puso nerviosa.
―Disculpa, yo solo quería agendar una cita
con la chica del mostrador ―se recompuso
y se acercó a mí con el mueble entre
nosotros. Sonreí mientras mis mejillas se
coloreaban de rosa intenso.
―Bueno, creo que la secretaria estará
disponible el sábado ―tomé mi bolígrafo
con torpeza para anotar mi número en un
papel.
―Siento tanto haber irrumpido de esta
manera, solo que no me diste tiempo a
presentarme en el café y decirte que tengo
muchos libros si ese te interesó. También
tengo café o tal vez preferirías hablar de
libros en un lugar más público como el
mejor restaurante de pastas por aquí cerca
―me sonrió un poco avergonzado, pero
seguro de sí mismo.
Arranqué el papel de mi libreta y se lo
pasé.
―Me gustan los libros, el café y la pasta,
así que puedes llamarme cuando desees
compañía en eso ―le sonreí con ternura,
había casi arruinado su aspecto aliñado
solo por verme y merecía una cita.
―Excelente, entonces te llamaré pronto
―me sonrió victorioso mientras caminaba
de espaldas a la puerta―. Nos vemos,
Aurora― me sonrió seduciéndome y salió.
Me reí con la cabeza baja en mi agenda;
era un hombre muy encantador. Respiré
aliviada de que Archer no lo viera aquí.
Volví a mi trabajo tratando de terminar la
agenda virtual y organizando papeles con
los respectivos pacientes. Ya no faltaba
mucho para irme, así que me apresuré
mientras bebía mi café casi helado.
―Hola, Aurora ―Birdie entró al consultorio
vestida con su uniforme azul y su cabello
un poco alborotado. Era el mismo colegio
al que asistí con Archer, eso había revuelto
algo muy extraño dentro de mí.
―Hola, Birdie. Tu padre dijo que esperaras
a que saliera en un rato ―dejé lo que
estaba haciendo y me acerqué sonriéndole.
―Claro, como cada día ―suspiró y dejó su
mochila a sus pies, de allí sacó su
cartuchera y un cuaderno, se acercó a la
mesa ratona y comenzó a colorear un
dibujo.
―Oye, ¿te gustan los rolls de canela?
Tengo uno especial para ti ―le sonreí con
complicidad.
―Me encantan ―me miró con entusiasmo y
también un poco curiosa. Aun así, se lo
traje de mi escritorio con una servilleta y lo
dejé cerca.
―Gracias, Aurora ―me agradeció con
afecto y comenzó a comer.
―No hay de qué. También son mis favoritos
―me volví a sentar en mi puesto, feliz de
hacer un poco feliz a Birdie que me miraba
con un brillo distinto en sus ojos.
Archer parecía muy atareado y ella pasaba
bastante tiempo aquí esperando.
―Hola, siento la demora. Tengo cita a las
cinco ― un hombre mayor entró con un
paraguas, no había notado que estaba
nevando, comenzaba a descender más la
temperatura y eso no me estaba
agradando.
―Claro, Señor Louis. El doctor lo espera
―me siguió hasta la puerta de la oficina de
Archer, donde toqué.
Él me ignoró y dejó entrar al paciente.
Volví a mi asiento preguntándome qué pasó
con el hombre que antes había dicho que
estaba intentando controlar su humor.
Mi trabajo había concluido, pero me sentía
mal por dejar allí sola a esa niña, hasta
podría ser peligroso. Guardé mis cosas en
mi bolso y lo dejé en una silla de la sala de
espera. Me acerqué a la mesa ratona donde
Birdie dibujaba y me senté en el suelo
como ella.
―¿Crees que podría colorear como tú? ―le
pregunté observando el precioso dibujo de
su familia, allí estaba la pequeña rubia,
Archer y una mujer muy parecida a Birdie.
Me preguntaba quién había sido tan
valiente de casarse con Archer y unir toda
su vida a él mediante un anillo y una hija,
no había visto ni una foto de una mujer que
pareciera la madre de la niña, ni pistas de
que tal vez Birdie tuviera más hermanos.
―Claro que sí ―ella colocó una hoja en
blanco frente a mí con una sonrisa, me
compartió sus lápices de colores y ambas
estábamos allí solo pintando.
El tiempo pasaba y sabía que Archer
tardaba más de lo normal porque al
paciente debían sacarle una muela, eso
podría tomar unos 20 minutos más. Mis
dedos se adormecían de tanto colorear con
la pequeña Birdie.
―Gracias doctor ―el señor Louis salió
pareciendo una ardilla con la boca llena de
bellotas. Archer me miró penetrante y yo
me paré deprisa acomodando mi falda,
mientras él lo acompañaba a la salida.
―Gracias Birdie, puedes quedarte el
dibujo. Es un gatito diciendo "hola" con su
pata ―nos reímos por lo bajo hasta que su
padre se acercó a nosotras.
―Aurora ¿Qué haces aún aquí? ―me dijo
irritante ayudando a su hija a guardar sus
cosas en la mochila.
―Yo solo olvide la hora que es, lo siento
―tome mi bolso y camine a la salida―.
Hasta luego, Birdie ― salí y recordé que
estaba nevando y mientras más oscurecía
el frío era inaguantable.
―Aurora ―Archer me siguió unos pasos y
yo me giré un poco asustada de saber que
diría ahora―. Si Birdie te pidió que te
quedes, no quiero que lo vuelvas a hacer
―me desafío.
―Ella no pidió nada, lo hice porque quise.
―Birdie tiene una rutina, sabe lo que debe
hacer, no te involucres.
―Lo haría por cualquier niño, ella pasa sus
tardes sola en una sala de espera, con
gente que tal vez no conoce mientras
espera a su padre. Estaba acompañándola
y solo eso, siento que estés tan enojado
conmigo que no puedas ver que solo quería
ayudar ―estaba muy molesta con él, todo
el tiempo buscaba una excusa para pelear
y yo no soportaba más peleas.
―Eso es involucrarse y jamás te pedí
ayuda.
―Tal vez deberías aprender a pedir ayuda,
parece que la necesitas ―esta vez sí
parecía involucrada, pero solo quise hacer
algo bueno y no por él, sino por esa dulce
niña que me recuerda a mí misma.
―¿Entonces no estas involucrada? ―se rió
sarcásticamente―. Estas diciendo que
estoy haciendo un mal trabajo con mi hija,
cuando solo la estoy protegiendo de ti, una
persona abandonada que repite patrones.
No quiero que mi hija se encariñe contigo.
Espero que cuando tengas hijos puedas
entenderme Aurora ―estaba enfurecido
por mi comentario, sus ojos me veían con
odio, no había ni una pisca del chico que yo
había conocido, parecía tan lastimado que
nunca pensé en el mal que le cause
dejándolo todo aquí.
―No creo que pueda entenderlo jamás ya
que no puedo tener hijos, pero gracias por
tus opiniones, las voy a tomar y prometer
no acercarme a tu hija. Solo quiero que
sepas, esto es lo último que oirás de mí.
Tienes una niña más que especial buscando
atención de su padre, tú y yo sabemos lo
difícil que fue sobrellevar nuestras vidas
sin esas figuras tan importantes
protegiéndonos o solo estando presente.
No te arrepientas de no estar para tu hija,
Archer ―seque las entrometidas lágrimas
que salieron con brusquedad a medida que
caían.
Archer había aflojado su mandíbula y
comenzó a relajar sus hombros, su mirada
cambió, ahora notaba un poco de
arrepentimiento en sus ojos, estaba
tratando de buscar la forma de volver el
tiempo atrás y no decir algunas cosas.
―Y por si no fue suficiente, renuncio
porque es más que obvio que tenías razón.
No podemos trabajar juntos ―me colgué el
bolso al hombro y caminé fingiendo que no
oía mi nombre detrás de mí.
Capítulo 7: días que se esfumaron
Aurora.
Hoy era sábado, lo que significaba estar
más tiempo en la cama, sin embargo, debía
esforzarme y levantarme. Hoy pintaría la
casa antes de que nieve otra vez o la
arruinaría.
Me puse mis medias calentitas, un traje
térmico y mi gorro amarillo. Tratando de
contener energías me comí una manzana
en la isla de la cocina, en absoluto silencio,
hasta que alguien golpeo la puerta. Al
abrirla una pequeña conocida de cabello
rubio estaba allí.
―Birdie ¿Qué haces aquí? ―le pregunté
preocupada poniéndome a su altura.
―Papá está durmiendo. Los escuché
anoche, no quise que pelearan por mi
culpa, no te vayas Aurora ―Birdie estaba
llorando e inmediatamente me abrazó.
―Tranquila pequeña, no es tu culpa ¿bien?
Te lo prometo, todo estará bien ―la senté
en el sofá conmigo y aun me abrazaba, le
acaricié el cabello mientras trataba de
calmarla.
Mi teléfono mostró que Archer estaba
llamándome.
―Es tu padre Birdie, debo decirle que
estas aquí, pero te prometo que todo estará
bien y hablaremos sobre esto. Tu tranquila,
espérame aquí ―sequé sus lágrimas y me
alejé un poco para hablar con su padre.
―Aurora, siento lo de anoche, de verdad.
Estoy desesperado, Birdie no está en su
cama, no está en la casa ―Archer hablaba
asustado y a punto de romperse.
―Archer, Birdie está aquí, acaba de venir
hace un minuto. Ella...
Me cortó y entonces sentí terror
recorriendo mi cuerpo por lo que ese
hombre podría hacerme, estoy metida en
un problema gigante.
Abrí la puerta antes de que la rompa de
una patada y allí estaba, desesperado. Fijó
su vista solo en su hija con preocupación,
pero aflojando la mandíbula, se notaba que
apenas había salido de la cama. Birdie
corrió a abrazarme y se colocó detrás de mi
usándome de escudo. Archer no dijo nada y
solo me hizo a un lado para abrazar a
Birdie, ella le correspondió a su padre y
estaban en absoluto silencio. Pude sentir el
consuelo de Archer, solo quería a su hija
bien.
―Birdie no puedes volver a hacerme eso,
nunca en tu vida ―el tomó la cara de su
pequeña entre sus manos y le suplicó.
―Lo siento papi ―se volvieron a abrazar y
segundos después él se volvió a poner de
pie―. No quiero que Aurora deje de
trabajar en el consultorio, no quiero que
peleen más ―Birdie nos rogó a ambos.
Archer y yo nos miramos por un segundo
con vergüenza por nuestras palabras la
noche anterior.
―Cielo, ¿puedes sentarte por allá? Los
mayores debemos hablar solos ―ella hizo
una mueca, pero obedeció a su padre.
La pequeña volvió al sector de la sala
mirando los libros y nosotros nos
encerramos en la cocina.
―Te juro que no le dije nada, no intente
nada, estoy tratando de cumplir mi
promesa. Ella solo llegó aquí llorando,
estaba a punto de llamarte, lo juro. Ni
siquiera sé cómo sabe dónde vivo ―no le
había dado tantas explicaciones a nadie en
mi vida, pero este hombre emanaba que si
te metías con su hija podrías morir
instantáneamente.
―Lo siento mucho, Aurora. Ayer metí la
mata como nunca. Siento mucho lo que te
dije, realmente no quería lastimarte de esa
manera. Es que simplemente con verte,
algo dentro de mí se activa y siento la
necesidad de provocarte, fui muy duro
―nuevamente tensó su mandíbula
hablando sin verme, solo escupiendo sus
palabras antes de que fuera a
arrepentirse―. Lo siento, solo espero que
puedas aceptar mis disculpas y también
quería que sepas que el puesto sigue
siendo tuyo si lo quieres, pero entendería si
fuera lo contrario ―notaba lo mucho que le
costó poder abrirse conmigo, valoraba su
esfuerzo de querer llevar las cosas en paz.
―Acepto las disculpas y también te la
debo, no debí meterme en la crianza de
Birdie, ni en tu vida. Tu esposa y tu están
haciendo un trabajo excelente con ella. Y
si, aun quiero el trabajo, gracias enserio
―no podía trabajar solo un día y ser
despedida, era humillante para mi
expediente.
―Aurora, soy padre soltero hace 3 años,
viudo de hecho. Solo somos Birdie y yo
―mis ojos se abrieron un poco exaltados,
no podía creerlo, pero de todas formas
ahora las cosas tenían sentido. El tiempo
que Birdie pasa en el consultorio sola y las
inexistentes fotos familiares.
―Lo siento muchísimo, no lo sabía.
―Birdie ama hablar de su madre, creí que
tal vez te había contado de Lyn ―esta vez
mis ojos se desorbitaron y mi boca se
entreabrió de a poco.
Birdie era hija de Archer y Lyn, la misma
Lyn que conocimos en un campamento a
los 14 años, la misma que se me acercó
para poder estar cerca de Archer. El jamás
quiso algo con Lyn hasta que se besaron en
su cumpleaños número 16 en el armario
luego de que ella insistiera tanto. Nuestra
relación nunca fue buena, probablemente
ella y yo sentíamos exactamente la misma
tensión cuando nos veíamos.
―¿Te casaste con Lyn Oslo? ―no podía
ocultar mi sorpresa, jamás creí que su
relación duraría tanto.
Jamás vi a Archer enamorado de ella, solo
parecía que coquetearan a veces, al menos
eso creía hasta hoy.
―Si, luego de que te fuiste nos acercamos
más. Fuimos a la Universidad juntos y nos
casamos al graduarnos. Tuvimos a Birdie
unos años después. Falleció en un
accidente ―susurró la parte de su muerte
mientras tragaba en seco. Entendía por
qué su tono, no intentaba proteger a
Birdie, estaba protegiéndome a mí.
No podía creer lo que escuchaba, desde
pensar en ellos dos juntos hasta lo que
debieron sufrir Archer y Birdie al perderla.
Sentí que a mi mente llegaban algunos
recuerdos que creí superar. Los accidentes
eran de lo peor, te destruía por sorpresa.
―Oh Dios que gran tragedia, lo siento
muchísimo Archer ―fruncí el ceño en
verdadero shock, sentí compasión al
descubrir que estaba haciendo todo lo que
podía por su pequeña hija, entendí lo mal
que me había comportado al juzgarlo.
―Gracias, ya lo he superado bastante.
Aunque no es fácil para Birdie.
―Es cierto, debe ser muy difícil para ella,
probablemente no la recuerde y no es fácil
crecer sin tu madre, pero al menos te tiene
a ti ―le sonreí de lado con un poco de
lastima.
―Gracias, hago lo que puedo. Y sobre eso,
podemos eliminar la promesa de que no
puedas acercarte a ella. Creo que tiene
muchas cosas que aprender de ti, pero si la
abandonas a ella, eso jamás te lo
perdonare ―me advirtió ahora serio.
―Qué bueno que no tengo planeado ir a
ningún otro lado ―estaba más contenta de
no tener que ignorar a Birdie cada día en el
trabajo.
Ambos volvimos a la sala donde la pequeña
estaba ya leyendo plácidamente uno de los
libros del estante.
―Birdie, no puedes tomar las cosas de los
demás sin pedirlas antes ―la aprendió su
padre.
―Lo siento, Aurora ―se disculpó
avergonzada y dejo el libro en la mesa
ratona.
―Descuida, te puedas llevar el que quieras,
cuando quieras ―le sonreí con
complicidad.
―Bien Birdie, espero que entiendas que no
puedes volver a escapar o la próxima vez si
te castigaré ―advirtió un poco
decepcionado de su hija―. Pero Aurora
volverá a su trabajo ―la niña corrió a su
padre y lo abrazó con fuerza.
―Gracias por hablar, quiero que vuelvan a
ser mejores amigos ―nos sonrío
emocionada.
―¿Como sabes eso? ―pregunto Archer
desconcertado con el ceño fruncido, volteo
a verme inquieto suponiendo que yo le
había contado sobre nosotros, negué
rápidamente con la cabeza y entonces su
ceja se levantó en forma de pregunta.
―Lo supe desde que me dijo que se
llamaba Aurora, sabía que reconocía su
rostro, hay una foto suya en casa y además
encontré esto en ese libro ―volvió al libro
y al abrirlo sacó una foto junto a un
brazalete de él. Me lo extendió y mi
corazón dio un vuelco.
Una fotografía de Carson, Archer y yo en el
día del padre riendo junto a George, es
quien se llevaba cada felicitación y reglaos
ese día. Pase mis dedos con suavidad sobre
el recuerdo, atesorando los días que se
esfumaron. Deje la foto atrás para
centrarme en el brazalete dorado con una
piedra verde en el centro que Archer me
compro en mi cumpleaños número 17,
había trabajado todo un año en la tienda de
discos para poder comprarlo junto con un
llavero que combinara y así compartir algo.
Habíamos prometido conservarlos para
siempre porque significaba mucho en
nuestra amistad. Yo creí haberlo perdido el
día que me fui, era mi joya más preciada,
me había dolido muchísimo no tenerla
todos estos años.
―Es igual al llavero de casa de papá, por
eso supe que Aurora vivía aquí, en la casa
del abuelo George. Es la Aurora de la que
me has contado, papá. Aun le gustan los
rolls de canela, me lo dijo ayer ―mis ojos
cristalizados miraron directo a los de
Archer, que expresaban algo similar a los
míos.
Era emoción y tristeza a la vez, eran años
de recuerdos que corrían por nuestras
mentes, años en los que desee saber de él y
simplemente había sido orgullosa, tanto
como él. Y luego pensé en el orgullo que
hubiera sentido George al oír a la pequeña
Birdie llamarlo su abuelo, no comprendía lo
mucho que a él le hubiera gustado
conocerla. Sin duda esto había removido
muchísimos sentimientos dentro de mí y
supuse que también en Archer.
―Gracias por encontrar mi brazalete
Birdie, no sabes lo importante que es para
mí ―la abracé mientras intentaba esconder
mis lágrimas.
―De nada Aurora ¿estas bien? ―se
preocupó al ver el camino de agua bajo mis
ojos y tomó mi mano transmitiendo su
hermosa energía.
―Si, tranquila. Es solo que sé que al abuelo
George le hubieras agradado muchísimo
Birdie ―le sonreí emocionada.
―Ya nos conocimos, hace unos días
apareció en mis sueños, dijo que debía
decirles que deben perdonarse porque eran
muy jóvenes. Y los llamo... m.… no lo
recuerdo ―ella estaba esforzándose por
encontrarlo dentro de su mente, pero yo
solo miraba a Archer con una mano en la
boca, llorando mientras él parecía
confundido y un poco asustado, ocultando
las pequeñas lágrimas en su rostro.
George fue la persona más importante en
la vida de los tres.
―Ya se, les dijo Aura y Cielo ―nos sonrío
con desconfianza por nuestros rostros. Me
había llamado "Aura" desde que tengo
memoria, decía que yo era su Aurora
favorita de todas en el cielo, era aún más
mágica y brillante. A Archer lo había
llamado ‘’Cielo’’ la noche que los cuatro
acampamos cerca del lago para ver las
auroras toda la noche. Decía que el cielo
era el lugar favorito de las auroras, que allí
es donde preferían salir y danzar libres en
su inmensidad.
Archer estaba luchando en vano para que
no lo vieramos derramar algunas lágrimas,
yo traté de ocultarlo con mi mano, pero era
imposible. Birdie no podría haber
inventado algo que solo sabíamos nosotros.
―No me lo habías contado nunca Birdie
―le dijo Archer más calmado y arrodillado
a su altura.
―Lo siento, no quería que te pusieras triste
―dijo ella apenada y él solo la abrazó
fuerte.
―Puedes contarme siempre lo que sea
cariño. Lloro porque extraño a George y
porque recibir una señal suya es algo que
había deseado desde que no lo tengo
conmigo, cielo ―le explicó su padre―.
Siento mucho no haber parado un segundo
con lo que sea que estaba haciendo este
tiempo, siento no haberte escuchado cariño
―Archer tomó la mano de su hija en
agradecimiento por contarnos, y yo hice lo
mismo, no quería soltar a esa pequeña niña
irradiante de luz.
Capítulo 8: Desafío
Archer.
Había despertado temprano para llevar a
Birdie a la escuela y luego quedarme en el
consultorio. Hoy era lunes y cada lunes
llegan suministros para el lugar. Estaba
controlando que todo estuviera bien, pero
no era así, no me trajeron guantes de látex.
Tome el teléfono de la recepción y llame a
la empresa para reclamar, estaba
discutiendo con el encargado, él decía que
yo cometía un error, pero yo llevaba
haciendo esto hace más años que él. Yo no
me equivoco.
―Buenos días ―susurró Aurora detrás de
mí. Intenté mostrarme más sereno cuando
la vi.
―Buenos días ―salude intentando
controlar mi euforia.
Cuando me dijo que me enviaría los
malditos guantes le corté el teléfono.
Aurora se sentó en su puesto y no pude
evitar ver que llevaba el brazalete en su
mano, se lo había puesto. Intenté parar de
mirarla, solo lo conseguí encerrándome en
mi oficina. Hoy tenía algunos pacientes,
pero saldría temprano. La primera no
llegaría aquí hasta dentro de una hora o
más, por eso me sorprendí al oír más de
una voz afuera de la oficina. Me puse de
pie para acercarme a la puerta y oír mejor,
algo que jamás haría con normalidad.
―Hola Aurora, lo siento. No quería volver a
meterte en problemas con tu gruñón jefe ―
hablaba un hombre con una voz que me
resultaba familiar.
―Hola, no te preocupes, te entiendo
porque a veces también le temo ―se rieron
y mi mandíbula se tensó. Así que me teme.
―Yo solo estaba de paso por aquí y pensé
que tal vez necesitabas recargar energía
con algo así ―no podía ver que le dio,
mierda. Quien era ese tipo y por qué
parecían conocerse tanto.
Mis puños se apretaron con ira. Estaba
coqueteando con Aurora.
―Muchas gracias, de verdad. Aún no tuve
tiempo de hidratarme ―desde aquí me
llegaba el olor a vainilla. Ese maldito la
conocía, quién demonios era.
―No hay de que, espero que lo disfrutes.
De hecho, también venia porque quería
invitarte a salir ―me di media vuelta y
dejando de escuchar, me senté en mi silla
haciendo todo el ruido posible.
Estaba invitando a Aurora y si yo salía
ahora solo causaría incomodidad hasta
para mí. Reprimí mis emociones como lo
había hecho cada día de toda mi vida.
Intente concentrarme, juraba que lo
intente, pero era imposible sabiendo que
afuera Aurora pensaba salir con alguien.
Sin pensarlo una vez más me puse de pie y
abrí la puerta, allí estaba ella en su puesto
y el maldito de Demian, no podía ser él.
Aurora no tiene ni idea de quien es este
tipo.
―Por supuesto, te llamaré ―acabó de decir
el cuándo nuestras miradas se chocaron.
Inflé mi pecho al compás de mis fosas
nasales que se extendían de odio.
―Muchas gracias de nuevo por el café, la
próxima invito yo ―Aurora le sonrió
incomoda intentando que se fuera al ver
nuestra tensión.
―No quiero volver a verte aquí, Demian.
Ya lo había dejado claro en el pasado. Si te
vuelves a acercar a mi consultorio no voy a
dudar en hacer algo ―mis ojos lanzaban
llamas y comencé a acercarme a él
desafiante.
―Solo venia por Aurora, pero descuida
amigo, no volveré a entrar ―estaba
jugando con fuego.
―No me llames amigo y tampoco hables
con mi secretaria. No te acerques a
ninguno de nosotros, no respires cerca,
Demian, no te atrevas a nada porque se
dónde encontrarte ―tomé el brazo de
Aurora con suavidad para alejarla de él.
El contacto con su piel era lo único que me
mantenía alejado de cometer una probable
locura. Estaba siendo un imbécil, pero no
dejaría que se acerque a Demian, era
peligroso.
―Tú no puedes decirme con quien
interactuar, así que, por el bien de todos,
solo no me acercare a ti ―Demian tomó el
otro brazo de Aurora e intento acercarla a
él.
―Vete antes de que no pueda responder
con la razón ―mi respiración era agitada.
―Demian, por favor. Te agradezco la visita,
pero deberías irte ―ella lo miró suplicando
que se marchara antes de que se desate
una pelea física.
―Claro, lo siento mucho, Aurora. Te
llamaré ―sus ojos eran compasivos y antes
de irse besó su mejilla. Su comportamiento
frente a ella no era el mismo, estaba
intentando probar algo y su juego no me
gustaba.
―¿Estás demente? al parecer tu memoria
falla bastante, deberías saber que cada
palabra con Demian Delacour te va a
costar caro, Aurora. Si aceptaste salir con
ese idiota, estas realmente loca, no puedes
hacer eso ―sin esperar respuesta de su
parte, la solté demostrando desprecio
falso, nada me haría más feliz que tocarla
eternamente. Volví a mi oficina.
Demian Delacour, hijo de Adam, un
fraudulento empresario de los bienes
raíces que cobraba tienda por tienda de
esta ciudad una comisión por su
protección, todo acabo cuando varios
vecinos levantaron su voz al igual que
George y se negaron a seguir con la farsa,
lo que paso al día siguiente casi les cuesta
la vida a muchos. Adam incendio los
locales, incluyendo este centro
odontológico. No se pudo llegar a la
justicia porque eran personas peligrosas y
relacionadas a alguien más grande que los
cubría, era mejor solo ignorarlo todo y por
el bien de las familias obedecer.
Demian fue a nuestra escuela, era el tipo
rico al que le temían por su padre, excepto
yo.
El tiempo pasó lentamente hasta que mi
primer paciente llegó. Me obligué a poner
mi mejor cara profesional, tratando de
apartar a Demian y a Aurora de mi mente.
Sin embargo, cada vez que salía de mi
oficina y veía a Aurora en su escritorio, el
recuerdo de la conversación volvía con
fuerza y a la vez lo apaciguaba con cada
sonrisa que le dedicaba a un paciente, cada
vez que apartaba un mechón de su cabello
dorado, me recordaba por qué había estado
tan enamorado de ella durante todos estos
años.
La mañana transcurrió con relativa
normalidad, pero sabía que tarde o
temprano tendría que hablar con Aurora
sobre Demian. No podía permitir que ella
se involucrara con alguien tan peligroso,
incluso si eso significaba exponer mis
propias heridas del pasado. No era solo por
ella, sino también por Birdie y por la
seguridad de todos en el consultorio.
Incluyendo los celos que sentía sin sentido,
no éramos nada. Solo una ilusión de mi
cabeza.
Escuche a Birdie entrar y me sentía más
seguro con que estuviera cerca de Aurora,
ella tenía razón.
Al terminar el día organice todos mis
papeles y cosas, listo para comenzar otro
día mañana.
―Birdie, ¿estás lista? ―salí de mi oficina
encontrándolas guardando las cosas de
Birdie.
―Si papi.
Intente no mirarla, intente no ver a Aurora,
no apreciar su sonrisa o sus manos
mientras se colocaba una chaqueta. Debía
ser indiferente.
Aurora salió saludando a Birdie con la
mano y una bella sonrisa que fue
correspondida. Afuera estaba nevando
muchísimo.
Hice que Birdie entrara al auto para luego
cerrar el consultorio. Abrí la puerta del
copiloto y volví a ver a Aurora.
―Aurora ―grité y ella frenó su paso, volteo
a verme sorprendida.
―Sube al auto ―soné brusco, pero deseaba
que me escuchara. Se me estrujaba el
corazón de verla cubierta de nieve.
―Descuida, me gusta caminar ―estaba
mintiendo. Nunca le gustó educación física.
―¿Enserio? ¿Bajo la nieve y con menos
diez grados centígrados? ―la mire
desaprobándola completamente.
Aún molesto no quería que caminara, por
el frio, porque era peligroso y porque no
me gustaba verla sola.
Se resigno ante mi orden y sin decirme
nada la vi voltear los ojos antes de entrar al
auto. Sonreí solo cuando me aseguré de
que no me veía. Esa era mi Aurora.

Capítulo 9: Amor a primera vista


Aurora
Desperté aun pensando en el día de ayer,
cuando descubrí quién era realmente
Demian. No lo había conocido realmente de
jóvenes, no se metía con nosotros ni
nosotros con él, pero ¿acaso Demian había
ocupado el lugar de su padre? Mi corazón
pasó de acelerarse a detenerse en cuestión
de nada, Archer tenía razón, estaba loca.
Me levante de la cama y me cambie, era
hora de trabajar. Camine al consultorio y
allí ya estaba Archer como de costumbre.
―Buen día.
―Buen día ―respondí, el me vio primero y
lo vi intentando sonreír, sin embargo, no lo
logró, pero si me hizo reír su esfuerzo.
Pasé de largo entrando a la pequeña cocina
del lugar para hacerme un café, hasta que
descubrí algo que ayer probablemente no
vi. Había esencia de vainilla para el café,
era raro, sabía que Archer ni en sueños le
pondría esto a un café. No dudé en usarlo,
era mi favorito.
Los pacientes comenzaron a entrar y salir a
sus respectivos horarios y yo no podía
dejar mi mente en paz, no podía contestar
las llamadas de Demian, lo ignoraría hasta
que se olvide de que existo.
―Hola Aurora ―Birdie entro al consultorio
con su uniforme de primaria y mochila rosa
brillante.
―Hola Birdie ―fingí una sonrisa
despreocupada y ella fue a su asiento
designado de la sala de espera―. ¿Cómo te
fue hoy?
―Te lo diré si prometes no decirle a papá
―me susurró observando su puerta con
miedo. Me acerqué para sentarme a su
lado.
―Te lo prometo. Puedes decirme lo que
quieras.
―Golpee a una compañera de mi clase
―confesó apenada.
―¿Qué? Birdie, pero ¿qué pasó? ―me
preocupe.
―Es que ella comenzó, mira lo que hizo
―sus ojos comenzaron a humedecerse
mientras se quitaba su gorro de lana.
Entonces pude ver una goma de mascar
pegada en su precioso cabello rubio.
―No puede ser ―cerré mis ojos tratando
de tranquilizar mi rabia hacia la pequeña
detestable que le había hecho eso a Birdie.
Al abrirlos ella me veía preocupada.
―Tendrán que cortarme el cabello ―ahora
sus pequeños ojos verdes si comenzaban a
derramar lágrimas de angustia.
―Por supuesto que no cielo, tienes suerte
porque se cómo quitarlo y nada le pasara a
tu cabello, lo prometo ―me paré de un
golpe y fui a la cocina, en el mini
refrigerador tome hielo y lo envolví en
papel. Luego busqué un poco de aceite de
la cocina y volví con la pequeña―. Te
dejare el hielo para que el chicle se
endurezca y luego con el aceite se quitara
rápidamente.
―Muchas gracias Aurora, confió en ti
―Birdie secó sus lágrimas y se mostraba
un poco más tranquila.
―¿Quieres contarme por qué pelearon?
―le pregunté condescendiente.
―Es que ella me odia, no puedes decirle a
papá. Natalie me molesta porque no tengo
a mi madre, es cruel y te prometo que
jamás le hice nada para merecerlo ―me
contó avergonzada.
―Birdie, te creo pequeña. Los niños
pueden ser malos, debes hablar con tu
maestro y con tu padre cariño, esto no
debe ocurrir, te prometo que acabará
cuando lo hagas ―le aconsejé con lo que
creí que era mejor para ella, pero para mí
lo mejor era que esa niña reciba lo mismo
para que entienda.
―Lo intentaré, Aurora. Extraño a mi
madre, ya no la recuerdo, su cara en mi
mente es borrosa y cada día desaparece un
poco más ―agachó su cabeza con
melancolía, mi corazón se rompió un poco,
porque podía entenderla.
―Tengo algo para ti, sostén el hielo ―ella
presiono el hielo es su cabello como yo lo
hacía.
Fui hasta mi bolso buscando lo que
siempre llevaba conmigo. En mi billetera
traía una foto de mi cumpleaños número
15, en la que estábamos Lyn, Archer y yo.
No habíamos sido tan cercanas jamás, pero
era de las pocas fotos que tenía con Archer
y la conserve solo por eso. Volví al lado de
Birdie y se la entregué.
―Son mamá y papá ―su pequeño rostro se
ilumino de emoción alabando a sus jóvenes
padres.
―Así es ―volví a mi trabajo del hielo.
―La conociste, esta eres tú ―dio media
vuelta solo para verme con inquietud.
―Si de hecho no éramos muy cercanas
Birdie, pero fuimos juntas a la escuela con
tu padre ―no mentía, pero tampoco podía
decir que Lyn había sido una perra en
muchos aspectos.
―Papá no habla demasiado de ella en casa
―sus ojos volvieron a la fotografía. Estaba
admirando cada pequeño detalle que
pudiera ver―. Por favor, cuéntame
cualquier cosa sobre ella.
―Bien, nos conocimos a los 14 en un
campamento de verano, ella se acercó a mí
y luego a Archer. Supongo que se enamoró
de él apenas lo vio ―ya no estaba siendo
sincera.
Lyn buscaba a todos los chicos hasta que
alguno endulzara tanto su oído de elogios
como para quedarse, sin embargo, nunca
funciono. Lo que realmente pasó fue que
comenzó a estar celosa de mi relación con
Archer, entonces intentaba alejarnos, eso
no funcionó al inicio.
―¿Y papá de ella? ―pregunto emocionada
por la historia de amor.
―Supongo que sí, linda ―le sonreí
insegura por mi respuesta.
Archer había intentado escapar de Lyn
cada vez que la veíamos, en el campamento
solíamos levantarnos antes que ella para
salir a caminar y que no nos siguiera.
Nunca supe en qué momento me había
distraído un poco para no vérmelo venir, a
ella no le gustaba Archer sinceramente y a
él mucho menos ella, aunque no sabría
decirlo con seguridad, él no me había
hablado de ninguna chica jamás.
―¿Crees que me parezco? ―puso la
fotografía junto a su rostro e intentaba
imitar la sonrisa de su madre.
―Creo que tienes su cabello y su nariz
también, pero sin dudas tienes la sonrisa y
los ojos de tu padre ―claro que sí, no
podría confundir esos ojos verdes, solo
conocí a un niño con ellos y siempre los
había amado. Expresaban la dulzura del
mundo, ahora conozco a un hombre que
apagó cada sentimiento de ellos y a una
niña que lo reemplazó.
―Si, todos me lo dicen ―se resignó
volviendo a la foto.
―Bien Birdie, está hecho. Ya no hay goma
de mascar en tu cabello ―se lo mostré
asqueada, era una horrible bola color rosa.
―Muchas gracias, Aurora ―simplemente
me abrazó por al menos un minuto.
―No hay de que linda ―le sonreí mientras
ella tomaba su mochila. No había notado
que ya había acabado mi horario.
―Toma Aurora, gracias por recordarme su
rostro ―me extendió la fotografía un poco
desilusionada y con más ansias que antes
de seguir observándola atentamente.
―Es tuya Birdie, te la regalo con la
condición de que la cuides muy bien, es
una fotografía importante ―me preguntaba
si Archer aún la recordaba o por qué no le
había dado la suya a la pequeña Birdie. Mi
abuelo nos la regalo en una navidad, ya no
recuerdo cuantos años teníamos, pero eran
de las pocas fotografías que prueban que
alguna vez Archer y yo fuimos
inseparables.
―¿De verdad? Te juro que la voy a cuidar
con mi vida ―su rostro se iluminó como si
fuera a explotar y enceguecernos a todos.
No paraba de dar saltitos de felicidad.
―Mejor que sea nuestro secreto ―le
susurré ahora con temor de que su padre
quiera asesinarme mientras descanse esta
noche, tenía suficientes razones.
―Hecho ―cerramos un pacto con nuestras
manos y yo comencé a guardar mis cosas y
ordenar el escritorio.
Archer salió de su oficina lo cual
significaba que ya era hora de irse. Los
tres salimos y sin decir nada Archer abrió
nuevamente la puerta del copiloto para mi
luego de darme una rápida mirada que me
hizo accionar y subir sin protestar.
Él se aseguró de que Birdie estaba segura
en el asiento trasero antes de comenzar
nuestro corto trayecto silencioso.

Capítulo 10: Guerra del pasado


Aurora.
Apenas estaba saliendo el sol cuando un
problema volvió a tocar la puerta. Con mi
peor cara de odio bajé las escaleras
arropada de una manta que arrastraba por
el piso. Dentro de esta casa hacia tanto frio
que no necesitaba una nevera.
―Es demasiado temprano para una
discusión. Debemos acordar tratar estas
cosas luego de las once para poder beber
un café en paz ―realmente no quería dejar
pasar a Archer con una expresión
agotadora en la cara, no estaba de ánimos
para ninguna clase de problema ahora.
―Solo te haré una pregunta ―le di la
espalda y sentí sus pasos detrás de mi
hasta el sofá donde me senté plácidamente
esperando la guerra de titanes―. ¿Acaso
tengo cara de idiota? ―preguntó
impaciente y me quedé unos segundos
analizando su rostro, asentí lamentable,
realmente era una pregunta sencilla.
―Creo que depende la situación, pero el
porcentaje es alto, no te gustara la
respuesta.
―Aurora, no puedes hacer cosas a mis
espaldas. Birdie es mi hija y yo y solo yo
decido como criarla. No te permitiré otra
falta, esta vez hablo realmente enserio
―hablaba exaltado, estaba perdiendo la
cabeza y yo no sabía por qué estaba
enojado, podría ser por cualquier cosa.
Había roto muchas reglas.
―Escucha, esa pobre niña empieza a
olvidar el rostro de su madre, sé que tú y
yo no tuvimos un ejemplo de madre, pero
al menos Birdie no recuerda como era Lyn,
solo tendrá su fotografía por el resto de su
vida ―esta vez colmó mi paciencia y hable
con sinceridad.
―¿Fotografía? ―pregunto sorprendido y
enfureciendo un poco más a cada segundo.
―¿Dije fotografía? ―buscaba en mi mente
una explicación de por qué estaba
enfadado si no era por la fotografía que le
di a Birdie.
―Si eso hiciste. ¿Le disté a mi hija una
foto? ―tenso la mandíbula y entonces me
puse de pie, mirándolo desde unos
centímetros más abajo. Siempre había sido
más alto y fuerte, pero ya no dejaría que
me haga menos que él.
―Realmente te comienzas a parecer a él
―solté arrepintiéndome al instante de
decirlo, pero estaba tan cansada de sus
malos tratos, harta de hecho.
El relajó cada musculo de su cara,
descolocado por mi comentario. De niña el
monstro de mis sueños tenía la cara del
padre de Archer, era un hombre mayor de
cabello casi blanco por la edad, su barba
larga ocultaba casi la mitad de su cara.
Tenía los dientes amarillos de tanto fumar.
Iba por la vida desaliñado, cuando no
estaba ebrio o dormido en el sofá de su
casa. Si nadie lo controlaba salía a la calle
a espantar a la gente que pasaba cerca,
dentro de su casa, con su familia y con las
puertas cerradas el terror era aún peor. La
policía se lo había llevado incontables
veces, pero aun así lograba salir, mi abuelo
había interferido varias veces, Archer era
más como su hijo que de ese hombre, y la
madre de Archer solo era una podre mujer
desesperada que no podía echar a su
esposo a la calle, porque estaban bajo su
techo y la justicia jamás actuó de su lado.
―Lo siento mucho ―algo dentro de mí me
decía que debía dejar de actuar como una
niña, si yo no paraba esto no pararía jamás.
Era suficiente de la guerra del pasado―.
Solo te has convertido en una persona muy
dura, no veo ni un rastro del niño que
solías ser, sé que pasaste por mucha
mierda Archer y sé que ni un millón de
disculpas bastaran para que me perdones
por haberlo dejado todo, pero sobre todo a
ti. Realmente no existió un día en que no
piense como hubiera sido mi vida si no me
subía a ese avión, si aun fuéramos esos
niños inseparables. Si las cosas que nos
pasaron no hubieran pasado, si Carson no
hubiera muerto ese día ―ahora mi voz se
había quebrado, no había hablado de mi
hermano en tal vez los mismos doce años
en los que me fui.
El dolor no tenía cura, no había remedio
para la perdida.
―Créeme a mi o a la adolescente
desesperada que creyó que sus padres se
apiadarían de la muerte de su hijo y
acogerían a la única hija que les quedaba.
Solo quería que sus padres la amen, créele
a ella porque la escuchaste llorar tantas
noches rogando cariño. Ella esta tan
enojada como tú por ser una idiota ¿bien?
He hecho mal las cosas y no habrá día en
que no me arrepienta ―me acerque un
poco a él, que me miraba aun rencoroso,
pero al nombrar a mi hermano una gota de
tristeza rozó su mirada.
Se cruzó de brazos y emanaba frio, solo
podía ver cómo se cerraba en el mismo sin
decir nada, me odiaba con todo su ser y
ahora sabía que jamás me perdonaría.
―Una simple palabra no puede cambiar
nada, no puede dejar de hacerme odiarte ni
puede retroceder el tiempo para ti y que
cambies lo que hiciste, no puede hacer
nada por nosotros o por Carson. Te fuiste y
contigo te llevaste todo, la amistad, los
sueños y mis planes, desde entonces
vivimos como parece debido. Tú y Carson
me dejaron un vacío tan grande que desde
entonces voy por la vida arrastrando mi
corazón, y cada día fue peor que el
anterior, hasta que la esperanza de
volverte a ver se desvaneció por completo,
entonces jure que la fortaleza que construí
al alrededor de mi corazón no caería por
nadie, nadie y mucho menos tú.
Se acercó a mi sin dejar de verme a los ojos
con el vacío del que hablaba, su frente casi
chocaba con la mía mirándome desde
arriba y me sentí la persona más pequeña
del mundo, con el corazón encogido y las
lágrimas ya saliendo. Con su dedo apunto
directo a mi corazón.
―No permití que nadie me hiciera sentir
tan perdido y vacío otra vez. Prometí que
aprendería a vivir sin ti, a reconstruir mi
vida sin necesitar a nadie para
completarla. Mi juramento seguirá en pie
hasta el día que me muera, así que no te
perdono eso, ya no bajo la guardia Aurora
―torció su mandíbula odiando cada parte
de mi existencia, entonces solo me dio la
espalda y desapareció tras la puerta.
Caí al sofá con la respiración cortada y el
corazón empujando para salir de mi pecho.
Subí las escaleras aún envuelta en colchas,
con la mirada perdida y los pensamientos
incrustándose en mi cabeza como balas, las
palabras dolían tanto como mi corazón por
saber que yo volví a Archer de esa forma,
la muerte de Carson junto con mi partida lo
hizo pedazos y se convirtió en alguien que
no deseaba volver a sentirse vulnerable.
Sin ganas de pararme de la cama, lo hice
porque era necesario. Mientras me
cambiaba con ropa vieja de mi juventud mi
teléfono tenía dos llamadas perdidas de un
numero desconocido que también había
llamado ayer, estaba segura que era
Demian y por eso no conteste, esperaría
que se cansara.
Me puse unos tenis y me calce mis
auriculares, tome un rodillo y un pincel
llevándolos afuera junto a las latas de
pintura que había comprado hace días,
pero había aplazado este calvario de pintar
el lugar. Solo quería ver algo bonito a mi
alrededor, quería que la casa se vea
cuidada y colorida, realmente quería que
fuera mi hogar, al que tantas veces recurrí.
Mi emoción disminuía al pensar que aquí
estaría en tal vez otros cincuenta años, aun
sola, sin niños correteando por la casa, sin
alguien a quien amar con el alma. Sin mi
hermano, sin George e inminentemente sin
Archer.
Sola observando el fuego crepitar en la
chimenea de la pequeña casa roja que una
vez fue refugio y ahora solo una cárcel de
recuerdos y rencor. El frío invierno
golpeando las ventanas, recordándome lo
implacable que era el paso del tiempo y lo
lejos que estaba de mis sueños juveniles.
Cerré los ojos, tratando de contener las
lágrimas que amenazaban con escaparse,
mientras el eco de la risa de niños
imaginarios resonaba en mi mente,
recordándome lo que podría haber sido y
ya nunca sería.
No dejaría que otras emociones se
interpongan, encontraría nuevos sueños y
metas en las que escabullirme, haría todo a
mi alcance para intentar sobrevivir.
Rellené mis pulmones de aire y con la
cabeza en alto no me detuve.
Una mano en mi cintura me horrorizo de
sorpresa. Me voltee a ver la cara de
Demian, casi arranco mis auriculares. Que
hacía en mi casa o como sabia donde vivía.
―Cuanto lo siento, Aurora, solo decía que
podría ayudarte. No vi que traías
auriculares, pero eso me deja ver que tu
móvil funciona perfectamente ―su tono era
suave pero firme, buscando transmitir su
sinceridad mientras se esforzaba por
deshacer el malentendido.
Pude volver a relajarme buscando excusas
para que ya no me llamara, podría ser
mejor solo decir la verdad y amenazar con
que no se me vuelva a acercar.
―Estoy bien, pero gracias. Escucha, no
conteste porque no puedo salir contigo
―suspiré resignada, solo esperando que se
vaya.
―Lo siento, no entiendo. ¿Por qué no
puedes? ―él estaba confundido esperando
una explicación con el ceño fruncido y el
hombro apoyado a la pared que aún no
pinte de la casa.
―Porque mi abuelo y tu padre tuvieron una
situación, mi abuelo me crio y ha dado la
vida por mí, simplemente no puedo
traicionarlo ―seguía trabajando sin
mirarlo, tenía suficientes explicaciones,
aunque Demian era demasiado lindo y
atento, de no saber lo de su padre me
hubiera ido con él a donde sea.
―Aurora, no sé qué haya hecho mi padre,
pero no soy el y jamás lo seré. Lo
aborrezco tanto como tú, lo juro ―lo mire
por el rabillo del ojo, sus ojos eran
melancólicos y profundos, quería creerle
con todo mi ser.
―Archer me dijo que tu heredaste el
trabajo de tu padre ―me centre
nuevamente en el rojo intenso de mi pincel.
―Puedo mostrarte mi doble titulación en
literatura, junto a mi recibo de sueldo por
ser un probable mediocre profesor de
Instituto. Estoy muy lejos de trabajar de lo
que hacía mi padre ―me suplico
convencido de que decía la verdad, tanto
como yo―. Y discúlpame, pero tu jefe en un
idiota, no me odia por mi padre. Me odia
porque tuvimos un incidente hace años y
aun no lo ha olvidado.
―¿Qué clase de incidente? ―pregunte sin
parecer desesperada.
―Hablarte de eso sería revelar que no fui
del todo sincero contigo ―suspiró apenado.
Esta vez se llevó toda mi atención y frente
a frente lo mire esperando respuestas―.
Claro que te conocía, pero tú no a mi o eso
supuse. Archer y yo estábamos juntos en el
equipo de futbol, me oyó hablar con un
amigo sobre acercarme a ti, quería
conocerte porque me habías parecido la
chica más linda del instituto. Simplemente
quería una oportunidad, pero Archer me la
quito al oírme. Me golpeo y me juró que me
golpearía de nuevo si no se me quitaban
esos pensamientos, fui cobarde y solo lo
olvide, pero eso no volverá a ocurrir ―sus
dientes rechinaban, aun se lo notaba
resentido.
Archer no haría esa tontería, sí que había
sido como mi hermano mayor y bastante
cauteloso de que no se me acercaran los
chicos, pero no tenía sentido que solo lo
golpeara por eso. ¿O si tenía sentido?
Entonces si Demian decía la verdad, estaba
siendo injusta, yo si quería conocerlo. ¿Por
qué Archer debía meterse en todos mis
asuntos?
―Siento si te juzgué, no sabía la historia
―fruncí los labios apenada. Él acepto las
disculpas con una media sonrisa.
―Descuida, éramos solo niños, sin
embargo, a ese niño lo haría muy feliz
saber que si consiguió una cita con la chica
linda del Instituto ―sus ojos chispeaban
emoción, le sonreí con complicidad y yo
solo deseaba decirle que si de una vez por
todas.
―Puedes pasar mañana a las ocho, me
gusta el vino y los raviolis ―su sonrisa se
extendió de punta a punta igual que la mía.
Capítulo 11: ¿Se sentiría como esto?
Aurora.
Me presente a trabajar al día siguiente, sin
ánimos de ver a Archer o más bien
avergonzada por nuestra discusión.
―Buen día ―saludé a mi jefe que estaba de
espaldas firmando unos papeles.
Se dio media vuelta para verme con su
mejor cara de amargura y volvió a lo suyo
sin dirigirme la palabra, con que así sería
nuestra relación.
―Sobre tu escritorio deje varios
expedientes, necesito que los cargues en la
computadora y que sea antes del final del
día ―me señaló la pila de hojas sobre la
mesa, con total apatía dejo lo que estaba
haciendo y fue hasta la cocina a servirse
café.
Lo seguí con la mirada incrédula, no
pensaba soportar muchos más días esta
tortura. Dejé mi bolso a mi lado y me senté
a empezar con los expedientes. Oí detrás
de mí como la puerta del consultorio de
Archer se cerraba un poco brusco.
Por suerte era rápida al escribir, ya había
trabajo de algo similar antes de llegar a
Ophelias.
―Buen día Aurora ―me saludo Sussy, la
chica que me advirtió sobre trabajar con
Archer.
―Para nada buenos, debiste detenerme de
entrar aquí ―suspiré resignada y ella
intento evitar reírse de mí.
―Yo lo intente, pero tranquila, todo
mejorara con el tiempo ―me dio apoyo
moral y le sonreí de lado, deseaba que
tuviera razón―. Estoy aquí por mi cita
querida ―me explico y yo moví los
expedientes un poco para teclear y
confirmar su cita con Archer.
Iba a decirle que se sentara a esperar, pero
me llamo la atención la bolsa transparente
que llevaba en su mano, dentro había un
vestido blanco que parecía recién salido de
la tintorería.
―Claro, te atenderá enseguida Sussy.
Perdóname la intrusión, es un lindo
vestido, ¿vas a casarte? ―le pregunte
llevando la punta de mi birome a la boca.
―Si me casare en dos meses, este es el
viejo vestido de una prima. En esta ciudad
no pude conseguir nada que me guste así
que es probable que use este vestido no
tan horrendo ―hizo una mueca no tan
convencida.
―¿Y ya intentaste ir con una diseñadora?
Seguro pueden hacer algo muy hermoso y
que sea de tu gusto ―le recomendé, yo
había confeccionado cientos de vestidos de
novias, de toda clase.
La felicidad de una novia vistiendo el
vestido de sus sueños no tenía precio. Eran
mis confecciones favoritas. Sussy me miro
recelosa y luego de ella salió una fuerte
risa.
―Querida, aquí no hay diseñadoras, para
conseguir una hay que viajar tres horas a
la ciudad vecina y su lista de espera es
infinita. Así que eso es imposible ―suspiro
frustrada caminando a una silla para
esperar.
La lampara de mi cabeza se prendió
automáticamente y me pare para sentarme
frente a ella.
―Sussy podría ser tu día de suerte. Soy
diseñadora de modas. Trabajé en Ophelias
por demasiados años, diseñé cada vestido
de novia, los hice con mis propias manos
―a ella se le encendieron los ojos como dos
lámparas.
―¿Acaso bromeas? No juegues conmigo,
ame muchísimos de los modelos, no puedo
creer que los hayas hecho tu ―se llevó una
mano a la boca emocionada por lo que
acababa de contarle―. Debes ayudarme, tu
podrías diseñar mi vestido. Te pagare lo
que sea ―sus ojos me suplicaban como una
niña esperando a que haga realidad el
sueño de su vida.
―Puedes pasar por mi casa mañana,
tomaremos medidas y yo hare tu vestido
con mucho gusto ―le sonreí de oreja a
oreja, estaba tan deseosa de dibujar, coser
y perfeccionarlo todo.
―Gracias Aurora, viniste a salvar mi vida
―nos paramos y ella no paraba de
abrazarme.
―Sussy ya puedes venir ―Archer salió del
consultorio viéndonos con una ceja
levantado, extrañado por el cariño.
―Archer, ¿puedes creerlo? Aurora hará mi
vestido de novia ―ella estaba dando
brincos por el lugar cuando mi jefe me
miro sorprendido por un minuto, luego
volvieron los ojos fríos e inexpresivos.
Sussy entro al consultorio y yo volví al
papeleo. Debía desempolvar mi máquina de
coser, todas mis cosas. Sonreí al recordar
la vieja máquina que le pertenecía a mi
abuela, mi abuelo me la regalo al cumplir
nueve años, comencé con ropa de muñecas
hasta hacer mis propias prendas. Amaba
esa máquina, no hubiera llegado a ningún
lado sin ella, me introdujo al mundo que
tanto amo.
―Hola Aurora ―Birdie entro al lugar feliz,
tarareando una canción mientras se
sentaba en su respectiva silla, saco sus
cuadernos y comenzó a hacer su tarea.
―Hola, pequeña Birdie ―le sonreí para
luego volver al trabajo y apurarme.
Había estado intentando concentrarme en
la tarea en cuestión, pero mi mente volvía
una y otra vez a los ojos furiosos de Archer
cuando discutimos. La tensión en la oficina
era estresante, quería huir cada vez que
sentía que Archer vendría hasta mí.
―¿Aurora?
―Lo siento Birdie, no te escuche ―me
lamente cuando la vi a mi lado.
―No quise molestarte, es solo que mi lápiz
se rompió ¿tienes uno que puedas
prestarme? ―me miro con su cara
angelical, sonriendo con vergüenza.
―Claro cielo, aquí tienes ―le entregue uno
de los míos y volvió a sus tareas, era una
niña tan inteligente.
Cada vez que la miraba no podía evitar
sentir algo extraño en mí. Tal vez porque
me recordaba cuánto había cambiado la
vida de Archer mientras estuve ausente,
porque me perdí tantas de sus cosas, no
estuve y comenzaba a entender con razón
su enojo.
Me sobresalte cuando la puerta del
consultorio se abrió y de allí salieron Sussy
y Archer. Ella se fue sin antes volver a
agradecerme y decir que estaría en mi casa
a primera hora.
—Aurora, necesito hablar contigo en mi
oficina —dijo Archer, irrumpiendo mi casi
finalizado trabajo. Asentí sintiendo el peso
de su mirada.
Me levanté y lo seguí. Una vez dentro,
Archer cerró la puerta detrás de nosotros.
No quería volver a discutir, no tenía esos
ánimos.
―Debes encontrar otro sitio para entregar
turnos para tu tienda de ropa. No quiero
que mi trabajo se mezcle con lo tuyo, no
quiero que mis clientes me relacionen con
tu probable mediocre trabajo ―hirió
fuertemente mi ego mientras ni siquiera
me miraba, estaba cambiándose los
guantes elásticos y limpiando la mesada.
―Entonces yo voy a pedirte que no
interfieras en mis asuntos, nada tiene que
ver contigo y te aseguro que no volverá a
suceder. Pero para que te quede claro, fui
una diseñadora muy reconocida en Nueva
York, no falte a mi trabajo jamás y siempre
he recibido buenas críticas así que no te
metas con mi trabajo. Soy la mejor
diseñadora de modas ―aprete mis dientes
porque las ganas de golpearlo aumentaban
a cada segundo.
Logré que me mirara y caminara hasta
donde estaba, retrocedí hasta chocar con la
pared, pero él no paró hasta quedarse a
centímetros de mi rostro, respirando con
enojo.
―Descuida, no volveré a interferir ―sus
ojos verdes eran intensos, estaba tan cerca
que hubiera jurado que desvió su vista a
mis labios.
—Papi, alguien busca a Aurora —anunció
con entusiasmo la pequeña Birdie detrás
de la puerta. Me tensé y él se alejó con
velocidad. Yo salí del consultorio como un
rayo, con la respiración agitada y las
piernas flojas.
—¿Demian? —arqueé una ceja al verlo
afuera con un ramo de flores, él estaba
hablando por teléfono sin ver hacia
adentro.
De mi bolso tomé un lápiz labial y me
apresuré a colocarlo en mis labios, no
estaba lista para verlo.
Archer salió del consultorio y su mirada
fugaz fue hasta él y luego hacia mi
inmediatamente.
—¿Qué hace aquí? Creí que había sido
claro —preguntó él mientras su cara
pasaba a estar roja de ira. Lo vi apretar los
puños y respirar agitado.
—Tenemos una cita —admití sintiendo el
calor subir a sus mejillas—. Y dijiste que no
interferirías, así que relájate, no entrara
porque ya me voy —guarde los expedientes
que ya había terminado y apague el
computador.
Tomé mi bolso y lo colgué en mi hombro.
Volví a mirar a mi jefe que ya había soltado
sus músculos, solo me expresaba su típica
cara de hielo. No podía decirme nada, ya
no.
—Diviértete Aurora, te ves hermosa —la
pequeña viéndome con ilusión me había
hecho feliz.
—Gracias pequeña —nos dimos un abrazo
rápido y me despedí.
—Aurora, hola ¿Lista? —preguntó,
ignorando la mirada fulminante de Archer
desde adentro de la oficina.
—Sí, claro —dije intentando sonar
entusiasmada.
—Estas son para ti —me entregó las flores
rosadas de su mano, era un hermoso ramo.
—Muchas gracias, son bellísimas —le
sonreí cálida.
Demian abrió la puerta de su auto para mí,
pude sentir la mirada de Archer
quemándome la espalda. Sabía que esto
solo había complicado más las cosas, pero
también sabía que necesitaba seguir
adelante con mi vida tal como él.
El restaurante al que Demian me llevó era
acogedor y elegante, una elección perfecta.
Cuando nos sentamos en la mesa frente a
la ventana, no podía evitar observar cómo
nevaba.
—Oye ¿estás bien? —preguntó él un poco
preocupado.
—Por supuesto, solo es sobre trabajo. Hoy
no hablaremos de eso —intente reírme del
tema mientras el comenzaba a contarme
sobre algo que le paso en el día.
Pero mientras hablaba, no podía evitar
pensar en Archer y en el complicado
embrollo de sentimientos que nos envolvía
a todos.
La noche avanzó con charlas ligeras y
risas, pero en el fondo de mi mente solo
pensaba en como Archer se me acerco en
su oficina, sin tipo de aviso, no podía
decidirme si solo lo había imaginado o si el
realmente parecía querer besarme. Me
saque eso de la cabeza porque era ridículo,
para él yo era la persona más detestable,
estoy segura de que si pudiera elegir me
enviaría de nuevo a Nueva York para no
volver a verme.
La noche terminaba con un corto paseo
junto al puerto, aunque el frio nos devolvió
al auto. Al estacionar frente a mi casa, él se
bajó primero para abrir mi puerta y
ayudarme. No había soltado mi mano hasta
que nos paramos frente a frente junto a la
puerta.
—Muchas gracias por la hermosa cena, la
pase increíblemente —le dije sinceramente,
había sido una preciosa noche.
—Aurora —dijo suavemente, acercándose
más—. Esta noche ha sido increíble.
Sentí un nudo en el estómago, una mezcla
de nervios y emoción. Y entonces, sin
previo aviso, él inclinó la cabeza y sus
labios rozaron los míos. Había sido tan
dulce como lo imaginaba, era suave y
exploratorio, como si ambos estuviéramos
descubriendo algo nuevo. Sentí el calor de
su cuerpo acercándose, una mano subiendo
para acariciar suavemente mi mejilla.
Mi cabeza me llevó a imaginar si Archer
me hubiera besado hoy, ¿se sentiría como
esto? Jamás nos besamos, y algo dentro de
mi comenzaba a crecer intentando idear
como serían los besos de su suave boca.
Respondí al beso con intensidad creciente,
permitiéndome sentir cada matiz de sus
labios, cada emoción que transmitían.
Cuando finalmente nos separamos, lo vi,
sus ojos no eran del verde que me gustaba.

Capítulo 12: completo y destrozado


Archer
Me desperté con la sensación de haber
cometido un error. No debí dejar que ella
se fuera con él, no dormí de preocupación
imaginando que tal vez la lastimaba o que
tal vez no volvió a su casa. Debí advertirle
sobre él, debí hacer muchas cosas. Debí
haberla besado cuando tuve la
oportunidad.
Me refregué la cara con agua fría
intentando calmarme y despertar, hoy sería
difícil mantenerme despierto sin café.
Desperté a Birdie y mientras hacia su
rutina bajé a hacerle algunos hot cakes
antes de llevarla a la escuela.
Cada ciertos minutos intentaba acercarme
a la ventana e intentar ver si veía a Aurora
desde aquí. Podia ver la luz de su
habitación encendida y eso lograba
calmarme, pero volviéndome loco de
pensar que tal vez Demian estaba con ella
ahora.
Volví a mi labor en la cocina cuando Birdie
bajó y casi me descubre husmeando.
Puse su plato de hot cakes y leche con
chocolate frente a ella y mientras comía yo
me alisté.
―Muero por ver a Aurora y preguntarle
como estuvo su cita con Demian, el parece
muy lindo — perfecto, hasta a mi propia
hija la había conquistado un mentiroso
delincuente.
—Tu padre es más guapo —ella se rio como
si de un chiste se tratara lo que acababa de
decir.
Birdie se colocó la mochila y antes de salir
me miré al espejo, está bien, tal vez no le
tomaba tanta importancia a mi apariencia
como Demian, pero aun así no estoy mal.
Debería recortar mi cabello. Mierda.
Ambos salimos y cuando llegamos frente a
su escuela, le desee un buen día antes de
enfrentarme a otra mujer en el trabajo.
Hice mi rutina de abrir el consultorio y
organizarlo un poco. Recordé que ayer
había comprado más jarabe de vainilla para
el café así que lo busqué en mi oficina y lo
dejé en la cocina. Eso era malditamente
asqueroso, pero ella lo amaba.
—Buen día —ella aprecio detrás de mi
logrando que me sobresalte con las manos
en la masa. Su tono hoy era cortante y no
me miró a los ojos cuando pasó a mi lado
para preparar café.
—Buen día, Aurora —la saludé extrañado
por su comportamiento, pero me alejé
dejándola allí. Deseaba preguntarle si todo
estaba bien, pero mi maldito orgullo no me
lo permitía.
Fingí leer unos documentos solo para
observarla sentarse en su puesto y
comenzar a trabajar. De hecho, no estaba
fingiendo, no podía quitarle los ojos de
encima. Me miró de reojo impaciente.
—¿Necesitas algo? —preguntó y yo me
tense, me había descubierto.
—No, yo solo leía —le dejé los documentos
sobre el escritorio y me encerré en mi
oficina, apoyando la espalda en la puerta.
Estaba totalmente exhausto y no me
ayudaba que ella sea jodidamente
embriagadora, mi corazón intentaba salirse
cada vez que me acercaba a ella.
Tarde un rato en volver a salir para hacer
café y ella no estaba en su puesto, ni en
ningún lado, me preocupé hasta que vi que
dejó una nota diciendo que volvía
enseguida. Ahora estaba enojado, ¿a dónde
había huido?
Dejé otra nota diciendo que necesitaba que
me imprimiera unos archivos y volví a mi
escritorio esperando a que ella volviera
pronto.
Bebí mi taza de café en silencio por fuera y
con tanto ruido por dentro, mis emociones
no se apagaban, jamás había sido tan difícil
actuar frente a alguien. Me sentía ese niño
tonto que la vio por primera vez y no se
despegaba de ella, el que descubrió que la
amaría por el resto de su vida como a nadie
más.
Amar tanto a Aurora me hacía sentir
vulnerable. Recordaba cada instante que
pasamos juntos de niños, los secretos
compartidos y los sueños susurrados bajo
las estrellas. Nunca le dije lo que
realmente significaba para mí porque
siempre pensé que tendríamos tiempo.
Pero el tiempo pasó y ella se fue,
llevándose consigo la parte de mi corazón
que le pertenecía.
Cada día era una lucha. Verla y no poder
decirle cuánto la amaba, cuánto la
extrañaba. Quería protegerla de todo,
incluso de mí mismo, pero no sabía cómo
sin alejarla aún más. Aurora tenía ese
poder sobre mí, el de hacerme sentir
completo y destrozado al mismo tiempo.
Me asustaba pensar en un futuro sin ella,
pero aún más me aterraba la idea de que
nunca supiera cuánto la amo y solo creyera
que jamás la perdone o que la odio, aunque
eso era lo que salía de mi boca, mi corazón
no dejaba de latir por ella.
Un golpe en la puerta me sacó de mis
pensamientos.
—Adelante.
—Te traje los archivos que me pediste —se
acercó sin expresividad y los dejó en mi
escritorio.
—Gracias, Aurora —mi pecho estaba
oprimido, estaba esperando que se fuera
sin más.
—Archer, sobre anoche —comenzó con la
esperanza de romper el hielo.
Me tensé en saber que quería decirme,
pero le presté toda mi atención, intenté
prestarle atención, sus ojos me
desconcentraban.
—Sé que no estás contento con esto, pero...
—ella vacilaba nerviosa—. Él no está en los
negocios de su padre, es un excelente
profesor, es una buena persona. Si alguien
tuviera que estar así de enfadado como
estas tú, debería ser él por lo que le hiciste
en el instituto. Ya me lo contó.
Excelente, no era la charla que esperaba.
Me reí ante la acusación, sabía
perfectamente que historia le había
contado ese maldito.
Retrocedí con mi silla de ruedas y me puse
de pie, ella dio unos pasos atrás y me senté
delante de mi escritorio con los brazos
cruzados en mi pecho.
—Déjame adivinar, él tiene una versión
muy conveniente de la historia ¿no es
cierto? —dije con frialdad, odiaba a ese
pedazo de mierda.
—No vine aquí para discutir sobre el
pasado —dijo suavemente, intentando
mantener la calma—. Solo quiero que
trabajemos en un ambiente más llevadero.
—¿Llevadero? —repetí su palabra y tono
acusante. Me burle. —Si quieres un
ambiente llevadero, tal vez deberías
reconsiderar con quién decides salir.
Ella tomó aire conteniéndose.
—Archer, no quiero que esto afecte nuestro
trabajo. Sé que estás enfadado y tienes tus
razones, pero... —mis razones eran muy
simples, él no la merece, es un idiota y
sabía que con el tiempo se daría cuenta de
lo que hablo. A decir verdad, yo tampoco la
merezco.
—No tienes idea de mis razones —
interrumpí clavando mi mirada en su
rostro, estaba afligida. —¿Acaso él te contó
que estaba en la ducha con varios de sus
amigos hablando de asquerosamente? ¿Te
contó lo que pensaba hacer contigo cuando
aceptaras una cita? ―pregunté intrigado,
yo sabía la respuesta a esas preguntas, yo
lo oí y fui quien lo confrontó por ser tan
repugnante―. Pero está bien, Aurora, tú
eres dueña de tu vida y sabrás a quien
creerle. Ya no interferiré, tu no interferirás.
Hacemos nuestro trabajo, nada más.
Ella asintió no muy convencida y se dio
media vuelta, no podía dejar de ver su
cabello dorado moverse a su ritmo, suave y
preciso.
Cuando cerró la puerta y ya no la veía, me
lleve una mano al pecho, intentando
calmarlo. No sabía cuánto podría soportar
esto, verla y no interferir más.
No sabía cuánto más podría aguantarme.
Sentía que iba a explotar en cualquier
momento. Aurora era todo para mí y no
podía seguir fingiendo que no me
importaba. Tenía que encontrar una
manera de arreglar esto, de decirle la
verdad. O iba a perderla para siempre, y
eso era algo que no podía permitir.
Capítulo 13: Los dragones no son tan
malos
Aurora.
Antes de enfrentarme a Archer en el
consultorio, tengo algo más importante que
hacer, diseñar el vestido de Sussy me
mantuvo ansiosa de volver a mi tableta,
mis lápices y mi creatividad. Simplemente
sentía un amor tan profundo por hacer a
los demás felices de esta forma, que
pudieran usar algo que los hiciera sentir
importante y cómodos en sí mismos. Mi
carrera me apasiona tanto que me hace
ilusión volver a usar mi vieja máquina de
coser, guardada durante años. Mientras la
desempolvo, una ola de nostalgia me
invade.
Recuerdo el amor de mi abuelo por ella, no
la conocí, pero sentía que sí, que ella vivía
en mi gracias a él y a todas las historias
que me contó.
La puerta suena justo cuando termino de
preparar todo. Sussy entra con una sonrisa
radiante, y por un momento, olvido todos
mis problemas. Tomo sus medidas
prometiéndole que su vestido será perfecto
y como lo soñó, como cada niña.
—¿Cómo van las cosas con Archer? acabo
de pasar por el consultorio y él ya está allí,
gritando como de costumbre.
—No podría decir que muy bien, de hecho,
me odia, pero hago lo que puedo. De
seguro aun esta enfadado porque salí con
Demian —estaba tomando apuntes en mi
tableta y ella estaba mirándome pensativa.
—¿Saliste con Demian? —preguntó casi
escupiendo su café en mí.
—Sí, pero ahora me preocupa la reacción
de Archer. No se llevan bien —confesé,
sintiendo el peso de sus ojos sobre mí.
—Solo diré que lo disfrutes, ese hombre es
el sueño de todas Aurora —sonrió con
picardía e hizo que mis mejillas se
colorearan.
—Solo estamos conociéndonos, es muy
atento y detallista —sonreí sin quitar la
mirada de mi diseño.
—Por supuesto que lo es. Mi hija ama su
clase y todos los padres están encantados
con su trato y enseñanzas. Es un gran
partido, seguro sería un increíble padre,
dios. No lo pierdas de vista nena —tomó
otro sorbo de su vaso y yo me tensé en mi
asiento, no había pensado en decirle a
Demian que no puedo tener hijos, no hasta
ahora que sabía que debía hacerlo, no
podía robarle el sueño a nadie más.
—Ya está. Dime que piensas y puedo
arreglar lo que quieras —acercó su rostro a
mi tableta y su mandíbula cayó al suelo,
sus ojos comenzaban a aguarse.
—Aurora eso es perfecto, es todo lo que
había querido —no esperó a que ni una
lagrima escape porque las apartó. Se puso
de pie y me abrazo por al menos varios
segundos.
Luego de que me comentara más detalles
sobre su boda, nos despedimos y se fue.
Yo tomé mi bolso y salí tras ella, deseando
que no llegara la hora de ir al trabajo. No
tenía ánimos de estar con Archer en la
misma habitación por más de un minuto.
Al acercarme cada vez más, mi corazón
saltaba de mi pecho con velocidad,
teníamos el acuerdo de no interferir, pero
las cosas aun eran raras y tensas.
—Buen día —dije al abrir la puerta y verlo
revisando algo en la computadora de mi
escritorio.
Él levantó su vista a mí y luego la volvió a
bajar a la pantalla. Tragué saliva inquieta.
—¿Pasa algo? Puedo ayudarte —sugerí al
ver que no salía del lugar.
—No —se paró y cerró la puerta de su
consultorio detrás de él.
Me senté en mi asiento nerviosa, iba a ser
el día más largo de todos. Archer estaba de
malas y se mantuvo distante, sin apenas
dirigirme la palabra. Cada vez que salía de
su oficina por algo intentaba iniciar una
conversación, pero él me cortaba con
respuestas monosilábicas o simplemente
me ignoraba. Su frialdad era palpable, y no
sabía cuánto tiempo más podría soportar
esa tensión.
Mientras organizaba los archivos de los
pacientes, noté cómo me observaba de
reojo desde la cocina, como si estuviera
buscando alguna señal de arrepentimiento
en mí. Me esforzaba por mantenerme
ocupada, concentrándome en mi trabajo,
pero su presencia se sentía como una
sombra constante.
A la hora del almuerzo, salí a tomar aire
fresco, esperando que la distancia ayudara
a aliviar la tensión. Sin embargo, el peso de
su enojo seguía conmigo, y no podía dejar
de pensar en lo que había hecho para
desencadenar esa reacción en él.
Al volver borré todo rastro de ese hombre.
Miré la pantalla de mi computadora,
tratando de concentrarme en cualquier
cosa que no fuera la tensión que se cernía
sobre nosotros.
—Hola Aurora —dijo Birdie con una sonrisa
brillante, dejando su mochila en una silla
de la sala—. ¿Cómo estuvo tu día?
Su voz infantil y amigable rompió la
tensión que había estado sintiendo. Me
volví hacia ella, tratando de esbozar una
sonrisa genuina.
—Hola, Birdie. Mi día ha estado
interesante —respondí, intentando no
revelar demasiado de mis pensamientos.
Ella se acercó, mirándome con curiosidad.
—¿Puedo ayudarte con algo? —preguntó
con entusiasmo, sus ojos brillando con la
inocencia de la juventud.
—Oh, no te preocupes, estoy bien. Gracias,
Birdie —dije suavemente, apreciando su
oferta sincera.
Ella asintió y se sentó en la silla, sacando
un libro de su mochila. Mientras hojeaba
las páginas, supe que su presencia, aunque
breve, sería un respiro bienvenido en
medio de la tormenta emocional con
Archer.
Birdie se sumergió en su libro mientras yo
intentaba retomar mi concentración en el
trabajo. Sin embargo, su presencia
tranquila y la familiaridad reconfortante
del consultorio me ayudaron a relajarme un
poco.
—¿Qué estás leyendo hoy? —pregunté,
curiosa por saber qué historia había
capturado si atención.
Ella levantó la vista de las páginas con una
sonrisa.
—Es sobre dragones. Mi papá dice que los
dragones no son tan malos como parecen
—dijo, con un brillo de emoción en los ojos
—. ¿Tú que crees Aurora?
—Creo que los dragones pueden ser
diferentes en cada historia —respondí,
jugando con la idea—. A veces son malos y
otras veces son protectores, siempre
depende de quien cuente la historia.
Birdie asintió pensativa sobre mi respuesta
y volvió a sumergirse en su lectura,
absorbiendo cada palabra como si fuera un
tesoro.
El sonido de la puerta abriéndose anunció
la llegada de nuevos pacientes. Durante el
resto de la tarde, el consultorio se llenó y
se vació con la misma frecuencia. Atendí a
cada paciente con profesionalismo,
tratando de mantener mi mente enfocada
en el trabajo para no dejar que la tensión
con Archer afectara mi desempeño. Sin
embargo, cada vez que cruzaba miradas
con él, sentía un nudo en el estómago. Su
presencia era una constante recordatoria
de las complejidades entre nosotros.
Entre consultas, Birdie se acercaba a
preguntarme cosas inocentes sobre mi
trabajo y sobre la vida en general.
Hablamos sobre sus planes en vacaciones y
sus sueños de ser veterinaria algún día. Su
entusiasmo era contagioso.
Cuando finalmente el día llegó a su fin y los
últimos pacientes se despidieron, sentí un
alivio mezclado con agotamiento. Estaba
guardando mis cosas y acomodando el
escritorio antes de irme. Birdie ya casi
terminaba de guardar sus cosas y con su
mochila puesta se acercó a mi escritorio
cautelosa.
—¿Sabes? Me gusta estar aquí desde que
comenzaste a trabajar con papá. Por favor
no dejes que te aleje de aquí —dijo con
sinceridad y su sonrisa iluminando el
espacio.
Yo sonreí en respuesta, agradecida por la
compañía de Birdie en un día que había
sido todo menos fácil. Sus palabras me
reconfortaban y a la vez me tensionaban
por el miedo de dejarla y que tal vez se
entristezca.
—A mí también me gusta ver tu agradable
rostro Birdie. Siempre alegras el
consultorio —le dije con sinceridad. Ella
me dedicó otra de sus incontables sonrisas
antes de que Archer saliera de su oficina
listo para irse.
Birdie entró al auto de su padre con una
sonrisa radiante, y aunque Archer evitó mi
mirada directa, percibí un destello fugaz en
sus ojos, una mezcla de frustración y algo
más profundo que no pude descifrar. Abrió
la puerta del copiloto sin decir ni una
palabra. Me subí porque era lo que él
esperaba, porque no quería una discusión y
aun incomoda me gustaba llegar seca a
casa.

Capítulo 14: Demasiado ocupado para


sonreir
Aurora.
Al despertar temprano con determinación
de comenzar el día sin distracciones. Me
vestí rápidamente, dejando atrás cualquier
pensamiento mientras con mis auriculares
ya sonando, salí de casa directo al café
local para un impulso de cafeína.
Estando en el centro, debía escoger la tela
para el vestido de Sussy antes de regresar
para ir a trabajar.
Tomé algunas muestras para que Sussy
decidiera uno de estos días ya que yo no
podía tomar una decisión.
Al salir y mientras guardaba todo en mi
bolso me sobresalte al chocar de frente con
Demian que me veía risueño.
—Oh lo siento muchísimo, no estaba viendo
mi camino —me reí al igual que él hasta
posar mis ojos en el ramo de rosas blancas
que traía en las manos.
—Yo lo siento, planeaba sorprenderte y no
asustarte. Te vi entrar y solo quise pasar a
saludar —me dijo con una perfecta sonrisa
en sus labios.
Me extendió el ramo y yo lo tomé
encantada, sentí una cálida oleada de
gratitud y sorpresa. No esperaba
encontrarme con él de esa manera, menos
aún recibir flores tan hermosas.
—Demian, no tenías que hacer esto —dije
sonriendo mientras sostenía el ramo—. Es
realmente encantador de tu parte.
Él inclinó ligeramente la cabeza, con una
expresión amable en sus ojos.
—Quería alegrarte un poco el día. Y bueno,
esperaba tener la oportunidad de salir
contigo otra vez pronto —asentí feliz de
repetir la cita.
—Sería genial. Estoy segura de que puedo
encontrar una manera de agradecerte por
las flores —él sonrió ampliamente y con
algo de nerviosismo—. Si estas libre en la
noche, podemos cenar en mi casa —le
propuse casi sin pensarlo demasiado.
—Eso me encantaría realmente. Ahora
debo irme, pero te veo esta noche —me
saludó con un beso en la mejilla y camino a
mi sentido opuesto.
Los hombres en Nueva York no son tan
caballeros o siquiera atentos, estaba
encantada de conocer a alguien como
Demian. Un hombre resuelto que sabe lo
que quiere, con él todo es sencillo y
practico, algo fácil de obtener.
Mis auriculares llenaban mis oídos con
música mientras caminaba de regreso a
casa, sintiéndome ligera y emocionada por
la cita. El ramo de rosas que sostenía entre
mis manos parecía iluminar mi camino, y
cada paso me acercaba más a la idea de
pasar la noche con él.
Mientras cruzaba la calle con una sonrisa
dibujada en mi rostro, mi mente divagaba
tanto que nuevamente choqué con algo
sólido y fuerte que hizo que las flores
escaparan de mis manos y mi cuerpo se
inclinara hacia atrás. Instintivamente,
cerré los ojos, esperando recibir el impacto
contra el cemento.
Sin embargo, en lugar de sentir el frío del
suelo bajo mi espalda, unas manos fuertes
y firmes me sujetaron por los brazos,
deteniendo mi caída. Abrí los ojos con
sorpresa y me encontré con la mirada
intensa y seria de Archer. Su rostro estaba
cerca del mío, sus ojos buscando los míos
con una mezcla de preocupación y algo
más.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz más
suave de lo habitual, aunque su tono seguía
siendo firme.
Asentí con rapidez, todavía un poco
aturdida por la cercanía repentina y la
situación.
—Sí, gracias —respondí, tratando de
recuperar la compostura mientras me
enderezaba.
Archer soltó mis brazos con cuidado, y por
un momento nuestros ojos se encontraron
en un silencio incómodo. Podía sentir la
tensión entre nosotros, como si el incidente
hubiera amplificado la distancia emocional
que nos separaba.
—Ten más cuidado —dijo finalmente, su voz
volviendo a su habitual tono serio.
Asentí nuevamente, sintiendo cómo mi
corazón latía con fuerza. Era extraño estar
tan cerca de él, me hacía sentir tan
vulnerable, como si pudiera leerme y saber
todo con solo una mirada.
Decidí recoger las flores que habían caído
al suelo huyendo de la incomodidad de sus
ojos, consciente de su presencia a mi lado
podía sentir su mirada fija en mí, como si
estuviera evaluándome.
Al recomponerme de pie frente a sus ojos
que no dejaban de ver las flores en mi
mano, me tense de inmediato cuando sus
ojos volvían a ser de hielo.
—Así que aun sales con él —dijo finalmente
sin despegar la vista de las flores. Su tono
era neutral, pero había un deje de
amargura en sus palabras que no pasó
desapercibido para mí.
Me quedé en silencio por un instante,
sintiendo cómo la incomodidad se
apoderaba del aire, como siempre, como
cada minuto en que nos veíamos. Nada era
fácil con Archer.
—Demian es alguien agradable —respondí
finalmente, buscando mantener la calma a
pesar de la clara cantidad de emociones
que nos controlaban.
Archer asintió con un aire de ego, relamió
sus labios y se rio con sarcasmo.
—¿Qué es tan gracioso? —fruncí el ceño,
confundida por sus acciones y palabras,
también un poco enfadada por no
comprenderlo, cada día entiendo menos
que deseaba de mí.
—Pensaba en el momento próximo en que
te deje con el corazón roto y debas pensar
en mi cara, porque yo tenía razón, otra vez
—su cara me dejaba ver la arrogancia que
sentía.
No era la primera vez que me advertía
sobre un chico, y esa vez las cosas si
terminaron mal, pero no esta vez. No
éramos esos niños.
—Yo planeo ver tu cara cuando la
invitación a mi boda llegue a tu puerta —su
cara se volvió de piedra, yo había ganado,
aunque no pensaba en casarme con
Demian, ni siquiera sé a dónde me dirigía
con él, solo quería y necesitaba molestar a
Archer con lo que sea, ya no soportaba
irme y dejarlo ganar.
—Antes de que suceda, házmelo saber así
puedo darle a Demian el anillo de
compromiso de tu abuela, sé que siempre
lo quisiste en tu dedo —el contacto de
desprecio con el que tomó mi dedo anular
me erizó la piel.
Mi boca se abrió con lentitud al descubrir
que él tenía el anillo de mi abuela.
—Además, recuerda que el segundo
matrimonio no es ni cerca tan bueno como
el primero —se río y a mi mente llegaron
las imágenes de nosotros, dos niños
disfrazados jugando a ser una pareja con
mi abuelo frente a nosotros fingiendo ser
quien nos casa, prestándonos el precioso
anillo de mi abuela con felicidad,
disfrutando la falsa ceremonia.
Había querido ese anillo desde que lo vi en
su pequeña caja elegante de cuero negro
cuando tenía nueve, luego de que descubrí
a mi abuelo admirándolo con nostalgia.
—¿Por qué tú tienes su anillo? —pregunte
decepcionada por su confesión. Ese anillo
me pertenecía.
—¿Tú por qué crees? —se rió acercando su
cara arrogante a la mía—. George me la dio
cuando le confese que me quería casar con
Lyn. Descuida, no se lo di a ella, pero él me
lo encargó a mi —ahora si me miraba serio,
para nada dispuesto a pelear por el anillo.
Me sentía traicionada, mi abuelo no pudo
dárselo a él y menos para Lyn. Lo único
que me calmaba era saber que ella no se lo
llevo a la tumba junto.
—Puedes pudrirte, ya no me interesa eso,
no voy a casarme ¿bien? Puedes dárselo a
la primera mujer con la que te cruces —
sonreí sarcástica, falsa y lo dejé atrás para
llegar a casa y que mi corazón descansara
luego de mantenerse a trote por demasiado
tiempo.
Apoyada en la puerta de mi casa, con los
ojos cerrados no paraba de preguntarme
por qué le daría ese anillo a él, estada
dolida, muy herida. Relajé un poco mis
músculos, respirando con más calma o
lloraría. Aunque las lágrimas estaban
amenazándome, no tenía tiempo para eso,
tuve que vestirme para volver a ver a
Archer en el trabajo.
Esta vez seria yo quien lo ignore, estaba
celosa y enojada con él por aceptar ese
anillo, por no decírmelo antes, por decirlo
solo cuando tuvo la oportunidad de
lastimarme.
Sali nuevamente de la casa hasta el
consultorio, compre un café en el camino y
al llegar entre junto a Juliette, la primera
paciente puntual del día. Registre su cita al
igual que la de los demás que llegaron
luego, mientras iban y venían solo me
concentre en hacer lo indispensable antes
de al fin salir de aquí.
—Aurora, necesito ayuda con algo —dijo,
asomándose por la puerta de su oficina.
Me acerqué, tratando de mantener una
expresión neutral a pesar del torbellino de
emociones que sentía por dentro.
—¿Qué necesitas? —pregunté, entrando en
su oficina disgustada. No quería ayudarlo
con nada, pero era mi trabajo.
Archer señaló una estantería alta con una
pila de cajas apiladas en la parte superior.
Realmente, aunque el fuera alto, ni si
quiera una silla lo ayudaría a llegar hasta
allá.
—Necesito que saques unos viejos archivos
de ese almacenamiento, no te lo hubiera
pedido de poder solo —explicó a
regañadientes.
—Está bien, ¿cómo quieres que lo haga? —
pregunté, acercándome más a la
estantería.
Archer se acercó y me miró con seriedad.
—Voy a sostenerte para que puedas
alcanzar las cajas. Solo pisa mi mano y yo
te levanto —me dijo flexionando un poco
las rodillas y entrelazo sus manos
formando un escalón para que yo me pare
sobre ellas, no estaba para nada
convencida de que podría funcionar—. Pisa
aquí y sujétate de mis hombros —instruyó,
su voz baja y controlada.
Tomé aire y, antes de obedecer me
acomodé la falda para que no me
traicionara. Me quité los tacones y con
cuidado, coloqué mi pie en sus manos. Me
sujeté de sus hombros, sintiendo la firmeza
de su agarre mientras me levantaba. El
contacto era electrizante, y aunque trataba
de concentrarme en la tarea, no podía
evitar ser consciente de su proximidad.
Alcancé la primera caja y la bajé con
cuidado, entregándosela a Archer.
Repetimos el proceso con otras dos cajas, y
cada vez que me sostenía, sentía lo
cuidadoso que era por mi protección.
Finalmente, bajé al suelo, sintiendo un
ligero temblor en mis piernas por la
tensión acumulada.
—Gracias, Aurora. Eso era todo lo que
necesitaba —dijo Archer, soltando mis
manos lentamente.
Me puse mis zapatos y antes de salir lo vi
aun parado frente a mi observándome
mientras intentaba decir algo. Estaba
nervioso, comenzaba a formar incomodidad
en nuestras miradas.
—No hay problema —respondí, tratando de
sonar despreocupada para salir de allí.
Archer asintió sin más y se dio la vuelta
para organizar los archivos, y yo me dirigí
a la puerta, necesitando aire. Al salir de la
oficina, me topé con Birdie, que me miraba
con una sonrisa curiosa.
—¿Todo bien, Aurora? —preguntó, sus ojos
brillando con picardía.
—Sí, todo bien, Birdie. Solo ayudando a tu
padre —respondí, intentando sonreírle a la
pequeña niña que parecía tramar algo.
Me giré para ver si él seguía con los
archivos. Birdie, que aún estaba cerca,
decidió entrar y buscar algo en la
estantería baja.
—Birdie, ten cuidado con eso —le dije,
preocupada de que pudiera lastimarse con
algún objeto punzante de la oficina.
Archer, notando la situación, se acercó y
trató de intervenir, pero tropezó con una de
las cajas vacías que había dejado en el
suelo. Perdió el equilibrio y cayó de manera
cómica, derribando algunos archivos en el
proceso. Birdie y yo no pudimos evitar
soltar una carcajada al ver la escena.
Intentamos disimular la burla con la mano
en nuestras bocas, pero era imposible.
Archer estaba sentado en el suelo, rodeado
de papeles, sonrojado y tratando de
mantener la dignidad, comenzó a reír un
poco ante su hija, demostrando que estaba
bien.
—Sí, sí, ríanse todo lo que quieran —dijo
rodando los ojos con gracia.
No recordaba aquella sonrisa, no la había
visto en años, sentí que mis ojos
comenzaban a brillar al sentirse aguados
por la situación. Esa sonrisa que siempre
había sido capaz de iluminar mi día, la
misma de nuestra infancia, cuando todo
era más sencillo, era la primera vez que la
veía tan sincera y despreocupada.
Birdie continuó riendo y yo, sintiendo que
la tensión entre Archer y yo se disolvía por
un momento, no pude contener una sonrisa
amplia.
—Te ves muy profesional desde aquí —
bromeé, ofreciéndole una mano para
ayudarlo a levantarse.
Archer tomó mi mano, y al ponerse de pie,
resbaló ligeramente, lo que nos hizo
tambalear y terminar casi abrazados. Esto
solo provocó más risas en la pequeña.
—¿Estás bien? —pregunté, tratando de
controlar mi pecho que subía y bajaba con
velocidad.
—Sí, solo un poco humillado —respondió
Archer, sonriendo. Pero luego, su expresión
se volvió más seria, estábamos tan cerca
que podía sentir su respiración agitada y
seguro él podría ver lo rápido que latía mi
corazón.
Me miraba deseoso de decirme algo, no
entendía que pasaba entre nosotros. ¿Por
qué mi corazón parecía tan desesperado
por tenerlo tan cerca? ¿Por qué anhelaba
que no quitara su brazo de mi cintura? Es
la primera vez que no sentía la tensión o
incomodidad que nos rodeaba
constantemente.
Solo parecíamos ser Archer, el mejor amigo
que había tenido y yo, pero no era así.
Ahora éramos dos adultos con pasados en
común y una notable brisa de emociones
extrañas.
Le solté la mirada cuando giré al oír como
Birdie corría al baño aún muerta de risa.
Volví mi rostro al hombre frente a mí y él
me soltó, me dio la espalda mientras
juntaba los papeles del piso. Retrocedí
unos pasos confundida por todo lo que
había pasado, por lo que sentía. Se me
formo un nudo en el estómago, ya no había
risas y aunque él no estaba mirándome, el
peso de nuestra historia volvió a caer sobre
nosotros.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —
preguntó Archer desde el suelo cuando
notó que aún estaba allí. Volví a sonreír
mostrando la mitad de mis dientes.
—No, solo es que no te veía sonreír así
desde hace mucho tiempo —respondí con
la voz suave y llena de nostalgia.
Archer se detuvo un momento, mirando los
papeles en su mano, su expresión
suavizándose aún más. La seriedad
habitual en su rostro parecía haberse
desvanecido por un instante, reemplazada
por algo más cálido y vulnerable.
—Supongo que he estado demasiado
ocupado para sonreír.
Birdie que volvió a la oficina se acercó a su
papá y le dio un abrazo, aun riendo.
—Papá, deberías caerte más seguido si eso
te hace reír —su risa contagiosa llenando
la sala.
Me uní a Birdie, y por un momento, todo se
sintió bien. La tensión, el dolor del pasado,
y las palabras no dichas parecían
desvanecerse en la calidez del momento
compartido.
Capítulo 15: como en sus brazos
Aurora.
Estaba en medio de una crisis de
actividades, tratando de asegurarme de
que todo estuviera perfecto antes de que
Demian llegara. A pesar de que nuestra
primera cita había ido bien, sentía la
presión de causar una buena impresión
esta noche.
El reloj seguía avanzando y yo corría de un
lado a otro de mi pequeña sala de estar,
ajustando detalles aquí y allá.
Empecé por esconder las cajas de la
comida que había pedido. No quería que
Demian supiera que no cocinaba, al menos
no todavía. Las apilé en el armario de la
cocina, tratando de que no se vieran
demasiado desordenadas.
Me dirigí al mueble del salón y saqué una
botella de vino tinto que había comprado
especialmente para la ocasión. Coloqué la
botella en la mesa junto a dos copas que
había pulido hasta dejarlas impecables. Me
aseguré de que el ambiente estuviera
acogedor, con luces suaves y por supuesto
la chimenea lista para deslumbrar.
Finalmente, me miré en el espejo del
pasillo, alisando las arrugas de mi vestido
negro. Era sencillo pero elegante, y
esperaba que fuera adecuado para la noche
que tenía en mente. Ajusté el collar que
llevaba, intentando tranquilizarme.
El timbre sonó justo cuando estaba
terminando de acomodar el dobladillo del
vestido. Mi corazón dio un vuelco, y me
dirigí a la puerta, tratando de mantener la
calma, tomando una última respiración
profunda antes de abrir.
Demian estaba ahí, con una sonrisa que
hacía que mi ansia se desvaneciese un
poco. Traía consigo otra botella de vino y
un ramo de flores, lo que me hizo sonreír.
—Buenas noches, Aurora —dijo
entregándome las flores y la botella—.
Espero que no sea un problema si traigo
más vino.
—Para nada, supongo que nunca es
suficiente —respondí pareciendo alcohólica
—. Pasa, siéntete como en casa.
Demian entró y me dio un beso en la
mejilla, lo que me hizo sentir más calmada.
Lo seguí al salón, donde él se detuvo para
admirar el ambiente que había creado.
—Vaya, esto se ve increíble —comentó,
mirando la mesa y las luces suaves—. Has
hecho un trabajo maravilloso.
—Gracias —dije sintiéndome orgullosa de
mis esfuerzos—. ¿Te gustaría una copa de
vino antes de cenar? —deje las flores en un
florero cerca de las que me regalo esta
mañana.
—Me encantaría —respondió Demian,
sentándose en el sofá.
Abrí la botella de vino y vertí dos copas,
entregándole una a él antes de sentarme a
su lado. Levantamos nuestras copas en un
pequeño brindis, y en ese momento, sentí
que todo el estrés y la tensión del día se
desvanecían. Estaba lista para disfrutar de
la noche y, con suerte, conocerlo mejor.
A diferencia de Archer, Demian tenía un
don para llevar las cosas con calma y a
donde lo quería.
—Así que, ¿cocinas a menudo? —preguntó,
mirando hacia la cocina.
Sentí un nudo en el estómago y esperé que
no se notara mi nerviosismo.
—Bueno, intento hacerlo cuando puedo,
pero hoy quería algo más especial y... —
traté de encontrar una excusa convincente.
—No te preocupes —dijo levantando una
mano para calmarme—. Yo también pido
comida a domicilio más de lo que me
gustaría admitir, pero debo reconocerte la
buena elección. Las papas bravas de Stiky
son las mejores —hasta supo donde pedí la
comida, era demasiado observador.
Nos reímos, y sentí que un peso se
levantaba de mis hombros. Decidí ser
honesta y disfrutar de la velada sin
preocupaciones.
—Creo que a veces me esfuerzo demasiado
por impresionar —admití, mirándolo a los
ojos.
—No tienes que impresionarme, Aurora.
Me gusta estar contigo, tal como eres, en
donde sea —respondió con su mirada
sincera.
Sentí la calidez de sus palabras. La noche
continuó con una conversación animada,
risas y, por supuesto, la deliciosa comida
que había pedido. Demian y yo nos
compenetramos de una manera que me
sorprendió, y cuanto más hablábamos, más
me daba cuenta de lo cómodos que
estábamos.
Después de la cena, llevé los platos a la
cocina mientras Demian seguía sirviendo
más vino. Cuando regresé, lo encontré
admirando algunos libros en mi estantería.
—No creí que pudieras tener más libros
que yo, ¿Te gusta leer? —preguntó,
sacando uno de mis favoritos.
—Realmente leía más de niña, aun así, me
gusta, pero todos estos son de mi abuelo —
dije acercándome.
—Tengo que admitir que él tenía un gusto
espectacular en libros, aquí hay muchos
clásicos muy buenos —sus ojos brillaban
con entusiasmo. —Aunque no tienes el libro
que robaste de mi mesa el día que nos
conocimos, así que cuando lo desees
podríamos intercambiar —sugirió risueño
volviendo el libro a su lugar.
Mi sonrisa se desvaneció al recordar el
libro de mi padre, no estaba aquí porque
mi abuelo lo había quemado en esta misma
chimenea.
—Me gusta la idea de intercambiar, pero
realmente planeo obedecer a mi abuelo y
no leer aquel libro —respondí sintiendo su
ceño fruncido en mi espalda mientras
volvía al sofá—. Es que el autor es mi
padre, bueno, no ha sido un padre
realmente. Cuando lo vi en la cafetería solo
estaba sorprendida, no veía la portada
hace años.
—Lo siento mucho, no tenía idea. A veces
las historias familiares son más
complicadas de lo que parecen —dijo en
voz baja, tocando suavemente mi mano.
Sentí un consuelo inmediato con su
contacto.
Le sonreí agradecida y levanté mi copa
para brindar una vez más y romper el
ambiente que había creado yo misma.
—Por nuevas y mejores historias.
—Por eso mismo —respondió Demian,
chocando su copa con la mía.
La velada continuó llena de
conversaciones, risas y una creciente
conexión entre nosotros. Nos encontramos
hablando sobre nuestras vidas, nuestras
esperanzas y nuestros miedos, cada
palabra fortaleciendo el lazo que
comenzábamos a formar.
Cuando la botella de vino estaba casi vacía
y la noche se volvía más oscura, Demian se
acercó un poco más a mí. Sentí su calor y
vi la ilusión en sus ojos, pero algo faltaba,
algo que no lograba identificar. Llevó su
mano a mi mejilla y la acarició con su
pulgar antes de acercar su rostro y
besarme con suavidad, luego con pasión y
desesperación por sentirnos más cerca.
Pero, en el fondo, había un vacío, una
chispa que no encendía como debería.
Sus dedos se entrelazaron con mi cabello,
acercándome más a él. Mis manos se
movieron instintivamente, buscando un
apoyo en sus hombros y luego deslizándose
hacia su cuello. La urgencia de sus besos
encendió mi excitación, por seguir y ver a
donde nos llevaba.
A mi mente sin aviso llegó la sensación que
sentí cuando Archer no sacaba su brazo de
mi cintura. Su agarre a mí, la calma y
suavidad que me hizo sentir, su primera
mirada en mi con algo que no representaba
odio.
Me pregunté cómo sería estar ahora en
brazos de Archer, cómo sería si fuera él
quien me mirara la manera que lo hace
Demian, si fueran sus manos las que
exploraran mi piel.
La respiración de Demian se hizo más
pesada, y el ritmo de nuestros besos
aumentó, volviéndose más ansioso y
necesitado. Pero en mi mente, la figura de
Archer se mantenía latente, como una
sombra que no podía ignorar y deseaba
hacerlo, quería sacarlo de mi cabeza,
quería matar todas las imágenes que mi
mente creaba. Él me odiaba y Demian me
deseaba. Debía sacarlo de mi mente.
Sin romper el contacto, nos levantamos del
sofá, nuestras manos no queriendo soltarse
ni un instante. Empezamos a movernos
hacia las escaleras, tropezando
ligeramente, pero riéndonos de nuestra
torpeza, aún entrelazados en un abrazo
apasionado, lo guie hasta llegar a mi
habitación, la cual estaba ligeramente
iluminada por la luz de la luna que se
filtraba por las cortinas.
—Eres tan hermosa —murmuró contra mis
labios, su voz cargada de emoción. Intente
sonreír en agradecimiento, pero no
deseaba parar.
Cayó en mi cama y mirándonos
intensamente, me acerque a él aun
necesitada de besarlo, en un abrir y cerrar
los ojos estaba sentada sobre él, sin
despegar mis labios. Con un movimiento
rápido el me dejo debajo de su pecho,
respirando con ferocidad. Bajo un poco
hasta mis pies, me desabrochó los tacones
con delicadeza hasta que cayeron.
Nuestras manos estaban en movimiento,
desabrochando botones y deslizando
cremalleras, despojándonos de nuestras
ropas con una mezcla de prisa y deseo.
Sentía sus caricias ardientes en mi piel,
cada toque encendiendo un nuevo fuego en
mi interior.
Nos tumbamos en la cama, sus besos
viajando por mi cuello y hombros mientras
mis manos exploraban su espalda, sus
músculos tensándose bajo mis dedos. Cada
movimiento, cada suspiro, nos acercaba
más a un clímax inevitable. Bajó sus manos
y retiró mi ropa interior.
—¿Estás segura? —me preguntó viéndome
con desesperación. Asentí deseosa y él
sacó del bolsillo de su pantalón un
preservativo. Se lo colocó con cuidado
antes de volver sobre mí.
Fue una vez, dos y tres con delicadeza que
se introducía hasta que comenzó a hacerlo
con ritmo, de mi boca no paraban de
escaparse algunos gemidos.
—Te había deseado desde que cruce esta
puerta, eres tan perfecta —su voz golpeaba
contra mi cuello generando que mi piel se
erizara por completo.
Estaba tan excitada por sus dedos, sus
suaves caricias y el hecho de que no se
detenía, no detenía sus labios junto a los
míos. No bajaba su ritmo hasta que mordí
su labio para que se alejara un poco
mientras sentía como llegaba a mí un
orgasmo tan placentero, seguido de otro
luego de que él se detuvo al acabar. Cayó a
mi lado con los ojos cerrados y la
respiración agitada, él estaba agotado. Yo
me sentía saciada, pero vacía y extraña, sin
saber por qué.
Luego de recuperar el aliento, se cambió y
volvió a mi lado atrayéndome a su cuerpo
en un abrazo. Nuestros cuerpos pegados
bajo las cobijas, descansando los músculos.
Noté la relajada respiración de Demian
haciéndome saber que estaba
completamente dormido.
Me sentía totalmente satisfecha por la cita,
pero muy extraña, sin saber por qué las
cosas no llegaban a abundar dentro de mí.
No estaba feliz, no estaba conforme en mí
misma. Demian era el mejor hombre que
conocí y aun así no me sentía como… en los
brazos de Archer.

Capítulo 16: Encontrar algo bueno


Archer
Le prometí a Birdie que le enseñaría a
hacer galletas de vainilla con chocolate, así
que mi cocina hoy era un campo de guerra.
—Estas tres se ven bonitas —dijo mientras
las depositaba en un plato, observando las
demás que estaban en la placa de horno
con terror—. Nos comeremos esas —
ordeno con tristeza mirando las pequeñas
galletas similares a un monstruo.
—¿Por qué? Estas se ven más ricas —
intente persuadirla de no tener que
comerme las de la placa.
—¡No! Estas son para Aurora. Me
prometiste que se las llevarías en cuanto
me vaya —protegió las tres galletas del
plato con sus manos.
Me hizo prometerle con el dedo más
pequeño, sagrado para una niña.
En cuanto Karla, la madre de una de sus
amigas pasara a recogerla para llevar a la
escuela hoy, yo debía cumplir mi promesa.
—Adiós, papi —ella se apresuró a buscar su
mochila cuando escuchamos la bocina de
un auto.
—Adiós, cielo —corrió para darme un beso
en la mejilla antes de marcharse.
Comenzaba a creer que sería más fácil
mudarnos que limpiar este lugar. Empecé a
lavar y ordenar antes de que se hiciera
muy tarde para llevarle esas galletas a
Aurora, probablemente primero necesitará
un café.
Subí a mi habitación y me cambié la ropa,
luego podríamos ir juntos al trabajo. Jamás
me había preocupado demasiado por mi
apariencia, no era algo que tenía en cuenta
hasta que bueno, ella apareció.
Salí de casa con el plato de galletas,
aunque estas eran las más bonitas, seguían
sin verse tan apetitosas.
Antes de ir su casa, pase por una cafetería
que sin dudas no estaba de camino.
Compre su latte de vainilla y ahora si me
dirigía en dirección a ella, con nerviosismo,
me sentía un idiota.
Al estar frente a su puerta, toqué una vez,
dos, pero nadie abría. Tal vez ya se había
ido al consultorio, estaba a punto de dar
media vuelta, hasta que allí estaba él.
Demian recién despierto y semidesnudo
usando un delantal.
Cualquiera que hubiera pasado cerca de mi
podría haber escuchado el sonido de mi
corazón caer al suelo, había llegado tarde.
Trague en seco mientras en mi estomago
se formaba un nudo imposible de desatar,
hasta sentía nauseas.
—Ah ya decía yo que alguien había llegado
a molestar —apreté mi mandíbula a punto
de explotar. Hijo de puta.
Lo hice a un lado de un empujón y entré,
Aurora no estaba en ningún sitio visible.
Deje las galletas sobre la mesada de la
cocina junto al café.
—¿Dónde está?
—Anoche la dejé cansada, aún duerme —
cerró la puerta con tranquilidad y se puso
del otro lado de la cocina, estaba haciendo
tostadas y untando mantequilla, este idiota
no sabía que era alérgica al maní.
Ahora no me podría quitar la imagen de
Demian tocándola, tocando a Aurora. Mi
Aurora. Mi corazón seguía rompiéndose,
como cuando la vi dar su primer beso,
cuando tuvo su primera cita, cuando un
idiota intentó ser su novio, cuando se fue y
cuando veo al hombre que más odio aquí
haciéndole el desayuno luego de pasar la
noche juntos.
Siempre estaba aquí para verlo, para ver
cómo se alejaba.
—Ya que pareces bastante aturdido. Debo
decirte que será mejor que te acostumbres
a mi presencia porque no tengo planeado ir
a ninguna parte, supongo que ella menos.
Ojalá la hubieras visto ayer, tan feliz y
excitada, es una lástima que hayas pasado
tanto tiempo detrás de ella y seas el único
que no la probó —se rio con sarcasmo,
quería borrar su sonrisa, aprete mis puños
listos para ir sobre él y hacer que jamás
vuelva a abrir su estúpida boca. La ira me
carcomía por dentro, si no lo mataba no
sería suficiente.
—Archer —Aurora apareció detrás bajando
las escaleras con sorpresa de verme allí.
—Birdie quería que te trajera algo, pero
veo que ya tienes el desayuno listo —
intente sonar indiferente, no quería que me
vea, no quería que vea cuanto me jode la
existencia todo lo que a ella respecta.
Ella vio las galletas sobre la mesada e
intento sonreírme, pero parecía incomoda,
sus ojos se despistaron hasta el reloj y sus
ojos se desorbitaron.
—Es tarde, debo trabajar. Lo siento mucho,
me voy contigo —volvió a subir
apresuradamente, no tardé demasiado en
volver a escuchar sus pasos detrás de mí.
—Nena, voy a guardar el desayuno para
que te lo lleves —aviso Demian mirándome
con desafío. Ella no respondió, pero él lo
hizo igual.
Apoye mis manos en la isla de la cocina
frente a él. Si él quería jugar este juego,
estaba más que complacido por ganar.
—Es una bendición que sea alérgica a la
mantequilla de maní. Tu desayuno se ve
como la mierda.
El abrió los ojos sobresaltados y lo vi
arrojar todo a la basura. Rei dentro de mí.
—¿Demian? ¿Desde cuándo te quedas a
desayunar en casa las chicas con las que te
acuestas? Juraría que eras tu ayer por la
mañana saliendo de la casa de Judith
Grayson, parecía bastante más temprano
que hoy —jugaba con fuego, si no podía
matarlo al menos causaría distancia.
Cuanto más lejos ella pueda estar de él,
todo sería mejor. Lo miré acusadoramente
sabiendo que ella me escuchó.
Lo vi tensarse viéndome enojado, pero sus
ojos pasaron con rapidez a la chica detrás
de mí. Caminó hasta ella y seguro trataría
de excusarse.
—Aurora, no es lo que parece...
Giré para verla confundida y un poco
herida, me dolía, pero sabía que era lo
mejor. Esto no terminaría bien.

—Parece que el querido Demian tiene una


agenda bastante apretada. ¿Qué pasa,
Demian? Luego de terminar con Aurora
solo debías cruzar la calle hasta la
siguiente victima —hable con sarcasmo,
solo lo miraba a él, quería que me
confrontara así podría patearle el trasero.
Estábamos en una guerra, él camino con
determinación hacia mí, furioso, pero no
tanto como yo, estaba listo para golpearlo.
—Largo de mi casa —nos gritó ella
colocándose entre nosotros, cansada.
Ambos la miramos, su pecho subía y
bajaba, estaba enojada y esto se había
pasado de su control—. Lárguense, no
quiero verlos. Si van a matarse que sea
fuera de mi casa. Ya no los soporto —tomó
la camiseta de Demian y se la lanzó. Abrió
la puerta y señaló el exterior.
Sorpresivamente no nos movimos, ella
estaba bordo y cuando no obedecimos se
acercó a él y lo empujo afuera, hizo lo
mismo conmigo y cerró la puerta de un
fuerte golpe.
Aprete la mandíbula cuando mi mirada se
cruzó con la de él. Resignado suspiré y
volví a casa para sacar el auto e ir a
trabajar. Estaba disgustado por hacerla
enojar tanto, pero al menos ahora tampoco
hablaría con ese idiota.
Al llegar comencé con mi rutina, estaba
esperando que ella llegara. Me acostumbre
a verla aquí y ahora mi corazón se sentía
vacío. Estaba dispuesto a disculparme, no
quería que se fuera de este trabajo.
La vi llegar minutos después, seguí todos
sus pasos con la mirada y ella jamás me
miró, no me habló. Estaba furiosa.
—Aurora…
—No me hables Archer, no me mires, no
hagas nada cerca de mí porque no lo
soportare. Estoy harta —me habló como a
un niño a quien intentaban castigar
quitándole un videojuego o un balón.
Tomé aire y entre a mi oficina, la puerta se
cerró con un golpe sordo, pero el eco de las
palabras de Aurora resonaba en mi mente.
Me apoyé en el escritorio, sintiendo la
tensión en mis hombros, mientras trataba
de procesarlo todo. Había cruzado una
línea y ahora lo estaba pagando. Pero lo
peor de todo era que la había lastimado, no
es lo que quería, me odiaba a mí mismo por
ello, por actuar como imbécil y tratar de
ponerme a la altura de Demian. El
recuerdo de él en su casa, con su estúpida
sonrisa triunfal, seguía quemándome por
dentro.
Mi corazón latía con fuerza, y por primera
vez en mucho tiempo, me sentí
completamente perdido. No sabía cómo
arreglar esto, cómo acercarme a ella sin
que me rechazara.
Me paseé por la oficina, sin poder
concentrarme en nada. El trabajo que
normalmente era mi escape, ahora parecía
una carga insoportable. Pensé en las
galletas que Birdie y yo habíamos hecho
con tanto esfuerzo, y cómo su pequeño
gesto de ternura se había transformado en
otra pieza más de este enredo. Todo lo que
quería era ver feliz a Aurora, pero parecía
que cada paso que daba solo la alejaba más
de mí, por mi orgullo, mi necedad, todo de
mi estaba mal cuando estaba cerca de ella.
Las horas pasaban lentamente, y cada vez
que escuchaba su voz desde el pasillo, mi
estómago se retorcía. Quería ir a hablar
con ella, disculparme de alguna manera,
pero no sabía cómo. Aurora era fuerte, y
eso me asustaba, porque sabía que no me
necesitaba como yo la necesitaba a ella.
Finalmente, la tensión fue demasiada.
Decidí enfrentar la situación, aunque el
miedo al rechazo me carcomía por dentro.
Salí de mi oficina, buscando el valor que
había perdido hace tiempo. La encontré en
la sala de espera, organizando unos
papeles, y tomé aire antes de acercarme.
—Aurora… por favor, hablemos —dije
manteniendo mi voz lo más tranquila
posible, aunque por dentro estaba
temblando.
Ella levantó la vista hacia mí, y por un
momento, nuestros ojos se encontraron.
Pero en lugar de la calidez que solía sentir,
había una frialdad que me rompió el
corazón. Sus labios se tensaron y dejó los
papeles a un lado, como si se preparara
para una batalla.
—Archer, no tengo nada que decirte. Todo
esto es… demasiado. Necesito espacio —
respondió con firmeza.
El peso de la culpa me aplastaba.
Necesitaba un plan, una manera de
demostrarle que lo sentía, pero las ideas no
llegaban. Todo lo que podía hacer era
esperar… y esperar nunca había sido mi
fuerte.
Quería decirle tantas cosas, explicarle,
suplicarle si era necesario. Pero algo en su
mirada me detuvo. Sabía que, si la
presionaba, solo lograría empujarla más
lejos.
—Lo siento, Aurora. No quería que las
cosas fueran así —mi voz tembló y odié
mostrar esa debilidad frente a ella.
Ella suspiró y se pasó una mano por el
cabello, frustrada.
—Archer, no podemos cambiar las cosas
que pasaron, pero merezco amor, quiero
amor y no admitiría esto delante de nadie,
pero solo quiero encontrar felicidad. Por
eso llegué aquí, quería paz, quería huir del
caos y al llegar solo encuentro más de lo
mismo. Estoy tan cansada de perder, solo
quería encontrar algo bueno, algo que sea
para mi —sus palabras comenzaron a salir
con dolor cuando sus ojos se
humedecieron, estaba rompiéndose frente
a mí.
Cada silaba fue como un puñal a mi débil
corazón, estaba suplicando algo que
deseaba darle y simplemente no podía
ofrecer.
Me acerque con lentitud mientras ella
intentaba ocultar su rostro mirando al
suelo con las manos apoyadas en el
escritorio. Tomé una de sus manos
haciendo que se sobresaltara con mi
contacto, la atraje suavemente hacia mí, le
rodee la cintura con mis brazos y aunque
tardó en corresponderme el abrazo, al final
lo hizo. Me rodeo con sus brazos y me
aferre a ella como si fuera mía, como si no
existiera nada más que esto.
Ahora sabía lo que debía hacer, lo que hice
toda mi vida, me tenía que hacer a un lado
para que ella fuera feliz porque yo no era
suyo y esa felicidad no la encontraría cerca
de mí.
Yo había sido tan egoísta, ella si era mi
felicidad sin saberlo y yo tenía tantas ganas
de que me correspondiera, pero entendí
que la amaba tanto que no podría volver a
verla de esta manera por mi culpa, no
podía ser quien le causara tanto mal. Mi
prioridad era su felicidad, aunque no fuera
conmigo, así que me aferre a este último
abrazo.
Capítulo 17: Luego de tanto tiempo
Aurora.
Después de expulsar a Archer y a Demian
de mi casa hace unos días aun me sentía
exhausta y completamente frustrada.
Necesitaba despejarme, así que decidí
darme una ducha larga para relajar la
tensión que me habían causado ambos
hombres. El agua caliente me reconfortó, y
dejé que el vapor llenara el pequeño baño
mientras intentaba ordenar mis
pensamientos.
Mientras me secaba el cabello, escuché un
suave golpeteo en la puerta. Era Sussy,
quien había llegado para elegir la tela de
su vestido de novia. Aunque estaba aliviada
de verla, no pude evitar compartir mis
preocupaciones sobre lo que había
sucedido esa mañana.
—Entonces Archer llegó a mi casa
acusando a Demian de cosas que no puedo
ni imaginar —le dije mientras ella
examinaba las muestras de tela extendidas
sobre mi mesa.
Sussy levantó la vista con curiosidad, sus
ojos marrones brillando con interés.
—¿Qué cosas? ¿Qué te dijo exactamente?
—preguntó, tomando una muestra de satén
blanco entre sus dedos.
—Insinuó que Demian estaba saliendo con
Judith Grayson, la vecina de enfrente. Pero
sé que Judith está casada y se ve muy
enamorada de su esposo. No puedo creer
que Demian estaría involucrado en algo así
—expresé con frustración, sintiendo cómo
la duda me carcomía por dentro.
Sussy dejó la tela sobre la mesa y se sentó
a mi lado en el sofá, colocando una mano
reconfortante sobre mi hombro.
—Aurora, ¿has considerado que tal vez
Archer está celoso? Él claramente no está
feliz de verte con Demian. Podría estar
inventando historias para separarte de él
—sugirió con cautela, mirándome con
preocupación.
Su comentario me hizo reflexionar. ¿Podría
ser que Archer estuviera utilizando
cualquier medio para alejarme de Demian?
Aunque la idea era extraña, no podía
ignorar la posibilidad de que Sussy tuviera
razón. Sin embargo, no podría encontrar
otra razón para que lo odiara tanto, solo
sus conflictos internos, no tenía sentido
seguir enfadado por esas cosas. ¿Por qué
Archer estaría celoso?
—Tienes razón, Sussy. No sé qué creer
ahora mismo, pero Archer no está celoso.
Somos amigos de toda la vida —dije
bebiendo un sorbo de té. Aún soñaba con
sus brazos apretando mi cintura, su abrazo
había sanado algo entre nosotros,
estábamos evolucionando en una relación
sana de trabajo.
Sussy asintió con comprensión y apretó mi
mano con afecto.
—Ya encontraras la verdad Aurora. Pero
primero, ¿me ayudas a elegir la tela
perfecta para mi vestido? Necesito que me
ayudes a no perder la cabeza entre tanto
tul y encaje —me dijo con una sonrisa,
tratando de aligerar el ambiente.
Sonreí ante su intento de distracción y
volvimos nuestra atención a la tarea en
cuestión, seleccionando cuidadosamente la
tela que complementaría su visión de un
día perfecto.
Después de ayudar a Sussy a elegir las
telas para su vestido de novia, me sentí un
poco más tranquila. Aunque las dudas
sobre Demian seguían rondando en mi
mente, estaba determinada a no dejar que
afectaran mi día más de lo necesario.
Despedí a Sussy en la puerta con un abrazo
y un deseo de suerte para sus preparativos.
Una vez sola, me preparé rápidamente y
salí hacia mi trabajo. El aire fresco de la
mañana ayudaba a despejar mis
pensamientos mientras caminaba por las
tranquilas calles.
Cada paso que daba me acercaba más al
consultorio, y con ello, a Archer. Ya no me
tensaba llegar al trabajo, quería esta allí
mientras él aun contuviera sus emociones,
había sido bueno tenerlo cerca. Recordaba
a mi mejor amigo.
Al llegar al consultorio Archer no estaba
allí, pero aun así entre y tomé mi lugar en
el escritorio, comencé a revisar los
horarios y los pacientes del día, tratando
de concentrarme para mantener la mente
ocupada.
Unos minutos después, escuché un ruido
suave en la ventana. Miré hacia afuera y vi
a Demian escondiéndose detrás de un
arbusto, haciendo gestos para que saliera.
Miré a mi alrededor para asegurarme de
que nadie me veía y salí rápidamente para
reunirme con él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté
en un susurro, tratando de ocultar mi
preocupación. Si Archer lo veía correría el
riesgo de que todo entre nosotros se
derrumbara y por nada en el mundo lo
permitiría.
—Quería verte y aclarar las cosas —
respondió mirándome con seriedad—. No
quiero que haya malentendidos entre
nosotros. Judith es solo la esposa de un
amigo, bueno ambos son mis amigos,
estaba en su casa esa mañana como apoyo
para ellos, han tenido semanas muy
difíciles al perder a su hijo. No hay nadie
más en mi vida, Aurora. Tú eres la única
que me importa y a quien quiero conocer
mejor, te lo juro.
Sus palabras me llenaron de alivio, pero
también de incertidumbre. ¿Podía confiar
en él? Sin embargo, la sinceridad en sus
ojos me convenció.
—Demian, quiero creerte, pero todo esto es
tan confuso. Archer me ha puesto en una
posición muy difícil y tu tardaste días en
aparecer —dije frustrada ante el
pensamiento de que cosas como estas
pasen constantemente al tener a ambos
hombres en mi vida.
Demian tomó mi mano y la apretó
suavemente.
—Lo sé, y lamento que estés pasando por
esto. Quería darte tu espacio, pero solo
quiero que sepas que estoy aquí para ti, sin
importar lo que pase —dijo inclinándose
para darme un suave beso en la mejilla.
Sentía una mezcla de esperanza y temor.
Después de despedir a Demian, regresé al
consultorio con el corazón latiendo con
fuerza. Entré y me encontré con Archer,
quien estaba de pie apoyado en mi
escritorio.
—Archer —me sorprendió su presencia,
nos había visto. Mi voz tembló tanto como
yo—. Ya no puedo soportar sus peleas. Sé
que estás molesto porque lo perdoné, pero
no puedes odiarnos toda tu vida, no puedo
soportarlo ni un minuto más —él parecía
tranquilo, pero yo necesitaba hablar.
Me acerqué exhausta, quería que me
mirara y me perdonara, quería que me
volviera a abrazar y cortara el odio del
pasado.
—Aun puedo sentir tu resentimiento por lo
que te hice, por abandonarte. Si eso es lo
que sucede, Demian no tiene la culpa de
que me odies a mí.
—No estoy resentido y no odio a Demian
por ti. Ya te dije que es algo que no puedo
soltar, no puedo olvidar el hecho de que me
dejaste solo —tragó saliva con amargura
por volver a tocar el tema.
—¿Y aun me odias por eso? Juro que lo
entiendo. Pero, mierda Archer, yo te
esperé. Esperé por ti en el aeropuerto,
esperé en Nueva York por años. Esperaba
que vinieras por mí y me encontraras. Te
estaba esperando a ti, me faltaste tú en
cada pequeña cosa que te dije que quería
cumplir —mis ojos se suavizaron y sentía
como los suyos también, sentí como
comenzaba a escucharme de verdad—.
Eres la única familia que me queda. Puedes
odiar a la adolescente tonta, pero puedes
parar de odiar a la mujer frente a ti que
admite haberse equivocado y volvió, años
después, pero volvió —soltó los brazos y se
acercó un poco.
—Aurora, yo jamás te podría odiar. Se las
cosas que te dije, pero lo siento mucho.
Aún eres mi familia, estaba molesto porque
eras la persona más importante en mi vida
y un día solo me dejaste, como Carson y
luego como George. Te perdono, ahora lo
entiendo, necesitabas otro sitio. Se lo difícil
que fue para ti la muerte de tu hermano,
porque yo estaba allí y aunque no
compartimos sangre, también era como mi
hermano. Te prometo que te entiendo,
necesitabas a tus padres, necesitabas la
vida fructífera de Nueva York, comenzar de
nuevo y hoy las cosas son como son por las
decisiones que tomamos, ahora estas aquí
con otra oportunidad de amar y ser feliz
con él —podía ver lo que le costaba
expresar estas cosas, estaba en una lucha
interna con él mismo y sus palabras. Yo
estaba sorprendida.
Me había perdonado, estaba dándome su
bendición. Y también estaba equivocado.
—¿Vida fructífera? —me reí—. Al llegar
estaba tan asustada y confundida, no podía
llamarte desde Nueva York. Dormí en la
calle por días, mis padres no quisieron
aceptarme, ninguno de los dos. Nuevas
vidas, nuevas familias. Y cuando finalmente
me di cuenta de lo que realmente había
hecho, que había escapado de la casa y las
personas que me cuidaron la espalda, era
demasiado tarde. Asumí que no querían
saber nada más de mí, Archer —cerró los
ojos por un momento, como si intentara
procesar todo lo que acababa de escuchar.
Al abrirlos de nuevo, había una mezcla de
vulnerabilidad y determinación en su
mirada.
—¿Luego de tanto tiempo me estás
diciendo que esos idiotas no te aceptaron
en sus casas? Luego de todo el dinero que
envió tu abuelo para que cuidaran de ti,
para la universidad, comida. ¿Estás
diciendo que nunca viviste con esas
personas? —su rostro era confuso, me
miraba como si le mintiera, con las manos
temblando me tomo de los hombros
exigiendo la verdad.
—Luego de que aparecí en la puerta de mi
madre y básicamente me hecho a patadas
del lujoso penthouse de su nuevo esposo, la
volví a ver hace un año cuando su esposo
supo la verdad y quiso conocerme, sé que
ella aun no me acepta, pero lo ha
intentado. Y a mi padre no lo volví a ver
desde ese mismo día, lo encontré borracho
en un bar cerca de su apartamento, dijo
que me largara por el mismo agujero del
que salí. Así que no sé de qué dinero me
hablas, trabajé tan duro para conseguir mi
propio dinero y una beca en la escuela de
diseño. Dormí en albergues, callejones y
casas de conocidos mientras intentaba
ahorrar y poner mi vida en orden —aun me
atormentaba la mierda que viví estando en
la calle, pero salí y era algo que intentaba
olvidar cada día.
La mandíbula tensa de Archer decía
muchas cosas, estaba furioso.
—Así que, si no viviste con ninguno, todo
fue mentira —susurró casi para el mismo
mientras me soltaba y pensaba.
—¿De qué hablas?
—Es que tu abuelo intento comunicarse
contigo por meses llamando a sus casas,
siempre decían que no querías hablarnos,
que estabas enojada o que simplemente
nos pudriéramos. George comenzó a
decaer, confuso porque no sabía que te
sucedía, él creyó que fue su culpa, que hizo
algo mal —su voz era dolorosa, sabía que
ver a mi abuelo en ese estado también
había lastimado a Archer.
Mis lagrimas no tardaron en salir, viendo el
daño que había causado por ser tan
estúpida, por no volver a casa de todas
formas.
—Nunca supe que intentaron contactarme.
Creí que todos estaban mejor sin mí —dije
con la voz apenas un susurro.
Archer tomó una profunda respiración,
tratando de controlar sus emociones.
—George nunca dejó de buscarte, Aurora.
Él siempre creyó en ti, y yo... yo solo quería
protegerlo, protegerme. Quizá por eso me
llené de rencor —admitió, su voz
quebrándose ligeramente.
—Te juro que nunca tuve la intención de
lastimarlos. No quería que te hicieras
cargo. No quería que sufrieran de esa
forma, no tenía idea de lo que me dices, de
saber que me llamaban hubiera constado la
primera llamada y vuelto a casa —mis ojos
nublados no podían parar de desagotar
agua.
Me senté en una silla de la sala de espera y
Archer se acercó a la puerta de entrada
para cambiar el cartel de ‘’Abierto’’ a
‘’Cerrado’’.
Se sentó a mi lado sin terminar de procesar
lo que yo le decía.
—Todos estos años tuve tu imagen en cada
fiesta, en cada lugar alocado y costoso,
cada playa y bar jugando a ser otra
persona y que al final olvidaba su vida, que
me olvidaba a mí, mientras yo no podía
sacarte de mi mente. Pensaba en todos los
problemas en los que te pudiste meter y tal
vez me necesitabas, porque siendo
sinceros, jamás confié en que tus padres
fueran padres —con los codos reposando
en sus piernas, no dejaba de ver un punto
fijo, decepcionado y angustiado—. Pero al
final, realmente viviste una mierda. Lo
siento mucho, siento haber sido tan duro y
no escucharte, debí estar ahí —ahora sus
ojos si se posaron en los míos, me miraba
con arrepentimiento y tristeza.
—No debes disculparte, siempre dije que te
entendía, pero supongo que ambos fuimos
muy obstinados —sequé mis ultimas
lagrimas e hice una mueca, él se enderezó
y poso su mano en la mía con delicadeza.
Me regaló una media sonrisa y todo dentro
de mí se relajó.

Capítulo 18: Caballeros


Aurora.
Otro día en el consultorio, pero esta vez
diferente, no había tensión, ira o peleas
aproximándose. Solo dos adultos que al fin
habían hablado para superar el pasado.
Podía respirar alivio y
continuar con mis tareas diarias sin la
carga emocional de antes.
Supongo que también había cambiado algo
general en Archer, cuando sus pacientes
salían más satisfechos que asustados por él
hombre.
En cuanto el próximo paciente pasó al
consultorio, tomé mi celular a escondidas.
Aún no quería problemas con el jefe. Al
desbloquearlo, vi un mensaje nuevo.
Demian: Cena esta noche. Yo te recojo.
Suspiré mirando el mensaje por un
momento. Él no estaba preguntando nada.
Realmente no tenía ganas de estar fuera
hoy, ni de hablar con Demian,
sinceramente, aunque resolvimos nuestro
problema, lo que sentía por él no era lo
mismo desde el inicio. Me disputé entre ser
sincera e incomodarlo o mentir y en cuanto
tuviera ganas invitarlo yo, parecía una
decisión más acertada a lo que a mi
respectaba.
Aurora: Mi trabajo sobrepasa el techo del
consultorio, hoy saldré tarde así que esta
noche es imposible.
Devolví el teléfono a mi bolso y aunque oí
que él ya había contestado, no lo volví a
tomar.
Dejé una nota sobre mi escritorio de que
volvía en unos minutos y salí para caminar
un metro y llegar a la nueva cafetería, aún
estaban inaugurando, pero yo estaba
desesperada por venir cada día. Birdie
llegaría en cualquier momento de la
escuela y quería que comiera algo.
—Buenos días, ¿qué puedo servirte? —me
saludó una mujer de unos veinti tantos.
Tenía un hermoso cabello rizado que le
llegaba a la espalda media, se veía muy
feliz. Su sonrisa era muy contagiosa, pero
también familiar. La etiqueta en su
uniforme decía que su nombre era Kirsty,
igual al letrero de la entrada.
—Buenos días. Quisiera dos rolls de canela
y tres galletas de amapolas. Por favor —le
sonreí como ella—. Disculpa la intrusión,
llevas el nombre del lugar en tu chaqueta
¿eres la dueña?
—Si así es, es mi tercer día y no puedo
parar de sonreír. Este es mi sueño —
levanto un poco las manos señalando el
lugar, se veía muy orgullosa. Estaba
poniendo mi pedido en una bolsa de cartón.
—Muchas felicidades, es un hermoso lugar.
Yo soy Aurora, trabajo aquí al lado en el
consultorio de Archer —me presenté
amablemente extendiendo mi mano sobre
el mostrador y ella la tomó sin dudar.
—Encantada de volver a conocerte —se rió
un poco mientras yo le extendía el dinero
para pagar.
—¿Volver a conocerme? —le pregunte a
ella confundida por sus palabras.
—Soy Kirsty James, de química —ella se
volvió a reír al aclarar la clase que
tomamos juntas, pero claro que la conocía.
Habíamos sido compañeras en esa clase
casi todos nuestros años de instituto.
—Kirsty como lo siento, no te reconocí.
Estás preciosa —sinceramente mi corazón
estaba palpitando rápido, habían sido como
doce años sin verla y estaba tan feliz de ver
otra cara conocida.
—Gracias, también tu Aurora. Es bueno
verte de nuevo por aquí.
—Es cierto, es bueno volver —comencé a
caminar lentamente a la puerta.
—Saluda a Archer de mi parte, no lo veo
hace días —ella se ruborizó y bajó la
cabeza. Algo dentro de mí se tensó un
poco. ¿Ellos se conocían?
—Por supuesto. Gracias por esto —le
mencione por su atención.
Salí de allí cuando me saludo de vuelta.
Volví al consultorio y quité la nota de que
volvía enseguida. En la cocina separe los
rolls y las galletas en dos platos diferentes.
Dejé el plato con galletas allí y volví a mi
escritorio con los rolls. Birdie no tardo en
entrar con su gorro de lana combinado con
su bufanda violeta. Afuera cada vez hacia
más frio.
—Hola Aurora —ella me sonrió de oreja a
oreja. Parecía más feliz de lo normal.
—Hola, pequeña —Birdie se acercó a mí y
me abrazó se lo correspondí con
entusiasmo.
Se giró y comenzó a sacar sus libros y
lápices en su asiento habitual.
—Te traje algo para que comas mientras
coloreas —dejé el plato sobre la mesa a su
alcance.
—Gracias Aurora, estos se ven deliciosos.
Muchas gracias —me hablaba como si le
hubiera comprado un pony. Deje que los
disfrutara mientras volvía a mi puesto.
El siguiente en salir mientras ordenaba
archivos fue Archer, su paciente junto a él
parecía una ardilla con las mejillas llenas
de bellotas, eso debió doler.
—Sigue las recomendaciones, Gilbert —le
advirtió Archer palmeando la espalda del
hombre que se iba sin poder decir una
palabra.
—Traje galletas de amapolas, están en la
cocina, por si aún te gustan —le ofrecí a mi
jefe sin despejar la vista de la computadora
donde estaba pasando datos.
—Gracias Aurora —el aún no estaba
acostumbrado a nuestra nueva relación
amable, así que me miro extrañado, pero
fue hasta la cocina por ellas.
—Casi lo olvido, la cafetería de al lado es
de Kirsty James, era mi compañera en el
instituto. Ella te envía saludos, no sabía
que ustedes se conocían —mencione por
encima. Algo dentro de mi estaba
retorciéndose, pero no sabía que. El tono
de ella al hablar de Archer era notable,
algo había pasado entre estos dos.
—¿Kirsty James? —él estaba masticando la
galleta, su expresión era neutral mientras
pensaba en el nombre de Kirsty James.
Sentí una punzada, preguntándome si algo
había pasado entre ellos cuando yo no
estaba. Intenté no dejar que mi inquietud
se reflejara en mi rostro.
—Sí, Kirsty James —repetí, intentando
sonar casual—. Ella dijo que no te ha visto
en días. ¿Ustedes... son cercanos? —
necesitaba alguna respuesta, Archer
levantó la vista de su galleta, notando
quizás el tono en mi voz.
Quizás él se acostó con todas las mujeres
de esta ciudad, pero a mí no debería
importarme como lo está haciendo ahora,
no entiendo que le pasa a mi estúpido
estómago, esta revuelto.
—Oh, Kirsty —dijo finalmente—. Nos
conocimos hace algunos años, ambos
somos voluntarios de la cruz roja. Pero no
he estado yendo últimamente por el trabajo
y Birdie.
Me sentí aliviada al escuchar eso, aunque
intenté no mostrarlo demasiado. Mi
estomago comenzaba a calmarse.
—Ya veo —comenté, tratando de sonar
desinteresada—. Pues, parece que le está
yendo bien con la cafetería. Se veía muy
feliz.
Archer asintió, y vi un destello de simpatía
en su mirada.
—Sí, ella siempre quiso tener su propio
negocio. Me alegra que lo haya logrado.
Me di cuenta de lo ridículo que era
sentirme así, ni siquiera quería decir lo que
sentía, era ridículo estar celosa.
Volví a concentrarme en mi trabajo, pero
mi mente seguía dándole vueltas al tema
de Kirsty. ¿Por qué me molestaba tanto la
idea de que ellos pudieran haber tenido
algo? Después de todo, yo fui quien se fue.
Y ahora que había vuelto, no tenía derecho
a sentirme así.
El día continuó sin mayores incidentes.
Cuando finalmente llegó la hora de cerrar,
sentí una extraña mezcla de alivio y la
ansiedad de estar sola cuando disfrutaba
tanto estar cerca de Birdie y ahora de
Archer.
—Papi, ¿el señor Gilbert volverá a la
normalidad o sus mejillas se quedarán así
de gigantes por el resto de su vida? —le
pregunto la niña a su padre con mucho
interés, parecía muy preocupada.
Mientras salíamos Archer y yo cruzamos
miradas antes de reírnos del pobre señor
Gilbert y la pregunta de Birdie. Ya afuera el
aire frio nos envolvió a todos con
escalofríos.
—Tranquila cielo, él volverá a la
normalidad cuando sus mejillas se
desinflamen —le explicó su padre con
paciencia y ella se quedó más tranquila.
Besé la mejilla de Birdie en despedida y
ella la mía.
—Aurora, déjame llevarte. Hace mucho frio
—dijo sonando desinteresado mientras le
abría la puerta a su hija.
Antes de que pudiera contestar, no me
había percatado del auto estacionado
detrás del de Archer hasta que escuche
una puerta cerrarse con bastante fuerza.
—Tranquilo, yo la llevare a su casa —detrás
de mí, Demian apareció como una sombra
dejando caer su chaqueta sobre mis
hombros, paso suavemente su mano por mi
cintura atrayéndome a él.
—¿Qué haces aquí? Te dije que saldría
tarde —mi ceja se levantó en forma de
pregunta. Parecía que había estado
esperándome afuera hace mucho.
—Creo que no revisaste tu teléfono. Te dije
que estaría aquí igual para llevarte a casa,
es peligroso que vuelvas sola —respondió
Demian intentando que lo entendiera.
Mi mirada viajó hasta Archer que no dejaba
de ver la mano de Demian sobre mí. Me
aparté un poco y la dejé caer.
—Vivo al lado de Aurora, no debes volver a
molestarte. Yo la puedo llevar encantado —
Archer hablo mientras abría la puerta del
copiloto para mí.
Ahora la mirada de ambos estaba sobre mí
y yo estaba infinitamente incomoda,
estaban esperando a ver en que auto me
subía.
Elija a quien elija, el otro se enojaría
conmigo por no elegirlo. Me quité la
chaqueta de Demian y se la devolví, de
todas formas, estaba muy bien abrigada.
Demian se había comportado como un
idiota viniendo y actuando como si le
perteneciera. Y Archer era simplemente
Archer.
—Caballeros, buenas noches —me giré
sobre mis talones y comencé a caminar al
lado opuesto. Preferiría caminar cien
kilómetros bajo la nieve que volver a
discutir con Archer o Demian.
Capítulo 19: Era mi mundo
Archer.
Desperté con el sonido del despertador
resonando en la habitación. La primera
imagen que se me venía a la cabeza al
estar despierto cada mañana era ella,
Aurora. Cada vez se volvía más difícil el
plan de alejarme para que fuera feliz.
Apenas unos segundos después, Birdie
apareció en la puerta, sus ojos soñolientos
todavía cargados de sueño.
—Papá, ¿puedo dormir un poco más? —
preguntó con voz suave y somnolienta.
—Buenos días, cielo. No, hoy es día de
escuela, así que debes levantarte —le
respondí con una sonrisa, moviéndome
para sentarme en el borde de la cama.
Birdie hizo un puchero, pero se levantó
obediente. Mientras ella se preparaba, bajé
las escaleras hacia la cocina. El aroma del
café recién hecho llenaba el aire. Preparé
rápidamente el desayuno de Birdie, unos
panqueques con frutas, su favorito, y
preparé una bandeja con todo listo para
llevarla a la mesa.
Mientras comía, mi mente no podía evitar
divagar hacia Aurora. Desde que habíamos
hablado para aclarar las cosas, algo en mí
había cambiado, estaba furioso con las
personas que la dejaron tirada, pero aun
así se convirtió en quien es. No podía
sacarla de mis pensamientos, no desde que
abría los ojos hasta que los cerraba por
completo. Verla con Demian provocaba una
mezcla de emociones que no sabía cómo
manejar. Empezando por los celos, las
ganas de asesinar a Demian cada vez que
veo su maldita cara y un deseo
incontrolable de estar más cerca de ella,
pero me juré a mí mismo hacerme a un
lado.
Llevé a Birdie a la escuela y regresé a casa
por un breve momento antes de dirigirme
al consultorio. Aunque intentaba
concentrarme en mis pacientes y en las
tareas del día, la imagen de Aurora seguía
apareciendo una y otra vez en mi mente.
No podía evitar sentir una punzada de
celos cada vez que pensaba en ella con
Demian, su mano en la cintura de ella me
tensaba solo de pensarlo.
Me preguntaba si se habían vuelto a
acostar como el día que lo encontré
semidesnudo en su cocina, sentía la
necesidad de quebrar cada uno de los
huesos de Demian para que no pueda
volver a moverse y mucho menos tocarla.
Llegué al consultorio y, como todas las
mañanas, preparé todo para el primer
paciente del día. Entonces, la puerta se
abrió y allí estaba ella, Aurora, con su
rostro tan angelical y su cabello rubio
cayendo por sus hombros como una
cascada, perfectamente alineado. Al verme,
sus labios ovalados me mostraron lo que
más había amado de ella toda mi vida, esa
sonrisa calurosa, solo me hacía desear que
nunca se borrara de allí y por eso hacia
esto.
Su sola presencia iluminaba todo mi día,
algo que ni el sol me había dado jamás.
Entonces aquí estaba ella, como cada día,
frente a mi causando que mi corazón
bombeara más de lo que debía, estaba
preocupado porque ella lo notara.
Hubiera sido más fácil no verla más,
hubiera vivido hasta la muerte creyendo
que el amor solo se convirtió en odio, y así
quizás la hubiera olvidado, pero
probablemente no.
—Buenos días, Archer —saludó Aurora con
alegría.
—Buenos días —respondí, esforzándome
por mantener mi voz neutral.
Mi mente luchaba por mantenerse en
calma, pero su presencia tenía un efecto
devastador en mi autocontrol. Verla ahí,
tan cerca y a la vez tan lejos, hacía que
cada fibra de mi ser se tensara. Me volví
hacia la mesa, fingiendo revisar unos
documentos, pero mis pensamientos
seguían girando en torno a ella.
—¿Cómo estuvo tu mañana? —pregunté,
intentando sonar casual.
—Muy bien, gracias. Susy estuvo en mi
casa antes, su vestido está tomando forma
y se le ve tan hermoso —sus ojos brillaban
de orgullo.
—Me alegra saber que todo va bien —le
dije, sin apartar la vista de los papeles
frente a mí.
Necesitaba concentrarme en algo,
cualquier cosa, para no perder el control.
Aurora se acercó un poco más, y pude
sentir su presencia más cerca de lo que
quisiera. Su aroma familiar llenó el aire,
haciendo que mis pensamientos se
desordenaran aún más.
—Archer, quiero que sepas que aprecio
mucho lo que has hecho por mí. Desde que
volvimos a hablar, las cosas han sido
diferentes... para mejor —su voz era suave,
llena de sinceridad.
Sus palabras me golpearon como un
martillo, rompiendo las defensas que había
levantado. ¿Cómo podía seguir
manteniendo esta distancia cuando ella
estaba aquí, matándome por dentro sin
saberlo? Sentí un nudo en la garganta y
tuve que hacer un esfuerzo para responder.
—Aurora, siempre quise lo mejor para ti. Si
alguna vez te hice daño, no fue mi
intención. Solo quiero que seas feliz —le
sonreí perdiéndome en sus ojos, en su
sonrisa y su nerviosismo.
—Gracias, yo deseo lo mismo para ti —aun
me sonreía, pero ahora parecía más
dubitativa sobre sus palabras.
Volvió a su puesto y yo a mi oficina, me
recosté en la puerta volviendo a respirar.
Allí afuera lo único que entra por mis fosas
nasales es su dulce aroma que me está
matando.
El consultorio estaba tranquilo, y el reloj
avanzaba lentamente hacia el final del día.
Birdie iba a quedarse en casa de una amiga
esa noche, lo que significaba que tendría la
casa para mí solo, una bendición y una
maldición al mismo tiempo. Sabía que,
aunque el silencio me permitiría pensar,
también me obligaría a enfrentar la
realidad de mis sentimientos.
Cuando finalmente se acercó la hora de
cerrar, Aurora comenzó a recoger sus
cosas. La observé desde mi oficina,
sabiendo que pronto tendría que salir y
enfrentarla de nuevo, decirle adiós por el
día y fingir que todo estaba bien.
Reuní el coraje y salí al vestíbulo. Ella ya
estaba en la puerta, con su abrigo puesto y
el bolso colgando de su hombro.
—¿Birdie está enferma? No vino hoy —se
notaba preocupada mientras caminábamos
a la salida.
—No, ella está perfectamente. Luego de
clases tenía una pijamada así que está en
casa de una amiga.
—Oh eso es fantástico —se rio, sabía lo que
pensaba. De niños y básicamente toda
nuestra juventud solo fuimos ella y yo, no
había amigos extras. Nuestras pijamadas
eran simples, películas, chocolates y
charlas.
—¿Te llevo a casa? —ofrecí.
—Está bien, gracias.
Le abrí la puerta como de costumbre y ella
entró. Era nuestra primera vez sin Birdie,
era incomodo no tener a nuestra tercera
persona hablando sin parar para no acabar
en silencio.
A lo largo del camino, ninguno de los dos
dijo nada. Me concentré en la carretera,
pero mi mente estaba con ella, consciente
de su presencia en cada segundo. Mi
corazón latía con fuerza, y sentía como si
cada latido estuviera sincronizado con su
respiración.
Finalmente, llegamos a su casa. Reduje la
velocidad y aparqué frente a la puerta.
Apagué el motor, pero ninguno de los dos
se movió para salir.
Aurora se giró hacia mí, sus ojos grises
reflejando las luces suaves de la calle. Por
un momento, nos quedamos mirándonos, y
el mundo fuera del auto pareció
desvanecerse.
—Gracias por traerme —dijo finalmente, su
voz apenas un susurro en la quietud de la
noche.
—De nada —respondí, mi voz más ronca de
lo que esperaba.
Ella no hizo ningún movimiento para salir,
y mi mente se llenó de preguntas que no
me atreví a formular. Había tantas cosas
que quería decir, tantas cosas que había
guardado dentro de mí, pero no sabía cómo
empezar, ni siquiera si debía.
—Aurora... —comencé, dudando.
Ella inclinó ligeramente la cabeza, como
esperando a que continuara. Pero las
palabras se me quedaron atoradas en la
garganta. La miré, intentando encontrar el
valor para decir lo que realmente sentía,
pero la posibilidad de romper este frágil
momento me aterraba.
Finalmente, ella rompió el silencio.
—Archer, yo...
Las palabras quedaron colgando en el aire,
y por un instante, pensé que podría decir
algo que cambiara todo. Pero en lugar de
eso, suspiró y miró hacia la puerta de su
casa.
—Debo entrar. Pero gracias, de verdad.
Asentí, sabiendo que no debía presionar
más. Ella abrió la puerta del auto y salió,
pero antes de cerrar, se giró hacia mí una
vez más.
—Nos vemos mañana —dijo, con una
pequeña sonrisa.
—Nos vemos —respondí.
La observé mientras se dirigía a la puerta
de su casa. Quería salir del auto, seguirla,
decirle todo lo que sentía, pero me quedé
allí, inmóvil, viendo cómo se alejaba.
Cuando la puerta de su casa se cerró
detrás de ella, el peso de lo que había
sentido durante todo el viaje de regreso me
golpeó con fuerza.
Bajé del auto y entre a casa, deseando que
ella estuviera aquí, sentada conmigo en el
gran sillón. Abrazarla y poder besarla hasta
que dejara de desearla tanto, aunque
parecía imposible.
La imagen de Aurora permaneció conmigo
hasta que me acosté, más viva que nunca.
Sabía que, por mucho que intentara
distanciarme, no podía evitar lo que sentía.
Y aunque sabía que lo mejor sería
alejarme, cada vez era más evidente que no
podía.
Ella era mi mundo, aunque yo no pudiera
ser el suyo.

Capítulo 20: El parece más feliz


Aurora
La boda de Sussy era en días y hoy se
estaba probando el vestido completo por
primera vez, aún tenía que terminar
algunos detalles, pero no podía dejar de
verla llorar de emoción frente al espejo de
la sala.
—Jamás me alcanzaran las palabras para
expresarte lo feliz que me hiciste al
convertir mi vestido soñado en realidad,
Aurora —tenía mis manos entre las suyas y
me miraba emotiva—. Lo siento, estoy
emocional —me dijo mientras le pasaba un
pañuelo y me lo agradecía.
—Amo mi profesión, me hace feliz que
ames tu vestido Sussy —se veía realmente
hermosa.
—Yo sé que esto es un poco tarde, pero
realmente quisiera que te pudieras unir a
mi corte de damas de honor. Nadie me ha
salvado tanto la vida como tú. También sé
que no nos conocemos hace demasiado,
pero te siento muy cercana, Aurora.
—Sería un honor para mí, Sussy —le sonreí
entusiasmada. Ambas dimos saltitos de
emoción con nuestras manos aun juntas.
—Gracias, muchas gracias —me abrazó y
se lo correspondí con felicidad.
La ayudé a quitarse el vestido, más tarde
terminaría esos detalles y seria todo suyo.
Hablamos sobre mi vestido, la única
etiqueta era que debía ser color azul
cobalto. No podía esperar para comenzarlo.
También tenía su invitación para su
despedida de soltera mañana, hace
demasiado tiempo no pisaba una discoteca,
pero estaba feliz de asistir.
Cuando ella se fue, comencé mi camino al
trabajo, antes de llegar entré a una
sedería, necesitaba la tela de mi vestido.
Luego del trabajo podría comenzar, quería
algo sencillo. Al decidir pagué y ahora si
llegué al trabajo.
—Buen día —salude a mi jefe, con quien
había pasado una extraña noche. Anoche ni
uno de los dos pudo decir lo que quería.
—Buen día —me saludó desde la cocina con
media sonrisa. Con su café en mano entró a
su oficina y estaba lista para no volver a
verlo en varias horas.
Después de ese breve intercambio con
Archer, me dirigí a mi escritorio, tratando
de concentrarme en las tareas que tenía
pendientes. Pero la presencia de Archer
seguía flotando en el aire, como una
tensión no resuelta que se mantenía entre
nosotros. El recuerdo de la noche anterior
seguía rondando en mi mente, el viaje en
su auto, la sensación de estar al borde de
decir algo importante y al final, no hacerlo.
Era como si cada momento con él estuviera
lleno de promesas no dichas, de palabras
atrapadas en el aire.
Suspiré y traté de centrarme en el trabajo.
La mañana pasó rápidamente entre
llamadas, registros y asegurándome de que
todo estuviera en orden para los pacientes.
Pero mi mente seguía divagando, volviendo
a Sussy, su vestido de novia y la invitación
para ser una de sus damas de honor. Me
había sorprendido su petición, pero a la
vez, me había llenado de alegría. Me sentía
honrada de poder estar tan cerca de ella en
un día tan especial.
Durante la pausa para el almuerzo, tomé
un respiro y revisé los bocetos de mi
vestido en mi cuaderno. El azul cobalto
sería perfecto, fuerte y elegante, pero
también quería que fuera cómodo, algo que
pudiera llevar con confianza toda la noche.
Me dejé llevar por la creatividad,
imaginando diferentes estilos, cortes y
detalles.
Justo cuando estaba perdida en mis
pensamientos, la puerta de la oficina de
Archer se abrió. Lo vi salir con una
expresión seria, pero algo en su mirada se
suavizó cuando nuestros ojos se
encontraron. Sentí una pequeña punzada
en el pecho, pero la ignoré, intentando no
leer demasiado en cada pequeño gesto.
El primer paciente del día llegó y Archer lo
acompañó dentro de su oficina.
Cuando la puerta sonó, anunciando la
llegada de un nuevo visitante, levanté la
vista y me encontré con la pequeña figura
de Birdie con su mochila colgada de un
hombro y una expresión algo preocupada.
—Hola, Birdie —la saludé con una sonrisa
mientras se acercaba a mi escritorio.
—Hola, Aurora —respondió, su voz sonaba
un poco más baja de lo habitual. Me abrazó
y yo le correspondí con gusto.
—¿Todo está bien? —le pregunté, notando
su estado de ánimo.
Birdie se mordió el labio y luego, después
de un momento de vacilación, se acercó
más.
—¿Puedo hablar contigo un momento?
—Claro, ven, siéntate aquí —le ofrecí una
silla junto a mí, y ella se acomodó, todavía
con su expresión pensativa.
—Es sobre mi mejor amigo, Liam. Siempre
jugábamos juntos en el receso, pero
últimamente... ha estado actuando raro
conmigo —comenzó Birdie, mirando hacia
sus manos entrelazadas.
—¿Raro? ¿Cómo raro? —pregunté, tratando
de comprender.
—Pues... hay una niña en nuestra clase,
Samantha, y ella les dijo a todos que Liam
estaba enamorado de mí. Desde entonces,
él se comporta como si no quisiera estar
cerca de mí, y apenas hablamos. No sé qué
hacer —dijo con un suspiro, claramente
afectada.
Sentí una punzada de empatía por ella. La
dinámica de los niños puede ser
complicada, especialmente cuando se
mezclan con sentimientos que ni siquiera
ellos comprenden del todo.
—Birdie, a veces los niños no saben cómo
manejar lo que sienten o lo que otros dicen
sobre ellos. Es posible que Liam esté un
poco confundido o avergonzado por lo que
Samantha dijo frente a todos. Lo mejor que
puedes hacer es darle un poco de tiempo y
seguir siendo la amiga que siempre has
sido para él. Estoy segura de que todo se
solucionará.
Birdie asintió, aunque aún parecía algo
preocupada. Luego, tras un momento de
silencio, me miró con una curiosidad
diferente en sus ojos.
—Aurora... ¿alguna vez te gustó mi papá?
La pregunta me tomó por sorpresa. Sentí
cómo se me aceleraba el corazón, pero
intenté mantener la compostura.
—¿Por qué me preguntas eso, Birdie?
—No sé... solo lo he estado pensando. Papá
y tú se conocen desde niños, y a veces
parece que hay algo especial entre ustedes.
Cuando estas cerca, él parece más feliz y
me gusta ver a mi papá sonreír.
Me quedé en silencio por un momento, sin
saber muy bien cómo responderle a una
niña que ya parecía estar tan consciente de
las complicaciones de las relaciones.
—Bueno, Birdie... Tu papá y yo somos
amigos desde hace mucho tiempo, y
aunque nuestras vidas han tomado caminos
diferentes, siempre hemos tenido un
vínculo especial —pausé, preguntándome si
realmente Archer me había gustado alguna
vez. No estaba segura, siempre había
sentido muchas cosas cuando él estaba
cerca, pero claro que lo amaba, era mi
familia.
Hoy es alguien con quien compartí gran
parte de mi vida, pero ya no lo veía como
mi mejor amigo o mi hermano, sentía algo
más complicado. No sabía contestar su
pregunta con algo más, probablemente él
le diría lo mismo.
—¿Y que hay con Demian? ¿Él si te gusta?
—No estoy muy segura, es algo que estoy
tratando de entender —le dije
considerando mis palabras. Me sentía
atraída por Demian, deseada, pero no
sentía la emoción o el nerviosismo, mi
corazón no reaccionaba ante él.
Birdie asintió, pareciendo aceptar mi
respuesta, aunque con esa curiosidad
infantil aún viva en sus ojos.
—Y... ¿por qué te fuiste? Papá nunca quiso
contármelo —preguntó suavemente, como
si temiera la respuesta.
Su padre y yo apenas lo nombrábamos,
sabia el dolor que nos causaba.
Miré a Birdie y vi en sus ojos la sinceridad
de una niña que solo busca entender las
cosas que le daban curiosidad.
—Me fui porque mi hermano, Carson,
sufrió un accidente automovilístico. Él
murió y yo… necesitaba tiempo para sanar,
para superar algunas cosas difíciles que
pasaron en mi vida. A veces, necesitamos
un cambio para encontrar claridad en lo
que queremos y en quiénes somos —
intenté sonar leve, racional y pacífica.
Carson volvía de su fiesta de graduación
con amigos en un auto, su amigo al volante
estaba ebrio, se descarrilo y chocaron
contra un gran árbol. Recibí una llamada
desde el teléfono de mi hermano esa
madrugada.
Desperté a Archer y me llevó hasta donde
Carson me dijo que se encontraba, él
sonaba bien y preocupado por sus amigos.
La ambulancia a la que llamé no llegaba,
todo era un caos al llegar al lugar.
Todos estaban dentro del auto,
inconscientes, excepto él. Carson había
salido disparado, estaba a metros del
accidente, ensangrentado y moribundo.
Tomé su cabeza en mis manos y le suplique
que aguantara un poco más, él me acaricio
la mejilla con ternura y me sonrió con
debilidad. Sus ojos rojos pasaron a Archer
que estaba junto a mi intentando hacer
algo, pero al verlo sabíamos lo tarde que
era.
—Cuídala —le susurró antes de cerrar los
ojos.
—Te lo prometo —Archer lloraba al lado
mio, tanto como yo. Éramos hermanos,
familia.
Murió en mis manos, no pude hacer nada
por él más que abrazarlo, no podíamos
moverlo. Tenía una rama clavada cerca del
pecho. Él salvó a todos los demás haciendo
esa llamada, su ultima llamada.
Lo odie mucho tiempo, por subirse a ese
auto, por beber, por hacerme creer que
estaba bien en esa llamada, por haberse
ido tan pronto.
No hablo de Carson por esto, porque mi
hermano era lo más importante en mi vida,
porque el dolor nunca se fue. Estar aquí sin
él era una tormenta eterna que intentaba
apagar.
Birdie asintió lentamente, pareciendo
comprender más de lo que cabría esperar
para alguien de su edad. Luego, se inclinó
hacia mí y me abrazó con fuerza, y por un
momento, me permití sostenerla, dejando
que el calor de su pequeño cuerpo me
brindara un poco de consuelo.
—Me alegra que ahora estés aquí, Aurora
—dijo en voz baja.
—A mí también, Birdie.
Archer salió de su oficina ya listo para irse,
no me había dado cuenta de lo tarde que
era.
Birdie y yo nos separamos y cada una
guardo sus cosas. Mis ojos se cruzaron con
los de Archer mientras salíamos del
consultorio y subíamos al auto, se notaba
preocupado al verme un poco callada y
sentimental, pero no dijo nada, dentro de
mí lo agradecí.
Dolía como el fuego quemando tu piel, el
tiempo solo lo vuelve una cicatriz constante
de lo que viviste.
—Gracias por traerme —le dije a Archer
cuando noté que detuvo el auto frente a su
casa, ni siquiera oí cuando Birdie bajó del
auto.
—De nada, Aurora. ¿Todo está bien? —al
fin preguntó, podía ver con el nerviosismo
que lo soltó.
—Descuida, estoy bien. Nos vemos mañana
—bajé del auto intentando sonreír, pero no
podía, no podia expresar algo que
realmente no sentía.
Me apresuré a entrar a mi casa, que él no
me viera o lo sabría, auqnue se que ya lo
sabe. Me conoce como yo a él.
Dejé mi bolso sobre la mesa y subí las
escaleras, me quedé parada frente a la
puerta al lado de la habitación de mi
abuelo. Tomé la perilla de esta y la giré con
suavidad.
No había entrado a la habitación de Carson
desde que murió, no había podido.
Cualquier recuerdo era triste y
desconsolador, pero hoy me permití sentir
algo más, pensar algo diferente.
Todo estaba intacto, como si el tiempo no
hubiera pasado, como si su habitación aun
estuviera esperando a que llegara del
instituto un día cualquiera. Yo sabia que no
llegaría, nunca más.
Mi mano acaricio su colcha favorita de
futbol, observé los balones que tenia
esparcidos en todas partes. Hasta su
mochila estaba integra, todo estaba dentro.
Las fotos sobre su escritorio me
devolvieron la respiración, él y yo.
—Perdóname por haberte odiado tantos
años, te perdono. Se que debí hacerlo hace
mucho, sé que te encuentras bien en donde
sea que estes. Puedes seguir descansando,
yo estaré bien porque se que él aun cumple
lo que te prometió ese día. Está
cuidándome.
Me quedé allí un rato más, hablando con
sus fotografías, sintiendo que me
acompañaba de alguna forma.
Capítulo 21: Ella es mía
Archer
Había escuchado a Aurora el día anterior
hablar con Birdie sobre nosotros, sobre
nuestra amistad, sobre su vida... y aunque
no debí hacerlo, presté atención. Me dolió
escucharla, pero no porque dijera algo que
no sabía. Me dolió porque, después de
tantos años, todavía era incapaz de
confesar lo que realmente sentía.
Yo podría haber respondido a la pregunta
de Birdie sin titubear. He amado a Aurora
toda mi vida. Incluso cuando comencé a
salir con Lyn, lo hacía solo porque Aurora
no dejaba de hablar de otros chicos, y no
quería que mis sentimientos se notaran.
No era fácil estar cerca de ella, sabiendo
que nunca sería mía. Entonces, Lyn llegó
como un escape, una distracción. No
estaba enamorado de ella, ni ella de mí,
pero nos complementábamos de alguna
manera. Fue un refugio.
Cuando Aurora se fue, Lyn y yo nos
acercamos más. No era el amor lo que nos
unía, sino la soledad, la necesidad de
sentirnos acompañados. Y así fue como nos
graduamos, y Lyn quedó embarazada. Hice
lo que se esperaba de mí, me casé con ella
y formé una familia. Fui su esposo y amé a
nuestra hija desde el primer día, y la amaré
hasta mi muerte.
Su muerte fue un baldazo de agua fría. No
tuve tiempo de llorar o procesarlo, desde
ese momento mi hija solo me tenía a mí y
tuve que ponerme a su nivel. Hasta el día
de hoy, aún siento que sigue viva, que está
viviendo en París, desayunando en Tiffany's
cada mañana. Es lo que deseaba, y así
quería recordar a la mujer que fue mi
compañera, aunque mi corazón siempre le
perteneció a Aurora y Lyn lo sabía.
No puedo evitar pensar en lo que pudo
haber sido, en lo que aún podría ser, si tan
solo tuviera el valor de confesarle todo a
Aurora. Pero, ¿cómo podría? Después de
todo lo que ha pasado, después de todo lo
que hemos perdido.
No sé cuántas veces me he repetido que
mantener la distancia es lo mejor. Pero
cada vez que la veo, cada vez que escucho
su risa o la forma en que pronuncia mi
nombre, siento que todo ese autocontrol se
va al demonio.
Birdie me ha preguntado más de una vez
por qué no somos más cercanos con
Aurora, y nunca tengo una respuesta clara
para ella. ¿Cómo explicarle que la única
razón por la que no estoy más cerca de
Aurora es porque no confío en mí mismo?
Porque no sé si, una vez que cruce esa
línea, podré retroceder. Porque he
construido este muro entre nosotros
durante tanto tiempo que no sé si soy
capaz de derribarlo sin destruirnos a
ambos en el proceso.
Esta mañana, cuando Aurora entró al
consultorio, algo en su expresión me
preocupó. Parecía abrumada, triste como si
estuviera lidiando con algo que no podía
expresar. Quise acercarme, preguntarle,
pero me detuve. Me recordé a mí mismo
que mantener las distancias es lo más
seguro para ambos. Pero esa voz en mi
cabeza, la que siempre he tratado de
silenciar, me dijo que tal vez ella necesita
que cruce esa línea.
—Ya me voy, papi —mi hija bajó de su
habitación hasta la sala.
—Está bien, cielo. Diviértete mucho.
Recuerda que yo te recogeré mañana por
la mañana —besé su frente antes de
acompañarla hasta la puerta de entrada. La
madre de su amiga la cuidaría esta noche.
—Tú también diviértete, recuerda decirle a
Aurora que se ve bonita —me guiñó el ojo
entre risas y yo fruncí el ceño, confundido.
Ya estaba listo, en unos minutos, Maxwell
pasaría a buscarme para ir a una discoteca.
Me sentía tan mayor para estas cosas, no
hubiera asistido si no fuera su padrino de
bodas. La famosa despedida de soltero, o
más bien solteros: Maxwell y Sussy
decidieron hacerlo juntos.
Cuando escuché la bocina fuera, era mi
turno de salir. Me subí a su auto, y él se
veía tan casual como yo. Llevaba una
simple camisa blanca desabotonada,
pantalones chinos negros, zapatos altos, y
claro, una chaqueta.
—Espero que traigas tu licencia de
conducir, amigo. Te tocará traerme de
vuelta a casa —advirtió él con gracia.
—Aquí estaré para ti —palmé su hombro
mientras él comenzaba a disminuir la
velocidad. Estábamos llegando.
Max me dio sus llaves en cuanto estacionó
su auto y caminamos a la entrada. Allí ya
estaban varios de sus otros padrinos,
éramos un grupo bastante grande.
—Oye, ¿es cierto lo que se dice por ahí?
Aurora volvió y están trabajando juntos —
carcajeó Peter, otro padrino. Conocía a
varios de ellos del instituto, jugábamos
futbol y nunca perdimos contacto, pero
ahora deseaba haberlo perdido.
—Sí, estoy de vuelta, y por suerte, Archer
tenía un puesto disponible —detrás de
nosotros oí su voz. Al girar, allí estaba ella,
haciendo que mi corazón quisiera explotar.
Me miró a mí entre todos y me mostró su
calurosa sonrisa, haciendo que me derrita
a sus pies.
Llevaba un vestido negro y ceñido a su
cuerpo, botas largas y una chaqueta igual
de larga que ese corto vestido. Me robó
cada suspiro y latido.
—Nena, es bueno tenerte de nuevo por
aquí —Peter tomó su mano sin permiso y la
hizo dar una vuelta con picardía. Ella le
sonrió, ruborizada con timidez.
Todos ellos sabían lo prohibido que estaba
salir con Aurora en el instituto. Ahora,
como adultos, estaba fuera de mi control.
La gente amontonada comenzó a entrar al
establecimiento, la música retumbaba
entre las paredes y el ambiente comenzaba
a fluir.
La seguí con cautela, todos íbamos juntos
al VIP y hoy no pensaba quitar mis ojos de
ella, ni siquiera importaba que lo notara.
Ella ya había comenzado a beber, yo lo
tenía prohibido, y eso sería un problema.
Formamos un círculo grande entre todos,
Aurora hablaba placenteramente con otras
amigas de Sussy. No conocía a la gran
mayoría y ahora me preguntaba qué hacía
Aurora aquí o por qué Birdie lo sabía y me
había advertido.
La temperatura de la atmósfera comenzaba
a subir con el tiempo y las bebidas que no
paraban de llegar al círculo desplazado. Yo
estaba hablando con algunos de los chicos
y ella con Sussy. Estaba risueña y feliz, me
reí al saber que ya estaba un poco ebria, se
notaba la euforia.
Cuando vi que varias de las chicas fueron
al baño, me disculpé con mis compañeros y
caminé hasta los pequeños asientos de la
esquina donde ella ya descansaba sus pies.
—No sabía que vendrías, me hubiera
ofrecido a traerte —tomé asiento frente a
ella que, al verme, su sonrisa se ensanchó.
—Es que ayer Sussy me nombró una de sus
damas de honor, yo tampoco sabía que
estaría aquí hoy —me miró con
despreocupación. La copa de cosmopolitan
en su mano estaba casi vacía.
—Felicidades, eso es muy bueno de su
parte —le sonreí de lado. Estaba perdiendo
la cabeza, era la conversación más
amigable que habíamos intercambiado.
—Sí, nos hemos acercado mucho en poco
tiempo.
—Me alegra escuchar eso —le respondí,
observando cómo jugaba con la copa entre
sus dedos. Cada movimiento suyo me
hipnotizaba. No sabía si era el ambiente,
las luces, o simplemente el hecho de que
Aurora estuviera aquí.
Podía sentir mi corazón acelerándose, el
aire volviéndose más pesado con cada
segundo que pasaba en su presencia.
Aurora se inclinó un poco hacia adelante,
dejándome ver su escote pronunciado. Fijé
mis ojos en los suyos y no los movería por
nada del universo. Dejó la copa en la mesa
y se recostó en el respaldo de su asiento,
suspirando con una mezcla de cansancio y
embriaguez.
—Archer, ¿te acuerdas cuando solíamos ir
al lago a acampar? —su voz era suave, casi
nostálgica. Asentí, sin poder apartar la
mirada—. Siempre me hacías sentir tan
segura... incluso cuando intentaba
asustarte con historias de fantasmas.
Sonreí ante el recuerdo. Eran tiempos más
simples, antes de que las responsabilidades
y los sentimientos no confesados nos
alejaran. Antes de Lyn, antes de Birdie,
antes de todo. Solo éramos Aurora y yo.
—Nunca me asustaste con tus historias de
vampiros, lo sabes, ¿no? —le dije con una
media sonrisa, tratando de aliviar la
tensión en el ambiente. Pero ella negó con
la cabeza, su expresión se volvió más seria.
—Sé que no... pero siempre fingías estar
asustado para hacerme feliz. Siempre
fuiste así, Archer... siempre cuidando de
todos los demás.
Sus palabras me golpearon con fuerza.
Tenía razón, siempre había puesto a los
demás antes que a mí, y eso incluía
reprimir lo que sentía por ella.
—Aurora...—comencé, mi voz más grave de
lo que pretendía—. Hay algo que he
querido decirte.
Ella me miró fijamente, esperando con
ansiedad mis palabras. Se enderezó en el
asiento y estaba dispuesta a oírme con
claridad.
Antes de que pudiera decir una sola
palabra, Sussy apareció de la nada, con
una energía desbordante que contrastaba
con la intensidad del momento. Sin previo
aviso, tomó a Aurora del brazo y comenzó a
arrastrarla hacia la pista de baile.
—Aurora, tenemos que bailar esta canción
—exclamó Sussy, riendo mientras tiraba de
ella.
Aurora me lanzó una mirada de disculpa,
sus ojos brillando con una mezcla de
sorpresa y algo que no pude descifrar
antes de ser llevada lejos.
Yo me quedé allí, tratando de procesar lo
que acababa de ocurrir, cuando sentí una
mano pesada en mi hombro. Maxwell y los
otros chicos se acercaron, riendo y
hablando en voz alta, sin darse cuenta del
momento que acababan de interrumpir.
—Vamos, Archer —dijo Max, dándome una
palmada en la espalda—. Es nuestra noche,
no te quedes ahí solo. ¡Te necesitamos en
la pista!
Sin tiempo para reaccionar, me vi
arrastrado por ellos hacia el centro del
grupo. La música aumentaba su volumen,
las luces parpadeaban a nuestro alrededor,
y el bullicio de la multitud me envolvió por
completo. Miré en dirección a donde
Aurora había desaparecido con Sussy, pero
la multitud ya la había engullido.
El momento había pasado. No la volví a ver
en horas, estaba cansado y demasiado
sobrio. Cuando Max ya no podía quedarse
de pie supe que era hora de devolver a mi
amigo a su casa. Sussy y varias chicas ya
se habían ido, pero no estaba seguro de
que Aurora se hubiera ido con ellas. La
busqué por doquier mientras arrastraba a
Max, hasta que la vi apoyada en la pared
con su copa y un hombre frente a ella.
Aurora reía con euforia, pero
tambaleándose, me acerqué haciendo que
el tipo se hiciera a un lado.
—Ya nos vamos, creo que tomaste bastante
y ya no queda ni una de las chicas aquí,
Aurora. Ven conmigo —le ordene sin
espacio a discusión, no la dejaría aquí sola.
—Pero aún me estoy divirtiendo mucho —
reía sin cesar a trompicones, iba a caerse.
—No sé quién eres, pero yo la llevaré con
gusto — la mirada de ese idiota no me
gustaba, se la estaba comiendo solo con los
ojos.
—No, no sé quién eres tú, pero ella es mía
—tomé a Aurora de la cintura ejerciendo
mi fuerza en sostenerla de pie mientras
también luchaba con Max abrazado de mi
hombro.
Sabía que ella estaba demasiado ebria para
recordar que la llamé mía.
Logré llegar al estacionamiento y subir a
mi amigo al asiento de copiloto, abrochar
su cinturón y luego encargarme de ella, la
ayudé a subir, pero decidió recostarse
usando los tres cuerpos del asiento. Yo no
iba a contradecirla. Me quité la chaqueta y
se la puse encima para cubrir sus piernas.
Ahora si me subí yo y comencé a trazar el
camino a casa, dejé a Max en su morada y
cuando me aseguré que entró, me llevé su
auto de todas formas, no quería tener que
bajar a Aurora y que muriera de frio tan
lejos de casa.
Al llegar a nuestra manzana, dejé el auto
aparcado enfrente y bajé aun pensando que
hacer con ella. No tenía su bolso encima, lo
que significaba que no tenía teléfono ni
llaves de casa. Eso sería un problema
futuro.
Estaba completamente dormida, con
suavidad la saqué del auto y entre mis
brazos la llevé dentro de mi casa. No podía
dejar de ver su rostro angelical mientras
descansaba en mi pecho, tenía miedo de
despertarla con lo agitado que estaba mi
corazón de tenerla así de cerca. Sus
brazos me rodeaban el cuello y su
respiración era tranquila. Memoricé la
suavidad de su piel, su aroma dulce
mezclado con todos los cocteles que se
tomó y el luminoso cabello que se movía a
nuestro ritmo. Subí las escaleras hasta
llegar a la segunda puerta, la recosté en mi
cama, le quité los zapatos con suavidad y la
cubrí con las colchas. Jamás se percató de
nada. Bajé nuevamente a la cocina para
buscar un vaso de agua y una pastilla, me
aseguré de dejárselas cerca para cuando
despertara por la mañana.
La miré por última vez para asegurarme
que estaba bien y salí cerrando la puerta
detrás de mí.
No creí que volvería a tener a una mujer en
mi cama, pero sin dudas no esperaba que
fuera ella.
Ya en la sala me deshice de algunas de mis
prendas y me recosté en el sillón. Cerré
mis ojos, pero aún sentía el calor de su
cuerpo a través de mi camisa. Había
pasado tanto tiempo desde la última vez
que la tuve tan cerca, y me resultaba difícil
pensar en otra cosa.
Pero sabía que mañana ella despertaría, y
todo volvería a ser como antes. Y yo... yo
seguiría fingiendo que no estaba
enamorado de ella. Porque eso es lo que
hago, porque eso es lo que siempre he
hecho.

Capítulo 22: Siempre estaré para ti


Aurora
Desperté con una resaca que me hacía
explotar la cabeza. Al abrir mis ojos noté
que no era mi habitación. Salté de la cama
sobresaltada y preocupada por no recordar
como llegué aquí.
Posé mis ojos en el porta retrato de la mesa
de noche, una fotografía de la pequeña
Birdie y Archer. Respiré un poco más
tranquila de saber que al menos no me
habían raptado, esta era la habitación de
Archer.
La recorrí con mis ojos, cada foto de su
pequeña hija, el orden era su don, todo
estaba correctamente alineado. Las
camisas acomodadas por colores al igual
que las corbatas, al acercarme un poco
más a ellas pude sentirlo, su aroma
amaderado y fresco era digno de atesorar.
Había sido tan ordenado desde niño,
siempre lo dejé ordenar mi habitación, era
algo que él amaba y yo aborrecía.
Me tomé la pastilla que estaba en el
escritorio y la pasé con agua, había sido
muy atento de su parte, la necesitaba.
Acomodé su cama un poco, y me preparé
mentalmente para bajar con mis zapatos en
la mano, los pies me dolían demasiado.
Al abrir la puerta y caminar en puntas de
pie para no ser oída por Birdie, no pude
dejar de observar lo bonita que se veía esta
casa remodelada por Archer. Cuando
éramos niños estaba cayéndose a pedazos.
Bajé las escaleras con calma, pero no me
esperé que Birdie y su padre voltearan
hacia mí en cuanto mis pies tocaron el piso,
ambos desde la cocina.
—Aurora, buenos días —Birdie corrió a mi
esbozando una sonrisa de oreja a oreja.
—Buenos días pequeña —traté de sonreírle
amistosamente mientras amarraba mi
chaqueta y no quedara rastro del diminuto
vestido debajo de esta.
—Buen día —Archer se rio mientras dejaba
un plato de hotcakes sobre la mesa.
—Buen día —lo miré buscando alguna
complicidad. No quería que Birdie me viera
de esta forma o bajando de la habitación de
su padre.
—Siéntate a desayunar, Birdie los hizo con
mucho esfuerzo. Créeme —él se rio de la
pequeña que rodaba los ojos.
—Por eso se ven tan deliciosos —mencioné
chocando la mano con ella.
Hicieron que me ría, obedecí y me senté al
lado de Birdie. Archer volvió a la cocina y
trajo tres tazas a la mesa, puso su café
amargo frente a él, chocolate caliente
frente a su hija y algo avainillado que olía
delicioso frente a mí. Lo miré extrañada
pero feliz de recibir esta atención. Los tres
comenzamos a servirnos a nuestra
elección.
—Esta mañana pasé por la casa de Sussy y
Max, ella se llevó tu bolso por accidente,
pero descuida, fui a recogerlo. Por eso
tuviste que pasar la noche aquí —me
explicó el mientras untaba mermelada.
—Es cierto, lo había olvidado. Siento
muchísimo que hayas tenido que hacer
todas esas cosas —me disculpé con pena.
Estaba avergonzada de que me haya vuelto
a ver tan ebria como cuando éramos
adolescentes. No supe medirme y me
sobrepasé por la situación.
—Descuida, no fue nada —me sonrió de
lado y bebió su café.
Terminé de beber mi taza de lo que parecía
ser un latte con un toque de vainilla, mi
favorito. Archer siempre había sido
observador, pero no imaginé que
recordaría mi bebida favorita. Esa atención
a los detalles me conmovió más de lo que
quería admitir, y no pude evitar sonreír
mientras Birdie seguía hablando sobre lo
difícil que era hacer hotcakes.
Observé a Archer desde mi lugar, notando
cómo se movía con una calma que, en otro
tiempo, habría encontrado desesperante.
Ahora, sin embargo, esa serenidad me
brindaba un inesperado consuelo. En
silencio, me pregunté cuántas veces había
imaginado algo como esto para mi vida.
Los niños, el amor, la casa grande y
ruidosa.
Birdie seguía charlando animadamente,
pero mi mente no podía dejar de divagar
hacia la noche anterior. No recordaba cómo
terminé aquí, pero sí recordaba haber
bebido demasiado, tratando de ahogar las
emociones que habían surgido con una
fuerza arrolladora. Archer debía haberme
encontrado en un estado lamentable, como
tantas veces en el pasado, y, aun así, aquí
estaba, mostrándome la misma paciencia y
cuidado de siempre.
―¿Aurora? ―la voz de Birdie me sacó de
mis pensamientos. Parpadeé y me forcé a
concentrarme en ella, notando la expresión
inquisitiva en su rostro.
―Lo siento, pequeña. Estaba pensando en
algo. ¿Qué me decías? ―le sonreí,
intentando disimular mi distracción.
―Te preguntaba si te gustaría venir al
parque con papá y conmigo ―Birdie me
miró con ojos brillantes, llenos de
esperanza.
Me congelé por un momento, indecisa. No
quería rechazar su invitación, pero
tampoco estaba segura de que fuera buena
idea pasar más tiempo con Archer hoy.
Busqué la aprobación en la mirada de su
padre y cuando me asintió convencido no
podría romper la ilusión en el rostro de
Birdie, me desarmó por completo.
―Claro, me encantaría ―asentí, sonriendo
mientras ella celebraba mi respuesta.
Archer no dijo nada, pero noté una ligera
curva en la comisura de sus labios mientras
recogía los platos. Me quedé mirándolo un
momento más antes de levantarme para
ayudarle, sintiendo una extraña mezcla de
comodidad y nerviosismo.
Mientras guardábamos todo en la cocina,
nuestras manos se rozaron por accidente al
intentar alcanzar el mismo plato. La
corriente que sentí en ese instante fue
innegable, y cuando nuestras miradas se
encontraron, supe que él también lo había
sentido. Nos quedamos así, en silencio,
mirándonos como si todo lo que había
sucedido entre nosotros, todos los
malentendidos y el dolor, se resumieran en
ese pequeño contacto.
Pero antes de que pudiera decir algo,
Birdie irrumpió en la cocina, emocionada
por salir al parque, rompiendo el hechizo
entre nosotros. Archer se apartó
rápidamente, desviando la mirada, y yo me
obligué a sonreír para no preocupar a la
pequeña.
―Será mejor que nos preparemos, ¿no?
―dije intentando mantener la ligereza en
mi voz.
―Sí, el parque no nos esperará ―respondió
Archer, con una sonrisa que no alcanzaba a
sus ojos.
Camine unos metros hasta mi casa. Me
apoyé en la puerta de entrada suspirando,
todo lo que pasó hoy me había sorprendido.
Jamás imagine despertar en la cama de
Archer, jamás en la vida. Mientras me
dirigía al baño para refrescarme, no pude
dejar de pensar en lo complicado que era
todo con él, aunque ya no peleáramos o nos
odiáramos. Y, sin embargo, esa misma
complicación era lo que lo hacía tan difícil
de ignorar. El día apenas comenzaba, pero
sabía que, a pesar de todo, ya estaba
marcado por ese breve pero intenso
momento compartido en la cocina.
Me miré en el espejo del baño, intentando
recomponerme. Mis mejillas seguían
sonrojadas, pero no por la resaca, era por
Archer. ¿Cómo era posible que un simple
roce de manos pudiera hacerme sentir
esto? No podía permitirme sentir lo que
estaba sintiendo, no ahora.
Me salpiqué el rostro con agua fría, como
si eso pudiera calmar la tormenta que se
estaba formando en mi interior. En el
cuarto me cambié la ropa de fiesta y me
puse algo más cómodo pero abrigado.
Cuando salí de casa, Birdie ya estaba lista,
vestida con su chaqueta favorita y
sosteniendo una pequeña mochila. Me
sonrió con una mezcla de impaciencia y
entusiasmo, y eso bastó para disipar un
poco mi inquietud. A su lado, Archer
parecía mucho más sereno, como si
nuestro breve momento en la cocina no
hubiera significado nada para él. Esa idea
me produjo una punzada de decepción que
rápidamente intenté reprimir.
―¿Listos? ―pregunté, con un tono que
intentaba ser alegre.
―¡Vamos! ―exclamó Birdie, tirando de mi
mano.
Archer nos siguió en silencio, y pronto nos
encontramos caminando hacia el parque
cercano. El sol apenas comenzaba a
calentar el aire fresco de la mañana, y el
silencio entre nosotros era cómodo, aunque
también lleno de cosas no dichas. Birdie,
por otro lado, estaba llena de energía,
corriendo por delante y describiéndonos lo
que haríamos cuando llegáramos al
parque.
Cuando finalmente llegamos, ella se dirigió
inmediatamente hacia los columpios. Me
quedé observándola mientras Archer se
paraba a mi lado. Había una sensación
extraña en el aire, como si ambos
estuviéramos esperando que el otro
rompiera el silencio.
Finalmente, fui yo quien habló, incapaz de
soportar la tensión por más tiempo.
―Gracias por cuidarme anoche. No debí
haber bebido tanto, pero… gracias ―dije,
sin mirarlo, concentrada en Birdie.
―No tienes que agradecerme ―respondió
él, en un tono que era a la vez suave y
firme―. Siempre estaré para ti, Aurora.
Aunque no siempre te des cuenta.
Su respuesta me hizo mirarlo, y cuando lo
hice, vi algo en sus ojos que me dejó sin
aliento. Era como si todas las palabras que
no habíamos dicho estuvieran reflejadas
ahí, en ese instante.
Ver a Birdie divertirse tanto me
reconfortaba, era una niña feliz, tan dulce y
llena de creatividad. Era alegre y risueña.
A veces pensaba en que características me
hubiera gustado que tengan mis hijos, me
hubiera gustado descubrirlo mientras
crecían, pensaba en como los hubiera
criado y amado con mi alma. Esos
pensamientos rápidamente se iban de mi
mente, porque sabia lo doloroso que se
volvía imaginar.
—¿Alguna vez pensaste en tener más hijos?
—le pregunté a Archer sin previo aviso. Él
me miró desconcertado y con el ceño
fruncido, pero inmediatamente relajó su
rostro y posó la mirada en su radiante hija.
—Hubiera aceptado a cada uno, sean
cuantos sean, pero Lyn no quiso volver a
tener hijos. Ella tuvo un posparto muy
complicado, asi que solo tuvimos a Birdie,
pero si, he pensado muchas veces en que
me hubiera gustado que mi hija crezca con
un hermano cerca —habló con serenidad y
una media sonrisa al imaginarlo.
—Seguramente Birdie hubiera sido una
excelente hermana mayor —le sonreí un
instante a él antes de volver la vista a la
pequeña. Él me quedó mirando por largos
segundos, en silencio con una expresión
delatadora.
—¿Qué sucede? —le pregunté cuando no
decía nada.
—Es que no quiero preguntar sin antes
saber si estas bien con el tema que
estamos hablando —nuestros ojos hacían
cortocircuito, no había hablado con nadie
más sobre esto.
—Estoy bien, supongo que sé a qué te
refieres —hice una pronunciada pausa
antes de seguir—. Me enteré hace meses,
antes de volver. Obstrucción en trompas de
Falopio. Procedimientos muy agresivos y
porcentajes muy bajos de lograr un
embarazo —dije levantando los hombros y
mirándolo con una mueca. Aún dolía, los
recuerdos aun me hacían estremecer.
—Lo siento mucho, debió ser muy difícil
pasar por eso tu sola.
—Lo fue, pero no me dejé a mí misma
pensar demasiado en eso, supongo que
comienzo a superarlo —a superar los
nombres que tenía guardados en mi mente,
superar la soledad, aceptar la vida real.
Antes de que alguno de los dos pudiéramos
decir algo más, Birdie nos llamó desde los
columpios, pidiéndonos que la
empujáramos.
Nos unimos a ella, y el momento entre
Archer y yo se desvaneció, reemplazado
por la risa y los juegos. Sin embargo, el eco
de sus palabras permaneció en mi mente,
resonando con una intensidad que me
asustaba.
El resto de la mañana transcurrió en una
mezcla de risas y pequeñas
conversaciones. Birdie insistió en
enseñarme cómo trepar a una estructura
del parque, y aunque mis intentos fueron
torpes y algo ridículos, sus risas hicieron
que valiera la pena. Archer se quedó
observándonos, a veces participando, pero
más a menudo simplemente disfrutando de
nuestra compañía.
Cuando finalmente nos sentamos en un
banco para descansar, Birdie, agotada pero
feliz, se acurrucó entre nosotros, su cabeza
apoyada en mi brazo y sus piernas sobre el
regazo de su padre. Fue en ese momento,
con la pequeña entre nosotros y el sol de la
mañana envolviéndonos en una calidez
tranquila, que sentí una extraña paz.
Pero esa paz era frágil, sostenida por el
fino hilo de los sentimientos que estaba
intentando ignorar. Porque, a pesar de
todo, algo había rebrotado de mí, algo por
Archer, no era simple ni fácil de entender.
Había dolor, arrepentimiento, y un amor
distinto al que había sentido siempre,
parecía algo que había intentado enterrar o
reprimir y ahora las flores crecían en ese
mismo sitio.
―Aurora… ―la voz de Archer me hizo
volver a la realidad, y lo miré, esperando
que continuara.
Esperando que me dijera algo luego de
pronunciar mi nombre con dulzura en sus
labios.
Pero antes de que pudiera decir nada más,
Birdie, medio dormida, murmuró algo en
sueños y se movió un poco. Él suspiró,
como si las palabras que iba a decir se le
hubieran escapado, y en lugar de
continuar, simplemente me miró con una
expresión que no pude descifrar.
Nos quedamos así, en silencio, con Birdie
entre nosotros y el sol de la mañana
calentándonos. No sé cuánto tiempo pasó
antes de que Archer finalmente se
levantara con cuidado, tomando a Birdie en
sus brazos para no despertarla.
―Es hora de irnos ―dijo suavemente, y
asentí, levantándome también.
Caminamos de vuelta a su casa en silencio,
el peso de lo que no se dijo colgando entre
nosotros. Sabía que había algo que
necesitábamos hablar, algo que estaba
creciendo entre nosotros desde hacía
tiempo. Pero también sabía que ese
momento no era ahora.
Cuando llegamos a la puerta de su casa,
me detuve, dudando por un momento.
Archer me miró, esperando.
―Gracias por el desayuno… y por todo
―dije finalmente, sin saber cómo expresar
todo lo que sentía.
Él asintió, y una pequeña sonrisa apareció
en su rostro.
―No hay de que.
Asentí, sintiendo un nudo en la garganta, y
luego me giré para irme. Mientras
caminaba de vuelta a mi casa, con el sol de
la mañana sobre mi espalda, no pude evitar
sentir que, aunque nada había cambiado
realmente, todo era diferente.
El día que había comenzado con una resaca
y confusión ahora se había convertido en
un punto de inflexión. No sabía hacia
dónde nos dirigíamos Archer y yo, pero
sabía que algo estaba cambiando. Y,
aunque me asustaba, también me sentía
más viva de lo que me había sentido en
mucho tiempo.

Capítulo 22: La boda


Archer
Estaba doblando las arrugas de mi traje
negro con la mano. Estaba listo para ir la
boda de mi amigo.
Birdie ya se había ido a casa de su amiga,
estaba agradecido porque la madre de esa
niña quisiera tanto a mi hija como para
cuidarla.
Salí de casa y me crucé a Aurora en la
senda junto a la mía. Me llevé una mano al
pecho intentando calmar mi estúpido
corazón al verla con su vestido largo de
color azul sin mangas y escote corazón que
se ciñe hasta la cintura. La tela cae
suavemente desde la cintura, acentuando
su figura.
Estaba con su celular en mano y
caminando con nerviosísimo de un lado a
otro mientras su cabello rubio ondulado
con perfección se acaricia en su
descubierta espalda.
―¿Todo está bien? ―hablé por fin cuando
ella ni siquiera se percató de mi presencia.
Se llevó la mano al corazón con susto, mi
voz la sacó de lo más profundo de sus
pensamientos.
―No, es que mi taxi no llega y yo ya estoy
llegando tarde ―me miró angustiada con
su rostro maquillado levemente pero capaz
de percibirlo por sus labios rojos.
―Sube, voy de camino ―le dije rodeando el
auto para abrirle la puerta. Ella no lo pensó
dos veces antes de seguirme, puse mi mano
a su alcance y ella la tomó dudosa. Se
subió con mi ayuda y yo cerré su puerta.
Entre al auto y comencé a trazar el camino
al gran salón de fiesta.
Estábamos mirando al frente con el silencio
retumbándonos. No sabía cómo romperlo,
no sabía que decir, me había dejado sin
palabras.
―El traje te queda bien, al fin es de tu talla
―me mencionó con una sonrisa, lo había
notado.
Era el traje de George, me dijo que me lo
quedara para momentos especiales y eso
hice, de adolescente bailaba sobre mi
cuerpo, pero ahora se acentuaba de
maravilla.
―Si, al fin pude darle un uso ―dije
intentando buscar palabras en mi mente.
Estaba nervioso por su presencia, su mano
sobre la mía antes, su belleza
irradiándome―. Tú te ves muy hermosa ―
no lo pude controlar, era lo único que sabía
y no podía guardarlo para mí.
Ella me miró con los ojos iluminados de
ilusión, me sonrió tímidamente.
―Gracias, lo terminé hace unas horas ―se
refirió al hermoso vestido. Estaba ansioso
de ver si el vestido de Sussy había quedado
tan hermoso como el suyo.
―Al fin puedo ver las pruebas de que si
eres una diseñadora.
Aurora soltó una suave risa, y en ese
momento, el aire en el auto se alivió un
poco. Era una risa que no escuchaba desde
hacía mucho tiempo, una que solía llenar
nuestros días de juventud. Había algo
profundamente reconfortante en ese
sonido.
―He tenido que aprender muchas cosas en
estos años, pero siempre he sabido que el
diseño era lo mío ―dijo ella, mirando por la
ventana con una mezcla de nostalgia y
orgullo en su voz.
―Y eres increíble en ello. Bueno, lo fuiste
desde que tu abuelo te regaló esa máquina
de coser, sabía que llegarías lejos ―le
respondí sin dudar, mis palabras llenas de
sinceridad.
Ella giró su rostro hacia mí, y nuestros ojos
se encontraron por un segundo más largo
de lo que esperaba. Había algo en su
mirada, algo que me hacía sentir como si el
tiempo se hubiera detenido, como si
fuéramos los mismos de antes, antes de
que la vida nos separara.
Ella desvió la mirada primero, su sonrisa
aún presente, pero un poco más reservada.
El trayecto al salón de fiestas continuó en
un silencio cómodo, interrumpido solo por
las indicaciones del GPS y algún
comentario ocasional sobre la música que
sonaba en la radio. No había necesidad de
llenar el silencio con palabras,
simplemente estar juntos, compartiendo
ese momento, era suficiente.
Cuando finalmente llegamos, estacioné el
auto cerca de la entrada, y antes de que
pudiera moverme, Aurora ya había
comenzado a salir del vehículo. Me
apresuré a rodear el auto para ayudarla,
pero ella ya estaba de pie, con su vestido
brillando bajo las luces.
Me quedé quieto por un momento,
observándola mientras ajustaba su cabello
y se preparaba para entrar. Había algo casi
irreal en su belleza, en cómo parecía atraer
toda la luz hacia sí misma, y por un
segundo, me sentí incapaz de moverme.
―¿Vienes? ―preguntó ella, su voz suave y
ligeramente ansiosa. Me sacó de mi
ensimismamiento y me obligó a reaccionar.
―Sí, claro ―dije acercándome a ella para
ofrecerle mi brazo.
Aurora lo tomó con una pequeña sonrisa, y
juntos caminamos hacia la entrada del
salón. Cada paso que daba a su lado me
llenaba de una mezcla de orgullo y
nerviosismo, como si estuviéramos en un
precipicio, a punto de dar un salto al vacío.
Pero por ahora, solo había luz, música, y la
promesa de una noche que, al menos en
ese momento, parecía estar llena de
posibilidades.
Al entrar, las miradas se posaron en
nosotros, algunos rostros conocidos
sonriendo con aprobación mientras otros
parecían intrigados, sin embargo, nadie
aquí estaba sorprendido por vernos juntos.
No podía evitar sentir una pequeña
punzada de orgullo al tenerla a mi lado,
como si en ese instante solo fuera mía.
Aurora soltó mi brazo para ajustar su bolso
y, cuando nuestras miradas se encontraron
de nuevo, estaba un poco evasiva. Era
como si estuviera decidida a disfrutar de
esta noche sin inconvenientes en medio,
sin mí en medio.
―Aurora, llegaste al fin. Sussy te necesita.
Su vestido se ve hermoso y ella ya nos
contó que tú lo hiciste, créeme que ahora
serás la persona más solicitada en toda
esta ciudad ―la mujer a su lado estaba
extasiada con Aurora, como yo. La agarró
por el brazo y comenzó a alejarla de mí,
otra vez se alejaba mi felicidad.
―Amigo, ¿qué está pasando aquí? ―Peter
se acercó a mi abrazándome por los
hombros y señalándome a mí y la chica que
seguía alejándose hasta perderse en la
multitud.
―Nada, estamos llevándonos mejor. Es
todo ―respondí, pero mi mente estaba
distraída, enfocada en por qué me miro
distante al separarnos.
―Si claro. ¿Ya sabe que te gusta? Se ven
muy bien juntos. Causaron más bullicio que
los novios.
―Ella no me gusta, sabes que somos
amigos desde siempre.
―¿Realmente te crees esa mentira? Por
dios, en el instituto nos prohibiste
acercarnos a ella.
―Quería protegerla, solo somos y seremos
amigos. Es todo.
―Bien, bien. ¿Entonces no te va a importar
que me acerque a ella ahora? ―me miró
con una ceja levantada, sabía que
intentaba jugar conmigo.
Claro que preferiría romperle la cara antes
de ver sus manos sobre ella, pero nadie
podía saber lo que sentía, no estábamos
juntos ni lo estaríamos.
―No hay problema, ella es libre ―mi
lengua se quemaba de solo decirlo. Peter
se rio pícaro y me dejó solo.
Todos comenzaron a tomar asiento en los
bancos frente al altar y yo seguí a los
demás padrinos detrás de la puerta de
entrada donde también estaba Max y las
damas de honor, entre ellas, Aurora.
Intenté caminar por la fila que ya habían
formado todos para hacer la entrada en
parejas. Antes de tomar mi lugar, Max me
tomó del brazo haciendo que me detenga.
―Oye, ya me dijeron que viniste con
Aurora. Era hora de que se den una
oportunidad amigo ―me sonrió victorioso y
me golpeo el pecho con suavidad como
orgullo.
―Solo la traje porque su taxi no llegaba, no
vinimos juntos. No estamos juntos ―no me
permití seguir con la conversación.
Su rostro decayó un poco y ahora si me
puse a dos hombres detrás de mi amigo y
al lado de una chica mucho más baja que
yo que me sonreía entusiasmada llevando
un ramo de flores.
Divisé a Aurora a dos chicas detrás de mí
con su brazo ya entrelazado en el de Peter.
Apreté mi mandíbula tan fuerte como mis
puños. Esto era mi culpa.
La música de ceremonia comenzó a sonar y
Max hizo su entrada hasta llegar frente al
altar, los seguimos los padrinos y damas de
honor. Tuve que entrelazar mi brazo al de
la mujer a mi lado y caminar con lentitud
hasta tomar mi lugar a la izquierda de Max.
Todos esperando la entrada de la novia,
cuando las puertas se abrieron ella
apareció sola caminando por el pasillo de
pétalos vistiendo un despampanante
vestido blanco con mangas y repleto de
encaje que caía como cascada.
Había causado buenas impresiones, era
muy bonito y sobre todo lo había hecho
Aurora, era su diseño y su confección.
Había creado algo majestuoso.
Mi mirada no se movió de ella que miraba
la escena de amor con anhelo y felicidad
mientras los novios sellaban su amor en un
beso luego de dar el ‘’Si’’.
La fiesta real había comenzado,
transcurriendo en una mezcla de risas,
bailes y conversaciones. Cada vez que
miraba a Aurora, ella parecía estar
disfrutando del momento, su rostro
iluminado y su sonrisa más genuina que
nunca. Y aunque no habíamos hablado
mucho desde que llegamos, cada
interacción entre nosotros estaba cargada
de una tensión que ambos intentábamos
ignorar.
Tuve que aguantar verla bailar con Peter,
reír y tontear. Percibí las miradas de mi
‘’amigo’’ hacia mi algunas veces. Estaba
ardiendo en celos, estaba inquieto por
interrumpir y llevármela. Cuando la música
acabó y ambos volvieron a la mesa, me batí
en una guerra de miradas con Peter que no
había bajado la guardia. Este maldito hijo
de puta estaba haciendo de mi noche una
tormentosa velada.
―¿Ya lo viste? ―me susurro Aurora que
estaba a mi lado.
―¿A quién? ―le pregunté confuso, ella
estaba tensa y nerviosa. Dirigí mis ojos en
la misma dirección que ella y allí lo vi,
Cody Adams.
Ese bastardo le había roto el corazón a
Aurora en el instituto, salieron juntos por
meses, ella estaba completamente cegada
por él, hasta el dia que descubrió la jugada
malvada que estaban tramando. Cody
apostó que podría enamorarla y llevarla a
la cama, él ganó la apuesta y también
varios huesos rotos gracias a Carson y yo.
Desde ese suceso Aurora y Lyn estuvieron
enemistadas para siempre, Lyn juró que no
participo ni conocía sobre la apuesta, pero
Aurora siempre estuvo segura de que ella
sabía. Siempre supe que Lyn no era una
muy buena persona, pero no quería creer
que fuera capaz de eso, aunque siempre le
creí a Aurora.
Desde entonces siempre encontraron algún
problema para odiarse.
Noté como Aurora se sentía intimidada, en
cuanto Cody la encontró con sus ojos no los
quitó de encima. Quería repetir esos
puñetazos ahora mismo.
La banda contratada siguió tocando más
música, lleve mis ojos a lo único que me
importaba, Aurora tratando de no pensar
en él mientras balbuceaba la letra de ‘’One
and Only’’ de Adele que comenzaba a
sonar.
Sin pensarlo un segundo, me puse de pie
repentinamente causando la mirada de
todos en el lugar. No me importaban, solo
ella me importaba. Le extendí la mano a
Aurora y me miró perpleja pero no dudó en
apoyar su delicada mano sobre la mía. Se
paró y la guie a la pista, aún tenía su
mirada atónita, yo debía actuar con
normalidad mientras mi corazón bombea
con desesperación.
Posicione mis manos en su cintura y las
suyas me rodearon el cuello. Cuando la vi
sentirse extraña bajo mi toque, la atraje
más a mi cuerpo con mis manos.
―Solo somos tu y yo ―le susurré para que
dejara de ver a su alrededor, ya no
importaba Cody, ni nadie.
Sus ojos no se despegaron de los míos,
temía que al estar así de cerca y tan
conectados, ella pudiera leerme, leer lo
que quería decirle hace tanto tiempo. Con
el tiempo su mirada se suavizó, comenzó a
sentirse más cómoda de tenerme cerca, era
todo lo que deseaba. Moviéndonos al ritmo
de la canción, sintiéndonos parte de ella.
La tenía en mis brazos, como tanto había
deseado. Sus ojos me pertenecían.
Moví mi pulgar para acariciar su piel
desnuda con delicadeza. No salían las
palabras de mí, sentí que probablemente
eso lo arruinaría, así que solo le sonreí con
cariño y agradecimiento. Ella me lo
devolvió con calidez y dulzura.
Cuando la canción terminó, nos vimos
forzados a separarnos y volver a la mesa,
pero no fue así. Su sonrisa cayó y me
miraba como si ya no supiera quien era yo,
estaba confundida y molesta.
La vi caminar con velocidad hasta la
terraza alejada del salón, la seguí sin
pensarlo, alejándonos del bullicio.
―Aurora… ―comencé, mi voz era más
seria de lo que esperaba.
Ella se giró hacia mí suspirando tratando
de mantener todo dentro de ella.
―Aurora, Sussy necesita tu ayuda para
cambiar la falda larga ―una de las damas
entró volviéndome a interrumpir.
Me dio una mirada fugaz de decepción
antes de dejarme allí con todas las
palabras en la boca, de nuevo.
Capítulo 23: Son mi familia
Aurora.
La boda había terminado, y el día siguiente
lo tomé para descansar mi mente, o tal vez
para seguir esclavizándola con
pensamientos sobre Archer. Recordé las
veces que hui cuando intentaba decirme
algo, las veces que mis miedos me
impidieron escuchar. Pero sabía lo que
quería, y no podía seguir negándolo.
Estaba molesta conmigo misma y también
con él, porque todo era muy difícil.
Me levanté de la cama con una pesadez
que no era solo física. La incertidumbre
sobre lo que sentía hacia Archer me
oprimía el pecho. Pero aún así, estaba lista
para afrontar el trabajo, para enfrentar lo
que fuera que el día tuviera para
ofrecerme. Me vestí rápidamente, apenas
sintiendo el frío del suelo bajo mis pies, y
bajé a la cocina solo para comer una
manzana. No tenía hambre, pero sabía que
necesitaba algo en el estómago.
Saliendo de casa, caminé por mi habitual
camino hacia el consultorio. Mis pasos
resonaban en las calles desiertas, y mi
mente estaba llena de pensamientos
contradictorios. Esperaba ver a Archer allí,
esperé ver su rostro, sus ojos suaves que
siempre me han transmitido una mezcla de
calma y tormento. Sentía que había algo
entre nosotros que estaba a punto de
estallar, pero no sabía si estaba lista para
enfrentarlo.
―Aurora ―oí una voz familiar detrás de mí.
Me detuve en seco y giré para encontrarme
con Demian. Sostenía un ramo de flores en
sus manos, y su expresión era seria, casi
solemne.
―Demian ―intenté saludarlo, pero mi voz
sonó más débil de lo que pretendía.
―Sé que pasó bastante tiempo ―dijo
dando un par de pasos hacia mí.
―Así es ―respondí, recordando cómo él no
volvió a llamar ni a buscarme después de
nuestra última conversación.
―Estuve demasiado ocupado en el trabajo.
Lo siento mucho, sé que quizás estas dolida
―continuó, extendiéndome las flores que
tomé con cierta duda.
Lo miré a los ojos, tratando de entender
qué era lo que realmente buscaba.
―No estoy dolida, tú eras libre de hacer lo
que quisieras. Solo estaba sorprendida, eso
ya no importa. Tú me caes bien, y quizás en
otro momento de mi vida me habría
aferrado a tenerte, pero ahora no es lo que
estoy buscando.
Sentí que mis palabras eran como un balde
de agua fría para él, pero sabía que tenía
que ser honesta. Le devolví las flores, y él
las tomó con una expresión confundida.
―Cuídate, ¿sí? ―añadí antes de seguir mi
camino.
Dejé a Demian atrás, sin mirar atrás. Su
presencia en mi vida se había desvanecido,
y el hecho de que me hubiera olvidado de
él durante tanto tiempo decía más de lo
que cualquier palabra podría expresar.
Al llegar al consultorio mi mirada solo
esperaba cruzarse con sus ojos verdes,
pero no fue así. No estaba esperando en la
recepción como de costumbre.
Tomé mi puesto sin darle demasiada
importancia, probablemente tenía bastante
trabajo en la oficina.
Al cabo de un rato, la puerta se abrió y sin
disimulación giré mi cabeza para verlo
salir, le sonreí instantáneamente, pero esa
sonrisa comenzó a desvanecerse cuando
Kirsty apareció detrás de él riendo de algo.
―Buen día, Aurora ―saludó el apenas
volteando a verme. Acompañó a Kirsty
hasta la salida.
―Buen día.
―Adiós, Aurora ―ella me saludó con la
mano y se saludaron con un beso en la
mejilla. Ambos sonriendo como idiotas.
Archer no volvió a mirarme, solo volvió a la
oficina acomodándose la corbata como si
nada hubiera pasado. Yo no sabía que había
pasado. No quería saberlo.
La sensación de incomodidad se instaló en
mi pecho al ver a Kirsty saliendo detrás de
Archer, riendo como si compartieran un
secreto que yo no conocía. La ligereza con
la que se saludaron, el beso en la mejilla y
las sonrisas cómplices, todo ello golpeó una
parte de mí que no había querido admitir
que existía.
Archer apenas me había mirado, y cuando
lo hizo, fue con una indiferencia que dolió
más de lo que quería reconocer. Kirsty, por
otro lado, parecía completamente cómoda,
como si tuviera derecho a estar allí, a
ocupar ese espacio que yo había imaginado
como nuestro.
Sentí una punzada de celos recorriéndome
como una corriente eléctrica. No era algo
que quería sentir, no en ese momento y no
por Archer, pero no podía evitarlo. La risa
de Kirsty aún resonaba en mis oídos, y el
hecho de que él se hubiera marchado sin
más.
Intenté distraerme con el trabajo, pero
cada vez que levantaba la cabeza, mi
mente volvía a esa escena. ¿Qué hacían
juntos? ¿Por qué se reían así? Kirsty no
había mencionado que vendría, y Archer no
solía mostrar tanta familiaridad con los
visitantes del consultorio. Todo esto me
hacía pensar en lo poco que realmente
sabía de la vida de Archer fuera de este
lugar. Quizás estaba siendo irracional, pero
la idea de que pudieran haber compartido
algo más que una simple charla me
atormentaba.
¿Por qué te importa tanto? Me pregunté a
mí misma mientras trataba de
concentrarme en los expedientes que tenía
frente a mí. Era una pregunta que no
quería responder, pero que sabía que tenía
que enfrentar tarde o temprano.
El consultorio estaba relativamente
tranquilo esa mañana, lo que normalmente
habría sido un alivio, pero hoy solo dejaba
más espacio para que mis pensamientos
me dominaran. Mi mente continuaba
repitiendo la misma escena, buscando
cualquier detalle que pudiera interpretar,
cualquier indicio de que había algo entre
ellos que no había querido ver.
¿Y si se ven a menudo? ¿Y si hay algo más?
eso resonaba en mi cabeza, y aunque sabía
que no tenía derecho a sentirme así, no
podía reprimirlo.
El resto de la mañana pasó en un borrón de
pensamientos y emociones, ninguno de los
cuales me hacía sentir mejor. Cada vez que
la puerta de la oficina de Archer se abría,
mi corazón se aceleraba con la esperanza
de que saliera, que me mirara, que me
diera alguna señal de lo que estaba
ocurriendo. Pero él no salió, y yo no me
atreví a ir a buscarlo.
Finalmente, cerca del mediodía, la tensión
se volvió insoportable. No podía seguir así,
no con la incertidumbre devorándome por
dentro. Decidí tomar un descanso, salir un
momento para despejar mi mente y tal vez
encontrar algo de claridad.
Cuando me levanté para salir, vi que la
puerta de la oficina de Archer se abría de
nuevo. Esta vez, su expresión no era la
indiferencia que había mostrado antes, sino
algo más cerrado, como si estuviera
lidiando con sus propios demonios.
Nuestras miradas se cruzaron brevemente,
y por un momento pensé en decirle algo,
cualquier cosa, para romper la barrera que
sentía entre nosotros. Pero las palabras no
salieron, y él solo asintió con la cabeza
antes de continuar su camino hacia la
recepción.
¿Qué está pasando?, pensé mientras lo veía
alejarse. Estaba claro que algo lo tenía
preocupado, pero no sabía qué. Y la
presencia de Kirsty no ayudaba a calmar
mis inquietudes.
Salí a la calle, inhalando el aire frío que me
golpeó como un balde de agua helada.
Necesitaba pensar, necesitaba aclarar lo
que estaba sintiendo, pero todo lo que
podía hacer era repetir las mismas
preguntas sin obtener ninguna respuesta.
Al regresar aún más inquieta que antes, me
ocupe de mis labores sin dejar lugar a más
cosas en mi mente.
El tiempo pasó lento, y el consultorio
comenzó a vaciarse a medida que los
pacientes terminaban sus citas. Sabía que
el momento se acercaba, pero la idea de
confrontar a Archer me tenía en un estado
de ansiedad que apenas podía controlar.
Finalmente, cuando el último paciente se
fue, respiré hondo y decidí que ya no podía
esperar más. Me dirigí a la oficina de
Archer, mi corazón latiendo con fuerza en
mi pecho, pero justo cuando iba a abrir la
puerta, esta se abrió de golpe y Archer
salió corriendo, con una expresión de
pánico en su rostro.
―¿Qué ocurre? ―pregunté alarmada.
―Es Birdie ―respondió, su voz cargada de
desesperación―. Algo pasó, debo ir al
hospital.
Mi mente se quedó en blanco por un
segundo, antes de que la realidad me
golpeara con toda su fuerza. Birdie, la
pequeña Birdie, estaba en peligro, y todo lo
demás dejó de importar en ese instante.
―Voy contigo ―dije sin dudarlo, siguiendo
a Archer mientras salía corriendo del
consultorio.
Salimos del consultorio a toda prisa, y
mientras corríamos hacia el coche de
Archer, sentí como si el mundo a nuestro
alrededor se estuviera derrumbando. El
silencio en el coche era ensordecedor, y
aunque quería decir algo para tranquilizar
a Archer, no encontraba las palabras
adecuadas. Sabía lo mucho que Birdie
significaba para él, y el miedo estaba
claramente escrito en su rostro.
Llegamos al hospital en un abrir y cerrar
de ojos, y Archer prácticamente saltó del
coche antes de que este se detuviera por
completo. Lo seguí, tratando de
mantenerme a su lado mientras corría
hacia la recepción, preguntando
desesperadamente por su hija.
Nos dirigieron a la sala de emergencias,
donde un doctor nos estaba esperando. Su
expresión era seria, pero no alarmante, lo
que me dio un pequeño alivio.
―Birdie tuvo una apendicitis aguda
―explicó el doctor, mirando a Archer con
comprensión―. Ya está en cirugía, y los
cirujanos son muy buenos. Todo debería
salir bien, pero necesitaremos un par de
horas para asegurarnos de que la
operación sea un éxito.
El alivio que sentí fue tan abrumador que
casi me caigo. Archer, en cambio, parecía
petrificado, sus manos temblando
ligeramente mientras procesaba la
información.
―¿Puedo verla? ―preguntó con voz
entrecortada.
―No hasta que salga de la cirugía
―respondió el doctor suavemente―. Pero
pueden esperar en la sala de familiares.
Les avisaremos tan pronto como tengamos
noticias.
Nos dirigimos a la sala de espera, donde
nos sentamos frente a frente en silencio.
No sabía qué decir, no sabía cómo consolar
a Archer en ese momento, pero debía
hacerlo. Ahora el me necesitaba a mí. Me
moví de asiento al que estaba más cerca
suyo, coloqué mi mano sobre la suya en
gesto de apoyo y el no dudo en apretarla
suavemente, como si necesitara esa
conexión para no desmoronarse.
Los minutos pasaban con lentitud, y el
silencio en la sala de espera era casi
insoportable. Podía sentir el miedo y la
preocupación de Archer como si fueran
míos.
Finalmente, después de lo que parecieron
horas, el doctor apareció en la puerta.
Archer se levantó de un salto, y yo lo seguí,
mi corazón latiendo con fuerza en mi
pecho. Aun con mi mano entre las suyas,
ahora presionándola un poco más sin darse
cuenta, estaba muy asustado.
―La cirugía fue un éxito ―anunció el
doctor con una pequeña sonrisa―. Birdie
estará bien. Necesitará descansar y
recuperarse, pero está fuera de peligro.
La sonrisa de alivio que se dibujó en el
rostro de Archer fue una de las cosas más
hermosas que había visto en mucho
tiempo. Sentí una ola de emociones
mezcladas, pero sobre todo una profunda
gratitud. Birdie estaba bien, y eso era lo
único que importaba.
Archer se giró hacia mí, sus ojos brillando
con una mezcla de alivio y gratitud. No
tardó en sujetarme en sus brazos, nos
aferramos uno al otro como consuelo.
―Ya lo escuchaste. Ella estará bien, muy
pronto ―le susurré para que no dejara de
creerlo.
―Gracias por estar aquí ―si soltó mi
cuerpo, pero no mi mano.
―Son mi familia, ¿Cómo podría no estar
aquí?
Pasamos toda la noche en la sala de
espera, aquí estaría para Archer aunque
me había suplicado que me fuera a
descansar. Bebimos algunas tazas de café y
simplemente esperamos a la pequeña
Birdie.
Capítulo 24: Una oportunidad
Archer.
Aurora me relevó forzosamente de la
habitación de Birdie para que yo pudiera
refrescarme y cambiarme la ropa en casa.
El doctor dijo que todo estaba yendo bien y
podríamos volver a casa hoy, nada me daba
más alivio que traer a mi hija a casa a
salvo.
No sabía si hubiera podido mantener la
calma sin Aurora allí, sin su ayuda con
Birdie, su atención a las cosas y su
preocupación en mi hija.
Me apresuré para volver al hospital, no
quería estar en casa sin mi hija, no volvería
hasta que no fuera con ella.
Al llegar hasta la habitación donde aún la
mantenían en observación, mi corazón se
ablando por completo al ver a Aurora
abrazando a Birdie mientras descansaban
en la camilla juntas. Sabía lo cansadas que
estaban, todos lo estábamos.
Se me escapó una sonrisa emocional, la
escena me conmovía demasiado.
Birdie no paraba de preguntar o hablar
sobre Aurora ni un segundo. Aurora había
tratado a Birdie con tanta dulzura y
cercanía desde el primer día, aun sin saber
que era mi hija. Se querían muchísimo y
nada me hacía más feliz que compartir el
amor por esa pequeña niña.
No quise despertarlas así que cerré la
puerta y me quedé afuera. Mi mente estuvo
cegada desde que me enteré que Birdie
estaba en el hospital, no había tenido
tiempo de ver que Kirsty había llamado.
Mierda.
―Hola, extraño ―respondió ella en la
línea.
―Hola, lo siento muchísimo. Ayer operaron
a Birdie por apendicitis. No tuve tiempo de
avisarte para que le avisaras a tu hermano
―dije pasándome una mano por el cabello
con frustración.
―Oh Archer. ¿Como esta ella?
―Ya está bien, probablemente volveremos
a casa hoy.
―Me alegra muchísimo. Descuida, le diré a
mi hermano que te contacte en algunas
semanas. Necesitas tiempo para ella ahora.
―No, por favor. No quiero que me roben la
propiedad. Estoy listo para firmar, estaré
en casa pronto.
―Está bien, se lo dire.
―Gracias Kirsty.
Nos despedimos y corté. Tenía suerte de
conocerla y que su hermano me haya
podido reservar una nueva propiedad que
había estado anhelando.
Estuve días contactando diseñadores de
interiores y constructores. El lugar
necesitaba trabajo, pero cuando estuviera
listo se vería precioso.
Caminé a la cafetería y compré un café
para mí y otro para Aurora. Probablemente
algún doctor debía pasar a revisar a mi hija
por última vez antes de dejarnos ir.
Al volver a la habitación, aun se
encontraban unidas, pero debía romper la
imagen. Dejé el café en la mesa y toqué el
hombro de Aurora con suavidad hasta que
despertó somnolienta.
―Siento despertarte, pero el doctor llegara
enseguida. Te traje café ―le dije mientras
ella se paraba cuidadosamente para no
despertar a Birdie. Aceptó el café con
gusto y como había dicho, el doctor entró
en el momento que mi hija comenzó a
espabilar.
Todos los exámenes habían salido bien, ya
podíamos volver a casa.
Llevé a mi hija hasta el auto, estaba mucho
mejor, pero aun cansada. Me obligó a
comprarle tres osos de peluche antes de
volver.
Aurora subió de copiloto y así comencé a
conducir hasta nuestro hogar. El peso en
mi pecho había desaparecido, saber que mi
hija está bien es lo único que me
interesaba.
Al llegar yo bajé a Birdie y Aurora me
ayudó a llevar sus cosas arriba.
La observé mientras ella, con delicadeza,
acomodaba los osos de peluche. Su sonrisa
dulce y paciente mientras ordenaba cada
peluche me llenaba de una calidez que no
había sentido en mucho tiempo. Mi hija ya
estaba en su cama, envuelta en sus mantas
favoritas, y verla descansar me trajo un
alivio indescriptible después de lo que
habíamos pasado.
Justo cuando pensé que finalmente
podríamos relajarnos, el timbre de la casa
sonó. Me volví hacia Aurora, que seguía
enfocada en los peluches.
—Aurora, ¿podrías quedarte con Birdie un
segundo más? Voy a ver quién es.
—Claro —respondió ella sin dudar,
mostrándome esa calidez que tanto
necesitaba.
Bajé las escaleras y al abrir la puerta,
encontré a Kirsty con una carpeta en la
mano y su sonrisa amigable iluminando el
umbral.
—Arch, traje los papeles —dijo,
extendiéndome la carpeta. Hice que pasara
y nos sentamos en la mesa de la cocina. No
quería que Aurora nos oyera.
—Gracias por venir y hacer esto por mí,
aunque no sea tu trabajo —le dije mientras
leía los papeles.
—No hay de que. Se que estarás pasando
un mal momento con lo de Birdie. Me
alegra ayudarte en algo —le sonreí en
agradecimiento y firmé los papeles.
—Bueno, felicidades, eres oficialmente el
dueño —ella me abrazó y se lo correspondí
con gusto—. Ya quiero ver la remodelación.
En ese momento Aurora entro a la cocina
con la mirada en sus pies hasta que sus
ojos se cruzaron con los míos y solté
lentamente a Kirsty. Su expresión cambió
en un segundo, de neutral a algo más frío,
sus ojos se oscurecieron con una chispa
que solo podía interpretar como celos. Mi
corazón dio un vuelco al ver esa reacción.
Era la primera vez que veía algo tan
tangible en sus ojos.
—Oh, lo siento. No sabía que eras tú. Hola
Kirsty —Aurora se puso extremadamente
nerviosa sin saber si volver a dejarnos
solos o hacer lo que venía a hacer.
—Hola Aurora, tampoco sabía que estabas
aquí. Es un gusto verte —Kirsty le sonrió
dulcemente y Aurora intentó imitarla, pero
esa dulzura no llegó a su rostro.
—Yo solo venía a buscar agua. Birdie tiene
la boca seca —dijo apresurándose a servir
un vaso de agua.
—Bueno, yo ya debo irme.
—Claro, déjame acompañarte —le dije
colocando una mano en su espalda para
guiarla por el camino que ya conocía, pero
algo en Aurora con Kirsty aquí había
cambiado y estaba dispuesto a jugar con
ella para descubrirlo.
—Dale mis saludos a Birdie. Adiós Arch —
saludó Kirsty aun sonriendo de oreja a
oreja.
—Muchas gracias de nuevo y adiós —cerré
la puerta cuando ella se alejó y al voltear
Aurora estaba parada mirándome
seriamente, había un rastro de enojo en
ella.
—Aurora, ¿estás bien? —pregunté,
fingiendo inocencia mientras me acercaba
a ella. Estaba haciendo todo mi esfuerzo
por reprimir una sonrisa. Sus mejillas se
ruborizaron.
Ella me miró, sus ojos revelando una
mezcla de emociones que estaba segura
intentaba ocultar.
—Sí, todo bien —respondió, pero su tono
me dijo lo contrario. Quería parecer
normal, pero desafortunadamente la
conocía muy bien. Estaba celosa.
—Gracias por quedarte con Birdie un
momento más. No sé qué haría sin ti —
añadí, esperando ver si eso la desarmaba
un poco.
Ella asintió, pero aún noté esa chispa de
celos, ese destello de algo que no podía
ignorar. ¿Era posible que finalmente
estuviera viendo lo que había esperado
tanto tiempo? Decidí no presionarla más,
no en ese momento, pero la semilla ya
estaba plantada. Quería saber hasta dónde
llegarían esos sentimientos, si realmente
había algo más profundo entre nosotros,
algo más que solo amistad y pasado
compartido.
—Ya me voy, debo hacer algunas cosas.
Dile a Birdie que la visitaré pronto. Ya
bebió agua y volvió a dormirse —tomó su
bolso sobre el sofá y camino hasta la
puerta—. Adiós Arch —se despidió diciendo
‘’Arch’’ con repulsión mientras volteaba
sus ojos con desprecio burlándose de
Kirsty.
La puerta se cerró detrás de Aurora, y me
quedé allí, con una sonrisa que no podía
contener. ¿Aurora Clemonte, celosa? Era
casi increíble, pero esa chispa en sus ojos
no mentía. Había esperado tanto tiempo
para ver alguna señal de que tal vez, solo
tal vez, ella sentía algo por mí. Ahora, con
solo una pequeña interacción con Kirsty,
había visto un destello de lo que había
estado buscando.
Me apoyé en la mesa, reflexionando sobre
lo que acababa de ocurrir. Aurora no era
del tipo de persona que mostraba sus
emociones fácilmente, especialmente
cuando se trataba de algo tan delicado
como los celos. Pero hoy, por primera vez,
había dejado entrever algo más profundo.
El pensamiento de que Aurora podría estar
sintiendo celos, de que quizás le importara
más de lo que estaba dispuesta a admitir,
me llenaba de una satisfacción que no
había sentido en mucho tiempo. Claro, no
quería verla incómoda, pero no podía negar
que había algo deliciosamente revelador en
ello.
Me dirigí a la ventana de la sala,
observando cómo se alejaba. Había algo en
su manera de caminar, algo en la tensión
de sus hombros, que me decía que no
estaba tan tranquila como intentaba
aparentar. Y ese conocimiento me daba una
pequeña ventaja, una que no pensaba
desperdiciar.
Decidí dejar que las cosas fluyeran por un
tiempo. Aurora era tan orgullosa y fuerte
que presionarla demasiado pronto podría
hacerla retroceder. Pero ahora sabía que
existía esa posibilidad, que había algo en
ella que reaccionaba ante la idea de que yo
estuviera cerca de otra mujer.
El ruido de Birdie moviéndose en su cama
me sacó de mis pensamientos. Subí las
escaleras de dos en dos y la encontré ya
despierta, con su oso de peluche nuevo
apretado contra su pecho. Su carita,
aunque aún un poco pálida, mostraba una
expresión de alivio al verme.
—Papá… —murmuró, con esa voz suave
que siempre derretía mi corazón.
—Aquí estoy, cariño —le dije, sentándome a
su lado y acariciando su cabello—. ¿Cómo
te sientes?
—Mejor —susurró, acurrucándose más en
las mantas—. ¿Dónde está Aurora?
—Tuvo que irse a casa, pero prometió venir
a verte pronto —le respondí con una
sonrisa tranquilizadora. Birdie asintió, pero
pude ver que deseaba que Aurora estuviera
allí. No la culpaba, Aurora tenía esa forma
de hacer que todo pareciera un poco más
fácil, un poco más soportable. Yo también
deseaba que estuviera aquí.
Después de un rato, Birdie volvió a
dormirse, y yo me quedé sentado allí,
observando cómo su respiración se
estabilizaba. La paz que sentía al verla
descansar me recordó cuán agradecido
estaba por todo lo que había ocurrido. A
pesar del miedo y la preocupación, todo
había salido bien. Mi hija estaba bien, y
Aurora... Aurora me había mostrado un
lado de ella que nunca había visto.
A medida que la noche avanzaba y la casa
se llenaba de silencio, no pude evitar
pensar en lo que podría suceder a
continuación. Había plantado una semilla,
y ahora solo quedaba esperar a ver cómo
crecía. Quizás, con un poco de tiempo y
paciencia, finalmente podría descubrir si
Aurora sentía lo mismo que yo, si había
algo más entre nosotros que simplemente
un pasado compartido y una amistad que
había durado años.
Mientras cerraba la puerta de la habitación
de Birdie y me dirigía a mi propia cama,
una cosa estaba clara: no iba a dejar pasar
esta oportunidad. Aurora había mostrado
su mano, aunque fuera solo un poco, y yo
estaba más que dispuesto a seguir jugando.
Porque en el fondo, sabía que ambos
merecíamos algo más que lo que habíamos
tenido hasta ahora. Y tal vez, solo tal vez,
el destino nos estaba dando una
oportunidad.

Capítulo 25: Debía vivir con mis


decisiones
Aurora.
Estaba cansada de los hombres, luego de
pasar la noche enfadada con Archer por
estar saliendo con Kirsty sin decírmelo.
Antes de ir al trabajo hoy compré helado de
frutas para la pequeña Birdie, deslactosado
sin azúcar. No estaba segura de que sabría
bien, pero sé que le causaría ilusión.
Salí de casa y caminé unos cuantos pasos
hasta su casa. Toqué la puerta y él no tardó
en abrirme, reprimí todas mis emociones
cuando lo vi delante de mí sin camiseta,
solo traía unos clásicos pantalones de
trabajo. Su cabello mojado caía sobre su
frente, no era su peinado, pero aun así le
quedaba bien, su aroma recorrió mis fosas
nasales sin permiso.
―Aurora ―él me sonrió sorprendido.
―Hola ―contesté indiferente―. Solo vengo
a ver a Birdie ―pasé a su lado sin más. Él
tampoco preguntaba antes de entrar a mi
casa.
Subí las escaleras y toqué la puerta de la
pequeña antes de entrar, al abrirla ella
estaba en cama aún acobijada.
―Hola, pequeña ―me acerqué y le di un
beso en la frente.
―Hola Aurora, te extrañé ―dijo ella a lo
que sonreí con dulzura, no nos veíamos
hace tal vez doce horas.
―Y yo a ti cariño. Te traje helado,
descuida, este si lo puedes comer. Aunque
no puedo cerciorarme de que sea rico ―le
susurré mientras dejaba el bote en su mesa
de noche.
―Gracias Aurora, me lo comeré enseguida
―me senté en el borde de su cama y le
acomodé un mechón de cabello.
―¿Cómo te sientes? ―le pregunté con
sinceridad, se veía aún mejor que ayer.
―Me siento de maravilla, ya le dije a papá
que podría ir a la escuela mañana.
―Y yo te dije que no sucederá. Tal vez la
próxima semana, cielo ―Archer habló
detrás de mí, haciéndome sobresaltar.
Ahora si llevaba camiseta y estaba
recostado en el umbral de la puerta.
―Está bien ―ella se resignó con una
mueca y yo sonreí.
―Bueno ya debo irme, pero volveré,
pequeña ―le dije volviendo a darle un
suave beso en la frente.
―Está bien, aquí te esperaré, encerrada en
prisión ―fingió dramatismo y yo me reí de
la pequeña artista.
Archer me siguió por el camino hasta la
entrada.
―Espera ―el detuvo la puerta para que
aún no pudiera salir. Me di la vuelta para
mirarlo y parecía resignado.
—¿Qué sucede? —le pregunté, intentando
mantener la compostura mientras lo
miraba.
Sabía que no podía permitirme dejar que
mis emociones me traicionaran, no delante
de él.
Archer me observó por un momento, como
si estuviera tratando de descifrar algo en
mi rostro. La tensión entre nosotros era
palpable, y aunque intentaba actuar con
indiferencia, sentía cómo mi corazón latía
más rápido bajo su mirada.
—Sé que algo te molesta —dijo finalmente,
con un tono suave pero firme—. Aurora, no
tienes que ocultarlo. Si hay algo que
necesites decir, hazlo.
Quise soltar una risa sarcástica, pero me
contuve. ¿Decirle lo que realmente
pensaba? ¿Decirle que estaba celosa de
Kirsty? Que me dolía más de lo que debería
porque, en el fondo, sentía algo por él. No,
no podía hacerlo. Jamás me lo permitiría.
—No es nada, Archer —respondí,
sacudiendo la cabeza—. Sólo estoy
cansada, eso es todo.
—¿Cansada de qué? —insistió, dando un
paso más cerca de mí. Su cercanía me
desestabilizó un poco, pero me mantuve
firme.
—De todo —dije, soltando un suspiro
mientras desviaba la mirada—. De...
muchas cosas. No es algo que tenga que
ver contigo.
Era una mentira a medias, y ambos lo
sabíamos. Pero no estaba preparada para
tener esa conversación, no cuando todo
dentro de mí era un torbellino de
emociones que no sabía cómo manejar.
—Aurora... —su voz se suavizó.
—De verdad, Archer, no es nada —insistí,
alzando una mano como si eso pudiera
detener lo que sea que estuviera a punto
de decir—. Birdie está bien, eso es lo único
que importa ahora.
Él se detuvo, y por un segundo, pensé que
iba a presionar más. Pero, en lugar de eso,
asintió lentamente, aceptando mi
respuesta, aunque claramente no estaba
convencido.
—Está bien —dijo al final, su tono
volviendo a ser neutral—. Pero si alguna
vez necesitas hablar, ya sabes que siempre
estaré aquí.
No supe cómo responder a eso, así que
simplemente asentí, sintiendo cómo la
incomodidad crecía entre nosotros. Quería
irme, necesitaba salir de esa casa antes de
que algo más se dijera.
Di un paso hacia la puerta, esperando que
me dejara ir sin más preguntas. Pero justo
cuando pensaba que lo había logrado, lo
escuché hablar de nuevo, con un tono que
era mitad serio, mitad bromista.
—¿De verdad crees que Kirsty y yo estamos
juntos? —su pregunta me tomó por
sorpresa, y mi corazón dio un vuelco.
Me detuve en seco, sin atreverme a
girarme para mirarlo. No podía creer que
me hubiera descubierto tan fácilmente, y
me maldije internamente por haber dejado
que mis emociones se traslucieran más de
lo que había querido.
—No sé de qué hablas —mentí, intentando
sonar indiferente, pero mi voz tembló
ligeramente, traicionándome.
—Aurora... —su tono era suave, pero había
una firmeza subyacente que me hizo sentir
como si estuviera siendo arrinconada—. Sé
que lo crees, lo vi en tus ojos cuando
bajaste a la cocina ayer.
Cerré los ojos, intentando controlar la
oleada de emociones que amenazaba con
desbordarse. No quería tener esta
conversación, no quería enfrentar lo que
realmente sentía. Pero ahí estaba, en
medio de todo, obligándome a confrontarlo.
—Y si lo creyera, ¿qué? —solté finalmente,
girándome para mirarlo. Había un desafío
en mi voz, una última defensa que estaba
levantando para protegerme.
Archer me miró, sus ojos buscando los míos
como si intentara leer algo más profundo
en mi expresión. Finalmente, suspiró,
relajando sus hombros.
—Entonces te diría que estás equivocada —
dijo con una honestidad que me desarmó
por completo.
Lo miré en silencio, tratando de procesar lo
que acababa de decir. Parte de mí quería
creerle, pero la otra parte, la que había
estado herida y llena de dudas, no estaba
segura de cómo hacerlo.
—Pero eso no cambia lo que realmente
importa —añadió, dando un paso más cerca
de mí—. Lo que realmente importa es por
qué te importa tanto a ti.
Sentí como si el suelo se moviera bajo mis
pies. Sabía a dónde iba con esto, y no
estaba preparada para seguir ese camino.
—Me importa porque también eres mi
amigo y… yo solo quiero lo mejor para ti,
para Birdie. Mereces encontrar tu felicidad
—deseaba ser yo, deseaba ser su felicidad.
Pero de mi boca no salió eso—. Espero que
esa felicidad la encuentres con Kirsty.
—Bien, tal vez tengas razón —dijo seco,
indiferente y tenso. No era lo que él
esperaba, su rostro cayó y me sentí muy
mal.
—Bueno. Nos vemos luego, Archer —
murmuré, necesitando salir de allí antes de
que todo se volviera aún más confuso.
Salí de su casa, sintiendo el peso de sus
palabras sobre mis hombros. Le había
dejado el camino despejado para que se
fuera con ella, yo había causado que mis
propias lagrimas salgan sin aviso rodeando
mis mejillas, las sequé instantáneamente
mientras caminaba al trabajo.
Me sentía tan idiota, tan cobarde e ilusa.
Llegué al consultorio, intentando dejar
atrás lo que había pasado en casa de
Archer. Necesitaba concentrarme en el
trabajo, alejar esos pensamientos que me
seguían como una sombra. Al entrar, noté
que su auto ya estaba estacionado afuera,
lo que significaba que había llegado antes
que yo, como siempre. Pero cuando crucé
la puerta del consultorio, no estaba en su
escritorio ni en la sala de espera.
Tomé aire y me dirigí a mi puesto,
colocando mis cosas en su lugar. Tal vez
estaba en el baño. No le di mayor
importancia y me concentré en organizar
los archivos que tenía pendientes.
Minutos después, lo vi entrar al consultorio
con una sonrisa algo forzada en el rostro,
sosteniendo una pequeña caja en la mano.
Me miró directamente, y supe que lo que
fuera que iba a decirme no me iba a gustar.
—Kirsty me pidió que te trajera esto. Son
galletas de vainilla, pensé que te gustaría.
Mi corazón se detuvo por un momento. No
sabía si estaba más dolida por el hecho de
que había aceptado algo de ella o porque,
de alguna manera, esta caja de galletas
parecía sellar algo entre ellos que no podía
ignorar.
—Gracias —murmuré, tomando la caja con
una sonrisa que no alcanzó mis ojos—.
Seguro están deliciosas.
Archer asintió, y por un momento, todo
pareció normal, como si esa pequeña
interacción fuera solo una cortesía entre
amigos. Pero luego, lo soltó, sin previo
aviso, como si estuviera lanzando una
bomba en medio de la sala.
—De camino a aquí pensé mejor lo que
dijiste, Aurora —su tono era serio, y pude
ver la tensión en sus ojos—. Tienes razón.
Tal vez debería darle una oportunidad a
Kirsty.
Sentí como si todo el aire se me escapara
del pecho. Sabía que algo así podría pasar,
pero escucharlo decirlo en voz alta me
golpeó de una manera que no estaba
preparada para manejar.
—Oh, ya veo —respondí, intentando sonar
casual, como si eso no significara nada
para mí—. Bueno, me alegra que lo hayas
decidido.
Él me miró con una expresión que no pude
descifrar del todo, como si estuviera
esperando algo de mí, alguna reacción que
no llegó. Sentí la necesidad de huir, de salir
de esa situación que se estaba volviendo
insoportable, pero me mantuve firme en mi
lugar, mostrando una calma que estaba
lejos de ser real.
—En realidad, ya la invité a salir este fin de
semana —continuó, y su voz tenía un toque
de orgullo que me lastimó más de lo que
podía admitir—. Vamos a cenar el sábado.
—Eso suena genial —dije, esforzándome
por mantener la compostura, aunque por
dentro todo estaba cayéndose a pedazos—.
Estoy segura de que lo pasarán bien.
Archer asintió, como si no notara la lucha
interna que estaba enfrentando en ese
momento. O tal vez lo notaba y
simplemente estaba esperando a ver si lo
admitiría. Pero no iba a hacerlo. No podía
darle el poder de saber cuánto me afectaba
todo esto.
—De hecho, quería pedirte un favor —dijo,
cambiando de tema tan rápidamente que
me tomó por sorpresa—. ¿Podrías cuidar a
Birdie ese día? Preferiría que se quedara
contigo que con una niñera. Sé que a ella
le encantaría pasar tiempo contigo, pero si
no puedes lo entiendo perfectamente.
El golpe final. No solo iba a salir con Kirsty,
sino que me estaba pidiendo que cuidara a
su hija mientras él lo hacía. Pero no podía
decir que no, no cuando Birdie estaba
involucrada.
—Claro, no hay problema —respondí,
fingiendo una sonrisa que apenas lograba
ocultar el dolor—. Me encantaría pasar
tiempo con Birdie. Nos divertiremos
mucho.
Él me agradeció, y aunque intenté
mantener la fachada, sentí cómo mi mundo
interior se desmoronaba poco a poco.
Mientras él hablaba sobre los detalles, yo
asentía y hacía todo lo posible por
aparentar normalidad. Sin embargo, por
dentro, la batalla entre lo que sentía y lo
que mostraba era devastadora.
Cuando finalmente se fue a continuar con
su trabajo, me quedé sola en la sala, con la
caja de galletas en las manos y una
sensación de vacío en el pecho. No podía
evitar pensar en lo que podría haber sido,
en lo que había perdido incluso antes de
haberlo tenido. Sabía que tenía que seguir
adelante, mantener mi profesionalismo y
seguir con mi día, pero la verdad era que
estaba rota por dentro.
Guardé la caja en el cajón de mi escritorio,
sin la menor intención de probar una sola
galleta. No quería nada que viniera de ella
ahora, ni siquiera un dulce recuerdo que
pudiera tener un sabor amargo en mi boca.
Intenté centrarme en mi trabajo, pero cada
segundo que pasaba, sentía que la realidad
de lo que había sucedido me pesaba más y
más.
Me repetía a mí misma que lo había hecho
bien, que había tomado la decisión correcta
al apartarme, al no dejar que mis
emociones nublaran mi juicio. Pero al
mismo tiempo, no podía evitar
preguntarme si esa decisión me había
costado más de lo que estaba dispuesta a
admitir.
El resto del día pasó en una especie de
neblina, con la rutina diaria del consultorio
manteniéndome ocupada, pero mi mente
seguía regresando a esa conversación, a
esa decisión.
Al final del día, cuando finalmente me
permití respirar y enfrentarme a lo que
sentía, supe que tendría que encontrar una
manera de seguir adelante, de aceptar lo
que había pasado y seguir con mi vida.
Debía vivir con mis decisiones, viéndolos
juntos.
Capítulo 26: Ya no hay tiempo
Archer
Me desperté más temprano de lo habitual,
mientras Birdie ya comenzaba a volver a su
rutina de ir al colegio, aún me preocupaba,
pero sabía que estaría bien.
Conduje hasta el consultorio y al estacionar
enfrente, entré al local de al lado, mi nueva
propiedad.
Un salón lo bastante grande, dos
ventanales rectangulares al frente y una
puerta igual de grande como entrada.
Dentro era lo suficientemente espacioso,
tenía un baño, una pequeña cocina y dos
habitaciones más, una más pequeña que
otra. Estaba en muy buenas condiciones,
pero aun así necesitaba algunos arreglos.
Comencé con tapar esos ventanales y
puerta con papeles negros, quité el letrero
de vendido y limpié el polvoroso piso.
Me senté en una silla abandonada del lugar
y en la carpeta que traje comencé a dibujar
algunas cosas que me gustarían añadir o
cambiar, tenía muchas ideas.
En mi mente este lugar se terminaría
viendo maravilloso, no podía esperar más.
Hice algunas llamadas para coordinar
horarios con unos proveedores de
decoración y muebles, pintores y un
constructor que podría reparar algunas
fallas.
Salí de allí antes de que se hiciera la hora
de abrir mi consultorio y entré esperando a
Aurora, no estaba seguro de que lo que
hice estuvo bien.
No invite a Kirsty a salir, sé que ella diría
que sí, pero no quería jugar con sus
sentimientos.
El sábado saldría de casa dejando a Birdie
al cuidado de Aurora y tal vez pasaría por
un bar algunas horas o tal vez con Max, no
tenía intenciones de tener citas con nadie
que no sea Aurora, no lo quería.
Me sentía mal por hacerle eso, pero quería
estar seguro de que dentro de ella hubiera
algo, que sintiera algo por mí. Tal vez luego
del sábado le diga que las cosas no
funcionaron, no quería que se alejara de mi
por una farsa.
Vi a Aurora entrar tan impecable como
siempre. Llevaba un traje negro que le
quedaba perfecto, con una falda que caía
justo por debajo de las rodillas y una blusa
con cuello alto que resaltaba su elegancia
natural. Su abrigo verdoso oscuro
completaba el conjunto. Aunque jamás se
maquillaba en exceso, siempre me gustó
ese labial rosa apagado que usaba, el toque
justo de color que hacía que su rostro
brillara de una manera única.
—Buen día.
—Buen día —noté que su tono era un poco
más indiferente de lo habitual. Aun así, me
dedicó una sonrisa amable, aunque más
formal de lo que estaba acostumbrado.
Viendo que se dirigía a su puesto, decidí ir
a la pequeña cocina para prepararme un
café. Necesitaba algo que me distrajera de
lo que estaba pasando por mi cabeza.
Mientras el café se preparaba, escuché la
puerta abrirse de nuevo. Me asomé y vi a
Peter entrando, con esa sonrisa descarada
que sabía que traería problemas.
—Buenos días para ambos —se apoyó en el
escritorio de Aurora sin ningún tipo de
vergüenza, mirándola con esa chispa en los
ojos que tanto me irritaba. No pude evitar
sentir un nudo en el estómago.
Aunque sus ojos recorrieron mi rostro
buscando alguna pista de mi
desconformidad, no se la mostraría, volvió
a ignorarme y se dirigió a la mujer en la
sala.
—¿Sabes, Aurora? El día de la boda no
pude conseguir tu número porque no te
volví a encontrar. Así que vine hasta aquí a
preguntarte si querrías salir conmigo un
día.
Maldito Peter, estaba molestándome a mí,
no tenía sentimientos por Aurora. Estaba
tratando de centrar mi mirada en unas
hojas en mi mano, solo oyéndolos a lo lejos.
Aurora lo pensó por un momento, y yo me
preparé para intervenir, para decir algo,
cualquier cosa que lo frenara.
—Está bien, claro que podemos salir —ella
aceptó con una sonrisa tranquila. Escribió
su número en un papel y se lo extendió a
él.
Sentí un ardor en el pecho, como si me
hubieran dado un golpe. El karma era
instantáneo.
El café en mi mano de repente no tenía
sabor, y todo lo que podía hacer era
observar cómo Peter sonreía satisfecho.
Los celos me consumían, y por dentro, una
parte de mí se rompía al verla aceptar la
invitación.
—No te arrepentirías, nena —le guiñó un
ojo antes de despedirse.
—Ya vuelvo —le dije a ella mientras dejaba
el café sobre su mesa y seguía al maldito
fuera del consultorio.
Lo arrinconé contra la pared cuando ella ya
no nos veía por los ventanales.
—Amigo, ¿Qué sucede? —me sonrió
atrevidamente sabiendo que me tenía
donde quería.
—Sabes lo que sucede ‘’Amigo’’ —repetí la
palabra con desprecio.
—Claro que no. Me dijiste que ella estaba
libre y podía acercarme —era verdad, pero
aun así no lo creí capaz.
—No me jodas Peter.
Él soltó una risa suave, pero había una
clara nota de desafío en sus ojos.
—Relájate, Archer —dijo levantando las
manos en un gesto de inocencia que no le
creía ni por un segundo—. Solo estoy
jugando, viendo hasta dónde puedo llegar.
Pero si tanto te molesta...
Me acerqué un poco más, lo suficiente para
que entendiera que no estaba bromeando.
—No quiero que juegues con ella. Ni por un
segundo. Aurora no es parte de tus
estúpidos juegos, ¿entendido?
Peter arqueó una ceja, y por un momento,
pensé que iba a contestar con alguna de
sus típicas bromas, pero en lugar de eso,
su expresión se suavizó, aunque la sonrisa
traviesa permanecía en sus labios.
—Está bien, lo entiendo. Pero, ¿y tú? —me
miró directamente a los ojos—. ¿Qué vas a
hacer al respecto? Porque a mí me parece
que estás dejando que se te escape de las
manos, amigo.
Lo solté, retrocediendo un paso, pero la
incomodidad no disminuyó. Tenía razón en
una cosa: había sido yo quien había dejado
que las cosas llegaran a este punto.
—Eso no es asunto tuyo —respondí
finalmente, mi voz más firme de lo que me
sentía por dentro.
Peter asintió, esa sonrisa de suficiencia
todavía en su rostro.
—Como digas, Archer. Pero no olvides que,
si tú no te decides, otros lo harán por ti.
Sin más, se dio la vuelta y se alejó, dejando
una sensación amarga en mi estómago. Lo
observé alejarse, mi mente hecha un caos.
No quería que Peter se acercara a Aurora,
no quería que nadie más lo hiciera. Pero lo
que más me atormentaba era la verdad en
sus palabras. Si no le confesaba lo que
sentía, podría perderla para siempre, pero
si lo hacia y ella no sentía lo mismo,
también la perdería.
Volví al consultorio, intentando
recomponerme antes de que Aurora notara
algo. La encontré trabajando, concentrada
en su tarea, como si la conversación con
Peter no le hubiera afectado en lo más
mínimo. Pero yo sabía mejor. Sabía que,
aunque había sonreído al aceptar su
invitación, lo había hecho más por cortesía
que por interés. Aun así, la idea de ellos
dos juntos me revolvía el estómago.
Me acerqué a su mesa y recogí la taza de
café que había dejado. Ella levantó la vista
y me dedicó una sonrisa rápida, antes de
volver a su trabajo.
Me dirigí a mi oficina sin más.
Tenía que pensar en algo. No podía dejar
que esto continuara.
No quería ver a Peter acechándola, no
quería otro Demian cerca.
Era hora de actuar, ya no hay tiempo.
Capítulo 27: Parecían tan enamorados
Aurora.
El sol de la tarde entraba por las ventanas
de mi sala, iluminando los hilos y telas
esparcidos por todas partes. Estaba
concentrada en terminar los últimos
detalles de un vestido que imaginé que se
vería hermoso en Birdie, cuando escuché el
timbre. Con una sonrisa, me levanté y fui a
abrir la puerta.
—Aurora —gritó Sussy con entusiasmo
mientras me abrazaba—. Te presento a
Tara, mi amiga de toda la vida. ¿Te
acuerdas de ella? Fue mi dama de honor en
la boda.
—Por supuesto que me acuerdo —respondí,
sonriéndole ampliamente a su amiga.
—Hola Aurora, no te imaginas cuánto
aprecio que nos recibas tan pronto. —Tara
sonrió, sus ojos reflejando una mezcla de
nervios y emoción—. Mi hermana se casa
en un par de meses, y Sussy no dejó de
hablar de lo hermoso que fue su vestido,
así que… me convenció de pedirte que me
hagas el mío.
—Es un honor que pienses en mí para algo
tan importante —le dije encantada de que
esté aquí.
—Te aseguro que no te arrepentirás —
intervino Sussy, lanzándome una mirada
cómplice—. Deberías abrir tu propio
negocio, Aurora.
Reí suavemente, sintiendo una mezcla de
orgullo y gratitud por los elogios. Estaba
tentada por la idea, pero la vida en el
consultorio me mantenía ocupada, y
aunque disfrutaba creando vestidos, a
veces parecía ser solo un pasatiempo.
—Gracias, chicas, pero estoy bien en el
consultorio por ahora —me encogí de
hombros—. Aunque no niego que sería
divertido dedicarme a esto a tiempo
completo.
—Eso es lo que me preocupa, que te
conformes con algo que no te apasiona
tanto —Sussy insistió, siempre tan
persuasiva.
—El consultorio es importante para mí,
pero no significa que no pueda disfrutar de
ambas cosas —les sonreí con calma,
indicando que estaba en paz con mi
decisión.
—Entiendo, pero igual te advierto que no
me daré por vencida —respondió Sussy con
un guiño.
Nos reímos juntas mientras preparaba las
cosas para tomarle las medidas a Tara.
Mientras colocaba la cinta métrica
alrededor de su cintura, la conversación
fluía con naturalidad.
—Entonces, cuéntame, ¿cómo será la boda
de tu hermana? —le pregunté a Tara,
ajustando un poco la cinta.
—Será una ceremonia íntima en una
pequeña capilla a las afueras de la ciudad
—me respondió ella—. Luego, la recepción
será en una cabaña en el bosque. Nada
demasiado formal, pero sí muy especial.
Estoy pensando en un vestido que sea
sencillo pero elegante, algo que encaje con
el ambiente.
—Eso suena encantador —comenté
mientras anotaba sus medidas—. Ya tengo
algunas ideas. ¿Qué color tienes en mente?
—Estaba pensando en tonos suaves, tal vez
un azul cielo —respondió Tara, mientras
sus ojos brillaban con emoción—. Algo que
se vea natural y armonioso con el entorno.
—Perfecto, ya tengo una imagen en mi
mente. Te haré algunos bocetos y podemos
ajustar los detalles a medida que
avancemos.
Seguimos conversando mientras le tomaba
las medidas y Tara me explicaba más
detalles de la boda. Sin embargo, la charla
pronto derivó en otros temas más ligeros,
como chismes recientes.
—¿Supiste lo de Samantha Levis? —dijo
Sussy en tono conspirador—. Se
emborrachó tanto en mi boba que acabó en
urgencias. ¡Fue un espectáculo!
—¡No me lo puedo creer! —Tara contestó
sorprendida por no haberla visto—. Aunque
viniendo de Sam, no sé por qué me
sorprendo.
—¿Y qué me dicen de Mindy? —añadió
Sussy con una risa—. Volvió con su exnovio
esa misma noche. ¡Después de todo lo que
había dicho de él!
Nos reímos juntas, compartiendo un
momento de complicidad. Pero entonces,
Sussy cambió el tema de conversación,
llevándola a un terreno más personal.
—Por cierto, Aurora —dijo Sussy,
mirándome de reojo—. Todos en la boda
notaron lo bien que te veías bailando con
Archer. Parecían tan enamorados. Era
imposible no ver la química entre ustedes.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar el
nombre de Archer. Traté de mantener la
calma, pero no pude evitar que una ligera
incomodidad se reflejara en mi rostro.
—Archer y yo hemos sido mejores amigos
desde que éramos niños —intenté
justificarme, sin poder evitar que mi voz
sonara un poco a la defensiva—. Solo eso.
Además, lo animé a salir con Kirsty James
esta noche.
Al decirlo, sentí una punzada en el
estómago. No quería admitirlo, pero el
simple pensamiento de Archer con otra
mujer, especialmente con Kirsty, me
revolvía por dentro.
—¿Kirsty James? —dijo Tara, levantando
una ceja—. ¿La misma Kirsty que solía ser
super hippie? ¿Crees que son compatibles?
—Sí, esa misma —respondí, intentando
sonar neutral. Kirsty si fue un poco hippie
de adolescentes, pero hoy parecía alguien
muy centrada en sus objetivos, alguien que
compartía mucho con Archer—. Y no sé, es
solo que… tal vez ella sea la correcta para
él.
Sussy y Tara intercambiaron miradas,
claramente no convencidas por mis
palabras.
—Aurora, no sé cómo decirte esto sin sonar
muy obvia, pero Archer está muerto de
amor por ti —dijo Sussy con una sonrisa
pícara—. Se notaba en cada mirada que te
lanzaba esa noche y básicamente siempre
que están juntos.
—No digas tonterías, Sussy —respondí,
sintiéndome cada vez más incómoda—.
Archer y yo somos como familia. Nada más.
—¿De verdad te lo crees? —Tara intervino,
cruzándose de brazos—. Nunca lo hemos
visto tan interesado en otra mujer desde
que Lyn falleció. Y ahora de repente está
saliendo con Kirsty… es un poco raro, ¿no?
Sentí un nudo en la garganta al escuchar
sus palabras. No quería admitir que había
algo extraño en todo esto, que Archer
aceptara salir con Kirsty justo después de
nuestra charla. ¿Y si realmente pensaba
que ella era la mujer correcta para él?
—No creo que sea raro. Tiene derecho a
rehacer su vida luego de esa tragedia —
dije intentando cambiar rápidamente de
tema—. Por eso lo ayudaré cuidando a
Birdie esta noche mientras sale con Kirsty.
Además, Peter me invitó a salir hace unos
días.
—¿Peter? —dijeron Sussy y Tara al unísono,
claramente sorprendidas—. ¿Peter
Johnson?
—Sí, él mismo —respondí, intentando sonar
despreocupada.
—No te ofendas, Aurora, pero no nos
imaginamos a Peter como tu tipo. Él es tan
despreocupado y mujeriego —dijo Sussy—.
Creo que tú y Archer son tal para cual.
—Eso es porque no lo conocen bien —
respondí, aunque sabía que intentaba
convencerme a mí misma más que a ellas.
—Bueno, sólo te digo que, si Archer de
verdad cree que Kirsty es la correcta, es
porque está desesperado por dejar de
sentir lo que siente por ti —dijo Tara con
un tono más serio—. Aunque, quién sabe,
tal vez nos sorprendan a todos.
Sentí un escalofrío recorrerme. Sus
palabras resonaron en mi cabeza,
haciéndome dudar aún más de mis propios
sentimientos y del papel de Kirsty en todo
esto. ¿Era realmente Archer quien
necesitaba alejarse de mí, o era yo quien
no podía aceptar lo que realmente estaba
pasando entre nosotros?
La conversación cambió de tema una vez
más, hablando de otros detalles de la boda
de la hermana de Tara. A pesar de mis
esfuerzos por concentrarme en los chismes
y la charla ligera, no podía dejar de pensar
en Archer y en lo que realmente significaba
para mí.
Finalmente, después de algunas risas y
planes para vernos de nuevo, Sussy y Tara
se despidieron, dejándome sola en la sala
con un torbellino de emociones.
Suspiré profundamente, tratando de
ordenar mis pensamientos mientras
guardaba las telas y limpiaba el espacio.
¿Por qué sentía estos celos tan intensos al
pensar en Archer con Kirsty? Había pasado
tanto tiempo diciendo que solo éramos
amigos, pero cada vez que estaba cerca de
él, algo dentro de mí se removía.
Me preparé rápidamente, recogiendo
algunas cosas antes de salir hacia la casa
de Archer. Sabía que cuidar a Birdie sería
una buena distracción, pero no podía
ignorar la sensación creciente en mi pecho.
Caminé hacia la casa de Archer, el aire
fresco de la noche rozando mi piel. A
medida que me acercaba, me di cuenta de
que, aunque intentaba negarlo, había algo
más profundo entre Archer y yo. Algo que
tal vez ya no podría seguir ignorando por
más tiempo
Capítulo 28: Demasiado tarde
Aurora.
El sol ya se había ocultado tras las
montañas cuando llegué a la puerta de la
casa de Archer. Sentía un ligero nudo en el
estómago mientras levantaba la mano para
tocar. Había algo distinto en esta visita,
una sensación que me recordaba las
palabras de Sussy y Tara.
Mis pensamientos se interrumpieron
cuando la puerta se abrió, revelando a
Archer. La verdad es que no solo se veía
bien, se veía increíble con esa camisa azul
claro, y el pantalón chino le sentaba a la
perfección, como si cada prenda hubiera
sido hecha a su medida. Pero no era solo su
apariencia lo que me afectaba, era el aura
que lo rodeaba, una mezcla de seguridad y
vulnerabilidad que me desarmaba por
completo.
La luz tenue de la sala acentuaba su figura,
y el aroma a colonia fresca se mezclaba
con la brisa nocturna, despertando algo en
mi interior que intentaba reprimir.
—Hola Aurora —dijo Archer con una
sonrisa que hizo que mi corazón diera un
vuelco.
Sentí que las palabras se atascaban en mi
garganta, como si mi cuerpo supiera lo que
mi mente aún intentaba negar. Aun así,
logré sonreírle de vuelta, aunque por
dentro me sentía como una montaña rusa a
punto de descarrilarse. Su presencia
llenaba todo el espacio, como si el aire
mismo se volviera más denso cuando él
estaba cerca.
—Hola Archer —respondí tratando de
mantener la compostura mientras notaba
cómo me miraba. Había algo en su mirada,
algo que me hacía sentir expuesta, como si
pudiera ver más allá de mi—. Te ves… bien
esta noche.
—Gracias —respondió y aunque su sonrisa
era amable, había algo en sus ojos, algo
que me hacía pensar que estaba analizando
cada uno de mis gestos, como si estuviera
buscando una respuesta que no se atrevía
a pedir. Sentí un nudo en el estómago al
darme cuenta de que yo también estaba
buscando lo mismo en él—. Tú también te
ves bien.
Quise decirle tantas cosas, pero me
contuve. En lugar de eso, me quedé allí,
luchando con las palabras que se
agolpaban en mi garganta, mientras el
silencio entre nosotros crecía. Por un
momento, pensé que Archer iba a decir
algo más, pero solo se quedó mirándome,
como si estuviera buscando el valor para
hablar.
El ambiente se cargó de una tensión que
ambos podíamos sentir. Quería preguntarle
si realmente estaba bien con esto, si de
verdad quería salir con Kirsty, si estaba
seguro de que no había algo más entre
nosotros que valiera la pena explorar. Pero
el miedo a su respuesta me paralizaba. ¿Y
si no sentía lo mismo que yo? ¿Y si ya lo
había perdido sin siquiera haberlo tenido?
Antes de que pudiera decir algo, el sonido
de pasos ligeros en las escaleras llamó
nuestra atención. Birdie bajaba corriendo,
su carita iluminada al verme.
—¡Aurora! —exclamó Birdie, lanzándose a
mis brazos en un abrazo cálido.
—Hola, pequeña —la abracé con cariño,
sintiendo un alivio momentáneo en su
inocente entusiasmo—. ¿Estás lista para
divertirnos?
—Sí —dijo con una gran sonrisa antes de
volver a subir las escaleras—. Voy a buscar
algunas películas. ¡Tengo que mostrarte mi
colección!
Nos quedamos en silencio, ambos
conscientes de la tensión que flotaba en el
aire. Podía sentir la atracción entre
nosotros, palpable y electrizante, como una
cuerda tensada que podría romperse en
cualquier momento.
Archer fue el primero en romper el
silencio. Se acercó a tomar su abrigo del
perchero junto a la puerta, sus
movimientos medidos y precisos, como si
también sintiera la presión de aquel
momento.
—No volveré tarde —había algo en su tono
que me hizo pensar que estaba mintiendo,
o al menos, que no estaba siendo del todo
honesto.
Quería creer que no quería irse, que se
sentía tan atrapado en este momento como
yo, pero no podía estar segura. Quizás solo
estaba proyectando mis propios deseos
sobre él, viendo lo que quería ver en lugar
de la realidad.
—Está bien, nosotras estaremos bien —le
dije, tratando de parecer despreocupada,
aunque por dentro sentía que todo se
derrumbaba.
No quería que se fuera, no quería que
saliera con Kirsty, no quería perderlo. Pero
no sabía cómo detenerlo sin exponerme por
completo.
Archer se quedó un segundo más, como si
estuviera luchando consigo mismo para
decidir si decir algo o no. Sus ojos se
encontraron con los míos, y por un
instante, vi algo en ellos, una chispa de lo
que alguna vez habíamos tenido, de lo que
aún podía ser. Pero entonces, como si algo
se rompiera dentro de él, desvió la mirada.
—Nos vemos más tarde —dijo con una
pequeña sonrisa, pero esta vez sus ojos no
acompañaban su expresión.
—Nos vemos —respondí, forzando una
sonrisa en mi rostro mientras lo observaba
dirigirse a la puerta.
Me quedé allí, escuchando el sonido de sus
pasos alejándose en la oscuridad, y no
pude evitar sentir cómo mi corazón se
apretaba dolorosamente.
Cerré la puerta y me apoyé contra ella por
un momento, respirando hondo para
calmar las emociones que se agitaban
dentro de mí. Deseaba ser yo la que
estuviera saliendo con él, la que
compartiera esas noches y momentos, no
Kirsty. Era como si, de repente, todo lo que
había estado reprimiendo saliera a la
superficie con una fuerza que me dejó sin
aliento. Lo amaba, y ahora que lo
reconocía, no podía soportar la idea de
verlo con otra mujer.
Sacudí la cabeza, intentando apartar esos
pensamientos. Me recordé a mí misma que
estaba allí por Birdie, y que ella merecía
toda mi atención esta noche. Subí las
escaleras y la encontré en su habitación,
con una pila de películas en la mano.
—¿Lista para ver 'Toy Story'? —me
preguntó con una sonrisa.
—¡Sí! Es mi favorita —respondí sonriendo
de oreja a oreja, o intentándolo.
Nos acomodamos en el sofá de la sala, y
mientras la película comenzaba, intenté
concentrarme en la trama. Pero mi mente
seguía divagando, volviendo una y otra vez
a Archer, a su sonrisa, a la forma en que
me miraba. ¿Había sido siempre así, y yo
simplemente no lo había notado? ¿O era
solo ahora, cuando sentía que lo estaba
perdiendo, que realmente me daba cuenta
de cuánto significaba para mí?
Birdie, completamente inmersa en la
película, se acurrucó a mi lado. La calidez
de su pequeño cuerpo contra el mío me
ofrecía un consuelo temporal, pero no
lograba borrar la tristeza que se había
instalado en mi corazón.
De repente, Birdie rompió el silencio, su
vocecita llena de una sinceridad que me
dejó sin palabras.
—No me gusta Kirsty —dijo sin apartar la
vista de la pantalla.
—¿Por qué no, cielo? —le pregunté
suavemente, sorprendida por su
comentario.
—Porque no quiero que mi papá esté con
ella, no parece feliz —respondió con
franqueza, girándose para mirarme a los
ojos—. Y no quiero ver a mi papá con
alguien que no lo hace sonreír… como tú,
Aurora. Desde que llegaste y solucionaron
sus problemas de mayores, no ha dejado de
sonreír cuando están juntos.
Las palabras de Birdie golpearon mi
corazón con una intensidad inesperada. Me
quedé sin palabras, mirando su pequeña
cara seria mientras continuaba.
—Quisiera que ustedes dos estén
enamorados —las palabras de Birdie,
dichas con la inocencia de una niña que
simplemente quiere ver feliz a su padre,
resonaron en mi mente.
Me quedé en silencio, procesando lo que
acababa de escuchar. Birdie no era solo
una niña observadora, veía cosas que ni yo
misma había querido reconocer.
Un nudo se formó en mi garganta, y sentí
que mis ojos se llenaban de lágrimas. No
podía evitar pensar en cuánto deseaba lo
mismo, en cómo había pasado tanto tiempo
negando lo que realmente sentía por
Archer. Y ahora, cuando finalmente lo
aceptaba, parecía que podría ser
demasiado tarde.
—Birdie… —comencé a decir, pero no supe
cómo continuar.
Ella solo me miró, con esa inocencia tan
pura y desarmante, y sonrió.
—Yo sé que tú también lo quieres —dijo
antes de volver a enfocarse en la película,
dejando sus palabras flotando en el aire,
como una verdad que no podía ser
ignorada.
Me quedé allí, con el corazón roto y
esperanzado al mismo tiempo, sosteniendo
a Birdie mientras la película seguía su
curso. Sabía que, de alguna manera, todo
cambiaría después de esa noche. Lo que
había estado negando durante tanto tiempo
ahora estaba claro como el agua. Amaba a
Archer, y aunque no sabía lo que el futuro
nos deparaba, no podía seguir ignorando lo
que sentía.
El resto de la noche pasó en una especie de
neblina. Jugué con Birdie, la ayudé a
prepararse para la cama, y finalmente,
cuando ella se quedó dormida, me quedé
sentada junto a su cama, observando su
respiración tranquila. Mis pensamientos
volvían una y otra vez a Archer, a la
posibilidad de que él estuviera en ese
momento con Kirsty, y a cómo todo esto
había llegado a este punto.
Finalmente, me levanté y salí de la
habitación en silencio, cerrando la puerta
con cuidado. Caminé hacia la sala, mis
pasos resonando suavemente en el suelo de
madera. La casa estaba en penumbras,
iluminada solo por la luz de las lámparas.
Me dejé caer en el sofá, abrazando una
almohada contra mi pecho, como si eso
pudiera calmar la ansiedad que sentía.
El pensamiento de Archer con Kirsty me
revolvía el estómago. Era una sensación
que nunca antes había experimentado con
tanta intensidad. Había pasado tanto
tiempo negando lo que sentía por él, que
ahora que esos sentimientos salían a la
superficie, me abrumaban por completo.
Era como si una parte de mí hubiera estado
dormida todo este tiempo, y ahora
despertara con una fuerza que no podía
controlar.
Apoyé la cabeza en la almohada y cerré los
ojos, intentando alejar esos pensamientos,
pero era inútil. Su imagen estaba grabada
en mi mente: la forma en que me había
mirado, esa chispa de algo más profundo
que había visto en sus ojos. ¿Era posible
que él sintiera lo mismo? ¿Que estuviera
tan confundido y perdido como yo?
Mi mente regresó a las palabras de Birdie.
Su franqueza y sinceridad habían
destrozado las barreras que había erigido
para protegerme. “Quisiera que ustedes
dos estén enamorados,” había dicho. La
simpleza de sus palabras, cargadas con el
peso de una verdad que yo misma me había
negado a admitir, me dejó sin defensas.
Ella quería que su padre y yo estuviéramos
juntos. ¿Era tan simple?
De repente, me di cuenta de algo: Birdie
era el vínculo que nos unía a Archer y a mí.
Siempre lo había sido. Desde que regresé a
Nuuk, ella había sido el lazo que nos
mantenía cerca, aun cuando tratábamos de
mantenernos alejados. ¿Acaso no estaba
todo más claro ahora? ¿Qué más
necesitaba para darme cuenta de que había
algo entre Archer y yo que valía la pena
luchar? Pero el miedo me paralizaba. El
temor de que, si me arriesgaba, podría
perderlo todo, incluso a Birdie.
Solté un suspiro tembloroso y abrí los ojos,
contemplando el techo de la sala. La noche
seguía su curso, y yo me sentía como si
estuviera en medio de una batalla interna
que no sabía cómo ganar. ¿Y si ya era
demasiado tarde, y él realmente había
decidido seguir adelante con Kirsty?
Tomé una decisión. En cuanto Archer
regresara, hablaría con él. Le diría todo lo
que sentía, sin reservas, sin miedos. Era
hora de dejar de esconderme, de enfrentar
mis propios sentimientos, y de averiguar de
una vez por todas si había un futuro para
nosotros. Porque, en el fondo, sabía que no
podría vivir con la duda. Prefería
arriesgarme a perderlo, que quedarme con
las palabras sin decir.
El sonido de la puerta abriéndose me sacó
de mis pensamientos, y mi corazón dio un
vuelco. Sentí cómo la adrenalina inundaba
mi cuerpo al darme cuenta de que Archer
había regresado. Este era el momento que
había estado esperando, la oportunidad de
decirle todo lo que sentía. Me levanté del
sofá, decidida a enfrentarlo, pero cuando vi
su figura tambaleante entrar, supe que las
cosas no saldrían como había planeado.
Archer estaba borracho, algo que nunca
había visto en él antes. Apenas podía
mantener el equilibrio, y su expresión
desenfocada me golpeó como un balde de
agua fría. Este no era el Archer fuerte y
seguro que conocía, este era alguien roto,
perdido en sus propios pensamientos.
—Archer —dije suavemente, acercándome
para ayudarlo.
Él levantó la mirada hacia mí, pero sus ojos
no parecían reconocerme. En su estado, no
parecía saber dónde estaba ni con quién.
Sus palabras salían entrecortadas y
balbuceantes, apenas coherentes. Me
acerqué y pasé uno de sus brazos por mi
nuca para ayudarlo a subir las escaleras.
—Ella es tan hermosa… —su voz se
arrastraba mientras intentaba formar las
palabras—. Su sonrisa... tan radiante... Y su
risa... es como... música.
Cada palabra que salía de su boca era
como una daga en mi corazón. Todo lo que
había temido se estaba materializando ante
mis ojos. Archer estaba enamorado,
profundamente enamorado, pero no de mí.
Cada elogio que pronunciaba me hacía
creer más firmemente que estaba hablando
de Kirsty.
—Su cabello... tan suave —balbuceó
mientras subíamos el último peldaño—. Y
sus ojos... brillan como... estrellas.
Sentí un nudo en la garganta, y tuve que
hacer un esfuerzo por mantener la
compostura. Lo que había creído que era
mi momento de confesarle mis
sentimientos se desvanecía con cada
palabra que salía de sus labios. Había
esperado demasiado, y ahora lo había
perdido. Kirsty había ganado su corazón, y
no había nada que pudiera hacer para
cambiarlo.
Llegamos a su habitación, y lo ayudé a
recostarse en la cama. Archer se dejó caer
pesadamente, con los ojos medio cerrados
y una sonrisa borracha en su rostro.
—Ella... es todo lo que... siempre quise —
murmuró, su voz apenas un susurro—.
Todo lo que... necesito.
Mis manos temblaban mientras lo cubría
con una manta, mis pensamientos llenos de
una tristeza profunda. Lo observé por un
momento, su rostro relajado mientras se
dejaba llevar por el alcohol. Todo lo que
había reprimido, todo lo que había deseado
decirle, ahora se sentía inútil. Archer había
elegido a otra, y no había espacio para mí
en su vida.
Antes de salir de la habitación, me detuve
en la puerta y lo miré una última vez, con
la esperanza de que, tal vez, me hubiera
equivocado. Pero sus palabras seguían
resonando en mi mente, confirmando lo
que mi corazón se negaba a aceptar. Kirsty
era su elección, y yo había perdido.
Cerré la puerta con cuidado, sintiendo
cómo mi corazón se rompía en mil pedazos.
Bajé las escaleras en silencio, sintiendo mis
lagrimas resbalar por mis mejillas, mi
mente entumecida por la realización de
que todo había terminado antes de siquiera
comenzar. No sabía cómo enfrentaría los
días que venían.
Capítulo 29: Muy especial para
nosotros
Archer.
Apenas un pálido azul coloreaba el cielo
cuando me desperté de golpe, sintiendo un
dolor punzante en la cabeza, como si me
golpearan con un martillo. Parpadeé varias
veces, tratando de enfocar la vista en la
habitación que me rodeaba. Era mi propia
cama, pero algo no cuadraba. No
recordaba haber llegado allí.
Me levanté tambaleándome ligeramente,
un mareo persistente acompañando cada
paso. "¿Qué demonios pasó anoche?",
murmuré, frotándome las sienes en un
intento inútil de mitigar el dolor.
Recordaba haber salido con Max, habíamos
ido a ese bar nuevo del que todos
hablaban, pero después de eso, los
recuerdos se volvían borrosos.
Cerré los ojos, intentando recordar.
Imágenes vagas comenzaron a surgir en mi
mente: Max riéndose, la barra llena de
chupitos que parecían multiplicarse, y
luego... nada. No recordaba haber salido
del bar, ni mucho menos cómo había
llegado a casa. ¿Cómo demonios terminé
en mi cama?
La inquietud empezó a crecer en mi pecho.
¿Y si Aurora me había visto en ese estado?
La sola idea de que me hubiera visto
tambaleándome borracho me provocaba
una mezcla de vergüenza y preocupación.
Ella nunca me había visto así antes. Nunca
había perdido el control de esa manera.
Pero, por alguna razón, la idea de perderla
me empujó a beber más de la cuenta, como
si el alcohol pudiera ahogar los
sentimientos que luchaban por salir a la
superficie.
Solté un suspiro y me dirigí hacia la cocina,
deseando que un vaso de agua pudiera
ayudar a aliviar la resaca que me tenía
atrapado. El suelo de madera crujía bajo
mis pies descalzos mientras avanzaba, y la
luz tenue de la mañana apenas hacía nada
para aliviar el dolor en mis ojos.
Al llegar a la cocina, llené un vaso con
agua fresca. El líquido frío se deslizó por
mi garganta, brindándome un breve alivio.
Pero los pensamientos sobre Aurora
seguían ocupando mi mente. ¿Habría
hecho algo estúpido? ¿Dicho algo que no
debería haber dicho?
El sonido de pasos pequeños y rápidos me
sacó de mis pensamientos. Birdie apareció
en la puerta de la cocina, su carita aún
adormilada, pero iluminada por una sonrisa
radiante.
—¡Papá! —exclamó ella, corriendo hacia mí
con los brazos extendidos.
Dejé el vaso en la encimera y me agaché
para recibir a mi hija en un abrazo. Birdie
se acurrucó contra mi pecho, y su calidez
me brindó un consuelo inesperado.
—Buenos días cielo —dije intentando sonar
más alegre de lo que realmente me sentía.
Birdie se apartó lo suficiente como para
mirarme a los ojos, con su mirada curiosa y
un poco preocupada.
—¿Estás bien, papá? Pareces cansado.
Esbocé una sonrisa cansada y le revolví el
cabello.
—Estoy bien, solo tuve una noche larga. ¿Y
tú, cómo dormiste?
—Muy bien —respondió ella con una gran
sonrisa—. ¿Podemos ir al parque hoy?
Asentí, sintiendo que una salida al aire
libre podría ser justo lo que necesitaba
para despejarme.
—Claro que sí, cariño. Pero primero
necesito una ducha ¿Puedes esperar un
poco?
Birdie asintió entusiasmada antes de correr
hacia la sala, probablemente para buscar
sus juguetes mientras yo me preparaba. La
observé irse, y mi sonrisa se desvaneció
ligeramente al recordar lo que me
esperaba. La posibilidad de que Aurora me
hubiera visto la noche anterior seguía
rondando mi mente, mezclándose con los
recuerdos confusos y la culpa.
Decidido a enfrentarme a lo que sea que
viniera, me dirigí al baño. Mientras el agua
caliente caía sobre mí, mis pensamientos
seguían regresando a Aurora. Me
preguntaba si la tensión que había sentido
entre nosotros, esa tensión que me había
empujado a beber, había sido real. ¿O era
simplemente producto de mi imaginación,
de mis deseos no correspondidos?
Cerré los ojos y dejé que el agua calmara
mi cuerpo, aunque mi mente seguía siendo
un torbellino. No podía evitar pensar en
cómo había llegado a este punto.
El dolor en mi pecho no era solo por la
resaca, sino por la posibilidad de perder a
Aurora, perder nuestro avance o aun peor,
nuestra amistad. Y la idea de que alguien
más pudiera ocupar mi lugar en la vida de
Aurora me volvía loco.
Después de vestirme, bajé las escaleras,
encontrándome con Birdie ya lista y
esperándome en la puerta. Su entusiasmo
era contagioso, y aunque todavía sentía un
peso en el pecho, decidí que haría todo lo
posible por disfrutar el día con mi hija.
Mientras caminábamos hacia el parque,
Birdie se aferraba a mi mano, dando
pequeños saltitos a mi lado. Su energía
contrastaba con la pesadez que aún sentía.
—Papá —comenzó Birdie, con esa voz
curiosa y dulce—. Anoche la pasé muy bien
con Aurora.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro al
escuchar su nombre. A pesar de todo lo
que había pasado, el simple hecho de que
Aurora y Birdie se llevaran tan bien me
llenaba de alivio.
—¿Sí? ¿Qué hicieron? —pregunté
genuinamente interesado.
—¡Hicimos muchas cosas! —exclamó
Birdie, sus ojos brillando de emoción—.
Primero miramos Toy Story, jugamos a las
muñecas y luego me contó una historia
para dormir. Papá, Aurora es tan
divertida… ¡Quiero que venga a cuidarme
todos los días!
Su declaración me dejó en silencio por un
momento. La inocencia en sus palabras, la
forma en que veía a Aurora como alguien
importante en su vida, me golpeó más
fuerte de lo que esperaba.
—¿Te gusta mucho estar con Aurora, eh? —
le pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—Sí —respondió sin dudar—. Es parte de
nuestra familia, como me dijiste. Me cuida,
me hace reír, y siempre me cuenta cosas
bonitas. Me gustaría que estuviera aquí
todos los días… No quiero que se vaya
nunca.
Las palabras de Birdie resonaron en mi
mente. No era solo mi vida la que se vería
afectada si Aurora decidía alejarse. Birdie
ya la veía como alguien esencial en su vida,
y la idea de perderla no solo me dolería a
mí, sino también a mi hija.
—Sabes, cielo… Aurora es muy especial
para nosotros —dije con cuidado, sin
querer cargarla con mis propios miedos,
pero sabiendo que necesitaba escuchar lo
que ella sentía—. Y tienes razón, sería
maravilloso que estuviera aquí siempre.
Pero… las cosas a veces son complicadas
entre los adultos.
Birdie me miró, ladeando la cabeza con esa
curiosidad infantil que siempre me
desarmaba.
—¿Por qué complicadas, papá? —preguntó
—. Si la quieres y yo también, ¿por qué no
puede quedarse con nosotros siempre?
Suspiré, sintiendo un nudo en la garganta.
La simplicidad de la visión de Birdie
contrastaba con la complejidad de mis
sentimientos, pero en su inocencia había
una verdad innegable. La idea de perder a
Aurora no solo me aterraba a mí, sino que
también afectaría a Birdie de una manera
que no había considerado completamente.
—A veces, los adultos cometen errores,
cielo. Y esos errores pueden hacer que las
cosas sean difíciles —traté de explicarle—.
Pero te prometo que voy a hacer todo lo
posible para que Aurora siga siendo parte
de nuestras vidas, ¿sí?
Birdie asintió, aparentemente satisfecha
con mi respuesta, pero aún noté una
pequeña arruga de preocupación en su
frente.
—No quiero perder a Aurora, papá —
murmuró, mirando al suelo mientras
caminábamos—. Ya perdí a mamá, y no
quiero perder a otra persona que quiero
mucho.
Sus palabras eran como una daga en el
corazón. Sabía que no podía permitir que
Birdie sufriera otra pérdida, y eso me hizo
darme cuenta de que mis propios miedos y
dudas no solo me afectaban a mí. La
seguridad y la felicidad de mi hija estaban
en juego, y no podía permitir que mi
orgullo o mis inseguridades interfirieran en
eso.
Me detuve y me arrodillé frente a Birdie,
tomando su pequeño rostro entre mis
manos.
—Escucha, Birdie, nunca voy a dejar que te
sientas sola o que pierdas a alguien más,
¿de acuerdo? Haré todo lo que esté en mis
manos para que Aurora quiera estar cerca
de nosotros siempre. Pero necesito que
seas fuerte y confíes en mí, ¿puedes hacer
eso?
Ella me miró con esos grandes ojos que
siempre reflejaban más de lo que decían
sus palabras, y asintió lentamente.
—Te quiero, papá —dijo lanzándose a mis
brazos.
La abracé con fuerza, sintiendo cómo ese
pequeño cuerpo me daba la fuerza que
necesitaba para enfrentar lo que viniera.
Aurora no era solo una parte importante de
mi vida, era esencial en la vida de Birdie. Y
ahora, más que nunca, sabía que tenía que
hacer todo lo posible para no perderla.
El parque estaba relativamente tranquilo
cuando llegamos. Las hojas de los árboles
crujían bajo nuestros pies, y el aire fresco
de la mañana parecía revitalizarme un
poco más. Birdie corrió hacia los
columpios, y la seguí, sintiendo una
pequeña chispa de alegría al verla tan feliz.
Mientras la empujaba en el columpio, mi
mirada se desvió hacia un grupo de
personas que caminaban por el sendero
cercano. Fue entonces cuando mi corazón
se detuvo por un segundo.
Aurora estaba allí, caminando al lado de
Peter. Llevaban ropa deportiva, y su
conversación parecía relajada. Sin
embargo, la simple visión de ellos juntos
hizo que algo ardiera dentro de mí. Sentía
una rabia silenciosa, unos celos que no
podía controlar, y al mismo tiempo, una
profunda tristeza.
Aurora y Peter se acercaron, y noté cómo
ella evitaba mi mirada por un momento,
como si algo en su interior también la
estuviera afectando. Me esforcé por
mantener una expresión neutral, aunque
mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
—Hola —saludó Peter con una sonrisa
despreocupada mientras se detenían junto
a nosotros.
—Hola —respondí, mi tono un poco más
frío de lo que había pretendido.
Aurora levantó la mirada hacia mí, y noté
algo en sus ojos. Una tristeza que no había
visto antes. ¿Era por mí? ¿Por la noche
anterior? ¿O era por Peter?
—Hola, Archer —saludó Aurora con una
sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Hola, Aurora —respondí, tratando de
ocultar el torbellino de emociones que me
invadía.
Birdie, siempre entusiasta, saltó del
columpio y corrió hacia Aurora,
abrazándola.
—¡Aurora! —exclamó con alegría—.
¿Vienes a jugar con nosotros?
Aurora sonrió a Birdie y la abrazó de
vuelta.
—Claro, cariño —respondió Aurora,
lanzándome una mirada rápida.
La idea de Aurora y Peter juntos, corriendo
por el parque en la mañana, era casi más
de lo que podía soportar. Los celos me
consumían por dentro, pero me obligué a
mantenerme tranquilo. No quería que
Aurora viera cuán afectado estaba
realmente.
—¿Una cita para correr? —pregunté
tratando de sonar casual, aunque el tono
de mi voz traicionaba algo de lo que
realmente sentía.
Peter rió, sin darse cuenta de la tensión
que estaba creando.
—Sí, Aurora y yo quedamos en salir a
correr por la mañana. Es una buena forma
de mantenerse en forma y disfrutar de una
buena compañía, ¿verdad? —dijo mirando a
Aurora con una sonrisa.
Aurora asintió, aunque su mirada seguía
fija en mí. Pude sentir el peso de su
mirada, la pregunta no formulada que
flotaba en el aire entre nosotros.
—Sí, es… refrescante —murmuró ella,
aunque había algo en su tono que me hizo
preguntarme si realmente estaba
disfrutando de esa cita matutina tanto
como Peter parecía pensar.
El silencio se instaló entre nosotros por un
momento, un silencio cargado de lo que
ninguno de los tres se atrevía a decir.
Finalmente, fue Birdie quien rompió la
tensión, tirando de la mano de Aurora.
—¿Puedo jugar contigo, Aurora? Papá
puede hablar con Peter mientras tanto.
Aurora sonrió, agradecida por la
interrupción.
—Por supuesto, Birdie —respondió ella,
tomando la mano de mi hija y alejándose
un poco hacia los columpios.
Me quedé parado, observando cómo
Aurora se alejaba con Birdie, sintiendo que
una parte de mí se iba con ellas. ¿Qué
demonios iba a hacer con todo esto?
—Ya te advertí que te alejes de Aurora. Ella
no es un juego —tensé mi mandíbula y lo
miré enfadado.
—¿Juego? Archer, te conozco desde hace
años, pero estás malinterpretando las
cosas.
—¿Malinterpretando? Dijiste que solo lo
hacías para que me confesara, y ahora la
llevas a correr, la haces reír… Estás
jugando con ella y con mis sentimientos —
estaba furioso y me acercaba lentamente a
él.
—Mira, lo admito. Al principio sí, quería
ver si te atrevías a confesarle lo que
sientes por ella. Pensé que, si te empujaba
un poco, tal vez dejarías de darle vueltas.
Pero… —soltó él en un suspiro frustrado
rascándose la nuca, pero lo interrumpí.
—¿Pero qué? ¿Ahora disfrutas jugando con
ella?
—Ya no es un juego para mí, Archer. Aurora
es… increíble. No la conocía tan bien
antes, pero cuanto más tiempo paso con
ella, más me doy cuenta de lo especial que
es —me miró directamente a los ojos con
algo de decepción.
—No digas tonterías, Peter, te lo advierto.
Esto no es un capricho, estás hablando de
Aurora. Mi Aurora —la tensión en mis
hombros ahora era evidente. Él no podía
decir eso, no podía ser cierto.
—Lo sé. Y créeme, lo entiendo mejor que
nadie. Eres mi amigo, Archer, y respeto lo
que sientes por ella. Pero si no vas a dar el
paso… no puedo prometer que me alejaré.
Aurora se está convirtiendo en alguien
importante para mí también —le costó
decirlo, pero lo hizo. Él ya no era mi amigo.
Me había traicionado, se lo advertí.
—Si realmente entendieras, no estarías
haciéndome esto.
—Archer, no quiero hacerte daño. Pero
también me merezco ser feliz, y si ella… si
hay una oportunidad para mí, no la voy a
dejar pasar. No mientras tú sigas
escondiendo lo que sientes. Solo hay dos
caminos, Archer. O le dices lo que sientes,
o te arriesgas a perderla. Pero tienes que
tomar una decisión.
El nudo en la garganta se incrustó con
solides. Me había traicionado un amigo, y
dolía. Peter lucharía por Aurora.
Sin palabras, me di la vuelta y me alejé de
él, con el corazón pesado. Estaba cansado,
cansado de estar aquí luchando con mis
emociones y mis pensamientos.
Me detuve un segundo para ver a Aurora
con tristeza, sin saber que hacer. Mi
mirada pasó a Birdie y ella entendió de
inmediato, así que corrió hacia mí, su
alegría contrasta con la tormenta que
siento por dentro.
—Es hora de irnos, cielo —le dije con un
suspiro.
Sin mirar atrás, nos alejamos, pero cada
paso que daba se sentía como si algo en mi
interior se rompía un poco más.
Aunque ahora el camino era claro:
Lucharía por ella y no me rendiría ante
nadie.

Capítulo 30: el monstruo siempre te


encontrará
Aurora.
Estaba tan cansada que apenas podía
pensar. Archer y yo habíamos pasado todo
el día rehaciendo archivos de sus pacientes
porque muchos se habían estropeado por la
humedad de su oficina que ahora estaba en
reparación. Mis ojos pesaban, pero miré a
Archer mientras cerraba la puerta del
consultorio.
—Sube —me ordenó al abrirme la puerta
de su auto. Luego ayudo a su hija a
abrochar su cinturón detrás, esto era casi
una rutina.
Obedecí ya que solo quería caer en mi
cama y dormir por una semana entera.
Archer comenzó a conducir por la ciudad
con Birdie en la parte trasera tarareando
las canciones de la radio y yo solo dejado
mi mente en blanco. Hasta que estábamos
llegando y se prendió una lampara dentro
de mí.
—Se que estas tan cansado como yo, y no
quería pedírtelo a ti, pero tengo un
problema en casa —le dije—. Es que la
ventana de la habitación de George está
atascada, no puedo cerrarla y creí que
podrías ayudarme un segundo. Siento
mucho pedírtelo ahora, pero me siento
insegura si está abierta.
—Claro que sí, te ayudaré. Déjame dejar a
Birdie en casa —los tres bajamos del auto y
lo espere afuera mientras dejaba a Birdie
haciendo su tarea por un momento.
Cuando volvió a salir caminamos pocos
pasos hasta mi casa, me sentía un poco
tensionada por su mirada, o cuando a veces
nuestras manos se tocaban
accidentalmente.
Saqué la llave de la casa y ambos
entramos, encendí las luces e
instantáneamente me quedé congelada con
el miedo helando mi sangre. Había un
hombre sentado en la mesa del comedor.
Antes de que pudiera siquiera gritar,
Archer apenas vio la silueta se movió
instintivamente, colocándose frente a mí
como un escudo. Su cuerpo tenso y alerta,
preparado para enfrentarse a lo que fuera.
—¡Aléjate de ella! —gritó Archer, su voz
firme y decidida.
En ese momento, lo reconocí. Mis manos
temblaron mientras apretaba los hombros
de Archer.
—¡Espera! —le dije, mi voz quebrándose
por la sorpresa y la incredulidad—. Es… es
mi padre.
Archer se giró para mirarme, confundido, y
luego volvió su atención al hombre que
estaba sentado frente a nosotros.
Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de
miedo, rabia y algo más que no podía
identificar. No lo había visto en años, y
ahora aquí estaba, sentado en mi comedor
como si nada.
—¿Qué estás haciendo aquí? —logré decir,
tratando de mantener la calma a pesar de
que todo en mi interior se sentía como un
torbellino—. ¿Cómo entraste?
Mi padre me miró con una calma
inquietante, una pequeña sonrisa en sus
labios.
—Esta es mi casa después de todo, Aurora
—dijo con esa voz suave y controlada que
siempre había usado—. He venido a hablar
contigo.
Fue entonces cuando vi a Demian en la sala
acercándose a nosotros, vestido con un
traje impecable. El contraste con la última
vez que lo había visto era tan grande que
por un momento no pude procesar lo que
estaba viendo.
—Buenas noches, Aurora —dijo Demian,
con una formalidad que me heló la piel—.
Soy el abogado y detective personal de tu
padre.
Mi respiración se aceleró y sentí como si el
suelo se desmoronara bajo mis pies.
Demian, que me había buscado, que había
estado allí cuando más lo necesitaba, ahora
estaba parado junto a mi padre, esto no
tenía sentido.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —
exigí, mi voz más fuerte de lo que
esperaba, aunque mi interior estaba
temblando.
Mi padre se puso de pie, cruzando los
brazos con una expresión de falsa
compasión.
—Aurora, hemos estado trabajando durante
meses para demostrar que esta casa, en
realidad, me pertenece a mí —dijo, como si
fuera la cosa más lógica del mundo.
No pude evitar reír, una risa amarga y rota
que salió de mi pecho antes de que pudiera
detenerla.
—¿Estás bromeando? —dije, incrédula—.
Esta casa era de mi abuelo, tu padre, y él
me la dejó a mí.
Demian se aclaró la garganta, manteniendo
su compostura profesional.
—Después de revisar todos los documentos
legales y hacer una investigación
exhaustiva —explicó, sin un rastro de la
cercanía que solía mostrarme—. Hemos
descubierto que hubo ciertas
irregularidades en la transferencia de la
propiedad. Legalmente, la casa debería
haber pasado a manos de tu padre.
Sentí que las lágrimas se acumulaban en
mis ojos, pero me negué a dejarlas caer. No
frente a ellos.
—Esto no es justo —murmuré, más para mí
misma que para ellos—. ¿Por qué están
haciéndome esto?
Mi padre no se molestó en ocultar su
desdén.
—Bueno, tengo algunos problemas
financieros, querida hija —dijo, con una
frialdad que nunca había sentido antes—.
No he podido escribir un libro en años.
Necesito el dinero, y esta casa es lo único
que me queda.
—No me digas hija, no soy nada tuyo y
esperaba que te hubieras podrido en un
agujero negro —escupí.
Archer, que había estado observando todo
en silencio, dio un paso adelante, su
mandíbula apretada y sus ojos ardiendo de
ira.
—Esto es una completa locura —dijo, su
voz temblando con un enojo apenas
contenido—. Esta es la casa de Aurora y
haremos lo que sea necesario para luchar
contra esto.
Demian finalmente dejó de mirar a mi
padre y sus ojos se encontraron con los
míos. Pude ver un atisbo de emoción en
ellos, un rastro de algo que quizás alguna
vez fue real.
—Aurora… —comenzó, pero lo corté antes
de que pudiera decir algo más.
—No —sacudí la cabeza, retrocediendo un
paso—. No quiero escuchar nada de ti.
Eres una verdadera basura, no puedo creer
que no escuche a Archer. Debí saber que la
manzana jamás cae lejos del árbol.
Mi corazón estaba en pedazos, mi mente
luchando por entender cómo todo se había
desmoronado tan rápidamente. No solo
estaban intentando quitarme mi casa, sino
que también me había decepcionado
alguien muy cercano.
Archer se giró hacia mí, colocando una
mano firme pero gentil en mi brazo.
—No estás sola en esto, Aurora. Vamos a
resolverlo, te lo prometo.
No pude evitar sentirme agradecida por su
presencia, su apoyo incondicional en un
momento en que todo parecía estar
derrumbándose.
—Tenemos pruebas contundentes, nos
veremos en la corte —dijo Demian con
seriedad y furia.
—Entonces ahí estaremos —Archer habló
por mí, cuando la traición y el dolor eran
casi demasiado para soportar.
Ambos se acercaron a nosotros.
—Siempre supe que caerías fácilmente
ante las mentiras de Demian, pobre
Aurora, tan desesperada por amor. Eres la
hija de tu madre —me susurró mi padre a
centímetros de mí.
Archer no dudó en empujarlo. Mi padre
comenzó a respirar con rabia y yo me
quedé petrificada.
—No dejes las ventanas abiertas querida,
el monstruo siempre te encontrará —me
amenazó antes de subir a un auto junto a
Demian y alejarse.
Los vi irse sin más, juntos. Mi padre había
contratado a Demian para investigarme y
obtener la casa de alguna manera. Me
había usado todo este tiempo, todo era
falso. Me atrajeron tan fácilmente que no lo
vi venir. Jamás espere nada bueno de mi
padre, pero esto era demasiado. Esas dos
personas eran ahora lo peor que me
pasaron en la vida.
—Necesito… necesito un momento —
susurré, apartándome suavemente de
Archer y caminando hacia la puerta—. No
puedo estar aquí ahora mismo.
Salí de la casa, la fría noche de Nuuk
envolviéndome como un manto. Caminé sin
rumbo, mis pasos resonando en la calle
desierta, mientras intentaba entender
cómo todo había cambiado tan
drásticamente. No sabía a dónde ir ni qué
hacer, solo sabía que necesitaba tiempo
para procesar lo que acababa de suceder.
Archer me siguió, manteniéndose a una
distancia respetuosa, pero siempre cerca,
listo para apoyarme en cualquier momento.
—Aurora… —llamó suavemente después de
unos minutos de silencio.
Me detuve, girándome para enfrentar su
mirada llena de preocupación y
determinación.
—No sé qué hacer —admití, mi voz
temblando mientras las lágrimas
finalmente comenzaban a caer—. No puedo
perder esta casa, Archer. No puedo perder
más.
Él se acercó, abrazándome con fuerza,
como si quisiera protegerme de todo el
dolor del mundo.
—No lo harás —susurró—. No voy a dejar
que eso pase. No mientras esté aquí.
Y en ese momento, por primera vez desde
que entré en mi casa y vi a mi padre, sentí
un pequeño destello de esperanza.
No tardamos demasiado en separarnos y
volver a tomar el rumbo a casa.
—Lo siento mucho, pero no puedo dejar
que duermas en esa casa, no sabemos
como entraron allí y no podría permitir que
nada te pasara —me dijo a medida que
llegábamos a su casa, me condujo dentro y
yo dejé que lo hiciera, estaba tan asustada
como el por mí.
Birdie estaba haciendo su tarea en la mesa
del comedor cuando se giró a vernos y su
cara demostraba un poco de preocupación
al verme con la mirada perdida y aun las
marcas de mis lágrimas, que, aunque ya no
las sintiera, aun caían por mis mejillas.
—Tranquila cielo, todo estará bien. Aurora
dormirá aquí esta noche porque en su casa
surgió un problema que solucionaremos
mañana. Ahora sube a lavar tus dientes —
él estaba a su altura hablándole con
claridad, y aunque aun se notaba
preocupada obedeció a su padre.
Archer me llevó arriba y abrió la puerta de
su habitación, me sentó en su cama y yo
aun no sabia como reaccionar, que hacer o
que decir. Nada salía de mí, ver a mi padre,
quien me había echado como un perro hace
años ahora venia aquí, a mi hogar, el hogar
de George y Carson a irrumpir y tratar de
quedarse con algo que era mío.
Vi a Archer arrodillarse frente a mi para
desabrochar las hebillas de mis zapatos.
Solo lo seguía con la vista. Caminó hasta su
vestidor y trajo una camiseta larga, la dejó
sobre la cama.
—Puedes cambiarte y yo te traeré algo de
beber. Volveré rápido, te lo prometo —me
dijo antes de salir.
Hice lo que me dijo, me quité mi vestido y
me puse la remera de Archer, era igual de
largo que mi vestido, volví a sentarme en la
cama y ahora mi cansancio se convirtió en
ansiedad, en angustia y alerta.
Archer no tardo en volver a entrar a la
habitación con una taza de té en las manos
que dejó sobre la mesa de noche.
Sacó las mantas de su cama y me dejó su
cama para que me acostara, me metí en
ella y el tomó asiento en un sillón
individual que estaba cerca.
—Tomate el té, te ayudará. Se que tienes
miedo, pero no dejare que nada te pase,
jamás —sus palabras si lograban calmarme
un poco, sabía que teniéndolo cerca no me
pasaría nada, no lo permitiría, era de lo
único que estaba segura.
Tomé la taza en mis manos y me ayudaron
a calentarlas un poco.
Me sobresalté tanto al borde de tirar la
taza cuando oí un golpe en la puerta de la
habitación. Birdie entró unos segundos
después con sus pijamas rosas y su cara de
pena al interrumpir nada, pero se acercó a
su padre.
—Puedo cuidar a Aurora, traje a mi osito
Oscar, dormiremos con ella y ya no tendrá
miedo —le aseguró a su padre con total
seriedad.
Hizo que mis labios se curvaran en una
pequeña sonrisa.
Archer me miró y yo asentí con gusto, le
hice un lugar en la cama y Birdie se metió
sin pensarlo, yo pasé mi brazo sobre ella y
Oscar. Comencé a acariciar su cabello y la
pequeña soldado no tardó en conciliar un
profundo sueño entre mis brazos, aun así,
me sentía protegida.
Archer estaba aún en el sillón posando su
mirada en nosotras y de vez en cuando en
algún otro lugar de la habitación.
Mi mente no tardo en volver a lo mismo.
Un plan siniestro para que me enamorara
de un actor como Demian, me había
entregado a amar y confiar, me habían
vuelto a traicionar.
Las lágrimas volvieron a salir como un hilo
infinito, trate de secar cada una de ellas sin
que Archer lo notara, sin que Birdie
despertara, pero fue imposible cuando él se
puso de pie y tomó asiento en su propia
cama, con su hija en medio de ambos, tomó
mi rostro entre sus manos y se ocupó de
secarlas por mí.
—No pienses ni por un segundo que esto
podría ser tu culpa. No mereces esto,
Aurora —dijo Archer con una firmeza que
no había escuchado antes en su voz,
mientras secaba suavemente mis lágrimas
con sus pulgares—. Te han engañado y
manipulado, pero eso no refleja tu valor ni
tus decisiones. Solo muestra hasta dónde
son capaces de llegar ellos para conseguir
lo que quieren, son cobardes.
Me quedé mirándolo, sintiendo cómo la
calidez de sus manos en mi rostro
comenzaba a calmar la tormenta que rugía
dentro de mí. Archer siempre había sido un
ancla en mi vida, alguien que me mantenía
firme cuando el mundo a mi alrededor se
desmoronaba.
—Archer, yo… —empecé a decir, pero las
palabras se atoraron en mi garganta,
atrapadas por la mezcla de dolor y
confusión que aún sentía.
—No tienes que decir nada —me
interrumpió suavemente, sin dejar de
mirarme a los ojos—. Solo quiero que sepas
que estoy aquí para ti. No importa lo que
pase, no importa cuántas veces intenten
derribarte, estaré a tu lado. Vamos a luchar
contra esto juntos, y no dejaré que te
quiten nada de lo que te pertenece. No
mientras yo esté aquí.
Su voz era tan sincera, tan llena de
determinación, que no pude evitar
sentirme un poco más segura. Como si, de
alguna manera, todo pudiera estar bien
simplemente porque él lo había prometido.
—Gracias —susurré, apenas capaz de sacar
las palabras—. Gracias por estar aquí.
Archer asintió, una pequeña sonrisa
asomando en sus labios, pero sus ojos
seguían reflejando la intensidad de su
promesa.
—Siempre estaré aquí para ti, Aurora —
repitió en un susurro, tan cerca que podía
sentir su respiración contra mi piel—.
Siempre.
No puedo recordar en que momento me
quedé profundamente dormida gracias a él
y la confianza que depositó en mí.

Capítulo 31: La caja


Archer.
Desperté con una sensación de calidez y
paz que no había sentido en mucho tiempo.
La luz suave del amanecer se filtraba a
través de las cortinas, iluminando el cuarto
con un resplandor tenue. Sentía el cuerpo
cómodo, relajado, más de lo que había
estado en años. No recordaba en qué
momento me había quedado dormido, pero
lo último que podía rememorar era la
sensación de mis dedos enredándose en el
cabello de Aurora, una acción que, sin
querer, me ayudó a relajarme hasta que el
sueño finalmente me venció.
Al abrir los ojos, giré la cabeza lentamente
hacia mi derecha. Birdie estaba entre
nosotros, dormida profundamente,
acurrucada como un pequeño gatito. Su
respiración era suave y tranquila, una vista
que siempre lograba calmarme, incluso en
los momentos más difíciles. Y luego, al otro
lado de Birdie, estaba Aurora. Ella también
seguía dormida, con su brazo extendido,
rodeando a Birdie y su mano descansando
sobre Oscar, el osito de peluche. Su
expresión era tan pacífica, tan diferente de
la tensión que había visto en su rostro la
noche anterior.
Mi corazón se llenó de un sentimiento
profundo, uno que trataba de negar desde
hacía tiempo. No podía evitar sentirme
atontado mirando a ambas, una mezcla de
amor y devoción que me hacía querer
congelar este momento para siempre.
No había necesidad de palabras, ni de
explicaciones. Aquí, en esta cama, en este
instante, todo parecía perfecto.
Con cuidado, me deslicé fuera de la cama,
tratando de no despertarlas. Aún llevaba
puesta la ropa de ayer, ni siquiera me había
cambiado antes de acostarme. Me moví en
silencio, asegurándome de que cada paso
fuera suave. Me detuve un momento junto
a la cama, mirando una vez más a Aurora y
Birdie. El amor que sentía por ambas era
diferente pero igualmente inmenso, podría
dar mi vida por ellas.
Bajé las escaleras con sigilo, dirigiéndome
primero al baño para lavarme los dientes y
darme una ducha rápida. Sentí el agua
caliente golpear mi piel, despejando los
últimos vestigios de sueño y preparándome
para el día que tenía por delante. Sabía
que tenía que hacer algo importante, algo
que podría cambiar las cosas para Aurora,
y debía estar completamente despierto y
concentrado.
Fui a la cocina y me decidí por preparar
algo sencillo pero reconfortante: pancakes
de vainilla, un clásico que ambas amaban.
A medida que vertía la mezcla en la sartén,
el dulce aroma comenzó a llenar la cocina.
Recordé los días más sencillos, cuando
Birdie era más pequeña y hacíamos esto
casi cada mañana de fin de semana. Esos
recuerdos me hacían sonreír, pero hoy
tenía una motivación adicional: quería que
Aurora se sintiera segura, cuidada. Ella
había pasado por mucho, y aunque no lo
dijera, yo podía ver las cicatrices que aún
llevaba dentro.
Mientras los pancakes se doraban, preparé
una taza de café para Aurora. Me aseguré
de que todo estuviera perfecto antes de
llevar la comida a la mesa.
Antes de que Birdie y Aurora bajaran a
desayunar, me dirigí a mi estudio. Sabía
que no podía perder más tiempo. Había
dejado un mensaje a mi abogado la noche
anterior, y debía hablar con él para
asegurarme de que Aurora tuviera la mejor
representación legal posible.
Tomé el teléfono y marqué su número,
caminando de un lado a otro en el estudio
mientras esperaba que respondiera.
—Hola, Archer —respondió finalmente mi
abogado, su voz calmada como siempre.
—Hola, Patrick. Quiero que comiences con
todo el papeleo necesario hoy mismo, sobre
lo que hablamos ayer. No quiero que su
padre tenga ninguna oportunidad de
quitarle la casa —dije, sin rodeos.
—Entendido. Me encargaré de todo.
¿Puedo contar contigo para cualquier
documento adicional que necesite?
—Claro, lo que sea necesario. No quiero
dejar ningún cabo suelto. Y gracias,
Patrick.
—Sabes que puedes contar conmigo,
Archer. No te preocupes, haremos todo lo
posible para que esto salga bien.
Después de colgar, respiré hondo. Sentía
una mezcla de alivio y determinación. No
dejaría que Aurora pasara por esto sola, y
definitivamente no permitiría que alguien
tan despreciable como su padre la
lastimara más.
Antes de salir para volver nuevamente a la
cocina, algo me detuvo. Sentí que el piso
bajo mis pies cedía repentinamente. Miré
hacia abajo justo a tiempo para ver cómo
una tabla de madera se soltaba, creando un
agujero en el suelo. Me incliné hacia
adelante, curioso por el hueco recién
abierto, me di cuenta de que el agujero no
era muy profundo, y en el fondo, algo
brillante captó mi atención. Una caja
pequeña, de un color violeta desgastado,
descansaba allí, como si hubiera estado
escondida por mucho tiempo.
Mi curiosidad creció y, con cuidado, metí la
mano para sacarla. La madera de la caja
estaba cubierta de polvo, y tenía algunas
marcas de tiempo, pero aún así se veía
intacta. La coloqué sobre mi escritorio, mi
mente ya trabajando, intentando descifrar
de quién podía ser y por qué estaba
escondida en mi estudio.
La abrí lentamente, sintiendo un extraño
nudo en el estómago. Al levantar la tapa, vi
el nombre escrito en una letra delicada
pero reconocible: Lyn.
Mi respiración se hizo más lenta. Este
estudio había sido de Lyn y mío antes...
Antes de que todo cambiara. Ella debió
haber escondido esto aquí, y yo nunca lo
supe. La caja estaba llena de cartas y
papeles cuidadosamente doblados.
Con manos temblorosas, saqué la primera
carta con mi nombre en la parte superior.
Pero al leer las primeras líneas, sentí como
si todo el aire hubiera sido succionado de
mis pulmones. Era la carta que Aurora me
había dejado antes de irse a Nueva York.

Querido Archer,
Ya lo sé, todo esto parece una locura, pero
no puedo seguir aquí. Después de perder a
Carson, todo cambió. Ya no somos los
mismos, y cada rincón de este lugar me
recuerda lo que ya no está. No puedo ver
un futuro para mí en Nuuk, no mientras
cada parte de esta ciudad me lo traiga de
vuelta.
Por eso, estoy tomando una decisión difícil.
Me voy. Pero quiero que sepas que no
espero nada de ti. Será tu elección si
decides acompañarme o quedarte aquí.
Cualquiera que sea tu respuesta, lo
entenderé.
Pero piensa en todo lo que soñamos juntos.
Tú, con tu futuro brillante como dentista, y
yo, trabajando sin descanso para
convertirme en diseñadora de modas. Lo
hablamos tantas veces: trabajaríamos duro,
viviríamos juntos, y tal vez, solo tal vez,
volveríamos a Nuuk cuando todo doliera un
poco menos. George seguro comenzará su
vida adulta como la soñó, cuando le
quitemos la carga de cuidarnos, se que
viajará por el mundo como lo deseó, los
tres estaremos bien, nos volveremos a ver.
No puedo decirte cómo será el futuro, pero
sé que, de alguna manera, tú siempre
estarás en mi vida. Puede que terminemos
viviendo una vida como todo el mundo
insiste: nosotros construyendo un hogar
juntos, compartiendo hijos, riendo de los
viejos tiempos. O tal vez solo seremos esos
amigos que lo comparten todo, que están
ahí para siempre, sin importar la distancia
o el tiempo.
De cualquier modo, quiero que sepas que
siempre te llevaré conmigo, sin importar
dónde esté.
Pero ven conmigo a Nueva York, Archer. Te
prometo que algún día todo esto dejará de
doler, y quizás, cuando miremos atrás, lo
hagamos con una sonrisa. Y quizá, solo
quizá, encontremos esa felicidad que todos
siempre supieron que estaba destinada
para nosotros, juntos.
Aurora.

La carta que me había dicho que dejó, pero


que nunca había llegado a mis manos.
Junto a la carta, un pasaje de avión sin usar
caía al suelo. Lyn jamás me había dado esta
carta, ni el pasaje.
Una sensación de ira y tristeza se apoderó
de mí. Había pasado años convencido de
que Aurora me había abandonado
completamente, sin pensar en mí, que
había elegido su vida en Nueva York sobre
nosotros. Pero todo este tiempo, la verdad
había estado escondida justo aquí, en mi
propio hogar.
El enfado comenzó a hervir dentro de mí
mientras mi mente procesaba lo que esto
significaba. No era solo que Lyn había
ocultado la carta y el pasaje, sino que había
manipulado mis sentimientos durante años.
Metí la mano de nuevo en la caja y saqué
otro grupo de cartas. Reconocí uno de los
sobres inmediatamente: era de Cody, el
maldito que le rompió el corazón a Aurora.
Abrí la carta, con mi corazón latiendo más
rápido y mi mente buscando razones,
excusas, algo que explicara por qué Lyn
haría esto.
Las palabras en la carta me hicieron
detenerme: "Gracias por la idea, Lyn.
Nadie sabrá que fue tuya. Prometo que
ganaré la apuesta y que Aurora nunca
sospechará."
Mi mente se quedó en blanco por un
momento. Lyn no solo había ocultado todo,
sino que también había sido la principal
instigadora de una apuesta cruel que había
herido profundamente a Aurora.
Las pruebas de que Aurora siempre había
dicho la verdad y que había tenido razón en
odiar a Lyn, todo estaba frente a mí.
Revolviendo entre los sobres había muchas
más cartas entre Cody y Lyn, con fechas
muy recientes a su muerte. Ellos habían
estado viéndose por años, a mis espaldas,
aun cuando estábamos casados.
"No vuelvas a traer a Birdie a mi casa, no
la quiero aquí, la próxima vez no tendré
compasión por si rompe alguna de mis
cosas nuevamente."
Cada vez que leía más cosas mi corazón se
sacudía con ira, imaginando a que cosas
había expuesto Lyn a nuestra propia hija.
"Me prometiste que dejarías todo por mí,
salgamos de aquí ahora. Podemos hacerlo,
Archer se hará cargo de Birdie. Y no me
digas que sientes compasión por él luego
de que lo usaste y mentiste tanto tiempo,
luego de hacerle lo peor que le pudiste
hacer, ocultar aquella carta de Aurora,
pero gracias a eso obtuvimos su dinero.
Además, ambos sabemos que nunca
quisiste ser madre, solo es una mocosa, no
tienes nada que te retenga aquí."
Hubiera perdonado la infidelidad, el dolor
que le causó a Aurora, pero jamás
perdonaré que me haya ocultado esa carta
o el haberle hecho daño a mi hija.
Tal vez yo tampoco la amé, pero jamás me
hubiera atrevido a traicionarla, o a dejar
que hablaran así sobre mi propia hija.
"Te esperaré en la estación de tren, esta es
nuestra oportunidad."
La última carta fue tres semanas antes su
muerte.
Sentí que algo dentro de mí se rompía, una
mezcla de dolor, enojo y traición. ¿Cómo
pudo Lyn hacer algo tan cruel, tan
intencionadamente malvado?
Cada carta revelaba una faceta más oscura
de alguien que había creído conocer.
Todo este tiempo, Aurora había tenido
razón, y yo había estado ciego, engañado
por alguien en quien confiaba
completamente. Me dejé caer en la silla
detrás de mi escritorio, con las cartas aún
en mis manos temblorosas, tratando de
procesar la magnitud de lo que había
descubierto. Mi mente no podía dejar de
correr, pensando en todo el dolor
innecesario que Aurora había soportado, en
lo destrozada que estaría Birdie si alguna
vez leyera esto sobre su madre. Lyn había
manipulado mi vida, ahora pensaba en
todas las oportunidades que se habían
perdido debido a su engaño, solo por
asqueroso dinero.
El sonido de las risas de Birdie bajando las
escaleras me sacó de mis pensamientos.
Tenía que hacer algo con esta nueva
información. Tenía que hablar con Aurora,
pedirle perdón, explicarle todo. Pero antes,
necesitaba calmarme, pensar en mis
próximos pasos. Miré nuevamente la caja
violeta, y sentí una ola de determinación.
No permitiría que el pasado continuara
afectando nuestro futuro. Jamás perdonare
a Lyn, ojalá este pagando cada palabra que
dijo sobre su hija. Birdie no sabrá sobre
esto, crecerá y se convertirá en alguien
mejor que su madre, pero siempre creerá
que la amó, aunque hasta yo deseaba que
fuera cierto.
Volví a la cocina justo a tiempo para ver a
Birdie y Aurora bajando las escaleras.
Birdie llevaba su ropa cómoda de fines de
semana, y Aurora todavía tenía puesto el
vestido del día anterior. En otro momento,
quizás me habría concentrado en la escena
tierna que ellas formaban, pero ahora mi
mente estaba atrapada en el
descubrimiento de la caja de Lyn. La ira y
la traición bullían en mi interior, pero supe
que no podía dejar que eso se notara.
—Buenos días —dijo Birdie con energía,
frotándose los ojos mientras se acercaba a
la mesa.
—Buenos días, cielo —respondí, intentando
sonreír mientras le revolvía el cabello,
como si todo estuviera bien.
Aurora se acercó detrás de Birdie, sus ojos
aún un poco somnolientos, pero con una
suavidad que me provocó un nudo en el
pecho. Sentí que mi corazón se comprimía
al verla, sabiendo ahora cuán equivocada
había sido mi percepción de ella durante
todos estos años.
—Buenos días —dijo Aurora en voz baja,
tímida, pero con una calidez que me
envolvía, suavizando por un momento mi
tormento interno.
Traté de devolverle la sonrisa, aunque mi
mente seguía regresando al contenido de
esa caja. Intenté centrarme en lo que
estaba frente a mí: una oportunidad para
finalmente hacer las cosas bien.
—Buenos días, Aurora. Espero que te guste
el desayuno. Hice pancakes de vainilla y
hay café recién hecho —dije, señalando los
platos en la mesa.
Ella asintió, su sonrisa ampliándose un
poco más al ver la comida.
—Se ve delicioso, gracias, Archer —dijo,
tomando asiento junto a Birdie.
—¡Sí! —exclamó Birdie con entusiasmo—.
Papá siempre hace los mejores pancakes.
¿Verdad, Aurora?
Aurora soltó una pequeña risa, mirando a
Birdie con cariño.
—Definitivamente parece que así es —
respondió, tomando un sorbo de café—. Y
estoy segura de que también hace los
mejores cafés.
El ambiente era tranquilo pero lleno de una
calidez reconfortante. Aurora y Birdie se
lanzaron hambrientas sobre los pancakes, y
por un momento, todo parecía en su lugar.
Aurora sonrió de nuevo y se volvió hacia
Birdie.
—Gracias, Birdie... y Oscar —dijo, mirando
al osito de peluche que Birdie aún tenía a
su lado—. Por protegerme anoche.
Realmente lo aprecio.
Birdie soltó una risita y se encogió de
hombros.
—¡Claro, Aurora! Oscar y yo siempre
estamos listos para protegerte. Somos un
gran equipo, ¿verdad, papá?
La miré, sintiendo una oleada de orgullo y
amor.
—El mejor equipo, cariño. El mejor equipo
que podríamos tener.
Aurora sonrió, sus ojos brillando con un
toque de diversión.
—Entonces estoy en buenas manos —
respondió, y los tres compartimos una
sonrisa mientras continuábamos con
nuestro desayuno.
Después de un rato de disfrutar de esos
momentos de paz con Aurora y Birdie,
escuché el timbre de la puerta. Sabía que
era Patrick. Era momento de afrontar la
situación con Aurora, de darle la seguridad
de que no estaba sola en esta lucha, que
jamás volvería a estar sola. No le quitarían
nada sin dar pelea.

Capítulo 32: Demasiado rencor.


Aurora.
El eco de los murmullos y pasos llenaba la
sala del tribunal mientras el juez revisaba
los documentos sobre su escritorio.
Sentada junto a Archer y Patrick, podía
sentir la tensión en cada rincón de la sala.
Mis manos temblaban ligeramente en mi
regazo, y mis ojos se movían entre el rostro
impasible del juez y la figura de mi padre,
sentado al otro lado, con Demian a su lado.
Demian. La traición de su parte me dolía
más de lo que estaba dispuesta a admitir,
incluso ante mí misma. Había pensado que
había una conexión entre nosotros, una
especie de vínculo, aunque no amoroso,
algo más.
Sin embargo, verlo ahí, apoyando a mi
padre en este intento de arrebatarme mi
casa, me hacía sentir como si todo el suelo
bajo mis pies hubiera desaparecido.
Patrick colocó una mano reconfortante
sobre mi hombro. Me giré hacia él, y él me
ofreció una sonrisa tranquilizadora.
—Estamos bien, Aurora —me susurró—.
Confía en el proceso.
Asentí, tratando de contener el miedo y la
ansiedad que luchaban por desbordarse.
Archer estaba a mi lado, su presencia una
constante fuente de apoyo y fuerza. Desde
el momento en que todo esto comenzó, él
había estado a mi lado, brindándome más
apoyo del que jamás podría haber pedido.
Sentía su mirada fija en mí, intensa y
protectora. Me giré ligeramente para
encontrarme con sus ojos, y él me ofreció
una leve sonrisa que ayudó a calmar un
poco mis nervios.
El juez levantó la vista de los documentos,
carraspeando para llamar la atención de
todos. Sentí mi corazón acelerarse, la
anticipación mezclándose con el temor.
—Después de revisar todas las pruebas
presentadas y considerar los argumentos
de ambas partes —comenzó el juez, su voz
resonando en la sala—, he llegado a una
decisión.
Respiré hondo y cerré los ojos por un
segundo, rogando silenciosamente por una
resolución favorable. Cuando volví a
abrirlos, el juez estaba mirando
directamente a mi padre.
—Las escrituras presentadas por el señor
Liam Clemonte han sido consideradas
inválidas debido a inconsistencias en los
documentos y la falta de pruebas que
demuestren una transferencia legítima de
propiedad. Por lo tanto, esta corte falla a
favor de Aurora Clemonte.
Un momento de absoluto silencio precedió
al estallido de emociones dentro de mí.
Sentí una oleada de alivio y alegría
abrumadora inundar mi ser. Sin pensar, me
lancé hacia Archer, abrazándolo con todas
mis fuerzas. Sus brazos me rodearon de
inmediato, fuertes y seguros, y por un
instante, el mundo exterior dejó de existir.
—Lo logramos —susurré, mi voz quebrada
por la emoción—. No sé qué haría sin ti.
—Nunca tendrás que averiguarlo. Estoy
aquí, siempre.

Él me abrazó con la misma intensidad, sus


manos acariciando mi espalda en un gesto
reconfortante. Sentía su corazón latiendo
contra el mío, y por un momento, todo fue
perfecto. Pero cuando nos separamos,
todavía con la euforia flotando en el aire,
nuestros ojos se encontraron y, en esa
proximidad, una chispa pasó entre
nosotros. Algo profundo, una conexión que
iba más allá de las palabras.
Sentí mi respiración acelerarse, y por un
segundo, pensé que tal vez él sentía lo
mismo. Pero antes de que pudiera decir
algo, Patrick se aclaró la garganta,
sacándonos del trance.
—Aurora, Archer, felicidades. Fue una
victoria importante.
—Muchas gracias, Patrick. No hubiéramos
podido sin ti —le agradecí con mucha
sinceridad mientras estrechábamos
nuestras manos.
Empezamos a salir del tribunal, todavía
llenos de la emoción de la victoria. Pero
justo cuando cruzábamos la puerta, sentí
una mano áspera agarrar mi brazo con
fuerza. Me giré, sobresaltada, para
encontrarme con el rostro furioso de mi
padre.
—No creas que esto ha terminado —
escupió Liam, sus ojos ardiendo con una
furia contenida—. No dejaré de pelear. Una
bastarda como tú no se quedará con la
casa que me pertenece, al fin y al cabo, no
eras nada de George y mucho menos mío.
Sus palabras me golpearon como un balde
de agua fría. Él estaba insinuando que no
era su hija. Sentí que el suelo se
desvanecía bajo mis pies. Mis labios se
movieron, pero no salió ningún sonido.
Aunque jamás fue un verdadero padre para
mí, si él no era mi padre biológico, mi
identidad era confusa. Tal vez había un
hombre allá afuera sin saber que tenia una
hija, tal vez toda mi vida pudo ser
diferente.
Archer reaccionó al instante, colocándose
entre mi padre y yo, con una firmeza en sus
ojos que nunca había visto antes.
—Ya basta, Liam —dijo con voz firme, su
mano moviéndose para sujetar mis
hombros con suavidad—. Aurora, vamos.
No tienes que escuchar más de esto.
Dejé que Archer me guiara hacia la salida,
mis pensamientos en un torbellino. Ya
afuera, el aire fresco golpeó mi rostro, pero
apenas lo sentí. Estaba sumida en una
confusión total, incapaz de procesar las
palabras de mi padre. Como si estuviera
viendo mi vida desde fuera de mi cuerpo.
Archer estaba a mi lado, su mano todavía
en mi hombro, su presencia una constante
ancla que evitaba que me desmoronara por
completo.
Mis pensamientos eran un torbellino
caótico, lo vi mirarme con una
preocupación palpable en sus ojos.
Él me ayudó a subir al auto, y durante todo
el viaje a su casa, el peso de las palabras
de mi padre seguía rondando en mi mente.
Una vez que llegamos, Archer me guió
hacia dentro con delicadeza. Me sentía
exhausta, emocionalmente drenada. Me
dejé caer en una silla del comedor mientras
Archer se dirigía a la cocina.
—Voy a hacer café —dijo suavemente.
Lo observé desaparecer en la cocina,
agradecida por su presencia constante y
tranquilizadora. Mientras esperaba, dejé
que mis pensamientos vagaran. Todo lo que
había ocurrido desde que volví de Nueva
York parecía una pesadilla interminable. Y
ahora, esta nueva revelación sobre mi
padre... o tal vez, no mi padre. Mi mente
intentaba encontrar sentido a todo. Si él no
era mi padre, entonces, ¿quién era yo
realmente?
Cuando Archer regresó con dos tazas, lo
acepté con gratitud, permitiendo que el
calor de la taza calmara mis manos
temblorosas. Nos sentamos en silencio por
un momento, el aroma del café llenando el
aire entre nosotros.
—Me fui de Nueva York porque todo en mi
vida estaba yendo mal. Le dieron mi
ascenso a una persona que apenas
comenzó en el mundo del diseño, luego de
que yo me había sacrificado tanto por esa
empresa. Fui solo una escalera a la cima,
todos sus diseños populares eran míos. Me
sentí tan estúpida. Y luego, como si eso no
fuera suficiente, mi anhelo de convertirme
en madre se rompió en un instante. La
noticia de que no podría tener hijos jamás,
llegó como un golpe muy bajo, es un dolor
que no sabía cómo procesar. Era algo que
siempre había deseado con todo mi
corazón, y de repente, se desvaneció,
dejándome con una sensación de vacío y
pérdida que nunca antes había
experimentado.
Vi a Archer inhalar profundamente, su
rostro lleno de una empatía silenciosa. Me
daba miedo mirarlo a los ojos, pero al
mismo tiempo necesitaba hacerlo,
necesitaba hablarle.
—Sentí que mi vida estaba arruinada, no
tenía nada de lo que quería —continué, mi
voz quebrándose un poco—. Así que vine
aquí, buscando un nuevo comienzo, pero
parece que los problemas me siguieron y
se multiplicaron. Y ahora esto... saber que
podría no ser hija de Liam... Es como si
todo lo que creía saber sobre mí misma
fuera una mentira. Tal vez Carson y yo no
nos hubiéramos sentido tan abandonados si
quizás un padre diferente nos hubiera
amado. Tal vez todo seria distinto.
Archer extendió su mano hacia la mía,
cubriéndola con la suya. Sentí una oleada
de calor y consuelo a través de ese simple
contacto.
—Aurora, no importa lo que pase, lo que
sea que descubras. Tú sabes quien eres,
pero tienes suerte de que si lo olvidas, yo
te lo recordaré siempre que lo necesites —
apretó mi mano con delicadeza y con su
otra mano arrastró mi silla mas cerca de la
suya. Nuestras caras estaban a centímetros
—. Tu aun eres la niña que me protegía de
mi padre, eres quien me acogió cada vez
que lo necesité. Eres la hermana
protectora de Carson, la mejor futbolista
sobre lodo, la persona más inteligente de la
clase. La amiga excepcional que siempre
estuvo para todos. Eres la imagen de
George, eres sus valores y su crianza, tu
sabes que eso jamás seria algo malo. Eres
el conjunto de las mejores cosas te dieron,
creaste a la Aurora delante de mí gracias a
todo eso. No gracias a tus padres, no
gracias a la empresa que te utilizo, eso solo
te volvió más fuerte, porque te has
levantado cada vez que intentaron
empujarte del barco, estas aquí, ahora
estamos juntos para afrontar lo que sea. Te
rescataré si así lo deseas, estaré donde
quieras que este, Aurora. Cubriré tu
espalda por siempre.
Sus ojos eran sinceros, todo su rostro
expresaba orgullo y nostalgia. Intenté
aguantar cada lagrima mientras me
recordaba las cosas que pasamos.
Estábamos tan cerca que sentía su pecho
subir y bajar, llevó una mano a mi mejilla y
la acaricio con su pulgar.
—Gracias. Estas aquí haciendo hasta lo
imposible por mi ¿por qué?
—Porque lo mereces —contestó sin
dudarlo, aunque su respuesta me hacia
feliz, esperaba que siguiera, esperaba que
dijera algo más, que diera ese paso que
ambos estábamos dudando en dar.
Birdie llegó a la casa haciendo que
separemos nuestros cuerpos, pero no
nuestros ojos, estábamos conectados y no
sabía cuánto tiempo más podría aguantar
sin besarlo por primera vez
—Debo confesarte algo —me dijo cuando
vimos a Birdie subir a su habitación.
Fruncí mi ceño esperando lo peor.
—Hace unos días descubrí una caja debajo
de una tabla del piso de mi estudio. Era de
Lyn —hizo una pausa suspirando con
decepción y yo aun estaba confundida—.
Tenías razón, siempre la tuviste. En la caja
estaba la carta que me dejaste antes de
irte. Al parecer ella tenia muchos secretos
escondidos, lo siento mucho. No pude dejar
de pensar en que hubiera pasado si la
recibía, si nos íbamos juntos, si hubiera
podido parar sus mentiras y
manipulaciones.
—Bueno, jamás sabremos qué hubiera
pasado, pero tal vez las cosas serian peor,
queremos creer que hoy seria diferente y
mejor, pero quizás no. Quizás si nos
hubiéramos ido juntos, hoy por cuestiones
de la vida, no seriamos amigos, ni
cercanos, ni tendríamos contacto. Quiero
creer que estamos donde debemos porque
así tenía que ser —confesé con sinceridad,
no me hubiera gustado estar con Archer
mientras dormía en un callejón, oliendo la
pudrición a mi alrededor, con el miedo
sacudiendo mi piel por cada sonido
extraño. No hubiera deseado verlo vivir
como yo.
—Si, quizás sí, pero tal vez te hubiera
podido proteger de todo lo que te pasó.
Quizás George no hubiera enfermado. Tal
vez hubiera pasado lo que decías en esa
carta —me miró buscando explicaciones
sobre aquello, pero yo apenas recordaba
mis propias palabras.
No sé qué haría sin ti.
—Lo siento, no recuerdo que escribí,
Archer. Solo sé que, si nos hubiéramos ido
juntos, Birdie no estaría aquí, no
conoceríamos a la extraordinaria niña que
creaste tú. Es por ella que estamos donde
debemos estar.
Birdie era lo único bueno que salió de Lyn.
Lo noté pensativo acerca de mis palabras,
hasta que volvió a recuperar la cordura
—Es cierto, mi hija es todo para mí y estoy
orgulloso de ella. Así que sí, estamos donde
debemos —no sentí seguridad en lo que
decía.
Hubiera deseado que esto no sucediera,
que Lyn no resultara ser una perra, que
nosotros nos hubiéramos dado cuenta de
que nos amábamos antes de todo lo que
pasamos, de que la felicidad nos inundara
con Birdie a nuestro lado.
—Bueno, eso no era todo lo que había en la
caja. Lyn fue la legitima creadora de la
apuesta de Cody, lo siento mucho, se todo
lo que sufriste por eso —su mirada era
apenada.
—No es tu culpa, siempre lo supe y como
dijiste, eso me ha vuelto más fuerte. Solo
me resta saber que yo sí di todo de mi
durante mis relaciones, lo que Cody o
Demian hayan hecho, es su responsabilidad
vivir con ello —dije con sinceridad, no sería
quien soy sin haber aprendido de ello.
Ahora sabia que no fue mi culpa, creía ser
demasiado ilusa, pero no era yo, eran ellos
y la perversidad que corría por sus venas.
—Aun así, lamento mucho todo lo que ella
te causó, pude haberlo evitado —estaba
afligido por todo el descubrimiento, tanto
como yo por ver la perversidad que podría
salir de alguien—. Yo realmente no quise
leer las cartas que encontré, pero lo hice y
lo que encontré no sale de mi mente. Cody
y Lyn tuvieron un amorío, las cartas tienen
fechas hasta tres semanas antes de su
muerte —hizo una mueca de desagrado y
suspiro frustrado antes de seguir—. No
sale de mi mente que me traicionó, que en
esas cartas hablaban de Birdie con
desprecio, no quería ser su madre. Siento
dolor por ella, porque jamás conocerá a la
encantadora niña que crie con el amor que
a ella le faltó —respiró profundo y se veía
alterado, me sentía feliz y con culpa por
pensar que Birdie es quien es por Archer, y
sería muy diferente con Lyn en su vida.
—Lo siento mucho por ti también, debe ser
difícil pasar por eso ahora —le dije
apretando su mano en apoyo, pero en el
fondo, ojalá Lyn estuviera viva para que
pudiera pagar muchas cosas malas que
hizo.
—Descuida, supongo que al final siempre
supe que clase de persona era, pero aun es
la madre de Birdie así que se mantendrá en
secreto, ella merece amar a la imagen
buena de la madre que no conocerá
realmente.
Aun había desilusión en sus ojos, estaba
dolido, tanto como yo. Lyn no era mi amiga,
no éramos cercanas, solo intentaba ser
buena conmigo delante de Archer. Pero
luego de conocer estos sucesos, no me
sentí mejor. Sentía que aun así debía
perdonarla, porque solo así podría
acercarme completamente a Birdie y
abrazar con ella el recuerdo de su madre,
era mejor que el rencor, ya tuvimos
demasiado de eso.

Capítulo 33: Tulipanes rosas


Aurora.
El viento frío golpeaba mi rostro mientras
caminaba hacia el consultorio, sosteniendo
una caja de regalo cuidadosamente
envuelta entre mis manos. Dentro, un
vestido color rosa, pequeño y esponjoso,
esperaba pacientemente a su nueva dueña.
Había trabajado en él por algunos días,
eligiendo con esmero cada detalle: los
botones de nácar, el encaje delicado que
bordeaba el cuello y las mangas, y la suave
tela que sabía que Birdie amaría. Mi mente
vagaba imaginando la expresión en su
rostro cuando llegara al consultorio. Quería
que fuese una sorpresa.
La calle estaba extrañamente tranquila, lo
cual agradecí. Mis pensamientos estaban
en Birdie, y en la satisfacción simple y pura
que me proporcionaba el hecho de hacer
algo para ella, algo que no fuera necesario,
pero que lo hacía por el simple placer de
verla sonreír. Desde la distancia, ya podía
divisar el consultorio.
Al llegar a la puerta, una visión inesperada
me detuvo en seco. Flores. Ramos de flores
por todas partes. Mis ojos se abrieron de
par en par mientras intentaba asimilar lo
que veía. Tulipanes rosas, mis favoritos,
llenaban cada rincón del pequeño
vestíbulo. Había algunos ramos de rosas
rojas dispersos, pero los tulipanes
dominaban la escena, pintando el espacio
con un tono suave y delicado que
contrastaba con el blanco clínico de las
paredes.
La sorpresa me impidió avanzar, y por un
momento me quedé allí, inmóvil en la
puerta, contemplando el espectáculo de
color. Mis manos todavía sostenían la caja
del vestido de Birdie, pero mi mente estaba
a kilómetros de distancia. Un gesto tan
elaborado, tan… inesperado. No era típico
de Archer hacer este tipo de cosas, o al
menos no lo había sido en años. Y en ese
momento, el pensamiento me golpeó como
una ráfaga de viento frío: hoy era mi
cumpleaños.
Durante años, había ignorado la fecha.
Desde que Carson murió, no había
festejado nada. Los cumpleaños eran esos
recordatorios de tiempo perdido y
oportunidades arruinadas, habían dejado
de ser motivo de celebración para mí.
Eran un recordatorio de todo lo que había
perdido y de todo lo que jamás volvería.
Pero ahora, al ver el consultorio lleno de
flores, me di cuenta de que alguien no solo
había recordado la fecha, sino que también
se había tomado el tiempo de preparar algo
especial.
Entré al consultorio, mis pasos ligeros y
cautelosos. Mi mirada recorría cada rincón,
buscando alguna pista de quién podría
haber sido el responsable. Sobre mi
escritorio, un pequeño pastel descansaba
en un plato blanco. Me acerqué
lentamente, sintiendo cómo mi corazón
latía con más fuerza en mi pecho. El pastel
era sencillo, adornado con un glaseado liso
de color vainilla y algunas pequeñas flores
de azúcar en tonos pastel. Junto al pastel,
había un cuchillo pequeño, invitándome a
probarlo.
Tomé el cuchillo y corté un pedazo
pequeño. La suavidad del pastel se deshizo
en mi boca, y el sabor a vainilla llenó mis
sentidos. Una calidez familiar se extendió
por mi pecho. La vainilla, mi sabor favorito,
una preferencia que no había compartido
con nadie desde hace años. Excepto con
Archer. Él siempre lo había sabido. Desde
niños, cuando comíamos helados en
verano, él siempre pedía vainilla para mí,
aunque él prefería el chocolate.
Apreté los labios, tratando de contener las
emociones que amenazaban con
desbordarse. Miré alrededor nuevamente,
enfocándome en los tulipanes. Tulipanes
rosas, los mismos que a mi abuela le
encantaban. Cuando ella murió, mi abuelo
solía llenar su jardín con ellos cada
primavera. Archer era el único que sabía
cuánto significaban para mí esos tulipanes.
Era una conexión secreta con mis abuelos,
con mi infancia, con una época más sencilla
y feliz.
Me acerqué a uno de los ramos y pasé los
dedos por los pétalos suaves. No había
ninguna nota, ninguna indicación de quién
los había enviado, pero no la necesitaba.
Sabía en mi corazón que solo Archer podría
saber todas estas cosas. Nadie más conocía
esos detalles de mi vida, nadie más se
habría molestado en recordar. Nadie más lo
habría hecho con tanto cariño.
De repente, sentí una mezcla de emociones
abrumadoras. Gratitud, tristeza, confusión.
Archer no estaba aquí, pero su presencia
llenaba la habitación. Todo en este espacio
hablaba de él, de su conocimiento íntimo
de mí, de su deseo de hacerme sentir
especial, aunque fuese por un día. Aunque
fuese en mi cumpleaños, una fecha que
había tratado de olvidar.
Miré las rosas rojas. A diferencia de los
tulipanes, las rosas sí tenían una nota.
Reconocí la letra de Sussy, que siempre era
detallista y dulce.
"Feliz cumpleaños, querida Aurora. Que
este año te traiga toda la felicidad que
mereces".
Una sonrisa se formó en mis labios, aunque
apenas la sentí. Agradecía el gesto de
Sussy, pero las flores de Archer eran las
que realmente me tocaban el alma.
Dejé la caja del vestido de Birdie sobre mi
escritorio y me dejé caer en la silla. Miré el
pastel, las flores, la habitación llena de luz.
Todo me recordaba a los cumpleaños de mi
infancia, cuando mi hermano, Archer y yo
corríamos por el jardín intentando alcanzar
las mariposas que revoloteaban. Carson
siempre sabía cómo hacernos reír.
Los recuerdos se agolparon en mi mente, y
por un momento, me permití sentir la
tristeza, el dolor, y también el amor que
esas memorias traían consigo. Archer lo
sabía. Sabía que hoy no era un día fácil
para mí, y sin embargo, había encontrado
la manera de hacerme sentir un poco
menos sola. Un poco más querida. Aun en
la distancia, aun con el dolor y las cosas no
dichas, él estaba aquí conmigo.
Me levanté y me acerqué a la ventana,
mirando hacia la calle vacía. El viento frío
seguía soplando, llevando consigo las hojas
secas y el polvo del camino. No había nadie
más allí, solo yo y el regalo inesperado de
alguien que me conocía mejor de lo que me
gustaría admitir. Suspiré, dejando que el
aire escapara lentamente de mis pulmones.
Con un último vistazo a los tulipanes,
regresé a mi escritorio, tomé mi asiento y
aunque intenté pensar otra cosa no pude,
no pude contener las lágrimas que ya
habían comenzado a caer como lluvia.
Cubrí mi cara con mis manos y solo duré
pocos segundos intentando consolarme a
mí misma antes de que una mano me
presione el hombro con empatía.
Descubrí mi rostro y lo vi parado a mi lado,
Archer viéndome con preocupación.
—Lo siento mucho, yo solo creí que debía
hacer algo. Es tu trigésimo cumpleaños y
debía ser conmemorado de alguna manera
—él intentó excusarse por ocasionar mis
lágrimas.
Yo me puse de pie y lo abracé, me aferré y
él no tardó en corresponder presionando
mi cuerpo al suyo con dulzura. Sentí sus
suaves caricias a mi cabello mientras yo
aun lloraba, porque solo hasta ahora me
había dado cuenta de lo sola que estuve
estos años sin nadie conocido a mi lado,
solo Archer me conocía y siempre había
sido así, luego de todos estos años, luego
de todo. Había sido él.
Separé mi rostro de su pecho y lo miré, sin
tener palabras que soltar, solo tenía un
millón de emociones cruzando por mi
cuerpo y todas las provocaba él.
—Mis lagrimas no son de tristeza, solo
había olvidado que hoy es mi cumpleaños y
que tu hayas hecho esto, no lo puedo creer
—di otro vistazo por la habitación floreada
antes de volver a poner mis ojos en los
suyos—. Gracias por todo esto, es
realmente increíble, no debiste hacerlo.
—Yo quería hacerlo, lo deseaba. Desearía
que no te hubieras perdido tus anteriores
cumpleaños, desearía haber estado allí
para hacer esto cada año. Desearía que te
hubieras sentido tan especial como ahora,
porque lo eres. Eres de las personas más
importantes en mi vida Aurora y desearía
que pudieras ser feliz todos los días.
Estaba realmente atónita por sus palabras,
por sus ojos casi cristalinos, su tono
arrepentido, la tranquilidad de su toque.
Todo de él me hizo sonreírle con lo más
sincero que podía mostrar.
—Desearía poder hacerte sonreír así cada
día. Feliz cumpleaños, Aurora —concluyó
antes sonreírme de la misma manera.
Nos quedamos unos segundos mirándonos
a los ojos con algo más que familiaridad,
ahora estaba segura de algo, había estado
enamorada de Archer hace más tiempo que
el que recordaba. Estábamos conectados
por algo más que conocimiento y años,
habíamos estado buscando algo que estaba
frente a nosotros, solo éramos notros dos.
—Tengo una sorpresa más —mencionó
volviendo su sonrisa a una más picara. De
su espalda sacó un pañuelo y lo miré
curiosa—. Lo siento, debo cubrirte los ojos
para esto —no estaba segura de por qué
debía hacer eso, pero accedí con
nerviosismo.
Me ató el pañuelo con cautela detrás de mi
y entonces mi vista era negra.
—Por favor, no me dejes caer —le supliqué
mientras tomaba mi mano y comenzaba a
conducirme.
—Nunca lo haría.
Él estaba guiándome, pero mis pasos eran
con inseguridad, sabía que Archer no haría
nada para lastimarme, pero aun así les
temía a las sorpresas.
Sentí como salíamos del consultorio y cada
vez me preocupaba un poco más. Hicimos
algunos pasos más y entonces oí a Archer
abrir una puerta, al entrar a algún lugar
nuevo nos detuvimos.
—¿Y bien? Estoy muy nerviosa, Archer. Ya
sácame la venda —le rogué con inquietud,
comenzaba alterarme al no oír nada.
—Tranquila, ya te la quitare. Solo quería
que sepas algo antes —volvió a tomar mi
mano para tranquilizarme, se puso detrás
de mí y se acercó a mi oreja—. De ante
mano se lo que opinaras sobre este regalo,
pero quiero que sepas que confió en ti.
Comencé esto hace semanas y lo hice
desde el fondo de mi corazón porque me
hace feliz poder darte esto.
Archer comenzó a desatar el nudo del
pañuelo con suavidad antes de que este
caiga al suelo sin más, mis ojos inquietos
se abrieron y lo primero que me impactó
fue la sensación de espacio y luz, era una
tienda. El techo, alto y amplio, parecía
elevarse hacia el cielo, haciendo que todo
se sintiera más abierto y aireado.
¿Qué era este lugar? ¿Qué hacíamos aquí?
Las paredes tenían una mezcla de tonos
neutros, suaves grises y beiges que se
fundían con los detalles metálicos de las
perchas doradas, vacías por el momento,
colgaban con una elegancia casi etérea,
como si estuvieran esperando ansiosas
para cumplir su propósito. Los arcos
dorados enmarcaban pequeñas vitrinas
empotradas, dando una sensación de
continuidad y armonía. El suelo de madera
clara reflejaba la luz que entraba por las
enormes ventanas del fondo, creando un
ambiente cálido y acogedor. En el centro,
un mostrador de diseño curvo y
minimalista parecía flotar, dominando la
escena con su presencia sutil pero
innegable. Un puf redondo y tapizado en
un tono azul grisáceo estaba colocado
estratégicamente, invitando a descansar un
momento, como un pequeño oasis en medio
de un paraíso de moda.
Una mezcla perfecta entre modernidad y
suavidad, una habitación diseñada para
hacerte sentir cómoda y especial.
No había notado lo mucho que camine por
el lugar explorándolo hasta que me voltee a
ver a Archer confundida.
—¿Qué es esto? —estaba anonadada por el
hermoso espacio y armonía que irradiaba,
era hermoso.
Archer acorto la distancia entre nosotros y
volvió a tomar mi mano, esta vez para dejar
una llave en ella.
—Es tuyo. Bienvenida a tu tienda, Aurora.
Me quedé inmóvil, sintiendo el peso frío de
la llave en mi mano, incapaz de procesar
sus palabras. Mi mente corría en círculos,
tratando de unir las piezas de lo que
acababa de suceder. Archer me miraba con
una mezcla de expectación y cariño,
esperando mi reacción. Pero yo solo podía
pensar en una cosa: ¿cómo? ¿Cómo había
hecho esto?
—¿Mi tienda? —repetí, como si al decirlo
en voz alta me ayudara a comprender
mejor.
—Sí —confirmó Archer con una sonrisa
tierna—. Sabía cuánto significaba para ti
tener un lugar propio, un espacio donde
pudieras dejar volar tu creatividad sin
límites. Así que, cuando surgió la
oportunidad de comprar este local, no lo
dudé.
Miré a mi alrededor nuevamente, esta vez
con ojos diferentes, sintiendo cómo mi
corazón se aceleraba con una mezcla de
emoción y desconcierto. Todo estaba
pensado con tanto detalle, desde la
decoración hasta la distribución del
espacio. Era exactamente como lo habría
imaginado.
—Archer, no puedo aceptar esto —dije
finalmente, sacudiendo la cabeza. Mis
palabras salieron entrecortadas, llenas de
incredulidad—. Es demasiado, no sé ni qué
decir...
—Di que serás la mejor en lo que amas
hacer —respondió él, dando un paso más
cerca, con una suavidad en sus ojos que me
hizo sentir más tranquila—. Sé que es un
gran regalo, pero quiero que lo tengas. Sé
cuánto lo has querido desde niña y nada
me hace más feliz que ayudarte a cumplir
un sueño.
Sentí que las lágrimas volvían a
acumularse en mis ojos, pero esta vez no
eran de tristeza o melancolía. Eran de pura
gratitud y emoción. Archer había hecho
algo tan desinteresado, tan increíblemente
generoso, que no sabía cómo agradecerle
lo suficiente.
—Gracias —susurré finalmente, mirando la
llave en mi mano, luego a él—. Gracias por
esto, Archer. No solo por la tienda, sino
por… por ser tú. Por entenderme de una
manera que nadie más lo hace.
—Siempre —dijo suavemente, su voz
llenando el espacio vacío con una calidez
que me hizo sentir segura, como si
finalmente estuviera en casa.
Nos quedamos así, de pie en medio de mi
nuevo atelier, rodeados por el silencio y la
luz suave que entraba por las ventanas. Y
por primera vez en mucho tiempo, sentí
que todo estaba en su lugar. Que, después
de todo lo que habíamos pasado,
estábamos exactamente donde debíamos
estar.

Capítulo 34: Latidos


Archer.
Aurora estaba en la entrada, sonriendo
como si hubiera ganado la lotería, mientras
yo me preparaba para ayudarla a quitar el
papel periódico que cubría las ventanas de
su nuevo local. Desde el día en que la vi
con Peter, me juré a mí mismo que lucharía
por enamorarla y que no dejaría que nadie
más se la llevara. Hoy era su cumpleaños,
pero decidí no abrir el consultorio para
dedicarme a ayudarla. Había reservado
este día para nosotros, aunque ella no lo
sabía todavía.
—No puedo creer que hayas hecho todo
esto por mí —dijo Aurora, con una emoción
que era casi contagiosa.
—Tú lo vales —le respondí, tratando de no
delatarme con mi sonrisa.
Empezamos por las ventanas, quitando el
papel que bloqueaba la luz. A medida que
despejábamos el espacio, la tienda cobraba
vida.
No podía dejar de verla a ella, cada gesto
suyo, cada sonrisa y cada chispa de
emoción en sus ojos me recordaban por
qué estaba dispuesto a luchar por ella
contra quien sea, nadie la lastimaría de
nuevo.
Mientras retirábamos el último trozo de
papel, nuestras manos se rozaron. Sentí un
cosquilleo recorrerme, y por un momento,
Aurora y yo nos quedamos inmóviles,
mirándonos. Quería besarla, pero en su
lugar, me limité a sonreír y a desviar la
mirada.
—Déjame mostrarte el resto —dije,
tratando de recuperar la compostura.
La llevé por el local, enseñándole cada
rincón como si estuviera entregándole una
joya. La pequeña cocina, similar a la que
teníamos en el consultorio, el baño, y
finalmente, su futura oficina, decorada con
muebles blancos que había elegido con
cuidado.
Aurora irradiaba alegría. Sus ojos brillaban
como los de una niña pequeña con un
juguete nuevo. A cada paso que daba, su
entusiasmo crecía. Me fascinaba
observarla, y no podía dejar de pensar en
lo afortunado que soy de compartir mi vida
con la suya.
Nos detuvimos en el espacio más amplio, el
que había diseñado específicamente para
su trabajo de diseño y confección. Aurora
dio un pequeño salto de alegría y me
abrazó sin previo aviso. Mi corazón latió
con fuerza contra mi pecho, y casi me
atreví a abrazarla más fuerte. Pero me
contuve. Todavía no era el momento.
—Esto es increíble, Archer. No sé cómo
agradecerte —susurró contra mi hombro.
—No necesitas agradecerme. Solo quiero
verte feliz —le respondí, deseando poder
decirle mucho más.
Caminé hacia el mostrador donde había
dejado una botella de champaña y dos
copas. Era el momento perfecto para
brindar.
—Vamos a celebrar —dije, sirviendo un
poco de champaña en cada copa. Le ofrecí
una a Aurora y levanté la mía—. Por un
nuevo comienzo, y por nosotros.
Aurora sonrió y sus ojos se encontraron
con los míos. Por un momento, el mundo se
detuvo y todo lo que existía era ella y ese
momento. Bebimos de nuestras copas, y un
calor reconfortante se instaló en mi pecho.
—Solo te dejé una tarea por concretar, el
nombre de la tienda —le dije tomando otro
sorbo.
—Ya tengo una buena idea en mente —ella
sonrió con complicidad.
Estaba a punto de decir algo más cuando
Birdie entró corriendo por la puerta.
—¡Aurora! —gritó Birdie, corriendo hacia
ella con los brazos abiertos.
Aurora se agachó para recibirla en un
abrazo y Birdie se aferró a ella con toda su
fuerza. No pude evitar sonreír.
—¡Feliz cumpleaños! —dijo Birdie,
entregándole un dibujo colorido—. Somos
tú, yo y papá.
Aurora lo miró con atención y sus ojos
brillando de emoción.
—¡Es hermoso, Birdie! Gracias, cariño.
Birdie sacó otro regalo de su mochila, esta
vez un collar hecho de macarrones
pintados de rosa pastel.
—Yo lo hice para ti —dijo con una sonrisa
tímida.
Aurora se lo puso de inmediato, fingiendo
que era la joya más valiosa del mundo. Se
giró hacia mí con una sonrisa que derritió
mi corazón.
—Ahora sé dónde acabaron todos los
macarrones —dije para que ambas rieran.
—Creo que tengo una nueva pieza favorita
—dijo Aurora dirigiéndose de nuevo a
Birdie. Mi hija le sonrió feliz.
—¿Te gusta la tienda? —preguntó la
pequeña, mirando alrededor con
curiosidad.
—¡Me encanta! —respondió Aurora—.
¿Acaso tú sabias y no me dijiste nada?
Pequeña traidora —le reprochó Aurora a
Birdie en forma de chiste mientras se
acercaba para hacerle cosquillas y ella se
reía con fuerza.
Cuando Aurora la soltó, los ojos de Birdie
irradiaban algo un poco más triste.
—¿Qué pasa cariño? —me acerque yo y le
pregunte poniéndome a su altura.
—Es que ya no veré a Aurora en el
consultorio —dijo deprimida recordando
ese detalle.
Aurora le acarició el cabello con ternura.
—Siempre podrás visitarme aquí, y yo te
visitaré a ti. Nunca te dejaré, Birdie. Es
una promesa —dijo ella a la pequeña que
comenzaba a brillar de nuevo.
Sus palabras me conmovieron
profundamente. No era solo una promesa,
era un compromiso genuino de amor. Y en
ese momento, supe que no solo estaba
enamorado de Aurora, sino que también
estaba enamorado de lo que significaba
para mi hija.
Pasamos el resto de la tarde cargando
cajas y decoraciones. Birdie insistió en
ayudar a cargar las flores de Aurora al
auto, aunque la mayoría de las veces
terminaba tirándolas en lugar de colocarlas
correctamente. Pero su entusiasmo era
contagioso, y pronto estábamos todos
riendo y trabajando en armonía.
Cuando finalmente cargamos todo, el sol
comenzaba a ponerse y las luces de la
ciudad se encendían una por una.
—¿Qué tal si terminamos el día con una
cena especial? —sugerí, mirando a Aurora
—. Para celebrar tu cumpleaños como se
debe.
Aurora me miró sorprendida, pero asintió
con una sonrisa.
—Me encantaría.
Cada uno de nosotros se dirigió a su casa
para cambiarse. Mientras me arreglaba
frente al espejo, no podía dejar de pensar
en lo hermosa que se veía Aurora hoy. Todo
sobre ella me fascinaba: su risa, su forma
de moverse, su pasión por la vida. Decidí
que esta noche sería especial. No podría
dejar pasar más tiempo sin dejarle claro lo
que sentía.
Al salir de mi casa, me encontré a Aurora
ya esperando afuera. Mi corazón se detuvo
por un instante al verla. Llevaba un vestido
negro largo que resaltaba su figura de una
manera que me dejó sin aliento. Su cabello
rubio caía lacio sobre sus hombros, y sus
labios pintados de un rojo intenso brillaban
bajo la luz de la calle. Era una visión que
podría robarle el aliento a cualquiera, y sin
duda, me lo robó a mí.
—Te ves... increíble —logré decir, todavía
tratando de procesar su belleza.
Aurora sonrió tímidamente y se ruborizó.
Me encantaba cuando se ruborizaba, era
una de esas pequeñas cosas que la hacían
aún más encantadora.
—Gracias, Archer. Tú también te ves muy
bien —respondió, con una sonrisa que me
hizo sentir como si todo estuviera bien en
el mundo.
Birdie apareció detrás de Aurora, luciendo
el vestido rosa que ella le había hecho con
tanto cariño, se veía perfecto para la
ocasión.
Sus ojos brillaban de emoción, y estaba
claro que se sentía como una princesa.
—Te ves hermosa, Birdie —le dijo Aurora,
inclinándose para darle un beso en la
mejilla.
Birdie se sonrojó, igual que su padre, y
sonrió ampliamente. Estaba claro que
admiraba a Aurora y apreciaba
profundamente su atención.
—Gracias, Aurora. Tú también te ves
increíble —respondió Birdie, devolviéndole
el cumplido con una sinceridad que solo un
niño podría tener.
Nos dirigimos al auto y Birdie, llena de
energía y emoción, no dejaba de hablar
sobre lo mucho que estaba disfrutando de
su día. Aurora y yo la escuchábamos con
sonrisas en el rostro, compartiendo
miradas cómplices que hacían que mi
corazón latiera más rápido. Estaba claro
que Aurora tenía una conexión especial con
Birdie, y eso solo hacía que mis
sentimientos por ella crecieran aún más.
Llegamos al restaurante, un pequeño lugar
acogedor con luces cálidas y una atmósfera
tranquila. Había elegido este sitio porque
sabía que Aurora prefería los lugares
íntimos donde pudiera disfrutar de una
buena conversación sin el bullicio de la
multitud. Nos sentaron en una mesa cerca
de la ventana, desde donde podíamos ver
las luces de la ciudad titilar a medida que
la noche se asentaba.
Aurora miró a su alrededor con una sonrisa
de satisfacción.
—Este lugar es perfecto, Archer. Gracias
por hacer esto.
—No hay nada que agradecer —respondí
mientras tomaba asiento frente a ella—.
Quería asegurarme de que tuvieras el
mejor cumpleaños posible.
Birdie se sentó entre nosotros, su rostro
iluminado por la emoción del día. Tomé el
menú y comencé a hojearlo, pero mi mente
no estaba realmente en la comida. Estaba
concentrado en Aurora, en cómo se veía
bajo la tenue luz del restaurante, en la
forma en que sus ojos brillaban cuando
miraba a Birdie, en cómo su risa llenaba el
espacio de alegría.
El camarero se acercó para tomar nuestro
pedido, y Birdie, entusiasmada, ordenó
espaguetis con albóndigas, su plato
favorito. Aurora optó por una ensalada de
salmón, mientras que yo pedí un bistec.
Cuando el camarero se fue, levanté mi
copa para hacer un segundo brindis.
—Por el cumpleaños de Aurora, y por
muchas más celebraciones juntos —dije
mirando a Aurora a los ojos.
Ella levantó su copa con una sonrisa y
Birdie hizo lo mismo, aunque su copa solo
tenía jugo de manzana. Chocamos nuestras
copas con suavidad, y el sonido del cristal
resonó en el aire, lleno de promesas no
dichas y sueños por cumplir.
Mientras comíamos, la conversación fluyó
con facilidad. Hablamos de todo y de nada,
compartiendo anécdotas y riendo juntos.
Birdie, como siempre, era el alma de la
fiesta, contando historias divertidas de la
escuela y haciendo preguntas
interminables sobre todo lo que veía.
Aurora le respondía con paciencia y cariño,
y yo me encontraba más agradecido que
nunca por tener a ambas en mi vida.
Después de que terminamos de comer, el
camarero regresó con un pequeño pastel
de cumpleaños para Aurora. Había
organizado todo con anticipación,
queriendo hacer este momento especial
para ella. El pastel tenía una vela
encendida en el centro, y la luz
parpadeante iluminaba su rostro con un
resplandor cálido.
—Feliz cumpleaños, Aurora —dije con una
sonrisa.
—Archer, esto es... no tenías que hacer
todo esto.
—Claro que sí. Tú mereces esto.
Birdie empezó a cantar "Feliz cumpleaños"
con entusiasmo, y Aurora sopló la vela
mientras todos aplaudíamos. Podía ver la
emoción en sus ojos, y ese simple momento
hizo que todo el esfuerzo valiera la pena.
—¿Qué pediste? —preguntó Birdie con
curiosidad infantil.
Aurora sonrió misteriosamente y le guiñó
un ojo.
—Si te lo digo, no se cumplirá.
Birdie hizo un puchero, pero luego sonrió y
tomó un gran bocado de pastel, su
entusiasmo rápidamente renovado. La cena
continuó con más risas y alegría, y mi
corazón se llenaba más con cada momento
que pasábamos juntos.
Al final de la noche, después de que Birdie
se quedara dormida en mi regazo, miré a
Aurora y supe que tenía que decirle algo,
aunque no estuviera seguro de cómo sería
recibido.
—Aurora... —comencé, mi voz más suave
de lo que había planeado—. Este día ha
sido uno de los mejores que he tenido en
mucho tiempo. Gracias por compartirlo con
nosotros.
Aurora me miró con una sonrisa cálida y
asentí con la cabeza.
—El sentimiento es mutuo, Archer. Gracias
por todo. Por hacer de este día algo tan
mágico, jamás me imagine que volvería a
ser feliz en el día de mi cumpleaños, pero
fue posible gracias a ustedes dos.
Quería decirle tanto más. Quería
confesarle que estaba dispuesto a luchar
por ella, que no dejaría que nadie más se
interpusiera entre nosotros. Pero el
momento no parecía el adecuado, no
cuando la noche había sido tan perfecta.
—Supongo que es hora de llevar a esta
pequeña soñadora a casa —dije, señalando
a Birdie, que seguía profundamente
dormida.
Aurora asintió y nos levantamos para irnos.
Mientras caminábamos hacia el auto, con
Birdie en mis brazos, sentí una paz que no
había sentido en mucho tiempo. Aurora
caminaba a mi lado, su presencia era
reconfortante y me daba la esperanza de
que quizá, solo quizá, había una posibilidad
para nosotros. Lo vi en sus ojos ayer, lo veo
en sus ojos cada día. Somos uno.
Mientras conducía ella miraba con
tranquilidad las calles de la ciudad, aun
sonriendo, hacia que yo sonriera. Se veía
feliz, mis deseos se habían cumplido.
Cuando llegamos a casa, bajé con Birdie en
brazos.
—¿Quisieras entrar un momento mientras
la recuesto en su cama? —le pregunté
dudoso, pero aun no estaba listo para
alejarme de ella.
Aurora accedió y entramos a mi casa. Subí
las escaleras con mi pequeña y la recosté
en su cama, la arrope y volví a la sala
donde ella me esperaba.
—Gracias de nuevo, Archer. Realmente
significa mucho para mí. Todo esto, todo lo
que hiciste por mí. Realmente no sé cómo
devolvértelo.
—No hay de qué, Aurora. Haría cualquier
cosa por ti y jamás necesitaras regresarme
nada. Siempre lo hice por ti, por la
satisfacción de verte feliz.
Nuestros ojos estaban conectados por la
intensidad y las millones de cosas que ni
uno decía. Aurora parecía nerviosa, dio
media vuelta intentando irse, apoyó su
mano en la madera de la puerta y antes de
girar el pomo, volvió a mirarme.
—El día que saliste con Kirsty, volviste
ebrio y yo te ayudé a llegar a la cama. En el
trayecto murmuraste muchas cosas —soltó
ella de repente con dudas en su rostro. Yo
comenzaba a morir de vergüenza sin
recordar que dije.
—Lo siento muchísimo, dudaba de que me
hayas visto en ese estado. No quise que
pasaras por eso, y no recuerdo que cosas
dije, pero créeme, estaba ebrio y no sabía
lo que decía —no podía creer que me
pasara esto. Ella me veía un poco
confundida.
—Creo que nunca te escuche más seguro
en tu vida.
—¿Qué dije?
—Alabaste su cabello suave y sus ojos
brillantes. Dijiste que ella es todo lo que
siempre quisiste y lo que necesitabas —me
dejó sin respuesta, no sabia que hacer. Fue
jaque mate. Cuando vio que las palabras no
salían de mí, entonces supuso lo peor.
—Eso imaginé —la felicidad del día había
desaparecido en instantes, ahora la tensión
había vuelto.
Dentro de mi luchaba por decirlo, decirle
que estaba hablando de ella, que jamás me
gusto nadie más, pero simplemente no
salía nada.
Ella me observo por un largo momento
esperando antes de finalmente mirarme
con decepción.
Ahora volvió su vista a la puerta y si giró el
pomo, pero antes de que pudiera salir, me
apresuré y tomé su mano entre las mías.
Ella volvió a mirarme con tristeza y cerré
los ojos por un segundo intentando
contenerme, aun nada salía de mí, así que
hice lo único que ella entendería.
Me llevé su mano al pecho, donde mi
corazón me delataba. Ella buscó mi mirada
con sorpresa. El corazón no me había
dejado de latir como un tambor desde que
la conozco. Cada vez que la veo o se acerca
a mí, cada sonrisa hace que mi pecho
tiemble y no creí que nada fuera más
verdadero que esto, lo que le pasa a mi
corazón cuando la tengo delante de mí.
—¿Qué significa? —me pregunto con
ansias.
—Que toda tu vida tuviste el poder de
arrebatarme el corazón si así lo quisieras.
Solo late por ti. Había estado detenido por
doce años, hasta que te volví a ver y lo
encendiste de nuevo, Aurora —nos
miramos con sinceridad inesperada, no
esperaba confesarle mis sentimientos, pero
aquí estaba, siendo vulnerable otra vez y
solo por ella—. Significa que te amo. Te
amo desde los siete años y te amo hoy. Te
ame toda mi vida, Aurora.
Las palabras se sentían poca cosa al lado
de las millones de sensaciones que me
recorrían.
Me quedé mirando sus ojos brillosos,
estaba consternada por la situación, pero
deseaba que me dijera algo, que dijera lo
que tanto había soñado.
Ella no lo hizo, no dijo nada, solo llevó su
mano desocupada a mi nuca y me acercó a
su boca sin previo aviso.
El primer contacto de sus labios contra los
míos me tomó por sorpresa, pero en un
instante todo en mí respondió. Era el beso
que habíamos estado esperando entre
durante años, acumulando una intensidad
que ahora explotaba con una fuerza que
casi me dejaba sin aliento. Mis manos se
movieron instintivamente hacia su cintura,
atrayéndola hacia mí mientras su boca se
movía con una pasión que no podía ser
contenida.
El beso se intensificó rápidamente, y todo
el deseo, la frustración, y el amor
reprimido se desbordaron en ese momento.
Sus labios eran suaves, pero firmes, y se
movían con una desesperación que
coincidía con la mía. Sentía que estaba
desmoronándome y reconstruyéndome a la
vez, como si ella fuera la pieza que siempre
había faltado para completar el
rompecabezas de mi vida.
Era el beso de la redención, supe que no
había vuelta atrás, sentíamos impaciencia
por sentirnos cada vez más cerca, por dejar
de perder el tiempo y besarnos hasta saciar
cada anhelo. Todo encajaba perfectamente,
como si cada error, cada malentendido, y
cada palabra no dicha nos hubieran llevado
hasta este punto. Estaba completamente
enamorado de ella, me podría tener donde
quisiera y yo le diría que si a todo.
Debía frenar, tenía que parar antes de
perder el control. Mis manos ahora
tocaban sus mejillas con suavidad,
intentando que me volviera a ver a los ojos.
—Tu eres todo lo que siempre quise y lo
que necesitaba.
—Supongo que siempre fui la única que no
lo vio venir y ahora no puedo dejar de creer
que siempre estuvimos hechos él uno para
el otro. Mi corazón estuvo gritando en
silencio, y no lo vi hasta que él tuyo me
destrozó con el peso de la verdad. Archer,
todo este tiempo he estado tan ciega que
no pude ver que mi lugar siempre ha sido a
tu lado, que tú siempre fuiste mi hogar.
La muralla se había derrumbado, las
barreras se cayeron y la burbuja se rompió.
Estaba desprotegido ante Aurora,
entregándole mi corazón para siempre,
después de todo, ella era la única que le
daba vida.
Capítulo 35: Descubriendo el amor
Aurora.
Me desperté más temprano de lo habitual,
con una extraña mezcla de emoción y
nervios que recorría mi cuerpo. Después de
lo que sucedió anoche, no podía esperar
para verlo de nuevo. Me preparé
rápidamente, tratando de calmar la sonrisa
tonta que no dejaba de aparecer en mi
rostro. Le prometí a Archer ayudarlo con
las solicitudes para recepcionistas, ahora
que no trabajaría allí, alguien más tendría
que soportar al exigente hombre. Yo lo
amaba, pero había que admitir que no era
fácil trabajar para él.
Caminé hacia su casa, sintiendo que mis
pasos eran ligeros como el aire. El sol aún
no salía del todo, y la brisa matutina era
fresca sobre mi piel. Toqué la puerta con
suavidad, nerviosa, pero antes de que
siquiera pudiera pensar en qué decir, la
puerta se abrió rápidamente, y allí estaba
él, mirándome con esa intensidad que
había aprendido a reconocer. Sin decir una
palabra, me tomó de la cintura, me atrajo
hacia él y me hizo entrar en su casa.
Sus labios encontraron los míos de
inmediato, y el mundo a nuestro alrededor
desapareció por completo. Archer siempre
tuvo la habilidad de hacer que todo se
detuviera cuando estábamos juntos. El
calor de su cuerpo, la fuerza de sus brazos
rodeándome, era una sensación que había
ansiado por tanto tiempo.
Este Archer hacia que en mi interior una
jauría se desatara causándome cosquilleo.
No podía creer lo deseosa que estaba por
estar en sus brazos cada día, besarlo a
cada hora porque ahora era mío al fin.
—Te extrañé —murmuró entre besos, su
sonrisa reflejando la mía.
—Yo también —dije, rozando su mejilla con
la mano, disfrutando del brillo cálido en
sus ojos, los ojos del verde que tanto me
gustaba—. No puedo creer lo mucho que te
extrañé.
Nos reímos como dos tontos enamorados, y
me llevó de la mano hasta la cocina.
—Vamos, tenemos que preparar el
desayuno de Birdie —dijo mientras sacaba
los ingredientes—. Pero te prometo que te
haré café como recompensa.
Su risa era suave, y su tono despreocupado
me llenaba de felicidad que no podía
contener. Comenzamos a hacer la mezcla
de las galletas, pero Archer no dejaba de
tocarme. Sentía sus dedos rozar los míos,
su mano en mi espalda, sus labios sobre mi
mejilla en pequeños besos que me robaban
el aliento.
—Lo siento —confesó en un susurro,
acercándose por detrás para rodearme con
sus brazos—. Estuve demasiado tiempo
conteniendo las ganas de acariciar tu piel.
Ahora que puedo, no te dejaré escapar tan
fácilmente.
Me giré entre sus brazos, y nuestros labios
se encontraron de nuevo. El beso fue más
profundo esta vez, cargado de todo el
deseo contenido de meses, quizá años, es
como si fuéramos adolescentes
descubriendo el amor por primera vez.
El momento se desvaneció cuando
escuchamos los pasos ligeros de Birdie
bajando las escaleras.
Nos separamos rápidamente, y cuando ella
entró, nos saludó con su habitual energía.
—¡Aurora! —exclamó con una sonrisa
radiante mientras corría hacia mí y me
abrazaba con fuerza—. ¡Qué bueno verte
aquí!
—Hola, cielo —respondí, devolviéndole el
abrazo y acariciando su cabello—. Quería
sorprenderte con galletas para el
desayuno.
—¡Me encantan las galletas! —dijo Birdie
emocionada, mirándonos a ambos con una
sonrisa.
Nos sentamos los tres en la mesa cuando
las galletas estuvieron listas. Archer sirvió
café para los adultos y chocolate caliente
para Birdie. Me senté junto a él, intentando
actuar con normalidad, pero debajo de la
mesa nuestras manos se rozaron
nuevamente, y esa chispa inconfundible
pasó entre nosotros. Nos lanzamos miradas
rápidas y cómplices, y cada sonrisa
compartida hacía que el calor en mis
mejillas aumentara.
Birdie, que era más perceptiva de lo que
pensábamos, nos miró con curiosidad.
—¿Están bien? —preguntó, frunciendo el
ceño levemente.
Archer y yo nos tensamos al mismo tiempo,
soltando nuestras manos bajo la mesa de
inmediato.
—Sí, claro, estamos bien —dije, quizás un
poco demasiado rápido.
—Solo felices por la nueva tienda de
Aurora, ya se aproxima la inauguración —
agregó Archer, sonriendo mientras le
revolvía el cabello con cariño.
Birdie no parecía muy segura de nuestras
respuestas, su ceño fruncido no
desapareció con facilidad, esa niña no
descansaría hasta descubrirlo.
Después del desayuno, era hora de llevar a
Birdie a la escuela. Los acompañaría para
examinar con Archer a la nueva
recepcionista del consultorio y luego
encargarme de mi tienda.
Él la dejó en la entrada, mientras yo
esperaba en el coche. Cuando volvió, nos
dirigimos juntos al consultorio. Sabía que
el día sería largo revisando las solicitudes,
pero el solo hecho de pasar más tiempo con
Archer hacía que todo valiera la pena.
Al llegar, nos instalamos en su oficina,
revisando los currículos y discutiendo las
opciones. Pero cada vez que Archer tenía la
oportunidad, se acercaba para besarme.
Cada pequeño beso, cada roce de sus
labios sobre los míos, hacía que todo lo
demás quedara en segundo plano.
Estábamos juntos, y eso era todo lo que
importaba.
—Sabes —dijo Archer mientras se acercaba
a mí por enésima vez—, he estado
pensando... Me gustaría decirle a Birdie
que estamos juntos.
—¿De verdad? —respondí, sorprendida por
su declaración.
—Sí. Sé lo feliz que la haría saberlo, ella te
ama. Pero creo que deberíamos ser
pacientes, dejar que se acostumbre a la
idea poco a poco —su mirada era tierna
mientras me acariciaba el rostro.
—Estoy completamente de acuerdo —le
sonreí—. No hay prisa.
Nuestros labios se encontraron de nuevo,
esta vez más lentamente, nos perdimos en
ese beso.
El sonido de la puerta abriéndose nos hizo
separarnos de golpe. Peter estaba allí, en
el umbral, mirándonos con una expresión
entre sorprendida y resignada. Archer y yo
nos pusimos de pie rápidamente,
intentando ocultar nuestra relación, pero
Peter no parecía molesto.
—Lo siento, no quise interrumpir —dijo con
una leve sonrisa—. Pero... supongo que era
inevitable que ustedes dos acabaran juntos,
¿no?
Nos miramos entre risas nerviosas.
—Peter... lo siento, no queríamos que te
enteraras así —me disculpé.
—Está bien, de verdad —Peter negó con la
cabeza—. Sabía que esto iba a pasar tarde
o temprano. Solo me queda desearles lo
mejor.
Sonrió con algo de tristeza y no pudimos
decir más porque salió de allí apresurado,
me sentía mal por darle una ilusión y
arrebatársela al segundo.
—Bueno, creo que es hora de poner en
orden algunas cosas en la tienda —le dije a
Archer, rompiendo el silencio que había
quedado entre nosotros—. Tengo que hacer
algunas compras de telas.
—Está bien, ¿nos vemos más tarde? —
preguntó, acercándose para darme un
último beso antes de que me fuera.
—Por supuesto —respondí, dejando que
nuestros labios se encontraran por unos
segundos más antes de finalmente salir del
consultorio.
Me dirigí a mi tienda, sabiendo que hoy no
importaba lo que hiciera, mi mente
siempre estaría pensando en él y en lo fácil
que era hacerme sonreír todo el día con
una simple caricia.
Me dirigí directamente a los estantes de la
tienda y comencé a limpiar, organizando
los materiales y asegurándome de que todo
estuviera perfecto para los próximos días.
Mientras repasaba cada rincón, mi mente
seguía repasando el encuentro con Archer,
la forma en que nuestros labios se rozaban,
sus caricias, y la promesa implícita de que
esto sería solo el comienzo. Era difícil
concentrarme en otra cosa cuando mi
corazón latía al ritmo del suyo.
Cuando terminé, fui hasta mi oficina,
donde ya estaba instalada la computadora.
Me senté, encendí la pantalla y comencé a
hacer las compras en línea. Tenía una lista
larga de telas, artefactos de costura y
algunas máquinas que aún me faltaban
para el taller. Con la tienda recién abierta,
sabía que tendría que ir completando poco
a poco cada detalle. La idea de contratar
personal también se hacía más urgente,
necesitaba asistentes y manos extra para
los vestidos que empezaban a solicitar.
Una vez que acabé, me levanté y fui a la
habitación de confección. En el centro de la
sala, sobre un maniquí, había un vestido
largo de un azul cielo casi terminado. El
vestido de Tara para la boda de su
hermana. Sonreí al recordar lo emocionada
que estaba cuando lo pidió, estaba
deseando que viniera a probárselo.
Mientras pensaba en esto, escuché el
sonido de la puerta abrirse. Salí de la sala
de confección y, para mi sorpresa, me
encontré con Kirsty, mi sonrisa se
desvaneció ligeramente. Aún sentía una
punzada de celos al verla, a pesar de saber
que Archer era mío ahora.
—¡Aurora! —dijo Kirsty, mirando alrededor
de la tienda—. ¡Felicidades por este lugar!
Es hermoso.
—Kirsty, muchas gracias —sonreí feliz de
que este precioso lugar me pertenecía
gracias a Archer.
—Vengo con urgencia a pedirte un vestido
para una fiesta que tengo con mi novio,
pronto.
Parpadeé, algo confundida.
—¿Tu novio? —pregunté, tratando de sonar
despreocupada, pero la sorpresa era
evidente en mi voz.
—Sí —respondió Kirsty con una sonrisa—.
Estamos juntos desde hace cinco años. Es
un gran evento para él, así que pensé en
algo especial, tal vez un rojo vino.
Fruncí el ceño ligeramente ignorando sus
detalles.
—Pero... —hice una pausa antes de
preguntar—, ¿entonces por qué saliste con
Archer hace semanas?
Kirsty, ahora completamente
desconcertada, negó con la cabeza.
—Yo nunca salí con Archer —dijo, riéndose
—. Solo somos compañeros. ¿Quién te dijo
eso?
Me sentí un poco tonta, y mi rostro se
sonrojó ligeramente al recordar lo celosa
que había estado. —Tal vez lo entendí
mal... —respondí con una sonrisa forzada,
aunque ahora algo más relajada.
Tras tomarle las medidas a Kirsty para el
vestido que quería, nos despedimos
cordialmente. Me quedé un momento sola
en mi tienda, procesando lo que había
descubierto. ¿Archer me había mentido?
Me sentí un poco molesta, pero también
aliviada de que todo estuviera aclarado.
Cuando llegó la hora de cerrar la tienda,
apagué las luces y salí. Fui directamente al
consultorio, donde encontré a Archer
terminando de organizar todo para cerrar.
Birdie ya estaba en el auto, jugando con su
mochila mientras esperaba a que nos
uniéramos.
—Hola —dije, caminando hacia él con una
sonrisa, pero en cuanto estuvimos lo
suficientemente cerca, le susurré—. ¿Por
qué me mentiste sobre salir con Kirsty?
—Lo siento, Aurora —suspiró con una
mezcla de culpa y arrepentimiento—. Esa
noche, fui a un bar con Max. Te mentí
porque quería saber si estabas celosa, si
realmente sentías algo por mí. Pero cuando
no vi ninguna señal de celos, me sentí tan
triste... —bajó la mirada—. Me embriagué
de más. No fue mi mejor momento.
No pude evitar reírme, aunque también
suspiré aliviada.
—Bueno, si te sirve de consuelo, estaba
muy celosa. Así que, lo lograste —admití,
empujándolo suavemente—. Pero si vuelves
a hacer algo así, me enfadaré mucho.
Archer me miró con una sonrisa traviesa,
pero también con una disculpa en sus ojos.
—Lo prometo, aunque me encanta cuando
te enojas —dijo, acercándose para besarme
suavemente en los labios con picardía.
Con una última sonrisa, nos unimos a
Birdie en el auto, y juntos, nos dirigimos a
casa.

Capítulo 36: Cielo


Archer.
El despertador aún no había sonado, pero
mis ojos se abrieron por sí solos. No
recuerdo haber dormido tan bien en mucho
tiempo, ni haber despertado con esta
sensación tan ligera en el pecho. Era como
si todo estuviera bien en el mundo, como si
las preocupaciones que solían llenar mis
días y noches hubieran desaparecido. Y
sabía exactamente por qué.
Aurora.
Solo pensar en ella me hizo sonreír como
un tonto, algo que rara vez me pasaba. Aún
acostado, me quedé mirando el techo por
unos segundos, reviviendo cada momento
de la mañana anterior cuando nos besamos
en la cocina, riendo entre susurros como si
volviéramos a ser esos adolescentes que
éramos hace tantos años.
Levantándome de la cama, me estiré
mientras soltaba un suspiro relajado. No
tenía prisa. No hoy. Hoy, Aurora volvería a
mi casa, y eso hacía que la rutina matutina,
que normalmente realizaba casi en
automático, se sintiera como algo especial,
algo que quería disfrutar lentamente.
Me dirigí al baño, lavándome la cara y
cepillándome los dientes, sin poder dejar
de sonreír. "Pareces un idiota, Archer",
pensé para mí mismo, pero no me
importaba. De hecho, me encantaba.
Terminé rápido y me vestí con calma,
eligiendo una camisa azul clara que sabía
que a Aurora le gustaba. Sí, estaba
pensando en ella hasta en eso.
Cuando estuve listo, bajé a la cocina. Aún
era temprano, pero no quería esperar a
última hora para preparar el desayuno.
Además, hacerlo yo mismo se estaba
volviendo una costumbre agradable, sobre
todo si sabía que Aurora estaría allí para
compartirlo conmigo. Puse una cafetera a
trabajar, llenando el aire con el aroma
reconfortante del café, mientras en otra
olla preparaba chocolate caliente para
Birdie, que aún dormía arriba.
La mañana estaba tranquila, pero mi
corazón no. Sentía una pequeña emoción
cada vez que pensaba en Aurora llegando
otra vez a mi puerta. Me apoyé en la
encimera, mirando hacia la ventana,
preguntándome cómo sería este día,
sabiendo que nada podría superarlo.
Justo cuando el café estaba listo, escuché
unos suaves golpes en la puerta. Mi
corazón dio un brinco. Ahí estaba.
Me apresuré a abrir la puerta y, como
esperaba, ahí estaba Aurora, con su cabello
ligeramente alborotado por el viento, sus
ojos brillando de la misma manera que la
recordaba desde que éramos niños.
—Buenos días —dije sonriendo, tomando su
mano para acercarla hacia mí.
—Buenos días —respondió ella, con esa
sonrisa que hacía que todo dentro de mí se
revolviera.
No esperé más. La tomé por la cintura,
atrayéndola hacia mí y besándola sin poder
evitar sonreír contra sus labios. Sus manos
subieron a mi cuello, y mientras
caminábamos lentamente hacia la cocina,
seguíamos besándonos, riendo entre
pequeños susurros, como si el tiempo se
hubiera detenido solo para nosotros.
Una vez en la cocina, la acorralé
suavemente entre la mesada y mi cuerpo,
sus manos aún aferradas a mi cuello. No
dejaba de besarla. Mi mente no quería
estar en otro lugar. La tomé de la cintura y,
con un movimiento suave, la senté sobre la
mesada, colocando sus piernas alrededor
de mi cintura.
—Deberíamos... hacer el desayuno —
murmuró Aurora, entre risas, aunque sin
ningún intento real de detener nuestros
besos.
—Ya está hecho —le susurré, sonriendo y
mirando sus labios, apenas separándonos
para hablar—. Ahora tengo tiempo solo
para ti.
Volvimos a besarnos, nuestras risas casi
silenciadas por los besos que
intercambiábamos. Había algo
increíblemente íntimo en esos momentos;
eran solo para nosotros, sin prisas ni
preocupaciones.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero un
pequeño ruido detrás de nosotros me hizo
detenerme. Me giré y, para mi sorpresa,
Birdie estaba parada allí, mirándonos con
una gran sonrisa que intentaba contener.
Mis ojos se abrieron como platos y
rápidamente me aparté de Aurora, aunque
ya era demasiado tarde.
—Buenos días —dije, aclarándome la
garganta y sintiéndome un poco torpe.
Aurora se bajó de la mesada, también
intentando recomponerse.
Birdie simplemente nos miraba, sus ojos
brillando de emoción. Traté de sonar
relajado, aunque la situación era algo
incómoda.
—Eh... —comencé, pero las palabras no
salían. Birdie, sin embargo, no dijo nada,
simplemente sonreía, como si estuviera a
punto de estallar en carcajadas.
—Vengan, siéntense las dos —dije,
señalando la mesa—. Terminaré de
preparar los pancakes.
Aurora y Birdie se sentaron a la mesa en
silencio, pero desde mi posición, vi cómo
Aurora miraba a Birdie, y esta estaba
claramente sonrojada. A pesar de la
incomodidad, había algo entrañable en la
situación. Terminé de preparar los
pancakes y me senté con ellas, sabiendo
que no podía evitar la conversación por
mucho más tiempo.
—Birdie —dije suavemente, mirándola—, lo
que viste... bueno, sí es lo que parece.
Aurora y yo... estamos juntos.
Hubo un momento de silencio, y tanto
Aurora como yo la miramos, esperando su
reacción. Por un instante, me preocupé de
que no estuviera contenta con la noticia.
Pero entonces, Birdie soltó una carcajada
feliz y nos miró a los dos con una expresión
de pura alegría.
—¡Lo sabía! —exclamó, abrazándonos a
ambos al mismo tiempo—. Sabía que se
amaban.
Aurora y yo nos miramos sorprendidos, aún
un poco incómodos con la palabra "amor",
aunque ambos sabíamos, en el fondo, que
era verdad. Nos abrazamos los tres,
aliviados y felices de que Birdie lo aceptara
tan bien.
El desayuno continuó entre risas y charlas.
Birdie, ahora sabiendo lo que sucedía entre
nosotros, parecía aún más contenta, como
si todo encajara mejor en su pequeño
mundo. Era más fácil ahora compartir esta
felicidad con ella, y la casa se sentía aún
más cálida y acogedora.
Cuando llegó la hora de llevar a Birdie a la
escuela, los tres salimos juntos,
subiéndonos al auto. Mientras conducía,
Aurora se volvió hacia mí.
—¿Te parece si pasamos por mi tienda
primero? —preguntó—. Quiero mostrarles
algo antes de llevar a Birdie a la escuela.
No tardaremos mucho.
—No hay problema —respondí, curioso por
saber qué quería enseñarnos.
Al llegar a la tienda, Aurora nos guió hasta
la entrada, donde había un letrero cubierto
con una tela. Me miró con una sonrisa
traviesa antes de tirar de la tela, revelando
lo que había detrás.
Me quedé sorprendido, mirándolo en
silencio por un momento.
—Siempre supe como quería llamar a mi
tienda —dijo Aurora, sus ojos brillando—.
Es algo que los involucra a ti y a Birdie.
‘’Cielo’’ es mi palabra favorita para
referirme a Birdie, porque me recuerda a
George, quien siempre te llamaba así.
Quería conmemorar el pasado y el presente
al mismo tiempo, recordando a la niña más
dulce que conozco y al hombre que fue mi
mejor amigo antes de convertirse en el
amor para mi vida.
Sentí que mi corazón se detuvo por un
segundo. Birdie corrió hacia ella y la
abrazó, y yo no pude evitar hacer lo mismo.
La rodeé con mis brazos y, mirándola a los
ojos, susurré:
—Ahora estamos completos contigo,
Aurora. No desearía estar en ningún otro
lugar teniéndolas a ustedes dos a mi lado.
Aurora sonrió, y en ese momento supe que
no había nada más importante para mí que
ellas. Mi familia.
Después de unos segundos en silencio,
todos abrazados frente al nuevo letrero,
nos separamos con sonrisas aún dibujadas
en nuestros rostros. Aurora seguía
observando el nombre de la tienda como si
fuera una pieza clave de algo que había
estado planeando desde hace mucho.
—Es perfecto —le dije, aún sin poder creer
lo que había hecho—. Nunca me imaginé
que nos incluirías a Birdie y a mí de esta
manera. Significa... mucho.
Aurora me miró con una mezcla de
emoción y ternura, y antes de que pudiera
responder, Birdie saltó entre nosotros.
—¡Te quiero mucho, Aurora! Gracias por
volver y hacernos tan felices —dijo Birdie,
mirándola con adoración.
Aurora, visiblemente conmovida, se inclinó
para estar a la altura de Birdie y le acarició
el cabello suavemente.
—Yo también te quiero, Birdie —respondió
—. Eres una parte muy importante de mi
vida.
Se abrazaron y yo observé en silencio,
sintiendo una oleada de calor en el pecho.
Ese simple gesto de Birdie, esas palabras,
significaba mucho para mí y sabía que
también para Aurora.
En ese momento, sentí que todo lo que
habíamos atravesado, todas las dificultades
y las dudas, había valido la pena. Mi hija ya
veía a Aurora como parte de nuestra
familia, algo que yo había deseado por
mucho tiempo.
Nos quedamos unos minutos más frente a
la tienda, disfrutando de la calma de ese
momento.
Pero el tiempo seguía avanzando y aún
tenía que llevar a Birdie a la escuela.
Finalmente, después de unos cuantos
abrazos más y risas, regresamos al auto.
Durante el trayecto, el ambiente seguía
siendo ligero y lleno de felicidad. Birdie
hablaba sin parar, emocionada por lo que
había pasado esa mañana. Aurora y yo nos
mirábamos cada tanto, sonriendo como
cómplices, felices de compartir ese
pequeño mundo con ella.
—¿Crees que llegaré tarde? —preguntó
Birdie de repente, mirándome desde el
asiento trasero.
—No te preocupes, llegaremos a tiempo —
le respondí, acelerando un poco, aunque no
había prisa real.
—¿Y podremos venir aquí después de la
escuela? —preguntó, refiriéndose a la
tienda de Aurora.
Aurora se giró en el asiento para mirarla,
sonriendo.
—Por supuesto, cielo —le dijo con dulzura
—. Quiero que seas la primera en ver el
primer vestido terminado.
Birdie sonrió satisfecha, y el resto del
trayecto continuó lleno de risas y pequeñas
conversaciones. Finalmente, llegamos a la
escuela, y después de despedirnos con un
rápido abrazo y besos en la mejilla, Birdie
corrió hacia el edificio con una energía
renovada.
Aurora y yo nos quedamos unos momentos
en el auto, observándola desaparecer entre
los demás niños. Cuando ya no la vimos,
me giré hacia Aurora.
—Hoy ha sido... —comencé a decir, pero me
interrumpí, buscando las palabras
correctas—. Ha sido uno de los mejores
días de mi vida, y apenas empieza.
Aurora me miró con esa sonrisa que había
aprendido a reconocer desde niños, esa
que solo reservaba para los momentos en
que sentía algo profundamente.
—Lo sé —respondió, y sus dedos se
deslizaron hasta los míos, entrelazándose
—. Siento que todo esto es... perfecto.
Nos quedamos así un momento, en silencio,
disfrutando de la tranquilidad de ese
momento. Aunque había muchas cosas que
aún quedaban por resolver, muchos días
por delante llenos de retos y alegrías, en
ese instante, lo único que importaba era lo
que sentíamos el uno por el otro, y el hecho
de que Birdie lo sabía y lo aceptaba con
tanta naturalidad.
—He estado pensando —dijo Aurora de
repente, rompiendo el silencio cómodo—.
¿Qué te parece si hacemos una pequeña
escapada este fin de semana? Tú, Birdie y
yo. Podríamos ir al lago, donde mi abuelo
nos solía llevar a acampar. Birdie tiene la
edad que teníamos entonces, seguro lo
amará.
La idea me sorprendió, pero me encantó de
inmediato. Llevábamos tanto tiempo
atrapados en la rutina, preocupándonos
por cosas que ahora parecían tan lejanas,
que la simple idea de escapar por unos días
sonaba perfecta. De recordar y atesorar
nuestro pasado para crear nuevas
memorias juntos.
—Me parece una gran idea —dije, tomando
su mano—. Birdie va a estar encantada.
Aurora sonrió, y vi ese brillo especial en
sus ojos. Sabía que, aunque aún estábamos
en los primeros pasos de nuestra nueva
vida juntos, ya éramos una familia. Una
familia que había esperado mucho tiempo
para formarse.
Pasamos el resto de la mañana entre
conversaciones y risas, disfrutando de la
simple compañía del otro. Nos sentíamos
más unidos que nunca, y aunque no lo
habíamos dicho en voz alta, sabíamos que
ese amor que Birdie había mencionado no
solo era real, sino que había estado ahí,
creciendo lentamente durante años.
Aurora se giró hacia mí cuando estacioné
frente al consultorio, sus ojos brillando con
emoción.
—Vamos a ser felices, Archer. Lo sé —me
besó con dulzura y emotividad.
Y por primera vez, no tenía dudas. Porque
la tenía a ella. Y a Birdie. Y todo lo demás
encajaba perfectamente.
Cuando bajamos y entramos al consultorio,
aun tenia tiempo antes de que el primer
paciente llegara, así que entramos a mi
oficina y la embosqué, haciendo lo que
deseaba hacer desde hace mucho tiempo.
Tomé su rostro entre mis manos y la
acerqué para besarla, ardiente y pasional,
sentía mus mejillas calientes. Bajé hasta
sus caderas y la presioné contra mí, ella
me rodeo el cuello con sus manos para no
perder el equilibrio y entonces separé sus
piernas con mi rodilla, interponiéndome.
—Me vuelves loco —susurré en su oído
mientras su pecho subía y bajaba con
rapidez.
No dijo nada, solo tiró su cabeza hacia
atrás y me permití recorrer su cuello con
más besos, dejando rastros húmedos. Subí
mis manos hasta el primer botón de su
camisa y lo desprendí, ella me miró con
lujuria y yo deseaba arrancar cualquier
cosa que cubriera su cuerpo, pero lo hice
con delicadeza, desabroché todos los
botones hasta que solo la vi con un
sujetador de encaje negro. Me estaba
matando.
De pronto, ella tomó el control y me
empujó contra la pared, mi respiración
comenzó a agitarse, me quitó la camisa con
impaciencia mientras aun me besaba con
intensidad.
Llevé mis manos hacia su espalda baja y
comencé a bajar el cierre de su falda hasta
que cayó al suelo siendo parte de las
demás prendas.
Solo tenía ese conjunto de encaje que me
hacia perder la cabeza.
—Te deseo.
—Entonces tómame —me dijo respirando
ajetreada.
Solo necesitaba su permiso para seguir
tocándola, más y más. Con mi brazo rodee
su cintura y ella rodeo mis caderas con sus
piernas, la llevé hasta el escritorio y allí
reposó mientras aun me acercaba a ella
con sus piernas enrolladas en mí. Acaricie
su cuerpo con solo una mano, apreciando
cada parte de ella. Su pecho rozaba mi
torso desnudo con cada respiración,
haciéndome estremecer.
Desabroché mi cinturón hasta que mi
pantalón también cayó, junto a mi ropa
interior y la suya, que quité con exquisites.
Aún sentada sobre mi escritorio, me volví a
acercar rozando mi miembro contra su
clítoris, ella tiró su cabeza hacia atrás.
—Hazlo —me suplicó, su excitación me
enloquecía.
Me introduje con cuidado, ella posiciono
sus manos sobre mis hombros mientras nos
mirábamos cargados de exaltación. Sus
silenciosos gemidos chocaban contra mi
oído mientras seguía subiendo y bajando
con ritmo cada vez más rápido.
El deseo acumulado hizo que ella se
estremeciera mientras sus piernas
temblaban contra mi cuerpo. Y yo no tardé
mucho más en que mis movimientos se
volvieran entrecortados, estaba agotado.
Perdí totalmente la cabeza por ella.

Capítulo 37: Linaje


Aurora.
Como cada una de mis ultimas mañanas,
me encontraba en casa de Archer, pero
esta vez era diferente.
—Tienes fiebre, hoy no iras a la escuela,
cielo —le habló Archer a la pequeña
recostada en la cama con expresión triste.
—Pero hoy tenia clase de arte… —protestó
ella, pero era evidente lo mal que se sentía.
Me quedé mirándolos en el umbral de la
puerta, Archer sentado en la cama de la
pequeña sosteniendo el termómetro en la
mano.
—Lo sé, cariño, pero no podemos
arriesgarnos —su padre acaricio su cabello
entendiendo a su hija.
—Está bien —suspiró Birdie resignada.
—Te traeré el desayuno a la cama, hoy
veremos muchas películas juntos —dijo
Archer y salió de la habitación, yo lo seguí
por detrás mientras bajábamos las
escaleras—. Debo cancelarles a mis
pacientes hoy, me tomaré el día para cuidar
a Birdie —dijo él mientras sacaba su
teléfono.
—Espera, no lo hagas —lleve mis manos a
su cintura y lo rodee para que me mirara—.
Yo puedo quedarme con Birdie, hoy no
tengo nada que hacer en la tienda.
Realmente me encantaría estar aquí para
ella y tú no tendrás que cancelar nada —le
sonreí ofreciendo una solución, pero el me
miró dudoso.
—No quiero que pierdas un día aquí
cuando tienes vestidos que hacer. Se que
tienes trabajo que hacer, Aurora —ahora el
me tomó por la cintura mirándome con una
mueca.
—Descuida, lo tengo casi todo listo,
créeme. Quiero cuidar a Birdie —lo miré
con sinceridad. Quería quedarme con
Birdie y estar aún más cerca de ella, desde
que no trabajo en el consultorio y aunque
ahora estoy con Archer, no la veo lo
suficiente ni lo que querría.
—Esta bien, pero debes llamarme si
necesitas algo, estaré aquí temprano. Te lo
prometo —besó la punta de mi nariz y yo le
sonreí con aprecio por dejarme hacer esto.
Él comenzó a colocarse su chaqueta blanca
mientras lo observaba, cada musculo de su
espalda moviéndose en armonía me
recordaba la tarde anterior en el
consultorio.
—¿Ya te han dicho lo atractivo que te
queda esa chaqueta? —me puse frente a él
y fingí morder mi labio con lujuria.
—Si, creo que eso intentas decirme ahora
—se burló atrapando mi rostro en sus
suaves manos—. Y no vuelvas a mirarme
así porque estás matándome —dijo
impaciente acercando mi cuerpo al suyo
mientras depositaba un largo beso pasional
entre nosotros.
Me hizo chocar contra la pared con
delicadeza, sujetando mi cintura con sus
manos. Separó mis piernas con su rodilla y
mi pecho subía y bajaba esperando más y
más. El ambiente se volvió candente,
necesitaba seguir. Llevó una de sus manos
a mi cuello y separó nuestras bocas para
susurrar a mi oído.
—Te vere en un par de horas, espero que
se pasen volando para volver a donde
dejamos esto —ahora si se separó de mi
lentamente con una mirada excitada, pero
sabia lo tarde que era ya para él. Debía ir
al consultorio.
—Yo espero que se pasen igual de rápido —
intenté recuperar el aliento. Quería decirle
que yo estaba igual de impaciente por
hacerlo.
Archer tomó su maletín y llaves, volvió
hasta mi y deposito ahora un beso corto,
pero aun cargado de las anteriores
sensaciones.
—Que Birdie no coma demasiados dulces,
te conozco y se que se los darás —él tenia
razón, es lo primero que pensé en hacer
cuando se fuera, ya sabia donde escondía
el chocolate.
—Tranquilo, está en buenas manos —le
sonreí con complicidad y el se rio. Depositó
un último beso en mi frente antes de irse.
Ese hombre me volvía loca, encendía cada
parte de mi y me dejaba en una nube.
Suspiré recomponiéndome y tratando de
borrar esa tonta sonrisa soñadora.
Fui hasta la cocina y armé una bandeja de
desayuno para birdie. Pancakes y solo
leche. Se la subí con cuidado, al entrar a su
habitación estaba abrazado de Oscar, su
peluche.
—Espero que tengas antojo de pancakes,
hoy se ven más deliciosos que nunca —le
dije con una sonrisa mientras dejaba la
bandeja en su mesa de noche y me sentaba
en los pies de la cama.
—Tal vez en un rato más, Aurora —me miró
un poco deprimida.
Me acerqué y acaricié su cabello rubio con
delicadeza.
—Solo serán pocos días, volverás a la
escuela cuanto antes, cielo.
—Eso espero, no quiero retrasarme en mis
dibujos.
—No lo harás, tranquila. Se que eres muy
talentosa y será hermoso —le di confianza
en ella misma y me sonrió de lado tratando
de creerme—. Hoy es un día de chicas,
podemos ver muchas películas, todas las
que quieras —sus ojos se iluminaron y
asintió rápidamente.
Me acosté a su lado y pasé mi brazo por
debajo de su cabeza, tomé el control y puse
su favorita, Toy Story.
La película comenzó a reproducirse en la
televisión, pero noté que Birdie apenas
prestaba atención. Su mirada se
encontraba perdida en el espacio, el brillo
de sus ojos apagado por la tristeza que la
fiebre le traía. Me acomodé mejor a su
lado, buscando distraerla del malestar.
—¿Te sientes bien, cielo? —le pregunté con
suavidad mientras le acariciaba el cabello.
—Un poco mejor... —respondió con voz
ronca—. pero... Aurora, ¿puedo hacerte
una pregunta?
Su tono me hizo darme cuenta de que no
era cualquier pregunta, sino algo que
llevaba tiempo queriendo decir.
—Claro que sí, cariño. ¿Qué pasa? —dije,
tratando de transmitir calma.
Birdie apartó la vista de la pantalla y se
giró hacia mí, su carita pálida y frágil.
—¿Tú... tú y tu mamá eran cercanas? —
preguntó, su voz temblando apenas, como
si la cuestión la hubiera estado pesando
por mucho tiempo.
Mi corazón se apretó al escucharla.
Me tomé un momento antes de responder,
sabiendo que cualquier cosa que dijera
ahora debía ser honesta, pero cuidadosa.
—No, Birdie —comencé con un suspiro,
mirándola con ternura—. Mi mamá y yo
nunca fuimos cercanas. Siempre quise que
lo fuéramos, pero... eso nunca pasó.
Vivimos en diferentes países desde que soy
niña, desde entonces no tenemos una
relación.
Birdie asintió, pero sus ojos brillaban de
emoción contenida.
—Yo... —dijo con la voz quebrada—. yo
siento lo mismo. Desearía tener a mi mamá
aquí conmigo. Solo recuerdo su rostro
gracias a la foto que me diste, pero
desearía haberla conocido mejor.
Mi pecho se contrajo ante esas palabras, y
sin pensarlo dos veces, la envolví en un
abrazo suave, queriendo transmitirle todo
el amor que sentía por ella. Ella se
acurrucó contra mí, su pequeña figura
buscando consuelo.
—Lo sé, cielo —le dije en voz baja—. No
puedo imaginar lo duro que debe ser, pero
quiero que sepas algo: te tienes a ti misma,
tienes a tu papá, y me tienes a mí. Siempre
estaré aquí para ti, Birdie, no importa lo
que pase. Eres como una hija para mí, y te
amo muchísimo. Ella levantó su mirada
hacia mí, con lágrimas brillando en sus
ojos, y luego se abrazó a mi cintura con
más fuerza.
—Gracias, Aurora. Tu eres lo más cercano
a una mamá que he tenido.
Sus palabras me derritieron el corazón. La
apreté un poco más, deseando que supiera
cuánto significaba para mí. Ese momento
fue tan tierno, tan puro, que por un
instante olvidé todo lo demás. Birdie se
había convertido en una parte esencial de
mi vida, y lo único que deseaba era verla
feliz y segura.
La película continuaba de fondo mientras
nos quedábamos abrazadas por unos
minutos más. Sentía que Birdie se relajaba
un poco, lo que me hizo sonreír. Tal vez,
con un poco de suerte, el día no sería tan
malo después de todo.
—¿Te sientes un poco mejor ahora, cielo?
—pregunté después de un rato, acariciando
su espalda.
—Sí, creo que sí —dijo, esbozando una
pequeña sonrisa—. ¿Podemos bajar?
Quiero jugar con mis muñecas.
Asentí y me levanté con cuidado,
ayudándola a salir de la cama. Bajamos
juntas las escaleras y nos dirigimos a la
sala, donde Birdie sacó su caja de muñecas
y comenzó a organizar una pequeña
historia de princesas y dragones. Me senté
a su lado, observando con una sonrisa
cómo su imaginación comenzaba a fluir.
—Aurora, esta es la reina de las hadas —
dijo, mostrándome una muñeca con un
vestido brillante—. Y ella está a punto de
rescatar a todas las demás.
Me reí suavemente, feliz de verla animada.
—Me encanta. Parece que la reina tiene
mucho trabajo por delante.
Jugamos durante un buen rato, hasta que
me levanté para ir a la cocina a buscar un
vaso de agua. Mientras llenaba el vaso,
escuché el sonido de la puerta de entrada.
Supuse que Archer había regresado más
temprano de lo previsto, tal como había
prometido.
—¡Archer, ya estamos abajo, Birdie se
siente mejor! —grité, esperando verlo
entrar por la puerta.
Pero al volver a la sala, me detuve en seco.
No era Archer.
Frente a mí estaba Liam, tambaleándose
ligeramente y con un balde en la mano. Su
aspecto era desaliñado, y el olor a alcohol
impregnaba el aire alrededor de él. Mi
estómago se revolvió al verlo allí.
—¿Qué haces aquí? —grité, mi corazón
acelerándose mientras instintivamente me
puse frente a Birdie para que no se le
acercara—. ¡Lárgate ahora mismo o
llamaré a la policía!
Liam soltó una risa amarga y dio un paso
hacia mí, tambaleándose.
—No tengo nada que perder, Aurora —dijo,
su voz arrastrada por la borrachera—. Hoy
voy a terminar lo que empezó George.
Terminaré con nuestro linaje. Estamos
acabados, siempre estuvimos destinados a
ser infelices y así moriremos.
Mi sangre se heló en las venas al escuchar
esas palabras. ¿Qué demonios estaba
diciendo?
—¿De qué estás hablando? —le pregunté,
intentando mantener la calma mientras
retrocedía, empujando a Birdie detrás de
mí—. No sé lo que crees, pero no tienes
que hacer esto. ¡Vete!
Liam me miró con una sonrisa torcida,
levantando el balde que traía consigo. El
olor acre a gasolina se hizo evidente.
—Él te amaba, ¿sabes? —dijo, sus palabras
llenas de resentimiento—. George te amaba
como a su propia hija, aunque no lo fueras,
si siquiera sé si eras su nieta realmente. Tu
madre era una zorra mentirosa ¡Pero yo si
era su hijo! Él nunca me quiso de verdad.
Nunca...
Mi mente trabajaba a mil por hora,
buscando una manera de salir de esa
situación. Sabía que lo único importante
ahora era Birdie, protegerla a toda costa.
Lentamente, deslicé mi mano hacia el
bolsillo trasero y saqué mi teléfono,
entregándoselo a Birdie detrás de mí que
lo tomó.
Liam comenzó a derramar gasolina sobre
los muebles, pisos y paredes a varios pasos
de nosotras. Un pánico visceral me invadió
al darme cuenta de sus intenciones.
Cuando él se distrajo un poco en la cocina,
pude idear un plan que podría salir mal.
—Corre a la casa de Patrice, la vecina, y
llama a tu papá —susurré con urgencia—.
Corre cuando yo te lo diga.
—No, Aurora. Por favor, no me iré sin ti —
Birdie se negó, susurrando entre sollozos.
—Por favor, Birdie, tienes que hacerlo. Te
prometo que yo estaré bien.
No estaba segura de mis palabras, Liam
venia con el objetivo de asesinarme como
sea.
—¡Liam, para! —grité desesperada—.
¡Puedes quedarte con la casa si eso
quieres, pero deja que Birdie se vaya!
Liam me ignoró, su atención fija en su
misión.
Sabía que tenía que actuar rápido si quería
proteger a Birdie. Sin pensarlo más, apreté
el brazo de Birdie y corrí hasta la puerta, al
abrirla ella corrió como se lo dije, pero yo
no lo logré. Liam alcanzó a tirar de mi
cabello para hacerme retroceder y volver a
entrar, cerró la puerta y entonces sacó un
arma de su bolsillo, apunto directo a mi
frente y comencé a temblar, me estremecí
ante el artefacto que tenía entre mis ojos.
—Por favor, no lo hagas —mis lagrimas no
tardaron en salir, no quería morir. No en
manos de mi padre.
Logre ver que ya había terminado de vaciar
el balde. Con su mano libre sacó una caja
de fósforos de su chaqueta.
—Espero que te reencuentres con George
en el infierno —dijo con una sonrisa cruel
mientras encendía un fósforo y lo dejaba
caer.
Todo sucedió en un segundo. Grité, pero ya
era demasiado tarde.
Capítulo 38: Te necesito
Archer.
Era uno de esos días en los que el trabajo
se sentía interminable. Mis manos se
movían con precisión, quitando la muela de
un paciente que llevaba meses aplazando
este procedimiento. Debería estar más
concentrado, pero no podía dejar de mirar
el reloj. Quería estar en casa. Con Aurora.
Con Birdie.
Cada segundo que pasaba aquí se sentía
como una eternidad. Podía escuchar las
risas de Birdie resonando en mi mente, el
calor de Aurora cerca de mí mientras la
tarde se desvanecía lentamente. Me
esforzaba por mantener mi atención en el
paciente, por completar el trabajo de forma
eficiente, pero una parte de mí ya estaba
en casa.
De repente, el sonido familiar de mi
teléfono vibró en mi bolsillo. Aurora. No me
cabía duda. La preocupación me atravesó
el pecho, pero no podía soltar las
herramientas. “Un segundo más”, pensé.
Terminaba de aflojar la muela cuando el
teléfono volvió a sonar, insistentemente
esta vez. Mi corazón se aceleró, pero logré
extraer la pieza dental justo a tiempo.
—Listo —murmuré, más para mí que para
el paciente.
De inmediato dejé las herramientas y
caminé hacia la sala de espera. La pantalla
confirmaba lo que temía: Aurora. Pero
cuando contesté, no fue su voz la que
escuché.
—Papá… —la voz de Birdie, quebrada y
sofocada por el llanto, me dejó paralizado.
El aire se congeló en mi pecho.
—Birdie, ¿qué pasa? —pregunté, con la
boca seca.
—¡Aurora! —la pequeña tartamudeaba
entre sollozos—. Un hombre entró en la
casa. Llevaba un balde que olía raro.
Fósforos. Aurora me sacó de la casa, pero
ella no salió. Papá… por favor, ¡sálvala! —
me dejó sin aliento.
La sangre dejó de circular por mi cuerpo.
En ese instante, el mundo desapareció.
Solo había una cosa clara: Aurora estaba
en peligro. No pensé en nada más. Salté
del consultorio, ignorando todo. Mi corazón
latía tan rápido que dolía, pero no era nada
comparado con el terror que sentía. Corrí,
dejándolo todo atrás, atravesando las calles
con la única urgencia de llegar a casa.
Cuando estaba a una cuadra, el pánico se
volvió tangible. Fuego. Las llamas
devoraban la casa mientras vecinos
gritaban y corrían, algunos llamando a los
bomberos, otros intentando acercarse para
ayudar. Mi corazón dio un vuelco cuando vi
a Birdie parada junto a Patrice, la vecina.
Mis piernas apenas me sostenían, pero
seguí corriendo hacia ellas.
—¿Dónde está Aurora? —pregunté,
tomando a Birdie por los hombros. Mi voz
era un eco de desesperación que no podía
controlar.
—No salió —sollozó mi hija, con el rostro
bañado en lágrimas—. ¡Papá, ella me
prometió que estaría bien, pero no salió!
¡Tienes que salvarla!
Su llanto perforaba mi alma, y el miedo me
apretaba el pecho con una fuerza
abrumadora.
Sin pensarlo dos veces, me quité la
chaqueta y corrí hacia la casa en llamas. El
calor era intenso, sofocante, pero mi
cuerpo estaba en piloto automático. Aurora
estaba ahí dentro, y no volvería a perderla.
Me cubrí la nariz y boca con la chaqueta y
entré, ignorando los gritos de advertencia
de los vecinos.
El humo era denso, negro, y apenas podía
ver. La cocina, pensé. Tenía que estar en la
cocina. Me moví rápido, esquivando el
fuego que se extendía a cada paso. No
podía fallar.
Cuando la vi, inconsciente en el suelo, el
alivio fue inmediato, pero solo por un
segundo. Me acerqué rápidamente, la
levanté en brazos y me dirigí a la salida.
Cada paso era más difícil, el humo me
ahogaba, pero todo lo que importaba era
sacarla de allí.
Una vez fuera, la recosté en la calle,
arrodillándome junto a ella.
—Aurora —murmuré con la voz rota,
sacudiéndola suavemente.
No respondía. Mi corazón se detenía en
cada segundo que pasaba. Mis manos
temblaban mientras intentaba despertarla.
—Por favor, Aurora, despierta... Te
necesito.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. No podía
perderla. No después de todo lo que
habíamos pasado.
Finalmente, su cuerpo se movió levemente,
y sus ojos entreabiertos encontraron los
míos.
—Gracias a Dios —susurré, envolviéndola
en mis brazos mientras las lágrimas de
alivio corrían por mi rostro. Birdie se arrojó
sobre nosotros, abrazándonos a ambos,
llorando de pura preocupación.
La ambulancia llegó minutos después.
Aurora y Birdie fueron atendidas, les
colocaron máscaras de oxígeno para
ayudarlas a respirar. Me quedé a su lado,
sosteniendo sus manos. Los tres estábamos
juntos, y por un momento, pensé que el
peligro había pasado. Pero entonces lo
recordé.
La caja fuerte.
La preocupación me recorrió como un rayo.
Sabía que había algo dentro que no podía
dejar que el fuego destruyera.
—Las amo a ambas, lo siento —solté sus
manos, ignoré sus gritos desgarradores de
advertencia y volví a entrar en la casa en
llamas.
Esta vez, el calor era peor, todo estaba casi
consumido, el techo comenzaba a crujir.
Corrí hacia la pared, donde estaba
escondida la caja fuerte. Moví el cuadro
calcinado a un lado mientras me quemaba
las manos, las llamas lamían la pared, pero
logré abrir la caja y sacar todo lo que había
dentro.
Mientras trataba de salir, escuché un
crujido detrás de mí. El techo comenzó a
derrumbarse. No había tiempo. Pateé una
pieza de madera que bloqueaba la salida y
corrí hacia la puerta. Tosía y apenas podía
respirar cuando finalmente logré salir.
Los paramédicos me rodearon, llevándome
también a la ambulancia. Me sentía
agotado, pero lo más importante era que
ellas estaban a salvo. El contenido de esa
caja fuerte había sido demasiado
importante para dejarlo atrás, era material,
pero era muy importante para mí.
Los tres fuimos trasladados al hospital.
Birdie estaba bien, solo un poco
traumatizada, pero no la dejé ni un
segundo. Aurora, por otro lado, estaba en
observación. El humo, algunas quemaduras
superficiales y un corte profundo en la
frente la habían dejado más vulnerable. Mi
corazón latía en mis oídos mientras me
sentaba a su lado, esperando que abriera
los ojos.
¿Quién diablos era el hombre que había
hecho esto?
No tenía pruebas, pero en mi mente, un
nombre se repetía como una amenaza
oscura: Liam. Fuera él o no, quien fuera el
responsable iba a pagar muy caro por lo
que había hecho.
Pero ahora todo lo que importaba en ese
momento estaba junto a mí: Birdie y
Aurora. Las dos personas que amaba más
que a mi propia vida.
Cuando Aurora comenzó a moverse en la
cama, me acerqué de inmediato. Mi
corazón latía con fuerza, temiendo lo que
pudiera sentir al despertar. Sus ojos se
abrieron lentamente, llenos de confusión y
terror, como si no pudiera ubicar dónde
estaba. Vi su respiración acelerarse, su
pecho subiendo y bajando con dificultad
mientras el miedo se apoderaba de su
cuerpo.
—Aurora, estás bien —le dije en un susurro
suave, tomando su mano y envolviéndola
con las mías—. Todo pasó, estoy aquí.
—¿Birdie? —se desesperó cuando no la vio
en la habitación.
—Ella esta bien, tranquila. Está durmiendo
en la habitación de al lado.
Ella parpadeó un poco más tranquila,
buscando mi rostro, y al encontrarme, dejó
escapar un sollozo tembloroso. Las
lágrimas cayeron de sus ojos, y en ese
momento, me sentí roto. No había nada
más desgarrador que verla así, vulnerable
y llena de miedo.
—Archer… —murmuró, su voz quebrada—.
Estaba tan asustada. No sabía si íbamos a
salir vivas.
La rodeé con mis brazos, sujetándola con
suavidad, pero firmeza, como si mi propio
cuerpo pudiera ser un escudo contra todo
lo que había enfrentado. —Tranquila. Todo
está bien ahora, las dos están a salvo —
murmuré contra su cabello mientras la
acariciaba lentamente—. No tienes que
preocuparte más. Todo ha terminado.
Su llanto se intensificó, pero ahora era más
un desahogo que el miedo puro que la
había dominado. Pude sentir cómo sus
manos temblaban contra mi pecho,
aferrándose a mí como si temiera que el
mundo se desmoronara si me alejaba.
—No podía dejar que le hiciera daño a
Birdie — continuó entre sollozos—. Cuando
Liam tiró el fósforo, intenté salir, pero me
atrapó —su mano temblorosa subió para
tocar el vendaje en su frente, y cerró los
ojos como si intentar recordar fuera
demasiado doloroso—. Solo recuerdo que
me arrastró a la cocina, me golpe con el
arma… y todo se volvió oscuro. Pensé
que… iba a morir.
Sentí mi pecho apretarse con furia, con
odio hacia el hombre que le había hecho
esto. Quería gritar, romper algo, pero no
podía. No podía alterar más a Aurora.
—No tienes que recordar más —le dije con
la voz más calmada que pude reunir, a
pesar de la tormenta de emociones que me
agitaba por dentro—. Ambas están bien.
Eso es lo único que importa ahora. Tú
fuiste muy valiente, salvaste a Birdie y todo
pasó ya. No te voy a dejar sola, te lo
prometo.
Aurora hundió su rostro en mi pecho,
todavía temblando. La mantuve abrazada
mientras las lágrimas corrían por su rostro,
y continué acariciando su cabello,
murmurando que estaba a salvo, que todo
había acabado. Sentía que cada palabra
que decía era insuficiente para borrar lo
que había vivido, pero lo único que podía
hacer era estar allí, junto a ella.
Finalmente, la enfermera entró y le
administró un calmante. Aurora apenas se
resistió. Estaba agotada, tanto física como
emocionalmente. Poco a poco, su cuerpo
comenzó a relajarse en mis brazos, aunque
seguía aferrada a mí, como si temiera que,
si me soltaba, el terror volvería a
arrastrarla.
—Descansa —le susurré mientras sus ojos
se cerraban lentamente—. Estoy aquí. No
me voy a ir.
Birdie, que había estado durmiendo en la
habitación de al lado, seguía tranquila, su
pequeño cuerpo acurrucado bajo las
mantas. Me aseguré de que ambas
estuvieran cómodas antes de apoyarme
contra la pared, cansado, pero sin la
intención de moverme ni un centímetro.
Cuando al fin escucharon mis suplicas,
movieron la camilla de Birdie a la
habitación de Aurora, necesitaba sentir la
tranquilidad de tenerlas a ambas allí.
Mientras las veía dormir, mi teléfono vibró.
Lo saqué del bolsillo, tratando de no
despertar a ninguna de las dos. Era una
llamada del detective que había estado en
la escena del incendio.
—Señor Bradbury —dijo la voz al otro lado,
en tono serio—. Hemos apagado el fuego
por completo. Lo revisamos todo, y como
sospechábamos, fue provocado.
Encontramos un cuerpo calcinado dentro
de la casa. Un hombre mayor.
Sentí un alivio oscuro asentarse en mi
pecho. Sabía quién era. No hacía falta que
el detective me lo confirmara. Liam. El
mismo hombre que había aterrorizado a
Aurora, el que había entrado a mi hogar
con intenciones de destruirlo todo. Ahora
estaba muerto, consumido por las llamas
que él mismo había provocado. La justicia
había llegado de la forma más dolorosa.
No sonreí, pero sentí una satisfacción
profunda. Era lo que merecía.
—Gracias —respondí simplemente,
colgando el teléfono. Observé las
respiraciones suaves y tranquilas de
Aurora y Birdie. Sabía que esta noche las
cosas habían podido acabar de otra
manera. Sabía lo cerca que estuve de
perderlo todo. Pero ahora, estábamos
juntos. Estaban vivas.
Volví a sentarme junto a ellas, tomando una
mano de cada una. Los dedos pequeños de
Birdie y los dedos cálidos de Aurora me
conectaban a la única realidad que
importaba: estaban aquí conmigo. Y nunca
volvería a dejarlas solas.
El cansancio finalmente me alcanzó. Mis
ojos pesaban, pero no dejé de aferrarme a
ellas. Poco a poco, el sueño me venció, con
la certeza de que todo estaba bien ahora.

Capítulo 39: Con el corazón


Archer.
Habían pasado algunos días desde que
salimos del hospital. No fue fácil, pero al
menos estábamos juntos. Aurora, Birdie y
yo habíamos encontrado una manera de
seguir adelante, de convertir la tragedia en
una nueva oportunidad. Ahora, las cosas
parecían más brillantes, más llenas de vida.
Aunque el proceso no fue sencillo, nos
estábamos adaptando a nuestra nueva
rutina, y esta casa comenzaba a sentirse
como un hogar de verdad.
Hoy es un día especial. Nos mudamos
definitivamente a la casa de Aurora, así
que estábamos guardando las últimas
cosas de Carson en cajas. Sus pertenencias
han estado en su habitación desde que
murió, y aunque Aurora siempre evitó
moverlas, sabía que tarde o temprano este
día llegaría. Ella insistió tanto en hacerlo,
en darle a Birdie esta habitación. Y mi
pequeña hija estaba emocionada porque
esa habitación, la más bonita de la casa
según Aurora, sería su nuevo espacio para
soñar. Desde el balcón, se podía ver el
patio, el cielo y, con suerte, algunas
auroras boreales.
—Cuando se seque la pintura de las
paredes, iremos a comprar todo lo que
quieras para que tengas la habitación de
tus sueños —le dijo Aurora a Birdie con
una sonrisa mientras cerrábamos las
últimas cajas—. Te haré nuevos vestidos
también. Lo repondremos todo, te lo
prometo.
Podía ver como Aurora hablaba con
sinceridad y melancolía a la vez, pude verla
guardando algunas fotos de Carson, insistí
en que Birdie podría dormir en la
habitación de George, pero ella no quiso,
quería un cambio rotundo, nuevas
oportunidades y comenzar por sobrellevar
la muerte de su hermano y abuelo, llego a
la conclusión de que era lo mejor para ella
y yo la apoyé como lo haré el resto de mi
vida, si ella me deja.
—Gracias, Aurora —Birdie sonrió y corrió a
abrazar a Aurora con felicidad.
Desde el otro lado de la habitación,
observé cómo se abrazaban, y sentí una
oleada de gratitud por tenerlas a ambas en
mi vida. Me acerqué y besé la frente de
cada una, sellando ese momento en mi
memoria.
Todo lo malo que había pasado nos había
llevado aquí, y aunque a veces parecía
apresurado, Aurora y yo habíamos decidido
vivir juntos luego de muchas charlas. Fue
una decisión conjunta, y aunque
inesperada, nos llenaba de emoción y
esperanza.
Me puse manos a la obra para pintar la
habitación. El color rosa era el favorito de
Birdie, y quería que se sintiera
completamente a gusto en su nuevo
espacio. Mientras la brocha cubría las
paredes, pensé en lo mucho que habíamos
pasado para llegar a este punto. Las
heridas de Aurora todavía no estaban del
todo sanas, pero estábamos construyendo
algo juntos, algo fuerte y sólido. Las noches
que había pasado en su cama, sintiendo su
calor a mi lado, me habían confirmado lo
que siempre supe: ella era mi hogar, y
junto a Birdie ahora éramos una familia
real.
Cuando pasé las ultimas pinceladas de
pintura, fui hasta la habitación de Aurora,
más bien nuestra de ahora en más, donde
ella estaba junto a Birdie haciendo espacio
en el armario para mis futuras cosas.
—Tengo que salir a comprar algo que
olvidé —dije, intentando sonar casual, que
no notaran que mentía. Ellas me miraron
extrañadas, pero rápidamente aceptaron y
siguieron con lo suyo mientras charlaban.
Toqué el bolsillo trasero de mi pantalón
asegurándome de que todo lo que
necesitaba estaba allí. Salí de la casa con
nerviosismo, dirigiéndome al lado contrario
de la pinturería, iba a un lugar más serio
que no visitaba hace mucho tiempo, me
sentía avergonzado por ello, pero me sabia
el camino casi de memoria. Mientras
caminaba algunas cuadras, pensaba y
repasaba en mi mente lo que debía decir.
Cuando llegué al lugar, me paré sobre el
césped y las dos lapidas frente a mí,
Carson Clemonte y George Clemonte, uno
al lado del otro, rodeados por flores que
George siempre amó. Respiré
profundamente, nervioso, pero
determinado a lo que iba a hacer.
—Hola, debería comenzar diciendo que
lamento mucho no haber venido antes —
dije en voz baja, mirando las lápidas—.
Supongo que siempre supe que terminaría
aquí de todos modos, hablando con
ustedes, que fueron como mi padre y mi
hermano. Los extraño mucho, y sé que
Aurora también, mucho más de lo que
puede expresar. Lo siento por haber
tardado tanto en hacer esto, en amar a
Aurora como ella merece, tardé en intentar
hacerla feliz, pero ahora lo hago y les
prometo que nunca dejaré de hacerlo.
Supongo que sabrán porque estoy aquí,
supongo que siempre lo supieron ¿no? —
hablé y solté una pequeña sonrisa
recordando sus juegos, ellos diciendo que
yo estaba enamorado de Aurora, yo
negándolo y fingiendo que no amaba hasta
la punta de su cabello.
Saqué de mi bolsillo una pequeña caja de
cuero negro y miré las lapidas con
nerviosismo. Esto era lo que salvé aquel día
del incendio, no podía perder algo tan
valioso en nuestras vidas. George me la
había dado antes de morir, junto con una
promesa: que algún día se lo entregaría a
Aurora, porque él sabía que ella volvería y
habría una oportunidad para nosotros.
Dentro de la caja estaba el anillo de la
abuela de Aurora, un símbolo de amor que
ahora yo debía entregar. Junto a la caja,
también me dejó responsable de dos
cartas: una para mí y otra para Aurora.
George las había escrito y me había hecho
jurar que solo la abriría el día que nos
casáramos, yo creí que estaba demente,
que estaba aluciando, pero aquí estoy.
—Sé que todos sabíamos que esto pasaría.
Siempre la amé y siempre lo haré. Ustedes
lo han sabido toda la vida, supongo que
fueron testigos de que estábamos hecho
para volver a encontrarnos y compartir
algo tan simple y complicado a la vez,
amor. Les prometo, que la cuidaré, como ya
lo prometí antes y hasta el último día de mi
vida, le devolveré la felicidad que le
robaron y no pararé hasta hacer realidad
sus deseos, porque estamos de acuerdo en
que merece todo lo bueno que se le pueda
ofrecer —dije, mis manos temblando
ligeramente—. Así que, sin más vueltas,
estoy aquí para pedirles permiso. Deseo
con toda mi alma casarme con ella, unir
nuestras vidas en un circulo infinito entre
ella y yo, solo si están de acuerdo.
Me quedé en silencio un momento,
buscando una señal de aprobación, algo
que me dijera que lo hiciera.
—Disculpe señor —una voz detrás de mi
me movilizó. Al girarme un pequeño niño
castaño de ojos grises me miraba con la
sonrisa más brillante que había visto luego
de… Carson—. Se le cayó esto —me
extendió un tulipán… rosa.
Lo miré a los ojos y si, esa era la señal. Le
sonreí aguantando las lágrimas de
conmoción y le agradecí antes de volver a
mirar las lapidas cuando el pequeño niño
salió corriendo detrás de su madre.
—Gracias —susurré mientras una lagrima
caia por mi mejilla. Carson y George me
estaban dando su bendición.
Me di media vuelta y comencé a caminar
para salir del cementerio, ya estando fuera,
comencé a correr con el tulipán en la
mano, mientras el sol comenzaba a
ponerse. Quizás estaba loco, quizás solo
estaba muy enamorado y deseoso por
pedirle a Aurora que me amara toda su
vida como yo lo hacía.
Cuando llegue a casa, exaltado y agotado,
entré sin mas y subí las escaleras hasta
nuestra habitación, deje las cartas en el
tocador y volví a bajar hasta la sala, donde
ambas estaban sentadas extrañadas por mi
comportamiento, habían pausado la sesión
de lectura mientras me miraban.
—Deben venir conmigo, tengo una sorpresa
—dije aun recuperando el aliento y con la
flor en mi mano, aunque se le había caído
algunos pétalos con el movimiento.
Ellas voltearon a verse entre sí, no muy
convencidas, pero accedieron a seguirme.
Nos subimos al auto y conduje hasta el lago
congelado, donde George nos llevaba de
niños. Allí, bajo las luces de las auroras
boreales, planeaba hacer algo que había
soñado toda mi vida.
Al bajar del auto, les pedí que me
siguieran. Birdie estaba fascinada con las
luces del cielo, pero yo solo podía pensar
en Aurora, en lo que estaba a punto de
hacer. Mi corazón latía con fuerza.
Al llegar donde quería, Birdie se dispersó y
comenzó a corretear entre la nieve.
Yo me dirigí a Aurora que estaba
anonadada por estar allí nuevamente.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó mientras
observaba todo con nostalgia y fascinación.
Me paré frente a ella y la admiré por un
segundo mientras ordenaba mi mente.
—Aurora... —dije, mi voz temblando
ligeramente—. Te he amado toda mi vida.
Aunque estuvimos separados muchos años,
alguien entre tú y yo siempre supo que este
momento llegaría. Quiero pasar el resto de
mis días contigo, compensando todo el
tiempo que estuvimos lejos. Unidos por el
amor que siempre ha vivido dentro de
nosotros de alguna forma u otra.
Compensaré cada abrazo que te faltó, cada
beso que deseaste y cada caricia que te
negaron —ella me miró y su rostro
comenzó a caer en cuenta de lo que
intentaba hacer con mis manos y voz
temblorosas—. Te juro que haré de tu vida
un sinfín de diversión y felicidad. Te
ayudaré a alcanzar cada meta y sueño,
estaré contigo hasta el día que me lo
permitas tu y que espero que eso sea para
toda la vida.
Me arrodillé frente a ella y saqué de mi
bolsillo, la caja con el anillo. Aurora se
llevó la mano a la boca, sorprendida, sus
ojos brillando con lágrimas de emoción.
—Bajo la Aurora de los deseos y
esperanzas, el lugar donde George nos
ayudó a soñar con los ojos abiertos y
desear con el corazón para ser escuchados.
Quiero saber si tú ¿Te casarías conmigo? —
le pregunté, mi voz apenas un susurro.
Antes de que pudiera decir más, Aurora se
lanzó a mis brazos, abrazándome con
fuerza.
—¡Sí! —gritó, su voz llena de emoción—. Sí,
Archer, te amo y quiero estar contigo para
siempre. Lo deseo con el corazón.
Nos besamos bajo las luces de la aurora,
sellando nuestro amor con esa promesa
eterna.
Birdie, que había estado distraída mirando
las luces, corrió hacia nosotros con una
sonrisa radiante.
—¿Qué pasó? —preguntó, emocionada.
—Nos vamos a casar —le dijo Aurora,
sonriendo mientras yo deslizaba el anillo
en su dedo.
Nos abrazamos los tres, bajo el cielo
iluminado, y supe en ese momento que mi
deseo, el de Aurora, y el de Birdie,
finalmente se había cumplido. Éramos una
familia, bajo la aurora de nuestros sueños.
Epilogo.
Aurora.
Dos años después.
Un día perfecto, o al menos lo más cercano
a la perfección que había conocido en
mucho tiempo, comenzaba con el sonido de
las máquinas de coser y el eco de las
conversaciones en mi tienda. Hoy
entregaba un vestido muy especial, uno
que me había tomado semanas completar,
cada puntada realizada con amor y
dedicación. Cada vez que creaba algo, una
parte de mí quedaba en esas telas, en los
encajes, en los detalles. Y eso me llenaba
de una sensación de paz, como si estuviera
dejando una huella en el mundo, en la vida
de cada novia que veía realizar su sueño.
Entregué el vestido con una sonrisa cálida,
casi maternal, deseando que la novia lo
disfrutara tanto como yo había disfrutado
creándolo.
—Es perfecto —dijo la clienta mientras lo
sostenía contra su cuerpo, y mi corazón se
hinchó de orgullo.
Después de asegurarme de que todo estaba
en orden, me acerqué a la recepcionista,
Olivia, que parecía estar más tensa de lo
habitual.
—Olivia, ¿todo bien? —le pregunté con
curiosidad. Era una chica eficiente, pero
hoy parecía algo distraída.
—Es solo que… —dudó un momento, pero
luego se animó—, la revista The Bride
llamó. Están encantados con los nuevos
diseños y quieren hacerte una entrevista.
Quieren destacarte como la diseñadora
más solicitada del momento.
Mi corazón dio un pequeño salto. Esa era
una oportunidad increíble. Sin embargo,
mis prioridades habían cambiado en los
últimos dos años.
—Eso suena maravilloso —dije, intentando
no mostrar demasiada emoción—. Pero
vamos a tener que agendar esa entrevista
para después de agosto. Recuerda que me
voy de luna de miel con Archer.
Olivia asintió rápidamente y comenzó a
teclear en su agenda mientras yo me
dirigía a la sala de trabajo. Al entrar, un
murmullo de saludos me recibió. Las
diseñadoras que trabajaban conmigo eran
talentosas, cada una aportaba algo único,
pero siempre había esa mirada de
admiración y respeto cuando me veían.
Solían bromear con que todas querían ser
yo, y aunque me hacía sonreír, también me
hacía recordar los tiempos en los que yo
era la que soñaba con ser como alguien
más, así que apoyaba a cada una a ser ellas
mismas, todas lograrían cosas grandes.
Me acerqué a una de las mesas y ofrecí
algunas sugerencias en los diseños. Estaba
disfrutando del momento cuando sentí una
presencia familiar detrás de mí. Me di
vuelta y allí estaban Birdie y Sussy,
vestidas en hermosos vestidos color celeste
cielo, su figura y la de Sussy iluminaban la
sala con elegancia.
—¡Mamá! Papá está buscándote por todos
lados —dijo Birdie, su voz ya más madura,
pero aún llena de esa ternura que me
derretía el corazón.
Sonreí, disculpándome mientras miraba mi
reloj. Era cierto, ya estaba un poco tarde.
Me incliné para besar la frente de Birdie
con cariño.
—Lo siento, cielo. Ya nos vamos, solo dame
un minuto.
Sussy, con su barriga de seis meses,
sostenía mi vestido de novia envuelto en
una funda donde no se lograba ver el
interior. Era un gran día, y verla así me
llenaba de felicidad, era mi mejor amiga y
me sonreía con admiración. Ella iba a ser
madre pronto, y yo sería la madrina del
pequeño Joan, mi ahijado, un título que
llevaba con mucho orgullo.
—¿Cómo te sientes con el embarazo? —le
pregunté a Sussy mientras caminábamos
hacia el auto.
—Bueno… —respondió con una sonrisa—.
Aún me da asco algunos olores, pero fuera
de eso, todo está bien. ¡No puedo esperar a
que llegue el bebé! —Ambas reímos,
aliviadas de que todo marchara bien.
Nos subimos al auto y conduje hasta la
casa. Birdie y Sussy me ayudaron a
ponerme mi vestido de novia, y era todo lo
que había soñado. Un corte sirena que
acentuaba mi cintura y caderas, con un
escote corazón adornado con tirantes finos.
La larga cola del vestido caía
elegantemente detrás de mí.
Sussy onduló mi cabello rubio y me puse
unos pendientes sencillos. Me maquillé
ligeramente, no necesitaba más, ya me
sentía radiante, hoy era mi día especial.
—¿Podrian darme un segudno a solas antes
de irnos? —pregunté un poco nerviosa y
ellas me miraron extrañadas.
—Solo si nos juras que no huiras —dijo
Sussy entre risas con Birdie.
—Lo juro —me reí.
Tenía algo importante que hacer. Ambas
me dieron un abrazo antes de salir de la
habitación, dejándome en una quietud
momentánea que agradecí.
Caminé hacia el pequeño cajón donde
había guardado la carta que George me
dejó para este día. Era algo que había
evitado pensar hasta ahora, temerosa de lo
que podría sentir. Tomé la carta con manos
temblorosas y, con un nudo en la garganta,
la abrí.

Mi pequeña Aura.

Si estás leyendo esto, es porque ha llegado


el día. El día que tanto anhelaba compartir
contigo: tu boda. Sé que de alguna forma
estaré contigo en ese momento, y me llena
de felicidad saber que caminarás por el
altar con el anillo de tu abuela, el que
amaste tanto como yo.
Nada me hace más feliz que compartir este
día contigo y con Archer. Lo sé, siempre lo
supe. Aurora y Archer, Aura y cielo,
siempre estuvieron destinados a estar
juntos. Después de todo, después del
tiempo, eran tal para cual. Y yo seré el
amuleto de su relación, de su amor eterno.
Sé feliz, mi pequeña Aura.
Con todo mi amor,
George.
Las lágrimas cayeron libremente mientras
leía esas palabras, pero no eran lágrimas
de tristeza, sino de gratitud. George
siempre estuvo allí, siempre creyó en
nosotros, incluso cuando yo misma no
podía ver lo que era tan evidente. Con la
carta en mis manos, me sentí lista. Respiré
hondo, me recompuse, y salí de la
habitación, lista para casarme con el amor
de mi vida.
Sussy nos llevó a mí y a Birdie al lugar de
la boda. Íbamos retrasadas unos minutos,
pero la emoción en el aire lo hacía parecer
irrelevante. Al llegar, bajamos del auto y
corrimos hacia la entrada. Birdie y Sussy
me abrazaron, deseándome suerte antes de
entrar.
La música nupcial comenzó a sonar, y
Birdie salió primero, seguida de Sussy. El
momento llegó. Las puertas se abrieron, y
allí estaba yo, de pie, mirando hacia el
altar. Al final del pasillo estaba Archer, mi
mejor amigo, el amor de mi vida, mi
destino. Cuando nuestros ojos se
encontraron, vi cómo una lágrima se
deslizaba por su mejilla, y supe que todo en
nuestras vidas nos había conducido a este
preciso instante.
Mis pasos fueron lentos, saboreando cada
segundo. Al llegar al altar, Archer y yo nos
sonreímos, tomados de la mano mientras el
pastor comenzaba la ceremonia.
Pasado un rato, el pastor me miró y
preguntó:
—¿Aurora Inez Clemonte, aceptas a
Archibald Allan Bradbury como tu esposo?
Mis ojos brillaron al responder la ansiada
pregunta.
—Sí, lo acepto con todo mi corazón.
Luego el pastor se volvió hacia Archer.
—¿Archibald Allan Bradbury, aceptas a
Aurora Inez Clemonte como tu esposa?
—Sí, lo deseo con todo mi corazón —dijo él,
su voz cargada de emoción.
—Puede besar a la novia.
Y entonces lo hicimos. Fue un beso dulce,
cargado de felicidad y promesas. Promesas
de un futuro juntos, de amor incondicional,
de un destino compartido.
Mientras nos besábamos, Birdie se acercó
emocionada, y los tres nos abrazamos. Era
nuestro momento, nuestro deseo hecho
realidad. Bajo la aurora de los deseos,
finalmente éramos una familia completa.
Bailamos, reímos, y celebramos con las
personas que más amábamos. En el
momento de nuestro vals, Archer me
susurró al oído.
—Todo lo que George dijo era cierto.
Siempre fuimos tal para cual.
Lo miré a los ojos, sintiendo el peso de
nuestras vidas entrelazadas. —Y siempre lo
seremos, cielo.
El gran deseo que había pedido en mi
cumpleaños, se cumplía cada día al estar
juntos, por siempre.
Ahora comenzaba nuestro felices para
siempre juntos, Aurora, Archer, Birdie y
pequeño, muy pequeño, Carter Greg
Bradbury Clemonte.
Fin.

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