Ahora, el decente turbante verde que adornaba su cabeza, la escrupulosamente limpia chilaba que con hacendosos pliegues revestía su flaco cuerpo, la renegrida barba que le caía sobre el pecho indicaban que Abdalá el Susi era un musulmán devoto, que no sólo había cumplido con su peregrinación a La
Meca, sino que también era muy probable que disfrutara de ciertas rentas.
Roberto Arlt
Precipitadamente Abdalá el Susi abandonó su cómodo sillón de esterilla y, cayendo sobre sus rodillas en las ásperas piedras, se inclinó en dirección hacia La
Meca, con los brazos extendidos delante de su cabeza, mientras pensaba: -Me disfrazaré de Taleb.
Roberto Arlt
Conocile en el metal de la voz, y el alma llena de cosquillas amorosas la dije: «Hermana perrenga, duélete de Santarén que en ti desde ayer desea dar dos nietos a Mahoma, que vayan después a Meca.
Estaba este monarca en Deli, y gocé el gusto imponderable de contemplarle facha á facha el dia de la pomposa ceremonia en que recibió la celestial dádiva que le enviaba el cherif de la
Meca, y era la escoba con que se habia barrido la santa casa, la _caaba_, la _belh-Alah_: escoba que es el símbolo que alimpia todas las suciedades del alma.
Voltaire
Visir de los derviches nazarenos, y tus nuevas aguardo con seis zalemas que te envío, tres zapatetas y dos tumbos, la cabeza abajo, al uso del hidalgo del desierto manchego, el único mortal que produjo sabio, y era loco, el suelo de los garbanzos y el país de las alharacas. En la Meca, el quinto día de la octava luna antes del Ramadán, del año 28000 y pico de la Égira.
con tanto desenfado como si fuera su tejado el Prado; que nunca los amantes, previnieron peligros semejantes: así los embeleca Amor, de Ceca en
Meca, como, olvidado Antonio con Cleopatra, la gitana de Menfis, que idolatra; que, ciego de su gusto, no temía el César, que siguiéndole venía.
Lope de Vega
Adonde te quieren mucho no entres a menudo. Ese se parece al perro de la Meca, que antes que le den se queja. Cuando el lobo da en la dula, guay del que no tiene más que una.
En uno de estos sueños comenzó por emprender una peregrinación (pélèrinage) a Jerusalén o a la
Meca, y después de un sinnúmero de aventuras llegó a casa del químico Pelletier, el cual, al cabo de una larga conversación, le entregó una pala (pelle) de cinc, que en el fragmento onírico siguiente se convirtió en una gran espada de combate (pág.
Sigmund Freud
Cuando pisó la playa se dijo: «pies, ¿para qué os quiero?» y anda, anda, anda, no paró hasta Europa. Anduvo Judas la Ceca y la
Meca y la Tortoleca, visitando cortes y haciendo pedir pita a las treinta onzas del gringo.
Ricardo Palma
Cuatro días después de mi detención y cuando se hubieron cansado de marearme con preguntas irritantes, llevándome del juzgado al gobierno civil y de ceca en
meca, me vi separada de mi compañero é ingresé en la cárcel.
Teresa Claramunt
Los Ishmaels practicaban la poligamia, nunca bebían alcohol, vivían como juglares, se emparejaban con indios y adoptaban sus costumbres, y eran tan devotos del nomadismo que construían sus casas sobre ruedas. Su migración anual triangulaba entre pueblos fronterizos con nombres como La
Meca y Medina.
Hakim Bey
Repliqué que era un derviche en camino hacia la Meca, donde está la roca Kaaba y sobre ella hay un velo negro con El Corán bordado en letras de oro por mano de los ángeles.