TEMA 4 PDF
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Adquisición
Los derechos se adquieren por nacer ex novo en la persona de su titular o porque éste los ha recibido de un titular
anterior: es decir, por modo originario (ocupación (hallazgo o tesoro) y usucapión) o derivativo (herencia o
compraventa).
Usucapión: por preinscripción adquisitiva en un tiempo determinado. (poseer de forma pública, pacífica y
continuada).
La prescripción siempre es a
Ej.: B ha estado poseyendo la propiedad y a los 30 A le pone una demanda; B puede excepcionar dos cosas:
la usucapión o prescripción adquisitiva, o la extinción del plazo de A para realizar la acción reivindicatoria.
Los modos originarios suponen una adquisición sin relación con la titularidad anterior sobre el derecho, que
Acción-Excepción
instancia de parte.
puede no existir. El titular no recibe tal derecho de nadie: este nace a la vez que se le atribuye, y precisamente
a través de su atribución.
Frente a la atribución originaria, la derivativa supone la comunicación, al nuevo adquiriente, de un derecho
que ya tenía alguien, y que llega a ese titular como procedente del antiguo, mediante una causa que justifica
la transferencia, y en el estado y con los caracteres que tenía hallándose en poder del titular de origen. Se habla
entonces de transmisión del derecho o de sucesión en el derecho, como en el caso de que yo compre una casa a
Crispín: éste me transmite la casa, y yo sucedo en la propiedad que de ella tenía Crispín: a mi adquisición, entonces,
por ser de un derecho que ya tenía otro y realizaba con el concurso del anterior titular, se le aplica la regla nemo plus
iuris ad alium transferre potest quam ipse habet; nadie puede transferir a otro lo que él mismo no tiene, ni tampoco,
por tanto, transmitir como libre de cargas la cosa que tiene gravada con usufructo o una servidumbre; o ceder un
derecho de propiedad cuando únicamente tiene uno de censo, etc. Es ésta una característica de la adquisición
derivativa, de la cual no participa la originaria.
PÉRDIDA
La titularidad de un derecho puede perderse por diversas causas: enajenación; desaparición física del sujeto o el objeto; privación
del derecho por los tribunales o por la ley; prescripción, etc.
De entre estas causas, me ocupo ahora de la renuncia, y seguidamente de la prescripción.
La renuncia supone la dejación de la titularidad de un derecho - o de una facultad de adquisición- por voluntad de su
titular, que lo extingue. Es, en sí, un acto unilateral: es el titular solo quien la realiza, sin necesidad de que su voluntad
sea vinculada por otra en el abandono del derecho: tal abandono vale por la única manifestación del titular,
acompañada en su caso de ciertos actos materiales (derelictivo). La aceptación de la renuncia podría servir, a lo más,
en algunos casos, para hacerla irretirable.
Según el art. 6º.2 CC., la renuncia a los derechos reconocidos por la ley sólo será válida cuando no contrarie el interés
o el orden público ni perjudique a terceros (perjuicio de acreedores).
Se refiere el precepto a derechos como los de estado civil, posiciones familiares y tutelares, atributos y bienes de la
personalidad, la propia capacidad, libertades fundamentales, etc., cuya dejación parece contraria a la ética
comúnmente aceptada o a las concepciones políticas básicas (cfr. Art. 1814 CC.). También a derechos que se
confieren al titular en interés ajeno, como medio de cumplir deberes con un aspecto primordial de función, y cuyo
ejercicio, por consiguiente, es necesario y no puede ser renunciado: la patria potestad, por ejemplo. Y evidentemente,
no cabe la renuncia de unos derechos cuando la ley lo prohíba, como sucede con la herencia, los alimentos o la
legítima futuros, o con el derecho a la estabilidad en los arrendamientos de viviendas, locales de negocio y fincas
rústicas regulados por leyes especiales. En la legislación laboral, la irrenunciabilidad de los derechos de los
trabajadores la regla.
Tampoco vale renunciar, en perjuicio de los acreedores, ya a la prescripción ganada (art. 1937 CC.), ya, en general,
a oportunidades de adquisición (art.1001 CC.).
(2) Presupuestos.
La pérdida de un derecho por prescripción exige no reclamarlo; la “quiescencia de la relación jurídica”. La
prescripción es una sanción de la actitud pasiva, perezosa, del titular del derecho que se pierde.
Además, la abstención o inactividad que, prolongada durante cierto tiempo, conduce a la prescripción extintiva, en
tema de derechos de crédito no ha de ser sólo del acreedor, sino también, concurrentemente, la del deudor ya que
cualquier acto de reconocimiento de la duda realizado por éste es suficiente para interrumpir la prescripción (art.
1973).
Finalmente, en materia de obligaciones, la prescripción, para que opere extinguiendo la deuda, ha de hacerse valer
oponiendo la excepción correspondiente, pues la extinción de la deuda no se realiza, ope legis, por el mero transcurso
del tiempo.
(3) Plazos.
Acciones reales. Según el art. 1962 las acciones reales sobre bienes muebles prescriben a los seis años se perdida la
posesión, salvo que el poseedor haya ganado por menos término el dominio, conforme al art. 1955, y excepto los
casos de extravío y venta pública, y los de hurto o robo, en que se estará a lo dispuesto en el párrafo tercero del mismo
artículo citado.
Y según el 1963 las acciones reales sobre bienes inmuebles prescriben a los treinta años. –Entiéndese esta disposición
sin perjuicio de lo establecido para la adquisición del dominio o derechos reales por prescripción.
Finalmente, con arreglo al art. 1964 la acción hipotecaria prescribe a los veinte años, y las personales que no tengan
señalado término especial de prescripción a los cinco. La regla final de este artículo es importantísima, pues lo
corriente es que las acciones personales (la de un acreedor, por ejemplo) no tengan señalado un término especial de
prescripción, en cuyo caso prescriben a los quince años.
Acciones personales. Ya hemos visto que el plazo general de prescripción de estas acciones es el de quince años (art.
1964).
Además, diversos preceptos previenen plazos más breves para créditos cualificados.
Según el art. 1966 prescriben en cinco años los créditos por pensiones alimenticias atrasadas, precio de arriendos y
cualesquiera otros pagos anuales o en plazos más breves.
El art. 1967 establece la prescripción trienal de los créditos nacidos de ciertas relaciones de servicios, de compraventa,
y otras de carácter atípico o mixto, en todas las cuales el acreedor tiene carácter profesional (los mismos créditos,
debidos a un no profesional, prescriben en quince años): cantidades adeudadas por sus honorarios o facturas a
abogados, notarios, médicos, maestros, farmacéuticos, artesanos, hosteleros, comerciantes en su relación con el
público.
Finalmente, con arreglo al art. 1968 prescriben por el transcurso de un año las acciones posesorias (interdictos) y las
de indemnización de daños.
ii) Caducidad.
En ciertos supuestos de extinción del derecho por no ejercitarlo durante un tiempo, el plazo corre inexorablemente,
sin que pueda ser detenido por actuación alguna, mientras no se ejercite la acción correspondiente. No valen, pues,
para interrumpir la extinción, ni la reclamación extrajudicial, ni el reconocimiento del deudor, e incluso el ejercicio
de la acción no vale sino en cuanto sea victorioso. No cabe aquí propia interrupción, sino que las acciones, o se
ejercitan con éxito en tiempo hábil, o caducan inevitablemente. A este modo de extinción se le llama caducidad.
El Código no suele advertir cuándo el plazo para interponer una acción es de prescripción o de caducidad. La doctrina
considera como caducidad a los plazos de ejercicio de aquellos derechos o reclamaciones cuya afirmación provoca
una modificación jurídica: generalmente señala a ese ejercicio un término perentorio dentro del cual el titular habrá
de optar entre hacer valer o no el derecho o la reclamación. Mientras son de prescripción los plazos para ejercitar
acciones en defensa y mantenimiento de un derecho preexistente.
Por ejemplo: es de caducidad el plazo de nueve días para ejercitar el retracto de colindantes que se concede al
propietario vecino: el ejercicio del retracto, derecho que nace ya con duración determinada, provoca un cambio de
dueño de la cosa retraída. En cambio, el plazo para reclamar las cien mil pesetas que presté a David es de prescripción:
el derecho de crédito nace sin duración determinada, u el ejercicio de la acción crediticia no cambia mi situación de
acreedor ni, en general, introduce cualquier modificación en mi patrimonio.
La caducidad puede ser aplicada de oficio.