Loá títulos eran gravados con el derecho llamado de lan- zas y con el de media anata, que se i agaban al recibir la concesión, y después anualmente. Podían redimirse ambos gra- vámenes ó uno de ellos, como varios lo hicieron.
El padre Juan Carrasco, uno de los biógrafos de nuestro belethmita, dice ingeniosamente parangonándolo con el fundador de los juandedianos: «San Juan de Dios en
Gra-nada, y este Pedro en Guate-mala, realizaron, Dios mediante, una cosa nada-mala».
Ricardo Palma
En la conciencia universal está que fué la Logia Lautarina la que decretó en Chile la muerte de Manuel Rodrígu'ez; y, sin embargo, no hay un sólo documento que compruebe tan general creencia, pues no es juicioso presumir que sociedade's secretas dejen huella escrita de actos que revisten cierto gra- do de trascendencia.
Q uitefta de orijen, desposada oon an ciadadano gra — 168 — nadino, permaneci6 algun tiempo en Guayaquil, y lue- go se traalado 6 la provincia de Cuenca, donde ha cor tado ella misma el hilo de bus dias.
Mi idiosincracia, hasta entonces batalladora, me propor- cionó una derrota cada noche, fracaso del que me consolaba murmurando: tCausa victrix Diis placuit sed vicia Catoni que para mí Catón era mi inolvidable y queridísimo amigo don Ramón de Campoamor, cuyo voto nunca me fué adverso. Gra- tísima sorpresa tuve, pues, cuando, transcurridos siete años, llegó á mis manos la última edición del Diccionario, y en- contré en ella casi la mitad de los vocablos por mí patrocinados, figurando entre ellos los verbos dictaminar y tramitar en de- fensa de los cuales agoté mi escaso verbo.
El primero, querido de todos, canta admirablemente al son de la cítara, y la gracia le acompaña; el segundo, es un actor cuyo mérito nunca se ponderará bastante; pero el talento del último, de Arifrades, digo, deja muy atrás al de los otros.
Se aplica a las cosas que hace con el aire más encantador del mundo, y en todas sus acciones se ven brillar mil gracias: una dulzura llena de atractivos, una bondad alentadora, una cortesía adorable, una...
Han de saber ustedes que yo soy un chiflado del siglo xix, y que mi inofensi- va chifladura consiste en preocuparme de cuestiones sobre gra- matiquería y lingüística castellana.
Lo confieso, llegó á inspirarme celos, fué mi pesadilla. Su ama lo acariciaba y lo mimaba demasiado, y maldita la gra- cia que me hacía eso de un beso al gato y otro á mí.
Había terminado la colación, y entre el sordo y largo rumor producido por los sitiales, todos nos pusimos en pie para rezar una oración de gracias compuesta por la piadosa fundadora Doña Beatriz de Zayas.
Y para que no se diga que critico porque me viene en antojo, ahí van las autoridades lingüísticas que vigorizan mi crítica, sin desdeñar la de don Primitivo Sanmartí, en la página 349 de su voluminoso Compendio de Gra mática, que prohibe a los chicos de nuestras escuelas decir tengo la honra.
Pero el zombi sólo se les acercó para decirles que no intentaran nada más en perjuicio de los terrícolas, porque
gra-cias a aquel azaroso fenómeno había surgido un medio de salvación para la esclavitud a la que se encontraban sometidos.
Antonio Domínguez Hidalgo