Adviento en Pandemia

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ADVIENTO

EN TIEMPOS
DE
PANDEMIA
Haz que abandone la alforja que hasta ahora he
llevado.
Haz que rechace el vestido que traje hasta aquí.
Haz que me quede desnudo ante tu presencia.
Haz que abandone mi vieja razón de vivir (bis).
Marana-Tha
MARANATHA, VEN SEÑOR, JESÚS…
Ven, Señor, Jesús
Dame valor en la lucha que tengo conmigo,
y haz que comprenda que sólo un rival tengo yo.
Ese rival es el diablo que llevo en mi adentro.
Cuando me venza a mi mismo seré ya de Dios (bis).

MARANATHA, VEN SEÑOR, JESÚS…


Nunca habíamos estado mejor preparados para el Adviento que
en este noviembre de 2020. La pandemia ha puesto de manifiesto
nuestra fragilidad; ha demostrado lo inconsistente de proyectos y
cálculos; el futuro se ha hecho incierto.
Nos recuerda el texto de Lc 17, 27: Comían y bebían, se casaban…
hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio y los
destruyó a todos…
“No hay que bajar la guardia”, dice el MINSA.
Lo que les digo a ustedes lo digo a todos: ¡Estén
en vela!, dice el evangelio.
La vigilancia consiste en procurar no
perder lo que hemos aprendido con
el COVID 19, lo que hemos vivido en
estos meses, la conciencia de nuestra
vulnerabilidad, el sentido de la
necesidad de unos respecto a otros,
el cuidado que debemos tener de
nosotros mismos y de los demás.
Los textos bíblicos nos ponen delante hombres y mujeres
concretos que pasaron por situaciones de oscuridad, miedo,
enfermedades, peligros, fatigas y lágrimas. Se nos invita a mirar
las transformaciones que se dieron en ellos después de atravesar
aquellas situaciones.

San Pedro nos dice: … ¡qué santa y piadosa debe ser la vida de
ustedes! Esperen y apresuren la venida del Señor … Nosotros
confiamos en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y
una tierra nueva.
DOMINGO 1º DE ADVIENTO
Pandemia, tiempo oscuro. Nos hemos tenido que alejar unos de otros:
mascarillas, distanciamiento social, imposibilidad de visitar seres
queridos, no salir de casa, muerte en soledad, sin despedida de los
difuntos… Se ha roto el tejido relacional, el tejido social de la vida, de la
sociedad.

Hemos descubierto que nos necesitábamos, que estamos interconectados…


Y comprendimos que esa ruptura del tejido social venía de lejos, antes de la
pandemia, causada por un sistema de vida que lleva al individualismo,
búsqueda de felicidad en el consumo, ansia del éxito individual.
El profeta Isaías (Is 63-64) hace
ver que todos los deseos y ansias
se dirigen -consciente o
inconscientemente- a un Dios
que es Padre, para quien todos
somos hermanos y hermanas:
Tú, Señor, eres nuestro padre, tu
nombre será siempre ‘nuestro
liberador’.
Ojalá rasgases el cielo y
descendieses.
¿Dónde está Dios?, se preguntan muchos en tiempos de
pandemia. Pero Dios no se ha ido, sino que “viene”, “está
viniendo”. Eso significa Adviento.
Su venida trae luz. Sales al encuentro de quien practica con
alegría la justicia. (Is 64,4).
No se trata de esperar a un Dios todopoderoso que venga desde
fuera a iluminar este tiempo. Dios tiene mensajeros, mediadores,
porque su amor ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que se nos ha dado (Rom 5,5).
En la pandemia, muchos -aun sin saberlo y aun sin ser creyentes-
han sentido la inspiración del Espíritu. Dios estaba allí, y está
viniendo…
Todos nos marchitábamos como hojas… Pero tú, Señor, eres
nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos
somos obra de tu mano (1ª lectura, Is 64, 7).
La oscuridad de la pandemia se ha iluminado gracias a esas
personas que, a pesar de riesgos y peligros, han fomentado la
cultura del cuidado, la cultura de la relación solidaria, la cultura
del “nosotros”. Dios ha venido; es cuestión de vigilar, de estar
despiertos y atentos.
Gesto comunitario:
Nombro a esos “mensajeros” que han puesto luz en la oscuridad
de la pandemia.
Corona de Adviento:
Encendemos la primera luz.
Descubrir al Señor y acoger con
esperanza a tantos mensajeros
que nos han hecho real su
presencia en medio de
nosotros. En esta oscuridad, él
permanece. ¡Ven, Señor, no
tardes! ¡Ven, Señor, Jesús!
DOMINGO 2º DE ADVIENTO

Se anuncia que el tiempo más duro de la pandemia ya ha pasado


y que empezamos una nueva etapa, un momento histórico del
que somos responsables de cara al futuro. Es una oportunidad
para crear un “tejido social” nuevo, una “tierra nueva”, un
nuevo humanismo, con nuestras actitudes.
La voz del profeta.
Algo muy positivo de este tiempo de pandemia es la luz de la
“cultura del cuidado”, que nos han mostrado con su vida muchas
personas, llevadas sin saberlo por el Espíritu de Dios. No podemos
olvidarlas. Sería un retroceso imperdonable.
Consuelen, consuelen a mi pueblo. Una voz grita: “En el desierto
prepárenle un camino al Señor; allanen en la estepa una calzada
para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas
se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”.
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz,
heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá:
“Aquí está su Dios” (1ª lectura: Is 40, 1-11).
Is 40,1-3
Consuelen, consuelen a mi pueblo,
dice tu Dios,
hablen al corazón de Jerusalén,
grítenle que ha cumplido su condena
y que está perdonada su culpa,
pues ha recibido del Señor
doble castigo por todos sus pecados.
Una voz grita:
“Preparen en el desierto
el camino del Señor,
tracen en la llanura
una senda para nuestro Dios”.
¿Dónde está Dios?
Dios sigue estando con nosotros. Pero no podemos bajar los
brazos: Dios quiere que los tengamos levantados.
No olviden una cosa, queridos míos, -dice Pedro (2ª lectura: 2Pe
3, 8-14)- que para el Señor un día es como mil años y mil años
como un día. El Señor no retrasa su promesa, como piensan
algunos, sino que tiene paciencia con ustedes, porque no quiere
que nadie se pierda…
Como Juan Bautista, somos los mensajeros,
enviados a preparar los caminos (Evangelio: Mc
1, 1-8).
Pero hay que mirar el presente y el futuro para
“recrear” lo que queremos que sea nuestra
sociedad, nuestro país, nuestra familia… Sin
bajar la guardia, mantengamos lo aprendido en
la pandemia. Demos pasos para construir un
nuevo tejido social, una nueva humanidad.
Gesto comunitario:
Qué puedo hacer para mantener lo que he aprendido y
mejorar las relaciones entre las personas.
¿Qué elementos de la “cultura del cuidado” podría
demostrar?
Nombro esas realidades que no debo perder. Las
escribo como compromisos personales y las expreso de
viva voz.
Corona de Adviento:
La segunda vela recuerda la
esperanza de Israel: Que
todas las naciones se
congreguen y todos los
pueblos se reúnan. Ustedes
son mis testigos.
No recuerden lo del pasado, no piensen en lo antiguo; miren que
realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notan? Nosotros debemos
manifestar la nueva justicia que Dios viene a crear en la tierra. Nos
comprometemos por un nuevo país (nueva familia) de esperanza. Que
nada de lo aprendido se pierda.
DOMINGO 3º DE ADVIENTO

El confinamiento nos ha servido para aprender a vivir de otra


manera. Ha quedado demostrado que el interés individual o de
grupo no puede estar por encima del bien común, que la
abundancia en lo material no trae necesariamente felicidad, que
el dinero no vale más que el amor, que el tener no está por
encima del ser. Pero en esas nuevas relaciones, en ese nuevo
tejido social que debemos crear, allanando montes y rellenando
valles, no puede seguir funcionando la “cultura del descarte”, no
puede haber “descartados”, que no cuentan, y que no podemos
dejar de “cuidar”.
La voz de los profetas
Juan Bautista decía: Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanen
el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías (Evangelio: Jn
1,23).
Isaías anunciaba a Aquel de quien el mismo Juan decía: “en medio
de ustedes hay uno que no conocen, el que viene detrás de mí, y
al que no soy digno de desatarle la correa de la sandalia”
(Evangelio; Jn 1, 26-27).
Jesús comenzó su predicación
diciendo:
El Espíritu del Señor, Dios, está sobre
mí, porque el Señor me ha ungido. Me
ha enviado para dar la buena noticia a
los pobres, para curar los corazones
desgarrados, proclamar la amnistía a
los cautivos y a los prisioneros la
libertad; para proclamar un año de
gracia del Señor (1ª lectura; Is 61, 1-2).
¿Dónde está el Señor más presente aún?
Jesús, “el que ha de venir”, se presentó y dijo: El Señor me ha
ungido, el Espíritu de Dios está sobre mí. Su presencia se hace más
intensa en los “descartados”, que no reciben lo necesario para
enfrentar el Covid, o han perdido relación con familiares y
amigos…
Si queremos ser como el Bautista “voz que grita en el desierto”,
no podemos dejar atender a estos “descartados”, a quienes Isaías
y Jesús llaman “los que sufren, los corazones desgarrados, los
cautivos, los prisioneros… los pobres”. Dios, en ellos, nos está
esperando para su venida.
Gesto comunitario
Identifico a los “descartados” en mi barrio o ciudad. Con ellos hay
que establecer un tejido social de nuevas relaciones fraternas:
 Psicológicamente descartados (discapacitados mentales,
autistas, deprimidos)
 Socialmente descartados (ancianos en soledad, inmigrantes,
presos, personas marginadas por su identidad sexual…)
 Económicamente descartados (desempleados, informales sin
recursos para entrar en la formalidad, trabajadores con salario
injusto, madres desempleadas, gente sin casa, niños sin
escuela…)
 
Corona de Adviento
La tercera vela nos recuerda que
en las tinieblas brilló una gran
luz, en el desierto una voz gritó:
Preparen los caminos del Señor.
Trae la alegre noticia a los que
sufren.
Preparar el camino al Señor es acogerlos a ellos, abrirles las puertas
porque en ellos viene el Señor. Así nos preparamos para la Navidad,
procurando que nadie quede impedido de celebrar con alegría la
fiesta de gozo y salvación (Oración Colecta).
VAMOS A PREPARAR EL CAMINO DEL SEÑOR.
VAMOS A CONSTRUIR LA CIUDAD DE NUESTRO DIOS.
VENDRÁ EL SEÑOR CON LA AURORA,
ÉL BRILLARÁ EN LA MAÑANA, PREGONARÁ LA VERDAD.
VENDRÁ EL SEÑOR CON SU FUERZA,
ÉL ROMPERÁ LAS CADENAS, ÉL NOS DARÁ LA LIBERTAD.
 
Él estará a nuestro lado, Él guiará nuestros pasos,
Él nos dará la salvación. Nos limpiará del pecado,
ya no seremos esclavos, Él nos dará la libertad.
 
Visitará nuestras casas, nos llenará de esperanza,
Él nos dará la salvación. Compartirá nuestros cantos,
todos seremos hermanos, Él nos dará la libertad.
 
Caminará con nosotros, nunca estaremos ya solos,
Él nos dará la salvación. Él cumplirá la promesa
y llevará nuestras penas, Él nos dará la libertad.
DOMINGO 4º DE ADVIENTO
LA LUZ DE MARÍA
El 4º domingo de Adviento es el domingo mariano por
excelencia. La protagonista es la Virgen del Adviento. Nadie
como ella supo esperar y preparar la venida del Salvador. Con su
“hágase”, María abre la posibilidad de una nueva era. Con
humildad y sencillez, sale de sí misma y acoge el plan de
salvación que el ángel le propone. Pone a disposición de Dios
toda su persona. Y Dios, por María, se encarna en la esfera
humana. El Verbo se hizo carne.
El rey David quiere construirle una casa a Dios,
un templo mejor que su palacio. Natán le hace
ver cuál es el templo que el Señor quiere.
… ¿Tú me vas a construir una casa…? Pues bien,
el Señor te anuncia que él te va a edificar una
casa. Yo suscitaré descendencia para ti. Será él
quien construya una casa a mi nombre y yo
consolidaré el trono de su realeza para siempre.
Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes
ante mí (1ª lectura: 2Sam 7, 1-16).
El “templo” de Dios es su pueblo nuevo,
construido con las piedras de las relaciones
fraternas, de los cuidados de la tierra y de las
personas, sobre todo de las más vulnerables.
El ángel Gabriel se hace profeta
ante María:
Concebirás en tu seno y darás a luz
un hijo y le pondrás por nombre
Jesús. Será grande, se llamará Hijo
del Altísimo, el Señor Dios le dará el
trono de David, su padre; reinará
sobre la casa de Jacob para siempre
y su reino no tendrá fin (Evangelio:
Lc 1, 26-38).
¿Dónde está Dios?
Dios hizo a la humanidad una promesa en Abraham (Gen 12, 3b),
y se la reiteró a David. Pero Dios no baja de la nube, no cae del
cielo, sino que acude a las personas, como María, para que se
dejen llevar por su Espíritu y aporten lo que son y lo que tienen
para crear una “nueva tierra”. Dios estaba en María.
La luz en la oscuridad
La luz viene por María y
disipa las tinieblas de un
mundo cerrado sobre sí
mismo. En María se
cumple la promesa de
Dios: Jesús, luz de la
humanidad, cuya venida
hacemos presente ya en
estos días, a pocas
horas de la Navidad…
María de la espera
Cuello del Cuerpo Místico y vientre que lo engendró,
así eres tú, María, espejo de Amor de Dios.
María la de Caná, María la del dolor,
María, sumisa siempre, que por amor concibió.
María la inadvertida, la madre del Salvador,
María la de la espera, María, sierva de Dios.
A ese mundo que padece de parto un gran dolor,
hazle vivir la esperanza que tu vida engrandeció.
Si esperamos no hay angustia, si esperamos sí hay amor.
Con la espera no hay tinieblas, sólo luz de pleno sol.
Que la esperanza nos llene al joven en su ilusión,
al hombre en un mundo nuevo, y al viejo pues ya es de Dios.
Al niño, que no la pierda ¡Niños, esperanza son!
Que recen a Dios porque nazcan de vientres llenos de amor.
Saca de mí la injusticia y mi egoísmo mayor,
para que llegue ese día que el mundo sea sólo amor.
Gesto comunitario
Rompo distancias, practico la “cultura del cuidado”, rehago las
relaciones rotas… Lo hago con un gesto: un saludo afectuoso, un
pequeño regalo. ¿Cómo reparar los distanciamientos a que la
pandemia nos ha obligado? Por encima de la mascarilla expreso
acogida y alegría por el encuentro con el otro, acogida y alegría de
amigo/a que no juzga ni condena, que acerca a la otra persona.
Corona de Adviento
Al encender la cuarta vela,
pensamos en María de Adviento.
Con la ternura y cuidado con que
preparó la venida de su Hijo
Jesús, nos preparamos para la
Navidad. Con María, procuramos
que nadie quede excluido ni
descartado en esta fiesta.

Con María, expresamos nuestro anhelo: ¡Ven, ven, Señor,


no tardes! Ven a nuestra casa, a nuestra familia, al país, al
mundo. ¡Ven pronto, Señor!
Maranatha, maranatha, maranatha

¿Adónde irán nuestras vidas? ¿Para qué tantas palabras?


¿Adónde irán nuestras penas? ¿Para qué tantas promesas?
¿En dónde está la alegría? ¿Quién cambiará nuestra suerte?
¡Ay! ¿En dónde la primavera? ¡Ay! ¿Quién pondrá luz en las sendas?
¿Adónde irán nuestras vidas? ¿Para qué tantas palabras?
¡Ay! Si un salvador no nos llega. ¡Eh! ¡Ay! Si un salvador no nos llega. ¡Eh!
Maranatha, maranatha, maranatha. Maranatha, maranatha, maranatha.

¿Qué será de nuestros hijos? Está acabando la noche


¿Qué será de nuestra tierra? y un nuevo día se acerca
¿Qué será de los que sufren? ¡Ay! vuelve a nacer la esperanza, ¡ay!
¿Qué será de los que esperan? y se apaga la tristeza
¿Qué será de nuestros hijos? y las estrellas nos dicen, ¡ay!
¡Ay! Si un salvador no nos llega. ¡Eh! que un salvador ya está cerca. ¡Eh!
Maranatha, maranatha, maranatha. Maranatha, maranahta, maranatha. (bis)
fi

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