La Iglesia en el Mundo. Apuntes de Doctrina Social
La Iglesia en el Mundo. Apuntes de Doctrina Social
La Iglesia en el Mundo. Apuntes de Doctrina Social
CLAUDIO STEWART
Copyright © 2020 Claudio Stewart
PERMISOS DE COPYRIGHTS:
ISBN: 9798686299450
Ser católico en la política no significa ser un recluta de algún grupo, una
organización o partido, sino vivir dentro de una amistad, dentro de una
comunidad. Si tú al formarte en la Doctrina social de la Iglesia no
descubres la necesidad en tu corazón de pertenecer a una comunidad de
discipulado misionero verdaderamente eclesial, en la que puedas vivir la
experiencia de ser amado por Dios, corres el riesgo de lanzarte un poco
a solas a los desafíos del poder, de las estrategias, de la acción, y terminar
en el mejor de los casos con un buen puesto político, pero solo, triste y
con el riesgo de ser manipulado. Jesús nos invita a ser sus amigos. Si
nos abrimos a esta oportunidad nuestra fragilidad no va a disminuir.
Las circunstancias en las que vivimos no cambiarán de inmediato. Sin
embargo, podremos mirar la realidad de una manera nueva, podremos
vivir con renovada pasión los desafíos en la construcción del bien común.
No olvidemos que entrar en política, significa apostar por la amistad
social.
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A UN
GRUPO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉ-
RICA LATINA, Sala del Consistorio. Lunes, 4 de marzo de
2019.
“No se diga aquella frase habitual y poco seria: ¡la política es algo malo!
No: el compromiso político, es decir, el compromiso directo con la
construcción de la sociedad inspirada cristianamente en todos sus
sistemas que comienzan con la economía, es un compromiso de
humanidad y santidad: es un compromiso que debe ser capaz de
canalizar hacia sí mismo los esfuerzos de una vida toda tejida con
oración, meditación, prudencia, fortaleza, justicia y caridad...”.
Siervo de Dios Giorgio la Pira, La nostra vocazione sociale.
SIGLAS
4
RMRN Radiomensaje en el 50° aniversario de la Rerum
novarum.
RN Rerum novarum.
RP Reconciliatio et paenitentia.
ND Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al
compromiso y la conducta de los católicos en la
vida pública, Sagrada congregación para la doctrina
de la fe.
SQ Singulari quadam.
SRS Sollicitudo rei socialis.
FT Fratelli tutti.
5
6
Contenido
INTRODUCCIÓN .............................................................................................. 9
CUESTIONES PRELIMINARES: .................................................................... 17
TRIPLE DIMENSIÓN DE LA DSI .................................................................. 30
DIMENSIÓN TEÓRICA ..................................................................................... 31
Método de la DSI .......................................................................................... 41
VER, JUZGAR Y ACTUAR. ................................................................................. 43
Objeto de la DSI ........................................................................................... 44
Destinatarios................................................................................................. 45
El fin .......................................................................................................... 46
Fundación teológica......................................................................................... 46
Fuentes cognoscitivas ....................................................................................... 48
Formalidad teológica ....................................................................................... 48
Formalidad teológica moral .............................................................................. 49
DIMENSIÓN PRÁCTICA .................................................................................... 50
¿Cómo realizar esto? ....................................................................................... 50
¿Cuál es la garantía para una correcta aplicación y evolución de la DSI? ................... 56
Pluralismo y DSI........................................................................................... 56
¿Cómo puede la DSI mantenerse en la verdad para no ser instrumentalizada? ............ 59
De no ser así, ¿cuál es el riesgo?......................................................................... 60
¿Cómo se ha consolidado esta separación? ............................................................ 60
DIMENSIÓN HISTÓRICA .................................................................................. 61
Análisis de las encíclicas sociales: ....................................................................... 61
León XIII .................................................................................................... 62
Pío XI ......................................................................................................... 64
Pío XII ....................................................................................................... 68
San Juan XXIII ........................................................................................... 69
Concilio Vaticano II....................................................................................... 77
San Pablo VI ............................................................................................... 79
San Juan Pablo II.......................................................................................... 81
Benedicto XVI .............................................................................................. 84
Francisco ...................................................................................................... 88
LA CUESTIÓN SOCIAL .................................................................................. 95
¿A QUÉ SE LLAMA CUESTIÓN SOCIAL? ............................................................. 95
LA EVOLUCIÓN DE LA CUESTIÓN SOCIAL: ..................................................... 100
¿QUÉ SE ENTIENDE POR JUSTICIA SOCIAL? ......................................... 102
VIDA CRISTIANA Y JUSTICIA SOCIAL .............................................................. 105
¿Cómo pasar de la teoría a la práctica de la justicia social? ................................... 107
CONCLUSIÓN: .............................................................................................. 109
7
8
INTRODUCCIÓN
1
Zoon politikón (del griego antiguo zỗion, “animal” y πολῑτῐκόν, politikón, político
(de la polis)”, “cívico”.
2 “En efecto, como el Sínodo ha denunciado continuamente, la situación que muchas
9
Torre de Babel es un claro ejemplo de una estructura de pecado
(Gn 11,4)
10
Por lo tanto, la redención adquiere una dimensión personal y
también social, por el simple hecho de que el hombre (a redimir)
es homo socialis, vive en sociedad.
Es más, Dios realizará la redención por medio de su Hijo
encarnado, vivirá en una familia, en un pueblo y cultura determi-
nada y luego de su ascensión, delegará su función redentora a una
sociedad: la Iglesia, que deberá predicar el Reino de Dios para
formar una civilización cristiana por medio de la predicación del
kerigma y especialmente por la inculturación del evangelio.
Todo esto nos ayudará a ubicar y comprender la doctrina so-
cial de la Iglesia. Si el hombre necesita de la gracia para ser redi-
mido del pecado, lo mismo sucede con la sociedad que también
necesitará de la ayuda de la gracia para poder superar las estruc-
turas de pecado6.
11
Por todo lo dicho la DSI nace con la Encarnación del Verbo
y se hace operativa en los comienzos de la predicación evangélica
ya que, como bien sabemos, la doctrina social de la Iglesia se ori-
gina del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias éticas con los
problemas que surgen en la vida de la sociedad 8.
El mismo Verbo hecho carne, Jesucristo, experimentó esta
exigencia, y durante su predicación evangélica dejo bien claro la
DSI. Baste recordar algunas de las parábolas donde quedan de
manifiesto la igualdad de los derechos entre los hombres (Rico epulón),
la solidaridad (buen Samaritano), o las leyes impositivas y el origen del
poder:
“Dinos pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo a
Cesar, o no? Jesús, entendida la malicia de ellos, les dice:
¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del
tributo. Y ellos le presentaron un denario. Entonces les
dice: ¿De quién es esta figura, y lo que está encima escrito?
Le responden: de Cesar. Y les dice: Pagad pues a Cesar lo
que es de Cesar, y a Dios lo que es de Dios. Y oyendo
esto, se maravillaron, y dejándole se fueron.” (Mt 22,17-
22)
12
Es incorrecto afirmar que la DSI nació con la Rerum Nova-
rum. Es verdad que, debido a los graves problemas sociales, las
“cosas nuevas” que surgieron en tiempos de León XIII llevaron
a la Iglesia a comenzar a proponer la DSI de manera sistemática y orgá-
nica a través del llamado Magisterio Social. Desde allí se inicia la cons-
titución de un rico patrimonio que la Iglesia ha adquirido y desarro-
llado progresivamente, tomado de la palabra de Dios y prestando
atención a las situaciones cambiantes de los pueblos en las diver-
sas épocas de la historia10.
Estando atenta al mismo tiempo a los signos de los tiempos,
a las cosas nuevas. Este patrimonio debe conservarse con fidelidad
y se debe desarrollar progresivamente, respondiendo a las nuevas
necesidades de la convivencia humana a medida que éstos se pre-
sentan.
ser materia para la reflexión moral que madura en la Iglesia a través de la búsqueda
científica e incluso a través de las experiencias de la comunidad cristiana, que debe
confrontarse todos los días con diversas situaciones de miseria y, sobre todo, con los
problemas determinados por la aparición y desarrollo del fenómeno de la industria-
lización y de los sistemas socioeconómicos relativos”. Orient. n° 3.
10 Orient. n° 1.
11 MM n° 60.
12 “Las virtudes morales no son aquello que hay de esencial en la concepción cristiana de la vida:
aquello que es esencial está constituido por las virtudes teologales” GIORGIO LA PIRA, Pre-
messe della politica, en Per una architettura cristiana dello Stato, Libreria Editrice Florentina,
Firenze 1954, p. 18.
13
resulta necesaria sea para interpretar como para resolver los actuales proble-
mas de la convivencia humana13.
14
de la perfección mediante la imagen séptuple de las tres virtudes
teologales y las cuatro cardinales. El devolver a su forma original
a la conciencia universal de nuestra época la imagen grandiosa del
hombre, que está ya descolorida, y, lo que es peor, desfigurada,
no es tarea que carezca de importancia, a mi parecer. La razón no
es precisamente un interés “histórico”, sino más bien porque esta
interpretación de la idea del hombre no sólo se conserva válida,
sino que para nosotros es vital afirmarla y contemplarla de nuevo
con claridad”.
14 FT n° 9.
15 SRS n° 41.
15
La DSI busca cumplir los planes que la Divina Providencia
ha trazado en el devenir de la historia de cada hombre y de cada
pueblo de manera particular predicando la necesidad de la prác-
tica de las virtudes hoy tan olvidadas y denigradas.
16
Cuestiones preliminares:
18 Cf. Mt. 28,17-20. “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
haced discípulos míos todos los pueblos...”.
19 Cf. MM nº 1-4.
20 Cf. CA nº 54.
21 PP nº 13.
22 Cf. MM n° 4.
23 PT n° 53.
17
fe y vida, como si fueran dos ámbitos que debiesen existir por
separado, independientes, regidos por principios diversos y a ve-
ces hasta opuestos”24.
El Papa San Juan Pablo II en la CA nos decía que la concep-
ción de separar los dos órdenes, celeste y terrestre, y de delimitar
el ámbito de influencia de la Iglesia en la parte meramente espiri-
tual, es una postura que la podemos encontrar ya en tiempo de
León XIII. En aquella época prevalecía una doble tendencia: una
orientada hacia este mundo y esta vida, a la que debía permanecer
extraña la fe; la otra, dirigida hacia una salvación puramente ul-
traterrena, pero que no iluminaba ni orientaba su presencia en la
tierra. La actitud de León XIII, dice San Juan Pablo II, al publicar
la RN confiere a la Iglesia una especie de carta de ciudadanía res-
pecto a las realidades cambiantes de la vida pública25.
18
persona humana ni en sí mismos ni en los adversarios, y orientar-
las hacia una recta solución.
Es verdad, para la DSI estos ámbitos (natural y sobrenatural)
no se oponen, pero tampoco se confunden, se encuentran uni-
dos, pero a la vez poseen una esfera de acción autónoma, acción
que debe surgir de principios comunes y perennes:
León XIII
“(...) dos potestades... la eclesiástica y la civil, ésta
cuida directamente los intereses humanos, aquella de los
divinos.
Dios ha repartido, por tanto, el gobierno del género
humano entre dos poderes: el poder eclesiástico y el poder
civil. El poder eclesiástico, puesto al frente de los intereses
divinos. El poder civil, encargado de los intereses huma-
nos. Ambas potestades son soberanas en su género. Cada
una queda circunscrita dentro de ciertos límites, definidos
por su propia naturaleza y por su fin próximo. De donde
resulta una como esfera determinada, dentro de la cual
cada poder ejercita iure proprio su actividad. Pero como
el sujeto pasivo de ambos poderes soberanos es uno
mismo, y como, por otra parte, puede suceder que un
mismo asunto pertenezca, si bien bajo diferentes aspectos,
a la competencia y jurisdicción de ambos poderes, es ne-
cesario que Dios, origen de uno y otro, haya establecido
en su providencia un orden recto de composición entre
las actividades respectivas de uno y otro poder. Las [auto-
ridades] que hay, por Dios han sido ordenadas. Si así no
fuese, sobrevendrían frecuentes motivos de lamentables
conflictos, y muchas veces quedaría el hombre dudando,
como el caminante ante una encrucijada, sin saber qué ca-
mino elegir, al verse solicitado por los mandatos contra-
rios de dos autoridades, a ninguna de las cuales puede, sin
pecado, dejar de obedecer. Esta situación es totalmente
contraria a la sabiduría y a la bondad de Dios, quien in-
cluso en el mundo físico, de tan evidente inferioridad, ha
19
equilibrado entre sí las fuerzas y las causas naturales con
tan concertada moderación y maravillosa armonía, que ni
las unas impiden a las otras ni dejan todas de concurrir
con exacta adecuación al fin total al que tiende el universo.
Es necesario, por tanto, que entre ambas potestades exista
una ordenada relación unitiva, comparable, no sin razón,
a la que se da en el hombre entre el alma y el cuerpo. Para
determinar la esencia y la medida de esta relación unitiva
no hay, como hemos dicho, otro camino que examinar la
naturaleza de cada uno de los dos poderes, teniendo en
cuenta la excelencia y nobleza de sus fines respectivos. El
poder civil tiene como fin próximo y principal el cuidado
de las cosas temporales. El poder eclesiástico, en cambio,
la adquisición de los bienes eternos. Así, todo lo que de
alguna manera es sagrado en la vida humana, todo lo que
pertenece a la salvación de las almas y al culto de Dios, sea
por su propia naturaleza, sea en virtud del fin a que está
referido, todo ello cae bajo el dominio y autoridad de la
Iglesia. Pero las demás cosas que el régimen civil y político,
en cuanto tal, abraza y comprende, es de justicia que que-
den sometidas a éste, pues Jesucristo mandó expresa-
mente que se dé al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios. No obstante, sobrevienen a veces especia-
les circunstancias en las que puede convenir otro género
de concordia que asegure la paz y libertad de entrambas
potestades; por ejemplo, cuando los gobernantes y el Ro-
mano Pontífice admiten la misma solución para un asunto
determinado. En estas ocasiones, la Iglesia ha dado prue-
bas numerosas de su bondad maternal, usando la mayor
indulgencia y condescendencia posibles27”.
Pío XI
“(...) la Iglesia no quiere ni debe sin justa causa inter-
venir en la dirección de las cosas puramente humanas. De
ningún modo puede, sin embargo, renunciar al oficio que
27 LEÓN XIII, Inmortale Dei, AAS, 1885, XVIII, p.166.
20
Dios le ha asignado, de intervenir con su autoridad, no en
las cosas técnicas, para las cuales no tiene ni los medios
adecuados ni la misión de tratarlos, pero sí en todo aquello
que tiene relación con la moral. En efecto, en esta materia,
el depósito de la verdad a Nos confiado por Dios, y el
deber gravísimo que se nos ha impuesto de divulgar e in-
terpretar toda la ley moral y también de exigir oportuna e
inoportunamente su observancia, someten y sujetan a
Nuestro supremo juicio tanto en el orden social como
económico28”.
“Así, aún en el campo económico-social, la Iglesia,
aunque nunca ha presentado como suyo un determinado
sistema técnico, por no ser este su oficio, ha fijado, sin
embargo, claramente, principios y directivas...29”.
Pío XII
“La inexpugnable competencia de la Iglesia de juzgar
si un determinado orden social está de acuerdo con el or-
den inmutable que Dios creador y redentor ha manifes-
tado por medio del derecho natural y de la revelación; re-
afirma la perenne vitalidad de las enseñanzas de la
RN...31”.
21
“Movido por la convicción profunda de que la Iglesia
tiene no sólo el derecho, sino el deber de pronunciar su auto-
rizada palabra en las cuestiones sociales dirigió León XIII
al mundo su mensaje. No es que pretendiese él establecer
normas de carácter puramente práctico, casi diríamos téc-
nico, de la constitución de la sociedad, porque sabía bien
y era para él evidente - y nuestro Predecesor de santa me-
moria Pío XI lo declaró hace un decenio en su encíclica
conmemorativa Quadragesimo Anno - que la Iglesia no se
atribuye tal misión32”.
“Es en cambio a no dudarlo competencia de la Iglesia,
allí donde el orden social se aproxima y llega a tocar el
orden moral, juzgar si las bases de un orden social exis-
tente están de acuerdo con el orden inmutable que Dios
Creador y Redentor ha promulgado por medio del dere-
cho natural y de la revelación: doble manifestación a que
se refiere León XIII en su encíclica33”.
San Pablo VI
22
Concilio Vaticano II
Benedicto XVI
36 GS n° 42.
37 SRS n° 41.
23
solución adecuada de los graves problemas socioeconómi-
cos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y
necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta
verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero,
no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación
social se deja a merced de intereses privados y de lógicas
de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad,
tanto más en una sociedad en vías de globalización, en
momentos difíciles como los actuales38”.
Francisco
38 CV n° 6.
24
ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como ex-
presión del horizonte que se nos abre, y el momento es expresión
del límite que se vive en un espacio acotado. Los ciudadanos vi-
ven en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del
tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al futuro
como causa final que atrae.
25
plenitud de la existencia humana, de acuerdo con el carácter pe-
culiar y las posibilidades de dicha época.
26
en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los
conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una uni-
dad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un
sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la re-
solución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades
valiosas de las polaridades en pugna. Este criterio evangélico nos
recuerda que Cristo ha unificado todo en sí: cielo y tierra, Dios y
hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad.
La señal de esta unidad y reconciliación de todo en sí es la paz.
Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14). El anuncio evangélico comienza
siempre con el saludo de paz, y la paz corona y cohesiona en cada
momento las relaciones entre los discípulos. La paz es posible
porque el Señor ha vencido al mundo y a su conflictividad per-
manente “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col
1,20). Pero si vamos al fondo de estos textos bíblicos, tenemos
que llegar a descubrir que el primer ámbito donde estamos llama-
dos a lograr esta pacificación en las diferencias es la propia inte-
rioridad, la propia vida siempre amenazada por la dispersión dia-
léctica. Con corazones rotos en miles de fragmentos será difícil
construir una auténtica paz social.
27
instaurar un diálogo constante, evitando que la idea termine se-
parándose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de la sola
palabra, de la imagen, del sofisma. De ahí que haya que postular
un tercer principio: la realidad es superior a la idea. Esto supone
evitar diversas formas de ocultar la realidad: los purismos angéli-
cos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracio-
nistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalis-
mos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin
sabiduría. La idea —las elaboraciones conceptuales— está en
función de la captación, la comprensión y la conducción de la
realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos y
nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero
no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el ra-
zonamiento. Hay que pasar del nominalismo formal a la objetivi-
dad armoniosa. De otro modo, se manipula la verdad, así como
se suplanta la gimnasia por la cosmética. Hay políticos —e in-
cluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo
no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas
y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la
pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvida-
ron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena
a la gente. La realidad es superior a la idea. Este criterio hace a la
encarnación de la Palabra y a su puesta en práctica: «En esto co-
noceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesu-
cristo ha venido en carne es de Dios» (1 Jn 4,2). El criterio de
realidad, de una Palabra ya encarnada y siempre buscando encar-
narse, es esencial a la evangelización. Nos lleva, por un lado, a
valorar la historia de la Iglesia como historia de salvación, a re-
cordar a nuestros santos que inculturaron el Evangelio en la vida
de nuestros pueblos, a recoger la rica tradición bimilenaria de la
Iglesia, sin pretender elaborar un pensamiento desconectado de
ese tesoro, como si quisiéramos inventar el Evangelio. Por otro
lado, este criterio nos impulsa a poner en práctica la Palabra, a
realizar obras de justicia y caridad en las que esa Palabra sea fe-
cunda. No poner en práctica, no llevar a la realidad la Palabra, es
edificar sobre arena, permanecer en la pura idea y degenerar en
28
intimismos y gnosticismos que no dan fruto, que esterilizan su
dinamismo.
El todo es más que las partes, y también es más que la mera suma
de ellas. Entonces, no hay que obsesionarse demasiado por cues-
tiones limitadas y particulares. Siempre hay que ampliar la mirada
para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero
hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir
las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es
un don de Dios. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero
con una perspectiva más amplia. Del mismo modo, una persona
que conserva su peculiaridad personal y no esconde su identidad,
cuando integra cordialmente una comunidad, no se anula sino
que recibe siempre nuevos estímulos para su propio desarrollo.
No es ni la esfera global que anula ni la parcialidad aislada que
esteriliza39”.
39 EG n° 221-237.
29
Triple dimensión de la DSI
40 MM n° 53.
41 QA n° 23.
42 CF FT n° 211.
30
aplicación efectiva de estos principios en la praxis, tradu-
ciéndolos concretamente en la forma y en la medida que
las circunstancias permiten y reclaman.
Dimensión teórica
Es por eso que la DSI debe sobre todo basarse en una sana
y católica filosofía y teología para no caer en sociologismos a ve-
ces basados solo en estadísticas, donde se analiza el fenómeno y
no la causa, donde se busca dar soluciones técnicas sin funda-
mentos éticos. Como nos dice el documento de la sagrada Con-
gregación para la Educación Católica:
43 OA n °4.
31
“Esta doctrina se forma recurriendo a la teología y a
la filosofía que le dan un fundamento, y a las ciencias hu-
manas y sociales que la completan. Ella se proyecta sobre
los aspectos éticos de la vida, sin descuidar los aspectos
técnicos de los problemas, para juzgarlos con criterio mo-
ral. Basándose sobre principios siempre válidos lleva consigo jui-
cios contingentes, ya que se desarrolla en función de las cir-
cunstancias cambiantes de la historia y se orienta esencial-
mente a la acción o praxis cristiana44”.
44 Orient. n° 3.
45 GS n° 53: Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo
que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corpora-
les; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace
más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante
el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo, ex-
presa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspira-
ciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano.
De aquí se sigue que la cultura humana presenta necesariamente un aspecto histórico
y social y que la palabra cultura asume con frecuencia un sentido sociológico y etno-
lógico. En este sentido se habla de la pluralidad de culturas.
46 FT n° 231.
32
Autoridad doctrinal de la DSI
47 LG n° 25.
48 OA n° 4; LC n° 72; SRS n° 41.
33
natural, es decir a las normas primarias y vacilares del orden so-
cial. Es doctrina cierta que estas normas morales pueden ser in-
faliblemente enseñadas por el magisterio49. Y como verdades propues-
tas en modo definitivo… deben ser firmemente aceptadas y retenidas50.
49 DV n° 16.
50 Idem n° 23.
51 DV n° 16.
52 Cf. Professio Fidei et Iusiurandam fidelitatis: AAS 81 (1989) 104 s.: L'Osservatore
clesiae, n°. 3-5: AAS 65 (1973) 396-408: L'Osservatore Romano, edición en lengua
española, 15 de julio de 1973, pág. 9 s.; Professio fidei et lusiurandum fidelitatis: AAS
81 (1989) 104 s.: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de mayo de
1989, pág. 5.
34
toda la ley moral para la salvación, la competencia del Ma-
gisterio se extiende también a lo que se refiere a la ley na-
tural54”.
Demás está decir que hay que tener en cuenta el carácter pro-
pio de cada una de las intervenciones del Magisterio y la medida
35
en que se encuentra implicada su autoridad; pero también el he-
cho de que todas ellas derivan de la misma fuente, es decir, de
Cristo que quiere que su pueblo camine en la verdad plena.
no puede ser puramente exterior o disciplinar, sino que debe colocarse en la lógica y bajo la ayuda de
la obediencia de la fe. DV n° 23.
58 DV n° 23.
59 El texto de la nueva profesión de fe (cf. nota 15) precisa la adhesión a estas ense-
36
o bien para llamar la atención sobre la conformidad de una doc-
trina con las verdades de fe, o en fin para prevenir contra con-
cepciones incompatibles con esas verdades60, se exige un religioso
asentimiento de la voluntad y de la inteligencia61. Este último no puede
ser puramente exterior y disciplinar, sino que debe colocarse en
la lógica y bajo el impulso de la obediencia de la fe.
Todo esto nos lleva a afirmar que cuanto más cerca se encuentra el ma-
gisterio social a un principio de fe o de moral, es mayor el grado de vincula-
ción y de autoridad. Y cuanto más se articula a elementos contingentes y va-
riables o a datos sobre los cuales la Iglesia tiene un conocimiento meramente
humano, relativa a saberes diversos de la fe y de la moral, tanto menor es su
vinculación y autoridad.
60 baste recordar la acusación por parte del Magisterio social hacia el socialismo, co-
munismo, capitalismo y últimamente las advertencias sobre las posibles consecuen-
cias de una deshumana globalización.
61 Cf. LG n°. 25.
62 EG n° 182.
37
“Todo lo demás que el santo Sínodo propone, por ser
doctrina del Magisterio supremo de la Iglesia, debe ser re-
cibido y aceptado por todos y cada uno de los fieles de
acuerdo con la mente del santo Sínodo, la cual se conoce,
bien por el tema tratado, bien por el tenor de la expresión
verbal, de acuerdo con las reglas de la interpretación teo-
lógica63”.
63
LG, de las actas del Santo Concilio ecuménico Vaticano II, notificaciones hechas
por el excelentísimo secretario general del concilio en la congregación general 123,
del día 16 de noviembre de 1964.
38
religioso de la voluntad y del entendimiento de modo par-
ticular ha de ser prestado al magisterio auténtico del Ro-
mano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra; de tal
manera que se reconozca con reverencia su magisterio su-
premo y con sinceridad se preste adhesión al parecer ex-
presado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que
se colige principalmente ya sea por la índole de los docu-
mentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma
doctrina, ya sea por la forma de decirlo.
Aunque cada uno de los Prelados no goce por si de la
prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, cuando, aun
estando dispersos por el orbe, pero manteniendo el
vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro,
enseñando auténticamente en materia de fe y costumbres,
convienen en que una doctrina ha de ser tenida como de-
finitiva, en ese caso proponen infaliblemente la doctrina
de Cristo. Pero todo esto se realiza con mayor claridad
cuando, reunidos en concilio ecuménico, son para la Igle-
sia universal los maestros y jueces de la fe y costumbres, a
cuyas definiciones hay que adherirse con la sumisión de la
fe.
Esta infalibilidad que el divino Redentor quiso que tu-
viese su Iglesia cuando define la doctrina de fe y costum-
bres, se extiende tanto cuanto abarca el depósito de la Re-
velación, que debe ser custodiado santamente y expresado
con fidelidad. El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio
episcopal, goza de esta misma infalibilidad debido a su ofi-
cio cuando, como supremo pastor y doctor de todos los
fieles, que confirma en la fe a sus hermanos (Cf. Lc 22,32),
proclama de una forma definitiva la doctrina de fe y cos-
tumbres. Por esto se afirma, con razón, que sus definicio-
nes son irreformables por sí mismas y no por el consenti-
miento de la Iglesia, por haber sido proclamadas bajo la
asistencia del Espíritu Santo, prometida a él en la persona
de San Pedro, y no necesitar de ninguna aprobación de
otros ni admitir tampoco apelación a otro tribunal. Porque
39
en esos casos, el Romano Pontífice no da una sentencia
como persona privada, sino que, en calidad de maestro
supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente
reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, ex-
pone o defiende la doctrina de la fe católica. La infalibili-
dad prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo de
los Obispos cuando ejerce el supremo magisterio en unión
con el sucesor de Pedro. A estas definiciones nunca puede
faltar el ascenso de la Iglesia por la acción del mismo Es-
píritu Santo, en virtud de la cual la grey toda de Cristo se
mantiene y progresa en la unidad de la fe.
Mas cuando el Romano Pontífice o el Cuerpo de los
Obispos juntamente con él definen una doctrina, lo hacen
siempre de acuerdo con la misma Revelación, a la cual de-
ben atenerse y conformarse todos, y la cual es íntegra-
mente transmitida por escrito o por tradición a través de
la sucesión legítima de los Obispos, y especialmente por
cuidado del mismo Romano Pontífice, y, bajo la luz del
Espíritu de verdad, es santamente conservada y fielmente
expuesta en la Iglesia. El Romano Pontífice y los Obispos,
por razón de su oficio y la importancia del asunto, trabajan
celosamente con los medios oportunos para investigar
adecuadamente y para proponer de una manera apta esta
Revelación; y no aceptan ninguna nueva revelación pú-
blica como perteneciente al divino depósito de la fe64”.
64 LG n° 25.
65 OA n° 42.
40
Decía al respecto San Juan Pablo II:
Método de la DSI
66 SRS n° 3.
67 Cf. Orient 3: “…la enseñanza social de la Iglesia se origina del encuentro del men-
saje evangélico y de sus exigencias éticas con los problemas que surgen en la vida de
la sociedad”.
41
más claramente en la encíclica Mater et magistra. La constitución
pastoral Gaudium et spes va a describir este paso de la deducción a
la inducción cuando afirma que:
42
Ver, juzgar y actuar.
69
La virtud de la prudencia dice Pieper, posee tres partes potenciales: memoria,
docilitas y solertia. Por docilitas debe entenderse el saber-dejarse-decir-algo, aptitud
nacida no de una vaga “discreción”, sino de la simple voluntad de conocimiento real
(que implica siempre y necesariamente autentica humildad). La indisciplina y la
manía de llevar siempre razón son, en el fondo, modos de oponerse a la verdad de
las cosas reales; ambos descansan en la imposibilidad de obligar al sujeto, dominado
por sus “intereses”, a mantener ese silencio que es incanjeable requisito de toda
aprehensión a la realidad.
43
el modo y medida que las mismas circunstancias permiten o re-
claman.
El Magisterio, al invitar a los fieles a hacer una elección
concreta a través del método del discernimiento y a obrar según
los principios y los criterios expresados en su doctrina social, les
ofrece el fruto de muchas reflexiones y experiencias pastorales
maduradas bajo la asistencia especial prometida por Cristo a su
iglesia a lo largo de la historia contenidas de manera particular en
la Tradición. Corresponde al cristiano verdadero la aplicación de
estos principios doctrinales como base de su acción prudencial para
traducirla concretamente en categorías de acción, de participación y de com-
promiso.
Objeto de la DSI
70 MM n° 63.
71 Orient. n° 4.
72 CA n° 11. GS n° 24.
44
Se ocupa no bajo el aspecto técnico-organizativo, ámbito propio
del laico empeñado en el apostolado social, sino ético-normativo, es
decir la identificación de los principios a aplicar luego de la apa-
rición de las exigencias éticas que produce la predicación del
evangelio.
Destinatarios
73 DC n° 28.
74 SRS n° 7.
45
El fin
Fundación teológica
46
hombre y por ende también a la creación sometida a las conse-
cuencias del pecado75.
75 LS n° 68. Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser
humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equi-
librios entre los seres de este mundo, porque «él lo ordenó y fueron creados, él los
fijó por siempre, por los siglos, y les dio una ley que nunca pasará» (Sal 148,5b-6). De
ahí que la legislación bíblica se detenga a proponer al ser humano varias normas, no
sólo en relación con los demás seres humanos, sino también en relación con los de-
más seres vivos: « Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te
desentenderás de ellos […] Cuando encuentres en el camino un nido de ave en un
árbol o sobre la tierra, y esté la madre echada sobre los pichones o sobre los huevos,
no tomarás a la madre con los hijos » (Dt 22,4.6). En esta línea, el descanso del sép-
timo día no se propone sólo para el ser humano, sino también «para que reposen tu
buey y tu asno» (Ex 23,12). De este modo advertimos que la Biblia no da lugar a un
antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas.
47
Fuentes cognoscitivas
Son dos:
1°: la Sagrada Escritura.
2°: el orden natural, la naturaleza humana, es decir la
fe y la razón.
Formalidad teológica
48
con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su
vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en
consecuencia la conducta cristiana. Por tanto, no perte-
nece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y es-
pecialmente de la teología moral”.
49
Su formalidad teológico-moral encuentra su fundamento en el
orden natural y sobrenatural y esta ordenada a la praxis, es decir,
debe valorar y guiar las acciones a la luz de la fe y del orden na-
tural por medio de los principios de reflexión, criterios de juicio
y directivas de acción.
Esta finalidad de guiar las elecciones y las responsabilidades
en el vivir social del hombre, previo un adecuado discernimiento,
da a la reflexión teológica una impronta netamente ética, de allí que a
la DSI se la asigna no solo a la teología sino principalmente la
teología moral.
Dimensión práctica
¿Cómo realizar esto?
76
Todo lo que constituye el orden temporal, a saber, los bienes de la vida y de la
familia, la cultura, la economía, las artes y profesiones, las instituciones de la comu-
nidad política, las relaciones internacionales, y otras cosas semejantes, y su evolución
y progreso, no solamente son subsidios para el último fin del hombre, sino que tienen
un valor propio, que Dios les ha dado, considerados en sí mismos, o como partes del
orden temporal: "Y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno" (Gn. 1,31).
50
Nos llena de asombro la poca importancia que se da
a la DSI en los seminarios, recuerdo en una oportunidad
un profesor que nos decía que el sacerdote que no puede
entender las noticias políticas, económicas y sociales que
nos traen los periódicos de todos los días nunca podrá ilu-
minar con la luz del evangelio las realidades y problemáti-
cas temporales de la vida cuotidiana.
La DSI es un elemento importantísimo para la pasto-
ral, allí el sacerdote comprenderá el mundo actual, sus po-
líticas y decisiones, adquiriendo así una concepción global
del mundo moderno77, sabrá juzgar los acontecimientos
históricos para iluminarlos con la luz del evangelio, sabrá
vivir un sano y fructuoso realismo.
2. Buscando consagrados y laicos que tengan contacto
directo con lo concreto. Idelfonso Camacho en su libro,
Creyentes en la vida pública, nos dice que “el contacto con
la realidad debe entenderse como dialéctica entre cercanía y
lejanía”. Debemos tener cuidado de no encerrarnos en
“nuestra propia realidad” y de esa manera por encerrarnos
en nuestra “cercanía” perder la visión de conjunto que nos
da la “lejanía”. De allí que participar de los problemas del
mundo moderno debe suscitar el interés sea para una sana
crítica o para la búsqueda de soluciones. Muchas veces la
principal dificultad es esa: el consagrado o el laico no cono-
cen los problemas sociales, no tiene una visión amplia de
la realidad, por lo tanto, la DSI será desconocida o utili-
zada de manera parcial.
Esta bondad natural de las cosas recibe una cierta dignidad especial de su relación
con la persona humana, para cuyo servicio fueron creadas. AA n° 7.
77 CA n° 36: A través de las opciones de producción y de consumo se pone de mani-
51
refleja en la penetración de los valores cristianos en el
mundo social, político y económico. Se limita muchas
veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real
por la aplicación del Evangelio a la transformación de la
sociedad. La formación de laicos y la evangelización de
los grupos profesionales e intelectuales constituyen un
desafío pastoral importante78”.
78 EG n° 102.
79 BENEDICTO XV, carta al obispo de Bérgamo. 11/03/1920. AAS 12 (1920).
80 CA n° 51: Toda la actividad humana tiene lugar dentro de una cultura y tiene una
recíproca relación con ella. Para una adecuada formación de esa cultura se requiere
la participación directa de todo el hombre, el cual desarrolla en ella su creatividad, su
inteligencia, su conocimiento del mundo y de los demás hombres. A ella dedica tam-
bién su capacidad de autodominio, de sacrificio personal, de solidaridad y disponibi-
lidad para promover el bien común. Por eso, la primera y más importante labor se
realiza en el corazón del hombre, y el modo como éste se compromete a construir el
propio futuro depende de la concepción que tiene de sí mismo y de su destino. Es a
52
y de la política, debe conocer las encíclicas sociales no de manera
aislada sino de manera cronológica y en su contexto, es decir en
el momento histórico en la cual fue escrita, debe saber ir contra
corriente. De esta manera, teniendo una visión global y critica del
mundo moderno, podrá ofrecer a los fieles, principios de refle-
xión, criterios de juicio y directivas de acción81 para resolver los
problemas del mundo moderno. De este modo el sacerdote ob-
tendrá no una cultura básica82 sino aquella que como pastor nece-
sita para guiar al pueblo de Dios.
Es necesario pasar de la evangelización (predicación del ke-
rigma) a evangelizar la cultura, es decir lograr una verdadera incultu-
ración donde hombre y sociedad pueden encontrarse con Dios.
Como dice el Papa Francisco promover “una cultura del encuen-
tro”:
“Ser llamados por Jesús, llamados para evangelizar y,
tercero, llamados a promover la cultura del encuentro. En
este nivel donde tiene lugar la contribución específica y decisiva de la Iglesia en favor
de la verdadera cultura. Ella promueve el nivel de los comportamientos humanos que
favorecen la cultura de la paz contra los modelos que anulan al hombre en la masa,
ignoran el papel de su creatividad y libertad y ponen la grandeza del hombre en sus
dotes para el conflicto y para la guerra. La Iglesia lleva a cabo este servicio predicando
la verdad sobre la creación del mundo, que Dios ha puesto en las manos de los hom-
bres para que lo hagan fecundo y más perfecto con su trabajo, y predicando la verdad
sobre la Redención, mediante la cual el Hijo de Dios ha salvado a todos los hombres
y al mismo tiempo los ha unido entre sí haciéndolos responsables unos de otros. La
Sagrada Escritura nos habla continuamente del compromiso en favor del hermano y
nos presenta la exigencia de una corresponsabilidad que debe abarcar a todos los
hombres.
81 OA n° 4; LC n° 72; SRS n° 41.
82 Hoy día es posible liberar a muchísimos hombres de la miseria de la ignorancia.
Por ello, uno de los deberes más propios de nuestra época, sobre todo de los cristia-
nos, es el de trabajar con ahínco para que, tanto en la economía como en la política,
así en el campo nacional como en el internacional, se den las normas fundamentales
para que se reconozca en todas partes y se haga efectivo el derecho de todos a la
cultura, exigido por la dignidad de la persona, sin distinción de raza, sexo, nacionali-
dad, religión o condición social. Es preciso, por lo mismo, procurar a todos una can-
tidad suficiente de bienes culturales, principalmente de los que constituyen la llamada
cultura básica, a fin de evitar que un gran número de hombres se vea impedido, por
su ignorancia y por su falta de iniciativa, de prestar su cooperación auténticamente
humana al bien común. GS n° 60.
53
muchos ambientes, y en general en este humanismo eco-
nomicista que se nos impuso en el mundo, se ha abierto
paso una cultura de la exclusión, una “cultura del des-
carte”. No hay lugar para el anciano ni para el hijo no
deseado; no hay tiempo para detenerse con aquel pobre
en la calle. A veces parece que, para algunos, las relaciones
humanas estén reguladas por dos “dogmas”: eficiencia y
pragmatismo. ... Tengan el valor de ir contracorriente de
esta cultura eficientista, de esta cultura del descarte. El en-
cuentro y la acogida de todos, la solidaridad, es una palabra
que la están escondiendo en esta cultura, casi una mala pa-
labra, la solidaridad y la fraternidad, son elementos que
hacen nuestra civilización verdaderamente humana83”.
54
II y los pontífices que lo han sucedido nos ofrecen sea en su ma-
gisterio ordinario como en el extraordinario, los principios para
elaborar una propuesta católica a las nuevas teorías políticas, eco-
nómicas y sociales. Hoy más que nunca existe la solicitud de la
Iglesia por ayudar al orden temporal donde están inmersos sus
hijos.
¡No hay que tener miedo de ser profetas nos dice el Papa Fran-
cisco!:
86 CA n° 5.
87 JMJ, 28 de julio de 2013.
55
¿Cuál es la garantía para una correcta aplicación y evolución de
la DSI?
La natural:
La sobrenatural o revelada:
Pluralismo y DSI
88 FT n° 184.
89 FT n° 273.
56
y el desarrollo económico, ha exacerbado este plura-
lismo, que se convierte así en foco permanente de con-
flicto social.
Tan inevitable es esta dimensión que todos los es-
fuerzos de la sociedad se orientan, mas que eliminarlo,
a controlarlo. es decir, a procurar que no derive en una
lucha abierta de intereses, donde siempre se imponga la
ley del más fuerte. La estructura política, no tiene, en el
fondo, otra pretensión que la de establecer unas reglas
del juego que permitan garantizar una convivencia
donde los derechos sean respetados.
57
En otro momento de la historia esto podía darse, hoy no, la
sociedad moderna exige una mayor racionalidad90 y participa-
ción91.
¿Qué consecuencias trae esto a la DSI? Muchas e importan-
tes. La DSI no puede prescindir de esta exigencia de racionalidad
(si quiere estar presente en los procesos de la opinión pública),
pero siempre recordando el carácter evangélico.
El peligro se encuentra en los extremos, es decir en caer en
lo puramente racional o en lo puramente magisterial.
Otra de las consecuencias de este pluralismo, continúa Ca-
macho, es contar con el pluralismo dentro de la iglesia. Tema de-
licado. Porque la Iglesia vive en medio de una sociedad pluralista
por lo tanto sus hijos son hijos de este concreto modelo de so-
ciedad.
El pluralismo intraeclesial solo se podría excluir si en la tra-
dición y en la DSI se encontrasen respuestas concretas a todos los
problemas de la sociedad. Pero ocurre que sólo poseemos crite-
rios, principios y grandes orientaciones. Allí todos los creyentes
coinciden o deberían coincidir.
58
En este momento vienen en ayuda de la DSI las llamadas
ciencias auxiliares como la sociología, filosofía, economía, etc.
1. El magisterio de la Iglesia.
2. El orden natural.
3. El respeto por la cultura93.
93 GS n° 53: Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo
que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corpora-
les; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace
más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante
el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo, ex-
presa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspira-
ciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano.
De aquí se sigue que la cultura humana presenta necesariamente un aspecto histórico
y social y que la palabra cultura asume con frecuencia un sentido sociológico y etno-
lógico. En este sentido se habla de la pluralidad de culturas. Estilos de vida común
diversos y escalas de valor diferentes encuentran su origen en la distinta manera de
servirse de las cosas, de trabajar, de expresarse, de practicar la religión, de compor-
tarse, de establecer leyes e instituciones jurídicas, de desarrollar las ciencias, las artes
y de cultivar la belleza. Así, las costumbres recibidas forman el patrimonio propio de
cada comunidad humana. Así también es como se constituye un medio histórico de-
terminado, en el cual se inserta el hombre de cada nación o tiempo y del que recibe
los valores para promover la civilización humana.
59
De no ser así, ¿cuál es el riesgo?
propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de
la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor
eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas,
habida cuenta de las circunstancias de lugar y tiempo. El hombre, en efecto, no se
limita al solo horizonte temporal, sino que, sujeto de la historia humana, mantiene
íntegramente su vocación eterna. La Iglesia, por su parte, fundada en el amor del
Redentor, contribuye a difundir cada vez más el reino de la justicia y de la caridad en
el seno de cada nación y entre las naciones. Predicando la verdad evangélica e ilumi-
nando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de
los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas
del ciudadano. GS n° 76.
60
circunstancias históricas y culturales de un determinado mo-
mento de la humanidad en la cual las así llamadas dos espadas esta-
ban íntimamente unidas.
Para Santo Tomás de Aquino, aún en un ordenamiento que
prescindiera de la revelación, el individuo y la sociedad, deben
ordenarse a Dios, fin último y bien común absoluto95. La subor-
dinación al orden sobrenatural no despoja a la política de su pro-
pio orden, sino que, por el contrario, la confirma y le da un más
alto valor instrumental, así como la gracia no destruye la natura-
leza, sino que la supone, la sana y la eleva96.
Dimensión histórica
95 Finis autem humanae vitae et societatis est Deus. (SANTO TOMÁS de AQUINO, Suma
Teológica, I-II, 100, 6). Según la ética natural el sacerdocio y la religión, como deberes
naturales dictados por la recta razón, se ordenan juntamente, en una cultura pagana
o precristiana, al poder político. Cf. SANTO TOMÁS de AQUINO, De Regimine
Principum, I, XIV.
96 “Bien lejos de suprimir la autonomía de un orden inferior cualquiera, su subordi-
está conectado, es difícil pensar que este desastre mundial no tenga relación con
nuestro modo de enfrentar la realidad, pretendiendo ser señores absolutos de la pro-
pia vida y de todo lo que existe”. FT n° 34.
61
qué interviene la Iglesia en ese particular momento de la historia
del hombre.
Propondremos a continuación una breve guía a la lectura de
documentos magisteriales.
León XIII
León XIII, preocupado por la cuestión obrera esto es, por los
problemas derivados de la deplorable situación en que se encon-
traba el proletariado industrial, interviene con la encíclica Rerum
novarum (1891), para aquel momento este era un texto valiente y
claro que preparó el desarrollo de la doctrina social llevado a cabo
por el Magisterio en documentos posteriores. En la encíclica, el
Pontífice expone los principios doctrinales que pueden servir
para remediar el "mal social" latente en la "situación de los obre-
ros"98.
Después de haber enumerado los errores que han llevado a
la inmerecida miseria del proletariado y después de excluir expresa-
mente al socialismo como solución de la cuestión obrera, la RN pre-
cisa y sobre todo actualiza los principios de reflexión sobre el tra-
bajo, sobre el derecho de propiedad, sobre el principio de cola-
boración contrapuesto a la lucha de clases como medio funda-
mental para el cambio social, sobre el derecho de los débiles, la
dignidad de los pobres, las obligaciones de los ricos, el perfeccio-
namiento de la justicia por la práctica de la caridad y sobre el de-
recho a tener asociaciones profesionales o sindicatos.
La Rerum Novarum
Capítulo I:
La encíclica comienza mostrando “la novedad”: el paso del or-
den político al orden económico (n° 1).
Luego refuta la posición socialista que proponía abolir y co-
lectivizar la propiedad privada (n°3).
98 RN n° 11.
62
El fundamento de la refutación la encuentra el Pontífice en
el derecho natural, esto va contra la razón ya que la propiedad
privada es el fruto inmediato del trabajo del hombre (n° 4).
De allí que la única solución para la cuestión social es aquella
propuesta por la Iglesia.
Las clases sociales responden a un orden natural. No se puede
realizar un paraíso terrenal.
La Iglesia propone la colaboración entre las clases sociales.
Justo salario -Virtud - destinación uso y posesión - Superfluo.
(n° 19).
Dignidad del trabajo, lo que dignifica no es el dinero sino la
virtud.
La Iglesia mira el alma y el cuerpo.
Capítulo II:
Estado:
• Por qué debe intervenir.
• Cómo debe intervenir.
• Por qué debe intervenir:
Capítulo III
Dignidad de la persona humana:
Ninguno puede violar su dignidad:
63
• Necesidad del reposo festivo.
• Trabajo proporcional a las fuerzas.
• Necesidad de una legislación social.
• Justo salario: ampliar criterio.
• Criterio meta-económico del salario que supera ley
del cambio.
• Justo salario – ahorro – propiedad.
Capítulo IV
Sindicatos:
• Herederos de las antiguas corporaciones.
• Sociedad natural.
• Libertad de asociación.
• Deben ser tutelados por el Estado.
Sindicatos cristianos:
• Deben ser confesionales.
Pío XI
99 QA n° 23.
64
flicto de clases y llegar a un nuevo orden social basado en la jus-
ticia y en la caridad. Dada esta atención al nuevo contexto histó-
rico, su encíclica Quadragesimo anno aporta novedades: ofrece una
panorámica conjunta de la sociedad industrial y de la producción;
subraya la necesidad de que tanto el capital como el trabajo con-
tribuyan a la producción y a la organización económica; establece
las condiciones para el restablecimiento del orden social; busca
un nuevo enfoque de los problemas surgidos, para afrontar los
grandes cambios ocasionados por el nuevo desarrollo de la econo-
mía y del socialismo100; no duda en tomar posición sobre los in-
tentos, realizados en aquellos años, por superar, con el sistema
corporativista, la antinomia social mostrándose favorable a los
principios de solidaridad y de colaboración que lo inspiraban,
pero advirtiendo que la falta de respeto a la libertad de asociación
y de acción podía comprometer el éxito deseado.
La Quadragessimo Anno
Centro:
Reforma de las instituciones y costumbres. (n°78)
Subsidiaridad. (n° 80)
Tres partes:
Rerum Novarum:
1: Memoria: n° 16 al 40.
2: Defensa: n° 40 al 98.
3: Actualización: n° 98 al 137.
65
Capítulo I
Frutos de la RN (memoria): sociología y economía católica:
Iglesia.
Estado: solución:
Capítulo II
• Desarrollo de la cuestión social en cuestión económica:
relación economía – moral: discurso fundamental de la
DSI, relación negada hasta entonces.
• Ley moral, medio para alcanzar el bien común.
• Derecho de propiedad:
• Individual: individuo – derecho natural.
• Social: bien común.
• Distinción del derecho de posesión y derecho de uso.
Solución:
66
Solución de Pío XI:
• Reforma de las instituciones y de las costumbres: Subsi-
diaridad (n° 80).
• El problema surge en el mercado laboral: solución: régimen
corporativo.
• Reforma de la economía: esta contra la libre concurrencia
y el individualismo.
• La economía posee una función social, debe regirse por la
justicia social.
Capítulo III
Transformación económica: libre concurrencia conduce al li-
bre mercado a la hegemonía económica al lucro y al poder.
El Estado se ha transformado en esclavo en vez de ser árbitro.
Solución: DSI:
• Defensa de la propiedad.
• Defensa de la concurrencia con límites.
• Economía subordinada al bien común.
67
Invitación a los católicos de trabajar en el ambiente social: (n°
141) Apostolado social de ambiente.
Medios. Ejercicios espirituales101.
Funestas consecuencias del sistema capitalista.
Libre concurrencia: libre mercado: hegemonía económica: lucro:
poder.
Pío XII
101 QA n° 127: Nuestros muy amados Hijos elegidos para tan grande obra les reco-
mendamos con todo ahínco en el Señor, que se entreguen totalmente a educar a los
hombres que se les ha confiado, y que en ese oficio verdaderamente sacerdotal y
apostólico usen oportunamente de todos los medios más eficaces de la educación
cristiana: enseñar a los jóvenes, instituir asociaciones cristianas, fundar círculos de
estudio conforme a las enseñanzas de la fe. En primer lugar, estimen mucho y apli-
quen frecuentemente para bien de sus alumnos aquel instrumento preciosísimo de
renovación privada y social, que son los Ejercicios Espirituales, como dijimos en
nuestra Encíclica "Mens Nostra" n° 76. En ella hemos recordado explícitamente y
recomendado con insistencia, además de los Ejercicios para todos los seglares, los
Retiros de especial utilidad para los obreros. En esa escuela del espíritu no sólo se
forman óptimos cristianos, sino también verdaderos apóstoles para todas las condi-
ciones de vida, inflamados en el fuego del Corazón de Cristo. De esa escuela saldrán
como los Apóstoles del Cenáculo de Jerusalén, fortísimos en la fe, armados de una
constancia invencible en medio de las persecuciones, abrasados en el celo, sin otro
ideal que propagar por doquiera el Reino de Cristo.
68
bienes; los derechos y deberes de los trabajadores y de los empre-
sarios; la función del Estado en las actividades económicas; la ne-
cesidad de la colaboración internacional para llevar a cabo una
mayor justicia y asegurar la paz; el restablecimiento del derecho
como regla de las relaciones entre las clases y entre los pueblos;
el salario mínimo familiar.
En los años de la guerra y de la posguerra el Magisterio social
de Pío XII representó para muchos pueblos de todos los conti-
nentes y para millones de creyentes y de no creyentes, la voz de
la conciencia universal interpretada y proclamada en íntima cone-
xión con la palabra de Dios. Con su autoridad moral y su presti-
gio, Pío XII llevó la luz de la sabiduría cristiana a un número in-
contable de hombres de toda categoría y nivel social, a gobernan-
tes, hombres de la cultura, profesionales, empresarios, dirigentes,
técnicos y obreros.
Con el deseo de ratificar la tradición de la Rerum novarum
trabajó por la formación de una conciencia ética y social que ins-
pirase la actuación de los pueblos y de los Estados, para esto es
esencial de los laicos entiendan que están en la línea mas avanzada
sea de la Iglesia como del mundo:
102 Pío
XII, Discurso a los nuevos Cardenales (20 Febrero 1946): AAS 38 (1946)
149. También mencionado en CFL n° 9.
69
una situación nueva bajo muchos aspectos: la "cuestión social"
que si bien fue restringida inicialmente a la clase obrera, sufrió un
proceso de universalización que implicó a todas las clases socia-
les, a todos los países y a la misma sociedad internacional, en la
que afloraba cada vez más el drama del Tercer Mundo. El problema
de la época moderna llega a ser objeto de la reflexión y acción pasto-
ral de la Iglesia y de su Magisterio social. En efecto, la nueva en-
cíclica Mater et magistra (1961) del papa San Juan XXIII trata
de actualizar documentos ya conocidos y dar un nuevo paso ade-
lante en el proceso de compromiso de toda la comunidad cris-
tiana. El nuevo documento, al afrontar los aspectos más impor-
tantes y actuales de la cuestión social, resalta las desigualdades exis-
tentes sea entre los distintos sectores económicos, sea entre los
países y regiones, y denuncia el fenómeno de la superpoblación y
subdesarrollo que, a causa de la falta de entendimiento y de soli-
daridad entre las naciones, origina situaciones insoportables es-
pecialmente en el Tercer Mundo.
El mismo San Juan XXIII, ante el peligro de una nueva gue-
rra nuclear por la situación del envío de los misiles rusos a Cuba,
después de haber intervenido con un memorable mensaje a los
pueblos y a los jefes de Estado, publicó la encíclica Pacem in terris
(1963) que fue un llamado urgente a construir la paz basada en el
respeto de las exigencias éticas que deben conducir las relaciones
entre los hombres y los Estados.
El estilo y el lenguaje de las encíclicas del papa San Juan
XXIII confieren a la doctrina social una nueva capacidad de apro-
ximación en las nuevas situaciones, sin romper por ello la conti-
nuidad con la tradición precedente. No se puede, pues, hablar de
cambio epistemológico. Es cierto que con San Juan XXIII aflora la
tendencia a valorar lo empírico y lo sociológico con lo cual como
ya dijimos produce un cambio de método de la DSI, pero al
mismo tiempo se acentúa la motivación teológica de la doctrina
social. Esto es tanto más evidente si se confronta su magisterio
social con los documentos anteriores, en los que predomina la
reflexión filosófica y la argumentación basada sobre principios
del derecho natural. A dar origen a las encíclicas sociales de San
70
Juan XXIII han influido sin duda alguna los cambios radicales
tanto dentro de los Estados como en sus relaciones recíprocas,
sea en el campo científico, técnico y económico, como en el social y polí-
tico.
En este tiempo se manifiesta el desarrollo subsiguiente a la
reconstrucción después de la guerra. El optimismo que esto ge-
neró impidió advertir inmediatamente las contradicciones de un
sistema basado en el desarrollo desigual de los distintos países del
mundo. Además, ya al finalizar aquel decenio, mientras se conso-
lida cada vez más el proceso de descolonización de muchos países
del Tercer Mundo, se observa que al colonialismo político vigente
hasta entonces le sucede otro tipo de dominio colonial de carácter
económico. Este hecho es determinante para una toma de con-
ciencia y para un movimiento de insurrección, especialmente en
América Latina, donde para combatir los desequilibrios del desa-
rrollo y la situación de nueva dependencia, estalla en varios mo-
dos y formas un fermento de liberación. Ello seguidamente ori-
ginará las diversas corrientes de la teología de la liberación sobre las
que la Santa Sede ha dado a conocer su posición103.
La Mater et Magistra:
Capítulo I
1°: La RN: liberalismo, recuerda los principios de la RN:
• Trabajo.
• Propiedad Privada.
• Estado.
• Asociaciones.
• Solidaridad.
103A modo de ejemplo si bien muy posterior: “Instrucción sobre algunos aspectos
de la teología de la liberación”, Sagrada congregación para la doctrina de la fe, 1984.
71
La MM recuerda tres puntos:
• Carácter natural de la propiedad Privada.
• Salario legitimo (contrato de sociedad).
• Cristianismo contrario al socialismo moderado.
• Libre competencia: reforma del orden social:
• Creación de organismos intermedios.
• Estado garante del bien común.
• Colaboración internacional.
Ventajas:
• Desarrollo de los derechos económicos sociales:
escuelas, hospitales, etc.
• Intercambio y comunicación.
72
Desventajas:
• Que el hombre quede atrapado en esta red.
Capítulo III
Centro: la agricultura.
Desigualdades de los pueblos.
Interdependencia de las naciones.
La comunidad internacional solo se puede construir sobre un
orden moral objetivo.
La Pacem in Terris:
73
Paz: solo en el respeto del orden dado por Dios. Insistencia
de mostrar la paz como fruto del respeto del orden natural.
Capítulo I:
Punto de partida: dignidad de la persona humana:
• Orden natural.
• Orden sobrenatural.
Derechos del ser humano:
• Vida digna.
• Valores morales y culturales.
• Libertad religiosa.
• Elección de estado.
Derechos políticos.
Deberes:
• Conservar la vida.
• Buscar la verdad.
• Reconocer los derechos de los demás.
• Mutua colaboración.
• Obrar libre y responsablemente.
• Importante ya que no aparece en el catálogo de la ONU,
convivencia en la Verdad – Justicia – Amor – Libertad.
• Esto último es importante ya que dice el Papa que el orden
entre los hombres es de natura moral.
Capítulo II
Dos ejes: autoridad y bien común:
• Necesidad de la autoridad: legitimación de la autoridad en
cuanto al fin.
74
• Origen de la autoridad.
• El Estado es una sociedad necesaria.
• El bien común es objeto del poder público, comprende
bienes del cuerpo y del espíritu.
Obligación del poder público:
• Defender.
• Armonizar.
• Regular.
• Favorecer.
Estructura y funcionamiento del poder público:
• Conveniente división del poder: p. ej. Poder ejecutivo, le-
gislativo, judicial.
• Poder ejecutivo: ley.
• Poder judicial: justicia.
• Poder legislativo: moral: bien común.
Capítulo III
Comunidades políticas:
Sujetos de derechos y deberes en un marco de:
1°: solidaridad operante.
2°: libertad.
Ley moral: razón de ser de la autoridad.
Las relaciones se deben regular según criterios de verdad y justi-
cia.
Capítulo IV
El Estado liberal tiene dos cosas positivas:
1°: distinción de poderes.
2°: subordinación a la autoridad: orden jurídico positivo
(esto lo ve en el n° 43 y en el 53 un apoyo al estado democrático).
Bien común universal:
• Necesidad de un poder público mundial, por la insuficien-
cia actual de la organización - orden moral.
• Principio de Subsidiaridad.
75
Capítulo V
Deber de participar a la vida pública y no solo a la política.
Con competencia y capacidad.
Cuatro aspectos:
1. Características del cristiano. N° 51
2. Dificultades. N° 53
3. Colaboración con no creyentes. N° 56
4. Evolución - revolución.
Conclusión:
Deber de todos los hombres de buena voluntad.
No puede existir la paz si no se respeta el orden querido por
Dios.
Orden:
• Fundado sobre la verdad.
• Construido según justicia.
• Vivificado e integrado por la caridad.
• Puesto en acto por la libertad.
76
Concilio Vaticano II
77
vida intelectual, moral, espiritual y religiosa, superando así las tra-
dicionales contraposiciones entre productor y consumidor, em-
presario y obrero y las discriminaciones que ofenden a la dignidad
del se humano.
En la Gaudium et spes la Iglesia muestra cuán profunda es
su sensibilidad por la creciente conciencia de las desigualdades y
de las injusticias presentes en la humanidad y, en particular, por
los problemas del Tercer Mundo.
De este modo se refuerza la doctrina social, contra toda dis-
criminación social y económica, una orientación personalista y
comunitaria de la economía, en la que quien preside es el hombre,
considerado como fin, sujeto y protagonista del desarrollo104. Es
la primera vez que un documento del Magisterio solemne de la
Iglesia se expresó tan ampliamente sobre aspectos directamente
temporales de la vida cristiana. Se debe reconocer que la atención
prestada en la Constitución a los cambios sociales, psicológicos,
políticos, económicos, morales y religiosos ha despertado, cada
vez más, la preocupación pastoral de la Iglesia por los problemas
de los hombres y el diálogo con el mundo. El cristiano no es del
mundo, pero vive en el mundo.
78
cionado por la Iglesia; es decir, los fieles que, en cuanto incorpo-
rados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y
hechos partícipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real
de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el
pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde106.
San Pablo VI
106 Ibid.
107 PP n° 9.
108 El papa Francisco nos explica como debemos entender el “desarrollo integral”:
No podemos dejar de decir que el deseo y la búsqueda del bien de los demás y de
toda la humanidad implican también procurar una maduración de las personas y de
las sociedades en los distintos valores morales que lleven a un desarrollo humano
integral. En el Nuevo Testamento se menciona un fruto del Espíritu Santo (cf. Ga
5,22), expresado con la palabra griega agazosúne. Indica el apego a lo bueno, la bús-
queda de lo bueno. Más todavía, es procurar lo excelente, lo mejor para los demás:
su maduración, su crecimiento en una vida sana, el cultivo de los valores y no sólo el
bienestar material. Hay una expresión latina semejante: bene-volentia, que significa
la actitud de querer el bien del otro. Es un fuerte deseo del bien, una inclinación hacia
79
de un desarrollo solidario de la humanidad; dos temas éstos que
han de considerarse como los ejes en torno a los cuales se estruc-
tura todo el entramado de la encíclica. Queriendo convencer a los
destinatarios de la urgencia de una acción solidaria109, el Papa pre-
senta el desarrollo como "el paso de condiciones de vida menos
humanas a condiciones de vida más humanas", y señala sus ca-
racterísticas.
Las situaciones menos humanas se dan cuando hay carencias
materiales y morales, y estructuras opresivas. Las condiciones hu-
manas requieren la posesión de lo necesario, la adquisición de co-
nocimientos y cultura, el respeto a la dignidad de los otros, el re-
conocimiento de los valores supremos y de Dios y, en fin, la vida
cristiana de fe, esperanza y caridad110. El "paso" de las condicio-
nes menos humanas a las más humanas que, según el Papa, no se
limita a los aspectos puramente temporales, debe inspirar la refle-
xión teológica sobre la liberación de la justicia y sobre los valores
auténticos sin los cuales no es posible un verdadero desarrollo de
la sociedad. La doctrina social encuentra aquí abierta la puerta
para una profunda y renovada reflexión ética.
Después de sólo cuatro años de la encíclica Populorum pro-
gressio, San Pablo VI escribió la carta apostólica Octogesima ad-
veniens (1971). Era el octogésimo aniversario de la Rerum nova-
rum, pero el Papa más que al pasado miraba al presente y al fu-
turo. En el mundo occidental industrializado habían surgido nue-
vos problemas, los de la llamada "sociedad postindustrial", y se
precisaba aplicar a ellos la enseñanza social de la Iglesia. La Oc-
togesima adveniens inicia así una nueva reflexión para la com-
prensión de la dimensión política de la existencia y del compro-
miso cristiano, estimulando a la vez el sentido crítico con relación
a las ideologías y utopías subyacentes en los sistemas socioeco-
nómicos vigentes.
todo lo que sea bueno y excelente, que nos mueve a llenar la vida de los demás de
cosas bellas, sublimes, edificantes. FT n° 112.
109 PP n° 1.
110 PP n° 20-21.
80
San Juan Pablo II
81
se amplía el "patrimonio tradicional" de la doctrina social de la
Iglesia, poniendo en claro que, la "clave central" de toda la "cues-
tión social" se encuentra en el "trabajo humano", punto de refe-
rencia el más adecuado para analizar todos los problemas socia-
les. Partiendo del trabajo como dimensión fundamental de la
existencia humana, se tratan en la encíclica todos los otros aspec-
tos de la vida socioeconómica, sin olvidar los aspectos cultural y
tecnológico111.
La Laborem exercens propone, por tanto, una revisión pro-
funda del sentido del trabajo, que supone una distribución más
equitativa no sólo de la renta y de la riqueza, sino también del
trabajo mismo, con el fin de lograr que haya ocupación para to-
dos. A este fin se debería ayudar a la sociedad a redescubrir la
necesidad de la moderación en el consumo, a reconquistar las vir-
tudes de la sobriedad y de la solidaridad e, incluso, a hacer verda-
deros sacrificios para salir de la crisis actual.
Es una gran propuesta reafirmada por la Congregación para
la Doctrina de la Fe112, y ésta sirve no sólo para cada uno de los
pueblos en particular, sino también para las relaciones entre las
naciones.
La situación mundial exige respeto por los principios y los
valores fundamentales que deben ser considerados insustituibles;
en efecto, sin una reafirmación de la dignidad del hombre y de
sus derechos, como también sin la solidaridad entre los pueblos,
la justicia social y el nuevo sentido del trabajo, no habrá un ver-
dadero desarrollo humano, ni un nuevo orden de convivencia so-
cial.
El 30 de diciembre de 1987, a los veinte años de la Popu-
lorum progressio, San Juan Pablo II publicó la encíclica Sollici-
tudo rei socialis, cuyo tema central es la noción del desarrollo se-
gún se expone en el documento de San Pablo VI. A la luz de la
enseñanza siempre válida de la Populorum progressio el Sumo
Pontífice ha querido examinar, a veinte años de distancia, la si-
tuación del mundo bajo este aspecto, con el fin de actualizar y de
111 LE n° 4.
112 LC n° 81-91.
82
profundizar más aún la noción de desarrollo, para que el mismo
responda a las necesidades urgentes del momento histórico pre-
sente y esté verdaderamente a la altura del hombre.
Dos son los temas fundamentales de la Sollicitudo rei socia-
lis: el primero, la situación dramática del mundo contemporáneo,
desde el punto de vista del desarrollo fallido del Tercer Mundo, y
el segundo, el sentido, las condiciones y las exigencias de un desa-
rrollo digno del hombre. Entre las causas del fallido desarrollo se
señalan la diferencia persistente y, a menudo, incluso acrecentada,
entre norte y sur; la oposición entre los bloques oriental y occi-
dental con la consiguiente carrera de armamentos; el comercio de
armas y diversos obstáculos de carácter político que se entrecru-
zan con las decisiones de cooperación y solidaridad entre las na-
ciones. Tampoco puede olvidarse, en este contexto, la cuestión
demográfica. Pero, por otra parte, se reconocen algunos progre-
sos realizados en el campo del desarrollo, aun siendo inciertos,
limitados e insuficientes en relación con las necesidades reales.
Con relación al segundo tema principal de la encíclica, esto
es, la naturaleza de un verdadero desarrollo, se ofrecen ante todo
aclaraciones relativas a la distinción entre "progreso ilimitado" y
desarrollo. A tal fin, se insiste en que el verdadero desarrollo no
puede limitarse a la multiplicación de los bienes y de los servicios,
esto es, a lo que se posee, sino que debe contribuir a la plenitud
del "ser" del hombre. De este modo, se pretende señalar con cla-
ridad el carácter moral del verdadero desarrollo. Este aspecto im-
portante es investigado también a la luz de las fuentes de la Sa-
grada Escritura y de la tradición de la Iglesia. Prueba de esta di-
mensión moral del desarrollo es la insistencia del documento en
la conexión entre la observancia fiel de todos los derechos huma-
nos (incluido el derecho a la libertad religiosa) y el verdadero
desarrollo del hombre y de los pueblos.
La encíclica analiza también varios obstáculos de orden mo-
ral al desarrollo, las "estructuras de pecado", ansia exclusiva de
ganancia, sed de poder y los caminos para una deseable supera-
ción. A este propósito se recomienda el reconocimiento de la in-
83
terdependencia entre hombres y pueblos, y la consiguiente pér-
dida de la obligación de la solidaridad, en cuyo carácter de virtud
se insiste; y el deber de la caridad para los cristianos. Pero todo
esto presupone una radical conversión de los corazones. Al final
del documento se indican también otros medios específicos para
hacer frente a la actual situación, subrayando, sobre todo, la im-
portancia de la doctrina social de la Iglesia, de su enseñanza y de
su difusión en el momento presente.
Benedicto XVI
84
integral del hombre y la fraternidad universal cuando puede con-
tar con un régimen de justicia y libertad, que muchas veces se ven
impedidas por prohibiciones y persecuciones, o también limita-
das cuando se reduce la presencia pública de la Iglesia solamente
a sus actividades caritativas. La segunda verdad es que el autén-
tico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la to-
talidad de la persona en todas sus dimensiones, lo que se dio en
llamar un humanismo integral. Sin la perspectiva de la vida eterna,
el progreso humano en este mundo se queda sin ningún sentido.
Encerrado dentro de la historia y sin trascendencia a la eternidad,
queda expuesto al riesgo de reducirse sólo al incremento del pro-
ducir y tener; así, la humanidad pierde la misión de estar disponi-
ble para los bienes más altos, para las iniciativas grandes y desin-
teresadas que la caridad universal exige. El hombre no puede
desarrollarse solo con sus propias fuerzas, así como no se le
puede dar el desarrollo desde fuera, el desarrollo social comienza
en el desarrollo de cada ser humano. A lo largo de la historia, se
ha creído que la sola creación de instituciones bastaba para ga-
rantizar a la humanidad el ejercicio del derecho al desarrollo
como algo totalmente extrínseco al hombre. Desafortunada-
mente, se ha depositado una confianza excesiva en dichas insti-
tuciones de manera particular a los Estados, casi como si ellas
pudieran conseguir el objetivo deseado de manera automática. En
realidad, las instituciones por sí solas no bastan, porque el desa-
rrollo humano integral es ante todo una vocación personal y, por
tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsa-
bilidades personales por parte de todos y de cada uno. Este desa-
rrollo exige, además, una visión trascendente, el ser humano ne-
cesita a Dios: sin Él, o se niega el desarrollo integral, o queda
atrapado inexorablemente en las manos del hombre, que cede a
la presunción de la auto-salvación y termina por promover un
desarrollo deshumanizado. Por lo demás, sólo el encuentro con
lo trascendente, con Dios permite no “ver siempre en el prójimo
solamente al otro”, sino reconocer en él la imagen divina, lle-
gando así a descubrir verdaderamente al otro y a madurar un
amor que “es ocuparse del otro y preocuparse por el otro”.
85
La relación entre la Populorum progressio y el Concilio Va-
ticano II no representa un antes y un después entre el Magisterio
social de Pablo VI y el de los Pontífices que lo precedieron,
puesto que el Concilio profundiza dicho magisterio en la conti-
nuidad de la vida de la Iglesia, son los mismos principios que se
iluminado la historia cambiante del hombre. Es decir, no hay dos
tipos de doctrina social, una preconciliar y otra postconciliar, di-
ferentes entre sí, sino una única doctrina, coherente y al mismo
tiempo siempre nueva en sus criterios y juicios. Es justo señalar
las peculiaridades de una u otra Encíclica, de la enseñanza de uno
u otro Pontífice, pero sin perder nunca de vista la coherencia de
todo el corpus doctrinal en su conjunto. La coherencia no signi-
fica un sistema cerrado, sino más bien la fidelidad dinámica a una
luz recibida en los principios de reflexión. La doctrina social de
la Iglesia ilumina con una luz que no cambia los problemas siem-
pre nuevos que van surgiendo, las cosas nuevas diría León XIII.
Eso tutela tanto el carácter permanente como histórico de este
“patrimonio” doctrinal que, con sus características específicas,
forma parte de la Tradición siempre viva de la Iglesia113. La doc-
trina social está construida sobre el fundamento transmitido por
los Apóstoles a los Padres de la Iglesia y acogido y profundizado
después por los grandes Doctores cristianos. Esta doctrina se re-
mite en definitiva al hombre nuevo, al “último Adán, Espíritu que
da vida” (1 Co 15,45), y que es principio de la caridad que “no
pasa nunca” (1 Co 13,8). Ha sido atestiguada por los Santos y por
cuantos han dado la vida por Cristo Salvador en el campo de la
justicia y la paz. En ella se expresa la tarea profética de los Sumos
Pontífices de guiar apostólicamente la Iglesia de Cristo y de dis-
cernir las nuevas exigencias de la evangelización. Por estas razo-
nes, la Populorum progressio, insertada en la gran corriente de la
Tradición, puede hablarnos todavía hoy a nosotros.
113La Tradición “no es una colección de cosas, de palabras, como una caja de cosas
muertas. La Tradición es el río de la vida nueva, que viene desde los orígenes, desde
Cristo, hasta nosotros, y nos inserta en la historia de Dios con la humanidad”. Bene-
dicto XVI Audiencia General. Miércoles 3 de mayo de 2006.
86
Además de su íntima unión con toda la doctrina social de la
Iglesia, la Populorum progressio enlaza estrechamente con el
conjunto de todo el magisterio de San Pablo VI y, en particular,
con su magisterio social. Sus enseñanzas sociales fueron de gran
relevancia: reafirmó la importancia imprescindible del Evangelio
para la construcción de la sociedad según libertad y justicia, en la
perspectiva ideal e histórica de una civilización animada por el
amor. San Pablo VI entendió claramente que la cuestión social se
había hecho mundial y captó la relación recíproca entre el im-
pulso hacia la unificación de la humanidad y el ideal cristiano de
una única familia de los pueblos, solidaria en la común herman-
dad. Indicó en el desarrollo, humana y cristianamente entendido,
el corazón del mensaje social cristiano y propuso la caridad cris-
tiana como principal fuerza al servicio del desarrollo. Movido por
el deseo de hacer plenamente visible al hombre contemporáneo
el amor de Cristo, San Pablo VI afrontó con firmeza cuestiones
éticas importantes sin por ello ceder a las debilidades culturales
de su tiempo.
Benedicto XVI nos recuerda que con la Carta apostólica Oc-
togesima adveniens, de 1971, San Pablo VI trató luego el tema
del sentido de la política y el peligro que representaban las visio-
nes utópicas e ideológicas que comprometían su cualidad ética y
humana. Son argumentos estrechamente unidos con el desarro-
llo. Lamentablemente, las ideologías negativas surgen continua-
mente. San Pablo VI ya puso en guardia sobre la ideología tecno-
crática, consciente del gran riesgo de confiar todo el proceso del
desarrollo sólo a la técnica, porque de este modo quedaría sin
orientación. En sí misma considerada, la técnica es ambivalente.
Si de un lado hay actualmente quien es propenso a confiar com-
pletamente a ella el proceso de desarrollo, de otro, se advierte el
surgir de ideologías que niegan en todo la utilidad misma del desa-
rrollo, considerándolo radicalmente antihumano y que sólo com-
porta degradación. Así, se acaba a veces por condenar, no sólo el
modo erróneo e injusto en que los hombres orientan el progreso,
sino también los descubrimientos científicos mismos que, por el
contrario, son una oportunidad de crecimiento para todos si se
87
usan bien. La idea de un mundo sin desarrollo expresa descon-
fianza en el hombre y en Dios. Por tanto, es un grave error des-
preciar las capacidades humanas de controlar las desviaciones del
desarrollo o ignorar incluso que el hombre tiende constitutiva-
mente a “ser más”. Considerar ideológicamente como absoluto
el progreso técnico y soñar con la utopía de una humanidad que
retorna a su estado de naturaleza originario, son dos modos
opuestos para eximir al progreso de su valoración moral y, por
tanto, de nuestra responsabilidad.
Para concluir Benedicto XVI nos dice que otros dos docu-
mentos de San Pablo VI, aunque no tan estrechamente relacio-
nados con la doctrina social -la Encíclica Humanae vitae, del 25
de julio de 1968, y la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi,
del 8 de diciembre de 1975- son muy importantes para delinear
el sentido plenamente humano del desarrollo propuesto por la
Iglesia. Por tanto, es oportuno leer también estos textos en rela-
ción con la Populorum progressio114.
Francisco
88
para de esa manera, renovar el ardor misionero y el compromiso
social a todos los niveles llamando al mismo tiempo a un com-
promiso humano universal sin distinción de razas o credos, cosa
que hará finalmente en su encíclica Fratelli Tutti.
89
La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium contiene mu-
chos aspectos que se relacionan, directa o indirectamente, con la
Doctrina social de la Iglesia. Justamente la “alegría” de la que ha-
bla el Papa Francisco surge del encuentro con la salvación expe-
rimentada en la vida de gracia, de la misericordia que perdona
nuestros pecados si también así nosotros lo queremos, de la luz
que la fe en Jesucristo arroja sobre toda nuestra vida, personal,
familiar, comunitaria, social. Es una Exhortación Apostólica
“cristocéntrica”, porque de la luz de Jesucristo y de su evangelio
se encienden las luces de la creación, la Iglesia, la humanidad y la
historia. El papa Francisco usa en esta exhortación apostólica de
manera frecuente el “compendio de la doctrina social de la Igle-
sia”. Los capítulos II y IV son aquello en los que el pontífice deja
de manifiesto su interés en la DSI.
90
Pero la realidad es que esa variedad ayuda a que se mani-
fiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la
inagotable riqueza del Evangelio117”.
117 EG n° 40.
118 FT n° 1.
119 FT n° 1.
120 FT n° 3.
121 FT n° 6.
91
incapacidad de actuar conjuntamente, nuestra fragmentación122.
Frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a otros, Fra-
telli tutti es una invitación a reaccionar con un nuevo sueño de
fraternidad y amistad social que no es otra cosa que el bien co-
mún, allí creemos se encuentra la razón del porque Francisco
opta por no tomar argumentos directamente teológicos, de la
Tradición de la Iglesia o de la Escritura para fundamentar esta
“amistad social” o bien común universal.
Francisco desea que en esta época que nos toca vivir, recono-
ciendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer cre-
cer entre todos un deseo mundial de hermandad123. Es decir,
como toda encíclica social Francisco nos presenta los principios
permanentes de la doctrina social de la Iglesia en un lenguaje pro-
pio, buscando de alcanzar a todos los hombres de buena volun-
tad. Recordándonos quizás, que la Iglesia vive hoy en día en lo
que podríamos llamar “modernidad tardía” o “posmodernidad”.
Una situación que pone a la Iglesia de frente a un desafío quizás
mayor del vivido en los primeros siglos de la Cristiandad, donde
la predicación del Evangelio y especialmente su inculturación de-
ben ser repensados, no en su principios y contenido, sino en un
contexto cultural universal de una cultura cristiana que en su mo-
mento creo la llamada “cristiandad” y que hoy ha dejado de serlo.
De allí surge un contexto del todo particular el cual debe interpe-
lar nuestra imaginación pastoral guiada por el Espíritu Santo que
nunca deja de suscitar nuevos carismas que, si bien “no constru-
yen”, pero si “rejuvenecen” la vida de la Iglesia124.
122 FT n° 7.
123 FT n° 8.
124 Es interesante el aspecto de “novedad” que el Concilio une a la funcionalidad de
los carismas, me parece que se sugiere en el texto conciliar (LG12) una distinción
entre la administración ordinaria de la gracia y las nuevas iniciativas. Para la adminis-
tración ordinaria, el Espíritu Santo, se sirve de los sacramentos y de los ministros
institucionales. Para las nuevas iniciativas, se sirve de los carismas. El objeto de esto
no es, por lo tanto, por lo que parece, de mantener viva a la iglesia, sino de hacerla
rejuvenecer (renovatio) o de darle alguna dimensión nueva (amplior aedificatio). Ci-
tado en, I Carismi nel nuovo testamento, ALBERT VANHOYE, SJ p. 20. También
es recomendable la lectura de la Carta Iuvenescit Ecclesia a los Obispos de la Iglesia
92
Francisco insiste en este contexto en la necesidad de iniciar un
camino, un encuentro con el hombre de hoy donde la comunica-
ción se realiza de modo virtual, a través de los medios, con todo
el bien y el mal que esto puede producir. Hoy en día se cree de
manera inmediata lo “comunicado” sin consultar las fuentes y su
veracidad y es justamente aquí donde los católicos quizás pequen
de indiferencia: solo se escucha, se juzga y condena cuando es
imperioso tratar siempre de descubrir no solo los contextos his-
tóricos y culturales sino además la veracidad de lo que se trans-
mite.
Católica de la Congregación para la doctrina de la fe, sobre la relación entre los dones
jerárquicos y carismáticos para la vida y misión de la Iglesia. 15 de mayo 2016.
125 CF. CA n° 3.
93
Finalmente, esto ya lo advertía Benedicto XVI:
Conclusión:
126 Discurso a la Curia Romana (21 diciembre 2009): AAS 102 (2010), 35.
127 SRS n° 41.
94
En efecto, la atención que la Iglesia debe tener por la realidad
(objeto de la virtud de la prudencia) y a la inspiración evangélica
colocan a la Iglesia en condición de responder a los continuos
cambios a los que están sometidos los procesos económicos, so-
ciales, políticos, tecnológicos y culturales. Se trata de un dina-
mismo en continua construcción, abierto a los interrogantes de
las siempre nuevas realidades o “cosas nuevas”.
La cuestión social
95
diversas formas externas pero el motivo es siempre el mismo: la
injusticia129. Leamos como comienza la Rerun Novarum:
96
Materia es ésta que ya otras veces, cuando se ha ofre-
cido la ocasión, hemos tocado; más en esta Encíclica amo-
néstanos la conciencia de nuestro deber apostólico que
tratemos la cuestión de propósito y por completo y de ma-
nera que se vean bien los principios que han de dar a esta
contienda la solución que demandan la verdad y la justicia.
Pero es ella difícil de resolver y no carece de peligro.
Porque difícil es dar la medida justa de los derechos y de-
beres en que ricos y proletarios, capitalistas y operarios,
deben encerrarse.
Y peligrosa es una contienda que por hombres turbu-
lentos y maliciosos frecuentemente se tuerce para perver-
tir el juicio de la verdad y mover a sediciones la multitud.
Como quiera que sea, vemos claramente, y en esto
convienen todos, que es preciso dar pronto y oportuno
auxilio a los hombres de la ínfima clase puesto que sin
merecerlo se halla la mayor parte de ellos en una condición
desgraciada o inmerecida130.
97
la economía liberal. En la mitad de siglo Federico Ozanam fun-
daba las Conferencias Vicentinas. A fines de siglo Philippe Bu-
chez proponía la formación de un socialismo cristiano. Albert le
Mun y Rene de la Tour du Pin (1834-1924) dieron inicio a la Obra
de los Círculos Obreros. Leon Harmel (1829-1915), un industrial
textil promovió una serie de asociaciones de solidaridad entre los
mismos obreros, siendo uno de los católicos más prestigiosos de
su tiempo.
El Alemania Adolf Kolping (1813-1865) es célebre por su
empeño en la formación profesional de los artesanos y por buscar
soluciones a los problemas habitacionales de los obreros favore-
ciendo un ambiente moralmente sano entre ellos. El obispo de
Mainz Emmanuel von Ketteler (1811-1877), una de las figuras
más destacadas del catolicismo de su tiempo, fue entre los prime-
ros en darse cuenta de la necesidad de una profunda reforma so-
cial de allí su inquietud por el estudio de la cuestión social. Ket-
teler formuló una lista de derechos elementales para los obreros:
aumento de salarios, disminución de las horas de trabajo, regla-
mentación de los días de reposo, prohibición del trabajo fabril
para los niños y mujeres, criticando de esta manera el capitalismo
liberal y buscando de promover el aspecto cultural y moral de la
clase trabajadora con las exigencias de la justicia social.
Gracias a este obispo los católicos alemanes se pusieron a la
vanguardia en el campo social, editó un periódico llamado Katho-
likentage (Congreso católico), se fundó la Volksverein (Unión po-
pular) en el año 1890, tenía como fin promover la formación cris-
tiana, humana y profesional de los trabajadores y de coordinar la
gran red asociacionista ya existente. Por ello no nos debe sorpren-
der la definición que León XIII dará de este obispo: nuestro gran
predecesor, de él hemos aprendido131.
También en Austria, especialmente por medio de Kart von
Vogelsang (1818-1890) y Franz Schindler (1847-1922), en Ingla-
terra con el cardenal Edward Manning (1808-1892) que en 1889
apoyó abiertamente el paro general de los trabajadores portuarios
1894, p. 32.
98
londinenses, en Suiza con Caspar Decurtins (1855-1916), pro-
pugnador de una legislación social internacional.
Desde los Estados Unidos el movimiento de los “caballeros
del trabajo” se dedicó con pasión a la solución de la cuestión so-
cial asumiendo la formación similar a un sindicato y provocando
por ello la polémica dentro de la Iglesia, mientras que un cardenal,
el obispo de Baltimore James Gibbons se ponía a la vanguardia
siendo el inspirador de León XIII.
En Italia la intervención del laicado en la cuestión social fue
más retardada, también puede ser esto justificado por las particu-
lares condiciones sociopolíticas que sufría. Solo a partir de los
años 80 se ve una gran difusión de la Obra de los Congresos.
De entre los pensadores más destacados encontramos a Giu-
seppe Toniolo que en su ansia de presentar una propuesta social
católica crea la “Unión católica para los estudios sociales” fun-
dada en 1889. Es también de destacar el esfuerzo de los jesuitas
a través de la Civiltá Católica, uno de sus directores el Padre Li-
veratore a través de sus artículos de política, economía e inter-
vención del Estados en la cuestión social será uno de los grandes
inspiradores de la Rerum Novarum.
De gran importancia para el desarrollo de la Doctrina social
de la Iglesia fue la formación en Friburgo de la Unión internacio-
nal católica de los estudios sociales y económicos, en el año 1884
con el directo apoyo del obispo local Mons. Gaspar Mermillod
(1824-1892). La pequeña ciudad se transformó en el centro de los
estudios católicos sobre la cuestión social, allí se buscó sobre todo
de encontrar las líneas generales para ofrecer a los católicos en
los diversos países criterios comunes para las vías de solución. Al
mismo tiempo encontramos una gran cantidad de santos involu-
crados en dar una solución a la cuestión social, pensemos en San
Juan Bosco, Federico los beatos Ozanan y Giuseppe Tovini132
132 Al mismo tiempo, en cualidad de intendente de Cividate desde 1871 al 1874, rea-
liza relevantes obras de publica utilidad, promoviendo la fundación de la Banca de
Vallecamonica en Breno, moviéndose con energía por la proyección de una ferrovia
que pudiese unir el valle al centro bresciano. Contribuye en modo determinante a la
fundación del diario católico El Ciudadano de Brescia que se publica a partir del 13
abril de 1878, y participa significativamente a la formación del Comité diocesano
99
(1841-1897) y tantos otros laicos como el Siervo de Dios Giorgio
la Pira.
dell’Opera dei Congressi, del cual viene nombrado presidente. Desde 1879 viene re-
petidamente nombrado consejero provincial y comunal de Brescia, moviéndose efi-
cazmente en defensa de los más pobres y débiles. En el ámbito de la’Opera dei Con-
gressi y de los Comités Católicos en Italia Giuseppe Tovini toma trabajos de gran
responsabilidad: innumerables iniciativas e instituciones por el inspiradas, promovi-
das, fundadas en Brescia y en Lombardia en el campo de la escuela, de la prensa, del
crédito, de las obras pías, asistenciales, caritativas, sociales, traen inspiración de las
directivas y de los programas de la obra de Tovini. Convencido además de la necesi-
dad de asegurar plena autonomía financiaria a las instituciones católicas, especial-
mente aquellas educativas, en el 1888 funda en Brescia el Banco S. Paolo y en el 1896
en Milán, el Banco Ambrosiano. Además de ser defensor de la enseñanza religiosa
en las escuelas para tutelar de esta manera la fe y moral de los jóvenes, es también
defensor de la libertad en la enseñanza y sostendrá la escuela libre, en la cual indivi-
duará, un instrumento eficaz para formar las jóvenes generaciones con la responsa-
bilidad civil y social: “Nuestras Indias son nuestras escuelas”. Funda así, en el 1882,
el asilo Giardino d’infanzia S. Giuseppe y el Colegio A. Luzzago; el Patronato de los
estudiantes en el 1889; la Obra para la conservación de la fe en las escuelas de Italia
en el 1890; re elabora el estatuto de la Compañía de aseguración Liga para los ense-
ñantes católicos en el 1891 y en el mismo año funda el periódico Fe y Escuela; pro-
mueve en el 1892 la creación de Círculos universitarios católicos y colabora en la
fundación de la Unión Leone XIII de estudiantes brescianos, de la cual nacerá la
FUCI (Federación universitaria de católicos italianos); se empeña para que los padres
jesuitas asuman la dirección del Instituto magisterial Leone XIII de Milán; en el 1893
funda la revista pedagógica y didáctica Escuela Italiana Moderna y el semanal La Voz
del Pueblo; participa en el 1894 a la realización en Padua de un Pensionado Univer-
sitario Católico y funda una Escuela Normal en Cividate Camuno con las hermanas
canosianas; en el 1896 sostiene la causa de la Federación Universitaria Católica y, en
el Congreso de Fiesole, re propone el proyecto de una Universidad Católica en Italia.
100
en ella, impulso y orientación para resolver la cuestión so-
cial en forma más en consonancia con nuestro tiempo”.
133 Populorun Progretio n° 3: Hoy el hecho más importante del que todos deben
tomar conciencia es el de que la cuestión social ha tomado una dimensión mundial.
134 SRS n° 9.
135 LE n° 17-2-3.
101
si la solución, o mejor, la solución gradual de la cuestión
social, que se presenta de nuevo constantemente y se hace
cada vez más compleja, debe buscarse en la dirección de
"hacer la vida humana más humana", entonces la clave,
que es el trabajo humano, adquiere una importancia fun-
damental y decisiva136”.
136 LE n° 3.
137 PIO XI, DR n° 51.
102
debemos recordar los principios ofrecidos por el Magisterio, para
lograr una economía y una sociedad más humana. Pío XI propo-
nía la reforma de las instituciones y de las costumbres138 incluyendo la
intervención del Estado en el campo económico contra el laizer
faire del liberalismo. Pío XI sugiere la instauración de una econo-
mía ordenada según un principio ético superior: el principio de la
justicia social139.
103
consiguiente, la llamada justicia social habrá de encua-
drarse en alguna de esas formas tradicionales. Ahora bien,
¿a cuál de ellas pertenece propiamente? (...) coincide con la
justicia legal completada por la distributiva. Es la opinión de la
mayoría de los teólogos y sociólogos católicos, que coin-
cide, nos parece, con la realidad objetiva de las cosas. El
papa Pío XI declaró expresamente en su encíclica DR n°
51 que “es propio de la justicia social el exigir de los indi-
viduos cuanto es necesario al bien común” (función pro-
pia y específica de la justicia legal). Por consiguiente, la
justicia social se identifica con la legal, integrada y comple-
tada con la distributiva en una justicia comunal, y abarca
todas las relaciones de derechos y deberes entre la socie-
dad y sus miembros, y viceversa, fundados en el bien co-
mún. Esta justicia legal o social contiene no sólo las obli-
gaciones prescritas por la ley positiva, sino también los de-
beres para con la sociedad que impone el derecho natural.
Se divide, por consiguiente, en dos partes: justicia legal na-
tural y positiva. (...). A la justicia social corresponde prin-
cipalmente dictar las reformas y normas jurídico-sociales
que el bien común y la miseria de las clases trabajadoras
reclaman en el campo económico, relativas a la función
social de la propiedad, al buen uso de los bienes de la tierra
y a la justa distribución de las riquezas según el destino
fundamental de las mismas, que es el de servir a las nece-
sidades de todos los hombres141”.
141ROYO MARÍN, Teología moral para seglares, I, Madrid, 1979, pp. 678-679.
142Me permito repetir que la crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el
desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva
regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia. FT nº 170.
104
un fin general fundamentalmente ético (el bien común), oponién-
dose de esta manera a la economía liberal de la libre concurrencia
manejada arbitrariamente por los grandes capitalistas.
Como podemos ver aparece nuevamente en primer lugar el
carácter ético que debe prevalecer en la llamada cuestión social.
1º: prueban que es posible la cosa, vivir como las aves del cielo y las
flores del campo,
2º: incitan con su ejemplo a los demás al desapego y la confianza;
3º: viviendo con lo mínimo, regalan el resto a los demás, dejan
mayor margen de bienes temporales a la humanidad en general;
pues paradojalmente nadie da más que el que poco tiene; y el que
todo lo deja mucho regala.
105
A estos dos puntos, el mandato de huir la solicitud (madre
del temor, la avaricia y la explotación del trabajo ajeno) y el con-
sejo de la pobreza voluntaria, se añade el Voe vobis divitibus (ay de
vosotros los ricos), es decir: los tremendos anatemas de Cristo a las
riquezas y a los ricos, bastante olvidados quizás en la actual pre-
dicación del Evangelio. Haciendo sospechosas y peligrosas a las
riquezas superfluas. Cristo opone a su tremenda y omniactuante
atracción natural el contrapeso religioso; facilitando de ese modo
su distribución justa, en la medida posible a la dañada natura hu-
mana.
106
¿Cómo pasar de la teoría a la práctica de la justicia social?
144 QA n° 141.
145 QA n° 34-35.
146 RM nº 11.
107
mejor147. La justicia social es además el medio para encaminarse
hacia una paz para todos los pueblos, esto significa que nosotros
consideramos la paz como fruto indivisible de las relaciones jus-
tas y honestas a todos los niveles -social, económico, cultural y
ético- de la vida humana sobre la tierra148.
Por ello es imperioso el lograr una conciencia política de la justicia
social. Esta búsqueda de la justicia social en las decisiones políticas
y económicas resultará tanto más creíble y eficaz cuando los mis-
mos dirigentes adopten un estilo de vida próximo a aquel que sus
conciudadanos se ven obligados aceptar en las difíciles circuns-
tancias del país. En este sentido, los dirigentes cristianos se deja-
rán estimular por las exigencias del evangelio149.
108
de la persona humana, de la cual el vivir social es la dimensión
constitutiva y decisiva151.
Conclusión:
151 Cf. MAURO COZZOLI, Chiesa, vangelo e società, Roma, 1995, p. 45.
152 Orient. nº 47.
153 ND nº 1: Mediante el cumplimiento de los deberes civiles comunes, de acuerdo
con su conciencia cristiana, en conformidad con los valores que son congruentes con
ella, los fieles laicos desarrollan también sus tareas propias de animar cristianamente
el orden temporal, respetando su naturaleza y legítima autonomía, y cooperando con
los demás, ciudadanos según la competencia específica y bajo la propia responsabili-
dad. Consecuencia de esta fundamental enseñanza del Concilio Vaticano II es que
«los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”;
es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administra-
tiva y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común,
que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la
paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la
solidaridad, etc.
109
El papa Francisco nos advierte:
154EG nº 64.
155EG nº 43. En su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reco-
nocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas
muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma
manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas,
pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No
tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales
110
tiempo en el cual más que nunca se necesitan los “pruden-
tes”.
El papa Juan Pablo I156 recuerda un hecho sencillo pero
iluminador en una de sus cartas a los “ilustrísimos señores”
cuando era patriarca de Venecia, en una de ella nos dice: se
estaba en un cónclave, los cardenales estaban inciertos entre
tres candidatos señalados uno por la santidad, el segundo
por la alta cultura, el tercero por el sentido práctico. A la
indecisión puso fin un cardenal: "Inútil titubear todavía, dijo
él. Nuestro caso está ya contemplado en la 24a Carta del
Doctor Melifluo (San Bernardo de Claraval). Basta aplicarla
y todo irá liso como el aceite. ¿El primer candidato es santo?
Y bien: oret pro nobis (ruegue por nosotros), diga algún Pa-
drenuestro por nosotros pobres pecadores. ¿El segundo es
docto? Tenemos tanto placer: doceat nos (nos enseñe), es-
criba algún libro de erudición. ¿El tercero es prudente?: Iste
regat nos, éste nos gobierne y sea Papa".
que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma
fuerza educativa como cauces de vida. Santo Tomás de Aquino destacaba que los
preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al Pueblo de Dios “son poquísimos”.
Citando a san Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posterior-
mente deben exigirse con moderación “para no hacer pesada la vida a los fieles” y
convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando «la misericordia de Dios quiso
que fuera libre”. Esta advertencia, hecha varios siglos atrás, tiene una tremenda ac-
tualidad. Debería ser uno de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma
de la Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos.
156 ALBINO LUCIANI, Ilustrísimos Señores, carta a San Bernardo de Claraval.
111
Se debe añadir que el saber no debe entenderse con el criterio
cientificista de las ciencias experimentales modernas, sino que se
refiere al contacto efectivo con la realidad objetiva. En el or-
den pastoral el papa Francisco explica esto sencillamente di-
ciendo que los pastores deben tener “olor a oveja”.
157 Aceptar que hay algunos valores permanentes, aunque no siempre sea fácil reco-
nocerlos, otorga solidez y estabilidad a una ética social. Aun cuando los hayamos
reconocido y asumido gracias al diálogo y al consenso, vemos que esos valores bási-
cos están más allá de todo consenso, los reconocemos como valores trascendentes a
nuestros contextos y nunca negociables. Podrá crecer nuestra comprensión de su
significado y alcance -y en ese sentido el consenso es algo dinámico-, pero en sí mis-
mos son apreciados como estables por su sentido intrínseco. FT n° 211.
158 Cf. JOSEF PIEPER, las virtudes fundamentales, introducción.
159 CIC n° 1806.
160 Cf. CA n° 49: “Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escép-
112
El fiel católico además debe recordar que la pluralidad o di-
versidad de orientaciones y soluciones, deben ser en todo caso
moralmente aceptables161 justamente porque no le compete a la
Iglesia en cuanto jerarquía, sino a los fieles el encontrar las solu-
ciones. De frente al relativismo moral el laico debe recordar que los
principios éticos no son negociables.
humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una demo-
cracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto,
como demuestra la historia.”
161 ND n° 3.
162 EG n°183.
113
114