Cuento Encadenado

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Cuento "ENCADENADO"

Vamos a crear entre todos un cuento sobre LA PAZ. Para ello, tenis que seguir las siguientes reglas: 1. Siguiendo el orden de participacin que acordemos en clase, el primer alumno leer el comienzo del cuento y aadir su trozo comenzando por la frase clave que se encuentra al final. A su vez, este primer alumno dejar escrita su frase clave para que el siguiente compaero pueda seguir. 2. Todos los trozos debern comenzar por la frase clave del compaero y terminar con una nueva frase clave para que otro pueda seguir. 3. Los fragmentos escritos por cada alumno se enviarn a la pgina como comentarios y tendrn que estar firmados con el nombre del alumno o alumna. 4. La longitud de los textos enviados es libre, como mnimo ser, ms o menos, como la del comienzo dado. 5.Se eliminarn los comentarios de mal gusto. Espero que disfrutis con esta actividad!
1-. Escogemos tarjetas para crear nuestro cuento. Cada alumno/a coge una tarjeta. Despus explicamos y hablamos de nuestros personajes, de los objetos y de los lugares que nos han tocado. Ms tarde hacemos dibujos y un gran mural en papel continuo donde escribimos el cuento inventado entre todos. Hay que escribir y adornar nuestro cuento. Poco a poco se va rellenando. Siempre con la ayuda de todos los compaeros 1-. Tambin se puede hacer un cuento encadenado con la tcnica de la caja de las sorpresas donde aparecen objetos que debemos incluir en el cuento.

Otra actividad para animacin lectura-escritura Se lee un relato o cuento.

FTBOL, FTBOL, CONDENADO FTBOL (Enero, 1974)


- Pasla, morfn!

El eterno grito que le tiraba a cada rato a Walter, un habilidoso nato pero que como todo gran jugador del suburbio no largaba la pelota ni a palos. Solamente tiraba un pase si se vea rodeado por tres o ms rivales y estaba a punto de perderla, o cuando la pelota caa en la zanja del costado de la calle, o cuando ya podrido de las crticas de sus compaeros la tocaba con soberbia para entregarla mal, de manera que el receptor del pase la perda indefectiblemente y l, en una demostracin ms de superioridad futbolera, tena elementos para retrucar. - Ves que te la paso y la perds siempre, gilazo!. La cosa que la pisaba lindo y de vez en cuando embocaba unos golazos antolgicos. Los partidos en la calle se haban convertido en verdaderos clsicos, an a despecho de los vecinos que emitan continuas quejas tratando de abortar y eliminar definitivamente este noble deporte. Por un tiempo nos retiramos de las canchas asfaltadas y largas y nos fuimos a jugar a la cancha de golf, un parque verdsimo que quedaba a nueve o diez cuadras de casa, al lado de las vas. All, despus que se terminaban las rondas vespertinas de algunos golfistas cogotudos, entrbamos en maln a travs de un agujero en el alambrado y nos ponamos en la esquina del campo que daba a la avenida. El pasto era tupido y firme, siempre recin cortadito y con un olor que llenaba placenteramente los pulmones. Pisando ese suelo acolchonado nos sentamos como en la cancha de Rver, por lo menos. Al principio el cuidador de la cancha, un viejo bastante malhumorado, nos dejaba jugar en un rincn, pero ante las quejas de los propietarios se suspendieron los permisos, aunque el alambrado

segua roto. Al parecer nadie se enter de la prohibicin porque se continu igual la actividad futbolera, pero ahora un poco ms cerca del agujero de salida y siempre alerta ante un potencial ataque del cuidador. Los equipos se armaban antes de entrar al campo, no sea cosa de perder tiempo precioso de juego dentro del predio. Ni bien pisbamos la gramilla se acomodaban dos pulloveres de cada lado a manera de arco e inmediatamente daba comienzo el match. Qu lindo era tirarse a los pies sin los temidos raspones del asfalto, sin impregnar las medias y zapatillas con el insoportable olor a podrido del agua estancada de la calle. Pero los partidos no duraban ms de media hora. Siempre en lo mejor del encuentro apareca el cuidador malandra, que al principio trataba de convencernos con palabras un poco animosas pero con algn atisbo de cordialidad para que abandonramos el predio pero luego, al comprender que no iba a ser fcil privarnos de la libertad verde de correr y patear la pelota con todas las ganas pisando esa alfombra vegetal, un da se apareci con una escopeta con balas de sal.

Sin dar tiempo a nada comenz a disparar al montn de pibes que huan desesperados, dejando en el camino pulloveres y pelota y un gol de ltimo momento que por supuesto fue anulado. Justo ahora que bamos ganando se le ocurre rajarnos al viejo ste.

Un balazo le peg a Walter en la pierna, cerca de la cola y lo dej rengo hasta llegar a casa.

Entre gritos de dolor ardiente fue curado con quin sabe qu ungento que le puso El Taelo, especialista de ftbol de la cuadra y jugador exquisito. Pero no haba caso. La pasin futbolera desmedida nos ganaba una vez ms y seguamos en la calle, en la plaza o en los potreros que estaban al lado de la cancha de Estudiantes de Buenos Aires. Este ltimo era un lugar peligroso. All se congregaban unas banditas entre las que se encontraba principalmente la de Peto, temible personaje del bajo mundo ferroviario. Llegamos nosotros a patear tmidamente y Peto nos desafa. Imposible negarse, el clima estaba bastante enrarecido y detrs del desafo se mostraba solapadamente la amenaza. Ni bien comienza el partido nos meten dos goles al hilo. Los tipos jugaban un ftbol sutil y rapidsimo. Las burlas iban creciendo del lado de Peto, mientras nosotros, en su mayora pataduras, no podamos neutralizar los ataques contrarios. Y entonces Walter, cundo no, se calent. En un cruce intrascendente en el mediocampo le encaja una plancha a un contrario que lo deja tirado retorcindose en el piso. Rpido interviene Peto que intenta trompear a mi amigo, que con velocidad se aparta unos pasos y le revolea una patada que si bien no le pega de lleno hace trastabillar al morocho que cae en la tierra. Animarse a pegarle al respetado Peto era un acto de valenta nico y nunca visto hasta el momento. Acto seguido y como era inevitable una paliza generalizada, rajamos como locos. Cruzamos la Avenida Alvear y corrimos varias cuadras sin parar y sin mirar atrs. La barra se fue diluyendo en cada esquina, cada cual derivando para su casa y Walter y yo, que vivimos uno

enfrente de otro, seguimos juntos la carrera. Pasaron varias cuadras, parece que estamos a salvo, pero al mirar atrs vemos que Peto y sus secuaces estn doblando la esquina y se vienen derecho a nosotros. Con el corazn a mil llegamos a casa, pero los rivales no se detienen. Son como cinco a seis que nos persiguen incansablemente. Nos metemos a toda velocidad en lo de Walter y escondidos bajo la ventana esperamos. Los vagos permanecen fuera por un rato, saben que estamos cerca e insisten en esperar a que salgamos. Nos insultan y amenazan hasta el cansancio. Al tiempo, parece que se fueron, quiz amedrentados por algunas vecinas enojadas que salieron a la puerta al escuchar la gritera de estos personajes desconocidos en la cuadra. Nos queda un poco de tensin por las promesas de palizas futuras y la imposibilidad de acceder a otro potrero por bastante tiempo. Con la cancha de golf y los campitos del ferrocarril vedados, nos quedaban solamente dos alternativas: volver a los partidos callejeros o ir a jugar clandestinamente a la plaza, lo que estaba prohibido desde que la haban remodelado, aunque las hamacas tardaron pocos das en destruirse de nuevo. Cmo no se van a malograr jugadores fantsticos como Walter con estos tremendos escollos impuestos por una sociedad intolerante.

No importa, seguimos con la rutina del pan y queso y de vuelta a pelotear en la calle o en la vereda, en sus diversas formas y variantes, metegol entra, cabeza, pateo-mareo, el medio, o

simplemente el ftbol tal como vemos en los partidos de primera, pero con mucho ms corazn y alegra. Y despus de un partido, nada mejor que entrar totalmente mugriento a la casa, recibir los consabidos sermones maternos y tomarse una leche con Toddy caliente mirando los dibujitos de la Warner. Eso s, sin baarse y con el querido olor a pata que mam insiste indefectiblemente en que me limpie, pero que evidencia una vez ms la presencia inolvidable de la pelota, la calle y los amigos de la infancia. Que no se mueran nunca.

EL PRIMER BESO (Febrero, 1974)


El viaje estaba un poco aburrido. El auto se deslizaba adormecedoramente sobre el asfalto hirviente de la Ruta 14. Habamos pasado Gualeguay y mi viejo, con la mirada en la ruta y la frente plagada de gotitas de transpiracin, segua buscando alguno de esos bares ruteros donde se consigue la anhelada Coca fra. En la radio del auto sonaban unos chamams con interferencias, por las ventanas delanteras abiertas entraba un aire caliente y hmedo, pero el bar no apareca. Mi viejo se vuelve a acomodar en el asiento, siempre mirando para adelante y silbando de vez en cuando algn tango. Cmo silbaba tango mi viejo, yo no poda sacar ni la dcima parte de sus melodas, y eso que trataba de copiarle el silbido a cada rato. A m la remera a rayas ya se me haba adaptado al cuerpo como una segunda piel y la aureola de sudor debajo de los sobacos era imponente. Imposible dormir, aunque podra decir que me

despert de un raro letargo al sentir que el auto viraba y entraba en un camino de un pedregullo agreste y saltn. Al levantar la cabeza veo el cartel: "Bar Espino". Por fin la Coca Cola! Quince minutos despus retomamos la ruta, con un par de botellas de una de las mejores Cocas que recuerdo haber tomado, mi viejo silbando de nuevo y el asiento recalentado del sol de la maana. Me quemo el codo al apoyar el brazo contra la puerta que arde. Faltaba poco para llegar a Bar, donde bamos a lo de Yourdan. Pero antes tenamos que visitar a un lejansimo pariente de esos que no s como el viejo los conoca a todos. Por mi parte, me encontraba bastante incmodo porque siempre para m las situaciones eran dificilsimas: entrar simpticamente a casas extraas con gente desconocida y simular que me acuerdo de todos y que me alegraba de verlos. Antes de llegar ya contaba las horas para saber cunto faltaba para irnos y molestaba a cada rato a mi pap para tratar de achicar la estada. En el fondo me gustaba acompaarlo en sus viajes a Entre Ros, era lindo baarse y nadar en los arrollos, andar a caballo o comer esos gruesos salamines caseros que nos convidaban casi obligatoriamente en todas las casas de campo donde parramos. Pero lo que ms quera era estar en mi casa en Caseros y reunirme con mis amigos del barrio, terreno ms firme y familiar. Entre Ros era una gran sbana verde con un rayn gris azulado en el medio, aunque mirndolo con ms detenimiento tambin era un alambrado infinito, un chamam ruidoso y mal sintonizado, el ruido del viento que se embolsaba en el auto, el reflejo hiriente del sol en la ruta all

adelante, las vacas eternas pastando al costado y la incertidumbre de casas siempre lejanas. Otra vez suena el pedregullo. Desaparece la ruta, atravesamos una tranquera abierta y paramos bajo una fresca arboleda. Mi viejo se baja enseguida, yo lo sigo y caminamos hacia la casa. Unas gallinas sueltas escapan entre cacareos, un par de perros ladran fuerte, pap golpea las manos y all desde el fondo se acerca un hombre alto y flaco con un sombrero de alas anchsimas. - Ya v! dice y al ver a los visitantes se le dibuja una sonrisa franca. - Don Carlos, cmo anda tanto tiempo. El hombre abraza a mi viejo y enseguida enfoca su mirada en mi persona (ste es Albertito dice pap, y yo que ya estoy bastante incmodo, con eso slo me ofendo, porqu no dir Alberto). - Vos no te acords de m, si la ltima vez que viniste eras as de gur. Ahora ya sos un hombre grande, cuntos aos tens? - Trece. Respondo con un temor totalmente fundado dado que yo solamente era un preadolescente callado y solitario. Distinto sera si hubieran estado en ese momento mis amigos del barrio, ah s le hubiera contestado con una seguridad desafiante. Luego se ponen a hablar entre ellos, casi como si no yo no existiera, y entre los cacareos, los pjaros y el viento siseante entre las ramas oigo nada ms que un palabrero intraducible pero por dems sabido y por sobre el murmullo la "Z" intermitente del entrerriano, con ese acento que tanto

conoca y que despus de tantos viajes casi se me haba pegado. Entramos a la casa. Nos recibe una seora gordsima y rosada con un delantal exageradamente gastado y una risa que parece una tormenta, como todas las risas de esas matronas de campo, abierta y bonachona. Rpido se acercan las cuatro hijas para saludar a los porteos. El hombre nos presenta a las nenas (14, 15, 17 y 20 aos) y cuando me toca el turno de darles el beso protocolar me miran con una picarda que por supuesto captaba pero me serva nada ms que para sentir una timidez que decididamente me superaba. Ni decir que hubiera querido desaparecer inmediatamente. Trato de protegerme, sutilmente me ubico por detrs de mi padre, miro a las paredes de la casa, de barro y adobe bien firme, pero es intil: Marita, la menor, me mira y se re. Qu hacer en esta situacin, entre el olor y el vapor del guiso que marcha y mi viejo dispuesto a quedarse para el almuerzo, qu hacer sino quedar totalmente paralizado e inmvil?. Para mejor mi pap ahora me mira con un dejo de desagrado por mi actitud descorts y poco comunicativa. Y bueno, habr que aguantar, faltan nada ms que cinco horas y media para que se hagan las seis de la tarde, hora en que el viejo me prometi que nos bamos. - Vamos a comer un pavo, y de paso probamos la escopeta nueva Dice el entrerriano. Entonces trae de la pieza un rifle nuevito, lustrado y con mira telescpica. Salimos de nuevo al patio y otra vez pierdo el hilo de la charla. - Cul le gusta Don Carlos?

Observamos lentamente el entorno, hay un galpn lleno de herramientas, un sulky despintado de azul, al lado un tractorcito y gallinas, perros y rboles por todos lados. Al fondo, detrs de un bebedero se ven unos diez o quince pavos gigantescos, que no parecen percibir el asesinato inminente.

El hombre se apoya en una de las barandas del sulky, prepara el rifle y apunta. Se produce un ruido seco y de repente la arboleda calla, las gallinas y los pavos corren en desbandada, los pajaritos parecen haber desaparecido mgicamente. All, donde estaban los pavos, queda slo un cuerpo tendido. Nos acercamos y vemos que se trata de la vctima, imposible identificarla ya que el balazo le vol la cabeza limpita. Llevan el cadver a la cocina, la doa lo pela en dos minutos y lo mete en una olla. Mientras se cocina vuelvo a la insalubre actividad de responder a preguntas complicadsimas, como qu estudio, cmo est mi mam, si me gusta el campo y qu lindos ojos que tengo. Menos mal que enseguida todos se sientan, charlan animosamente y se bajan una botella de aperitivo Marcela. Otro enigma indescifrable para m era imaginar cmo haca el viejo para tomar semejante brebaje amargo sin hacer una sola arcada. Marita charla con la madre y ayuda a poner la mesa. Mientras tanto, yo trato de esconderme de su vestido floreado y livianito, que pasa cerca y amenaza tocarme en cualquier momento. Qu

hora es? Uy, todava faltan como cinco horas para irnos. Una eternidad. Llega la hora del almuerzo, me como una pata del pavo con papas, los grandes toman vino y el resto bebemos un jugo de naranja bastante aguado y medio tibio. Pero el pavo est buensimo Por suerte mi viejo charla hasta por los codos, con lo que zafo de seguir respondiendo con monoslabos mentirosos y onomatopeyas evasivas. De postre, unas naranjas y manzanas. Termina la comida, pap enciende uno de esos asquerossimos cigarros que compraba por kilo en Once, y se viene el desastre total: Marita me invita a jugar afuera. Socorro! (Pero pap, no te das cuenta por lo que estoy pasando, porqu no me salvs? Vmonos ya!). Cuando suena la voz de pito de Marita invitndome mi viejo me mira serio. - And gurisito, que ac te vas a aburrir. En la mirada me doy cuenta de que no es una propuesta, sino una orden estricta y de cumplimiento obligatorio. As que no queda ms remedio que salir al patio. Y bueno, la vida es as, de vez en cuando es necesario jugarse entero. - Vamos al galpn. Dice Marita. As entramos a uno de esos galpones camperos con ese maravilloso e inovidable olor a maz mezclado con bosta de caballo y grasa de carro. Comienza por mostrarme los conejos del corralito del fondo y rpidamente ordena: - Te juego una carrera! Y sale disparada hacia el campo. Yo sigo atrs, pensando continuamente qu le digo a esta entrerrianita rubia como el trigo que de ninguna manera pierde esa sonrisa picarona. Nos internamos

en el maizal, de plantas altas que superan ampliamente nuestra propia altura, distribuidas en una simetra casi perfecta y con piso de chalas secas y crujientes. No s cmo pero ahora me encuentro perdido en medio del maizal, con Marita al lado y acercndose peligrosamente.

Sin dejar de mirarme se aproxima cada vez ms y a m me empiezan a zumbar los odos, se me nubla la vista, pierdo la nocin del tiempo y el horizonte es nada ms que su cara que me est por atrapar. Como entre sueos percibo que me agarra de un brazo y siento que su boca blandita se apoya contra la ma sigilosamente: Ayayay, me est besando! Creo que el beso dur unas cuatro horas aunque en realidad haban pasado un par de segundos, pero lo que s puedo asegurar es que en el campo se hizo un silencio y un vaco espantoso, quera correr despavorido pero estaba clavado al suelo, quera gritar algo pero estaba mudo. Marita se separa un poco, me vuelve a mirar y enseguida arremete de nuevo, pero esta vez con la boca un poco abierta. Yo, que sigo inmovilizado, no puedo hacer nada para detenerla, pero en ese momento siento que el nudo que tena en el estmago se deshace y deja lugar a una sensacin indita e indescriptible, se me llenan los pulmones de aire y al sentir la humedad de su saliva en mi boca me embarga una felicidad desconocida. Despus, noto que saca un poquito su lengua que se va internando tmidamente y recorre mis dientes y llega a tocar la ma. Ahora estoy sobrevolando el maizal, escucho claramente el gritero de

los odiados loros que destruyen los marlos incipientes. El cielo y sus dos ojos cerrados son la misma cosa. El pelo rubio que me toca en las mejillas son las plantas de maz vistas desde arriba. Atrapo los dos brazos tibios de Marita con mis manos y la beso suave pero firmemente. As que esto era besar. En las dos horas que siguieron caminamos por el campo, me empezaron a salir las primeras frases medianamente coherentes del da, e intentaba besarla cada dos o tres pasos, y lo lograba!. Cuando atravieso su cintura con mi brazo me doy cuenta que por primera vez toco un vestido de mujer, y encima con una mujer adentro. Esto era realmente increble, no vea la hora de volver a Caseros para contarles mi extraordinaria aventura a mis amigos, se iban a morir de envidia, aunque Walter y algunos otros ya tenan novia. Qu rpido se me pas esa tarde, casi sin darme cuenta siento los gritos del viejo que me llama para retomar el viaje. Marita y yo nos miramos, nos damos el ltimo beso y volvemos a la realidad del patio - gallinero. Ahora siento una mezcla de euforia triste, probablemente no la vea por mucho tiempo, o nunca ms. Qu aventura fabulosa, cuntas oportunidades tiene uno en la vida de sentir en una misma tarde, pnico, felicidad, amor, tristeza, y todo eso en solamente dos o tres horas. Nos despedimos de todos, yo con una postura desconocida en m saludo cordialmente a la seora y a su esposo, me despido de las chicas con una sonrisa y subimos al auto. Mi viejo me vuelve a mirar, pero ahora con un gesto de extraeza y tratando de indagar a qu se debi este cambio. Acomoda en el asiento de atrs la intomable botella de Aperitivo Marcela que le regal el

pariente, arranca y saludando con las manos salimos de la arboleda. Otra vez la cinta asfltica, las alambradas, las vacas que se mantienen en el mismo lugar que las dejamos hace unas horas, la radio local que sigue con interferencias, y el sonido del espectacular silbido de mi viejo que ahora interpreta "Canaro en Pars". Sin sacar la vista de la ruta me dice: - Viste que te dije que nos bamos a las seis y nos fuimos a las seis?. No te pods quejar eh, gur?. Yo, tirado contra el respaldo de la butaca y con un aire canchero de hombre mayor ya realizado, le contesto: - S pap, pero, cundo volvemos? Ay Albertito, quin te entiende.

Allem Blaze Alexs, es un nio muy educado, cortes y muy obediente, es el primero en decir un s, y el ultimo en decir un no. Toda ternura y respeto, es sin duda un nio modelo. Tiene el cabello de color negro, y su estatura es de promedio, cuando se re, hay dos hoyuelos que se forman en su mejilla. Todo en el es normal, excepto quizs Hay un sueo que l tiene, el suea en convertirse, en Allem Blaze, quien fuera un genio loco del terror, Allem Blaze, viva en la vieja Inglaterra, y junto a sus leales esbirros aterrorizaba las calles de Londres, era sin duda alguien de temer y envidiar, pues era dueo de una enorme fortuna sin igual. Alexs, vive en una casa muy linda all muy arriba de la colina, es un lugar en donde todos sus vecinos, siempre, con una sonrisa saludan. Vive con pap, mam, su hermana, un perrito y un gatito. El tiene una familia muy linda, pero su vida es vaca, y llena de incertidumbre. Podra tener todo lo que desee, con esa sonrisa suya, autos de juguete, dulces hasta ms no poder comer ms. Pero lo que l en realidad ms desea, es vivir en la oscuridad y la soledad, un lugar en el que las tenebrosas araas tambin habiten, un lugar en el que los ruidosos murcilagos rodeen, el lugar en el que l quiere vivir, es en l, castillo de Allem Blaze. Una casa llena de horrores, en la que su mente terrorfica pueda inventar toda clase de horrores, y dar vida a muchas abominaciones.

El desea vivir en un lugar en el que pueda pasar toda su vida, atribulado por reflexiones filosficas y llenas de soledad. Alexs, es muy amable cuando lo visita su ta Petunia, quien tiende a decir lo adorable que es l, y sin pedirle permiso, jala y jala cada una de sus mejillas. Pero lo que ella no sabe es que el. A la horca la enviara sin tener remordimiento alguno. Tambin quizs a la guillotina? En donde el mismo hara de verdugo. Tiene un perro llamado Belceb y un gato cuyo nombre es Zamalal. Todos los das se la pasa haciendo experimentos con ellos, de quienes espera convertirlos en sus leales esbirros del mal. Criaturas que vagaran todas las noches, teniendo como capa la oscuridad, y como presencia el miedo. Y como hambre la sangre. Alexs, como todo admirador de Allem Blaze, cultiva para s, la msica, la poesa y la pintura. Mientras que otros nios de su misma edad, juegan al futbol o a las escondidas. Pero, el no, definitivamente el no, el jams hara esas cosas, que los humanos llaman normal, el se pasa todas las tardes leyendo cuntos libros alcance. Un da cuando estaba concentrado en su ltimo invento, la caja de los horrores, una idea loca vino a su mente, Allem Blaze, estaba casado con la bella Leonor de Grace, quien en vida haba sido la hija de un famoso conde, conocido como Drcula. La belleza de la hermosa Leonor superaba sin dura a las joyas de la corona inglesa. Pero haba un misterio, Leonor de Grace, haba desaparecido, haba muchos rumores sobre esa misteriosa desaparicin. Algunos decan, que la iglesia le haba raptado, otros que la dulce Leonor, se haba quitado la vida, pero el rumor ms tenebroso, era, que haba sido raptada. Alexs, hara algo que Allem Blaze, jams hizo en vida, reunirse con su bella Leonor, la busco en todas partes, en el escondite de las araas, en el viejo puerto, y hasta en la torre del castillo, pero en ningn lugar haba seal de ella. Donde, Dnde? Podra estar su amada Leonor Solo haba un lugar que faltaba, el cementerio de la familia Blaze, cavo y cavo, todas las tumbas, entre ms y mas cavaba poda sentir que escuchaba los gritos de su hermosa esposa llamndole. Pero al final de todo, ese cementerio resulto ser el jardn de su casa. Mam muy molesta le rio su actitud, y a su habitacin lo mando, sin aceptar peros. Cada paso que daba pareca que lo llevaban a la silla elctrica. El pobre Alexs, se senta un condenado. Solo y triste en su habitacin, sinti que las paredes se encogan ms y ms, y la puerta pareca sin duda las celdas de una crcel. Pap muy preocupado por su hijo, fue a su auxilio, y con una voz muy suave le dijo: Tu eres Alexs, ms no Allem Blaze, y el entonces en una enorme depresin se hundi. Al da siguiente, sus padres muy felices lo vieron jugando con nios de su misma edad, corra muy feliz tras el baln, todos muy felices pensaron que al fin, el nio haba despertado, pero nadie imaginaba que ya era tarde, que el muy dentro, se haba convertido al fin en el conde Allem Blaze y solo esperaba su momento adecuado para aterrorizar al mundo entero.

Y se pregunta: Qu os ha parecido el cuento? Os creis capaces de escribir uno?

La Caja de las sorpresas: El profesor va sacando objetos diversos de la caja y cada alumno/a debe ir escribiendo una historia (relato, cuento o poesa) incluyendo cada uno de los objetos. Al final, se hace un libro para cada uno con lo que se han ido inventando. Los deben decorar en casa y traerlos bonitos al da siguiente.

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