El Secreto del Plástico Brillante

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El Secreto del Plástico Brillante

El viejo Roble, testigo silencioso de siglos, sentía el peso de la tierra enferma bajo sus
raíces. Ya no era la tierra oscura y fértil que recordaba de su juventud, aquella que
alimentaba a las flores silvestres y a los gusanos que danzaban en la oscuridad. Ahora, la
tierra era una masa grisácea, dura como el cemento, salpicada de desechos brillantes y
extraños.

Todo comenzó con la llegada de la Fábrica de Plástico Brillante. Prometían progreso,


empleos, un futuro reluciente. Pero el progreso llegó en forma de camiones que
descargaban montañas de residuos tóxicos en el borde del bosque, residuos que se filtraban
lentamente, contaminando la tierra, el agua y el aire.

La pequeña Mariposa Azúl, que solía posarse en las flores del Roble, ahora luchaba por
encontrar néctar. Las flores, débiles y marchitas, apenas ofrecían un susurro de dulzura.
Los pájaros cantaban con menos fuerza, sus plumas deslucidas, sus nidos vacíos. Incluso
los gusanos, antes tan vitales, se habían reducido a un puñado de criaturas enfermizas.

Un día, un niño llamado Teo, con ojos curiosos y un corazón lleno de asombro, se acercó al
Roble. Teo, a diferencia de los adultos que solo veían progreso en la fábrica, sentía la
tristeza del bosque. Vio la tierra enferma, las flores marchitas, la ausencia de vida.

Teo comenzó a investigar. Leyó libros, habló con el viejo Roble (o al menos, así lo sentía),
y descubrió la verdad sobre la Fábrica de Plástico Brillante. Descubrió que sus desechos
contenían sustancias químicas que envenenaban la tierra, impidiendo que las plantas
crecieran y que los animales prosperaran.

Con la ayuda de sus amigos y la sabiduría del viejo Roble, Teo organizó una protesta
pacífica. Con pancartas y canciones, lograron despertar la conciencia de la comunidad. La
gente, al ver la realidad de la contaminación, se unió a la causa. Exigieron a la fábrica que
limpiara sus desechos y que adoptara métodos de producción más limpios.

La lucha fue larga y difícil, pero al final, la justicia prevaleció. La Fábrica de Plástico
Brillante fue obligada a remediar el daño causado. Poco a poco, con mucho trabajo y
dedicación, la tierra comenzó a sanar. Las flores volvieron a florecer, los pájaros a cantar
con más fuerza, y los gusanos a danzar en la oscuridad. El viejo Roble, una vez más, sintió
la alegría de la tierra fértil bajo sus raíces, y la pequeña Mariposa Azúl volvió a posarse en
sus ramas, llevando consigo la esperanza de un futuro más limpio y verde.

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