BRAC 173 - Tomo I cita

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BOLETÍN

DE LA

Real Academia de Ciencias,


Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba

AÑO CIII
NÚMERO 173

CÓRDOBA
MMXXIV
© Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes
Edita: Real Academia de Córdoba
C/ Alfonso XIII, 13.14001 - Córdoba.
Telf. 957 413 168 * Fax: 957 413 168
e-mail: info@racordoba.es

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ISNN: 0034-060X
D. L.: CO-27/1959
EL BOLETÍN de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba es una publicación
periódica anual que publica artículos originales. Se caracteriza por estar al servicio de la sociedad española y de
la comunidad científica como instrumento de información, puesta al día, reflexión y debate. Su objetivo es
ofrecer con rigor científico estados de la cuestión, estudios de caso y puesta al día de temas relacionados con
las secciones en que la institución académica de Córdoba se estructura, tal como viene haciendo desde 1922
en que vio la luz su primer número.
El Boletín está abierto a los académicos cordobeses y a toda la colectividad científica a cuyos miembros les sea
solicitada su colaboración.
PRESIDENTE
Dr. D. Bartolomé Valle Buenestado
DIRECTOR DEL BOLETÍN Y COORDINADOR DE LA EDICIÓN
Dr. D. Miguel Ventura Gracia
CONSEJO ASESOR
CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS
Dr. D. Dalmacio Negro Pavón, Académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. D. Ignacio
Sierra Gil de la Cuesta, Expresidente de la Sala 1ª del Tribunal Supremo.
CIENCIAS HISTÓRICAS
Dra. D.ª M.ª Dolores Ramos Palomo, Catedrática de la Universidad de Málaga (UMA). Dr. D. Cristóbal
García Montoro, Catedrático de la Universidad de Málaga (UMA). Dra. D.ª M.ª Jesús Viguera Molins, Cate-
drática de la Universidad Complutense de Madrid (UC) y Numeraria de la Real Academia de la Historia.
CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS, QUÍMICAS Y NATURALES
Dr. D. Julio J. Tovar Andrada, Catedrático de la Universidad de Extremadura (UEX). Dr. D. Alberto Losada
Villasante, Catedrático jubilado de la Universidad Politécnica de Madrid.
NOBLES ARTES
D. Ismael Fernández de la Cuesta, Catedrático del Real Conservatorio de Música, Madrid. D. Alberto Mar-
tínez Solaesa, Catedrático del Conservatorio Superior de Música de Málaga. Dr. D. Enrique Valdivieso Gon-
zález, catedrático de la Universidad de Sevilla (USE).
BELLAS LETRAS
Dra. D.ª Carmen Simón Palmer, Profesora de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Cientí-
ficas. Dra. D.ª Lily Litvak, Catedrática de la Universidad de Austin, Texas (EE.UU). Dr. D. Carlos Vega
Cárdenas, Catedrático de Wellesley College, Massachusetts (EE.UU). Dr. D. Juan Gil Fernández, Catedrático
de la Universidad de Sevilla (USE).
CONSEJO DE REDACCIÓN
Dr. D. Bartolomé Valle Buenestado (Presidente). Dr. D. Manuel Gahete Jurado (Vicepresidente). D.ª María
del Sol Salcedo Morilla (Secretaria). D. Alfonso Porras de la Puente (Tesorero). D. José María Palencia Cere-
zo (Bibliotecario). Dr. D. Miguel Ventura Gracia (Director del Servicio de Publicaciones e Intercambio
Científico). Dr. D. Juan Aranda Doncel. Dr. D. Manuel Peláez del Rosal. Dra. D.ª María José Porro Herrera.
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CORRESPONDENCIA, SUSCRIPCIONES E INTERCAMBIO
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cados por el Proyecto, lo que sin duda ha de redundar en beneficio de los autores.
Las opiniones y hechos consignados en cada artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores. La Real
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jos. Los originales del Boletín, publicados en papel y en versión electrónica, son propiedad de la Real Aca-
demia de Córdoba, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción total o parcial.
ÍNDICE

TOMO I

I. GALERÍA DE ACADÉMICOS
Ilmo. Sr. D. Alfonso Porras de la Puente ............................................... 15

II. APERTURA DEL CURSO ACADÉMICO 2023-2024


Juan Miguel Moreno Calderón
Hitos culturales en la Córdoba de Antonio Cruz Conde ................... 23
José Cosano Moyano
Apertura del curso académico 2023-2024
en la Real Academia de Córdoba ..................................................... 39

III. DISCURSOS DE INGRESO DE ACADÉMICOS NUMERARIOS


María del Sol Salcedo Morilla
Prometeo encadenado: fuego y Mediterráneo ....................................... 45
Bartolomé Valle Buenestado
Discurso de contestación al de ingreso de la
Ilma. Sra. D.ª María del Sol Salcedo Morilla ..................................... 67
Rosa Luque Reyes
Mariano Aguayo, artista de la palabra ............................................... 73
María del Sol Salcedo Morilla
Discurso de contestación al de ingreso de la
Ilma. Sra. D.ª Rosa Luque Reyes ..................................................... 121

IV. ARTÍCULOS
Juan Aranda Doncel
Monjes basilios ilustres en la Córdoba del siglo XVIII:
P. D. Jerónimo Vilches Blázquez (1702-1766) ................................. 131
Ángel Aroca Lara
Formación artística de Juan Hidalgo del Moral. Sus retratos .............. 181

7
ÍNDICE

José Manuel Escobar Camacho


Espacios urbanos de Córdoba con historia (II): La manzana
de las casas de Alfonso X y de la Orden de Calatrava ........................ 217
Bartolomé Valle Buenestado
Capitalismo de la vigilancia y tecnofeudalismo. ¿Libros
y tiempos nuevos para una nueva Geografía Universal? ..................... 245
Carmen Fernández Ariza
Una coda a la figura de Pedro María Heredia y Río .......................... 261
Antonio Varo Baena
Carlos Ruiz Padilla, poeta, pintor... y conde ..................................... 285
Miguel Clementson Lope
Acerca de dos dibujos de Modigliani y uno de Kees van Dongen
integrados en la colección del Museo Histórico Municipal de
Villa del Río ................................................................................... 305
José Antonio Ponferrada Cerezo
Miscelánea de los libros y el vino ..................................................... 357
Armin U. Stylow / Fedor Schlimbach
El epitafio de Hieronimus (Añora, Córdoba),
un singular titulus figuratus de época visigoda ..................................... 373
Manuel García Parody
Boda Real y Cortes de Castilla en la Córdoba de 1455 ..................... 401
Manuel Villegas Ruiz
La herencia española en Hispanoamérica .......................................... 423
Gonzalo J. Herreros Moya
El testamento inédito de fray Diego de Mardones (1528-1964),
confesor real y obispo de Córdoba, en el IV Centenario de su
muerte ............................................................................................ 447
Lily Litvak
Alegrías. El flamenco como obra de arte ............................................ 471
Aziz Tazi
Misterio y unicidad en la poesía de Manuel Gahete
(Sobre Sendero de Volúbilis. Antología poética (1986-2014)
Texto bilingüe: Traducción de Salma Moutaouakkil) ....................... 501
Carmen Fernández Luque
Títulos y despachos expedidos al arzobispo de Santa Fe,
don Antonio Caballero y Góngora, para servir aquel virreinato ......... 507

8
ÍNDICE

V. TRABAJOS DE PRESENTACIÓN DE ACADÉMICOS


CORRESPONDIENTES
Francisco Solano Márquez Cruz
Ciento cincuenta años del libro Paseos por Córdoba ............................ 527
Andreina Bianchini
Maquiavelo y el Arte del Estado ...................................................... 555
José Carlos Fernández Roldán
Don Agilio Eliseo Fernández García. Catedrático. Director
del Real Colegio de la Asunción 1911-1931. Su vinculación
con la Real Academia de Córdoba y Posadas ................................... 583

TOMO II

V. TRABAJOS DE PRESENTACIÓN DE ACADÉMICOS


CORRESPONDIENTES
José Fernández-Salguero Carretero
La revolución científica y el nacimiento de las Academias
(1543-1687) .................................................................................... 613
Juan Zafra Polo
Sobre el escultor y la escultura: sus procesos.
De Hypnos y Thanatos: los trabajos y los días ................................... 635
Antonio Luis Galiano Pérez
Córdoba y Orihuela en el crisol de la historia ................................... 647
Miguel Moreno Millán
Breve historia del cromosoma, elemento fundamental
en la transmisión de los caracteres hereditarios y en los
procesos evolutivos ......................................................................... 659
Eduardo Agüera Carmona
Sobre los caballos que constituyeron el hato fundacional
de las Caballerizas Reales de Córdoba .............................................. 689
Alberto Monterroso Peña
Los orígenes ucubitanos de Marco Aurelio,
un emperador romano de sangre cordobesa ...................................... 719
Ana Isabel Gamero González
775 Aniversario de la restauración del culto cristiano
en Sevilla: pasado, presente y futuro ................................................. 737

9
ÍNDICE

Antonio Jesús Rodríguez Castilla


De las corridas caballerescas al toreo a pie. Leyes,
cánones y ordenanzas en la Córdoba Moderna .................................. 753
Calixto Torres Perales
Suspiro de Artemisa. Quince años de emoción e imagen
en torno al verso y sus asombros ...................................................... 785
Ladislao Rodríguez Galán
Fotoperiodismo: la imagen, soporte imprescindible
en la información ............................................................................ 803
Paolo Moro
El camino de la Justicia. La filosofía de la Ley
en Aristóteles y Averroes ................................................................. 823
Francisco Antonio Carrasco Jiménez
El cuento, según Rafael Mir:
concisión, desparpajo, inquietud y crudeza ....................................... 839
Rafael Fernández López
Francisco de Asís Palou Flores (1829-1876): escritor,
historiador, alcalde de Alcalá de Henares y académico ....................... 851

VI. CONMEMORACIONES
DÍA DE LA ALIMENTACIÓN
Manuel Blázquez Ruiz
Día Mundial de la Alimentación. Una perspectiva desde la Química . 875
María del Sol Salcedo Morilla
Alimentación local ........................................................................... 883

DÍA DE LA CONSTITUCIÓN
Adolfo J. Sánchez Hidalgo
Réquiem por el constitucionalismo moderno ................................... 889

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JUAN VALERA


Miguel Forcada Serrano
Las ilustraciones para Pepita Jiménez,
una cumbre en la obra de Adolfo Lozano Sidro ................................ 907
Juana Toledano Molina
Las raíces de «El duende-beso» (1897), un cuento de Valera .............. 917

10
ÍNDICE

Antonio Cruz Casado


Una colaboración literaria entre Fulano, Zutano, Mengano y
Perengano (Valera y la tradición oral andaluza) ................................. 933
Manuel Gahete Jurado
Asclepigenia (1878) o la disputa de amor ............................................ 957

DÍA MUNDIAL DEL TEATRO


Carmen Fernández Ariza
Contexto y análisis de la misiva enviada por fray Diego
José de Cádiz al corregidor de Córdoba en 1799 .............................. 971

DÍA MUNDIAL DE LA SALUD


Manuel Guillén del Castillo
Mi salud, mis derechos .................................................................... 999

DÍA DE GÓNGORA
Manuel Gahete Jurado
Jaime Siles o el equilibrio del funámbulo .......................................... 1015
Jaime Siles Ruiz
Imagen plástica y estructura retórica en el soneto
A Córdoba de Góngora .................................................................... 1019

DÍA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE


Aniceto López Fernández
Apuntes ecológicos sobre la Isla de Formentera (Baleares, España) .... 1043

VII. SESIÓN NECROLÓGICA EN HONOR DEL ILMO. SR.


D. RAFAEL MIR JORDANO
Francisco Solano Márquez
Cinco apuntes sobre Rafael Mir desde la cercanía ............................ 1105
Rafael Jordano Salinas
In memoriam del Ilmo. Sr. D. Rafael Mir Jordano ............................. 1109
José María Palencia Cerezo
Érase una vez... Rafael Mir y el Museo de Bellas Artes de Córdoba .. 1111
Diego Medina Morales
Rafael Mir Jordano. Semblanza, genio y figura ................................. 1115

11
ÍNDICE

Manuel Gahete Jurado


Rafael Mir Jordano, el narrador comprometido ................................ 1121
Joaquín Criado Costa
Necrológica de Rafael Mir .............................................................. 1125
José Cosano Moyano
Rafael Mir Jordano: abogacía y cultura ............................................. 1129

VIII. PUBLICACIONES DE LA REAL ACADEMIA DE CÓRDOBA:


RESEÑAS CRÍTICAS
Alberto Monterroso
Al-Mulk. Anuario de estudios arabistas, II Época, 21 (Madīnat
al-Zāhira). Córdoba, Real Academia de Córdoba, 2023, 244 págs. .... 1135
Aranda Doncel, J., Cosano Moyano, J., Peláez del Rosal, M. (coords.),
Actas del Congreso Internacional «El arzobispo de Santa Fe, virrey de
Nueva Granada y obispo de Córdoba, don Antonio Caballero y Góngora y
su época». Córdoba, Real Academia de Córdoba, 2024, 750 págs. ...... 1141
Carmen Fernández Ariza
Porro Herrera, M.ª J., La Junta de Damas cordobesa, Col. «Miguel
Ángel Orti Belmonte IV». Córdoba, Real Academia de Córdoba,
2023, 391 págs. ................................................................................ 1151
Juan Gregorio Nevado Calero
Cosano Moyano, J. (coord.), La mujer en la historia de Córdoba (I):
Desde la Prehistoria a la época altomedieval. Col. «T. Ramírez de Arellano
XVI». Córdoba, Real Academia de Córdoba, 2023, 236 págs. .......... 1157
Luis M. Medina Canalejo
Jordano Salinas, R. (coord.), Académicos en el recuerdo 7. Col.
«Francisco de Borja Pavón VII». Córdoba, Real Academia de
Córdoba, 2023, 225 págs. ................................................................ 1161

IX. OTRAS RESEÑAS CRÍTICAS


Miguel Ventura Gracia
Aranda Doncel, J., Romero Mensaque, C. (coords.), El convento
de Scala Coeli y el beato fray Álvaro de Córdoba (1423-2023).
Córdoba, 2024, 414 págs. ................................................................ 1171
María Isabel García Cano
Díaz Torrejón, F.L., Moreno Díaz, J.M. (coords.), Vida y
obra de un sacerdote ilustrado ursaonés. Manuel María de Arjona
y Cubas (1771-1820). Sevilla, Fundación de Municipios
Pablo de Olavide, 2022, 414 págs. .................................................... 1175

12
ÍNDICE

X. CLAUSURA DEL CURSO 2023-2024


EN LA REAL ACADEMIA DE CÓRDOBA
José Cosano Moyano
Discurso de Clausura del curso académico 2023-2024 y despedida
como presidente de la Real Academia de Córdoba ........................... 1185

XI. NUEVA JUNTA RECTORA DE LA ACADEMIA


Palabras del Excmo. Sr. Dr. D. Bartolomé Valle Buenestado
en su toma de posesión como presidente de la Real Academia ............... 1195

XII. MEMORIA ACADÉMICA 2023-2024


María del Sol Salcedo Morilla
Memoria del curso académico 2023-2024 ........................................ 1199

13
GALERÍA DE ACADÉMICOS
BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS,
BELLAS LETRAS Y NOBLES ARTES DE CÓRDOBA

Academia fundada en el año 1810.


Asociada al Instituto de España.
Integrada en el Instituto de Academias de Andalucía y en la C.E.C.E.L.
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Año CIII 2024 Nº 173

GALERÍA DE ACADÉMICOS

ILMO. SR. D. ALFONSO PORRAS DE LA PUENTE

N ace en Córdoba el 22 de abril de 1958. Realiza sus estudios


primarios y bachillerato en el Colegio Alzahir de su ciudad na-
tal. Más tarde cursó estudios de Derecho en el Colegio Univer-
sitario y luego Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba. Tras
licenciarse, se colegió en el Ilustre Colegio de Abogados de Córdoba,
aunque actualmente no ejerce la abogacía.

BRAC, 173, I (2024) 17-19 17


ILMO. SR. D. ALFONSO PORRAS DE LA PUENTE

Como profesional del Derecho, actuó de asesor jurídico de la Asocia-


ción Cordobesa de Empresarios Agropecuarios (A.C.E.A.) —hoy ASAJA/
Córdoba—, y de conferenciante en Córdoba y Cádiz sobre cuestiones de
la actualidad jurídica agrícola andaluza. Asimismo, ha sido colaborador del
profesor Clavero Arévalo, catedrático de Derecho Administrativo de la
Universidad de Sevilla.
Además de profesional del Derecho, es reseñable también su faceta de
empresario agrícola y administrador de inmuebles, habiendo sido vocal de
la Junta de Gobierno de la Comunidad de Propietarios Regantes del Pan-
tano del Guadalmellato.
Pero, sobre todo, destaca por su quehacer investigador y muy espe-
cialmente por sus conocimientos de genealogía —en particular la de los
antiguos linajes cordobeses— y de heráldica. Razones por las cuales la
Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, el
11 de enero de 1990, lo nombra académico correspondiente por la villa de
Pedro Abad, y más tarde, el 13 de enero de 1994, académico correspon-
diente en Córdoba por la Sección de Ciencias Históricas, desempeñando
el cargo de Vicesecretario de la Corporación y el de Secretario del Institu-
to de Estudios Genealógicos y Heráldicos de la Academia, en el que des-
pliega una encomiable labor.
Fue redactor-colaborador de los criterios técnicos del decreto 14/1995
de 31 de enero, por el que se reguló el procedimiento para la aprobación
y rehabilitación de escudos heráldicos, banderas y otros símbolos de las
entidades locales de la Comunidad Autónoma Andaluza. Y en aplicación
de dicha norma y de la Orden de la Consejería de Gobernación de 12 de
mayo 1995, ha dictaminado —para su ratificación por el pleno de la Real
Academia de Córdoba— símbolos correspondientes a 105 concejos y 3
mancomunidades (107 escudos municipales, 99 banderas o enseñas, 6 se-
llos de tinta, 5 logotipos, 3 cambios de nombre y 2 tratamientos), con sus
correspondientes informes técnicos previos a su aprobación por la Junta de
Andalucía.
El 19 de enero de 2023 es elegido miembro de Número de esta Cor-
poración, y meses más tarde, el 15 de junio, lee su discurso de ingreso
como Académico Numerario (adscrito a la Sección de Ciencias Históricas)
titulado «El linaje de los Hoces en Córdoba», siendo contestado en nom-
bre de la Corporación por el Académico Numerario D. Juan Aranda
Doncel.

18 BRAC, 173, I (2024) 17-19


GALERÍA DE ACADÉMICOS

Además de Numerario de la RAC, es miembro correspondiente de la


Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, de la Academia
Argentina de Heráldica y Genealogía (antes Instituto de Estudios Históri-
cos Ernesto Letellier de Córdoba, Argentina) y del Instituto Chileno de
Investigaciones Genealógicas.
Para desarrollar su prolífica labor, ha frecuentado los siguientes centros
de investigación: Archivo Histórico Nacional (Madrid), Real Academia de
la Historia (Madrid), Biblioteca Nacional de Madrid, Archivo de Protoco-
los Notariales de Madrid, Archivo General de la Administración Pública,
Archivo Histórico Provincial de Córdoba (y antes Archivo de Protocolos
Notariales de Córdoba), Archivo de la Diputación Provincial de Córdoba,
Archivo de la Catedral de Córdoba y en el de su Obispado, archivos pa-
rroquiales de Córdoba y su provincia, archivos municipales de Córdoba,
así como los de Sevilla y Jerez.
Entre los libros de su autoría destacan Un Bosque Real, Familias de
XXIV de Córdoba, Glosas a la Casa de Córdova (comp.), Bocetos Genea-lógicos
Cordobeses (comp.), habiendo publicado, además, un buen número de
artículos tanto en el BRAC —«María de la Cerda», «Variaciones sobre un
tema de Salazar y Castro: Mesía y Carrillo, señores de la Guardia y de
Santofimia», «Zuheros un mayorazgo entre un centenar: Zuheros versus
Santaella»— como en otras obras colectivas —«Criterios de la Real Aca-
demia de Córdoba acerca de la heráldica municipal andaluza», «Escudos de
los Bernuy: señores y marqueses de Benamejí», «Matrimonios frustrados de
los Vº y VIº señores de Aguilar con sendas hijas de la casa de Baena», y el
más reciente titulado «La confusa heráldica del Arzobispo Virrey D. Anto-
nio Caballero y Góngora y precedentes»—.
En la actualidad, y desde hace más de 20 años, está compilando un Dic-
cionario genealógico y heráldico sobre familias de Córdoba y algunos pueblos de su
antiguo reino, de próxima aparición.

BRAC, 173, I (2024) 17-19 19


APERTURA DEL CURSO ACADÉMICO 2023-2024
HITOS CULTURALES EN LA CÓRDOBA DE
ANTONIO CRUZ CONDE

Juan Miguel Moreno Calderón


Académico Numerario

Discurso de apertura del curso 2023-2024 pronunciado en la sesión del día 5 de octubre de 2023

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Antonio Cruz Conde es uno de los gobernantes más sobresa-
lientes que ha tenido Córdoba en su historia contemporánea. Sus
Córdoba.
más de diez años al frente del Ayuntamiento de la ciudad constitu-
Cruz Conde.
Cultura. yen un periodo de importantes transformaciones y de moderniza-
Progreso. ción de una capital de provincias que luchaba por salir de la miseria
y las carencias de la posguerra. Junto a importantes iniciativas en
los ámbitos del urbanismo, las infraestructuras, los servicios bási-
cos o el turismo, la cultura ocupó un lugar destacado en la Córdoba
de aquella época.

ABSTRACT

KEYWORDS Antonio Cruz Conde is one of the most outstanding governors


Cordoba has had in its contemporary history. His more than ten
Cordoba.
years at the head of the city council were a period of important
Cruz Conde.
Culture. transformations and modernisation of a provincial capital that was
Progress. struggling to emerge from the misery and shortages of the post-
war period. Along with important initiatives in the fields of town
planning, infrastructures, basic services and tourism, culture occu-
pied a prominent place in the Cordoba of the time.

C on la perspectiva que ofrece el tiempo


transcurrido, parece un hecho incuestio-
nable que Antonio Cruz Conde es uno de
los mejores gobernantes que ha tenido Córdoba.
Perteneciente a una familia de recio linaje político,
llegó a la alcaldía del Ayuntamiento en noviembre
de 1951, permaneciendo en ella hasta septiembre de
1962, en que pasó a ocupar la presidencia de la
Diputación Provincial. Los más de diez años que
tuvo el bastón de mando de la ciudad constituyen
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. para esta un periodo de transformación y desarrollo

BRAC, 173, I (2024) 23-37 23


JUAN MIGUEL MORENO CALDERÓN

inusitados. Y es que Cruz Conde no accedió a la alcaldía para administrar


la ciudad, sino para transformarla. Esa fue su noble ambición y a la vez su
mayor logro.
Con él al frente del Ayuntamiento, aquella Córdoba macilenta y hun-
dida en la miseria de la posguerra comenzó a transformarse en una ciudad
decidida a mirar al futuro. Así, se acometieron iniciativas fundamentales
para su modernización, como la solución del abastecimiento del agua, o la
mejora de infraestructuras y servicios tan necesarios como el alumbrado, la
limpieza y la pavimentación de las calles. También se aborda la redacción
del primer Plan General de Ordenación Urbana, con vistas a planificar una
ciudad que estaba teniendo un crecimiento caótico; se apoya la construc-
ción del aeropuerto; se expande la ciudad con la apertura de nuevas vías,
como la Avenida de Vallellano y la del Corregidor, así como el Puente de
San Rafael; se presta singular atención al patrimonio histórico y al casco
antiguo, y se impulsa el turismo. Así mismo, se recuperan y restauran el
Alcázar de los Reyes Cristianos, la Calahorra y la plaza de la Corredera, se
destina a usos culturales el antiguo Palacio de los Páez de Castillejo, que
pronto albergará el Museo Arqueológico, y en la antigua Casa de las Bulas
se ubica el Museo Taurino. Todo esto, entre otras muchas realizaciones.
En definitiva, una gestión admirable de una ciudad que apenas superaba
los 160.000 habitantes al principio del mandato 1.
Pero lo que nos trae hoy aquí no es principalmente el recuerdo de este
benemérito alcalde y el de los muchos éxitos que jalonaron su gestión
municipal (esa «década prodigiosa», como la bautizó atinadamente el pe-
riodista y escritor Francisco Solano Márquez 2), sino el evocar la vida cul-
tural de entonces, la cual se vio favorecida por los aires de renovación que
se respiraban en la ciudad e, incluso en muchas casos, por las iniciativas
que contaron con el respaldo expreso y personal del regidor. Puede afir-
marse, pues, que al calor del proceso de transformación de la ciudad que se
vive en tiempos de Cruz Conde, la vida cultural se va a sentir claramente
beneficiada. De esto, y no de otra cosa, es de lo que trata la presente diser-
tación. En verdad, sólo unas cuantas pinceladas, y no un análisis exhausti-
1
Para un amplio conocimiento del tema, véase PRIMO JURADO, Juan José: Antonio
Cruz Conde y Córdoba. Memoria de una gestión pública (1951-1967). Córdoba, Ayunta-
miento de Córdoba, 2005. Y también MÁRQUEZ CRUZ, Francisco Solano: La
Córdoba de Antonio Cruz Conde. Córdoba, Almuzara, 2007.
2
En su libro Memorias de Córdoba se refiere así a la época de Cruz Conde en el Ayunta-
miento. Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba,
1985, pp. 63-90.

24 BRAC, 173, I (2024) 23-37


HITOS CULTURALES EN LA CÓRDOBA DE ANTONIO CRUZ CONDE

vo, que excedería ampliamente el tiempo concedido para esta interven-


ción.

***

¿Cuál era el panorama cultural cordobés a principios de la década? Más


allá del trabajo individual y de los logros que pudieran alcanzar determina-
dos artistas e intelectuales, si lanzamos nuestra mirada a aquellos primeros
compases de los cincuenta, apreciamos que la cultura no ocupaba un espa-
cio central en la vida y la sociedad cordobesas. Lo cual, obviamente, era
un reflejo de la realidad nacional, que no obstante comienza a cambiar
tímidamente en los años cincuenta. En este sentido, debe tenerse en cuen-
ta que es entonces cuando el régimen franquista empieza a consolidarse,
una vez superados los terribles años de la posguerra: las Naciones Unidas
levantan el bloqueo a España, se firma un nuevo concordato con el Vati-
cano y se producen importantes pactos militares con Estados Unidos. Es
decir, de algún modo se empieza a abrir el país y a superarse el aislamiento
internacional.
Como en el resto de España, en Córdoba había iniciativas de carácter
cultural, naturalmente; pero éstas tenían por lo general un perfil dirigido
más bien a sectores ilustrados, que no a la sociedad en su conjunto. He ahí
el trabajo de esta Real Academia, las actividades de centros educativos
como el Instituto Provincial, el Conservatorio o la Escuela de Artes y Ofi-
cios, la vida del Museo Provincial de Bellas Artes, las iniciativas culturales
promovidas por el Círculo de la Amistad, exposiciones en la Sala Munici-
pal de Arte, conferencias de destacados miembros de la intelectualidad
cordobesa e incluso de figuras de dimensión nacional, como Menéndez
Pidal, Dámaso Alonso o Gerardo Diego…
Pero, vayamos por partes. De entrada, una de las cosas que más desta-
caba en la agenda cultural de la ciudad desde principios de la década era la
creciente oferta de cine, con más de una decena de salas comerciales y
todavía más al aire libre, para la época estival. Entre las primeras, cabe re-
cordar las del Palacio del Cine, el Alkázar, el Cine Góngora, el Magdalena
o el Cinema Cabrera. Y de los cines de verano, las terrazas de algunos de
los mencionados, más otros como el Coliseo San Andrés, el Fuenseca, el
Delicias o la Plaza de Toros, entre muchos más. Es decir, una oferta muy
completa, a la que se sumaría el propio Gran Teatro, máxime desde que
en 1951 pasó a manos de la empresa Sánchez Ramade, titular ya de varias

BRAC, 173, I (2024) 23-37 25


JUAN MIGUEL MORENO CALDERÓN

salas en Córdoba. Lo cual, por cierto, menoscabaría el protagonismo de las


artes escénicas y musicales en su programación 3.
En efecto, el magnífico coliseo de la calle de la Alegría (que ahora
cumple 150 años, y que tenía una historia cargada de acontecimientos en
los más variados géneros) centra su actividad de manera clara en el séptimo
arte, con notable protagonismo de las grandes producciones de Holly-
wood y de películas españolas del momento4. El cine realista italiano o la
filmografía francesa quedaban para círculos mucho más reducidos, reuni-
dos en los cine-clubs. Verdaderamente, existía mucha afición al cine y, por
ello, podía entenderse que el Gran Teatro se sumara a esa corriente tan
favorable desde el punto de vista comercial; aunque fuera a costa, como se
ha dicho, de ver mermada la programación de otras manifestaciones cultu-
rales, como el teatro o la música.
Tan sólo en la feria de la Salud y en la de Otoño, además de en conta-
das ocasiones a lo largo del año, reverdecían los viejos fulgores escénicos
de otras épocas, con preeminencia de los clásicos y de autores del momen-
to, como Pemán, Joaquín Calvo Sotelo o Buero Vallejo. Y así, nos en-
contramos con nombres señeros del arte de Talía, como María Fernanda
Ladrón de Guevara, María del Carmen y Luis Prendes, Ricardo Acero,
Manuel Dicenta, Guadalupe Muñoz Sampedro, María Fernanda D’Ocón,
Amparo Rivelles, Ismael Merlo, Mary Carrillo o un jovencísimo Carlos
Larrañaga. Por fortuna, no sólo el Gran Teatro programaba teatro en
aquella época, con las limitaciones antedichas; también de manera ocasio-
nal se sumaban dos espacios dedicados preferentemente al cine, como eran
el Cine Góngora y el Palacio del Cine.
No era mucho, pero al menos se podía satisfacer en parte el apetito tea-
tral de los aficionados, el cual se vería alentado, además, por las iniciativas
surgidas en el ámbito académico, impulsadas por Miguel Salcedo Hierro,

3
De nuevo acudimos a Francisco Solano Márquez y, en concreto, a su obra Córdoba de la
bicicleta a la Vespa (Córdoba, El Páramo, 2012), magnífico libro en el que traza un re-
trato muy completo de la vida cotidiana cordobesa en los años cincuenta. No en bal-
de, el periodista y escritor montillano es el mayor conocedor de esta época de la histo-
ria de Córdoba.
4
Gracias al archivo personal de Emilio Asencio Castillo y de los cuadrantes en los que
reflejaba la programación de las salas regentadas por la empresa Sánchez Ramade, de
las que era encargado, podemos conocer con cierto detalle el acontecer del Gran Tea-
tro desde 1951 hasta su cierre a finales de los setenta, antes de someterse a una profun-
da rehabilitación y pasar a gestión municipal. Dicho archivo se halla repartido entre el
Archivo Provincial y el Archivo Municipal de Córdoba.

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HITOS CULTURALES EN LA CÓRDOBA DE ANTONIO CRUZ CONDE

titular de la primera cátedra de Declamación que se crea en Córdoba en


un centro oficial (y segunda de España, tras la de Madrid). En concreto, en
el Conservatorio Profesional de Música y Arte Dramático, sito ya en su
actual sede 5, en 1947. A través de dicha sección teatral, aquellos actores en
ciernes, dirigidos por el luego cronista de la ciudad y apoyados puntual-
mente con el concurso de actores profesionales, representaron numerosas
obras en los más variados recintos, incluyendo el Salón Liceo o el propio
Gran Teatro. De ahí que pueda decirse que la creación y buen hacer de
esa cátedra de Declamación en el Conservatorio constituya uno de los
grandes logros de entonces, en lo que puede considerarse esa comunión
necesaria del medio educativo y la orientación cultural.
O estimable fue también el hecho de que la Obra Sindical de Educación
y Descanso, muy activa, diera cobijo a variadas propuestas emergentes en su
local de la calle Ambrosio de Morales (antigua sede del Centro Filarmóni-
co); entre ellas, las del propio cuadro teatral que se crea allí, así como diver-
sas actividades relacionadas con la danza, con Maruja Cazalla al frente 6.
Además del teatro, la zarzuela era otra de las manifestaciones culturales
que gozaba de mayor favor entre el público cordobés. Son recordadas las
compañías en gira que pasaban por la ciudad, a las que luego nos referire-
mos, y no podemos olvidar tampoco las funciones que protagonizaron
cantantes cordobeses, a través de agrupaciones vocales creadas en los últi-
mos años cuarenta y que tuvieron actividad hasta mediados de la década
siguiente. En el recuerdo están numerosos títulos de nuestro género lírico
llevados a las tablas del Gran Teatro y el Cine Góngora por la Agrupación
Lírica San Alberto Magno. Dicha agrupación estaba integrada en la Asocia-
ción Benéfica La Sagrada Familia, entidad creada por el obispo Fray Albino
para promover la construcción de viviendas de renta reducida que dieran
solución a las muchas familias afectadas por las riadas de 1947; lo cual daría
lugar a las barriadas de Cañero y el Campo de la Verdad. Bajo la dirección
musical de Dámaso Torres y la escénica de José Priego, los cordobeses
asistieron a un buen número de representaciones de los títulos más popu-
lares del repertorio de zarzuela 7.

5
Lo que entonces fue una sección del Conservatorio, se convertiría en un centro propio y
autónomo en 1980, pasando a denominarse Escuela Superior de Arte Dramático.
6
Maruja Cazalla sería poco después la iniciadora de los estudios de Danza en el Conserva-
torio.
7
Tanto para este tema de la lírica como para todo lo concerniente a la música en Córdoba
en la época que evocamos, véase MORENO CALDERÓN, Juan Miguel: Música y

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JUAN MIGUEL MORENO CALDERÓN

Como también gracias a otra iniciativa, de análogo perfil, bautizada con


el nombre de Agrupación de Cantantes Pro Arte Lírico e impulsada por el
catedrático de Canto del Conservatorio Rafael Serrano Palma. En este
caso, no sólo se auspiciaba programación local con carácter benéfico, co-
mo en el caso de la anterior, sino que también se servía a compañías de
fuera que venían con su propia programación de zarzuela o de ópera y que
necesitaban de un coro para tales producciones.
En verdad, había mucha afición a la zarzuela, y representar los principa-
les títulos del repertorio, desde Barbieri o Chueca hasta la última genera-
ción de eximios zarzuelistas, representada por Moreno Torroba, Jacinto
Guerrero o Pablo Sorozábal, era una garantía de éxito. Así, las visitas a la
ciudad del gran Marcos Redondo, que prefería el Duque de Rivas para las
actuaciones de su compañía, eran siempre un acontecimiento esperado;
especialmente, aquellas de diciembre de 1955, dentro de la gira por España
en la que el ilustre pozoalbense se retiraba de los escenarios, tras una carre-
ra triunfal. Y de éxito asegurado eran igualmente aquellas temporadas líri-
cas que, en torno a las ferias de mayo y otoño, protagonizaban compañías
como la de Esteban Astarloa, los Ases líricos o la del maestro Sorozábal, más
otras que se irían incorporando con el tiempo. En ellas estaban integradas
algunas de las principales voces del panorama nacional, como el propio
Astarloa, Faustino Arregui, Manuel Ausensi, María Francisca Caballer,
Clara Alcalá, Lina Huarte, Esteban Leoz o el espejeño José María Aguilar,
entre otros muchos.
Bastante más ocasional era la presencia de la ópera, a pesar de lo cual se
asistió a memorables representaciones de títulos emblemáticos de Verdi,
Puccini, Leoncavallo o Mascagni. En algunos casos, con la participación
de la mencionada Agrupación Pro Arte Lírico. Precisamente, en una de
ellas debutaría el barítono cordobés Carlos Hacar Montero, luego figura
destacada en la vida musical cordobesa. Sin duda, un nombre a recordar de
entre los discípulos del maestro Serrano Palma, como también los de
Carmen Blanco, María del Valle Calderón, Angelita García Uceda, Fran-
cisco Jurado, Rafi Sánchez o Castor Raigón, entre otros muchos cantantes
que animaron la vida musical de entonces.
Junto a los teatros y al Cine Góngora (utilizado también para funciones
escénicas en ocasiones), los cafés eran otros puntos de encuentro muy po-

músicos en la Córdoba contemporánea. Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y


Caja de Ahorros de Córdoba, 1999.

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HITOS CULTURALES EN LA CÓRDOBA DE ANTONIO CRUZ CONDE

pulares. En los más costeados podía combinarse el esparcimiento y ocio


con algunas expresiones de carácter cultural, particularmente la música.
Algunos, como Bolero o La Perla, disponían de su propia orquestina, dis-
puesta siempre para actuar y acompañar a figuras de entonces. De especial
recuerdo son las veladas de Bolero con Antonio Machín y la Orquesta
Orozco.
Por cierto, dichas orquestinas, y otras más, ampliadas lógicamente, eran
las mismas que servían a los teatros para atender las funciones de variedades
protagonizadas por las figuras de la copla y el flamenco que pasaban por
Córdoba; nómina en la que encontramos a Concha Piquer, Lola Flores,
Juanita Reina, Manolo Caracol, Juanito Valderrama, Pepe Pinto, Pepe
Marchena, Antonio Molina, Estrellita Castro o Imperio Argentina, entre
otros muchos nombres de postín que forman parte de la historia del Gran
Teatro y del Duque de Rivas (teatro este, como el primero, sito en la Ave-
nida del Gran Capitán, en donde antes estuvo el Teatro Circo).
En verdad, la copla y el flamenco disfrutaban de muchos adeptos y las
funciones que se programaban tenían garantizado el éxito. Como las de
revistas, género también muy en boga en los años cincuenta. De ahí que
tuvieran apreciable cabida en las programaciones de nuestros teatros.
Nombres inolvidables son los de Celia Gámez, Queta Claver, Mary Sent-
pere, Alfonso del Real, Ángel de Andrés, Tony Leblanc, Juanito Navarro,
o el trío de cómicos formado por Zori, Santos y Codeso.
Y siguiendo con la música, la más popular y de aliento local la encon-
tramos en las inolvidables canciones de Ramón Medina, como Serenata a
la Mezquita, Noches de mi Ribera, Callejita de las flores, Nochebuena cordobesa y
tantas otras que conocían y cantaban los cordobeses. Sin duda, Ramón
Medina fue el gran cantor de Córdoba y sus gentes («el bardo de la cordo-
besía», como lo calificó Rafael Castejón, director de la Academia 8), lo-
grando que su música conectara con el sentir de los cordobeses, quienes a
su vez le profesaban enorme afecto y gratitud. Como se reflejó en aquel
homenaje que la ciudad le brindó en mayo de 1955, con un formidable
concierto en el Gran Teatro compuesto con canciones suyas escenificadas
y un banquete multitudinario en el Coso de los Tejares, al que asistieron
más de quinientos comensales.

8
«In memoriam. El bardo de la cordobesía» es el título del artículo necrológico que le
dedicó Rafael Castejón y Martínez de Arizala, publicado en el Boletín de la Real Aca-
demia (Córdoba), 86 (1964), pp. 268-270.

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JUAN MIGUEL MORENO CALDERÓN

Pero, ¿y la música clásica o de concierto? Ausente prácticamente en la


programación de los teatros, tendría como principal escenario el Salón
Liceo del Círculo de la Amistad, y una clara protagonista: la Sociedad de
Conciertos. Se constituyó en 1954, impulsada por un grupo de melóma-
nos deseosos de contar en la ciudad con conciertos de música clásica de
calidad. Porque cierto es que en aquella época la Banda Municipal vivía
un tiempo de esplendor y celebraba muchos de sus conciertos en el men-
cionado Salón Liceo, incluyendo en sus programas obras del repertorio
sinfónico transcritas para banda por el propio Dámaso Torres, su magnífi-
co director. Y cierto es también que la Comisión Municipal de Cultura y
Arte organizaba veladas musicales con nombres destacados del panorama
español (entre ellos, los de José Cubiles, Leopoldo Querol y José Iturbi); e
incluso hizo posible acontecimientos inolvidables, como aquel concierto,
celebrado en el Gran Teatro el 30 de mayo de 1954, a cargo de la Or-
questa Nacional de España bajo la dirección del legendario Ataúlfo Argen-
ta.
Pero, no nos engañemos. Toda esa actividad, más la que se generaba
cada año en torno al Festival de los Patios Cordobeses, creado por Cru
Conde en 1956, no tenía la regularidad que podían desear los melómanos
de la ciudad. De ahí que, como en otras ciudades españolas, se constituye-
se aquella Sociedad de Conciertos, cuya formidable labor proporcionaría
temporadas musicales de un altísimo nivel, al contar con muchos de los
intérpretes más reputados de la escena internacional. Sin duda, sería bueno
que hoy se recordase todo aquello, para apreciar que, casi sin ayudas pú-
blicas, y sólo con las cuotas de los socios, pudieron organizarse aquellas
formidables temporadas de conciertos, para dignificación y difusión de la
música.
Entre sus principales impulsores, encontramos a Joaquín Reyes Cabre-
ra, director a la sazón del Conservatorio, además de acreditado pianista y
compositor. Junto a él, sería fundamental la labor de Francisco de Sales
Melguizo, melómano a quien se debía la formación de la Capilla Musical
de la Hermandad de la Misericordia y que, ya en los albores de los sesenta,
impulsaría la refundación del Real Centro Filarmónico (entidad otrora
muy popular, pero diluida en la Obra Sindical de Educación y Descanso
desde los años cuarenta).
Secundados por varios centenares de socios y teniendo como sede para
los conciertos el Salón Liceo, los dirigentes de la sociedad lograrían montar
unas temporadas verdaderamente deslumbrantes. La nómina de artistas

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HITOS CULTURALES EN LA CÓRDOBA DE ANTONIO CRUZ CONDE

internacionales que pasan por Córdoba en aquellos años incluye a Andrés


Segovia, Wilhelm Kempff, Nikita Magaloff, Julius Katchen, Nicanor Za-
baleta, Alexis Weissenberg, Salvatore Accardo, Alicia de Larrocha o un
adolescente Daniel Barenboim. Eso entre los solistas. También grupos de
cámara de Berlín, París, Salzburgo, Colonia, Basilea… Y orquestas de
muchos países europeos, siendo de especial mención la Sinfónica de Bam-
berg dirigida nada menos que por Rudolf Kempe. En fin, un exigente
extracto de nombres que lo dicen todo… 9
Dejando a un lado las artes escénicas y la música, otro hermoso capítulo
de la Córdoba cultural de los años cincuenta lo encontramos en el am-
biente literario; singularmente, en la poesía. Cercano en el tiempo estaba
el surgimiento de la revista Cántico, que luego daría nombre al grupo de
poetas que la impulsaron. Corría el año 1947 cuando varios poetas cordo-
beses se presentaron al Premio Adonais, aunque sin conseguirlo, ya que el
galardón fue para José Hierro. Pero aquella decepción sería el aldabonazo
para crear una revista poética, algo muy frecuente en la España de enton-
ces. Con el espíritu de reivindicar la poesía por su valor en sí misma, y no
como medio para otros fines (como la poesía social o el existencialismo
religioso), y sin pretender ser un eco de las oficialistas Espadaña y Garcilaso,
nace la revista cordobesa, la cual será saludada de inmediato por prohom-
bres de las letras españolas, como Vicente Aleixandre y Gerardo Diego. En
sus páginas, que destilan intimismo, culturalismo, vitalismo a raudales y
notable refinamiento, tendrán cabida no sólo creaciones de los poetas del
grupo, sino de muchas voces destacadas del panorama poético nacional (en
especial, de la Generación del 27, con quienes mantenían una relación muy
fluida), así como traducciones de otros autores de allende nuestras fronte-
ras, como André Gide, Paul Claudel, Thomas S. Eliot o Pier Paolo Paso-
lini 10.

9
Gracias a los descendientes de Francisco de Sales Melguizo Fernández, en el archivo del
Real Círculo de la Amistad se encuentra la programación detallada, con programas de
mano y críticas, de todos los conciertos que esta sociedad filarmónica celebró entre
1954 y 1970. Al obtener un nuevo destino profesional fuera de Córdoba, Francisco
Melguizo dejó de estar al frente de la sociedad y, por tanto, de su día a día. La Socie-
dad de Conciertos de Córdoba continuó con sus actividades hasta 1987, en que deci-
dió disolverse.
10
Sobre Cántico y los poetas que integraron el grupo se ha generado una abundante bi-
bliografía, pero de lectura obligada para una primera aproximación es CARNERO,
Guillermo: El grupo Cántico de Córdoba. Un episodio clave de la historia de la poesía españo-
la de posguerra. Madrid, Editora Nacional, 1976.

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JUAN MIGUEL MORENO CALDERÓN

Es decir, en un ambiente recogido, de paseos, tertulias (habría que re-


montarse a la del profesor de música Carlos López de Rozas y su famosa
gramola), amor a la naturaleza y anhelos compartidos, en una suerte de
exilio interior, aquel grupo formado por Ricardo Molina, Pablo García
Baena, Juan Bernier, Julio Aumente y Mario López, más los ilustradores
Miguel del Moral y Ginés Liébana, dará vida a una publicación que logra
amplia repercusión en el mundo literario.
Pues bien, con el eco de aquellos ocho números aparecidos entre 1947
y 1949, y la presencia viva aquí de algunos de sus protagonistas, llegará en
los años cincuenta la segunda época de la revista, entre 1954 y 1957. Seña-
lada por los críticos como una época de carácter deliberadamente más
ecléctico y abierto ahora a todas las corrientes poéticas de entonces, propi-
ciando un carácter misceláneo, aquel renovado empeño mantendrá viva la
llama de Cántico, calor al que se acercarán otros nombres distinguidos de
nuestras letras, como Vicente Núñez y José de Miguel. Por cierto, al hilo
de esta segunda época de la revista, hay que recordar que si hubo un nú-
mero especialmente celebrado fue el dedicado a Luis Cernuda, grandísimo
poeta en el exilio e ignorado por la España oficial de entonces.
Hablamos de recuerdos, con nuestra mirada de hoy. Pero, en realidad,
aquella revista era para una minoría; prácticamente, para los poetas. En
verdad, Córdoba no la conocería hasta mucho más tarde, siendo hoy una
referencia constante al hablar de nuestras letras. Lo mismo que las princi-
pales obras que salieron de la pluma de sus componentes, como Antiguo
muchacho de García Baena, Elegías de Sandua de Ricardo Molina, Aquí en la
tierra de Juan Bernier, El aire que no vuelve de Julio Aumente o Garganta y
corazón del sur de Mario López; todas de esa época.
Pero, además de Cántico, en la Córdoba que hoy evocamos hubo otras
publicaciones estimables, si bien no tuvieron el impacto ni el reconoci-
miento de aquella. A este respecto, hay que tener en cuenta que desde la
posguerra fueron muchas las publicaciones que engalanaron el panorama
poético español. Realmente, resulta emocionante que en un tiempo de
tantas penurias y limitación de libertades, o quizás por ello, hubiera esa
pulsión por la poesía. En Córdoba encontramos varias publicaciones de
obligada reseña. En orden cronológico, la primera fue Aglae, fundada por
Manuel Álvarez Ortega; luego vino Alfoz, impulsada por Mariano Rol-
dán, y Arkángel, auspiciada por Luis Jiménez Martos. Por fin, complemen-
taríamos esa pincelada del ambiente literario con el recuerdo de Leopoldo
de Luis, Concha Lagos y Antonio Gala, quienes se establecerían en Ma-

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HITOS CULTURALES EN LA CÓRDOBA DE ANTONIO CRUZ CONDE

drid y forjarían trayectorias muy destacadas. Especialmente, este último,


cuya memoria se perpetúa, además de por su obra literaria, gracias a la
fundación que él impulsó en Córdoba y que hoy goza de extraordinaria
vitalidad y amplio reconocimiento nacional.
En cuanto a las artes plásticas, muchos son los nombres que vienen a la
memoria en este recuerdo de los años cincuenta; sobre todo, los de quie-
nes cimentaron entonces una brillante carrera, que se extendería a lo largo
de las siguientes décadas. Bien es verdad que muchos vivían fuera, como
es el caso de Ginés Liébana, Antonio Povedano, Pedro Bueno, Ángel
López-Obrero o Rafael Botí. Y es que para artistas de ese potencial, Cór-
doba podía ser una referencia sentimental y un lugar al que siempre vol-
ver, pero no la plataforma adecuada para crecer como creadores. Entre
otras razones, porque las posibilidades para exponer y difundir aquí su arte
eran escasas. De ahí, que justo sea recordar cómo en 1952 el fotógrafo José
Jiménez Poyato funda la sala de exposiciones Galería Studio 52 Juan Ber-
nier, en la que tuvieron cabida los principales artistas de la época 11, y cuya
historia llega hasta nosotros.
Junto a esta loable iniciativa, enteramente privada, hay que consignar el
papel que juega en la vida cultural la Sala Municipal de Arte, gracias a la
cual se hace posible acercar a los cordobeses de entonces el trabajo de
nuestros mejores pintores y escultores, así como el de quienes, siendo de
fuera, escogieron Córdoba para vivir en ella, como es el caso de la pintora
londinense de origen polaco Rita Rutkowski o del escultor valenciano
Amadeo Ruiz Olmos. Con todo, la relación de pintores y escultores nota-
bles que pueblan el panorama artístico cordobés de entonces incluye tam-
bién a Miguel del Moral, Antonio Ojeda, Francisco Aguilera Amate, Ra-
fael Serrano, Alfonso Ariza, Lola Valera o Aurelio Teno, entre otros.
De entre las principales exposiciones celebradas en aquella época, no
cabe duda de que la que mayor impacto tuvo fue la organizada por el
Círculo de la Amistad con motivo de su centenario, en 1953. Dentro de
un amplio programa de actos celebrado a lo largo de ese año, y en el que
se incluían conferencias, conciertos, un concurso literario y otras propues-
tas, aquella exposición de arte contemporáneo, celebrada entre el 17 y el
30 de mayo, no fue sólo la más ambiciosa de aquellas iniciativas, sino la
que tuvo verdadera proyección fuera de la ciudad. Impulsada fundamen-
11
En verdad, José Jiménez Poyato fue durante toda su vida un sincero activista cultural,
no sólo a través de su galería o de su propia actividad profesional y artística, sino como
dinamizador de la vida cultural de la ciudad.

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JUAN MIGUEL MORENO CALDERÓN

talmente por el responsable de cultura de la entidad, que entonces era


Fernando Carbonell, la muestra reunió 139 obras, incluyendo a autores
como Vázquez Díaz, Picasso o Dalí, además de una nutrida presencia de
artistas de Córdoba 12. Hecho notabilísimo hasta el punto de que el Ayun-
tamiento y otras instituciones no dudarían en recordar este hito con moti-
vo de su sesenta aniversario, con una magna exposición que congregó a las
más señaladas figuras del arte contemporáneo en Córdoba 13.
También en el ámbito de las artes visuales y el diseño, y luego de otros
movimientos como el protagonizado por el Grupo Espacio y el Equipo
Córdoba (gérmenes de lo que está por venir), en los años cincuenta asisti-
mos a la irrupción de Equipo 57, grupo de pintores, escultores y arquitec-
tos, el cual, pese a ser esbozado en París, tendrá una estrecha vinculación
con Córdoba, por mor de la pertenencia a él de los cordobeses Juan Se-
rrano, Juan Cuenca y José Duarte, y porque fue aquí donde realmente se
constituyó en el verano de 1957 y donde surgieron muchas de sus obras.
Ciertamente, su defensa de la modernidad artística y el impacto que tuvo
en el arte contemporáneo español son hechos que no ofrecen hoy discu-
sión alguna. De hecho, pese a su corta existencia como tal, pues el colecti-
vo se disolvió en 1962, la proyección de su estética llega hasta nuestros
días, siendo numerosos los reconocimientos que Equipo 57 ha tenido.
Algo que debe invitarnos a reflexionar sobre la pertinencia de que nuestra
ciudad dispusiera de un espacio adecuado para mostrar de manera perma-
nente los logros más sobresalientes de este grupo, al que pertenecieron
también en su configuración definitiva el extremeño Ángel Duarte y el
vasco Agustín Ibarrola.
No obstante tal notoriedad en aquellos años de aperturismo a las van-
guardias, no ha sido hasta la revisión de la historia del arte español llevada
a cabo después de la Transición, cuando se ha situado al Equipo 57 como
una referencia fundamental de su tiempo, singularizando su estética como
una forma de ver el arte caracterizada por la creación colectiva y de calado
social, con base en la tecnología y el diseño moderno, y siempre desde la
abstracción. Junto a lo cual, debe anotarse que lo más interesante de este
grupo es que supo recuperar, cuando casi nadie lo hacía en Europa, el
12
Véase la Memoria del centenario publicada por la entidad en 1953 (archivo del Real Círcu-
lo de la Amistad).
13
El catálogo de aquella exposición, significativamente titulada 60 años de arte contemporá-
nea en Córdoba (1953-2013), comisariada por Ángel Luis Pérez Villén, da buena cuenta
del contenido de la misma. Véase el enjundioso texto introductorio del comisario de
la muestra.

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HITOS CULTURALES EN LA CÓRDOBA DE ANTONIO CRUZ CONDE

espíritu de la Bauhaus alemana y del constructivismo ruso, para poner el


arte al servicio de la sociedad a través de una creación y un diseño tan
avanzados como asequibles. Postura estética, en la que no cabe duda había
también una forma de activismo político 14.
En fin, aires de modernidad en aquella Córdoba que iba cambiando
lentamente, que nos conducen a otra figura capital, en este caso de la ar-
quitectura: Rafael de La Hoz Arderius. Él será uno de los principales re-
presentantes del estilo moderno y los nuevos lenguajes que se implantan
en la arquitectura española a partir de 1950, como ocurre con Miguel
Fisac o José Antonio Coderch. En efecto, su maestría en el diseño y en la
gestión de su estudio le llevan a construir alguno de los verdaderos iconos
de la arquitectura moderna en España, como el Edificio Castelar de Ma-
drid o, mucho antes que este, el Colegio Mayor Aquinas, también en la
capital, por el que ganaría el Premio Nacional de Arquitectura en 1956,
cuando tenía sólo treinta y dos años de edad.
Por ello, cuando en 2024 se cumplan cien años de su nacimiento será
buena hora para reivindicar la auténtica dimensión de este arquitecto ex-
cepcional, muchas de cuyas primeras obras importantes están datadas en
Córdoba en la década de los cincuenta. Aunque si hay una que nos resulte
particularmente icónica, por el carácter renovador que tiene y porque
caracteriza muy bien a su autor, es la de la sede de la Cámara de Comer-
cio, que De la Hoz proyectó junto a su colega y compañero de promo-
ción José María García de Paredes, otra referencia obligada en la historia
de la arquitectura española del siglo XX. Fue un soplo de aire fresco, una
ventana a la modernidad, en la que también estuvieron involucrados el
escultor vasco Jorge Oteiza (quien en su estancia en Córdoba no dudó en
animar a algunos de los artistas que luego impulsarían el Equipo 57) y el
pintor cordobés Miguel del Moral. Al primero corresponde el escudo de
la fachada, el mostrador de la primera planta y dos esculturas en el interior;
mientras al pintor, el imponente mural pirograbado sito en la sala de jun-
tas 15.

14
La obra de Equipo 57 y los posicionamientos estéticos del grupo han sido objeto de
numerosos trabajos bibliográficos. Por más reciente y cercano, se recomienda la lectura
de «Sin título (Co-17). Sesenta años de Equipo 57», de Ángel Luis Pérez Villén, en el
catálogo que la Fundación de Artes Plásticas Rafael Botí editó con motivo de la expo-
sición sobre Equipo 57 celebrada en su centro en 2017.
15
En la Guía de Arquitectura de Córdoba, publicada por el Colegio Oficial de Arquitectos de
Córdoba y la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía en 2003, puede

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JUAN MIGUEL MORENO CALDERÓN

Cambiando de tema, queda para el final un logro particularmente feliz


del alcalde Cruz Conde: la puesta en marcha del que hoy conocemos co-
mo Concurso Nacional de Arte Flamenco. Fue en 1956 cuando se celebró
la primera edición del entonces llamado Concurso Nacional de Cante
Jondo.
Se trataba de retomar la iniciativa llevada a cabo en Granada en 1922
bajo los auspicios de Federico García Lorca y Manuel de Falla, entre otros
intelectuales y artistas. Con el espíritu de aquella cita granadina de más de
treinta años antes, que luego no tendría continuidad, Córdoba decidió
reivindicar su importancia en el mundo del flamenco con un concurso
que rescatara al cante jondo de esa deriva aburguesada que lo estaba ale-
jando de sus raíces primigenias. Parafraseando a Agustín Gómez, diríamos
que el concurso de Córdoba habría de ir en busca del cante perdido tras la
frustración de Granada.
La génesis de este empeño la encontramos en dos hechos: la amistad
del alcalde Cruz Conde con Ricardo Molina (a quien el regidor admiraba
por su vasta cultura y su amor a Córdoba) y la fascinación que en el poeta
había despertado la lectura de Flamencología, ensayo de Anselmo González
Climent, bonaerense de padres andaluces, que frecuentaba España atraído
por el flamenco y la tauromaquia. Así, con el apoyo expreso y decidido
del alcalde, el entusiasmo y la determinación del poeta, y el conocimiento
del flamencólogo, se pondría en marcha un proyecto que llega hasta nues-
tros días y en cuya trayectoria están presentes muchos de los nombres más
importantes de la historia del flamenco desde entonces a hoy, como Paco
de Lucía, José Menese, Mario Maya o José Mercé, entre muchísimos
más 16.
Aquella primera edición tuvo un vencedor absoluto: Antonio Fernán-
dez Díaz, Fosforito. Sin duda, el cantaor pontanés fue el talismán que se
estaba buscando, en pos de esa idea de huir de las coplas aflamencadas y
sumergirse de lleno en el cante jondo de verdad. Pablo García Baena, en-
tusiasmado, dejó constancia de ello en un precioso texto publicado en la
revista malagueña Caracola (junio de 1956), en la que afirmaba:

rastrearse el quehacer de Rafael de la Hoz en la ciudad, con explicaciones sucintas, pe-


ro muy interesantes, de las obras que aquí proyectó.
16
Véase GÓMEZ PÉREZ, Agustín: Los Concursos de Córdoba (1956-2006). Análisis y
comentarios. Córdoba, Ediciones de La Posada, 2006.

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HITOS CULTURALES EN LA CÓRDOBA DE ANTONIO CRUZ CONDE

Si volvemos al viejo tema lorquiano de la musa, el ángel y el duen-


de, la voz de Fosforito pelea broncamente —como Jacob— con el
ángel del frío, esquiva en gracia el legado armonioso de la musa y se
entrega tronchada, balbuciente, enfebrecida, al deseo negro del
duende.
El tiempo daría la razón al jurado, y justificaría con creces el entusias-
mo del poeta, pues aquel joven de veintitrés años iniciaría una carrera
deslumbrante, siendo merecedor de innumerables reconocimientos desde
entonces a hoy. Un artista excelso, al que Córdoba honra con un centro
flamenco con su nombre, nada menos que en la Posada del Potro.
Por otra parte, hay que decir que con aquel triunfo de Fosforito se inició
con fuerza la historia de un evento que, si bien ha perdido con el tiempo
parte de su trascendencia y repercusión, debido al nuevo contexto de
promoción del flamenco que existe desde hace algunas décadas, sigue
siendo una referencia fundamental en la historia de este arte. En efecto,
hoy existen muchos concursos, proliferan los festivales, el estudio del fla-
menco ha avanzado enormemente, el apoyo de las instituciones es mayor
que nunca y los artistas pueden promocionarse por medios que antes no
existían. Todo ello ha dibujado en verdad un panorama muy diferente al
existente en los años cincuenta, sesenta o setenta, y quizás por ello el con-
curso cordobés ya no sea aquella cita ineludible que fue en otro tiempo.
Pero lo que nunca podrá perder es su lugar de honor en la historia del
flamenco. De ahí que deba resaltarse y valorarse en su justa medida.
Como conclusión de esta evocación sentimental, no por vivida sino
por rememorada a través de quienes sí vivieron aquella Córdoba, y en la
que a buen seguro no están todos los que fueron, cabe hacer un alegato en
favor del estudio de nuestro pasado y de los momentos estelares de nuestra
historia más o menos reciente. Frente a la imposición de lo políticamente
correcto y la presión del revisionismo histórico actual, merece la pena
sentir legítimo orgullo y sincera admiración por logros alcanzados como
los aquí esbozados. Ciertamente, la ciudad se hace entre todos, aunque es
verdad igualmente que determinadas individualidades pueden germinar
procesos apasionantes. Hemos visto algunos casos. Por ello, cuando hoy
volvemos nuestra mirada atrás, con la perspectiva del tiempo transcurrido,
y constatamos cómo en una época difícil y de tantas estrecheces pudieron
ocurrir tantas cosas admirables en lo cultural, quizás sea bueno invitarnos
todos a la reflexión y el análisis. Sin apasionamientos, es verdad; pero tam-
bién sin previas enmiendas a la totalidad.

BRAC, 173, I (2024) 23-37 37


APERTURA DE CURSO ACADÉMICO 2023-2024
EN LA REAL ACADEMIA DE CÓRDOBA

José Cosano Moyano


Presidente de la Real Academia de Córdoba

Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades


Junta Rectora y Cuerpo Académico
Patronos, Protectores, Benefactores y
Amigos de la Fundación y de la Academia
Señoras y señores:

E n los inicios de un nuevo curso, 2023-2024, esta Real Academia


de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba suele pro-
nunciar, por boca de su presidente, el discurso en el acto de aper-
tura a tenor de lo previsto en sus Estatutos y Reglamento de Régimen
Interno.
Tras saludar a las dignísimas autoridades que han querido y tenido a
bien acompañarnos, honrarnos con su presencia y realzar el propio acto,
como suele acontecer en cualquier sesión inaugural, solemne y pública,
debemos felicitar al académico numerario Ilmo. Sr. Dr. D. Juan Miguel
Moreno Calderón que, por turno riguroso, ha ocupado esta tribuna y nos
ha deleitado con un ponderado y magnífico discurso cuya temática nos da
muestra de su conocimiento y sabiduría.
Nuestro saludo y agradecimiento es extensivo especialmente a los
miembros de número de esta corporación, mis compañeros de honor,
supernumerarios y correspondientes que, con su compromiso y presencia,
objetivan la continuidad de la institución un año más. Singularmente para
aquellos que en este curso recibimos como académicos correspondientes
no solo de la provincia, sino también de otras localidades de España y el
extranjero.
Deslicemos igualmente nuestra gratitud para todos los amigos y familia-
res de los nuevos académicos que, en esta sesión de apertura, han querido

BRAC, 173, I (2024) 39-42 39


JOSÉ COSANO MOYANO

estar con esta Real Academia. No puedo olvidar, de ninguna de las mane-
ras, a mi Junta Directiva y las personas que han pasado por ella, a los car-
gos auxiliares, ni a los académicos numerarios o correspondientes que han
representado a la institución en los numerosos actos, que esta Córdoba
cultural programa.
Tengo en grato recuerdo a mi secretario actual Ilmo. Sr. D. Diego
Medina Morales por la brillante exposición didáctica, amena y magistral
realizada al leernos la Memoria anual, perfectamente auxiliado por las
Srtas. Raquel Moyano García y Dolores Ruiz de Villegas. Gracias a todos
por mantener el acrisolado espíritu de esta Corporación.
Los meses vacacionales son poco dados a proporcionar información
adecuada a esta entidad cultural. No obstante, nos encontramos con un
Congreso Internacional, a la vuelta de la esquina, referido al prieguense
«Arzobispo de Santafé, Virrey de Nueva Granada y Obispo de Córdoba
D. Antonio Caballero y Góngora (1723-1796) y su época», cuya celebra-
ción está prevista para la primera quincena de noviembre (días 10 y 11),
que nos ha consumido parte del descanso vacacional en la realización de la
comunicación oportuna.
De cara a la Excma. Diputación Provincial de Córdoba, que mantiene
nuestras publicaciones, además de nuestro buque insignia el BRAC n.º
172, bajo la dirección del académico de número el Ilmo. Sr. D. Miguel
Ventura Gracia, que lo cuida con esfuerzo, mimo y dedicación, siendo
cada vez más apreciado en los circuitos culturales, gracias al intercambio y
cómo no a las redes sociales.
Asimismo, veremos incrementar una serie de publicaciones pertene-
cientes a Académicos en el recuerdo VII, al-Mulk XXI, Vida académica VII, La
Junta de Damas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, obra de
nuestra académica numeraria Dra. Porro Herrera. Igualmente, este año se
incrementará con un par de ejemplares más referentes al Entorno de las
mujeres. Estudios literarios y a Escritores académicos cordobeses.
No puedo olvidar la invitación cursada por el Excmo. Ayuntamiento
de Nueva Carteya para celebrar en la localidad unas jornadas científicas en
la conmemoración de su bicentenario y que estuvo coordinada por nues-
tro académico correspondiente don Fernando Penco Valenzuela y por
quien esto escribe. Felicito a mi compañero coordinador por la responsa-
bilidad, habitual en él, sobre las intervenciones y el nacimiento de un nue-

40 BRAC, 173, I (2024) 39-42


APERTURA DE CURSO ACADÉMICO 2023-2024 EN LA REAL ACADEMIA DE CÓRDOBA

vo libro; así como por ese corto cinematográfico, que le ha sido premiado
recientemente.
Siempre he sido optimista y agradezco en el alma el acogimiento que
nos ha hecho el alma mater cordobesa en estos años de itinerancia. Pero es
hora de volver a casa. Si algo existe en mi mente es la necesidad de poner
fin a este desasosiego que nos embarga. Volvemos a estar en las mismas
circunstancias que nuestros compañeros precedentes.
La esperanza asomó allá por el año 1990 del pasado siglo. Hasta ese
momento nuestra andadura nos llevó a la calle Manríquez, sede de la So-
ciedad Económica de Amigos del País, estuvimos alojados en las depen-
dencias del Museo de Bellas Artes, después albergamos el edificio de Santa
Victoria y tuvimos sede en la calle Pedro López, finalmente, fuimos a pa-
rar a una casa que fuera cabildo municipal hasta la decimosexta centuria en
Ambrosio de Morales, 9.
Sirvan las palabras de aquel año, pronunciadas por el Dr. Peláez del
Rosal, como testimonio de la situación en que nos encontramos, porque
[…] No podemos ponderar la angustia de nuestros antecesores de
sentirse ajenos en todo momento sin unas instalaciones capaces, con
penurias sin límite, y sobre todo sin saber en todo momento si al día
siguiente iban a ser desahuciados […]
Voy a terminar mi mandato de dos cuatrienios. En este curso y en ju-
nio, habrá elecciones a la presidencia y Junta Directiva, por lo que no seré
yo, por tanto, el que realice el discurso de clausura.
Y las obras no se han iniciado en esta Córdoba inmersa, como solía es-
cribir Josemaría Alvariño en sus Canciones morenas, al recuerdo de una
hombría foránea,
¡Oh, los hombres de otras tierras
que no ven tus calles,
ni pisan tus patios,
ni viven tu aire…

¡Oh, los hombres de otras tierras


sin saber de arcos
en Mezquita Grande…

¡Oh, esos hombres


que también son árabes!

BRAC, 173, I (2024) 39-42 41


JOSÉ COSANO MOYANO

Córdoba… siempre Córdoba sumergida en recordación. También su


provincia, mucho más despierta. Marco territorial en el que se escribe la
historia de esta institución, que aporta la savia necesaria y oportuna con las
investigaciones de sus miembros. Es lo mejor de cada uno de ellos, por sus
frutos.
Y la sociedad cordobesa sabe, muy a pesar del tsunami cultural existen-
te en nuestra ciudad, de la excelencia que está llevando a cabo la Real
Academia y su Fundación. De algo le servirán los más de doscientos años
de existencia. Su irrenunciabilidad es imposible mientras la Corporación
esté viva, de ahí que sigamos reiterando la ansiada vuelta a casa.
Sirvan los versos de Juan Ugart en Los presentes de Abril para acrecentar-
nos el optimismo por mor de la nueva siembra, porque esta institución
nunca pierde la ilusión,
Al ver las tierras vestidas
el campo se abre en canciones.
Los nuevos vestidos verdes
van escogiendo colores.
De las abruptas sierras
se huelen bajar los olores.
Con la esperanza reiterada de no postergar nuestra andadura, sede tras
sede, invito a nuestras autoridades, Cuerpo Académico y amigos que,
puestos de pie, dé lectura a la fórmula de rigor habitual.
En nombre de S.M. el rey Felipe VI queda inaugurado el presente cur-
so académico 2023-2024 en esta Real Academia.

42 BRAC, 173, I (2024) 39-42


DISCURSOS DE INGRESO DE
ACADÉMICOS NUMERARIOS
PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

María del Sol Salcedo Morilla


Académica Numeraria

Discurso de ingreso como Académica Numeraria pronunciado el día 9 de noviembre de 2023

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Prometeo encadenado, atribuida a Esquilo, es la única de sus


obras de las que se conservan íntegras, que presenta dudas sobre
Prometeo.
su autoría. En cualquier caso es una obra y un tema que sorpren-
Titán.
Fuego. den por su modernidad en los conceptos y las expresiones. La
historia del titán Prometeo ha sido fuente de inspiración para escri-
tores, escultores y cineastas, por contraponer sus tremendas
torturas, rechazadas y, al mismo tiempo, fatalmente aceptadas,
para beneficiar a la humanidad.

ABSTRACT

KEYWORDS Prometheus in Chains, attributed to Aeschylus, is the only one


of his plays that has been preserved in its entirety that raises
Prometheus.
Titan.
doubts as to its authorship. Anyway, it is a work and a theme that
Fire. are surprisingly modern in their concepts and expressions. The
story of the titan Prometheus has been a source of inspiration for
writers, sculptors and film-makers, as it contrasts his tremendous
tortures, rejected and, at the same time, fatally accepted, to benefit
humanity.

Excelentísimo Señor Presidente y Junta Directiva


de esta Real Academia.
Dignas Autoridades.
Ilustre Cuerpo Académico.
Querida familia.
Amigas y amigos.
Señoras y señores:

Boletín de la Real Academia


G racias. Gracias. Gracias. Por este nombra-
miento que me hace tan feliz. Gracias a
los tres académicos numerarios que avala-
ron mi propuesta: D. Joaquín Criado Costa, D. An-
de Córdoba. tonio Cruz Casado y D. Bartolomé Valle Buenesta-

BRAC, 173, I (2024) 45-66 45


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

do. Gracias a los académicos que votaron mi candidatura y gracias a los


que, aun sin votar, me apoyaron y me animaron a presentarla. Gracias a
todas las personas que hoy se hallan presentes en este Salón de Columnas
del Edificio «Pedro López de Alba». Y gracias, por último, a D. Alfonso
Porras de la Puente y a D. Andrés Quesada, que han acompañado mi ca-
minar hasta esta mesa y al corazón de la Academia.
Debo confesar, y es justo que ustedes lo sepan, la emoción que ha ido
creciendo en mí a medida que se acercaban este día y este momento, pero
no quiero detenerme demasiado en ella, porque mi deseo es entretener o
divertir, y no me agradaría que me pese tanto como para llegar a las lágri-
mas y terminar dando un espectáculo fuera de programa, pero aún tengo
que nombrar a tres personas más: Don Joaquín Mellado Rodríguez, de
cuya sabiduría y hombría de bien quedó constancia en cuantos le conoci-
mos. Con humildad, a partir de hoy, procuraré honrar como numeraria la
vacante ocasionada por su fallecimiento. Probablemente, mi Discurso de
Ingreso como Académica Numeraria sería de su agrado, ya que una de sus
líneas de investigación fue la mitología clásica y su recepción en la cultura
occidental.
Otro recuerdo ineludible es el de mi madre, cuyas posibilidades físicas,
inferiores a la claridad y agilidad mental que conserva, le han aconsejado
quedarse en casa. Y por fin, el recuerdo, más presente cuanto más ausente,
de mi padre, Miguel Salcedo Hierro, que también fue Académico Nume-
rario de esta Casa. De él heredé esta medalla, que ha salido de la vitrina
donde estaba guardada para ser testigo de mi ingreso. Ahora puedo usarla
de pleno derecho.
Hasta el mes de julio de 1980, Prometeo encadenado no era para mí más
que la simple lectura en la retahíla memorística de las obras teatrales de
Esquilo, pero en julio de 1980 formó parte, junto a otras, de las obras re-
presentadas en el XXII Festival de Teatro Grecolatino del Teatro Ro-
mano de Málaga. Tuve la suerte de participar en ella como actriz de repar-
to interpretando el papel de Metis, primera de las esposas de Zeus, hija de
Océano y Tetis. Fue entonces cuando me interesé por el mito de Prome-
teo, uno de los titanes o dioses antiguos, anteriores a los olímpicos. Pro-
meteo no es caprichoso, ni cruel ni vengativo como los otros dioses, sino
que es amigo y benefactor de los mortales. De hecho, su encadenamiento
se produce como castigo impuesto por Zeus al haber dado el fuego de los
dioses a los seres humanos, ya que lo que pretendía Zeus era que desapare-
ciese la raza humana y sustituirla por otra nueva más de su agrado.

46 BRAC, 173, I (2024) 45-66


PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

Zeus Prometeo

De Esquilo se conservan siete obras íntegras: Los persas, Los siete contra
Tebas, Las suplicantes, Agamenón, Las coéforas, Las Euménides y Prometeo enca-
denado. Pues bien, esta última —que constituye la primera parte de una
trilogía— presenta dudas sobre su autoría. De las otras dos —Prometeo libe-
rado y Prometeo portador del fuego— sólo quedan fragmentos. Ahora bien,
sea quien fuere el autor, lo cierto es que sorprende por la modernidad de
algunos conceptos como la ingratitud y el injusto abuso de poder, que
inmediatamente conectan con el público, dos mil cuatrocientos años des-
pués de haber sido escrita.

De izquierda a derecha: «El castigo de Prometeo», de Rubens (1612), «Prometeo


encadenado por Vulcano», de Dirk van Baburen (1623) y «Prometeo lleva el fuego a
la humanidad», de Heinrich Friedrich Füger (1817).

BRAC, 173, I (2024) 45-66 47


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

La simpatía y la empatía que produce el personaje han provocado otras


producciones literarias, como La estatua de Prometeo: comedia famosa, de
Pedro Calderón de la Barca. Y producciones pictóricas, como «El castigo
de Prometeo», de Rubens (1612), «Prometeo encadenado por Vulcano»
—que es el nombre romano de Hefestos— de Dirk van Baburen (1623), o
«Prometeo lleva el fuego a la humanidad», de Heinrich Friedrich Füger
(1817).
En la actualidad, ha servido de inspiración para poner nombre a la pelí-
cula de ciencia-ficción «Prometheus», dirigida por Ridley Scott, que a su
vez es el nombre de la nave espacial que explora el espacio en busca de los
orígenes de la humanidad. Esta película se considera una precuela de
«Alien el octavo pasajero», que el mismo director estrenó en 1979. Y en el
título de otra película, el drama sureño «Django desencadenado», dirigida
por Quentin Tarentino, también se percibe cierta inspiración, juegos, por
otra parte, a los que Tarentino es muy aficionado.
Los teatros griegos y los romanos se parecen bastante a primera vista.
Una de las diferencias es que los griegos aprovechan las laderas de las coli-
nas para la construcción de las gradas y los romanos pueden construirse en
llanos y elevar las gradas mediante columnas y arcos. Otra diferencia es
que en los griegos la parte correspondiente a la orquesta es grande y circu-
lar, como corresponde a la importancia del coro, que actúa en ella, y en
los romanos es semicircular.
El estado del teatro romano de Málaga, en el año 1980, era bastante
ruinoso y, sobre todo, con gran parte oculta bajo la Casa de la Cultura
—ironías de la arquitectura— que se había construido encima. El poste-
rior derribo de ésta ha permitido recuperar bastante, pero en aquel mo-
mento la orquesta era casi inexistente y el escenario exiguo. Con estas
condiciones, el director de la obra, Oscar Romero, concibió el decorado
como una montaña, simbolizando el cerebro de Prometeo, de cuyo inte-
rior iban saliendo los componentes del coro y el resto de los personajes.
Encima de la montaña, Prometeo, por orden de Zeus, encadenado de
principio a fin.
Empecemos por decir que Prometeo, según la genealogía más acepta-
da, hijo de Jápeto y de una oceánide, pero según Esquilo o el autor desco-
nocido, hijo de Temis, había engañado a Zeus dos veces: Para realizar el
sacrificio de un buey, puso por una parte la piel, la carne y las vísceras y las
metió dentro de su vientre, y por otro lado puso los huesos y los cubrió de

48 BRAC, 173, I (2024) 45-66


PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

grasa. Después le dio a elegir a Zeus. El montón que él no quisiera, sería


para los mortales. Zeus eligió el montón cubierto de grasa, creyendo que
debajo estaría la carne; cuando vio que estaban los huesos se encolerizó, y
prohibió a los seres humanos que se quedaron con la carne, mientras ofre-
cían los huesos en sacrificio a los dioses, el uso del fuego.
Pero Prometeo lo engaña de nuevo, porque sube al Olimpo, coge el
fuego del carro de Helios y de la fragua de Hefestos, lo mete en el tallo de
una cañaheja, que arde lentamente, y se lo entrega a los seres humanos. Él
mismo, ya encadenado, lo explica de esta manera al coro, mientras que las
océanides han llegado en un carro alado, cosa que a nadie podía extrañar,
porque los teatros griegos contaban con maquinarías y grúas que podían
llevar a cabo estos efectos especiales. Y así habla Prometeo:
Tan pronto empezaron a airarse los dioses y a levantarse entre ellos
en discordia -porque los unos querían derrocar a Crono de su po-
der, con el fin de que Zeus reinara, mientras que otros, por el con-
trario, ponían su interés en que nunca Zeus tuviera imperio sobre
los dioses- yo decidí convencer de lo mejor a los Titanes, a los hijos
de Urano y Tierra, pero no pude. Con su forma de pensar violenta
despreciaron mis sutiles recursos, y creyeron que por la fuerza, sin
dificultad, se harían los amos. Pero mi madre -Temis y Tierra, única
forma con muchos nombres- más de una vez había predicho de qué
manera se cumpliría el porvenir: que no debíamos por la fuerza ni
con violencia vencer a quienes se nos enfrentaran, sino con engaño.
Cuando con mis palabras, yo les expuse tal predicción no se digna-
ron siquiera a considerarlo. Me pareció entonces que, en esas cir-
cunstancias, era lo mejor tomar a mi madre como aliada y de grado
ponerme de parte de Zeus, que lo deseaba; y, por mis consejos, el
tenebroso, profundo abismo del Tártaro, cubre al viejo Crono y a
sus aliados. Y después que el rey de los dioses obtuvo de mí tal be-
neficio, me ha recompensado con este castigo cruel. Sí, en cierto
modo ése es un mal de la tiranía: no confiar en los propios amigos.
Lo que me preguntáis, la causa que me atormenta, os la aclararé.
Tan pronto como él se sentó en el trono que fue de su padre, in-
mediatamente distribuyó entre las distintas deidades diferentes fue-
ros, y así organizó su imperio en categorías, pero no tuvo para nada
en cuenta a los infelices mortales; antes al contrario, quería aniquilar
por completo a esa raza y crear otra nueva. Nadie se opuso a ese
designio, excepto yo. Yo fui el atrevido que libré a los mortales de
ser aniquilados y bajar al Hades. Por ello, estoy sometido a estos su-
frimientos, dolorosos de padecer, compasibles cuando se ven. Yo,

BRAC, 173, I (2024) 45-66 49


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

que tuve compasión de los mortales, no fui hallado digno de alcan-


zarla yo mismo, sino que sin piedad de este modo soy corregido, un
espectáculo que para Zeus es infamante.
Hice que los mortales dejaran de andar pensando en la muerte antes
de tiempo. Puse en ellos ciegas esperanzas. Y además de esto les
concedí el fuego. Gracias a él aprenderán numerosas artes. Por esos
delitos Zeus me martiriza y en modo alguno afloja mis males. Bien
sabía yo todo eso. De grado falté. No voy a negarlo. Por ayudar a
los mortales, encontré para mí sufrimientos. Sin embargo, no me
imaginaba que habría de consumirme en este roquedal escarpado,
en esta desierta cima rocosa.
Las oceánides bajan del carro, y Océano, su padre, otro titán que per-
sonificaba el océano mundial, que los griegos concebían como un gran río
que circundaba el mundo, llega también en otro carro tirado por un grifo
(animal mitológico mezcla de águila y león). Océano viene a compadecer-
se de él, a consolarle y a aconsejarle diciéndole esto:
[...] ajusta tu forma de ser a nuevas maneras, pues, entre los dioses
hay también un rey nuevo. Si sigues así, profiriendo ásperas y pun-
zantes palabras, quizá, aunque tenga lejos su sede, más alto que tú,
Zeus te oiga, con la consecuencia de que la tortura ahora presente
de tus dolores podrá parecerte que es un juego de niños... depón la
cólera que ahora tienes y ponte a buscar la liberación de tus sufri-
mientos... Penas de esta clase suelen ser el fruto de una lengua en
exceso altanera... Nunca has sido humilde, ni tampoco cedes ante la
desgracia, sino que quieres agregar otros nuevos a los males presen-
tes... No des coces contra el aguijón. Mira que el monarca es severo
y que ejerce el poder sin necesidad de rendirle cuentas a nadie. ¿No
sabes muy bien, a pesar de tu mucha sabiduría, que a una lengua
imprudente se le aplica siempre el castigo?
Que traducido a lenguaje actual vendría a decir: ¡Cállate y no protestes
más, que como se entere Zeus, va a ser peor! Y tiene toda la razón, por-
que, aunque Esquilo no hace hincapié en este asunto, a Prometeo, además
de estar encadenado, lo visita un águila todos los días para devorarle el
hígado. (Este castigo es una interpretación inversa de las entrañas de las
aves para conocer el destino. Zeus, desentrañando a Prometeo, está bus-
cando conocer la entraña de la profecía. Es su propio sacrificio). Y como
Prometeo es inmortal, también todos los días se le regenera el hígado. A
pesar de estos sufrimientos, todo su comportamiento está presidido por la
aceptación de la fatalidad. Él se queja, llora, protesta, pero no intenta libe-

50 BRAC, 173, I (2024) 45-66


PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

rarse, entre otras cosas, porque también posee el don de la adivinación y


sabe cómo, cuándo y por quién será liberado. No obstante, Océano quiere
ayudarle y tiene el propósito de interceder ante Zeus, pero Prometeo le
hace desistir de ello, no vaya a ser que Océano también acabe siendo cas-
tigado.

Escultura griega del dios del Océano. Roma.

Cuando se marcha Océano, Prometeo continúa relatando las causas de


su infortunio:
Oídme las penas que había entre los hombres y cómo a ellos, que
anteriormente no estaban provistos de entendimiento, los transfor-
mé en seres dotados de inteligencia y en señores de sus afectos... En
un principio, aunque tenían visión, nada veían, y, a pesar de que
oían, no oían nada, sino que, igual que fantasmas de un sueño, du-
rante su vida dilatada, todo lo iban amasando al azar.
No conocían las casas de adobes cocidos al sol, ni tampoco el traba-
jo de la madera, sino que habitaban bajo la tierra, como las ágiles
hormigas, en el fondo de grutas sin sol.
No tenían ninguna señal para saber que era el invierno, ni de la flo-
rida primavera, ni para poner en seguro los frutos del fértil estío.
Todo lo hacían sin conocimiento, hasta que yo les enseñé los ortos
y ocasos de las estrellas, cosa difícil de conocer. También el núme-
ro, destacada invención, descubrí para ellos, y la unión de las letras

BRAC, 173, I (2024) 45-66 51


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

en la escritura, donde se encierra la memoria de todo, artesana que


es madre de las Musas (con metonimia: en el mito las Musas son hi-
jas de Memoria y de Zeus). Uncí el primero en el yugo a las bestias
que se someten a la collera y a las personas, con el fin de que susti-
tuyeran a los mortales en los trabajos más fatigosos y enganché al ca-
rro el caballo obediente a la brida, lujoso ornato de la opulencia. Y
los carros de los navegantes, que dotados con alas de lino, surcan
errantes el mar, ningún otro que yo los inventó.
Y después de haber inventado tales artificios -¡desdichado de mí!-
para los mortales, personalmente no tengo invención con la que me
libre del presente tormento... Más te extrañarás si oyes lo que falta:
qué artes y recursos imaginé. Lo principal: si uno caía enfermo, no
tenía ninguna defensa, alguna cosa que pudiera comer, untarse o
beber, sino que por falta de medicina, se iban extenuando, hasta
que yo les mostré las mixturas de los remedios curativos con los que
ahuyenta toda dolencia. Clasifiqué las muchas formas de adivinación
y fui el primero en discernir la parte de cada sueño que ha de ocu-
rrir en la realidad.
Les di a conocer los sonidos que encierran presagios de difícil inter-
pretación y los pronósticos contenidos en los encuentros por los
caminos.
Definí con exactitud el vuelo de las aves rapaces: cuáles son favora-
bles por naturaleza y cuáles siniestros; qué clase de vida tiene cada
una, cuáles son sus odios, sus amores y compañías, la ternura de sus
entrañas y qué color debe tener la bilis para que sea grata a los dio-
ses, y la varia belleza del lóbulo hepático.
Encaminé a los mortales a un arte en el que es difícil formular pre-
sagios, cuando puse al fuego los miembros cubiertos de grasa y el
largo lomo. Hice que vieran con claridad las señales que encierran
las llamas, que antes estaban sin luz para ellos. Tal fue mi obra.
Bajo la tierra hay metales útiles que estaban ocultos para los hom-
bres: el cobre, el hierro, la plata y el oro. ¿Quién podría decir que
los descubrió antes que yo? Nadie -bien lo sé- a menos que quiera
decir falsedades.
En resumen, apréndelo todo en breves palabras: los mortales han re-
cibido todas las artes de Prometeo.
Volvamos a la importancia del fuego.

52 BRAC, 173, I (2024) 45-66


PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

1. QUEMAR LA GRASA EN TROYA

Ilíada. Canto IX, 205. Aquiles está en compañía de Ulises, Áyax, Pa-
troclo y Automedonte, su auriga. Entre sus amigos más caros, improvisa
una comida de carne y vino, que él mismo prepara:
En un tajón que acercó a la lumbre puso los lomos de una oveja y
de una pingüe cabra y la grasa espalda de un suculento jabalí. Au-
tomedonte sujetaba la carne; Aquiles, después de cortarla y dividirla,
la espetaba en asadores; y el menecíada (Patroclo), varón igual a un
dios, encendía un gran fuego; y luego, quemada la leña y muerta la
llama, extendió las brasas, colocó encima los asadores asegurándolos
con piedras y sazonó la carne con la divina sal. Cuando aquélla es-
tuvo asada y servida en la mesa, Patroclo repartió pan en hermosas
canastillas; y Aquiles distribuyó la carne, sentóse frente al divino
Ulises, de espaldas a la pared, y ordenó a Patroclo, su amigo, que
hiciera la ofrenda a los dioses. Patroclo echó las primicias al fuego.
Nos ha llegado intacta la receta seguida por Aquiles para preparar carne
a la brasa. La leña debe quemarse, pero la llama debe morir. Y cuando ya
sólo hay brasa, se colocan sobre la misma espetos de carne, que entonces
se sazona con sal. Es esta la técnica eficiente que puede imaginarse en un
cazador o un militar. Lomos de oveja y cabra, espalda de jabalí, sal y pan.
Se sirve vino. Antes de comer, se echan al fuego las primicias, como
ofrenda a los dioses.
Este mecanismo de sacrifi-
car y comer aparecerá en la
Ilíada frecuentemente. En el
Canto 1 (59) se sopesa apaci-
guar a Apolo con la quema
en su honor de grasa de cor-
deros y cabras escogidas. En
el mismo Canto (312), se
sacrifican finalmente «junto a
la orilla del estéril mar heca-
tombes 100 reses vacunas)
perfectas de toros y de cabras
en honor de Apolo. El vapor
de la grasa llegaba al cielo,
enroscándose alrededor del
Homero humo».

BRAC, 173, I (2024) 45-66 53


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

En el Canto IV, 31, Zeus discute con Hera, diciéndole que Ílio era su
ciudad preferida, y que su «altar jamás careció en ella del alimento debido,
libaciones y vapor de grasa quemada; que tales son los honores que se nos
deben». Tal cosa se debe a los dioses, según el más grande de ellos: liba-
ciones y vapor de grasa quemada.
En el Canto VIII, 228, Agamenón, animado por Hera, arenga a los
aqueos y clama a Zeus:
Padre Zeus! ¿Hiciste sufrir tamaña desgracia y privaste de una gloria
tan grande a algún otro de los prepotentes reyes? Cuando vine, no
pasé de largo en la nave de muchos bancos por ninguno de tus be-
llos altares, sino que en todos quemé grasa y muslos de buey.
Más adelante, Canto VIII, 358, Atenea, molesta con su padre Zeus, an-
ticipa grave mal a los troyanos, mientras se arma:
Quiero ver si el hijo de Príamo, Héctor, el de tremolante casco, se
alegrará cuando aparezcamos en el campo de la batalla. Alguno de
los troyanos, cayendo junto a las naves aqueas, saciará con su grasa y
con su carne a los perros y a las aves.
Sucediendo en el pasaje que
se trata al enemigo como sacri-
ficio, siendo la maldición que
lo que habría de haber llegado a
los dioses llega al estómago de
perros y aves. Su grasa y su
carne. En el Canto XXIII, 179,
Aquiles, enloquecido por la
muerte de Patroclo, dice junto
a su pira que el cuerpo de Héc-
tor no lo entregará a la hogue-
ra, sino a los perros. Repite la
amenaza de Atenea, pero sin
éxito, porque (184), «los canes
no se acercaron a Héctor. La
diosa Afrodita, hija de Zeus, los
apartó día y noche, y ungió el
cadáver con un divino aceite
rosado para que Aquiles no lo
lacerase al arrastrarlo».
Aquiles

54 BRAC, 173, I (2024) 45-66


PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

Regresemos al Canto VIII. Tras una arenga de Héctor (542), los troya-
nos «sacaron pronto de la ciudad bueyes y pingües ovejas, y de las casas
pan y vino, que alegra el corazón, y amontonaron abundante leña. Des-
pués ofrecieron hecatombes perfectas a los inmortales, y los vientos lleva-
ban de la llanura al cielo el suave olor de la grasa quemada».
Este concreto sacrificio fue rechazado por los dioses, porque se les ha-
bía hecho ya odiosa Troya. Significa que los dioses pueden no aceptar lo
que se les sacrifica y que por tanto hay un límite a lo que puede apaciguar-
se en ellos, contradiciendo la meliflua opinión de Fénix, en el Canto IX,
434, cuando para apaciguar a Aquiles «los dioses mismos se dejan aplacar,
no obstante su mayor virtud, dignidad y poder. Con sacrificios, votos
agradables, libaciones y vapor de grasa quemada los desenojan cuantos
infringieron su ley y pecaron».
En el Canto XI, 816, Patroclo dice a Eurípilo:
¡Ah infelices caudillos y príncipes de los dánaos! ¡Así debíais en
Troya, lejos de los amigos y de la patria tierra, saciar con vuestra
blanca grasa a los ágiles perros!
Y en el Canto XIII, 824, Héctor espetará a Ayante exactamente la
misma amenaza que Atenea formula en el VIII:
Tú también serás muerto entre ellos si tienes la osadía de aguardar
mi larga pica: ésta te desgarrará el delicado cuerpo; y tú, cayendo
junto a las naves aqueas, saciarás a los perros de los troyanos y a las
aves con tu grasa y tus carnes.
No es una amenaza singular, porque privar del respeto al cadáver y su
adecuado tratamiento (la pira, el vino negro para apagarla, llorar el cadáver
colocado en un lecho) se repite a lo largo del texto. Aquiles, en el Canto
XXI, 122, cuando está ejecutando a Licaón, le dice que arrojará su cuerpo
al mar, para que algún pez se coma su blanca grasa. Que no servirán los
sacrificios troyanos de toros y caballos. Y más adelante en este Canto, 200,
Aquiles mata a Asteropeo y abandona su cuerpo en la arena. Al cubrirlo el
agua, «anguilas y peces acudieron a comer la grasa que cubría los riñones».
Tantos cadáveres va arrojando al río que el río, transfigurado en hom-
bre, le pide que mate en el llano y no en él, porque le está obstruyendo el
cauce.
El sacrificio humano no parece principal, pero existe. Se está castigando
e injuriando con el mismo mecanismo de quemar la grasa. No hay vapor

BRAC, 173, I (2024) 45-66 55


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

de la misma, no se quema, pero de su profanación se extrae cierta compla-


cencia, como Atenea en el Canto VIII. Andrómaca, a la muerte de Héc-
tor, pronuncia un hermoso y terrible discurso (Canto XXII, 450 en ade-
lante) en el que enumera las injurias que ha de sufrir un huérfano, y la
dureza que aguarda a su hijo, Astianacte, ahora que su padre ha muerto:
«Volverá a su madre viuda, llorando, el huérfano Astianacte, que en otro
tiempo, sentado en las rodillas de su padre, sólo comía médula y grasa
pingüe de ovejas». Astianacte, algo siniestramente, se alimentaba como un
dios, y él mismo, en algunas versiones, es sacrificado para conseguir vien-
tos favorables.
Es posible desde luego sacrificar más cosas, pero como un extra, como
una promesa adicional, y no necesariamente a los dioses. En el Canto
XXIII, 138, Aquiles explica que su padre había hecho voto al dios-río
Esperqueo de que él, Aquiles, al volver de Troya, se cortaría la cabellera
en su honor, y sacrificaría para él cincuenta carneros. Sin embargo, se cor-
ta el pelo y lo pone en manos de Patroclo, en la pira.
La grasa tiene un aspecto ritual adicional. Los huesos de Patroclo son
recogidos, encerrados en una urna de oro y «cubiertos por doble capa de
grasa», como se describe en el Canto XXIII, 236.

2. SACRIFICIOS: ORDEN Y MÉTODO

Los antiguos griegos eran un pueblo racional. Cuando decimos anti-


guos, no hablamos de un pueblo tan antiguo que considerara contempo-
ráneo el mundo mitológico o épico. En una excavación en Micenas apa-
reció un anillo con el nombre de un rey escrito en jeroglíficos, que resultó
ser el predecesor de Akhenaton, el gran reformador egipcio. Este rey vivió
en torno al año 1400 a.C. Teniendo en cuenta que la Ilíada se compuso
probablemente en el siglo VIII a.C., Homero hablaba de unos hechos
ocurridos, en lo que verdaderamente tuvieran de histórico, esto es, la efec-
tiva destrucción de Troya, ocurridos seiscientos años antes de su obra. Es
como si un autor actual escribiera una versión de la Guerra de los Cien
años. A su vez, Esquilo escribe casi cuatrocientos años después de Home-
ro. Homero escribiendo de Troya es para Esquilo lo que sería para noso-
tros Cervantes escribiendo de Abderramán III.
Esquilo, combatiente en la batalla de Maratón, está tan lejos de una su-
puesta edad heroica de Grecia como nosotros de la Batalla de Atapuerca o
la coronación de Fernando I de León como Imperator totius Hispaniae. Y es

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PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

importante no perder de vista esta perspectiva, porque significa que en el


momento de escribirse Prometeo encadenado la religión griega es ya una
cuestión racional. Al morir Esquilo, Sócrates tenía ya cumplidos catorce
años. Y en esta época cuando se pide ayuda al oráculo de Delfos, el orácu-
lo de Delfos envía al que pregunta a hablar con Sócrates.
El consejo de lo sobrenatural es preguntar a un filósofo, no a un sacer-
dote. Como explica Edith Hamilton:
El griego mantenía su religión en un compartimento y todo lo que
de verdad le importaba, en otro. Nunca iba a pedir consejo o guía a
un sacerdote. Si quería saber cómo criar a su hijo o qué era la Ver-
dad, iba a ver a Sócrates, o al gran sofista Protágoras, o a un gramá-
tico erudito. La idea de consultar a un sacerdote jamás se le habría
ocurrido. Los sacerdotes podrían decirle los momentos y formas
adecuados de hacer sacrificios. Ese y sólo ese era su negocio.
O como dirá Héctor, en el Canto XII, 243: El mejor augurio es luchar
por la patria.
Debe entenderse que la religión griega no está compuesta por sacerdo-
tes, sino por poetas. No es una religión para morir, como la hebrea o la
egipcia. Es una religión para vivir. Y debe entenderse que tras cada mito
hay una decisión racional en época clásica, más o menos descriptiva; y que
si bien la tendencia a utilizar el mito de Prometeo como alegoría siempre
resulta tentador, porque es un esquema muy adolescente—alegoría del
martirio, de la rebeldía contra el tirano, del creativo contra el conformis-
ta—, Esquilo no maneja ni se rige por tales valores. Esquilo es griego,
clásico, trabaja con una versión del mito en cuya elección ya hay una deci-
sión creativa fundamental, y la obra no explora la oposición opresión con-
tra heroísmo. Ni este tema es propiamente griego, por más que pueda
aplicarse la alegoría de Prometeo correctamente en la comparación, ni
Prometeo es un héroe, pese a la insistente clasificación de su mito bajo tal
epígrafe en antologías y manuales. Prometeo es un titán, y en un ser de esa
grandeza, como en los dioses o los casi divinos, no hay opresión. En su
Prometeo, Esquilo trata la oposición entre el destino y la libertad.
Dirá Prometeo, a partir del verso 510, tras decir que él enseñó todas las
artes a los hombres y responderle el Corifeo que cuando se libere de las
cadenas tendrá un poder no menor al de Zeus:
Prometeo . — La Moira, que todo lo lleva a su fin, no ha decretado
todavía que eso se cumpla de esa manera, sino que tras desgarrarme

BRAC, 173, I (2024) 45-66 57


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

en mil dolores y calamidades, escape entonces de estas cadenas. El


arte es, con mucho, más débil que Necesidad.
Corifeo. — ¿Y quién dirige el rumbo de Necesidad?
Prometeo. — Las Moiras triformes y las Erinis, que nada olvidan.
Corifeo. — Entonces, ¿es Zeus más débil que ellas?
Prometeo. — Así es, desde luego. Él no podría esquivar su destino.
Este diálogo es extraño, porque Prometeo no vuelve a expresarse en
estos términos. Estamos probablemente ante la voz del propio Esquilo.
Esta razón, y esta abundancia de grasa y huesos en la Ilíada, nacen del
mismo lugar. Los griegos, como en general en el mundo antiguo, sacrifi-
caban para obtener el favor de los dioses. Pero su propia mitología auxilia
el modo racional de hacerlo. No se desperdiciará una carne valiosa, no se
provocará, por lo espiritual, un quebranto material. Se sacrificarán los des-
perdicios, grasa y huesos, pero entonces será necesario un respaldo religio-
so. Este fundamento es el mito de Prometeo. Prometeo permite al que
sacrifica quedarse con una parte mejor que la de los dioses.
En esencia, se decide por los dioses que la humanidad debe realizar en
su honor sacrificios. Sacrificar es un impuesto divino, una obligación de
compartir la riqueza obtenida de la naturaleza. Prometeo, con fama de
sabio y profeta, resolvió el inmediato problema: ¿qué parte toca a cada
uno? Mató a un buey, separó carne y grasa, puso la primera dentro del
desagradable estómago y la segunda sobre los huesos, cubierta de apeteci-
ble piel. Ambos platos se dan a elegir a Zeus, y Zeus elige el segundo. Así
lo cuenta Hesíodo, protegiendo por cierto (Teogonía, 535) a Zeus, que
parece ser que era consciente del engaño y más bien acepta el truco para
beneficiar a la humanidad deliberadamente.
Es la forma griega de explicar su mundo mediante la mitología. Se da
una solución racional —sacrificar la peor parte— y después se ajusta el
mito. Prometeo es un personaje recurrente porque siempre que hay que
explicar una técnica o un arte, es decir, cuando hay que responder a por
qué las cosas se hacen como se hacen, o se sabe cómo hacerlas (garantizan-
do cierto respeto y tradición), se responde: lo enseñó Prometeo.
Prometeo enseña porque, según la versión más popular, también la
humanidad es de su creación. Prometeo moldea a los humanos con arcilla
de Panopea, cerca de Queronea, en Beocia. Una vez moldeados, Atenea
les infunde vida. Esta extraña creación animal, viva sin su voluntad, por

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PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

acción de su hija predilecta, desnuda de cualquier atributo amenazante de


otras bestias, pero sospechosamente erguida e igual a los dioses, por las
manos de Prometeo, aliado amenazante y de incómoda fama de sabio,
mucho más antiguo que él, no agradaba a Zeus. Por tanto, la priva de
fuego.
Los griegos sabían que el fuego era el factor clave de su supervivencia.
El fuego es el poder y la técnica. Pero hay algo más fundamental: el fuego
permite asar la carne y cocinar alimentos nutritivos, de otro modo vetados
a la humanidad. En palabras de Harari:
Pero lo mejor que hizo el fuego fue cocinar. Alimentos que los
humanos no pueden digerir en su forma natural (como el trigo, el
arroz y las patatas) se convirtieron en elementos esenciales de nues-
tra dieta gracias a la cocción. El fuego no solo cambió la química de
los alimentos, cambió asimismo su biología. La cocción mataba
gérmenes y parásitos que infestaban los alimentos. A los humanos
también les resultaba más fácil masticar y digerir antiguos platos fa-
voritos como frutas, nueces, insectos y carroña si estaban cocinados.
Mientras que los chimpancés invierten cinco horas diarias en masti-
car alimentos crudos, una única hora basta para la gente que come
alimentos cocinados.
El advenimiento de la cocción permitió que los humanos comieran
más tipos de alimentos, que dedicaran menos tiempo a comer, y que
se las ingeniaron con dientes más pequeños y un intestino más corto.
Algunos expertos creen que hay una relación directa entre el adve-
nimiento de la cocción, el acortamiento del tracto intestinal humano
y el crecimiento del cerebro humano. Puesto que tanto un intestino
largo como un cerebro grande son extraordinarios consumidores de
energía, es difícil tener ambas cosas. Al acortar el intestino y reducir
su consumo de energía, la cocción abrió accidentalmente el camino
para el enorme cerebro de neandertales y sapiens.
Idea que ya plantea, vinculada a la inteligencia, Luís Martín-Santos en
su novela Tiempo de silencio:
Esa cepa cancerosa comprada con divisas otorgadas por el Instituto
de la Moneda. Traída desde el Illinois nativo. Y ahora, concluida.
Amador sonríe porque alguien le habla por teléfono. ¿Cómo po-
dremos nunca, si además de ser más torpes, con el ángulo facial es-
trecho del hombre peninsular, con el peso cerebral disminuido por
la dieta monótona por las muelas, fabes, agarbanzadas leguminosas y
carencia de prótidos?

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MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

Por lo tanto, Prometeo crea el ser humano, Atenea le da vida y Zeus le


quita el fuego, obligándolo a comer como un animal. A esto se refiere
Esquilo (299 y siguientes) con la aniquilación de la humanidad pretendida
por Zeus.
El método de aniquilación elegi-
do bien podría ser la privación del
fuego, condenando a los débiles
humanos a ser víctimas de los de-
predadores. Este temor, necesaria-
mente, es la semilla de la creación
del mito. ¿Qué importa el engaño
sobre los sacrificios a Zeus? No
podrán comerse la carne los huma-
nos. Y entonces Prometeo consuma
su traición. Da las artes y da el fue-
go, robado. En la versión más po-
pular, manejada por Esquilo, el fue-
go lo roba de la fragua de Hefesto.
Debe advertirse que este fuego, por
su origen de la fragua divina, de la
que salen las herramientas de los
dioses (y las cadenas para Prometeo)
es un fuego que representa la inven-
ción humana, dando un poder, a
escala, similar al de los dioses. El
fuego representa la inteligencia.
O tal vez representa, al decir que
se ha liberado de bajar al Hades, la
supervivencia del alma o el alma
Atenea misma. Atenea da vida, como tiene
vida un perro o un gusano. El fuego
es la inmortalidad, en ese sentido «robada» a los dioses también. Y con él
la muerte, inevitable, deja de temerse y se supera como castigo o defecto.
Volveremos sobre este punto.
Si optamos por la aniquilación de la humanidad, por parte de Zeus,
mediante un diluvio, Prometeo también la frustra indirectamente. Porque
al estilo de Noé, Prometeo le pide a su hijo Deucalión que construya un
cofre, en el que se embarque con su esposa, Pirra. Al cesar la lluvia, el

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PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

oráculo de Delfos (en ese momento propiedad de Temis, madre de Pro-


meteo y abuela de Deucalión) les pide lanzar sobre sus hombros los huesos
de su madre, cosa aparentemente imposible, que interpretan correctamen-
te como lanzar piedras (huesos de Gea, la madre de todos y en algunas
versiones incluso directamente de Prometeo). Así comenzaría la más infe-
rior versión de la humanidad: la de los seres de piedra (no de oro o plata o
bronce o hierro, como los anteriores), que repoblarán tras el diluvio.
Comenzamos a entender la importancia inmensa de Prometeo en lo
más preciado de los griegos: su ingenio. Comenzamos a entender el odio
de Zeus. Porque Zeus no es todavía un poder asentado. Es un dios joven,
ridiculizado por un titán más viejo e inteligente, que disfruta engañándolo
y recordándole que su posición superior, que su nuevo orden, son acci-
dentales. Lo denomina «uno de esos dioses nuevos», en el verso 440. Y a
continuación Prometeo explicará en la obra de Esquilo, con detalle, qué
ha dado a la humanidad. No incluye en el índice exhaustivo de logros el
haberles dado el fuego, porque él no lo ha creado, sino robado. Es esto lo
que Zeus puede por fin castigar, aunque los anteriores dones hirieran su
orgullo. ¿Cómo reconocer por el castigo la superioridad intelectual de
Prometeo? No. Todo ese conocimiento llevaría igual a la aniquilación de
la humanidad. Pero el fuego permite a las personas ser sobrehumanas, y
eso debe castigarse. Eso sí, es un desafío abierto contra su orden y su vo-
luntad de que la humanidad perezca, a fin de crear él otra según su desig-
nio.
Prometeo conoce además un secreto que le granjea el odio de Zeus
desde el principio. Zeus comprende, porque él ha destronado a Cronos y
Cronos a Urano, que un hijo suyo ha de traer su caída. Zeus no sabía
quién habría de ser la madre de tal hijo, un problema para él, que engen-
dra y seduce prolíficamente. Prometeo sí lo sabe. Conoce tal secreto por-
que se lo ha revelado su madre, Temis, la vieja y poderosa diosa de la jus-
ticia, casi tan antigua como la creación. Prometeo sabe que el destino
(¡ajá!) de la nereida Tetis es alumbrar un hijo más grandioso que Zeus.
Tanto Zeus como Poseidón deseaban a Tetis, por lo que la solución, una
vez revelado el secreto por Tetis o por Prometeo para liberarse, fue casarla
con Peleo, que al ser mortal no podía engendrar un hijo inmortal. Engen-
dró, sin embargo, a Aquiles.
En la Ilíada, verso 358 del Canto VIII, dirá Atenea, contestando a Hera
sobre por qué no puede castigar a Héctor, protegido por Zeus:

BRAC, 173, I (2024) 45-66 61


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

Tetis y Peleo

[...] y no recuerda cuántas veces salvé a su hijo abrumado por los


trabajos que Euristeo le había impuesto: clamaba al cielo, llorando,
y Zeus me enviaba a socorrerlo. Si mi precavida mente hubiese sa-
bido lo de ahora, no hubiera escapado el hijo de Zeus de las hondas
corrientes de la Éstige, cuando aquél lo mandó que fuera a la man-
sión de Hades, de sólidas puertas, y sacara del Érebo el horrendo
can de Hades. Al presente Zeus me aborrece y cumple los deseos de
Tetis, que besó sus rodillas y le tocó la barba, suplicándole que hon-
rase a Aquiles, asolador de ciudades.
Lo que debe hacernos pensar en un inmenso poder de Tetis sobre
Zeus, que no salva a Aquiles, pero lo bendice enormemente y lo protege.
Lo sabemos por Esquilo, primero en su verso 757 y siguientes, en con-
versación con Ío, a la que tantea con el secreto que conoce:
Ío. — ¿Es, entonces, posible que Zeus caiga de su poder?
Prometeo. — Gozarás —creo— de ver tal suceso.
Ío. — ¿Cómo no, si sufro miserias por culpa de Zeus?

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PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

Prometeo. — En ese caso puedes alegrarte, convencida de que eso


es así.
Ío. — ¿Quién lo despojará de su cetro tiránico?
Prometeo. — Él mismo, por la vanidad de sus decisiones.
Ío. — ¿De qué manera? Indícamelo, si no hay daño en ello.
Prometeo. — Celebrará una boda tal, que algún día la deplorará.
lo. — ¿Con una diosa o con una mortal? Cuéntamelo, si puede de-
cirse.
Prometeo. — ¿Por qué me preguntas con quién? No puede decirse
en voz alta.
Ío. — ¿Tal vez su esposa lo va a echar del trono?
Prometeo. — Sí. Va a parir un hijo más fuerte que el padre.
lo. — ¿Y no puede apartar de sí ese infortunio?
Prometeo. — No por cierto. Solamente yo lo puedo librar, una vez
libre de estas cadenas.
Ío. — ¿Y quién va a soltarte, si Zeus se opone?
Prometeo. — Preciso es que sea uno de tus descendientes.
Ío. — ¿Cómo has dicho? ¿Que un hijo mío te va a liberar de tus
sufrimientos?
Y posteriormente en el 907:
Prometeo. — La verdad es que Zeus, aunque ahora sea arrogan-
te de espíritu, en el futuro va a ser humilde, según la boda que
se dispone a celebrar, que lo arrojará de su tiranía y de su trono
en el olvido. En ese momento se cumplirá plenamente la maldi-
ción que imprecó antaño su padre Crono, al ser derrocado de su
antiguo trono. No existe dios que pueda mostrarle con claridad
escapatoria de tales penas, excepto yo. Yo sí que lo sé y de qué
manera.

3. EL CASTIGO

Queda revelada la inquina de Zeus contra Prometeo. Prometeo es in-


mortal y no puede morir, por lo que su castigo es especialmente doliente.
Como inmortal tiene un linaje tan ilustre como el de Zeus. Es, como nie-
to de Océano, el primogénito de Urano y Gea; bisnieto de Urano. Zeus

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MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

es nieto de este segundo ser en existir, y nieto de Gea, el origen de todo.


Gea es bisabuela de Prometeo. Esquilo hace decir a Prometeo, 960, al
contestar a Hermes: «¿Te parece que yo tengo miedo y que estoy tem-
blando de los nuevos dioses»? E insiste en que ha visto caer ya a dos tira-
nos de los alcázares que hacen a los dioses inmunes a todo dolor. Es decir,
Esquilo nos plantea un Prometeo anterior a Zeus, que ha visto la caída de
Urano y Cronos. Sin embargo, Hesíodo, que hace nacer a Prometeo de
Jápeto y Clímene, parece establecer (500 y siguientes) en la Teogonía que
Zeus libera a Jápeto, y entonces nace Prometeo.
En cualquier caso, Prometeo es castigado, tras robar el fuego, a quedar
atado a una columna, en el Cáucaso, con irrompibles cadenas, y sufrir que
un águila se coma su hígado. El hígado inmortal le crece de noche, y se
repite el tormento. En Prometeo liberado, de la que sólo quedan fragmentos,
Esquilo escribe que el águila acude cada 3 días (Fragmento 193, 10), lo
que podría hacernos pensar que el verso 1024 (donde Hermes anuncia a
Prometeo que, si no cede, el águila comenzará a devorar su hígado) de
Prometeo encadenado, al decir, refiriéndose al ave, «….y día tras día vendrá
—comensal no invitado— a devorar tu negro hígado» realmente podría
entenderse como que el águila comería durante todo el día, en vez de
diariamente. La audiencia, acostumbrada a la versión de Hesíodo (Teogo-
nía, 523), habría entendido sin embargo que el águila comía todos los días,
y que tanto como comía de su hígado, el centro de las pasiones para los
griegos, crecería después de noche, regenerado por el titán.
Prometeo no cede. Se sabe inmortal y confía en su propia predicción:
«Haga Zeus cuanto haga, (dirá,1052) no va a matarme». Se produce aquí
una respuesta fantástica del coro. Porque Hermes le pide que se marchen,
que abandonen de una vez a Prometeo o asuman que la ira de Zeus puede
alcanzarles. Y entonces dice el Coro (1065 y siguientes):
Coro.- ¿Cómo se te ocurre incitarme a realizar una vileza? Con él
quiero sufrir lo que haga falta, pues he aprendido a odiar a los trai-
dores y no hay peste que aborrezca más que ésa.
No es el traidor Prometeo. ¿A quién odia por tanto el Coro? ¿Quién
es, sí, traidor? Prometeo no es un mártir. Parece un mártir a la audiencia
moderna, al lector moderno. Pero ningún personaje, con la excepción de
Io, se compadece de él. Se ve así por su arrogancia, su soberbia o su estu-
pidez. ¿«Cómo te van a ayudar los humanos a los que has ayudado»?, le
pregunta la Fuerza al comenzar la obra. Y las oceánides: ¿«No ves que te
has equivocado»? (261).

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PROMETEO ENCADENADO: FUEGO Y MEDITERRÁNEO

Posiblemente la anómala genealogía de Prometeo según Esquilo, que


lo hace hijo de Temis, diosa de la justicia, indica el conflicto real. Se en-
frentan los partidarios de una justicia como sumisión al poder, como es-
tricto cumplimiento del mandato de Zeus, con los partidarios de una fide-
lidad inquebrantable a la naturaleza común. ¡No es Prometeo el traidor!
Lo es Zeus, que está sometiendo a un igual. Hefesto, encadenando a Pro-
meteo, sufre y pena. Océano sufre por él por ser de su sangre. No estamos
ante un caso de castigo por hubris o ante la caída de un isotheos, no esta-
mos ante un rebelde al estilo de Camus, que no niega a Dios pero le habla
como un igual. Prometeo es un dios, posible alternativa a Zeus como go-
bernante. Prometeo es descrito durante la obra, por el resto de personajes,
en los mismos términos que podrían describir a Zeus.
¡Y su comportamiento! Es arrogante y pagado de sí mismo, ponzoñoso,
manipulador, ególatra. Maltrata a Ío, a la que aterroriza; insulta a Hermes,
manipula a Océano, invoca a las oceánides para convertirlas en sus palme-
ras. Como mantiene Dorter, habría poca o ninguna diferencia entre un
gobierno de Zeus y uno de Prometeo.
Sí, Prometeo parece representar un orden más próximo al Caos, más
básico y natural, siendo sus aportaciones formas de dominar los elementos.
No está en su índice de inventos ninguna ley, ninguna asamblea, ninguna
argucia política. Ese es el nuevo orden de Zeus, rígido e intratable, pero
sujeto a leyes y designios y arbitrajes y mil prudencias, contra sí mismo.
Zeus sacrifica a Prometeo, porque no puede destruir la humanidad. Es su
chivo expiatorio, su forma de someter aquello que está fuera de su poder,
y su forma de reconciliarse con la humanidad. Tras castigar a Prometeo,
puede abrazar a los humanos. Estarás aquí hasta que otro dios te suceda en
estos trabajos, dirá Hermes a Prometeo. Su sacrificio es simbólico, y con
todo no es un mártir.
Mártir, como estudia Shelley en su célebre prólogo a su Prometeo libera-
do, es «el individuo de la naturaleza de más alta perfección moral e intelec-
tual, impelido por los motivos más puros y verdaderos hacia los mejores y
más nobles fines». El fin de Prometeo es su libertad, o socavar a Zeus. Es
proteger en todo momento el destino, tanto el suyo como el de Zeus co-
mo el de los humanos. Su robo del fuego altera los destinos, y estos deben
regresar al orden.
Zeus no puede vencer al destino, como bien recuerda Prometeo. Así
que no puede castigarlo eternamente. Necesita únicamente el secreto de

BRAC, 173, I (2024) 45-66 65


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

Prometeo, para equilibrar de nuevo los Hados, el de Prometeo y el pro-


pio.
Finalmente, un descendiente de Ío liberará a Prometeo de sus cadenas.
Zeus engendrará con ella a Épafo, cuya hija Libia alumbrará, de Poseidón,
a Belus. Descienden de Belus cinco generaciones hasta Dánae, madre de
Perseo, cuyo padre es Zeus. Perseo con Andrómeda es padre de Electr-
yon, cuya hija Alcmena, aunque casa con su primo Anfitrión, es madre,
con Zeus, de Heracles. Las trece generaciones que Prometeo anticipó a Ío
antes de su liberación.
Heracles es el mayor de los hombres. Tras la opresión de Ío, una larga
estirpe en la que Zeus va engendrando cada vez con menos violencia y
algo más parecido al amor, nace un ser tan excepcional que es un humano
amado por Zeus con la fuerza y dominios que Prometeo liberó. Él será
mayor que Zeus: porque los destinos de los dioses viejos y nuevos serán en
adelante cosa de dioses y no de mortales, y los mortales, llenos de fuego y
leales ya sólo a ellos mismos, serán libres.

BIBLIOGRAFÍA

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University Press. (ISBN10: 0300108834).
HAMILTON, Edith: The greek way. Book details&editions. Norton & company
(ISBN10: 039335444X).
ROSE, H.J.: A handbook of greek mythology. Taylor& Francis Ltd (ISBN:
9780415046015).
YUVAL NOAH HARARI : SAPIENS. De animales a dioses. Una breve historia
de la humanidad. E. Debate (ISBN: 9788499924748, 8499924743).

66 BRAC, 173, I (2024) 45-66


DISCURSO DE CONTESTACIÓN AL DE INGRESO DE LA
ILMA. SRA. D.ª MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

Bartolomé Valle Buenestado


Académico Numerario

Sr. Presidente de la Real Academia,


Junta Rectora y Cuerpo Académico,
Sra. Marisol Salcedo,
Autoridades y público asistente.

M is primeras palabras son de satisfacción por contestar en nom-


bre de la Academia al discurso de ingreso de D.ª María del Sol
Salcedo Morilla, de agradecimiento a la Institución por ha-
berme designado para tal cometido y de felicitación a la recipiendaria.
De acuerdo con nuestra normativa, la contestación al discurso debe
comprender una referencia al mismo y una alusión a los méritos de la per-
sona aspirante. Así lo haré y, en consecuencia, esta intervención estará
estructurada en las dos comprensivas partes.
Como proemio voy a reparar en algo tan obvio como es el significado
del término Academia: «sociedad científica, literaria o artística establecida
con autoridad pública» —la nuestra nada menos que en 1810— y como
espacio de aproximación conceptual, fundacional y filosófica a Platón y al
jardín de Akademo.
El discurso que acabamos de escuchar en su temática, contenido y for-
ma reúne los requisitos del citado término Academia y, por ende, de la
exigencia de la Institución: tiene un gran contenido científico, es una ex-
celente pieza literaria y ha sido expuesto con el difícil arte de la palabra
oral y escrita al que nos tiene acostumbrados D.ª María del Sol Salcedo.
Tiene este discurso el valor adicional de concordar en contenido y na-
turaleza con la Sección de Bellas Letras de la Academia, para la que ha sido
propuesta su autora. Igualmente, por su referencia e incardinación en el

BRAC, 173, I (2024) 67-72 67


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

mundo clásico, hace honor y recuerdo a su predecesor: el del Dr. D. Joa-


quín Mellado Rodríguez, de tan feliz memoria en la Academia como en la
vida, y seguramente también a su buen padre, académico que fue de esta
Casa y con quien la ciudad tiene contraídas innumerables deudas de grati-
tud, entre otras que el Gran Teatro de Córdoba, con ese nombre que le
da esencia, esté en pie y vivo tras ciento cincuenta años.
Para la ocasión D.ª Marisol ha presentado el discurso titulado Prometeo
encadenado: el fuego y el Mediterráneo, centrado en la tragedia que escribiera
Esquilo en pleno siglo de Pericles, pocos años antes de la construcción del
Partenón, y de que Fidias esculpiese en el friso a los dioses del nuevo
Olimpo, expresión del politeísmo griego y del henoteísmo de Zeus, res-
ponsable de la condena, cautiverio y sufrimientos de Prometeo.
Se trata de un mito que transciende a su tiempo y a su espacio, y se
convierte en uno de los temas embrionarios de la cultura occidental, un
tema transversal en sincronía y diacronía, en tiempo y en espacio, en leva-
dura cultural, en esquema de relación entre los hombres, de diálogo consi-
go mismos y de estos con los dioses o con Dios.
Es de agradecer la elección de este tema, que por conocido es difícil de
presentar, por su carácter de tragedia clásica difícil de abordar, por su con-
tenido abierto a todo pensamiento, difícil de resumir y por su universali-
dad difícil de sintetizar. Máxime si se desarrolla con brillantez y se le in-
corporan elementos nuevos.
En efecto, el discurso de nuestra recipiendaria consta, tomando al pie
de la letra su enunciado, de tres elementos: Prometeo, el fuego y el Mediterrá-
neo. A ellos me voy a referir a continuación, sin más ánimo que el de exal-
tar a modo de réplica —en la acepción antigua de la palabra, no en la de
contradecir u oponerse— cuanto la nueva académica acaba de expresar.
Prometeo encadenado es una tragedia profundamente griega, una osada
manifestación de un espíritu rebelde y libertario en la cual su autor, Esqui-
lo, pone la literatura al servicio de la teología, una historia de dioses liga-
dos a los humanos, la historia de un dios desplazado y sufriente por causa
de su amor a la humanidad, pues ha robado el fuego a Zeus y lo ha entre-
gado a ésta, transmitiendo a los humanos mediante el uso racional del
mismo vida, civilización y progreso.
El mito de Prometeo, en tanto en cuanto el fuego otorgó a los huma-
nos la capacidad de discernimiento por mor de la inteligencia, se ha rela-
cionado con el mismo Génesis, capítulos 2 y 3, con la escena del Edén en

68 BRAC, 173, I (2024) 67-72


DISCURSO DE CONTESTACIÓN AL DE INGRESO DE LA ILMA. SRA. D.ª MARÍA DEL SOL SALCEDO…

la cual Yavé Dios puso al hombre, permitiéndole comer de todos los ár-
boles excepto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Luego «la serpien-
te, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciese Yavé Dios», tentó a
Eva para que incumpliera la prohibición, asegurándole —a decir del libro
sagrado— que «el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como
Dios, conocedores del bien y del mal. Vio, pues la mujer que el árbol era
bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él
sabiduría, y tomó de su fruto y comió…»
La presencia e influencia del mito de Prometeo fue grande en la Anti-
güedad, se reactivó en el Renacimiento y en nuestro Siglo de Oro y en el
Barroco. Quién no recuerda la obra de Calderón de la Barca La estatua de
Prometeo, al infeliz y mísero Segismundo, a Lope de Vega o nuestro Luis
de Góngora. E igualmente las representaciones pictóricas de todos los
tiempos debidas a pinceles tan excelsos como los de Tiziano o Rubens.
Con todo fue durante los siglos XVIII y XIX cuando el mito de Pro-
meteo encadenado alcanzó su cima, sin duda por la coincidencia simbólica
con algunos ideales de la Ilustración (razón, progreso, ciencia, humanis-
mo), o el Romanticismo por la atmósfera social y espiritual de la época, en
plena revolución industrial y científica, cuando el futuro era percibido con
anhelo como liberación, la ciencia como nueva religión, el progreso como
logro de la inteligencia y de una técnica alimentada por el vapor generado
por el fuego del carbón. A ello coadyuvaron las teorías de Darwin o del
mismo Karl Marx, quien en el colofón al proemio de su tesis doctoral se
refiere a Prometeo como el santo y mártir más sublime del calendario filo-
sófico, y a sus propias doctrinas como el dios desencadenante, como el
Hércules de Prometeo. Lo que, desde otra posición, pero asumiendo el
estado de cosas del siglo XIX, fue replicado por el papa León XIII en
1891 con la publicación de la encíclica Rerum Novarum.
Más tardíamente, y siempre a título de ejemplo cercano, es innegable la
influencia del Prometeo en autores de nuestra Generación del 98 como
Miguel de Unamuno, quien en sus obras San Manuel bueno, mártir o El
Cristo de Velázquez expresa su drama vital claramente coincidente con el
de Prometeo. O a mediados del siglo XX, en 1952, el Prometeo de Gloria
Fuertes, de claras resonancias unamunianas y probablemente muy depura-
do por la censura en tiempos del ministro Arias Salgado. Y en tantas y
tantas obras, citadas por la recipiendaria, o referencias en el cine contem-
poráneo, como, igualmente ella ha expresado.

BRAC, 173, I (2024) 67-72 69


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

Hoy por hoy, Prometeo sigue siendo un mito con plena vigencia, una
tragedia representada en distintos escenarios. La misma Marisol Salcedo
—según nos ha confesado— fue actriz de reparto en 1980 en Málaga in-
terpretando a Metis, y en el campo de la excelencia dramática, sin desme-
recer de la mencionada representación ni de la artista que aquí nos acom-
paña, fue representada en el «56º Festival de Teatro Clásico de Mérida»,
en julio de 2010, y ha abierto el festival de tetro clásico por antonomasia:
el de Siracusa, el día 11 de mayo de este mismo año de 2023. Y ello sin
olvidar nuevos libros como el Prometeo de Luis García Montero de recien-
te publicación, también llevado a escena en Mérida en 2019.
Pero el fuego robado por Prometeo, transportado en una cañaheja y
reproducible mediante un tallo seco de gamona —arbustos del Mediterrá-
neo— tal y como hacíamos los niños de pueblo para los cuales el mundo
no había cambiado tanto desde los tiempos de la tragedia griega, no es sólo
el fuego físico, una fuente de calor o de energía para la transformación de
los alimentos, una gastronomía para el cuerpo, como ya se ha citado, o
para la fundición de metales —verdadera gastronomía de la vida cotidiana
y de la guerra— pues no en vano los tiempos referidos por Edipo pueden
concretarse en el tránsito de la edad del bronce a la del hierro.
Es un fuego controlado por la inteligencia, luz de la misma y al servicio
de ella, es la fuerza que trae el beneficio incomparable de la vida civilizada
y del progreso, del entendimiento, de la filosofía, de la política y de la vida
urbana… Gracias al fuego y a Prometeo los humanos, que antes eran ne-
cios, se tornan inteligentes y poseedores de espíritu.
La Sra. Salcedo ha destacado magistralmente a lo largo de su discurso el
sentido y el poder del fuego y ha enfatizado en palabras de Harari su gran
contribución al progreso material de la humanidad mediante su uso gas-
tronómico o en la preparación de alimentos. Y antes que él, Roy Lewis de
un modo tan serio y riguroso como divertido es el título de su libro
—¿Por qué me comí a mi padre?— destacó su valor como epicentro de la
primera gran revolución de la humanidad. A la cual quizás cupiera añadir
en una elemental trilogía de revoluciones la invención de la escritura y su
reproducción mecánica por la imprenta y la incorporación del ciberespa-
cio como territorio real y virtual en el momento presente, a partir de los
cuales se está dibujando el futuro hasta donde nos es posible conocer con
los dioses de un nuevo olimpo informático.

70 BRAC, 173, I (2024) 67-72


DISCURSO DE CONTESTACIÓN AL DE INGRESO DE LA ILMA. SRA. D.ª MARÍA DEL SOL SALCEDO…

El fuego de Prometeo además de llama y brasa para la materia es res-


coldo y combustible para el pensamiento, es la energía que une a los efí-
meros y a los dioses y que estará omnipresente en la cultura de los pueblos
mediterráneos que le han dado tantos usos y para cuyo imaginario tienen
tanto significado.
El tercer término del discurso es Mediterráneo, que entendemos en una
doble acepción: como nombre propio o como adjetivo relativo a su en-
torno geográfico. El primero, como tal, no es mencionado por Esquilo;
solamente hace alusión al mar Jónico. En cambio el texto de la tragedia
está lleno de nombres de lugares y de atributos de los mismos, unos reales
y otros ficticios. Aunque en ocasiones hay concreción sobre el lugar en
general se trata de topónimos literarios y fantásticos, de paisajes sin carto-
grafía, de una geografía mitológica elaborada por la imaginación de dioses
y de hombres, como el viejo mapa que quiso componer Fray Mauro en el
siglo XV con las referencias de los viajeros que llegaban a Venecia, o co-
mo el mapa del cuento de Borges.
Europa es citada y Asia, y Arabia, y las tierras etíopes de raza negra, y el
rio Nilo que fecunda los campos de su amplio cauce.
Sorprende que el ecúmene divino y humano se extienda en sentido la-
titudinal —de Norte a Sur— desde el Mar Negro y Cáucaso —lugar de
encadenamiento de Prometeo— hasta las cataratas del río africano, y que
en sentido horizontal —longitudinal— abarque sólo desde Arabia hasta
Sicilia. Pese a la reducción del espacio mediterráneo a sus confines orien-
tales, la geografía literaria del Prometeo encadenado es significante geográfico
de un territorio simpar que ocupa varios mares y tres continentes, lugar de
asiento de culturas y civilizaciones, lugar de radicación de dioses y huma-
nos, del paraíso terrenal y de los templos faraónicos.
Su diversidad ecológica permite la concreción biogeográfica de anima-
les y plantas —fuente de alimentación y condimentos— y respaldo para
una diversidad cultural en todos los órdenes de la vida y que en el mo-
mento que nos ocupa vienen a enlazar la tragedia griega, motivo de este
discurso, con una de las líneas de investigación desarrolladas por Marisol
Salcedo en su ejercicio académico.
Es muy agradable comprender todo ello a través de su discurso de in-
greso y motivo de satisfacción por cuanto hace relucir a su persona y dar
brillo a la Academia, como si ambas estuvieran lustradas por el mismísimo
fuego de Prometeo.

BRAC, 173, I (2024) 67-72 71


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

Y voy a la segunda parte del discurso que anuncié al comienzo, advir-


tiendo previa y prudentemente que será tan breve en el tiempo como
sustantiva en el decir.
D.ª María Sol Salcedo es una académica antigua: correspondiente en
Villafranca desde 2002 y en Córdoba desde 2013. Maestra de formación,
vocación y ejercicio y Licenciada en Artes Escénicas, ha recibido numero-
sos premios y diplomas, habiendo ejercido la profesión docente durante
treintaicinco años. Sus líneas de investigación son el teatro clásico, con
especial atención al greco-latino, y la gastronomía mediterránea y la cocina
popular como uno de los principales acervos culturales de sus sociedades.
Académica sin mácula, omnipresente, activa y colaboradora en un sin-
fín de eventos organizados por la Real Academia y autora de numerosas
comunicaciones, reúne un currículum intenso y extenso que le avaló en
su día como candidata a académica numeraria, felizmente hoy en trance de
culminación.
Asimismo, es autora de un amplio elenco de publicaciones de sus espe-
cialidades. Con independencia de las referencias en libros, en el Boletín de
la Academia y en obras de diverso tipo, destacan sus numerosísimos artícu-
los en la prensa, siempre escaparate de una prosa sencilla, locuaz, brillante
y reconocible, que han hecho de nuestra académica in pectore una persona
conocida y reconocida dentro y fuera de la Academia, lo que a ella le ha
reportado prestigio intelectual y a nuestra institución presencia social y
proyección exterior.
Sus méritos y actitud admirable desde la Academia —hasta envidiable a
ojos de quien les habla si ello no fuese pecado a los ojos de Dios y de
Prometeo— son razones más que suficientes para su proclamación como
Académica Numeraria a la cual, con permiso del Sr. Presidente, le traslado
la felicitación corporativa y el deseo de que sea en buena hora y por mu-
cho tiempo para satisfacción propia y beneficio de la Academia que gozo-
samente la recibe.
He dicho.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Rosa Luque Reyes


Académica Numeraria

Discurso de ingreso como Académica Numeraria pronunciado el 2 de mayo de 2024

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Mariano Aguayo es un pintor cordobés conocido especialmen-


te por lienzos amables en los que reina un universo propio en torno
Escritor.
a la naturaleza y la caza. Sin embargo, está más difuso su perfil
Pintor.
Articulista. como escritor, faceta que siempre le entusiasmó más que la de
Novela. artista plástico. Más de veinte libros de relatos y novelas, además
Palabra. de una larga trayectoria como articulista en prensa, avalan el reco-
rrido literario de este nonagenario enamorado de la palabra, de la
que se sirve para recrear vocabulario y costumbres de una Córdo-
ba a punto de desaparecer.

ABSTRACT

KEYWORDS Mariano Aguayo is a painter from Córdoba, particularly known


for his gentle canvases in which a unique universe centred around
Writer.
nature and hunting prevails. However, hisprofile as a writer, a facet
Painter.
Columnist. in which he has always been more enthusiastic than as a plastic
Novel. artist, is more diffuse. More than twenty books of short stories and
Word. novels, as well as a long career as an articles writer in the press,
guarantee the literary course of this nonagenarian in love with
words, which he uses to recreate the vocabulary and customs of a
Cordoba that is on the verge of disappearing.

Excelentísimo Señor Director,


Ilustre Cuerpo Académico,
Autoridades,
Queridos familiares y amigos,
Señoras y señores.

Boletín de la Real Academia


de Córdoba.
M is primeras palabras han de ser de
enorme gratitud hacia los académicos y
académicas de esta noble y bicentenaria
institución, y especialmente hacia los señores nu-
merarios que me propusieron, don Manuel Peláez

BRAC, 173, I (2024) 73-119 73


ROSA LUQUE REYES

del Rosal, don Rafael Vázquez Lesmes y don Diego Medina Morales.
Espero no defraudar su confianza ni la del resto de compañeros, y servir
con entrega e ilusión en cuanto pueda requerirse de mí en todo momento.
Debo confesarles que la alegría que me produce el acceso a la nueva
condición de numeraria se ve empañada por la tristeza de que tal honor
tenga su origen en la marcha de este mundo —no así del literario, ni del
corazón de cuantos le quisimos— de un gran académico y amigo entraña-
ble, el abogado y escritor don Rafael Mir Jordano, hombre vehemente
aunque con un hondo lirismo de alma que impregnaba todas sus acciones.
Y fueron muchas, porque era persona de múltiples saberes y quehaceres, y
entre todos ellos se imponía uno: beberse la vida a tragos largos y ser todo
lo feliz que le permitieran los zarandeos de la existencia. La suya, fructífera
y larga, se quebró para siempre a los 92 años justo tal día como ayer, el 1
de mayo de 2023; y a Córdoba, su amada ciudad, la dejó huérfana de su
impulso y entereza, rasgos de carácter que acompañaron a Rafael Mir des-
de la infancia. Alguna vez me contó que con nueve años se montó una
biblioteca con un cajón donde acopló sus libros, y siendo aún bachiller ya
daba conferencias. Tenía 16 años cuando se le ocurrió mandar un artículo
a la Hoja del Lunes que el director le agradeció aunque no se lo publicó.
Sin embargo debió de gustarle tanto la ocurrencia que desde entonces no
cesó de colaborar en el diario Córdoba hasta pocos días antes de su muerte,
ni de vivir deprisa e intensamente.
Era avaro con el tiempo y, según decía, lo aprovechaba hasta en sueños.
Sólo eso explica las numerosas facetas de este cordobés «de nacimiento,
residencia y ejercicio», tal como se presentaba en su página web. Fue, si-
guiendo la tradición familiar, un jurista de prestigio que encauzó buena
parte de su experiencia hacia la enseñanza, pues además de haber sido pro-
fesor de Derecho en la UCO, en su bufete se formaron muchos abogados
que hoy siguen admirando al maestro. Apasionado por la cultura, que diri-
gió institucionalmente como primer delegado provincial de la democracia
(1078-79), fundó de joven revistas literarias como la madrileña Arquero o
Revista del Mediodía, y colaboró muy activamente en la creación del recor-
dado cine-club del Círculo de la Amistad y de las Primeras Conversaciones
Nacionales de Teatro celebradas en dicha entidad (1963). Como académico
numerario —condición que adquirió en 2002 aunque había sido corres-
pondiente desde 1967— aportó lo mejor de sí, brío y conocimientos.
Pero además, puesto que nada de lo humano le era ajeno, le gustaba lo
mismo perderse en un safari por África cual aventurero de película, siempre

74 BRAC, 173, I (2024) 73-119


MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

echado para adelante y seductor, que disparar con su cámara fotográfica,


disfrutar las buenas faenas taurinas y hasta sufrir en las tardes de fútbol, lle-
gando a formar parte por un tiempo de la directiva del Córdoba CF cuan-
do estaba en primera. Sin embargo, Rafael Mir Jordano fue y se sintió
esencialmente escritor. De pluma fértil y rápida, movida a golpe de pun-
zante inspiración, abordó géneros tan dispares como el columnismo, la no-
vela, el teatro, el ensayo y, por encima de todo, el cuento y el relato breve
o brevísimo, donde brilló con luz propia. En cuanto tocó dejó fijada su
palabra clara, ingeniosa y contundente, siempre amparada con las armas de
la razón y la independencia. También mostró excelentes dotes de observa-
dor y, sobrevolando sus mil caras, un placer por la vida que junto a su amor
por la escritura, un cordobesismo del bueno y hasta sus aficiones cinegéticas
y taurinas lo emparentan, y ya es curioso que el azar los haya reunido aquí,
con el personaje objeto de estudio de este discurso, Mariano Aguayo.

***

Mariano Aguayo es sobradamente conocido como pintor, acuarelista y


escultor, pero lo es menos como escritor, cuando es de justicia decir, así,
en un titular resumido de toda una larga vida de 92 años, que Aguayo es
también un artista de la palabra. Con este trabajo que presento intentaré
arrojar más luz sobre una obra que supera la veintena de libros, entre ellos
cuatro novelas extraordinarias, relatos, ensayos y artículos de prensa. Una
densa trayectoria con destellos de autor de altura cuyo fulgor ha quedado
opacado por el éxito comercial del pintor de amables escenas cinegéticas
que literalmente le quitaban de las manos; el creador que, ya octogenario,
se reinventó volviendo a sus comienzos cercanos a las vanguardias cuando,
allá por los años sesenta del pasado siglo, Córdoba empezó a abrazar la
contemporaneidad.
Coincidió tan sorpresivo viraje artístico con otro giro vital, pues la
suerte, la mala suerte en forma de ictus, segó para siempre en 2011 la co-
secha literaria de quien había enhebrado frases con soltura desde joven
sólo por puro desahogo y diversión, que en realidad es lo que, cuenta él,
ha movido todos sus pasos. Pero el Mariano Aguayo escritor —no así el
pintor, que a su edad sigue plantándose ante el caballete—, el Aguayo
artista de la palabra calló de pronto y para siempre. Estas páginas que si-
guen pretenden devolverle de algún modo la voz perdida. Y como no soy
filóloga ni crítica literaria lo haré a mi manera, que es la modesta aproxi-
mación del periodista a un personaje.

BRAC, 173, I (2024) 73-119 75


ROSA LUQUE REYES

Catálogo de la exposición antológica en la Sala Vimcorsa (2023).

Antes de nada, por situarnos, acerquémonos al ser y al sentir de este


hombre noble de cuna y por talante, un señor de elegantes maneras y ca-
bal, «de los cultivadores de la seriedad cordobesa», como lo definió Fer-
nando Carbonell 1, presidente del Círculo de la Amistad allá por los años
sesenta del pasado siglo, cuando Aguayo empezó a hacerse notar con un
estilo pictórico de vanguardia. Eso, lo de cultivador de la seriedad cordo-

1
CARBONELL, Fernando: «Ante la segunda muestra de arte contemporáneo de Córdo-
ba». En diario Córdoba, 24 de mayo de 1959. Artículo citado por PÉREZ VILLÉN,
Ángel L. en «A propósito de Mariano Aguayo. Una década prodigiosa: la obra de los
sesenta», dentro del catálogo de la exposición antológica Mariano Aguayo. 1961-2023,
abierta en la Sala Vimcorsa durante el verano de 2023, la última hasta ahora. Edición
del Ayuntamiento de Córdoba, Delegación de Cultura y Patrimonio Histórico. Cór-
doba, 2023, p. 13.

76 BRAC, 173, I (2024) 73-119


MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

besa, se traduce entre otras cosas en ser hombre de palabra ajustada en el


decir y sólo cuando se le pregunta. Ni siquiera de las solapas de sus libros
puede extraerse más información que la relativa a los títulos publicados y
las exposiciones realizadas —en salas de Madrid, París, Toulouse, Lisboa,
San Diego o Johannesburgo entre otras, además de las de Córdoba, aun-
que no son objeto de nuestro estudio—. Todo lo más, se mencionan al-
gunos premios conseguidos. Pero nada de su vida salvo el recuerdo recu-
rrente de su pasión por la caza, o más bien los lances y tipos que envuel-
ven a la montería, llevados una y otra vez a su obra plástica y literaria. De
manera que si uno quiere conocer datos biográficos —de él o de sus ante-
pasados— y episodios vitales, de ésos que van configurando el carácter de
una persona, hay que acudir a las entrevistas que se le han hecho a lo largo
de los años, algunas de ellas firmadas por esta periodista, por lo que habrá
de perdonárseme las autocitas.

APUNTES BIOGRÁFICOS

Mariano Aguayo Álvarez nació en 1932 en Córdoba, aunque por razo-


nes azarosas. Su familia poseía hondas raíces en esta capital, y venir al
mundo en ella hubiera sido lo lógico. Pero el padre, perito agrícola, traba-
jaba para la Asociación de Ganaderos del Reino y tuvieron que asentarse
durante unos años en Palma del Río, que bien podría haber sido su patria
chica si no fuera porque desde allí regresó a Córdoba su madre el tiempo
justo para darle a luz asistida por el marido de una hermana, el recordado
doctor Emilio Luque. Aparte de su tío médico, de cuya fama da idea la
céntrica plaza que la ciudad le dedicó, este señor discreto —aunque a la
hora de hablar o escribir no se callaba una— atesora en su árbol genealógi-
co un buen ramillete de apellidos de alcurnia. Entre otros el suyo, que da
nombre a la plaza de los Aguayos por el palacete que ocupa en su número
3 el colegio de las Francesas, antigua casa señorial de este linaje.
La línea materna carecía de títulos, pero suplió la plebeyez con la aris-
tocracia de la ciencia y el estudio, teniendo también participación en polí-
tica. Su abuelo, el industrial Eduardo Álvarez de los Ángeles, fue senador,
y siendo alcalde de Córdoba propició la construcción del mercado de hie-
rro que se inauguró en 1896 ocupando buena parte de la plaza de la Co-
rredera, entonces un dechado de modernidad. Forman también parte de la
rama materna su bisabuelo Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez
de Salamanca, autor de los Paseos por Córdoba y director de la Real Aca-
demia cordobesa (1904-1909), y el hijo de éste, Rafael Ramírez de Are-

BRAC, 173, I (2024) 73-119 77


ROSA LUQUE REYES

llano y Díaz de Morales, vinculado igualmente a esta institución y cofun-


dador de la Academia de Toledo, de la que fue su primer director en
1916.
Recordaba todo esto Aguayo para explicar sus «genes de académico»
con ocasión de la lectura, en 1993, del discurso de ingreso en esta casa,
sección de Bellas Letras, como correspondiente con residencia en Córdo-
ba, que tituló «Mi propia obra» 2. Y así respondía en la última conversación
que mantuvimos para el diario Córdoba en enero de 2011, pocos meses
antes de que el ictus lo azotara, a la pregunta de si había marcado su vida
el tener parientes tan ilustres:
Conocer a tu ascendencia casi desde Don Pelayo no es para que te
envanezcas porque tú no has movido ni un dedo por lograrlo. Pero
tiene cierto sabor entre romántico y nostálgico saber que eso está
ahí. El apellido Aguayo se remonta a unos hermanos godos que ser-
vían a Don Pelayo en la Reconquista. Así que, procedente de San-
tander, la familia llegó a Córdoba con San Fernando. Yo lo sé y ya
está, no hay más 3.
Pero pertenecer a una familia de alto copete —y emparentar con otra
saga histórica vía matrimonio, ya que se casó con Fernanda Fernández de
Córdoba, descendiente del Gran Capitán— no siempre garantiza una eco-
nomía saneada. Cuarto de siete hermanos, Mariano Aguayo recordaba en
la citada entrevista una infancia con estrecheces, propia del niño de post-
guerra que fue. Siendo alumno del colegio de las Irlandesas y después del
de los Jesuitas en Sevilla, donde vivía en casa de unos tíos, a falta de mayo-
res recursos se hacía él mismo los juguetes de barro, lo que además de
evidenciar una niñez sin privilegios demuestra su precoz inclinación artís-
tica. No así hacia el estudio, pues reconoce haber sido un mal estudiante,
aunque leía todo lo que encontraba. «En casa no sobraba nada —afirmaba
en aquella entrevista—. Tuve que empezar a trabajar desde muy jovencito
porque mi padre no podía costearme una carrera en Sevilla o Madrid, y en
Córdoba se podía hacer Veterinaria y nada más» 4. Se empleó en un banco

2
AGUAYO ÁLVAREZ, Mariano: «Mi propia obra». Boletín de la Real Academia de Córdo-
ba (BRAC), 124, enero-junio 1993, pp. 95-99. Es su carta de presentación en la Real
Academia de Córdoba, donde había sido nombrado correspondiente el 6 de febrero
de 1992.
3
LUQUE, Rosa: «Córdoba ha dado la vuelta a su mentalidad como un calcetín, y creo
que para mal», entrevista publicada en el periódico Córdoba, dentro de la serie domini-
cal «La memoria viva de Córdoba», el domingo 30 de enero de 2011, pp. 18-20.
4
Ibid.: p. 19.

78 BRAC, 173, I (2024) 73-119


MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Mariano Aguayo posa en el salón de su casa, a principios de 2024, ante el retrato


que hizo a Fernanda, su esposa, en 1969.

BRAC, 173, I (2024) 73-119 79


ROSA LUQUE REYES

y acabó de director de una sucursal, hasta que un infarto le cambió la exis-


tencia. Se despidió para siempre del mundo de las finanzas, que nunca le
gustó, y se lanzó a hacer lo que le diera la gana. O sea, que empezó a vivir
del arte. A «vivir bien y despacito», vocación que ha llevado a rajatabla y
hasta dio título a uno de sus libros.

VIVIR DEL ARTE

Aunque Aguayo siempre se consideró un pintor autodidacta, en reali-


dad no lo fue del todo. Estudió algún tiempo en la Escuela Superior de
Bellas Artes, si bien más de una vez ha recordado que el aprendizaje del
oficio se debió a otras circunstancias. Así se lo contaba a Alfredo Lidón en
una entrevista publicada en El Día de Córdoba 5:
Mi familia era muy amiga del artista Rafael Serrano, que fue el que
realmente me enseñó el oficio clásico y tradicional de pintor, desde
los pasos más básicos como la preparación de un lienzo. Era un
amante de lo que se conoce como ‘la cocina de la pintura’. Yo ha-
bía dibujado desde pequeño, pero no empecé a pintar hasta los 18 o
20 años. Era una época en la que, por determinados prejuicios so-
ciales, no podías decirle a tu padre que querías ser pintor. Contra mi
voluntad, tuve que dedicarme a otras cosas al margen de la pintura.
Empezó al inicio de los años sesenta haciendo una pintura subjetiva,
una abstracción muy de vanguardia, y aunque siempre fue por libre, sin
adscribirse a corrientes o cenáculos 6, formó parte por entonces de la recién
fundada Asociación de Artistas Plásticos, que se reunían en el Círculo de la
Amistad, a la que también pertenecían creadores como Paco Aguilera o los
miembros del Equipo 57. Córdoba, y el Círculo en concreto, bullían en
ansias de rozar la modernidad, y a Aguayo, que ejercía en la entidad de
dinamizador cultural —participó en la organización del famoso Salón

5
ASENSI LIDÓN, Alfredo: «Que la caza no esté bien vista es un contrasentido cultural»,
entrevista publicada en El Día de Córdoba el domingo 17 de noviembre de 2002.
6
LUQUE, Rosa: «Mariano Aguayo: el círculo se cierra», artículo de opinión publicado en
el diario Córdoba el jueves 29 de junio de 23, a propósito de su exposición antológica
en la Sala Vimcorsa, en el que, haciendo balance de toda una vida dedicada a la crea-
ción, se incide en la condición de Aguayo de «artista a su aire» en estos términos: «To-
das estas etapas creativas (…) las ha desarrollado con placer y ganas, porque se lo pedía
el cuerpo y pensaba que se lo debía a sí mismo —no ha sido Aguayo amigo de morti-
ficaciones—. Lo hizo al margen de corrientes y camarillas que nunca frecuentó, por-
que, aristócrata de cuna y talante, una especie de Gatopardo en extinción, prefería vo-
lar en solitario a someterse al dictado de los otros».

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Córdoba de 1964— al tiempo que se afianzaba en un estilo informalista, lo


seleccionaban para participar en exposiciones por todo el país. Hasta que
dejó de ver claro el panorama y abandonó la pintura, según él mismo me
confesaba con cierta nostalgia de lo que pudo ser y no fue, «por aburri-
miento».
Ya no sabía por dónde tirar. Me quedé en el grupo El Paso, la bue-
na abstracción, pero a partir de ahí no supe por dónde romper en
las galerías, en una época en que todos hacían formas raras que no
hubieran hecho los demás y yo no estaba dispuesto a ello, ni a irme
a París a darme la paliza —admite con fina ironía—. Eso me cerraba
las puertas al mundo de la pintura de vanguardia, y como tampoco
vendía nada, cerré el quiosco 7.
Así que se olvidó de su participación en muestras como la de 1961 en
la galería Céspedes del Círculo de la Amistad, que quedó en la pequeña
historia artística de una ciudad que luchaba por sacudirse la grisura y ves-
tirse de colores, y otras nacionales e internacionales que se sucedieron
sobre todo entre 1963 y 1964 8, y al finalizar la década decidió dar carpeta-
zo al arte. Lo retomó 16 años después, en 1985, tras la sacudida del infar-
to, pero este Mariano Aguayo ya no era el mismo. Había cambiado su
estilo impresionista y conceptual por un realismo amable. Y amplió su
campo de trabajo a la acuarela, el grabado, la escultura y el mural en azule-
jos. Y todo ello movido por nuevos intereses artísticos y personales que, al
mismo tiempo que abrazaban el arte figurativo, lo conducían hacia un giro
radical en la temática. Pintó paisajes y bodegones, que siempre le han gus-
tado con independencia del tratamiento plástico que les diera; también
figuras humanas arraigadas en una naturaleza serena.
Pero se hizo especialmente conocido entre una clientela fiel por sus es-
cenas de montería y sus perros de rehala, podencos andaluces de una plás-
tica muy hermosa a los que ha sabido otorgar con el pincel fuerza y ternu-
ra como nadie. Todo ello le fue granjeando que en determinados ambien-
tes artísticos —que como en todos los terrenos se tiende al encasillamien-
to— se le tildara no sin cierto desdén de «pintor cinegético». Un título que
este hombre tranquilo, fino y afable hubiera considerado una ordinariez
rebatir a nadie. Se limitaba a definirse si se le tiraba de la lengua como «un

7
LUQUE, Rosa: «Córdoba ha dado la vuelta …», ent(revista) cit(ada), p. 19.
8
PÉREZ VILLÉN, Ángel L.: «A propósito de Mariano Aguayo…», art. cit., pp. 12-17,
donde el crítico de arte desarrolla ampliamente el perfil plástico de Aguayo en su pri-
mera época.

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ROSA LUQUE REYES

urbanita apasionado por el campo» 9, además de un cazador encantado de


serlo —aun sabiéndose a contracorriente de los tiempos 10— aunque no
pintara o modelara a nadie pegando tiros sino disfrutando de las delicias de
la Sierra cordobesa.

Rehala descansando, 2013, 60 x 38 cm. Óleo sobre tabla.

Y de este modo, pintando lo que le apetecía, hubiera seguido proba-


blemente de no ser porque un nuevo aviso del cuerpo hizo que volviera a
reinventarse. Nace entonces otro artista, más entroncado con la neofigu-
ración de los orígenes, e incluso con la temática de entonces, allá por la
época (1965) en que creó el famoso cartel inaugural de la plaza de toros
de Los Califas, que hizo historia en la cartelería taurina. Lo demostró
en 2013, cuando bajo el título La Fiesta, expuso en la galería Carmen
del Campo una obra en la que se mostraba un artista mucho más sofisti-
cado.

9
MORENO, Aristóteles: «Córdoba es una ciudad resignada», entrevista publicada en el
diario Abc el domingo 19 de diciembre de 2010, pp. 58 y 59.
10
ASENSI, Alfredo: «Que la caza no esté bien …», ent. cit. En ella se expresa en estos
términos respecto a la crítica que suscita en algunos sectores la actividad cinegética: «La
caza está presente a lo largo de la historia de la pintura y de la literatura. La cultura de
la caza es importantísima, pero por algunas circunstancias (quizá la culpa la tenga Walt
Disney por haber hecho Bambi) no está bien vista. Esto es un contrasentido cultural.
Ahí están el Infante Don Juan Manuel y el rey Alfonso XI, entre tantos otros, escri-
biendo de caza».

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Un pintor de pincelada muy elaborada y un estilo abierto —escribí


por aquel entonces— que, si no a la manera netamente cubista, re-
curre a manchas cercanas a la abstracción para presentar toros, tore-
ros y aficionados que ponen un toque animado, hasta divertido en
ocasiones, donde otros se desangran en dramatismo taurómaco 11.
Mansos toros azulones y toreros con un toque naif que dan cuenta de
las preferencias taurinas de Aguayo, no tan pendientes de la lidia como de
una cuestión estética, desde el traje de luces a la postura del toro o el
comportamiento del público en el tendido. Y así, sin tremendismo 12 en la
vida y el arte, sin dejar de acudir a su pulcro estudio de la calle Doctor
Barraquer salvo para entrar y salir de los hospitales, ya nonagenario se pro-
puso seguir rodeándose, con pulso firme, de alegría y color hasta el final.

LA ESCRITURA, UNA DEDICACIÓN TARDÍA

Mariano Aguayo siempre ha manejado con igual soltura el pincel que


la pluma, «que convierte en un bisturí para diseccionar su ciudad» a decir
del periodista Aristóteles Moreno 13. Y es en esta faceta, la literaria, donde
a mi entender no se le ha hecho justicia. Quizá la respuesta resida en parte
en la pregunta que se hace Alfonso Cost, también artista plástico y escritor,
de «¿por qué a los ciudadanos de a pie se nos olvida tan a menudo que la
literatura es una más de las Bellas Artes?» 14.
También ha debido de influir esa manera de ser suya de quitar impor-
tancia a todo lo que emprende. Ignoro si se vendieron muchos o pocos
ejemplares de sus libros, aunque al menos en los relacionados con la caza,
que son muchos, me consta que ha tenido lectores fieles. Pero sí sé, por-
que no he encontrado apenas referencias a pesar de mis pesquisas, que en

11
LUQUE, Rosa: «Mariano Aguayo. Volver a empezar», artículo publicado en CÓR-
DOBAexpone, revista de la galería de arte cordobesa Carmen del Campo. Año 1, núm.
7, noviembre-diciembre 2013, p. 11. Dicha publicación coincidió con la exposición
que Aguayo tituló La fiesta, abierta al público del 15 de noviembre de 2013 al 8 de
enero de 2014.
12
Id.: «El nuevo Mariano Aguayo», artículo publicado en el diario Córdoba el 12 de di-
ciembre de 2013, p. 4. En esta columna se ahonda en el nuevo estilo del artista que
entronca con sus comienzos: «No hace falta ser crítico de arte para adivinar que este
Aguayo que rompe por completo con el verismo de cronista plástico que ha marcado
su anterior obra ha decidido volver a nacer al arte estrenando un estilo abierto y suge-
rente que transmite optimismo».
13
MORENO, Aristóteles: «Córdoba es una ciudad …», ent. cit., p. 58.
14
COST, Alfonso: «El color de las letras», en CÓRDOBAexpone, p. 3.

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ROSA LUQUE REYES

general la crítica ha ignorado la veintena de publicaciones del autor, tanto


para ensalzarlas como para lo contrario. Un desdén que se compensa con
el buen tratamiento que la prensa le dio siempre, lo mismo cuando ha
expuesto que cuando daba a la imprenta una nueva criatura literaria. De
ahí que buena parte de las fuentes consultadas como documentación y
aquí citadas sean trabajos periodísticos. Y es que en los periódicos Mariano
Aguayo se ha sentido como en su casa, y como a alguien cercano se le ha
tratado. Por algo ha sido articulista durante décadas en el diario Córdoba y
luego en el Abc, además de publicar también en revistas.
Al contrario que en la pintura, Mariano Aguayo inició su trayectoria li-
teraria tardíamente; pero también es verdad que se sintió tan cómodo des-
de el principio enhebrando frases que esta nueva forma de expresar el arte
que llevaba dentro llegó a su vida para quedarse —sin paréntesis como le
ocurrió en la pintura— hasta que el infarto cerebral le arrebató la capaci-
dad de escribir y hasta de hablar, aunque algo de expresión oral pudo re-
cuperar trabajando con denuedo junto a un logopeda.
Hasta ese momento —que él asumió sin dramatismos, adaptándose a las
circunstancias— explica su hijo Mariano que el padre «tenía el corazón
puesto en la escritura y la cabeza en la pintura». Y añade Fernando, segun-
do de sus tres hijos (el tercero es Ricardo) y también pintor, que «al no
poder seguir escribiendo, ha puesto toda su experiencia al servicio de la
pintura, con la alegría de poder expresarse» 15.

Aguayo, entre sus hijos Fer-


nando (izda.) y Mariano.
(Foto CÓRDOBAexpone).

15
AGUAYO ÁLVAREZ, Mariano, AGUAYO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Ma-
riano y AGUAYO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Fernando: «Mariano, Mariano
& Fernando», conversación a tres voces entre padre e hijos en CÓRDOBAexpone, pp.
18-19.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Pero íbamos por sus comienzos literarios, que tienen la fecha de 1986
aunque la escritura rondaba sus sueños desde mucho antes. Porque Agua-
yo escribía para sí mismo desde muy joven, poesía y pequeños relatos a
modo de desahogo letraherido, sin pensar en publicarlos. A pesar de la
diferencia de edad, entabló amistad con los miembros del grupo Cántico,
sobre todo con Pablo García Baena, Ricardo Molina y el pintor Miguel
del Moral. A éste solía visitarlo en su estudio de la calle de la Hoguera,
convertido cada 24 de diciembre, como aún se recuerda en la ciudad con
nostalgia, en un foro donde la Córdoba intelectual y artística cantaba vi-
llancicos en torno a un belén. Algo parecido a la costumbre que luego
instituyó García Baena en su casa de Obispo Fitero, pero en su caso con
visitas reducidas que no decaían en toda la Navidad.
El caso es que animado por éstos y otros amigos, entre ellos el grupo
madrileño en torno a Pedro González Arispe y la editorial La Trebere,
aprovecha la libertad personal recobrada tras el infarto que cortó en seco
su carrera como alto empleado de banca no sólo para volver a la pintura
sino para decidirse a sacar a la calle sus escritos. A partir de entonces se
echa en brazos de la literatura con verdadera pasión de amante. Así lo re-
conoce su hijo Mariano, quien opina que a su padre «le ha gustado mucho
más escribir que pintar» y que «la pintura fue su medio de vida, y la escri-
tura su afición» 16.

EL ARTICULISMO, EN EL ORIGEN

Mariano Aguayo empieza a dar a conocer sus escritos como colabora-


dor en la prensa local. Concretamente en el periódico decano de la pro-
vincia. Por aquel entonces, mediados los años ochenta del pasado siglo,
presidía el consejo de administración del diario Córdoba su amigo Alfonso
Castilla, quien, junto al director del periódico, Antonio Ramos Espejo, lo
convencen para que se encargue de una página semanal en torno al mun-
do de la caza. Se trataba de un espacio en el que siempre fue a su aire y
donde cabía de todo: entrevistas, comentarios, datos históricos o crónicas
de lo que pasaba o dejaba de pasar en las monterías cordobesas. Por caber
dio cabida hasta a un diccionario cinegético con vocablos rescatados pa-
cientemente por Aguayo, que fue saliendo a pequeñas dosis en el faldón

16
En estos términos se expresaba Mariano Aguayo hijo durante la última conversación en
persona —le siguieron otras telefónicas— que mantuve con su padre en febrero de
2024, a la que nos acompañó.

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ROSA LUQUE REYES

de la página y que, luego recopilado en un libro, se convirtió en un voca-


bulario especializado de referencia en todo el país.
El Aguayo articulista se hizo pronto con lectores fieles —y no sólo
provenientes del universo de la caza—, pues aportaba un profundo cono-
cimiento del sector envuelto en una prosa cristalina y refrescante como
agua de manantial que atrajo desde el principio a un público heterogé-
neo.
El eco de los artículos del Córdoba llega pronto a Madrid, concretamen-
te a la revista mensual Trofeo, decana de caza y de ámbito nacional. Dicha
publicación le ofrece en 1987, un año después de iniciar su colaboración
en el Córdoba, hacerse cargo de otra página de reportajes ilustrados por el
propio Aguayo. Se publicó con el epígrafe genérico de «Mi rincón», y
acabó mereciéndose los honores de la contraportada. Más de dos décadas
la mantuvo, sin dejar por ello de escribir esporádicamente en otros medios
especializados como Caza y safaris, Federcaza, Perros de caza y Linde y Rive-
ra. Y todo ello sin abandonar el periódico que lo descubrió.
Lo que sí ocurrió fue que, con el tiempo, al desaparecer del rotativo la
página cinegética que había destapado las excelentes dotes literarias de
Aguayo, éste se volcó en columnas donde escribía de lo divino y lo hu-
mano, siempre con Córdoba y sus gentes como telón de fondo porque
antes que nada hay que decir que nuestro hombre ha sido un cordobés
encantado de serlo. Las mismas columnas que a finales de los años noven-
ta —cuando se sintió menos querido por su periódico de toda la vida—
se acabó llevando al diario Abc. Allí disfrutó también de una excelente
acogida por parte de los lectores, si bien su paso por esta cabecera fue
fugaz.

DEL PERIÓDICO AL LIBRO

Algunos de esos artículos recibieron premios literarios, como el Jaime


de Foxá del Real Club de Monteros en su edición de 1999 17 por un ar-
tículo del Córdoba. Otros tuvieron una segunda vida en formato de libro.

17
Mariano Aguayo ha recibido diversos premios a lo largo de su dilatada trayectoria: el
Premio Carlos III de la Real Federación Española de Caza en 2000; distinguido como
Rehalero del Año por la Asociación Española de Rehalas en 2002; el Premio a la Per-
sonalidad Venatoria 2005 concedido por la Diputación de Córdoba en el marco de
Intercaza y el Premio Federcaza ‘Arte y Cultura’, de la revista del mismo nombre, en
2023.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Así, la editorial Otero, que está detrás de gran parte de la publicación de la


obra del escritor, publicó en 2003 una recopilación de textos aparecidos
en el diario Córdoba —que nada tienen que ver con la caza—, bajo el títu-
lo de Vivir bien y despacito 18. De este modo resumía Aguayo en una portada
—ilustrada como cada capítulo con la chispa e ironía del dibujante
BARCA— lo que más que un título es un lema existencial, el suyo. Hasta
el punto de que con él encabezó otra de las entrevistas que se le han he-
cho, en este caso firmada por Aristóteles Moreno en el Abc 19. Son artículos
costumbristas, llenos de frescura y buen humor —envueltos en fina ironía
que nunca llega a ser ácida—. Alfonso Ussía, que prologa la obra, la define
así: «Es un libro de costumbres sutil, perspicaz, sonriente y, como es de
rigor, bien escrito». «Eso que el papanatismo considera viejo y deshabitado
—continúa— y que cada día que pasa es más nuevo, habitado, moderno y
sorprendente, siempre que vaya de la mano del talento» 20.

Vivir bien y despacito (2003).

18
AGUAYO, Mariano: Vivir bien y despacito. Con prólogo de Alfonso Ussía e ilustraciones
de BARCA. Madrid, Otero Ediciones S.L., 2003.
19
MORENO, Aristóteles: «He vivido bien y despacito», entrevista publicada en la edi-
ción cordobesa del diario ABC el domingo 3 de julio de 2022.
20
USSÍA, Alfonso: Prólogo de Vivir bien…, op. cit., pp. 9-11.

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ROSA LUQUE REYES

Con una cuidada edición, el lector halla narraciones breves en las que el
buen observador que siempre ha sido Aguayo, al igual que le sucederá en las
novelas, recrea, a veces con nostalgia de otros tiempos, una Córdoba que se
extingue; con sus tipos, sus tradiciones y su vocabulario popular, ése que
tiende a atrofiarse, si no a desaparecer por completo arrastrado por el tsu-
nami de la semántica postmoderna impuesta por la era de internet. Una
Córdoba que sólo alguien como Aguayo podía inventariar para el recuerdo.
He aquí, en el capítulo titulado «¿Quién me ha quitado mi patria?», una
declaración de principios sobre ese cordobesismo que impregnará toda su
obra: «Soy tan cordobés que, para mí, un día pasado fuera de Córdoba es un
día perdido. Y no es que no me guste salir por España o a Europa, que me
gusta. Lo que pasa es que cuando llevo una semana fuera de mi casa y mi
estudio ya empiezo a mirar para atrás» 21. Artículo tras artículo (son 25 en
total), el autor desgrana con aire liviano —nunca ha sido Aguayo amigo de
trascendencias— aspectos y circunstancias que forman el ser y el estar de los
cordobeses … y de los que no lo son, pues sabe dar vida con unas cuantas
pinceladas bienhumoradas a personajes arquetípicos que a todos nos resultan
familiares. Así describe al snob, «esa mosca social»:
Hay una clase de tío que, esté donde esté, no deja a nadie lucirse
contando historias porque las suyas siempre son más importantes. Si
uno cuenta que fue a los toros aquel día memorable, cuando Curro
cortó dos orejas, él estuvo en la habitación del hotel ayudando a
vestirse al maestro. Y si usted estaba en el tendido el día que mata-
ron a Paquirri, él fue hasta el hospital al lado del conductor de la
ambulancia. Su gloria está en ser coprotagonista donde sea, aunque
no haga allí maldita la falta 22.
Y esto es lo que piensa del pelmazo de tertulia:
Ese tío que nunca dice algo que le importe a nadie, que todo
lo explica larga y detalladamente, que interrumpe con pam-
plinas impertinentes y que, al final, siempre comete el pecado
mortal de introducir el tedio en la conversación 23.
Y lo mismo entona una elegía por la ya desacostumbrada media botella
de vino (renunciar a ella, lamenta, «es como beber el vino en taza. Y hasta
ahí podíamos llegar»), que se ríe al comparar el generalizado tuteo imper-
tinente con las costumbres de otros tiempos, no menos pasadas de rosca:

21
AGUAYO, Mariano: «¿Quién me ha quitado mi patria?», en Vivir bien..., op. cit., p. 145.
22
Ibid.: «El snob, esa mosca social», p. 163.
23
Ibid.: «La tertulia», p. 18.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Antiguamente se aplicaban todos los tratamientos. Y se hablaba en


tercera persona aunque, a veces, se dieran problemas gramaticales de
concordancia en el género. Es clásica ya la anécdota de los años
veinte atribuida a don Adolfo Pérez Muñoz, aquel obispo de Cór-
doba viejecito, socarrón y buenísima persona. Visitaba don Adolfo
un pueblo de nuestra diócesis y el alcalde, que lo recibió junto con
el párroco, se interesó por su salud.
-Su ilustrísima está muy desmejorada.
Y el buen obispo respondió sin inmutarse:
-Es que ha estado mala 24.
Pero también aborda cuestiones más serias. Como una remembranza de
la librería Luque en otros tiempos, de la que afirma que «fue el cuarto de
estar de la cultura cordobesa de los cincuenta, aquel tiempo en que Pablo
García Baena iba y venía con ejemplares de Cántico bajo el brazo repar-
tiéndolos a los suscriptores». O una descripción detallada, en su estilo de-
senfadado, de la antigua plaza de la Corredera, corazón del centro de Cór-
doba cuando éste se situaba en el barrio de San Pedro, lo que ocurrió hasta
bien entrado el siglo XX. «Alrededor de la gran plaza porticada se vendía,
se trajinaba, se mendigaba, se fornicaba, se timaba, se predicaba, se delin-
quía» 25, recuerda el escritor trazando un completo cuadro sociológico con
apenas unos trazos.

COSAS DE LA SIERRA

Otra compilación de artículos de Mariano Aguayo circula por ahí


—poco, porque únicamente se imprimieron 90 ejemplares en edición no
venal— bajo el título de Textos líricos. Se trata de un librito de capricho en
todos los sentidos que es verdaderamente un regalo en forma de prosa
poética. Recoge como curiosidad una columna aparecida en el Córdoba en
1994 bajo el epígrafe de «El nacimiento», especialmente querida por su
autor, pero la mayoría de estos textos en los que se muestra a un Aguayo
profundo y tierno se habían publicado entre el año 2003 y el 2005 en la
revista Trofeo.
Más de veinte años como colaborador de la publicación madrileña han
dado para mucho. Entre otras cosas, para otros dos libros que recogen

24
Ibid.: «Del vuesamerced al tú pasando por el usted», p. 93.
25
Ibid.: «La piel de la Corredera», p. 109. El tema de la Corredera es recurrente en la obra
de Aguayo, que gusta de pasear a los personajes de sus relatos y novelas por la Córdo-
ba más castiza.

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ROSA LUQUE REYES

otras tantas selecciones de artículos aparecidos en esta cabecera, que, por


su seriedad y calidad literaria, viene a ser la Biblia de la cultura cinegética.
La primera de estas obras, La sierra, los lances, los perros, salió de imprenta en
1998 publicada por Otero Ediciones, y dado su éxito tuvo una segunda
parte en 2009, pero esta vez editada por Almuzara bajo el título de Desde
mi testero.

La sierra, los lances, los perros (1998).

En estilo y propósito, este segundo libro es clara continuación del pri-


mero, constituidos ambos por piezas maestras de la narrativa venatoria,
que no consiste sólo en hablar en cazadores, bichos y rehalas sino en insu-
flar aliento literario a personajes reales e historias protagonizadas por el
autor o cuando menos presenciadas muy de cerca por él. Y siempre con la
naturaleza como personaje principal. Así lo resume Aguayo, a modo de
declaración de principios, en el prefacio de La sierra, los lances, los perros:

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

En esos días [de caza], desde que cargamos los bártulos hasta que
volvemos a casa, hemos andado con las cosas que más apreciamos,
con los hombres que queremos, con nuestros perros y en nuestra
sierra bronca y generosa. Y yo no conozco una manera más intensa
de vivir 26.
Esta primera compilación de artículos relacionados con la montería
—siempre la cordobesa, a pesar de que la revista donde se insertan es de
ámbito nacional— consta de 50 capítulos divididos en cuatro apartados
que coinciden con los del título más el que los antecede, dedicado a «la
gente» que rodea la caza. Las entradillas están encabezadas por la reproduc-
ción de cuatro grabados al aguafuerte de Aguayo, quien, no olvidando su
faceta artística, suele ilustrar los textos con dibujos de su cosecha. Curio-
samente, dichos grabados se repartieron conjuntamente con los primeros
55 ejemplares del libro —del que se tiraron mil—, el primero de los cua-
les, marcado con la letra A, destinado a Su Majestad el Rey, y los cuatro
siguientes (B,C,D,E) para Juan Jesús Cillán Patiño, presidente de Otero
Ediciones —que siempre lo animó a seguir escribiendo— y a Mariano,
Fernando y Ricardo, sus tres hijos. Los 50 ejemplares siguientes van mar-
cados en números romanos del I al L. Caprichos estéticos de nuestro
hombre y del mundo en el que se ha movido.

RELATOS EN PRIMERA PERSONA

Ambos libros comparten un tono serio —aunque a veces sale el Agua-


yo suavemente burlón27—, incluso lírico en muchas ocasiones y abierta-
mente confesional, nutrido de anécdotas y vivencias personales. Contribu-
ye a esta última característica el estar narrados casi todos los artículos en
primera persona del singular, o todo lo más en la del plural cuando refiere
26
AGUAYO, Mariano: «Una intensa manera de vivir», en La sierra, los lances, los perros,
Madrid, Otero Ediciones S.L., p. 10. Se trata de un capítulo marcadamente autobio-
gráfico en el que el articulista narra a tumba abierta los inicios de su afición a la mon-
tería a la vez que rinde tributo a la memoria paterna. «No tuvo que enseñarme mi pa-
dre a respetar a la gente del monte. El cariño y la admiración con que él hablaba de los
perreros, guardas, postores y arrentines que aparecían en sus relatos con nombres pro-
pios y con cuyos recuerdos tanto gozaba, pusieron muy alta mi consideración por el
hombre de sierra» (p. 9).
27
Ibid.: Muy divertido es el capítulo «El tirachinas». Narra Aguayo la vez en que se pre-
sentaron en una montería él y su mujer, Fernanda —excelente cazadora— sin los ri-
fles, que habían dejado olvidados en casa, y la guasa que el despiste levantó entre la
concurrencia, empeñada en que lo contara en las páginas del Córdoba, como así acabó
haciendo, aunque ahora lo recuerda para Trofeo (pp. 44-47).

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ROSA LUQUE REYES

sucedidos en los que participan amigos compañeros del monte o persona-


jes ya desaparecidos a los que rinde recuerdo. Pero todos, vivos y muertos,
sacados a colación con nombres y apellidos reales, por lo que los textos
acaban siendo un catálogo impagable de quién es quién o lo ha sido en el
universo cinegético cordobés; bueno, ellos y sus fincas, porque entre pá-
rrafo y párrafo queda trazado fielmente el mapa de los cotos de caza pasa-
dos, presentes y futuros. Algunos de esos personajes son bien conocidos,
como por ejemplo Manuel Benítez El Cordobés, que lo invitó a cazar co-
chinos en la mancha de La Tierna y le confesó que las andanzas tras ma-
rranos o ciervas no entraban entre sus preferencias.
A mí esto no me interesa. Mira, tengo yo la casa de la finca de Lora
llena de cuernas de venado muy bonitas. Bueno, pues todas regala-
das. ¿Sabes qué pasa? Que es que no les doy. Lo intenté, y les apun-
to con ganas, pero no les doy. Y dejó de gustarme 28.
A las relaciones entre caza y toreo —otra gran afición de Mariano
Aguayo, aunque la ha llevado más a las artes plásticas que a la literatura—
se dedican otros capítulos de La sierra, los lances, los perros. Como el de
«Machaquito, un califa montero», en el que describe modos de casi la Be-
lle Èpoque, «una época feliz para los aficionados», dice. O el titulado «La
Jaralta», otro episodio de caza mayor en el que participaban diestros como
Jesulín de Ubrique, José Luis Moreno y Francisco Rivera Ordóñez y que
el escritor remata del siguiente modo:
Una vez más la montería sirvió para reavivar amistades. Esta vez
uniendo dos aficiones que siempre han caminado en buen amor y
compañía: los toros y la caza. La caza, que viene a ser, en invierno,
algo así como el descanso del guerrero para muchos matadores de
toros.
En unos episodios vuelve el Mariano zumbón que critica a los esnobs y
su indumentaria («Ya ni recuerdo cuándo empezó la gente a vestirse de
verde, o lo que es peor, de carros de combate», apunta con sorna en «Las
mangas de Cayetano»). Y en otros añora recursos pasados como las caba-
llerías, «Córdoba ha dado la vuelta parte entrañable de nuestra juventud»,
recuerda, para añadir más tarde con descripción pictórica:
A la mujeriega, encima del bastísimo aparejo con serones y hule, se
contemplaban los barrancos, las solanas, los azulosos horizontes, los
lejanos caseríos que blanqueaban en el verde agrisado de los chapa-

28
Ibid.: «Con El Cordobés en la Tierna», p. 37.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

rrales. Se conocían las fincas con sosiego, en silencio, sin motores,


con delectación 29.
Y está el Aguayo reivindicativo, el que se queja de la sed de los días
más duros del verano, de las llamas que arrasan el campo:
Algún día, tras el último fuego, unas pocas tormentas arrastrarán las
pocas tierras que queden en las laderas y nos quedaremos sin suelo.
¿Cuántos fuegos serán necesarios para conseguir un desierto? No lo
sé. Pero, al paso que llevamos, quizás en pocas generaciones se pue-
dan ver estos hermosos cerros sin madroñas, sin brezo, sin durillo ni
chaparreras. Emigrarán las reses y los pájaros porque aquí no van a
tener ni hambres. La última golondrina se irá para no volver 30.
Aparecen también piconeros, furtivos, guardas, arrieros… gentes de un
modo u otro relacionadas con la montería, sobre la que recorren la obra
amplias pinceladas costumbristas que Aguayo fija en estas páginas para la
historia:
La montería es casi una manera de vivir. O mejor, de convivir. Es
tan importante contar a los amigos el lance que se tuvo en el agarre
de un cochino como el lance mismo. Y, luego, los trasnoches. Las
charlas ante una chimenea bien atiborrada de leña de encina, las dis-
cusiones con los guardas sobre la mancha que se va a echar (…). Y
hablar de perros, que son el alma de la montería (…). Son conver-
saciones que huelen a pólvora, que tienen sones de caracolas y tra-
bucos, latidos de podencos y voces de perreros 31.

AROMA A CAMPO

En la misma prosa sencilla y rica a la vez, expresiva pero sin florituras


literarias, está redactado el último libro aparecido hasta ahora con artículos
de prensa, el ya citado Desde mi testero 32, de 2009 como decíamos. Subtitu-
lado «Cosas de la sierra» son, como se enuncia desde la portada, «notas de
un cazador» aparecidas en la revista Trofeo en la primera década del siglo
XXI con el propósito que el mismo Aguayo explica en uno de los capítu-
los, «Diez años en mi rincón»:
He intentado compartir con mis lectores mis vivencias: el mayido
de un mochuelo en el crepúsculo; el crujir del pasto seco en el es-
29
Ibid.: «Las caballerías», p. 83.
30
Ibid.: «La sierra, como yesca», pp. 70-71.
31
Ibid.: «Hornachuelos», p. 65.
32
AGUAYO, Mariano: Desde mi testero. Córdoba, editorial Almuzara, 2009.

BRAC, 173, I (2024) 73-119 93


ROSA LUQUE REYES

tiaje; el cabreo por fallar una res, la inefable satisfacción de echar a


rodar un cochino… Todo narrado con la confianza y el lenguaje
con que se habla a los amigos 33.
Como en las anteriores recopilaciones, los textos —similares a los que
les precedieron en temática y estilo literario, ligeros y breves—, no están
fechados, lo que crea una laguna a la hora de documentarlos, pero refuerza
su carácter atemporal. Una vez más, este libro respira aroma a campo, y
nace, como explica el autor en una breve introducción, para rescatar «tex-
tos perdidos, colgados en el limbo de la memoria literaria». Son 77 los
salvados del olvido, a los que se suman dos relatos inéditos que encabezan
la selección, todos ellos ilustrados con dibujos a lápiz de Aguayo, quien
también firma la acuarela de la portada.

Desde mi testero (2009).

33
Ibid.: «Diez años en mi rincón», p. 188.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

El primero de los relatos, «La Letro y el orégano» (2001), narra el emo-


tivo encuentro entre el dueño de una finca —se supone que el mismo
escritor— y un jubilado de la Sociedad Española de Construcciones Elec-
tromecánicas al que recoge en su coche cuando hacía autoestop. Y es que
ya por entonces había desaparecido el famoso tren del Muriano, al que se
evoca con nostalgia, en el que lo mismo viajaban cazadores que buscavidas
dispuestos a patearse esos parajes en busca de espárragos, orégano o lo que
pudiera ofrecerles la Madre Naturaleza, como es el caso del antiguo traba-
jador de la fábrica más importante que tuvo Córdoba durante muchas
décadas del siglo XX. Así se la recuerda, una vez desaparecida para dar
paso a otras industrias metalúrgicas, en boca del protagonista, y con ella el
resto del escaso tejido empresarial con el que contaba la ciudad por enton-
ces:
Tenía un nombre muy largo pero todos le decíamos la Letro. Es
que era más fácil. Esa era la fábrica que había en Córdoba, porque
las demás eran chicas. Estaba, sí, La Cordobesa, la fundición. Y otra
que hacía cachuchos de cocina recubiertos de porcelana. Por Las
Margaritas estaba y allí trabajaban muchísimas mujeres. Formaban al
salir unas peloteras… Cómo serían aquellas panteras que por Cór-
doba, cuando un tío era muy tío, se decía que tenía más cojones
que las mujeres de la porcelana (…) Algo más había, pero poca co-
sa. La fábrica grande era la Letro, que tenía alrededor un barrio sólo
para su gente. Con campo de fútbol y todo 34.
El segundo relato inédito lleva por título «El agua» (2002), y narra un
drama rural que, si bien nada tiene que ver con la caza, ayuda a conocer el
ambiente de la sierra en tiempos no muy lejanos, cuando todavía era el
sustento de cabreros y piconeros. La historia, con tintes sociológicos basa-
dos en abusos de poder y venganza, daba tanto de sí que fue el germen de
la segunda novela del escritor, El otoño de los jabalines, como se verá más
adelante. Luego, en sucesivos capítulos, el lector de Desde mi testero verá
pasar las estaciones del año («Primavera», «La otoñada», «Días secos y fríos»,
«En verano»), fiestas («Navidades»), nostalgias («Los viejos tiempos», «La
decadencia»), ritos monteros («El rezo», «La indumentaria») y hasta versos
(«Serranos poetas»). El libro se cierra con un capítulo dedicado a «La caza
en las Artes y las Letras», donde ya desde las primeras líneas el autor reco-
noce:

34
Ibid.: «La Letro y el orégano», p. 14.

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ROSA LUQUE REYES

Hoy la caza está mal vista socialmente. Tan es así que a cualquier li-
bro u obra de arte que tenga la caza como motivo le será muy difí-
cil hacerse un sitio en los ambientes intelectuales. Y, sin embargo,
esto no es más que una moda. El Arte está tan ligado a la caza que
en ella tiene su origen. En la sociedad primitiva, el cazador obligado
a abastecer de carne a la tribu sentía el peso de la responsabilidad y
convocaba a los animales objeto de sus deseos representándolos en
las paredes de las cuevas. Y lo hacía con una técnica similar a nues-
tra actual pintura al óleo 35.

EN LA REAL ACADEMIA DE CÓRDOBA

BEl tema de cómo las artes plásticas y la literatura han puesto la mirada
históricamente en el universo cinegético, donde siempre encontraron
buenos argumentos, había sido tratado anteriormente por el autor en una
de sus intervenciones en la Real Academia de Córdoba que tituló «La caza
y el arte» 36, ponencia con la que participó allá por 2007 en una Jornada
sobre Naturaleza y Caza organizada por esta institución. Una coincidencia
que nos lleva, entre el Aguayo articulista y el escritor de ficción que anali-
zaremos más adelante, a establecer un paréntesis sobre su relación con la
Academia de Córdoba. En su sección de Bellas Letras ingresa como co-
rrespondiente con residencia en Córdoba en 1992, si bien tras el ictus de
2011, que lo retira de la vida social y por tanto de la asistencia a las sesio-
nes de esta casa, pasará a ser correspondiente por Málaga.
El inciso tiene una justificación nada baladí, pues nos introduce de
lleno en el propósito que nos ocupa: el análisis de la obra literaria de quien
es mucho más conocido como pintor que como escritor. Y es que el tra-
bajo de ingreso de Mariano Aguayo en la Academia, que como ya está
dicho tituló «Mi propia obra», consistió precisamente en eso, en explicar
las motivaciones que lo arrastraron hacia el folio en blanco y cómo fue
gestando los textos publicados hasta la fecha. Así que nada mejor que co-
nocerlo de su propia voz:
Aparte de algún escarceo poético de los viejos tiempos de adoles-
cente en los que también intenté, con verdadero candor, alguna na-

35
Ibid.: «La caza en las artes y las letras», p. 199.
36
AGUAYO, Mariano: «La caza en el arte», BRAC, 152, enero-junio 2007, pp. 63-66.
En la Jornada sobre Naturaleza y Caza donde se inscribe esta ponencia participaron
también con sendos trabajos Rafael Mir Jordano, Francisco de Paula Sánchez Zamo-
rano, Aniceto López Fernández y Juan Carranza Almansa.

96 BRAC, 173, I (2024) 73-119


MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

rración de carácter histórico, nunca volví a escribir hasta hace pocos


años. Y mi planteamiento fue sencillo. Narrar con naturalidad las
cosas que más amaba. Sin análisis, sin búsquedas, sin elucubraciones.
Simplemente. Escribí como jugando un par de relatos. Y los leyó
Juan Luis González Ripoll y me empujó a seguir. No me pareció
raro que fuesen de su gusto pues su prosa siempre me entusiasmó y
reconozco a Juan Luis como un maestro, de cuya amistad e influen-
cia me siento orgulloso 37.
Se extiende a continuación sobre la temática de su obra, «bañada —se-
ñala— en la Naturaleza». Y apunta que la caza «quizá sólo sea un pretexto
para la narración», para añadir que
muchas veces he meditado en lo que podríamos llamar la metafísica
de la sierra que, en ocasiones, me ha hecho dejar la narrativa para ir
directamente a una más pura forma de expresión. Cuando, no hace
mucho, comenté con Pablo García Baena que andaba enredando
con la poesía lo encontró muy natural porque, según él, ya venía
haciéndola en muchos pasajes de mis relatos 38.
También dedica espacio a los lectores, confesando que él, que durante
toda la vida había buscado en la pintura su principal forma de expresión,
quedó «sorprendido» de cómo se iban aceptando sus escritos, «ejercicios
para los que no tenía una especial preparación —admitía— ni larga expe-
riencia».
Y he llegado a la conclusión de que mi lector se reconoce en mis
narraciones, a través de mi sencillez, de un lenguaje que es el suyo,
de una expresión ausente de retorcimientos intelectuales. Mi lector
y yo estamos al final del mismo camino, de nuestro amor por las co-
sas de siempre 39.
Rememora después Aguayo su llegada al columnismo y lo que para él
supuso de escuela periodística. También su preocupación por el lenguaje,
que le llevó «a ir fichando palabras». Así, recordaba, inició desde el diario
Córdoba una labor perseverante de rastreo semántico que desembocó en un

37
Ibid., (cf. nota 2), p. 95.
38
Ibid., pp. 95-96. Para ilustrar su vena lírica, Aguayo incluye en el trabajo académico tres
poemas inéditos —de hecho, nunca ha publicado poesía—. Son los titulados: «Dios de
mi infancia», «La tormenta» y «La inevitable ausencia», y todos están transidos de amor
a la naturaleza, con la que desea fundirse en la hora del adiós, y cierto toque panteísta,
sobre todo el primero.
39
Ibid., p. 97.

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ROSA LUQUE REYES

Vocabulario de la montería (1988) y Vocabulario cordobés del monte y la montería (2001).

Vocabulario cordobés del monte y la montería 40.


Publicado en 1988, en él se completa la defi-
nición de cada palabra con una frase que la
utiliza. Tuvo una segunda y muy cuidada
edición revisada en 2001, a cargo de la Uni-
versidad de Castilla-La Mancha. Y más tarde,
en 2010, aparecería un Vocabulario general de la
montería española 41 , editado por Almuzara.
Todos estos diccionarios están ilustrados al
inicio de cada letra del abecedario con dibu-
jos del autor, que ya desde la solapa de aque-
lla primitiva entrega explicaba las razones que
lo movían a compilar el léxico:
Vocabulario general de la
montería española (2010).
40
AGUAYO, Mariano: Vocabulario cordobés del monte y la montería. Córdoba, Ediciones
Retamar (Librería Luque), 1988. Se trata de una autoedición del autor junto a su
hermano Fernando. De este libro existe una segunda edición, a cargo del Servicio de
Publicaciones de la Universidad Castilla-La Mancha, fechada en 2001 en Cuenca, en
pasta dura y formato de lujo, que fue financiada por el Banco Santander.
41
Id.: Vocabulario general de la montería española. Córdoba, editorial Almuzara, 2010. Este
diccionario lleva como subtítulo: «Tesoros del lenguaje en el que se engastan vocablos
aún no descubiertos por la RAE».

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Cuando todas las gentes de nuestras sierras hayan estado durante


unas pocas generaciones atentas a las pantallas de televisión, el len-
guaje se habrá uniformado. Y puede ser que todos hayan aprendido
desde la cuna a hablar con corrección. Pero ¿quién dirá para enton-
ces espesinal o cujón, arocho, harpir o entesterado? Este trabajo
quiere contribuir a que palabras como éstas, que forman parte de
nuestro patrimonio cultural, no se pierdan 42.
Aparte de su trabajo de ingreso, constan otras dos intervenciones aca-
démicas de Aguayo en el BRAC. Una en el marco de una Jornada en
torno a la figura de Aurelio Teno, celebrada en la casa-taller del escultor
en el antiguo monasterio de Pedrique, en la que desarrolla aspectos de la
obra del artista de Los Pedroches relacionados con el arte de la cetrería 43.
El otro trabajo fue el ya citado «La caza en el arte», de 2007, en el que el
académico lo mismo se remonta a las cuevas de Altamira que a Velázquez
o Goya pasando por Durero como ejemplos de la más alta expresión plás-
tica de las emociones cinegéticas. En cuanto a la literatura, recuerda el
escritor que la caza está ya presente en el primer poema épico en lengua
castellana, el Cantar de Mío Cid, reaparece con el marqués de Santillana y
ni el mismo Machado «escapa en Campos de Castilla a la sugestión del ca-
zador» («Tras los montes de violeta / quebrado el primer albor: / a la es-
palda la escopeta, / entre sus galgos agudos / caminando un cazador», del
poema «Amanecer de otoño»). Finalmente, como buen aficionado que es
al flamenco —en 2004 había reunido más de doscientas letras en el libro
La caza en el cante 44— analiza el vínculo existente entre asuntos «tan arrai-
gados —proclama— en nuestra más ancestral cultura».

42
Id.: Vocabulario cordobés del monte …, op. cit. La primera edición cuenta con el prólogo
—reproducido luego en la segunda— de Alfonso de Urquijo, quien justifica así la
oportunidad del vocabulario: «La belleza de los términos populares, lo bien que se
ajustan a lo que quieren designar, lo eufónicos que muchas veces resultan, creo que
aconsejan recolectarlos e intentar que no se pierdan» (p. 10).
43
Id.: «Aspectos cinegéticos en la obra de Aurelio Teno», BRAC, 126, enero-junio 1994,
pp. 31-32. Refiriéndose a la obra de Teno «Halcón de cetrería», de 1981, Aguayo la
describe en tono poético: «Cuando una rapaz en su vuelo se interpone entre nosotros
y el sol, hay un momento de deslumbramiento en que las alas cubren la luz pero ésta
nos sigue cegando a medias. Es una belleza inaprensible, insostenible, fugaz. Y allí pa-
rece que hubiera estado Aurelio Teno, viendo el águila pero con el pensamiento ya
puesto en sus materiales. En sus bronces, en sus cuarzos, en sus metales preciosos».
44
Id.: La caza en el cante. Madrid, Otero Ediciones S.L., 2004. Esta obra tuvo en 2003 un
antecedente en autoedición no venal, un librito-joya de 45 páginas del que se tiraron
90 ejemplares a modo de felicitación navideña a la familia y amigos.

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ROSA LUQUE REYES

La caza en el cante (2004).

ENTRE DOS AMORES

La bibliografía venatoria de este «gran narrador de la montería española


del siglo XX», como lo define su hijo Mariano, abarca muchos más títulos
que los ya mencionados. En realidad, el campo y sus pequeñas y grandes
pasiones impregnan toda su prosa, incluso la de ficción, donde la naturale-
za ensancha siempre el horizonte hasta cuando la acción transcurre en el
ámbito urbano. El diccionario era su segundo libro. En 1986, coincidien-
do con sus primeras publicaciones en prensa, había dado a la imprenta
Relatos de caza 45, un ramillete de cuentos —todos anclados en la realidad

45
Id.: Relatos de caza. Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros,
Colección de Bolsillo, 1986. Es significativo que esta obra iniciática la dedica el autor
a su esposa, otra gran montera, y lo hace en estos términos: «Las mujeres verdadera-
mente aficionadas a la caza mayor pueden contarse con los dedos de las manos. A una
de estas monteras, dispuesta a cazar con frío, con agua o como sea, capaz de estar
puesta tres horas a ver si cuatro perretes sacan un marrano, a Fernanda, mi mujer, de-
dico este libro».

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

más cercana al autor— con el que empezó a cogerle el gusto a la narrativa.


Estos 29 relatos, breves pero de largo aliento, están prologados por quien
Aguayo siempre ha considerado el espejo en el que mirarse, el escritor
cordobés Juan Luis González-Ripoll, ya por entonces de prestigio cimen-
tado gracias a varios libros, pero sobre todo a su novela El dandy del lunar,
que había quedado finalista del Premio Nadal 1981 46.

Relatos de caza (1986).

46
La primera publicación de González-Ripoll, Narraciones de caza mayor en Cazorla (1974),
ya recreaba ese universo alejado de tecnicismos donde poco o nada se habla de caza,
sino que prevalecía el retrato de personajes clásicos del entorno rural, desde pastores a
bandoleros y furtivos. Un paisanaje y unos ambientes afines a los gustos de su «ahijado»
literario, a quien describe como «un aristócrata por la sangre y por el espíritu, y eso se
refleja en la finura de su prosa, enormemente jugosa y penetrante, en la que se desliza
suavemente, con el aparente desaliño de las cosas que salen bien sin esfuerzo». Y es
que González-Ripoll no ve a Aguayo «preocupado en exceso por el estilo, y eso te-
nemos que agradecerle —ironiza—. Cuando un señor se pone a la máquina y dice:
ahora van ustedes a ver lo que es bueno, hay que echarse a temblar». De este modo, y
éste será un rasgo característico de toda su obra, con las palabras justas, las que verda-
deramente se suelen emplear en el lenguaje coloquial de la gente de la sierra, Aguayo
deja hablar a los personajes «a su aire, a su manera, sin interferirles, dándole hilo a la
cometa». (Frases entresacadas del prólogo del citado libro, a cargo de Juan Luis Gonzá-
lez-Ripoll, pp. 5-7).

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ROSA LUQUE REYES

La experiencia le llenó tanto que a partir de entonces Aguayo se divi-


dió entre dos amores: la pintura, que era su fuente de ingresos, la que le
daba para vivir, y la escritura, con la que disfrutaba tanto que le daba la
misma vida.
El éxito de Relatos de caza, reeditado por Otero diez años después, en
1996, le animó a seguir los pasos emprendidos con nuevas entregas en
cuestión de letras venatorias. En 1991 aparece Montear en Córdoba 47, un
libro de memorias ordenado en once rutas —que denomina «trancos»—
en el que se describen cotos de caza mayor, lances y sucedidos, se fijan
datos históricos y se pasa revista a casi todas las personas que cuentan en el
variopinto mundo de la sierra. Ilustran tan amenos recuerdos más de 230
fotografías, tanto del álbum familiar del propio autor como aportadas por
muchos de los monteros que desfilan por estas páginas. Las mismas, al tra-
zar los caminos de la Sierra Morena cordobesa pretenden, según anuncia
Aguayo en el prólogo, rendir homenaje a su bisabuelo materno, Teodo-
miro Ramírez de Arellano, que hizo lo propio con el callejero de esta
ciudad en sus Paseos por Córdoba.

Montear en Córdoba (1991) y Con mi gente y otras narraciones de caza (1992).

47
AGUAYO, Mariano: Montear en Córdoba. Córdoba, Obra Cultural de la Caja Provincial
de Ahorros, 1991. Subtitulado «Memorias de mi sierra», el libro tuvo una segunda edi-
ción en 1993.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Le siguió luego en 1992 Con mi gente y otras narraciones de caza 48. Se tra-
ta, como el mismo título indica, de otro libro de relatos por el que pasan
personajes con mayor interés por su humanidad que por las situaciones
que protagonizan. Monteros, furtivos, perreros vuelven a estar tratados
con naturalidad en un lenguaje sencillo y rico, escrito desde la añoranza de
una sierra todavía solitaria y bronca. En el año 2000 aparece La montería,
libro que dedica a González-Ripoll («mi maestro, mi amigo»). Ilustrada
con viejas fotos sepias —llaman la atención las antiguas caballerías con sus
atalajes—, esta nueva obra ofrece sabrosos textos de sencilla erudición y
aroma nostálgico a las monterías de antaño. En cinco capítulos separados
por sus respectivas portadillas e ilustrados con dibujos, son detallados todos
los momentos de un día de monte, desde las vísperas al remate de la man-
cha, redactados como una especie de legado que dejar a los jóvenes. Así lo
expone en el prefacio:
Como he escrito pensando muchas veces en los nuevos monteros,
puedo parecer dogmático. No es ésa mi intención porque, cuantos
más años pasan, más convencido estoy de que ha sido muchísi-
mo lo que me ha quedado por aprender. Pero, a lo mejor, alguien
que quiera comenzar esta hermosa aventura de la montería saca
provecho de mi experiencia. Y eso, ya, sería una satisfacción para
mí 49.
Once años después verá la luz un libro más de parecido título e inten-
ciones, Del monte y la montería 50, pero esta vez a tamaño de enciclopedia
(24,5 x 29 cm.) profusamente ilustrada y con encuadernación a todo lujo
sobre tela impresa. Una magna obra, pues, destinada a dejar constancia
escrita de una tradición abocada a desaparecer. Y siempre en un estilo
libre, erudito, ameno y cargado de belleza. El mismo que había acompa-

48
Id.: Con mi gente y otras narraciones de caza. Madrid, Otero Ediciones SL, 1992. Son 23
relatos ilustrados por el autor con magníficos dibujos a sanguina.
49
Id.: La montería. Madrid, Otero Ediciones SL, 2000. Cuenta el autor en el prefacio que
concibió el libro como un álbum de fotos antiguas sin más textos que los pies corres-
pondientes, pero que su editor, Juan Jesús Cillán, le convenció de que narrara una
montería desde el principio al final y luego ilustrara este documento para la historia
con tan bellas imágenes.
50
AGUAYO, Mariano y AAVV: Del monte y la montería. Madrid, La Trébere, 2011. Es
una edición de 550 ejemplares, estando el número 0 reservado al entonces Príncipe de
Asturias, Felipe de Borbón. Acompañan los textos de Aguayo otros de los marqueses
de Laserna, del Borghetto y de Valdueza, y de Mariano Aguayo Fernández de Córdo-
ba, Juan Béjar y César Fernández de la Peña, así como una amplia bibliografía debida
al conde de Priego.

BRAC, 173, I (2024) 73-119 103


ROSA LUQUE REYES

ñado antes Los perros y yo 51 (2002) y su prolongación, El gran libro de la


rehala 52 (2009), donde el autor se explaya sobre el aspecto de la montería
que más le apasiona, la emoción que proporciona esa viejísima relación
establecida entre perro y cazador.

La montería (2000) y Del monte y la montería (2011).

Completan la narrativa cinegética otro libro de lujo y gran formato, Es-


tirpe Cárdenas (2011), escrito por encargo de esa yeguada, y varias coauto-
rías: El ciervo en Sierra Morena, Veinticinco años de escopeta y pluma, El futuro
de la caza y Al son de las caracolas. Esta última publicación es una auténtica
curiosidad, editada a modo de capricho para coleccionistas. Nació movida
por el afecto familiar, pues se publica en 2015, cuatro años después de que
Aguayo sufriera el ictus que le robó la escritura, cuando su hijo Mariano,

51
AGUAYO, Mariano: Los perros y yo. Madrid, Otero Ediciones, 2002. Como casi todas
las obras del escritor, ésta se ofrece bellamente ilustrada con dibujos a sanguina que lle-
van su firma. De ella escribió RODRÍGUEZ, Florencio: «Mariano Aguayo sólo le
reprocha a los perros que no hablen —por asuntos de ajustes—, pero él, que tan bien
los conoce, les tapa el defecto relatando con ritmo y precisión las excelentes ladras de
los podencos, los mastines o los cruzados levantando la caza» («Los perros de Aguayo»,
en diario Córdoba, 31 de diciembre de 2002).
52
Id.: El gran libro de la rehala. Córdoba, Almuzara, 2009. Se trata de un libro de gran
formato y edición muy cuidada, ilustrado con fotos antiguas y reproducciones a todo
color de sus cuadros de perros.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

que siguiendo los pasos del padre ya escribía en Trofeo, decidió compen-
diar los últimos artículos de aquél junto a los primeros suyos. En estos
textos postreros luce el narrador que siempre fue; escritos con gracia y
abundancia de anécdotas, son una lección impartida sin ínfulas ni pedante-
ría, pedagogía de la buena para futuras generaciones e inventario de cos-
tumbres para los contemporáneos.

Los perros y yo (2002) y El gran libro de la rehala (2009).

Estirpe Cárdenas (2011).

BRAC, 173, I (2024) 73-119 105


ROSA LUQUE REYES

LOS POTRITOS, EL DEBUT EN LA NOVELA

Aunque como hemos visto


Mariano Aguayo se tomó su
tiempo antes de echarse en brazos
de la escritura, lo cierto es que no
tardó demasiado en atreverse con
una novela, de más fuste y com-
plejidad que los relatos. Los potri-
tos 53, de 1997, su debut en el gé-
nero, era el quinto libro que pu-
blicaba y respondía a una historia
que desde hacía tiempo le ronda-
ba por la cabeza. En ella se mez-
clan amor, honor y celos en un
relato con tintes de tragedia clásica
ambientada, cómo no, entre pai-
sajes rurales y paseos por la Cór-
doba profunda del barrio de San
Pedro, dos escenarios arraigados Los Potritos (1997).
en la cartografía sentimental del
autor. Pero Los Potritos —título que aquí no se refiere a crías de caballo
sino al apodo que dan en el ficticio pueblo de Villalba del Río a los tres
hermanos protagonistas de la ficción— va más allá. Es también una histo-
ria, tierna y tremenda a partes iguales, sobre ricos y pobres que deja el
mensaje optimista de que es posible la amistad entre clases, o al menos la
lealtad entre buenas personas de ambos mundos.
El relato arranca en el presente, pero pronto se remonta a muchos años
atrás. Todo comienza en la tertulia mañanera de una venta de carretera, en
la que participan gente del campo y señoritos, quienes al calor de una copa
de aguardiente comparten cierta camaradería a pesar de la distancia social
que los separa. Uno de esos dueños de fincas es el narrador, se supone que
alter ego del propio Aguayo, quien entabla conversación con un tal López,
el encargado de Los Mochos, propiedad de los Guzmanes. En la charla
surge el recuerdo de un fuego sobrevenido un otoño muy seco de tiempo
atrás durante una montería en otra finca, que el narrador achaca al descui-
do de algún fumador. Pero este incendio destapó una sorpresa aún más
dramática: la aparición del cadáver semiquemado de don Senén, un mal
53
Id.: Los potritos. Madrid, Otero ediciones, 1997.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

hombre de Villalba, cazador bien conocido por todos los aficionados, cuya
muerte justificó el forense por la embestida del marrano que cazaba, un
navajazo que le seccionó la femoral.
Sin embargo, esta historia se revelaría en su verdadera dimensión poste-
riormente, cuando López se presenta al atardecer en la finca de su conter-
tulio para confesarle, rompiendo un silencio de tres décadas, lo que verda-
deramente pasó aquel día. Un hallazgo espeluznante del que fue testigo
directo cuando valoraba los daños del siniestro junto a don Román, el
propietario afectado, el crimen silenciado con el que se zanjaba una pen-
dencia cuyo origen se remontaba a muchos años antes. Y le cuenta la his-
toria de Pedro, Juan Bautista y Bienvenido, del que luego se sabrá que es
él mismo, desde que comienzan a corretear por las calles del pueblo hasta
que la deshonra y la venganza anidan en Los Potritos. Una familia muy
humilde a la que dio trabajo y protección otra vecina y rica, la de los
Guzmanes, cuyo hijo Tito —don Fernando ya de mayor— compartía
juegos con los muchachos desarrapados y entabló con ellos una amistad
para toda la vida, aunque, eso sí, cada uno en su sitio.
Con frases de sintaxis sobria, casi siempre breves, y palabras precisas, el
novelista no rehúye pasajes muy duros que recuerdan al Cela de más des-
carnado naturalismo, el de La familia de Pascual Duarte. Así describe el ca-
dáver encontrado entre los rescoldos:
Era un hombre corpulento. Tenía las calzonas desgarradas y desde el
vientre abierto se desparramaban restos de los intestinos. Por la ca-
zadora de cuero renegrida asomaban los muñones de las manos. La
cabeza estaba dos o tres metros más abajo, en la caja del arroyo.
Roída, enseñaba la dentadura y las mandíbulas. No tenía orejas.
Don Román se puso a vomitar 54.
Pero no suele florecer la negrura en la novela. Ni siquiera cuando toca
asuntos espinosos como la prostitución o los cuernos. Lo más frecuente es
que surja el escritor ya conocido de artículos y relatos costumbristas, el
Aguayo que gusta de recrearse en hábitos de antaño que aligeran el argu-
mento con un puntito de melancolía. Como cuando describe las diversio-
nes infantiles:
Los juegos de las siestas eran tranquilos. En el frescor de los portales
cambiábamos cromos o nos los jugábamos, colocándolos boca abajo
y palmeándolos. Ganaba el que los volvía. O echábamos un pulso a

54
Ibid., p. 11.

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ROSA LUQUE REYES

la gata parida, sentándonos por equipos, espaldas contra espaldas, en


las gradillas y apretando hasta hacer saltar a los contrarios. Todo pa-
saba en verano suavemente, casi en silencio, y, hasta la caída de la
noche, renunciábamos a las violentas carreras del tulallevas o de los
cuatro cantillos 55.
O le pone gracejo hasta arrancar la sonrisa del lector, como en esta es-
cena de los criados desarrollada en la cocina de la «casa grande» mientras
juegan en la mesa camilla a cantarse las cuarenta con las cartas heredadas de
los señores cuando ya estaban mugrientas:
-Tú, Juan Bautista, no levantes las enagüillas sin avisar, que eres un
fresco.
-Mujer, Rafaela, si es que iba a echarle una firmita al brasero.
-Pues antes de asomarse por debajo de la mesa se dice Ave María
Purísima, como es costumbre, y una ya sabe a qué atenerse.
-Eso, para que os pongáis las faldas por los tobillos.
En otros momentos el escritor vuelve por lugares queridos de su infan-
cia o directamente relacionados con su familia, como es el caso de la Co-
rredera, «la plaza grande», que describe en boca de Bienvenido «tal como
estaba cuando la ocupaba casi entera el mamotreto de hierro —afirmó en
una de las entrevistas que le hice— que por cierto se colocó siendo alcalde
mi abuelo Eduardo, cosa que le echábamos en cara a la pobre de mi ma-
dre» 56.
Allí acudían gentes de todos los barrios con dineros frescos y, al olor
de los hierros, se formaba una remolina que era para vista. Aparte de
la gente honrada que venía a ofrecer sus hortalizas (…) o cualquier
cosa que menester fuera para el abastecimiento de las familias, había
muchos saltalindes que se pasaban las mañanas haraganeando, bus-
cando algún primo al que sacar los cuartos (…). Todos aquellos ca-
chibucheos daban juego a los alrededores (…) que siempre estaban
llenos de trajinantes, chiquillos, faeneros, soldados, cocineras, tima-
dores, hortelanos y trileros que formaban una bullanga gritadora,
presurosa y llena de color 57.
Queda claro que Los Potritos, en fin, aparte de ofrecer una trama —no
es cuestión de destriparla por si ustedes desean leerla— que se lee con in-
terés hasta la última página, se recrea en un lenguaje popular rico y proba-
blemente desconocido para las nuevas generaciones de cordobeses, que
55
Ibid., p. 27.
56
LUQUE, Rosa: «Córdoba ha dado la vuelta…», entrev. cit., p. 20.
57
AGUAYO, Mariano: Los Potritos, op. cit, pp.52-53.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

queda aquí sujeto para que no se pierda del todo: espinchacar (estropear),
espetar (cotillear), pucheretes (abalorios), delanterillo (hombre maduro),
apechusques (ajuar del cazador) y tantos otros salvados de la globalidad y
su tabla rasa. Aguayo en estado puro.

EL OTOÑO DE LOS JABALINES, LOS POTRITOS Y MUCHO MÁS

A Aguayo aquella primera incursión en la novelística le supo a poco.


Durante bastante tiempo barajó la idea de escribir una especie de segunda
parte de Los Potritos, por el cariño que había cogido a los hermanos López,
pero la historia que le dio forma tardó ocho años en ver la luz. Así, en
2005 se publica El otoño de los jabalines 58, lo que hoy llamaríamos copiando
a los anglosajones un spin off de aquella primera narración larga, con técni-
ca más depurada y madura. Quien lea esta secuela encontrará personajes ya
conocidos como Bienvenido, ahora casado con Conchita, la criada de la
casa grande que lo enamoró, y padre de Pedro, un zagal espabilado; su
hermano Juan Bautista, otro Potrito que ya tuvo un papel crucial en la
primera novela y aquí alarga discretamente su sombra hasta acabar conver-
tido, ya hacia el final, en el principal protagonista.

El otoño de los jabalines (2005).

58
Id.: El otoño de los jabalines. Esta segunda novela del escritor se publica en Madrid, Otero
Ediciones SL, 2005.

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ROSA LUQUE REYES

Y está también, aunque en un segundo plano, don Fernando Guzmán,


aquel bondadoso Tito, el niño rico que de mayor sigue amparando a los
Potritos. Ampara a Bienvenido, al que conserva a su servicio como casero
en su finca Los Mochos, y sobre todo a Juan Bautista, que había sido su
perrero, y a quien facilitó la huida tras los oscuros sucesos y un acomodo
digno en Las Landas francesas, donde montó un restaurante. De allí vuelve
catorce años después, aplacado por la edad pero todavía valiente y seduc-
tor, para retomar junto a los suyos la vida a la que tuvo que renunciar.
Pero ésta es ante todo la historia de Gabriela, mujer cabal y consciente
de su lugar en el mundo cuya rotunda belleza desencadena la tragedia muy
a su pesar. Ella, y la disección del alma femenina demostrada por el escri-
tor, inundan el texto de olor a jazmines, más potente esta vez que el de las
flores campestres. Gabriela, casada con un pobre hombre, Emeterio, y
convertidos ambos en venteros para subsistir, pertenece a la familia de Los
Vinagres, una de las más conocidas sagas entre los piconeros cordobeses
del barrio de Santa Marina. También ella, piconera de niña acompañando
a su padre, ve cómo por azares de la vida pasa de la pobreza extrema a una
riqueza sobrevenida que le proporcionará algo con lo que nunca soñó: el
acomodo entre el señorío cordobés, aunque no su respeto.
Seguimos su trayectoria marcada por la pobreza, la violencia y la sole-
dad, pero también el amor y la autoafirmación. Los personajes de la novela
son sólidos, apasionados y fuertes. Están forjados en la necesidad porque,
como dice Juan Bautista a Gabriela,
Nosotros, los apegados a la sierra, los que hemos sabido en nuestra
carne lo que es la miseria, pertenecemos a una casta dura, correosa,
que aguanta mucho. Lo sufrimos todo para poder sobrevivir (…).
Tenemos que rebuscar, arañar, aguantar, apurar, bregar. Como los
jabalines. Pero, como los jabalines, acabamos usando las navajas si
nos acosan queriéndose meter en nuestro terreno y ahogándonos las
salidas 59.

59
Ibid., p. 136. En los pasajes ambientados en la sierra, esta narración, como Los Potritos, es
un canto a las monterías antiguas y una crítica a los nuevos usos que según el autor
—cuyos pensamientos pone en boca de don Fernando— las han desvirtuado «y le han
quitado el encanto» (p. 189). «A ti lo que te pasa, Fernando —le replica Ángel Aranda,
uno de los que han convertido la caza en negocio— es que quieres anclarte en el
tiempo. Que eres un romántico. Estamos en un momento en que, gracias a la deman-
da de monterías, se han cercado las fincas, se han mejorado los trofeos, se matan más
reses que nunca».

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Como «marca de la casa», la narración se desarrolla entre dos escenarios.


Uno, el de la montería, que va sufriendo una transformación paralela a la
de los propios hombres y mujeres de la sierra. El otro, Córdoba, su casco
antiguo, que es la niña bonita de Aguayo. Esta vez ya no es el barrio de
San Pedro el escenario principal, aunque, como algo parecido a un guiño
privado, el escritor pone a pasear al recién llegado Juan Bautista, como si
del Quintín barojiano de La feria de los discretos se tratara, por los viejos
lugares («La plaza de la Almagra, la calle Almonas, la Espartería estaban
como desangradas —describe el narrador—, sin el gentío que él recordaba
de sus tiempos mozos. Y la Corredera, abierta al cielo, sin el viejo arma-
zón que dejaba recoletos los portales, parecía desolada» 60).
Ahora los personajes se mueven por Santa Marina, donde acoge a Ga-
briela y sus dos hijos pequeños la familia cuando el marido, por defenderla
del acoso de otro piconero, de la rama de los Quemaos, lo mata y va a
parar a la cárcel, donde morirá enfermo. Y de Santa Marina a San Andrés,
y del oficio humilde de los que viven de hacer picón en la sierra a otro
igualmente enraizado en la tradición cordobesa, el de la platería. En una
buena casa del barrio sitúa Aguayo la vivienda y el taller de Rafael García
Conde, un industrial maduro y de posibles que se enamora hasta las tran-
cas de una Gabriela que, ya metida a pulidora, lo visita para cobrar su tra-
bajo. Hasta que, ya viuda, accede a los requiebros —siempre elegantes—
del joyero y se instala con su amante sin esperar de él más que afecto. Sin
embargo, consigue mucho más, nada menos que toda su fortuna, que he-
reda tras la repentina muerte de Rafael, para escándalo de las sobrinas de
éste y, en general, de la buena sociedad cordobesa. Hipócrita y aprovecha-
da según la dibuja el autor, especialmente implacable contra quienes me-
dran para sacar tajada de los advenedizos. Y ahí empieza una nueva exis-
tencia para la protagonista y sus hijos, que no reviento para que lean la
novela.
En ella el estilo de Aguayo sigue siendo el mismo de siempre, fresco y
de sintaxis muy limpia. Tampoco renuncia a esa fuente de sabiduría popu-
lar que nutre todos sus escritos, con sus viejas palabras cordobesas (empen-
dolado, solliscarse, apencar, zurriagazo, espinchacar…) y sus refranes
(«candilitos en el cielo, charquitos en el suelo», «si las orejas sacude la bu-

60
Ibid., p. 13. Tampoco faltan descripciones de Santa Marina, sobre todo como barrio
torero: «De allí salieron casi todos los grandes de Córdoba (…). En Santa Marina todos
llevaban dentro el mito del toro. Allí fue una conmoción la muerte de Manolete» (p.
44).

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ROSA LUQUE REYES

rra, agua segura»). Pero se aprecia una madurez narrativa en la trama,


compleja y bien resuelta con aparente facilidad —porque hay que ver lo
difícil que resulta que algo parezca fácil sin serlo— y la sensación de que
Mariano Aguayo cada vez se siente más a gusto en el género novelístico.

QUERIDA TÍA LUISA, SU NOVELA PREFERIDA

De hecho, no tarda en aparecer su


tercera novela, Querida tía Luisa 61, que
atrajo el interés de la editorial Almu-
zara en 2006, lo que le garantizó una
promoción comercial y mediática de
la que habían carecido las dos prime-
ras. Esto, unido a la indiscutible cali-
dad de la narración, con una prosa
sencilla pero adictiva, que lo mismo
traza profundos retratos psicológicos
que sentimientos y pasiones descritos
con elegancia, hace que quizá estemos
ante la novela más valorada de Ma-
riano Aguayo, la que llegó a más lec-
tores y, no sé si por estas u otras razo-
nes, la preferida del autor. Por vez
primera rompe por completo con el
tema de la caza, y aunque hay páginas
a las que se asoma la naturaleza —que
aquí no es la sierra sino cortijos de
labor—, ésta queda tratada como re- Querida tía Luisa (2006).
curso poético, casi pictórico, la caricia
del paisaje que enmarca a los personajes. «Siempre recordaré las figuras de
mi madre y tía Luisa envueltas en la luz dorada del crepúsculo —evoca el
protagonista— sin nada al fondo, sólo el cielo enrojecido y los ondulados
planos sin fin de la campiña».

61
AGUAYO, Mariano: Querida tía Luisa. Córdoba, Almuzara, 2006. En una entrevista
publicada en el diario Córdoba el 9 de febrero de 2006, firmada por Antonio Rodrí-
guez, Aguayo explica la razón del cambio de la editorial Otero, que había publicado
casi todos sus libros hasta ese momento, por Almuzara: «Al ser una novela de temática
ajena a la caza ha sido pertinente cambiar de editor, ya que el mío habitual es especia-
lista en temas de caza. De modo que me lo han puesto muy fácil y la promoción está
siendo muy buena».

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Aguayo siempre ha reconocido que escribe sobre cosas que conoce


muy bien, y este libro no es una excepción. En Querida tía Luisa no se
habla ni remotamente de caza, pero sí de otro asunto vinculado al ADN
del escritor, la nobleza y grandes apellidos cordobeses, pues es una vez más
Córdoba —y en parte la Sevilla de los años cuarenta del pasado siglo— el
escenario donde se desarrolla la acción. Tan ligada a la biografía personal
de Aguayo («todo lo que cuento es cierto menos la historia de amor pu-
ro» 62, llegó a decir en una entrevista) que le supuso más de un disgusto por
parte de parientes que se sintieron aludidos en lo que se contaba, por más
enmascarados que se presenten nombres y circunstancias en la ficción.
La misma está narrada en primera persona por el protagonista, Alfonso
Saavedra, un anciano escritor de ilustre familia tan en declive como él
mismo, especie de personaje lampedusiano, magnífico y conmovedor a la
vez como el Gatopardo, quien ya en las primeras líneas anuncia una muer-
te inminente que activará sus recuerdos. Los de un niño de 7 años que en
plena postguerra envían sus padres a la casa sevillana de tía Luisa, la bella
hermanastra del padre, y de su marido Nicolás, un matrimonio pudiente
que le proporciona un buen colegio —el de los Jesuitas, con lo que el
paralelismo con el propio Aguayo no puede ser más claro— y una vida
regalada que en Córdoba no iba a tener. Y así, con la larga decadencia de
una vieja y aristocrática familia cordobesa como telón de fondo 63, un niño
se siente atraído por su tía y, conforme crece, el primer afecto filial se va
transformando en un amor platónico que sólo se atreve a mostrarse en
sueños, mientras persevera en sus otras querencias, los libros y la escritura.
Toda la acción de esta tierna novela fluye suavemente —hasta los pasa-
jes de desolación y muerte, que rehúyen tremendismos—. Abundan, có-
mo no, las reminiscencias de viejos tiempos, tan propias de Aguayo, que
alterna las descripciones de las grandes casas con escenas populares como

62
RODRÍGUEZ, Antonio: «Sólo escribo sobre cosas …», entrev. cit.
63
AGUAYO, Mariano: Querida tía …, op. cit., p. 95: «El poder y la gloria. Eso era lo que
durante generaciones y generaciones había obsesionado a mis antepasados. Ellos se ha-
bían movido siempre dentro de unos moldes que les estaban esperando desde muchos
años antes de nacer y, siendo fieles a esos principios, conseguían ser hombres de ho-
nor, ricos y poderosos. Hasta nosotros parece que sólo había llegado el honor». El te-
ma de la decadencia aristocrática siempre ha sido objeto de interés del autor, quien en
la citada entrevista a raíz de la publicación de Querida tía Luisa confiesa que la trama se
le ocurrió pensando que «actualmente no existe ni una sola familia noble cordobesa
que esté ocupando su casa. En Córdoba había 12 o 14 familias cruzadas entre sí, que
eran las que regían la ciudad».

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ROSA LUQUE REYES

las ferias de Sevilla y de la Fuensanta en Córdoba y los carnavales, o faenas


del campo antes de que se mecanizaran. Así dibuja la trilla:
Las cobras de mulas daban vueltas y más vueltas sobre la parva, que
se iba rompiendo hasta poder meter el trillo, aquel divertido carri-
coche con muchas ruedas de hierro al que podía subirme durante
horas. O quedarme al borde de la parva, escuchando los cantes del
mulero y mirando extasiado el trote de las mulas que pasaban y re-
pasaban 64.
Y mientras, al calor del recuerdo, el anciano moribundo va revelando
secretos celosamente ocultos en el seno de esas familias provincianas que se
mueven entre sus casas de la ciudad y sus cortijos —es deliciosa la recrea-
ción de los veraneos infantiles en torno a la alberca y el viejo nogal—;
clanes envueltos en encorsetadas e hipócritas costumbres y en una falta de
adaptación a los nuevos tiempos que pone a prueba su supervivencia. Y
está también el servicio, fiel a sus señores y apreciado por ellos —no es
ésta una novela social—. De los criados se vale Aguayo para dar rienda
suelta, aunque en menor medida que en sus otros libros, a esos vocablos y
refrenes tan nuestros que tanto le gusta inventariar. Adjetivos como
«desinquieto» o «despatarrado» y otras palabras como «terendengue» o «ali-
fafe» y expresiones del tipo de «se le ahumó el pescado» o «ser de pipa de
algarroba» quedan de este modo a salvo del olvido.
Pero Querida tía Luisa es ante todo una obra de personajes, muchos
personajes de carne y hueso hábilmente trazados en todas sus aristas y al-
guna sombra romántica que reina desde un cuadro, el retrato de una mis-
teriosa niña que sostiene una paloma en su regazo, tan importante para el
narrador que la hace presidir la portada del libro. Y, como una protagonis-
ta más, la muerte, que da sentido a la vida y todo lo iguala, descrita y
aceptada con absoluta serenidad.

FURTIVOS DEL 36, LA AMISTAD EN DIAS DE IRA

En su cuarta y última obra de ficción, también en parte autobiográfica


aunque era un niño de 4 años cuando se desató el caos, Aguayo revive los
tremendos días de ira sufridos al comienzo de la Guerra Civil en su Ma-
condo particular, Villalva del Río; el pueblo imaginario que esta vez, fren-
te a las referencias más difusas de las dos primeras novelas, apunta por cla-
ros indicios geográficos e históricos a la localidad cordobesa de Palma del

64
Ibid., p. 86.

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

Río, donde el escritor vivió hasta los 11 años. Está escrita en tercera per-
sona y con voluntad de imparcialidad, hasta el punto de rezar como dedi-
catoria «A la memoria de la buena gente de derechas, a la memoria de la
buena gente de izquierdas». Porque lo que se cuenta en Furtivos del 36 65,
novela aparecida un año después que la anterior, en 2007, es, en palabras
de Antonio Moreno Ayora, que hizo una reseña para los «Cuadernos del
Sur» del diario Córdoba 66, «una realidad socio-histórica que el narrador
describe con objetividad y desapasionadamente, apegándose al realismo y
haciendo que predomine la narración frente al diálogo, colocado oportu-
namente para dar información directa y viva de los acontecimientos».

Furtivos del 36 (2007).

De esta forma se entendió en Palma del Río esa pretensión de ecuani-


midad, que iguala en la novela hasta los miedos («Era el miedo silencioso,
que cada día los iba haciendo a todos un poco más miserables (…). Un
duelo causado por unos o por otros. Fuera como fuera, todo el mundo

65
AGUAYO, Mariano: Furtivos del 36, última de las cuatro novelas escritas por el autor,
que aporta también la pintura que envuelve portada y contraportada. Madrid, Otero
Ediciones SL, 2007.
66
MORENO AYORA, Antonio: «Tiempos de ira y dolor», en diario Córdoba, jueves 20
de diciembre de 2007, p. 5 del suplemento cultural «Cuadernos del Sur».

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ROSA LUQUE REYES

tenía sus muertos que llorar» 67). La presentación del libro en esa localidad
contó con la asistencia de dos destacados socialistas, José Antonio Ruiz
Almenara, a la sazón alcalde, y su predecesor en el cargo, Salvador Blanco,
quien afirmó que «el autor no juzga, relata, coloca una cámara y retrata
cómo la política entra en las vidas comunes»,68 a la vez que alabó el des-
pliegue de conocimientos sobre la ciudad y la recuperación de esa parte de
su memoria histórica.
Aunque por el título podría pensarse que el autor vuelve al tema de la
caza, en realidad sólo lo toca tangencialmente y en su vertiente clandesti-
na, la de los pajariteros furtivos que sacan un dinerillo a base de poner
trampas y lazos por donde pueden. Ésa es la única fuente de ingresos de
los amigos Andresillo el Monjo y Emilio Chirivitas, dos jóvenes pillabichos
y saltalindes —el fino oído de Aguayo para lo castizo vuelve a ser fuente
inagotable— y de sus madres, viudas, pobres de solemnidad y rojas como
ellos. Ambos ven la solución a sus males en la victoria del Frente Popular,
sin sospechar que, tras 40 días de moverse las izquierdas a sus anchas, iban
a cambiar las tornas trágicamente para ellos y para medio pueblo. Lo con-
trario de lo que sucederá a los protagonistas del otro bando, el ingeniero
de la presa Federico Galdón, que salva la vida de milagro en la quema del
casino; Fuensanta, su esposa —personajes basados en los padres del escri-
tor— y Carmen, la hija del matrimonio, que intercederá por la vida de los
muchachos ante el capitán Joaquín Antares, jefe de las tropas rebeldes, con
quien entabla una historia de amor imposible en tiempos revueltos. Y
entre ellos, otros muchos hombres y mujeres cegados por el odio: terrate-
nientes vengativos, guardas desalmados, milicianos sanguinarios y oportu-
nistas arrimados al sol que más calienta.
Todos los papeles, principales y de reparto, están trazados con pluma
maestra y emociones vibrantes. Porque como dejó escrito Xavier Trías de
Bes sobre la novela, «todos los actores de Furtivos del 36 son tremenda-
mente reales, pues que cada uno de ellos es sentido de verdad por Ma-
riano, quien se asentará con excelente nota en ese socialrealismo lírico en
el que tan cómodo se mueve» 69. Pero, a decir verdad, ese lirismo tan pro-

67
AGUAYO, Mariano: Furtivos…, op. cit., p. 125.
68
MANZANO, Elisa: «Mariano Aguayo: En 1936 la gente actuó por condicionantes», en
diario Córdoba, sábado 30 de junio de 2007, p. 59.
69
TRÍAS DE BES, Xavier: «Furtivos del 36 de Mariano Aguayo», en revista Trofeo, dele-
gación de Cataluña. Barcelona, noviembre de 2007. Para quien más tarde fuera alcalde
de Barcelona (2011-2013), que juzga ésta la mejor novela de Aguayo, el escritor es

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MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

pio de Aguayo en este caso atraviesa más su tesis conciliadora que las pala-
bras y la acción que mueven la novela. En ella el lector se enfrenta a epi-
sodios durísimos ya desde las primeras páginas, como la tortura y asesinato
de doña Marta, la boticaria beata, a manos de una patulea de exaltados, y
otros muchos casos de crueldad generalizada tanto de milicianos como de
militares y falangistas. Porque, apunta el narrador, se perdió el respeto a la
muerte. «Por aquellos días podías escaparte de las zarpas de unos para caer
en las de los otros. Como un ratón entre dos gatos» 70. Y de este modo,
apoyadas en frases cortas que agilizan la narración y en su rico vocabulario
cordobés, alternan las escenas de dramatismo escalofriante con otras que
denotan rasgos de humanidad e incluso humor, como un pequeño destello
en la oscuridad (el episodio de cuernos del empleado de banca con Mari-
quilla la fea es desternillante). Y entre todas redondean un texto, de final
tan tremendo como equilibrado, que deja al lector esperando con ganas la
siguiente novela que nunca llegó.
No hubo una quinta novela, pero Mariano Aguayo continuó, eso sí,
escribiendo otros libros, como ya se ha visto. Con lo que no se ha atrevido
es con unas memorias, por considerar que «carecerían de importancia».
Aparte de que —me comentaba la última vez que lo visité en su estudio,
en febrero de 2023— esas memorias las había escrito «cada vez que redac-
taba un artículo o escribía libros, incluidas las novelas. Porque sólo he
escrito de lo que conocía bien —resumió—, narrado siempre con natura-
lidad y sencillez, en el lenguaje de la gente común, y sabiendo que no
hacía nada importante».
Y así, sin darse autobombo ni buscar trascendencia alguna ha llegado
este dandy sereno y sabio a los 92 años, a base de vivir «bien y despacito».
Aunque no ajeno a sinsabores de los que no le gusta lamentarse —al me-
nos públicamente—. Porque no ha tenido que ser fácil moverse a contra-
corriente de modas y prejuicios sociales emparentados con lo políticamen-
te correcto, como sus aficiones a la caza y los toros y el reflejo de éstas en
su obra, constante y sin complejos.

«un clásico vivo, lo cual quiere decir que ya están fijos para siempre sus prestigios éti-
cos, literarios y venatorios. Aguayo es pintor y escritor las veinticuatro horas del día».
70
AGUAYO, Mariano: Furtivos…, op. cit., p. 101. En una entrevista concedida al Abc
(«Córdoba es una ciudad resignada», domingo 19 de diciembre de 2010), a la pregunta
de si «¿Aquello fue una historia de buenos y malos?», el escritor responde: «No, no.
Yo pienso que todos somos buenos, pero hay circunstancias que nos llevan a hacer co-
sas que vistas con el tiempo horrorizan. En aquella época se veía normal. Fusilaban a
un tío y decían que a Fulanito le han puesto un estanco».

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ROSA LUQUE REYES

Ha sido una apuesta por la independencia que no siempre se ha enten-


dido, aunque Aguayo supo compensar la desatención de parte de la crítica
y la oficialidad con un sustancioso éxito comercial. Nunca le faltaron
clientes para sus cuadros y esculturas ni galerías donde exponerlos, al igual
que contó con editoriales dispuestas a publicar sus libros. Y con todo, en
la vertiente plástica y la literaria, fue configurando una obra diversa y
coherente que le ha hecho feliz y hoy nos deja a modo de testamento.
Muchas gracias por su atención.

BIBLIOGRAFÍA Y HEMEROTECA

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gación de Cultura y Patrimonio Histórico, 2023.
AGUAYO, Mariano: Relatos de caza. Córdoba, Servicio de Publicaciones del
Monte de Piedad y Caja de Ahorros, 1986 y, en segunda ed., Madrid,
Otero Ediciones SL, 1996.
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En segunda ed., Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2001.
____ Montear en Córdoba. Córdoba, Obra Cultural de la Caja Provincial de
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____ Con mi gente y otras narraciones de caza. Madrid, Otero Ediciones SL,
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124, enero-junio 1993, pp. 95-99.
____ «Aspectos cinegéticos en la obra de Aurelio Teno», BRAC, 126, enero-
junio 1994, pp. 31-32.
____ ET ALII. El ciervo en Sierra Morena. Córdoba. Servicio de Publicaciones
de la Universidad, 1994.
____ ET ALII. Veinticinco años de escopeta y pluma. Madrid, Lumefa, 1995.
____ Los potritos. Madrid, Otero Ediciones SL, 1997.
____ La sierra, los lances, los perros. Madrid, Otero Ediciones SL, 1998.
____ La montería. Madrid, Otero Ediciones SL, 2000.
____ ET ALII. El futuro de la caza. Madrid, Fundación Natura, 2000.
____ Los perros y yo. Madrid, Otero Ediciones SL, 2002.
____ Vivir bien y despacito. Madrid, Otero Ediciones SL, 2003.
____ La caza en el cante. Madrid, Otero Ediciones SL, 2004. Y en autoed. no
venal, Córdoba, 2003.

118 BRAC, 173, I (2024) 73-119


MARIANO AGUAYO, ARTISTA DE LA PALABRA

____ Textos líricos. Madrid, La Trébere, 2005.


____ El otoño de los jabalines. Madrid, Otero Ediciones SL, 2005.
____ Querida tía Luisa. Córdoba, Almuzara, 2006.
____ Furtivos del 36. Madrid, Otero Ediciones SL, 2007.
____ «La caza en el arte», BRAC, 152, enero-junio 2007, pp. 63-66.
____ Desde mi testero. Cosas de la sierra. Córdoba, Almuzara, 2009.
____ El gran libro de la rehala. Córdoba, Almuzara, 2009.
____ Vocabulario general de la montería española. Córdoba, Almuzara, 2010.
____ Del monte y la montería. Madrid, La Trébere, 2011.
____ Estirpe Cárdenas. Edición numerada. Madrid, La Trébere, 2011.
____ y AGUAYO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Mariano: Al son de las caraco-
las. Madrid, La Trébere, 2015.
ASENSI LIDÓN, Alfredo: «Que la caza no esté bien vista es un contrasentido
cultural», entrev. en El Día de Córdoba, domingo 17-11-2002, p. 51.
COST, Alfonso: «El color de las letras», en revista de arte CÓRDOBAexpone, 7,
nov.-dic. 2013, p. 3.
GONZÁLEZ-RIPOLL, Juan Luis: El dandy del lunar. Barcelona, Destino, 1983.
____ Narraciones de caza mayor en Cazorla. Madrid, Everest, 1974.
LUQUE REYES, Rosa: «Córdoba ha dado la vuelta a su mentalidad como un
calcetín, y creo que para mal», entrev. en Córdoba, domingo 30-1-2011,
pp. 18-20.
____ «Mariano Aguayo. Volver a empezar», art. en CÓRDOBAexpone, 7, nov.-
dic. 2013, p. 11.
____ «El nuevo Mariano Aguayo», art. en Córdoba, jueves 12-12-2013, p. 4.
____ «Los años fértiles», art. en Córdoba, jueves 9-6-2022, p. 26.
____ «Mariano Aguayo, el círculo se cierra», art. en Córdoba, jueves 26-6-
2023, p. 25.
MANZANO, Elisa: «Mariano Aguayo: ‘En 1936 la gente actuó por condiciona-
mientos’», inf. en Córdoba, 30-6-2007, p. 59.
MORENO, Aristóteles: «Córdoba es una ciudad resignada», entrev. en ABC,
domingo 19-12-2010, pp. 58-59.
____ «He vivido bien y despacito», entrev. en ABC, domingo 3-7-2022, p.
MORENO AYORA, Antonio: «Tiempos de ira y dolor», en Córdoba, jueves 20-
12-2007, p. 5 del suplem. «Cuadernos del Sur».
TRÍAS DE BES, Xavier: «Furtivos del 36 de Mariano Aguayo», art. en revista
Trofeo, delegación de Cataluña. Barcelona, nov. 2007.

BRAC, 173, I (2024) 73-119 119


DISCURSO DE CONTESTACIÓN AL DE INGRESO DE LA
ILMA. SRA. D.ª ROSA LUQUE REYES

María del Sol Salcedo Morilla


Académica Numerario

Excelentísimo Sr. Presidente


y Junta Rectora,
Ilustre Cuerpo Académico,
Dignas autoridades,
Señoras y señores.

E sta noche, la ya Ilustrísima Señora Doña Rosa Luque Reyes y yo,


estamos de estreno. Ella se ha estrenado como académica numera-
ria y yo voy a estrenarme como contestadora, cosa que agradezco
enormemente, porque cuando era pequeña, ante el menor signo de rebel-
día dialéctica, era silenciada de inmediato, sin posibilidad de defensa, con
el clásico ¡Niña, no contestes! ¡A los mayores no se les replica, que eres
una contestona! Más tarde, en la adolescencia, cuando creía que era fácil
arreglar el mundo y sus injusticias, y polemizaba sobre las maneras de lle-
varlo a cabo, me gané, al menos en mi casa, el calificativo de contestataria.
Así que hoy, que por fin puedo contestar sin que nadie me lo recrimine,
es más, que debo hacerlo por imperativo de esta Academia, empiezo por
la espontánea y sincera felicitación a mi querida Rosa, amiga desde hace
tiempo y compañera de muchos avatares periodísticos, ya que ella fue
durante años la receptora de mis artículos para su publicación en el diario
Córdoba.
Así que, puesta ya manos a la obra, acudo a los puntos 4 y 5 de nuestro
Reglamento de Régimen Interior, en los que se define claramente la mi-
sión que me ha sido encomendada por la Corporación: Tengo que com-
poner un texto que guarde relación temática con el discurso y que con-
tenga una parte destinada a la laudatio de, en este caso, la nueva numeraria
y, como esto es lo que menos trabajo me va a costar y más satisfacción va a
proporcionarme, me propongo respetar el orden que marca el reglamento

BRAC, 173, I (2024) 121-128 121


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

y ceñirme al tema del discurso de Rosa: «Mariano Aguayo, artista de la


palabra».
Naturalmente, ahora, después de, para poder contestarle, leer ávida-
mente el interesante trabajo de Rosa Luque, mi conocimiento de Mariano
Aguayo como escritor es más profundo, pero tengo que decir que su face-
ta como articulista me era conocida. De hecho, conservo muy vivo el
recuerdo de Miguel Salcedo Hierro recortando sus artículos y archivándo-
los cuidadosamente. Es fácil deducir que, si los recortaba y guardaba, era
porque le gustaban y, probablemente, en algunos conceptos coincidían;
no, desde luego, en los cinegéticos, porque Salcedo Hierro no era cazador
—su padre, por el contrario, sí— pero, por ejemplo, sí sentía, como Ma-
riano Aguayo, amor por la Naturaleza, con mayúsculas y, en especial, por
Córdoba.
También coinciden en la preferencia por el tamaño de la botella de
vino, cuya medida estándar, la que más comúnmente se usa en hostelería
es de 750 ml., pero también hay tamaños especiales, con nombres tan es-
peciales como los tamaños, que en los vinos tranquilos y generosos, a los
que se refieren Mariano Aguayo y Miguel Salcedo son los siguientes: la
botella de 15 litros se llama Nabucodonosor; la de 12 , Baltasar; la de 9,
Salmanazar; la de 6 litros, Imperial; la de 4,5 Jeroboán; la de 3 litros, Do-
ble Magnum; la de 1,5 Magnum; la de 750 ml. es la Estándar, como ya
sabemos; la de 375 ml. es la media botella; y la de 187,5 ml. que es el
cuarto de botella se llama Pícolo o Split.
Cabe suponer que esta abundancia de nombres bíblicos son un home-
naje a Noé, vitivinicultor avezado y buen catador que, vete a saber, a lo
mejor debió a ello su longevidad ya que fue el tercero más longevo de
toda la Biblia.
Pero volvamos al tamaño de botella preferido por Mariano Aguayo,
que está suficientemente explicado en su artículo titulado «Llanto por la
media botella», del que me atrevo a reproducir algunos párrafos:
Llenar de vino fino sólo un tercio de la copa, moverlo ligeramente
y acercarlo a la nariz para aspirar su aroma es un prólogo tan impor-
tante que puede resultar, quizá, más satisfactorio que el hecho mis-
mo de beber. Es la premonición del placer, el presentimiento del
paladar, la solemnidad del rito. Luego vendrá la buena medida, el
temple y el dominio sobre la bebida. La sabiduría del buen beber...
Tengo yo para mí que es a esta irrefrenable manía por la prisa a la
que debemos la desaparición de la media botella, que ya no se en-

122 BRAC, 173, I (2024) 121-128


DISCURSO DE CONTESTACIÓN AL DE INGRESO DE LA ILMA. SRA. D.ª ROSA LUQUE REYES

cuentra ni con linterna... Una botella de vino entre unos pocos


amigos, es mucho vino. Crea un compromiso grosero. Sin embar-
go, la media es una bebida sabia, liviana. Decía Alfonso Cruz Con-
de... que una media botella debía durar en la mesa lo que un toro
en la plaza.
Y ésta es la coincidencia con Salcedo Hierro, que decía que la media
botella es la medida ideal para una conversación de media hora entre dos
amigos.
Explica el hijo mayor de Mariano Aguayo que el padre «tenía el cora-
zón puesto en la escritura y la cabeza en la pintura». «Le ha gustado mucho
más escribir que pintar. La pintura fue su medio de vida y la escritura su
afición», añade el segundo de sus tres hijos, también pintor, «al no poder
seguir escribiendo, ha puesto toda su experiencia al servicio de la pintura,
con la alegría de poder expresarse».
Es clásica esta dicotomía —corazón y cabeza— a la que todos nos en-
frentamos, identificando corazón con sentimientos y cabeza con racionali-
dad. Una lucha perpetua entre lo que deseamos y lo que nos conviene o
creemos que nos conviene o nos convencen de que nos conviene, porque
rara vez coinciden y andamos por la vida sacrificando una de las opciones,
aunque nadie nos garantiza que la elección sea acertada. Escritura y pintura
son dos formas de expresión y es una suerte desenvolverse bien en una y
en otra. En este sentido Mariano Aguayo ha sido afortunado al tener para
su arte un cauce alternativo. Y voy a centrarme en el tema principal de su
pintura: la caza; pero no la caza como deporte, de la que soy absolutamen-
te ignorante, sino de la cocina de la caza que, junto a la pesca y la recolec-
ción, son las más antiguas formas de alimentación, y a pesar de estar a pun-
to de cumplirse la primera cuarta parte del siglo XXI, continúan vigentes.
Las preparaciones de caza constituyen una parte importante y variada
de nuestros recetarios de cocina locales, comarcarles y regionales. Las car-
nes procedentes de la caza requieren tratamientos especiales que eliminen
cualquier rastro de sabor u olor que extrañe a nuestros civilizados paladares
y exigen el imprescindible tiempo de reposo que relaje y ablande las fibras
musculares tensas, el conocido como rigor mortis. El proceso será distinto
para cada pieza, en proporción al tamaño y la especie: pocos arreglos nece-
sita la delicada carne de una perdiz; en cambio, la de venado, por ejemplo,
necesita varios días de inmersión, cambiándola de posición cada doce ho-
ras, en una marinada compuesta de vino —blanco o tinto, según la fórmu-
la de cada cual— o vinagre, cebollas, zanahorias, ajos, hierbas aromáticas y

BRAC, 173, I (2024) 121-128 123


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

especias. Los escabeches también son aliños afines con la caza, destinados a
domar y matizar sus recuerdos montaraces.
Empecemos por el tiempo de reposo, operación que los franceses lla-
man faisandage, por ser el tratamiento que se le daba al faisán. Las piezas de
pluma se colgaban del cuello en lugar fresco y seco donde hubiera alguna
corriente de aire, con el fin de que se ablandasen los tejidos y se desarrolla-
se el sabor característico correspondiente a ese ablandamiento. Savarin
decía: «El faisán quiere ser esperado como una pensión del Gobierno para
un escritor que nunca ha sabido adular a nadie». Y es que hubo un tiempo
en que se hacía alcanzar a la caza casi el límite de la putrefacción. Algunas
recomendaciones de la época indicaban que el ave debía permanecer col-
gada hasta que por su ablandamiento, se partiese por el cuello y cayese por
su propio peso. Aunque actualmente las medidas higiénico-sanitarias acon-
sejen otra cosa, no deben extrañarnos estos hábitos: los seres humanos, en
los comienzos de su andar sobre la tierra, seguramente se disputaron los
restos de animales muertos con las especies carroñeras.
Son muchas las civilizaciones que contemplan la faisandage más profun-
da, por ejemplo, los inuit, que viven en Groenlandia, tienen un plato in-
vernal llamado kiviak que se prepara rellenando el cuerpo vaciado de una
foca con unas aves que se colocan en su interior íntegras, con plumas,
picos y patas. Se cose y sella la piel de foca, se le coloca peso encima para
eliminar todo el aire posible y se le deja fermentar durante tres meses, al
cabo de los cuales, consideran el resultado listo para el consumo. Es comi-
da especial para celebraciones.
Y no nos extrañemos tanto, ya que los chuletones de vaca madurada o
de buey madurado, que pagamos a precio de oro en restaurantes y carni-
cerías especializadas, pueden haber estado en reposo durante meses, eso sí,
con temperaturas controladas, igual que el aire y la humedad, como ocurre
con las carnes que sirven en el restaurante El Capricho, en el pueblo leo-
nés llamado Jiménez de Jamuz. Allí el proceso comienza con el tipo de
crianza que se les da a los bueyes, a los que procuran un ambiente lento y
silencioso, donde son acariciados, masajeados, cepillados y alimentados con
cereales, complementando esta dieta con la ingesta de las hierbas aromáti-
cas —tomillo, romero y lavanda— que pastan libremente, puesto que
viven a la intemperie, en plena naturaleza; y así año tras año, hasta que
alcanzan los niveles de calidad que se les exige para su sacrificio. Pero vol-
vamos a las aves y a su desplumado.

124 BRAC, 173, I (2024) 121-128


DISCURSO DE CONTESTACIÓN AL DE INGRESO DE LA ILMA. SRA. D.ª ROSA LUQUE REYES

A una amiga mía le regalaron un pavo de 17 kg. Le hicieron el favor de


matárselo allí mismo, en su propia cocina y en su presencia, para que
aprovechase la sangre y comprobase por sí misma la frescura del animal. Y
hasta ahí llegó el favor, porque los matarifes se fueron, dejándole el mons-
truo, con todas sus plumas, sobre la mesa de la cocina. Así que mi amiga,
que estaba embarazada de ocho meses y medio y sola, porque su marido
estaba de viaje, se vio en la situación de desplumarlo y descuartizarlo sin
ayuda. Lo hizo. Y al día siguiente estaba de parto. Afortunadamente, su
hija nació bien e incluso pudiera ser que su adelanto sobre la fecha prevista
no tuviera nada que ver con el episodio del pavo, pero la historia es así. Y
sería muy de desear que, si te regalan una pieza de caza de pluma, te la
dieran ya sin plumas.
Cierto que el pavo, por ser animal doméstico, no tendría cabida en este
análisis, aunque todavía quedan guajalotes o pavos salvajes en los bosques
de México y Estados Unidos, pero como es ave, comparte con perdices,
becadas, codornices, zorzales y palomas torcaces el desplumado previo a su
preparación. Hay dos formas de desplumar un ave, por ejemplo, una per-
diz. Lo tradicional es hacerlo en seco; nada de remojar en agua caliente
porque lo único que se conseguiría es cocer la carne. Empezar por la pe-
chuga, luego las alas y por último la espalda; la cabeza se deja para el final.
La otra forma consiste en desollar al animal, es decir, quitarle la piel,
con lo cual salen todas las plumas de una vez. Se cortan las alas, las patas y
la cabeza; se corta desde el cuello la piel de la pechuga y después, ya saben,
ir despellejando como si le quitáramos un abrigo, sacando los muslos, que
para eso se han cortado las patas. Los muy avezados en esta técnica pueden
ir a minuto por perdiz y, si mi amiga la hubiera conocido, tal vez la habría
empleado, ya que cuando hace limpieza en profundidad todavía encuentra
alguna pluma y su hija tiene ya 25 años.
Los cocineros prefieren el desplumado tradicional, por aquello de que
la piel transmite matices y porque ayuda a mantener la firmeza de la carne,
pero los cocineros suelen tener pinches que les hacen el trabajo sucio, y
nunca mejor dicho, porque les estoy ahorrando, para no herir la sensibili-
dad de nadie aquí presente, la descripción del destripado.
A todas las carnes de caza le van los guisos y los estofados, pero si las
piezas son jóvenes y pequeñas, admiten el asado y la brasa. Como acom-
pañamientos y rellenos, las setas —relacionadas con lluvias copiosas y soles
radiantes— que son frutos típicamente otoñales y establecen interesantes

BRAC, 173, I (2024) 121-128 125


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

afinidades con la caza; así que a la plancha, guisadas o reducidas a salsa, son
ideales para su aliño y guarnición; igual que las frutas secas, las frutas silves-
tres y los frutos secos. Paso a enumerar algunos platos, cuyos nombres son
lo suficientemente descriptivos como para orientar y sugerir sus elabora-
ciones: escabeche de perdiz; pichón en su jugo con patatas; jabalí al vino
tinto; tarrina de paloma torcaz; habichuelas con perdiz; arroz con liebre;
salteado de níscalos a la cazadora; lomo de ciervo a la brasa con arándanos
y setas; paté de faisán trufado con caramelo de Pedro Ximénez; conejo
con membrillo y manzanas; ensalada templada de pechuga de pato; arroz
de conejo, setas, espárragos y caracoles...
Los desayunos y comidas de montería merecen capítulo aparte, así que
antes de enredarme en tales suculencias, pasaré a la laudatio de la recién
estrenada académica numeraria:
Doña Rosa Luque Reyes es sobradamente conocida dentro y fuera de
esta Academia y posee un currículum cuya extensión excede la capacidad
de estas páginas, aunque está en las mentes de todos, porque el trabajo
periodístico siempre tiene como finalidad ser expuesto públicamente. Así
ha sido durante sus casi cuarenta años en el diario Córdoba, en el que em-
pezó como alumna en prácticas estivales durante cuatro años, y a partir de
ahí fue asumiendo responsabilidades hasta pasar de redactora a jefa de sec-
ción, estando como tal al frente de las secciones de Local, Cultura y Su-
plementos. Esto ha permitido que lo más granado de la sociedad cordobe-
sa, en letras, historia, ciencias y artes haya pasado por sus manos, mejor
dicho, por su pluma, en forma de entrevistas, reportajes, crónicas, biogra-
fías e investigaciones, experiencias que ha aplicado exitosamente en esta
Academia.
El de Rosa Luque es un caso de vocación prematura, pues en vez de
jugar a las casitas con sus hermanas, jugaba a hacer entrevistas imitando a
las que veía en aquella televisión en blanco y negro, que alimentó la niñez
y la adolescencia de muchos de los aquí presentes. Rosa nació en Córdo-
ba, de padre platero —con ese origen no se puede ser más de Córdoba—
y madre dedicada al cuidado de la familia, lo que entonces se definía como
«sus labores», y estudió bachillerato y COU en el Instituto Luis de Góngo-
ra donde, según sus propias palabras, recibió una formación tan sólida que
le permitió vivir de las rentas durante los primeros cursos universitarios.
Con algunos de los profesores que le impartieron enseñanza, a los que
recuerda con cariño y orgullo, ha vuelto a reencontrarse aquí.

126 BRAC, 173, I (2024) 121-128


DISCURSO DE CONTESTACIÓN AL DE INGRESO DE LA ILMA. SRA. D.ª ROSA LUQUE REYES

Rosa es licenciada en Ciencias de la Información, rama de Periodismo,


por la Universidad Complutense de Madrid, desde junio de 1981, y ha
realizado numerosos cursos de formación en Nuevas Tecnologías imparti-
dos en la Redacción de diario Córdoba y los promovidos por la Asociación
de la Prensa de Córdoba. También se preocupó de perfeccionar su inglés
en el medio año sabático que pasó en Londres, donde trabajó algunas se-
manas para el Daily Telegraph, circunstancia que aprovechó para realizar un
estudio sobre la prensa británica.
Ha participado en numerosas publicaciones promovidas por el diario
Córdoba, suplementos especiales y libros editados por el rotativo.
- 50 años de Córdoba
- 60 años de Córdoba
- Córdoba 70 años. Mirando al futuro
- Historia de los Cordobeses del Año
- 75 años de Córdoba
- Córdoba, con el 40 aniversario de la Constitución Española
- Cita con la vida
- 50 años de Los Califas
- Fosforito. Esencia del cante
Ha intervenido como ponente en congresos, en Ferias del Libro, en
presentaciones de libros... En 2004 recibió el premio de periodismo Ciu-
dad de Córdoba, que otorga la Asociación de la Prensa. En 2011 publicó
su libro sobre el Grupo Cántico Resistencia y vanguardia de los poetas de Cór-
doba. Actualmente, ya jubilada, mata el gusanillo del periodismo con su
artículo semanal de los jueves, «Entre visillos», en el Córdoba.
En 2007 entró en esta Real Academia como miembro correspondiente
en la capital. Ha sido vicesecretaria en dos ocasiones: siendo presidente D.
Joaquín Criado Costa y después, siendo presidente D. José Cosano Mo-
yano.
Tiene publicados en el Boletín de la Real Academia los textos corres-
pondientes a sus intervenciones en ella, además de participar en libros edi-
tados por la Academia y en las Jornadas Académicas. Han sido especial-
mente celebradas sus Conversaciones en Directo con personajes de la talla de
Fosforito, Manuel Concha, José Manuel Belmonte, Javier Martín, Casiana
Muñoz Tuñón y Pablo García López.

BRAC, 173, I (2024) 121-128 127


MARÍA DEL SOL SALCEDO MORILLA

La Ilustrísima Señora Doña Rosa Luque Reyes tiene méritos, premios


y distinciones que justifican sobradamente su ingreso como Académica
Numeraria de esta Academia, donde podrá continuar realizando sus bri-
llantes aportaciones. Rosa, recibe mi cariñosa bienvenida y mi caluroso
abrazo.

128 BRAC, 173, I (2024) 121-128


ARTÍCULOS
MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO
XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES BLÁZQUEZ (1702-1766)

Juan Aranda Doncel


Académico Numerario

RESUMEN

PALABRAS CLAVE En el conjunto de órdenes religiosas masculinas asentadas en


la capital cordobesa se encuentran los monjes basilios que fundan
Órdenes religiosos.
Siglo XVIII.
su monasterio en 1590 en el barrio del Alcázar Viejo y alcanzan
Córdoba. bastante relevancia en el siglo XVIII. Uno de los religiosos más
Basilios. ilustres en esta centuria es el P. D. Jerónimo Vilches Blázquez,
Jerónimo Vilches Blázquez. nacido en 1702 y fallecido en 1766.

ABSTRACT

KEYWORDS Among the group of male religious orders settled in the capital
of Córdoba are the Basilian monke, who found their monastery in
Religious Orders.
XVIII Century.
1590 in the neighborhood of Alcázar Viejo and became quite
Córdoba. important in the eighteenth century. One of the most illustrious
Basilians. religious in this century is Father Jerónimo Vilches Blázquez, born
Jerónimo Vilches Blázquez. in 1702 and died in 1766.

INTRODUCCIÓN

L a Andalucía del Guadalquivir se convierte a


lo largo de los siglos XVI y XVII en verda-
dera tierra de promisión para las órdenes
religiosas masculinas atraídas por la vitalidad demo-
gráfica y económica al amparo del tráfico mercantil
indiano. Hasta mediados del seiscientos la capital
hispalense es el epicentro del monopolio comercial
con el Nuevo Continente. A partir de esta fecha se
Boletín de la Real Academia
desplaza a la bahía gaditana, donde se establece la
de Córdoba. cabecera de la flota en 1680 1.

1
Vid. COLLADO VILLALTA, Pedro: «En torno a los orígenes del monopolio comercial
gaditano: mercaderes extranjeros y cambio económico del área sevillana a la bahía de
Cádiz en la segunda mitad del siglo XVII», en VV. AA.: Actas II Coloquios de Historia
de Andalucía. Andalucía Moderna. I. Córdoba, 1983, pp. 603-615.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 131


JUAN ARANDA DONCEL

Claustro y espadaña del convento franciscano de San Pedro el Real


(foto Jesús Mohedano).

132 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

El elevado número de fundaciones realizadas viene propiciado asimis-


mo por el nacimiento y propagación de los mínimos de san Francisco de
Paula, hospitalarios de san Juan de Dios y jesuitas. También por las nuevas
ramas descalzas y recoletas surgidas en el seno de los franciscanos, carmeli-
tas, trinitarios, agustinos, mercedarios, basilios y otros 2.
La expansión de las órdenes religiosas en el XVII continúa, a pesar del
freno de las disposiciones de las cortes castellanas que manifiestan una
frontal oposición al establecimiento de nuevos conventos. Una prueba
evidente la tenemos en las cláusulas del servicio de millones a la corona 3.
Idéntica postura adoptan en ocasiones los prelados y los cabildos cate-
dralicios y municipales de las capitales de las diócesis de la Baja Andalucía.
También las comunidades del clero regular rechazan de manera abierta el
incremento de las fundaciones existentes en los núcleos urbanos. Sin em-
bargo, con bastante frecuencia las prohibiciones quedan sin efecto y los
obstáculos salvados por las decisiones de los propios monarcas o la actua-
ción de influyentes personajes de la nobleza.
El fenómeno cobra una notoria relevancia en Córdoba que experimen-
ta un fuerte crecimiento demográfico y económico en el período 1530-
1590 4. Sin duda, esta circunstancia favorece el asentamiento de nuevos
efectivos humanos pertenecientes a distintas órdenes religiosas en los siglos
XVI y XVII, dejando una profunda huella en la ciudad 5. En su mayoría
fomentan cofradías y devociones populares, realizando, al mismo tiempo,
una meritoria labor en el campo de la predicación. También llevan a cabo
una encomiable actividad asistencial, educativa y cultural 6.

2
Un buen estudio de conjunto es el de MARTÍNEZ CUESTA, Ángel: «El movimiento
recoleto en los siglos XVI y XVII». Recollectio, 5 (1982), pp. 5-47.
3
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio: Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régi-
men. Madrid, 1973, pp. 276-284.
4
FORTEA PÉREZ, José Ignacio: Córdoba en el siglo XVI: las bases demográficas y económicas
de una expansión urbana. Córdoba, 1981.
5
En los albores de la centuria del quinientos existen en la ciudad o en sus proximidades
once comunidades masculinas. Los dominicos tienen los conventos de San Pablo y
Santo Domingo de Scala Coeli. Los franciscanos ocupan el de San Pedro y la rama re-
coleta el de San Francisco de la Arruzafa, mientras que los terceros regulares viven en
las afueras hasta que a comienzos del siglo XVII se trasladan junto a la puerta de Baeza.
También están presentes los trinitarios, mercedarios, agustinos, antoninos, cistercienses
y jerónimos.
6
Acerca de las fundaciones y del papel del clero regular en la urbe cordobesa durante las
mencionadas centurias, vid. ARANDA DONCEL, Juan: «Las órdenes religiosas en la

BRAC, 173, I (2024) 131-180 133


JUAN ARANDA DONCEL

En la primera mitad del quinientos se produce la llegada de los míni-


mos de san Francisco de Paula en 1510, quienes reciben en esa fecha del
obispo la ermita de Nuestra Señora de las Huertas, situada fuera del recin-
to amurallado enfrente de la puerta de los Gallegos. A la vez el concejo les
cede un amplio terreno anejo, donde se levantan las instalaciones conven-
tuales dedicadas a Nuestra Señora de la Victoria 7.
Por el contrario, la comunidad cisterciense del monasterio de los Santos
Mártires se disuelve e inmediatamente en 1530 el prior del convento do-
minicano de Scala Coeli traslada a los frailes al nuevo emplazamiento. Las
razones esgrimidas van a ser la fragosidad y aislamiento de la sierra, la dis-
tancia a la ciudad y la insalubridad de la zona 8.
No obstante, la situación se normaliza pocos años después por el maes-
tro general de la orden fray Juan Fenario, quien en la visita efectuada a la
ciudad en la primavera de 1535 dicta una resolución que lleva aparejada la
restauración de la vida comunitaria en Scala Coeli, una tarea encomendada
al célebre fray Luis de Granada. A partir de ahora los hijos espirituales de
santo Domingo de Guzmán poseen tres cenobios con unos rasgos bien
diferenciados.
El establecimiento de los carmelitas en Córdoba se enmarca en el pro-
ceso de expansión de la orden en tierras andaluzas 9. El 12 de octubre de
1542 el obispo Leopoldo de Austria autoriza la fundación y dona la ermita
de la Vera Cruz, situada a extramuros en el camino de Madrid. El asenta-
miento se halla en estado precario por su alejamiento del casco urbano y la
escasez de medios 10. Ambas razones justifican el cambio de emplazamiento
en 1580 a la llamada puerta Nueva, una de las entradas a la ciudad que

Córdoba de los siglos XVI y XVII», en ARANDA DONCEL, Juan y COSANO


MOYANO, José (eds.): El reino de Córdoba y su proyección en la Corte y América durante
la Edad Moderna. Córdoba, 2008, pp. 51-174.
7
MONTOYA, Lucas de: Coronica de la Orden de los Minimos de San Francisco de Paula su
fundador. Madrid, 1619, pp. 64-65. ARANDA DONCEL, Juan: «Los mínimos de san
Francisco de Paula en Andalucía durante la Edad Moderna: el convento de la Victoria
de Córdoba (1510-1835)», en SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano (ed.): Los mínimos en
Andalucía. Almería, 2006, pp. 15-29.
8
HUERGA, Álvaro: Escalaceli. Madrid, 1981, pp. 176-187. ARANDA DONCEL, Juan:
«El convento de los Santos Mártires de Córdoba (1531-1835)». Archivo Dominicano,
XXXIV (2013), pp. 139-144.
9
STEGGINK, Otger: La reforma del Carmelo español. La visita canónica del general Rubeo y su
encuentro con Santa Teresa (1566-1567). Roma, 1965, pp. 31-33.
10
ARANDA DONCEL, Juan: «Las vicisitudes de la ermita de la Vera Cruz de Córdoba
durante el siglo XVI». Boletín de la Real Academia de Córdoba, 154 (2008), pp. 111-126.

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MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Vista exterior del convento de Scala Coeli (foto Carlos Romero Mensaque).

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JUAN ARANDA DONCEL

registra en las últimas décadas del siglo XVI mayor tránsito de personas y
mercancías 11.
En los comedios de la centuria del quinientos los jesuitas llevan a cabo
en la ciudad la primera fundación en territorio de Andalucía, fruto de una
serie de circunstancias favorables. Resulta determinante el apoyo prestado
por el Maestro Juan de Ávila y el de la marquesa de Priego doña Catalina
Fernández de Córdoba, cuyo respaldo incondicional obedece al ingreso en
1552 de su hijo Antonio en la Compañía de Jesús. Los dos aportan recur-
sos para el sostenimiento del colegio que estaría situado en la denominada
casa del Agua en la demarcación parroquial de Santa María (Catedral) 12.
También colaboran económicamente el concejo y el deán de la catedral
don Juan Fernández de Córdoba, quien hace donación de su mansión en
el elitista barrio de Santo Domingo de Silos 13.
El colegio de los jesuitas comienza su andadura a finales de 1553 en la
mencionada casa del Agua y, tras la realización de las obras de acondicio-
namiento, se traslada en junio de 1555 al inmueble cedido por el preben-
dado. El acontecimiento se celebra con un solemne acto al que asiste el
titular de la diócesis Leopoldo de Austrria.
Los seguidores de san Juan de Dios se hacen cargo del hospital real de
San Lázaro mediante la entrega llevada a cabo en 1570 por Felipe II al
hermano Baltasar de los Reyes, quien desarrolla una incansable actividad
en favor del establecimiento sanitario. Asimismo los llamados popularmen-
te hermanos de la capacha realizan una labor heroica con motivo de las
mortíferas epidemias que azotan al vecindario en las décadas finiseculares
del XVI y a lo largo de la centuria siguiente.
El asentamiento de los carmelitas descalzos tiene lugar en 1586 por ini-
ciativa del vicario provincial de Andalucía fray Juan de la Cruz que cuenta
con el respaldo del deán de la catedral Luis Fernández de Córdoba, hijo de
11
Id.: «Los carmelitas calzados de Puerta Nueva de Córdoba (1580-1835)», en CAMPOS
Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, Francisco Javier (ed.): Monjes y Monasterios Españoles,
Actas del Simposium. II. San Lorenzo del Escorial, 1995, pp. 68-76.
12
El proceso fundacional ha sido bien estudiado por SOTO ARTUÑEDO, Wenceslao:
«San Juan de Ávila y la Compañía de Jesús. La fundación del colegio de Córdoba», en
PÉREZ MOYA, Manuel y LLAMAS VELA, Antonio (eds.): Vida y obra de San Juan
de Ávila. Actas del II Congreso Internacional sobre San Juan de Ávila. Córdoba, 2020, pp.
143-184.
13
DÍAZ RODRÍGUEZ, Antonio José: «Las casas del deán don Juan de Córdoba: lujo y
clientela en torno a un capitular del Renacimiento». Hispania Sacra, LXI (2009), pp.
77-104.

136 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Fachada del templo monacal de Nuestra Señora de la Paz (foto Francisco Aguayo).

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los señores de Guadalcázar. El futuro arzobispo de Sevilla interviene direc-


tamente el 27 de abril de ese año en la cesión de la ermita de San Roque,
localizada en la bulliciosa demarcación de Santa María.
La lista de fundaciones en el quinientos se cierra con la de los monjes
basilios que se establecen de manera definitiva en 1590 en el barrio del
Alcázar Viejo, como tendremos ocasión de ver más adelante al esbozar su
trayectoria hasta el siglo XVIII.
El proceso expansivo de las órdenes religiosas en la capital cordobesa se
mantiene en la centuria del seiscientos con el nacimiento de nuevas co-
munidades. La primera va a ser la de los trinitarios descalzos que solicitan
el permiso del concejo en marzo de 1607. Tanto el titular de la silla de
Osio como el corregidor facilitan su llegada, puesto que ambos tienen en
cuenta el interés mostrado por el duque de Lerma en favorecer al refor-
mador de la orden redentora fray Juan Bautista de la Concepción 14.
A pesar de la oposición manifestada por agustinos y mercedarios, el
obispo fray Diego de Mardones hace entrega el 13 de febrero de 1608 a
los frailes de la ermita de Nuestra Señora de Gracia en el barrio de San
Lorenzo, circunscripción parroquial sin presencia del clero regular 15.
El reducido espacio de la clausura y el trasiego de la collación de Santa
María son los argumentos esgrimidos para justificar el traslado de los car-
melitas descalzos a un sitio amplio a extramuros de la demarcación parro-
quial de Santa Marina, junto a la puerta del Colodro, en 1614. La decisión
origina disensiones en el seno de la comunidad y el rechazo del concejo,
pero estas reticencias van a ser superadas a la postre por la firmeza del ge-
neral de los reformados del Carmelo y la intervención del duque de Ler-
ma.
Las antiguas dependencias del convento de San Roque se venden a los
carmelitas calzados o de la antigua observancia que establecen una segunda
comunidad dedicada como casa de estudios a impartir enseñanzas de teo-
logía a los coristas de la orden de la provincia andaluza.

14
PUJANA, Juan: San Juan Bautista de la Concepción. Carisma y misión. Madrid, 1994, pp.
308-313.
15
Acerca de las vicisitudes de la trayectoria de la comunidad, vid. PORRES ALONSO,
Bonifacio: Nuestra Señora de Gracia. Un convento cordobés del siglo XVII. Córdoba, 1998.
ARANDA DONCEL, Juan: «San Juan Bautista de la Concepción y los trinitarios des-
calzos en Córdoba (1607-1835)». Trinitarium, 22 (2015), pp. 157-257.

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MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Las presiones en contra de la mayoría de los religiosos no impiden que


los capuchinos logren en 1629 alojarse de manera provisional en el hospi-
tal de los Desamparados, situado en la demarcación parroquial de El Salva-
dor. Posteriormente, en la primavera de 1633, solicitan licencia al cabildo
catedralicio, estando la sede episcopal vacante, para mudarse al inmueble
cedido por el marqués de Armuña, donde se establecen de forma definiti-
va.
En el último tercio del siglo XVII tiene lugar el asentamiento de los
franciscanos descalzos o alcantarinos, gracias al generoso mecenazgo del
canónigo y dignidad de maestrescuela de la catedral Francisco A. Bañuelos
y Murillo. El proceso de fundación resulta bastante arduo, debido a los
numerosos obstáculos que deben salvarse a lo largo del período 1673-
1682 16.
Por último, hay que incluir en la relación la congregación hospitalaria
de Jesús Nazareno y la del Oratorio de San Felipe Neri. La primera tiene
un carácter diocesano en su etapa inicial y el nacimiento es obra del beato
Cristóbal de Santa Catalina en febrero de 1673 en la capital cordobesa. La
segunda constituye la realización de mayor proyección en la ciudad llevada
a cabo por el canónigo lectoral Luis A. Belluga y Moncada, quien consi-
gue las pertinentes licencias y bendice las dependencias en 1696 17. Tres
años después el futuro purpurado aborda la construcción de un nuevo
templo, cuyas obras se paralizan temporalmente al ser promovido a la dig-
nidad episcopal en 1705 18.
Los miembros del clero regular se hallan presentes en todas las collacio-
nes o demarcaciones parroquiales de la ciudad, salvo en las de San Pedro y
Espíritu Santo por razones bien distintas 19. Aquella por su entidad demo-

16
ARANDA DONCEL, Juan: «Presencia de los franciscanos descalzos en la diócesis de
Córdoba durante el siglo XVII: las vicisitudes de la fundación del convento de San
Pedro de Alcántara», en VÁZQUEZ LESMES, Rafael (coord.): Homenaje a Antonio
Domínguez Ortiz. Córdoba, 2004, pp. 133-178.
17
Aunque el establecimiento del Oratorio de San Felipe Neri tiene lugar en 1696, la
aprobación y confirmación de la fundación se llevan a cabo por Clemente XI, me-
diante una bula expedida en Santa María la Mayor el 25 de septiembre de 1702.
18
ARANDA DONCEL, Juan: La Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Córdoba.
Estudio histórico y artístico de un edificio singular. Madrid, 2014.
19
En los siglos XVI y XVII Córdoba está dividida en 15 circunscripciones o collaciones,
cuyos límites coinciden con los de las respectivas parroquias. Todas se localizan a in-
tramuros, salvo la del Espíritu Santo que se encuentra en el barrio del Campo de la
Verdad en la margen izquierda del río Guadalquivir. En la parte de la antigua medina

BRAC, 173, I (2024) 131-180 139


JUAN ARANDA DONCEL

gráfica y potencial socioeconómico resulta muy atractiva para las órdenes


religiosas, pero las tentativas fundacionales resultan inútiles por el frontal
rechazo de las comunidades ya existentes en las circunscripciones limítro-
fes.
En 1587 es la más populosa como lo refrenda el censo elaborado ese
año que registra alrededor de 2.000 vecinos 20. Destaca por su dinamismo
económico que tiene el epicentro en la plaza de la Corredera y calles ad-
yacentes. Mercaderes y artesanos de los más variados oficios cobran una
relevancia especial, mientras que los nobles y eclesiásticos ofrecen una
menor significación cuantitativa. También hay que mencionar la presencia
de profesiones liberales, sobre todo médicos, escribanos y boticarios.
En cambio, la segunda no despierta interés alguno, ya que se halla aisla-
da del casco urbano y residen solamente 246 vecinos. El perfil sociológico
presenta un alto porcentaje de jornaleros y hortelanos que suelen cultivar
las tierras en régimen de arrendamiento 21.
La expansión de las órdenes religiosas masculinas en la ciudad durante
los siglos XVI y XVII adquiere todavía una mayor dimensión si conside-
ramos y tenemos en cuenta otras fundaciones de corta vida, como la de los
agustinos recoletos, o bien una serie de proyectos frustrados que no llegan
a cristalizar. En este último grupo se incluyen los freires del Sancti Spiritus,
franciscanos de la provincia de los Ángeles, cartujos, siervos de los pobres
y mercedarios descalzos 22.

de la ciudad, conocida con el nombre de Villa, se ubican las de San Miguel, El Salva-
dor, Santo Domingo de Silos, San Nicolás de la Villa, San Juan de los Caballeros,
Omnium Sanctorum y Santa María (Catedral), mientras que en la zona oriental o
Ajerquía se encuentran las de San Andrés, Santa Marina, San Lorenzo, San Pedro,
Santa María Magdalena, Santiago Apóstol y San Nicolás de la Ajerquía. La mayor par-
te del casco urbano queda en el interior de un recinto amurallado, cuyo acceso viene
facilitado por 13 puertas en distintos puntos de la cerca: Sevilla, Almodóvar, Gallegos,
Osario, Rincón, Colodro, Excusada, Plasencia, Andújar, Nueva, Baeza, Martos y
Puente.
20
Archivo General de Simancas (AGS). Patronato Eclesiástico, legajo 137.
21
ARANDA DONCEL, Juan: «El barrio cordobés del Campo de la Verdad en los siglos
de la Modernidad (1570-1807)». Al-Mulk, 16 (2018), pp. 171-216.
22
Id.: «Fundaciones conventuales masculinas en la diócesis de Córdoba durante el siglo
XVII: los proyectos fallidos», en CORTÉS PEÑA, Antonio Luis, LÓPEZ-
GUADALUPE MUÑOZ, Miguel Luis y SÁNCHEZ-MONTES GONZÁLEZ,
Francisco (eds.): Estudios en homenaje al profesor José Szmolka Clares. Granada, 2005, pp.
187-199.

140 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Demarcaciones parroquiales y localización de las órdenes


y congregaciones masculinas en los siglos XVI y XVII.

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JUAN ARANDA DONCEL

También la demarcación territorial de la diócesis cordobesa acoge un


buen número de comunidades del clero regular a lo largo de las mencio-
nadas centurias. Entre ellas cabe mencionar las dos de monjes basilios esta-
blecidas en los términos municipales de Hornachuelos y Posadas. La pri-
mera inicia su andadura con el retiro de Mateo de la Fuente, discípulo de
san Juan de Ávila, al paraje del Tardón en la primavera de 1557, donde en
unión de dos compañeros establecen un eremitorio formado por rústicas
celdas y una pequeña iglesia para los actos comunitarios.
El seguidor del Apóstol de Andalucía se ordena de sacerdote en junio
de 1561 y unos años más tarde, el 21 de febrero de 1566, se documenta la
adquisición por los ermitaños de una casa en la expresada villa de Horna-
chuelos por 2.000 maravedís anuales de censo perpetuo a Marina Ruiz
Páez, quien a la sazón está separada de su segundo esposo y reside en la
capital cordobesa:
[...] Marina Ruiz Páez, primera muger de Pedro Alonso, difunto, e
después lo fui de Pedro Cévico, con el qual no hago vida porque
estamos espartados y el matrimonyo disuelto por autoridad del señor
probisor de Córdoua, vezina que soy de la vylla de Hornachuelos,
término e juridiçión de la çibdad de Córdova, residente al presente
en la dicha çibdad de Córdova en casa del señor licenciado Ciscos
Peres de Mondragón [...] otorga que da a censo sin al quytar a vos
el padre Mateo, hermytanyo del yelmo del Tardón, ques en tér-
mino de la dicha vylla de Hornachuelos, por vos mysmo e por los
demás hermytaños del dicho yelmo questán en vuestra conpañía y
ermandad [...] unas casas que yo e y tengo mías propias que son en
la dicha vylla de Hornachuelos en la puerta de Arriba, linde con el
castillo de la dicha vylla 23.
Posteriormente, a mediados de 1568, el censo impuesto sobre el in-
mueble va a ser redimido mediante la entrega hecha en nombre de los
ermitaños por el presbítero Pedro de Bujeda, futuro rector del colegio de
la Asunción, a la propietaria de 28.000 maravedís. Debemos tener en
cuenta los estrechos lazos de amistad existentes entre el responsable del
centro educativo y Mateo de la Fuente, ambos admiradores a la vez de san
Juan de Ávila 24.

23
Archivo Histórico Nacional (AHN). Clero, legajo 1891.
24
Acerca de la trayectoria de Pedro de Bujeda al frente de ese centro docente, vid.
ARANDA DONCEL, Juan: Una institución educativa andaluza en el Antiguo Régimen:
El colegio de la Asunción de Córdoba (1569-1847). Córdoba, 2022, pp. 110-117.

142 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Fachada del monasterio de Nuestra Señora de Gracia de Posadas


(Archivo de Francisco Gutiérrez Mesa).

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JUAN ARANDA DONCEL

En virtud de la bula expedida por san Pío V en noviembre de 1568,


que obliga a todos los que practican el eremitismo a acogerse a una de las
reglas de vida religiosa aprobadas por la Santa Sede, los moradores del
Tardón eligen la de san Basilio y realizan la correspondiente profesión en
1570. El prelado de la diócesis cordobesa Cristóbal de Rojas Sandoval
nombra primer abad a Mateo de la Fuente y al morir le sucede su compa-
ñero Diego Vidal, asimismo discípulo del Maestro Juan de Ávila 25.
El eremitorio del Tardón experimenta un gran crecimiento, llegándose
a realizar nuevas fundaciones que, tras una serie de vicisitudes, llegarán a
constituir la provincia recoleta basiliana del mismo título 26. Forman parte
de ella el susodicho monasterio enclavado en el término de Hornachuelos
con enfermería en Palma del Río, el de San Antonio del Valle de Galle-
guillos en el de Constantina con hospedería en esta localidad, el de San
Miguel de la Breña cerca de Alanís con hospicio en la villa de Guadalcanal
y el de Nuestra Señora del Buen Suceso del Retamar en las proximidades
de Aznalcóllar.
El segundo foco de los basilios en tierras cordobesas se localiza en el
término de Posadas en el pago de El Torilejo, donde se levanta una ermita
en honor de Nuestra Señora de Gracia en terreno propiedad de la familia
del sacerdote Andrés de las Roelas, quien protagoniza en 1578 la aparición
del arcángel san Rafael en la ciudad de la Mezquita. Los estrechos lazos
con los basilios de Santa María de Oviedo, en las cercanías de la población
jiennense de Cambil, tienen como consecuencia la donación del sitio y
pequeña iglesia a los religiosos para fundar un monasterio en 1581, cuyas
diligencias corren a cargo de Basilio Ramírez de San Ildefonso en calidad
de prior y presidente de la comunidad 27.
El primitivo establecimiento se traslada en la centuria del seiscientos a la
hospedería que poseían en el casco urbano de Posadas, donde en 1641 se
inician las obras de construcción del nuevo templo que concluyen a prin-

25
Mateo de la Fuente fallece el 27 de agosto de 1575 en la villa de Hornachuelos en la
casa que había comprado para ser utilizada de hospedería.
26
En torno al proceso fundacional del Tardón y conformación de la provincia recoleta del
mismo nombre, BENITO Y DURÁN, Ángel: «Resumen histórico de la provincia
basiliana del Tardón expuesto por el padre Vicente de San Antonio». Boletín de la Real
Academia de Córdoba, 97 (1977), pp. 223-267.
27
Vid. GARCÍA ARRABAL, Daniel: «Fundación del monasterio de Ntra. Sra. de Gracia
de la orden de San Basilio en El Torilejo, Posadas (Córdoba)». Boletín de la Real Aca-
demia de Córdoba, 166 (2017), pp. 505-516. RODRÍGUEZ LARA, José Luis: El mo-
nasterio de Nuestra Señora de Gracia de Posadas. Posadas, 1995.

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MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

cipios del siglo XVIII. El monasterio de Nuestra Señora de Gracia quedará


integrado en la provincia basiliana de Andalucía y por iniciativa de sus
moradores y respaldo del abad provincial, el mencionado Basilio Ramírez
de San Ildefonso, se realizará en 1590 la erección del cenobio de Nuestra
Señora de la Paz en la capital cordobesa 28.
Las primeras gestiones se llevan a cabo por los religiosos en 1586 con la
pretensión de establecerse en el hospital de San Bartolomé de las Bubas en
la collación de Santa María Magdalena. Sin embargo, el intento queda
frustrado por la abierta oposición de los agustinos, como se desprende de
la petición hecha en agosto de ese año al cabildo catedralicio al estar la
sede episcopal vacante por fallecimiento del obispo Antonio Mauricio de
Pazos y Figueroa:
Este dicho día se leyó ante los dichos señores canónigos una peti-
ción del prior y convento de san Agustín en que hacían relación
cómo los frailes basilios pretenden hacer y fundar un convento en el
ospital de san Bartolomé, ques dentro de los muros de Córdoua y
junto al dicho convento, no pudiéndolo hacer, pedían y suplicauan
a los dichos señores canónigos manden que no pasen adelante en la
dicha fundación ni para ello se les dé licencia hasta que sean oídos, y
los dichos canónigos así lo mandaron 29.
Aunque la iniciativa queda paralizada, los monjes no cesan en su empe-
ño de fundar en la urbe cordobesa. Una prueba bien elocuente la tenemos
en la solicitud presentada al concejo por el provincial en 1588 pidiendo la
correspondiente licencia. En el escrito se especifican las razones que justi-
fican la erección del monasterio:
[...] el provincial de San Basilio dio petición al concejo, que se leyó
en cabildo de 2 Octubre de dicho año [1588], en que hizo saber
cómo en las casas que dicha Orden tenía en este obispado, abía mu-
chos enfermos y otros tenían nezesidad de estudiar en el Colejio de
la Compañía, y que por dicho motibo y otras cosas conzernientes al
servicio de Dios, deseaban tener una Casa y Combento en el Cam-
po cerca de los Muros de esta ciudad donde podrían serbir con sus
oraciones, confesiones, sermones y misas al pueblo, y para cuio fin

28
La provincia basiliana de Andalucía integra a los monasterios de Santa María de Oviedo,
Barranco de Cazalla y Villanueva del Arzobispo en el reino de Jaén, Posadas, Córdo-
ba, Sevilla y Granada.
29
Archivo Catedral de Córdoba (ACC). Actas capitulares, 21 de agosto de 1586, tomo 28,
f. 40 v.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 145


JUAN ARANDA DONCEL

pedía la correspondiente lizencia y que ésta se le dio por dicha Ciu-


dad en el cabildo del mismo día 30.
El apoyo del municipio constituye un paso importante en el logro del
objetivo que viene facilitado por la donación de unas casas principales en
el barrio del Alcázar Viejo el 28 de septiembre de 1590 por el racionero
de la catedral Juan de Arriaza y Cañete. Unas semanas antes, concretamen-
te el 30 de agosto, el concejo acuerda comisionar a dos caballeros veinti-
cuatro y un jurado del mismo con el fin de que soliciten al obispo Francis-
co Pacheco de Córdoba la preceptiva autorización. El titular de la diócesis
accede y el 19 de septiembre, pocos días antes de su óbito, expide y firma
en el palacio episcopal el correspondiente decreto 31.
En la citada fecha el prebendado otorga la escritura de cesión del in-
mueble con la finalidad de que los basilios levanten un monasterio bajo el
título de Nuestra Señora de la Paz, advocación por la que siente una gran
devoción:
[...] digo que yo tengo por my posesión unas casas principales en es-
ta dicha ciudad en la collación de San Bartolomé en el Alcáçar Vie-
jo que alindan con casas de Francisco de Córdova y de Armenta y
con casas de Gaspar de los Reyes, pescador, y casas de los capellanes
de la veyntena y otros linderos y por delante con la calle real y por-
que yo e tenido y tengo de munchos años a esta parte particular de-

30
AHN. Estado, legajo 3018. Quaderno de ynstrumentos que enuncian la antigüedad y
fundación del Colegio de Nuestra Señora de la Paz, que es de monges de la Orden de
San Basilio.
31
«Don Francisco Pacheco de Córdoba, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostóli-
ca Obispo de Córdoba, del Consejo del Rey nuestro señor. Por quanto por parte del
Cavildo de esta ciudad de Córdoba y del Padre frai Basilio Ramírez de Sant Ydelfon-
so, Provinzial de la Orden de San Basilio Magno, se nos ha pedido demos lizenzia para
que puedan fundar en esta ciudad de Córdoba en el Álcázar Viejo en las casas que
dizen de los Córdoba, que al presente son de Juan de Arriaza y de Cañete, razionero
de nuestra santa yglesia de Córdoba, con su consentimiento, un monasterio de su or-
den para estudiantes y enfermos, y se nos pidió y suplicó mandásemos dar nuestra li-
zenzia para ello y Nos, teniendo considerazión a que de semejantes obras Dios nuestro
Señor será servido y su divino culto aumentado, damos y conzedemos la dicha licenzia
por el tenor de la qual por nuestra authoridad ordinaria y por la mejor vía y forma que
podemos y debemos, no perjudicando al derecho de ningún terzero, damos la dicha
licenzia y mandamos que ningunas personas pongan ympedimento a ello, so pena de
excomunión mayor y de que se procederá contra los ynobedientes conforme a dere-
cho. Dada en nuestro Palazio Obispal de Córdoba a diez y nuebe días del mes de sep-
tiembre de mil y quinientos y noventa años= Franciscus Cordubensis= Por mandado
de su Señoría Sebastián de Arana secretario».

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boción con la ymajen de Nuestra Señora de la Paz y que desta


adbocación se fundase y lebantase una yglesia o monasterio para
aumentar el culto dibino y de presente se ofrecen a fundar monaste-
rio en esta ciudad los monjes de la orden del bienabenturado señor
San Basylio Magno a los quales y a fray Basylio Ramyrez San Ylde-
fonso, provincial en esta provincia de Andaluzía, en su nonbre e
ofrecido las dichas casas principales y sitio dellas para el edificio del
dicho monesterio y que en ellas hagan la casa, yglesia y capilla ma-
yor debaxo del dicho título y adbocación de Nuestra Señora de la
Paz y queste tenga perpetuamente para syenpre jamás y no otro al-
guno para que se consiga el efecto de lo que por mí a sido y es
deseado 32.
Resulta evidente que el intenso fervor a la susodicha advocación ma-
riana y el deseo de edificar un templo en su honor es el móvil que impulsa
al racionero cordobés a ofrecer sus casas principales para la fundación de
los basilios. El hecho viene asimismo corroborado por una de las condi-
ciones pactadas con el provincial de la orden monacal de colocar una ima-
gen de la titular en piedra en la puerta principal de la iglesia que se cons-
truya 33.
Las obligaciones impuestas en la escritura de donación van a ser acepta-
das por el abad provincial Basilio Ramírez de San Ildefonso, siendo una de
ellas que el documento ha de ser refrendado con su autorización por los
primeros monjes integrantes de la comunidad:
[...] todo lo qual otorgo con expresa condición que, luego que en el
dicho conuento aya siete o ocho Religiosos con su abad, hagan y
otorguen, con licencia y aprovación de su provincial y con los tres
tratados que se requieren, escritura bastante de acetación desta escri-
tura y obligación de guardar las cláusulas y condiciones della.
La comunidad ya se encuentra constituida el 11 de octubre de 1590
con doce monjes profesos gobernados por los respectivos abad y

32
Archivo Histórico Provincial de Córdoba (AHPC). Protocolos de Córdoba, legajo 10378,
f. 1792 r. El barrio del Alcázar Viejo había pertenecido en la etapa bajomedieval a la
parroquia de San Bartolomé y al estar suprimida en el siglo XVI pasa a depender de la
de Santa María.
33
«Primeramente que la adbocación de la dicha casa y monesterio sea de Nuestra Señora
de la Paz, como dicho es, y que encima de la puerta principal y mayor de la yglesia se
ponga de cantería un tabernáculo con la ymajen de Nuestra Señora la Virgen María,
asy mismo de cantería, y al pie de la ymajen unas letras grandes escriptas en la piedra
que digan Nuestra Señora de la Paz y esto se haga a costa del dicho conbento».

BRAC, 173, I (2024) 131-180 147


JUAN ARANDA DONCEL

Imagen de Nuestra Señora de la Paz en la fachada de su iglesia


(foto Francisco Aguayo).

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MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

prior 34. En ese mismo día se inician las tres preceptivas juntas y el provin-
cial expide la oportuna licencia.
Desde el momento de la fundación el cenobio de Nuestra Señora de la
Paz es designado casa de estudios en la que se imparten a los coristas de la
orden enseñanzas de filosofía y teología, alcanzando una primacía en el
conjunto de monasterios de la provincia de Andalucía.
La importancia del colegio se acrecienta en las dos centurias siguientes
como lo prueba, entre otros indicadores significativos, el notorio aumento
de los efectivos humanos. El censo elaborado en 1591 contabiliza un total
de 14 religiosos 35 y a lo largo del siglo XVII se produce un fuerte incre-
mento hasta alcanzar en 1651 los 22 monjes 36. La tendencia se mantiene
posteriormente, llegando a sumar la cifra más alta en 1752 con 36 mora-
dores 37.
Durante los dos primeros tercios del XVIII los basilios protagonizan
una de sus etapas más destacadas. Gozan de un indudable ascendiente y
prestigio en el barrio del Alcázar Viejo como lo corroboran las mandas de
misas y limosnas recogidas en las disposiciones testamentarias de los veci-
nos, al igual que la elección del templo monacal para recibir sepultura y la
asistencia espiritual.
Al mismo tiempo, los religiosos llevan a cabo iniciativas que redundan
en beneficio de sus habitantes. Una de las de mayor importancia y reper-
cusión es la llevada a cabo a mediados de 1751 por el abad Alfonso Ruiz
de Viana con el gobierno municipal acerca de facilitar el suministro de
agua mediante el aprovechamiento de la que sobra del riego de la huerta
del Rey.
En su memorial propone que se encañe a través del monasterio con el
fin de instalar una fuente pública que evitaría las molestias que padecen los
vecinos en el abastecimiento del preciado líquido:

34
Cristóbal de Abendaño, abad, Pedro de los Ángeles, prior, Alonso Cortés, Martín de
Bujalance, Martín de Ribera, Cristóbal de Toro, Francisco de San Miguel, Pedro de
Sanabria, Martín de Jesús, Sebastián de los Ángeles, Francisco de San Nicolás y Barto-
lomé de Palma.
35
AGS. Contadurías Generales, legajo 1301.
36
CÓRDOBA, Martín de: Cordova castigada con piedades en el contagio que padeció los años de
49 y 50. Málaga, 1651, p. 47.
37
Córdoba 1752. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada. Introducción de A.
López Ontiveros. Madrid, 1990, p. 252.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 149


JUAN ARANDA DONCEL

[...] es notorio los grabes perjuizios, assí espirituales como corpora-


les, que experimentan los vecinos del Alcázar Viejo con la falta de
agua que tienen, viéndose prezisados los más a beberla de los pozos
y otros a ir por ella a la cassa de las Pabas, a la Yglesia maior o a el
río, en cuio estado a sido su Divina Majestad servido abrir camino
para poder usar de una porzión de agua de la que sobra a la Guerta
del Rey baja por el arroio que passa por la puerta de Sevilla a el río
sin probecho alguno del común y transitando esta agua en esta dis-
posizión por el muro de este Colejio en tierras del tiene cómoda fa-
zilidad y proporzión no mui costosa según su pesso y el considerado
de la calle que baja de la portería de dicho Collejio a poderse con-
duzir por él y construir una fuente pública en la disposizión que
mejor pareziere a V. Exª. 38.
El proyecto tiene la aprobación unánime de los ediles que acuerdan
llevar a cabo su realización y comisionar a dos regidores para que, junto al
maestro mayor de obras y alarifes públicos, emitan un informe acerca de la
viabilidad y costo 39.
Uno de los diputados nombrados es el caballero veinticuatro don Mar-
tín González de Guiral, quien en septiembre de 1751 comunica a los
ediles su intención de erigir un triunfo al custodio de la ciudad, el arcán-
gel san Rafael, en el barrio del Alcázar Viejo frente del colegio de Nues-
tra Señora de la Paz y solicita autorización que se concede de inmedia-
to:
La Ciudad, aviendo oído la proposizión verbal del señor Don Mar-
tín de Guiral en que solizita poner por su debozión y a expensa de
su limosna y de otros fieles un triunfo con la imajen del señor San
Raphael, nuestro Custodio, en el Alcázar biejo, frente del Collejio
de San Basilio, acordó dar y dio su lisenzia para esta obra y las gra-
zias a el señor Don Martín por su zelo 40.
La iniciativa del capitular se pone en marcha y está en fase de ejecución
a comienzos de septiembre del año siguiente, fecha en la que pide la ce-
sión de las piedras desprendidas de la barbacana de la muralla frente de la

38
AHPC. Protocolos de Córdoba, legajo 9783, f. 547 r.
39
«La Ciudad cometió a los señores don Martín González de Guiral y don Juan de Figue-
roa vean con el maestro maior y alarifes el peso que tiene el agua que expresa el Co-
llejio de San Basilio, la costa de cañería y fuente que se intenta hazer en el Alcázar
Viejo y traigan su parezer».
40
Archivo Municipal de Córdoba (AMC). Actas capitulares, 12 de septiembre de 1751,
libro 260, s. f.

150 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Escultura de san Rafael en la fachada de la iglesia de Nuestra Señora de la Paz


(foto Francisco Aguayo).

BRAC, 173, I (2024) 131-180 151


JUAN ARANDA DONCEL

ermita de Nuestra Señora de la Salud para su utilización en la obra em-


prendida 41.
El monumento a san Rafael cuenta con el apoyo de la comunidad de
los basilios, sobre todo del célebre Juan Agustín Borrego, quien ejerce su
influencia en el mencionado regidor para levantarlo. Enrique Redel afirma
que la efigie del Arcángel que se conserva actualmente en la esquina de la
fachada de la parroquia de Nuestra Señora de la Paz tiene esa proceden-
cia 42.
La vitalidad del monasterio basiliano en los dos primeros tercios del si-
glo XVIII también se manifiesta de forma harto elocuente en la amplia-
ción de la iglesia monacal realizada en la década de los años sesenta. En
octubre de 1766 el abad dirige un memorial al concejo en el que pide el
señalamiento del sitio por el que se han de abrir los cimientos de la obra
proyectada:
Leiose memorial del abad y monxes del Collexio de Nuestra Señora
de la Paz, Orden de San Basilio, en que para ampliar su Yglesia soli-
citan el sitio que corresponde a su jurisdizión señalado y que se
mande que el Maestro maior y alarifes señalen por dónde se ha de
abrir el zimiento 43.
En principio la solicitud va a ser denegada, pero unas semanas más tar-
de se accede ante la insistencia del superior de la comunidad de que el
espacio pretendido no causa perjuicio al común ni a tercera persona 44.
La labor desarrollada por los monjes traspasa los límites estrictos del ba-
rrio del Alcázar Viejo y se extiende al conjunto de la ciudad, siendo uno
de los instrumentos más eficaces el de la predicación. Los sermones más

41
«La Ciudad, aviendo oído la proposizión berbal que a hecho el señor Don Martín de
Guiral en que expresa que, para el triunfo que está haziendo a el señor San Raphael,
nuestro custodio, frente de la Yglesia de San Basilio a sus expensas, nezesita de unas
piedras que sean rodado de la barbacana de la muralla frente de Nuestra Señora de la
Salud, acordó que, no haziendo perjuizio a la muralla ni a terzero interesado, el señor
Don Martín use de dichas piedras para el fin expresado».
42
REDEL, Enrique: San Rafael en Córdoba. Segunda edición aumentada. Córdoba, 1901.
Edición facsímil de 1996, pp. 153-154.
43
AMC. Actas capitulares, 17 de octubre de 1766, libro 275, s. f.
44
«Leiose memorial del R. P. Abad y Monjes del Collejio del señor San Basilio en que
expresa que el sitio que pretendió en su memorial visto en Cauildo de diez y siete de
Octubre deste año se le conzeda por ser tradiczión de que es zementerio de su Yglesia
en la que no resulta perjuizio a el común ni a terzero interesado».

152 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

atractivos para el clero regular son los que tienen por escenario el recinto
catedralicio, cuya invitación expresa corresponde a los canónigos.
En los primeros lustros de la centuria del setecientos los basilios están
vetados por el incidente ocurrido en uno de sus sermones. Los notorios
inconvenientes que se derivan de esta marginación explican y justifican los
deseos de los religiosos de que se les levante el severo castigo que sufren.
Con este objetivo el abad del colegio de Nuestra Señora de la Paz solicita
en mayo de 1718 participar como oradores en las fiestas que se celebran en
la iglesia mayor a lo largo del año:
Ytt., se presentó un memorial de el Padre Abad y Monjes de San
Basilio Magno en que suplican al Cauildo los tenga presentes para
combidarlos a que prediquen de los sermones que entre año se ofre-
cen en esta santa Yglesia por el grande deseo que tienen de seruir al
Cauildo y la mucha honrra que de ello se les sigue 45.
Los capitulares acuerdan confirmar la invitación cursada por el obispo
Marcelino Siuri Navarro al P. D. Martín Sánchez de Segura a los sermo-
nes de la octava del Corpus Christi de ese año y plantean dejar sin efecto
en el futuro la prohibición de predicar en la catedral 46.
A partir de ahora los miembros de la comunidad basiliana intervienen
con frecuencia en los sermones de las fiestas que tienen lugar en el templo
mayor de la diócesis, siendo los más atractivos por los jugosos estipendios y
numerosa asistencia de fieles los de la octava del Corpus y los de la Purísi-
ma Concepción. Tanto unos como otros fueron dotados generosamente

45
ACC. Actas capitulares, 12 de mayo de 1718, tomo 71, f. 240 r.
46
«[...] teniendo presente el Cauildo la quimera que en tiempos pasados ubo con estos
Padres sobre si auían de predicar en las Octauas, tomando el día conforme a antigüe-
dad de Relijión como pretendían o comforme a antigüedad de fundación en esta ciu-
dad como era estilo en esta Santa Yglesia, y teniendo presente el acuerdo de el Cauil-
do que entonces mandó que no se combidasen estos Padres a sermón alguno en esta
Cathedral por oviar discordia entre las demás Communidades y asimismo auiéndose
celado que de combite de el Yllmo. señor Obispo nuestro Prelado, a quien pertenece
combidar para el sermón de el Domingo infraoctavo de el Corpus, tenía combidado,
ignorante su Illma. de lo acordado por el Cauildo, al Padre Sánchez de el dicho Colle-
gio de San Basilio para que lo predicase este año, deseando el Cauildo lleuar adelante
sus acuerdos, mandó en vista de todo cometer a los señores Diputados de Ceremonias
el dicho memorial para que con el Padre Abad y Monjes de dicho Collegio y vean si
dichos Padres entran en predicar en las octauas y demás días en esta Cathedral, con-
formándose con el estilo que se ha obseruado hasta aquí de guardar la antigüedad que
les toque conforme a su fundación en esta ciudad».

BRAC, 173, I (2024) 131-180 153


JUAN ARANDA DONCEL

Escultura de san Basilio Magno en el exterior de la iglesia


de Nuestra Señora de la Paz (foto Francisco Aguayo).

154 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

por los obispos fray Diego de Mardones y fray Alonso de Salizanes en el


siglo XVII.
La acción pastoral de la orden monacal en la capital cordobesa tiene
asimismo el reconocimiento del vecindario por medio de la dirección
espiritual y albaceazgo de personas pertenecientes a distintas capas sociales.
La encomiable labor llevada a cabo por los monjes del colegio de
Nuestra Señora de la Paz se proyecta también a las localidades de la geo-
grafía diocesana a través de los predicadores cuaresmales que suelen ejercer
una notoria influencia en los respectivos vecindarios. Los nombramientos
corresponden a los titulares de la silla de Osio o bien a los miembros del
cabildo catedralicio en el caso de sede episcopal vacante por fallecimiento
o traslado del obispo.
Atendiendo a la cuantía de los emolumentos que aportan las fábricas
parroquiales y arcas municipales, los púlpitos se dividen en tres categorías,
siendo los más demandados los de primera clase que incluyen a 19 pobla-
ciones del ámbito diocesano en el siglo XVIII 47. En la relación figura Vi-
llafranca de Córdoba que cuenta con una relevante participación de los
monjes basilios al estar presentes en 12 cuaresmas a lo largo de la centuria,
cuya identidad conocemos 48:
Años Predicadores
1717 Diego de Moya
1728 Gabriel López Moreno
1741 Jerónimo Vilches Blázquez
1749 Juan Sánchez
1781 Luis de Morales
1783 Juan Calero
1787 Francisco Potestad
1789 Luis Fernández
1791 José de Doblas
1796 José de Doblas
1799 Luis de Rojas
1800 Diego Rafael Contreras
47
Villafranca de Córdoba, Montoro, Belalcázar, Fernán Núñez, Puente de Don Gonzalo,
Espejo, Aguilar de la Frontera, Castro del Río, La Rambla, Rute, Montemayor, Po-
zoblanco, Hinojosa del Duque, Montalbán, El Carpio, Villanueva de Córdoba, Cañe-
te de las Torres, Torremilano y Fuente Obejuna.
48
ARANDA DONCEL, Juan y SEGADO GÓMEZ, Luis: Villafranca de Córdoba. Un
señorío andaluz durante la Edad Moderna (1549-1808). Córdoba, 1992, pp. 290-293.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 155


JUAN ARANDA DONCEL

Retrato del monje basilio P. D. Juan Agustín Borrego.

156 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

El reparto de sermones cuaresmales a cargo de basilios presenta unos


marcados contrastes entre la primera y segunda mitad del XVIII. Hasta
mediados de la centuria encontramos solo una tercera parte de las pláticas,
mientras que las dos restantes se concentran en las décadas finiseculares. En
la nómina de oradores sobresale Jerónimo Vilches Blázquez, quien man-
tiene unos estrechos vínculos con la localidad. Prácticamente todos los
monjes residen en el monasterio de Nuestra Señora de la Paz, salvo Luis
Fernández que pertenece a la comunidad de Posadas.
Durante los dos primeros tercios del setecientos encontramos algunos
basilios ilustres en la capital cordobesa como son Juan Agustín Borrego y
Jerónimo Vilches Blázquez, excelentes predicadores unidos por intensos
lazos de amistad. Ambos gozan del aprecio del prelado de la diócesis Mi-
guel Vicente Cebrián, cuyo testimonio recoge el P. D. Juan de Gálvez en
la carta necrológica dedicada al segundo:
[...] el Illmo. Sr. Don Miguel Cebrián, Obispo digníssimo y Prelado
exemplar de Córdoba, solía honrar a estos dos sus queridos amigos.
El P. Borrego, decía, y el P. Vilches son María y Martha. El primero
siempre secus pedes Domini; y el segundo: Circa frequens ministerium:
dando a entender con esta divina metháfora la estática contempla-
ción de el uno y la devota solicitud de el otro 49.
La mencionada fuente documental corrobora asimismo que Juan Agus-
tín Borrego y Jerónimo Vilches son considerados en el seno de la provin-
cia basiliana de Andalucía dos figuras relevantes de la orden que fallecen
en la capital cordobesa en 1757 y 1766 respectivamente 50.
La brillante carrera protagonizada por Jerónimo Vilches Blázquez cons-
tituye el objetivo de este trabajo en el que esbozamos a grandes rasgos su
49
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato y orden de N.M.R.P. Mro. Don Blas
Ruffo, Examinador Synodal del Obispado de Córdoba y Abad Provincial de la Provincia de An-
dalucía, del Orden de N.P.S. Basilio Magno, escribió el R.P. Mro. Don ..., Abad del Colegio
de Sevilla, a todos los Superiores y Monges de dicha nuestra Provincia; compendiando la exemplar
vida y dichosa muerte de N.M.R.P. Mro. Don Gerónymo Vilches, Abad que fue y Difinidor
varias veces, Provincial, Assistente y Comissario General de España del dicho Orden y Exami-
nador Synodal del Arzobispado de Sevilla y Obispado de Córdoba. Córdoba, 1766, p. 10.
50
«Repetidas han sido las desgracias que esta nuestra Basiliana Provincia ha padecido en el
número fatal de nueve años con las muertes de dos Hijos suyos y Varones tan esclare-
cidos como N.M.R. y V.P. Mro. Don Juan Agustín Borrego y N.M.R.P. Mro. Don
Gerónymo Vilches, ambos Astros de nuestra Religión y ambos Padres de nuestra Mo-
nástica Familia. Murió el primero el día treinta de Abril del año de mil setecientos
cinquenta y siete y murió el segundo el día trece de Junio de este año de mil setecien-
tos sesenta y seis».

BRAC, 173, I (2024) 131-180 157


JUAN ARANDA DONCEL

Portada de la biografía del P. D. Juan Agustín Borrego.

158 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

biografía y estudiamos su intensa actividad desplegada en el púlpito y con-


fesonario. También nos acercamos a su faceta de escritor, deteniéndonos
sobre todo en la obra acerca de la vida del venerado sacerdote Luis Pérez
Ponce.

TRAYECTORIA DEL P. D. JERÓNIMO VILCHES BLÁZQUEZ


(FUENTE OBEJUNA, 1702-CÓRDOBA, 1766)

La mencionada carta necrológica escrita por el P. D. Juan de Gálvez,


abad del colegio de Sevilla, aporta una rica y valiosa información sobre la
trayectoria de Jerónimo Vilches Blázquez como religioso de la orden mo-
nacal. Nace en la localidad cordobesa de Fuente Obejuna el 20 de febrero
de 1702, habiéndole echado agua por necesidad el presbítero Juan de
Ríos, comisario del Santo Oficio. Unos días más tarde, el 5 de marzo, la
criatura recibe en el templo parroquial de Nuestra Señora del Castillo los
exorcismos y óleo de manos del licenciado Miguel Muñoz Sillero.
Asimismo el acta bautismal permite conocer la identidad de los proge-
nitores y de los padrinos:
En la villa de Fuenteobejuna a cinco días del mes de março de mil
setecientos y dos años yo el licenciado Miguel Muñoz Sillero, de li-
sencia del licenciado Don Miguel de Soto Çurón, uno de los curas
de la parroquial desta dicha villa, exorçiscé y puse ólio y crisma a un
niño a quien puse por nonbre Jerónimo, hijo de Juan de Vilches y
de María Blázquez, su lexítima mujer, el qual nació, según dixo la
comadre, el día veinte de febrero próximo pasado, a el qual niño le
echó agua por necesidad el comisario Don Juan de Ríos, presvítero,
fueron sus padrinos Miguel de Vilches i Ana Gonçalez, su mujer, a
quien avisé el parentesco espiritual que contrageron, siendo testigos
Pedro de la Naba, Joseph Agredano y otros y lo firmé 51.
Tras realizar los estudios de primeras letras y latinidad, el joven inicia
los de filosofía en las dependencias conventuales de los franciscanos de su
villa natal, pero los interrumpe para vestir el hábito de novicio de los basi-
lios el 14 de julio de 1718, contando a la sazón 16 años de edad. El cam-
bio producido quizá pudo haberse debido a la influencia ejercida por el
monje de la orden Martín Sánchez de Segura, quien por esa fecha es
nombrado predicador cuaresmal en la citada población.
51
Archivo Parroquia Nuestra Señora del Castillo de Fuente Obejuna. Bautismos, libro 12,
f. 85 v. El documento rectifica el error del apellido materno con el que aparece en la
carta necrológica el bautizado, Vázquez en lugar de Blázquez.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 159


JUAN ARANDA DONCEL

El noviciado tiene lugar en el monasterio de Nuestra Señora de Gracia


de Posadas y al acabar el correspondiente año de probación lleva a cabo la
profesión y se traslada al colegio de Sevilla, donde cursa los tres años de
filosofía y cuatro de teología. A lo largo de este período defiende conclu-
siones públicas de esa última materia en Córdoba, presididas por el P. D.
Juan Agustín Borrego.
Al concluir su formación acude a las oposiciones de cátedras de artes
convocadas en la provincia basiliana de Andalucía y consigue una de las
plazas en 1725. A partir de ahora ejerce funciones docentes, impartiendo
lecciones de filosofía y teología hasta obtener posteriormente los grados de
lector jubilado y maestro de número en reconocimiento a su dedicación.
Paralelamente también cultiva con bastante éxito la oratoria sagrada, lle-
gando a lograr un reconocido prestigio por sus numerosos sermones y
misiones populares.
La trayectoria de Jerónimo Vilches Blázquez se halla jalonada en el
seno de la orden por el desempeño de una serie de oficios y puestos de
gobierno. Uno de los cargos es el de secretario general, cuya designación
la hace Juan Agustín Borrego al ser nombrado vicario general de España.
Al principio de la década de los años cuarenta pasa a regir los destinos de la
comunidad del colegio de Nuestra Señora de la Paz y vuelve a ser reelegi-
do por segunda vez en 1745, permaneciendo al frente de la misma hasta
junio de 1749.
A mediados de 1749 va a ser aclamado provincial de Andalucía y a lo
largo de su etapa de gobierno respalda iniciativas tomadas por el cenobio
de la capital cordobesa, como la instalación de una fuente pública para el
abastecimiento de agua a los vecinos del barrio del Alcázar Viejo. Al expi-
rar su mandato toma de nuevo en 1755 las riendas del colegio basiliano,
produciéndose el cese en 1758.
A partir de esa fecha ocupa puestos destacados en la orden encomenda-
dos por el primer abad general español Alejandro Aguado, quien con oca-
sión de la visita canónica realizada a tierras hispanas en 1761 le nombra
asistente general y comisario para las causas de apelación de la provincia de
Andalucía 52.

52
Durante su dilatada trayectoria en la orden monacal Jerónimo Vilches Blázquez también
llega a desempeñar los oficios de definidor provincial y general, siendo asimismo dis-
tinguido con los nombramientos de examinador sinodal del obispado de Córdoba y
arzobispado de Sevilla.

160 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Firmas de los monjes basilios Alfonso Ruiz de Viana y Jerónimo Vilches Blázquez.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 161


JUAN ARANDA DONCEL

El púlpito y el confesonario constituyen dos de los grandes ejes en


torno a los que gira la labor pastoral desarrollada por Jerónimo Vilches
Blázquez. Las actas capitulares del cabildo catedralicio permiten documen-
tar un buen número de sermones predicados en la iglesia mayor con moti-
vo de señaladas fiestas del calendario litúrgico.
Tenemos constancia de que participa en las fiestas de la octava de la
Purísima Concepción de 1741, 1748 y 1752, teniendo asimismo a su car-
go la predicación de la dedicada a san José en 1760. En ocasiones se ve
obligado por sus ocupaciones o estado de salud a renunciar a las invitacio-
nes cursadas por los prebendados, como ocurre en las celebraciones de la
mencionada festividad mariana y de Nuestra Señora del Rosario de 1743 y
1759 respectivamente.
La intervención del monje oriundo de Fuente Obejuna va a ser solici-
tada también por los diputados de sermones del concejo que les enco-
miendan una de las pláticas cuaresmales que de ordinario tienen por esce-
nario la sala capitular, corriendo a su cargo la del 22 de marzo de 1757 53.
Por último, hay que mencionar la presencia del prestigioso orador en
los cultos solemnes de la cofradía nobiliaria de Jesús Nazareno, cuya sede
canónica se localiza en la iglesia del hospital del mismo título. Los de 1742
se encargan a Jerónimo Vilches Blázquez por medio del conde de Valdela-
grana, como lo prueba el acuerdo tomado por la hermandad el 15 de
enero de ese año:
Dio quenta el señor conde de Valdelagrana [...] la ymmediación de
la Quaresma a fin de que se proporcionasen la forma y medios para
ejecutar las fiestas que en ella se hacen en esta Yglesia en obsequio
de nuestro Padre Jesús, lo que entendido por la cofradía acordó que,
con arreglo a lo determinado el año pasado, se ejecuten dichas fies-
tas encomendando a un orador todos los sermones y que este lo sea
el Reuerendísimo Padre Maestro Bilches, de la Sagrada Religión de
N. Padre San Basilio, a quien se le haga la preuenzión correspon-
diente por dicho señor conde de Baldelagrana 54.
Los sermones predicados por el basilio en la cuaresma de 1742 tienen
como mensaje central el amor y solicitud del Pastor Divino en rescatar
almas heridas por las garras del infernal lobo, un símil que utiliza con fre-

53
AMC. Actas capitulares, 22 de marzo de 1757, libro 266, s. f.
54
Archivo Hospitalarias de Jesús Nazareno. Cabildos de la cofradía de Jesús Nazareno, libro 4,
f. 26 r.

162 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

cuencia en sus homilías y logra conversiones en los oyentes. Una de ellas


se describe en la mencionada carta necrológica que tiene como protago-
nista una mujer asistente a los cultos de la expresada hermandad peniten-
cial:
Assí le sucedió después de haver predicado una tarde en el Hospital
de Jesús Nazareno, donde ponderó el especial cuydado y mayores
muestras de amor que usa este Pastor de las almas con aquella ove-
juela que queda coja, perniquebrada o lastimada de las garras o pre-
sas del lobo infernal, pintando los anhelos, diligencias y regalos con
que la acaricia y cuyda hasta sanarla con tan expresivos colores y ar-
dientes efectos que a otro día llegó a sus pies otra Magdalena en vi-
da y llanto, diciéndole: Padre, yo soy aquella ovejuela que V.R.
dixo ayer en su plática y vengo a que me saque de las uñas del lobo
y me lleve a mi buen Pastor 55.
La reconocida fama de orador le viene dada a Jerónimo Vilches Bláz-
quez por las misiones populares predicadas con abundantes frutos. La ince-
sante labor pastoral comienza en 1739 en unión de su admirado compañe-
ro de hábito Juan Agustín Borrego, quien lo elige para esta ardua tarea
recorriendo localidades de las diócesis de Córdoba y Jaén. Una de sus pre-
dilectas es Villafranca, escenario del comienzo o final de este exitoso apos-
tolado, como lo refrenda el carmelita calzado fray Andrés de Robles en la
aprobación de la biografía del benemérito sacerdote Luis Pérez Ponce:
Cisne armonioso es el M.R.P.M. en las tareas continuas de Misio-
nes en este obispado [...] pero con especial aplicación en esta villa
de Villa-Franca: le pregunté a un sacerdote amigo suyo y natural de
ella por qué era esta aplicación especial, más allá que en otra parte?
Y me respondió no sabía más que averle oído algunas veces en el
púlpito: Señores esta tierra es mi Capharnaum. Siendo, sin duda, la
causa de tan especial cariño y aplicación: Porque por Villa-Franca
comenzó el apostólico ministerio de Misiones: Aludiendo fue Ca-
pharnaum por donde Christo principió su predicación y allí era
donde iba y venía, y el M.R.P.M. por allí comienza y por allí aca-
ba: Si sale a Misión a la Sierra por allí comienza y por allí vuelve, si
a la Campiña lo mismo 56.

55
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 17.
56
VILCHES, Jerónimo: Vida de el Venerable Padre D. Luis Pérez Ponce, Comissario de el
Santo Oficio, Vicario de Villa-Franca, y Fundador en ella de el Colegio de Jesús, María, Joseph
y Santa Rosalía, para enseñanza de Niñas. Córdoba, 1741.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 163


JUAN ARANDA DONCEL

Portada de la carta necrológica de Jerónimo Vilches,


escrita por el P. D. Juan de Gálvez.

164 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

El confesonario representa también un arma poderosa y eficaz en la ta-


rea evangélica de Jerónimo Vilches Blázquez, como lo refrendan todos los
estratos de la sociedad cordobesa que siguen su dirección espiritual. Entre
los miembros del estamento nobiliario encontramos a don Andrés Bañue-
los Fernández de Mesa, señor de Villaharta, quien el 23 de marzo de 1757
otorga un poder al monje basilio para testar en su nombre:
[...] estando enfermo del cuerpo [...] otorgo y conozco que doi to-
do mi poder cumplido y tan amplio como de derecho se requiere y
sea necesario al M.R.P.M. Don Gerónimo de Vilches, Abad en su
Collegio del Señor San Basilio Magno de esta dicha ciudad y ex-
prouincial de su Sagrada Orden, para que antes de mi fallecimiento
o después de él, dentro del término que el derecho concede, pueda
en mi nombre hacer y otorgar mi testamento 57.
El otorgante fallece ese mismo día y el religioso, siguiendo las instruc-
ciones dadas, realiza las disposiciones testamentarias el 20 de julio de 1757.
En ellas queda patente la confianza depositada en su confesor y el afecto al
colegio de Nuestra Señora de la Paz, dejándole una jugosa limosna en
metálico:
Declaro fue voluntad de dicho señor Don Andrés Bañuelos que a el
dicho Collegio del señor San Basilio Magno de esta ciudad se le
diesen un mill reales de vellón para que yo los aplicase a lo que fue-
se mi arbitrio, ordeno se ejecute y cumpla lo referido 58.
Idénticas razones son las que mueven al señor de Villaharta a donar al
monasterio basiliano seis láminas en cobre con escenas de la Pasión para
que ornamenten el templo o el camarín de la imagen titular, siendo colo-
cadas en la capilla mayor 59.
También hay que destacar el ascendiente de Jerónimo Vilches Blázquez
en algunas comunidades femeninas establecidas en la capital cordobesa a
través de la dirección espiritual. Una de ellas es la del Cister, donde ingresa

57
AHPC. Protocolos de Córdoba, legajo 10647, f. 47 v.
58
Ibidem, f. 270 v.
59
«Declaro fue así mismo voluntad de dicho señor Don Andrés Bañuelos que en dicho
Collegio del señor San Basilio, en su Yglesia o en el camarín de Nuestra Señora de la
Paz, se colocasen y pusiesen como mejor me pareciese seis Láminas de la Pasión de
Nuestro Señor Jesuchristo en cobre con marcos de éuano que tenía en mucha estima-
ción, las quales en conformidad de su voluntad están colocadas en la Capilla maior de
Nuestro Collegio, así lo declaro para que conste».

BRAC, 173, I (2024) 131-180 165


JUAN ARANDA DONCEL

Portada de la biografía de sor Úrsula de San Basilio.

166 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

y profesa como monja de coro sor Úrsula de San Basilio, cuyo nombre en
religión se debe precisamente a los vínculos con su confesor 60.
La religiosa toma el hábito de manos del monje y a lo largo del año de
noviciado acude a diario a prestarle asistencia y consuelo espiritual:
[...] en las cosas del divino agrado parecía incansable, sin que los
tiempos lo pudiesen impedir ni las ocupaciones retardar, como lo
vieron todos en el continuo tesón de todo un año, día por día, en
que para consuelo de la V.M. Úrsula de S. Basilio hacía el largo via-
ge de nuestro Colegio al Convento del Cister, como se lo prometió
el día que tomó el Ávito para todo el año de noviciado 61.
Los lazos se mantienen hasta el fallecimiento de la monja cisterciense
que se produce el 3 de marzo de 1761, como lo corrobora el libro de de-
funciones de la parroquia de El Salvador:
En Córdova a tres de Marzo de mil setecientos sesenta i un años
murió en el combento del Cister de Religiosas Venitas y Bernardas
Descalzas la Madre Úrsula de San Basilio, Religiosa Profesa de Co-
ro de exemplarísima vida y singular virtud y al día siguiente asistió
la Parroquial del Salvador a cantar Misa i Vigilia. Escripta su vida
por el Revmo. Padre frai Gerónimo de Vilches, del Orden de San
Basilio, su confesor, en el año 1763 62.
La labor apostólica y cualidades de Jerónimo Vilches Blázquez despier-
tan la admiración y reconocimiento de los prelados que gobiernan la dió-
cesis cordobesa en el período 1739-1766. Pedro de Salazar y Góngora le
encarga la redacción de la biografía del fundador del colegio de niñas edu-
candas de la localidad de Villafranca y deja muestras notorias de su aprecio.
Lo mismo cabe afirmar respecto a su sucesor en la silla episcopal Mi-
guel Vicente Cebrián y Agustín, quien solía invitarle a que le acompañara
en las visitas pastorales, mostrando su contrariedad cuando no podía hacer-
lo por alguna causa:
[...] el Illmo. Sr. D. Miguel Cebrián Agustín, a quien asistió en sus
Visitas; mereciéndole las más familiares satisfacciones y tan especiales
muestras de su afecto que, en ocasión en que se excusó nuestro M.
R. Vilches de poderlo acompañar en su Visita a causa de sus acci-
dentes, prorrumpió contra su nativa gravedad en esta desolación ca-
60
La trayectoria del monasterio ha sido estudiada por CERRATO MATEOS, Felisa: El
Cister de Córdoba: historia de una clausura. Córdoba, 2016.
61
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 14.
62
Archivo Parroquia de El Salvador. Defunciones, libro 3, f. 202 v.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 167


JUAN ARANDA DONCEL

riñosa: Havrá Obispo más desdichado que yo! Como si todo el colmo
de su dicha lo llenase la compañía de tal Coadjutor63.
También el obispo Francisco de Solís Folch de Cardona da muestras de
su patente admiración al monje basilio mostrando interés en que le acom-
pañara en las visitas pastorales, un deseo que no pudo cumplir por sus
achaques. En cambio, le distinguió con el nombramiento de examinador
sinodal del arzobispado de Sevilla al ser trasladado a la archidiócesis hispa-
lense 64.
Finalmente el prelado Martín de Barcia valora el talento y preparación
del religioso, al igual que dos influyentes eclesiásticos como el canónigo
magistral de la catedral Francisco Javier Delgado Venegas y el inquisidor
del tribunal del Santo Oficio de Córdoba Juan José Martínez Escalzo que
logran alcanzar la dignidad episcopal al ser promovidos a las mitras de Ca-
narias y Segovia 65.
El reconocimiento de la sociedad cordobesa a la figura de Jerónimo
Vilches Blázquez se manifiesta asimismo en las numerosas limosnas recibi-
das que en parte invierte en el exorno del templo monacal. Con ellas con-
cluye la talla y dorado del retablo mayor y adquiere ornamentos y vasos
sagrados:
[...] empleando sus fuerzas y pobres caudales de limosnas en el aseo,
ornato y esplendor de Iglesia y Sacristía. Y assí después que murió
N.V. Borrego, a quien debe aquel Colegio el primor que admira
Córdoba, procuró con el mayor esfuerzo seguir aquel glorioso an-
helo de su antecesor y Padre, concluyendo en talla y dorado el bien
dispuesto retablo del Altar mayor, costeando un rico Terno y com-

63
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 11.
64
«El Emo. y Excmo. Sr. Don Francisco de Solís, Cardenal de la Santa Romana Iglesia,
Arzobispo de Sevilla y antes Obispo de Córdoba, a quien no pudo obedecer en los
deseos de que le acompañase en su Visita por irse agravando cada día más en sus acha-
ques; pero le mereció tan especiales honores que aun desde Sevilla le nombró por uno
de sus Examinadores Synodales».
65
«El Illmo. Sr. D. Martín de Barcia, que oy honra tan Sagrado Solio, quien tiene forma-
do tan alto concepto de la sabiduría, profundidad y substancia de los talentos del M.
R. Vilches, que afirma con la mayor indubitación que no halla con quien compararlo,
sino con aquella Biblioteca animada y esplendor de nuestra Cogulla N.M.R.P. Doctor
y Mro. D. Miguel Pérez, Oráculo de Salamanca; y los Illmos Sres. Don Francisco
Delgado, Obispo de Canarias, antes Magistral de aquella Cathedral, y D. Juan Joseph
Escalzo, Obispo de Segovia, antes Inquisidor de Córdoba, a quienes debió favorecidas
satisfacciones y raras confianzas».

168 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

pletando otros y añadiendo a la Sacristía, así de Plata como de otras


materias, varias piezas de primor para su servicio 66.
La carta necrológica tantas veces citada nos sirve de apoyatura docu-
mental y permite conocer las devociones predilectas del monje basilio
nacido en Fuente Obejuna. La primera en el tiempo es la que profesa a la
imagen titular del monasterio de Posadas, donde realiza el noviciado.
El fervor despertado por la efigie de Nuestra Señora de Gracia al ingre-
sar en la orden se mantiene durante toda su vida. Una prueba inequívoca
son los cultos en los que predica y la novena escrita en su honor, consi-
guiendo del obispo Pedro de Salazar y Góngora la concesión de cuarenta
días de indulgencias a los fieles que asistan 67.
La otra advocación mariana por la que se siente atraído nuestro biogra-
fiado es Nuestra Señora de la Paz, titular del colegio basiliano. El fomento
y propagación del culto es uno de los principales objetivos, cuyo arraigo
en el vecindario se traduce en la donación de alhajas que enriquecen su
ajuar.
La implantación y difusión del denominado Rosario Angélico consti-
tuye uno de los logros más anhelados por Jerónimo Vilches Blázquez 68.
Esta práctica religiosa consta de nueve peticiones de intercesión dirigidas a
igual número de coros de ángeles 69 y en cada una de ellas se reza un pa-
drenuestro y tres avemarías. Al final se dicen sendos padrenuestros a san
Miguel, san Gabriel, san Rafael y Ángel de la Guarda.
Sin duda, el notorio interés por el Rosario Angélico viene propiciado
por su fuerte devoción a san Rafael. Este fervor queda puesto de manifies-
to por el autor de la carta necrológica:
Pero a quien entre todas se havía propuesto por dueño de sus afec-
tos era el Avogado de la Pureza y glorioso Patrono de Córdoba el
Señor S. RAPHAEL. Este Santo Archángel era su Superior en casa,

66
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 20.
67
«La Madre de la GRACIA, de quien recibió los primeros fomentos de su Monástica
vida en la villa de las Possadas, le fue rendido tributario, predicándole muchas veces su
Novena y dexándola escrita para su devota práctica».
68
«Fue devotíssimo de los Santos Ángeles a quienes todos los días ofrecía el culto de su
Rosario Angélico, dexando plantada esta devoción en muchas comunidades y perso-
nas, y encargando antes de espirar como una de sus principales disposiciones que a la
hora de la muerte le rezasen el dicho Angelical Rosario».
69
Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Potestades, Virtudes, Principados, Ar-
cángeles y Ángeles.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 169


JUAN ARANDA DONCEL

pidiéndole licencia y bendición para salir y entrar, su compañero en


la calle y caminos, su Médico para los pobres enfermos y su Avoga-
do para todo: y así decía: Que si le huvieran dado a escoger nombre
quando se bautizó, solo huviera escogido el de RAPHAEL70.
El testimonio ofrecido refrenda de manera harto elocuente su devoción
a san Rafael. La importancia del hecho asimismo lo rubrican, entre otros
indicadores, la adquisición de una imagen para ser colocada en las depen-
dencias monacales y la obra escrita sobre el citado arcángel 71.
En la nómina de devociones particulares aparecen también santos de la
orden como san Basilio Magno y santa Macrina, efigies que reciben culto
y veneración en altares situados en el templo de Nuestra Señora de la
Paz.
La semblanza ofrecida por la mencionada carta edificante contiene un
pormenorizado estudio de las virtudes que adornaron a Jerónimo Vilches
Blázquez hasta el momento de su fallecimiento, ocurrido el 13 de junio de
1766 a las dos y media de la tarde.

LA PROYECCIÓN DE JERÓNIMO VILCHES BLÁZQUEZ COMO ESCRITOR

El reconocimiento a Jerónimo Vilches Blázquez, además de la fama de


predicador y misionero, le viene dado por su condición de escritor, alcan-
zando por ello su figura una gran proyección en tierras cordobesas durante
el segundo tercio del siglo XVIII.
La actividad literaria se documenta de manera fehaciente desde 1739
con la publicación de la primera obra y se mantiene ininterrumpidamente
hasta el momento del óbito, como señala el autor de la carta edificante:
Muchos fueron los manuscritos que dexó y han quedado como re-
liquias de su sabiduría, de las que han logrado y lograrán la luz pú-
blica la Vida del V.P.D. Luis Pérez Ponze en quarto: la Vida de la V.
Úrsula de S. Basilio también en quarto y dividida en quatro libros o
tratados: y la Vida de N.M.R. y V.P.M. Don Juan Agustín Borrego,
que saldrá en folio dividida en tres libros o tratados. También dexó
escritos, aunque no completos, el Triumpho Angélico o Glorias del Se-

70
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 16.
71
«Esta devoción nos dexó impresa en una hermosa Imagen que costeó para la escalera de
nuestro Colegio de Córdoba y en la obra que saldrá a luz de su Triumpho Angélico que
fueron los últimos brillos de su pluma y bien empleados ocios de su última enferme-
dad».

170 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

ñor S. Raphael, y el Deífico Corazón de Jesús o finezas de su Corazón


amante, para lo que sola su muerte podía quitarle la pluma de la
mano 72.
Un total de ocho obras distintas del monje basilio salen a la luz de talle-
res tipográficos cordobeses, de las que solamente la mitad se publican en
vida del autor y las cuatro restantes después de su óbito. La nómina de
títulos se recoge tanto por José María de Valdenebro y Cisneros como por
Rafael Ramírez de Arellano 73.
Sin embargo, desconocemos los de los manuscritos, salvo el aportado
por el P. D. Juan de Gálvez en la carta edificante de nuestro biografiado,
escrita en el colegio de Sevilla y fechada el 15 de agosto de 1766.
La distribución por temas ofrece unos marcados contrastes numéricos,
puesto que cuatro de los libros tienen un carácter biográfico, dedicados al
estudio de las trayectorias del presbítero Luis Pérez Ponce, la cisterciense
sor Úrsula de San Basilio, el prelado de la diócesis cordobesa Miguel Vi-
cente Cebrián y el compañero de hábito monacal Juan Agustín Borrego.
Los restantes se reparten por igual entre devociones que gozan de un fuer-
te arraigo popular —Nuestra Señora de Gracia y san Rafael— y obras de
espiritualidad dirigidas a religiosas.
La obra impresa más temprana debida a la pluma de Jerónimo Vilches
Blázquez es una novena en honor de la imagen de Nuestra Señora de
Gracia, advocación del monasterio basiliano de la villa de Posadas, con el
título siguiente: Ave Maria. Novena de Maria Ssma. de Gracia. Exercicio util,
qve para elogiar a la Reyna de los Angeles en su milagrosa Imagen, que con el
Soberano Titulo de Gracia se venera en el Monasterio de Monges Basilios de la
Villa de Possadas 74.
La redacción, como hemos visto, nace a impulsos de la intensa devo-
ción del autor a la venerada efigie mariana desde la etapa del noviciado y
mantenida a lo largo de su vida participando con frecuencia en los cultos
como predicador. La obra, en tamaño cuarto, tiene 42 páginas y ve la luz
en 1739, año en el que el monje basilio ya ha alcanzado en la orden el

72
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 21.
73
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: La imprenta en Córdoba. Ensayo biblio-
gráfico. Madrid, 1900. Edición facsímil. Córdoba, 2002. RAMÍREZ DE ARE-
LLANO, Rafael: Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y diócesis de
Córdoba con descripción de sus obras. I. Madrid, 1921, pp. 700-702.
74
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: op. cit. p. 255.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 171


JUAN ARANDA DONCEL

grado de lector jubilado por su dilatada carrera docente e iniciadas las po-
pulares misiones en compañía del P. D. Juan Agustín Borrego 75.
Uno de los fines perseguidos con la edición es potenciar el fervor del
vecindario a la titular del monasterio, de ahí que Jerónimo Vilches mues-
tre gran interés en incentivar la asistencia. Con este fin se vale de la amis-
tad con el obispo Pedro de Salazar y Góngora para lograr la concesión de
cuarenta días de indulgencia a los fieles participantes.
Dos años más tarde recibe el encargo del mencionado prelado de escri-
bir la biografía del sacerdote Luis Pérez Ponce, fundador del colegio de
niñas educandas de Villafranca de Córdoba. La tarea se lleva a cabo con
bastante diligencia, puesto que en 1741 se publican dos ediciones.
La primera incluye también la normativa elaborada para el gobierno y
organización de la institución educativa para la formación de la mujer con
el extenso título de Reglas y Constituciones de el Colegio de Jesvs, Maria, Jo-
seph y Santa Rosalia, que para enseñanza de Niñas Fundó en Vella-(sic) Franca
el Venerable Padre Don Luis Perez Ponce, Vicario de ella, y Comissario de el
Sauto (sic) Oficio y Vida de el mismo Venarable (sic) Padre Fundador 76. La
segunda contiene solamente la vida del benemérito presbítero, cuyo título
a diferencia de la anterior carece de erratas 77.
Ambas están dedicadas por las hermanas que rigen el colegio al citado
Pedro de Salazar y Góngora, y se estampan en la imprenta perteneciente a
la sociedad formada por Diego de Valverde y Leyva y Diego Rodríguez,
cuya actividad tipográfica se desarrolla en el período 1741-1750 en la calle
Librería. En torno a las causas que motivan esta biografía y la elección del
autor las abordamos al final de este trabajo.
Los entrañables lazos entre Jerónimo Vilches Blázquez y el titular de la
mitra cordobesa Miguel Vicente Cebrián y Agustín es la razón principal
por la que el monje basilio acude solícito a la llamada de los familiares para
la celebración en el templo catedralicio el 8 de junio de 1753 de las honras
fúnebres al año de haberse producido el fallecimiento.

75
La novena sale de los tórculos de la imprenta del presbítero Simón de Ortega y León,
impresor mayor de la ciudad y del Santo Oficio, en la calle Librería. La iniciativa parte
del P. D. Salvador de Quesada, morador en el cenobio de Posadas.
76
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: op. cit. pp. 285-286.
77
Vida de el Venerable Padre D. Luis Perez Ponce, Comissario de el Santo Oficio, Vicario de
Villa-Franca y Fundador en ella de el Colegio de Jesus, Maria, Joseph y Santa Rosalia para en-
señanza de Niñas.

172 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Portada del elogio fúnebre de Jerónimo Vilches al obispo Miguel Vicente Cebrián.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 173


JUAN ARANDA DONCEL

Las muestras de afecto al religioso hechas en vida por el prelado justifi-


can su designación para el panegírico en el momento en el que acaba de
concluir el mandato de provincial de Andalucía, desempeña el puesto de
definidor general y goza de los privilegios del grado de maestro de núme-
ro.
La pieza de oratoria se imprime el citado año a costa de los parientes
del obispo aragonés y se dedica a la sobrina doña María Hipólita Cebrián y
Patiño, condesa de Fuenclara, con un título muy barroco: Justa demonstra-
cion, expresion tierna y manifiesto funebre, que la amante y agradecida Familia del
Illmo. y Rmo. Sr. D. Miguel Vicente Cebrián y Augustin, Obispo que fue de
Cordoba y antes de Coria, hizo en las Honras y cavo de año, dispuestas y celebra-
das a impulso de su amor y de la mas reconocida memoria a su Illmo. Dueño y
venerado amo el dia ocho del mes de Junio del año 1753, en la Sta. Iglesia de
Cordoba en la Nave de la Concepcion y Capilla de Nuestra Sra. del Pilar, ante
cuyo Altar yace sepultado su Cuerpo 78.
Una de las dirigidas en el plano espiritual predilectas del monje de la
provincia basiliana de Andalucía es la monja cisterciense recoleta sor Úrsu-
la de San Basilio. A los pocos años de su fallecimiento emprende el estudio
de la biografía de esta virtuosa religiosa que plasma en una voluminosa
obra en cuarto de 674 páginas, dividida en tres libros o tratados.
La impresión, bajo el título de Vida de la V. Sierva de Dios Sor Ursula de
San Basilio, religiosa del choro en el convento del Cister de la ciudad de Cordoba,
se realiza en 1763 en las prensas del establecimiento tipográfico de Diego y
Juan Rodríguez 79. El autor dedica la obra al «Sagrado y Deífico Corazón
de Jesús», una decisión que indubitablemente guarda relación con el arrai-
go de esta devoción en el seno de la comunidad del monasterio del Cister
desde mediados de la centuria del setecientos 80.
La biografía más exhaustiva escrita por Jerónimo Vilches Blázquez es la
del basilio P. D. Juan Agustín Borrego con quien comparte muchas viven-
cias diarias en las dependencias monacales de la ciudad y tareas pastorales
como misioneros en tierras cordobesas y jiennenses. La obra está a punto
de salir impresa en el momento del óbito del autor con el título de Vida
78
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: op. cit. pp. 285-286.
79
Ibidem, p. 305.
80
CERRATO MATEOS, Felisa: op. cit. pp. 226-227. Acerca del nacimiento y propaga-
ción de esta devoción en la urbe cordobesa, vid. ARANDA DONCEL, Juan: «La de-
voción al Corazón de Jesús en Córdoba durante el siglo XVIII (1737-1800)». Boletín
de la Real Academia de Córdoba, 169 (2020), pp. 459-490.

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MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

del V. Siervo de Dios y M.R.P.M. Don Juan Agustin Borrego, monge del orden
de San Basilio Magno en esta provincia de Andalucia, su Vicario General por las
de España y Grande Operario Evangelico en este Obispado de Cordoba, en cuya
ciudad murió con fama de santidad en su Colegio de Maria Santissima de la Paz
a treinta de Abril de mil setecientos cinquenta y siete y sesenta y siete de su
edad 81.
El grueso volumen en tamaño folio consta de 852 páginas numeradas e
incluye un retrato del biografiado que se debe al prolífico grabador Juan
Díez. La estructura del mismo, dividido en tres partes y varios tratados en
cada una, nos lleva a afirmar que se redacta por encargo del provincial de
Andalucía con vista a la apertura de una futura causa de canonización,
teniendo en cuenta la fama de santidad que goza el religioso en el vecinda-
rio.
También es una obra póstuma la que nos ofrece como tema central la
intensa devoción en la capital cordobesa a san Rafael, un fervor del que
participa a nivel personal Jerónimo Vilches como hemos tenido ocasión de
ver. El manuscrito se halla sin terminar al sorprenderle la muerte y será
unos lustros más tarde, concretamente en 1781, cuando salga a la luz con
el expresivo título de Triunfo angelico del celeste principe, poderoso protector y
custodio de la Ciudad de Cordoba San Rafael. Compuesto de sus excelencias,
Patrocinio de Devocion para gloria del Santo Arcangel, confianza y consuelo de los
Cordobeses y mayor estimulo de sus veneraciones y cultos 82.
El libro de 416 páginas numeradas se publica por iniciativa del propio
colegio de Nuestra Señora de la Paz y, al igual que el anterior, está dedi-
cado a la titular, siendo abad el lector jubilado José Ramón Hurtado. A
juicio de Enrique Redel es la obra más completa sobre la devoción a san
Rafael de las muchas que se han escrito:
La obra del P. Vilches es, sin duda, la más completa que se ha pu-
blicado en Córdoba acerca del Ángel. Yo, a lo menos, así la consi-
dero. Otros libros relacionados con este asunto serán ciertamente
más eruditos pero menos amplios. Discúlpeseme, sin embargo, si

81
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: op. cit. pp. 312-313. La obra se es-
tampa en 1766 en los talleres tipográficos de Diego y Juan Rodríguez y está dedicada
a Nuestra Señora de la Paz, titular del cenobio basiliano cordobés que experimenta
muchos adelantos gracias a la encomiable labor del popular P. D. Juan Agustín Bo-
rrego.
82
La obra se imprime en los prestigiosos talleres de Juan Rodríguez de la Torre, distingui-
dos por Carlos IV con el título de Real a finales de la centuria del setecientos.

BRAC, 173, I (2024) 131-180 175


JUAN ARANDA DONCEL

yerro al juzgarlo, en gracia de que este volumen amenizó muchas


horas de mi niñez y recuerdo con agrado cuanto contiene: le ador-
nan párrafos a veces de suma elegancia y símiles muy adecuados y
de buen gusto 83.
Las dos últimas obras impresas en la capital cordobesa de Jerónimo Vil-
ches Blázquez carecen de fecha y son de tema de espiritualidad, estando
dirigidas a monjas. La primera sale después del fallecimiento del autor de
los talleres de Juan Rodríguez de la Torre con el título de Exercicios espiri-
tuales para religiosas distribuidos en diez dias con diez Meditaciones dirigidas al
cumplimiento y perfeccion del Estado Religioso. La segunda ve la luz en el mis-
mo establecimiento tipográfico con el siguiente reclamo en la portada
Consideraciones para antes y despues de la Sagrada Comunion y podran servir
para la Comunion Espiritual.
En el conjunto de biografías escritas por el monje basilio alcanza una
gran difusión la del sacerdote Luis Pérez Ponce. El encargo hecho por el
obispo Pedro de Salazar y Góngora y la designación del autor plantean
algunas incógnitas que necesariamente hemos de despejar.
De entrada debemos tener en cuenta que el fundador del colegio gozó
de la protección y afecto del cardenal fray Pedro de Salazar en su etapa al
frente de la diócesis cordobesa. En primer lugar lo acoge como paje en el
palacio episcopal y después lo ordena de sacerdote y lo nombra en el últi-
mo cuarto del siglo XVII teniente de rector de Villafranca durante un
breve período de tiempo y a continuación vicario de Villa del Río.
El legado y memoria del purpurado mercedario se hallan presentes en
su sobrino Pedro de Salazar y Góngora, quien llega a conocer personal-
mente al presbítero villafranqueño durante su larga etapa de deán del ca-
bildo catedralicio y gobernador del obispado cordobés. Mantiene lazos de
amistad con el citado eclesiástico hasta su muerte en abril de 1721 y des-
pués de esta fecha mantiene un decidido apoyo al colegio de Jesús, María,
José y Santa Rosalía.
La ayuda prestada viene refrendada, entre otras acciones, por la licencia
concedida a la institución educativa para construir la iglesia y el depósito
del santísimo. También autoriza el traslado de los restos del fundador de la
sacristía del templo parroquial al mencionado centro docente.

83
Op. cit. p. 190.

176 BRAC, 173, I (2024) 131-180


MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Portada de la obra de Jerónimo Vilches sobre el arcángel san Rafael.

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JUAN ARANDA DONCEL

En 1738 va a ser nombrado Pedro de Salazar y Góngora titular de la si-


lla episcopal de Osio y su admiración por la figura de Luis Pérez Ponce
justifica la decisión de que se escriba una biografía para perpetua memoria
y sirviera de base en la iniciación de un proceso de canonización, como lo
prueba la misma estructura de la obra impresa en 1741.
La iniciativa pudiera estar motivada por el hecho de haber intervenido
a mediados de 1739 en el proceso de beatificación del dominico fray Ál-
varo de Córdoba. En la citada fecha sentencia favorablemente que el cul-
to inmemorial al fundador del convento de Santo Domingo de Scala
Coeli constituye un casus exceptus contemplado en los decretos de Urbano
VIII. Las pruebas documentales aportadas facilitan la aprobación de la
Congregación de Ritos el 16 de septiembre de 1741 y el 22 Benedicto
XIV proclama la subida a los altares del fraile de la orden de predicado-
res 84.
La decisión del basilio Jerónimo Vilches Blázquez como biógrafo de
Luis Pérez Ponce no es casual sino que responde a una serie de circunstan-
cias favorables. En primer lugar las estrechas relaciones de amistad que,
como hemos visto, existían entre el obispo Pedro de Salazar y Góngora y
el religioso de la orden monacal. También influye en el nombramiento los
fuertes vínculos de este último con Villafranca de Córdoba al convertirse
en epicentro de sus frecuentes misiones populares. Finalmente resulta asi-
mismo determinante su prolongada estancia en la localidad como predica-
dor cuaresmal en 1741.
Sin embargo, la publicación de la obra en la que se desgranan las virtu-
des teologales y cardinales que adornan al fundador del colegio de niñas
educandas y la fama de santidad en el vecindario no tienen como resultado
final la puesta en marcha de su proceso de canonización. Muy posible-
mente el fallecimiento del titular de la diócesis, su principal valedor, el 21
de febrero de 1742 a los pocos meses de salir de la imprenta las dos edi-
ciones de la biografía, trunca un anhelado deseo.
No obstante, la expansión y arraigo del proyecto educativo del bene-
mérito sacerdote villafranqueño en tierras cordobesas, con el nacimiento

84
Acerca del largo proceso de canonización, vid. HUERGA, Álvaro: Escalaceli. Madrid,
1981, pp. 514-529. ARANDA DONCEL, Juan: «Culto y devoción al beato domini-
co Álvaro de Córdoba en los siglos XVII al XXI», en ARANDA DONCEL, Juan y
ROMERO MENSAQUE, Carlos J. (coords.): El convento de Scala Coeli y el beato fray
Álvaro de Córdoba (1423-2023). Córdoba, 2024, pp. 66-72.

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MONJES BASILIOS ILUSTRES EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XVIII: P. D. JERÓNIMO VILCHES...

Portada de la primera edición de la biografía de Luis Pérez Ponce.

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JUAN ARANDA DONCEL

de un buen número de colegios, constituye una prueba harto elocuente de


la pervivencia de una trayectoria e ideal. Este legado lo mantiene vivo en
la actualidad la congregación de las Hijas del Patrocinio de María con su
presencia en distintas localidades de la geografía española y en países del
continente americano como Venezuela y Colombia.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL.
SUS RETRATOS

Ángel Aroca Lara


Académico Numerario

RESUMEN

PALABRAS CLAVE La penuria de la posguerra condicionó a los niños de la época


que ansiaban ser artistas, pues comúnmente sus maestros reorien-
Córdoba.
Deber.
taron la vocación innata del educando por derroteros más solven-
Pasión. tes que los inciertos caminos del arte. Tal fue el caso de Juan
Pintura. Hidalgo del Moral, quien, amando apasionadamente la pintura, fue
Pundonor. inducido a abrazar la docencia. Su sentido del deber le llevó a la
Respeto. enseñanza profesional del dibujo, aunque nunca dejó de pintar.
Retrato. Muestra elocuente de sus logros en el campo pictórico es el rami-
llete de retratos de su etapa de madurez que presentamos aquí.

ABSTRACT

KEYWORDS The post-war hardship conditioned the children of that time


who longed to be artists, since their teachers commonly redirected
Córdoba.
Duty.
the innate vocation of these students along more solvent paths
Passion. than the uncertain paths of art. Such was the case of Juan Hidalgo
Painting. del Moral, who, passionately loving painting, was induced to em-
Pride. brace teaching. His sense of duty led him to professional teaching
Respect. of drawing, although he never stopped painting. An eloquent
Portrait. example ofhis achievements in the pictorial field is this collection of
portraits from his years of maturity that we present here.

«L o que hagas, supérate al hacerlo», reza-


ba la consigna que presidía la pizarra del
aula de don Álvaro Cecilia Moreno,
donde los escolares acababan de corregir los pro-
blemas resueltos en casa el día anterior. La hora del
recreo era inminente. El maestro tomó el puntero y
se dispuso a recordar en el impasse los ríos de Espa-
ña sobre el mapa hidrológico. Lo dejó caer en el
noroeste de la Península Ibérica y los alumnos co-
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. menzaron la salmodia: «el Miño nace en Fuentemi-

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ÁNGEL AROCA LARA

ña, provincia de Lugo, baña las provincias de Lugo, Orense y Pontevedra,


y desemboca en Portugal por La Guardia». Andaba mediada la mañana, las
ventanas desvelaban el patio inundado de sol y los escolares no cesaban de
removerse en los pupitres. Se oyeron las once en el reloj de la iglesia ma-
yor de Santa Marina y el dómine dio su aquiescencia para salir franquean-
do la puerta de la clase. Pese a la general impaciencia no hubo tropel ni
algarabía, los alumnos desfilaron ordenadamente —nuestra historia se re-
monta al 20 de noviembre de 1953— y solo al dejar atrás la gradilla de la
puerta del patio estalló el desbordamiento de la chiquillería.

Estudio del pintor: el pintor conversa con el autor.

Juanito, nuestro protagonista, al margen del júbilo general y acuciado


por su congénita inquietud artística, corrió hacia el aula de don José López
Hugart, un maestro singular que siempre estaba pintando o modelando. Su
clase olía permanentemente a aguarrás, cuyos efluvios habían arrobado a
Juan Hidalgo desde su más tierna infancia en la casa de su abuela materna,
donde recordaba a tía Teresa pintando La Samaritana de Bartolomé Este-
ban Murillo, y aún hoy, dichos efluvios lo siguen cautivando.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

Aquel año, al desem-


polvar las huchas del
DOMUND, se advirtió
que estaban en las últi-
mas y el claustro de la
graduada Ramón y Cajal
decidió pedir a don José
que las renovara con
vistas a la campaña de
1954. Éste, obediente,
avanzaba ya en la empre-
sa encomendada y reci-
bió a Juanito modelando
el tocado de guerra —la
ranura receptora del
óbolo entre las plumas—
de Toro Sentado o quizá
Nube Roja, el niño
nunca lo tuvo claro.
En una estantería
contigua secaban otras
dos huchas, que en su
día serían engobadas con
los colores oportunos y
Estudio del pintor: la fuente del patio. llevadas al alfar de «Los
Tejares» para su cochura.
A Juanito aquel proceso le parecía mágico, casi milagroso. Miraba con
asombro las cabezas de barro de la estantería e intentaba identificarlas. La
monocromía de las piezas y la uniformidad racial de los fernannuñenses de
mediados del siglo XX dificultaban su intento, pero aquel artista en cier-
nes, observador y sensible como pocos, tenía ya sus iconos referenciales.
Sin duda, el niño de labios gruesos y pelo alborotado era primo de «aquel
negrito del África tropical que cultivando cantaba la canción del Cola
Cao». El otro, el del gorro cónico y los ojos oblicuos, debía ser nieto del
anciano cubierto con birrete manchú y cara de goloso, «el rico flan el
Chino Mandarín que ha venido del Pekín de la ilusión».
Absorto en tan peregrinas disquisiciones se le fue el santo al cielo y,
con él, el recreo. Se despidió de don José y volvió presuroso a su clase.

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ÁNGEL AROCA LARA

Unos niños le salieron al paso anunciándole que había ganado el Concurso


del Día del Dolor, extremo que le confirmó don Álvaro al entrar en el
aula entre el general alborozo de sus compañeros.
A Juanito, acostumbrado a que sus dibujos fueran galardonados en las
efemérides del calendario escolar, no le sorprendió la buena nueva, si bien
no pudo evitar turbarse al ser protagonista una vez más. Es asombroso que
los años no hayan socavado un ápice la sencillez innata del niño que quería
ser pintor, aún sigue llevándose francamente mal con la notoriedad y el
aplauso.
Hoy, conociendo la forma de trabajar del artista y su abnegada dedica-
ción a la pintura, estoy seguro de que en aquel tiempo dibujó a José An-
tonio Primo de Rivera como nadie, vamos, mejor que nadie, pues estando
en su clase al pie del crucifijo —en el «calvario político» que presidía las
aulas de la época— hubo de dibujarlo cientos de veces. Tenía estudiada su
cabeza: los volúmenes, las facciones, el gesto, todo, absolutamente todo.
No me cabe duda de que su participación en el concurso fue como coser
y cantar. Es lástima que no conservemos aquel trabajo para mostrarlo aquí
como un retrato de infancia del pintor.
Don Álvaro Cecilia fue un docente excepcional, tal lo afirman Juan
Hidalgo y José Cosano, nuestro presidente, pues ambos fueron condiscí-
pulos en los dos primeros cursos de Bachillerato, cuyos contenidos hubie-
ron de refrendar en los exámenes preceptivos del instituto Aguilar y Eslava
de Cabra. El maestro reconocía las dotes artísticas de su pupilo y valoraba
sus frutos, pero nunca lo alentó a seguir este derrotero. Su pragmatismo y
la precariedad de la época presidieron las directrices que marcó al alumno:
«Mira Juanito —solía repetirle—, lo de pintar está bien, muy bien, pero lo
importante es estudiar, estudiar mucho para que puedas hacerte maestro o
veterinario en Córdoba». Recuerdo los años cincuenta y sé que fueron
difíciles, pero que un gran maestro, como sin duda fue don Álvaro, dilapi-
dara con indiferencia un talento de su clase me hace pensar que fueron
peores, que quizá su gravedad superaba la capacidad de entendimiento de
los niños. En cualquier caso, Juan tuvo suerte, muchísima suerte.
Los padres del pintor, aunque quizá participaran de la opinión del pre-
ceptor e íntimamente desearan que su hijo estudiara una carrera conven-
cional, dentro de la oferta que les brindaba Córdoba, en lugar de aventu-
rarse por los inciertos caminos del arte, jamás se opusieron a su anhelo de
formarse como artista. Tendría Juan siete años cuando un pastelero de

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

Fernán Nuñez, Alfonso García Osuna, comisionó a don Juan, padre del
futuro pintor y propietario de una pequeña empresa de transportes, para
que llevara al Museo del Prado los dulces que le habían encargado para
una recepción en el mismo. Éste no dudó que su hijo debía hacer aquel
viaje, que el artista recuerda como un sueño maravilloso.
De la mano de su padre y un faenero recorrió varias salas de la pinaco-
teca, le parecieron especialmente divertidos los lienzos de Juan Carreño de
Miranda: La Monstrua Vestida y La Monstrua Desnuda; vio Las Meninas re-
flejadas en un espejo situado frente a la puerta de la estancia que albergaba
la obra velazqueña en el otro extremo de la diagonal; en una sala amplia y
repleta de desnudos se detuvieron ante la Dánae de Tiziano hasta que el
padre, estimando que allí había demasiada gente enseñando sus vergüenzas
para que las viera un niño, interrumpió bruscamente la visita. Algo tiene el
agua cuando la bendicen y don Juan supo ver que Juanito merecía la bendi-
ción de este viaje.

Estudio del pintor: el maestro pintando en la galería.

La genética también fue generosa con Juan Hidalgo del Moral. Apren-
dió a andar y le afloraron los dientes de leche en la casa de su abuela ma-
terna, un hogar matriarcal que bullía en mocitas casaderas, sensibles y ha-
cendosas —su madre fue la mayor de seis hermanas—, siempre enredadas

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ÁNGEL AROCA LARA

en ajuares primorosos. Tía Carmen dibujaba los diseños y bordaba. Tía


Lola calcaba las simetrías a contraluz, tensaba bastidores y con la ayuda de
tía María, que al irse dejó su espíritu flotando en el ambiente, resolvía todo
lo irresoluble. La intendencia estaba a cargo de tía Tránsito, que velaba el
hervir de los pucheros y procuraba que cada cosa estuviera en su sitio. Tía
Teresa pintaba y su paso apremiante esparcía por la casa el aroma de la
esencia de trementina. Andando el tiempo doña Francisca, la madre de
Juan, debió reconocer en las habilidades de su hijo destellos de la cotidia-
neidad de esta casa, lo que fue para ella timbre de orgullo.
Figura clave en el devenir del pintor fue Rafael Benitez del Rosal —su
mero recuerdo me provoca el esbozo de una sonrisa—, maestro vocacio-
nal tras el que se agazapaba un artista que puso sus saberes al servicio de los
alumnos y derrochó empeño en que no se desperdiciara ningún talento.
Este hombre culto, sensible, divertido, iconoclasta, hipocondríaco y amigo
de los poetas y plásticos del Grupo Cántico ejerció la docencia en la gra-
duada Ramón y Cajal. Aunque no fue maestro de Juan, tuvo relación con
él, se interesó por sus dibujos, le regaló su primera caja de lápices grasos
para que abundara en el tratamiento del color, habló con sus padres, les
aclaró que el estudio no era incompatible con la formación artística y con-
dujo los pasos del niño a la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba.
Realmente Juan Hidalgo del Moral tuvo mucha suerte. En 1956 su pa-
dre decide trasladarse con la familia a Córdoba para favorecer la formación
de los hijos. Alquila una casa en la plaza de Santa Catalina y la ciudad de
los Omeya se abre al artista en agraz, ávido de belleza y aún con la capaci-
dad de absorción de la esponja. Desde 1953 estaba abierto el puente de
San Rafael, ya que después de casi dos milenios hubo un alcalde de feliz
recuerdo —Antonio Cruz Conde, académico de honor de nuestra Institu-
ción— que acometió la construcción de un segundo puente sobre el Gua-
dalquivir a su paso por la antigua capital de la Bética. Dada la ubicación de
la nueva casa y la fuerza de la costumbre, quizá la familia accedió a Cór-
doba por el Puente Romano, pero el niño no lo recuerda.
Sí me ha hablado muchas veces de los ilusionantes viajes de su infancia
a la ciudad. Llegaba el coche por la carretera de Granada y, al confluir con
el río, remontaba su margen izquierda hasta la Torre de la Calahorra. La
actividad cotidiana del Campo de la Verdad se derramaba hacia el cauce
del Guadalquivir en trasiego de arrieros, lavanderas, pastores y niños des-
nutridos y alegres que bullían por doquier. El murmullo del agua en la
azuda, la salmodia cansina de la esquila, el chirriar de la carreta, el repen-

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

tino trote de un caballo pasmado, amén de los gritos de la chiquillería y la


voz ansiosa de la madre que llamaba al hijo perdido entre los juncos fue-
ron el rumor de un universo antiguo, súbitamente eclipsado con frecuen-
cia por el parloteo broncíneo de las campanas de la Catedral. Entonces
Juanito miraba sobre las aceñas al otro lado del río y descubría una vez más
la fachada sur del seminario, ¡imponente!, la albura de la cal recortada en
sublime geometría por la cóncava sombra de las exedras de los vanos. Al
pintor siempre le fascinó este bastión de estirpe romana cimentado en las
ruinas de la Córdoba amurallada por Roma, ostentosamente plástico, pri-
morosamente arquitectónico, quizá el «excelso muro» gongorino que oca-
sionalmente ha inspirado el fondo de sus lienzos.

Estudio del pintor: la barahúnda del obrador.

Todo era más modesto en la Córdoba extramuros de la margen iz-


quierda del río por la que llegaba Juanito desde Fernán Núñez. Y recor-
damos la estatua acéfala de San Antonio que presidía la hornacina que hay
sobre la puerta del molino del santo lisboeta. ¿Dónde está aquella imagen,
por qué no se repuso tras la restauración de la aceña? Es lástima, con ella se
ha perdido el testimonio de una curiosa e ingenua tradición popular que
me contó Juan Hidalgo, quien a su vez la conoció por el escultor Manolo
Vela, que fue vecino del Campo de la Verdad. Según ésta, la acefalia de la
escultura de San Antonio se debió al certero tiro de piedra de un zagal del
vecindario, con el objetivo de acabar de una vez —Muerto el perro se acabó

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ÁNGEL AROCA LARA

la rabia— con las recurrentes inundaciones del Campo de la Verdad, pues


existía la creencia de que cuando el nivel del Guadalquivir alcanzaba la
cota de la cabeza del santo su desbordamiento era inminente. Aquel cor-
dobés, habilísimo en el manejo de la honda, no dudó que su mejor servi-
cio a la ciudad era decapitar a San Antonio de una pedrada para que jamás
las crecidas del río pudieran alcanzar su testa.
En aquellos viajes de infancia Juan aún no conocía la razón de la acefa-
lia del santo de Padua o quizá no había reparado en ella. Su ilusión era
llegar a Córdoba. Al fin, el coche trascendió la Calahorra y enfiló el puen-
te. Ante el niño y al otro lado del río se alzaba la lorquiana «Córdoba de
arquitectura». ¡Jamás nos cansaremos de admirarla! Todo armoniza incom-
prensiblemente en una sinfonía forjada en siglos y compases estéticos di-
versos: el Triunfo del Cabildo, de un barroco ampuloso y con marcados
ecos berninescos, se alza junto la Puerta del Puente, vestida con las aplo-
madas galas manieristas del tercero de los Hernán Ruiz; la Catedral se en-
cuentra cómoda, como una gran araña vigilante, sobre la urdimbre de los
tejados de la Mezquita; las torres herrerianas del Palacio Episcopal convi-
ven con las almenadas del Alcázar y la noria agarena de la Albolafia, la que
robara el sueño a la reina Isabel, con el cimborrio de la Capilla del Carde-
nal; el cubo majestuoso del Seminario de San Pelagio y las cales modestas
de la Ronda de Isasa pugnan por mirarse en el río cuando se lo permiten
las adelfas; la fronda salvaje del Guadalquivir se funde con los cuidados
jardines del Alcázar; se dan la mano el ascetismo del ciprés, la languidez
del sauce y la elegancia sin par de la palmera, y coronando y custodiando
toda esta belleza, que el niño receptivo absorbe ansioso, San Rafael,
¡siempre San Rafael!
No es la Siena perdida ni la marmórea Florencia de la tarde, que quiso
ver el poeta, es Córdoba, ¡Córdoba!, ni más ni menos, ¡Córdoba!, que es
tanto como decir Atenas o decir Roma. Es Córdoba y ahí mismo, en su
peana sobre el pretil del puente, está para atestiguarlo el arcángel cincelado
por Bernabé Gómez del Río, pescador eterno del Guadalquivir que utiliza
de cebo los ramos de las novias cordobesas.
Establecida la familia en la capital de la provincia Juan Hidalgo cumple
fiel y diligentemente la recomendación de don Álvaro Cecilia: concluye el
Bachillerato como alumno oficial en el único instituto de la ciudad —el
actual Luis de Góngora— y acto seguido se matricularía en la Escuela
Normal de Maestros donde iniciaría Magisterio. Si bien, acuciado por su
pasión congénita, simultanea dichos estudios con la formación artística que

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

le brindan las clases de Amadeo Ruiz Olmos, Antonio Povedano Bermú-


dez y Dionisio Ortiz Juárez, entre otros, en la Escuela de Artes y Oficios
Mateo Inurria, ubicada entonces en el antiguo palacio de los marqueses de
Benamejí, escenario barojiano de la Feria de los Discretos.

Estudio del pintor: libros y modelos anatómicos.

El pintor es un adolescente cuando inicia la dual formación antedicha y


tiene brío, curiosidad, pasión y capacidad de absorción suficientes para
enredarse en otra asignatura vital en su currículum: el conocimiento pro-
fundo de Córdoba, una ciudad pequeña, abarcable y humana, que le sedu-
jo en sus viajes infantiles, aunque apenas trascendió su epidermis. Ahora
vive en el corazón de la Medina, junto a la Mezquita-Catedral, que es un
compendio de la Historia del Arte en opinión de la señorita Amalia, pro-
fesora de su instituto recién estrenado. En la planta basilical, la superposi-
ción de arcos, la armonía de la fábrica y los materiales de acarreo fulge
Roma, que no en vano Chueca Goitia vio en ella el último edificio clási-
co de Occidente. Guarda también destellos visigodos, bizantinos y góticos.
Reina y conforma el edificio el arte califal, que, aunque fruto del agluti-
namiento de formas prestadas, es hito de la arquitectura universal y timbre
de gloria de Córdoba. Los ecos mudéjares resuenan en la Capilla Real.
En el siglo XVI surge el renacimiento apoteósico de la ruina, mínima y
controlada, de la ampliación de Abderramán II. No cabe mejor proyecto

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ÁNGEL AROCA LARA

de adaptación en un edificio antiguo que la catedral programada por Her-


nán Ruiz I y concluida por su dinastía y seguidores; a su nieto se debe la
serliana manierista ubicada a los pies de la fábrica catedralicia, entre la por-
tada de la misma y el trascoro. El barroco de Duque Cornejo se hace sille-
ría en las gualderas talladas en caoba del coro. Se aploma este barroco vi-
brante en la arquitectura recia del retablo mayor, sus columnas, dinteles y
frontones salidos de la entraña de las sierras Subbéticas de la provincia.
Como entredós de estos muebles principales, la mixtura del leño y el
mármol de los púlpitos, también barrocos, de Miguel Verdiguier, que,
aunque no lo parezca, como buen ilustrado participa ya de la estética neo-
clásica y nos legará su paradigma del estilo en la capilla de San Inés. Es
precisamente en las capillas perimetrales de la Mezquita-Catedral donde
podemos completar cualquier laguna en nuestro apresurado itinerario por
el devenir de los estilos artísticos —el Rococó, por ejemplo—.
Pero el valor patrimonial de Córdoba trasciende este noble edificio de
la vecindad del artista incipiente. Juan Hidalgo, acuciado por la curiosidad
y alentado por don Dionisio Ortiz Juárez —de feliz recuerdo en nuestra
querida Academia y a quien tuve el honor de suceder en la sección de
Nobles Artes—, recorre todos los barrios de la Medina y la Axerquía.
Descubre a Valdés Leal en la antigua iglesia conventual del Carmen Calza-
do y participa del asombro de Eliseo ante la maestría del remolino ígneo
que envuelve los caballos del carro de Elías. Como el profeta, el artista ha
sido ya arrebatado por el fuego de Córdoba y no puede parar.
Un día se le revela su fragilidad abrumado bajo la soberbia cúpula del
colegio de Santa Victoria, otro rastrea el antiguo alminar en los cimientos
de la torre de San Lorenzo. Le interesa cualquier vestigio del pasado de la
ciudad y peregrina a la calle Gragea para ver un capitel visigodo. Así, paso
a paso, se va empapando del patrimonio de Córdoba y, paralelamente,
ahondando en su esencia. Paulatinamente, las alocadas carreras de juventud
se tornan paseos reflexivos: la mirada atenta, atisbando por las cancelas de
los patios —siempre francas a la pupila del curioso— y la mente dispuesta
a leer entre líneas, porque la proverbial discreción del cordobés ha confi-
gurado una ciudad sin estridencias. Las iglesias fernandinas, de espaldas al
delirio ascensional del gótico contemporáneo, apenas emergen de los teja-
dos domésticos. Nadie diría que tras las severas fachadas de los conventos,
de un barroco austero y varonil, se esconde el delirio rutilante de los reta-
blos dieciochescos. Las ruinas del Templo Romano, aunque imponentes,
no son sino la punta del iceberg de la soterrada colonia patricia de Claudio

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

Marcelo. Las plazas, perdidas en la enredada trama urbana, a veces no tie-


nen más adorno que el silencio; el silencio, el dolor y la muerte en ese
incomparable rectángulo de cal y de cielo, que es la de Capuchinos, donde
hasta el Credo que busca la indulgencia ha de susurrarse, donde hasta la
hierba que crece entre las piedras debe contenerse.
Verdaderamente Cór-
doba es el escenario idó-
neo para un artista joven.
El conocimiento profun-
do de la ciudad se nos
revela como bagaje de
primer orden en la for-
mación de Juan Hidalgo
del Moral y se hará evi-
dente en sus lienzos tem-
pranos. El pintor, que es
hombre de suerte —ya
lo hemos dicho—, ha
conseguido cimentar su
formación artística en el
lugar adecuado, pero
necesita avanzar y quizá
Córdoba ya no le puede
ofrecer lo que demanda.
La natural discreción
de Juan Hidalgo del Mo-
ral no logró que su paso
Estudio del pintor: filodendro en el brocal. por la Escuela de Artes
Aplicadas y Oficios Ar-
tísticos de Córdoba discurriera en el anonimato. Fue distinguido con el
Premio Extraordinario de su promoción y sus profesores, alertados por
don Francisco Torralba, secretario del centro y siempre atento a las ayudas
de los organismos oficiales, lo animaron a participar en el concurso oposi-
ción promovido por la Diputación Provincial para ampliar estudios de
pintura. Tal lo hizo y consiguió la beca Julio Romero de Torres, que le
permitiría continuar su formación en la Escuela Superior de Bellas Artes
de San Fernando, pensionado por la referida institución.

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ÁNGEL AROCA LARA

Su ilusionante e inopinada marcha a Madrid le fuerza a interrumpir los


estudios de Magisterio, que terminará intermitentemente más tarde, por
respeto a sus padres y a don Álvaro Cecilia, amén del pundonor, tan ran-
cio como maravilloso, que solía aquejar a los jóvenes de los años sesenta
del siglo pasado. Desde la óptica de nuestro tiempo resulta difícil entender
que un joven, que anhela ser pintor y ha alcanzado la cima de sus aspira-
ciones en el camino que lo conduce a su objetivo, se matricule en la Es-
cuela Normal nocturna del Instituto Ramiro de Maeztu por sentido del
deber. En fin, es el peaje de una forma de ser forjada en un tiempo difícil
y reverente con los mayores y sus consignas.
La Escuela Superior de Bellas Artes sorprendió gratamente a Juan Hi-
dalgo. El mundo que había perseguido desde su infancia no es una quime-
ra, existe y se abre ante él. Cuenta con profesores tan reputados como
Villaseñor, Rodríguez Acosta, Soria Aedo, Antonio Zarco, Pardo Galin-
do, Núñez de Celis e incluso Vázquez Díaz que, aunque jubilado, suele
pasar esporádicamente por la clase De Antiguo y Ropajes, donde toma las
riendas, con la aquiescencia de Villaseñor, y ejerce su docto magisterio.
No obstante le inquieta el absentismo del profesorado. Está acostumbrado
a la accesibilidad de los docentes de la Escuela Mateo Inurria y su perma-
nente labor de tutoría en el centro y la falta de asistencia le desconcierta.
Pese a todo hay algo muy positivo en dicha orfandad tutorial, pues favore-
ce la interacción de los alumnos. Las aulas se tornan talleres, donde cada
uno trabaja libremente en su proyecto y en comunión con sus compañe-
ros, entre los que fluye generoso el intercambio de ideas y experiencias. Se
ayudan a resolver las dudas. Los que se pueden permitir el lujo de asistir a
la Academia Peña —un centro privado de arte ubicado en la Plaza Ma-
yor— comunican a los demás lo aprendido cuando lo demandan sus pro-
yectos. En última instancia siempre cabe soltar los pinceles y salir corrien-
do Alcalá abajo hasta el Museo del Prado y libar de la sabiduría inagotable
de los grandes.
Según Juan la Escuela era como una familia. Los cursos solían ser de
treinta alumnos, quizá alguno más en los últimos años, pues los estudiantes
de otros centros del país trasladaban con frecuencia el expediente al madri-
leño para licenciarse por la Escuela de San Fernando. El aglutinante esen-
cial de grupo fue la notable habilidad para el dibujo, garantizada por el
riguroso examen de ingreso. No obstante el alumnado era heterogéneo,
pues la motivación e intereses de los discentes eran diversos. En el aula
trabajaban codo con codo el que quería ser pintor, el que pretendía ser

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

profesor de dibujo, el que sobretodo anhelaba pintar sin tener certeza de


su destino, la niña de buena familia que buscaba un toque de distinción en
su esmerada educación o el diletante rico. Obviamente el mayor número
de bajas a lo largo de la carrera solía afectar a los dos subgrupos reseñados
al final.

Estudio del pintor: restos arqueológicos.

Todos se conocían y la camaradería transcendía aulas y especialidades.


Nuestro pintor visitaba con frecuencia a Juan Corredor que estudiaba es-
cultura con Pérez Comendador, cuya clase parece que fue lugar preferente
de socialización del alumnado, pues sus ventanas a la calle Aduana permi-
tían la utilización de sistemas conectados con los bares de la zona para ga-
rantizar el avituallamiento de las tertulias estudiantiles. La cerveza se de-
mandaba a voces y, mientras descendía la canasta con el importe del pedi-
do, el camarero hacía el acopio y los alumnos tiraban de la cuerda. Efecti-
vamente, la Escuela y sus aledaños funcionaban como una familia bien
avenida en el centro de Madrid. Juan Hidalgo tuvo la fortuna de formarse
en este entorno castizo y amable. A poco de licenciarse el pintor, quizá en
1968, la Escuela Superior de Bellas Artes trasladó sus dependencias al cam-
pus de la Complutense.

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ÁNGEL AROCA LARA

Juan Hidalgo del Moral no perdió el tiempo en este centro que recuer-
da con añoranza. Aprovechando sus horas libres, estudió restauración con
Núñez de Celis y pintura mural con Villaseñor, mereció el Premio de la
Fundación Madrigal de la Real Academia de San Fernando y fue pensio-
nado en Granada por la Fundación Rodríguez Acosta. Si en Córdoba su
principal actividad extraescolar fue ahondar en el conocimiento de la anti-
gua corte de los Omeya, su tarea equivalente en Madrid fue el conoci-
miento de sus museos —el del Prado especialísimamente— y monumen-
tos. Fue asiduo a las galerías de arte, que siempre conviene conocer el
panorama actual y sus tendencias, aunque prefirió el diálogo directo con
los frescos de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida.
En 1966 concluye la licenciatura que le habilita para dar clases de dibu-
jo en un centro oficial. Juan está enamorado de la pintura desde siempre y
el olor del aguarrás lo sigue seduciendo, pero no olvida las recomendacio-
nes de don Álvaro Cecilia y su sentido del deber le dicta que ha llegado el
momento de contribuir al sostenimiento de la economía familiar, pues su
padre está a punto de jubilarse. En el tablón de anuncios de la Escuela ha
visto que el instituto de Sama de Langreo oferta una plaza de profesor de
dibujo y no puede perder este tren. Solicita dicho puesto y, tras ser acep-
tado, desembarca en Asturias para iniciar su vida laboral como docente,
que siempre ha compatibilizado con su innata devoción por la pintura.

Estudio del pintor: el chequeo periódico de los lienzos.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

En 1973 oposita al cuerpo de Profesores de Término en Escuela de Ar-


tes Aplicadas, obtiene plaza y elige volver a Andalucía, concretamente a
Úbeda, donde permanecerá ocho años empapándose del clasicismo rena-
ciente de la ciudad. Y recordamos a Estebanillo González, quien, «tras
haberse licenciado en la calle de la Feria, vino a refinarse en las aguas del
Potro».

Estudio del pintor: el espejo, omnipresente en el taller.

Juan, seducido por la belleza desde su infancia, tuvo su primer contacto


con el clasicismo en Córdoba, gracias a la dinastía de los Hernán Ruiz.
Ahora la ciudad jienense lo sitúa en la geografía arquitectónica de Andrés
y Alonso de Vandelvira para que siga bebiendo en las fuentes de los epí-
gonos del arte grecorromano.
Juan Hidalgo no deja de pintar y su tema preferido es la figura humana.
He aquí el motivo de que hayamos elegido dedicar parte de nuestra inter-
vención al retrato, género pictórico que la utiliza como protagonista. Y al
hablar de los retratos del artista lo primero que llama nuestra atención es su
afición a autorretratarse.
Tal proclividad a efigiarse no puede ser —y lo digo rotundamente—
fruto de egocentrismo en un hombre sencillo, que detesta el relumbrón y
huye de él como de la peste. ¿Pudiera ser acaso un impulso narcisista el

BRAC, 173, I (2024) 181-216 195


ÁNGEL AROCA LARA

que lo anima?, no creo y si fuera sería inconsciente. Tan poco cabe pensar
en el deseo de dejar testimonio de autoría en las obras, pues, lo que pudo
ser una forma de reivindicación profesional en el Renacimiento, hoy no
tiene sentido. La razón obedece sencilla y llanamente a su forma de pintar,
es una cuestión meramente técnica.
No cabe duda de que los rasgos fisionómicos del pintor —nariz, boca,
un ojo o una oreja— pueden rastrearse en muchos de los personajes que
conforman las escenas de su producción, pero sé por Juan que ello se debe
a su tendencia a utilizarse como modelo. Él es su paradigma más próximo
y dispuesto, al que mejor conoce además. Resulta más fácil pintar con un
espejo al lado que llamar a alguien para que pose.

Autorretrato. 2015. 73x65 cm. Óleo sobre lienzo.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

La predilección del artista por sí mismo no cesa cuando deja los pince-
les. Si siente necesidad de parar, porque surge una dificultad que lo blo-
quea y necesita refrescar sus ideas, no permanece ocioso, se autorretrata en
un boceto que se perderá luego en la barahúnda del estudio. Es posible
que algún día lo encuentre y vuelva sobre él, incluso que lo acabe, pero
quizá se quede como está y solo sirva para testimoniar el paso del tiempo.
En cualquier caso, su proclividad a volver sobre sí ha fructificado en varios
autorretratos.

Autorretrato. 1982. 100x100 cm. Óleo sobre lienzo.

Estimo, no obstante, que tales expresiones autobiográficas no se deben


originariamente al planteamiento consciente del artista, sino que son fruto
de su forma de trabajar y de su permanente compromiso con la pintura.

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ÁNGEL AROCA LARA

Contrariamente, la obra que ahora vemos —Autorretrato (1982)— nació


como consecuencia de un proyecto consciente y sabiamente ejecutado por
el artista con las armas que tenía entonces. En ella, Juan, que estaba aún en
su treintena gloriosa, se retrata insultantemente joven delante del lienzo y
con los útiles del oficio en su mano izquierda. Se trata, por tanto, de un
autorretrato de estatus, en el que la actividad del efigiado es manifiesta.
La crítica de sus primeras exposiciones individuales en Oviedo, Jaén y
Córdoba destacó los valores del joven artista, subrayando su habilidad en
el tratamiento de las telas. Tal preocupación alcanza su cenit en la bata del
pintor en este lienzo. Han transcurrido dieciséis años desde que Juan con-
cluyera sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, por
lo que no llega a la ejecución de esta obra ligero de equipaje. Son muchas
horas ante el caballete las que el pintor aporta a la misma.
Visto con la óptica del artista joven, que aspira a ser maestro en su ofi-
cio, el autorretrato es irreprochable cromática y compositivamente ha-
blando. Tengan por seguro que, de no ser así, el pundonor de Juan y su
respeto a los cordobeses le hubieran impedido mostrarlo en Imago trans
speculum, la exposición organizada por la Academia el pasado año en la sala
de la Fundación Cajasol.
Juan utiliza el color con la sabiduría que advertimos en sus obras actua-
les. Destaca al protagonista de la escena —él mismo— revistiéndolo de
una bata blanca modelada en azul, que, como si de un fuste dórico se tra-
tara, subraya y sirve de pedestal a la cabeza. En dicha prenda el pintor ha
alcanzado la maestría perseguida en años anteriores y quizá no valga la
pena abundar en este virtuosismo por más tiempo, pero ahí queda el alar-
de, testimoniando que se alcanzó la meta propuesta. Para mayor realce del
protagonista utiliza en derredor colores terrosos, que van del ocre al ma-
rrón oscuro, generando una atmósfera cálida solo interrumpida por la acei-
tera y el blanco de zinc de las paletas, que son contrapunto cromático a la
bata flamante.
Junto a la figura principal vemos la pintada por el artista en el lienzo, en
segundo plano, más pequeña, menos iluminada y más difusa, aunque sin
atentar contra el valor configurativo de la línea, que no desaparece en lo
esencial. Cerrando el espacio se entrevé una cortina al fondo del mismo.
Se trata en todos los casos de recursos utilizados por el artista para dotar de
diferentes planos el escenario pictórico y generar su perspectiva.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

Ambas figuras y el caballete constituyen la escena, que centra la com-


posición casi milimétricamente. La conformación de la misma viene sus-
tancialmente determinada por la naturaleza de la obra —en este autorre-
trato, el artista ha de contorsionar su cuerpo para ver lo que pinta reflejado
en el espejo dispuesto tras él—, pero Juan ha conseguido un espacio pictó-
rico de primer orden que lo acredita como maestro, ya en 1982.

Amanecer. 2015. 196x130 cm. Óleo sobre lienzo.

Ahora los cuadros del artista son muy distintos, más pictóricos, la línea
ha cedido terreno a la pincelada suelta y precisa adquirida con oficio y
dedicación. Parece como si el pintor hubiera quemado los pinceles de
menor calibre. Ha dejado de pintar pequeño —no solo por las dimensio-
nes de los lienzos—. Ya no desdeña las deformaciones y desproporciones
que refuerzan los valores expresivos de la obra. En la pugna ancestral entre
la forma y la expresión, se ha impuesto ésta. No obstante, para llegar al
momento actual, Juan hubo de recorrer un camino en el que el autorre-
trato que acabamos de ver es hito señero.

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ÁNGEL AROCA LARA

Retratos del entorno familiar del artista: Paqui. 1970. 63x53


cm. Óleo sobre lienzo. Balta. 1980. 31x20 cm. Óleo sobre
lienzo. Juan. 1980. 99x75 cm. Óleo sobre lienzo. Isabel.
1980. 64x54 cm. Óleo sobre lienzo.

Retratos del entorno familiar del artista: Paca. 1990. 63x50 cm.
Óleo sobre lienzo. Doña Francisca. 1985. 55x38 cm. Óleo sobre
lienzo.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

Retratos del hijo del artista: Juan Hidalgo Laguna con perro. 1997.
117x90 cm. Óleo sobre lienzo. Cabeza de Juan Hidalgo Laguna.
1998. 28x23 cm. Óleo sobre lienzo. Cabeza de Juan Hidalgo Laguna.
1998. 28x23 cm. Óleo sobre lienzo. Juan Hidalgo Laguna joven.
2007. 50x42 cm. Óleo sobre lienzo.

La preferencia del artista por el modelo próximo y accesible, que tiene


minuciosamente estudiado, ha determinado que la mayoría de sus retratos
anteriores a 2003, fecha de su jubilación voluntaria como docente, efigien
a personas de su entorno más inmediato: sus hermanos y sobrinos, sus
padres, Paca y su hijo. Salvo el retrato de Isabel (1980), que se expuso
puntualmente en el Palacio Ducal de Fernán Núñez, y Rocío (1973), que
está en el estudio del artista y se ha exhibido en varias muestras, se trata
de obras inéditas, que pertenecen al ámbito familiar y hoy damos a cono-
cer.

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ÁNGEL AROCA LARA

Retratos de los hermanos Aranda Valdivia: Juan Alfonso. 1986. 74x50 cm. Óleo
sobre lienzo. María Isabel. 1986. 74x50 cm. Óleo sobre lienzo.

Obviamente, en este periodo de más de tres décadas, el pintor ha reali-


zado encargos extrafamiliares, de los que hemos elegido como muestra los
de los Hermanos Aranda Valdivia (1986), hijos del académico Aranda Don-
cel. Se trata de dos lienzos muy hermosos en los que el pintor poetiza la
realidad, que ya lo dijo Dionisio Ortiz Juárez en la presentación de la
muestra del artista en la galería Atrium de 1976: «Para Juan Hidalgo, pintar
es vivir, vivir es soñar y soñar es poetizar».
Realmente la mirada triste de Juan Alfonso mientras sostiene el timón
de su futuro —enredada la mente en fantásticos viajes— ante la interpreta-
ción libre de la serliana de la Puerta del Puente es pura poesía. Y poesía es
también la sonrisa franca de María Isabel, el muro sur de la Mezquita Ca-
tedral como telón de fondo —tan plástico como cordobés—, y entre sus
manos las flores oferentes de su simpatía que constatamos a diario. Aunque
trece años posteriores, estos retratos conectan con el de Rocío (1973), el
pájaro enjaulado en su regazo y el idealizado paisaje urbano de Córdoba a
su espalda. Realmente Juan —él lo ha dicho— siempre ha pintado lo
mismo y las diferencias solo son fruto de la evolución en sus años de ofi-
cio.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

Rocío. 1973. 100x81 cm. Óleo


sobre lienzo.

El artista inició su carrera académica con su nombramiento como co-


rrespondiente por Fernán Núñez en 1979. Y diez años después pinta el
retrato de Don Juan Gómez Crespo (1989), que dona a la Academia como
trabajo de presentación de dicho nombramiento. Estatutariamente no es-
taba obligado, pero la generosidad y el pundonor de Juan Hidalgo tras-
ciende la norma con esta obra que aviva la añoranza de nuestra antigua
sede de Ambrosio de Morales, pues siempre estuvo en la planta alta, frente
a la escalera, como recibiendo a los académicos que acudíamos a las sesio-
nes privadas de los jueves.
Como queda dicho, el retrato surgió en el ocaso de la década de los
ochenta, tiempo en que la delgadez espiritualizante de don Juan alcanzó
cotas que llegaron a preocuparnos.
Cuando posaba para el pintor, éste lo vio —tal me dijo— tan desmate-
rializado y transparente como un personaje del Greco. En consecuencia el
artista, que conoce perfectamente su oficio, decidió utilizar en el retrato la
técnica del pintor cretense, consistente en emplear como base el temple,
más brillante y transparente que la pintura de aceite, y rematar la obra con
veladuras al óleo.

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ÁNGEL AROCA LARA

Juan Gómez Crespo. 1989. 195x114 cm. Óleo y temple sobre lienzo.

Así mismo propia de Doménico Greco es la contraposición de dos pla-


nos, el material y el etéreo, que advertimos en el cuadro. Efectivamente,
don Juan tiene los pies en la tierra, hundidos en el barro cálido y denso del
pavimento, pero su figura descarnada y espiritual, envarada y solemne,
tiende a levitar en una ascensión contenida, que contrasta con la pesadez y
aplomo de los legajos que le sirven de fondo.
El cromatismo ambiental, pródigo en sienas, ocres y grises, acoge sin
estridencia el azul del traje y el carmín desvaído del viejo terciopelo que
tapiza el sillón español. Tan sobria y elegante utilización del color se aco-

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

moda a la austeridad, casi monacal, de la estancia, que constituye el marco


más idóneo para el humanista parco y mesurado que fue don Juan Gómez
Crespo.
Es el mismo ambiente de pobreza digna que la mesura de los Austrias
introdujo en la pintura del Siglo de Oro, porque este retrato, no cabe du-
da, es esencialmente español; en él podemos rastrear el influjo de nuestros
grandes retratistas, desde Diego Velázquez a Álvaro Delgado. Estamos ante
una obra de nuestro tiempo que rezuma tradición.
Juan Hidalgo no ha pretendido hacer un mero retrato físico de don
Juan, sino dotar su obra de contenido sicológico. De aquí la acentuación
de los rasgos y actitudes más característicos del efigiado; no obstante, su
cariño y respeto al modelo y el acento idealizante que siempre ha presidi-
do la producción del artista lo han alejado de desembocar en la esperpenti-
zación a que nos tienen acostumbrados pintores tales como el referido
Delgado.
Efectivamente, Juan Hidalgo exterioriza en esta obra su estima hacia el
modelo. Éste, además de su paisano, fue su maestro y un buen amigo. En
el entorno familiar del artista siempre se acogió a don Juan con cariño y se
habló de él con respeto y admiración. Es normal que, habiendo crecido en
este clima de afecto incondicional y admiración hacia el retratado, Juan
Hidalgo no vea en él limitaciones. Nos lo muestra como un gran huma-
nista, como un sabio a la antigua usanza capaz de abarcar todo el saber; de
aquí que no rotule los lomos de los legajos sobre los que se recorta su si-
lueta noble y venerable, pues hacerlo supondría poner frontera a la erudi-
ción de don Juan.
En 2010, Joaquín Criado Costa, director de nuestra querida Academia
por entonces, quiso iniciar la galería de directores de la misma, por lo que
el pleno acordó comisionar a los pintores de la sección de Nobles Artes
dicha tarea. El artista, que en 2008 había pasado a ser académico corres-
pondiente por Córdoba adscrito a la referida sección, pide hacer mi retra-
to, que habría de ser el discurso de presentación por su nuevo estatus aca-
démico.
Siempre estaré en deuda con Juan Hidalgo por haber pedido hacer mi
retrato, que pintó con atinado criterio en el planteamiento y una ejecu-
ción magistral, propia de la madurez del maestro y deudora de más de
medio siglo de oficio. El pintor no se planteó retratar a Ángel Aroca, sino
a Ángel Aroca como director de la Real Academia de Córdoba, por lo

BRAC, 173, I (2024) 181-216 205


ÁNGEL AROCA LARA

que lo efigió con toda la dignidad y empaque que conviene al cargo. Y


recordamos el retrato ideal de Sófocles que alberga el Museo Laterano, en
el que la escultura del dramaturgo griego, descalzo, arrogante y envuelto
en elegante himation, tiene la apostura de los héroes de sus tragedias.

Ángel Aroca Lara. 2010. Óleo sobre lienzo.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

El resultado del tiempo que posé en el estudio del artista y la mirada


atenta con que me escrutaba durante nuestros paseos o las charlas del café
matutino, son este retrato idealizante e intemporal, como corresponde a
una galería proyectada para burlar el tiempo y mantenernos vivos cuando
apenas seamos polvo preso del mármol. Es lástima que un retrato esplén-
dido, sin galería donde colgarlo, padezca la diáspora actual del patrimonio
académico.
Con una gama cromática que nos recuerda a Gutiérrez Solana, de par-
dos, sienas, azules e incluso el negro —considerado proscrito por algunos
artistas en pintura, pero que aquí es irremplazable—, Juan Hidalgo ha con-
formado una figura gallarda, extraordinariamente pictórica que llena el
espacio y se hunde por su peso en el sillón casi imperceptible. Compone
en ele inversa, que es la que conviene al retrato clásico y elegante que
pretende. Le interesa destacar la cabeza, que esta emerja en solitario y
cuente con un espacio exclusivo.
Salvo el modelo, todo se me antoja perfecto en esta obra: La pincelada
suelta que subraya su carácter pictórico, la vibración de los colores autó-
nomos sin estridencias, el blanco agrisado de la camisa que realza la cabeza,
el peso de la medalla académica sobre la corbata, la Cruz del Mérito Civil
fundida y confundida en la solapa, como tiende a fundirse la figura misma
con el fondo. En la obra el artista ha estimado oportuno ubicar un belén
dentro de su fanal, que aunque me acerca al Rey en la iconografía proto-
colaria de su tradicional discurso navideño —tal pudieran interpretarlo los
alcanzativos— nada tiene que ver con el referido tono idealizador del re-
trato, pues es mera alusión a mis aficiones. Este elemento parlante, utiliza-
do por el pintor con relativa frecuencia en su producción retratística —tal
lo hemos visto—, será más ostensible en adelante en retratos de naturaleza
similar al que nos ocupa.
Desde su jubilación Juan Hidalgo del Moral vive un apasionado idilio
con la pintura. Se acabaron las citas furtivas, los encuentros fugaces, las
ausencias forzadas por su dedicación a la docencia. Ahora pinta diariamen-
te, a veces mañana y tarde. La pintura fue del pintor desde su más tierna
infancia y al fin puede entregarse a ella sin reservas. Las paredes del obra-
dor de San Basilio son testimonio de esta pasión que, a juzgar por sus fru-
tos, se me antoja intensa y tumultuosa. El estudio siempre está revuelto: la
obra menor —dibujos, bocetos, proyectos, …— que no halla acomodo en
carpetas y cajoneras se amontona en las mesas hasta el desbordamiento y
los lienzos —la mayoría de gran formato— cambian de sitio con frecuen-

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ÁNGEL AROCA LARA

cia y hasta de aspecto ocasionalmente, dejando constancia de que es fre-


cuente su paso por el caballete para el chequeo periódico.

Juan Hidalgo Laguna. 2015. 100x81 cm. Óleo sobre lienzo.

Sin desdeñar la obra precedente, valiosa en sí y que además cimenta la


actual, me confieso devoto del pintor que pinta con el júbilo de la jubila-
ción. En estas dos décadas Juan Hidalgo se ha dedicado exclusivamente a
pintar y lo ha hecho con fruición. No hay como trabajar en lo que nos

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

gusta y poder hacerlo a todas horas. Tiene predicamento la idea de que el


creador concibe sus obras mejores en la juventud, si bien las realiza en su
etapa de madurez, cuando el oficio bien aprendido le brinda los recursos
precisos para llevarlas a cabo. Nuestro pintor ha alcanzado la plenitud de
su arte y es natural que ahora afloren los mayores destellos de su produc-
ción.
Juan Hidalgo del Moral constata que, en paralelo al proceso de madu-
ración de su arte, se ha producido el de su hijo. El niño de los años no-
venta, cuya ausencia de tabique nasal le impedía canalizar el llanto, es en
2015 hombre en sazón. Pese a su juventud, la osamenta recia y proporcio-
nada le confiere una apostura que enorgullece al padre. El pintor no dudó
utilizarlo de modelo en Rafael y Tobías (2014), su discurso de ingreso co-
mo académico numerario. Ahora lo retrata y la tela que vemos es manifes-
tación efusiva e irreprimible de orgullo de padre. Juan Hidalgo Laguna
(2015) se nos muestra irreprochablemente vestido y con los brazos cruza-
dos, en el centro del lienzo y sobre un fondo cromático ajustado a la in-
dumentaria del modelo, el pintor se ha contenido y el único destello de
«transfiguración tabórica» es el halo lumínico que despega al retratado del
fondo.
Algo anterior es el retrato del Poeta Carlos Clementson (2014). Recuerdo
el día en que el retratado vio esta obra en el taller del maestro. Se colocó
delante del lienzo y en paralelo a él, la mano izquierda apoyada sobre una
mesa del obrador, exagerando la postura altanera que se insinúa en el mis-
mo y exclamó: «¡Ea, como un virrey!» Efectivamente a Carlos le gustó su
retrato y tal lo dejó escrito en el poema que le dedicó, Ante un retrato pin-
tado por un amigo:
Mas en tu despedida,
al mirarte a este espejo,
sentirás el orgullo de haber vivido, al menos,
de acuerdo con la idea que hicieras de ti mismo
Los libros son el elemento parlante que alude a la actividad del retrata-
do: sus poemarios y antologías, las numerosas traducciones de otros poetas
de las lenguas románicas y todos los demás del eterno bagaje con que lo he
visto siempre entre el aula y su casa a la altura de la Cruz Roja. Está lite-
ralmente enterrado por ellos y de ellos emerge, como Venus del mar en la
tela de Sandro Botticelli.

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ÁNGEL AROCA LARA

Carlos Clementson Cerezo. 2014. 124x124 cm. Óleo sobre lienzo.

Helenófilo empedernido, en la estantería está la crátera que lo atestigua.


¿Quizá la caracola atesora los rumores marinos del Egeo de sus versos? Sí,
pero no: es el mar de su infancia —la playa de La Cola y cabo Cope de la
costa murciana de Águilas, donde tuvo su casa de veraneo la familia Cle-
mentson desde finales del siglo XIX— que heleniza al evocarlo en sus
versos.
La caracola alcanza en el retrato importancia primordial, pues, si la obra
de arte no concluye hasta que el espectador la contempla, la mirada del
poeta la convierte en metáfora del cuadro mismo.
Y así habrá conseguido, revocando ese sino
que a todos nos acecha de incertidumbre y sombra,
salvarte del olvido, darte de nuevo a luz
tal cual quisiste ser,
y hacer con su pintura que, desde este retrato,
puedas seguir oyendo
—ya para siempre a salvo—,

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

en el rumor que canta desde esa caracola


—fresco como la vida y la luz de la infancia—
cómo nace de nuevo el mar cada mañana
El retrato de José Cosano Moyano (2019) nació para iniciar la galería de
presidentes de la Fundación pro Real Academia de Córdoba. El pintor
recibe el encargo de su amigo y paisano y, con la generosidad que lo dis-
tingue, lo realiza gustoso. La natural tendencia idealizante del artista se
acentúa, y conviene que así sea por el carácter de la obra.

José Cosano Moyano. 2019. 124x124 cm. Óleo sobre lienzo.

José Cosano se yergue en el centro del espacio pictórico, aunque apo-


yado —más que sentado— en el sillón frailero del estudio. El giro corpo-
ral le aporta un impulso ascensional contenido. Es como si alguien o algo
haya llamado su atención y corresponda con dicha torsión. La carabela y el
portulano son elementos parlantes alusivos a su condición de historiador
de América. El pintor sigue jugando con el azul frío y la calidez de los
colores terrosos para establecer contrastes cromáticos. Quizá la mayor no-

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ÁNGEL AROCA LARA

vedad sea que la figura del efigiado se recorte en el cielo brumoso del
océano, flanqueado por dos potentes pilastrones de mármol de Cabra, a
modo de jambas abiertas al Atlántico, como alusión velada a la gesta des-
cubridora del alba de la Edad Moderna.
No es el parecido físico con el modelo lo que más preocupa a Juan Hi-
dalgo del Moral al abordar un retrato, su obsesión es pintar un buen cua-
dro. La fidelidad al modelo, que persigue y consigue, es mera anécdota
dado su inevitable periodo de caducidad. Un buen ejemplo es el retrato de
Ana Laguna (2013), cuyo parecido con la niña de entonces estimamos
remoto después de once años cruciales en su desarrollo físico. No obstan-
te, el buen hacer del pintor aprisionó en el lienzo el tiempo de jugar de la
que hoy es mujer. El candor revestido de volantes y lazos sobre sus jugue-
tes preferidos, sigue intacto, y confiere un atractivo intemporal y universal
a la obra. Muchos no dudarían en colgar este cuadro en su casa sin impor-
tarles quien fue la retratada.

Ana Laguna Alcántara. 2013. 105x93 cm. Óleo sobre lienzo.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

No cabe duda de que el carácter amable de la infancia es un valor aña-


dido en el retrato. Si sale a subasta una tela de Antonio María Esquivel, el
gran retratista romántico, el precio de remate variará sensiblemente en
función de la temática del retrato, pues un señor de edad provecta, vestido
de negro y con bigote se cotizará bastante menos que unos niños alegres
que se abren a la vida.
Lola y Sergio (2023) —mis nietos— es un retrato del año pasado y quizá
el último de Juan Hidalgo del Moral, pues con un artista disciplinado que
acude diariamente a su obrador y pinta instintivamente en sus ratos libres,
la afirmación rotunda siempre entraña riesgo. En cualquier caso, es el úl-
timo que ha salido de su estudio. La obra es fruto sazonado de una idea
que comencé a compartir con el artista hará unos cinco años. Hablábamos
entonces del retrato de Lola, pues Sergio llegaría después. Juan, con buen
criterio, me hizo ver que disponíamos de varios años para madurar el pro-
yecto dada la corta edad de la niña.

Lola y Sergio. 2023. 145x114 cm. Óleo sobre lienzo.

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ÁNGEL AROCA LARA

Este quedó aparcado por algún tiempo, aunque siguió bullendo en mi


cabeza ¿Por qué no aunar mi deseo de tener el retrato de mi nieta en uno
de grupo con mi esposa y mi hija, versión de la iconografía clásica de «las
tres edades»? Juan no manifestó nada en contra e hizo algunos dibujos
preparatorios. Las más reticentes fueron mis «Piedades», quienes, tras el
nacimiento de Sergio, propusieron que lo acertado sería que el artista pin-
tara a los hermanos y así ha sido felizmente.
Compositivamente Juan Hidalgo ha recurrido a la proporción áurea
para llamar la atención sobre Lolilla —que no en vano ella fue el motor de
la obra— erguida en el tercio justo del espacio pictórico y rozando los
límites de su altura. A su izquierda Sergio y sus juguetes completan la es-
cena que se inscribe en un triángulo rectángulo.

Lola. Detalle del anterior.

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FORMACIÓN ARTÍSTICA DE JUAN HIDALGO DEL MORAL. SUS RETRATOS

Axialmente la niña con su aro ocupa la mitad derecha del lienzo. La


otra mitad es territorio del hermano con su caballo y su balón. Obviamen-
te ambos espacios están interconectados y la escena es única. Con inten-
ción de favorecer la conexión Juan pensó en colocar algún objeto alargado
entre el balancín de las patas del caballo y el aro.

Detalle de Lola y Sergio.

Le sugerí mi bastón, que es el juguete preferido de mi nieto. El artista


lo vio bien y además lo aprovechó para generar atmósfera a nivel del pa-
vimento y subrayar la profundidad del espacio escénico. De esta forma el
abuelo se metió en el cuadro y en aras de la paridad hubo de buscar la
forma de integrar a la abuela. El pintor —tal me lo ha dicho hablando de
varios encargos— es proclive a poner en sus cuadros alguna joya de la
familia, lo que no era fácil en un retrato infantil. No obstante, recordé una
crucecita que le regaló a Piedad su padre siendo ésta muy joven y el artista
la pintó sobre el pecho de Lola. Así, de forma casi imperceptible, como a
ella le gusta, la abuela está también en el retrato de sus nietos.
Salvo el pavimento no hay alusiones paisajísticas en el cuadro. Los ni-
ños y sus ajuares jugueteriles surgen de un fondo neutro con vibraciones
cromáticas que busca realzar a los retratados.

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ÁNGEL AROCA LARA

Se trata, en definitiva, de una obra marcadamente pictórica en la que la


línea tiende a difuminarse en las sombras y cuando se nos muestra más
nítida no es fruto del trazo sino de la contraposición lumínica. Juan Hidal-
go, fascinado por la secreta y pedagógica sencillez de Velázquez, sabe que
para pintar todo no ha de pintarse todo ¿Dónde está el brazo izquierdo de
Lola?, ¿Por qué la mano se ha resuelto con dos pinceladas, sumariamente?
Sencillamente para realzar su rotunda y definitiva presencia.

Lola y Sergio presidiendo el cuarto de estar de sus abuelos.

No es fácil integrar en la casa de unos octogenarios —y menos si al-


guno es devoto irredento del mercadillo y la almoneda— un cuadro de
estas dimensiones. Hacerlo ha exigido sacrificar los preciados recuerdos de
varios amigos que aún no he terminado de reubicar, pero nuestros nietos
han entrado en la casa por la puerta grande y se han instalado en el lienzo
emblemático de nuestro cuarto de estar, el que siempre ha sido telón de
fondo de los mejores momentos de la familia y espero lo siga siendo, pre-
sidido por ellos, mientras nos alcancen las fuerzas y Dios lo permita.

216 BRAC, 173, I (2024) 181-216


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (II):
LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO X Y DE LA
ORDEN DE CALATRAVA

José Manuel Escobar Camacho


Académico Numerario

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Este artículo de carácter histórico-urbanístico es el segundo


trabajo dedicado al estudio de diferentes espacios urbanos del
Urbanismo.
Casas de Alfonso X.
casco histórico de la ciudad de Córdoba, partiendo de la conquista
Casas de Calatrava. de la misma por los cristianos en 1236 hasta la actualidad. Está
Casa de la Encomienda. dedicado a la evolución urbanística de la manzana que ocupaban
Hotel Suizo. las casas de Alfonso X, que posteriormente fueron de la orden de
Tendillas. Calatrava. Un espacio de casi 13.000 metros cuadrados, dentro de
cual se configuró la actual Plaza de las Tendillas.

ABSTRACT

KEYWORDS This historical-urbanistic article is the second work dedicated


to the study of different urban spaces in Cordoba historic centre,
Town planning.
Alfonso X’s houses.
from the conquest by the Christians in 1236 until today. It’s dedi-
Calatrava houses. cated to the urban development of the block occupied by Alfonso
La Encomienda house. X’s houses, which later belonged to Calatrava’s order. A space of
Swiss Hotel. almost 13.000 square metres, within which the current Tendil-
Tendillas. las’square was configured.

INTRODUCCIÓN

E l casco antiguo o histórico de Córdoba, que


hunde sus raíces en época romana pero
tuvo su origen fundamentalmente en el le-
gado medieval —tanto islámico como cristiano— y
en las modificaciones realizadas durante las centurias
modernas, llegó casi intacto en su estructura e infra-
estructura urbana a principios del siglo XIX. Así
queda reflejado en el Plano de los Franceses de 1811,
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. al presentarnos la ciudad encerrada aún dentro de

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JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

su recinto amurallado y con amplias superficies ocupadas por edificios de


carácter conventual 1.
Aunque a lo largo de la centuria decimonónica asistimos a algunos in-
tentos por modificar dicha herencia y transformar la ciudad cordobesa en
una urbe moderna, lo cierto es que —debido a las condiciones poblacio-
nales y socioeconómicas de nuestra ciudad— dichos intentos no tendrán
éxito. Será a fines del siglo XIX y principios de la centuria siguiente cuan-
do —al expandirse la ciudad fuera de sus murallas, siguiendo criterios de
modernidad íntimamente unidos a la nueva clase social (burguesía) y al
nuevo orden económico (capitalismo)— el casco histórico-artístico deje
de ser considerado como la propia ciudad cordobesa y quede tan solo co-
mo una parte de la misma2. En dicho momento se llevaron a cabo diversas
transformaciones urbanas que modificarán totalmente la herencia recibida
en determinadas zonas del casco histórico, borrando la huella de su pasado.
Para dar a conocer dichos cambios es por lo que el pasado curso aca-
démico comencé un ciclo de intervenciones en la Real Academia, a imi-
tación de lo que hicieron otros académicos que nos precedieron en las
centurias pasadas, con el título genérico de «Espacios urbanos de Córdoba
con historia». Su finalidad era simplemente dar a conocer retazos de la
historia de Córdoba a través de la evolución de distintas zonas urbanas del
casco histórico, donde las huellas de su pasado romano, islámico e incluso
cristiano son más difíciles de reconocer en el entramado urbano actual, ya
que su estructura ha cambiado con el transcurrir de los años.

1
El Plano de los Franceses de 1811, realizado durante la Guerra de la Independencia por el
gobierno de los afrancesados, se considera como el primer plano urbano de Córdoba
elaborado de forma científica. Vid. sobre este plano el estudio de TORRES MÁR-
QUEZ, Martín y NARANJO RAMÍREZ, José, «El casco histórico de Córdoba y el
primer plano de la ciudad: el Plano de los Franceses de 1811», Ería, 88 (2012), pp.
129-151.
2
Son precisamente esos dos momentos: la ciudad encerrada dentro de su recinto amura-
llado y los intentos por modificarla los que describe perfectamente T. Ramírez de
Arellano y Gutiérrez en sus Paseos por Córdoba, quedando también reflejados en los tres
planos existentes sobre la ciudad en dicha centuria: 1811, 1851 y 1884. La imagen que
proyecta la ciudad en esos momentos, con algunas transformaciones urbanas, pero sin
perder las esencias básicas de su trama urbana, queda reflejada también en la vista aérea
de la ciudad realizada a mediados del siglo XIX (1853) por Alfred Guesdon. Sobre el
cambio en la consideración urbana del casco histórico vid. ESCOBAR CAMACHO,
José Manuel, «El casco histórico: una ciudad de barrios antiguos dentro de una ciudad
moderna», Los barrios en la historia de Córdoba (3): asumir el pasado, pensar el futuro, cons-
truir la ciudad de mañana, Córdoba, 2020, pp.101-156.

218 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

Concebido como un viaje desde el pasado hasta el momento presente,


dicho recorrido lo iniciamos siempre en el momento que la ciudad de
Córdoba es conquistada por Fernando III en 1236. En dicho momento
la ciudad islámica ocupaba el nivel superior del espacio urbano del actual
casco histórico, mientras que la ciudad romana y tardoantigua se encon-
traba en el subsuelo de la misma y no era conocida por los nuevos po-
bladores —los cristianos— que la ocuparon a partir de 1236, transfor-
mándola y adaptándola a sus necesidades desde dicho momento hasta el
actual.
Si el pasado año lo dediqué a la manzana de la primitiva iglesia de San
Salvador 3, la presente intervención la haremos sobre otro espacio urbano
próximo a ella que con las transformaciones urbanísticas de los siglos mo-
dernos, pero sobre todo con las realizadas a fines del siglo XIX y princi-
pios del XX, acabaron con la trama heredada desde los siglos medievales y
configuraron un nuevo centro urbano y económico de Córdoba, que
coincidirá casi en su totalidad con el centro administrativo, político y reli-
gioso de la ciudad romana. Me refiero a una manzana urbana de aproxi-
madamente unos 13.000 metros cuadrados, que se encontraba ubicada en
una plataforma llana o terraza natural —levantada aproximadamente a 20
metros del Guadalquivir—, pero que desde época islámica conformaba
una unidad urbana privada residencial —posiblemente aislada del resto de
construcciones por un pequeño muro— en pleno centro de la Villa cor-
dobesa, que tenía su entrada desde época bajomedieval por una pequeña
plaza surgida de la confluencia de varias calles.
Este amplio espacio abarcaba en los siglos bajomedievales no solamente
viviendas sino también corrales, huertas, caballerizas, baños, zona ajardina-
das, etc. Todo este conjunto urbano conformaba las casas de Alfonso X en
los años posteriores a la conquista de la ciudad, que pasaron posteriormen-
te a ser propiedad de la orden militar de Calatrava. En las centurias mo-
dernas esta unidad urbana será objeto de ciertas modificaciones, quedando
en un primer momento dividida en dos sectores separados por una vía
urbana (siglos XVI-XVIII), como podemos comprobar tanto en los planos
de Córdoba 1811 y de 1851, y posteriormente en la primera mitad del
siglo XX en tres sectores urbanos distintos, como podemos igualmente
verificar en la vista aérea actual de esta zona. De ellos dos son de carácter

3
Vid. ESCOBAR CAMACHO, José Manuel, «Espacios urbanos de Córdoba con historia
(I): La manzana de la iglesia de San Salvador», Boletín de la Real Academia de Córdoba
—en adelante BRAC—, 172, 2023, pp. 419-438.

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JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

residencial y otro de carácter público. Este último —de aproximadamente


6.000 metros— conforma el espacio de la plaza de las Tendillas, cuya ac-
tual configuración cumplirá cien años de historia en 2025.
Los límites de esta gran manzana urbana vendrán dados —con referen-
cia al callejero actual— por Mármol de Bañuelos, la calle Victoriano Vi-
llar, el límite occidental de la Plaza de las Tendillas, la calle Jesús y María
hasta casi la confluencia con la calle Rodríguez Sánchez, la calle Juan de
Mena, la calle Duque de Hornachuelos, el límite oriental de la Plaza de las
Tendillas y la calle Diego de León (Fig. 1). Tenían su entrada, con refe-
rencia al Plano de los Franceses de 1811 4, por una pequeña plaza, constituida
por la confluencia de cinco calles: actuales Victoriano Rivera, San Álvaro
—al no existir en dicho momento la calle Cruz Conde—, Gondomar,
Málaga y Jesús y María, ya que la calle Morería desembocaba en la de
Abades o San Álvaro. Es a este gran sector urbano al que dedicaré esta
segunda intervención, basada fundamentalmente en fuentes archivísticas y
bibliográficas, que está dividida en cinco apartados.

Fig.1. Izquierda: Espacio urbano que ocupaban las casas de Alfonso X y de la orden de
Calatrava en el Plano de los Franceses de 1811. Derecha: Vista aérea actual del espacio
urbano aproximado que ocupaban las casas de la orden militar de Calatrava (línea
roja) 5.

4
Este espacio urbano estaría limitado en el Plano de los Franceses por Mármol de Bañuelos,
calle de la Concepción, tramo de la calle del Paraíso desde la de la Concepción hasta la
del Jilete, calle del Jilete, calle de Jesús María, Plazuela de las Tendillas y calle de la
Plata (vid. figura 1).
5
Vista aérea tomada de http://puertadeosario.blogspot.com «Historia y leyendas de Cór-
doba: Las Tendillas de Calatrava». 13 de diciembre 2008.

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ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL ESPACIO URBANO

El suelo de dicha manzana, que hunde sus raíces en época romana y es-
taba ubicado en las proximidades del Foro colonial, tuvo en su origen un
carácter privado; si bien con la construcción del Forum Novum o Forum
Adiectum en la época imperial gran parte del mismo pasó a tener un carác-
ter público 6. Entre mediados del siglo III e inicios del IV d.C. asistimos al
desmantelamiento —como ocurrió con otros grandes conjuntos monu-
mentales— del Forum Novum, que perdió su función de centro cívico de
Córdoba, al trasladarse este con la llegada del cristianismo al complejo
episcopal ubicado en la parte suroccidental de la ciudad, así como el carác-
ter de suelo público para convertirse con la construcción de viviendas en
privado 7.
Es probable que en esta zona, por su privilegiada situación, se constru-
yese entre los siglos V al VII un inmueble de carácter residencial aristocrá-
tico, más compacto que los tradicionales domus, de planta rectangular,
desarrollado en varias alturas, que prescinde del patio abierto central. Este
tipo de residencia aristocrática, de construcción frecuente en zonas eleva-
das, recibirán con la llegada de los musulmanes el nombre de balat (tér-
mino derivado de palatium) 8.
Este tipo de edificios preislámicos heredados por los musulmanes pasa-
ron a estar vinculados durante la época islámica a las clases dirigentes, que
los adaptarían a su forma de vida con las consiguientes rehabilitaciones o
reconstrucciones. En el caso concreto que nos atañe, este espacio urbano
—alejado ya del centro cívico y económico de la ciudad en torno a la
Mezquita Aljama— se convirtió en una zona aristocrática de carácter resi-
dencial. Así fue como llegaría a 1236, cuando tuvo lugar la conquista de
Córdoba por Fernando III, pasando a ser objeto de repartimiento entre los
nuevos pobladores al igual que el resto de los bienes urbanos, convirtién-
dose en una casa solariega.

6
MÁRQUEZ MORENO, Carlos, «El desarrollo urbano y monumental», La ciudad y sus
legados históricos: Córdoba romana, Córdoba, 2017, p. 213.
7
VAQUERIZO GIL, Desiderio, «Vivir en la Córdoba romana», Los barrios en la historia de
Córdoba (1): de los vici romanos a los arrabales islámicos, Córdoba, 2018, p. 75.
8
Cfr. RUIZ BUENO, Manuel D., «De la civitas clásica a la ciudad tardoantigua: la trans-
formación del espacio urbano de Córdoba, dentro y fuera de las murallas», Los barrios
en la historia de Córdoba (1): de los vici romanosa los arrabales islámicos, Córdoba, 2018, pp.
229-235.

BRAC, 173, I (2024) 217-244 221


JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

Ubicada en el centro de la ciudad fundacional, el subsuelo de esta man-


zana estaba atravesado por un importante acuífero, del que partían las lla-
madas aguas de Santo Domingo, cuyo inicio tradicionalmente se ha ubica-
do junto a la cabecera de la actual iglesia de la Compañía, cuyo subsuelo
está ocupado por una cripta. El acceso a ese manantial se encuentra en una
de las casas de la actual calle Juan de Mena, ubicada en la parte trasera de
dicha iglesia y conocida desde época antigua como Casa del Agua, de las
cuales había varias en la ciudad de Córdoba. Para acceder al sótano de esta
casa donde nace el agua hay que bajar varios tramos de escaleras y superar
un nivel considerable 9 (Fig. 2).

Fig. 2. La «Casa del Agua» de la calle Juan de Mena. Escaleras de bajada al só-
tano de la vivienda (izquierda) y manantial originado por el agua subterránea
en la planta inferior (derecha) 10.

Este manantial ha dado lugar a una leyenda en el pasado siglo, sustenta-


da en unas opiniones de Manuel Salcines y Manuel Ocaña, que se hicie-
ron eco a su vez de noticias más antiguas, así como en los artículos de
Sebastián Cuevas sobre un «lago subterráneo» bajo la actual plaza de las
Tendillas, lo que llevaría a la idea de convertirlo en una atracción turística

9
Vid. sobre estas aguas PIZARRO BERENJENA, Guadalupe, El abastecimiento de agua a
Córdoba. Arqueología e Historia, Córdoba, 2014, pp. 208-212.
10
http://puertadeosario.blogspot.com «La leyenda del lago de las Tendillas». 16 de febrero
de 2010.

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ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

al estilo de las cuevas mallorquinas 11. Esta leyenda volvió a ponerse de


actualidad hace unos años cuando, con motivo de las obras realizadas en el
palacio Colomera para su conversión en el actual hotel, aparecieron los
restos de una noria (siglos XV-XVI), que fue utilizada simplemente para
extraer agua de este acuífero para el uso privado de los habitantes de estas
casas y para el riego de su huerta y jardines.

EL ESPACIO URBANO EN LA BAJA EDAD MEDIA (SIGLOS XIII-XVI).


SU CARÁCTER RESIDENCIAL

Inmediatamente después de la conquista de Córdoba —mediante capi-


tulación— en 1236, se llevó a cabo el repartimiento de los bienes inmue-
bles de sus anteriores habitantes, que habían abandonado la ciudad, entre
los que habían participado en su conquista y los pobladores que acudieron
a ella con ánimo de asegurar la vida de sus familiares y mejorar su status
social en una sociedad que estaba formándose. Dichos bienes inmuebles se
encontraban repartidos entre los dos sectores urbanos que conformaban la
ciudad de Córdoba —Villa y Ajerquía—, estructura heredada de la época
musulmana, que fue dividida —desde el punto de vista administrativo y
religioso— en catorce collaciones, dependientes cada una de ellas de una
parroquia, cuyos topónimos coincidían con las respectivas advocaciones
religiosas de sus iglesias 12.

LAS CASAS DE ALFONSO X


Entre los grandes beneficiarios del repartimiento urbano se encontra-
ban, en primer lugar, el monarca y la familia real 13. Una gran parte del
alcázar andalusí, así como diversas casas repartidas por las principales colla-
ciones residenciales de la ciudad, pasaron a engrosar el patrimonio real y el
de algunos miembros de la familia del monarca. Entre estas viviendas des-
tacaba la que ocupaba parte del antiguo centro cívico de la época romana,
ubicada en la amplia terraza desde la que se dominaba gran parte de la
ciudad, cuyo espacio estaba ocupado por diversos tipos de inmuebles (ca-
sas, caballerizas, baños, corrales, etc.) y por zonas de huerta. Por su impor-
11
Ibid., p. 210.
12
Vid. sobre la organización interna de la ciudad de Córdoba ESCOBAR CAMACHO,
José Manuel, «Vivir en la Córdoba bajomedieval (siglos XIII-XV)», Los barrios en la
historia de Córdoba (2): De las collaciones bajomedievales a los barrios actuales, Córdoba,
2019, pp. 41-49.
13
Id., «Notas sobre el repartimiento urbano de Córdoba», BRAC, 107, 1984, pp.161-171.

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JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

tancia y extensión —un tercio de la superficie que ocupaba el alcázar an-


dalusí— pasó a engrosar el patrimonio real
Estas casas, que pertenecían a la jurisdicción de la collación de San Mi-
guel en la Villa cordobesa y lindaban con las de Santo Domingo, San Ni-
colás de la Villa y San Juan (Fig. 3), fueron donadas al infante don Alfon-
so, hijo de Fernando III y de Beatriz de Suabia, como confirma un docu-
mento posterior de 1260, cuando siendo ya monarca Alfonso X la cambia
con otra casa con sus baños que la orden de Calatrava tenía dentro del
antiguo alcázar andalusí14. Con ello pretendía recuperar para la monarquía
aquellas propiedades que estaban dentro del alcázar y que habían sido do-
nadas por su padre en los años inmediatamente posteriores a la conquista
de Córdoba.
La documentación conservada de estos primeros años de presencia cris-
tiana en la ciudad de Córdoba no nos ofrece noticia alguna sobre estas
casas. De su importancia dentro del sector urbano de la Villa nos da idea
su céntrica localización y su gran extensión, que sería la causa principal
para que fuese donada por el monarca Fernando III a su hijo Alfonso.

Fig. 3. La collación de San Miguel en la organización eclesiástica y municipal


de Córdoba. Izquierda: Las collaciones de la ciudad de Córdoba en el siglo
XIII. Derecha: La collación de San Miguel en la Baja Edad Media.

14
Archivo Histórico Nacional —en adelante AHN—, Sección Calatrava, R-110 (fechado
en Toledo, el 18 de enero de 1260). NIETO CUMPLIDO, Manuel, Corpus Media-
evale Cordubense —en adelante CMC.—, II (1256-1277), Córdoba, 2020, pp. 65-66,
n. 542.

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ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

LAS CASAS DE LA ORDEN MILITAR DE CALATRAVA


Las Ordenes Militares, debido a los servicios prestados al monarca Fer-
nando III durante la conquista de la ciudad cordobesa y en el manteni-
miento de la misma durante los meses inmediatamente posteriores, serán
importantes beneficiarios del repartimiento de las tierras y de los bienes
inmuebles de la ciudad de Córdoba. Aunque prácticamente todas las ór-
denes participaron en esta campaña, la cantidad de bienes recibidos por
cada una de ellas variará de acuerdo con el grado de intervención en la
conquista de la urbe y de su término 15.
La orden militar de Calatrava fue, sin duda, la más beneficiada en el re-
partimiento cordobés. Durante el reinado de Fernando III recibió, junto a
diversos bienes urbanos (casa, molinos, hornos, etc.) y rurales (hereda-
mientos, huertas, viñas, etc.), una serie de villas y castillos con sus corres-
pondientes términos, ubicados en tierras cordobesas y jienenses, que fue-
ron puestas bajo su jurisdicción en la frontera musulmana, así como una
parte del territorio septentrional del concejo cordobés y la mitad de las
minas de Almadén en Chillón 16. Con anterioridad a 1244 —posiblemente
entre 1238, fecha de las primeras noticias sobre propiedades de la orden en
el reino de Córdoba, y marzo de 1241, cuando Fernando III pone fin a su
segunda estancia en la ciudad— sabemos que el monarca había donado
una casa dentro del antiguo alcázar andalusí, completándola en dicho año
con un baño con libertad de calentarlo a discreción, pero sin tomar agua
de la que iba al alcázar real 17. Posteriormente, el 18 de enero de 1260,
Alfonso X, estando en Toledo, cambia unas casas en la collación de San
Miguel —las que nos hemos referido anteriormente— y una huerta en la
Alhadra por una casa con sus baños dentro del alcázar de Córdoba —los
baños califales—, que eran propiedad de la orden de Calatrava 18.
Es a partir de este año cuando la orden militar de Calatrava se trasladará
a la casa palacio de Alfonso X, que pasará a ser la sede definitiva de la
15
Vid. sobre ello ESCOBAR CAMACHO, José Manuel, «Las Ordenes Militares: su
participación en la reconquista y repartimiento de Córdoba», BRAC, 114, 1988, pp.
141-154 y «Las Ordenes Militares en el reino de Córdoba durante el siglo XIII», An-
dalucía entre Oriente y Occidente (1236-1492). Actas del V Coloquio Internacional de Histo-
ria Medieval de Andalucía, Córdoba, 1988, pp. 113-121.
16
Ibid. p. 145-148 y pp. 115-116 respectivamente.
17
AHN, Sección Calatrava, R-99 (fechado en Córdoba, el 18 de noviembre de 1244).
NIETO CUMPLIDO, Manuel, CMC, I (1106-1255), Córdoba, 2020, p. 244, n.
279.
18
Vid. nota n. 11.

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JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

misma en Córdoba, donde se ubicará igualmente su convento. Dichas


casas, que ocupaban precisamente el espacio urbano de 13.000 metros
cuadrados antes mencionado, localizado en gran parte de esa amplia terraza
sobre el río Guadalquivir, constituyeron junto a innumerables donaciones
reales y de particulares realizadas durante los siglos XIII y XIV la llamada
Encomienda de las Casas de Córdoba, que dio lugar a frecuentes pleitos
entre la Orden y el Obispo de Córdoba 19.
A estas casas se entraba desde una pequeña plaza, documentada desde la
segunda mitad del siglo XIV 20, en la que desembocaban cinco calles pro-
venientes de diversas collaciones: la Plata (actual Victoriano Rivera) y
Abades (actual San Álvaro), pertenecientes a la collación de San Miguel;
Conde de Gondomar, que formaba parte de la collación de San Nicolás de
la Villa; los Siete Rincones (actual Málaga), de la collación de San Juan; y
Jesús y María, perteneciente a la de Santo Domingo. El nombre primitivo
de este lugar fue Tendillas de Calatrava, que aparece documentado por
primera vez en 1405 21, mientras que para la segunda mitad del siglo XV se
menciona ya como plaza o plazuela de las Tendillas22. Esta plaza, siempre
irregular y poco estética —como la describe Ricardo de Montis en sus
Notas Cordobesas 23—, pertenecía fundamentalmente a dos collaciones: las
de San Nicolás de la Villa (sector occidental) y San Miguel (resto de la
plaza), quedando solamente el sector suroccidental dentro de los límites de
la collación de San Juan 24.
Dicho nombre, que ha llegado hasta nosotros para otro espacio urbano
mayor que el primitivo, fue debido a dos motivos principalmente. El pri-
mero, a la ubicación próxima de las casas principales y convento de la
orden militar de Calatrava, que ocupaba el espacio ya mencionado ante-
riormente, pero que tenían su entrada principal por esta plaza; y el segun-
19
Vid. sobre la orden de Calatrava SOLANO RUIZ, Enma, La Orden de Calatrava en el
siglo XV, Sevilla, 1978.
20
En esta fecha no aparece todavía documentada con topónimo alguno, simplemente se
indica como plaza de las casas de la orden de Calatrava (Colección Vázquez Venegas –en
adelante CVV-, tomo 268, ff. 55r-57r. Fechado en Córdoba, el 15 de enero de 1386).
NIETO CUMPLIDO, Manuel, CMC, IX (1381-1389), pp. 190-191, n. 4042.
21
Archivo General del Obispado de Córdoba –en adelante AGOC-, Protocolo de … este
Convento de San Pablo, f. 222r (fechado en Córdoba, el 27 de mayo de 1405).
22
CVV, tomo 273, f. 23r (fechado en Córdoba, el 11 de mayo de 1461).
23
MONTIS ROMERO, Ricardo de, Notas Cordobesas (recuerdos del pasado), IX, Córdoba,
1989, p. 137.
24
Cfr. ESCOBAR CAMACHO, José Manuel, Córdoba en la Baja Edad Media. Evolución
urbana de la ciudad, Córdoba, 1989, pp. 165 y 171

226 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

do a la existencia desde las centurias bajomedievales de algunos pequeños


edificios comerciales (tiendas y casas-tiendas) en el tramo que pertenecía a
la collación de San Nicolás de la Villa, lo que daba cierto carácter comer-
cial al lugar 25. En esta misma plaza, pero en el tramo comprendido entre
las calles Conde de Gondomar y Siete Rincones, se localizaba también un
hospital para atender a los pobres, que desaparecería a finales de la Baja
Edad Media, cuando se unió al de la Caridad 26.
Las visitas realizadas por el maestre de la orden militar de Calatrava a la
citada Encomienda de las Casas de Córdoba durante el siglo XV y a las
posesiones de la Mesa Maestral de la ciudad nos permiten conocer el pa-
trimonio de la orden y el estado en que se encontraban sus casas. La do-
cumentación conservada hace referencia a tres visitas: las de los años
1459 27, 1492 28 y 1502 29, si bien es la primera —en su día estudiada, al
igual que la segunda, por la profesora Enma Solano—, la que nos ofrece
una descripción de las mismas, si bien el documento no indica el lugar
exacto donde se localizaban 30. Solamente indica que la residencia del co-
mendador se encontraba en un amplio edificio, que tenía una buena por-
tada de piedra.
Una vez atravesada la portada de piedra, según se indica en dicha visita,
se pasaba a una especie de portal con una gran puerta de madera pintada
con las armas del maestre don Luis de Guzmán. A través de ella se llegaba
—por medio de un pequeño postigo— a un patio, encontrándose a su
alrededor diversas edificaciones. A la derecha una casa patio de dos plantas
a la que seguía una huerta con naranjos, limoneros y granados 31. A la iz-
quierda de dicho patio, tras una portada y una puerta, había otro patio que
daba acceso a las caballerizas.

25
Ibid., p. 165, nota n. 345.
26
Cfr. RAMÍREZ DE ARELLANO Y GUTIÉRREZ, Teodomiro, Paseos por Córdoba, ó
sean Apuntes para su historia, León, 1973, p. 348.
27
AHN, Sección Órdenes Militares, Consejo, leg. 6.109, exp. 8, ff. 255r-262r.
28
Ibid., exp. 18, ff. 13r-14v.
29
Ibid., leg. 6-02, exp. 21, ff. 39rv y 45r-46r.
30
Vid. sobre estas visitas RECUERDA BURGOS, Antonio, «Propiedades de la Orden de
Calatrava en Córdoba. Año 1501», Crónica de Córdoba y sus pueblos, IV, Córdoba,
2000, pp. 487-492.
31
Es precisamente en esta zona donde, con motivo de las recientes obras realizadas en el
edificio conocido como palacio Colomera para su conversión en un hotel, se han en-
contrado los restos de una noria y su correspondiente pozo, que servían para extraer el
agua del acuífero existente en el subsuelo de esta zona para las casas y el riego de la
huerta pertenecientes a la orden de Calatrava (vid. Fig. 4).

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JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

Fig. 4. Restos de la noria y de su pozo correspondiente, de origen probablemente


bajomedieval, que extraía el agua del acuífero existente en el subsuelo de las Tendi-
llas, pertenecientes a las casas de la orden militar de Calatrava. Han sido encontrados
durante las recientes obras realizadas en el palacio de la Casa Colomera para su con-
versión en hotel 32.

En la parte frontal del patio de entrada había otra portada que daba pa-
so a otro patio, alrededor del cual se situaban los edificios más nobles: la
iglesia-capilla de San Benito a mano derecha, las cocinas a la izquierda y al
frente el edificio principal o residencia del comendador, que se abría al
patio a través de un pórtico sobre columnas de piedra con arcos de ladri-
llo, tras el cual se pasaba a un zaguán y de él a las distintas dependencias
dispuestas en dos plantas, más una tercera con una terraza y otros aposen-
tos. Todas las dependencias de esta casa palacio, según se indica en dicha
descripción, estaban ricamente guarnecidas con yeserías, azulejos y arteso-
nados de madera labrados y pintados. Sabemos igualmente que en el siglo
XVI estas casas tenían también una entrada más pequeña o postigo por la
parte trasera de las mismas 33.
En esta visita, realizada por el visitador frey Bartolomé de Almodóvar
para el comendador Fernando de Ángulo, se ordenan diferentes reparacio-
nes en las casas de la encomienda, insistiéndose especialmente que no se
haga fuego en dependencia alguna, excepto en la cocina. Posteriormente,
en 1492, se ordenan también diferentes reparaciones y se le exige al co-
mendador que resida siempre en la encomienda mirando por su bien y
que no salga de ella sin licencia. Unos años después, ya en los primeros
años del siglo XVI, en otra de las visitas realizadas se indica que encontra-

32
Cordópolis, 19 de julio de 2018.
33
Cfr. PUCHOL CABALLERO, M.ª Dolores, Urbanismo del Renacimiento en la ciudad de
Córdoba, Córdoba, 1992, p. 147.

228 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

ron «todos los edificios antiguos sostenidos y en algunas partes remedia-


dos» 34.
La encomienda de las Casas de Córdoba de la orden de Calatrava estaba
constituida, además de esta gran propiedad urbana, por otros bienes rurales
y urbanos. Algunos de estos últimos lindaban con sus casas principales o se
encontraban muy próximos a ellas. Sabemos por la vista realizada en 1501,
a la que hace referencia Antonio Recuerda Burgos, que la orden de Cala-
trava era propietaria igualmente en esta zona de los siguientes bienes: las
casas que dicen el Bañuelo, que lindaban con la calle Real; un horno en
las Tendillas de Calatrava; una tienda que se segregó del horno; una tien-
decilla junto a la anterior; una tienda grande y otra pequeña que lindaban
con la casa de la Orden; una tienda de barbería que lindaba también con
las casas de la Orden; otra tienda frontera a las mismas y otra casa entre las
principales y la tienda del barbero 35.
A finales del siglo XV el monarca Fernando el Católico consiguió neu-
tralizar políticamente las órdenes militares, una vez finalizado el objetivo
principal por el que fueron creadas en los reinos hispánicos, al obtener la
concesión papal de la unificación en su persona del cargo de Gran Maestre
para todas ellas y su sucesión conjunta para sus herederos. En el caso de la
orden de Calatrava ese nombramiento fue en 1487, a la muerte del último
maestre de Calatrava, don García López de Padilla 36, pasando unos años
después la administración de sus bienes a la Corona, que será la encargada
de recibir los ingresos de todos los bienes y distribuirlos según las necesi-
dades de la misma 37. A partir de este momento —y a lo largo de las centu-
rias modernas— las casas principales de la orden de Calatrava en Córdoba
comenzarán un progresivo abandono y deterioro, con algún intento de
restauración como veremos a continuación.

34
RECUERDA BURGOS, Antonio, op. cit., p. 488.
35
Ibid., pp. 489-490.
36
Cfr. RADES Y ANDRADA Francisco de, «Chronica de la Orden y Caualleria de
Calatrava», en Chrónica de las tres Ordenes y Cauallerias de Santiago, Calatrava y Alcantara,
Toledo, 1572 (facsímil 1994), pp. 82-83.
37
La incorporación definitiva de las órdenes militares a los reyes de la Monarquía Hispáni-
ca se consiguió en 1523 bajo Carlos I, siendo la Corona la encargada de administrar
todos sus bienes a través del Consejo de Órdenes durante la Edad Moderna en todo el
territorio hispano.

BRAC, 173, I (2024) 217-244 229


JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

LA PRIMERA RUPTURA DEL ESPACIO URBANO BAJOMEDIEVAL


(SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVI-XVIII)

La instalación de los jesuitas en parte de las antiguas casas del deán don
Juan de Córdoba a mediados del siglo XVI 38, que llevó a la construcción
de la iglesia de San Salvador y Santo Domingo (iglesia de la Compañía) y
del colegio de Santa Catalina (hoy Reales Escuelas de la Inmaculada), pro-
pició la realización de una gran operación urbanística —auspiciada por el
propio concejo de Córdoba— que llevaría a la primera ruptura del espacio
urbano bajomedieval ocupado por las casas principales de la orden de Ca-
latrava. Será concretamente el 18 de diciembre de 1564, cuando este gran
espacio urbano será dividido en dos partes, con motivo de la venta que
realiza en el castillo de Montemayor el comendador de la Encomienda de
las casas de Córdoba de la orden de Calatrava, Francisco Fernández de
Córdoba, a la ciudad cordobesa de una parte de sus casas —concretamente
patios y corrales de dicha Encomienda— para que dicho terreno se diese
como solar para edificar casas y tiendas, en un plazo de tres años, y hacer
una calle pública con una anchura de cinco varas (aproximadamente algo
más de cuatro metros) «a hilo y cordel ... desde la entrada del postigo hasta
la calle real y portada principal», situada «en las Tendillas de Calatrava
donde a de començar la dicha calle» 39.
El beneficio de dicha venta, que se llevó a cabo con el beneplácito del
monarca Felipe II como administrador perpetuo de los bienes de la orden
de Calatrava, iría destinado a la reparación de las casas principales de la
orden que necesitaban una rápida restauración. La operación de compra-
venta era, pues, de gran utilidad tanto para el comprador como para el
vendedor. Si la orden de Calatrava podía restaurar con el dinero obtenido
el edificio principal de sus casas, ante el deterioro en que se encontraban
en la segundas mitad del siglo XVI, el Ayuntamiento conseguía con ello
una doble finalidad: primero, un gran espacio en pleno centro de la Villa
para su posterior urbanización y obtención con ello de beneficios econó-
micos, y en segundo lugar, la apertura de una nueva calle que uniría la
plaza de la iglesia de Santo Domingo de Silos —donde se habían instalado
los jesuitas— con la plaza de las Tendillas, facilitando con ello la comuni-

38
Vid. sobre estas casas DÍAZ RODRÍGUEZ, Antonio J., «Las casas del deán don Juan
de Córdoba: lujo y clientela en torno a un capitular del Renacimiento», Hispania Sa-
cra, 123, enero-junio 2009, pp. 77-104.
39
Archivo Municipal de Córdoba —en adelante AMC—, Sección VIII, Serie 5, n. 4.

230 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

cación entre ambas plazas sin necesidad de dar un rodeo por las calles
Asunción (actual Diego de León) o del Jilete (actual Juan de Mena).
En 1567 aún no se había terminado la calle, como así lo atestiguan los
cabildos celebrados en mayo y noviembre de dicho año incitando «para
que se acabe de fazer» debido al gran «beneficio» que recibía la ciudad con
ello 40. Con la apertura de esta calle nueva el antiguo gran espacio urbano
de la época bajomedieval quedaba dividido a partir de finales del siglo XVI
en dos zonas de distinta extensión (Fig. 5).
Una de ellas, que colindaba con las propiedades del deán don Juan de
Córdoba, hijo de D. Diego Fernández de Córdoba, conde de Cabra, esta-
ba constituida por el espacio comprendido entre esta nueva vía urbana,
que recibirá el nombre de calle del Paraíso (actual Duque de Hornachue-
los) y se extendía desde la plaza de Santo Domingo de Silos hasta la plaza
de las Tendillas de Calatrava, y las calles del Gilete (actual Juan de Mena) y
la de Jesús y María. La nueva manzana resultante de esta división, de ma-
yor extensión, ocupada casi en su totalidad por algún edificio en ruinas,
corrales, patios y huerta perteneciente a las casas de la orden de Calatrava,
se urbanizará durante las centurias del XVII y XVIII, destacando entre sus
nuevos edificios la casa palacio del marqués de Valdeflores, que tenía su
entrada por la calle Jesús y María41. Su carácter residencial lo mantendrá
durante los siglos venideros.
El otro espacio urbano —algo más pequeño que el anterior— com-
prendía la zona urbana existente entre la nueva vía abierta —la calle del
Paraíso— la calle de la Asunción o Diego de León, Mármol de Bañuelos,
la calle de la Plata (actual Victoriano Rivera) y la plaza de las Tendillas.
Este espacio seguirá estando ocupado por el edificio principal de la orden
de Calatrava —conocido como casa de la Encomienda— y por el resto de
los bienes urbanos de dicha orden en este lugar —edificios, caballerizas,
patios, etc.—, algunos de los cuales ya en ruinas pasaron a ser comprados
por particulares. Será esta zona —a la que dedicaremos las próximas lí-
neas— la que durante los siglos XIX y XX será objeto de nuevas trans-
formaciones urbanísticas.

40
Cfr. PUCHOL CABALLERO, M.ª Dolores, op. cit., pp. 146-147.
41
El marquesado de Valdeflores fue instituido por Carlos III en 1764, siendo su patrimo-
nio de base fundamentalmente agraria, que sería aumentado considerablemente con los
procesos de la Desamortización

BRAC, 173, I (2024) 217-244 231


JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

Fig. 5. Plano de 1851. La línea roja delimita el espacio urbano aproximado


que ocupaban en la Baja Edad Media las casas de la orden militar de Calatrava,
que será dividido en dos partes en la segunda mitad del siglo XVI con la aper-
tura de una nueva calle.

Por lo que respecta a la plaza por donde se entraba a la casa de la En-


comienda prosiguió con su carácter comercial durante los siglos XVII y
XVIII, llegando incluso a destinarse en las dos últimas centurias de esta
época a mercado, abundando los puestos con toda clase de artículos co-
mestibles, llegando a tener incluso una carnicería 42. Por ello, en algún
momento de estas centurias este lugar se conoció como plaza del Merca-
do, topónimo que no llegó a imponerse al original bajomedieval —Ten-
dillas de Calatrava—, del que derivaría el que recoge el plano de los Fran-
ceses —Plazuela de las Tendillas— y el que aún se conserva —plaza de las
Tendillas— para el espacio de mayor extensión resultante de las transfor-
maciones urbanísticas realizadas en esta zona durante las centurias del XIX
y XX.
Con el transcurrir de los años la llamada casa principal de la Encomien-
da —el edificio más importante al que se tenía acceso desde la plaza—

42
RAMÍREZ DE ARELLANO Y GUTIÉRREZ, Teodomiro, op. cit., p. 348 y MON-
TIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., IX, pp. 136-137.

232 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

quedó en ruinas, convirtiéndose el espacio que ocupaba en un gran solar


durante el siglo XIX —conocido como solar de la Encomienda—, debido
al progresivo desmantelamiento de las órdenes militares durante el Trienio
Liberal y al embargo de sus bienes, cerrando sus viejos muros la plaza
—conocida como las Tendillas— frente a la calle Conde de Gondomar.
Aquel solar, donde se encontraban los restos del antiguo convento de la
orden de Calatrava, tenía una enorme puerta, cerrada siempre, donde en
su gradilla «los gallegos que ejercían el oficio de mozos de cordel aguarda-
ban pacientemente que alguien fuera a encargarles un porte o un manda-
do», mientras que en sus paredes «se fijaba toda clase de anuncios ... ban-
dos y proclamas, y el público se agolpaba para leerlos y comentarlos» 43.

LA SEGUNDA RUPTURA DEL ESPACIO URBANO BAJOMEDIEVAL


(MEDIADOS DEL SIGLO XIX-PRIMEROS AÑOS DEL XX)

Este solar fue comprado a mediados del siglo XIX, junto a una casa
contigua que tenía fachada a las antiguas calles Diego León y Paraíso, por
tres industriales suizos, los hermanos Nicolás, Fuster y Ambrosio Putzi,
conocidos como los hermanos Puzini, que con su trabajo habían conse-
guido reunir una importante fortuna y pensaron aumentarla edificando
una fonda en este lugar para aprovechar la afluencia de viajeros a la ciudad
cordobesa con la llegada del ferrocarril. La construcción del edificio, en el
que se utilizaron materiales pertenecientes al antiguo convento de Calatra-
va, del claustro del monasterio de San Francisco y posiblemente de Medi-
na Azahara, comenzó en 1860 y acabó diez años después, si bien dejaron
una parte del solar —la más próxima a las Tendillas— sin edificar con
vistas a una futura ampliación 44.
Mientras duró la obra, como señala la profesora Martín López, se esta-
blecieron provisionalmente en la casa contigua —la llamada Fonda Sui-
za— que habían adquirido, aprovechando la ocasión para solicitar al
Ayuntamiento un alineamiento de las calles Paraíso y Diego León, así co-
mo la apertura de una nueva calle que partiendo del Instituto Provincial,
situado en la calle Diego León, comunicara con la plaza de las Tendillas, lo

43
MONTIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., pp. 138-139. En sus muros, casi frente a la
calle Gondomar, hubo hasta 1841 un retablo de mármoles de colores y verja, con un
Ecce Homo muy venerado por las personas devotas, quienes lo adornaban con luces y
flores en los días de Semana Santa (RAMÍREZ DE ARELLANO Y GUTIÉRREZ,
Teodomiro, op. cit., p. 348).
44
Vid. al respecto MONTIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., VIII, pp. 198-199.

BRAC, 173, I (2024) 217-244 233


JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

que redundaba en su propio beneficio al embellecer el entorno del futuro


hotel, ya que quedaría totalmente aislado por sus cuatro frentes, pudiendo
construir una nueva fachada en su lado norte, lo que le daría un aumento
de valor a su propiedad urbana 45.
Con dicha solicitud —como señala la autora antes mencionada— se
hacía patente el protagonismo de los nuevos propietarios del solar de la
Encomienda, que tomaban la iniciativa y solicitaban al Ayuntamiento una
intervención en la regularización de calles, así como la creación de un
nuevo espacio público —calle—, siendo el gestor de los espacios públicos
de la ciudad el Ayuntamiento. Ante la negativa de este, cuyo arquitecto
municipal no veía en dicho momento la necesidad de ello, pero sí que
redundaba en beneficio de intereses particulares, comenzará un enfrenta-
miento entre el poder municipal y los intereses privados de los hermanos
Puzini, que retrasará las alineaciones completas de estas dos calles hasta
finales del siglo XIX 46.
A pesar del informe negativo del arquitecto y de haberle denegado la
solicitud el Ayuntamiento, al año siguiente los señores Puzini manifestaron
al Ayuntamiento su deseo de emprender la reforma de una parte de la
fachada de su casa que formaba línea con la calle Diego de León, cuyo
interior estaban reformando para instalar una fonda provisional hasta que
construyesen el hotel en el solar de la Encomienda. Ante la urgencia para
acabar dichas obras, la Corporación encargó el proyecto de alineación
general de la calle Diego León, que no se acabaría hasta finales de siglo
(1892), con una anchura de siete metros y totalmente recta, para lo cual
también se derrumbaría la casa de los Bañuelos. Asimismo la alineación de
la calle Paraíso fue impulsada también por los señores Puzini para comple-
tar la reforma de su casa a partir de 1863. Sin embargo no se terminó hasta
1902, dando lugar a una calle de seis metros de ancho 47.

45
Vid. MARTÍN LÓPEZ, Cristina, Córdoba en el siglo XIX. Modernización de una trama
histórica, Córdoba, 1990, p. 196.
46
Ibid., pp. 196-201.
47
Ibid., pp. 202. 204. Con motivo de la destrucción de la casa de los Bañuelos para poder
llevar a cabo la alineación de la calle Diego de León, Rafael Romero Barros se opuso
a ello con estas palabras: «este edificio es en extremo interesante, no solo por su edifi-
cación rara y sencilla y por el tipo original que ostenta, cuanto porque pertenece á ese
ciclo histórico, notable en los anales del arte, en que se asocian y compenetran las tra-
diciones del estilo mudéjar, von los primeros ensayos del renacimiento, iniciados en
España en el último tercio del siglo XV» (ROMERO BARROS, Rafael, Diario de

234 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

Del edificio principal de la casa de la Encomienda, aprovechado en


parte para la construcción de la Fonda Suiza no quedó nada más que —se-
gún nos indica Rafael Ramírez de Arellano (Fig. 6)—
la portada principal, o mejor dicho, parte de ella, que tenía de nota-
ble un adintelado mudéjar curiosísimo porque las dovelas se entrela-
zaban por medio de garras. La dovela central esta ornamentada con
labores del mejor gusto arábigo, hasta el extremo de que por árabe
pasaría si no tuviese tallado en el centro un escudete con la cruz de
la orden de Calatrava”48.

Fig. 6. Entrada principal y parte del muro de las casas de la orden de Calatrava,
conocidas en época moderna como casa de la Encomienda, situada en las
Tendillas. Al fondo se ve la entrada a la calle Jesús y María 49.

El edificio del llamado ya Hotel Suizo, una vez finalizadas sus obras en
1870, ocupaba un solar de unos 2000 metros cuadrados. Durante años fue

Córdoba, de comercio, industria, administración, noticias y avisos, año XLII, n. 11724, sába-
do, 20 de junio de 1891).
48
RAMÍREZ DE ARELLANO, Rafael, Inventario-Catálogo Histórico Artístico de Córdoba
(con notas de José Valverde Madrid), Córdoba, 1983, pp. 213-214.
49
Tomada de CASTEJÓN MARTÍNEZ DE ARIZALA, Rafael, «La casa del Gran Capi-
tán: Arqueología cordobesa», BRAC, 23, 1928, p. 202.

BRAC, 173, I (2024) 217-244 235


JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

considerado el culmen de la modernidad y la elegancia en Córdoba 50,


albergando a personalidades de la política y la sociedad tanto españolas
como del resto del mundo. Tenía sus puertas en la calle Paraíso 22, dando
sus fachadas en un principio a las calles Paraíso y Diego de León, a las que
se sumarían más tarde la calle Sánchez Guerra y la plaza de las Tendillas.
Todas ellas disponían de diecisiete balcones enclavados en cada uno de los
pisos superiores. Estaba formado por dos grandes alas, que albergaban 65
habitaciones, de entre 25 y 50 metros cuadrados, decoradas la mayoría con
lujosos tapizados así como timbres eléctricos en las puertas. Había un patio
central con columnas procedentes del derribo de la casa de la Encomienda,
en cuyos capiteles tenían inscripciones árabes. El comedor con capacidad
para 150 comensales se encontraba en la planta baja, que tenía una solería
de mármol italiano y se comunicaba con las plantas superiores a través de
dos preciosas escaleras. Las plantas superiores tenían el suelo de mosaicos
de Nolla. Además, había un salón para conciertos e importantes recepcio-
nes, cocinas, lavandería, sanitarios con agua potable —y con la posibilidad
de extracción de pozos enclavados en el mismo recinto—, cocheras, cua-
dras e incluso un sótano 51.
En cuanto al ambiente de la citada plaza de las Tendillas durante la se-
gunda mitad del siglo XIX y primeros años del XX está recogido en las
Notas Cordobesas del gran periodista y académico Ricardo de Montis, que
hace referencia no solo a los establecimientos existentes en la misma, co-
mo la Relojería Suiza, el restaurante de Cerrillo, varias botillerías, una
barbería, algunas tiendas dedicadas a la venta de comestibles y chullerías y
diversos talleres de zapatería, sastrerías, etc., sino también a la presencia
delante de la puerta del solar de la Encomienda, cuyas paredes servían para
fijar carteles y anuncios de todo tipo, de los gallegos o mozos de cordel,
los sacamoleros, los vendedores de relaciones y romances, los curanderos,
los prestidigitadores y los ciegos que buscaban algo de caridad 52.
Al mismo tiempo las autoridades cordobesas, dentro de su proyecto de
unir el antiguo centro de la ciudad —localizado en la parte baja de la ciu-
dad (plaza de la Corredera y calles Espartería, Capitulares, Librería, etc).—
con el nuevo que estaba demandando la ciudad a raíz de la llegada del

50
Para Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez la Fonda Suiza era una de las mejores
de España (op. cit., p. 349).
51
Vid. sobre ello la Fonda Suiza MONTIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., VIII, pp.
197-202 y «La Fonda Suiza» en Cordobapedia (https://cordobaspain.home.blog).
52
Ibid., IX, pp. 139-142.

236 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

ferrocarril en la parte alta de la misma, irán buscando la creación de nue-


vos espacios urbanos que fuesen el escaparate de la nueva ciudad de Cór-
doba. Ello le había llevado a la apertura del Paseo de Gran Capitán (1859-
1869) para intentar comunicar la urbe con la estación del ferrocarril, ubi-
cada extramuros y símbolo del progreso; a la apertura en la segunda mitad
del siglo XIX del primer tramo de la calle Claudio Marcelo entre las calles
Capitulares y Arco Real (actual María Cristina). A fines del siglo XIX
fijaron su mirada en la ampliación de la plaza de las Tendillas y en la pro-
longación de la calle Claudio Marcelo hasta la de Diego de León, llegando
incluso a pensar en poner una estación central de tranvías en los primeros
años del XX 53.
El primer proyecto para la reforma de las Tendillas se llevó a cabo en
diciembre de 1895 y tenía como base expropiar el solar de la Encomienda,
situado a la izquierda de la Fonda Suiza, la regularización y alineación de
varios frentes de la plaza que afectaban a las seis calles que concurrían a la
plaza y la construcción de una calle que iría desde la misma hasta la facha-
da del Instituto en la calle Diego de León, quedando al final un espacio
rectangular de 55 metros de largo y 43 de ancho (Fig. 7). El proyecto se
abandonó por falta de medios económicos y se retomó en 1902, volvien-
do de nuevo a dejarlo en suspenso por los mismos motivos hasta el año
1907, año en el que se encarga por parte del Ayuntamiento un nuevo
proyecto —similar al primero— para regularizar, ampliar y embellecer la
por entonces llamada plaza de Cánovas, topónimo que por unos años sus-
tituía al antiguo de Tendillas, y abrir una calle desde la plaza a Diego de
León 54.
Una vez aprobado, y expropiadas las propiedades necesarias para llevar-
lo a cabo —a pesar de las reclamaciones de sus dueños, especialmente de
los herederos de los hermanos Putzini—, se llevaron a cabo las obras nece-
sarias para dar mayor regularidad y tamaño a la plaza, quedando abierta la
nueva calle de Sánchez Guerra, con lo que el edificio del Hotel Suizo
quedó totalmente aislado y con una nueva fachada a la plaza y calle abier-
ta, instalando sus propietarios en 1909 en la parte reedificada la cafetería,
confitería y restaurante que poseían en la calle Ambrosio de Morales. Una
vez realizada la reforma, se observó que el ensanche de la plaza no era

53
Vid. sobre ello GARCÍA VERDUGO, Francisco R., «La formación de la ciudad con-
temporánea. El desarrollo urbanístico cordobés en los siglos XIX y XX», Córdoba en la
Historia.: La construcción de la urbe, Córdoba1999, pp. 376-379.
54
Cfr. MARTÍN LÓPEZ, Cristina, op. cit., pp. 410-416.

BRAC, 173, I (2024) 217-244 237


JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

suficiente y que la nueva calle no terminaba de resolver la comunicación


entre la parte alta y baja de la ciudad, por lo que se pensó en un nuevo
proyecto más ambicioso. Este consistía en dar mayor ensanche a la plaza,
prolongar la calle Claudio Marcelo hasta la de Diego de León y variar la
dirección de la calle de Sánchez Guerra para que pudiese enlazar con la de
Claudio Marcelo. Pero este proyecto no tuvo un éxito inmediato porque
chocaba con la oposición de los señores Putzi, que eran los propietarios de
los inmuebles más afectados por el mismo. Hasta 1918 el Ayuntamiento,
tras una larga polémica, no pudo hacerse con la propiedad del Hotel Sui-
zo, después de indemnizar a sus propietarios con una elevada cantidad de
dinero (560.000 pesetas) 55.

Fig. 7. Recreación parcial del plano de 1895 para el proyec-


to de ensanche de la plaza de las Tendillas y la creación de la
calle Sánchez Guerra 56.

Pero aún transcurriría varios años hasta el derribo del edificio del Hotel
Suizo. A la falta de liquidez por parte del Ayuntamiento, que no pudo
55
Ibid., pp. 416-418.
56
https://qurtubafabulas.blogspot.com «Los últimos días del Hotel Suizo». 27 de octubre
de 2021.

238 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

comprar el edificio hasta dicho año, se unieron las distintas opiniones so-
bre la conveniencia de un derribo total o parcial del inmueble por la posi-
ble instalación de unas nuevas oficinas de Correos aprovechando una parte
del mismo y, sobre todo, el hecho de la existencia de contratos de alquiler
en vigencia en varias dependencias de dicho edificio, así como diversos
temas hipotecarios. Todo ello hizo que hasta primeros de marzo de 1924
no se llevara a cabo la subasta para la contratación de las obras de derribo,
iniciándose el mismo a finales de dicho mes 57 (Fig. 8).

Fig. 8. El Hotel Suizo visto desde la calle Gondomar (arriba) y espacio


que ocupaba en la plaza una vez expropiado y derribado (abajo).

57
Vid. https://qurtubafabulas.blogspot.com, «Los últimos días del Hotel Suizo». 27 de
octubre de 2021.

BRAC, 173, I (2024) 217-244 239


JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

Ricardo de Montis, testigo de este hecho, describe en su obra Notas


Cordobesas la impresión que le causa el derribo del edificio del Hotel Suizo
con estas palabras:
Hoy gran parte del hermoso edificio llamado vulgarmente del Suizo
cae al rudo golpe de la piqueta, cuya obra, aunque el progreso la
inspire, no deja de ser lamentable, porque siempre destruye algo tí-
pico, algo tradicional, que tiene el encanto del pasado y evoca en
nosotros gratos recuerdos de otros días; los días venturosos de la in-
fancia, llena de alegría, y de la juventud, pletórica de ilusiones 58.

LA CREACIÓN DE UN NUEVO ESPACIO PÚBLICO (AMPLIACIÓN DE LA


PLAZA DE LAS TENDILLAS) Y LA REORGANIZACIÓN URBANÍSTICA DE
OTRO ESPACIO PRIVADO EN LA ANTIGUA ZONA URBANA BAJOMEDIEVAL
(1925-1930)

Una vez llevado a cabo el derribo del Hotel Suizo comenzaría la re-
forma de la plaza de las Tendillas, de acuerdo con el proyecto redactado
por el arquitecto municipal Félix Hernández, que fue aprobado en julio
de 1925 bajo la alcaldía de José Cruz Conde. El proyecto contemplaba,
además del derribo del edificio del Hotel Suizo, una compleja operación
urbanística al modificar todas las líneas de fachada de la llamada aún plaza
de Cánovas, cambiar las alineaciones de varias calles que afluían a la plaza y
ampliar la de Victoriano Rivera, derribar la totalidad de los inmuebles de
la manzana delimitada por dicha calle, la de Diego de León y Mármol de
Bañuelos y abrir una vía que uniría la plaza —conocida en dicho momen-
to como plaza de Cánovas— con la calle de Góngora para que encauzara
el tráfico rodado de esta parte de la ciudad y la estación ferroviaria (primer
tramo de la actual Cruz Conde, al principio calle Málaga) 59.
Todo ello proporcionó a la plaza de las Tendillas una extensión de
5.817,48 metros cuadrados, suficientes para regular todo el movimiento
que en el futuro ocasionaría el traslado del centro neurálgico de la ciudad
hacia el oeste. Con ello se borraba todo vestigio del lugar y de los inmue-
bles de la antigua casa de la Encomienda, que fueron las primitivas casas de
Alfonso X y de la orden de Calatrava, convertida en el siglo decimonóni-
co en la Fonda Suiza y unos años después ampliada como Hotel Suizo.

58
MONTIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., VIII, p. 202.
59
MARTÍN LÓPEZ, Cristina, op. cit., pp. 419-424.

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ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

Comenzaba, pues, la configuración de un nuevo espacio público, que


estaría totalmente terminado para 1930 y en el que sus edificios más em-
blemáticos, destinados a uso privado (viviendas, comercio y oficinas) se
construyeron en dicho lustro con la estética historicista y regionalista del
momento 60.
Así, en 1926 se construyó la casa de Marín Fernández, de estilo mo-
dernista, haciendo esquina con la calle Gondomar, por el arquitecto Enri-
que Tienda Pesquero, así como el edificio Casana Diéguez, proyectado
por el arquitecto, conservador y arqueólogo Félix Hernández Giménez, en
la esquina con calle Morería, que sigue el modelo neobarroco, cerrando
ambas el margen occidental de la plaza. Entre ese año y 1927 se levantó el
edificio de viviendas de La Unión y el Fénix Español, obra del arquitecto
Benjamín Gutiérrez Prieto, que adoptó una estética desarrollada en Fran-
cia bajo el nombre de pompier, y a su lado se construyó la Central de Telé-
fonos, obra de Ramón Aníbal Álvarez, de tendencias barroquizantes, ce-
rrando ambos la plaza por su costado septentrional. En 1928 se hicieron
los edificios que cierran la plaza en su lado meridional: la Casa Colomera,
obra de Félix Hernández, ejemplo de su etapa neobarroca, y la Casa Enrí-
quez Barrios, un edificio regionalista sevillano, mandado edificar por este
alcalde cordobés al arquitecto Aníbal González, quien estaba construyendo
en ese momento su célebre plaza de España en Sevilla para la Exposición
Iberoamericana de 1929, y concluida por su cuñado Aurelio Gómez Mi-
llán 61.
Además de estos nuevos edificios, se trasladó en 1927 a esta plaza el
monumento al Gran Capitán, realizado en 1923 por el artista Mateo Inu-
rria y ubicado originalmente en la avenida del Gran Capitán, a pesar de la
oposición vecinal que en un principio originó este hecho 62 (Fig. 9). Dos
años después, en 1929, se ubicó el primer reloj de esta plaza en el torreón
del edificio en la confluencia de las calles Jesús y María y Málaga, que esta-
ría funcionando hasta mediados de los años cuarenta. A partir de entonces
la llamada en ese momento plaza de Cánovas —la tradicional plaza de las

60
Vid. Ayuntamiento de Córdoba, Gerencia de Urbanismo, Catálogo de bienes protegidos del
conjunto histórico de Córdoba: Plaza de las Tendillas y su entorno.
61
Vid. LÓPEZ JIMÉNEZ, Clemente Manuel, «Conjuntos urbanos del siglo XX: Plaza de
las Tendillas», Córdoba capital, Córdoba, 1994, pp. 334-336.
62
Vid. sobre este hecho MÁRQUEZ CRUZ, Francisco Solano, «Cuando el Gran Capi-
tán conquistó las Tendillas: vicisitudes de un monumento», El Gran Capitán. Una mi-
rada desde la contemporaneidad, Córdoba-Montilla, 2015, pp. 145-188.

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JOSÉ MANUEL ESCOBAR CAMACHO

Tendillas— queda configurada como la hemos conocido la mayoría de los


aquí presentes 63.
A la par que se configuraba este nuevo espacio público se reorganizaba
desde el punto de vista urbanístico una pequeña zona delimitada por la
plaza de las Tendillas, las actuales calles Diego de León y Victoriano Villar
y Mármol de Bañuelos. El resultado de ello daría lugar a un pequeño
triángulo urbano privado con edificios de carácter residencial y de servi-
cios (comercio y oficinas), que llega hasta la actualidad, en el que una de
sus fachadas —en la que se construyeron los edificios de la Unión y el
Fénix y la Central de Teléfonos— configuraría el límite septentrional de la
entonces plaza de Cánovas 64.

Fig. 9. Vista panorámica de las Tendillas en construcción. Año 1927 65.

CONCLUSIONES

En el año 2025 se cumplen cien años de la firma del proyecto de la re-


forma de la plaza de las Tendillas, concebida para ser el centro de Córdoba
y transformar urbanísticamente su entorno, centenario para cuya celebra-
ción el Ayuntamiento de Córdoba está preparando diversos actos. Sirvan

63
La evolución de la misma hasta la actualidad —los últimos cien años, que no se incluye
en este trabajo— están siendo estudiados por mi buen amigo Francisco Solano Már-
quez Cruz para su publicación en un libro, siendo este uno de los actos que el Ayun-
tamiento prepara para celebrar en el año 2025 los cien años de la creación de la actual
plaza de las Tendillas.
64
El viejo edificio del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, cuya fachada fue pro-
yectada en 1868 por el arquitecto Pedro Nolasco Meléndez y que fue creado unos
años antes —en 1847— a partir del prestigioso Colegio de la Asunción, que fundara
en 1574 el médico de reyes Pedro López de Alba, ha sido el único testigo que ha lle-
gado hasta nosotros del gran cambio urbanístico de esta zona (MÁRQUEZ CRUZ,
Francisco Solano, «Plaza de las Tendillas: El salón de la ciudad», Rincones de Córdoba
con encanto, Córdoba, 2003, p. 58).
65
AMC, Córdoba. 100 fotografías para la historia, Córdoba, 2018.

242 BRAC, 173, I (2024) 217-244


ESPACIOS URBANOS DE CÓRDOBA CON HISTORIA (I): LA MANZANA DE LAS CASAS DE ALFONSO...

estas líneas de prólogo a dicha efemérides, ya que en ellas hacemos un


pequeño viaje a través del tiempo por la historia de un amplio sector ur-
bano que en 1236 —cuando la ciudad de Córdoba fue conquistada a los
musulmanes por Fernando III— en nada se parecía al actual. Si en dicha
fecha el legado romano ya no era visible en la estructura urbanística del
siglo XIII, poco a poco se irá transformando también el legado islámico,
ya que los cristianos irán adaptando a sus necesidades desde los siglos ba-
jomedievales los edificios y las calles y plazas heredadas. Herencia que des-
aparecerá totalmente en esta zona de la ciudad a partir de la segunda mitad
del siglo XIX y primeros años del XX, cuando en ella se apliquen los in-
tereses del capitalismo y de la burguesía del momento, justificados en cri-
terios de modernidad. Los aproximadamente 13.000 metros cuadrados que
formaban una unidad urbana en el siglo XIII acabarán constituyendo en el
siglo XX tres espacios urbanos distintos: dos con carácter residencial y
privado (viviendas, comercios y oficinas) y uno público de cerca de 6.000
metros cuadrados. Sirvan estas líneas —como preludio a la conmemora-
ción del centenario de la plaza de las Tendillas— para conocer precisa-
mente esa transformación urbanística en un lugar considerado como el
centro de Córdoba en época romana —por su proximidad al foro— y
actualmente, como centro neurálgico de la ciudad.

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CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA Y TECNOFEUDALISMO.
¿LIBROS Y TIEMPOS NUEVOS PARA UNA NUEVA
GEOGRAFÍA UNIVERSAL?

Bartolomé Valle Buenestado


Académico Numerario

RESUMEN

PALABRAS CLAVE En la historia de la humanidad ha habido «tiempos nuevos»


que han marcado un antes y un después. Los últimos son el medio
Capitalismo de la vigilancia.
Tecnofeudalismo.
siglo comprendido desde la llegada a la Luna a hoy. En su trans-
Ciberesfera. curso hemos pasado de una sociedad de la información a una
Sociedad informacional. sociedad informacional. Ha surgido un nuevo espacio geográfico:
Excedente conductual. la «ciberesfera». El uso de los datos extraídos («excedente con-
ductual») constituye una fuerte de enriquecimiento y poder para
corporaciones y estados. Las expresiones «capitalismo de la vigi-
lancia» y «tecnofeudalismo» ilustran sobre de la dependencia de
personas y sociedades en la nueva situación y del surgimiento de
una nueva Geografía universal.

ABSTRACT

KEYWORDS In the history of mankind there have been new eras that have
marked as a before and an after. The most recent times comprise
Surveillance capitalismn.
Technofeudalism.
the half century from the moon landing to the present day. During
Cybersphere. this time we have transitioned from an information society to an
Informationals informational society. A new geographical space has emerged: the
Behavioral surplus. cybersphere. The use of extracted data (behavioral surplus) con-
stitutes a source of enrichment and power for corporations and
states. The expressions «surveillance capitalism» and «technofeu-
dalism» illustrate the dependence of people and societies on the
new situation and the emergence of a new universal geography.

E l título elegido para esta conferencia es el


que antecede y ustedes ya conocen. No
anuncia un tema tomado al azar, antes al
contrario, sino concordante y hasta continuación
del discurso de ingreso como Académico Numera-
rio de esta casa en diciembre de 2021 (La primera
vuelta al mundo y el nacimiento de la Geografía Univer-
sal) y con la lección inaugural del curso académico
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. 2022-23 en la Universidad de Córdoba, pronun-

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BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

ciada el día 30 de septiembre de 2022 (¿Tiempos nuevos, geografías nue-


vas?).
La exposición consta de dos partes, comprensivas del título de sendos
libros (La era del capitalismo de la vigilancia y Tecnofeudalismo) 1, recientemen-
te publicados y cuyo contenido constituye el grueso de la presente inter-
vención. Se completa con la pregunta de si a los tiempos nuevos que es-
tamos viviendo les corresponden geografías nuevas; y aunque esta pregun-
ta no es enunciativa de una certeza científica, es fácil colegir que la res-
puesta es claramente afirmativa, pues estamos viviendo unos tiempos nue-
vos a los cuales corresponden las geografías nuevas sobre las que nos ilus-
tran libros nuevos.
La historia de la Humanidad, además de la secuencia temporal que la
articula, tiene una dimensión espacial que nos permitiría decir que, en
realidad, la historia no es ni más ni menos que el proceso de la ocupación,
ordenación y explotación de la superficie terrestre por el ser humano, has-
ta convertirla en su morada, conforme a la cultura, tecnología y medios
disponibles… y siempre con la guerra como recurso de fuerza alternativo a
la inteligencia y concordia.
Por ello cada tiempo ha sido nuevo e irrepetible y su resultado la faz
cambiante de la Tierra. Podríamos reparar en cuáles han sido momentos
decisivos para conformar unas geografías nuevas y desacompasadas del
ritmo natural, ordinario y consecutivo del tiempo. Particularmente, consi-
dero que ha habido dos momentos que merecen el calificativo de «tiempos
nuevos», generadores de nuevas geografías, nuevas ordenaciones del espa-
cio y nuevas sociedades, … y un futuro incierto e impredecible con los
cánones del pasado.
Para concretarlos les podríamos exigir tres condiciones: 1) que fueran
tiempos sin precedentes, 2) que tuvieran consecuencias irreversibles, y 3)
que fueran conocidos sincrónicamente por toda la humanidad. Así, pienso
que tiempos verdaderamente nuevos en sentido geográfico y en el periodo
histórico sólo han sido los que se abren a partir de la primera circumnave-
gación del mundo y los posteriores a la llegada del hombre a la Luna.

1
ZUBOFF, S., La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las
nuevas fronteras del poder. Barcelona, Ed. Paidós, 1ª ed., 2020, 910 págs. VAROUFA-
KIS, Y., Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo. Barcelona, Ed. Planeta, 1ª ed.,
2024, 263 págs.

246 BRAC, 173, I (2024) 245-260


CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA Y TECNOFEUDALISMO. ¿LIBROS Y TIEMPOS NUEVOS…

Los dos estuvieron precedidos del viaje más largo jamás emprendido
por la humanidad hasta ese momento y los dos tienen la característica co-
mún —coincidencia diríamos— de articular un periodo de tiempo de
aproximadamente cincuenta años de duración: 51 años es el periodo que
media entre el descubrimiento de América y la publicación del libro de
Copérnico; y 51 años también es el tiempo que separa la llegada a la Luna
de la irrupción del COVID, enmarcando lustros de vértigo hacia el futuro
que nos ha tocado vivir y que tenemos la obligación de comprender.
***
Respecto al primer periodo, el descubrimiento de América en 1492, la
primera circumnavegación del mundo entre 1519 y 1522 y la publicación
del De revolutionibus orbium coelestium por Copérnico en 1543 supusieron
un antes y un después.
La superposición de las tesis de Copérnico al ambiente de la Reforma
luterana aceleró la ruptura del mundo antiguo y el avance hacia unos
tiempos nuevos, hacia las nuevas geografías sobre las que se basó la mo-
dernidad. Y hasta la propia iglesia católica, consciente de la novedad y
transcendencia de lo que estaba ocurriendo abrió el Concilio de Trento a
los veinte meses del fallecimiento del sabio polaco.
En adelante el mundo y la sociedad fueron nuevos, se cerraron viejos
debates, aunque aparecieron nuevos mitos y lugares ignotos. La humani-
dad comenzó a tomar conciencia del planeta que habitaba y la geografía
fue nueva, una nueva geografía que alcanza la condición de Geografía
Universal. El mundo se ensanchó horizontalmente hasta alcanzar la finitud
de la Tierra y el ser humano fue habitante del sistema solar.
El progreso de las ciencias tras los descubrimientos y de las interrogan-
tes planteadas abrieron el camino hacia la ciencia moderna, que, luego, tras
el rellano de reflexión y refresco que supuso la Ilustración con sus ideales
de razón, ciencia, humanismo y progreso, se proyecta hacia el siglo XIX
como antesala de las grandes logros del XX, estación termini de la moder-
nidad inaugurada en los nuevos tiempos del Renacimiento.
Las tierras nuevas se incorporaron a los nuevos mapas, hubo una recon-
figuración política del mundo conforme a los intereses de los imperios y
de las naciones más poderosas. El mundo se hizo abarcable gracias a la
navegación, surgieron rutas comerciales, aumentaron los intercambios, se
pusieron en explotación nuevos recursos, y, luego, gracias a las máquinas

BRAC, 173, I (2024) 245-260 247


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

de vapor y su aplicación al transporte y navegación marítima, el mundo


quedó envuelto por el gran capitalismo industrial.
El mapa político del mundo se fue ordenando conforme a la geografía
colonial que las metrópolis impusieron, en América conforme a la inde-
pendencia, y la vieja Europa —tan propensa a los cambios en su mapa
político— conoció el nuevo orden derivado de las conquistas napoleóni-
cas, del Congreso de Viena, del difícil reajuste de los nacionalismos duran-
te el siglo XIX, de las dos guerras mundiales, de la desintegración de la
URSS y de Yugoslavia… y de lo que estamos viviendo y aún nos queda
por ver.
Sorprende que lo acontecido en aquel medio siglo tuviese tantas reper-
cusiones en la historia y permanencia en el tiempo, pero así fue. Los tiem-
pos nuevos propiciaron un mundo nuevo, una nueva geografía, una evo-
lución de la historia en la cual cada territorio o lugar dejó de ser, como lo
era antaño, un punto en el mapa o en el imaginario para pasar a ser un
lugar en la geografía del nuevo mundo.
Los años 1492-1543 fueron, pues, la primera ocasión en que el devenir
de la historia se construyó desde la geografía, desde de la concepción de la
vida a escala planetaria. Fue la primera globalización.
***
La segunda etapa a la que también calificamos de «tiempos nuevos» y a
la que en realidad queremos referirnos en esta conferencia corresponde al
último medio siglo. Podríamos señalar su comienzo en 1969 con la llegada
a la Luna y el nacimiento de Internet, y extenderla hasta el más riguroso
presente. Coincide con el viaje más largo e incierto jamás emprendido por
la Humanidad y ha ampliado el espacio geográfico hasta lo inimaginable.
Si antes los descubrimientos geográficos y la exploración de nuevas tie-
rras ensancharon horizontalmente el espacio geográfico hasta alcanzar la
finitud del planeta, ahora el crecimiento ha sido en altura y volumen, es
decir, en vertical.
Recuérdese el hallazgo de la fosa de las Marianas y la primera medición
de su profundidad por ecolocalización (11.034 metros) en 1951, o el des-
censo con el batiscafo Trieste protagonizado por Picard en 1960, incluso
el más reciente del aventurero y cineasta Cameron en 2012. En sentido
contrario, la ascensión al monte Everest llevada a cabo por la expedición
de Hillary el 29 de mayo de 1951, estableciéndose su altitud en 8.849 me-

248 BRAC, 173, I (2024) 245-260


CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA Y TECNOFEUDALISMO. ¿LIBROS Y TIEMPOS NUEVOS…

tros. Es decir unos 20.000 metros desde el fondo de los océanos hasta los
confines de la atmósfera, desde el muro al techo, desde los abismos a la
cima del mundo. Con ello culminó la lectura del mundo en sus tres di-
mensiones geográficas: longitud, latitud y altitud, las tres variables que
identifican y definen todo punto sobre el mapa.
Pero para el entendimiento de cuanto sigue no basta con lo dicho, sino
que ha de introducirse una nueva dimensión que tiene que ver tanto con
los avances tecnológicos como con la evolución general de la sociedad: es
una cuarta dimensión geográfica, concerniente al espacio que nos envuel-
ve y a la que podremos referirnos en dos acepciones: real y virtual.
***
Los «nuevos tiempos» del presente han sido coetáneos de avances cien-
tíficos y tecnológicos que han permitido la exploración física del espacio,
las telecomunicaciones o el nacimiento de Internet. Precedentes impor-
tantes fueron la incorporación del motor a reacción a la aviación comercial
y el lanzamiento de los primeros satélites artificiales a finales de los años
cincuenta. La llegada a la Luna en 1969 fue el cénit de las misiones ante-
riores. La carrera espacial continuó en los años siguientes en clara compe-
tencia geopolítica entre las grandes potencias. La sonda Voyager, lanzada
en 1977 y operativa en la actualidad, es todo un referente. Desde entonces
los satélites para todo tipo de utilidades han poblado la atmósfera con una
malla de más de 6.000 nodos operativos en la actualidad y en continuo
aumento.
La nueva era también ha conocido grandes cambios políticos, sociales y
económicos. Los años sesenta, probablemente, fueron el momento de
mayor felicidad colectiva en el Hemisferio Norte gracias al bienestar del
progreso y la fe en los sistemas políticos. El Mayo del 68 francés con su
aspiración a la felicidad colectiva como nueva idea, los festivales de Sto-
newall y Harlem en el verano de 1969 y el de Rock de Woodstock en
agosto del mismo año, en Estados Unidos reclamaban la identidad, la cul-
tura y los deseos de autonomía individual.
Al mismo tiempo los inicios de la reflexión sobre el marxismo o la
contestación a la guerra de Vietnam fueron altavoces de una nueva sensi-
bilidad. El mapa político reajustado tras la II Guerra Mundial conoció el
advenimiento de un buen número de países por efecto de la descoloniza-
ción. Y aunque nadie dudaba del progreso, se consumaba la desigualdad
entre naciones, se abría un abismo entre países ricos y pobres, la explosión

BRAC, 173, I (2024) 245-260 249


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

demográfica acentuaba el subdesarrollo y la dependencia, al tiempo que el


crecimiento de las sociedades occidentales comenzaba a mostrar sombras al
mundo.
En 1972 Naciones Unidas expresó su primera preocupación por los
daños que se estaban causando al medio ambiente, y el Club de Roma
ponía el dedo en la llaga al advertir sobre los límites del crecimiento. Lás-
tima que hubiese oídos sordos hasta la publicación en 1987 de Nuestro
futuro común, más conocido como Informe Brundtland.
El encarecimiento del petróleo en octubre de 1973 acarreó la quiebra
del viejo modelo de producción industrial, a la cual no pudieron sustraerse
empresas ni estados. La respuesta fue la deslocalización al compás del desa-
rrollo de la electrónica en sustitución de la mecánica y el surgimiento de
una nueva geografía industrial. La necesidad de los intercambios y la opor-
tunidad de facilitarlos a escala internacional propició el inicio de la segun-
da globalización, claro exponente de nuevos tiempos y conformadora de
nuevas geografías. En adelante cada punto del planeta dejó de ser un lugar
en la geografía para convertirse en una pieza del sistema. Las nuevas ideas
económicas, esbozadas tras el abandono del patrón oro en 1973 y de los
acuerdos de Breton Wood e impulsadas por M. Friedman, Premio Nobel
1976, dieron pie al liberalismo, a la reducción del papel de los estados en
la economía, culminando con el auge neoliberal a partir del denominado
«Consenso de Washington», en 1989.
Este mismo año es fecha de referencia y momento decisivo para el ad-
venimiento del nuevo mundo por la caída del muro de Berlín, la matanza
de la plaza de Tiananmen y, poco después, la firma del tratado Start I, el
final de la guerra fría y la caída de la URSS.
El dinamismo de los tiempos finiseculares aumentó el consumo de ma-
terias primas, combustibles, recursos pesqueros, extractivos y alimentarios,
agudizó los procesos de concentración demográfica, la evolución hacia un
modelo urbano de grandes costes económicos y ambientales, los gigantes-
cos procesos de urbanización, las migraciones voluntarias o forzadas, los
numerosos conflictos bélicos y el cénit de las desigualdades.
Sin negar los efectos beneficiosos del crecimiento económico a escala
planetaria, sí que hay que dudar del modelo, tanto por el acrecentamiento
de las disparidades como por el considerable deterioro del planeta, como
se puso de manifiesto en la «Cumbre de la Tierra», celebrada en Río de
Janeiro en 1992.

250 BRAC, 173, I (2024) 245-260


CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA Y TECNOFEUDALISMO. ¿LIBROS Y TIEMPOS NUEVOS…

Lo referido hasta ahora sería más que suficiente para hablar de tiempos
nuevos y de geografías nuevas, pero lo realmente importante, lo que hace
únicos y distintos a nuestros días es «la nueva noción de espacio y de tiem-
po» derivada de las tecnologías, de una revolución tecnológica, segura-
mente comparable a las antiguas revoluciones agrícola o industrial y, por
supuesto, de mayores consecuencias.
La principal novedad es que al espacio geográfico se le ha añadido una
cuarta dimensión —no en sentido ꞌeinstenianoꞌ del término, sino de esfera
nueva— que revoluciona y cambia la noción tradicional de espacio geo-
gráfico como escenario de la vida cotidiana y registro de su actividad a
través del paisaje.
Todo ha venido a consecuencia de Internet, una herramienta, una red
integrada por millones de servidores, routers, computadoras, terminales,
satélites, que se ha erigido en elemento indisociable del hacer cotidiano.
Para su desarrollo, especialmente acelerado a partir de los años noventa, se
han requerido equipos e infraestructuras colosales y muy costosas que se
extienden desde la superficie y fondos oceánicos hasta la cima de la atmós-
fera. Su materialidad está sometida a los condicionantes geográficos, sin
que pueda sustraerse a las venganzas y cautiverios de la geografía ni de la
geopolítica en lo que se refiere a distribución espacial, ubicación de gran-
des equipos, centros de cálculo, energía, cables, satélites …
Una vez existente la red lo importante de Internet es el tránsito de in-
formación a su través y la colaboración entre usuarios, entre actores distin-
tos y distantes que cooperan en un entorno al que denominamos «ciberes-
pacio», que no es un espacio geográfico en sí, sino una nueva dimensión
del mismo con gran protagonismo en nuestra vida y sociedad. Así pues,
Internet es el soporte y el ciberespacio el resultado de la interacción de los
usuarios. Ha nacido, pues, la «ciberesfera» que viene a completar la ecolo-
gía humana de los nuevos tiempos junto a la hidrosfera, litosfera y atmós-
fera.
La toma en consideración del ciberespacio como nueva dimensión del
espacio geográfico conlleva una profunda reflexión sobre su uso y sus ni-
veles de abstracción, pues es una dimensión superior construida por el ser
humano, un recurso tecnológico que simula una cuarta dimensión espacial
y la genera de una forma virtual. Una vez construida, funciona, nos ayuda,
envuelve y atrapa, al tiempo que genera nuevos procesos territoriales a
partir de la información (comercio, transporte de datos, movimiento de

BRAC, 173, I (2024) 245-260 251


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

capitales, gestión, teletrabajo,…hasta enseñanza on line) y como quiera que


el uso y la información son cada vez mayores, nos acercamos cada vez más
a una interactividad entre el ser humano y la máquina, a una cuarta di-
mensión cotidiana, a un espacio y realidad virtual en el cual la simulación
sustituye a la misma realidad por emulación, construida a partir de los en-
tornos controlados por computadoras previamente programadas…. Son
pasos hacia la inteligencia artificial y al metaverso como híbridos entre
hombre y máquina, a unas sociedades nuevas, exponentes de tiempos
nuevos y sin precedentes.
El ciberespacio fue en sus inicios una ficción literaria (Neuromancer,
1984 William Gibson) materializada a través de Internet y operada por un
sinfín de usuarios que acceden, comparten y construyen la información,
que navegan en una abstracción que existe, que sustituye a la realidad y
que la precede, que precede al individuo que la explora, pues todo pre-
existe de antemano al proceder del conjunto de datos que se le ha puesto
en carga… Es un mundo finito que contrasta con las posibilidades infinitas
del pensamiento y de la mente humana, es una realidad, pues, en la que se
puede descubrir pero no explorar. Ello es muy importante para la Geogra-
fía, pues a diferencia de antes, que la región era anterior al mapa, ahora es
el mapa el que precede a la región.
***
El ciberespacio y la ciberesfera, en la sociedad de la posthumanización,
se ha convertido en un ágora operada por multitud de agentes y de actores
con finalidades y propósitos diversos —sociales, militares, geopolíticos,
económicos,…— y en requisito imprescindible del ya denominado «Capi-
talismo de la vigilancia».
Esta expresión es la que da título del libro que constituye el referente
central de la presente intervención, escrito por Shoshuna ZUBOFF y que
a mi modesto entender y a decir de la prensa especializada es uno de los
grandes libros publicados en lo que va de siglo XXI.
El libro parte de la interrogante que se planteó la autora en 1981 acerca
de si en el futuro las máquinas trabajarían para los humanos o los humanos
para máquinas inteligentes, y si sería el futuro digital nuestro próximo
hogar, pues este entorno está conquistando y redefiniendo nuestro ámbito
familiar, introduciéndonos en territorios y situaciones nuevas no predeci-
bles.

252 BRAC, 173, I (2024) 245-260


CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA Y TECNOFEUDALISMO. ¿LIBROS Y TIEMPOS NUEVOS…

Partimos de la base de que las tecnologías de la información y de la


comunicación llegan ya a más de la mitad de la población mundial y que
envuelven y condicionan todos los aspectos de nuestra vida, tanto es así
que si en un ayer muy próximo saludábamos el advenimiento de una so-
ciedad de la información, hoy estamos plenamente inmersos en una civili-
zación informacional que adquiere condiciones de hogar, pero que no es
el nostos que empujaba a Ulises al regreso a Ítaca.
Es cierto que hoy hemos de entonar el réquiem por nuestro hogar tra-
dicional, pues desde el año 2000 el proyecto Aware Home (Hogar cons-
ciente) ha irrumpido en nuestras vidas extrayendo datos de nuestra intimi-
dad a través de los terminales de ordenador, computadores, telefonía mó-
vil, y han comenzado a almacenar ingentes cantidades de datos sobre no-
sotros que nosotros mismos suministramos y que son utilizados para aven-
turas comerciales que reportan a sus agentes los mayores beneficios, todo
lo cual ensombrece el sueño digital de hace unos pocos lustros y lo trans-
forma en un proyecto comercial voraz y absolutamente novedoso al que
llamamos capitalismo de la vigilancia.
Pero, en realidad, ¿qué es el capitalismo de la vigilancia? Un sistema,
una práctica que reclama unilateralmente para sí la experiencia humana,
entendiéndola como materia prima gratuita que puede traducir en datos
de comportamiento, obteniendo con ellos gigantes beneficios.
El fundamento de todo ello es que algunos de los datos —los menos—
que ofrecemos cuando aceptamos cookies de navegación o a través de nues-
tros perfiles de las redes sociales, fotografías compartidas, etc.— se utilizan
para mejorar productos o servicios y ese es el pretexto o gancho para que
los facilitemos, pero la mayor parte de los datos es considerada «excedente
conductual», privativo y propiedad de las empresas desde el momento en
que lo facilitamos, lo usan como insumo, o sea, como fuente para la inteli-
gencia de las máquinas —cada día más inteligentes y con mayor capacidad
operativa—, para fabricar productos predictivos que prevén lo que hace-
mos hoy o haremos mañana… y estos productos informativos o predicti-
vos son venidos y comprados en un mercado de futuros conductuales. La
consecuencia primaria es que los capitalistas de la vigilancia se han enri-
quecido inmensamente con estas operaciones comerciales, pues son mu-
chas las empresas interesadas en los beneficios derivados de la información
recibida. Así se ha desatado una competitividad y una codicia cada vez más
acusada por los datos cuya finalidad última es la de modelar nuestros hábi-
tos de consumo y comportamiento, de manera que la información no es

BRAC, 173, I (2024) 245-260 253


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

solo información, sino un instrumento de poder a todos los niveles y esca-


las, un poder instrumentario operado por la enorme arquitectura informá-
tica, las redes, la inteligencia artificial, etc. a la que resulta difícil poder
escapar y en la cual estamos inmersos con preocupante y hasta compla-
ciente resignación.
La conexión digital tiene, pues, entre otras finalidades a las que más
adelante nos referiremos, una clara finalidad comercial, que el capitalismo
de la vigilancia aprovecha y fomenta.
Su invención se atribuye a Google, quien, a decir de la autora del libro,
además perfeccionó el capitalismo en un sentido similar a como General
Motors inventó y perfeccionó el capitalismo gerencial hace un siglo. Y las
prácticas de Google se han extendido rápidamente a Facebook, Microsoft
y Amazon y en menor medida —al menos de momento— a Apple, …
casos diferentes aunque no menos inocentes son las empresas chinas Hua-
wei y Tik Tok.
Sus actuaciones y prácticas se orientan hacia los inexplorados espacios
de internet, del ciberespacio, donde los agentes no han encontrado com-
petidores ni impedimentos legales, pues no hay legislación al respecto y los
conflictos de todo tipo con los estados han venido por otras razones. Es
más, a su crecimiento vertiginoso, implantación y aumento de beneficios
han contribuido acontecimientos tan decisivos como los atentados el 11-S,
la pandemia de COVID, la guerra en Ucrania o el conflicto entre Israel y
Hamás.
Se erigieron en necesarios, útiles y fueron demandados desde las esferas
públicas y privadas y aceptados socialmente. Enseguida se dieron cuenta de
que podían hacer lo que quisieran y lo hicieron, apelando a las angustias e
inquietudes contemporáneas, por ello están actuando con un manto de
invisibilidad protegida por la ilegibilidad de los procesos automatizados
que usan. Los productos de predicción actuales se comercian en mercados
de futuros conductuales, pero estos productos y servicios no son objetos
de intercambio de valor entre productor y consumidor. Así, nosotros no
somos clientes del capitalismo de la vigilancia, y aunque el dicho habitual
rece que cuando el producto es gratis el producto somos nosotros, la reali-
dad es que somos las fuentes de materia prima, de excedente conductual
que alimenta al capitalismo de la vigilancia. Los verdaderos clientes son las
empresas que comercian en los mercados, a las cuales interesa conocer
nuestro comportamiento presente y, a ser posible, el futuro instrumentán-

254 BRAC, 173, I (2024) 245-260


CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA Y TECNOFEUDALISMO. ¿LIBROS Y TIEMPOS NUEVOS…

dolo o induciéndolo con fines comerciales, políticos, sanitarios, de modifi-


cación de hábitos de consumo, etc. El Gran Otro está más cercano de lo
que parece.
Teniendo en cuenta el uso de internet, las dependencias que tenemos
de lo digital, el nuevo hábitat en las redes sociales, el comercio electróni-
co, etc., no es exagerado decir que esta dependencia está destruyendo la
vida tal y como se concebía hace sólo unos años, que padecemos un en-
tumecimiento psíquico que nos impide reaccionar y que en el fondo es la
expresión del pacto fáustico de entregar nuestra alma a cambio de mejorar
nuestras vidas, es decir, como reza el antiguo dicho popular: o me das la
yegua o te quito el potro.
Vivimos de forma complaciente y encadenados como en la caverna de
Platón, pero felices, sin darnos cuenta de que existe una considerable asi-
metría entre nosotros y algunos de los agentes que mueven hoy el mundo
y configuran la vida de pueblos y sociedades.
El hecho es que lo saben todo de nosotros a partir de datos extraídos de
nosotros, pero sus actividades no son conocidas por nosotros, Apostilla la
autora:
[…] el capitalismo de la vigilancia es una fuerza sin escrúpulos im-
pulsada por unos novedosos imperativos económicos que ignoran
las normas sociales y anulan los derechos elementales asociados a la
autonomía individual y que tan imprescindibles resultan para que las
sociedades democráticas sigan siendo posibles.
La verdad es que los éxitos alcanzados en las esferas económica y de
poder se han debido en buena parte a que el capitalismo de la vigilancia se
nos ha presentado como algo irreconocible, haciendo invisible lo que se
avecina, como si el futuro fuese una prolongación del presente. Pero no
conviene confundirse, no es lo mismo y deberíamos saberlo bien, pues la
cosa es diferente, es un mundo nuevo plagados de geografías nuevas. El
capitalismo de la vigilancia es un actor nuevo y diferente a todo lo demás,
tiene carácter inédito y difícil de rebatir por su incrustación en nuestras
vidas, por su poder, por sus ámbitos de radicación en la ciberesfera, por sus
tentáculos en las esferas públicas y privada, por encima de los poderes y
legisladores estatales.
Llegados a este punto quizás sea conveniente aclarar dos cuestiones:
1. Que no debemos confundir el capitalismo de la vigilancia con las
tecnologías que emplea, ni entenderlo como consecuencia inevitable de

BRAC, 173, I (2024) 245-260 255


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

las mismas, aunque está claro que el capitalismo de la vigilancia es inima-


ginable fuera del medio ambiente digital. Así, por poner un ejemplo, los
buscadores, los ordenadores, los servidores, los móviles no conservan los
datos que generan, son las grandes empresas las que ordenan conservar
nuestras historias y datos como patrimonio de uso futuro. Por tanto, no
convienen confundir los títeres, que son los medios tecnológicos, con los
titiriteros, que son quienes los manejan a su antojo, en su propio beneficio
y para fines no conocidos por nosotros, y cuyo nombre no es necesario
decir…
2. No podemos evaluar la trayectoria de la civilización informacional
sin tener en cuenta que la tecnología es producto de su época y viceversa,
que no es una cosa en sí misma aislada de la economía y de la sociedad.
De ahí que al comienzo de esta exposición hiciésemos un esbozo de la
evolución de la sociedad y de la tecnología para concluir que la situación
actual es consecuencia de evolución digital y del liberalismo posterior a los
años setenta. El capitalismo de la vigilancia de nuestra era en realidad es
una metamorfosis —no evolución— del capitalismo clásico, cuyo talón de
Aquiles han sido las tecnologías digitales en red que el mismo capitalismo
ha generado. De él ha surgido una nueva forma de capitalismo y de poder
que Varoufakis denomina Tecnofeudalismo que desgrana en el libro del
mismo título, que es un brillante discurso surgido de su profunda forma-
ción académica, práctica como ministro de finanzas de Grecia en 2015 y
de su ideología y militancia comunista.
Toma en consideración la definición clásica de feudalismo y la lectura
marxista del término, considerando que las causas de liquidación del capi-
talismo anterior y del surgimiento del tecnofeudalismo han sido dos: 1) la
privatización de internet llevada a cabo por las grandes empresas tecnoló-
gicas americanas y chinas y 2) la manera en que los gobiernos occidentales
y los bancos centrales respondieron a la gran crisis financiera de 2008.
En el primer aspecto Varoufakis ahonda en los planteamientos del capi-
talismo de la vigilancia ya expuestos y los asume plenamente, aunque,
dicho sea con sorpresa, sin citar a la autora y dando la sensación de no
conocer el libro. Coincide con ella, no obstante, en que el capitalismo
actual —en su doble acepción de capitalismo de la vigilancia o de
tecnofeudalismo— es como el gran Minotauro que incubó Estados Uni-
dos durante la postguerra mundial y la Guerra Fría y cuyas doncellas a
devorar, según el símil de la literatura clásica, fueron el neoliberalismo y
los ordenadores.

256 BRAC, 173, I (2024) 245-260


CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA Y TECNOFEUDALISMO. ¿LIBROS Y TIEMPOS NUEVOS…

Ello ha permitido una mutación del capital clásico a capital de la nube


que ha demolido los dos grandes pilares del capitalismo anterior, a saber:
los mercados y los beneficios. Y añade
[…] por supuesto, ambos siguen estando omnipresentes, pero ya no
ejercen el control de antaño. Lo que ha ocurrido en las dos últimas
décadas es que el beneficio y los mercados ha sido expulsados del
epicentro de nuestro sistema económico y social, se han desplazado
a sus márgenes y han sido reemplazados…. Han sido sustituidos por
plataformas de comercios digitales que parecen mercados pero no lo
son, y que se entienden mejor si los consideramos feudos. Y el be-
neficio, el motor del capitalismo, ha sido sustituido por la renta. En
concreto, una forma de renta que debe pagarse para tener acceso a
esas plataformas y, en general, a la nube…
Por eso el poder real no lo ostentan hoy los propietarios de las fábricas,
máquinas o edificios…. sino los señores tecnofeudales.
Todo ello ha venido por el acelerado desarrollo de la sociedad digital,
de la civilización informacional, que como ya anticipamos, tuvo su origen
en internet, para ser más exactos en Internet 1, desarrollado por Estados
Unidos para comunicar las bases militares durante el periodo de la guerra
Fría y de poner a salvo los depósitos de armamento en caso de un ataque
soviético.
Internet apareció como un entorno accesible, universal y gratis aunque
naturalmente con contenidos estratégicos vetados que contó con fuentes
de financiación, investigación y desarrollo oficiales y que en adelante, en
el contexto neoliberal de los años setenta permitió la emergencia y progre-
siva aparición de agentes privados que empezaron a vislumbrar los nichos
de negocio. La irrupción de empresas originó el Internet 2, cuyo acceso
fue gradualmente privatizado y la identidad de los usuarios que antes esta-
ba garantizada por los estados y ahora ha sido sustituida por las contraseñas
de acceso a las plataformas y servicios. Puede decirse y en ello insiste Va-
roufakis, como su hubiese leído en el capítulo XI del Quijote el discurso
que D. Alonso dirige a los cabreros, que el ciberespacio era un bien co-
munal de libre acceso, que está siendo privatizado por las grandes empre-
sas, por los titiriteros que decía S. Zuboff, que actúan en el ciberespacio
como los grandes grupos de inversión en África o la misma China y Rusia,
razón por la cual se podría afirmar que estamos asistiendo a la desamortiza-
ción del mundo, y lo que es mucho más grave y nuevo: la privatización

BRAC, 173, I (2024) 245-260 257


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

parcelada de la ciberesfera, en la cual los satélites actúan como hitos de


amojonamiento.
Los grandes protagonistas del capitalismo de la vigilancia son ahora los
señores feudales y las empresas clásicas (Ford, General Motors… incluso
los estados) son sus vasallos que gozan de cierta autonomía pero con la
servidumbre del cordón umbilical de la tecnología que les mantiene atados
a las grandes infraestructuras de ordenadores, centros de cálculo, satélite, a
la inteligencia artificial, a la nube… etc. Nosotros, como en el sistema
feudal, somos siervos, una mano de obra gratuita, voluntaria y consentido-
ra que aporta datos —materia prima para la predicción conductual— que
permitan que la IA construya nuestras biografías futuras. Los proletarios
son la escasa mano de obra física que siguen empleando.
El resultado es que los beneficios son enormes, baste pensar —dice Va-
roufakis— que los empleados de General Electric, Exxon-Mobil, General
Motors o cualquier otro gran conglomerado perciben en sueldos y salarios
alrededor del 80 % de los ingresos de la empresa y, en cambio, los trabaja-
dores de las grandes tecnológicas perciben menos del 1 % de los ingre-
sos… La razón es que la mano de obra asalariada sólo realiza una pequeña
fracción del trabajo, el resto, la mayor parte, es decir, somos nosotros cada
vez que activamos el pacto fáustico de aceptar cookies… contribuyendo a
engrosar el poder, a mermar nuestra independencia y a lastrar nuestra
identidad.
No se me pasan por alto los grandes y beneficiosos efectos que han
traído los nuevos tiempos y la revolución tecnológica a las nuevas geogra-
fías. Tampoco los cambios en los mapas y en la geografía mundial, cuya
referencia puede hallarse en cualquier manual de Geografía Universal, al
cual remitimos por elipsis.
Pero sí es hora de sintetizar que los tiempos que estamos viviendo son
posibles por la conquista del espacio y la revolución tecnológica en un
contexto social y político con fuertes resabios del keynesianismo, de la
entronización del neoliberalismo, de lo que se consideró el fin de la histo-
ria (hoy en revisión por el mismo Fukuyama) aunque fuese el origen de la
nueva geografía, de los avances de la globalización, de las necesidades de
seguridad tras los acontecimientos del 11S y del terrorismo internacional,
de la gestión de la pandemia de COVID y de la generalización del teletra-
bajo, de los intentos de puesta en funcionamiento de nuevas monedas, de
la guerra en Ucrania, de las oportunidades de las grandes empresas de

258 BRAC, 173, I (2024) 245-260


CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA Y TECNOFEUDALISMO. ¿LIBROS Y TIEMPOS NUEVOS…

transformar la inversiones en beneficios, etc., etc. Pero ha de advertirse


que, del mismo modo que el capitalismo industrial dañó seriamente al
medio ambiente hasta comprometer procesos básicos en la naturaleza, el
ciberespacio y por extensión el capitalismo de la vigilancia —no sólo en su
acepción económica, sino de control y posesión de datos— puede com-
prometer el futuro de la humanidad, incluso algunos de sus principios
básicos, entiéndase por ejemplo la democracia, que, no se olvide, no es
sólo una práctica política, sino la filosofía que alimenta la vida en común.
***
Sea como fuere, lo cierto es que —como dijo Goethe al contemplar las
campañas de Napoleón— estamos viviendo unos tiempos nuevos, apasio-
nantes y sin precedentes, bisagra entre un pasado rico y expectantes antes
los tiempos que aguardan, ante una Geografía Universal sin precedentes en
la que ha de situarse a las personas y a las sociedades como centros del
universo, y a la Tierra como morada y hogar.
La realidad que analizan y describen los libros que hemos comentado es
espejo del presente, síntesis del pasado y antesala de futuro. No conviene
despreciar las advertencias, los riegos que se ciernen sobre la humanidad
mordida por su propio progreso, sean personales, colectivos o ambientales,
entre ellos, el descontento democrático o la ansiedad de las generaciones
más avanzadas, por utilizar el título de otros dos libros muy recientes e
importantes 2.
No ha de temerse al presente, como tampoco debemos temer al futuro
por oscuro que se vislumbre, pues, no hay fin de la historia, sino que, co-
mo siempre ha sucedido, cada generación ha de afirmar su voluntad y su
imaginación ante nuevas amenazas que nos obligan a juzgar de nuevo la
misma causa de cada época sucesiva.
Sólo nos resta dar fe de que estamos construyendo la historia humana
desde una nueva Geografía Universal, tal y como nos preguntábamos al
principio, que somos testigos y protagonistas del presente grandioso que
nos ha tocado vivir con conciencia de que nos acerca un milímetro hacia
el infinito, un porvenir en el que debemos ser actores del quehacer colec-
tivo y no espectadores del ajeno, del sentido ético de nuestra relación con

2
SANDEL, J., El descontento democrático. En busca de una filosofía pública. Barcelona, Ed.
Debate, 1ª ed., 2023, 321 págs. HAIDT, J., La generación ansiosa. Barcelona, Ed. Deus-
to, 1ª ed., 2024, 384 págs.

BRAC, 173, I (2024) 245-260 259


BARTOLOMÉ VALLE BUENESTADO

los restantes seres humanos y con el Planeta, ofreciendo la Geografía como


ámbito interdisciplinar de encuentro al servicio de una «Geosofía» o com-
prensión mejorante del mundo.
El momento exige proclamar la grandeza de lo alcanzado en aras de la
felicidad de los pueblos, y frente a las amenazas tomar como arma el pen-
samiento, como abasto la cultura y como bastión la vida en común, para
construir un yo y un nosotros que no esté nublado por un progreso enga-
ñoso y que, por supuesto, haga del futuro nuestro hogar.
Y después de todo esto no me gustaría que se intranquilicen ante el
panorama, porque el futuro está en nuestras manos, … no se desvelen con
el «Capitalismo de la vigilancia» ni con el «Tecnofeudalismo» y duerman
tranquilos, sabiendo que Google o Tik Tok vigilan sus sueños, y al acos-
tarse, si le dicen buenas noches a Alexa, eso sí, sepan que mañana los pue-
de despertar Amazon para venderles una lavadora.
He dicho…. ¡Muchas gracias!

260 BRAC, 173, I (2024) 245-260


UNA CODA A LA FIGURA DE
PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO1

Carmen Fernández Ariza


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Una coda a la figura de Pedro María Heredia y Río aporta una
visión más totalizadora del conocido, desde el siglo XIX, como el
Censura.
Córdoba.
Capitán Comedias. Fue mucho más que un fanático religioso, obse-
Inquisición. sionado por impedir que la escena teatral en Córdoba y la provincia
Siete Arcángeles. tuviera relevancia. Su vida militar y su vida religiosa que culmina con
Teatro cordobés. su estancia en Roma nos muestran a un hombre conservador,
honesto, perseverante, generoso y comprometido con sus ideas
que alcanzó en la Ciudad Eterna la consideración de gran teólogo.

ABSTRACT

KEYWORDS Una coda a la figura de Pedro María Heredia y Río provides a


more totalizing vision of the man known, since the 19th century, as
Censorship.
Córdoba.
Capitán Comedias. He was much more than a religious fanatic,
Inquisition. obsessed with preventing the theater scene in Córdoba and the
Siete Arcángeles. province from having public relevance. His military life and his
Cordobesian theater. religious life that culminated with his stay in Rome show us a con-
servative, honest, persevering, generous and committed to his own
ideas man who achieved the consideration of a great theologian in
Boletín de la Real Academia the Eternal City.
de Córdoba. 1

1
La investigación «Una coda a la figura de Pedro María Heredia y Río» fue presentada en
sesión pública en el Real Academia de Córdoba el pasado 16 de noviembre de 2023.
Con posterioridad a esta fecha he tenido conocimiento de la publicación Pedro Maria
Heredia del Rio e i sette arcangeli bajo la autoría de Javier Sorribes Gracia y Carmine Al-
vino, publicada en julio de 2023 en la Editorial Segno localizada en Tavagnacco
(UD). Leído detenidamente el texto de los señores Sorribes y Alvino aprecio que hay
similitudes entre ambas investigaciones entendiendo se debe a que parte de las fuentes,
que analizo, proceden del archivo familiar del señor Sorribes que con toda generosidad
me las envió por correo electrónico en los años 2018 y 2019. Debido a problemas de
salud a los que habría que añadir la terrible pandemia sufrida y al hecho de dar cum-
plimiento a compromisos previos de naturaleza investigadora se demoró mi acerca-
miento a la figura de Pedro María Heredia y Río hasta finales de 2022. Fruto de mi
investigación es la presente comunicación como anticipo de un libro sobre el autor
que tenía programado publicar en septiembre de 2024, si bien dadas las circunstancias
antes aludidas la publicación no verá la luz.

BRAC, 173, I (2024) 261-284 261


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

C uando en el año 2002 ingresé en la Real Academia de Córdoba


se me sugirió que mis aportaciones a esta docta institución de-
berían tener una línea definida. He seguido el consejo siendo el
teatro cordobés de los siglos XVIII y XIX el objeto primordial de nues-
tras aportaciones a tan docta institución. Esto no ha sido óbice para que la
novela contemporánea, el cuento, autoras y autores cordobeses y otros
temas literarios los haya traído a este foro y a las publicaciones del
BRAC.
Vuelvo a retomar mi interés por el teatro con Una coda a la figura de Pe-
dro María Heredia y Río2. En líneas generales nuestro acercamiento al teatro
ha sido siempre presentando a personajes y situaciones que enaltecían y
defendían el arte de Talía. Hoy damos un sesgo ocupándonos del conoci-
do como el «Capitán Comedias» paladín de la lucha contra el teatro a lo
largo de varias décadas, desde finales del siglo XVIII hasta los años veinte
de la centuria decimonónica.
Nosotros no hemos descubierto a Pedro María Heredia y Río. El pri-
mer investigador del que tenemos noticias que se acercara a él fue Luis
María Ramírez de las Casas Deza. Su Historia del Teatro en Córdoba, comu-
nicación leída en la Real Academia el 23 de febrero de 1843 con una bre-
vedad de treinta y nueve líneas distribuidas en tres párrafos, pergeña el
personaje. Dice así:
D. Pedro María Heredia y Río, Capitán retirado, natural de Cabra
y establecido en esa ciudad, hombre de alguna instrucción, se ha-
llaba poseido de una mania religiosa, y se ocupaba única y constan-
temente en procurar que todo el mundo adaptase no ya una vida
cristiana sino ascética y casi cenobítica. Su ejercicio ordinario era
escribir persuadiendo en multiplicados escritos, que fueron once
mil las compañeras de Santa Úrsula, ya celebrar los triunfos de la
legion Tebea, ya escribir elogios de los siete angeles que están de-
lante del trono de Dios, ya imprimir en hojas sueltas el origen de la
inquisicion, el suceso de D. Diego de los Rios en el Campillo sa-
cado de Bravo, ya la significacion del nombre Fernando que decia
era fe-reinando, etc, etc.; lo demás del tiempo lo ocupaba en entrar
y salir cien veces todos los dias en las cien Iglesias que hay en Cór-
doba, teniendo gran cuidado de no mirar jamás muger alguna ni

2
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española coda significa «Adición al
periodo final de una pieza de música»; el Diccionario del uso del español de María Moli-
ner define el término como «Parte que constituye el final de una pieza».

262 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

aun cuando tuviese que hablarle, pues para eso se volvia de espal-
das.
Era D. Pedro de Heredia, para que llegue á noticias de la posteri-
dad, de corta estatura, cenceño, pálido y compungido de rostro y
andando ordinariamente muy deprisa, llevaba las manos enclavijadas
delante del pecho. Su vestido, era casaca antigua larga y cumplida y
calzon todo azul turquí, media blanca, chupa hasta las ingles, las dos
charreteras caidas á la espalda y el sombrero de los tres picos coloca-
do de frente. Con este trage, este porte y lo que de él sabia todo el
mundo, iba llamando la atencion por todas partes el Capitan Come-
dias, que asi le llamaban, y los muchachos corrían tras él en banda-
das tomándolo por burla y entretenimiento.
Este fué el único contrario que en aquella época salió á la palestra
contra el teatro, pero sus conatos, como de un hombre iluso y re-
ducido á exortaciones y peticiones verbales y por escrito, nada pu-
dieron influir en la abolicion del teatro 3.
Años más tarde Don Luis María en su Biografía y Memorias literarias, ex-
cepcional texto para conocer la Córdoba decimonónica y el Madrid isabe-
lino, retoma su figura con una transcripción casi literal del primer acerca-
miento 4. Investigadores coetáneos y posteriores se han acercado a don
Pedro repitiendo el texto primigenio de Ramírez de las Casas Deza; cite-
mos entre otros a Rafael Ramírez de Arellano, a Teodomiro Ramírez de
Arellano y Gutiérrez, incluso a nuestra querida compañera la catedrática
de Literatura Española Angelina Costa Palacios 5; es importante que se haya
ido insistiendo sobre este egregio cordobés no dejándolo en el olvido. En
la actualidad uno de sus descendientes don Javier Sorribes y Gracia ha

3
Luis María Ramírez de las Casas Deza, Historia del teatro en Córdoba, introducción y notas
al cuidado de Carmen Fernández Ariza, Córdoba, Real Academia de Córdoba, 2022,
pp. 60-61.
4
Id., Biografía y memorias literarias de don Luis María Ramírez de las Casas-Deza entre los
Arcades de Roma Ramilio Tartesíaco, individuo correspondiente de la Real Academia Española,
Prólogo de José Manuel Cuenca Toribio, Córdoba, Universidad de Córdoba/ Institu-
to de Historia de Andalucía, 1977, pp. 28-29.
5
Rafael Ramírez de Arellano, Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y de
la diócesis de Córdoba con descripción de sus obras, 2 tomos, Madrid, Tip. de la Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos, 1921-1922. Rafael Ramírez de Arellano. El teatro en
Córdoba. Apuntes para su historia, Ciudad Real, Tip. del Hospicio Provincial, 1912, Ed.
facsímil María José Porro Herrera, Córdoba, Diputación Provincial, 1997. Teodomiro
Ramírez de Arellano y Gutiérrez, Paseos por Córdoba ó sea apuntes para su historia, León,
Luque/Everest, 1973. Angelina Costa Palacios, «Una panorámica del teatro en Cór-
doba (siglos XVI a XIX)». Axerquía, Córdoba, 1984, n.º 11, pp. 247-269.

BRAC, 173, I (2024) 261-284 263


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

publicado el interesantísimo libro La Familia Heredia, 300 años en Cabra.


En él ocupa un lugar destacado don Pedro 6.
¿Cuáles han sido las fuentes de nuestro trabajo? En primer lugar, Luis
María Ramírez de las Casas Deza que nos da las originarias informaciones.
Así mismo hemos examinado una amplia documentación del archivo his-
tórico familiar que don Javier Sorribes y Gracia nos ha generosamente
facilitado. Componen este regalo que nos ha hecho el señor Sorribes, car-
tas, legajos, recuerdos familiares, y nombres de investigadores, para noso-
tros desconocidos, que nos han acercado a su antepasado.
Ha sido objeto de nuestro interés el legajo, creemos inédito, depositado
en el Archivo Municipal de Córdoba, que contiene información sobre
Pedro María Heredia y sus dos hermanos, Tomás y Segundo. Dicha do-
cumentación fue entregada a la corporación municipal por Fulgencio He-
redia y Cabrera en 1885 cuando tuvo conocimiento de que se iba realizar
un catálogo de autores cordobeses, así como una sección en la biblioteca
municipal que contendría la bibliografía recopilada. Cuarenta y siete obras
entre traducciones y textos originales con distintas variantes, desde el año
1793 hasta 1849 en España y en Roma componen la relación que envió el
sobrino de don Pedro. Hemos localizado solo algunos de estos libros y
manuscritos, no sabemos si todos fueron entregados a la comisión y han
permanecido depositados en los fondos municipales ya que el donante
afirmaba que tenía muy pocos ejemplares 7.
Citemos también, como fuentes, las investigaciones que ha realizado
Carmine Alvino sobre las seis causas que en el siglo XIX se abrieron en
Roma para restaurar el culto a los Siete Arcángeles en las que Pedro María
Heredia tuvo un papel preponderante 8. En el Archivo Municipal de Cór-
doba hemos localizado dos de los tres expedientes que analizamos para
acercarnos a los pleitos que Pedro María Heredia y Río entabló contra las
representaciones teatrales. Con este corpus hemos pretendido conocer con
mayor profundidad a Pedro María Heredia, elevando su categoría perso-

6
Javier Sorribes y Gracia, La Familia Heredia. 300 años en Cabra, Cabra, Ayuntamiento de
Cabra, pp. 26-33, 2019.
7
Todos los textos decimonónicos que se transcriben en la presente investigación respetan
el estado de la Lengua Española en aquellos tiempos.
8
Carmine Alvino y Javier Sorribes y Gracia han publicado Pedro María Heredia del Río e i
sette arcangeli, editado en Italia. Por problemas de distribución llegó a nuestras manos
después de haber presentado este trabajo en una sesión pública de la Real Academia de
Córdoba.

264 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

nal. Su semblanza la percibimos por visiones entrecruzadas y contrapues-


tas, la de Luis María Ramírez de las Casas Deza y la de su sobrino Fulgen-
cio María Heredia y Cabrera. El primero nos muestra a un hombre neuró-
tico, de aspecto ridículo, obsesionado por la maldad del teatro, puritano e
introvertido; el segundo nos ofrece la imagen de un militar, abnegado,
defensor de su patria y escritor prolijo tanto en castellano como en italiano
y latín. Cuidadosos debemos ser en la interpretación de estos datos. Unos
provienen de un coetáneo, enemigo de las ideas conservadoras de Here-
dia; otros, de familiares con una perspectiva lejana en el tiempo.
Metodológicamente hemos redactado nuestro acercamiento a Heredia
y Río a través de lo que entendemos son las facetas fundamentales de la
existencia de nuestro protagonista: su vida miliar, su aversión al teatro y su
extrema religiosidad. Focalizamos nuestra atención en hechos que hemos
encontrado relevantes. Atendiendo a la vida militar destacamos la reimpre-
sión de la Carta a un soldado cristiano del beato Fray Diego José de Cádiz; el
análisis de tres memoriales dirigidos a los Ayuntamientos de Cabra y Cór-
doba nos ilustran de su aversión a las comedias; su piedad la centramos en
su defensa de la Inquisición, cuando vivía en España y en sus logros teoló-
gicos en Roma.

VIDA MILITAR

Don Pedro formaba parte de una familia de rancio e ilustre abolengo.


Procedentes de Francia prestaron servicios a Pedro II de Aragón. A mane-
ra de diáspora se expandieron por toda la península tomando parte en la
conquista de Valencia. Desde Serón de Nágina, una rama familiar acabó
asentándose en Cabra, Aguilar de la Frontera y Córdoba. El primer
miembro de la estirpe del que se tienen noticias en la provincia de Córdo-
ba fue Martín López de Heredia; de él es descendiente el personaje que
hoy es objeto de nuestro interés. La saga destacó en diversos ámbitos pro-
fesionales: fiscales, cirujanos, hidalgos, religiosos y militares. Sus padres
fueron don Pedro José Heredia y Venegas (síndico personero en 1767) y
de doña Teresa del Río y Salinas; tuvieron tres descendientes Pedro (Ca-
bra, 1775-Roma, 1853), Segundo (Cabra, 1777-Soria,1849) y Tomás
(Cabra, 1786-Aguilar, 1856).
La familia Heredia ha vivido en Cabra hasta que en 1943 fijó su resi-
dencia en Madrid. Catorce generaciones son citadas por Javier Sorribes y

BRAC, 173, I (2024) 261-284 265


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

Gracia de una manera exhaustiva en el árbol genealógico que contiene los


antecedentes familiares desde hace cinco siglos hasta nuestros días 9.
El escudo de armas familiar se encuentra en el extremo superior de la
fachada del actual n.º 42 de la calle Priego de Cabra. José Manuel Valle
Porras en El rumor de las piedras. Heráldica y genealogía en Cabra hace un
detenido análisis de él 10:
(S. XVII-XVIII) de forma cuadrilonga y cuartelado. En el primer
cuartel se representa las armas de los Heredia (siete castillos); en el
segundo el de los Cabrera (dos cabras saltantes); el tercero las armas
de Lorite (cuartelado, cruz de Calatrava en el primero y cuarto, To-
rres centrales en el segundo y tercero; y el cuarto cuartel, cuartelado
así mismo las armas de Morales, observándose tres fajas en el prime-
ro y cuarto y un peral en el segundo y tercero. Cruz de Santiago
acolada y timbrado de yelmo de hidalgo girado a diestra, con tres
rejillas y penacho de tres plumas onduladas. Inscrito todo sobre del-
gada cartela de hojarasca y dieciséis lóbulos. Todo el escudo descan-
sa sobre un pedestal en relieve, adornado también en su parte cen-
tral, con los mismos motivos fitomorfos de hojarasca.
Fulgencio María Heredia y Cabrera define así la vida militar de su tío:
Salido apenas del colegio de Escolapios de Daroca se ofreció á servir
contra la Francia, y fue destinado a Navarra. Era subteniente y con
solo 50 hombres defendio la Real Casa del bosque de Irati contra
mas de 2000 franceses; por cuyo distinguido servicio, cuyo parte
publico la Gaceta del 30 de ese mes y año, se le dieron las gracias y
se le concedió el grado y sueldo de teniente de infantería. Hecha la
paz se retiro. Volvió a encenderse la guerra contra los franceses en
el año 1808, y levantando los hombres que pudo en Cabra y Agui-
lar estuvo de capitan de ellos en la Division de D. Pedro Valdeca-
ñas. Cuando este disolvió sus batallones, D. Pedro Heredia ofreció
sus servicios a la regencia, que lo destino a Cadiz, y sirvió hasta la
conclusión de esa guerra, llamada de la Independencia.
D. Pedro, siempre muy piadoso, el año de 1825 fue a Roma para
ganar el jubileo santo y allí quedó hasta que murio en el Real Hos-
pital de Santiago y Monserrate en Roma en 19 de Febrero de 1853.
Como escribía y hacia imprimir sus opúsculos para darlos, no tengo

9
Javier Sorribes y Gracia, La Familia Heredia …, op. cit. pp. 14-15.
10
José Manuel Valle Porras, El rumor de las piedras. Heráldica y genealogía en Cabra, Cabra,
2009, p. 211.

266 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

noticia de todos sus escritos; sí, de que publico los siguientes, de


que apenas conservo un ejemplar 11.
Tal como nos transmite su sobrino Fulgencio su vida militar se desarro-
lla en dos momentos desde su ingreso en la milicia hasta que en 1800 cau-
sa baja voluntaria, reingresa en el ejército en 1808 con la invasión francesa
y se retira definitivamente vuelto ya «el Deseado». No tiene gratos recuer-
dos de los escasos reconocimiento que, a su juicio, se le habían dado. Así
se lo hace saber al Rey en un texto que desde Cabra dirige a Fernando VII
el doce de enero de 1809. En él recuerda que se le había propuesto como
coronel y se le iba a recompensar económicamente. Se queja de que no se
cumplieron las promesas que se le hicieron aunque también reconoce que
más adelante fue ascendido a capitán y tuvo mando en tres compañías de
infantería y caballería en Lopera. No obstante se manifiesta fiel servidor de
su rey al que le ofrece todo su amor, respeto y reverencia 12. También le
hace saber al Rey que estando de Regidor Perpetuo en Soria se retiró del
ejército y volvió a su Cabra natal debido a la persecución que estaba pade-
ciendo su madre, a los perjuicios económicos que estaba sufriendo su ha-
cienda y a la incautación de sus bienes.
En 1808, ya iniciada la Guerra de la Independencia, se ve impelido a
reincorporarse, pide volver a retomar el puesto de regidor de Soria, que
seguía vacante. Solicitud que le fue concedida.
Quisiéramos destacar el texto que a continuación analizamos como uno
de los hechos álgidos de la vida militar de Pedro María Heredia en su rein-
corporación al ejército en 1808, desencadenada la Guerra de la Indepen-
dencia; es la conocida como Carta a un soldado católico en guerra de religión,
en realidad su título es una síntesis de un marbete más extenso: El soldado
católico en guerra de religión: carta instructiva, ascético-histórica-política en que se
propone a un soldado católico la necesidad de prepararse el modo en lo que ha de
hacer y con que modo debe de manejarse en la actual guerra contra el impío partido
de la infiel, sediciosa y regicida asamblea de la Francia 13.

11
Fulgencio María Heredia y Cabrera. Documento entregado al Ayuntamiento de Cór-
doba en 1885 para completar la relación de autores y obras de autores de Córdoba y
su provincia.
12
El análisis de este documento no nos lleva a la certeza de si estas afirmaciones son un
acto de soberbia o una adhesión a la corona.
10
Fray Diego José de Cádiz, El soldado católico en guerra de religión: carta instructiva, ascético-
histórica-política en que se propone a un soldado católico la necesidad de prepararse el modo en lo
que ha de hacer y con qué modo debe de manejarse en la actual guerra contra el impío partido de

BRAC, 173, I (2024) 261-284 267


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

A lo largo de las numerosas guerras que afronta España en los siglos


XVIII y XIX la lucha contra los franceses, una vez más, supuso una defen-
sa de la identidad y de los valores religiosos. Fray Diego José de Cádiz en
la guerra de Convención (1793-1795) se ve impelido a pasar a un texto
escrito la defensa contra «la impía asamblea francesa», entendiendo que era
un elemento aglutinador y movilizador. Ha nacido la carta que Pedro
María Heredia y Río retoma en 1809 e imbuido de todas sus ideas, la
reimprime en 18012, a sus expensas previa autorización real.
Escrita en 1794 por Fray Diego José de Cádiz del Orden Menores de
Capuchinos. El predicador, que había participado en la guerra franco-
española (1793-1795), utilizó su palabra y sus textos escritos como arma de
combate. Su verbo fluye con pasión en esta larga misiva, 92 páginas, con la
que pretende instruir a su joven e inexperto sobrino, Antonio Ximénez da
Caamaño, que le pide consejo sobre el acierto de haber decidido entrar en
el ejército.
Vuelto don Pedro a la milicia en 1808 sigue interesándose por la prepa-
ración y artes castrenses del soldado. Rescata el año 1809 el escrito del
capuchino que había servido para arengar a los soldados en pasadas luchas
contra los ejércitos napoleónicos. El 12 de enero de 1809, desde Cabra,
pide al rey volver a publicar el escrito de Fray Diego José de Cádiz; esta
súplica va acompañada de otras demandas de entre las que Pedro González
Suárez que los militares no profirieran palabras inadecuadas, observar la
religión y la piedad, desterrar los trajes y modismos extranjeros, instruir a
la tropa con palabras españolas, no usar el término «proclama», adoptar los
vocablos «manifiesto» y «aviso», dotar a los ejércitos de suficientes capella-
nes, renovar las prácticas de religión y piedad y como colofón reimprimir
la Carta a un soldado cristiano en guerra de religión.
Previa aceptación del rey, el texto se publicó años más tarde, 1812, y se
entregó al ejército para su distribución. Previamente Heredia se había diri-
gido a la Junta Superior Gubernativa el 5 de noviembre de 1809 para que
se le eximiera de pagar el impuesto a la Caja de Consolidación, que todo
aquel que imprimiera y publicara algún escrito estaba obligado. Justifica la
solicitud de exención de tasas con estas aseveraciones: «El acierto, el valor,
la confianza, la prudencia y la fortuna han de venir del Dios de las Escritu-
ras, se pueden remediar con su auxilio». Arguye, además, que con el cono-

la infiel, sediciosa y regicida asamblea de la Francia, Écija, Benito Daza, 1794. Reimpreso
por don Pedro María Heredia y Río en Cádiz, Casa de la Misericordia, 1812. El texto
original está depositado en el Fondo Antiguo de la Universidad de Sevilla.

268 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

cimiento de esta Carta se favorecerá que el soldado tenga, «la ligereza del
ciervo, cristiana disciplina, fortaleza de brazos, será cuidado por Dios el día
de la pelea» y, así mismo, inspirará la misiva a la «Santa Milicia». Culminará
don Pedro su solicitud diciendo: «el valor no está reñido con la piedad, ni
con la disciplina y táctica militar, y que estas logran cumplidamente su ob-
jeto cuando tienen a su favor el auxilio del Dios de los ejércitos» 14.
Quedó libre de cargas impositivas por disposición gubernativa fechada en
Sevilla el 1 de diciembre de 1809. La generosidad, el amor a la patria y la
lealtad a Fernando VII llevaron a nuestro militar a publicar a sus expensas
500 ejemplares de esta carta. Estamos ante un texto que camina como diría
González Suarez «entre la arenga militar y el sermón religioso» 15. Dos partes
estructuran la obra: la primera trata de las virtudes que debe tener y fomen-
tar un soldado católico a lo largo de su vida militar y especialmente en su
adiestramiento para la guerra; la segunda expone cómo se ha de actuar en la
confrontación bélica. En el título de la carta ha quedado definido a la per-
fección el contenido de la misma: un sujeto, el soldado católico, un enemi-
go, Francia, una necesidad, prepararse para el combate y defender la causa.
La justificación de esta misiva queda expuesta al principio del texto:
Dios, su Iglesia, su religión, sus leyes, sus ministros, sus templos y
todo lo más sagrado, el derecho de gentes, el respeto debido a lo
más sagrado, y aun el fuero inviolable de la humanidad, se hallan in-
justamente violados, impíamente desatendidos y sacrílegamente
atropellados en ese desgraciado reino por una multitud de hombres
cuyo proceder los acredita de hijos de Lucifer y miembros de tan
infame cabeza 16.
El texto contiene un «catolicismo de combate» 17 del que Elisa Galán
Felipe dirá: «Fue un discurso de Cruzada gracias a la campaña de moviliza-
ción llevada a cabo por el clero, basada en el relato de Guerra Santa, con-
trarrevolucionario, antiliberal y antiilustrado» 18.

14
Archivo Histórico Nacional,
15
Pedro González Suárez, «El soldado católico en guerra de religión», en IX Curso de
Verano El franciscanismo en Andalucía y la Divina Pastora. Ed. Manuel Peláez del Rosal,
Córdoba, Cajasur, 2004, p. 447.
16
Fray Diego José de Cádiz, El soldado católico en guerra de religión …, op. cit.
17
Gregorio Alonso, La nación en capilla. Ciudadanía católica y cuestión religiosa en España
(1793-1874), Granada, Comares, 2014, p. 25.
18
Elisa Galán Felipe, «El discurso de Cruzada durante la Guerra de la Independencia», en
Veinte años de congresos de Historia Contemporánea, Zaragoza, Institución Fernando El
Católico, 2017, p. 171.

BRAC, 173, I (2024) 261-284 269


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

Estamos ante una compleja y delicada unión de política, ejército y reli-


gión. Nosotros no vamos a hacer juicios de valor, solo un análisis que
pretendemos sea objetivo. El texto, que camina entre «la arenga militar y
el sermón religioso» 19, está muy bien articulado. Dos partes constituyen la
obra, que a la vez se subdivide en epígrafes. La primera trata de las obliga-
ciones de un soldado católico en su preparación para la guerra y la segunda
en cómo ha de actuar en el campo de batalla.
Alude y pone como ejemplo infinidad de héroes extraídos de historias
profanas y religiosas. Son dignos de su atención, entre otros, David, el
Emperador Domiciano, San Bernardino de Sena, Alejandro Magno, Esci-
pión Africano, Godofredo de Bouillon, Holofernes y San Fernando. To-
dos como modelos en su desarrollo personal y en el dominio de las artes
de la guerra.
Los objetivos que para Fray Diego José de Cádiz debe tener el buen
soldado son luchar contra los enemigos de Dios, de la Iglesia y del Estado
adquiriendo ciencia militar y apartándose de todo vicio. Para el Beato
Cádiz la obediencia, la piedad, la religión, el celo, la caridad y la justicia
son las virtudes previas que debe tener el aspirante a la milicia para conse-
guir, después, ser un buen soldado. Entiende el dominico que en el pen-
samiento de todo buen militar debe estar el exterminio de los que profa-
nan «a Dios, la Iglesia, la fe, la religión, sus leyes, sus ministros y sus tem-
plos».
La aptitud de alma y cuerpo, unida al estudio (conocimiento de las or-
denanzas) y la preparación (manejo de las armas), considera el Beato Diego
son elementos imprescindibles para el ejercicio de la milicia. Para superar
las adversidades, entiende el dominico, se pide fortaleza física y moral de-
biendo estar exentos de glotonería, sensualidad, embriaguez e impiedad.
Entre los vicios que debe desterrar el buen soldado están la irreligión, la
blasfemia, la impudicia, la ira incontenida y el ataque a los desvalidos.
Frente a estos vicios enumera las virtudes que se deben fomentar tales
como la piedad, como la virtud más excelsa, a la que habría que insuflar
devoción, generosidad, oración dirigida a Dios y a su Madre, caridad con
Dios y al prójimo, práctica de la justicia y la disponibilidad para ofrecer la
vida. En contraposición a este cúmulo de deberes y obligaciones, en la
segunda parte describe cómo debe ser el soldado en el campo de batalla.

19
Pedro González Suárez, «El soldado católico …», op. cit.

270 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

La crueldad extrema y la avidez de exterminio serán sus principales armas


y deseos con ansia de castigo.
Para González Suárez la carta defiende 20 «con excesivo celo y ahínco las
exhortaciones espirituales y religiosas». Estamos ante una especie de «Ma-
nual en hacer santos junto al adoctrinamiento para ser implacable con los
enemigos». Termina la carta describiendo el premio que recibirá el solda-
do que haya luchado cristianamente por su patria:
Si volvieses, vivirás en la gloria del celoso defensor de la santa fe, y
si mueres en tu religiosa campaña, serás laureado en el cielo con la
palma y corona del martirio 21.
Con la reimpresión de esta carta se vuelve a llamar a la movilización
contra el invasor como ya se había hecho con la guerra de Convención de
1793 a 1795. Para Elisa Galán:
La religión era un elemento con el que todos los españoles se po-
dían fácilmente identificar y, sobre todo, el que mejores propagan-
distas tenía. El clero tanto regular como secular, no solo llegaba a
los rincones del país como no hacía ni siquiera el Estado, sino que
gozaba de una autoridad moral, de una capacidad de influencia y e
una influencia discursiva sin paralelo en la sociedad de la época 22.
No es algo extraño que Heredia se interesara por el escrito del domini-
co pues ambos tienen muchos puntos comunes en la mirada que dirigen al
soldado; su estado de ánimo, su preparación y el colmo de virtudes cristia-
nas que debe atesorar están presentes en esta misiva que ha rescatado.
Los desvelos que muestra don Pedro para reimprimir esta carta, enten-
demos, es un elemento esencial para conocer su personalidad. En este
deseo que se materializó en 1812 se unen fuertemente su fe religiosa y su
espíritu militar.

ATAQUES AL TEATRO

Es el momento de recordar aquí que además de la defensa y el amor a


la milicia, Heredia y Fray Diego José de Cádiz tenían otros puntos comu-
nes. Nos referimos a ser ambos acérrimos enemigos del teatro.

20
Ibid., p. 453.
21
Fray Diego José de Cádiz, El soldado católico …, op. cit.
22
Elisa Galán Felipe, «El discurso de Cruzada durante la Guerra de la Independencia», op.
cit. p. 172.

BRAC, 173, I (2024) 261-284 271


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

El Beato Fray Diego José de Cádiz (1743-1801) fue un predicador de


reconocido prestigio. Su fama llegó desde el pueblo hasta los organismos
públicos e incluso a la corte. Gozaba nuestro clérigo un alto poder de su-
gestión sobre auditorios numerosos y heterogéneos. Sus principales temas
los ha señalado acertadamente López-Cordón Cortezo:
Si el peregrinar fue una de las constantes de su vida, la fama de su
predicación superó en mucho la amplia geografía de sus viajes y lo
convirtió a los ojos de todo el país, en el paladín de la anti-
ilustración: los teatros, las nuevas doctrinas económicas, el «afrance-
samiento» de las costumbres y, sobre todo, el laicismo imperante,
encontraron en él una actitud combativa y hostil que supo comuni-
car a muchos de sus contemporáneos 23.
En la primera de las tres misiones de las que Córdoba fue receptora de
sus prédicas atacó al teatro de tal manera que se vanagloriaba de haber
cerrado y demolido los teatros locales y haber desterrado a los cómicos:
Al abandonar Córdoba, dejaba reformada la ciudad, acabadas las
comedias y dispersos los cómicos, lo mismo que en Cádiz. En la
campaña tan enérgica que emprendió contra el teatro volteriano, de
su tiempo, no se contentó con cerrarlos, sino con demolerlos hasta
los cimientos, y como la caridad es benigna, procuraba que los acto-
res y actrices tomaran otra ocupación, los socorría o mandaba soco-
rrerlos, se valía de su influencia y de sus amistades para buscarles una
colocación decente, con tal de que no volvieran a pisar las tablas 24.
Otro momento cumbre de la lucha contra el teatro del dominico fue la
carta dirigida al Corregidor de Córdoba en 1799 donde afirmaba que «el
teatro es de origen revolucionario, tanto en la antigüedad como en los
tiempos modernos e iba contra la moral y las buenas costumbres debido a
su depravación» 25. Eran momentos en los que se estaba dilucidando si se
permitía la construcción de un nuevo teatro a instancia de Casimiro Cabo
Montero, empresario teatral que se instalaría en Córdoba en el primer
cuarto del siglo XIX.
23
María Victoria López Cordón Cortezo, «Predicación e inducción política en el siglo
XVIII: Fray Diego José de Cádiz», Hispania, n.º 138, 1978, pp. 71-119.
24
María Victoria López-Cordón Cortezo, «Predicación e inducción política en el siglo
XVIII: Fray Diego José de Cádiz», op. cit. pp. 80-81
25
Carta que el Muy Reverendo y Venerable Padre Fray Diego José de Cádiz dirigió al Excmo. Sr.
Marqués N… sobre comedias y su ilicitud; y al Sr. Marqués de Puebla, regidor de la ciudad de
Córdoba, interesándolo en la prohibición del Coliseo de la ciudad el año de 1799, Madrid,
Imprenta de Villalpando, 1821, 18 pp. Citamos a través de Sebastián de Ubrique, op.
cit. pp. 138-140.

272 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

Para historiar las prohibiciones de las representaciones dramáticas en


Córdoba tenemos que remontarnos al año 1694, fecha en la que quedaron
desterradas de la ciudad. El Ayuntamiento las proscribió para siempre ma-
nipulando hábilmente a Fray Francisco de Posadas. El acuerdo municipal
fue confirmado por el Consejo de Castilla el 23 de noviembre de 1695.
Con posterioridad el teatro volvió a Córdoba, pese a que los obispos se-
guían clamando contra él, hasta que a instancias de don Baltasar de Yusta y
Navarro se obtuvo una Real Orden de Carlos III fechada el 18 de febrero
de 1784 en la que para siempre se prohibían las representaciones teatrales
en la ciudad y su diócesis 26.
El 15 de abril de 1800 la ciudad de Córdoba inauguró un nuevo teatro,
el Principal, que materializaba todos los empeños e ilusiones que Casimiro
Cabo Montero había depositado en la empresa. Atrás quedaban las distintas
prohibiciones históricas que había sufrido el arte de Talía. Pero se inicia un
nuevo ciclo de repulsa a la puesta en escena de las comedias. En este caso
protagonizado por el Ayuntamiento de Córdoba, por monseñor Ayestarán
y Landa, por el Beato Fray Diego José de Cádiz, por las religiosas del Cor-
pus Christi y por los predicadores y censores locales que lideraron en el
primer cuarto de siglo del siglo XIX la más férrea oposición al teatro.
Heredia y Río representa el prototipo de ciudadano civil que lucha
contra Talía. Se opone a las comedias en su ciudad natal y en Córdoba. A
continuación analizamos tres expedientes administrativos acerca de las
suspensiones teatrales emprendidas por el militar en fechas claves de la
política española decimonónica: 1808, 1814 y1819.
En 1808, desde Cabra, se opuso a que el cómico Pablo de Blancas ac-
tuara en la ciudad. Del siguiente documento, que transcribimos, se des-
prende la razón de la denuncia: la no aplicación de la Real Orden de Car-
los III. Don Pedro gana el pleito y el cómico, Pablo de Blancas, es sancio-
nado económica y profesionalmente con una respuesta contundente por
parte del Subdelegado General de Teatros del Reino. Incluso el Ayunta-
miento egabrense recibe una severa amonestación por no haber sido dili-
gente en la aplicación de las normativas y prohibiciones vigentes:
El Sr. Marqués de Fuerte Hijar Subdelegado General de Teatro del
Reyno, se ha servido comunicar con esta fecha al Caballero Corre-
gidor de esa Villa la orden siguiente:

26
Véase Carmen Fernández Ariza, El teatro en Córdoba en el primer tercio del siglo XIX, Cór-
doba, Ayuntamiento de Córdoba/Universidad, 2002, pp. 99-121.

BRAC, 173, I (2024) 261-284 273


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

«No habiendo obtenido despacho para este año comico Pablo de


Blancas, ha recurrido en la multa de 200 ducados por el hecho de
haber representado en esa Villa, conforme á mi circular de 6 de
Abril de 1806 que acompaña. En consecuencia se los exigirá V. in-
mediatamente, ó por sí, o por otro Juez á quien se requiera para el
efecto, y los librará V. por su comisionado á la orden de D. Martín
Fernández de S. Martín Depositario del fondo de Teatros.
Dicho Pablo de Blancas no ha podido usar para este año cómico del
despacho que se le dio para el anterior, como habría V. notado por
su contesto, que se limita á uno solo, si como debía, se hubiese en-
terado de el. Pero aun quando hubiera llevado despacho mio para el
año presente, correspondiendo á los Ayuntamientos plenos de las
Ciudades y Villas, segun la Instrucción de 2 de Marzo de 1801, ad-
mitir ó negar la entrada á las compañias comicas que se presentan
con despacho, debio V. sin embargo del mio, las prohibicion de la
Real Orden de 18 de Febrero de 1784, y no admitir á la de dicho
Blancas, ya porque los despachos no son un precepto de admitir, ya
porque dandose contra la prohibición expresa, no debian cumplirse
por deberse presumir que se habian librado con ignorancia de ella».
«Espero que V. en lo sucesivo procederá con la mayor circunspec-
ción en el asunto. Y á fin de evitar la ocasión de que alguno se au-
torice con mi despacho para faltar á la Real orden referida, me dirá
V. cuales son los pueblos de alguna consideración comprehendidos
en la Diocésis de Córdoba, para no incluir ninguno de ellos en los
despachos que diere en lo sucesivo».
«Lo qual traslado a V. de Orden S.S. , como Secretario general de
Teatros del Reyno, para su inteligencia, y gobierno en contestación
á los dos recursos dirigidos por V. á esta superioridad, y lo expuesto
al Sr. Subdelegado por ese Caballero Corregidor sobre el asunto á
que termina dicha órden inserta, de cuyo recibo espere me de V.
aviso para dar cuenta á S.S., y unirlo al expediente. Dios guarde a
V. muchos años. Madrid 24 de Mayo de 1808. = Luis Carbonell =
Sr. D. Pedro María de Heredia y Rio» 27.
En abril del año 1814, en un memorial dirigido al Ayuntamiento cor-
dobés, Heredia hace un recorrido por todas las prohibiciones teatrales su-
27
Anónimo, Exposición crítica y justificada sobre la historia del teatro en Córdoba, en la qual, se
satisface hasta el convencimiento á quanto han dicho a S.M. en sus dos últimas representaciones,
Casimiro Cabo Montero, empresario, Juan de Puertas y los herederos de don Diego Custodio
Fernández, sus acreedores, en solicitud de la apertura del teatro, ó del resarcimiento de los perjui-
cios que le resultan por las prohibiciones de las comedias, Córdoba, Imprenta Real, 1815
[s.p.].

274 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

fridas por la ciudad desde la del Padre Posadas en 1694 hasta la de Carlos
III en 1784; pide el cierre del teatro amparándose de una parte en la doc-
trina de los Santos Padres, y de otra, denunciando problemas sociales y
políticos ya que en el coliseo se producían «tumultos y sediciones a la vez
que propicia la reunión de gentes de todas clases». Se pregunta Heredia
quién ha revocado las anteriores prohibiciones si ha sido «el intruso» o «el
lexítimo» para concluir solicitando la clausura del coliseo. El cierre del
teatro se llevó a efecto, pero no solo por la oposición del militar sino por-
que los aires políticos en el país eran otros 28. Entendemos que el triunfo de
Heredia, en esta denuncia, es fiel reflejo de la involución que estaba su-
friendo el país.
El coliseo había estado cerrado, abandonado, expoliado y casi derruido
por ausencia de su dueño tras su salida precipitada en el año 1814 a la ciu-
dad de Écija; marchó con toda su compañía y enseres donde reiniciaría sus
actividades con la compra y explotación de un nuevo teatro. Habían cam-
biado los aires de libertad del país y «el Deseado» incoó causas contra los
afectos a las ideas napoleónicas. Motivo por el cual Casimiro Cabo Mon-
tero fue expedientado con pena de destierro por cuatro años de Córdoba,
Madrid y los Sitios Reales por su adhesión a la causa josefina. Junto al
empresario fueron desterrados de la ciudad catorce miembros de la élite
social e intelectual cordobesa alguno se ellos pertenecientes al equipo rec-
tor del colegio de la Asunción de la ciudad.
Cumplida la condena, Casimiro Cabo Montero vuelve a la ciudad, re-
construye el edifico que estaba en ruinas, y reanudará la actividad escénica,
coincidiendo con el Trienio Liberal, aquel paréntesis de libertad en el
reinado fernandino. Este es el momento en el que don Pedro María vuel-
ve a su lucha.
En el año 1819, próxima la reapertura del Teatro Principal, Heredia in-
siste en lo perjudicial de la actividad escénica. Lleva el pleito hasta la
Chancillería de Granada que lo desestima. Ante la nueva denuncia de He-
redia, Casimiro Cabo Montero arguye que las representaciones son «Ho-
nestas e instructivas diversiones» añadiendo que «el teatro es necesario en
los pueblos civilizados» y que «se han disipado los recelos de los timora-
tos». El empresario se crece respondiendo con sarcasmo e insolencia. Hace
veladas amenazas por la extorsión sufrida, exigiendo que se le traslade lo

28
AM-CO. Sección XVII, Serie, 1ª, n.º 6, 8-4-1814.

BRAC, 173, I (2024) 261-284 275


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

resuelto por el alto tribunal andaluz 29. Este pleito, perdido por el militar,
es fiel ejemplo de los tiempos político que vivía España, inminente ya el
Trienio Liberal.
Hemos mostrado tres momentos en los que el militar muestra su aver-
sión al teatro. Acude a los tribunales, incluso eleva sus quejas hasta la
Chancillería de Granada, unas veces gana y otras pierde los pleitos.
Don Pedro se muestra como un hombre anclado en el pasado al que le
preocupaba toda novedad de tipo social y religiosa. Rechazaba las manifes-
taciones públicas del pueblo considerándolas peligrosas, de ahí su aversión
al teatro como espectáculo de masas, sin olvidar que detrás de sus triunfos
o derrotas subyacían los momentos políticos que vivía el país.

PERFIL RELIGIOSO

Abordemos el componente religioso que impregna el periplo vital de


don Pedro. Contrastan sus actividades castrenses con su dedicación a la
meditación y defensa de la fe. Debió de tener influencias familiares que le
llevaron a una extrema piedad, así como a la publicación de numerosos
textos religiosos editados a sus expensas y distribuidos gratuitamente entre
sus allegados.
Dos de sus tíos profesaron en distintas órdenes religiosas. Uno de ellos,
don Francisco Manuel de Heredia y Medrano (1710-1776), fue coronel,
Guardia de Corps de Felipe V y Capitán de Dragones de la Reina para
años después profesar en la orden jesuita y ser misionero en las Indias.
Citemos a Teresa Jacinta de San José, tía de su madre, carmelita descalza
que profesó en 1705 en el convento de Santa Ana y San José de Madrid
siendo elegida Tercera Clavaria el 22/4/1727, priora en tres mandatos
22/4/1730, 21/5/1736 y 21/5/1742 y Segunda Clavaria el 30/5/1751 30.
No olvidamos a su hermano Segundo, que acompañó a don Pedro a Ro-
ma. Transcribimos la sucinta biografía que de él hace su sobrino Fulgencio
Heredia y Cabrera:

29
AM-CO. Serie 1ª, n.º 6, 25-10-1819.
30
El convento se encontraba en la actual plaza de Santa Ana. En 1810 José Bonaparte lo
expolió y derribó para hacer una plaza; se salvó de la destrucción un libro de eleccio-
nes que custodian las actuales carmelitas y es del que proceden los datos sobre Sor Te-
resa Jacinta de San José. La sede actual de las religiosas se ubica en la calle General
Aranaz en Madrid.

276 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

D. Segundo Heredia y Río, hermano de D. Pedro, fue discípulo


espiritual del celebre presbítero, D. Antonio Herrera Valenzuela en
Aguilar de la Frontera, y recibio las sagradas ordenes con licencia
para confesar, en 22 de Marzo de 1808, Estudio Teologia, Escritura
Sagrada, cánones y moral en el convento de San Pablo en Córdoba,
ya con licencia del obispo principio su misión por los pueblos más
pequeños de esta provincia a fin de los años 1821. En el siguiente
fue con su hermano D. Pedro a Roma a ganar el jubileo santo; pre-
dicó en italiano, y fue agraciado con el título de misionero apostóli-
co ad honorem de la Santa Congregacion de Propaganda Fide. Vol-
vió a España en el año de 1830, y continuo su mision y su vida
ejemplar y santa en casi todas las provincias de ella, hasta que murió
en Soria a 12 de Junio de 1849 31.
Tendríamos que citar entre los familiares piadosos que influyeron en su
vida religiosa a su madre. En el Archivo Histórico Nacional existe docu-
mentación datada el 1-11-1809 en la que el Capitán retirado de la provin-
cia de Soria, como Heredia se define, pide se declare a su difunta madre
benemérita por su piadosa vida. Entendemos que estos cuatro familiares:
madre, tatarabuelo, tía abuela y hermano, ejemplos de vida cristiana, de-
bieron de influir en la religiosidad de don Pedro de la que vamos a expli-
citar algunos momentos.
A lo largo de toda su vida publicó numerosos textos de tema religioso
siendo objeto especial de su atención San Mauricio, Santa Úrsula, los Siete
Arcángeles, Santa Susana, San Pedro Apóstol, los milagros del Santísimo
Sacramento y el Padre Manuel Heredia, su tío. Los primeros acercamien-
tos los hace cuando aún vivía en España, una vez en Italia los retoma y
vuelve sobre ellos ampliándolos y retocándolos. Le dedicó una especial
atención a la devoción de los Siete Arcángeles y a Santa Úrsula.
La curación del ciego Juan Granados se entendió como un milagro de
la Virgen de la Sierra (Cabra). Bajo sus instancias e instrucciones, Heredia
y Río, en 1824, participó activamente en el proceso para el reconoci-
miento de este suceso como extraordinario. El expediente fue enviado a
Córdoba para la aceptación y trámite por parte de la jerarquía eclesiástica,
pero el obispo Treviño rechazó las alegaciones. No se aceptó como un
hecho sobrenatural la recuperación de la vista de este vecino egabrense.

31
Transcrito de la documentación entregada al Ayuntamiento de Córdoba por don Ful-
gencio Heredia y Cabrera el 4 de mayo de 1885 para integrarla en un catálogo de au-
tores cordobeses.

BRAC, 173, I (2024) 261-284 277


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

Meses después, don Pedro marchó a Italia, llevaba este tema como algo
primordial para defenderlo ante la curia romana 32.
En el año 1827, ya había adquirido un prestigio de teólogo y hombre
piadoso en la ciudad de Roma. El Cardenal Zurla, de la orden de San
Benito, Vicario General del Papa León XII, le entrega unas reliquias de
San Feliciano Mártir. Don Pedro las envía a España para que las custodiara
su hermano Tomás. Tras muchas vicisitudes llegan a Aguilar de la Fronte-
ra.
Una vez muerto el depositario de las reliquias estas fueron trasladadas a
Cabra siendo expuestas en la capilla de Santa Catalina de la parroquia de
Santo Domingo de Guzmán. Todas las vicisitudes que conllevaron el tras-
lado de los restos de San Feliciano Mártir tales como la concesión de las
licencias, exposición en distintas iglesias romanas, recogida de las reliquias
así como las muestras de fervor religioso, que su paso despertaba hasta
llegar a su último reposo, están ampliamente documentadas 33.
Analicemos uno de los momentos, entendemos álgidos, la defensa de la
fe, la moral y las costumbres en el que Heredia y Río hace una salvaguar-
dia de la Inquisición, publicada en El Procurador General de la Nación y del
Rey el domingo 20 de enero de 1813. Terminada la Guerra de la Inde-
pendencia, los españoles en 1812 se habían dado una Constitución, vuelve
«el Deseado» y entre otros temas de interés se pretende reajustar las rela-
ciones de la Iglesia con el Estado. Uno de los temas candentes que se esta-
ba debatiendo era la reforma o supresión del Santo Oficio; se establece una
lucha feroz entre sus defensores y detractores que toman a la prensa como
campo de batalla con continuas réplicas y contrarréplicas. En un texto
documentado, con precisión lingüística y un cierto tono irónico se pre-
gunta nuestro autor ¿Por qué se tiene que reformar la Inquisición? ¿Por
qué se tiene que regir por las reglas comunes de la política y de la Consti-
tución? Para él el Tribunal de la Inquisición estaba establecido con autori-
dad eclesiástica y civil.
La Iglesia más reaccionaria quería la preeminencia del Papa. Los Pontí-
fices, concluye don Pedro, no habían favorecido a la Inquisición tanto
como se argumentaba. El poder político quería nombrar a obispos moder-
nizadores. Digno ejemplo de esta lucha es el artículo aludido en el que
defiende la Inquisición entendiendo «que la utilidad y la justicia» deberían

32
La opinión n.º 3040-41, octubre 1987.
33
Javier Sorribes Gracia, LA FAMILIA HEREDIA. 300 años en Cabra, op. cit., pp. 31-33.

278 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

devolver el poder a los obispos frente al papado. Para él deben subsistir los
inquisidores para cuidar de la interpretación de los preceptos religiosos.
Don Pedro María admite reformas pero no la desaparición de la institu-
ción porque aludiendo a Sixto V recuerda la prohibición de toda variación
en el Santo Oficio sin su consentimiento y el de sus sucesores. «Quién
desprecia a los ministros a Dios desprecia». Así concluye:
No, no puede haber razón que delante de Dios nos exima ó nos
dispense de obedecer á un Tribunal (Inquisición), cuya misericordia
y verdad son en su proceder tan manifiestas, y cuya peculiar con-
ducta nos debe ser respetable, por ser en todo la mas justificada, ra-
zonable y conveniente 34.
La defensa e interés sobre la Inquisición va a permanecer viva en Here-
dia, que reedita una noticia sobre ella del Padre Posadas en el año 1824
Hemos prestado atención a la defensa que nuestro autor hace de la In-
quisición porque muestra un espíritu alineado con el sector más conserva-
dor de la Iglesia que trasladará a su acercamiento al hecho escénico duran-
te más de dos décadas. Pasemos al momento en que culmina su religiosi-
dad: su partida a Roma para ganar el jubileo acompañado de su hermano
Segundo. Llega a la ciudad eterna el 16 de octubre de 1825. Ya no volve-
rá. Murió en el hospital de Santiago y Monserrate en 1853 35. Logró crear
sobre su persona una aureola de piedad y conocimiento de las Sagradas
Escrituras, siendo reconocido como el gran teólogo español del siglo XIX.
Su necrológica, recogida en Giornale di Roma dice así:
Il giorno 19 del p.p. Febrairo nella etá di anni cesso di vivere munito de
tutti i soccorsi de la cristiana religione il capitano Pietro María Heredia, nato
de la cittá di Cabria nell´Andalusia. Questo antico militare spagnuolo vetu-
to in Roma nell´anno Santo del 1825, rimase cosi tocco da´suoi monumen-
to religiosi che piú non ne parti, rendendosi a tutti noto per la pietà, benefi-
cenzia, e literaria, erudizione, di mi era fornito 36.
El día 19 del p.p. En febrero, el capitán Pietro María Heredia, naci-
do en la ciudad de Cabria en Andalucía, dejó de vivir dotado de to-
da la ayuda de la religión cristiana. Este antiguo soldado español que
llegó a Roma en el Año Santo de 1825 quedó tan conmovido por

34
Pedro María Heredia y Río, [sin título], El Procurador General de la Nación y del Rey, n.º
109, pp. 89
35
Hoy en ese mismo lugar se encuentra la basílica del mismo nombre, más conocida
como Iglesia de los Españoles en la vía Julia.
36
Necrologia, Giornali di Roma, n.º 30, Giovedi 3-3- 1853.

BRAC, 173, I (2024) 261-284 279


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

sus monumentos religiosos que nunca los abandonó, dándose a co-


nocer ante todos por su piedad, caridad y erudición literaria y litera-
ria, que poseía.
Cuando llegó a Roma en el año 1825 tenía dos propósitos: ganar el Ju-
bileo e intentar reactivar el proceso para declarar como milagro la interce-
sión de la Virgen de la Sierra en la recuperación de la vista de un ciego. El
Obispado cordobés había desestimado reconocer el hecho como sobrena-
tural. Aunque no tenemos noticias de que alcanzara el segundo objetivo, sí
logra el primero además de introducirse en la alta curia romana, retoma
una de sus obsesiones religiosas, restaurar el culto a los Siete Arcángeles:
Miguel, Rafael, Gabriel, Utiel, Salatiel, Jeudiel y Barachiel.
En Cabra y Aguilar de la Frontera era ancestral el culto a los arcángeles.
Pedro María Heredia debería de tener interiorizadas las numerosas repre-
sentaciones angélicas tan prolíficas en la zona en que había nacido y vivido
que acunaban y enfervorizaban la devoción. Ejemplo muy significativo es
la serie de once arcángeles que guarda el monasterio de San José y San
Roque de Aguilar de la Frontera (Córdoba) 37.
En Palermo el culto a los Siete Arcángeles se había mantenido a lo lar-
go de los siglos hasta que fue eliminado a principio el siglo XIX con la
llegada a la capital siciliana del obispo Mormile. Según Carmine Alvino,
Pedro María Heredia y Río presentó junto al cardenal Gravina una solici-
tud para que volviera el culto de los ángeles a Palermo y se extendiera a
todo el orbe cristiano. La solicitud fue rubricada por más de cien altos
cargos eclesiásticos, cardenales, obispos, vicarios capitulares, abades y supe-
riores generales de órdenes religiosas. León XII aceptó la súplica, pero la
Sagrada Congregación de Ritos, el 16 de diciembre de 1826, desestimó la
petición de manera negative in omnibus. Don Pedro, el 27 de septiembre de
1828, vuelve a presentar otra solicitud modificada con más de dieciocho
pruebas históricas y juicios teológicos que es nuevamente rechazada con la
respuesta In decesis, et amplius.
A lo largo de los años 1826, 1828, 1831 y 1832 don Pedro insistió, fue
escuchado por distintos Papas, León XII, Pío VIII y Gregorio XVI que
atendieron sus ruegos, pero la Sagrada Congregación de Ritos denegaba el
culto a los ángeles.

37
Mario Avila Vivar, «La serie de ángeles del Monasterio de San José y San Roque de
Aguilar de la Frontera (Córdoba)», UcoArte, Revista de Teoría e Historia del Arte, 3,
2014, pp. 35-49.

280 BRAC, 173, I (2024) 261-284


UNA CODA A LA FIGURA DE PEDRO MARÍA HEREDIA Y RÍO

Seis fueron las causas que se abrieron para que se devolviera el culto a
los siete alados:
• 1ª Causa. 1826. Ante León XII. Presentada por el cardenal Zurla, el
arzobispo Gravina y Pedro María Heredia y Río. Resultado negati-
vo.
• 2ª Causa. 1828. Ante León XII. Es la causa más documentada e im-
portante. Se aportan 18 pruebas de legitimidad del culto. Se llama a
nuestro autor Padre. Resultado negativo.
• 3ª Causa. 1830. Ante Pío VIII. Entre las 75 firmas oficiales y las
nueve privadas figura Heredia y Río. Suspendida la resolución por
la muerte del Papa.
• 4ª Causa. 1831. Ante Gregorio XVI. Ponente Giovanni Rosatino.
Entre la relación de postulantes está el nombre de Pedro María He-
redia y Río. No hay resolución favorable.
• 5ª Causa. 1832. Ante Gregorio XVI. Entre los 126 destacados pos-
tulantes figura Pedro María Heredia y Río. Resultado negativo.
• 6ª Causa. 1858. Ante Pío IX. Ponentes Constantino Patrizi y el rey
Fernando II de las Dos Sicilias. Pedro María Heredia y Río ya ha fa-
llecido. Se queda en suspenso la resolución.
Para acercarnos a la casi desconocida andadura intelectual, moral y reli-
giosa de Heredia y Río en Roma nos hemos apoyado en la investigación
exhaustiva, todavía inconclusa cuando llegó a nuestras manos, de Carmine
Alvino realizada en los archivos vaticanos de la que hemos extraído que
este militar, escritor, pensador e intelectual impregnó toda su vida de reli-
giosidad, muy especialmente a lo largo de su estancia en Roma. Afirma-
mos que se mantuvo fiel en el empeño de justificar el culto a los Siete
Arcángeles, que su actitud ante sus creencias fue de extrema perseverancia,
que participó hasta su muerte en cinco de las seis causas incoadas para que
el culto a los Siete Arcángeles fuera reconocido, como había ocurrido en
tiempos pasados, que se relacionó con el alto clero, y que tuvo el favor y
la confianza de los pontífices. Destacamos que por encima de todo adqui-
rió el reconocimiento de teólogo
Entendiendo que la historia se conoce mirando todas las caras que con-
forman el poliedro de una vida humana es por lo que Una coda a la figura
de Pedro María Heredia y Río aporta una visión más totalizadora del conoci-
do como el Capitán Comedias. Fue mucho más que un militar fanático

BRAC, 173, I (2024) 261-284 281


CARMEN FERNÁNDEZ ARIZA

obsesionado por impedir que la escena de Córdoba y la provincia tuviera


relevancia. Su vida miliar y su vida religiosa que culmina con su estancia
en Roma nos muestran a un hombre extremadamente conservador, ho-
nesto, perseverante, generoso y comprometido con sus ideas, que tuvo en
la Ciudad Eterna la consideración de gran teólogo al que, según Carmine
Alvino, el Cardenal Batolini identificó como «El personaje más importante
de la historia litúrgica y devocional de los Siete Arcángeles».

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284 BRAC, 173, I (2024) 261-284


CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE1

Antonio Varo Baena


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Hay personas que no sólo no pasan desapercibidas, lo pre-


tendan o no, sino que además dejan una impronta en quienes le
Conde Casa-Padilla.
Poeta.
conocen. Hablamos de Carlos Ruiz Padilla, Conde de Casa Padi-
Pintor. lla. Yo, que no soy versado en el asunto nobiliario, me voy a
centrar en algunos apuntes biográficos destacados, en su faceta
de poeta sobre todo, y alguna nota sobre la de pintor.

ABSTRACT

KEYWORDS There are people who not only do not go unnoticed, whether
they intend to or not, but also leave a mark on those who know
Conde Casa-Padilla.
them. We are talking about Carlos Ruiz Padilla, Count of Casa
Poet.
Painter. Padilla. I, who am not versed in noble matters, am going to focus
on some outstanding biographical notes, especially on his role as
a poet, and some notes on his role as a painter.

1
1. CONDE: NOTA BIOGRÁFICA

N ace Carlos Ruiz Padilla el 6 de diciembre


de 1941 en Córdoba. Realizó los estu-
dios primarios en los Maristas de Córdo-
ba y posteriormente de bachillerato en los Salesia-
nos. Desde la muerte de su madre es Conde de Ca-
sa Padilla in pectore, ancestral apellido y uno de los
más antiguos castellanos, y llega hasta el comunero
Boletín de la Real Academia
Juan de Padilla 2, como bien nos señala el propio
de Córdoba. conde en un poema de su libro Córdoba amante:
1
Lamentablemente fallecido el día 31 de mayo de 2024.
2
El primer Conde de Casa Padilla fue Francisco de Borja Fernández de Padilla y Cosano,
de origen pontanés y casado con María Encarnación Parejo y Cañero. Por los méritos
contraídos durante la epidemia de cólera de 1854, durante la cual costearon de su pro-
pio peculio los servicios del médico montillano Vicente Moyano, el Gobierno le con-
cede la Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de Beneficencia y le nombra Caba-
llero de la Orden de Carlos III. Más tarde, acumulando otros méritos, la reina Isabel II

BRAC, 173, I (2024) 285-304 285


ANTONIO VARO BAENA

*
Sangre de mi sangre
en Villalar derramada
al filo de la madrugada,
cuando canta la zumaya.
Dolor de patria hipotecada
olea sacra en el azur
y argento de las lunas,
de don Juan de Padilla
que rindió pendón y vida
por la libertad de Castilla 3.
Hijo de Lorenzo Ruiz Garrido, su título nobiliario procede de la rama
materna, de su madre doña Felisa de Padilla y García, IV Condesa de Casa
Padilla, cordobesa aunque nacida circunstancialmente en Granada en 1924
y fallecida el 8 de febrero de 1965. Pero no es hasta 1981 cuando es reha-
bilitado su título por su majestad el Rey Juan Carlos I, ya que Carlos Ruiz
Padilla no quiso que Franco interviniera en ese reconocimiento cuando le
correspondía. Se le reconoció el título de Conde de Casa Padilla en virtud
del Real Decreto 1449/1981 de 10 de abril (BOE 18 julio 1971), «por el
que se rehabilita el título de Conde Casa Padilla a favor de don Carlos
Ruiz Padilla». Carlos comenzó estudios de Derecho y de Filosofía aunque
los que terminó fueron los de Arte Dramático en Sevilla. La mayor parte
de su vida ha transcurrido entre las dos ciudades de Córdoba y Sevilla, y
otras como Torremolinos, sin olvidar frecuentes visitas a París, Canarias o
su antigua casa de El Rocío.
Un hito en su vida personal es la represión que sufrió en los años sesen-
ta debido a su condición sexual, lo que le llevó a la prisión cordobesa y a
una condena penal por la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes y cuya
sentencia de 18 de junio de 1965 dice así:
Carlos Ruiz Padilla durante los últimos cinco años se ha dedicado a
la administración de sus bienes, teniendo instalado en Córdoba un

por Decreto expedido el 11 de abril de 1856 (Real despacho de 27 de mayo del mis-
mo año) le concede el título de Castilla con la denominación de Conde de Casa Padi-
lla para que, en adelante, «vuestros hijos y sucesores legítimos nacidos de legítimo ma-
trimonio, por el orden de sucesión regular, cada uno en su respectivo tiempo y lugar
perpetuamente os podáis y se puedan llamar e intitular, llaméis é intituléis de palabra y
por escrito Conde Casa Padilla, como Yo desde ahora os llamo, nombro é intitulo».
Tomado de página web: http://pontanosilustres.blogspot.com/2015/12/conde-de-
casa-padilla.html
3
DE CASA PADILLA, Conde, Córdoba amante, 2011, impreso en Artes Gráficas Moreno,
Bormujos, p. 17.

286 BRAC, 173, I (2024) 285-304


CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

piso donde el asegurado, que es invertido sexual habitual, ha venido


promoviendo y celebrando, con otros individuos de su misma con-
dición, frecuentes reuniones, en el transcurso de las cuales se vestían
con ropas femeninas, se hacían objeto de tocamientos, se besaban e
incluso realizaban actos de sodomía, mereciendo la natural repulsa
del vecindario. El imputado que se halla procesado por escándalo
público, es persona de mala conducta, que aprovecha su holgada
posición económica para atraerse jóvenes y pervertirlos, acompa-
ñándose de éstos y de homosexuales habituales. La sentencia es de:
a) Internado en una institución especial, con absoluta separación de
los demás, por tiempo indeterminado no inferior a un año ni supe-
rior a tres años; b) prohibición de residir en el territorio de la pro-
vincia de Córdoba durante un año, con obligación de declarar su
domicilio; y c) sumisión a la vigilancia de Delegados durante tres
años 4.
Antes había sido puesto a disposición judicial el 2 de abril e internado
en prisión el 23 de abril de ese año 1965. Los hechos están relacionados
con una denuncia que Carlos hizo por robo en su casa contra dos personas
un mes antes y por lo que fueron condenados. Sin duda fue una venganza.
Dentro de aquella infamia, Carlos supo aprovechar la reclusión para ini-
ciarse en la pintura y convertirse en un artista de cierto éxito. En este
asunto de la represión franquista tiene un curioso y sorprendente antece-
dente familiar recogido en las noticias de Córdoba del 18 de agosto de
1936 (justo el día que mataron a Lorca), en el diario ABC de 20 de agosto
del mismo año y que recoge una multa que se le impuso a su abuela, la
cordobesa D.ª Felisa García y Díaz de Morales, casada con el III Conde de
Casa Padilla, D. Carlos Fernández de Padilla y Fernández-Gallegos, de
10.000 pesetas por escuchar Radio Madrid y propalar noticias, dice, falsas.
El texto del ABC dice así:
La autoridad militar de esta plaza viene castigando con dureza a los
alarmistas, que se dedican a propalar noticias falsas, a los que se apli-
can las disposiciones del bando general de la División y como la jus-
ticia militar se impone por igual a toda persona, sea de la clase y
condición que fuere, se ha comprobado que la condesa de Casa Pa-
dilla viene realizando una labor alarmista desde que empezó el mo-
vimiento salvador de España, y por ello se le ha impuesto una multa
de 10.000 pesetas, que ingresará en la suscripción que determine la

4
Sentencia de fecha 18 de junio de 1965. Expediente 117/65. Juzgado especial para la
aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes en el Territorio de Sevilla y Provincia de
Badajoz. En el fondo documental de Carlos Ruiz Padilla.

BRAC, 173, I (2024) 285-304 287


ANTONIO VARO BAENA

superioridad. Igualmente, se le ha recogido un aparato de radio


donde sólo recogía noticias de Madrid 5, que más tarde comentaba
entre las personas que la rodeaban, en sentido favorable a aquélla 6.
También han sido impuestas otras multas y practicadas detenciones
de personas dedicadas a cundir noticias falsas. Se tiene montado un
servicio especial para ir contra los miserables que se dedican a ello,
sin tener en cuenta el daño que pueden producir, aunque los cor-
dobeses rechazan toda esa clase de informaciones, convencidos de
que está muy próximo el triunfo del Ejército salvador de España 7.
Seguramente también este hecho esté relacionado con otra venganza,
con la negativa de doña Felisa a ceder terreno de su propiedad, colindantes
al cementerio de la Salud de Córdoba, y que el general Cascajo necesitaba
para ampliar la fosa común —la mayor fosa del franquismo por cierto—, y
en represalia por su negativa.
Su antecesor don Carlos Fernández de Padilla Padilla y Fernández-
Gallegos, III Conde de Casa Padilla, era definido así en una publicación de
época de principios del siglo XX sobre aristócratas: «De gustos refinados y
alta intuición artística… Es un amateur entusiasta de las Bellas Artes en
todas sus manifestaciones artísticas» 8. Una descripción de su antepasado
que bien puede encajar con nuestro reseñado.
Como dato a destacar, Carlos Ruiz Padilla fue nombrado Fiambrera de
Plata por el Ateneo de Córdoba en el año 2021, siendo el que suscribe
Presidente del Ateneo por entonces. También es miembro de la Asocia-
ción Colegial de Escritores de España, de la Academia de Ciencias Huma-
nísticas de la República Dominicana y Estados Unidos de México o Caba-
llero Hospitalario de Cádiz. Otras distinciones son: Caballero del Santo
Cálix de Valencia, Infanzón de la Imperial villa de Illescas, Caballero Cu-
biculario de San Atilano y San Ildefonso de Zamora, Hidalgo a Fuero de
España, Caballero Mozárabe de Toledo, Caballero Hospitalario de San
Juan Bautista, Miembro honorario del Instituto Internacional de Genealo-
gía y Heráldica, Vocal de la Junta de Probanza de Nobleza por Andalucía
de los Caballeros Mozárabes de Toledo, de la Associazone Internazionale
Insignili Ordini Cavallereschi, Cavaliere dell'Ordine Internazionale della
Legión d'Onore de L'Inmacolata.

5
No sabemos qué tipo de radio era aquella tan selectiva.
6
Sic.
7
ABC, jueves, 20 de agosto de 1936, Edición de Andalucía, p. 11.
8
CRÓNICA DE ESPAÑA, Reseña histórico-biográfica, Madrid, sin datar ni paginar.

288 BRAC, 173, I (2024) 285-304


CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

Además hay que añadirle el haber sido una persona muy relacionada
con la cultura y la poesía cordobesa, en especial del grupo Cántico y el
grupo Caracola en Málaga, y participado en las tertulias literarias de El
Pimpi y sobre todo con la tertulia poética de «Las Noches del Baratillo»,
en Sevilla, que publica Los Cuadernos de Roldán; también en esa ciudad
propulsor del movimiento «Puerta Joven». Es autor de una treintena de
libros de poesía, entre los que se encuentran: Versos de ayer, Poemas para
mis amigos, Siempre, Cantos de cada día, Desnudo de corazón y mente, Acuario,
Olvidar el olvido, Canción para un tiempo de amor, Amor intermitente, Poesía,
Aguas de Cartuja, Córdoba amante, Córdoba desnuda o Carminis inéditi in
pectore.
Hay que destacar la pulcra y cuidada edición de sus libros con una la-
bor tipográfica realmente excepcional, como destaca José Infante en el
prólogo de su libro Amor intermitente9: «Como editor es autor de alguna de
las más vanguardistas ediciones de sus propios libros, que ha llegado a im-
primir en los más variados, originales y atrevidos formatos». Para Alfonso
Canales es un «curiosísimo alarde de originalidad tipográfica» 10. Ello va
paralelo, no quiero dejar de señalarlo, a una cierta labor de mecenazgo en
este sentido y en otros aspectos como la donación de una corona de oro al
Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas de Córdoba, que luce el titular
de la cofradía en nombre y en memoria de su madre, y además de unas
potencias, una corona de espinas y clavos en forma de azucenas y en oro,
réplicas de modelos antiguos.
Su vida él mismo la resume en un epigrama: «En Córdoba perseguido,
procesado,/ desterrado a Sevilla, amado,/ a Málaga jubilado» 11.

2. PINTOR

Unas notas sobre su pintura. Con una rica obra, gran parte de ella iné-
dita, con un estilo entre contructivista y geométrico, lo que se llamó cine-
tismo, y una tendencia decorativista, ha expuesto en Sevilla, Córdoba,
Canarias, París, etc. Su pintura, autodidacta, es plena de un colorido pro-
fuso y entusiasta, con la línea como canon director del dibujo, de la com-

9
INFANTE, José, en prólogo DE CASA PADILLA, Conde, Amor intermitente, Bormujos,
2012, p. XVII.
10
CANALES, Alfonso, Carta al conde manuscrita, 12-9-1978.
11
DE CASA PADILLA, Conde, Documento manuscrito, Fondo documental Conde de Casa
Padilla, sin fechar.

BRAC, 173, I (2024) 285-304 289


ANTONIO VARO BAENA

posición, una especie de arquitectura de estructuras simétricas, sincopadas.


Sus cuadros han ido ilustrando precisamente gran parte de sus publicacio-
nes poéticas. De esa pintura escribió García Baena en el prefacio de su
libro Poesía:
Carlos Ruiz Padilla, Conde de Casa-Padilla, un río llamado Carlos,
como en el poema de Dámaso Alonso; un desdoblamiento entre la
realidad y la abstracción, entre la plasticidad y la poesía, entre el
drama y la música. Personalidad múltiple, el iris nuevo de sus cua-
dros golpea las cerradas puertas de la rutina y la costumbre, en lucha
por conseguir lo que Ezra Pound llamaba El alma individual 12.
Él mismo nos define así su pintura en una entrevista en el diario El Eco
de Canarias:
Entiendo así la pintura, en cuanto a líneas y colores desde una pers-
pectiva o concepción inical geométrica, en cuanto a un mundo a la
vez en movimiento, con orientaciones espaciales, y entendiendo a
este lenguaje como un nuevo intento y modo de comunicación con
el hombre de mi tiempo 13.
Por su parte Juan Bernier, con motivo de una exposición de Carlos en
Córdoba en 1979, escribe en el diario Córdoba:
Pureza o inocencia pictórica es, pues, lo que hay en la obra de un
pintor que, en el actual mundo, más o menos artístico, de compli-
caciones buscadas, juega con el color, la línea y la forma y produce
la imagen en el lienzo de la armonía, la simplicidad y, en suma, una
bella obra. Porque empleando principalmente la técnica de la deco-
ración de superficies, alternando una finísima gama de colores con
el esquema floral o la figura humana y un mundo de combinacio-
nes, Carlos Ruiz Padilla crea obras cualificadas 14.
Por su parte, Felo Monzón, profesor de Dibujo y Pintura de la Escuela
de Artes y Oficios de las Palmas de Gran Canaria, escribe en la presenta-
ción de una exposición de su pintura en esa ciudad en 1977:
Sus obras son una metáfora gráfica y rigorista. El mismo rigor deco-
rativo que el arte árabe dejó para la posteridad en su Andalucía …
Su última postura es una aproximación a los actuales estudios de la

12
GARCÍA BAENA, Pablo, prólogo en DE CASA PADILLA, Conde, Poesía, Sevilla,
2000, s(in) p(aginar).
13
RUIZ PADILLA, Carlos, Catálogo Exposición Luz y color, Real Círculo de la Amistad,
Sala Julio Romero de Torres, Córdoba 2015, s.p.
14
Ibid., s.p.

290 BRAC, 173, I (2024) 285-304


CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

dinámica como preferente esencia del hecho plástico. Su afán críti-


co le ha colocado ante la irremediable formulación de que la plasti-
cidad contemporánea también reconoce las virtudes derivadas del
responsable, de la investigación del OP-ART, y de todas las varian-
tes consiguientes de un cinetismo abierto, racional y productor del
goce estético. No olvidemos que en Andalucía —en Córdoba exac-
tamente, en 1957— nació la más clara expresión del examen analí-
tico espacial: la interactividad del espacio plástico, teorizado por el
grupo 57 de Córdoba. Son estas obras de Ruiz Padilla, estructuras
sabias, manchas vivas regidas por ritmos puros. Caligrafías que des-
prenden la mesura del acto sereno y pensado; donde el interrogante
de su misteriosa vivencia se entrevé como aliento vital. Dibujos
donde la no-figuración está presente con impulso poderoso; y don-
de la variedad de la arquitectura que contienen animan y confirman
el concepto de plástica abierta, libérrima, característico de la pintura
actual 15.

3. POETA

Respecto a su poesía, por edad podemos enmarcarlo en la generación


heredera del grupo Cántico, con el que tuvo continuas relaciones de amis-
tad como hemos dicho, en especial con Pablo García Baena. Pablo le diri-
gió una postal a principios de los setenta que decía con esa ironía propia
de Pablo: «Querido Carlos: gracias por la primavera fresca de tus versos,
por tus postales romanas, por la Virgen del Mar, de Almería, por tus con-
sejos sobre la chinche. ¿Qué D.D.T. uso? Abrazos» 16. También frecuentó
a Julio Aumente o Juan Bernier, y los pintores Miguel del Moral o Ginés
Liébana. Fuera de Cántico con los poetas del citado grupo de Málaga como
Vicente Núñez, José Infante, Rafael Pérez Estrada, María Victoria Aten-
cia, Alfonso Canales o Pepe Bornoy, y también con otros como Luis An-
tonio de Villena o su pariente (tío lejano) y buen poeta —aunque conoci-
do sobre todo por su faceta de letrista— como fue Rafael de León, tam-
bién aristócrata. Y tuvo amistad con José Saramago, Gloria Fuertes o Pu-
reza Canelo.
Su trayectoria poética es larga y aunque conserva bastantes inéditos, su
producción desde los años setenta se ha recogido en casi una treintena de
libros, sin contar las diversas antologías en las que ha participado, espe-
cialmente la citada de las «Noches del Baratillo» en Sevilla con sus Cuader-
15
Ibid., s.p.
16
Postal de Pablo García Baena dirigida a Carlos, sin fechar, quizás de 1971.

BRAC, 173, I (2024) 285-304 291


ANTONIO VARO BAENA

nos de Roldán, producción de la que se recogió una parte en un libro de


1994 17.
Su labor poética por tanto es extensa, y ya en 1972 era seleccionado en
Sevilla en una llamada Antología de urgencia de poetas jóvenes. Participa tam-
bién en numerosas y diversas lecturas poéticas, sobre todo en Málaga y
Sevilla. Como su inquietud artística es inefable, también participó como
coautor en una obra teatral con el tema de la representación de cuadros de
Julio Romero de Torres en la Casa de las Campanas de Córdoba, el 9 de
mayo del año 2003 con poemas del propio conde, la coreografía de Anto-
nio Alcántara y bajo la dirección de Antonio Mondéjar 18.
De su poesía ha dicho Pablo García Baena, en esa prosa que es también
poesía, en el prólogo del libro de Carlos Córdoba amante:
Es una Córdoba nocturna, ni lejana, ni sola, desenfadada, y el autor
no tiene miedo a palabras gruesas, a versos que caminan ebrios más
atentos al fondo que a la forma. Parece como si el Conde andara
extraviado por las callejas de lo escrito, dédalo y red tendida donde
el limón del amor, fácil o inaccesible, asoma tras la tapia 19.
José Infante por su parte escribía en 2012:
Carlos Ruiz Padilla utiliza un lenguaje rico en giros populares y a
veces trufado de cierto desgarro y hasta de referencias autobiográfi-
cas que no desdeñan la condena a los que desprecian y han reprimi-
do algún tipo de amor heterodoxo que ya empieza a decir su nom-
bre en voz alta 20.
Para Rafael Narbona es una poesía de «inspiración y temperamento y
esa alusión a la soledad de los seres humanos» 21. La soledad es importante
en la vida y obra de Carlos Ruiz Padilla. Aunque siempre rodeado de
gente, quizás también siempre solo. Por su parte la poeta cacereña Pureza
Canelo le dice en una carta:
Querido Carlos: he recibido tus preciosos libros sensibilizados para
la poe-sía en los ojos, con versos desbordantes del Sur, de la alegría
y padecer al mismo tiempo. No se agota tu creencia en el amor ra-

17
DE CASA PADILLA, Conde, El Conde de casa Padilla en Cuadernos de Roldán, Sevilla,
1994.
18
RODRÍGUEZ, Leonardo, Homenaje a Julio Romero de Torres, Diario Córdoba, martes 13
de mayo de 2003, p. 69.
19
Córdoba amante, op. cit., p. 12.
19
Amor intermitente, op. cit., p. XIX.
21
Documento, NARBONA, Rafael, Carta al conde manuscrita, fechada en 16-4-1971.

292 BRAC, 173, I (2024) 285-304


CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

diante, ese milagro de estar despierto y con sed, y vivo siempre en


la contemplación hermosa. Tampoco importa que talles la palabra
como oficio de sentidos. Vale lo que haces, lo que sientes: estás y
eres 22.
Guillermo Carnero en carta fechada el 23 de noviembre de 1987 dice
de su poemario Germánico:
Hace usted una poesía de la experiencias, es decir auténtica, pero
lejos de la codificación restrictiva que de ese concepto enarbolan
siempre los necios, incapaces de comprender que en un escritor cul-
to como usted es tan cotidiano el recuerdo erudito o la atención
hacia la palabra como la salida del sol o el fluir de los jugos gástri-
cos… usted conjuga las dos legitimidades del quehacer poético 23.
Su amiga Marifé de Triana —que no era escritora ni poeta, sí poeta de
la copla—, en una carta autógrafa del año 1971, con gran intuición resume
muy bien su poesía: «Tienen fuerza y sobre todo una profunda humanidad
llena de belleza, expuesta quizás un poco crudamente, pero, bella, por el
amor que contiene» 24. Y lleva razón Marifé. Carlos en su poesía se abre, se
expone en canal, sin contemplaciones. En este sentido hay que decir que
la poesía de Carlos siempre fue muy explícita y nunca escondió con eufe-
mismos ni su homoerotismo ni lo supuestamente incorrecto. Así, esa li-
bertad de la que fue privado en su día y en su vida, en su poesía es un
torrente inmarcesible. No se anda Carlos con tapujos, perífrasis u oculta-
ciones como otros poetas, más timoratos. Tan incorrecto en este sentido
es que su personalidad se refleja ya en una cita previa de su poemario Poe-
sía: «Nos, la clase, no estamos con los demás, sino con la cultura, que nos
hace libres de ser siervos de los intolerantes» 25. Esa tendencia que en otros
poetas cercanos había hacia lo correcto y lo prudente, en Carlos salta por
los aires. Ya lo avisa en ese poemario Poesía con las palabras de Góngora:
«El cielo os guarde, si puede, de las locuras del Conde» 26.
Su modo de escribir es compulsivo, como su poesía, en torno al sexo,
al amor, a la anécdota cotidiana, poesía que podríamos definir como ins-
tantánea. Parece como si Carlos quisiera llevar la máxima latina Nulla dies
22
Documento, CANELO, Pureza, Carta al conde manuscrita, Madrid, fechada en 22-2-
1979.
23
Documento, CARNERO, Guillermo, Carta al conde de Casa Padilla, fechada en 23-11-
1987.
24
Documento, TRIANA, Marifé, Carta al conde manuscrita, 7-8-1971.
25
Poesía, op. cit., s.p.
26
Ibid., s.p.

BRAC, 173, I (2024) 285-304 293


ANTONIO VARO BAENA

sine linea, a su acendrada expresión. Poesía provocadora, que le da una


originalidad, no sé si deseada, a su poesía. Una originalidad en la que a
pesar de esa amistad y trato directo con Cántico, su poesía, tono poético y
escritura es casi la antítesis de ellos. Quizás solo cercano a la poética de
Julio Aumente, pero expresado de manera diferente, con un sarcasmo e
ironía que no adorna con retórica, ni es formalmente similar. Por otra
parte, en Aumente este tipo de literatura es tardía, cuando vuelve a escribir
allá por los noventa. Y Carlos casi estaba ya de vuelta, lo que le apetece es
«epatar», pero en este aspecto nos quedaríamos en la superficialidad si pen-
sáramos que ese el leitmotiv de su poesía. El leitmotiv no es otro que la pro-
pia vida y su confrontación con ella en un vitalismo desbordado, irónico,
escéptico a veces o sarcástico —porque el sarcasmo es la mejor expresión
del desencanto— y siempre apuntando a la médula de la provocación, que
no del escándalo. Pero una provocación no vacía, impostada, artificial y
fácil o gratuita, sino la expresión de un enfant terrible que es lo que ha sido
siempre. Su poesía es el libro de su vida, sus vivencias, sus experiencias
plasmadas en versos que provocan a veces, entre la acidez y la nostalgia,
una cierta desazón. De los diversos registros de la poética del conde, es
precisamente la poesía directa, sin restricciones, incorrecta en el contenido
y el tono, y la palabra, la que más nos interesa.
Poesía radicalmente autobiográfica, no sólo de sus experiencias, sino
también de sus sentimientos y emociones, sin regatear, directa avant la
lettre, aunque eso se pusiera de moda posteriormente, poesía libre y no me
refiero a la forma, que expresa de una manera simbiótica el propio carác-
ter del autor, su personalidad reflejada en sus versos, de modo que aquí
no hay diferenciación entre autor y obra y quizás en pocos autores es tan
evidente este asunto. El solipsismo es el tema de su poesía y no le obse-
siona repetirse, porque en la repetición también hay una forma de enten-
der el mundo. Lo importante es vivir más que la poesía o a pesar de ella.
Lo esencial es la vida y Carlos la ofrece con su vitalidad, su carpe diem, en
instantes eternos, ebrios de vida sin escarceos ni ocultamientos. Como en
este poema donde hay una cruda crítica a la hipocresía social:
Maricón de palo y nabo
que no es bueno ni malo,
y siempre tan necesario
porque el pueblo soberano
siga siendo macho, macho 27.

27
Op. cit., p. 52.

294 BRAC, 173, I (2024) 285-304


CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

Al igual que Catulo, «su poesía puede ser lasciva o puritana, superficial
o profunda, sencilla o compleja, llena de gracia y humor o seria, cariñosa o
implacable» 28. Y sigue el consejo catuliano:
Que el poeta piadoso debe ser decente,
pero de ninguna manera sus versos,
pues solo tienen sal y gracia,
si son ligeros y poco decentes… 29.
Veamos un ejemplo de Catulo, de su poema «Al ladrón de Talo»:
Marica de Talo, más suave que el pelo de conejo,
o la pluma de ganso, o el lóbulo de la oreja
o el pene flácido de un viejo o la tela de la araña,
pero también más ladrón…
…devuélveme la toga que me robaste,
el pañuelo de España y los bordados de Bitinia,
que, idiota, enseñas en público, como herencia de familia 30.
La poesía de Ruiz Padilla es epigramática o aforística, de invectiva y
sobre todo situacional. Sus poemas son casi siempre breves, de estilo pu-
ramente subjetivista, simpático a veces, ligero otras, descriptivo muchas, de
estilo punzante, hetereogénea. En ella el amor y el sexo juegan el principal
papel con un escenario de fondo que son las circunstancias de su vida. Su
homoerotismo va más allá de una expresión afortunada, de una reivindica-
ción, a lo que él tendría pleno derecho; está incardinado en los poemas
transparentes y a la vez prosaicos, sencillos y naturales, de textura conver-
sacional, de ritmo vivo, más cerca en ocasiones de la prosa que de la poe-
sía. Como Catulo describe el hecho en los primeros versos y da la estocada
en los últimos. Con figuras retóricas llevadas al extremo como el hipérba-
ton. Cercano a Catulo pero también a las teselas de Vicente Núñez aun-
que en otro tono más directo y claro. Otra característica de su poesía, en-
tre intimista y realista, es que divierte. ¿Y es bueno o malo decir que una
poesía divierte? ¿Por qué no? Poesía «pagana», como celebración de la
vida, de lo festivo, pero también a veces de lo trágico. Se podría pensar
que es una poesía fácil; pero ¡qué difícil resulta lo fácil!

28
RAMÍREZ DE VERGER, Antonio, Introducción de CATULO, Poesías, Alianza
Editorial, Madrid, 1988, P. 12.
29
CATULO, Poesías, op. cit., p. 59.
30
Ibid., p. 63.

BRAC, 173, I (2024) 285-304 295


ANTONIO VARO BAENA

Veamos algunos ejemplos de la poesía de Carlos, y como hemos dicho,


en muchas ocasiones directamente autobiográfica, aludiendo a hechos
concretos:
Fui esquina rota
por la bala del Dictador
ruidoso, cómico, déspota
que había prohibido el amor31.
----
Fui carne de cañón,
de vago y maleante
crucificaron mi honor
y mi nobleza, desterrado
a la ciudad del amor32.
----
El Conde la Tijera,
mi padre, ni bueno
ni malo, era su manera,
la época, era él,
sus actitudes dolían a todos,
menos a mi madre señora,
esclava de su amor y vida 33.
----
A Rafael Ruiz Linares
Cuando te conocí
dejé de ser unigénito
para convertirme
en Conde primogénito
de un hermano secreto 34.
----
Córdoba va diciendo
si yo me entiendo
con un chulo escultural,
que me quita el dinero
y a golpes de amor

31
Amor intermitente, op. cit., p. XCVII.
32
Ibid., p. CI.
33
RUIZ PADILLA, Carlos, Carminis Inéditi in pectore, Edita Andrómina, Colección Adel-
fos, Córdoba, 2023, p. 105.
34
Ibid., p. 151.

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CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

me tiene clavado
al madero de su cuerpo. 35
----
No tuve novio
en Montilla.
La culpa la tuvo
el conde que no descorrió
la cortina;
y San Francisco Solano
que no me quiso casar
con el Inca Garcilaso.
Las Camachas lo sabían,
los Cobos también,
los Varo no porque
estaban en Germania…
Por eso Montilla
se quedó en la cuneta
bélica de la Munda
de ayer.
Era rubio
y peligroso
era de Mahón
donde yo le quise
cuando yo le quise
cuando éramos presos
de la Revolución 36.
Estos versos serían impensables en otros poetas cordobeses o como el
poema «Consejos», donde el acúmulo de incorrecciones políticas no puede
ser más concentrado:
Aquel maricón
de pueblo indecentemente
sabio del sexo me dijo:
No me gustan
los enanos,
hermosos son
los medianos…
¿Y los gigantes?
Para la heráldica.
tenantes y para
35
Poesía, op. cit., p. 30.
36
Ibid., p. 118

BRAC, 173, I (2024) 285-304 297


ANTONIO VARO BAENA

los condes como tú


tunantes 37.
----
Mira si eres agarrado
que no me invitas
a tu pecado 38.
----
Contra
Contra la prisión de la pena…
Contra los cerrojos tus ojos.
Contra la alerta de las almenas…
Contra la celda sombría
La torre de tu alegría.
Contra la lacra fiscal
tu impuesto de amor carnal.
Contra la pura y blanca dalia
¡vivamos vicios de la Italia! 39
Ese poema es un ejemplo más de esa libertad de escritura, de palabra y
de vida que Ruiz Padilla proclama. Pero esos temas que marcan su camino
existencial, su inserción en el tiempo y en la vida en lugares concretos, no
son sino el escenario donde el sexo, la libertad por norma —a él que se la
quitaron en el franquismo por motivos hoy inimaginables como la condi-
ción sexual—, pronuncian su voz en una exclamación poética como gran
parte de su poesía; ese es su tono. Veamos otros ejemplos de su último
libro:
Cuando en mi cama
metí a un currante
de comisiones obreras…,
al levantarse me dijo,
que ya no quería
mi cabeza, ni mi cartera…

en su mirar vi
la huelga feliz de sus ojeras 40.
----

37
Ibid., p. 161.
38
Amor intermitente, op. cit., p. LXV.
39
Poesía, op. cit., p. 56.
40
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 13.

298 BRAC, 173, I (2024) 285-304


CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

Aquel chulo comunista


que me robó
gemelos de turquesa y oro
dejó mis labios
primavera de Praga
en el latrocinio
de su entrega 41.
----
Mi sangre era
azul heráldico,
y bajo tus besos
se volvió rosa de salmorejo
y gazpacho y más pura
en ajoblanco 42.
----
Mártir por mi
manera de querer;
cuando amor,
era prisión,
destierro;
que no quiero recordar…
Y Cántico se bañaba
en el Molino Martos
y se desnudaba
en los baños de Popea
de la Trasierra gongorina 43.
Hay que hacer resaltar que el sentido del humor es constante en su
poesía y uno de sus pilares. Un humor negro, blanco o escatológico, pero
siempre dentro de una intención por un lado de desajenación y por otro
de entretenimiento o de provocar el asombro, la perplejidad e incluso la
risa o la sonrisa. Esta manera de hacer tiene mucho en común con la poe-
sía de otras figuras reverenciales de Córdoba como el pintor Ginés Liébana
o el ya citado poeta Julio Aumente. Como el propio Vicente Núñez, ami-
go de nuestro poeta y por el que siempre tuvo, y sigue teniendo, una gran
veneración. A Carlos le gusta repetir el aforismo plotiniano que citaba
Vicente Núñez: «Aquello que te critiquen, cultívalo, porque eso eres tú».

41
Ibid., p. 18.
42
Ibid., p. 27.
43
Ibid, p. 63. En este poema se trasluce un cierto resquemor por un diferente trato.

BRAC, 173, I (2024) 285-304 299


ANTONIO VARO BAENA

Por eso le interesa más lo que dice que cómo lo dice, sin despreciarlo.
Cuando Carlos escribe un poema sabe de antemano lo que quiere decir.
Su poesía también es descriptiva y circunstancial como en su poema
«Torremolinos -1959-» y en otros que se localizan en su Torremolinos:
Cuando los arrieros
presumían de acémilas
por la calle San Miguel
y los cabreros en el Calvario
de los cuernos de sus cabras,
en la Carihuela, entre espetos y biznagas,
se levantaba el gigante
de la libertad,
«El Pez de Espada» 44.
----
Todos en ciclomotor;
las motos vienen y van
llevando cuerpos
imposibles de besar.

Las motos cantan


en niquelados tubos de escape
la prisa y el regreso.

Las motos remontan


distancias para mil bocas
y cuerpos en inmortales
horas de amor 45.
----
La Biznaga
amable inserso
de jubilados del sexo;
mantenedores
del recuerdo
de ambientes
que no volverán;
pero escritas
en sus anuladas
memorias están 46.

44
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 112.
45
Poesía, op. cit., p. 30.

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CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

En el siguiente poema dedicado a París, aunque sin título, Carlos Ruiz


Padilla rememora su estancia parisina, en este poema inédito:
Yo tengo la nostalgia
de mis tierras rojas
con sus casas blancas.
Yo sufro por los mil
ruidos de tantas máquinas.
Este cielo de esplendores
ya pasados no tiene los colores
que hacen las delicias de mi alma.
¿Qué te ha pasado París
para ser tan triste, tan lejano
de tu gran corazón amante?
¿Qué veneno te ha llenado
de brutos americanos?
París, mi París soñado.
¡Qué desgraciado soy!
Yo te creía un sueño en la tierra
y no eres nada más que una tierra de sueño.
Yo pensé que mi fantasía
sería una ilusión.
Pero ahora … París sin mi
fantasía tú ya no tienes nada
historia … ya pasada.
(edad de oro que no volverá)
¿Qué tienes que me atraes
a pesar de tantas complicaciones absurdas y no reales? 47
Aunque también puede ser a veces metafísico y trascendente:
Presiento que la Canina
está jugando a las cuatro
esquinas de mi tiempo,
me engaña; pero me advierte
de lo inseguro de lo material
y me deja en la paz
de la serenidad
de lo que haga después 48.

46
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 134.
47
DE CASA PADILLA, Conde, documento inédito. Fondo documental Conde de Casa
Padilla.
48
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 81.

BRAC, 173, I (2024) 285-304 301


ANTONIO VARO BAENA

O neopopularista al estilo lorquiano:


Debajo de la rama
de mi verde olivo,
hay una granada
de granos de olvido 49.
Este estilo es el que, aún fuera de los cauces de su poesía más atrevida,
predomina en un libro de 1974 publicado en Córdoba, que curiosamente
no está titulado, sólo aparece en portada su nombre repetido, llenándola.
Como ejemplo el poema «Montilla»:
La cal se pasea
por la Escuchuela,
en pos del mosto
tibio que vendrá
de la mano del agosto 50.
No podemos soslayar la presencia constante de Córdoba en su poesía
—y en su vida—, como en el título de un libro Córdoba Amante, un libro
en el que rastrea sus lugares habituales en Córdoba, sus tabernas, sus amo-
res, sus personajes, o una antología de sus poemas a Córdoba publicada
recientemente llamada Córdoba desnuda 51. Córdoba es algo más que un
tema poético, es su natal Córdoba, en una doble perspectiva del tiempo
pasado, de la distancia y del desafecto, aunque la ame. Una poesía que no
se escabulle de su historia familiar:
Calle de Enmedio,
calle que se pierde
entre las nubes del cielo.
Calle del Alcázar Viejo,
donde los niños atrapan
grillos reales y negros,
donde el sol arranca
del azul cielo,
a estrellarse en la blanca
cal de tus paredes
sin tiempo 52.

49
DE CASA PADILLA, Conde, Aguas de Cartuja, Córdoba, 1987, s.p.
50
Id., Libro intitulado, s.p., Córdoba, 1973.
51
Id., Córdoba desnuda, Poesía cordobesa del Ilmo. Sr. Conde de Casa Padilla, Edición de Mi-
guel Ángel Castellano Cañete, Córdoba, 2023.
52
Córdoba Amante, op. cit., p. 57.

302 BRAC, 173, I (2024) 285-304


CARLOS RUIZ PADILLA, POETA, PINTOR Y… CONDE

Sevilla, también está muy presente, pero es para él distinta a Córdoba,


es como el consuelo o su refugio; su Semana Santa, su gente, sus amigos.
Por otro lado, no podemos soslayar que en su poesía es importante la pre-
sencia de un sevillano; como dijo en una entrevista Ruiz Padilla: «Bécquer
el poeta que más te puede influir, por su poesía tan clara y tan profunda.
Todos hemos imitado a Bécquer» 53. Su libro Amor intermitente se lo dedica
en gran parte a Sevilla. Pero también aparece en otros libros:
Alameda del amor oscuro,
columnas del encuentro,
sirenas de lo oculto,
pedestal del cante,
zoco del recuerdo,
bolsa de placer,
laguna de Mercurio,
jardín travestido,
riada de lumiazcas,
paraíso del macho,
revuelo de pajos.
¡Oh, Palma de Oro
de la Poesía! 54
Hay un texto autógrafo de nuestro poeta —no es fácil encontrar algún
texto en el que Carlos hable de su propia poesía— en un manuscrito de
una presentación de su libro Versos de ayer en Sevilla, donde expresa su
propia Poética:
En primer lugar quiero agradecer a los organizadores de Noches del
Baratillo la oportunidad que me han brindado y el placer de actuar
en este plató poético. En pocas palabras quisiera esbozar ante voso-
tros lo más señero de mi poesía, sin llegar a mostrarla en toda su
desnudez. Como dijo alguien, siempre se necesita una manga para
guardar un naipe. No es falta de sinceridad, es que en mi opinión la
poesía no es un oficio, ni siquiera una profesión, es algo más, es un
arte de concepción del Universo, una religión y como tal se ali-
menta del misterio y del rito. Cordobés de nacimiento, me hallo
entre vosotros por un inverosímil caso de amor a Sevilla. Esta Sevi-
lla alegre a la cual vine por 15 días y ya llevo 5 años. Esta Sevilla

53
ABC DE SEVILLA, 21-10-2007. Entrevista de Alfredo Valenzuela. Tomado de:
https://sevilla.abc.es/home/sevi-todos-hemos-imitado-becquer-carlos-ruiz-padilla-
conde-casa-padilla-aristocrata-200710210300-1641195098597_noticia.html?ref=
https%3A%2F%2Fwww.google.es
54
Poesía, op. cit., p. 46.

BRAC, 173, I (2024) 285-304 303


ANTONIO VARO BAENA

que amortiguó mi nostalgia y mi senequismo. Que me envolvió en


su aire que canta, en su fuente que ríe y en su cielo constelado de
grandeza e intimidad. Mis primeros versos datan del año 1964 en
Granada de ensueños y jardines, publicados más tarde, y los agrupé
más tarde en un libro que titulé Versos de ayer. Y que es una obser-
vación lírica de aquel mundo que me rodeaba en la ciudad de los
Cármenes. Siempre, es otro libro de versos, que trata del íntimo sen-
timiento despierto en el alma y latiendo en la palabra, es un libro de
amor, publicado recientemente. Poemas para mis amigos. Es un li-
bro yo diría triste pues en las estepas del alma hay sus altibajos y ahí
todo quedó 55.
En resumen, no podemos soslayar que su labor poética quizás haya sido
velada por su propia personalidad, pero quizá no podía ser de otra manera.
Carlos es Carlos, y perdón por la tautología; una persona de gran bagaje
cultural, excelente pianista, generoso sin mesura y en ese Carlos habitan la
pintura, la poesía, el arte, la vida. Y la bohemia; su vida es como una per-
formance continua donde se clavaron las espinas de la intolerancia y la
incomprensión. Pero nada de hablar de un victimismo reduccionista por-
que ni lo quiere ni lo necesita, más allá del justo reconocimiento. La poe-
sía de Carlos nos denota un artista, un poeta, un pintor, que se expresa
con la pasión y la ilusión del primer día, de ese día en que descubrió que
lo importante de la vida es vivirla. Carlos Ruiz Padilla, poeta, pintor… y
conde. Y termino con un epigrama de su libro Carmina, inéditi in pectore, al
que espero haber sido fiel:
Lo que ha contado
Antonio Varo Baena
soy yo y lo que
no ha contado también 56.

55
RUIZ PADILLA, Carlos, documento autógrafo. Archivo personal.
56
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 125.

304 BRAC, 173, I (2024) 285-304


ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE
KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN LA COLECCIÓN
DEL MUSEO HISTÓRICO MUNICIPAL DE VILLA DEL RÍO

Miguel Clementson Lope


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Con la aceptación de la custodia y compromiso de exhibición


del importante legado Beppo-Abdul, conformado por casi trescien-
Pintura europea.
Siglo XX.
tas obras, el Ayuntamiento de Villa del Río (Córdoba) activó la
Amedeo Modigliani. creación de unos fondos museísticos de especial significación en lo
Beatrice Hastings. relativo a pintura del siglo XX. En torno al pintor Pedro Bueno,
Kees van Dongen. integrado en la denominada Escuela de Madrid, que desarrolló una
Beppo / Jilani Abdul Wahab. importante labor aglutinante, se han ido incorporando a esta colec-
Difusión del patrimonio. ción obras de artistas tan reconocidos como Amedeo Modigliani o
Kees van Dongen, que son objeto de consideración en el presente
trabajo.

ABSTRACT

KEYWORDS With the acceptance of the custody and commitment to exhibit


the important Beppo-Abdul legacy, consisting of almost three
European painting.
hundred works, the City Council of Villa del Río (Córdoba) activa-
20th century.
Amedeo Modigliani. ted the creation of a museum collection of special significance in
Beatrice Hastings. relation to 20 th century painting. Around the painter Pedro Bueno,
Kees van Dongen. part of the so-called School of Madrid and who developed an
Beppo / Jilani Abdul Wahab. important unifying work, compositions by renowned artists such as
Heritage dissemination. Amedeo Modigliani or Kees van Dongen have been incorporated
into this collection, which are the subject of consideration in this
essay.

D esde que en 1982 el pintor Pedro Bueno


tomara la determinación de donar una
cuantiosa e importante colección de sus
obras —y sus casas de Córdoba y Villa del Río— a
la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, institu-
ción financiera entonces vinculada a la Diputación,
como generoso y gentil reconocimiento a la corpo-
ración que más de medio siglo atrás le becó con la
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. bolsa de estudios que le había posibilitado cumplir

BRAC, 173, I (2024) 305-356 305


MIGUEL CLEMENTSON LOPE

sus afanes de juventud y convertirse en pintor, el germen de la concreción


de un museo de pinturas había tomado carta de naturaleza en este munici-
pio de la comarca cordobesa del Alto Guadalquivir.
Activada la donación, por motivo de distintas e imbricadas vicisitudes
los manifiestos deseos del artista nunca se vieron satisfechos. No obstante,
aquel proyecto museístico inconcluso movilizó la voluntad y el deseo
fehaciente del pueblo de Villa del Río por dar forma a una colección artís-
tica propia, que jamás estuviese intervenida ni supeditada a otros albures
ajenos. Podríamos decir, sin duda, que el Museo de la «Casa de las Cade-
nas», hoy Museo Histórico Municipal, fue la consecución final de un ini-
cial proyecto frustrado, y que surgió como consecuencia de la no activa-
ción de aquél, al que anteriormente nos hemos referido, en una reafirma-
ción de autoestima, rebeldía y orgullo ciudadanos. Así, tras la adquisición
y posterior restauración, por parte del Ayuntamiento de Villa del Río, de
la casa solariega «de las Cadenas», el 29 de noviembre de 2002 tuvo lugar
su inauguración como centro cultural.

Museo Histórico Municipal «Casa de las Cadenas», Villa del Río (Córdoba).

306 BRAC, 173, I (2024) 305-356


ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

En diciembre de 2002 el pleno del Ayuntamiento aprobó la aceptación


de una germinal donación del pintor Blas Moyano, integrado por treinta y
un óleos y diecisiete dibujos, quedando incorporadas las obras desde esa
fecha a los fondos del museo; y pocos meses después, en marzo de 2003,
se aceptó la custodia y compromiso de exhibición del importante legado
Beppo-Abdul, integrado por casi trescientas obras, que junto al anterior
constituyeron el núcleo medular de la futura colección. Esta dación de
Beppo estaba integrada por 127 trabajos personales originales (102 dibujos,
20 acuarelas y cinco litografías), 162 obras del que fuera su marido, Jilani
Abdul Wahab (121 acuarelas y 41 dibujos), dos litografías de Chaïm Sou-
tine y un dibujo de Amedeo Modigliani, tiempo después completado con
otro trabajo original del livornés.

Sala dedicada a J. Abdul Wahab en


MHM «Casa de las Cadenas», Villa
del Río.

En esta misma línea de actuación se ha venido trabajando para lo suce-


sivo por parte de los responsables del Ayuntamiento de Villa del Río —y
con muy acertado criterio por cuenta de su comisario de cultura, Antonio
Lara Quero—, para ir acrecentando paulatinamente la colección con otros
legados de reconocidos artistas que se han ido incorporando al paso de los
años, como los de Ginés Liébana, Luis Cañadas, Dimitri Papagueorguiu,
Óscar Estruga, Daniel Merino, Ricardo Zamorano… y otros tantos distin-
guidos autores que progresivamente han conformado esta dinámica aditiva
de fructíferas consecuencias para la determinación de este ambicioso pro-
yecto colectivo.
La inserción del gran dramaturgo Francisco Nieva en esta cualitativa
secuencia tuvo lugar de la mano de Ginés Liébana, con quien el manche-
go mantuvo a lo largo de su vida una entrañable amistad, compartiendo
un común apasionamiento por las artes escénicas, la literatura y el dibujo

BRAC, 173, I (2024) 305-356 307


MIGUEL CLEMENTSON LOPE

como ámbitos de convergente fluencia para la expresión estética; ambos


residieron por un amplio espacio de tiempo en Venecia, cuya impronta
dejará para lo sucesivo una huella indeleble en la obra creativa de ambos
autores. Fue precisamente a través de Ginés como Nieva tomó contacto
con Villa del Río y su amalgamante proyecto museístico, de manera que a
lo largo de los años 2014 y 2015 el artista donó una primera remesa de
trabajos, que en 2017 —tras el fallecimiento del escritor, acaecido en
2016— sería completada por otros tantos cedidos por parte de la familia,
hasta integrar el cómputo final de treinta y seis obras con que actualmente
está representado el autor tanto en el Teatro «Olimpia» como en la «Casa
de las Cadenas» de Villa del Río.
Y realizada esta oportuna introducción que nos sitúa en el contexto en
que hemos de insertar las obras objeto de consideración, pasamos sin más
dilación a ocuparnos del propósito medular de la presente ponencia.
Pertenece Modigliani a ese grupo de artistas difíciles de encasillar res-
pecto a los movimientos de la vanguardia histórica. Su no adscripción a
ninguna de estas propuestas icónicas le condenó a un cierto ostracismo
respecto a las crónicas historiográficas, aunque su actitud o lenguaje fuera
decididamente vanguardista. Se ha utilizado la nomenclatura de «Escuela
de París» para referirse a estos artistas «no alineados» aunque activos en ese
epicentro de modernidad que eclosionó en la Ciudad de la luz y que, cier-
tamente, por una razón u otra, no llegaron a encuadrarse en la disciplina
concreta de un grupo, movimiento o tendencia. No obstante, algunos de
estos autores constituyen jalones de trascendental significación dentro del
arte contemporáneo. En esta tesitura se emplazaron el ruso Marc Chagall,
el lituano Chaïm Soutine, el búlgaro Jules «Pascin» y el japonés Fujita.
Como Modigliani, nacido a mediados de la década de los ochenta del
siglo XIX, las estancias parisinas de toda esta nómina de autores les sitúa en
el corazón de la primera oleada de la vanguardia de Montmartre, asimilan-
do, por lo general, las corrientes dominantes del expresionismo y del cu-
bismo, que alternaban o simultaneaban en su dispar influencia, sintetizando
las más de las veces los recursos plásticos provenientes de ambas estéticas.
En el barrio de Montmartre se instalan toda una nómina de jóvenes ar-
tistas que en pocos años se van a convertir en la referencia del arte con-
temporáneo: Picasso, Derain, Van Dongen, Dufy, Braque, Modigliani,
Apollinaire…, personajes que contribuyen con sus respectivas biografías a
acrecentar la fábula y la realidad de la bohemia.

308 BRAC, 173, I (2024) 305-356


ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

Modigliani, Picasso y André Salmon en 1916 ante La Rotonde, en Montparnasse.

En Montmartre existían academias oficiales e irán emergiendo ahora


también las privadas, así como gran número de cabarets frecuentados por
artistas, poetas y mujeres liberales, que actúan de modelos al tiempo que
de amantes de todos estos jóvenes creadores. La droga, el éter, la absenta y
los fumaderos clandestinos de opio y hachís, dan cobertura a los grupos
anarquistas. En este barrio se halla el mítico Bateau-Lavoir, laberíntico edi-
ficio donde residen, trabajan y conviven Picasso, Van Dongen, Derain,
Herbin, Reverdy, Juan Gris, Salmon, Max Jacob… acudiendo igualmente
a participar en las actividades que allí se desarrollan Braque, Vlaminck,
Modigliani, Laurens, Apollinaire, Jarry, Kahnweiler, Vollard… además de
constituir el enclave donde nace el cubismo 1. Hasta 1914, Montmartre es
1
Bateau-Lavoir (Barco-lavandería) fue una irónica denominación acuñada por Max Jacob
para referirse a la residencia / taller que compartía «Modi» en Montmartre con otros
tantos jóvenes creadores sin apenas recursos económicos. Las estancias del inmueble
estaban compartimentadas con simples paneles de madera, como si de un paquebote se
tratara, para habilitar casi 30 estudios sin gas ni electricidad que sólo disponían de un
único caño de agua que compartían para todo y para todos, así como la genialidad
emergente, en un fecundo entrecruzamiento de estilos e influencias mutuas que depa-
raría el audaz salto cualitativo que en aquellos años vendría a dar definitivamente la
vanguardia.

BRAC, 173, I (2024) 305-356 309


MIGUEL CLEMENTSON LOPE

el centro vivo de la bohemia; a partir de esa fecha la mayoría de los artistas


se trasladan a un barrio nuevo: Montparnasse.
Los cafés de Montparnasse son populares de día y bohemios de noche,
y más elegantes y cosmopolitas que los de Montmartre. En muchos de
estos cafés se organizan exposiciones: en La Rotonde, en «El Camaleón», La
Closerie des Lilas, Le Petit Napolitain… Montparnasse se convierte así en
una ciudad de artistas y, gracias a la diversidad de población que se instala
en este barrio, se va a propiciar una generalizada liberalidad de costumbres.
En el barrio se abren academias que ofrecen una enseñanza distinta a la de
los estudios de Bellas Artes: Acadèmie Moderne de Charles Guérin, la Gran-
de Chaumière, la Academia Ranson y los talleres de artistas.

Amedeo Modigliani en su estudio, en 1915.

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ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

Amedeo MODIGLIANI nació en Livorno (Toscana, Italia), en 1884,


falleciendo prematuramente en París el 24 de enero de 1920, con apenas
35 años, a causa de una meningitis tuberculosa. De origen judío sefardí y
perteneciente a una familia acomodada y culta, fue considerado «pintor
maldito» por su adicción a las drogas y por su temprana muerte, causante
además del inminente suicidio de su compañera Jeanne Hébuterne, que
estaba encinta de un segundo hijo de ambos. Su formación artística la
inició a los catorce años en el taller de Micheli, alumno del también li-
vornés Giovanni Fattori, pintor realista, uno de los más destacados mac-
chiaioli, muy ligado al Risorgimento, que fue magnífico retratista y poseía
un destacado sentido de la composición, sintético pero valiente al orques-
tar los volúmenes mediante la yuxtaposición de grandes superficies de
color 2. En 1901 realizará distintos viajes por toda Italia, lo cual le posibili-
tará la asimilación de las formas artísticas clásicas, tardo-góticas y renacen-
tistas, secuenciando con detenimiento su aproximación a la estética del
manierismo. En 1902 se matriculó en la Escuela Libre de Dibujo al Natural
de Florencia, y más tarde en la de Venecia, en la que a su juicio «había
recibido las lecciones más preciosas de su vida», que al cabo le proporcio-
narían la sólida técnica que siempre le distinguió. Tras vivir un tiempo en
Florencia y Venecia, en 1906 decide instalarse en París para ampliar estu-
dios en la Academia Colarossi. El ambiente vanguardista que se vive en la
ciudad del Sena le posibilita toda suerte de recursos vitales, erigiéndose
éste en un acelerador de experiencias para el joven aprendiz de artista,
ahora ya decidido a encontrar su particular discurso creativo. No obstante,
su fuente de inspiración nunca quedará al margen de la tradición clásica
en que se educó y vertebró su inicial itinerario artístico, más adelante
mediatizado por las expresiones de primitivismo que alimentaron el inicio
del siglo. Surgen todo tipo de relaciones con artistas, escritores, marchan-
tes de arte y amantes, entre las que se cuentan quienes serán sus dos gran-
des amores: la escritora inglesa Beatrice Hasting y la joven artista Jeanne
Hébuterne. Frecuentó la amistad de los pintores Chaïm Soutine y Moïse
Kisling, encargándose de iniciarlo en la escultura tanto Jacques Lipchitz
como Constantin Brancusi, al tiempo que la seductora inventiva del poe-
ta Max Jacob, entremezclada de fantasía, parodia y onirismo, le cautiva-
rían para lo sucesivo en lo concerniente a preceptiva literaria, pues a su
apasionamiento por el arte añadía un absorbente interés por la literatura,

2
Fattori, tras haber renunciado a las manchas características en la técnica de los macchiaioli,
acabó por preferir dar despliegue a una pintura de colores lisos.

BRAC, 173, I (2024) 305-356 311


MIGUEL CLEMENTSON LOPE

en especial por la poesía 3. Conoció a importantes marchantes de arte co-


mo Paul Guillaume y Leopold Zborowsky, que lo representaron y a los
que retrató.
A través de sus esculturas,
que fundamentaron la inicial
modalidad artística en que
desplegó sus potencialidades
—y que le ocuparon entre
1909 y 1914, influenciado
por las obras arcaicas griegas
de Las Cícladas y por el arte
africano—, llegó a alcanzar
en su acción creativa una
suerte de síntesis volumétri-
ca y lineal que influiría de
manera definitiva en su obra
pictórica, retomada a partir
de 1914, fecha en que deci-
dió renunciar a aquella ex-
periencia extenuante y ago-
tadora que venía a constituir
la praxis escultórica. Para el
proceso de ejecución de sus
esculturas constató un claro
desdén hacia el modelado,
manifestando en cambio sus Modigliani, Cabeza femenina (c. 1911-12), are-
nisca, 65 x 19 x 24 cm., Washington, National
preferencias por la talla di- Gallery of Art.
recta de formas reducidas a
lo esencial, llegando a configurar rotundas cabezas que las más de las veces
sólo esbozaba con un intencionado tratamiento primitivista.
En la extensa serie de bocetos preparatorios realizados al carboncillo se
percibe claramente la fascinación que estas efigies totémicas y verticales
3
En 1901, con apenas 17 años y convaleciente en la costa amalfitana de incipientes en-
fermedades pulmonares, escribe a su amigo Óscar Ghiglia acerca de «la necesidad del
método y la aplicación», poniendo ya de manifiesto un inequívoco afán de trascenden-
cia y una precoz capacidad para transformarse a sí mismo en lenguaje: «Yo ya soy rico
y fecundo en gérmenes, y necesito la obra. Tengo el orgasmo, pero el orgasmo que
precede al goce, al que sucederá la actividad vertiginosa, ininterrumpida por la inteli-
gencia».

312 BRAC, 173, I (2024) 305-356


ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

suscitaron en el artista, quien tampoco era ajeno desde sus primeros en-
cuentros con Picasso a la generalizada seducción que en ese momento se
vivía respecto a estas fuentes arcaicas de expresividad creativa.
Refieren las crónicas que esta vocación escultórica era la genuina incli-
nación del artista, y como tal se reconoció en su desembarco en París, «y
sólo porque la madera, el mármol o el granito eran muy caros [y en ex-
tremo dificultosos para trabajarlos], se pasó a la pintura».
Sus retratos de amigos y conocidos parisinos, que constituyen la temá-
tica referencial de esta primera fase tras su labor escultórica, convierten al
solitario Modigliani en un cronista del mundo artístico de Montmartre y
Montparnasse durante los años de la Gran Guerra. Y es que su personali-
dad es tan fuerte que se impone siempre por encima del tema que trata,
por lo que sus retratos dicen más, precisamente, por todo lo que no mues-
tran, al gustar prescindir de todo elemento aleatorio o narrativo, para con-
centrarse abiertamente en la fisonomía del efigiado. Gustaba trabajar sus
retratos al óleo con ayuda de numerosos esbozos y dibujos que había ela-
borado previamente a éstos aprovechando cualquier oportunidad. Debido
a la evolución de la fotografía, el género del retrato había perdido ya gran
parte de su función representativa a principios del siglo XX. Modigliani,
en cambio, fue el único artista de la modernidad que volvió a dedicarse de
forma casi exclusiva a su cultivo.
El ambiente vanguardista de París constituyó toda una revelación para
el joven Modigliani. No quería adscribirse a una única y concreta tenden-
cia, sino encontrar un estilo personal. Sus primeras obras revelan una cierta
proximidad a Toulousse-Lautrec y al Picasso de la época azul, y una leve
influencia cubista entonces en pleno auge, pero se centrará de inmediato
en los aspectos plásticos más que en los meramente pictóricos. Admiraba la
pintura de Cézanne y desde que visitó la retrospectiva que se le dedicó en
el Grand Palais, con motivo de la celebración del Salón de Otoño de París,
en 1907, tras el fallecimiento del maestro de Aix, llevaba siempre consigo
una reproducción de su obra El muchacho del chaleco rojo. También es evi-
dente la influencia que ejercieron sobre él, en cuanto al perfilado lineal de
los contornos, Gustav Klimt, Van Dongen y las estampaciones del japonés
Utamaro. La concepción de su pintura, en la que el diseño lineal y la de-
puración volumétrica —consecuentemente experimentada mediante sus
previas reflexiones escultóricas en torno a las formas arcaicas y primitivas—,
y que junto a una característica homogeneización de los planos de croma-
tismo constituyen e integran la quintaesencia de su desarrollo, quedaron

BRAC, 173, I (2024) 305-356 313


MIGUEL CLEMENTSON LOPE

para él confirmadas en una civilización tan determinante y decisiva, tan


consistente y milenaria como la egipcia de la Antigüedad, que le sedujo
especialmente en aquellos años de búsqueda personal de un estilo propio:
«En esa época, Modigliani soñaba con Egipto. Me llevó al Louvre para
que visitara la sección egipcia; afirmaba que todo lo demás no era digno de
atención. (…) parecía totalmente cautivado por el arte del antiguo Egip-
to» 4.
Así pues, confirió Modigliani gran importancia a la línea como medio
de expresión artística, y asumió como programa fundamental de su propia
creación plástica un decidido proceso de simplificación de la imagen, que
conllevaría una autolimitación consecuente, en la línea que propugnaba el
poeta judío Max Jacob con su apuesta por el «gran arte de la omisión». El
proceso de reducción formal acometido por Modigliani le llevaría al do-
minio de la linealidad, y de ahí directamente hasta la abstracción. Ligereza
matérica, papel constructor de la pincelada, cálido colorido —sin apenas
contrastes entre luces y sombras—, simplificación geométrica de los volú-
menes..., son constantes habituales en la concreción de sus obras. Le in-
teresaba, ante todo, la figura humana, que plasmó mediante desnudos y
retratos, en los que estilizaba hasta el extremo las formas, y de estas efigies,
especialmente sus rostros, cuya melancolía se complacía en subrayar.
Modigliani, no obstante, escogió una suerte de figuración trascendida.
Llevado por su particular y privativa filosofía de vida, en la que se funden
influencias de Freud, Nietzche y Bergson, encontró sólidos recursos de
inspiración en el arte arcaico, en el renacimiento 5 y en el arte africano,
tomando igualmente del cubismo para sus retratos el rigor extremo que lo
fundamenta, la bidimensionalidad que lo magnifica y las connotaciones
cabalísticas de sus grafías e inscripciones. En palabras del propio artista: «Lo
que busco no es real ni tampoco irreal, sino lo inconsciente, el misterio de
lo instintivo de la raza», pues si bien el hombre se mueve en lo que perci-
be, sólo «ve» lo que le emociona, su «sueño interior» que le salva de las
maldiciones terrenales.
Eugenio d’Ors celebraba del livornés tanto la sequedad de sus contor-
nos como la adorable ternura de la policromía de sus esmaltes, disponién-
dolo a la cabeza de quienes, a su juicio, conformaban el distinguido elenco
4
Cfr. Anna Ajmátova, Las rosas de Amedeo Modigliani, Milán, Edit. Il Saggiatore, 1982.
5
No olvidó tampoco Modigliani, en idéntica medida, las lecciones góticas de un Simone
Martini, ni las renacentistas de Sandro Boticelli, de los que tomó el frío alargamiento
de sus «mujeres-cisne».

314 BRAC, 173, I (2024) 305-356


ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

de autores generadores de un «arte vivo»: «El título de Precursor, a nadie le


encaja mejor que a Amedeo Modigliani. El siglo anterior le legaba al nues-
tro para testimonio del proseguimiento de la tradición verdadera en la
modernidad atrevida» 6.

Beatrice Hastings, con 19 años. En texto manuscrito «Rebelde al completo».

La escritora inglesa BEATRICE HASTINGS (1879-1943), ya en su


época considerada «una chica excéntrica y seductora», una «muchacha de
ojos verdes, deslenguada y de una insaciable pasión por el trabajo, los
hombres y la bebida», llegó a París en abril de 1914, con 34 años; era, por
tanto, cinco años mayor que Modigliani, del que fue amante entre 1914 y
1916, fechas entre las que mantuvieron una estrecha y dramática relación,
«apasionada, tormentosa, pero fecunda para su pintura». Beatrice había

6
Eugenio d’Ors, «Modigliani», en Arte vivo, Edit. Espasa Calpe, Madrid, 1979, pp. 29-32.

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

llegado a París en calidad de redactora de una sección de la revista londi-


nense de política y literatura The New Age, que llevaba por título «Impres-
sions de París», a lo que había ayudado el affaire amoroso que mantuvo con
A.R. Orage, editor de la publicación. En Inglaterra interesaban, pues, los
cotilleos de la bohemia parisina. Escribía sus artículos bajo pseudónimo,
plasmando sus conocimientos e impresiones del mundo cultural de la ciu-
dad de la luz.
Nacida en Hackney, Londres, durante su juventud residió en Port Eli-
zabeth (Sudáfrica); su verdadero nombre era Emily Alice Haigh y debió
tomar su «nuevo apellido» del lugar en que se educó: Pevensey, Sussex,
cerca de Hastings. De 1896 a 1899 asistió a la Universidad de Oxford para
estudiar Literatura. Desde 1907, en que conoció a Orage, comenzó a co-
laborar en su publicación, convirtiéndose en una de sus más prolíficas re-
dactoras, aunque la mayor parte de sus trabajos aparecían bajo pseudónimo,
abarcando distintos géneros: relatos de ficción en prosa, poesía, narrativa
sobre viajes, diálogos dramáticos, polémica…, aunque destacó especial-
mente en la parodia, que vino a constituir uno de sus más reconocidos
talentos, encargándose de satirizar a muchos de sus contemporáneos: Ezra
Pound, Filippo Marinetti, H.G. Wells…, así como por sus ideas y puntos
de vista feministas, pioneros en la época, que pudo desarrollar ampliamen-
te en la sección de correspondencia de la revista, y que también constitu-
yeron el fundamento de su tratado El peor enemigo de la mujer: la mujer, de
1909. A sí misma se llegó a definir como «una poeta menor de primera
clase» y, ciertamente, aunque hacia el final de su vida se sintió excluida del
reconocimiento literario que consideraba merecido, lo cual le determinó
al suicidio en 1943 —ya enferma de manera irreversible—, su figura ha
sido considerada más recientemente con cierto enaltecimiento por parte
de la crítica literaria, sobre todo por su ingenio para la sátira y por sus po-
sicionamientos pioneros en relación con el feminismo.
A su llegada a París alquiló Beatrice en primera instancia un apartamen-
to en el núm. 53 de la rue de Montparnasse, trasladándose en septiembre de
1914 a una casa de dos pisos, con cuatro habitaciones y jardín, de la rue
Norvins, en la parte alta de Montmartre, en la que Modigliani nunca llegó
a establecerse definitivamente, pero que frecuentaba cuando quería y, en
ocasiones, se instalaba en ella para pintar —prefiriendo, no obstante, traba-
jar en su estudio de Montparnasse, donde en esas fechas vivía—.
Conoció a Amedeo en una crémerie especializada en pastas italianas, que
regentaba una antigua modelo italiana entonces dedicada a la restauración,

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de nombre Chez Rosalie, según confirmó la propia Beatrice desde las pági-
nas de The New Age 7. A propósito de su primer encuentro con el livornés
llegó a escribir:
[tenía] (…) «un carácter complicado. Un cerdo y una perla. Me lo
encontré en 1914 en un restaurant de pâtes. Estaba sentada frente a él.
Hachís y brandy. No me impresionó especialmente. No sabía quién
era. Tenía un aspecto feo, gruñón y voraz. Volví a encontrármelo
en el Café La Rotonde. En esta ocasión se había afeitado y estaba en-
cantador. Me saludó quitándose el sombrero con un movimiento
gentil, sonrojándose, y me pidió que fuera a su casa con él para ver
sus obras. Y fui. Siempre llevaba un libro en el bolsillo: Maldoror de
Lautréamont 8. El primer óleo presentaba a Kisling. Excepto a Picas-
so y Max Jacob detestaba a todo el mundo. Aborrecía a Cocteau.
Nunca hizo nada bueno bajo los efectos del hachis». Para lo sucesi-
vo y ya consolidada su relación, continuarían frecuentando Chez
Rosalie, pero igualmente la cantina de Vassilieff y el café La Rotonde,
todos ellos destacados locales de Montparnasse muy del gusto de los
artistas.
Cuando se conocieron, Modigliani estaba volviendo a la pintura tras
haberse dedicado durante cuatro intensos años a la praxis escultórica, una
fase a la que dio inicio en 1909 después de pasar un breve periodo en Li-
vorno. De regreso a París, y una vez superada su etapa del falansterio para
jóvenes creadores del Bateau-Lavoir 9, se instalará en un nuevo estudio en
Montparnasse, situado al final de una pequeña calle sin salida denominada
Cité Falguière, donde irá confirmando el proceso de ratificación de su per-
sonalidad. Allí conoció a Constantin Brancusi 10, que ejercerá sobre él una
influencia determinante y que en su propio estudio facilitará al italiano el

7
B. Hastings, «Impressions of Paris III», The New Age, 4 (junio 1914).
8
Las obras de Mallarmé, Rimbaud, Baudelaire, Nietzche, Bergson y D’Annunzio consti-
tuían sus habituales lecturas. Siempre llevaba consigo los Cantos de Maldoror, de Lau-
tréamont, que se convertirían más adelante en fuente de inspiración para los surrealis-
tas.
9
Modigliani se consideraba más escultor que pintor. Ya durante su estancia en Montmar-
tre, esculpió unos cuantos bustos en madera utilizando como material unas traviesas
sustraídas de las obras de la estación de metro de Barbés-Rochechouart, pero no fue
hasta 1909, a su regreso de una breve estancia en su Livorno natal, cuando comenzó a
trabajar la piedra.
10
En 1909 y por propio deseo del pintor, el Dr. Paul Alexandre —que fue uno de los
primeros clientes y patrocinadores de Modigliani— se ocupó de presentarle a Brancusi,
a quien llegó a realizar un retrato inconcluso que actualmente se dispone en el reverso
del lienzo titulado El violonchelista (1909).

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espacio preciso donde pueda comenzar a trabajar directamente la piedra,


de manera que pronto se convertirán ambos en mutuo motivo de estímulo.
Su concepto de la escultura entroncaba claramente con el de la tradición
toscana de talla o labrado de la piedra, por lo que Modigliani se sentía a
gusto entre los tallistas italianos que habían llegado a París a raíz del boom
de la construcción de grandes bloques de viviendas, que le proporcionaban
piedra y le prestaban sus herramientas, y a los que frecuentaba en Chez
Rosalie.

Amedeo Modigliani, hacia 1906.

Como Brancusi 11, Amedeo daba despliegue a la técnica de «talla directa»,


que consistía en esculpir directamente la piedra, sin abordar proceso de
modelado previo alguno ni considerar el habitual sistema de «sacado de
puntos». Tanto él como el escultor rumano rehabilitaban la emoción de la
materia, al tiempo que preconizaban su despliegue con una inmediata co-

11
El escultor rumano había comenzado a introducir en sus obras ciertos rasgos arcaizantes
desde 1907, esculpiéndolas en piedra en consonancia con la naturaleza del material y
con las técnicas más adecuadas para potenciar sus propios valores escultóricos; segui-
damente comenzaría a pulir los materiales y a elaborar formas cada vez más indetermi-
nadas o anicónicas, anticipando una abstracción orgánica que, posteriormente, depara-
ría una autonomía plena para esta especialidad de las artes.

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rrelación entre impulso creacional y materialización plástica de la idea, base


de una sublimación que fomentara la tensión y energía primitivas. De esta
manera consiguió «(…) llegar a la primera maduración teórica de la “escul-
tura directa”, lo que significaba un “ataque” a la materia sin mediación de
modelos anteriores, ni traducciones de éstos en otros materiales» 12, lo cual
va a deparar el dominio de una metodología de acción creativa que va a
tener igualmente fecundas e inmediatas aplicaciones también en sus realiza-
ciones pictóricas. Durante estos años trabajó básicamente esculpiendo una
serie de cabezas en extremo estilizadas, así como bustos de mujer y

Modigliani en su estudio. En la pared, uno de los retratos reali-


zados a B. Hastings, de 1916, actualmente en Merion (Pennsyl-
vania), Barnes Foundation.

12
Cfr. Giorgio Cortenova et al., «Modigliani», en Los impresionistas y los creadores de la
pintura moderna, Barcelona, Carroggio Edit., 2000.

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cariátides, que realizó a partir de grandes bloques de piedra caliza. Llegó a


presentar siete de sus acendradas realizaciones en el Salón de Otoño de
1912 —conformando un conjunto que tituló Têtes, ensemble decoratif—,
pero tanto su delicada salud, que le impedía trabajar la piedra de un modo
regular (el polvo le causaba problemas en los pulmones), como el estallido
de la guerra, con la forzada supresión de los envíos de piedra caliza por
parte de su proveedor habitual, le indujeron a desistir en relación con este
dominio de expresión artística para centrarse, ahora sí, en la pintura de
manera continuada.
En los años 1913 y 1914 Modigliani solía pintar una media de seis cua-
dros anuales. A partir de 1915 —y ya consolidada su relación con Beatri-
ce—, pasó a pintar uno cada seis días, haciendo proverbial su rapidez de
ejecución, ya que nunca los retocaba, pero curiosamente quienes posaban
para él confesaban «haberse sentido como si hubiesen desnudado su alma».
En 1915 Max Jacob conoció a Beatrice y se hicieron muy amigos, de
manera que visitaba muy a menudo la casa de la escritora, siendo precisa-
mente éste quien se ocupó de establecer oportunas conexiones entre Mo-
digliani y el marchante Paul Guillaume, que se convertiría oficialmente en
su representante, ocupándose de alquilarle un nuevo estudio en Montmar-
tre.
Y es que durante la guerra se desarrolló en París un extraordinario re-
surgir de la actividad artística, proliferando las exposiciones, los conciertos
y los recitales de poesía, llegándose a organizar incluso proyectos expositi-
vos de arte francés en el extranjero, como el que planificó Walter Halvor-
sen en la Kunstnerforbundet de Oslo, en el que participaron veinticuatro
artistas, entre otros Picasso, Matisse, Marquet, Modigliani... y también
Beatrice Hastings. En esta misma línea, Émile Lejeune, un emprendedor
pintor suizo, acometió la idea de planificar durante el invierno de 1914
una serie de conciertos en el taller de escultura de la Académie Colarossi,
que posteriormente pasaron a celebrarse en su propio estudio y que bajo
las sugerencias de Ortiz de Zárate pronto comenzaron a incorporar expo-
siciones de arte a su programa de actividades. La primera muestra de estas
características se inauguró el 19 de noviembre de 1916, bajo el título de
Lyre et Palette, aunando la interpretación de Instante musical de Eric Satie
con obras de Kisling, Matisse, Picasso, Ortiz de Zárate y Modigliani.
También tuvieron desarrollo en este contexto una serie de recitales de
poesía organizados por Jean Cocteau y Blaise Cendrans, en los que parti-
ciparon Apollinaire, Max Jacob, A. Salmon y Reverdy, entre otros; vela-

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das que fomentaron el interés de mecenas y aristócratas hacia este formato


integrador de manifestaciones artísticas, hasta el punto de constituir moti-
vo de consideración para el más reconocido crítico artístico del momento,
Louis Vauxcelles, quien en uno de sus artículos acerca de las exposiciones
realizadas en Lyre et Palette se ocupaba de juzgar a las obras cubistas como
«aburridas, monótonas y faltas de belleza», añadiendo, en cambio: «sigo
con interés las evoluciones del nuevo estilo de Modigliani». Un marchante
llamado Lepoutre se interesó por la obra del italiano, siendo probable que
lo representara durante un cierto periodo de tiempo.
Moïse Kisling llegó a reunir una docena de obras de Modigliani con
motivo de una de aquellas muestras colectivas organizadas en Lyre et Palette,
en su mayoría propiedad de Paul Guillaume, organizando una exposición
que tuvo gran aceptación por parte de la crítica. En ese contexto desperta-
rían el interés de Leopold Zborowski, joven poeta polaco que al estallar la
guerra había perdido su beca de estudios, viéndose obligado a convertirse
en marchante, quien llegó a comentar a su esposa Hanka que había descu-
bierto «un pintor mucho mejor que Picasso». Ante la propuesta de conver-
tirse en su nuevo representante, Modigliani le manifestó su conformidad
siempre y cuando P. Guillaume —que era quien desplegaba esas compe-
tencias por esas fechas— se aviniera al trato, lo cual tuvo lugar, de manera
que pudo dedicarse para lo sucesivo a promocionar al livornés en exclusiva.
Según consideró Manuel Vicent en uno de sus artículos, «fue ella [Bea-
trice] la que inició a Modigliani en el hachís y en las experiencias sensoria-
les fuera de toda medida, pero él no le iba a la zaga…» 13
Antes de la Gran Guerra Modigliani había destacado por su prestancia y
belleza, pero tras años de libertinaje y consumo exacerbado de alcohol su
antigua compostura había sufrido una merma considerable, aunque seguía
conservando una innegable «peligrosidad» para las mujeres.
Retrató a Beatrice en numerosas ocasiones, tanto mediante dibujos
preparatorios como en óleos de aquilatada elaboración, que llegaron a
constituir algunos de sus trabajos más personales, la mayoría de ellos fecha-
dos en 1915 y 1916 14.
13
Véase Manuel Vicent, «Las amantes del pintor Modigliani», en El País, 24-oct.-2019.
14
Se han documentado catorce cuadros en los que Beatrice sirvió de modelo a Modigliani,
incluyéndose entre ellos algún apunte. Resultan excepcionales tanto el dibujo a car-
boncillo que le realizó con el torso desnudo y cubriéndose parcialmente el pubis con
una tela, como su Desnudo femenino sentado, de 1916, óleo para el que igualmente posó
la escritora, ya que el italiano rara vez efigiaba desnudas a sus parejas.

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Modigliani, Beatrice Hastings (c. 1914), grafito / papel, 45 x 30 cm., «Casa de


las Cadenas», Villa del Río.

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Modigliani, Beatrice Hastings con gorro (1914), óleo / lienzo, 58 x 37 cm.

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El dibujo de Villa del Río fue realizado, sin duda, como apunte prepa-
ratorio para los primeros retratos en los que Modigliani efigió a la escrito-
ra londinense, ambos de finales de 1914: uno de ellos conocido en la
primera catalogación como La señora Hastings ante el piano (de 102 x 48
cm.), y el otro Beatrice Hastings con gorro (58 x 37 cm.), actualmente inte-
grado en una colección particular parisina. Sendos retratos, por su con-
cepción y la densidad de materia con que están elaborados, pueden consi-
derarse, ciertamente, los iniciales de la serie que llegara a realizar en torno
a la poeta.
En el segundo de estos retratos la pose de la modelo es exactamente
equivalente, y el estudio realizado en el apunte para la concreción de ojos,
nariz y boca, coincide puntualmente con lo plasmado en el lienzo, e in-
cluso el modelado de las mejillas y la singular anchura del rostro se atienen
enteramente a lo esbozado en la previa síntesis lineal. Así mismo, el cuello
de piel que aureola la indumentaria de la modelo y el peculiar gorro con
que cubre su cabeza parecen constituir idéntico trasunto de un plantea-
miento compositivo deliberado, si bien el divisionismo manifiesto en el
trazo con que las placas de color han sido dispuestas sobre el lienzo, en
aplicación de unos recursos formales de representación para la consecución
de una valoración constructiva de la pincelada, ocultan parcialmente la
pureza de líneas que esencializan el previo dibujo. Y, no obstante, este
esquema medular subyace reconocible también en esta otra versión pictó-
rica, lo cual evidencia sobremanera la importancia que Modigliani otorga-
ba al estudio previo de sus obras, a su disegno, como no podía ser de otra
forma para un digno continuador de una tradición en que la pintura no
debía ser abordada sino como «cosa mentale» que es.
A este respecto resultan esclarecedoras las palabras de Francis Carco, al
valorar especialmente en el contexto de su obra las singulares capacidades
expresivas que el italiano sabía otorgar a su grafidia:
He visto dibujar a Modigliani. Su agudo sentido del matiz le lleva a
modelar el ligamento de un brazo, la curva inocente de un joven
seno. Con un trazo apenas perceptible contiene toda una arquitec-
tura, sostiene la ligera dilatación de un vientre, extiende un movi-
miento hasta lo esencial del alma, le deja vivir… Desearía expresar
mi admiración por los dibujos de Modigliani. En ellos, toda gracia
alcanza el estilo... 15

15
Francis Carco, «Modigliani», L’Éventail, 15-julio-1919.

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Modigliani, Beatrice Hastings (1915), óleo / lienzo, 35 x 27 cm.

En esta serie de retratos realizados a Beatrice queda manifiesta la pro-


gresión que va desarrollando el artista hacia una identidad pictórica cada
vez más personal, en que las formas en la representación quedan subyuga-
das en cierto modo al trazado de unas líneas —tanto en contornos como
dintornos— que cada vez adquieren mayor protagonismo, hasta quedar
éstas gradualmente reducidas a lo esencial de forma sobria y precisa, y con
una decidida y clara tendencia hacia la simplificación, para concretar los
rasgos más determinantes de la modelo. De esta manera, Amedeo ratifica

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su personal recreación individualizada de la obra, en la tarea de dotar de


vida propia a la composición pictórica, subrayando convenientemente el
oportuno distanciamiento respecto a la representación «ilusionista» de seres,
objetos e incluso del propio espacio y de todo discurso narrativo extraño a
lo genuinamente pictórico.
En 1915 llegó a realizar, al menos, ocho retratos a la escritora, siendo el
primero entre los documentados en este año el titulado Madame Pompadour,
en la actualidad en el Instituto de Arte de Chicago. En esta obra Beatrice
está representada a modo de cortesana o fémina mundana; un retrato «tea-
tral», con evidente intencionalidad de sátira humorística —que por otra
parte era un género literario muy del gusto de la poeta, como hemos co-
mentado anteriormente—, ya que de igual manera que la Pompadour, por
su condición de «favorita» de Louis XV había sido ennoblecida por el rey
con los títulos de duquesa-marquesa (para escarnio de la corte de Versalles),
la escritora inglesa —efigiada en un tono juguetón e informal— es trans-
formada aquí en una «madame» a la francesa, tocada de un pomposo som-
brero con plumas y aditamentos florales. En este mismo año compone,
asimismo, los titulados Cabeza de B. Hastings (París, col. privada); Beatrice
Hastings, media figura (Milán, Fondazione A. Mazzotta); Cabeza de B. Has-
tings (Milán, col. Riccardo Jucker); Beatriz Hastings (Toronto, Col. Ayala
Sam Zacks); Beatrice Hastings, sentada (Milán, col. privada); B. Hastings ante
una puerta (Scardale, Nueva York, Col. Louis Ritter), y Beatrice Hastings
apoyada en el brazo izquierdo (París, col. privada).
De 1916 son los titulados Beatrice Hastings con blusa a cuadros (París, col.
privada); B. Hastings con sombrero (Meryon, Pennsylvania, Barnes Founda-
tion) y Desnudo femenino sentado (Londres, Courtauld Institute Galleries),
obra esta última con la que no sólo daría origen a la fecunda serie de des-
nudos de 1917, sino que constituyó una rareza dentro de su producción,
ya que no solía efigiar de ese porte a sus parejas.
A pesar de las turbulencias y altibajos del apasionado romance que vi-
vieron Beatrice y «Modi» a lo largo de más de dos años, lo cierto fue que,
progresivamente, las peleas se fueron haciendo cada vez más violentas, de
manera que no tuvieron más remedio que poner fin a su relación. No
obstante, en 1932 y ya pasado el tiempo, Hastings valoraba sus vivencias
de aquellos años con el italiano concluyendo lo siguiente: «¡Qué feliz fui
allí, en la casita de La Butte!»

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Modigliani, Desnudo femenino sentado (1916), óleo / lienzo,


92 x 60 cm., Londres, Courtauld Institute Galleries.

Simone Thiroux, estudiante de medicina franco-canadiense, vino a sus-


tituir a Beatrice en el corazón del pintor, con la que mantuvo una corta
relación fruto de la cual en 1917 nació Gerard, que nunca reconocería
como suyo.
Durante la primavera de 1917 Modigliani conocería a Jeanne Hébuter-
ne, una estudiante de arte de 19 años formada en la Escuela de Diseño y
en la Academia Colarossi, correspondiendo los honores de la presentación
a la escultora ucraniana Chana Orloff. Parece ser que la joven había man-

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tenido previamente un fugaz romance con el pintor franco-japonés Fujita,


para el que había posado como modelo y que siempre ocultaría al livornés;
no obstante, a partir de su inicial contacto y posterior enamoramiento de
«Modi», Jeanne se dedicó a él totalmente, llegándolo a adorar sin reservas
de ninguna clase y siendo en idéntica medida correspondida por éste. Los
padres de la bella y complaciente meldoise, un estricto matrimonio católi-
co, desaprobaron la relación, al tratarse de un pintor en ciernes de recono-
cimiento, extranjero y además judío; pero la joven se fue a vivir con él en
el verano de 1917, en un estudio que les buscó Zborowski en el núm. 8
de la rue de la Grande Lumière. Y con Jeanne será con quien tendrá su única
hija, a la que pondrán el mismo nombre de la madre y que tras la desapari-
ción de ambos se ocupará Margherita Modigliani de tutelar.
Es en estas fechas cuando Amedeo Modigliani celebra su primera y
única exposición individual en la Galería de Berthe Weill, de la rue Tait-
bout, que fue inaugurada con tan gran éxito como corto desarrollo el 3 de
diciembre de 1917, pues hubo que retirar del escaparate y de su interior
una serie de desnudos, que fueron tachados de indecentes bajo la acusa-
ción de escándalo público.

***

Nos ocupamos seguidamente de otra de las obras que integran la colec-


ción del Museo Histórico Municipal de Villa del Río: en 2013, tras el
fallecimiento del pintor Luis Cañadas, su familia se ocupó de hacer llegar
otro nuevo dibujo de Modigliani a la «Casa de las Cadenas»: el Retrato de
Abdul Wahab, fechado en 1916 y dedicado al propio Jilani por el artista,
que quedó igualmente incorporado a la colección con fecha 2-abril-2013,
para «que forme parte del patrimonio artístico del pueblo de Villa del Río
y su Museo Histórico Municipal, potenciando de este modo el importante
fondo dedicado a pintura contemporánea». En este caso se trata de un
dibujo realizado con lápiz de grafito sobre papel, de 41 x 28 cm., dedicado
a Abdul, y firmado y fechado por el livornés, transcribiéndose igualmente
en el reverso y en francés, en la zona superior derecha, lo siguiente: «Bon
noël et année. Abdul» [Feliz Navidad y año nuevo. Abdul]. Posiblemente se
trate de un regalo a modo de iniciativa con propósito de reconciliación
planteado por Jilani hacia Freda, a la que nunca retirará su cariño de por
vida y con la que mantuvo, pese a su dilatada separación en el tiempo, una
cordial relación.

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Foto de Abdul Wahab, tomada en los años veinte del pasado siglo.

JILANI ABDUL WAHAB nació en Mehdía (Salambo, Túnez), en


1890, en el seno de una familia de la gran burguesía tunecina. Su padre
ocupó altos cargos en el gobierno durante la última etapa de la dinastía
husainí, así como su hermano, el escritor, historiador y diplomático Has-
sen Hosni Abdul Wahab, sabio erudito, bibliófilo eminente, quien llegó a
ser una leyenda viva de la cultura tunecina de su tiempo, ejerciendo la
presidencia del Instituto Nacional de Arqueología y de Arte (1957) y
promoviendo la creación de varios museos dedicados a poner de relieve el
arte islámico, además de fomentar las publicaciones relacionadas con este
contenido entre los investigadores 16.

16
Hassen desempeñó importantes cargos administrativos en su país, ejerciendo como
ministro de Enseñanza desde 1943 hasta 1947; obtuvo el Premio Nacional de Litera-

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En Mehdía, donde el padre ocupó el cargo de gobernador de la ciudad,


los hermanos iniciaron su contacto con la escuela laica francesa, que en
gran medida marcaría para lo sucesivo sus respectivas actividades futuras,
de tal manera que Hassen, tras formar parte de la escuela sadiquía y com-
plementar su formación en la escuela coránica —además de completar
estudios en lengua árabe y traducción—, se trasladaría a París para realizar
los correspondientes a Ciencias Políticas. Jilani por su parte, tras la inicial
etapa formativa de laicismo afrancesado, proseguiría sus estudios en el
prestigioso College de Eton, en Brighton, próximo a Londres, donde per-
maneció a lo largo de ocho años. En 1911 se instalará en París, para satisfa-
cer sus inquietudes pictóricas, frecuentando numerosos talleres y academias
de pintura, para convertirse en discípulo de Jean-Paul Laurens y apasionar-
se por la obra de los fauves. Tras culminar sus estudios en la Academia
Julien, en 1921, y en las Academias libres de Montparnasse 17, se vincula al
grupo de la más adelante denominada «Escuela de París». Concurrió pe-
riódicamente al Salón de Otoño, donde expuso año tras año sus trabajos
entre 1912 y 1936; en el Salón de las Tullerías (1928), disponiendo igual-
mente sus obras en el Salón tunecino desde 1912 a 1928.
Fue amigo de la mayoría de los pintores de la Escuela de París, y en es-
pecial de Modigliani, Brancusi, Soutine, Nils von Dardel, Van Dongen,
«Pascin» y Zawado, entre otros, y de la pareja del pintor polaco en esas
fechas: la escritora, artista y modelo galesa Nina Hamnett, quien fue con-
siderada «reina de la bohemia» en el París de la época.
En 1921 Abdul conoció a la joven pintora inglesa Freda Clarence
Lamb, más conocida como «Beppo», con la que se casará el 8 de octubre
de 1929 y a la que permanecerá ligado hasta el verano de 1932, fecha en
que con motivo de un viaje por Andalucía ella decide finiquitar su rela-
ción e instalarse en Sevilla.

tura, siendo igualmente designado miembro correspondiente de la Real Academia de


la Historia de España, pues estudió profundamente a los moriscos españoles llegados a
Túnez en el siglo XVII, y fue gran amigo del insigne arabista Miguel Asín Palacios.
17
Abdul integró el grupo de los 47 artistas que colgaron sus obras en aquella primera
exposición que se organizó en las salas del Café Vavin, situado junto a la terraza de La
Rotonde, que cambiaría su nombre para lo sucesivo por el de Café du Parnasse. La
inauguración de esta muestra, que fue posible gracias a Auguste Clergé y Serge Ro-
moff, tuvo lugar el 8-abril-1921. A partir de aquella iniciativa todos los cafés y restau-
rantes de Montparnasse tenían cuadros para la venta en sus paredes.

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Imagen de «Beppo», de 1929, plenamente integrada ya en el con-


texto social y cultural de París.

El nombre de Abdul está íntimamente ligado a la historia del arte du-


rante esta primera mitad del siglo XX, pues participó activamente con sus
trabajos en las más importantes convocatorias artísticas que tuvieron desa-
rrollo en estas décadas, y fue amigo de la mayoría de los pintores y escrito-
res que eligieron París como capital mundial del arte en esta época de
efervescente creatividad. En otros términos, Abdul estaba donde era con-
veniente encontrarse en el momento propicio. Su refinamiento, su corte-
sía, su inteligencia y su sentido de la amistad y de las relaciones eran de tal
suerte, que fue apreciado por todo el París artístico; supo ser «el amigo», el
confidente, e incluso a veces el socio capitalista de numerosos «ilustres
pintores» que aún no habían alcanzado el reconocimiento preciso para
conseguir una independencia económica propia, como Jean Dubuffet, o
como Modigliani, a quien mandaba dinero durante la estancia del italiano
en la Provenza, en los años finales de la Gran Guerra.
Fue uno de los contados amigos íntimos de Modigliani, con quien solía
reunirse para conversar durante largas horas que, en repetidas ocasiones, se

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dilataban a lo largo de noches enteras, junto al escritor Charles-Albert


Cingria y el pintor sueco Nils von Dardel. Precisamente, este grupo de
contertulios reunía a tres de los hombres considerados en ese momento
como los más atractivos de Montparnasse: Modigliani, Abdul y Dardel. Y
es que Jilani fue extremadamente elegante desde siempre, como lo fue
también «Modi». Las afinidades entre ambos iban más allá de los comunes
apasionamientos en relación con el ámbito de las artes, ya que la madre de
Amedeo, Eugénie Garsin, nacida en Marsella, era descendiente de una
familia de origen sefardí cuyos antepasados eran oriundos de Túnez. Pese a
su ascendencia judía, Eugénie fue educada en la escuela católica por una
institutriz inglesa y recibió una sólida formación en cultura clásica, ro-
deándose de un ambiente racionalista que más adelante le determinaría a
abrir una escuela de idiomas para señoritas, a la vez que escribía cuentos y
artículos literarios para la prensa y realizaba traducciones.
Como consecuencia de esta amistad —y de comunes ancestros patrios
pese a las evidentes desemejanzas, tanto sociales como biográficas— sur-
gieron trabajos entrecruzados entre ambos artistas: Amedeo efigió a Abdul
en tres ocasiones, el denominado Retrato de Jilani, realizado el 20-nov.-
1919, que figuró en el catálogo oficial de dibujos del livornés, realizado
por el director de la Galería Brera, de Milán; otro grafito titulado igual-
mente Retrato de Gilane [sic], y un tercer apunte a línea, que es el que ac-
tualmente forma parte integral de los fondos de la Casa de las Cadenas,
dedicado por el propio pintor en los siguientes términos: «A Abdul. Modi-
gliani. 1-6-16 [1-junio-1916]». Pero no fueron éstas las únicas obras origi-
nales de «Modi» que llegó a tener Abdul en su colección particular, ya que
en los años de la Gran Guerra había prestado apoyo económico al italiano
para ayudarle a sufragar sus gastos durante la estancia de éste en el sur de
Francia, anteriormente referida. Como ambos eran grandes conversadores
y noctámbulos, permanecían bebiendo noches enteras hasta la madruga-
da 18. En una de estas veladas de vinos y tertulia Modigliani realizó una
gran cantidad de dibujos, y Abdul le fue comprando algunos de ellos, de
forma que reunió un buen cartapacio. No obstante, en la vorágine de la
borrachera olvidaron todos los dibujos en uno de los innumerables locales
a los que habían concurrido, de manera que no pudieron encontrarlos ni
recuperarlos al día siguiente, una vez superada la resaca.

18
Las crónicas del París de los años veinte refieren que Abdul era musulmán no practican-
te, y que se había aficionado a la bebida, precisamente, de la mano de Modigliani.

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ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

Modigliani, Abdul Wahab (1916), grafito / papel, 45 x 30


cm., «Casa de las Cadenas», Villa del Río.

El dibujo de Abdul, de Villa del Río, se concreta mediante lineas de


trazo sintético, muy concisas, pero en extremo expresivas y determinantes
para la resolución formal del motivo. No hay fondo, apenas una silueta
con sutiles añadidos para la recreación de la figura en su dintorno y el tra-
zado incompleto del velador como toda referencia de contextualización y
espacialidad. Jilani ha sido aquí recreado por un devoto amigo, bien co-
nocedor de su talento para conversar, siempre favorecido por su invariable
cordialidad y apuesta disposición, manifiesto aquí mediante el esbozo de
ese rictus de sonrisa con que ha dotado de expresión su rostro; se dispone

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

sentado, de frente, en erguida compostura, junto a un sesgado velador de


circular encimera, ataviado elegantemente con traje de chaqueta, cuello de
camisa almidonado y corbata ligeramente esbozada y parcialmente oculta
tras el cuello de la americana, con los brazos pegados al tronco, con distin-
ción, y las manos ocultas bajo la tapa de mármol, cubierta su cabeza me-
diante un elegante sombrero de ala ancha, según modelo muy característi-
co en el tunecino.

Modigliani, Abdul Wahab (detalle).

El escritor y cineasta Jean Cocteau, pese a la conocida enemistad que


hubo entre ambos, nos legó un preciso retrato literario del italiano, en el
que supo valorar con justeza las sutiles capacidades para el dibujo que éste
detentaba:
El arte pictórico de Modigliani emana la elegancia más sublime. Él
era nuestro aristócrata (...) Sus trazos trémulos, a menudo tan deli-
cados y finos que parecen el espíritu de una línea, se mueven con la
agilidad de un felino, sin jamás ensancharse o resultar torpes. No era
Modigliani quien distorsionaba y prolongaba las caras, no era él

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quien evidenciaba su asimetría, quien les vaciaba un ojo, quien les


alargaba el cuello. Todo esto ocurría en su corazón. Y así nos pinta-
ba en las mesas del Café de La Rotonde; así nos veía, nos amaba, nos
sentía, nos contradecía o se peleaba con nosotros. Su dibujo era una
conversación muda, un diálogo entre sus líneas y las nuestras (…) Él
nos sometía a todos a su trazo, al prototipo que llevaba en su inte-
rior (…) Por eso la semejanza no es otra cosa sino un pretexto me-
diante el que el artista confirma la imagen de su propia imaginación.
Y con ello no me refiero a su ideal físico, sino a lo misterioso de su
genio.
Este apunte de Jilani está
igualmente relacionado con una
histórica foto en que aparecen
ambos amigos, Abdul y Ame-
deo, sentados en el interior de
un café parisino, con un gran
espejo a sus espaldas y dispuestos
alrededor de una mesa rectan-
gular con pie de hierro colado.
La pose del tunecino es muy
similar a la del dibujo —con la
elegante prestancia que le carac-
terizaba—, mientras que Modi-
gliani gira su rostro y talle, cu-
bierta igualmente con un som-
brero su cabeza, que descansa
sobre su mano derecha al tiem-
po que apoya el codo sobre el
velador, para dirigir la mirada
hacia la cámara con que están
siendo fotografiados.
Jilani Abdul Wahab y Amedeo Modiglia-
En gran medida, recuerda el ni, en una de sus habituales tertulias noc-
dibujo de Villa del Río otro turnas parisinas.
apunte a línea realizado por el
italiano a Leópold Zborowski junto a su esposa Hanka, de 1917 19, en que am-
bos han sido representados en el contexto espacial de un café, a tenor del
esbozado contorno de una botella que se emplaza en la base de una com-
19
Cfr. Ambrogio de Ceroni, La obra pictórica de Modigliani, Barcelona, Edit. Noguer, 1977,
pág. 85.

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

posición en extremo sintética, uno de tantos otros dibujos apresurados y


casuales, pero concisos y geniales, realizados por el artista al tiempo que
charlaba con sus amigos y contertulios.
En 1918 compuso el livornés su Hombre sentado a una mesa (de 93 x 55
cm.), actualmente integrado en una colección privada de Ginebra, que
guarda gran similitud formal con el boceto realizado a Jilani, pudiendo
haber servido este previo apunte de 1916 como estudio preliminar para la
realización de este otro óleo sobre lienzo de mayor entidad plástica y en el
que las manos del modelo no se disponen ya ocultas bajo el velador.

Modigliani, Hombre sentado a una mesa (1918), óleo


/ lienzo, 93 x 55 cm., Ginebra, col. Particular.

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ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

En todo caso, posados de este porte son habituales en la obra de Modi-


gliani, como podemos constatar en el Retrato de Paul Guillaume, sentado
(1916), del Museo Cívico de Arte Contemporáneo de Milán y del mismo
año que el dibujo de Abdul; Hombre sentado con un bastón (1918), o el re-
trato realizado a Mario Varvogli (1919) de la colección Franz Meyer, de
Basilea, algo más tardío pero igualmente significado a este respecto.
Uno de los últimos retratos pintados por Modigliani fue el de Thora
Klinckowströn, joven estudiante de arte de familia sueca de clase alta. Ha-
bía conocido a su compatriota Nils von Dardel —quien poco después se
convertiría en su esposo— en el viaje de ida en barco camino de París y
fue éste quien le presentó al artista livornés en La Rotonde, donde le realizó
un primer apunte a lápiz y le pidió que posara para él en su estudio de la
Grande-Chaumière. Ambos se enamoraron poco después y a los dieciocho
meses se casaron.

Ático del núm. 6 de la rue Grande Chaumière en que se ubicaba la vivienda-estudio


que compartía Modigliani con Jeanne Hébuterne.

Nils y su esposa Thora fueron grandes amigos de Beppo y Abdul, hasta


el punto de que Freda —con el pseudónimo de «Alijan»— se ocupó de
ilustrar con sus trabajos artísticos muchos de los artículos sobre moda que
Thora escribía para el Bonnies Veckotidning de Estocolmo. A través de este
matrimonio conocieron a «Pascin», quien se convertiría en gran amigo de

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

Abdul. Tras la muerte de Modigliani, acaecida en 1920, se instaló en su


estudio del número 6 de la rue Grande-Chaumière un nuevo inquilino: el
pintor polaco Zawado 20, acompañado por su compañera sentimental en
esa época, Nina Hamnett. Durante este periodo Abdul acostumbraba a
visitarlos allí, llegando a realizar un dibujo del propio taller de Amedeo,
fechado en 1923 —tres años después de fallecido éste—, que el nuevo
inquilino se había ocupado de preservar tal y como el livornés lo había
dejado en vida.
Nina, escritora galesa que también llegó a ejercer como modelo 21, era
nueve años mayor que Beppo, pero como británicas y artistas ambas se va
erigir en cierto modo en una especie de referente de autodeterminación y
liberalidad para Freda (además de haber sido inductora de su traslado desde
Londres a París) 22: su insumiso activismo vital, su desinhibida sexualidad
que, entre otros muchos amantes, le habían llevado a trabar una estrecha
amistad con Modigliani, Picasso, Serge Diaghilev y Jean Cocteau entre
otros, auténticos referentes e innovadores todos en sus respectivos ámbitos
de expresión artística..., debieron constituir para Beppo sólidos argumen-
tos de autoestima con los que compulsar toda alternativa biografía. No
obstante, con el paso del tiempo y con una perspectiva suficientemente
decantada tras las respectivas vivencias, la estimación que la propia Freda
nos lega sobre su «mentora» se torna algo más crítica:
Nina era encantadora y jovialmente vivaz, pero no era selectiva a la
hora de valorar y escoger a la gente —en absoluto, ya que era en ex-
tremo superficial, pues le gustaba cualquiera que la divirtiera con es-

20
Jan Waclaw Zawadowski nació en Volinia, en 1891, localidad entonces polaca pero en
la actualidad perteneciente a Ucrania. Se le encuadra dentro de la «Escuela de París»
como artista postimpresionista.
21
Nina Hamnett estudió en la Escuela de Arte Pelham y, posteriormente, hasta 1910, en la
Escuela de Arte de Londres, periodo en que conoció al escultor Henri Gaudier-
Brzeska, para el que posó desnuda para la realización de unos bronces. En 1914 se tras-
ladó a París, para completar su formación en la Academia Marie Vassilieff. Estuvo
igualmente vinculada a La Ruche (la Colmena), singular edificio de Montparnasse des-
tinado a albergar múltiples talleres de artistas, donde residieron muchos de los princi-
pales integrantes de la vanguardia de la época. Posaría igualmente como modelo para
pintor Walter Sickert, quien se interesó por orientar su carrera artística.
22
Como reconocería la propia Beppo en la monografía que le dedicó W. Fifield a Modi-
gliani: «Nina Hamnett me había escrito: “coge diez libras y vente a París”». Yo era
una joven estudiante de arte en la Slade School. Entonces, Augustus John me prestó
diez libras que nunca le devolví, me marché a París y allí me quedé «para siempre».
Me llevaron al núm. 8 de la Grande Chaumière la misma noche que llegué y también
me presentaron a Abdul, con quien me casaría más tarde...»

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pontáneas e improvisadas ocurrencias; lo único que le fascinaba es


que fuese snob de un modo estúpido—. Quiero decir que no era
exigente en cuanto a la entidad de las personas. Le gustaban todo ti-
po de estadounidenses que la entretuviesen por momentos y le en-
cantaban las personas con títulos —sobre todo jóvenes aristócratas
ingleses, aunque he de decir que algunos eran encantadores— o
cualquier otro que fuese famoso, que le interesaba sólo por el hecho
de serlo 23.

Roger Fry, Retrato de Nina Hamnett (1917), óleo / lienzo, 82


x 61 cm., Courtault Gallery, Westminster.

23
Cfr. William Fifield, Modigliani. The biography, Edit. Allen / Virgin, 1978, pág. 289.
Nina Hamnett llegó a ser una de las estrellas del bar americano Dingo, en Montparnas-
se, donde se hizo famosa por sus canciones de marineros ingleses, de marcado carácter
erótico. En cierta ocasión bailó desnuda sobre la mesa de uno de los cafés de Mont-
parnasse sólo por el placer de hacerlo.

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

En 1914 conocería Nina al que se convertiría en su esposo: el pintor


noruego Edgar de Bergen, con el que oficialmente se mantuvo casada
durante cuatro décadas aunque su relación sólo duró tres años, pues fue
deportado durante la Gran Guerra, en 1916, como «extranjero no regis-
trado». Así pues, este estilo de vida —luego difundido por la propia Ham-
nett a través de sus publicaciones, de títulos Laughing Torso (1932) e Is she
a lady? (1955)— marcaría posteriores pautas de acción que servirían a
Beppo para su subsiguiente evolución vital y como artista.
Era Abdul pintor de gran talento, ejecutor de refinadas acuarelas que
gustaba conformar con tonalidades muy particulares, de justo acento, con
acordes a la vez preciosos y ligeros, quizás demasiado franceses —como
han descrito algunos sobre su quehacer plástico—, pero con un gran senti-
do de equilibrio y razón pictóricos, y en todo momento obcecado por una
irrenunciable exigencia constructiva del motivo. Nunca le interesaron los
ardientes colores del Magreb, iridiscentes hasta devorar el objeto represen-
tado, sino el empleo del semitono, del matiz, complaciéndose en un des-
pliegue de recursos que se reconocen y se expresan en «profundidad musi-
cal», para una concordante y afortunada consecución final de la armonía.
En Montmartre y, más tarde, en Montparnasse, se impregnó de una
tradición que él mismo se encargó de honrar y prolongar, de manera que
su cadencia de influencias no pudo ser más selectiva: primero Cézanne y
los neoimpresionistas, luego los nabis y su particular disposición de formas
coloreadas, más tarde los fuegos cromáticos de los fauves y su interpreta-
ción lírica y emocional de la realidad, su decidida apuesta por dar desarro-
llo a una fórmula de «arte contemplativo», estimulante y placentero para el
espectador…
En el contexto de su obra destacan sus paisajes de Avignon y sus vistas
de París. También fue un destacado retratista: Retrato de Madame Kartobi,
Retrato del pintor Nils von Dardel, ocupándose en 1957 de retratar igual-
mente al primer presidente de la república tunecina, Habib Bourguiba, tras
la obtención de la independencia de Francia en 1956. El Museo de Túnez
conserva numerosos paisajes originales de este artista 24.
Freda Clarence Lamb, posteriormente llamada BEPPO —tomado el
nombre del cuento burlesco de Lord Byron, escrito durante su estancia en
Italia—, nació en Londres el 22 de junio de 1899, hija de un músico del

24
E. Benezit, Dictionnaire des Peintres, sculpteurs, Dessinateurs et Graveurs, Vol. I, pág. 8,
Librairie Gründ, París, 1976.

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Abdul Wahab retratando a Habib Burguiba, presidente de la república tunecina


entre 1957 y 1987.

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

barrio de Hampstead, en el
seno de una familia de as-
cendencia aristocrática. Su
formación artística la se-
cuenció en la Slade School of
Art (Universidad de Lon-
dres). Sin embargo, le basta-
ron escasos años de recorri-
do vital para romper volun-
tariamente con su pasado y
con la estricta educación
victoriana imperante aún en
su país, fugándose con un
tenor italiano: para lo suce-
sivo había decidido vivir en
libertad.
No sabemos cuál fue el
apasionado itinerario que
Freda realizó en compañía
de su cantante de ópera
italiano. Luego vendría su
etapa parisina, ciudad en
que fijó su residencia a par-
tir de finales de marzo de «Beppo» ya destacaba en sus años de adolescen-
1921 y donde conoció al cia como una joven de singular belleza.
príncipe tunecino Florence
Abdul Wahab, joven educado en Oxford, inteligente y refinado, «guapo,
libre en sus andanzas y en su espíritu. Con una inteligencia y un gusto
finísimos. Seductor y familiar como le es dado ser a pocos individuos», que
fue como el escritor Marcel Sauvage llegó a definirlo en 1953.
Como hemos señalado anteriormente, Abdul se había establecido en la
ciudad del Sena en 1911, diez años antes de la llegada de Beppo a París, y
los más destacados artistas del momento conformaban ya su red de amis-
tades: Modigliani, Pascin, Brancusi, Soutine y Van Dongen, entre otros,
además de mantener habituales contactos con Picasso, Braque, Apollinaire,
Juan Gris e Igor Stravinsky, en esos últimos años de la nominada «hermo-
sa época». También Freda se integró plenamente en este grupo de crea-
dores e intelectuales del que Abdul Wahab formaba parte y que, con el

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paso de los años, llegaría a constituir uno de los capítulos más fértiles y
relevantes de la historia del arte contemporáneo. Su personal vinculación
a la práctica de la pintura se acrecentó como consecuencia de estas amis-
tades, y por la condición de pintor del que llegó a ser su propio marido,
el noble Abdul Wahab, con quien contrajo matrimonio en 1929. Ver
trabajar a todos estos artistas, participar de sus tertulias, recibir orientacio-
nes referentes a la práctica en el taller… aunque, no obstante, a poco de
su llegada a París se había adscrito a la Academia Ranson, en la que Francis
Gruber fomentaba el desarrollo de una estética expresionista aplicada al
desnudo, tomado directamente del natural y sin idealización alguna en su
consideración, completando sus estudios en las entonces denominadas
«Academias libres» de París. Freda tuvo ocasión de convivir con toda esta
distinguida nómina de artistas, luego adscritos a la denominada formal-
mente «Escuela de París» tras el revisionismo a que fue sometido más tar-
de el desarrollo de la vanguardia, y cuya obra, con el paso de los años,
llegaría a constituir uno de los capítulos más relevantes de la historia del
arte contemporáneo.

La terrasse del Café du Parnasse, durante la celebración del 14 de julio de 1921. A la


izquierda puede verse a Kiki y, en la mesa que hay junto al camarero, a Nina
Hamnett, el pintor Zawado y una joven «Beppo».

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

En agosto de 1932 realizó junto a su marido un programado viaje por


Andalucía, pues Jilani tenía especial interés por conocer Almería, la patria
de antepasados aristócratas familiares —era descendiente directo del último
emir de Almería, «El Zagal»—. Abdul volvió a París, pero ella se quedó en
Andalucía hasta el estallido de la Guerra Civil, fecha en que los aconteci-
mientos políticos le indujeron a regresar a Londres, donde permanecería
hasta la finalización del conflicto. A su vuelta se estableció en Sevilla entre
1940 y 1946. Al cabo dejó la ciudad del Betis, pero no quiso ya apartarse
de nuestra tierra jamás; anduvo recorriendo los campos y pueblos de Espa-
ña, sus montes y caminos, sus valles y también sus mesones, convirtiéndose
en una impenitente viajera por los anchurosos territorios de la península
ibérica. En 1947 fijó definitivamente su residencia en Madrid, convirtién-
dose pasado un tiempo en una de las personalidades más entrañables y
singulares del ámbito cultural de la capital, donde permanecerá ya hasta su
muerte, acaecida el 5 de febrero de 1989.

Beppo, Olivos, serigrafía / papel, 50 x 65 cm., «Casa de las Cadenas», Villa del Río.

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ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

Mantuvo Beppo una entrañable amistad con el pintor cordobés Pedro


Bueno, al que conoció en esta ciudad, ya que éste formaba parte integral
de aquella generación de artistas de posguerra conocida como «Joven Es-
cuela Madrileña». Fue Bueno el que la trajo de nuevo a Andalucía, a Villa
del Río y a Montoro, municipios de los que se enamoró. 25 Pedro la invitó
a principios de los sesenta a visitar su recientemente adquirida «Huerta del
solo», con la intención de que conociera la comarca, habida cuenta su
condición de pintora paisajista; le enseñó los lugares más pintorescos de la
zona, quedando Beppo muy impresionada por la belleza del entorno de
Montoro —municipio al que gustaba nominar como «el Toledo cordo-
bés»—, que la cautivo por su «encendido» paisaje. A partir de estas fechas,
las estancias de Beppo en Córdoba y su territorio se van a hacer periódicas.
Con el paso de los años las afinidades entre ambos artistas se acrecentaron,
y el afecto mutuo se intensificó considerablemente, hasta el punto de que
en la actualidad la localidad cordobesa de Villa del Río dispone del único
museo monográfico dedicado a la memoria de esta pintora y su mundo
privativo, ya que legó su obra y la del que fue su marido Abdul Wahab,
para la constitución de unas salas museísticas donde se expusieran perma-
nentemente las creaciones de ambos.
Le llega el turno ahora a KEES VAN DONGEN, artista fundamental
para entender el desarrollo evolutivo de las vanguardias que fueron suce-
diéndose a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. Nacido en la
localidad de Delfshaven (cerca de Rotterdam), en 1877, antes de conver-
tirse en el pintor mundano que llegó a ser, ya era considerado en París
—donde se estableció en 1897— el niño mimado de la colina de Mont-
martre, pues pronto supo atraer sobre su persona y su obra la atención de
la crítica. Desde 1904 en que expuso conjuntamente con Matisse en la
Galería Vollard, fueron juzgados sus trabajos como demasiado agresivos, y
de extrema viveza sus colores. Fue un artista apasionado, de temperamento
excepcional, que decantó sus preferencias hacia la consideración de la figu-
ra humana, y particularmente las formas y el rostro femeninos, dando
desarrollo a iconografías temáticas a las que siempre supo transferir una
áspera sensualidad. Así, ya en sus primeras obras quiso dar despliegue a
irisaciones violentas y a una ostensible libertad de factura, que determinó
que algunos críticos, como G. Duthuit, llegasen a afirmar: «Van Dongen
25
Beppo mantuvo igualmente una entrañable amistad con el pintor Rafael Zabaleta, quien
en la década de los años cincuenta invitaría en varias ocasiones, de igual modo, a la ar-
tista británica para que realizara estancias en las sierras de Quesada y de Segura, donde
pudo dar despliegue a sus temáticas paisajísticas.

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Kees van Dongen, precursor del fauvismo y expresionista confeso.

ha seguido a distancia las búsquedas fauves, aunque también pudiera ser


que, desde 1895, se adelantara a ellas sin darse cuenta». Por consiguiente,
el holandés prologó y también desarrolló ampliamente a lo largo de su
producción los descubrimientos del fauvismo, mientras sus compañeros se
orientaban por caminos diferenciados. Dotado de un fuerte temperamento,
fue probablemente el pintor más natural de todos sus contemporáneos,
manejando el color con la misma facilidad y franqueza con que el pájaro
canta. Su inventiva creacional, de un crudo realismo, y su gusto por los
colores eléctricos y los contornos acusados, cuyo ritmo estaba dado por

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ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

vigorosos perfilados negros, le emparentaron abiertamente con el expre-


sionismo. Así, en 1908 mantuvo contacto con el grupo expresionista ale-
mán Die Brücke, del que fue integrante, al ser invitado a participar en la
exposición inaugural del colectivo en Dresde. Hacia 1911, tras una estan-
cia en España y Marruecos, se entrega a una pintura más decorativa y
edulcorada, totalmente desprovista de la violencia de su juventud, llegando
a convertirse en uno de los artistas que con más ahínco y lujo de color
plasmó los locos años veinte, erigiéndose como retratista en el «pintor
historiógrafo» de la gente guapa (el denominado beau monde), de la crème
social y cultural del París de entreguerras. No obstante, en ningún mo-
mento dejó de ser un fauve desenfrenado, aunque se disfrazara de pintor
mundano.

Van Dongen, Pudeur, óleo / lienzo. Para las carnaciones femeninas


reservaba el artista las tonalidades verdosas que tanto le complacían.

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Sus retratos de «mujeres frívolas» le hicieron célebre, llegando a crear


un nuevo tipo de fémina, inserta en una sociedad agitada, pero también
ávida de placeres y lujos resplandecientes, que le llevaba a considerar tanto
a las semimundanas modelos de Montmartre y a las alegres jóvenes de
Rotterdam, como a esas otras gentiles parisinas que gustaban hacerse retra-
tar por él para quedar trascendidas mediante su audacia fauve y ese caracte-
rístico expresionismo de juventud.
Germain Bazin argumentaba que «La pintura de Van Dongen es una
pintura de invernadero cálido; el color se encuentra en él en estado de
saturación e incandescencia y tiene el brillo de las plantas exóticas, de las
flores artificiales… exalta el color hasta la exasperación, hasta el límite que
produce a nuestros sentidos una crispación nerviosa», resultando cierta-
mente extraño que tal conjunción de tonos crudos quede orquestada y
resuelta finalmente en acordes concordantes.
Quienes al albur de la moda y a partir de 1920 posaban para él corrían
el riesgo de verse atravesados de parte a parte, pues sus retratos tenían por
objeto despojar a esos seres de atributos vacuos y hacer que el modelo «se
confesase», de manera que si se disponía ante una bella joven, orgullosa de
su cuerpo, la pintaba desnuda, reservando para la coloración de la carne
esos tonos verdosos que tanto le complacían.

Van Dongen, Desnudo recostado sobre fondo rojo, óleo / lienzo. Color puro como
portador de una expresividad apasionada.

Así pues, los factores irrenunciables para Van Dongen siempre giraron
en torno a la vivacidad del color, a la libertad de expresión, a poder dar

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despliegue a una obra desenvuelta, desinhibida, en la que también lo hu-


morístico y lo fantástico tuviesen cabida, destacando entre su producción la
insolencia y el descaro con que concibió sus desnudos, que tanto escándalo
provocaron en la época, en particular desde la irrupción generalizada de
estas temáticas voluptuosas en el Salón de Otoño de 1913, en que abierta-
mente fueron tachadas de inmorales, pero que al tiempo tanto contribui-
rían para la consecución de un reconocimiento generalizado para su obra.
Y precisamente en la estimación de este argumento programático del
«desnudo» es donde hemos de insertar el dibujo objeto de consideración
subsiguiente: un apunte, sin duda tomado del natural, en el que se dispone
un cuerpo femenino recostado, con los brazos dispuestos por encima de la
cabeza, que muestran al espectador las formas femeninas en absoluta pleni-
tud y belleza. Pero, ¿quién es la modelo plasmada en este sucinto apunte?
¿Qué motivos indujeron a Beppo a conservar tan sintético boceto hasta el
final de sus días? ¿Quién se reconoce tras esas iniciales «V.D.» con que se
rubrica el dibujo?...

V.D. [Van Dongen], Desnudo recostado, grafito / papel, 20 x 28 cm.,


«Casa de las Cadenas», Villa del Río.

En una carta manuscrita de Beppo dirigida al director del diario El País,


para transmitirle su indignación por las «mentiras, opiniones insultantes y
disparates rozando lo indecente» manifiestos sobre su persona por parte del
periodista Javier Figuero en un artículo, de título «Bohemios» (El País
semanal 30-agosto-81, pág. 36), puntualiza la artista que, cuando ella llegó

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

a París, Modigliani ya había muerto el año anterior 26, y que no había po-
sado para ningún pintor con la única excepción de Van Donguen «cuyo
retrato mío está teniendo tanto éxito en las salas de subasta». Afirma no ser
«bohemia», sino más bien «anti-bohemia» en todo su comportamiento
desde siempre. Por último, concluye afirmando de modo determinante ser
pintora y no modelo (Cfr. Carta manuscrita de Beppo Abdul-Wahab, de
sept.-1981, archivo de El País). Pero lo cierto es que sí que posó ocasio-
nalmente para distintos artistas, como ella mismo reconoce respecto a Van
Dongen 27, y también parece corroborarse esta dedicación como conse-
cuencia de la colaboración prestada por su parte para fundamentar la in-
formación recabada por parte de Billy Klüver y Julie Martin en su libro El
París de Kiki. Artistas y amantes, 1900-1930, editado por Tusquets en 1990,
para el capítulo dedicado al funcionamiento e infraestructura de la red de
modelos, en el que Jacqueline Goddard, Zinah Pichard y «Beppo» Abdul
constituyen las fuentes esenciales de referencia a ese respecto.

«Beppo» Lamp, en una imagen tomada poco después de su llegada a París.

26
Efectivamente, Modigliani falleció en enero de 1920 y «Beppo» Lamp —como estu-
diante de arte procedente de Londres— llegó a París para instalarse en la ciudad con
objeto de completar su formación, a finales de marzo de 1921.
27
«Beppo» posó como modelo del escultor rumano Constantin Brancusi y para el pintor
búlgaro de ascendencia judeo-española Jules Pinkas «Pascín», uno de los mejores ami-
gos de Abdul; y también para el lituano Chaïm Soutine, que mantuvo una estrecha re-
lación en Montparnasse con Modigliani y, como éste, contaba con la representación
de Zborowski como marchante.

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ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

En esta misma publicación se refiere que «Beppo Lamp, una estudiante


de arte de Londres, llegó a París a finales de marzo de 1921, y fue al Café
de Libion de la Avenue d´Orleans. Poco después conoció a Abdul Wahab; se
enamoraron y se casaron (…)».
No es de extrañar, ciertamente, que el fuerte temperamento del neer-
landés conectara con el espíritu independiente de Beppo, aspirante en esos
años a musa de la libertad y cuyo trabajo se hallaba impregnado de la mis-
ma «áspera sensualidad» que caracterizaron a las mujeres de Van Dongen.

Van Dongen, Desnudo femenino recostado, óleo / lienzo. Reproduc-


ción fotográfica que «Beppo» siempre conservó en su poder, quizás
como recuerdo de un comprometido posado realizado para el artista.

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

Además de este reconocido posado de «Beppo» como modelo para el


pintor holandés, siempre tuvo la artista en su poder este dibujo a línea, un
apunte inicial quizás para fundamentar alguno de los numerosos y caracte-
rísticos desnudos al óleo que realizara Van Dongen a lo largo de su fecun-
da trayectoria profesional. La firma con el acrónimo «V.D.» y la confesa
relación mantenida con el pintor por parte de Freda no incita a dudas, al
margen de la similitud o correspondencia en el pose respecto a otros mu-
chos de los trabajos realizados por el artista neerlandés, al que gustaba dis-
poner a sus figuras en trances desinhibidos e incluso provocadores, tal y
como acontece en la enigmática reproducción de un descarnado «desnu-
do» de Van Dongen que Beppo conservaba con gran celo entre sus perte-
nencias, en el que la modelo tiene un extremo parecido físico con la ima-
gen de una Freda veinteañera, según podemos constatar al cotejar su fiso-
nomía con otras fotos contemporáneas de la entonces joven estudiante
inglesa, lo que nos induce a considerar que sus rasgos físicos coincidían
plenamente con el sentido ideal de belleza que gustaba plasmar Van Don-
gen por esas fechas, como puede corroborarse en numerosas composicio-
nes de este artista. En esta obra la modelo se dispone recostada sobre una
especie de camastro o alargado sofá, con los brazos plegados a ambos lados
de su cabeza y ocultas las manos tras ella, en complacencia manifiesta al
exhibir la belleza de unos senos aún adolescentes, el rostro girado a su
izquierda y escorzado, de manera que, ciertamente, dificulta una clara
identificación de la joven, cuyo pubis, que es mostrado abiertamente,
ocupa sin pudor alguno y rigurosamente el centro mismo de la composi-
ción —recordando un tanto el famoso cuadro de Courbet, El origen del
mundo, en su día tan controvertido—, una pierna flexionada sobre el
asiento, la otra estirada y aparentemente descansando en el suelo, ya que su
conformación va más allá de los propios límites del cuadro.
Es oportuno constatar la ilación existente entre este dibujo, firmado
con las siglas «V.D.», y esta otra composición al óleo cuya reproducción
fotográfica tantos años había conservado Beppo en su poder, como re-
cuerdo y testimonio de un posado realizado en sus locos años del París de
la década de «los veinte», para un pintor tan reconocido como lo era Van
Dongen en aquellas fechas. A fin de cuentas este dibujo no es sino uno de
los distintos estudios previos realizados por el holandés para fundamentar
con rigor el óleo postrero, pues brazos y piernas adoptan idénticos poses
en ambas composiciones, si bien el punto de vista desde el que está repre-
sentada la modelo difiere en ambos casos, lo cual por otra parte constituía
una práctica previa habitual para estudiar a fondo el encuadre más conve-

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ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

niente para la consecución de los fines deseados. De lo cual se infiere que


tras la realización de distintos apuntes y esbozos, Kees eligió para su reso-
lución definitiva el encuadre antedicho, que fue el plasmado al óleo, rega-
lando a Freda uno de estos bocetos previos que la joven artista conservó
con gran regocijo, dado el prestigio artístico del neerlandés en ese mo-
mento.
Ya desde 1914, una vez trasladado e instalado Van Dongen en su nuevo
estudio de la rue Denfert-Rochereau, en Montparnasse, se fueron haciendo
habituales los extravagantes bailes de disfraces, desenfrenados y lujosos, que
celebraba en su taller, a los que acudía todo el París de moda, y que más
tarde, en 1929, se verían acrecentados mediante las recepciones-expo-
siciones que el pintor celebraba todos los lunes desde Pascua hasta Pentecos-
tés en su magnífica casa del núm. 5 de la calle Lambert, que causaban autén-
tico furor entre los asistentes. «No hay nada más mundano, más parisino,
más “último grito”, que la recepción de la inauguración. De arriba abajo de
la casa, los retratos se alinean en las paredes. Viven en ellas», argumentaba el
crítico de arte Paul Gsell, quien, evocando un extraño mimetismo, precisaba
que «las modelos que miran sus imágenes acaban pareciéndose a ellas». Entre

Kees van Dongen en su estudio de París, de cuyas paredes colgaban sus cotizadas
composiciones.

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MIGUEL CLEMENTSON LOPE

esa maraña de retratos de mujeres de mundo pudo haber desfilado el óleo


que le pintó a Beppo —y que fue subastado en Sotheby’s en la década de
los noventa del pasado siglo— junto a bailarinas semidesnudas, políticos de
renombre, veraneantes de Deauville o clientes de Maxim’s.

«Beppo» Abdul Wahab, en una foto de mediados de los años cincuenta del pasado siglo.

Para finalizar, permítanme rendir tributo una vez más a esta singular ar-
tista hispano-británica, que quiso abandonar por propia voluntad la civili-
zada y convencional vida de la gran metrópoli, para VIVIR en libertad
—y con mayúsculas— en los cálidos, broncos y vitalistas paisajes medite-
rráneos de las tierras de España, que decidió descansar para siempre en un
alcor de la sierra de Cazorla, y que deseó transferir —haciendo gala de una
extrema generosidad— todo este trascendente legado de más de 300 obras
a este territorio de Córdoba, para disfrute tanto de su ciudadanía como de
sus visitantes.

BIBLIOGRAFÍA

AJMÁTOVA, Anna: Las rosas de Amedeo Modigliani, Milán, Edit. Il Saggiatore,


1982.
ARCHIVO DEL MUSEO HISTÓRICO MUNICIPAL: Casa de las Cadenas, Ayun-
tamiento de Villa del Río (Córdoba).

354 BRAC, 173, I (2024) 305-356


ACERCA DE DOS DIBUJOS DE MODIGLIANI Y UNO DE KEES VAN DONGEN, INTEGRADOS EN...

BENEZIT, E.: Dictionnaire des Peintres, sculpteurs, Dessinateurs et Graveurs,


Vol. I, pág. 8, Librairie Gründ, París, 1976 (novena edición / 1ª edición:
1911-23).
BILLY KLÜVER / JULIE MARTIN: El París de Kiki. Artistas y amantes 1900/
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CARCO, Francis: «Modigliani», L’Éventail, 15-julio-1919.
CERONI, Ambrogio de: La obra pictórica de Modigliani, Barcelona, Edit. Noguer,
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torado de Extensión Univ. y Relaciones Institucionales (Universidad de
Córdoba), enero 1997.
CLEMENTSON LOPE, Miguel; CLEMENTSON, Carlos; ANTOLÍN, Mario: Pinto-
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ción Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, 2018.
CORTENOVA, Giorgio, et al.: «Modigliani», en Los impresionistas y los creado-
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FIFIELD, William: Modigliani. The biography, USA, W. H. Allen / Virgin Books,
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HASTINGS, Beatrice: «Impressions of Paris III», The New Age, 4 (junio 1914).
KRYSTOF, Doris: Modigliani 1884-1920. La poesía del instante, Bonn, Taschen,
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VV. AA.: El arte del siglo XX, 1920-39, Barcelona, Salvat Editores, 1993.

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MISCELÁNEA DE LOS LIBROS Y EL VINO

José Antonio Ponferrada Cerezo


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Se exponen noticias y curiosidades que, sobre el vino y su


mundo, el autor fue encontrando en sus lecturas, al correr de los
Libro.
Lectura.
años; tanto referentes a los vinos de Córdoba como a los de otras
Vino. zonas. Libros como la Historia de los jueces de Córdoba, de Aljo-
Taberna. xaní; Tabernas, de Luis Romero; Les contes du lundi, de Daudet; A
Rapsodia. sentimental journey, de Sterne o el propio Refranero español.

ABSTRACT

KEYWORDS News and curiosities that the author has found along the time
in his readings about wine and its world are expounded, referring
Book.
Reading.
to the wines of Cordoba as well as wines from other areas. Books
Wine. such as Aljoxani's Historia de los Jueces de Córdoba, Luis
Tavern. Romero's Tabernas, Daudet's Les Contes du Lundi, Sterne's A
Rhapsody. sentimental journey, or the Refranero Español itself.

S eñoras y señores: pocas cosas en la vida habrá


tan útiles, y a la vez tan espirituales, como el
vino. En palabras de Séneca cordobés, «el
vino lava nuestras inquietudes, enjuaga el alma hasta
el fondo y asegura la curación de la tristeza».
Hablemos del vino, aun reconociendo que con
él se pueden hacer cosas mejores. Beberlo o hablar
de él mientras lo bebemos, por ejemplo, como se
hace entre amigos en una buena taberna.
Moderadamente, después del trabajo y antes de
regresar al hogar. Expondré a continuación algunas
curiosidades que, sobre el divino néctar y el mundo
que lo rodea, fui encontrando, leyendo, al correr de
los años.
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. ¿Y qué dice el refranero?

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JOSÉ ANTONIO PONFERRADA CEREZO

MARTÍNEZ KLEISER: REFRANERO TABERNERO

«Por San Andrés, el mosto vino es». A los refranes se les ha llamado
«evangelios chicos», receptáculos privilegiados de la memoria popular. Por
eso, para recordarlos, tienen su característico ritmo de verso, con medida y
rima; distinguiéndose del dicho, que es en prosa. Y hablando de recordar:
san Andrés apóstol se celebra el 30 de noviembre.
Sobre los mentados dichos, muy presente está en nuestra memoria un
libro monumental: El porqué de los dichos, del gran navarro José María Iri-
barren. Pero en materia tan sensible como el refranero español, lo mejor
hasta la fecha es, sin duda, el Refranero general ideológico español, de Luis
Martínez Kleiser. Porque hace recopilación de todo lo publicado con an-
terioridad, desde El vocabulario de refranes del maestro Korreas (con K, co-
mo a él le gustaba; y así lo pone en su Ortografía Castellana nueva y perfeta,
de 1630) al saladísimo sevillano (de Osuna) Rodríguez Marín.
Y en el Martínez Kleiser publicado en 1953, al amparo de la Real Aca-
demia Española, se hallarán sobre taberneros (o taberneras) los siguientes
refranes, que allá van en retahíla, con su número en la edición y su breve
explicación:
59.917. «Quien en la tabernera cree, en su casa lo vee». Recuerde
quien lee que, en cada Consejo Regulador de cada Denominación de
Origen vinícola, el cargo oficial del inspector del producto es el de «Vee-
dor». Con ese arcaísmo de la doble e, que el refrán conserva. En fin, alude
este refrán a quien, al probar el vino en su casa (al inspeccionarlo, vamos),
ve que no es tan bueno como la encantadora tabernera decía... Porque:
59.918. «Preguntar al tabernero si es bueno su vino, es gran desatino».
59.919. «En la venta de Landino, más dan por el agua que por el vino».
En este antiguo refrán, procedente de Korreas, la explicación a la carestía
del agua está en que previamente se la ha disuelto en vino... ¡Hasta el pun-
to de que más abunde que lo bueno en lo del astuto tabernero! Que de
Landino a un mayúsculo ladino, o listillo, solo hay una letra. Es lo que
dice el siguiente refrán:
59.920. «Tabernero diligente, de quince arrobas hace veinte». Pero,
¡ojo!:
59.921. «Vinatero que agua el vino, aguado tenga el buen sino». Ad-
monición a taberneros de que no tomen para sí el bautizar, que es solo
atributo sacerdotal, so pena de ver menguado su futuro. Porque:

358 BRAC, 173, I (2024) 357-372


MISCELÁNEA DE LOS LIBROS Y EL VINO

59.922. «Tabernero que buen vino vende, bien se entiende». Y…


59.912. «Taberna de buen vino hace al tabernero rico».
Para terminar, vaya este otro, tan sugerente: «Agua lo dio, y agua lo
llevó». Se refiere al caudal del tabernero. Y entiéndalo cada cual como
quiera, que yo lo entiendo pensando en aquel festivo sacristán del templo,
por quien se dijo aquello de que «Los dineros del sacristán, cantando se
vienen y cantando se van…»
Después de todo, cada uno hace con su dinero lo que quiere. Porque:
«En todos lados cuecen habas». Que tiene segunda parte: «Y en mi casa a
calderadas». O sea, que todavía hay sitios peores que otros. Y dejémonos
ya de refranes por amor de San…cho (que sería su indisputable patrón).
Por cierto, que casi todos estos refranes están recogidos del ingenioso
Bachiller de Osuna, don Francisco Rodríguez Marín; porque Martínez
Kleiser (y esta es una de sus virtudes) tiene la honestidad, no como otros,
de citar para cada refrán la fuente de donde los toma.

TABERNAS, DE LUIS ROMERO: UN LIBRO EJEMPLAR

En la grave biblioteca de mi padre este libro, de título un tanto frívolo


para ella, venía chocándome desde siempre. Cuando lo leí me di cuenta
de que es, en el fondo, un loor de España, una alabanza a la diversidad de
lo español. Y escrito en un tono poético, sensible, de calidad clarísima.
Todo se justifica.
El autor, amigo del poeta Cirlot (el del inquietante Diccionario de símbo-
los) y él mismo también algo poeta en verso (nos habla de una endecha a
Manolete), se me antojaba un cuarentón un poco largo, por entonces.
Debe ser el trajeado gimnasta en barra retratado en la página 36, vuelta, de
este libro. Barcelonés de 1916, amigo de la tradición y, al mismo tiempo,
del vanguardismo en arte (como demuestra su amistad con Cirlot o el
escultor Oteiza), es un buen conocedor de lo literario clásico (como sugie-
ren sus citas de Castiglione o Juan Ruiz), o moderno (por las del extraor-
dinario Huysmans o el repetido Juan Eduardo Cirlot). Luego supe que
Luis Romero fue Premio Nadal en 1951 y Planeta en 1963, como autor
de novelas del llamado realismo social, centradas en la vida barcelonesa,
entre las que destaca La Noria, de 1952. Falleció en su ciudad en 2009, casi
centenario.

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JOSÉ ANTONIO PONFERRADA CEREZO

En Barcelona, 1950, la editorial Argos produjo Tabernas, esta ejemplar


obrita encuadernada en pasta dura, con solo 52 páginas que incluyen
«ocho láminas en color y 23 grabados en negro»; ilustraciones algunas de
ellas del autor y otras de Centelles, Matesanz… prestigiosos fotógrafos.
Debió de ser un lanzamiento exitoso porque, en 1956, editó el Libro de las
tabernas de España, una obra mayor con 341 páginas, que siento no haber
podido leer.
Los vinos de Montilla, por ejemplo, que Romero considera con los de
Jerez la aristocracia del vino, desfilan en varias ocasiones por estas páginas
en las que el autor, gran conocedor, concluye: «Andalucía es el país del
mundo donde mejor se bebe». Y añade: «Entrando ya en matices creo que
es preferible como beben en la grave Andalucía del olivo, sin palmas ni
jaleos, despacio, cumpliendo un rito; pequeños sorbos y ágil paladar». Lo
que alude directamente a la vieja taberna cordobesa, donde reinan los vi-
nos del marco montillano.
Libro delicioso, ple de seny, lleno de conocimiento como diría Ausiàs
March, nos da noticias sobre tabernas de toda la piel de toro a las que Luis
Romero, por mor de su profesión y gusto personal, acudió. Tabernas de
los cuarenta a las que, todavía, la mujer no iba sino excepcionalmente, por
fiestas señaladas; porque lo relacionado con la taberna estaba mal visto. Y
de ello se tiene que defender el autor desde el principio y hasta el final del
libro, buscando una aprobación que, finalmente, sí obtuvo. Y por eso
estaba en la biblioteca de mi padre y ahora hay una copia en la mía y otra
en la de mi buen amigo López Alejandre.

HISTORIA DE UNA TABERNA, DE ANTONIO DÍAZ CAÑABATE:


UN LIBRO SINGULAR

La historia de las tabernas es, de por sí, un empeño inabarcable. Cada


taberna es un microcosmos; por lo que solo cabe, eso sí, historiar la vida
de una taberna ejemplar que signifique a muchas otras. Esto es lo que Díaz
Cañabate hizo con la madrileña de Antonio Sánchez, de la que también
Luis Romero quiso hablar; sin llegar a hacerlo, aduciendo el precedente.
A don Antonio Díaz Cañabate la gente de mi edad lo recordamos de la
tele, donde solía hablar de toros, a los que era gran aficionado. Él sucedió
a Cossío para los tomos V y VI de su monumental tratado sobre Los Toros.
Su otra gran pasión lo fue Madrid, que lo vio nacer en 1898 y morir, casi
con los mismos números, en 1980. De entre su obra, de carácter costum-

360 BRAC, 173, I (2024) 357-372


MISCELÁNEA DE LOS LIBROS Y EL VINO

brista, sobresale esta Historia de una taberna, quizá su primer libro impreso,
que la recordada colección Austral, de Espasa Calpe, editó en Argentina,
1947; una obra de 216 páginas sin ilustraciones (en Tabernas, de Luis Ro-
mero, sí hay foto de la cueva, o cava, de esta taberna de la madrileña calle
del Mesón de Paredes).
Lo curioso es que desde la página 91 el libro deja de ser la historia de
una taberna y solo se vuelve al tema titular, a la taberna del torero Antonio
Sánchez, en la página 215 para coronar la obra. Entretanto sucede la vida
(o su novela): las andanzas, ilusiones y amaneceres de las gentes madrileñas.
La taberna abraza la vida, la circunda.
Queda dicho, entonces, que lo de Díaz Cañabate solo en parte está
centrado en la taberna. Pero lo que llega a decir sobre ella es magistral. No
me resisto a ponerles estas que podríamos llamar «virtudes del tabernero»:
Despachar vino no es cosa fácil. Requiere destreza y rapidez singulares,
soltura de manos, tiento y pulso, mucha vista, malicia, ingenio para alter-
nar con el cliente y contestar sin enfado, pero con energía, a sus cuchufle-
tas, no siempre del mejor gusto y de buena intención; memoria para las
cuentas de las muchas copas que se sirven al mismo tiempo, paciencia a fin
de soportar las inconveniencias de los borrachos patosos, y valor personal
para imponerse en las broncas.
Y concluye Díaz Cañabate: «Con mucho menos de estas condiciones
se llegaba a ministro allá por los albores del siglo veinte».
Lleno está de donaires y curiosidades este libro a cuya lectura invito,
como en la coplilla que Cañabate cita y algunos de ustedes conocerán por
tradición:
Ven acá, vino tintillo
hijo de la cepa tuerta,
tú que te quieres meter
y yo que te abro la puerta.

DEL TRISTRAM SHANDY AL VIAJE SENTIMENTAL,


DE STERNE: DELICIAS DEL XVIII

Irlanda es la tierra de la música y de la palabra, donde cantar es una pa-


sión nacional que tiene en las tabernas populares su mejor teatro. Laurence
Sterne (1713-1768) nació en Irlanda (al sur, en Cronmel, Tipperary: It’s a
long way to Tipperary...) de padre inglés y madre irlandesa. Aunque de jo-

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JOSÉ ANTONIO PONFERRADA CEREZO

ven se ordenó como sacerdote anglicano, es en el altar de la literatura


donde ocupa más alto lugar. Si me hicieran la tópica pregunta sobre qué
libro llevaría a una isla desierta, respondería que el Viaje sentimental, de
Sterne.
A Sentimental Journey through France and Italy es su breve obra final,
1768, una serie de sugerentes sucedidos a lo largo de un viaje por Francia
e Italia. Y su espíritu es tan aéreo, tan inspirador que, sin caer jamás en lo
cursi, ni en la fácil provocación, consigue que el lector experimentado
recorra con él una amplia gama de los sentimientos del alma. A veces se
aproxima a esa atmósfera entre perversa y devota de las Sonatas, de Valle-
Inclán; otras a la delicadeza del Juan Ramón Jiménez de Platero y yo. De-
clarado admirador de nuestro Cervantes, en muchos aspectos anticipa el
ambiente de los decadentistas de finales del siglo XIX, como J.K. Huys-
mans, D’Annunzio... o cierto Rubén Darío.
En definitiva, que no es un libro de viajes al uso. Eso sí, naturalmente,
contiene referencias al vino, que es inseparable de Italia como de Francia.
Así llama «vino balsámico» al que alivia las heridas (y las lava, mejor que el
alcohol etílico). O evoca «el tiempo excelente de la vendimia, cuando la
naturaleza derrama generosamente sus tesoros en el regazo de los pueblos,
y brillan de alegría todas las miradas». En el original, vendimia es vintage:
de vin age, el tiempo del vino; hoy, ya saben, el término ha cambiado su
significado y se viene aplicando a lo que (como el vino) mejora con el
tiempo.
Sterne clasifica a los posibles viajeros en diez o doce tipos (ociosos, me-
lancólicos, delincuentes…). Incluido «El viajero sentimental (o sea yo), de
quien voy a daros ahora cuenta y razón, y que ha viajado por imperio de
la necesidad y por el besoin de voyager en igual grado que cualquiera». Y nos
previene de que el mismo viaje será distinto para cada cual, usando un
paralelismo vitivinícola:
El hombre que llevó la primera cepa desde Borgoña al Cabo de Buena
Esperanza, nunca pensó en beber en este lugar el mismo vino que la
misma cepa produciría en las colinas de Francia: ¡oh!, era demasiado fle-
mático para eso. Pero no cabe la menor duda de que esperaba poder pa-
ladear algún licor vinoso: si malo o bueno, si indiferente, él conocía ya el
mundo lo bastante para comprender que eso no dependía de su volun-
tad, y que solo lo que llamamos el azar decidiría el resultado. En todo ca-
so, esperaba lo mejor.

362 BRAC, 173, I (2024) 357-372


MISCELÁNEA DE LOS LIBROS Y EL VINO

Todas las citas son de la traducción de Cardona Castro para Editorial


Bruguera, 1962. Existe una preciosa edición española de Madrid, 1843,
con grabados en madera de boj, algo censurada por su anónimo traductor
«conforme con las ideas de la decencia». Pero donde la modernidad de
Sterne alcanza el clímax es en Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy,
1759. Hay película: Tristram Shandy, de 2005, dirigida por Michael Win-
terbottom, con Steve Coogan en el papel principal.
¿Se acuerdan de «Una rama verde», en nuestros Tres nuevos discursos del
vino, de 2018? ¡Pues aparece, otra vez, en Tristram Shandy! (capítulo XXI,
volumen VII). El mulero de un convento ha gastado su mensualidad en
un «borrachio o pellejo de vino» (recuerden: «Los dineros del sacristán...») al
que, mientras lo transporta, no deja de hacer cariñosas visitas. Se va ani-
mando:
El día había sido sofocante, el atardecer delicioso, el vino generoso —la
colina borgoñona en la que se había cultivado era de suave ladera—, una
tentadora rama junto a la puerta de una casita armonizaba plena y vibran-
temente con las pasiones mientras una brisa tenue jugueteaba con las ho-
jas. ¡Ven, ven sediento mulero, acércate por aquí!
Bien sabemos, como el mulero («arrieritos somos...»), que la rama con-
lleva la promesa de que allí hay taberna (o de que en esa taberna se acaba
de abrir un barril).
Ni que decir tiene que el hombre se acoge a la pequeña posada, olvi-
dando las mulas (que se desmandan), lo que queda del pellejo… y a la
señora abadesa y a la hermosa sor Margarita, que eran sus pasajeras y que-
dan así, expuestas a Dios sabe qué.
Pero la auténtica joya de la corona en materia de citas (por la que espe-
ro hacerme perdonar cualquier prolijidad en que pudiera haber incurrido
hasta ahora), es este consejo impagable sobre cómo deberíamos afrontar las
grandes decisiones de la vida (capítulo XVII, volumen VI):
En Germania, los antiguos godos que (según afirma rotundamente el
erudito Cluverius) se asentaron al principio en las tierras situadas entre el
Oder y el Vístula, incorporando después los territorios de los hérculos,
los bugios y de otras clases de vándalos; esos godos mantenían la saluda-
ble costumbre de debatir todos sus asuntos de Estado dos veces: una bo-
rrachos y otra serenos. Borrachos, para que sus consejos no carecieran de
vigor, y serenos, para que no les faltara discreción.

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JOSÉ ANTONIO PONFERRADA CEREZO

Ahí queda eso. Las citas son de la traducción de J. A. López de Letona


para Editorial Catedra, 1996.

LOS CUENTOS DEL LUNES, DE DAUDET:


HISTORIA LÍRICA DE LA COMUNA

Alphonse Daudet nació en una localidad del sur francés, en Nimes


(1840). Una ciudad con el valor de convertir su antiguo Coso romano en
plaza de toros (y de mucho éxito), donde el sol todo lo dora, todo lo
alumbra, y que es más española (que lo diga Picasso) que algunas del otro
lado de los Pirineos. Es la Provenza, tan andaluza a su modo. No es de
extrañar que la ancestral cultura meridional, expansiva, extrovertida y ca-
llejera, le quedara a Daudet tan grabada, desde su primera juventud en
provincias (aunque con 17 años se dirige a París, para ser escritor).
Y en Paris la grande ville falleció (1897) en pleno éxito literario. Sus de-
liciosas Lettres de mon moulin o Cartas desde mi molino, su primer campana-
zo, han servido a tantos estudiantes de francés como iniciación a la alta
literatura francesa, en su lengua original (así los de Filología Hispánica del
74, en Córdoba, entre los que me cuento y a quienes desde aquí saludo,
50 años después: ¿no recordáis La chèvre de monsieur Seguin, con su perilla
de suboficial, cómo se aburría igual que un colegial, que se la comió Lulú,
el lobo, lou loup que se dice en provenzal?).
Pero el gran personaje creado por Daudet es el señor Tartarín; prototi-
po exagerado del provenzal, y héroe de tres novelas: Tartarín de Tarascón,
Tartarín en los Alpes y Port Tarascón. En esta última (libro tercero, capítulo
5), el propio Tartarín define y disculpa las fantásticas tendencias del ciuda-
dano provenzal:
[…] no somos más que gentes con mucha imaginación y palabra abun-
dante, poetas, bordadores, improvisadores, fecundos, ebrios de savia y
luz, que quedan aprisionados en sus mismas ingeniosas y maravillosas in-
venciones. ¡Qué diferencia con los mentirosos del Norte, sin alegría ni
espontaneidad, que persiguen siempre un objetivo, una perversa inten-
ción! ¡Se puede afirmar rotundamente que, tocante a mentiras, cuando el
Norte interviene deja chiquito al Mediodía!
Y en el capítulo siguiente: «Ese tunante de Daudet ha escrito de mí que
yo era un Don Quijote con la piel de Sancho… Dijo la verdad». Cito de
la traducción de Teresa Domenech para Ed. Ramón Sopena, 1967.

364 BRAC, 173, I (2024) 357-372


MISCELÁNEA DE LOS LIBROS Y EL VINO

Pero (al vino, vino) a Daudet lo hemos traído aquí por la estupenda
anécdota del aga, en Los cuentos del lunes (Les contes du lundi, 1873). Con-
viene saber que escribió estos cuarenta y un relatos bajo la influencia de dos
importantes acontecimientos vitales. Uno, personal, su reciente estancia en
Argelia para recuperarse de una enfermedad; otro, social, el estallido y
aplastamiento del movimiento nacional que conocemos como La Comuna
de París (entorno en el que se desarrollan la mayoría de esos cuentos).
Pasemos ya a «El caravasar». La acción se desarrolla en Argelia, en un
caravanserrallo (o Caravanserai, como el LP de Santana); una especie de
gran «venta» u hospedería de las extensas llanuras africanas. Lugar de para-
da para las caravanas, militares de guarnición y cansados viajeros, que entre
sus laberínticas dependencias encuentran aprovisionamiento, compañía,
quizá seguridad y, casi seguro, entretenimiento.
Esto último, según nos cuenta Daudet, buscaba el aga, un hombre im-
portante de la vecindad. Observen su astuta interpretación (digna de los
más finos casuistas jesuíticos) de un incómodo precepto religioso:
A veces, en la velada, la gran puerta del caravasar se abría de par en par,
los caballos piafaban en el patio. Era un aga vecino que, aburriéndose
con sus mujeres, venía a rozar la vida occidental, a escuchar el piano de
los rumís y beber vino de Francia. «Una sola gota de vino está maldita»,
dijo Mahoma en su Corán; pero hecha la ley hecha la trampa. De cada
vaso que le servían, el aga tomaba, antes de beber, una gota con la yema
de su dedo, la sacudía gravemente y, una vez arrojada aquella gota maldi-
ta, bebía el resto sin remordimientos. Entonces, aturdido de música y de
luces, el árabe se tendía en el suelo envuelto en sus albornoces, reía silen-
ciosamente enseñando sus blancos dientes y seguía los pasos del vals con
ojos inflamados. (De la traducción de M. Serrat Crespo para Ed. Brugue-
ra, 1981).
No puedo terminar sin referirme a aquellos días de marzo a mayo de
1871, en París, que debieron ser de una belleza terrible (según impresiona-
ron a los artistas que los vivieron). Fue la reacción de las clases populares a
una Francia entregada, una vez más, a los alemanes. A la ocupación de la
capital, a 1 de marzo, siguió el levantamiento popular, con intento de
establecer un modelo de autogestión. Que fue aplastado por Mac Mahon
(el derrotado de Sedán) con miles de ejecuciones. Muchas en el conocido
cementerio de Père Lachaise, donde también reposan los restos de Alphon-
se Daudet. Y los de Proust, en su túmulo elegante, modernísimo; o Jim
Morrison (de los Doors)...

BRAC, 173, I (2024) 357-372 365


JOSÉ ANTONIO PONFERRADA CEREZO

La Comuna de los cien días sucedió, por tanto, mientras florecían y


maduraban los cerezos. Por eso, quizá, Le temps des cerises, la canción de
amor de J.B. Clement, un exiliado en Londres que había participado en las
barricadas, llegó a convertirse, impensadamente, en símbolo de aquel
tiempo. Fernando Savater ha dicho que es una canción «suavemente revo-
lucionaria».
J’aimerai toujours le temps des cerises
C’est de ce temps-là que je garde au coeur
Une plaie ouverte
Et Dame Fortune en m’etant offerte
Ne pourra jamais fermer ma douleur
J´aimerais toujours le temps des cerises
Et le souvenir que je garde au coeur.
(Siempre amaré el tiempo de las cerezas: / es ese tiempo el que guardo
en el corazón, / como una herida abierta. / Y Dama Fortuna, ofrecién-
dose a mí, / no podrá jamás calmar mi dolor: / siempre me gustará el
tiempo de las cerezas / y el recuerdo que guardo en el corazón).

NO HAY LIBRO MALO

Eso dicen. Ya que vamos terminando quiero acordarme, como a la rá-


pida y sin profundizar, de algunos en los que se toca esta temática del vino
y las tabernas. Y por cierto que ya Machado el mayor, y luego con él Se-
rrat, pusieron en su sitio a los pedantones que «piensan / que saben, por-
que no beben / el vino de las tabernas».
La taberna popular ha sido (entre otras muchas cosas), lugar de agita-
ción política ligada al uso de la palabra en su forma oratoria o, aún mejor,
por medio de la recitación. Apenas hay parroquiano, por muy amante del
silencio que sea, que se niegue a escuchar a un buen rapsoda en el mo-
mento oportuno y entre copa y copa (aquí queremos recordar a dos cor-
dobeses, que fueron buenos y aclamados recitadores a quienes dio gusto
escuchar, por ejemplo, en nuestra querida y centenaria Taberna de La
Fuenseca: me refiero a Álvaro Morales y José Luis Sánchez).
Antonio Burgos, en su Rapsodia española, 2005, recoge «el riquísimo
venero de la poesía popular, que viene del Romanticismo, pasa por Ru-
bén Darío y desemboca en el ancho mar de Manuel Machado». Libro
este que, muy acertadamente, se acompaña de un CD con las lecturas de
Francisco Valladares, otro sevillano (de Pilas). Ya cayendo diciembre de

366 BRAC, 173, I (2024) 357-372


MISCELÁNEA DE LOS LIBROS Y EL VINO

2023, nos quedamos sin la presencia y la figura del gran Burgos, descanse
en paz.
Sin esa dimensión tabernaria se entienden mal poemas como la «Can-
ción del pirata», de Espronceda. Acorde al espíritu romántico, ese poema
que ya desde su título proclama que está hecho no para ser leído, sino para
ser cantado, hay que imaginarlo dicho a plena voz en una taberna.
«Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va»: el poeta (o su
rapsoda) lleva la voz solista; mientras, el público lo acompaña marcando
los acentos con golpes acompasados de los vasos sobre las mesas: al llegar al
estribillo, todas las voces se unen a la solista, todo un coro en exaltada
comunión proclamando:
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
...Y así se vino el Romanticismo liberal, que tantos quebraderos de ca-
beza trajo a Fernando VII, el famoso «Rey Narizotas».
La Historia de los jueces de Córdoba, de Aljoxaní, escrita en el siglo X a
instancias del califa Alhaquén II, contiene curiosas noticias sobre la delica-
da convivencia entre el producto de la vid y los preceptos coránicos. Algo
que Mahoma no dejó del todo resuelto (recuerden al aga de Daudet):
Murió el Profeta y no señaló concretamente que debiera castigarse al bo-
rracho con una pena que estuviera formando parte del cuadro de las otras
penas. [...] Razón legal en que se fundaban los jueces de Andalucía para
hacer la vista gorda y no aplicar la pena al borracho.
Las citas anteriores proceden de páginas 151 y 263 de la edición, algo
descuidada, de la Biblioteca de la Cultura Andaluza, Granada, 1985 (en sus
títulos el nombre del autor árabe-español aparece mal escrito; y se ignora
que el extenso «Prólogo del traductor» es obra de don Julián Ribera, traí-
do de su edición de Madrid, 1914).
Los jueces (o cadíes) eran cargos unipersonales, nombrados directamen-
te por el califa, que debían ser dechados de virtud intelectual y moral. Con
todo, no les faltó la humanidad que demuestran en los diversos casos na-
rrados por Aljoxaní, en los que tratan por todos los medios de no castigar
cruelmente a sus paisanos, sorprendidos en evidente estado etílico.

BRAC, 173, I (2024) 357-372 367


JOSÉ ANTONIO PONFERRADA CEREZO

¿Y en qué libro, que ahora no me viene en mente, se cuentan las an-


danzas vínicas de los jóvenes del Califato? A estos jóvenes se les llamó
«calaveras» (metonimia) porque solían reunirse en los cementerios, bus-
cando librarse de la fiscalización de sus mayores: desde entonces, su apela-
tivo ha quedado como la acepción 5 de la voz «calavera» en el diccionario
de la RAE.
Un sitio al que solían acercarse, en busca del líquido elemento de la vid
(que quizá luego consumieran entre las tumbas) fueron los monasterios
cristianos. El vino siempre fue parte de la dieta alimentaria de los monjes,
perfectamente prescrito en sus constituciones. Se sabe que esta especie de
monasterios-taberna jugó buen papel en la confraternización de aquella
floreciente juventud con sus oponentes en la fe; y todo ayuda a la convi-
vencia más o menos pacífica (aunque problemática) en la Córdoba de las
tres culturas.
Entonces no había «cubatas». Es curioso que, a veces, quienes en públi-
co rechazan una copa de buen vino, acogiéndose a la socorrida «cervecita»,
quizá luego y en privado o petit comité acepten repetir el vulgar cubata, o el
consabido gin tonic. Género de hipocresía bastante más detestable que la
actitud del abstemio honesto y no cargante.
No puedo terminar este capítulo sin recomendar vivamente La arqueo-
logía y abolengo de los vinos de Montilla, de José Ponferrada Gómez, Córdo-
ba, 1982; donde se hallarán curiosísimas noticias, tomadas desde la más
remota antigüedad, sobre la vid y el vino en esta ciudad y comarca de la
Campiña Sur cordobesa.
Por ejemplo, procedente del Abad de Rute, la derrota del granadino
rey Boabdil, que allá por 1483 «se nos plantó en las mismísimas puertas de
Montilla, no sin antes haber caído, como una terrible y precursora “filoxe-
ra”, sobre nuestras pobres e inocentes viñas, que fueron furiosamente tala-
das y devastadas». Mis paisanos «capitaneados por el bravo y heroico Don
Alonso de Aguilar, no solo consiguieron rechazar a Boabdil —que después
cayó preso de los lucentinos—», sino que alcanzaron al famoso Aliatar,
suegro del Rey Chico, que así halló la muerte. Por los días en que esto
escribo, el Museo del Ejército (Toledo) exhibe los ropajes y armas de
Boabdil, que le fueron incautados en la batalla de Lucena.
Y un recuerdo para Glorias del amontillado, de José Ponferrada Gómez y
José Antonio Ponferrada (con «Interludio» de Manuel M.ª López Alejan-
dre), el primer libro monográfico enteramente dedicado al rey de los vinos

368 BRAC, 173, I (2024) 357-372


MISCELÁNEA DE LOS LIBROS Y EL VINO

generosos. La primera edición es de Montilla, 2005; pero hay una segun-


da, de Córdoba, 2007 (y está casi enteramente reproducido en El amonti-
llado. Tesoros de las bodegas de Montilla-Moriles, Ministerio de Agricultura,
Pesca y Alimentación, Madrid, 2020; auspiciado por las cordobesas Bode-
gas Campos, según una feliz iniciativa del propio Pepe Campos).
Un subgénero importante de la literatura vínica es el de las guías de ta-
bernas. Para esta ciudad de la Mezquita son insustituibles las de Manuel
M.ª López Alejandre, desde «De tabernas por Córdoba» (las primeras su-
yas, que yo sepa, de 1989), a las que siguieron varias otras, ya con forma
de libros–guía (en 1999, 2003, 2010...; y últimamente, en 2020, Las taber-
nas del Casco Histórico de Córdoba.
De ese tenor fueron los artículos que el inefable Carreño (Manuel Ca-
rreño Fuentes, 1912-1992) escribió para el periódico Córdoba, hacia finales
de los 80. Sabrosísima literatura tabernaria, que hubiera quedado dispersa
sin el buen acuerdo de Joaquín Montoro y Juan Galán, que las recopilaron
en el libro Historias Tabernarias, Córdoba, 2012. El libro se incrementa con
nueve artículos, de temática adecuada, de José Rafael Solís Tapia.
El popular Carreño nos introduce en los mejores «libatorios» de la capi-
tal, donde avezados «enófilos» y «mosquitos amílicos», sus semejantes, se
encuentran como en el paraíso, entre sorbo y sorbo del pálido montilla
(los entrecomillados son muestra de la creatividad del escritor). Carreño
fue químico, formado en Madrid; profesor, a veces de química y otras «de
esgrima»; bohemio itinerante e introductor de Federico García Lorca en
Córdoba... entre otras facetas de su interesante personalidad. Y personaje
universalmente querido en esta vieja Córdoba, a caballo entre Oriente y
Occidente.

TABERNAS EN EL RECUERDO

Los cines de verano y las tabernas de verdad tendrían que ser declarados
BIC (Bienes de Interés Cultural), porque ambos son lugares de encuentro
íntimamente ligados a la felicidad social de un pueblo algo dado, de por sí,
al ensimismamiento.
Cada vez que volvemos la vista atrás nos percatamos de nuevos caídos;
casas, como las llama muchas veces el cordobés, subrayando su componen-
te familiar (Casa El Pisto, que por muchos años nos dure; Casa Salinas o la
Taberna Rincón de las Beatillas, que le hagan compañía…). Casas que

BRAC, 173, I (2024) 357-372 369


JOSÉ ANTONIO PONFERRADA CEREZO

fueron el recreo de sus parroquianos y (no pocas veces) el lugar donde,


como por arte de birlibirloque, se halló la solución a tal o cual asunto,
negocio o arreglo que nos preocupaba.
Cuando una taberna se va es como si desapareciera todo un ecosistema
de relaciones y camaradería. Quien procura este mal, igual que quien tala
una selva, derriba «una fraternidad de árboles venerables» (Wordsworth,
citado por Borges en Siete noches). Ved, si no, a los desterrados hijos de El
Gallo, la vieja taberna cordobesa de calle María Cristina, como andan mu-
chos por ahí, como «pollo sin cabeza» (nunca mejor dicho), echándose de
menos, descolocados sin su taberna. Ello fue por enero del 19, casi un
aviso de la pandemia. Y la nueva, de ningún modo suple a la vieja… Se-
ñoras y señores: las buenas tabernas hay que protegerlas, no menos que al
patio, no menos que al flamenco. Es cosa de sanidad…
Otra cordobesa que no hace tanto (dos o tres años) se nos ha ido, es la
de Los Mochuelos: calle Agustín Moreno adelante, ya a dos pasos del río o
del barrio de La Fuensanta, según se tire. Cuenta López Alejandre en sus
prontuarios de tabernas, que aquí la hubo (con distintos nombres) desde
mitad del XIX. Ya en el XX la venían regentando varias generaciones de
Gutiérrez. El primero, José Gutiérrez Ruiz, le puso el nombre de su pro-
pia peña de amigos: «Los Mochuelos». Taberna con barriles y patio, fresca,
acogedora; barra alta, también mesas, buenos vinos y tapas. Lo curioso es
que, por ahora, el local aunque cerrado se mantiene intacto, casi para
echar a andar en cualquier momento… Que —nos dice su dueño— sería
cuando saliera un candidato formal y animado que decidiera tomar las
riendas de un negocio (y ya digo que la buena taberna cordobesa es más
que un simple negocio) que cerró por falta de sucesión, una vez que él no
pudo llevarlo… Cosas de la edad.
Desde la plaza de San Agustín o desde la fuente castiza de la Piedra Es-
crita, al final de la calle Moriscos, se pone uno en un salto al principio de
la calle Montero y en la taberna El Pancho, donde Ramón Medina fundó
la Peña El Limón (una reciente placa en la fachada así lo recuerda).
En el colmo de lo hogareño, las puertas del Pancho tienen llamador, lo
que me recuerda una historia de mi niñez. En nuestra casa chica de la calle
Moñiz, en Montilla, al principio la hermosa puerta no tuvo llamador. Un
cachazudo labrador montillano, conocido por «Buchacos», solía echar su
descansada, camino del campo, a la altura de nuestra casa. En Montilla
decimos buchacos a las holgadas y recias botas de campo, de media caña.

370 BRAC, 173, I (2024) 357-372


MISCELÁNEA DE LOS LIBROS Y EL VINO

Apoyado en su azada (¡parece que lo estoy viendo!) el campesino miraba la


puerta, callaba, seguía su camino. Un buen día coincidieron allí mi padre y
él, que se avino a conversación. Cuando Pepe Ponferrada le dijo que, en
varias ocasiones, había notado cómo miraba la puerta, «Buchacos» consin-
tió en explicarse: «—Verá usted; la miro porque me da cosa que una puer-
ta tan hermosa no tenga llamador, porque una puerta sin llamador es co-
mo una mocita sin zarcillos». El arranque lírico del campesino, como traí-
do de las Odas de Horacio, puso en movimiento a mi padre y en nada,
para satisfacción de todos, tuvimos llamador: el mismito modelo, bien
bonito, que todavía tiene El Pancho. ¿Tendría llamador la Puerta de Al-
modóvar?

La Taberna El Pancho, en febrero de 2024; ¿o de 1984? El tiempo parece haberse


detenido en esta taberna cordobesa. Y allí estaba la cámara de Ladislao Rodríguez
Galán, académico correspondiente en Villaharta, como fiel testigo. La calle adoquina-
da, el zócalo de chinarros, las dos puertas tantas veces repintadas (con el evocador
aldabón, recordándonos que la taberna también es casa), el sol tímido del invierno.
Taberna cordobesa, donde hay que saber estar. Los parroquianos de mañana son los
niños que, a veces, acompañan al padre a su taberna. Bajo el número 4 de la calle
Montero, barrio de San Agustín, un azulejo recuerda que: «D. Ramón Medina Orte-
ga, hijo adoptivo de esta ciudad, fundó en este establecimiento la Peña " El
Limón&quot, en 1934. Peña Cultural "El Limón" Amigos de Ramón
Medina, junio 2017». En el patinillo del fondo aún madura un limonero. Foto: Ladis.

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JOSÉ ANTONIO PONFERRADA CEREZO

El párrafo anterior casi todo está tomado de «Puerta de Almodóvar (o


del Nogal)», mi contribución a un generoso empeño del buen Calixto
Torres: el libro Córdoba, sueño de luz y eternidad, Detorres Editores, Cór-
doba, 2019.
Volviendo a la taberna El Pancho, ¿quién nos iba a decir que los pri-
meros meses del año 22 nos traerían el fallecimiento de Antonio Péculo
Domínguez, el dueño del Pancho, aún joven, tan amable, tan atento y
estimado de su clientela?
El Pancho, por un tiempo, se conservó como dijimos de Los Mochue-
los (dos ejemplos, podríamos decir, de arqueología tabernaria; así quien
excavando en Pompeya las encontrara bajo la lava). Aunque cerrado, prác-
ticamente intacto, con su barra alta, sus cuartitos, su futbolín y su limón en
el patio... Y así fue, durante algunos meses, hasta que, en mayo de 2022,
reabrió con nuevo tabernero (Manolo Péculo, hermano del anterior) y
nuevas esperanzas.
Ya va siendo hora de cerrar, también nosotros. Hasta mañana, D. m. Y
va el penúltimo brindis por el gran José Morales, «Barinaga», que tantos
años regentó la Taberna de San Pedro (o de Villoslada) y nos dejó en
2015. Y por Antonio Moyano Bravo, camarero de la antigua Taberna del
Gallo, de calle María Cristina, que empezó en La Barrera (calleja de Mun-
da) y falleció este 7 de enero de 2024.
Me acuerdo en esto de mis años de profesor en Chiclana de la Frontera
(Cádiz), en el Instituto «Poeta García Gutiérrez». En la calle del Carmen
estaba mi taberna favorita, El Rincón. Y en ella, quien la mantenía viva:
Antonio Rodríguez, su tabernero; que se nos fue (y con él un trocito de la
Chiclana más íntima), un día de marzo de 1991. Al evocarlo en mi «Elegía
del Rincón» (que mereció la portada de El Trovador, n.º 79, la revista de
Chiclana), recordábamos un rito de cierre al final de cada jornada. En
aquella esquina de la calle del Carmen, junto al río Iro, hasta la televisión
se adornó con un detalle profundamente tabernario: la del Rincón tenía
telón. Un teloncito rojo, con anillas y una barra. Y por la noche, antes de
irse, se cerraba el telón. Lo cerraba, con ayuda de una vara para alcanzarlo,
levemente cojeando, Antonio Rodríguez.
Se echa el telón… Muchas gracias por su paciencia.

372 BRAC, 173, I (2024) 357-372


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA),
UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS DE ÉPOCA VISIGODA

Armin U. Stylow
Académico Correspondiente
Fedor Schlimbach
Instituto Arqueológico Alemán

RESUMEN

PALABRAS CLAVE En 2021, pudimos finalmente reanudar la actividad arqueológi-


ca en el yacimiento de «La Losilla» (Añora, Córdoba). Mientras que
Epitafio.
Época visigoda.
la abertura de la sepultura de Hieronimus produjo un sorprendente
Titulus fulguratus. doble entierro, el hallazgo del último fragmento importante de su
Pedroches. epitafio, que aún había faltado, nos permite ahora plenamente
Basílica. apreciar las estrategias retóricas empleadas en ese singular texto y
confirmar o matizar hipótesis anteriores.

ABSTRACT

KEYWORDS In 2021, we finally were able to resume the archaeological ac-


tivity at the site of «La Losilla» (Añora, prov. Córdoba). While the
Epitaph.
Visigothic period.
opening of the grave of Hieronimus produced a surprising double
Titulus figuratus. interment, the appearance of the last major fragment of his epi-
Pedroches. taph, which had yet been missing, allows us now to fully appreci-
Basilica. ate the rhetorical strategies employed for this extraordinary text
and to confirm or correct former hypotheses.

E n el yacimiento de «La Losilla» cerca de


Añora (Córdoba) apareció, durante nuestra
actividad arqueológica de 2019, la inscrip-
ción funeraria de Hieronimus. Se encontró in situ,
empotrada en el suelo de la nave central de la basíli-
ca de época visigoda que allí estábamos excavando.
Se trata de un hallazgo singular, sobre todo para la
provincia de Córdoba, donde la mayoría de las ins-
cripciones de los siglos VI-VII se han hallado des-
Boletín de la Real Academia
contextualizadas. La lápida estaba casi completa,
de Córdoba. aunque quebrada en once fragmentos, pues tan solo

BRAC, 173, I (2024) 373-399 373


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

faltaba el de la esquina inferior derecha, permitiendo así una lectura segura


de la mayor parte de su texto.
Dado el gran interés del hallazgo, decidimos publicar la inscripción sin
demora en la revista ZPE 1, aunque, por falta de tiempo, no pudimos ex-
cavar en 2019 la correspondiente sepultura situada bajo el suelo de la nave
central. A su vez, la pandemia del COVID-19 nos obligó a aplazar hasta
2021 la siguiente actividad arqueológica prevista en nuestro proyecto,
cuando no sólo conseguimos excavar la citada sepultura, sino también
localizar muy cerca el duodécimo fragmento del epígrafe 2.
En el presente estudio presentamos el texto completo del epígrafe (que
incluye su fecha exacta), aprovechando esta oportunidad para actualizar,
matizar o corregir algunas de las hipótesis que habíamos publicado pre-
viamente a partir de la información disponible en 2019.
En los apartados siguientes, que preceden el análisis del epitafio de Hie-
ronimus por Armin U. Stylow, abordamos el contexto arqueológico de la
lápida funeraria y la sepultura misma:

1. EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO

1.1. EL YACIMIENTO DE «LA LOSILLA»


El yacimiento de «La Losilla» está situado en la comarca de Los Pedro-
ches en el Norte de la actual provincia de Córdoba. Ocupa una loma en el
término municipal de Añora (Fig. 1), unos 3 km aproximadamente al Este
del pueblo 3.
La presencia de restos arqueológicos en ese lugar era conocida desde
hacía mucho tiempo: en 1840, Luis María Ramírez de las Casas-Deza hizo
mención de una necrópolis —de época romana, como se pensaba enton-
ces—, en este lugar 4. En los años 70 y 80 del siglo XX, se publicaron dos
aras romanas anepígrafas 5 y algunos sarcófagos monolíticos de granito, que

1
STYLOW, SCHLIMBACH: 2021.
2
La lápida, recientemente restaurada, se conserva en el Museo Arqueológico y Etnológico
de Córdoba.
3
Contrariamente a su denominación, el yacimiento se ubica en la finca «Torrequillo Bajo»
y no en la llamada «La Losilla» colindante al Sur. Por las reiteradas menciones bajo esa
denominación en la literatura científica (véase notas 5-6 y 13) y para evitar futuras
equivocaciones, hemos decidido seguir llamándolo «La Losilla».
4
RAMÍREZ DE LAS CASAS-DEZA: 1840, p. 99.
5
IGLESIAS GIL: 1977-1978, p. 342; STYLOW: 1986, pp. 262 s.

374 BRAC, 173, I (2024) 373-399


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

por entonces eran visibles en superficie 6 como resultado de las excavacio-


nes clandestinas que sufría el yacimiento hasta hace poco 7. No fue hasta
1994, cuando el arqueólogo Antonio Arévalo Santos efectuó las primeras
excavaciones arqueológicas en el yacimiento y se sacaron a luz cuatro se-
pulturas y parte del muro curvo del ábside de una iglesia 8, que se pusiera
de manifiesto que la necrópolis no era romana sino tardoantigua y perte-
necía a una iglesia cristiana 9. Con posterioridad, ya en el marco de las in-
vestigaciones que efectuamos nosotros en los períodos de 2013 a 2016 10 y
de 2018 a 202111, hemos desenterrado la iglesia de «La Losilla» y, además,
los restos de dos edificios profanos al Sur y al Este de la iglesia, seguramen-
te pertenecientes al asentamiento contemporáneo 12.

6
MÁRQUEZ TRIGUERO: 1985, p. 95.
7
La construcción del vallado que, desde 2015, delimita y protege los restos de la iglesia se
debe al empeño del Ayuntamiento de Añora, que siempre nos ha apoyado durante
nuestras excavaciones. Queremos aprovechar estas líneas para expresar nuestra inmensa
gratitud a la corporación municipal.
8
ARÉVALO SANTOS: 1999.
9
Aparte de la iglesia, también los hallazgos —entre ellos fragmentos de una inscripción
cristiana (HEp 9, 1999, 278. 279)— indicaban una cronología visigoda del yacimiento
(ARÉVALO SANTOS: 1999, pp. 124-126).
10
Una primera fase del proyecto la desarrollamos desde la sede de Madrid del Instituto
Arqueológico Alemán; después de cada campaña de excavación, publicamos un breve re-
sumen de los resultados bajo el mismo título (SCHLIMBACH: 2014. 2015. 2016.
2017). Esta primera fase fue financiada por el Instituto Arqueológico Alemán.
11
La segunda fase del proyecto la desarrollamos desde el Instituto de Arqueología Paleocristia-
na e Historia del Arte Bizantino de la Universidad de Göttingen, con medios financieros
del Bundesministerium für Bildung und Forschung (BMBF) alemán; la publicación de los
resultados está en preparación.
12
A partir de las estructuras excavadas, no es posible especificar el asentamiento que existía
en «La Losilla», y las prospecciones geofísicas que realizamos en 2013 (geomagnética) y
2021 (georradar) tampoco lo han aclarado mucho. Una interpretación como aldea ru-
ral no nos parece muy acertada, primero, por la situación de las estructuras sobre una
colina —sitio poco conveniente para vivir—, y, segundo, por la presencia de al menos
un personaje de un nivel social elevado —el Hieronimus del epitafio que estamos tra-
tando— en la necrópolis. Posiblemente, se trataba de la finca o hacienda de un terra-
teniente, como en el yacimiento cercano de «El Germo», en el término municipal de
Espiel (Córdoba), donde se conservan los restos no sólo de una basílica de época visi-
goda, sino también de un edificio profano de dimensiones considerables, quizás la re-
sidencia del possessor (ULBERT: 1968, pp. 393 ss.); aunque no tenemos evidencia de
un edificio residencial parecido en «La Losilla», la situación de la basílica sobre la coli-
na encaja más con demandas representativas que con consideraciones prácticas. Poco
plausible parece la conjetura de J. Sánchez Velasco, para quien tanto la basílica de «El
Germo» como la de «La Losilla» hubieran sido iglesias monásticas (SÁNCHEZ VE-
LASCO: 2018, pp. 30. 214 s. 235. 278. 312): los enterramientos de varones y de mu-

BRAC, 173, I (2024) 373-399 375


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

Fig. 1. Yacimiento de «La Losilla», en el término municipal de Añora


(Córdoba). Vista aérea hacia Sur (foto A. Moreno).

En cuanto a la iglesia, se trata de una basílica de tres naves, un ábside


oriental y estancias adicionales anejas a ambos lados de las naves. Tanto las
naves como los citados espacios anejos están completamente ocupados por
sepulturas (Fig. 2), y también fuera del edificio, al menos al lado Norte, la
necrópolis se extiende hasta unos 15 m de distancia 13. Los hallazgos ar-
queológicos indican una ocupación del asentamiento entre la segunda
mitad del siglo VI y mediados del VIII 14. No hay evidencias ni de una fase
precedente, todavía de época romana 15, ni tampoco de una perduración

jeres en las necrópolis de ambos yacimientos —las inscripciones funerarias de «El


Germo mencionan a un Ugnericus, un Asper, una Eustadia y una Columba (CIL II2/7,
704-707), y las de «La Losilla» aparte del propio Hieronimus a una Abitia y una Birisenda
(SCHLIMBACH: 2023, pp.405-446)— y también de niños, al menos en «La Losilla»,
evidenciados por los estudios antropológicos, no cuadran con tal hipótesis.
13
De la necrópolis al Norte de la iglesia, se excavaron solo las tres tumbas 01-03 (ARÉ-
VALO SANTOS: 1999, pp. 123 s. y 125 s.); sin embargo, nuestra prospección geofí-
sica de 2021 ha evidenciado la existencia de sepulturas inmediatamente al exterior del
vallado que rodea los restos de la basílica.
14
Para la cronología véase SCHLIMBACH: 2017, pp. 125 s. fig. 12.
15
La ausencia de terra sigillata de época imperial y de monedas romanas habla en contra de
una fase romana del yacimiento; las aras romanas que se documentaron en 1978 y en

376 BRAC, 173, I (2024) 373-399


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

hasta época medieval del asentamiento 16: parece que fue fundado ex novo
en época visigoda y abandonado en el siglo VIII, quizás no mucho después
de la invasión árabe en 711 17.

Fig. 2. «La Losilla», basílica. Plano con reconstrucción esquemática e indica-


ción de las sepulturas (dibujo H. Bücherl – Fr. v. Droste).

Además, hay indicios de que la iglesia haya vivido, en el período final


de su utilización, una fase de degradación y desatención: los pavimentos de
opus signinum que inicialmente habían cubierto los suelos del ábside y las

1986 por J. M. Iglesias Gil y A. U. Stylow (nota 5) probablemente fueron transporta-


das de otro sitio para aprovecharlas como material constructivo.
16
La ausencia de cerámica de época andalusí y de monedas árabes habla en contra de una
fase medieval del yacimiento.
17
Podemos delimitar el momento del abandono del yacimiento por el análisis 14-C de
tres muestras: la primera consiste en un trozo de carbón procedente del horno en el
edificio ‘A’ al Sureste de la basílica (entre cal. AD 656 y cal. AD 764), y las otras dos
son huesos de animales hallados en los suelos de la nave central de la basílica (entre cal.
AD 729 y cal. AD 775) y del edificio ‘B’ al Este de la misma (entre cal. AD 741 y cal.
AD 772), respectivamente. Aunque, por los altibajos que presenta la curva de calibra-
ción entre la segunda mitad del siglo VII y finales del VIII, los períodos salen bastante
amplios, se puede excluir una perduración del asentamiento más allá del siglo VIII.

BRAC, 173, I (2024) 373-399 377


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

naves de la basílica ya no fueron arreglados, por lo que en el momento del


derrumbe el edificio, en su mayor parte, tenía un suelo de tierra apisonada.
El hallazgo de grandes recipientes de almacenamiento y de huesos de ani-
males por encima de este último suelo indica una fase de utilización profa-
na del templo antes de su derrumbamiento final.
Dentro de las tres naves de la iglesia, pudimos documentar un total de
21 sepulturas, aunque es de esperar que existan más, sobre todo en la parte
Este de la nave lateral meridional. En su mayor parte, se trata de cistas
construidas con lajas de granito o de mampostería, pero en algunos casos
también fueron empleados sarcófagos monolíticos enterrados en el suelo 18.
Tanto esa heterogeneidad técnica y tipológica como la disposición algo
dispersa de las sepulturas indican que fueron instaladas sucesivamente, por
comitentes diferentes con posibilidades técnicas y económicas distintas. En
la gran mayoría de los casos contenían los restos óseos de varios enterra-
mientos sucesivos, con las osamentas del último individuo en posición
decúbito supino y con las de los precedentes en «paquetes óseos» 19 —esta
utilización reiterada de las tumbas probablemente estuvo motivada por la
falta de espacio para la instalación de nuevas sepulturas que la comunidad
de «La Losilla» estaba sufriendo en la última fase de su existencia. Aparte
de la lápida funeraria de Hieronimus, han aparecido el epitafio de dos muje-
res, una Abitia y una Birisenda 20, y fragmentos de otras inscripciones 21— lo
que evidencia un empleo más amplio de la epigrafía funeraria en la necró-
polis de «La Losilla».

1.2. LA LÁPIDA FUNERARIA DE HIERONIMUS:


ONCE (MÁS UNO) FRAGMENTOS

La lápida de Hieronimus (Figs. 4 y 7) es una losa rectangular de mármol


blanco veteado de gris azulado (probablemente de las canteras de Estremoz
/ Vila Viçosa más que de las de Almadén de la Plata [Sevilla]), de 85 cm

18
Sepulturas núms. 11, 17 y 23.
19
Los «paquetes óseos» en las sepulturas dentro de la iglesia de «La Losilla» contenían los
restos de hasta tres individuos; la única tumba «individual» la documentamos en la
núm. 13.
20
SCHLIMBACH: 2023.
21
Ya en las excavaciones de A. Arévalo Santos aparecieron tres fragmentos de una o de
dos inscripciones (ARÉVALO SANTOS: 1999, pp. 124 s. figs. 4-5; HEp 9, 1999, pp.
278 s.); nosotros hallamos, en nuestras excavaciones, varios fragmentos de al menos
tres epígrafes más.

378 BRAC, 173, I (2024) 373-399


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

de alto, hasta 36 cm de ancho y hasta 3,2 cm de grueso 22. Sus bordes están
serrados, y su parte trasera está desbastada. La cara frontal está pulida, y las
letras talladas en ella se conservan bien —aparentemente—, la losa no fue
pisada durante un período prolongado, quizás por haberse instalado en un
momento tardío de la utilización de la iglesia, o quizás por haber estado
tapada 23.

Fig. 3. «La Losilla», basílica. Parte medio de la nave central con la sepultura n.º 11
(a la izquierda, con orientación Norte-Sur) y la inscripción funeraria de Hieroni-
mus todavía in situ (a la derecha, por encima de la sepultura n.º 22); al Sur del epi-
tafio, los fragmentos de un recipiente de almacenamiento (foto M. Thomaschki).

La pieza apareció, cuando estábamos excavando la parte media de la


nave central de la basílica durante la actividad arqueológica de 2019, en su
emplazamiento original, por encima de una sepultura —la núm. 22 según
nuestra numeración—, precisamente en medio de la nave central (Figs. 2
y 3). Estaba empotrada en el suelo, en una capa de mortero de cal blanco;

22
En nuestro artículo de 2021, erróneamente indicamos un grosor de 8 cm (STYLOW,
SCHLIMBACH: 2021, p. 97); de hecho, el grosor varía entre 1,5 y 3,2 cm.
23
Esto podría también haberla protegido de los saqueos que se produjeron en otras
partes de la iglesia ya antes de su derrumbamiento, en época altomedieval.

BRAC, 173, I (2024) 373-399 379


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

su orientación suponía una contemplación y lectura desde el Oriente 24.


Sin embargo, alrededor no hubo restos de pavimento de opus signinum:
parece que en 646 d.C., cuando se efectuó el enterramiento de Hieroni-
mus, ya había empezado la fase de degradación y desatención en la cual ya
no se arreglaron los pavimentos. Así, la capacidad económica de Hieroni-
mus —que refleja su elaborado epitafio— debía estar en contradicción con
las condiciones en las cuales aparentemente se encontraba en ese momento
la comunidad que pobló el asentamiento de «La Losilla».
Cuando apareció, la lápida marmórea estaba rota en once fragmentos,
probablemente como resultado del derrumbe de la basílica, cuando la te-
chumbre de teja y los muros cayeron en el suelo de la nave central, pero
faltaba un fragmento de la esquina derecha inferior con las últimas letras de
las líneas 8-12 y la fecha, que ya no debe de haber estado in situ en el
momento del desplome del edificio. Sin embargo, y para gran sorpresa
nuestra, ese duodécimo fragmento sí apareció, concretamente en nuestras
excavaciones del año 2021.
Para levantar la losa de cubierta de la sepultura núm. 11 fue necesario
excavar el nivel de relleno alrededor del sarcófago orientado en dirección
Norte-Sur y situado inmediatamente al Este de la sepultura de Hieronimus.
Allí, en el lado Oeste, donde la sepultura núm. 11 linda con la 22, encon-
tramos el fragmento, apoyado en la pared occidental del sarcófago y tan
sólo un poco por debajo del nivel del suelo de la nave central (Fig. 4).
¿Cómo y cuándo pudo haber llegado allí? La explicación más plausible es
que ello ocurrió cuando se realizó el enterramiento del último de los tres
individuos en la sepultura núm. 11: al levantar y rebajar su losa de cubierta
—trabajo arduo con las medidas de la época—, se produjo el deterioro de
la lápida funeraria de Hieronimus ya colocada en el suelo de la nave central,
y ante la imposibilidad de arreglarla, el fragmento suelto fue depositado en
el nivel de relleno para evitar que se perdiera 25. Si es correcta esta hipóte-

24
Parece que la orientación de la escritura hacia Oriente era habitual, como lo evidencian
también las inscripciones funerarias que se conservan in situ en la basílica extra muros de
Mértola / Beja (MACIAS: 1995, p. 286, fig. 10).
25
Quizás se pueda relacionar esta colocación deliberada con la deposición consciente de
lápidas funerarias, tal y como se ha documentado en Écija (Sevilla) con la inscripción
de Sapatio: se halló en el nivel de relleno por encima de una tumba que contenía los
restos óseos de dos individuos enterrados sucesivamente, y al parecer, el epitafio co-
rrespondía a la primera inhumación, por lo que estaba obsoleto en el momento de la
segunda (GARCÍA-DILS DE LA VEGA, ORDÓÑEZ AGULLA, GONZÁLEZ
GONZÁLEZ, MAGARIÑO SÁNCHEZ, LÓPEZ FLORES: 2021, pp. 259–277).

380 BRAC, 173, I (2024) 373-399


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

Fig. 4. «La Losilla», basílica. Excavación del área de contacto de las sepulturas n.os
11 y 22 con el duodécimo fragmento de la inscripción funeraria de Hieronimus
apoyado a la pared occidental de la sepultura n.º 11 (marcado con la flecha); más
al Oeste, las losas de cubierto de la sepultura n.º 22 ya parcialmente desenterradas
(foto L. Heinze).

sis, se puede deducir que el último enterramiento en la sepultura núm. 11


tuvo lugar en un momento posterior a 646 d.C., año de la muerte de Hie-
ronimus 26.

Ya en nuestro artículo de 2021, hemos reflexionado sobre la relación cronológica de las


26

sepulturas núms. 11 y 22 (STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, p. 97). En cuanto a los


momentos de la instalación de las tumbas, no hay dudas de que el sarcófago núm. 11
fue encajado en el espacio que había quedado entre las dos sepulturas núms. 22 y 14
ya existentes. Sin embargo, tanto la sepultura núm. 11 como la 22 fueron utilizadas
varias veces, como lo demuestran los restos óseos en ambos casos (para enterramientos
anteriores en la sepultura no. 22, véase el apartado siguiente).
A partir de la información que teníamos en 2019, planteamos en su momento que la
última inhumación en la sepultura núm. 11 se hubiera efectuado antes de la de Hiero-
nimus en la núm. 22, porque en el suelo por encima de la sepultura núm. 11 se habían
conservado fragmentos de un pavimento de mortero, al parecer in situ, del cual no ob-
servamos vestigios en el área de la sepultura núm. 22. Por consiguiente, pensábamos
que Hieronimus fue inhumado —al contrario del último enterramiento en la sepultura
núm. 11— durante esta fase de degradación y desatención en la cual los pavimentos de
la basílica ya no fueron arreglados. Sin embargo, el hallazgo del duodécimo fragmento

BRAC, 173, I (2024) 373-399 381


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

1.3. EL ENTERRAMIENTO DE HIERONIMUS: LA SEPULTURA NÚM. 22


La sepultura núm. 22 se encontró directamente por debajo de la lápida
funeraria de Hieronimus, en el centro de la nave central, donde se cruzan
los ejes longitudinal y transversal de la basílica. Se trata de una cista instala-
da a una profundidad de unos 30 cm por debajo del suelo, bastante más
profundo que la tapa del sarcófago núm. 11. La cista mide 1,95 m de lar-
go, 55 cm de ancho y 60 cm de alto. Sus paredes están construidas en
parte con lajas y en parte de mampostería sin empleo de mortero; su suelo
es la propia roca natural. Estaba cubierta por dos losas de granito, cuidado-
samente selladas con barro. El cierre hermético de la tumba y probable-
mente también las gruesas capas de escombros que se depositaron en esta
parte de la nave central habían evitado la entrada de las aguas pluviales y
por eso, su contenido se halló —después de más de trece siglos— en un
extraordinario estado de conservación.
Dentro de la cista encontramos el esqueleto de un varón de una edad
biológica de 35-40 años, confirmando lo que nos dice el epitafio —evi-
dentemente, eran los restos mortales de Hieronimus, un hombre de unos
170 cm de altura aproximada—. Había sido enterrado de manera habitual
en la época, en posición decúbito supino, con la cabeza en el extremo oc-
cidental de la sepultura (Fig. 5). El análisis antropológico del esqueleto no
nos ha proporcionado indicios de la causa de su muerte. Lo que sí ha mos-
trado es que Hieronimus sufrió de Morbus Scheuermann, una afectación de las
vértebras dorsales que produce una curvatura en la espalda. O sea, que Hie-
ronimus era un tanto cheposo, nada que ver con la causa de la muerte.
Lo que no esperábamos era el hallazgo de otro esqueleto, de un indivi-
duo infantil, probablemente de una niña de unos dos a tres años de edad:
tenía una altura aproximada de unos 80 cm; algunas anomalías en las re-
giones metafisarias de los huesos largos podrían indicar que había sufrido
de escorbuto, lo que podría haber causado su fallecimiento. También se
encontraba in situ, en posición decúbito supino con la cabeza hacia Oeste,

del epitafio de Hieronimus que estaba apoyado en la pared del sarcófago núm. 11 habla
en favor de una relación cronológica invertida: aparentemente, la última inhumación
en la sepultura núm. 11 se efectuó en un momento posterior a la de Hieronimus en 646
d. C. —aun así, es difícil explicar la presencia de restos de pavimento conservados por
encima de la sepultura núm. 11. No obstante, nuestra conclusión de 2021 —que Hie-
ronimus no había sido el primer individuo enterrado en la sepultura núm. 22— se ha
visto confirmada de otra manera, concretamente por los materiales antropológicos que
ponen de manifiesto que había habido inhumaciones anteriores.

382 BRAC, 173, I (2024) 373-399


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

Fig. 5. «La Losilla», basílica. Excavación de la sepultura n.º 22 con los esqueletos
de Hieronimus y de la niña in situ (foto J. Krüger).

al lado Sur del esqueleto de Hieronimus (Fig. 6). La superposición de algu-


nas costillas de la niña a las del varón demuestra que se había colocado el
cadáver de la niña sobre la parte superior del adulto, en un momento con-
temporáneo o posterior. Sin embargo, el hecho de que los fémures y una
tibia de la niña se encontraban por debajo de la mitad derecha de la pelvis
y del fémur derecho de Hieronimus refleja que ambos individuos fueron
enterrados en el mismo momento— la superposición de los huesos del
varón por encima de los de la niña debe haber ocurrido con posterioridad,
a lo largo del proceso de descomposición.
Hieronimus por tanto no había sido enterrado solo, sino junto con una
niña pequeña que fue colocada en su brazo derecho. Queda por saber si
había alguna relación familiar o social entre los dos: si esto fue el caso ¿por
qué el epitafio se limita a conmemorar a Hieronimus y no hace mención
alguna de la niña?, o si no ¿por qué se inhumó a la niña en una sepultura
ajena y en los brazos de un desconocido? Por el momento no podemos
dar respuesta a dichas preguntas.
Otro aspecto a tener en cuenta es la ausencia de «paquetes óseos» lo
que, a primera vista, pudiera indicar que Hieronimus hubiera sido el primer

BRAC, 173, I (2024) 373-399 383


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

Fig. 6. «La Losilla», basílica, sepultura n.º 22. Documentación gráfica de los esque-
letos de Hieronimus (en azul), la niña (en verde) y de los clavos de hierro (en rojo)
in situ (dibujo Fr. v. Droste).

individuo enterrado en la sepultura núm. 22. Sin embargo, después de


extraer los esqueletos, y limpiando la cista vacía, hallamos, en la ranura
entre el suelo y la pared meridional, varios dientes y dientes de leche per-
tenecientes a por lo menos otros dos individuos infantiles de sexo indefi-
nido, uno de una edad de 4 a 6 años y otro de 7,5 meses a 12 años. Es
poco probable que esos dientes hubieran llegado desde fuera —debe tra-
tarse de los restos de inhumaciones anteriores en la sepultura núm. 22 que
fueron quitados antes de enterrar a Hieronimus y la niña en 646 d.C.
La sepultura entonces no fue instalada para Hieronimus a mediados del
siglo VII, sino previamente, para personas pertenecientes a generaciones
anteriores. Cuando se reutilizó la tumba, en vez de colocar los huesos de
estos individuos en «paquetes óseos», como era la costumbre, fueron reti-
rados —quizás, debido al estatus social elevado de nuestro Hieronimus, sus
parientes querían ofrecerle un enterramiento «individual». Por lo tanto, de
la fecha del epitafio no se puede deducir la de la basílica: sólo demuestra
que existía ya antes del año 646 d. C.— aunque queda por establecer si
fue fundada a inicios del siglo VII o bien en un momento del siglo VI.
A esas observaciones hay que sumar otra más que hicimos en la parte
nororiental de la cista: Muy cerca de la pared septentrional, había dos pie-
dras colocadas en el suelo (Fig. 5). No puede tratarse de escombros del
derrumbe caídos desde arriba: la desviación de las piernas del esqueleto de
Hieronimus hacia el Sur demuestra claramente que ya estaban así en el
momento del entierro. En las tumbas núms. 05 y 15 de la basílica de «La
Losilla» habíamos documentado piedras semejantes, repartidas en los ex-
tremos y en el centro de las tumbas, y ambas sepulturas contenían una

384 BRAC, 173, I (2024) 373-399


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

gran cantidad de clavos de hierro —¡103 y 130 piezas!— con restos de


madera adherentes; hay pocas dudas de que esos clavos provinieran de
ataúdes de madera que, en su tiempo, fueron colocados sobre las piedras.
En la tumba de Hieronimus, por el contrario, sólo había dos piedras en
la esquina Noreste —es imposible que hubieran sostenido un ataúd. Pero
sí pudieran haber servido como apoyo para algún otro objeto más peque-
ño y, de hecho, al lado y en medio de esas dos piedras, hallamos 22 clavos
de hierro con restos de madera adherentes. Parece, pues, que aquí había
sido depositado algún objeto de madera, construido con clavos de hierro y
colocado sobre las dos piedras. ¿Qué era? ¿Una caja? ¿Un mueble? Lo
ignoramos —y tampoco quedan vestigios de su posible contenido, que
debe de haber consistido en materiales orgánicos—.

1.4. RESULTADOS
El contexto arqueológico de la lápida funeraria de Hieronimus nos lleva
a las conclusiones siguientes: Cuando en 646 d. C. Hieronimus fue enterra-
do en «La Losilla», ya existían tanto la basílica como la sepultura núm. 22
en el centro de su nave central, pero como no podemos estimar cuántas
inhumaciones anteriores haya habido, es imposible precisar el período de
utilización precedente del edificio y de la necrópolis; sin embargo, parece
que la iglesia se fundó como muy tarde a inicios del siglo VII.
Dos observaciones indican el elevado estatus social de Hieronimus, que
ya se deducía de su elaborado epitafio: primero, la elección, para su entie-
rro, de la sepultura núm. 22 en medio del eje longitudinal de la nave cen-
tral —sin duda un sitio privilegiado—, y segundo, el hecho de que se va-
ciara la cista antes de enterrar al nuevo titular de la tumba, un procedi-
miento bastante infrecuente no sólo en «La Losilla», sino también en otras
necrópolis hispanas de época visigoda.
Esto nos lleva a algunas consideraciones sobre el personaje de Hieroni-
mus y su posible relación con la basílica de «La Losilla»: se trata de una
iglesia «rural», a más de 20 km de distancia tanto de Solia como de Baedro,
los dos municipia romanos de la comarca de Los Pedroches 27, y aún más

27
Los restos de la ciudad romana de Solia se ubican alrededor del cortijo de Majadaiglesia
y la Ermita de la Virgen de las Cruces en el término municipal de El Guijo (STY-
LOW: 1986); el municipio romano Baedro todavía no ha sido localizado, pero debe de
haber existido en la parte occidental de Los Pedroches (STYLOW: 1987, pp. 62-97;
SILLIÈRES: 1990, pp. 498 s.).

BRAC, 173, I (2024) 373-399 385


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

lejos de grandes centros urbanos como Corduba o Emerita. Es bien posible


que la iglesia haya servido como iglesia parroquial para la población cam-
pesina del entorno, pero, sin embargo, resulta difícil imaginarse que Hiero-
nimus hubiera formado parte de aquélla: él era un personaje acomodado,
con educación e interés por la literatura, miembro de una clase social ele-
vada. ¿Por qué se optó por enterrarle en un ambiente rural? La explicación
más plausible es que perteneciera a una familia de terratenientes que, ante-
riormente, hubiera fundado la iglesia que nosotros hemos excavado: hay
testimonios epigráficos de iglesias propias fundadas por laicos en el am-
biente rural, en el contexto de villae o haciendas suyas que servían como
parroquias para los campesinos, pero también para los enterramientos de
sus fundadores 28. Aunque el epitafio de Hieronimus carezca de tales indicios,
se puede suponer que él era descendiente de una familia de possessores ha-
cendada en la comarca de Los Pedroches, razón para su entierro en esa
pequeña iglesia rural haya pasado su vida allí o no 29.
Sin embargo, otras preguntas quedan sin resolver: no podemos ofrecer
explicaciones satisfactorias para el enterramiento de la niña pequeña con
Hieronimus, y tampoco sabemos qué objeto de madera era el que se deposi-
tó en la tumba. Hay que esperar a que, en un futuro, a partir de nuevos
descubrimientos en este yacimiento o en otro, pueda darse una explicación.
28
Del enterramiento de fundadores dentro de sus iglesias hablan las inscripciones funera-
rias de un Belesarius precedente de Ategua (Córdoba), calificando al fallecido como con-
ditor (...) huius baselice (CIL II2/5, 482; comp. infra, nota 57), y de una Anduira inl(ustr)is
[femina] procedente de Vildé (Soria), que, como dice el texto, hanc ecle[siam] cum viro
suo [And]uiro inlust(r)e [- - -] fecerunt (ICERV 505). Sin embargo, el entierro de un
miembro de la clase alta en una iglesia no necesariamente requiere que la hubiera do-
nado: dentro de las Formulae Visigothicae, se conserva la plantilla de un testamento pre-
suponiendo que el testador haya legado unos bienes a una iglesia ya existente, adqui-
riendo así el derecho de ser enterrado en la misma (Formulae Visigothicae, XXI).
29
En principio, nos podemos imaginar a Hieronimus como un habitante de un centro
urbano como Corduba o Emerita, donde habría disfrutado de la compañía de personas
con intereses iguales. Sin embargo, parece que al menos algunos de los terratenientes
hispanos de época visigoda sí vivían en sus alquerías —aludimos al famoso epitafio del
noble Oppila, que fue hallado in situ en 1820 en el término municipal de Villafranca
de Córdoba (Córdoba)—: nos cuenta su muerte en una campaña contra los Vascones
en 642 d. C. y el traslado de su cadáver «a casa» —«domum»— por sus seguidores,
donde fue enterrado en presencia de su esposa, sus hijos y sus esclavos (CIL II2/7, 714).
El lugar del hallazgo de la inscripción —un olivar a un cuarto de legua al Norte de Vi-
llafranca (LAÍN Y ROJAS: 1820, p. 3; RAMÍREZ DE LAS CASAS-DEZA: 1840,
pp. 413 s.)— está situado a unos 6 km al Noroeste del actual El Carpio (Córdoba)
donde se localiza la Onuba mencionada por Plinio el Viejo (C. Plinii Secundi naturalis
historia III, 10); el hogar de Oppila era entones un asentamiento rural.

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EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

2. LA INSCRIPCIÓN

2.1. SU ESTRUCTURACIÓN
El texto 30 , rematado por
una cruz griega, se desarrolla
en doce renglones, que ocu-
pan la totalidad de la cara
frontal del soporte marmóreo,
sin ningún tipo de marco
(Fig. 7). Tanto formalmente
como relativo al contenido, la
inscripción se articula en dos
partes: la primera (ll. 1-8),
«espiritual», revela, por un
lado, el nombre Hieronimus
del muerto en forma de un
acróstico silábico con letras
mayores en las ll. 1, 3, 5 y 7;
por otro, habla de la pecami-
nosidad del difunto y su con-
fianza en la redención, en
cuatro oraciones que arrancan
con una sílaba de su nombre
y continúan por una segunda
línea, sangrada.
La segunda parte (ll. 9-12),
que podríamos llamar «secu-
lar», informa en otras dos
oraciones de dos líneas cada
una de la duración de su vida
Fig. 7. Córdoba, Museo Arqueológico y
(ll. 9-10) y la fecha de su fa- Etnológico Provincial. Inscripción funeraria
llecimiento (ll. 11-12). de Hieronimus procedente de la basílica de
«La Losilla», (foto F. Schlimbach).

30
Agradezco a Raquel López Melero, Werner Suerbaum e Isabel Velázquez Soriano sus
comentarios críticos. Editio princeps en STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, pp. 99-104,
cuando no se conocían más que once fragmentos y faltaba el de la esquina derecha in-
ferior; versión resumida en SCHLIMBACH: 2021, pp. 38-39; texto completo, pero
con algunas faltas en SCHLIMBACH: 2023, p. 433 nota 83.

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Fig. 8. Córdoba, Museo Arqueológico y Etnológico Provincial. Inscripción fune-


raria de Hieronimus procedente de la basílica de «La Losilla», detalle de las líneas 3
y 4 (foto M. Kiefer).

2.2. SU EJECUCIÓN
Para la grabación del texto, trazaron en el campo epigráfico una trama
de finas líneas guía paralelas, distantes 4,8 cm entre sí para los renglones
del texto, y 1,7 cm para los espacios interlineales. Las letras del acróstico
miden 6-6,5 cm y están como «colgadas» de las respectivas líneas guía su-
periores. Las letras, grabadas con un ritmo vivaz, generalmente respetan
esas cajas predeterminadas o quedan ligeramente cortas. Sus formas corres-
ponden a las versales de la avanzada escritura lapídea visigoda, con pocas
letras que se desvían algo de las formas clásicas, como A, B, D, M y N; son
ausentes las típicas formas visigóticas de la Q y la V, de influencia uncial.
Muy características, en cambio, son los numerosos nexos que abarcan has-
ta cinco letras (ll. 3/4), pero sobre todo las muchas letras de menor tamaño
bien inscritas o bien superpuestas, un estilo que marcará más tarde muchas
inscripciones mozárabes sobre piedra. No hay separadores de palabras
—con la única excepción del triangular signo de puntuación en l. 9, que
separa cifras de letras—, y algunos nexos incluso unen dos palabras indivi-
duales. Hay pocas abreviaturas y esas son señaladas por líneas superpuestas.
La ejecución de la grabación es de muy buena calidad, sobre todo al lado
de otras inscripciones aproximadamente contemporáneas procedentes de
Los Pedroches y la vecina Sierra Morena (cf. abajo sobre la cronología). En
algunos sitios, sin embargo, el quadratarius ha omitido grabar algún que
otro de los trazos dibujados de la minuta o se ha desviado de ella: así falta
en l. 4 la tercera asta de la N de SECVNDA (o un nexo uniendo la se-
gunda asta con la siguiente D); de la E de EVM, en el mismo renglón, que
debía formar un nexo con el A antecedente, no se grabó más que la barra

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EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

transversal media como una pequeña raya horizontal sin conexión con
otros trazos (comp. Fig. 8); en l. 5, el nexo MB podría leerse también
como NB, aunque la forma disimulada anbiguus no está atestiguada; en l.
7, finalmente, los dos trazos de la V de VENIAM no coinciden. En resu-
men, cabe decir que el quadratarius puede haber sido un competente can-
tero, pero que su comprensión del texto era incorrecta o al menos solo
parcial.

2.3. TRANSCRIPCIÓN DIPLOMÁTICA


Como acróstico: HIE/RO/NI/MVS
+
ITERANS CVRAM PRO DELICTIS
SVIS PIE VIXIT IN EVO
ROGATVR POTENTIA DI VT
4 DE SECVUNDA EVM ERVAT TVTVM
NIHIL AMBIGVVS DE GRATIA
XPI QVI EVM A PVLVERE FINXIT
MVSITANTER VENIAM POSCIT
8 QVIA SVA DELICTA COGNOSCIT
XXXV IN HOC SCLO
VITAM DVX[I]T ANN
XVIII KL MAI FATALI SOR
12 TE MIGRAVIT ERA DCLXXXIIII

2.4. COMENTARIOS
2.4.1. EL ACRÓSTICO
El nombre de Hieronymus, aquí en su forma latinizada Hieronimus, hasta
ahora no estaba atestiguada en la epigrafía antigua de Hispania; es poco
frecuente en general y carece de connotaciones cristianas.
El recurso literario del acróstico, es decir, de un texto que resulta de la
lectura de las letras o sílabas iniciales de sucesivos versos o estrofas de un
poema, aparece ya en las literaturas del Antiguo Oriente y se encuentra

BRAC, 173, I (2024) 373-399 389


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

desde las poesías helenísticas pasando por la Latinidad dorada y plateada


hasta la Antigüedad Tardía, pero sobre todo en la Antigüedad Tardía
cristiana y la temprana Edad Media 31. Se trata, en la mayoría de los casos,
de acrósticos de letras en textos métricos 32. Muy raramente esos se en-
cuentran también en textos de prosa 33. Completamente singulares, sin
embargo, parecen ser acrósticos silábicos en textos de prosa, como es el
caso de la inscripción aquí presentada, y eso no solo en Hispania, sino
—hasta donde vemos— en todo el Occidente latino 34. Insólita es aquí
además la combinación de renglones organizados como acrósticos con
renglones normales.

2.4.2. PRIMERA PARTE (LL. 1-8)


Ll. 1/2: El complicado reto de amalgamar en un nexo la sílaba ono-
mástica HIE con las primeras tres letras de ITERANS simplemente no
pudo ser solucionado satisfactoriamente por el ordinator de la minuta. Delic-
ta es un sinónimo del más habitual término peccata. (A)evum designa aquí la
vida terrenal.
Ll. 3/4: A diferencia de las frases de ll. 1/2, 5/6 y 7/8, en las que cada
vez hay que entender a Hieronimus como el sujeto de una oración activa,
aquí se optó por una construcción pasiva, quizá para evitar un cambio de
sujeto entre la oración principal y la subordinada y con eso la potencial
ambigüedad del objeto directo —se (o eum).
Pero ¿qué es lo que se espera de la invocada potencia de Dios? Que
debe eruere a Hieronimus —un verbo que no antes de contextos cristianos

31
Una visión general en DAMSCHEN: 2004, pp. 88-94; comp. también ARENAS-
DOLZ: 2010, pp. 19-34.
32
P. ej., CIL III 6306; CIL VIII 7156; cristianas: CIL V 6723. 6725. 6731; IHC 128. 385.
386 = ICERV 274. 281. 282 (para dos obispos y un abad).
33
P. ej., en la inscripción tardoantigua cristiana CIL V 1693 de Aquileia (acróstico con
teléstico). Ocasionalmente aparecen elementos textuales que son de leer vertical-
mente (sin ser acrósticos) en inscripciones tardoantiguas hispanas, p. ej., en CIL II2/5,
52 (pagana) o HEp 9, 1999, 193 (cristiana); elogio conyugal antepuesto verticalmen-
te al epitafio (uxor bo[n]a dulcis) en CIL II2/7, 705, de El Germo (Espiel), cerca de
Añora.
34
Una forma híbrida ofrece la inscripción IHC 130 = ICERV 509, de Córdoba, en la que
al nombre MARIA, formado por un acróstico de letras, sigue un elemento silábico.
Algo parecido se observa en IHC 213, donde en el texto DANIELIS EPISCOPI,
formado como acróstico de letras mayores, las letras LIS y PIS son destacadas como un
acróstico silábico. Desde luego, ambas inscripciones son de época post-visigoda.

390 BRAC, 173, I (2024) 373-399


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

asume la acepción de «liberar, redimir, salvar» 35— de la secunda y ponerle a


salvo de ella, una construcción elíptica con el tutum predicativo sucinta-
mente cerrando la frase 36. Ahora bien, en este contexto secunda no puede
significar otra cosa que mors secunda, la «segunda muerte», un concepto que
proviene del «Apocalipsis» de San Juan 37 y jugó un papel importante en la
literatura patrística latina; principalmente en San Agustín, quien desarrolló
una doctrina sistemática de los diversos géneros de muerte: Todos los hu-
manos están sujetos a la muerte física como castigo por el pecado original
de desobediencia cometido por los primeros padres; así como a la muerte
del alma cuando esa es apartada de Dios como castigo terrenal. Pero los
iusti son redimidos por Cristo y gozarán de la vida eterna en su cuerpo
mortal, una vez reunido con el alma. A los demás les aguarda la mors aeter-
na, el eterno suplicio infernal y la pérdida de la salvación de su alma. Ésta
es la «segunda muerte», mors secunda; y no incurrir en ella era el objeto de
los fieles angustiados en sus súplicas presentadas con humildad y esperan-
za 38. Es de suponer que el autor del epitafio no haya tenido mayor interés
por sutilezas teológicas más finas. El tiempo presente de las oraciones de las
ll. 3-8 corresponde a ese estado intermedio entre la muerte física y el jui-
cio final, mientras que el perfecto de las ll. 1/2 y 9-12 se refiere a la pasada
vida terrenal.
En los epitafios cristianos las menciones de la mors secunda son práctica-
mente inexistentes, con la única excepción de una inscripción del siglo
octavo, de Tréveris: Hic requiescit Rotfridus s(a)ecularis fidelis, [qu]e(m)
D(omi)n(u)s per manu(m) angel[i a] morte secunda liberare dignetur. In vigilia
s(an)c(t)[i Mart]ini recessit a s(a)e[cul]o 39. Puesto que en las inscripciones no se

35
Véase ThLL V 2 col. 846, ll. 7 ss., esp. ll. 27 ss. Comp. Itala, Dan. 3, 17 (Tert. Scorp. 8
p. 161, 22): (scil. Deus) potens eruere nos de fornace ignis; cfr. Tert. Nat. 2, 17 p. 132, 5:
cur Delphos de manu Pyrrhi Apollo non eruit?
36
Es tentador reconocer en el atrevido múltiple nexo TVTVM una alusión a la Pasión,
una cruz entre dos cerros.
37
Apocal. 2, 11; 20, 6. 14; 21, 8. Sigue siendo fundamental PLUMPE: 1951. El trabajo de
MIYATANI: 1998 es más bien descriptivo y ya no está disponible on-line. Para lo si-
guiente comp. la bibl. citada en MARINA SÁEZ, MEDINA GONZÁLEZ: 2012, p.
231, nota 3.
38
Agustín conoce todavía otro género de muerte más, la muerte espiritual, cuando el alma
está totalmente alejada de Dios aun antes de la muerte física. Con esos conceptos cris-
tianos no debe confundirse la noción muy extendida de que, después de su muerte fí-
sica, un hombre sufrirá una segunda muerte cuando también su memoria caiga en el
olvido, una noción ya presente, p. ej., en Boecio (cons. 2 carm. 7, 23-26).
39
MERTEN: 2018, núm. 25.

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suelen tematizar ni las torturas del infierno ni el mismo diablo 40, a pesar de
ser conceptos familiares para los fieles por la catequesis y las homilías, cabe
sospechar que en el ámbito personal esquivarían nombrarlos por una espe-
cie de temor supersticioso a invocarlos. Un temor similar podría haber
sido la razón, en nuestra inscripción, de callar incluso la palabra mors, pues-
to que puede excluirse su omisión por descuido en vista de la cuidadosa
planificación de la redacción que se evidencia por doquier.
Ll. 5/6: La sílaba Christ- aparece en la habitual abreviatura griega XP.
Entiéndase: nihil ambiguus (est) de gratia Christi, «no tiene duda alguna de la
gracia de Cristo», es decir, de la gracia que debe al supremo sacrificio del
Salvador 41. Sin embargo, a continuación se le atribuye a esa segunda per-
sona divina la creación de Hieronimus con una expresión altamente idiosin-
crática, qui eum a pulvere finxit, un eco casi textual del relato de la Vetus
Latina sobre la creación de Adán 42: finxit Deus hominem pulverem de terra.
No he encontrado ningún paralelo de esa variante individualizante del
Génesis.
Ll. 7/8: Hasta ahora, la palabra musitanter no estaba atestiguada salvo
por los Glosarios latinos, donde es explicada como «leniter». En el Thesau-
rus Linguae Latinae (VIII col. 1706, ll. 67-70) su significado es indicado
como «obscurum» y se duda de su derivación de mussitare. Desde luego, su
utilización en el presente contexto no deja lugar a dudas de que musitanter
sea el adverbio del participio del presente del verbo mus(s)itare, a su vez
intensivo de mus(s)are 43 de significado fundamentalmente semejante:
«murmurar, musitar, balbucear, hablar bajo», a menudo por miedo o dis-
gusto 44. Hieronimus pide pues humildemente remisión, porque (re)conoce
sus pecados, o sea, que siente remordimiento. Con la referencia a la cura
pro delictis suis de l.1 se cierra ahora el círculo de la parte acróstica de la
inscripción, acentuado por una rima leonina de los dos cola de la última
oración: poscit – cognoscit.

40
Raras (y tardías) excepciones en Hispania son IHC 385 l. 4 y 6 = ICERV 282 l. 4 y 6:
s(a)eb(a)e <geh>enn(a), e IHC 386 l. 8 = ICERV 282 l. 8: (scil. Diabolus) deboret ne
animam mersam fornacibus a<e>stu.
41
La construcción de ambiguus con de es muy poco frecuente, pero cf. Lactancio, ira 5, 17.
42
Gen. 2, 7 (Aug. gen. ad litt. 6, 1. 7, 1); cf. ibid. 3, 19 en la expulsión del Paraíso: pulvis
es et in pulverem reverteris.
43
Simplificación de las geminadas es atestiguada en muchas otras formas de los dos verbos:
ThLL VIII col. 1707, ll. 24 ss. col. 1708, ll. 45 ss.
44
ThLL VIII col. 1707, ll. 26 ss; col. 1708, ll.45 ss.

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EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

Por cierto, con esto no se acaban los recursos retóricos; es que cada una
de las cuatro oraciones de esa parte termina con una clausula:
… vixit in (a)evo
… eruat tutum
… pulvere finxit
… delicta cognoscit
Esas clausulae ya no son las de la métrica cuantitativa de la Latinidad
Clásica; a partir del siglo cuarto —comenzando por Amiano y Agustín—
esas vienen a ser suplantadas por clausulae de una métrica acentual, cuyos
distintos tipos se conocían por cursus. El aquí utilizado, a su vez el más
popular, es el cursus planus: óooóo.

2.4.3. LA SEGUNDA PARTE (LL. 9-12)


La disposición de los renglones en esta parte da la impresión de conti-
nuar —al menos parcialmente (sobre la irregularidad de ll. 11/12 véase
infra)— la imagen estructural del texto acróstico, con las líneas pares san-
gradas respecto a las impares, mientras que a las sílabas del nombre Hiero-
nimus corresponderían aquí los llamativos bloques de cifras con los datos
vitales del difunto (edad y fecha del fallecimiento).
Ll. 9/10: In (hoc) saeculo es una locución corriente en las inscripciones
cristianas por la existencia terrenal, «en este mundo, en esta tierra» 45, a
veces —como aquí— abreviada en SCLO 46. La I de DVXIT, seguramente
de menor tamaño, se ha perdido en la fractura del soporte. En nuestro
artículo de 2021, se echaba en falta la especificación annis (o más bien an-
nos, según el estilo de la época) detrás del número de los años, excluyén-
dose, sin embargo, que ella hubiera estado en el fragmento que en aquel
entonces todavía desconocíamos, porque hubiese significado un espaciado
aparentemente exagerado para una oración en prosa, a diferencia de un
texto métrico 47. Ahora vemos que es exactamente esto lo que pone la
inscripción y que efectivamente existe ese inverosímil espaciado entre el
comienzo y el final de la oración. Los años, por cierto, aparecen abrevia-

45
P. ej., ICERV 480 = 42 (a. 588). 291 (a. 543). 86 (a. 632); CIL II2/5, 1273; AE 2003,
916 (a. 619); IHC 214 (a. 958). Parecida ICERV 172 = CIL II2/7, 706 de El Germo
(Espiel) cerca de Añora: vixit in hoc mundo.
46
IHC 54 = ICERV 66 (a. 662); IHC 99 = ICERV 157 = CIL II2/7, 482 (a. 662?); AE
1946, 233 (a. 1040).
47
STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, p. 102.

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ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

dos en las tres letras ANN. ¿Cómo desarrollarlas? Ya en 2021 48 se había


hecho hincapié en que la locución vitam duxit no es idéntica al simple
vixit, porque aquélla pide un complemento cualificativo, normalmente un
adjetivo predicativo 49, que aquí no existe. Ese complemento, a todas luces,
es ANN, que entonces habría que entender como un genitivus qualitatis y
desarrollar ann(orum). La prueba de que esa es la resolución correcta la
ofrece el hecho de que también esa oración termina con una clausula pla-
na:… dux[i]t ann(orum), lo que a su vez significa que la estructura de la
primera parte de la inscripción continúa en la segunda 50.
Ll. 11/12: Ya no sorprende, pues, que volvamos a encontrar dicha es-
tructura en esta, la última oración, si bien, a primera vista, de forma algo
menos aparente: Contiene la única separación de palabras en toda la ins-
cripción (sor/te) 51, el segundo renglón (l.12) no está sangrado, y después de
la clausula (…sorte migravit) viene todavía la datación por la era hispánica.
Es evidente que faltaba espacio si se quería mantener la estructura básica, y
así se prescindió hasta de la formula (sub) die ante la indicación del día, que
hubiera sido lo normal en esta parte de la Bética.
Con el verbo migrare se denota en los textos paleocristianos con fre-
cuencia el éxodo del alma del cuerpo, normalmente en una construcción
preposicional indicando o el origen o bien el destino de tal migración 52.
De la Hispania visigoda no se conocían hasta ahora más que dos ejemplos
epigráficos de ese uso, hallados en el suroeste de la Península 53, igual que
nuestra inscripción. En ésta, sin embargo, migrare aparece sin ninguna pre-
posición; el uso se combina con otra fórmula estereotipada, fatalis sors,
«suerte personal determinada por la fortuna» o «giro del destino». Es una
locución, en principio, de sentido neutral, tal como la usa Apuleyo en el

48
STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, p. 102.
49
P. ej. mundam transegit vitam (IHC 33 = ICERV 480; a. 588); vitam monasticam duxit
(IHC 385 = ICERV 281); vitam duxit praeclaram (IHC 258; siglo XI); iucundam
vitam … duxit (CIL XII 2130).
50
Y demuestra a la vez que la inscripción estaba pensada para ser leída en voz alta, con las
abreviaturas resueltas.
51
El recurso de acomodar la palabra sorte entera en este renglón no era viable, porque
detrás de la R hay un rebaje natural en el mármol (no aparente en la fotografía), que
no se prestaba a la grabación.
52
Migrare ad con acusativo o migrare ab, de o ex con ablativo, véase ThLL VIII col. 936, ll.
10 ss.; comp. STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, p. 103 con nota 32.
53
HEp 7, 1997, 157, de Pueblonuevo del Guadiana en el territorio de Emerita: ex hac luce
migravit; IHC 378 = ICERV 163 = CIL II2/7, 647, de Córdoba: migravit ab hoc (a)evo.

394 BRAC, 173, I (2024) 373-399


EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

siglo II (met. 7, 6: Zacynthum petebat, quam sors ei fatalis decreverat tempora-


riam sedem).
Pero pronto adquiriría connotaciones ominosas, convirtiéndose prácti-
camente en un eufemismo perifrástico, y sinónimo, de la muerte 54. Así la
utilizan, en el siglo IV, Amiano Marcelino (17, 11, 5: fatali decesserat sorte;
27, 5, 10: fatali sorte decessit), y más tarde, en el V, Prudencio (contra
Symm. 2, 459: fatalem … incumbere sortem), el Cod. Theodos. (3, 13, 3 pr.:
fatali … sorte consumptus) o la Historia Augusta (Avid. Cass. 1, 3: perisse
fatali sorte)55.
En la indicación de los años de la era hispánica cabe señalar, aparte del
elegante nexo de la L y las tres X, la forma del numeral L, girada 45 grados
respecto a su orientación normal, para distinguirla de su uso como letra,
distinción parecida a la que se puede observar en el uso de la D como letra
o numeral respectivamente. Con esta cronología de era 684 = año 646 d.
C., la inscripción de Hieronimus encaja perfectamente en el bien documen-
tado horizonte, abarcando medio siglo (613-665 d.C.), de inscripciones
cristianas fechadas en Los Pedroches y Norte de Sierra Morena 56.

2.4.4. LECTURA DEL TEXTO Y PROPUESTA DE TRADUCCIÓN


Hie/ro/ni/mus // Iterans curam pro delictis / suis pie vixit in (a)evo. // Ro-
gatur potentia D(e)i, ut / de secunda eum eruat tutum. // Nihil ambiguus de
gratia / (Christ)i, qui eum a pulvere finxit. // Musitanter veniam poscit, / quia
sua delicta cognoscit. // XXXV in hoc s(ae)c(u)lo / vitam dux[i]t ann(orum). //
XVIII K(a)l(endas) Mai(as) fatali sor/te migravit (a)era DCLXXXIIII.
Hie/ro/ni/mus // Constantemente preocupado por sus pecados vivía
piadosamente en el mundo. / El poder de Dios es implorado para que lo
redima de la Segunda (Muerte) poniéndolo a salvo. / No tiene ninguna
duda de la gracia de Cristo, quien lo formó del polvo. / Humildemente
pide remisión, porque reconoce sus pecados. / Llevó una vida de 35
(años) en esta tierra. / El decimoctavo (día) antes de las calendas de mayo
(14 de abril) se fue por su destino mortal en la 684a era (año 646 d.C.).

54
Encontramos una circunlocución comparable en el contemporáneo epitafio de Oppila,
de Villafranca de Cordoba (IHC 123 = ICERV 287): norte … multatus.
55
Véase ThLL VI 1 col. 333, ll. 62 ss.; col. 334, ll. 20 ss.
56
CIL II2/7, 791 (a. 613). 707 (a. 615). 704 (a. 632). 714 (a. 643). 706 (a. 649). 779 (a.
650). 749 (a. 663). 705 y 780 (a. 665). Para una visión más amplio véase SCHLIM-
BACH: 2023, pp. 405-446.

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ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

3. CONCLUSIONES

¿Quién era ese Hieronimus? Hemos visto (supra, aptdo. 1) que el con-
texto arqueológico de su sepulcro y su espléndido epitafio permiten dedu-
cir que poseía una elevada situación social. Su relación con la iglesia de
«La Losilla» pudo basarse en su pertinencia a la familia de terratenientes
que la había fundado o, simplemente, porque había adquirido el derecho a
ese sepulcro por alguna donación que le había legado. Su epitafio nos in-
forma de poco más que de sus datos vitales y su preocupación por la salva-
ción de su alma. Con todo, es improbable que haya sido clérigo, porque
difícilmente se habría silenciado ese detalle; y no se esperaría una afirma-
ción un tanto heterodoxa, como la de un Cristo creador (l. 6), de la boca
de un clérigo.
Más que por el contenido, aprendemos a través de la forma externa e
interna del texto sobre el difunto; o, mejor dicho, sobre el autor de la
inscripción, puesto que ella no fue redactada por el mismo Hieronimus en
vida. A diferencia de cómo, por ejemplo, actuó un contemporáneo suyo,
Belesarius de Ategua 57.
Es verdad que la segunda parte de la inscripción con los datos vitales y la
fecha de la muerte de Hieronimus (ll. 9-12) pudiera, tras su óbito, haber sido
añadida a la primera parte compuesta por él en vida; pero todo ese titulus
figuratus es de una sola pieza, y fue claramente concebido y elaborado como
tal. Ello se desprende no sólo de la grabación uniforme de la inscripción
entera, sino, especialmente, de la organización compositiva que subyace a
todo el texto: Lo constituyen seis oraciones, de dos renglones cada una,
con el segundo renglón sangrado (excepto en l. 12). Las primeras cuatro
oraciones arrancan con una sílaba del nombre de Hieronimus, formando así
un acróstico; las últimas dos retoman ese esquema gráficamente con sus
bloques numéricos iniciales; y todas las oraciones terminan con una clausula.
Para conseguir esos efectos, se forzaba, a veces, el orden de palabras de un
modo más propio de un texto métrico que de prosa (comp., p. ej., el espa-
ciado en ll. 9-10), insertaba por razones métricas una palabra no estricta-
mente necesaria (tutum en l. 4), o suprimía otra (p. ej., sub die en l. 11, qui-
zás también morte en l. 4). Naturalmente, no podían faltar otras estrategias
retóricas como las rimas leoninas en ll. 7/8 y, en general, un vocabulario
rebuscado (iterans curam, nihil ambiguus, musitanter).
57
En su epitafio (IHC 99 = CIL II2/5, 482), redactado en vida, se dejaron espacios vacíos
para su edad y su día de muerte, igual que para la completa fecha de su muerte: (a)era
DCC(vacat). Esos huecos no fueron complementados después de su fallecimiento.

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EL EPITAFIO DE HIERONIMUS (AÑORA, CÓRDOBA), UN SINGULAR TITULUS FIGURATUS…

El resultado de todos esos artificios es un ingenioso titulus figuratus (no


está claro si la intención era representar una figura concreta), que acusa su
parentesco con la tradición de los carmina figurata y quadrata de un Opta-
ciano Porfirio 58 o un Venancio Fortunato 59, o con las virguerías métricas
de un Eugenio de Toledo 60, pero sin dar el paso definitivo a los poemas
figurados. Con todo, es un testimonio precioso para la existencia, en épo-
ca visigoda tardía, de un ambiente de personajes acomodados de exquisitos
gustos literarios, probablemente centrado en las metrópolis, como Toletum,
Emerita, Hispalis o Corduba, pero con claras vinculaciones de sus miembros
con sus propiedades rurales.

ABREVIATURAS / BIBLIOGRAFÍA

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Grattius, Manilius und Silius Italicus». Philologus, 148 (2004), pp. 88-
115.

58
Para una vista panorámica actual véanse las distintas contribuciones en SQUIRE,
WIENAND: 2017. Siguen siendo valiosas las reflexiones de CHAPARRO GÓMEZ:
1981.
59
ROBERTS: 2011; EHLEN: 2011.
60
VOLLMER: 1901; FARMHOUSE ALBERTO: 2010.

BRAC, 173, I (2024) 373-399 397


ARMIN U. STYLOW Y FEDOR SCHLIMBACH

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BRAC, 173, I (2024) 373-399 399


BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA
EN LA CÓRDOBA DE 1455

Manuel García Parody


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Recién llegado al trono de Castilla, Enrique IV vino a Córdoba


en 1455 para dirigir una campaña contra los granadinos, celebrar
Cortes de Castilla.
Procuradores.
Cortes y contraer matrimonio con Juana de Portugal. Con este
Cuadernos de Cortes. trabajo se pretende dar una nueva mirada sobre los comienzos de
Dispensas papales. un reinado complejo con la dificultad que entraña la carencia de
fuentes primarias y la necesidad de acudir a unas Crónicas escritas
mayoritariamente por enemigos del rey y patrocinadas por sus
sucesores, los Reyes Católicos.

ABSTRACT

KEYWORDS Having just acceded to the throne of Castile, Henry IV came to


Cordoba in 1455 to lead a campaign against Granada, to hold
Courts of Castile.
Cortes and to marry Juana of Portugal. The aim of this work is to
Procurator.
Court Notebooks. offer a new look at the beginning of a complex reign with the diffi-
Papal dispensations. culty that the lack of primary sources entails and, consequently, the
need to turn to Chronicles written mostly by enemies of the king.

E nrique IV de Castilla accedió al trono en


1454. Poco antes acababa de anular su pri-
mer matrimonio con Blanca de Navarra,
un matrimonio que había durado trece años sin que
se hubiera consumado. La causa de ello, según el
rumor más extendido, era la posible impotencia del
entonces príncipe que no pudo ser curada pese a la
ingestión de brebajes estimuladores, abrasión de ge-
nitales, empleo de ungüentos milagrosos, realiza-
ción de ejercicios sexuales programados por médi-
cos italianos y hasta el consumo del polvo del
cuerno de un unicornio —tal vez un rinoceronte—
buscado en África. Para dejar libre de sospecha la
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. discutida virilidad de Enrique se buscó el testimonio

BRAC, 173, I (2024) 401-422 401


MANUEL GARCÍA PARODY

de unas prostitutas segovianas que dijeron haber yacido con él y se dijo


que esa falta de consumación matrimonial se debía a maleficios demonía-
cos. Blanca de Navarra fue devuelta con sus padres tan intacta como cuan-
do partió hacia Castilla. El papa Nicolás II decretó la nulidad matrimonial
en 1453 gracias a una buena suma de dinero. Al año siguiente Enrique
heredó el trono castellano. Por ello no se tardó en buscar una nueva espo-
sa que permitiera la continuidad dinástica.

LAS CRÓNICAS DEL REINADO DE ENRIQUE IV

La Casa de Trastámara llegó al trono de Castilla tras el asesinado del


rey Pedro I en 1369 por su hermanastro Enrique en Montiel, apoyado
por la mayoría de la nobleza castellana que combatió el intento de forta-
lecer a la Corona por parte del monarca asesinado y su padre Alfonso XI.
Con la nueva dinastía el poder real retrocedió al tiempo que aumentaron
los privilegios de los aristócratas. En el reinado de Juan II, el padre de
Enrique IV, su favorito Álvaro de Luna intentó acabar con los poderes
acumulados por los nobles, pero sus propósitos se frustraron al perder la
confianza de su rey que incluso le condenó a muerte. Poco después de
que el favorito subiera al cadalso murió Juan II dejando el trono a su hijo
Enrique.
El reinado de Enrique IV se prolongó entre 1454 y 1474 y está consi-
derado como uno de los más controvertidos de la historia de España, un
reinado que las crónicas de su tiempo y la mayor parte de la historiografía
posterior coinciden en calificarlo como calamitoso. Las insidias vertidas
sobre el rey por un sector mayoritario de la nobleza y del alto clero y las
crónicas que se escribieron sobre el reinado de Enrique IV fueron, en
buena parte, culpables de la visión negativa del monarca. Las principales
crónicas fueron cuatro: la atribuida a Alfonso de Palencia, la de Diego
Enríquez del Castillo, la anónima Crónica Castellana y el Memorial de diver-
sas hazañas de Diego de Valera.
La crónica que más ha contribuido para que la historiografía posterior
reconstruyera el reinado de aquel monarca tan vilipendiado fue la atri-
buida a Alfonso de Palencia, que fue secretario de cartas latinas de Enri-
que IV y cronista real desde 1456, cargo en el que sucedió al cordobés
Juan de Mena 1. También sobresalió como un destacado gramático que se

1
PALENCIA, Alfonso de: Crónica de Enrique IV. Traducción al castellano por PAZ y
MELIÁ, A. Imprenta Tipografía de la Revista de Archivos. Madrid, 1904.

402 BRAC, 173, I (2024) 401-422


BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA EN LA CÓRDOBA DE 1455

anticipó a Nebrija con su Diccionario Universal en latín y romance publicado


en 1490. Después de haber sido hombre de confianza del rey, rompió
con él y tomó partido por los nobles. En 1465 lo encontramos como
secretario del conde de Alba participando con otros aristócratas en la
llamada «Farsa de Ávila» en la que Enrique fue simbólicamente destrona-
do por la nobleza para colocar en su lugar a su hermanastro Alfonso que
era un niño. Palencia se unió entonces al bando alfonsino y colaboró
activamente con la causa de su hermana Isabel hasta el punto de ser uno
de los que preparó la boda de la pretendiente al trono de Castilla con su
primo Fernando de Aragón. Estos servicios le valieron que los futuros
soberanos católicos lo nombraran consejero, servicios que continuó hasta
su muerte en 1492.
Con estos antecedentes no es de extrañar que la Crónica de Alfonso de
Palencia, escrita inicialmente en latín, presente una visión muy negativa de
Enrique IV y que contribuyera a justificar la manera tan irregular con que
la Reina Católica ocupó el trono así como a ensalzar los logros de su
reinado en contraste con las calamidades vividas en el precedente, todas
debidas a la incapacidad y a los vicios de quien le había nombrado cronista
del reino en 1456 2.
La segunda crónica es la de Diego Enríquez del Castillo (1443-1503),
que fue capellán, cronista y consejero real de Enrique IV. A diferencia de
Palencia, siempre le fue fiel y culpó a los nobles de la inestabilidad del
reino. Redactó su crónica entre 1481 y 1502 para defender la memoria del
rey y la legitimidad de su hija Juana, desposeída del trono por Isabel de
Trastámara. Cuando se elaboró la crónica, el propio autor lamentó no
haber podido utilizar muchos materiales documentales que poseía porque
fueron destruidos por «los enemigos del rey» y que, por ello, solo pudo
basar su crónica en el recuerdo de unos hechos que él vivió muy de cerca.
Esta afirmación de Diego Enríquez nos permite dar más verosimilitud a lo
que cuenta que a las manifestaciones de Palencia. Y también probaría, en
el caso de ser cierta, la más que evidente intención del entorno de los Re-
yes Católicos, cuando no de los propios reyes, de querer manipular las
crónicas de su antecesor eliminando aquellos documentos que no les eran

2
Recientemente se pone en duda la autoría de Alfonso de Palencia y se plantea la posibi-
lidad de que fuera otro personaje pero siempre vinculado y probablemente a sueldo de
los Reyes Católicos. Véase RÁBADE OBRADÓ, María del Pilar: «Más que afectos
en las Décadas de Alonso de Palencia». E-spania. Revue interdisciplinaire d’études hispani-
ques medievales et modernes, n.º 27, junio 2017.

BRAC, 173, I (2024) 401-422 403


MANUEL GARCÍA PARODY

favorables, sobre todo los que explican las circunstancias que dieron el
trono de Castilla a una reina que no estaba destinada a poseerlo 3.
Otras crónicas del reinado son la Crónica Castellana, anónima, y el Me-
morial de diversas hazañas de Diego de Valera, que fue testigo de lo ocurri-
do en los reinados de Juan II, Enrique IV e Isabel I hasta 1488. Tanto la
Crónica como el Memorial fueron encargos hechos por la Reina Católica,
sobre todo el segundo, lo que explica el sesgo que se da en ambos al rela-
tar el reinado de Enrique IV, si bien en la obra de Valera se alude a citas
de autoridades y a su condición de testigo de alguno de los hechos narra-
dos 4.
Hoy se tiene una versión diferente. Aunque no se puede calificar al
reinado de Enrique IV como óptimo, la imagen de su protagonista dista
mucho de la que nos han transmitido los cronistas. La inquina de los no-
bles más influyentes y las calumnias vertidas por esos cronistas se debió en
buena parte a la visión del poder que tuvo Enrique. Desde el primer mo-
mento se mostró como un hombre pacifista en una época donde el beli-
cismo era la tónica habitual. Se puede afirmar que prefirió siempre un mal
acuerdo a una buena guerra, lo que no agradaba a la mayoría de nobles
que confundieron el pacifismo del rey en debilidad y se dedicaron a res-
quebrajar la fortaleza de la Corona. También fue un hombre tolerante con
las minorías musulmanas y judías, algo que no agradaba a la jerarquía ecle-
siástica y a los cristianos más recalcitrantes que lo vilipendiaron y acusaron
de todos los males. A esta visión negativa también contribuyeron sus suce-
sores, Isabel y Fernando, que abandonaron el pacifismo de Enrique y la
tolerancia que mantuvo con otras confesiones religiosas. Y ya se sabe que
para ensalzar las glorias de un reinado no hay mejor fórmula que denigrar
el de sus antecesores.

3
ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Crónica del rey D. Enrique, el quarto de este nom-
bre. Edición de Aurelio Sánchez Martín. Universidad de Valladolid. Serie Historia y
Sociedad, n.º 41, 1994.
4
Crónica castellana. Edición de María del Pilar Sánchez Parra. Ediciones de la Torre. Ma-
drid, 1991. VALERA, Diego de: Memorial de diversas hazañas. Edición Juan de Mata
Carriazo. Espasa Calpe. Madrid, 1941. Sobre la obra de Diego Valera véase MOYA,
Cristina y LÓPEZ-RICO, Santiago: «Y sé que pasó la verdad. Hablar sobre lo verda-
dero en Diego de Valera. El caso de Crónica Abreviada de España». Revista de literatura
medieval, n.º 21, 2009, págs. 219-241.

404 BRAC, 173, I (2024) 401-422


BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA EN LA CÓRDOBA DE 1455

LA IMAGEN DEL REY ENRIQUE IV

El nuevo rey nos es descrito de diferente manera por sus cronistas. Die-
go Enríquez del Castillo, el más favorable, nos lo dibuja como un hombre
retraído pero de singular ingenio, de voz dulce, enemigo de los escándalos,
que huía de los negocios y se mostraba poco ante sus súbditos, un gran
cazador que gustaba recorrer los montes, amante de la música, sobre todo
de las canciones más tristes, parco en su indumentaria y en la bebida aun-
que algo desordenado en el yantar y que se holgaba mucho con sus servi-
dores y criados. Físicamente lo representa como persona de larga estatura y
espeso en el cuerpo, de fuertes miembros, con las manos grandes y los de-
dos largos y recios, de aspecto feroz, casi a semejanza de león «cuyo acata-
miento ponía temor a los que miraba»; sus narices eran romas y muy llanas,
sus ojos garzos y algo esparcidos; la cabeza grande y redonda, la frente an-
cha, las cejas altas, las sienes sumidas, las quijadas «luengas y tendidas, los
dientes espesos y traspellados, los cabellos rubios, la barba luenga y pocas
veces afeitada, la tez de la cara entre rojo y moreno, las carnes muy blancas,
las piernas muy largas y bien entalladas y los pies delicados» 5.
En cambio, la Crónica atribuida a Alfonso de Palencia lo presenta co-
mo un ser de costumbres disolutas, sometido a la voluntad del marqués de
Villena «que brindaba a don Enrique con los placeres y dejábale precipitar-
se con toda suerte de liviandades y encenagarse con el vicio», dedicándose
la mayor parte de su tiempo a recorrer escondidos bosques e intrincadas
selvas persiguiendo fieras y huyendo del trato de la gente. En cuanto a sus
rasgos físicos dice que
Sus ojos feroces, de un color que ya por sí demostraba crueldad,
siempre inquietos en el mirar, revelaban con su movilidad excesiva
la suspicacia o la amenaza; la nariz deforme, aplastada, rota en su
mitad a consecuencia de una caída que sufrió en la niñez, le daba
gran semejanza con el mono; [...] afeaban el rostro los anchos pó-
mulos, y la barba, larga y saliente, hacía parecer cóncavo el perfil de
la cara, cual si se hubiese arrancado algo de su centro 6.

LOS PRIMEROS PASOS DEL REY ENRIQUE IV

Recién proclamado rey de Castilla en Valladolid el 29 de julio de


1454, Enrique IV siguió la tradicional costumbre de convocar Cortes que

5
ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Op. cit., págs. 5 y ss.
6
PALENCIA, Alfonso de: Op. cit., págs. 89 y ss.

BRAC, 173, I (2024) 401-422 405


MANUEL GARCÍA PARODY

se reunieron en la localidad de Cuéllar 7. Esas Cortes quedaron como un


simple ayuntamiento de personas notables del clero y la nobleza sin pre-
sencia de los procuradores de las ciudades y en ellas Enrique se limitó a
comunicar sus propósitos de emprender una campaña contra el reino de
Granada y, probablemente, los de contraer un nuevo matrimonio 8.
Después de dejar como representantes suyos en Castilla al arzobispo de
Toledo, Alonso Carrillo, y al conde de Haro, Pedro Fernández de Velas-
co, Enrique IV partió para Andalucía en abril de 1455. En Córdoba, la
principal avanzadilla para emprender la guerra contra los musulmanes de
Granada, se le unieron la mayoría de los aristócratas y prelados del reino y
en su compañía partió hacia la Vega de Granada con unos 30.000 infantes
y 2.000 caballos. Los nobles, que buscaban acrecentar su poder territorial
con la ocupación de nuevas tierras y conseguir riquezas con los saqueos
contra el enemigo, empezaron muy pronto a mostrar su descontento a un
rey que veía más razonable efectuar operaciones de tala de campos y bre-
ves escaramuzas en vez de lanzar a sus huestes a una guerra en un territorio
agreste y complicado como era el reino nazarí. No le faltaba razón a Enri-
que quien entendió que con las tácticas más agresivas que proponían sus
nobles habría más muertes entre los castellanos que entre los granadinos
parapetados en las fortalezas de sus ciudades y en las montañas del reino.
Piénsese que cuando los Reyes Católicos emprendieron la conquista de
Granada necesitaron muchos años, grandes cantidades de recursos, la cola-
boración de fuerzas de la Corona de Aragón y reconvertir un ejército de
mesnadas nobiliarias o urbanas en otro moderno con el uso entre otros
medios bélicos como la artillería. Y cuando practicaron en los primeros
años lo que sugerían los nobles a Enrique IV se cumplieron las previsiones
de éste sobre el coste en vidas humanas por emplear lo que habitualmente
se ha llamado la estrategia de la guerra medieval.
El descontento con los nobles llegó a tal extremo que algunos aristócra-
tas encabezados por Pedro Girón, maestre de Calatrava y hermano del
hombre de confianza de Enrique IV, el marqués de Villena, pretendieron
prender al rey. No lo lograron porque en el último momento se descolgó
7
A la proclamación acudieron Juan Pacheco, marqués de Villena, su hermano Pedro
Girón, maestre de Calatrava, diez condes, cuatro ricos hombres o señores sin título, los
arzobispos de Toledo, Santiago y Sevilla y once obispos, entre ellos el de Ávila, Alon-
so de Madrigal, conocido como «El Tostado».
8
Cuadernos de Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla. Introducción por orden de la
Real Academia de la Historia de Don Manuel Colmenero. Impresora de la Casa Real.
Madrid, 1884.

406 BRAC, 173, I (2024) 401-422


BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA EN LA CÓRDOBA DE 1455

de la conspiración Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, que


logró convencer a Enrique a que regresara a Córdoba, aunque no llegó a
denunciar a los traidores.
Probablemente Enrique no regresó a Córdoba sino que se detuvo en
Écija en donde se reunieron varios aristócratas y milicias concejiles. Con
ellos se dirigió a Archidona y, al no conseguir tomarla, se marchó a Mála-
ga, pero continuando con las talas de campos y algunas escaramuzas en las
que como mucho se conseguía hacer unos pocos prisioneros. Esta actitud
benevolente hacia el enemigo quedó evidenciada en la frase que Enríquez
del Castillo puso en boca del rey: «No quiero derramamiento inútil de
sangre pues la vida de los hombres no tiene precio». Ni que decir tiene
que el descontento de aquellos aguerridos nobles se acrecentó y el rey fue
acusado de cobardía, a lo que se unió el rumor cada vez más extendido y
magnificado por sus enemigos de su posible impotencia al no haber tenido
descendencia con su primera esposa 9.
La campaña de Granada se paralizó cuando Enrique IV anunció la in-
minencia de su boda con Juana de Avis, hermana del rey Alfonso V de
Portugal.

LA BODA REAL

LOS PREPARATIVOS
La información más completa de la única boda real que se celebró en
Córdoba desde tiempos de sus emires y califas aparece en la crónica atri-
buida a Alfonso de Palencia. Era una evidencia que, para asegurar su suce-
sión, Enrique IV necesitaba de un nuevo matrimonio tras el fracaso del
que contrajo con Blanca de Navarra. Como ocurre en todas las bodas
reales el factor de las relaciones internacionales estuvo presente en este
segundo matrimonio del rey de Castilla. La mejor candidata para conver-

9
Para la campaña de Granada hemos seguido, además de las Crónicas de Palencia y Enrí-
quez del Castillo, a RAMÍREZ DE LAS CASAS DEZA, Luis María: «Anales de la
ciudad de Córdoba». Boletín de la Real Academia de Córdoba, n.º 60, 1948. En estas tres
fuentes hay notables discrepancias en las fechas en que se desarrolló la campaña. Por
ejemplo, en los Anales se lee que las operaciones se iniciaron a primeros de marzo de
1455 y que llegó a Córdoba en la Pascua de 1455 que, como muy pronto sería en el
mes de abril, y que concluyeron al regresar para la boda con Juana que tuvo lugar el
20 de mayo. En la Crónica de Enríquez del Castillo se dice que el rey partió para An-
dalucía en abril del tercer año de su reinado, cosa improbable pues sería 1457 y no
1455.

BRAC, 173, I (2024) 401-422 407


MANUEL GARCÍA PARODY

tirse en reina de Castilla era Juana de Avis que, como se ha dicho, era la
hermana del rey Alfonso V de Portugal. Las relaciones entre estos dos
reinos peninsulares eran buenas, pese a la guerra que mantuvieron entre
1383 y 1385 cuando el rey castellano Juan I quiso coronarse rey de Portu-
gal, cosa que no logró al ser derrotado en Aljubarrota. Una prueba de esas
buenas relaciones fue que desde entonces tres reyes portugueses —Alfonso
V, Manuel I y Juan III— contrajeron matrimonios con infantas castellanas
y tres Trastámaras —Juan I, Juan II y Enrique IV— lo hicieron con infan-
tas del reino vecino 10. Enrique pensó en Juana de Portugal a la que calificó
ante los nobles reunidos en Córdoba como «señalada mujer en gracia y
hermosura» 11. Por su parte, a Alfonso V de Portugal no le venía mal estre-
char las relaciones con su vecino peninsular y aceptó la boda «porque po-
dría ensanchar sus dominios» 12.
El encargado de gestionar en la corte de Lisboa el casamiento de Enri-
que fue Fernando de Frías, obispo de Coria, al que acompañaron algunos
hombres de su confianza como Alvar García de Villarreal «hombre igno-
rante, necio, de oscuro origen y bajas inclinaciones» en opinión de Palen-
cia 13 . Enríquez del Castillo no utiliza ningún descalificativo para los
miembros de la comisión castellana y sí informa de algunas estipulaciones
suscritas entre castellanos y portugueses, como la entrega por parte de En-
rique a su prometida de las plazas de Ciudad Real y Olmedo, varios cuen-
tos de rentas y la promesa de matrimonio a las damas portuguesas que
acompañaran a Juana 14. Antes de la boda, en la que no hubo dote por
parte de la novia, Enrique depositó 100.000 florines de oro en un banco
de Medina del Campo como indemnización en el caso de que se declarase
nulo el enlace 15.
Una cuestión que debió plantearse fue la dispensa que requerían los
contrayentes por el parentesco que tenían, ya que Juana era nieta de Fer-

10
GARCÍA PARODY, Manuel: La otra historia de España. Ed. Almuzara. Córdoba, 2024,
pág. 165.
11
ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Op. cit., pág. 29.
12
PALENCIA, Alfonso de: Op.cit., pág 167. Con el propósito de denigrar al rey caste-
llano Palencia dijo que Alfonso aceptó la boda pese a la impotencia de Enrique y di-
ciéndole a su hermana que aunque su esposo fuera infecundo ella sería nada menos
que reina de Castilla. Evidentemente no hay ninguna prueba de semejante afirmación.
13
Ibidem.
14
ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Op. cit., pág. 30.
15
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: «Enrique IV». Diccionario biográfico español. Real Aca-
demia de la Historia. Vol. XVII. Madrid, 2011.

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BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA EN LA CÓRDOBA DE 1455

nando de Antequera, el primer Trastámara en ceñir la corona de Aragón


que era tío abuelo de Enrique IV. Según Luis Suárez Fernández se conser-
va en la Real Academia de la Historia copia de una bula que la autorizaba,
fechada antes de la boda, el 1 de diciembre de 1453 16. Pero esa bula no se
incluyó en las capitulaciones matrimoniales ni se conserva su original. En
ella se dice que quedaban facultados los arzobispos Alfonso Carrillo, Alon-
so Fonseca y Alfonso Sánchez para que, tras examinar el asunto, realizaran
las dispensas si lo considerasen oportuno. No hay ningún testimonio de
que este acuerdo se ejecutara, con lo que, sin la dispensa, el matrimonio
habría sido nulo. Este argumento de nulidad nadie lo planteó antes de
celebrarse la boda entre Enrique y Juana. Pero tuvo una especial relevancia
años más tarde porque fue esgrimido en 1474 por Isabel la Católica para
proclamarse reina de Castilla a la muerte de Enrique IV ya que la hija ha-
bida de su matrimonio con Juana sería ilegítima y no tendría derechos
sobre el trono de Castilla, al margen de que fuera o no hija del rey como
decían sus enemigos.
¿Qué hay de cierto de esa supuesta irregularidad del casamiento de En-
rique y Juana? Pues muy poco por no decir nada. En el documento que se
encuentra en la Real Academia de la Historia se faculta a unos prelados
que realicen las dispensas. Uno de ellos, Fonseca, arzobispo de Sevilla, fue
quien casó a los contrayentes por lo que debe sobreentenderse que tuvo
que dispensar a la pareja de los impedimentos derivados de su parentesco.
No se entiende que el prelado sevillano hubiera realizado la boda sin la
correspondiente dispensa.
Resulta más que curioso que ese argumento de la nulidad matrimonial
por parentesco no se planteara en el matrimonio de Isabel con su primo
Fernando. Cuando se casaron en el vallisoletano palacio de los Viveros de
Valladolid, el nuncio del papa Paulo II se presentó con una supuesta bula
del papa Pio II que autorizaba sin más matrimonios entre primos hasta
tercer grado. Esa bula era una burda falsificación ya que Paulo II no estaba
dispuesto a aceptar el matrimonio de la castellana y el aragonés por razones
políticas. Tuvieron que transcurrir dos años para que un nuevo papa, Sixto
IV, mucho más proclive a los Reyes Católicos y quien autorizara el esta-
blecimiento de la Inquisición en sus dominios, legitimara «a posteriori» el
matrimonio de éstos con la colaboración de su legado Rodrigo Borja,
futuro Alejandro VI, quien recibió la ciudad de Gandía como pago a sus

16
Ibidem.

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MANUEL GARCÍA PARODY

gestiones. Un Alejandro VI que entre otras cosas otorgó el título de Cató-


licos a Isabel y Fernando 17.

LA CELEBRACIÓN
Una vez pactadas las condiciones de la boda entre Enrique y Juana, la
novia tuvo que desplazarse a Castilla. La acompañaron por territorio por-
tugués su hermano Fernando y los obispos de Évora y Lamego 18. En Ba-
dajoz fue a buscarla el duque de Medina Sidonia, Juan de Guzmán. No
hubo más nobles de alta alcurnia que entonces se hallaban combatiendo en
tierras granadinas. En su lugar no faltaron prelados como el obispo de Ávi-
la, conocido como «El Tostado», y el de Badajoz y el comendador de San-
tiago en León, Alfonso de Cárdenas. Todos ellos emprendieron camino
hacia Córdoba donde iba a celebrarse el enlace.
Antes de llegar a Córdoba la comitiva de Juana hizo una parada en Po-
sadas, donde se alojaría en la casa de Fernán López 19. Fue entonces cuando
los principales nobles que estaban con Enrique le pidieron que la trajeran a
la cercana torre de Aguilarejo, a mitad de camino entre Posadas y Córdo-
ba. Allí fue Enrique a media noche para conocer a su novia de incógnito y
solo con algunos pocos hombres de su confianza. Tras permanecer juntos
tres o cuatro hora, el rey regresó a Córdoba 20.
Juana de Avís fue recibida en Córdoba el 20 de mayo, una ciudad en-
galanada y en la que no faltaron festejos acordes con el acontecimiento
que, según Palencia, Enrique contempló sumido en la misma tristeza que
mostró cuando se adelantó a saludar a su futura esposa. En su recepción
figuraron los señores y procuradores de Castilla que habían acudido para
las inminentes sesiones de Cortes que se iban a celebrar. También estuvie-
ron el arzobispo de Tours y el senescal de Tolosa que constituían la emba-
17
GARCÍA PARODY, Manuel: Op. cit., pág. 178.
18
En la Crónica de Palencia se dice que iba «disfrazado con extraño traje», pero sin decir
en qué consistía el disfraz.
19
Así lo menciona los Anales de Luis María RAMÍREZ DE LAS CASAS DEZA.
20
Este episodio está señalado tanto en los Anales como en la crónica atribuida a Palencia
pero no lo menciona Enríquez del Castillo. Lo llamativo de la narración de Palencia es
que, después de señalar que el rey llegó de incógnito, dice que le acompañaron «sus
magnates y nobleza, gran número de caballeros y pueblo». También aprovechó la oca-
sión para presentar una imagen negativa del monarca del que dice que en su aspecto
«no había fiesta ni transmitía alegría» y que «cubrió su frente con un capuz y vistió un
traje lúgubre». Parece clara la intención de cronista en mostrar el poco interés de Enri-
que por su boda.

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jada que había enviado el rey de Francia Carlos VII para suscribir paces
con Enrique IV y que estuvieron acompañados por el regidor de Burgos
Íñigo de Areco. Llamaron poderosamente la atención las damas que vinie-
ron con la futura reina. Aquí se explaya la crónica de Palencia para presen-
tarlas como unas mujeres depravadas y de costumbres deshonestas, con la
clara intención de denigrar a quien iba a ser la reina de Castilla. Dice la
crónica que los nobles más jóvenes se deleitaron con aquellas jóvenes de
deslumbrante belleza:
Ninguna ocupación honesta las recomendaba y ociosamente por
doquier se entregaban a solitarios coloquios con sus respectivos ga-
lanes; lo deshonesto de sus trajes excitaba la audacia de los jóvenes y
exclamaban sobre manera sus palabras aún más provocativas; las
continuas carcajadas en la conversación, el ir y venir constante de
los medianeros portadores de billetes groseros y la ansiosa procaci-
dad que día y noche les aquejaba eran más frecuentes entre ellas que
en los mismos burdeles. El tiempo restante lo dedicaban al sueño
cuando no consumían la mayor parte del tiempo en cubrirse el
cuerpo con afeites y perfumes, y esto sin hacer de ello el menor se-
creto; antes descubrían el seno más allá del estómago y desde los
dedos de los pies, los talones y canillas hasta la parte más alta de los
muslos, interior y exteriormente, cuidaban de pintarse con blanco
afeite para que al caer de sus hacaneas, como con frecuencia ocurría,
brillase en todos sus miembros uniforme blancura. Este foco de li-
bertinaje empezó a aumentar las desdichas y perdido enteramente
todo recato, fueron deteriorándose los hábitos de la virtud 21.
Las demás crónicas y los Anales de la ciudad de Córdoba no entraron
en describir lo que Palencia contó y se limitan a narrar cómo fueron los
desposorios y la posterior misa de velaciones. La crónica de Enríquez del
Castillo dice que primero se celebraron los desposorios, oficiados por el
arzobispo de Sevilla Alfonso de Fonseca en la catedral cordobesa en la
Pascua del Espíritu Santo, y que tres días después tuvo lugar la misa de
velaciones presidida por el arzobispo de Tours. Lo mismo se indica en los
Anales. En cambio, Palencia solo menciona al arzobispo de Tours como
celebrante de los desposorios indicando que actuó «sin contar con la dis-
pensa apostólica, lo que parecía prometer futuras nulidades», y aludiendo a

21
PALENCIA, Alfonso de: Op. cit., págs. 194-195. De nuevo vemos la intencionalidad
del autor de la crónica: presentar a las damas de Juana como unas casi prostitutas traía
consigo poner en duda la honestidad de su señora, algo que Palencia resaltó para justi-
ficar, junto a la posible impotencia del rey, que la hija que tuvo estuvo fuera del ma-
trimonio.

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MANUEL GARCÍA PARODY

la experiencia del anterior matrimonio «que amenazaba con mayores peli-


gros a los que iban a unirse en infecundo consorcio». Es evidente que el
no citar la intervención del arzobispo Fonseca, que al parecer tenía la po-
testad de resolver cualquier duda sobre la posible nulidad matrimonial por
parentesco, puede deberse a la intencionalidad del cronista en mostrar la
irregularidad de la boda de Córdoba, lo que justificaría el apartamiento de
la línea sucesoria del fruto de la misma, la princesa Juana. Por otra parte, si
tenemos en cuenta lo dicho en la anónima Crónica castellana, los desposo-
rios se celebraron por poderes en Lisboa actuando como representante de
Enrique su embajador y capellán Fernán López de la Orden. Si esto fuera
así, los desposorios celebrados en Córdoba serían una ratificación de los
realizados por poderes en Lisboa 22.
Los festejos del casamiento debieron tener lugar en el Alcázar de los
Reyes Cristianos en los que el rey Enrique ordenó levantar unos jardines
que dulcificaran la severa arquitectura militar del edificio. Enríquez del
Castillo menciona que hubo fiestas, justas, juegos de cañas y el correr toros,
destacando un torneo en el que participaron cien caballeros distribuidos en
dos equipos, uno capitaneado por el duque de Medina Sidonia y otro por
el marqués de Villena. Por su parte Palencia vuelve a denigrar al rey que,
en su opinión, fue objeto de mofas por los invitados. En esas mofas destacó
el conde Gonzalo de Guzmán, célebre por sus chistes y su ingenio. En uno
de sus chascarrillos, el burlesco conde dijo ante los invitados a la boda que
había tres cosas que no se bajaría a coger si las viese tiradas en la calle: la
virilidad de Don Enrique, la pronunciación del marqués de Villena y la
gravedad del arzobispo Fonseca. Lo del marqués era «por su elocuencia
tardía», por la que quienes lo escuchaban debían aguardar con gran aten-
ción pendientes de sus labios, de sus razonamientos y sus pausados perio-
dos. La «gravedad» del arzobispo era patente por su manera de andar o
conversar arqueando las cejas, gesticulando incesantemente y moviendo
toda la cabeza. Y respecto a lo primero era rumor extendido en toda la
corte donde se decía que los encantos personales de la nueva reina eran
capaces de levantar hasta un muerto pero no el órgano viril de Enrique.

DESPUÉS DE LA BODA
Concluida la boda real los contrayentes marcharon a Sevilla pero antes
el rey recibió a los embajadores de Francia que le dieron el pésame por la

22
Crónica castellana. Cap. 19.

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muerte de su padre Juan II. Enrique agradeció las muestras de amistad del
rey de Francia y pidió a sus embajadores que difirieran otros negocios has-
ta regresar de la visita a Sevilla y de la guerra que iba a reanudar con los
granadinos. Cuando la pareja real llegó a Sevilla fue objeto de una gran
recepción con numerosos festejos. Palencia de nuevo aprovechó la ocasión
para denostar a Enrique diciendo que se mostró en todo momento muy
esquivo de la pompa y apenas hizo nada por encontrarse con el pueblo
hasta el punto de utilizar un postigo para entrar y salir en el Alcázar, lo que
provocó la reprobación general de los sevillanos.

LAS CORTES DE 1455

Las primeras Cortes de los reinos españoles se iniciaron en 1188 cuando


Alfonso IX de León convocó a los representantes de las ciudades a la Cu-
ria Regia reservada hasta entonces a clérigos y aristócratas. Las primitivas
Cortes leonesas pasaron a ser de Castilla y León al unificarse ambos reinos
en el siglo XIII y tuvieron como funciones aconsejar al rey en cuestiones
de justicia, aprobar la concesión de subsidios —especialmente los extraor-
dinarios—, autorizar la acuñación de monedas, modificar las leyes promul-
gadas por otras Cortes, presentar peticiones al monarca o prestarle el ho-
menaje al llegar al trono o reconocer a su heredero. Nunca alcanzaron la
plena capacidad legislativa que tuvieron las de la Corona de Aragón y,
conforme Castilla se fue aproximando a los modelos de una monarquía
autoritaria, perdieron predicamento. Desde 1428 estaban representadas en
ellas diecisiete ciudades que se reunían con los nobles y clérigos citados
por el rey. Estos dejaron de acudir a partir de 1538.

UN PRECEDENTE: EL AYUNTAMIENTO DE CUÉLLAR


Recién llegado al trono Enrique IV convocó unas primeras Cortes en
Cuéllar en febrero de 1455. Hay pocas noticias de ellas, salvo lo citado por
Diego Enríquez del Castillo. No hubo representantes de las ciudades y
solo se reunieron con el rey un reducido número de caballeros que tuvie-
ron como portavoz a Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana.
Por ello otros cronistas como Alfonso de Palencia y Diego Valera califica-
ron la reunión como un «ayuntamiento». Se sabe que Enrique IV anunció
su propósito de emprender una guerra contra los granadinos y que el de
Santillana le respondió pidiéndole «liberalidad, participación de militares
competentes y un buen trato para los participantes». Unos meses después

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MANUEL GARCÍA PARODY

el rey Enrique inició la campaña contra los nazaríes de Granada que ante-
riormente se ha citado.

LAS PRIMERAS SESIONES DE LAS CORTES DE CÓRDOBA


Tras las primeras campañas granadinas y aprovechando la pausa impues-
ta por la boda real, se celebraron en Córdoba las primeras Cortes enrique-
ñas entre los días 3 y 4 de junio de 1455. En los días previos el rey y la
reina permanecieron en Sevilla hasta regresar a Córdoba con el fin de asis-
tir a las Cortes. No hay constancia del lugar donde se celebraron. Pudo ser
el propio Alcázar cordobés o alguna dependencia catedralicia, como la
capilla de San Clemente que hacía las veces de Sala Capitular del cabildo
eclesiástico y en donde se desarrollaron las otras sesiones de las Cortes de
Castilla que hubo en Córdoba en 1570 23.
En sus primeras palabras de saludo Enrique IV se dirigió a quienes le
acompañaban junto a la reina. Los aristócratas eran Juan de Guzmán, du-
que de Medina Sidonia y conde de Niebla, Álvaro de Estúñiga, conde de
Plasencia y justicia mayor, Pedro Girón, maestre de Calatrava, Juan de
Pacheco, marqués de Villena y su hombre de confianza, Alonso de Pi-
mentel, conde de Benavente, Fernando Álvarez de Toledo, conde de Al-
ba, Juan Manrique, conde de Castañeda y canciller mayor, Juan de Luna,
conde de San Esteban y Gabriel Manrique, conde de Osorno. Por parte
del clero estaban Lorenzo de Figueroa, obispo de Badajoz, y Don Alonso,
obispo electo de Mondoñedo, en cambio no se mencionan otros prelados
que estaban en Córdoba con motivo de la reciente boda real como el titu-
lar de su diócesis y los arzobispos de Toledo y Sevilla. Junto a la corte de
nobles y clérigos Enrique citó a «otros caballeros, doctores y letrados» y
genéricamente a los procuradores de las diecisiete ciudades que tenían
derecho a enviar procuradores: Burgos, León, Zamora, Toro, Salamanca,
Ávila, Segovia, Soria, Valladolid, Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén, Murcia,
Guadalajara, Cuenca y Madrid 24.

23
Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla. Introducción por orden de la Real Academia
de la Historia de Don Manuel Colmenero. Impresores de la Real Casa. Madrid, 1884.
24
Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla y OLIVERA SERRANO, César: Las Cortes
de Castilla y León y la crisis del reino (1445-1474). Congreso internacional sobre la His-
toria de las Cortes de Castilla y León. Burgos, 1986. Tomo Segundo. Apéndice 28.
Pág. 257. El segundo apellido del autor figura como Santos en la edición de su obra
pero él mismo indica en una nota inicial el error ya que ese segundo apellido es Se-
rrano.

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BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA EN LA CÓRDOBA DE 1455

LAS PETICIONES DEL REY


Siguiendo la costumbre de estas asambleas se presentaron en primer lu-
gar las peticiones del rey, que generalmente eran demandas de subsidios
extraordinarios para cuestiones concretas y que debían aprobar los procu-
radores. Posteriormente se trataron las peticiones que éstos, como repre-
sentantes de las ciudades, llevaron ante el monarca. Este procedimiento
nos da una prueba de la poca capacidad que tenían las Cortes castellanas
para ejercer un cierto control a la Corona. Al presentarse las demandas de
los procuradores después de haber sido aprobados los subsidios solicitados
por ella, el rey no tenía que negociar ni aceptar nada de esas demandas.
Por otra parte su eficacia controladora se fue resintiendo cada vez más
conforme creció la influencia de la Corona en la designación de los repre-
sentantes de las ciudades, especialmente con la progresiva imposición de
corregidores en los cabildos municipales, unos corregidores que represen-
taban al poder real en ciudades y villas.
Las Cortes de Córdoba no fueron una excepción a lo que fue y conti-
nuó siendo el funcionamiento de otras. Enrique IV pretendió someterlas
cortando los escasos resortes de control que disfrutaban los procuradores,
al tiempo que los compensaba económicamente 25. Tal como se recoge en
los Cuadernos de Cortes Enrique IV sumó 300.000 maravedíes a repartir
entre los diecisiete representantes de las ciudades, además de las remunera-
ciones a que tenían derecho 26. Además, el rey influyó en sus nombramien-
tos. Los más llamativos casos fueron la presencia del contador mayor de la
Corona, Diego Arias Dávila, representando a Segovia: de Manuel Lucas
de Iranzo, otro hombre de la confianza de Enrique como procurador por
Jaén donde era condestable o del adelantado de Murcia Pedro Fajardo. Lo
más curioso fue lo ocurrido con la representación de Cuenca: los elegidos
primeramente por su Concejo Municipal fueron Juan Hurtado de Men-
doza y Gonzalo de Beteta; el primero cedió su puesto a Juan de Alcalá y el
segundo se vio obligado a dejarlo por orden real, entrando en su lugar

25
OLIVERA SERRANO, César: Op. cit. Tomo Primero, pág. 67. 1986.
26
Ibidem. Tomo Segundo. Apéndice 28. Pág. 257. Congreso internacional sobre la Histo-
ria de las Cortes de Castilla y León. Burgos, 1986. Esto no será ninguna novedad. En
las otras Cortes celebradas en Córdoba en tiempos de Felipe II —1570— al concluir
sus sesiones el rey entregó cuantiosas mercedes a los procuradores que aceptaron otor-
garle los subsidios demandados sin nada a cambio, más la cuantiosa suma de doscientos
ducados a cada uno. CABALLERO RIVAS, Isabel, «La visita de Felipe II a Córdoba»
en GARCÍA PARODY, Manuel (dir.): Visitas Reales a Córdoba, pág. 75. UNED,
Córdoba, 2019.

BRAC, 173, I (2024) 401-422 415


MANUEL GARCÍA PARODY

Lope de la Torre. Posteriormente Enrique prometió al cesante Beteta que


sería procurador en las próximas Cortes que se celebraran, con lo que se
cometía una nueva irregularidad 27.
El documento que recogía las peticiones del rey fue redactado entre
mayo y junio de 1455, unas peticiones presentadas a los procuradores de
las ciudades que eran quienes tenían que aprobarlas. No se conoce el tenor
exacto de esas peticiones ni los argumentos que las justificaban. La canti-
dad demandada por la Corona debió ser considerable en virtud de las res-
puestas dadas por los procuradores y que se recogen en el Registro de
Cortes. La principal petición era para sufragar los gastos de la guerra que
ya se había emprendido contra los granadinos y que el rey esperaba prose-
guir. También estaban los gastos de la boda y de mantenimiento de la
nueva reina, así como tres cuentos —tres millones de maravedíes— que se
habían pagado al rey Juan II de Navarra y Aragón tras la ruptura del pri-
mer matrimonio de Enrique con su hija Blanca.
La cifra que otorgaron los procuradores de las Cortes de Córdoba fue
de 31 cuentos —31 millones de maravedíes—, 30 para los gastos de la
guerra y uno para los de la reina. Esa cantidad se libraría en dos plazos en
los meses de septiembre y noviembre. Los procuradores impusieron cier-
tas reservas en lo primero al considerar que se trataba de una cruzada
contra el Islam y, en este caso, la guerra debería costearse con las rentas
de las Órdenes de Santiago y Alcántara. Pero aceptaron la petición del
rey. No hubo problemas para asumir las compensaciones al rey de Ara-
gón y Navarra pues con ello se contribuía a la paz con dichos reinos, así
como a las necesidades de la reina pese a que los procuradores manifesta-
ron que esos gastos no eran competencia de las Cortes, pero que los
aceptaban y de paso felicitaban al rey. Hay que pensar en este punto que
el someter a las Cortes el sustento económico de la reina era una manera
de que ellas despejaran cualquier duda sobre la legitimidad de su matri-
monio.

EL CUADERNO DE CORTES
Según consta en el Cuaderno de las Cortes de 1455 los procuradores
presentaron un total de 27 peticiones que se pueden agrupar de la siguien-
te manera:

27
OLIVERA SERRANO, César: Op.cit., págs. 76-77.

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BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA EN LA CÓRDOBA DE 1455

- Una serie de cuestiones relativas a las leyes del reino: confirmación


de privilegios, fueros, usos, costumbres, franquezas, libertades y
exenciones de las ciudades, villas y lugares del reino, así como que
se ordene cumplir las leyes, pragmáticas sanciones dadas por Juan II
y sus antecesores, excepto las revocadas en Cortes.
- La defensa del patrimonio real que estaba bastante menguado y que
se salvaba gracias a los ingresos de la Bula de la Cruzada.
- La reiteración de peticiones formuladas en otras épocas para que no
sean enajenadas tierras, lugares o rentas. El hecho de que volvieran a
presentarse en otras Cortes del reinado evidencia que Enrique no las
tuvo muy en cuenta.
- La mejora en el control de los gastos corrientes procurando que
ciertas partidas no sean trasladadas a otras.
- La corrección de ciertas irregularidades tributarias como impuestos
recaudados indebidamente por señores laicos y eclesiásticos, así co-
mo que se establezcan incompatibilidades cuando el recaudador y
arrendatario de un impuesto sean la misma persona.
- La merma en las libertades ciudadanas que supone la extensión de
los corregidores como representantes del poder del rey en los ayun-
tamientos. Los procuradores de 1455 se quejaron que esta merma de
las libertades era más achacable al rey que a los nobles y propusieron
que se apliquen las normas dictadas en tiempos de Juan II sobre
cuándo puede imponer el rey un corregidor, así que se tenga en
cuenta el poco prestigio de muchos de ellos que conducía a violar
los derechos de las ciudades.
- Las quejas por el aumento de oficios públicos en las ciudades —re-
gidores, jurados, escribanos, etc.—, pidiéndose que se consuman las
vacantes existentes hasta recuperar el número tradicional de emplea-
dos públicos.
- La denuncia de la progresiva apropiación de tierras por los nobles
que está provocando un incremento del precio de las dehesas y, con
ello, de la carne; lo mismo se cita del aumento del precio de los
peajes en los puentes que son puntos vitales en las comunicaciones.
- La constatación de abusos en el fuero eclesiástico —algo que es no-
vedad en las Cortes de Córdoba— respecto a la apropiación de tie-

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rras, irregulares jurisdiccionales, exenciones tributarias injustificadas


sobre todo en el pago de las alcabalas por los clérigos.
- La preocupación por la cada vez más acuciante carestía de los bienes
de consumo en toda Castilla, sobre todo en la frontera con el reino
de Granada, para lo que se pide autorizar la libre saca de pan dentro
de Castilla y prohibirla fuera de sus límites.
- La necesidad de medidas que eviten la depreciación del valor de la
moneda castellana por los desequilibrios entre las piezas de metales
preciosos y las de vellón, lo que provoca salidas de oro y plata fuera
del reino y especulaciones.
- La necesidad de regular mejor los sueldos de la Corte, sobre todo la
puntualidad en sus pagos como mejor garantía del buen funciona-
miento de los que están al servicio de la Corona, especialmente la
Justicia Real.

LAS RESPUESTAS DEL REY


Enrique IV oyó benignamente las quejas y propuestas de los procura-
dores. Las primeras peticiones sobre las leyes y libertades del Reino fueron
asumidas por el monarca que, en cambio, se mostró más reticente en lo
referente al patrimonio real y al estado de la hacienda puesto que era cos-
tumbre recurrir a ese patrimonio para favorecer a los partidarios del mo-
narca. En todo caso Enrique prometió «hacer la iguala de los tributos,
reducir a justo límite el número de exenciones, reprimir excesos y velar
por la observancia de la leyes», o lo que es igual, prometer pero sin con-
cretar nada.
La misma actitud mostró el Trastámara al responder a otras demandas
de los procuradores de sus Cortes. En lo referente a la carestía de los ar-
tículos de primera necesidad se limitó a asegurar que aumentaría la severi-
dad de las penas a quienes infrinjan leyes u ordenanzas. En cuanto a la
moneda manifestó que haría guardar los ordenamientos hechos en las Cor-
tes de Burgos de 1453 imponiendo a sus infractores mayores penas, fuerza
y firmeza. Y en lo relativo a las irregularidades en los nombramientos de
cargos municipales se comprometió a que se respetaran las libertades y
privilegios de las ciudades pero con una limitación: «salvo en casos espe-
ciales que yo entienda ser cumplidero a mi servicio» 28.

28
Ibidem, págs. 70-77.

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BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA EN LA CÓRDOBA DE 1455

CONCLUSIONES FINALES

La visita de Enrique IV a Córdoba se produjo en el inicio de su reina-


do. Como ocurrió con los otros Trastámara, desde el principio de su man-
dato continuó la larga pugna que mantenían la Corona y los nobles, pre-
tendiendo la primera acrecentar su poder y los segundos perpetuar sus
privilegios. En el reinado de su padre, Juan II, su valido Álvaro de Luna se
enfrentó a los aristócratas defendiendo los poderes de la Corona. Pero no
logró su objetivo y terminó siendo ajusticiado por orden del rey. Llegado
al trono, Enrique IV imitó a su predecesor y colocó a Juan Fernández
Pacheco y Téllez Girón, obsequiado con el marquesado de Villena, como
su hombre de confianza. Este nuevo valimiento dejaba entrever el poco
interés que Enrique mostraba sobre sus obligaciones regias.
La elección de Córdoba para celebrar las primeras Cortes del reinado
de Enrique IV no fue un capricho. Ya en la reunión previa mantenida en
Cuéllar con miembros de la nobleza castellana, el rey manifestó su propó-
sito de reanudar la guerra contra los nazaríes, en la que Córdoba tendría
un papel destacado por su proximidad al reino de Granada. Y aprove-
chando su presencia a orillas del Guadalquivir, Córdoba se convirtió en el
escenario de las primeras Cortes del nuevo rey y en el lugar elegido para
contraer el nuevo casamiento que debería asegurar la sucesión del reino.

RESPECTO A LAS CORTES DE 1455


La convocatoria a Cortes era absolutamente necesaria para que el rey
pudiera contar con los subsidios que necesitaba para la aventura militar
contra los granadinos y los gastos de su boda. Desde que se instituyeron
esas Cortes en el siglo XII, la tradición imponía que sus procuradores res-
pondieran a las peticiones de la Corona presentando una serie de deman-
das que se recopilaban en los Cuadernos de Cortes. En las que se celebra-
ron en Córdoba esas demandas formuladas por los representantes de las
ciudades reflejan con toda claridad cuál era el estado del reino, con pro-
blemas en la hacienda pública, abusos reiterados de nobles y clérigos, una
cada vez más acuciante carestía de la vida, depreciación de la moneda, etc.
Pero tal vez lo más llamativo es la queja de los procuradores por la insis-
tente injerencia de la Corona en la designación de procuradores afines a
fin de contrarrestar el poder de los nobles y de las oligarquías urbanas.
Para obviar las demandas recogidas en el Cuaderno de Cortes, el rey
tenía un arma muy poderosa: que primero se procediera a aprobar los sub-

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sidios que él exigía y atender después a las peticiones de los procuradores.


Y esto fue lo que hizo Enrique IV, al igual que hiciera su predecesor Feli-
pe II en las otras Cortes de Córdoba en 1570. Una vez aprobadas las can-
tidades que el rey reclamaba, Enrique IV, como hiciera el Habsburgo, se
limitó a oír las quejas de los procuradores sin asumir compromiso alguno
y, para callar sus bocas, les obsequió con una buena suma de dinero por
haberse plegado a sus demandas. En 1455 la cantidad a repartir entre los
sumisos representantes de las ciudades en las Cortes fue de 300.000 mara-
vedíes y en 1570 de 200 ducados a cada procurador 29.
Si unimos a esta forma de funcionamiento de las Cortes castellanas la
cada vez mayor injerencia del rey en la designación de sus procuradores, la
conclusión es evidente: el declive de la institución creada por Alfonso IX
de León como un contrapeso del poder del rey.

RESPECTO A LA BODA REAL


Apenas quedan registros documentales de un acontecimiento tan im-
portante como la boda de un rey, de la que se va a desprender nada menos
que la herencia de la Corona. Sobre todo, de la gran incógnita que sigue
aún pendiente respecto a las nupcias de Enrique IV de Trastámara y Juana
de Avis: su legalidad, habida cuenta del parentesco de los contrayentes. En
casos similares se precisaba de la correspondiente dispensa papal para legi-
timar la boda. Pero existen dudas si existió o no esa dispensa. No se con-
serva la bula pontificia que permitiera el enlace, pero sí existe en los archi-
vos de la Real Academia de la Historia la copia de un documento papal
anterior a la boda que facultaba a los arzobispos Alfonso Carrillo, Alonso
Fonseca y Alfonso Sánchez para que, tras examinar el asunto, realicen las
dispensas si lo considerasen oportuno. Por otra parte, consultado el archi-
vo de la Catedral de Córdoba, donde tuvo lugar el enlace real, no existe
documento alguno sobre la boda, con lo cual no se puede asegurar si uno
de los prelados mencionados en la copia del documento de la Real Aca-
demia de la Historia celebró la liturgia matrimonial 30.
29
CABALLERO RIVAS, Isabel: «La visita de Felipe II a Córdoba» en GARCÍA PA-
RODY, Manuel (dir.): Visitas Reales a Córdoba. UNED, Córdoba, 2019, pág. 75.
30
El Corpus Medievale Cordubense elaborado por Manuel NIETO CUMPLIDO solo llega
hasta el año 1399. En el Libro de Actas Capitulares del Cabildo Catedralicio de Cór-
doba, tomo 2, folio 64r, se conserva el único documento localizado en el Archivo de
la Catedral de Córdoba acerca de la visita de Enrique IV a Córdoba y son unas mandas
de parte del Cabildo sobre la recepción del rey en el convento de Santa María de las
Huertas, incidiendo en evitar el cobro del almojarifazgo sobre la real visita.

420 BRAC, 173, I (2024) 401-422


BODA REAL Y CORTES DE CASTILLA EN LA CÓRDOBA DE 1455

Ante la carencia de fuentes de primera mano solo nos cabe acudir a las
crónicas, a sabiendas de la parcialidad de las mismas. Enríquez del Castillo
dice que fue el arzobispo de Sevilla Alfonso de Fonseca quien ofició los
desposorios en la Pascua del Espíritu Santo y que tres días después el arzo-
bispo de Tours presidió la misa de velaciones. Por su parte Alfonso de
Palencia no menciona al arzobispo Fonseca —uno de los supuestamente
autorizados por bula papal para dirimir cualquier duda sobre la consangui-
nidad de los contrayentes— sino solo al de Tours. Aunque hay que creer
que el prelado sevillano debió estar presente en la boda ya que se hallaba
en Córdoba en aquellos días y que si Palencia lo ocultó pudo ser por sem-
brar dudas acerca de la legitimidad del matrimonio de Enrique IV.
No se debe olvidar que el principal argumento utilizado en 1474 por
quien sucedió a Enrique IV, su hermanastra Isabel de Trastámara, fue que
ella era la legítima heredera del reino de Castilla y que la hija de Enrique y
Juana, Juana de Trastámara y Avís, mal llamada «La Beltraneja», no podía
sucederle en el trono por ser fruto de un matrimonio ilegítimo. Sin em-
bargo, de acuerdo con todo lo señalado respecto a ese matrimonio cele-
brado en Córdoba en mayo de 1455, si se confirma la veracidad de la co-
pia documental existente en el archivo de la Real Academia de la Historia
y lo señalado por el cronista Enríquez del Castillo, la cordobesa boda real
reunió todos los requisitos para ser considerada conforme a las normas
canónicas: no se entiende que hubiera sido oficiada por alguien que tenía
la potestad de dirimir sobre la idoneidad de los contrayentes, como era el
caso del arzobispo Alfonso Fonseca.
El argumento, pues, de la futura Reina Católica carece de base y se
contradice con la forma en que ella casó con Fernando de Aragón con
unas bulas papales falsas y que se rectificaron después de las nupcias gracias
a la intervención de otro pontífice, Sixto IV, y su legado el entonces car-
denal Rodrigo Borgia.

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422 BRAC, 173, I (2024) 401-422


LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

Manuel Villegas Ruiz


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE España consideró los territorios descubiertos como una pro-
longación más de la Corona hispana, por ello puso todo su empeño
Hispanoamérica.
Herencia.
en que sus instituciones fuesen como un reflejo de las castellanas.
Española. Los aborígenes necesitaban, para su gobierno y administración,
Villegas. que fuesen reunidos y agrupados en ayuntamientos que normal-
mente se formaban alrededor del convento de frailes que se hubie-
sen establecido en el lugar. Las instituciones hispanas se traslada-
ron a las nuevas tierras descubiertas que fueron gobernadas al
igual que las ciudades españolas

ABSTRACT

KEYWORDS Spain considered the discovered territories as an extension of


the hispanic crown, and therefore made every effort to ensure that
Hispanic america.
Inheritance.
its institutions mirrored those of castile. For their government and
Spanish. administration, the aborigines needed to be brought together and
Villegas. grouped into town councils, which were normally formed around
the friars' convent that had been established in the area.The his-
panic institutions were transferred to the newly discovered lands,
which were governed in the same way as the spanish cities.

INTRODUCCIÓN

E n este breve trabajo expondremos cómo a


las tierras que se descubrieron y a las que
quedaban por revelar se trasladaron las ins-
tituciones político-administrativas que estaban vi-
gentes en España, de forma tal que en la organiza-
ción de los centros de convivencia o nuevos pue-
blos que se fundaron, su forma de gobernación era
un calco de las que regían en España. Allí se trasla-
daron las formas de gobierno de los municipios más
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. bien con el modelo de los siglos X al XII, es decir,

BRAC, 173, I (2024) 423-446 423


MANUEL VILLEGAS RUIZ

como Asamblea de vecinos, o Cabildo abierto, que será la forma de de-


nominarlo en aquellos lugares que será el único poder de facto, ya que los
otros cargos que fuesen nombrados para ejercer su oficio deberían de to-
mar posesión de este, jurando el cargo ante el Cabildo, de igual manera
como hacían los Corregidores, o los nombrados para otros oficios, en los
municipios hispanos. El Corregidor era la extensión del poder real ante los
Ayuntamientos, cuando llegaban a la ciudad a la que eran destinados debe-
rían jurar las ordenanzas, usos y costumbres del Cabildo municipal.
En las Actas capitulares del Cabildo cordobés, en la sesión celebrada el
miércoles 5 de mayo de 1535, cuando el corregidor Fernando Pérez de
Luján toma posesión de su cargo según el poder real por el que es nom-
brado para el mismo, que exponemos a continuación, ha de comprome-
terse a guardar las ordenanzas del Regimiento municipal, así como todos
los usos y costumbres y otros mandatos que tenga la ciudad:
Don Carlos, por la divina clemencia..., Rey de Alemania... y el
mismo D. Carlos por la misma gracia Rey de León de Castilla etc.
etc. a Vos Concejo Justicia, Regidores, Caballeros, Escuderos y
hombres buenos de la ciudad de Córdoba [...] sepáis que Nos en-
tendiendo ser cumplidero a nuestro servicio y [...] de la nuestra Jus-
ticia y a la paz y sosiego de esta dicha ciudad, nuestra merced y vo-
luntad es que Fernand Pérez de Luján tenga por Nos el oficio de
corregimiento y juzgado de esa dicha ciudad y su tierra por tiempo
de un año cumplido próximo que será contado desde el día que por
vos fuese recibido al dicho oficio con los oficios de justicia y juris-
dicción civil y criminal y alcaldía y alguacilazgo de esa dicha ciudad
y su tierra para que vos mandamos a todos y a cada uno de vos que
luego, vista esta nuestra carta, sin otra luenga ni tardanza alguna y
sin a nos requerir ni consultar ni esperar otra nuestra carta [...] ni se-
gunda ni tercera, recibáis del dicho Fernand Pérez de Luján el ju-
ramento y solemnidad que en este caso se acostumbra hacer, el cual
por él hecho le recibáis por nuestro Corregidor de esa dicha ciudad
y su tierra y le dejéis y consintáis libremente usar el dicho oficio y
cumplir y ejecutar la nuestra Justicia por sí y por sus oficiales y luga-
res tenientes que es nuestra merced que en los dichos oficios y al-
caldía y alguacilazgo y otros oficios al dicho corregimiento anexos
pueda ponerlos cuales pueda quitar y [...] [...] cuidando que como
servicio y [...] de la nuestra Justicia por la poner y subrogar otro u
otros en su lugar e oigan e libren e determinen los pleitos y causas
civiles y criminales que en esta dicha ciudad y su tierra estén pen-
dientes, comenzados y movidos en cuanto que por Nos [...] el di-
cho oficio se concertaren y movieren ser y llevar los dineros y sala-

424 BRAC, 173, I (2024) 423-446


LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

rios acostumbrados a los dichos oficios pertenecieren y hacer cua-


lesquier pesquisas en los casos del dicho [...] y otras cosas al dicho
oficio pertenecientes y que él entienda que a nuestro servicio y al
bien de nuestra Justicia cumplir y proveer usar poder en el dicho
oficio y cumplir y ejecutar la nuestra Justicia y todos os conforméis
con él y [...] persona y [...] [...] le deis y hagáis de todo el favor y
ayuda que os pidiere y menester hubiere que [...] parte de ello con-
venga ni contradicción alguna pongáis ni consintáis poner que Nos
por la presente recibimos y habemos por recibido al dicho Corregi-
dor y le damos poder para lo usar e llevar y hacer cumplir e asentar
la nuestra Justicia y caso que por vos u otros o privilegio de vos no
sea requerido para que cumpla a nuestro servicio que el dicho Fer-
nand Pérez de Luján tenga el dicho oficio para el derecho [...] o
embargar cualesquier estatutos que acerca de ello tengan, y por esta
nuestra carta damos a cualesquier persona o personas que tienen las
varas de la nuestra Justicia e de los oficios alcaldía y alguacilazgo de
esta dicha ciudad y su tierra que luego las den y entreguen al dicho
nuestro Corregidor y que no usen más de ellas sin nuestra licencia
so las penas en que caen las personas privadas que usan de oficios
públicos para que no tienen poder ni facultad ca nos por la presente
los suspendemos y habemos por suspendidos de los dichos oficios.
Y otrosí, es nuestra merced que si él entendiera que cumplirá a
nuestro servicio. [...] de la nuestra Justicia que cualesquier caballeros
u otras personas vecinos de esa dicha ciudad y su tierra y de fuera
parte que allí vinieren o que [...] de su lugar [...] y que no estén ni
[...] en ella y que se vengan aquí dentro [...] [...] quedamos dar de
nuestra parte y que los haga de ella salir a los cuales aquí se lo man-
damos por la presente mandamos que luego sin nos más requerir ni
consultar ni esperar otra nuestra carta ni mandamiento y sin inter-
poner de ella argumento ni suplicación la pongan en obra y hecho
el debe llevar y mandar so las penas que les ponga de nuestra parte,
las cuales nos [...] las ponemos y habemos por puestas y le damos
poder y facultad para lo ejecutar en los que remisos e inobedientes
fueren [...] y mandamos al dicho nuestro Corregidor que conozca
de todas las causas y luego [...] cometido a todos los corregidores y
jueces de renunciar sus antecesores aunque sean de [...] de su juris-
dicción y poner los procesos en el estado en que los hallare conten-
to el tenor y forma de las nuestras provisiones que les fueren dadas
luego haber preciso cumplimiento de justicia que para ello le damos
poder cumplido.
Y otro sí por esta nuestra carta damos a vos el dicho [...] y [...] jue-
ces de la dicha ciudad y su tierra y hagáis dar y deis al dicho nuestro

BRAC, 173, I (2024) 423-446 425


MANUEL VILLEGAS RUIZ

Corregidor este dicho año [...] como habéis acostumbrado a dar y


pagar a los otros corregidores que han sido hasta aquí para los cuales
ha de proveerse. [...] de vuestros bienes y propios y sobre ello todas
las prendas, premisas y ejecuciones y prisiones que necesarias sean y
por vos [...] el dicho Corregidor e cumplir y ejecutar la nuestra Jus-
ticia, le damos poder cumplido en esta nuestra carta [...] [...] y de-
pendencias conexidades y anexidades.
Y otro sí vos mandamos que al tiempo que recibáis por nuestro Co-
rregidor de esa dicha ciudad y su tierra al dicho Fernand Pérez de
Luján y recibáis de él fianzas llanas y abonadas que se someterá a la
residencia que las leyes de nuestros reinos mandan y resida en el di-
cho oficio el tiempo que sea obligado sin hacer ausencia alguna para
cualquier causa que sea y si la hiciere que demás de pagar la pena en
que por ello incurren [...] deber de las que juzguen de ella usen en
el dicho oficio la cual aplicamos para las obras propias de esa dicha
ciudad y mandamos a la persona que le tomase residencia del dicho
oficio indagar con especial cuidado si el dicho Corregidor ha incu-
rrido en la dicha pena y averiguar la verdad de ello la ejecute en él y
en sus oficiales sin embargo de cualquier causa o razón que contra
ello alegue y de la respuesta o respuestas que de ello interponga
porque nuestra merced es que sin embargo de todo ello sea tal la di-
cha pena.
Y otro sí toméis y recibáis de él juramento que durante el dicho
tiempo que por nos tuviese el dicho oficio de Corregimiento visita-
rá los términos de esa dicha ciudad y su tierra a lo menos dos veces
en el año y que renovará los mojones si menester fuere y restituya
lo que injustamente estuviere hecho y si no los puede buenamente
restituir que envíe ante Nos o a nuestro Consejo la relación de ello
para que lo probemos como cumple a nuestro Servicio.
Y otro sí mandamos al dicho Corregidor que las penas en que él y
sus oficiales y los alcaldes de [...] hubieren de condenar y condena-
ren a cualesquier concejo y personas [...] como consta [...] y les de y
entregue cómo recibir saldadas dichas penas y así mismo tome las
cuentas de todas las dichas penas a las personas que contenido algo
de las recibir y cobrar por el dicho nuestro receptor [...] de ellas del
tiempo que las tuviere [...].
Y otro sí tome y reciba las cuentas de los propios y rentas sisas y re-
partimientos e derrames que en esta dicha ciudad y su tierra sean
hechos [...] que lo mandamos [...] y recibir y [...] y recibidas y todo
lo que [...] [...] no lo reciba ni pase en cuenta y los alcances que hi-
ciese lo asiente todo y lo ponga con las dichas cuentas en poder del

426 BRAC, 173, I (2024) 423-446


LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

mayordomo de esa dicha ciudad para que lo gaste en lo que fuere


utilidad y provecho de ella sin que luego [...] y relación que de él
[...] ponga y [...]de ello sentado y si alguna persona se sintiere por
agraviada y [...] de él otórguele su prelación para los del nuestro
Consejo y no para ante otro juez alguno y dentro de noventa días
próximos siguientes como fuere recibido al dicho oficio que envíe a
nuestro Consejo las dichas cuentas [...] si sus propios y de [...] que
como de suso se contiene ha de poner, poniendo los cargos y las
datas de cada cuenta sobre sí por menudo y particularmente porque
se diga qué penas son las que se cobran y porqué razón y lo que hay
de propios y cómo y de qué manera se gastan y se emplean según el
caso que convenga que [...] no se presten [...] de nos hacer conoci-
miento que si así no lo hizo, él implore que a su costa enviemos
juez que tome las dichas sentencias y haga la averiguación de ellas y
la traiga ante Nos.
Y otro sí mandamos al dicho nuestro Corregidor que se informe en
portazgos e imposiciones nuevas y sin [...] se llevan en esa dicha
ciudad y su tierra y en sus comarcas y lo de esa dicha ciudad y su
tierra remedie y así mismo de sus comarcas que se pueda remediar y
lo que no se pueda remediar nos lo notifique y nos envíe la pesquisa
y verdadera relación de ello para que lo mandemos proveer como
convenga.
Y otrosí mandamos al dicho nuestro Corregidor que durante el
tiempo que por Nos cumpla el dicho oficio tenga mucho cuidado y
diligencia que se guarden y haga guardar las bulas de nuestro muy
Santo Padre que Dios premie, sobre el hábito y [...] que han de
traer los clérigos sin corona de estos nuestros reinos y señoríos así
los que son [...] como los que no lo fueren y la declaración que fue-
re hecha por los prelados de estos nuestros reinos y que tenga ma-
nera con el Obispo o con el provisor de esa dicha ciudad que haga
publicar las dichas bulas prontamente los tres domingos grandes de
la Cuaresma según y como en las dichas bulas y declaraciones se di-
ce, y en caso que no lo quiera hacer lo tome por remiso y lo envíe
ante Nos para que lo mandemos proveer y remediar como conven-
ga.
Y otrosí mandamos al dicho nuestro Corregidor reciba residencia
del [...] comendador de [...] [...] nuestro oficio y sus oficiales que
han sido de esa dicha ciudad y su tierra por tiempo de quince días
que nos [...] que [...] en las Cortes de Toledo de poner y cumplir de
justicia y a los que de ello hubiere querellosos seyendo las dichas
causas [...] remitir a los del nuestro Concejo salvo las causas que por

BRAC, 173, I (2024) 423-446 427


MANUEL VILLEGAS RUIZ

los capítulos de los Jueces de Residencia se les mandare [...] la cual


dicha residencia mandamos al dicho [...] y a sus oficiales que hagan
ante el dicho Corregidor según dicho es.
Y otrosí, le mandamos que sepa razón cómo y de qué manera el di-
cho nuestro Corregidor ha usado y ejercido el dicho oficio de co-
rregimiento y ejecuta la buena justicia especialmente en los peculios
públicos y cómo serán guardadas las leyes hechas en las Cortes de
Toledo y [...] y cumple las suyas que se han dado a favor de esa di-
cha ciudad de Córdoba y su tierra.
Hasta aquí la copia del poder, sigue el protocolo ceremonial:
Y presentada por mí el dicho escribano leída y notificada dijeron
que la obedecían y obedecieron en todo lo contenido en ella.
Y guardando la preeminencia de la ciudad se salió del cabildo y sali-
do dijeron que entrase e hiciese la solemnidad de derecho que era
obligado y Sus Altezas mandan. El cual dicho Señor Corregidor en-
tró y se sentó en su lugar y juró por Dios y por Santa María y por
los Santos Evangelios y por la Señal de la Cruz que en su pecho te-
nía de Santiago, al cual por mí el dicho escribano le dijo que jurara
de guardar el servicio de Dios y de Sus Majestades y el bien y pro-
vecho común de esta dicha ciudad y su tierra y administrará justicia
igual a las partes.
Ítem que guardará las pragmáticas y provisiones reales que esta ciu-
dad tiene, en especial la que habla en la buena gobernación que la
Justicia se junte con la mayor parte de los votos y todas las otras
pragmáticas, en especial la guarda y defensa de la jurisdicción real y
ser en defensa de los términos y jurisdicciones de esta ciudad y su
tierra en especial de la villa de Fuente Ovejuna y de guardar las or-
denanzas de esta ciudad en especial la que habla en razón del vino
de fuera y que guardará las preeminencias y [...] de los caballeros de
Regimiento y los estatutos de la dicha ciudad y el secreto del Cabil-
do y tendrá y guardará los capítulos de Corregidores todos en gene-
ral y cada uno en particular como si aquí fuesen dichos y demanda-
dos de palabra a palabra y en todo que hará lo que el buen Corregi-
dor es obligado en servicio de Dios y de Sus Majestades y echándo-
le la confesión del dicho juramento de cada una cosa de lo conteni-
do para que dijese sí juro y prometo como católico cristiano. El
cual dijo, sí juro y amen y en lo que toca a la conformación con la
mayor parte de los votos dijo que se conforma en las aquellas cosas
que fueren en servicio de Dios y de Sus Majestades y justo y no en
otra cosa porque de esto será Dios Servido y Sus Majestades.

428 BRAC, 173, I (2024) 423-446


LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

El nuevo Corregidor procede al nombramiento de los siguientes car-


gos:
Alcalde de la Justicia: El Bachiller Luís Fonseca
Alguacil Mayor: García Álvarez
Alguacil Menor: Juan Casado
Alguacil de las Entregas: Diego Serrano
Hay un párrafo en el anterior escrito que merece que le prestemos
nuestra atención, y es:
Y guardando la preeminencia de la ciudad se salió del cabildo y sali-
do dijeron que entrase e hiciese la solemnidad de derecho que era
obligado y Sus Altezas mandan.
Aunque sea una simple formalidad, pues, ante todo el Regimiento mu-
nicipal debe obedecer el mandato real, hacen que el corregidor salga de la
sala capitular para deliberar entre los Caballeros Veinticuatro, si es admiti-
do al cargo para el que es nombrado, o por el contrario se rechaza. Sim-
plemente, como decimos, es un vestigio de cuando los Ayuntamientos
eran totalmente autónomos y las ciudades se regían por las ordenanzas
emitidas solamente por los Cabildos municipales.
Esta, podríamos llamar ceremonia, se repite cada vez que un oficio o
cargo nuevo se presenta en el Ayuntamiento para tomar posesión del car-
go para el que ha sido designado.

TRASLADO DE LAS INSTITUCIONES DE GOBIERNO


ESPAÑOLAS A LAS NUEVAS TIERRAS

Por las características de estas, el autogobierno del que disfrutarán los


nuevos asentamientos poblacionales se llevará a cabo por el sistema total-
mente democrático de «Cabildo abierto», que hemos encontrado en las
Actas capitulares cordobesa, para el que se convocará a los vecinos al soni-
do de «Campana tañida». Todavía, en pleno siglo XVI, Fernando el Cató-
lico solicita a Córdoba unas contribuciones para lo que pide que el pueblo
sea llamado a campana tañida.
Este traslado de las instituciones hispanas a las nuevas tierras por el res-
paldo que da Carlos I, en la Cédula de 1530 que disponía de forma gene-
ral que en todos los asuntos, no legislados específicamente para las nuevas
tierras:

BRAC, 173, I (2024) 423-446 429


MANUEL VILLEGAS RUIZ

[…] se guarden nuestras leyes de Castilla conforme a las de Toro (J


503), así en cuanto a la substancia, resolución y decisión de los ca-
sos, negocios y pleytos, como a la forma y orden de susbtanciar.
En consecuencia, el Derecho castellano adquirió carácter supletorio,
durante todo el período colonial, para todos los casos «que no estuviere
decidido, ni declarado lo que se deve proveer por las leyes de esta Recopi-
lación».
España no podrá liberarse del sambenito de la Leyenda negra, hasta que
los historiadores españoles no tomemos con firmeza y resolución el trabajo
de demostrar documentalmente, como ha de hacer cualquier historiador
que se precie como tal, la falacia y falsedad que durante más de cinco si-
glos, y aún hoy continúa; pero reto a cualquiera de estos confeccionadores
de refritos que se autodenominan historiadores, a que presenten unas le-
yes, no como estas, sino, aunque sea muy remotamente, comparables a
ellas.
España, desde el primer momento, consideró a las nuevas tierras descu-
biertas como una prolongación del reino hispano. De forma tal que Isabel,
ab initio del descubrimiento, declaró que los naturales de esos nuevos terri-
torios eran ciudadanos españoles, de igual manera que otro nacido en la
Península como podemos comprobar en cualquier documento en el que
se hable de los naturales de esos territorios.
Párrafo tomado de su testamento:
[…] e non consientan e den lugar que los indios vezinos e morado-
res en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban
agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e
justamente tratados. E si algún agravio han rescebido, lo remedien e
provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por
las Letras Apostólicas de la dicha concessión nos es inyungido e
mandado.
Por distintas bulas papales, una de las misiones más importantes de las
que se les asignaba a los conquistadores era la evangelización de los habi-
tantes de aquellas tierras, de tal modo que antes de proceder a la explora-
ción y conquista de un territorio, antes que las tropas, iban los misioneros
para ir evangelizando a los habitantes de ellas. Dándose casos en los que
estos no volvieron porque fueron masacrados por los indios.
Por ello, es un error histórico llamar a las nuevas tierras colonias, ya
que los ciudadanos que las poblaban fueron, desde el primer momento,

430 BRAC, 173, I (2024) 423-446


LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

considerados por nuestros monarcas como ciudadanos de pleno derecho,


como cualquier otro nacido en la Península. Estas posesiones, desde su
inicio, fueron divididas en virreinatos, como pudo ser el Virreinato de
Nápoles, u otro cualquiera. Por ello quienes las gobernaban como autori-
dad máxima fueron Virreyes, o Visorreyes, el que sustituye o está en el
lugar del rey.
Veamos ahora algunas de las fundaciones o misiones que se establecie-
ron en las nuevas tierras; enumerarlas todas sería un trabajo que excedería
con creces la extensión de esta exposición y, posiblemente, llegase a cansar
a quien lo lea. Como cordobeses nos dedicaremos a exponer las distintas
misiones que llevaron el nombre de nuestro Bandito Custodio San Rafael.

LA MISIÓN DE SAN RAFAEL EN CALIFORNIA

ANTECEDENTES
Los primeros conquistadores españoles que comenzaron a adentrarse en
lo que hoy conocemos como el Estado de California iniciaron sus avances
allá por el año 1542. Iban comandados por Juan Rodríguez Cabrillo, a
quien Pedro de Alvarado le encomendó, junto con el apoyo de D. Anto-
nio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España, la misión de explorar,
entre otros territorios, lo que hoy conocemos como California.
La expedición estaba compuesta por el mencionado Cabrillo, la tripula-
ción de los barcos, soldados, cierto número de indios, un sacerdote y ali-
mentos suficientes para dos años, así como animales y mercancías, es decir
una pequeña flota de conquista, cuya nao capitana, «San Salvador», había
sido construido por el mismo Cabrillo. Tuvieron éxito en su empresa y,
para no ser demasiado prolijo, diré que reconocieron y se asentaron en lo
que hoy, con pocas variaciones, conocemos como California.
Durante casi doscientos años esta nueva región careció de un asenta-
miento firme y duradero de misioneros. Fue en el año 1769 cuando el
franciscano fray Junípero Serra fundó la primera misión en San Diego y
durante la segunda mitad del siglo los religiosos españoles fueron exten-
diéndose a lo largo de la costa de California. A lo largo de todo este terri-
torio se fue construyendo una cadena de misiones católicas, que estaban
apoyadas por la Corona española.
Allá por el año 1817, cercanas a la bahía de San Francisco, se hallaban
firmemente asentadas las misiones franciscanas de Dolores y San Francisco.

BRAC, 173, I (2024) 423-446 431


MANUEL VILLEGAS RUIZ

FUNDACIÓN DE LA MISIÓN DE SAN RAFAEL ARCÁNGEL

Por su situación geográfica, ambas sufrían las consecuencias del clima


local, húmedo y neblinoso que repercutía perniciosamente en la salud de
los indios que poblaban las referidas misiones y que habían sido contagia-
dos por las enfermedades aportadas por los blancos ya que su sistema in-
munológico no tenía defensas para combatirlas.
El padre Prefecto de la misión de Dolores, fray Vicente Francisco Sa-
rriá, había recibido la propuesta de la erección de un sanatorio, algo más al
norte, lugar en el que el clima y la situación geográfica era más benigno y
menos perjudicial para la población. Su primitiva reacción fue contraria a
tal creación pues estaba temeroso de que las costumbres paganas e idolátri-
cas de los indios que poblaban las inmediaciones de la zona propuesta pu-
diesen contaminar la todavía poco recia fe de los íncolas de su misión.
Inesperadamente se encontró con una ayuda imprevista que le hizo deci-
dirse por llevar a cabo la propuesta hecha en su día. El padre Luís Gil, que
poseía ciertos conocimientos médicos, le participó que estaba dispuesto a
hacerse cargo del nuevo asentamiento y velar por la salud tanto corporal,
cuanto espiritual de los que constituyesen el núcleo primitivo del nuevo
establecimiento. Este ofrecimiento fue decisivo ante la actitud dubitativa
del padre Sarriá que accedió a la fundación ante el compromiso del padre
Gil. De esta manera se puso en marcha el establecimiento de la «Misión
del Gloriosísimo Príncipe San Rafael Arcángel», o simplemente la Misión
de San Rafael Arcángel.
Ésta fue la vigésima de las fundaciones en California y, como hemos
dicho antes, constituía un apoyo a la de Dolores. Su institución fue llevada
a cabo el día 14 de diciembre del año 1817 (hay otros datos que aseguran
que fue el 14 de febrero de 1822).
Para constituir la misión, que estaría dotada de un hospital, se desplaza-
ron al lugar más de 200 indios y varios frailes franciscanos, que se encarga-
ron de formalizar el asentamiento y poner los primeros cimientos de lo
que sería con el tiempo la próspera misión mencionada. Como caso curio-
so el nuevo asentamiento se hallaba a un día de viaje en burro de la misión
de San Francisco.
Una de las razones para la fundación de ésta era, como hemos dicho,
reponer la maltrecha salud de los indios de la misión de Dolores. Por ello
qué mejor nombre ponerle que «Misión San Rafael», cuyo significado es

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LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

«Medicina de Dios». Como una de sus funciones era la antedicha, también


se le denominó «Asistencia San Rafael».
Su apariencia externa era bastante simple y sencilla. Impresionaba me-
nos que la de la misión «madre». Simplemente era un edificio sin preten-
siones, de 40 por 90 pies de planta, dividido, como de modo casual en una
serie de habitaciones que se empleaban como hospital, capilla, almacén y
monasterio.
Desde el principio de su creación, su prosperidad fue en constante au-
mento. Se organizaron una granja y un rancho de gran actividad en la
frontera norte de Nueva España. Sus construcciones eran sencillas pero
confortables. Los indios se dedicaban a cuidar sus huertos, tierras de culti-
vo y rebaños de ganado.
Esta forma de agrupar a los indios en poblados distintos a aquellos en
los que vivían los españoles se conocía con el nombre de «reducciones».
Desde los comienzos de la conquista, la Corona de España había concebi-
do la idea de agrupar a los naturales de las nuevas tierras en poblaciones en
las que sólo vivieran ellos a fin de que no anduvieran dispersos. Se preten-
día que, aparte de la mayor facilidad para su evangelización, cuidado de las
tierras, y pago de tributos, siguiesen conservando sus costumbres, además
de recibir la aculturación castellana.
En las instrucciones comunicadas por los monarcas a la segunda Au-
diencia de Nueva España en 1531, se exponen, sin lugar a equívocos, las
disposiciones de cómo se han de constituir éstas: Cada reducción ha de
contar con una iglesia regida por un cura doctrinero, con el fin de instruir
en la religión católica a los aborígenes (los Papas habían sido muy explíci-
tos con los monarcas españoles respecto al adoctrinamiento de los indíge-
nas). El mantenimiento del sacerdote debería subvenirse con parte de los
tributos que los indios deberían de pagar. Vivían en comunidad, por lo
que todos los bienes de la reducción, incluso las tierras pertenecían al total
común de sus habitantes, lo que evitaba la posibilidad de la enajenación.
Las órdenes religiosas que más se distinguieron en la creación de reduc-
ciones fueron los franciscanos y los jesuitas. Las de estos últimos lograron
un excelente desarrollo y fueron modelos de organización, pujanza eco-
nómica y bienestar de sus habitantes. Se puede decir que las que mayor
esplendor alcanzaron fueron las del Paraguay.

BRAC, 173, I (2024) 423-446 433


MANUEL VILLEGAS RUIZ

DESVINCULACIÓN DE LA MISIÓN DE DOLORES

La prosperidad del nuevo establecimiento fue tal que, siendo una ex-
tensión unida por vínculo jerárquico a la misión de Dolores, esta pujante
importancia que, día a día, iba adquiriendo concluyó con que el 19 de
octubre de 1822 cortó su cordón umbilical con Dolores y fue reconocida
de forma institucional como misión independiente. El núcleo de pobla-
ción indígena alcanzaba por aquel entonces los mil «neófitos» o indios
bautizados. El padre Amorós la administró desde 1817 a 1832. Era un
hombre de enérgica voluntad que impuso disciplina y laboriosa actividad
en todo el establecimiento. Mandó roturar nuevos campos y creó una
floreciente explotación ganadera. El trigo, importado de España, se culti-
vaba profusamente, además de los cereales autóctonos. Uno de los produc-
tos que más fama dieron a la explotación agrícola fueron sus excelentes
peras.
Durante su gobierno, Amorós logró que se convirtieran 1.837 indios.
Dotó al asentamiento de más de 6.000 cabezas de ganado, entre las que se
encontraban 400 magníficos caballos. Como caso anecdótico, todavía per-
dura el reloj de agua que mandó confeccionar y que siguió funcionando
muchos años después de su fallecimiento.

TIEMPOS ACIAGOS PARA SAN RAFAEL

El conocido como «Grito de Dolores» fue la chispa que encendió el


polvorín de la guerra por la independencia mexicana. El 16 de septiembre
de 1810, al clarear el alba de dicho día, el cura Miguel Hidalgo y Costilla,
junto con Ignacio Allende y Juan de Aldama, tañe la hoy famosa Campana
de Dolores que se encontraba en el campanario oriental de la iglesia pa-
rroquial de la población de Dolores (hoy pertenece al estado de Guanajua-
to y se la denomina Dolores Hidalgo, en recuerdo del cura levantisco). El
repicar de la campana despertó a la población que acudió a la parroquia
inquiriendo qué ocurría. Una vez congregada la población frente a la igle-
sia, el cura Hidalgo pronuncia un emotivo y explosivo sermón, al final del
cual grita: ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Abajo el mal gobierno!, ¡Viva
Fernando VII!
Dejamos de lado el narrar aquí los avatares de la independencia Mexi-
cana que se llegó a obtener en el año 1821.

434 BRAC, 173, I (2024) 423-446


LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

Desde esta fecha hasta 1833, la misión siguió gestionada por la Iglesia
Católica. En este punto histórico fue secularizada y pasó a ser administrada
por la férula del Estado mejicano, pero las nuevas autoridades no supieron
prestar a las misiones la misma ayuda que habían recibido de la metrópoli
durante la época colonial, por lo que, ante su incapacidad de mantenerlas
bajo su dominio con una eficaz dirección, optaron por deshacerse de ellas
con la postura más cómoda y a la vez lucrativa, es decir, ponerlas en venta.
En primer lugar, se las ofrecieron a los indios que en ellas vivían, quie-
nes no pudieron adquirirlas por falta del dinero suficiente para su compra.
No les quedó a los gobernantes otro remedio que dividirlas en ranchos y
así, en porciones más pequeñas, fueron adquiridas por mejicanos blancos.
La iglesia de San Rafael fue la primera en ser secularizada. Cosa que
ocurrió en 1834 año en la adquirió el general Mariano Vallejo que era
secretario del gobernador español de California y opuesto a la indepen-
dencia de México. Vallejo, también incapaz de regirla con una buena go-
bernación, trasladó el ganado de ésta a las fincas de su propiedad, así como
los útiles se labranza y hasta los árboles. Su asentamiento fue abandonado
en 1844 y los edificios vendidos en 1846.

NUEVO CAMBIO DE PROPIETARIO

Por el tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado entre México y los Esta-


dos Unidos en 1848, cuando finalizó la Guerra de Intervención estadou-
nidense, se llegó a un acuerdo entre ambos por el cual México cedería
prácticamente la mitad de su territorio y que hoy comprende los estados
de California, Arizona, Nevada, y Utah, así como parte de Colorado,
Nuevo México y Wyoming. La misión, por tanto, pasa a depender de los
Estados Unidos, aunque en esta época sólo quedan ruinas de ella. Un soli-
tario peral es el único recuerdo vivo de los antiguos tiempos de esplendor.

AVE FÉNIX QUE RESURGE

No duró mucho tiempo esta incuria y abandono. En el año 1847, antes


de que pasase a ser territorio estadounidense, un sacerdote con ganas de
trabajar y un propósito muy concreto: hacer resurgir la antigua misión, se
instala en los terrenos de San Rafael. Su celo es tal que en 1861 se llega a
construir una nueva parroquia, bajo la advocación de San Rafael en esta
misma zona.

BRAC, 173, I (2024) 423-446 435


MANUEL VILLEGAS RUIZ

En 1863 la Iglesia católica recupera las antiguas misiones por concesión


especial de Abraham Lincoln. Desde entonces hasta estos días la situación
no ha variado, es decir, siguen regentadas por los católicos.
La antigua capilla de San Rafael vuelve a revivir con la construcción de
una réplica suya llevada a cabo en 1949. Esto fue posible porque, al faltar
documentos escritos, se acudió a los ancianos que conservaban en su me-
moria los recuerdos transmitidos por sus antepasados. Hoy sigue activa
atendiendo a sus feligreses entre los que se cuenta una parte importante de
vietnamitas y brasileños.
El territorio de la misión fue el germen de la actual ciudad californiana
de San Rafael. Es una próspera localidad con más de 55.000 habitantes de
los cuales el 43% son hispanos. Como dato curioso es interesante saber que
se hizo famosa gracias al director cinematográfico George Lucas, que la
utilizó como escenario de alguna de sus películas.
No es inapropiado considerar que la historia de esta misión es muy in-
teresante pero, por desgracia, es desconocida en buena medida por los
españoles, ya que no poseemos fuentes escritas en nuestro idioma y, aun-
que los franciscanos eran muy meticulosos y dejaban constancia por escrito
de todos los hechos importantes, no olvidemos que en 1846 la Revolu-
ción de la «Bandera del Oso» sacudió hasta sus cimientos el tranquilo San
Rafael ya que fue capturado por el general estadounidense John C. Fre-
mont que la utilizó como cuartel, dedicando la capilla a establo. Ya pode-
mos hacernos una idea de en qué emplearían los soldados aquellos escritos
que encontrasen.
Podemos considerar este asentamiento como un prototipo de los mu-
chos que llevaron a cabo las órdenes religiosas en las tierras conquistadas
en ambas Américas y como una síntesis de una historia mayor: la de gran-
des naciones y del cambio de mentalidades, de forma de producción, de
aprovechamiento de los beneficios y de relaciones entre pueblos.
La primera fase de San Rafael, hasta la secularización en 1833, es de
prosperidad, constante expansión y bienestar de los nativos. Es, como he-
mos dicho, uno de los muchos núcleos evangelizadores que las órdenes
religiosas fundaron, administraron e hicieron prosperar. Podemos decir
que la economía, la bonanza económica y el bienestar de los asentados van
de la mano de la evangelización católica.
El periodo segundo, (calificable como desastroso) al conseguir los me-
xicanos la independencia y hacerse cargo de todas las misiones, es de deca-

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LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

dencia, incuria, falta de la debida dirección y ruina total de las misiones, lo


que podemos extrapolar a las distintas nuevas naciones que se independiza-
ron de la Corona española. Los nuevos Estados, desligados de la metrópoli,
no tienen medios y desconocen o no quieren poner en práctica la organi-
zación que han llevado a cabo las órdenes religiosas. En sus manos estaba
el poder continuar con la práctica efectuada durante siglos por los evange-
lizadores que habían puesto en ejecución las directrices marcadas por los
reyes de España, pero no quisieron o no pusieron voluntad en ello.
La solución más fácil, más retributiva y menos onerosa para sus dirigen-
tes, es incautarse de los bienes y sacarlos a la venta de la que se aprovechan
los poseedores de fortunas suficientes para hacerlo. Pero éstos tampoco son
capaces de administrar debidamente las nuevas posiciones adquiridas y,
como en el caso de San Rafael, terminan trasladando a sus posesiones to-
das las riquezas de las que los asentamientos gozaban y dejan que éstos
vayan deteriorándose y arruinándose poco a poco, destruyendo un foco de
cultura, prosperidad y bienestar de sus habitantes que al final tienen que
optar por abandonar el lugar.
La tercera fase de las misiones enclavadas en parte de lo que hoy son los
Estados Unidos es que sus gobernantes, posiblemente influidos por la doc-
trina calvinista (se hace constar como hipótesis) ven en ellas la posibilidad
de un renacimiento de comercio, bienestar y potencial foco de riqueza.
Tanto es así que, sobre su primigenio asentamiento se crean ciudades
prósperas que ayudan a engrandecer a la nueva confederación de Estados
de América del Norte. Pero ya no es la Iglesia católica, ni sus misioneros
los que rigen estos nuevos asentamientos. Los religiosos han quedado rele-
gados a cumplir estrictamente con sus funciones espirituales y dirección
religiosa de los nuevos multirraciales habitantes del lugar, quienes harán
prosperar a la reciente ciudad-misión, no por la vía de la fe y espirituali-
dad, sino por algo más pragmático: el comercio, la cultura y los lugares de
ocio y entretenimiento.

SAN RAFAEL EN BOLIVIA

La idea que preocupó desde el principio del descubrimiento de Améri-


ca a los Reyes Católicos, especialmente a Isabel, fue que los habitantes de
las tierras recién descubiertas fuesen considerados como súbditos de la Co-
rona de Castilla y, como tales, merecedores de los mismos derechos que
los que habitaban bajo su dominio en las tierras hispanas.

BRAC, 173, I (2024) 423-446 437


MANUEL VILLEGAS RUIZ

Dentro de las extensísimas leyes de Indias hay capítulos específicamente


dedicados al buen trato y mejor gobierno por el que habían de ser regidos
los pueblos indígenas. Desde el primer momento los pobladores de las
nuevas tierras descubiertas fueron considerados por nuestros monarcas
como súbditos, no esclavos, de reino de España, los primeros desvelos de
nuestros reyes fueron que los indios abandonasen su estado salvaje y acce-
diesen a la cultura hispana y a la evangelización cristiana.
La cristianización de América la llevaron a cabo componentes de dis-
tintas órdenes religiosas, entre los que destacaron de forma especial los
franciscanos y los jesuitas. Éstos, en principio, se vieron frenados para acu-
dir al Nuevo Mundo por la reticencia de Carlos I y un poco también con
posterioridad por la de su hijo Felipe II. No obstante, el Papa Paulo III
encomendó a los jesuitas que participasen en la evangelización de los habi-
tantes del Nuevo Mundo organizando reducciones así como el descubri-
miento de nuevos dominios.
La instalación inicial en el territorio boliviano de la zona de Chiquitos
comienza allá por los años 1550-1551 y fue el padre Manuel de Lóbrega el
responsable y regidor de tan vasto territorio para la difusión del Evangelio.
En 1604, ya afianzados en el espacio referido, se crea la Provincia jesuí-
tica del Paraguay. La primera misión fundada en 1609 fue al norte de
Iguazú, y en 1615 existían ya ocho reducciones o poblaciones para indí-
genas y misioneros con sus propios territorios o áreas de influencia. De
esta manera se podía proveer de bienes de subsistencia, para proteger a los
indios de la explotación de españoles o portugueses y para adoctrinarlos
católicamente, manteniendo a los nativos alejados de la sociedad no nativa
y las corrupciones que ésta entrañaba (también evitaban así problemas con
los encomenderos).
Las reducciones, como fueron llamadas estas circunscripciones de evan-
gelización, se localizaron especialmente en los países que hoy conocemos
como Argentina, Paraguay, Uruguay, el sur del actual Brasil, Chile, sola-
mente hasta el año 1625 y el oriente de lo que llamamos actualmente Bo-
livia.
Su primer Provincial fue el P. Diego de Torres, quien se hizo cargo de
ella en 1607. Es a finales del siglo XVII cuando se inician las misiones
jesuíticas en territorio boliviano. La primera fue la de S. Francisco Xavier,
en el año 1691, fundada por el padre José de Arce. En 1698, Felipe Suárez
instituyo la misión de S. José y así hasta un total de diez, reducciones o

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LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

misiones, la última de las cuales fue la del Santo Corazón. Estos asenta-
mientos terminaron por convertirse en pueblos y por ello, tenía que haber
en cada uno de ellos un representante del poder real o corregidor.
Tras esta extensa pero, creo, que necesaria introducción para conocer
cómo se iniciaron las reducciones jesuíticas, veamos ahora la que es moti-
vo principal de nuestro estudio.

LA MISIÓN DE SAN RAFAEL DE CHIQUITOS

Los padres Juan Bautista Zea y Francisco Herbás erigieron en 1696 la


de San Rafael, aunque algunas fuentes indican que fue solamente el padre
Zea acompañado por un grupo de indios tabicas y taus o taucas. El lugar
elegido fue a las orillas del río Guabis pues lo responsables de su estableci-
miento pensaron que este río era afluente del río Paraguay y que por esta
vía acuática podrían, navegando, conectarse con el resto de las misiones
paraguayas.
Como en otras reducciones, los hijos de S. Ignacio de Loyola buscaron
un lugar propicio que tuviese agua suficiente, tierra fértil y clima saluda-
ble. Su configuración era idéntica en todas ellas y se ordenaba en torno a
una plaza central presidida por una cruz. La iglesia se levantaba a un lado
de esta, donde también se ubicaban los colegios y los talleres. Los tres lados
restantes estaban destinados a las viviendas de los habitantes de este pueblo,
pues como tales se consideraban a las misiones. Todas las calles salían a esta
plaza.
Existen unas instrucciones muy específicas que dio la Corona española
para la fundación de las nuevas ciudades. Estas han de tenar trazado hipo-
dámico y una plaza central en la que confluirán todas ellas y en la que se
levantará la iglesia y los edificios oficiales.
Consta documentalmente que ambos padres, en enero del año 1701
agruparon a los indígenas de San Rafael y de Santa Rosa en un solo pue-
blo, que fue llamado, a partir de entonces, San Rafael. La ubicación defi-
nitiva se hizo al occidente del territorio chiquitano, con cuarenta leguas de
extensión (la legua, venía a tener una longitud, según dónde se emplease,
de entre 5,5 y 7 kms.).
La importancia de San Rafael en aquella época fue considerable, pues
era el segundo pueblo más significativo de los constituidos por los jesuitas
en las «Misiones de Chiquitos». Su auge fue notable, tanto que en poco

BRAC, 173, I (2024) 423-446 439


MANUEL VILLEGAS RUIZ

tiempo llegó a censar 1.371 habitantes. Un gran incendio lo destruyó el 4


de mayo de 1719, pero dos años más tarde ya estaba completamente re-
construido y con tanta población que tuvo que dividirse y formar la nueva
reducción de San Miguel.

ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA Y DE TRABAJO

Las características que configuraban estos asentamientos eran que cada


uno contaba con una iglesia y Cabildo (lo que hoy conocemos como
Ayuntamiento) propio que, como los cabildos de la Corona castellana,
tenía total autonomía para gobernarse, siempre que en cada una hubiese
un representante del rey. Éste, tanto en Castilla, como en las tierras ameri-
canas era conocido con el nombre de «Corregidor» como hemos mencio-
nado, y representaba a la Corona en el ámbito municipal, pero era nom-
brado por el rey de una terna de candidatos seleccionados por los jesuitas.
Al frente de la misión de San Rafael, al igual que en las restantes, se en-
contraban dos sacerdotes de la Compañía de Jesús y, como hemos indica-
do, un corregidor que presidía el cabildo municipal del cual formaban
parte doce miembros y algunos cristianos ejemplares con responsabilidades
específicas. Además de éstos había un padre jesuita que constituía parte del
cabildo. Poseía, como cualquier comunidad ciudadana, leyes que regula-
ban su funcionamiento. Eran un fiel reflejo de las ordenanzas municipales
por las que se regían los cabildos castellanos, pero no existía la pena de
muerte. Para salvaguardar a los indios de nefastas influencias, se prohibía
expresamente (en primer lugar) el acceso a las mismas de españoles, mesti-
zos y negros. Además, los indios de estas reducciones tenían la garantía de
que nunca caerían en manos de los encomenderos.
El asentamiento de San Rafael conservaba la misma configuración que
el resto de las misiones. Como en éstas, la tierra se dividía en tres partes:
una la llamada tierra de Dios, normalmente la mejor y más productiva,
tanto en frutos agrícolas cuanto pecuarios. La trabajaban los indios por
turnos y sus beneficios se destinaban a la construcción y mantenimiento
del templo, el hospital y la escuela. La jornada laboral era de seis horas
diarias. La segunda porción era de propiedad comunal y lo recogido en
ella se empleaba para el pago de los tributos reales. Lo excedente, si lo
había, servía para fomentar la propia economía. El último tercio se desti-
naba a propiedades particulares de los indios. Sus cosechas servían para el

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LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

sustento de cada familia y los excedentes, caso de que existieran, se con-


servaban en un silo común para poder hacer frente a épocas de carestía.
Como en el resto de las reducciones, los indios de San Rafael solamen-
te trabajaban seis horas diarias, como hemos dicho más arriba, pero con tal
aprovechamiento que en ocasiones se llegaban a recoger al año hasta cua-
tro cosechas de maíz. También era abundante la producción de algodón,
de caña de azúcar y de hierba mate. Esto demuestra que, cuando un traba-
jo se racionaliza y el que lo realiza se siente a gusto y satisfecho con él, su
esfuerzo rinde más que en otros laboreos, como ocurría en el resto de las
plantaciones o encomiendas gobernadas por particulares en las que, a pesar
de trabajar diez horas diarias, el rendimiento era mucho menor que el de
las misiones.
Una de las características que lo jesuitas respetaban con toda pulcritud
fue el sincretismo de las costumbres tradicionales con la nueva fe católica y
la aceptación de las instituciones indígenas, de forma que los caciques lu-
gareños eran tenidos en gran consideración y formaban parte del gobierno
municipal de la misión. Las bodas entre los aborígenes primero se celebra-
ban por su rito tradicional y posteriormente por el católico.
Esta actitud de comprensión y tolerancia demuestra que el buen talante
hispano ante los pueblos indígenas fue de civilización y no de coloniza-
ción. Desde el momento en el que, como ya hemos dicho, fueron consi-
derados legalmente con los mismos derechos que el resto de los habitantes
de la Corona castellana, no podían ser vejados, maltratados, ni sufrir abu-
sos. Precisamente en 1611 se publicó una real orden de protección a las
reducciones.
Se me podrá argüir que injusticias, despotismo y hasta crímenes fueron
llevados a cabo por parte de los hispanos de la Península, pero fueron en
contra de las leyes dictadas por nuestros gobernantes. Al igual que en otro
cualquier país del mundo en el que no hay leyes que permitan depreda-
ciones, robos y asesinatos y sin embargo se cometen. Esto es así desde que
los humanos existimos. Si todo fuese una Arcadia feliz, no harían falta
leyes, ni jueces, ni prisiones, ni policía, ya que al no existir el mal, no ha-
bría que contenerlo y reprimirlo.
Muchos de los encomenderos que se extralimitaron en sus poderes fue-
ron apresados, trasladados a la Península, juzgados y en más de un caso,
condenados a muerte por los despotismos cometidos. Estos castigos se

BRAC, 173, I (2024) 423-446 441


MANUEL VILLEGAS RUIZ

contemplaban en las ya mencionadas Leyes de Indias que, iniciadas por los


RR.CC., fueron recibiendo añadidos por los monarcas sucesivos.

EL JUICIO DE RESIDENCIA

En la Corona de Castilla existía desde la época medieval el procedi-


miento legal que recibía este nombre. Fue una figura del Derecho caste-
llano que estuvo vigente desde mediados del siglo XIV hasta finales del
siglo XVIII. Eran sometidos a él todos los que hubiesen desempeñado un
oficio por delegación de los Monarcas. Es tan antiguo que hunde sus raíces
en el Derecho romano. Las Partidas lo recogen con la fórmula romana. Se
aplicaba desde estos tiempos sólo a los jueces, que deberían de permanecer
en el lugar en el que habían ejercido su cargo durante cincuenta días, para
responder a las reclamaciones que le plantearan los ciudadanos que se con-
sideraban perjudicados por él. A partir del año 1308, se someten a él todos
los oficiales del rey. Se consolidó a partir de Las Cortes de Toledo de
1480, así como en la Pragmática posterior de 1500.
En el acta capitular del Ayuntamiento de Córdoba levantada con moti-
vo de la sesión que tuvo lugar el 21 de mayo de 1535 se da un manda-
miento para escribir a la Corte sobre el juicio de Residencia que se le ha
de practicar al que fue alcalde de la Justicia de la ciudad, Juan García de
Medellín. Este procedimiento, con toda su fuerza y efectividad, fue trasla-
dado a las nuevas tierras y era un juicio público en el que estaban llamados
a participar todos los que tuviesen alguna queja o se sintiesen agraviados
por el que había de ser juzgado, de la misma manera que podían concurrir
quienes quisiesen manifestar su satisfacción por lo bien que había desem-
peñado el oficio.
Tenían que someterse a él desde los virreyes Gobernadores y capitanes
generales hasta corregidores, jueces (oidores y magistrados), alcaldes y
otros oficiales de la Administración. Se realizaban al finalizar el mandato
para el cual fueron nombrados para evitar los abusos y desmanes de los
gestores de la administración indiana.
El pueblo llano participaba activamente en él al igual de lo que ocurría
en Castilla. El jesuita Pedro Ribadeneyra, uno de los preferidos de S. Ig-
nacio, en su Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe
cristiano para gobernar sus estados, expresa, refiriéndose al Juicio de Resi-
dencia:

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LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

[…] porque cuando no se oyen las justas quejas de los vasallos con-
tra los gobernadores, además del cargo de conciencia, los mismos
gobernadores se hacen más absolutos y los vasallos viendo que no
son desagraviados ni oídos entran en desesperación.
Se le llamaba de Residencia porque el funcionario público, para facili-
tar la investigación, debería de permanecer inexcusablemente en el lugar
en el que había ejercido su jurisdicción, cargo u oficio. No podía abando-
nar la ciudad en la que había estado ejerciendo sus funciones, hasta haber
sido absuelto o condenado. Una parte de su salario se le retenía para ga-
rantizar que pagaría la multa si la hubiere.
Muchos de los altos cargos que eran sometidos a este juicio, deseaban
que llegasen, pues satisfechos, como estaban de haber desempeñado su
trabajo con probidad y justicia, al salir indemnes de él, eran promovidos a
cargos y oficios de mayor importancia y reconocimiento social

LA LABOR EDUCADORA

La misión de San Rafael, al igual que las demás, no sólo se empleó a


fondo en que los indios aprovechasen al máximo las seis horas de trabajo
diarias en la agricultura y la ganadería, sino que dedicasen el tiempo libre a
perfeccionarse en los talleres, aprendiendo artes manuales como el tejido,
la orfebrería, la herrería y la carpintería.
Los jesuitas dedicaron una especial atención en todas las reducciones a
que los habitantes de ellas, sin excepción, dominasen la lectura y la escritu-
ra, de forma que la asistencia a la escuela era obligatoria para todos los
niños. Es muy significativa esta preocupación civilizadora en las tierras del
Nuevo Mundo, en una época en la que la mayor parte de los habitantes
de Europa era analfabeta.
De la misma manera se les fomentaba el progreso de mente y espíritu,
pues eran adiestrados en el conocimiento y perfeccionamiento de las bellas
artes, como la pintura, escultura y música. Ésta, dado el momento históri-
co, era de un corte renacentista y barroco que aún podemos disfrutar es-
cuchando las múltiples partituras que en todas las reducciones se produje-
ron. Los instrumentos que utilizaban para la expresión musical de las com-
posiciones también los fabricaban los mismos indios.
Lo que los jesuitas pretendieron lograr y en parte lo consiguieron, no
sólo en la misión de San Rafael sino también en las restantes, fue la instau-

BRAC, 173, I (2024) 423-446 443


MANUEL VILLEGAS RUIZ

ración de una república poblada totalmente por indígenas en la que poner


en práctica las teorías de los filósofos del siglo XVI y demostrar así que el
ser humano, bueno por naturaleza, era capaz de convivir pacíficamente
con sus semejantes en total armonía de cuerpo y espíritu.
Cosa que podemos decir que consiguieron ampliamente, dado que en
1745, convivían pacíficamente en esta misión, etnias tan dispares, como
los Taos, Veripones, Quidagones, Basoros, Batatis y Curucanes sumando
una población total de 2.293 habitantes, al frente de la cual se encontraba
el padre Juan Swirt.

LA IGLESIA

No existen fuentes documentales que nos puedan confirmar con certe-


za la construcción del primer magnífico templo, dedicado a San Rafael.
Éste estaba bellamente decorado con hermosos tallados, imágenes y ricos
tapices sobre la Pasión de Cristo provenientes de la Escuela Cuzqueña.
Parece ser que este primitivo santuario fue destruido por un incendio y
que en el año 1745 ya se encontraba en ruinas. Por ello, en 1747 el padre
suizo Martín Schmid (que fue músico y arquitecto y podemos decir que
fue el alma de estas artes en las reducciones), se hizo responsable de la
erección del nuevo templo en San Rafael, como también llevó a cabo la
reconstrucción o reparación de otras iglesias de las misiones, casi todas de
similares características.
Su estilo arquitectónico era —no podría ser otro dada la época— el ba-
rroco, pero entreverado con motivos indígenas, lo que hizo que sus obras
fuesen calificadas como de estilo barroco mestizo, pues el padre Martín
Schmid procuró utilizar abundantemente el material autóctono, como la
madera que empleó profusamente en columnas talladas de diversas formas,
incorporando motivos indígenas; en el mobiliario, púlpitos, cajonerías y
todos los enseres que se podían construir con este material.
Se dieron a la perfección los fenómenos de aculturación e incultura-
ción, pues se supieron mezclar armónicamente el barroco castellano con el
arte amerindio
Los indios, como hemos dicho más arriba, asistían a los talleres de las
reducciones, en los que lograron una rara perfección, tanto en la carpinte-
ría, cuanto en la imaginería, por lo que las esculturas que adornaban los
templos, ya en éste de San Rafael o en otros construidos bajo su dirección,

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LA HERENCIA ESPAÑOLA EN HISPANOAMÉRICA

estaban talladas por los naturales de las reducciones que, como es lógico,
dejaban su impronta en ellas.
Los altares y retablos estaban rica y primorosamente decorados con oro
que, como es sabido, se encontraba con cierta abundancia en aquellas re-
giones.

CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DEL TEMPLO DE SAN RAFAEL

Estaba formado en planta basilical de tres naves, divididas por dos hile-
ras de ocho columnas de madera. Para ello se habían talado árboles gruesos
y de considerable altura que los naturales, bien dirigidos por el padre Mar-
tín Schmid habían tallado en estilo salomónico. Magníficas pilastras con
sus basas, capiteles y cornisas todo labrado en ladrillo crudo y embellecido
con pinturas de vivos y atractivos colores sobresalían de las altas paredes. El
suelo estaba enladrillado y la cubierta era de tejas, ambos materiales coci-
dos en los hornos de la misión. El mismo material se utilizaba para el cole-
gio y la casa del pueblo. El altar mayor estaba sostenido por columnas de
ladrillo pintadas. El sagrario era dorado y tenía un nicho para el santo pa-
trono.
El nuevo templo contó con un órgano más grande que el que había en
la anterior iglesia y había sido construido exprofeso para éste. La decora-
ción, primorosamente cuidada, comenzaba en las claraboyas con sus vi-
drieras y continuaba en las rejas del templo artísticamente torneadas en
madera. El púlpito era de madera y carecía de cualquier tipo de talla. Ha-
bía además en la iglesia nueve cuadros y veintidós ángeles de bulto de
medio cuerpo.
La iglesia, o basílica, de San Rafael tenía una característica que la dife-
renciaba de los otros templos: todos los balaustres cubrían con hojas de
mica plateada y brillante, produciendo la ilusión de una luz oscilante que
reflejaban la luminosidad como espejos de plata. Su interior, totalmente
pintado de color café claro proporcionaba a la luz entrante una claridad
especial que iluminaba el templo de forma particular. La iglesia tenía una
imagen de San Rafael que se encontraba delante de una de las columnas
salomónicas, dotado de los elementos que lo distinguen: el báculo de ca-
minante y el pez del que extrajo las entrañas para curar de la ceguera al
padre de Tobías.

BRAC, 173, I (2024) 423-446 445


MANUEL VILLEGAS RUIZ

En 1767 Carlos III, por «razones que se guardaba en pecho», según


manifestó al Papa, y prestando oídos a los que propalaban que los jesuitas
querían acabar con él para colocar en su lugar a un rey que fuese obedien-
te al Papa, expulsó de España y sus dominios a la Orden de San Ignacio,
por la que la labor de sus hijos quedó incompleta y abandonada. No obs-
tante, en Bolivia su obra se mantuvo y se desarrolló durante generaciones
hasta el presente.

SAN RAFAEL EN LA ACTUALIDAD

El templo fue restaurado en 1972 por el arquitecto Hans Roth, gracias


a las gestiones de Monseñor C. Rossemhamer, por el interés y las peticio-
nes de los familiares del padre Schmid y financiado por los católicos de
Austria y el Gobierno Suizo. En 1990 fue declarado Monumento Nacio-
nal por el Gobierno de Bolivia y patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO, junto con el resto de las misiones del territorio de Chiquitos.
Es un próspero pueblo de Bolivia incluido, junto con S. Francisco Ja-
vier, Concepción, Santa Ana, S. Miguel y S. José, dentro de la ruta turísti-
ca de las misiones del anterior territorio de Chiquitos que las autoridades
bolivianas y organizaciones sin fines de lucro promueven en toda la zona
por medio del «Festival de Música Renacentista y Barroca de Chiquitos».

446 BRAC, 173, I (2024) 423-446


EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE
MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL Y OBISPO DE
CÓRDOBA, EN EL IV CENTENARIO DE SU MUERTE

Gonzalo J. Herreros Moya


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Fray Diego de Mardones (1528-1624) fue un dominico que


llegó a ocupar el puesto de confesor real y obispo de Córdoba,
Diego de Mardones.
Obispo.
rica mitra española que ostentó desde 1606 y hasta su muerte. La
Córdoba. historia lo ha convertido en uno de los obispos más señeros de
Testamento. esta diócesis por el importante legado patrimonial que dejó. A
Documento histórico. pesar de la atención historiográfica que ha tenido en los últimos
años, su testamento era desconocido hasta ahora. Con este breve
trabajo queremos dar a conocer este importante documento del
final de sus días.

ABSTRACT

KEYWORDS Fray Diego de Mardones (1528-1624) was a Dominican who


held the position of royal confessor and bishop of Córdoba, a rich
Diego de Mardones.
Bishop.
Spanish miter that he held from 1606 until his death. History has
Cordoba. made him one of the most notable bishops of the diocese due to
Will. the important heritage legacy he left. Despite the historiographical
Historical document. attention he has received in recent years, his will was unknown
until now. With this brief work we want to make known this im-
portant document from the end of its days.

1. PRODUCCIÓN HISTORIOGRÁFICA SOBRE


EL OBISPO FRAY DIEGO DE MARDONES

N o es poco lo que sabemos acerca de la


trayectoria vital de fray Diego de Mar-
dones, un dominico burgalés que gober-
nó el obispado de Córdoba durante casi dieciocho
años, el más largo de la Edad Moderna, y el quinto
de mayor duración en los casi ocho siglos y ochenta
prelados de historia de la diócesis. En historias y
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. crónicas de distinto pelo de los siglos XVII y XVIII

BRAC, 173, I (2024) 447-470 447


GONZALO J. HERREROS MOYA

ya se dan sobre él algunas notas más o menos ricas sobre su vida y obra,
como la del colegio de San Gregorio de Gonzalo de Arriaga 1o la de la or-
den de Santo Domingo de fray Juan López 2. En lo local, será el episcopolo-
gio dieciochesco de Gómez Bravo el que venga a dar un mayor protago-
nismo a este personaje, dedicando un capítulo propio a este obispo —frente
a la mayoría de los biografiados que son agrupados en 2 o en 3— con multi-
tud de información acerca del personaje, su legado y su época 3. En contra-
tes, nada de relevancia aporta el apéndice episcopológico de Sánchez de
Feria en su Palestra Sagrada 4, e igual valoración podemos hacer del que trae
Ramírez de Arellano en sus Paseos a propósito de la collación de la catedral 5.
Una serie de monografías clave de comienzos de este siglo clave, enfo-
cadas en otras materias de diversa índole y cada uno en su campo, ponen
de relevancia el peso histórico del obispo Mardones, dando abundantes
referencias de su vida y quehacer en Córdoba. Hablamos, y por orden
cronológico de su publicación, del magno trabajo de Nieto Cumplió so-
bre la Mezquita-Catedral de Córdoba, al tratar del diseño y ejecución del
retablo del altar mayor del crucero 6; el de Molinero Merchán a propósito
de los escudos de armas que se encuentran en este monumento, al exami-
nar los propios de este prelado, precisamente en el presbiterio 7; y la defini-
tiva investigación de Velasco García sobre el palacio episcopal cordobés,
primero en una publicación más resumida, y poco después a través de una
extensa y rica tesis doctoral 8. Algunos trabajos más tratan puntualmente del

1
Hemos consultado la edición contemporánea, ARRIAGA, Gonzalo de: Historia del
colegio de san Gregorio de Valladolid, editada, corregida y aumentada por el P. Manuel
María Hoyos, Valladolid, Cuesta, 1928-1930, tomo II, pp. 266-277.
2
LÓPEZ, fray Juan: Tercera parte de la Historia General de Santo Domingo y de su Orden de
Predicadores, Valladolid, 1613, f. 408.
3
GÓMEZ BRAVO, Juan: Catálogo de los obispos de Córdoba y breve noticia histórica de su
Iglesia Catedral y Obispado, Córdoba, 1778, tomo II, pp. 576-605.
4
SÁNCHEZ DE FERIA, Bartolomé: Palestra Sagrada o memorial de Santos de Córdoba, con
notas y reflexiones críticas, sobre los principales sucesos de sus historias, Tomo IV, Córdoba,
1782, pp. 442-443.
5
RAMÍREZ DE ARELLANO, Teodomiro: Paseos por Córdoba o sea apuntes para su Histo-
ria, Córdoba, 1873-1875, Ed. Everest, 1983, p. 587.
6
NIETO CUMPLIDO, Manuel: La Catedral de Córdoba, Ed. Cajasur, 2ª edición, Córdo-
ba, 2007, pp. 540-546.
7
MOLINERO MERCHÁN, Juan Andrés: La Mezquita-Catedral de Córdoba. Símbolos de
poder, Córdoba, Ayuntamiento de Córdoba - Universidad de Córdoba, 2005, pp. 472-
478.
8
VELASCO GARCÍA, Rocío: El antiguo palacio episcopal de Córdoba. Transformaciones de
usos y espacios, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba – Publicacio-

448 BRAC, 173, I (2024) 447-470


EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

papel de este mitrado en el contexto político de la España de Felipe III y


comienzos del reinado de Felipe IV, al estudiar cuestiones tales como la
expulsión de los moriscos, el papel del confesor real o la polémica concep-
cionista entre franciscanos y dominicos 9.
De manera ya más específicamente biográfica, sin duda el mejor y más
completo trabajo hasta la fecha sobre este jerarca del Siglo de Oro es el
realizado por el académico don Juan Aranda Doncel, extenso, poliédrico y
tan bien documentado como acostumbra este historiador 10. Se trata de una
semblanza vital en forma de artículo científico, dividido en epígrafes temá-
ticos más que cronológicos, y sobre la que hay pocas aportaciones más que
se pudieran añadir. Salvo en la reconstrucción de tu todavía nebuloso ori-
gen familiar y círculo parental, que sigue siendo un rompecabezas sobre el
que aún quedan muchas lagunas.
Ha sido, con todo, Recio Mateo quien ha dedicado más esfuerzos in-
vestigadores a tratar la vida de este prelado, aunque, honestamente, sus
resultados no han sido los deseables para un hombre de Iglesia tan desco-
llante. La primera publicación al respecto vio la luz allá por 1991, bajo el
formato de una comunicación dentro II Congreso de Historia de Andalu-
cía, prudentemente titulada «Aproximación prosopográfica a fray Diego de
Mardones» 11. Una década más tarde se anunciaba la que al parecer sería la
publicación definitiva del mismo autor en torno al personaje 12. Sin embar-

nes Cajasur, Córdoba, 2010, pp. 47-52; El palacio episcopal de Córdoba: historia y trans-
formaciones, tesis doctoral, Universidad de Córdoba, 2013, pp. 147-201.
9
Por no saturar de forma innecesaria con más trabajos, citemos por ejemplo VIFORCOS
MARINAS, María Isabel (Ed. lit.), y CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA, María
Dolores (Ed. lit.), «A los Confesores Reales, Fray Gaspar de Córdoba y Fray Diego de
Mardones», en NIETO IBÁÑEZ, Jesús María (coord.) y DELGADO JARA, Inmacu-
lada (coord.): Pedro de Valencia, Obras completas, Vol. VIII, Epistolario, Universidad de
León, 2019, pp. 277-344.
10
ARANDA DONCEL, Juan: «Un confesor regio al frente de la diócesis de Córdoba: el
dominico fray Diego de Mardones (1528-1624)», Archivo Dominicano XXXVI (2015),
pp. 61-135.
11
RECIO MATEO, Luis: «Aproximación prosopográfica a fray Diego de Mardones:
obispo de Córdoba (1528-1624)», en Actas del II Congreso de Historia de Andalucía, Cór-
doba, 1991, Vol. 7, Historia Moderna I, Córdoba, 1995, pp. 537-549.
12
«La investigación histórico-científica y biográfica, realizada por el historiador que suscri-
be, en torno al que fuera obispo de Córdoba entre los años 1606-1624, y nacido en
Burgos en 1528, ha finalizado ya», sentenciaba en las tres primeras líneas de su comu-
nicación, RECIO MATEO, Luis: «Fray Diego de Mardones, un dominico: obispo de
Córdoba (1528-1624)», en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía, Andalucía
Moderna, tomo II, Córdoba, 2003, pp. 214-250.

BRAC, 173, I (2024) 447-470 449


GONZALO J. HERREROS MOYA

go, la mayor parte de este texto contenía, por un lado, demasiada informa-
ción tangencial/contextual acerca de la época —impropio de una publica-
ción que ha de ir a lo concreto y lo novedoso—, y por otro, lo que sí
atañía a su propia su vida y obra, era en su mayoría anecdótico. La peor
muestra de ello se evidencia con la inclusión de una transcripción literal
del documento de un juro de 1573 del monasterio dominico burgalés en
el que profesó este obispo, que ocupa ocho de las dieciséis páginas totales
de la publicación, y que nada aporta al conocimiento sobre el prelado
Mardones. Aunque el texto insiste una decena de veces —no exagera-
mos— en su carácter «científico», lo cierto es que adolece precisamente de
lo contrario, evidenciando una enorme necesidad de fuentes documentales
y archivísticas, su cotejo y cruce posterior, y una mejor puesta a punto en
lo que a su redacción y lectura se refiere.
Pero el tiempo no ha mejorado el sabor de este vino historiográfico.
Hace un año se publicaba con el plácet de la Iglesia, prólogos del obispo y
del deán incluidos, la obra que pretendía ser la culminación de toda la
carrera investigadora de este autor a propósito del dominico 13. Amén de
los aspectos más que mejorables desde el punto de vista técnico —maque-
tación, ortografía, epígrafes, citas textuales, expresión, redacción...— esta
biografía no es sino una prolongación de las falencias de sus dos escalones
previos, incluyendo el error contumaz de dar 1606 como fecha de inicio
del pontificado que, no comenzó hasta el año siguiente 14. Con decenas de
páginas de imágenes de documentos originales insertados sin demasiado
criterio, grandes vacíos vitales por cerrar y una investigación más basada en
grandes documentos y crónicas oficiales que en un rastreo serio de fuentes
—tan si quiera releyendo las citadas por el trabajo de Aranda Doncel...—,
a nuestro modo de ver esta publicación ha sido una oportunidad perdida
de conocer de cerca a la figura, príncipe y pastor, del fraile mitrado que
nos ocupa.
A pesar del balance crítico que contienen estas últimas palabras, no es
pretensión de esta publicación rivalizar con, ni mucho menos contra, na-
die. Los resultados de las labranzas históricas de Aranda Doncel y de Recio
Mateo son, con su desigual fortuna, una gran aportación al conocimiento
13
RECIO MATEO, Luis: Fray Diego de Mardones. Un dominico, obispo de Córdoba (1528-
1606-1624), Litopress, Córdoba, 2023.
14
Aunque la decisión real estaba tomada ya en el otoño de 1606, la presentación a Roma,
la preconización, las bulas pontificias, la real cédula definitiva, la toma posesión y la
entrada formal en la diócesis, todo se produce entre enero y abril de 1607. ARANDA
DONCEL: op. cit., pp. 72-74.

450 BRAC, 173, I (2024) 447-470


EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

y nos han servido para conocer de primera mano muchos aspectos de este
perlado monje blanquinegro. Con este trabajo pretendemos seguir arando
y sembrando la tierra de esta parcela histórica. Por tanto, partimos con
total humildad frente a todo lo publicado anteriormente, máxime cuando
el hallazgo del documento protagonista de este artículo fue totalmente
fortuito, aunque, eso sí, resultado de la consulta y barrido de fuentes nota-
riales que venimos realizando desde hace más de una década.

2. LOS ÚLTIMOS MOMENTOS VITALES DE FRAY DIEGO EN CÓRDOBA

Como es sabido, cuando fray Diego de Mardones llega a Córdoba para


asumir el liderazgo de su diócesis en 1607 ya es un anciano, por lo que su
gobierno vendrá marcado por una gestión solvente y grandes proyectos,
pero una movilidad personal muy limitada y, en los últimos años, una
reiterada y achacosa postración en cama. Así, desde el comienzo de la dé-
cada de 1620 las convalecencias del obispo serán cada vez más frecuentes y
largas.
No obstante, durante sus últimos meses de vida podrá tener la satisfac-
ción de ver culminadas las más importantes iniciativas de su pontificado.
La ejecución del retablo mayor, estancado años atrás, se reactiva en 1616
gracias a la aportación directa de Mardones. En correspondencia con la
inyección económica recibida por el cabildo, los prebendados le ofrecie-
ron cederle un lugar para su sepulcro en el coro o en la capilla mayor, así
como «cumplir las fiestas y aniversarios que gustase»15. El obispo eligió el
presbiterio y con ello se combinó la labra tanto de su tumba como la del
retablo. La realización de su sepultura se inicia en septiembre de 1617
cuando el obispo le encarga al maestro Juan Sequero de la Matilla la reali-
zación de un nicho para su panteón en el hastial de la epístola del presbite-
rio, con su estatua orante, y en frente otro simétrico, con la de Santiago
Apóstol Matamoros, que se acabaron en 1620 16. Con anterioridad había
previsto su sepultura en el capítulo del convento de san Pablo de Burgos,
donde había mandado hacer un retablo «que será cosa muy señalada» 17,
beneficiando a ese cenobio como varios miles de ducados con la condi-
ción de que admitiera hombres doctos y capaces como ocurrió en el de
san Estaban de Salamanca o san Pablo de Valladolid. Emplazamiento que
finalmente no se usó por preferir de este nuevo en la catedral cordobesa.
15
GÓMEZ BRAVO: op. cit., tomo II, p. 590.
16
NIETO CUMPLIDO: op. cit., p. 546.
17
LÓPEZ: op. cit., p. 166.

BRAC, 173, I (2024) 447-470 451


GONZALO J. HERREROS MOYA

En noviembre de 1622 se firmaba el finiquito de haber acabado la obra de


mármoles, y en abril del año siguiente se daba por terminado el retablo
con la subida el último arco, aunque es cierto que determinados elementos
como las esculturas de S. Pedro y S. Pablo y las alegorías, así como el ta-
bernáculo, fueron de labra posterior 18.
Por otro lado, el aposentamiento entre los días 22 y 27 de febrero de
1624 de la Corte real en Córdoba 19 supuso una inesperada puesta de largo
de la gran reforma que se había acometido durante algunos años en sus
«casas obispales», principalmente en sus fachada, claustro y patio trapezoi-
dal y crujías. Una aportación manierista que es la que hasta la actualidad
mayor huella ha dejado en el palacio episcopal cordobés 20. Pudiera pensar-
se que la reforma fuera concluida, o al menos se acelerara el proceso cons-
tructivo, precisamente para la ocasión, pero la documentación apunta a
que un año antes ya estaba culminada 21. Todo un Felipe IV, su mano de-
recha Olivares, el marqués del Carpio —cuñado del anterior—, el infante
don Carlos de Austria, el almirante de Castilla, el duque del Infantado, el
cardenal Zapata, el nuncio y un largo etcétera de gerifaltes y figurones 22
pudieron así admirar la multitud de escudos episcopales que Mardones
mandó colocar como estrategia propagandística de su legado, a lo largo y
ancho del remozado inmueble. Esta estancia, efímera pero bulliciosa, fue
un capítulo fascinante de la vida del fraile, alejado de los dimes y diretes
cortesanos dos décadas antes, aunque en un marco bastante diferente, que
reavivó sin duda sus ínfulas de las altas esferas. Fascinante, sí, pero triste-
mente el penúltimo que se escribía de una vida que se apaga ya irremisi-
blemente.
Para entonces fray Diego estaba ya totalmente impedido, hasta el punto
de que apenas pudo recibir ni tratar con el monarca. Como hemos co-
mentado, sus dolencias debidas en general a la edad, pero según las fuentes
más concretamente a la gota, venían de lejos. En las diversas escrituras que
otorga el año anterior, en la primavera 1623, una multitud de donaciones,

18
NIETO CUMPLIDO: op. cit., pp. 542-543.
19
GÓMEZ BRAVO: op. cit., p. 601.
20
VELASCO GARCÍA: El antiguo palacio episcopal…, p. 47.
21
En varias escrituras de mayo de 1623 el prelado narra todo el proceso constructivo que
ya «hemos hecho». Archivo Histórico Provincial de Córdoba (en adelante AHPCO),
Leg. 15.608, ff. 293 y 295v.
22
CEJAS RIVAS, David: «Festejando al rey y encumbrando al conde-duque: el viaje de
Felipe IV a Andalucía (1624)», Anahgramas: Análisis históricos de Grado y Máster, n.º 3
(2016), pp. 230-271.

452 BRAC, 173, I (2024) 447-470


EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

poderes y otros documentos notariales previniendo dádivas y legados a sus


más cercanos colaboradores y parientes, el escribano insiste en que no
puede firmar por la afección que lo tiene consumido en la cama y han de
hacerlo uno o varios testigos en su nombre. Y entre todas ellas otorgó
también dos testamentos, separados por menos de un mes y que, repeti-
mos, tampoco contaron con su rúbrica. El primero de ellos se dispone con
fecha de 27 de mayo 23, y el segundo, de 17 de junio 24.
En principio, sorprende la mínima separación temporal entre ellos,
cuando por lo general, se producirse la redacción de varios testamentos
diferentes, suele existir un lapso mayor, máxime cuando las circunstancias
vitales que rodeaban a ambos eran idénticas. Pero, en segundo lugar, de la
lectura de los dos se desprende el enorme parecido de su contenido, y que
además estaban complementados por una serie de fundaciones y legados
previstos y organizados en otras escrituras antes y después. Con ello, a
priori, la necesidad del segundo no parece que venga dado por grandes
diferencias con respecto al primero, ni se deduce ningún tipo de precipita-
ción en el de mayo que hubiera de ser corregida en junio. Apostamos pues
a que, de entrada, con un codicilo hubiera sido suficiente para pulir algu-
nos aspectos del original.
No obstante, y discutiendo esta misma idea que acabamos de proponer,
sí existe una discrepancia, técnica pero importante, entre ambos, y es en lo
que respecta a los ejecutores de las disposiciones mandadas, ya que los siete
albaceas del primer testamento se convierten en nueve en el segundo: se
mantienen los mismos, pero se suman su sobrina doña Isabel de Valdivie-
so, y nada menos que el marqués del Carpio, don Diego López de Haro,
cordobés con gran peso en la Corte, gentilhombre de Cámara de Su Ma-
jestad y cuñado del omnipotente conde-duque como hemos comentado.
Desconocemos la causa que movió al mitrado a contar con la confianza de
estas dos personas entre uno y otro documentos, pues, sin duda, las cono-
cía y trataba desde mucho antes, y no es plausible pensar que en tres sema-
nas se produjera un cambio sustancial en su relación con ellas. En el caso
de su sobrina, además, vivía en palacio con él desde hacía más una déca-
da 25, y en ambos testamentos ya figuraba como albacea su hijo, don Fran-
cisco Alayza, caballero de Santiago, sobrino nieto por tanto de Mardones,
que había recibido el hábito caballero de Santiago hacía muy pocas sema-

23
AHPCO, Leg. 15.608, f. 298.
24
AHPCO, Leg. 15.608, f. 406v.
25
Al menos desde 1612, ARANDA DONCEL: op. cit., p. 87.

BRAC, 173, I (2024) 447-470 453


GONZALO J. HERREROS MOYA

nas 26 gracias, sin duda, al ascendente en Madrid de fray Diego. Alayza


firmaría entre 1623 y 1624 no pocas escrituras notariales ante la imposibi-
lidad de firmar de su anciano tío abuelo. Doña Isabel, por lo demás, se
había visto beneficiada enormemente por la generosidad de fray Diego a
lo largo de sus años de compañía, y también, por supuesto, ocupaba un
papel muy destacado en los legados de los dos testamentos. Veremos un
poco más adelante cómo quedaría definitivamente este equipo de albaceas.
Sea como fuere, sabemos que, aunque la preocupación por suscribir úl-
timas voluntades y dejarlo todo atado y bien atado se precipitó entre aque-
llos meses de mayo y junio, quizá sintiendo un final inminente, el prelado
se restablece. Entre el verano y el otoño de aquel 1623 realiza confirma-
ciones en distintas parroquias y desplazamientos a algunas localidades del
obispado 27, algo sorprendente teniendo en cuenta lo tedioso de la movili-
dad de la época y el estado de salud del nonagenario dominico. No obs-
tante, sabemos que desde 1622 contaba con el Dr. Pedro de Mirabal Ay-
llón como obispo auxiliar, con el título in partibus de Neápolis 28, ayuda
que sin duda explica el desempeño de las funciones episcopales hasta sus
últimas horas.

3. LA ÚLTIMA VOLUNTAD DEL PRELADO:


SU DEFINITIVO TESTAMENTO DE AGOSTO DE 1624

Pero tras esta recuperación del prelado, en las primeras semanas de


1624 fray Diego recae de nuevo. A ese cuerpo que contaba con tan asom-
brosa cantidad de primaveras, aquejado por la gota, no se le podía pedir
más capacidad de resiliencia. Como ya hemos comentado, en febrero de
ese año la Corte se aloja en su mismo palacio, y él ni se puede mover de
su lecho. Marchada la comitiva real, el 25 de marzo firma una donación a
su sobrina y de nuevo «no puede firmar por tener la mano derecha impe-
dida de gota» 29 como meses antes, pero ahora ya no saldrá de esa postra-
ción. Las escrituras notariales que otorga en julio acreditan lo mismo, co-
mo la suscrita el día 5 que ha de ser firmada por su sobrino Alayza, por
seguir con la mano inmóvil de hinchazón y dolores 30. El 14 de agosto
otorga la que a buen seguro es su última escritura notarial previa al defini-

26
En abril de 1623, Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, 213.
27
ARANDA DONCEL: op. cit., p. 76.
28
En el testamento aparece, por corrupción fonética, como «obispo de Nápoles».
29
AHPCO, Leg. 16.713, f. 281.
30
AHPCO, Leg. 16.713, f. 588.

454 BRAC, 173, I (2024) 447-470


EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

tivo testamento, un poder al Ldo. Francisco de Vivero y Valdivieso, para


gestionar cualquier tipo de pleito; de nuevo, ha de firmar su deudo el cru-
zado santiaguista por su castrante dolencia 31.
Pero diez días más tarde ha de sentir, quizá de nuevo, pero en esta oca-
sión de forma definitiva, el gélido aliento de la Parca llamando al aldabón
de palacio. Intuye que los compases de su vida tocan a su fin, ahora ya sí
de verdad, y que quizá el segundo de sus testamentos, el de junio del año
anterior ha quedado en parte obsoleto, y decide redactar otro por tercera
vez, será la última, en la mañana del 25 de agosto de 1624. En este caso se
escriturará cerrado, es decir, no se protocolizará con el resto de los otor-
gamientos del año de forma secuenciada, sino que el escribano lo guardará
hasta su muerte, que acaecerá apenas seis días más tarde. Es por esta razón
que este documento no se encuentra, como hubiera sido lógico, en el
legajo del año correspondiente a su escribano de cabecera, Andrés Muñoz,
ante quien durante lustros acudió el prelado a otorgar todas sus gestiones
notariales, sino en un tomo aparte, específico de testamentos cerrados, una
recopilación monográfica de disposiciones testamentarias in scriptis, codici-
los y memoriales, que abarca casi un siglo, aproximadamente entre 1550 y
1650. Entendemos que esa es la causa por la que ningún investigador ha-
bía dado con él hasta ahora, o al menos no había trascendido a la comuni-
dad académica.
Este tercer y último testamento de fray Diego de Mardones, que vamos
a ahorrar su parafraseo mediante citas pues se encuentra transcrito literal y
por completo en las siguientes páginas, es un texto largo pero no monu-
mental 32, aunque eso sí de mayor extensión y detalle que los dos anterio-
res. Posee una enunciación piadosa inicial como de costumbre, pero para
nada excesiva. Como era lógico, repite la manda de enterrarse en la capilla
mayor de la catedral gracias a la donación que el cabildo le había hecho
como contraprestación a la generosísima donación dispuesta por él para
concluir el retablo mayor. Como sabemos, su nicho marmóreo ya estaba
acabado con su escudo de armas a la espera del óbito. La cantidad de misas
que dejaba por su alma se repetía, la bárbara cantidad de 20.000 —había
que asegurarse salir del purgatorio sin demora—. Con cautela, podemos
hablar, con casi total seguridad, de la mayor cantidad de misas dejadas por
un fallecido en la historia de Córdoba, batiendo incluso el récord que este

31
AHPCO, Leg. 16.713, f. 621v.
32
AHPCO, Leg. 16.731, f. 536 y ss.

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GONZALO J. HERREROS MOYA

autor tenía anotado de las 10.000 que dejaría un siglo después todo un
cardenal Salazar 33.
El testamento, como los dos anteriores, es una muestra del enorme cui-
dado y protección del obispo para con su más cercano entorno, ya sea fa-
miliar, episcopal o doméstico, consciente de que con su fallecimiento mu-
chos de sus allegados quedaban expuestos a la pobreza o, al menos, a la
incertidumbre de sus destinos, y su posición podía llenar no pocas barrigas.
Por eso ordena, por ejemplo, que a todos sus criados se les dé de comer
durante 15 días después de su muerte, que se les pague todo lo que se les
deba de sus salarios, aunque no quede nada por escrito de ello y baste solo
con su palabra, y se sufrague lo que necesiten para volver a sus casas a todos
los que no son originarios de Córdoba. Además, repite la manda de repartir
dos mil fanegas de trigo entre los pobres y otros dos mil algunos conventos.
Como es habitual manda pagar todas sus deudas en términos generales,
pero en específico se acuerda de cerrar los últimos flecos que quedaban
pendientes de sus aportaciones patrimoniales a la Iglesia, especialmente el
retablo mayor de la catedral, por ejemplo, con el cantero Luis González 34,
así como las obras de orfebrería encargadas al brillante platero Pedro Sán-
chez de Luque. Hablamos, entre otras, de la imponente cruz procesional
donada por fray Diego y que todavía hoy se conserva en el museo del
tesoro catedralicio, y que al parecer continuaba sin liquidar del todo tal y
como se ha constar en el testamento.
Como en sus dos testamentos anteriores, el círculo familiar íntimo —y
no tanto— también protagoniza una parte importante de las mandas del
obispo, regado de sobrinos y sobrinos nietos —habida cuenta de su longe-
vidad— entre Córdoba y Burgos. Pero sentimos que en este tercero atañe
a una mayor cantidad de parientes. Con ello se evidencia la enorme fortu-
na que llegó a acumular el pastor y del pingüe nivel de rentas de este obis-
pado andaluz. Manda a don Pedro Linares y Mardones, mil ducados, a sor
Isabel de Jesús, monja en el Corpus Christi, cien ducados, y a don Jacinta
de Mardones, religiosa en el Espíritu Santo, otros cien, ambas dominicas,
por cierto; y a doña Isabel de Mardones, monja franciscana, pero en Bur-
gos, otros tantos. Es curioso cómo el ideal de protección tentacular a la
familia abarca cotas mucho más allá del afecto sino el funcionamiento de
33
AHPCO, Leg. 16.056, f. 382.
34
Sobre el legado de este maestro de cantería en Córdoba en tiempos de este obispo véase
Francisco CARMONA CARMONA, Manuel: «Obra y proyectos del gran cantero
Luis González Bailén», Anales de Historia del Arte, 27 (2017), pp. 83-112.

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EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

todo un sistema, como pone de manifiesto que mande nada menos que
quinientos ducados —primero hace constar trescientos, pero la generosi-
dad le puede en la siguiente página— a cada una de las seis nietas de su
hermano Pedro de Mardones, que reconoce que no sabe si están vivas o
muertas porque no las ha visto en su vida. Sin duda, su ojito derecho es
doña Isabel de Valdivieso y Mardones, su sobrina y pensionista, ya viuda,
y madre del ya citado caballero de Santiago don Francisco de Alayza, tam-
bién su pupilo en palacio. A ella le manda toda la plata labrada del servicio
de mesa, y a él dos coches, dos caballos y otros ocho équidos. Además, por
la escritura de marzo de ese mismo año, doña Isabel se veía beneficiada
más allá del testamento, por la donación de 4.000 fanegas de trigo en grano
procedentes de sus rentas 35, entre otras donaciones de años anteriores.
Pero el reparto más elocuente de todos es el que se produce entre todo
su equipo de gobierno diocesano y el su servicio doméstico, una auténtica
corte real en miniatura, compuesta por más de cincuenta personas, todas
citadas con nombres y apellidos salvo algún criado que aparece anónimo.
En el primer grupo destacamos al inquisidor Juan Ramírez de Contreras, a
su obispo auxiliar don Pedro de Mirabal Ayllón, al provisor general don
Gaspar Salgado Gayoso, al Ldo. Alonso de Roa y Morales, visitador y el
racionero Diego de Soto Carranza, todos ellos beneficiados en diferentes
mandas e incluso algunos, como vamos a ver, con responsabilidad de alba-
ceazgo. En el segundo y extensísimo grupo encontramos a su confesor,
gentilhombres, administradores, mayordomos, camareros, maestresalas,
guardarropas, reposteros, capellanes, caballerizos, pajes, mozos, cocheros,
cocineros o médicos, la mayoría hombres, y con algún que otro pariente
entre ellos, como doña Ángela Valdivieso, de la que no explicita función,
o don Juan de Mardones, presbítero, gentilhombre y capellán, cuyo pa-
rentesco no sale a la luz pero entendemos que pertenecían al círculo de sus
sobrinos. Entre todos ellos reparte más de 7.000 fanegas de trigo —aparte
de las 4.000 que había legado a su sobrina doña Isabel, a los pobres y a los
conventos—, verdaderamente una cantidad astronómica. No obstante, las
asignaciones son muy variables, ya que varían desde 30 a algunos criados
menores, hasta las 600 fanegas que lega al inquisidor Ramírez de Contre-
ras, todo según el peso que cada cual había tenido en su puesto o si lo
sentía más o menos vulnerable a la pobreza.
Este despliegue de generosidad se complementaba con la condonación
de algunas deudas que reconoce le debían algunos de ellos, y que queda-
35
AHPCO, Leg. 15.713, f. 281.

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GONZALO J. HERREROS MOYA

ban saldadas, o por el reparto de algunos lienzos de su colección, detalle


con que privilegia, de nuevo, al inquisidor Ramírez de Contreras, al
maestro fray Juan Ortiz, trinitario, y fray Jacinto Leal, su confesor.
Con todo, el capítulo más interesante del testamento es el hincapié por
agasajar y reforzar la obra pía de la Piedad para casar huérfanas que había
establecido hacía poco, beneficiaria ya en los testamentos anteriores, pero
ahora con una sustancial diferencia. Si las últimas voluntades de mayo y
junio de 1623 el obispo Mardones dejaba como beneficiarios y herederos
del remanente de sus bienes, una vez repartido su ingente cantidad de
mandas, por mitad a repartir entre esta obra pía y el retablo de la catedral
para su conclusión, ahora en agosto de 1624 eliminaba esta segunda parte,
y la obra pía vinculada al colegio de Nuestra Señora de la Piedad sería la
única beneficiaria, dejando por patronos de ella al deán y cabildo de la
catedral cordobesa. Entendemos por tanto que el obispo sentía ya satisfe-
cha y suficiente la ayuda prestada a la fábrica capitular, y decidía privilegiar
su gran obra de caridad, que rentaba al año más de 3.000 ducados, pero
que debía socorrer a cuantas más jóvenes mejor.
El segundo salto importante de este tercer testamento con respecto a
los dos anteriores es lo tocante al albaceazgo. Y es que para poner en pie
todas sus voluntades en esta ocasión designa nada menos que doce albaceas
—cinco más que en el de mayo y tres más que en el de junio de 1623—.
Pero si aquellos dos compartían la práctica totalidad del equipo encargado,
ahora el cambio no solo es numérico sino también nominal. Encabeza el
escuadrón, de nuevo, el marqués del Carpio don Diego López de Haro,
seguido de dos nuevas incorporaciones, los inquisidores Damián de Ar-
menta y Ramírez de Contreras; aparece también el nuevo vicario general
Salgado, que sustituye al anterior; de miembros del cabildo catedralicio
repiten el arcediano Andrés de Rueda Rico y el racionero Salinas Medini-
lla, pero se suman don Gonzalo de Córdoba y el también racionero Muri-
llo; de entre sus hombres de más estrecha confianza ficha también ahora al
citado trinitario fray Juan Ortiz y a su confesor Leal, y sigue contando con
su visitador Alonso de Roa y su sobrino nieto Alayza Mardones. Desapa-
recen con respecto al anterior, por tanto, fray Bernardino de Salamanca, el
canónigo Juan de Amaya o su sobrina Isabel, desconociendo los motivos
para ello. Sea como fuere, parece que los pilares indiscutibles del prelado
fueron su sobrino Francisco Alayza, el arcediano Rueda, su secretario Sali-
nas y su visitador Roa, que mantienen su misión de albaceas en los tres
testamentos.

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EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

ALBACEAS TESTAMENTARIOS DEL OBISPO MARDONES


SEGÚN EL MOMENTO

Albacea 27/05/1623 17/06/1623 25/08/1624


D. Diego López de Haro, marqués X X
del Carpio
Ldo. Diego Díaz Salgado, provisor X X
y vicario general
Gaspar Salgado, provisor y vicario X
general
Dr. D. Andrés de Rueda Rico, X X X
arcediano de Castro
Fray Bernardino de Salamanca, X X
dominico
Juan de Amaya Malo, canónigo X X
Francisco de Alayza, caballero de X X X
Santiago, sobrino
Isabel de Valdivieso, sobrina X
Francisco de Salinas Medinilla, X X X
secretario
Ldo. Alonso de Roa Morales, X X X
visitador
Gonzalo de Córdoba Murillo, cº X
magistral
Antonio Murillo, racionero y X
secretario
Fray Juan Ortiz, ministro trinitario X
Fray Jacinto Leal, confesor X
Damián de Armenta, arcediano e X
inquisidor
Juan Ramírez de Contreras, inqui- X
sidor
Diferentes escrituras notariales del Archivo Histórico Provincial de Córdoba. Elabo-
ración propia.

Por último, como es habitual, anula y revoca los anteriores testamentos.


Un formulismo habitual repetido en las disposiciones testamentarias de
forma global se hubieran otorgado antes o no, pero que en este caso se
tornaba efectivo y necesario para anular el efecto del último de ellos, de
junio de 1623.
Consumatum est. Con todo ordenado, el testamento fue firmado por los
testigos correspondientes: el mercader Andrés Damas de Luque, el Ldo.

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GONZALO J. HERREROS MOYA

Pedro de Montenegro, presbítero, Juan Bautista Pacheco, criado del pro-


visor general, Pedro Díez de Narváez, herrador, Antón Rodríguez de las
Tazas, corredor de lonja y Pedro Cordero, secretario de Su Majestad, to-
dos ellos presentes al momento de su redacción. El testamento durmió
doblado y sellado a la espera de que se desencadenaran los acontecimien-
tos, como ocurrió siete días después.
Por fin, extenuado de años y achaques, el pastor de las ovejas cordobe-
sas expiró en su cama. Era el domingo 1 de septiembre de 162436. Fue
entonces cuando se puso en marcha la maquinaria burocrática para abrir su
reciente testamento. Ante el mismo escribano Andrés Muñoz y el corregi-
dor de la ciudad, don Francisco de Valcárcel, los comentados testigos
acreditaron la muerte de su señor y haber estado presentes en la última y
vigente escritura testamentaria. Dos días después sería inhumado en el
sepulcro que se había afanado en hacerse en vida en la capilla mayor de la
catedral, siendo, hasta el día de hoy, el único sepultado en el presbiterio de
la Mezquita-Catedral.
Cuatro siglos después de ser otorgado y ejecutado desempolvamos este
último y hasta ahora inédito testamento de fray Diego de Mardones, y lo
damos a conocer para, de algún modo, conmemorar la figura del que fue
de uno de los más importantes ocupantes de la Silla de Osio, y profundizar
en el conocimiento histórico y documental de Córdoba.

36
Archivo de la Parroquia del Sagrario de la Catedral. Libro 1 de Colecturías de Difuntos,
f. 284v.

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EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

APÉNDICE DOCUMENTAL 37
Testamento cerrado de fray Diego de Mardones, obispo de Córdoba
Córdoba, 25 de agosto de 1624
AHPCO, Leg. 16.731, f. 536-545v
f. 536

In Dei Nomine Amén


Sepan cuantos vieren esta carta de testamento, postrimera y última voluntad,
cómo nos, don fray Diego de Mardones, por la Gracia de Dios y de la Santa Igle-
sia de Roma, obispo de Córdoba, del Consejo de Su Majestad, y su confesor,
estando enfermo en cama de la enfermedad de que Dios Nuestro Señor fue servi-
do de darnos, confesando como confesamos y creemos en Dios Nuestro Señor,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y
todo aquello que confiesa y cree nuestra Santa Madre Iglesia Católica Romana,
en cuya fe y creencia y obediencia queremos y protestamos vivir y morir. Y por-
que el morir es cosa muy cierta de que ninguno se escapa, estando en nuestro
sano juicio y entendimiento, ordenamos y establecemos nuestra manda y testa-
mento por virtud de la gracia, bulas y facultad que para testar y disponer de nues-
tros bienes en la hora de la muerte y antes nos dio y concedió nuestro Muy Santo
Padre Paulo Papa quinto en el cuarto de las calendas de diciembre del año de la
Encarnación de Ntro. Sr. Jesucristo de mil y seiscientos y veinte, y de su pontifi-
cado año diez y seis, hasta en cantidad de cuarenta mil escudos de estampa. Y
procediendo en él hacer del dicho nuestro testamento, encomendamos nuestra
ánima a Dios Ntro. Sr. que la redimió con su preciosa sangre y suplicamos a la
Virgen Santísima Nuestra Señora y al glorioso apóstol Santiago y al gran patriarca
Santo Domingo de quienes tenemos particular devoción, y a todos los demás
santos de la corte del Cielo, quieran ser nuestros intercesores y ayudarnos en la
hora de la muerte, y lo mismo, devotísimamente, suplicamos a los gloriosos após-
toles San Pedro y San Pablo, en cuya lugar sucederán.
Primeramente mandamos que nuestro cuerpo sea sepultado en nuestra [f.
536v] capilla mayor de esta nuestra Santa Iglesia de Córdoba que por los señores
deán y cabildo de ella, nuestros hermanos, nos ha sido donada y la dotamos para
su fábrica y adorno en cierta cantidad, el cual entierro, honras, novenarios y cabo
de año se haga con toda la autoridad y decencia que se suele y acostumbra ente-
rrar los señores prelados que han sido de esta nuestra Santa Iglesia, y conforme a
ello se pague la limosna que se acostumbra en semejantes actos. Y pedimos afec-
tuosamente a los dichos señores deán y cabildo nuestros hermanos acompañen

37
Hemos transcrito el texto íntegramente a la grafía actual, conscientes de que no se trata
de una investigación paleográfica ni diplomática, en aras a facilitar su lectura y com-
prensión. Muchas comas y puntos y seguidos también son del transcriptor. Los puntos
y aparte sí se han respetado tal y como aparecen en el documento original.

BRAC, 173, I (2024) 447-470 461


GONZALO J. HERREROS MOYA

nuestro entierro y se hallen a los nueve días honras y cabo de año y entre los
interesantes repartan otra tanta cantidad como se ha repartido en el entierro que
más cumplidamente se ha hecho de los señores prelados nuestros predecesores. Lo
cual se gasta de nuestros bienes.
Ítem, mandamos que, en el día de nuestro entierro si fuere hora, o luego el si-
guiente, se me diga la misa y oficio de difuntos enteros como se usa y es costum-
bre.
Ítem mandamos que desde el día de nuestro fallecimiento con la mayor bre-
vedad que se pueda se nos digan veinte mil misas rezadas por nuestra ánima y de
nuestros padres y parientes y de aquellas personas a quienes tenemos algo en car-
go y obligación, y las que fueren posible se digan en los altares privilegiados y
todas ellas en la parte y lugar y por las personas que pareciere a nuestros testamen-
tarios, sin que se pueda entrometer en ello otra persona alguna, porque así es
nuestra voluntad. Y les damos para ello toda la facultad necesaria de derecho y
para que libren en nuestros bienes y hagan pagar la limosna acostumbrada. [f.
537]
Ítem mandamos para redención de cristianos cautivos, 500 reales que se entre-
guen al convento de la Santísima Trinidad de esta ciudad para el dicho ministerio.
Ítem mandamos para la Casa Santa de Jerusalén 100 reales que se den al síndi-
co que hubiere en esta ciudad.
Ítem mandamos que a todos nuestros criados a quien damos ración o salario y
están sentados en nuestros libros se den lutos cumplidos de la forma y de la tela
que pareciere a nuestros testamentarios, a la mayor parte de ellos, teniendo aten-
ción a las personas. Y si les pareciere a los dichos testamentarios dar algún otro
luto a personas que sean convenientes, se lo darán, que para ello les damos facul-
tad.
Ítem mandamos que por espacio de 15 días después de nuestro fallecimiento
se les dé a todos nuestros criados de comer a los que ahora son y en la forma que
se les daba y salarios como los han llevado hasta aquí.
Ítem mandamos que el día de nuestro entierro asistan a él todas las religiones
de esta ciudad y acompañen nuestro cuerpo y digan misa y vigilia cantada cada
religión en su capilla como se acomodaren, y por ello se les dé la limosna que
pareciere a nuestros albaceas y la cera acostumbrada. [f. 537v]
Ítem mandamos que a todos nuestros criados y personas a quien damos ración
o salarios y están sentados en nuestros libros, y aunque no lo estén como asistan
en nuestra casa, que no son naturales de esta ciudad de Córdoba ni tienen en ella
beneficio y se han de volver a sus tierras, se les dé lo que fuere conveniente con-
forme a la calidad de sus personas para volver con comodidad a sus casas o lugares

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EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

de su residencia con tal que ninguno de los que no tienen lugar señalado de resi-
dencia puedan decir se les dé para ir más lejos que hasta la villa de Madrid.
Ítem decimos que demás de la dotación perpetua que habemos hecho a la di-
cha capilla mayor y retablo de nuestra iglesia catedral por habérsenos donado para
nuestro entierro por los señores deán y cabildo nuestros hermanos, le habemos
ayudado con nombre de empréstito con cantidad de maravedís que montarán
92.470 reales y demás de la dicha cantidad prestamos para pagar a Luis González,
maestro de cantería, vecino de la villa de Cabra, y otras personas 30.960 reales, y
de ellos y demás cantidad dieron libranza los señores diputados [f. 538] del dicho
retablo para que los cobrásemos de la obra y fábrica de la dicha Santa Iglesia por
cuenta de ello que debía la dicha fábrica e iglesia a la fábrica del dicho retablo de
los réditos de los censos que sobre ella tiene por cuenta de los dichos 30.970
reales se descargó al dicho Juan de Espinosa en las cuentas que dios de la dicha
fábrica de la dicha iglesia de 22.000 reales, y de ellos no nos ha entregado más de
tan solamente 19.000 reales de forma que nos debe el dicho Juan de Espinosa
3.000 reales de esta partida que se han de cobrar de él. Y la dicha fábrica de la
dicha iglesia nos debe los 8.970 reales restantes, los cuales y los dichos 82.170
reales que prestamos a la dicha fábrica del dicho retablo declaramos que siempre
ha sido y es nuestra voluntad de dárselos y se los damos graciosa y libremente con
ánimo de no pedirlos ni repetirlos. Y a mayor abundamiento, siendo necesario
hacemos de nuevo gracia y donación de todas las dichas partidas en esta cláusula
declaradas y prohibimos que no se puedan pedir en juicio ni fuera de él porque
así es nuestra voluntad por entender como habemos entendido que en la dicha [f.
538v] capilla mayor de la dicha Santa Iglesia que nos donaron los dichos señores
deán y cabildo, nuestros hermanos, y nos habemos dotado ha de estar sepultado
nuestro cuerpo hasta que se junte con nuestra alma el día de la Universal resu-
rrección.
Ítem mandamos que se liquide y averigüe cuenta con Pedro Sánchez de Lu-
que, platero, vecino de Córdoba, de una cruz pequeña y candeleros de altar y
otra cruz grande de plata, oro y piedras, las cuales cruces y candeleros con otras
cosas y piezas habemos dado a la dicha Nuestra Santa Iglesia algunos años ha, y
esta cuenta queremos se liquide y pague lo que resultare debérsele al dicho Pedro
Sánchez y de la demás plata que ha labrado para nuestra casa.
Ítem mandamos que todos nuestros criados que son y hubieren sido y otras
cualesquier personas con quien tengamos y hayamos tenido cuentas de maravedís
y otras cosas se les pague todo lo que pareciere debérseles justificadamente, para
lo cual encargamos mucho a nuestros albaceas se atienda a lo que dijere don
Francisco de Salinas y Medinilla, nuestro contador, como persona que tiene más
noticia de nuestra hacienda y obligaciones, y de quien tenemos mucha confianza
y satisfacción que declarará la verdad para descargo [f. 539] de nuestra conciencia
en lo que a él tocare.

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GONZALO J. HERREROS MOYA

Ítem mandamos que se pague a Diego Martínez del Pozo, nuestro capellán y
gentilhombre de Cámara, lo que se tasa que vale el terno de raso blanco y tela de
plata bordado que dimos a la dicha nuestra Santa Iglesia la víspera del día de San-
tiago del año de mil y quinientos y veinte tres, que era del dicho Diego Martínez,
y no le habemos pagado su valor, y si estuviere en nuestra casa alguna pieza del
dicho terno, se entregue a la dicha Santa Iglesia.
Ítem mandamos que se repartan dos mil fanegas de trigo del que al presente
tenemos entre pobres de esta ciudad y su obispado a voluntad y disposición de
nuestros albaceas. Y declaramos que el justo precio y valor cierto que tiene el
dicho trigo al presente será de ocho a nueve reales por ser procedido de diezmos
y no estar bien acondicionado.
Ítem mandamos se den dos mil fanegas de trigo a algunos conventos de reli-
giosos de esta ciudad y su obispado, por nuestra intención, a disposición y volun-
tad de nuestros albaceas, atendiendo a la relación que dará el padre fray Jacinto
Leal, nuestro confesor, de la orden de Santo Domingo.
Ítem decimos que si en poder de algunos [f. 539v] arrendadores o personas que
nos deban hacienda parecieren cartas de pago nuestras firmadas con estampilla, no
se pasen en cuenta porque no habemos dado ninguna firmada con estampilla.
Ítem declaramos deber a la obra pía y memoria perpetua que en esta ciudad
fundamos, once mil y seiscientos y setenta y tres ducados de a once reales que por
no estar impuestos en renta nos prestó la dicha obra pía, y su administrador en su
nombre, en ocasión de la jornada que Su Majestad hizo en este presente año al
Andalucía en la cual cantidad se comprenden los ciento y un mil y tantos reales a
que nos obligamos con nuestro poder, nuestro provisor y otros criados nuestros
ante Andrés Muñoz, escribano público de esta ciudad, mandamos que los dichos
once mil seiscientos y setenta y tres ducados se paguen de lo mejor y más bien
parado de nuestra hacienda, para que se impongan por bienes propios de la dicha
obra pía conforme a la escritura de fundación.
Ítem queremos y mandamos que se paguen enteramente a todos nuestros mi-
nistros y criados que son y hubieren sido el salario que se les debiere dar confor-
me al oficio y ministerio que hubieren ejercicio y a la calidad de sus personas,
aunque no estén ni hayan estado escrito en los libros y papeles de nuestra conta-
duría ni sobre ello se haya hecho concierto ni con [f. 540] trato expreso. Y en
esto se les dé copiosa y abundantemente con atención a lo que otros señores pre-
lados suelen y acostumbran a dar a los que tienen tales oficios al arbitrio de nues-
tros albaceas. Y así mismo mandamos que se dé y vuelva a cualquier de los dichos
ministros y criados lo que pareciere haber dado de los aprovechamientos de sus
oficios y en esto se esté a solo su juramento.
Ítem mandamos a don Pedro de Linares y Mardones, nuestro sobrino, mil du-
cados o mil fanegas de trigo, lo que más quisiere por una vez.

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EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

Ítem mandamos a sor Isabel de Jesús, monja en el convento del Corpus Chris-
ti de esta ciudad de Córdoba, cien ducados por una vez.
Ítem mandamos a doña Jacinta de Mardones, nuestra sobrina, monja en el
convento del Espíritu Santo de esta ciudad, cien ducados por una vez.
Ítem damos a doña Isabel de Mardones, nuestra sobrina, monja en el conven-
to de San Luis de la ciudad de Burgos, cien ducados por una vez.
Ítem mandamos se den a seis nietas de Pedro de Mardones, nuestro hermano,
a cada una de ellas, trescientos ducados para sustentarse y ponerse en estado. Y si
alguna fuere muerta no se le den y por que no las conocemos ni hemos visto
mandamos que legitimen sus personas [f. 540v] ante nuestros albaceas antes que se
les entreguen.
Ítem mandamos a don Juan de Mardones, presbítero, nuestro gentilhombre
capellán, trescientos ducados o trescientas fanegas de trigo, cual más él quisiere.
Ítem declaramos que cada una de las seis nietas de Pedro de Mardones que
fueren vivas se les han de dar quinientos ducados, no obstante que en una cláusu-
la de este testamento hemos mandado se les den a trescientos ducados a cada una,
porque han de ser quinientos como dicho es.
Ítem mandamos que a Diego Martínez presbítero, nuestro capiller, no se le
tome ni pida cuenta del oratorio que tuvo a su cargo por que nos consta que lo
robaron sin culpa suya.
Ítem mandamos a doña Isabel de Valdivieso y Mardones, nuestra sobrina, toda
la plata labrada de nuestro servicio de mesa y una media cama de granadillo con
bronce y su pabellón de tafetán listado de colores y un escritorio de nogal grande
con herraje dorado.
Ítem mandamos a don Francisco de Alayza y Mardones, nuestro sobrino, ca-
ballero de Santiago, dos coches, dos caballos, cuatro mulas y tres machos y una
ligera.

[f. 541]
Ítem mandamos al señor inquisidor don Juan Ramírez de Contreras seiscientas
fanegas de trigo.
Ítem mandamos al Sr. don Pedro de Mirabal Ayllón, obispo de Nápoles, cua-
trocientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos al Ldo. don Gaspar Salgado de Gayoso, nuestro provisor,
doscientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos al Ldo. Alonso de Roa y Morales, nuestro visitador, doscien-
tas fanegas de trigo.

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GONZALO J. HERREROS MOYA

Ítem mandamos al Ldo. Antonio Murillo, nuestro secretario, doscientas fane-


gas de trigo.
Ítem mandamos al padre fray Jacinto Leal, nuestro confesor, doscientas fanegas
de trigo.
Ítem mandamos doscientas fanegas de trio a don Diego de Molina, nuestro
camarero.
Ítem mandamos al Ldo. Bartolomé López nuestro mayordomo que ha sido y
secretario, doscientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos al Ldo. Diego Martínez del Pozo, nuestro capellán, doscien-
tas fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Pedro de Castro, nuestro botiller, ciento y cincuenta fane-
gas de trigo porque es pobre y ha muchos años que nos sirve.

[f. 541v]
Ítem mandamos a doña Ángela de Valdivieso, doscientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos a don Francisco de Soto, doscientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos a don Juan de Soto, doscientes fanegas de trigo.
Ítem mandamos a don Diego de Soto Carranza, racionero de la santa iglesia
de Córdoba, cien fanegas de trigo.
Ítem mandamos al doctor Felipe González de Mendoza cien fanegas de trigo.
Ítem mandamos al doctor Francisco de Leiva, médico, cien fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Alonso Núñez, cirujano, cincuenta fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Juan de Lorca, que asiste en nuestra cámara, cien fanegas de
trigo.
Ítem mandamos a Fernando Galiano, presbítero, nuestro gentilhombre de cá-
mara, trescientas fanegas de trigo por la necesidad que tiene y porque favorezca a
su madre.
Ítem mandamos a Gabriel Bocero, nuestro guardarropa, trescientas fanegas de
trigo, porque es pobre y que nos ha servido en muchos oficios.
Ítem mandamos a Marco Antonio, nuestro repostero, setenta fanegas de trigo.

[f. 542]
Ítem mandamos a don Diego de Aranda, nuestro gentilhombre, doscientas fa-
negas de trigo.

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EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

Ítem mandamos al alférez Lorenzo de Ávila, nuestro caballerizo, trescientas


fanegas de trigo.
Ítem mandamos a don Gabriel Termiñón y Valenzuela, nuestro maestresala,
doscientas fanegas de trigo.
Ítem remitimos y perdonamos a don Pedro de Vargas, nuestro gentilhombre,
racionero de la santa iglesia de Córdoba, dos mil y quinientos reales que le pres-
tamos para las bulas de su ración.
Ítem remitimos y perdonamos a Juan Ibáñez, presbítero, racionero de la santa
iglesia de Córdoba, seis mil y doscientos y noventa reales que le prestamos para el
despacho de sus bulas.
Ítem mandamos a Juan de Espinosa, nuestro mayordomo, doscientas fanegas
de trigo.
Ítem mandamos a Gaspar García, cochero, setenta fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Juan de Zúñiga, cochero, treinta fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Diego de Aguilar, nuestro despensero, cien fanegas de tri-
go.
Ítem mandamos a Domingo Alonso, mozo de plata, setenta fanegas de trigo.

[f. 542v]
Ítem mandamos a Mateo de Perea, de nuestra cámara, doscientas fanegas de
trigo.
Ítem mandamos a Diego Díaz, barrendero, treinta fanegas de trigo.
Ítem mandamos al cocinero, treinta fanegas de trigo.
Ítem mandamos al portero de nuestra, casa treinta fanegas de trigo.
Ítem mandamos al hortelano y jardinero de nuestra casa, treinta fanegas de
trigo.
Ítem mandamos a Alonso de Molina, veedor de nuestra casa, cincuenta fane-
gas de trigo.
Ítem mandamos al Ldo. Millán, presbítero, maestro de pajes y capiller, cien
fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Juan de Mansilla y Juan de Podaca y a don Diego Termi-
ñón y Valenzuela y a Felipe de Cuenca y a don Francisco de la Serna, nuestros
pajes, cien fanegas de trigo a cada uno de ellos que hacen quinientas fanegas todos
cinco.

BRAC, 173, I (2024) 447-470 467


GONZALO J. HERREROS MOYA

Ítem mandamos a don Alonso de Cervantes, y a don Alonso de Cabrera, cin-


cuenta fanegas de trigo a cada uno.
Ítem mandamos a Sebastián Alonso, nuestro capellán, ciento y cincuenta fa-
negas de trigo.

[f. 543]
Ítem mandamos a Felipe de Salazar, nuestro capellán, ciento y cincuenta fane-
gas de trigo.
Ítem mandamos a Diego de Soto Carranza, nuestro alguacil mayor, doscientas
fanegas de trigo.
Ítem mandamos que el señor inquisidor don Juan Ramírez de Contreras se le
den dos cuadros de pintura los cuales su merced escogiere de los que tengo en mi
casa.
Ítem mando se den otros dos cuadros al padre maestro fray Juan Ortiz, minis-
tro del convento de la santísima Trinidad de esta ciudad y sean los que escogiere
su paternidad entre los que tengo.
Ítem mando al padre fray Jacinto Leal, nuestro confesor, compañero y limos-
nero, dos cuadros de pintura, los que escogiere de los que tengo.
Y para cumplir y pagar todo lo contenido en este nuestro testamento nom-
bramos y señalamos por nuestros albaceas testamentarios y ejecutores de este
nuestro testamento al Sr. D. Diego López de Haro y Sotomayor, marqués del
Carpio, gentilhombre de Cámara de Su Majestad, y a los señores don Damián de
Armenta y Valenzuela, arcediano [f. 543v] y canónigo de la Santa Iglesia de Cór-
doba, y a don Juan Ramírez de Contreras, inquisidores apostólicos de la Santa
Inquisición de Córdoba, y al Ldo. don Gaspar Salgado de Gayoso, abad de Mo-
reira, nuestro provisor y vicario general, al doctor don Andrés de Rueda Rico,
arcediano de Castro y canónigo doctoral de la Santa Iglesia de Córdoba, y al Dr.
don Gonzalo de Córdoba Carrillo, canónigo magistral de la dicha Santa Iglesia, y
al padre maestro fray Juan Ortiz, ministro del monasterio de la Santísima Trinidad
de esta ciudad, y al padre fray Jacinto Leal, nuestro confesor y compañero, y al
Ldo. Alonso de Roa Morales, nuestro visitador, y al Ldo. Antonio Murillo, ra-
cionero de la Santa Iglesia de Córdoba, nuestro secretario, y a don Francisco de
Salinas y Medinilla, racionero de la dicha Santa Iglesia, nuestro secretario y con-
tador, y don Francisco de Alayza y Mardones, nuestro sobrino, caballero de la
orden de Santiago, a los cuales juntamente damos todo nuestro poder cumplido y
tan bastante como de derecho se requiere para que entren en nuestros bienes y
los administren, cobren y vendan para cumplir y pagar todo lo contenido en este
nuestro testamento. Del cual poder puedan usar aunque se haya pasado el año [f.
544] y el de más término que el derecho da a los tales comisarios albaceas, porque

468 BRAC, 173, I (2024) 447-470


EL TESTAMENTO INÉDITO DE FRAY DIEGO DE MARDONES (1528-1624), CONFESOR REAL...

se lo prorrogamos y queremos les dure hasta que tengan cumplido y hecho todo
lo dispuesto y ordenado en este nuestro testamento, con declaración que lo que
hicieren y determinaren la mayor parte de los dichos nuestros albaceas que se
hallaren en esta ciudad, se guarde y cumpla y ejecute como si todos unánimes y
conformes lo hiciesen.
Y cumplido y pagado todo lo contenido en este nuestro testamento, el rema-
nente que quedare y fincare de toda la cantidad de que podemos testar y disponer
en virtud de las dichas bulas y facultades que tenemos de Su Santidad al principio
citadas, queremos y es nuestra voluntad que todo ello sirve y lo mandamos para
que de su renta se casen y pongan en estado de matrimonio las huérfanas que se
crían en el colegio de Nuestra Señora de la Piedad de esta ciudad de Córdoba,
que sean naturales de ella o de los lugares de su obispado, a quien queremos hacer
este beneficio en satisfacción y mayor paga de los frutos y rentas que de él habe-
mos gozado [f. 544v] y bien común y aumento de esta república de que tan ex-
trema necesidad tiene, y por la particular devoción que tenemos a aquella santa
imagen de la Piedad. Y para que esta obra pía tenga verdadera ejecución y se
conserve y aumente, nombramos por patrones de esta dicha obra pía a nuestros
hermanos los señores deán y cabildo de esta Santa Iglesia y les damos poder cuán
bastante de derecho se requiere para que fundada y dotada la dicha obra pía por
mis albaceas puedan los dichos patronos deán y cabildo determinar los dotes que a
cada huérfana se hubieren de dar y dar los con efecto según el tiempo y calidad
de las dichas personas que han de poner en estado de la renta de la dicha obra pía
a quien nombramos y dejamos por única y universal heredera de todo el dicho
remanente que quedare de la cantidad de que podemos testar conforme a las
dichas bulas y letras apostólicas. Y es nuestra voluntad que faltando todas las per-
sonas nombradas y llamadas al patronazgo de la obra pía de casamiento de huérfa-
nas de esta ciudad y obispado y otras cosas que fundamos por escritura ante An-
drés Muñoz, escribano [f. 545] público de Córdoba en el año de mil seiscientos y
veinte y dos. Llegado el caso de que el dicho cabildo de esta Santa Iglesia haya de
ser único patrón de la dicha obra pía como puede que en tal caso las huérfanas
que se hubieren de casar de la renta de la dicha obra pía sean de las que se criaren
en el dicho colegio y casa de Ntra. Sra. de la Piedad, naturales de esta ciudad o de
los lugares de su obispado, como tenemos dicho. Y declaramos que es nuestra
voluntad que de la renta de la obra pía que por este nuestro testamento fundamos
ahora de presente en el dicho colegio de niñas huérfanas, nuestros albaceas pue-
dan dar y den la cantidad que les pareciere a nuestros criados que han sido y son
según los méritos de sus personas y servicios que nos hubieren hecho y necesidad
suya por la vida de cada uno de los que señalaren y no más, porque es nuestra
voluntad que faltando los que una vez fueren señalados luego la dicha renta se
convierta en los dotes y sustento de las dichas huérfanas, que es el principal inten-
to para que la fundamos. Sobre todo lo cual encargamos las conciencias a nuestros
albaceas.

BRAC, 173, I (2024) 447-470 469


GONZALO J. HERREROS MOYA

[f. 545v]
Revocamos, anulamos y damos por ningunos y de ningún efecto y valor to-
dos cuantos testamentos, mandas y codicilos que hayamos hecho y otorgado antes
de este por escrito o de palabra o en otra cualquier manera, aunque en sí conten-
ga cualesquier cláusulas derogatorias que otro alguno queremos que no valga ni
haga fe en juicio ni fuera de él, salvo este que es nuestro testamento y testimonio
de nuestra última y postrimera voluntad. Y queremos que valga como mejor haya
lugar de derecho. Y para ello rogamos al dicho señor inquisidor Ldo. don Juan
Ramírez de Contreras firme este nuestro testamento porque nos no podemos
firmar por el impedimento de la mano derecha para otorgarlo cerrado, y va escri-
to en diez hojas con esta y así mismo lo firmó Andrés Muñoz, escribano público,
en Córdoba, a veinte y cinco días del mes de agosto de mil y seiscientos y veinte
y cuatro años.
Don Juan Ramírez de Contreras [firma]
Andrés Muñoz, escribano público [firma]

470 BRAC, 173, I (2024) 447-470


ALEGRÍAS.
EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

Lily Litvak
Académica Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Este estudio se concentra en el análisis de Alegrías (1917),


cuadro de Julio Romero de Torres. Se consideran como elementos
Flamenco.
Simbolismo.
artísticos cada uno de los componentes del flamenco que allí
Renacimiento italiano. aparecen, destacando su filiación estética con el Renacimiento
Leonardo. italiano. Este análisis confirma que la obra de Romero de Torres
Velázquez. debe enfocarse considerando su personal acercamiento al simbo-
lismo, a través de su concepto artístico, y de su excepcional cultura
artística. A partir de Alegrías se establecen comparaciones y para-
lelos temáticos con varios otros importantes cuadros de Romero de
Torres.

ABSTRACT

KEYWORDS This study of Alegrías (1917), by Julio Romero de Torres, an-


alyzes each one of «flamenco» that appear in it are considered as
Flamenco.
Simbolismo.
artistic elements, highlighting its aesthetic affiliation with the Italian
Italian Renaissance. Renaissance. This analysis confirms that Romero de Torres's
Leonardo. work should be approached considering his personal approach to
Velázquez. symbolism, through his artistic concept, and his exceptional artistic
culture. Based on Alegrías, comparisons and thematic parallels
are drawn with several other important paintings by Romero de
Torres.

E n este artículo se hace un análisis del fla-


menco como obra de arte en la pintura de
Romero de Torres. Tengo una predilec-
ción personal por este cuadro, pero más objetiva-
mente lo he elegido para mi análisis porque, a dife-
rencia de otros cuadros dedicados a cantes como
Carcelera, La saeta, Malagueña o Cante Hondo, casi no
tiene contenido narrativo y se concentra en la re-
presentación de cada uno de los componentes del
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. cante.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 471


LILY LITVAK

Julio Romero de Torres, Alegrías (1917), óleo y témpera sobre lienzo,


161x157 cm. Firmado en una esquina por el artista. Se basa en el palo 1 de las
Alegrías, representado a través de sus principales elementos: el baile, el toque,
el cante y las palmas.

1
El palo flamenco se refiere a un tipo de clasificación musical. En el Diccionario de la
Real Academia de la lengua española se define como «cada una de las variedades del
cante flamenco». El palo flamenco determina qué compás, qué estructura y qué métri-
ca tiene lo que se va a interpretar, ya sea al cante, al toque o al baile. Así, el cante de
siguiriyas es un cante dramático, un desbordamiento patético, mientras que las alegrías
o los tanguillos tienen un aire festivo, risueño e incluso sátiro. Alrededor de quinientos
cantares distintos constituyen en la actualidad el dominio del flamenco. El cante fla-
menco nace de dos raíces primitivas, que son las tonás, fuente de los cantos gitanos, y
el fandango, fuente de los andaluces. Alegrías pertenece al grupo de las Cantiñas típi-
camente gaditana. Parece que procede de la jota de Cádiz, que se cantaba durante la
guerra de la Independencia. Consta de coplas romanceadas y se ajusta al compás de la
Soleá, pero más vivos y no sigue la cadencia andaluza. https://artehistoria.com/obras/
alegrias#google_vignette

472 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

Alegrías confirma que la pintura de Romero de Torres no debe califi-


carse de costumbrista. Sus imágenes deben enfocarse a manera de símbolo,
a través de su concepto artístico, y de su excepcional cultura artística, in-
fluida esencialmente por la pintura renacentista italiana, especialmente de
Leonardo, y por su aproximación al simbolismo y al prerrafaelismo. El
tema esencial de Alegrías y su cuidadosa composición permiten establecer
comparaciones y paralelos temáticos y estilísticos con otros importantes
cuadros del pintor.
***

Romero de Torres conocía muy bien el flamenco, desde los diez años,
cuando empezó a estudiar dibujo en la Escuela Provincial de Bellas Artes,
recibió sus primeras lecciones de música y solfeo en el Conservatorio de
Música, instalado en el mismo recinto que el Museo de Bellas Artes de
Córdoba donde nació. Su pasión por el flamenco lo inspiró toda su vida,
pero no abordó sus temas como pintura costumbrista. Tomó un camino
propio, expresado con un lenguaje visual que siguió madurando tras su
viaje en 1908 por varios países de Europa. Entonces estudió a fondo la
pintura del Renacimiento y de los primitivos italianos, en Francia conoció
la obra de Puvis de Chavannes y en Inglaterra la de los prerrafaelitas. Se
debe recordar también que siempre le habían atraído los antiguos maestros
españoles, entre ellos Antonio del Castillo y Juan Valdés Leal, y a esa lista
se deben agregar Velázquez y El Greco.
Sobre todo, animaba a Romero de Torres una fascinación por Leonar-
do, de quien se reconocía como su discípulo. Él mismo comentaba:
Una invencible simpatía me lleva a Leonardo, esa cumbre de la pin-
tura, que siendo maestro en tantas ciencias y artes, destaca de tal
manera que destruida toda su obra por las guerras y el abandono de
los hombres, le bastan ocho cuadros, únicos que se conservan, para
su influjo y gloria. Indudablemente estoy influido por su manera, y
me seduce su armonía del color y su dominio de la expresión hu-
mana, en la cual se aprecian vastos estudios anatómicos. Él anuncia
el despertar del Renacimiento 2.
Sus nuevas experiencias hicieron que dejara atrás su interés por los te-
mas sociales 3. En 1916 el pintor se trasladó a Madrid donde frecuentaba las

2
Massa, Pedro, Julio Romero de Torres. Buenos Aires: Luis de Álvarez, 1947, pp. 69-70.
3
En 1897 Romero de Torres fracasó en el concurso para obtener una beca a Roma,
convocado por la Academia Española de San Fernando de Madrid. Resultaron pre-

BRAC, 173, I (2024) 471-500 473


LILY LITVAK

tertulias modernistas y trabó amistad con los autores representativos del


movimiento. Entre ellos, Jacinto Benavente, Antonio y Manuel Machado,
Francisco Villaespesa, y sobre todo con Valle Inclán, quien compartía sus
preceptos estéticos y se convirtió en su acendrado defensor en las exposi-
ciones de pintura. Desde entonces, Romero de Torres, inspirado por pre-
ceptos renacentistas, por el prerrafaelismo y el modernismo, inició su nue-
va manera de pintar. Sin concesiones a lo fácil ni a lo que estaba de moda,
a través de un depurado concepto compositivo, se encaminó por la senda
del símbolo y la alegoría para captar, con un fondo de melancolía ances-
tral, la magia del flamenco.
Sus cuadros, estáticos y misteriosos, trasmutaban lo que para él era la
esencia del flamenco y no fueron comprendidos. No respondían ni al arte
oficial, ni al pintoresquismo andaluz de moda para la exportación, ni a las
corrientes pictóricas que exaltaban la luz y el movimiento, y fueron ataca-
dos o ignorados por los jurados en las exposiciones. Así, el Retablo del amor
(1910 MNC) y La consagración de la copla (1912 Museo del Realismo, Al-
mería), fueron candidatos a premios de las de 1910 y 1912 y serían recha-
zados.
Llamaba la atención la inmovilidad y el silencio que imperaban en sus
cuadros, los rostros solemnes y hieráticos de los personajes, así como los
detalles que remitían a los primitivos italianos por su acento en la frontali-
dad, la simetría y la utilización de un eje que coincide con el punto de
fuga de la perspectiva. Esas fueron algunas de las razones por las que Valle
Inclán se entusiasmó con esa pintura. El autor de las Sonatas y La Lámpara
maravillosa atacaba al naturalismo y por inclusión el impresionismo, como
algo violento y de mal gusto, producto de habilidad manual, que no pro-
ducía emoción. Era «una pintura bárbara donde la luz y la sombra se pe-
lean con un desentono teatral y de mal gusto». Defendió a Romero de
Torres de las críticas que se le hicieron en las exposiciones, asegurando
que era un gran artista «desdeñoso y silencioso», que ofrecía el antídoto a
«esa pintura bárbara de manchas y brochazos que no podía llamarse arte».
Pensaba que de todos los pintores que habían participado en las Exposi-
ción de 1912 solo el pintor cordobés había visto en las cosas «aquella con-
dición suprema de poesía y misterio que las hace dignas del Arte». Solo él

miadas las propuestas de Fernado Álvarez de Sotomayor, Manuel Benedito Vives y


Eduardo Chicharro. El lienzo de Romero de Torres, Conciencia tranquila, solo obtuvo
una medalla de honor. En 1898 el cuadro fue presentado a la Exposición Nacional de
Bellas Artes y obtuvo tercera medalla.

474 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

se había dado cuenta de que el arte no es lo que está ante la vista, sino «lo
que perdura en el recuerdo».
Valle comentó elogiosamente Amor sagrado, amor profano (1908) subra-
yando el reposo, la inmovilidad de las dos mujeres que figuran en el cua-
dro, casi idénticas, «estabilizadas con supremo conocimiento». Señalaba la
similaridad que encontraba entre Romero de Torres y la antigua pintura.
La obra del cordobés era triunfadora del tiempo, por su «encanto arcaico y
moderno».
Pero eso que solemos decir arcaico, no es sino la condición de eter-
nidad, por cuya virtud las obras de arte antiguo han llegado a noso-
tros. Es la cristalización de algo que está fuera del tiempo y que no
debe suponerse accidente del momento histórico en que se desen-
vuelve, informando toda la pintura de una época. Es la condición
de esencia, que antes de haber aparecido en la pintura como exis-
tencia real tuvo existencia metafísica en una suprema ley estética. La
obra de arte que ha perdurado mil años es la que tiene más posibili-
dades de perdurar otros mil. Lo que fue actual durante siglos es lo
que seguirá siéndolo en el porvenir, con fuerza augusta, desdeñosa
de las modas que solo tienen la actualidad de un día ¡las modas que
otra moda entierra, sin que alcancen jamás el prestigio de la tradi-
ción 4!
Era la belleza que Ruskin había encontrado en Botticelli:
Posiblemente no haya ninguna necesidad más imperativamente sen-
tida por el artista, ninguna prueba más infalible de la grandeza de la
actividad artística que la necesidad de la apariencia de reposo […]
Por oposición a la pasión, al cambio, al exceso, al esfuerzo fatigante,
el reposo es la característica particular y propia de la inteligencia y
de la potencia eterna: revela el «yo soy del creador», por oposición
al «yo llego a ser» de todas las criaturas 5.

4
Valle Inclán, Ramón del, Artículos completos y otras páginas olvidadas. Madrid: Ediciones
Istmo, 1987. pp. 231-232. Cit. Francisco Calvo Serraller, Julio Romero de Torres. La ho-
ra de iluminar lo negro: vientos sobre Julio Romero de Torres, Madrid, Mapfre, 2006, pp.
59-60. Ver el ensayo completo de Valle Inclán, «Un pintor», Homenaje a Julio Romero
de Torres, Córdoba, Banco de Bilbao, 1980. pp. 31-33. Ver al respecto mi artículo
«Prerrafaelismo y modernismo. Rubén Darío, Julio Romero de Torres, Ramón del
Valle Inclán», Siglo XIX, vol. 29, 2023, pp. 143-171.
5
Venturi Cita a John Ruskin, Modern Painters, (1890), parte III serie I, cap. VII. en Ven-
turi, Lionello, El gusto de los primitivos. Madrid: Alianza Editorial, 1952, p. 148.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 475


LILY LITVAK

LA BAILAORA

Romero de Torres no buscaba en sus figuras la realidad cercana ni el


movimiento del baile, como lo hicieron sus coetáneos Angada Camarasa,
López Mezquita o Sorolla. Alegrías no es un retrato en un tablao flamenco,
no tiene un propósito imitativo ni un fin social. Fue concebido como una
obra de arte con principios simbólicos. No es una escena típica y expresa
un cierto sentido místico, pues para Romero de Torres el flamenco signi-
ficaba la memoria del pueblo gitano, un rito que rememoraba sus orígenes
y que perduraba como arte.
La composición en tres planos está localizada ante un decorado ideali-
zado; un paisaje lejano iluminado con luz difuminada, que, como solía
hacer siempre, proponía a su
tierra, Córdoba, como refe-
rencia ineludible y que aquí
está evocada por elementos
que identifican de inmediato
la región: Sierra Morena y la
línea del Guadalquivir. A la
izquierda, una rama de naran-
jo cargada de frutos dorados
enmarca la escena.
Todos los modelos de los
personajes que componen el
cuadro son reconocibles, pues
eran afamados en los ambien-
tes flamencos de la ciudad.
Para la bailaora, situada en el
centro, dominando la tela y
dividiéndola verticalmente en
dos mitades, tuvo como mo-
delo a Julia Borrull, hija del
guitarrista Miguel Borrull.
Pero el pintor no se propuso
hacer su retrato y quiso cap- Romero de Torres, La Feria de Córdoba, 1899.
tarla como un símbolo del
baile flamenco. Esta figura es totalmente diferente de las bailaoras que apa-
recen en obras más tempranas del pintor. Por ejemplo, La feria de Córdoba
(1899-1900) es una escena al aire libre que presenta una animada fiesta en

476 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

el antiguo recinto ferial del Paseo de la Victoria de Córdoba. Se desarrolla


en un ambiente de alegría popular con intensidad de luz que en algo pue-
de recordar el Bal du Moulin de la Galette de Renoir (1876). Se ve parte de
la estructura de hierro y los toldos de las carpas enmarcando a los concu-
rrentes que se divierten y miran, en el centro de la composición, a dos
mujeres bailando. La luz y el color, así como el tema pintoresco son las
metas que el artista busca captar en este cuadro 6.

Julio Romero de Torres, Primavera, ca. 1915.

La forma de pintar a las bailaoras fue variando en composiciones poste-


riores. En Primavera, (ca. 1915) 7 ya está presente el deseo de Romero de
Torres de presentar una Andalucía atemporal. Se trata nuevamente de una
fiesta, pero el pintor la saca del ambiente de la pintura impresionista y la
propone como una obra de arte con una serie de marcos con jambas, din-
tel y umbral que enfatizan las perspectivas y unen vistas de profundidad del
espacio. A través de escaleras y balaustradas exteriores dirige la mirada del
espectador hasta el baile, que ejecutan dos jóvenes con vestido regional
pero muy estilizado y con zapatos contemporáneos. Ya en ellas, Romero
de Torres muestra el estatismo de su pintura, pues las manos y brazos de
las muchachas no indican los rápidos movimientos de la danza, sino que,

6
Museo Thyssen Málaga. De una parte de la composición de la tabla se conserva un ligero
apunte a lápiz, denominado Alegrías en el Museo de Bellas Arte de Córdoba.
7
Fundación Cristina Masaveu.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 477


LILY LITVAK

levantadas en un elegante ademán, vuelven la mirada hacia la bandeja de


fruta. El pintor revela aquí su interés por el estudio anatómico, como lo
había hecho sus admirados artistas de Renacimiento italiano, proponiendo
una forma humana tal como aparece en varias posiciones o posturas.
Cada una de las bailarinas muestra el rostro diferentemente; de perfil y de
frente, y también presenta un aspecto distinto del cuerpo; de frente y de
espaldas. Así, las dos combinan la forma artística completa de la figura hu-
mana.
En la bailaora de Alegrías su concepción del baile flamenco es aún me-
nos dinámica y totalmente contraria a como la entendieron y realizaron
pintores coetáneos como Anglada Camarasa en Baile gitano (ca. 1914-
1921), López Mezquita en El Velatorio (1910) o Sorolla en La cruz de ma-
yo. Baile en el Café Novedades de Sevilla (1914). Todos ellos habían buscado
para este tema la captación directa e instantánea que era popular en esos
años, y Romero de Torres hace todo lo contrario en Alegrías, busca fijar el
tema en una expresión sublime y eterna. La bailaora está de pie, serena y
majestuosa, con el pelo recogido en un moño. Su vestido no reproduce el
típico ropaje del baile gitano 8. Lleva un atuendo que colabora a la fantasía
más que al folklore, su cuerpo alargado se revela a través de la tela semi-
transparente lograda por veladuras delgadas de tonos rosados y rojizos que
cae en pliegues rítmicos. Rematando el vestido, un corpiño lujosamente
bordado deja ver parte de su seno. No lo enseña abiertamente, en parte lo
vela; es un mensaje erótico que alude a la belleza, a la plenitud del cuerpo,
a la sensualidad, a la perfección de las formas y también al arte del pintor
que aquí ilustra un nuevo lenguaje del deseo. Abajo, los pies calzados en
zapatos de seda modernos, no son los que se usan para el taconeo en el
flamenco.
La bailaora parece captada en un momento antes de dar unos pasos, pe-
ro la coreografía de la danza se manifiesta en su cuerpo donde el pintor ha
revelado una secuencia de movimientos que comienzan y se detienen. Ella
mueve y vuelve la cabeza a un lado, despliega y serpentea sus brazos lan-
zando uno hacia el frente y el otro en una curva hacia abajo y atrás. Su
figura expresa el pleno movimiento pero paradójicamente hay que señalar

8
El vestuario empleado por las bailaoras de Alegrías es generalmente un vestido largo hasta
el tobillo, terminado en unos volantes, y adornado con cintas o encajes. Las mangas
pueden ser largas o cortas, abullonadas o con volantes. Además, las bailaoras lucen
mantillas adornadas con bordados y largos flecos. Como complemento, llevan flores,
peinetas, pendientes de coral y zapatos de tacón.

478 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

en ella una voluntad escultórica estática, característica de las pinturas de


Romero de Torres que ha sido señalada por Pérez de Ayala en su ensayo
«Romero de Torres en la Argentina» (1922). Allí, había adjudicado esa
técnica del pintor justamente a su conocimiento artístico de la cultura
popular andaluza, presente en la danza y los toros, «que aunque parecen
artes dinámicas son tanteos hacia el mimetismo escultórico y estático» 9. Esa
voluntad escultórica puede verse no solo en obras donde incluye una o
varias estatuas, como en La Consagración de la copla (1912), donde figuran
las de Guerrita y Lagartijo, sino también en los protagonistas de sus retra-
tos como el de Machaquito como apoteósis del toreo cordobés (1911-1912).
Aquí, no presenta la dinámica de la tauromaquia en la plaza de toros que
se ve a lo lejos, y el cuadro está dominado al frente por la figura litúrgica
de Machaquito, de enorme tamaño, ataviado con el suntuoso traje de lu-
ces, inmóvil y hierático como un ícono bizantino.
La pose de la bailaora es característica del Contrapposto (o chiasmo), tér-
mino del arte italiano que designa la oposición armónica de las distintas
partes del cuerpo de la figura humana. Se puede señalar en obras maestras
tanto de la pintura como de la escultura renacentista italiana donde se usa
para dar la sensación de movimiento, por ejemplo en Leda y el cisne (ca.
1515-1520) de Leonardo y en el David (ca. 1501-1504) de Miguel Ángel.
Al optar por ello, Romero de Torres proporciona movimiento a la bailao-
ra, que al simular un paso contribuye a romper la ley de la frontalidad.
Mediante el contrapposto la figura rompe la simetría descansando su peso
sobre una pierna, de modo que las caderas y hombros no están ya total-
mente horizontales pero permanecen en equilibrio.

EL GUITARRISTA

La figura vertical de la bailaora crea con su escorzo una especie de


perspectiva. Su cuerpo es el centro de radiación del espacio creado con su
giro que lleva hacia los otros personajes. A la izquierda, está el guitarrista,
con los dedos sobre las cuerdas de la guitarra 10. Es uno de los pilares fun-

9
Ramón Pérez de Ayala, «Romero de Torres en la Argentina», (La Prensa, 17 septiembre,
1922), en Ramón Pérez de Ayala y las artes plásticas, Granada, Fundación Rodríguez
Acosta, 1991, pp. 222-225. cit. p. 223.
10
En esta imagen se han notado algunos detalles característicos de las guitarras de esta
época, como el clavijero con los tradicionales palillos que fueron sustituidos más ade-
lante por tornillos sin fin. «Alegrías, Julio Romero de Torres», https://charlarte.com/
alegrias-julio-romero-de-torres/

BRAC, 173, I (2024) 471-500 479


LILY LITVAK

damentales del flamenco. Desde fines del siglo XIX los tocaores «por fla-
menco», liberados de su doble función de cantaor/tocaor, habían encon-
trado su propio camino, construyendo artísticamente el toque popular de
guitarra rasgueada sin perder la espontaneidad de la improvisación 11. El
modelo para esta figura en Alegrías fue Juanillo el chocolatero, amigo de
Romero de Torres, con el cual alternaba y solía acudir a la taberna del
Bolillo donde «no era extraño que el propio pintor se arrancara por solea-
res o quizás por alegrías» 12. En este cuadro el pintor copió las manos de su
hijo Rafael para captar con exactitud la posición de los dedos en las cuer-
das.
Llama la atención la postura del tocaor, muy poco natural y opuesta a la
adecuada para el toque flamenco 13. Para tocar se debe estar sentado, con
las piernas en una postura cómoda y con un determinado curvamiento del
tronco que permita abrazar el instrumento y obtener la cercanía adecuada
para que los dedos se muevan con vertiginosidad. Se cruza la pierna dere-
cha sobre la izquierda y el codo descansa sobre la curva mayor de guitarra
y deja libre los brazos para la ejecución. En cambio, en este cuadro el to-
caor está inmóvil, casi arrodillado. No vuelve su rostro hacia la bailaora
sino hacia la guitarra, vertical, como si fuera un cetro y le estuviera rin-
diendo homenaje. Su actitud hace pensar que no está tocando, parece que
está rezando, meditando o en un trance y en completo silencio. Me indica
11
Norberto Torres Cortés, «La evolución de los toques flamencos: desde el fandango
dieciochesco “por medio”, hasta los toques mineros del sigl XX» La madrugá, Revista
de investigación sobre el flamenco, No.2, junio, 2010. https://www.laguitarra-blog.com/
wp-content/uploads/2011/09/origenes-de-toque-flamenco-desde-el-siglo-XIX.
12
Francisco Bravo Antibón, «La Córdoba taurina y diversa», En el noventa aniversario del
fallecimiento del genio cordobés, Julio Romero de Torres», El callejón Córdoba, «La Cór-
doba taurina y diversa», 30, noviembre, 2020. https://elcallejoncordoba.blogspot.com/
2020/11/j-ulio-romero-de-torres-el-genio-de-las_30.html. Bravo Antibón indica que
esta taberna situada en la confluencia de las calles Juan Rufo e Imágenes era el punto de
reunión de tertulias sobre el flamenco, mientras se paladeaba el vino de la casa, el cele-
brado fino Calabaza. Uno de los tertulianos fue Enrique Redel, muy amigo de Romero
de Torres. También en «En el noventa aniversario del fallecimiento del genio cordobés ,
Julio Romero de Torres», Los labios del toreo, https://www.escaleradelexito.com/n-el-
noventa-aniversario-del-fallecimiento-del-genio-cordobes-julio-romero-de-torres/ Ver
también el capítulo «La taberna cordobesa», en Juan José Primo Jurado, La Córdoba de
Julio Romero, Córdoba, Editorial Amuzara, 2010, pp. 65-72.
13
La guitarra flamenca es menos pesada que la guitarra clásica. Su caja además es más
estrecha, y la sonoridad menor para no eclipsar al cantaor. La madera suele ser el ci-
prés, teniendo el mango realizado en madera de cedro, y de abeto la tapa. Antigua-
mente, se utilizaba el palo santo de la India o de Río. El clavijero que se usa más en el
flamenco, suele ser de metal.

480 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

Vinciane Trancart que «A primera vista, la mano izquierda efectúa un


acorde de cejilla y la mano derecha da la impresión de que está interpre-
tando una melodía con el pulgar o un rasgueado, dos técnicas flamencas»
que se escucharían en las alegrías 14. Pero ella concluye que «en cuanto al
acorde y la cejilla, el dedo 1, el que hace la cejilla, está abarcando dos tras-
tes» y por lo tanto, «esta cejilla no sonaría» 15. Eso podría corroborar mi
impresión de que el tocaor está en silencio y que la posición de las manos
más que indicar sonido, sería un emblema del toque de las Alegrías.
Considera Gabriel Vaugdana que el silencio es un signo que le da iden-
tidad al flamenco 16. Explica las técnicas del silencio en el baile, en el cante
y en el toque, y que no se trata solo de silencio entre diversas pausas, sino
que está codificado como sinónimo de la muerte y de la ausencia. La defi-
nición de Barthes podría considerarse alusiva:
Se sabe que en música el silencio es tan importante como el sonido:
es un sonido, o también un signo [...] lo que es producido contra
los signos, fuera de los signos, lo que es producido expresamente
para no ser signo, es recuperado rápidamente como signo [...] El si-
lencio mismo adquiere el aspecto de una imagen, de una postura
más o menos estoica, sabia, heroica o sibilina 17.
Y ciertamente, Romero de Torres otorga al silencio un significado
profundo como se ve en muchos cuadros suyos. Por ejemplo, en La muerte
de Santa Inés (1920), es el preludio de la revelación. Uno de los ángeles
pide silencio mediante su gesto, y el otro lanza con su mano un rayo de
luz, y en Alegrías representa el espacio de la introspección, la negación
silenciosa del mundo exterior, y la búsqueda de una experiencia trascen-
dente.
Se conoce el amor que Romero de Torres tenía por su guitarra: «dora-
da como un vino fino calurosamente remontado, totalmente fileteada con

14
Cartas personales de Vinciane Trancart, 18 abril, 2024, y 19 abril 2024.
15
Vinciane Trancart, Visiones desafinadas. Prácticas y representaciones de la guitarra en Madrid y
en Andalucía (1883-1922) Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2019. Ver el capítulo
titulado «Oscuro silencio en Romero de Torres». Váse el capítulo «Oscuro silencio en
Rimnero de Torres», pp. 176-195 y sobre la cejilla en la guitarra, la nota 51 p. 179.
16
Gabriel Vaugdana, «Silencio cuerpo y baile: el lugar que ocupa el signo en el baile fla-
menco», La madrugá. Revista de Investiación sobre flamenco, N.º16, Diciembre 2019, pp.
39-55. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7188951
17
Barthes, Roland, Lo Neutro, México, Siglo XXI, 2004, p. 72. citado por Vaudgdana, op.
cit. p. 45.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 481


LILY LITVAK

cenefas de ébano, vivos reflejos del diapasón» 18, y este instrumento es de


gran importancia en su obra. Indica Vinciane Trancart que entre sus cua-
dros, hay dieciséis personajes principales con una guitarra, (además del
angelito con guitarra en el pedestal de El arcángel San Rafael, 1925). En su
estudio sobre las representaciones de la guitarra en Madrid y Andalucía,
Trancart explica que aunque la mayoría de esos cuadros son protagoniza-
dos por mujeres, éstas no aparecen tocando la guitarra; están sosteniéndola
horizontalmente contra el pecho, apoyándose contra ella, manteniéndola
de perfil, o con la guitarra en el regazo o en la mano. Comenta que ello
puede ser debido a que desde fines del siglo XIX, en los cafés cantantes,
aunque a veces las mujeres se acompañaban con la guitarra cuando canta-
ban o bailaban, por diversas razones pronto se dedicaron casi exclusiva-
mente a la danza o al canto 19. Cree que al pintar esas mujeres con guitarra
la intención de Romero de Torres no era para darlas a conocer como
guitarristas, aunque haya un deseo de modernización de la mujer. Sin em-
bargo, hay que destacar que en varios cuadros la mujer con guitarra es una

18
«Romero de Torres. Las guitarras del maestro» primera parte, 16 diciembre 2007, y segunda
parte 14 octubre 2008 en Mi espacio flamenco http://miespacioflamenco.blogspot.com/
search/label/Las%20guitarras%20del%20maestro también disponible en Miguel, Miguel,
15 de febrero, 2003, «La guitarra del pintor» Diario Córdoba 2006,
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/guitarra-pintor_41440.html
19
Sobre los cuadros de Romero de Torres donde figura una mujer con la guitarra la im-
portante discusión de libro de Vinciane Trancart, Visiones desafinadas. Prácticas y repre-
sentaciones de la guitarra en Madrid y en Andalucía (1883-1922). También el ensayo de
Tracart «Les muses andaluces de Romero de Torres: renouvellement d'un type ou ar-
chétype», Iberic@l, Revue d’études ibériques et ibéro-américaines, N.º 8, Automne 2015,
pp. 15-37. https://hal.science/hal-01449667
Aunque en el ambiente flamenco la actuación de la mujer era el cante o el baile, du-
rante el siglo XIX y principios del XX había mujeres guitarristas que gozaron de reco-
nocimiento. Se pueden citar entre ellas Anilla la de Ronda, (Amaya Molina) (Ronda
1855-Barcelona, 1933), cantaora y guitarrista gitana; Dolores de la Huerta, intérprete
y compositora de los fandangos de Lucena; Trinidad la Cuenca, intérprete de mala-
gueñas; Mercedes Fernández Vargas, conocida como la Serneta, guitarrista, cantaora y
compositora (Jerez de la Frontera 1837-Utrera, 1912), llegó a tener cierto renombre
en Madrid, aunque terminó dando clases de guitarra y alquilando sus ricos trajes para
sobrevivir. Maestra en el cante por soleares. A su muerte algunos de los grandes del
cante andaluz como La Niña de los peines, Antonio Chacón, Fernando el de Triana o
Juanito Mojama se encargarían de difundir su obra. Sobre este tema ver Trancart, «Las
tocaoras de flamenco en el escenario público a finales del siglo XIX: esplendor y mise-
ria de una paradoja», en María Isabel Morales Sánchez, María Cantos Casenave et
Gloria Espigado Tocino (éds.), Resistir o derribar los muros. Mujeres, discurso y poder en el
siglo XIX, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes 2014, pp. 175-185,
http://www.cervantesvirtual.com/obra/-8/

482 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

imagen muy poderosa. Por ejemplo en el retrato de Pastora Imperio (1922),


esta popular estrella de varietés, altiva, ataviada con un vestido de lunares,
empuña la guitarra verticalmente, como si fuera un centro real, enlazada
con una gasa a su cuerpo, y hay que notar la arrogancia de la pose, con la
mano en la cadera, convención pictórica en los retratos reales 20. También
en La consagración de la copla (1912), se exalta el papel de la mujer. En el
plano central, una mujer, modelada por Amalia Fernández Heredia, arro-
dillada y apoyada en una guitarra flamenca, está a punto de ser coronada
como la representación alegórica de la copla. Ese es el tema de La copla
(ca. 1927), con una mujer con las piernas envueltas en medias de seda, con
ligas negras y un puñal. Lleva una guitarra y cruza el amplio panorama de
Córdoba en el atardecer.
En todo caso, solo hay tres cuadros, en los que figura un músico, hom-
bre, con la guitarra: Nuestra Señora de Andalucía (1907), La musa gitana
(1907) y Alegrías.
En Nuestra Señora de Andalucía 21 Romero de Torres, para mostrar los
símbolos de Andalucía, utilizó por primera vez el formato de retablo, es-
tructura que se suele situar detrás del altar en las iglesias. Mide 69x 200 cm
y reinterpreta la sacra conversazione; género de pintura religiosa desarrollada
durante el Renacimiento italiano en la que aparecen la Virgen y el Niño
rodeados de varios santos. En el centro de este retablo pagano, una mujer
vestida de blanco es una paganización de la Virgen y representa a la mujer
andaluza. A cada lado de ellas, dos mujeres arrodilladas son también sim-
bólicas. A la izquierda, modelada por Carmen Casena, está la copla como
personificación del cante. A la derecha, una joven envuelta en un mantón
rojo, para la cual posó la bailaora La Cartulina, personifica al baile. Atrás el

20
Pastora Imperio fue el nombre artístico de Pastora Rojas Monge (1885-1979). Cantaora
y bailaora. Era de origen humilde, hija de una cupletista y un sastre de toreros. Parece
que el sobrenombre de Pastora Imperio se lo dio Pepe Fernández, campeón español
de billar y durante un tiempo empresario del Salón japonés donde ella empezó a actuar
en Madrid en 1900. Fue amiga de intelectuales. Benavente aprobó ese nombre porque
según él «esta Pastora vale un imperio». Manuel de Falla se inspiró en ella para com-
poner El amor brujo que se estrenó en el Teatro Lara de Madrid en abril de 1915. Ma-
nuel Benedito y Vives la pintó y el escultor Mariano Benlliure realizó La bailaora en
bronce y mármol. Para su aparición en el Teatro Coliseum de la Gran Vía en 1934 Ál-
varo Retana y José Casanova crearon una autobiografía. Julio la admiraba y la retrato
varias veces. Aparece en La consagración de la copla junto con Machaquito, ambos como
como representantes del pueblo. Más información en Julio Romero de Torres. El senti-
miento místico, Sevilla, Fundación Cajasol, 1922.
21
Presentada a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 483


LILY LITVAK

hombre que porta una guitarra, envuelto en una capa negra española y
con el sombrero cordobés, es la música. El quinto personaje de este cua-
dro, situado en la esquina inferior derecha, es un autorretrato de Romero
de Torres, quien con un cigarrillo y un gesto elegante de la mano, mira
hacia el espectador. Ocupa el lugar que se solía dar en las antiguas pinturas
al comitente; que era el que encargaba y pagaba la pieza, o al donante,
cuando el encargo era una donación a una institución religiosa.

Julio Romero de Torres, Nuestra Señora de Andalucía, 1907.

Priman en esta imagen la frontalidad y la simetría y es notable la inmo-


vilidad de todos los personajes, que, como en las sacra conversaziones, no se
miran entre sí y guardan silencio como si se comunicaran espiritualmente.
El modo de sombrear y el esfumado 22, característicos de la influencia rena-

22
Del italiano sfumato. Obtenido al manejar de manera suave las capas de pintura, propor-
cionando a la composición unos entornos imprecisos. Leonardo la describe como «sin
líneas o bordes, en forma de humo o más allá del plano de enfoque».

484 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

centista, y sobre todo de Leonardo, colabora al ambiente misterioso del


fondo; el campo cordobés, con dos escenas alegóricas de amor y muerte.
La musa gitana (1907), que ganó primera medalla de oro en la Exposi-
ción Nacional de Bellas Artes de 1908, presenta a una mujer muy joven,
desnuda, con una gargantilla roja en el cuello, y de aspecto desaliñado.
Está recostada, y apoyando su cara en una mano, con actitud de indolen-
cia, mira descaradamente hacia el espectador. La modelo fue Ana López,
apodada Carasucia, quien vendía flores en algunas tabernas de Córdoba.
Este cuadro remite a Olympia de Manet (1863, Musé d'Orsay) que causó
gran escándalo en el Salon de París de 1865. Además de la atrevida mirada,
la joven cordobesa está tendida sobre un lecho con almohadones y edre-
dones blancos. Sin embargo, sustituyendo a la criada negra que entrega a
Olympia un ramo de flores, un guitarrista, en la penumbra, ofrece sus
acordes a la gitana.

Julio Romero de Torres, La musa gitana, 1907.

Aún más que con el cuadro de Manet, La musa gitana se relaciona con
dos obras de Tiziano que Romero de Torres pudo ver en el Muso del
Prado: Venus recreándose con el amor y la música (Venere e Cupido con sonatuore
de organo, Museo del Prado, ca. 1555) y Venus recreándose en la música (Ve-

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nere con organista Museo del Prado ca. 1550) 23. Como en ellas, una figura
toca un instrumento musical atrás de la mujer desnuda. En el caso de los
dos cuadros de Tiziano es un organista, y en La musa gitana es el tocaor
con la guitarra en las manos.

Tiziano, Venere con organista, (ca. 1550).

Tanto estas obras de Tiziano como la de Romero de Torres presentan


una escena cargada de erotismo, pero además, es fundamental la importan-
cia de la música. Se debe mencionar que Tiziano fue autor de cinco cua-
dros donde aparece Venus acompañada de otro personaje que toca música.
Esta insistencia no es gratuita, pues para Tiziano, el tema era una alegoría
de los sentidos (la vista y el oído); siguiendo teorías neoplatónicas, la músi-
ca y la contemplación proporcionaban el conocimiento de la belleza y la
armonía universal. A sabiendas o por coincidencia de ideas, Romero de
Torres llega a una similar conclusión. Tenía una concepción romántica del
flamenco como un arte total, era la expresión melancólica y triste del
23
Sobre estas obras de Tiziano ver Fernando Checa, «Tiziano, Venus, la música y la idea
de la pintura», Quintana, N.º 4, 2005, pp. 83-97, https://www.redalyc.org/pdf/653/
65323990005.pdf. Tiziano creó cinco obras dedicadas a este mismo tema alegórico de
Venus y la música. Dos de ellas están en el Museo del Prado, otra en el Gemalde Ga-
lerie de Berlín: en estas tres obras, el músico toca un órgano. En el cuadro del Museo
Metropolitano de Nueva York, y el del Museo Fitzwilliam de Cambridge, es un tañe-
dor de laúd.

486 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

alma gitana y siempre insistió en la belleza absoluta del cante como un


arte sublime que conmueve y asombra.
Hay que mencionar además otro paralelo en ambos pintores, la im-
portancia y relevancia del fondo en esos cuadros. En las dos Venus de
Tiziano, es un bellísimo jardín; el lugar donde se unen la naturaleza y el
arte, creado para la meditación y el placer de los sentidos. En La musa
gitana, es un paisaje cordobés en el ocaso donde se divisan el río, las
montañas y una pequeña parte de la ciudad, que comprende los Jardines
de la Caleta, en el Campo de la Verdad a la orilla izquierda del río Gua-
dalquivir. Es muy significativo que Romero de Torres haya escogido esta
iconografía. Era conocida la singularidad de la afición flamenca que había
en los barrios cercanos al Campo de la Verdad. Allí aparecieron los prime-
ros tablaos de Córdoba y nacieron numerosos cantaores y guitarristas que
son parte de la historia del flamenco cordobés. En su novela La Feria de los
discretos, situada en la Ciudad de Córdoba en vísperas de la revolución de
1868, Pío Baroja hace alusión a este barrio singularizado por las peculiari-
dades del carácter y actitud de sus habitantes. En ese contexto social, en el
Campo de la Verdad, «el flamenco tomó una especial idiosincrasia y co-
menzó a ser interpretado no como recurso artístico y profesional, sino
como necesidad expresiva» 24.

24
Francisco Martínez Sánchez, «El signo famenco de un barrio, el Campo de la Verdad».
Somos patrimonio, 7 septiembre, 2015. http://somospatrimonio.blogspot.com/2015/
09/el-signo-flamenco-de-un-barrio-el-campo.html. Ver también Ángel Gil Criado,
«La musa gitana», https://www.flickr.com/photos/144455086@N07/28846408435/
y don Rafael Guerra, «El arte flamenco en Córdoba», 18 diciembre 2014,
https://www.guiaflama.com/noticias/el-arte-flamenco-en-cordoba/. Los vecinos del
barrio, aficionados al cante, el baile y la guitarra, fundaron en 1952 la peña flamenca
Los Bordones, la más antigua de las existentes en Córdoba. En 1976 surgió la Peña
Flamenca del Campo de la Verdad y sus propuestas van a calar pronto en el flamenco
de la ciudad. En el Gran Teatro de Córdoba, en 1976, presentaron su primer festival de
invierno —26 de noviembre— al que son invitados Fosforito, Curro Malena, Luis de
Córdoba, El Pele y cantaores del barrio como El Chaparro, Juan Navarro Cobos y
Rafael Mesa «El Guerra». Desde ese momento se sucedieron los festivales, concursos y
recitales organizados. Se vivía el flamenco en su máxima intensidad, ofreciendo a los
vecinos de la zona y a la afición cordobesa la posibilidad de escuchar a Camarón, Tu-
rronero, José Menese, Terremoto de Jerez, Beni de Cádiz, El Lebrijano, etc.., ver a
bailaores como Mario Maya y escuchar a guitarristas como Juan Carmona «Habichue-
la», Enrique de Melchor y los locales Merengue de Córdoba, Juan Muñoz «El Toma-
te».

BRAC, 173, I (2024) 471-500 487


LILY LITVAK

LA CANTAORA

La afición que sentía Romero de Torres por el flamenco lo animó, a


los veinte años, a participar como cantaor en el concurso del Cante de las
Minas de La Unión en Murcia. En la declaración que hizo en una entre-
vista que le hicieron cuando era miembro del jurado del Concurso de
Cante Hondo del Teatro Pavón en 1925, comparaba su devoción por Da
Vinci y por Juan Breva: «Si a mí me hubiesen dado a escoger entre la gran
personalidad de Leonardo Da Vinci —por el que siento una admiración
tal que lo reputo como el primer pintor de la historia—, o la de Juan Bre-
va, no habría vacilado. Yo hubiera sido Juan Breva, es decir, el mejor can-
taor que ha habido». Y terminaba reconociendo: «yo también traté de cantar
(…) pero ¿para qué repetirlo? (…) fracasé» 25. Se refería a Antonio Ortega Es-
calona (Vélez Málaga 1844-Málaga 1918), bautizado artísticamente como
Juan Breva, sobrenombre que heredó de su abuelo, quien vendía frutas
cantando el pregón «De los montes Vélez traigo mis dulces brevas. Las doy
para probarlas» 26. Fue autor de sus propias coplas y creador de un estilo de
malagueñas y otros palos. Su cante fue glosado por cronistas, escritores,
flamencólogos y poetas como García Lorca 27.
La raíz espiritual de la música del flamenco otorga una fuerza especial al
cantaor o cantaora. El cante no fue hecho para ser escrito, sino para ser
cantado 28. El origen del flamenco aún no está del todo claro, en general se
asocia a la mezcla de la cultura popular andaluza con la del pueblo gitano.
Según Machado Álvarez (Demófilo), flamenco equivale, por tanto, a cante
gitano-andaluz, y se sabe que la difusión de ese arte se debe a la naturaleza
nómada de los gitanos, quienes solían ir de pueblo a pueblo vendiendo sus
productos o haciendo trabajos esporádicos. El nomadismo orientó un mo-
do de vida en una Andalucía que a principios del siglo XX aún tenía una
mayoría de su población analfabeta. Para las sociedades de la escritura, la
base es el texto, pero en las sociedades de la palabra, lo que vale es el ver-
bo. Cantar era un modo de transmitir la historia, los sentimientos y la
forma de vida. Las letras o coplas del cante, breves, sin patrón métrico

25
Rafael Inglada, Julio Romero de Torres. Entrevistas y confesiones 1899-1930, Córdoba,
Editorial Cántico, 2021, p. 104.
26
«Juan Breva», El arte de vivir el flamenco,
https://elartedevivirelflamenco.com/cantaores38.html
27
Federico García Lorca, «Juan Breva», «Viñetas flamencas», Poema del cante jondo, Federico
García Lorca, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1955, p. 248.
28
Fernando Grieta, «La mística del flamenco», SecretOlivo. Cultura Andaluza Contemporánea,
Noviembre 2020, https://secretolivo.com/index.php/2020/11/26/mistica-flamenca/

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ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

rígido, muy sintéticas, hablan del amor, el desamor, la vida, la muerte, la


soledad, la amistad, la pobreza, la angustia, el paisaje..., todo de manera
muy escueta, y con un realismo descarnado e ingenioso. Constan de pocas
palabras, y son inseparables del ritmo y la música que las acompañan.
Romero de Torres rindió homenaje a las cantaoras de su época. Pintó el
retrato de Sara Secades en La cantaora (ca. 1919) y en La Nieta de la Trini
(1929) recordó a Trinidad Navarro Carrillo (1868-1930), cantaora paya,
intérprete de malagueñas. Retrató a La Niña de los peines (ca. 19170-1918),
hija del cantaor Francisco Pavón Cruz, amiga de Manuel de Falla y de Gar-
cía Lorca, quien la citó en sus escritos y la nombró jurado en el Concurso
de Cante Jondo de Granada de 1922. En este cuadro, se inspiró en la tabla
de la Virgen con el Niño (1488) de Pedro Romana del Museo de Bellas Artes
de Córdoba. Está sentada en una especie de trono, con una gran peineta en
el pelo, cantando y tocando las palmas delante de un tablao 29.
Otras cantaoras aparecen en
sus obras bajo figuraciones que
siempre tienen alusiones signifi-
cativas. Destaca entre ellas Car-
men Casena, que fue muy fa-
mosa y a quien, en su falleci-
miento, César González Ruano
dedicó un poema. En 1912,
Romero de Torres la incluyó
en La consagración de la copla, con
las manos unidas a las de Pastora
Imperio en una plegaria. Apare-
ce en Nuestra Señora de Andalu-
cía, como personificación de Julio Romero de Torres, La sibila de la
cante, arrodillada, y sosteniendo Alpujarra, 1911.
el manto de la mujer vestida de
blanco. En La sibila de la Alpujarra (1911), se ve como una mujer madura
con prácticas de hechicería. En sus manos entrecruzadas muestra una bara-
ja con el cuatro de oros, símbolo de la decepción amorosa. Es la mala

29
La Junta de Andalucía ha declarado su voz bien de interés cultural. Entre 1910 y 1950
grabó 258 cantes en discos de pizarra, que en 2004 se publicaron en forma de trece
discos compactos. En 1961 se le rindió un homenaje nacional en Córdoba. En 1968
fue inaugurado un monumento en su honor situado en la Alameda de Hércu-
les (Sevilla), obra del escultor Antonio Illanes.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 489


LILY LITVAK

suerte que le espera a la joven mujer que se ve, en el segundo plano, en el


quicio de la puerta aguardando la revelación de la sibila.
Ésta es una obra muy italianizante. El atuendo de la sibila es un rico
traje con brocados de oro en el estilo renacentista. Asimismo, hay un acer-
camiento a la pintura italiana en la perfección del dibujo y en el diseño del
rostro. Sobre todo, se debe recordar el significado simbólico en este retra-
to. En la mitología griega y romana, la sibila era una profetisa, tenía pode-
res de origen divino, pues estaba inspirada y protegida por Apolo, dios de
la música. Fue un personaje admirado desde la antigüedad, un mito que
trasciende el tiempo histórico en múltiples representaciones artísticas. Du-
rante el Renacimiento hubo abundantes imágenes de sibilas. Entre ellas,
las de Pintoricchio, Filippino Lippi, Rafael, y las más conocidas, las cinco
sibilas monumentales de Miguel Ángel, intercaladas con los profetas, en la
bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano (ca. 1500). 30 Hay que recordar,
además, las dos sibilas de Velázquez, una de ellas en el Prado, Sibila. Retra-
to de Juana Pacheco (1631-32 Museo del Prado), que Romero de Torres
debe haber conocido, y la Sibila con tabula rasa, (1648 Museo Medows,
Dallas). Como en estos dos cuadros, a menudo se representa a la sibila con
tabletas o con libros abiertos, o como Miguel Ángel con un pliego donde
se lee la profecía y que Romero de Torres substituyó en su cuadro por la
baraja con el cuatro de oros.
En Alegrías la modelo fue Amalia Fernández Heredia, conocida en los
tablaos de Córdoba como Amalia la gitana. Quedó huérfana cuando tenía
ocho años y desde entonces trabajaba recogiendo cartones por la ciudad
durante el día y actuando con un grupo de flamenco por la noche. Apare-
ce en Alegrías, a la derecha del cuadro, junto con otra mujer, modelada
por la sobrina del pintor. Es doblemente esencial al grupo; pues canta y
anima el baile tocando las palmas, y las Alegrías son baile y son toque, pero
también son percusión y compás, y el palmeo que permite crear el ritmo a
tiempo y a destiempo refuerza el cante, el baile y el toque de la guitarra.
Está captada en tres cuartos de perfil, mostrando, como en la bailaora,
la preocupación de Romero de Torres por captar el dinamismo del mo-
vimiento en una postura fija. Tiene el cuerpo girado hacia la izquierda,
siguiendo una diagonal que lleva al interior del cuadro, y las manos, ha-
ciendo palmas, dobladas por delante. Parecería que mira hacia la bailaora,
30
Calderón de la Barca escribió dos obras teatrales que tenían como protagonista central a
la Sibila, la comedia La sibila del Oriente y gran reyna de Saba (ca.1701-1750) y el auto
sacramental El árbol del mejor fruto (ca. 1717).

490 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

pero su cabeza gira ligeramente hacia la derecha y dirige la mirada hacia


fuera del cuadro. Lleva en el cuello una gargantilla de color rojo y el cabe-
llo adornado con una flor blanca. El pintor logra con cuidado su falda, con
drapeados y pliegues amplios y mórbidos, y hay que señalar la túnica
echada sobre el hombro, característica en pinturas de Leonardo como en
La Gioconda; detalle que Romero de Torres adaptó y repitió en varios
cuadros como La huída (1916) y La chica de la navaja (1926).
Destaca la expresión en el estudio meticuloso y delicado de la cara de la
cantaora. Parece que canta y a la vez sonríe. Esta sonrisa, que se repite
abiertamente en la mujer que está su lado, modelada por la sobrina del
pintor, Carola Romero de Torres, y que, inclusive, está insinuada de ma-
nera tenue en la bailaora, lleva directamente a Leonardo. La famosa sonrisa
de la Mona Lisa, representación visual de la felicidad, sugerida por la pala-
bra Gioconda en italiano antiguo, fue una gran creación estética de Leonar-
do. Aunque aparecen algunas sonrisas en la obra de Botticelli, no hay mu-
chas más en la obra de los pintores del Quat-
trocentto, y Leonardo, al proyectar la luz en la
boca y los ojos, obtuvo esa sonrisa que evoca
misterio, ensoñación, ambigüedad, vida inte-
rior, enigma...
La Gioconda (Mona Lisa, ca. 1503-1506)
impresionó profundamente a toda una época
desde mediados del siglo XIX. Théophile
Gautier había comentado el misterio de su
sonrisa y sobre todo el ensayo de Walter
Pater 31 contribuyó a su popularidad que la
convirtió en un icono. Romero de Torres
creó su propia mujer morena como arqueti-
po secular y aquella sonrisa se encuentra en
varios cuadros suyos como La niña de las na- Leonardo da Vinci, Mona
ranjas (1928), y Gitana de Córdoba (ca.1930). Lisa, (1503-1506).

31
Publicado en la Fortnightly Review en 1869. En esa misma revista apareció el ensayo de
Pater sobre Botticelli en 1870 y sobre Miguel Ángel en 1871. Estos tres ensayos y
otros más fueron más tarde reunidos y publicados en su Studies in the History of the re-
naissane (1873), y después en una segunda edición como The Renaissance: Studies in Art
and Poetry. Ver al respecto Levey, Michael, The case of Walter Pater, London, Thames
and Hudson, 1978. Ver Donald Sassoon, Becoming Mona Lisa: The Making of a Global
Icon, London, Harcouirt, 2001.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 491


LILY LITVAK

Como Leonardo, Romero de Torres otorga en su pintura un papel


esencial a las manos. Las dibuja con gran cuidado indicando el juego de
músculos y tendones y el movimiento de las articulaciones. Para el palmeo
de la cantaora de Alegrías, dibujó las manos ahuecadas, la mano derecha
algo más baja y los dedos de la izquierda un poco doblados. Está acompa-
ñando el cante con palmas sordas, que suenan menos que las sonoras. Estas
palmas son golpes con un sonido moderado, que marcan el compás en el
momento que se quiere dar protagonismo al cante o al sonido de la guita-
rra 32. Es notable, que, como el guitarrista, la cantaora está en una posición
forzada y poco natural. Está arrodillada, —abajo se ven sus finos zapatos de
seda—, lo cual haría difícil cantar y palmear a la vez, y sería, como para el
guitarrista, una actitud de devoción y reverencia al cante.
Hay que subrayar el interés especial que Romero de Torres tenía por
las expresiones faciales de Carmen, y tal como se ve en la cantaora, hasta
qué punto sacó partido de ellas y logró captar en los rostros una gran va-
riedad de sentimientos y sensaciones que pueden ser alegres o interrogati-
vas, simples o complejas. Así, captó el expresivo rostro de Amalia en Mala-
gueña (1917), donde aparece taciturna, con la mirada sombría. Tiene en su
regazo una guitarra cubierta con una mantilla que sujeta entre sus manos.
Atrás de ella, un joven, modelado por el hijo del pintor, Rafael Romero,
le canta al oído una malagueña que aludiría a una escena trágica que se ve
en el fondo; con una mujer asesinada y un ciprés 33.
Es visible el protagonismo y la expresión de Carmen en La saeta
(1918), inspirada en ciertos detalles 34 de La Virgen de los Plateros (1654-
1656) de Valdés Leal, del Museo de Bellas Artes de Córdoba 35. El pintor

32
Hay varios tipos de palmas: simples, que pueden ser sordas o sonoras, y palmas redoblás
o encontrás. Las palmas simples sordas se obtienen ahuecando las palmas de ambas ma-
nos al golpearlas entre sí (se ahuecan las manos para no ahogar la voz del cantaor o el
sonido de la guitarra). Suelen acompañar los cantes más solemnes, y sirven tanto de
ánimo como de marco respetuoso a la voz del cantaor.
33
Livak, Lily, Julio Romero de Torres. Catálogo de la Exposición. Museo de Bellas Artes de
Bilbao. Bilbao, 2002. p. 25.
http://miespacioflamenco.blogspot.com/2014/06/malaguena.html
34
«La saeta» (Julio Romero de Torres 1918) bloc de Javier, esta pintura fue expuesta por
primera vez en el Majestic Hall de Bilbao en 1918.
https://blocdejavier.wordpress.com/2023/09/14/la-saeta-julio-romero-torres-1918/
35
Muestra muestra a la Virgen María en un pedestal a cuyos lados se arrodillan San Anto-
nio de Padua y San Eloy. La escena está rodeada de querubines uno de los cuales porta
la leyenda: «El platero Universal/ de Dios el Eterno Padre/ Una Joya hizo tal/ que en
ella puso el caudal/ porque fuera para su Madre». Esta obra es también conocida como

492 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

interpreta ese canto religioso de las procesiones de Semana Santa, vincula-


do en el flamenco con las tonás y la seguiriya. La composición está domi-
nada en el centro por la saetera, modelada por Amalia, vestida de negro,
con mantilla y peineta, arrodillada en un espléndido reclinatorio inspirado
por el reclinatorio de la Virgen de Valdés Leal. Por el dibujo de sus labios
parece que reza o canta, dirige su mirada hacia el cielo y tiene las manos
unidas para acompañar su plegaria. Alrededor de ella se reúnen varios per-
sonajes simbólicos: un joven con el torso desnudo y las manos encadena-
das, representa al preso ansioso de libertad, un anciano, pobremente vesti-
do y con una venda en los ojos, que eleva sus manos hacia el cielo: es el
ciego que quiere ver. A su izquierda, un joven cojo con una muleta, es un
inválido que quiere andar y una anciana encorvada pidiendo limosna re-
presenta a la pobreza. La letra de esta plegaria alude a los padecimientos de
esta pobre gente:
!Oh Santo Cristo de Gracia!
vuelve la cara hacia atrás.
Dale a los ciegos la vista
y a los presos libertad 36.

Julio Romero de Torres,


La saeta, 1918.

Inmaculada con San Antonio y San Eloy. Fue encargada por el gremio de los plateros de
Córdoba para un altar que estaba en la antigua Calle de pescadería. Fue retirada de di-
cho altar en 1841 y actualmente está en el Museo de Bellas Artes de Córdoba.
36
Las saetas cantadas actualmente son las llamadas saetas flamencas, que supusieron una
transformación producida a finales del siglo XIX, a partir de otras primitivas saetas,
más cortas y sobrias de estilo.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 493


LILY LITVAK

Hay que notar la fuerza expresiva del dibujo en este grupo de seres
humildes, que capta con un verismo prodigioso el cuerpo humano,
miembros, vestiduras, la posición expresiva de las manos. Pero este «rea-
lismo» no es común, ni trivial, ni prosaico como en el realismo y lo usa
aquí el pintor para descubrir ciertas poses que explican toda una triste vida.
El fondo muy oscuro del cuadro es urbano, con detalles de la celebra-
ción de la Semana Santa en Córdoba. Se distingue la silueta de dos edifi-
cios religiosos ante los cuales pasa una multitud acompañando la procesión
de dos pasos; el de la Virgen de los Dolores, conocida como La Señora de
Córdoba y el de la de la Hermandad del Cristo de Gracia, llamado «el Espa-
rraguero», imagen muy venerada, que llegó a Córdoba en 1618. Fue fabri-
cada en pasta de maíz, por indígenas mexicanos en Puebla de los Ángeles.
Otro detalle que une al cuadro con su ciudad es que la obra original de
Valdés Leal fue un encargo del gremio de los plateros de Córdoba y du-
rante mucho tiempo estuvo expuesta en la calle Pescadería (actual calle
Cara) donde se pueden visitar los baños árabes de la Pescadería.
Romero de Torres había hecho esta obra con el objeto de llevarla al
extranjero, pero poco antes de venderla en Argentina, abrió las puertas de
su estudio para presentarla en Córdoba. Su amigo, Manuel Vigil Escalera
Díaz, la reprodujo en un retablo de azulejos que fue colocado en la facha-
da de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en la Plaza de Capuchi-
nos 37.

EL ESPECTADOR

Dos mujeres en este cuadro no participan en el baile, pero tienen un


papel importante en la composición y en la relación con el espectador.
Una de ellas, al lado derecho de la cantaora, modelada por la sobrina del
pintor, Carola Romero de Torres, no observa el espectáculo. Vuelve la
cabeza hacia afuera del cuadro y dirige su mirada hacia el observador y
posiblemente le sugiere, con una sonrisa, el tono alegre de las Alegrías.
La presencia de otra mujer, cuya modelo fue Amalia Romero, hija del
pintor, es más enigmática, tanto por la singularidad de su pose, como por
la seriedad de su rostro. Viste un atuendo cotidiano, sin ninguna particula-
ridad ni relación con el baile. No interviene en la escena, pero tiene un

37
La Saeta. Panel de azulejos (1921), 1.30 x1.30 m, situada en el exterior en la fachada de
Iglesia. Plaza de Capuchinos, Córdoba.

494 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

papel importante en la composición. Está tendida en el piso, y contrastan-


do con la verticalidad de las otras figuras, ocupa horizontalmente todo el
primer plano. Está vuelta de espaldas, apoyándose en su brazo derecho
para incorporar el torso con un leve giro hacia adelante, y vuelve la cabeza
por encima de su hombro, con la mirada dirigida hacia el espectador. Su
brazo izquierdo está flexionado hacia arriba y hace una seña con la mano.
Siguiendo el contorno de esta figura, Romero de Torres ordena los de-
talles fundamentales de la composición del cuadro. Como Leonardo, se
esmeraba en las manos, que traza con precisión anatómica y sensibilidad
artística. Así, la mano izquierda de esta mujer dirige la vista hacia la mano
de la cantaora que hace palmas, hacia la mano de la joven sonriente que
está a su lado y hacia el brazo tendido y la mano derecho de la bailaora,
iniciando con ello un círculo de manos en perfecta armonía visual que
explica el baile.
La joven vuelve la cabeza por encima de su hombro, en una pose de
contrapposto 38, que refleja simétricamente el contrapposto de la cabeza de la
bailaora. Ambas con el rostro en sentido contrario uno del otro, y ambas
en tres cuartos de perfil, dirigen la mirada hacia el espectador del cuadro.
En el segmento siguiente, ciertos detalles indican la coreografía de la
danza y la música en el plano horizontal. La extensión del cuerpo de la
joven en el piso queda interrumpida, en el frente, por los pies y zapatos de
la bailaora, que se ven al lado de sus propios pies calzados con zapatos ne-
gros, que a la vez señalan al guitarrista en su extraña posición junto a la
guitarra.
La figura acostada y de espaldas fue un motivo visual con antecedentes
en la escultura de la antigüedad. De forma más directa, hay que referirse a
The Rokeby Venus (La Venus del espejo), (National Gallery, Londres ca.
1647-1651) 39 de Velázquez, que muestra el cuerpo de Venus de espaldas
con respecto al espectador, y a su lado, a Cupido que sostiene un espejo
ante su rostro. La obra tenía como precedentes dos esculturas monumenta-
les antiguas: la Ariadna dormida (Palacio Pitti), y Hermafrodita Borghese (Lou-
vre, anteriormente Colección Borghese), cuyos vaciados en yeso fueron

38
Muy visible en la iconografía mariana en la postura del contrapposto del niño Jesús giran-
do su cabeza en un escorzo para mirar al espectador.
39
Andreas Prater, Venus ante el espejo: Velázquez y el desnudo, Madrid: Centro de Estudios
Europa Hispánica, 2007.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 495


LILY LITVAK

ordenado por Velázquez cuando estuvo en Italia en 1650-51 para las co-
lecciones reales españolas 40.

Diego Velázquez, Venus del espejo, (The Rokeby Venus), (ca. 1647-1651).

Durante la guerra de la Independencia, este cuadro salió de España, lle-


gó a Inglaterra en 1813 comprada por William Buchanan para su casa de
Rokeby Park, y en 1906 fue adquirida y exhibida, con gran publicidad,
por la National Gallery de Londres. En 1914, la publicidad aumentó por-
que una sufragista canadiense intentó destruirlo con un hacha. Indepen-
dientemente de ello, fue una gran novedad pictórica porque el desnudo de
espaldas era poco habitual. Inspiró a diversos artistas contemporáneos,
entre ellos a Sorolla Desnudo de mujer (1902 posible retrato de Clotilde,
col. particular, Madrid), Ramón Casas en Mujer desnuda echada de espaldas
(MNAC 1894), a Renoir en su Nu couché vu de dos, (Desnudo acostado
visto de espaldas) (1909 Musée d'Orsay), y a Romero de Torres en una de
sus obras más famosas: El pecado (1913), con la mujer desnuda de espaldas
al espectador, contemplándose en un espejo. Lo sostiene una de las cuatro

40
Se han citado también como fuentes de inspiración de Velázquez las Venus realizadas
por pintores italianos. Entre los precedentes, se cita, por ejemplo, la Venus dormida de
Giorgione (ca. 1510) y las representaciones de Tiziano que hemos citado anteriormen-
te, donde se ve Venus recostada.

496 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

ancianas enlutadas que cuchichean a su alrededor. Son alcahuetas que se


están poniendo de acuerdo sobre el precio del pecado.

Romero de Torres, El pecado, 1915.

Romero de Torres admiraba a Velázquez, conocía perfectamente toda


su obra y cita a la Venus de Rokeby. En una entrevista insistía en que casi
toda la obra de Velázquez se encontraba en Madrid, pero algunos impor-
tantes cuadros estaban en el extranjero:
En el Louvre de París hay cinco cuadros pequeños, de los cuales se-
guramente uno nada más es auténtico y los otros apócrifos, o a lo
sumo de Mazo 41. En la National Gallery de Londres solo hay la Ve-
nus del espejo que fue adquirida a la Casa Richmond en 40.000 libras

41
Se refiere al discípulo y yerno de Velázquez, Juan Bautista Martínez del Mazo. Su pro-
ximidad a Velázquez le permitió asimilar su estilo, a tal grado que hasta la fecha hay
dudas sobre la atribución de varias obras.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 497


LILY LITVAK

esterlinas. No conozco Rusia, pero tengo noticia de que en el Mu-


seo del Hermitage, de Leningrado, hay algunas obras, muy pocas,
de Velázquez. También en Dresden hay algunas telas pertenecientes
a la primera época del pintor tales como El vendedor de agua y La an-
ciana friendo huevos. En el Palacio Doria se encuentra el Retrato del
Papa Inocencio X, firmado 42.
Insiste el pintor en que todas esas obras habría que traerlas a Madrid y
exhibirlas no en un museo, sino a una lujosa casa donde pudieran lucir
debidamente.
Seguramente, el elemento más original de la composición de Velázquez
es el espejo que sostiene Cupido. Venus está de espaldas, y en el cristal del
espejo se refleja su rostro en forma abocetada, perdiéndose la parte baja
entre las telas del lecho. Se puede ver, a través de este reflejo de su ima-
gen, que la diosa no se está contemplando, pues vuelve la vista hacia afuera
de la pintura, hacia quien la mira: el espectador del cuadro. Se ha comen-
tado que con ello se muestra la conciencia de la representación, caracterís-
tica de Velázquez, como lo hace en Las Meninas. Romero de Torres
adopta el mismo efecto en El Pecado. En esta obra, el espejo no está colo-
cado directamente ante la cara de la pecadora, cuyo rostro, como el de la
Venus velazqueña, también se ve borroso, y también dirige su mirada, no
hacia su imagen en el espejo, sino hacia afuera del cuadro. Tanto aquí
como en la Venus de Velázquez se plantea un juego a través de un espejo
que nos lleva fuera de la escena y cruza la mirada de los retratados y la de
los espectadores 43.
Indudablemente la idea del intercambio de miradas gustó al pintor cor-
dobés, y en Alegrías, donde no hay espejo, hace otro experimento. La jo-
ven del primer plano, de espaldas, al volver la cabeza en contrapposto hacia
el frente, también propone el encuentro de las miradas entre ella y el es-
pectador que contempla el cuadro. Esta pose de contrapposto es y fue muy
conocida a través de imágenes que presentan a la Virgen y el Niño Jesús
girando la cabeza en un escorzo hacia fuera del cuadro para mirar al espec-
tador. Tal contrapposto espacial del Niño se encuentra desde representacio-
nes muy tempranas y es clave diferenciadora de las imágenes de la Virgen de
la humildad: la representación artística de un misterio mariano en el que

42
Rafael Inglada, op. cit., pp. 110-111.
43
«Venus del espejo», de Diego Velázquez, El ojo del arte, https://elojodelarte.com/
biografias/venus-del-espejo-de-diego-velazquez

498 BRAC, 173, I (2024) 471-500


ALEGRÍAS. EL FLAMENCO COMO OBRA DE ARTE

María aparece sentada en el suelo o en un cojín bajo y con el Niño en su


regazo 44.

PINTURA SIMBOLISTA Y REPRESENTACIÓN

Hay que recordar que Romero de Torres en varias obras que hemos
citado, como en Nuestra Señora de Andalucía (1907), incluye su autorretrato
con la mirada dirigida fuera de cuadro, hacia el espectador como para
afirmar que se trata de una obra de arte de la cual él es el autor. Según
Marcel Duchamp el arte lo completa el espectador, y en Alegrías Romero
de Torres invita al espectador a que observe y participe. A través de la
figura de Amalia completa en este cuadro su interpretación sobre la natu-
raleza de la representación y las posibilidades de la pintura. Insiste en la
complejidad de las imágenes al incluir al espectador en un acto perceptivo
y al pintor en un diálogo con él, planteando la pregunta ¿es el espectador
el que observa, o es también la obra la que interpela al espectador?
Romero de Torres despreciaba lo fácil, y su diálogo con el o los espec-
tadores de sus cuadros son una invitación a que comprendan, a que com-
partan, y también a que adivinen. Mallarmé insistía en que el misterio del
Simbolismo no consistía simplemente en nombrar, sino en el placer de
adivinar poco a poco; el identificar un estado del alma, mediante una serie
de operaciones de desciframiento, pues «siempre debe haber un enigma en
la poesía».
Moréas publicó el Manifiesto simbolista en Le Figaro el 18 de septiem-
bre de 1886. En él, anunciaba que el simbolismo era hostil a «los significa-
dos simples, las declamaciones, el falso sentimentalismo y la descripción
práctica», y su objetivo era, en cambio, «revestir el Ideal de una forma
perceptible». Por ello, en el arte las representaciones de la naturaleza, las
actividades humanas y todos los acontecimientos de la vida real no se sos-
tienen por sí solas; son más bien reflejos velados de los sentidos que apun-
tan a significados arquetípicos a través de sus conexiones esotéricas 45. En

44
La más antigua de las pinturas conservadas de esta tipología data de 1346 (Galería Na-
cional de Palermo), firmada por Bartolommeo Pellerano da Camogli, y fue desarrolla-
da en gran parte de Europa, inclusive en España44. Actualmente, hay varias imágenes
con este tema en el Muso del Prado, por ejemplo, La Virgen de la humildad (ca. 1400),
atribuida a Nicolau Pere, La Virgen de la huildad con donante. Atribuido a Hermanos Se-
rra y Ramón Destorrens, Siglo XIV.
45
Jean Moréas, «Un Manifeste littéraire. Le Symbolisme», Le Figaro, Supplément Litteraire,
N.º 38, sábado, 18 de septiembre, 1886, p. 150.

BRAC, 173, I (2024) 471-500 499


LILY LITVAK

1891, Romero de Torres parece seguir estas premisas al definir en una


entrevista lo que era el flamenco en su obra.
Yo soy un amante extraordinario ... del cante jondo. Puede decirse
que el principal motivo inspirador de mis cuadros reside en la emo-
ción trágica, atormentadora y doliente de ese hondo cantar andaluz,
que más bien que cantar es una salmodia, una plegaria, una queja o
un insulto. Mis cuadros son el producto más o menos genuino de
esa emoción popular que yo he sentido durante toda mi vida 46.
Romero de Torres hacía pintura simbolista a su manera. Desde luego,
en sus cuadros, el flamenco representa o proyecta la relación que tenía un
grupo social con el mundo, pero también era una realidad espiritual y
mística que iba más allá de lo físico. En vez de seguir un camino más con-
vencional o más de moda, creó, a su manera, sus maravillosos cuadros en
los que incluye fondos de paisaje casi surrealistas, su aprecio hacia los hu-
mildes, alegorizaciones, adaptaciones de formatos antiguos y «un enorme
variedad de temas que va desde la transfiguración de pasajes evangélicos» a
sensuales mujeres «bautizadas con nombres bíblicos hasta las motivaciones
de angustia social sobre la mujer del más bajo estrato social prostituida,
pasando por la mitificación simbólica de la copla y el baile flamenco» 47.

46
Rafael Inglada, op. cit., p. 104.
47
Francisco Zueras, «La pintura de Romero de Torres», Homenaje a Julio Romero de Torres,
Organizado por el Banco de Bilbao en la sala de Exposiciones de la Diputación Provincial de
Córdoba, Córdoba, Banco de Bilbao, 1980, pp. 16-17.

500 BRAC, 173, I (2024) 471-500


MISTERIO Y UNICIDAD EN LA POESÍA DE MANUEL
GAHETE (SOBRE SENDERO DE VOLÚBILIS. ANTOLOGÍA
POÉTICA 1986-2014). TEXTO BILINGÜE: TRADUCCIÓN DE
SALMA MOUTAOUAKKIL

Aziz Tazi
Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE La traducción supone un arduo trabajo porque exige el cono-


cimiento global de los dos idiomas interpelados, teniendo en cuen-
Poesía.
Misterio.
ta que, en esta traslación, no siempre la conexión es idéntica ni los
Iluminación. sentidos unívocamente paralelos. La traducción de la poesía es,
Unicidad. sin duda, la que ofrece más resistencia, por ello el trabajo de la
Traducción. profesora Salma Moutaouakkil constituye un verdadero ejercicio de
responsabilidad ya que enfrentarse a la poesía de Manuel Gahete
no es cometido fácil. La conceptualización metafórica donde se
acrisola la palabra poética de Gahete no es un mero revestimiento
estilístico sino la visión sensorial y gnoseológica que forja la singu-
laridad de su poesía.

ABSTRACT

KEYWORDS Translation is hard work because it requires global knowledge


of the two languages involved, taking into account that, in this
Poetry.
translation, the connection is not always identical nor the mean-
Mystery.
Ilumination. ings univocally parallel. The translation of poetry is, without a
Uniqueness. doubt, the one that offers the most resistance, which is why the
Translation. work of Professor Salma Moutaouakkil constitutes a true exercise
of responsibility since facing the poetry of Manuel Gahete is not an
easy task. The metaphorical conceptualization where Gahete´s
poetic word is refined is not a mere stylistic coating but rather the
sensory and gnoseological vision that forges the singularity of his
poetry.

D e entre los diferentes tipos de traslación


de un texto desde una lengua de partida a
otra de llegada, la traducción de la poesía
es, indudablemente, la más ardua y la que ofrece
más resistencia, debido a su naturaleza y sus especi-
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. ficidades, consistentes en ofrecer una cosmovisión

BRAC, 173, I (2024) 501-506 501


AZIZ TAZI

muy personal e intransferible que el poeta intenta plasmar en su lengua


original, una lengua no siempre capaz de abarcar la amplitud y la comple-
jidad de los elementos conceptuales e imaginarios que han originado esta
visión. La poesía, pensamos, no es tanto la expresión de los sentimientos
como un intento por comprenderlos. Es un esfuerzo de intelección poste-
rior a los sentimientos y las emociones, las alegrías y las desesperanzas, la
contemplación y el asombro. Es un acto volitivo acompañado de una in-
tuición totalizadora que puja por aprehender las cosas en su profundidad y
sus detalles encubiertos.
Sin embargo, este intento y esta necesidad se enfrentan a la desobe-
diencia de la lengua y sus límites, que obligan al poeta a entrar en un tor-
bellino que le impulsa centrífugamente hacia las márgenes de las palabras y
el relativismo de sus significados, compeliéndolo a volver, una y otra vez,
al momento primigenio que originó el sentido que está persiguiendo con
el fin de eternizarlo y capsularlo en la ilusión de un vocablo. De este mo-
do, la poesía se convierte en una vuelta al pasado que se fue, sin posibili-
dad de repetirse, al momento fundador e inefable.
Justamente, el mundo poético de Manuel Gahete es un ejemplo para-
digmático que se incardina continua e incesantemente en esa lucha por
domar la palabra y someterla, dentro del verso y en todo el poema, a una
música propia y virginal, ajena al letargo en que estaba sumida en el dic-
cionario (necrópolis de las palabras, en palabras de Dámaso Alonso): Sabes
que las palabras son flores en el viento/si nadie las pronuncia, se marchitan
(‘Aprendiz de sabiduría’, Mapa físico, 2002). En consecuencia, las metáforas
e imágenes donde se acrisola la palabra poética de Gahete, transida por una
luminosidad nueva, no son meras añadiduras o revestimientos estilísticos
que se superpondrían a un determinado significado, sino que son, en y por
sí mismas, el significado mismo, la visión poética que constituye la singula-
ridad emocional y gnoseológica de su poesía.
Por lo tanto, es en el centro de este vórtice, de esta afiebrada y apasio-
nada búsqueda, donde nace la poesía de Manuel Gahete. Esta dualidad
constante entre el no ser y el devenir de la palabra poética, entre la sombra
y la luz, origina, constantemente, una serie de binomios, esparcidos a lo
largo y ancho de los versos de nuestro poeta, referentes a los temas y las
obsesiones perpetuos del quehacer poético: el paso del tiempo, la muerte,
el relativismo y la finitud de las cosas: Escribo ser como si escribo nada (‘Oficio
de escribir’, El legado de arcilla), el amor como salvación: La libertad de haber
amado (Mitos urbanos, p. 14), el olvido: ¿Queda algo de alguien/ en nosotros/

502 BRAC, 173, I (2024) 501-506


MISTERIO Y UNICIDAD EN LA POESÍA DE MANUEL GAHETE (SOBRE SENDERO DE VOLÚBILIS...)

cuando el tiempo devora las huellas y el destino/ cuando en nada deviene el alción
de la bruma/ y los sueños de agua se inmergen en la niebla? (Mitos urbanos, p.
17 ), el hombre y Dios (Transepto), la sombra y la luz: Hombre de luz eter-
na/ a la efímera sombra condenado (Mitos urbanos, p. 14), la felicidad y la
angustia.
Consciente, entonces, de que las cosas existen por contraste, de la con-
tingencia y la transitoriedad de las circunstancias y los momentos vitales:
Sabes que nuestras vidas son luces de un momento («Aprendiz de sabiduría»
Ánfora nova. El universo luminoso de Manuel Gahete, p. 45), Manuel Gahete,
por lo demás filólogo y crítico literario acendrado, con una formación
clásica y gongorista exquisitas, asume, pues, su naturaleza de poeta atormen-
tado, su condición de andaluz, tanto en su ser como en su poesía, con un
alma que oscila sin reposo entre la alegría y el dolor, entre ‘lo rosa y lo
negro’, como dice el ya mencionado Dámaso Alonso. En íntima correla-
ción con esto último, y no por mera añadidura, la personalidad y la poesía
de Gahete no se entenderían sin su dimensión andalusí, cuyas reminiscen-
cias y evocaciones envuelven emocional y poéticamente muchos de sus
suntuosos versos.
Justamente, el canto a este legado andalusí en sus múltiples aspectos y
manifestaciones es lo que caracteriza e impregna los versos de este poema-
rio, Sendero de Volúbilis, objeto de la presente traducción al árabe, realizada
por la profesora Salma Moutaouakkil.
Sendero de Volúbilis es una antología poética que reúne una serie de
poemas publicados entre 1986 y 2014, cuyo denominador común, siendo
cada poema y cada verso únicos e irrepetibles, es la profundidad del sentir
poético, burilado en la expresión con una voluptuosidad y una musicali-
dad exquisitas, vertidas sobre los recuerdos de un pasado, no por lejano
menos presente y persistente en la personalidad de nuestro poeta: el pasado
andalusí.
La máxima expresión del esplendor y el posterior decaimiento de al-
Ándalus (obligado binomio de contrarios como en toda la poesía de Gahe-
te) viene dada, en nuestra opinión, en el largo poema Testamento, con sus
tres partes (I, II y III) perfectamente interrelacionadas. Asistimos, aquí, al
desdoblamiento poético de la personalidad de nuestro poeta en la del califa
Abd al-Rahman al-Nasir, contemplando las ruinas de la ciudad de Medina
Azahara. Las dos almas así fundidas rememoran con dolor y amargura el
pasado glorioso, casi irreal, de la legendaria ciudad, abocado fatalmente al

BRAC, 173, I (2024) 501-506 503


AZIZ TAZI

acíbar del olvido: ¿De qué me valen –dime–? ¿De qué me sirven¿/ las gemas,
los perfumes y los tapices?/ Si fue por ella/ por quien fueron mis ansias llanto y
quimera. (…) ¡Ah qué lentos puñales para el olvido! (Códice andalusí).
La temperatura anímica y poética asciende un escalón más haciendo
que nuestro poeta se apropie de la voz del califa Al-Nasir que, aterido,
constata, retrospectivamente, el inexorable paso del tiempo y la implacable
brevedad de los momentos de felicidad: De mi largo reinado, de tan grande
esplendor, tanta victoria y gloria y/ opulencia, ni siquiera recuerdo haber escrito en
rudo papel rojo, con la hibr de/ la agalla, catorce días seguidos de azul felicidad
(Códice andalusí).
La finitud de las personas y las cosas, contenida en la raíz misma del es-
plendor y la gloria, desde sus comienzos y en sus refulgentes manifestacio-
nes, se trasluce en estos bellos y estremecedores versos, así como en otros
muchos a lo largo y ancho de la antología, conformando una especie de
eterna ley de vida y obsesivo leitmotiv poético, con sus suntuosos sustanti-
vos y polícromos adjetivos transidos de luz y de sombra: Me oculté en el
boscaje de un reducto lignario para alejar la muerte y ni la/ soledad pudo evitarla./
Porque estaba la muerte, celada y acezante, en el blanco esplendente de/ Medinat
al-Zahra./ En todos sus alcázares de plata y pedrería./ En sus recias columnas
brocadas de jacintos./ En todos los alcores de aljófares y perlas (Códice andalusí).
La plena consciencia y la serena comunión con la fatalidad del paso del
tiempo y la irremediable brevedad de los momentos de felicidad, con el
consecuente pasmo y la irremediable decrepitud, tópico poético irrenun-
ciable en cualquier gran poeta con sensibilidad e intuición exacerbadas
como es el caso de Manuel Gahete, vienen compensadas, tanto en Sendero
de Volúbilis como en el conjunto de la obra poética de nuestro poeta, con
un solemne canto al amor, único contrapunto posible y salvador frente al
fatum del vivir: ¡Viva el amor! No existe mayor gloria/ ni ley con más vigor que
nos ordene/ cómo embriagar la vida y la memoria./ Porque quien nace para amar
ya tiene/ ganada la batalla y la victoria/ que solo el propio amor amando obtiene
(Códice andalusí). O este apoteósico final de otro poema, que se afirma
como una sentencia universal: ¡Ay del amor que no viene/ como el bálsamo a
la herida (El fuego en la ceniza).
Los límites de esta presentación no nos permiten ahondar a fondo en la
extensa y variada temática de los poemas que integran esta antología de
Manuel Gahete, pero podemos aseverar que, al tiempo que recorren lo
esencial de los lugares comunes universales y atemporales de la poesía,

504 BRAC, 173, I (2024) 501-506


MISTERIO Y UNICIDAD EN LA POESÍA DE MANUEL GAHETE (SOBRE SENDERO DE VOLÚBILIS...)

tienen, en Sendero de Volúbilis, un mismo referente espaciotemporal y una


misma querencia: Al-Ándalus. Amén de los ya vistos, encontramos, trata-
dos con maestría y en íntima correlación con el conjunto, otros temas
como la amistad: Sabes que desfallece en la distancia/ la amistad si el amigo/
deja tu corazón sobre las brasas (‘Aprendiz de sabiduría’, Mapa físico); la poe-
sía: Poesía,/ luz eterna,/ ya somos como eres,/ tristes hasta el delirio y bienaven-
turados (‘Ciudad de destino’, La tierra prometida); la convivencia en paz de
las religiones en Al-Ándalus: Bajo losas de cruces, la media luna./ Santa medi-
na./ Ciprés y piedra (‘Azora’, Códice andalusí), etc.
Si antes evocábamos las dificultades que encierra la expresión poética,
la casi imposibilidad de adecuación entre lo pensado y sentido y lo expre-
sado por un poeta en una lengua determinada, las cosas se complican aún
mucho más cuando queremos y pretendemos llevar a cabo la tarea de tra-
ducir un texto, cualquier texto, de una lengua a otra lengua, máxime
cuando el texto objeto de la operación translaticia es un poema.
De sobra es conocido que el mundo poético del poeta está indisolu-
blemente ligado a la lengua en que escribe, con su estructura, su música
interna, el carácter específico de su léxico, con las evocaciones sensitivas e
imaginativas profundas, adquiridas a través de las múltiples etapas de la
vida, la lectura y la escritura. De este modo, ¿cómo proceder para hacer
posible el traslado cabal de todo ello a otra lengua?
Dialécticamente, podríamos conceder que las ideas, los sentimientos y
las emociones son los mismos e iguales para todos, con leves variaciones
que obedecen a las experiencias vitales y las circunstancias espaciotempora-
les particulares de cada uno, pero que son universales a pesar de todo. Po-
dríamos convenir en que los conceptos y las ideas, las interpretaciones
ontológicas y psicológicas, los descubrimientos científicos esenciales han
sido observados y documentados desde hace mucho tiempo y, por consi-
guiente, no queda en el horizonte ningún espacio para nuevas contempla-
ciones. Por lo tanto, sería perfectamente posible, en esta lógica, expresar
todo ello en cualquier lengua, sin distinción estilística de ningún tipo,
contentándose el traductor con reemplazar una palabra por su equivalente
en la lengua de llegada, como si se tratara de incrustar las piezas de un
puzle en sus casillas correspondientes.
Afortunadamente, las cosas no son así de simples y la cuestión es mu-
cho más seria y complicada cuando se trata de la traducción concienzuda y
responsable, sobre todo en el caso de la traducción de la poesía.

BRAC, 173, I (2024) 501-506 505


AZIZ TAZI

Por todo ello, podemos afirmar que la traducción a la lengua árabe del
poemario Sendero de Volúbilis, de Manuel Gahete, llevada a cabo por la
traductora literaria, la profesora Salma Moutaouakkil, se nos manifiesta
como una actividad translaticia responsable y consciente, sabedora de todas
y cada una de las dificultades y resistencias que ofrecen los versos de un
poeta tan profundo, avezado y dueño de sus técnicas y artificios como es
el autor de la presente antología poética, máxime cuando la traducción en
cuestión se hace entre dos lenguas totalmente diferentes. En efecto, el
español y el árabe poseen estructuras lingüístico-métricas y sistemas rítmi-
cos dispares, además de referentes culturales y escalas de valores que obe-
decen, en cada caso, a especificidades históricas y sociales no siempre coin-
cidentes. No obstante, la larga convivencia de las dos civilizaciones y el
intercambio cultural y humano entre sus componentes han ido confor-
mando, a través de muchos siglos, percepciones y querencias emocionales
y sentimentales con unas raíces muy compartidas.
Quizá fuera esta última circunstancia la que ha animado a la hispanista
y traductora Salma Moutaouakkil a ‘osar’ emprender tamaño quehacer
translaticio (traducir a un maestro de la palabra poética como Manuel
Gahete), amén, desde luego, de su exquisito dominio de la lengua árabe y
de su innegable competencia lingüística en lengua española, adquirida a lo
largo de su experiencia docente y su reconocida actividad traductora, a
pesar de las dificultades encontradas y de algún que otro titubeo poste-
riormente subsanado con suficiente tino y pericia, inherentes por lo demás
a cualquier empresa de semejante calado.
Así, pues, si ponemos en una balanza el mundo y la expresión poéticos
de Manuel Gahete, de tonalidad sublime y punteados con referencias mi-
tológicas y una sintaxis a menudo gongorista y barroca, y en otra balanza
el esfuerzo lector, de cabal asimilación comprensiva, con el subsiguiente
intento, mayoritariamente acertado, de volcar en lengua árabe un conteni-
do y un lenguaje altamente poéticos expresados en español, podemos
afirmar que ha valido la pena, que, como balance final, Salma
Moutaouakkil ha llevado a cabo una traducción responsable y decente, y
ha conseguido acercarse dignamente, aunque asintóticamente, a través de
una nueva lengua al misterio y a la unicidad de la poesía de Gahete.

506 BRAC, 173, I (2024) 501-506


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE
SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO Y GÓNGORA,
PARA SERVIR EL VIRREINATO

Carmen Fernández Luque


Académica Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE La cancillería real constituyó un organismo político, adminis-


trativo y de gobierno encargado de conferir los títulos correspon-
Cancillería.
Títulos.
dientes a los diferentes cargos a desempeñar por sus beneficia-
Despachos. rios. El arzobispo don Antonio Caballero y Góngora ejerció en el
Antonio Caballero y Nuevo Reino de Granada (1783-1789) distintos empleos y res-
Góngora. ponsabilidades en la función efectiva de su mando. En la comuni-
Nuevo Reino de Granada. cación que se presenta se reúnen los despachos librados al efec-
to, como piezas documentales de singular mérito.

ABSTRACT

KEYWORDS The Royal Court is considered to be a political, administrative


and governing organization that is in charge of conferring the
Court.
titles corresponding to the different charges that are carried out
Titles.
Dispatches. by their beneficiaries. In the New Kingdom of Granada the arch-
Antonio Caballero y bishop Antonio Caballero y Góngora (1783-1789) practised di-
Góngora. verse jobs and responsibilities in the effective function of his
New Kingdom of Granada. authority. In the given communication, all the drawee dispatches
for the purpose are gathered as documental pieces of singular
merit.

INTRODUCCIÓN

N o es frecuente reunir en un corpus do-


cumental los títulos y despachos expedi-
dos por la Corona a favor de un gober-
nante, súbdito o vasallo si se quiere, de S.M. y en el
caso que nos ocupa por los reyes Carlos III y Carlos
IV, como tales Hispaniarvm Rex. La fortuna, que
siempre es buena aliada del investigador, en este ca-
so, investigadora, ha hecho posible localizar los
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. numerosos nombramientos otorgados o conferidos

BRAC, 173, I (2024) 507-524 507


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

al prebendado prieguense don Antonio Caballero y Góngora, en las fechas


de cada uno de los títulos, así llamados.
Nos ceñimos en su análisis, como modelo, al de Virrey del Nuevo
Reino de Granada, cargo, primero desempeñado con carácter interino, y
por decreto de 7 de abril de 1784, ya en propiedad. La jurisdicción del
virrey de la Nueva Granada se extendía por Panamá, Colombia, Ecuador
y Venezuela y tenía su residencia en Santa Fe de Bogotá. Nos llaman la
atención los fundamentos que lo motivan y su prosopopeya barroca: «el
distinguido mérito», «los particulares servicios», «el celo» desplegado en la
«pacificación de tales provincias del Nuevo Reino de Granada» y «territo-
rios agregados», «provincias anexas y subordinadas», «las comisiones de mi
real servicio», pero sobre todo la concurrencia en el favorecido «muy reve-
renciado en Cristo Padre mi virrey interino, Gobernador y Capitán Gene-
ral don Antonio Caballero y Góngora», en particular «vuestra integridad,
talento y apreciables circunstancias», eso sí, supeditándolo «al tiempo que
fuere de mi real voluntad».
En el cuerpo del dispositivo administrativo se contienen las facultades
omnímodas concedidas, a saber: «gracias», «gratificaciones», «mercedes»,
«cargos de guerra y justicia», como los reconocidos a los virreyes del Perú,
tomado como referente virreinato por más antiguo, y la consecuente gama
de destinatarios obedientes: «oidores, alcaldes y fiscales de mi Audiencia
Real de la ciudad de Santa Fe» y «los concejos, justicias y regidores, caba-
lleros escuderos, oficiales y hombres buenos de todas las ciudades, villas y
lugares de la expresada Audiencia y Virreinato».
No se nos oculta el mensaje que entraña el nombramiento. La indebi-
damente denominada «colonia» en el lenguaje indigenista no se sostiene.
La América hispana, hoy mal llamada Latinoamérica, no fue a deducir de
la terminología y causa teleológica un territorio dominado, sino una parte
esencial de la matriz, España, entendido como espacio jurisdiccional, es
decir soberano, que no otra cosa quiere decir este apelativo, para el que,
como se indica en el nombramiento es necesario e imprescindible la opor-
tuna sumisión. No habían llegado todavía al escenario social las ideas libe-
rales del súbdito convertido en ciudadano. Caballero y Góngora las cono-
cía porque su cultura y sus relaciones le habían instruido de ellas. Queda a
salvo el principio de la representación, como se expresa paladinamente
para cuyo ejercicio se otorga el más cumplido y absoluto «poder», básico
para la efectiva postulación si fuere necesaria.

508 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO...

Plano de los caminos del Nuevo Reino de Granada compuesto por el capitán
don Antonio de la Torre (Santa Fe de Bogotá, 1783).

Plano de los caminos del Nuevo Reino de Granada. Detalle.

BRAC, 173, I (2024) 507-524 509


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

Y finalmente para su constancia y plena efectividad procede tomar ra-


zón del título en la Contaduría de la Real Hacienda y en el Consejo de
Indias, expidiéndolo el asturiano don Miguel de San Martín Cueto, oficial
de la Secretaría del Despacho de Estado y secretario del Rey y como el
nominado caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III en la
fecha arriba indicada 1.

***

DOC. N.º 1
Título de Virrey del nuevo Reino de Granada al arzobispo de Santa Fe, don Antonio
Caballero
Don Carlos IV. Por cuanto en atención al distinguido mérito, y muy particulares
servicios que habéis contraído vos el muy reverenciado en Cristo Padre, arzobis-
po de Santa Fe, don Antonio Caballero y Góngora, mi virrey interino, Goberna-
dor y Capitán General del nuevo Reino de Granada (a cuyo celo se debe la ente-
ra pacificación de aquellas provincias) y al desempeño, actividad y desinterés que
habéis manifestado en las muchas arduas, e importantes comisiones de mi real
servicio, que he puesto a vuestro cargo, acreditando en todos tiempos vuestra
integridad, talento y apreciables circunstancias: he venido por mi real decreto de
7 de abril último en conferiros en propiedad el mismo empleo de virrey de dicho
nuevo Reino de Granada, y provincias agregadas a él, sin otra limitación de
tiempo que el que fuere de mi real voluntad.
Por tanto, por el presente, os elijo y nombro por mi virrey y gobernador del
referido reino de Granada, por el tiempo que fuere mi voluntad para que le rijáis
y gobernéis y en mi nombre podáis hacer y hagáis las gracias, gratificaciones,
mercedes y demás cosas que parecieren convenir y proveer todos los cargos de
guerra y justicia que han acostumbrado proveer los virreyes del Perú, proveyeron
vuestros antecesores en la jurisdicción del mencionado reino de Granada y terri-
torios agregados a este virreinato y hacer todo lo demás que ellos podían y debían
conforme a lo que está dispuesto. Y mando a los oidores, alcaldes y fiscales que al
presente son y en adelante fueren de mi audiencia real de la ciudad de Santa Fe
de dicho nuevo reino de Granada y a los concejos, justicias y regidores, caballeros
escuderos, oficiales y hombres buenos de todas las ciudades, villas y lugares de los
distintos de la expresada audiencia y virreinato, que al presente están pobladas y se
poblaren de aquí adelante y a los habitantes y naturales de ellas que os hayan y
tengan por mi virrey y gobernador del dicho Reino de Granada y de todas las

1
Cfr. AGI (Archivo General de Indias), Estado; y Torres Lanzas, P., Fuentes para su estu-
dio. Catálogo de documentos conservados en el archivo General de Indias de Sevilla, tomo I,
Sevilla 1924.

510 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO...

demás provincias anexas y subordinadas y que se os dejen libremente usar y ejer-


cer estos cargos en el tiempo que (como llevo dicho) fuere mi voluntad en todos
los casos y cosas que atendiereis convenir al servicio de Dios y descargo de mi
conciencia y obligación y a la buena gobernación y perpetuidad de todas las pro-
vincias de vuestra jurisdicción y que os obedezcan y cumplan vuestros manda-
mientos y órdenes y hagan dar todo el favor y ayuda que le pidierais y hubierais
menester acudiendo siempre que fuere necesario y lo llamareis con sus personas y
gentes y en todo os acaten y obedezcan como a persona que representa la mía sin
poneros en ninguna cosa dificultad ni impedimento alguno que yo por el presen-
te os recibo y he por recibido al uso y ejercicio de ellos y os doy tan cumplido
poder y facultad como se requiere y es necesario para usarlos y ejercerlos en caso
de que por ellos o alguno de ellos no seáis recibido. Y de este título se tomará
razón en la Contaduría general de la distribución de mi Real Hacienda (a donde
está agregado el registro general de Mercedes) y en la de mi Consejo de Indias.
Dado en Aranjuez a veinticinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el
rey, Yo don Miguel de San Martín Cueto, secretario del Rey nuestro Señor. Lo
hice escribir por su mandado.

DOC. N.º 2
Título de Capitán general del nuevo reino de Granada al arzobispo de Santa Fe don
Antonio Caballero y Góngora
Don Carlos IV. Por cuanto he nombrado por mi virrey gobernador del nuevo
reino de Granada y por presidente de mi audiencia que reside en la ciudad de
Santa Fe a vos el muy reverendo obispo de esta ciudad de Santa Fe, don Antonio
Caballero y Góngora y porque mi voluntad es que asimismo seáis capitán general
del referido nuevo reino de Granada y provincias agregadas a este virreinato y
que ejerzáis este cargo en todas las ocasiones de guerra, entradas y otras cosas que
se ofrecieren durante tiempo que fuerais de él. Por tanto, por el presente, os elijo
y os nombro por mi capitán general del mencionado reino de Granada y provin-
cias agregadas y os doy poder y facultad de ejercer el dicho cargo, así como por
mar como por tierra en todas las ocasiones que se ofrecieren por vuestra persona
y las de vuestros lugartenientes y capitanes que es mi voluntad podáis nombrar y
removerlos o quitarlos y poner otros en su lugar cada y cuando que os pareciere.
Y mando a los oidores de mis real audiencia de la ciudad de Santa Fe y provincias
comprendidas en el referido nuevo reino de Granada y sus virreinatos que os
hayan y tengan por mi capitán general de él y nos dejen libremente usar de este
cargo y a vuestros lugartenientes y gozar vos y ellos de las preeminencias que
respectivamente se os deben guardar, según se acostumbran con mis otros capita-
nes generales y subtenientes de semejante reino y asimismo mando a los concejos
justicias regidores caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de todas las
poblaciones que al presente hay y hubiere en adelante y a todos los habitadores y

BRAC, 173, I (2024) 507-524 511


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

naturales de ellas que os obedezcan y acaten y acudan siempre a vuestros llama-


mientos y alardes, muestras y reseñas con sus personas, armas y caballos, así en las
ocasiones necesarias de la guerra para lo que les previniereis y llamareis como a
los demás apreciareis para disciplinarlos e instruirlos en las cosas de la milicia y
ejercicio de caballería en que los habéis debilitar y que en todo se conformen con
vos siguiendo vuestra orden y que respeten vuestra persona como la que repre-
senta la mía de la misma suerte que se hace y debe hacer con los otros mis capita-
nes generales que lo han sido en de esos mis reinos y otras provincias de las indias
y lo mismo hagan con vuestros lugartenientes siguiendo el estandarte real con vos
o con ellos así en las entradas jornadas y otras cosas de tierra como en las armadas
y apercibimientos de mar y que guarden las conductas y títulos que viereis de
maestres de campo alféreces, sargentos mayores y capitanes, así de caballería, in-
fantería como de artillería mayores y menores, almirantes de armada y capitanes
de navíos y otros oficiales de guerra y los títulos que diereis a los alcaldes y caste-
llanos de las fortalezas y casas fuertes y castillos del dicho nuevo reino y provincias
y les den el favor y ayuda que pidieren y fuesen necesario para ejecutar las cosas
que les encargarais, sin que de todo ello les falte cosa alguna so las penas en que
caen e incurren los que no cumplen los mandamientos de su rey y señor natural y
de las personas que tienen su poner y facultad. Y de este título se tomará razón en
al contaduría general de la distribución de mi real hacienda (a donde está agrega-
do el registro general de Mercedes) y en la mi concejo de las Indias. Dado en
Aranjuez a veinticinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el rey. Yo,
don Miguel de San Martín Cueto. Secretario del Rey nuestro Señor. Lo hice
escribir por su mandado.

DOC. N.º 3
Título de presidente de la audiencia de Santa Fe al arzobispo de aquella Diócesis, don
Antonio Caballero y Góngora
Don Carlos IV. Por cuanto he nombrado por mi virrey gobernador y Capitán
general del nuevo reino de Granada y provincias agregadas a este virreinato, a vos
el muy reverendo arzobispo de Santa Fe, don Antonio Caballero y Góngora y
siendo como es mi voluntad que juntamente con estos cargos tengáis el de presi-
dente de mi real audiencia que reside en el dicha ciudad de Santa Fe y del referi-
do nuevo reino de Granada. Por tanto os elijo y nombro por tal presidente de la
expresada audiencia y es mi merced que ahora y de aquí en adelante cuando mi
voluntad fuere presidáis, asistáis y estéis juntamente con los oidores que al pre-
sente son quien en adelante fueren de ella y que hagáis y procuréis todas las cosas
necesarias, así al servicio de Dios como a la buena administración de justicia y las
demás al expresado oficio anexas y pertenecientes de la misma manera que lo
hicieron vuestros antecesores y los pueden y deben hacer los otros presidentes de
las demás audiencias y chancillerías de estos reinos y que se os guarden las pre-

512 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO...

eminencias y prerrogativas que como tal presidente la referida audiencia debéis


haber y gozar y por este título mando a los oidores de ella que luego que sean por
vuestra parte requeridos sin esperar otra orden ni consultármelo ni poner en ello
otra diligencia alguna tomen y reciban de vos el citado muy reverendo arzobispo
don Antonio Caballero y Góngora, el juramento con la solemnidad que se acos-
tumbra y debéis hacer y que hecho os reciban y tengan por tal presidente de la
enunciada mi audiencia y como a tal os acaten y honren y usen con vos el dicho
cargo según se usa y debe usar con los demás presidentes de las otras audiencias de
los reinos del Perú: de forma que no os falte cosa alguna, con advertencia de que
en los casos de justicia, no habéis de tener voto por no ser letrado, que tal es mi
voluntad. Y de este título se tomará razón en la contaduría general de la distribu-
ción de la Real Hacienda (a donde está agregado el registro general de Mercedes)
y en la de mi concejo de las Indias. Dado en Aranjuez, a veinticinco de mayo de
1783. YO el Rey. Yo don Miguel de San Martín Cueto, secretario del Rey
nuestro señor. Lo hice escribir por su mandado.

DOC. N.º 4
El sueldo que ha de gozar en cada un año el arzobispo de Santa Fe Don Antonio Caba-
llero y Góngora, virrey del Nuevo Reino de Granada
Don Carlos III. Cuando habiendo resuelto nombrar para que sirvan los cargos de
mi virrey, gobernador y capitán general del nuevo reino de Granada y presidente
de mi real Audiencia de la ciudad de Santa Fe al muy reverendo arzobispo de
aquella diócesis don Antonio Caballero y Góngora; he venido, en consideración
a la calidad y circunstancia de su persona y a la ocupación y trabajo que tendrá
con estos empleos, y para que se pueda mantener con la autoridad que conviene
en señalarle de salario en cada año cuarenta mil pesos para que goce de ellos des-
de el día que por testimonio signado de este erario público contare haber tomado
posesión de los mencionados cargos. Por tanto por el presente mando a los oficia-
les de mi real hacienda de la referida ciudad de Santa Fe, que de cualesquier cau-
dales que haya o entraren en las cajas de su cargo den, y paguen al expresado muy
reverendo arzobispo don Antonio Caballero y Góngora los expresados cuarenta
mil pesos de salario en cada año todo el tiempo que sirviere estos empleos, por los
tercios de él, y como se hizo con sus antecesores, y se pagaren sus salarios a los
ministros y personas que gozan de mi real hacienda en aquellas provincias, y que
en virtud de este, y su carta de pago, o de quien su poder hubiere, y testimonio
del día en que tomare posesión, se les reciba y pasen cuenta, lo que así le dieren y
pagaren, sin otro recado alguno estando advertidos de que cuando salga de virrey
el empleo de virrey le ha de cesar el citado salario desde el día que su sucesor en
él, tomare la posesión. Todo lo cual mando se guarde y cumpla con calidad de
que en la forma prevenida por mi real cédula de veinte y seis de mayo de mil
setecientos setenta y cuatro se satisfaga en las referidas cajas de la ciudad de Santa

BRAC, 173, I (2024) 507-524 513


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

Fe lo que correspondiere al derecho de la media-anata por dicho sueldo con más


el diez y ocho por ciento de su importe por los costos de los fletes y conducción
que ha de tener hasta ponerlo en estos reinos en poder de mi tesorero general,
pero sin cobrarle nada por razón de emolumentos como lo tengo resuelto a con-
sulta de cuatro de febrero de mil setecientos sesenta y ocho y así mismo mando
que se estuviese excediendo los expresados cargos más tiempo que tres años,
tomen dichos oficiales reales seguridad de que pagará respectivamente la media-
anata del salario que gozare después de cumplidos los tres años, y que lo que
importare lo remitan a estos reinos en la primera ocasión que se ofrezca a entregar
al dicho mi tesorero general en la forma expresada, que tal es mi voluntad. Y de
esta cédula se tomará razón en la contaduría general del Consejo de las Indias.
Fecha en Aranjuez a veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres.
Yo el Rey. Por mandado del nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 5
Poder general a Don Antonio Caballero y Góngora, virrey, gobernador y capitán general
del nuevo reino de Granada
Don Carlos III. A todos los Consejos, corregidores, caballeros, escuderos, oficia-
les, y hombres buenos de todas las ciudades, villas, y lugares de las provincias del
nuevo reino de Granada, y de las otras provincias, e islas sujetas y comprendidas
en el distrito y jurisdicción de mi Audiencia Real de la ciudad de Santa Fe, y
virreinato del referido nuevo reino de Granada; y a otras cualesquiera personas
eclesiásticas y seglares de cualquier estado, condición, preeminencia o dignidad
que sean, o ser puedan, naturales vecinos estantes, y habitantes en el expresado
nuevo reino de Granada, y provincia, o cada una de ellas a que tocare, o pudiere
tocar lo en esta mi carta contenido, y a cada uno, y cualquier de vos: sabed; que
yo he nombrado al muy reverendo arzobispo de dicha ciudad de Santa Fe Don
Antonio Caballero y Góngora por mi virrey, gobernador y capitán general del
mencionado nuevo reino de Granada, por la satisfacción que tengo de su persona
y que procurará que Dios nuestro señor sea servido, y que su santísima ley evan-
gélica se predique, y dilate en las referidas provincias en beneficio de las almas
naturales y habitantes en ellas, y para que las gobierne en toda paz sosiego y quie-
tud de manera que vayan en aumento, y haga y administre igual justicia a vos mi
súbditos y vasallos, vecinos naturales y residentes en las provincias del citado vi-
rreinato del nuevo reino de Granada, y proveer en todas las cosas que ocurrieren,
así concernientes a la administración y ejecución de la justicia, como de la guarni-
ción y defensa de ellas, y gratificación de los descubridores y pobladores, mis
súbditos y vasallos que las descubrieron y poblaron, el buen tratamiento y conser-
vación de los indios naturales y buen recaudo y administración de mi real hacien-
da; y en todas las cosas, casos, y negocios que se ofrecieren, lo que pareciere que
conviene; y finalmente para que pueda ser y proveer todo aquello que yo podía

514 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO...

hacer y proveer, de cualquiera calidad y condición que sea en el mencionado


reino, como si por mí las gobernara. Por lo cual os mando a todos y a cada uno
de vos que por lo que por el mencionado mi virrey el muy reverendo arzobispo
Don Antonio Caballero y Góngora fuere previsto ordenado y mandado, en cual-
quiera manera, lo guardéis, cumpláis, y ejecutéis, obedezcáis, y acatéis como a
persona que representa la mía, según, y de la manera que os lo dijere y mandare
de mi parte por escrito, o de palabra, y fuere contenido en sus cartas, provisiones,
y mandamientos, sin poner en ello excusa, ni dilación alguna, ni dar a ello otra
inteligencia, interpretación, ni declaración alguna sin más requeridos, ni consul-
tármelo, ni esperar sobre ello otro mi mandamiento así como si por mi persona, o
por mis cartas firmadas de mi mano, lo dijese, ordenase, y mandase; lo cual haréis,
y cumpliréis así, so pena de caer en mal caso; y de las otras penas en que caen, e
incurren los que no obedecen las cartas, y mandamientos de los es, y señores
naturales y de las que por el referido mi virrey os fueren puestas pues por la pre-
sente condeno, y he por condenados en ellos a los que lo contrario hicieren, y le
doy concedo, y otorgo para todo lo aquí contenido, y para lo a ello concerniente
en cualquiera manera mi poder cumplido tan bastante como se requiere, y es
necesario, y digo, y prometo por mi palabra real que todo cuanto el citado virrey,
el muy reverendo arzobispo Don Antonio Caballero y Góngora en mi nombre,
hiciere, ordenare y mandare, conforme a este poder en esa ciudad de Santa Fe, y
nuevo reino de Granada y demás provincias comprendidas en el virreyreinato lo
he y habré por firme, estable y valedero para siempre jamás. Dado en Aranjuez a
veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el por mandado del
nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 6
Facultad a Don Antonio Caballero y Góngora, virrey del nuevo reino de Granada para
proveer gobernaciones de nuevos descubrimientos
Carlos III. A vos el muy reverendo arzobispo de Santa Fe Don Antonio Caballe-
ro y Góngora a quién nombrado por mi gobernador y capitán general del nuevo
reino de Granada y presidente de mi real audiencia de la expresada ciudad de
Santa Fe. Porque sin embargo de lo que está ordenado acerca de que no podáis
proveer ninguno de los cargos de gobernadores para nuevos descubrimientos,
pacificaciones, y poblaciones y para que la tierra se desocupe de la gente baldía, y
desasosegada, y busque nuevas tierras donde poblar y hacer asiento, y se quite el
que ejecute alteraciones, y movimientos, de que por la mayor parte semejante
gente suele ser causa y que los indios de estas provincias donde fueren tenga co-
nocimiento de nuestra santa fe católica, y ley evangélica, y se consigan otros bue-
nos efectos de que Dios nuestro señor será servido por la satisfacción que tengo
de vuestra persona y prudencia he resuelto remitíroslo, para que teniendo presen-
te proveáis lo que os pareciere convenir, así para el servicio de Dios nuestro señor

BRAC, 173, I (2024) 507-524 515


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

y mío, como para quietud y sosiego de aquella tierra; para cuyo efecto que la
presente os doy poder y facultad para, que pareciéndoos que conviene para al-
guno de los efectos expresados, proveer alguna o algunas gobernaciones para los
referidos nuevos descubrimientos, y poblaciones en las provincias de vuestra ju-
risdicción, lo podáis hacer, y hagáis, y que estas personas a quienes así proveáis
con los citados cargos, vos con los oidores de la citada mi Audiencia de la expre-
sada ciudad de Santa Fe les deis las instrucciones, y provisiones necesarias para
que excusen los daños y desórdenes que hasta ahora ha habido en nuevos descu-
brimientos; y para la instrucción y doctrina de los naturales de las provincias que
así fueren a poblar para su buen tratamiento, y conservación; todo con conformi-
dad de lo dispuesto por la instrucción que últimamente mandé acerca de los des-
cubrimientos y poblaciones que hallaréis en el archivo de dicha Audiencia, y
tendréis siempre cuidado de saber cómo se cumple la orden que diereis y cómo
fueren tratando a los dichos naturales, por convenir así mi real servicio. Dada en
Aranjuez a veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey.
Por mandado el nuestro señor. Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 7
Facultad a Don Antonio Caballero y Góngora virrey del nuevo reino de Granada para
perdonar delitos
EL REY
Por cuanto de las alteraciones, y desasosiegos que ha habido en las provincias del
nuevo reino de Granada soy informado que han quedado y hay muchos culpados,
que con temor del castigo se han ausentado de los lugares donde cometieron los
delitos, y como quiera que pudiera yo mandar proceder contra ellos conforme a
justicia, y condenarlos en pena de muerte, y perdimiento de bienes y en otras
penas; por el deseo que tengo de la paz y sosiego de aquellas provincias, y que se
entiende en la instrucción, y conversión de los naturales de ellas; y también por
entender que los tales culpados no tuvieron intención de ser virrey que siempre
han estado y están aparejados para obedecer mis mandamientos como de su señor
natural; es mi voluntad que vos el muy reverendo arzobispo de Santa Fe Don
Antonio Caballero y Góngora a quién he nombrado por mi virrey de las men-
cionadas provincias del nuevo reino de Granada, por la confianza de que me hallo
de vuestra persona os doy facultad para que en mi nombre podáis perdonar a
todas y cualesquiera personas que en aquellas partes residieren, cualesquier delitos,
y excesos que hubieren cometido y hecho contra mi real corona. Por tanto por la
presente os doy poder y facultad para que si viereis que conviene para la pacifica-
ción, y quietud de las citadas provincias de la nominada ciudad de Santa Fe y
nuevo reino de Granada y demás agregados a la jurisdicción de este virreinato,
perdonar a todas y cualesquiera personas particulares que hayan cometido delios,
así antes de la data de esta mi cédula, como después de ella, lo podáis hacer; pues

516 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO...

a las personas; que así por vos fueren perdonadas, yo por la presente las perdono
de los delitos que los perdonareis, aunque sean de calidad que conforma derecho
requieran que fueran especificados y declarados en esta mi cédula. Y mando a
todas y cualesquiera mis justicias, así de estos reinos, y señoríos, como de las di-
chas provincias del nuevo reino de Granada, y de otras cualesquiera partes de las
Indias, islas y tierra firme del mar océano que no procedan de oficio ni a pedi-
mento de procurador fiscal, ni de otra persona alguna, contra los que así vos hu-
bierais perdonado, ni contra sus bienes cuanto a lo criminal, reservando (como
reservo) a las partes de derecho en cuanto a lo civil, interés, y daño de ellas, pues
yo por el presente (como dicho es) le remito mi justicia, y mando que no puedan
ser presos, ni acusados, ni sus bienes tomados, ni embargados, ni se puedan hacer,
ni hagan procesos, ni dar sentencia alguna contra ellos en los casos que así por vos
fueren perdonados, por la presente los doy sin ningunos, y los caso y anulo como
si no los hubieren hecho, y , quito de ellos, y sus descendientes toda macula, e
infamia en que por ello hayan incurrido, y los instituyo en el estado en que esta-
ban antes que cometiesen los dichos delitos, para que en juicio y fuera de él no se
les pida cosa alguna acerca de ello que así es mi voluntad. Dada en Aranjuez a
veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por manda-
do del nuestro señor Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 8
Declaración de los casos en que el virrey del nuevo reino de Granada podrá usar de la facul-
tad para perdonar delitos
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciu-
dad de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién
nombrado por mi virrey, gobernador y capitán general del nuevo reino de Gra-
nada. Por real cédula de la dicha de esta os he dado facultad para que si viereis
que conviene para la quietud de aquellas provincias, perdonar a cualesquiera
personas los delitos que hubieren cometido lo podáis hacer, como más porme-
nor se expresa en dicha real cédula; y respecto de que esta facultad se os da para
lo que toque a la autoridad del cargo que os he conferido y por la confianza que
tengo de vuestra persona; aunque entiendo que usareis de ella con la considera-
ción que se requiere he resuelto advertiros, que mi voluntad es que no uséis de
esta facultad, si no fueren casos de rebelión, y que convenga mucho a mi servi-
cio, y al sosiego y quietud de la tierra. De Aranjuez a veinte y cinco de mayo de
mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro señor. Don
Miguel de San Martín Cueto.

BRAC, 173, I (2024) 507-524 517


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

DOC. N.º 9
Facultad al virrey de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora para castigar los delitos
que se hubieren cometido en el nuevo reino de Granada
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nom-
brado por mi virrey gobernador y capitán general del nuevo reino de Granada.
Habiendo yo entendido que en aquellas provincias hay personas, que han come-
tido graves delitos, y que por huir el castigo se han ausentado, y están esparcidos
en provincias y ciudades del dicho nuevo reino, y otras de la jurisdicción de
vuestro virreyreinato, y porque (como sabéis) mediante la ejecución de justicia, se
satisfacen las culpas, y el temor del castigo corrige los ánimos inquietos, y de los
más inclinados que perturban la quietud de las repúblicas, os mando que os in-
forméis, y sepáis muy particularmente, qué delitos se han hecho, y cometidos en
dichas provincias, y por qué se han castigado, y hecho diligencias para los culpa-
dos, y llamadas y oídas las partes a quienes tocare, dispondréis que con brevedad
se haga justicia en las causas civiles, y en las criminales de oficio, y a pedimento
de parte, así contra cualesquier mi gobernadores, y justicias, y oficiales de mi
hacienda que hayan sido; y sean al presente, como contra cualquiera personas de
cualquier estado, condición, preeminencia y calidad que sean, pues a todo ello os
doy por la presente tan bastante, y amplio poder y facultad como se requiere y es
necesario, con todas sus incidencias y anexidades. Dada en Aranjuez a veinte y
cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del
nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 10
Para que los sucesores de las seis encomiendas del nuevo reino de Granada que se expresan,
presenten ante el virrey cuando vacaren, dentro de seis meses el título que tuvieren de cada
una de ellas
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nom-
brado por mi virrey de las provincias del nuevo reino de Granada. Aunque por
justos motivos no se dio a vuestro antecesor Don Pedro Mesía de la Cerda al
tiempo de su ingreso en dicho virreinato la facultad de encomendar indios, como
a sus antecesores, se le confirmó después por Real Cédula de diecinueve de junio
de mil setecientos sesenta y nueve con la calidad de por ahora. En carta de cator-
ce de noviembre de mil setecientos setenta participó entre otras cosas, que a ex-
cepción de seis encomiendas estaban incorporadas las demás a mi real corona, con
cuyo motivo vine en prevenirle por despacho de diez de noviembre de mil sete-

518 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO...

cientos setenta y uno que según fuesen vacando después de las dos vidas, las seis
encomiendas referidas se incorporasen también a mi corona; lo que os mando
ejecutéis, y que cuando falleciere alguno de los que actualmente las obtiene de-
jando sucesor, sea este obligado por sí, o por procurador, acudir a vos dentro del
término de los primeros seis meses a mostrar el título que tuviere de su enco-
mienda para que se le renueve y de otro para la segunda vida, y si no fuere dentro
de los seis meses, pierda los frutos que el tal repartimiento de indios montare
desde el día que vacó hasta que comparezca a pedir el título quedando los citados
frutos para mi real hacienda; y para que ninguno alegue ignorancia lo haréis no-
torio en las partes que convenga. Dada en Aranjuez a veinte y cinco de mayo de
mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro señor. Don
Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 11
Al virrey de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora sobre que cumpla las Cédulas,
que están dadas a sus antecesores
EL REY
Reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad de
Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nombra-
do por mi virrey gobernador y capitán general de las provincias del nuevo reino
de Granada. Porque así, por mí, como por los señores es mi predecesores están
dadas muchas Cédulas, cartas, y provisiones para diversas cosas del real servicio,
buen gobierno de esas provincias, y administración de la justicia despachadas de
oficio, y a pedimento de partes las cuales han ido dirigidas a los virreyes nuestros
antecesores: es mi voluntad que se cumpla lo que por ellas está ordenado, y pre-
venido, y así os encargo que las veáis, guardéis y cumpláis como si a vos fueran
dirigidas en todo, y por todo, según, y como en ellas se contiene, y declara sin
poner en ello impedimento alguno. Dada en Aranjuez a veinte y cinco de mayo
de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro señor.
Don Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 12
Declaración de casos en que el virrey del nuevo reino de Granada Don Antonio Caballero
y Góngora podrá librar en la caja, y con qué intervención y acuerdo
EL REY
Por cuanto atendiendo a que en el nuevo reino de Granada y su distrito se pue-
den ofrecer ocasiones en que para su pacificación, o acudir a su defensa y seguri-
dad, o por la administración de mi justicia convenga gastar de mi real hacienda
alguna cantidad de maravedíes y que por no haber orden mía para hacerlo se

BRAC, 173, I (2024) 507-524 519


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

dejen de conseguir los buenos efectos que convinieren es mi voluntad que en


tales casos vos el muy reverendo arzobispo Don Antonio Caballero y Góngora,
virrey del dicho nuevo reino de Granada podáis gastar, y librar de la referida mi
Hacienda Real, lo que para los expresados efectos fuere necesario. Por tanto por
la presente os doy poder y facultad para que en tiempos de alborotos, y guerra
habiendo tratado y comunicado antes con los oidores de mi Real Audiencia de la
ciudad de Santa Fe y oficiales de mi Real Hacienda que residen en ella podáis
gastar lo que os pareciere ser necesario en los casos que vienen citados conforme a
lo que sobre ello hubiereis comunicado, y a la necesidad que pareciere hay para
dichos efectos. Y mando a los referidos oficiales reales, que lo que así por vos
fuere librado en ellos, lo den y paguen de cualquier oro, o plata que fuere a su
cargo, y que con traslado signado de esta mi Cédula, libramiento vuestro, y carta
de pago de las personas a quienes cediere, y pagare, se le reciba, y pase en cuenta
lo que en ello se gastare sin otro recado alguno. Y de esta Cédula se tomará razón
en la contaduría general de mi Consejo de las Indias. Dada en Aranjuez a veinte y
cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del
nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 13
Para que en caso de estar ocupadas las casas que ha de habitar el virrey del nuevo reino de
Granada se desocupen, y las obras que necesitaren se hagan de condenaciones
EL REY
Oidores de mi Real Audiencia de la ciudad de Santa Fe en el nuevo reino de
Granada, y oficiales de mi Real Hacienda de ella. Habiendo nombrado al muy
reverendo arzobispo de esa diócesis Don Antonio Caballero, y Góngora por mi
virrey gobernador y capitán general de ese nuevo reino, y debiendo habitar este
mis casas reales de esa Audiencia, donde estuvo su antecesor y los presidentes que
han sido de ella, y puede ser, que alguno de vosotros tengáis ocupados los apo-
sentos de ellas; y por esta causa no pueda acomodarse suficientemente os mando
que desocupéis al mencionado muy reverendo arzobispo Don Antonio Caballero
y Góngora la casa, y aposentos que en ella han tenido el virrey y los presidentes
sus antecesores para que se pueda acomodar, y aposentar su persona y familia, y si
algunos de vos los referidos oidores, o oficiales reales estuviereis dentro, salgáis
luego de la citada casa, de manera que por ninguna vía se impida al expresado
muy reverendo arzobispo su comodidad, y porque asimismo puede ser que haya
necesidad de hacer algunos edificios y aposentos de nuevo en las dichas casas por
no ser suficientes las que hay, o que convenga repararlas del daño que tuvieron,
procedido de algún temblor u otro accidente es mi voluntad que en tal caso el
gasto que en ello se hubiere de hacer sea de algunas condenaciones que se podrán
aplicar para la obra de dichas casas, o de gastos de justicia, y no habiendo de lo
uno, ni de lo otro de penas de cámara, a cuyo fin mando a vosotros los mencio-

520 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO...

nados oficiales reales, que cumpláis las libranzas que para estas obras se dieren en
vosotros de lo que estuviere en vuestro poder del producto de condenaciones, sin
poner en ello impedimento alguno, que así es mi voluntad. De en Aranjuez a
veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por manda-
do del nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 14
Para que el virrey de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora pueda despachar con su
secretario las cosas de gobierno en que le pareciere conviene guardar secreto
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nom-
brado por mi virrey gobernador y capitán general de las provincias del nuevo
reino de Granada. Por uno de los capítulos de la instrucción que os he mandado
dar, se ordena que de los mandamientos y provisiones que despachareis tocante al
gobierno de aquellas provincias quede copia y registro a la letra en vuestro poder,
y que por si para esto, como para ordenar las cosas secretas puede ser que os pa-
rezca convenir, que pasen por mano de vuestro secretario, o de otra cualquiera
persona y no ante los escribanos de gobernación, y cámara de la referida mi Au-
diencia, os doy licencia para que los tales negocios en que por cualquier vía os
pareciere convenir que se guarde secreto lo podáis despachar con el expresado
vuestro secretario, o persona que quisiereis, que así lo tengo por bien, sin embar-
go de cualquiera cosa que en contrario de esto esté por mi prevenida. De en
Aranjuez a veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey.
Por mandado del nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 15
Al virrey de Santa Fe sobre el orden que ha de tener en abrir caminos y hacer puentes
donde fueren menester
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nom-
brado por mi virrey gobernador y capitán general del nuevo reino de Granada.
Habiéndome informado que en aquella tierra conviene abrir caminos y hacer
puentes para que puedan caminar buenamente los españoles, e indios que habitan
en ella; y considerándose cuan conveniente es que se ejecute así, y se mantengan,
y aderecen los caminos, y calzadas y reparen los puentes contribuyendo a ello mis
vasallos de aquellas provincias por el beneficio que de ello gozan, he resuelto
mandaros que reconozcáis todo lo expresado y proveáis en ello conforme a lo

BRAC, 173, I (2024) 507-524 521


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

dispuesto por las leyes de estos reinos que tratan sobre este asunto, y que si fuere
necesario que se hagan algunos caminos y puentes en las dichas provincias os
informéis que es lo que podrán costar, y que lugares y personas así españolas,
como indios han de gozar de ellos y que repartáis a cada uno, según el beneficio
que recibiere, y más provecho de ello tuviere disponiendo que se haga con toda
igualdad y verdad, y que lo que se repartiere a los indios, lo paguen de los frutos
y provechos, que en sus pueblos tuvieren. De en Aranjuez a veinte y cinco de
mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro
señor. Don Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 16
Sobre la orden que ha de tener con el virrey y en el conocimiento y determinación de los
negocios con que hubiere discordia
EL REY
Oidores de mi Real Audiencia que reside en la ciudad de Santa Fe del nuevo
reino de Granada. Por lo que tengo antes de ahora ordenado por Cédulas, provi-
siones, e instrucciones mías que se han dado a los virreyes, y gobernadores de
Indias, y Audiencias de ellas habréis entendido, y podréis de nuevo entender mi
voluntad acerca del modo y forma que se ha de tener en el despacho y expedi-
ción de los negocios, y los que tocan al virrey solo proveer, y en lo que ha de
proceder con comunicación vuestra que son a vuestro cargo y tocar a la adminis-
tración de la justicia en que tengo encargado y mando a los dichos virreyes que os
la dejen libremente hacer sin entrometerse, ni embarazaros en ello, ni permitir
que se os haga impedimento, ni estorbo alguno; y porque soy informado que no
obstante lo que así tengo proveído y ordenado en algunas ocasiones, y casos que
han sucedido, ha habido diferencias, y pretensiones entre los oidores de algunas
de estas Audiencias, y los virreyes, suponiendo los oidores que el virrey se entro-
metía y embarazaba en aquello que no le competía, en impedía la ejecución, y
administración de la justicia; y que en estas diferencias, y pretensiones se había
procedido con tal demostración y viniéndose tales términos que habían causado
notables inconvenientes con escándalo y desautoridad de los ministros. Y porque
como quiera que mi voluntad es que los referidos mis virreyes en conformidad de
lo que así está, y tengo proveído, guarden la orden que está dada, como se lo
tengo mandado, y tengo por cierto lo harán sin embargo para que en caso que
ellos excedan en aquello que a vosotros os pareciere que no os debía embarazar ni
entrometerse, quiero que en tal caso guardéis, y tengáis esta orden, y hagáis con
él las diligencias, prevenciones, amonestaciones, y requerimientos que según la
calidad del caso, o negocios os pareciere ser necesario, y esto sin demostración, ni
publicidad ni de manera que se pueda entender de fuera y si hechas las diligen-
cias, amonestaciones y requerimientos y habiéndole hecho instancia sobre que lo
remedie, y no pase adelante, todavía perseverase él en hacerlo, y mandarlo ejecu-

522 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TÍTULOS Y DESPACHOS EXPEDIDOS AL ARZOBISPO DE SANTA FE, DON ANTONIO CABALLERO...

tar, no siendo la materia de calidad, en que notoriamente se hubiese de seguir de


ello movimiento y desasosiego en la tierra, quiero que se cumpla y guarde lo que
hubiese proveído, y sin hacerle impedimento, ni otra demostración me daréis
aviso particular de lo que hubiere pasado para que yo lo mande proveer, y reme-
diar como el caso lo requiera con lo cual vosotros satisfaréis la obligación que
tenéis, y al virrey se le guardará el respeto y reverencia que como a cabeza y mi-
nistro principal mío se le debe, y yo quiero que se le tenga y se excusarán los
inconvenientes, que de las dichas diferencias, y modo de proceder en ellas, hayan
resultado, que así es mi voluntad. De en Aranjuez a veinte y cinco de mayo de
mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro señor. Don
Miguel de San Martín Cueto.

DOC. N.º 17
Para que dé al virrey del nuevo reino de Granada el favor y asistencia que necesitare
EL REY
Presidente y oidores de mi Real Audiencia de la ciudad de San Francisco en la
provincia de Quito. Saber que he nombrado por mi virrey gobernador y capitán
general de las provincias del nuevo reino de Granada al muy reverendo arzobispo
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora. Y porque puede ser, que para
algunas de las cosas de su cargo haya menester que le hagáis algún socorro, os
mando que cada y cuando, que os escribiere, que para mi servicio tiene necesidad
de gente, armas, y bastimentos, artillería, o otra cualquiera cosa le proveáis de ello
por el orden y de la manera que él os lo escribiere en mi nombre, así como si yo
lo hiciera; lo cual cumpliréis siempre con la brevedad y diligencia que os avisare,
que así es mi voluntad. De en Aranjuez a veinte y cinco de mayo de mil setecien-
tos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del Rey nuestro señor. Don Miguel
de San Martín Cueto.

DOC. N.º 18
Para que el virrey del Nuevo Reino de Granada procure la reducción general de los indios
de aquel reino
EL REY
Por cuanto el señor Don Felipe IV (que santa gloria haya) mandó dar y dio la
Cédula del tenor siguiente. El conde de Chinchón, pariente, de mi Consejo de
Estado y Guerra, gentil hombre de mi Cámara, mi virrey gobernador, y capitán
general de las provincias del Perú, o a la persona, o personas, a cuyo cargo fuere
su gobierno. Vuestra carta de diez de mayo de mil seiscientos treinta y tres en que
decís las diligencias que habéis hecho para enteraros de la forma, en que se podía
disponer de la reducción general de los indios de ese reino de que se ha tratado

BRAC, 173, I (2024) 507-524 523


CARMEN FERNÁNDEZ LUQUE

diversas veces, se ha visto en mi Consejo de estas Indias juntamente con los pare-
ceres que enviasteis sobre la materia yo, dieron las Audiencias de Lima, la Plata, y
Quito, y otros ministros míos, y personas particulares, y habiéndose discutido, y
practicado sobre todo y visto juntamente lo que en la dicha razón pidió en el
dicho mi Consejo.

524 BRAC, 173, I (2024) 507-524


TRABAJOS DE PRESENTACIÓN DE
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES
CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO
PASEOS POR CÓRDOBA

Francisco Solano Márquez Cruz


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Paseos por Córdoba, de Teodomiro Ramírez de Arellano y Gu-


tiérrez, es sin duda el libro más leído y consultado sobre la ciudad.
Paseos.
Comenzó a publicarse por entregas en 1873 y hasta 1877 comple-
Córdoba.
Teodomiro. tó tres tomos, quedando inacabado un cuarto. Obra densa y rica en
Salcedo. datos históricos, artísticos y sociales, así como en leyendas y
Ediciones. curiosidades. Hasta hoy se han publicado doce ediciones, siete por
Librería Luque, entre 1973 1998, y otra por el diario Córdoba
(2001), en fascículos, completada por Miguel Salcedo Hierro e
ilustrada.

ABSTRACT

KEYWORDS Paseos por Córdoba (Walks around Cordoba), by Teodomiro


Ramírez de Arellano y Gutiérrez, is undoubtedly the most read
Walks.
and consulted book about the city. It began to be published in
Cordoba.
Teodomiro. installments in 1873 and until 1877 completed three volumes,
Salcedo. leaving unfinished a fourth. It is a dense work, rich in historical,
Editions. artistic and social data, as well as legends and curiosities. Twelve
editions have been published to date, seven by Librería Luque,
between 1973 and 1998, and another by the newspaper Córdoba
(2001), in installments, completed by Miguel Salcedo Hierro and
illustrated.

(Salutación a la Junta Rectora, autoridades, cuerpo


académico y demás asistentes).

A cudo hoy a esta sede circunstancial de la


Academia, gracias a la hospitalidad que nos
brinda la Fundación Miguel Castillejo,
para cumplir el requisito derivado del reciente
nombramiento como académico correspondiente
con residencia en Córdoba, aunque sin olvidarme
de mi Montilla natal, honor que agradezco el Sr.
Presidente y su Junta Rectora, que supone para mí
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. —desde mi condición de simple periodista jubila-

BRAC, 173, I (2024) 527-554 527


FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

do— un claro estímulo para seguir aportando, mientras Dios me dé


fuerzas, mi granito de arena a la institución cultural más antigua de Cór-
doba.
El 9 de abril de 1873 el Diario de Córdoba, fundado en 1849, informaba
en una breve gacetilla, bajo el epígrafe «Paseos por Córdoba», que «se ha
publicado la primera entrega de la obra de aquel título, del erudito escritor
señor D. Teodomiro Ramírez de Arellano. Contiene un prólogo del au-
tor. El primer paseo se dirige al barrio de la Magdalena. Los cuadros histó-
ricos de todos los sitios de esta capital son amenos e interesantes, y felici-
tamos al señor Ramírez por el buen servicio que ha prestado con su obra a
esta localidad» 1.
Adviértase que se habla de «primera entrega» porque la obra se publica-
ba por entregas o cuadernillos de dieciséis páginas cada uno, que se ven-
dían a un real mediante suscripción, y cada veinticinco entregas se encua-
dernaban en un tomo, un sistema similar al que tanto proliferó en España
en la segunda mitad del siglo XX en forma de fascículos coleccionables.
Unos meses después el mismo diario daba cuenta, en otra breve gacetilla,
de haber recibido las entregas 12 a 17 de «la interesante obra de este título,
de D. Teodomiro Ramírez de Arellano, la que cada día va creciendo en
importancia y suscriciones (sic)» 2.
Repasando el Diario de Córdoba de aquellos años, en su edición de 17
de diciembre de 1876 afirma que «se han repartido las entregas veinticua-
tro y veinticinco» —se supone del tomo II, que lo completaban—. Y seis
meses más tarde, el 17 de junio de 1877 el mismo periódico asegura en
otra gacetilla que «se reparte a los suscriptores por tomos el tercero de esta
interesante obra de nuestro ilustre amigo D. Teodomiro Ramírez de Are-
llano». No he encontrado referencias posteriores a la interrupción de la
obra ni a los motivos.
La obra original consta de tres tomos más parte de un cuarto que no
llegó a completarse porque el autor la interrumpió de una forma abrupta
cuando estaba tratando del Seminario de San Pelagio. Según testimonio de
su hijo Rafael «la obra estuvo pensada para cinco tomos, pero solo se pu-
blicaron algunos pliegos del IV, y como los iba escribiendo conforme los
publicaba, ha quedado original para continuarlos», como recoge Miguel

1
Diario de Córdoba, 09/04/1873.
2
Diario de Córdoba, 20/09/1873.

528 BRAC, 173, I (2024) 527-554


CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

Salcedo Hierro en la edición ilustrada publicada en 2001 3, de la que más


adelante se hablará. Sin embargo esa afirmación del hijo no coincide con
la intención de don Teodomiro, que al final del tomo tercero anuncia que
con otros parajes notables del término de Córdoba «empezaremos el cuar-
to y último tomo de nuestra obra». Cuarto y último, afirma el propio au-
tor.
Ramírez de Arellano dejó manuscrito parte del tomo IV, que nunca vio
la luz, aunque José María Valdenebro, en su obra La imprenta en Córdoba:
ensayo bibliográfico 4 asegura que se imprimieron algunos pliegos. La Biblioteca
Municipal 5 conserva dos transcripciones mecanografiadas y encuadernadas,
una de ellas de 163 páginas en el formato de los tomos publicados y la otra a
tamaño mayor, de 100 páginas, in-
completa. La primera versión meca-
nografiada recoge el paseo 14 («Conti-
núan los puntos notables del término») y
parte del 15 («El barrio de la Catedral»),
que el autor deja inacabado de una
forma brusca cuando trata del Semi-
nario de San Pelagio, pues la última
frase queda sin terminar: «Colocólo en
su oratorio, y poco antes de morir lo
regaló a su cabildo, incluyéndolo en
una urna de cristal de roca, y está
dentro de otra de plata de martillo,
labrada de buril muy esquisito, dotan-
do…». En ese inacabado paseo el Aspecto de los tomos de Paseos por
autor no llega a describir la Mezquita- Córdoba, primera edición, termina-
Catedral, el principal monumento de dos y encuadernados. (Foto Web de
Córdoba, que en 1882 sería declarado la Red Municipal de Bibliotecas).
por el Estado Monumento Nacional.

3
Prólogo de la edición ilustrada publicada por entregas por el diario Córdoba a lo largo de
2001.
4
Obra de referencia en su género publicada en Madrid por Sucesores de Rivadeneyra en
1900.
5
Así me referiré a la misma en este trabajo por ser su clara denominación tradicional,
aunque oficialmente el Ayuntamiento la denomine hoy Biblioteca Central ‘Antonio
Gala’ (sobrenombre aprobado por unanimidad en el pleno municipal celebrado el 11
de diciembre de 2023, materializando así un acuerdo anunciado el 18 de octubre del
mismo año), de la Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba.

BRAC, 173, I (2024) 527-554 529


FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

La primera edición de los Paseos se imprimió en los talleres de D. Ra-


fael Arroyo, situados en la calle del Cister número 12, hoy Carbonell y
Morand. La Biblioteca Municipal estima en su web que no se sabe «cuán-
tos ejemplares se imprimieron de aquella edición original de los Paseos», y
estima que «probablemente no fueron muchos más de 200».

PRECISANDO LOS AÑOS DE PUBLICACIÓN

Con respecto a los años de aparición conviene aclarar que al publicarse


por entregas los tomos segundo y tercero ostentan dos años diferentes: en la
cubierta figura el de terminación del tomo, y en la portadilla interior el del
inicio de las entregas, lo que ha dado lugar a no pocos malentendidos a la
hora de citar los años correctos de publicación. En el tomo I coinciden en
ambos casos el mismo año, 1873, pero en el tomo II figura 1874 en la por-
tadilla interior y 1875 en la cubierta. Y lo mismo ocurre con el tomo III,
que ostenta el año 1875 en el interior y 1877 en la cubierta. Es lógico su-
poner que al encuadernarlos con tapa dura, para protegerlos, el artesano
encuadernador prescindiese de la cubierta de cartulina, quedando así visible
solo la fecha que figura en la portadilla, como he podido apreciar en la
colección encuadernada que conserva la Biblioteca Municipal de Córdoba.
Sin embargo en la versión digitalizada de la Biblioteca Nacional de Es-
paña, los tomos II y III mantienen cubierta y portada interior en las que se
constata la diferencia entre los años de publicación de la primera entrega y
el tomo completo 6. Así que los años correctos de publicación para los tres
tomos completos serían respectivamente los de 1873, 1875 y 1877, que
son los que figuran en la cubierta de la primera edición. Son también los
años que aparecen en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Espa-
ña (BNE) y que la Biblioteca Municipal considera correctos, pues, como
aclara en el documentado apartado que dedica su web a los Paseos, en téc-
nica catalográfica «las fechas de una publicación son siempre las más tardías
que aparecen en cualquiera de sus fuentes (portada, cubierta, prólogo,
depósito legal, etc.)».
Dicha web atribuye la propagación de la confusión sobre los años de
publicación a que tanto a los ejemplares que posee la Red Municipal de
Bibliotecas como la Biblioteca Pública del Estado en Córdoba «se les mu-
tiló la cubierta en el momento de ser encuadernados».
6
Se puede comprobar en la versión digitalizada por la BNC, accesible en la Biblioteca
Digital Hispánica.

530 BRAC, 173, I (2024) 527-554


CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

A REAL CADA ENTREGA DE DIECISÉIS PÁGINAS

El tomo I consta de 400 páginas y comprende cuatro paseos, por los


barrios de la Magdalena, San Lorenzo, Santa Marina y San Andrés.
El tomo II consta asimismo de 400 páginas y abarca los barrios de San
Pedro, Santiago, San Nicolás de la Ajerquía y San Nicolás de la Villa. Y
el tomo III suma 422 páginas, veintidós más que los anteriores, y recorre
los barrios de San Miguel, San Salvador y Santo Domingo, San Juan y
Omnium Santorum, Espíritu Santo, y los «Sitios más notables del tér-
mino». Un cuarto tomo, que no llegó a completarse, como ya se ha dicho,
comprende la continuación de los «Sitios más notables del término» y par-
te del barrio de la Catedral.
La obra se publicó por entregas de 16 páginas cada una, a razón de 25
por tomo, salvo el tomo III, que suma 422. A principios de enero de 1874
el Diario de Córdoba anuncia la publicación del primer tomo completo
«con infinidad de curiosas noticias» referentes a los barrios ya citados.
Anuncia la gacetilla que ese primer tomo «se halla a la venta y se admiten
suscriciones [sic] en la imprenta y librería de el Diario de Córdoba y taller de
encuadernación de D. Mariano Arroyo, calle de San Fernando, e imprenta
de La Crónica, calle del Císter num. 12 7, a 25 reales cada tomo, o sea un
real cada entrega». (Acerca de los precios de los libros entonces, en la
misma página se publica una relación de «novelas completas por cuatro
reales», que se podían adquirir en la librería del citado diario).
Pese a estar inacabados los Paseos enseguida se convirtieron en obra po-
pular de lectura y consulta obligadas, aunque el paso inexorable del tiempo
iría dificultando el acceso a sus páginas, más allá de los ejemplares custo-
diados con celo en las bibliotecas públicas.

RECORRIDO POR LAS SUCESIVAS EDICIONES

Incomprensiblemente los Paseos no conocerían su segunda edición has-


ta 1973, ¡un siglo después de la publicación del primer tomo!, gracias al
olfato comercial del librero Rogelio Luque, que tras lograr el permiso de
los herederos de don Teodomiro 8 y a través de la editorial leonesa Everest,
7
Curiosamente, esa dirección de La Crónica, periódico fundado por Teodomiro Ramírez
de Arellano, coincide con el taller de Rafael Arroyo en el que se imprimen los Paseos.
8
«Cuando Rogelio Luque tuvo la feliz idea de reeditar la obra de Ramírez de Arellano,
tropezó con la dificultad de poner de acuerdo a las cuatro personas propietarias enton-
ces de los derechos de autor. Y a mí me cupo la satisfacción de convencer a los cuatro

BRAC, 173, I (2024) 527-554 531


FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

especializada en guías turísticas, publicó una nueva edición en un solo


volumen de 620 páginas formato 17 por 24 cm.
Como uno de los problemas que ofrecía la obra original era la dificul-
tad de localizar asuntos específicos por la densidad tipográfica de sus capí-
tulos, Luque encomendó al escritor y académico Miguel Salcedo Hierro
que añadiera al comienzo de cada capítulo y al final de la obra un aclarato-
rio índice temático, con epígrafes que remitían a las páginas en las que se
trataba el asunto, señalados en los márgenes con números correlativos,
desde el 1 al 973, cerca del millar. Fue el primer paso para facilitar la loca-
lización de los temas, aunque el diminuto cuerpo de letra —para evitar un
excesivo número de páginas que dificultase el manejo del libro— no ani-
mara a adentrarse en ellas al lector popular. El propio Salcedo se encargó
también de redactar el prólogo a aquella segunda edición, que en una pri-
mera parte se centra en la familia de los Ramírez de Arellano y en la se-
gunda se refiere a la obra, a lo que volveré más adelante. Por ahora desea-
ría continuar con el relato de las sucesivas ediciones publicadas hasta el año
2023, en que se ha cumplido siglo y medio del primer tomo.
En contraste con la tardanza de la segunda edición, a partir de ahí Luque
y Everest reeditaron la obra continuamente, a medida que se iban agotando
las precedentes. Así, la tercera vio la luz en 1976, la cuarta en 1981, la
quinta en 1983, la sexta en 1985, la séptima en 1995 y la octava en 1998,
que fue la última en coedición de Luque y Everest, en total 12.850 ejem-
plares 9, lo que arroja una media de 1.835 ejemplares por edición. La edi-
ción de 1973 tenía un precio de 2.000 pesetas, unos 12 euros de hoy.
Las dos primeras ediciones (¿o fueron tres?) de la etapa Luque-Everest
estaban encuadernadas con tapas duras y sobrecubierta protectora, mientras
que las siguientes se presentaban encuadernadas en rústica con el fin de
abaratar su precio y hacerlas más asequibles. Estas continuas reediciones
facilitaron la creciente difusión y venta de un libro convertido en un clási-
co de obligada consulta, desde los escolares y estudiantes a los lectores en
general, sin olvidar a los eruditos.

descendientes de don Teodomiro para formalizar la cesión», escribe Mariano Aguayo


en el artículo epilogal de la edición ilustrada (2001) «Mi bisabuelo Teodomiro», tomo
II, p. 480.
9
Este dato figura en la web de la Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba, dentro de la
información adicional que acompaña la edición digitalizada de los Paseos realizada por
dicha institución. Sin embargo el veterano empleado de la actual Librería Luque An-
drés Alonso recuerda que la segunda edición (primera de Luque) alcanzó 5.000 ejem-
plares y las sucesivas, 3.000 cada una, lo que totalizaría 23.000.

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CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

Y es que hasta entonces acceder a esta obra publicada un siglo antes no


había sido fácil, salvo su consulta en las bibliotecas públicas, como la Pro-
vincial y la Municipal. La posesión física solo estaba al alcance de quienes
hubiesen tenido la fortuna de heredarla de sus antepasados o de encontrar-
la en librerías de viejo, como la de Sierra, establecida en la calle Diario de
Córdoba. Tampoco existía internet para consultarla on line como hoy. Así
que acabó convirtiéndose en un libro difícil de encontrar, que se conocía
más por referencias que en su realidad física.
Las ediciones de Luque-Everest ilustran su sobrecubierta —que pasó a
ser cubierta más tarde— con una imagen ya clásica, que reproduce, aun-
que reestructurado, un grabado calcográfico en el que se muestra la «Vista
meridional de la ciudad de Córdoba» 10 , que Juan Fernando Palomino
realizó para el tomo X de la obra El Atlante Español, de Bernardo Espinalt,
publicada entre 1784 y 1787 11. Está inspirado en la vista que Joris Hoefna-
gel realizó para Civitatis Orbis Terrarum, obra en seis volúmenes publicados
en Colonia entre 1572 y 1617, considerada el primer atlas de ciudades del
mundo. En mitad de las ediciones de Librería Luque, entre las páginas 320
y 321 se intercalan, sin numerar, dieciséis más con otras tantas litografías
del siglo XIX, la mayoría dibujos coloreados de monumentos que el artista
y pintor barcelonés Francisco José Parcerisa (1803-1876) realizó para el
tomo dedicado a Córdoba 12, con texto de Pedro de Madrazo, en la serie
Recuerdos y bellezas de España.
En 2001 el diario Córdoba publicó una edición ilustrada, de la que se
habla en el próximo epígrafe. La siguiente edición de Paseos por Córdoba se
publicó en 2003 por la librería y editorial Maxtor, de Valladolid, facsímil
de la primera que, como aquélla, respeta su división en tres tomos.
Pero si nos asomamos a internet —moderna versión de la lámpara del
cuento de Aladino, que frotas unas teclas y obtienes lo que pides e incluso
más— figuran ahí dos ediciones que por orden de publicación son la
Scholar Select de Wentworth Press (2018) y la HardPress Publishing
10
En la cubierta el editor ha reestructurado los elementos del grabado, intercambiando
entre sí la parte superior (en la que, en el grabado, figura el título) y la inferior (en la
que en el grabado aparece el escudo y la leyenda sobre los edificios identificados).
11
Vid. COSANO MOYANO, Francisco: Iconografía de Córdoba, siglos XIII-XIX, pp. 60-
61. Córdoba, 1999.
12
Publicado en Madrid, Imprenta de Repullés, en 1855. Según reza en su portadilla, se
trata de una «obra destinada a dar a conocer sus monumentos y antigüedades [de Cór-
doba], en láminas dibujadas del natural por F. J. Parcerisa, escrita y documentada por P.
de Madrazo». Se puede acceder a ella en la web de la Biblioteca Virtual de Andalucía.

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FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

(2020), ambas en versiones facsimilares escaneadas de la primera edición y


comercializadas a través del portal de Amazon. En total, van hasta ahora
doce ediciones… y las que estén por llegar, pues la obra ha pasado al do-
minio público y por tanto, en teoría, la puede publicar cualquiera 13.

Sobrecubierta de la segunda edición de Paseos por Córdoba publicada por Librería


Luque y Editorial Everest en 1973, a la que siguieron otras siete hasta 1998. A la
derecha, portada de la edición revisada, ilustrada y completada publicada en
fascículos, en dos tomos, por el diario Córdoba a lo largo de 2001. (Fotos FSM).

13
Revisando el presente texto antes de su entrega localizo dos ediciones facsimilares más
distribuidas por Amazon, publicadas por Nabu Press en 2012 y por Forgotten Books
en 2019. Lo dicho: la liberación de derechos abre veda para reeditar los Paseos. Una de
estas ediciones facsimilares libres explica que el libro «ha sido seleccionado por los aca-
démicos [no precisa qué académicos] por ser culturalmente importante y es parte de la
base de conocimiento de la civilización tal como la conocemos. Este trabajo —pro-
sigue— es de dominio público en los Estados Unidos de América y posiblemente en
otras naciones. Dentro de los Estados Unidos, puede copiar y distribuir libremente es-
te trabajo, ya que ninguna entidad (individual o corporativa) tiene derechos de autor
sobre el cuerpo del trabajo. Los académicos creen, y nosotros estamos de acuerdo, que
este trabajo es lo suficientemente importante como para ser preservado, reproducido y
puesto a disposición del público en general. Apreciamos su apoyo al proceso de pre-
servación y le agradecemos por ser una parte importante para mantener este conoci-
miento vivo y relevante».

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CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

LA EDICIÓN ILUSTRADA DEL DIARIO CÓRDOBA

Una novedad en la ya larga historia de los Paseos representó la edición


ilustrada publicada por el diario Córdoba a lo largo de 2001 para conme-
morar su LX aniversario fundacional del periódico. Consta de dos volú-
menes con un total de 976 páginas —las ocho primeras de cada tomo, en
números romanos—, que, siguiendo el sistema de la primera edición, fue-
ron apareciendo por entregas, que distribuía el periódico diariamente sin
costo adicional. Los derechos fueron cedidos por Librería Luque a cambio
de la exclusiva de venta de una parte de la edición, encuadernada.
El diario Córdoba encomendó al autor de estas líneas la planificación y
coordinación de la obra, lo que me permite aportar información de pri-
mera mano sobre dicha edición. El primer paso fue abordar su revisión
textual desde el respeto a la versión original, y se centró en actualizar la
ortografía y la puntuación, reemplazar las abreviaturas por sus equivalentes
palabras completas y reducir el uso de iniciales mayúsculas, criterios todos
ellos inspirados en los usos habituales de la prensa del momento, recogidos
en los ‘libros de estilo’ de los periódicos. También revisé y reformé en
parte los útiles epígrafes incorporados por Salcedo desde la segunda edi-
ción, que se intercalaron en el cuerpo del texto para facilitar la lectura y
localización de los temas.
Pero el aspecto diferenciador más visible fue sin duda la inclusión de
ilustraciones, en una época en que, con la mejora de la calidad de repro-
ducción y la llegada del color a la prensa diaria, los periódicos concedían
creciente importancia a las imágenes. Con la incorporación de ilustraciones
los textos de don Teodomiro dejaron de ser, tipográficamente, unos paseos
áridos para convertirse en otros más visuales, gracias a las imágenes que los
acompañaban, que además añadían información visual. Supuso esto un
paciente trabajo de campo, recorriendo calles, plazas e interiores de edifi-
cios monumentales —principalmente iglesias— a la búsqueda de imágenes
más o menos coetáneas de los Paseos originales. Unas 1.560 ilustraciones
amenizan visualmente aquella edición, que se pueden agrupar en tres cate-
gorías: fotografías y litografías antiguas, fotografías tomadas en los albores
del siglo XXI y viñetas sobre hechos históricos, biografías y leyendas.
Entre los fotógrafos tuvieron destacada participación Manuel Pijuán y
Álvaro Holgado, así como la empresa Paisajes Españoles, con fotos aéreas
que permiten comprender de un golpe de vista el urbanismo de los ba-
rrios. Para las fotos antiguas se acudió a la valiosa fototeca del Archivo

BRAC, 173, I (2024) 527-554 535


FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

Municipal y a colecciones de postales —principalmente de Señán y Gar-


zón— como la de José Ramón Obispo. En cuanto a las ilustraciones, he-
chas ex profeso para la edición, tuve la fortuna de contar con el polifacéti-
co artista Tomás Egea Azcona, autor de unas ochenta de viñetas cuyo
colorido, imaginativa destreza y gracia constituyen verdaderas bocanadas
de aire fresco en los textos decimonónicos. Ennoblecen la edición, en fin,
las románticas litografías que en el siglo XIX plasmaron paisajes urbanos y
monumentos —algunos transformados o desaparecidos—, especialmente la
extraordinaria serie de Francisco José Parcerisa, sin olvidar a David Ro-
berts ni a Alfred Guesdon.
Todas las ilustraciones aparecen acompañadas de unos pies explicativos
que en muchos casos conectan pasado y presente, ayudando así a la com-
prensión de la obra por los lectores del siglo XXI.

El escritor y académico Miguel Salcedo Hierro unió su nombre a los Paseos por Cór-
doba, primero como prologuista y redactor de epígrafes que facilitasen su lectura en las
ediciones de Luque, y segundo como autor de los textos que completaron la obra
inacabada de don Teodomiro en la edición ilustrada de 2001. (Foto Juan Vacas).

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CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

RAFAEL RAMÍREZ DE ARELLANO Y MIGUEL


SALCEDO HIERRO COMPLETAN LA OBRA

Siempre se aceptó —al mismo tiempo que se lamentó— que los Paseos
fuese una obra inconclusa, que se interrumpe de forma brusca, como ya se
ha visto, en el paseo decimoquinto, dedicado al barrio de la Catedral. ¿Y
por qué no completarla? La osadía se convirtió en reto. Acabar el barrio de
la Catedral no era difícil, pues bastaba añadir la descripción que del primer
monumento cordobés hace Rafael Ramírez de Arellano —primogénito de
don Teodomiro— en su Guía artística de Córdoba 14 publicada en Sevilla en
1896, complementada con aportaciones del académico y cronista oficial de
la ciudad Miguel Salcedo Hierro para el Campo Santo de los Mártires, el
Alcázar de las Reyes Cristianos, la estancia en el mismo de los Reyes Ca-
tólicos, la Infanta Doña María allí nacida, la Inquisición, la Albolafia, la
Puerta del Puente y otras referencias.
La colaboración de Salcedo Hierro se extendió también a un último
paseo de nueva creación dedicado al barrio de San Basilio o Alcázar Viejo
«asumiendo así la misión honrosa y peligrosa de completar el texto des-
criptivo de la Córdoba de entonces, por lo que limitando su escritura al
tiempo en que se escribieron los Paseos por Córdoba» 15. Fue una satisfacción
que Salcedo aceptase con entusiasmo la propuesta de completar la obra,
pues dieciocho años antes, como indicaba en el prólogo de la segunda
edición (1973), no se había ‘atrevido’ a ello entonces. «Rechacé bastantes
sugerencias recibidas en el sentido de completar con mi aportación propia
el último capítulo interminado», decía. «Estoy seguro —añadía— de que
no hubiera conseguido darle el peculiar encanto que envuelve todas las
páginas de don Teodomiro y que mi adición se habría considerado como
una extraña añadidura» 16. Pero en esa ocasión no fue así, incluso disfrutó
enfrentándose a semejante reto, completando así el libro inacabado de un
cronista oficial, como él.

14
El título completo, que figura en la portadilla del libro, reza: «Guía artística de Córdoba
o sea indicación de los principales monumentos y objetos de arte que el curioso ó afi-
cionado debe visitar en esta Ciudad». Se vendía al precio de una peseta, como figura
en la contraportada.
15
Del prólogo a la edición ilustrada (2001), por Miguel Salcedo Hierro, t. I, p. VIII.
16
Prólogo a la segunda edición de Paseos… (1973), por Miguel Salcedo Hierro, p. 10.

BRAC, 173, I (2024) 527-554 537


FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

PROPÓSITOS DEL AUTOR…

No son pocos los eruditos que escatiman valor histórico a los Paseos por
Córdoba por carecer de citas a pie de página y referencias documentales
que respalden sus afirmaciones y referencias históricas. Y en efecto, así es.
Pero conviene saber que don Teodomiro proporcionó en el prólogo de la
primera edición algunas pistas acerca de fuentes y personas consultadas:
…hemos registrado cuantas obras se encuentran en las pocas bibliotecas
que tenemos; hemos buscado datos en el riquísimo archivo municipal,
donde encontramos muchos, gracia [sic] á la amabilidad y celo del ar-
chivero D. José López Amo. En algunas parroquias se nos han facilita-
do apuntes muy curiosos; conocemos con todos los detalles los archivos
de los establecimientos de Beneficencia y Diputación Provincial, y así
hemos logrado reunir tantos datos que damos á luz instigados por nues-
tros amigos, algunos como los distinguidos literatos D. Francisco de
Borja Pavón, D. Rafael Sierra y Ramírez y D. Cárlos y D. Feliciano
Ramírez de Arellano, quienes no solo nos animaron á publicar nuestra
obra, sino que han contribuido á ella con sus consejos, facilitándonos
los muchos datos y obras custodiadas en sus bibliotecas 17.
El propio autor expone el propósito que le guía en el prólogo a la pri-
mera edición de la obra, la única publicada en vida. Anuncia allí que «en
estos paseos hemos de contar infinidad de tradiciones completamente in-
verosímiles, otras hijas de las creencias religiosas, que dejamos a que cada
lector las juzgue según su criterio, y otras históricas a cuya parte corres-
ponden todos los demás datos de la historia de los edificios, títulos de las
calles y citas de personas notables, sean o no hijos de Córdoba» 18. Y por si
no bastara, al comienzo del paseo primero, que discurre por el barrio de la
Magdalena —en el que vivió y murió el propio don Teodomiro, calle
Muñices 19— el autor concibe su obra como una recopilación de «lo nota-
ble que hay en cada barrio y la multitud de tradiciones, ya históricas ya
fantásticas, y las noticias referentes a cada uno» 20. Obsérvese que, ya de

17
Prólogo a la primera edición de Paseos…, t. I (1873), reproducido en la segunda edición
de Luque-Everest (1973) y siguientes.
18
Prólogo de la primera edición (1873) que se repite en el t. II de la edición ilustrada
(2001), p. VI.
19
Como atestigua una lápida colocada en la fachada de la casa de la calle Muñices que
ostenta hoy el número 19: «La Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de
Córdoba a la memoria de su director el ilustre historiógrafo y poeta D. Teodomiro
Ramírez de Arellano que falleció en esta casa el 18 de mayo de 1909».
20
Paseos por Córdoba, edición 2001, t. I, p. 2.

538 BRAC, 173, I (2024) 527-554


CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

entrada, el autor admitía acudir a las tradiciones «fantásticas», es decir, fruto


de la fantasía.
Su bisnieto, el pintor y escritor Mariano Aguayo escribe que «si inter-
caló alguna que otra pincelada de imaginación lo hizo con donaire»; nadie
lo duda. Y añade que «consiguió lubricar los textos para hacerlos ágiles y
cercanos de manera que los cordobeses han conocido la historia de su ciu-
dad y las vicisitudes de sus personajes más notables gracias a la obra de
Ramírez de Arellano más que por la lectura de sesudos mamotretos pre-
tendidamente más rigurosos pero decididamente plastas». Aguayo aventu-
ra, por otro lado, que «nadie ha comprobado inexactitud alguna a lo largo
de su obra» 21.
Don Teodomiro «basó una parte de su obra en documentos», como
asegura al describir las Casas Consistoriales, y refiriéndose al archivo ubi-
cado en las mismas dice que conserva «multitud de documentos, que mu-
chos alcanzan la conquista de Córdoba, y son, no solo interesantes para su
historia sino para la general de España». Y confiesa haber sacado de allí «la
mayor parte de estos apuntes», al tiempo que le ha complacido «ver el
cuidado con que se custodia tan rico y respetable tesoro» 22.
Tampoco se puede olvidar que el título completo de la obra es Paseos
por Córdoba, ó sean apuntes para su historia. ‘Apuntes’, es decir, «asiento o
nota que se hace por escrito de algo», según la segunda acepción que el
DRAE da a esa palabra. Y es que el propósito del autor fue «suministrar
copiosos materiales» a quienes pretendiesen abordar una historia de Córdo-
ba. La propia Biblioteca Municipal advierte en el apartado específico que
dedica a los Paseos en su web que «no se trata exactamente de una obra de
historia, no en vano Ramírez de Arellano no fue un historiador, pero cual-
quier investigador de la historia local (la) ha estudiado profusamente».

…Y ALGUNOS JUICIOS SOBRE LA OBRA

Salcedo Hierro estima que Antonio Jaén Morente (Córdoba, 1879-San


José, Puerto Rico, 1964) trató los Paseos «con demasiado rigor, aunque no
lo privó de figurar en la nómina de libros recomendados para el conoci-

21
Epílogo de Paseos, edición ilustrada (2001), t. II, p. 480.
22
Así lo recoge el historiador y profesor de enseñanza secundaria José Luis Casas Sánchez
en su Estudio de la Historiografía sobre Córdoba y provincia (1700-1936), publicado por la
Caja Provincial de Ahorros en 1992. Allí encuadra la obra de don Teodomiro en el
apartado «La seudohistoria de Córdoba», p. 71.

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FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

miento de la ciudad», faltaría más, calificando el libro de «confuso e in-


completo, efectivamente llevaba razón» 23, confusión que el mismo Salcedo
trató de remediar con la adición de epígrafes, al igual que hizo la edición
del diario Córdoba. La cita completa de Jaén Morente figura en su Historia
de Córdoba y dice así:
Don Teodomiro hizo, entre otras cosas, los Paseos por Córdoba.
Ocultó cuidadosamente las fuentes; mezcló allí lo divino y lo hu-
mano; hizo un libro confuso, incompleto (no trató de la Catedral),
en el que no hay nada personal suyo. Sálvale su gran amor a Cór-
doba 24.
El culto lingüista y crítico literario Feliciano Delgado salva los Paseos
entre toda la producción de don Teodomiro. Refiriéndose a él dice que
«autor de artículos de periódico, teatro, zarzuela, poesía, romances históri-
cos cordobeses, solo queda su memoria por su obra Paseos por Córdoba
(1973)» Lo califica como «libro de evocación romántica donde mezcla lo
histórico con lo ficticio, lo real se junta con lo imaginario sin distinción ni
crítica», que «se lee con gusto y curiosidad». 25
En la web de Cecosam —la empresa municipal que gestiona los ce-
menterios—, en su apartado «Habitantes [sic] ilustres» del camposanto,
figura una aquilatada síntesis biográfica de don Teodomiro, en la que pue-
de leerse que «fruto de su gran afición por la historia escribe Paseos por
Córdoba, obra inconclusa en la que, haciendo gala de una enorme erudi-
ción, abordó un estudio pormenorizado de los principales hechos y acon-
tecimientos acaecidos en cada uno de los rincones de la ciudad de Córdo-
ba a lo largo de toda su existencia», y, coincidiendo con F. Delgado, añade
que «es, sin duda alguna, la obra por la que Teodomiro Ramírez de Are-
llano es recordado hoy».
Llama la atención que siendo contemporáneo el prolífico periodista
Ricardo de Montis (1871-1941) se limite a citarlo en sus Notas cordobesas
de esta escueta forma: «Don Teodomiro Ramírez de Arellano empezó a

23
Cita recogida por Salcedo Hierro en el prólogo de la edición ilustrada (2001), tomo I,
p. VII.
24
JAÉN MORENTE, Antonio: Historia de Córdoba, 4ª ed., Librería Luque y Editorial
Everest, León 1971, p. 221. El profesor Manuel Toribio García, estudioso y biógrafo
de Jaén Morente, me indicó por e-mail, tras escuchar mi intervención, que «en todo
no acertó don Antonio».
25
DELGADO LEÓN, Feliciano: «La Literatura de Córdoba», en Córdoba capital, vol. 4,
Cultura y sociedad, coord. Márquez Cruz, Francisco Solano. Córdoba, 1995.

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CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

escribir y a editar la obra Paseos por Córdoba, que no pudo concluir, y ade-
más dio a luz una colección de Romances cordobeses». 26
A raíz de la muerte de don Teodomiro la nota necrológica que le dedi-
ca el Diario de Córdoba —en el que también colaboró— dice a propósito
de su obra más conocida que como gran aficionado a la historia «hizo pro-
fundos estudios referentes a la vida de otras edades, y fruto de tales estu-
dios y de su erudición extraordinaria fueron interesantes escritos, entre los
que sobresale su curiosísima obra titulada Paseos por Córdoba, que no pudo
concluir por causas agenas (sic) a su voluntad» 27.
Muchos de los eruditos y cronistas que lo menosprecian consultan la
obra para sus trabajos o al menos la citan en las bibliografías o fuentes utili-
zadas. También constituye una habitual fuente de información y consulta
para los periodistas de ayer y de hoy. El historiador y académico Enrique
Aguilar Gavilán asevera que en los Paseos «muchos cordobeses aprendimos
a amar la tierra que nos vio nacer penetrando en ese mundo de tradiciones
y leyendas que con el correr del tiempo contribuyeron a modelar el alma
y el embrujo de esta incomparable urbe» 28.

FORMAS DE ORDENAR EL FARRAGOSO TEXTO DE LOS PASEOS

Es evidente que la redacción de los Paseos por Córdoba es farragosa, al


tratarse de unos textos carentes de epígrafes que guíen al lector en las bús-
quedas temáticas. Ese calificativo lo emplea ya Salcedo Hierro en 1973 al
prologar la segunda edición para justificar la incorporación de epígrafes,
como se ha dicho. «Consideré que la realización de unos epígrafes era
indispensable» porque, añade, «en las primitivas condiciones del libro, las
búsquedas de datos, fechas o descripciones eran casi imposibles o, cuando
menos, determinantes de una lamentable pérdida de tiempo» 29.
Los epígrafes se utilizan también, como se ha dicho, en la edición ilus-
trada del diario Córdoba (2001), insertados en el propio texto para facilitar
al lector la localización de los temas. Al final de cada tomo esos epígrafes
figuran ordenados por barrios en el correspondiente índice. Con el fin de

26
MONTIS ROMERO, Ricardo de: «Libros cordobeses», en Notas cordobesas, t. I, p.
106. Córdoba, 1989.
27
Diario de Córdoba, 18/05/1909.
28
«El marco histórico de los Paseos», epílogo de la edición ilustrada de Paseos por Córdoba
(2001), p. 460.
29
Prólogo de M. Salcedo Hierro, segunda ed., 1973, p. 10.

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FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

procurar más amenidad visual en esta edición se emplean también tenues


fondos de color (azul, rosa, amarillo ocre o verde, según temas) para mar-
car pasajes con entidad propia, históricos, biográficos, festivos, legendarios
y otros.
Con el mismo afán de facilitar el manejo de un libro tan leído y con-
sultado, el matrimonio José Murillo Rojas y Ángela Fernández Romero,
docentes ambos, publicaron en 2003, partiendo de la segunda edición de
Luque-Everest (1973), unos Índices para los Paseos por Córdoba de Teodomiro
Ramírez de Arellano 30, que comprenden realmente tres índices. En el pri-
mero, onomástico, figuran todos los nombres que aparecen en el libro
ordenados alfabéticamente con indicación de las páginas en que se citan.
El segundo es de carácter temático, y comienzan por academias, arroyos,
asilos, cafés, castillos y así hasta una cuarentena larga de grupos, entre los
que figuran los libros citados en los Paseos —lo que nos proporciona otro
indicio de probables obras consultadas—, ordenados tanto por títulos co-
mo por autores. El tercer índice se refiere a los topónimos callejeros, en el
que figuran todos los que han tenido; a título de mero ejemplo, de la calle
Ambrosio de Morales se indican también los nombres que tuvo en el pa-
sado, como Cabildo Viejo, del Corpus y Cuesta de San Benito.
Un trabajo arduo de mucha paciencia y precisión que facilita la locali-
zación y consulta puntuales tanto a investigadores como a curiosos. Se
trata de una «herramienta útil», como la considera el prologuista, Julián
Hurtado de Molina, herramienta que muchos lectores y consultores de la
obra agradecen.

LA VERSIÓN DIGITALIZADA DE LA BIBLIOTECA MUNICIPAL

El vertiginoso desarrollo de la informática y sus aplicaciones han pro-


porcionado otra forma, instantánea y rápida, de acceder al contenido de
los Paseos a través de la página web de la Red Municipal de Bibliotecas de
Córdoba (RMBC), que entre sus ‘Fondos digitalizados’, como reza la
pestaña, incluye dicha obra. Para facilitar el acceso a su contenido la citada
Red ha digitalizado la edición original —tanto los tres tomos publicados
como el cuarto inconcluso y mecanografiado que no vio la luz— que
conserva en sus fondos y pone a disposición de lectores e investigadores en

30
Publicada en 2003 bajo el amparo de la Fundación Cristo de las Mercedes de Córdoba.
Consta de 154 pp. y se completa con la relación de obispos cordobeses, tanto en or-
den cronológico como en el alfabético.

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versiones PDF y EPUB, tanto el texto completo como los paseos diferen-
ciados por barrios.
Un aspecto muy interesante que agiliza enormemente las consultas
puntuales es que al tratarse de documentos en formato de texto se pueden
realizar búsquedas dentro de ellos. 31 También se han creado ‘saltos de pá-
gina’ para que las de la obra digitalizada coincida con las de la obra repro-
ducida, que es la edición de 1973. El paciente y cuidadoso autor de ese
trabajo ha sido el funcionario municipal Juan Manuel Zurita Contreras,
ayudante de Biblioteca. Pero no se ha limitado a la mera digitalización del
texto, pues, según indica la información colgada en la web, «hemos tradu-
cido al nomenclátor actual algunos nombres de calles que la mayoría de los
lectores actuales no sabrían ubicar. También hemos insertado enlaces a
imágenes o al mapa de Google para facilitar igualmente el reconocer los
lugares citados en la obra», un recurso muy interesante para pasear por
Córdoba de forma virtual. También se ha confeccionado un plano de
Córdoba en Google Maps en el que se sitúan muchos de los hitos men-
cionados en los Paseos, que se pueden abrir desde el enlace que figura en la
página de descarga. ¡Ay, si don Teodomiro levantara la cabeza!
Y es que una Biblioteca moderna, como la municipal, que hoy se de-
nomina oficialmente Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba y dirige
Rafael Ruiz Pérez es algo más que un almacén de libros para leer en sus
modernas y amplias instalaciones o llevarse a casa en calidad de préstamo;
es un centro cultural vivo y dinámico con diversidad de actividades en
torno al libro y el fomento de la lectura, no hay más que asomarse a su
página web, que sorprende por su variedad de contenidos, propuestas y
enlaces.
En la pestaña ‘Fondos digitalizados’, por ejemplo, profesores, investiga-
dores y simples curiosos pueden también consultar apartados de carteles,
fotografías, postales, grabados, manuscritos, partituras, planos, callejero,
folletos y libros, entre ellos, especialmente, las Notas cordobesas, de Ricardo
de Montis, y los Paseos por Córdoba, de don Teodomiro. Todos estos re-
cursos, que se pueden consultar o bajar y guardar desde casa con simples
clics ahorran a los usuarios muchos paseos, lo que, paradójicamente, dis-
minuye la estancia presencial en las instalaciones de la biblioteca.
Pero la producción publicada de don Teodomiro aún no está comple-
ta. El director de la Red Municipal de Bibliotecas, Rafael Ruiz, ha tenido

31
Mediante la herramienta de búsqueda del programa visor (Acrobat Reader o similar).

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FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

la gentileza de mostrarme una caja con manuscritos y notas de reciente


adquisición, pendientes de examinar por un especialista, que seguramente
depare nuevas aportaciones a su producción hasta ahora conocida.

EL ENTORNO HISTÓRICO, ARTÍSTICO Y URBANÍSTICO DE LOS PASEOS

Curiosamente, las primeras entregas de los Paseos a comienzos de abril


de 1873 coinciden con la inauguración del Gran Teatro, que abre sus
puertas el 23 de abril del mismo año con la ópera Martha, música de Frie-
drich von Flotow. El alcalde de Córdoba es Carlos Barrena Breñosa, un
comerciante miembro del Partido Progresista, que el 4 de septiembre del
mismo año da paso a José Carrillo Mebroni, un regidor efímero que solo
permanece en el cargo cuatro meses.
En las Memorias de L. M. Ramírez de las Casas Deza 32, desarrolladas en
forma de anales, este médico erudito relata unas vivencias personales pesi-
mistas y amargas de ese año 1873 en Córdoba —penúltimo de su vida,
pues fallecería al año siguiente—, al escribir que «vivir en esta [nación] y en
el tiempo presente es una desgracia que no hay palabras con que lamentarla
bastantemente», pues considera que España, «sojuzgada por unos cuantos
estúpidos y malvados, ha llegado al colmo de la desventura», y como mo-
nárquico se muestra contrario a la República proclamada tras la abdicación
de Amadeo I de Saboya, y atribuye a la situación política que haya «más
atraso que nunca, más miseria que nunca, más desorden que nunca, más
partidos que nunca, anarquía en todas líneas y la nación sin saber cuál es su
muerte» 33. Una visión teñida de pesimismo en el ocaso de su vida.
La edición ilustrada (2001) añadió a la obra original aportaciones de
otras plumas en forma de epílogos acerca del contexto histórico, urbanísti-
co y artístico de la segunda mitad del siglo XIX, a cargo de los especialistas
y académicos Enrique Aguilar Gavilán, José Manuel Escobar Camacho y
José María Palencia Cerezo, sin olvidar la contribución sentimental, desde
la cercanía familiar, de su bisnieto, el pintor y escritor Mariano Aguayo.
La salida de los Paseos coincide con los primeros meses de la efímera I
República, proclamada el 12 de febrero de 1873, al final del llamado Sexe-

32
Así es como figura en portada el título del libro, cuyo enunciado completo es Biografía y
memorias especialmente literarias de Don Luis María Ramírez de las Casas Deza, entre los ar-
cades de Roma Ramilio Tartesiaco, individuo correspondiente de la Real Academia Española.
Facultad de Filosofía y Letras, Córdoba, 1977.
33
Ibid., pp. 314-315.

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CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

nio Democrático, iniciado en 1868 con la derrota de las tropas guberna-


mentales de Isabel II en la batalla del puente de Alcolea por las fuerzas del
general Serrano, que desembocó en la Gloriosa Revolución y terminó en
diciembre del 1874 con el pronunciamiento militar en Sagunto del general
Martínez Campos, que dio paso a la Restauración borbónica en la persona
de Alfonso XII, estableciéndose así la monarquía constitucional. En una
población de 55.500 habitantes 34 y marcado carácter rural —pues más del
cincuenta por ciento de los cordobeses en edad laboral trabajaba en el cam-
po— despuntan en esos años algunas iniciativas empresariales como la Casa
Carbonell (1866), la fábrica de sombreros de José Sánchez Peña o la Banca
Pedro López. Aunque don Teodomiro lamenta la desaparición de los tela-
res de seda y la decadencia de los de lino, platería y otras manufacturas cau-
santes de crisis económicas que generan conflictividad laboral, coincidente
con la eclosión de un bandolerismo difícil de erradicar 35.
En el aspecto artístico los Paseos por Córdoba coinciden con una época
que desprecia el Barroco, como se ve en las valoraciones negativas de su
autor, especialmente cuando se refiere a los retablos que suele calificar «de
mal gusto artístico», aunque a juicio de José María Palencia «se suelen mo-
ver normalmente en un tono moderado que no raya nunca en lo irónico o
burlesco si las comparamos con las vertidas en algunos discursos lanzados
en la Córdoba de su época». Se asiste también a la demolición de edificios
de interés artístico como la Casa del Águila, en la plaza de Antón Cabrera
(hoy San Nicolás), y la de los Bañuelos, en Alfonso XIII esquina a la plaza
de Capuchinas. También mostraba su preocupación por los usos sociales o
militares que se daban a edificios religiosos desamortizados. Pero al mismo
tiempo contempló el nacimiento de instituciones culturales como el Mu-
seo Provincial de Bellas Artes —entonces también de arqueología— en el
antiguo Hospital de la Caridad. Concluye Palencia valorando los Paseos
como «un documento indispensable para conocer el desarrollo de la acti-
vidad artística habida en la ciudad a lo largo del tiempo, muchas de cuyas
afirmaciones no han perdido todavía vigencia alguna» 36.

34
En el prólogo de la segunda edición (1973) Salcedo Hierro cifra exactamente en 55.448
los habitantes que tenía Córdoba en 1873, año del primer tomo de los Paseos.
35
Pinceladas históricas extraídas de «El marco histórico de los Paseos», texto epilogal re-
dactado por el profesor Enrique Aguilar Gavilán para la edición ilustrada de la obra
(2001), t. II, pp. 460-464.
36
Así lo afirma el autor citado en su artículo epilogal de la edición ilustrada de los Paseos
(2001) «El arte en la época de Teodomiro Ramírez de Arellano», t. II, pp. 473-478.

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FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

El historiador y académico José Manuel Escobar Camacho aborda en


otro texto epilogal las actuaciones urbanísticas en la época, entre otras, la
desaparición de murallas y puertas (Rincón, Gallegos, Andújar y Sevilla);
los ensanches y las alineaciones de vías urbanas, destacando la apertura del
paseo del Gran Capitán, primer paso para comunicar la ciudad con la esta-
ción de ferrocarril, inaugurada en 1859; y la creación de rondas y avenidas
sobre paseos y alamedas, como el Paseo de la Victoria, el Campo de la
Merced, la ronda de los Tejares, el Campo de San Antón y la ampliación
del Paseo de la Ribera 37, lo que se refleja en el plano de Córdoba se 1884,
realizado por Dionisio Casañal y Zapatero, oficial del Cuerpo de Topó-
grafos, por encargo del Ayuntamiento 38.

UNAS CATAS EN LAS PÁGINAS DEL LIBRO

No debo pasar de largo por el contenido de la obra aunque sea a gran-


des rasgos para no alargar excesivamente este trabajo. El erudito ilustrado
Teodomiro Ramírez de Arellano se convierte en cicerone de lujo para
todo lector que desee viajar a la Córdoba del último cuarto del siglo
XIX, época en que la ciudad se despereza de su inmovilismo de siglos y
rompe las murallas para apuntarse al progreso alentado por la llegada del
ferrocarril. Es grato dejarse llevar en su callejear por Córdoba y compartir
su admiración por los monumentos de la ciudad —siempre que no sean
barrocos, estilo que detesta desde su mentalidad ilustrada— a la par que
ameniza las rutas con leyendas y sucesos en buena parte extraídos de los
Casos notables de la ciudad de Córdoba 39 , cuya verosimilitud casi nunca
comparte.
En su deambular por los barrios el cronista va enhebrando cuanto le sa-
le al paso en calles y plazas. Desde el origen de un templo y sus transfor-
maciones a lo largo de los siglos hasta la edificación de una modesta ermi-
ta, pasando por el auge y decadencia de una devoción popular, la prolife-

37
Vid. «La imagen urbana de Córdoba en el siglo XIX», comentario epilogal de José
Manuel Escobar Camacho en la edición ilustrada (2001), t. II, p. 470.
38
Se puede ver y descargar en la web de la Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba,
desplegando la pestaña ‘fondos digitalizados’ > ‘planos y callejero’.
39
ANÓNIMO: Casos notables de la ciudad de Córdoba, tercera edición a cargo de Francisco
Baena Altolaguirre y la editorial Albolafia, Córdoba 2003. Se trata de una edición fac-
símil a partir de la primera, que había visto la luz en 1949 y que desde el siglo XVII
circuló en manuscritos. Aquella primera edición partía del manuscrito conservado en
la Real Academia de la Historia, de Madrid.

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ración de hospitalitos, los tesoros artísticos de parroquias y conventos, el


lamento por los monumentos que se destruyen o el embellecimiento de la
urbe por competentes corregidores frente a otros ineficaces que la destru-
yen desconsideradamente.
A lo largo de las páginas contemplamos los numerosos altares callejeros
que siembran la geografía urbana y que el gobernador Iznardi mandó su-
primir en 1841, coincidiendo precisamente con la llegada del alumbrado
público; las casas principales de las familias nobles asentadas en Córdoba
desde la conquista cristiana y sus linajes; el amargo lamento ante la incom-
prensible ruina de monumentos, como el santuario de los Mártires de la
Ribera, por citar un ejemplo entre muchos. Amargas sensaciones suscitará
también el relato sobre monumentos que don Teodomiro describe con
detalle y hoy son mero recuerdo, entre ellos no pocas iglesias, conventos y
palacios. Se mueve el autor por las calles principales de la vieja ciudad pero
también por las callejas y barreras más ignoradas para indagar el origen de
sus topónimos, relacionados a menudo con vecinos notables, con gremios
o con devociones populares.
Junto a todo ello también evoca grandes acontecimientos históricos
como la conquista cristiana de la ciudad árabe relatada con ritmo de guión
cinematográfico; las rivalidades que en la baja Edad Media y la Moderni-
dad enfrentaban a los nobles mientras el pueblo se amotinaba por la falta
de pan; los crueles autos de fe emprendidos por el temido Tribunal de la
Inquisición, página negra de nuestra historia, que a tantos desgraciados
inmoló en el Quemadero del Marrubial o ajustició en la Corredera, plaza
a cuya construcción y festejos asistimos, entre ellos los juegos de cañas en
honor de un rey o la insólita batalla naval en conmemoración de la de
Lepanto.
Asistimos también con horror al estrago causado por las epidemias de
peste que tan cruelmente azotaron a Córdoba, especialmente en el siglo
XVII, cuyo hospital de San Lázaro —donde se alza el periclitado Matade-
ro municipal— era insuficiente para atender a tantos enfermos, que a veces
confiaban en remedios sobrenaturales como los panecillos milagrosos de
san Nicolás de Tolentino. No pasa de largo don Teodomiro por los expo-
lios ni fechorías que perpetraron los invasores franceses, que hicieron leña
para calentarse o guisar el rancho de no pocos retablos, fabricaron proyec-
tiles de cañón con libros incunables de monasterios o transformaron en
pajar y alojamiento de bestias la iglesia de San Agustín. Procesiones, roga-
tivas, sermones conmovedores, corridas de toros y ejecuciones públicas

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FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

conviven en las páginas de los Paseos con el duende de la calle Almonas;


las brujas que celebraban aquelarres en el Panderete del barrio de Santiago;
la misteriosa desaparición de la hermosa hija del Corregidor de la Casaca
Blanca sepultada viva en el Palacio de Orive por la maldición de una ven-
gativa gitana, o la negra historia del cruel Antón de Juárez, al que aún se le
recuerda con una cruz, como otra cruz en el Rastro conmemora una san-
guinaria revuelta contra los judíos.
Tampoco faltan las apariciones milagrosas, entre las que sobresalen las
del Arcángel san Rafael, a quien el mismísimo Jesucristo encomienda la
guarda y custodia de la ciudad frente a calamidades como el Terremoto de
Lisboa de 1755; la exaltadora evocación de los numerosos mártires cristia-
nos cuyos huesos se veneran en su capilla de la parroquia de San Pedro; o
las fundaciones de conventos y capillas y capellanías por una aristocracia
que pretendía así asegurarse misas suficientes para su salvación eterna. No
olvida el autor la exaltación de cuantos cordobeses han brillado a lo largo
de la Historia de una ciudad que se proclama «casa de guerrera gente y de
sabiduría clara fuente», como reza el mote heráldico. Y es que las páginas
de los Paseos por Córdoba ponen en pie todo un fresco que roza a veces el
realismo mágico por el que desfilan héroes y villanos, santos y pecadores,
vidas ejemplares junto a otras menos edificantes, reflejo de la vida misma,
con sus grandezas y sus miserias.
Contemplamos también la génesis y transformación de espacios públi-
cos tan emblemáticos como la Corredera; el paseo del Gran capitán, ya
con su Gran Teatro inaugurado en 1973, el mismo año en que ve la luz el
primer tomo de los Paseos; los jardines de la Victoria; las instituciones cul-
turales que se acomodan en el antiguo Hospital de la Caridad en la plaza
del Potro; o el río, fuente de vida, entonces bien visible sin vegetación
asilvestrada que lo ocultase, como hoy. Y todo ello en una ciudad rural
rodeada de huertas surcadas por arroyos aún no embovedados, pero en la
que ya despuntan incipientes núcleos industriales en las zonas de Ollerías y
Campo de San Antón. Todo eso y muchos más encuentra el lector que se
sumerge en las páginas del libro más popular que se ha escrito en Córdo-
ba 40.

40
Este pasaje de ‘catas’ en las páginas del libro, redactado por el autor del presente trabajo
y coordinador de la edición ilustrada, se publicó en el diario Córdoba el 21 de abril de
2001, dentro de la campaña promocional de la edición en fascículos, distribuida a los
lectores con el periódico.

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Retrato de Teodomiro Ramírez de Arellano y Gu-


tiérrez de Salamanca pintado por su hijo Rafael. (Fo-
to M. Pijuán en la edición de 2001).

PERFIL BIOGRÁFICO DEL AUTOR

Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez de Salamanca nació en


Cádiz el 10 de noviembre de 1828. Era hijo de Antonio Ramírez de Are-
llano y Baena, que fue diputado en las Cortes de Cádiz. Hermanos suyos
fueron Carlos y Feliciano, éste, Marqués de la Fuensanta del Valle. Cuan-
do tenía cinco años su familia se trasladó a Córdoba. Estudió en el Colegio
de la Asunción y cursó la carrera de Magisterio en Córdoba y Madrid.
En 1854, con veintiséis años, contrajo matrimonio con Rafaela Díaz de
Morales y Pérez de Barradas. Fueron padres de dos hijos, Rafael y Teo-

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domira 41. Don Teodomiro no ejerció la docencia, pues prefirió buscar el


sustento en la Administración, como oficial del Gobierno Civil, primero
en Córdoba y luego en Sevilla, y más tarde como secretario en los gobier-
nos civiles de Ciudad Real, Jaén, Alicante, Murcia y Sevilla, donde se
jubiló el 27 de septiembre de 1896, en que volvió a Córdoba, con 68
años, y aquí vivió ya hasta su muerte.
Es admirable que tan ajetreada vida laboral no le impidiera atender
otras actividades de su interés, entre ellas su vocación de escritor y perio-
dista y la vinculación con la Real Academia de Córdoba, en la que ingresó
en 1860, alcanzando en 1904 la dirección de la misma tras la muerte del
insigne escritor Francisco de Borja Pavón López. También perteneció a la
Comisión Provincial de Monumentos, en la que llegó a ostentar la vice-
presidencia. Desde 1883 fue miembro correspondiente de la Real Acade-
mia de la Historia. Como periodista, fundó y dirigió La Crónica y colaboró
activamente en el diario La Provincia, ambos de Córdoba. Sus escritos en
prensa destacan por su defensa de la libertad de expresión y por la crítica
aguda y contundente, desde su posición liberal, a las instituciones y orga-
nismos oficiales. Sus ideas políticas le animaron a participar en política
como miembro del Partido Liberal, bajo cuyas siglas obtuvo una conceja-
lía en el Ayuntamiento de Córdoba.
Una veintena de palabras le bastan a su bisnieto Mariano Aguayo para
definir su personalidad: «Vital, fácil escritor, liberal hasta los tuétanos, edi-
tor de periódicos, iluso productor de rosas, tierno, despreocupado y sen-
timental…» 42. Añade y admite que su bisabuelo era un hombre feo, por lo
que fue reacio a fotografiarse.
Entre sus obras figuran Tradiciones cordobesas, Córdoba, 1863; Leyendas y
tradiciones populares, Córdoba, 1877; Colección de documentos inéditos o raros y
curiosos para la historia de Córdoba, Córdoba, 1885; Crónica del tercer centenario
de la muerte del gran artista Pablo de Céspedes, Córdoba, 1909; Efemérides
cordobesas del siglo XIX, s.f., inacabado. No es muy conocida su faceta de
autor teatral, en la que, siguiendo a Salcedo Hierro, se encuadran los dra-
mas El árbol de la Esperanza, El corregidor de Toledo, en colaboración de Fer-
nández Ruano; Los hermanos Bañuelos, en colaboración con Alcalde Valla-

41
En su epílogo a la edición de los Paseos ilustrados (2001) su bisnieto Mariano Aguayo
apunta que «aún tuvo don Teodomiro un hijo más, que falleció niño», según deduce
de una elegía con la que se abre el álbum de autógrafos de la esposa del erudito.
42
«Mi bisabuelo Teodomiro», por Mariano Aguayo, texto epilogal de la edición ilustrada
(2001), t. II, p. 480.

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CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

dares; La luz de la razón y Loca de amar. Para poner alguna sonrisa a tanto
drama se le conoce asimismo la comedia La cartera. También abordó la
zarzuela con la obra Todos hermanos, para niños, con música de Eduardo
León. Pero entre toda su producción destacan y perviven los Paseos por
Córdoba, su obra más leída y consultada.
Murió en Córdoba el 18 de mayo de 1909, y tras el funeral en la pa-
rroquia de San Pedro su cadáver fue inhumado en el cementerio de San
Rafael, departamento derecha del patio porticado de la entrada, fila segun-
da, número 46. Como curiosidad, hay que añadir que en el entierro portó
una de las cintas del ataúd el escultor Mateo Inurria, amigo del escritor.

OTROS PASEOS POR CÓRDOBA

La proyección de los Paseos por Córdoba de Ramírez de Arellano es


alargada en el tiempo, como la sombra del ciprés de Miguel Delibes. Son
varios los escritores y periodistas que han utilizado la fórmula en formatos
de diversa extensión. Entre ellos cabe destacar sobre todo al periodista
Rafael Gago Jiménez, que durante 32 años mantuvo con admirable perse-
verancia en el diario Córdoba la columna «Postal del día», que firmaba con
sus iniciales, R.G. Durante las décadas de los sesenta y setenta dedicó en la
misma cientos de artículos a recorrer la ciudad bajo el título de «Paseos por
Córdoba», que publicaba los domingos, a lo largo de los cuales describe
aspectos de la urbe y deja constancia de los problemas y abandonos que
encuentra a su paso, sin descartar la propuesta de sugerencias para mejorar-
la. Como muestra de aquellos paseos, reposados y descriptivos, valga un
mero párrafo:
Por el Paseo del Gran Capitán, nuestra gran vía sombreada por
hermoso arbolado, entramos por la calle Góngora, la que se llamó
primitivamente Huerto de los Limones, cuando buena parte de esta
zona era todavía huerta. Y vamos dejando a un lado la parte lateral
del llamado pomposamente ‘Palacio de Justicia’, siempre en repara-
ción, y los centros que se abrieron en sus bajos, como la Casa de
Socoro, los Juzgados y la Sala Municipal de Arte… 43
Esos paseos dominicales merecen ser rescatados de la hemeroteca en un
libro, que nos permitiría conocer con cierto detalle la Córdoba del último
franquismo, periodo coincidente en gran parte con el mandato de los al-

43
Postal del Día. «Paseos por Córdoba», por R.G. (Rafael Gago), diario Córdoba,
10/09/1967.

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caldes Antonio Guzmán Reina y Antonio Alarcón Constant. Era Gago un


periodista tenaz, prudente, silencioso y observador, que gastó muchas sue-
las de zapatos pateando la ciudad para contar su realidad cotidiana. En esa
serie emuló con dignidad a don Teodomiro noventa años después de que
el erudito publicase los Paseos primigenios.
Años después, otro periodista, Juan Ojeda, publicó en Tendillas 7, «se-
manario cordobés de bolsillo», así denominado por su formato, una serie
de artículos sobre el mismo tema bajo el título «Nuevos paseos por Cór-
doba» 44. Crónicas impresionistas que lavan la cara a la vieja ciudad y ensa-
yan un costumbrismo moderno en el que están muy presentes ciertas dosis
de ironía desmitificadora.
Inspirándose en el título de don Teodomiro, el historiador y escritor
Juan José Primo Jurado publicó en la editorial Almuzara (2005) Paseando
por Córdoba, paisajes y personajes; un libro, como dice el autor, «para ser leí-
do por cordobeses o por no cordobeses que quieran conocer y entender
Córdoba», en el que se repasa la evolución urbana de la ciudad, sus calles y
plazas, jardines y murallas, iglesias y conventos, estatuas y triunfos, sin olvi-
dar el Puente Romano y su entorno ni la Mezquita-Catedral, que se com-
plementa con un centenar de personajes ordenados cronológicamente 45.
Más recientemente, en 2013, el historiador y académico Manuel García
Parody publicó el libro Nuevos paseos por Córdoba 46, que, según propia
confesión del autor, «tiene el atrevimiento de retomar la idea de don Teo-
domiro pero situándola en la Córdoba de los albores del siglo XXI» con la
aspiración de que sus páginas sean «unas manos invisibles que ayuden a
quienes quieran asirse a ellas para no perderse por los vericuetos de una de
las ciudades más antiguas de Occidente y seguir sus caminos para descubrir
lo mucho que encierra» 47. Tras una introducción histórica, el autor estruc-
tura su obra en cinco paseos: la Axerquía Norte, que discurre de Capuchi-
nos a San Lorenzo; la Axerquía Sur, de la Magdalena a San Pablo; la Villa,
de la Trinidad a la Virgen de los Faroles; la Judería, de Ibn Hazam a Ave-
rroes, y la Mezquita, a secas.

44
La serie se publicó semanalmente entre el 22 de septiembre de 1979 y el 14 de junio de
1980.
45
PRIMO JURADO, Juan José: Paseando por Córdoba, paisajes y personajes, editorial Al-
muzara, Córdoba, 2005, 208 pp..
46
GARCÍA PARODY, Manuel: Nuevos Paseos por Córdoba, editorial Renacimiento,
Sevilla 2013, 274 pp.
47
Ibid., p. 7.

552 BRAC, 173, I (2024) 527-554


CIENTO CINCUENTA AÑOS DEL LIBRO PASEOS POR CÓRDOBA

Paseos por Córdoba es una herramienta habitual a la que recurren los do-
centes como fuente documental para trabajos escolares o como guía para
diseñar recorridos por los barrios, que inculquen a sus alumnos el conoci-
miento de la ciudad, del que se derive el amor a la misma y la defensa de
su patrimonio cultural en todas sus vertientes.
El libro de don Teodomiro ha inspirado también un ciclo de conferen-
cias organizado por la Fundación Pro Real Academia de Córdoba en no-
viembre de 2023 bajo el título «Callejeando por los barrios del casco histó-
rico», recorridos descriptivos a cargo de periodistas 48 cuyos trabajos se re-
copilarán en un libro ilustrado de igual título que se incluirá en la colec-
ción que lleva precisamente el nombre de ‘Teodomiro Ramírez de Are-
llano’. Ciclo y libro se suman así a la conmemoración de los 150 años de
la publicación del primer tomo de los Paseos.
La Red Municipal de Bibliotecas indica en su web, con relación a esta
obra, que en 2008 «vio la luz un interesante proyecto consistente en el vol-
cado a una página web disponible en internet construida mediante la tecno-
logía wiki (al modo de la wikipedia) del texto completo de los Paseos por
Córdoba», que desarrolló una empresa cordobesa subvencionada por la Con-
sejería de Innovación, Ciencia y Empresa, aunque aquella web (http:
www.bibliotecadecordoba.com) no está operativa desde hace tiempo. Con-
fiando en la colaboración de los internautas pretendía construir una especie
de «enciclopedia de los Paseos», con artículos dedicados a cuantos lugares y
personas se citan en la obra 49. Una interesante iniciativa que no se culminó.
48
El ciclo, patrocinado por la Fundación Cajasur, se celebró los días 13, 14, 15, 17 y 20 de
noviembre, con participación de los periodistas Carlos Miraz («El Centro Comercial,
una historia ataviada de escaparates»); Manuel Fernández («San Miguel-Capuchinos, el
corazón medieval de Córdoba»); Francisco Javier Cantador («La Trinidad, bajo la mirada
de Góngora» y «El Salvador-La Compañía, mucho más que la huella jesuita»); Félix Ruiz
Cardador («El barrio de la Catedral o el laberinto infinito del poder y el espíritu»); Matil-
de Cabello («San Francisco, de curtidores, armeros y calceteros»); Jesús Cabrera («San
Pedro, algo más que una parroquia y una plaza»); Antonio Varo Pineda («La Magdalena,
regreso al barrio» y «Santiago, geometría de sol y viento»); Rosa Luque Reyes («San An-
drés-San Pablo, alma de pueblo a un paso de Las Tendillas»); Francisco Solano Márquez
—también coordinador de la actividad— («San Lorenzo y su torre, balcón de la Ajer-
quía»), y José Luis Blasco («Santa Marina, cuna de tradiciones populares»). Al libro se in-
corporan «El Alcázar Viejo, un arrabal entre murallas y patios», por el arquitecto Rafael
Cabello Montoro —autor de una tesis doctoral sobre el barrio—, así como anexos, a
continuación de cada barrio, con breve explicación de sus topónimos callejeros, por
Francisco Román Morales, licenciado en Historia y especialista en el tema.
49
Añade la web de la RMBC que los restos de aquel proyecto se pueden consultar en
Internet Archive, aunque sin posibilidad de ampliación ni mejora.

BRAC, 173, I (2024) 527-554 553


FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ CRUZ

Pese a las críticas y valoraciones despectivas que han soportado, los Pa-
seos de don Teodomiro es una obra a la que recurren eruditos, periodistas
y lectores en general, y especialmente docentes, que la utilizan como
fuente documental para trabajos escolares o como guía para diseñar reco-
rridos por los barrios, que inculquen a sus alumnos el conocimiento de la
ciudad en la que habitan, del que se derive el amor a la misma y la defensa
de su patrimonio cultural. Nunca imaginó don Teodomiro que su obra
tuviese tan larga vigencia y proyección, pues 150 años después de su pu-
blicación sigue plenamente viva.

554 BRAC, 173, I (2024) 527-554


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

Andreina Bianchini
Académica Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Este trabajo propone dar una amplia visión de la obra y pen-
samiento del Maquiavelo en su contexto histórico, enfatizando su
Necesidad.
importancia para la fundación del pensamiento político moderno y
Virtus.
Fortuna. mostrando cómo, en los cinco siglos desde su muerte, ha sido al
República. centro de la reflexión sobre el arte de gobernar, en contraste con la
Libertad. «leyenda negra» en torno a su nombre en la imaginación popular.

ABSTRACT

KEYWORDS This paper proposes a broad vision of the works and thought
of Machiavelli in historical context, emphasizing his importance for
Necessity.
the post-Renaissance approach to politics and showing how, in the
Virtus.
Fortune. five centuries since his death, he has remained central to discus-
Republic. sions of political theory in contrast with the black legend that sur-
Liberty. rounds his name in the popular imagination.

… y por esta cosa, después de leerla, se vería


que los quince años que dediqué al estudio del arte
del Estado no los pasé durmiendo ni jugando;
y a cualquiera debería resultarle agradable
servirse de alguien que a expensas de otros
estuviera lleno de experiencia.
(Carta a Francesco Vettori del 10 diciembre del 1513).
Maquiavelo es, actualmente, un personaje de invención
(Riccardo Bruscagli en Machiavelli, 2008)

L a idea de escribir este ensayo germinó por


casualidad en un lugar ameno, no muy lejos
de Florencia, en la pequeña quinta que fue
de Maquiavelo, donde se había retirado por un pe-
riodo después del 1512. Estaba con Ana Padilla, de-
lante del escritorio donde Maquiavelo escribió el
Boletín de la Real Academia
Príncipe, los Discursos, y mucha de su famosísima co-
de Córdoba. rrespondencia, y nació la idea de presentar, en

BRAC, 173, I (2024) 555-582 555


ANDREINA BIANCHINI

Córdoba, una perspectiva de Maquiavelo más conforme a la que se tiene


en su tierra.
Una tarea atrevida para un modesto trabajo divulgador (cuento con la
indulgencia de los especialistas) porque sería necesario un volumen, no un
artículo, para hacer justicia a tema tan grande.
Una tarea atrevida también porque, como observó el filósofo francés
estudioso de Maquiavelo, Claude Lefort, es inútil tratar de contrastar al
uso común, aún si tiene poco que ver con quien era de verdad esta extra-
ordinaria figura histórica, y con lo que verdaderamente hizo y dijo en su
vida 1.
Ahora, más bien que lanzarnos directamente en una discusión de las
ideas y del método, proto-científico y revolucionario de Maquiavelo,
conviene tener presentes algunas informaciones menos notorias. Informa-
ciones que, por sí mismas, ya empezarán a sembrar algunas dudas sobre el
estereotipo granítico que en la realidad está tan lejos de echar luz sobre
este florentino, humanista, historiador, dramaturgo, poeta, y pensador,
cuyas obras son un parteaguas en la reflexión occidental sobre la política.
Porque con Maquiavelo entramos de lleno en la modernidad como en un
improviso baño frio. Y «no sólo», para volver a citar a Le Fort, «porque se
lo considera uno de los fundadores de la moderna teoría política, sino por-
que la realidad sigue dando razón a su análisis de la acción política», y por-
que, como escribe Félix Gilbert, nunca podremos volver a conceptos de
política que existían antes de que Maquiavelo escribiera 2.
Dejando pues al lado por un momento el Príncipe y su obra maestra,
Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, echemos una rápida ojeada
al cuadro general de sus escritos y al periodo histórico y al lugar, al humus
desde el cual brotó.
Aparte los especialistas, pocos saben que Maquiavelo escribió una can-
tidad de obras importantes que ocupan millares de páginas, y que estas
páginas incluyen la comedia más lograda del Quinientos italiano, La Man-
drágora, y miles (algo más de 6.000) despachos diplomáticos de sus casi 15
años de intensa actividad política y diplomática como secretario de la se-

1
Véase Claude Lefort, Maquiavelo: Lecturas de lo político, Madrid, Trotta, 2020 (2010).
(Título original: Le travail de l’oeuvre Machiavel, 1972).
2
Felix Gilbert, Machiavelli and Guicciardini: politics and History in Sixteenth Century Florence.
New York, Norton, 1984 (Princeton University Press, 1965), 200: «We can never re-
turn to concepts of politics which existed before Machiavelli wrote».

556 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

gunda cancillería de la república florentina, encargado entre otras cosas de


relaciones con el extranjero; que ha escrito una brillante historia de Flo-
rencia que abarca más de un milenio, y que ha escrito, post res perditas 3, un
diálogo titulado el Arte de la guerra, importante tratado político que fue
impreso bien siete veces en el curso del siglo XVI, inclusive en España 4, y
centenares de cartas privadas, de las cuales más de 300 conservadas, cartas
de él y a él que constituyen testimonios clave de la época y que nos dan
un retrato auténtico del hombre, del amigo, del amante de quizás dema-
siadas mujeres, del padre de sus hijos y hombre de familia. Una de estas
cartas, muy famosa y leída en los colegios italianos, aparece aquí como
Apéndice I. El crítico norteamericano William J. Connell la ha designado
como la carta más famosa de la historia moderna 5.
La colección más reciente de las obras completas ha salido en el curso
de una docena de años en una prestigiosa edición nacional, que consiste
en seis volúmenes articulados en nada menos que diecinueve tomos. De
éstos, siete están dedicados a las legaciones, los escritos diplomáticos de
todo tipo que escribió durante su periodo de actividad política. (Se dice
que los despachos de sus legaciones tenían algo de legendario entre sus
colaboradores y que los dejaban admirados por el análisis y maestría políti-
ca diplomática y narrativa). Además, desde el 2015 tenemos, por la editora
Treccani, una enciclopedia maquiaveliana en tres corpulentos volúmenes.
Una reseña bibliográfica, obra de Alessandro Arienzo con Artemio En-
zo Baldini y Claudia Favero, apéndice a una impresión del 2022 de las

3
Expresión empleada por Maquiavelo en una carta para indicar el periodo después del
1512. Todas las obras mayores de Maquiavelo fueron escritos post res perditas.
4
Véase Victoria Pineda, «Maquiavelo en España: versiones poco exploradas del Arte della
guerra», Studia Aurea, 17, 2023: 439-479. Todas las obras de Nicolás Maquiavelo están
disponibles en español en modernas ediciones. Para las citaciones de El Príncipe he uti-
lizado la edición de Espasa Libros del 2021 (duodécima impresión) de la traducción y
notas de Eli Leonetti Jungl, con introd. de Giuliano Procacci, y para los Discursos, una
traducción publicada por Amazon en Francia, sin indicación del traductor ni del año
de publicación.
5
Véase William J. Connell, «La lettera di Machiavelli a Vettori del 10 dicembre 1513» in
Machiavelli nel Rinascimento italiano, Milano 2015, 51-93: «La lettera che il 10 dicembre
1513 Machiavelli invió a Francesco Vettori, con l’annuncio della stesura di un trattato
sui principati, è diventata la lettera più famosa della storia moderna. La sua fama è
paragonabile o superiore a quella di illustri precedenti quali la Settima Lettera di
Platone, la corrispondenza tra Pietro Abelardo e Elosia, la lettera di Dante a Can
Grande, e l’Ascesa al Monte Ventoso e l’Ad posteritatem epistola» di Francesco Petrarca,
51. (Artículo publicado originalmente en inglés en 2011.)

BRAC, 173, I (2024) 555-582 557


ANDREINA BIANCHINI

obras completas, que incluye sólo estudios publicados en los quince años
desde 2000 hasta 2015, contiene 1.125 entradas, una media de setenta y
cinco al año 6. Arienzo, profesor en la Universidad Federico II de Nápoles,
ha hecho también una versión digital —‘A Reference bibliography on Machia-
velli and Machiavellianisms (2000-2016)— que se puede actualizar fácilmen-
te. Cuando fue puesta al día el 17 de diciembre del 2019 tenía noventa y
dos páginas. Esto, sin tener en consideración todo lo que se ha escrito
entre los años 1550 y 1999.
En conclusión, la bibliografía sobre Maquiavelo es oceánica, y el interés
no da señas de disminuir. No hay autor o pensador importante de la tradi-
ción occidental que no se haya ocupado mucho o poco del Maquiavelo.
Como escribe Isaías Berlín en su famoso ensayo intitulado «La Originali-
dad de Maquiavelo», es un caso único, porque existen más de una veinte-
na de teorías principales diferentes sobre cómo interpretar el Príncipe y los
Discursos, y esto, a pesar de que Maquiavelo es elogiado por su prosa con-
cisa, seca y clara. Y por supuesto Berlín propone su propia y fascinante
interpretación, importante complemento a las demás 7.
En España también, como en toda Europa, ya desde la segunda mitad
del s. XVI no se ha dejado de tener en cuenta los escritos de Maquiavelo,
los cuales han condicionado las discusiones sobre cómo se debía gobernar,
aún si casi siempre se trataba de rebatirlo 8. En torno y a consecuencia de la
obra de Maquiavelo nace la misma idea de «ciencia política».
Pero sigamos otra pista. Echemos una ojeada al humus, al contexto, al
mundo de Maquiavelo, partiendo de algunas observaciones sobre su obra

6
En Niccolò Machiavelli, Tutte le Opere. Secondo l’edizione di Mario Martelli (1971), Firenze,
Bompiani, 2022 (2), 3095 – 3245.
7
Isaia Berlin, «The Originality of Machiavelli» in Against the Current. Princeton University
Press, 2013 (First edition Hogarth Press, 1979), 33-100. Para Berlín Maquiavelo llegó
a mostrar que la visión cristiana del mundo era incompatible con una manera realista y
eficaz de gobernar. Según Berlín «tocaba a alguien decirlo. Maquiavelo lo hizo», 83.
8
Véase la obra fundamental de J.A. Maravall, «Maquiavelo y el maquiavelismo en Espa-
ña», en Estudios del pensamiento español, Siglo XVII. Madrid. Ediciones Cultura Hispá-
nica, 1976, pp. 39-76. El ensayo había salido por primera vez en 1969. De especial re-
levancia son las obras de los jesuitas, y en particular, las de Ribadeneyra y Feijoo.
Véase también Gennaro Barbuto, «Los Jesuitas y el “príncipe” de Maquiavelo: de Ri-
badeneyra a Gracián. Paradigmas de la mediación», en Res Publica: Revista de Historia de
las Ideas Políticas (Madrid), 20 (1)2017: 125-140. La obra de Ribadeneyra —Tratado
de la Religión y virtudes que debe tener un Príncipe christiano para gobernar y conservar sus Es-
tados contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos de este tiempo enseñan’— famosísima,
tuvo muchas reimpresiones y traducciones in latín, francés e italiano.

558 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

maestra. Para el insigne crítico Giorgio Inglese, los Discursos sobre la Primera
Década de Tito Livio son «el texto más importante del pensamiento político
que se haya escrito en italiano; son la primera obra maestra de la historio-
grafía moderna» 9. Tienen la forma de un comentario libre, selectivo, que
parte de momentos significativos de la historia de Roma y otras historias
antiguas, y correspondencias con la situación del momento en Florencia,
en Italia y en Europa en general. Es una obra eximia del humanismo ita-
liano, otro testimonio más de la total compenetración de la antigüedad
clásica, que fue el filtro a través del cual se entendía la vida entre los italia-
nos del Renacimiento. Todos, no sólo los eruditos o los intelectuales, sino
también mercaderes y gente de variadas profesiones y oficios, leían y co-
nocían a los clásicos latinos y a las traducciones de muchos de los griegos.
El padre de Maquiavelo, doctor en leyes con una muy discreta biblioteca
de obras clásicas, lo inició en el estudio del latín a los siete años, y sabemos
que leyó a Cicerón, Plauto, Salustio, Floro, Tácito y Suetonio, y que co-
noció las traducciones que había, en latín o en vulgar, de Tucídides, Aris-
tóteles, Polibio, Plutarco, Apiano, Herodiano y Procopio 10 . Él mismo
tradujo a Terencio, y más impresionante, tenemos el autógrafo de su
transcripción integral del De Rerum natura de Lucrecio, cuya influencia en
la orientación de su perspectiva sobre el mundo no fue para nada insignifi-
cante 11.
Nótese que Maquiavelo escoge la primera década de Livio para su ma-
gistral comentario, justo porque es la parte de la historia que trata la fun-
dación de Roma y los primeros siglos de su existencia, primero bajo los
reyes, y luego, después de su expulsión, los célebres siglos de la República
Romana. En el Renacimiento, y entre lo humanistas, se consideraba el
periodo de la República romana el más glorioso, y no el que consideraban
su degeneración en impero. (Justo el opuesto de Dante y el concepto me-

9
Véase Niccolò Machiavelli, Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, intr. de Gennaro
Sasso, premisa al testo y notas de Giorgio Inglese. Avvertenza, 43.
10
Hay mucho escrito sobre hasta qué punto y de qué forma Maquiavelo pudo conocer
directamente a sus fuentes antiguos, incluso los griegos traducidos, y en cuáles de las
varias traducciones e impresiones, lo que no nos interesa explorar aquí. Baste decir
que resulta bastante evidente en sus obras que conoció a muchos de ellos, en latín di-
rectamente o en vulgar. De Aristóteles hubo muchas impresiones y probablemente lo
conoció con los comentarios de Santo Tomas traducidos por Acciauoli. Sobre su uso
profundo y original de Polibio véase Gennaro Sasso, Machiavelli e gli antichi, vol. I.
Roma, Ricciardi, 1987.
11
Cfr. Emanuele Cutinelli-Rendina, Introduzione a Machiavelli, Roma-Bari, 2016: «La
trascrizione lucreziana», 7-8.

BRAC, 173, I (2024) 555-582 559


ANDREINA BIANCHINI

dieval). Por lo tanto, no César, no Octaviano, sino Escipión, Catón, Lucio


Furio Camillo, Quinto Fabio Massimo, etc. Está aquí, en los tres libros de
los Discursos, que encontramos, a través de centenares de páginas, el más
auténtico y profundo retrato de su pensamiento sobre la política, y donde
emerge como un apasionado teórico y promovedor de la forma republica-
na de gobierno.
Hay que ver, pues, a Maquiavelo ubicado en su época, pero esa época
fue algo excepcional en el grande tapiz de la civilización occidental. Era el
Cuatrocientos y Quinientos italianos, período en el cual, a propósito, Es-
paña tiene un papel de protagonista. Y esto, y no sólo por los reyes catala-
nes del reino de Nápoles, por el papa español Alejandro VI y su hijo César
Borgia, por el advenimiento a la corona de Nápoles de Fernando el Cató-
lico en 1504 —del cual hay un retrato en el Príncipe— y por la presencia
de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán (del cual, en los Dis-
cursos, Maquiavelo menciona la ingratitud y mal trato que recibió a manos
de Fernando el Católico), sino también por el que va a tener el papel de-
terminante en el destino italiano, Carlos V, especialmente después del
Saco de Roma en 1527, y cuando, en 1530, con la derrota de la tercera
República florentina, se fija el destino político de Italia hasta 1861. El
reino de Nápoles pasará a ser parte de la corona española y las vicisitudes
italianas y españolas por un larguísimo periodo se entrelazan íntimamen-
te 12.
Mientras tanto, el comportamiento del papado y la corte papal compli-
caban inmensamente la situación y destino infausto de Italia. El papa espa-
ñol Rodrigo Borgia, es decir, Alejando VI —que ya para Savonarola era el
anticristo—, incrementó deliberadamente el poder temporal de la iglesia
imponiendo una nueva dirección a la política pontificia, y sostuvo la audaz
actividad de su hijo César Borgia enderezada a la expansión de su domi-
nio. El papa y la corte papal habían sido objeto de duras críticas ya desde
los tiempos de Dante, y luego de Boccaccio, —fíjense que el Decameron es
del 1350, el retrato del comportamiento de la corte papal que sale entre
otros lugares en la segunda novela de la primera jornada, sobre Abraham el
judío, es realmente impactante— y en la época de Maquiavelo estamos ya
150 años más adelante y el ambiente de la corte de Roma seguía constitu-
yendo un ejemplo de costumbres y práctica lamentables. Maquiavelo dice:

12
Sobre este tema puede ser de interés para el lector español el libro de Paul Larivaille, La
vida cotidiana en la Italia de Maquiavelo. Madrid, Hachette 1979.

560 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

«los italianos tenemos, por lo tanto, con la Iglesia y con los sacerdotes esta
primera obligación, de habernos vuelto sin religión y malos» 13.
Tal es la situación que, en primer libro de los Discursos, Maquiavelo lle-
ga a decir que si se tomara una nación como la Suiza, tan ordenada, recta
y bien organizada, y si se trasladara allá el papado, dentro de pocos años
dominaría el desorden, la corrupción y ruina del país 14.
Maquiavelo reconoce que los franciscanos y dominicos han salvado el
catolicismo en Italia, pero que tenían de negativo que apagaron el impulso
de rebelarse contra la autoridad de la iglesia, y por lo tanto la posibilidad
de poderla reformar.
Pero para Maquiavelo, entre las tragedias ocasionadas por el compor-
tamiento del papado «aún hay otro mayor que ha ocasionado nuestra rui-
na, y consiste en que la Iglesia ha tenido y tiene a Italia dividida». Porque
no fue suficientemente fuerte para afirmarse sobre todo el territorio, pero
lo era para impedir que otro lo hiciera. (Discursos, I, XII).
En fin, al centro de este tapiz histórico campean las ciudades estado ita-
lianas. Recordemos que la tipología de la ciudad estado fue también la
vigente en la Grecia clásica que había producido el milagro de Atenas y el
núcleo y fuente de toda la civilización occidental 15. Pues las ciudades esta-
do italianas con sus desbordantes caudales, con su típica organización social
económica-mercantil y política, detenían la mayor parte de las riquezas de
todo el occidente y habían financiado a deuda las monarquías inglesas y
francesas durante la guerra de los Cien Años. Como se sabe, «las asombro-
sas ciudades-estado […] habían hecho de Italia, durante los siglos XIV y
XV, el centro de Europa» 16. Y aunque la libre ciudad estado se estaba re-
velando, sin que la mayor parte de los italianos estuvieran dándose cuenta,
un modelo anacrónico ante la formación de los grandes estados nacionales,
13
Discursos, I, XII.
14
Ibidem. El mismo Guicciardini, aristocrático embajador de Clemente VII (otro papa
Medici) y voz más moderada que la de Maquiavelo, dijo que, si no tuviera que traba-
jar para el papado por sus intereses privados, se haría luterano, y no por la teología,
sino solo para hacer disminuir «toda esa caterva de malvados». Ricordi, n.º 28. Siendo
un clásico, hay muchas ediciones de los Ricordi di Guicciardini. Son numerados, y ge-
neralmente citados por el número. He utilizado la edición de Ricordi Diari Memorie,
Roma, Riuniti, 1981.
15
Y, como observa Alfonso Abbamondi en La Politica di Aristotele e Machiavelli (Rossano,
1911), Atenas también, al final de su periodo más glorioso, perdió su libertad.
16
James Burnham, The Machiavellians, Defenders of Freedom. Borough, Lume Books, 2020
(1943), 31.

BRAC, 173, I (2024) 555-582 561


ANDREINA BIANCHINI

su canto de cisne fue una época brillante en todos los ramos de la actividad
humana, aun si lo que más incide en la memoria popular no sean las insig-
nes obras de literatura, filología, historia, tratados de filosófica moral, in-
vestigación de la naturaleza, precursor de la incipiente nueva ciencia de
Galileo y Copérnico, sino los grandes artistas y arquitectos. Por-que allí
estaban Brunelleschi, Donatello, Ghiberti, Ghirlandaio, Raffaello, León
Batista Alberti y tantos otros. Maquiavelo era un contemporáneo, aunque
mucho más joven, de otros dos florentinos, Leonardo y Miguel Ángel, los
conocía, y estaba presente cuando en el 1504 colocaron la monumental
estatua del David en la plaza de la señoría, símbolo de Florencia como
triunfo de la inteligencia contra la fuerza bruta de sus múltiples enemigos.
Maquiavelo pasaba delante de él todos los días al entrar en su despacho en
el Palacio de la Señoría.
Después del Saco de Roma en 1527, los florentinos expulsaron por la
tercera vez a los Medici, y constituyeron la Tercera República. Sólo tres
años después se vieron asediados por las fuerzas del papa Clemente VII (un
Medici) y el emperador Carlos V. Sobre esto Guicciardini —humanista,
diplomático, amigo de Maquiavelo, autor de una monumental Historia de
Italia— escribió que no se podía imaginar que la república pudiera resistir
siete días, y en cambio resistió siete meses a un asedio sin esperanzas, con-
tra las fuerzas de Carlos V, españolas e imperiales, junto con las del Papa-
do, sin la posibilidad de recibir ayuda o alianzas 17. Miguel Ángel estaba
entre los defensores, y tuvo que esconderse después por muchos meses en
el subterráneo de la basílica de San Lorenzo para evitar la captura, espacios
muy de reciente abiertos por primera vez al público para ver los dibujos
que hizo en las paredes de su escondite.
En fin, la Italia de Maquiavelo era rica, culta, de inagotable talento y
creatividad, versada en todos los campos del saber humano, pero no de-
fendida. Se habían dedicado a todo menos a eso, una negligencia desastro-

17
Guicciardini, hablando de la fuerza de la fe, que dice es «credere con opinione ferma e
quasi certezza le cose che non sono ragionevole», da como ejemplo la defensa de la
Florencia de la tercera república: «Essempio a’ di’ nostri ne è grandissimo questa
ostinazione dei Fiorentini, che essendosi contro a ogni ragione messi a aspettare la
guerra del papa e imperadore, sanza speranza di alcuno soccorso di altri, disuniti e con
mille difficultà, hanno sostenuto in sulle mura già sette mesi gli eserciti, i quali non si
sarebbe creduto che avessino sostenuti sette dì [...]. Ricordi, n. 1. (italiano original ar-
caico.)

562 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

sa. De manera que cuando llegaron los «bárbaros» (así los llamaban) se
hundió y perdió su libertad 18.
Tal era la situación, caracterizada por la conflictividad de todos contra
todos entre las ciudades estados después de la muerte de Lorenzo el Magní-
fico, cuando en el año de 1494 Carlos VIII, rey de Francia, entró en Italia
con el fin de reconquistar el reino de Nápoles a los gobernadores aragone-
ses quienes, en 1442, lo habían quitado a los angevinos. Para hacerlo, Car-
los VIII tuvo que atravesar todo el territorio hasta Nápoles con su inmenso
ejército francés, inaugurando un período nefasto de conquista y ruina, y
causando un choque profundo e indeleble en la población de la península.
El conflicto permanente entre Francia y España que se desplegaba en Italia
por el control de ella llevó, al final, a la victoria de los españoles. En el rei-
no de Nápoles, las últimas resistencias francesas fueron derrotadas en 1504,
gracias al cordobés, el Gran Capitán. Ningún salvador nativo apareció para
poner fin «alla violenza da cui fu spezzata la possibilità di una storia
nazionale degli italiani» 19. Y, sin embargo, contemporáneamente, continúa
la actividad intelectual y artística, y justo allí estaba naciendo una manera
más realista de ver el mundo, enraizada en la experiencia y la observación
directa. Este fermento nos iba a llevar no solo al pensamiento de Leonardo
y Maquiavelo sino también, poco después, a Galileo y la ciencia moderna,
antes de ser sofocada temporáneamente, al menos en Italia y en España, por
la Contrarreforma, cuando el desarrollo de la ciencia y de la especulación
filosófica tuvo que trasladarse al norte de Europa.
En breve, el año del 1494 está recordado en la historia de Italia como
año clave, simbólico, del inicio de las desgracias que encontró su desenlace
treinta y tres años después en el Saco de Roma, y seguido, en el fatídico
1530, de la caída de la tercera república florentina, con las subsiguientes
desdichas que duraron más de 300 años.
Al momento de la entrada de Carlos VIII en 1494, los florentinos se
desechan de Piero —«Piero el Fatuo», hijo inepto de Lorenzo el Magnífi-
18
Cfr. en este respecto el comentario de Guicciardini en una carta a Maquiavelo sobre el
comportamiento de Clemente VII poco antes del Saco de Roma: «Nunca he visto a
nadie que cuando ve venir el mal tiempo, no haya intentado de alguna manera hacer
las cosas para cubrirse, excepto nosotros, que queremos esperarlo en medio de la calle
descubiertos», (traducción mía) citado por Maurizio Viroli, Il Sorriso di Machiavelli, Ba-
ri-Roma, 2016 (1998), 262. (De este libro, de muchísimo interés, existe una edición
en español, La Sonrisa de Maquiavelo, Barcelona, 2002.)
19
Giorgio Inglese, Per Machiavelli: l’arte dello stato, la cognizione delle storie. Roma, Carocci,
2023, 91.

BRAC, 173, I (2024) 555-582 563


ANDREINA BIANCHINI

co—, y declaran la república. Desde entonces hasta 1498, año de su con-


dena y ejecución, Savonarola —un reformador que precedió y fue más
radical que Lutero, especialmente social y políticamente— condiciona la
actividad del gobierno florentino desde entre bastidores. Su caída abrió la
puerta a un periodo excepcional en la vida de Maquiavelo.
Son, pues, los años 1498-1512 en los que Maquiavelo estaba justo en
medio de todo con su intensa actividad política y diplomática, que como
secretario de la segunda cancillería de la república lleva a cabo misiones en
la corte francesa, en Suiza, en las ciudades libres de Alemania, en la corte
de Maximiliano, en Roma, en todas las ciudades estado principales de
Italia. En los casi quince años de esta actividad política adquiere una expe-
riencia única inmortalizada en miles de reportajes y, obviamente, en todas
sus reflexiones sobre la política, sobre la importancia de tener una visión
de cómo están las cosas en el mundo real. Es la famosa verità effettuale, la
verdad efectiva 20, que para Maquiavelo consiste en un estado de conflicto,
en donde se debe escoger no entre el bien y el mal, sino entre la seguridad
y la ruina 21. Así lo había visto y vivido en un periodo de los más críticos
para su país.
Pero el ejemplar servicio político de Maquiavelo no hubo de durar. En
el 1512, por un acuerdo entre el papa Julio II y Fernando el Católico, las
tropas españolas saquean Prato, a las puertas de Florencia, la República
cae, y los Medici vuelven al poder 22. Poco después Maquiavelo estará de-
tenido por ser sospechoso, falsamente, de complacencia en una conjura-
ción contra ellos. Con la amnistía por la elección de León X (un Medici,
20
En el Cap. XV del Príncipe encontramos el famoso párrafo: «Pero siendo mi intención
escribir una cosa útil para quien esté en grado de entenderla, me ha parecido más con-
veniente perseguir la realidad efectual antes que la imagen artificial. Muchos han ima-
ginado repúblicas y principados que nunca han sido vistos ni conocidos en la realidad
[…]». Sobre la verità effettuale de Maquiavelo véase Carlo Ginzburg, «Intricate Rea-
dings: Machiavelli, Aristotle, Thomas Aquinas» Journal of the Warburg and Courtauld In-
stitutes, 2015, 78, 157-172: «His words echo the anti-Platonic overtones of the passage
from Aristotle which he had read in Bruni’s translation», 170. Singleton nos recuerda
que sea Aristóteles sea Santo Tomás (en su comentario) dicen que la verdad en los
asuntos prácticos se deduce de los hechos de la vida y hay que ponerse al examen de
ellos. Cfr. Charles S. Singleton en su artículo seminal «The Perspective of Art», Ken-
yon Review, 1953: 15, n. 2, 169-189.
21
Inglese, Per Machiavelli, 57.
22
Véase Quentin Skinner, Maquiavelo, Madrid, 2020 (1984): «los Medici venían de haber
reconquistado su ascendencia en Florencia por obra de un asombroso golpe de suerte
combinado con la imparable fuerza de las armas ajenas proporcionadas por Fernando el
Católico», 50.

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MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

hijo de Lorenzo el Magnífico), Maquiavelo vuelve a la libertad y se aísla


por un periodo a Sant’Andrea in Percussina, donde medita, escribe, pien-
sa, lee, y sufre la separación de la vida activa política. Luego empieza a
acudir a los Orti Oricellari, el salón literario más estimulante e importante
de la ciudad, donde lee a los jóvenes cultos de la ciudad parte de sus Dis-
cursos sobre la primera Década de Tito Livio, que está componiendo.
Después de estar relegado e ignorado, después de tanta amargura y pa-
ciencia, poco a poco alcanza una pequeña reivindicación en sus últimos
años, cuando le piden consejos y opiniones sobre la reorganización política
de Florencia bajo León X y Clemente VII (los dos papas Medici), y cuan-
do Clemente VII le comisiona una historia de Florencia, que ahora se
enumera entre sus obras mayores. Enseguida adquiere un puesto junto a
Guicciardini en los territorios del estado de la Iglesia en el periodo prece-
dente al Saco de Roma. (Mientras León X lo había recelado, su primo,
Clemente VII, lo apreciaba con cautela.)
Los meses dramáticos anteriores al Saco vieron a Guicciardini y a Ma-
quiavelo en una frenética, intensa y continua actividad para evitar la llega-
da de los españoles y los lanzichenecchi luteranos a Florencia (y lo lograron)
y a Roma (y fallecieron). Italia fue el fruto más precioso y deseado que
cayó en las manos de Carlos V, víctima del conflicto entre España y Fran-
cia, por una parte, por la ineptitud del papado y la ceguera de los gobier-
nos italianos por otra, que no vieron claro el momento histórico, y no
siguieron las directivas a los que muy claro lo veían todo como Maquiave-
lo y Guicciardini.
Murió Maquiavelo pocas semanas después en junio del mismo 1527.
La profunda reflexión política de Maquiavelo emerge de un crisol con
cuatro componentes: en primer lugar, el humanismo basado en la lectura de
autores clásicos antiguos; en segundo lugar, un entorno cultural de una vi-
vacidad impresionante; en tercer lugar, una experiencia política excepcional;
y finalmente, un ingenio al nivel de los más grandes de su siglo. Apoyado,
pues, en su experiencia directa en las cortes de Europa e Italia —Francia,
Maximiliano, el papado, Nápoles— y en su diálogo y debate virtual con los
antiguos —Cicerón, Livio, Salustio, Polibio, Plutarco, Tucídides, Aristóte-
les, Lucrecio y Tácito— forja un pensamiento único y original.
Ahora bien, los escritores medievales empezaban sus razonamientos en
los tratados llamados espejos de príncipes con consideraciones universales y
metafísicas sobre el designio de Dios para el hombre en la historia, la marcha

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ANDREINA BIANCHINI

hacia la perfección, la justicia, y la salvación, en un razonamiento piramidal.


Toda la tradición, aprendida entre otros en Aristóteles y en Santo Tomás,
daba por supuesto que la actividad política pertenecía al sector de las ciencias
morales. Sin abandonar ese concepto cardinal, los humanistas, en su revalo-
rización de los ideales clásicos para la conducta de la vida humana, titubea-
ban sin embargo sobre la visión trascendental de la política o se alejaban
implícitamente de ella con su enfoque antropocéntrico y conciencia de las
extraordinarias potencialidades para realizarse en este mundo que el hombre
tenía 23. Hay quien dice que Maquiavelo solo llevó la reflexión humanista a
sus conclusiones lógicas, dando un último lógico paso final. En efecto, Ma-
quiavelo entendía la política no como medio hacia la salvación o con refe-
rencia a una hipotética realidad transcendental, sino, como Aristóteles, co-
mo una ciencia que mira a establecer las reglas para regimentar el eterno
conflicto de intereses entre los componentes de la sociedad.
Los conflictos por el poder caracterizan la vida humana, con los poten-
tes que quieren ante todo prevalecer y dominar, y las clases populares que
no quieren sino vivir en paz y no ser dominados. Esto se lee en la Política
de Aristóteles y es acogido por Maquiavelo en el Príncipe y en los Discursos.
Sin embargo, él propone la idea nueva y controversia de que los conflictos
entre las clases populares y la clase senatorial hicieron más fuerte la Repú-
blica romana porque supieron llegar a compromisos y acomodaciones que
hicieron durar la etapa más gloriosa de ella por 300 años, inspirando una
lealtad y amor de patria que inspiró hazañas heroicas ejemplares. Cosa que
luego, después de los Gracchi, ya no sabían hacer, y comenzó la ruina de
la república con las guerras civiles. Este análisis original del carácter positi-
vo del conflicto entre las clases, al menos cuando era capaz de producir un
cierto equilibrio, suscitó non poco desconcierto entre sus contemporáneos
y en los siguientes siglos.
Los primeros capítulos del Príncipe, donde enumera y describe los dis-
tintos tipos de gobierno, hacen eco, por el estilo seco y fríamente analíti-
co, del Libro V de la Política de Aristóteles. Tan fuerte es el sabor aristoté-
lico de muchos pasajes que Schoppe, en el s. XVI, lo indicó como parte
de su defensa de Maquiavelo, y que llevaron a Bayle y más tarde a Naudé,
23
Para una excelente discusión del desarrollo de las ideas sobre la política antecedentes a
Maquiavelo, véase Skinner, The Foundations of Modern Political Thought, Vol. I: The Re-
naissance. Cambridge University Press, 2010 (2018): «Es evidente que la forma, las
preposiciones, y gran parte de la argumentación central del Príncipe lo hacen una con-
tribución reconocible a una tradición firmemente establecida del pensamiento del tar-
do Cuatrocientos», 129 (traducción mía).

566 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

a sostener que el florentino había plagiado nada menos que a Aristóteles 24.
Para nosotros lo importante es mostrar que las ideas de Maquiavelo, aun-
que vituperadas, tenían sus raíces en la cultura clásica antigua como tam-
bién en los comentaristas medievales, Santo Tomas in primis, pero que, al
mismo tiempo, en su desbordante originalidad, nunca adoptó o imitó, sin
más, lo que leía, sino que lo sometió todo a una reelaboración original que
Giorgio Inglese ha denominado «la tecnica di sviluppo razionale delle fon-
ti» 25 (la técnica del desarrollo racional de las fuentes), que se ve repetida-
mente en sus textos, sea que se tratase de Aristóteles, de Polibio, de Cice-
rón, o del mismo Livio que él comenta.
Ahora bien, se reconoce universalmente, junto al análisis rigoroso del
«arte de gobernar», que hay, en el Príncipe, algunos conceptos dominantes,
y en particular el de la necesidad, de la virtus, y de la fortuna, que ahora
consideraremos brevemente uno a uno. Sin embargo, si nuestra atención
se dirigiera principalmente a los Discursos, el concepto clave sería otra, sería
la libertad. La obra maestra de Maquiavelo es de una extensión y densidad
tal, que debe necesariamente quedar mayormente fuera de este pequeño
trabajo. Sin embargo, es notorio que la idea de la república como la mejor
forma de gobierno, idea que prevale en esa obra, no puede ser, y nunca
está, escindida de la necesaria condición de libertad, la que se interpreta
como la independencia del estado, libre del control de cualquier poder
exterior, y donde los ciudadanos se rigen con buenas leyes («buenas órde-
nes» es otra expresión maquiaveliana), y armas propias. Demos la pa-labra
a Quentin Skinner, uno de los expertos más autoritativos sobre Ma-
quiavelo: It would scarcely be an exaggeration to say that Machiavelli’s preoccupa-
tion with political liberty provides him with his basic theme in all three books of the
Discourses 26. (No sería una exageración decir que la preocupación de Ma-
quiavelo por la libertad política ocupa el tema fundamental de los tres
libros de los Discursos.) (Traducción propia)
Volviendo al Príncipe, pues, consideramos primero el problema de la
necesidad, que es el que ha producido los capítulos «del escándalo». Pero
primero conviene tener presente lo que muchas veces se olvida, y es que
la reflexión de Maquiavelo no trata la moral individual, del privado. Por lo
que se refiere a la moral individual, Maquiavelo no se aleja nunca de la

24
Sobre Schoppe (Scioppius, 1576 – 1649), Bayle y Naudé véase Carlo Ginzburg, op.cit.
158-160, y también Nondimanco, Milano, Adelphi, 2018, 34-36.
25
Inglese, Per Machiavelli, 79.
26
Skinner, Foundations, 158.

BRAC, 173, I (2024) 555-582 567


ANDREINA BIANCHINI

moralidad tradicional, nunca condonó alguna violación de la moralidad


individual, privada, y él mismo, en la conducta de su vida, fue reconocido
come un ejemplo de integridad. El malo siempre queda malo y llamado
con su nombre en Maquiavelo, aun cuando la necesidad impone al estado
o al príncipe de seguirlo.
Con el tema, pues, de la necesidad entramos en el famoso nondimanco 27
(el «no obstante») de Maquiavelo: la excepción a la regla, la derogación a
los principios impuesta por las circunstancias. Nada de revolucionario en
sí: en la casuística de los escolásticos y canonistas medievales hay el modo
simpliciter por una parte, con el que se define la ley general, y el secundum
quid, la dimensión que se refiere a una situación específica 28. Por lo demás
el mismo Aristóteles, en el principio de la Ética nicomáquea establece que
no puede haber reglas marmóreas y fijas en la ética del comportamiento
humano. Y, sin embargo, la aplicación original e hiperrealista que hace
Maquiavelo de esta manera de razonar ha causado no poco desconcierto.
Lo vemos por ejemplo en los Capítulos XVI-XIX justo donde pone al
examen el comportamiento moral del príncipe.
En el Cap. XVIII, Maquiavelo escribe:
cualquiera puede comprender lo loable que resulta en un príncipe
mantener la palabra dada y vivir con integridad y no con astucia
(aquí vemos la regla general o norma), no obstante (aquí el secundum
quid o sub condicione) la experiencia de nuestros tiempos demuestra
que los príncipes que han hecho grandes cosas son los que han dado
poca importancia a su palabra y han sabido embaucar la mente de
los hombres con su astucia, y al final han superado a los que han ac-
tuado con lealtad.
Luego da ejemplos de la historia reciente y sobre cómo la idea tradi-
cional de la importancia de siempre mantener la fe puede llevar a la ruina
del estado. Además, observa que «Alejandro VI nunca hizo otra cosa, nun-
ca pensó en otra cosa que en engañar a los hombres, y siempre encontró
material para poderlo hacer» (XVIII).

27
‘Nondimanco’ es una palabra ahora anticuada típica de la prosa del Quatrocientos de
Maquiavelo.
28
Para el nexo entre Maquiavelo y la casuística véase Ginzburg, Nondimanco, «Machiavelli,
l’eccezione e la regola», 19-42, e «Intricate Readings», 168: «In that text (Peri hermene-
ias, n.d.r.) translated by Boethius as De interpretatione, countless generations of students
learned the difference between [...] an absolute, atemporal dimension, and, on the
other hand, a dimension related to a specific time, - an opposition which Boethius
translated as simpliciter and secundum quid».

568 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

Más allá, en el mismo capítulo, escribe que «hay dos formas de comba-
tir, con las leyes y con la fuerza. La primera es propia del hombre, la se-
gunda de los bestias» (regla general). Y luego da todas las razones concretas
por las que el príncipe debe saber utilizar tanto el hombre como la bestia,
y de las bestias, el zorro y el león, es decir, la astucia y la fuerza, según las
circunstancias, y que los antiguos comunicaron esto «en forma encubierta»,
haciendo que Quiron el centauro —medio hombre, media bestia— fuera
quien educara a Aquiles y muchos otros príncipes. El ejemplo, famosísi-
mo, del zorro y del león, está en el De oficiis de Cicerón, pero Maquiavelo
—que no sigue nunca ciegamente lo que lee— le da un análisis opuesto.
Para Cicerón sea la manera de comportarse del león sea la del zorro era
negativa y reprobable, y especialmente la del zorro. Mientras vemos que
en Maquiavelo se hace positiva por necesaria.
Continúa en el Cap. XVIII diciendo que es útil «parecer piadoso, fiel,
humano, integro, religioso, y además serlo realmente (cursiva mía) pero a la
vez tener el ánimo dispuesto para poder y saber cambiar a la cualidad
opuesta, si es necesario». Y, como escribe algunas líneas después, «todos
pueden ver lo que pareces, pero pocos saben lo que eres». El príncipe de-
be «no separarse del bien, si puede, pero saber entrar en el mal, si es nece-
sario». Además, «en las acciones de todos los hombres, y máxime en las de
los príncipes, cuando no hay tribunal al que reclamar, se juzga por los
resultados». Concluye con una alusión a Fernando el Católico: «Un prín-
cipe de nuestro tiempo, cuyo nombre no conviene mencionar, predica
continuamente la paz y la lealtad, siendo en realidad enemigo de ambas;
de hecho, si hubiese observado tanto la una como la otra, habría perdido
repetidas veces el prestigio y el estado» 29. Pero todo esto se había anticipa-
do en el Cap. XV, después de haber enunciado la doctrina de la verità
effettuale: «Por eso, si un príncipe quiere perdurar, es necesario que aprenda
a no ser bueno, para luego servirse o no de esa capacidad, según la necesidad»
(cursiva mía).
Otro giro opuesto que da a una norma ciceroniana ocurre cuando con-
sidera si es mejor para un príncipe ser temido o amado. Esta cuestión está
tratada extensivamente en el Cap. XVII, donde vemos la famosa aserción
de la visión negativa de la naturaleza humana. Su razonamiento es éste:

29
En una carta a Guicciardini del 10 agosto del 1513, de Fernando el Católico Maquiave-
lo escribe que en él se encuentran más bien «astucia y buena fortuna» que «saber y
prudencia».

BRAC, 173, I (2024) 555-582 569


ANDREINA BIANCHINI

ambas cosas son deseables, pero [...] en el caso que haya que pres-
cindir de una de las dos, es más seguro ser temido que amado. Por-
que, en general, se puede afirmar que los hombres son ingratos, in-
constantes, falsos y fingidores, cobardes ante el peligro y ávidos de
riqueza; y mientras les beneficias, son todos tuyos [...] A los hom-
bres les da menos miedo atacar a uno que se hace amar que a uno
que se hace temer, porque el amor se basa en un vínculo de obliga-
ción que los hombres, por su maldad, rompen cada vez que se opo-
ne a su proprio provecho, mientras que el temor se basa en el mie-
do de un castigo que nunca te abandona. No obstante, el príncipe
debe hacerse temer de manera que, si no consigue el amor del pue-
blo, por lo menos evite su odio [...].
El «no obstante», una consideración fríamente racionalista y realista de
la verità effettuale, que permite cualquier derogación de la norma para poder
conservar la incolumidad del poder y del estado, es a su vez la única pro-
tección para la seguridad y prosperidad del pueblo que depende de la esta-
bilidad y paz del estado. En esta perspectiva, el bien y el mal, el vicio y la
virtud ya no se refieren a la trascendencia de un ordenamiento divino del
mundo, sino son vistos según su utilidad para el bien común, es decir,
como valores sociales 30.
Antes de Maquiavelo, la acción política se consideraba fruto de agere –
una manera de actuar que resulta de la voluntad y que atañe a la rectitud.
En cambio, el facere, la techne, el arte práctico, tanto en Aristóteles como en
Aquinas, era una actividad fuera del ámbito de la moral, que estaba, exclu-
sivamente, enfocada en la bondad del producto, del resultado, y no de la
bondad del agente 31. Por cierto, cuando Aristóteles dice en la Ética nico-
máquea, VI, que la producción (facere) no es igual a acción (agere), y que el
arte tiene que ver con la producción y no la acción, no estaba pensando
en el arte del gobierno. Ni pensaba en eso Santo Tomás, cuando, comen-
tando a Aristóteles, escribe en la Suma Teológica (I-II) que el arte no de-
pende del recto apetito. Por cierto, no estaban pensando en la política
cuando afirmaron que el arte, la techne, depende de la pericia del artesano,
no de su pensar honesto, y que depende exclusivamente del buen resulta-
do de su acción, y será juzgado solo por eso. A este propósito, es intere-

30
Ugo Dotti, Machiavelli rivoluzionario, Roma, Carocci, 2003, 20.
31
Estos conceptos se encuentran mayormente en la Ética Nicomáquea I y VI, y en los res-
pectivos comentarios de Santo Tomás, además que en la Suma Theologia I y II. Es su-
perfluo decir que la bibliografía que discute estos preceptos es tan oceánica como la
que atañe a Maquiavelo.

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MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

sante un ejemplo que lleva Maravall de un español que escribía en el 1556,


Furió Ceriol, consejero de Felipe II, el cual, sin mencionar a Maquiavelo,
escribió que se dice buen príncipe «como de un buen músico, el cual,
aunque sea gran bellaco, por saber perfectamente su profesión de músico,
es nombrado muy buen músico» (Maravall, 60). Su fuente o inspiración
pudo haber sido o el mismo Aristóteles o Santo Tomás. Por nuestra parte
podemos recordar el ejemplo de Caravaggio, que era un pintor divino
como nadie, pero también fue un asesino.
Ahora bien, ¿en qué consiste la asombrosa revolución llevada a cabo
por Maquiavelo? Fue transferir las cuestiones sobre la organización política
de los estados desde la esfera de la moral que pertenece a la bondad del
actor (donde pertenecía para Aristóteles y, siguiéndolo, para Santo Tomás
y todos los pensadores políticos hasta Maquiavelo), a la esfera del arte, que
pertenece a la bondad o eficacia del resultado. Singleton nos lo dice de
manera muy clara: Maquiavelo barajó las categorías 32. Barajó las categorías,
y haciéndolo, provocó una revolución en la historia del pensamiento. De
manera que trasportó la reflexión sobre la política, el gobierno, la organi-
zación de la sociedad humana desde la categoría del agere, que pertenece a
la esfera moral, a la del del facere, de la techne, del arte, que es el ámbito del
homo faber, y que pertenece solo a la esfera práctica independiente de la
moral. Era nada menos que un giro radical, y explica la irresistible atrac-
ción y eterna actualidad del pensamiento de Maquiavelo 33.
Tal manera de pensar nos lleva directamente a la ciencia. La ciencia,
antes de todo, designa y limita el área de atención o estudio 34, y luego
procede a estudiarlo por sí mismo, iuxta propia principia, para citar la obra
famosa del filósofo de la naturaleza Bernardino Telesio. La ciencia no se

32
Sigo a Singleton en esta exposición, y a Ginzburg, en las obras citadas arriba.
33
Un asombroso y singular antecedente del razonamiento de Singleton por lo que se
refiere a la neutralidad moral del arte de la política se encuentra en Schoppe, del cual
Ginzburg refiere su línea de argumentación (Nondimanco, 119): «La política è un arte,
e quindi, (como insegna Aristotele) un attività moralmente neutra. Un’arte deve
discutere tutti i tipi che fanno parte di un determinato genere. Pertanto, lo studio della
politica deve esaminare, seguendo l’esempio di Aristotele e San Tommaso, tutte le
forme di stato, non solo la migliore “che forse non è mai esistita e non esistirà mai”
(non modo eam, quae simpliciter sit optima, (quae nunquam fortasse ne fuit, ner erit) sed etiam
quae pro conditione rerum sit optima)». Schoppe argumentaba che Maquiavelo escribía só-
lo hipotéticamente.
34
La delimitación de la esfera de investigación es fundamental. Véanse Ginzburg, ibidem,
y la obra citada de Burnham y la de Singleton. El juicio atañe a los resultados: éxito o
fallo.

BRAC, 173, I (2024) 555-582 571


ANDREINA BIANCHINI

mezcla con la metafísica, o no es ciencia, no puede ser trascendental, sino


circunscrito y formulado en términos del mundo real del espacio, el tiem-
po y la historia. La delimitación de la esfera de la investigación es funda-
mental. Es por esto por lo que muchos dicen que Maquiavelo es el primer
hombre moderno, porque llevó el enfoque científico al análisis en soi de la
política, un análisis delimitado a la consideración de los resultados. Y por
eso recordamos las ya citadas palabras de Felix Gilbert, We can never return
to concepts of politics which existed before Machiavelli wrote (200).
Maquiavelo, poniendo las bases para una ciencia que mira al estudio del
«en-sí» objetivo de los fenómenos sociales, desquició la ética tradicional.
La hostilidad que suscitó tuvo su equivalente sólo en la que hubo hacia
Copérnico y el copernicanismo. Una revolución, ésa, con muchos parale-
los a la de Maquiavelo 35. De manera que, desde el Renacimiento, la cien-
cia sigue la perspectiva del arte 36.
Volvamos a otro de los conceptos clave que predominan en las obras
de Maquiavelo y consideremos la virtus. Ahora, sabemos que la virtus no
corresponde a la virtud cristiana, y que denota más bien la vis animis de los
antiguos 37, es decir, energía, vigor, prontitud, fortaleza, hombría (vir), efi-
cacia (también vis). Maquiavelo nutría el mito del redentor, el salvador, el
fundador, que tenía que ser dotado de esa virtus, que abría las puertas al
máximo bien, la gloria y la fama perdurable entre la colectividad. Maquia-
velo se refiere insistentemente a Rómulo, a Mosé, a Licurgo, a Teseo, y
sueña con un grande líder para poner las cosas bien en su tan lacerada Ita-
lia. Los capítulos del Príncipe y de los Discursos nos proponen incansable-
mente ejemplos de la historia antigua y moderna de hombres que te-nían
esa virtus, esa vis animi, y en particular los grandes militares como Escipión
y el mismo Aníbal, pero vuelve siempre a los fundadores, Rómulo, Teseo,
Mosè y Licurgo.
Esta idea pagana de virtus coexiste en los siglos al lado de la virtud cris-
tiana. La vemos nada menos que en uno de los mitos fundacionales de
nuestra civilización, es decir, en la figura de Ulises. Baste pensar en todas
sus acciones, desde la astucia del caballo de Troya hasta sus acciones al

35
Véase Dotti, op. cit., 439, del cual he hecho una libre paráfrasis.
36
Singleton, op. cit., 189.
37
Fue Cicerón que, traduciendo del griego, denominó estas cualidades como ‘virtus’. Cfr.
una discusión de Salustio y la vis animis en Patricia Osmond, «Sallust and Machiavelli:
from civic humanism to political prudence», The Journal of Medieval and Renaissance
Studies, 23, 1993, 407-437.

572 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

volver a Ítaca, para erigirlo como mejor ejemplo de la virtus maquiavelia-


na, aunque Maquiavelo no lo menciona nunca, no siendo Ulises ni un
fundador ni un redentor.
Una discusión del último concepto clave, la fortuna, nos presenta la ta-
rea más difícil. Y esto porque a través de sus muchos escritos Maquiavelo
emplea este término —en sus despachos, en sus cartas, en su escritos litera-
rios— con múltiples acepciones, desde el uso más común y superficial
(como cuando decimos «si tenemos fortuna mañana habrá sol»), al sentido
de un destino individual (como cuando decimos «tengo que soportar las
desgracias que mi mala fortuna me ha ocasionado») hasta una idea de la
fortuna como una fuerza ciega y potente, amenazadora o favorecedora,
que puede determinar el desenlace de eventos históricos, no solo indivi-
duales 38. Es obviamente en la tercera acepción que Maquiavelo la tiene
siempre presente, y tenemos que estar de acuerdo con Denis Fachard
cuando escribe que «la reflexión sobre el poder de la fortuna está en el
centro del pensamiento político y antropológico maquiavélico» 39. El poder
de la fortuna parece ser omnipotente, pero el vir virtutis no se debe caer en
el fatalismo, porque «no obstante», dice, «para no anular completamente
nuestro libre albedrío, considero que tal vez sea cierto que la fortuna go-
bierna la mitad de nuestras acciones, pero que aun así nos deja gobernar
aproximadamente la otra mitad» (Cap. XXV).
Para resumir la esencia de su pensamiento, podemos decir que hay dos
tácticas para poder salir incólume y aun posiblemente triunfante ante las
terribles e imprevisibles vicisitudes de la historia, que, aunque no sean
siempre eficaces, dan una buena y aún la única posibilidad.
La primera es prevenir erigiendo defensas para malos tiempos, como
explica en el Cap. XXV del Príncipe en el famoso ejemplo del río que se
desborda:
y comparo la fortuna con uno de esos ríos impetuosos que, cuando se
enfurecen, inundan las llanuras, arrasan los árboles y las casas, quitan
tierra de un sitio y la colocan en otro, y todos huyen frente a ellos,
todos ceden ante su ímpetu sin poderlos frenar de alguna manera. Y
aunque eso sea su naturaleza, nada impide que los hombres, en los

38
Un excelente resumen de la evolución de la idea cristiana de la Fortuna desde Boecio a
la que estaba más en sintonía con la antigüedad clásica se puede leer en Skinner, Ma-
quiavelo, 51-60.
39
Denis Fachard, «Fortuna» en Enciclopedia Machiavelliana, Roma: Istituto della
Enciclopedia italiana fondata da Giovanni Treccani, 2014.

BRAC, 173, I (2024) 555-582 573


ANDREINA BIANCHINI

días tranquilos, tomen precauciones y construyan defensas y terraple-


nes, para que luego, cuando los ríos crezcan, fluyan por un canal, o,
por lo menos, su ímpetu no sea tan desenfrenado y dañino. Lo mis-
mo ocurre con la fortuna, que demuestra su poder allí donde no hay
ninguna virtud preparada para hacerle frente, y dirige sus embestidas a
donde sabe que no hay diques ni defensas para contenerla.
Pero, por otra parte, Maquiavelo enfatiza en muchos lugares de El Prín-
cipe, de los Discursos y en sus otros escritos, la importancia de saber cambiar
la forma de portarse cuando cambian las circunstancias. Es, en las palabras
de Giorgio Inglese, la dottrina del riscontro coi tempi 40. Cosa dificilísima, por-
que cada uno actúa según su carácter y su naturaleza y es extremadamente
difícil cambiar la manera de actuar según las diversas situaciones.
Ya en una carta famosa, escrita en 1506 a Giovan Battista Soderini (co-
nocido como Guiribizzi a Soderini), da una serie de ejemplos de figuras,
algunos de la historia antigua, algunos de sus contemporáneos, que actua-
ban con tácticas diferentes y que sin embargo tuvieron éxito, por las con-
diciones distintas en las que operaban. Entre muchos otros
Aníbal y Escipión, además de la disciplina militar, que sobresalía
igualmente en ambos, el uno por la crueldad, la perfidia y la irreli-
gión mantuvo unidos sus fuerzas en Italia, y se hizo admirado de los
pueblos [. . .] el otro con piedad, fidelidad y religión, tuvo en Espa-
ña el mismo seguimiento de aquellos pueblos; y ambos tuvieron in-
finitas victorias.
Y concluye:
Pero como los tiempos y las cosas cambian universal y particular-
mente a menudo, y los hombres no cambian sus fantasías ni sus
modos de proceder, sucede que uno tiene buena fortuna en un
momento y otro tiempo triste. Y en verdad, el que fuera tan sabio
que conociera los tiempos y el orden da las cosas, y se acomodara a
ellos, siempre tendría buena fortuna o siempre se cuidaría de la tris-
te, y llegaría a ser verdad que el hombre sabio mandase sobre las es-
trellas y los destinos. Pero a causa de que estos sabios no se hallan, pues
los hombres tienen la vista corta, y no pudiendo comandar su naturaleza,
sucede que la Fortuna varía y manda a los hombres, y los mantiene bajo su
yugo. (cursiva mía)
Un famoso ejemplo en la historia romana fue el de Quinto Fabio Mas-
simo, el «contemporizador», que logró, contra muchas objeciones, hacer

40
Inglese, Per Machiavelli, 23.

574 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

delatar el ataque a Aníbal cuando las condiciones eran adversas para los
Romanos. Sin embargo, «no advertía el cambio de los tiempos», y conti-
nuó con esa misma táctica aun cuando las circunstancias cambiaron, y
trató de impedir que Escipión le atacase. Y Maquiavelo escribe
de manera que, si hubiera sido por él, Aníbal estaría todavía en Italia
[...] Y si Fabio hubiera sido rey de Roma, fácilmente podría haber
perdido esa guerra [...] pero habiendo nacido en una República
donde había diferentes ciudadanos y diferentes estados de ánimo,
como había hecho Fabio, que fue excelente a su debido tiempo pa-
ra sostener la guerra, así Escipión tuvo después, en los tiempos aptos
para ganarla (Discursos, III, Cap. IX).
Volviendo al Cap. XXV del Príncipe, mayormente dedicado al tema de
la fortuna, aduce el caso del Papa Julio II, «que siempre actuó de manera
impetuosa y se encontró con unos tiempos y una situación conformes a su
forma de proceder, que siempre le dio buen resultado». Pero su muerte
prematura impidió que conociese derrotas, «porque si hubiese llegado
otros tiempos en los que hubiese habido que proceder con prudencia, sin
duda habría fracasado, porque nunca se habría apartado de la forma de
actuar a la que su naturaleza le inclinaba».
Ni puede faltar el ejemplo clamoroso de César Borgia, que pudo llegar
al ápice de su poder no sólo por su natural talento, sino, por su fortuna, su
padre era el Papa, y cuando murió éste terminó su fortuna. Pero aún en
este caso, su ruina final no fue exclusivamente debido a la mala suerte de la
muerte de su padre, sino por un grave error suyo. Creyendo a las falsas
promesas de Juliano della Rovere, futuro Julio II, aunque había mala san-
gre entre ellos, permitió que los votos de los cardenales que él controlaba,
y especialmente los de los españoles, fueran para della Rovere. Fue un
error colosal que llevó a la ruina. No calculó que las injurias no se olvi-
dan 41. Poco después de ser elegido papa, Julio II lo hizo detener, y César
Borgia terminó sus días prisionero en España.
El tema de la fortuna proporciona el fondo trágico que subyace a la
profunda reflexión de Maquiavelo. Al lado de la extrema racionalidad, la
lógica sin concesiones, las severas lecciones de la historia y de los eventos
en su entorno, la fortuna se erige con su cara ahora maligna ahora risueña,

41
Véase Príncipe, final del Cap. VII: «Por eso el duque tenía que haber hecho a un papa
español, y si no podía, tenia que haber consentido que fuese Rouen [el cardenal de
Rouen, n.d.r.) per no San Pietro en Vincula [el cardenal de San Pietro en Vincula, i.e.
Juliano della Rovere, n.d.r.)».

BRAC, 173, I (2024) 555-582 575


ANDREINA BIANCHINI

pero nunca completamente en nuestro poder. Sin embargo, para Maquia-


velo, hay que evitar la pusilanimidad, y «es mejor ser impetuoso que pru-
dente», porque la fortuna «se deja vencer más fácilmente por los que ac-
túan así que por los que proceden fríamente, y por eso, como mujer que
es, siempre es amiga de los jóvenes, porque son menos cautelosos, más
fieros y la gobiernan con más audacia» (Cap. XXV). En las palabras de
Giorgio Inglese, un «ímpetu vitalista» es, al final, el último recurso.
Maquiavelo ¿republicano o absolutista? A causa de algunos aspectos en
la manera de tratar a los principados ha habido mucho debate sobre si Ma-
quiavelo se inclinaba hacia una monarquía absolutista o una república.
Como se puede imaginar, la bibliografía sobre esta cuestión, y sobre la
forma de gobierno por la que realmente abogaba Maquiavelo, es enorme.
A finales del Quinientos y en particular en el Seiscientos, su pensamiento
fue asociado a la «razón de estado», idea dominante de esa época, en sostén
de las monarquías y del absolutismo, cuando los teóricos hablaban de Tá-
cito para no nombrar a Maquiavelo. Pero baste leer no sólo los Discursos,
sus cartas, y otras obras, además gran parte del Príncipe, para ver que Ma-
quiavelo, declaradamente, valorizaba una república sobre todas las formas
de gobierno y, además, valorizaba más que cualquier cosa la libertad, la
libertad de un estado independiente bajo la protección de armas propias y
leales, y regido por buenas leyes 42. Que las buenas leyes garanticen la li-
bertad a los ciudadanos, es cosa que el repite ad nauseam en sus obras. Se
ha dicho inclusive que los Discursos son un himno a la forma republicana
de gobierno, como se puede ver a través de sus centenares de páginas 43.
Sin embargo, Maquiavelo concluyó que donde hay, y desde hace mu-
cho tempo, «corrupción», y alejamiento de las buenas costumbres y leyes,

42
Véase Gennaro Sasso sobre los Discursos en la Enciclopedia Maquiaveliana, «I Discorsi sono
l’opera più importante di M., quella che, raccogliendo insieme tutti i temi del suo
pensiero politico, storiografico e, lato sensu, filosofico, costituisce forse quanto di più alto
si sia scritto in Italia sul tema della ‘repubblica’». (Cursiva mía).
43
Muchísimos son los libros y artículos que exponen y debaten tema de Maquiavelo re-
publicano. Los mejores son Skinner, Maquiavelo, 2020 (1984) y su Foundations of Mo-
dern Political Thought, Vol.I, Cambridge University Press, 2010 (1997), cit., y los varios
libros y artículos de Maurizio Viroli. Cfr. su Machiavelli. Filosofo della libertà. Roma,
2013: «Aunque a lo largo de los siglos Maquiavelo alcanzó la fama, o la infamia, como
autor del Príncipe, una obra compuesta para enseñar a un gobernante cómo fundar un
principado, fue un firme defensor de a libertad republicana, en defensa de la cual es-
cribió los argumentos más elocuentes y convincentes en los Discursos sobre la primea
decada de Tito Livio», 69 (traducción mía). (El libro fue publicado por primera vez en
inglés como How to Read Machiavelli, Londra, Granta Publications, 2008.)

576 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

y donde el ciudadano pone su propio bien por encima del bien común 44,
como en la Italia de su tiempo, podría ser saneada y unificada solo a través
de la obra de un príncipe (aquí vemos otra vez la nostalgia maquiaveliana
de un salvador o redentor) que tomara la iniciativa de refundar y consoli-
dar con «buenos órdenes» el país en un estado unitario como el que se veía
en Francia, en España y en Inglaterra. Nos recuerda que para fundar un
estado deber haber uno solo, como en el caso de Rómulo que tuvo que
eliminar a Remo. Como nos recuerda Burnham, todas las naciones euro-
peas se consolidaron a través de un príncipe, o, más bien, una sucesión de
príncipes, y es difícil ver cómo podía haber sido de otra manera. Era así en
Francia, así en Inglaterra, así en España (Burnham, op. cit. 34).
Pero, a fin de cuentas, ¿por qué escribió Maquiavelo el Príncipe, obra
tan distinta de todas las otras suyas? Para Maurizio Viroli, gran estudioso
de Maquiavelo, el Príncipe es una oración retórica, hecha para persuadir,
construida con la máxima arte retórica que él manejaba a la perfección,
que comienza con la captatio benevolentiae y termina con una exhortación
final 45. Y contiene momentos de efecto choque, para convencer a un re-
dentor que liberase a Italia de los bárbaros y llevase a cabo la unificación
del país, siguiendo el proceso de los grandes países europeos, como dice
explícitamente en la exhortación final. Maquiavelo mismo lo llama un
«opúsculo». Está todo enderezado hacia la exhortación final, apasionadísi-
ma, que auspicia un redentor para Italia.
De cualquier manera, una lectura guiada del Príncipe, y todavía más, de
los Discursos, mostraría fuera de cualquier duda que la mayor parte de esos
textos consta de observaciones y consejos de inmensa perspicacia, sabiduría
y noble intención, y que es sencillamente falsa la leyenda negra, que nace
virulento con el hugonote Gentillet y que se ha continuado por las hipo-
cresías de los políticos que mientras tanto lo han siempre estudiado con la
máxima atención. Además, recordemos la aguda observación de Max Ler-
ner, que es que muy pocos de los que hablan de El Príncipe han leído más
que algunas frases, a pesar de haber sido uno de la media docena de libros
que han forjado el pensamiento occidental 46. La Iglesia le fue siempre
enemiga porque, en efecto, las «teorías de Maquiavelo sacudieron con

44
Skinner, Foundations, I, 164.
45
Cfr. Maurizio Viroli, Il Sorriso, 69.
46
Max Lerner, Introduction to The Prince and the Discourses by Niccolò Machiavelli, New
York, Modern Library, 1950 (1940) xxv – xlvi.

BRAC, 173, I (2024) 555-582 577


ANDREINA BIANCHINI

violencia la visión cristiana del mundo» 47. Por cierto, la Iglesia fue también
enemiga en su tiempo de Galileo, pero sobre él ha invertido completa-
mente ese antiguo modo de ver.
Michele Ciliberto nos recuerda que Maquiavelo «a lo largo de su obra
es siempre, y en todo caso, un “reformador” ético y político, un utópico,
según la que es la mejor tradición del Humanismo y, en general, la mejor
tradición civil italiana» 48.
A fin de cuentas, en Italia, Maquiavelo es ante todo un florentino apa-
sionado y un patriota. En un discurso del 1520 escribe: «Creo que el ma-
yor honor que los hombres pueden tener es el que les es dado voluntaria-
mente por su país: creo que el mayor bien que se hace, y el más agradeci-
do a Dios, es lo que se le hace a su país» 49. En una carta escrita en los últi-
mos meses de su vida, durante los esfuerzos para impedir el Saco de Ro-
ma, declara que ama la Patria más que su alma. Para él, es como recita el
título del capítulo IX del tercer libro de los Discursos, «Que la patria debe
ser defendida o con ignominia o con gloria; y en cualquier manera está
bien defendida».
Como pensador y patriota es honrado en toda Italia. Y dicen que
cuando De Sanctis (que es como un nuestro Menéndez y Pidal) oyó las
campanas que señalaban la brecha di Porta Pía en 1870, (el ataque que
completó la unificación de Italia con la conquista de la Roma del papado)
dejó caer su pluma y declaró: «Sea gloria a Maquiavelo».
Pero volvamos a Sant’Andrea en Percussina. Hay allí una lápida puesta
en el cuarto centenario de la muerte (1927) que recita:
A Niccolò Machiavelli
Che qui meditò e propugnò la liberazione d’Italia
scrivendo le sue opere immortali
Sull’arte di reggere e difendere con armi proprie gli stati
Il Comune di San Casciano
Pose questa memoria
Nel quarto centenario della nascita
Del grande statista italiano
Además, en la basílica franciscana de Santa Croce en Florencia que sir-
ve como panteón de los grandes italianos, donde podemos admirar la

47
Dotti, op. cit., 440.
48
Michele Ciliberto, op.cit.,57.
49
Discursus florentinarum rerum post mortem iuniores laurentii medices, 1520.

578 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

tumba de Miguel Ángel, de Galileo, y otros muchos más, está entre ellos
la tumba del Maquiavelo, con una lápida cuyo epígrafe es muy citado:
Tanto nomini nullum par elogium. (A tan grande nombre ningún elogio pue-
de ser suficiente.) Recuerda esta inscripción Gilbert al final de su conoci-
dísimo estudio sobre Maquiavelo, y también Quentin Skinner termina
con ella su pequeño volumen sobre el ilustre florentino.
Creo que no hay una ciudad media o grande en toda Italia que no ten-
ga un colegio que lleve el nombre Maquiavelo, no sólo por la profundidad
de su meditación teórica y su actividad patriótica, sino por su ejemplar
integridad personal, que se propone como modelo a los jóvenes. Como
escribe Viroli, Maquiavelo no solo nos dejó obras de duradera importan-
cia, sino también un ejemplo de rectitud y sabiduría 50.

APÉNDICE I

Lo que sigue es la traducción de la famosísima carta del 10 diciembre del 1513


a Francesco Vettori, amigo y embajador por Florencia a la santa sede en Roma,
(en Maquiavelo, Epistolario 1512-1527, México D.F., Fondo de Cultura Econó-
mica 1990, Trad. Stella Mariangelo). Es la carta más famosa de la literatura italiana,
especialmente la parte central, y donde habla de cómo pasa su tiempo, de sus con-
versaciones con los antiguos, y de haber escrito un opúsculo «de Principatibus».
Al magnífico embajador florentino ante el sumo pontífice y benefactor suyo Francisco
Vettori.
En Roma
MAGNÍFICO embajador. Tardas nunca serán gracias divinas. Digo esto por-
que me parecía haber no perdido, sino extraviado vuestra gracia, pues habéis
pasado mucho tiempo sin escribirme, y dudaba de dónde pudiera nacer la causa
de ello. Y de todas las que me venían a la mente hacía poca cuenta, salvo de
aquélla cuando dudaba no hubieseis dejado de escribirme porque os hubieran
escrito que no era yo buen administrador de vuestras cartas; y yo sabía que, fuera
de Felipe y Pablo, por cuenta mía nadie más las había visto. Me he recuperado
con la vuestra del 23 del mes pasado, que me deja contentísimo por ver cuán
ordenada y serenamente ejercéis vos ese cargo público, y yo os exhorto a conti-
nuar así, porque quien deja su comodidad por la de otros, pierde la suya y los
demás no le agradecen nada. Y ya que la fortuna quiere hacerlo todo, se impone

50
Maurizio Viroli, Sorriso, prefacio a la edición de 2016: «y todavía es válida, y digna se ser
reformulada, la convicción que guió la redacción de la primera edición, a saber, que
Maquiavelo nos dejó no sólo un tesoro de sabiduría política, sino también una precio-
sa herencia de sabiduría de vivir».

BRAC, 173, I (2024) 555-582 579


ANDREINA BIANCHINI

dejarla hacer, estarse quieto y no darle batalla, y esperar el tiempo en que deje a
los hombres hacer algo; y entonces a vos tocará soportar mayores trabajos, y a mí
salir de mi quinta y decir: heme aquí. No puedo, por lo tanto, deseando devolve-
ros gracias pares, deciros en esta carta otra cosa que lo que es mi vida, y si juzgáis
que sea para trocarla por la vuestra, yo estaría contento del cambio.
Yo me estoy en la quinta, y desde que terminaron aquellos últimos casos míos
no he estado, sumándolos todos, 20 días en Florencia. Primero me ocupaba en
cazar tordos con mis propias manos. Me levantaba antes del día, armaba las tram-
pas y salía con una sarta de jaulas a la espalda, que parecía el Geta cuando volvía
del puerto cargado con todos los libros de Anfitrión; cazaba a lo menos dos, a lo
más seis tordos. Así pasé todo septiembre; después este entretenimiento, aunque
extraño y despechado, cesó con disgusto mío, y os diré cuál es mi vida. Me le-
vanto a la mañana con el sol y me voy a cierto bosque de mi propiedad que estoy
haciendo cortar, donde me quedo dos horas revisando el trabajo del día anterior y
pasando el rato con esos leñadores, que siempre traen algún pleito entre manos,
entre ellos o con los vecinos. Sobre este bosque tendría para contaros mil cosas
raras que me han ocurrido, con Frosino da Panzano y con otros que querían
madera de ésa. Frosino en particular mandó por varias cargas sin decirme nada, y
en el pago me quería retener 10 liras, que dice que yo debía haberle pagado hace
cuatro años, que me las ganó a la cricca en casa de Antonio Guicciardini. Yo me
puse hecho el diablo, quería denunciar al carretero que había ido a buscarlas por
ladrón, hasta que Juan Maquiavelo intervino y nos puso de acuerdo. Bautista
Guicciardini, Felipe Ginori, Tomás del Bene y varios ciudadanos más, cuando
soplaban aquellos vientos, pidieron una carga cada uno. Yo prometí a todos, y le
mandé una a Tomás, la cual se vendió en Florencia por la mitad, porque en la
venta intervinieron él, su mujer y sus hijos, que parecían el Gaburra un jueves
matando a palos a uno de sus bueyes con sus mozos. De suerte que, viendo para
quién era la ganancia, dije a los demás que no tengo más leña, y todos se resintie-
ron, en especial Bautista, que agregó ésta a la lista de las desgracias de Prato.
Abandonado el bosque, me voy a una fuente, y de ahí a un terreno donde
tengo tendidas mis redes para pájaros. Llevo un libro conmigo, Dante o Petrarca
o alguno de esos poetas menores, como Tibulo, Ovidio y otros: leo sus pasiones
amorosas y sus amores, me acuerdo de los míos, y me deleito un buen rato en
esos pensamientos. Me traslado después a la vera del camino de la hostería, hablo
con los que pasan, les pido noticias de sus pueblos, oigo diversas cosas y noto
diversas fantasías de los hombres. Llega en esto la hora de comer, en que con mi
brigada me nutro con los manjares que esta pobre quinta y este parco patrimonio
comportan. Después de comer regreso a la hostería: ahí está el hostero, y habi-
tualmente un carnicero, un molinero, dos panaderos. Con éstos me encanallo
todo el día jugando cricca, trictrac y poi, de lo cual nacen mil conflictos e infini-
tos incidentes de palabras injuriosas, que las más de las veces se apuesta un cobre y
sin embargo los gritos se oyen desde San Casiano. Así revuelto entre estos piojos

580 BRAC, 173, I (2024) 555-582


MAQUIAVELO Y EL ARTE DEL ESTADO

saqueo el cerebro del moho, y desahogo la malignidad de esta suerte mía, y me


alegro de que me pisotee de esta manera, por ver si no se avergüenza.
Cuando llega la noche, regreso a casa y entro en mi escritorio, y en el umbral
me quito la ropa cotidiana, llena de fango y de mugre, me visto paños reales y
curiales, y apropiadamente revestido entro en las antiguas cortes de los antiguos
hombres donde, recibido por ellos amorosamente, me nutro de ese alimento que
sólo es el mío, y que yo nací para él: donde no me avergüenzo de hablar con
ellos y preguntarles por la razón de sus acciones, y ellos por su humanidad me
responden; y no siento por cuatro horas de tiempo molestia alguna, olvido todo
afán, no temo a la pobreza, no me asusta la muerte: todo me transfiero a ellos. Y
como dice Dante que no hay ciencia sin el retener lo que se ha entendido, he
anotado todo aquello de que por la conversación con ellos he hecho capital, y he
compuesto un opúsculo De principatibus, donde profundizo todo lo que puedo
en las meditaciones sobre este tema, disputando qué es principado, de cuáles es-
pecies son, cómo se adquieren, cómo se mantienen, por qué se pierden. Y si
alguna vez os agradó alguno de mis garabatos, éste no debería desagradaros; y para
un príncipe, y especialmente para un príncipe nuevo, debería resultar aceptable,
por eso lo encamino hacia la magnificencia de Juliano. Felipe Casavecchia lo ha
visto: podrá informaros en parte sobre la cosa en sí y sobre las conversaciones que
he tenido con él, aunque todavía lo estoy aumentando y puliendo.
Desearíais, magnífico embajador, que yo dejara esta vida y fuera a gozar con
vos de la vuestra. Yo lo haré de cualquier modo, pero lo que me detiene ahora
son algunos negocios míos que en seis semanas estarán terminados. Lo que me
hace estar en duda es que están ahí los Soderini, y yo estaría obligado, si fuese allí,
a visitarlos y hablarles. Y temo que a mi regreso no creyese desembarcar en casa y
desembarcase en la cárcel, porque aun cuando este estado tiene grandísimo fun-
damento y gran seguridad, sin embargo, es nuevo, y por eso suspicaz, y tampoco
faltan los sabios que, por parecerse a Pablo Bertini, meterían a los demás en la
cárcel y me dejarían la preocupación a mí. Os ruego que me resolváis este temor,
y después en el tiempo dicho iré a visitaros de todos modos.
He hablado con Felipe sobre este opúsculo mío, si le parecía mejor dedicarlo o
no dedicarlo, y si estaba bien dedicarlo, si fuera mejor que yo lo llevase o que lo
mandase. El no dedicarlo me hacía temer que Juliano no lo leyese siquiera, y que
el tal Ardinghelli se adornase con este último esfuerzo mío. A dedicarlo me impul-
saba la necesidad que me oprime, porque yo me consumo inútil, y no puedo estar
así mucho tiempo sin volverme por la pobreza despreciable, además del deseo que
siento de que estos señores Médicis empiecen a emplearme, aunque empezaran
por hacerme dar vuelta una piedra; porque si después no me los gano me daría
lástima a mí mismo; y por esta cosa, después de leerla, se vería que los 15 años que
dediqué al estudio del arte del Estado no los pasé durmiendo ni jugando; y a cual-
quiera debería resultarle agradable servirse de alguien que a expensas de otros estu-
viera lleno de experiencia. Y de mi lealtad no debería haber duda porque yo, que

BRAC, 173, I (2024) 555-582 581


ANDREINA BIANCHINI

siempre he mantenido mi palabra, no voy a aprender ahora a romperla, y quien ha


sido fiel y bueno por 43 años, como yo tengo, no debe poder cambiar de natura-
leza, y de la lealtad y bondad mías da testimonio mi pobreza.
Desearía entonces que vos me escribierais todavía cuanto os parezca sobre este
asunto, y a vos me encomiendo. Sed feliz. Día 10 de diciembre de 1513.

APÉNDICE II

Traducción de los primeros párrafos de la Historia de Italia de Francesco Guic-


ciardini. El libro abarca el periodo desde 1492-1534 durante el cual Guicciardini
había sido participante y testigo directo.
Capítulo I:
He deliberado escribir las cosas a nuestra memoria en Italia, después que las
armas de los franceses, llamados por nuestros mismos príncipes, comenzaron con
gran movimiento a perturbarla: materia, por su variedad y grandeza memorable y
llena de accidentes atroces, después de haber sufrido tantos años Italia todas esas
calamidades con las que los miserables mortales, ahora por la justa ira de Dios,
ahora por la impiedad y villanía de otros hombres, ser afligidos.
[...]
Las calamidades de Italia (para que pueda dar a conocer cuál fue su estado en-
contrado, y al mismo tiempo las causas de las que se originaron tantos males)
comenzaron con mayor dolor y temor en las mentes de los hombres cuando las
cosas universales eran entonces más alegres y felices. Porque es manifiesto que,
desde que el Imperio Romano, debilitado principalmente por la mutación de las
costumbres antiguas, comenzó, ya más de mil años, de aquella grandeza a declinar
a la que con maravillosa virtud y fortuna se había elevado, nunca había sentido
Italia tanta prosperidad, ni había experimentado condición tan deseable como
aquel en que ciertamente descansaba en año de la salud cristiana mil cuatrocientos
noventa y cuatro.
Porque, reducido todo en suprema paz y tranquilidad, cultivado no menos en
lugares más montañosos y más estériles que en las llanuras y regiones más fértiles,
ni sometido a ningún otro imperio que el suyo, no sólo era abundante en habi-
tantes mercancías y riquezas; sino supremamente ilustrado por la magnificencia de
muchos príncipes, por el esplendor de muchas ciudades nobles y hermosas, por la
silla y majestad de la religión, floreció con hombres muy buenos en la administra-
ción de las cosas públicas, y con muy noble ingenio en todas las doctrinas y en
todo arte preclaro e industrioso; ni desprovista, según la costumbre de aquella
época, de gloria militar y adornado con tantos dones, merecidamente unido a
todas las naciones nombre y fama muy clara considerada.

582 BRAC, 173, I (2024) 555-582


DON AGILIO ELISEO FERNÁNDEZ GARCÍA, DIRECTOR
DEL REAL COLEGIO DE LA ASUNCIÓN DE CÓRDOBA
(1911-1931). SU VINCULACIÓN CON LA REAL ACADEMIA
DE CÓRDOBA Y CON POSADAS (CÓRDOBA)

José Carlos Fernández Roldán


Académico Correspondiente

RESUMEN

PALABRAS CLAVE Discurso de ingreso como académico correspondiente por


Posadas (Córdoba) sobre D. Agilio Fernández García: Su vida
D. Agilio Fernández García.
Corullón.
académica antes y después de su llegada a Córdoba, vida familiar
Córdoba. y vinculaciones con diferentes instituciones públicas de nuestra
ciudad, finalizando sobre su gestión en el Real Colegio de la
Asunción y la fundación Gaitán de la Villa de las Posadas del Rey.

ABSTRACT

KEYWORDS Entrance speech as corresponding academic four Posadas


(Córdoba), about D. Agilio Fernández García in several aspects:
D. Agilio Fernández García.
Corullón.
His academic life before and after his arrival in Córdoba, family life
Cordoba. and links with various public institutions in our city, ending with his
management at the Royal College of the Asunción. and in the
Gaitán foundation of the Villa de las Posadas del Rey.

1. INTRODUCCIÓN

D . Agilio Fernández García —D. Agilio a


secas, que para los cordobeses de aquella
época era bastante— fue mi abuelo y por
supuesto de mis hermanos y primos que nos acom-
pañan esta tarde. Había venido a Córdoba para
ejercer de catedrático en el Instituto Provincial,
siendo maestro de treinta generaciones de cordo-
beses. Vivió en nuestra ciudad cerca de cuarenta
años, hasta su muerte.
Al celoso, esforzado y cumplidor maestro, que
Boletín de la Real Academia
de Córdoba. fue director del Real Colegio de la Asunción du-

BRAC, 173, I (2024) 583-595 583


JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ ROLDÁN

rante más de veinte años, y al virtuoso ciudadano que compartió la vida


pública con los cordobeses desde variados y significados puestos, quiero
ofrecerle mi homenaje a través de esta biografía.

Agilio Fernández García (D. Agilio).

D. Agilio, el mayor de tres hermanos, nació en Corullón (León) el 9 de


octubre de 1864. Su padre, José Fernández García, era mayorazgo de una
antigua familia de hidalgos leoneses, que de tiempo inmemorial residían en
el lugar de la Omañuela, enclavada en la rica y pintoresca comarca del
Valle de Omaña. Había contraído matrimonio, el 21 de abril de 1858, con
María García Suarez, hija única de un acaudalado hidalgo de la comarca.

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La abolición de los mayorazgos por un lado y, por otro, el deseo de


educar a sus hijos motivó que la familia se trasladase a Ponferrada donde
cursaron brillantemente sus estudios; y más tarde, a Madrid para completar
en esta ciudad su formación en la Enseñanza Superior. Ezequiel y Agilio
cursan la licenciatura en Ciencias, sección de Físico-Matemáticas, en la
Universidad Central, obteniendo el título de Licenciado, expedido el 19
de septiembre 1893.
Más tarde, en el curso de 1885-86, aprobó con la calificación de nota-
ble la asignatura de Astronomía teórico-práctica y Fisicomatemáticas, co-
rrespondiente al doctorado en Ciencias Exactas, en la Facultad de Cien-
cias. El pequeño, Pedro, cursa los estudios en la Escuela Normal Superior.
Todos ellos opositan a cátedra, que alcanzan con brillantes resultados, es-
pecialmente Agilio que obtiene el número uno de su oposición. A esa
misma oposición concurre Ignacio Suárez Somonte, que posteriormente
fue Director General de Enseñanza Media en el gobierno de Primo de
Rivera, consiguiendo el número dos.

Ignacio Suárez Somonte y portada de La Enseñanza en el Parlamento.

Mientras D. Agilio preparaba sus oposiciones, ejercía como profesor in-


terino en el Instituto de Segunda Enseñanza de Ponferrada, siendo uno de
sus primeros discípulos el teniente general Gonzalo Queipo de Llano, a
quien preparó para su ingreso en la Academia de Infantería de Toledo.
Hasta su muerte, Queipo de Llano profesó siempre a su profesor un gran

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JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ ROLDÁN

cariño, consideración y respeto. Otro de sus alumnos, natural de Riaño


(León), fue el ilustre notario y académico numerario Vicente Flores de
Quiñones y Tomé, coincidiendo con él en Córdoba, donde mantuvieron
siempre una estrecha relación, casi familiar.
Por R.O. de 9 de marzo de 1898, D. Agilio es nombrado catedrático
del I.G y T. de Baeza, y al año siguiente, por R.O. de 10 de marzo de ese
mismo año, se le confía la dirección del centro. Su estancia en Baeza fue
corta pero intensa y en su recuerdo el Cabildo municipal acuerda rotular
una calle con su nombre. Al mismo tiempo, el Gobierno le concede la
medalla de Alfonso XIII, en reconocimiento a las virtudes cívicas como
funcionario y al servicio prestado al Estado.

ETAPA CORDOBESA

El 5 de mayo de 1902, en concurso de traslado, es destinado a Córdo-


ba, al Real Colegio de la Asunción, al que se incorpora en calidad de ca-
tedrático de Matemáticas. Por entonces el Colegio de la Asunción contaba
con un cuadro de catedráticos de gran prestigio nacional, que formaron a
una elite de intelectuales que se le llamó «generación del 98», posiblemen-
te por la calidad del claustro de profesores, y la de los alumnos que salieron
de sus aulas. Fue, sin duda, uno de los primeros centros de Enseñanza Se-
cundaria de España más importantes de su época

Claustro de profesores del Real Colegio de la Asunción.

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Entre sus primeros discípulos contó con Rafael Castejón y Martínez de


Arizala, quien llegaría a ser director de la Real Academia de Córdoba du-
rante más de veinte años, el cual guardó siempre gran respeto y cariño a
D. Agilio, y a otros profesores —que vemos en la imagen— que formaron
parte de dos generaciones de catedráticos de la Escuela de Veterinaria de
nuestra ciudad.
En 1905 el Colegio adquiere la condición de General y Técnico, y en
ese año se instala el Planisferio Celeste realizado por el catedrático de Geo-
grafía e Historia venido del Instituto de Cabra, Francisco García Hidalgo.
También en ese mismo curso el alumnado sustituyó el antiguo uniforme de
levita por el de chaqueta tipo americana de paño azul, así como el pantalón.
A pesar de los cambios, siguió llamándose Real Colegio de la Asunción.
El 16 de octubre de 1905 contrae matrimonio con Ana González So-
riano, dama de grandes virtudes y simpatías, de ilustre familia, hija primo-
génita de Aureliano González Francés, notario de Córdoba desde 1883, y
hermano segundogénito del ilustre e inolvidable Magistral Manuel Gonzá-
lez Francés.

Don Agilio Fernández y Doña Ana González, el día de su boda.

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Don Aureliano González Francés. Don Manuel González Francés.

Aureliano era aficionado a la literatura, siendo fecunda y de gran valía


su obra poética, que le hizo acreedor a numerosos accésits y premios lite-
rarios nacionales e incluso internacionales. Así, en el certamen literario
organizado por la Juventud Católica en 1881 obtuvo un accésit con su
leyenda Azahara, y al año siguiente alcanzó mención honorifica en los
Juegos Florales por su poesía La Batalla de Munda. Es más, en alguna oca-
sión venció a nuestro gran poeta Fernández Grilo en una improvisación
poética sobre un tema elegido. Nuestro personaje solía acudir con bastante
asiduidad a las reuniones literarias del Barón de Fuente Quinto. Por otra
parte, fue gran admirador de las glorias de la religión y de la patria.
Comenzada la guerra carlista, marcha a Navarra con su hermano Ma-
nuel, incorporándose enseguida al Ejército de Operaciones donde alcanzó
el grado de teniente coronel, siendo distinguido con la Cruz del Mérito
Militar y las medallas de Montejurra, Somorrostro y Bilbao. Su hermano,
en cambio, se integra en al clero castrense, llegando a desempeñar la Vica-
ría General del Ejército Carlista cuando dimitió el obispo Manterola.
Terminada la campaña, en 1876, marchan los dos hermanos, exiliados,
a Bayona, donde se acogen al indulto general y regresan a Córdoba. En
diciembre de ese mismo año oposita a Notaría y en brillantes ejercicios
consigue plaza vacante en Chiclana el 26 de agosto de 1880. Más tarde, en
1883, en concurso de traslado, se incorpora como notario en Córdoba.

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Fue en esa fase de su vida donde compaginó sus deberes forenses con
sus aficiones literarias, que le proporcionaron premios y distinciones. En
1883, por ejemplo, en el certamen literario organizado la Sociedad Eco-
nómica de Amigos del País, obtiene Mención Honorifica por su leyenda
Almanzor, y un año más tarde es premiado con el título de Socio de Méri-
to y Cruz de Oro por la Academia de Montreal de Toulouse por su Ro-
mance imitación del siglo XIII.
Aureliano contrajo matrimonio con Purificación Soriano Barragán,
dama de noble familia de Alanís —que residía en Córdoba desde hacía
pocos años— hermana de D. Antonio, culto sacerdote, catedrático de San
Pelagio y párroco de San Miguel. Era mucho más que un cura párroco
como se reconocía en nuestra ciudad. Explicó diversas asignaturas, espe-
cialmente las de Religión y Lugares Teológicos. Debido a sus actitudes
publicistas, fue invitado a colaborar en la revista católica La Tradición, fun-
dada en 1869 por el Magistral González Francés y el insigne catedrático
Rafael Conde y Luque.

Doña Purificación Soriano con sus hijos y su yerno don Agilio.

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Lamentablemente, el 11 de mayo de 1889, con tan solo 44 años de


edad, fallece D. Aureliano en Córdoba siendo sepultado en la capilla de
Santa Úrsula de la Mezquita-Catedral, junto a los restos de su hermano el
inolvidable Magistral.
Pues bien, este ambiente familiar de cultura, trabajo y religiosidad ro-
deó a D. Agilio. Debido a la prematura muerte de su suegro, participa-
ron ambos sacerdotes, junto a su viuda, en la educación de sus cinco
hijos.
El 28 de diciembre de 1908 D. Agilio es nombrado vocal de la comi-
sión técnica de la Junta Provincial de Instrucción Pública, y más tarde, por
R.O. del 23 de septiembre de 1911, es designado director del Instituto y
del Real Colegio de la Asunción, cargo que había quedado vacante por
fallecimiento de Ramón Cobo Sampedro. Desde entonces habitó en la
vivienda hasta su cese, en el ángulo suroeste del inmueble que siempre
ocuparon sus antecesores.
El 9 de febrero de 1912 es elegido presidente honorario de la Federa-
ción Nacional Escolar; un mes más tarde, el 28 de marzo, se le nombra
socio de número de la Real Sociedad Cordobesa de Amigos del País, y el
21 de diciembre de ese mismo año se vincula a la Real Academia de Cór-
doba como miembro numerario.
En mi familia se recuerdan, desde mi etapa universitaria, las sesiones
académicas de los jueves y nuestra aportación familiar a la historia de esta
secular Institución, que comenzó con el Magistral González Francés, aca-
démico numerario desde el 21 de mayo de 1889 y tío político de D. Agi-
lio, también como académico numerario desde marzo de 1923. Este far-
macéutico tuvo una colección de plantas medicinales de Córdoba que
todavía existe. Y continúa también Manuel González Gisbert, hijo de
Antonio, inspector de Enseñanza Primaria y, posteriormente, con los hijos
de D. Agilio.
Rafael Fernández González, doctor en Física, coronel de Artillería y
académico numerario, coleccionó desde el número uno del Boletín de la
Real Academia hasta el número cien cuando falleció, los cuales fueron
donados a nuestra Academia por sus herederos. Publicó numerosos traba-
jos medievalistas sobre castillos de Córdoba, finalizando con seis separatas
sobre la villa de Posadas que espero acabarlas.

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Discurso de apertura del curso 1971-1972 de la Real Academia de Córdoba, pro-


nunciado por D. Rafael Fernández González en la sesión del día el 6 de noviem-
bre de 1971.

Su hijo Aureliano fue catedrático de Geografía e Historia de instituto y


director durante un largo periodo del Instituto Murillo de Sevilla. Fue
asimismo compañero de oposiciones de Juan Gómez Crespo, director de
esta docta Casa donde ahora sigo yo la tradición, como nieto de D. Agilio,
al haber sido nombrado académico correspondiente y espero que siga la
tradición.
En el año 1923 es proclamada la Dictadura de Primo de Rivera, y se
reorganiza el Ayuntamiento bajo la presidencia de José Cruz Conde sien-
do nombrado D. Agilio concejal del mismo, y pocos años después, primer
teniente de alcalde. Más tarde, en 1931, con motivo de la proclamación de
la República, hubo un cambio total de cargos directivos en la Nación, por
lo que le llegó el relevo a D. Agilio tras dos lustros de dirección eficaz con
esplendor, austeridad y grandeza. Presentó la dimisión de la dirección del
Instituto. Resolvió muchos problemas económicos y administrativos pro-
pios de un centro que pasa de ser administrado por sí mismo a serlo con
fondos del Estado.
Coincidiendo con el cambio de régimen político a la República en
abril de 1931, le sustituye en el cargo el catedrático de Historia Antonio
Jaén Morente. El nuevo director no escatima palabras de elogio a su ante-
cesor; es más, en la reunión de claustro de 16 de mayo propone se colo-
que en la sala de profesores la imagen de D. Agilio Fernández como re-
cuerdo perpetuo de su labor al frente del Centro y se le nombre director
honorario, propuesta que fue aprobada por aclamación. Posteriormente,
en otra reunión, celebrada el 5 de octubre de 1934, el director del Institu-
to, Antonio Jaén, da a conocer la próxima jubilación de D. Agilio, de
quien pondera su labor docente y gestora al frente del Instituto. Al mismo
tiempo ruega a los compañeros de claustro su asistencia a la última clase

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del anterior director quien se muestra muy agradecido por dicha propues-
ta, manifestando a su vez que «no dejará de concurrir a esta casa y a prestar
su colaboración como si continuara en el ejercicio de la cátedra».
Además de en el plano profesional, la amistad de D. Agilio y D. Anto-
nio Jaén —con sus respectivas esposas— fue siempre entrañable, mante-
niéndose viva incluso estando éste en el exilio, por medio de una cordial y
afectuosa relación epistolar.
El 9 de noviembre y por concurso de méritos es designado profesor de
Matemáticas y Física de la antigua Escuela Superior de Veterinaria y el 9
de octubre de 1934, pasa a la situación de retirado por cumplir la edad
reglamentaria, falleciendo en Córdoba el 6 de noviembre de 1941.

A la izquierda, antigua Escuela Supe-


rior de Veterinaria. A la derecha,
esquela de Don Agilio.

LEGADO DE DON AGILIO AL INSTITUTO

Llegado a este punto, y a modo de recapitulación, bueno será pregun-


tarse por cuál fue el legado de Don Agilio en el Instituto. Los directores
que le antecedieron en el cargo, sobre todo a principios del siglo XX,
como por ejemplo su antecesor Cobo Sampedro, intentaron acomodar el
edificio a los tiempos modernos, con mejoras del inmueble con la con-
formidad de la Diputación, que intervenía en las cuentas de la corporación

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de estudiantes. Algunas de estas mejoras, que habían quedado pendientes,


fueron retomadas por D. Agilio, si bien hubo de dulcificarlas, pues las
necesidades impuestas de la vida moderna fueron un reto para realizar las
más indispensables.
El mobiliario era viejo y antiguo, las camaretas de los dormitorios se
reducían a meros cubículos estrechos entre dos tabiques muy cortos. El
alumbrado era artificial, con mariposas de aceite, y en el cuarto de estudios
había mecheros de gas con poca intensidad lumínica; asimismo, la ilumi-
nación de las galerías provenía exclusivamente del resplandor que penetra-
ba a través de las ventanas. Ante esta deplorable situación, el cambio de lo
deficiente y anticuado era inevitable. Por ello, D. Agilio, desde el primer
día de su nombramiento, emprendió una política económica que le per-
mitiera —con los ingresos normales, incluida la Diputación, y la congre-
gación de internos, sin causarles penurias— mejorar las condiciones del
Centro, y adaptarlo a la vida moderna.
Reformó el comedor nuevo, reuniendo a medio pensionistas e internos
en el almuerzo. Fortaleció la planta superior del inmueble apoyándola
sobre columnas entrelazadas de hierro que permitió —sin reducir el espa-
cio del patio de recreo— disponer de galerías cubiertas para los días de
lluvia, y en lo alto, una gran terraza. También una espaciosa sala de estu-
dios nunca vista en la institución, y la ampliación de un dormitorio capaz
para la mitad de los colegiales. Asimismo, intervino en el patio de entrada
de los externos y el acceso a las clases de la fachada.
Durante el largo período de tiempo en que D. Agilio ejerció el cargo
de director del Instituto, nunca abandonó las obras, que se planeaban con
continuidad táctica y rigor de ahorro y previsión y que se ejecutaban du-
rante los meses de estío vacacional. Con estas reformas —y con tesón—
consiguió D. Agilio modernizar las condiciones materiales tanto del insti-
tuto como colegio de la Asunción. Para ello contó con efectivos proce-
dentes del pago de las rentas de Inscripciones, y de La Caja de la Asun-
ción, cuya administración la llevaba a cabo Fernández García con absoluta
escrupulosidad, tesón y constancia, a más del generoso empeño que ponía
en engrandecer el Centro que regentaba.
Tuvo suerte en su gestión, pues había logrado despertar el interés por el
colegio no solo entre el claustro de catedráticos y profesores auxiliares sino
también en el personal subalterno; y en especial, en el depositario y secre-
tario Rafael Vázquez Aroca así como en el subdirector Diego Jordano e

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Icardo, quien había ejercido de catedrático de Agricultura del Instituto de


Jerez, y posteriormente, mediante nueva oposición, ocupaba la cátedra de
Historia Natural en el Instituto cordobés, destacando por una sólida for-
mación y su inmenso amor a la docencia, que ejerció hasta dos días antes
de su fallecimiento , el 16 de octubre de 1926.
Recordar también al profesor auxiliar numerario de la sección de cien-
cias Federico Chaves Pérez del Pulgar —miembro la Sociedad Nacional
de Mineralogía de España— quien donó al Colegio de la Asunción su
importante colección privada de minerales, hoy día desaparecida.
Todos los días, dos catedráticos asistían a D. Agilio para planificar tanto
en el ajuste de cuentas, como tomar decisiones y providencias para un
mejor gobierno. Por turnos realizaban todos la misión que el Colegio les
asignaba. Tuvo, además, otros colaboradores, los regentes, dos de ellos
fueron sacerdotes y un seglar titulado que asesoraban a los alumnos inter-
nos y medio pensionistas ante cualquier duda, y les repasaban las lecciones
de cátedra. La tarea no era difícil, tan solo se necesitaba la tranquilidad
silenciosa y los pupitres unipersonales ante los libros y así preparaban las
tareas diarias aclarando y explicando las dudas sobre puntos difíciles de
comprender.
Estos también seguían su formación espiritual de los internos para for-
marlos como buenas personas y futuros caballeros alejándolos de las in-
fluencias de la calle, vigilando la entrada de periódicos, revistas y libros de
entretenimiento, regulando las visitas y las salidas de festivos y domingos, y
exigiendo el uniforme y paseando en filas. También se hizo un reglamento
de régimen interior e incluso un fondo económico al ingresar el alumno
para responder de daños al edificio, mobiliario o enseres de la casa. En lo
económico, este reglamento de 1924 dio potestad al claustro, que hasta
entonces era facultad solo del director, de hacer el presupuesto anual ordi-
nario y extraordinario de los gastos de conservación del edificio, muebles
y menajes.
Desde siempre, la Diputación fue el órgano superior en autoridad sobre
el colegio, ejerciendo sobre él una función tutelar impropia a partir de
1924, pudiendo visitar la Asunción sin avisar para comprobar su funcio-
namiento. Esta extraña situación funcionó hasta 1940, que el Instituto
dejó de ser Provincial para pasar a ser del Estado.
D. Agilio continuó con la tradición a la intervención inspectora de la
Diputación en sus dos lustros como director, con cordialidad, sintonía y

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respeto, jamás tuvo problemas ni obstáculos para realizar sus planes, ges-
tionando con brillantez, ejemplaridad, honradez y austeridad para el inter-
nado y, en general, para el colegio de la Asunción.

… Y POSADAS

Como académico correspondiente por Posadas, aporto como mi ante-


cesor, Fernández García, y también administro la obra pía donada por el
presbítero Joaquín Rafael Gaitán al Instituto de Córdoba, en 12 de di-
ciembre de 1833, por valor nominal de 82.757 pesetas y 2 céntimos, can-
tidad importante para su época, con el fin de crear y sostener un colegio
de niñas en la villa, que fue agregado al instituto en 1850, con la obliga-
ción de sufragar los gastos que consistían en los sueldos de una maestra y
de una auxiliar, y el material necesario para la función docente y mante-
nimiento del edificio. Advirtiendo a los albaceas y patronos de la funda-
ción del Sr. Gaitán que en el caso de que dejase el instituto de cumplir su
voluntad, podrían reclamar sus herederos los bienes de la propiedad.
El colegio de educandas de Posadas existe todavía en la calle Convento,
55. Hubo varios intentos por parte del Ayuntamiento de enajenarse, a lo
que se opuso D. Agilio. Actualmente el edificio lo custodia el Ayunta-
miento de la villa en perfecto estado de conservación, pero con otras fun-
ciones no docentes, aunque existen en su interior salas de exposiciones y
de conferencias.
Muchas gracias.

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