Nada más fácil, entre el barullo de la multitud que llenaba la casa, que eclipsarse un momento... Sin que nadie le echara de menos, con las precauciones de un ratero,
Arqueta se dirigió a su gabinete.
Leopoldo Alas
Arqueta dio un paso atrás. No entró en su gabinete... Entró en el otro, en el que presidía Mediánez, es decir, presidir también presidía el de
Arqueta, por lo visto...; pero, en fin, se quiere decir que, rechazando el primer impulso de echarlo todo a rodar, se decidió a sacrificarse en aras de la patria.
Leopoldo Alas
En fin, para abreviar, vino la crisis, que fue laboriosa; hubo soluciones a porrillo; ministerios de altura y ministerios de perro chico..., y, por fin, ¡oh alegría!, vino un ministerio que «nacía muerto» según las oposiciones, pero nacía, que era lo principal: el Ministerio Mediánez. ¡Y
Arqueta entraba en Fomento!
Leopoldo Alas
¡Qué escena, la de
Arqueta con la ministra, cuando supo que estaba él en la lista de ministros! Concha estaba muy contenta, claro; pero mucho más preocupada.
Leopoldo Alas
Ella también seguía cultivando la amistad de la de Mediánez y la del ministro mismo; pero, es claro, que, pasando lo que pasaba, y que su esposa, naturalmente, no sabía,
Arqueta no creía decoroso que Juana apretase también, aparte de que lo que él no lograra menos lo conseguiría su pobre mujercita.
Leopoldo Alas
l año de ser diputado y madrileño adoptivo,
Arqueta ya era bastante célebre para que todo el mundo conociera un epigrama que se había dignado dedicarle nada menos que el jefe de la minoría más importante del Congreso.
Leopoldo Alas
¡Fíate de la corrección y no corras! En el salón de conferencias, en los pasillos, en el seno de la Comisión, en los despachos ministeriales,
Arqueta era un águila.
Leopoldo Alas
-Bueno, bueno, bueno -contestó la rapaza-: mas guarde Dios mi burra de tu centeno, que aquí y en la Magdalena, hijito, el que no trae no cena. -¿No tiene toca y pide
arqueta, la dargadandeta?
Ricardo Palma
«Ese
Arqueta, había dicho, no sólo no tiene palabra fácil, sino que no tiene palabra.» Eso ya lo sabía
Arqueta; nunca había pretendido ir para Demóstenes, ni ése era el camino; pero el tener palabra difícil no le estorbaba, y el no ser hombre de palabra le servía de muchísimo.
Leopoldo Alas
Olían en él a un futuro personaje. Además, aunque el diputado
Arqueta no esperaba su medro del poder legislativo, se iba al bulto, o sea al poder ejecutivo.
Leopoldo Alas
de la señora del ministro de Hacienda, y la declaró buena presa; los
Arqueta y Conchita Manzano, la ministra, se habían conocido en un balneario del Norte.
Leopoldo Alas
del hombre público. Cuando
Arqueta pudo afirmar, para su coleto, que Conchita Manzano era de las catorce, fue cuando respiró tranquilo.
Leopoldo Alas