BRAC 173 - Tomo I cita
BRAC 173 - Tomo I cita
BRAC 173 - Tomo I cita
DE LA
AÑO CIII
NÚMERO 173
CÓRDOBA
MMXXIV
© Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes
Edita: Real Academia de Córdoba
C/ Alfonso XIII, 13.14001 - Córdoba.
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periódica anual que publica artículos originales. Se caracteriza por estar al servicio de la sociedad española y de
la comunidad científica como instrumento de información, puesta al día, reflexión y debate. Su objetivo es
ofrecer con rigor científico estados de la cuestión, estudios de caso y puesta al día de temas relacionados con
las secciones en que la institución académica de Córdoba se estructura, tal como viene haciendo desde 1922
en que vio la luz su primer número.
El Boletín está abierto a los académicos cordobeses y a toda la colectividad científica a cuyos miembros les sea
solicitada su colaboración.
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Dr. D. Bartolomé Valle Buenestado
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Villasante, Catedrático jubilado de la Universidad Politécnica de Madrid.
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tínez Solaesa, Catedrático del Conservatorio Superior de Música de Málaga. Dr. D. Enrique Valdivieso Gon-
zález, catedrático de la Universidad de Sevilla (USE).
BELLAS LETRAS
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ficas. Dra. D.ª Lily Litvak, Catedrática de la Universidad de Austin, Texas (EE.UU). Dr. D. Carlos Vega
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jos. Los originales del Boletín, publicados en papel y en versión electrónica, son propiedad de la Real Aca-
demia de Córdoba, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción total o parcial.
ÍNDICE
TOMO I
I. GALERÍA DE ACADÉMICOS
Ilmo. Sr. D. Alfonso Porras de la Puente ............................................... 15
IV. ARTÍCULOS
Juan Aranda Doncel
Monjes basilios ilustres en la Córdoba del siglo XVIII:
P. D. Jerónimo Vilches Blázquez (1702-1766) ................................. 131
Ángel Aroca Lara
Formación artística de Juan Hidalgo del Moral. Sus retratos .............. 181
7
ÍNDICE
8
ÍNDICE
TOMO II
9
ÍNDICE
VI. CONMEMORACIONES
DÍA DE LA ALIMENTACIÓN
Manuel Blázquez Ruiz
Día Mundial de la Alimentación. Una perspectiva desde la Química . 875
María del Sol Salcedo Morilla
Alimentación local ........................................................................... 883
DÍA DE LA CONSTITUCIÓN
Adolfo J. Sánchez Hidalgo
Réquiem por el constitucionalismo moderno ................................... 889
10
ÍNDICE
DÍA DE GÓNGORA
Manuel Gahete Jurado
Jaime Siles o el equilibrio del funámbulo .......................................... 1015
Jaime Siles Ruiz
Imagen plástica y estructura retórica en el soneto
A Córdoba de Góngora .................................................................... 1019
11
ÍNDICE
12
ÍNDICE
13
GALERÍA DE ACADÉMICOS
BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS,
BELLAS LETRAS Y NOBLES ARTES DE CÓRDOBA
GALERÍA DE ACADÉMICOS
Discurso de apertura del curso 2023-2024 pronunciado en la sesión del día 5 de octubre de 2023
RESUMEN
PALABRAS CLAVE Antonio Cruz Conde es uno de los gobernantes más sobresa-
lientes que ha tenido Córdoba en su historia contemporánea. Sus
Córdoba.
más de diez años al frente del Ayuntamiento de la ciudad constitu-
Cruz Conde.
Cultura. yen un periodo de importantes transformaciones y de moderniza-
Progreso. ción de una capital de provincias que luchaba por salir de la miseria
y las carencias de la posguerra. Junto a importantes iniciativas en
los ámbitos del urbanismo, las infraestructuras, los servicios bási-
cos o el turismo, la cultura ocupó un lugar destacado en la Córdoba
de aquella época.
ABSTRACT
***
3
De nuevo acudimos a Francisco Solano Márquez y, en concreto, a su obra Córdoba de la
bicicleta a la Vespa (Córdoba, El Páramo, 2012), magnífico libro en el que traza un re-
trato muy completo de la vida cotidiana cordobesa en los años cincuenta. No en bal-
de, el periodista y escritor montillano es el mayor conocedor de esta época de la histo-
ria de Córdoba.
4
Gracias al archivo personal de Emilio Asencio Castillo y de los cuadrantes en los que
reflejaba la programación de las salas regentadas por la empresa Sánchez Ramade, de
las que era encargado, podemos conocer con cierto detalle el acontecer del Gran Tea-
tro desde 1951 hasta su cierre a finales de los setenta, antes de someterse a una profun-
da rehabilitación y pasar a gestión municipal. Dicho archivo se halla repartido entre el
Archivo Provincial y el Archivo Municipal de Córdoba.
5
Lo que entonces fue una sección del Conservatorio, se convertiría en un centro propio y
autónomo en 1980, pasando a denominarse Escuela Superior de Arte Dramático.
6
Maruja Cazalla sería poco después la iniciadora de los estudios de Danza en el Conserva-
torio.
7
Tanto para este tema de la lírica como para todo lo concerniente a la música en Córdoba
en la época que evocamos, véase MORENO CALDERÓN, Juan Miguel: Música y
8
«In memoriam. El bardo de la cordobesía» es el título del artículo necrológico que le
dedicó Rafael Castejón y Martínez de Arizala, publicado en el Boletín de la Real Aca-
demia (Córdoba), 86 (1964), pp. 268-270.
9
Gracias a los descendientes de Francisco de Sales Melguizo Fernández, en el archivo del
Real Círculo de la Amistad se encuentra la programación detallada, con programas de
mano y críticas, de todos los conciertos que esta sociedad filarmónica celebró entre
1954 y 1970. Al obtener un nuevo destino profesional fuera de Córdoba, Francisco
Melguizo dejó de estar al frente de la sociedad y, por tanto, de su día a día. La Socie-
dad de Conciertos de Córdoba continuó con sus actividades hasta 1987, en que deci-
dió disolverse.
10
Sobre Cántico y los poetas que integraron el grupo se ha generado una abundante bi-
bliografía, pero de lectura obligada para una primera aproximación es CARNERO,
Guillermo: El grupo Cántico de Córdoba. Un episodio clave de la historia de la poesía españo-
la de posguerra. Madrid, Editora Nacional, 1976.
14
La obra de Equipo 57 y los posicionamientos estéticos del grupo han sido objeto de
numerosos trabajos bibliográficos. Por más reciente y cercano, se recomienda la lectura
de «Sin título (Co-17). Sesenta años de Equipo 57», de Ángel Luis Pérez Villén, en el
catálogo que la Fundación de Artes Plásticas Rafael Botí editó con motivo de la expo-
sición sobre Equipo 57 celebrada en su centro en 2017.
15
En la Guía de Arquitectura de Córdoba, publicada por el Colegio Oficial de Arquitectos de
Córdoba y la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía en 2003, puede
estar con esta Real Academia. No puedo olvidar, de ninguna de las mane-
ras, a mi Junta Directiva y las personas que han pasado por ella, a los car-
gos auxiliares, ni a los académicos numerarios o correspondientes que han
representado a la institución en los numerosos actos, que esta Córdoba
cultural programa.
Tengo en grato recuerdo a mi secretario actual Ilmo. Sr. D. Diego
Medina Morales por la brillante exposición didáctica, amena y magistral
realizada al leernos la Memoria anual, perfectamente auxiliado por las
Srtas. Raquel Moyano García y Dolores Ruiz de Villegas. Gracias a todos
por mantener el acrisolado espíritu de esta Corporación.
Los meses vacacionales son poco dados a proporcionar información
adecuada a esta entidad cultural. No obstante, nos encontramos con un
Congreso Internacional, a la vuelta de la esquina, referido al prieguense
«Arzobispo de Santafé, Virrey de Nueva Granada y Obispo de Córdoba
D. Antonio Caballero y Góngora (1723-1796) y su época», cuya celebra-
ción está prevista para la primera quincena de noviembre (días 10 y 11),
que nos ha consumido parte del descanso vacacional en la realización de la
comunicación oportuna.
De cara a la Excma. Diputación Provincial de Córdoba, que mantiene
nuestras publicaciones, además de nuestro buque insignia el BRAC n.º
172, bajo la dirección del académico de número el Ilmo. Sr. D. Miguel
Ventura Gracia, que lo cuida con esfuerzo, mimo y dedicación, siendo
cada vez más apreciado en los circuitos culturales, gracias al intercambio y
cómo no a las redes sociales.
Asimismo, veremos incrementar una serie de publicaciones pertene-
cientes a Académicos en el recuerdo VII, al-Mulk XXI, Vida académica VII, La
Junta de Damas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, obra de
nuestra académica numeraria Dra. Porro Herrera. Igualmente, este año se
incrementará con un par de ejemplares más referentes al Entorno de las
mujeres. Estudios literarios y a Escritores académicos cordobeses.
No puedo olvidar la invitación cursada por el Excmo. Ayuntamiento
de Nueva Carteya para celebrar en la localidad unas jornadas científicas en
la conmemoración de su bicentenario y que estuvo coordinada por nues-
tro académico correspondiente don Fernando Penco Valenzuela y por
quien esto escribe. Felicito a mi compañero coordinador por la responsa-
bilidad, habitual en él, sobre las intervenciones y el nacimiento de un nue-
vo libro; así como por ese corto cinematográfico, que le ha sido premiado
recientemente.
Siempre he sido optimista y agradezco en el alma el acogimiento que
nos ha hecho el alma mater cordobesa en estos años de itinerancia. Pero es
hora de volver a casa. Si algo existe en mi mente es la necesidad de poner
fin a este desasosiego que nos embarga. Volvemos a estar en las mismas
circunstancias que nuestros compañeros precedentes.
La esperanza asomó allá por el año 1990 del pasado siglo. Hasta ese
momento nuestra andadura nos llevó a la calle Manríquez, sede de la So-
ciedad Económica de Amigos del País, estuvimos alojados en las depen-
dencias del Museo de Bellas Artes, después albergamos el edificio de Santa
Victoria y tuvimos sede en la calle Pedro López, finalmente, fuimos a pa-
rar a una casa que fuera cabildo municipal hasta la decimosexta centuria en
Ambrosio de Morales, 9.
Sirvan las palabras de aquel año, pronunciadas por el Dr. Peláez del
Rosal, como testimonio de la situación en que nos encontramos, porque
[…] No podemos ponderar la angustia de nuestros antecesores de
sentirse ajenos en todo momento sin unas instalaciones capaces, con
penurias sin límite, y sobre todo sin saber en todo momento si al día
siguiente iban a ser desahuciados […]
Voy a terminar mi mandato de dos cuatrienios. En este curso y en ju-
nio, habrá elecciones a la presidencia y Junta Directiva, por lo que no seré
yo, por tanto, el que realice el discurso de clausura.
Y las obras no se han iniciado en esta Córdoba inmersa, como solía es-
cribir Josemaría Alvariño en sus Canciones morenas, al recuerdo de una
hombría foránea,
¡Oh, los hombres de otras tierras
que no ven tus calles,
ni pisan tus patios,
ni viven tu aire…
RESUMEN
ABSTRACT
Zeus Prometeo
De Esquilo se conservan siete obras íntegras: Los persas, Los siete contra
Tebas, Las suplicantes, Agamenón, Las coéforas, Las Euménides y Prometeo enca-
denado. Pues bien, esta última —que constituye la primera parte de una
trilogía— presenta dudas sobre su autoría. De las otras dos —Prometeo libe-
rado y Prometeo portador del fuego— sólo quedan fragmentos. Ahora bien,
sea quien fuere el autor, lo cierto es que sorprende por la modernidad de
algunos conceptos como la ingratitud y el injusto abuso de poder, que
inmediatamente conectan con el público, dos mil cuatrocientos años des-
pués de haber sido escrita.
Ilíada. Canto IX, 205. Aquiles está en compañía de Ulises, Áyax, Pa-
troclo y Automedonte, su auriga. Entre sus amigos más caros, improvisa
una comida de carne y vino, que él mismo prepara:
En un tajón que acercó a la lumbre puso los lomos de una oveja y
de una pingüe cabra y la grasa espalda de un suculento jabalí. Au-
tomedonte sujetaba la carne; Aquiles, después de cortarla y dividirla,
la espetaba en asadores; y el menecíada (Patroclo), varón igual a un
dios, encendía un gran fuego; y luego, quemada la leña y muerta la
llama, extendió las brasas, colocó encima los asadores asegurándolos
con piedras y sazonó la carne con la divina sal. Cuando aquélla es-
tuvo asada y servida en la mesa, Patroclo repartió pan en hermosas
canastillas; y Aquiles distribuyó la carne, sentóse frente al divino
Ulises, de espaldas a la pared, y ordenó a Patroclo, su amigo, que
hiciera la ofrenda a los dioses. Patroclo echó las primicias al fuego.
Nos ha llegado intacta la receta seguida por Aquiles para preparar carne
a la brasa. La leña debe quemarse, pero la llama debe morir. Y cuando ya
sólo hay brasa, se colocan sobre la misma espetos de carne, que entonces
se sazona con sal. Es esta la técnica eficiente que puede imaginarse en un
cazador o un militar. Lomos de oveja y cabra, espalda de jabalí, sal y pan.
Se sirve vino. Antes de comer, se echan al fuego las primicias, como
ofrenda a los dioses.
Este mecanismo de sacrifi-
car y comer aparecerá en la
Ilíada frecuentemente. En el
Canto 1 (59) se sopesa apaci-
guar a Apolo con la quema
en su honor de grasa de cor-
deros y cabras escogidas. En
el mismo Canto (312), se
sacrifican finalmente «junto a
la orilla del estéril mar heca-
tombes 100 reses vacunas)
perfectas de toros y de cabras
en honor de Apolo. El vapor
de la grasa llegaba al cielo,
enroscándose alrededor del
Homero humo».
En el Canto IV, 31, Zeus discute con Hera, diciéndole que Ílio era su
ciudad preferida, y que su «altar jamás careció en ella del alimento debido,
libaciones y vapor de grasa quemada; que tales son los honores que se nos
deben». Tal cosa se debe a los dioses, según el más grande de ellos: liba-
ciones y vapor de grasa quemada.
En el Canto VIII, 228, Agamenón, animado por Hera, arenga a los
aqueos y clama a Zeus:
Padre Zeus! ¿Hiciste sufrir tamaña desgracia y privaste de una gloria
tan grande a algún otro de los prepotentes reyes? Cuando vine, no
pasé de largo en la nave de muchos bancos por ninguno de tus be-
llos altares, sino que en todos quemé grasa y muslos de buey.
Más adelante, Canto VIII, 358, Atenea, molesta con su padre Zeus, an-
ticipa grave mal a los troyanos, mientras se arma:
Quiero ver si el hijo de Príamo, Héctor, el de tremolante casco, se
alegrará cuando aparezcamos en el campo de la batalla. Alguno de
los troyanos, cayendo junto a las naves aqueas, saciará con su grasa y
con su carne a los perros y a las aves.
Sucediendo en el pasaje que
se trata al enemigo como sacri-
ficio, siendo la maldición que
lo que habría de haber llegado a
los dioses llega al estómago de
perros y aves. Su grasa y su
carne. En el Canto XXIII, 179,
Aquiles, enloquecido por la
muerte de Patroclo, dice junto
a su pira que el cuerpo de Héc-
tor no lo entregará a la hogue-
ra, sino a los perros. Repite la
amenaza de Atenea, pero sin
éxito, porque (184), «los canes
no se acercaron a Héctor. La
diosa Afrodita, hija de Zeus, los
apartó día y noche, y ungió el
cadáver con un divino aceite
rosado para que Aquiles no lo
lacerase al arrastrarlo».
Aquiles
Regresemos al Canto VIII. Tras una arenga de Héctor (542), los troya-
nos «sacaron pronto de la ciudad bueyes y pingües ovejas, y de las casas
pan y vino, que alegra el corazón, y amontonaron abundante leña. Des-
pués ofrecieron hecatombes perfectas a los inmortales, y los vientos lleva-
ban de la llanura al cielo el suave olor de la grasa quemada».
Este concreto sacrificio fue rechazado por los dioses, porque se les ha-
bía hecho ya odiosa Troya. Significa que los dioses pueden no aceptar lo
que se les sacrifica y que por tanto hay un límite a lo que puede apaciguar-
se en ellos, contradiciendo la meliflua opinión de Fénix, en el Canto IX,
434, cuando para apaciguar a Aquiles «los dioses mismos se dejan aplacar,
no obstante su mayor virtud, dignidad y poder. Con sacrificios, votos
agradables, libaciones y vapor de grasa quemada los desenojan cuantos
infringieron su ley y pecaron».
En el Canto XI, 816, Patroclo dice a Eurípilo:
¡Ah infelices caudillos y príncipes de los dánaos! ¡Así debíais en
Troya, lejos de los amigos y de la patria tierra, saciar con vuestra
blanca grasa a los ágiles perros!
Y en el Canto XIII, 824, Héctor espetará a Ayante exactamente la
misma amenaza que Atenea formula en el VIII:
Tú también serás muerto entre ellos si tienes la osadía de aguardar
mi larga pica: ésta te desgarrará el delicado cuerpo; y tú, cayendo
junto a las naves aqueas, saciarás a los perros de los troyanos y a las
aves con tu grasa y tus carnes.
No es una amenaza singular, porque privar del respeto al cadáver y su
adecuado tratamiento (la pira, el vino negro para apagarla, llorar el cadáver
colocado en un lecho) se repite a lo largo del texto. Aquiles, en el Canto
XXI, 122, cuando está ejecutando a Licaón, le dice que arrojará su cuerpo
al mar, para que algún pez se coma su blanca grasa. Que no servirán los
sacrificios troyanos de toros y caballos. Y más adelante en este Canto, 200,
Aquiles mata a Asteropeo y abandona su cuerpo en la arena. Al cubrirlo el
agua, «anguilas y peces acudieron a comer la grasa que cubría los riñones».
Tantos cadáveres va arrojando al río que el río, transfigurado en hom-
bre, le pide que mate en el llano y no en él, porque le está obstruyendo el
cauce.
El sacrificio humano no parece principal, pero existe. Se está castigando
e injuriando con el mismo mecanismo de quemar la grasa. No hay vapor
Tetis y Peleo
3. EL CASTIGO
BIBLIOGRAFÍA
la cual Yavé Dios puso al hombre, permitiéndole comer de todos los ár-
boles excepto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Luego «la serpien-
te, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciese Yavé Dios», tentó a
Eva para que incumpliera la prohibición, asegurándole —a decir del libro
sagrado— que «el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como
Dios, conocedores del bien y del mal. Vio, pues la mujer que el árbol era
bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él
sabiduría, y tomó de su fruto y comió…»
La presencia e influencia del mito de Prometeo fue grande en la Anti-
güedad, se reactivó en el Renacimiento y en nuestro Siglo de Oro y en el
Barroco. Quién no recuerda la obra de Calderón de la Barca La estatua de
Prometeo, al infeliz y mísero Segismundo, a Lope de Vega o nuestro Luis
de Góngora. E igualmente las representaciones pictóricas de todos los
tiempos debidas a pinceles tan excelsos como los de Tiziano o Rubens.
Con todo fue durante los siglos XVIII y XIX cuando el mito de Pro-
meteo encadenado alcanzó su cima, sin duda por la coincidencia simbólica
con algunos ideales de la Ilustración (razón, progreso, ciencia, humanis-
mo), o el Romanticismo por la atmósfera social y espiritual de la época, en
plena revolución industrial y científica, cuando el futuro era percibido con
anhelo como liberación, la ciencia como nueva religión, el progreso como
logro de la inteligencia y de una técnica alimentada por el vapor generado
por el fuego del carbón. A ello coadyuvaron las teorías de Darwin o del
mismo Karl Marx, quien en el colofón al proemio de su tesis doctoral se
refiere a Prometeo como el santo y mártir más sublime del calendario filo-
sófico, y a sus propias doctrinas como el dios desencadenante, como el
Hércules de Prometeo. Lo que, desde otra posición, pero asumiendo el
estado de cosas del siglo XIX, fue replicado por el papa León XIII en
1891 con la publicación de la encíclica Rerum Novarum.
Más tardíamente, y siempre a título de ejemplo cercano, es innegable la
influencia del Prometeo en autores de nuestra Generación del 98 como
Miguel de Unamuno, quien en sus obras San Manuel bueno, mártir o El
Cristo de Velázquez expresa su drama vital claramente coincidente con el
de Prometeo. O a mediados del siglo XX, en 1952, el Prometeo de Gloria
Fuertes, de claras resonancias unamunianas y probablemente muy depura-
do por la censura en tiempos del ministro Arias Salgado. Y en tantas y
tantas obras, citadas por la recipiendaria, o referencias en el cine contem-
poráneo, como, igualmente ella ha expresado.
Hoy por hoy, Prometeo sigue siendo un mito con plena vigencia, una
tragedia representada en distintos escenarios. La misma Marisol Salcedo
—según nos ha confesado— fue actriz de reparto en 1980 en Málaga in-
terpretando a Metis, y en el campo de la excelencia dramática, sin desme-
recer de la mencionada representación ni de la artista que aquí nos acom-
paña, fue representada en el «56º Festival de Teatro Clásico de Mérida»,
en julio de 2010, y ha abierto el festival de tetro clásico por antonomasia:
el de Siracusa, el día 11 de mayo de este mismo año de 2023. Y ello sin
olvidar nuevos libros como el Prometeo de Luis García Montero de recien-
te publicación, también llevado a escena en Mérida en 2019.
Pero el fuego robado por Prometeo, transportado en una cañaheja y
reproducible mediante un tallo seco de gamona —arbustos del Mediterrá-
neo— tal y como hacíamos los niños de pueblo para los cuales el mundo
no había cambiado tanto desde los tiempos de la tragedia griega, no es sólo
el fuego físico, una fuente de calor o de energía para la transformación de
los alimentos, una gastronomía para el cuerpo, como ya se ha citado, o
para la fundición de metales —verdadera gastronomía de la vida cotidiana
y de la guerra— pues no en vano los tiempos referidos por Edipo pueden
concretarse en el tránsito de la edad del bronce a la del hierro.
Es un fuego controlado por la inteligencia, luz de la misma y al servicio
de ella, es la fuerza que trae el beneficio incomparable de la vida civilizada
y del progreso, del entendimiento, de la filosofía, de la política y de la vida
urbana… Gracias al fuego y a Prometeo los humanos, que antes eran ne-
cios, se tornan inteligentes y poseedores de espíritu.
La Sra. Salcedo ha destacado magistralmente a lo largo de su discurso el
sentido y el poder del fuego y ha enfatizado en palabras de Harari su gran
contribución al progreso material de la humanidad mediante su uso gas-
tronómico o en la preparación de alimentos. Y antes que él, Roy Lewis de
un modo tan serio y riguroso como divertido es el título de su libro
—¿Por qué me comí a mi padre?— destacó su valor como epicentro de la
primera gran revolución de la humanidad. A la cual quizás cupiera añadir
en una elemental trilogía de revoluciones la invención de la escritura y su
reproducción mecánica por la imprenta y la incorporación del ciberespa-
cio como territorio real y virtual en el momento presente, a partir de los
cuales se está dibujando el futuro hasta donde nos es posible conocer con
los dioses de un nuevo olimpo informático.
RESUMEN
ABSTRACT
del Rosal, don Rafael Vázquez Lesmes y don Diego Medina Morales.
Espero no defraudar su confianza ni la del resto de compañeros, y servir
con entrega e ilusión en cuanto pueda requerirse de mí en todo momento.
Debo confesarles que la alegría que me produce el acceso a la nueva
condición de numeraria se ve empañada por la tristeza de que tal honor
tenga su origen en la marcha de este mundo —no así del literario, ni del
corazón de cuantos le quisimos— de un gran académico y amigo entraña-
ble, el abogado y escritor don Rafael Mir Jordano, hombre vehemente
aunque con un hondo lirismo de alma que impregnaba todas sus acciones.
Y fueron muchas, porque era persona de múltiples saberes y quehaceres, y
entre todos ellos se imponía uno: beberse la vida a tragos largos y ser todo
lo feliz que le permitieran los zarandeos de la existencia. La suya, fructífera
y larga, se quebró para siempre a los 92 años justo tal día como ayer, el 1
de mayo de 2023; y a Córdoba, su amada ciudad, la dejó huérfana de su
impulso y entereza, rasgos de carácter que acompañaron a Rafael Mir des-
de la infancia. Alguna vez me contó que con nueve años se montó una
biblioteca con un cajón donde acopló sus libros, y siendo aún bachiller ya
daba conferencias. Tenía 16 años cuando se le ocurrió mandar un artículo
a la Hoja del Lunes que el director le agradeció aunque no se lo publicó.
Sin embargo debió de gustarle tanto la ocurrencia que desde entonces no
cesó de colaborar en el diario Córdoba hasta pocos días antes de su muerte,
ni de vivir deprisa e intensamente.
Era avaro con el tiempo y, según decía, lo aprovechaba hasta en sueños.
Sólo eso explica las numerosas facetas de este cordobés «de nacimiento,
residencia y ejercicio», tal como se presentaba en su página web. Fue, si-
guiendo la tradición familiar, un jurista de prestigio que encauzó buena
parte de su experiencia hacia la enseñanza, pues además de haber sido pro-
fesor de Derecho en la UCO, en su bufete se formaron muchos abogados
que hoy siguen admirando al maestro. Apasionado por la cultura, que diri-
gió institucionalmente como primer delegado provincial de la democracia
(1078-79), fundó de joven revistas literarias como la madrileña Arquero o
Revista del Mediodía, y colaboró muy activamente en la creación del recor-
dado cine-club del Círculo de la Amistad y de las Primeras Conversaciones
Nacionales de Teatro celebradas en dicha entidad (1963). Como académico
numerario —condición que adquirió en 2002 aunque había sido corres-
pondiente desde 1967— aportó lo mejor de sí, brío y conocimientos.
Pero además, puesto que nada de lo humano le era ajeno, le gustaba lo
mismo perderse en un safari por África cual aventurero de película, siempre
***
1
CARBONELL, Fernando: «Ante la segunda muestra de arte contemporáneo de Córdo-
ba». En diario Córdoba, 24 de mayo de 1959. Artículo citado por PÉREZ VILLÉN,
Ángel L. en «A propósito de Mariano Aguayo. Una década prodigiosa: la obra de los
sesenta», dentro del catálogo de la exposición antológica Mariano Aguayo. 1961-2023,
abierta en la Sala Vimcorsa durante el verano de 2023, la última hasta ahora. Edición
del Ayuntamiento de Córdoba, Delegación de Cultura y Patrimonio Histórico. Cór-
doba, 2023, p. 13.
APUNTES BIOGRÁFICOS
2
AGUAYO ÁLVAREZ, Mariano: «Mi propia obra». Boletín de la Real Academia de Córdo-
ba (BRAC), 124, enero-junio 1993, pp. 95-99. Es su carta de presentación en la Real
Academia de Córdoba, donde había sido nombrado correspondiente el 6 de febrero
de 1992.
3
LUQUE, Rosa: «Córdoba ha dado la vuelta a su mentalidad como un calcetín, y creo
que para mal», entrevista publicada en el periódico Córdoba, dentro de la serie domini-
cal «La memoria viva de Córdoba», el domingo 30 de enero de 2011, pp. 18-20.
4
Ibid.: p. 19.
5
ASENSI LIDÓN, Alfredo: «Que la caza no esté bien vista es un contrasentido cultural»,
entrevista publicada en El Día de Córdoba el domingo 17 de noviembre de 2002.
6
LUQUE, Rosa: «Mariano Aguayo: el círculo se cierra», artículo de opinión publicado en
el diario Córdoba el jueves 29 de junio de 23, a propósito de su exposición antológica
en la Sala Vimcorsa, en el que, haciendo balance de toda una vida dedicada a la crea-
ción, se incide en la condición de Aguayo de «artista a su aire» en estos términos: «To-
das estas etapas creativas (…) las ha desarrollado con placer y ganas, porque se lo pedía
el cuerpo y pensaba que se lo debía a sí mismo —no ha sido Aguayo amigo de morti-
ficaciones—. Lo hizo al margen de corrientes y camarillas que nunca frecuentó, por-
que, aristócrata de cuna y talante, una especie de Gatopardo en extinción, prefería vo-
lar en solitario a someterse al dictado de los otros».
7
LUQUE, Rosa: «Córdoba ha dado la vuelta …», ent(revista) cit(ada), p. 19.
8
PÉREZ VILLÉN, Ángel L.: «A propósito de Mariano Aguayo…», art. cit., pp. 12-17,
donde el crítico de arte desarrolla ampliamente el perfil plástico de Aguayo en su pri-
mera época.
9
MORENO, Aristóteles: «Córdoba es una ciudad resignada», entrevista publicada en el
diario Abc el domingo 19 de diciembre de 2010, pp. 58 y 59.
10
ASENSI, Alfredo: «Que la caza no esté bien …», ent. cit. En ella se expresa en estos
términos respecto a la crítica que suscita en algunos sectores la actividad cinegética: «La
caza está presente a lo largo de la historia de la pintura y de la literatura. La cultura de
la caza es importantísima, pero por algunas circunstancias (quizá la culpa la tenga Walt
Disney por haber hecho Bambi) no está bien vista. Esto es un contrasentido cultural.
Ahí están el Infante Don Juan Manuel y el rey Alfonso XI, entre tantos otros, escri-
biendo de caza».
11
LUQUE, Rosa: «Mariano Aguayo. Volver a empezar», artículo publicado en CÓR-
DOBAexpone, revista de la galería de arte cordobesa Carmen del Campo. Año 1, núm.
7, noviembre-diciembre 2013, p. 11. Dicha publicación coincidió con la exposición
que Aguayo tituló La fiesta, abierta al público del 15 de noviembre de 2013 al 8 de
enero de 2014.
12
Id.: «El nuevo Mariano Aguayo», artículo publicado en el diario Córdoba el 12 de di-
ciembre de 2013, p. 4. En esta columna se ahonda en el nuevo estilo del artista que
entronca con sus comienzos: «No hace falta ser crítico de arte para adivinar que este
Aguayo que rompe por completo con el verismo de cronista plástico que ha marcado
su anterior obra ha decidido volver a nacer al arte estrenando un estilo abierto y suge-
rente que transmite optimismo».
13
MORENO, Aristóteles: «Córdoba es una ciudad …», ent. cit., p. 58.
14
COST, Alfonso: «El color de las letras», en CÓRDOBAexpone, p. 3.
15
AGUAYO ÁLVAREZ, Mariano, AGUAYO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Ma-
riano y AGUAYO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Fernando: «Mariano, Mariano
& Fernando», conversación a tres voces entre padre e hijos en CÓRDOBAexpone, pp.
18-19.
Pero íbamos por sus comienzos literarios, que tienen la fecha de 1986
aunque la escritura rondaba sus sueños desde mucho antes. Porque Agua-
yo escribía para sí mismo desde muy joven, poesía y pequeños relatos a
modo de desahogo letraherido, sin pensar en publicarlos. A pesar de la
diferencia de edad, entabló amistad con los miembros del grupo Cántico,
sobre todo con Pablo García Baena, Ricardo Molina y el pintor Miguel
del Moral. A éste solía visitarlo en su estudio de la calle de la Hoguera,
convertido cada 24 de diciembre, como aún se recuerda en la ciudad con
nostalgia, en un foro donde la Córdoba intelectual y artística cantaba vi-
llancicos en torno a un belén. Algo parecido a la costumbre que luego
instituyó García Baena en su casa de Obispo Fitero, pero en su caso con
visitas reducidas que no decaían en toda la Navidad.
El caso es que animado por éstos y otros amigos, entre ellos el grupo
madrileño en torno a Pedro González Arispe y la editorial La Trebere,
aprovecha la libertad personal recobrada tras el infarto que cortó en seco
su carrera como alto empleado de banca no sólo para volver a la pintura
sino para decidirse a sacar a la calle sus escritos. A partir de entonces se
echa en brazos de la literatura con verdadera pasión de amante. Así lo re-
conoce su hijo Mariano, quien opina que a su padre «le ha gustado mucho
más escribir que pintar» y que «la pintura fue su medio de vida, y la escri-
tura su afición» 16.
EL ARTICULISMO, EN EL ORIGEN
16
En estos términos se expresaba Mariano Aguayo hijo durante la última conversación en
persona —le siguieron otras telefónicas— que mantuve con su padre en febrero de
2024, a la que nos acompañó.
17
Mariano Aguayo ha recibido diversos premios a lo largo de su dilatada trayectoria: el
Premio Carlos III de la Real Federación Española de Caza en 2000; distinguido como
Rehalero del Año por la Asociación Española de Rehalas en 2002; el Premio a la Per-
sonalidad Venatoria 2005 concedido por la Diputación de Córdoba en el marco de
Intercaza y el Premio Federcaza ‘Arte y Cultura’, de la revista del mismo nombre, en
2023.
18
AGUAYO, Mariano: Vivir bien y despacito. Con prólogo de Alfonso Ussía e ilustraciones
de BARCA. Madrid, Otero Ediciones S.L., 2003.
19
MORENO, Aristóteles: «He vivido bien y despacito», entrevista publicada en la edi-
ción cordobesa del diario ABC el domingo 3 de julio de 2022.
20
USSÍA, Alfonso: Prólogo de Vivir bien…, op. cit., pp. 9-11.
Con una cuidada edición, el lector halla narraciones breves en las que el
buen observador que siempre ha sido Aguayo, al igual que le sucederá en las
novelas, recrea, a veces con nostalgia de otros tiempos, una Córdoba que se
extingue; con sus tipos, sus tradiciones y su vocabulario popular, ése que
tiende a atrofiarse, si no a desaparecer por completo arrastrado por el tsu-
nami de la semántica postmoderna impuesta por la era de internet. Una
Córdoba que sólo alguien como Aguayo podía inventariar para el recuerdo.
He aquí, en el capítulo titulado «¿Quién me ha quitado mi patria?», una
declaración de principios sobre ese cordobesismo que impregnará toda su
obra: «Soy tan cordobés que, para mí, un día pasado fuera de Córdoba es un
día perdido. Y no es que no me guste salir por España o a Europa, que me
gusta. Lo que pasa es que cuando llevo una semana fuera de mi casa y mi
estudio ya empiezo a mirar para atrás» 21. Artículo tras artículo (son 25 en
total), el autor desgrana con aire liviano —nunca ha sido Aguayo amigo de
trascendencias— aspectos y circunstancias que forman el ser y el estar de los
cordobeses … y de los que no lo son, pues sabe dar vida con unas cuantas
pinceladas bienhumoradas a personajes arquetípicos que a todos nos resultan
familiares. Así describe al snob, «esa mosca social»:
Hay una clase de tío que, esté donde esté, no deja a nadie lucirse
contando historias porque las suyas siempre son más importantes. Si
uno cuenta que fue a los toros aquel día memorable, cuando Curro
cortó dos orejas, él estuvo en la habitación del hotel ayudando a
vestirse al maestro. Y si usted estaba en el tendido el día que mata-
ron a Paquirri, él fue hasta el hospital al lado del conductor de la
ambulancia. Su gloria está en ser coprotagonista donde sea, aunque
no haga allí maldita la falta 22.
Y esto es lo que piensa del pelmazo de tertulia:
Ese tío que nunca dice algo que le importe a nadie, que todo
lo explica larga y detalladamente, que interrumpe con pam-
plinas impertinentes y que, al final, siempre comete el pecado
mortal de introducir el tedio en la conversación 23.
Y lo mismo entona una elegía por la ya desacostumbrada media botella
de vino (renunciar a ella, lamenta, «es como beber el vino en taza. Y hasta
ahí podíamos llegar»), que se ríe al comparar el generalizado tuteo imper-
tinente con las costumbres de otros tiempos, no menos pasadas de rosca:
21
AGUAYO, Mariano: «¿Quién me ha quitado mi patria?», en Vivir bien..., op. cit., p. 145.
22
Ibid.: «El snob, esa mosca social», p. 163.
23
Ibid.: «La tertulia», p. 18.
COSAS DE LA SIERRA
24
Ibid.: «Del vuesamerced al tú pasando por el usted», p. 93.
25
Ibid.: «La piel de la Corredera», p. 109. El tema de la Corredera es recurrente en la obra
de Aguayo, que gusta de pasear a los personajes de sus relatos y novelas por la Córdo-
ba más castiza.
En esos días [de caza], desde que cargamos los bártulos hasta que
volvemos a casa, hemos andado con las cosas que más apreciamos,
con los hombres que queremos, con nuestros perros y en nuestra
sierra bronca y generosa. Y yo no conozco una manera más intensa
de vivir 26.
Esta primera compilación de artículos relacionados con la montería
—siempre la cordobesa, a pesar de que la revista donde se insertan es de
ámbito nacional— consta de 50 capítulos divididos en cuatro apartados
que coinciden con los del título más el que los antecede, dedicado a «la
gente» que rodea la caza. Las entradillas están encabezadas por la reproduc-
ción de cuatro grabados al aguafuerte de Aguayo, quien, no olvidando su
faceta artística, suele ilustrar los textos con dibujos de su cosecha. Curio-
samente, dichos grabados se repartieron conjuntamente con los primeros
55 ejemplares del libro —del que se tiraron mil—, el primero de los cua-
les, marcado con la letra A, destinado a Su Majestad el Rey, y los cuatro
siguientes (B,C,D,E) para Juan Jesús Cillán Patiño, presidente de Otero
Ediciones —que siempre lo animó a seguir escribiendo— y a Mariano,
Fernando y Ricardo, sus tres hijos. Los 50 ejemplares siguientes van mar-
cados en números romanos del I al L. Caprichos estéticos de nuestro
hombre y del mundo en el que se ha movido.
28
Ibid.: «Con El Cordobés en la Tierna», p. 37.
AROMA A CAMPO
33
Ibid.: «Diez años en mi rincón», p. 188.
34
Ibid.: «La Letro y el orégano», p. 14.
Hoy la caza está mal vista socialmente. Tan es así que a cualquier li-
bro u obra de arte que tenga la caza como motivo le será muy difí-
cil hacerse un sitio en los ambientes intelectuales. Y, sin embargo,
esto no es más que una moda. El Arte está tan ligado a la caza que
en ella tiene su origen. En la sociedad primitiva, el cazador obligado
a abastecer de carne a la tribu sentía el peso de la responsabilidad y
convocaba a los animales objeto de sus deseos representándolos en
las paredes de las cuevas. Y lo hacía con una técnica similar a nues-
tra actual pintura al óleo 35.
BEl tema de cómo las artes plásticas y la literatura han puesto la mirada
históricamente en el universo cinegético, donde siempre encontraron
buenos argumentos, había sido tratado anteriormente por el autor en una
de sus intervenciones en la Real Academia de Córdoba que tituló «La caza
y el arte» 36, ponencia con la que participó allá por 2007 en una Jornada
sobre Naturaleza y Caza organizada por esta institución. Una coincidencia
que nos lleva, entre el Aguayo articulista y el escritor de ficción que anali-
zaremos más adelante, a establecer un paréntesis sobre su relación con la
Academia de Córdoba. En su sección de Bellas Letras ingresa como co-
rrespondiente con residencia en Córdoba en 1992, si bien tras el ictus de
2011, que lo retira de la vida social y por tanto de la asistencia a las sesio-
nes de esta casa, pasará a ser correspondiente por Málaga.
El inciso tiene una justificación nada baladí, pues nos introduce de
lleno en el propósito que nos ocupa: el análisis de la obra literaria de quien
es mucho más conocido como pintor que como escritor. Y es que el tra-
bajo de ingreso de Mariano Aguayo en la Academia, que como ya está
dicho tituló «Mi propia obra», consistió precisamente en eso, en explicar
las motivaciones que lo arrastraron hacia el folio en blanco y cómo fue
gestando los textos publicados hasta la fecha. Así que nada mejor que co-
nocerlo de su propia voz:
Aparte de algún escarceo poético de los viejos tiempos de adoles-
cente en los que también intenté, con verdadero candor, alguna na-
35
Ibid.: «La caza en las artes y las letras», p. 199.
36
AGUAYO, Mariano: «La caza en el arte», BRAC, 152, enero-junio 2007, pp. 63-66.
En la Jornada sobre Naturaleza y Caza donde se inscribe esta ponencia participaron
también con sendos trabajos Rafael Mir Jordano, Francisco de Paula Sánchez Zamo-
rano, Aniceto López Fernández y Juan Carranza Almansa.
37
Ibid., (cf. nota 2), p. 95.
38
Ibid., pp. 95-96. Para ilustrar su vena lírica, Aguayo incluye en el trabajo académico tres
poemas inéditos —de hecho, nunca ha publicado poesía—. Son los titulados: «Dios de
mi infancia», «La tormenta» y «La inevitable ausencia», y todos están transidos de amor
a la naturaleza, con la que desea fundirse en la hora del adiós, y cierto toque panteísta,
sobre todo el primero.
39
Ibid., p. 97.
42
Id.: Vocabulario cordobés del monte …, op. cit. La primera edición cuenta con el prólogo
—reproducido luego en la segunda— de Alfonso de Urquijo, quien justifica así la
oportunidad del vocabulario: «La belleza de los términos populares, lo bien que se
ajustan a lo que quieren designar, lo eufónicos que muchas veces resultan, creo que
aconsejan recolectarlos e intentar que no se pierdan» (p. 10).
43
Id.: «Aspectos cinegéticos en la obra de Aurelio Teno», BRAC, 126, enero-junio 1994,
pp. 31-32. Refiriéndose a la obra de Teno «Halcón de cetrería», de 1981, Aguayo la
describe en tono poético: «Cuando una rapaz en su vuelo se interpone entre nosotros
y el sol, hay un momento de deslumbramiento en que las alas cubren la luz pero ésta
nos sigue cegando a medias. Es una belleza inaprensible, insostenible, fugaz. Y allí pa-
rece que hubiera estado Aurelio Teno, viendo el águila pero con el pensamiento ya
puesto en sus materiales. En sus bronces, en sus cuarzos, en sus metales preciosos».
44
Id.: La caza en el cante. Madrid, Otero Ediciones S.L., 2004. Esta obra tuvo en 2003 un
antecedente en autoedición no venal, un librito-joya de 45 páginas del que se tiraron
90 ejemplares a modo de felicitación navideña a la familia y amigos.
45
Id.: Relatos de caza. Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros,
Colección de Bolsillo, 1986. Es significativo que esta obra iniciática la dedica el autor
a su esposa, otra gran montera, y lo hace en estos términos: «Las mujeres verdadera-
mente aficionadas a la caza mayor pueden contarse con los dedos de las manos. A una
de estas monteras, dispuesta a cazar con frío, con agua o como sea, capaz de estar
puesta tres horas a ver si cuatro perretes sacan un marrano, a Fernanda, mi mujer, de-
dico este libro».
46
La primera publicación de González-Ripoll, Narraciones de caza mayor en Cazorla (1974),
ya recreaba ese universo alejado de tecnicismos donde poco o nada se habla de caza,
sino que prevalecía el retrato de personajes clásicos del entorno rural, desde pastores a
bandoleros y furtivos. Un paisanaje y unos ambientes afines a los gustos de su «ahijado»
literario, a quien describe como «un aristócrata por la sangre y por el espíritu, y eso se
refleja en la finura de su prosa, enormemente jugosa y penetrante, en la que se desliza
suavemente, con el aparente desaliño de las cosas que salen bien sin esfuerzo». Y es
que González-Ripoll no ve a Aguayo «preocupado en exceso por el estilo, y eso te-
nemos que agradecerle —ironiza—. Cuando un señor se pone a la máquina y dice:
ahora van ustedes a ver lo que es bueno, hay que echarse a temblar». De este modo, y
éste será un rasgo característico de toda su obra, con las palabras justas, las que verda-
deramente se suelen emplear en el lenguaje coloquial de la gente de la sierra, Aguayo
deja hablar a los personajes «a su aire, a su manera, sin interferirles, dándole hilo a la
cometa». (Frases entresacadas del prólogo del citado libro, a cargo de Juan Luis Gonzá-
lez-Ripoll, pp. 5-7).
47
AGUAYO, Mariano: Montear en Córdoba. Córdoba, Obra Cultural de la Caja Provincial
de Ahorros, 1991. Subtitulado «Memorias de mi sierra», el libro tuvo una segunda edi-
ción en 1993.
Le siguió luego en 1992 Con mi gente y otras narraciones de caza 48. Se tra-
ta, como el mismo título indica, de otro libro de relatos por el que pasan
personajes con mayor interés por su humanidad que por las situaciones
que protagonizan. Monteros, furtivos, perreros vuelven a estar tratados
con naturalidad en un lenguaje sencillo y rico, escrito desde la añoranza de
una sierra todavía solitaria y bronca. En el año 2000 aparece La montería,
libro que dedica a González-Ripoll («mi maestro, mi amigo»). Ilustrada
con viejas fotos sepias —llaman la atención las antiguas caballerías con sus
atalajes—, esta nueva obra ofrece sabrosos textos de sencilla erudición y
aroma nostálgico a las monterías de antaño. En cinco capítulos separados
por sus respectivas portadillas e ilustrados con dibujos, son detallados todos
los momentos de un día de monte, desde las vísperas al remate de la man-
cha, redactados como una especie de legado que dejar a los jóvenes. Así lo
expone en el prefacio:
Como he escrito pensando muchas veces en los nuevos monteros,
puedo parecer dogmático. No es ésa mi intención porque, cuantos
más años pasan, más convencido estoy de que ha sido muchísi-
mo lo que me ha quedado por aprender. Pero, a lo mejor, alguien
que quiera comenzar esta hermosa aventura de la montería saca
provecho de mi experiencia. Y eso, ya, sería una satisfacción para
mí 49.
Once años después verá la luz un libro más de parecido título e inten-
ciones, Del monte y la montería 50, pero esta vez a tamaño de enciclopedia
(24,5 x 29 cm.) profusamente ilustrada y con encuadernación a todo lujo
sobre tela impresa. Una magna obra, pues, destinada a dejar constancia
escrita de una tradición abocada a desaparecer. Y siempre en un estilo
libre, erudito, ameno y cargado de belleza. El mismo que había acompa-
48
Id.: Con mi gente y otras narraciones de caza. Madrid, Otero Ediciones SL, 1992. Son 23
relatos ilustrados por el autor con magníficos dibujos a sanguina.
49
Id.: La montería. Madrid, Otero Ediciones SL, 2000. Cuenta el autor en el prefacio que
concibió el libro como un álbum de fotos antiguas sin más textos que los pies corres-
pondientes, pero que su editor, Juan Jesús Cillán, le convenció de que narrara una
montería desde el principio al final y luego ilustrara este documento para la historia
con tan bellas imágenes.
50
AGUAYO, Mariano y AAVV: Del monte y la montería. Madrid, La Trébere, 2011. Es
una edición de 550 ejemplares, estando el número 0 reservado al entonces Príncipe de
Asturias, Felipe de Borbón. Acompañan los textos de Aguayo otros de los marqueses
de Laserna, del Borghetto y de Valdueza, y de Mariano Aguayo Fernández de Córdo-
ba, Juan Béjar y César Fernández de la Peña, así como una amplia bibliografía debida
al conde de Priego.
51
AGUAYO, Mariano: Los perros y yo. Madrid, Otero Ediciones, 2002. Como casi todas
las obras del escritor, ésta se ofrece bellamente ilustrada con dibujos a sanguina que lle-
van su firma. De ella escribió RODRÍGUEZ, Florencio: «Mariano Aguayo sólo le
reprocha a los perros que no hablen —por asuntos de ajustes—, pero él, que tan bien
los conoce, les tapa el defecto relatando con ritmo y precisión las excelentes ladras de
los podencos, los mastines o los cruzados levantando la caza» («Los perros de Aguayo»,
en diario Córdoba, 31 de diciembre de 2002).
52
Id.: El gran libro de la rehala. Córdoba, Almuzara, 2009. Se trata de un libro de gran
formato y edición muy cuidada, ilustrado con fotos antiguas y reproducciones a todo
color de sus cuadros de perros.
que siguiendo los pasos del padre ya escribía en Trofeo, decidió compen-
diar los últimos artículos de aquél junto a los primeros suyos. En estos
textos postreros luce el narrador que siempre fue; escritos con gracia y
abundancia de anécdotas, son una lección impartida sin ínfulas ni pedante-
ría, pedagogía de la buena para futuras generaciones e inventario de cos-
tumbres para los contemporáneos.
hombre de Villalba, cazador bien conocido por todos los aficionados, cuya
muerte justificó el forense por la embestida del marrano que cazaba, un
navajazo que le seccionó la femoral.
Sin embargo, esta historia se revelaría en su verdadera dimensión poste-
riormente, cuando López se presenta al atardecer en la finca de su conter-
tulio para confesarle, rompiendo un silencio de tres décadas, lo que verda-
deramente pasó aquel día. Un hallazgo espeluznante del que fue testigo
directo cuando valoraba los daños del siniestro junto a don Román, el
propietario afectado, el crimen silenciado con el que se zanjaba una pen-
dencia cuyo origen se remontaba a muchos años antes. Y le cuenta la his-
toria de Pedro, Juan Bautista y Bienvenido, del que luego se sabrá que es
él mismo, desde que comienzan a corretear por las calles del pueblo hasta
que la deshonra y la venganza anidan en Los Potritos. Una familia muy
humilde a la que dio trabajo y protección otra vecina y rica, la de los
Guzmanes, cuyo hijo Tito —don Fernando ya de mayor— compartía
juegos con los muchachos desarrapados y entabló con ellos una amistad
para toda la vida, aunque, eso sí, cada uno en su sitio.
Con frases de sintaxis sobria, casi siempre breves, y palabras precisas, el
novelista no rehúye pasajes muy duros que recuerdan al Cela de más des-
carnado naturalismo, el de La familia de Pascual Duarte. Así describe el ca-
dáver encontrado entre los rescoldos:
Era un hombre corpulento. Tenía las calzonas desgarradas y desde el
vientre abierto se desparramaban restos de los intestinos. Por la ca-
zadora de cuero renegrida asomaban los muñones de las manos. La
cabeza estaba dos o tres metros más abajo, en la caja del arroyo.
Roída, enseñaba la dentadura y las mandíbulas. No tenía orejas.
Don Román se puso a vomitar 54.
Pero no suele florecer la negrura en la novela. Ni siquiera cuando toca
asuntos espinosos como la prostitución o los cuernos. Lo más frecuente es
que surja el escritor ya conocido de artículos y relatos costumbristas, el
Aguayo que gusta de recrearse en hábitos de antaño que aligeran el argu-
mento con un puntito de melancolía. Como cuando describe las diversio-
nes infantiles:
Los juegos de las siestas eran tranquilos. En el frescor de los portales
cambiábamos cromos o nos los jugábamos, colocándolos boca abajo
y palmeándolos. Ganaba el que los volvía. O echábamos un pulso a
54
Ibid., p. 11.
queda aquí sujeto para que no se pierda del todo: espinchacar (estropear),
espetar (cotillear), pucheretes (abalorios), delanterillo (hombre maduro),
apechusques (ajuar del cazador) y tantos otros salvados de la globalidad y
su tabla rasa. Aguayo en estado puro.
58
Id.: El otoño de los jabalines. Esta segunda novela del escritor se publica en Madrid, Otero
Ediciones SL, 2005.
59
Ibid., p. 136. En los pasajes ambientados en la sierra, esta narración, como Los Potritos, es
un canto a las monterías antiguas y una crítica a los nuevos usos que según el autor
—cuyos pensamientos pone en boca de don Fernando— las han desvirtuado «y le han
quitado el encanto» (p. 189). «A ti lo que te pasa, Fernando —le replica Ángel Aranda,
uno de los que han convertido la caza en negocio— es que quieres anclarte en el
tiempo. Que eres un romántico. Estamos en un momento en que, gracias a la deman-
da de monterías, se han cercado las fincas, se han mejorado los trofeos, se matan más
reses que nunca».
60
Ibid., p. 13. Tampoco faltan descripciones de Santa Marina, sobre todo como barrio
torero: «De allí salieron casi todos los grandes de Córdoba (…). En Santa Marina todos
llevaban dentro el mito del toro. Allí fue una conmoción la muerte de Manolete» (p.
44).
61
AGUAYO, Mariano: Querida tía Luisa. Córdoba, Almuzara, 2006. En una entrevista
publicada en el diario Córdoba el 9 de febrero de 2006, firmada por Antonio Rodrí-
guez, Aguayo explica la razón del cambio de la editorial Otero, que había publicado
casi todos sus libros hasta ese momento, por Almuzara: «Al ser una novela de temática
ajena a la caza ha sido pertinente cambiar de editor, ya que el mío habitual es especia-
lista en temas de caza. De modo que me lo han puesto muy fácil y la promoción está
siendo muy buena».
62
RODRÍGUEZ, Antonio: «Sólo escribo sobre cosas …», entrev. cit.
63
AGUAYO, Mariano: Querida tía …, op. cit., p. 95: «El poder y la gloria. Eso era lo que
durante generaciones y generaciones había obsesionado a mis antepasados. Ellos se ha-
bían movido siempre dentro de unos moldes que les estaban esperando desde muchos
años antes de nacer y, siendo fieles a esos principios, conseguían ser hombres de ho-
nor, ricos y poderosos. Hasta nosotros parece que sólo había llegado el honor». El te-
ma de la decadencia aristocrática siempre ha sido objeto de interés del autor, quien en
la citada entrevista a raíz de la publicación de Querida tía Luisa confiesa que la trama se
le ocurrió pensando que «actualmente no existe ni una sola familia noble cordobesa
que esté ocupando su casa. En Córdoba había 12 o 14 familias cruzadas entre sí, que
eran las que regían la ciudad».
64
Ibid., p. 86.
Río, donde el escritor vivió hasta los 11 años. Está escrita en tercera per-
sona y con voluntad de imparcialidad, hasta el punto de rezar como dedi-
catoria «A la memoria de la buena gente de derechas, a la memoria de la
buena gente de izquierdas». Porque lo que se cuenta en Furtivos del 36 65,
novela aparecida un año después que la anterior, en 2007, es, en palabras
de Antonio Moreno Ayora, que hizo una reseña para los «Cuadernos del
Sur» del diario Córdoba 66, «una realidad socio-histórica que el narrador
describe con objetividad y desapasionadamente, apegándose al realismo y
haciendo que predomine la narración frente al diálogo, colocado oportu-
namente para dar información directa y viva de los acontecimientos».
65
AGUAYO, Mariano: Furtivos del 36, última de las cuatro novelas escritas por el autor,
que aporta también la pintura que envuelve portada y contraportada. Madrid, Otero
Ediciones SL, 2007.
66
MORENO AYORA, Antonio: «Tiempos de ira y dolor», en diario Córdoba, jueves 20
de diciembre de 2007, p. 5 del suplemento cultural «Cuadernos del Sur».
tenía sus muertos que llorar» 67). La presentación del libro en esa localidad
contó con la asistencia de dos destacados socialistas, José Antonio Ruiz
Almenara, a la sazón alcalde, y su predecesor en el cargo, Salvador Blanco,
quien afirmó que «el autor no juzga, relata, coloca una cámara y retrata
cómo la política entra en las vidas comunes»,68 a la vez que alabó el des-
pliegue de conocimientos sobre la ciudad y la recuperación de esa parte de
su memoria histórica.
Aunque por el título podría pensarse que el autor vuelve al tema de la
caza, en realidad sólo lo toca tangencialmente y en su vertiente clandesti-
na, la de los pajariteros furtivos que sacan un dinerillo a base de poner
trampas y lazos por donde pueden. Ésa es la única fuente de ingresos de
los amigos Andresillo el Monjo y Emilio Chirivitas, dos jóvenes pillabichos
y saltalindes —el fino oído de Aguayo para lo castizo vuelve a ser fuente
inagotable— y de sus madres, viudas, pobres de solemnidad y rojas como
ellos. Ambos ven la solución a sus males en la victoria del Frente Popular,
sin sospechar que, tras 40 días de moverse las izquierdas a sus anchas, iban
a cambiar las tornas trágicamente para ellos y para medio pueblo. Lo con-
trario de lo que sucederá a los protagonistas del otro bando, el ingeniero
de la presa Federico Galdón, que salva la vida de milagro en la quema del
casino; Fuensanta, su esposa —personajes basados en los padres del escri-
tor— y Carmen, la hija del matrimonio, que intercederá por la vida de los
muchachos ante el capitán Joaquín Antares, jefe de las tropas rebeldes, con
quien entabla una historia de amor imposible en tiempos revueltos. Y
entre ellos, otros muchos hombres y mujeres cegados por el odio: terrate-
nientes vengativos, guardas desalmados, milicianos sanguinarios y oportu-
nistas arrimados al sol que más calienta.
Todos los papeles, principales y de reparto, están trazados con pluma
maestra y emociones vibrantes. Porque como dejó escrito Xavier Trías de
Bes sobre la novela, «todos los actores de Furtivos del 36 son tremenda-
mente reales, pues que cada uno de ellos es sentido de verdad por Ma-
riano, quien se asentará con excelente nota en ese socialrealismo lírico en
el que tan cómodo se mueve» 69. Pero, a decir verdad, ese lirismo tan pro-
67
AGUAYO, Mariano: Furtivos…, op. cit., p. 125.
68
MANZANO, Elisa: «Mariano Aguayo: En 1936 la gente actuó por condicionantes», en
diario Córdoba, sábado 30 de junio de 2007, p. 59.
69
TRÍAS DE BES, Xavier: «Furtivos del 36 de Mariano Aguayo», en revista Trofeo, dele-
gación de Cataluña. Barcelona, noviembre de 2007. Para quien más tarde fuera alcalde
de Barcelona (2011-2013), que juzga ésta la mejor novela de Aguayo, el escritor es
pio de Aguayo en este caso atraviesa más su tesis conciliadora que las pala-
bras y la acción que mueven la novela. En ella el lector se enfrenta a epi-
sodios durísimos ya desde las primeras páginas, como la tortura y asesinato
de doña Marta, la boticaria beata, a manos de una patulea de exaltados, y
otros muchos casos de crueldad generalizada tanto de milicianos como de
militares y falangistas. Porque, apunta el narrador, se perdió el respeto a la
muerte. «Por aquellos días podías escaparte de las zarpas de unos para caer
en las de los otros. Como un ratón entre dos gatos» 70. Y de este modo,
apoyadas en frases cortas que agilizan la narración y en su rico vocabulario
cordobés, alternan las escenas de dramatismo escalofriante con otras que
denotan rasgos de humanidad e incluso humor, como un pequeño destello
en la oscuridad (el episodio de cuernos del empleado de banca con Mari-
quilla la fea es desternillante). Y entre todas redondean un texto, de final
tan tremendo como equilibrado, que deja al lector esperando con ganas la
siguiente novela que nunca llegó.
No hubo una quinta novela, pero Mariano Aguayo continuó, eso sí,
escribiendo otros libros, como ya se ha visto. Con lo que no se ha atrevido
es con unas memorias, por considerar que «carecerían de importancia».
Aparte de que —me comentaba la última vez que lo visité en su estudio,
en febrero de 2023— esas memorias las había escrito «cada vez que redac-
taba un artículo o escribía libros, incluidas las novelas. Porque sólo he
escrito de lo que conocía bien —resumió—, narrado siempre con natura-
lidad y sencillez, en el lenguaje de la gente común, y sabiendo que no
hacía nada importante».
Y así, sin darse autobombo ni buscar trascendencia alguna ha llegado
este dandy sereno y sabio a los 92 años, a base de vivir «bien y despacito».
Aunque no ajeno a sinsabores de los que no le gusta lamentarse —al me-
nos públicamente—. Porque no ha tenido que ser fácil moverse a contra-
corriente de modas y prejuicios sociales emparentados con lo políticamen-
te correcto, como sus aficiones a la caza y los toros y el reflejo de éstas en
su obra, constante y sin complejos.
«un clásico vivo, lo cual quiere decir que ya están fijos para siempre sus prestigios éti-
cos, literarios y venatorios. Aguayo es pintor y escritor las veinticuatro horas del día».
70
AGUAYO, Mariano: Furtivos…, op. cit., p. 101. En una entrevista concedida al Abc
(«Córdoba es una ciudad resignada», domingo 19 de diciembre de 2010), a la pregunta
de si «¿Aquello fue una historia de buenos y malos?», el escritor responde: «No, no.
Yo pienso que todos somos buenos, pero hay circunstancias que nos llevan a hacer co-
sas que vistas con el tiempo horrorizan. En aquella época se veía normal. Fusilaban a
un tío y decían que a Fulanito le han puesto un estanco».
BIBLIOGRAFÍA Y HEMEROTECA
AAVV. Mariano Aguayo. 1961-2023, cat. Córdoba, ed. del Ayuntamiento, Dele-
gación de Cultura y Patrimonio Histórico, 2023.
AGUAYO, Mariano: Relatos de caza. Córdoba, Servicio de Publicaciones del
Monte de Piedad y Caja de Ahorros, 1986 y, en segunda ed., Madrid,
Otero Ediciones SL, 1996.
____ Vocabulario cordobés del monte y la montería. Córdoba, Retamar, 1988.
En segunda ed., Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2001.
____ Montear en Córdoba. Córdoba, Obra Cultural de la Caja Provincial de
Ahorros, 1991.
____ Con mi gente y otras narraciones de caza. Madrid, Otero Ediciones SL,
1992.
____ «Mi propia obra», en Boletín de la Real Academia de Córdoba (BRAC),
124, enero-junio 1993, pp. 95-99.
____ «Aspectos cinegéticos en la obra de Aurelio Teno», BRAC, 126, enero-
junio 1994, pp. 31-32.
____ ET ALII. El ciervo en Sierra Morena. Córdoba. Servicio de Publicaciones
de la Universidad, 1994.
____ ET ALII. Veinticinco años de escopeta y pluma. Madrid, Lumefa, 1995.
____ Los potritos. Madrid, Otero Ediciones SL, 1997.
____ La sierra, los lances, los perros. Madrid, Otero Ediciones SL, 1998.
____ La montería. Madrid, Otero Ediciones SL, 2000.
____ ET ALII. El futuro de la caza. Madrid, Fundación Natura, 2000.
____ Los perros y yo. Madrid, Otero Ediciones SL, 2002.
____ Vivir bien y despacito. Madrid, Otero Ediciones SL, 2003.
____ La caza en el cante. Madrid, Otero Ediciones SL, 2004. Y en autoed. no
venal, Córdoba, 2003.
especias. Los escabeches también son aliños afines con la caza, destinados a
domar y matizar sus recuerdos montaraces.
Empecemos por el tiempo de reposo, operación que los franceses lla-
man faisandage, por ser el tratamiento que se le daba al faisán. Las piezas de
pluma se colgaban del cuello en lugar fresco y seco donde hubiera alguna
corriente de aire, con el fin de que se ablandasen los tejidos y se desarrolla-
se el sabor característico correspondiente a ese ablandamiento. Savarin
decía: «El faisán quiere ser esperado como una pensión del Gobierno para
un escritor que nunca ha sabido adular a nadie». Y es que hubo un tiempo
en que se hacía alcanzar a la caza casi el límite de la putrefacción. Algunas
recomendaciones de la época indicaban que el ave debía permanecer col-
gada hasta que por su ablandamiento, se partiese por el cuello y cayese por
su propio peso. Aunque actualmente las medidas higiénico-sanitarias acon-
sejen otra cosa, no deben extrañarnos estos hábitos: los seres humanos, en
los comienzos de su andar sobre la tierra, seguramente se disputaron los
restos de animales muertos con las especies carroñeras.
Son muchas las civilizaciones que contemplan la faisandage más profun-
da, por ejemplo, los inuit, que viven en Groenlandia, tienen un plato in-
vernal llamado kiviak que se prepara rellenando el cuerpo vaciado de una
foca con unas aves que se colocan en su interior íntegras, con plumas,
picos y patas. Se cose y sella la piel de foca, se le coloca peso encima para
eliminar todo el aire posible y se le deja fermentar durante tres meses, al
cabo de los cuales, consideran el resultado listo para el consumo. Es comi-
da especial para celebraciones.
Y no nos extrañemos tanto, ya que los chuletones de vaca madurada o
de buey madurado, que pagamos a precio de oro en restaurantes y carni-
cerías especializadas, pueden haber estado en reposo durante meses, eso sí,
con temperaturas controladas, igual que el aire y la humedad, como ocurre
con las carnes que sirven en el restaurante El Capricho, en el pueblo leo-
nés llamado Jiménez de Jamuz. Allí el proceso comienza con el tipo de
crianza que se les da a los bueyes, a los que procuran un ambiente lento y
silencioso, donde son acariciados, masajeados, cepillados y alimentados con
cereales, complementando esta dieta con la ingesta de las hierbas aromáti-
cas —tomillo, romero y lavanda— que pastan libremente, puesto que
viven a la intemperie, en plena naturaleza; y así año tras año, hasta que
alcanzan los niveles de calidad que se les exige para su sacrificio. Pero vol-
vamos a las aves y a su desplumado.
afinidades con la caza; así que a la plancha, guisadas o reducidas a salsa, son
ideales para su aliño y guarnición; igual que las frutas secas, las frutas silves-
tres y los frutos secos. Paso a enumerar algunos platos, cuyos nombres son
lo suficientemente descriptivos como para orientar y sugerir sus elabora-
ciones: escabeche de perdiz; pichón en su jugo con patatas; jabalí al vino
tinto; tarrina de paloma torcaz; habichuelas con perdiz; arroz con liebre;
salteado de níscalos a la cazadora; lomo de ciervo a la brasa con arándanos
y setas; paté de faisán trufado con caramelo de Pedro Ximénez; conejo
con membrillo y manzanas; ensalada templada de pechuga de pato; arroz
de conejo, setas, espárragos y caracoles...
Los desayunos y comidas de montería merecen capítulo aparte, así que
antes de enredarme en tales suculencias, pasaré a la laudatio de la recién
estrenada académica numeraria:
Doña Rosa Luque Reyes es sobradamente conocida dentro y fuera de
esta Academia y posee un currículum cuya extensión excede la capacidad
de estas páginas, aunque está en las mentes de todos, porque el trabajo
periodístico siempre tiene como finalidad ser expuesto públicamente. Así
ha sido durante sus casi cuarenta años en el diario Córdoba, en el que em-
pezó como alumna en prácticas estivales durante cuatro años, y a partir de
ahí fue asumiendo responsabilidades hasta pasar de redactora a jefa de sec-
ción, estando como tal al frente de las secciones de Local, Cultura y Su-
plementos. Esto ha permitido que lo más granado de la sociedad cordobe-
sa, en letras, historia, ciencias y artes haya pasado por sus manos, mejor
dicho, por su pluma, en forma de entrevistas, reportajes, crónicas, biogra-
fías e investigaciones, experiencias que ha aplicado exitosamente en esta
Academia.
El de Rosa Luque es un caso de vocación prematura, pues en vez de
jugar a las casitas con sus hermanas, jugaba a hacer entrevistas imitando a
las que veía en aquella televisión en blanco y negro, que alimentó la niñez
y la adolescencia de muchos de los aquí presentes. Rosa nació en Córdo-
ba, de padre platero —con ese origen no se puede ser más de Córdoba—
y madre dedicada al cuidado de la familia, lo que entonces se definía como
«sus labores», y estudió bachillerato y COU en el Instituto Luis de Góngo-
ra donde, según sus propias palabras, recibió una formación tan sólida que
le permitió vivir de las rentas durante los primeros cursos universitarios.
Con algunos de los profesores que le impartieron enseñanza, a los que
recuerda con cariño y orgullo, ha vuelto a reencontrarse aquí.
RESUMEN
ABSTRACT
KEYWORDS Among the group of male religious orders settled in the capital
of Córdoba are the Basilian monke, who found their monastery in
Religious Orders.
XVIII Century.
1590 in the neighborhood of Alcázar Viejo and became quite
Córdoba. important in the eighteenth century. One of the most illustrious
Basilians. religious in this century is Father Jerónimo Vilches Blázquez, born
Jerónimo Vilches Blázquez. in 1702 and died in 1766.
INTRODUCCIÓN
1
Vid. COLLADO VILLALTA, Pedro: «En torno a los orígenes del monopolio comercial
gaditano: mercaderes extranjeros y cambio económico del área sevillana a la bahía de
Cádiz en la segunda mitad del siglo XVII», en VV. AA.: Actas II Coloquios de Historia
de Andalucía. Andalucía Moderna. I. Córdoba, 1983, pp. 603-615.
2
Un buen estudio de conjunto es el de MARTÍNEZ CUESTA, Ángel: «El movimiento
recoleto en los siglos XVI y XVII». Recollectio, 5 (1982), pp. 5-47.
3
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio: Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régi-
men. Madrid, 1973, pp. 276-284.
4
FORTEA PÉREZ, José Ignacio: Córdoba en el siglo XVI: las bases demográficas y económicas
de una expansión urbana. Córdoba, 1981.
5
En los albores de la centuria del quinientos existen en la ciudad o en sus proximidades
once comunidades masculinas. Los dominicos tienen los conventos de San Pablo y
Santo Domingo de Scala Coeli. Los franciscanos ocupan el de San Pedro y la rama re-
coleta el de San Francisco de la Arruzafa, mientras que los terceros regulares viven en
las afueras hasta que a comienzos del siglo XVII se trasladan junto a la puerta de Baeza.
También están presentes los trinitarios, mercedarios, agustinos, antoninos, cistercienses
y jerónimos.
6
Acerca de las fundaciones y del papel del clero regular en la urbe cordobesa durante las
mencionadas centurias, vid. ARANDA DONCEL, Juan: «Las órdenes religiosas en la
Vista exterior del convento de Scala Coeli (foto Carlos Romero Mensaque).
registra en las últimas décadas del siglo XVI mayor tránsito de personas y
mercancías 11.
En los comedios de la centuria del quinientos los jesuitas llevan a cabo
en la ciudad la primera fundación en territorio de Andalucía, fruto de una
serie de circunstancias favorables. Resulta determinante el apoyo prestado
por el Maestro Juan de Ávila y el de la marquesa de Priego doña Catalina
Fernández de Córdoba, cuyo respaldo incondicional obedece al ingreso en
1552 de su hijo Antonio en la Compañía de Jesús. Los dos aportan recur-
sos para el sostenimiento del colegio que estaría situado en la denominada
casa del Agua en la demarcación parroquial de Santa María (Catedral) 12.
También colaboran económicamente el concejo y el deán de la catedral
don Juan Fernández de Córdoba, quien hace donación de su mansión en
el elitista barrio de Santo Domingo de Silos 13.
El colegio de los jesuitas comienza su andadura a finales de 1553 en la
mencionada casa del Agua y, tras la realización de las obras de acondicio-
namiento, se traslada en junio de 1555 al inmueble cedido por el preben-
dado. El acontecimiento se celebra con un solemne acto al que asiste el
titular de la diócesis Leopoldo de Austrria.
Los seguidores de san Juan de Dios se hacen cargo del hospital real de
San Lázaro mediante la entrega llevada a cabo en 1570 por Felipe II al
hermano Baltasar de los Reyes, quien desarrolla una incansable actividad
en favor del establecimiento sanitario. Asimismo los llamados popularmen-
te hermanos de la capacha realizan una labor heroica con motivo de las
mortíferas epidemias que azotan al vecindario en las décadas finiseculares
del XVI y a lo largo de la centuria siguiente.
El asentamiento de los carmelitas descalzos tiene lugar en 1586 por ini-
ciativa del vicario provincial de Andalucía fray Juan de la Cruz que cuenta
con el respaldo del deán de la catedral Luis Fernández de Córdoba, hijo de
11
Id.: «Los carmelitas calzados de Puerta Nueva de Córdoba (1580-1835)», en CAMPOS
Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, Francisco Javier (ed.): Monjes y Monasterios Españoles,
Actas del Simposium. II. San Lorenzo del Escorial, 1995, pp. 68-76.
12
El proceso fundacional ha sido bien estudiado por SOTO ARTUÑEDO, Wenceslao:
«San Juan de Ávila y la Compañía de Jesús. La fundación del colegio de Córdoba», en
PÉREZ MOYA, Manuel y LLAMAS VELA, Antonio (eds.): Vida y obra de San Juan
de Ávila. Actas del II Congreso Internacional sobre San Juan de Ávila. Córdoba, 2020, pp.
143-184.
13
DÍAZ RODRÍGUEZ, Antonio José: «Las casas del deán don Juan de Córdoba: lujo y
clientela en torno a un capitular del Renacimiento». Hispania Sacra, LXI (2009), pp.
77-104.
Fachada del templo monacal de Nuestra Señora de la Paz (foto Francisco Aguayo).
14
PUJANA, Juan: San Juan Bautista de la Concepción. Carisma y misión. Madrid, 1994, pp.
308-313.
15
Acerca de las vicisitudes de la trayectoria de la comunidad, vid. PORRES ALONSO,
Bonifacio: Nuestra Señora de Gracia. Un convento cordobés del siglo XVII. Córdoba, 1998.
ARANDA DONCEL, Juan: «San Juan Bautista de la Concepción y los trinitarios des-
calzos en Córdoba (1607-1835)». Trinitarium, 22 (2015), pp. 157-257.
16
ARANDA DONCEL, Juan: «Presencia de los franciscanos descalzos en la diócesis de
Córdoba durante el siglo XVII: las vicisitudes de la fundación del convento de San
Pedro de Alcántara», en VÁZQUEZ LESMES, Rafael (coord.): Homenaje a Antonio
Domínguez Ortiz. Córdoba, 2004, pp. 133-178.
17
Aunque el establecimiento del Oratorio de San Felipe Neri tiene lugar en 1696, la
aprobación y confirmación de la fundación se llevan a cabo por Clemente XI, me-
diante una bula expedida en Santa María la Mayor el 25 de septiembre de 1702.
18
ARANDA DONCEL, Juan: La Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Córdoba.
Estudio histórico y artístico de un edificio singular. Madrid, 2014.
19
En los siglos XVI y XVII Córdoba está dividida en 15 circunscripciones o collaciones,
cuyos límites coinciden con los de las respectivas parroquias. Todas se localizan a in-
tramuros, salvo la del Espíritu Santo que se encuentra en el barrio del Campo de la
Verdad en la margen izquierda del río Guadalquivir. En la parte de la antigua medina
de la ciudad, conocida con el nombre de Villa, se ubican las de San Miguel, El Salva-
dor, Santo Domingo de Silos, San Nicolás de la Villa, San Juan de los Caballeros,
Omnium Sanctorum y Santa María (Catedral), mientras que en la zona oriental o
Ajerquía se encuentran las de San Andrés, Santa Marina, San Lorenzo, San Pedro,
Santa María Magdalena, Santiago Apóstol y San Nicolás de la Ajerquía. La mayor par-
te del casco urbano queda en el interior de un recinto amurallado, cuyo acceso viene
facilitado por 13 puertas en distintos puntos de la cerca: Sevilla, Almodóvar, Gallegos,
Osario, Rincón, Colodro, Excusada, Plasencia, Andújar, Nueva, Baeza, Martos y
Puente.
20
Archivo General de Simancas (AGS). Patronato Eclesiástico, legajo 137.
21
ARANDA DONCEL, Juan: «El barrio cordobés del Campo de la Verdad en los siglos
de la Modernidad (1570-1807)». Al-Mulk, 16 (2018), pp. 171-216.
22
Id.: «Fundaciones conventuales masculinas en la diócesis de Córdoba durante el siglo
XVII: los proyectos fallidos», en CORTÉS PEÑA, Antonio Luis, LÓPEZ-
GUADALUPE MUÑOZ, Miguel Luis y SÁNCHEZ-MONTES GONZÁLEZ,
Francisco (eds.): Estudios en homenaje al profesor José Szmolka Clares. Granada, 2005, pp.
187-199.
23
Archivo Histórico Nacional (AHN). Clero, legajo 1891.
24
Acerca de la trayectoria de Pedro de Bujeda al frente de ese centro docente, vid.
ARANDA DONCEL, Juan: Una institución educativa andaluza en el Antiguo Régimen:
El colegio de la Asunción de Córdoba (1569-1847). Córdoba, 2022, pp. 110-117.
25
Mateo de la Fuente fallece el 27 de agosto de 1575 en la villa de Hornachuelos en la
casa que había comprado para ser utilizada de hospedería.
26
En torno al proceso fundacional del Tardón y conformación de la provincia recoleta del
mismo nombre, BENITO Y DURÁN, Ángel: «Resumen histórico de la provincia
basiliana del Tardón expuesto por el padre Vicente de San Antonio». Boletín de la Real
Academia de Córdoba, 97 (1977), pp. 223-267.
27
Vid. GARCÍA ARRABAL, Daniel: «Fundación del monasterio de Ntra. Sra. de Gracia
de la orden de San Basilio en El Torilejo, Posadas (Córdoba)». Boletín de la Real Aca-
demia de Córdoba, 166 (2017), pp. 505-516. RODRÍGUEZ LARA, José Luis: El mo-
nasterio de Nuestra Señora de Gracia de Posadas. Posadas, 1995.
28
La provincia basiliana de Andalucía integra a los monasterios de Santa María de Oviedo,
Barranco de Cazalla y Villanueva del Arzobispo en el reino de Jaén, Posadas, Córdo-
ba, Sevilla y Granada.
29
Archivo Catedral de Córdoba (ACC). Actas capitulares, 21 de agosto de 1586, tomo 28,
f. 40 v.
30
AHN. Estado, legajo 3018. Quaderno de ynstrumentos que enuncian la antigüedad y
fundación del Colegio de Nuestra Señora de la Paz, que es de monges de la Orden de
San Basilio.
31
«Don Francisco Pacheco de Córdoba, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostóli-
ca Obispo de Córdoba, del Consejo del Rey nuestro señor. Por quanto por parte del
Cavildo de esta ciudad de Córdoba y del Padre frai Basilio Ramírez de Sant Ydelfon-
so, Provinzial de la Orden de San Basilio Magno, se nos ha pedido demos lizenzia para
que puedan fundar en esta ciudad de Córdoba en el Álcázar Viejo en las casas que
dizen de los Córdoba, que al presente son de Juan de Arriaza y de Cañete, razionero
de nuestra santa yglesia de Córdoba, con su consentimiento, un monasterio de su or-
den para estudiantes y enfermos, y se nos pidió y suplicó mandásemos dar nuestra li-
zenzia para ello y Nos, teniendo considerazión a que de semejantes obras Dios nuestro
Señor será servido y su divino culto aumentado, damos y conzedemos la dicha licenzia
por el tenor de la qual por nuestra authoridad ordinaria y por la mejor vía y forma que
podemos y debemos, no perjudicando al derecho de ningún terzero, damos la dicha
licenzia y mandamos que ningunas personas pongan ympedimento a ello, so pena de
excomunión mayor y de que se procederá contra los ynobedientes conforme a dere-
cho. Dada en nuestro Palazio Obispal de Córdoba a diez y nuebe días del mes de sep-
tiembre de mil y quinientos y noventa años= Franciscus Cordubensis= Por mandado
de su Señoría Sebastián de Arana secretario».
32
Archivo Histórico Provincial de Córdoba (AHPC). Protocolos de Córdoba, legajo 10378,
f. 1792 r. El barrio del Alcázar Viejo había pertenecido en la etapa bajomedieval a la
parroquia de San Bartolomé y al estar suprimida en el siglo XVI pasa a depender de la
de Santa María.
33
«Primeramente que la adbocación de la dicha casa y monesterio sea de Nuestra Señora
de la Paz, como dicho es, y que encima de la puerta principal y mayor de la yglesia se
ponga de cantería un tabernáculo con la ymajen de Nuestra Señora la Virgen María,
asy mismo de cantería, y al pie de la ymajen unas letras grandes escriptas en la piedra
que digan Nuestra Señora de la Paz y esto se haga a costa del dicho conbento».
prior 34. En ese mismo día se inician las tres preceptivas juntas y el provin-
cial expide la oportuna licencia.
Desde el momento de la fundación el cenobio de Nuestra Señora de la
Paz es designado casa de estudios en la que se imparten a los coristas de la
orden enseñanzas de filosofía y teología, alcanzando una primacía en el
conjunto de monasterios de la provincia de Andalucía.
La importancia del colegio se acrecienta en las dos centurias siguientes
como lo prueba, entre otros indicadores significativos, el notorio aumento
de los efectivos humanos. El censo elaborado en 1591 contabiliza un total
de 14 religiosos 35 y a lo largo del siglo XVII se produce un fuerte incre-
mento hasta alcanzar en 1651 los 22 monjes 36. La tendencia se mantiene
posteriormente, llegando a sumar la cifra más alta en 1752 con 36 mora-
dores 37.
Durante los dos primeros tercios del XVIII los basilios protagonizan
una de sus etapas más destacadas. Gozan de un indudable ascendiente y
prestigio en el barrio del Alcázar Viejo como lo corroboran las mandas de
misas y limosnas recogidas en las disposiciones testamentarias de los veci-
nos, al igual que la elección del templo monacal para recibir sepultura y la
asistencia espiritual.
Al mismo tiempo, los religiosos llevan a cabo iniciativas que redundan
en beneficio de sus habitantes. Una de las de mayor importancia y reper-
cusión es la llevada a cabo a mediados de 1751 por el abad Alfonso Ruiz
de Viana con el gobierno municipal acerca de facilitar el suministro de
agua mediante el aprovechamiento de la que sobra del riego de la huerta
del Rey.
En su memorial propone que se encañe a través del monasterio con el
fin de instalar una fuente pública que evitaría las molestias que padecen los
vecinos en el abastecimiento del preciado líquido:
34
Cristóbal de Abendaño, abad, Pedro de los Ángeles, prior, Alonso Cortés, Martín de
Bujalance, Martín de Ribera, Cristóbal de Toro, Francisco de San Miguel, Pedro de
Sanabria, Martín de Jesús, Sebastián de los Ángeles, Francisco de San Nicolás y Barto-
lomé de Palma.
35
AGS. Contadurías Generales, legajo 1301.
36
CÓRDOBA, Martín de: Cordova castigada con piedades en el contagio que padeció los años de
49 y 50. Málaga, 1651, p. 47.
37
Córdoba 1752. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada. Introducción de A.
López Ontiveros. Madrid, 1990, p. 252.
38
AHPC. Protocolos de Córdoba, legajo 9783, f. 547 r.
39
«La Ciudad cometió a los señores don Martín González de Guiral y don Juan de Figue-
roa vean con el maestro maior y alarifes el peso que tiene el agua que expresa el Co-
llejio de San Basilio, la costa de cañería y fuente que se intenta hazer en el Alcázar
Viejo y traigan su parezer».
40
Archivo Municipal de Córdoba (AMC). Actas capitulares, 12 de septiembre de 1751,
libro 260, s. f.
41
«La Ciudad, aviendo oído la proposizión berbal que a hecho el señor Don Martín de
Guiral en que expresa que, para el triunfo que está haziendo a el señor San Raphael,
nuestro custodio, frente de la Yglesia de San Basilio a sus expensas, nezesita de unas
piedras que sean rodado de la barbacana de la muralla frente de Nuestra Señora de la
Salud, acordó que, no haziendo perjuizio a la muralla ni a terzero interesado, el señor
Don Martín use de dichas piedras para el fin expresado».
42
REDEL, Enrique: San Rafael en Córdoba. Segunda edición aumentada. Córdoba, 1901.
Edición facsímil de 1996, pp. 153-154.
43
AMC. Actas capitulares, 17 de octubre de 1766, libro 275, s. f.
44
«Leiose memorial del R. P. Abad y Monjes del Collejio del señor San Basilio en que
expresa que el sitio que pretendió en su memorial visto en Cauildo de diez y siete de
Octubre deste año se le conzeda por ser tradiczión de que es zementerio de su Yglesia
en la que no resulta perjuizio a el común ni a terzero interesado».
atractivos para el clero regular son los que tienen por escenario el recinto
catedralicio, cuya invitación expresa corresponde a los canónigos.
En los primeros lustros de la centuria del setecientos los basilios están
vetados por el incidente ocurrido en uno de sus sermones. Los notorios
inconvenientes que se derivan de esta marginación explican y justifican los
deseos de los religiosos de que se les levante el severo castigo que sufren.
Con este objetivo el abad del colegio de Nuestra Señora de la Paz solicita
en mayo de 1718 participar como oradores en las fiestas que se celebran en
la iglesia mayor a lo largo del año:
Ytt., se presentó un memorial de el Padre Abad y Monjes de San
Basilio Magno en que suplican al Cauildo los tenga presentes para
combidarlos a que prediquen de los sermones que entre año se ofre-
cen en esta santa Yglesia por el grande deseo que tienen de seruir al
Cauildo y la mucha honrra que de ello se les sigue 45.
Los capitulares acuerdan confirmar la invitación cursada por el obispo
Marcelino Siuri Navarro al P. D. Martín Sánchez de Segura a los sermo-
nes de la octava del Corpus Christi de ese año y plantean dejar sin efecto
en el futuro la prohibición de predicar en la catedral 46.
A partir de ahora los miembros de la comunidad basiliana intervienen
con frecuencia en los sermones de las fiestas que tienen lugar en el templo
mayor de la diócesis, siendo los más atractivos por los jugosos estipendios y
numerosa asistencia de fieles los de la octava del Corpus y los de la Purísi-
ma Concepción. Tanto unos como otros fueron dotados generosamente
45
ACC. Actas capitulares, 12 de mayo de 1718, tomo 71, f. 240 r.
46
«[...] teniendo presente el Cauildo la quimera que en tiempos pasados ubo con estos
Padres sobre si auían de predicar en las Octauas, tomando el día conforme a antigüe-
dad de Relijión como pretendían o comforme a antigüedad de fundación en esta ciu-
dad como era estilo en esta Santa Yglesia, y teniendo presente el acuerdo de el Cauil-
do que entonces mandó que no se combidasen estos Padres a sermón alguno en esta
Cathedral por oviar discordia entre las demás Communidades y asimismo auiéndose
celado que de combite de el Yllmo. señor Obispo nuestro Prelado, a quien pertenece
combidar para el sermón de el Domingo infraoctavo de el Corpus, tenía combidado,
ignorante su Illma. de lo acordado por el Cauildo, al Padre Sánchez de el dicho Colle-
gio de San Basilio para que lo predicase este año, deseando el Cauildo lleuar adelante
sus acuerdos, mandó en vista de todo cometer a los señores Diputados de Ceremonias
el dicho memorial para que con el Padre Abad y Monjes de dicho Collegio y vean si
dichos Padres entran en predicar en las octauas y demás días en esta Cathedral, con-
formándose con el estilo que se ha obseruado hasta aquí de guardar la antigüedad que
les toque conforme a su fundación en esta ciudad».
52
Durante su dilatada trayectoria en la orden monacal Jerónimo Vilches Blázquez también
llega a desempeñar los oficios de definidor provincial y general, siendo asimismo dis-
tinguido con los nombramientos de examinador sinodal del obispado de Córdoba y
arzobispado de Sevilla.
Firmas de los monjes basilios Alfonso Ruiz de Viana y Jerónimo Vilches Blázquez.
53
AMC. Actas capitulares, 22 de marzo de 1757, libro 266, s. f.
54
Archivo Hospitalarias de Jesús Nazareno. Cabildos de la cofradía de Jesús Nazareno, libro 4,
f. 26 r.
55
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 17.
56
VILCHES, Jerónimo: Vida de el Venerable Padre D. Luis Pérez Ponce, Comissario de el
Santo Oficio, Vicario de Villa-Franca, y Fundador en ella de el Colegio de Jesús, María, Joseph
y Santa Rosalía, para enseñanza de Niñas. Córdoba, 1741.
57
AHPC. Protocolos de Córdoba, legajo 10647, f. 47 v.
58
Ibidem, f. 270 v.
59
«Declaro fue así mismo voluntad de dicho señor Don Andrés Bañuelos que en dicho
Collegio del señor San Basilio, en su Yglesia o en el camarín de Nuestra Señora de la
Paz, se colocasen y pusiesen como mejor me pareciese seis Láminas de la Pasión de
Nuestro Señor Jesuchristo en cobre con marcos de éuano que tenía en mucha estima-
ción, las quales en conformidad de su voluntad están colocadas en la Capilla maior de
Nuestro Collegio, así lo declaro para que conste».
y profesa como monja de coro sor Úrsula de San Basilio, cuyo nombre en
religión se debe precisamente a los vínculos con su confesor 60.
La religiosa toma el hábito de manos del monje y a lo largo del año de
noviciado acude a diario a prestarle asistencia y consuelo espiritual:
[...] en las cosas del divino agrado parecía incansable, sin que los
tiempos lo pudiesen impedir ni las ocupaciones retardar, como lo
vieron todos en el continuo tesón de todo un año, día por día, en
que para consuelo de la V.M. Úrsula de S. Basilio hacía el largo via-
ge de nuestro Colegio al Convento del Cister, como se lo prometió
el día que tomó el Ávito para todo el año de noviciado 61.
Los lazos se mantienen hasta el fallecimiento de la monja cisterciense
que se produce el 3 de marzo de 1761, como lo corrobora el libro de de-
funciones de la parroquia de El Salvador:
En Córdova a tres de Marzo de mil setecientos sesenta i un años
murió en el combento del Cister de Religiosas Venitas y Bernardas
Descalzas la Madre Úrsula de San Basilio, Religiosa Profesa de Co-
ro de exemplarísima vida y singular virtud y al día siguiente asistió
la Parroquial del Salvador a cantar Misa i Vigilia. Escripta su vida
por el Revmo. Padre frai Gerónimo de Vilches, del Orden de San
Basilio, su confesor, en el año 1763 62.
La labor apostólica y cualidades de Jerónimo Vilches Blázquez despier-
tan la admiración y reconocimiento de los prelados que gobiernan la dió-
cesis cordobesa en el período 1739-1766. Pedro de Salazar y Góngora le
encarga la redacción de la biografía del fundador del colegio de niñas edu-
candas de la localidad de Villafranca y deja muestras notorias de su aprecio.
Lo mismo cabe afirmar respecto a su sucesor en la silla episcopal Mi-
guel Vicente Cebrián y Agustín, quien solía invitarle a que le acompañara
en las visitas pastorales, mostrando su contrariedad cuando no podía hacer-
lo por alguna causa:
[...] el Illmo. Sr. D. Miguel Cebrián Agustín, a quien asistió en sus
Visitas; mereciéndole las más familiares satisfacciones y tan especiales
muestras de su afecto que, en ocasión en que se excusó nuestro M.
R. Vilches de poderlo acompañar en su Visita a causa de sus acci-
dentes, prorrumpió contra su nativa gravedad en esta desolación ca-
60
La trayectoria del monasterio ha sido estudiada por CERRATO MATEOS, Felisa: El
Cister de Córdoba: historia de una clausura. Córdoba, 2016.
61
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 14.
62
Archivo Parroquia de El Salvador. Defunciones, libro 3, f. 202 v.
riñosa: Havrá Obispo más desdichado que yo! Como si todo el colmo
de su dicha lo llenase la compañía de tal Coadjutor63.
También el obispo Francisco de Solís Folch de Cardona da muestras de
su patente admiración al monje basilio mostrando interés en que le acom-
pañara en las visitas pastorales, un deseo que no pudo cumplir por sus
achaques. En cambio, le distinguió con el nombramiento de examinador
sinodal del arzobispado de Sevilla al ser trasladado a la archidiócesis hispa-
lense 64.
Finalmente el prelado Martín de Barcia valora el talento y preparación
del religioso, al igual que dos influyentes eclesiásticos como el canónigo
magistral de la catedral Francisco Javier Delgado Venegas y el inquisidor
del tribunal del Santo Oficio de Córdoba Juan José Martínez Escalzo que
logran alcanzar la dignidad episcopal al ser promovidos a las mitras de Ca-
narias y Segovia 65.
El reconocimiento de la sociedad cordobesa a la figura de Jerónimo
Vilches Blázquez se manifiesta asimismo en las numerosas limosnas recibi-
das que en parte invierte en el exorno del templo monacal. Con ellas con-
cluye la talla y dorado del retablo mayor y adquiere ornamentos y vasos
sagrados:
[...] empleando sus fuerzas y pobres caudales de limosnas en el aseo,
ornato y esplendor de Iglesia y Sacristía. Y assí después que murió
N.V. Borrego, a quien debe aquel Colegio el primor que admira
Córdoba, procuró con el mayor esfuerzo seguir aquel glorioso an-
helo de su antecesor y Padre, concluyendo en talla y dorado el bien
dispuesto retablo del Altar mayor, costeando un rico Terno y com-
63
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 11.
64
«El Emo. y Excmo. Sr. Don Francisco de Solís, Cardenal de la Santa Romana Iglesia,
Arzobispo de Sevilla y antes Obispo de Córdoba, a quien no pudo obedecer en los
deseos de que le acompañase en su Visita por irse agravando cada día más en sus acha-
ques; pero le mereció tan especiales honores que aun desde Sevilla le nombró por uno
de sus Examinadores Synodales».
65
«El Illmo. Sr. D. Martín de Barcia, que oy honra tan Sagrado Solio, quien tiene forma-
do tan alto concepto de la sabiduría, profundidad y substancia de los talentos del M.
R. Vilches, que afirma con la mayor indubitación que no halla con quien compararlo,
sino con aquella Biblioteca animada y esplendor de nuestra Cogulla N.M.R.P. Doctor
y Mro. D. Miguel Pérez, Oráculo de Salamanca; y los Illmos Sres. Don Francisco
Delgado, Obispo de Canarias, antes Magistral de aquella Cathedral, y D. Juan Joseph
Escalzo, Obispo de Segovia, antes Inquisidor de Córdoba, a quienes debió favorecidas
satisfacciones y raras confianzas».
66
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 20.
67
«La Madre de la GRACIA, de quien recibió los primeros fomentos de su Monástica
vida en la villa de las Possadas, le fue rendido tributario, predicándole muchas veces su
Novena y dexándola escrita para su devota práctica».
68
«Fue devotíssimo de los Santos Ángeles a quienes todos los días ofrecía el culto de su
Rosario Angélico, dexando plantada esta devoción en muchas comunidades y perso-
nas, y encargando antes de espirar como una de sus principales disposiciones que a la
hora de la muerte le rezasen el dicho Angelical Rosario».
69
Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Potestades, Virtudes, Principados, Ar-
cángeles y Ángeles.
70
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 16.
71
«Esta devoción nos dexó impresa en una hermosa Imagen que costeó para la escalera de
nuestro Colegio de Córdoba y en la obra que saldrá a luz de su Triumpho Angélico que
fueron los últimos brillos de su pluma y bien empleados ocios de su última enferme-
dad».
72
GÁLVEZ, Juan de: Carta y elogio que por mandato..., p. 21.
73
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: La imprenta en Córdoba. Ensayo biblio-
gráfico. Madrid, 1900. Edición facsímil. Córdoba, 2002. RAMÍREZ DE ARE-
LLANO, Rafael: Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y diócesis de
Córdoba con descripción de sus obras. I. Madrid, 1921, pp. 700-702.
74
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: op. cit. p. 255.
grado de lector jubilado por su dilatada carrera docente e iniciadas las po-
pulares misiones en compañía del P. D. Juan Agustín Borrego 75.
Uno de los fines perseguidos con la edición es potenciar el fervor del
vecindario a la titular del monasterio, de ahí que Jerónimo Vilches mues-
tre gran interés en incentivar la asistencia. Con este fin se vale de la amis-
tad con el obispo Pedro de Salazar y Góngora para lograr la concesión de
cuarenta días de indulgencia a los fieles participantes.
Dos años más tarde recibe el encargo del mencionado prelado de escri-
bir la biografía del sacerdote Luis Pérez Ponce, fundador del colegio de
niñas educandas de Villafranca de Córdoba. La tarea se lleva a cabo con
bastante diligencia, puesto que en 1741 se publican dos ediciones.
La primera incluye también la normativa elaborada para el gobierno y
organización de la institución educativa para la formación de la mujer con
el extenso título de Reglas y Constituciones de el Colegio de Jesvs, Maria, Jo-
seph y Santa Rosalia, que para enseñanza de Niñas Fundó en Vella-(sic) Franca
el Venerable Padre Don Luis Perez Ponce, Vicario de ella, y Comissario de el
Sauto (sic) Oficio y Vida de el mismo Venarable (sic) Padre Fundador 76. La
segunda contiene solamente la vida del benemérito presbítero, cuyo título
a diferencia de la anterior carece de erratas 77.
Ambas están dedicadas por las hermanas que rigen el colegio al citado
Pedro de Salazar y Góngora, y se estampan en la imprenta perteneciente a
la sociedad formada por Diego de Valverde y Leyva y Diego Rodríguez,
cuya actividad tipográfica se desarrolla en el período 1741-1750 en la calle
Librería. En torno a las causas que motivan esta biografía y la elección del
autor las abordamos al final de este trabajo.
Los entrañables lazos entre Jerónimo Vilches Blázquez y el titular de la
mitra cordobesa Miguel Vicente Cebrián y Agustín es la razón principal
por la que el monje basilio acude solícito a la llamada de los familiares para
la celebración en el templo catedralicio el 8 de junio de 1753 de las honras
fúnebres al año de haberse producido el fallecimiento.
75
La novena sale de los tórculos de la imprenta del presbítero Simón de Ortega y León,
impresor mayor de la ciudad y del Santo Oficio, en la calle Librería. La iniciativa parte
del P. D. Salvador de Quesada, morador en el cenobio de Posadas.
76
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: op. cit. pp. 285-286.
77
Vida de el Venerable Padre D. Luis Perez Ponce, Comissario de el Santo Oficio, Vicario de
Villa-Franca y Fundador en ella de el Colegio de Jesus, Maria, Joseph y Santa Rosalia para en-
señanza de Niñas.
Portada del elogio fúnebre de Jerónimo Vilches al obispo Miguel Vicente Cebrián.
del V. Siervo de Dios y M.R.P.M. Don Juan Agustin Borrego, monge del orden
de San Basilio Magno en esta provincia de Andalucia, su Vicario General por las
de España y Grande Operario Evangelico en este Obispado de Cordoba, en cuya
ciudad murió con fama de santidad en su Colegio de Maria Santissima de la Paz
a treinta de Abril de mil setecientos cinquenta y siete y sesenta y siete de su
edad 81.
El grueso volumen en tamaño folio consta de 852 páginas numeradas e
incluye un retrato del biografiado que se debe al prolífico grabador Juan
Díez. La estructura del mismo, dividido en tres partes y varios tratados en
cada una, nos lleva a afirmar que se redacta por encargo del provincial de
Andalucía con vista a la apertura de una futura causa de canonización,
teniendo en cuenta la fama de santidad que goza el religioso en el vecinda-
rio.
También es una obra póstuma la que nos ofrece como tema central la
intensa devoción en la capital cordobesa a san Rafael, un fervor del que
participa a nivel personal Jerónimo Vilches como hemos tenido ocasión de
ver. El manuscrito se halla sin terminar al sorprenderle la muerte y será
unos lustros más tarde, concretamente en 1781, cuando salga a la luz con
el expresivo título de Triunfo angelico del celeste principe, poderoso protector y
custodio de la Ciudad de Cordoba San Rafael. Compuesto de sus excelencias,
Patrocinio de Devocion para gloria del Santo Arcangel, confianza y consuelo de los
Cordobeses y mayor estimulo de sus veneraciones y cultos 82.
El libro de 416 páginas numeradas se publica por iniciativa del propio
colegio de Nuestra Señora de la Paz y, al igual que el anterior, está dedi-
cado a la titular, siendo abad el lector jubilado José Ramón Hurtado. A
juicio de Enrique Redel es la obra más completa sobre la devoción a san
Rafael de las muchas que se han escrito:
La obra del P. Vilches es, sin duda, la más completa que se ha pu-
blicado en Córdoba acerca del Ángel. Yo, a lo menos, así la consi-
dero. Otros libros relacionados con este asunto serán ciertamente
más eruditos pero menos amplios. Discúlpeseme, sin embargo, si
81
VALDENEBRO Y CISNEROS, José María de: op. cit. pp. 312-313. La obra se es-
tampa en 1766 en los talleres tipográficos de Diego y Juan Rodríguez y está dedicada
a Nuestra Señora de la Paz, titular del cenobio basiliano cordobés que experimenta
muchos adelantos gracias a la encomiable labor del popular P. D. Juan Agustín Bo-
rrego.
82
La obra se imprime en los prestigiosos talleres de Juan Rodríguez de la Torre, distingui-
dos por Carlos IV con el título de Real a finales de la centuria del setecientos.
83
Op. cit. p. 190.
84
Acerca del largo proceso de canonización, vid. HUERGA, Álvaro: Escalaceli. Madrid,
1981, pp. 514-529. ARANDA DONCEL, Juan: «Culto y devoción al beato domini-
co Álvaro de Córdoba en los siglos XVII al XXI», en ARANDA DONCEL, Juan y
ROMERO MENSAQUE, Carlos J. (coords.): El convento de Scala Coeli y el beato fray
Álvaro de Córdoba (1423-2023). Córdoba, 2024, pp. 66-72.
RESUMEN
ABSTRACT
Fernán Nuñez, Alfonso García Osuna, comisionó a don Juan, padre del
futuro pintor y propietario de una pequeña empresa de transportes, para
que llevara al Museo del Prado los dulces que le habían encargado para
una recepción en el mismo. Éste no dudó que su hijo debía hacer aquel
viaje, que el artista recuerda como un sueño maravilloso.
De la mano de su padre y un faenero recorrió varias salas de la pinaco-
teca, le parecieron especialmente divertidos los lienzos de Juan Carreño de
Miranda: La Monstrua Vestida y La Monstrua Desnuda; vio Las Meninas re-
flejadas en un espejo situado frente a la puerta de la estancia que albergaba
la obra velazqueña en el otro extremo de la diagonal; en una sala amplia y
repleta de desnudos se detuvieron ante la Dánae de Tiziano hasta que el
padre, estimando que allí había demasiada gente enseñando sus vergüenzas
para que las viera un niño, interrumpió bruscamente la visita. Algo tiene el
agua cuando la bendicen y don Juan supo ver que Juanito merecía la bendi-
ción de este viaje.
La genética también fue generosa con Juan Hidalgo del Moral. Apren-
dió a andar y le afloraron los dientes de leche en la casa de su abuela ma-
terna, un hogar matriarcal que bullía en mocitas casaderas, sensibles y ha-
cendosas —su madre fue la mayor de seis hermanas—, siempre enredadas
Juan Hidalgo del Moral no perdió el tiempo en este centro que recuer-
da con añoranza. Aprovechando sus horas libres, estudió restauración con
Núñez de Celis y pintura mural con Villaseñor, mereció el Premio de la
Fundación Madrigal de la Real Academia de San Fernando y fue pensio-
nado en Granada por la Fundación Rodríguez Acosta. Si en Córdoba su
principal actividad extraescolar fue ahondar en el conocimiento de la anti-
gua corte de los Omeya, su tarea equivalente en Madrid fue el conoci-
miento de sus museos —el del Prado especialísimamente— y monumen-
tos. Fue asiduo a las galerías de arte, que siempre conviene conocer el
panorama actual y sus tendencias, aunque prefirió el diálogo directo con
los frescos de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida.
En 1966 concluye la licenciatura que le habilita para dar clases de dibu-
jo en un centro oficial. Juan está enamorado de la pintura desde siempre y
el olor del aguarrás lo sigue seduciendo, pero no olvida las recomendacio-
nes de don Álvaro Cecilia y su sentido del deber le dicta que ha llegado el
momento de contribuir al sostenimiento de la economía familiar, pues su
padre está a punto de jubilarse. En el tablón de anuncios de la Escuela ha
visto que el instituto de Sama de Langreo oferta una plaza de profesor de
dibujo y no puede perder este tren. Solicita dicho puesto y, tras ser acep-
tado, desembarca en Asturias para iniciar su vida laboral como docente,
que siempre ha compatibilizado con su innata devoción por la pintura.
que lo anima?, no creo y si fuera sería inconsciente. Tan poco cabe pensar
en el deseo de dejar testimonio de autoría en las obras, pues, lo que pudo
ser una forma de reivindicación profesional en el Renacimiento, hoy no
tiene sentido. La razón obedece sencilla y llanamente a su forma de pintar,
es una cuestión meramente técnica.
No cabe duda de que los rasgos fisionómicos del pintor —nariz, boca,
un ojo o una oreja— pueden rastrearse en muchos de los personajes que
conforman las escenas de su producción, pero sé por Juan que ello se debe
a su tendencia a utilizarse como modelo. Él es su paradigma más próximo
y dispuesto, al que mejor conoce además. Resulta más fácil pintar con un
espejo al lado que llamar a alguien para que pose.
La predilección del artista por sí mismo no cesa cuando deja los pince-
les. Si siente necesidad de parar, porque surge una dificultad que lo blo-
quea y necesita refrescar sus ideas, no permanece ocioso, se autorretrata en
un boceto que se perderá luego en la barahúnda del estudio. Es posible
que algún día lo encuentre y vuelva sobre él, incluso que lo acabe, pero
quizá se quede como está y solo sirva para testimoniar el paso del tiempo.
En cualquier caso, su proclividad a volver sobre sí ha fructificado en varios
autorretratos.
Ahora los cuadros del artista son muy distintos, más pictóricos, la línea
ha cedido terreno a la pincelada suelta y precisa adquirida con oficio y
dedicación. Parece como si el pintor hubiera quemado los pinceles de
menor calibre. Ha dejado de pintar pequeño —no solo por las dimensio-
nes de los lienzos—. Ya no desdeña las deformaciones y desproporciones
que refuerzan los valores expresivos de la obra. En la pugna ancestral entre
la forma y la expresión, se ha impuesto ésta. No obstante, para llegar al
momento actual, Juan hubo de recorrer un camino en el que el autorre-
trato que acabamos de ver es hito señero.
Retratos del entorno familiar del artista: Paca. 1990. 63x50 cm.
Óleo sobre lienzo. Doña Francisca. 1985. 55x38 cm. Óleo sobre
lienzo.
Retratos del hijo del artista: Juan Hidalgo Laguna con perro. 1997.
117x90 cm. Óleo sobre lienzo. Cabeza de Juan Hidalgo Laguna.
1998. 28x23 cm. Óleo sobre lienzo. Cabeza de Juan Hidalgo Laguna.
1998. 28x23 cm. Óleo sobre lienzo. Juan Hidalgo Laguna joven.
2007. 50x42 cm. Óleo sobre lienzo.
Retratos de los hermanos Aranda Valdivia: Juan Alfonso. 1986. 74x50 cm. Óleo
sobre lienzo. María Isabel. 1986. 74x50 cm. Óleo sobre lienzo.
Juan Gómez Crespo. 1989. 195x114 cm. Óleo y temple sobre lienzo.
vedad sea que la figura del efigiado se recorte en el cielo brumoso del
océano, flanqueado por dos potentes pilastrones de mármol de Cabra, a
modo de jambas abiertas al Atlántico, como alusión velada a la gesta des-
cubridora del alba de la Edad Moderna.
No es el parecido físico con el modelo lo que más preocupa a Juan Hi-
dalgo del Moral al abordar un retrato, su obsesión es pintar un buen cua-
dro. La fidelidad al modelo, que persigue y consigue, es mera anécdota
dado su inevitable periodo de caducidad. Un buen ejemplo es el retrato de
Ana Laguna (2013), cuyo parecido con la niña de entonces estimamos
remoto después de once años cruciales en su desarrollo físico. No obstan-
te, el buen hacer del pintor aprisionó en el lienzo el tiempo de jugar de la
que hoy es mujer. El candor revestido de volantes y lazos sobre sus jugue-
tes preferidos, sigue intacto, y confiere un atractivo intemporal y universal
a la obra. Muchos no dudarían en colgar este cuadro en su casa sin impor-
tarles quien fue la retratada.
RESUMEN
ABSTRACT
INTRODUCCIÓN
1
El Plano de los Franceses de 1811, realizado durante la Guerra de la Independencia por el
gobierno de los afrancesados, se considera como el primer plano urbano de Córdoba
elaborado de forma científica. Vid. sobre este plano el estudio de TORRES MÁR-
QUEZ, Martín y NARANJO RAMÍREZ, José, «El casco histórico de Córdoba y el
primer plano de la ciudad: el Plano de los Franceses de 1811», Ería, 88 (2012), pp.
129-151.
2
Son precisamente esos dos momentos: la ciudad encerrada dentro de su recinto amura-
llado y los intentos por modificarla los que describe perfectamente T. Ramírez de
Arellano y Gutiérrez en sus Paseos por Córdoba, quedando también reflejados en los tres
planos existentes sobre la ciudad en dicha centuria: 1811, 1851 y 1884. La imagen que
proyecta la ciudad en esos momentos, con algunas transformaciones urbanas, pero sin
perder las esencias básicas de su trama urbana, queda reflejada también en la vista aérea
de la ciudad realizada a mediados del siglo XIX (1853) por Alfred Guesdon. Sobre el
cambio en la consideración urbana del casco histórico vid. ESCOBAR CAMACHO,
José Manuel, «El casco histórico: una ciudad de barrios antiguos dentro de una ciudad
moderna», Los barrios en la historia de Córdoba (3): asumir el pasado, pensar el futuro, cons-
truir la ciudad de mañana, Córdoba, 2020, pp.101-156.
3
Vid. ESCOBAR CAMACHO, José Manuel, «Espacios urbanos de Córdoba con historia
(I): La manzana de la iglesia de San Salvador», Boletín de la Real Academia de Córdoba
—en adelante BRAC—, 172, 2023, pp. 419-438.
Fig.1. Izquierda: Espacio urbano que ocupaban las casas de Alfonso X y de la orden de
Calatrava en el Plano de los Franceses de 1811. Derecha: Vista aérea actual del espacio
urbano aproximado que ocupaban las casas de la orden militar de Calatrava (línea
roja) 5.
4
Este espacio urbano estaría limitado en el Plano de los Franceses por Mármol de Bañuelos,
calle de la Concepción, tramo de la calle del Paraíso desde la de la Concepción hasta la
del Jilete, calle del Jilete, calle de Jesús María, Plazuela de las Tendillas y calle de la
Plata (vid. figura 1).
5
Vista aérea tomada de http://puertadeosario.blogspot.com «Historia y leyendas de Cór-
doba: Las Tendillas de Calatrava». 13 de diciembre 2008.
El suelo de dicha manzana, que hunde sus raíces en época romana y es-
taba ubicado en las proximidades del Foro colonial, tuvo en su origen un
carácter privado; si bien con la construcción del Forum Novum o Forum
Adiectum en la época imperial gran parte del mismo pasó a tener un carác-
ter público 6. Entre mediados del siglo III e inicios del IV d.C. asistimos al
desmantelamiento —como ocurrió con otros grandes conjuntos monu-
mentales— del Forum Novum, que perdió su función de centro cívico de
Córdoba, al trasladarse este con la llegada del cristianismo al complejo
episcopal ubicado en la parte suroccidental de la ciudad, así como el carác-
ter de suelo público para convertirse con la construcción de viviendas en
privado 7.
Es probable que en esta zona, por su privilegiada situación, se constru-
yese entre los siglos V al VII un inmueble de carácter residencial aristocrá-
tico, más compacto que los tradicionales domus, de planta rectangular,
desarrollado en varias alturas, que prescinde del patio abierto central. Este
tipo de residencia aristocrática, de construcción frecuente en zonas eleva-
das, recibirán con la llegada de los musulmanes el nombre de balat (tér-
mino derivado de palatium) 8.
Este tipo de edificios preislámicos heredados por los musulmanes pasa-
ron a estar vinculados durante la época islámica a las clases dirigentes, que
los adaptarían a su forma de vida con las consiguientes rehabilitaciones o
reconstrucciones. En el caso concreto que nos atañe, este espacio urbano
—alejado ya del centro cívico y económico de la ciudad en torno a la
Mezquita Aljama— se convirtió en una zona aristocrática de carácter resi-
dencial. Así fue como llegaría a 1236, cuando tuvo lugar la conquista de
Córdoba por Fernando III, pasando a ser objeto de repartimiento entre los
nuevos pobladores al igual que el resto de los bienes urbanos, convirtién-
dose en una casa solariega.
6
MÁRQUEZ MORENO, Carlos, «El desarrollo urbano y monumental», La ciudad y sus
legados históricos: Córdoba romana, Córdoba, 2017, p. 213.
7
VAQUERIZO GIL, Desiderio, «Vivir en la Córdoba romana», Los barrios en la historia de
Córdoba (1): de los vici romanos a los arrabales islámicos, Córdoba, 2018, p. 75.
8
Cfr. RUIZ BUENO, Manuel D., «De la civitas clásica a la ciudad tardoantigua: la trans-
formación del espacio urbano de Córdoba, dentro y fuera de las murallas», Los barrios
en la historia de Córdoba (1): de los vici romanosa los arrabales islámicos, Córdoba, 2018, pp.
229-235.
Fig. 2. La «Casa del Agua» de la calle Juan de Mena. Escaleras de bajada al só-
tano de la vivienda (izquierda) y manantial originado por el agua subterránea
en la planta inferior (derecha) 10.
9
Vid. sobre estas aguas PIZARRO BERENJENA, Guadalupe, El abastecimiento de agua a
Córdoba. Arqueología e Historia, Córdoba, 2014, pp. 208-212.
10
http://puertadeosario.blogspot.com «La leyenda del lago de las Tendillas». 16 de febrero
de 2010.
14
Archivo Histórico Nacional —en adelante AHN—, Sección Calatrava, R-110 (fechado
en Toledo, el 18 de enero de 1260). NIETO CUMPLIDO, Manuel, Corpus Media-
evale Cordubense —en adelante CMC.—, II (1256-1277), Córdoba, 2020, pp. 65-66,
n. 542.
25
Ibid., p. 165, nota n. 345.
26
Cfr. RAMÍREZ DE ARELLANO Y GUTIÉRREZ, Teodomiro, Paseos por Córdoba, ó
sean Apuntes para su historia, León, 1973, p. 348.
27
AHN, Sección Órdenes Militares, Consejo, leg. 6.109, exp. 8, ff. 255r-262r.
28
Ibid., exp. 18, ff. 13r-14v.
29
Ibid., leg. 6-02, exp. 21, ff. 39rv y 45r-46r.
30
Vid. sobre estas visitas RECUERDA BURGOS, Antonio, «Propiedades de la Orden de
Calatrava en Córdoba. Año 1501», Crónica de Córdoba y sus pueblos, IV, Córdoba,
2000, pp. 487-492.
31
Es precisamente en esta zona donde, con motivo de las recientes obras realizadas en el
edificio conocido como palacio Colomera para su conversión en un hotel, se han en-
contrado los restos de una noria y su correspondiente pozo, que servían para extraer el
agua del acuífero existente en el subsuelo de esta zona para las casas y el riego de la
huerta pertenecientes a la orden de Calatrava (vid. Fig. 4).
En la parte frontal del patio de entrada había otra portada que daba pa-
so a otro patio, alrededor del cual se situaban los edificios más nobles: la
iglesia-capilla de San Benito a mano derecha, las cocinas a la izquierda y al
frente el edificio principal o residencia del comendador, que se abría al
patio a través de un pórtico sobre columnas de piedra con arcos de ladri-
llo, tras el cual se pasaba a un zaguán y de él a las distintas dependencias
dispuestas en dos plantas, más una tercera con una terraza y otros aposen-
tos. Todas las dependencias de esta casa palacio, según se indica en dicha
descripción, estaban ricamente guarnecidas con yeserías, azulejos y arteso-
nados de madera labrados y pintados. Sabemos igualmente que en el siglo
XVI estas casas tenían también una entrada más pequeña o postigo por la
parte trasera de las mismas 33.
En esta visita, realizada por el visitador frey Bartolomé de Almodóvar
para el comendador Fernando de Ángulo, se ordenan diferentes reparacio-
nes en las casas de la encomienda, insistiéndose especialmente que no se
haga fuego en dependencia alguna, excepto en la cocina. Posteriormente,
en 1492, se ordenan también diferentes reparaciones y se le exige al co-
mendador que resida siempre en la encomienda mirando por su bien y
que no salga de ella sin licencia. Unos años después, ya en los primeros
años del siglo XVI, en otra de las visitas realizadas se indica que encontra-
32
Cordópolis, 19 de julio de 2018.
33
Cfr. PUCHOL CABALLERO, M.ª Dolores, Urbanismo del Renacimiento en la ciudad de
Córdoba, Córdoba, 1992, p. 147.
34
RECUERDA BURGOS, Antonio, op. cit., p. 488.
35
Ibid., pp. 489-490.
36
Cfr. RADES Y ANDRADA Francisco de, «Chronica de la Orden y Caualleria de
Calatrava», en Chrónica de las tres Ordenes y Cauallerias de Santiago, Calatrava y Alcantara,
Toledo, 1572 (facsímil 1994), pp. 82-83.
37
La incorporación definitiva de las órdenes militares a los reyes de la Monarquía Hispáni-
ca se consiguió en 1523 bajo Carlos I, siendo la Corona la encargada de administrar
todos sus bienes a través del Consejo de Órdenes durante la Edad Moderna en todo el
territorio hispano.
La instalación de los jesuitas en parte de las antiguas casas del deán don
Juan de Córdoba a mediados del siglo XVI 38, que llevó a la construcción
de la iglesia de San Salvador y Santo Domingo (iglesia de la Compañía) y
del colegio de Santa Catalina (hoy Reales Escuelas de la Inmaculada), pro-
pició la realización de una gran operación urbanística —auspiciada por el
propio concejo de Córdoba— que llevaría a la primera ruptura del espacio
urbano bajomedieval ocupado por las casas principales de la orden de Ca-
latrava. Será concretamente el 18 de diciembre de 1564, cuando este gran
espacio urbano será dividido en dos partes, con motivo de la venta que
realiza en el castillo de Montemayor el comendador de la Encomienda de
las casas de Córdoba de la orden de Calatrava, Francisco Fernández de
Córdoba, a la ciudad cordobesa de una parte de sus casas —concretamente
patios y corrales de dicha Encomienda— para que dicho terreno se diese
como solar para edificar casas y tiendas, en un plazo de tres años, y hacer
una calle pública con una anchura de cinco varas (aproximadamente algo
más de cuatro metros) «a hilo y cordel ... desde la entrada del postigo hasta
la calle real y portada principal», situada «en las Tendillas de Calatrava
donde a de començar la dicha calle» 39.
El beneficio de dicha venta, que se llevó a cabo con el beneplácito del
monarca Felipe II como administrador perpetuo de los bienes de la orden
de Calatrava, iría destinado a la reparación de las casas principales de la
orden que necesitaban una rápida restauración. La operación de compra-
venta era, pues, de gran utilidad tanto para el comprador como para el
vendedor. Si la orden de Calatrava podía restaurar con el dinero obtenido
el edificio principal de sus casas, ante el deterioro en que se encontraban
en la segundas mitad del siglo XVI, el Ayuntamiento conseguía con ello
una doble finalidad: primero, un gran espacio en pleno centro de la Villa
para su posterior urbanización y obtención con ello de beneficios econó-
micos, y en segundo lugar, la apertura de una nueva calle que uniría la
plaza de la iglesia de Santo Domingo de Silos —donde se habían instalado
los jesuitas— con la plaza de las Tendillas, facilitando con ello la comuni-
38
Vid. sobre estas casas DÍAZ RODRÍGUEZ, Antonio J., «Las casas del deán don Juan
de Córdoba: lujo y clientela en torno a un capitular del Renacimiento», Hispania Sa-
cra, 123, enero-junio 2009, pp. 77-104.
39
Archivo Municipal de Córdoba —en adelante AMC—, Sección VIII, Serie 5, n. 4.
cación entre ambas plazas sin necesidad de dar un rodeo por las calles
Asunción (actual Diego de León) o del Jilete (actual Juan de Mena).
En 1567 aún no se había terminado la calle, como así lo atestiguan los
cabildos celebrados en mayo y noviembre de dicho año incitando «para
que se acabe de fazer» debido al gran «beneficio» que recibía la ciudad con
ello 40. Con la apertura de esta calle nueva el antiguo gran espacio urbano
de la época bajomedieval quedaba dividido a partir de finales del siglo XVI
en dos zonas de distinta extensión (Fig. 5).
Una de ellas, que colindaba con las propiedades del deán don Juan de
Córdoba, hijo de D. Diego Fernández de Córdoba, conde de Cabra, esta-
ba constituida por el espacio comprendido entre esta nueva vía urbana,
que recibirá el nombre de calle del Paraíso (actual Duque de Hornachue-
los) y se extendía desde la plaza de Santo Domingo de Silos hasta la plaza
de las Tendillas de Calatrava, y las calles del Gilete (actual Juan de Mena) y
la de Jesús y María. La nueva manzana resultante de esta división, de ma-
yor extensión, ocupada casi en su totalidad por algún edificio en ruinas,
corrales, patios y huerta perteneciente a las casas de la orden de Calatrava,
se urbanizará durante las centurias del XVII y XVIII, destacando entre sus
nuevos edificios la casa palacio del marqués de Valdeflores, que tenía su
entrada por la calle Jesús y María41. Su carácter residencial lo mantendrá
durante los siglos venideros.
El otro espacio urbano —algo más pequeño que el anterior— com-
prendía la zona urbana existente entre la nueva vía abierta —la calle del
Paraíso— la calle de la Asunción o Diego de León, Mármol de Bañuelos,
la calle de la Plata (actual Victoriano Rivera) y la plaza de las Tendillas.
Este espacio seguirá estando ocupado por el edificio principal de la orden
de Calatrava —conocido como casa de la Encomienda— y por el resto de
los bienes urbanos de dicha orden en este lugar —edificios, caballerizas,
patios, etc.—, algunos de los cuales ya en ruinas pasaron a ser comprados
por particulares. Será esta zona —a la que dedicaremos las próximas lí-
neas— la que durante los siglos XIX y XX será objeto de nuevas trans-
formaciones urbanísticas.
40
Cfr. PUCHOL CABALLERO, M.ª Dolores, op. cit., pp. 146-147.
41
El marquesado de Valdeflores fue instituido por Carlos III en 1764, siendo su patrimo-
nio de base fundamentalmente agraria, que sería aumentado considerablemente con los
procesos de la Desamortización
42
RAMÍREZ DE ARELLANO Y GUTIÉRREZ, Teodomiro, op. cit., p. 348 y MON-
TIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., IX, pp. 136-137.
Este solar fue comprado a mediados del siglo XIX, junto a una casa
contigua que tenía fachada a las antiguas calles Diego León y Paraíso, por
tres industriales suizos, los hermanos Nicolás, Fuster y Ambrosio Putzi,
conocidos como los hermanos Puzini, que con su trabajo habían conse-
guido reunir una importante fortuna y pensaron aumentarla edificando
una fonda en este lugar para aprovechar la afluencia de viajeros a la ciudad
cordobesa con la llegada del ferrocarril. La construcción del edificio, en el
que se utilizaron materiales pertenecientes al antiguo convento de Calatra-
va, del claustro del monasterio de San Francisco y posiblemente de Medi-
na Azahara, comenzó en 1860 y acabó diez años después, si bien dejaron
una parte del solar —la más próxima a las Tendillas— sin edificar con
vistas a una futura ampliación 44.
Mientras duró la obra, como señala la profesora Martín López, se esta-
blecieron provisionalmente en la casa contigua —la llamada Fonda Sui-
za— que habían adquirido, aprovechando la ocasión para solicitar al
Ayuntamiento un alineamiento de las calles Paraíso y Diego León, así co-
mo la apertura de una nueva calle que partiendo del Instituto Provincial,
situado en la calle Diego León, comunicara con la plaza de las Tendillas, lo
43
MONTIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., pp. 138-139. En sus muros, casi frente a la
calle Gondomar, hubo hasta 1841 un retablo de mármoles de colores y verja, con un
Ecce Homo muy venerado por las personas devotas, quienes lo adornaban con luces y
flores en los días de Semana Santa (RAMÍREZ DE ARELLANO Y GUTIÉRREZ,
Teodomiro, op. cit., p. 348).
44
Vid. al respecto MONTIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., VIII, pp. 198-199.
45
Vid. MARTÍN LÓPEZ, Cristina, Córdoba en el siglo XIX. Modernización de una trama
histórica, Córdoba, 1990, p. 196.
46
Ibid., pp. 196-201.
47
Ibid., pp. 202. 204. Con motivo de la destrucción de la casa de los Bañuelos para poder
llevar a cabo la alineación de la calle Diego de León, Rafael Romero Barros se opuso
a ello con estas palabras: «este edificio es en extremo interesante, no solo por su edifi-
cación rara y sencilla y por el tipo original que ostenta, cuanto porque pertenece á ese
ciclo histórico, notable en los anales del arte, en que se asocian y compenetran las tra-
diciones del estilo mudéjar, von los primeros ensayos del renacimiento, iniciados en
España en el último tercio del siglo XV» (ROMERO BARROS, Rafael, Diario de
Fig. 6. Entrada principal y parte del muro de las casas de la orden de Calatrava,
conocidas en época moderna como casa de la Encomienda, situada en las
Tendillas. Al fondo se ve la entrada a la calle Jesús y María 49.
El edificio del llamado ya Hotel Suizo, una vez finalizadas sus obras en
1870, ocupaba un solar de unos 2000 metros cuadrados. Durante años fue
Córdoba, de comercio, industria, administración, noticias y avisos, año XLII, n. 11724, sába-
do, 20 de junio de 1891).
48
RAMÍREZ DE ARELLANO, Rafael, Inventario-Catálogo Histórico Artístico de Córdoba
(con notas de José Valverde Madrid), Córdoba, 1983, pp. 213-214.
49
Tomada de CASTEJÓN MARTÍNEZ DE ARIZALA, Rafael, «La casa del Gran Capi-
tán: Arqueología cordobesa», BRAC, 23, 1928, p. 202.
50
Para Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez la Fonda Suiza era una de las mejores
de España (op. cit., p. 349).
51
Vid. sobre ello la Fonda Suiza MONTIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., VIII, pp.
197-202 y «La Fonda Suiza» en Cordobapedia (https://cordobaspain.home.blog).
52
Ibid., IX, pp. 139-142.
53
Vid. sobre ello GARCÍA VERDUGO, Francisco R., «La formación de la ciudad con-
temporánea. El desarrollo urbanístico cordobés en los siglos XIX y XX», Córdoba en la
Historia.: La construcción de la urbe, Córdoba1999, pp. 376-379.
54
Cfr. MARTÍN LÓPEZ, Cristina, op. cit., pp. 410-416.
Pero aún transcurriría varios años hasta el derribo del edificio del Hotel
Suizo. A la falta de liquidez por parte del Ayuntamiento, que no pudo
55
Ibid., pp. 416-418.
56
https://qurtubafabulas.blogspot.com «Los últimos días del Hotel Suizo». 27 de octubre
de 2021.
comprar el edificio hasta dicho año, se unieron las distintas opiniones so-
bre la conveniencia de un derribo total o parcial del inmueble por la posi-
ble instalación de unas nuevas oficinas de Correos aprovechando una parte
del mismo y, sobre todo, el hecho de la existencia de contratos de alquiler
en vigencia en varias dependencias de dicho edificio, así como diversos
temas hipotecarios. Todo ello hizo que hasta primeros de marzo de 1924
no se llevara a cabo la subasta para la contratación de las obras de derribo,
iniciándose el mismo a finales de dicho mes 57 (Fig. 8).
57
Vid. https://qurtubafabulas.blogspot.com, «Los últimos días del Hotel Suizo». 27 de
octubre de 2021.
Una vez llevado a cabo el derribo del Hotel Suizo comenzaría la re-
forma de la plaza de las Tendillas, de acuerdo con el proyecto redactado
por el arquitecto municipal Félix Hernández, que fue aprobado en julio
de 1925 bajo la alcaldía de José Cruz Conde. El proyecto contemplaba,
además del derribo del edificio del Hotel Suizo, una compleja operación
urbanística al modificar todas las líneas de fachada de la llamada aún plaza
de Cánovas, cambiar las alineaciones de varias calles que afluían a la plaza y
ampliar la de Victoriano Rivera, derribar la totalidad de los inmuebles de
la manzana delimitada por dicha calle, la de Diego de León y Mármol de
Bañuelos y abrir una vía que uniría la plaza —conocida en dicho momen-
to como plaza de Cánovas— con la calle de Góngora para que encauzara
el tráfico rodado de esta parte de la ciudad y la estación ferroviaria (primer
tramo de la actual Cruz Conde, al principio calle Málaga) 59.
Todo ello proporcionó a la plaza de las Tendillas una extensión de
5.817,48 metros cuadrados, suficientes para regular todo el movimiento
que en el futuro ocasionaría el traslado del centro neurálgico de la ciudad
hacia el oeste. Con ello se borraba todo vestigio del lugar y de los inmue-
bles de la antigua casa de la Encomienda, que fueron las primitivas casas de
Alfonso X y de la orden de Calatrava, convertida en el siglo decimonóni-
co en la Fonda Suiza y unos años después ampliada como Hotel Suizo.
58
MONTIS ROMERO, Ricardo de, op. cit., VIII, p. 202.
59
MARTÍN LÓPEZ, Cristina, op. cit., pp. 419-424.
60
Vid. Ayuntamiento de Córdoba, Gerencia de Urbanismo, Catálogo de bienes protegidos del
conjunto histórico de Córdoba: Plaza de las Tendillas y su entorno.
61
Vid. LÓPEZ JIMÉNEZ, Clemente Manuel, «Conjuntos urbanos del siglo XX: Plaza de
las Tendillas», Córdoba capital, Córdoba, 1994, pp. 334-336.
62
Vid. sobre este hecho MÁRQUEZ CRUZ, Francisco Solano, «Cuando el Gran Capi-
tán conquistó las Tendillas: vicisitudes de un monumento», El Gran Capitán. Una mi-
rada desde la contemporaneidad, Córdoba-Montilla, 2015, pp. 145-188.
CONCLUSIONES
63
La evolución de la misma hasta la actualidad —los últimos cien años, que no se incluye
en este trabajo— están siendo estudiados por mi buen amigo Francisco Solano Már-
quez Cruz para su publicación en un libro, siendo este uno de los actos que el Ayun-
tamiento prepara para celebrar en el año 2025 los cien años de la creación de la actual
plaza de las Tendillas.
64
El viejo edificio del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, cuya fachada fue pro-
yectada en 1868 por el arquitecto Pedro Nolasco Meléndez y que fue creado unos
años antes —en 1847— a partir del prestigioso Colegio de la Asunción, que fundara
en 1574 el médico de reyes Pedro López de Alba, ha sido el único testigo que ha lle-
gado hasta nosotros del gran cambio urbanístico de esta zona (MÁRQUEZ CRUZ,
Francisco Solano, «Plaza de las Tendillas: El salón de la ciudad», Rincones de Córdoba
con encanto, Córdoba, 2003, p. 58).
65
AMC, Córdoba. 100 fotografías para la historia, Córdoba, 2018.
RESUMEN
ABSTRACT
KEYWORDS In the history of mankind there have been new eras that have
marked as a before and an after. The most recent times comprise
Surveillance capitalismn.
Technofeudalism.
the half century from the moon landing to the present day. During
Cybersphere. this time we have transitioned from an information society to an
Informationals informational society. A new geographical space has emerged: the
Behavioral surplus. cybersphere. The use of extracted data (behavioral surplus) con-
stitutes a source of enrichment and power for corporations and
states. The expressions «surveillance capitalism» and «technofeu-
dalism» illustrate the dependence of people and societies on the
new situation and the emergence of a new universal geography.
1
ZUBOFF, S., La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las
nuevas fronteras del poder. Barcelona, Ed. Paidós, 1ª ed., 2020, 910 págs. VAROUFA-
KIS, Y., Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo. Barcelona, Ed. Planeta, 1ª ed.,
2024, 263 págs.
Los dos estuvieron precedidos del viaje más largo jamás emprendido
por la humanidad hasta ese momento y los dos tienen la característica co-
mún —coincidencia diríamos— de articular un periodo de tiempo de
aproximadamente cincuenta años de duración: 51 años es el periodo que
media entre el descubrimiento de América y la publicación del libro de
Copérnico; y 51 años también es el tiempo que separa la llegada a la Luna
de la irrupción del COVID, enmarcando lustros de vértigo hacia el futuro
que nos ha tocado vivir y que tenemos la obligación de comprender.
***
Respecto al primer periodo, el descubrimiento de América en 1492, la
primera circumnavegación del mundo entre 1519 y 1522 y la publicación
del De revolutionibus orbium coelestium por Copérnico en 1543 supusieron
un antes y un después.
La superposición de las tesis de Copérnico al ambiente de la Reforma
luterana aceleró la ruptura del mundo antiguo y el avance hacia unos
tiempos nuevos, hacia las nuevas geografías sobre las que se basó la mo-
dernidad. Y hasta la propia iglesia católica, consciente de la novedad y
transcendencia de lo que estaba ocurriendo abrió el Concilio de Trento a
los veinte meses del fallecimiento del sabio polaco.
En adelante el mundo y la sociedad fueron nuevos, se cerraron viejos
debates, aunque aparecieron nuevos mitos y lugares ignotos. La humani-
dad comenzó a tomar conciencia del planeta que habitaba y la geografía
fue nueva, una nueva geografía que alcanza la condición de Geografía
Universal. El mundo se ensanchó horizontalmente hasta alcanzar la finitud
de la Tierra y el ser humano fue habitante del sistema solar.
El progreso de las ciencias tras los descubrimientos y de las interrogan-
tes planteadas abrieron el camino hacia la ciencia moderna, que, luego, tras
el rellano de reflexión y refresco que supuso la Ilustración con sus ideales
de razón, ciencia, humanismo y progreso, se proyecta hacia el siglo XIX
como antesala de las grandes logros del XX, estación termini de la moder-
nidad inaugurada en los nuevos tiempos del Renacimiento.
Las tierras nuevas se incorporaron a los nuevos mapas, hubo una recon-
figuración política del mundo conforme a los intereses de los imperios y
de las naciones más poderosas. El mundo se hizo abarcable gracias a la
navegación, surgieron rutas comerciales, aumentaron los intercambios, se
pusieron en explotación nuevos recursos, y, luego, gracias a las máquinas
tros. Es decir unos 20.000 metros desde el fondo de los océanos hasta los
confines de la atmósfera, desde el muro al techo, desde los abismos a la
cima del mundo. Con ello culminó la lectura del mundo en sus tres di-
mensiones geográficas: longitud, latitud y altitud, las tres variables que
identifican y definen todo punto sobre el mapa.
Pero para el entendimiento de cuanto sigue no basta con lo dicho, sino
que ha de introducirse una nueva dimensión que tiene que ver tanto con
los avances tecnológicos como con la evolución general de la sociedad: es
una cuarta dimensión geográfica, concerniente al espacio que nos envuel-
ve y a la que podremos referirnos en dos acepciones: real y virtual.
***
Los «nuevos tiempos» del presente han sido coetáneos de avances cien-
tíficos y tecnológicos que han permitido la exploración física del espacio,
las telecomunicaciones o el nacimiento de Internet. Precedentes impor-
tantes fueron la incorporación del motor a reacción a la aviación comercial
y el lanzamiento de los primeros satélites artificiales a finales de los años
cincuenta. La llegada a la Luna en 1969 fue el cénit de las misiones ante-
riores. La carrera espacial continuó en los años siguientes en clara compe-
tencia geopolítica entre las grandes potencias. La sonda Voyager, lanzada
en 1977 y operativa en la actualidad, es todo un referente. Desde entonces
los satélites para todo tipo de utilidades han poblado la atmósfera con una
malla de más de 6.000 nodos operativos en la actualidad y en continuo
aumento.
La nueva era también ha conocido grandes cambios políticos, sociales y
económicos. Los años sesenta, probablemente, fueron el momento de
mayor felicidad colectiva en el Hemisferio Norte gracias al bienestar del
progreso y la fe en los sistemas políticos. El Mayo del 68 francés con su
aspiración a la felicidad colectiva como nueva idea, los festivales de Sto-
newall y Harlem en el verano de 1969 y el de Rock de Woodstock en
agosto del mismo año, en Estados Unidos reclamaban la identidad, la cul-
tura y los deseos de autonomía individual.
Al mismo tiempo los inicios de la reflexión sobre el marxismo o la
contestación a la guerra de Vietnam fueron altavoces de una nueva sensi-
bilidad. El mapa político reajustado tras la II Guerra Mundial conoció el
advenimiento de un buen número de países por efecto de la descoloniza-
ción. Y aunque nadie dudaba del progreso, se consumaba la desigualdad
entre naciones, se abría un abismo entre países ricos y pobres, la explosión
Lo referido hasta ahora sería más que suficiente para hablar de tiempos
nuevos y de geografías nuevas, pero lo realmente importante, lo que hace
únicos y distintos a nuestros días es «la nueva noción de espacio y de tiem-
po» derivada de las tecnologías, de una revolución tecnológica, segura-
mente comparable a las antiguas revoluciones agrícola o industrial y, por
supuesto, de mayores consecuencias.
La principal novedad es que al espacio geográfico se le ha añadido una
cuarta dimensión —no en sentido ꞌeinstenianoꞌ del término, sino de esfera
nueva— que revoluciona y cambia la noción tradicional de espacio geo-
gráfico como escenario de la vida cotidiana y registro de su actividad a
través del paisaje.
Todo ha venido a consecuencia de Internet, una herramienta, una red
integrada por millones de servidores, routers, computadoras, terminales,
satélites, que se ha erigido en elemento indisociable del hacer cotidiano.
Para su desarrollo, especialmente acelerado a partir de los años noventa, se
han requerido equipos e infraestructuras colosales y muy costosas que se
extienden desde la superficie y fondos oceánicos hasta la cima de la atmós-
fera. Su materialidad está sometida a los condicionantes geográficos, sin
que pueda sustraerse a las venganzas y cautiverios de la geografía ni de la
geopolítica en lo que se refiere a distribución espacial, ubicación de gran-
des equipos, centros de cálculo, energía, cables, satélites …
Una vez existente la red lo importante de Internet es el tránsito de in-
formación a su través y la colaboración entre usuarios, entre actores distin-
tos y distantes que cooperan en un entorno al que denominamos «ciberes-
pacio», que no es un espacio geográfico en sí, sino una nueva dimensión
del mismo con gran protagonismo en nuestra vida y sociedad. Así pues,
Internet es el soporte y el ciberespacio el resultado de la interacción de los
usuarios. Ha nacido, pues, la «ciberesfera» que viene a completar la ecolo-
gía humana de los nuevos tiempos junto a la hidrosfera, litosfera y atmós-
fera.
La toma en consideración del ciberespacio como nueva dimensión del
espacio geográfico conlleva una profunda reflexión sobre su uso y sus ni-
veles de abstracción, pues es una dimensión superior construida por el ser
humano, un recurso tecnológico que simula una cuarta dimensión espacial
y la genera de una forma virtual. Una vez construida, funciona, nos ayuda,
envuelve y atrapa, al tiempo que genera nuevos procesos territoriales a
partir de la información (comercio, transporte de datos, movimiento de
2
SANDEL, J., El descontento democrático. En busca de una filosofía pública. Barcelona, Ed.
Debate, 1ª ed., 2023, 321 págs. HAIDT, J., La generación ansiosa. Barcelona, Ed. Deus-
to, 1ª ed., 2024, 384 págs.
RESUMEN
PALABRAS CLAVE Una coda a la figura de Pedro María Heredia y Río aporta una
visión más totalizadora del conocido, desde el siglo XIX, como el
Censura.
Córdoba.
Capitán Comedias. Fue mucho más que un fanático religioso, obse-
Inquisición. sionado por impedir que la escena teatral en Córdoba y la provincia
Siete Arcángeles. tuviera relevancia. Su vida militar y su vida religiosa que culmina con
Teatro cordobés. su estancia en Roma nos muestran a un hombre conservador,
honesto, perseverante, generoso y comprometido con sus ideas
que alcanzó en la Ciudad Eterna la consideración de gran teólogo.
ABSTRACT
1
La investigación «Una coda a la figura de Pedro María Heredia y Río» fue presentada en
sesión pública en el Real Academia de Córdoba el pasado 16 de noviembre de 2023.
Con posterioridad a esta fecha he tenido conocimiento de la publicación Pedro Maria
Heredia del Rio e i sette arcangeli bajo la autoría de Javier Sorribes Gracia y Carmine Al-
vino, publicada en julio de 2023 en la Editorial Segno localizada en Tavagnacco
(UD). Leído detenidamente el texto de los señores Sorribes y Alvino aprecio que hay
similitudes entre ambas investigaciones entendiendo se debe a que parte de las fuentes,
que analizo, proceden del archivo familiar del señor Sorribes que con toda generosidad
me las envió por correo electrónico en los años 2018 y 2019. Debido a problemas de
salud a los que habría que añadir la terrible pandemia sufrida y al hecho de dar cum-
plimiento a compromisos previos de naturaleza investigadora se demoró mi acerca-
miento a la figura de Pedro María Heredia y Río hasta finales de 2022. Fruto de mi
investigación es la presente comunicación como anticipo de un libro sobre el autor
que tenía programado publicar en septiembre de 2024, si bien dadas las circunstancias
antes aludidas la publicación no verá la luz.
2
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española coda significa «Adición al
periodo final de una pieza de música»; el Diccionario del uso del español de María Moli-
ner define el término como «Parte que constituye el final de una pieza».
aun cuando tuviese que hablarle, pues para eso se volvia de espal-
das.
Era D. Pedro de Heredia, para que llegue á noticias de la posteri-
dad, de corta estatura, cenceño, pálido y compungido de rostro y
andando ordinariamente muy deprisa, llevaba las manos enclavijadas
delante del pecho. Su vestido, era casaca antigua larga y cumplida y
calzon todo azul turquí, media blanca, chupa hasta las ingles, las dos
charreteras caidas á la espalda y el sombrero de los tres picos coloca-
do de frente. Con este trage, este porte y lo que de él sabia todo el
mundo, iba llamando la atencion por todas partes el Capitan Come-
dias, que asi le llamaban, y los muchachos corrían tras él en banda-
das tomándolo por burla y entretenimiento.
Este fué el único contrario que en aquella época salió á la palestra
contra el teatro, pero sus conatos, como de un hombre iluso y re-
ducido á exortaciones y peticiones verbales y por escrito, nada pu-
dieron influir en la abolicion del teatro 3.
Años más tarde Don Luis María en su Biografía y Memorias literarias, ex-
cepcional texto para conocer la Córdoba decimonónica y el Madrid isabe-
lino, retoma su figura con una transcripción casi literal del primer acerca-
miento 4. Investigadores coetáneos y posteriores se han acercado a don
Pedro repitiendo el texto primigenio de Ramírez de las Casas Deza; cite-
mos entre otros a Rafael Ramírez de Arellano, a Teodomiro Ramírez de
Arellano y Gutiérrez, incluso a nuestra querida compañera la catedrática
de Literatura Española Angelina Costa Palacios 5; es importante que se haya
ido insistiendo sobre este egregio cordobés no dejándolo en el olvido. En
la actualidad uno de sus descendientes don Javier Sorribes y Gracia ha
3
Luis María Ramírez de las Casas Deza, Historia del teatro en Córdoba, introducción y notas
al cuidado de Carmen Fernández Ariza, Córdoba, Real Academia de Córdoba, 2022,
pp. 60-61.
4
Id., Biografía y memorias literarias de don Luis María Ramírez de las Casas-Deza entre los
Arcades de Roma Ramilio Tartesíaco, individuo correspondiente de la Real Academia Española,
Prólogo de José Manuel Cuenca Toribio, Córdoba, Universidad de Córdoba/ Institu-
to de Historia de Andalucía, 1977, pp. 28-29.
5
Rafael Ramírez de Arellano, Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y de
la diócesis de Córdoba con descripción de sus obras, 2 tomos, Madrid, Tip. de la Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos, 1921-1922. Rafael Ramírez de Arellano. El teatro en
Córdoba. Apuntes para su historia, Ciudad Real, Tip. del Hospicio Provincial, 1912, Ed.
facsímil María José Porro Herrera, Córdoba, Diputación Provincial, 1997. Teodomiro
Ramírez de Arellano y Gutiérrez, Paseos por Córdoba ó sea apuntes para su historia, León,
Luque/Everest, 1973. Angelina Costa Palacios, «Una panorámica del teatro en Cór-
doba (siglos XVI a XIX)». Axerquía, Córdoba, 1984, n.º 11, pp. 247-269.
6
Javier Sorribes y Gracia, La Familia Heredia. 300 años en Cabra, Cabra, Ayuntamiento de
Cabra, pp. 26-33, 2019.
7
Todos los textos decimonónicos que se transcriben en la presente investigación respetan
el estado de la Lengua Española en aquellos tiempos.
8
Carmine Alvino y Javier Sorribes y Gracia han publicado Pedro María Heredia del Río e i
sette arcangeli, editado en Italia. Por problemas de distribución llegó a nuestras manos
después de haber presentado este trabajo en una sesión pública de la Real Academia de
Córdoba.
VIDA MILITAR
9
Javier Sorribes y Gracia, La Familia Heredia …, op. cit. pp. 14-15.
10
José Manuel Valle Porras, El rumor de las piedras. Heráldica y genealogía en Cabra, Cabra,
2009, p. 211.
11
Fulgencio María Heredia y Cabrera. Documento entregado al Ayuntamiento de Cór-
doba en 1885 para completar la relación de autores y obras de autores de Córdoba y
su provincia.
12
El análisis de este documento no nos lleva a la certeza de si estas afirmaciones son un
acto de soberbia o una adhesión a la corona.
10
Fray Diego José de Cádiz, El soldado católico en guerra de religión: carta instructiva, ascético-
histórica-política en que se propone a un soldado católico la necesidad de prepararse el modo en lo
que ha de hacer y con qué modo debe de manejarse en la actual guerra contra el impío partido de
la infiel, sediciosa y regicida asamblea de la Francia, Écija, Benito Daza, 1794. Reimpreso
por don Pedro María Heredia y Río en Cádiz, Casa de la Misericordia, 1812. El texto
original está depositado en el Fondo Antiguo de la Universidad de Sevilla.
cimiento de esta Carta se favorecerá que el soldado tenga, «la ligereza del
ciervo, cristiana disciplina, fortaleza de brazos, será cuidado por Dios el día
de la pelea» y, así mismo, inspirará la misiva a la «Santa Milicia». Culminará
don Pedro su solicitud diciendo: «el valor no está reñido con la piedad, ni
con la disciplina y táctica militar, y que estas logran cumplidamente su ob-
jeto cuando tienen a su favor el auxilio del Dios de los ejércitos» 14.
Quedó libre de cargas impositivas por disposición gubernativa fechada en
Sevilla el 1 de diciembre de 1809. La generosidad, el amor a la patria y la
lealtad a Fernando VII llevaron a nuestro militar a publicar a sus expensas
500 ejemplares de esta carta. Estamos ante un texto que camina como diría
González Suarez «entre la arenga militar y el sermón religioso» 15. Dos partes
estructuran la obra: la primera trata de las virtudes que debe tener y fomen-
tar un soldado católico a lo largo de su vida militar y especialmente en su
adiestramiento para la guerra; la segunda expone cómo se ha de actuar en la
confrontación bélica. En el título de la carta ha quedado definido a la per-
fección el contenido de la misma: un sujeto, el soldado católico, un enemi-
go, Francia, una necesidad, prepararse para el combate y defender la causa.
La justificación de esta misiva queda expuesta al principio del texto:
Dios, su Iglesia, su religión, sus leyes, sus ministros, sus templos y
todo lo más sagrado, el derecho de gentes, el respeto debido a lo
más sagrado, y aun el fuero inviolable de la humanidad, se hallan in-
justamente violados, impíamente desatendidos y sacrílegamente
atropellados en ese desgraciado reino por una multitud de hombres
cuyo proceder los acredita de hijos de Lucifer y miembros de tan
infame cabeza 16.
El texto contiene un «catolicismo de combate» 17 del que Elisa Galán
Felipe dirá: «Fue un discurso de Cruzada gracias a la campaña de moviliza-
ción llevada a cabo por el clero, basada en el relato de Guerra Santa, con-
trarrevolucionario, antiliberal y antiilustrado» 18.
14
Archivo Histórico Nacional,
15
Pedro González Suárez, «El soldado católico en guerra de religión», en IX Curso de
Verano El franciscanismo en Andalucía y la Divina Pastora. Ed. Manuel Peláez del Rosal,
Córdoba, Cajasur, 2004, p. 447.
16
Fray Diego José de Cádiz, El soldado católico en guerra de religión …, op. cit.
17
Gregorio Alonso, La nación en capilla. Ciudadanía católica y cuestión religiosa en España
(1793-1874), Granada, Comares, 2014, p. 25.
18
Elisa Galán Felipe, «El discurso de Cruzada durante la Guerra de la Independencia», en
Veinte años de congresos de Historia Contemporánea, Zaragoza, Institución Fernando El
Católico, 2017, p. 171.
19
Pedro González Suárez, «El soldado católico …», op. cit.
ATAQUES AL TEATRO
20
Ibid., p. 453.
21
Fray Diego José de Cádiz, El soldado católico …, op. cit.
22
Elisa Galán Felipe, «El discurso de Cruzada durante la Guerra de la Independencia», op.
cit. p. 172.
26
Véase Carmen Fernández Ariza, El teatro en Córdoba en el primer tercio del siglo XIX, Cór-
doba, Ayuntamiento de Córdoba/Universidad, 2002, pp. 99-121.
fridas por la ciudad desde la del Padre Posadas en 1694 hasta la de Carlos
III en 1784; pide el cierre del teatro amparándose de una parte en la doc-
trina de los Santos Padres, y de otra, denunciando problemas sociales y
políticos ya que en el coliseo se producían «tumultos y sediciones a la vez
que propicia la reunión de gentes de todas clases». Se pregunta Heredia
quién ha revocado las anteriores prohibiciones si ha sido «el intruso» o «el
lexítimo» para concluir solicitando la clausura del coliseo. El cierre del
teatro se llevó a efecto, pero no solo por la oposición del militar sino por-
que los aires políticos en el país eran otros 28. Entendemos que el triunfo de
Heredia, en esta denuncia, es fiel reflejo de la involución que estaba su-
friendo el país.
El coliseo había estado cerrado, abandonado, expoliado y casi derruido
por ausencia de su dueño tras su salida precipitada en el año 1814 a la ciu-
dad de Écija; marchó con toda su compañía y enseres donde reiniciaría sus
actividades con la compra y explotación de un nuevo teatro. Habían cam-
biado los aires de libertad del país y «el Deseado» incoó causas contra los
afectos a las ideas napoleónicas. Motivo por el cual Casimiro Cabo Mon-
tero fue expedientado con pena de destierro por cuatro años de Córdoba,
Madrid y los Sitios Reales por su adhesión a la causa josefina. Junto al
empresario fueron desterrados de la ciudad catorce miembros de la élite
social e intelectual cordobesa alguno se ellos pertenecientes al equipo rec-
tor del colegio de la Asunción de la ciudad.
Cumplida la condena, Casimiro Cabo Montero vuelve a la ciudad, re-
construye el edifico que estaba en ruinas, y reanudará la actividad escénica,
coincidiendo con el Trienio Liberal, aquel paréntesis de libertad en el
reinado fernandino. Este es el momento en el que don Pedro María vuel-
ve a su lucha.
En el año 1819, próxima la reapertura del Teatro Principal, Heredia in-
siste en lo perjudicial de la actividad escénica. Lleva el pleito hasta la
Chancillería de Granada que lo desestima. Ante la nueva denuncia de He-
redia, Casimiro Cabo Montero arguye que las representaciones son «Ho-
nestas e instructivas diversiones» añadiendo que «el teatro es necesario en
los pueblos civilizados» y que «se han disipado los recelos de los timora-
tos». El empresario se crece respondiendo con sarcasmo e insolencia. Hace
veladas amenazas por la extorsión sufrida, exigiendo que se le traslade lo
28
AM-CO. Sección XVII, Serie, 1ª, n.º 6, 8-4-1814.
resuelto por el alto tribunal andaluz 29. Este pleito, perdido por el militar,
es fiel ejemplo de los tiempos político que vivía España, inminente ya el
Trienio Liberal.
Hemos mostrado tres momentos en los que el militar muestra su aver-
sión al teatro. Acude a los tribunales, incluso eleva sus quejas hasta la
Chancillería de Granada, unas veces gana y otras pierde los pleitos.
Don Pedro se muestra como un hombre anclado en el pasado al que le
preocupaba toda novedad de tipo social y religiosa. Rechazaba las manifes-
taciones públicas del pueblo considerándolas peligrosas, de ahí su aversión
al teatro como espectáculo de masas, sin olvidar que detrás de sus triunfos
o derrotas subyacían los momentos políticos que vivía el país.
PERFIL RELIGIOSO
29
AM-CO. Serie 1ª, n.º 6, 25-10-1819.
30
El convento se encontraba en la actual plaza de Santa Ana. En 1810 José Bonaparte lo
expolió y derribó para hacer una plaza; se salvó de la destrucción un libro de eleccio-
nes que custodian las actuales carmelitas y es del que proceden los datos sobre Sor Te-
resa Jacinta de San José. La sede actual de las religiosas se ubica en la calle General
Aranaz en Madrid.
31
Transcrito de la documentación entregada al Ayuntamiento de Córdoba por don Ful-
gencio Heredia y Cabrera el 4 de mayo de 1885 para integrarla en un catálogo de au-
tores cordobeses.
Meses después, don Pedro marchó a Italia, llevaba este tema como algo
primordial para defenderlo ante la curia romana 32.
En el año 1827, ya había adquirido un prestigio de teólogo y hombre
piadoso en la ciudad de Roma. El Cardenal Zurla, de la orden de San
Benito, Vicario General del Papa León XII, le entrega unas reliquias de
San Feliciano Mártir. Don Pedro las envía a España para que las custodiara
su hermano Tomás. Tras muchas vicisitudes llegan a Aguilar de la Fronte-
ra.
Una vez muerto el depositario de las reliquias estas fueron trasladadas a
Cabra siendo expuestas en la capilla de Santa Catalina de la parroquia de
Santo Domingo de Guzmán. Todas las vicisitudes que conllevaron el tras-
lado de los restos de San Feliciano Mártir tales como la concesión de las
licencias, exposición en distintas iglesias romanas, recogida de las reliquias
así como las muestras de fervor religioso, que su paso despertaba hasta
llegar a su último reposo, están ampliamente documentadas 33.
Analicemos uno de los momentos, entendemos álgidos, la defensa de la
fe, la moral y las costumbres en el que Heredia y Río hace una salvaguar-
dia de la Inquisición, publicada en El Procurador General de la Nación y del
Rey el domingo 20 de enero de 1813. Terminada la Guerra de la Inde-
pendencia, los españoles en 1812 se habían dado una Constitución, vuelve
«el Deseado» y entre otros temas de interés se pretende reajustar las rela-
ciones de la Iglesia con el Estado. Uno de los temas candentes que se esta-
ba debatiendo era la reforma o supresión del Santo Oficio; se establece una
lucha feroz entre sus defensores y detractores que toman a la prensa como
campo de batalla con continuas réplicas y contrarréplicas. En un texto
documentado, con precisión lingüística y un cierto tono irónico se pre-
gunta nuestro autor ¿Por qué se tiene que reformar la Inquisición? ¿Por
qué se tiene que regir por las reglas comunes de la política y de la Consti-
tución? Para él el Tribunal de la Inquisición estaba establecido con autori-
dad eclesiástica y civil.
La Iglesia más reaccionaria quería la preeminencia del Papa. Los Pontí-
fices, concluye don Pedro, no habían favorecido a la Inquisición tanto
como se argumentaba. El poder político quería nombrar a obispos moder-
nizadores. Digno ejemplo de esta lucha es el artículo aludido en el que
defiende la Inquisición entendiendo «que la utilidad y la justicia» deberían
32
La opinión n.º 3040-41, octubre 1987.
33
Javier Sorribes Gracia, LA FAMILIA HEREDIA. 300 años en Cabra, op. cit., pp. 31-33.
devolver el poder a los obispos frente al papado. Para él deben subsistir los
inquisidores para cuidar de la interpretación de los preceptos religiosos.
Don Pedro María admite reformas pero no la desaparición de la institu-
ción porque aludiendo a Sixto V recuerda la prohibición de toda variación
en el Santo Oficio sin su consentimiento y el de sus sucesores. «Quién
desprecia a los ministros a Dios desprecia». Así concluye:
No, no puede haber razón que delante de Dios nos exima ó nos
dispense de obedecer á un Tribunal (Inquisición), cuya misericordia
y verdad son en su proceder tan manifiestas, y cuya peculiar con-
ducta nos debe ser respetable, por ser en todo la mas justificada, ra-
zonable y conveniente 34.
La defensa e interés sobre la Inquisición va a permanecer viva en Here-
dia, que reedita una noticia sobre ella del Padre Posadas en el año 1824
Hemos prestado atención a la defensa que nuestro autor hace de la In-
quisición porque muestra un espíritu alineado con el sector más conserva-
dor de la Iglesia que trasladará a su acercamiento al hecho escénico duran-
te más de dos décadas. Pasemos al momento en que culmina su religiosi-
dad: su partida a Roma para ganar el jubileo acompañado de su hermano
Segundo. Llega a la ciudad eterna el 16 de octubre de 1825. Ya no volve-
rá. Murió en el hospital de Santiago y Monserrate en 1853 35. Logró crear
sobre su persona una aureola de piedad y conocimiento de las Sagradas
Escrituras, siendo reconocido como el gran teólogo español del siglo XIX.
Su necrológica, recogida en Giornale di Roma dice así:
Il giorno 19 del p.p. Febrairo nella etá di anni cesso di vivere munito de
tutti i soccorsi de la cristiana religione il capitano Pietro María Heredia, nato
de la cittá di Cabria nell´Andalusia. Questo antico militare spagnuolo vetu-
to in Roma nell´anno Santo del 1825, rimase cosi tocco da´suoi monumen-
to religiosi che piú non ne parti, rendendosi a tutti noto per la pietà, benefi-
cenzia, e literaria, erudizione, di mi era fornito 36.
El día 19 del p.p. En febrero, el capitán Pietro María Heredia, naci-
do en la ciudad de Cabria en Andalucía, dejó de vivir dotado de to-
da la ayuda de la religión cristiana. Este antiguo soldado español que
llegó a Roma en el Año Santo de 1825 quedó tan conmovido por
34
Pedro María Heredia y Río, [sin título], El Procurador General de la Nación y del Rey, n.º
109, pp. 89
35
Hoy en ese mismo lugar se encuentra la basílica del mismo nombre, más conocida
como Iglesia de los Españoles en la vía Julia.
36
Necrologia, Giornali di Roma, n.º 30, Giovedi 3-3- 1853.
37
Mario Avila Vivar, «La serie de ángeles del Monasterio de San José y San Roque de
Aguilar de la Frontera (Córdoba)», UcoArte, Revista de Teoría e Historia del Arte, 3,
2014, pp. 35-49.
Seis fueron las causas que se abrieron para que se devolviera el culto a
los siete alados:
• 1ª Causa. 1826. Ante León XII. Presentada por el cardenal Zurla, el
arzobispo Gravina y Pedro María Heredia y Río. Resultado negati-
vo.
• 2ª Causa. 1828. Ante León XII. Es la causa más documentada e im-
portante. Se aportan 18 pruebas de legitimidad del culto. Se llama a
nuestro autor Padre. Resultado negativo.
• 3ª Causa. 1830. Ante Pío VIII. Entre las 75 firmas oficiales y las
nueve privadas figura Heredia y Río. Suspendida la resolución por
la muerte del Papa.
• 4ª Causa. 1831. Ante Gregorio XVI. Ponente Giovanni Rosatino.
Entre la relación de postulantes está el nombre de Pedro María He-
redia y Río. No hay resolución favorable.
• 5ª Causa. 1832. Ante Gregorio XVI. Entre los 126 destacados pos-
tulantes figura Pedro María Heredia y Río. Resultado negativo.
• 6ª Causa. 1858. Ante Pío IX. Ponentes Constantino Patrizi y el rey
Fernando II de las Dos Sicilias. Pedro María Heredia y Río ya ha fa-
llecido. Se queda en suspenso la resolución.
Para acercarnos a la casi desconocida andadura intelectual, moral y reli-
giosa de Heredia y Río en Roma nos hemos apoyado en la investigación
exhaustiva, todavía inconclusa cuando llegó a nuestras manos, de Carmine
Alvino realizada en los archivos vaticanos de la que hemos extraído que
este militar, escritor, pensador e intelectual impregnó toda su vida de reli-
giosidad, muy especialmente a lo largo de su estancia en Roma. Afirma-
mos que se mantuvo fiel en el empeño de justificar el culto a los Siete
Arcángeles, que su actitud ante sus creencias fue de extrema perseverancia,
que participó hasta su muerte en cinco de las seis causas incoadas para que
el culto a los Siete Arcángeles fuera reconocido, como había ocurrido en
tiempos pasados, que se relacionó con el alto clero, y que tuvo el favor y
la confianza de los pontífices. Destacamos que por encima de todo adqui-
rió el reconocimiento de teólogo
Entendiendo que la historia se conoce mirando todas las caras que con-
forman el poliedro de una vida humana es por lo que Una coda a la figura
de Pedro María Heredia y Río aporta una visión más totalizadora del conoci-
do como el Capitán Comedias. Fue mucho más que un militar fanático
BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN
ABSTRACT
KEYWORDS There are people who not only do not go unnoticed, whether
they intend to or not, but also leave a mark on those who know
Conde Casa-Padilla.
them. We are talking about Carlos Ruiz Padilla, Count of Casa
Poet.
Painter. Padilla. I, who am not versed in noble matters, am going to focus
on some outstanding biographical notes, especially on his role as
a poet, and some notes on his role as a painter.
1
1. CONDE: NOTA BIOGRÁFICA
*
Sangre de mi sangre
en Villalar derramada
al filo de la madrugada,
cuando canta la zumaya.
Dolor de patria hipotecada
olea sacra en el azur
y argento de las lunas,
de don Juan de Padilla
que rindió pendón y vida
por la libertad de Castilla 3.
Hijo de Lorenzo Ruiz Garrido, su título nobiliario procede de la rama
materna, de su madre doña Felisa de Padilla y García, IV Condesa de Casa
Padilla, cordobesa aunque nacida circunstancialmente en Granada en 1924
y fallecida el 8 de febrero de 1965. Pero no es hasta 1981 cuando es reha-
bilitado su título por su majestad el Rey Juan Carlos I, ya que Carlos Ruiz
Padilla no quiso que Franco interviniera en ese reconocimiento cuando le
correspondía. Se le reconoció el título de Conde de Casa Padilla en virtud
del Real Decreto 1449/1981 de 10 de abril (BOE 18 julio 1971), «por el
que se rehabilita el título de Conde Casa Padilla a favor de don Carlos
Ruiz Padilla». Carlos comenzó estudios de Derecho y de Filosofía aunque
los que terminó fueron los de Arte Dramático en Sevilla. La mayor parte
de su vida ha transcurrido entre las dos ciudades de Córdoba y Sevilla, y
otras como Torremolinos, sin olvidar frecuentes visitas a París, Canarias o
su antigua casa de El Rocío.
Un hito en su vida personal es la represión que sufrió en los años sesen-
ta debido a su condición sexual, lo que le llevó a la prisión cordobesa y a
una condena penal por la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes y cuya
sentencia de 18 de junio de 1965 dice así:
Carlos Ruiz Padilla durante los últimos cinco años se ha dedicado a
la administración de sus bienes, teniendo instalado en Córdoba un
por Decreto expedido el 11 de abril de 1856 (Real despacho de 27 de mayo del mis-
mo año) le concede el título de Castilla con la denominación de Conde de Casa Padi-
lla para que, en adelante, «vuestros hijos y sucesores legítimos nacidos de legítimo ma-
trimonio, por el orden de sucesión regular, cada uno en su respectivo tiempo y lugar
perpetuamente os podáis y se puedan llamar e intitular, llaméis é intituléis de palabra y
por escrito Conde Casa Padilla, como Yo desde ahora os llamo, nombro é intitulo».
Tomado de página web: http://pontanosilustres.blogspot.com/2015/12/conde-de-
casa-padilla.html
3
DE CASA PADILLA, Conde, Córdoba amante, 2011, impreso en Artes Gráficas Moreno,
Bormujos, p. 17.
4
Sentencia de fecha 18 de junio de 1965. Expediente 117/65. Juzgado especial para la
aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes en el Territorio de Sevilla y Provincia de
Badajoz. En el fondo documental de Carlos Ruiz Padilla.
5
No sabemos qué tipo de radio era aquella tan selectiva.
6
Sic.
7
ABC, jueves, 20 de agosto de 1936, Edición de Andalucía, p. 11.
8
CRÓNICA DE ESPAÑA, Reseña histórico-biográfica, Madrid, sin datar ni paginar.
Además hay que añadirle el haber sido una persona muy relacionada
con la cultura y la poesía cordobesa, en especial del grupo Cántico y el
grupo Caracola en Málaga, y participado en las tertulias literarias de El
Pimpi y sobre todo con la tertulia poética de «Las Noches del Baratillo»,
en Sevilla, que publica Los Cuadernos de Roldán; también en esa ciudad
propulsor del movimiento «Puerta Joven». Es autor de una treintena de
libros de poesía, entre los que se encuentran: Versos de ayer, Poemas para
mis amigos, Siempre, Cantos de cada día, Desnudo de corazón y mente, Acuario,
Olvidar el olvido, Canción para un tiempo de amor, Amor intermitente, Poesía,
Aguas de Cartuja, Córdoba amante, Córdoba desnuda o Carminis inéditi in
pectore.
Hay que destacar la pulcra y cuidada edición de sus libros con una la-
bor tipográfica realmente excepcional, como destaca José Infante en el
prólogo de su libro Amor intermitente9: «Como editor es autor de alguna de
las más vanguardistas ediciones de sus propios libros, que ha llegado a im-
primir en los más variados, originales y atrevidos formatos». Para Alfonso
Canales es un «curiosísimo alarde de originalidad tipográfica» 10. Ello va
paralelo, no quiero dejar de señalarlo, a una cierta labor de mecenazgo en
este sentido y en otros aspectos como la donación de una corona de oro al
Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas de Córdoba, que luce el titular
de la cofradía en nombre y en memoria de su madre, y además de unas
potencias, una corona de espinas y clavos en forma de azucenas y en oro,
réplicas de modelos antiguos.
Su vida él mismo la resume en un epigrama: «En Córdoba perseguido,
procesado,/ desterrado a Sevilla, amado,/ a Málaga jubilado» 11.
2. PINTOR
Unas notas sobre su pintura. Con una rica obra, gran parte de ella iné-
dita, con un estilo entre contructivista y geométrico, lo que se llamó cine-
tismo, y una tendencia decorativista, ha expuesto en Sevilla, Córdoba,
Canarias, París, etc. Su pintura, autodidacta, es plena de un colorido pro-
fuso y entusiasta, con la línea como canon director del dibujo, de la com-
9
INFANTE, José, en prólogo DE CASA PADILLA, Conde, Amor intermitente, Bormujos,
2012, p. XVII.
10
CANALES, Alfonso, Carta al conde manuscrita, 12-9-1978.
11
DE CASA PADILLA, Conde, Documento manuscrito, Fondo documental Conde de Casa
Padilla, sin fechar.
12
GARCÍA BAENA, Pablo, prólogo en DE CASA PADILLA, Conde, Poesía, Sevilla,
2000, s(in) p(aginar).
13
RUIZ PADILLA, Carlos, Catálogo Exposición Luz y color, Real Círculo de la Amistad,
Sala Julio Romero de Torres, Córdoba 2015, s.p.
14
Ibid., s.p.
3. POETA
17
DE CASA PADILLA, Conde, El Conde de casa Padilla en Cuadernos de Roldán, Sevilla,
1994.
18
RODRÍGUEZ, Leonardo, Homenaje a Julio Romero de Torres, Diario Córdoba, martes 13
de mayo de 2003, p. 69.
19
Córdoba amante, op. cit., p. 12.
19
Amor intermitente, op. cit., p. XIX.
21
Documento, NARBONA, Rafael, Carta al conde manuscrita, fechada en 16-4-1971.
27
Op. cit., p. 52.
Al igual que Catulo, «su poesía puede ser lasciva o puritana, superficial
o profunda, sencilla o compleja, llena de gracia y humor o seria, cariñosa o
implacable» 28. Y sigue el consejo catuliano:
Que el poeta piadoso debe ser decente,
pero de ninguna manera sus versos,
pues solo tienen sal y gracia,
si son ligeros y poco decentes… 29.
Veamos un ejemplo de Catulo, de su poema «Al ladrón de Talo»:
Marica de Talo, más suave que el pelo de conejo,
o la pluma de ganso, o el lóbulo de la oreja
o el pene flácido de un viejo o la tela de la araña,
pero también más ladrón…
…devuélveme la toga que me robaste,
el pañuelo de España y los bordados de Bitinia,
que, idiota, enseñas en público, como herencia de familia 30.
La poesía de Ruiz Padilla es epigramática o aforística, de invectiva y
sobre todo situacional. Sus poemas son casi siempre breves, de estilo pu-
ramente subjetivista, simpático a veces, ligero otras, descriptivo muchas, de
estilo punzante, hetereogénea. En ella el amor y el sexo juegan el principal
papel con un escenario de fondo que son las circunstancias de su vida. Su
homoerotismo va más allá de una expresión afortunada, de una reivindica-
ción, a lo que él tendría pleno derecho; está incardinado en los poemas
transparentes y a la vez prosaicos, sencillos y naturales, de textura conver-
sacional, de ritmo vivo, más cerca en ocasiones de la prosa que de la poe-
sía. Como Catulo describe el hecho en los primeros versos y da la estocada
en los últimos. Con figuras retóricas llevadas al extremo como el hipérba-
ton. Cercano a Catulo pero también a las teselas de Vicente Núñez aun-
que en otro tono más directo y claro. Otra característica de su poesía, en-
tre intimista y realista, es que divierte. ¿Y es bueno o malo decir que una
poesía divierte? ¿Por qué no? Poesía «pagana», como celebración de la
vida, de lo festivo, pero también a veces de lo trágico. Se podría pensar
que es una poesía fácil; pero ¡qué difícil resulta lo fácil!
28
RAMÍREZ DE VERGER, Antonio, Introducción de CATULO, Poesías, Alianza
Editorial, Madrid, 1988, P. 12.
29
CATULO, Poesías, op. cit., p. 59.
30
Ibid., p. 63.
31
Amor intermitente, op. cit., p. XCVII.
32
Ibid., p. CI.
33
RUIZ PADILLA, Carlos, Carminis Inéditi in pectore, Edita Andrómina, Colección Adel-
fos, Córdoba, 2023, p. 105.
34
Ibid., p. 151.
me tiene clavado
al madero de su cuerpo. 35
----
No tuve novio
en Montilla.
La culpa la tuvo
el conde que no descorrió
la cortina;
y San Francisco Solano
que no me quiso casar
con el Inca Garcilaso.
Las Camachas lo sabían,
los Cobos también,
los Varo no porque
estaban en Germania…
Por eso Montilla
se quedó en la cuneta
bélica de la Munda
de ayer.
Era rubio
y peligroso
era de Mahón
donde yo le quise
cuando yo le quise
cuando éramos presos
de la Revolución 36.
Estos versos serían impensables en otros poetas cordobeses o como el
poema «Consejos», donde el acúmulo de incorrecciones políticas no puede
ser más concentrado:
Aquel maricón
de pueblo indecentemente
sabio del sexo me dijo:
No me gustan
los enanos,
hermosos son
los medianos…
¿Y los gigantes?
Para la heráldica.
tenantes y para
35
Poesía, op. cit., p. 30.
36
Ibid., p. 118
en su mirar vi
la huelga feliz de sus ojeras 40.
----
37
Ibid., p. 161.
38
Amor intermitente, op. cit., p. LXV.
39
Poesía, op. cit., p. 56.
40
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 13.
41
Ibid., p. 18.
42
Ibid., p. 27.
43
Ibid, p. 63. En este poema se trasluce un cierto resquemor por un diferente trato.
Por eso le interesa más lo que dice que cómo lo dice, sin despreciarlo.
Cuando Carlos escribe un poema sabe de antemano lo que quiere decir.
Su poesía también es descriptiva y circunstancial como en su poema
«Torremolinos -1959-» y en otros que se localizan en su Torremolinos:
Cuando los arrieros
presumían de acémilas
por la calle San Miguel
y los cabreros en el Calvario
de los cuernos de sus cabras,
en la Carihuela, entre espetos y biznagas,
se levantaba el gigante
de la libertad,
«El Pez de Espada» 44.
----
Todos en ciclomotor;
las motos vienen y van
llevando cuerpos
imposibles de besar.
44
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 112.
45
Poesía, op. cit., p. 30.
46
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 134.
47
DE CASA PADILLA, Conde, documento inédito. Fondo documental Conde de Casa
Padilla.
48
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 81.
49
DE CASA PADILLA, Conde, Aguas de Cartuja, Córdoba, 1987, s.p.
50
Id., Libro intitulado, s.p., Córdoba, 1973.
51
Id., Córdoba desnuda, Poesía cordobesa del Ilmo. Sr. Conde de Casa Padilla, Edición de Mi-
guel Ángel Castellano Cañete, Córdoba, 2023.
52
Córdoba Amante, op. cit., p. 57.
53
ABC DE SEVILLA, 21-10-2007. Entrevista de Alfredo Valenzuela. Tomado de:
https://sevilla.abc.es/home/sevi-todos-hemos-imitado-becquer-carlos-ruiz-padilla-
conde-casa-padilla-aristocrata-200710210300-1641195098597_noticia.html?ref=
https%3A%2F%2Fwww.google.es
54
Poesía, op. cit., p. 46.
55
RUIZ PADILLA, Carlos, documento autógrafo. Archivo personal.
56
Carminis inéditi in pectore, op. cit., p. 125.
RESUMEN
ABSTRACT
Museo Histórico Municipal «Casa de las Cadenas», Villa del Río (Córdoba).
2
Fattori, tras haber renunciado a las manchas características en la técnica de los macchiaioli,
acabó por preferir dar despliegue a una pintura de colores lisos.
suscitaron en el artista, quien tampoco era ajeno desde sus primeros en-
cuentros con Picasso a la generalizada seducción que en ese momento se
vivía respecto a estas fuentes arcaicas de expresividad creativa.
Refieren las crónicas que esta vocación escultórica era la genuina incli-
nación del artista, y como tal se reconoció en su desembarco en París, «y
sólo porque la madera, el mármol o el granito eran muy caros [y en ex-
tremo dificultosos para trabajarlos], se pasó a la pintura».
Sus retratos de amigos y conocidos parisinos, que constituyen la temá-
tica referencial de esta primera fase tras su labor escultórica, convierten al
solitario Modigliani en un cronista del mundo artístico de Montmartre y
Montparnasse durante los años de la Gran Guerra. Y es que su personali-
dad es tan fuerte que se impone siempre por encima del tema que trata,
por lo que sus retratos dicen más, precisamente, por todo lo que no mues-
tran, al gustar prescindir de todo elemento aleatorio o narrativo, para con-
centrarse abiertamente en la fisonomía del efigiado. Gustaba trabajar sus
retratos al óleo con ayuda de numerosos esbozos y dibujos que había ela-
borado previamente a éstos aprovechando cualquier oportunidad. Debido
a la evolución de la fotografía, el género del retrato había perdido ya gran
parte de su función representativa a principios del siglo XX. Modigliani,
en cambio, fue el único artista de la modernidad que volvió a dedicarse de
forma casi exclusiva a su cultivo.
El ambiente vanguardista de París constituyó toda una revelación para
el joven Modigliani. No quería adscribirse a una única y concreta tenden-
cia, sino encontrar un estilo personal. Sus primeras obras revelan una cierta
proximidad a Toulousse-Lautrec y al Picasso de la época azul, y una leve
influencia cubista entonces en pleno auge, pero se centrará de inmediato
en los aspectos plásticos más que en los meramente pictóricos. Admiraba la
pintura de Cézanne y desde que visitó la retrospectiva que se le dedicó en
el Grand Palais, con motivo de la celebración del Salón de Otoño de París,
en 1907, tras el fallecimiento del maestro de Aix, llevaba siempre consigo
una reproducción de su obra El muchacho del chaleco rojo. También es evi-
dente la influencia que ejercieron sobre él, en cuanto al perfilado lineal de
los contornos, Gustav Klimt, Van Dongen y las estampaciones del japonés
Utamaro. La concepción de su pintura, en la que el diseño lineal y la de-
puración volumétrica —consecuentemente experimentada mediante sus
previas reflexiones escultóricas en torno a las formas arcaicas y primitivas—,
y que junto a una característica homogeneización de los planos de croma-
tismo constituyen e integran la quintaesencia de su desarrollo, quedaron
6
Eugenio d’Ors, «Modigliani», en Arte vivo, Edit. Espasa Calpe, Madrid, 1979, pp. 29-32.
de nombre Chez Rosalie, según confirmó la propia Beatrice desde las pági-
nas de The New Age 7. A propósito de su primer encuentro con el livornés
llegó a escribir:
[tenía] (…) «un carácter complicado. Un cerdo y una perla. Me lo
encontré en 1914 en un restaurant de pâtes. Estaba sentada frente a él.
Hachís y brandy. No me impresionó especialmente. No sabía quién
era. Tenía un aspecto feo, gruñón y voraz. Volví a encontrármelo
en el Café La Rotonde. En esta ocasión se había afeitado y estaba en-
cantador. Me saludó quitándose el sombrero con un movimiento
gentil, sonrojándose, y me pidió que fuera a su casa con él para ver
sus obras. Y fui. Siempre llevaba un libro en el bolsillo: Maldoror de
Lautréamont 8. El primer óleo presentaba a Kisling. Excepto a Picas-
so y Max Jacob detestaba a todo el mundo. Aborrecía a Cocteau.
Nunca hizo nada bueno bajo los efectos del hachis». Para lo sucesi-
vo y ya consolidada su relación, continuarían frecuentando Chez
Rosalie, pero igualmente la cantina de Vassilieff y el café La Rotonde,
todos ellos destacados locales de Montparnasse muy del gusto de los
artistas.
Cuando se conocieron, Modigliani estaba volviendo a la pintura tras
haberse dedicado durante cuatro intensos años a la praxis escultórica, una
fase a la que dio inicio en 1909 después de pasar un breve periodo en Li-
vorno. De regreso a París, y una vez superada su etapa del falansterio para
jóvenes creadores del Bateau-Lavoir 9, se instalará en un nuevo estudio en
Montparnasse, situado al final de una pequeña calle sin salida denominada
Cité Falguière, donde irá confirmando el proceso de ratificación de su per-
sonalidad. Allí conoció a Constantin Brancusi 10, que ejercerá sobre él una
influencia determinante y que en su propio estudio facilitará al italiano el
7
B. Hastings, «Impressions of Paris III», The New Age, 4 (junio 1914).
8
Las obras de Mallarmé, Rimbaud, Baudelaire, Nietzche, Bergson y D’Annunzio consti-
tuían sus habituales lecturas. Siempre llevaba consigo los Cantos de Maldoror, de Lau-
tréamont, que se convertirían más adelante en fuente de inspiración para los surrealis-
tas.
9
Modigliani se consideraba más escultor que pintor. Ya durante su estancia en Montmar-
tre, esculpió unos cuantos bustos en madera utilizando como material unas traviesas
sustraídas de las obras de la estación de metro de Barbés-Rochechouart, pero no fue
hasta 1909, a su regreso de una breve estancia en su Livorno natal, cuando comenzó a
trabajar la piedra.
10
En 1909 y por propio deseo del pintor, el Dr. Paul Alexandre —que fue uno de los
primeros clientes y patrocinadores de Modigliani— se ocupó de presentarle a Brancusi,
a quien llegó a realizar un retrato inconcluso que actualmente se dispone en el reverso
del lienzo titulado El violonchelista (1909).
11
El escultor rumano había comenzado a introducir en sus obras ciertos rasgos arcaizantes
desde 1907, esculpiéndolas en piedra en consonancia con la naturaleza del material y
con las técnicas más adecuadas para potenciar sus propios valores escultóricos; segui-
damente comenzaría a pulir los materiales y a elaborar formas cada vez más indetermi-
nadas o anicónicas, anticipando una abstracción orgánica que, posteriormente, depara-
ría una autonomía plena para esta especialidad de las artes.
12
Cfr. Giorgio Cortenova et al., «Modigliani», en Los impresionistas y los creadores de la
pintura moderna, Barcelona, Carroggio Edit., 2000.
El dibujo de Villa del Río fue realizado, sin duda, como apunte prepa-
ratorio para los primeros retratos en los que Modigliani efigió a la escrito-
ra londinense, ambos de finales de 1914: uno de ellos conocido en la
primera catalogación como La señora Hastings ante el piano (de 102 x 48
cm.), y el otro Beatrice Hastings con gorro (58 x 37 cm.), actualmente inte-
grado en una colección particular parisina. Sendos retratos, por su con-
cepción y la densidad de materia con que están elaborados, pueden consi-
derarse, ciertamente, los iniciales de la serie que llegara a realizar en torno
a la poeta.
En el segundo de estos retratos la pose de la modelo es exactamente
equivalente, y el estudio realizado en el apunte para la concreción de ojos,
nariz y boca, coincide puntualmente con lo plasmado en el lienzo, e in-
cluso el modelado de las mejillas y la singular anchura del rostro se atienen
enteramente a lo esbozado en la previa síntesis lineal. Así mismo, el cuello
de piel que aureola la indumentaria de la modelo y el peculiar gorro con
que cubre su cabeza parecen constituir idéntico trasunto de un plantea-
miento compositivo deliberado, si bien el divisionismo manifiesto en el
trazo con que las placas de color han sido dispuestas sobre el lienzo, en
aplicación de unos recursos formales de representación para la consecución
de una valoración constructiva de la pincelada, ocultan parcialmente la
pureza de líneas que esencializan el previo dibujo. Y, no obstante, este
esquema medular subyace reconocible también en esta otra versión pictó-
rica, lo cual evidencia sobremanera la importancia que Modigliani otorga-
ba al estudio previo de sus obras, a su disegno, como no podía ser de otra
forma para un digno continuador de una tradición en que la pintura no
debía ser abordada sino como «cosa mentale» que es.
A este respecto resultan esclarecedoras las palabras de Francis Carco, al
valorar especialmente en el contexto de su obra las singulares capacidades
expresivas que el italiano sabía otorgar a su grafidia:
He visto dibujar a Modigliani. Su agudo sentido del matiz le lleva a
modelar el ligamento de un brazo, la curva inocente de un joven
seno. Con un trazo apenas perceptible contiene toda una arquitec-
tura, sostiene la ligera dilatación de un vientre, extiende un movi-
miento hasta lo esencial del alma, le deja vivir… Desearía expresar
mi admiración por los dibujos de Modigliani. En ellos, toda gracia
alcanza el estilo... 15
15
Francis Carco, «Modigliani», L’Éventail, 15-julio-1919.
***
Foto de Abdul Wahab, tomada en los años veinte del pasado siglo.
16
Hassen desempeñó importantes cargos administrativos en su país, ejerciendo como
ministro de Enseñanza desde 1943 hasta 1947; obtuvo el Premio Nacional de Litera-
18
Las crónicas del París de los años veinte refieren que Abdul era musulmán no practican-
te, y que se había aficionado a la bebida, precisamente, de la mano de Modigliani.
20
Jan Waclaw Zawadowski nació en Volinia, en 1891, localidad entonces polaca pero en
la actualidad perteneciente a Ucrania. Se le encuadra dentro de la «Escuela de París»
como artista postimpresionista.
21
Nina Hamnett estudió en la Escuela de Arte Pelham y, posteriormente, hasta 1910, en la
Escuela de Arte de Londres, periodo en que conoció al escultor Henri Gaudier-
Brzeska, para el que posó desnuda para la realización de unos bronces. En 1914 se tras-
ladó a París, para completar su formación en la Academia Marie Vassilieff. Estuvo
igualmente vinculada a La Ruche (la Colmena), singular edificio de Montparnasse des-
tinado a albergar múltiples talleres de artistas, donde residieron muchos de los princi-
pales integrantes de la vanguardia de la época. Posaría igualmente como modelo para
pintor Walter Sickert, quien se interesó por orientar su carrera artística.
22
Como reconocería la propia Beppo en la monografía que le dedicó W. Fifield a Modi-
gliani: «Nina Hamnett me había escrito: “coge diez libras y vente a París”». Yo era
una joven estudiante de arte en la Slade School. Entonces, Augustus John me prestó
diez libras que nunca le devolví, me marché a París y allí me quedé «para siempre».
Me llevaron al núm. 8 de la Grande Chaumière la misma noche que llegué y también
me presentaron a Abdul, con quien me casaría más tarde...»
23
Cfr. William Fifield, Modigliani. The biography, Edit. Allen / Virgin, 1978, pág. 289.
Nina Hamnett llegó a ser una de las estrellas del bar americano Dingo, en Montparnas-
se, donde se hizo famosa por sus canciones de marineros ingleses, de marcado carácter
erótico. En cierta ocasión bailó desnuda sobre la mesa de uno de los cafés de Mont-
parnasse sólo por el placer de hacerlo.
24
E. Benezit, Dictionnaire des Peintres, sculpteurs, Dessinateurs et Graveurs, Vol. I, pág. 8,
Librairie Gründ, París, 1976.
barrio de Hampstead, en el
seno de una familia de as-
cendencia aristocrática. Su
formación artística la se-
cuenció en la Slade School of
Art (Universidad de Lon-
dres). Sin embargo, le basta-
ron escasos años de recorri-
do vital para romper volun-
tariamente con su pasado y
con la estricta educación
victoriana imperante aún en
su país, fugándose con un
tenor italiano: para lo suce-
sivo había decidido vivir en
libertad.
No sabemos cuál fue el
apasionado itinerario que
Freda realizó en compañía
de su cantante de ópera
italiano. Luego vendría su
etapa parisina, ciudad en
que fijó su residencia a par-
tir de finales de marzo de «Beppo» ya destacaba en sus años de adolescen-
1921 y donde conoció al cia como una joven de singular belleza.
príncipe tunecino Florence
Abdul Wahab, joven educado en Oxford, inteligente y refinado, «guapo,
libre en sus andanzas y en su espíritu. Con una inteligencia y un gusto
finísimos. Seductor y familiar como le es dado ser a pocos individuos», que
fue como el escritor Marcel Sauvage llegó a definirlo en 1953.
Como hemos señalado anteriormente, Abdul se había establecido en la
ciudad del Sena en 1911, diez años antes de la llegada de Beppo a París, y
los más destacados artistas del momento conformaban ya su red de amis-
tades: Modigliani, Pascin, Brancusi, Soutine y Van Dongen, entre otros,
además de mantener habituales contactos con Picasso, Braque, Apollinaire,
Juan Gris e Igor Stravinsky, en esos últimos años de la nominada «hermo-
sa época». También Freda se integró plenamente en este grupo de crea-
dores e intelectuales del que Abdul Wahab formaba parte y que, con el
paso de los años, llegaría a constituir uno de los capítulos más fértiles y
relevantes de la historia del arte contemporáneo. Su personal vinculación
a la práctica de la pintura se acrecentó como consecuencia de estas amis-
tades, y por la condición de pintor del que llegó a ser su propio marido,
el noble Abdul Wahab, con quien contrajo matrimonio en 1929. Ver
trabajar a todos estos artistas, participar de sus tertulias, recibir orientacio-
nes referentes a la práctica en el taller… aunque, no obstante, a poco de
su llegada a París se había adscrito a la Academia Ranson, en la que Francis
Gruber fomentaba el desarrollo de una estética expresionista aplicada al
desnudo, tomado directamente del natural y sin idealización alguna en su
consideración, completando sus estudios en las entonces denominadas
«Academias libres» de París. Freda tuvo ocasión de convivir con toda esta
distinguida nómina de artistas, luego adscritos a la denominada formal-
mente «Escuela de París» tras el revisionismo a que fue sometido más tar-
de el desarrollo de la vanguardia, y cuya obra, con el paso de los años,
llegaría a constituir uno de los capítulos más relevantes de la historia del
arte contemporáneo.
Beppo, Olivos, serigrafía / papel, 50 x 65 cm., «Casa de las Cadenas», Villa del Río.
Van Dongen, Desnudo recostado sobre fondo rojo, óleo / lienzo. Color puro como
portador de una expresividad apasionada.
Así pues, los factores irrenunciables para Van Dongen siempre giraron
en torno a la vivacidad del color, a la libertad de expresión, a poder dar
a París, Modigliani ya había muerto el año anterior 26, y que no había po-
sado para ningún pintor con la única excepción de Van Donguen «cuyo
retrato mío está teniendo tanto éxito en las salas de subasta». Afirma no ser
«bohemia», sino más bien «anti-bohemia» en todo su comportamiento
desde siempre. Por último, concluye afirmando de modo determinante ser
pintora y no modelo (Cfr. Carta manuscrita de Beppo Abdul-Wahab, de
sept.-1981, archivo de El País). Pero lo cierto es que sí que posó ocasio-
nalmente para distintos artistas, como ella mismo reconoce respecto a Van
Dongen 27, y también parece corroborarse esta dedicación como conse-
cuencia de la colaboración prestada por su parte para fundamentar la in-
formación recabada por parte de Billy Klüver y Julie Martin en su libro El
París de Kiki. Artistas y amantes, 1900-1930, editado por Tusquets en 1990,
para el capítulo dedicado al funcionamiento e infraestructura de la red de
modelos, en el que Jacqueline Goddard, Zinah Pichard y «Beppo» Abdul
constituyen las fuentes esenciales de referencia a ese respecto.
26
Efectivamente, Modigliani falleció en enero de 1920 y «Beppo» Lamp —como estu-
diante de arte procedente de Londres— llegó a París para instalarse en la ciudad con
objeto de completar su formación, a finales de marzo de 1921.
27
«Beppo» posó como modelo del escultor rumano Constantin Brancusi y para el pintor
búlgaro de ascendencia judeo-española Jules Pinkas «Pascín», uno de los mejores ami-
gos de Abdul; y también para el lituano Chaïm Soutine, que mantuvo una estrecha re-
lación en Montparnasse con Modigliani y, como éste, contaba con la representación
de Zborowski como marchante.
Kees van Dongen en su estudio de París, de cuyas paredes colgaban sus cotizadas
composiciones.
«Beppo» Abdul Wahab, en una foto de mediados de los años cincuenta del pasado siglo.
Para finalizar, permítanme rendir tributo una vez más a esta singular ar-
tista hispano-británica, que quiso abandonar por propia voluntad la civili-
zada y convencional vida de la gran metrópoli, para VIVIR en libertad
—y con mayúsculas— en los cálidos, broncos y vitalistas paisajes medite-
rráneos de las tierras de España, que decidió descansar para siempre en un
alcor de la sierra de Cazorla, y que deseó transferir —haciendo gala de una
extrema generosidad— todo este trascendente legado de más de 300 obras
a este territorio de Córdoba, para disfrute tanto de su ciudadanía como de
sus visitantes.
BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN
ABSTRACT
KEYWORDS News and curiosities that the author has found along the time
in his readings about wine and its world are expounded, referring
Book.
Reading.
to the wines of Cordoba as well as wines from other areas. Books
Wine. such as Aljoxani's Historia de los Jueces de Córdoba, Luis
Tavern. Romero's Tabernas, Daudet's Les Contes du Lundi, Sterne's A
Rhapsody. sentimental journey, or the Refranero Español itself.
«Por San Andrés, el mosto vino es». A los refranes se les ha llamado
«evangelios chicos», receptáculos privilegiados de la memoria popular. Por
eso, para recordarlos, tienen su característico ritmo de verso, con medida y
rima; distinguiéndose del dicho, que es en prosa. Y hablando de recordar:
san Andrés apóstol se celebra el 30 de noviembre.
Sobre los mentados dichos, muy presente está en nuestra memoria un
libro monumental: El porqué de los dichos, del gran navarro José María Iri-
barren. Pero en materia tan sensible como el refranero español, lo mejor
hasta la fecha es, sin duda, el Refranero general ideológico español, de Luis
Martínez Kleiser. Porque hace recopilación de todo lo publicado con an-
terioridad, desde El vocabulario de refranes del maestro Korreas (con K, co-
mo a él le gustaba; y así lo pone en su Ortografía Castellana nueva y perfeta,
de 1630) al saladísimo sevillano (de Osuna) Rodríguez Marín.
Y en el Martínez Kleiser publicado en 1953, al amparo de la Real Aca-
demia Española, se hallarán sobre taberneros (o taberneras) los siguientes
refranes, que allá van en retahíla, con su número en la edición y su breve
explicación:
59.917. «Quien en la tabernera cree, en su casa lo vee». Recuerde
quien lee que, en cada Consejo Regulador de cada Denominación de
Origen vinícola, el cargo oficial del inspector del producto es el de «Vee-
dor». Con ese arcaísmo de la doble e, que el refrán conserva. En fin, alude
este refrán a quien, al probar el vino en su casa (al inspeccionarlo, vamos),
ve que no es tan bueno como la encantadora tabernera decía... Porque:
59.918. «Preguntar al tabernero si es bueno su vino, es gran desatino».
59.919. «En la venta de Landino, más dan por el agua que por el vino».
En este antiguo refrán, procedente de Korreas, la explicación a la carestía
del agua está en que previamente se la ha disuelto en vino... ¡Hasta el pun-
to de que más abunde que lo bueno en lo del astuto tabernero! Que de
Landino a un mayúsculo ladino, o listillo, solo hay una letra. Es lo que
dice el siguiente refrán:
59.920. «Tabernero diligente, de quince arrobas hace veinte». Pero,
¡ojo!:
59.921. «Vinatero que agua el vino, aguado tenga el buen sino». Ad-
monición a taberneros de que no tomen para sí el bautizar, que es solo
atributo sacerdotal, so pena de ver menguado su futuro. Porque:
brista, sobresale esta Historia de una taberna, quizá su primer libro impreso,
que la recordada colección Austral, de Espasa Calpe, editó en Argentina,
1947; una obra de 216 páginas sin ilustraciones (en Tabernas, de Luis Ro-
mero, sí hay foto de la cueva, o cava, de esta taberna de la madrileña calle
del Mesón de Paredes).
Lo curioso es que desde la página 91 el libro deja de ser la historia de
una taberna y solo se vuelve al tema titular, a la taberna del torero Antonio
Sánchez, en la página 215 para coronar la obra. Entretanto sucede la vida
(o su novela): las andanzas, ilusiones y amaneceres de las gentes madrileñas.
La taberna abraza la vida, la circunda.
Queda dicho, entonces, que lo de Díaz Cañabate solo en parte está
centrado en la taberna. Pero lo que llega a decir sobre ella es magistral. No
me resisto a ponerles estas que podríamos llamar «virtudes del tabernero»:
Despachar vino no es cosa fácil. Requiere destreza y rapidez singulares,
soltura de manos, tiento y pulso, mucha vista, malicia, ingenio para alter-
nar con el cliente y contestar sin enfado, pero con energía, a sus cuchufle-
tas, no siempre del mejor gusto y de buena intención; memoria para las
cuentas de las muchas copas que se sirven al mismo tiempo, paciencia a fin
de soportar las inconveniencias de los borrachos patosos, y valor personal
para imponerse en las broncas.
Y concluye Díaz Cañabate: «Con mucho menos de estas condiciones
se llegaba a ministro allá por los albores del siglo veinte».
Lleno está de donaires y curiosidades este libro a cuya lectura invito,
como en la coplilla que Cañabate cita y algunos de ustedes conocerán por
tradición:
Ven acá, vino tintillo
hijo de la cepa tuerta,
tú que te quieres meter
y yo que te abro la puerta.
Pero (al vino, vino) a Daudet lo hemos traído aquí por la estupenda
anécdota del aga, en Los cuentos del lunes (Les contes du lundi, 1873). Con-
viene saber que escribió estos cuarenta y un relatos bajo la influencia de dos
importantes acontecimientos vitales. Uno, personal, su reciente estancia en
Argelia para recuperarse de una enfermedad; otro, social, el estallido y
aplastamiento del movimiento nacional que conocemos como La Comuna
de París (entorno en el que se desarrollan la mayoría de esos cuentos).
Pasemos ya a «El caravasar». La acción se desarrolla en Argelia, en un
caravanserrallo (o Caravanserai, como el LP de Santana); una especie de
gran «venta» u hospedería de las extensas llanuras africanas. Lugar de para-
da para las caravanas, militares de guarnición y cansados viajeros, que entre
sus laberínticas dependencias encuentran aprovisionamiento, compañía,
quizá seguridad y, casi seguro, entretenimiento.
Esto último, según nos cuenta Daudet, buscaba el aga, un hombre im-
portante de la vecindad. Observen su astuta interpretación (digna de los
más finos casuistas jesuíticos) de un incómodo precepto religioso:
A veces, en la velada, la gran puerta del caravasar se abría de par en par,
los caballos piafaban en el patio. Era un aga vecino que, aburriéndose
con sus mujeres, venía a rozar la vida occidental, a escuchar el piano de
los rumís y beber vino de Francia. «Una sola gota de vino está maldita»,
dijo Mahoma en su Corán; pero hecha la ley hecha la trampa. De cada
vaso que le servían, el aga tomaba, antes de beber, una gota con la yema
de su dedo, la sacudía gravemente y, una vez arrojada aquella gota maldi-
ta, bebía el resto sin remordimientos. Entonces, aturdido de música y de
luces, el árabe se tendía en el suelo envuelto en sus albornoces, reía silen-
ciosamente enseñando sus blancos dientes y seguía los pasos del vals con
ojos inflamados. (De la traducción de M. Serrat Crespo para Ed. Brugue-
ra, 1981).
No puedo terminar sin referirme a aquellos días de marzo a mayo de
1871, en París, que debieron ser de una belleza terrible (según impresiona-
ron a los artistas que los vivieron). Fue la reacción de las clases populares a
una Francia entregada, una vez más, a los alemanes. A la ocupación de la
capital, a 1 de marzo, siguió el levantamiento popular, con intento de
establecer un modelo de autogestión. Que fue aplastado por Mac Mahon
(el derrotado de Sedán) con miles de ejecuciones. Muchas en el conocido
cementerio de Père Lachaise, donde también reposan los restos de Alphon-
se Daudet. Y los de Proust, en su túmulo elegante, modernísimo; o Jim
Morrison (de los Doors)...
2023, nos quedamos sin la presencia y la figura del gran Burgos, descanse
en paz.
Sin esa dimensión tabernaria se entienden mal poemas como la «Can-
ción del pirata», de Espronceda. Acorde al espíritu romántico, ese poema
que ya desde su título proclama que está hecho no para ser leído, sino para
ser cantado, hay que imaginarlo dicho a plena voz en una taberna.
«Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va»: el poeta (o su
rapsoda) lleva la voz solista; mientras, el público lo acompaña marcando
los acentos con golpes acompasados de los vasos sobre las mesas: al llegar al
estribillo, todas las voces se unen a la solista, todo un coro en exaltada
comunión proclamando:
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
...Y así se vino el Romanticismo liberal, que tantos quebraderos de ca-
beza trajo a Fernando VII, el famoso «Rey Narizotas».
La Historia de los jueces de Córdoba, de Aljoxaní, escrita en el siglo X a
instancias del califa Alhaquén II, contiene curiosas noticias sobre la delica-
da convivencia entre el producto de la vid y los preceptos coránicos. Algo
que Mahoma no dejó del todo resuelto (recuerden al aga de Daudet):
Murió el Profeta y no señaló concretamente que debiera castigarse al bo-
rracho con una pena que estuviera formando parte del cuadro de las otras
penas. [...] Razón legal en que se fundaban los jueces de Andalucía para
hacer la vista gorda y no aplicar la pena al borracho.
Las citas anteriores proceden de páginas 151 y 263 de la edición, algo
descuidada, de la Biblioteca de la Cultura Andaluza, Granada, 1985 (en sus
títulos el nombre del autor árabe-español aparece mal escrito; y se ignora
que el extenso «Prólogo del traductor» es obra de don Julián Ribera, traí-
do de su edición de Madrid, 1914).
Los jueces (o cadíes) eran cargos unipersonales, nombrados directamen-
te por el califa, que debían ser dechados de virtud intelectual y moral. Con
todo, no les faltó la humanidad que demuestran en los diversos casos na-
rrados por Aljoxaní, en los que tratan por todos los medios de no castigar
cruelmente a sus paisanos, sorprendidos en evidente estado etílico.
TABERNAS EN EL RECUERDO
Los cines de verano y las tabernas de verdad tendrían que ser declarados
BIC (Bienes de Interés Cultural), porque ambos son lugares de encuentro
íntimamente ligados a la felicidad social de un pueblo algo dado, de por sí,
al ensimismamiento.
Cada vez que volvemos la vista atrás nos percatamos de nuevos caídos;
casas, como las llama muchas veces el cordobés, subrayando su componen-
te familiar (Casa El Pisto, que por muchos años nos dure; Casa Salinas o la
Taberna Rincón de las Beatillas, que le hagan compañía…). Casas que
Armin U. Stylow
Académico Correspondiente
Fedor Schlimbach
Instituto Arqueológico Alemán
RESUMEN
ABSTRACT
1. EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
1
STYLOW, SCHLIMBACH: 2021.
2
La lápida, recientemente restaurada, se conserva en el Museo Arqueológico y Etnológico
de Córdoba.
3
Contrariamente a su denominación, el yacimiento se ubica en la finca «Torrequillo Bajo»
y no en la llamada «La Losilla» colindante al Sur. Por las reiteradas menciones bajo esa
denominación en la literatura científica (véase notas 5-6 y 13) y para evitar futuras
equivocaciones, hemos decidido seguir llamándolo «La Losilla».
4
RAMÍREZ DE LAS CASAS-DEZA: 1840, p. 99.
5
IGLESIAS GIL: 1977-1978, p. 342; STYLOW: 1986, pp. 262 s.
6
MÁRQUEZ TRIGUERO: 1985, p. 95.
7
La construcción del vallado que, desde 2015, delimita y protege los restos de la iglesia se
debe al empeño del Ayuntamiento de Añora, que siempre nos ha apoyado durante
nuestras excavaciones. Queremos aprovechar estas líneas para expresar nuestra inmensa
gratitud a la corporación municipal.
8
ARÉVALO SANTOS: 1999.
9
Aparte de la iglesia, también los hallazgos —entre ellos fragmentos de una inscripción
cristiana (HEp 9, 1999, 278. 279)— indicaban una cronología visigoda del yacimiento
(ARÉVALO SANTOS: 1999, pp. 124-126).
10
Una primera fase del proyecto la desarrollamos desde la sede de Madrid del Instituto
Arqueológico Alemán; después de cada campaña de excavación, publicamos un breve re-
sumen de los resultados bajo el mismo título (SCHLIMBACH: 2014. 2015. 2016.
2017). Esta primera fase fue financiada por el Instituto Arqueológico Alemán.
11
La segunda fase del proyecto la desarrollamos desde el Instituto de Arqueología Paleocristia-
na e Historia del Arte Bizantino de la Universidad de Göttingen, con medios financieros
del Bundesministerium für Bildung und Forschung (BMBF) alemán; la publicación de los
resultados está en preparación.
12
A partir de las estructuras excavadas, no es posible especificar el asentamiento que existía
en «La Losilla», y las prospecciones geofísicas que realizamos en 2013 (geomagnética) y
2021 (georradar) tampoco lo han aclarado mucho. Una interpretación como aldea ru-
ral no nos parece muy acertada, primero, por la situación de las estructuras sobre una
colina —sitio poco conveniente para vivir—, y, segundo, por la presencia de al menos
un personaje de un nivel social elevado —el Hieronimus del epitafio que estamos tra-
tando— en la necrópolis. Posiblemente, se trataba de la finca o hacienda de un terra-
teniente, como en el yacimiento cercano de «El Germo», en el término municipal de
Espiel (Córdoba), donde se conservan los restos no sólo de una basílica de época visi-
goda, sino también de un edificio profano de dimensiones considerables, quizás la re-
sidencia del possessor (ULBERT: 1968, pp. 393 ss.); aunque no tenemos evidencia de
un edificio residencial parecido en «La Losilla», la situación de la basílica sobre la coli-
na encaja más con demandas representativas que con consideraciones prácticas. Poco
plausible parece la conjetura de J. Sánchez Velasco, para quien tanto la basílica de «El
Germo» como la de «La Losilla» hubieran sido iglesias monásticas (SÁNCHEZ VE-
LASCO: 2018, pp. 30. 214 s. 235. 278. 312): los enterramientos de varones y de mu-
hasta época medieval del asentamiento 16: parece que fue fundado ex novo
en época visigoda y abandonado en el siglo VIII, quizás no mucho después
de la invasión árabe en 711 17.
18
Sepulturas núms. 11, 17 y 23.
19
Los «paquetes óseos» en las sepulturas dentro de la iglesia de «La Losilla» contenían los
restos de hasta tres individuos; la única tumba «individual» la documentamos en la
núm. 13.
20
SCHLIMBACH: 2023.
21
Ya en las excavaciones de A. Arévalo Santos aparecieron tres fragmentos de una o de
dos inscripciones (ARÉVALO SANTOS: 1999, pp. 124 s. figs. 4-5; HEp 9, 1999, pp.
278 s.); nosotros hallamos, en nuestras excavaciones, varios fragmentos de al menos
tres epígrafes más.
de alto, hasta 36 cm de ancho y hasta 3,2 cm de grueso 22. Sus bordes están
serrados, y su parte trasera está desbastada. La cara frontal está pulida, y las
letras talladas en ella se conservan bien —aparentemente—, la losa no fue
pisada durante un período prolongado, quizás por haberse instalado en un
momento tardío de la utilización de la iglesia, o quizás por haber estado
tapada 23.
Fig. 3. «La Losilla», basílica. Parte medio de la nave central con la sepultura n.º 11
(a la izquierda, con orientación Norte-Sur) y la inscripción funeraria de Hieroni-
mus todavía in situ (a la derecha, por encima de la sepultura n.º 22); al Sur del epi-
tafio, los fragmentos de un recipiente de almacenamiento (foto M. Thomaschki).
22
En nuestro artículo de 2021, erróneamente indicamos un grosor de 8 cm (STYLOW,
SCHLIMBACH: 2021, p. 97); de hecho, el grosor varía entre 1,5 y 3,2 cm.
23
Esto podría también haberla protegido de los saqueos que se produjeron en otras
partes de la iglesia ya antes de su derrumbamiento, en época altomedieval.
24
Parece que la orientación de la escritura hacia Oriente era habitual, como lo evidencian
también las inscripciones funerarias que se conservan in situ en la basílica extra muros de
Mértola / Beja (MACIAS: 1995, p. 286, fig. 10).
25
Quizás se pueda relacionar esta colocación deliberada con la deposición consciente de
lápidas funerarias, tal y como se ha documentado en Écija (Sevilla) con la inscripción
de Sapatio: se halló en el nivel de relleno por encima de una tumba que contenía los
restos óseos de dos individuos enterrados sucesivamente, y al parecer, el epitafio co-
rrespondía a la primera inhumación, por lo que estaba obsoleto en el momento de la
segunda (GARCÍA-DILS DE LA VEGA, ORDÓÑEZ AGULLA, GONZÁLEZ
GONZÁLEZ, MAGARIÑO SÁNCHEZ, LÓPEZ FLORES: 2021, pp. 259–277).
Fig. 4. «La Losilla», basílica. Excavación del área de contacto de las sepulturas n.os
11 y 22 con el duodécimo fragmento de la inscripción funeraria de Hieronimus
apoyado a la pared occidental de la sepultura n.º 11 (marcado con la flecha); más
al Oeste, las losas de cubierto de la sepultura n.º 22 ya parcialmente desenterradas
(foto L. Heinze).
del epitafio de Hieronimus que estaba apoyado en la pared del sarcófago núm. 11 habla
en favor de una relación cronológica invertida: aparentemente, la última inhumación
en la sepultura núm. 11 se efectuó en un momento posterior a la de Hieronimus en 646
d. C. —aun así, es difícil explicar la presencia de restos de pavimento conservados por
encima de la sepultura núm. 11. No obstante, nuestra conclusión de 2021 —que Hie-
ronimus no había sido el primer individuo enterrado en la sepultura núm. 22— se ha
visto confirmada de otra manera, concretamente por los materiales antropológicos que
ponen de manifiesto que había habido inhumaciones anteriores.
Fig. 5. «La Losilla», basílica. Excavación de la sepultura n.º 22 con los esqueletos
de Hieronimus y de la niña in situ (foto J. Krüger).
Fig. 6. «La Losilla», basílica, sepultura n.º 22. Documentación gráfica de los esque-
letos de Hieronimus (en azul), la niña (en verde) y de los clavos de hierro (en rojo)
in situ (dibujo Fr. v. Droste).
1.4. RESULTADOS
El contexto arqueológico de la lápida funeraria de Hieronimus nos lleva
a las conclusiones siguientes: Cuando en 646 d. C. Hieronimus fue enterra-
do en «La Losilla», ya existían tanto la basílica como la sepultura núm. 22
en el centro de su nave central, pero como no podemos estimar cuántas
inhumaciones anteriores haya habido, es imposible precisar el período de
utilización precedente del edificio y de la necrópolis; sin embargo, parece
que la iglesia se fundó como muy tarde a inicios del siglo VII.
Dos observaciones indican el elevado estatus social de Hieronimus, que
ya se deducía de su elaborado epitafio: primero, la elección, para su entie-
rro, de la sepultura núm. 22 en medio del eje longitudinal de la nave cen-
tral —sin duda un sitio privilegiado—, y segundo, el hecho de que se va-
ciara la cista antes de enterrar al nuevo titular de la tumba, un procedi-
miento bastante infrecuente no sólo en «La Losilla», sino también en otras
necrópolis hispanas de época visigoda.
Esto nos lleva a algunas consideraciones sobre el personaje de Hieroni-
mus y su posible relación con la basílica de «La Losilla»: se trata de una
iglesia «rural», a más de 20 km de distancia tanto de Solia como de Baedro,
los dos municipia romanos de la comarca de Los Pedroches 27, y aún más
27
Los restos de la ciudad romana de Solia se ubican alrededor del cortijo de Majadaiglesia
y la Ermita de la Virgen de las Cruces en el término municipal de El Guijo (STY-
LOW: 1986); el municipio romano Baedro todavía no ha sido localizado, pero debe de
haber existido en la parte occidental de Los Pedroches (STYLOW: 1987, pp. 62-97;
SILLIÈRES: 1990, pp. 498 s.).
2. LA INSCRIPCIÓN
2.1. SU ESTRUCTURACIÓN
El texto 30 , rematado por
una cruz griega, se desarrolla
en doce renglones, que ocu-
pan la totalidad de la cara
frontal del soporte marmóreo,
sin ningún tipo de marco
(Fig. 7). Tanto formalmente
como relativo al contenido, la
inscripción se articula en dos
partes: la primera (ll. 1-8),
«espiritual», revela, por un
lado, el nombre Hieronimus
del muerto en forma de un
acróstico silábico con letras
mayores en las ll. 1, 3, 5 y 7;
por otro, habla de la pecami-
nosidad del difunto y su con-
fianza en la redención, en
cuatro oraciones que arrancan
con una sílaba de su nombre
y continúan por una segunda
línea, sangrada.
La segunda parte (ll. 9-12),
que podríamos llamar «secu-
lar», informa en otras dos
oraciones de dos líneas cada
una de la duración de su vida
Fig. 7. Córdoba, Museo Arqueológico y
(ll. 9-10) y la fecha de su fa- Etnológico Provincial. Inscripción funeraria
llecimiento (ll. 11-12). de Hieronimus procedente de la basílica de
«La Losilla», (foto F. Schlimbach).
30
Agradezco a Raquel López Melero, Werner Suerbaum e Isabel Velázquez Soriano sus
comentarios críticos. Editio princeps en STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, pp. 99-104,
cuando no se conocían más que once fragmentos y faltaba el de la esquina derecha in-
ferior; versión resumida en SCHLIMBACH: 2021, pp. 38-39; texto completo, pero
con algunas faltas en SCHLIMBACH: 2023, p. 433 nota 83.
2.2. SU EJECUCIÓN
Para la grabación del texto, trazaron en el campo epigráfico una trama
de finas líneas guía paralelas, distantes 4,8 cm entre sí para los renglones
del texto, y 1,7 cm para los espacios interlineales. Las letras del acróstico
miden 6-6,5 cm y están como «colgadas» de las respectivas líneas guía su-
periores. Las letras, grabadas con un ritmo vivaz, generalmente respetan
esas cajas predeterminadas o quedan ligeramente cortas. Sus formas corres-
ponden a las versales de la avanzada escritura lapídea visigoda, con pocas
letras que se desvían algo de las formas clásicas, como A, B, D, M y N; son
ausentes las típicas formas visigóticas de la Q y la V, de influencia uncial.
Muy características, en cambio, son los numerosos nexos que abarcan has-
ta cinco letras (ll. 3/4), pero sobre todo las muchas letras de menor tamaño
bien inscritas o bien superpuestas, un estilo que marcará más tarde muchas
inscripciones mozárabes sobre piedra. No hay separadores de palabras
—con la única excepción del triangular signo de puntuación en l. 9, que
separa cifras de letras—, y algunos nexos incluso unen dos palabras indivi-
duales. Hay pocas abreviaturas y esas son señaladas por líneas superpuestas.
La ejecución de la grabación es de muy buena calidad, sobre todo al lado
de otras inscripciones aproximadamente contemporáneas procedentes de
Los Pedroches y la vecina Sierra Morena (cf. abajo sobre la cronología). En
algunos sitios, sin embargo, el quadratarius ha omitido grabar algún que
otro de los trazos dibujados de la minuta o se ha desviado de ella: así falta
en l. 4 la tercera asta de la N de SECVNDA (o un nexo uniendo la se-
gunda asta con la siguiente D); de la E de EVM, en el mismo renglón, que
debía formar un nexo con el A antecedente, no se grabó más que la barra
transversal media como una pequeña raya horizontal sin conexión con
otros trazos (comp. Fig. 8); en l. 5, el nexo MB podría leerse también
como NB, aunque la forma disimulada anbiguus no está atestiguada; en l.
7, finalmente, los dos trazos de la V de VENIAM no coinciden. En resu-
men, cabe decir que el quadratarius puede haber sido un competente can-
tero, pero que su comprensión del texto era incorrecta o al menos solo
parcial.
2.4. COMENTARIOS
2.4.1. EL ACRÓSTICO
El nombre de Hieronymus, aquí en su forma latinizada Hieronimus, hasta
ahora no estaba atestiguada en la epigrafía antigua de Hispania; es poco
frecuente en general y carece de connotaciones cristianas.
El recurso literario del acróstico, es decir, de un texto que resulta de la
lectura de las letras o sílabas iniciales de sucesivos versos o estrofas de un
poema, aparece ya en las literaturas del Antiguo Oriente y se encuentra
31
Una visión general en DAMSCHEN: 2004, pp. 88-94; comp. también ARENAS-
DOLZ: 2010, pp. 19-34.
32
P. ej., CIL III 6306; CIL VIII 7156; cristianas: CIL V 6723. 6725. 6731; IHC 128. 385.
386 = ICERV 274. 281. 282 (para dos obispos y un abad).
33
P. ej., en la inscripción tardoantigua cristiana CIL V 1693 de Aquileia (acróstico con
teléstico). Ocasionalmente aparecen elementos textuales que son de leer vertical-
mente (sin ser acrósticos) en inscripciones tardoantiguas hispanas, p. ej., en CIL II2/5,
52 (pagana) o HEp 9, 1999, 193 (cristiana); elogio conyugal antepuesto verticalmen-
te al epitafio (uxor bo[n]a dulcis) en CIL II2/7, 705, de El Germo (Espiel), cerca de
Añora.
34
Una forma híbrida ofrece la inscripción IHC 130 = ICERV 509, de Córdoba, en la que
al nombre MARIA, formado por un acróstico de letras, sigue un elemento silábico.
Algo parecido se observa en IHC 213, donde en el texto DANIELIS EPISCOPI,
formado como acróstico de letras mayores, las letras LIS y PIS son destacadas como un
acróstico silábico. Desde luego, ambas inscripciones son de época post-visigoda.
35
Véase ThLL V 2 col. 846, ll. 7 ss., esp. ll. 27 ss. Comp. Itala, Dan. 3, 17 (Tert. Scorp. 8
p. 161, 22): (scil. Deus) potens eruere nos de fornace ignis; cfr. Tert. Nat. 2, 17 p. 132, 5:
cur Delphos de manu Pyrrhi Apollo non eruit?
36
Es tentador reconocer en el atrevido múltiple nexo TVTVM una alusión a la Pasión,
una cruz entre dos cerros.
37
Apocal. 2, 11; 20, 6. 14; 21, 8. Sigue siendo fundamental PLUMPE: 1951. El trabajo de
MIYATANI: 1998 es más bien descriptivo y ya no está disponible on-line. Para lo si-
guiente comp. la bibl. citada en MARINA SÁEZ, MEDINA GONZÁLEZ: 2012, p.
231, nota 3.
38
Agustín conoce todavía otro género de muerte más, la muerte espiritual, cuando el alma
está totalmente alejada de Dios aun antes de la muerte física. Con esos conceptos cris-
tianos no debe confundirse la noción muy extendida de que, después de su muerte fí-
sica, un hombre sufrirá una segunda muerte cuando también su memoria caiga en el
olvido, una noción ya presente, p. ej., en Boecio (cons. 2 carm. 7, 23-26).
39
MERTEN: 2018, núm. 25.
suelen tematizar ni las torturas del infierno ni el mismo diablo 40, a pesar de
ser conceptos familiares para los fieles por la catequesis y las homilías, cabe
sospechar que en el ámbito personal esquivarían nombrarlos por una espe-
cie de temor supersticioso a invocarlos. Un temor similar podría haber
sido la razón, en nuestra inscripción, de callar incluso la palabra mors, pues-
to que puede excluirse su omisión por descuido en vista de la cuidadosa
planificación de la redacción que se evidencia por doquier.
Ll. 5/6: La sílaba Christ- aparece en la habitual abreviatura griega XP.
Entiéndase: nihil ambiguus (est) de gratia Christi, «no tiene duda alguna de la
gracia de Cristo», es decir, de la gracia que debe al supremo sacrificio del
Salvador 41. Sin embargo, a continuación se le atribuye a esa segunda per-
sona divina la creación de Hieronimus con una expresión altamente idiosin-
crática, qui eum a pulvere finxit, un eco casi textual del relato de la Vetus
Latina sobre la creación de Adán 42: finxit Deus hominem pulverem de terra.
No he encontrado ningún paralelo de esa variante individualizante del
Génesis.
Ll. 7/8: Hasta ahora, la palabra musitanter no estaba atestiguada salvo
por los Glosarios latinos, donde es explicada como «leniter». En el Thesau-
rus Linguae Latinae (VIII col. 1706, ll. 67-70) su significado es indicado
como «obscurum» y se duda de su derivación de mussitare. Desde luego, su
utilización en el presente contexto no deja lugar a dudas de que musitanter
sea el adverbio del participio del presente del verbo mus(s)itare, a su vez
intensivo de mus(s)are 43 de significado fundamentalmente semejante:
«murmurar, musitar, balbucear, hablar bajo», a menudo por miedo o dis-
gusto 44. Hieronimus pide pues humildemente remisión, porque (re)conoce
sus pecados, o sea, que siente remordimiento. Con la referencia a la cura
pro delictis suis de l.1 se cierra ahora el círculo de la parte acróstica de la
inscripción, acentuado por una rima leonina de los dos cola de la última
oración: poscit – cognoscit.
40
Raras (y tardías) excepciones en Hispania son IHC 385 l. 4 y 6 = ICERV 282 l. 4 y 6:
s(a)eb(a)e <geh>enn(a), e IHC 386 l. 8 = ICERV 282 l. 8: (scil. Diabolus) deboret ne
animam mersam fornacibus a<e>stu.
41
La construcción de ambiguus con de es muy poco frecuente, pero cf. Lactancio, ira 5, 17.
42
Gen. 2, 7 (Aug. gen. ad litt. 6, 1. 7, 1); cf. ibid. 3, 19 en la expulsión del Paraíso: pulvis
es et in pulverem reverteris.
43
Simplificación de las geminadas es atestiguada en muchas otras formas de los dos verbos:
ThLL VIII col. 1707, ll. 24 ss. col. 1708, ll. 45 ss.
44
ThLL VIII col. 1707, ll. 26 ss; col. 1708, ll.45 ss.
Por cierto, con esto no se acaban los recursos retóricos; es que cada una
de las cuatro oraciones de esa parte termina con una clausula:
… vixit in (a)evo
… eruat tutum
… pulvere finxit
… delicta cognoscit
Esas clausulae ya no son las de la métrica cuantitativa de la Latinidad
Clásica; a partir del siglo cuarto —comenzando por Amiano y Agustín—
esas vienen a ser suplantadas por clausulae de una métrica acentual, cuyos
distintos tipos se conocían por cursus. El aquí utilizado, a su vez el más
popular, es el cursus planus: óooóo.
45
P. ej., ICERV 480 = 42 (a. 588). 291 (a. 543). 86 (a. 632); CIL II2/5, 1273; AE 2003,
916 (a. 619); IHC 214 (a. 958). Parecida ICERV 172 = CIL II2/7, 706 de El Germo
(Espiel) cerca de Añora: vixit in hoc mundo.
46
IHC 54 = ICERV 66 (a. 662); IHC 99 = ICERV 157 = CIL II2/7, 482 (a. 662?); AE
1946, 233 (a. 1040).
47
STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, p. 102.
48
STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, p. 102.
49
P. ej. mundam transegit vitam (IHC 33 = ICERV 480; a. 588); vitam monasticam duxit
(IHC 385 = ICERV 281); vitam duxit praeclaram (IHC 258; siglo XI); iucundam
vitam … duxit (CIL XII 2130).
50
Y demuestra a la vez que la inscripción estaba pensada para ser leída en voz alta, con las
abreviaturas resueltas.
51
El recurso de acomodar la palabra sorte entera en este renglón no era viable, porque
detrás de la R hay un rebaje natural en el mármol (no aparente en la fotografía), que
no se prestaba a la grabación.
52
Migrare ad con acusativo o migrare ab, de o ex con ablativo, véase ThLL VIII col. 936, ll.
10 ss.; comp. STYLOW, SCHLIMBACH: 2021, p. 103 con nota 32.
53
HEp 7, 1997, 157, de Pueblonuevo del Guadiana en el territorio de Emerita: ex hac luce
migravit; IHC 378 = ICERV 163 = CIL II2/7, 647, de Córdoba: migravit ab hoc (a)evo.
54
Encontramos una circunlocución comparable en el contemporáneo epitafio de Oppila,
de Villafranca de Cordoba (IHC 123 = ICERV 287): norte … multatus.
55
Véase ThLL VI 1 col. 333, ll. 62 ss.; col. 334, ll. 20 ss.
56
CIL II2/7, 791 (a. 613). 707 (a. 615). 704 (a. 632). 714 (a. 643). 706 (a. 649). 779 (a.
650). 749 (a. 663). 705 y 780 (a. 665). Para una visión más amplio véase SCHLIM-
BACH: 2023, pp. 405-446.
3. CONCLUSIONES
¿Quién era ese Hieronimus? Hemos visto (supra, aptdo. 1) que el con-
texto arqueológico de su sepulcro y su espléndido epitafio permiten dedu-
cir que poseía una elevada situación social. Su relación con la iglesia de
«La Losilla» pudo basarse en su pertinencia a la familia de terratenientes
que la había fundado o, simplemente, porque había adquirido el derecho a
ese sepulcro por alguna donación que le había legado. Su epitafio nos in-
forma de poco más que de sus datos vitales y su preocupación por la salva-
ción de su alma. Con todo, es improbable que haya sido clérigo, porque
difícilmente se habría silenciado ese detalle; y no se esperaría una afirma-
ción un tanto heterodoxa, como la de un Cristo creador (l. 6), de la boca
de un clérigo.
Más que por el contenido, aprendemos a través de la forma externa e
interna del texto sobre el difunto; o, mejor dicho, sobre el autor de la
inscripción, puesto que ella no fue redactada por el mismo Hieronimus en
vida. A diferencia de cómo, por ejemplo, actuó un contemporáneo suyo,
Belesarius de Ategua 57.
Es verdad que la segunda parte de la inscripción con los datos vitales y la
fecha de la muerte de Hieronimus (ll. 9-12) pudiera, tras su óbito, haber sido
añadida a la primera parte compuesta por él en vida; pero todo ese titulus
figuratus es de una sola pieza, y fue claramente concebido y elaborado como
tal. Ello se desprende no sólo de la grabación uniforme de la inscripción
entera, sino, especialmente, de la organización compositiva que subyace a
todo el texto: Lo constituyen seis oraciones, de dos renglones cada una,
con el segundo renglón sangrado (excepto en l. 12). Las primeras cuatro
oraciones arrancan con una sílaba del nombre de Hieronimus, formando así
un acróstico; las últimas dos retoman ese esquema gráficamente con sus
bloques numéricos iniciales; y todas las oraciones terminan con una clausula.
Para conseguir esos efectos, se forzaba, a veces, el orden de palabras de un
modo más propio de un texto métrico que de prosa (comp., p. ej., el espa-
ciado en ll. 9-10), insertaba por razones métricas una palabra no estricta-
mente necesaria (tutum en l. 4), o suprimía otra (p. ej., sub die en l. 11, qui-
zás también morte en l. 4). Naturalmente, no podían faltar otras estrategias
retóricas como las rimas leoninas en ll. 7/8 y, en general, un vocabulario
rebuscado (iterans curam, nihil ambiguus, musitanter).
57
En su epitafio (IHC 99 = CIL II2/5, 482), redactado en vida, se dejaron espacios vacíos
para su edad y su día de muerte, igual que para la completa fecha de su muerte: (a)era
DCC(vacat). Esos huecos no fueron complementados después de su fallecimiento.
ABREVIATURAS / BIBLIOGRAFÍA
58
Para una vista panorámica actual véanse las distintas contribuciones en SQUIRE,
WIENAND: 2017. Siguen siendo valiosas las reflexiones de CHAPARRO GÓMEZ:
1981.
59
ROBERTS: 2011; EHLEN: 2011.
60
VOLLMER: 1901; FARMHOUSE ALBERTO: 2010.
RESUMEN
ABSTRACT
1
PALENCIA, Alfonso de: Crónica de Enrique IV. Traducción al castellano por PAZ y
MELIÁ, A. Imprenta Tipografía de la Revista de Archivos. Madrid, 1904.
2
Recientemente se pone en duda la autoría de Alfonso de Palencia y se plantea la posibi-
lidad de que fuera otro personaje pero siempre vinculado y probablemente a sueldo de
los Reyes Católicos. Véase RÁBADE OBRADÓ, María del Pilar: «Más que afectos
en las Décadas de Alonso de Palencia». E-spania. Revue interdisciplinaire d’études hispani-
ques medievales et modernes, n.º 27, junio 2017.
favorables, sobre todo los que explican las circunstancias que dieron el
trono de Castilla a una reina que no estaba destinada a poseerlo 3.
Otras crónicas del reinado son la Crónica Castellana, anónima, y el Me-
morial de diversas hazañas de Diego de Valera, que fue testigo de lo ocurri-
do en los reinados de Juan II, Enrique IV e Isabel I hasta 1488. Tanto la
Crónica como el Memorial fueron encargos hechos por la Reina Católica,
sobre todo el segundo, lo que explica el sesgo que se da en ambos al rela-
tar el reinado de Enrique IV, si bien en la obra de Valera se alude a citas
de autoridades y a su condición de testigo de alguno de los hechos narra-
dos 4.
Hoy se tiene una versión diferente. Aunque no se puede calificar al
reinado de Enrique IV como óptimo, la imagen de su protagonista dista
mucho de la que nos han transmitido los cronistas. La inquina de los no-
bles más influyentes y las calumnias vertidas por esos cronistas se debió en
buena parte a la visión del poder que tuvo Enrique. Desde el primer mo-
mento se mostró como un hombre pacifista en una época donde el beli-
cismo era la tónica habitual. Se puede afirmar que prefirió siempre un mal
acuerdo a una buena guerra, lo que no agradaba a la mayoría de nobles
que confundieron el pacifismo del rey en debilidad y se dedicaron a res-
quebrajar la fortaleza de la Corona. También fue un hombre tolerante con
las minorías musulmanas y judías, algo que no agradaba a la jerarquía ecle-
siástica y a los cristianos más recalcitrantes que lo vilipendiaron y acusaron
de todos los males. A esta visión negativa también contribuyeron sus suce-
sores, Isabel y Fernando, que abandonaron el pacifismo de Enrique y la
tolerancia que mantuvo con otras confesiones religiosas. Y ya se sabe que
para ensalzar las glorias de un reinado no hay mejor fórmula que denigrar
el de sus antecesores.
3
ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Crónica del rey D. Enrique, el quarto de este nom-
bre. Edición de Aurelio Sánchez Martín. Universidad de Valladolid. Serie Historia y
Sociedad, n.º 41, 1994.
4
Crónica castellana. Edición de María del Pilar Sánchez Parra. Ediciones de la Torre. Ma-
drid, 1991. VALERA, Diego de: Memorial de diversas hazañas. Edición Juan de Mata
Carriazo. Espasa Calpe. Madrid, 1941. Sobre la obra de Diego Valera véase MOYA,
Cristina y LÓPEZ-RICO, Santiago: «Y sé que pasó la verdad. Hablar sobre lo verda-
dero en Diego de Valera. El caso de Crónica Abreviada de España». Revista de literatura
medieval, n.º 21, 2009, págs. 219-241.
El nuevo rey nos es descrito de diferente manera por sus cronistas. Die-
go Enríquez del Castillo, el más favorable, nos lo dibuja como un hombre
retraído pero de singular ingenio, de voz dulce, enemigo de los escándalos,
que huía de los negocios y se mostraba poco ante sus súbditos, un gran
cazador que gustaba recorrer los montes, amante de la música, sobre todo
de las canciones más tristes, parco en su indumentaria y en la bebida aun-
que algo desordenado en el yantar y que se holgaba mucho con sus servi-
dores y criados. Físicamente lo representa como persona de larga estatura y
espeso en el cuerpo, de fuertes miembros, con las manos grandes y los de-
dos largos y recios, de aspecto feroz, casi a semejanza de león «cuyo acata-
miento ponía temor a los que miraba»; sus narices eran romas y muy llanas,
sus ojos garzos y algo esparcidos; la cabeza grande y redonda, la frente an-
cha, las cejas altas, las sienes sumidas, las quijadas «luengas y tendidas, los
dientes espesos y traspellados, los cabellos rubios, la barba luenga y pocas
veces afeitada, la tez de la cara entre rojo y moreno, las carnes muy blancas,
las piernas muy largas y bien entalladas y los pies delicados» 5.
En cambio, la Crónica atribuida a Alfonso de Palencia lo presenta co-
mo un ser de costumbres disolutas, sometido a la voluntad del marqués de
Villena «que brindaba a don Enrique con los placeres y dejábale precipitar-
se con toda suerte de liviandades y encenagarse con el vicio», dedicándose
la mayor parte de su tiempo a recorrer escondidos bosques e intrincadas
selvas persiguiendo fieras y huyendo del trato de la gente. En cuanto a sus
rasgos físicos dice que
Sus ojos feroces, de un color que ya por sí demostraba crueldad,
siempre inquietos en el mirar, revelaban con su movilidad excesiva
la suspicacia o la amenaza; la nariz deforme, aplastada, rota en su
mitad a consecuencia de una caída que sufrió en la niñez, le daba
gran semejanza con el mono; [...] afeaban el rostro los anchos pó-
mulos, y la barba, larga y saliente, hacía parecer cóncavo el perfil de
la cara, cual si se hubiese arrancado algo de su centro 6.
5
ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Op. cit., págs. 5 y ss.
6
PALENCIA, Alfonso de: Op. cit., págs. 89 y ss.
LA BODA REAL
LOS PREPARATIVOS
La información más completa de la única boda real que se celebró en
Córdoba desde tiempos de sus emires y califas aparece en la crónica atri-
buida a Alfonso de Palencia. Era una evidencia que, para asegurar su suce-
sión, Enrique IV necesitaba de un nuevo matrimonio tras el fracaso del
que contrajo con Blanca de Navarra. Como ocurre en todas las bodas
reales el factor de las relaciones internacionales estuvo presente en este
segundo matrimonio del rey de Castilla. La mejor candidata para conver-
9
Para la campaña de Granada hemos seguido, además de las Crónicas de Palencia y Enrí-
quez del Castillo, a RAMÍREZ DE LAS CASAS DEZA, Luis María: «Anales de la
ciudad de Córdoba». Boletín de la Real Academia de Córdoba, n.º 60, 1948. En estas tres
fuentes hay notables discrepancias en las fechas en que se desarrolló la campaña. Por
ejemplo, en los Anales se lee que las operaciones se iniciaron a primeros de marzo de
1455 y que llegó a Córdoba en la Pascua de 1455 que, como muy pronto sería en el
mes de abril, y que concluyeron al regresar para la boda con Juana que tuvo lugar el
20 de mayo. En la Crónica de Enríquez del Castillo se dice que el rey partió para An-
dalucía en abril del tercer año de su reinado, cosa improbable pues sería 1457 y no
1455.
tirse en reina de Castilla era Juana de Avis que, como se ha dicho, era la
hermana del rey Alfonso V de Portugal. Las relaciones entre estos dos
reinos peninsulares eran buenas, pese a la guerra que mantuvieron entre
1383 y 1385 cuando el rey castellano Juan I quiso coronarse rey de Portu-
gal, cosa que no logró al ser derrotado en Aljubarrota. Una prueba de esas
buenas relaciones fue que desde entonces tres reyes portugueses —Alfonso
V, Manuel I y Juan III— contrajeron matrimonios con infantas castellanas
y tres Trastámaras —Juan I, Juan II y Enrique IV— lo hicieron con infan-
tas del reino vecino 10. Enrique pensó en Juana de Portugal a la que calificó
ante los nobles reunidos en Córdoba como «señalada mujer en gracia y
hermosura» 11. Por su parte, a Alfonso V de Portugal no le venía mal estre-
char las relaciones con su vecino peninsular y aceptó la boda «porque po-
dría ensanchar sus dominios» 12.
El encargado de gestionar en la corte de Lisboa el casamiento de Enri-
que fue Fernando de Frías, obispo de Coria, al que acompañaron algunos
hombres de su confianza como Alvar García de Villarreal «hombre igno-
rante, necio, de oscuro origen y bajas inclinaciones» en opinión de Palen-
cia 13 . Enríquez del Castillo no utiliza ningún descalificativo para los
miembros de la comisión castellana y sí informa de algunas estipulaciones
suscritas entre castellanos y portugueses, como la entrega por parte de En-
rique a su prometida de las plazas de Ciudad Real y Olmedo, varios cuen-
tos de rentas y la promesa de matrimonio a las damas portuguesas que
acompañaran a Juana 14. Antes de la boda, en la que no hubo dote por
parte de la novia, Enrique depositó 100.000 florines de oro en un banco
de Medina del Campo como indemnización en el caso de que se declarase
nulo el enlace 15.
Una cuestión que debió plantearse fue la dispensa que requerían los
contrayentes por el parentesco que tenían, ya que Juana era nieta de Fer-
10
GARCÍA PARODY, Manuel: La otra historia de España. Ed. Almuzara. Córdoba, 2024,
pág. 165.
11
ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Op. cit., pág. 29.
12
PALENCIA, Alfonso de: Op.cit., pág 167. Con el propósito de denigrar al rey caste-
llano Palencia dijo que Alfonso aceptó la boda pese a la impotencia de Enrique y di-
ciéndole a su hermana que aunque su esposo fuera infecundo ella sería nada menos
que reina de Castilla. Evidentemente no hay ninguna prueba de semejante afirmación.
13
Ibidem.
14
ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Diego: Op. cit., pág. 30.
15
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis: «Enrique IV». Diccionario biográfico español. Real Aca-
demia de la Historia. Vol. XVII. Madrid, 2011.
16
Ibidem.
LA CELEBRACIÓN
Una vez pactadas las condiciones de la boda entre Enrique y Juana, la
novia tuvo que desplazarse a Castilla. La acompañaron por territorio por-
tugués su hermano Fernando y los obispos de Évora y Lamego 18. En Ba-
dajoz fue a buscarla el duque de Medina Sidonia, Juan de Guzmán. No
hubo más nobles de alta alcurnia que entonces se hallaban combatiendo en
tierras granadinas. En su lugar no faltaron prelados como el obispo de Ávi-
la, conocido como «El Tostado», y el de Badajoz y el comendador de San-
tiago en León, Alfonso de Cárdenas. Todos ellos emprendieron camino
hacia Córdoba donde iba a celebrarse el enlace.
Antes de llegar a Córdoba la comitiva de Juana hizo una parada en Po-
sadas, donde se alojaría en la casa de Fernán López 19. Fue entonces cuando
los principales nobles que estaban con Enrique le pidieron que la trajeran a
la cercana torre de Aguilarejo, a mitad de camino entre Posadas y Córdo-
ba. Allí fue Enrique a media noche para conocer a su novia de incógnito y
solo con algunos pocos hombres de su confianza. Tras permanecer juntos
tres o cuatro hora, el rey regresó a Córdoba 20.
Juana de Avís fue recibida en Córdoba el 20 de mayo, una ciudad en-
galanada y en la que no faltaron festejos acordes con el acontecimiento
que, según Palencia, Enrique contempló sumido en la misma tristeza que
mostró cuando se adelantó a saludar a su futura esposa. En su recepción
figuraron los señores y procuradores de Castilla que habían acudido para
las inminentes sesiones de Cortes que se iban a celebrar. También estuvie-
ron el arzobispo de Tours y el senescal de Tolosa que constituían la emba-
17
GARCÍA PARODY, Manuel: Op. cit., pág. 178.
18
En la Crónica de Palencia se dice que iba «disfrazado con extraño traje», pero sin decir
en qué consistía el disfraz.
19
Así lo menciona los Anales de Luis María RAMÍREZ DE LAS CASAS DEZA.
20
Este episodio está señalado tanto en los Anales como en la crónica atribuida a Palencia
pero no lo menciona Enríquez del Castillo. Lo llamativo de la narración de Palencia es
que, después de señalar que el rey llegó de incógnito, dice que le acompañaron «sus
magnates y nobleza, gran número de caballeros y pueblo». También aprovechó la oca-
sión para presentar una imagen negativa del monarca del que dice que en su aspecto
«no había fiesta ni transmitía alegría» y que «cubrió su frente con un capuz y vistió un
traje lúgubre». Parece clara la intención de cronista en mostrar el poco interés de Enri-
que por su boda.
jada que había enviado el rey de Francia Carlos VII para suscribir paces
con Enrique IV y que estuvieron acompañados por el regidor de Burgos
Íñigo de Areco. Llamaron poderosamente la atención las damas que vinie-
ron con la futura reina. Aquí se explaya la crónica de Palencia para presen-
tarlas como unas mujeres depravadas y de costumbres deshonestas, con la
clara intención de denigrar a quien iba a ser la reina de Castilla. Dice la
crónica que los nobles más jóvenes se deleitaron con aquellas jóvenes de
deslumbrante belleza:
Ninguna ocupación honesta las recomendaba y ociosamente por
doquier se entregaban a solitarios coloquios con sus respectivos ga-
lanes; lo deshonesto de sus trajes excitaba la audacia de los jóvenes y
exclamaban sobre manera sus palabras aún más provocativas; las
continuas carcajadas en la conversación, el ir y venir constante de
los medianeros portadores de billetes groseros y la ansiosa procaci-
dad que día y noche les aquejaba eran más frecuentes entre ellas que
en los mismos burdeles. El tiempo restante lo dedicaban al sueño
cuando no consumían la mayor parte del tiempo en cubrirse el
cuerpo con afeites y perfumes, y esto sin hacer de ello el menor se-
creto; antes descubrían el seno más allá del estómago y desde los
dedos de los pies, los talones y canillas hasta la parte más alta de los
muslos, interior y exteriormente, cuidaban de pintarse con blanco
afeite para que al caer de sus hacaneas, como con frecuencia ocurría,
brillase en todos sus miembros uniforme blancura. Este foco de li-
bertinaje empezó a aumentar las desdichas y perdido enteramente
todo recato, fueron deteriorándose los hábitos de la virtud 21.
Las demás crónicas y los Anales de la ciudad de Córdoba no entraron
en describir lo que Palencia contó y se limitan a narrar cómo fueron los
desposorios y la posterior misa de velaciones. La crónica de Enríquez del
Castillo dice que primero se celebraron los desposorios, oficiados por el
arzobispo de Sevilla Alfonso de Fonseca en la catedral cordobesa en la
Pascua del Espíritu Santo, y que tres días después tuvo lugar la misa de
velaciones presidida por el arzobispo de Tours. Lo mismo se indica en los
Anales. En cambio, Palencia solo menciona al arzobispo de Tours como
celebrante de los desposorios indicando que actuó «sin contar con la dis-
pensa apostólica, lo que parecía prometer futuras nulidades», y aludiendo a
21
PALENCIA, Alfonso de: Op. cit., págs. 194-195. De nuevo vemos la intencionalidad
del autor de la crónica: presentar a las damas de Juana como unas casi prostitutas traía
consigo poner en duda la honestidad de su señora, algo que Palencia resaltó para justi-
ficar, junto a la posible impotencia del rey, que la hija que tuvo estuvo fuera del ma-
trimonio.
DESPUÉS DE LA BODA
Concluida la boda real los contrayentes marcharon a Sevilla pero antes
el rey recibió a los embajadores de Francia que le dieron el pésame por la
22
Crónica castellana. Cap. 19.
muerte de su padre Juan II. Enrique agradeció las muestras de amistad del
rey de Francia y pidió a sus embajadores que difirieran otros negocios has-
ta regresar de la visita a Sevilla y de la guerra que iba a reanudar con los
granadinos. Cuando la pareja real llegó a Sevilla fue objeto de una gran
recepción con numerosos festejos. Palencia de nuevo aprovechó la ocasión
para denostar a Enrique diciendo que se mostró en todo momento muy
esquivo de la pompa y apenas hizo nada por encontrarse con el pueblo
hasta el punto de utilizar un postigo para entrar y salir en el Alcázar, lo que
provocó la reprobación general de los sevillanos.
el rey Enrique inició la campaña contra los nazaríes de Granada que ante-
riormente se ha citado.
23
Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla. Introducción por orden de la Real Academia
de la Historia de Don Manuel Colmenero. Impresores de la Real Casa. Madrid, 1884.
24
Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla y OLIVERA SERRANO, César: Las Cortes
de Castilla y León y la crisis del reino (1445-1474). Congreso internacional sobre la His-
toria de las Cortes de Castilla y León. Burgos, 1986. Tomo Segundo. Apéndice 28.
Pág. 257. El segundo apellido del autor figura como Santos en la edición de su obra
pero él mismo indica en una nota inicial el error ya que ese segundo apellido es Se-
rrano.
25
OLIVERA SERRANO, César: Op. cit. Tomo Primero, pág. 67. 1986.
26
Ibidem. Tomo Segundo. Apéndice 28. Pág. 257. Congreso internacional sobre la Histo-
ria de las Cortes de Castilla y León. Burgos, 1986. Esto no será ninguna novedad. En
las otras Cortes celebradas en Córdoba en tiempos de Felipe II —1570— al concluir
sus sesiones el rey entregó cuantiosas mercedes a los procuradores que aceptaron otor-
garle los subsidios demandados sin nada a cambio, más la cuantiosa suma de doscientos
ducados a cada uno. CABALLERO RIVAS, Isabel, «La visita de Felipe II a Córdoba»
en GARCÍA PARODY, Manuel (dir.): Visitas Reales a Córdoba, pág. 75. UNED,
Córdoba, 2019.
EL CUADERNO DE CORTES
Según consta en el Cuaderno de las Cortes de 1455 los procuradores
presentaron un total de 27 peticiones que se pueden agrupar de la siguien-
te manera:
27
OLIVERA SERRANO, César: Op.cit., págs. 76-77.
28
Ibidem, págs. 70-77.
CONCLUSIONES FINALES
Ante la carencia de fuentes de primera mano solo nos cabe acudir a las
crónicas, a sabiendas de la parcialidad de las mismas. Enríquez del Castillo
dice que fue el arzobispo de Sevilla Alfonso de Fonseca quien ofició los
desposorios en la Pascua del Espíritu Santo y que tres días después el arzo-
bispo de Tours presidió la misa de velaciones. Por su parte Alfonso de
Palencia no menciona al arzobispo Fonseca —uno de los supuestamente
autorizados por bula papal para dirimir cualquier duda sobre la consangui-
nidad de los contrayentes— sino solo al de Tours. Aunque hay que creer
que el prelado sevillano debió estar presente en la boda ya que se hallaba
en Córdoba en aquellos días y que si Palencia lo ocultó pudo ser por sem-
brar dudas acerca de la legitimidad del matrimonio de Enrique IV.
No se debe olvidar que el principal argumento utilizado en 1474 por
quien sucedió a Enrique IV, su hermanastra Isabel de Trastámara, fue que
ella era la legítima heredera del reino de Castilla y que la hija de Enrique y
Juana, Juana de Trastámara y Avís, mal llamada «La Beltraneja», no podía
sucederle en el trono por ser fruto de un matrimonio ilegítimo. Sin em-
bargo, de acuerdo con todo lo señalado respecto a ese matrimonio cele-
brado en Córdoba en mayo de 1455, si se confirma la veracidad de la co-
pia documental existente en el archivo de la Real Academia de la Historia
y lo señalado por el cronista Enríquez del Castillo, la cordobesa boda real
reunió todos los requisitos para ser considerada conforme a las normas
canónicas: no se entiende que hubiera sido oficiada por alguien que tenía
la potestad de dirimir sobre la idoneidad de los contrayentes, como era el
caso del arzobispo Alfonso Fonseca.
El argumento, pues, de la futura Reina Católica carece de base y se
contradice con la forma en que ella casó con Fernando de Aragón con
unas bulas papales falsas y que se rectificaron después de las nupcias gracias
a la intervención de otro pontífice, Sixto IV, y su legado el entonces car-
denal Rodrigo Borgia.
BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN
PALABRAS CLAVE España consideró los territorios descubiertos como una pro-
longación más de la Corona hispana, por ello puso todo su empeño
Hispanoamérica.
Herencia.
en que sus instituciones fuesen como un reflejo de las castellanas.
Española. Los aborígenes necesitaban, para su gobierno y administración,
Villegas. que fuesen reunidos y agrupados en ayuntamientos que normal-
mente se formaban alrededor del convento de frailes que se hubie-
sen establecido en el lugar. Las instituciones hispanas se traslada-
ron a las nuevas tierras descubiertas que fueron gobernadas al
igual que las ciudades españolas
ABSTRACT
INTRODUCCIÓN
ANTECEDENTES
Los primeros conquistadores españoles que comenzaron a adentrarse en
lo que hoy conocemos como el Estado de California iniciaron sus avances
allá por el año 1542. Iban comandados por Juan Rodríguez Cabrillo, a
quien Pedro de Alvarado le encomendó, junto con el apoyo de D. Anto-
nio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España, la misión de explorar,
entre otros territorios, lo que hoy conocemos como California.
La expedición estaba compuesta por el mencionado Cabrillo, la tripula-
ción de los barcos, soldados, cierto número de indios, un sacerdote y ali-
mentos suficientes para dos años, así como animales y mercancías, es decir
una pequeña flota de conquista, cuya nao capitana, «San Salvador», había
sido construido por el mismo Cabrillo. Tuvieron éxito en su empresa y,
para no ser demasiado prolijo, diré que reconocieron y se asentaron en lo
que hoy, con pocas variaciones, conocemos como California.
Durante casi doscientos años esta nueva región careció de un asenta-
miento firme y duradero de misioneros. Fue en el año 1769 cuando el
franciscano fray Junípero Serra fundó la primera misión en San Diego y
durante la segunda mitad del siglo los religiosos españoles fueron exten-
diéndose a lo largo de la costa de California. A lo largo de todo este terri-
torio se fue construyendo una cadena de misiones católicas, que estaban
apoyadas por la Corona española.
Allá por el año 1817, cercanas a la bahía de San Francisco, se hallaban
firmemente asentadas las misiones franciscanas de Dolores y San Francisco.
La prosperidad del nuevo establecimiento fue tal que, siendo una ex-
tensión unida por vínculo jerárquico a la misión de Dolores, esta pujante
importancia que, día a día, iba adquiriendo concluyó con que el 19 de
octubre de 1822 cortó su cordón umbilical con Dolores y fue reconocida
de forma institucional como misión independiente. El núcleo de pobla-
ción indígena alcanzaba por aquel entonces los mil «neófitos» o indios
bautizados. El padre Amorós la administró desde 1817 a 1832. Era un
hombre de enérgica voluntad que impuso disciplina y laboriosa actividad
en todo el establecimiento. Mandó roturar nuevos campos y creó una
floreciente explotación ganadera. El trigo, importado de España, se culti-
vaba profusamente, además de los cereales autóctonos. Uno de los produc-
tos que más fama dieron a la explotación agrícola fueron sus excelentes
peras.
Durante su gobierno, Amorós logró que se convirtieran 1.837 indios.
Dotó al asentamiento de más de 6.000 cabezas de ganado, entre las que se
encontraban 400 magníficos caballos. Como caso anecdótico, todavía per-
dura el reloj de agua que mandó confeccionar y que siguió funcionando
muchos años después de su fallecimiento.
Desde esta fecha hasta 1833, la misión siguió gestionada por la Iglesia
Católica. En este punto histórico fue secularizada y pasó a ser administrada
por la férula del Estado mejicano, pero las nuevas autoridades no supieron
prestar a las misiones la misma ayuda que habían recibido de la metrópoli
durante la época colonial, por lo que, ante su incapacidad de mantenerlas
bajo su dominio con una eficaz dirección, optaron por deshacerse de ellas
con la postura más cómoda y a la vez lucrativa, es decir, ponerlas en venta.
En primer lugar, se las ofrecieron a los indios que en ellas vivían, quie-
nes no pudieron adquirirlas por falta del dinero suficiente para su compra.
No les quedó a los gobernantes otro remedio que dividirlas en ranchos y
así, en porciones más pequeñas, fueron adquiridas por mejicanos blancos.
La iglesia de San Rafael fue la primera en ser secularizada. Cosa que
ocurrió en 1834 año en la adquirió el general Mariano Vallejo que era
secretario del gobernador español de California y opuesto a la indepen-
dencia de México. Vallejo, también incapaz de regirla con una buena go-
bernación, trasladó el ganado de ésta a las fincas de su propiedad, así como
los útiles se labranza y hasta los árboles. Su asentamiento fue abandonado
en 1844 y los edificios vendidos en 1846.
misiones, la última de las cuales fue la del Santo Corazón. Estos asenta-
mientos terminaron por convertirse en pueblos y por ello, tenía que haber
en cada uno de ellos un representante del poder real o corregidor.
Tras esta extensa pero, creo, que necesaria introducción para conocer
cómo se iniciaron las reducciones jesuíticas, veamos ahora la que es moti-
vo principal de nuestro estudio.
EL JUICIO DE RESIDENCIA
[…] porque cuando no se oyen las justas quejas de los vasallos con-
tra los gobernadores, además del cargo de conciencia, los mismos
gobernadores se hacen más absolutos y los vasallos viendo que no
son desagraviados ni oídos entran en desesperación.
Se le llamaba de Residencia porque el funcionario público, para facili-
tar la investigación, debería de permanecer inexcusablemente en el lugar
en el que había ejercido su jurisdicción, cargo u oficio. No podía abando-
nar la ciudad en la que había estado ejerciendo sus funciones, hasta haber
sido absuelto o condenado. Una parte de su salario se le retenía para ga-
rantizar que pagaría la multa si la hubiere.
Muchos de los altos cargos que eran sometidos a este juicio, deseaban
que llegasen, pues satisfechos, como estaban de haber desempeñado su
trabajo con probidad y justicia, al salir indemnes de él, eran promovidos a
cargos y oficios de mayor importancia y reconocimiento social
LA LABOR EDUCADORA
LA IGLESIA
estaban talladas por los naturales de las reducciones que, como es lógico,
dejaban su impronta en ellas.
Los altares y retablos estaban rica y primorosamente decorados con oro
que, como es sabido, se encontraba con cierta abundancia en aquellas re-
giones.
Estaba formado en planta basilical de tres naves, divididas por dos hile-
ras de ocho columnas de madera. Para ello se habían talado árboles gruesos
y de considerable altura que los naturales, bien dirigidos por el padre Mar-
tín Schmid habían tallado en estilo salomónico. Magníficas pilastras con
sus basas, capiteles y cornisas todo labrado en ladrillo crudo y embellecido
con pinturas de vivos y atractivos colores sobresalían de las altas paredes. El
suelo estaba enladrillado y la cubierta era de tejas, ambos materiales coci-
dos en los hornos de la misión. El mismo material se utilizaba para el cole-
gio y la casa del pueblo. El altar mayor estaba sostenido por columnas de
ladrillo pintadas. El sagrario era dorado y tenía un nicho para el santo pa-
trono.
El nuevo templo contó con un órgano más grande que el que había en
la anterior iglesia y había sido construido exprofeso para éste. La decora-
ción, primorosamente cuidada, comenzaba en las claraboyas con sus vi-
drieras y continuaba en las rejas del templo artísticamente torneadas en
madera. El púlpito era de madera y carecía de cualquier tipo de talla. Ha-
bía además en la iglesia nueve cuadros y veintidós ángeles de bulto de
medio cuerpo.
La iglesia, o basílica, de San Rafael tenía una característica que la dife-
renciaba de los otros templos: todos los balaustres cubrían con hojas de
mica plateada y brillante, produciendo la ilusión de una luz oscilante que
reflejaban la luminosidad como espejos de plata. Su interior, totalmente
pintado de color café claro proporcionaba a la luz entrante una claridad
especial que iluminaba el templo de forma particular. La iglesia tenía una
imagen de San Rafael que se encontraba delante de una de las columnas
salomónicas, dotado de los elementos que lo distinguen: el báculo de ca-
minante y el pez del que extrajo las entrañas para curar de la ceguera al
padre de Tobías.
RESUMEN
ABSTRACT
ya se dan sobre él algunas notas más o menos ricas sobre su vida y obra,
como la del colegio de San Gregorio de Gonzalo de Arriaga 1o la de la or-
den de Santo Domingo de fray Juan López 2. En lo local, será el episcopolo-
gio dieciochesco de Gómez Bravo el que venga a dar un mayor protago-
nismo a este personaje, dedicando un capítulo propio a este obispo —frente
a la mayoría de los biografiados que son agrupados en 2 o en 3— con multi-
tud de información acerca del personaje, su legado y su época 3. En contra-
tes, nada de relevancia aporta el apéndice episcopológico de Sánchez de
Feria en su Palestra Sagrada 4, e igual valoración podemos hacer del que trae
Ramírez de Arellano en sus Paseos a propósito de la collación de la catedral 5.
Una serie de monografías clave de comienzos de este siglo clave, enfo-
cadas en otras materias de diversa índole y cada uno en su campo, ponen
de relevancia el peso histórico del obispo Mardones, dando abundantes
referencias de su vida y quehacer en Córdoba. Hablamos, y por orden
cronológico de su publicación, del magno trabajo de Nieto Cumplió so-
bre la Mezquita-Catedral de Córdoba, al tratar del diseño y ejecución del
retablo del altar mayor del crucero 6; el de Molinero Merchán a propósito
de los escudos de armas que se encuentran en este monumento, al exami-
nar los propios de este prelado, precisamente en el presbiterio 7; y la defini-
tiva investigación de Velasco García sobre el palacio episcopal cordobés,
primero en una publicación más resumida, y poco después a través de una
extensa y rica tesis doctoral 8. Algunos trabajos más tratan puntualmente del
1
Hemos consultado la edición contemporánea, ARRIAGA, Gonzalo de: Historia del
colegio de san Gregorio de Valladolid, editada, corregida y aumentada por el P. Manuel
María Hoyos, Valladolid, Cuesta, 1928-1930, tomo II, pp. 266-277.
2
LÓPEZ, fray Juan: Tercera parte de la Historia General de Santo Domingo y de su Orden de
Predicadores, Valladolid, 1613, f. 408.
3
GÓMEZ BRAVO, Juan: Catálogo de los obispos de Córdoba y breve noticia histórica de su
Iglesia Catedral y Obispado, Córdoba, 1778, tomo II, pp. 576-605.
4
SÁNCHEZ DE FERIA, Bartolomé: Palestra Sagrada o memorial de Santos de Córdoba, con
notas y reflexiones críticas, sobre los principales sucesos de sus historias, Tomo IV, Córdoba,
1782, pp. 442-443.
5
RAMÍREZ DE ARELLANO, Teodomiro: Paseos por Córdoba o sea apuntes para su Histo-
ria, Córdoba, 1873-1875, Ed. Everest, 1983, p. 587.
6
NIETO CUMPLIDO, Manuel: La Catedral de Córdoba, Ed. Cajasur, 2ª edición, Córdo-
ba, 2007, pp. 540-546.
7
MOLINERO MERCHÁN, Juan Andrés: La Mezquita-Catedral de Córdoba. Símbolos de
poder, Córdoba, Ayuntamiento de Córdoba - Universidad de Córdoba, 2005, pp. 472-
478.
8
VELASCO GARCÍA, Rocío: El antiguo palacio episcopal de Córdoba. Transformaciones de
usos y espacios, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba – Publicacio-
nes Cajasur, Córdoba, 2010, pp. 47-52; El palacio episcopal de Córdoba: historia y trans-
formaciones, tesis doctoral, Universidad de Córdoba, 2013, pp. 147-201.
9
Por no saturar de forma innecesaria con más trabajos, citemos por ejemplo VIFORCOS
MARINAS, María Isabel (Ed. lit.), y CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA, María
Dolores (Ed. lit.), «A los Confesores Reales, Fray Gaspar de Córdoba y Fray Diego de
Mardones», en NIETO IBÁÑEZ, Jesús María (coord.) y DELGADO JARA, Inmacu-
lada (coord.): Pedro de Valencia, Obras completas, Vol. VIII, Epistolario, Universidad de
León, 2019, pp. 277-344.
10
ARANDA DONCEL, Juan: «Un confesor regio al frente de la diócesis de Córdoba: el
dominico fray Diego de Mardones (1528-1624)», Archivo Dominicano XXXVI (2015),
pp. 61-135.
11
RECIO MATEO, Luis: «Aproximación prosopográfica a fray Diego de Mardones:
obispo de Córdoba (1528-1624)», en Actas del II Congreso de Historia de Andalucía, Cór-
doba, 1991, Vol. 7, Historia Moderna I, Córdoba, 1995, pp. 537-549.
12
«La investigación histórico-científica y biográfica, realizada por el historiador que suscri-
be, en torno al que fuera obispo de Córdoba entre los años 1606-1624, y nacido en
Burgos en 1528, ha finalizado ya», sentenciaba en las tres primeras líneas de su comu-
nicación, RECIO MATEO, Luis: «Fray Diego de Mardones, un dominico: obispo de
Córdoba (1528-1624)», en Actas del III Congreso de Historia de Andalucía, Andalucía
Moderna, tomo II, Córdoba, 2003, pp. 214-250.
go, la mayor parte de este texto contenía, por un lado, demasiada informa-
ción tangencial/contextual acerca de la época —impropio de una publica-
ción que ha de ir a lo concreto y lo novedoso—, y por otro, lo que sí
atañía a su propia su vida y obra, era en su mayoría anecdótico. La peor
muestra de ello se evidencia con la inclusión de una transcripción literal
del documento de un juro de 1573 del monasterio dominico burgalés en
el que profesó este obispo, que ocupa ocho de las dieciséis páginas totales
de la publicación, y que nada aporta al conocimiento sobre el prelado
Mardones. Aunque el texto insiste una decena de veces —no exagera-
mos— en su carácter «científico», lo cierto es que adolece precisamente de
lo contrario, evidenciando una enorme necesidad de fuentes documentales
y archivísticas, su cotejo y cruce posterior, y una mejor puesta a punto en
lo que a su redacción y lectura se refiere.
Pero el tiempo no ha mejorado el sabor de este vino historiográfico.
Hace un año se publicaba con el plácet de la Iglesia, prólogos del obispo y
del deán incluidos, la obra que pretendía ser la culminación de toda la
carrera investigadora de este autor a propósito del dominico 13. Amén de
los aspectos más que mejorables desde el punto de vista técnico —maque-
tación, ortografía, epígrafes, citas textuales, expresión, redacción...— esta
biografía no es sino una prolongación de las falencias de sus dos escalones
previos, incluyendo el error contumaz de dar 1606 como fecha de inicio
del pontificado que, no comenzó hasta el año siguiente 14. Con decenas de
páginas de imágenes de documentos originales insertados sin demasiado
criterio, grandes vacíos vitales por cerrar y una investigación más basada en
grandes documentos y crónicas oficiales que en un rastreo serio de fuentes
—tan si quiera releyendo las citadas por el trabajo de Aranda Doncel...—,
a nuestro modo de ver esta publicación ha sido una oportunidad perdida
de conocer de cerca a la figura, príncipe y pastor, del fraile mitrado que
nos ocupa.
A pesar del balance crítico que contienen estas últimas palabras, no es
pretensión de esta publicación rivalizar con, ni mucho menos contra, na-
die. Los resultados de las labranzas históricas de Aranda Doncel y de Recio
Mateo son, con su desigual fortuna, una gran aportación al conocimiento
13
RECIO MATEO, Luis: Fray Diego de Mardones. Un dominico, obispo de Córdoba (1528-
1606-1624), Litopress, Córdoba, 2023.
14
Aunque la decisión real estaba tomada ya en el otoño de 1606, la presentación a Roma,
la preconización, las bulas pontificias, la real cédula definitiva, la toma posesión y la
entrada formal en la diócesis, todo se produce entre enero y abril de 1607. ARANDA
DONCEL: op. cit., pp. 72-74.
y nos han servido para conocer de primera mano muchos aspectos de este
perlado monje blanquinegro. Con este trabajo pretendemos seguir arando
y sembrando la tierra de esta parcela histórica. Por tanto, partimos con
total humildad frente a todo lo publicado anteriormente, máxime cuando
el hallazgo del documento protagonista de este artículo fue totalmente
fortuito, aunque, eso sí, resultado de la consulta y barrido de fuentes nota-
riales que venimos realizando desde hace más de una década.
18
NIETO CUMPLIDO: op. cit., pp. 542-543.
19
GÓMEZ BRAVO: op. cit., p. 601.
20
VELASCO GARCÍA: El antiguo palacio episcopal…, p. 47.
21
En varias escrituras de mayo de 1623 el prelado narra todo el proceso constructivo que
ya «hemos hecho». Archivo Histórico Provincial de Córdoba (en adelante AHPCO),
Leg. 15.608, ff. 293 y 295v.
22
CEJAS RIVAS, David: «Festejando al rey y encumbrando al conde-duque: el viaje de
Felipe IV a Andalucía (1624)», Anahgramas: Análisis históricos de Grado y Máster, n.º 3
(2016), pp. 230-271.
23
AHPCO, Leg. 15.608, f. 298.
24
AHPCO, Leg. 15.608, f. 406v.
25
Al menos desde 1612, ARANDA DONCEL: op. cit., p. 87.
26
En abril de 1623, Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, 213.
27
ARANDA DONCEL: op. cit., p. 76.
28
En el testamento aparece, por corrupción fonética, como «obispo de Nápoles».
29
AHPCO, Leg. 16.713, f. 281.
30
AHPCO, Leg. 16.713, f. 588.
31
AHPCO, Leg. 16.713, f. 621v.
32
AHPCO, Leg. 16.731, f. 536 y ss.
autor tenía anotado de las 10.000 que dejaría un siglo después todo un
cardenal Salazar 33.
El testamento, como los dos anteriores, es una muestra del enorme cui-
dado y protección del obispo para con su más cercano entorno, ya sea fa-
miliar, episcopal o doméstico, consciente de que con su fallecimiento mu-
chos de sus allegados quedaban expuestos a la pobreza o, al menos, a la
incertidumbre de sus destinos, y su posición podía llenar no pocas barrigas.
Por eso ordena, por ejemplo, que a todos sus criados se les dé de comer
durante 15 días después de su muerte, que se les pague todo lo que se les
deba de sus salarios, aunque no quede nada por escrito de ello y baste solo
con su palabra, y se sufrague lo que necesiten para volver a sus casas a todos
los que no son originarios de Córdoba. Además, repite la manda de repartir
dos mil fanegas de trigo entre los pobres y otros dos mil algunos conventos.
Como es habitual manda pagar todas sus deudas en términos generales,
pero en específico se acuerda de cerrar los últimos flecos que quedaban
pendientes de sus aportaciones patrimoniales a la Iglesia, especialmente el
retablo mayor de la catedral, por ejemplo, con el cantero Luis González 34,
así como las obras de orfebrería encargadas al brillante platero Pedro Sán-
chez de Luque. Hablamos, entre otras, de la imponente cruz procesional
donada por fray Diego y que todavía hoy se conserva en el museo del
tesoro catedralicio, y que al parecer continuaba sin liquidar del todo tal y
como se ha constar en el testamento.
Como en sus dos testamentos anteriores, el círculo familiar íntimo —y
no tanto— también protagoniza una parte importante de las mandas del
obispo, regado de sobrinos y sobrinos nietos —habida cuenta de su longe-
vidad— entre Córdoba y Burgos. Pero sentimos que en este tercero atañe
a una mayor cantidad de parientes. Con ello se evidencia la enorme fortu-
na que llegó a acumular el pastor y del pingüe nivel de rentas de este obis-
pado andaluz. Manda a don Pedro Linares y Mardones, mil ducados, a sor
Isabel de Jesús, monja en el Corpus Christi, cien ducados, y a don Jacinta
de Mardones, religiosa en el Espíritu Santo, otros cien, ambas dominicas,
por cierto; y a doña Isabel de Mardones, monja franciscana, pero en Bur-
gos, otros tantos. Es curioso cómo el ideal de protección tentacular a la
familia abarca cotas mucho más allá del afecto sino el funcionamiento de
33
AHPCO, Leg. 16.056, f. 382.
34
Sobre el legado de este maestro de cantería en Córdoba en tiempos de este obispo véase
Francisco CARMONA CARMONA, Manuel: «Obra y proyectos del gran cantero
Luis González Bailén», Anales de Historia del Arte, 27 (2017), pp. 83-112.
todo un sistema, como pone de manifiesto que mande nada menos que
quinientos ducados —primero hace constar trescientos, pero la generosi-
dad le puede en la siguiente página— a cada una de las seis nietas de su
hermano Pedro de Mardones, que reconoce que no sabe si están vivas o
muertas porque no las ha visto en su vida. Sin duda, su ojito derecho es
doña Isabel de Valdivieso y Mardones, su sobrina y pensionista, ya viuda,
y madre del ya citado caballero de Santiago don Francisco de Alayza, tam-
bién su pupilo en palacio. A ella le manda toda la plata labrada del servicio
de mesa, y a él dos coches, dos caballos y otros ocho équidos. Además, por
la escritura de marzo de ese mismo año, doña Isabel se veía beneficiada
más allá del testamento, por la donación de 4.000 fanegas de trigo en grano
procedentes de sus rentas 35, entre otras donaciones de años anteriores.
Pero el reparto más elocuente de todos es el que se produce entre todo
su equipo de gobierno diocesano y el su servicio doméstico, una auténtica
corte real en miniatura, compuesta por más de cincuenta personas, todas
citadas con nombres y apellidos salvo algún criado que aparece anónimo.
En el primer grupo destacamos al inquisidor Juan Ramírez de Contreras, a
su obispo auxiliar don Pedro de Mirabal Ayllón, al provisor general don
Gaspar Salgado Gayoso, al Ldo. Alonso de Roa y Morales, visitador y el
racionero Diego de Soto Carranza, todos ellos beneficiados en diferentes
mandas e incluso algunos, como vamos a ver, con responsabilidad de alba-
ceazgo. En el segundo y extensísimo grupo encontramos a su confesor,
gentilhombres, administradores, mayordomos, camareros, maestresalas,
guardarropas, reposteros, capellanes, caballerizos, pajes, mozos, cocheros,
cocineros o médicos, la mayoría hombres, y con algún que otro pariente
entre ellos, como doña Ángela Valdivieso, de la que no explicita función,
o don Juan de Mardones, presbítero, gentilhombre y capellán, cuyo pa-
rentesco no sale a la luz pero entendemos que pertenecían al círculo de sus
sobrinos. Entre todos ellos reparte más de 7.000 fanegas de trigo —aparte
de las 4.000 que había legado a su sobrina doña Isabel, a los pobres y a los
conventos—, verdaderamente una cantidad astronómica. No obstante, las
asignaciones son muy variables, ya que varían desde 30 a algunos criados
menores, hasta las 600 fanegas que lega al inquisidor Ramírez de Contre-
ras, todo según el peso que cada cual había tenido en su puesto o si lo
sentía más o menos vulnerable a la pobreza.
Este despliegue de generosidad se complementaba con la condonación
de algunas deudas que reconoce le debían algunos de ellos, y que queda-
35
AHPCO, Leg. 15.713, f. 281.
36
Archivo de la Parroquia del Sagrario de la Catedral. Libro 1 de Colecturías de Difuntos,
f. 284v.
APÉNDICE DOCUMENTAL 37
Testamento cerrado de fray Diego de Mardones, obispo de Córdoba
Córdoba, 25 de agosto de 1624
AHPCO, Leg. 16.731, f. 536-545v
f. 536
37
Hemos transcrito el texto íntegramente a la grafía actual, conscientes de que no se trata
de una investigación paleográfica ni diplomática, en aras a facilitar su lectura y com-
prensión. Muchas comas y puntos y seguidos también son del transcriptor. Los puntos
y aparte sí se han respetado tal y como aparecen en el documento original.
nuestro entierro y se hallen a los nueve días honras y cabo de año y entre los
interesantes repartan otra tanta cantidad como se ha repartido en el entierro que
más cumplidamente se ha hecho de los señores prelados nuestros predecesores. Lo
cual se gasta de nuestros bienes.
Ítem, mandamos que, en el día de nuestro entierro si fuere hora, o luego el si-
guiente, se me diga la misa y oficio de difuntos enteros como se usa y es costum-
bre.
Ítem mandamos que desde el día de nuestro fallecimiento con la mayor bre-
vedad que se pueda se nos digan veinte mil misas rezadas por nuestra ánima y de
nuestros padres y parientes y de aquellas personas a quienes tenemos algo en car-
go y obligación, y las que fueren posible se digan en los altares privilegiados y
todas ellas en la parte y lugar y por las personas que pareciere a nuestros testamen-
tarios, sin que se pueda entrometer en ello otra persona alguna, porque así es
nuestra voluntad. Y les damos para ello toda la facultad necesaria de derecho y
para que libren en nuestros bienes y hagan pagar la limosna acostumbrada. [f.
537]
Ítem mandamos para redención de cristianos cautivos, 500 reales que se entre-
guen al convento de la Santísima Trinidad de esta ciudad para el dicho ministerio.
Ítem mandamos para la Casa Santa de Jerusalén 100 reales que se den al síndi-
co que hubiere en esta ciudad.
Ítem mandamos que a todos nuestros criados a quien damos ración o salario y
están sentados en nuestros libros se den lutos cumplidos de la forma y de la tela
que pareciere a nuestros testamentarios, a la mayor parte de ellos, teniendo aten-
ción a las personas. Y si les pareciere a los dichos testamentarios dar algún otro
luto a personas que sean convenientes, se lo darán, que para ello les damos facul-
tad.
Ítem mandamos que por espacio de 15 días después de nuestro fallecimiento
se les dé a todos nuestros criados de comer a los que ahora son y en la forma que
se les daba y salarios como los han llevado hasta aquí.
Ítem mandamos que el día de nuestro entierro asistan a él todas las religiones
de esta ciudad y acompañen nuestro cuerpo y digan misa y vigilia cantada cada
religión en su capilla como se acomodaren, y por ello se les dé la limosna que
pareciere a nuestros albaceas y la cera acostumbrada. [f. 537v]
Ítem mandamos que a todos nuestros criados y personas a quien damos ración
o salarios y están sentados en nuestros libros, y aunque no lo estén como asistan
en nuestra casa, que no son naturales de esta ciudad de Córdoba ni tienen en ella
beneficio y se han de volver a sus tierras, se les dé lo que fuere conveniente con-
forme a la calidad de sus personas para volver con comodidad a sus casas o lugares
de su residencia con tal que ninguno de los que no tienen lugar señalado de resi-
dencia puedan decir se les dé para ir más lejos que hasta la villa de Madrid.
Ítem decimos que demás de la dotación perpetua que habemos hecho a la di-
cha capilla mayor y retablo de nuestra iglesia catedral por habérsenos donado para
nuestro entierro por los señores deán y cabildo nuestros hermanos, le habemos
ayudado con nombre de empréstito con cantidad de maravedís que montarán
92.470 reales y demás de la dicha cantidad prestamos para pagar a Luis González,
maestro de cantería, vecino de la villa de Cabra, y otras personas 30.960 reales, y
de ellos y demás cantidad dieron libranza los señores diputados [f. 538] del dicho
retablo para que los cobrásemos de la obra y fábrica de la dicha Santa Iglesia por
cuenta de ello que debía la dicha fábrica e iglesia a la fábrica del dicho retablo de
los réditos de los censos que sobre ella tiene por cuenta de los dichos 30.970
reales se descargó al dicho Juan de Espinosa en las cuentas que dios de la dicha
fábrica de la dicha iglesia de 22.000 reales, y de ellos no nos ha entregado más de
tan solamente 19.000 reales de forma que nos debe el dicho Juan de Espinosa
3.000 reales de esta partida que se han de cobrar de él. Y la dicha fábrica de la
dicha iglesia nos debe los 8.970 reales restantes, los cuales y los dichos 82.170
reales que prestamos a la dicha fábrica del dicho retablo declaramos que siempre
ha sido y es nuestra voluntad de dárselos y se los damos graciosa y libremente con
ánimo de no pedirlos ni repetirlos. Y a mayor abundamiento, siendo necesario
hacemos de nuevo gracia y donación de todas las dichas partidas en esta cláusula
declaradas y prohibimos que no se puedan pedir en juicio ni fuera de él porque
así es nuestra voluntad por entender como habemos entendido que en la dicha [f.
538v] capilla mayor de la dicha Santa Iglesia que nos donaron los dichos señores
deán y cabildo, nuestros hermanos, y nos habemos dotado ha de estar sepultado
nuestro cuerpo hasta que se junte con nuestra alma el día de la Universal resu-
rrección.
Ítem mandamos que se liquide y averigüe cuenta con Pedro Sánchez de Lu-
que, platero, vecino de Córdoba, de una cruz pequeña y candeleros de altar y
otra cruz grande de plata, oro y piedras, las cuales cruces y candeleros con otras
cosas y piezas habemos dado a la dicha Nuestra Santa Iglesia algunos años ha, y
esta cuenta queremos se liquide y pague lo que resultare debérsele al dicho Pedro
Sánchez y de la demás plata que ha labrado para nuestra casa.
Ítem mandamos que todos nuestros criados que son y hubieren sido y otras
cualesquier personas con quien tengamos y hayamos tenido cuentas de maravedís
y otras cosas se les pague todo lo que pareciere debérseles justificadamente, para
lo cual encargamos mucho a nuestros albaceas se atienda a lo que dijere don
Francisco de Salinas y Medinilla, nuestro contador, como persona que tiene más
noticia de nuestra hacienda y obligaciones, y de quien tenemos mucha confianza
y satisfacción que declarará la verdad para descargo [f. 539] de nuestra conciencia
en lo que a él tocare.
Ítem mandamos que se pague a Diego Martínez del Pozo, nuestro capellán y
gentilhombre de Cámara, lo que se tasa que vale el terno de raso blanco y tela de
plata bordado que dimos a la dicha nuestra Santa Iglesia la víspera del día de San-
tiago del año de mil y quinientos y veinte tres, que era del dicho Diego Martínez,
y no le habemos pagado su valor, y si estuviere en nuestra casa alguna pieza del
dicho terno, se entregue a la dicha Santa Iglesia.
Ítem mandamos que se repartan dos mil fanegas de trigo del que al presente
tenemos entre pobres de esta ciudad y su obispado a voluntad y disposición de
nuestros albaceas. Y declaramos que el justo precio y valor cierto que tiene el
dicho trigo al presente será de ocho a nueve reales por ser procedido de diezmos
y no estar bien acondicionado.
Ítem mandamos se den dos mil fanegas de trigo a algunos conventos de reli-
giosos de esta ciudad y su obispado, por nuestra intención, a disposición y volun-
tad de nuestros albaceas, atendiendo a la relación que dará el padre fray Jacinto
Leal, nuestro confesor, de la orden de Santo Domingo.
Ítem decimos que si en poder de algunos [f. 539v] arrendadores o personas que
nos deban hacienda parecieren cartas de pago nuestras firmadas con estampilla, no
se pasen en cuenta porque no habemos dado ninguna firmada con estampilla.
Ítem declaramos deber a la obra pía y memoria perpetua que en esta ciudad
fundamos, once mil y seiscientos y setenta y tres ducados de a once reales que por
no estar impuestos en renta nos prestó la dicha obra pía, y su administrador en su
nombre, en ocasión de la jornada que Su Majestad hizo en este presente año al
Andalucía en la cual cantidad se comprenden los ciento y un mil y tantos reales a
que nos obligamos con nuestro poder, nuestro provisor y otros criados nuestros
ante Andrés Muñoz, escribano público de esta ciudad, mandamos que los dichos
once mil seiscientos y setenta y tres ducados se paguen de lo mejor y más bien
parado de nuestra hacienda, para que se impongan por bienes propios de la dicha
obra pía conforme a la escritura de fundación.
Ítem queremos y mandamos que se paguen enteramente a todos nuestros mi-
nistros y criados que son y hubieren sido el salario que se les debiere dar confor-
me al oficio y ministerio que hubieren ejercicio y a la calidad de sus personas,
aunque no estén ni hayan estado escrito en los libros y papeles de nuestra conta-
duría ni sobre ello se haya hecho concierto ni con [f. 540] trato expreso. Y en
esto se les dé copiosa y abundantemente con atención a lo que otros señores pre-
lados suelen y acostumbran a dar a los que tienen tales oficios al arbitrio de nues-
tros albaceas. Y así mismo mandamos que se dé y vuelva a cualquier de los dichos
ministros y criados lo que pareciere haber dado de los aprovechamientos de sus
oficios y en esto se esté a solo su juramento.
Ítem mandamos a don Pedro de Linares y Mardones, nuestro sobrino, mil du-
cados o mil fanegas de trigo, lo que más quisiere por una vez.
Ítem mandamos a sor Isabel de Jesús, monja en el convento del Corpus Chris-
ti de esta ciudad de Córdoba, cien ducados por una vez.
Ítem mandamos a doña Jacinta de Mardones, nuestra sobrina, monja en el
convento del Espíritu Santo de esta ciudad, cien ducados por una vez.
Ítem damos a doña Isabel de Mardones, nuestra sobrina, monja en el conven-
to de San Luis de la ciudad de Burgos, cien ducados por una vez.
Ítem mandamos se den a seis nietas de Pedro de Mardones, nuestro hermano,
a cada una de ellas, trescientos ducados para sustentarse y ponerse en estado. Y si
alguna fuere muerta no se le den y por que no las conocemos ni hemos visto
mandamos que legitimen sus personas [f. 540v] ante nuestros albaceas antes que se
les entreguen.
Ítem mandamos a don Juan de Mardones, presbítero, nuestro gentilhombre
capellán, trescientos ducados o trescientas fanegas de trigo, cual más él quisiere.
Ítem declaramos que cada una de las seis nietas de Pedro de Mardones que
fueren vivas se les han de dar quinientos ducados, no obstante que en una cláusu-
la de este testamento hemos mandado se les den a trescientos ducados a cada una,
porque han de ser quinientos como dicho es.
Ítem mandamos que a Diego Martínez presbítero, nuestro capiller, no se le
tome ni pida cuenta del oratorio que tuvo a su cargo por que nos consta que lo
robaron sin culpa suya.
Ítem mandamos a doña Isabel de Valdivieso y Mardones, nuestra sobrina, toda
la plata labrada de nuestro servicio de mesa y una media cama de granadillo con
bronce y su pabellón de tafetán listado de colores y un escritorio de nogal grande
con herraje dorado.
Ítem mandamos a don Francisco de Alayza y Mardones, nuestro sobrino, ca-
ballero de Santiago, dos coches, dos caballos, cuatro mulas y tres machos y una
ligera.
[f. 541]
Ítem mandamos al señor inquisidor don Juan Ramírez de Contreras seiscientas
fanegas de trigo.
Ítem mandamos al Sr. don Pedro de Mirabal Ayllón, obispo de Nápoles, cua-
trocientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos al Ldo. don Gaspar Salgado de Gayoso, nuestro provisor,
doscientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos al Ldo. Alonso de Roa y Morales, nuestro visitador, doscien-
tas fanegas de trigo.
[f. 541v]
Ítem mandamos a doña Ángela de Valdivieso, doscientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos a don Francisco de Soto, doscientas fanegas de trigo.
Ítem mandamos a don Juan de Soto, doscientes fanegas de trigo.
Ítem mandamos a don Diego de Soto Carranza, racionero de la santa iglesia
de Córdoba, cien fanegas de trigo.
Ítem mandamos al doctor Felipe González de Mendoza cien fanegas de trigo.
Ítem mandamos al doctor Francisco de Leiva, médico, cien fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Alonso Núñez, cirujano, cincuenta fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Juan de Lorca, que asiste en nuestra cámara, cien fanegas de
trigo.
Ítem mandamos a Fernando Galiano, presbítero, nuestro gentilhombre de cá-
mara, trescientas fanegas de trigo por la necesidad que tiene y porque favorezca a
su madre.
Ítem mandamos a Gabriel Bocero, nuestro guardarropa, trescientas fanegas de
trigo, porque es pobre y que nos ha servido en muchos oficios.
Ítem mandamos a Marco Antonio, nuestro repostero, setenta fanegas de trigo.
[f. 542]
Ítem mandamos a don Diego de Aranda, nuestro gentilhombre, doscientas fa-
negas de trigo.
[f. 542v]
Ítem mandamos a Mateo de Perea, de nuestra cámara, doscientas fanegas de
trigo.
Ítem mandamos a Diego Díaz, barrendero, treinta fanegas de trigo.
Ítem mandamos al cocinero, treinta fanegas de trigo.
Ítem mandamos al portero de nuestra, casa treinta fanegas de trigo.
Ítem mandamos al hortelano y jardinero de nuestra casa, treinta fanegas de
trigo.
Ítem mandamos a Alonso de Molina, veedor de nuestra casa, cincuenta fane-
gas de trigo.
Ítem mandamos al Ldo. Millán, presbítero, maestro de pajes y capiller, cien
fanegas de trigo.
Ítem mandamos a Juan de Mansilla y Juan de Podaca y a don Diego Termi-
ñón y Valenzuela y a Felipe de Cuenca y a don Francisco de la Serna, nuestros
pajes, cien fanegas de trigo a cada uno de ellos que hacen quinientas fanegas todos
cinco.
[f. 543]
Ítem mandamos a Felipe de Salazar, nuestro capellán, ciento y cincuenta fane-
gas de trigo.
Ítem mandamos a Diego de Soto Carranza, nuestro alguacil mayor, doscientas
fanegas de trigo.
Ítem mandamos que el señor inquisidor don Juan Ramírez de Contreras se le
den dos cuadros de pintura los cuales su merced escogiere de los que tengo en mi
casa.
Ítem mando se den otros dos cuadros al padre maestro fray Juan Ortiz, minis-
tro del convento de la santísima Trinidad de esta ciudad y sean los que escogiere
su paternidad entre los que tengo.
Ítem mando al padre fray Jacinto Leal, nuestro confesor, compañero y limos-
nero, dos cuadros de pintura, los que escogiere de los que tengo.
Y para cumplir y pagar todo lo contenido en este nuestro testamento nom-
bramos y señalamos por nuestros albaceas testamentarios y ejecutores de este
nuestro testamento al Sr. D. Diego López de Haro y Sotomayor, marqués del
Carpio, gentilhombre de Cámara de Su Majestad, y a los señores don Damián de
Armenta y Valenzuela, arcediano [f. 543v] y canónigo de la Santa Iglesia de Cór-
doba, y a don Juan Ramírez de Contreras, inquisidores apostólicos de la Santa
Inquisición de Córdoba, y al Ldo. don Gaspar Salgado de Gayoso, abad de Mo-
reira, nuestro provisor y vicario general, al doctor don Andrés de Rueda Rico,
arcediano de Castro y canónigo doctoral de la Santa Iglesia de Córdoba, y al Dr.
don Gonzalo de Córdoba Carrillo, canónigo magistral de la dicha Santa Iglesia, y
al padre maestro fray Juan Ortiz, ministro del monasterio de la Santísima Trinidad
de esta ciudad, y al padre fray Jacinto Leal, nuestro confesor y compañero, y al
Ldo. Alonso de Roa Morales, nuestro visitador, y al Ldo. Antonio Murillo, ra-
cionero de la Santa Iglesia de Córdoba, nuestro secretario, y a don Francisco de
Salinas y Medinilla, racionero de la dicha Santa Iglesia, nuestro secretario y con-
tador, y don Francisco de Alayza y Mardones, nuestro sobrino, caballero de la
orden de Santiago, a los cuales juntamente damos todo nuestro poder cumplido y
tan bastante como de derecho se requiere para que entren en nuestros bienes y
los administren, cobren y vendan para cumplir y pagar todo lo contenido en este
nuestro testamento. Del cual poder puedan usar aunque se haya pasado el año [f.
544] y el de más término que el derecho da a los tales comisarios albaceas, porque
se lo prorrogamos y queremos les dure hasta que tengan cumplido y hecho todo
lo dispuesto y ordenado en este nuestro testamento, con declaración que lo que
hicieren y determinaren la mayor parte de los dichos nuestros albaceas que se
hallaren en esta ciudad, se guarde y cumpla y ejecute como si todos unánimes y
conformes lo hiciesen.
Y cumplido y pagado todo lo contenido en este nuestro testamento, el rema-
nente que quedare y fincare de toda la cantidad de que podemos testar y disponer
en virtud de las dichas bulas y facultades que tenemos de Su Santidad al principio
citadas, queremos y es nuestra voluntad que todo ello sirve y lo mandamos para
que de su renta se casen y pongan en estado de matrimonio las huérfanas que se
crían en el colegio de Nuestra Señora de la Piedad de esta ciudad de Córdoba,
que sean naturales de ella o de los lugares de su obispado, a quien queremos hacer
este beneficio en satisfacción y mayor paga de los frutos y rentas que de él habe-
mos gozado [f. 544v] y bien común y aumento de esta república de que tan ex-
trema necesidad tiene, y por la particular devoción que tenemos a aquella santa
imagen de la Piedad. Y para que esta obra pía tenga verdadera ejecución y se
conserve y aumente, nombramos por patrones de esta dicha obra pía a nuestros
hermanos los señores deán y cabildo de esta Santa Iglesia y les damos poder cuán
bastante de derecho se requiere para que fundada y dotada la dicha obra pía por
mis albaceas puedan los dichos patronos deán y cabildo determinar los dotes que a
cada huérfana se hubieren de dar y dar los con efecto según el tiempo y calidad
de las dichas personas que han de poner en estado de la renta de la dicha obra pía
a quien nombramos y dejamos por única y universal heredera de todo el dicho
remanente que quedare de la cantidad de que podemos testar conforme a las
dichas bulas y letras apostólicas. Y es nuestra voluntad que faltando todas las per-
sonas nombradas y llamadas al patronazgo de la obra pía de casamiento de huérfa-
nas de esta ciudad y obispado y otras cosas que fundamos por escritura ante An-
drés Muñoz, escribano [f. 545] público de Córdoba en el año de mil seiscientos y
veinte y dos. Llegado el caso de que el dicho cabildo de esta Santa Iglesia haya de
ser único patrón de la dicha obra pía como puede que en tal caso las huérfanas
que se hubieren de casar de la renta de la dicha obra pía sean de las que se criaren
en el dicho colegio y casa de Ntra. Sra. de la Piedad, naturales de esta ciudad o de
los lugares de su obispado, como tenemos dicho. Y declaramos que es nuestra
voluntad que de la renta de la obra pía que por este nuestro testamento fundamos
ahora de presente en el dicho colegio de niñas huérfanas, nuestros albaceas pue-
dan dar y den la cantidad que les pareciere a nuestros criados que han sido y son
según los méritos de sus personas y servicios que nos hubieren hecho y necesidad
suya por la vida de cada uno de los que señalaren y no más, porque es nuestra
voluntad que faltando los que una vez fueren señalados luego la dicha renta se
convierta en los dotes y sustento de las dichas huérfanas, que es el principal inten-
to para que la fundamos. Sobre todo lo cual encargamos las conciencias a nuestros
albaceas.
[f. 545v]
Revocamos, anulamos y damos por ningunos y de ningún efecto y valor to-
dos cuantos testamentos, mandas y codicilos que hayamos hecho y otorgado antes
de este por escrito o de palabra o en otra cualquier manera, aunque en sí conten-
ga cualesquier cláusulas derogatorias que otro alguno queremos que no valga ni
haga fe en juicio ni fuera de él, salvo este que es nuestro testamento y testimonio
de nuestra última y postrimera voluntad. Y queremos que valga como mejor haya
lugar de derecho. Y para ello rogamos al dicho señor inquisidor Ldo. don Juan
Ramírez de Contreras firme este nuestro testamento porque nos no podemos
firmar por el impedimento de la mano derecha para otorgarlo cerrado, y va escri-
to en diez hojas con esta y así mismo lo firmó Andrés Muñoz, escribano público,
en Córdoba, a veinte y cinco días del mes de agosto de mil y seiscientos y veinte
y cuatro años.
Don Juan Ramírez de Contreras [firma]
Andrés Muñoz, escribano público [firma]
Lily Litvak
Académica Correspondiente
RESUMEN
ABSTRACT
1
El palo flamenco se refiere a un tipo de clasificación musical. En el Diccionario de la
Real Academia de la lengua española se define como «cada una de las variedades del
cante flamenco». El palo flamenco determina qué compás, qué estructura y qué métri-
ca tiene lo que se va a interpretar, ya sea al cante, al toque o al baile. Así, el cante de
siguiriyas es un cante dramático, un desbordamiento patético, mientras que las alegrías
o los tanguillos tienen un aire festivo, risueño e incluso sátiro. Alrededor de quinientos
cantares distintos constituyen en la actualidad el dominio del flamenco. El cante fla-
menco nace de dos raíces primitivas, que son las tonás, fuente de los cantos gitanos, y
el fandango, fuente de los andaluces. Alegrías pertenece al grupo de las Cantiñas típi-
camente gaditana. Parece que procede de la jota de Cádiz, que se cantaba durante la
guerra de la Independencia. Consta de coplas romanceadas y se ajusta al compás de la
Soleá, pero más vivos y no sigue la cadencia andaluza. https://artehistoria.com/obras/
alegrias#google_vignette
Romero de Torres conocía muy bien el flamenco, desde los diez años,
cuando empezó a estudiar dibujo en la Escuela Provincial de Bellas Artes,
recibió sus primeras lecciones de música y solfeo en el Conservatorio de
Música, instalado en el mismo recinto que el Museo de Bellas Artes de
Córdoba donde nació. Su pasión por el flamenco lo inspiró toda su vida,
pero no abordó sus temas como pintura costumbrista. Tomó un camino
propio, expresado con un lenguaje visual que siguió madurando tras su
viaje en 1908 por varios países de Europa. Entonces estudió a fondo la
pintura del Renacimiento y de los primitivos italianos, en Francia conoció
la obra de Puvis de Chavannes y en Inglaterra la de los prerrafaelitas. Se
debe recordar también que siempre le habían atraído los antiguos maestros
españoles, entre ellos Antonio del Castillo y Juan Valdés Leal, y a esa lista
se deben agregar Velázquez y El Greco.
Sobre todo, animaba a Romero de Torres una fascinación por Leonar-
do, de quien se reconocía como su discípulo. Él mismo comentaba:
Una invencible simpatía me lleva a Leonardo, esa cumbre de la pin-
tura, que siendo maestro en tantas ciencias y artes, destaca de tal
manera que destruida toda su obra por las guerras y el abandono de
los hombres, le bastan ocho cuadros, únicos que se conservan, para
su influjo y gloria. Indudablemente estoy influido por su manera, y
me seduce su armonía del color y su dominio de la expresión hu-
mana, en la cual se aprecian vastos estudios anatómicos. Él anuncia
el despertar del Renacimiento 2.
Sus nuevas experiencias hicieron que dejara atrás su interés por los te-
mas sociales 3. En 1916 el pintor se trasladó a Madrid donde frecuentaba las
2
Massa, Pedro, Julio Romero de Torres. Buenos Aires: Luis de Álvarez, 1947, pp. 69-70.
3
En 1897 Romero de Torres fracasó en el concurso para obtener una beca a Roma,
convocado por la Academia Española de San Fernando de Madrid. Resultaron pre-
se había dado cuenta de que el arte no es lo que está ante la vista, sino «lo
que perdura en el recuerdo».
Valle comentó elogiosamente Amor sagrado, amor profano (1908) subra-
yando el reposo, la inmovilidad de las dos mujeres que figuran en el cua-
dro, casi idénticas, «estabilizadas con supremo conocimiento». Señalaba la
similaridad que encontraba entre Romero de Torres y la antigua pintura.
La obra del cordobés era triunfadora del tiempo, por su «encanto arcaico y
moderno».
Pero eso que solemos decir arcaico, no es sino la condición de eter-
nidad, por cuya virtud las obras de arte antiguo han llegado a noso-
tros. Es la cristalización de algo que está fuera del tiempo y que no
debe suponerse accidente del momento histórico en que se desen-
vuelve, informando toda la pintura de una época. Es la condición
de esencia, que antes de haber aparecido en la pintura como exis-
tencia real tuvo existencia metafísica en una suprema ley estética. La
obra de arte que ha perdurado mil años es la que tiene más posibili-
dades de perdurar otros mil. Lo que fue actual durante siglos es lo
que seguirá siéndolo en el porvenir, con fuerza augusta, desdeñosa
de las modas que solo tienen la actualidad de un día ¡las modas que
otra moda entierra, sin que alcancen jamás el prestigio de la tradi-
ción 4!
Era la belleza que Ruskin había encontrado en Botticelli:
Posiblemente no haya ninguna necesidad más imperativamente sen-
tida por el artista, ninguna prueba más infalible de la grandeza de la
actividad artística que la necesidad de la apariencia de reposo […]
Por oposición a la pasión, al cambio, al exceso, al esfuerzo fatigante,
el reposo es la característica particular y propia de la inteligencia y
de la potencia eterna: revela el «yo soy del creador», por oposición
al «yo llego a ser» de todas las criaturas 5.
4
Valle Inclán, Ramón del, Artículos completos y otras páginas olvidadas. Madrid: Ediciones
Istmo, 1987. pp. 231-232. Cit. Francisco Calvo Serraller, Julio Romero de Torres. La ho-
ra de iluminar lo negro: vientos sobre Julio Romero de Torres, Madrid, Mapfre, 2006, pp.
59-60. Ver el ensayo completo de Valle Inclán, «Un pintor», Homenaje a Julio Romero
de Torres, Córdoba, Banco de Bilbao, 1980. pp. 31-33. Ver al respecto mi artículo
«Prerrafaelismo y modernismo. Rubén Darío, Julio Romero de Torres, Ramón del
Valle Inclán», Siglo XIX, vol. 29, 2023, pp. 143-171.
5
Venturi Cita a John Ruskin, Modern Painters, (1890), parte III serie I, cap. VII. en Ven-
turi, Lionello, El gusto de los primitivos. Madrid: Alianza Editorial, 1952, p. 148.
LA BAILAORA
6
Museo Thyssen Málaga. De una parte de la composición de la tabla se conserva un ligero
apunte a lápiz, denominado Alegrías en el Museo de Bellas Arte de Córdoba.
7
Fundación Cristina Masaveu.
8
El vestuario empleado por las bailaoras de Alegrías es generalmente un vestido largo hasta
el tobillo, terminado en unos volantes, y adornado con cintas o encajes. Las mangas
pueden ser largas o cortas, abullonadas o con volantes. Además, las bailaoras lucen
mantillas adornadas con bordados y largos flecos. Como complemento, llevan flores,
peinetas, pendientes de coral y zapatos de tacón.
EL GUITARRISTA
9
Ramón Pérez de Ayala, «Romero de Torres en la Argentina», (La Prensa, 17 septiembre,
1922), en Ramón Pérez de Ayala y las artes plásticas, Granada, Fundación Rodríguez
Acosta, 1991, pp. 222-225. cit. p. 223.
10
En esta imagen se han notado algunos detalles característicos de las guitarras de esta
época, como el clavijero con los tradicionales palillos que fueron sustituidos más ade-
lante por tornillos sin fin. «Alegrías, Julio Romero de Torres», https://charlarte.com/
alegrias-julio-romero-de-torres/
damentales del flamenco. Desde fines del siglo XIX los tocaores «por fla-
menco», liberados de su doble función de cantaor/tocaor, habían encon-
trado su propio camino, construyendo artísticamente el toque popular de
guitarra rasgueada sin perder la espontaneidad de la improvisación 11. El
modelo para esta figura en Alegrías fue Juanillo el chocolatero, amigo de
Romero de Torres, con el cual alternaba y solía acudir a la taberna del
Bolillo donde «no era extraño que el propio pintor se arrancara por solea-
res o quizás por alegrías» 12. En este cuadro el pintor copió las manos de su
hijo Rafael para captar con exactitud la posición de los dedos en las cuer-
das.
Llama la atención la postura del tocaor, muy poco natural y opuesta a la
adecuada para el toque flamenco 13. Para tocar se debe estar sentado, con
las piernas en una postura cómoda y con un determinado curvamiento del
tronco que permita abrazar el instrumento y obtener la cercanía adecuada
para que los dedos se muevan con vertiginosidad. Se cruza la pierna dere-
cha sobre la izquierda y el codo descansa sobre la curva mayor de guitarra
y deja libre los brazos para la ejecución. En cambio, en este cuadro el to-
caor está inmóvil, casi arrodillado. No vuelve su rostro hacia la bailaora
sino hacia la guitarra, vertical, como si fuera un cetro y le estuviera rin-
diendo homenaje. Su actitud hace pensar que no está tocando, parece que
está rezando, meditando o en un trance y en completo silencio. Me indica
11
Norberto Torres Cortés, «La evolución de los toques flamencos: desde el fandango
dieciochesco “por medio”, hasta los toques mineros del sigl XX» La madrugá, Revista
de investigación sobre el flamenco, No.2, junio, 2010. https://www.laguitarra-blog.com/
wp-content/uploads/2011/09/origenes-de-toque-flamenco-desde-el-siglo-XIX.
12
Francisco Bravo Antibón, «La Córdoba taurina y diversa», En el noventa aniversario del
fallecimiento del genio cordobés, Julio Romero de Torres», El callejón Córdoba, «La Cór-
doba taurina y diversa», 30, noviembre, 2020. https://elcallejoncordoba.blogspot.com/
2020/11/j-ulio-romero-de-torres-el-genio-de-las_30.html. Bravo Antibón indica que
esta taberna situada en la confluencia de las calles Juan Rufo e Imágenes era el punto de
reunión de tertulias sobre el flamenco, mientras se paladeaba el vino de la casa, el cele-
brado fino Calabaza. Uno de los tertulianos fue Enrique Redel, muy amigo de Romero
de Torres. También en «En el noventa aniversario del fallecimiento del genio cordobés ,
Julio Romero de Torres», Los labios del toreo, https://www.escaleradelexito.com/n-el-
noventa-aniversario-del-fallecimiento-del-genio-cordobes-julio-romero-de-torres/ Ver
también el capítulo «La taberna cordobesa», en Juan José Primo Jurado, La Córdoba de
Julio Romero, Córdoba, Editorial Amuzara, 2010, pp. 65-72.
13
La guitarra flamenca es menos pesada que la guitarra clásica. Su caja además es más
estrecha, y la sonoridad menor para no eclipsar al cantaor. La madera suele ser el ci-
prés, teniendo el mango realizado en madera de cedro, y de abeto la tapa. Antigua-
mente, se utilizaba el palo santo de la India o de Río. El clavijero que se usa más en el
flamenco, suele ser de metal.
14
Cartas personales de Vinciane Trancart, 18 abril, 2024, y 19 abril 2024.
15
Vinciane Trancart, Visiones desafinadas. Prácticas y representaciones de la guitarra en Madrid y
en Andalucía (1883-1922) Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2019. Ver el capítulo
titulado «Oscuro silencio en Romero de Torres». Váse el capítulo «Oscuro silencio en
Rimnero de Torres», pp. 176-195 y sobre la cejilla en la guitarra, la nota 51 p. 179.
16
Gabriel Vaugdana, «Silencio cuerpo y baile: el lugar que ocupa el signo en el baile fla-
menco», La madrugá. Revista de Investiación sobre flamenco, N.º16, Diciembre 2019, pp.
39-55. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7188951
17
Barthes, Roland, Lo Neutro, México, Siglo XXI, 2004, p. 72. citado por Vaudgdana, op.
cit. p. 45.
18
«Romero de Torres. Las guitarras del maestro» primera parte, 16 diciembre 2007, y segunda
parte 14 octubre 2008 en Mi espacio flamenco http://miespacioflamenco.blogspot.com/
search/label/Las%20guitarras%20del%20maestro también disponible en Miguel, Miguel,
15 de febrero, 2003, «La guitarra del pintor» Diario Córdoba 2006,
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/guitarra-pintor_41440.html
19
Sobre los cuadros de Romero de Torres donde figura una mujer con la guitarra la im-
portante discusión de libro de Vinciane Trancart, Visiones desafinadas. Prácticas y repre-
sentaciones de la guitarra en Madrid y en Andalucía (1883-1922). También el ensayo de
Tracart «Les muses andaluces de Romero de Torres: renouvellement d'un type ou ar-
chétype», Iberic@l, Revue d’études ibériques et ibéro-américaines, N.º 8, Automne 2015,
pp. 15-37. https://hal.science/hal-01449667
Aunque en el ambiente flamenco la actuación de la mujer era el cante o el baile, du-
rante el siglo XIX y principios del XX había mujeres guitarristas que gozaron de reco-
nocimiento. Se pueden citar entre ellas Anilla la de Ronda, (Amaya Molina) (Ronda
1855-Barcelona, 1933), cantaora y guitarrista gitana; Dolores de la Huerta, intérprete
y compositora de los fandangos de Lucena; Trinidad la Cuenca, intérprete de mala-
gueñas; Mercedes Fernández Vargas, conocida como la Serneta, guitarrista, cantaora y
compositora (Jerez de la Frontera 1837-Utrera, 1912), llegó a tener cierto renombre
en Madrid, aunque terminó dando clases de guitarra y alquilando sus ricos trajes para
sobrevivir. Maestra en el cante por soleares. A su muerte algunos de los grandes del
cante andaluz como La Niña de los peines, Antonio Chacón, Fernando el de Triana o
Juanito Mojama se encargarían de difundir su obra. Sobre este tema ver Trancart, «Las
tocaoras de flamenco en el escenario público a finales del siglo XIX: esplendor y mise-
ria de una paradoja», en María Isabel Morales Sánchez, María Cantos Casenave et
Gloria Espigado Tocino (éds.), Resistir o derribar los muros. Mujeres, discurso y poder en el
siglo XIX, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes 2014, pp. 175-185,
http://www.cervantesvirtual.com/obra/-8/
20
Pastora Imperio fue el nombre artístico de Pastora Rojas Monge (1885-1979). Cantaora
y bailaora. Era de origen humilde, hija de una cupletista y un sastre de toreros. Parece
que el sobrenombre de Pastora Imperio se lo dio Pepe Fernández, campeón español
de billar y durante un tiempo empresario del Salón japonés donde ella empezó a actuar
en Madrid en 1900. Fue amiga de intelectuales. Benavente aprobó ese nombre porque
según él «esta Pastora vale un imperio». Manuel de Falla se inspiró en ella para com-
poner El amor brujo que se estrenó en el Teatro Lara de Madrid en abril de 1915. Ma-
nuel Benedito y Vives la pintó y el escultor Mariano Benlliure realizó La bailaora en
bronce y mármol. Para su aparición en el Teatro Coliseum de la Gran Vía en 1934 Ál-
varo Retana y José Casanova crearon una autobiografía. Julio la admiraba y la retrato
varias veces. Aparece en La consagración de la copla junto con Machaquito, ambos como
como representantes del pueblo. Más información en Julio Romero de Torres. El senti-
miento místico, Sevilla, Fundación Cajasol, 1922.
21
Presentada a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908.
hombre que porta una guitarra, envuelto en una capa negra española y
con el sombrero cordobés, es la música. El quinto personaje de este cua-
dro, situado en la esquina inferior derecha, es un autorretrato de Romero
de Torres, quien con un cigarrillo y un gesto elegante de la mano, mira
hacia el espectador. Ocupa el lugar que se solía dar en las antiguas pinturas
al comitente; que era el que encargaba y pagaba la pieza, o al donante,
cuando el encargo era una donación a una institución religiosa.
22
Del italiano sfumato. Obtenido al manejar de manera suave las capas de pintura, propor-
cionando a la composición unos entornos imprecisos. Leonardo la describe como «sin
líneas o bordes, en forma de humo o más allá del plano de enfoque».
Aún más que con el cuadro de Manet, La musa gitana se relaciona con
dos obras de Tiziano que Romero de Torres pudo ver en el Muso del
Prado: Venus recreándose con el amor y la música (Venere e Cupido con sonatuore
de organo, Museo del Prado, ca. 1555) y Venus recreándose en la música (Ve-
nere con organista Museo del Prado ca. 1550) 23. Como en ellas, una figura
toca un instrumento musical atrás de la mujer desnuda. En el caso de los
dos cuadros de Tiziano es un organista, y en La musa gitana es el tocaor
con la guitarra en las manos.
24
Francisco Martínez Sánchez, «El signo famenco de un barrio, el Campo de la Verdad».
Somos patrimonio, 7 septiembre, 2015. http://somospatrimonio.blogspot.com/2015/
09/el-signo-flamenco-de-un-barrio-el-campo.html. Ver también Ángel Gil Criado,
«La musa gitana», https://www.flickr.com/photos/144455086@N07/28846408435/
y don Rafael Guerra, «El arte flamenco en Córdoba», 18 diciembre 2014,
https://www.guiaflama.com/noticias/el-arte-flamenco-en-cordoba/. Los vecinos del
barrio, aficionados al cante, el baile y la guitarra, fundaron en 1952 la peña flamenca
Los Bordones, la más antigua de las existentes en Córdoba. En 1976 surgió la Peña
Flamenca del Campo de la Verdad y sus propuestas van a calar pronto en el flamenco
de la ciudad. En el Gran Teatro de Córdoba, en 1976, presentaron su primer festival de
invierno —26 de noviembre— al que son invitados Fosforito, Curro Malena, Luis de
Córdoba, El Pele y cantaores del barrio como El Chaparro, Juan Navarro Cobos y
Rafael Mesa «El Guerra». Desde ese momento se sucedieron los festivales, concursos y
recitales organizados. Se vivía el flamenco en su máxima intensidad, ofreciendo a los
vecinos de la zona y a la afición cordobesa la posibilidad de escuchar a Camarón, Tu-
rronero, José Menese, Terremoto de Jerez, Beni de Cádiz, El Lebrijano, etc.., ver a
bailaores como Mario Maya y escuchar a guitarristas como Juan Carmona «Habichue-
la», Enrique de Melchor y los locales Merengue de Córdoba, Juan Muñoz «El Toma-
te».
LA CANTAORA
25
Rafael Inglada, Julio Romero de Torres. Entrevistas y confesiones 1899-1930, Córdoba,
Editorial Cántico, 2021, p. 104.
26
«Juan Breva», El arte de vivir el flamenco,
https://elartedevivirelflamenco.com/cantaores38.html
27
Federico García Lorca, «Juan Breva», «Viñetas flamencas», Poema del cante jondo, Federico
García Lorca, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1955, p. 248.
28
Fernando Grieta, «La mística del flamenco», SecretOlivo. Cultura Andaluza Contemporánea,
Noviembre 2020, https://secretolivo.com/index.php/2020/11/26/mistica-flamenca/
29
La Junta de Andalucía ha declarado su voz bien de interés cultural. Entre 1910 y 1950
grabó 258 cantes en discos de pizarra, que en 2004 se publicaron en forma de trece
discos compactos. En 1961 se le rindió un homenaje nacional en Córdoba. En 1968
fue inaugurado un monumento en su honor situado en la Alameda de Hércu-
les (Sevilla), obra del escultor Antonio Illanes.
31
Publicado en la Fortnightly Review en 1869. En esa misma revista apareció el ensayo de
Pater sobre Botticelli en 1870 y sobre Miguel Ángel en 1871. Estos tres ensayos y
otros más fueron más tarde reunidos y publicados en su Studies in the History of the re-
naissane (1873), y después en una segunda edición como The Renaissance: Studies in Art
and Poetry. Ver al respecto Levey, Michael, The case of Walter Pater, London, Thames
and Hudson, 1978. Ver Donald Sassoon, Becoming Mona Lisa: The Making of a Global
Icon, London, Harcouirt, 2001.
32
Hay varios tipos de palmas: simples, que pueden ser sordas o sonoras, y palmas redoblás
o encontrás. Las palmas simples sordas se obtienen ahuecando las palmas de ambas ma-
nos al golpearlas entre sí (se ahuecan las manos para no ahogar la voz del cantaor o el
sonido de la guitarra). Suelen acompañar los cantes más solemnes, y sirven tanto de
ánimo como de marco respetuoso a la voz del cantaor.
33
Livak, Lily, Julio Romero de Torres. Catálogo de la Exposición. Museo de Bellas Artes de
Bilbao. Bilbao, 2002. p. 25.
http://miespacioflamenco.blogspot.com/2014/06/malaguena.html
34
«La saeta» (Julio Romero de Torres 1918) bloc de Javier, esta pintura fue expuesta por
primera vez en el Majestic Hall de Bilbao en 1918.
https://blocdejavier.wordpress.com/2023/09/14/la-saeta-julio-romero-torres-1918/
35
Muestra muestra a la Virgen María en un pedestal a cuyos lados se arrodillan San Anto-
nio de Padua y San Eloy. La escena está rodeada de querubines uno de los cuales porta
la leyenda: «El platero Universal/ de Dios el Eterno Padre/ Una Joya hizo tal/ que en
ella puso el caudal/ porque fuera para su Madre». Esta obra es también conocida como
Inmaculada con San Antonio y San Eloy. Fue encargada por el gremio de los plateros de
Córdoba para un altar que estaba en la antigua Calle de pescadería. Fue retirada de di-
cho altar en 1841 y actualmente está en el Museo de Bellas Artes de Córdoba.
36
Las saetas cantadas actualmente son las llamadas saetas flamencas, que supusieron una
transformación producida a finales del siglo XIX, a partir de otras primitivas saetas,
más cortas y sobrias de estilo.
Hay que notar la fuerza expresiva del dibujo en este grupo de seres
humildes, que capta con un verismo prodigioso el cuerpo humano,
miembros, vestiduras, la posición expresiva de las manos. Pero este «rea-
lismo» no es común, ni trivial, ni prosaico como en el realismo y lo usa
aquí el pintor para descubrir ciertas poses que explican toda una triste vida.
El fondo muy oscuro del cuadro es urbano, con detalles de la celebra-
ción de la Semana Santa en Córdoba. Se distingue la silueta de dos edifi-
cios religiosos ante los cuales pasa una multitud acompañando la procesión
de dos pasos; el de la Virgen de los Dolores, conocida como La Señora de
Córdoba y el de la de la Hermandad del Cristo de Gracia, llamado «el Espa-
rraguero», imagen muy venerada, que llegó a Córdoba en 1618. Fue fabri-
cada en pasta de maíz, por indígenas mexicanos en Puebla de los Ángeles.
Otro detalle que une al cuadro con su ciudad es que la obra original de
Valdés Leal fue un encargo del gremio de los plateros de Córdoba y du-
rante mucho tiempo estuvo expuesta en la calle Pescadería (actual calle
Cara) donde se pueden visitar los baños árabes de la Pescadería.
Romero de Torres había hecho esta obra con el objeto de llevarla al
extranjero, pero poco antes de venderla en Argentina, abrió las puertas de
su estudio para presentarla en Córdoba. Su amigo, Manuel Vigil Escalera
Díaz, la reprodujo en un retablo de azulejos que fue colocado en la facha-
da de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en la Plaza de Capuchi-
nos 37.
EL ESPECTADOR
37
La Saeta. Panel de azulejos (1921), 1.30 x1.30 m, situada en el exterior en la fachada de
Iglesia. Plaza de Capuchinos, Córdoba.
38
Muy visible en la iconografía mariana en la postura del contrapposto del niño Jesús giran-
do su cabeza en un escorzo para mirar al espectador.
39
Andreas Prater, Venus ante el espejo: Velázquez y el desnudo, Madrid: Centro de Estudios
Europa Hispánica, 2007.
ordenado por Velázquez cuando estuvo en Italia en 1650-51 para las co-
lecciones reales españolas 40.
Diego Velázquez, Venus del espejo, (The Rokeby Venus), (ca. 1647-1651).
40
Se han citado también como fuentes de inspiración de Velázquez las Venus realizadas
por pintores italianos. Entre los precedentes, se cita, por ejemplo, la Venus dormida de
Giorgione (ca. 1510) y las representaciones de Tiziano que hemos citado anteriormen-
te, donde se ve Venus recostada.
41
Se refiere al discípulo y yerno de Velázquez, Juan Bautista Martínez del Mazo. Su pro-
ximidad a Velázquez le permitió asimilar su estilo, a tal grado que hasta la fecha hay
dudas sobre la atribución de varias obras.
42
Rafael Inglada, op. cit., pp. 110-111.
43
«Venus del espejo», de Diego Velázquez, El ojo del arte, https://elojodelarte.com/
biografias/venus-del-espejo-de-diego-velazquez
Hay que recordar que Romero de Torres en varias obras que hemos
citado, como en Nuestra Señora de Andalucía (1907), incluye su autorretrato
con la mirada dirigida fuera de cuadro, hacia el espectador como para
afirmar que se trata de una obra de arte de la cual él es el autor. Según
Marcel Duchamp el arte lo completa el espectador, y en Alegrías Romero
de Torres invita al espectador a que observe y participe. A través de la
figura de Amalia completa en este cuadro su interpretación sobre la natu-
raleza de la representación y las posibilidades de la pintura. Insiste en la
complejidad de las imágenes al incluir al espectador en un acto perceptivo
y al pintor en un diálogo con él, planteando la pregunta ¿es el espectador
el que observa, o es también la obra la que interpela al espectador?
Romero de Torres despreciaba lo fácil, y su diálogo con el o los espec-
tadores de sus cuadros son una invitación a que comprendan, a que com-
partan, y también a que adivinen. Mallarmé insistía en que el misterio del
Simbolismo no consistía simplemente en nombrar, sino en el placer de
adivinar poco a poco; el identificar un estado del alma, mediante una serie
de operaciones de desciframiento, pues «siempre debe haber un enigma en
la poesía».
Moréas publicó el Manifiesto simbolista en Le Figaro el 18 de septiem-
bre de 1886. En él, anunciaba que el simbolismo era hostil a «los significa-
dos simples, las declamaciones, el falso sentimentalismo y la descripción
práctica», y su objetivo era, en cambio, «revestir el Ideal de una forma
perceptible». Por ello, en el arte las representaciones de la naturaleza, las
actividades humanas y todos los acontecimientos de la vida real no se sos-
tienen por sí solas; son más bien reflejos velados de los sentidos que apun-
tan a significados arquetípicos a través de sus conexiones esotéricas 45. En
44
La más antigua de las pinturas conservadas de esta tipología data de 1346 (Galería Na-
cional de Palermo), firmada por Bartolommeo Pellerano da Camogli, y fue desarrolla-
da en gran parte de Europa, inclusive en España44. Actualmente, hay varias imágenes
con este tema en el Muso del Prado, por ejemplo, La Virgen de la humildad (ca. 1400),
atribuida a Nicolau Pere, La Virgen de la huildad con donante. Atribuido a Hermanos Se-
rra y Ramón Destorrens, Siglo XIV.
45
Jean Moréas, «Un Manifeste littéraire. Le Symbolisme», Le Figaro, Supplément Litteraire,
N.º 38, sábado, 18 de septiembre, 1886, p. 150.
46
Rafael Inglada, op. cit., p. 104.
47
Francisco Zueras, «La pintura de Romero de Torres», Homenaje a Julio Romero de Torres,
Organizado por el Banco de Bilbao en la sala de Exposiciones de la Diputación Provincial de
Córdoba, Córdoba, Banco de Bilbao, 1980, pp. 16-17.
Aziz Tazi
Académico Correspondiente
RESUMEN
ABSTRACT
cuando el tiempo devora las huellas y el destino/ cuando en nada deviene el alción
de la bruma/ y los sueños de agua se inmergen en la niebla? (Mitos urbanos, p.
17 ), el hombre y Dios (Transepto), la sombra y la luz: Hombre de luz eter-
na/ a la efímera sombra condenado (Mitos urbanos, p. 14), la felicidad y la
angustia.
Consciente, entonces, de que las cosas existen por contraste, de la con-
tingencia y la transitoriedad de las circunstancias y los momentos vitales:
Sabes que nuestras vidas son luces de un momento («Aprendiz de sabiduría»
Ánfora nova. El universo luminoso de Manuel Gahete, p. 45), Manuel Gahete,
por lo demás filólogo y crítico literario acendrado, con una formación
clásica y gongorista exquisitas, asume, pues, su naturaleza de poeta atormen-
tado, su condición de andaluz, tanto en su ser como en su poesía, con un
alma que oscila sin reposo entre la alegría y el dolor, entre ‘lo rosa y lo
negro’, como dice el ya mencionado Dámaso Alonso. En íntima correla-
ción con esto último, y no por mera añadidura, la personalidad y la poesía
de Gahete no se entenderían sin su dimensión andalusí, cuyas reminiscen-
cias y evocaciones envuelven emocional y poéticamente muchos de sus
suntuosos versos.
Justamente, el canto a este legado andalusí en sus múltiples aspectos y
manifestaciones es lo que caracteriza e impregna los versos de este poema-
rio, Sendero de Volúbilis, objeto de la presente traducción al árabe, realizada
por la profesora Salma Moutaouakkil.
Sendero de Volúbilis es una antología poética que reúne una serie de
poemas publicados entre 1986 y 2014, cuyo denominador común, siendo
cada poema y cada verso únicos e irrepetibles, es la profundidad del sentir
poético, burilado en la expresión con una voluptuosidad y una musicali-
dad exquisitas, vertidas sobre los recuerdos de un pasado, no por lejano
menos presente y persistente en la personalidad de nuestro poeta: el pasado
andalusí.
La máxima expresión del esplendor y el posterior decaimiento de al-
Ándalus (obligado binomio de contrarios como en toda la poesía de Gahe-
te) viene dada, en nuestra opinión, en el largo poema Testamento, con sus
tres partes (I, II y III) perfectamente interrelacionadas. Asistimos, aquí, al
desdoblamiento poético de la personalidad de nuestro poeta en la del califa
Abd al-Rahman al-Nasir, contemplando las ruinas de la ciudad de Medina
Azahara. Las dos almas así fundidas rememoran con dolor y amargura el
pasado glorioso, casi irreal, de la legendaria ciudad, abocado fatalmente al
acíbar del olvido: ¿De qué me valen –dime–? ¿De qué me sirven¿/ las gemas,
los perfumes y los tapices?/ Si fue por ella/ por quien fueron mis ansias llanto y
quimera. (…) ¡Ah qué lentos puñales para el olvido! (Códice andalusí).
La temperatura anímica y poética asciende un escalón más haciendo
que nuestro poeta se apropie de la voz del califa Al-Nasir que, aterido,
constata, retrospectivamente, el inexorable paso del tiempo y la implacable
brevedad de los momentos de felicidad: De mi largo reinado, de tan grande
esplendor, tanta victoria y gloria y/ opulencia, ni siquiera recuerdo haber escrito en
rudo papel rojo, con la hibr de/ la agalla, catorce días seguidos de azul felicidad
(Códice andalusí).
La finitud de las personas y las cosas, contenida en la raíz misma del es-
plendor y la gloria, desde sus comienzos y en sus refulgentes manifestacio-
nes, se trasluce en estos bellos y estremecedores versos, así como en otros
muchos a lo largo y ancho de la antología, conformando una especie de
eterna ley de vida y obsesivo leitmotiv poético, con sus suntuosos sustanti-
vos y polícromos adjetivos transidos de luz y de sombra: Me oculté en el
boscaje de un reducto lignario para alejar la muerte y ni la/ soledad pudo evitarla./
Porque estaba la muerte, celada y acezante, en el blanco esplendente de/ Medinat
al-Zahra./ En todos sus alcázares de plata y pedrería./ En sus recias columnas
brocadas de jacintos./ En todos los alcores de aljófares y perlas (Códice andalusí).
La plena consciencia y la serena comunión con la fatalidad del paso del
tiempo y la irremediable brevedad de los momentos de felicidad, con el
consecuente pasmo y la irremediable decrepitud, tópico poético irrenun-
ciable en cualquier gran poeta con sensibilidad e intuición exacerbadas
como es el caso de Manuel Gahete, vienen compensadas, tanto en Sendero
de Volúbilis como en el conjunto de la obra poética de nuestro poeta, con
un solemne canto al amor, único contrapunto posible y salvador frente al
fatum del vivir: ¡Viva el amor! No existe mayor gloria/ ni ley con más vigor que
nos ordene/ cómo embriagar la vida y la memoria./ Porque quien nace para amar
ya tiene/ ganada la batalla y la victoria/ que solo el propio amor amando obtiene
(Códice andalusí). O este apoteósico final de otro poema, que se afirma
como una sentencia universal: ¡Ay del amor que no viene/ como el bálsamo a
la herida (El fuego en la ceniza).
Los límites de esta presentación no nos permiten ahondar a fondo en la
extensa y variada temática de los poemas que integran esta antología de
Manuel Gahete, pero podemos aseverar que, al tiempo que recorren lo
esencial de los lugares comunes universales y atemporales de la poesía,
Por todo ello, podemos afirmar que la traducción a la lengua árabe del
poemario Sendero de Volúbilis, de Manuel Gahete, llevada a cabo por la
traductora literaria, la profesora Salma Moutaouakkil, se nos manifiesta
como una actividad translaticia responsable y consciente, sabedora de todas
y cada una de las dificultades y resistencias que ofrecen los versos de un
poeta tan profundo, avezado y dueño de sus técnicas y artificios como es
el autor de la presente antología poética, máxime cuando la traducción en
cuestión se hace entre dos lenguas totalmente diferentes. En efecto, el
español y el árabe poseen estructuras lingüístico-métricas y sistemas rítmi-
cos dispares, además de referentes culturales y escalas de valores que obe-
decen, en cada caso, a especificidades históricas y sociales no siempre coin-
cidentes. No obstante, la larga convivencia de las dos civilizaciones y el
intercambio cultural y humano entre sus componentes han ido confor-
mando, a través de muchos siglos, percepciones y querencias emocionales
y sentimentales con unas raíces muy compartidas.
Quizá fuera esta última circunstancia la que ha animado a la hispanista
y traductora Salma Moutaouakkil a ‘osar’ emprender tamaño quehacer
translaticio (traducir a un maestro de la palabra poética como Manuel
Gahete), amén, desde luego, de su exquisito dominio de la lengua árabe y
de su innegable competencia lingüística en lengua española, adquirida a lo
largo de su experiencia docente y su reconocida actividad traductora, a
pesar de las dificultades encontradas y de algún que otro titubeo poste-
riormente subsanado con suficiente tino y pericia, inherentes por lo demás
a cualquier empresa de semejante calado.
Así, pues, si ponemos en una balanza el mundo y la expresión poéticos
de Manuel Gahete, de tonalidad sublime y punteados con referencias mi-
tológicas y una sintaxis a menudo gongorista y barroca, y en otra balanza
el esfuerzo lector, de cabal asimilación comprensiva, con el subsiguiente
intento, mayoritariamente acertado, de volcar en lengua árabe un conteni-
do y un lenguaje altamente poéticos expresados en español, podemos
afirmar que ha valido la pena, que, como balance final, Salma
Moutaouakkil ha llevado a cabo una traducción responsable y decente, y
ha conseguido acercarse dignamente, aunque asintóticamente, a través de
una nueva lengua al misterio y a la unicidad de la poesía de Gahete.
RESUMEN
ABSTRACT
INTRODUCCIÓN
Plano de los caminos del Nuevo Reino de Granada compuesto por el capitán
don Antonio de la Torre (Santa Fe de Bogotá, 1783).
***
DOC. N.º 1
Título de Virrey del nuevo Reino de Granada al arzobispo de Santa Fe, don Antonio
Caballero
Don Carlos IV. Por cuanto en atención al distinguido mérito, y muy particulares
servicios que habéis contraído vos el muy reverenciado en Cristo Padre, arzobis-
po de Santa Fe, don Antonio Caballero y Góngora, mi virrey interino, Goberna-
dor y Capitán General del nuevo Reino de Granada (a cuyo celo se debe la ente-
ra pacificación de aquellas provincias) y al desempeño, actividad y desinterés que
habéis manifestado en las muchas arduas, e importantes comisiones de mi real
servicio, que he puesto a vuestro cargo, acreditando en todos tiempos vuestra
integridad, talento y apreciables circunstancias: he venido por mi real decreto de
7 de abril último en conferiros en propiedad el mismo empleo de virrey de dicho
nuevo Reino de Granada, y provincias agregadas a él, sin otra limitación de
tiempo que el que fuere de mi real voluntad.
Por tanto, por el presente, os elijo y nombro por mi virrey y gobernador del
referido reino de Granada, por el tiempo que fuere mi voluntad para que le rijáis
y gobernéis y en mi nombre podáis hacer y hagáis las gracias, gratificaciones,
mercedes y demás cosas que parecieren convenir y proveer todos los cargos de
guerra y justicia que han acostumbrado proveer los virreyes del Perú, proveyeron
vuestros antecesores en la jurisdicción del mencionado reino de Granada y terri-
torios agregados a este virreinato y hacer todo lo demás que ellos podían y debían
conforme a lo que está dispuesto. Y mando a los oidores, alcaldes y fiscales que al
presente son y en adelante fueren de mi audiencia real de la ciudad de Santa Fe
de dicho nuevo reino de Granada y a los concejos, justicias y regidores, caballeros
escuderos, oficiales y hombres buenos de todas las ciudades, villas y lugares de los
distintos de la expresada audiencia y virreinato, que al presente están pobladas y se
poblaren de aquí adelante y a los habitantes y naturales de ellas que os hayan y
tengan por mi virrey y gobernador del dicho Reino de Granada y de todas las
1
Cfr. AGI (Archivo General de Indias), Estado; y Torres Lanzas, P., Fuentes para su estu-
dio. Catálogo de documentos conservados en el archivo General de Indias de Sevilla, tomo I,
Sevilla 1924.
DOC. N.º 2
Título de Capitán general del nuevo reino de Granada al arzobispo de Santa Fe don
Antonio Caballero y Góngora
Don Carlos IV. Por cuanto he nombrado por mi virrey gobernador del nuevo
reino de Granada y por presidente de mi audiencia que reside en la ciudad de
Santa Fe a vos el muy reverendo obispo de esta ciudad de Santa Fe, don Antonio
Caballero y Góngora y porque mi voluntad es que asimismo seáis capitán general
del referido nuevo reino de Granada y provincias agregadas a este virreinato y
que ejerzáis este cargo en todas las ocasiones de guerra, entradas y otras cosas que
se ofrecieren durante tiempo que fuerais de él. Por tanto, por el presente, os elijo
y os nombro por mi capitán general del mencionado reino de Granada y provin-
cias agregadas y os doy poder y facultad de ejercer el dicho cargo, así como por
mar como por tierra en todas las ocasiones que se ofrecieren por vuestra persona
y las de vuestros lugartenientes y capitanes que es mi voluntad podáis nombrar y
removerlos o quitarlos y poner otros en su lugar cada y cuando que os pareciere.
Y mando a los oidores de mis real audiencia de la ciudad de Santa Fe y provincias
comprendidas en el referido nuevo reino de Granada y sus virreinatos que os
hayan y tengan por mi capitán general de él y nos dejen libremente usar de este
cargo y a vuestros lugartenientes y gozar vos y ellos de las preeminencias que
respectivamente se os deben guardar, según se acostumbran con mis otros capita-
nes generales y subtenientes de semejante reino y asimismo mando a los concejos
justicias regidores caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de todas las
poblaciones que al presente hay y hubiere en adelante y a todos los habitadores y
DOC. N.º 3
Título de presidente de la audiencia de Santa Fe al arzobispo de aquella Diócesis, don
Antonio Caballero y Góngora
Don Carlos IV. Por cuanto he nombrado por mi virrey gobernador y Capitán
general del nuevo reino de Granada y provincias agregadas a este virreinato, a vos
el muy reverendo arzobispo de Santa Fe, don Antonio Caballero y Góngora y
siendo como es mi voluntad que juntamente con estos cargos tengáis el de presi-
dente de mi real audiencia que reside en el dicha ciudad de Santa Fe y del referi-
do nuevo reino de Granada. Por tanto os elijo y nombro por tal presidente de la
expresada audiencia y es mi merced que ahora y de aquí en adelante cuando mi
voluntad fuere presidáis, asistáis y estéis juntamente con los oidores que al pre-
sente son quien en adelante fueren de ella y que hagáis y procuréis todas las cosas
necesarias, así al servicio de Dios como a la buena administración de justicia y las
demás al expresado oficio anexas y pertenecientes de la misma manera que lo
hicieron vuestros antecesores y los pueden y deben hacer los otros presidentes de
las demás audiencias y chancillerías de estos reinos y que se os guarden las pre-
DOC. N.º 4
El sueldo que ha de gozar en cada un año el arzobispo de Santa Fe Don Antonio Caba-
llero y Góngora, virrey del Nuevo Reino de Granada
Don Carlos III. Cuando habiendo resuelto nombrar para que sirvan los cargos de
mi virrey, gobernador y capitán general del nuevo reino de Granada y presidente
de mi real Audiencia de la ciudad de Santa Fe al muy reverendo arzobispo de
aquella diócesis don Antonio Caballero y Góngora; he venido, en consideración
a la calidad y circunstancia de su persona y a la ocupación y trabajo que tendrá
con estos empleos, y para que se pueda mantener con la autoridad que conviene
en señalarle de salario en cada año cuarenta mil pesos para que goce de ellos des-
de el día que por testimonio signado de este erario público contare haber tomado
posesión de los mencionados cargos. Por tanto por el presente mando a los oficia-
les de mi real hacienda de la referida ciudad de Santa Fe, que de cualesquier cau-
dales que haya o entraren en las cajas de su cargo den, y paguen al expresado muy
reverendo arzobispo don Antonio Caballero y Góngora los expresados cuarenta
mil pesos de salario en cada año todo el tiempo que sirviere estos empleos, por los
tercios de él, y como se hizo con sus antecesores, y se pagaren sus salarios a los
ministros y personas que gozan de mi real hacienda en aquellas provincias, y que
en virtud de este, y su carta de pago, o de quien su poder hubiere, y testimonio
del día en que tomare posesión, se les reciba y pasen cuenta, lo que así le dieren y
pagaren, sin otro recado alguno estando advertidos de que cuando salga de virrey
el empleo de virrey le ha de cesar el citado salario desde el día que su sucesor en
él, tomare la posesión. Todo lo cual mando se guarde y cumpla con calidad de
que en la forma prevenida por mi real cédula de veinte y seis de mayo de mil
setecientos setenta y cuatro se satisfaga en las referidas cajas de la ciudad de Santa
DOC. N.º 5
Poder general a Don Antonio Caballero y Góngora, virrey, gobernador y capitán general
del nuevo reino de Granada
Don Carlos III. A todos los Consejos, corregidores, caballeros, escuderos, oficia-
les, y hombres buenos de todas las ciudades, villas, y lugares de las provincias del
nuevo reino de Granada, y de las otras provincias, e islas sujetas y comprendidas
en el distrito y jurisdicción de mi Audiencia Real de la ciudad de Santa Fe, y
virreinato del referido nuevo reino de Granada; y a otras cualesquiera personas
eclesiásticas y seglares de cualquier estado, condición, preeminencia o dignidad
que sean, o ser puedan, naturales vecinos estantes, y habitantes en el expresado
nuevo reino de Granada, y provincia, o cada una de ellas a que tocare, o pudiere
tocar lo en esta mi carta contenido, y a cada uno, y cualquier de vos: sabed; que
yo he nombrado al muy reverendo arzobispo de dicha ciudad de Santa Fe Don
Antonio Caballero y Góngora por mi virrey, gobernador y capitán general del
mencionado nuevo reino de Granada, por la satisfacción que tengo de su persona
y que procurará que Dios nuestro señor sea servido, y que su santísima ley evan-
gélica se predique, y dilate en las referidas provincias en beneficio de las almas
naturales y habitantes en ellas, y para que las gobierne en toda paz sosiego y quie-
tud de manera que vayan en aumento, y haga y administre igual justicia a vos mi
súbditos y vasallos, vecinos naturales y residentes en las provincias del citado vi-
rreinato del nuevo reino de Granada, y proveer en todas las cosas que ocurrieren,
así concernientes a la administración y ejecución de la justicia, como de la guarni-
ción y defensa de ellas, y gratificación de los descubridores y pobladores, mis
súbditos y vasallos que las descubrieron y poblaron, el buen tratamiento y conser-
vación de los indios naturales y buen recaudo y administración de mi real hacien-
da; y en todas las cosas, casos, y negocios que se ofrecieren, lo que pareciere que
conviene; y finalmente para que pueda ser y proveer todo aquello que yo podía
DOC. N.º 6
Facultad a Don Antonio Caballero y Góngora, virrey del nuevo reino de Granada para
proveer gobernaciones de nuevos descubrimientos
Carlos III. A vos el muy reverendo arzobispo de Santa Fe Don Antonio Caballe-
ro y Góngora a quién nombrado por mi gobernador y capitán general del nuevo
reino de Granada y presidente de mi real audiencia de la expresada ciudad de
Santa Fe. Porque sin embargo de lo que está ordenado acerca de que no podáis
proveer ninguno de los cargos de gobernadores para nuevos descubrimientos,
pacificaciones, y poblaciones y para que la tierra se desocupe de la gente baldía, y
desasosegada, y busque nuevas tierras donde poblar y hacer asiento, y se quite el
que ejecute alteraciones, y movimientos, de que por la mayor parte semejante
gente suele ser causa y que los indios de estas provincias donde fueren tenga co-
nocimiento de nuestra santa fe católica, y ley evangélica, y se consigan otros bue-
nos efectos de que Dios nuestro señor será servido por la satisfacción que tengo
de vuestra persona y prudencia he resuelto remitíroslo, para que teniendo presen-
te proveáis lo que os pareciere convenir, así para el servicio de Dios nuestro señor
y mío, como para quietud y sosiego de aquella tierra; para cuyo efecto que la
presente os doy poder y facultad para, que pareciéndoos que conviene para al-
guno de los efectos expresados, proveer alguna o algunas gobernaciones para los
referidos nuevos descubrimientos, y poblaciones en las provincias de vuestra ju-
risdicción, lo podáis hacer, y hagáis, y que estas personas a quienes así proveáis
con los citados cargos, vos con los oidores de la citada mi Audiencia de la expre-
sada ciudad de Santa Fe les deis las instrucciones, y provisiones necesarias para
que excusen los daños y desórdenes que hasta ahora ha habido en nuevos descu-
brimientos; y para la instrucción y doctrina de los naturales de las provincias que
así fueren a poblar para su buen tratamiento, y conservación; todo con conformi-
dad de lo dispuesto por la instrucción que últimamente mandé acerca de los des-
cubrimientos y poblaciones que hallaréis en el archivo de dicha Audiencia, y
tendréis siempre cuidado de saber cómo se cumple la orden que diereis y cómo
fueren tratando a los dichos naturales, por convenir así mi real servicio. Dada en
Aranjuez a veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey.
Por mandado el nuestro señor. Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 7
Facultad a Don Antonio Caballero y Góngora virrey del nuevo reino de Granada para
perdonar delitos
EL REY
Por cuanto de las alteraciones, y desasosiegos que ha habido en las provincias del
nuevo reino de Granada soy informado que han quedado y hay muchos culpados,
que con temor del castigo se han ausentado de los lugares donde cometieron los
delitos, y como quiera que pudiera yo mandar proceder contra ellos conforme a
justicia, y condenarlos en pena de muerte, y perdimiento de bienes y en otras
penas; por el deseo que tengo de la paz y sosiego de aquellas provincias, y que se
entiende en la instrucción, y conversión de los naturales de ellas; y también por
entender que los tales culpados no tuvieron intención de ser virrey que siempre
han estado y están aparejados para obedecer mis mandamientos como de su señor
natural; es mi voluntad que vos el muy reverendo arzobispo de Santa Fe Don
Antonio Caballero y Góngora a quién he nombrado por mi virrey de las men-
cionadas provincias del nuevo reino de Granada, por la confianza de que me hallo
de vuestra persona os doy facultad para que en mi nombre podáis perdonar a
todas y cualesquiera personas que en aquellas partes residieren, cualesquier delitos,
y excesos que hubieren cometido y hecho contra mi real corona. Por tanto por la
presente os doy poder y facultad para que si viereis que conviene para la pacifica-
ción, y quietud de las citadas provincias de la nominada ciudad de Santa Fe y
nuevo reino de Granada y demás agregados a la jurisdicción de este virreinato,
perdonar a todas y cualesquiera personas particulares que hayan cometido delios,
así antes de la data de esta mi cédula, como después de ella, lo podáis hacer; pues
a las personas; que así por vos fueren perdonadas, yo por la presente las perdono
de los delitos que los perdonareis, aunque sean de calidad que conforma derecho
requieran que fueran especificados y declarados en esta mi cédula. Y mando a
todas y cualesquiera mis justicias, así de estos reinos, y señoríos, como de las di-
chas provincias del nuevo reino de Granada, y de otras cualesquiera partes de las
Indias, islas y tierra firme del mar océano que no procedan de oficio ni a pedi-
mento de procurador fiscal, ni de otra persona alguna, contra los que así vos hu-
bierais perdonado, ni contra sus bienes cuanto a lo criminal, reservando (como
reservo) a las partes de derecho en cuanto a lo civil, interés, y daño de ellas, pues
yo por el presente (como dicho es) le remito mi justicia, y mando que no puedan
ser presos, ni acusados, ni sus bienes tomados, ni embargados, ni se puedan hacer,
ni hagan procesos, ni dar sentencia alguna contra ellos en los casos que así por vos
fueren perdonados, por la presente los doy sin ningunos, y los caso y anulo como
si no los hubieren hecho, y , quito de ellos, y sus descendientes toda macula, e
infamia en que por ello hayan incurrido, y los instituyo en el estado en que esta-
ban antes que cometiesen los dichos delitos, para que en juicio y fuera de él no se
les pida cosa alguna acerca de ello que así es mi voluntad. Dada en Aranjuez a
veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por manda-
do del nuestro señor Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 8
Declaración de los casos en que el virrey del nuevo reino de Granada podrá usar de la facul-
tad para perdonar delitos
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciu-
dad de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién
nombrado por mi virrey, gobernador y capitán general del nuevo reino de Gra-
nada. Por real cédula de la dicha de esta os he dado facultad para que si viereis
que conviene para la quietud de aquellas provincias, perdonar a cualesquiera
personas los delitos que hubieren cometido lo podáis hacer, como más porme-
nor se expresa en dicha real cédula; y respecto de que esta facultad se os da para
lo que toque a la autoridad del cargo que os he conferido y por la confianza que
tengo de vuestra persona; aunque entiendo que usareis de ella con la considera-
ción que se requiere he resuelto advertiros, que mi voluntad es que no uséis de
esta facultad, si no fueren casos de rebelión, y que convenga mucho a mi servi-
cio, y al sosiego y quietud de la tierra. De Aranjuez a veinte y cinco de mayo de
mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro señor. Don
Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 9
Facultad al virrey de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora para castigar los delitos
que se hubieren cometido en el nuevo reino de Granada
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nom-
brado por mi virrey gobernador y capitán general del nuevo reino de Granada.
Habiendo yo entendido que en aquellas provincias hay personas, que han come-
tido graves delitos, y que por huir el castigo se han ausentado, y están esparcidos
en provincias y ciudades del dicho nuevo reino, y otras de la jurisdicción de
vuestro virreyreinato, y porque (como sabéis) mediante la ejecución de justicia, se
satisfacen las culpas, y el temor del castigo corrige los ánimos inquietos, y de los
más inclinados que perturban la quietud de las repúblicas, os mando que os in-
forméis, y sepáis muy particularmente, qué delitos se han hecho, y cometidos en
dichas provincias, y por qué se han castigado, y hecho diligencias para los culpa-
dos, y llamadas y oídas las partes a quienes tocare, dispondréis que con brevedad
se haga justicia en las causas civiles, y en las criminales de oficio, y a pedimento
de parte, así contra cualesquier mi gobernadores, y justicias, y oficiales de mi
hacienda que hayan sido; y sean al presente, como contra cualquiera personas de
cualquier estado, condición, preeminencia y calidad que sean, pues a todo ello os
doy por la presente tan bastante, y amplio poder y facultad como se requiere y es
necesario, con todas sus incidencias y anexidades. Dada en Aranjuez a veinte y
cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del
nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 10
Para que los sucesores de las seis encomiendas del nuevo reino de Granada que se expresan,
presenten ante el virrey cuando vacaren, dentro de seis meses el título que tuvieren de cada
una de ellas
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nom-
brado por mi virrey de las provincias del nuevo reino de Granada. Aunque por
justos motivos no se dio a vuestro antecesor Don Pedro Mesía de la Cerda al
tiempo de su ingreso en dicho virreinato la facultad de encomendar indios, como
a sus antecesores, se le confirmó después por Real Cédula de diecinueve de junio
de mil setecientos sesenta y nueve con la calidad de por ahora. En carta de cator-
ce de noviembre de mil setecientos setenta participó entre otras cosas, que a ex-
cepción de seis encomiendas estaban incorporadas las demás a mi real corona, con
cuyo motivo vine en prevenirle por despacho de diez de noviembre de mil sete-
cientos setenta y uno que según fuesen vacando después de las dos vidas, las seis
encomiendas referidas se incorporasen también a mi corona; lo que os mando
ejecutéis, y que cuando falleciere alguno de los que actualmente las obtiene de-
jando sucesor, sea este obligado por sí, o por procurador, acudir a vos dentro del
término de los primeros seis meses a mostrar el título que tuviere de su enco-
mienda para que se le renueve y de otro para la segunda vida, y si no fuere dentro
de los seis meses, pierda los frutos que el tal repartimiento de indios montare
desde el día que vacó hasta que comparezca a pedir el título quedando los citados
frutos para mi real hacienda; y para que ninguno alegue ignorancia lo haréis no-
torio en las partes que convenga. Dada en Aranjuez a veinte y cinco de mayo de
mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro señor. Don
Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 11
Al virrey de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora sobre que cumpla las Cédulas,
que están dadas a sus antecesores
EL REY
Reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad de
Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nombra-
do por mi virrey gobernador y capitán general de las provincias del nuevo reino
de Granada. Porque así, por mí, como por los señores es mi predecesores están
dadas muchas Cédulas, cartas, y provisiones para diversas cosas del real servicio,
buen gobierno de esas provincias, y administración de la justicia despachadas de
oficio, y a pedimento de partes las cuales han ido dirigidas a los virreyes nuestros
antecesores: es mi voluntad que se cumpla lo que por ellas está ordenado, y pre-
venido, y así os encargo que las veáis, guardéis y cumpláis como si a vos fueran
dirigidas en todo, y por todo, según, y como en ellas se contiene, y declara sin
poner en ello impedimento alguno. Dada en Aranjuez a veinte y cinco de mayo
de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro señor.
Don Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 12
Declaración de casos en que el virrey del nuevo reino de Granada Don Antonio Caballero
y Góngora podrá librar en la caja, y con qué intervención y acuerdo
EL REY
Por cuanto atendiendo a que en el nuevo reino de Granada y su distrito se pue-
den ofrecer ocasiones en que para su pacificación, o acudir a su defensa y seguri-
dad, o por la administración de mi justicia convenga gastar de mi real hacienda
alguna cantidad de maravedíes y que por no haber orden mía para hacerlo se
DOC. N.º 13
Para que en caso de estar ocupadas las casas que ha de habitar el virrey del nuevo reino de
Granada se desocupen, y las obras que necesitaren se hagan de condenaciones
EL REY
Oidores de mi Real Audiencia de la ciudad de Santa Fe en el nuevo reino de
Granada, y oficiales de mi Real Hacienda de ella. Habiendo nombrado al muy
reverendo arzobispo de esa diócesis Don Antonio Caballero, y Góngora por mi
virrey gobernador y capitán general de ese nuevo reino, y debiendo habitar este
mis casas reales de esa Audiencia, donde estuvo su antecesor y los presidentes que
han sido de ella, y puede ser, que alguno de vosotros tengáis ocupados los apo-
sentos de ellas; y por esta causa no pueda acomodarse suficientemente os mando
que desocupéis al mencionado muy reverendo arzobispo Don Antonio Caballero
y Góngora la casa, y aposentos que en ella han tenido el virrey y los presidentes
sus antecesores para que se pueda acomodar, y aposentar su persona y familia, y si
algunos de vos los referidos oidores, o oficiales reales estuviereis dentro, salgáis
luego de la citada casa, de manera que por ninguna vía se impida al expresado
muy reverendo arzobispo su comodidad, y porque asimismo puede ser que haya
necesidad de hacer algunos edificios y aposentos de nuevo en las dichas casas por
no ser suficientes las que hay, o que convenga repararlas del daño que tuvieron,
procedido de algún temblor u otro accidente es mi voluntad que en tal caso el
gasto que en ello se hubiere de hacer sea de algunas condenaciones que se podrán
aplicar para la obra de dichas casas, o de gastos de justicia, y no habiendo de lo
uno, ni de lo otro de penas de cámara, a cuyo fin mando a vosotros los mencio-
nados oficiales reales, que cumpláis las libranzas que para estas obras se dieren en
vosotros de lo que estuviere en vuestro poder del producto de condenaciones, sin
poner en ello impedimento alguno, que así es mi voluntad. De en Aranjuez a
veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por manda-
do del nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 14
Para que el virrey de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora pueda despachar con su
secretario las cosas de gobierno en que le pareciere conviene guardar secreto
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nom-
brado por mi virrey gobernador y capitán general de las provincias del nuevo
reino de Granada. Por uno de los capítulos de la instrucción que os he mandado
dar, se ordena que de los mandamientos y provisiones que despachareis tocante al
gobierno de aquellas provincias quede copia y registro a la letra en vuestro poder,
y que por si para esto, como para ordenar las cosas secretas puede ser que os pa-
rezca convenir, que pasen por mano de vuestro secretario, o de otra cualquiera
persona y no ante los escribanos de gobernación, y cámara de la referida mi Au-
diencia, os doy licencia para que los tales negocios en que por cualquier vía os
pareciere convenir que se guarde secreto lo podáis despachar con el expresado
vuestro secretario, o persona que quisiereis, que así lo tengo por bien, sin embar-
go de cualquiera cosa que en contrario de esto esté por mi prevenida. De en
Aranjuez a veinte y cinco de mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey.
Por mandado del nuestro señor. Don Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 15
Al virrey de Santa Fe sobre el orden que ha de tener en abrir caminos y hacer puentes
donde fueren menester
EL REY
Muy reverendo en Cristo padre arzobispo de la iglesia metropolitana de la ciudad
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora de mi Consejo, a quién he nom-
brado por mi virrey gobernador y capitán general del nuevo reino de Granada.
Habiéndome informado que en aquella tierra conviene abrir caminos y hacer
puentes para que puedan caminar buenamente los españoles, e indios que habitan
en ella; y considerándose cuan conveniente es que se ejecute así, y se mantengan,
y aderecen los caminos, y calzadas y reparen los puentes contribuyendo a ello mis
vasallos de aquellas provincias por el beneficio que de ello gozan, he resuelto
mandaros que reconozcáis todo lo expresado y proveáis en ello conforme a lo
dispuesto por las leyes de estos reinos que tratan sobre este asunto, y que si fuere
necesario que se hagan algunos caminos y puentes en las dichas provincias os
informéis que es lo que podrán costar, y que lugares y personas así españolas,
como indios han de gozar de ellos y que repartáis a cada uno, según el beneficio
que recibiere, y más provecho de ello tuviere disponiendo que se haga con toda
igualdad y verdad, y que lo que se repartiere a los indios, lo paguen de los frutos
y provechos, que en sus pueblos tuvieren. De en Aranjuez a veinte y cinco de
mayo de mil setecientos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del nuestro
señor. Don Miguel de San Martín Cueto.
DOC. N.º 16
Sobre la orden que ha de tener con el virrey y en el conocimiento y determinación de los
negocios con que hubiere discordia
EL REY
Oidores de mi Real Audiencia que reside en la ciudad de Santa Fe del nuevo
reino de Granada. Por lo que tengo antes de ahora ordenado por Cédulas, provi-
siones, e instrucciones mías que se han dado a los virreyes, y gobernadores de
Indias, y Audiencias de ellas habréis entendido, y podréis de nuevo entender mi
voluntad acerca del modo y forma que se ha de tener en el despacho y expedi-
ción de los negocios, y los que tocan al virrey solo proveer, y en lo que ha de
proceder con comunicación vuestra que son a vuestro cargo y tocar a la adminis-
tración de la justicia en que tengo encargado y mando a los dichos virreyes que os
la dejen libremente hacer sin entrometerse, ni embarazaros en ello, ni permitir
que se os haga impedimento, ni estorbo alguno; y porque soy informado que no
obstante lo que así tengo proveído y ordenado en algunas ocasiones, y casos que
han sucedido, ha habido diferencias, y pretensiones entre los oidores de algunas
de estas Audiencias, y los virreyes, suponiendo los oidores que el virrey se entro-
metía y embarazaba en aquello que no le competía, en impedía la ejecución, y
administración de la justicia; y que en estas diferencias, y pretensiones se había
procedido con tal demostración y viniéndose tales términos que habían causado
notables inconvenientes con escándalo y desautoridad de los ministros. Y porque
como quiera que mi voluntad es que los referidos mis virreyes en conformidad de
lo que así está, y tengo proveído, guarden la orden que está dada, como se lo
tengo mandado, y tengo por cierto lo harán sin embargo para que en caso que
ellos excedan en aquello que a vosotros os pareciere que no os debía embarazar ni
entrometerse, quiero que en tal caso guardéis, y tengáis esta orden, y hagáis con
él las diligencias, prevenciones, amonestaciones, y requerimientos que según la
calidad del caso, o negocios os pareciere ser necesario, y esto sin demostración, ni
publicidad ni de manera que se pueda entender de fuera y si hechas las diligen-
cias, amonestaciones y requerimientos y habiéndole hecho instancia sobre que lo
remedie, y no pase adelante, todavía perseverase él en hacerlo, y mandarlo ejecu-
DOC. N.º 17
Para que dé al virrey del nuevo reino de Granada el favor y asistencia que necesitare
EL REY
Presidente y oidores de mi Real Audiencia de la ciudad de San Francisco en la
provincia de Quito. Saber que he nombrado por mi virrey gobernador y capitán
general de las provincias del nuevo reino de Granada al muy reverendo arzobispo
de Santa Fe Don Antonio Caballero y Góngora. Y porque puede ser, que para
algunas de las cosas de su cargo haya menester que le hagáis algún socorro, os
mando que cada y cuando, que os escribiere, que para mi servicio tiene necesidad
de gente, armas, y bastimentos, artillería, o otra cualquiera cosa le proveáis de ello
por el orden y de la manera que él os lo escribiere en mi nombre, así como si yo
lo hiciera; lo cual cumpliréis siempre con la brevedad y diligencia que os avisare,
que así es mi voluntad. De en Aranjuez a veinte y cinco de mayo de mil setecien-
tos ochenta y tres. Yo el Rey. Por mandado del Rey nuestro señor. Don Miguel
de San Martín Cueto.
DOC. N.º 18
Para que el virrey del Nuevo Reino de Granada procure la reducción general de los indios
de aquel reino
EL REY
Por cuanto el señor Don Felipe IV (que santa gloria haya) mandó dar y dio la
Cédula del tenor siguiente. El conde de Chinchón, pariente, de mi Consejo de
Estado y Guerra, gentil hombre de mi Cámara, mi virrey gobernador, y capitán
general de las provincias del Perú, o a la persona, o personas, a cuyo cargo fuere
su gobierno. Vuestra carta de diez de mayo de mil seiscientos treinta y tres en que
decís las diligencias que habéis hecho para enteraros de la forma, en que se podía
disponer de la reducción general de los indios de ese reino de que se ha tratado
diversas veces, se ha visto en mi Consejo de estas Indias juntamente con los pare-
ceres que enviasteis sobre la materia yo, dieron las Audiencias de Lima, la Plata, y
Quito, y otros ministros míos, y personas particulares, y habiéndose discutido, y
practicado sobre todo y visto juntamente lo que en la dicha razón pidió en el
dicho mi Consejo.
RESUMEN
ABSTRACT
1
Diario de Córdoba, 09/04/1873.
2
Diario de Córdoba, 20/09/1873.
3
Prólogo de la edición ilustrada publicada por entregas por el diario Córdoba a lo largo de
2001.
4
Obra de referencia en su género publicada en Madrid por Sucesores de Rivadeneyra en
1900.
5
Así me referiré a la misma en este trabajo por ser su clara denominación tradicional,
aunque oficialmente el Ayuntamiento la denomine hoy Biblioteca Central ‘Antonio
Gala’ (sobrenombre aprobado por unanimidad en el pleno municipal celebrado el 11
de diciembre de 2023, materializando así un acuerdo anunciado el 18 de octubre del
mismo año), de la Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba.
13
Revisando el presente texto antes de su entrega localizo dos ediciones facsimilares más
distribuidas por Amazon, publicadas por Nabu Press en 2012 y por Forgotten Books
en 2019. Lo dicho: la liberación de derechos abre veda para reeditar los Paseos. Una de
estas ediciones facsimilares libres explica que el libro «ha sido seleccionado por los aca-
démicos [no precisa qué académicos] por ser culturalmente importante y es parte de la
base de conocimiento de la civilización tal como la conocemos. Este trabajo —pro-
sigue— es de dominio público en los Estados Unidos de América y posiblemente en
otras naciones. Dentro de los Estados Unidos, puede copiar y distribuir libremente es-
te trabajo, ya que ninguna entidad (individual o corporativa) tiene derechos de autor
sobre el cuerpo del trabajo. Los académicos creen, y nosotros estamos de acuerdo, que
este trabajo es lo suficientemente importante como para ser preservado, reproducido y
puesto a disposición del público en general. Apreciamos su apoyo al proceso de pre-
servación y le agradecemos por ser una parte importante para mantener este conoci-
miento vivo y relevante».
El escritor y académico Miguel Salcedo Hierro unió su nombre a los Paseos por Cór-
doba, primero como prologuista y redactor de epígrafes que facilitasen su lectura en las
ediciones de Luque, y segundo como autor de los textos que completaron la obra
inacabada de don Teodomiro en la edición ilustrada de 2001. (Foto Juan Vacas).
Siempre se aceptó —al mismo tiempo que se lamentó— que los Paseos
fuese una obra inconclusa, que se interrumpe de forma brusca, como ya se
ha visto, en el paseo decimoquinto, dedicado al barrio de la Catedral. ¿Y
por qué no completarla? La osadía se convirtió en reto. Acabar el barrio de
la Catedral no era difícil, pues bastaba añadir la descripción que del primer
monumento cordobés hace Rafael Ramírez de Arellano —primogénito de
don Teodomiro— en su Guía artística de Córdoba 14 publicada en Sevilla en
1896, complementada con aportaciones del académico y cronista oficial de
la ciudad Miguel Salcedo Hierro para el Campo Santo de los Mártires, el
Alcázar de las Reyes Cristianos, la estancia en el mismo de los Reyes Ca-
tólicos, la Infanta Doña María allí nacida, la Inquisición, la Albolafia, la
Puerta del Puente y otras referencias.
La colaboración de Salcedo Hierro se extendió también a un último
paseo de nueva creación dedicado al barrio de San Basilio o Alcázar Viejo
«asumiendo así la misión honrosa y peligrosa de completar el texto des-
criptivo de la Córdoba de entonces, por lo que limitando su escritura al
tiempo en que se escribieron los Paseos por Córdoba» 15. Fue una satisfacción
que Salcedo aceptase con entusiasmo la propuesta de completar la obra,
pues dieciocho años antes, como indicaba en el prólogo de la segunda
edición (1973), no se había ‘atrevido’ a ello entonces. «Rechacé bastantes
sugerencias recibidas en el sentido de completar con mi aportación propia
el último capítulo interminado», decía. «Estoy seguro —añadía— de que
no hubiera conseguido darle el peculiar encanto que envuelve todas las
páginas de don Teodomiro y que mi adición se habría considerado como
una extraña añadidura» 16. Pero en esa ocasión no fue así, incluso disfrutó
enfrentándose a semejante reto, completando así el libro inacabado de un
cronista oficial, como él.
14
El título completo, que figura en la portadilla del libro, reza: «Guía artística de Córdoba
o sea indicación de los principales monumentos y objetos de arte que el curioso ó afi-
cionado debe visitar en esta Ciudad». Se vendía al precio de una peseta, como figura
en la contraportada.
15
Del prólogo a la edición ilustrada (2001), por Miguel Salcedo Hierro, t. I, p. VIII.
16
Prólogo a la segunda edición de Paseos… (1973), por Miguel Salcedo Hierro, p. 10.
No son pocos los eruditos que escatiman valor histórico a los Paseos por
Córdoba por carecer de citas a pie de página y referencias documentales
que respalden sus afirmaciones y referencias históricas. Y en efecto, así es.
Pero conviene saber que don Teodomiro proporcionó en el prólogo de la
primera edición algunas pistas acerca de fuentes y personas consultadas:
…hemos registrado cuantas obras se encuentran en las pocas bibliotecas
que tenemos; hemos buscado datos en el riquísimo archivo municipal,
donde encontramos muchos, gracia [sic] á la amabilidad y celo del ar-
chivero D. José López Amo. En algunas parroquias se nos han facilita-
do apuntes muy curiosos; conocemos con todos los detalles los archivos
de los establecimientos de Beneficencia y Diputación Provincial, y así
hemos logrado reunir tantos datos que damos á luz instigados por nues-
tros amigos, algunos como los distinguidos literatos D. Francisco de
Borja Pavón, D. Rafael Sierra y Ramírez y D. Cárlos y D. Feliciano
Ramírez de Arellano, quienes no solo nos animaron á publicar nuestra
obra, sino que han contribuido á ella con sus consejos, facilitándonos
los muchos datos y obras custodiadas en sus bibliotecas 17.
El propio autor expone el propósito que le guía en el prólogo a la pri-
mera edición de la obra, la única publicada en vida. Anuncia allí que «en
estos paseos hemos de contar infinidad de tradiciones completamente in-
verosímiles, otras hijas de las creencias religiosas, que dejamos a que cada
lector las juzgue según su criterio, y otras históricas a cuya parte corres-
ponden todos los demás datos de la historia de los edificios, títulos de las
calles y citas de personas notables, sean o no hijos de Córdoba» 18. Y por si
no bastara, al comienzo del paseo primero, que discurre por el barrio de la
Magdalena —en el que vivió y murió el propio don Teodomiro, calle
Muñices 19— el autor concibe su obra como una recopilación de «lo nota-
ble que hay en cada barrio y la multitud de tradiciones, ya históricas ya
fantásticas, y las noticias referentes a cada uno» 20. Obsérvese que, ya de
17
Prólogo a la primera edición de Paseos…, t. I (1873), reproducido en la segunda edición
de Luque-Everest (1973) y siguientes.
18
Prólogo de la primera edición (1873) que se repite en el t. II de la edición ilustrada
(2001), p. VI.
19
Como atestigua una lápida colocada en la fachada de la casa de la calle Muñices que
ostenta hoy el número 19: «La Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de
Córdoba a la memoria de su director el ilustre historiógrafo y poeta D. Teodomiro
Ramírez de Arellano que falleció en esta casa el 18 de mayo de 1909».
20
Paseos por Córdoba, edición 2001, t. I, p. 2.
21
Epílogo de Paseos, edición ilustrada (2001), t. II, p. 480.
22
Así lo recoge el historiador y profesor de enseñanza secundaria José Luis Casas Sánchez
en su Estudio de la Historiografía sobre Córdoba y provincia (1700-1936), publicado por la
Caja Provincial de Ahorros en 1992. Allí encuadra la obra de don Teodomiro en el
apartado «La seudohistoria de Córdoba», p. 71.
23
Cita recogida por Salcedo Hierro en el prólogo de la edición ilustrada (2001), tomo I,
p. VII.
24
JAÉN MORENTE, Antonio: Historia de Córdoba, 4ª ed., Librería Luque y Editorial
Everest, León 1971, p. 221. El profesor Manuel Toribio García, estudioso y biógrafo
de Jaén Morente, me indicó por e-mail, tras escuchar mi intervención, que «en todo
no acertó don Antonio».
25
DELGADO LEÓN, Feliciano: «La Literatura de Córdoba», en Córdoba capital, vol. 4,
Cultura y sociedad, coord. Márquez Cruz, Francisco Solano. Córdoba, 1995.
escribir y a editar la obra Paseos por Córdoba, que no pudo concluir, y ade-
más dio a luz una colección de Romances cordobeses». 26
A raíz de la muerte de don Teodomiro la nota necrológica que le dedi-
ca el Diario de Córdoba —en el que también colaboró— dice a propósito
de su obra más conocida que como gran aficionado a la historia «hizo pro-
fundos estudios referentes a la vida de otras edades, y fruto de tales estu-
dios y de su erudición extraordinaria fueron interesantes escritos, entre los
que sobresale su curiosísima obra titulada Paseos por Córdoba, que no pudo
concluir por causas agenas (sic) a su voluntad» 27.
Muchos de los eruditos y cronistas que lo menosprecian consultan la
obra para sus trabajos o al menos la citan en las bibliografías o fuentes utili-
zadas. También constituye una habitual fuente de información y consulta
para los periodistas de ayer y de hoy. El historiador y académico Enrique
Aguilar Gavilán asevera que en los Paseos «muchos cordobeses aprendimos
a amar la tierra que nos vio nacer penetrando en ese mundo de tradiciones
y leyendas que con el correr del tiempo contribuyeron a modelar el alma
y el embrujo de esta incomparable urbe» 28.
26
MONTIS ROMERO, Ricardo de: «Libros cordobeses», en Notas cordobesas, t. I, p.
106. Córdoba, 1989.
27
Diario de Córdoba, 18/05/1909.
28
«El marco histórico de los Paseos», epílogo de la edición ilustrada de Paseos por Córdoba
(2001), p. 460.
29
Prólogo de M. Salcedo Hierro, segunda ed., 1973, p. 10.
30
Publicada en 2003 bajo el amparo de la Fundación Cristo de las Mercedes de Córdoba.
Consta de 154 pp. y se completa con la relación de obispos cordobeses, tanto en or-
den cronológico como en el alfabético.
versiones PDF y EPUB, tanto el texto completo como los paseos diferen-
ciados por barrios.
Un aspecto muy interesante que agiliza enormemente las consultas
puntuales es que al tratarse de documentos en formato de texto se pueden
realizar búsquedas dentro de ellos. 31 También se han creado ‘saltos de pá-
gina’ para que las de la obra digitalizada coincida con las de la obra repro-
ducida, que es la edición de 1973. El paciente y cuidadoso autor de ese
trabajo ha sido el funcionario municipal Juan Manuel Zurita Contreras,
ayudante de Biblioteca. Pero no se ha limitado a la mera digitalización del
texto, pues, según indica la información colgada en la web, «hemos tradu-
cido al nomenclátor actual algunos nombres de calles que la mayoría de los
lectores actuales no sabrían ubicar. También hemos insertado enlaces a
imágenes o al mapa de Google para facilitar igualmente el reconocer los
lugares citados en la obra», un recurso muy interesante para pasear por
Córdoba de forma virtual. También se ha confeccionado un plano de
Córdoba en Google Maps en el que se sitúan muchos de los hitos men-
cionados en los Paseos, que se pueden abrir desde el enlace que figura en la
página de descarga. ¡Ay, si don Teodomiro levantara la cabeza!
Y es que una Biblioteca moderna, como la municipal, que hoy se de-
nomina oficialmente Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba y dirige
Rafael Ruiz Pérez es algo más que un almacén de libros para leer en sus
modernas y amplias instalaciones o llevarse a casa en calidad de préstamo;
es un centro cultural vivo y dinámico con diversidad de actividades en
torno al libro y el fomento de la lectura, no hay más que asomarse a su
página web, que sorprende por su variedad de contenidos, propuestas y
enlaces.
En la pestaña ‘Fondos digitalizados’, por ejemplo, profesores, investiga-
dores y simples curiosos pueden también consultar apartados de carteles,
fotografías, postales, grabados, manuscritos, partituras, planos, callejero,
folletos y libros, entre ellos, especialmente, las Notas cordobesas, de Ricardo
de Montis, y los Paseos por Córdoba, de don Teodomiro. Todos estos re-
cursos, que se pueden consultar o bajar y guardar desde casa con simples
clics ahorran a los usuarios muchos paseos, lo que, paradójicamente, dis-
minuye la estancia presencial en las instalaciones de la biblioteca.
Pero la producción publicada de don Teodomiro aún no está comple-
ta. El director de la Red Municipal de Bibliotecas, Rafael Ruiz, ha tenido
31
Mediante la herramienta de búsqueda del programa visor (Acrobat Reader o similar).
32
Así es como figura en portada el título del libro, cuyo enunciado completo es Biografía y
memorias especialmente literarias de Don Luis María Ramírez de las Casas Deza, entre los ar-
cades de Roma Ramilio Tartesiaco, individuo correspondiente de la Real Academia Española.
Facultad de Filosofía y Letras, Córdoba, 1977.
33
Ibid., pp. 314-315.
34
En el prólogo de la segunda edición (1973) Salcedo Hierro cifra exactamente en 55.448
los habitantes que tenía Córdoba en 1873, año del primer tomo de los Paseos.
35
Pinceladas históricas extraídas de «El marco histórico de los Paseos», texto epilogal re-
dactado por el profesor Enrique Aguilar Gavilán para la edición ilustrada de la obra
(2001), t. II, pp. 460-464.
36
Así lo afirma el autor citado en su artículo epilogal de la edición ilustrada de los Paseos
(2001) «El arte en la época de Teodomiro Ramírez de Arellano», t. II, pp. 473-478.
37
Vid. «La imagen urbana de Córdoba en el siglo XIX», comentario epilogal de José
Manuel Escobar Camacho en la edición ilustrada (2001), t. II, p. 470.
38
Se puede ver y descargar en la web de la Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba,
desplegando la pestaña ‘fondos digitalizados’ > ‘planos y callejero’.
39
ANÓNIMO: Casos notables de la ciudad de Córdoba, tercera edición a cargo de Francisco
Baena Altolaguirre y la editorial Albolafia, Córdoba 2003. Se trata de una edición fac-
símil a partir de la primera, que había visto la luz en 1949 y que desde el siglo XVII
circuló en manuscritos. Aquella primera edición partía del manuscrito conservado en
la Real Academia de la Historia, de Madrid.
40
Este pasaje de ‘catas’ en las páginas del libro, redactado por el autor del presente trabajo
y coordinador de la edición ilustrada, se publicó en el diario Córdoba el 21 de abril de
2001, dentro de la campaña promocional de la edición en fascículos, distribuida a los
lectores con el periódico.
41
En su epílogo a la edición de los Paseos ilustrados (2001) su bisnieto Mariano Aguayo
apunta que «aún tuvo don Teodomiro un hijo más, que falleció niño», según deduce
de una elegía con la que se abre el álbum de autógrafos de la esposa del erudito.
42
«Mi bisabuelo Teodomiro», por Mariano Aguayo, texto epilogal de la edición ilustrada
(2001), t. II, p. 480.
dares; La luz de la razón y Loca de amar. Para poner alguna sonrisa a tanto
drama se le conoce asimismo la comedia La cartera. También abordó la
zarzuela con la obra Todos hermanos, para niños, con música de Eduardo
León. Pero entre toda su producción destacan y perviven los Paseos por
Córdoba, su obra más leída y consultada.
Murió en Córdoba el 18 de mayo de 1909, y tras el funeral en la pa-
rroquia de San Pedro su cadáver fue inhumado en el cementerio de San
Rafael, departamento derecha del patio porticado de la entrada, fila segun-
da, número 46. Como curiosidad, hay que añadir que en el entierro portó
una de las cintas del ataúd el escultor Mateo Inurria, amigo del escritor.
43
Postal del Día. «Paseos por Córdoba», por R.G. (Rafael Gago), diario Córdoba,
10/09/1967.
44
La serie se publicó semanalmente entre el 22 de septiembre de 1979 y el 14 de junio de
1980.
45
PRIMO JURADO, Juan José: Paseando por Córdoba, paisajes y personajes, editorial Al-
muzara, Córdoba, 2005, 208 pp..
46
GARCÍA PARODY, Manuel: Nuevos Paseos por Córdoba, editorial Renacimiento,
Sevilla 2013, 274 pp.
47
Ibid., p. 7.
Paseos por Córdoba es una herramienta habitual a la que recurren los do-
centes como fuente documental para trabajos escolares o como guía para
diseñar recorridos por los barrios, que inculquen a sus alumnos el conoci-
miento de la ciudad, del que se derive el amor a la misma y la defensa de
su patrimonio cultural en todas sus vertientes.
El libro de don Teodomiro ha inspirado también un ciclo de conferen-
cias organizado por la Fundación Pro Real Academia de Córdoba en no-
viembre de 2023 bajo el título «Callejeando por los barrios del casco histó-
rico», recorridos descriptivos a cargo de periodistas 48 cuyos trabajos se re-
copilarán en un libro ilustrado de igual título que se incluirá en la colec-
ción que lleva precisamente el nombre de ‘Teodomiro Ramírez de Are-
llano’. Ciclo y libro se suman así a la conmemoración de los 150 años de
la publicación del primer tomo de los Paseos.
La Red Municipal de Bibliotecas indica en su web, con relación a esta
obra, que en 2008 «vio la luz un interesante proyecto consistente en el vol-
cado a una página web disponible en internet construida mediante la tecno-
logía wiki (al modo de la wikipedia) del texto completo de los Paseos por
Córdoba», que desarrolló una empresa cordobesa subvencionada por la Con-
sejería de Innovación, Ciencia y Empresa, aunque aquella web (http:
www.bibliotecadecordoba.com) no está operativa desde hace tiempo. Con-
fiando en la colaboración de los internautas pretendía construir una especie
de «enciclopedia de los Paseos», con artículos dedicados a cuantos lugares y
personas se citan en la obra 49. Una interesante iniciativa que no se culminó.
48
El ciclo, patrocinado por la Fundación Cajasur, se celebró los días 13, 14, 15, 17 y 20 de
noviembre, con participación de los periodistas Carlos Miraz («El Centro Comercial,
una historia ataviada de escaparates»); Manuel Fernández («San Miguel-Capuchinos, el
corazón medieval de Córdoba»); Francisco Javier Cantador («La Trinidad, bajo la mirada
de Góngora» y «El Salvador-La Compañía, mucho más que la huella jesuita»); Félix Ruiz
Cardador («El barrio de la Catedral o el laberinto infinito del poder y el espíritu»); Matil-
de Cabello («San Francisco, de curtidores, armeros y calceteros»); Jesús Cabrera («San
Pedro, algo más que una parroquia y una plaza»); Antonio Varo Pineda («La Magdalena,
regreso al barrio» y «Santiago, geometría de sol y viento»); Rosa Luque Reyes («San An-
drés-San Pablo, alma de pueblo a un paso de Las Tendillas»); Francisco Solano Márquez
—también coordinador de la actividad— («San Lorenzo y su torre, balcón de la Ajer-
quía»), y José Luis Blasco («Santa Marina, cuna de tradiciones populares»). Al libro se in-
corporan «El Alcázar Viejo, un arrabal entre murallas y patios», por el arquitecto Rafael
Cabello Montoro —autor de una tesis doctoral sobre el barrio—, así como anexos, a
continuación de cada barrio, con breve explicación de sus topónimos callejeros, por
Francisco Román Morales, licenciado en Historia y especialista en el tema.
49
Añade la web de la RMBC que los restos de aquel proyecto se pueden consultar en
Internet Archive, aunque sin posibilidad de ampliación ni mejora.
Pese a las críticas y valoraciones despectivas que han soportado, los Pa-
seos de don Teodomiro es una obra a la que recurren eruditos, periodistas
y lectores en general, y especialmente docentes, que la utilizan como
fuente documental para trabajos escolares o como guía para diseñar reco-
rridos por los barrios, que inculquen a sus alumnos el conocimiento de la
ciudad en la que habitan, del que se derive el amor a la misma y la defensa
de su patrimonio cultural. Nunca imaginó don Teodomiro que su obra
tuviese tan larga vigencia y proyección, pues 150 años después de su pu-
blicación sigue plenamente viva.
Andreina Bianchini
Académica Correspondiente
RESUMEN
PALABRAS CLAVE Este trabajo propone dar una amplia visión de la obra y pen-
samiento del Maquiavelo en su contexto histórico, enfatizando su
Necesidad.
importancia para la fundación del pensamiento político moderno y
Virtus.
Fortuna. mostrando cómo, en los cinco siglos desde su muerte, ha sido al
República. centro de la reflexión sobre el arte de gobernar, en contraste con la
Libertad. «leyenda negra» en torno a su nombre en la imaginación popular.
ABSTRACT
KEYWORDS This paper proposes a broad vision of the works and thought
of Machiavelli in historical context, emphasizing his importance for
Necessity.
the post-Renaissance approach to politics and showing how, in the
Virtus.
Fortune. five centuries since his death, he has remained central to discus-
Republic. sions of political theory in contrast with the black legend that sur-
Liberty. rounds his name in the popular imagination.
1
Véase Claude Lefort, Maquiavelo: Lecturas de lo político, Madrid, Trotta, 2020 (2010).
(Título original: Le travail de l’oeuvre Machiavel, 1972).
2
Felix Gilbert, Machiavelli and Guicciardini: politics and History in Sixteenth Century Florence.
New York, Norton, 1984 (Princeton University Press, 1965), 200: «We can never re-
turn to concepts of politics which existed before Machiavelli wrote».
3
Expresión empleada por Maquiavelo en una carta para indicar el periodo después del
1512. Todas las obras mayores de Maquiavelo fueron escritos post res perditas.
4
Véase Victoria Pineda, «Maquiavelo en España: versiones poco exploradas del Arte della
guerra», Studia Aurea, 17, 2023: 439-479. Todas las obras de Nicolás Maquiavelo están
disponibles en español en modernas ediciones. Para las citaciones de El Príncipe he uti-
lizado la edición de Espasa Libros del 2021 (duodécima impresión) de la traducción y
notas de Eli Leonetti Jungl, con introd. de Giuliano Procacci, y para los Discursos, una
traducción publicada por Amazon en Francia, sin indicación del traductor ni del año
de publicación.
5
Véase William J. Connell, «La lettera di Machiavelli a Vettori del 10 dicembre 1513» in
Machiavelli nel Rinascimento italiano, Milano 2015, 51-93: «La lettera che il 10 dicembre
1513 Machiavelli invió a Francesco Vettori, con l’annuncio della stesura di un trattato
sui principati, è diventata la lettera più famosa della storia moderna. La sua fama è
paragonabile o superiore a quella di illustri precedenti quali la Settima Lettera di
Platone, la corrispondenza tra Pietro Abelardo e Elosia, la lettera di Dante a Can
Grande, e l’Ascesa al Monte Ventoso e l’Ad posteritatem epistola» di Francesco Petrarca,
51. (Artículo publicado originalmente en inglés en 2011.)
obras completas, que incluye sólo estudios publicados en los quince años
desde 2000 hasta 2015, contiene 1.125 entradas, una media de setenta y
cinco al año 6. Arienzo, profesor en la Universidad Federico II de Nápoles,
ha hecho también una versión digital —‘A Reference bibliography on Machia-
velli and Machiavellianisms (2000-2016)— que se puede actualizar fácilmen-
te. Cuando fue puesta al día el 17 de diciembre del 2019 tenía noventa y
dos páginas. Esto, sin tener en consideración todo lo que se ha escrito
entre los años 1550 y 1999.
En conclusión, la bibliografía sobre Maquiavelo es oceánica, y el interés
no da señas de disminuir. No hay autor o pensador importante de la tradi-
ción occidental que no se haya ocupado mucho o poco del Maquiavelo.
Como escribe Isaías Berlín en su famoso ensayo intitulado «La Originali-
dad de Maquiavelo», es un caso único, porque existen más de una veinte-
na de teorías principales diferentes sobre cómo interpretar el Príncipe y los
Discursos, y esto, a pesar de que Maquiavelo es elogiado por su prosa con-
cisa, seca y clara. Y por supuesto Berlín propone su propia y fascinante
interpretación, importante complemento a las demás 7.
En España también, como en toda Europa, ya desde la segunda mitad
del s. XVI no se ha dejado de tener en cuenta los escritos de Maquiavelo,
los cuales han condicionado las discusiones sobre cómo se debía gobernar,
aún si casi siempre se trataba de rebatirlo 8. En torno y a consecuencia de la
obra de Maquiavelo nace la misma idea de «ciencia política».
Pero sigamos otra pista. Echemos una ojeada al humus, al contexto, al
mundo de Maquiavelo, partiendo de algunas observaciones sobre su obra
6
En Niccolò Machiavelli, Tutte le Opere. Secondo l’edizione di Mario Martelli (1971), Firenze,
Bompiani, 2022 (2), 3095 – 3245.
7
Isaia Berlin, «The Originality of Machiavelli» in Against the Current. Princeton University
Press, 2013 (First edition Hogarth Press, 1979), 33-100. Para Berlín Maquiavelo llegó
a mostrar que la visión cristiana del mundo era incompatible con una manera realista y
eficaz de gobernar. Según Berlín «tocaba a alguien decirlo. Maquiavelo lo hizo», 83.
8
Véase la obra fundamental de J.A. Maravall, «Maquiavelo y el maquiavelismo en Espa-
ña», en Estudios del pensamiento español, Siglo XVII. Madrid. Ediciones Cultura Hispá-
nica, 1976, pp. 39-76. El ensayo había salido por primera vez en 1969. De especial re-
levancia son las obras de los jesuitas, y en particular, las de Ribadeneyra y Feijoo.
Véase también Gennaro Barbuto, «Los Jesuitas y el “príncipe” de Maquiavelo: de Ri-
badeneyra a Gracián. Paradigmas de la mediación», en Res Publica: Revista de Historia de
las Ideas Políticas (Madrid), 20 (1)2017: 125-140. La obra de Ribadeneyra —Tratado
de la Religión y virtudes que debe tener un Príncipe christiano para gobernar y conservar sus Es-
tados contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos de este tiempo enseñan’— famosísima,
tuvo muchas reimpresiones y traducciones in latín, francés e italiano.
maestra. Para el insigne crítico Giorgio Inglese, los Discursos sobre la Primera
Década de Tito Livio son «el texto más importante del pensamiento político
que se haya escrito en italiano; son la primera obra maestra de la historio-
grafía moderna» 9. Tienen la forma de un comentario libre, selectivo, que
parte de momentos significativos de la historia de Roma y otras historias
antiguas, y correspondencias con la situación del momento en Florencia,
en Italia y en Europa en general. Es una obra eximia del humanismo ita-
liano, otro testimonio más de la total compenetración de la antigüedad
clásica, que fue el filtro a través del cual se entendía la vida entre los italia-
nos del Renacimiento. Todos, no sólo los eruditos o los intelectuales, sino
también mercaderes y gente de variadas profesiones y oficios, leían y co-
nocían a los clásicos latinos y a las traducciones de muchos de los griegos.
El padre de Maquiavelo, doctor en leyes con una muy discreta biblioteca
de obras clásicas, lo inició en el estudio del latín a los siete años, y sabemos
que leyó a Cicerón, Plauto, Salustio, Floro, Tácito y Suetonio, y que co-
noció las traducciones que había, en latín o en vulgar, de Tucídides, Aris-
tóteles, Polibio, Plutarco, Apiano, Herodiano y Procopio 10 . Él mismo
tradujo a Terencio, y más impresionante, tenemos el autógrafo de su
transcripción integral del De Rerum natura de Lucrecio, cuya influencia en
la orientación de su perspectiva sobre el mundo no fue para nada insignifi-
cante 11.
Nótese que Maquiavelo escoge la primera década de Livio para su ma-
gistral comentario, justo porque es la parte de la historia que trata la fun-
dación de Roma y los primeros siglos de su existencia, primero bajo los
reyes, y luego, después de su expulsión, los célebres siglos de la República
Romana. En el Renacimiento, y entre lo humanistas, se consideraba el
periodo de la República romana el más glorioso, y no el que consideraban
su degeneración en impero. (Justo el opuesto de Dante y el concepto me-
9
Véase Niccolò Machiavelli, Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, intr. de Gennaro
Sasso, premisa al testo y notas de Giorgio Inglese. Avvertenza, 43.
10
Hay mucho escrito sobre hasta qué punto y de qué forma Maquiavelo pudo conocer
directamente a sus fuentes antiguos, incluso los griegos traducidos, y en cuáles de las
varias traducciones e impresiones, lo que no nos interesa explorar aquí. Baste decir
que resulta bastante evidente en sus obras que conoció a muchos de ellos, en latín di-
rectamente o en vulgar. De Aristóteles hubo muchas impresiones y probablemente lo
conoció con los comentarios de Santo Tomas traducidos por Acciauoli. Sobre su uso
profundo y original de Polibio véase Gennaro Sasso, Machiavelli e gli antichi, vol. I.
Roma, Ricciardi, 1987.
11
Cfr. Emanuele Cutinelli-Rendina, Introduzione a Machiavelli, Roma-Bari, 2016: «La
trascrizione lucreziana», 7-8.
12
Sobre este tema puede ser de interés para el lector español el libro de Paul Larivaille, La
vida cotidiana en la Italia de Maquiavelo. Madrid, Hachette 1979.
«los italianos tenemos, por lo tanto, con la Iglesia y con los sacerdotes esta
primera obligación, de habernos vuelto sin religión y malos» 13.
Tal es la situación que, en primer libro de los Discursos, Maquiavelo lle-
ga a decir que si se tomara una nación como la Suiza, tan ordenada, recta
y bien organizada, y si se trasladara allá el papado, dentro de pocos años
dominaría el desorden, la corrupción y ruina del país 14.
Maquiavelo reconoce que los franciscanos y dominicos han salvado el
catolicismo en Italia, pero que tenían de negativo que apagaron el impulso
de rebelarse contra la autoridad de la iglesia, y por lo tanto la posibilidad
de poderla reformar.
Pero para Maquiavelo, entre las tragedias ocasionadas por el compor-
tamiento del papado «aún hay otro mayor que ha ocasionado nuestra rui-
na, y consiste en que la Iglesia ha tenido y tiene a Italia dividida». Porque
no fue suficientemente fuerte para afirmarse sobre todo el territorio, pero
lo era para impedir que otro lo hiciera. (Discursos, I, XII).
En fin, al centro de este tapiz histórico campean las ciudades estado ita-
lianas. Recordemos que la tipología de la ciudad estado fue también la
vigente en la Grecia clásica que había producido el milagro de Atenas y el
núcleo y fuente de toda la civilización occidental 15. Pues las ciudades esta-
do italianas con sus desbordantes caudales, con su típica organización social
económica-mercantil y política, detenían la mayor parte de las riquezas de
todo el occidente y habían financiado a deuda las monarquías inglesas y
francesas durante la guerra de los Cien Años. Como se sabe, «las asombro-
sas ciudades-estado […] habían hecho de Italia, durante los siglos XIV y
XV, el centro de Europa» 16. Y aunque la libre ciudad estado se estaba re-
velando, sin que la mayor parte de los italianos estuvieran dándose cuenta,
un modelo anacrónico ante la formación de los grandes estados nacionales,
13
Discursos, I, XII.
14
Ibidem. El mismo Guicciardini, aristocrático embajador de Clemente VII (otro papa
Medici) y voz más moderada que la de Maquiavelo, dijo que, si no tuviera que traba-
jar para el papado por sus intereses privados, se haría luterano, y no por la teología,
sino solo para hacer disminuir «toda esa caterva de malvados». Ricordi, n.º 28. Siendo
un clásico, hay muchas ediciones de los Ricordi di Guicciardini. Son numerados, y ge-
neralmente citados por el número. He utilizado la edición de Ricordi Diari Memorie,
Roma, Riuniti, 1981.
15
Y, como observa Alfonso Abbamondi en La Politica di Aristotele e Machiavelli (Rossano,
1911), Atenas también, al final de su periodo más glorioso, perdió su libertad.
16
James Burnham, The Machiavellians, Defenders of Freedom. Borough, Lume Books, 2020
(1943), 31.
su canto de cisne fue una época brillante en todos los ramos de la actividad
humana, aun si lo que más incide en la memoria popular no sean las insig-
nes obras de literatura, filología, historia, tratados de filosófica moral, in-
vestigación de la naturaleza, precursor de la incipiente nueva ciencia de
Galileo y Copérnico, sino los grandes artistas y arquitectos. Por-que allí
estaban Brunelleschi, Donatello, Ghiberti, Ghirlandaio, Raffaello, León
Batista Alberti y tantos otros. Maquiavelo era un contemporáneo, aunque
mucho más joven, de otros dos florentinos, Leonardo y Miguel Ángel, los
conocía, y estaba presente cuando en el 1504 colocaron la monumental
estatua del David en la plaza de la señoría, símbolo de Florencia como
triunfo de la inteligencia contra la fuerza bruta de sus múltiples enemigos.
Maquiavelo pasaba delante de él todos los días al entrar en su despacho en
el Palacio de la Señoría.
Después del Saco de Roma en 1527, los florentinos expulsaron por la
tercera vez a los Medici, y constituyeron la Tercera República. Sólo tres
años después se vieron asediados por las fuerzas del papa Clemente VII (un
Medici) y el emperador Carlos V. Sobre esto Guicciardini —humanista,
diplomático, amigo de Maquiavelo, autor de una monumental Historia de
Italia— escribió que no se podía imaginar que la república pudiera resistir
siete días, y en cambio resistió siete meses a un asedio sin esperanzas, con-
tra las fuerzas de Carlos V, españolas e imperiales, junto con las del Papa-
do, sin la posibilidad de recibir ayuda o alianzas 17. Miguel Ángel estaba
entre los defensores, y tuvo que esconderse después por muchos meses en
el subterráneo de la basílica de San Lorenzo para evitar la captura, espacios
muy de reciente abiertos por primera vez al público para ver los dibujos
que hizo en las paredes de su escondite.
En fin, la Italia de Maquiavelo era rica, culta, de inagotable talento y
creatividad, versada en todos los campos del saber humano, pero no de-
fendida. Se habían dedicado a todo menos a eso, una negligencia desastro-
17
Guicciardini, hablando de la fuerza de la fe, que dice es «credere con opinione ferma e
quasi certezza le cose che non sono ragionevole», da como ejemplo la defensa de la
Florencia de la tercera república: «Essempio a’ di’ nostri ne è grandissimo questa
ostinazione dei Fiorentini, che essendosi contro a ogni ragione messi a aspettare la
guerra del papa e imperadore, sanza speranza di alcuno soccorso di altri, disuniti e con
mille difficultà, hanno sostenuto in sulle mura già sette mesi gli eserciti, i quali non si
sarebbe creduto che avessino sostenuti sette dì [...]. Ricordi, n. 1. (italiano original ar-
caico.)
sa. De manera que cuando llegaron los «bárbaros» (así los llamaban) se
hundió y perdió su libertad 18.
Tal era la situación, caracterizada por la conflictividad de todos contra
todos entre las ciudades estados después de la muerte de Lorenzo el Magní-
fico, cuando en el año de 1494 Carlos VIII, rey de Francia, entró en Italia
con el fin de reconquistar el reino de Nápoles a los gobernadores aragone-
ses quienes, en 1442, lo habían quitado a los angevinos. Para hacerlo, Car-
los VIII tuvo que atravesar todo el territorio hasta Nápoles con su inmenso
ejército francés, inaugurando un período nefasto de conquista y ruina, y
causando un choque profundo e indeleble en la población de la península.
El conflicto permanente entre Francia y España que se desplegaba en Italia
por el control de ella llevó, al final, a la victoria de los españoles. En el rei-
no de Nápoles, las últimas resistencias francesas fueron derrotadas en 1504,
gracias al cordobés, el Gran Capitán. Ningún salvador nativo apareció para
poner fin «alla violenza da cui fu spezzata la possibilità di una storia
nazionale degli italiani» 19. Y, sin embargo, contemporáneamente, continúa
la actividad intelectual y artística, y justo allí estaba naciendo una manera
más realista de ver el mundo, enraizada en la experiencia y la observación
directa. Este fermento nos iba a llevar no solo al pensamiento de Leonardo
y Maquiavelo sino también, poco después, a Galileo y la ciencia moderna,
antes de ser sofocada temporáneamente, al menos en Italia y en España, por
la Contrarreforma, cuando el desarrollo de la ciencia y de la especulación
filosófica tuvo que trasladarse al norte de Europa.
En breve, el año del 1494 está recordado en la historia de Italia como
año clave, simbólico, del inicio de las desgracias que encontró su desenlace
treinta y tres años después en el Saco de Roma, y seguido, en el fatídico
1530, de la caída de la tercera república florentina, con las subsiguientes
desdichas que duraron más de 300 años.
Al momento de la entrada de Carlos VIII en 1494, los florentinos se
desechan de Piero —«Piero el Fatuo», hijo inepto de Lorenzo el Magnífi-
18
Cfr. en este respecto el comentario de Guicciardini en una carta a Maquiavelo sobre el
comportamiento de Clemente VII poco antes del Saco de Roma: «Nunca he visto a
nadie que cuando ve venir el mal tiempo, no haya intentado de alguna manera hacer
las cosas para cubrirse, excepto nosotros, que queremos esperarlo en medio de la calle
descubiertos», (traducción mía) citado por Maurizio Viroli, Il Sorriso di Machiavelli, Ba-
ri-Roma, 2016 (1998), 262. (De este libro, de muchísimo interés, existe una edición
en español, La Sonrisa de Maquiavelo, Barcelona, 2002.)
19
Giorgio Inglese, Per Machiavelli: l’arte dello stato, la cognizione delle storie. Roma, Carocci,
2023, 91.
a sostener que el florentino había plagiado nada menos que a Aristóteles 24.
Para nosotros lo importante es mostrar que las ideas de Maquiavelo, aun-
que vituperadas, tenían sus raíces en la cultura clásica antigua como tam-
bién en los comentaristas medievales, Santo Tomas in primis, pero que, al
mismo tiempo, en su desbordante originalidad, nunca adoptó o imitó, sin
más, lo que leía, sino que lo sometió todo a una reelaboración original que
Giorgio Inglese ha denominado «la tecnica di sviluppo razionale delle fon-
ti» 25 (la técnica del desarrollo racional de las fuentes), que se ve repetida-
mente en sus textos, sea que se tratase de Aristóteles, de Polibio, de Cice-
rón, o del mismo Livio que él comenta.
Ahora bien, se reconoce universalmente, junto al análisis rigoroso del
«arte de gobernar», que hay, en el Príncipe, algunos conceptos dominantes,
y en particular el de la necesidad, de la virtus, y de la fortuna, que ahora
consideraremos brevemente uno a uno. Sin embargo, si nuestra atención
se dirigiera principalmente a los Discursos, el concepto clave sería otra, sería
la libertad. La obra maestra de Maquiavelo es de una extensión y densidad
tal, que debe necesariamente quedar mayormente fuera de este pequeño
trabajo. Sin embargo, es notorio que la idea de la república como la mejor
forma de gobierno, idea que prevale en esa obra, no puede ser, y nunca
está, escindida de la necesaria condición de libertad, la que se interpreta
como la independencia del estado, libre del control de cualquier poder
exterior, y donde los ciudadanos se rigen con buenas leyes («buenas órde-
nes» es otra expresión maquiaveliana), y armas propias. Demos la pa-labra
a Quentin Skinner, uno de los expertos más autoritativos sobre Ma-
quiavelo: It would scarcely be an exaggeration to say that Machiavelli’s preoccupa-
tion with political liberty provides him with his basic theme in all three books of the
Discourses 26. (No sería una exageración decir que la preocupación de Ma-
quiavelo por la libertad política ocupa el tema fundamental de los tres
libros de los Discursos.) (Traducción propia)
Volviendo al Príncipe, pues, consideramos primero el problema de la
necesidad, que es el que ha producido los capítulos «del escándalo». Pero
primero conviene tener presente lo que muchas veces se olvida, y es que
la reflexión de Maquiavelo no trata la moral individual, del privado. Por lo
que se refiere a la moral individual, Maquiavelo no se aleja nunca de la
24
Sobre Schoppe (Scioppius, 1576 – 1649), Bayle y Naudé véase Carlo Ginzburg, op.cit.
158-160, y también Nondimanco, Milano, Adelphi, 2018, 34-36.
25
Inglese, Per Machiavelli, 79.
26
Skinner, Foundations, 158.
27
‘Nondimanco’ es una palabra ahora anticuada típica de la prosa del Quatrocientos de
Maquiavelo.
28
Para el nexo entre Maquiavelo y la casuística véase Ginzburg, Nondimanco, «Machiavelli,
l’eccezione e la regola», 19-42, e «Intricate Readings», 168: «In that text (Peri hermene-
ias, n.d.r.) translated by Boethius as De interpretatione, countless generations of students
learned the difference between [...] an absolute, atemporal dimension, and, on the
other hand, a dimension related to a specific time, - an opposition which Boethius
translated as simpliciter and secundum quid».
Más allá, en el mismo capítulo, escribe que «hay dos formas de comba-
tir, con las leyes y con la fuerza. La primera es propia del hombre, la se-
gunda de los bestias» (regla general). Y luego da todas las razones concretas
por las que el príncipe debe saber utilizar tanto el hombre como la bestia,
y de las bestias, el zorro y el león, es decir, la astucia y la fuerza, según las
circunstancias, y que los antiguos comunicaron esto «en forma encubierta»,
haciendo que Quiron el centauro —medio hombre, media bestia— fuera
quien educara a Aquiles y muchos otros príncipes. El ejemplo, famosísi-
mo, del zorro y del león, está en el De oficiis de Cicerón, pero Maquiavelo
—que no sigue nunca ciegamente lo que lee— le da un análisis opuesto.
Para Cicerón sea la manera de comportarse del león sea la del zorro era
negativa y reprobable, y especialmente la del zorro. Mientras vemos que
en Maquiavelo se hace positiva por necesaria.
Continúa en el Cap. XVIII diciendo que es útil «parecer piadoso, fiel,
humano, integro, religioso, y además serlo realmente (cursiva mía) pero a la
vez tener el ánimo dispuesto para poder y saber cambiar a la cualidad
opuesta, si es necesario». Y, como escribe algunas líneas después, «todos
pueden ver lo que pareces, pero pocos saben lo que eres». El príncipe de-
be «no separarse del bien, si puede, pero saber entrar en el mal, si es nece-
sario». Además, «en las acciones de todos los hombres, y máxime en las de
los príncipes, cuando no hay tribunal al que reclamar, se juzga por los
resultados». Concluye con una alusión a Fernando el Católico: «Un prín-
cipe de nuestro tiempo, cuyo nombre no conviene mencionar, predica
continuamente la paz y la lealtad, siendo en realidad enemigo de ambas;
de hecho, si hubiese observado tanto la una como la otra, habría perdido
repetidas veces el prestigio y el estado» 29. Pero todo esto se había anticipa-
do en el Cap. XV, después de haber enunciado la doctrina de la verità
effettuale: «Por eso, si un príncipe quiere perdurar, es necesario que aprenda
a no ser bueno, para luego servirse o no de esa capacidad, según la necesidad»
(cursiva mía).
Otro giro opuesto que da a una norma ciceroniana ocurre cuando con-
sidera si es mejor para un príncipe ser temido o amado. Esta cuestión está
tratada extensivamente en el Cap. XVII, donde vemos la famosa aserción
de la visión negativa de la naturaleza humana. Su razonamiento es éste:
29
En una carta a Guicciardini del 10 agosto del 1513, de Fernando el Católico Maquiave-
lo escribe que en él se encuentran más bien «astucia y buena fortuna» que «saber y
prudencia».
ambas cosas son deseables, pero [...] en el caso que haya que pres-
cindir de una de las dos, es más seguro ser temido que amado. Por-
que, en general, se puede afirmar que los hombres son ingratos, in-
constantes, falsos y fingidores, cobardes ante el peligro y ávidos de
riqueza; y mientras les beneficias, son todos tuyos [...] A los hom-
bres les da menos miedo atacar a uno que se hace amar que a uno
que se hace temer, porque el amor se basa en un vínculo de obliga-
ción que los hombres, por su maldad, rompen cada vez que se opo-
ne a su proprio provecho, mientras que el temor se basa en el mie-
do de un castigo que nunca te abandona. No obstante, el príncipe
debe hacerse temer de manera que, si no consigue el amor del pue-
blo, por lo menos evite su odio [...].
El «no obstante», una consideración fríamente racionalista y realista de
la verità effettuale, que permite cualquier derogación de la norma para poder
conservar la incolumidad del poder y del estado, es a su vez la única pro-
tección para la seguridad y prosperidad del pueblo que depende de la esta-
bilidad y paz del estado. En esta perspectiva, el bien y el mal, el vicio y la
virtud ya no se refieren a la trascendencia de un ordenamiento divino del
mundo, sino son vistos según su utilidad para el bien común, es decir,
como valores sociales 30.
Antes de Maquiavelo, la acción política se consideraba fruto de agere –
una manera de actuar que resulta de la voluntad y que atañe a la rectitud.
En cambio, el facere, la techne, el arte práctico, tanto en Aristóteles como en
Aquinas, era una actividad fuera del ámbito de la moral, que estaba, exclu-
sivamente, enfocada en la bondad del producto, del resultado, y no de la
bondad del agente 31. Por cierto, cuando Aristóteles dice en la Ética nico-
máquea, VI, que la producción (facere) no es igual a acción (agere), y que el
arte tiene que ver con la producción y no la acción, no estaba pensando
en el arte del gobierno. Ni pensaba en eso Santo Tomás, cuando, comen-
tando a Aristóteles, escribe en la Suma Teológica (I-II) que el arte no de-
pende del recto apetito. Por cierto, no estaban pensando en la política
cuando afirmaron que el arte, la techne, depende de la pericia del artesano,
no de su pensar honesto, y que depende exclusivamente del buen resulta-
do de su acción, y será juzgado solo por eso. A este propósito, es intere-
30
Ugo Dotti, Machiavelli rivoluzionario, Roma, Carocci, 2003, 20.
31
Estos conceptos se encuentran mayormente en la Ética Nicomáquea I y VI, y en los res-
pectivos comentarios de Santo Tomás, además que en la Suma Theologia I y II. Es su-
perfluo decir que la bibliografía que discute estos preceptos es tan oceánica como la
que atañe a Maquiavelo.
32
Sigo a Singleton en esta exposición, y a Ginzburg, en las obras citadas arriba.
33
Un asombroso y singular antecedente del razonamiento de Singleton por lo que se
refiere a la neutralidad moral del arte de la política se encuentra en Schoppe, del cual
Ginzburg refiere su línea de argumentación (Nondimanco, 119): «La política è un arte,
e quindi, (como insegna Aristotele) un attività moralmente neutra. Un’arte deve
discutere tutti i tipi che fanno parte di un determinato genere. Pertanto, lo studio della
politica deve esaminare, seguendo l’esempio di Aristotele e San Tommaso, tutte le
forme di stato, non solo la migliore “che forse non è mai esistita e non esistirà mai”
(non modo eam, quae simpliciter sit optima, (quae nunquam fortasse ne fuit, ner erit) sed etiam
quae pro conditione rerum sit optima)». Schoppe argumentaba che Maquiavelo escribía só-
lo hipotéticamente.
34
La delimitación de la esfera de investigación es fundamental. Véanse Ginzburg, ibidem,
y la obra citada de Burnham y la de Singleton. El juicio atañe a los resultados: éxito o
fallo.
35
Véase Dotti, op. cit., 439, del cual he hecho una libre paráfrasis.
36
Singleton, op. cit., 189.
37
Fue Cicerón que, traduciendo del griego, denominó estas cualidades como ‘virtus’. Cfr.
una discusión de Salustio y la vis animis en Patricia Osmond, «Sallust and Machiavelli:
from civic humanism to political prudence», The Journal of Medieval and Renaissance
Studies, 23, 1993, 407-437.
38
Un excelente resumen de la evolución de la idea cristiana de la Fortuna desde Boecio a
la que estaba más en sintonía con la antigüedad clásica se puede leer en Skinner, Ma-
quiavelo, 51-60.
39
Denis Fachard, «Fortuna» en Enciclopedia Machiavelliana, Roma: Istituto della
Enciclopedia italiana fondata da Giovanni Treccani, 2014.
40
Inglese, Per Machiavelli, 23.
delatar el ataque a Aníbal cuando las condiciones eran adversas para los
Romanos. Sin embargo, «no advertía el cambio de los tiempos», y conti-
nuó con esa misma táctica aun cuando las circunstancias cambiaron, y
trató de impedir que Escipión le atacase. Y Maquiavelo escribe
de manera que, si hubiera sido por él, Aníbal estaría todavía en Italia
[...] Y si Fabio hubiera sido rey de Roma, fácilmente podría haber
perdido esa guerra [...] pero habiendo nacido en una República
donde había diferentes ciudadanos y diferentes estados de ánimo,
como había hecho Fabio, que fue excelente a su debido tiempo pa-
ra sostener la guerra, así Escipión tuvo después, en los tiempos aptos
para ganarla (Discursos, III, Cap. IX).
Volviendo al Cap. XXV del Príncipe, mayormente dedicado al tema de
la fortuna, aduce el caso del Papa Julio II, «que siempre actuó de manera
impetuosa y se encontró con unos tiempos y una situación conformes a su
forma de proceder, que siempre le dio buen resultado». Pero su muerte
prematura impidió que conociese derrotas, «porque si hubiese llegado
otros tiempos en los que hubiese habido que proceder con prudencia, sin
duda habría fracasado, porque nunca se habría apartado de la forma de
actuar a la que su naturaleza le inclinaba».
Ni puede faltar el ejemplo clamoroso de César Borgia, que pudo llegar
al ápice de su poder no sólo por su natural talento, sino, por su fortuna, su
padre era el Papa, y cuando murió éste terminó su fortuna. Pero aún en
este caso, su ruina final no fue exclusivamente debido a la mala suerte de la
muerte de su padre, sino por un grave error suyo. Creyendo a las falsas
promesas de Juliano della Rovere, futuro Julio II, aunque había mala san-
gre entre ellos, permitió que los votos de los cardenales que él controlaba,
y especialmente los de los españoles, fueran para della Rovere. Fue un
error colosal que llevó a la ruina. No calculó que las injurias no se olvi-
dan 41. Poco después de ser elegido papa, Julio II lo hizo detener, y César
Borgia terminó sus días prisionero en España.
El tema de la fortuna proporciona el fondo trágico que subyace a la
profunda reflexión de Maquiavelo. Al lado de la extrema racionalidad, la
lógica sin concesiones, las severas lecciones de la historia y de los eventos
en su entorno, la fortuna se erige con su cara ahora maligna ahora risueña,
41
Véase Príncipe, final del Cap. VII: «Por eso el duque tenía que haber hecho a un papa
español, y si no podía, tenia que haber consentido que fuese Rouen [el cardenal de
Rouen, n.d.r.) per no San Pietro en Vincula [el cardenal de San Pietro en Vincula, i.e.
Juliano della Rovere, n.d.r.)».
42
Véase Gennaro Sasso sobre los Discursos en la Enciclopedia Maquiaveliana, «I Discorsi sono
l’opera più importante di M., quella che, raccogliendo insieme tutti i temi del suo
pensiero politico, storiografico e, lato sensu, filosofico, costituisce forse quanto di più alto
si sia scritto in Italia sul tema della ‘repubblica’». (Cursiva mía).
43
Muchísimos son los libros y artículos que exponen y debaten tema de Maquiavelo re-
publicano. Los mejores son Skinner, Maquiavelo, 2020 (1984) y su Foundations of Mo-
dern Political Thought, Vol.I, Cambridge University Press, 2010 (1997), cit., y los varios
libros y artículos de Maurizio Viroli. Cfr. su Machiavelli. Filosofo della libertà. Roma,
2013: «Aunque a lo largo de los siglos Maquiavelo alcanzó la fama, o la infamia, como
autor del Príncipe, una obra compuesta para enseñar a un gobernante cómo fundar un
principado, fue un firme defensor de a libertad republicana, en defensa de la cual es-
cribió los argumentos más elocuentes y convincentes en los Discursos sobre la primea
decada de Tito Livio», 69 (traducción mía). (El libro fue publicado por primera vez en
inglés como How to Read Machiavelli, Londra, Granta Publications, 2008.)
y donde el ciudadano pone su propio bien por encima del bien común 44,
como en la Italia de su tiempo, podría ser saneada y unificada solo a través
de la obra de un príncipe (aquí vemos otra vez la nostalgia maquiaveliana
de un salvador o redentor) que tomara la iniciativa de refundar y consoli-
dar con «buenos órdenes» el país en un estado unitario como el que se veía
en Francia, en España y en Inglaterra. Nos recuerda que para fundar un
estado deber haber uno solo, como en el caso de Rómulo que tuvo que
eliminar a Remo. Como nos recuerda Burnham, todas las naciones euro-
peas se consolidaron a través de un príncipe, o, más bien, una sucesión de
príncipes, y es difícil ver cómo podía haber sido de otra manera. Era así en
Francia, así en Inglaterra, así en España (Burnham, op. cit. 34).
Pero, a fin de cuentas, ¿por qué escribió Maquiavelo el Príncipe, obra
tan distinta de todas las otras suyas? Para Maurizio Viroli, gran estudioso
de Maquiavelo, el Príncipe es una oración retórica, hecha para persuadir,
construida con la máxima arte retórica que él manejaba a la perfección,
que comienza con la captatio benevolentiae y termina con una exhortación
final 45. Y contiene momentos de efecto choque, para convencer a un re-
dentor que liberase a Italia de los bárbaros y llevase a cabo la unificación
del país, siguiendo el proceso de los grandes países europeos, como dice
explícitamente en la exhortación final. Maquiavelo mismo lo llama un
«opúsculo». Está todo enderezado hacia la exhortación final, apasionadísi-
ma, que auspicia un redentor para Italia.
De cualquier manera, una lectura guiada del Príncipe, y todavía más, de
los Discursos, mostraría fuera de cualquier duda que la mayor parte de esos
textos consta de observaciones y consejos de inmensa perspicacia, sabiduría
y noble intención, y que es sencillamente falsa la leyenda negra, que nace
virulento con el hugonote Gentillet y que se ha continuado por las hipo-
cresías de los políticos que mientras tanto lo han siempre estudiado con la
máxima atención. Además, recordemos la aguda observación de Max Ler-
ner, que es que muy pocos de los que hablan de El Príncipe han leído más
que algunas frases, a pesar de haber sido uno de la media docena de libros
que han forjado el pensamiento occidental 46. La Iglesia le fue siempre
enemiga porque, en efecto, las «teorías de Maquiavelo sacudieron con
44
Skinner, Foundations, I, 164.
45
Cfr. Maurizio Viroli, Il Sorriso, 69.
46
Max Lerner, Introduction to The Prince and the Discourses by Niccolò Machiavelli, New
York, Modern Library, 1950 (1940) xxv – xlvi.
violencia la visión cristiana del mundo» 47. Por cierto, la Iglesia fue también
enemiga en su tiempo de Galileo, pero sobre él ha invertido completa-
mente ese antiguo modo de ver.
Michele Ciliberto nos recuerda que Maquiavelo «a lo largo de su obra
es siempre, y en todo caso, un “reformador” ético y político, un utópico,
según la que es la mejor tradición del Humanismo y, en general, la mejor
tradición civil italiana» 48.
A fin de cuentas, en Italia, Maquiavelo es ante todo un florentino apa-
sionado y un patriota. En un discurso del 1520 escribe: «Creo que el ma-
yor honor que los hombres pueden tener es el que les es dado voluntaria-
mente por su país: creo que el mayor bien que se hace, y el más agradeci-
do a Dios, es lo que se le hace a su país» 49. En una carta escrita en los últi-
mos meses de su vida, durante los esfuerzos para impedir el Saco de Ro-
ma, declara que ama la Patria más que su alma. Para él, es como recita el
título del capítulo IX del tercer libro de los Discursos, «Que la patria debe
ser defendida o con ignominia o con gloria; y en cualquier manera está
bien defendida».
Como pensador y patriota es honrado en toda Italia. Y dicen que
cuando De Sanctis (que es como un nuestro Menéndez y Pidal) oyó las
campanas que señalaban la brecha di Porta Pía en 1870, (el ataque que
completó la unificación de Italia con la conquista de la Roma del papado)
dejó caer su pluma y declaró: «Sea gloria a Maquiavelo».
Pero volvamos a Sant’Andrea en Percussina. Hay allí una lápida puesta
en el cuarto centenario de la muerte (1927) que recita:
A Niccolò Machiavelli
Che qui meditò e propugnò la liberazione d’Italia
scrivendo le sue opere immortali
Sull’arte di reggere e difendere con armi proprie gli stati
Il Comune di San Casciano
Pose questa memoria
Nel quarto centenario della nascita
Del grande statista italiano
Además, en la basílica franciscana de Santa Croce en Florencia que sir-
ve como panteón de los grandes italianos, donde podemos admirar la
47
Dotti, op. cit., 440.
48
Michele Ciliberto, op.cit.,57.
49
Discursus florentinarum rerum post mortem iuniores laurentii medices, 1520.
tumba de Miguel Ángel, de Galileo, y otros muchos más, está entre ellos
la tumba del Maquiavelo, con una lápida cuyo epígrafe es muy citado:
Tanto nomini nullum par elogium. (A tan grande nombre ningún elogio pue-
de ser suficiente.) Recuerda esta inscripción Gilbert al final de su conoci-
dísimo estudio sobre Maquiavelo, y también Quentin Skinner termina
con ella su pequeño volumen sobre el ilustre florentino.
Creo que no hay una ciudad media o grande en toda Italia que no ten-
ga un colegio que lleve el nombre Maquiavelo, no sólo por la profundidad
de su meditación teórica y su actividad patriótica, sino por su ejemplar
integridad personal, que se propone como modelo a los jóvenes. Como
escribe Viroli, Maquiavelo no solo nos dejó obras de duradera importan-
cia, sino también un ejemplo de rectitud y sabiduría 50.
APÉNDICE I
50
Maurizio Viroli, Sorriso, prefacio a la edición de 2016: «y todavía es válida, y digna se ser
reformulada, la convicción que guió la redacción de la primera edición, a saber, que
Maquiavelo nos dejó no sólo un tesoro de sabiduría política, sino también una precio-
sa herencia de sabiduría de vivir».
dejarla hacer, estarse quieto y no darle batalla, y esperar el tiempo en que deje a
los hombres hacer algo; y entonces a vos tocará soportar mayores trabajos, y a mí
salir de mi quinta y decir: heme aquí. No puedo, por lo tanto, deseando devolve-
ros gracias pares, deciros en esta carta otra cosa que lo que es mi vida, y si juzgáis
que sea para trocarla por la vuestra, yo estaría contento del cambio.
Yo me estoy en la quinta, y desde que terminaron aquellos últimos casos míos
no he estado, sumándolos todos, 20 días en Florencia. Primero me ocupaba en
cazar tordos con mis propias manos. Me levantaba antes del día, armaba las tram-
pas y salía con una sarta de jaulas a la espalda, que parecía el Geta cuando volvía
del puerto cargado con todos los libros de Anfitrión; cazaba a lo menos dos, a lo
más seis tordos. Así pasé todo septiembre; después este entretenimiento, aunque
extraño y despechado, cesó con disgusto mío, y os diré cuál es mi vida. Me le-
vanto a la mañana con el sol y me voy a cierto bosque de mi propiedad que estoy
haciendo cortar, donde me quedo dos horas revisando el trabajo del día anterior y
pasando el rato con esos leñadores, que siempre traen algún pleito entre manos,
entre ellos o con los vecinos. Sobre este bosque tendría para contaros mil cosas
raras que me han ocurrido, con Frosino da Panzano y con otros que querían
madera de ésa. Frosino en particular mandó por varias cargas sin decirme nada, y
en el pago me quería retener 10 liras, que dice que yo debía haberle pagado hace
cuatro años, que me las ganó a la cricca en casa de Antonio Guicciardini. Yo me
puse hecho el diablo, quería denunciar al carretero que había ido a buscarlas por
ladrón, hasta que Juan Maquiavelo intervino y nos puso de acuerdo. Bautista
Guicciardini, Felipe Ginori, Tomás del Bene y varios ciudadanos más, cuando
soplaban aquellos vientos, pidieron una carga cada uno. Yo prometí a todos, y le
mandé una a Tomás, la cual se vendió en Florencia por la mitad, porque en la
venta intervinieron él, su mujer y sus hijos, que parecían el Gaburra un jueves
matando a palos a uno de sus bueyes con sus mozos. De suerte que, viendo para
quién era la ganancia, dije a los demás que no tengo más leña, y todos se resintie-
ron, en especial Bautista, que agregó ésta a la lista de las desgracias de Prato.
Abandonado el bosque, me voy a una fuente, y de ahí a un terreno donde
tengo tendidas mis redes para pájaros. Llevo un libro conmigo, Dante o Petrarca
o alguno de esos poetas menores, como Tibulo, Ovidio y otros: leo sus pasiones
amorosas y sus amores, me acuerdo de los míos, y me deleito un buen rato en
esos pensamientos. Me traslado después a la vera del camino de la hostería, hablo
con los que pasan, les pido noticias de sus pueblos, oigo diversas cosas y noto
diversas fantasías de los hombres. Llega en esto la hora de comer, en que con mi
brigada me nutro con los manjares que esta pobre quinta y este parco patrimonio
comportan. Después de comer regreso a la hostería: ahí está el hostero, y habi-
tualmente un carnicero, un molinero, dos panaderos. Con éstos me encanallo
todo el día jugando cricca, trictrac y poi, de lo cual nacen mil conflictos e infini-
tos incidentes de palabras injuriosas, que las más de las veces se apuesta un cobre y
sin embargo los gritos se oyen desde San Casiano. Así revuelto entre estos piojos
APÉNDICE II
RESUMEN
ABSTRACT
1. INTRODUCCIÓN
ETAPA CORDOBESA
Fue en esa fase de su vida donde compaginó sus deberes forenses con
sus aficiones literarias, que le proporcionaron premios y distinciones. En
1883, por ejemplo, en el certamen literario organizado la Sociedad Eco-
nómica de Amigos del País, obtiene Mención Honorifica por su leyenda
Almanzor, y un año más tarde es premiado con el título de Socio de Méri-
to y Cruz de Oro por la Academia de Montreal de Toulouse por su Ro-
mance imitación del siglo XIII.
Aureliano contrajo matrimonio con Purificación Soriano Barragán,
dama de noble familia de Alanís —que residía en Córdoba desde hacía
pocos años— hermana de D. Antonio, culto sacerdote, catedrático de San
Pelagio y párroco de San Miguel. Era mucho más que un cura párroco
como se reconocía en nuestra ciudad. Explicó diversas asignaturas, espe-
cialmente las de Religión y Lugares Teológicos. Debido a sus actitudes
publicistas, fue invitado a colaborar en la revista católica La Tradición, fun-
dada en 1869 por el Magistral González Francés y el insigne catedrático
Rafael Conde y Luque.
del anterior director quien se muestra muy agradecido por dicha propues-
ta, manifestando a su vez que «no dejará de concurrir a esta casa y a prestar
su colaboración como si continuara en el ejercicio de la cátedra».
Además de en el plano profesional, la amistad de D. Agilio y D. Anto-
nio Jaén —con sus respectivas esposas— fue siempre entrañable, mante-
niéndose viva incluso estando éste en el exilio, por medio de una cordial y
afectuosa relación epistolar.
El 9 de noviembre y por concurso de méritos es designado profesor de
Matemáticas y Física de la antigua Escuela Superior de Veterinaria y el 9
de octubre de 1934, pasa a la situación de retirado por cumplir la edad
reglamentaria, falleciendo en Córdoba el 6 de noviembre de 1941.
respeto, jamás tuvo problemas ni obstáculos para realizar sus planes, ges-
tionando con brillantez, ejemplaridad, honradez y austeridad para el inter-
nado y, en general, para el colegio de la Asunción.
… Y POSADAS