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Penitencia

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LOS SACRAMENTOS DE CURACION

1. LA PENITENCIA
REFERENCIAS BIBLICAS: Mt. 4. 17; 16, 19; 18, 18; Lc.
24, 47; Jn. 20, 22-23.
Desgraciadamente la gracia de Dios, que llevamos «en recipiente de
barro», se ve amenazada permanentemente. Nuestra condición de
creaturas nos mantiene sujetos a la interacción antagónica de dos
polos de atracción que nos hacen oscilar entre Dios y la negación de
Dios. Entonces, necesitamos ser rescatados a la gracia Del Bautismo.
Dios, Padre infinitamente misericordioso, nos ofrece la reconciliación,
en Cristo, por el Sacramento de la Penitencia.
1. Gestación e institución del Sacramento De la Penitencia El
sacramento de la Penitencia se va esbozando y Gestando desde
los albores de la predicación de Jesús:

a) Enviado para reconciliar al mundo con Dios, Cristo cumple su


misión de librar a los hombres de La esclavitud del pecado y llamarlos
«de las tinieblas A la luz admirable» de la gracia. En efecto, el
Evangelio o buena noticia de Dios, Se inicia, en los labios del Maestro
con el pregón: «Conviértanse, porque el Reino de Dios está Muy
cerca.».
b) Desde el comienzo de su predicación, Jesús declara con claridad
insobornable que viene al mundo de los hombres-a librar una lucha-a
muerte contra el Diablo y su reino de iniquidad. De allí que reclame
como requisito inexcusable del perdón de Dios una actitud de
enfrentamiento decidido al pe-cado, y que amoneste severamente a
quienes se cierran en un orgullo egoísta y obstinado (Lc. 11, 21-22;
Mt. 4, 1-11;’Mt. 11, 16-24; Mt. 12, 31-32; Mt. T
c)-Pero el Evangelio de Cristo inviste, a la par que la energía y
urgencia de los profetas, un tono particularísimo de misericordia,
acorde con el nuevo. Testamento de amor que El viene a inaugurar.
Fiel a su consigna de “buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc. 19,
10), Jesús sale al encuentro de los pecadores, los mueve a conversión
y les otorga el perdón en nombre de su Padre.
d) El mismo mensaje de amor misericordioso traducen numerosas
parábolas de Jesús, entre las que se destacan:
-El fariseo y el publicano (Lc. 18, 9-14): Dios da su gracia a quien
reconoce con humildad su. Pecado.
-La higuera estéril (Lc. 13, 6-9): Dios es, a la vez, paciente y
apremiante.
-Los dos deudores (Lc. 7, 41-43): Amor con amor se paga: el pecado y
el perdón originan una deuda de amor del hombre para con Dios.
El siervo sin corazón (Mt. 18,23-35): Perdón con perdón se paga; el
perdón de Dios con el perdón de los hermanos.
-La moneda perdida y la oveja descarriada (Lc. 15, 4-10): Dios se
regocija y nos invita a regocijarnos por la conversión del pecador.
- El hijo pródigo (Lc. 15, 11-32): Radiografía completa del pecado, de
la conversión y del perdón.

e) La lucha de Jesús por salvar a los hombres del pecado debía ir más
allá de la proclamación de un mensaje o de un testimonio personal de
conducta. Venido con la misión de ser “el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo” (Jn. 1, 29), lleva su obediencia-al-Padre hasta la
muerte de cruz, se entrega como “instrumento de propiciación” (Rom.
3, 25), rescata a los hombres del pecado “con su sangre preciosa” (1
Ped. 1, 18). y “los reconcilia con Dios” (1 Cor. 5, 19). Como memorial
perenne de su Pascua salvadora deja instituido el sacrificio de la
nueva Alianza, en su sangre, para la remisión de los pecados.

f) Con el fin expreso de hacer llegar a sus redimidos la gracia


reconciliadora de su muerte y resurrección, Cristo envía al Espíritu
Santo sobre sus apóstoles y da a éstos el poder de perdonar los
pecados, instituyendo así una estructura sacramental para administrar
dicho perdón.

Cristo cumple esta promesa el día de la resurrección

« Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y


serán retenidos a los que ustedes se los retengan.».
2. El Signo Sacramental de la Penitencia
Las palabras de. En efecto, el pecador, después de volverse
humildemente al Dios de santidad y de ponerse bajo el juicio de su
Palabra, acude al ministro y pide la Absolución de su culpa por los
méritos infinitos de la expiación y satisfacción de Cristo.
a) de parte del penitente: -por su arrepentimiento o conversión, -la
confesión de sus pecados -y el propósito de dar satisfacción;
b) de parte del ministro (sacerdote: obispo o presbítero): por la
absolución o perdón de los pe-cados.
Entremos a analizar estos varios componentes del
sacramento.
a. La conversión
Primer punto de referencia de la conversión: el pecado

Prefieren, en todo caso, reemplazarlo por otros como «desorden


moral», «transgresión», «culpa», «flaqueza». Lo cual no sería de
preocupar si no fuera porque debajo de esas denominaciones
subyace la intención expresa o tácita de borrar toda referencia a
Dios. El mundo –«mundo» en su connotación anticristiana
rechaza e desorden moral, cuando lo rechaza, sólo por razones
antropológicas, psicológicas, socio-‘lógicas, culturales, estéticas,
o sea, por razones que parten del hombre y terminan en el
hombre. El cristiano sabe que Dios -sobre todo «su» Dios, ese
que ha entrado en la historia humana- está en todo y por todo.

Por eso, para él, Dios es el primero y el último cuando se trata


de fundar un juicio de valor respecto del pecado. Este puede
entrañar una ruptura del hombre consigo mismo, o con su
herma-no o la comunidad o el orden cósmico. Desde los
comienzos de la historia -la de todos y la de cada uno-Dios viene
presuroso a nuestro encuentro con su carga eterna de amor. El
pecado es el para golpe de la gracia, es bajarle a Dios la barrera.

El pecado es una afirmación de nuestra presencia contra la de


Dios, pero que nos vacía dejándonos con nuestra miseria.
Destruye la imagen de Cristo, inscripta en lo más íntimo de
nuestro ser y por la que somos, como el, hijos de Dios y objeto
de sus altas predilecciones.

Puede inducir a al-gunas personas a buscar en la confesión sólo


o principalmente la liberación de un peso, ahogo o angustia
interior. Todavía conversión.

Remordimiento y simple arrepentimiento no son

Ambos pueden ser hitos previos a la conversión. De fe en


relación con Dios.

- La primera, llamada también atrición, es efecto de un amor


incipiente acicateado por la esperanza de la recompensa o el
temor del castigo. Es suficiente para conseguir el perdón de Dios
cuando va unida a la absolución sacramental. -La contrición
perfecta, en cambio, está motiva-da en un amor generoso a
Dios, por ser El quien es. Obtiene el perdón de Dios aun antes
de recibirse el sacramento, con tal de que vaya acompañada de
la voluntad de acudir a éste.

El segundo acto del penitente es la confesión de sus pecados, la


cual es, por un lado, expresión y signo externo de la conversión
del corazón, y, por otro, requisito para que el sacerdote ejerza
su. El penitente ha de preparar su acusación con el examen、de
conciencia o revisión de vida, que le permita recordar los
pecados que ha cometido, ya de pensamiento y palabra, como
de obra y omisión. Aquí corresponde formular una aclaración
respectó de los pecados que constituyen materia obligatoria y
libre de acusación. Pecados mortales son aquellos que, por su
gravedad, privan al cristiano de la gracia santificante.

La confesión de los pecados veniales no es obligatoria, pero-sí


muy provechosa para el desarrollo de la vida de fe.

b.La satisfacción por el pecado


De allí que las deba expiar con obras satisfactorias que el
sacerdote le impone al administrar el sacramento, y con otras
que él mismo asuma voluntariamente. Las indulgencias,
plenarias o parciales, que la iglesia concede aplicando la
satisfacción sobre abundante de Cristo y de los santos a quienes
cumplen determinadas obras enriquecidas con ese valor con
donativo- contribuyen a la remisión de las pe-nas temporales
merecidas por los pecados, y son aplicables, en algunos casos,
como sufragio, a los fieles difuntos. Huelga recordar que el acto
de conversión y la lucha contra el pecado no concluyen una vez
que se han cumplido las obras satisfactorias impuestas por el
confesor.

c. La absolución sacramental
La absolución del sacerdote, en unión con los actos del penitente,
reconcilia a éste plenamente con Dios.
-Perdona los pecados mortales y veniales cometidos.
-Remite, como dijimos, el castigo eterno merecido

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