Ejemplos ?
Vulgarmente, pero, así hablamos, y decimos que tenemos una gran alegría del consulado tal, o de las bodas suyas, o del parto de la mujer, las cuales merecen tan poco el nombre de alegría, que muchas veces son principios de tristezas futuras; la alegría, pero, siempre comporta no dejar nunca más, n volverse en contra.
Dos de ellos llamaron a las prometidas de sus amores para verificar sus bodas junto al cadalso; ¡mujeres fuertes, compañeras dignas de tales bravos!
Cuando quedé vencido, justamente al marcar el reloj, según creo haberlo visto entre mi somnolencia, las dos de la madrugada, me dormí saboreando aún la exótica cena que había preparado esa noche mi madre para celebrar sus bodas de plata con mi padre.
En efecto, una hermana del amigo en cuya casa se hallaba había visitado a Delboeuf en el curso de su viaje de bodas, dos años antes del sueño de las lagartijas, o sea, en 1860, y le había mostrado aquel álbum, que pensaba regalar, como recuerdo, a su hermano.
Prendarse de quien le cuadre no es lícito a una doncella, ni hay más voluntad en ella que la que tenga su padre. Hoy día, Isabel, así se conciertan nuestras bodas: así nos casan a todas, y así me han casado a mí.
Yo hablé con Isabel, yo de tu muerte la noticia le dí, y a los bandidos encargué que tu viaje detuvieran. Yo, celebradas de Isabel las bodas, te las vengo a anunciar.
POLONIA Ella está ahora comprando a una vizcaína viudeces, si no mortajas, que la enfadan tocas bajas y a lo nuevo determina ser ya viuda garrafal, si lo ha sido recoleta: en gorgorán la bayeta, porque el peso le hace mal; media seda el anascote, que otros tiempos fue contray; y espumillas con cambray, por el ruan. Con el dote que del capitán aguarda, segundas bodas envida, y del que pudre se olvida.
Pero así como el soltero que fue siempre juicioso cree de su deber, la víspera de sus bodas, despedirse de la vida libre con una noche de orgía en compañía de sus amigos, de igual modo Benincasa quiso honrar su vida aceitada con dos o tres choques de vida intensa.
-Yo sé cuándo son sus bodas de oro -dijo; pero los viejos no la oyeron; hablaban de tiempos pasados. -¿Te acuerdas? -decía el viejo marino-.
¡EI blancor de esos días tercamente lluviosos; las estatuas de mármol recién inauguradas; el estertor de la pechuga exangüe; el ruedo que la mar prende a su falda; la capa voladora del beduino y sus tiendas errantes, palomar del Sahara; los caminos ahogados en la arena; al fondo de los árboles, la pared de una casa; las tumbas escondidas en la noche; el cirio iluminando la mortaja; ¡yacente livor del esqueleto que el cincel del gusano cincelara; esas frases inéditas, alargadas de aes, con que los sordomudos desahogan su rabia; las gotas de azahar sobre las bodas, y en la Suprema hora de las ansias, en el instante de aflojar los brazos, aquel blanco en los ojos de la mujer cansada!
Se habían cogido de las manos, como el bisabuelo y la bisabuela de Nyboder, y, lo mismo que ellos, hablaban de los tiempos pretéritos y de las bodas de oro.
La muchachita de ojos azules y de las flores de saúco en el pelo, desde lo alto del árbol, inclinaba la cabeza con gesto de aprobación y decía: -Hoy celebran sus bodas de oro.