DOSSIER DISEÑO GRAFICO VERSION B
DOSSIER DISEÑO GRAFICO VERSION B
DOSSIER DISEÑO GRAFICO VERSION B
GRÁFICO
R ED TERCER MILENIO
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PRIMERA PARTE
Introducción 5
Mapa conceptual 7
UNIDAD 1
LOS ORÍGENES DEL DISEÑO GRÁFICO 8
Mapa conceptual 9
Introducción
10
1.1 HISTORIA DEL DISEÑO GRÁFICO 11
1.2 LA COMUNICACIÓN PRIMITIVA 11
1.3 EL MUNDO ANTIGUO 15
1.3.1 Egipto 15
1.3.2 La civilización china 19
1.3.3 Escritura cuneiforme 22
1.3.4 Escritura árabe 24
1.3.5 Grecia y roma 25
1.3.6 La edad media: manuscritos ilustrados 28
1.3.7 La revolución de la imprenta 30
1.3.8 Desarrollo de la tipografía y de la ilustración 33
Autoevaluación 38
UNIDAD 2
EL DESARROLLO DEL DISEÑO GRÁFICO 41
Mapa Conceptual 42
Introducción 43
2.1 ASPECTOS IMPORTANTES ACONTECIDOS EN EL SIGLO XVI 44
2.2 EL SIGLO XVII Y SIGLO XVIII, EL SIGLO DE LA RAZÓN 46
INTRODUCCION
OBJETIVO
Relaciona al diseño gráfico con la necesidad del ser humano por expresar ideas y
comunicarse en su entorno social, identificando esta relación a partir de las culturas antiguas
más sobresalientes hasta la invención de la imprenta, para distinguir el inicio y desarrollo
inicial que dará forma al mundo del diseño.
TEMARIO
1.1 HISTORIA DEL DISEÑO GRÁFICO
1.2 LA COMUNICACION PRIMITIVA
1.3 EL MUNDO ANTIGUO
1.3.1 Egipto
1.3.2 La civilización china
1.3.3 Escritura cuneiforme
1.3.4 Escritura árabe
1.3.5 Grecia y roma
1.3.6 La edad media: manuscritos ilustrados
1.3.7 La revolución de la imprenta
1.3.8 Desarrollo de la tipografía y de la ilustración
MAPA CONCEPTUAL
INTRODUCCION
■ Necesidad-problema inicial.
■ Comunicar-emitir mensajes.
■ Crear-diseñar e innovar.
■ Resolver-el problema inicial-
Paleolítico. Detalle de Altamira, España. Temas constantes fueron los animales y en algunos
casos, figura humana.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
Con base en el texto, realiza un cuadro P N I (positivo-negativo-interesante) con
un mínimo de 5 ideas clave en cada columna sobre la prehistoria.
En una hoja blanca tamaño carta, imagina que eres un hombre de la prehistoria:
Reproduce tu propia pintura rupestre, en ella describe las características de trazo
que utilizaste, y que usó también la gente de la prehistoria (recuerda que
pintaban aspectos de su vida cotidiana).
Los temas que predominaban eran los que incluían a sus dioses, faraones,
sacerdotes y personajes de alto rango. Le seguía, con relativa importancia: leyendas,
eventos importantes, batallas ó la vida cotidiana del pueblo egipcio.
un grupo reducido de egipcios sabía realizar e interpretar jeroglíficos (leer y
escribir), eran los llamados escribas. Éstos conseguían cierta jerarquía social, respeto
general y algunos privilegios incluso ante el faraón, así que bien valían los muchos años de
estudio y práctica de la técnica. Los escribas usaban tablillas de madera con pequeños
espacios huecos donde colocaban el material que ocuparon como tinta: básicamente colores
negro (polvo de carbón) y rojo (ocre molido), ambos materiales mezclados con algún tipo de
aglutinante y endurecidos al sol para ser humedecidos al momento de ser utilizados con el
equivalente a un pincel hecho con tallos de plantas fibrosas.
Sobre la tablilla, el escriba comenzaba a trabajar los manuscritos sobre una
especie de hoja en rollo al que llamaron papiro, siempre siguiendo la misma secuencia:
iniciando con una columna de lado derecho, de arriba hacia abajo y siguiendo con las
columnas una a otra hacia la izquierda.
El papiro es un planta que crecía en aquella región, los egipcios aprovecharon
tanto la flor, como la raíz del papiro. Los tallos de la planta alcanzaban más de 1.5mts. de
altura, el centro de los tallos se cortaba en tiras y se entrelazaban por capas, una vertical y
otra horizontal, y se comprimían a base de golpear las tiras, al compactarse las colocaban al
sol para secarlas y alisarlas después. obtenían incluso varias calidades de papiro que eran
destinados manuscritos específicos: piezas de papiro con detalles como arrugas o manchas
se re-elaboraban o se destinaban a los escritos comunes, y los de mejor terminado y calidad
eran para manuscritos oficiales, religiosos o de índole real.
Con el paso de los años y por las necesidades mismas de la población, los
escritos tuvieron ciertos cambios. Los escribas buscaron simplificar los trazos dejando un
poco de lado la parte de las imágenes, logrando así cierta velocidad y la ventaja de poder
realizar una mayor cantidad de escritos, y de forma implícita se dividen los escritos en
función de la finalidad que tienen:
Figuras
□¡dimensionales
Fue la cultura egipcia, con una presencia de más de tres mil años, la que
logró forjar las bases para la escritura y la comunicación visual o gráfica como la
conocemos actualmente.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
En una hoja blanca tamaño carta: Dibújate a ti mismo como un personaje
del antiguo Egipto (no olvides los detalles).
Con base en el texto: Ilustra tu propia interpretación al Libro de los muertos
(tú serás el personaje principal, no olvides la posición hierática).
■ Estilo de sello pequeño: Los trazos son abstractos, las líneas se trazan
gruesas y parejas y se manejan trazos curvos de forma muy estilizada y fue muy
importante balancear los trazos en el espacio disponible.
■ Estilo regular: Donde vuelve a darse al escritor o calígrafo la posibilidad de
expresar su habilidad y sensibilidad con el pincel y el soporte de escritura.
Se dibujaba
la imagen
sobre una
superficie
plana
suave
Históricamente hay registros que respaldan otro de los inventos chinos: el papel.
El crédito es de un alto oficial del gobierno llamado Ts'an Lun. Antes de la creación del
papel, los chinos usaron como base de escritura placas de bambú o tiras de madera que
prensaban para
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
Con base en el texto: Elabora un cuadro sinóptico con 10 ideas clave
referentes a la escritura cuneiforme. S Elabora una historieta acerca de
los escribas.
En las regiones que hoy se conocen como Líbano, Siria e Israel, se encontraba
asentada la civilización fenicia. Los fenicios fueron reconocidos por ser grandes
comerciantes, excelentes navegantes y por ser los autores del alfabeto fonético. Siendo
navegantes y por su misma posición geográfica tuvieron la oportunidad de nutrirse de todo el
acervo cultural, artístico y comercial de los países cercanos con los que hacían negocios.
Conocieron los jeroglíficos egipcios, y la escritura cuneiforme pero tuvieron la necesidad de
simplificar sus actividades mercantiles, difíciles de registrar, controlar y recordar con los
sistemas de escritura que conocían hasta entonces. Con base en esas influencias optaron
por crear un tipo de escritura con características propias. Su sistema de escritura se basa en
un grupo de 22 caracteres de trazos abstractos, se dice que representaban solo los sonidos
de consonantes, usando aún como soporte de escritura los papiros y las tablillas de arcilla.
El alfabeto fenicio logró un impacto favorable para la sociedad de su tiempo: Resultaba fácil
de leer y de escribir, y por lo tanto, le dio acceso a la educación a un mayor número de
personas, eliminando así las jerarquías y privilegios que tuvo solo algún grupo selecto en las
culturas anteriores.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
S Elabora un comic sobre la cultura fenicia, sus actividades comerciales y el
alfabeto.
Los griegos tomaron inicialmente la forma de escribir de los fenicios, que era de
derecha a izquierda. Desarrollan más tarde una secuencia diferente al leer: la primera línea
se lee de derecha a izquierda, al terminar la línea los caracteres se invierten y se continúa
de izquierda a derecha y así se sigue alternando el sentido de lectura con cada línea,
ayudando con esto a que no se tenga que regresar la mirada cada vez al finalizar la línea.
Después de algunos años de utilizar este método, los griegos adoptaron la forma de lectura
de izquierda a derecha en cada línea, tal y como lo hacemos actualmente. El alfabeto griego
fue el origen de alfabetos como el etrusco, el latín y, definitivamente, promotor de los
sistemas de escritura usados actualmente en el mundo.
Cuando Grecia fue conquistada por el Imperio romano, adoptaron gran parte de
su cultura y su religión, y la convirtieron en una nueva versión, hecha a su forma y
necesidades. Roma había tomado el alfabeto que
conoció del pueblo etrusco, al conquistar Grecia, muchos de los escritos fueron llevados a
Roma, y los romanos cambian su alfabeto de 21 letras al aumentar dos letras que ya
pertenecían al alfabeto griego y poder así incorporar a su acervo, el vocabulario griego. El
alfabeto romano original constaba de: A, B, C, D, E, F, G, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T,
V, X. Las letras que los romanos aumentaron son: Y y Z. Los romanos fueron muy dedicados
en dar detalles a los trazos de sus letras, buscaron proporcionar majestuosidad a los trazos.
Los trazos romanos son sumamente parecidos a lo que hoy conocemos como
mayúsculas; lograban diferentes efectos de escritura según la herramienta que usaban al
escribir y surgen los famosos "patines" que son las terminaciones características en ciertos
tipos de letras, por ejemplo: FAMILIA TIMES NEW ROMAN.
Los romanos difundieron mucho la escritura en exteriores, dando al pueblo el
acceso a la información: Se hacían escritos en paredes tanto interiores como exteriores para
campañas políticas, anuncios, carteles colocados en la calle; mientras que los documentos
de estado, literatura y escritos de tipo comercial se hacían en materiales diversos como
madera, tablillas de arcilla y de cera en la que escribían y se podía "borrar" para
volver a utilizarse. Se hizo también muy popular el escribir sobre un soporte al que llamaron
pergamino. El pergamino estaba hecho de las pieles de algunos animales, pieles tratadas,
blanqueadas y suavizadas para lograr hojas de dimensiones más grandes y más duraderas
que los soportes anteriores, y es en ese proceso que excluyen el uso del papiro para sus
escritos.
Grecia y Roma fueron pueblos preocupados por la estética del alfabeto, por darle
trazos que mostraran majestuosidad como las culturas mismas y por dar la oportunidad de
educación e instrucción al pueblo por medio de la lectura.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
S Con los siguientes datos, completa un cuadro comparativo con las culturas
antiguas vistas hasta ahora.
Fila superior: prehistoria-Egipto-China-fenicios-árabes-Grecia y Roma Columna
izq.: tipo de escritura-característica principal-proceso de elaboración-
herramienta a utilizar. S En una hoja blanca tamaño carta: ilustra los dos tipos
de posición que manejaron los griegos: hierática y praxitélica.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
S Con base en el texto, elabora un diagrama radial con las consecuencias
que trajo a Europa la caída del Imperio romano.
S Con las características que se mencionan en el texto, traza tu nombre en
letra gótica a tamaño carta.
11
■ Fueron estos chinos quienes enseñaron la técnica de elaboración del papel a
los árabes y en combinación con una región abundante en materiales para su
producción, pronto la técnica se hizo de gran popularidad.
■ Este avance dio origen a que algunas ciudades de la región fueran identificadas
como grandes productoras de papel.
■ Alrededor del siglo X, La técnica se extendió a ciudades más establecidas
como Damasco, Egipto y Bagdad.
■ A partir de ahí llega África del norte y finalmente la técnica llega a Sicilia en el
año 1102.
■ Fueron los moros quienes llevaron el papel a España, también en el
siglo XII.
■ Surgen a partir de esa época, cada vez con más frecuencia, fábricas de papel
en Italia, España y Francia, las cuales son grandemente reconocidas por la
calidad de su papel.
■ Se visualiza un gran espectro de posibilidades para la impresión.
Las primeras impresiones del libro de bloque tuvieron principalmente dos usos,
los cuales le dieron gran popularidad y demanda. Estos usos fueron: Libros religiosos y la
impresión de naipes. En ambos casos, de forma excelente, se manejan propósitos de
comunicación: Propagar ideas, promover reglas de conducta y apoyar o rechazar una causa
o ideología. Los libros de bloque se manejaron en un estilo que
podríamos comparar con las historietas actuales (recordemos que en un principio fueron
destinadas a la población que no sabía leer, de ahí que se le diera más importancia a la
parte visual, que al texto en sí).
Ejemplo del libro de bloque religioso es el llamado Ars Moriendi (arte de morir). El
Ars moriendi es un libro de 13 páginas, 11 de las cuales tienen ilustraciones, con temas
referentes al bien y el mal, la fe, la vanidad y el momento de la muerte, y que, -
convenientemente para la iglesia- incitan a las personas a heredar sus bienes a la iglesia
antes que a sus familiares.
Entre los siglos XIV y XV el jugar cartas estaba prohibido y aún así adquirió gran
popularidad, lo que ayudó a desarrollar la industria de la impresión, ya que acercó al pueblo
a personajes, símbolos y actividades exclusivos de la nobleza, ajenos al pueblo hasta
entonces. Fueron impresiones de baja calidad que se distribuían de forma casi clandestina.
En la baraja de naipes, los corazones simbolizan al clero, las espadas a la nobleza, el trébol
al pueblo y los diamantes a los burgueses.
El libro de bloque, para su tiempo, fue sumamente popular e innovador, pero con
los años y al aumentar la demanda de libros resultó obsoleto para la sociedad, por lo que era
necesario incrementar, aún más, la rapidez de producción, el volumen del tiraje de libros y la
calidad de los mismos.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
Con base en el texto, elabora dos historietas:
13
se perfeccionara y consiguiera la impresión de un libro tipográfico como lo tenía
concebido, alrededor del año 1450. Gutenberg, al conocer de metales, creó moldes en
madera con todas las letras del alfabeto e hizo vaciados en éstos moldes con una
aleación de 80% de plomo, 5% de estaño y 15% de antimonio, con lo que logró tipos
que no se modificaran en su forma y que fueran de gran duración, creando así lo que
llamó tipos móviles. Los tipos eran guardados en cajas especiales, se usaban para
armar una página y al terminar la impresión, eran devueltos uno a uno a sus cajas.
Los tipos móviles evocaban el tipo de letra de los manuscritos usados hasta entonces
(letra textur o gótica) y Gutenberg creó más de 150 tipos intercambiables entre si y que
se amoldaban a un soporte para alinearlos y armar los renglones de texto. Usó como
soporte para la impresión, una prensa fuerte y firme: una prensa de vino a la cual
sujetaba el soporte con el texto alineado y que tenía un tornillo que lograba subir y
bajar la plancha. Los espacios para las ilustraciones y las letras capitales eran aislados
para detallarlos posteriormente de forma manual. El papel se colocaba en una plancha
o mesa bajo la prensa y, después de entintados los tipos, la prensa bajaba y ejercía
presión sobre el papel, logrando la impresión. La tinta utilizada fue aceite de linaza
hervido y mezclado con hollín y colocado sobre los tipos con una bola de cuero que
aplicaba la tinta de forma suave, pero firme y de forma uniforme. Comparado con
métodos anteriores, la máquina de Gutenberg permitió incrementar en mucho, la
velocidad y la calidad conseguida hasta entonces.
El primer libro tipográfico impreso por Gutenberg fue la Biblia, un ambicioso proyecto,
que de hecho, no llegó a concluir de forma personal. Características de ese primer
libro son las siguientes:
■ Páginas con dimensiones de 30x40.5 cm. y 2 columnas con margen entre ellas.
■ 9 páginas con 40 líneas por columna, la décima página 41 líneas y el resto 42
líneas por columna. Se cree que aumentó de líneas para ahorrar páginas al
final del escrito. (de ahí que fue identificada también como "Biblia de 42
líneas").
■ El escrito constaba de 1 282 páginas en 2 volúmenes.
■ El proyecto se inició con 2 prensas y se incrementó a 6 prensas.
■ Se dejaron espacios en blanco para decorar a mano de forma posterior las
letras capitales.
■ La edición constaba de 210 copias: 180 en papel y 30 en papel pergamino.
Para la realización del proyecto, Gutenberg había pedido dos grandes préstamos
a Johann Fust, quien era un burgués y comerciante francés. Para el año de 1455, tras varios
años de iniciado el proyecto, Gutenberg fue demandado por Fust y reclamada la imprenta
como pago por los préstamos e intereses generados en los años anteriores. Gutenberg fue
sacado de su taller de imprenta cuando el trabajo se acercaba a su fin, sin tomar en cuenta,
que el producto final le hubiese permitido a Gutenberg pagar todas las deudas adquiridas
anteriormente. Fust toma control del taller de imprenta y asociado con Peter Schoeffer llevan
a término el proyecto que fue inicialmente de Gutenberg. Schoeffer fue iluminador y copista
de manuscritos en París y aprendiz de Gutenberg en su taller, y como socios, Fust y
Schoeffer llegan a ser de las firmas de imprenta más importantes de la época con un linaje
de más de 100 años de impresores y con obras que incluyen libros de Salmos, Ceremonias
religiosas, La Biblia latina (1462) y un clásico de la antigüedad: De officcis de Cicerón (1465).
Por su parte, Gutenberg estableció una nueva imprenta y de lo más destacado que creó,
está Catholicon, un diccionario enciclopédico en 1460. Obtuvo protección del Arzobispo de
Maguncia lo que hizo que viviera dignamente sus últimos años. Murió en febrero de 1468.
Entre los años 1440 y 1450 y alterno a los proyectos de Gutenberg y la firma Frust-
Schoeffer, surgen artistas realizando grabados en lámina de cobre que podían ser utilizados
para impresión, los cuales no eran conocidos hasta entonces. "Grabar es tallar o raspar
sobre una superficie (comúnmente de metal), para trazar una imagen y utilizar ésta
superficie para lograr una impresión". El proceso es el siguiente:
■ Se utiliza una superficie o placa de metal previamente pulida (fue muy usada la
lámina de cobre).
■ La placa de metal se raspa con alguna herramienta puntiaguda para hacer
surcos, formando así la ilustración a imprimir.
■ La tinta se aplica en las ranuras raspadas de la placa (huecos o surcos) y se
limpia la superficie plana.
■ El papel se presiona sobre la placa para provocar la absorción de la tinta, que
se traduce en la impresión de la imagen.
■ Las imágenes y el tratado de la lámina, sugiere que fueron grandes artistas
quienes desarrollaron esta opción, ya que los trazos fueron muy libres, precisos
y con mucho conocimiento del dibujo.
■ De las primeras evidencias de ésta técnica está el del llamado Maestro de los
naipes. Un juego de naipes con ilustraciones de aves, flores y otros animales.
■ Curiosamente, el maestro de los naipes es todo lo que se conoce de ese
artista, ya que no hay un nombre a quien adjudicarle ese trabajo.
Todo este periodo de auge en la impresión fue reconocido siglos después como Incunabula,
haciendo referencia a un "nacimiento o principio", tomando como inicio los trabajos de
Gutenberg, hasta llegar a finales del siglo XV (y para algunos historiadores, algunos años
más). Para el año de 1480 ya estaba muy extendida la industria de la imprenta en algunos
países europeos, con talleres en sus distintas ciudades: Italia (31), Francia (7), España (6), e
Inglaterra (1). Se cree que en éste lapso de tiempo, se produjeron más de 9 millones de
libros, con más de 35 mil ediciones, sumándole los impresos sueltos como son: carteles,
periódicos y anuncios que se imprimían como hojas sueltas, cuya cantidad es incontable.
La imprenta propagó ideas sobre los derechos del hombre, la soberanía del pueblo e
ideologías religiosas, dándole al ser humano la posibilidad de crear sus propios juicios, la
capacidad de pensar, de saber cómo actuar y también de divertirse. Al ser los libros y
publicaciones, económicas y accesibles, se le acerca al pueblo al conocimiento logrando una
disminución del analfabetismo, además de que se le acerca a una nueva ideología, que dará
como resultado, obligadas y necesarias revoluciones sociales, religiosas y económicas en
los siglos XV y XVI.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
Busca materiales que puedas tallar: S Realiza tu propio grabado con la
ilustración que prefieras S Usa tu placa para grabado y realiza la impresión en
una hoja tamaño carta. (puedes usar pintura acrílica o tinta para sellos).
15
AUTOEVALUACIÓN
1. Ordena los pares de palabras que pertenezcan a la misma cultura, y por orden
cronológico, menciona el periodo al que pertenecen:
2. Menciona brevemente dos teorías acerca del porqué pintaban los hombres de la
prehistoria:
a. ________________________________________
b. ________________________________________
3. Menciona tres materiales que utilizó el hombre de la prehistoria para realizar sus
herramientas
a. _______________________________________
b. _______________________________________
c. _______________________________________
5. En un mapa de cajas, explica las aplicaciones que los egipcios le dieron a los
jeroglíficos.
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
____________________________________
7. Menciona 3 inventos creados por los chinos
a. _______________________________________
b. _______________________________________
c. _______________________________________
________________________________________________________
9. Menciona 4 características del “Libro de bloque”
a. _____________________________________________________
b. _____________________________________________________
c. _____________________________________________________
d. _____________________________________________________
10. Explica la razón por la que se llamó “cuneiforme” a la escritura
__________________________________________________________________
_____________________________________________
11. Explica que fue el Ars Moriendi, y que consistía
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
___________________________
12. Menciona la simbología que se creó para los naipes en la Edad Media
a. ____________________________________________
b. __________________________________________
17
UNIDAD 2
OBJETIVO
Describe el desarrollo de la imprenta y otros avances tecnológicos como la fotografía entre
los siglos XVI y XIX, dando como resultado la formación de diferentes corrientes artísticas
aplicables al diseño gráfico en los siglos XIX y XX, iniciando en Europa, extendiéndose a
Estados Unidos y finalmente a Latinoamérica.
TEMARIO
2.1 ASPECTOS IMPORTANTES ACONTECIDOS EN EL SIGLO XVI
2.2 EL SIGLO XVII Y SIGLO XVIII, EL SIGLO DE LA RAZÓN
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MAPA CONCEPTU
INTRODUCCIÓN
Entre los siglos XV y XVI, el Renacimiento dio fin a los varios siglos de influencia religiosa de
la Edad Media, y dio paso al esplendor del ser humano en campos como el arte y la ciencia,
se retoma la influencia de las culturas clásicas, como Grecia y Roma.
El siglo XVI fue considerado como "la época de oro de la tipografía francesa". El
renacimiento italiano fue debilitándose a raíz del saqueo a Roma, en el año 1527. El rey
francés Carlos VIII intentó obtener el control de la ciudad de Nápoles. Como conquistador,
Carlos VIII no consiguió gran cosa; pero culturalmente, abrió la puerta para que el
renacimiento italiano entrara en Francia. A partir del año 1515, ya en el reinado de Francisco
I, se les dio gran apoyo a los humanistas y artistas visuales, lo que hizo florecer el
renacimiento francés. En esos años también tuvo gran florecimiento la impresión y el diseño
gráfico, con ejemplos como libros impresos en tipos romanos que circularon por todo París.
La revolución industrial (entre los años 1760 y 1840) integra a Inglaterra a esa serie de
cambios sociales, económicos y culturales.
Los avances tecnológicos (principalmente la imprenta) optimizan los transportes
y la comunicación, ayudando a que el trabajo de artistas europeos sea conocido en otros
países, provocando así gran cantidad de influencias y parámetros para artistas y
diseñadores de otros continentes que se encontraban ávidos de crear.
En esta Unidad conoceremos los antecedentes que dieron origen a la expansión
del diseño en Europa, Estados Unidos y América Latina, y las corrientes artísticas que fueron
pilares en la formación del diseño gráfico actual.
19
pueblo europeo, no siempre convivían con la ideología religiosa predominante y
constantemente los líderes de las diferentes ideologías estaban en conflicto. A pesar de todo
este ambiente de intranquilidad, germina en Francia el espíritu humanista y se produce un
gran aumento en el nivel intelectual de la población, y se le da al diseño gráfico un aire de
elegancia en formación, proporciones y ornamentación. Algunos impresores destacados de
esa época son los siguientes: Robert Estienne y Claude Garamond. Uno de los más
destacados, que le dio forma a este tipo de diseño fue Geoffroy Tory. Tory fue un alemán de
extracción humilde, sin embargo logró un nivel de conocimiento sorprendente: poeta,
profesor, traductor, editor, impresor, librero, calígrafo, diseñador, ilustrador y grabador.
Tradujo y editó algunos textos griegos y latinos y desarrolló un estilo único del renacimiento
francés en cuanto al diseño y la ilustración de libros. Ejemplo de su aportación al diseño es
la serie de iniciales diseñadas por él. Las mayúsculas romanas están colocadas en cuadros
oscuros que le dan vida a diseños florales y son complemento que aportó elegancia y
colorido a las páginas de libros de la época. Fue muy marcada su actitud innovadora hacia
la forma y su gran armonía con los variados elementos, texto, iniciales mayúsculas, orillas e
ilustraciones. Todos estos atributos desarrollados por Tory lo llevaron merecer el
nombramiento de "impresor del Rey" (Francisco I) en el año 1530.
Uno de sus trabajos de mayor influencia es el llamado Champ Fleury, publicado en 1529. Es
un libro con un relato no tan formal y donde hace constantemente alusiones a la mitología e
historia romana. consta de 3 libros; en el primero, intenta establecer y ordenar la lengua
francesa por medio de reglas fijas de pronunciación y lenguaje; el segundo discute la historia
de las letras romanas y compara sus proporciones con las proporciones ideales de la figura
humana y de la cara; y el tercero, sugiere instrucciones sobre la construcción geométrica de
23 letras del alfabeto latino sobre fondos cuadriculados de cien cuadros. Termina con el
diseño de 13 alfabetos incluyendo el griego, hebreo y un alfabeto diseñado con instrumentos
manuales y herramientas.
A partir del año de 1562, un conflicto entre tropas francesa y una congregación religiosa dio
principio a más de 4 décadas de guerras religiosas que frenó grandemente el trabajo del
diseño alcanzado hasta entonces, poniendo fin a las innovaciones de la edad de oro de la
tipografía europea. Muchos impresores protestantes huyeron de las persecuciones
religiosas, estableciéndose en otros países, fue así como este tipo de diseño pasó primero
de Italia a Francia, y después a países y ciudades como suiza, Inglaterra, Amberes y
Ámsterdam.
ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
Con base en el texto: realiza un cuadro P N I (positivo-negativo-interesante)
con un mínimo de cinco ideas clave en cada columna.
En cuatro hojas blancas tamaño carta, grafica cuatro letras capitales
enmarcada0073 en diseños florales (1 letra mayúscula por hoja, crea diseños
florales propios).
21
■ Sobre la retícula, se desarrollaron refinados diseños con bases más técnicas,
dejando un poco de lado, el trazo caligráfico libre.
■ Se logran trazos de gran armonía matemática, resultado de contar con
instrumentos de precisión para el trazo de las letras.
Dato curioso: los alfabetos maestros (moldes para impresión) fueron grabados en
placas de metal de grandes dimensiones, así que al reducirlos al tamaño de impresión,
resultaron tan funcionales.
Un alfabeto muy importante en ese siglo fue el utilizado para impresos de índole real. El
utilizar el alfabeto para escritos de otro tipo, constituía un delito. A raíz de esta situación,
surgen alfabetos similares al alfabeto real, con las suficientes diferencias de trazo, realizadas
a propósito para impedir el provocar problemas entre la impresión y la justicia. Esta
tendencia inició una categoría de tipos para impresión llamados Romanos de transición.
Ya entrado el siglo XVIII surge de manera imponente, un estilo que incluye
principalmente a las artes: El llamado Rococó. Éste estilo marcó tendencias en un periodo
comprendido entre 1720 y 1770 aproximadamente, en el reinado del francés Luis XV. Su
estilo tiene, a grandes rasgos las siguientes características:
■ Carson Baskerville, fundidor de tipos. Los llevó a las colonias inglesas establecidas en los
Estados Unidos y fue de los primeros impresores en utilizar letras itálicas.
■ Giambattista Bodoni, un italiano que sabía de troqueles y fue impresor de la corte.
Tipografía Rococó
23
Cultural y políticamente, Europa comienza a cambiar. Las revueltas contra
la monarquía francesa provocaron rechazo hacia los estilos elegantes que fueron
predominantes hasta entonces en los reinados de Luis XV y Luis XVI. Es así como
algunos artistas retoman, una vez más, las formas clásicas antiguas romanas y griegas
y que, irónicamente, lograron popularizar alrededor del año 1790. En esta etapa donde
precisamente surge Bodoni. Rediseñó las formas de las letras romanas con una
apariencia más técnica, matemática y geométrica. Bodoni dio uniformidad en la
estandarización de las unidades, lo cual se le adjudica a una reacción obligada al
desarrollarse la era industrial.
En el año de 1796, se crea un método que simplificará el proceso de
impresión y aumentará la cantidad de producción de publicaciones, se trata de la
litografía. Su creador, el alemán Aloys Senefelder desarrolla una forma de fijar imagen
sobre una placa de piedra con un material graso aplicado por diversos métodos, bajo
el principio de que materiales grasos y agua no se mezclan. El proceso es el siguiente:
Londres y Paris, las capitales del diseño gráfico comercial del siglo XIX
Inglaterra -que aventajó a toda Europa en el desarrollo del capitalismo- contó con dos
circunstancias sumamente favorables para convertirse en la primera potencia política, económica
e industrial del mundo. De una parte, el entusiasmo y la habilidad histórica con que emprendió el
proceso de mecanización de la antigua industria artesanal y de otra, la fortuna de disponer durante
casi las dos terceras partes del siglo de la enérgica figura de la Reina Victoria al frente del Imperio
Británico.
25
trecho importante, fundamental.
Dieciocho años antes, en 1796, el músico alemán Alois Senefelder inventa en Munich, casi por
azar, la litografía, un procedimiento que superará definitivamente el obstáculo que significaba la
aplicación del color en los impresos y que permitirá al propio artista realizar el molde con suma
facilidad, evitando así la hasta entonces obligada participación de los grabadores de oficio.
En el siglo XIX se crean también las tipologías finas, negras y supernegras (por lo que se
refiere al grueso del palo), así como la estrechas o chupadas y anchas (por lo que respecta al
ojo de la letra). Aunque la creación de tipos sea probablemente la de mayor volumen y variedad
de toda la historia de la tipografía (incluyendo la actual) no será especialmente brillante,
destacando, no obstante, la creación de tres familias genuinas: las Egipcias, las Antiguas,
Grotescas o Góticas y la Ilamada Escritura inglesa.
La experiencia más notable del diseño de letras litográficas se produce, paradójicamente, en el
país que menor atención global ha prestado al nuevo procedimiento de impresión. La escritura
inglesa, de origen manuscrito, no es heredera de las antiguas cancillerescas (como podría
suponerse) sino una excelente síntesis de la divulgación de manuales de escritura escolar, tan
corrientes durante el siglo pasado, donde el Romanticismo literario popularizó la modalidad
epistolar que llegó a adquirir, en el proceso educativo, una categoría equivalente a las
asignaturas opcionales de los actuales programas docentes.
Robert Thorne diseña, entre 1804 y 1805, las primeras versiones de Egipcias anchas y negras
o supernegras, mientras William Caslon IV, miembro de otra notable dinastía de grabadores
ingleses, proyectó y fundió uno de los primeros tipos de palo seco. Será tal vez la más precoz
incursión del diseño tipográfico en una tipología que el espíritu racionalista y tecnológico del
siglo XX reivindicará en profundidad, convirtiendo esta familia de tipos en el exponente del
movimiento revolucionario que en diseño se conoce como la Nueva Tipografía.
Robert Thorne.
Tipografía egipcia 1828
En los primeros catorce años de su largo y fecundo reinado, el cetro imperialista de la Reina
Victoria ha dirigido con firmeza al país hacia su consolidación como primera potencia política,
27
militar , económica e industrial del mundo. La magna exposición organizada en Londres
constituye el epicentro de una concepción utilitaria del progreso industrial. Su marco físico es el
polémico Crystal Palace, edificio central de la muestra y pabellón de Inglaterra, proyectado por
Joseph Paxton y construido con materiales recientemente ennoblecidos con el sudor de la
industria: el hierro y el cristal. Este gigantesco escaparate -hoy desaparecido- ofrecía al
visitante el impresionante muestrario que la industria y el comercio fueron capaces de elaborar
en esos escasos cincuenta años, entre los cuales se hallan las nuevas máquinas de vapor
semi-automáticas para tipografía y litografía destinadas al revolucionar la industria de la
impresión.
El mito de la máquina y la nave industrial como exponentes de la civilización industrial quedó
inmortalizado a través de las marcas, etiquetas, envases y envoltorios de los primeros
productos fabricados en serie, que sustituyen las claves simbólicas tradicionales procedentes
todavía de la sociedad comercial de la Edad Media.
Con la incorporación del color esa exhuberante iconografía traduce la vitalidad, el paternalismo
y la autosatisfacción con que la burguesía industrial del XIX se lanzaba a la aventura de la
producción y distribución de bienes de consumo.
29
de las nacientes formas de producción en masa.
El medievalismo formal que alentaría una gran parte de la temática inicial del Modemismos tuvo
un origen bicéfalo, en Inglaterra y Francia, representado por las figuras paralelas y, en cierto
modo complementarias, de john Ruskin y Eugene VioIlet-lIe-Duc, respectivamente.
Entusiastas ambos del gótico y la naturaleza, propagaron su ascético ideario desde plataformas
bien distintas. Ruskin, espiritual, teórico y de un socialismo crítico pasivo, predicaba, además, la
unidad de las artes y el revisionismo social, influyendo decisivamente a través de sus líricos
textos y su distinguida presencia en la génesis del Movimiento Prerrafaelista y en la base de las
primeras formulaciones del joven Morris, mucho más virulentas y radicales. Viollet-le-Duc, por
su parte, lo haría desde una actitud personal cartesiana, racional y pragmática, tanto desde sus
libros de arquitecturas como en la práctica proyectual y constructiva al frente de! prosaico cargo
de inspector general de Edificios Diocesanos.
La figura de William Morris es lo suficientemente conocida como para ahorrar cualquier esbozo
biográfico. Respecto de su labor previa a la fundación de! Arts Worker's Guild en 188410 y el
Arts & Crafts Exhibition Society en 1888, basta señalar que más de veinte años antes, en 186,
fundó la empresa Morris, Marshall, Faulkner & Co., que produjo muebles, objetos, papeles de
pared, azulejos, tapicerías, vidrieras emplomadas y alfombras (en un primer repertorio
modernista, clásico y habitual en toda Europa y Estados Unidos), cuyo espaldarazo se produce
casi inmediatamente al año siguiente, con motivo del éxito obtenido en la Exposición
Internacional de 1862, en la que
participa la firma en calidad de expositor.
La permanente atención que Morris dedicó al diseño gráfico, en especial al diseño tipográfico y
al aspecto visual del libro como objeto se deduce tempranamente de las colaboraciones
editoriales que en este campo realizaba al entrar en contacto con los editores de sus poemas o
textos de acción política. En 1872, por ejemplo, diseña una preciosa encuadernación para su
libro Love's Enaugh y en 1885 en plena militancia socialista edita y sufraga una publicación
periódica, The Commonweal la cual mantuvo a lo largo de diez años, para la que, además de
frecuentes e inflamados rnanifiestos, diseña cabeceras y el propio carnet de miembro de la Liga
Socialista.
En esta etapa colabora habitualmente con su camarada
ideológico Walter Crane, notabilísimo ilustrador que jugó un
papel pionero fundamental en el desarrollo del estilo
modernista y para cuya publicación dibujó excelentes
cubiertas.
En esta misma publicación apareció por primera vez, en
forma de entregas, su famosa utopía News from Nowhere,
que reeditaría en 1892 en una lujosa edición impresa en sus
propias prensas de la Kelrnscott Press.
Resulta sintomático que este libro no haya gozado jamás de
muy buena prensa. Al margen de sus escasísimas
reediciones lo cual constituye de por sí un elocuente dato,
sorprende la insistencia con que la crítica (incluso la más
entusiasta) se ha esforzado en censurar su tratamiento
«ingenuo y naif», cuando no anarquizante, olvidando que
tales calificativos forman parte de la naturaleza de ese
género literario, y que semejantes reservas podrían
igualmente aplicarse al resto de utopías clásicas, desde
Milton a Fourier o a Huxley.
No parece sino que la personalidad humana, estética y sobre todo ideológica de William Morris
haya sido difícil de aceptar, en toda su integridad, por sus compatriotas. Del testamento ético-
político que constituye este sugestivo texto, en el que se condensan (en ocasiones
contradictoriamente) las principales ideas y proyectos sociales que mantuvo (contra el viento y
la marea victorianos) a lo largo de su desbordante existencia, emana un socialismo utópico de
raíz inequívocamente marxista que la crítica especializada en diseño o arquitectura ha preferido
reducir a niveles anecdóticos, en beneficio de la exaltación de su propia imagen de
revolucionario en la relación arte-industria, menos comprometida y, por supuesto, mucho más
asimilable por la historia inglesa.
Sea cual fuere el valor literario objetivo de este texto, en esta romántica pastoral socialista
Morris recoge su personal preocupación ante el estado de la tipografía de su época, al poner en
labios de uno de los sanos pobladores de la nueva Arcadia el siguiente apocalíptico comentario:
«Además del tejido me ocupo algo en tipografía e impresión, y aunque soy poco práctico en las
impresiones finas, es por demás: la tipografía está en camino de desaparecer a medida que
decrece la manía de hacer
Ilibros». Cinco o seis años antes de fundar su propio instituto de impresión de alta calidad.
William Morris teme seriamente que la tosquedad en las impresiones convencionales lleve
consigo el desprecio colectivo del lector ante productos tan degradados estéticamente y, en
consecuencia. augura para un porvenir no muy lejanos la definitiva desaparición de esta forma
cultural.
Otro personaje de la narración, más intelectual que el anterior (el Hammond-Morris), parece
albergar ciertas expectativas esperanzadoras ante el hecho tipográfico cuando al referirse a la
educación de los niños dice: «Respecto de la escritura, no los animamos a garrapatear
temprano (de todos modos, lo hacen por su propia iniciativa), porque con eso adquieren la
costumbre de escribir mal; y ¿por qué hacer garabatos cuando es tan fácil imprimir?.
En otro párrafo, en fin, Morris matiza la condena ruskiniana de la máquina (de la que partió al
montar su propia empresa artesanal), enfatizando la necesidad del retorno al amor por el
trabajo malnual, tal y como creían que se concebía en la sociedad medieval del siglo XIV, de la
31
que abundan en el libro las referencias.
No era tanto el horror a la máquina lo que prevaleció en la actitud crítica de Morris, sino más
bien el mal uso que de ella se hada. La «purificación del instrumento mecánico había de pasar
por un período previo de cambio en las condiciones del proceso entre trabajo y productor. La
imposible adecuación de esta utópica disposición del trabajo en un contexto social y económico
como el de la declinante Inglaterra victoriana dio como resultado lógico la grotesca paradoja de
que los productos de diseño fabricados por Morris y sus socios, así como los libros salidos de la
Kelmscott Press, fueran demasiado caros para ser populares y cayeran, inevitablemente, en los
círculos adquisitivos de reducidas élites económicas o intelectuales contraviniendo brutalmente
la idea moral de sus promotores. Como bien dice Hauser, «no había ninguna garantía (en tal
entorno) de que esre goticismo no se convirtiera otra vez, como en la propia Edad Media, en
posesión exclusiva de una minoría cultural relativamente pequeña.
De los tres tipos diseñados y fundidos por Morris (Tory, Golder, y Chaucer), dos de ellos
responden a la tipología gótica y uno a la romana. Su preferencia personal por la estética
medieval frente a la renacentista queda también, pues, perfectamente reflejada en esta faceta
de diseñador tipográfico. Al margen de la calidad intrínseca de la Ghaucer, sin duda su mayor
logro en este campo, se cuenta que para diseñarla Morris eligió de entre su colección particular
de libros manuscritos medievales e incunables del siglo xv una Historia de Florencia impresa en
Venecia en 1476 por Jacobus Rubeus y compuesta en un tipo de romana muy semejante a la
diseñada por Nicolas Jenson, y un Plinio editado por éste último, procediendo a utilizar el
moderno procedimiento de la fotografía para ampliar enormemente estos caracteres y estudiar
así la estructura de las distintas letras, en un avanzado planteamiento metodológico practicado
con toda normalidad por los diseñadores de tipos de nuestro siglo veinte.
Si bien Morris no diseñó los mejores tipos posibles, consiguió demostrar cuán «fácil y
simplemente podían mejorarse» las pobres tipografías de la época y cómo debería, en
sustancia, atenderse prioritariamente a la legibilidad del tipo antes de perderse en veleidades
pseudoformales. Pero su lección verdaderamente magistral consistió en la distribución de la
mancha impresa sobre la página en blanco. Ahí William Morris
intuyó conceptualmente uno de los hallazgos formales
atribuidos a la vanguardia tipográfica del siglo XX, al
considerar la página impresa como un elemento integrado a
una superestructura a la que debe, no sólo obediencia, sino
también armonía. La mínima expresión de la compleja
estructura secuencial que en su aspecto visual es el libro, se
aprecia al contemplar dos páginas encaradas. El diseño de
una página en relación a su contigua (teniendo siempre en
cuenta el efecto del libro abierto) suscitó en Morris una serie
de reflexiones sobre la unidad, la simetría y el orden
compositivo que constituyen el intento más felizmente
innovador de una práctica gráfica arcaizante entendida en su
conjunto, condicionada por un «error histórico enormemente
fructífero por lo que se refiere a la estética del libro impreso».
33
En términos sociales y culturales fue, ante todo, un agitador, y como tal se expresó en público
ante un auditorio desconfiado y conservador, escandalizado ya por los titanes de la «agitación»
científica y social de la época (Darwin, Marx, Engels, etc.).
En la mayor conmoción sufrida por el diseño gráfico en todo el siglo XIX, William Morris jugó un
papel fundamental que configuró el ya inminente estilo modernista inglés con su intransigente
actitud frente a los convencionalismos de la época.
Es en este sentido de proyección donde hay que integrar su labor en el terreno editorial y no en
la intrascendente cuestión de una producción impresa que, aunque muy interesante, no puede
ciertamente competir con el justo protagonismo que en el campo de las ideas hay que atribuir a
Morris. Su obsesiva recreación en los motivos medievales para la ornamentación de márgenes
y capitulares los tipos por él diseñados y su concepción global del libro como estética de la
nostalgia son aspectos anecdóticos de una obra que nada tiene que ver con el concepto
vanguardista que la impulsó.
En su producción gráfica, todos ellos se caracterizan por el énfasis que conceden a la línea
como gesto expresivo, los orígenes de la cual hay que situar en la plástica tradicional japonesa,
especialmente en su forma xilográfica, cuyas estampas despertaron -como es sabido- un gran
interés entre los impresionistas franceses en los últimos años del siglo XIX erigiéndose en
cualificados "distribuidores" de estas imágenes.
Aubrey Vincent Beardsley, autodidacta o a lo sumo, «discípulo del Diablo», como fue
Ilamado por la crítica de su tiempo, muy alejado del círculo de Morris pero evidentemente
influido por él, «el elemento más esencial de su estilo es la caligrafía meramente ornamental,
y esta caligrafía es el punto de partida de todo el desarrollo que conduce a los ilustradores
de moda y a los decoradores escénicos tan populares entre la burguesía semieducada y
bien situada.Sin embargo, el rápido éxito y la inmensa influencia de su estilo decadente,
hedonista y hasta perverso (a juzgar por el talante moral de la sociedad de su tiempo) invitan
a considerar como suyas algunas aportaciones como el uso compositivo de grandes
espacios vacíos, el valor expresivo del blanco y negro y el exagerado placer manifestado
hacia el ornamento más o menos arbitrario. Lo cierto es que estaban ya presentes en la
producción de otros artistas contemporáneos, desde Gauguin a Toulouse-Lautrec, e incluso
en su compatriota, el ilustrador Charles Ricketts. Como dato exclusivamente anecdótico,
cabe establecer un curioso paralelismo entre la producción, gráfica de Morris y Beardsley.
Por circunstancias diversas ambos dedicaron a la edición los últimos cinco años de sus
vidas, casi coincidentes (de 1891 a 1896 en Morris, de 1893 a 1898 en Beardsley), con
similar intensidad y capacidad de influjo. respetable cantidad de obras profusamente
ilustradas, los carteles y, sobre todo, las cubiertas para la revista Yellow Book, constituyen
una ingente producción que, por la novedad de su estilo, consiguieron una fama en Europa y
en Estados Unidos el para el joven Beardsley verdaderamente inusitada, permanentemente
contrastada por una feroz crítica que, al igual que en el caso de Morris, no les perdonaba su
respectivo -aunque muy diverso- anticonvencionalismo.
35
Walter Crane
Por otra parte, Walter Crane evoluciona hacia su el Modernismo desde una práctica caligráfica
en la cual la línea va, paso a paso, adquiriendo autonomía respecto del sujeto figurativo al que
alude. En una serie de libros programáticos editados en Londres recoge detalladamente una
evolución personal que transmite en forma de didácticas lecciones metodológicas, asumiendo
la herencia moral de su amigo Morris, al relacionar el arte con la industria, facilitando a los
artesanos instrumentos elementales de creación artística. Arthur Heygate Mackmurdo integra la
práctica del diseño gráfico a la suya propia como arquitecto, en una figura específica del
Modernismo que llega a ser bastante común y que se prolongará a lo largo de las vanguardias
europeas del primer tercio del siglo XX. Fuera del círculo morrisiano, funda en 1882 la sociedad
Century Guild, después de haber prestado mucha atención a Mortis. Su famosa cubierta rara el
libro que escribió sobre el arquitecto Christopher Wren, editada en 1883, se considera el primer
diseño gráfico modernista, en cuya gestación teórica probablemente interviniera su gran amigo,
el pintor impresionista nortearnericano James McNeill Whistler, entusiasta del arte japonés.
Este artista, uno de los más notorios enemigos de Morris, participó en los inicios del movimiento
inglés desde una actitud dilettante de la que salieron, sin embargo, algunas concretas muestras
de - diseño gráfico -en especial algunas cubiertas de libro- aunque su principal influencia se
concretaría en términos teóricos (en el grupo de Wilde y Beardsley) y en el gesto mimético que
algunos americanos que viajaron a Inglaterra para estudiar adaptaron a sus respectivos
comportamientos estilísticos y personales de vuelta a su país. El arquitecto Charles Rennie
Mackintosh, líder del grupo de Glasgow, autor del proyecto del nuevo edificio de la Glasgow
School of Arts (centro donde cursara sus estudios), participó -quizás como ningún otro- en la
práctica del diseño gráfico desde el cartelismo a las más humildes representaciones de esta
actividad, como folletos y prograrnas. De su experiencia como arquitecto y diseñador nace una
personal versión rectilínea del estilo modernista que contemplarán con atención los arquitectos-
diseñadores vieneses de la época. Muchos son los nombres que forman, en su conjunto, la
avanzadilla de un movimiento que en Inglaterra fue una confusa "mezcla de esfuerzos
personales y colectivos", éticos y estéticos, cuyo centro indiscutido fue el controvertido William
Morris. "No todos participaban de los mismos ideales ni de idénticos gustos; les unía, sin
embargo, el deseo de ver elevado al diseñador a status semejantes a los del pintor o el
arquitecto, al tiempo de producir objetos cualesquiera bien diseñados y asequibles a todos los
niveles sociales".
En su acepción tal vez más pura del diseño gráfico destacaremos, para concluir, la labor
precisa, competente y sólida del ilustrador Charles Ricketts y la de los cartelistas Beggarstaff
Brothers (nombre comercial de William Nicholson y James Pryde), J. W. Simpson y el
«cheretiano» Tom Dudley Hardy: Los escasos carteles firmados por los Beggarstaff Brothers
constituyen, todos, plenos aciertos que hay que situar en una línea singular del Modernismo
cuya evolución empalma con el estilo de los grandes cartelistas alemanes Ludwig Hohlwein y
Lucian Bernhard. La economía de medios expresivos y ornamentales, la reducción de forma y
color a la función de mancha y la siempre sorprendente composición de los elementos, otorgan
a William Nicholson y James Pryde una de las paternidades del cartel moderno, entendido
como medio de comunicación de comprensión inmediata, escueto y atractivo al mismo tiempo.
Eso al margen de su particular metodología de trabajo que les llevó a un fracaso comercial
estrepitoso: los Beggarstaff Brothers solían diseñar un cartel sin que mediara encargo previo
alguno y, una vez terminado, iban a ofrecerlo al industrial o promotor que elegían, por si alegre
o casualmente le gustaba y lo adquiría.
El ascendente artístico de Francia sobre Inglaterra (y sobre casi todo el continente europeo)
duran te el último tercio del siglo XIX determina, probablemente, la causa de que la versión
modernista francesa, el Art Nouveau, prospere como el movimiento colectivo que, en sus
autóctonas versiones, prevalezca en toda Europa.
En el campo específico del diseño gráfico, la habilidad integradora del movimiento francés,
conciliando la caligrafía ornamental de un Beardsley o un Crane con la tendencia simbolista
francesa, concluye en la articulación de una vanguardia gráfica domesticada que no pretende -
como el Impresionismo- oponerse a los planteamientos de la cultura burguesa convencional,
sino acomodarse a ella sin épater le bourgeois.
Y es que, extrapolado de sus objetivos sociales, el estilo sembrado por Morris quedó
inevitablemente reducido a un mero hedonismo, es decir, a una intensificación de la experiencia
puramente estética, fenómeno que el propio Morris se apresuró a deplorar en los últimos años
de su vida. De una manera inesperada la burguesía industrial y comercial se encuentra, pues,
ante un estilo que adoptará como valor de clase, en una especial coyuntura histórica cuyo
paralelo más inmediato hay que buscarlo, aunque resulte exagerado, en el Renacimiento. La
joven industria europea, a la búsqueda de una estética complaciente y complacida, halla en el
Modernismo una forma de representación orgánica que desde la arquitectura al libro, del
mobiliario a la joyería, de los objetos de uso cotidiano a la escultura decorativa o al cartelismo,
proporciona una respuesta plástica coherente y amable, a la exacta y precisa medida de sus
ambiciones pequeñoburguesas.
Históricamente constituye, además, la primera alianza estética que la industria, con sus
posibilidades mecánicas de producción, emprende globalmente en oposición a los sucesivos
movimientos (Realismo, Prerrafaelismo, Impresionismo, Dandysmo, etc.) que se han levantado
durante el siglo XIX contra el gusto establecido, bajo la forma sistemática de vanguardias
artísticas. La función conciliadora que se advierte en el Modernismo como estilo es, en Francia,
más claramente visible que en ningún otro país, al ser inmediatamente aceptado, no sólo por la
iniciativa privada, sino también por la Administración Pública, que confía el diseño y
señalización de los accesos a los transportes subterráneos (de los que se conservan todavía
37
algunos ejemplos) a la tendencia Art Nouveau. En el campo de la iniciativa privada, la industria
francesa de las artes gráficas es la primera en Europa que emprende la renovación de
caracteres y materiales de complemento diseñados según los criterios del nuevo estilo. Como
consecuencia de esta inmediata absorción del Modernismo por parte de la industria y la
administración, ya diferencia del resto de países de Europa, los modernistas franceses no
precisan tanto de la plataforma de lanzamiento que supone, en la etapa inicial, una revista de
vanguardia. Curiosamente, no se da en París el equivalente a aquella larga lista de revistas que
proporcionaron literalmente soporte físico e intelectual al nuevo estilo, al difundirlo desde el
núcleo de acreditados grupos o cenáculos artísticos y literarios.
Tal vez debido a los populares éxitos del cartelista Jules Chéret, que ha convertido las calles de
París en una insólita galería de arte durante los veinte años anteriores, el caso es que el Art
Nouveau halla un campo suficientemente abonado en el colectivo social urbano para la
asimilación de nuevas tendencias visuales. En consecuencia, la forma gráfica por excelencia en
que se manifiesta el nuevo estilo es el cartel, y la espléndida producción cartelística de Henri de
Toulouse-Lautrec coincide, afortunadamente para la historia del diseño, con la rendida
admiración que los impresionistas profesan por el arte japonés, cuyo impacto afectó también a
este artista, quien frecuentaba -como es sabido- la tienda de materiales de dibujo y pintura del
Pére Tanguy, a la sazón abarrotada por completo de estampas japonesas. Paradójicamente,
una parte sustancial de los cartelistas que forjan el Modernismo francés son de origen
extranjero. Exceptuando a Leandre (la participación de Henri de Toulouse-Lautrec. Edouard
Manet o Pierre Bonnard son aisladas y ocasionales), vemos que los célebres cartelistas
Théophile-Alexandre Steinlen y Eugéne Grasset son suizos; Georges de Feure es hijo de padre
holandés y madre belga; el ilustrador Karl Schwabe es alemán, y el más célebre y
representativo de los cartelistas genuinamente Art Noveau, Alphons Maria Mucha, es
checoslovaco.
Por si fuera poco, el proceso sintético de resumir en sus figuras femeninas una nueva dimensión
sensual, entre virginal y fetichista, distanciada del arquetipo cherétiano por una atmósfera
elegíaca que rezunta los prototipos literarios del momento (ninfas, ondinas. etc.) y los modelos
estéticos simbolistas (en especial los de Gustave Moreau) es una de las creaciones más
personales de Mucha. Todo este alambicado conjunto de datos es procesado por Mucha en un
abrir y cerrar de ojos y programa un inspirado tipo personal que parece revelar una estructura
mental premonitoria de los actuales ordenadores, tal es su asombrosa precisión en el correcto
manejo de las opciones posibles. Si a ello añadimos el uso previo que Mucha hacía de la
fotografía para ayudarse en sus diseños. fundamentalmente para la caída de ropajes y la pose
del modelo, se culmina la imagen de un brillante diseñador de laboratorio (dicho sea sin ánimo
alguno de menospreciar esta legítima fórmula) que, por lo que atañe al diseño gráfico, han
practicado, practican y sin duda practicarán muchos diseñadores, y que suele resultar de una
absoluta y
comprobada
eficacia.
Eugéne Grasset
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En Francia, la labor de Eugéne Grasset y el viejo Peignot complementa la de los grandes
cartelistas (hay que subrayar que Grasset diseñó también espléndidos carteles), aplicándose en
otros campos de la amplia gama de producción del diseño gráfico, con lo que contribuyen, de
una manera algo más anónima pero, sin embargo, tremendamentc eficaz, a divulgar el nuevo
estilo hasta las más modestas especies de impresos comerciales: anuncios, programas,
menús, invitaciones, folletos, marcas de fábrica, tarjetas, participaciones, monogramas, ex
libris, etc. Pero, sobre todo, su labor más eficaz en la elaboración de formas modernistas para
un uso generalizado y autónomo la constituye su notable participación en el diseño tipográfico,
en el que ambos se especializan, y algunas de cuyas muestras figuran todavía en los catálogos
actuales. En sus manos, el variado utillaje tipográfico (orlas, filetes, viñetas, signos, capitulares,
etc.) se renueva de arriba a bajo, imponiendo en el mercado numerosas versiones modernistas
en cuya comercialización está la clave del dilatado proceso de uso de tales repertorios (hasta el
término de la Primera Guerra Mundial de una manera generalizada y hasta el final de la
Segunda en forma residual).
Con ello, una gran mayoría de impresos comerciales que tradicionalmente se producen al
margen de la intervención del diseñador gráfico, y que son confeccionados en los propios
talleres tipográficos, se incluyen también dentro de ese proceso estilístico homogeneizador que,
desde las personalidades más destacadas del cartelismo y la ilustración a las más humildes
comunicaciones impresas, manejan tipografías y ornamentos semejantes. Naturalmente, esta
inercia que alarga el uso de los materiales tipográficos hasta mucho más allá de lo que cada
movimiento estilístico da de sí, tiene una explicación sencilla: la elevada inversión económica
que se precisa para industrializar un alfabeto exige una explotación a largo plazo para amortizar
el capital invertido y para obtener los correspondientes beneficios. Así, la futura fundición
Deberny et Peignot (por citar un solo ejemplo) mantiene todavía en 1923, en un nuevo catálogo,
una nutrida representación de tipos y ornamentos Grasset y Auriol (nombre dado a unas series
de tipos y ornamentos y que corresponde al poeta Georges Auriol), el mismo año en que la
Unión Soviética, por ejemplo, está apunto de abortar el movimiento de vanguardia
constructivista y la Bauhaus lleva casi cuatro años en activo.
Otro de los factores importantes para entender la longevidad de este movimiento estilístico en
toda Europa y en América lo constituye la circunstancia de que, por primera vez, se produce un
positivo fenómeno de descentralización. No es únicamente en las grandes ciudades
tradicionales donde se afianzan los mayores centros de producción de este «arte aplicado»,
sino que, por el contrario, proliferan los centros de producción e irradiación autoctónos en
ciudades de segundo orden, y en general en todas las zonas de cada país. Los casos de
Glasgow en Escocia o de Nancy en Francia, no se han repetido fácilmente, como tampoco el
singular protagonismo que en este período alcanzan pequeñas naciones como, por ejemplo,
Bélgica. En fin, la divulgación de formas modernistas se afirma de una manera contundente a
través, principalmente, de Ia arquitectura (que inició, precisamente ahí el lenguaje de la
Arquitectura Moderna) y del resto de actividades concentradas en el campo del diseño
(interiorismo, objetos de uso, diseño gráfico), en una primera práctica de carácter
interdisciplinar.
La Francia litográfica
En el taller de Pisan se graba la mayor parte de las ilustraciones que el talento de Doré dibuja,
a cuya colosal producción hay que responsabilizar de la irregularidad de los resultados. Hay
que señalar también la labor de ilustrador de prensa desarrollada durante la década que va de
1860 a 1870 (Le Hanneton, Le Bouffon, L 'Eclipse, Le journal pour Rire) de este gran trabajador
cuya genialidad intermitente ha marcado para siempre algunas imágenes de nuestro
41
inconsciente (difícilmente pueden concebirse «otras» Divina Comedia, Oda del Viejo Marinero,
Don Quijote de la Mancha, los cuentos de Perrault, etc., en distintos términos visuales a los que
concibió para nosotros Gustave Doré).
Esta visión de futuro a que nos hemos referido no fue, por supuesto, virtud exclusiva de
Daumier. Otros grandes artistas franceses del siglo XIX practicaron en mayor o menor medida
la nueva técnica litográfica (en especial en la ilustración de libros), como Delacroix, Gavarni o
Géricault. Este, junto a los representantes más cualificados del realismo, Courbet y Millet, son
asimismo autores de sendos emblemas colgantes para establecimientos comerciales bien
representativos de cada una de sus personalidades artísticas. En efecto, mientras Géricault
ejecuta El forjador, Courbet prepara El Albergue del Sol y Millet piensa en La Asunción.
A pesar de las columnas de anuncio que desde 1840 poblaban ya Londres y París, de la
ampliación de formatos de papel y de la progresiva intervención del color, las obras de los
ilustradores improvisados en cartelistas, como Rouchon, no alcanzarán el título de categoría -
artística por añadidura- hasta la aparición del "padre del cartel moderno", como se conoce a
Jules Chéret. Hijo de un humilde tipógrafo, empezó a trabajar a los trece años en talleres
litográficos. En Londres, trabajó sucesivamente diseñando viñetas de catálogo y cubiertas de
libros, publicaciones y algunos carteles, hasta que alquien le presentó al fabricante de perfumes
Eugéne Rimmel, quien se convirtió desde entonces en su auténtico mecenas, avanzando
incluso capital para establecer en París un estudio-taller litográfico equipado con las modernas
prensas que se vendían en Londres.
"Si el cartel ilustrado era en Londres muy poco frecuente, en París era virtualmente
desconocido como medio de publicidad exterior. La Biche au Bois, el primer producto salido de
la litografía J. Chéret, en 1866, fue un enorme éxito". El profundo conocimiento técnico del
medio (asimilado por Chéret desde su infancia), junto a la rapidez y soltura con que dibujaba,
permitieron elaborar (en una larga vida que alcanzó los noventa y seis años) una quasi
industrial producción de más de mil
carteles (repartidos entre la inicial litografía J. Chéret y la sociedad posterior, Chaix) que cubre,
por sí sola, el último tercio del siglo XIX.
Esa enorme cantidad de carteles y la obstinada presencia en ellos de una figura femenina (casi
siempre la misma) protagonizando la escena, dan a sus carteles un carácter personal muy
alejado, en verdad, del respetuoso canon inglés. La carga erótica con que salían a la calle las
«muchachas de Chéret» fue sin duda responsable del éxito de su autor y de los productos que
anunciaba, seduciendo a la satisfecha y trasnochadora burguesía de la Belle Epoque.
La mujer-objeto como reclamo publicitario (ofreciendo algo a la venta como si se incluyera ella
misma en el lote) ha sido un tema que, desde Chéret, ha sido tratado y maltratado hasta límites
psicológica y sociológicamente indecorosos. En el antepalco gozoso y frívolo del capitalismo
parisino, la enternecedora picaresca de la "Chérette de piel de color de perla", todavía
inofensiva e inaccesible (tratada casi inevitablemente en el juego de luces y sombras que
sugieren las candilejas) mostraba sus encantos encaramada a los muros de las casas de París,
confabulada con el viandante en un juego epicúreo cuya consecuencia final era, por supuesto,
el consumo de bebidas, lámparas, juguetes, bicicletas, espectáculos, etc.
Hacia la última década del siglo esta práctica se enriquece con algunas insignes
colaboraciones, entre las que destaca la de Henri de Toulouse-Lautrec, cuyo inquieto y
magistral trazo marcó en el cartel una profunda y duradera huella. El lápiz graso, más cálido
que el buril, es capaz de transportar sobre la piedra o plancha litógráficas el rasgo espontáneo y
temperamental del artista en el acto mismo de su creación, en un procedimiento que seduce al
Romanticismo, impregnándose de su pasional aroma. Y es que la invención de la litografía
introduce dos novedades fundamentales para el desarrollo del cartelismo y, en consecuencia,
para la evolución de todo el diseño gráfico del XIX.
De una parte, el nuevo procedimiento permite la impresión a varios colores con mayor facilidad
que la tipografía, puesto que en la elaboración del molde la economía de tiempo es
verdaderamente desproporcionada. De otra parte, la lisa piedra caliza (y algo más tarde la
plancha de zinc) que se emplea como molde otorga al artista la facultad de dibujar directa y
libremente sobre ella, evitando así la insostenible dependencia contraída con los grabadores
profesionales y estereotipados que se ocupaban de «traducir» al metal o a la madera los
dibujos originales de otro artista, con unos resultados aproximativos casi siempre
insatisfactorios.
Henri de Toulouse-Lautrec
43
De entre la producción cartelística de Toulouse-Lautrec (unos cien originales), cercana a Chéret
en cuanto a composición y tratamiento aunque muy superior en dimensión artística,
destaquemos particularmente las series de carteles para los cantantes Jane Avril y Aristides
Bruant, donde la dicción del lenguaje publicitario alcanza, tal vez, su mayor pureza, al acentuar
en ellos los criterios espaciales establecidos por Daumier en sus litografías satíricas, con
amplias zonas vacías de ornamento, con un simple fondo liso de color brillante. Otra cosa es la
crítica de los elementos tipográficos. En opinión de Gui Bonsieppe (que compartimos), "los
diseños gráficos no deben ser concebidos como pinturas con elementos tipográficos agregados
(...). Toulouse-Lautrec fue un excelente pintor, pero un pésimo tipógrafo».
También en Francia prospera, al igual que en Inglaterra, el mercado del libro. Grandes autores
como Stendhal o Balzac (a los que siguen Dumas y Zola) conocen la fama a través de las
considerables tiradas que los editores de novela popular se arriesgan -con gran éxito- a
distribuir entre las capas sociales medianamente instruidas. Asimismo, el libro infantil, a la zaga
del de los mayores, entroniza una larga lista de ilustradores con el legendario Gustave Doré ala
cabeza.
Algo más tarde, entre 1885 y 1900, se localizan en París una serie de ediciones populares
cuyas ilustraciones no abdican en absoluto de la prestigiosa ingenuidad naif de principios de
siglo. Estas multicolores cubiertas litográficas de canciones y romances iban dirigidas al "buen
obrero" quien, según escribió Nardeau, "ha reemplazado al buen salvaje del siglo XVIII".
Sin este necesario requisito visual, ni el público popular del XIX hubiera logrado retener la
lectura de una canción o de un romance, ni el niño se hubiese apasionado con la lectura de un
escueto texto tipográfico. La facilidad con que la imagen se aloja en la memoria de sectores
sociales dotados de escasa capacidad cognoscitiva se plantea en esta sociedad pre-publicitaria
como un incentivo de venta prioritario, extendiéndose a todos los productos de consumo
popular. Desde los carretes de hilo a los jabones, perfumes y licores, la frivolidad ornamental
propia del siglo se instala (en forma de etiquetas) en las estanterías domésticas de los
comedores, boudoirs y salas de costura, «permitiendo así que las glorias patrióticas y militares
de la historia de Francia sean degustadas de vaso en vaso, se huelan de perfume en perfume o
se cosan de costura en costura». Mariscales, infantes y princesas, granaderos y héroes
nacionales (de Juana de Arco a Napoleón) se alinean en un variopinto mosaico calcográfico,
iluminado posteriormente a mano, que, entre 1815 y 1840, se resiste todavía a ceder la
primacía a la litografía.
Una de las consecuencias sociales de la Revolución Industrial fue la aparición del proletariado
urbano -en un primer fenómeno de despoblación del campo- con lo cual la ciudad franqueó los
exiguos límites medievales, en un crecimiento planificado y controlado por los primeros
urbanistas modernos. Los nuevos trazados urbanos con sus amplias avenidas o bulevares
responden con clara visión de futuro a las exigencias de la ciudad actual. Pero con esta nueva
ordenación las calles modifican profundamente su antigua perspectiva y la señalización
comercial transforma los planteamientos medievales que todavía seguían vigentes.
El gran descubrimiento social del siglo XIX es en efecto, la calle. En ella, la publicidad instala
sus trincheras -cómodas y relucientes- en las fachadas de los comercios y lanza su infantería
en forma de hombres sandwich enfundados en anuncios autoportantes, mientras el aire de la
ciudad nueva inicia un lento proceso de polución visual con los anuncios murales que escalan
impertinentemente las mayores y más estratégicas alturas.
Tal y como se había producido con las tarjetas y etiquctas comerciales, el utilitarismo industrial
magnifica ahora en las fachadas de los establecimientos, no ya el símbolo gráfico de los
artículos en venta o, mejor dicho, no únicamente eso, sino también, y sobre todo, el nombre del
comerciante o la razón social del negocio.
Desde el siglo XVIII. el acto de la compra se ha ido extrapolando de sus más directas y
perentorias obligaciones (la adquisición de primeras necesidades) y se ha convertido, al menos
para las clases medias, en un ceremonioso rito social. La desocupada ocupación de «ir de
tiendas» forma parte ya de las obligaciones sociales de la ascendente burguesía y,
consecuentemente, la información comercial deja de ser estrictamente funcional para
convertirse en decoración suntuaria, armónicamente integrada a la arquitectura de las
fachadas.
Además, el nuevo orden ha establecido un sentido de la competencia para el cual resulta
insuficiente el recurso indicativo del tipo de comercio. La nueva función del escaparate como
verdadero punto de venta se enmarca solemnemente, como si de un passepartout se tratara,
con una fachada sobria y aislante (que usa, por cierto, los nuevos materiales: hierro, vidrio
pintado, dorado o grabado, mosaico, estuco, etc.).
Una política de venta de clase (para y por la burguesía) justificaba plenamente la dignificación
formal del lugar donde se celebraba el rito de la venta en una liturgia donde la calidad, antes
que el precio, constituía el lícito orgullo de la oferta y, recíprocamente, la condición motivacional
por excelencia de la demanda. Así, las nuevas calles comerciales del siglo XIX se transforman
en zonas de paseo de la burguesía, a las que circunstancialmente se acercan fascinadas las
clases populares de la ciudad y la comarca a «ver escaparates». La burguesía comercial logró,
ciertamente, su propósito de convertir el prosaico acto de la venta en un verdadero espectáculo
visual de masas.
La explosión de tipografías espúreas producida al amparo de la litografía accede también a la
rotulación de fachadas de comercios, de las que sobreviven en todas las ciudades del mundo
suficientes muestras de ese período. No obstante, la extraordinaria habilidad de los
diseñadores y pintores de rótulos comerciales del siglo pasado aparecen hoy, frente al uniforme
monopolio del plástico y el neón, como espléndidos ejemplos de lo que debió ser, en su
momento, la señalización urbana comercial de una ciudad. Los carteles publicitarios compiten
con la arquitectura en la ornamentación de las fachadas de los establecimientos comerciales, a
las que en ocasiones se integran. Asimismo, los muros laterales, de las casas entre medianeras
se destinan preferentemente a la publicidad.
Tan evidente resulta ya la presencia de la publicidad en las sociedades urbanas de la época
que el preciso cronista de las costumbres que fuera el escritor y ex tipógrafo Honoré de Balzac
parodia en uno de sus textos de la Comedia humana la figura del experto publicitario, al que
hace explicar la lección siguiente: "el prospecto se diferencia fundamentalmen[e del cartel y del
anuncio, no sólo en la forma y el método de distribución, sino, sobre todo, por su contenido. El
cartel es el punto concreto del objeto, brillante y coloreado. El anuncio es el ofrecimiento
persuasivo. El prospecto es la inforrnación".
45
tarjetas de visita y comerciales, papeles de carta, calendarios, etiquetas, envases y embalajes,
anuncios y carteles, cubiertas, ilustraciones y caricaturas de libros y revistas; en fin, todo
soporte susceptible de ser impreso en litografía (comprendida la hojalata) sale a la calle vestido
con el traje de luces brillante, multicolor y maravilloso que la tecnología de la época ha
conseguido rescatar de la caja mágica de las teorías físicas.
Al abordar los orígenes de la invención de la fotografía poco importa dilucidar el dato histórico,
todavía en litigio, de si corresponde al inglés James Fox Talbot o al francés Louis-Jacques
Mandé Daguerre la gloria de perfeccionar los experimentos realizados por Joseph-Nicéphore
Niepce o por Wedgwood, quienes consiguieron en 1826 fijar las primeras fotografías.
El caso es que a partir de 1839, Daguerre y Talbot, Talbot y Daguerre, completan el invento y
divulgan un sistema de representación gráfica -el de mayor credibilidad desde la óptica del
receptor- verdaderamente revolucionario. La sencillez y exactitud de ese proceso de
elaboración -o representación- de la forma abre las puertas de la creación de imágenes a todo
aquel que disponga simplemente de un mínimo de sensibilidad y de uno de aquellos «cajones
oscuros», sin necesidad de pasar por los largos aprendizajes de los clásicos métodos de
representación figurativa (dibujo, pintura, escultura, grabado). En el campo profesional de la
multiplicación de imágenes exactas para la prensa y la publicidad, ha sonado asimismo la hora
de la progresiva e irreversible desaparición del grabado xilográfico y calcográfico.
Al igual que en el siglo xv, cuando la tipografía «consumó la primera alianza histórica entre
máquina y cultura para la difusión de esta última», también ahora la fotografía se insertará a
este proceso, completando y potenciando el conocimiento humano a través de la comunicación
visual. Desde los horrores de la guerra a la constatación de la identidad, desde la exploración
espacial al vencedor de una prueba deportiva, desde el diagnóstico médico al artístico, este
medio de representación que trataba, miméticamente, de expresarse en términos pictóricos, se
convierte progresivamente en el más autorizado testigo de nuestra época de la mano de su
capacidad referencial absoluta y de la peculiar estructuración del pensamiento occidental que,
desde los griegos, suele trascender al conocimiento únicamente aquello que previamente ha
visto.
Bastarán escasamente cincuenta años (otra vez los ciclos de Kondratieff) para que la fotografía
se popularice hasta el extremo que, en 1889, la empresa Eastman Kodak utilizaba ya un
eslogan comercial (que muy bien podrían suscribir los publicitarios actuales) profundamente
indicativo del masivo éxito del nuevo invento: «Usted aprieta el botón y nosotros hacemos todo
lo demás».
La resistencia opuesta por los partidarios interesados de los sistemas de representación
tradicionales y el arraigo de dibujantes y grabadores a la estructura industrial de periódicos,
revistas y libros, retrasó un tanto la normalización del uso profesional de la técnica fotográfica.
Pero, en realidad, en cuando el alemán Georg Meissenbach y otros concluyeron las
investigaciones y experimentos para adaptar el procedimiento fotográfico a la reproducción
mecánica de originales para la impresión (iniciadas en 1878), con la sucesiva aplicación de la
trama retícular al fotograbado, el heliograbado, el fotolito y el fotocromo, etc., la incorporación
de la fotografía al medio impreso fue ya irreversible.
Antes del fin de siglo, «William Randolph Hearst, magnate de la prensa americana, comenzó a
ilustrar con fotos los artículos del Examiner». El gran pionero de la fotografía de autor, el
francés Paul Nadar, publicó en 1886 y 1889 las primeras fotografías de personajes políticos en
la prensa, y mucho antes, en 1848, el propio Fox Talbot participó en una experiencia editorial
premonitoria, al ilustrar con 66 fotografías de obras de arte una edición de veinticinco
ejemplares llamada The Annals of the Artists of Spain.
El siglo XIX asistirá, cinco años antes de su extinción, a la primera proyección pública de una
nueva experiencia llamada cinematógrafo, exhibida en París por los hermanos Louis y Auguste
Lumiere y que, mejorada y perfeccionada con la intervención de la electrónica, constituirá la
última extensión conocida de ese complejo proceso cultural que tiene por órgano perceptor el
ojo humano.
Ese dinámico progreso de la industria, la ciencia y la técnica que caracterizará el siglo XIX
supone un impulso radical para la comunicación visual, que ve sucesivamente aumentada su
capacidad de acción con la implantación del color, la litografía, la mecanización de los
procedimientos de impresión, la aplicación del nuevo medio de representación (la fotografía) y
los albores del cinema.
47
La Bauhaus impone al diseño gráfico
como categoría disciplinar (1ra parte).-
Walter Gropius
y la Bauhaus
Antes de
abandonar Alemania, Henry Van de Velde propone al
Duque de Weimar a un joven y brillante arquitecto de
treinta y un años de edad (ayudante de Peter Behrens) para sucederle en los cargos del director
de las dos escuelas que deja vacantes. Los acontecimientos de 1914 aplazan esta decisión
hasta el término de la guerra, en que Walter Gropius es nombrado director de las escuelas que
van a integrarse en una única: las Staatliches Bauhaus.
También Gropius es un idealista, una de las únicas salidas que les quedaban a los intelectuales
alemanes que habían vivido la guerra o luchado en el frente (como el propio Gropius).
49
este siglo; nace, también ella, de la congregación de los grandes sistemas y de la nueva
confianza en una crítica constructiva, capaz de proponer y resolver los problemas inmediatos
de la existencia.".
El mismo Gropius escribió que tral aquella tremenda interrupción (se refiere a la guerra) todo
hombre de pensamiento intuyó en la necesidad de un cambio en el frente intelectual. Cada cual
en su campo de actividades propio y específico, trató de contribuir a la empresa común de
tender un puente sobre el abismo abierto entre la realidad y el idealismo.
"Gropius, sigue diciendo Argan, como Thomas Mann, pertenecer al pequeño grupo de
intelectuales a quienes no se esconde la crisis de la burguesía alemana y la investigan mucho
más allá de las escandalosas apariencias castigadas por la pluma de Grosz. Sin embargo, no
desesperan y creen que puede reanudarse su antigua tradición extraviada restaurando en el
mundo convulsionado la autoridad moral de la inteligencia.
La alternativa de Gropius a la situación alemana sería "el intento de establacer contacto con la
producción industrial y formar jóvenes en el trabajo manual y mecánico, simultáneamente, así
como en la elaboración de proyectos. Estos fueron los objetivos emprendidos por la Bauhaus".
Para ello, Walter Gropius reúne, para formar el primer claustro de profesores de la escuela, un
impresionante plantel de personalidades artísticas que habían hecho del arte de vanguardia un
instrumento experimental teórico y crítico.
Entre los que inauguraron las aulas de Weimar, en marzo de 1919, estaban el suizo Johannes
Itten (a quien Gropius había conocido en Viena el año anterior, quedando impresionado por
sus métodos pedagógicos) y Lyonel Feininger (el pintor americano de oriben alemán que
había participado en el grupo Der Blaue Reiter), a los que se unieron Paul Klee (en enero de
1921), Vassily Kandinsky (en junio de 1922) y László Moholy-Nagy en 1923. Los contactos
con Theo Van Doesburg ayudaron a clarificar el problema de la creación en el diseño (como
confesaría mucho más tarde el propio Gropius), si bien entonces chocaron con los rígidos
ideales que profesaba el director de la Bauhaus respecto de su programa educativo.
Sin embargo, esta nueva forma comunicativa se fue abriendo paso gradualmente. Durante la
primera etapa de la Bauhaus, hasta la incorporación en 1923 de Moholy-Nagy, el diseño gráfico
no se contempla como asignatura, aunque se imparten conocimientos sobre escritura y
construcción de letras. En esta su segunda etapa, los manifiestos, programas, carteles y
catálogos impresos en los talleres de la escuela, sufrirán una singular evolución que presume la
influencia que recibe, progresivamente, de los presupuestos pedagógicos generales.
En efecto, basta contemplar el salto cualitativo, formalmente hablando, que supone el diseño
del sello de la escuela que Oskar Schelmmer realiza en 1922 frente al diseñado en 1919 por
Peter Röhl, aunque el grafismo de uno y otro quedan lejos todavía del estilo Bauhaus en diseño
gráfico, el cual será impulsado básicamente por Moholy-Nagy es un artista teórico y
experimental verdaderamente vanguardista, cuya presencia altera profundamente la estructura
docente de la Bauhaus, dotando de esta forma al cursor preliminar y al taller de metales de un
nuevo impulso.
51
Lazló Moholy-Nagy: Cubierta de folleto, 1923.
"Para el arquitecto Adolf Loos, decía Moholy-Nagy, existe un evidente conflicto, para los
alemanes, entre la lengua hablada y la escrita. Hablando no pueden usarse las iniciales
mayúsculas. Cualquiera habla sin pensar en las iniciales mayúsculas. Desde el momento en
que un alemán toma la pluma en la mano, no puede ya escribir como piensa o como habla".
La desición de imprimir todo texto exclusivamente en caja baja (en letra minúscula) adoptada
en 1925, no pasó de ser un gesto provocativo pretendidamente racionalista, una actitud formal
exageradamente rígida en aras de la supuesta vanguardia que postulaba una muy discutible
medida rupturista frente a la tradición rutinaria (y ciertamente degradada) con que se producía
la tipografía de la época; pero, ante todo, fue una muestra del triunfalismo del espíritu racional
que alentaba en la escuela.
Aun sin extrapolar esta arbitraria medida (a la que se mantuvo tozudamente fiel el alumno Max
Bill, diseñador gráfico, arquitecto y pintor, mucho después del cierre de la Bauhaus) del
conjunto de meditaciones en torno a la tipografía, no queda en absoluto clara la relación causa-
efecto con que Moholy-Nagy trata de justificar la decisión: "La Bauhaus ha profundizado todos
los problemas que conciernen a la tipografía y ha reconocido justas las argumentaciones
aducidas en favor de la escritura unitaria.
Paradójicamente, esta declaración de principios de estilo tomista coincide, poco más o menos,
con la inauguración de la escuela de nueva planta de Dessau, obra de Walter Gropius, en cuya
fachada lateral figuran unas enormes letras con el nombre de la escuela, en un tipo a base de
arcos y rectas, muy coherente con el criterio formal imperante en el centra, ¡aunque
sorprendentemente fabricado en letras mayúsculas!.
Tiene razón Moholy-Nagy cuando dice que "nuestra escritura se basa, prescindiendo de unos
pocos signos que tienen un origen fonético, en una antiquísima convención". Ahora bien,
reducir el texto impreso a un solo cuerpo y a una sola caja (la minúscula) es una forma
demagógica de considerar el problema desde su vertiente estética y aun ésta sería igualmente
discutible y convencional.
El traramiento impreso a una sola tinta de un texto llano y monótono, únicamente salpicado de
palabras más negras (en negrita) o en cursiva, mal puede corresponderse con los infinitos
recursos fonéticos de la lengua hablada. El énfasis que en el habla se da a viertas palabras o
sílabas, la música que cada cual confiere a su discurso y la intención tonal que, a voluntad,
puede graduarse elevando o bajando la voz, el ritmo o la pronunciación, son recursos naturales
cuya reducción a fórmulas visuales, caso de ser posible, deberían ir mucho más allá de la
simplicidad con que agotó la cuestión la Bauhaus con el uso de la tipografía minúscula como
única alternativa.
El caso es que si bien no prosperó esta iniciativa más allá de la insistencia con que la Bauhaus
se obligó a ello, fue uno de los experimentos de diseño gráfico que dio mayor sabor
vanguardista a la escuela. Y en este sentido hay que considerar la validez de la propuesta
bauhasiana al integrarse a la revisión general a la que este experimento (y su correspondiente
controversia) sometio los criterios compositivos y tipológicos habituales a la tipografía de la
época.
53
Herbert Bayer: Alfabeto universal 1925-1928
Este alfabeto, diseñado en 1927 (año en que Moholy-Nagy había publicado las citadas
opiniones "racional", tratando en él de encajar casi a la fuerza a los caracteres dentro de
círculos, en su mayor parte de idéntico diámetro (en una inútil y absurda disciplina), y dando
como resultado un conjunto alfabético híbrido y desequilibrado, con demasiados errores (el
cerramiento de la a es muy deficiente, como lo son las letras e, s y sobre todo las arbitrarias
diferencias en los ojos de las letras).
El proyecto elaborado en el año 1925 por Josef Albers, sobre la base de un alfabeto de los
llamados de plantilla, sin ser ni mucho menos tan radical en su programa, adolece también de
parecidos defectos.
A pesar de la superficialidad de estos intentos de renovación tipográfica, hay que reconocer que
cuantos experimentos se hicieron en esta línea, dentro y fuera del radio de acción de la
Bauhaus, fueron todos ellos infaustos, excepto el que acertara a diseñar Paul Renner,
divulgado bajo el nombre de Futura. El diseño de caracteres pretendidamente funcionales,
basado en el retorno a los orígenes formales del alfabeto griego, en oposición dialéctica a los
derivados del latín que habían prevalecido desde el siglo XV, se convierte en un nuevo campo
de especulación formal, con resultados ciertamente desiguales, insuficientes todos por causa
de un excesivo mecanicismo programático.
Paul Renner: esbozo de la tipografía Futura, 1925-1927 El papel sustantivo que había jugado la
letra en manos de las vanguardias artísticas (en el futurismo, el cubismo, el dadaismo, etc.)
había abierto la brecha hacia una necesaria renovación de la tipografía, en cuyo haber
meramente experimental hay que cargar todos estos intentos iniciales, a los que hay que añadir
una nueva y extravagante teoría que proponía la creación de alfabetos sobre la base fonética y
que encontró a lo largo de la década adeptos con gran prestigio.Otra vez hay que situar el
nombre de Moholy-Nagy a la cabeza de la nueva teoría, al predecir que "no se podrá hablar de
una real reorganización de los tipos en tanto no se apoye en una base científica objetiva. Tal
vez sobre la base de experimentos òptimo-fonéticos".El propio Kurt Schwitters, uno de los más
significativos e inteligentes miembros del movimiento Dadá, diseñó en 1927 un curioso alfabeto
fonético, en el cual la mezcla entre mayúsculas y minúsculas obedecía a una pretendida
discripción de la inflexión fonética. el resultado, sin embargo, es un conjunto bastante caótico
aunque gráficamente atractivo.En un artículo publicado en 1924, Schwitters apela ya a una
tipografía clara, sencilla y funcional de la composición, el espaciado, la tipografía, etc.
Por otra parte, en este artículo se desvela uno de los aspectos que la tipografía cubrió junto a
las vanguardias artísticas: "Casi todas las revistas de arte clásicas, entienden tan poco de
tipografía como de arte. En contrapartida, para las revistas de arte actuales, la tipografía es uno
de los principales medios publicitarios".Jan Tshichold, otro de los grandes protagonistas de la
revolución del diseño tipográfico de los años veinte, cayó también en esa moda, diseñando en
1929 un alfabeto sin ningún futuro del que realizó, simultáneamente, una versión
fonética.Lucian Bernhard, el ilustre cartelista del Berlín de antes de la Primera Guerra, autor
asimismo de espléndidos diseños tipográficos (completamente desdibujado desde su
emigración a los Estados Unidos), alimentó durante años el proyecto de diseñar un alfabeto
fonético definitivo, cuya tardía presentación en 1952, no significó otra cosa que la contratación
de la temprana "senilidad" de un profesional del que cabía esperar grandes realizaciones, a
juzgar por su etapa berlinesa.
55
La potenciación de aspectos aparentemente marginales de la enseñanza, como la tipografía, la
fotografía, la publicidad, y, en general, la comunicación impresa, hallaron en la etapa Moholy-
Nagy su absoluto reconocimiento y él mismo legitimó con su firma la importancia otorgada a
estas disciplinas "menores", al diseñar en 1931 una modélica seria de anuncios comerciales
para los Almacenes SS Werkbund. (De todos modos, este gesto externo lo realizó cuando ya
no se encontraba en la Bauhaus, y muy posiblemente influyera en él el hecho de que el
diseñador constructivista El Lissitzky, al que Moholy-Nagy admiraba, y Kurt Schwitters hubieran
hecho lo propio, unos años antes, para la empresa alemana de tintas Pelikan.)
A este respecto, es significativo el cambio gradual que se opera en los impresos del centro
(programas, catálogos, invitaciones, etc.), en los que la composición asimétrica (con gruesos
filetes de caja) y el uso corriente del rojo y el negro, de mayor entidad formal que los anteriores
a la época Moholy-Nagy, denotan la evidente instervención teórica o incluso ejecutiva de un
constructivista. En efecto, el nuevo uso del material tipográfico convencional (tipos, orlas,
filetes, viñetas y signos), que la Bauhaus llamó Tipografía Elemental, y que son visibles en las
maquetas de folletos, programas y publicaciones del centro que diseñó Moholy-Nagy, proceden
de El Lissitzky, el padre del constructivismo en diseño gráfico y pionero universal en el uso
imaginativo del tradicional utillaje e instrumental tipográfico.
Influencia de las
vanguardias artísticas -
por Paola L. Fraticola
Contenidos fueron recopilados de
"El diseño gráfico, desde los orígenes hasta nuestros días", por Enric
Satué.-
Durante la década 1910-1920 las vanguardias artísticas que se suceden crean las condiciones
conceptuales objetivas para el nuevo repertorio de formas que el diseño gráfico recogerá, con
plena conciencia, para elaborar con él su primer corpus teórico.
En efecto, para una disciplina que se encuentra a la búsqueda de sus señas de identidad, la
adopción de las formas abstractas (una primera revolucionaria abstracción la constituye la
fotografía, con la representación en blanco y negro de un mundo en colores), el uso psicológico
del color, la revolución de la tipografía, del collage y del fotomontaje representará, no sólo la
base de nuevos repertorios lingüísticos, sino también sus presupuestos teóricos más sólidos.
En el Futurismo de Marinetti, Soffici, Depero, etc.; el Cubismo de Braque, Picasso y Gris; el
Blaue Reiter de Vassily Kandinsky y Franz Marc; el Suprernatismo de Kasimir Malevitch y
Naum Gabo; el Constructivismo de Vladimir Tatlin; el Dadaísmo de Tristan Tzara, Hugo Hall,
Hans Arp, Man Ray, Kurt Schwitters, Marcel Janco; el De Stijl de Theo Van Doesburg, Vilmos
Huszar y Piet Mondrian; el Surrealismo de André Breton, René Magritte y Salvador Dalí; en el
papel de puente entre el Futurismo y el Dadaísmo desempeñado por Marcel Duchamp con sus
experiencias personales, etc. Ahí, en ese núcleo, se concentrarán los antecedentes de una
ruptura formal y conceptual que incide de pleno en la embrionaria construcción de un nuevo
diseño gráfico -más técnico o interdisciplinar-, en el cual irán integrándose paulatinamente las
distintas especialidades del sector (cartelismo, diseño tipográfico, ilustración comercial, diseño
publicitario, imagen de identidad, etc.) clasificadas desde entonces en una misma categoría
multidisciplinar.
El Futurismo
Ferviente admirador formal de la letra, el explosivo Filippo Tomaso Marinetti, "motor poético" del
movimiento italiano (para usar un término sin duda grato a uno de los creadores de la nueva
épica que tuvo en la máquina, la velocidad y el movimiento mecánico a sus héroes), concede a
la tipografía un papel inédito hasta entonces en el juego de las formas plásticas, iniciándose
con él una curiosa y positiva "revolución tipográfica"
En efecto, la letra, que ya había adquirido una cierta paridad jerárquica con la imagen, gracias a
la labor experimental de algunos arquitectos modernistas (Van de Velde, Berlage, Behrens.
Olbrich,Hoffmann, Wagner) y a los diseñadores gráficos especialmente preocupados por el
tema (Eckmalln, Bernhard, Moser, Weiss), asume en los manifiestos futuristas una entidad
pictórica. Para ellos, la forma de la tipografía debía enfatizar el contenido escrito, huyendo
además de las normas establecidas por la tradición sobre la armonía.
A partir del manifiesto fundacional del movimiento, publicado por Marinetti en el periódico Le
Fígaro en 1909 y que tuvo una enorme repercusión, el lema de «la palabra en libertad» justificó
un protagonismo inusual del tipo en una disposición espacial inédita, en la cual la letra se libera
de la alineación clásica adoptando formas concretas figurativas (semejantes al precedente
establecido por Lewis CarroII en 1865), o bien en alineaciones verticales, circulares, en
escalera, etc. Este tipo de propuestas quedarán integradas a partir de entonces cómodamente
en el diseño gráfico y en sus múltiples disciplinas.
57
Der Blaue Reiter
Franz Marc
Con el propio nombre de la publicación (y por extensión, de todas las posteriores actividades
del movimiento) se subraya explícitamente la doble dinámica de sus intereses plásticos: el
movimiento y el color, dentro de la corriente inicial que pugna desde distintos frentes, por
imponer en el arte la abstracción de la forma y la presencia del color bajo un nuevo contenido
significativo.
El Dadaísmo y De Stijl
Dos movimientos paralelos, surgidos en 1916 y 1917, respectivamente. y presididos ambos por
un trágico denominador común: Europa y su primera guerra fratricida.
El indudable carácter iconoclasta, nihilista y provocativo con que el grupo inicial Dadá se
expresó y el fenómeno de sus múltiples e inmediatas segregaciones en el mundo occidental
aparecen habitualmente como los datos más tópicos con que se define este decisivo
movimiento vanguardista.
59
De todos modos, quizás resulte excesivo corregir esta laguna tratando de situar al movimiento
antiburgués en el seno de la izquierda, aunque hubiera señalados simpatizantes e incluso
militantes.
Perseguido por el nazismo como arte especialmente «depravado», también la burguesía deseó
vengarse de esta concreta vanguardia silenciando durante muchos años toda información sobre
el extenso y variado grupo y negándole lo más elemental del aparato de difusión cultural que la
clase dirigente adminisrraba. En realidad, hasta los años sesenta no empezaron a surgir los
primeros análisis y estudios competentes sobre el tema.
Por otra parte, si bien Marcel Duchamp, Francis Picabia o Tristan Tzara han influido también en
el diseño gráfico, la huella más profunda fue la marcada por los grupos Dadá alemanes; John
Heartfield, Georges Grosz, Raoul Hausmann y Hannah Höch son los grandes descubridores del
fotomontaje. A su lado, la revolución tipográfica debe hoy gran parte de su éxito a Kurt
Schwitters. En un segundo plano, los célebres collages de Max Ernst (otro dadaísta alemán),
los del propio Schwitters e incluso las maderas de Hans Arp (alemán también, aunque al
principio residía en Zurich) han creado modelos que el diseño gráfico y el publicitario han
perpetuado hasta nuestros días.
Tal vez debido a la ambivalencia de algunos de los grandes dadaístas (lo mismo dibujaban o
pintaban que componían poesía: Schwitters, Tzara, etcétera), a la contemporaneidad de la
Revolución Soviética y, con ella, al ejemplo de los constructivistas asumiendo el diseño gráfico
como vehículo de cultura artÍstica, el caso es que sobresalen entre los miembros Dadá dos
nombres que hicieron del diseño gráfico su principal actividad profesional. Nos referimos a John
Heartfield, el creador del fotomontaje político y Kurt Schwitters, dos hombres, además,
auténticamente providenciales.
Kurt Schwitters fue diseñador gráfico, montó su propia agencia de publicidad (en la que ofrecía
asesoría publicitaria y unos completísimos servicios de diseño), desempeñó cierto tiempo la
presidencia del recién creado Círculo de los Nuevos Diseñadores Publicitarios (del que
formaron parte Jan Tschichold y Moholy-Nagy), dictó conferencias en la Bauhaus, colaboró con
De Stjil, dedicó dos números de su revista Merz al diseño publicitario y uno sobre la nueva
tipografía, trabajó con El Lissitzky (de quien publicó sus tesis tipográficas en cuantos papeles
pudo), explicó sus propias tesis sobre la tipografía, etc.
Casi todas las versiones de collages tipográficos que se han venido haciendo en diseño gráfico
desde entonces son claramente deudoras de los de Schwitters, desde Paul Rand a la escuela
polaca. Del mismo modo, los diseños ripográficos ideados por Schwitters para su revista han
marcado también una sólida pauta, mayor incluso en el mundo del diseño gráfico que en el del
arte plástico. La literalidad con que pueden utilizarse en diseño gráfico cualesquiera modelos ha
facilitado la recreación ad líbidum de esta personal, sensible y profunda versión Dadá.
61
Las estructuras reticulares del propio Theo Van Doesburg y de Piet Mondrian, la reducción de
los colores a sus más primarios pigmentos y las composiciones estrictamente geométricas
fueron su mayor aportación, al margen de la plataforma gráfica experimental que constituyó la
propia revista, encabezada por el precioso logotipo diseñado por Doesburg y desde la cual se
publicaron (al mismo tiempo que lo hacían los constructivistas en la URSS) las primeras
versiones compositivas en la Nueva Tipografía, doctrina formal renovadora que impuso
definitivamente, entre otras cosas, la tipografía de palo seco.
El Cubismo
Roman de Tirtoff
El Surrealismo
63
obsesiva práctica de la asociación de imágenes sólo aparentemente irracional es (ya sea
creando antagonismos visuales por un simple cambio de contexto, o por la absurda relación
entre título y obra) a escalas o texturas sorprendentes por su aparente contradicción (el peine
de Magritte que apenas cabe en una habitación, los relojes blandos de Dalí, etc.).
Eugene Grasset
Esta sintomática actitud comparte también un segundo principio sugerido por Arts & Crafts e
impulsado por el Werkbund; es decir, el que trata de lograr una síntesis orgánica entre las dos
formas básicas de la comunicación visual impresa de carácter comercial: el texto (la tipografía)
y la imagen (la ilustración).
De entre los primeros en compatibilizar armónicamente en un solo personaje ambas cualidades
modernas (la cartelística y la tipográfica), sobresalen Lucian bernhard y Peter Behrens, dando
forma no sólo a la futura figura profesional del diseñador gráfico integral, sino también a la
65
caracterización de su gestión como técnico en la elaboración de imágenes de identidad
corporativa (el precedente de Behrens con la empresa AEG lo confirmaría sobradamente).
Si bien en la primera década de nuestro siglo empezó a cuajar en algún ejemplo de diseño
gráfico la nueva filosofía formal de la abstracción del cosmos icónico y significativo, dos
elementos ajenos por completo a este proceso lineal vinieron a trastocar, y en definitiva aplazar,
su plena formulación teórica y su aceptación general hasta el pórtico de los años 20. Por una
parte la explosión de las nuevas y sucesivas vanguardias caen sobre el estamento burgués
como auténticas bombas, dada la hostilidad con que, por primera vez, se propugna la ruptura
de formas establecidas. El arte plástico se convierte en un instrumento beligerante, y
consecuentemente, la burguesía comercial e industrial, salvo ligeras excepciones, desconfía de
las nuevas formas hasta el punto de asimilarlas mucho más tarde, una vez desactivadas, y
cuando han perdido toda su agresividad inicial. En este gradual proceso de integración la
vacante es ocupada, sucesivamente, por una nueva e igualmente rebelde vanguardia.
El segundo elemento retardador de la implantación de los lenguajes vanguardistas en el campo
comercial fue la catastrófica situación económica y social en que se vio envuelta Europa con el
estallido de su Primera Gran Guerra, en 1914.
La especialidad cartelística, sin renegar de su magnitud artística, fue ciertamente depurando los
repertorios temáticos y técnicos, sistematizando aquellos recursos que con mayor impacto e
inmediatez consiguieran transmitir el núcleo principal de su información (icónica y tipográfica).
La observación de esta normativa, y el continuado éxito de esa forma publicitaria de divulgación
de ofertas comerciales fue perfilando, a pesar de las circunstancias contextuales, una figura
profesional progresivamente inclinada a una labor ajena, en su concepto general, al arte
propiamente dicho.
En estas primeras décadas, la distancia entre arte y diseño se acorta visiblemente. A propósito
de la relación "arte moderno-producción industrial", el pensamiento de Adorno permite intuir su
esencial proximidad cuando dice: "Cualquier obra, al ser una unidad destinada a muchos, es ya
en su misma idea, una reproducción de sí misma"El cartel en Alemania
En los años anteriores al inicio de las hostilidades se afianzan, precisamente, los estilos
iniciados a finales de la primera década del siglo XX. En Alemania es el período de los grandes
cartelistas históricos en el cual se afirma el prestigio de Lucian Bernhard, cuya fama excede las
fronteras de su país, recibiendo encargos del extranjero (como por ejemplo, un curioso cartel
realizado para una industria de clazado rusa y otro para una firma finlandesa de lámparas).
Ludwig Hohlwein, considerado como el más prolífico de los cartelistas alemanes, se convierte
en esta década en uno de los más imitados dentro y fuera de su pais. Sin plantearse la estricta
síntesis objetual que Bernhard impone a sus carteles, Hohlwein trata sus composiciones de
corte tradicional desde una celebrada sofisticación, reduciendo formas, líneas y sombreados al
mínimo esencial, y enfatizando la vitalidad del cartel figurativo a través de "inesperadas
combinatorias de color, puntos de vista inusuales, y una cultivada y personal atmósfera de
conjuntos".
Munich, la ciudad donde vive y trabaja Ludwig Hohlwein, es en aquel tiempo un centro
experimental considerable, y los jóvenes visitantes extranjeros, sensibles a la estética impresa,
solían llevarse como recuerdos, ejemplares de los lujosos, elegantes, y refinados carteles de
este artista "bon vivant, aficionado a la caza y a la hípica".
A propósito del aspecto rutilante que los carteles en general daban a las calles de Munich, el
corresponsalen aquella ciudad de la revista londinense The Studio, escribía en 1912: "Esos
carteles se caracterizan, en su mayor parte, por la sobria elegancia y la fina armonía de sus
tonos. Lejos de atentar sobre el ciudadano con la crudeza del color, atraen por su indudable
buen gusto y su excelente colorido". Otro corresponsal, esta vez de la revista Art et Décoration,
sostenia que "si bien Hohlwein podía concebirse sin Munich, resultaba inconcebible Munich sin
Hohlwein". Otro tanto podría decirse, sin duda, del berlín de Lucian Bernhard.
Valentin Zietara
Francis Barraud:
"His Master Voice"
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Por ejemplo, Francis Barraud, es el autor de la famosa y universal imagen del perro Nipper
escuchando atentamente un gramófono de la época (uno de los primeros modelos que
sustituyen al cilindo grabado por el disco) que sirve todavía de imagen de marca de la RCA
Victor. Pero ¿Quién conoce hoy a Barraud?
¿Quién fue el autor del camello que da nombre a los universalmente conocidos cigarrillos
Camel? Para ilustrar la escasa importancia que se atribuía por aquel entonces al poder gráfico
de la imagen de marca, baste comparar el mediocre resultado obtenido en el diseño (o
simplemente ilustración) de ese exótico dromedario visiblemente naif (tanto en su concepción
como en su concreción, al margen del indiscutible y virtual atractivo que posee actualmente)
con el talento que del uso del lenguaje publicitario hizo gala el propio fabricante, R. J. Reynolds,
al redactar el eslogan de la campaña de lanzamiento de su producto: "Mañana habrá mas
camellos (camels) en esta ciudad que en toda Asia y Africa juntas".
Con ello se iniciaba la era de la lucha por el dominio del mercado a través de la imagen de
identidad como arumento de venta (especialmente decisiva en el sector de los cigarrillos), y del
enorme aparato publicitario montado alrededor, en el que destacaron también, en aquella
primera década, Lucky Strike, Chesterfiel y Pall Mall, algunas en colaboración con fabricantes
ingleses, utilizando el argumento de la tradición en la elaboración del producto como recurso
publicitario de calidad.
Estas grandes y Añejas marcas americanas (con la Coca-Cola, Eastman Kodak, Ford, Pepsi-
Cola, etc.) tan hondamente arraigadas en el subconsciente colectivo de sus consumidores (hoy
universales), han permanecido siempre sumamente reticentes ante la renovación formal de sus
respectivas y acreditadas imágenes de identidad originales. Los cambios introducidos a través
de los años, algunos de ellos
importantes para la
supervivencia del producto en
un mercado moderno, han sido escrupulosamente devotos, en todos los casos, de la estructura
formal primigenia, puliendo detalles, eliminando colores opacos o bien ornamentos
excesivamente barrocos para el gusto de la época, de acuerdo a un cíclico tratamiento de
cirugía estética. Y cuando la operación desfigura los rasgos fisonómicos genuinos, la
consideración de su posible fracaso obliga a restaurar la primitiva imagen. Esta actitud
conservadora la comparten por igual empresarios (o emisores) y consumidores (o receptores).
En 1966 la Ford Motor Company encargó al estudio de diseño Unimark y a Paul Rand, entre
otros, sendos proyectos para la definitiva puesta al día de la tradicional marca de automóviles.
A pesar de la corrección del nuevo proyecto diseñado por Rand, la empresa no se atrevió a
difundirla y optó por la propuesta de Unimark, que mantenía el símbolo clásico. Pero tal vez el
ejemplo arquetípico de fidelidad a una forma obsoleta en su estilo y de muy difícil
homologación, por tanto, con las preferencias estéticas de una época moderna, la constituya el
intento de Camel, hace algún tiempo, de sustituir definitivamente la figura del tradicional
camello. Una vez decidida la empresa a afrontar tan radical cambio, la respuesta del
consumidor frente al "peligroso" de ver desaparecer tan familiar y entrañable imagen fue
unánime, exigiendo la retirada del nuevo ícono a través de centenares de miles de cartas de
protesta. El resultado fue que el venerable dromedario (ni siquiera es un camello) sigue
vendiendo el producto por encima de modas y tendencias, denunciando a través del tiempo la
prevalencia del empresario americano (vendedor nato, capaz de imponer un producto con una
marca encantadoramente mediocre) sobre el diseñador.
En otro orden de cosas, el divorcio entre tipografía e ilustración (que en Europa se está
empezando a superar positivamente) es en los Estados Unidos un hecho generalizado del que
puede excluirse, en el plano concreto del anuncio y el cartel publicitarios, y al margen de los ya
citados Bradley y Parrish (procedentes del sector editorial) a J. C. Leyendecker, con todos los
reparos que esta indulgente exclusión comporta respecto de sus más avanzados colegas
europeos.
El principio ético del arte de vanguardia de no exigir ya "la eternidad como ámbito" tal vez
influyera en el proceso de acercamiento del diseño gráfico a las corrientes de las nuevas
tendencias formales y a su paulatina integración en la industria, al coincidir la naturaleza del
diseño comercial con una de las prerrogativas del nuevo arte: pretender lo efímero como
horizonte temporal.
A pesar del indudable crédito de que gozaba el diseño gráfico (o, más precisamente, su forma
cartelística) entre los más activos sectores industriales y comerciales, la obsolescencia gradual
del Modernismo trajo consigo el progresivo desmantelamiento de la homogénea voluntad con
que la burguesía europea había afrontado su política de promoción publicitaria.
No deja de resultar curioso que uno de los más potentes sectores de la industria en formación,
el automovilismo (acorde con "el espíritu de los tiempos" que glorificaba el Futurismo), no
tuviera diseñadores gráficos de prestigio en el acto de elaboración de su imagen de identidad
más elemental: la marca. En efecto, cuatro de las más poderosas marcas de entonces (y de
ahora), que han permanecido inalterablemente fieles a su imagen formal original, fiaron a la
intuición de sus respectivos fundadores (y en algún caso al de desconocidos diseñadores) la
creación de los signos y símbolos que habían de constituir su marca de fábrica.
En 1900, el industrial Alemán Gottlieb Daimler (arriba) diseña personalmente la imagen gráfica
de su empresa (la Mercedes Benz) trazando una estrella de tres puntas inserta en una
circunferencia con la que pretende simbolizar los tres campos de actuación de su industria del
motor: la tierra, el mar y el aire.
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En Italia, la poderosa empresa de neumáticos Pirelli parece asumir, avant la lettre, la parte más
sustantiva del ideario tipográfico de la revolucionaria vanguardia futurista al proyectar, alrededor
de 1908, un logotipo en el cual la letra se convierte en imagen connotativa, expresando a través
del desproporcionado ensanchamiento de su letra inicial la idea de elasticidad del producto.
Puesto que el diseñador (si lo hubo) ha permanecido en el anonimato, hay razones suficientes
para ceer que el propio gerente participó directamente en la creación de esta imagen gráfica de
claro estilo fututista, máxime teniendo en cuenta el deficiente diseño de unas letras atribuibles
únicamente, en último término, a un diseñador incompetente.
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