TEMA I
TEMA I
TEMA I
INTRODUCCIÓN
El latín, junto con otras lenguas como el griego, sánscrito, eslavo, inglés, ruso, ... procede
de una lengua común, que los lingüistas denominaron indoeuropeo (ie.), no atestiguada pero
reconstruida a partir del estudio comparativo de ciertas lenguas históricas, basándose en la
analogía existente en el plano gramatical y léxico, sobre todo en el vocabulario básico.
Se estableció que esta lengua, o mejor, el conjunto de dialectos muy próximo entre sí, se
hablaba en las grandes llanuras de Europa central y estepas de Siberia hacia el V milenio aC.
Cuando en sucesivas migraciones (se extendieron por oriente hasta la India y por occidente a toda
Europa, de ahí la denominación indoeuropeo), los pueblos que los hablaban se fueron desgajando
del tronco común, los dialectos se fueron diferenciando cada vez más. Entre el ie. Y las lenguas
históricas aparecieron unos dialectos intermedios de los que tampoco han quedado restos escritos.
Son las familias lingüísticas indoeuropeas. De una de ellas, el italo-celta, deriva el latín y las
demás lenguas ie. que hacia finales del II milenio aC. se extendieron por toda Italia tras haberse
desgajado del celta, que se había difundido por Europa occidental.
En Italia se concentraron los siguientes pueblos:
1.- Itálico: Los ie. que penetraron en Italia se dividen en varias tribus y organizaciones
gentilicias: las tribus latinas al sur del Tíber, los faliscos al norte; los oscos en el centro-sur de
Italia y los umbros entre el curso superior del Tíber y el Adriático.
2.- Griegos: de los que había numerosas colonias en el sur de Italia y en Sicilia (Magna
Grecia): Importante influjo, de hecho el alfabeto latino deriva del griego del sur. Pero el influjo
más importante fue de carácter intelectual.
3.- Etruscos: de origen incierto, no parecen ser un pueblo autóctono de Italia; en época
histórica habitaban la actual Toscana. Su influjo fue grande, pues el alfabeto griego pasó a los
romanos a través del etrusco.
4.- Mediterráneos: pueblos autóctonos de Italia que, aunque fueron sometidos por los ie.,
dejaron numerosos términos en la lengua de los invasores, en especial en el léxico campestre y
pastoril.
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Las característica comunes del latín vulgar en todas las provincias eran la sustitución de los
casos por giros preposicionales y la alteración en el orden de las palabras pero, por lo demás, el
latín estaba dividido en dialectos sometidos en cada provincia a un sustrato distinto,
correspondiente a las lenguas prerromanas habladas en cada territorio.
A la caída del imperio (s. V dC.) por causa de las invasiones bárbaras, se acentuó la
separación entre los diferentes dialectos: se arruinó el sistema escolar, se redujo la población de las
ciudades, la inseguridad de los transportes aisló unos territorios de otros, todo lo cual ocasionó la
desaparición de esa lengua que les daba unidad. Se continuó hablando latín durante algunos siglos,
pero la tendencia disgregadora de los distintos dialectos acabó por configurar lenguas distintas,
cuyos hablantes no eran ya capaces de entender el latín hablado por las personas cultas,
especialmente los clérigos (el Concilio de Tours 3n 819 ordena traducir los sermones a la rustica
Romana lingua).
Las lenguas románicas, nacidas del latín en Europa a principios de la Edad Media, se
extendieron a todo el mundo a partir de las conquistas de los siglos XV y XVI. En la actualidad se
hablan en: