Seguridad Colectiva

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Seguridad colectiva y Derecho Humanitario

El Derecho internacional durante siglos admitió la guerra como medio de


solución de los conflictos entre Estados y desarrolló un conjunto de normas
específicas al respecto.
La evolución del DIP fue del ius ad bellum (derecho a la guerra) al ius in bellum
(derecho en la guerra o derecho humanitario)

El derecho internacional, en consecuencia pudo dividirse en dos partes:

•Las normas aplicables en tiempo de paz


•Las normas aplicables en tiempo de guerra
Seguridad colectiva y Derecho Humanitario
Desarrollo del principio de prohibición del uso de la fuerza

1) Convención Drago-Porter (1907)


• El primer hito significativo en el desarrollo de la prohibición del uso de la fuerza en las
relaciones internacionales fue la segunda convención adoptada por la Conferencia de la Paz
celebrada en La Haya en 1907, relativa a la prohibición del uso de la fuerza para el cobro de
deudas contractuales, conocida con el nombre de Convención Drago-Porter. Este Convenio
establece el compromiso de no recurrir a la fuerza contra un país deudor, salvo que éste no
acepte la solución del conflicto mediante el arbitraje.
2) Pacto de la Sociedad de Naciones (1919)
• No prohibía la guerra. En el Pacto hay un enfoque eminentemente procesal en el que, más que
prohibir la guerra, se pretende impedir que llegue a producirse o, en todo caso, se retrase al
máximo. Según el art. 12 del Pacto los miembros de la Sociedad se comprometen a resolver
sus controversias por medios pacíficos (arbitraje, arreglo judicial o examen del Consejo) y,
además, convienen “en que en ningún caso deberán recurrir a la guerra antes de que haya
transcurrido un plazo de tres meses después de la sentencia de los árbitros o de la decisión
judicial o del dictamen del Consejo”. En virtud de este plazo de tres meses, se ha dicho que el
Pacto, más que prohibir la guerra, establecía una “moratoria de guerra”.
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Desarrollo del principio de prohibición del uso de la fuerza

3) Protocolo de Ginebra (1924)


• Es un tratado que no llegó a entrar en vigor. Sin embargo, se trata de un texto importante en la
evolución de las normas internacionales relativas al uso de la fuerza.
• El Protocolo de Ginebra contiene disposiciones detalladas sobre el arreglo pacífico de las
controversias internacionales. En el Preámbulo se califica la guerra de agresión como un “crimen
internacional”. En el art. 2 se condena el recurso de la guerra y los Estados signatarios se obligan
a no recurrir entre sí a la misma. Los únicos supuestos que, según el Protocolo de Ginebra,
permitirían el recurso a la fuerza armada, serían los casos de legítima defensa y las acciones en el
marco de la seguridad colectiva.
4) Pacto general de París de renuncia a la guerra (Pacto Briand-Kellogg, 1928)
• Constituye un paso decisivo en el desarrollo del principio de la prohibición del uso de la fuerza.
Fue firmado en París en 1928. El Pacto es un tratado multilateral muy breve. En el art. 1 las Partes
condenan recurrir a la guerra para el arreglo de las diferencias internacionales y renuncian a ella
como instrumento de política nacional en sus relaciones mutuas. En el art. 2 se establece el
compromiso de que las Partes resolverán sus controversias por medios pacíficos y en el art. 3 se
regula lo relativo a su ratificación y se dice que el Pacto quedará abierto a las adhesiones de todas
las demás Potencias del mundo el tiempo que sea necesario.
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La prohibición del uso de la fuerza en la Carta de las Naciones Unidas
El art. 2.4 de la Carta de las Naciones Unidas consagra, con carácter general, el
principio de la prohibición del uso de la fuerza. Esta norma tiene una formulación más
completa que la prohibición contenida en el Pacto Briand-Kellogg porque, en primer
lugar, no se refiere exclusivamente a la guerra sino al “uso de la fuerza” y porque, en
segundo lugar, la prohibición comprende no sólo el uso de la fuerza, sino también la
“amenaza” al uso de la fuerza.
La generalidad de la formulación del principio, al no precisar las modalidades de
“fuerza” que se consideran prohibidas, ha planteado la cuestión de si cualquier uso de
“fuerza” está prohibido o si la prohibición se refiere exclusivamente a la “fuerza
armada”.
En la actualización e interpretación de los principios contenidos en la Carta de las
Naciones Unidas que realizó la “Declaración sobre los principios de Derecho
internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados
de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas” aneja a la Resolución 2625
(XXV) Asamblea General de las Naciones Unidas, adoptada el 24 de octubre de 1970,
se consideran expresamente algunas modalidades del uso de la fuerza que se han
extendido en las últimas décadas.
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La importancia del principio de la prohibición de la amenaza o el uso de


la fuerza en el Derecho internacional contemporáneo hacen que se
considere una norma imperativa del Derecho internacional general o
norma de ius cogens.
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El terrorismo internacional ha adquirido recientemente una dimensión
mundial y ha dado lugar a actos que causan daños masivos a la
población civil, y constituye una amenaza a la seguridad de los Estados
tanto o más grave que la guerra en el pasado.
Las nuevas manifestaciones del terrorismo tienen por objetivo atacar los
centros del poder político y económico de la actual sociedad
internacional globalizada y cuentan con el apoyo que determinados
Estados prestan a sus actuaciones. Las nuevas tecnologías han puesto en
manos de grupos reducidos un potencial de destrucción que antes sólo
tenían los Estados.
El principio de la prohibición del uso de la fuerza, tal como está recogido
en la Carta de las Naciones Unidas, no ofrece una respuesta eficaz contra
esta nueva amenaza.
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Excepciones a la prohibición del uso de la fuerza

A pesar de la generalidad con que está redactado el art. 2.4, la propia Carta de las
Naciones Unidas, en otras disposiciones de la Carta se admite que, en determinadas
ocasiones, se pueda recurrir a la fuerza armada. Los casos en que expresamente se
prevé el uso de la fuerza son los siguientes:
1.El uso de la fuerza en legítima defensa (art. 51).
2.La “acción” mediante fuerzas armadas necesaria para mantener o restablecer la
paz y la seguridad internacional decidida por el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas (art. 42).
3.La acción contra Estados enemigos para reprimir el rebrote de hostilidades al fin
de la Segunda Guerra Mundial (art. 107).
A los anteriores supuestos, en virtud de la práctica de la organización, habría que
añadir los casos de “autorización” del uso de la fuerza por las Naciones Unidas.
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El derecho de legítima defensa
En todos los sistemas jurídicos se admite que la defensa de la propia vida
autoriza el ejercicio de la violencia contra el agresor.
La Carta de las Naciones Unidas, al consagrar el principio de la
prohibición del uso de la fuerza, paralelamente incluye la excepción de
que los Estados pueden recurrir a ella en legítima defensa. El art. 51
establece que “Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el
derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso
de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas (…)”. El
art. 51 de la Carta no pretende crear el derecho de legítima defensa, sino
reconocer expresamente su existencia y su compatibilidad con el
mecanismo de “acción” colectiva establecido en la Carta frente a los
infractores.
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El derecho de legítima defensa

La legítima defensa a que hace referencia el art. 51 puede ser “individual


o colectiva”.
La legítima defensa colectiva puede entenderse como la respuesta
colectiva ante un ataque armado de un Estado dirigido contra varios
Estados o bien como la defensa por uno o más Estados de otro Estado
víctima de un ataque armado, no porque los primeros hayan sido también
agredidos, sino basada en el interés general de que se mantengan la paz y
la seguridad internacionales.
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El derecho de legítima defensa

El derecho de legítima defensa está reconocido en el art. 51 si existe un


“ataque armado”.
La determinación de la noción de “ataque armado” es una cuestión clave.
La sentencia en el asunto de las actividades militares y paramilitares en
Nicaragua y en contra de Nicaragua señala que por “ataque armado” hay
que entender “no sólo la acción de fuerzas armadas regulares de una
parte a otra de una frontera internacional”, sino también el envío de
bandas armadas, grupos irregulares o mercenarios.
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El derecho de legítima defensa

En 1974 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 3314,


sobre la definición de la agresión:

“La agresión es el uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la


integridad territorial o la indepen­dencia política de otro Estado, o en cualquier otra
forma incompatible con la Carta de las Naciones Unidas, tal como se enuncia en la
presente Definición”.

Esta disposición admite la legítima defensa anticipada, pues reconoce que en la


actualidad, hay armas de largo alcance y han avanzado mucho las técnicas de
detección, por lo que “el primer uso” de la fuerza no sea un acto de agresión.
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La acción coercitiva de las Naciones Unidas
El art. 24 de la Carta de las Naciones Unidas dice que los miembros de
las Naciones Unidas confieren al Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad
internacionales. Por su parte, el art. 25, también señala que los miembros
de las Naciones Unidas convienen en aceptar y cumplir las decisiones
del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Para ejercer esta responsabilidad el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas tiene potestad de investigar si una controversia puede
poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales.
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La acción coercitiva de las Naciones Unidas

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tiene también el poder


de determinar la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento
de la paz o acto de agresión y de recomendar o decidir las medidas que
deberán adoptarse. Dichas medidas podrán ser medidas que no
impliquen el uso de la fuerza (interrupción de relaciones económicas,
comunicaciones o ruptura de relaciones diplomáticas) (art. 41) o medidas
que impliquen una acción realizada “por medio de fuerzas aéreas,
navales o terrestres” (art. 42).
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La acción coercitiva de las Naciones Unidas

Estas acciones militares constituyen una excepción al principio de la


prohibición del uso de la fuerza claramente establecida en la Carta y un
mecanismo de seguridad colectiva diseñado para sancionar a cualquier
Estado, miembro o no miembro, que viole dicho principio.
Para llevar a la práctica estos poderes del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, la Carta prevé que los miembros, mediante convenios
especiales, podrán a disposición del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas las fuerzas armadas que sean necesarias para el
mantenimiento de la paz (art. 43).
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Supuestos discutidos sobre la prohibición del uso de la fuerza

El problema de la existencia de excepciones al principio general de la prohibición del


uso de la fuerza se concreta en la demostración de la existencia de normas de derecho
internacional general que autoricen su uso en supuestos concretos no previstos en la
Carta de las Naciones Unidas. Con todo, algunos autores han defendido que puede
considerarse que dichas excepciones existen en los siguientes supuestos:
a) El uso de la fuerza por los movimientos de liberación nacional.
b) Las intervenciones de carácter humanitario y la responsabilidad de proteger.
c) La protección de los ciudadanos y de los intereses nacionales.
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Las medidas de retorsión son decisiones adoptadas por un Estado en contra de otro,
aplicando la misma restricción que éste aplicó en perjuicio de aquél.
Una medida de retorsión constituye un acto inamistoso, pero que no es violatorio del
derecho internacional. Ésta es la característica primordial que la diferencia de las represalias,
actos que, en principio, son ilegales conforme al derecho internacional, pero que están
permitidos excepcionalmente como respuesta ante la violación de un derecho por parte de
otro Estado.
Las medidas de retorsión buscan inducir al otro Estado a cesar su acto ilegal o inamistoso,
también pueden entenderse como sanciones.
Las formas más comunes de medidas de retorsión son conocidas porque han surgido
frecuentemente durante los últimos años de la crisis venezolana. Por ejemplo, la cancelación
de visitas de Estado, la llamada a consulta de embajadores (incluyendo por tiempo
indefinido), la declaración de un funcionario diplomático o consular como persona non
grata, la degradación de intercambios diplomáticos, la limitación de las relaciones, la
imposición de sanciones unilaterales, la suspensión o terminación de un tratado, la falta de
reconocimiento internacional de eventos internos o el retiro de una organización
internacional como forma de protesta.

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