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DESARROLLO INFANTIL

La metáfora es sugerente, pero puede conducir a una idea errónea y es que el organismo
es pasivo y está sometido siempre a fuerzas exteriores. En realidad, seria más exacto pensar
en un individuo que va caminando por los valles y que tiene alguna capacidad de elección,
aunque está constreñido por la forma del terreno y los factores ambientales.

En todo caso es el propio individuo el que va construyéndose a sí mismo a partir de los


elementos de que dispone y, por su puesto, esa construcción no es una actividad liberada y
consciente. El niño tiene disposiciones para interesarse por un entorno y para actuar sobre
él, y, según responda el entorno esas disposiciones se van a incrementar o se van a reducir.
Por eso el papel de los adultos es muy grande y e un gran valor, pues según como
respondan a las disposiciones que inicialmente tiene el niño así se va a producir el
desarrollo de éste. Si los adultos no responden las demandas del niño la interacción se
harán más y más débiles.

Si por el contrario los adultos responden prontamente, el niño continuará interaccionando


con ellos en formas nuevas y también podrá aprender muchas cosas más. Los adultos están
a su vez programados para responder a las demandas del niño y las madres son, en general,
muy eficaces criando a sus hijos.

BLOQUE II
Papalia. Et. al. “Desarrollo prenatal: tres etapas”; en: psicología del
desarrollo. Ed, MC. Graw-Hill. Pp. 105-131

Desarrollo prenatal: tres etapas 1

Una persona nacida en China, probablemente celebrará su cumpleaños en la fecha estimada


de su concepción y no en la de su nacimiento. Esta tradición China reconoce la importancia
de la gestación, el periodo de desarrollo de aproximadamente nueve meses (o 266 días)
entre la concepción y el nacimiento. Los científicos, también determinan la edad
gestacional desde la concepción.
¿Qué convierte un óvulo fecundado, o cigoto, en una criatura con una y un patrón
específicos? Investigaciones realizadas sugieren que un identificable de genes es el
responsable de esta transformación en los vertebrados, presumiblemente incluyendo a los
seres humanos. Estos genes en moléculas llamadas morfogenes, que se activan después de
la fundación y comienzan a esculpir brazos, manos dedos, vértebras, costicerebro y otras
partes del cuerpo (Echaland et. al 1993; Krauss, et. & Ingham, 1993; Riddle, Jonson, Laufer
& Tabin, 1993). Los científicos también esta aprendiendo acerca del ambiente al interior
del y sobre cómo éste afecta a la persona en desarrollo.
El desarrollo prenatal tiene lugar en tres etapas: germinal, embrionaria y fetal. Durante
estas tres etapas de gestación, el cigoto original unicelular crece hasta convertirse en un
embrión y luego en un feto. Antes y después del parto, los pasos del desarrollo se ajustan a
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dos principios fundamentales. El crecimiento y el desarrollo motor ocurren de arriba hacia


abajo y desde el centro hacia fuera.
El principio céfalo caudal (del griego y el latín, significa “de la cabeza a la cola”) dice que
el desarrollo avanza desde la cabeza hacia las partes inferiores del cuerpo. La cabeza, el
cerebro y los ojos de un embrión se desarrollan primero y son demasiado grandes hasta que
las otras partes lo igualan. A los dos meses de gestación, la cabeza del embrión ocupa la
mitad de la longitud del cuerpo. Para el momento del parto, la cabeza es sólo una cuarta
parte de la longitud del cuerpo pero aun es muy grande. De acuerdo con el principio
proximodistal (del latín, “cerca a lo lejos”), el desarrollo avanza de la partes cercanas al
centro del cuerpo hacía las exteriores. La cabeza y el tronco del embrión se desarrollan
antes que las extremidades, y los brazos y las piernas antes que los dedos.

Etapa germinal (desde la fecundación hasta la segunda semana). Durante la etapa


germinal, desde la fecundación hasta casi la segunda semana de edad gestacional, el óvulo
fecundado se divide y se hace más complejo, y el organismo en crecimiento se implanta en
la pared del útero.
Dentro de las 36 horas siguientes la fecundación, el cigoto unicelular entre en un periodo de
rápida división celular y duplicación, o mitosis (vèase capitulo 2). Setenta y dos horas
después de fecundado, se ha dividido entre 16 y 32 células; un día después tiene 64 células.
Esta división continua hasta que la célula única original se haya desarrollado en los 800,
000 millones o más células especializadas que conforman el cuerpo humano.
Al tiempo que el óvulo fecundado se está dividiendo, también se desplaza por la trompa de
Falopio hacia el útero, en una jornada de 3 o 4 días. Su forma cambia tomando la de una
esfera llena de fluido, un blastocisto, que flota libremente en el útero por uno o dos días y
luego comienza a implantarse (incrustarse) en la pared uterina. A medida que empieza la
diferenciación celular, algunas células en el borde del blastocisto se apiñan a un lado para
formas el disco embrionario, una masa delgada de células a partir de las cuales el embrión
comienza a desarrollarse. Esta masa ya se diferencia en dos capas; la capa superior, el
ectodermo, se convertirá en la capa exterior de la piel, las uñas, el cabello, los dientes, los
órganos sensoriales y el sistema nervioso, incluyendo el cerebro y la espina dorsal. La capa
interna, el endodermo, se convertirá en el aparato digestivo, hígado, páncreas, glándulas
salival aparato respiratorio. Más adelante se desarrollara una capa intermedia, el
mesodermo, que se convertirá en la capa interna de la piel, en esqueleto, aparato excretor y
sistema circulatorio.
Otras partes del blastocisto comienzan a convertirse en los órganos que nutrirán y
protegerán al niño por nacer: la placenta, el cordón umbilical y el saco amniótico. La
placenta, que cumple varias funciones importantes, estará conectada al embrión por medio
del cordón umbilical, a través del cual suministra oxigeno y nutrientes al bebe en
desarrollo, y remueve los desechos de su cuerpo. La placenta también ayuda a combatir
infecciones internas y le brinda al bebe en formación inmunidad ante diferentes
enfermedades. Produce las hormonas que mantienen el embarazo, prepara los senos de la
madre para la lactancia y eventualmente estimula las contracciones uterinas que expulsaran
al bebé del cuerpo de la madre. El saco amniótico es una membrana llena de fluido que
contiene al bebe en desarrollo, protegiéndolo y dándole espacio para que se mueva. El
trofoblasto, la membrana celular exterior del blastocisto (que se convierte en parte de la
placenta) produce estructuras delgadas semejantes a hilos que penetran el tejido de la pared

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uterina y permiten al organismo en desarrollo fijarse allí hasta que esté completamente
implantado en el tejido uterino.
Etapa embrionaria (desde la segunda hasta la octava semana). Durante la etapa
embrionaria, la segunda etapa de la gestación, entre las semanas 2 y 8, los órganos y los
principales sistemas del cuerpo –respiratorio, digestivo y nervioso- se desarrollan
rápidamente. Éste es un periodo crítico en el que el embrión es más vulnerable a las
influencias destructivas en el ambiente prenatal (vèase figura 3-2).
1

Un sistema o una estructura de órganos que se está desarrollando en el momento de la


exposición tiene mayor posibilidad de ser afectado; una estructura o un órgano que ya esta
formado corre menos peligro. Los defectos que se presentan más tarde en el embarazo tiene
la probabilidad de ser menos graves.
Los embriones con problemas más severos no suelen sobrevivir más allá del primer
trimestre, o periodo de 3 meses, de embarazo. Un aborto espontáneo, comúnmente llamado
pérdida, es la expulsión de un embrión o feto del útero, el cual no puede sobrevivir afuera
de éste. La mayoría de las pérdidas son el resultado de embarazos anormales; alrededor del
50% al 70% implican anormalidades en los cromosomas.
Las mujeres tienen más alto riesgo de pérdida si fuman, beben alcohol o café, si han tenido
abortos anteriores, presentan sangrado vaginal durante el embarazo, si tienen más de 35
años de edad o tienen anormalidades uterinas, problemas endocrinos o ciertas infecciones
(b.s. Apgar & Churgau,; Mishell, 1993). Los riesgos físicos de una mejor que tiene un
aborto son pequeños, pero en ocasiones puede presentarse una infección, una hemorragia o
una embolia (obstrucción de un vaso sanguíneo). Las mujeres mayores de 29 años y
aquellas que han tenido abortos en ele segundo trimestre tiene mayor probabilidad de
experimentar dichas complicaciones, al igual que aquellas que no tienen acceso a servicios
de salud, como en el caso de las madres solteras o de grupos minoritarios (B.S. Apgar
&Churgay, 1993; Berman, Mackay, Grimes & Binkin , 1985).
Los varones son más susceptibles que las mujeres a los efectos del estrés o “shock” prenatal
y están más propensos a ser abortados espontáneamente o a nacer muertos. De ese modo,
aunque se conciben alrededor de 120 a 170 hombres por cada 100 mujeres -un hecho que
se ha atribuido a una mayor movilidad de los espermatozoides portadores del cromosoma y
mas pequeño-solamente nacen 106 varones por cada 100 niñas. La mayor vulnerabilidad de
los hombres continúa después del nacimiento: muchos de ellos mueren en la etapa inicial de
su vida y en las edades en que son susceptibles a muchos desordenes. Como resultado, solo
hay 96 hombres por cada 100 mujeres en los Estados Unidos (departamento de Salud y
Servicios Humanos de los Estados unidos [USDHHS], 1996ª).
Parte de la explicación de la vulnerabilidad masculina puede ser que todos los cigotos
comienzan con el esquema del cuerpo femenino. El hecho de que los hombres padezcan
más alteraciones que las mujeres durante el desarrollo temprano cuanta, al menos, en parte
para sus tasas de supervivencia más bajas. Otras posibilidades son que el cromosoma Y
puede sostener genes peligrosos o que los sexos pueden tener diferentes mecanismos para
suministrar inmunidad a infecciones y enfermedades.

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Diane e. Papalia, Rally Wendkos olds, Ruth Duskin Feldman, Psicologia del desarrollo. Ed. Mac
Graw-hill, 2001 pp. 105-131
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Etapa fetal (desde la octava semana hasta el nacimiento). Con la aparición de las
primeras células óseas, alrededor de la octava semana, el bebe en desarrollo se encuentra en
la etapa feta, la etapa final de la gestación. Durante este periodo, el feto crece rápidamente.
Casi 20 veces su tamaño anterior, y los órganos y sistemas del cuerpo se vuelven más
complejos. Antes del nacimiento se alcanzan los “acabados” como las uñas de los dedos de
las manos y de los pies, y el desarrollo de los parpados.

Actividad fetal y ambiente fetal. Los fetos no son pasajeros pasivos en el vientre de la
madre. Ellos respiran, patean, giran, doblan sus cuerpos, dan saltos mortales, tuercen los
ojos, aspiran, cierran los puños, tienen hipo y succionan sus pulgares. No toda esta
actividad ocurre en el vació. Aunque el liquido amniótico se constituye en un amortiguador
de protección, “el feto está rodeado de un ambiente complejo con el que interactúa”,
asegurando por las paredes uterinas y el saco amniótico (Smotherman & Robinson, 1996, p.
426). Estas membranas elásticas restringen al feto pero también estimulan algunas clases de
movimiento.
El aislamiento del feto en el útero y su dependencia del cuerpo de la madre facilita el
estudio de los efectos de tipos específicos de estímulos. Gran parte de esta investigación se
ha hecho con ratas embarazadas (Smotherman & Robinson 1995,1996). Los fetos humanos
se pueden observar por ultrasonido, también llamado ecografía, un procedimiento medico
que utiliza ondas de alta frecuencia para detectar el aspecto de un feto y observar sus
movimientos. Nuevos instrumentos permiten controlar su ritmo cardiaco, los cambios en su
nivel de actividad, estados de sueño y actividad, y reactividad cardiaca. A través de estas
tecnologías, los científicos han aprendido mucho cerca del desarrollo fetal.
En un estudio, 34 fetos saludables fueron examinados con intervalos de 4 semanas desde la
vigésima semana de gestación hasta la terminación del embarazo (Di Pietro, Hodgson,
Costigan, Milton & Johnson, 1996). A medida que el tiempo avanzaba, tenía ritmos
cardiacos más lentos pero más variables y una mayor respuesta cardiaca ante los estímulos.
También manifestaban menos actividad, aunque está era más vigorosa, quizá como
resultado de la creciente dificultad de movimiento para un feto en crecimiento en un
ambiente restringido, lo mismo que por la maduración del sistema nervioso. Un “salto”
significativo en todos los aspectos del desarrollo feto parece ocurrir entre las 28 y 32
semanas, y puede reflejar un avance en el desarrollo del cerebro. También puede ayudar a
explicar por qué los bebés que nacen prematuramente a esta edad tienen más posibilidades
de sobrevivir y de criarse que aquellos que nacen antes de este periodo (vèase figura 3-3).
Inclusive dentro del útero, cada individuo es único. Los movimientos de los fetos son
diferentes y sus frecuencias cardiacas varían en regularidad y velocidad, hay marcadas
diferencias individuales en el nivel de actividad y también existen diferencias de género.
Un estudio que utilizo el acto cardiógrafo fetal que incluso puede detectar cambio muy
ligeros de movimiento, encontró que los fetos masculinos son más activos y tienden a
moverse más vigorosamente que los fetos femeninos durante la gestación, aunque unos y
otros tengan el mismo tamaño. Este hallazgo sugiere que la tendencia de los varones a ser
más activos que las niñas (vèase capítulo 7) puede ser, en parte, innata (Di Pietro,
Hodgson, Costigan, Milton & Johnson, 1996).
Con frecuencia, las mujeres que tienen más de un hijo observan diferencias en la actividad
fetal entre uno y otro embarazo. Un feto patea o golpea con el puño, otro se retuerce, y otro
más hace movimientos agudos y espasmódicos. Estas diferencias pueden predecir qué tan
activo, inquieto o resistente de manejar será un bebé durante su primer año de vida (Sontag,
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1966). Algunos de estos patrones parecen persistir hasta el final de la niñez y la edad
adulta, lo cual respalda la existencia del temperamento innato. En un estudio aparecieron
evidentes diferencias en el temperamento, alrededor de la semana 24 de gestación y
permanecieron estables a través del periodo prenatal, así como entre los tres y los seis
meses después del parto. Según sus madres, los infantes que se mueven más en el útero
tienden a ser más difíciles, impredecibles y activos, y menos adaptables, que los infantes
cuya actividad fetal fue más sosegada (Di Pietro, Hodgson, Costigan & Johnson, 1996). No
obstante, es posible que los reportes de las madres acerca del temperamento de sus infantes
estuvieran influenciados por lo que se percibió durante el embarazo. Ahora se hacen
intentos encaminados a confirmar estos resultados con evaluaciones hechas en laboratorio.

Discriminación sensorial fetal y aprendizaje fetal. Al comienzo de la semana 12 de


gestación, el feto aspira e inhala parte del líquido amniótico en donde flota. Este estímulo
puede afectar la formación de los sentidos del gusto y el olfato y puede contribuir al
desarrollo de la nariz, la lengua, el paladar, los pulmones, y otros órganos necesarios para la
respiración y la digestión. Una vez más, este proceso no es pasivo; las actividades de
respiración, digestión y eliminación del feto regulan la cantidad de líquido amniótico
circundante y su composición. Este fluido también contiene sustancias químicas que
atraviesan la placenta desde el torrente sanguíneo de la madre e ingresan en el del feto.
Todas estas sensaciones y experiencias pueden ayudar al desarrollo del cuerpo y del
cerebro (Mennella & Beauchamp, 1996ª; Ronca & Alberts, 1955; Smotherman &
Robinson, 1995, 1996).
Las células gustativas maduras aparecen alrededor de la semana 14 de gestación. El sistema
olfativo que controla el sentido del olfato, también está bien desarrollado antes del
nacimiento. Los sabores y olores de los alimentos que la madre consume pueden trasmitirse
al feto a través del líquido amniótico. Aun no está claro si el feto humano responde a
olores, pero los fetos roedores lo hacen. Si las preferencias de olor en el útero se relacionan
con las preferencias después de nacer, es algo que aun está por determinarse. La
experiencia prenatal no parece afectar significativamente las preferencias posteriores de
sabor, que parecen principalmente innatas (Bartoshuk & Beauchamp, 1994; Menella &
Beauchamp, 1996ª).
Un feto está expuesto continuamente a otras clases de estímulos sensoriales, incluyendo la
voz, los latidos cardiacos y las vibraciones del cuerpo de la madre. Los fetos responden a
estos estímulos, demostrando que pueden escuchar y sentir.
Estudios realizados hace por lo menos 60 años muestran fetos humanos, alrededor del
séptimo mes de gestación, que responden a sonidos de campanas y a vibraciones, y pueden
discriminar entre diferentes tonos (Bernand & Sontag, 1947; Lecanuet, Granier-Deferre &
Busnel, 1995; Sontag & Richards, 1938; Sontag & Wallace, 1934, 1936). En un
experimento, los investigadores accionaron un vibrador manual y pusieron la punta en el
abdomen de la madre. Justo en el lugar en donde estaba la cabeza del feto (confirmado por
ultrasonido). Después de poner a prueba a 60 fetos, encontraron que las primeras respuestas
ante el sonido y la vibración se presentaron alrededor de la semana 26 de gestación y
siguieron aumentando de manera sostenida durante las 6 semanas siguientes y llegaron al
máximo en la semana 32 (Kisilevsky, Muir & Low, 1992). La exposición fetal a los
sonidos, incluyendo sonidos del habla, puede acentuar la habilidad para procesados después
de nacer (Lecanuet Et. al., 1995). La familiaridad con la voz de la madre puede incluso
tener una función más elemental: ayudar a los recién nacidos a localizar la fuente e
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alimento. Infantes hambrientos, sin importar de que lado se les sostienen. Se voltean hacia
el pecho en la dirección de donde escuchan que procede la voz de la madre (Noirot &
Algeria, 1983, citando en RoveeCollier, 1996).
El hecho de que los fetos puedan discriminar lo que han escuchado demuestra que puede
aprender y recordar. Unos investigadores grabaron la voz de mujeres embarazadas que
leían tres historias diferentes: una era un resumen de The cat in the hat de Dr. Seuss; la
segunda, The dog in de fog, basada en la anterior pero con cambios importantes en los
sustantivos y la tercera era una historia que no tenia relación alguna con las anteriores.
Durante las últimas seis semanas de embarazo, las mujeres leyeron una de estas historias
un promedio de 67 veces. Al tercer día después de nacer, sus bebés succionaron más un
chupete que activaba una grabación de la historia que haba escuchado en el útero. Que los
chupetes que activan las grabaciones de las otras dos historias. Aparentemente, pues, los
infantes reconocieron la historia que habían escuchado en el vientre. Los bebes de un grupo
de control, cuyas madres no habían leído ninguna historia antes de nacer, respondieron por
igual a las tres grabaciones (De Casper & Spence, 1986).
En experimentos similares se encontró que recién nacidos de 2 a 4 días de edad prefieren
secuencias musicales y habladas que han escuchado antes de nacer. Tambien prefieren la
voz de la madre a la de otras mujeres, las voces femeninas a las masculinas, y el idioma de
su madre a otro diferente (De casper & FIFEC, 1980; De casper & Spende, 1986; FIFEC &
Moon, 1995; Lecanuet et, al. 1995; c. Moon, Cooper & FIFEC, 1993).
¿Cómo se sabe que estas preferencias se desarrollan antes y no después del nacimiento?
Para responder a esta pregunta, a unos bebés recién nacidos se les dio la oportunidad de
succionar para activa una grabación de la voz de la madre o una versión “filtrada” de su
voz, como se podría escuchar en el útero. Los recién nacidos succionaron con más
frecuencia para accionar la versión filtrada, lo cual sugiere que los fetos desarrollan una
preferencia por los tipos de sonidos que escuchan antes de nacer (FIFEC & Moon, 1995; C.
Moon & Fifer, 1990).

Desarrollo prenatal: peligros en el ambiente. La influencia dominante prenatal resalta la


importancia de proporcionar a un niño por nacer el mejor inicio posible para su vida. Hasta
hace muy poco los científicos comenzaron a tomar conciencia de algunas de las
innumerables influencias del ambiente que pueden afectar de manera negativa el organismo
en desarrollo. El papel del padre era prácticamente ignorado; hoy en día se sabe que varios
factores del ambiente pueden afectar el esperma del hombre y al hijo que concibe. Aunque
el papel de la madre ha sido reconocido desde mucho antes, investigadores aun sieguen
descubriendo peligros del ambiente que puedan afectar al feto. Algunos de estos hallazgos
han conducido a debates éticos sobre la responsabilidad de la mujer para evitar actividades
que puedan afectar a su futuro hijo (vèase sección 3-1).

Factores maternos. Como el entorno prenatal es el cuerpo de la madre, ella es la


principal responsable de las influencias iniciales en su futuro hijo. Prácticamente todo lo
que relaciona con el bienestar de la mujer, desde su alimentación hasta sus estados de
animo pueden alterar el ambiente de su hijo y afecta su crecimiento.
Gran parte de lo que se sabe sobre los peligros prenatales se ha aprendido a partir de
investigación con animales o mediante reportes de las madres después del nacimiento de
sus hijos, acerca de lo que comen mientras están embarazadas, las drogas que ingieren, la
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radiación a que estuvieron expuestas, las enfermedades que padecieron, etc. Amos métodos
tiene limitaciones. No siempre es seguro aplicar los resultados de animales a los seres
humanos, y las mujeres no siempre recuerdan lo que hicieron durante el embarazo. Debido
a consideraciones éticas, es imposible realizar experimentos controlados que puedan
aportar respuestas definitivas. No obstante, se sabe mucho acerca de o riegos de dichas
influencias prenatales.
Factores particulares del ambiente prenatal afectan al feto de manera distinta. Algunos
factores del ambiente que son teratogenicos (producen defectos de nacimiento) en algunos
casos han tenido poco efecto y en otros, ninguno. El momento en que se presenta un hecho
en el ambiente, su intensidad e interacción con otros factores puede ser relevante (vèase
figura 3-2).
La vulnerabilidad puede depender de un gen en el feto o en la madre. En un estudio se
encontró que fetos con una variante particular de un gen del crecimiento, llamado factor
alfa de transformación del crecimiento, tienen 6 veces más probabilidad de padecer de
paladar hendido si la madre fuma durante el embarazo y 9 veces más probabilidad si fuma
más de diez cigarrillos al día (S.J. Hwang et. al., 1995). Mujeres in el alelo anormal que
fuman por 10 menos 20 cigarrillos diarios tienen el más alto riesgo de dar a luz hijos con
paladar hendido, pero su riesgo es mucho mayor si el gen anormal está presente (G. M.
Shaw, Wasserman et. al. 1996). Del mismo modo, otras influencias sobre el desarrollo
prenatal pueden volverse multifactoriales.

Nutrición. Inclusive antes de quedar embarazada, la dieta de una mujer puede afectar la
salud futura de su hijo, una dieta bien balanceada durante el embarazo puede ser todavía
más vital. En la zona rural de Gambia, en África occidental, la gente que nace durante la
estación de “hambre” cuando los alimentos de la cosecha anterior están prácticamente
agotados, tiene 10 veces más posibilidad de morir en la edad adulta temprana que quienes
nacen en o tras épocas del año. Esto sugiere que la desnutrición durante el crecimiento fetal
puede tener efectos permanentes en el sistema inmunológico (S. E. Moore et. al. 1997).

Las mujeres necesitan comer más de lo usual durante el embarazo: por lo general de 300 a
500 calorías más por día, incluyendo proteínas extras (Winick, 1981). Las mujeres
embarazadas que aumentan de 22 a 46 libras tienen menos posibilidad de abortar o de tener
bebés muertos al nacer o cuyo peso sea peligrosamente bajo (Abrams & Parker, 1990).
Aumentar demasiado poco es más peligroso que aumentar en exceso. En parte, debido a las
presiones sociales para parecer delgadas, muchas madres embarazadas aumentan menos de
lo que deberían.
Las mujeres desnutridas que toman complementos dietéticos durante su embarazo tiene a
dar a luz infantes más grandes, saludables, activos y visualmente más alerta (J.1Brown,
1987; Vuori et. al. 1979); y las mujeres con bajos niveles de zinc en su sangre, que toman
suplementos diarios de este mineral, tienen menos posibilidad de tener hijos con bajo peso
al nacer y pequeña circunferencia craneana (Goldenberg, et, al. 11995). Sin embargo,
ciertas vitaminas (incluyendo A, B & D Y K) pueden ser peligrosas en cantidades
excesivas. Las mujeres que comen más de 15, 000 unidades de vitamina A en alimentos o
suplementos vitamínicos, especialmente antes de la séptima semana de embarazo, corren un
riesgo mayor de dar a luz bebés con anormalidades en la cabeza y en la cara, en el sistema

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nervioso central, el timo y el corazón. No obstante, esto no es válido páranlas mujeres que
toman betacaroteno, que el cuerpo convierte en vitamina A (Rothman et. al. 1995).
Sólo hasta hace poco descubrimos que el ácido fólico (una vitamina del grupo B) es de vital
importancia en la dieta de una mujer embarazada, desde tiempo atrás, los científicos sabían
que Chica tiene la incidencia más alta del mundo en cuanto a bebés con defectos en los
tubos neutrales de anencefalia y espina bifida (vèase tabla 2-1 en el capitulo 2), pero no fue
sino hasta 1980 que los investigadores relacionaron el hecho con el momento de la
concepción de los niños. Por tradición, las parejas chinas se casan en enero o febrero y
tratan de concebir tan pronto como les es posible. Esto significa que los embarazos se
presentan a comienzo del invierno, cuando las mujeres del campo tienen menos acceso a
frutas y vegetales frescos, importantes fuentes de ácido fólico.

Luego de que mediante un trabajo medico detectivesco se estableciera que la falta de ácido
fólico era la causa de los defectos en los tubos neurales, China se dedico de lleno a un
programa masivo para suministrar complementos de ácido fólico a las futuras madres
(Tyler, 1994). Ahora, en los Estados Unidos, a las mujeres en edad de concebir se les
recomienda encarecidamente incluir esta vitamina en sus dietas, incluso antes del embarazo
(american Academy of Pediatrics [AAP] Comité on Genétics, 1993). El aumento en el
consumo de ácido fólico en las mujeres tan solo en 4/10 de miligramo al día reduciría casi a
la mitad de la incidencia de defectos en los tubos neurales (Daly, Kirke, Molloy, Weir &
Scout, 1995).
Algunas investigaciones apuntan hacia un efecto multifactorial. Un estudio aleatorio en
Dublín, Irlanda, encontró que las mujeres que dieron a luz a bebés con defectos en los tubos
neurales eran mucho más propensas a haber heredado una cierta enzima defectuosa que las
madres de bebes normales. Esta enzima hace que el feto este expuesto a una sustancia
toxica, a que la madre ingiera grandes cantidades de ácido fólico. (Mills, Mc PARLIN,
Kirke, Lee & Conley, 1995).
Las mujeres obesas también son propensas a tener hijos con defectos en los tubos neurales.
Las mujeres que antes de quedar embarazadas, pasa más de 176 libras o tienen un índice de
masa corporal elevado (el peso en comparación con la altura) tienen más probabilidad de
tener hijos con esos defectos, a pesar de ingerir ácido fólico. La obesidad también aumenta
el riesgo de otras complicaciones en el embarazo como aborto, bebés muertos al nacer y
muerte neonatal (muerte durante el primer mes de vida) (Goldenberg & Tamura, 1996; G.
M. shaw, Velie & Sachaffer, 1996; Weler, Louis, Shapiro & Mitchel, 1996).

Actividad Física. El ejercicio moderado no parece poner en peligro los fetas de mujeres
saludables (carpenter et. al. 1988); una madre en embarazo puede trotar, montar bicicleta,
nadar o jugar tenis. Los ejercicios regulares evitan la constipación, mejoran la respiración,
la circulación, el tono muscular y la elasticidad de la piel lo cual contribuye a un embarazo
más confortable y a un alumbramiento más fácil y seguro.
Por lo general, el empleo durante la época del embarazo no requiere de ningún ajuste
especial. Sin embargo, condiciones de trabajo extenuante, fatiga ocupacional y horario y
largos pueden estar asociadas con un mayor riesgo de parto prematuro (Lucke e.t al. 1995).
Las indicaciones generales del american Collage of Obstetrics and Gynecology (1994)
estimulan a las mujeres con embarazos de bajo riesgo a guiarse por su propio animo y
capacidades. El camino más seguro parece ser el ejercicio moderado, sin presionarse, sin
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aumentar la frecuencia cardiaca por encima por de 150 y reduciendo lentamente el ejercicio
al finalizar cada sesión, en lugar de detenerlo abruptamente.

Ingesta de drogas. Casi todo lo que una mujer embarazada ingiere llega al útero. Las
drogas pueden cruzar la placenta, al igual que el oxigeno, el dióxido de carbono y el agua.
La vulnerabilidad es mayor en los primeros meses de gestación, cuando el desarrollo es
más rápido. Algunos problemas originados de exposición prenatal a drogas se pueden tratar
si su presencia en el cuerpo del bebé puede detectarse muy pronto.
¿Cuáles son los efectos sobre los niños del uso de drogas específicas, durante el embarazo?
Primero se estudiaran las drogas bajo prescripción médica, después el alcohol, la nicotina y
la cafeína, y finalmente las drogas ilegales de amplio uso como la marihuana, el opio y la
cocaína.
Drogas medicas: las drogas de prescripción medica que se consideran peligrosas incluyen
los antibióticos estreptomicina y tetraciclina las sulfanomidas; ciertos barbitúricos; los
opiáceos y otros depresores del sistema nervioso central; varias hormonas, incluyendo las
píldoras anticonceptivas progestina, dietiletilbestrol (DES), andrógenos y estrógenos
sintéticos; el Accutane, una droga que en ocasiones se prescribe para casos severos en acne,
e inclusive la aspirina. Los efectos pueden ser a nivel cognoscitivo, físico, y pueden durar
mucho tiempo. En un estudio, un grupo de hombres daneses entre los 34 y 36 años de
edad, cuyas madres haban tomado fenobarbito, el barbitúrico de mayor prescripción
medica, durante el embarazo (en especial durante el ultimo trimestre), tuvo puntajes
significativamente más bajos en inteligencia verbal con respecto a un grupo de control.
Proceder de un nivel socio económico más bajo o haber sido el producto de un embarazo
indeseado fueron aspectos que tendieron a magnificar el resultado negativo, demostrando
una interacción de factores del ambiente antes y después del nacimiento (Reinish, Sanders,
Mortensen, Psych & Rubin, 1995). El American Academy of Pediatrics (AAP) –committee
on Drugs (1994) recomiendo que no se prescriba ningún medicamento a las mujeres
embarazadas o en periodote lactancia a menos que sea indispensable para su salud o la de
su hijo.
Los efectos de tomar una droga durante el embarazo no siempre se manifiestan de
inmediato. A finales de la década de 1940 y a comienzos de la de 1950, la hormona
sintética dietiletilbestrol (DES) fue ampliamente prescrita (sin resultados, como se
comprobó) para prevenir el aborto. No fue sino hasta años más tarde, cuando las hijas de
mujeres que habían tomado DES durante el embarazo llegaron a la pubertad que una de
cada 1000 desarrollo una forma rara de cáncer cervical o vaginal (Melnick, Cole, Anderson
& Herbst, 1987). “las hijas del DES” también han presentado problemas para tener sus
propio hijos, con riesgos más altos de pérdida o parto prematuro (A. Barnes et al.” 1980).

Alcohol. Cada año, en los Estados unidos, más de 40,000 bebés nacen con defectos
relacionados con el alcohol. Como Abel Dorris, cerca de uno de cada 750 infantes sufre el
síndrome de alcoholismo fetal (SAF), una combinación de retraso en el crecimiento
prenatal y postnatal, malformaciones faciales y corporales, y desordenes del sistema
nervioso central. Los problemas con este último pueden incluir, en la infancia, baja
respuesta a la succión, anormalidades en las ondas cerebrales y perturbaciones del sueño; a
través de la infancia se presenta un lento procesamiento de la información, periodos de
atención cortos, inquietud, irritabilidad, hiperactividad, discapacidades del aprendizaje y
retardos motores.
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Algunos problemas del SAF se superan después del nacimiento; sin embargo, otros como el
retardo, las discapacidades del aprendizaje y la actividad, tienden a persistir hasta la edad
adulta. Infortunadamente, una educación o un ambiente general enriquecidos para estos
niños no parecen mejorar su desarrollo cognoscitivo (Spohr, willims & Steinhausen, 1993;
Streissguth et al. 1991; Strômland & Hellstrom, 1996).
El numero de niños afectados con SAF ha aumentado más de 6 veces desde 1979, llegando
a 6.7 por década 10,000 (centres for Disease Control and Prevention [CDC], 1995). Sin
embargo, no está claro si esto representa un incremento real en la cantidad de infantes con
alrededor de 10 más nacen con efectos de alcoholismo fetal. Esta condición menos severa
puede incluir retardo mental, retardo en el crecimiento intrauterino y anormalidades
congénitas menores.

Inclusive el consumo moderado del alcohol puede lesionar al feto. Uno o dos tragos al día
pueden aumentar el riesgo de retardo en el crecimiento (Milss, Graubard, Harley, Rhoads &
Berendes, 1984) y procesamiento lento de la información (Jacobson, Jacobson, Sokol,
Martier & Ager, 1993). Cuanto más beba la madre, mayor es el efecto. El consumo de
alcohol durante el embarazo se ha relacionado con la leucemia infantil (Shu et al, 1996) y
anormalidades en el hígado (c. A. Moore, Khoury & Liu, 1997).

El impacto del consumo de alcohol por parte de la madre en el desarrollo físico,


cognoscitivo y psicosocial del bebé demuestra la interrelación entre el terreno del
desarrollo y las influencias bidireccionales en la vida de un niño. El alcoholismo moderado
o excesivo durante el embarazo parece alterar el carácter del llanto en un recién nacido, un
identificador del estado de neurocomportamiento (igual sucede con quienes fuman
moderadamente durante el embarazo). Las perturbaciones en el funcionamiento
neurológico y del comportamiento pueden, a su vez, afectar a las interacciones sociales
tempranas con la madre, las cuales son vitales para el desarrollo emocional (Nugent, Lester,
Greene, Wieczorek-Deering & O’Mohony, 1996). Entre 44 madres blancas, de clase media,
que bebieron incluso en forma moderada, tuvieron bebés que eran más irritables al año de
edad que los bebés de las mujeres que no bebieron durante el embarazo. El llanto, los
gemidos y las paletas molestaban a las madres, infiriendo en la relación entre ellos. Estos
bebés también tendían a tener puntajes bajos en las pruebas de desarrollo cognoscitivo
(o’Connor, Sigman & Kasari, 1993).
Como no existe un nivel conocido de seguridad para beber durante el embarazo, es mejor
evitar el alcohol desde el momento en que una mujer comienza a pensar en concebir un hijo
hasta cuando deja de lactar a su bebé (AAP Committe on Substance Abuse, 1993).

Nicotina. ¿Qué tan peligrosa es a nicotina para un bebé antes del nacimiento? Un cálculo
con base en los datos de casi 100 estudios indica que fumar cigarrillos durante el embarazo
causa la muerte de casi 5600 bebés cada año en los Estados Unidos, al igual que 115,000
abortos. De las muertes, 1900 casos son por el síndrome de muerte infantil repentina
(SMIR), en el cual un infante con apariencia saludable se encuentra muerto
inesperadamente (vèase capítulo 5); los otros 3700 infantes mueren a la edad de un mes,
muchos de ellos porque son demasiado pequeños para sobrevivir. Se estima que fumar
durante el embarazo contribuye al nacimiento de 53,000 bebés bajos de peso (con menos de
51/2 lb. al nacer) anualmente y de 22,0002 que necesitan cuidado intensivo (DiFranza &
Lew, 1995). Además, las fumadoras embarazadas tienen un riesgo más alto que las no
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fumadoras de sufrir complicaciones que van desde hemorragias durante el embarazo hasta
la muerte del feto o el nacimiento del bebé muerto (Armstrong McDonald & Sloan, 1992;
Chomitz, Cheung & Liberman, 1995; Landesmarr Dwyer & Emmanuel, 1979; A: D:
McDonald, Armstrong & Sloan, 1991; Sexton & Habel, 1984). Las mujeres que dejaron de
fumar durante el embarazo tendieron a dar a luz bebés más pesados que aquellas que
siguieron fumando con la misma intensidad (Ti, Windsor, Pewrkins, Goldenberg & Lowe,
1993).
Como las mujeres que fuman durante el embarazo también tienden a hacerlo después del
parto, es difícil separar los efectos de la exposición prenatal y postnatal al cigarrillo. Un
estudio sobre el particular se hizo entre 500 recién nacidos, alrededor de 48 horas después
de nacer, mientras aun permanecían en la sala de maternidad del hospital para no
fumadoras (Stick, Burton, gurrin, Sly & LeSouef,1996). Los infantes cuyas madres habían
fumado durante el embarazo eran más pequeños y livianos y tenían un funcionamiento
respiratorio más deficiente que los bebés de las madres no fumadoras. Evidentemente, la
exposición al humo en el útero puede afectar de manera adversa el desarrollo pulmonar, lo
cual puede conducir a problemas respiratorios en la niñez y en la edad adulta.

Fumar en estado de gravidez parece tener casi los mismos efectos en los niños cuando
llegan a la edad escolar que cuando se bebe durante el embarazo: limites de atención
deficientes, hiperactividad, ansiedad, problemas de aprendizaje y comportamiento,
problemas lingüísticos y preceptúales, motores, CI bajos, nivel de escolaridad insuficiente y
difusión cerebral mínima (Landesman-Dwyer & Emmanuel, 1979; Milberg, Biederman,
Faraone, Chen & Jones, 1996, Naeye & peters, 1984; d. lo. Olds, Henderson & Tatelbaum,
1994ª, 1994b; Streissguth et. al. 1981; Wakschlag et al, 1997, Weitzman, Gortmaker &
Sobol, 1992; J. T; Wright et al. 1983). Es posible que fumar durante el embarazo pueda
alterar la estructura o el funcionamiento cerebral del niño, con efectos en el
comportamiento a largo plazo; que la exposición pasiva al humo del cigarrillo después de
nacer pueda afectar su sistema nervioso central; que fumar pueda alterar el comportamiento
de la madre, afectando de esa manera el de su hijo, o que las madres que fuman puedan ser
menos tolerantes ante el comportamiento de sus pequeños.

Cafeína. ¿Puede la cafeína que ingiere una mujer embarazada en el café, el te, las bebidas
colas o el chocolate causar problemas al feto? Un estudio sugiere que la cantidad de cafeína
de 1 ½ a 3 tazas de café al día pueden casi duplicar el riesgo un aborto, y más de tres tazan
podrían triplicarlo (infante-Rivard, Fernández; Gauthier, David & Rivard, 1993). Estos
resultados parecen estar en desacuerdo con los de otro estudio en donde se sugiere que
tomar hasta tres tazas de café al día durante el embarazo no aumenta el riesgo de aborto ni
el desarrollo fetal (Mills et. al. 1993).
Debido a que subsisten serios cuestionamientos sobre el particular, la administración de
Drogas y alimentos de los Estados Unidos recomienda que las mujeres embarazadas eviten
consumir alimentos, bebidas o drogas que contengan cafeína, o hagan muy
esporádicamente.

Marihuana. Los hallazgos acerca del consumo de marihuana por parte de mujeres
embarazadas son contradictorios. Parte de la evidencia sugiere que un consumo elevado
puede conducir a defectos de nacimiento. Un estudio canadiense encontró perturbaciones
neurológicas temporales, como temblores y sobresaltos, así como tasas más altas de niños
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con bajo peso al nacer en los hijos de mujeres fumadoras de marihuana (Fried, Watkinson
& William, 1984). Un estudio realizado en los Estados Unidos encontró que el uso de
marihuana antes y durante el embarazo estaba relacionado con la leucemia linfoblástica
aguda, un cáncer infantil, quizá debido a contaminación de las hojas de la cannabis con
pesticidas (Robinson et al. 1989).
En Jamaica (indias occidentales), en donde la marihuana es común, investigadores que
analizaron el llanto de infantes concluyeron que el uso intensivo de marihuana por parte de
la madre afecta al sistema nervioso de su hijo (Lester & Roer, 1989). De otro lado, en otro
estudio, infantes con tres días de edad, hijos de mujeres que habían consumido marihuana
antes del embarazo, no mostraron ninguna diferencia con un grupo de control de recién
nacidos que no habían estado expuestos a la sustancia, y a la edad de un mes, los bebés
expuestos eran más atentos y sociables, y menos irritables (Dreher, Nugent & hidgins,
1994). Loa autores de este estudio sugieren que la mujeres del área rural de Jamaica que
fuman marihuana parecen ser más educadas, perciben ingresos más altos y viven con más
adultos en sus casas, y que estos factores se pueden combinar con el fin de crear un
ambiente favorable para la crianza del niño. Por lo tanto, los científicos no pueden buscar
un factor único, como el uso de la marihuana, de manera aislada, sino que deben explorar
el contexto cultural en donde ocurre. No obstante, la vía más segura para las mujeres en
edad de criar a sus hijos es no fumar marihuana.

Opiáceos. Las mujeres adictas a la morfina, heroína y codeína tienen más probabilidad de
dar a luz hijos prematuros y adictos a las mismas drogas que ellas consumen y sufran los
efectos de la adicción por lo menos hasta la edad de 6 años. Los recién nacidos adictos son
intranquilos e irritables, u a menudo sufren de temblores, convulsiones, fiebre, vómitos,
dificultades respiratorias e incluso la muerte (Cobrinnick, hood & Chused, 1959; Henly &
Fitch, 1966; Ostrea & Chávez, 1979). A medida que los bebés crecen, lloran con
frecuencia, son menos atentos y tienen una menor capacidad de respuesta que otros infantes
(Strauss, Lessen –Firestone, Starr & Ostrea, 1975). En la niñez temprana, estos chicos
pesan menos, son más pequeños y menos adaptados, y sus puntajes en habilidades de
aprendizaje y perceptivas son bajos (G: Wilson McCreary, Kean & Baxter, 1979). Más
adelante, estos niños tienden a registrar a bajos resultados escolares, a ser inusualmente
ansiosos en situaciones sociales y a tener problemas ara hacer amigos (Householder,
Hatcher, Burn & Chasnoff, 1982).

Cocaína. El uso de cocaína parece inferir con el flujo de la sangre a través de l placenta y
puede actuar sobre los químicos del cerebro fetal y causar problemas neurológicos y de
comportamiento. El uso de cocaína en una mujer embarazada esta asociado con un riesgo
más alto de aborto espontáneo, nacimiento prematuro, bajo peso al nacer y circunferencia
craneana pequeña. Por lo general, los “bebés de la cocaína” no son tan atentos como otros
bebés y tienen mayor capacidad de respuesta, bien sea emocional o cognoscitiva; o pueden
ser más excitables y menos capaces de regular sus patrones de sueño-actividad (Alessandri,
Sullivan, Imaizumi & Lewis, 1993; Kliegman, Madura, Kivi, Eisenberg & Yamashita,
1994; B. Lester et al. 1991; Narpiokowski et al. 1996; 1 T. singer et al. 1994 E.Z. Tronick,
Fran, Cabral, Mirochnick & Zuckerman, 1996; B. Zuckerman et al. 1989).

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Como recién nacidos, tienden a sonreír menos, a ser más irritables y menos fáciles de
consolar, y succionar con más intensidad, lo que puede relacionarse con problemas
tempranos de alimentación (R.B. Phillips, Sharma, Premachandra, Vauhn & Reyes-Lee,
1996). Pueden manifestar una actividad motriz deficiente (Fetters & Tronick, 1996) o
excesiva, así como tensión muscular extrema, movimientos espasmódicos, sobresaltos,
temblores, arqueo de la espalda hacia tras, incapacidad para seguir un objeto con los ojos o
para girar en dirección del sonido de un cascabel y otros signos de estrés neurológico
(Napiorkowski et. al. 1996). Algunos de estos patrones de comportamiento pueden deberse
a los efectos combinados del uso materno de cocaína y otros signos, como alcohol y
marihuana (Napiorkowski et al. 1996 e.z Tronick et al. 1996).
El impacto trascendental de la cocaína ejemplifica la interconectividad del desarrollo y sus
influencias bidireccionales. Las razones psicologicas que tiene la madre para usar cocaína –
que, luego la afecta física, cognoscitiva y emocionalmente- produce efectos en su bebé en
estos tres campos. La reacción inicial de un bebé ante la droga puede convertirse en
frustración para la madre e inferir en su habilidad para establecer una relación cercana de
cuidado con su hijo. Es poco probable que el comportamiento letárgico o irritable de un
infante afectado por la cocaína inspire sentimientos cariñosos. A menudo, como los padres
adictos son irritables y menos capaces de manejar a un niño difícil que la mayoría de lo
padres, pueden abusar de su bebé o descuidado, haciendo menos probable que el infante se
recupere de los efectos iniciales de la droga (R:B: Phillips, et. al. 1996). Con frecuencia,
los niños de las madres adictas enfrentan otros riesgos del ambiente como pobreza, hogares
inestables, cuidado personal inadecuado y otros factores del estilo de vida que pueden
contribuir a sus problemas (Fetters & Tronick, 1996; E. Z. Tronick et. al. 1996).
El comportamiento propio de los niños continúa afectando su progreso cognoscitivo y
emocional. Por ejemplo, una investigación sugiere que la exposición prenatal a la cocaína
afecta la habilidad para regular la atención (Mayes, Granger, Frank, Schotrenfeld &
Bornstein, 1993); y un lapso de atención muy corto infiere en el aprendizaje. Más adelante,
las destrezas organizacionales y de lenguaje así como el vinculo emocional pueden alterarse
(Azuma & Chasnoff, , 1993; Hawley & Disney 1992). En la niñez temprana, muchos de
estos niños tienen problemas afectivos con sus padres, para hacer amigos y para jugar
normalmente (B. M. lester et. al. 1991). Sin embargo, algunos estudios han demostrado la
resistencia de infantes expuestos a la cocaína. Con frecuencia, especialmente si ellos han
tenido un buen cuidado prenatal, pueden recuperarse ganando peso, estatura y
circunferencia craneana al año de edad (avine, Joyce & Anderson, 1993, 1993; Weathers,
Crane, Sauvian & Blackhurst, 1993).

Infección con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y sida. El síndrome de


inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es una enfermedad causada por el virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH), que socava el efectivo funcionamiento del sistema
inmunológico. Un feto puede resultar infectado con el VIH si la madre padece de sida o si
tiene el virus en su sangre. El contenido de la sangre de la madre llega al torrente sanguíneo
del feto a través de la placenta. Después de nacer, el virus puede transmitirse a través de la
leche materna.
A veces en la prevención, detección y tratamiento de la infección con VIH en infantes
incluyen el uso exitoso de la droga zidovudina, comúnmente conocida como AZT, para
reducir la transmisión, el reconocimiento de que las mujeres con VIH no deben amamantar
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y la disponibilidad de nuevas drogas para tratar a neumonía ocasionada por el sida. Las
probabilidades de que una mujer infectada transmita el virus a su bebé durante el embarazo
pueden reducirse en cerca de los tercios, del 14% al 15%, al suministrarle AZT (Mayaux
et. al,. 1997). La American Academy of Pediatrics (AAP) recomienda que a todas las
mujeres embarazadas se les de la oportunidad de hacerse la prueba de manera voluntaria y
confidencial (AAP Provisional Committé on Pediatrics AIDS, 1995).
Las posibilidades para los niños infectados con VIH han mejorado. Investigaciones actuales
indican que el progreso de la enfermedad al menos en algunos de los niños, no es tan rápido
como se pensaba previamente, inclusive sin tratamiento. Aunque algunos desarrollan
totalmente el sida durante el primer o segundo año de vida, otros viven durante años sin
verse, aparentemente, muy afectados si es que lo están (European Collaborative Study,
1994; Nozyce et al. 1994). N reciente estudio sugieren que la mutación de un gen puede
reducir el avance del sida (Misrahi et al. 1998). Sin embargo, esto también significa que los
niños infectados que parecen saludables no pueden diagnosticarse en etapas tempranas.

Un estudio observó a 197 niños quienes seguían con vida 8 años después de haber sido
infectados, bien al nacer o por transfusiones sanguíneas durante el primer mes de vida, y de
los cuales, 9 de cada 10 habían recibido tratamiento. Casi la mitad de los niños (48%) había
desarrollado condiciones relacionadas con el sida, como inflamaciones de los pulmones o
infecciones bacterianas recurrentes; un 20% no mostró progreso de la enfermedad o
virtualmente ninguno; y el resto estaba en diferentes etapas de avance (Nielsen et. al 1997).
En un estudio más pequeño de 42 niños y adolescentes, con edades entre los 9 y los 16
años, quienes habían inquirido el VIH antes de nacer, 10 de los jóvenes –casi 1 de cada 4-
estaban viviendo sin síntomas y tenían relativamente intacto el sistema inmunológico
(Grubman et al. 1995). La mayoría de los jóvenes restante, que tenían sida o síntomas
crónicos relacionados con el VIH que afectaban de manera significativa su vida diaria, no
demostraron los signos sino hasta después de los 4 años de edad. Casi tres cuartas partes del
total del grupo asistían a actividades escolares regulares y el resto estaban vinculados a
programas de educación especial.

Otras enfermedades de la madre. Algunas enfermedades durante el embarazo pueden


tener graves consecuencias en el desarrollo del feto. Sin embargo, los avances médicos han
reducido los riesgos de muchas enfermedades graves, por lo menos entre las mujeres con
acceso a una buena atención médica, mientras que otras pueden prevenirse con vacunas.
Mediante pruebas puede determinarse si una mujer embarazada y su hijo en gestación
pueden haber sido infectados por un virus o parásito y, en caso afirmativo, puede tratarse a
la madre. Si se contrae la rubéola (sarampión alemán), antes de la semana 11 de embarazo,
es casi seguro que causara sordera y defectos cardiacos en el bebé. Sin embargo, entre las
semanas 13 y 16, las posibilidades de estos efectos son sólo de 1 entre 3, y después de la
semana 16 son casi nulas (E. Millar, Cradock-Watson & Pollock, 1982). Tales defectos son
raros en esta época ya que a la mayoría de los niños se les vacuna contra esta enfermedad,
haciendo improbable que una mujer embarazada pueda contraerla. Antes del embarazo
puede determinarse si la mujer embarazada es inmune o no, mediante una prueba de sangre;
en caso negativo puede vacunarse.
Diabetes, tuberculosis y sífilis pueden causar problemas en el desarrollo fetal, y la gonorrea
y el herpes genital pueden tener efectos en el bebé al momento del parto. La incidencia del
virus del herpes simple genital (VHS) ha aumentado entre los recién nacidos, quienes
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pueden adquirir la enfermedad a través de la madre o del padre, o poco después de nacer
(Sullivan-Bolyai, Huil, Wilson & Corey, 1983). Los recién nacidos con VHS pueden
padecer de ceguera y otras anormalidades, o morir.
Una infección benigna llamada toxoplasmosis, causada por un parásito que anida en el
cuerpo de vacas, ovejas y cerdos y en el tracto intestinal de los gatos, no suele producir
ninguna clase de síntomas o a lo sumo similares a los del resfriado común. Sin embargo, en
una mujer embarazada puede causar daño cerebral. Ceguera o muerte del bebé. Para evitar
la infección, las madres embarazadas no deben coger o alimentar gatos o limpiar su cama;
no deben comer carne que no este en óptima condiciones de higiene y cocción, y no deben
manipular tierra en donde los gatos entierren sus heces.

Los futuros padres deben tratar de evitar todo tipo de infecciones: resfriados comunes,
flujos, infecciones vaginales o del tracto urinario u enfermedades de transmisión sexual, en
la medida de lo posible. El padre puede transmitir alguna infección a la madre que puede
tener efectos fatales, si la mujer contrae una infección, debe ir oportunamente al medico
que este tratando su embarazo.

Edad de la madre. ¿Qué riesgos implica para la madre y el bebé, la edad de la mujer? Las
mujeres embarazadas de más edad están más propensas a padecer complicaciones y
posiblemente un mayor riesgo de muerte debido a diabetes, presión arterial alta o
hemorragias severas. Además, hay una mayor probabilidad de aborto, parto prematuro,
retardo en el crecimiento fetal, muerte del feto o defectos del nacimiento. Sin embargo,
debido a la difusión de lo métodos de diagnostico para detectar defectos fetales, el
nacimiento de fetos con malformaciones ha disminuido (F.G, Cunningham &% Leveno,
1995). En un hospital de Montreal, aunque la tasa de mortalidad fetal ha descendido desde
1961, para mujeres de todas las edades, el riesgo de nacimiento de fetos muertos sigue
siendo más alto ara las mujeres mayores de 35 años de edad. No obstante, en cifras
absolutas, el riesgo de muerte fetal entre las madres de más edad es bajo: cerca de 3 por
1000, en comparación con la cifre de 6 por 1000 cuando la mujer tiene 35 años o menos
(Fretts Schmittdiel, McLean, Usher & Goldman, 1995). Para futuras madres de más edad,
que son básicamente saludables, estos resultados son alentadores (los riesgos para
adolescentes embarazadas se estudian en el capitulo 16).

Incompatibilidad de los tipos de sangre. La herencia puede interactuar con el ambiente


prenatal para causar incompatibilidad entre el tipo de sangre de la madre y del bebé, por lo
general debido al factor Rh, un proteína que se encuentra en la sangre de la mayoría de las
personas. Cuando la sangre de un feto contiene esa proteína (es Rh-positivo) pero la sangre
de la madre no (es Rh-negativo) los anticuerpos de la sangre de la madre pueden atacar al
feto. El resultado puede ser aborto o nacimiento del feto muerto, ictericia, anemia,
problemas cardiacos, retardo mental o muerte poco después del nacimiento. Usualmente el
primer bebé con Rh-positivo de una madre Rh-negativo no se ve afectado, pero con cada
embarazo posterior el riesgo es cada vez mayor. La aplicación de una vacuna a una madre
con Rh-negativo dentro de los tres días posteriores al nacimiento o al aborto, evitara que el
cuerpo de la madre forme anticuerpos por la incompatibilidad de Rh pueden recibir
transfusiones de sangre, en ocasiones inclusive antes de nacer.

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Peligro del ambiente exterior. Químicos, radiación, condiciones extremas de calor o


humedad y otros peligros de la vida moderna pueden afectar el desarrollo prenatal. Los
infantes, expuestos en el vientre a altos niveles de plomo, obtienen calificaciones más
bajas en pruebas de destreza cognoscitivas con respecto a aquellos expuestos a niveles
bajos moderados (Bellinger, Leviton, Watermaux, Needleman & Rabinowitz, 1987;
Needleman & Gatsonis, 1990). Los niños expuestos a metales pesados antes de nacer tienen
índices más altos de enfermedades en la niñez y niveles de desempeño más bajos en
pruebas de inteligencia para infantes (M. Lewis, Worobey, Ramsay & McCormack, 1992).
Las mujeres que trabajan con sustancias químicas, utilizadas en la fabricación de chips
semiconductores, tienen dos veces más posibilidad de aborto que otras clases de
trabajadores (markoff, 1992).

Químicos llamados bifenilos policlorados (BPC) afectaron a muchos niños nacidos antes
de que prohibieran estas sustancias. Entre 212 niños de Michigan, nacieron entre 1980 y
1981, aquellos cuyas madres comieron pescado contaminado del lago de Michigan tuvieron
Cl. más bajos a la edad de 11 años que en el caso de los hijos de mujeres que no lo
consumieron (J.L. Jacobson & Jacobson, 1996). La memoria y la atención fueron
particularmente afectadas. Los niños con el mayor índice de exposición da los BPC eran
tres veces más propensos a registrar Cl. bajos con relación a quienes no estuvieron
expuestos, y el doble de posibilidad de un retraso, por lo menos de dos años, en
comprensión de lectura. Aparentemente, la etapa fetal es pues periodo critico para el
desarrollo cerebral, cuando estas sustancias pueden tener un efecto de detrimento a largo
plazo.

La radiación puede causar mutaciones en los genes. La radiación nuclear afectó a los
infantes japoneses después de las explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki
(Yamazaki & Schull, 1990) y a infantes alemanes después de la explosión de la planta de
Chernobyl en la Unión Soviética (West Berlin Human Genetics institute, 1987). La
exposición uterina a la radiación ha estado ligada a mayores riesgos de retardo mental,
tamaño pequeño de la cabeza, malformaciones de los cromosomas, síndrome de Down,
apoplejía y bajo desempeño en las pruebas de Cl. y en el estudio. El periodo crítico parece
estar entre las semanas 8 y 15 después de la fecundación (Yamazaki & Schull, 1990).
Como el daño más grave parece presentarse al comienzo del embarazo, la exposición a la
radiación debe evitarse, en especial durante los tres primeros meses (Kleinman, Cooke,
Machain & Kessel, 1983).

Factores paternos. También el padre puede transmitir defectos, a menudo causados por el
ambiente. La exposición de un hombre al plomo, al humo de la marihuana o del tabaco, a
grandes cantidades del alcohol o a radiaciones, DES, o a ciertos pesticidas puede dar como
resultado la producción de espermatozoides anormales (R. Lester & Van Theil, 1997). Los
hijos de hombres que trabajan en las áreas eléctrica o electrónica, mecánica automotriz,
minería, tipografía, trabajadores de molinos de pulpa de madera o de papel, o en la industria
aeronáutica tiene mayor posibilidad de desarrollar tumores en el sistema nervioso que los
hijos de otras clases de trabajadores (M.R. Spitz & Johnson, 1985). Los padres cuya dieta
es baja en vitamina C tienen más probabilidad de tener hijos con defectos y con ciertos
tipos de cáncer (Fraga et al. 1991).

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Un factor peligroso del ambiente en la madre y el hijo es la nicotina en un padre fumador.


Un estudio reveló que los bebés de padres fumadores eran bajos de peso al nacer, en una
relación de casi 4 onzas por cajetilla de cigarrillos diaria fumada por el padre, o su
equivalente en cigarros o pipa (D.H. Rubin, Krassilnokoff, Leventhal, Weile & Bergwt,
1986). Es otro estudio se encontró que los hijos de hombres que fumaban eran dos veces
más propensos a desarrollar cáncer en la edad adulta que otros niños (Sandler, Everson,
Wilcox & Browder,, 1985).
En esos estudios resulta difícil distinguir entre la exposición antes del parto y durante la
niñez, y entre el consumo del padre y el de la madre. Para evitar este ultimo problema,
investigadores decidieron hacer un estudio en Sanghai, China, en donde muchos hombres y
pocas mujeres fuman. El estudio encontró una fuerte conexión entre el consumo del padre
fumador y el riesgo de cáncer en la niñez particularmente leucemia aguda y linfoma. El
riesgo aumentaba con la cantidad de cigarrillo y el tiempo que había estado fumando (Ji. Et
al. 1997).

El uso de cocaína por parte del hombre puede causar defectos de nacimiento en sus hijos.
La cocaína parece atacar los espermatozoides y éstos al óvulo llevando consigo cocaína al
momento de la concepción. Otras toxinas, como le plomo y el mercurio, pueden “viajar” en
el esperma de la misma manera (Yazigi, Odem & Polakoski, 1991). Una ruta para la
transmisión de cocaína de los espermatozoides al bebé puede encontrarse en la madre.
Cuado una mujer que consume cocaína tiene relaciones sexuales, el esperma del hombre
puede absorber la droga en el aparato reproductor de la mujer y llevarla al óvulo.
Una edad paterna tardía (al final de los 30 años) se asocia con aumento en condiciones raras
severas, incluyendo el síndrome de Marfan (deformidades de la cabeza y las extremidades),
enanismo y malformación de los huesos (G. Evans, 1976). La edad avanzada del padre
también puede ser un factor en cerca del 5% de los casos de síndrome de Down
(Antonarakis & Down síndrome Collaborative Group, 1991). Más células incrementarse
con la edad paterna, por consiguiente, los padres de mayor edad pueden ser una fuente
significativa de defectos de nacimiento en sus hijos (Crow, 1993, 1995).

Control del desarrollo prenatal. No hace mucho tiempo, caso que la única decisión que
los padres tenían que tomar con respecto a sus bebés antes de nacer era la de concebir; la
mayor parte de lo que ocurriría en los meses siguientes estafuela de su control. Ahora,
existe una serie de herramientas para evaluar el progreso y bienestar del futuro bebé. De
acuerdo con estos avances se está haciendo muchos énfasis en la importancia del cuidado
prenatal tempranos (vèase sección 3-2 sobre predicciones acerca de la valoración prenatal y
el cuidado en el siglo XXI).

Técnicas de valoración prenatal. El desarrollo prenatal normal es la de la regla principal,


sin lugar a dudas. La mayoría de las mujeres se sienten bien durante el embarazo, tanto
física como emocionalmente, y su embriones y fetos se desarrollan normalmente. No
obstante, necesitamos ser consientes de las muchas formas como el desarrollo puede
desviarse y de la mejor manera de evitar esos problemas. Técnicas para controlar el
desarrollo fetal, junto con un creciente conocimiento de las formas para mejorar el mundo
prenatal del niño, harán el embarazo un motivo de preocupación mucho menor que en
épocas anteriores. El acceso al diagnostico prenatal sobre defectos de nacimiento, justo con

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la disponibilidad legal para abortar y la posibilidad de la terapia fetal, han animado a


muchas parejas con historiales médicos complicados a darse una oportunidad para concebir.

Ultrasonido o ecografía. Algunos padres ven a su bebé por primera vez en un


monograma. Como se mencionó antes en este capitulo, la imagen del útero, el feto y la
placenta se crea por ultrasonido, ondas sonoras de alta frecuencia dirigida hacia el abdomen
de la madre. El ultrasonido suministra imágenes más claras de un feto en el útero con poca
o ninguna incomodidad para la madre. El ultrasonido se utiliza para medir el crecimiento
fetal, juzgar la edad gestacional, detectar embarazos múltiples, evaluar anormalidades
uterinas, detectar anormalidades estructurales importantes den el feto y determinar si un
feto ha muerto, así como para orientar procedimiento, como la amniocentesis. Los
resultados del ultrasonido pueden sugerir que otros procedimientos se necesitan.

El uso del ultrasonido es cada vez más común; hacia 1995, el 61 % de las madres que han
dado a luz lo utilizaron, en comparación con un 48% en 1989 (ventura, Martín, curtin &
Mathews, 1997). Sin embargo, la expiración por ultrasonido no parece reducir la muerte
fetal o neotal (Ewinman et al. 1993). Por lo tanto, no parece haber razón para usarla en
embarazos de bajo riesgo, especialmente desde que algunas investigaciones sugieren que el
uso repetido del ultrasonido puede afectar el crecimiento fetal (Newnham, Evans, Michael,
Stanley & Landau, 1993).

Amniocentesis. En la amniocentesis se extrae y analiza una muestra del liquido amniótico


que rodea al feto (vèase figura 3-4). Este fluido contiene células fetales y su análisis
permite a los médicos detectar la presencia de casi un centenar (entre 4000) de defectos
genéticos, todos los desordenes reconocidos en los cromosomas y otros problemas,
incluyendo defectos en los tubos neurales. La amniocentesis, como el ultrasonido también
puede revelar el sexo del feto, lo cual puede ayudar a diagnosticar desordenes relacionados
con el sexo. En algunas culturas en donde se calora el nacimiento de hijos varones, el
procedimiento se ha utilizado para la “selección sexual” de los bebés antes de nacer (vèase
sección 3-3).
La amniocentesis es mucho menos común que el ultrasonido; solamente el 3.2% de las
madres con bebes que nacen vivos la utilizaron en 1995 (ventura et al. 1997). Se
recomienda para mujeres embarazadas con más de 35 años de edad, y en el caso de que la
mujer o su pareja sean portadores reconocidos de enfermedades como Tay-Sachs y la
anemia de células falciformes, o si en el historial familiar hay condiciones conocidas del
síndrome de Down, espina Mida, incompatibilidad de Rh y distrofia muscular.
Aunque por lo general la amniocentesis se considera segura, confiable y precisa, un estudio
en gran escala encontró un riesgo ligeramente más alto de aborto en las mujeres que se
sometieron al procedimiento (Tabor et al. 1986). La amniocentesis suele hacerse entre las
semanas 15 y 18 de embarazo; quienes se someten a ella antes de este tiempo pueden
aumentar en gran medida el riesgo de aborto, que es más común durante el primer
trimestre. Un estudio canadiense aleatorio encontró un 7.60/0 de pérdidas fetales cuando la
amniocentesis se hizo entre las semanas 11 y 12 de gestación, en comparación con un 5.9%
cuando está se realizó entre las semanas 15 y 16. También hubo una mayor incidencia de
deformidades en los pies (Canadian early and Mid-Trimestrer Amniocentesis Trial
[CEMAT] Group, 1998). En otro estudio canadiense, los bebés puestos a prueba no eran
más propensos a prestar problemas relacionados con inteligencia, lenguaje o
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comportamiento que los de control. Sin embargo, parecían tener un riesgo levemente más
alto de infecciones del oído y anormalidades en el oído medio, aunque su audición no
estaba afectada (Finegan, et al, 1990).

Muestra de vello corionico (MVC). En la muestra del vello corionico (MVC) se toma
tejido de las extremidades de los vellos proyecciones similares a cabellos de la membrana
que envuelve el feto, las cuales están formadas por células fetales –para determinar la
presencia de defectos y desordenes de nacimiento. Este procedimiento se puede realizar
entre las semanas 8 y 13 de gestación (más temprano que la amniocentesis) y su resultados
se obtienen más pronto (casi al cabo de una semana). Sin embargo, un estudio encontró que
existe casi un 5% más de posibilidad de aborto o de muerte neonatal después de la prueba
de MVC que después de la amniocentesis. Además, los diagnósticos con MVC pueden ser
ambiguos, de modo que las mujeres de todas maneras de la amniocentesis (D’Alton &
DeChemey, 1993).

Embrioscopia. La embrioscopia, inserción de un microscopio delgado para ver dentro del


abdomen de una mujer embarazada, puede suministrar una perspectiva clara del embrión
alrededor de la sexta semana. El procedimiento es prometedor para el diagnostico y
tratamiento temprano de anormalidades embrionarias y fetales (Quintero, Abuhamad,
Hobbins & Mahoney, 1993)

Diagnóstico de preimplantación genética. El diagnostico de preimplantación genética


puede identificar defectos genéticos en embriones de cuatro a ocho celular, concebido
mediante fertilización in Vitro (vèase capitulo 2) y que no se han implantado en el útero de
la mujer. En un estudio, los investigadores extrajeron y examinaron una sola célula para
determinar la fibrosis cistica (Handyside, Lesko, Trin Winston & Hughes, 1992). Los
embriones defectuosos no se implantaron.

Muestra de sangre del cordón umbilical. Al insertar una aguja delgada en los vasos
sanguíneos del cordón umbilical bajo la guía de técnicas de ultrasonido, los medico pueden
tomar muestras de la sangre de un feto. Luego, pueden hacer un recuento de hematíes,
examinar la función del hígado y evaluar otras funciones diferentes del organismo. Este
procedimiento, llamado muestra de sangre del cordón umbilical o muestra de sangre fetal,
puede mostrar la presencia de infecciones, anemia, ciertos desordenes metabólicos e
inmunodeficiencias y fallas cardiacas, y parece prometedor para identificar otras
anomalías. Sin embargo, esta técnica está asociada con abortos, sangrado por el cordón
umbilical, trabajo anticipado de parto e infecciones (Chervenak, Isaacson & Mahoney,
1986; Kolata, 1988). Solamente se debe usar cuando la información de diagnóstico no se
pueda obtener por medios más seguros (D’Alton & DeChemey, 1993).

Pruebas de la sangre materna. Una muestra de sangre tomada de la madre entre las
semanas 16 y 18 de embarazo puede determinar la cantidad de fetoproteína alía (FT A) que
contiene. Esta prueba de sangre materna es apropiada para las mujeres con riesgo de tener
hijos con defectos en la formación del cerebro o la espina dorsal, como la anencefalia o la
espina bifida que pueden detectarse mediante niveles altos de FPA. Para confirmar o
rechazar la presencia de condiciones sospechosas, pueden realizarse pruebas de ultrasonido
o amniocentesis, o las dos.
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Las pruebas de muestras de sangre tomadas entre las semanas 15 y 20 de gestación pueden
predecir cerca del 60% de los casos de síndrome de Down. El diagnostico puede entonces
conformarse por amniocentesis (Haddow et al. 1992). Esta prueba resulta muy importante
para mujeres menores de 35 años, quienes conciben 80% de los bebes con síndrome de
Down. Sin embargo, usualmente no se les practica la amniocentesis. Las pruebas se sangre
pueden identificar portadores de enfermedades como la anemia de células falciformes, la
enfermedad de Tay-Sachs y talasemia y también pueden revelar el sexo de un feto (lo. Et.
al. 19989).

El recién nacido 2
Diane E. Papalia, Rally Wendkos Olds, Ruth duskin Feldman

Un recién nacido o neonato es, en un sentido extreme, un inmigrante. Después de luchar a


través de un difícil paso, el recién llegado se enfrenta con mucha más que aprender un
lenguaje y unas costumbres. Un bebé debe comenzar a respirar, comer, adaptarse al clima y
responder a un medio circundante confuso –un gran reto para alguien que pesa solo unas
pocas libras y cuyos sistemas no están maduros por completo-. Como veremos, la mayoría
de infantes llega con sistemas listos para enfrentar ese tero.
Las primeras cuatro semanas de vida son el periodo neonatal o tiempo de transición entre la
vida en el útero, cuando el feto depende por completo de su madre, y una existencia
independiente. ¿Cuáles son las características físicas de los recién nacidos? ¿Cómo
funcionan? ¿Cómo están equipados para esta crucial transmisión?

Tamaño y apariencia. En los Estados Unidos, un recién nacido promedio tiene cerca de
50cm de longitud y pesa alrededor de 7 ½ lb. Al nacer, el 95% de los bebes a termino pesas
entre 5 lb. Y 10 lb. y tienen 45cm y 55cm de longitud. Los varones tienden a ser
ligeramente más grandes y pesados que las niñas, y es probable que un primer hijo recién
nacido pese menos que los siguientes. El tamaño al nacer se relaciona con raza, sexo y
estatura de los padres, nutrición y salud de la madre, y tienden a predecir, la estatura
relativa posterior en la niñez (Behrman, 1992).
En sus primeros días de vida, los neonatos pierden alrededor del 10% de su peso,
básicamente debido a la pérdida de fluidos. Alrededor del quinto día comienzan a ganar
peso de nuevo y, por lo general, regresan al que tenían al momento de nacer entro los 10 y
14 días. Los infantes livianos que nacen a termino pierden menos peso que los más
pesados, y los primeros hijos pierden menos peso que los siguientes (Behrman, 1992).
Los bebés tiene características distintivas, incluyendo una cabeza grande (un cuarto de a
longitud de su cuerpo) y una barbilla que se retrae (lo que facilita la lactancia). Al
comienzo, la cabeza de un neonato puede ser larga y de forma no muy definida debida al
“moldeamiento” que facilita su paso a través de la pelvis de la madre. Este moldeamiento
temporal es posible debido a que los huesos de un infante aun no están soldados y no lo
estarán durante 18 meses. Los lugares de la cabeza donde los huesos aun no han crecido
juntos –las uniones blandas o fontanelas-están cubiertos por una membrana firme y se
cerraran durante el primer mes de vida.2
2
Diane E. Papalia, Rally Wendkos Olds, Ruth duskin Feldman

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Como el cartílago de la nariz del bebé también es maleable, el viaje a través del canal del
nacimiento puede dejar la nariz con un aspecto aplastado por unos cuantos días.
Muchos recién nacidos tienen un tinte rojizo debido a que su piel es tan delgada que
escasamente cubre los capilares a través de los cuales fluye la sangre. Durante los primeros
días, algunos neonatos son muy peludos debido al lanugo, un vello prenatal de aspecto
lanoso, que aun no se ha caído. Todos los recién nacidos están cubiertos con la verxix
caseosa (“barniz caseoso”) una capa granosa que los protege contra las infecciones y se
seca al cabo de pocos días.

Sistemas corporales. La necesidad de sobrevivir del recién nacido representa un cúmulo


de demandas sobre los sistemas de su cuerpo. Antes de nacer, la circulación de la sangre, la
respiración, la eliminación de desechos y la regulación de la temperatura se logran a través
del cuerpo de la madre. Después de nacer, los bebés deben hacer todo eso por si mismos
(vèase tabla 4-1). La mayoría de los recién nacidos lo hace tan bien que nadie se da cuenta
de la hazaña.

Sistema circulatorio. Antes de nacer, el feto y la madre tienen sistemas circulatorios y


ritmos cardiacos diferentes; sin embargo, la sangre del feto se limpia a través del cordón
umbilical, que transporta la sangre “usada” a la placenta y la regresa con nutrientes frescos.
Después de nacer, el sistema circulatorio del bebé debe funcionar por si solo. La frecuencia
cardiaca de un neonato es rápida e irregular, y la presión arterial no se estabiliza sino hasta
el décimo día de vida.

Sistema respiratorio. El feto recibe oxigeno a través del cordón umbilical, que también
saca el dióxido de carbono. Un recién nacido necesita más oxigeno que antes y ahora debe
conseguirlo por si solo. La mayoría de los bebés comienzan a respirar tan pronto como
están expuestos al aire. Si la respiración no ha comenzado dentro de los primeros cinco
minutos, el bebe puede sufrir un daño cerebral permanente por anoxia, falta de oxigeno.
Debido a que los pulmones de los infantes tienen solamente una décima parte de los sacos
de aire que los adultos, los infantes (en especial los que nacen prematuros) son susceptibles
de padecer problemas respiratorios.

Sistema gastrointestinal. En el útero el feto depende del cordón umbilical para recibir
alimento de la madre y eliminar los desechos fetales. Al nacer, los bebés tienen un fuerte
reflejo de succión para tomar la leche y sus propias secreciones gastrointestinales para
digerirla. Durante los primeros días los infantes secretan meconio, un materia de desecho,
pastosa, de color verde-negruzco que se forma en el tracto intestinal fetal. Cuando los
intestinos están llenos, los músculos de esfínter se abren automáticamente; un bebé no
podrá controlar esos músculos durante muchos meses.
Tres o cuatro días después del nacimiento, cerca de la mitad de los bebés (y una gran parte
de los que nacen prematuros) desarrollan ictericia neonatal; su piel y sus ojos toman un
aspecto amarillento. Esta clase de ictericia se debe a la inmadurez del hígado; usualmente
no es grave y sus efectos no tienen trascendencia. Se trata con medicinas y poniendo al
bebé bajo luces fluorescentes. La ictericia que no se trata ni se controla oportunamente
puede causar daño cerebral.

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Regulación de la temperatura. Las capas de grasa que se desarrollan durante los dos
últimos meses de vida fetal permiten que los infantes saludables que nacen a termino
,mantengan constante la temperatura de su cuerpo después de nacer, a pesar de 115 cambios
en la temperatura del aire. Los bebés recién nacidos también mantienen la temperatura
corporal aumentando su actividad cuando la temperatura del ambiente desciende.

El cerebro y el comportamiento reflejo. ¿Qué hace que los recién nacidos respondan
ante el pezón o el chupete? ¿Qué les dice cuando comenzar los movimientos de succión que
les permiten controlar su ingesta de fluidos) estas son funciones del sistema nervioso
central –el cerebro y la espina dorsal (un manojo de nervios que corren a través de la
columna vertebral)- y de una red de nervios periféricos en crecimiento, los males llegaran a
todas partes del cuerpo. A través de esta red, los mensajes sensoriales viajen hasta el
cerebro y las ordenes motrices van de regreso.

Desarrollo del sistema nervioso central. El cerebro no está terminado al nacer; su


crecimiento antes y después del nacimiento es fundamental para el desarrollo futuro
(Behrman, 1992; Casaer, 1993; M. W. Cowan, 1979; Kolb, 1989). Se estima que cada
minuto en el útero se forman alrededor de 250,000 células a través de la división celular
(mitosis); al nacer, la mayoría de los 180, 000 millones de células nerviosas en un cerebro
maduro ya están así formadas pero no desarrolladas del todo. Al nacer, el encéfalo tiene
solo el 25% de su peso de adulto. Alcanza el 70% de su peso probable durante el primer
año de vida y el 80% al final del segundo años. A partir de ese momento continúa creciendo
más lentamente hasta la edad de doce años, cuando llega a su tamaño adulto. Los aumentos
en su peso y volumen se pueden determinar por ultrasonido antes y después de nacer, por la
circunferencia de la cabeza del bebé. Estas medidas permiten verificar si el crecimiento del
cerebro es normal.
El número de celular en el sistema nervioso central aumenta con mayor rapidez entre la
semana 25 de gestación y los primeros meses después del nacimiento. Para el momento del
parto, el acelerado y repentino crecimiento del tronco cerebral (la parte del cerebro
responsable de funciones corporales como respiración, ritmo cardiaco, temperatura del
cuerpo y el ciclo sueño actividad), la espina dorsal y gran parte del cerebro, la parte
superior y muy grande de la corteza cerebral, casi han completado su proceso de formación
(vèase figura 4-2). Sin embargo, el cerebelo (la parte del cerebro encargada de mantener el
equilibrio y la coordinación motriz) crece más rápido durante el primer año de vida.
Cuando una parte específica del cerebro crece con mayor rapidez, es más vulnerable del
daño. Por consiguiente, la parálisis cerebral es más probable como resultado de lesiones
ocurridas durante el periodo medio de gestación – aunque un trauma mayor en cualquier
momento después del nacimiento, puede conducir a parálisis cerebral, retardo mental o
ambos.

Existen dos clases de células cerebrales: las neuronas y las células gliales. Las neuronas o
células nerviosas envían y reciben información. Las células gliales apoyan y protegen las
neuronas. La mayor parte de las neuronas en la corteza cerebral –la parte mas externa del
cerebro, cuya área frontal modula las emociones y es responsable del pensamiento y la
solución de problemas – surge a las 20 semanas de gestación.
Las neuronas no salen completamente formadas. Al principio, son simplemente cuerpos
celulares con el núcleo o centro, compuesto por ácido desoxirribonucleico (ADN), que
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contiene la programación genética de la célula. A medida que el cerebro rece, estas células
rudimentarias migran hacia diversas partes de este y se diferencian para realizar distintas
funciones. La programación total para la diferenciación no se conoce con exactitud. Se sabe
que algunos cambios en la corteza visual primaria (la parte de la corteza cerebral que
controla la visión ocurre entre las semanas 25 y 32 de gestación, mientras que la
diferenciación del cerebelo ocurre más adelante y dura hasta el final del segundo año de
vida.

A medida que las neuronas se diferencian, se van formando axones y dendritas –


ramificaciones delgadas- los axones envían señales a otras neuronas y las dendritas reciben
los mensajes que llegan a través de sinapsis, los enlaces de comunicación del sistema
nervioso. La sinapsis son minúsculas hendiduras que se comunican por medio de sustancias
químicas llamadas neurotransmisores. Estas conexiones iniciales, dirigidas por la
experiencia sensorial, depuran y estabilizan el “cableado” del cerebro diseñado
genéticamente. Por consiguiente, el estimulo del ambiente es crucial para el desarrollo
postnatal del cerebro (vèase capitulo 5).
En un infante recién nacido, las estructuras que se encuentran debajo de la corteza cerebral
son las más desarrolladas; las células en la corteza cerebral aun no están bien conectadas.
La tomografía de emisión de positrones (TEP), un procedimiento para medir la actividad
cerebral, sugiere que esto se debe a que hay demasiadas conexiones. El cerebro prenatal
produce más células y sinapsis de las que necesita. Las que no se utilizan o no funcionan
bien, mueren después de nacer. Esta eliminación del exceso de las células y conexiones,
que comienza durante el periodo noenaltal, ayuda a crear un sistema nervioso eficiente
(vèase figura 4-3). Las conexiones entre las células corticales continúan mejorando a través
de la niñez y hasta la edad adulta, permitiendo un funcionamiento cognoscitivo y motor
más flexible y avanzado.

Reflejos de un recién nacido. Cuando los bebés (o los adultos) parpadean ante una luz
brillante, están actuando involuntariamente. Estas respuestas automáticas e innatas ante el
estímulo se llaman comportamientos reflejos.

Los seres humanos tienen distintos reflejos, muchos de los cuales están presentes al
momento de nacer o poco después (véase tabla 4-2). Algunos de estos reflejos primitivos,
son necesarios para la supervivencia inicial. Otros pueden ser parte del legado evolutivo de
la humanidad. Un ejemplo de ellos es el reflejo de agarre, mediante el cual los monos
recién nacidos se agarran al pelo del cuerpo de la madre.

Normalmente, los reflejos primitivos desaparecen alrededor del primer año. Por ejemplo, el
reflejo de Moro o “de sobresalto” desaparece alrededor del segundo o tercer mes de edad y
el de orientación en busca del pezón, alrededor del noveno mes. Otros reflejos se mantienen
ya que continúan sirviendo como mecanismos de protección, como parpadear, bostezar,
toser, dar arcadas, estornudar, estremecerse y el reflejo pupilar (dilatación de las pupilas en
la oscuridad).

La desaparición de los reflejos primitivos es una señal de que la corteza está madurando y
desarrollándose normalmente, lo cual permite el cambio del comportamiento reflejo al
comportamiento voluntario. Por lo tanto, podemos evaluar el desarrollo neurológico de un
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bebé observando si ciertos reflejos están presentes o no. Como se verá, una de las primeras
pruebas después de nacer es la de los reflejos normales.

Sin embargo, lo que es normal varía de alguna manera de una cultura a otra; algunos
comportamientos reflejos no parecen ser universales (Freedman, 1979). Por ejemplo, hay
diferencias manifiestas en el reflejo de Moro. Para comprobar este reflejo, se alza al bebé
sosteniendo su cabeza; luego, se retira el apoyo de la cabeza dejando que ésta caiga
ligeramente. Los recién nacidos caucásicos extienden piernas y brazos instintivamente,
lloran de manera persistente y se mueven agitados. Sin embargo, los bebés navajos no
extienden sus extremidades de la misma manera, rara vez lloran y casi de inmediato dejan
de moverse con agitación. No parece probable que estas diferencias en los reflejos que se
manifiestan poco después de nacer tengan mucho, o poco, que ver con el ambiente cultural.
En cambio, parecería como si esos comportamientos instintivos mostraran la variabilidad
genética entre los grupos étnicos.

¿Es el bebé saludable? Aunque la gran mayoría de nacimientos son de bebés normales y
saludables, para una pequeña minoría de infantes el paso a través del canal del nacimiento
es una jornada particularmente perturbadora. Alrededor de 2 de cada 1000 recién nacidos
sufren lesiones durante este proceso (Wegman, 1994). El trauma del nacimiento (lesión
sufrida al momento de nacer) puede ser causado por anoxia (falta de oxígeno),
enfermedades, infecciones, o daño físico. En ocasiones, el trauma deja lesiones
permanentes en el cerebro que ocasionan retardo mental, problemas de comportamiento e
inclusive la muerte. Un nacimiento prematuro o tardío y el bajo peso al nacer también
pueden menoscabar alas oportunidades de supervivencia y bienestar de una bebé. Los
métodos modernos de control del parto para tratar a bebés en riesgo y evaluar a los recién
nacidos puede aumentar sus posibilidades de sobrevivir y ser saludables. La resistencia del
espíritu humano combinada con el progreso médico y el apoyo del ambiente permiten que
muchos niños superen un comienzo de vida deficiente.

Bajo peso al nacer. En 1996, el 7.4% de los bebés nacidos en los Estados Unidos (por
encima del 6.8% de 1970) tuvieron bajo peso al nacer ––pesaron menos de 2500 g (51/2Ib)
al nacer. Gran parte de este porcentaje de bajo peso se atribuye al aumento de los
nacimientos múltiples, con frecuencia debido al uso de drogas fertilizantes y a la
postergación de la edad para concebir (véase capítulo 2). Los bebés con muy bajo peso al
nacer pesan 1500 g (31/2Ib) o menos; en 1995 representaron el 1.35% de los nacimientos,
siendo ésta la segunda causa de muerte en la infancia, después de los defectos de
nacimiento (Guyer el al., 1997; Nacional Center for Health Statistics [NCHS], 1997;
Ventura et al., 1997).

Los bebés con bajo peso al nacer se clasifican en dos categorías: quienes nacen antes de
completar la semana 37 de gestación se conocen como infantes pretermito (prematuros),
pueden tener o no el tamaño apropiado a su edad gestacional; los infantes pequeños para la
fecha (pequeños para la edad gestacional) que pueden ser o no ser pretérmino, pesan menos
del 90% del peso que corresponde a todos los bebés con la misma edad gestacional. Por lo
general, su retraso en el crecimiento fetal es el resultado de una nutrición prenatal
inadecuada. Prevenir el bajo peso al nacer e intervenir cuando ocurre puede aumentar el
número de bebés que sobrevivan al periodo neonatal y al primer año de vida.
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¿Quién tiene propensión a dar a luz un bebé con bajo peso al nacer?. Los factores que
aumentan la probabilidad de un bebé con bajo peso al nacer (véase tabla 4-3) incluye. 1)
factores demográficos como raza, edad, educación y estado civil;2) factores médicos
anteriores al embarazo actual como sangrado vaginal, infecciones, o ganar muy poco peso;
4) factores prenatales de comportamiento y ambiente como nutrición deficiencia, cuidado
prenatal inadecuado, fumar consumir alcohol u otros drogas, así como exponerse al estrés o
a sustancias tóxicas.

Muchos de estos factores están interrelacionados y el estatus socioeconómico sobrepasa a


casi todos. El mayor riesgo de tener bebés con bajo peso al nacer puede originarse más en
la desnutrición y en el cuidado prenatal deficiente que en la edad, ya que es más probable
que las adolescentes embarazadas sean pobres. Por lo menos una quinta parte de los
nacimientos con baso peso se atribuyen al cigarrillo. Esta proporción aumenta cuando la
madre tiene bajo peso, no recupera lo suficiente durante el embrazo y además, fuma, una
combinación ––que representa caso dos tercios de los casos de retardo en el crecimiento
fetal. Inclusive antes de quedar embarazadas, las mujeres pueden reducir las posibilidades
de tener un bebé con bajo peso al nacer alimentándose bien, no fumando ni consumiendo
drogas, bebiendo poco o nada de alcohol y recibiendo una buena atención médica
(Chomitz, Cheung & Lieberman, 1995; Shiono& Behrman, 1995).

Aunque los Estados Unidos tiene más éxito que cualquier otro país del mundo para salvar
bebés con bajo peso al nacer, el índice de esos nacimientos para las mujeres
estadounidenses es mayor que en 21 nacimientos europeas, asiáticas, y del Medio Oriente
(Unicef, 1996). Peor aún, los índices de nacimiento con baso peso para los bebés
afroamericanos son más altos que en otros 73 países, incluyendo varios países africanos,
asiático y de América del Sur (UNICEF, 1992). Los bebés afroamericanos tienen más del
doble de posibilidad de nacer con bajo peso que los de raza blanca (véase tabla 5-2 en
capítulo 5). Además, en alto riesgo también se encuentran los bebés de origen
puertorriqueño, residentes en los Estados Unidos, quienes alcanzan casi una y media veces
la tasa de los infantes blancos. Los porcentajes para otras minorías son casi iguales que para
los nacimientos de raza blanca (Chomitz et al, 1995; NCHS, 1997).

En parte, los índices más altos para las mujeres afroamericanas pueden reflejar mayor
pobreza, menos educación, menos atención prenatal y una mayor incidencia de embarazos
en adolescentes y mujeres solteras. Sin embargo, estas diferencias no explican a cabalidad
las disparidades; las mujeres de origen hispano también tienden a tener una educación
limitada y a carecer de cuidado prenatal temprano. Del mismo modo, inclusive las mujeres
afroamericanas con formación universitaria tienen más probabilidad de dar a luz bebés con
bajo peso que las de raza blanca (S. S: Brown, 1985; Chomitz et a., 1995; Schoendorf
Hogue, Kleinman & Rowley, 1992). Esto puede ser causa de una salud general más
deficiente, o surgir de problemas de salud específicos que pasan a través de generaciones.
La causa no parece ser, en primera instancia, genética ya que el peso al nacer de los bebés
de mujeres negras nacidas en África es más similar al de los infantes de las mujeres blancas
nacidas en los Estados Unidos que al de las mujeres negras nacidas en ese mismo país
(David & Collins, 1997). En cualquier caso, la alta proporción de bebés con bajo peso al

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nacer en la población de origen afroamericano es el principal factor de las altas tasas de


mortalidad de los infantes negros.

Consecuencia del bajo peso al nacer. BI temor más grande para los bebés muy pequeños
es que morirán en la infancia; si esto no ocurre, a largo plazo pueden tener problemas de
salud o desarrollo. Debido a que su sistema inmunológico no está completamente
desarrollado, son especialmente vulnerables a las infecciones. Su sistema nerviosos puede
no estar bastante maduro como para que realice las funciones básicas de supervivencia,
como la succión, y pueden necesitar de nutrición intravenosa (a través de las venas).Debido
a que no tienen suficiente grasa para protegerse y generar calor, les es difícil mantener el
calor necesario. El síndrome de enfermedad respiratoria (enfermedad de la membrana
hialina) es común. Muchos bebés pretermito con muy bajo peso al nacer carecen de
surfactante, una sustancia esencial que cubre los pulmones y evita que los sacos de aire se
desintegren; estos pequeños pueden respirar irregularmente o dejar de respirar y morir.

Administrar surfactante a los neonatos pretermito de alto riesgo ha elevado su tasa de


supervivencia (Corbet et al., 1995; Horbar et al., 1993), permitiendo que un número
significativo de infantes que nacen antes de la semana 24 de gestación y con peso entre 500
g y 750g (entre 11b y 2 oz y 1 Ib y 10 oz) sobrevivan. Sin embargo, estos infantes
mantienen la misma propensión a padecer una salud deficiente y tener déficit neurológicos,
20% de padecer de retardo mental a la edad de 20 meses y 10% de sufrir de parálisis
cerebral (Hack, Friedman & Fanaroff, 1996). Además, estos esfuerzos para salvarlos son en
extremo costosos, llegando a casi un millón de dólares para un solo bebé (Shiono &
Behrman, 1995). El cuidado en salud, educación especial y la atención infantil hasta los 15
años de edad de 3.5 millones a 4 amillones de niños nacidos con bajo pesos al nacer vale
casi 05$6000 millones más que si hubieran nacido con peso normal (Lewit, Baker, Corman
& Shiono, 1995). Nuevas investigaciones ofrecen esperanzas de que suministrar sulfato de
magnesia a las madres antes de dar a luz puede reducir en gran medida el riesgo de parálisis
cerebral en bebés con muy bajo peso al nacer –casi hasta un90% y posiblemente disminuir
también el riesgo de retardo mental (Schendel, Berg, Yeargin-Allsopp, Boyle & Decoufle,
1996).

Muchos bebés nacidos con bajo peso, quienes sobreviven a los peligrosos días iniciales, en
parte gracias al apoyo recibido. Un análisis de 80 estudios publicados desde 1979 demostró
sólo cerca de 6 punto de diferencia en el CI después de la edad de dos años entre niños
nacidos con bajo peso y con peso normal; ambos grupos estuvieron en el rango normal de
inteligencia: 97.7 en comparación con 103.78 (Aylward, Pfeiffer, Wright ( Verhulst, 1989).
Sin embargo, los bebés con muy bajo peso al nacer tienen una prognosis menos favorable.
EA un estudio, casi la mitad de una muestra de 88 niños de 7 años de edad que habían
pesado menos de 3.3 Ib al nacer necesitaron educación especial, en comparación con el
15% de un grupo de control nacido de tiempo completo y peso normal (G. Ross, Lipper &
Auld, 1991). Cuando los niños con bajo peso al nacer llegan a la edad escolar, quienes
tuvieron el peso más bajo presentan mayor cantidad de problemas de comportamiento,
social, de atención y de lenguaje (Klebanov, Brooks-Gunn & McCormick, 1994). Resulta
evidente que no es la prematurez lo que establece la diferencia sino el peso para la edad
gestacional. Infantes pequeños para la edad gestacional tienen mayor probabilidad de ser
neurológica y cognoscitivamente discapacitados durante los primeros 6 años de vida que
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bebés también prematuros cuyo peso fue apropiado para su edad gestacional (McCarton,
Wallace, Diván & Vaugham, 1996). En la infancia , los varones con muy bajo peso al nacer
tienen mayor tendencia que las mujeres a registrar problemas que interfieren con las
actividades diarias y a necesitar educación especial u otro tipo de ayuda especial (Verloove,
Vanhorick et al, 1994).

Tratamiento a bebés con bajo peso al nacer. Gran parte del crecimiento aumento en la
supervivencia de los bebés durante las primeras 4 semanas de vida (véase capitulo 5) se
debe al mejoramiento en el cuidado cuando tienen bajo peso al nacer. A un neonato en estas
condiciones se le coloca en una incubadora (una cuna antiséptica con temperatura
controlada) y se le alimenta a través de tubos. Para contrarrestar la carencia sensorial de la
vida en una incubadora, los trabajadores del hospital y los padres le dan a estos pequeños
un manejo especial. Los masajes suaves parecen estimular su crecimiento, organización del
comportamiento, aumento de peso, actividad motriz y capacidad de atención (T: M: Field,
1986; Schanberg & Fiel, 1987).

Algunos padres ––ansiosos por la salud de sus hijos con bajo peso y temerosos de que el
infante pueda morir–– sienten temor de unirse demasiado al pequeño, pueden sentirse
incómodos con él y evitar tocarlo (Stern & Hildebrandt, 1986). Las visitas frecuentes
pueden dar a los padres una idea más realista de cómo se encuentra el bebé y los ayuda a
sentirse más relajados. Los bebés a los que se visita con regularidad parecen recuperarse
más rápido y dejar el hospital más pronto (Levy-Shiff, Hoffman, Mogilner, Levinger &
Mogilner, 1990; Zeskind & lacino, 1984)

Perspectivas a largo plazo para los bebés con bajo peso al nacer

¿Cómo juzgan su calidad de vida los adolescentes que nacieron peligrosamente pequeños y
muchos de los cuales tienen una salud deficiente? Quizá resulte sorprendente, pero la
mayoría de ellos la consideran bastante satisfactoria.

Este resultado surgió de estudio (Sargal et al., 1996) entre 159 jóvenes con edades entre 12
y 16 años en Notario (Canadá), cuyo peso al nacer había sido extremadamente bajo (menos
de 1000 g o 2 Ib y 3 oz). Más de una cuarta parte del grupo tenía deficiencias neurológicas,
sensoriales o cognoscitivas como ceguera, sordera o parálisis cerebral; y el grupo en
conjunto reportaba limitaciones cada vez más complejas, en cuanto a funcionamiento
sensorial, movilidad, estado emocional, desempeño cognoscitivo, grado de dolor y
habilidad para cuidar de sí mismos, en comparación con un grupo de adolescentes cuyo
peso al nacer había sido normal y pocos de ellos tenían defectos evidentes. No obstante, los
puntajes de los dos grupo sobre la calidad de vida relacionada con su salud fueron casi
indistinguibles. Aparentemente la mayoría de los jóvenes con bajo peso al nacer habían
aprendido a enfrentar sus discapacidades y se sentían bien consigo mismos y con la vida
que llevaban.

Las perspectivas de un niño para superar las desventajas iniciales de bajo peso al nacer
parecen depender de la interacción de varios factores. Uno corresponde a las circunstancias

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socioeconómicas de la familia (Aylward et a., 18989; McGauhey, Starfield, Alexander &


Ensmín, 1991; Ross et al., 1991). Otro es la calidad del ambiente en donde se les cuida.

Un estudio a gran escala (Infant Health and Development Program [IHDP], 1990) hizo el
seguimiento a 985 bebés pretérmino nacidos con bajo peso, en 8 lugares de los Estados
Unidos ––la mayoría de ellos de familias pobres de la zona centra de sus ciudades–– desde
su nacimiento hasta la edad de 3 años. Los padres de un tercio de los bebés recibieron
asesoría e información acerca de la salud y del desarrollo de los niños y aprendieron egos y
actividades para realizar con sus hijos; al cabo de un año, estos bebés entraron a un
programa educativo en guarderías. A los 30 meses, los niños de este grupo experimental
eran más persistentes, entusiastas y competentes que un grupo de control de infantes
nacidos con bajo pesos y cuyos padres no habían recibido asesoría (Spiker, Ferguson &
Brooks-Gunn, 1993).

A la edad de 3 años, cuando el programa se detuvo, el grupo experimental tenía mejores


resultados en las mediciones cognoscitivas y sociales, era mucho menos probable que
presentara algún retardo mental y tenían menos problemas de comportamiento que el grupo
de control (Brooks-Gunn, Klebanov. Liaw & Spiker, 1993). Sin embargo, dos años
después, a los 5 años, los niños del grupo experimental que habían tenido el peso más bajo
o lograron mantener una ventaja cognoscitiva sobre el grupo de control.

Además, de haber estado en el programa no estableció ninguna diferencia en tanto a salud o


comportamiento, sin importar cuál había sido el peso al nacer (Brooks-Gunn et a., 1994). A
la edad de 8 años, gran parte de la ventaja cognoscitiva de los niños del grupo experimental
había desaparecido, inclusive en quines habían tenido el peso más alto. En este punto, tanto
el grupo experimental como el de control tenían un CI y resultados en vocabulario
promedio-bajo. Sin embargo, los niños que habían tenido el peso más lato y habían estado
en el programa tuvieron CI casi 4 punto por cima, en promedio, que los niños con un bajo
peso al nacer equivalente, que no habían recibido ayuda (McCarton et al, 1979). Parece,
entonces que para que una intervención de este tipo tenga efectos duraderos debe
mantenerse más allá de los tres años.

Otros estudios de la muestra completa IHDP resaltan la importancia de lo que se realiza en


el hogar. Los niños que reciben poca atención prenatal y cuidado tienen más posibilidad de
alcanzar un menor tamaño y tener resultados deficientes en pruebas cognoscitivas, que los
niños con ambientes hogareños más favorables (Kelleher et al., 1993). Las madres de
quienes mantuvieron resultados cognoscitivos altos también tenían calificaciones altas en
las pruebas cognoscitivas y respondían y estimulaban a sus hijos. Los bebés que tuvieron
más de un factor de riesgo (como una deficiente salud neonatal combinada con la falta de
asesoría a la madre o que ella fuera menos educada o respondiera menos a su hijo) tuvieron
los peores resultados (Liaw & Brooks-Gunn, 1993).

Estos estudios dejan en claro la necesidad de observar el desarrollo del niño dentro de un
contexto. En ellos se demuestra cómo interactúan factores biológicos y del ambiente, antes
y después del nacimiento; también presentan las complejas consecuencias de estos factores
en todos los aspectos del desarrollo y cómo la adaptación es posible inclusive entre bebés
que nacen con complicaciones graves (véase sección 4-2).
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Otras complicaciones del nacimiento

Posmadurez. Casi un 9% de las mujeres embarazadas inician el trabajo de parto después


de dos semanas de la fecha prevista, o 42 semanas después del último periodo menstrual
(Ventura et al., 1997). En ese punto, un bebé se considera posmaduro. La posmadurez
puede persistir hasta 5 semanas. Los bebés posmaduros tienen a ser largos y delgados
debido a que siguen creciendo en el útero pero no reciben un suministro de sangre
suficiente hacia el final de la gestación. Quizá, debido a que la placenta envejece y se
vuelve menos eficiente, puede suministrar menos oxígeno. El mayor tamaño del bebé
también complica el trabajo de parto: la madre tiene que dar a luz un bebé con el tamaño de
un bebe normal de un mes.

Como los fetos posmaduros corren el riesgo de sufrir un daño cerebral e incluso de morir,
en ocasiones los médicos inducen el trabajo de parto con drogas o realizan un parto por
cesárea. Sin embargo si se ha calculado mal la fecha de parto, en realidad puede traerse un
bebé prematuro. Para ayudar a tomar la decisión, los facultativos controlan el estado del
bebé con ultrasonido para ver si el ritmo cardíaco se acelera cuando el feto se mueve; si no
ocurre así, el bebé puede carecer de oxígeno. Otra prueba es la de examinar el volumen del
líquido amniótico; un nivel bajo puede indicar que el bebé no tiene suficiente alimento.

Feto muerto. Un feto muerto es la unión trágica de dos condiciones opuestas: nacimiento y
muerte. A veces, la muerte fetal se diagnostica entes del nacimiento; en otros casos, como n
el del hermano gemelo de Elvis Presley, la muerte del bebé se descubre durante el trabajo
de parto o en el alumbramiento.

Los padres de un bebé que nace muerto necesitan llorar por el bebé que perdieron. Para
sentir la realidad de su pérdida, ellos pueden beneficiarse viendo y sosteniendo al infante
muerto, recibiendo un reporte de la autopsia realizando un funeral. Algunos padres tratan
de “encontrar” al bebé perdido tratando de iniciar de inmediato otro embrazo, pero esto
parece complicar su dolor n lugar de ayudar a resolverlo. El periodo de 6 meses a un año
después de la muerte suele ser un tipo de depresión, apatía y autoevaluación. Entonces
posiblemente después de recibir consejería y apoyo emocional, los padres comienzan a
reasumir sus papeles en la sociedad.

Ellos no olvidan a su hijo y pueden conmemora el aniversario ahora se pueden centrar en la


vida y vivir (Kirkley-Best & Kellner, 1982).

Control médico del nacimiento. Algunas complicaciones del nacimiento se pueden


prevenir a través del control electrónico fetal, el uso de quipos para seguir el ritmo cardíaco
durante el trabajo e parto y el alumbramiento. Este procedimiento intenta detectar la falta
de oxígeno que puede llevar a un daño cerebral. Puetlt suministra información valiosa sobre
partos de alto riesgo, incluyendo los bebés con bajo peso al nacer y a los fetos que parecen
estar en peligro.

En 1995, el control electrónico fetal se utilizó en un81% de los casos nacimientos vivos en
los Estados Unidos (Ventura et al., 1997). Sin embargo, este control tiene fallas cuando se
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utiliza en embarazos de bajo riesgo, es costoso, restringe los movimientos de la madre


durante el trabajo dI parto y 10 más importante, tiene un porcentaje muy alto de “falso
positiva”, 10 cual sugiere que los fetos están en problemas cuando no es verdad. Estas
advertencias pueden llevar a los médicos a realizar partos por el todo más riesgoso de la
cesárea y no por la vía vaginal (K: B: Nelson el al, 1996).

Revisión médica y de comportamiento. Los primeros minutos, días y semanas después de


nacer son cruciales para el desarrollo. Es importante saber tan pronto como sea posible si
un bebe tiene algún problema que requiera de cuidado especial.

Valoración médica inmediata: la escala de Apgar. La mayoría de los bebés son


evaluados en la escala de Apgar un minuto después de nacer, y de nuevo 5 minutos después
del pato (véase tabla 4-4).

Su nombre por la creadora, la doctora Virginia Apgar (1953 nos ayuda a recordar las cinco
pruebas que la integran; aspecto (color) pulso (frecuencia cardiaca), gestos (reflejo de
irritabilidad), actividad (tono muscular) y respiración (capacidad pulmonar). El recién
nacido recibe un puntaje de 0, 1 ó 2 en cada prueba, para un máximo de 10 puntos. En la
revisión a los 5 minutos de nacer, un puntaje de 7 a 10, alcanzando por el 98.6% de los
bebés nacidos en los Estados Unidos en 1995, indicó que se encontraban en una condición
buena a excelente (Ventura et al., 1997). Un puntaje inferior a 7 significa que el bebé
necesita ayuda para establecer su capacidad pulmonar; un puntaje inferior a 4 significa que
necesita tratamiento inmediato para salvar su vida. Si la resucitación tiene éxito, llevando al
bebe hasta 4 puntos más, es probable que no se presente un daño a largo plazo (American
Academy of Pediatrics [AAP] Comité on Fetus II\d Newbord, 1986; AAP Comité on Fetus
and Newborn and American Collage of Obstetricians and Gynecologists Comité on
Obstetric Practice, 1996).

Un puntaje en la prueba de Apgar no siempre significa que un bebé se está ahogando. El


tono y la respuesta de un infante pueden estar afectados por la cantidad de sedantes o
medicamentos para clamar el dolor que recibió la madre o las condiciones neurológicas o
cardiorrespiratorias pueden interferir con uno o más signos vitales. Los infantes prematuros
pueden obtener puntajes bajos simplemente a causa de su inmadurez fisiológica. Puntajes
de 0 tomados en los minutos 3, 10, 15 y 20 después del pato cada vez se asocian más con
parálisis cerebral u otros problemas neurológicos futuros, pro estas condiciones pueden ser
causadas o no por la falta de oxígeno (AAP Comité on Fetus and Newborn and American
collage of Obstetricians and Gynecologists Comité on Obstetric Practice, 1996).

Los críticos de la prueba de Apgar señalan que no es sensible a medidas más recientes,
como la de una prueba que mide el oxígeno en la sangre del recién nacido. Sin embargo, la
prueba de Apgar es rápida, económica y fácil de realizar y, si se hace con cuidado, tiene un
buen valor de predicción.

Control de las condiciones médicas. Los niños que heredan la enzima del desorden de la
fenilcetonuia (FCU) padecerán de retardo mental a menos que reciban una alimentación
especial durante las primeras tres a seis semanas de vida. Con frecuencia, las pruebas de

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control que se pueden realizar inmediatamente después del nacimiento pueden descubrir
defectos corregibles.

La revisión rutinaria a todos los recién nacidos para detectar condiciones raras como la
FCU (un caso de cada 10,000 a 25,000 nacimientos), el hipotiroidismo congénito (1 de
cada 3600 a 5000) y la galactosemia (1 de cada 60,000 a 80,000) –u otros desórdenes aún
más raros- resulta costosa. No obstante, el precio de las pruebas para miles de recién
nacidos con el fin de detectar una enfermedad rara puede ser menos costoso que el de
cuidar a una persona mentalmente retardada, toda la vida. Todos los estados de los Estados
Unidos exigen controles de rutina para detectar FCU e hipotiroidismo congénito, mientras
que hay variaciones en los requerimientos de otros tipos de pruebas de control (AAP
committee on Genetics, 1996). Sin embargo, existe algo de riesgo al hacer algunas de estas
pruebas. Pueden dar resultados de falso positivo, sugiriendo que existe un problema cuando
en realidad no lo hay, generalmente ansiedad y un tratamiento costoso e innecesario.

Evaluación del estado neurológico: la escala de Brazelton. La escala de evaluación del


comportamiento neonatal de Brazelton es una prueba neurológica y de comportamiento que
se utiliza para medir las respuestas de os neonatos a su ambiente; debe su nombre a su
creador, el doctor T. Berry Brazelton (1973). Con ella se evalúan comportamientos
interactivos, como estado de atención y búsqueda de mimo, comportamientos motores
como reflejos, tono muscular y actividad boca-mano, control fisiológico como la capacidad
del bebé para tranquilizarse después de alterarse, y la respuesta ante el estrés (la reacción de
sobresalto). La prueba toma cerca de 30 minutos y los puntajes se basan en el mejor
desempeño del bebe. La escala de Brazelton pude ser un mejor indicador de desarrollo
futuro que la escala de Apgar o las pruebas neurológicas estándar (Behrman, & Vaughan,
1983)

Los recién nacidos y sus padres. El proceso del parto es una transición importante no sólo
para el bebé sino para sus padres. Los sistemas orgánicos de la madre han sido sometidos a
un cambio físico masivo. Para el padre y la madre, en especial cuando se trata del primer
hijo, el recién llegado trae a sus vidas una demanda insistente que desafía su capacidad para
enfrenta y hacer los ajustes necesarios en su relación. Entre tanto, los padres (y quizá, los
hermanos) se sienten atados al recién nacido, estableciendo vínculos emocionales y
familiarizándose con los patrones de sueño, actividad y alimentación del infante.

Nacimiento y vínculo ¿Cómo y cuándo se establece la intimidad especial entre las madres
y sus bebés? Algunos investigadores han seguido el enfoque etológico (presentado en el
capítulo 1), el cual considera el comportamiento en los seres humanos, como en los
animales, biológicamente determinado, y hace énfasis en periodos críticos, o sensibles, para
desarrollar dichos comportamientos.

En un estudio muy conocido, Honrad Lorenz (1957) nadó como un pato, graznó y agitó sus
brazos, y consiguió que patos recién nacidos lo siguieran como si el fuera la mamá pata.
Lorenz demostró que los patos recién nacidos seguirán al primer objeto en movimiento que
vean, ya sea o no miembros de su propia especia, y quedarán fuertemente atados a él.
Usualmente el primer vínculo es con la madre; sin embargo, si el curso natural de los

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eventos es perturbado (como lo que hizo Lorenz), se puede formar otros vínculos. Este
fenómeno se llama impronta y Lorenz creyó que es automático e irreversible.

La impronta, afirmó Lorenz, es el resultado de una predisposición hacia el aprendizaje: la


capacidad del sistema nervioso de un organismo para adquirir cierta información durante un
breve periodo crítico (sensible) en los primeros momentos de vida. Si los patos no tuvieran
un objeto para seguir durante el periodo crítico después de nacer, la impronta no se
presentaría. De modo similar, entre cabras y vacas se presentan comportamientos rituales
justo después del nacimiento. Si estos rituales se impiden o interrumpen, la madre y su
vástago no se reconocerán entre sí. Los resultados para la cría son devastadores: deterioro
físico y muerte o desarrollo anormal.

¿Sucede algo similar a la impronta entre los recién nacidos humanos y sus madres? ¿Hay
un periodo crítico para el vínculo? En 1976, dos investigadores concluyeron que si la madre
y el bebé se separaban durante las primeras horas después de nacer, el vínculo madre
infante –el sentimiento de contacto cercano y de cuidado con su recién nacido- no se puede
desarrollar normalmente (Klaus & Kennell, 1976). Sin embargo, la investigación de
seguimiento no ha confirmado un periodo crítico para establecer el vínculo (Chess &
Thomas, 1982; Lamb, 1983), y b defensores originales de esta idea después modificaron su
posición diciendo que el contacto inmediatamente después de nacer no es esencial para
fortalecer el vínculo madre-infante (Klaus & Kennell, 1982). Algunas madres parecen
lograr vínculos más estrechos con sus bebés después de contacto inicial amplio, como en el
caso de los hospitales que ofrecen el servicio de parto en la misma habitación, o cuando el
parto se presenta en casa; sin embargo, no se han demostrado efectos a largo plazo. Este
resultado ha aliviado la preocupación y el sentimiento de culpabilidad que 81 ocasiones
sienten los padres adoptivos y aquellos que se han separado de sus hijos después de nacer.

Los padres, como las madres, establecen vínculos estrechos con los bebés poco después de
nacer. Los nuevos padres orgullosos admiran a sus bebés y los alzan. Los bebés
contribuyen simplemente haciendo las cosas normales que los bebés hacen: abrir los ojos,
agarrar los dedos de sus padres o moverse en los brazos de éstos.

En 1945, un pequeño hospital de Texas comenzó a permitir que los padres ingresaran a la
sala de partos. Hacia 1983, el 99% de los hospitales permitía que los padres asistieran al
parto (May & Perrin, 1985; Wideman & Singer, 1984). Los padres que están presentes en el
nacimiento de sus hijos a menudo califican helecho como “una experiencia de máxima
emoción” (May & Perrin, 1985). Un psiquiatra sostiene que, como el padre no siente al
bebé dentro de su cuerpo, su contacto físico inmediato con el infante después de nacer es
vital para la transición hacia la paternidad y para formar el vínculo emocional con el niño
(Pret, 1987). Sin embargo, existe una investigación que demuestra que los padres que se
sienten emocionalmente involucrado con sus bebés recién nacidos, ya sea que asistan o no
al parto (Palkovitz, 1985).

Cómo conocer al bebé: estados de excitación y niveles de actividad. El vínculo entre


padres e infantes los ayuda a conocer las necesidades de su bebé. Un mecanismo
importante para que los recién nacidos puedan expresar su individualidad, al igual que su
carácter impredecible, se encuentra los patrones de sueño y de actividad cuando están
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despiertos. Un importante medio por el cual los pares expresan su amor al bebé está
presente en su capacidad de respuesta a estos patrones.

Los bebés tienen un “reloj” interno que regula sus ciclos diarios para comer, dormir y
eliminar sus desechos orgánicos, y quizá hasta sus estados de ánimo. Estos ciclos
periódicos de conciencia, sueño y actividad, que gobiernan el estado de excitación de un
infante, o su grado de atención, parecen ser innatos. Todos los neonatos experimentan los
mismos estados de excitación (véase tabla 4-5), pero el ciclo de cada uno es diferente y
varia de un día a otro. Los bebés recién nacidos duermen, en promedio, 16 horas diarias
pero un día pueden dormir solamente 11 horas y al siguiente hacerlo durante 21 horas
(Parmelee, Wenner & Shulz, 1964).

Aunque el sueño domina el periodo neonatal, el cliché de “duerme como un bebe” es


errado. La mayoría de los recién nacidos se despiertan cada dos o tres horas durante el día y
la noche; los cortos períodos de sueño se alternan con períodos cortos de conciencia, que
están dedicados principalmente a su alimentación. Los recién nacidos tiene casi de seis a
ocho periodos de sueño, los cuales varían entre sueño tranquilo y activo. El sueño activo
probablemente es el equivalente al movimiento ocular rápido (MOR), que en los adultos
está asociado con los sueños. El sueño activo aparece rítmicamente en ciclos de casi una
hora y representa de un 50% a 80% del tiempo total de sueño de un recién nacido.

Alrededor del tercer mes, los bebés permanecen más tiempo despierto en la tarde y al
comienzo de la noche y empiezan a dormir durante toda la noche. A los 6 meses, más de la
mitad del sueño es durante la noche; para esta época, el sueño activo representa solo el 30%
del tiempo de sueño y la duración del ciclo se hace más consistente (Coons &
Guilleminault, 1982). La cantidad de sueño MOR continúa disminuyendo de manera
consistente a lo largo de la vida.

Los padres y las personas encargadas de cuidar al bebé dedican gran parte de su tiempo y
energía a tratar de cambiar los estados del bebé, por ejemplo, calmar a un infante irritado
para hacerlo dormir. Aunque lloras suele ser más molesto que grave, tranquilizar a los
bebés con bajo peso al nacer, tiene particular importancia porque los bebés tranquilos
mantienen mejor su peso. El tiempo ha demostrado que la estimulación continua es la
mejor manera de calmar a los bebés que lloran: mecerlos o caminar con ellos, envolverlos
cómodamente o dejarlos escuchar sonidos rítmicos (véase sección 4-3)

Desde el parto, los bebés tienen diferentes comportamientos mientras están despiertos. Un
bebé saca y mete la lengua una y otra vez, otro hace movimientos de succión rítmicos.
Algunos bebés sonríen con frecuencia, otros, rara vez lo hacen. Algunos varones tienen
erecciones frecuentes, otros nunca las presenta. Algunos recién nacidos son más activos que
otros. Estos niveles de actividad reflejan diferencias de temperamento que permanecen
durante la niñez y, a menudo, toda la vida. En un estudio, niños cuyos movimientos se
habían medido durante sus primeros días de vida fueron evaluados de nuevo a las edades de
4 y 8 años. Los recién nacidos más activos continuaron más activos a os 4 años y 8 años,
mientras los infantes con menor actividad fueron menos activos a estas edades (A.F. Corner
et al., 1985). Inclusive, infantes que nacieron prematuros mostraron diferencias individuales

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altamente marcadas en aspectos relacionados con el temperamento como excitación


irritabilidad, nivel de actividad y sensibilidad ante los estímulos (A corner, 1996).

La cantidad de tiempo que un bebé duerme o está intranquilo, pro no la cantidad de tiempo
que llora, puede ser un indicador del temperamento. Cuando a 217 madres que dieron a luz
en hospitales de Londres se les pidió que llevaran diarios de 24 horas sobre el
comportamiento de sus bebés en las semanas 2, 6, 12 y 40 de edad, el llanto disminuyó con
la edad, pero los patrones individuales de sueño y excitación se mantuvieron estables. El
orden de nacimiento constituyó una diferencia; los infantes que no eran los primeros en su
hogar, dormían más y se irritaban menos (SI. James-Roberts & Plewies, 1996).

A medida que los bebés permanecían más tiempo despiertos, atento y activo, sus patrones
particulares de comportamiento produjeron respuestas variadas en las personas encargadas
de cuidarlos. Los adultos reaccionan de modo muy diferente ante un bebé tranquilo que
ante uno irritable; ante un infante al que pueden tranquilizar con facilidad que ante uno que
suele ser inconsolable; ante un bebé que permanece despierto y alerta que ante otro que
parece desinteresado con lo que lo rodea. Los bebés, a su vez, responden al trato que
reciben de estas personas. Esta influencia bidireccional puede tener efectos trascendentales
en la clase de persona en la que se convertirá el bebé. Por lo tanto, desde el comienzo, los
niños modifican sus propias vidas, moldeando el ambiente en donde crecen. Los bebés
también se ven afectados por la forma como sus padres perciben el hecho de ser padres y
estos sentimientos, a su vez, pueden influir y ser influenciados por la relación marital.

Cómo afecta la paternidad a la pareja. Con frecuencia, hombres y mujeres experimentan


sentimientos ambivalentes sobre el hecho de ser padres. Junto con la emoción, la sorpresa y
el temor, la mayoría de los nuevos padres siente algo de ansiedad acerca de la
responsabilidad de cuidar a un hijo, el compromiso de tiempo y energía que ello implica y
el sentimiento de permanencia que la paternidad impone en un matrimonio. El embarazo y
la recuperación del nacimiento pueden afectar la relación sexual de una pareja, haciéndola
en ocasiones más íntima; en otras crea barreras.

¿Qué ocurre en un matrimonio con el nacimiento de un primer hijo? Un equipo siguió a 128
parejas trabajadoras de clase media que tuvieron su hijo casi a los treinta años, hasta que el
niño cumplió tres años. Aunque algunos matrimonios mejoraron, en general, muchos
sufrieron, especialmente desde el punto de vista de las esposas (Belsky & Rovine, 1990).
Muchos cónyuges informaron que se amaban menos, tenían sentimientos ambivalentes
acerca de su relación, discutían más y se comunicaban menos. Esto se presentó sin importar
el sexo del niño o si las parejas tuvieron un segundo hijo para cuando el primero tenía tres
años.

¿En que radicó la diferencia entre los matrimonios que se fortalecieron y los que sufrieron
deterioro? En los matrimonios con más problemas, los padres tendían a ser más jóvenes y a
tener menos educación, ganar menos dinero y haber estado casados un tiempo más corto.
Uno o ambos padres presentaron tendencia a tener una baja autoestima y los esposos
parecían ser menos sensibles. Las madres que pasaron por la época más difícil fueron
aquellas cuyos bebés manifestaron temperamentos “difíciles” (véase capítulo 7). Resultó
sorprendente que quienes fueron más románticos “antes del bebé” tuvieron más problemas
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“después del bebé”, quizá porque tenían expectativas irreales. Además, las mujeres que
habían planeado sus embarazos fueron infelices posiblemente porque habían esperado que
la vida con un bebé fuera mucho mejor de lo que resultó ser (Belsky & Rovine, 1990).

¿son diferentes las experiencias de los padres adoptivos que las de los padres biológicos?
Investigadores de Israel observaron 1 104 parejas antes de ser padres y después de tener a
sus bebés –la mitad adoptados, la otra mitad biológicos- a los 4 meses de edad (Levy-Shiff,
Goldschmidt & HarEver, 1991). Los padres adoptivos reportaron expectativas más
positivas y experiencias más satisfactorias con la paternidad que los padres biológicos. Los
padres adoptivos, quienes tendían a ser mayores y llevaban más tiempo de casados, pueden
haber sido más maduros y recursivos, o pueden haber apreciado más la paternidad cuando
finalmente la consiguieron.

La división de las tareas domésticas implica un problema. Si una pareja las compartía por
igual antes de ser padres, después del nacimiento la carga pasaba a la esposa, la felicidad
marital tenía a descender, especialmente para las esposas no tradicionales (Belsky, Lang &
Huston, 1986). Debido a que la mayoría de las madres ahora trabajan para conseguir
dinero, el hecho de que la mayor parte de los esposos no compartan por igual la carga de
los quehaceres domésticos y el cuidado de los niños pude ser una fuente de estrés (Apostal
& Helland, 1993; Barnett, Brennan, Raudenbush & Marshall, 1994; Clay, 1995;
Greenstein, 1995; Olmsted & Weikart, 1994). Entre los jóvenes que eran padres por
primera vez, los hombres que se veían a sí mismos como cuidadosos, dispuestos a la
crianza y protectores experimentaron un menor descenso en la satisfacción matrimonial con
respecto a los otros padres y se sintieron mejor con respecto a la paternidad (Levy-Shiff,
1994).

Muchos elementos de las relaciones de familia ejercen una fuerte influencia en el desarrollo
de una bebé; y los mismos infantes ejercen una fuerte influencia en las personas que juegan
un papel importante en sus vidas. En la parte II de este texto se verán ejemplos de la
influencia bidireccional, cuando se estudie el desarrollo físico, cognoscitivo y psicosocial
en la infancia y en la etapa de los primeros pasos.

GRACE J. (2001) “EL Preescolar: desarrollo físico, cognoscitivo y


lingüístico”, en: Ibdem Desarrollo Psicológico. Ed. Mc Graw-Hill. Pp.
202-210
El preescolar: desarrollo físico, cognoscitivo y lingüistico1
Grace J. Crait

Casi como recién llegados a nuestro mundo, los niños de entre dos y seis años a menudo
expresan su pensamiento en formas que nos divierten y nos hacen reflexionar. Examinemos
el siguiente extracto de Winnie-the-Pooh, que cata el egocentrismo cognoscitivo y social
del preescolar, es decir, su tendencia ver e intratar las cosas desde su punto de vista:

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Un día al ir caminando, Winnie-the-Pooh llegó a un claro en medio del bosque y vio allí un
gran roble del que salía un fuerte zumbido. Winnie-thePooh se sentó al pie del árbol, puso
la cabeza entre sus garras y comenzó a pensar.

Antes que nada, se dijo: “El zumbido significa algo. No oye uno un zumbido así nada más,
por zumbar y zumbar, sin que signifique algo. Si hay un zumbido, alguien lo está haciendo,
y la única razón para hacerla que yo conozco es que tú eres una abeja”.

Luego reflexionó otra vez por largo tiempo y dijo: “Y la única razón que yo conozco para
que exista una abeja es que hace miel”.

Y luego se incorporó y dijo: “Y la única razón que yo conozco para que haga miel es que
yo la coma”. Dicho esto, comenzó a trepar al árbol.
Subió, subió, y mientras subía cantaba una cancioncilla que decía así:

“¿No es divertido que a un oso


le guste la miel?
¿Zumbar!, ¡zumbar! Y ¡zumbar!
Me pregunto por qué lo hará”
A. A. Milne (1926/1962), páginas 5-7

Este tipo de actitudes dicen mucho acerca de los niños. Los errores del preescolar indican
que hay una enorme distancia por recorrer entre los dos y los seis años de edad en la
adquisición de los procesos de pensamiento indispensables para la instrucción formal. Los
niños de corta edad se convierten poco a poco en personas realistas que forman conceptos y
muestran competencia lingüística (Fraiberg, 1959). Descubren lo que pueden o no
controlar. Generalizan a partir de la experiencia. Su razonamiento hace la transición de la
formación de conceptos simples al empleo de los rudimentos de la lógica.

También aprenden el lenguaje necesario para comunicar sus necesidades, sus ideas y sus
sentimientos. Adquieren el lenguaje de manera rápida en interacción con el desarrollo
cognoscitivo y social. Los preescolares de menor edad usan enunciados de dos o tres
palabras, basándose en una gramática limitada y, a veces, muy personal; los de seis años
expresan oraciones completas con una estructura gramatical esencialmente correcta. A
medida que el preescolar aprende la sintaxis y el vocabulario, también asimila los valores
sociales culturales apropiados: urbanidad, obediencia y roeles de género. En resumen, el
lenguaje es un puente entre la infancia y la niñez-con el tiempo el niño entiende y comunica
sus deseos, sus necesidades y observaciones; los demás responden en forma adecuada.

El desarrollo cognoscitivo y lingüístico se acompaña de cambios rápidos y drásticos de


aspecto y competencia física. Los niños regordetes de cabeza grande y extremidades cortas
se convierten en esbeltos chicos de seis años, más fuertes y con una coordinación más fina.
Perfeccionan su habilidad para deslizarse y correr, y aprenden las habilidades motoras finas
necesarias para escribir el alfabeto, para abotonarse el suéter o armar las piezas de un
rompecabezas.

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Los progresos que el preescolar realiza en el pensamiento, el lenguaje y las habilidades


motoras están interrelacionados. A medida que adquiere mayor fuerza física y más
destrezas, se siente más motivado para aplicar las habilidades que va dominando a la
exploración y el aprendizaje. Además, con la exploración se perfeccionan unas destrezas.
Así, las formas en que el niño se comporta y piensa constituyen un sistema integrado
(Thelen, 1989).

DESARROLLO FÍSICO Y MOTOR

Entre los dos y los seis años, el cuerpo del niño va perdiendo el aspecto infantil a medida
que cambian su tamaño, sus proporciones y su forma. Al mismo tiempo, el rápido
desarrollo del cerebro da origen a habilidades más complejas y refinadas de aprendizaje, así
como al perfeccionamiento de las habilidades motoras gruesas y finas.

TAMAÑO Y PROPORCIONES CORPORALES. La visita al consultorio el pediatra


suele incluir una evaluación de la estatura y peso del niño. Aunque los pequeños varían
mucho, las desviaciones extremas respecto al promedio de la edad pueden indicar
problemas de desarrollo. Los psicólogos no sólo comparten el interés del pediatra por los
aspectos fisiológicos del crecimiento, sino que, además se concentran en la relación que
guardan con la adquisición de nuevas habilidades.

Convienen aclarar que las afirmaciones generales sobre el crecimiento no siempre se


aplican a un niño en particular. El crecimiento del individuo es resultado de la genética, la
alimentación y las oportunidades de jugar y hacer ejercicio. La relación entre alimentación
y crecimiento se manifiesta en las diferencias entre los niños que viven en países
industrializados y en naciones pobres. Por ejemplo, como un número considerable de niños
en Bangladesh está desnutrido, en ese país el niño normal de seis años mide lo mismo que
un niño normal sueco de cuatro años (Eveleth y Tanner, 1976; Organización de Naciones
Unidas, 1991). Como vimos en l capítulo 3, una privación prolongada de los nutrientes
esenciales ocasiona efectos importantes en el desarrollo físico y motor.

Los periodos prolongados de desnutrición durante la niñez temprana limitan directa e


indirectamente el desarrollo cognoscitivo (Brown y Pollito, 1996). Como señalan los
autores, no se trata de una simple desnutrición, pues se presenta primero una condición de
daño cerebral y luego de retraso del desarrollo cognoscitivo. La desnutrición genera en
forma directa daño cerebral que a veces es reversible y otras no explora el ambiente y
aprende muy poco de éste, lo que obstaculiza su desarrollo cognoscitivo. La desnutrición
retrasa el crecimiento físico y la adquisición de las habilidades motoras; a su vez, esto
aminora las expectativas de los padres y contribuye el retraso del desarrollo cognoscitivo.

PROPORCIONES CORPORALES. A lo largo de la niñez las proporciones corporales


cambian mucho. Por ejemplo, al nacer la cabeza corresponde a una cuarta parte de la
extensión total del cuerpo. A los 16 años ya duplicó su tamaño, pero ahora representa sólo
una octava parte de la extensión total. Se acelera el alargamiento de la parte inferior del
cuerpo y de las piernas a medida que el niño comienza a perder la “grasa del bebé”
asociada con la infancia y la niñez temprana. De los dos a los seis años, la tasa del
crecimiento es más lenta en comparación con la de los dos primeros años de vida. Los
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preescolares sanos crecen a estirones, pero al año aumentan un promedio de dos kilogramos
de peso y 7.6 centímetros de estatura. Pero como ocurre con otros aspectos del crecimiento,
conviene recordar que los niños presentan tasas y aumentos muy variables de crecimiento
en la etapa preescolar, y los padres no deben intentar “acelerado” sobrealimentando a sus
hijos ni obligándolos a hacer demasiado ejercicio.

El centro de gravedad se ubica en los niños de corta edad por encima del de los adultos; los
niños sostienen una proporción mayor del peso en la parte superior del cuerpo, lo que
dificulta más el control del mismo. El preescolar pierde el equilibrio con mayor facilidad y
le cuesta mucho detenerse sin caer de bruces. También le es difícil atrapar un balón grande
sin irse de espaldas (Nichols, 1990). El centro de gravedad va descendiendo al área pélvica
conforme siguen modificándose las proporciones corporales.

MADURACIÓN ESQUELÉTICA. A medida que madura el sistema esquelético, los


huesos se desarrollan y se endurecen por medio de la osificación, proceso en virtud del cual
el tejido blando o cartílago se transforma en hueso. La edad esquelética se calcula merced a
la madurez de los huesos y se mide con radiografías de los huesos de la muñeca. Puede
variar hasta dos años en ambas direcciones respecto a la edad cronológica. Por ejemplo, la
edad esquelética de un niño de seis años puede fluctuar entre cuatro y ocho años (Nichols,
1990).

DESARROLLO DEL CEREBRO. Si bien los rápidos cambios del tamaño y


proporciones corporales son signos patentes de crecimiento, también se dan cambios
invisibles en el cerebro. A los cinco años, el cerebro del niño alcanza casi el tamaño del
cerebro del adulto. Su desarrollo le permite aprender, resolver problemas y utilizar el
lenguaje en forma cada vez más complejas. El número infinito de conexiones neuronales
que se forman a lo largo de la vida constituyen el fundamento físico del aprendizaje, la
memoria y el conocimiento en general.

Las neuronas, células especializadas que constituyen el sistema nervioso, comienzan a


formarse durante el periodo embrionario, y en el momento del nacimiento ya está presente
caso la totalidad de los 200,000 millones d4e que consta el cerebro del adulto. Durante el
segundo año de vida continúa el rápido crecimiento de las células gliale, mismas que aíslan
las neuronas y mejoran la eficiencia con que se transmiten los impulsos nerviosos. El
rápido crecimiento del tamaño de las neuronas, la cantidad de células gliales y la
complejidad de interconexiones neuronales producen un desarrollo acelerado del cerebro
durante la infancia y la niñez temprana que se prolonga (aunque a una tasa más lenta) en los
primeros años del periodo preescolar. En muchos aspectos, este desarrollo acelerado abre
una “ventana de oportunidades” para el desarrollo cerebral que resulta de la experiencia. El
desarrollo acelerado es también una etapa de gran plasticidad en que los niños se recuperan
de manera más fácil de las lesiones cerebrales que a edades posteriores; en cierto modo la
plasticidad no desaparece durante la adultez (Nelson y Bloom, 1997).

La maduración del cerebro y del sistema nervioso central incluye la mielinización ––


formación de células protectoras que “aíslan” las neuronas y facilitan la transmisión de los
impulsos nerviosos (Cratty, 1986). Durante la infancia temprana, comienza la mielinización
de las neuronas que participan en los reflejos y la visión. Ésta va seguida por la
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mielinización de las neuronas que realizan actividades motoras complejas y, luego, de las
que controlan la coordinación entre ojos y manos, el lapso de atención, la memoria y el
autocontrol. La mielinización del sistema nervioso central acompaña de cerca de la
adquisición de las habilidades motoras y cognoscitivas durante el periodo preescolar.

Hay dos aspectos del desarrollo del cerebro en la niñez temprana que tienen un interés
especial para los psicólogos: lateralización y el uso preferente de una mano.

LATERALIZACIÓN. La superficie del cerebro, llamada también corteza, se divide en dos


hemisferios: el izquierdo y el derecho. Los hemisferios se especializan, hasta cierto punto,
en el procesamiento de información y en el control de la conducta, proceso que recibe el
nombre de lateralización. En los niños sesenta, Roger Sperry y sus colegas verifican su
existencia al estudiar los efectos de la cirugía con que se atenuaban los ataques epilépticos.
Descubrieron que, al extirpar el tejido nerviosos (el cuerpo calloso) que conecta los dos
hemisferios, disminuían los ataques, lo que dejaba intacto el resto de las capacidades
necesarias para el funcionamiento normal, aunque el sujeto quedaba con dos hemisferios
relativamente independientes que no podían comunicarse entre sí (Sperry, 1970).
Actualmente la cirugía practicada para reducir los ataques epilépticos es mucho más
específica y compleja.

El hemisferio izquierdo controla la conducta motora del lado derecho del cuerpo y el
hemisferio derecho, el lado izquierdo (Cratty, 1986; Hellige, 1993). Sin embargo, en
algunos aspectos de funcionamiento, el hemisferio puede ser más activo. En la figura 6-2 se
aprecia de manera gráfica algunas de las funciones de la persona que usa la mano derecha;
en los zurdos algunas funciones pueden estar invertidas. Sin embargo, recuerde que los
individuos normales todo el cerebro intervienen en la mayoría de las funciones (Hellige,
1993). Las funciones lateralizadas (o especializadas en otros aspectos) indican simplemente
el grado de actividad; el cerebro siempre funciona como un todo.

Si consideramos la forma en que el niño adquiere sus habilidades, no sorprende que los
hemisferios no se desarrollen con la misma rapidez (Thatcher y otros, 1987). Por ejemplo,
el lenguaje se desarrolla con gran rapidez de los tres a los seis años, y el hemisferio
izquierdo muestra un crecimiento acelerado durante ese periodo. En cambio, el hemisferio
derecho madura con mayor lentitud en la niñez temprana y acelera su crecimiento en la
niñez media. La especialización lateral continúa durante la niñez y ya bien entrada la
adolescencia.

USO PREFERENTE DE UNA MANO. A los investigadores les intriga desde hace mucho la
preferencia por la mano derecho o izquierda, que es una función de la lateralización. La
mayoría de las personas prefieren la mano derecha y, por tanto, presentan una fuerte
dominancia del hemisferio izquierdo. No obstante, aun cuando hay una gran preferencia,
los niños pequeños pueden aprender a utilizar la otra mano, flexibilidad que disminuye con
la edad. Las investigaciones dedicadas a la dominancia hemisférica indican que la mayor
parte del lenguaje de los diestros está localizado principalmente en áreas del hemisferio
izquierdo. En el 10% de la población restante, que es zurda, el lenguaje lo comparten los
dos lados del cerebro. Esto indica que, en general, el cerebro de los zurdos puede estar
menos lateralizado (Hiscock y Kinsbourme, 1987). La observación de que los zurdos suelen
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ser ambidiestros ––es decir, que emplean las dos manos con buena coordinación y
habilidades motoras finas–– es una prueba adicional de este fenómeno.

En casi todos los niños, la preferencia por una mano se establece entre la niñez temprana y
la niñez media (Gesell y Ames, 1947). Además de la maduración del cerebro, la preferencia
por una mano refleja a veces las presiones de los padres y de los maestros para usar la mano
derecha que goza de la “aceptación social” (Coren y Porac, 1980). Pese a ello, prevalece la
opinión de que debe permitirse que la preferencia por una u otra mano surja de manera
espontánea, sin que haya coacción de por medio.

La mayoría de los niños de traes a cinco años muestran asimismo una preferencia bien
definida por una de las dos piernas que se perfeccionan durante la niñez media. Los
investigadores señalan que como la sociedad influye menos en la preferencia por una pierna
que en la preferencia por una mano (los padres a veces obligan al hijo zurdo a utilizar la
mano derecha), la ausencia de desarrollo de esta preferencia por una de las piernas puede
ser en realidad un indicador confiable de retrasos de desarrollo relacionados con el
establecimiento de las preferencias (Bradshaw, 1989; Gabbard y otros, 1991).

DESARROLLO DE LAS HABILIDADES MOTORAS. Las habilidades motoras de los


niños mejoran en forma considerable durante el periodo preescolar (Clark y Phillips, 1985).
Los cambios mas impresionantes se concentran en habilidades motoras gruesas como
correr, saltar y arrojar objetos. En cambio, las habilidades motoras finas como escribir y
utilizar los cubiertos se desarrollan con mayor lentitud.

Sin embargo, resulta difícil distinguir el desarrollo motorperceptual del desarrollo


cognoscitivo global. Casi todo lo que hace el niño en los primeros años de vida supone una
interacción entre éstos, junto con el desarrollo social y emocional. Por ejemplo, cuando un
preescolar camina sobre un madero, no sólo aprende a equilibrarse sino que también
experimenta el concepto cognoscitivo de “estrecho” y el concepto emocional de
“confianza”. Aunque gran parte de lo que hace parece ser una exploración meramente
sensorial, sus acciones suelen se prepositivas y estar encaminadas a metas (Van Hofsten,
1989).

Algunas secuencias del desarrollo comprenden lo que se conoce como subordinación


funcional. Las acciones que en un principio se realizan por sus resultados se integran más
tarde a otras más complejas y con otros fines. Así, las marcas que el niño hace al principio
con crayón en el papel son un fin en sí mismas. Más adelante, esa misma actividad queda
subordinada de manera funcional a habilidades más complejas como escribir y dibujar.

No siempre son tan evidentes las raíces del pensamiento y la conducta complejos.
Volveremos a este tema después de examinar el desarrollo de las habilidades motoras
gruesas y finas durante el periodo preescolar. Una vez más, recuerde que las indicaciones
de edad son sólo promedios y que los niños pueden desviarse mucho de éstos.

HABILIDADES MOTORAS GRUESAS. En comparación con los infantes, los niños de dos
años son extraordinariamente competentes, aunque todavía les queda un largo camino por
recorrer. Pueden caminar y correr pero siguen siendo relativamente pequeños y regordetes.
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Su marcha es vacilante y se da con las piernas muy separadas. También suelen usar las dos
manos o ambas piernas cuando sólo necesitan una (Woodcock, 1941). Por ejemplo, es
probable que el niño de dos años extienda las dos manos para recibir una galleta.

A los tres años, el niño mantiene más cerradas las piernas al caminar y correr, sin que deba
fijarse en lo que hacen sus piernas o sus pis (Cratty, 1970). Es decir, su conducta motora
gruesa empieza a dar señales de automaticidad ––capacidad que consiste en ejecutar
actividades motoras sin pensar en ellas (Shiffrin y Schneider, 1977). A los tres años corre,
vuelve la cabeza y se detiene con mayor suavidad que a los dos años aunque ni sus rodillas
ni sus muñecas tienen la flexibilidad que alcanzarán a los cuatro o cinco años (Woodcock,
1941). También suelen extender sólo la mano preferida para recibir algo como las galletas.

A los cuatro años el niño puede variar el ritmo de carrera. Muchos también saltan (aunque
con torpeza) y pueden brincar en el mismo lugar o mientras corren; a los cinco años puede
brincar con facilidad, caminar con confianza sobre una viga de equilibrio, sostenerse sobre
un pie algunos segundos e imitar los pasos de la danza (Gesel, 1940), estas habilidades
seguirán perfeccionándose en los próximos años (Robertson, 1984).

Mientras que los niños de tres años tal vez empujen un carrito de muñecas o un camión
grande de juguete por el gusto de hacerla, un niño de cuatro años subordina de manera
funcional esa acción a un juego de fantasía o a otras diversiones, aunque siga ejecutando
algunas acciones motoras por que le gustan.

La actividad global alcanza su punto más elevado entre los dos y tres años y disminuye en
forma gradual durante el resto del periodo preescolar. La reducción empieza primero en las
niñas, razón por la cual a algunos varones les cuesta trabajo quedarse quietos en su asiento
en el jardín de niños (Eaton y Yu, 1989).

HABILIDADES MOTORAS FINAS. Estas habilidades exigen el uso coordinado y diestro de


la mano, los dedos y el pulgar. Las habilidades en que intervienen las manos y los dedos
provienen de una serie de procesos superpuestos que comienzan antes del nacimiento.
(Recuerde, por ejemplo, que la transformación del reflejo de presión se convierte en una
prensión voluntaria y luego en una maniobra de atenazar). Hacia el final del tercer año
surgen nuevas habilidades manuales a medida que el niño empieza a integrar y a coordinar
los esquemas manuales con otras conductas motoras, preceptúales o verbales. Las
habilidades motoras finas también empiezan a mostrar automaticidad. Por ejemplo, el niño
de cuatro años puede conversar durante la comida mientras manipula con éxito el tenedor
(Cratty, 1986). Pero a pesar de una mayor competencia, al preescolar le cuesta mucho
ejecutar movimientos finos con precisión. Esta dificultad está ligada a la inmadurez del
sistema nervioso central (la mielinización todavía está en proceso), lo mismo que a su
escasa paciencia y a un lapso de atención relativamente corto.

Conforme el niño va dominando este tipo de habilidades, se vale por sí mismo con mayor
competencia y realiza mejor sus actividades diarias. Así, entre los dos y res años de edad
puede ponerse y quitarse algunas prendas simples. Abre y cierra la cremallera y sabe usar la
cuchara.

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El niño de entre tres y cuatro años puede abotonar y desabotonar botones grandes y
“servirse” el mismo la comida, aunque a veces al hacerlo provoca un verdadero caos. Entre
los cuatro y los cinco años puede vestirse y desvestirse sin ayuda y utilizar bien los
cubiertos. De los cinco a los seis años puede hacer un nudo simple; a los seis años por lo
general se amarra las agujetas, a pesar de que a algunos les es difícil y piden ayuda.

APRENDIZAJE Y HABILIDADES MOTORAS. Las primera habilidades motoras que


empieza a aprender el preescolar suelen ser acciones ordinarias como amarrarse las
agujetas, cortar con tijeras, brincar y altar, aunque no las dominarán sino hasta el fina del
periodo preescolar. Estas habilidades mejoran su capacidad para desplazarse, valerse por sí
mismo y comportarse de manera creativa. Algunos aprende, además actividades que exigen
gran destreza como la gimnasia, tocar e piano y hasta cabalgar.

Los investigadores han identificado algunas condiciones importantes del aprendizaje motor,
a saber: aprestamiento, práctico, atención, competencia, motivación y retroalimentación.

Por lo general, es necesario el aprestamiento para prender cualquier habilidad, tanto


cognoscitiva como motora. Se necesitan cierto nivel de madurez y ciertas habilidades
básicas para que el niño aproveche el entrenamiento. Aunque es difícil saber con exactitud
cuándo está “listo” el niño, las investigaciones de los estadounidenses y de los rusos
indican que aprende con rapidez y con poco entrenamiento o esfuerzo si el nuevo
aprendizaje se introduce en el momento óptimo de aprestamiento (Lisina y Neverovich,
1971). El niño desea aprender, disfruta la práctica y le fascina su desempeño. Muchas veces
da indicaciones del momento en que ha alcanzado el aprestamiento óptimo para aprender
una habilidad en particular: observe si comienza a imitar por su cuenta alguna conducta.

La práctica es indispensable para el desarrollo motor. Los niños no podrán dominar la


acción de subir las escaleras si no la realizan. Tampoco aprenderán a arrojar un balón si no
practican el lanzamiento. Cuando los niños viven en un ambiente limitado y restringido, su
adquisición de habilidades motoras se rezaga. Les resultará difícil adquirirlas a quienes no
tienen objetos con que jugar, lugares que explorar, herramientas que usar, ni personas a
quienes imitar. Por el contrario, en un ambiente rico y dinámico suelen ajustar bien su ritmo
de aprendizaje. Imitan las conductas, con frecuencia repitiéndolas una y otra vez. Hacen
cosas como vaciar varias veces el agua de un recipiente a otro para explorar los conceptos
de “lleno”, de “rápido” y “lento”. Estos programas de aprendizaje ideados y regulados por
ellos mismos suelen ser más eficaces que las lecciones programadas por los adultos
(Karlson, 1972).

El aprendizaje motor mejora también con la atención, la cual exige un estado mental alerta
y comprometido. ¿Cómo se mejora la atención de los niños? A los de corta edad no se les
puede decir simplemente lo que deben hacer y cómo hacerlo. En cambio, por medio de
actividades los niños de dos y tres años aprenden mejor nuevas habilidades motoras. Pude
recurrirse a ejercicios y juegos para enseñarles a mover los brazos y las piernas en
determinadas formas. Tales técnicas indican que los niños de tres y cinco años concentran
su atención más eficazmente promedio de la imitación activa. Sólo después de los seis o
siete años podrán prestar atención a las instrucciones verbales y cumplirlas bastante bien, al
menos mientras realicen actividades y tareas conocidas (Zaporozlets y Elkoni, 1971).
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La motivación de competencia (White, 1959) se refleja en la observación de que los niños a


menudo intentan cosas sólo para saber si pueden hacerlas, para perfeccionar sus
habilidades, para probar sus músculos y sus capacidades, para disfrutar el placer que les
procuran. Corren, brincan, trepan y saltan por el gusto que sienten de hacerlo y el reto que
representa. En otras palabras, a menudo se entregan a una conducta motivada
intrínsecamente que realizan por su propio valor sin perseguir una meta identificable, salvo
quizá la competencia y el dominio. Por el contrario, la conducta motivada extrínsecamente
la llevan a cabo para obtener reforzamiento.

Por último, la retroalimentación que reciben por sus esfuerzos les ayuda a adquirir y
perfeccionar las habilidades motoras. Los padres y los compañeros les dicen que lo están
haciendo muy bien y los estimulan a superarse. La retroalimentación a veces proviene de la
conducta misma. Por ejemplo, cuando un niño sube una escalera de juguete, le procurarán
placer la tensión de sus músculos y la experiencia de estar a cierta altura y de contemplar
cosas que no son visibles desde el suelo. Los padres y los profesores pueden contribuir
mucho al acentuar esta retroalimentación interna. Algunas expresiones concretas como “Ya
tienes un fuerte apoyo en la barra” son más eficaces que un elogio general como “Estas
subiendo muy bien las escaleras”.

Piaget (1984) “introducción”, “El nivel sensomotor”; en: Psicología del


niño. Ed. Murata. P. 11-37.

Advertencia

La influencia de PIAGET sobre la psicología ha sido profunda. Sus penetrantes y pioneras


investigaciones y teorías del desarrollo cognoscitivo han situado a la psicología del niño en
camino de moverse en nuevas direcciones. Sus audaces especulaciones han servido de
inspiración para el trabajo de otros, y sus estudios han constituido materia de muchos libros
y de incontables artículos. Y, significativamente, su influencia se ha esparcido sobre otras
disciplinas y sigue teniendo un cada vez mayor impacto sobre la cultura general en sentido
amplio.

Aquí, por tanto, es, “Piaget sobre Piaget”, una síntesis comprensiva de su psicología
del niño, trazando las etapas del desarrollo cognoscitivo sobre el entero período de la niñez,
desde la infancia a la adolescencia.
Psicología del Niño es así un soberbio sumario par el psicólogo profesional y la
mejor de todas las introducciones a PIAGET para el estudiante y el lector interesado no
especialista.
JEAN PIAGET ES CO-DIREFTOR DEL Instituto de Ciencias de la Educación en
Ginebra y profesor de Psicología experimental en la Universidad de Ginebra. Durante más
de cuarenta años ha estado en la primera línea de la investigación científica sobre los
orígenes y desarrollo de las facultades intelectuales en los primeros años de vida. Barbel

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INHELDER, que ha trabajado con PIAGET a lo largo de muchos años, ha colaborado con él
en la redacción de varios libros.

INTRODUCCION

La psicología del niño1 estudia el crecimiento mental o, lo que viene a ser lo mismo, el
desarrollo de las conductas (es decir, de los comportamientos, comprendida la conciencia)
hasta esa fase de transición, constituida por la adolescencia, que marca la inserción del
individuo en la sociedad adulta. El crecimiento mental es indisociable del crecimiento
físico, especialmente de la maduración de los sistemas nerviosos y endocrinos que prosigue
hasta alrededor de los 16 años. De ello resulta, ante todo, que, para comprender ese
crecimiento mental, no basta remontarse hasta el nacimiento, porque existe una embriología
de los reflejos (MINKOWSKI) interesando la motórica del feto; y ya se han invocado las
conductas perceptivas de éste en ámbitos como los de la percepción de la causalidad táctilo-
cinestésica (MICHOTTE)2 También resulta de ello, desde un punto de vista teórico, que la
psicología del niño ha de considerarse como el estudio de un sector particular de una
embriogénesis general, que se prosigue después del nacimiento, y que engloba todo el
crecimiento, orgánico y mental, hasta llegar a ese estado de equilibrio relativo que
constituye el nivel adulto.

Las influencias del ambiente adquieren una importancia cada vez mayor a partir del
nacimiento, tanto desde el punto de vista orgánico como del mental. La psicología del niño
no puede, pues, limitarse a recurrir a factores de maduración biológica, ya que los factores
que han de considerarse dependen tanto del ejercicio o de la experiencia adquirida como de
la vida social en general.
La psicología del niño estudia por sí mismo en su desarrollo mental. Conviene, a tal
respecto, distinguirla de la “psicología genética”, aunque constituye instrumento esencial de
ella. Señalemos en seguida, para disipar cualquier equívoco en la terminología, que la
palabra “genética”, en la expresión “psicología genética”, fue introducida por los
psicólogos en la segunda mitad del siglo XIX, es decir, antes que los biólogos la empleasen
con un sentido más restringido. En el lenguaje actual de los biólogos, la “genética” se
refiere exclusivamente a los mecanismos de la herencia, por oposición a los procesos
embriogenéticos u ontogenéticos. “Psicología genética” se refiere al desarrollo individual
(ontogénesis). Dicho esto, podríamos vernos tentados a considerar las expresiones
“psicología del niño” y “psicología genética” como sinónimas; sin embargo, un importante
matiz las diferencia: si la psicología del niño estudia a éste por él mismo, se tiende hoy, por
el contrario a denominar “psicología genética” a la psicología general (estudio de la
inteligencia, de las percepciones, etc.), pero en tanto que trata de explicar las funciones
mentales por su modo de formación, o sea, por su desarrollo en el niño : p. ej.: después de
haber estudiado los razonamientos, operaciones y estructuras lógicas en el adulto solo, esto
es, en el estado acabado y estático, lo que ha conducido a algunos autores (Denk-psicologíe
alemana) a ver en el pensamiento un “espejo de la lógica”, se ha terminado por preguntarse
si la lógica era innata o el resultado de una construcción progresiva, etc. Con objeto de
resolver tales problemas, se recurre entonces al niño; y, por este hecho, la psicología
infantil se ve promovida al rango de “psicología genética”, lo cual equivale a decir que se
convierte en instrumento esencial de análisis explicativo para resolver los problemas de la
psicología general.
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1
Esta obra quiere ser una síntesis de diferentes trabajos de psicología del niño, incluidos los
nuestros (sin compromiso, por lo demás, en cuanto a las proporciones). Respecto a éstos, el lector
acaso experimente la impresión de que seamos reiterativos. Nos permitimos, sin embargo, señalar
dos novedades acerca de este punto: esta exposición es a la vez breve y sencilla, lo que constituye
por otra parte sus dos únicos méritos.
Damos las gracias a la Presses Universitalres de France por habernos determinado a escribir
este resumen, que nunca hubiésemos pensado hacer por propia iniciativa.
2
MICHOTTE, A. La perception de la causalité Publications universitaires de Louvain, 2a.
ed., 1954.

La psicología del niño estudia a éste por sí mismo en su desarrollo mental.


Conviene, a tal respecto, distinguirla de la “psicología genética”, aunque constituya
instrumento esencial de ella. Señalemos en seguida, para disipar cualquier equívoco en la
terminología, que la palabra “genética2, en la expresión “psicología genética!”, fue
introducida por los psicólogos en la segunda mitad del siglo XIX, es decir, antes que los
biólogos la empleasen con un sentido más restringido. En el lenguaje actual de los biólogos,
la “genética” se refiere exclusivamente a los mecanismos de la herencia, por oposición a los
procesos embriogenéticos u ontogenéticos. “Psicología genética” se refiere al desarrollo
individual (ontogénesis). Dicho esto, podríamos vernos tentados a considerar las
expresiones “psicología del niño” y “psicología genética” como sinónimas; sin embargo, un
importante matiz las diferencias: si la psicología de niño estudia a éste por él mismo, se
tiende hoy, por el contrario, a denominar “psicología genética” a la psicología general
(estudio de la inteligencia, de las percepciones, etc.), pero en tanto que trata de explicar las
funciones mentales por su modo de formación, o sea, por su desarrollo en el niño: p. ej.:
después de haber estudiado los razonamientos, operaciones y estructuras lógicas en el
adulto solo, esto es, en el estado acabado y estático, lo que ha conducido a algunos autores
(Denk-psychologie alemana) a ver en el pensamiento un “espejo de la lógica”, se ha
terminado por preguntarse si la lógica era innata o el resultado de una construcción
progresiva, etc. Con objeto de resolver tales problemas, se recurre entonces al niño; y, por
este hecho, la psicología infantil se ve promovida al rango de “psicología genética”, lo cual
equivale a decir que se convierte en instrumento esencial de análisis explicativo para
resolver los problemas de la psicología general.
La importancia adquirida actualmente por el método genético en todos los sectores
de la psicología (téngase en cuenta, p. ej., el considerable papel atribuido a la infancia por
el psicoanálisis) tiende así a conferir a la psicología del niño una especie de posición clave
en los más diversos ámbitos. En consecuencia, nos situaremos en esta obra, principalmente,
en el punto de vista de la psicología genética; si el niño ofrece un gran interés en sí mismo,
se ha de añadir, en efecto, que también explica al hombre, en el mismo grado, y, a menudo
más que al contrario, pues, aunque el hombre lo eduque por medio de múltiples
transmisiones sociales, todo adulto, incluso creador, ha comenzado, sin embargo, por ser un
niño, tanto en los tiempos prehistóricos como en nuestros días.

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CAPITULO 1

El NIVEL SENSO-MOTOR

Si el niño explica en cierta proporción al adulto, también puede decirse que cada
período del desarrollo informa, en parte, de los siguientes. Esto resulta especialmente claro
en lo que concierne al período anterior al lenguaje. Puede llamársele período “senso-motor”
porque, a falta de función simbólica, el lactante no presenta todavía pensamiento ni
afectividad ligada a representaciones que permitan evocar las personas o los objetos
ausentes. Pero, pese a esas lagunas, el desarrollo mental durante los dieciocho primeros
meses1 de la existencia es particularmente rápido y de importancia especial porque el niño
elabora a ese nivel el conjunto de las subestructuras cognoscitivas que servirán de punto de
partida a sus construcciones perceptivas e intelectuales ulteriores, así como cierto número
de reacciones afectivas elementales, que determinarán de algún modo su efectividad
subsiguiente.

I.––LA INTELIGENCIA SENSO-MOTORA

Sean cuales fueren los criterios de la inteligencia que se adopten (tanto dirigido, según
CLAPARÉDE; comprensión repentina o insight, según opinan W. KOLER o K.BUHLR*;
coordinación de los medios y de los fines, etc.) todo el mundo está de acuerdo en admitir
que existe una inteligencia antes del lenguaje. En esencia práctica, es decir, tendente a
consecuciones y no a enunciar verdades, esa inteligencia no deja de resolver finalmente un
conjunto de problemas de acción (alcanzar objetos alejados o escondidos, etc.),
constituyendo un complejo sistema de esquemas de asimilación, ni de organizar lo real
según un conjunto de estructuras espacio-temporales y causales. Ahora bien, a falta de
lenguaje y de función simbólica, esas construcciones se efectúan apoyándose
exclusivamente en percepciones y movimientos, esto es, mediante una coordinación senso-
motora de las acciones, sin que intervengan la representación o el pensamiento.

1
Advertimos que cada una de las edades indicadas en esta obra es un promedio
aproximado.
* Ver BUHLR, K.: PSICOLOGÍA DE LA FORMA (Cibernética y Vida). Madrid, Morata,
1965, y Crisis de la Psicología. Madrid, Morata, 1966. También KOHLR, W.: Psicología de la
Configuración, Madrid Morata, 1967. (N. del T.).

1. Estímulo-respuesta y asimilación. ––Pero, si existe una inteligencia senso-motora, es


muy difícil precisar en qué momento aparece. Más concretamente, el problema no tiene
sentido, porque su solución depende siempre de la elección arbitraria de un criterio. Lo que
en realidad se da de hecho es una sucesión notablemente continua de estadios, cada uno de
los cuales señala un nuevo progreso parcial, hasta el momento en que las conductas
alcanzadas presentan caracteres que tal o cual psicólogo reconoce como de la “inteligencia”
(todos los autores coinciden en lo que concierne a atribución de ello al último, por lo
menos, de esos estadios, entre los 12 y los 18 meses). Siendo así que de los movimientos
espontáneos y el reflejo a los hábitos adquiridos y de éstos a la inteligencia hay una
progresión continua, el problema es alcanzar el mecanismo de esa progresión en sí misma.

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Para muchos psicólogos, ese mecanismo es el de la asociación, que permite


adicionar por vía acumulativa los condicionamientos a los reflejos y otras muchas
adquisiciones a los condicionamientos mismos: toda adquisición, desde la más sencilla a la
más compleja, debería ser así concebida como una respuesta a los estímulos exteriores, y
cuyo carácter asociativo expresa una subordinación pura y simple de las relaciones
adquiridas a las relaciones exteriores. Uno de nosotros2 ha supuesto, por el contrario, que
ese mecanismo consistía en una asimilación (comparable a la asimilación biológica en
sentido amplio); es decir, que toda relación nueva está integrada en un esquematismo o en
una estructura anterior: entonces hay que considerar la actividad organizadora del sujeto tan
importante como las relaciones inherentes a los estímulos exteriores, porque el sujeto no se
hace sensible a éstos sino en la medida en que son asimilables a las estructuras ya
constituidas, que modificarán y enriquecerán en función de las nuevas asimilaciones. En
otros términos: el asociacionismo concibe el esquema estímulo-respuesta bajo una forma
unilateral E R, mientras que el punto de vista de la asimilación supone una reciprocidad
E R, o, lo que viene a ser lo mismo, la intervención de las actividades del sujeto o del
organismo 3 Og, o sea: E (Og) R.

2
PIAGET J.: La naissance de I’intelligence. Delachaux y Niestlé, 1936.
3
El organismo, O, interviene ya en HULL a título de variable intermediaria, pro en el
sentido de una simple reducción de las necesidades y no de una estructura organizador, og

2. El estadio I. ––No hay que buscar el punto de partida del desarrollo,


efectivamente, en los reflejos concebidos como simples respuestas aisladas, sino en las
actividades espontáneas y totales del organismo (estudiadas por V. HOLST y otros) y en los
reflejos concebidos a la vez como una diferenciación de ellas y como capaces, en algunos
casos (los de reflejos que se desarrollan por ejercicio en lugar de atrofiarse o de permanecer
sin cambios) de presentar una actividad funcional que implica la formación de esquemas
de asimilación.

En efecto: de una parte, se ha demostrado, tanto por el estudio de los


comportamientos animales como por el de las ondas eléctricas del sistema nerviosos, que el
organismo no es nunca pasivo, sino que está presente en las actividades espontáneas y
globales, cuya forma es rítmica. Por otra parte, el análisis embriológico de los reflejos
(COGHILL, etc), ha permitido establecer que éstos se constituyen por diferenciación a partir
de actividades más globales: en el caso de los reflejos de locomoción de los batracios, p.
eje., en un ritmo de conjunto el que lleva a una sucesión de reflejos diferenciados y
coordinados y no éstos los que llevan a aquél.
En lo que concierne a los reflejos del recién nacido, resulta que los que entre ellos
presentan una importancia particular para el porvenir (los reflejos de succión o el reflejo
palmar que será integrado en la pretensión internacional ulterior) dan lugar a lo que uno de
nosotros ha llamado “ejercicio reflejo”, es decir, una consolidación por ejercicio funcional.
De ese modo, el recién nacido mama de manera más segura y encuentra más fácilmente el
pezón cuando se le deja, después de algunos días, que en los primeros ensayos4. La
asimilación reproductora o funcional que asegura ese ejercicio se prolonga, por otra parte,
en una asimilación generalizadora (chupar en el vacío, entre las tetadas o chupar otros
objetos) en una asimilación re-cognoscitiva (distinguir el pezón de los otros objetos).
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Se observa también tales ejercicios reflejos en los animales como en los tanteos que
caracterizan los primeros ensayos de copulación entre los limeños de los estanques

Sin que se pueda hablarse en esos casos de adquisiciones propiamente dichas,


puesto que el ejercicio asimilador no rebasa entonces el merco preestablecido de la
disposición hereditaria, la asimilación empleada no deja de realizar un papel fundamental,
porque esa actividad que impide considerar el reflejo como puro automatismos explica, por
otra parte, extensiones ulteriores del esquema reflejo y la formación de los primeros
hábitos. En el ejemplo de la succión se asiste, en efecto, y a veces desde el segundo mes, a
ese fenómeno trivial, pero no menos instructivo, de una succión del pulgar, no fortuita o
accidental, como podría producirse desde el primer día, sino sistemática, por coordinación
de los movimientos del brazo, de la mano y de la boca. Donde los asociacionistas sólo ven
un efecto de repetición (pero ¿de dónde viene ésta, ya que no es impuesta por relaciones
exteriores?) y donde los psicoanalistas ven ya una conducta simbólica, por asimilación
representativa del pulgar y del seno (pero ¿de dónde vendería ese poder simbólico o
evocador mucho antes de la formación de las primeras imágenes mentales?), nosotros
sugerimos interpretar esa adquisición por una simple extensión de la asimilación senso-
motora en juego en el reflejo. Precisemos, ante todo, que han aquí adquisición propiamente
dicha, ya que no existe reflejo o instinto de chupar el pulgar (la aparición de esa conducta y
su frecuencia son, en efecto, variables). Pero esa adquisición no es indefinida, sino que va a
inscribirse en un esquema reflejo ya constituido y se limita a extenderlo por integración de
elementos senso-motores hasta entonces independientes de él. Esta integración caracteriza
ya el estadio II.

3. El estadio II. ––Según tal modelo se constituyen los primeros hábitos, que
dependen directamente de una actividad de sujeto, como en el caso precedente, o parecen
impuestos desde el exterior como en el de los “condicionamientos”. Un reflejo
condicionado, en efecto, no es estable nunca por el juego de sus solas asociaciones; y
únicamente llega a serlo por la constitución de un esquema de asimilación, es decir, cuando
el resultado conseguido satisface la necesidad inherente a la asimilación considerada (como
con el perro de PAVALOV, que insaliva al sonido de la campana en tanto que éste se
asimila a una señal de alimento; pero que deja de insalivar si no sigue ya a la señal)*
Pero incluso llamando “hábitos” (a falta de una palabra mejor) a las conductas
adquiridas tanto en su formación como en sus resultados automados, el hábito no es aun
inteligente. Un “hábito” elemental se basa en un esquema senso-motor de conjunto5, en el
seno del cual no existe, desde el punto de vista del sujeto, diferenciación entre os medios y
los fines, ya que el fin en el juego sólo se alcanza por una obligada sucesión de
movimientos que a él conducen, sin que se pueda, al comienzo de la conducta, distinguir un
fin perseguido previamente y, luego, los medios escogidos entre varios esquemas posibles.
En un acto de inteligencia, al contrario, existe la persecución de un fin planteado desde el
comienzo; luego, búsqueda de los medios apropiados; medios que son suministrados por
los esquemas conocidos (o esquemas de “hábitos”), pero ya diferenciados del esquema
inicial que señalaba su finalidad a la acción

* Ver PAVLOV, I. P.: Psicología y Psiquiatría (Reflexología). Madrid, Morata, 1967. (N.
del T.).

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5
Un esquema en la estructura o la organización de las acciones, tales como se transfieren o
se generalizan con motivo de la repetición de una acción determinada en circunstancias iguales o
análogas.

4. El estadio III. ––El gran interés del desarrollo de las acciones senso-motoras
durante el primer año del niño consiste en que no sólo lleva a los aprendizajes elementales,
fuentes de simples hábitos, a un nivel en que no se observa todavía una inteligencia
propiamente dicha, sino que también proporciona una serie continua de intermediarios entre
esas dos variedades de reacciones. Así, después del estado de los reflejos (I) y el de los
primeros hábitos (II), un tercer estadio (III) presenta las transiciones siguientes a partir del
momento, hacia los cuatro meses y medio, por término medio, en que hay coordinación
entre la visión y la aprehensión (el niño coge y manipula todo lo que ve en su espacio
próximo). Un sujeto de esa edad atrapa, p. ej., un cordón que pende del techo de su cuna, lo
que tiene por efecto sacudir todos los sonajeros suspendidos sobre él. Repite en seguida ese
acto una serie de veces, con resultados insólitos, lo que constituye una “reacción circular”
en el sentido de J. M. BALDWIN, esto es: un hábito en estado naciente, sin finalidad
previamente diferenciada de los medios empleados. Pero a continuación, basta suspender
un nuevo juguete del techo para que el niño busque el cordón, lo que constituye un
principio de diferenciación entre el fin y el medio. En los siguientes días, cuando se
balancee un objeto suspendido de un gancho, a dos metros de la cuna, e incluso cuando se
hagan oír sonidos inesperados y mecánicos detrás de un biombo y esos espectáculos o esa
música se acaben, el niño buscará u tirará nuevamente del cordón mágico; nos hallamos
esta vez en el umbral de la inteligencia, por extraña que sea esa casualidad sin contacto
especial.

5. Los estadios IV y V ––En un cuarto estadio (IV), se observan actos más


complejos de inteligencia práctica. Se le impone al sujeto una finalidad previa,
independientemente de los medios que vaya a emplear: por ejemplo, alcanzar un objeto
demasiado lejano o que va a desaparecer bajo una sábana o un cojín. Esos medios son,
después solamente, intentados o buscados, y ello, en conjunto, a título de medios; p. ej.:
coger la mano de un adulto y llevarla hacia el objeto que se ha de alcanzar, o levantar lo
que tapa el objeto oculto. Pero durante este cuarto estadio, si la coordinación de los medios
y de los fines es nueva y se renueva en cada situación imprevista (sin lo cual no habría
inteligencia en ello), los medios empleados sólo se toman de los esquemas de asimilación
conocidos (en el caso del objeto escondido y encontrado, la combinación es también nueva,
como se verá en el S II , pero el hecho de coger y de apartar un cojín no corresponde sino a
un esquema habitual).

Durante un quinto estadio (V), que comienza hacia los once o doce meses, se añade
a las conductas precedentes una reacción esencial: la búsqueda de medios nuevos por
diferenciación de los esquemas conocidos. A este respecto, puede citarse lo que llamamos
conducta del soporte: si un objeto demasiado lejano se halla sobre una alfombra, el niño,
después de haber intentado en vano alcanzar directamente el objetivo, puede lograr coger
una esquina del tapiz (por casualidad o con ayuda); y observando entones una relación entre
los movimientos de la alfombra y los del objeto, colega, poco a poco, a tirar de la alfombra
para conseguirlo. Un descubrimiento análogo caracteriza la conducta de la cinta, estudiada

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por K. BÜHLER y luego por otros: atraer hacia sí el objeto, tirando de la cinta a la que está
unido.

6. El estadio VI. ––Finalmente, un sexto estadio señala el término del período


senso-motor y la transición con el período siguiente: el niño se hace capaz de encontrar
medios nuevos, no ya sólo por tanteos exteriores o materiales, sino por combinaciones
interiorizadas, que desembocan en una comprensión repentina o insight. Por ejemplo: el
niño, ante una caja de cerillas apenas entreabierta, en la que se ha repetido un dato, trata, en
primer lugar, de abrir la caja mediante tanteos materiales (reacción del V estadio), pero
después del fracaso presenta esa reacción muy nueva, de un paro n la acción y un examen
atento de la situación (durante el cual abre y cierra lentamente la boca; en otro sujeto, la
mano, como para imitar el resultado por obtener, es decir, la ampliación de la apertura); tras
lo cual, bruscamente, desliza su dedo en la hendidura, y consigue así abrir la caja.
En este mismo estadio se descubre, en general, la célebre conducta del bastón,
estudiada por W. KÖHLER en los chimpancés, y luego por otros en los pequeños. Pero W.
KÖHLER, como K. BÜHLER, considera que hay en ello acto de inteligencia solamente en el
caso en que haya comprensión brusca, apartando el tanteo del terreno de esa inteligencia,
para clasificarlo en las conductas de suplencia o de “Dressur”, etc. CLAPAREDE, al
contrario, veía en el tanteo el criterio de la inteligencia, atribuyendo el nacimiento de las
hipótesis a un tanteo interiorizado. Este criterio es seguramente demasiado amplio, puesto
que hay tanteo en el reflejo y en la formación de los hábitos. Pero el criterio del insight* es,
ciertamente, demasiado estrecho, porque, gracias a una serie ininterrumpida de
asimilaciones de diversos niveles (I a V), los esquemas senso-motores se hacen susceptibles
de esas nuevas combinaciones y de esas interiorizaciones que hacen posible, finalmente, la
comprensión inmediata en ciertas situaciones. Este último nivel (VI) no puede ser separado
de aquellos cuyo acabamiento simplemente señala.

* En inglés “conocimiento, discernimiento, perspirada observación, penetración]” (N del T.)

II.––LA CONSTRUCCIÓN DE LO REAL6

El sistema de los esquemas de asimilación senso-motores desemboca en una especia


de lógica de la acción, que implica poner en relaciones y en correspondencias (funciones),
ajustes de esquemas (cfr. la lógica de las clases), en una palabra: estructuras de orden y
reuniones que constituyen la subestructura de las futuras operaciones del pensamiento. Pero
la inteligencia senso-motora conduce a un resultado muy importante en lo que concierne a
la estructuración del universo del sujeto, por restringido que sea ese nivel práctico: organiza
lo real, construyendo, por su funcionamiento mismo, las grandes categorías de la acción
que son los esquemas del objeto permanente, del espacio, del tiempo y de la casualidad,
subestructuras de las futuras nociones correspondientes. Ninguna de esas categorías se da al
comienzo; y el universo inicial está enteramente centrado en el cuerpo y la acción propios,
en un egocentrismo tan total como inconsciente de sí mismo (falta de una conciencia del
yo). En el transcurso de los dieciocho primeros meses se efectúa, por el contrario, una
especie de revolución copernicana o, más simplemente dicho, de “des-centración” general,
de modo que el niño acaba por situarse como el objeto entre otros, en un universo formado
por objetos permanentes, estructurado de manera espacio-temporal y sede de una
causalidad a la vez espacializada y objetivada en las cosas.
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6
PIAGET, J.: La construction du réel chez l’enfant. Delachaux y Niestlé, 1937

1. El objeto permanente ––Ese universo práctico elaborado en el segundo año está,


ante todo, formado de objetos permanentes. El universo inicial es un mundo sin objetos,
que sólo consiste en “cuadros” móviles e inconsistentes, que aparecen y luego se
reabsorben por completo, bien para no tornar, bien para reaparecen en forma modificada o
análoga. Hacia los cinco o los siete meses (estadio III del § I), cuando el niño va a coger
un objeto y se tapa éste con una sábana o se le oculta con una pantalla, retira simplemente
la mano ya tendida o, si se trata de un objeto de especial interés (el biberón, p. ej.). se pone
a llorar o a chillar de decepción: reacciona, pus, como si el objeto hubiera sido reabsorbido.
Se responderá, acaso, que él sabe muy bien que el objeto existe donde ha desaparecido, pro
que, simplemente, no consigue resolver el problema de buscarlo y levantar la pantalla. Pero
cuando empieza a buscar bajo ésta (véase el estadio IV del § I), puede hacerse el siguiente
control: ocultar l objeto en A, la derecha del niño, que lo busca y lo encuentra; y luego, a su
vista, quitar el objeto y ocultarlo en B, a la izquierda del niño: cuando éste ha visto
desaparecer el objeto en B (bajo un cojín, p. ej.), ocurre a menudo que lo busque en A,
como si la posición del objeto dependiese de las acciones anteriormente realizadas y no de
sus desplazamientos autónomos e independientes de la acción propia. En el estadio V
(nueve a diez meses) el objeto es buscado, por el contrario, en función sólo e sus
desplazamientos, salvo si éstos son muy complejos (acumulación de pantallas); y en el
estadio VI se añade a esto un juego de inferencias que logran dominar ciertas
combinaciones (levantar un cojín y sólo encontrar debajo otro obstáculo imprevisto, que es
entonces levantado inmediatamente)7.
7
Esos resultados obtenidos por uno de nosotros ha sido confirmados después de TH.
GOUIN- DÉCARIE en Montreal (en 90 sujetos) y por ESCALONA en Nueva York. Esta última ha
observado que el objeto oculto en la mano es buscado más tardíamente que bajo una pantalla
exterior (dicho de otra manera: que la reabsorción sin localización predomina entonces más tiempo
que la permanencia sustancial y espacial). Por otra parte H. GRUBER ha realizado una
investigación sobre los mismos problemas con gatos pequeños; éstos pasan, en general, por los
mismos estadios; pero llegan a un inicio de permanencia desde los tres meses. El niño, en este punto
como en otros muchos, se halla retrasado con respecto al animal; pero ese retraso atestigua
asimilaciones más acentuadas, ya que, seguidamente, el primero consigue sobrepasar ampliamente
al segundo.

La conservación del objeto es, principalmente, función de la localización. Este


hecho muestra que la construcción del esquema del objeto permanente es solidaria de toda
la organización espacio-temporal del universo práctico, así, naturalmente, como de su
estructuración causal.

2. El espacio y el tiempo.––Comenzando por las estructuras espacio-temporales, se


comprueba que al principio no existen ni un espacio único ni un orden temporal que
engloben los objetos y los acontecimientos, como el continente engloba lo contenido. Sólo
se da un conjunto de espacios heterogéneos, centrados todos en el cuerpo propio: espacio
bucal (STERN), táctil, visual, auditivo, posicional; ciertas impresiones temporales (espera,

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etc), pro sin coordinaciones objetivas. Esos espacios se coordinan luego progresivamente
(bucal y táctil-cinestésico), pero esas coordinaciones siguen siendo parciales mucho tiempo,
en tanto que la construcción del esquema del objeto permanente no conduce a la distinción
fundamental, que H POINCARÉ considera, erróneamente, como primitiva8, de los cambios
de estado o modificaciones físicas, y de los cambios de posición o desplazamientos
constitutivos del espacio.

En solidaridad con las conductas de localización y de búsqueda del objeto


permanente, los desplazamientos se organizan, finalmente (estadios V y VI), en una
estructura fundamental, que constituye la armazón del espacio práctico, en espera de servir
de base, una vez interiorizada, a las operaciones de la métrica euclidiana: es lo que los
geómetras llaman “grupo de desplazamientos”, y cuya significación psicológica es la
siguiente:
a) Un desplazamiento AB y un desplazamiento BC pueden coordinarse en un solo
desplazamiento AC, que forma aún parte del sistema9; b)Todo desplazamiento AB pude ser
invertido BA, d donde resulta la conducta de “retorno” al punto de partida; c) La
composición del desplazamiento AB y de su inverso BA da el desplazamiento nulo AA; d)
Los desplazamientos son asociativos, es decir, que la serie ABCD se tiene
AB+BD=AC+CD; esto significa que un mismo punto D puede ser alcanzado a partir de A
por caminos diferentes (si los segmentos AB, BC, etc., no están en línea recta), lo que
constituye la conducta del “radio” cuyo carácter tardío se conoce (estadios V y VI en el
niño, conducta comprendida por los chimpancés, pero ignorada de las gallinas, etc.)
En correlación con esa organización de las posiciones y de los desplazamientos en
el espacio, se constituyen, naturalmente, series temporales objetivas, ya que en el caso del
grupo práctico de los desplazamientos, éstos se efectúan materialmente de modo progresivo
y uno tras otro, por oposición de las nociones abstractas que construirá más tarde el
pensamiento y que permitirán una representación de conjunto simultánea y cada ve más
extratemporal.
8
POINCARÉ tuvo el gran mérito de prever que la organización del espacio iba ligada a la
construcción del “grupo de los desplazamientos”; pro, como no elaboraba psicología, consideró eso
a priori, en lugar de cómo el producto de una construcción progresiva.
9
el trayecto AC no pasar por B si AB y BC no están en línea recta

3. La causalidad. ––El sistema de los objetos permanente y de sus desplazamientos


es, por otra parte, indisociable de una estructuración causal, porque lo propio de un objeto
es ser la fuente, el lugar o el resultado de acciones diversas cuyas relaciones constituyen la
categoría de la causalidad.

Más, en paralelo completo con el desarrollo de los esquemas precedentes, la


causalidad sólo se hace objetiva y adecuada al término de una larga evolución, cuyas frases
iniciales se centran en la acción propia e ignoran aún las relaciones espaciales y físicas
inherentes a los esquemas causales materiales. En el estadio III, todavía (cfr. § I), cuando
la criatura llega ya a sonreír a lo que ve y a manipular los objetos según diversos esquemas
(cambiar de sitio, balancear, golpear, frotar, etc.), sólo conoce como causa única su acción
propia, independientemente, inclusive, de los contactos especiales.

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En la observación del cordoncillo que cuelga el techo de la cuna (§ I-4), el niño no


sitúa en el cordón de la causa del movimiento de los sonajeros suspendidos, sino en la
acción global de “tirar del cordón”, lo cual es muy distinto: la prueba de ello es que
continúa tirando del cordón para actuar sobre objetos situados a dos metros de distancia o
sobre sonidos, etc. De igual modo, otros sujetos de ese nivel III se encorvan y se dejan caer
para mover su cuna y también para actuar sobre objetos distantes, o, más tarde, guiñan los
ojos ante un conmutador para encender una lámpara eléctrica, etc.

Esa causalidad inicial puede denominarse mágico-fenomenista; fenomenista, porque


cualquier cosa puede producir cualquiera otra según las reacciones anteriores observadas; y
“mágica”, porque se centra en la acción del sujeto, sin consideración de los contactos
espaciales. El primero de esos dos aspectos recuerda la interpretación de la causalidad por
HUME, pero con centration, puesta en el centro, exclusiva en la acción propia. El segundo
aspecto recuerda las concepciones de MAINE DE BIRAN; pero no hay aquí conciencia del
yo ni delimitación entre éste y el mundo exterior.
A medida, por el contrario que el universo es estructurado por la inteligencia senso-
motora según una organización espacio-temporal y por la constitución de objetos
permanentes, la causalidad se objetiva y se especializa; es decir, que las causas reconocidas
por el sujeto no están ya situadas en la sola acción propia, sino en objetos cualesquiera, y
que las relaciones de causa a efecto entre dos objetos o sus acciones suponen un contacto
físico y espacial. En las conductas del soporte, de la cinta y del bastón (§ I, estadios V y
VI) está claro, p. ej., que los movimientos de la alfombra, de la cinta o del bastón tienen
que actuar sobre los del objeto (independientemente el autor del desplazamiento), ello a
condición de que haya contacto: si el objeto está colocado junto a la alfombra, pero no
encima de ella, el niño del estadio V no tirará del soporte, mientras que el del estadio III, e
incluso el del IV, al que se le haya enseñado a servirse del soporte ( o que haya descubierto
casualmente su papel), tira todavía de la alfombra, si el objeto deseado no sostiene con él la
relación espacial “situado encima”.

III. ––EL ASPECTO COGNOSCITIVO DE LAS


RELACIONES SENSO-MOTORAS

Si se comparan las fases de esta construcción de lo real con la que corresponde a los
esquemas senso-motores que intervienen en el funcionamiento de los reflejos, de los
hábitos o de la inteligencia, se comprueba la existencia de una ley de desarrollo, que ofrece
alguna importancia porque regirá igualmente toda la evolución intelectual posterior del
niño.
El esquematismo senso-motor se manifiesta, en efecto, bajo tres grandes formas
sucesivas (las precedentes no se pueden, por lo demás hasta que aparecen las siguientes):
a) Las formas iniciales están constituidas por estructuras de ritmos, como las que se
observan en los movimientos espontáneos y globales del organismo, cuyos reflejos no son,
sin duda, sino diferenciaciones progresivas. Los mismos reflejos particulares dependen
también de la estructura de ritmo, no sólo en sus acomodamientos complejos (succión,
locomoción), sino porque su desarrollo conduce de un estado inicial X a un estado final Z,
para reconocer seguidamente en el mismos orden (de inmediato o de manera diferente).
b) Vienen en seguida regulaciones diversas que diferencian los ritmos iniciales
siguiendo múltiples esquemas. La forma más corriente de esas regulaciones es el control
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por tanteos que intervienen en la formación e los primeros hábitos (las “reacciones
circulares” aseguran a tal respecto la transición entre el ritmo y las regulaciones) y en los
primeros actos de inteligencia. Esas regulaciones, cuyos modelos cibernéticos entrañan
sistemas de boucles o feedbaks, alcanzan así una sumí-reversibilidad aproximada, por el
efecto retroactivo de las correcciones progresivas.
c) Aparece por fin un comienzo de reversibilidad, fuente de futuras “operaciones”
del pensamiento, pero ya actuando al nivel senso-motor desde la constitución del grupo
práctico de los desplazamientos (cada desplazamiento AB lleva consigo entonces un
desplazamiento inverso BA) El producto más inmediato de las estructuras reversibles es la
constitución de nociones e conservación o de invariantes de “grupos”. Al nivel senso-motor
ya, la organización reversible de los desplazamientos entraña la elaboración de tal
invariante, bajo la especia de un esquema del objeto permanente. Pero s obvio que, a ese
nivel, ni esa reversibilidad en acción ni esa conservación son completas, por falta de
representación.
Si las estructuras de ritmo no aparecen ya en los niveles representativos posteriores
(de 2 a 15 años), toda la evolución del pensamiento estará dominada ––como se verá
después–– por un paso general de las regulaciones a la reversibilidad interiorizada u
operatoria, es decir, a la reversibilidad propiamente dicha.

IV.––EL ASPECTO AFECTIVO DE LAS REACCIONES


SENSO-MOTORAS

El aspecto cognoscitivo de las conductas consiste en su estructuración, y el aspecto


afectivo, en su energética (o como decía P. JANET, en su “economía”). Esos dos aspectos
son, a la vez, irreducibles y complementarios: no hay que extrañarse, pues, de hallar un
paralelismo notable entre sus respectivas evoluciones. De un modo general, en efecto,
mientras el esquematismo cognoscitivo pasa de un estado inicial centrado sobre la acción
propia a la construcción de un universo objetivo y descentrado, la afectividad de los
mismos niveles senso-motores procede de un estado de indiferenciación entre el yo y el
“entorno” físico y humano para construir a continuación un conjunto de cambios entre el yo
diferenciado y las personas (sentimientos interindividuales) o las cosas (intereses variados,
según los niveles).
Pero el estudio de la actividad del lactante es mucho más difícil que el de sus
funciones cognoscitivas, porque en él es mayor el riesgo del adultomorfismo. La mayoría
de los trabajos conocidos son de naturaleza psicoanalítica y se han contentado, durante
mucho tiempo, con una reconstitución de los estudios elementales, a partir de la
psicopatología adulta. Con R. SPITZ, K. WOLF y TH GOUIN-DÉCARIE, el psicoanálisis del
bebé se ha hecho, por el contrario, experimental; y con las actuales investigaciones de S.
ESCALONA de inspiración psicoanalista y lewiniana, a la vez, se libera del detalle de los
cuadros freudianos para alcanzar el nivel del análisis y del control objetivos.

1. El anualismo inicial.––Los afectos propios e los dos primeros estadios (I-II del §
I) s inscriben en un contexto ya descrito por J.M. BALDWIN con el nombre de
“anualismo”, en el que no existe aún, sin duda, ninguna conciencia del yo, es decir, ninguna
frontera entre el mundo interior o vivido y el conjunto de las realidades exteriores. FREUD
habló de narcisismo, a tal respecto, sin percibir suficientemente que se trataba de un
narcisismo sin Narciso. Anna FREUD precisó después ese concepto de “narcisismo
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primario”, en el sentido de una indiferenciación inicial entre el yo y los otros. WALLON


describe esa misma indiferenciación en términos de simbiosis; pro sigue siendo importante
especificar que, en la propia medida en que el yo continúa inconsciente de sí mismo, es
decir, indiferenciado, toda la afectividad queda centrada sobre el cuerpo y la acción
propios, ya que sólo una disociación del yo y de los otros o del no-yo permite la
decentration tanto afectiva como cognoscitiva. Por eso, la intención contenida en la noción
de narcisismo sigue siendo válida, a condición de precisar que no se trata de una centration
consciente sobre un yo, por lo demás idéntico al que constituirá una vez elaborado, sino de
una centration inconsciente por indiferenciación.

Establecido esto, los afectos observables en se contexto adualista dependen ante


todo de ritmos generales que corresponden a los de las actividades espontáneas y globales
el organismo (§ I): alternancias entre los estados de tensión y de laxitud, etc. Esos ritmos se
diferencian en búsquedas de los estímulos agradables y en tendencias a evitar los
desagradables.
Uno de los síntomas más estudiados de la satisfacción es la sonrisa, que ha dado
lugar a múltiples interpretaciones. CH. BÜHLER y KAILA ven en ella una reacción
específica a la persona humana. Pero, de una parte, se observa al principio una especia de
sonrisa fisiológica, inmediatamente después de mamar, sin ningún estímulo visual. De otra,
uno de nosotros ha notado sonrisas muy precoces en presencia de objetos en movimiento.
La reacción al rostro humano ha sido estudiada por medio de máscaras más o menos
completas (ojos y frente sin la boca, etc.) análogas a los “engaños” de que se sirven los
etólogos de la escuela de TINBERGEN y LORENZ para analizar los desencadenantes
preceptivos de los mecanismos innatos*. Se ha observado, a tal respecto, que los ojos y la
parte superior del rostro desempeñan un papel preponderante; y ciertos autores
(BROWLBY) consideran esos estímulos como análogos a los desencadenantes hereditarios
(IRM)10. Pero, de acuerdo con SPITZ11 y WOLF, es más prudente ver sólo en la sonrisa un
signo de reconocimiento de un complejo de estímulos en un contexto de satisfacción de las
necesidades. No supondría, pues, desde el principio, reconocer la persona de otro, sino que,
como la sonrisa del niño es muy frecuentemente provocada, sostenida y reforzada o
“gratificada” por la sonrisa del compañero humano, se convierte, con más o menos rapidez,
en un instrumento de intercambio o de contagio y, en consecuencia, poco a poco, en un
medio de diferenciación de personas y e cosas (las primeras sólo son, durante largo tiempo,
centros particulares activos e imprevistos, asimilados en función de las reacciones propias
sin diferenciación neta de las cosas).

* Ver SANDSTRÖM, C. I.: Psicología del niño y del adolescente, Madrid, Morata, 1968
(N. del T)
10
NRM: innate releasing mechanisms.
11
SPITZ R.: La premiere annee de la vie de l’enfant: Genese des premières relations
objectales. París, 1958.

2. Reacciones intermedias ––Durante los estadios III y IV, de manera general, se


asiste, en función de la creciente complejidad de conductas, a una multiplicación de las
satisfacciones psicológicas. Pero si las fuentes de interés se diversifican así, se observan,
igualmente, nuevos estados en presencia de lo desconocido, cada vez más diferenciados de
lo conocido: inquietudes en presencia de personas extrañas al medio ambiente (SPITZ),
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reacciones ante situaciones insólitas (MEILI), etc.; y mayor o menor tolerancia al stress*, la
cual aumenta en un contexto de contactos agradables.

El contacto con las personas se hace más importante cada vez, anunciando el paso
del contagio a la comunicación (escalona). En efecto: antes que se construyan de manera
complementaria el yo y los otros, así como sus interacciones, se asiste a la elaboración de
todo un sistema de intercambios, gracias a la imitación, a la lectura de los indicios
gesticulares y de los mímicos. El niño comienza entonces a reaccionar ante las personas, de
modo cada vez más específico, porque éstas actúan de otra manera que las cosas y lo hacen
según esquemas que pueden relacionarse con los de la acción propia. Se establece, incluso,
antes o después, una especie de causalidad relativa a las personas, en tanto que éstas
proporcionan placer, confortación, tranquilidad, seguridad, etc.
Pero es esencial comprender que el conjunto de esos progresos afectivos es solidario
de la estructuración general de las conductas. “Mis datos ––concluye ESCALONA––
sugieren la posibilidad de extender a todos los aspectos adaptativos del funcionamiento
mental lo que PIAGET propone para la congnitión: la emergencia de funciones tales como
la comunicación, la modulación de los efectos, el control de las excitaciones , la posibilidad
de diferir las reacciones (delay), ciertos aspectos de las relaciones entre objetos como
identificación, son en todos esos casos, el resultado de las secuencias del desarrollo senso-
motor, antes que las funciones se liguen a un ego en un sentido más restringido”12

3. Las relaciones “objetales”*.––Durante los estadios V y VI (con preparación


desde el estadio IV) se asiste a lo que FREUD llamaba una “elección del objeto” afectivo, y
que consideraba como una transferencia de la libido, a partir del yo narcisista, sobre la
persona de los padres. Los psicoanalistas hablan ahora de “relaciones objetales”; y desde
que HARTMANN y RAPAPORT insistieron sobre la autonomía del yo con respecto a la
libido, reciben la aparición de esas relaciones “objetales” como señal de la doble
constitución de un yo diferenciado del otro y de otro que se convierte en objeto de
afectividad, J. M. BALDWIN había insistido ya, hace tiempo, en el papel de la imitación de
la elaboración del yo, lo que atestigua la solidaridad y la complementariedad de las
formaciones del ego y del alter.

Los problemas consisten, entonces, en comprender las razones por las que esa
descentration de la afectividad sobre la persona de otro, en tanto que es a la vez distinta y
análoga al yo que se descubre en referencia con ella, se produce a ese nivel del desarrollo;
y, sobre todo, en comprender de qué manera se efectúa esa decentration. Nosotros hemos
supuesto que la afectiva era correlativa de la cognoscitiva, no que una domine a la otra, sino
que ambas se producen en función de un mismo proceso de conjunto. En efecto, en la
medida en que el niño deja de relacionarlo todo con sus estados y su propia acción, para
sustituir inmundo de cuadros fluctuantes sin consistencia espacio-temporal ni causalidad
exterior o física por un universo de objetos permanentes, estructurado según sus grupo de
desplazamientos espacio-temporales y según una causalidad objetivada y especializada, es
claro que su afectividad se adherirá igualmente a esos objetos permanentes localizables y
fuentes de causalidad exterior en que se ha convertido las personas. De ahí la constitución
de las “relaciones objetales” es estrecha unión con el esquema de los objetos permanentes.

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12
ESCALONA, S.K.: Patterns of infantile experience and the developmental process, the
psychoanal. Study of the Child, vol. XVIII (1963) p. 198
*Objetal: Tendencia o conducta hacia un objeto por oposición a las dirigidas a la
personalidad. (N. del T:)

Esta hipótesis, muy verosímil pero aún no probada, ha sido verificada recientemente
por TH GOUIN-DECARIE13 Esta psicólogo canadiense ha controlado en 90 sujetos (como
hemos visto en el § II) el desarrollo regular de las etapas de la formación del esquema del
objeto. Pero, acerca de esos mismos sujetos, ha realizado el análisis de las reacciones
afectivas en función de una escala referente a las “relaciones objetales” (la evolución así
observada es neta, aunque menos regular que la de las reacciones cognoscitivas). Recogidas
ya esas dos series de materiales, TH GOUIN ha demostrado la existencia de una correlación
significativa entre ellos14 y que las etapas de la afectividad corresponden, en líneas
generales, para cada grupo de sujetos, a las de la construcción del objeto15
13
BOUN-DECARIE, TH.: intelligence et affectivité chez le feune enfant. Delachaux y
Niestlé, 1962.
14
ANTONY, J. ha demostrado igualmente la existencia de lagunas en el esquema del objeto
permanente en los niños psicoticos que presentan perturbaciones de las relaciones “objetales”
Véase: six applications de la theorie génetique de Piaget a la pratique psychodynamique, Revue
suisse de Psychologie, XV, num. 4. 1946
15
Quda por señalar que, en la medida en que se verifican tales correlaciones, es decir, donde
la afectividad es solidaria del conjunto de la conducta sin consistir en una causa ni en un efecto de
las estructuraciones cognoscitivas, el factor esencial en las relaciones “objetales” es la relación
como tal entre el sujeto y el objeto afectivo; es, pues, la interacción entre ellos, y no esencialmente
el factor “madre” el que actúa como variable independiente, según supone aún el psicoanálisis
neofreudiano. Como bien ha demostrado S. ESCALONA, a quien sus finas observaciones de
psicología individual y diferencial han llevado a una posición más relativista, una misma
“compañera” maternal provoca resultados diferentes según el comportamiento general del niño, así
como niños diferentes desencadenan reacciones distintas en la misma madre.

Esas diversas correlaciones cognoscitivo-afectivas e interacciones interindividuales


son de naturaleza que matiza las conclusiones que pueden obtenerse de las reacciones al
hospitalismo. Sabido es que, bajo esa denominación, los psicoanalistas SPITZ,
GOLDFARB, BOWLBY, etc, han estudiado los efectos de la separación de la madre, de la
carencia maternal y de la educación en las instituciones hospitalarias, Los datos recogidos
demuestran la existencia de retrasos sistemáticos (y, además electivos) de desarrollo e
incluso de detenciones y regresiones en caso de separación duradera. Pero aun aquí, ha de
tenerse en cuenta el conjunto de los factores: no es necesariamente el elemento maternal,
como afectivamente especializado (en el sentido freudiano), el que desempeña el papel
principal, sino la falta de interacciones estimuladoras: porque éstas pueden estar unidas a la
madre, no sólo como madre, sino porque se ha creado un modo de intercambio particular
entre esa persona, con su carácter, y el niño con el suyo

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