Síntesis argumental y texto 90cts-1
Síntesis argumental y texto 90cts-1
Síntesis argumental y texto 90cts-1
Una familia de clase media venida a menos recibe la visita de una enviada por la municipalidad
que los intima a venderle su casa lindante a un terreno tomado. La amenazante oferta en
medio de un estallido social con un gobierno que se cae, los obliga a preguntarse si vale la
pena quedarse a resistir o empezar de nuevo en otra parte. Tal vez juntos, tal vez separados.
Inevitablemente la crisis los obligará a mirarse en el espejo en que han dejado de mirarse hace
tiempo. Entre el estruendo y el ruido a lata se animarán por primera vez en muchos años a
revisar el estado de sus vínculos y cuan parecida es su vida a la que soñaron cuando todavía
soñaban.
Texto
90cts.
de Flavio Abraldes
90 cts.
Escena 0
Escena 1
Daniela narradora: En algún lugar del mundo. En un tiempo indefinido del último milenio. O
del próximo. En un límite visible entre la civilización y un poblado donde las calles no tienen
nombre. (Tiempo) Todavía no amanece y la noche calurosa de ese jueves que invitaba a
habitar las veredas hace un par de horas se fue apagando dejando el tendal de borrachos que
no llegarán a sus casas hasta que el sol los despierte. Un silencio con eco lo envuelve todo.
Alguna detonación. Una carcajada triste que atraviesa las paredes. Voces con volumen fuera
de foco. Parejas estrenadas que buscan un rincón solitario para desahogar tanta
incertidumbre. Tanta vida aflorando entre escombros. Tanto placer aprisionado entre esos
bloques de hormigón de ese barrio que se derrumba. De ese país que se derrumba. (Tiempo)
El Gendarme Pezón pasa la noche en su puesto de guardia. No come. No fuma. No toma nada.
Está casi a oscuras mirando fijo el paredón graffitado iluminado por una luz cálida que titila.
Está muriendo. Como todos. Noemí pasa caminando apurada como llegando tarde. Como si
alguien la estuviese esperando.
Noemí: Te paga?
Noemí: Decile.
Noemí: Claro.
(Tiempo)
Noemí: Dejalos.
(Tiempo)
Noemí: El centro.
Noemí: No. A esta hora? Igual eso si cierro alguna se firma acá en la muni.
Pezón: Ah.
Pezón: Ah.
Noemí: Él como siempre entongado con ellos pero si hago que escrituren una casa más en esa
guita con la comisión que me dan…
Noemí: Tiene que ser ahora. Mirá como está todo. Esto explota en cualquier momento.
Pezón: Cuestión de días. Los dos últimos meses me dieron unos bonos para comprar en el
mercado de la avenida. Este mes todavía nada.
Noemí: La idea de los bonos para ayudar a la gente. (Tiempo) Dicen que el mercado también.
Pezón: Mirate.
Noemí: Decía.
Pezón: No sé.
Pezón: Pensé.
Noemí: Qué?
Pezón: Que sería lindo mostrarle a mi mamá una novia. Antes de que… Te puedo pagar.
Daniela narradora: Cebolla es mi hermano. Está sin trabajar. Hace cinco años aceptó un retiro
voluntario en la privatizada de aguas y nunca pudo reinsertarse. Probó con un maxiquiosco y
un negocio raro de detergentes. A veces sigue probando. Él y Estela viven conmigo.
Estela: Cebolla? Cebolla! Querés un carilina? Sabés que es eso? Los galpones llenos de polvo
que vas a recorrer con el Tano. Yo no sé para qué te sigue llevando si hasta que no saque la
plata del corralito no va a poder hacer nada. Deberías ponerte un barbijo antes de entrar así
todo eso se queda fuera de tu cuerpo. (Silencio) Cebolla? Cebolla! Sabés si pudo sacar algo?
Cebolla: No sé.
Estela: Eh?
Estela: Eh?
Estela: No tienen familia los camioneros? Habría que darles junto al carnet de conducir
camiones un papel para firmar que diga que con ese trabajo los condena a la disfuncionalidad.
Cebolla: Disfuncionalidad.
Estela: Disfuncionalidad.
Cebolla: No lo hagas.
Estela: Quién?
Cebolla: No sé.
Cebolla: Qué?
Estela: Para Daniela. Control poblacional y pandemia de transmisión por fluidos íntimos. Los
proporcionaban gratuitamente en la salita y yo se los proveía a tu hermana con instrucciones
en caso de necesitar una descarga.
Cebolla: No sabía.
Cebolla: Eso.
(Silencio)
Estela: Cebolla? Cebolla! Tendría que darte un adelanto hasta que pueda arrancar con la
actividad comercial.
Estela: Estás yendo todas las noches a aprender el “know how” del negocio. Ya después si no lo
puede hacer es parte de su riesgo empresario. Tenés que hacerte valer. Si no te hacés valer te
va a ver como a esos productos que están en la góndola a menor precio que el de al lado. Va a
pensar que sos de inferior calidad.
Cebolla: Le digo.
Estela: Qué.
Estela: Esperar?
Cebolla: No sé.
Escena 3
Pezón: Mamá. Estoy acá con Noemí. Puede? Puede hablar ahora?
Pezón: Mamá. Está en el baño? Peni, quién va a ser? Qué… está esperando a otro hombre?
Estoy acá con Noemí. La novia de la que le hablé. Está acá sentada. Cuando pueda salir venga,
sí?
Pezón: Me gustaban los escalopes y como era chico les decía penélopes.
Pezón: Sí.
Pezón: Sí.
Pezón: Bueno.
Pezón: El qué?
Pezón: Mamá, a Noemí le gustan sus platos. Dice por qué están colgados en la pared?
Noemí: Nada.
Noemí: Ah.
Pezón: Cuánto ganás por hora? Mamá, hay fotos mías de cuando era chico? Bebito, recién
nacido.
Noemí: No sé, nunca me pagaron por hacer de la novia de alguien frente a la madre. Igual no
es tan grave.
Pezón: Pero me parece lo más normal del mundo si le presento a mi novia mostrarle una foto
de cuando era bebé.
Pezón: Qué, me vas a cobrar más? (Silencio) Pero te podés mostrar sorprendida con la foto.
Contenta. Es la parte de la ficción emocional de un trabajo así.
Noemí: Bueno.
Pezón: Un poquito emocionada. Hasta ahí. No nos vamos a andar chapando acá delante de mi
vieja. No pasa nada, tranquila. No vamos a andar acá tocándonos. No nos vamos a andar
besando el cuello. Tocando sin querer la piel. Rozando las mejillas.
Noemí: Bueno.
Pezón: No nos vamos a andar pasando la lengua entre los pechos. El vientre. Rozando los
muslos. Frotando la entrepierna mientras jadeamos excitados un grito ahogado de placer.
Pezón: Sí.
Escena 4
Cebolla: Dani en serio. Nunca hablamos de este tema pero las nenas y los nenes son distintos
y…
Daniela: Cada viernes desde que me indispuse asisto a esta borrachería a por un quesito, un
Doctor Lemmon y un amor de verano aún en otras estaciones. Es un lindo lugar. Reina la
camaradería. Esa que aparece cuando no se tiene nada. A veces el trago hace estragos y se
desconocen iniciando grescas por indescifrables razones. De esas que impiden una hipótesis de
conflicto. Pero no importa. Como en las familias. No importa lo que haya pasado. Si sos familia
en las próximas fiestas te volvés a juntar. Acá las fiestas son todos los viernes.
Daniela: Ya lo decidiste.
Daniela: No tenemos que irnos. Tenemos que alimentarnos. Expulsar los desperdicios. Inhalar
oxígeno para evitar que las células mueran. Todo lo demás es opcional.
Daniela: Todo el barrio está sin trabajar, Cebolla. Hace rato ya. Los wachos sentados mirando.
Como si hubiera un picado en la calle. Como en una tribuna. Pero mirando perdidos. Ciegos.
Como que no encontraran la pelota. Como si alguien la hubiese escondido y todos congelados
en un partido eterno y el dueño de la pelota se la hubiera llevado a su casa a jugar solito. Y
todos dulce de leche resignados a que les metan el dedo. Sin reaccionar. Y el teléfono de Dios
que no suena. O suena y él hinchado las bolas en bata sentado en el sillón con un Doctor
Lemmon y un quesito mirando el partido. Distraído. Como el día en que yo nací.
Cebolla: Fue una fatalidad lo de ese día, Dani. El director del hospital dijo…
Daniela: Tenías tantas respuestas hermosas posibles sobre el día de mi nacimiento y venís a
elegir justo esa.
Escena 5
Daniela narradora: Cebolla y el espejo. Se lava. No hay suficiente agua para tanto abandono.
Descubre algo rancio. Lo combate con agua caldosa de un tanque vencido. Lo combate con
agua caldosa de manos vencidas. Una vez. Y otra vez. Obsesionado con ese olor que no cede.
Obsesionado con esa capa de grasa y sudor que lo separa del mundo. Obsesionado con esa
capa de grasa y sudor que es armadura. Entra Estela a prepotear erotismo. Entra Estela a
resucitarlo a los sopapos. La garganta en llanta como hace tiempo y el polvo desahogo que no
llega. La garganta en llanta como hace tiempo y el polvo desahogo que no alivia. Cebolla la
ignora otra vez. Desairada permite a la bronca ganarle de mano al dolor.
Cebolla: A trabajar.
Cebolla: Lo del otro día, Estela. Esa pibita que vino por la casa. No sé si quiero vender. Estamos
como estamos pero…
Noemí: Vos sos Daniela. La hermana de… yo justo iba para tu casa.
Daniela: Es tu novio?
Noemí: Eh?
Daniela: Se toca solo. (Tiempo) Mi hermano Cebolla hacia ese chiste cuando hacía chistes.
Noemí: A tu perra.
Daniela: La traje de este lado para liberarla y que pueda hacer el delicioso con algún conocido
que la acompaña pero comenzaron a sonar esos disparos que son tres. Cómo se dice?
Daniela: Y a agolparse la gente con bombos y sin remera. Con bombos y sin remera. Y Unali se
asustó y huyó sin destino cierto. Es un tipo de reacción muy esperable en un animal sensible.
Noemí: Por ahí se fue a buscar a otro lado. Acá es más fácil conseguir droga que pareja.
Daniela: No. La gente está yendo a juntarse a la puerta del mercado. Dan comida. Dicen que
dan comida. Dicen que dicen que dan comida. Dicen que dicen que dicen…
Daniela: El barrio quedó vacío. No. No vacío, distinto. Como que hay más piedras que gente.
Más piedras que gente. Como se ve la calle cuando juega la selección. Caminan las abuelas que
van al almacén a esa hora para no esperar. Abuela y piedras. Eso. Como que cayó una bomba.
Noemí: No los quería apurar. Pero justo me la intercepté a Dani en la esquina y me convidó a
acercarme a la parcela cuyo interés te manifesté en la jornada próximo pasada.
Cebolla: La locura de estos días. Llega la noche y caemos rendidos que ni tiempo de…
Daniela: En la tele mostraban una guerra y después como era antes. Y acá es como después.
Pero sin guerra. No hubo guerra. O no la vimos. O pasaba de noche, por ahí. Mientras
dormíamos. Eso. Mientras dormíamos.
(Aparece Pezón)
Escena 7
(Estela en la ducha. Se enjabona y canta. Parece respirar debajo del chorro de agua fría. Entra
Pezón y se sienta en el inodoro. Deja de cantar. Se quedan inmóviles. Ella retoma la canción
unos segundos mientras él en silencio escucha sin mirarla.)
Pezón: Hay gente con palos. Con armas. Básicamente están queriendo entrar a las casas para
hacer daño. Señora. (Silencio) Aunque cunde entre ellos el descontento su accionar no
conduce a ninguna parte y terminan canalizando esa ira en minucias sin importancia por
carecer de ideas generales. Todo un mundo dentro de un mundo de rastreros, prostitutas y
traficantes cuyas acciones no revisten mayor atención de las autoridades mientras solo
impliquen como víctimas a personas de clase ínfima y despreciada. Con nulo apego a la
moralidad o religión diría que estos salvajes, al igual que los animales, son libres.
Estela: Gracias.
Pezón: De nada.
Estela: Yo también.
Pezón: Y ahora?
(Estela saca la esponja estirando el brazo sensualmente y Pezón hace lo mismo con el suyo
para tomarla congelando las manos de ambos al formar la figura de las manos de “La creación
de Adán” de Miguel Angel. Sin mirarse.)
Pezón: Resulta que viene la hija y le dice Papu, me voy a divorciar del Alfredo. No, así no es.
Por qué, gurisa? Si te trata bien. A mí me ha comprado terreno. Me ha comprado auto. No me
sale mucho el tono. (Ella emite una risita quinceañera) Además a usted la trata bien. Sí, pa,
pero hay algo que no le estoy diciendo. Cuando le conocí al Alfredo yo tenía el culito como una
moneda de 10 centavos. Y ahora la tengo como una moneda de 1 peso. Eh, que nos vamo a
hacer problema por 90 centavo. (Un tiempo. Ella ríe.) Gurisa.
Estela: Ya está?
Escena 8
Cebolla: Igual sigo sin entender para qué quieren comprarme la casa.
Cebolla: Cuál?
Noemí: Este, todos los de esta calle y todos los de allá adentro.
Cebolla: Deberían usar solo los de allá adentro. Son todos ocupados.
Noemí: (Silencio. Dos tiempos) Escuché que la perra de tu hermana se anda escapando.
Noemí: Hay una oficina en la muni. Sonosi. Hasta el año pasado castraban gratis. Ahora con el
recorte no tienen insumos.
Cebolla: Ah.
Noemí: Este seguro lo secó orinando. Es un naranjo?
Cebolla: Dicen que espantan las moscas. Igual hace 5 años que no da nada.
Cebolla: Quién?
Noemí: Eh?
Cebolla: Ese paraíso lo plantó mi abuelo. Cuesta creer como se fue secando hasta quedarle
solo las raíces.
Noemí: Prendelo fuego. Si está seco prendelo fuego. Se te llena de ratas el interior.
(Tiempo)
Cebolla: A dónde?
Noemí: Vos?
Cebolla: Yo nací acá. Y no te quiero adelantar mi decisión pero espero morir acá.
Noemí: Laburás?
Cebolla: Esperando que salga algo en estos días. Proveeduría de comedores escolares del
municipio.
Cebolla: Eh?
Noemí: (Se muerde los labios incrédula y enojada)
Cebolla: Lo conocés?
Noemí: Tu mujer?
Cebolla: No sé.
Noemí: La esperamos.
(Aparece Pezón)
Escena 9
Cebolla: Dólares?
Noemí: Entendé como es la historia? Como te manifestaba la jornada próximo pasada yo voy a
hacer todo lo posible por ustede.
Noemí: Yo los puedo esperar dos día nomás, eh. Ustedes si no agarran… Yo después lo que les
pase. Yo mirá. Yo vengo acá re de buena fe acá a hablar con ustedes para que ustedes hagan lo
mejor que pueden hacer.
Pezón: Hacer.
Noemí: Dos días como máximo. Yo mañana paso igual a ver si ya saben.
Pezón: Es lo mismo. El tiempo. Los dólares. Usamos lo uno para conseguir lo otro.
Daniela: Pensaba que si vemos la luz es porque existe oscuridad. Sin ella la uniformidad
lumínica no nos llamaría la atención. Más aún. No sería nada. Nos cegaría ese manto blanco
que inundaría todo y ni siquiera nombre tendría.
Pezón: Bueno.
Daniela: Yo soy esto que los incomoda porque ustedes no son así. Porque ese día mala praxis o
fatalidad o una para que exista la otra. Un golpe de mala suerte. Así es más fácil de entender.
Como cuando es fin de año y los borrachos disparan al cielo y a un chico le cae la bala en la
cabeza.
Daniela: O como nacer acá. En este pozo del mundo. Si nacés acá difícil que salgas. Como un
balazo del cielo. En mi caso dos.
Pezón: El aval?
Cebolla: Sí, vienen de la municipalidad o no? Quién pone la guita acá?
Noemí: Chicos, yo trabajo para la municipalidad. Ta claro? Es lo primero que le dije el otro día.
Entonces esto es un arreglo que tienen que hacer ustedes con la municipalidad y que le van a
dar 25 lucas taca taca (golpea el puño con la palma dos veces a la vez que Pezón la imita) ahora
porque si no en dos meses los sacan a todos del forro del orto de acá y ustedes se quedan sin
nada.
Estela: Pero cómo sin nada? No nos pueden sacar de nuestra casa.
Noemí: Por la ley de “expropiación del bien común”. Te sacan y después te dan lo que quieren.
Noemí: Sabé cuantas veces pasó? Cuando hicieron la autopista en el centro a los que no
arreglaron le dieron dos mangos después y se la comió toda la inflación.
Cebolla: Es poco.
Pezón: Hermano.
Cebolla: Sí.
Estela: Ustedes están exodándonos de nuestra propiedad. Están ofreciendo adquirírnosla. Está
bien. Pero igual de todas formas tendría que ser para todos lo mismo.
Cebolla: Contado.
Pezón: Transferencia.
Cebolla: Contado.
Noemí: Viva.
Estela: Pesos.
Noemí: Dale.
Cebolla: No!
Cebolla: No, qué alquilar? Yo no voy a vender para alquilar. Nosotros tenemos casa. Nosotros
somos propietarios. Clase media. La que hizo grande a este país.
Estela: A ver si una vez en tu vida tomás una buena decisión. Una.
Escena 10
Noemí: Eso. Qué no vamo a hacer problema por 90 centavo. Si solo sirven para comprarte un
paty a las 7 de la mañana después de bailar. El sol de diciembre saliendo. Y tus amigos. Y la
sensación de que vas a ser joven para siempre.
Cebolla: Y el ruido a aire que liberan la válvulas de los compresores de los juegos. Y un día
darte cuenta de que ya nada volverá a oler saber sonar así.
Pezón: Para alquilar 3 películas en Blockbuster y una cajita de Chomp un viernes destemplado.
Pezón: Sabiendo que todos esos mimos no alejarán la idea de que el único contacto humano
que tendrás ese fin de semana será una paja rápida el domingo antes del último bloque de
Fútbol de Primera.
Cebolla: Para una Budweisser. Un atado de Camel. Una campera de cuero en liquidación y
sentir por un rato ser una estrella de cine en una disco zona oeste con piso de baño embarrado
en meo y agua. Y dormir 3 horas y ponerte otra vez el uniforme de un fast food por un sueldo
mínimo mitad en ticket canasta.
Estela: Para una video en cuotas. Una tele en cuotas. Un equipo Aiwa en cuotas. Y saber que
son 90 meses empeñada en comida, transporte público y cuotas. Y rezarle a un dios que no
existe para no perder el trabajo. Y a la cuota 90 la tele, video y equipo obsoletos y repetir la
rueda por siempre hasta quedar sin trabajo y con deudas. O jubilación mínima para solo
alimentos.
Daniela: Para chocolate belga. Cerveza mexicana. Equipo de audio japonés. Para llanta
alemana. Garoto brasilero. Jamón español y una porno sueca de un italiano con los brazos
tatuados. Para Pringles americanas, cigarros dominicanos y 90 mil importados en una góndola
para decirnos que acá no sabemos fabricar un carajo.
Noemí: Para comprarte un perfume que dura 90 minutos con la esperanza de que ese wacho
esnifero tenga viva la nariz. Y de que el viento hoy no sople del matadero. O el depósito de
relleno sanitario. O que la quema de gomas del acceso hoy la hayan hecho un puente más
lejos.
Estela: Para evitar contacto visual con la nena que pide en la calle. Para no tener que decir que
igual no cambia nada. Que no podés hacer nada. Que no sos responsable de nada. Y preferir la
falsa certeza de un padre alcohólico que los gastará en un blanco de envase tetra a la duda de
cómo seguir si esto te importara más de 90 segundos.
Daniela: Para chatear 90 minutos en un ciber con olor a Derby con un desconocido en forma
de Tom Cruise siendo Penélope Cruz y volver a tu casa a tocarte mientras llorás soledad.
Cebolla: Daniela.
Noemí: Y después mandá a tus hijos a un colegio católico. Bautizalos. Hacelos de tu equipo de
fútbol. Hablale de tus ídolos y metele de prepo tus bandas de viejos chotos pasados de moda
que ya se habían vendido al segundo disco y vos conociste al tercero aunque nunca lo vayas a
confesar. Y odialos cuando no se parecen a vos. Y aún más cuando sí. Y nunca digas que
preferirías que no hayan nacido.
Pezón: 90 centavos para tomarte un bondi a votar a un gobierno popular que solo mejora la
vida de quienes lo integran o a uno liberal que enriquece solo a los bancos. Y después callar
cuando una junta de trasnochados viene a ordenar el caos y termina mandándote a una guerra
con un tenedor a cagarte de frío y volver escondido a suicidarte o rogar una pensión que no
alcanza para comprar el diario que titulaba vamos ganando.
Estela: (Arranca cuando Noemí termina de decir corpiño) Bombacha y corpiño de encaje. Con
la esperanza de revivir una relación muerta.
Noemí: De estrenarlos con él. Para imprimir un curriculum con información falsa para una
entrevista en la que le vas a mentir a un tipo al que no le importás para que te den un trabajo
que no te gusta por un sueldo que te parece poco que te paga un tipo al que le parecés cara.
Cebolla: Y después relájate y ahogá el dolor con una droga legal que le ponga encanto a tu
derrota. Y pagá impuestos al comprarla. Y mantené así el sistema que te puso en ese sillón y te
lleva de nuevo a echarte y repetir el ciclo una y otra vez. Y enseñáselo a tus hijos.
Cebolla: 90 centavos para comprar la de piqué sin publicidad de tu club. Y creer que con
disciplina pudiste haber llegado a usarla.
Noemí: Hasta que un día el puñado de tierra no salga de tu mano sino que un golpe seco en la
madera suene desde afuera. Y sea el puto alivio.
Escena 11
Daniela narradora: Algo pasó en ese momento. Nunca nadie supo bien qué. Pero todos
salimos a la calle a buscar algo. En ese momento creí que a Unali. Quizás a ella también. Pero si
esas bocas hablaban no decían nada. Sus ojos como los de Unali cuando nació. Abiertos
cerrados. Era lo mismo. Ciegos descubrían. Como si por un experimento extraño de una
potencia de oriente al decir Cebolla esa última palabra todos hubiéramos sido transportados a
otro lugar. Como si por un experimento extraño de una potencia de oriente al decir Cebolla
esa última palabra todos hubiéramos sido transportados a la luna.
Estela: Estás segura de que acá es donde la viste por última vez?
Daniela: Sí. Decidí llevarla con correa hasta acá por los ruidos de la gente que golpea
repetidamente y rítmicamente los bombos y golpea repetidamente y rítmicamente las ollas
con las tapas de las ollas.
Daniela: Acá. Tiene que estar acá. Seguro que alguien la encontró mientras yo me fui a la
vuelta y se la robó. Esperaron un microsegundo de distracción en mi custodia para quedársela
porque es un animal fantástico. Es un problema muy común en occidente.
Daniela: Qué importa? Alguien robó mi perra y me prometieron que la iban a encontrar en
seguida y no lo hicieron.
Daniela: No es verdad! Y por qué hablás en plural para prometer algo que se vuelve
materialmente imposible? Ya la vamos a encontrar implicaría que los tres en el exacto mismo
instante diésemos con ella en un golpe de vista y la percibiésemos en su subjetividad en el
exacto mismo instante y eso es altamente improbable que suceda como hecho en el exacto
mismo instante…
Cebolla: Dani.
Daniela: Y por qué vino ella a simular que le interesa encontrarla si desde el día en que la
terapista la trajo a casa nunca le sonrió? Y por qué vino ella a simular que le interesa
encontrarla si desde el día en que la terapista la trajo a casa nunca la acarició? Y por qué vino
ella a simular que le interesa encontrarla si desde el día en que la terapista la trajo a casa
nunca le dio un beso…
Daniela: No me digas Daniela. Vos no me decís Daniela. Ella me dice Daniela. Estás hablando
como ella habla cuando habla pero vos no hablás como ella habla. Ahora hablás como ella
habla porque te diste cuenta de que trataba a Unali como te trata a vos y eso te incomodó un
poco por haber sido verbalizado cuando mantenido en un silencio cómplice parecía un
problema cuya existencia estaba borrada por obvias razones.
Estela: Me voy a caminar. Estoy harta de que diga una barbaridad tras otra y no le digas nada.
Igual no sé por qué me sorprendo.
Escena 12
Estela: Andaba.
Noemí: Hermano.
Estela: Silva.
Noemí: No.
Estela: Payé.
Noemí: No.
Noemí: No.
Estela: Qué?
Noemí: Digo que por qué hacés lo que hacés si ya no sentís nada?
Noemí: Vos no creés en nada. A cargo de todos esos náufragos seguís repitiendo que en estas
tierras no hay agua.
Estela: Dejá la poesía para quienes pronuncian las eses, nena. Y ocupate de que tu hermanito
agarre un libro o haga alguna tarea en su vida.
Noemí: Ignorante.
Estela: Me culpás a mí de sus costumbres. De la siesta y casarse con primos. De dormir hasta
que se despiertan. De pasar la vida en la vereda tomando infusiones. De festejar disparando al
cielo como si quisieran alejar la vista de Dios para que no viera sus inmundicias. De…
Noemí: Vendé y andate. Esos pibes se acostumbraron a sobrevivir sin que nadie los quiera.
Evitales por lo menos el desprecio.
Escena 13
Cebolla: El qué?
Pezón: Con bacon. Están haciendo una prueba en el Mac de la avenida a ver si las lanzan acá.
Cebolla: Una empanada frita con carne de cualquier cosa es rica. Pero un perro es un perro. Y
no.
Pezón: No leíste el diario? A menos de 300 kilómetros de acá están comiendo gatos.
Cebolla: Está al límite. Por decirlo de una manera. Igual un perro es distinto.
Pezón: Dije que no comería. Lo que también digo es que el límite está lleno de neblina. Y en
algunas noches se vuelve difícil de ver.
Cebolla: Es lo mismo.
Pezón: Vos ves canibalismo. Yo veo a estos pobres salvajes cazando animales como hacían sus
antepasados.
Cebolla: Ves?
Pezón: Dejá sin comer a tu perro una semana y preguntale qué le parece la idea de comerle los
jamones a tu jermu.
Cebolla: Cada perro tiene algo de lobo. Pero también de ovejero. Depende cual quiera
escuchar.
Cebolla: Por?
Noemí: Capaz te había elegido para olvidarlo un ratito y lo primero que hacés es nombrarlo.
Noemí: Lo mismo que a todos. Está empeñado. No sé bien en qué. En salir de acá o a quedarse
o a cambiar el mundo o prenderlo fuego. Está empeñado en que cada cosa que hace le va a
salir bien. Como en las películas de los chicos que aunque estás viendo que está todo mal
sabés que van a terminar felices por siempre. Y así ves la película tranquila. Con esperanza,
no? El tipo está empeñado. Y cuando estoy con él yo también.
Cebolla: Empeñado. Hasta las pulseritas de la madre empeñó en la puerta del casino. (Se ríe)
Siempre fue un vago. Hasta creo que de más pibe se fue a vivir con unos hippies y lo echaron
porque no hacía nada. Lo que sí siempre supo es jugar con las ilusiones de los demás.
Noemí: Vos sos como un hippie. Pero sin papás con plata.
Cebolla: Y vos en qué estás empeñada después de que él te contagia todo eso maravilloso
que…
Cebolla: Los tipos como el Tano son indiferentes a que les eches renacuajos a sus esposas.
Pero son capaces de matar si les mirás a sus amantes.
Noemí: (Se ríe) Tanto vale tu vida hoy que tenés tanto miedo de perderla?
Cebolla: Tengo miedo de que estés haciendo esto para que te venda la casa.
Noemí: Tu casa tampoco vale gran cosa.
Noemí: No es raro que desconfíes. Nos tocó estar del lado de a los que nunca les cae una
buena. De este lado de la frontera gozar un ratito sin tener que quedar debiendo nada es una
especie de acto terrorista. Sacarle la lengua escondidos a los que reparten las cartas. Llenarte
el cuerpo de oxígeno que te va a parecer que viviste toda tu vida escondido en una cueva que
no elegiste. Una rebelión. Pero no de esas políticas para tirar un gobierno o que se repartan las
cosas de otra manera. No. (Tiempo) O quizás sí.
Escena 15
(Terraza de tanque de agua de una torre del barrio. Miran el paisaje como si estuvieran en el
Gran Cañón con una ciudad iluminada en el valle. Buscan a Unali desde esa mirada
panorámica)
Noemí: Fijate como cuando te alejás se van haciendo menos. Hasta ahí que hay como una línea
que separa.
Daniela: A mí me enloquece pensar que cada lucecita es una casa. Una familia.
Noemí: Viste que allá afuera las calles son… cómo se dice…
Daniela: Arboladas.
Noemi: Cuadradas.
Daniela: Rectangulares.
Noemí: Y cada barrio tiene dos avenidas que la cruzan de punta a punta.
Noemí: Dicen que las ciudades se hacían así para hacer negocio. Las carretas paraban en el
cruce de las avenidas para que los caballos tomaran agua y los tipos vendían y compraban lo
que traían.
Noemí: Es que acá no se hace negocio. Hacerla con forma de laberinto es la única que queda
para defenderse de la policía que maneja aquella parte de la ciudad que sí.
Daniela: Cómo sabés.
Noemí: Un agrimensor de la muni con el que salía. No se le terminaba de poner dura nunca
pero hablaba lindo de estas cosas.
Daniela: Ojalá hubiera tenido esa suerte. Me lo cruzo seguido pero no me saluda. Una vez
hasta amagó a delinquirme pero se rescató a último momento. No sé si me olvidó o si no le
importa o si está tan quemado que…
Daniela: Sí
Daniela: Sí.
Daniela: Sí.
Daniela: No.
Daniela: No.
Daniela: No.
Daniela: No.
Daniela: Sí.
Noemí: Todo los guachos son lindos acá. Después se van volviendo horribles. Dejan de
parecerse a sus sueños y se convierten en sus viejos. Aunque los odien. Más si los odian. Más si
no los conocen. Pero de guachos son lindos. Son nenes y hombres a la vez. Sobrevivientes.
Como vos y como yo. Todos somos.
Noemí: Tu hermano ve una frontera que no existe. Que nunca existió. Pobrecito. Es lo único
que le queda.
Daniela: No, el dice que no soy de acá porque nací en una estrella y luego de adueñarme de la
luna montada en un cometa vine a parar a la tierra como un regalo personal que el cielo le
hizo. Por eso el brillo de mi pelo. Por eso la luz que irradio. (Tiempo) Igual la frontera la ve.
Daniela: Eso.
(Tiempo)
Noemí: Yo estoy igual. Dejar mi lugar. Mi gente. Aunque todo lo que hice en mi vida fue para
algún día poder dejarlo. Y lo dije, eh… En cuanto tenga un trabajo bueno me voy de acá.
Siempre lo dije. El miedo a que te roben. Los tiros a la noche. Toda la noche hay tiros. Y a eso
no te acostumbrás. Qué te vas a acostumbrar. No sabés si te va a entrar uno por la ventana o
le va a dar a alguien que vos querés en un descuido. Es eso. Es ese pensamiento que siempre
aparece. Cuando escuchás los primeros tres tiros dudás primero si son esos… cómo se llama?
Noemí: Y cuando llega el cuarto te das cuenta de que no. De que es un tiroteo de verdad. Y ahí
es como que te sube algo por la panza que no sé si es frío o no… no es frío. Es como unas
hormiguitas que te adormecen el cuerpo y medio que te marean. Como un calor. Electricidad.
Hasta que terminás de contar mentalmente que tus hermanos están y que tu viejo llegó de la
changa y ya está en casa. Y que todos estamos adentro. Y ahí medio que te mareás y necesitás
sentarte o dejar lo que estabas haciendo un ratito. Y después llorar como en un vómito. Para
largar todo eso que se te movió por unos segundos. Que no sé qué es. La química del cuerpo.
No sé. Terror.
Escena 16
Escena 17
Cebolla: Dónde fue que…? En qué momento salí del camino? Cómo nadie te avisa, che… Yo era
un tipo alegre. No esto que ves. Qué se yo. Normal. Noche, amigos… le gustaba a las chicas.
Crack en nada, eh. Normal. Pero algo pasó. Algo me sacó de ahí. Algo en algún momento me
nubló esa línea imaginaria. Destino? Menos… cómo se dice… místico. Más de acá. Más de lo
que se supone que vas a ser si fuiste a este colegio y naciste en este barrio y tu viejo tenía ese
almacén. No vas a ganar un premio Nobel pero tampoco vas a terminar en una villa. Si te pasa
eso es que algo hiciste muy mal. No lo del premio Nobel. Lo otro. Todos los días me pregunto y
pregunto y no encuentro ninguna respuesta. Qué fue? Cuándo empecé a caminar ciego sin
darme cuenta de que cada vez estaba más lejos? No lejos. Más que no sé para que lado está.
Perdido. O si está todavía. Y eso me hace quedar inmóvil. Aterrado de seguir alejándome en
cada decisión un poquito más de ese que debía ser. Avergonzado al ver en qué me convertí.
Fantaseando sentado acá que vuelvo. Como si nada hubiese pasado. Como si esto no hubiese
pasado.
Escena 18
Daniela: Y ahora?
Noemí: No se puede pasar. Hay fuego en las esquinas. Están ciegos. No reconocen a nadie.
Noemí: Apenas podamos encontrar un hueco te mandás para tu casa a encontrar la escritura y
firmamos todo.
Cebolla: Dame una semana más para pensarlo y te doy una respuesta.
Noemí: Qué decí, querido. La calle se está prendiendo fuego y vo queré tomarte tiempo.
Noemí: Dale. En 3 días cambia el gobierno y te sacan de acá con una topadora. La verdad loco
es que estoy un poco cansada ya. Tanta vuelta, tanta vuelta.
Daniela: Vamo a comer un quesito?
Cebolla: Dónde vivió mi viejo? Acá. Dónde vivió mi abuelo? Acá. Dónde nací yo? Acá. Dónde
me crié yo? Acá. Dónde paso mis días yo? Acá. (Se toma la entrepierna cada vez que dice
“acá”)
Pezón: A quién le compró tu abuelo? (Busca la parte en que debe tomarse la entrepierna y no
la encuentra)
Pezón: Porque al final tenemos la misma situación de desalojo que tuvimos hace dos años del
lado de acá con los terrenos tomados.
Pezón: Un montón de carentes que se agarran un pedazo de tierra y dicen esto es mío.
Daniela: Yo no entiendo algo. Cuando alguien compra un terreno se lo compra a otro que se lo
compró a otro que se lo compró a otro que se lo compró a otro que se lo compró a otro…
Cebolla: Dani.
Daniela: …que se lo compró a otro que se lo compró a otro que se lo compró a otro que se lo
compró a otro que se lo compró a otro…
Estela: Daniela.
Daniela: … que se lo compró a otro que se lo compró a otro que se lo compró a otro que se lo
compró a otro…
Pezón: Cállenla!
Noemí: Qué te hacé ahora? Qué so vo? Majalma Ghandi so? Teresa de Calcuta so?
Daniela: Tereso.
Daniela: La papa.
Daniela: Apropiado.
(Cebolla se le abalanza)
Pezón: (Interrumpiendo mientras alza el palo) Salí de acá. Ignorantes. Mediocres. Me gasto la
vida acá. Guardias de 36 horas hago acá. Para cuidarlos a ustedes de aquellos pobres muertos
de hambre y a aquellos de ustedes. Resentidos. En esa línea en el medio que es frontera y
purgatorio. Ni en un lado ni en el otro estoy y mirado con recelo por todos. Por nada. Dónde
está mi superior. Por qué no se manifiesta? Cuándo fue que me abandonaron acá sin ropas
que me cubran del sol y la lluvia y el frío y sin armas y sin su gracia que me haga sentir que
valgo. Sin hacerme la paga. Ni un baño me dan. Y ustedes. Miserables. Doy la vida por ustedes
y ni la cabeza inclinan cuando pasan por la frontera. Ni un gesto. Ya no digo de amor. Un pete.
No. Negros de mierda. De respeto. Basuras. Cuántas veces me pidieron que los vigile. Cuando
una jauría de Brian Kevin orinando paco acampaba en una esquina entre la parada del
transporte público y sus casas. O cuando… dejá… para qué. Si son iguales a ellos. Igual de
pobres, cobardes, perezosos. Igual de carentes. Con el mismo destino. Solo que porque están
del otro lado creen no merecerlo. Traé la escritura ahora, hijo de puta.
Pezón: Callate vos. Desclasada. Trabajás para esos malandras engañando a estos poligrillos con
la excusa de 90 centavos para irte y no volver más. Y no podés engañar a nadie. No te vas a ir
nunca porque no podés estar lejos del Tano. Ni de esta mugre.
Noemí: Tas contento con el numerito que armaste?
Pezón: Un tipazo soy. El Tano te usa y te descarta todo el tiempo pero parece que es así. Que
solo sabés amar a quien te maltrata.
Daniela: A mí me parece que tenés mucha porquería guardada adentro. Vos lo que necesitás
es un abrazo, wacho. Porque cuando uno está tan solo se siente tan mal como si estuviera
muerto. Pero si estás muerto no sentís nada. Eh, wacho? Lo que sentís es dolor. Tenés que
llorarlo. No te queda otra.
Daniela: Vos no querés pegar. Querés que te peguen para sentir la piel del otro porque estás
tan solo que ese contacto se te vuelve una caricia, wacho. Y te aterra que tu mami se vaya
algún día y un muro grueso como ese te separe de los demás para siempre. Tan grueso que no
llega la señal de Dios. Dejá de hacerte daño, tetita.
Pezón: Pezón.
Daniela: Eso.
Cebolla: Dani.
Daniela: Escuchaste?
Cebolla: Hagámoslo.
Noemí: Eh?
Cebolla: Si tenés la plata y los pelpa firmamos. Quizás ya no tenga sentido quedarnos acá.
(Silencio)
Cebolla: (A Estela) Si te querías ir en vez de jugar a la comedia musical podrías haber buscado
los pelpa.
Cebolla: No.
Cebolla: A quién?
Estela: A Daniela.
Estela: Ayuda.
Estela: Lo hago todos los días y vos ni siquiera lo ves. No lo ves! Todos los días me levanto y
voy a ese colegio con esos pibes que no cenaron y con esos padres que no soñaron y con esas
compañeras que ya no quieren y te veo a vos sentado llorando por dentro y ya no doy más. Y
seguro tenés razón. No cambia nada. Es lo mismo.
Cebolla: No tenía razón. Que vos puedas dar clases en un colegio que es gratis. No es lo mismo.
Cebolla: No es poco.
Estela: No alcanza.
Estela: Nos acostumbramos a sobrevivir. No lo ves? Vivimos sobreviviendo. Como ese naranjo
abichado o el paraíso al que le queda solo el tronco vivo para no caerse porque ya no da más y
que en lugar de estar en una pradera tibia bañados por el sol y la humedad de la lluvia y la
noche y otras plantas nos convertimos en bonsai. Nos dan un pedacito de tierra gastada así
chiquito. Tierra gris. Esa de obra. De la que está debajo de las baldosas que la ves cuando se
rompe un caño y la levantan. Que tiene olor a lodo. A pozo ciego. En esa tierra vivimos. Sin
espacio. Una maceta chiquita. Cada día más chiquita y nosotros nos acostumbramos y vivimos
así. Cada día con menos. Cada día soñando menos. No alcanza. Quiero florecer. Me quiero ir.
Cebolla: A dónde?
Cebolla: No es un lugar.
Estela: Siempre me gustó la idea de vivir en una pradera. El anonimato. No sé. Las cabras no
tienen nombre. Vivir en una pradera donde las calles no tienen nombre. Los árboles no los
plantó nadie ni tienen nombre. Donde no haya metros cuadrados ni una frontera que nos
cuide a unos de otros. Donde quizás las personas no tengan nombre. (Silencio) Quizás sin un
nombre donde buscarnos no pueda encontrarnos esta maldición que parece perseguirnos.
Quizás la despistemos. En una pradera. Sin coordenadas para buscarnos. Un lugar donde las
cosas que valen no tienen nombre.
Escena 19
Daniela narradora: Veamos esta imagen como si el tiempo se hubiera detenido hasta
convencernos de que no hay intervención divina. No se olviden eso. No hay milagro. Una
estafa monumental ideada por un operador del intendente que utiliza la ambición y el amor
obsesivo de una lugareña con llegada a los vecinos para convencerlos de venderle sus casas a
precio vil se ve frustrada por no una sino dos plumas que no funcionan en el momento de
firmar la cesión. Dónde está el milagro? La idea de que un bolígrafo fabricado en un país con la
industria destruida falle no tiene nada de extraordinario. Que lo hagan dos puede justificarse
imaginando que comparten partida o se encuentran vencidas. No califica como milagro.
Pensemos en el gobierno que cae segundos después del evento birome y no pueden negar que
veníamos diciendo que esa situación estaba a punto de darse. No. Acá no hay milagro. Esa es
la verdad. Podríamos finalizar este relato con la invención de un evento que enalteciera el
alma humana. Una historia mágica. Daniela aparece con una fortuna guardada en tubos de
papas Pringles con la revelación de que en sus desapariciones sospechadas de desenfreno
sexual en los pasillos oscuros de más allá de la frontera en realidad estaba vendiendo terrenos
en la Luna. Que había creído siempre eso bonito que le decía Cebolla sobre su origen. Y que
vendió pedacitos de la superficie del satélite a los vecinos a 90 centavos el acre. Y que no los
había timado. Esos que no tienen lugar en esta tierra compraban la ilusión de que sus hijos lo
iban a tener algún día por solo 90 centavos. Un regalo. Y que a Brian Kevin le había reservado
un doble terreno frente al Mar de la Pasión para pasar juntos el resto de sus vidas. Una historia
de redención. Pero no. No fue así. No hubo magia. Una estafa cíclica que esta vez se cae por
dos plumas sin tinta y un gobierno que no soportó el ruido avasallante a lata. Lo veo muy
lógico. No hubo magia. Yo no la veo. (Tiempo) Esa gente se quedó ahí. Intentando resolverse
día a día. Y algo de lo que vivieron esa semana los hizo escucharse por primera vez en muchos
años. No hay milagro. No me digan que hay milagro. Porque los milagros son mucho mejores
cuando pasan desapercibidos. Uh, ahí viene Unali.
Fin