Enciclica Dios Es Amor

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Hno.

Miguel Morales

Encclica Dios es Amor

Encclica DEUS CARISTAS EST: DIOS ES AMOR SINTESIS DE LA PRIMERA ENCCLICA DE BENEDICTO XVI FECHADA EL 25 DE DICIEMBRE, SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEOR
La encclica est articulada en dos grandes partes. La primera, titulada: "La unidad del amor en la creacin y en la historia de la salvacin", presenta una reflexin teolgico- filosfica sobre el "amor" en sus diversas dimensiones -"eros", "philia", "gape"- precisando algunos datos esenciales del amor de Dios por el ser humano y del ligamen intrnseco que ese amor tiene con el amor humano. La segunda, titulada: "Caritas, el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como "comunidad de amor", trata del ejercicio concreto del mandamiento del amor hacia el prjimo. PRIMERA PARTE El trmino "amor", una de las palabras ms usadas y de las que ms se abusa en el mundo de hoy, posee un vasto campo semntico. En esta multiplicidad de significados, surge, sin embargo, como arquetipo del amor por excelencia aquel entre hombre y mujer, que en la antigua Grecia era definido con el nombre de "eros". En la Biblia y sobre todo en el Nuevo Testamento, se profundiza en el concepto de "amor", un desarrollo que se expresa en el arrinconamiento de la palabra "eros" en favor del trmino "gape", para expresar un amor oblativo. Esta nueva visin del amor, una novedad esencial del cristianismo, ha sido juzgada no pocas veces, de forma absolutamente negativa, como un rechazo del "eros" y de la corporeidad. Si bien haya habido tendencias de ese tipo, el sentido de esta profundizacin es otro. El "eros", puesto en la naturaleza del ser humano por su mismo Creador, tiene necesidad de disciplina, de purificacin y de madurez para no perder su dignidad original y no degradarse a puro "sexo", convirtindose en mercanca. La fe cristiana ha considerado siempre al hombre como un ser en el que espritu y materia se compenetran uno con otra, alcanzando as una nobleza nueva. Se puede decir que el reto del "eros" ha sido superado cuando en el ser humano el cuerpo y el alma se encuentran en perfecta armona. Entonces s que el amor es "xtasis", pero xtasis no en el sentido de un momento de embriaguez pasajera, sino como xodo permanente del yo encerrado en s mismo hacia su liberacin en el don de s, y de esa forma hacia el reencuentro consigo mismo, mas an, hacia el descubrimiento de Dios: de este modo el "eros" puede elevar al ser humano en "xtasis" hacia lo Divino. En definitiva, "eros" y "gape" exigen no estar nunca separados completamente uno de otra, al contrario, cuanto ms -si bien en dimensiones diversas-, encuentran su justo equilibrio, ms se cumple la verdadera naturaleza del amor. Si bien el "eros" inicialmente es sobre todo deseo, a medida que se acerque a la otra persona se interrogar siempre menos sobre s mismo, buscar cada vez ms la felicidad del otro, se entregar y desear "ser" para el otro: as se adentra en l y se afirma el momento del "gape". En Jesucristo, que es el amor de Dios encarnado, el "eros"-"gape" alcanza su forma ms radical. Al morir en la cruz, Jess, entregndose para elevar y salvar al ser humano, expresa el amor en su forma ms sublime. Jess asegur a este acto de ofrenda su presencia duradera a travs de la institucin de la Eucarista, en la que, bajo las especies del pan y del vino se nos entrega como un nuevo man que nos une a l. Participando en la Eucarista, nosotros tambin nos implicamos en la dinmica de su entrega. Nos unimos a l y al mismo tiempo nos unimos a todos los dems a los que l se entrega; todos nos convertimos as en "un slo cuerpo". De ese modo, el amor a Dios y el amor a nuestro prjimo se funden realmente. El doble mandamiento, gracias a este encuentro con el "gape" de Dios, ya no es solamente una exigencia: el amor se puede "mandar" porque antes se ha entregado.

Hno. Miguel Morales


SEGUNDA PARTE

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l amor por el prjimo, enraizado en el amor de Dios, adems de ser una obligacin para cada fiel, lo es tambin para toda la comunidad eclesial, que en su actividad caritativa debe reflejar el amor trinitario. La conciencia de esa obligacin ha tenido un relieve constitutivo en la Iglesia ya desde sus inicios y muy pronto se evidenci tambin la necesidad de una determinada organizacin como presupuesto para cumplirla con ms eficacia. As, en la estructura fundamental de la Iglesia surgi la "diacona" como un servicio del amor hacia el prjimo, llevado a cabo comunitariamente y de forma ordenada -un servicio concreto pero, a la vez, espiritual-. Con la difusin progresiva de la Iglesia, este ejercicio de caridad se confirm como uno de sus mbitos esenciales. La naturaleza ntima de la Iglesia se expresa, de esa forma, en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebracin de los sacramentos (leiturgia), servicio de la caridad (diakonia). Son tareas en las que una presupone las otras y no pueden separarse entre s". A partir del siglo XIX, contra la actividad caritativa de la Iglesia se plante una objecin fundamental: la de que estara en contraposicin -se dijo- con la justicia y acabara por actuar como sistema de conservacin del status quo. Al llevar a cabo obras de caridad individuales, la Iglesia favorecera el mantenimiento del injusto sistema vigente, hacindolo de alguna forma soportable y frenando de esa manera la rebelin y el potencial cambio hacia un mundo mejor En este sentido, el marxismo haba indicado en la revolucin mundial y en su preparacin la panacea para la problemtica social -un sueo que con el tiempo se ha desvanecido-. El magisterio pontificio, empezando por la encclica "Rerum novarum" de Len XIII (1891) hasta la triloga de las encclicas sociales de Juan Pablo II: "Laborem exercens" (1981), "Sollicitudo rei socialis" (1987), "Centesimus annus" (1991), ha afrontado con insistencia creciente la cuestin social y, confrontndose con situaciones problemticas siempre nuevas, ha desarrollado una doctrina social muy articulada, que propone orientaciones vlidas que van mucho ms all de los confines de la Iglesia. Sin embargo, la creacin de un orden justo de la sociedad y del Estado es un deber principal de la poltica, y por tanto, no puede ser una tarea inmediata de la Iglesia. La doctrina social catlica no quiere conferir a la Iglesia un poder sobre el Estado, sino simplemente purificar e iluminar la razn, ofreciendo la propia contribucin a la formacin de las conciencias, para que las verdaderas exigencias de la justicia sean percibidas, reconocidas y realizadas. Sin embargo, no existe ninguna normativa estatal que, por justa que sea, pueda hacer superfluo el servicio del amor. El Estado que quiere proveer a todo se convierte en definitiva en una instancia burocrtica que no puede asegurar lo ms esencial que el ser humano afligido -cualquier ser humano- necesita: una entraable atencin personal. Quien quiere desentenderse del amor, se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. En nuestro tiempo, un positivo efecto colateral de la globalizacin se manifiesta en el hecho de que la solicitud por el prjimo, superando los confines de las comunidades nacionales, tiende a prolongar sus horizontes al mundo entero. Las estructuras del Estado y las asociaciones humanitarias desarrollan de distintos modos la solidaridad expresada por la sociedad civil: de esta manera, se han formado mltiples organizaciones con objetivos caritativos y filantrpicos. Adems, en la Iglesia catlica y en otras comunidades eclesiales han surgido nuevas formas de actividad caritativa. Es deseable que se establezca entre todas estas instancias una colaboracin fructfera. Naturalmente, es importante que la actividad caritativa de la Iglesia no pierda la propia identidad, disolvindose en la organizacin comn asistencial, convirtindose en una simple variante, sino que mantenga todo el esplendor de la existencia de la caridad cristiana y eclesial. Por tanto: La actividad caritativa cristiana, adems de fundarse en la competencia profesional, lo debe hacer sobre la experiencia de un encuentro personal con Cristo, cuyo amor ha tocado el corazn del creyente, suscitando en l el amor por el prjimo. La actividad caritativa cristiana debe ser independiente de los partidos e ideologas. El programa del cristiano -el programa del Buen Samaritano, el programa de Jess- es "un corazn que ve". Este corazn ve donde hay necesidad de amor y acta en modo consecuente:

Hno. Miguel Morales

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Adems, la actividad caritativa cristiana no debe ser un medio en funcin de lo que hoy se califica como proselitismo. El amor es gratuito; no se ejercita para alcanzar otros fines. Pero esto no significa que la accin caritativa deba, por decir as, dejar de lado a Dios y a Cristo. El cristiano sabe cundo debe hablar de Dios y cundo es justo no hacerlo y dejar hablar solamente al amor. El himno a la caridad de San Pablo (1 Cor 13) debe ser la Carta Magna de todo el servicio eclesial, para protegerlo del riesgo de caer en el puro activismo. En este contexto, frente al peligro del secularismo que puede condicionar a muchos cristianos comprometidos en la labor caritativa, es necesario reafirmar la importancia de la oracin. El contacto vivo con Cristo evita que la experiencia de las enormes necesidades y de los propios lmites arrastren a una ideologa que pretende hacer ahora aquello que, aparentemente, Dios no consigue hacer, o caer en la tentacin de ceder a la inercia y a la resignacin. Quien reza no desaprovecha el tiempo, a pesar de que las circunstancias le empujen nicamente a la accin, ni pretende cambiar o corregir los planes de Dios, sino que busca -siguiendo el ejemplo de Mara y de los santos- obtener de Dios la luz y la fuerza del amor que vence toda oscuridad y egosmo presentes en el mundo.

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